Mis pequenos placeres
Recibir esas pequenas cosas cotidianas como un regalo.
Raquel Díaz Reguera
Respirar una bocanada de aire, un sorbo de vida.
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Mis pequenos placeres Raquel Díaz Reguera
Lóguez
Mis pequenos placeres Raquel Díaz Reguera
Lóguez
A
brir los ojos. Detenerse a entender la maravilla del simple hecho de abrir los ojos. Ahuyentar la prisa y observar, como quien contempla una obra de arte, ese cachito de cielo que el universo ha puesto a tu alcance en el hueco de una ventana. Respirar una bocanada de aire, un sorbo de vida. Recibir esas pequeĂąas cosas cotidianas como un regalo.
El placer
de las
cosas grandes.
pequeĂąas
El olor a café recién hecho Sacar los pies de la cama, poner rumbo a la cocina entre bostezos. La casa silenciosa. Abrir la pinza que cierra herméticamente la bolsa. Se escapa el aroma. Llenar la cazoleta, enrasar, apretar la cafetera con firmeza. Centrarla en el fogón a fuego lento y empezar a preparar las tostadas. Oír el ronroneo de la ebullición y no poder evitar abrir la tapa para comprobar que está subiendo. Verterlo en mi taza, que es como todas, pero sé que es la mía. Verterlo es como beberlo de lejos. Ese es el momento en el que reconozco que comienza el día.
La canción de recibir el día Hora de despertar a los habitantes de la casa. Pulsar el play para hacer sonar esa canción que les encanta. No darles tiempo para desperezarse porque ya saben lo que sigue: giros y saltos descontrolados, bailar y bailar haciendo piruetas por el pasillo cantando a pleno pulmón una letra que sigo sin entender. Mientras, ellos, sin abandonar la cama, se mueren de risa encantados de decir “¡pero mamá, estás chiflada!”. Volverse loca antes de vestirse de cuerda.
El canto de los pájaros Frente a mi ventana hay un árbol que en primavera hospeda a decenas de pájaros entre sus ramas. Ellos, como si fuese un hotel en el que se alojase una orquesta sinfónica, agradecen su hospitalidad dando un concierto todas las mañanas. Es el presagio de un día azul: vencejos, golondrinas y gorriones reciben los primeros rayos de sol haciendo gorgoritos para invitarnos a desplegar nuestras alas y echar a volar la imaginación.
Un aguacero inesperado Un chaparrón es al verano lo mismo que un rayo de sol al invierno: una sorpresa. Un chaparrón es un comodín del azar, la excusa perfecta para mojarse sin resfriarse, para hundirse hasta las orejas en los charcos, llegar empapado a casa y decir, feliz y sin tiritar, un sonriente “me pilló el chaparrón” que lo justifica todo. ¿Por qué los gatos mirarán la lluvia tras el cristal?
Escuchar el mar dentro de una caracola Dentro de las caracolas se encierra el mar, nuestro propio mar, ese en el que te bañaste por primera vez, las olas que te revolcaron, las mareas que alcanzaron tu toalla despertándote de la siesta solar, tus castillos en la arena, tus ahogadillas, tus vendedores de helados, tus avionetas-anuncios, tus comidas bajo la sombrilla, tus amores de verano, tus paseos por la orilla, tus puestas de sol. Lo verdaderamente mágico de una caracola es que, con sólo acercárnosla a una oreja, nos devuelve a la playa de nuestra infancia.