El oscuro retorno del hijo del
¡Nahual! CIENCIA-FICCIÓN Y FANTASÍA
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No. 8
El oscuro retorno del hijo del
CONTENIDO Editorial
¡Nahual!
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CUENTOS Caín
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Mar cos Manuel R odríguez Leija Marcos Rodríguez
Ciencia-Ficción y Fantasía
No.8 Abril 2002
Edición Andrés Tonini
Portada
Adios
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José Carlos H.
El escritor de Manhattan
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Angel Serrano, Genny Silva López, José Luis Novoa, Luis García
Andrés TTonini onini Blanca Mar tínez Martínez
CLÁSICO: El que llegó hasta el metro Pino Suárez
Arte
COLABORADORES
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Ar tur o César R ojas Artur turo Rojas
Miguel Angel Fernández D. Francisco Espinosa, Carlos Angeles Pérez
ARTÍCULO Los cartógrafos del infierno en México
23 El oscuro retorno del hijo del ¡Nahual!
Miguel Ángel F ernández Fernández
OBRA GRÁFICA The Witch
Sidhar tha Neri Colín Sidhartha
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SECCIONES Convocatorias La Furia Epistolar
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Ciencia-Ficción y Fantasía, es una publicación aperiódica y sin fines de lucro, cuya única finalidad es la difusión de la Ciencia Ficción y la Fantasía. Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente el punto de vista de la revista. Se autoriza la copia y distribución de este ejemplar, sin mutilar o editar su contenido. Los autores conservan íntegros todos sus derechos.Correo electrónico: nahualzine@rocketmail.com
EDITADO EN MÉXICO
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual !
Ya estamos aquí de nuevo.
EDITORIAL
Para esta entrega, como se habrán dado cuenta, hemos cambiado ligeramente el formato, con la finalidad de que la lectura del fanzine sea un poco más sencilla para aquellos que prefieran leerlo en la pantalla de su computadora. Para los que elegimos leerla impresa, tal vez sea un poco molesto el cambio, pero bueno, no se puede todo en esta vida. Otra cosa que cambia a partir de este número es la forma de distribución de la revista. Habíamos pensado originalmente hacerlo exclusivamente por medio del correo electrónico, pero nos topamos con algunos problemas: para empezar, es un método sumamente lento ya que nuestro correo no permite mandarle el archivo a más de diez personas a la vez; además, nos encontramos que muchas lectores tienen sus buzones saturados y nos rechazaron los envíos. Por eso, de ahora en adelante sólo enviaremos a nuestros suscriptores la noticia de que ya se puede descargar la revista desde una página en la que estamos trabajando en este momento. Sin embargo, seguimos procurando que el tamaño del archivo comprimido (zip) no exceda la capacidad de un disco de 31/2. ¿Por qué? Pues porque mucha gente aunque tiene computadora en su casa no tiene acceso rutinario a la red como para descargar la revista... como su servidor, por ejemplo. Así que ya sabes, no seas egoista, copia y distribuye este fanzine entre tus amigos y conocidos. ¡Aprovecha que es grátis!
El Editor.
¿QUÉ ES LA CIENCIA FICCIÓN? Un relato del tipo de los de Julio Verne, H.G. Wells y Edgar Allan Poe: una novela encantadora mezclada con hechos científicos y visiones proféticas. Hugo Gernsbak (Editor norteamericano)
La CF es un puñetazo a la realidad. Es la realidad knock out. Cassius Clay (Boxeador norteamericano)
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CUENTO
C A Í N por: Marcos Manuel Rodríguez Leija
Un
aullido de muerte se confundía entre el lejano ladrar de los perros. Caín corría con desesperación por el bosque. El fantasma del temor se posesionaba de su joven alma a cada paso. La incertidumbre le apresuraba cada vez más las piernas. Iba escondiéndose entre la oscuridad que proyectaban los árboles con la medianía del alba. Se deslizaba como una liebre que trata de escapar de un lobo hambriento en Luna Llena. Como eludiendo a un cazador salvaje que ansía capturar a su primera presa para sacarle el corazón y bautizarse con su sangre caliente, para luego beberla y verterla sobre su cuerpo. Caín llevaba la cara pálida de miedo, parecía haber visto al diablo, pero no creía en él, como tampoco creía en Dios. Tenía apenas seis años, hipotéticamente le quedaba mucho tiempo por vivir y por aprender un sin fin de cosas aún
desconocidas para él, pero en ese instante la angustia no le permitía pensar en ello. El miedo a lo desconocido lo obligaba a correr desenfrenado, con la intención de mantenerse lo más lejos posible de quienes deseaban asesinarlo. Por su mente pasaba la imagen de su madre bañada en sangre, convulsionándose en el suelo al igual que su padre. Seguía escuchando en sus oídos los horribles gritos de dolor. Le retumbaban en la cabeza como si fueran cristales molidos, pero a pesar de ello, continuaba en su carrera sin rumbo fijo, como un demente. Tenía un nudo en la garganta que le impedía gritar o pedir auxilio. Caín no conocía el llanto. No conocía a nadie más. No sabía dónde buscar ayuda, estaba solo, sin nadie que pudiera protegerlo, sin saber a quién decirle que había visto cómo asesinaron a sus padres. Estaba indefenso. Material y totalmente indefenso. No pudo evitar 4
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aquel hecho tan perverso y prefirió huir antes de ser la próxima víctima. Tenía miedo de caer en las garras de la muerte. Le era imposible borrar el momento en que allanaron su hogar aquellos seres que reflejaban furia en sus rostros y llevaban también consigo la sed de venganza. Él no sabía por qué, su edad aún no le permitía comprender el motivo por el cual obraron de esa manera tan cruel y despiadada, dejándolo huérfano y desamparado. Cansado en su búsqueda frenética por encontrar algún refugio, llegó hasta donde estaba una laguna y ahí se detuvo. No sabía nadar. Dudó por un momento si lanzarse al agua o esperar a que la muerte despiadada cayera sobre él, pero después de un instante, sintió tranquilidad al ver que nadie lo seguía. Se sentó junto al estanque y algo extraño, algo que jamás había visto, llamó su atención. Estaba presenciando todo un acontecimiento que le era agradable. Un pequeño ciervo con un cuerno en la frente estaba junto a él. Caín lo observaba con detenimiento. Le sorprendía el reflejo del animal en aquel charco, y más al ver que la imagen del cuadrúpedo se movía y adquiría distintas expresiones cuando bebía el agua.
El pequeño quiso hacer lo mismo. Se agachó e inclinó su rostro para beber de la laguna. Al hacerlo sintió quemarle la garganta. Tenía sed de algo más. Una sed que el agua era imposible de saciar y que no alcanzaba a precisar. No le dio importancia, lo que quería en ese momento era tan sólo poder contemplar su rostro, con comprensible manía narcisista y quizá inocentemente jugar a deformarlo, como lo hacía el animal. En ese instante, el amanecer abrió los ojos. Un día más que llegaba, dejando atrás todos los temores que transmite la noche. En eso, el cuerpo del pequeño empezó a convulsionarse, se llevó las manos al cuello; sentía asfixia, le era imposible respirar. Un ardor insoportable le empezaba en la garganta recorriéndole todo el cuerpo. Caín cayó al agua, pero no murió ahogado. Jamás comprendió por qué mataron a sus padres. No alcanzó a entender su verdadera naturaleza. Ni el por qué nunca pudo ver su reflejo en la laguna, ni comprender la perenne insistencia de sus padres al conminarlo a dormir antes de que saliera el Sol.
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Sidhartha Neri Colín «The Witch»
El Portal de la Ciencia Ficción en México http://www.ciencia-ficcion.com.mx 6
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CUENTO
ADIOS por: Andrés Tonini
V
me ama!”. –¿Comprendes lo que abandonas? –Sí. –“La abandono a ella... para siempre”. –Sabes que puedes renunciar hasta poco antes de abordar, ¿no? –Lo sé. –“Pero ya he renunciado a ella pues sé que nunca me ha amado, y que nunca lo hará...”. –Entonces, si eso quieres, adelante, hijo– dijo, mientras extendía el pase. –Ajá. Huesca avanzó por la rampa de acceso, sin volver la vista. Como a la gran mayoría de los Viajeros, nadie había venido a despedirlo, pues a nadie tenían en este mundo, y la muchedumbre que se agolpaba tras los cristales a la entrada del Espaciopuerto únicamente venía por el espectáculo, por el morbo de ver
olvió la mirada una vez más, con la esperanza de verla antes de partir. Sabía que ella no estaría ahí, sin embargo, no podía evitar desearlo y la buscaba entre la pequeña multitud que acudía a despedir a los Viajeros. Su esperanza se disolvió entre la bruma que rodeaba al Espaciopuerto. –¿Nombre? –La pregunta lo volvió a la realidad. –Huesca, Remo. –Respondió al Oficial de Migración. –¿Viajero? –Ajá.–Una vez más miró sobre su hombro, pero ella no estaba ahí. –¿Estás seguro de que esto es lo que deseas? ¿Realmente? – le preguntó el Oficial. –Sí –respondió, mientras por dentro gritaba: “¡No, no quiero irme, yo sólo quiero que ella regrese, que venga y me diga que no parta, que 7
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a los Viajeros, a los parias, a los que no encajaban en la sociedad terrestre; a los vencidos y a los cobardes, a los desesperanzados, a aquellos que por una u otra razón decidían abandonar... Como él, que lo había perdido todo. La había perdido a ella, a ella quien nunca fue suya en realidad, quien sólo había sido un sueño... Ella había elegido, se había marchado y ahora todo carecía de sentido. Quería olvidarla, olvidar el dolor que le producía pensar en ella, su recuerdo, todo lo que hicieron y todo lo que ya no habrían de hacer. Y entre las estrellas esperaba encontrar el olvido. Sabía que una vez abordo, todo habría terminado para siempre, que jamás volvería a verla, nunca. Sabía que una vez que hu-
biera partido, para cuando volviera, si es que algún día lo hacía, ella no sería sino tan sólo polvo y habría caído en el olvido. Y nadie salvo él podría recordar su nombre y quién había sido. Pero ya todo había terminado, con tan sólo una frase había destruido su vida y muerto su esperanza. Su sueño se trocaba en una pesadilla y la pena se asentaba en su corazón. Una sola frase: “No te amo”. Se detuvo un instante al pie de la escalinata del vehículo que lo llevaría a las instalaciones de abordaje y de ahí a la nave. Por última vez se volvió y musitó para sí, mientras una lágrima furtiva escapaba a su control: –Te amo. Pero ella no estaba ahí.
