Reportaje oscar

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MERYL STREEP Y

GRANDES TRIU

LOS OSC


Y “THE ARTIST”

UNFADORES DE

CARS 2012


U

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin),a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalameravuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Elsa Fernández-Santos


“Interpretar es más que reproducir a alguien conocido” L

os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte

con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor. David Trueba


Michael Hazanavicius, director de “The Artist”, recoge el premio a la mejor dirección. 2 | TRES TRISTES TILDES


PREMIOS OSCARS 2012

U

na contradiccion de

SALUDO AL PASADO “The Artist” se proclama, con 5 Oscars, como la gran vencedora de los Premios de la Academia. por IGNACIO SÁNCHEZ SÁNCHEZ

fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. TRES TRISTES TILDES | 3


OSCARS 2012 4

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1) El equipo de “The Artist” en la Gala 2) El Circo del Sol en el escenario 3) Premio a la mejor canción original 4) Jean Dujardin tras recibir el Oscar a mejor actor.

2 Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje re4 | TRES TRISTES TILDES

conversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Has-

“The Artist” deja un claro mensaje para el mundo del cine: ha comenzado el fin de una era. ta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos.

3 Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. T3


DE LA

COPIA AL EXITO Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no

por

DAVID TRUEBA

esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una Meryl Streep la especie de mantra re- durante ceremonia de sumido en las iniciales: TINA. Y no Tina los Oscars Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor. TRES TRISTES TILDES | 5


¡Unos Óscars de película...


...para The Artist!

U

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª

El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist

edición de los Oscar, celebrada el domingo en

una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo

Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozu-

que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y

damente a los valores seguros del cine que conocemos, los

distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del

académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, di-

teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigan-

rección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje

te arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la

último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como

ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ova-

ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del

cionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz

sonoro, solo cabe adaptarse.

de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normal-

mente vedada a todo cine que no sea propio.

Recordemos que The artist, ese filme encantador,

casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho his-

Descubrió The artist días antes de su presentación

toria en Hollywood (es la primera película no sonora que

en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa des-

obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona

pués de un pase privado porque, según explicó más tarde,

en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi

encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a

inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with

enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El

pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valen-

secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino

tine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a

que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera

su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez.

simple y optimista, en el camino sin retorno del presente.


“Esta

historia”,

ha

dicho

Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muer-

jeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía

te, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un

en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es ex-

irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente

traño estar aquí, como es extraño volver”.

ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande:

el iPad”) que marca estos tiempos.

es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer

Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convo-

es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan

car por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima

McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con

actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y cla-

la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal,

se que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de

donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor

estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar

pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que

en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que ves-

estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como

tía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mu-

María Suárez García

Enviada Especial a L.A.


“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” dictador Idi Amin. Todos premiados con

siempre que no sean ni demasiado afila-

la estatuilla en años recientes. Puede que

das ni demasiado sangrantes. Habría que

os premios de interpretación son

Viola Davis interrumpa la tradición y no

estudiar el grado de edulcoración que

curiosos. En los últimos años, los Os-

gane Michelle Williams por su Marilyn o

aceptan las academias, porque en ciertos

car consideran las mejores interpretacio-

Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nomi-

casos el espectador puede sufrir una acu-

nes aquellas que te permiten comparar

naciones, por su recreación de Margaret

sada subida de azúcar. El verdadero le-

con la copia con el original.

Thatcher. Esta última no ha podido ser

gado de la Thatcher es hoy aquella frase

Es decir, carecen de capacidad

más oportuna. Hasta el gobierno argen-

que la hizo célebre: There Is No Alterna-

de abstracción. Marion Cotillard hacien-

tino ha recuperado las reivindicaciones

tive. Lo repitió tanto que se convirtió en

do de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina

sobre las Malvinas como si quisiera su-

un sello, una especie de mantra resumido

Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su pa-

marse a este homenaje latente a la Dama

en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner,

dre Jorge, Reese Witherspoon como June

de Hierro.

por cuya interpretación estuvo nomina-

Carter, sufrida esposa de Johnny Cash;

