Para Wilma y William y sus salvajes amigos
Anu Stohner
Henrike Wilson
La Oveja Carlota
y sus amigos
L贸guez
Carlota siempre fue una oveja muy especial: una pequeña salvaje que se subía a los árboles y saltaba por encima de los turbulentos arroyos. Incluso, a veces, trepaba a las más escarpadas rocas, por las que nunca una oveja había trepado. Hacía tiempo que las viejas ovejas habían mostrado su disgusto cuando veían todo lo que hacía Carlota. Pero
desde el día en que el pastor se rompió la pierna y Carlota bajó sola al valle en busca de ayuda, las viejas ovejas ya no renegaban al verla. Desde entonces, se sentían hasta un poco orgullosas de su pequeña salvaje. Únicamente negaban con la cabeza, disgustadas con los curiosos amigos de Carlota.
En ocasiones, Carlota jugaba con Francisco, el cerdo. Se divertĂan saltando y salpicando en el barro.
“Ts-ts-ts”, hacían las viejas cuando lo veían. “Una oveja y un cerdo, ¿dónde se ha visto algo así? ¡Nunca se ha visto!”. Pero eso no le preocupaba a Carlota.
También jugaba con Cuniberto, el toro grande. Les gustaba especialmente jugar a cabeza contra cabeza para ver quién era el más fuerte. Y Carlota siempre ganaba. “Me rindo”, decía Cuniberto mientras Carlota se colocaba bien los rizos de la cabeza después del esfuerzo. “No vale”, resoplaba Carlota. “Tú no te esfuerzas nada”.
“Sí que lo hago”, decía Cuniberto muy tranquilo. “No lo haces”, replicaba Carlota. Y las viejas, que lo estaban viendo, comentaban: “Ts-ts-ts. Una oveja y un toro, ¿dónde se ha visto algo así? ¡Nunca se ha visto!”. Pero eso no le preocupaba a Carlota.