EL CRONISTA DE LA CIUDAD
ANÉCDOTAS DE COCHABAMBA Ramón Rocha Monroy
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Fundado por Demetrio Canelas el 16 de septiembre de 1943 Fue asaltado y destruido el 9 de noviembre de 1953 Reanudó sus ediciones el 19 de julio de 1967 Diario de circulación nacional Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa y de la Asociación Nacional de la Prensa. Regulado por el Tribunal de Ética de la ANP: tribunal@anpbolivia.com Cochabamba Edificio Los Tiempos Plaza Quintanilla Casilla 525 Teléfonos 4254562-63, 4254577, Fax 4257773 Edición Electrónica www.lostiempos.com Correo Electrónico lostiempos@lostiempos-bolivia.com Cochabamba - Bolivia
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ÌNDICE Qué significa ser un Tambor Genio y figura del cochabambino
y negro El Palacio de Portales La Quinta de Palazzi Por qué se llama Calle Teniente Arévalo
LA PAX COLONIAL Impresiones de los viajeros Tres fundaciones de Cochabamba EL TIEMPO HEROICO La ermita de San Sebastián Calatayud y La Serpiente Negra Un episodio de la Guerrilla de Ayopaya Héroes cochabambinos de la Gu e r rilla de Ayopaya El tataranieto del Mariscal de Ayacucho vivió en Punata La vida fulgurante de Melchor Daza ¿Estuvo el Libertador en Cochabamba? Héroes de Junín y Ayacucho en Cochabamba El bisabuelo de Borges vivió en Cochabamba VIDA CAMPESINA Y SOCIEDAD AGRARIA Para recuperar la memoria La Co n s t rucción de la Catedral La Universidad de San Simón y el Hospital San Salvador La Casona de Mayorazgo El primer Cancelario de la Universidad Ayopaya: el Granero de Bolivia In s t rucciones para la vida campesina Tadeo Haenke murió en Cochabamba La significación de Juan de la Rosa Melgarejo era incorregible LA IDEOLOGÍA DEL PROGRESO Pasado y presente del Cerro de San Pedro Adela Zamudio y el Alto de la Alianza La polémica de la Se ñ o rita Zamudio con Fray Pieri n i Adela, Manuel y Cesáreo La fundación de ELFEC COMTECO: historia de la Telefonía Ce rvecería Taquiña La Compañía Petrolera “Águila Doble” Las hermosas araucarias La Fuente de Carlos III y la fuente de las Tres Gracias El Turista Torrico: Aventuras en blanco
LA SEMILLA DEL CAMBIO José Aguirre Gainsborg o Mo rir en la víspera Elogio de la familia Anaya La memoria de Nivardo Paz Maestros meritorios Segovia ¿qonqapunkichu? Los sesos de Jiménez de Asúa El ingenio de Carlos Montenegro Las salidas del Chueco Céspedes El movimiento universitario y el Gral. Carlos Blanco Galindo El Campo Ferial de Cochabamba El camino al Beni y los cien ingenieros de escritorio Cómo nació COBOCE RECUERDOS AMABLES Encomio de la buena chicha Las salidas del Go rdo Ja Ja Lo que se come en Cochabamba Primera Feria de la Cocina Regional Encomio de Alfredo Medrano El testamento de Víctor Hugo Viscarra Nuevas líneas de Trufis El humor en el periodismo cochabambino APODOS COCHABAMBINOS Academia de la Picardía Boliviana Un k’allu tamaño Guinness LA LEGENDARIA HISTORIA DE SADDIC Encomio de don Fe d e rico Díez de Medina Gaby del Mar En memoria de Félix Araníbar Apuntes sobre Jorge Zabala La vida ejemplar de Fidelia Corral de Sánchez El humor cool de Marcelo Los restos de Raúl Lara descansan en el Tunari Mis dos amores La azarosa historia de LOS TIEMPOS Principios del periodismo libre
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amor por Cochabamba Mi
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n este cálido y maravilloso mes de septiembre me suele recrudecer el amor que siento por Cochabamba, y no faltan los cuestionarios que me envían del interior, suponiendo que soy un conspicuo va l l u n o, como que nací en Caracota y me crié en las Villas Mo n t e n e g ro y Ga l i n d o, de modo que soy caracoteño y villano de pura cepa. Me preguntan cómo es un cochabambino y pre f i e ro opinar cómo es una cochabambina. Es una mujer sumamente laboriosa y constructiva. Hablo de la chola,
natura l m e n t e, que mucho antes del 52 dio muestras de ser dueña de su destino y de sus negocios, al punto que muchas veces su cónyuge se reduce al papel de "respeto de la casa". Augusto Céspedes decía en los 40s que la chola e ra la única mujer boliviana emancipada económica y sexualmente. Ya D'Orbigny observó que la gente de este valle se caracterizaba por su extrema movilidad, pues viajaban por todo el territorio y aun más lejos de la Audiencia de Charcas llevando pro d u ctos agrícolas, hilados, tejidos y ar-
El Gobierno Municipal en la Sesión de Honor del 14 de septiembre de 2010, entregando la Ordenanza que designa al Cronista de la Ciudad.