Es una lástima que no esté no-

da Angela Basset en su día como tocaba,

Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize

minado el estupendo actor Michael

sino por su significado. “No hay alterna-

Theron como la ejecutada con inyección

Fassbender, pero ya no tuvo suerte con

tiva”. Nuestros dirigentes principales han

letal Aileen Wournos, Philip Seymour

Hunger, la película donde encarnaba

hecho suya esta divisa. Pero si interpretar

Hoffman como el escritor Truman Capo-

a Bobby Sands, aquel hombre salvaje-

también puede ser algo más que repro-

te, Nicole Kidman como Virginia Wolff,

mente torturado que murió en huelga de

ducir a alguien conocido, quizá gobernar

Julia Roberts como la abogada Erin

hambre en los presidios thatcheristas. Lo

también podría ser algo más que aceptar

Brockovich, Sean Penn como el político

cual nos lleva a pensar que son premia-

el darwinismo social sin pelear con arrojo

Harvey Milk y Forrest Whitaker como el

bles las recreaciones de personajes reales

por un mundo mejor.

David Trueba

Artículo de opinión.

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El triunfo de la nostalgia “Síntoma de la época o pura casualidad? Lo cierto es que el pasado, el glorioso pasado de los albores del cine, ha sido el incontestable triunfador en la ceremonia de los Oscar

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mun-

do algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.


The Oscars 2012 Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca

nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

Ignacio Paramio Gómez


David Trueba “Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original”

L

os premios de interpretación son curiosos. En

los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Y es que Meryl no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar.

El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella fra-

se que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto

que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.


And the Oscar Goes to... TEXTO. Santiago Torres Pestano

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos.



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curiosidades de la Gala

Una ‘Dama de Hierro’ muy emocionada Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.


Unos invitados muy animados Los Teleñecos o, como ahora hacen llamarse también en España, Los Muppets, tampoco dudaron pasarse por el Teatro Kodak. Además, estos clásicos personajes lograron llevarse a casa también su estatuilla por la Mejor Canción Original.

El triunfo del blanco y negro La gran sorpresa de la noche fue sin duda para la propuesta francesa, The Artist, conviertiéndose así en la primera película no británica o estadounidense en llevarse la codiciada estatuilla.

El Oscar a la experiencia Es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer.

Fin del racismo Otra de las sorpresas de la noche fue protagonizada por la actriz, Octavia Spencer, quien se convirtió en la sexta mujer de raza negra en obener un Oscar, en este caso, por su papel en el film Criadas y Señoras (Help).

OPINIÓN ‘En la comparación está el éxito’ por David Trueba Los premios de interpre tación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor


s r a c s O

ESPECIAL OSCARS

THE

2012

U

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los va-

lores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. . Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista.

2

Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno.

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ESPECIAL OSCARS

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AVID TRUEBA

✳LA INVENCIÓN DE HUGO

Ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos.

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“El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner”

s imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plum-

mer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre

Por mucho que intente disimularlo, Holly-

Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronun-

wood está perdido. Su reloj ya no funciona y

ció un discurso dedicado a su hija Amanda

en esta salvaje reconversión nadie sabe qué

(“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mu-

le espera. La invención de Hugo, ganadora

jer (“que me salva cada día”). Si la noche de

de cinco oscars técnicos, también bebe de ese

los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar

dolor y por eso, como señal inequívoca de los

por si solo pasado, presente y futuro fue el

hombres en el lecho de muerte.

de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro

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Los premios de interpre-

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Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. por Pablo Plaza (Granada) Fotos: Juan Yunquera

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Uggie, el perro de The Artist, y Jean Dujardin celebran la estatuilla a “Mejor Actor”; una de los 5 que cosechó anoche. 3|WFellas


Un Oscar para un mundo que agoniza

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista.

[

a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.

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The Artist cuenta algo que ni es amable ni es sencillo.

Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar

4| WFellas

Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”). Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquiera.


Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

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“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” por David Trueba Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes.

Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes.

Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.


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inema News

Gala Oscar 2012

El fin de una era UNA NOCHE NOSTÁLGICA QUE RECUERDA TIEMPOS MEJORES EN HOLLYWOOD, COMO NO PODÍA SER DE OTRO MODO, RECONOCE ESTE MENSAJE EN “THE ARTIST”

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POR PILAR TREVIÑO

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a “The artist”, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana:

“Enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido” El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en “The artist” una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gi2 MARZO 2012- SQUY - ESPECIAL OSCAR

gante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. UN MUNDO QUE AGONIZA Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. “La invención de Hugo”, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. LA EMOCIÓN EN PERSONA: Meryl Streep Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los

Jean Dujardin y “Uggi” recogen el premio al Mejor Actor por “The Artist”

zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en “La dama de hierro”, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. VETERANÍA: Christopher Plummer Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan


McGregor en “Beginners”, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

Un momento de la gala: Spielberg y la “acomodadora”, quien en un guiño al pasado, ofrece al Director de cine unos dulces ante su sorpresa de éste .

