re v is ta p a rro q u ia l m e n s u a l d e S a n C ris to v o d a s v iñ a s nº 100 - Ano M aMARZO rz o 2 0 02017 9 n º2 IX - Ano I “Hay más dicha en DAR que en RECIBIR.”. Jesús de Nazaret.
SE ACABA EL CARNAVAL Y EMPIEZA LA CUARESMA Se han acabado ya los carnavales, pero el carnaval de los hombres no ha terminado, porque vamos siempre por la vida con las máscaras grabadas en nuestro rostro y en nuestro corazón. Tenemos miedo de nosotros mismos; de mirarnos a solas, cara a cara; tenemos miedo de dejarnos mirar tal como somos… aún por los más cercanos y amigos. Somos como los farsantes que desfiguran su cara… o como los que tocan falsas trompetas con músicas que no salen del corazón. Buscamos ser vistos por los otros, no como somos de veras, sino como quisiéramos ser, cubiertos por máscaras falsas que representan lo que queremos que los otros vean en nosotros. La mascarada de Carnaval no dura unos pocos días, carnaval es mucho o todo en la vida del hombre o de la mujer… Ahora bien, el carnaval debe dejar paso a la Cuaresma, que es mucho más que tiempo morado, o tiempo de ayunos y abstinencias rutinarias y a regañadientes. Cuaresma es Dios que se nos acerca y nos dice: ¡Sé tú mismo! ¡Quítate las máscaras, aún las más íntimas e inconfesadas, las que parece que se han hecho carne de tu rostro… Quítate el maquillaje postizo, que desfigura tu verdadero rostro! ¡Deja de tocar músicas vacías con trompetas, que ocultan tu silencio y tu vacío interior!… Acalla tus falsas voces ante tu Dios que ve en lo escondido, que te mira con amor, cara a cara en lo más recóndito y secreto de tu ser. Deja que resuene en tus oídos la voz de Dios que te dice: “Ahora es tiempo de gracia y día de salvación”. No eches en saco roto la gracia de Dios que se te acerca a ti no con colores morados de tristeza, sino con el anuncio alegre y esperanzado de la Pascua. “Eres polvo y en polvo te convertirás”… Polvo son las máscaras y los maquillajes, las trompetas y las músicas estridentes… Pero por debajo de todo ese polvo, estás tú, esa mezcla de niño o niña y adulto a quien Dios ama entrañablemente. Rompe tus máscaras, rasga tus vestiduras, deja nacer tu corazón sencillo y ponlo ante tu Dios y Señor. Así ha de empezar nuestro camino de conversión, así nuestras cenizas empezarán a engendrar vida. Pongámonos así, ante nuestro Dios que ve en lo secreto. Y dejemos que resuenen en nosotros suavemente sus palabras: ahora que acaba ese gran carnaval, comienza un tiempo de gracia y salvación. “Conviértete y cree en el Evangelio”.