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tesanías. Comenta también que e ran sumamente frugales mientras viajaban pero festivos y pródigos a su retorno al valle. Se suele decir que somos envidiosos, pero no hay el mismo interés en rescatar los pro f u n d o s lazos de solidaridad que hay en las clases populare s. Aquí se ha inventado el pasanaku, que es un préstamo colectivo basado en la buena fe. El parentesco espiritual teje también redes familiare s muy extensas y solidarias. Algunos técnicos dicen que en este valle hay mucha estática, es decir, e n e rgía negativa. He sugeri d o que construyamos un arco en el Aeropuerto que diga: Bienvenidos a Cochabamba. No somos como dicen. En t re nuestros atributos más queridos, la chicha debería merecer una denominación de origen. La cocina debería ser un arte regional de todos los cochabambinos. La clima, como se dice acá, crea un ambiente caricioso y propicio al disfrute de la vida. Deberíamos eliminar la propensión al derribe de árboles. Somos temibles enemigos de los árboles, ya para construir, ya para hacer leña o para conve rtirlos en dinero. Otra plaga son los tinglados y los pisos de cemento. EL PRESENTE LIBRO Este es un libro de lectura fácil y al alcance de todos, dedicado en especial a los estudiantes de Se c u n d a ria, que cuenta algunas
de las muchas anécdotas que deberían quedar en la memoria de quienes tenemos el privilegio de vivir en la Llajta. Los textos están ilustrados con abundante material gráfico: fotografías antiguas y desconocidas, etiquetas y avisos publicitari o s del pasado y algunos re c u e rd o s gratos y personales del Cronista de la Ciudad. Como se re c o rdará, el 14 de septiembre de 2010, en la Sesión de Honor del H. Concejo Municipal, fui designado Cronista de la Ciudad de Cochabamba, un cargo ad honorem que consiste en confiarme la memoria de nuestra ciudad para conocerla mejor a través de publicaciones constantes. He vivido junto a cultores de la filosofía del exceso, unos revolucionarios, otros militantes de la buena vida; pero mi misión era o t ra, era dar cuenta de ello. Sa lvando distancias entre el talento l i t e ra rio y el coraje del Ta m b o r Mayor José Santos Vargas y el talante modesto de este servidor, ¿qué cosa es un Cronista de la Ciudad sino un Tambor Ma yor? ¡Cómo me gustaría que me llamaran Tambor Rocha! A fines del siglo XIX y principios del siglo , la pequeña aldea republicana en que vivían nuestros tat a rabuelos es sacudida por la ideología del pro g re s o. En una década a partir de 1908 estrenamos la energía eléctrica y el t ra n s p o rte público en tra n v í a s con la fundación de ELFEC; la telefonía con la línea pionera instalada por Juan de la Cruz Torres, la primera empresa telefónica Peña y Asociados, proceso que culmina en la fundación y fort a l e c imiento de CO M T E CO; la Ce rvecería Taquiña, que está ligada a la p resencia de prestigiosos mi-
grantes alemanes en nuestra ciudad; e incluso exploramos napas de petróleo en Kaluyo, como lo testimonia la Compañía “Águila Doble”, de Ramón Rivero y otros visionarios cochabambinos, ent re otras empre s a s. Ese proceso está ligado a un cambio de mentalidad preconizado por personalidades como Juan de la Cruz Tor re s, Adela Za m u d i o, Man Ce sped, Cesáreo Capriles, Ramón Rive ro, Rodolfo Mo n t e n e g ro, Demetrio Canelas, la familia Anaya A rze, Carlos Mo n t e n e g ro y Augusto Céspedes, los cuales protagonizan la lucha por el pro g reso en el campo de las ideas, defendidas con vigor, como lo testimonia la célebre polémica de Adela Zamudio con Fray Pierini o con buen humor, reflejado en los numerosos periódicos que se fundaron en esta vena. Sin embarg o, hay estru c t u ra s p rofundas que permanecen en el tiempo: el recuerdo de la vida indígena y la vida colonial, el asombro de los primeros viajeros europeos que llegaron a n u e s t ro va l l e, los fastos de la guerra de la Independencia, los h é roes de Junín y Ayacucho, como Pedro Blanco, León Ga l i n d o, José Ro d r í g u ez y Francisco Suárez (bisabueno de Jorge Luis Bo rges), que vivieron en la Llajta; la sociedad agra ria y apenas urbanizada; las costumbres de la vida campesina; la chicha como protagonista de la democratización de la sociedad oligárquica y del p ro g reso urbano; la vida cotidiana ligada a nuestra condición de Gra n e ro de Bolivia; el auge de la gastronomía; la estética valluna basada en la gord u ra y la pro s p eridad y algunos personajes populare s, representantes de la picardía valluna.
Ramón Rocha Monroy CRONISTA DE LA CIUDAD
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Caricatura del Cronista hecha por el pin tor Ricardo Pérez Acalá, Premio Nacional de Cultura.
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figura del cochabambino L Genio y
a población colonial de este valle da una idea de un profundo proceso de mestizaje, pues el primer censo, que data de 1793, re g i s t ra 22.305 habitantes, de los cuales 6.368 son españoles, 12.900 son mestizo s, 1.600 son m u l a t o s,175 son negros y sólo 1.182 son indios. Menos del 5 por ciento eran aborígenes. Ya entonces se notaba que la población de Cochabamba era p redominantemente mestiza y c riolla, entendiendo en ambos casos un intercambio genético y cultural que en nuestros valles se dio activamente desde la Co nquista, aspecto que quere m o s destacar porque ha conformado un tipo humano tenaz, tra b a j ador, iluminado por la chispa del emprendimiento. Contra los prejuicios raciales que menosprecian al cholo, debemos decir que los cochabambinos, precisamente por la intensa mezcla de sangres y culturas, parece que hemos heredado una mezcla de cualidades muy importante; pero, al mismo tiempo, los cholos somos desconcertantes. Como somos la confluencia del Éufrates y el Tig ri s, nadie sabe cómo vamos a reaccionar, cuáles serán las pautas de nuestra conducta, cuáles nuestras respuestas, todo lo cual es, en términos existenciales, una ventaja comparativa. Lo importante es que esa familiaridad con las culturas ancestrales hace que, aun hoy, con los efectos de la globalización, con-
Quieen creyera que el atribulado campeón de natación es Ramiro Villarroel Claure en su adolescencia.
servemos el quechua y el gusto criollo si no en el habla cotidiana en algo que a veces no apreciamos debidamente porque para nosotros es como respirar: la sintaxis y la pronunciación explosiva de los fonemas quechuas, que en otras latitudes urbanas se está perdiendo. Lo bueno es que si bien la conquista y la colonia fueron procesos cruentos e injustos, al menos en la cocina, la cama y el lenguaje f u e ron más bien un diálogo de paz, un verdadero encuentro que se tradujo en sabores enri q u e c idos, en nueva información genética y en expresiones más ricas
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que las castizas de origen. Refiriéndose a la mujer criolla, Carlos Medinaceli escribió lo siguiente: La chola constituye no solamente el elemento pintoresco y característico del país sino también el más rico de vitalidad orgánica, cre a d o ra, de pasionalidad efusiva y, por eso mismo, de más enjundia para el teatro o la novela. La chola es el elemento básico de la nacionalidad. Ella representa el elemento más sano, laborioso y próspero de la patria. El presente libro está dedicado a las va l e rosas mujeres cochabambinas.