ESPECIAL OSCAR - SQUY - MARZO 2012 3


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“The Artist” al completo. Se llevó cinco de los diez Oscar a los que aspiraba.

A la derecha, Meryl Streep, emocionada, se lleva su tercer Oscar. Han tenido que pasar casi treinta años. A la izquierda, Octavia Spencer no puede evitar sus lágrimas al recoger su primer Oscar por “Criadas y Señoras”

MEJOR ACTRIZ DE REPARTO 4 MARZO 2012- SQUY - ESPECIAL OSCAR

MEJOR ACTRIZ


goes to... TRUEBA, SIN OSCAR

“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como

Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es

una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado

de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros diri-

gentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor

J-LO Y CAMERON: La nota sexy la pusieron ellas

MEJOR ACTOR DE REPARTO ESPECIAL OSCAR - SQUY - MARZO 2012 5


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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe

adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor

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(John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo


n triunfadora de la

Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos

demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, tam-

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bién bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a


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su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

“los oscar consideran las mejores interpretaciones, aquellos que te permiten comparar la copia con el original”

Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor

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CULTURA

The Artist

ARRASA

en los Oscar UNA NOCHE PREVISIBLE, EN LA QUE LA PELÍCULA, MUDA Y EN BLANCO Y NEGRO, SE LLEVÓ CINCO PREMIOS.

Irene Valiente

U

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento),

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S

acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio.

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escubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado por-

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que, según explicó más tarde, i la noche de los Oscar encontró en ella una historia que tuvo un rostro capaz de sin palabras se atrevía a enunciar convocar por si solo paalgo universal: el ingobernable sado, presente y futuro paso del tiempo. El secreto de The fue el de una grandísima artist no es su zalamera vuelta al actriz, Meryl Streep, que puso más pasado, sino que nos pone sin ha- inteligencia, emoción y clase que cernos demasiado daño, de una cualquier aspirante a su inalcanzamanera simple y optimista, en el ble trono. Vestida de estatuilla, o camino sin retorno de lo que ella quiera, radiandel presente. “Esta Por mucho te con su tercer Oscar en la historia”, ha dicho que intente mano, bromeando sobre los Weinstein, “lidia disimularlo, zapatos de Ferragamo que con algo que nos vestía en un guiño a su perafecta a todos, que Hollywood sonaje en La dama de hierro, a mí mismo me está perdido. Margaret Thatcher, y deseanafecta cada maña- Su reloj ya no do beberse “dos güisquis” na: enfrentarnos funciona y en de un trago, Streep habló de a un mundo cuya acabar de una vez con “la histecnología cambia esta salvaje toria invisible de las mujeres” demasiado rápi- reconversión, y de saber vivir sin dar nundo”. nadie sabe qué ca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora le espera. Por mucho que mismo he recordado, decía: intente disimular‘es extraño estar aquí, como lo, Hollywood está perdido. Su es extraño volver”. reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué Es imposible no admirar a una le espera. La invención de Hugo, mujer de su talla, como es difícil ganadora de cinco oscars técni- no reconocer que a sus 82 años cos, también bebe de ese dolor y Christopher Plummer es un hompor eso, como señal inequívoca de bre impecable. Borda al padre holos hombres en el lecho de muer- mosexual de Ewan McGregor en te, invoca al padre, al origen de un Beginners, cuyo cáncer terminal mundo que agoniza. Hasta un irre- interpreta con la clase que aprengular Billy Crystal no pudo evitar el dió en los cine de tarde de su Quechiste (“Ahora la gente ve las pelí- bec natal, donde veía películas de culas en el móvil, pero yo prefiero Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El la pantalla grande: el iPad”) que actor pronunció un discurso dedimarca estos tiempos. cado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).


