34°. ENCUENTRO ESTATAL DE TEATRO “RAFAEL SOLANA” Desde Tampico hermoso, oh, puerto tropical, viernes 14 de agosto de 2015
Humor: Javo Dorantes Artículos de Lorena Illoldi a menos que se se indique lo contrario. Diseño gráfico, iguanas. Consejo editorial, lloviznando. Ventas: Javo Dorantes
OBSCENIDADES DEL SOLANA… En uno esos escenarios que suelen augurar grandes conversaciones, la mesa de una cantina, bebiendo victoriosos para huir del húmedo calor tampiqueño, el que para entonces ya era mi amigo, Jorge Gayón, se me reveló de pronto como gran maestro cuando en una frase, con contundente claridad, resolvió el dilema de un compañero ante su dificultad para enunciar qué tipo de teatro hacía: el arte se aborda desde el punto de vista del arte o de lo humano. Teatro que privilegia como su interés último el ejercicio del músculo creativo para alcanzar la maestría en la disciplina, o el teatro que se orienta, sustenta y origina en lo antropológico como columna vertebral, colocando al hombre y su conjunto como principio y final de su ejecutar. En estos tiempos de posmodernidad, el teatro se revela como la visión profética de Borges en El Aleph, totalizadora percepción que revela la infinita simultaneidad del todo en la nada, de la realidad como irradiante presente que se desdobla en todos los momentos y todos los lugares posibles en un solo escenario. Ese espacio imaginado, contenido y creado por el acuerdo de uno con otro, que posibilita la elaboración y reelaboración de nuestra realidad, ora bien en fiel copia estilística, ora caótica deconstrucción, que retratan los trozos escogidos de la eterna, inacabada, inacabable, profusa catálogo de momentos e historias para contar a quien preste oído. Creo que todo ya ha sido dicho, que solo hemos venido ampliando el inventario de modos posibles de creación, posibilitando como en el cuento del célebre argentino, que en un solo lugar sucedan todos los mundos posibles de ser y hacer: pasados, actuales, venideros, reales o imaginarios, desvelado solo ante la vista que se dirige en una dirección elegida, de un modo específico, exigiendo atención para vencer el miedo de llegar a la oscuridad, ese momento cuando todo lo demás se pausa para perderse en el profuso mar de imágenes que la visión mística ofrece, ahí donde los sentidos se excitan y algo se remueve en el interior. El aleph, el sitio de todos los sitios posibles: el teatro.