LA PAX
COLONIAL Impresiones de los viajero s
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i e m p re me ha fascinado imaginar el asombro de los v i a j e ros cuando divisaro n desde las alturas el cuenco del valle cochabambino: su ve rd o r, su clima amable, los rumores de vida que se escuchaban allí abajo, los numerosos cursos de agua y, sobre todo, la tipología humana de un sitio bendecido por la producción agraria: hombres y mujeres rotundos y fuert e s, alimentados con grano, en medio de una estética dominada por la esfera , porque todo aquí es robusto y esférico: los cántaro s, las tutumas, las ollas, los senos, los vientres y la pro s p e ridad de una comunidad próspera y… esférica, producto de una buena alimentación, que se remonta mucho antes de la llegada de los españoles. Así nos vio Alcide d’Orbigny, que
Chillijchis de Pairumani. Foto de Fernan do Soria.
re c o r rió buena parte de Bo l i v i a entre 1826 y 1834 y, no obstante que se queja de las enfermedades endémicas y la falta de higiene en otras comunidades, muestra su complacencia cuando llega a la Llajta: “Desde la cordillera oriental cayeron de repente mis miradas a algunos millares de pies, sobre los ricos valles de Cochabamba. Qué singular contraste aquel con el de los riscos donde me encontraba” Era la imagen del caos al lado de la más grande tranquilidad: era la naturaleza triste y silenciosa en presencia de la vida más animada. Yo veía pues, en medio de áridas colinas, dos extendidos llanos c u l t i vados y guarnecidos por todas partes de casuchas y bosquecillos, entre los que se distinguían gran número de aldeas, una grande ciudad a la que hacían sobresalir sus edificios como a una reina en medio de sus vasallos. Nada puede efectivamente compararse a la sensación que produce el aspecto de esas llanura s, cubiertas de caseríos, de plantaciones y de cultura. (…) Se creería ver allí la t i e r ra prometida en el seno del desierto.” “El habitante de Cochabamba, siempre tan dispuesto a divertirse y embriagarse con chicha, es, en los viajes, el hombre más sobrio y s o b re todo más económico. Tiene, por encima de todo, un espíritu emprendedor y viajero. (…)
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Co m e rciantes por excelencia, a quienes nada les importan las fatigas, hay en todos los caminos, mestizos con sus mulas o con sus asnos cargados de merc a d e r í a s, que van a vender a todas partes. Por lo general, sus prov i s i o n e s consisten entonces en una bolsa de maíz tostado. Se detienen en l u g a res deshabitados para hacer pacer sus bestias o viven en la ciudad con la más estricta economía, a fin de ahorrar dinero para sus familias, para cuando llegue el momento de compartir los placeres con ellas.” Y así podríamos citar encomios de nuestro valle pro n u n c i a d o s por viajeros europeos como Mousnier, Thedor Herzog e incluso Fray Francisco Pierini, pri o r del Co n vento de Ta rata y luego Arzobispo de La Plata, que protagonizó, como veremos, una aguda polémica con la señorita Adela Zamudio. Sin embarg o, ya en esa época, d’Orbigny se quejó de “la gran penuria de agua”, que hasta hoy es un problema serio en nuestro val l e, aunque no siempre lo hayamos tomado así, como lo ilustra el verso de Jo rge Suárez, que habla precisamente de un viajero e u ropeo en trance de conocer la Llajta: --De c i d m e, buen hombre, ¿en este valle El agua mana? --Mana, wirakocha, mana.
Tres fundaciones de Cochabamba U sualmente se habla de dos fundaciones de Cochabamba en 1571 por Gerónimo de Os o rio y en 1574 por Sebastián Barba de Pa d i l l a , con el nombre de Villa de Oropesa; pero se omite la más antigua, efectuada por el inca Hu a y n a Kapac, que gobernó el imperi o de 1493 a 1525 y rescató para este valle el nombre de Ko c h a j pampa, castellanizado luego como Co c h a b a m b a . Reducidos y diezmados los habitantes originarios de este va l l e, Huayna Kapac trasladó gru p o s de mitimaq para establecer una zona de producción masiva de maíz, como lo prueban cerca de 2.500 silos de almacenamiento de gramíneas hallados en el valle, especialmente en Co t a p a c h i , por el Departamento de Arqueología de la Un i versidad de Sa n Simón, mientras los originarios fueron enviados a re s g u a rdar la f ro n t e ra sudeste del imperi o c o n t ra las invasiones de tri b u s s e l v á t i c a s. In c a r ra k a y, cerca de Sipe Si p e, era un tambo principal para el acopio de maíz enviado al Cusco. Y junto a estas actividades económicas, se dio el establecimiento de un panteón de deidades que propiciaban ritos de fertilidad agrícola y prosperidad. F U N D ACIÓN DE LA VILLA DE ORO PESA Documentos de la época e inve s t i g a d o res coinciden en que la
Villa de Oropesa fue fundada en 1571 por Gerónimo de Os o rio en el asiento indígena de Ca n a t a , poblado por indios canas, aymara hablantes y procedentes de las cercanías del Cu s c o. La discusión tiene nuevas luces a raíz de una publicación de 1995, que p recisa la ubicación de Ca n a t a en el barrio conocido como El Pueblito, ubicado a orillas del río Rocha, entre las avenidas actuales Rubén Darío al oeste, América al norte y la prolongación de la Uyuni al este y al sur; y no en las cercanías del cerro de La Coronilla o cerca de la Plaza 14 de s e p t i e m b re. La investigación arque ológica citada e ncont ró abundante cerámica tiwanakense e incaica en la zona de El Pueblito, no así en las excavaciones en la Ca t e d ral, efectuadas durante su última re m o d e l a c i ó n . Es to exp licaría que no hubo asentamientos pre c o l o m b i n o s en la actual Plaza de armas, pero sí, y abundantes, en la zona de El Pueblito, que era un sitio estratégico por la angostura del paso al valle de Sa c a b a . A poco de fundarse la Villa de O ro p eza, uno de los españoles más antiguos en la región, Garci Ruiz de Orellana, litigó con Osorio porque la mencionada Vi l l a había afectado posesiones suy a s. Los pri m e ros españoles se a s e n t a ron aquí alrededor de 1540 en el pueblo indígena de Canata, donde establecieron un “asiento” en el cual hicieron nu-
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Huayna Kapac por Guamán Poma de Ayala.