David Trueba

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes.

tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la

“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el oriDama ginal” de Hie-

Puede que Viola Davis interrumpa la

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turado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor


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Un mundo que agoniza Una contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por

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el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weins-


SCRANCH MAGAZINE

“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original”

tein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia muy rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar

en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

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F

otogalería

ALGUNA VEZ, PARECE DECIRSE, HOLLYWOOD FUE UNA VERDADERA MÁQUINA DE INVENTAR SUEÑOS; ALGUNA VEZ, EXISTIERON ALGUNOS PRODIGIOSOS PROFESIONALES QUE CONVIRTIERON CUALQUIER PANTALLA EN EL LUGAR DONDE HABITA LA MAGIA.

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SCRANCH MAGAZINE

I

El ÉXITO NMORAL

de la

COPIA BURDA

El corolario es rotundo: se impone el pasado. Y, abrumadoramente, el pasado que tiene que ver con los años dorados del cine. Por Víctor Ruiz-Alejos

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente

a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor

.


El perro también

se llevó un premio

Jean Dujardin, protagonista de “The Artist”, y Uggie durante la gala.

Todo un galán Ana

Segura

Sáez

Uggie, es el verdadero nombre del perrito. Su brillante actuacón en la película “The Artist” fue recompensada siendo elegido Mejor Actor Canino. El premio lo recibió su entrenador, Omar Von Muller, quien dijo de su mascota “es un gran intérprete”. Por supuesto, no lo ponemos en duda. Uggie se comportó perfectamente durante toa la gala. Vesrido con una simple pajarita ne-

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gra con collar y correa a juego, el perrito derrochaba elegancia y glamour por todas partes.

Una contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco

oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la pri-


mera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es

amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo

cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y

optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars

a.

Emocionados tras los premios


Los elegidos como mejores actores: Meryl Streep y Jean Dujardin técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que

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cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.

Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).


“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” David Trueba Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kid-

man como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hie-

rro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la That-

cher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

Peggy y Gustavo tampoco faltaron a la ceremonia


THE ARTIST La película francesa, muda y en blanco y negro, se erige como la gran triunfadora de esta 84 ºedición de los premios Oscar Por Arturo Tena

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que “The artist”, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez.


SILENCIA HOLLYWOOD

El actor Jean Dujardin en el momemnto de recibir su premio al Mejor Actor.

Oscar 2012


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Oscar 2012

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio.

de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera,

Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después

radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.

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Oscar 2012

"Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original"

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender,

pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar tam-

bién podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

Por David Trueba

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REPORTAJE

LA DAMA UNIDA AL


BLANCO Y NEGRO Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si

solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.


Karla María Simoes Oviedo

U

Un equipo al completo

na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala

se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. “The Artist” una pelicula triunfadora Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista.

Una vuelta al pasado Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.

El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. El rival técnico de “The Artist” Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Una gala octogenaria Es imposible no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).


La gala en imágenes LOS MEJORES MOMENTOS 1. EL MEJOR ESPECTÁCULO

“INTERPRETAR PUEDE SER ALGO MAS QUE REPRODUCIR A ALGUIEN CONOCIDO” David Trueba

Cirque Du Soleil: Un inicio con mucha altura

2. LOS MAS DIVERTIDOS

La rana Gustavo comentando la gala con Peggy

3. LOS MAS GLAMUROSOS

Ellas de “Blanco” y Ellos de “Negro”

4. LAS MAS EMOTIVAS

Una gala de sonrisas y lágrimas

Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.


Los OSCAR de 2012: la noc

Un oscar para una era que agoniza Una contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse.

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:

he de

The Artist

Una película muda, en blanco en negro y en formato 4:3. Una apuesta suicida que apunta a convertirse en la primer película muda en ganar un Oscar desde... la primer película en ganar un Oscar (Alas, 1929).

R

ecordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro

(qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a

todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable

paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos.

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Los OSCAR de 2012:

los pro

Meryl Streep, una vez más

Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa unDavid Trueba poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.

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otagonistas “Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” Es imposible no admirar a una

dió en los cine de tarde de su Que-

mujer de su talla, como es difícil

bec natal, donde veía películas de

no reconocer que a sus 82 años

Pierre Brasseur y Lewis Gilbert.