REALIDAD CERO ON LINE http://members.tripod.com/~ realidadcer/rc0.htm
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CUENTO
HATTAN
EL ESCRITOR DE
MAN
por: Blanca Martínez ilustra: Genny Silva López
Blanca Martínez vuelve a aparecer en nuestras páginas (así sean virtuales), con una historia que puede explicarnos a quienes nos gusta escribir, muchas cosas...
Aquella
llamada le había inquietado. No comprendía cómo aquel joven había conseguido su número telefónico. Era cierto que él, era un escritor extraordinario o por lo menos extraordinariamente rico. Continuamente recibía cartas e intentos de conocerle personalmente, pero excepto en aquellos casos en que le convenía no estaba dispuesto a conceder un segundo 9
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–¿Te asustaste, cielo? –la voz runruneante de Malenita la precedió en la sala. –Te digo que no escuches el teléfono cuando estoy hablando... Se acercó voluptuosa, impresionante. –Oh, no te enfades... lo hago por protegerte... hiciste muy bien en colgarle... Te asustaste, ¿no? Claro, tanto escribir novelas de terror... Siempre te digo que debes escribir cosas más bonitas... El teléfono volvió a sonar. –¿Sií? ¿El vampiro? Es usted muy gracioso. Claro que asustó a mi esposo... y a mí... yo sí que creo en vampiros... ¿De dónde es usted? Tiene acento como... De un zarpazo le arrebató el teléfono. –Lapiano. Ahora dígame de una vez quién es usted y qué desea... Mi esposa no es agradable en absoluto y a usted no le importa... No, no me he asustado... No no creo en lo que escribo... (¿y si fuera un periodista?) quiero decir, que sí creo en lo que escribo, naturalmente, pero no en la existencia concreta de vampiros... ¿quiere hacerme una entrevista? Usted cree que yo concedo entrevistas así de fácil?... ¿La titularía el vampiro y el escritor?... De veras que es usted audaz... (quizás fuera
de su precioso tiempo. ¿Por qué demonios había accedido a concertar una cita con aquel muchacho? Era una estupidez. ¿Cómo habría conseguido su número privado y su dirección? Hablaría seriamente con sus secretarias... Quizás sólo para conocer ese dato, había consentido en verle en su apartamento de Manhattan. Porque él, Ronald Lapiano, vivía en Manhattan la mitad del año; la otra mitad la repartía entre su hermosa casa de Cancún y su apartamento de París. ¿Qué era lo que le había dicho aquel loco? Recordaba exactamente los hechos. Su rubia esposa, Malenita, le había gritado con su voz indolente: –”Ro”, cieeloo... te habla un amigo... “Qué furioso le ponía que le llamara “Ro”. –¿Un amigo? Sus amigos le pedían cita... pero aun así contestó... ¿y si era un negocio? –Lapiano al teléfono. ¿Quién habla? La voz era juvenil y amistosa. –Gusto en conocerle señor. Mi nombre es Janio Rhomeskko. No se asuste: Soy un vampiro. La indignación le cegó. Colgó el teléfono de golpe. 10
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una buena idea publicitaria...). Hablaré con mis asesores... ¿Se va usted a Rumania?... Ya. ¿Y por qué no, mejor a la Selva Negra...? No le gusta la selva... Tendría que ser mañana... De veras que es usted audaz... Mmmh... Desde luego si se hiciera se debería titular “El Escritor y el Vampiro”...
fue directamente hacia él. –¿Usted es el vampiro? No veo que tenga colmillos... –Malena, por Dios... –Señora, es un placer. No tengo colmillos. Sólo soy un vampiro muy normal. Soy ingeniero pero confieso que me hubiera gustado dedicarme a la literatura. Su esposo me hace el favor de darme una entrevista. Quiero convencerle de que existen los vampiros correspondiendo a que él me convenció de la belleza de un arte que domina; la narración de terror. Malena le miró. Su mirada fue dulce y extraña y, bruscamente, se volvió y salió a la terraza. –Quizá importuné a su esposa. –No. Pero habló mucho, eso no le gusta a ella. Siéntese y empecemos. “Empecemos. ¿Por qué había dicho eso? Tenía que haberle echado. Él tenía muchas cosas que hacer. Pero ambos se sentaron, se sirvieron una copas y hablaron, hablaron durante horas. Recordaba cómo había empezado aquella conversación”. –Cuando leí sus novelas, no podía dar crédito a lo que percibía. Tiene usted un perfecto conocimiento de la vida de un vampiro, de sus sufrimientos, de sus deseos... No me
Y allí estaba en su lujoso apartamento de Manhattan, esperando a un vampiro. Por si acaso era algo peor, un asaltante o un loco, se había traído a dos “muchachos” de Seguridad, que estarían cerca de la sala mientras atendía a su visitante. Por fin, llegó. Era joven, rondando los treinta años. Muy bien vestido, un elegante traje y una corbata roja levemente exagerada. El cabello negro, recogido en una pequeña cola sobre la nuca. Una mirada franca en sus decididos ojos oscuros. Estrechó con fuerza la mano del escritor. –Encantado, señor. ¿Empezamos? “¿Qué era aquello? Ni gracias por su tiempo... Ni cuanto admiro sus obras, ni ¿me podría firmar un ejemplar?” En esto, desde la enorme terraza entró su esposa. Miró al joven y se 11
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agrada el hecho de que casi siempre les va mal, pero es usted humano y es totalmente comprensible... –Ya. Usted conoce perfectamente la vida de uno de estos seres; supongo. –Así es. Mi madre me comunicó mi esencia siendo yo muy niño para que no me originara ningún trauma y pudiera desenvolverme con normalidad en un mundo que con frecuencia es muy hostil con los de nuestra especie. –Ya. Y le daba sangre... ¿o qué? –Pues verá –aquí el joven se ruborizó levemente–. La verdad es que sí, pero no humana, desde luego, somos civilizados. Comemos cualquier... digamos... preparado que contenga proteínas, hierro, etc... Hemos tenido que adaptarnos para sobrevivir. “Aquello se ponía interesante”. Sí, aquello se puso cada vez mejor, porque el joven empezó a preguntar a su vez y él le habló sobre sus novelas, sobre sus ideas (protegió su documentación, desde luego), sobre el éxito que habían tenido sus narraciones terroríficas y fantásticas. Sobre cómo había diluido el amor (que realmente no sentía) en pasiones vampíricas y astrales. Sobre cómo en el fondo del corazón del ser humano había vislumbrado tanto horror, que
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lo que él escribía le había parecido un remedo poético de andanzas imposibles. Malena suspiraba en la terraza, oyéndoles hablar. Pero no entró. Los muchachos de seguridad se encogían de hombros, pensando: «Dos locos». Pero Ronald Lapiano sabía que aquella entrevista sería magnífica. Calculaba dónde se publicaría y cuánto le reportaría y, en un momento de enajenación pensó: «Haré que la publiquen aunque no haya ganancia monetaria. Con la publicidad, bastará». Aunque luego sonrió levemente, pensando: “No hay para tanto. Estoy exagerando. Tendrán que pagarla, muy bien. Nunca había tenido un pensamiento semejante”. ¿Qué está diciendo este muchacho? Janio Rhomeskko hablaba con decisión y pasión pero con inteligencia y cuatela. Comentaba una anécdota como quien observa algo al microscopio. “El no “entra”, sólo observa, por eso no puede escribir”–pensó gozoso el escritor. Sí. El joven había explicado que tenía una amiga escritora. Linda persona, inteligente y dulce... pero siempre andaba flotando en sus
ensoñaciones... –¿Vampira? –No no. Humana. No se entera de la realidad. Ella dice que su cerebro está lleno de «chips», y que cuando, por lo que sea, se le dispara alguno, se pone a escribir... Cuando se acaba el “chip”... pues pone “fin” y... hasta el próximo. –Curiosa idea. –Sí. ¿Quiere que le diga cómo imagino que se le ocurren a usted las ideas? “Ya se lo había explicado. Habíamos estado hablando de eso mucho rato, pero al joven le encantaba hablar”. –Adelante, diga usted. –Vera: Imagino que hay en su cabeza una especie de óvulo rojo y dorado. “Que idea tan repugnante”. –Ese óvulo es como una masa de energía. Hermosa, fluctuante, que emite ondas y transmite vida. Ese es su poder. ¿No me cree? –Joven, debemos acabar esta entrevista. Le he concedido tantas horas, que está anocheciendo. Debe irse... además no quiero quedarme en la noche con un vampiro. El hombre se levantó sonriendo. –Gracias. Ha sido usted extraordinariamente amable. Ahí le dejo la cinta de la entrevista. Ojalá la 13
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publique.