m e rosas transacciones con notarios y otras autoridades jurisdiccionales. El pleito de deslinde duró hasta después de la segunda fundación de Oro p eza en 1574 por Sebastián Barba de Padilla, quien trazó la actual Plaza 14 de septiembre y las calles adyacentes con el tra zo acostumb rado de damero. Una provisión virreinal determinó que se otorg a ran chacras a los españoles asentados en un rectángulo que va desde El Pueblito hasta la La-
m i t a yoq y mitimaes para beneficio del Estado central. Los Si p e Sipe probablemente serían icay u n g a s, es decir, del actual dep a rtamento de Ica, Perú, los cuales tejían arte plumario para uso del inca. Ce rca de Ca n a t a convivían indios de Tapacarí y de, todos de la etnia sora. También se habla de cavis y chuys, como nativos del lugar.
Prospecto del artista García Guzmán, autor de este monumento a los conquistadores.
guna Alalay, llamada entonces de La Ta m b o rada. La prov i s i ó n indicaba que la provisión debía hacerse sin trazado de calles y destinada a establecer cuadras, por lo cual la zona se llama desde entonces Las Cu a d ra s, en cuyo confín sur, a orillas de la laguna Alalay, el inca tenía un corral de camélidos. El río de Ca n a t a ( h oy Rocha) corría pegado a la s e r ranía de San Pe d ro; recién en 1585 Ma rtín de la Rocha re c i b i ó a u t o rización para desviar sus aguas hacia sus tierras ubicadas en La Chimba, por el actual curso, y por eso se habría llamado “el Río de Ro c h a”, más tarde simplemente Ro c h a . Algunas dificultades tendría Os o rio con Barba de Padilla porque éste no cumplió una prov isión virreinal que le otorg a b a dos solares en la acera norte de la Plaza de Arm a s. Padilla argüía que Os o rio había escogido mal el lugar de fundación en tierras ce-
nagosas y malsanas, como que los indios se quejaban de haber muerto ahí con cámaras de sang re en el vientre. Los documentos de la época precisan la ubicación de dos vertientes que más t a rde dieron lugar a los balnearios de Chorrillos y El Co rt i j o. Además Os o rio consiguió que le i n d e m n i z a ran por las tierra s ocupadas concediéndole la misma extensión en el actual pueblo de Chiñata, que en esos documentos figura como Chinata. También se hace mención a cuatro de los primeros pobladores españoles de la época: Garci Ruiz de Orellana, Francisco Piz a r ro (homónimo, tal vez pariente del conquistador del Perú), Pe d ro de Estrada y Andrés de Rivera. Canata era posesión de los indios de Sipe Sipe, tal vez desde antes de la ocupación incaica, que pobló este valle en un sentido multiétnico con agricultores
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EL ESCUDO DE LA CIUDAD El escudo de la Ciudad de Cochabamba y del Gobierno Municipal es un escudo europeo que data del año 1512 y corre s p o n d e a Don Fadrique Álva rez de Toled o, conquistador del reino de Na va r ra a nombre del reino de Castilla, de quien descendía el Vi r rey To l e d o. Consta de un jaquelado de 15 cuadradas en azur y plata, sobre el cual se han hecho algunas modificaciones según herencias y matrimonios. El escudo que mencionamos es una variante del correspondiente al Duque de Alba. Los Álva rez de Toledo se hacen nobles en el siglo XIV al obtener el señorío de alba de To rmes y el título de Conde de Oropesa y el Du c a d o de Alba por servicios prestados a la corona española. Por eso el n o m b re original de Co c h a b a mba era Villa de Oropesa. Este escudo tiene 15 cuadrados iniciales en 3 filas de a 5. Al pasar los años ganan 8 castillos y 8 leones (que aluden a los re i n o s de Castilla y León), un ángel con t a b a rdo jaquelado y con alas de plata con los bra zos extendidos. El bra zo derecho sostiene una espada con empuñadora de oro y el izquierdo un mundo coronado por una cruz. El lea a los lados del ángel en latín dice: Tu in ea et ego pro ea, Tú en ella y yo por ella, lema de los Duques de Alba, la casa con mayores títulos de nobleza de Europa. En
la parte superior del campo ajedrezado y debajo del ángel hay una corona y a los lados 14 lanzas con banderolas que aluden a la guerra y expulsión de los moro s. El escudo departamental es de inspiración francesa. Fue aprobado por el Concejo Mu n i c i p a l en 1898. Está dividido en tre s cuarteles o campos. En el campo inferior originalmente había una re p resentación del Tu n a ri, que fue sustituida por una balanza de Temis, diosa de la Justicia; y al caduceo del cuartel superior se le agregaron alas. La balanza es signo de la justicia. El caduceo griego es el equilibrio entre fuerzas antagónicas. El haz de trigo re p resenta a la agri c u l t u ra y la unión de los cochabambinos. So b re la "mesa de espera" se lee 14 de Se p t i e m b re entre ramas de laurel y olivo, y a los lados, estrellas de 5 puntas re p resentando a las prov i n c i a s. Po r d e b a j o, dos grandes ramas de l a u rel y olivo anudadas con una cinta tricolor que se agregó posteriorm e n t e. La Resolución del Concejo que modifica el escudo, en su parte re s o l u t i va dice: " En uso de sus atri b u c i o n e s, modifica el escudo departamental así: Tiene la forma francesa, dividido en tres cuarteles: el prim e ro de la derech a lle ga u n campo de gules, 3 espigas de oro e n t relazadas con cinta del mismo color; el de la izquierda en campo de oro un caduceo de azur con las serpientes de sinople; y el terc e ro que ocupa la p a rte inferi o r, una balanza en equilibrio, en cuyo primer platillo hay tres pilas de monedas de oro y en el segundo dos pesas. El escudo está sobre m o n t a d o de una corona cívica en cuyo centro se lee "14 de Se p t i e m b re"
Un libro de consulta imprescindible, que nos proporcionó el Dr. Jorge Mostajo Salinas.
y rodeado de 12 estrellas que rep resentan los distritos municip a l e s. El conjunto está exornado de un trofeo de armas y los colores nacionales. Cochabamba, 17 de octubre de 1898. Venancio Jiménez. Julio Quiroga V., Se c re t a-
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rio. La palabra sinople indica color ve rd e. (Cfr.: Jorge Mostajo Salinas: “La historia de Cochabamba a través de las medallas y monedas" en Nu e vas visiones históricas de Cochabamba, Cochabamba, 2010).