Christopher Plummer es un hom-

El actor pronunció un discurso

bre impecable. Borda al padre ho-

dedicado a su hija Amanda (“de

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Beginners, cuyo cáncer terminal

mujer (“que me salva cada día”).

interpreta con la clase que apren-

TRUEBA

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

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OSCARS 速 2012 THE

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CULTURA

"the Artist"

Una contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y

vestuario) a THE ARtISt, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista.

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CULTURA rápido”.

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CULTURA

Identidad de la copia: copia VS original Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes.

María Ortiz

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THE ARTIST | 1


AND THE OSCAR GOES TO... THE ARTIST

Una gran contradicción de fondo pesará en la 84ª edición de los Oscar. The Artist arrasa en la gala con cinco estatuillas. Un filme mudo, en blanco y negro que ha enamorado a la alfombra roja: Oscar a mejor película, mejor director, mejor actor, mejor vestuario y mejor banda sonora son, sin lugar a duda, la mejor carta de presentación.

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo

mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajo-

na en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El

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The Artist Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. The artist días antes Descubrió de su presentación en el fes-

tival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.

mucho que intente disimuPSuorlarlo, Hollywood está perdido. reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. FERNANDO RODRÍGUEZ F,DEZ

“LOS OSCAR CONSIDERAN LAS MEJORES INTERPRETACIONES

AQUELLAS QUE PERMITEN COMPARAR LA COPIA CON EL ORIGINAL” por DAVID TRUEBA.

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. THE ARTIST | 3

uede que Viola Davis intePMichelle rrumpa la tradición y no gane Williams por su Marilyn

o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración

que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. verdadero legado de la ThatEla lcher es hoy aquella frase que hizo célebre: There Is No Al-

ternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor. DAVID TRUEBA


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Los Oscar, en imagenes: El mismo número de estatuillas, cinco, pero con un claro vencedor. Lo que comenzó de forma muy prometedora para Martín Scorsese y La invención de Hugo se convirtió en la gran noche de The Artist.

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1 | MARZO 2012 | ESPECIAL OSCARS

LOS OSCARS 2012 EL TRIUNFO DE LO DIFERENTE The Artist fue la gran vencedora de los Oscars tras conseguir cinco estatuillas de las siete a la que optaba. La otra protagonista fue Meryl Streep, que volvía a coronarse tres años después. TEXTO VÍCTOR M. DEL RÍO ROBLES

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. Con estos galardones, el cine ve como se produce un cambio. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio.


ESPECIAL OSCARS |MARZO 2012 | 2

“Los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original” David Trueba


3 | MARZO 2012 | ESPECIAL OSCARS

Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca

estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: “es extraño estar aquí, como es extraño volver”. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El pro-


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ductor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

David Trueba

“LOS OSCARS VUELVEN A ROMPER LOS MOLDES” Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.


Un Oscar para un mundo que agoniza Por Nerea Zusberro

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encanta-

-17- Cinéfagos

dor, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Va-

lentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist u n a m a n e r a amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del

teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, en-


contró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso

Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje

del tiempo. El secreto de The artist no es su vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.

reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la panta-

La noche de los

OSCARS

“Los Oscars consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar la copia con el original”

Jean Dujardin puso el toque de humor a la ceremonia.

Octavia Spencer, emocionada al recibir el premio a la mejor actriz secundaria


And the winner is... Michel Hazanavicius se llevó la estatuilla al mejor director por la película “The Artist”, la gran triunfadora de la gala dorada.

Meryl Streep -mejor actriz- y Jean Dijardin -mejor actor- comparten emoción e instantánea en los Oscars.

lla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un emotivo discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).


La noche de los

OSCARS

Penélope Cruz otorgó el premio a Mejor Música original a Ludovic Bource, por su trabajo en “The Artist”.

No hay alternativa Por David Trueba

Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman

como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes. Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno ar-

argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes.

Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

-20- Cinéfagos


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ª EDICIÓN DE LOS PREMIOS

OSCAR

The A

rtist

silencia Hollywood

Cinco estatuillas se lleva para Francia la primera película muda en ganar desde 1929. Entre ellas, las joyas de la corona: Mejor película, director y actor. Por Óscar Smith

ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), cuyo mensaje último es el contrario: acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y

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2 ECLECTIC ECLECTIC MAG MAG

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que


Jean Dujardin, alegre en inglés, exultante en francés, salio al escenario a recoger el Oscar a Mejor Actor acompañadoECLECTIC por la mascota MAG del film.