bargo, él la había probado varias veces en el curso de la entrevista. Había hecho algunos planes respecto a ella y que se truncaran le molestaba extraordinariamente. No consiguió que se localizara al joven. Su furia se transformó en debilidad y cansancio, pero al cabo de unas semanas decidió volver a escribir. Olvidaría a aquel payaso... y de todas formas quizás decidiera explotar la idea... tenía muchas posibilidades. Se sentó una espléndida mañana de sol frente a la computadora y empezó un nuevo relato: –”Había una vez...” “Había una vez”, qué tontería, no pensaba empezar así ninguna de sus novelas...” Borro y empezó de nuevo. –Había una vez... –Había una vez... Había una vez... Tardó meses en comprender qué le pasaba. Malena, le explicaba pacientemente una y otra vez: –El otro día me dijo una amiga que lo que te ocurre es muy normal... Estás cansado. Ya volverás a
*** Malena seguía en la terraza. Lloraba suavemente. –¿Qué te pasa? –le preguntó Ronald Lapiano–. ¿Qué te ocurre? Pero ella no sabía qué contestar
y contemplaba en silencio la luna de Manhattan. Entonces, él se sintió cansado. Infinitamente cansado y vacío. *** Pasaron mucho días hasta que Ronald decidiera volver a escribir. Pero el disgusto le acosaba: nada había grabado en la cinta. Sin em14
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–Mmmh. El escritor... ¿quién? No leo mucho. Pero le conozca o no, igual le llevo. Es mi trabajo. Frente a la librería había mucha gente. Ah, ahí es donde va usted. Ha tenido suerte. Está el escritor de terror Janio Rhomeskko. Mi mujer compró la trilogía, pero yo quiero la mía... ¡Oiga, no golpee así la puerta de mi taxi! Allí estaba. Bien vestido, Amable. La mirada decidida, elegante, la corbata roja levemente exagerada. Cuando le vio llegar sonrió: Aquí tengo su ejemplar. Es un obsequio, no quiero decir aquello de que “estaba seguro que vendría...”, pero de todas formas ya le tenía dedicado el libro. –¡Maldito vampiro! ¡Chupaste mi energía! ¡Mi energía vital! ¡Mi inspiración! La fría mano del nuevo escritor se posó en su hombro. Sus ojos eran oscuros como las simas de la muerte. –Cálmate, ya nada puedes hacer. Los de seguridad le detuvieron cuando quiso golpearle. Se alejó furioso, abrazando el libro. Empezaba a llover cuando leyó la dedicatoria bajo un farol:
escribir. Además ya no lo necesitamos. Claro que si tomaras unas vacaciones... quizás... Tardó meses pero aquella mañana mientras tomaba un café y leía el periódico lo entendió. En la sección cultural y bajo grandes titulares aparecía la fotografía de un joven: Janio Rhomesko, el vampiro. “El joven escritor etc., etc., había publicado simultáneamente tres obras: “Trilogía de la noche oscura”. Especializado en vampirismo, su erudición, conocimientos, sensibilidad, magnetismo y pasión habían captado la atención de tal manera que desbordaba la capacidad de creación de cualquier escritor. A pesar de ello, el autor, amablemente, se había comprometido a terminar otras tres novelas en el transcurso del siguiente año... “Aunque para ello pase todas las noches en vela”... – había jurado.” Pisoteó el periódico y salió corriendo del edificio. Subió al primer taxi que encontró. –¡Lléveme a esta librería!– gritó, enseñando al taxista un trozo arrancado del periódico–. –Si no se calma... –Está bien. Está bien. Soy el escritor Ronald Lapiano. Necesito ir urgentemente a esta dirección.
“Ronald: 15
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Gracias por la energía que me transmitiste antes de retirarte. Es un don precioso, más hermoso que la sangre. Más hermoso que la vida. Repleto de eternidad. Janio Rhomeskko.”
Se fue a vivir con Janio, que la verdad, aunque era un poco extraño y sólo comía preparados y mermeladas, era un extraordinario amante y verdaderamente encantador. A Ronald le fue indiferente todo el asunto. Él, sólo quería escribir. Colocó ajos y cruces en su sala. Cada día se sentaba frente a la máquina y buscaba, en los caminos perdidos de la imaginación y el deseo, una palabra que creara y fertilizara una pasión que recordaba levemente, una pasión que alguna vez, había existido. “Está bien, está bien, –mascullaba, rabioso, como en una invocación–, creo en los vampiros”. Pero, nunca. Nunca en toda su larga vida, Ronald Lapiano consiguió escribir una sola línea.
–Esto es una prueba –masculló enloquecido–. Una prueba legal. Malena le acompañó pacientemente a uno de los mejores psiquiatras de Manhattan, cundo los abogados se lo aconsejaron como última solución. Pero más tarde, consideró que Ronald siempre le había dicho que no era una mujer inteligente. Pensó entonces que él debía tener razón y, que era por eso por lo que ella no entendía nada de aquel lío, así que lo mejor sería alejarse.
Blanca Martínez.
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CLÁSICO
EL QUE LLEGÓ HASTA EL METRO PINO SUÁREZ por: Arturo César Rojas ilustra: José Luis Novoa
Nunca pensamos que este día llegara, pero parece que ha llegado. Voy a volver a leerles la más reciente información que hemos recibido: “Washington. Después de la formal declaración de guerra, las dos potencias indicaron que , de acuerdo a las necesidades de la presente situación, también podrían recurrir al armamento nuclear y bioquímico. Según fuentes autorizadas…”
Arturo César es considerado uno de los escritores mexicanos de CF más originales. Este cuento, de acuerdo a la opinión especializada, debió haber ganado el Premio Puebla de 1986
Últimas palabras de Jacobo Zabludwsky desde un noticiario bruscamente interrumpido. 17
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El ruido que hacían los perros fue muriendo tras ella a medida que caminaba por las calles vacías. De vez en cuando vio montones de cadáveres, cuerpos muertos en parte en la batalla y otros a causa de cosas mucho más siniestras. La “M” se hallaba grabada en muchos de ellos. Por dos veces vio los signos inconfundibles de la Nueva Lepra en los rostros ciegos, y en la piel levantada y plateada que acompañaba a esa vieja enfermedad. Pero a diferencia de la antigua lepra, la nueva variedad era contagiosa. Y los piratas la llevaban consigo.
todos lados. Un méndigo cielo tan contaminado que, cuando no está gris, está negro o está rojo, pero ya ni de chiste se pone azul. Vagar como menso, dormir donde la noche lo agarre a uno, tragar lo poco que se encuentre y apretarse el estómago y ya. Si bien que lo digo en una de mis canciones: “¿Te comiste cuatro ratas? ¿Medio gato te aventastes? ¡Pa‘banquete el que te distes, yo no tuve ni un ratón!” Y y llevar un cuchillo o una piedra o un palo y andar muy hacha con las fieras y los rateros y los que tienen más hambre que uno. Pero ultimadamente qué me importa si vivía como vivía y cantaba como cantaba y mal que bien ahí andaba por los caminos con mi guitarra y mi chava que, así y maltratadas como ya estaban, eran mis únicos y mis últimos amores…
De la traducción de Manuela Díez a un reportaje de Chelsea Quinn Yarbro. Las canciones: cómo nos fregaron con las bombas, como nos fregamos con los días.
es mi chava y yo la quiero está puerca está amolada como torta traqueteada pero es mía y no la suelto
Era mi chava y yo la quería un restorán. Así como era ella, mechuda y tuerta y bien coja, pulguienta y piojosa y con el bonche de cicatrices en el cuerpo y en la cara, sin la mitad de los dientes en su buchaca
Era mi chava y yo la quería un restorán. Y eso que ya no quedaban muchas cosas ni muchas gentes qué querer, palabra de valedor. Ruinas de casas y esqueletos de animales y fierros torcidos y vidrios rotos por 18
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y con la otra mitad bien retacada de suciedades y de caries (con eso de que ya no hay dentistas y los que todavía hay, las bandas se los pelean, y así me lo contó una vez un cuate que sepa la bola dónde quedó que le decían el Federichi). Pero yo la quería porque siempre jalaba a donde yo jalaba, y me ayudaba y me hacía fuerte a la hora de los trancazos, y nunca se me escondía y nunca se me rajaba, y fajábamos padre y nos agasajábamos padre y su cuerpo hasta parecía fabricado a la medida de mi cuerpo. Y todos los que me la veían me la superenvidiaban, porque si antes de los bombazos el problema era que casi no había chavas jaladoras, ora el problema es que ya casi no hay chavas. Y nunca se quejaba y siempre me apapachaba y sus besos me atarantaban y me alocaban y me sabían a pura frutita, a fruta verdadera, a fruta carnosota y jugosota, a esa mera fruta re-
frescante de cuendo la tierra todavía era buena y todavía daba fruta buena… si le llegas al Distrito te me partes más fuerte te contaminas más gacho los muertos jieden y te chillan los oclayos y los cuates se te aguadan nomás llégale al Distrito y le distes para siempre chicharrón a la esperanza
Era mi chava y yo la quería un restorán. Pero me la bajaron allá en lo que antes se llamaba Ciudad Neza. (Ah, qué Neza tan chistosa, siempre llena de tolvaneras, nomás que antes las tolvaneras eran cafeses y ora son anaranjadas y así como efervescentes o fosforescentes o como se diga eso.) Me la bajaron los Panchólares, la banda más fregona de todas las bandas de ahí donde antes se llamaba El Distrito. (Cayeron de sorpresa como granizada radiactiva, con sus machetes y sus 19
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cadenas y cada uno trepado en su motocicleta. Cayeron y dijeron que todos morochos en el Distrito ya habían oído hablar de ella y que cumplían órdenes de su mero mero y cargaron con ella y así como se aparecieron se desaparecieron.) Pero era mi chava, mía y de ningún otro mono, ni siquiera el jefe de los Panchólares, y que me lanzo a rescatarla con mi guitarra y mis tamaños y ya. Ya tenía el chorro de años que me había pelado de la capirucha, o más bien de la ex capirucha, porque me cae que allá la situación está chorrocientas mil veces más canija, pero bien que me acordaba todavía de cada curva y cada bache del camino de retache, y luego como que me orientaba igual de fácil que los animales de antes, y pa’ terminar pronto mi nariz y mi instinto y hasta mis tripas me guiaban detrás de mi chava. Y vi muchos despapayes y vi muchas mierdas, pero ni en cuenta. Y olí muchas desgraciadeces y respiré muchas cochinadas, pero ni en cuenta. Y pasé por cascajos y por cráteres y por llanos que antes eran cerros y por cerros y más cerros de purititos desperdicios y purititos muertos, y por un pantano dizque venenoso que se me hace que antes era Bosques de Aragón o cercas, pero yo ni en cuenta, porque