EL TIEMPO HEROICO La ermita de
San Sebastián E n La Coronilla fue erigida una ermita donde se honraba la fiesta de San Sebastián. Seguramente era ya un sitio sagrado antes de la Co nquista, una huaca pre h i s p á n i c a ,
pues es una colina que domina todo el valle de Cochabamba, y por eso la Iglesia erigió allí una capilla donde se festejaba ru idosamente al santo mártir. ¿Pero qué fue de la capilla? Que fue
Una representación vanguardista de Alejo Calatayud con la clásica bandera roja.
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d e r ruida en 1731 después de que clavaron allí el brazo derecho de Alejo Calatayud en una pica, mientras otros miembro s eran re p a rtidos en sendas picas c l a vadas en Ja i h u a yco y los caminos a Tacaparí, Arque y Sa c aba. Como añadidura, la sevicia de la dominación colonial ord enó la destrucción de la capilla, y el sitio donde estaba fue rociado con sal, para que jamás cre c i e ra allí la hierba. Desde entonces La Co ro n i l l a p e rdió su carácter sagrado y Sa n Sebastián se quedó sin su fiesta t radicional, que ahora dicen se celebra en un domicilio particular próximo a la Avenida Si l e s. ¿Qué hubiera ocurrido si existía la capilla y el culto a San Sebastián aquel 27 de mayo de 1812? Que probablemente algunas de las mujeres que re s i s t i eron el ataque del ejército re a l i sta se hubieran refugiado en la capilla y quizá Goyeneche no se h u b i e ra atrevido a pro f a n a r l a . Pe ro, desde entonces, la Coronilla fue escenario de corrida de toros, de fiestas cívicas, es decir, l a i c a s, de amoríos ocultos y de refugio de jóvenes marg i n a d o s por la sociedad. Me baso en lo narrado por Roberto Querejazu Calvo en su libro “Chuquisaca 1538-1825”. En
Alegoría de la Batalla de La Coronilla, que congregó a las hijas del pueblo, las cholas cochabambinas, para defender la ciudad de la in vasión realista. El historiador Gustavo Rodríguez Ostria insiste en que las damas de las familias tradicionales se asilaron en conventos o fincas, y que las mujeres del pueblo fueron las únicas que cayeron sacrificadas en la histórica Colina de San Sebastián.
1725, Felipe V ordenó empadronar nuevamente a los indios de las Colonias para mejorar el cobro del tributo, venido a menos por la enorme cantidad de nativos que murieron por el rigor de la dominación española y las enfermedades que trajo la Co nquista, como la influenza y la viruela, entre otra s. El caso es que los visitadores empadro n a b a n también a los mestizos como si f u e ran indios, no obstante que por tener algo de sangre española estaban exentos del pago del tributo. Entonces los mestizos se levantaron bajo las órd enes de Alejo Calatayud y se hic i e ron fuertes en La Co ro n i l l a . Se produjo un combate en Ja ih u a yc o, don de 18 esp añoles fueron victimados con saña, incluido el alcalde, cuyo bastón de mando fue arrebatado por Ca l atayud. Era el 29 de nov i e m b re de 1730 y los españoles se re f u g i a-
ron en todos los conventos e iglesias; pero el mov i m i e n t o concluyó con un acta de entendimiento suscrita el 9 de dic i e m b re, y luego Calatayud fue capturado con engaños y ahorcado el 31 de enero de 1731. Luego lo descuart i z a ron en La Co ronilla, clava ron sus miembros en picas y frieron su cabeza en aceite para enviarla al Virrey. La capilla fue derruida por 70 indios a sugerencia del oidor Manuel Is i d o ro de Mi rones (que Dios lo tenga donde ameri t a n sus pecados). Los bienes de Calatayud fueron confiscados, demolida su casa y rociada con sal. Todos sus parientes fueron dec l a rados “t ra i d o re s, infames y rebeldes pern i c i o s o s” y su mad re fue puesta en venta como esclava, pues habría sido mulata o negra, como que a Calatayud lo apodaban el Za m b o. En fin, su esposa, de 22 años, fue ence-
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r rada en el monasterio de Santa C l a ra . Quizá esta sea la salvación de n u e s t ra augusta Colina: re s t i t u i r el culto a San Sebastián, depositado en la Catedral hace casi dos siglos, y erigir allí un santuario que podría tener miles de devotos porque es una zona popular. Allí también deberíamos eri g i r un monumento para pre s e rva r la memoria de Alejo Calatayud. Un apunte adicional: tras la ejecución del héroe cochabamb i n o, su esposa fue despojada de los bienes indispensables para criar a sus hijos y su madre fue vendida como esclava. Este últ im o dat o h a s e r v ido p a ra conjeturar que la madre de Calatayud era de raza negra y que él era mulato. Por entonces y hasta bien entrada la República, la esclavitud era legal y se practicaba re g u l a rmente incluso en n u e s t ra ciudad.
Calatayud y La Serpiente Negra D on Luis Felipe Gu z m á n Achá, Ca n c e l a rio en 1896 y Rector en 1906 de la Universidad de San Simón, dejó t radiciones escritas y recopiladas
por el poeta Héctor Cossío Sa l in a s, que hablan de la pri m e ra adjudicación de las aguas y acequia conocida hoy como La Se rpiente Ne g ra a Alejo Ca l a t a y u d ,
Retrato de Alejo Calatayud.