REPORTAJE ^

sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea

Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple

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“Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Meryl Streep y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande). Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje

4 ECLECTIC MAG

en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”.

“Nos enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. H. Weinstein Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

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OSCAR 2012 David Trueba

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes.

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1. Michel Hazanavicius recogiendo el galardón a mejor director por ’The Artist’. 2. Meryl Streep con el Oscar de ’La dama de hierro’, el tercero de su carrera. 3. Christopher Plummer consiguió el Oscar a mejor actor secundario por su papel en ’Beginners’. 4. Billy Crytal, presentador de los OSCAR 2012, dio la bienvenida a la gala con unos minutos musicales. 5. El Circo del Sol realizó un acrobático número en el Kodak Theatre.

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Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar. El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.

ECLECTIC MAG 5


ESPECIAL PREMIOS OSCAR 2012

El inexorable paso del tiempo Ana Marta Ramos

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo.



El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”. Por mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos.

Meryl Streep y Jean Dujardin

Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono. Vestida de estatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, Margaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).


GALERÍA DE FOTOS

OPINIÓN

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os premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman como Virginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes.

una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las recreaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar.

El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación Puede que Viola Davis interrumpa la tradición y estuvo nominada Angela Basset en su día como no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl tocaba, sino por su significado. “No hay alternaStreep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por tiva”. Nuestros dirigentes principales han hecho su recreación de Margaret Thatcher. Esta última suya esta divisa. Pero si interpretar también pueno ha podido ser más oportuna. Hasta el gobier- de ser algo más que reproducir a alguien conocino argentino ha recuperado las reivindicaciones do, quizá gobernar también podría ser algo más sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a que aceptar el darwinismo social sin pelear con este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es arrojo por un mundo mejor. David Trueba



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he Oscars 2012

Los premios de interpretación son curiosos. En los últimos años, los Oscar consideran las mejores interpretaciones aquellas que te permiten comparar con la copia con el original. Es decir, carecen de capacidad de abstracción. Marion Cotillard haciendo de Edit Piaff, Helen Mirren de la reina Isabel de Inglaterra, Colin Firth de su padre Jorge, Reese Witherspoon como June Carter, sufrida esposa de Johnny Cash; Jamie Foxx como Ray Charles, Charlize Theron como la ejecutada con inyección letal Aileen Wournos, Philip Seymour Hoffman como el escritor Truman Capote, Nicole Kidman comoVirginia Wolff, Julia Roberts como la abogada Erin Brockovich, Sean Penn como el político Harvey Milk y Forrest Whitaker como el dictador Idi Amin. Todos premiados con la estatuilla en años recientes.

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uede que Viola Davis interrumpa la tradición y no gane Michelle Williams por su Marilyn o Meryl Streep, que ya ha sumado 17 nominaciones, por su recreación de Margaret Thatcher. Esta última no ha podido ser más oportuna. Hasta el gobierno argentino ha recuperado las reivindicaciones sobre las Malvinas como si quisiera sumarse a este homenaje latente a la Dama de Hierro. Es una lástima que no esté nominado el estupendo actor Michael Fassbender, pero ya no tuvo suerte con Hunger, la película donde encarnaba a Bobby Sands, aquel hombre salvajemente torturado que murió en huelga de hambre en los presidios thatcheristas. Lo cual nos lleva a pensar que son premiables las re-

creaciones de personajes reales siempre que no sean ni demasiado afiladas ni demasiado sangrantes. Habría que estudiar el grado de edulcoración que aceptan las academias, porque en ciertos casos el espectador puede sufrir una acusada subida de azúcar.El verdadero legado de la Thatcher es hoy aquella frase que la hizo célebre: There Is No Alternative. Lo repitió tanto que se convirtió en un sello, una especie de mantra resumido en las iniciales: TINA. Y no Tina Turner, por cuya interpretación estuvo nominada Angela Basset en su día como tocaba, sino por su significado. “No hay alternativa”. Nuestros dirigentes principales han hecho suya esta divisa. Pero si interpretar también puede ser algo más que reproducir a alguien conocido, quizá gobernar también podría ser algo más que aceptar el darwinismo social sin pelear con arrojo por un mundo mejor.