mi chava me jalaba y yo iba a donde ella me jalara. Y cuando me topaba con un ratero o con coyotes o con bandas, les cantaba unas rolas y se emocionaban y me daban las gracias y hasta tantita comida me regalaban (con eso de que ya no hay música ni músicos ni nada de nada, de veras hasta se emocionan si oyen a alguien cantando) y me dejaban seguirle adelante y yo le seguía adelante y adelante y más adelante… allá abajo está lo gruexo allá abajo es la chifosca las vigas que cain y explotan los gases que siempre truenan las diarreas de la tierra el esmog recalentado abajito a cinco metros está la mierda tiznada
Era mi chava y yo la quería un restorán. Y por mi chava me tragué mi saliva y le llegué a esa especie de panteón con techo que antes se llamaba La Merced. (Ah, qué Merced tan chistosa, que antes apestaba tantito por las sobras de verduras y frutas, pero que ora apesta miles de veces pior por los miles de cadáveres de perros y de gentes.) Ya no habían ni taquillas ni torniquetes, pero ahí entre los montones de basura y de 20
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gilando, con sus garrotes y sus machetes y unas antorchas para alumbrarse. Y que se me acercan y que me dice uno: “Vente, el Líder y todos los de la banda te estamos esperando”. Y que me dice el otro: “Ya nos sabemos las rutas más o menos seguras. No le saques a los derrumbes ni a las explosiones”. Y agarramos y nos metimos por un tunel y caminamos y pasamos por un vagón bien oxidado y bien agujereado y seguimos caminando y salimos del tunel y le llegamos a otro andén, que ya ni andén parecía de tantas piedras y tantos huesos y tantísimo estropicio, hasta que nos topamos con esa como piedra azteca
difuntos y de pedazos de difunto, todavía estaba el postecito con el letrero que decía “Merced” y también estaban las escaleras, y me fajé los pantalones y bajé y bajé sin retacharme ni un segundacho, que nada más iba a lo que iba y ya. Y le entré hasta abajo, al ex andén del metro, y apenitas me fijé en el calor que estaba haciendo, más fuerte que el calor de allá arriba, casi tan fuerte como el calor que estuvo haciendo en aquellos meses de la Bronca Final, y empecé a ver pa’ qué lado cogía. (Clarín, si yo puedo ver en lo oscuro como los gatos, si es que todavía existen gatos. Alguna mutación de provecho tenía que sacar de entre toda la bola de mutaciones inútiles que me han ido saliendo, ¿no? Si hasta descubrí un cacho de anuncio que decía que debíamos tener confianza en el futuro, y se me vino a la cabeza una película en que el bato se escapa de unos simios bien picudos y al final se esconde en un metro y se da cuenta que ese metro es su metro y que el mentado futuro los otros hombres lo mandaron por un tubo.) Pero yo ya sé que no hay futuro ni presente ni hay nada, y seguí mirando y que entonces veo a dos fulanos que estaban ahí como vi21
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ella, grandota ella igual que antes, que ora se prendía y se apagaba y se volvía a prender con unas claridades medio rojas y medio moradas, así como reflector de casa de espantos. (Con eso de que las piedras también le están mutando como los animlaes y las plantas.) Y a los lados de la Piedra… “¡Chale, chale, chale!” “¡Ese Jéndrix, ese cantante!” “¡Hasta que nos hallastes, Roquero!”, se pusieron a gritarme mientras me les iba acercando. A los lados de la Piedra, ahí estaban los Panchólares, setenta, ochenta, puede que hasta cien cabrestos revueltos con las antorchas. Unos tragando sus cachos de animales, otros su buenas porciones de humanos, y los huesos y la sangre se les escurrían de los hocicos con todo y baba, o si no ahí andaban vomitando lo que acababan de tragarse, y unos hasta estaban dándose un toque con esas yerbas que ora salen como hongos de las ruinas y que palabra que lo ponen a uno más pacheco que la mota de antes. Y encima de la Piedra estaba el Líder de aquellitos, parado, con las manos o las garras o lo que fueran en la cintura, con sus colmillos de dóberman de fuera porque se estaba carcajiando, y el tumor del trasero se le
que había en el corredor pa’ transbordar, esa piedra así como con figura de plataforma que antes estaba al aire libre y donde había pastito y hasta podía distinguirse un poquito de cielo. Nomás que ya no había cielo y menos aire libre (si ya casi ni aire había) y el pasto tenía tiempo que se había chamuscado bien chamuscado como la gente, y los derrumbes lo habían dejado todo tapado y sin salida y con temperatura de horno de rosticería. (Con eso de que el terremoto del ochenta y cinco no fue nada comparado con los que le siguieron.) Viéndolo bien, lo único que se mantenía en pie era la dichosa piedra azteca, maciza ella, redonda
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ron y me dijo con un vozarrón tan de matón que hasta me acordé lo que era el miedo: “Nada de a gratis, Roquero. Vas a cantar porque para oirte cantar estamos aquí y porque yo te lo mando. Y si le cantas con sentimiento y nos pasa lo que le cantes, me cae que puedes irte con tu vieja y ni un pelito les vamos a tumbar. ¿Sale y vale, maestrín?” Y yo nomás sentí que me crecía y me envalentonaba, así como si fuera yo y al mismo tiempo ya no fuera yo, como si fuera la Piedra y las antorchas y toditita la cueva del demonio, y que les replico sin fruncirme pa’ nada: “¡Ya van, jijos de aquellas!” Y tosí y escupí y le afiné a mi lira lo poco que todavía tenía de afinable… ¡Y canté! Con una voz amolada y gacha como mi chava, pero canté. Campechaneando las rolas que ya me sabía con otras medio improvisadas, pero canté. Echándole hartas ganas pa’ tronar más recio de lo que tronaba el aire, haciendo de cuenta que todavía existían los enchufes eléctricos y que mi guitarriux y mi gargantiux estaban cargadas con los puros kilos de voltaje de alta tensión, así como cuando la rolaba con mi conjunto en las colonias y en las fiestas, así como le hubieran hecho los del Tri si no se
subía y se le bajaba como una culebra pintada de colorado, y las dos alas que le colgaban de los hombros se le arriscaban y le chasqueban como laminitas envueltas en celofán, y los dos cuernos o como cuernos que tenía mero arriba de los ojos se le apagaban y encendían como si fueran foquitos puntiagudos o pedacitos de la Piedra. Y a la derecha del Líder estaba ni más ni menos que mi chava, más mechuda que una perra, más atascada que una cerda, lloré y lloré como si en un temblor o un bombardeo se le hubiera enterrado una varilla. Pero era mi chava y yo iba por mi chava y se las reclamé a grito pelado y con puras groserías. Y él que se sigue carcajiando y los Panchólares que vuelven a soltarse igual que guacamayas pacheconas. “¡Chale, chale, chale, cómo le haces al cuento!” “¡Chale, chale, chlae, mejor échate una rola!” “¡No manches, no manches, si hasta te crees muy muy!” “¡Ese, mi Roquero, si no te hemos dado matarili es pa’ que nos des un cantarili!” Y el Líder alzó sus brazos que parecían patas y los de su banda se calla23
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hechos y luego se mueren escupiendo la sangre y las tripas y hasta los huesos, canté sobre los fulanos sin banda que cain en poder de una banda y cómo poquito a poquito les van quitando la piel a tiritas y todavía ni se han muerto y les dan su baño de arena y luego los raspan y raspan bien raspados con un vidrio, canté lo que dicen de las nuevas enfermedades como el cáncer contagioso y la sífilis de un día y el Nuevo Sida que es más grueso que el cáncer y la sífilis y el viejo Sida y que les da a todas las gentes y no nomás a los jotos y que prende más rápido que un catarro y que dura años y más años y que empieza con una bolita roja en la frente y que se sigue con ronchas y tumores y hoyos en la carne y en los huesos y una peste pior que cincuenta cadáveres revueltos y que acaba con con el esqueleto hecho papilla y el cerebro hecho gelatina y los intestinos convertidos en mescolanza de puritito pus y puritita caca, a lo pelón les canté la mera neta y la mera neta es que todo nuestro maldito planeta está pior de fregado que si tuviera Nuevo Sida porque se está convirtiendo en puritita mierda y ya hasta debe de haber contagiado a los otros planetas y el cielo y las estrellas y más le vale y más nos vale morirnos pa’ siempre.
hubieran petatiado, así de plano como si las jetas y los bultos de los Panchólares y su Líder y hasta mi chava no hubieran sido más que los colores y las formas y los alucines que veía cuando andaba bien pacheco y bien pedo en los reventones, canté. Canté muchas ondas, canté muchos rollos, canté el guato de verdades capulinas para darles en la mera torre y en su mera móder. Canté sobre el mundo que los de arriba nos habían quitado con su agua potable y sus árboles verdes y su comida pobrecita pero calientita y sus casas pobrecitas pero completitas y sus días de descanzo pa’ remar en Chapultepec y pa’ jugar al futbol en los llanos y pa’ noviar con las chavas y llevarlas al cine. Canté sobre el mundo que esos de arriba nos habían dejado, sobre la contaminación y las guerras chicas y la Guerra Grande y la ecología que chupó faros, sobre la laif o dizque laif que tenemos ora que llevar los que tuvimos la idiotez de no restirarnos. Canté con harto cansancio, canté con harto coraje, canté como si en la cantada vomitara la puerca vida que ya no es vida, caté sobre el sabor que tiene una cabeza de rata cuando uno tiene la suerte de hallar y chuparse una cabeza de rata, canté sobre los cientos de chavalitos que nacen mochitos o mal24
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual !
cho pero que yo te regalo pa’ que nadie quiera hacértela de tos”. En una mano me puso una de las manoplas de mi chava, en la otra me puso uno de los cuchillos que llevaba, cuchillo choncho, cuchillo filoso, de los que ya no se consiguen, fierro de Líder, pues. Y los Panchólares se echaron una porra por su Líder y de pilón otra por el Roquero…
¡¡¡¡¡Cááááááááámara, para qué carajos inventarían la vida si la vida es la más méndiga que la méndiga muerte!!!!! Me callé y luego los demás siguieron callados. Y luego se soltaron chiflando y berreando y aplaudiéndome como si hubieran sido paleros y yo un político de esos meros que en toda la Tierra nos hundieron en el agujero. Pero a esas alturas yo ya estaba tan apabullado que ya ni los pelaba, y además pelarlos me importaba un bledo porque nomás me importaba mi chava. Y con mi chava se bajó el Líder de la Piedra, y caminaba medio atontado y le brillaban los oclayos como si hubiera llorado, y se me plantó enfrente y me dijo: “Tienes razón, carnalito, a tochos nos tocó parejo y a todos nos está llevando la misma fregada. Ya chole de encima seguirnos amolando unos a otros, caray. Ten a tu morra: A pulso te la ganastes. Y ten también esto que vale mu-
ni alborotes ni le buigas si se acabó tu rayita cran te dan o te das cran rataplán y tantantán
Era mi chava y yo la quería un restorán. Era mi chava y de boleto me la llevé arriba, al hambre y la sed, a las tolvaneras, a los peligros, pero conmigo. Era mi chava y la de sentimientos más tiernos y calzones más bragados que nunca conocí. Y sólo ella podía pararme y ella me paró en nuestro camino, y me chilló y me pataleó y me confesó que el Líder se la había montado bien montada y me señaló la bolota roja que le había 25
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prendido en la frente y me dijo que el Líder le había contagiado la marranada ésa y escupiendo y babeando como zafada me gritó que no estaba dispuesta a irse pudriendo y deshaciendo como el desgraciado ése y me soltó un trancazo en la jeta y otro mero abajo de la panza y me sacó del cinturón el cuchillo y se lo metió y se lo volvió a meter bien hasta adentro una y otra vez y ya ni sé cuántas veces y me salpicó con todo lo pastoso y todo lo aguado que se le iba saliedo hasta que se cayó con el hocico por delante. Y ahí quedó con el fierro bien enterrado y las patas bien torcidas y los ojos y la lengua de fuera, toda ella remojándose en un charco de sus propias tripas y su propia moronga, así como hemos de quedarnos
¡
todos cuando todos acábemos de petatearnos. (Y como se me hace que dijo maese Jodorofsky, ojalá y nunca vuelvan a haber hombres que desgracien otro mundo.) Pero todavía me quedaba mi guitarra (parrampampám) y era mi compañera (parrampampám), y nada más por eso recogí mi lira y recogí mi filing y me fui lejos, muy lejos, lejísimos del Distrito, canturreando por ahí lo que siempre canturreo por los caminos a ver si el polvo y la arena y las radiaciones me chillan igual que me chillaron los Panchólares: Que era mi chava y que la quería un restorán, que me la bajaron en la Neza, que me fui a reclamarla a la merisisisíma capirucha, que…
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El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual !
ARTÍCULO
LOS CARTÓGRAFOS DEL
INFIERNO EN MÉXICO por: Miguel Angel Fernández Delgado
En el número anterior de este fanzine, publicamos una colaboración de Miguel Angel –quien por cierto es Doctor en historia– que si bien no era de su propia inventiva no dejaba de ser interesante. Ahora les presentamos un artículo que en su momento generó controversia, y que estamos seguros disfrutarán tanto como nosotros.
En la cultura mexicana jantes deslices. Con el tiempo, las
hijas crecieron y pronto se vio que habían heredado las mejores cualidades de su progenitora y en opinión de algunos mexicanos indiscretos, eran tan hermosas o más que la madre generosa. La madre a la que me refiero es la literatura nacional, y a sus hijas, los subgéneros literarios, que en las últimas décadas han tenido un desarrollo enorme y una calidad equiparable a lo mejor en el mundo en su especie. Aquí hablaremos de la ciencia ficción en nuestro país. En 1960 Kingsley Amis publicó el ensayo New Maps of Hell, titulo inspirado en el énfasis antiutópico
había una hermosa mujer pretendida y frecuentada por varios intelectuales y seudointelectuales, que fatigaban sus plumas y vaciaban sus bolsillos para halagarla. Su atractivo era tan grande como su condescendencia, por lo que nunca dejaba de escuchar las voces de quienes tenían otras inquietudes, con los que llegó pronto a simpatizar y hasta a dejarse seducir. De los affaires que tuvo con varios de ellos nacieron sus hijas, que los autores serios y simulacros trataban de ocultar a los ojos de la sociedad para defender a la madre que intentaban presentar como inmaculada e incapaz de seme27
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que a su modo de ver predominaba en la ciencia ficción anglosajona. Quince años más tarde, bajo la misma tónica, Brian W. Aldiss y Harry Harrison editaron el libro Hell’s Cartographers, en cuya introducción afirmó Aldiss que el papel de la ciencia ficción consistía no en predecir el futuro, sino en reflejar el presente distribuyendo lo accesorio y dramatizando las nuevas tendencias1 . Sin tomar mucho en cuenta las “nuevas tendencias”, generalmente la ciencia ficción mexicana ha preferido las visiones infernales o antiutópicas no solamente por resultarle más fascinantes que las celestiales, sino porque la sicología del mexicano generalmente lamenta su presente, detesta su pasado y, por lo común, teme por su futuro. No solamente hablaremos aquí de la tendencia principal de la ciencia ficción mexicana, sino que también aprovecharemos el espacio para ofrecer una guía geográfica del submundo de los condenados que han intentado escribir o en el presente escriben ciencia ficción a despecho del empíreo literario nacional. Desde el siglo XVII algunos novohispanos empezaron a conocer la filosofía hermética a través de los escritos del jesuita alemán Athanasius Kircher, imitando sus «raptos» o viajes mentales por el uni-
«El Réferi cuenta nueve»
verso, en lo que puede considerarse como las primeras aportaciones a la protociencia ficción mexicana. Las poesías de Francisco de Castro, de los jesuitas poblanos Alexandro Favián y José Mariano de Iturriaga, y el “Primero sueño” de la mexiquense Sor Juana Inés de la Cruz, son ejemplos representativos. Un siglo después, el fraile franciscano, residente en Yucatán, Manuel Antonio de Rivas, bajo la guía de la filosofía mecanicista de Newton y Descartes, escribía sobre una visita tripulada a la Luna en un carro volador. Para las autoridades político-religiosas de la época estas inquietudes literarias no eran sino 28
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! viajes suicidas hacia la condenación, por lo que buscaron reprimirlas por medio de juicios canónicos secretos (como en el caso de sor Juana) o a través del tribunal del Santo Oficio (que estuvo a punto de condenar al fraile Rivas). No hay que olvidar que el pensamiento oficial organicista o aristotélico-tomista, que imperaba en ese entonces, creía que los sueños de la razón producían monstruos, como bien lo diría a principios del siglo XIX Francisco de Goya. Ya libres del dominio colonizador, los escritores del México decimonónico (los capitalinos Juan Nepomuceno Adorno y Pedro Castera, este
último autor de tres relatos y de la primera novela mexicana de nuestra corriente, Querens, 1890; el veracruzano Sebastián Camacho Zulueta, el yucatanense Gerónimo del Castillo Lenard y el zacatecano José María Barrios de los Ríos) produjeron algunos cuentos de ciencia ficción, hoy considerados extravagantes joyas, no solamente por la dificultad de localizarlos, sino porque representan los pocos ejemplos de ciencia ficción optimista o genuinamente utópica que se han escrito en el país. Dando inicio con la obra del nayarita Amado Nervo, uno de los más prolíficos autores de cuentos cortos de la temprana ciencia ficción nacional, el siglo XX vio renacer esta corriente literaria según los modelos de Camille Flammarion, Jules Verne y H.G. Wells. Con una sola excepción, ningún otro autor, entre 1901 y 1960, estaría más interesado que Nervo en escribirla. Aunque fueron varias plumas, algunas muy reconocidas, las que incursionaron en forma eventual, accidentalmente o por error en la ciencia ficción, no lo hacían con el deseo de ser considerados creadores de ella; el descensus ad inferos cotidiano estaba muy lejos de sus planes. Este es el caso de autores como Eduardo Delhumeau, Martín Luis Guzmán y Carlos Olvera, los tres de Chihuahua; Francisco L. Urquizo y Julio Torri de Coa-
«Eugenia»
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huila; del Distrito Federal, José Emilio Pacheco, Bernardo Ortíz de Montellano, Rafael Bernal, Manú Dornbierer, Marcela del Río, Manuel Becerra Acosta, Guillermo Sheridan, Rafael Decelis Contreras, Oscar de la Borbolla, René Avilés Fabila, Emiliano González, Francisco Martín Moreno, Juan Miguel de Mora, Gabriela Rábago Palafox, Ignacio Fernando Padilla Suárez y Gerardo Laveaga; de Durango, María Elvira Bermúdez; Enrique González Martínez, José Martínez Sotomayor, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Juan José Arreola y José Agustín, todos ellos de Jalisco; el michoacano Homero Aridjis; el poblano Germán List Arzubide; Antonio Castro Leal de San Luis Potosí; y los zacatecanos Carlos Toro y Tomás Mojarro. También hubo varios extranjeros que vinieron a México y se dejaron tentar momentáneamente por el inframundo. Aunque la mayoría llegaron para quedarse y otros a reclamar su nacionalidad auténtica. Entre los que se mencionan enseguida ni uno sólo celebró pacto de exclusividad con la ciencia ficción: René Rebetez, Alejandro Jodorowsky, Carlos Fuentes, Sandro Cohen, Paco Ignacio Taibo II, Edmundo Domínguez Aragonés, Juan Cervera y Narciso Genovese. Ninguno de los mencionados autores se sintió en la necesidad de vender su alma, pero sí dejaron algo