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el caudillo de la rebelión cochabambina contra el yugo español en 1730. Quizá hubiera prosperado el levantamiento por el enorme apoyo que tenía el platero, don Alejo, si no lo traicionaba su compadre, que pasó a la historia como un tra i d o r. Se llamaba Francisco Rodríguez Ca r ra s c o y su defección determinó el ajusticiamiento de Calatayud y él mismo se brindó a someter al más crudo interro g a t o rio a la m a d re y a la esposa del insigne p l a t e ro. Por ese documento se sabe que la madre era negra, y que, luego del ajusticiamiento de Alejo, fue reducida a la esclavitud. Ro d r í g u ez Ca r rasco pidió recompensa para regar sus terrenos comprados al Hospital Sa n Juan de Dios y ubicados detrás de La Co ronilla y le fueron otorgadas las aguas y la acequia de La Carbonería. Dieciocho años desp u é s, dichas aguas infestaban la zona con su pestilente olor y la nube de microbios que asolaban al vecindario y fueron foco de infección durante dos siglos y medio. “Del fondo de esa abominable acequia, parece que se exhalaba el espíritu pestilente del que creyó que su adjudicación gra t u ita le hacía falta para sobre v i v i r perpetuamente execrado de las generaciones. ¡A tal mérito, tal rec o m p e n s a ! ”, escribió Don Lu i s Felipe Guzmán, y sus palabras se m a n t u v i e ron vigentes hasta fines del siglo .
Un
episodio de la Guerrilla
J
osé Santos Vargas, el legendario Tambor Va rg a s, Co m a ndante de la Guerra de la In d ependencia en los valles de Ayo p aya, Sica Sica y los Yungas, de La Paz, dejó un famoso Diario, que es único en el continente, pues no hay otro testimonio escrito de la Guerra Pa t ria. Es un documento poco leído p e ro sí estudiado con dedicación por don Gunnar Mendoza y por la investigadora francesa Marie-Danielle Demélas. El Cronista de la Ciudad ha hecho una adaptación de uno de los acontecimientos que narra el Tambor. Dice así: EL INCENDIO DEL PAJONAL En una ladera del Cerro Chicote que llaman Tomaycuri, donde el camino parece una raya en la pared, ocurrió otro episodio que muestra el temple de Lira con sus h o m b re s. Habíamos salido de Mohosa y marchábamos hacia el Cerro Chicote, con dirección a las alturas de Po c u s c o, cuando nos había estado siguiendo el subdelegado Agustín Antezana con 120 hombre s. Botaron patrullas a la cumbre, al río y al centro iban oficiales y jinetes. Éramos 26 hombres y caminábamos en fila por el sendero estrecho cuando sentimos voces del enemigo que nos gritaban desde una patilla ubicada sobre nosotro s, de modo que é ramos presa segura. Ofrecían la piedad del Mo n a rca invicto y el indulto a Lira. Me di la vuelta y lo vi demudado y pálido, porque al
de
Ayopaya
Portada del libro publicado por Editorial Plural, basado en una investigación de MarieDanielle Demélas.
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Portada de una historieta conmemorativa del Bicentenrio del 14 de septiembre de 1810.
p a recer no había más re m e d i o que entre g a r s e, pero de pro n t o nos dijo que por nada del mundo debíamos caer. --Más vale morir peleando con bayonetas. Moriremos por la Pat ria, nos pondremos en manos del Ser Supremo –nos arengó. En eso, el soldado Pe d ro Loayza, natural de Tiquirpaya, población cercana a Palca, quiso hablar. - - Mi comandante, yo no voy a caer preso. Más vale morir desbarrancado. Y se tiró al abismo ante el estupor de los 25 compañeros que lo sentimos caer y caer sin llegar al fondo. Lira quiso precipitarse a su turno pero lo agarramos entre to-
dos, si no, se entraba al barranco. Recuperó el control y volvió a la carga. --A ver, a botar sus fusiles. Agárrense de las manos. Yo seré el primero en morir por amor a la Pat ria –nos dijo. Así quería que todos nos tiráramos al abismo. Serían las tres de la tarde y los realistas seguían la escena en medio de risas y burlas, cuando el sargento Julián Re y n aga, natural de Machaca, sobrino del cura doctor Zeballos, le habló a Lira. --Mi comandante, quemaremos el pajonal y así tal vez podamos escapar. L i ra lo escuchó y cambió de
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semblante. Ca rgó su fusil sólo con pólvora, mojó el cartucho en la boca, rastrilló y disparó. Salió del fusil un fogonazo porque la pólvora se prendió al cartucho mojado y prendió el pajonal. --¡Como puedan peguen fuego! –ordenó Lira. Con las descargas que hicimos y el viento de la montaña, el incendio creció de abajo arriba, pero también porque las pajas estaban crecidas más que la altura de un hombre. El enemigo huyó cuesta a r riba pidiendo misericordia porque el fuego los cercaba y las llamas eran capaces de atemorizar a un ejército. Se quitaron las cart uc h e ras para no abrasarse con los paquetes de pólvora y botaron sus fusiles. Cuando llegamos a la cumbre, rescatamos 17 fusiles y más de 40 cartucheras que volaban totalmente achicharradas en medio del fuego. Lira daba gracias a Dios con lágrimas en los ojos, feliz de que nos salváramos todos. Únicamente tuvimos que lamentar la muerte de Pedro Loayza. Lira era así de eufórico. Se secó las lágrimas y me pidió que tocara zafarrancho. --Al ataque, muchachos. ¡Al humo! ¡Qué Rey invicto ni qué ocho cuartos! ¡Sólo la Pa t ria es invicta! ¡A ver el Rey que apague el incendio! Era hermoso verlo así alto, gru eso y erguido, con la barba al viento y agitando el sombre ro en la mano, como un abanico, alentándonos para perseguir al enemigo. Del enemigo quedaron dos muertos que fueron comidos por los buitres; los demás huye ron como pudieron. Así bajamos al Río Grande de Ayopaya, que discurre en la base del Cerro Chicote y sep a ra este cerro del de Po c u s c o, pensando en que la ligereza de Lira pudo costarnos la vida, así fuera en nombre de la Pa t ria, pero su resolución nos salvó al incendiar el pajonal.
