QUEVEDO GÓNGORA
RIVALIDAD ENTRE QUEVEDO Y GÓNGORA
El amor, la pasión, el odio... son temas recurrentes de la literatura. Pero pocas veces el enfrentamiento puramente formal se ha llevado a lo personal. Este es el caso de Cultistas y Conceptistas, de Góngora y Quevedo. Son conocidas las diferencias de forma y estilo de las principales corrientes literarias del siglo de oro español. Cultistas y conceptistas llevaron hasta el insulto personal las diferencias de estilo: Góngora desarrolló el culto clasicista de línea “garcilasiana” llevándolo hacia tal extremo que las sutilezas latinistas tan apreciadas de Garcilaso y Fray Luis de León llegan a convertirse en latinajos de difícil lectura. Sin embargo, esta poesía pronto será aplaudida por este sector de la intelectualidad que ve en Góngora el artificio clásico iniciado por Garcilaso llevado a extremos que buscan el desafío cultista. Quevedo se opone violentamente a esta nueva forma de entender la poesía “clásica” de Garcilaso. Ambos, Quevedo y Góngora, enfrentados por la forma de entender la literatura -Cultistas vs. Conceptistas, etiquetas que se colocaron por la crítica literaria del siglo XVIII para definir ya esta oposición- llevarán el enfrentamiento a lo personal, en un diálogo poético nunca visto hasta entonces. El enfrentamiento entre Quevedo y Góngora se muestra en realidad más personal que literario: Góngora es más laico, materialista y liberal en sus “usos y costumbres”, se deja llevar por la artificiosidad de los amores mitológicos de corte clásico, mientras que con Quevedo nos encontramos con la crisis existencialista puramente barroca, la pasión cristiana, el terror a la muerte, a la justicia divina, y algo de lo que se le ha acusado -quizás injustamente- bajo el prisma de la mentalidad contemporánea: el desprecio de clase; elementos clave de la poesía quevedesca que no se aprecia en la artificiosidad de Góngora.
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En Quevedo encontramos la angustia por el paso del tiempo, la ira por el desamor...
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en Góngora el gusto por el goce físico, la exageración de una descripción..
Batallas No fue solo algo llevado al terreno de las letras. En aquel siglo de validos, intereses cortesanos e intrigas Quevedo y Góngora no solo emplearon recursos literarios... Quevedo mantuvo una agitada vida política. Sus padres desempeñaban altos cargos en la corte, por lo que desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano. Estudió en el colegio imperial de los jesuitas, y, posteriormente, en las Universidades de Alcalá de Henares y de Valladolid, ciudad ésta donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora. Góngora también mantuvo una vida cortesana, mucho menos ajetreada, por otra parte. Nacido en el seno de una familia acomodada, estudió en la Universidad de Salamanca. Nombrado racionero en la catedral de Córdoba, desempeñó varias funciones que le brindaron la posibilidad de viajar por España. Su vida disipada y sus composiciones profanas le valieron pronto una amonestación del obispo (1588). En 1603 se hallaba en la corte, que había sido trasladada a Valladolid, buscando con afán alguna mejora de su situación económica. En esa época escribió algunas de sus más ingeniosas letrillas, trabó una fecunda amistad con Pedro Espinosa y se enfrentó en terrible y célebre enemistad con su gran rival, Francisco de Quevedo. La enemistad de los dos poetas llevo a situaciones como la de un Quevedo que compra la casa, en el Madrid de la época, donde vivía un arruinado Góngora. Lo que se percibe en estos dos ESCRITORES son unas filosofías de vida contrapuestas. Góngora era un personaje que gustaba de la buena vida, llena de sabores y sensaciones; por contra Quevedo era un hombre religioso, recto, rígido y profundamente voraz en sus afirmaciones. Sin duda se puede decir la frase de "corrieron ríos de tinta.
¡Al ataque!
Esto fue lo que se dedicaron para la posteridad. Extensas y refinadas composiciones que se pueden tildar de "pavoneo poético" en el que despliegan sus mejores plumas, nunca mejor dicho. Primer asalto. Ataca Quevedo. CONTRA DON LUIS DE GONGORA Y SU POESIA
Este cíclope, no siciliano, del microcosmo sí, orbe postrero; esta antípoda faz, cuyo hemisferio zona divide en término italiano; este círculo vivo en todo plano; este que, siendo solamente cero, le multiplica y parte por entero todo buen abaquista veneciano; el minoculo sí, mas ciego vulto; el resquicio barbado de melenas; esta cima del vicio y del insulto; éste, en quien hoy los pedos son sirenas, éste es el culo, en Góngora y en culto, que un bujarrón le conociera apenas.
Segundo asalto. Ataca Góngora. Anacreonte español, no hay quien os tope. Que no diga con mucha cortesía, Que ya que vuestros pies son de elegía, Que vuestras suavidades son de arrope ¿No imitaréis al terenciano Lope, Que al de Belerofonte cada día. Sobre zuecos de cómica poesía Se calza espuelas, y le da un galope? Con cuidado especial vuestros antojos Dicen que quieren traducir al griego, No habiéndolo mirado vuestros ojos. Prestádselos un rato a mi ojo ciego, Porque a luz saque ciertos versos flojos, Y entenderéis cualquier gregüesco luego
Tercer asalto. Ataca Quevedo.
Yo te untaré mis obras con tocino
Porque no me las muerdas, Gongorilla, Perro de los ingenios de Castilla, Docto en pullas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, Que aprendiste sin christus la cartilla; Chocarrero de Córdoba y Sevilla, Y en la Corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; Aunque aquesto de escribas se te pega, Por tener de sayón la rebeldía.
Cuarto asalto. Ataca Góngora. A don Francisco de Quevedo
Cierto poeta, en forma peregrina cuanto devota, se metió a romero, con quien pudiera bien todo barbero lavar la más llagada disciplina. Era su benditísima esclavina, en cuanto suya, de un hermoso cuero, su báculo timón del más zorrero bajel, que desde el Faro de Cecina a Brindis, sin hacer agua, navega. Este sin landre claudicante Roque, de una venera justamente vano, que en oro engasta, santa insignia, aloque, a San Trago camina, donde llega: que tanto anda el cojo como el sano.