muy importante en su obra, una característica esencial de la ciencia ficción escrita en México que subsiste hasta hoy, aun entre los que han celebrado pacto cuasiexclusivo con ella: la ciencia ficción que aquí se escribe es más literaria que la producida por los maestros anglosajones y franceses2 . La especie de los escritores mexicanos de ciencia ficción nace propiamente en los años sesenta del siglo XX, porque entonces aparecen las obras de los autores que se dan a conocer escribiendo exclusivamente esta literatura. Recordemos aquí el nombre de estos heresiarcas: Juan Aroca Sanz, Jaime Cardeña,
«Mexicanos en el espacio»
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El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! Agustín Cortés Gaviño, Carlos Olvera, Antonio Sánchez Galindo y Jorge Tenorio B. Como los personajes de leyenda, se sabe el lugar de nacimiento de muy pocos de ellos y casi nada acerca del derrotero de sus vidas. Lo poco conocido es que Cortés Gaviño nació en Guanajuato, y que Olvera nació en Chihuahua pero que residió desde pequeño en Toluca, y luego de publicar la novela Mejicanos en el espacio (1968) partió a vivir a París. Salvo Olvera, que ganó en 1988 el segundo lugar del premio internacional Juan Rulfo con un cuento corto de índole histórica 3 , los demás, según se sabe, siguieron fieles a la ciencia ficción, aunque su producción haya sido sumamente frugal. Lo que intento hacer a continuación es ofrecer una guía geográfica de los cartógrafos del infierno en México o de aquellos escritores nacionales de ciencia ficción que redescubrieron, enriqueciéndola en gran parte, la tradición legada por los heresiarcas de los años sesenta y/o de otros autores nacionales y extranjeros de ciencia ficción. Lamentablemente no fui tan afortunado como Dante Alighieri de contar con la guía de un Virgilio -ni qué decir de una Beatriz- la primera ocasión que intenté levantar esta carta geográfica. Al mismo reto debían enfrentarse los geógrafos antiguos que se veían ante la ingrata
«Ciencia y Fantasía» en los 50
tarea de llenar con imaginación los lugares donde las crónicas de viajeros callaban o decían muy poco. Empero, en el segundo intento fui asistido por algunos virgilios que abandonaron sus eneidas de otros planos espacio-temporales con el fin de sacarme del laberinto de las consejas geográficas para ofrecer una guía completa y más confiable a los futuros viajeros del inframundo. Pues bien, toda guía geográfica de los autores de la ciencia ficción mexicana que merezca tal nombre, deberá iniciar en Yucatán, porque su capital, Mérida, tiene una significación especial para esta corriente literaria en el país: en ella se escribió el primer cuento de la ciencia ficción 31
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la única ciudad y el único Estado en el que se ha publicado ciencia ficción en los siglos XVIII (Fray Manuel Antonio de Rivas), XIX (Gerónimo del Castillo Lenard) y XX, comenzando con Eduardo Urzaiz y posteriormente con autores yucatanenses como Héctor Chavarría (quien reside actualmente en el D.F.), Luis Gutiérrez Negrín y Enrique Efrén Sánchez. De las cuatro simas infernales de mayor importancia para la ciencia ficción mexicana, Yucatán ocupa el primer lugar en cuanto a la arqueología y a la historia de esta literatura. En el sureste mexicano hay otros autores como Juan José Morales Barbosa (Quintana Roo), Wilbert Romero Alonzo (Campeche) y el poeta y eventual escritor de ciencia ficción Roberto López Moreno (Chiapas). Del sur pasemos al norte del país donde la ciencia ficción se ha desarrollado en forma significativa. En Baja California hay autores como Jesús Guerra Torres (aunque actualmente retirado de la república de las letras), coordinador del taller literario del instituto cultural estatal, María Isabel Velázquez Oliver, Irving Roffé (los dos actualmente en la ciudad de México), Juan Antonio di Bella y Gabriel Trujillo Muñoz, quien además de escritor es historiador y académico de la ciencia ficción mexicana. El Centro Cultural Tijuana publica desde hace unos
«Crononauta», en los 60
nacional, las “Sizigias y cuadraturas lunares” de fray Manuel Antonio de Rivas, con la historia del atisbador que intercambia cartas con los habitantes de la Luna, a donde luego viaja el francés Onésimo Dutalón para conquistar con sus conocimientos a los selenitas; e igualmente en Mérida apareció la segunda novela de ciencia ficciòn (1919) y la primera del siglo XX: Eugenia de Eduardo Urzaiz Rodríguez, que presenta similitudes con Un mundo feliz de Aldous Huxley, pero, curiosamente, escrita trece años antes que la obra maestra del autor inglés. La capital y el estado yucatanense destacan también por ser 32
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! años la colección Yoremito, programa editorial para difundir la obra de autores que residen en el norte de México, donde no han faltado los libros de ciencia ficción. En la capital de Nuevo León hay varios talleres literarios donde se han formado otros autores de ciencia ficción: Nudo de Agua, Las Ruinas del Mundo Gris, La Acequia y la Irreal Sociedad del Zapato Verde con sede, este último, en el Tecnológico de Monterrey y especialmente populares entre los jóvenes entusiastas de la computación que escriben desde temprana edad. Claudia Argelia, Gina Arrambide, Isidro Gerardo Avila Calderón, Rafael Castillo, Jorge Chípuli Padrón, Edgar Montemayor González, Lola Parra y Juan Carlos Rodríguez, son algunos de sus nombres, reunidos en su mayoría en la antología Natal: 20 visiones de Monterrey (1993). El hecho de vivir en uno de los lugares más importantes de la tecnología computacional en México, ha influido en su inclinación hacia el subgénero cyberpunk, es decir, historias cuyo «software» o soporte lógico son las computadoras que dominan el ambiente (cyber) y su «hardware» o soporte material, un trasfondo decadente y contracultural (punk). Al llegar a Tamaulipas nos adentramos en la segunda sima de la ciencia ficción nacional. Al crearse, en 1984, el Instituto Tamauli-
«Espacio» en los 70
peco de Bellas Artes, surgieron, además del concurso estatal de literatura, nuevos talleres literarios. En Ciudad Victoria, Guillermo Samperio coordinó el taller donde destacaron Juan Guerrero, Carmen Quiroga, José Luis Velarde y Guillermo Lavín. Los tres últimos ya trabajaban por igual la fantasía y la ciencia ficción, pero Velarde y Lavín decidieron fundar en 1985 la revista A Quien Corresponda (ganadora de los premios Tierra Adentro y Edmundo Valadés para revistas culturales independientes en cinco ocasiones y que ha superado hace poco el número 100), en cuyas pá33
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ginas consagradas a la literatura general, conocidas no sólo en México sino también en Latinoamérica y Europa, no ha sido posible ocultar la preferencia y el aprecio que sus fundadores tienen por la ciencia ficción, corriente a la que han dedicado varios números. Lavín y Velarde también coordinan ahora sus propios talleres literarios en Ciudad Victoria, y el primero coordina otro, además, en Nuevo Laredo. En Nuevo Laredo, Tamaulipas, Federico Schaffler (uno de los más premiados y prolíficos autores y editores dentro de la ciencia ficción nacional) fundó en 1990 otro taller literario, hoy conocido como Terra Ignota, que cinco años más tarde lanzó la colección del mismo nombre consagrada a la literatura joven neolaredense, donde se dieron a conocer los nombres de sus principales alumnos: Marcos Manuel Rodríguez Leija, Jesús Dleón-Serratos, Jorge Eduardo Álvarez, Ramberto Salinas Rodríguez, José Luis Alverdi y Luis Raymundo Gutiérrez. Para celebrar el noveno aniversario de Terra Ignota, publicaron un libro de concepción cabalística titulado 9.9.99 (1999). Schaffler es también el fundador de la revista de literatura fantástica mexicana Umbrales (creada en 1992 y ganadora de los premios Tierra Adentro 1993-94 y Edmundo Valadés 1996-97 y 199798), pronta a celebrar sus primeros
«A quien corresponda»
50 números. Otros autores originarios de Tamaulipas son Olga Fresnillo, Carlos Alberto Limón, Gerardo Sifuentes -que emigró a Puebla y luego al D.F.-, César Caballero, Luis E. García Guerra -hoy en Monterrey, donde publicó su novela Technotitlán: Año Cero, 1997- y Sergio de Regules. Junto con Puebla y el Distrito Federal, Tamaulipas es uno de los tres engranes principales en la maquinaria de la ciencia ficción nacional del presente. Otros estados del norte con producción local son: Chihuahua (Ilya Cazés Sancho, Cecilia Pego y Gabriel González Meléndez -aunque 34
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! cionados Laberinto , además de organizar talleres de cuento, juegos de rol, comics, ilustración y un largo etcétera de actividades. Hay otros autores en San Luis Potosí (Elisa Carlos), Michoacán (Jorge Martínez Villaseñor y J.A. D’Labra Carvajal), Querétaro (Smirna Montes S.), Veracruz (Sergio Fernández Bravo), Guerrero (Horacio Fernández de Castro Tapia, q.e.p.d.), el Estado de México (Alberto Chimal, quien reside en el D.F.) y Tlaxcala (Alejandro Rosete Sosa, originario de Veracruz; Alejandro Ipatzi Pérez y José Javier Reyes). La capital de Tlaxcala se ha dado a conocer recientemente en el mundo de la ciencia ficción, por ser la sede anual del Festival Internacional de Ficción y Fantasía desde 1997, gracias al patrocinio de la Universidad Autónoma de Tlaxcala y a su coordinador de difusión cultural, el ya mencionado Alejandro Rosete Sosa y al trabajo del Proyecto Goliardos. La tercera sima de la ciencia ficción mexicana se encuentra en Puebla. Cuando el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología poblano, encabezado por la entusiasta Celine Armenta, decidió organizar anualmente desde 1984 el premio Puebla de ciencia ficción (y, a partir de 1998, también de fantasía), comenzaron a conocerse los cartógrafos del infierno en nuestro país al ser publicados los
«Umbrales», en los 90