HÉroes cochabambinos de la Guerrilla de Ayopaya
E
stas son las semblanzas que escribió José Santos Va rg a s sobre los héroes de la guerrilla de los Valles nacidos en Cochabamba. Son héroes olvidados cuya m e m o ria estamos obligados a preserva r: PE D RO ÁLVA R E Z . Na t u ral del pueblo de Morochata. Fue sargento segundo en 1810. Fue emigrado al ejército, tuvo parte en las acciones del Tucumán y Salta. El año de 1813 de la acción de Macha se dispersó, se vino a su país. Leva n t ó tropas, defendió con mucho heroísmo. –De comandante de caballería murió en acción, en Para ngani, cantón de Morochata, por noviembre de 1818. PÍO HERMOS A. Na t u ral del pueblo de PalcA. Sentó plaza de soldado cadete de caballería el año de 1817 a principios. El año de 1818 el comandante genera l don José Manuel Chinchilla lo hizo alférez. Siguió sirviendo. El año de 1819 por el mes de julio fue su padre en pos de su hijo por averiguar y verlo, llega al pueblo de Tapacari, a la siguiente noche asaltan los enemigos a una part i d a pequeña, escapan todos corri e n-
do y lo pescan a don Alejo Hermosa (que así se llamaba el padre, caballero de mucha atención y respeto en aquel pueblo de Palca, vecino muy honrado en él, natura l de una de las ciudades de la república de Chile, y como esos años t riunfó el general en jefe don José de San Ma rtín en aquella república lo mandó a –Arque, pueblo capital de la provincia del mismo nombre), y lo fusilaron al caballero don Alejo Hermosa, un paisano pacífico. El año de 1822 el coronel Lanza lo mandó a este su hijo don Pío Hermosa a la ciudad de La Paz con dinero a comprar galones para todos los oficiales, piedras de chispa, bayo n e t a s, algunos pares de pistolas y paños. Fue entre g ado por don José María Ñeto (Nieto). Lo confinaban preso de expreso a Lima, y en el camino corrió y escapó, se entró a los Valles y casa a los cinco o seis meses de que se perdió. M E LCHOR PAC H E CO. Na t u ra l del pueblo de Carasa. Sentó plaza el 26 de octubre de 1817. El comandante general don Eu s e b i o L i ra lo hizo alférez de caballería por ser un joven decente, rollizo, bien formado y de buena familia
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Los dibujos de esta historieta, destinada a popularizar entre los escolares a dos héro es: Eusebio Li ra y el Tambor Vargas, son del artista Javier Tapia.
en su pueblo. En un corto tiroteo que hubo en el río de Ta p a c a ri en un lugar que llaman Ca l a v i n t o m u rió el 3 de noviembre de dicho año a los ocho días de que entró al servicio. Joven valiente que por dar a conocer su patriotismo y valor se precipitó y pereció lastimosamente. JOSÉ MANUEL CHINCHILLA . Natural del pueblo de Tapacari. Fue capitán el año 1811 por el general don Francisco Rivero en Cochabamba. Fue comandante gen e ral de dichos Valles y teniente coronel del ejército por el señor g e n e ral en jefe don Martín Güemes. Fue fusilado el 21 de marzo de 1821 en el pueblo de Cava ri por el señor coronel y comandante general don José Miguel Lanza. Complementamos esta biografía con los apuntes que siguen: Nació en Tapacarí en el siglo 18 y murió en Cavari. Jefe de la guerrilla independentista de la llamada División de los Valles, que actuó en las provincias Ayopaya, Inquisivi y Yungas. En 1811 fue Capitán y en 1812 cayó preso junto a José Miguel Lanza, pero escaparon de la cárcel de Potosí y se enroló en la guerrilla de Ayopaya en su capital, Palca (hoy Independencia) en 1816. Tras la muerte del jefe g u e r ri l l e ro Eusebio Lira eligieron como Jefe a Santiago Fajardo y él fue segundo jefe desde el 26 de diciembre de 1817. En 1818 rodeó el pueblo de Mohosa con 60 hombres y 3.000 indios para enfrentarse a Marquina y otros rebeldes de sus propias filas. Ejecutó a Ma rquina por la conspira c i ó n que costó la vida de Eusebio Lira y liberó a Santiago Fajardo. Como éste se retiró una vez cumplido su objetivo de vengar la muerte de Lira, Chinchilla fue elegido Jefe de la División de los Valles. En esa condición enfrentó a las tro p a s realistas comandadas por Rica-
fort, Rolando y España, que comandaban 1.700 hombres con dos cañones y provenían de Oruro, Cochabamba y Sica Sica. En 1819 el General Martín Miguel de Güemes lo ratificó como Comandante Ge n e ral de los Valles y Teniente Co ronel del Ej é rcito patriota. En esa condición duró hasta 1821 en que entregó el mando a Lanza, que llegó de Salta y fue recibido en Inquisivi. Así se retiró de la guerrilla. La conspiración de los propios rebeldes arreció contra él y ese año lo arrestaron y fusilaron el 21 de marzo. E s c ri b i e ron acerca de él: Jo s é Santos Vargas, en su famoso Diario de un comandante de la Independencia Americana 1814-1825, y Charles W. Arnade en La dramática insurgencia de Bolivia, 1955, entre otros. JOS É DOMINGO GANDARILLAS. Natural de la ciudad de Cochabamba. Fue comandante de p a rtidas ligeras por don Juan Antonio Álvarez de Arenales, coronel y comandante del departamento de Cochamba (sic) el año de 1813. Fue prisionero y fusilado en Cochabamba por las tropas españolas el año de 1820. LUIS GARCÍA LUNA. Natural de la villa de Tarata. Fue capitán por el comandante general don Eusebio Lira y confirmado por el señor g e n e ral don Martín Güemes que existía en Salta. JOSÉ BENITO BU S TA M A N T E. Na t u ral de la ciudad de Cochabamba. Capitán en la tropa del comandante de partidas ligeras don José Manuel Chinchilla, se pasó a la tropa del comandante general don Eusebio Lira quien lo colocó de capitán de dragones de caballería. El general don José Miguel Lanza lo hizo comandante general de la provincia de Sicasi-