Los oscars se callan

Los oscars premian el cine mudo. The Artist se corona como un film que supone el fin de un época, para dar pasa a otra nueva a la que habrá que adaptarse si se quiere sobrevivir.

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na contradicción de fondo pesará sobre la 84ª edición de los Oscar, celebrada el domingo en Los Ángeles. Mientras la gala se aferró tozudamente a los valores seguros del cine que conocemos, los académicos premiaron con cinco oscars (mejor película, dirección, actor, música y vestuario) a The artist, cuyo mensaje último es el contrario: el final de una era ya está aquí y, como ocurrió en la dolorosa encrucijada que supuso la llegada del sonoro, solo cabe adaptarse. Recordemos que The artist, ese filme encantador, casi mudo, en blanco y negro y francés que ha hecho historia en Hollywood (es la primera película no sonora que obtiene el premio desde 1928 y la primera no anglosajona en obtener el máximo reconocimiento), acaba con unas

casi inaudibles palabras de fondo de su protagonista. Ese “with pleasure” (con mucho gusto) que le replica George Valentine (Jean Dujardin), prescindible estrella del cine pasado, a su productor (John Goodman) al saberse útil otra vez. El astuto olfato de Harvey Weinstein detectó en The artist una manera amable y sencilla de contarle al mundo algo que ni es amable ni mucho menos sencillo. El productor y distribuidor estadounidense no estaba en la foto final del teatro (qué casualidad, antes llamado Kodak, ese gigante arruinado por el digital) donde se celebró el domingo la ceremonia. Ni falta que hacía. El patio de butacas que ovacionaba al equipo francés sabía que solo Weinstein es capaz de hacer triunfar a un filme extranjero en una tierra normalmente vedada a todo cine que no sea propio. Descubrió The artist días antes de su

presentación en el festival de Cannes. Puso la cartera sobre la mesa después de un pase privado porque, según explicó más tarde, encontró en ella una historia que sin palabras se atrevía a enunciar algo universal: el ingobernable paso del tiempo. El secreto de The artist no es su zalamera vuelta al pasado, sino que nos pone sin hacernos demasiado daño, de una manera simple y optimista, en el camino sin retorno del presente. “Esta historia”, ha dicho Weinstein, “lidia con algo que nos afecta a todos, que a mí mismo me afecta cada mañana: enfrentarnos a un mundo cuya tecnología cambia demasiado rápido”.


LOS TRIUNFADORES DE LA NOCHE

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A LA VIEJA AUSANZA

or mucho que intente disimularlo, Hollywood está perdido. Su reloj ya no funciona y en esta salvaje reconversión nadie sabe qué le espera. La invención de Hugo, ganadora de cinco oscars técnicos, también bebe de ese dolor y por eso, como señal inequívoca de los hombres en el lecho de muerte, invoca al padre, al origen de un mundo que agoniza. Hasta un irregular Billy Crystal no pudo evitar el chiste (“Ahora la gente ve las películas en el móvil, pero yo prefiero la pantalla grande: el iPad”) que marca estos tiempos. Si la noche de los Oscar tuvo un rostro capaz de convocar por si solo pasado, presente y futuro fue el de una grandísima actriz, Vestida de es-

tatuilla, o de lo que ella quiera, radiante con su tercer Oscar en la mano, bromeando sobre los zapatos de Ferragamo que vestía en un guiño a su personaje en La dama de hierro, MaWWrgaret Thatcher, y deseando beberse “dos güisquis” de un trago, Streep habló de acabar de una vez con “la historia invisible de

Meryl Streep, que puso más inteligencia, emoción y clase que cualquier aspirante a su inalcanzable trono.

las mujeres” y de saber vivir sin dar nunca nada por hecho. “Ayer leía en casa un poema que ahora mismo he recordado, decía: ‘es extraño estar aquí, como es extraño volver”. Es imposible no admirar a una mujer de su talla, como es difícil no reconocer que a sus 82 años Christopher Plummer es un hombre impecable. Borda al padre homosexual de Ewan McGregor en Beginners, cuyo cáncer terminal interpreta con la clase que aprendió en los cine de tarde de su Quebec natal, donde veía películas de Pierre Brasseur y Lewis Gilbert. El actor pronunció un discurso dedicado a su hija Amanda (“de la que estoy tan orgulloso”) y a su mujer (“que me salva cada día”).

Mario Sánchez Jara



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