hoy vive en Monterrey-, autor de la novela Los mismos grados más lejos del centro y de la ópera El marciano), Sonora (Gerardo Cornejo, René Amao y Lauro Paz) y Coahuila (Felipe Rodríguez). En Guadalajara, Jalisco, Laura Michel y otros jóvenes escritores como Gabriel Benítez Lozano (nacido en Colima), Rogelio Cárdenas, Irma Amézquita, Tonatiuh Moreno, Alvaro Pulido Quintanar, Ana María González Ibarra (oriunda de Nuevo León), Van Drake (seudónimo de Juan José Ramírez Rivera), Gilberto Quintero Ramírez y otros más, publican el fanzine o revista de afi35
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revista electrónica (en diskette) y ahora en línea La langosta se ha posado. Recientemente (septiembre de 2001), los fundadores del Círculo Puebla crearon el premio Sizigias (en honor del primer cuento nacional de imaginación científica), para distinguir a las mejores obras de géneros alternativos publicadas en el país en el último año. Otros autores notables oriundos o residentes en Puebla son: Juan Armenta Camacho (q.e.p.d.), Juan Ángel Espinoza, José Günther Petrak Romero, Víctor Florencio Ramírez Hernández, Adriana Rojas Córdova, Libia Brenda Castro, Caín Kuri, Isaí Moreno Roque, Carlos Alberto Limón, José Luis Ramírez (creador, junto con Gerardo Sifuentes de fractal’zine, primer fanzine cyberpunk en el país, quien posteriormente se embarcó en el antiutópico proyecto de realizar la primera enciclopedia multimedia de la ciencia ficción mexicana) y Juan Hernández Luna, conocido escritor de novela negra, que ganó el premio Puebla en 1995 con el cuento cyberpunk «Soralia». A partir del año 2000, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se ha convertido en sede itinerante del Festival Internacional de Ficción y Fantasía. Libia Brenda Castro, José Luis Ramírez y Gerardo Sifuentes, emigraron recientemente a la capital. Castro ayudó algunos meses al
Edición mexicana de «Asimov»
ganadores del concurso y los distinguidos con menciones honoríficas en la revista de distribución nacional Ciencia y Desarrollo del CONACYT. Asimismo, en Puebla viven y trabajan dos incansables promotores y prolíficos autores de la ciencia ficción mexicana: José Luis Zárate Herrera y Gerardo Horacio Porcayo Villalobos, miembros fundadores del Círculo Puebla de Ciencia Ficción y Divulgación Científica (donde publicaron algunos ejemplares del fanzine Prolepsis), ganadores, por separado, de los principales premios estatales, nacionales y algunos internacionales de ciencia ficción, y creadores de la 36
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! autor de estas líneas a poner orden en el archivo de ciencia ficción mexicana más grande del país; Ramírez, junto con Castro y quien firma debajo del título de este artículo, creó la primera página dedicada a la ciencia ficción nacional (www. ciencia-ficcion.com.mx); y Sifuentes obtuvo el Premio Inter-nacional VID de Ciencia Ficción en el 2001. Antes de hablar del Distrito Federal o ciudad de México, recordemos que al hablar de Amado Nervo se dijo que, además de él, había otro autor que demoró su cálamo en forma insistente dentro de la ciencia ficción mexicana del siglo XX. El nombre de Diego Cañedo (seudónimo literario del arquitecto Guillermo Zárraga, nativo del Distrito Federal), no evoca en la mayoría una imagen de grandeza. Empero, en la década de 1940, el ilustre Alfonso Reyes no escatimaba elogios a sus novelas y relatos, pues Cañedo bien podría ser considerado el más importante escritor mexicano de ciencia ficción del siglo XX y de toda la historia nacional. Sirvan tres ejemplos para sostener mi apreciación: la novela El réferi cuenta nueve (1943), gigantesca y no menos lograda historia de la invasión de la Alemania nazi a México en un universo paralelo; La noche anuncia el día (1947), que describe el empleo de una máquina para leer los pensamientos la cual cae en las manos de un político amo-
Elfanzine«Fractal»
ral, lo que no es sino un pretexto para criticar la época del presidente Plutarco Elías Calles; es decir, el equivalente dentro de la ciencia ficción mexicana de La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán; y la novela corta El gran planificador (1971), en la que narra, desde el punto de vista de un capitalino, el crecimiento desmedido de la ciudad de México a partir de principios del siglo XX hasta el 10 de diciembre de 1980, fecha en que ocurre un gran terremoto que obliga al protagonista y a otros muchos habitantes de la capital a buscar refugio en la provincia. Con esta última novela corta Diego Cañedo demostró 37
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obras de autores locales (incluso de ciencia ficción y literatura fantástica), situación que ha sorprendido a conocedores de la ciencia ficción de otros países. En el Distrito Federal aparecieron también las primeras revistas profesionales y semiprofesionales de ciencia ficción (Emoción en la década de los treinta; Los Cuentos Fantásticos a fines de los cuarenta; Ciencia y Fantasía, Enigmas y Fantasías del Futuro en los cincuenta; Crononauta en los sesenta; Espacio y Kosmos 2000 en los setenta; y Asimov Ciencia Ficción en los noventa); la revista de divulgación científica Ciencia y Desarrollo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) publicó relatos de ciencia ficción –de nacionales y extranjeros- entre los años 1977 y 1998, y el mismo consejo organizó el primer taller especializado de esta corriente literaria en 1986; se publicaron fanzines como ¡Nahual! de Andrés Tonini y la Facultad de Ciencias de la UNAM, y se siguen publicando otros como Sub de Bernardo Fernández (Bef), Joselo Rangel y Pepe Rojo (oriundo de Guerrero); Janitzio Villamar dirige la revista Equipo Mensajero que continuamente reserva espacios para la literatura fantástica producida en el territorio nacional; Jorge Cubría, escritor y académico, desde hace casi una década imparte en la
Elfanzine«Laberinto»
que para la imaginación de un avispado autor de ciencia ficción como él, las similitudes con la realidad no son siempre mera coincidencia. La ciudad de México no es solamente la cuarta y última sima de la presente cartografía infernal por concentrar las editoriales y actividades de difusión, sino por constituir el centro neurálgico más importante, gracias a sus dimensiones, de la ciencia ficción hecha en nuestro país. En el Distrito Federal publicaron sus obras casi todos los escritores del siglo XIX y gran parte de los del XX, aunque hay que reconocer la labor de varias instituciones de cultura estatales y a nivel federal en la impresión y difusión de las 38
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! Universidad Iberoamericana un curso sobre la ciencia ficción; y en 1995, 1996 y 1997, se celebró la Convención de Ciencia Ficción, Comics y Fantasía (MECYF) organizada por la editorial VID, que también ha lanzado al mercado la colección de libros MECYF y el concurso internacional de ciencia ficción y literatura fantástica. La editorial Selector publica desde 1998 la colección ¡Que la fuerza te acompañe! de libros de ciencia ficción para niños. En la capital mexicana se fundó la Asociación Mexicana de Ciencia Ficción y Fantasía (AMCyF) en 1992, la cual ha celebrado hasta ahora tres convenciones nacionales (Puebla, 1991; Nuevo Laredo, 1992; México, D.F., 1997), y entregó anualmente -hasta 1999- el premio Kalpa por votación de sus miembros; y, durante la presidencia de Gonzalo Martré (1996-1998), los premios Charrobot. En 1997, H. Pascal, el más prolífico autor nacional de fantasía, fundó el Círculo Independiente de Ficción y Fantasía (CIFF) y el Proyecto Goliardos, dio vida al fanzine Azoth, publicación que emigró, luego de cinco números, a la world wide web; luego lanzó la colección Terra Virtual de ciencia ficción y fantasía heroica bajo los tórculos de Ramón Llaca y Cía., las micronovelas Azoth y posteriormente las plaquettes y libros
Goliardos, siempre en coedición con la Universidad Autónoma de Tlaxcala y, la última colección de libros, ocasionalmente bajo el patrocinio de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, el Instituto Politécnico Nacional y el Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Estas mismas instituciones son las coorganizadoras de los múltiples festivales de literatura fantástica (nacionales e internacionales) que H. Pascal ofrece en el D.F., Tlaxcala y Puebla. El CIFF también entrega anualmente, durante sus festivales internacionales, los premios Goliardos, que han ganado autores extranjeros como Poppy Z. Brite, Christa Faust, David Schow, Mara L. García (EEUU), Guy Gavriel Kay (Canadá); y nacionales como Paco Ignacio Taibo II, Carlos Montemayor, Gerardo Horacio Porcayo, José Luis Ramírez y Miguel Ángel Fernández. En la capital del país residen o provienen otros muchos autores de ciencia ficción: Salomón Bazbaz y Aldo Alba (responsables de la revista Asimov Ciencia Ficción , recién desaparecida), Mauricio-José Schwarz (quien colaboró en The Encyclopedia of Science Fiction de John Clute y Peter Nicholls, además de ganar el primer concurso Puebla de la historia, quien vive hoy en Gijón, España), Marcela del Río, Laszlo Moussong, José Luis Trueba Lara (escritor retirado y fundador de 39
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esta carta-censo geográfico de los pobladores del infierno literario que es la ciencia ficción, particularmente las nuevas generaciones que comienzan a publicar, pero, aunque conozca el nombre de algunos de ellos, no los menciono porque sería injusto no dar los nombres de todos los nuevos condenados. Gerardo Porcayo afirma que no hay un estilo mexicano de escribir ciencia ficción, sino un factor común, que es el pesimismo4 . Si se recuerda, durante la Guerra Fría, abundaba en la ciencia ficción mundial el tema de la tercera y definitiva guerra, después de todo, la ciencia ficción, como casi toda ficción literaria, moja su pluma en el tintero del inconsciente colectivo. Con un futuro más prometedor, el género nacional probablemente apostará ya no hacia los infiernos sociotecnológicos, sino a la utopía o al menos a un purgatorio al estilo de «Luvina» de Juan Rulfo.
Times Editores -hoy también fallecida-, colección con varios títulos de fantasía y ciencia ficción), Arturo César Rojas, Guillermo Fárber (nacido en Sinaloa), Mario Méndez Acosta, Gonzalo Martré (fundador de la Cofradía de Lectores “La Tinta Indeleble”, que publicó y distribuyó sus propios libros, y entre cuyos títulos no faltaron los de ciencia ficción); así como otros más jóvenes pero no menos destacados como David N. Reyes Pacheco, Miguel Alcubierre Moya (quien emigró primero a Inglaterra y luego a Alemania a hacer estudios de posgrado en física, pues se le ocurrió formular una teoría, nacida de su afición a Star Trek, sobre las posibilidades reales de alcanzar la velocidad warp), Arturo Arredondo, Ricardo Guzmán Wolffer, Rodrigo Madrazo, Gilberto Rendón, Ramón López Castro, Mario Francisco Herrera, Eduardo Honey, Francisco Espinosa Cordero, Gerardo Sifuentes Marín, Otto von Bertrab (quien se ha mudado a Nuevo León), José V.A. Icaza, Martha Elisa Camacho (recién emigrada a Querétaro), Blanca Martínez (originaria de Barcelona, España), y los recientemente desaparecidos José Zaidenweber y Alfredo Cardona Peña. El autor de esta guía de profundis, nació y trabaja igualmente en esta capital del infierno. Sin duda alguna faltan autores en
* El autor desea agradecer los comentarios de Jesús DLeón-Serratos, Bernardo Fernández (Bef), Ricardo
AMCyF Asociación Méxicana de Ciencia Ficción y Fantasía http://www.amcyf.org 40
El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual ! Guzmán Wolffer, Guillermo Lavín, Federico Schaffler, Mauricio-José Schwarz, Andrés Tonini, Gabriel Trujillo Muñoz y José Luis Velarde para esta nueva versión corregida y aumentada del presente artículo, originalmente aparecido en la revista Complot Internacional (México D.F., septiembre de 1997), aunque sus desaciertos e imprecisiones siguen siendo exclusiva responsabilidad del autor.
1 Aldiss, Brian W., Hell’s Cartographers, Londres, Futura Publications, 1975, p. 2. 2 Vogt, A.E. van, prólogo a Lo Mejor de la Ciencia Ficción Latinoamericana , Barcelona, Martínez Roca, 1982, p. 10. 3 Trujillo Muñoz, Gabriel, Los Confines: Crónica de la ciencia ficción mexicana, México, Vid, 1999, pp. 149-150. 4 Zárate, José Luis, «Entrevista: Gerardo Porcayo, un Lobo cyberpunk», Umbrales, Nuevo Laredo, núm. 5, enero-febrero 1994, p. 20.
DENTRO DE LA FERIA METROPOLITANA DEL LIBRO, SE REALIZARÁ, DEL 13 AL 21 DE ABRIL, EL VI FESTIVAL INTERNACIONAL DE FICCIÓN Y FANTASÍA FANTASÍA, EN EL WORLD TRADe CENTER ciudad de méxico
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CONVOCATORIAS Bases del Premio UPC de novela corta de ciencia ficción 2002 1
Pueden optar al Premio las narraciones inéditas que se puedan encuadrar dentro del género de la ciencia ficción.
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Las obras presentadas, escritas en catalán, castellano, inglés o francés, deben ser enviadas por duplicado, mecanografiadas a doble espacio y tendrán una extensión aproximada entre 70 y 115 hojas de 30 lineas de 70 caracteres. No se devolverán los originales recibidos.
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El autor debe firmar su narración con un lema o seudónimo y adjuntar un sobre cerrado que contenga los siguientes datos: nombre completo, número de identificación personal (DNI o similar), dirección y teléfono o fax de contacto. En la parte exterior de este sobre se hará constar el título de la narración y el lema o seudónimo de la firma. Los miembros de la UPC señalarán también esta condicion con la indicación «Miembro UPC» en el exterior de dicho sobre.
4
Los originales deben dirigirse a:Consell Social de la UPC, Edifici NEXUS, Gran Capità 2-4, 08034 Barcelona. Tel 93 401 63 43. Fax 93 401 77 66. E-mail consell.social@upc.es. En el sobre escribir claramente: «Premi UPC de ciència-ficció 2002».
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El plazo de presentación de los originales de la edición de 2002 acaba el 14 de septiembre de 2002. La decisión del jurado, que será inapelable, se hará pública antes de finalizar el año 2002.
6
De acuerdo con la opinión del jurado, se condererá un premio de 6.000,00 euros y, si el jurado lo cree oportuno, una mención especial de 1.500,00 euros. Opcionalmente, se podrá conceder también una mención de 1.500,00 euros a la mejor narración presentada por un miembro de la UPC.
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El premio, que se concederá anualmente, podrá ser declarado desierto.
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Los ganadores de los premios y menciones ceden los derechos de la primera edición en castellano y en catalán a la UPC y renuncian a cualquier otra remuneración económica procedente de dichas ediciones.
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La novela ganadora será publicada por la UPC a través de Ediciones B en solección «NOVAciencia ficción».
10 El jurado de la edición de 2002 está formado por Lluís Anglada, Miquel Barceló, Josep Casanova, Jordi José y Manuel Moreno. La participación en el Premio UPC de ciencia ficción 2002 supone la aceptación de estas bases.
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Premio ESPIRAL Ciencia Ficción 2002 «Estación Espacial Internacional (ISS)» Bases 1
Pueden optar al Premio las narraciones inéditas escritas en castellano que se puedan enmarcar dentro del género de la ciencia ficción y que en esta edición especulen en su argumento sobre los efectos en nuestras vidas, a corto y medio plazo, de la Estación Espacial Internacional (ISS) en cualquiera de sus diferentes variantes: tecnológica, política, cultural, etc. Desde los posibles avances médicos o experimentos en el espacio, hasta las maquinarias diseñadas para su uso en esas extremas condiciones. Se admitirá sólo un relato por autor.
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La obra presentada debe ser enviada en un sobre por duplicado, impresa o mecanografiada por una sola cara en tamaño A4, y tendrá una extensión máxima de 8 hojas. Tipos de letra de 10 a 12 puntos si se utiliza procesador de textos. A ser posible se adjuntará un disquete con el relato en formato Word para PC. No se devolverán los originales recibidos.
3
El autor debe firmar su narración con un lema o seudónimo y adjuntar un sobre cerrado que contenga los siguientes datos: Nombre completo, número de identificación personal (DNI o similar), dirección y teléfono o dirección de correo electrónico de contacto. En la parte exterior de este sobre se hará constar el título de la narración y el lema o seudónimo de la firma.
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Los originales deben dirigirse a: Juan José Aroz, Editor Premio ESPIRAL Ciencia Ficción 2002 Apdo. Correos 6064 48012 BILBAO
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El plazo de presentación de los originales acaba el 31 de mayo de 2002. La decisión del jurado, que será inapelable, se hará pública durante el mes de octubre.
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De acuerdo con la opinión del jurado, de entre todos los relatos recibidos serán escogidos 3 finalistas, de los que saldrá el relato ganador que recibirá un premio de 150 euros y una placa acreditativa.
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El premio, que se concederá anualmente, podrá ser declarado desierto.
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Las narraciones recibidas no premiadas deberán esperar un plazo de dos meses, a partir de la fecha del Fallo del Jurado, por si Espiral - Ciencia Ficción quisiera poder publicarlas. Si no han recibido ninguna comunicación nuestra, a partir de ese momento los escritores quedan libres de realizar con ellas lo que consideren oportuno. En cualquier caso, los derechos siempre permanecen en poder de los autores que solamente nos autorizan a una primera y única edición de sus textos previa consulta.
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Si la calidad y cantidad de los textos recibidos es óptima, se editará una antología, como número especial en la colección, con los finalistas, posibles mencionados y relatos destacados. Si no es así, los tres relatos finalistas serán publicados en la colección como suplemento gratuito para los suscriptores junto al número de octubre.
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El jurado de la edición de 2002 está formado por los miembros de la Tertulia Fantástica de Bilbao: Juan José Aroz, Ricardo Manzanaro, Luis Ruiz y Juanjo Sánchez Arreseigor.
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La participación en el Premio ESPIRAL Ciencia Ficción 2002, supone la aceptación de estas bases. Bilbao, octubre de 2001
Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción El Gobierno del Estado de Puebla, a través de la Secretaría de Cultura y de la Casa de la Cultura Convoca al
Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción Fomenta la realización de cuentos fantásticos y de ciencia ficción en la República mexicana. Pueden participar autores residentes en el país (México), con un cuento inédito en español de 15 cuartillas máximo. Premio:$8,000. Periodo probable de recepción de trabajos: de abril a agosto de 2002. Mayores informes en la Casa de la Cultura de Puebla. Av. 5 Ote. 5 Col. Centro Histórico CP 72000, Puebla, Pue. México. Tels. (222) 246 31 86, 246 69 22
http://members.tripod.com/~ tyander/principal.html
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El oscuro retorno del hijo del ¡ Nahual !
LA
FURIA
¿Te hace falta algún ejemplar de
EPISTOLAR
El oscuro retorno del hijo del ¡Nahual! ? ¿Sientes que tu vida carece de sentido pues tu colección está incompleta? ¿La angustia te corroe y ya casi no te quedan uñas uñas?
Subject:Suscripción_al_oscuro_retorno To:nahualzine@rocketmail.com From:»LUIS BOLANOS» LBOLANOS@... Date:Mon, 4 Mar 2002 09:44:36 -0500 Hola amigos, a través de varios años he acompañado las peripecias electrónicas de los autores mexicanos en la red, desde A Quien Corresponda hasta Realidad Cero, pasando por Goliardos, Sector Lobo, Azoth, Umbrales, de ustedes mismos; igualmente he accedido a los relatos de Tonini y otros miembros de la revista en Realidad Cero, les deseo éxitos y quedo a la espera del fanzine del oscuro retorno, saludos fraternos. Luis Antonio
Ya puedes dormir tranquilo. Ahora, puedes descargar todos los números atrasados que te hagan falta en :
http:// www.geocities.com/ nahualzine/index.html
Estimado Luis Antonio: Gracias por tus amables palabras. Te darás cuenta que has tenido el -dudosohonor de inaugurar esta sección de cartas, pero esperamos que no sea lo último que sepamos de ti. Por otra parte, no puedo sino agradecer el interés expresado por la CFM. A veces somo un poco lentos, pero de que andamos, andamos. Sin más, saludos fraternos. El editor.
Y no olvides correr la voz. LOS OTROS TE LO AGRADECERÁN
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EN NUESTR O PRÓXIMO NUESTRO NÚMER O: NÚMERO:
CUENTOS DE: Aldo Alba Segei Strel’chencko Amariel
ADEMÁS: El legado de Asimov
! O L A R É ¡ ESP