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ca y actualmente vive en clase de c o ronel de inválidos en Co c h abamba. A N TONIO PAC H E CO. Na t u ra l del pueblo de Arque y vecino del de Inquisivi. El comandante general don Eusebio Lira lo hizo subteniente de cazadores el año de 1816. El subcesor (sic) de Lira don José Manuel Chinchilla lo hizo teniente, y el señor general don José Miguel Lanza lo hizo comandante de Cajuata. Así concluyó la guerra fielmente. R A FAEL CO PI TA S . Na t u ral del pueblo de Carasa y vecino en el de Inquisivi. El comandante general don Eusebio Lira lo hizo subteniente de cazadores; el comandante don José Manuel Chinchilla lo hizo teniente; el señor general Lanza lo hizo comandante de Inquisivi. Así concluyó la guerra fielmente y vive. MANUEL SAAV E D R A . Na t u ral del pueblo de Carasa. Capitán de granaderos. El año de 1820 en el alto del pueblo de Palca por el mes de junio se dispersó y anda perdido. JOS É M ANUEL ANTEZA N A, alias EL LOCOTO. Na t u ral de la ciudad de Cochabamba. Fu e nombrado capitán de caballería. El general don José Miguel Lanza lo hizo comandante de la doctrina de Morochata. Así concluyó la guerra. Fue a Lima con el general p residente de la República Andrés de Santa Cruz y allí muri ó con accidente en clase de teniente coronel. JOSÉ MANUEL CASTRO. Na t ural del pueblo de Tarata. El comandante general don José Ma n u e l Chinchilla lo hizo alférez de caballería. En un aslato que hizo el enemigo el 3 de noviembre de 1819
cayó prisionero en Mohosa y se ha perdido. MARIANO MENDIZÁBAL. Natural e la ciudad de Misque y ve c ino del pueblo de Palca. Fue capitán en las tropas de los españoles, se pasó a las tropas de la Pa t ria El año de 1820. El año de 1822 se vo lvió a pasar a las ropas de los españoles por cuyo hecho el año de 1823 por el mes de agosto el general Lanza quería fusilarlo en Cochabamba, y Santa Rosa por su día intercedió por este Mendizábal: fue indultado y más no se averiguó. MANUEL PAREDES. Natural del pueblo de Punata en la provincia de Clisa. Teniente. Fue emigrado a las ciudades de Salta y Tucumán por las derrotas de Villcapujyo y Macha. Regresó en compañía del señor coronel don José Mi g u e l Lanza. JOSÉ LEÓN. Na t u ral de la ciudad de Cochabamba. Soldado de las tropas españolas del batallón de la Reina, sargento pri m e ro, que querían hacer una sublevación en el pueblo de Siasica a favor de la libertad contra el batallón Centro, que el coronel Ramírez era de ese cuerpo, y se descubrió. Fueron fusilados muchos así de la Reina como del Centro; algunos escaparon a los Valles donde habían tro p a s de la independencia, allí se guarecieron. Entró al servicio don José León y ascendió por sus aptitudes. Cuando el triunfo de la libertad americana en la batalla de Ayacucho el año de 1824 era capitán de caballería y no se ha oído más de él. MARIANO GARAV I TO. Na t u ra l del pueblo de Ta p a c a ri. Desde sus tiernos años fue soldado de la libertad. Era tambor, después de órd e n e s. El coronel Lanza lo hizo
Era proverbial la habilidad de los jinetes guerrilleros para transitar por los caminos de Ayopaya.
sargento de caballería (porque era un joven valiente), después alférez, y teniente, y de capitán muri ó en Cochabamba con accidente el año de 1827. VICENTE VILLARROEL. Natural del pueblo de Punata en los valles de Clisa. Llegó en el piquete el comandante de partidas ligeras don Anselmo Ansaldo, de alférez de caballería. Se quedó en la tropa del coronel Lanza. Joven valiente. De una dispersión que tuvo Lanza se fue para sus lugares y de capitán m u rió en la misma ciudad de Misque de un balazo que le tiraron los soldados de las tropas españolas el año de 1823.
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S I LVERIO ARANÍBAR. Natural del pueblo de Ca rasa. El año de 1824 se presentó al general Lanza. Ese mismo año fue nombra d o subteniente y estando en dicha clase fue el triunfo de las armas en _Ayacucho y se retiró del servicio. MANUEL DELGADILLO. Natural del pueblo de Morochata. Muy joven lo lleva ron las tropas españolas prisionero de su pueblo. Fue soldado después. El año de 1824 se pasó de aquellas tropas. Si rvió en las de la libertad con mucho entusiasmo. El general Lanza lo hizo alférez de caballería y así que triunfó la Pa t ria se retiró del servicio el año de 1825.
tadeo HAenke muriÓ en cochabamba T adeo Haenke se llamaba Thaddäus Pe re g rinus Xave rius Ha e n k e. Nació en Bohemia el 6 de diciembre de 1761 y murió en Cochabamba en 1817. Este sabio naturalista dejó va rios libros valiosos que han sido reeditados como se verá. Manuel Vicente Ballivián, Di re c t o r de la Oficina Ce n t ral de Inmigración de Bolivia, publicó en 1898 la Descripción de las montañas habitadas por los indios yurucare s, y en 1900 la In t roducción a la Hi s t o ria Natural de Cochabamba, ya reproducidos antes en los Anales de la Biblioteca de Buenos Aire s. En 1799, Haenke presentó al Gobernador Intendente de Cochabamba, don Jo s e p h Manuel González de Prada, una Memoria de los ríos navegables que afluyen al Ma rañón, pequeño manuscrito existente en la Biblioteca de Lima. El Dr. Roberto Arn ez estudió en Praga unos valiosos antecedentes sobre Haenke: el sabio estableció al oeste de la actual Estación de Ferrocarril una herrería donde enseñó a fabricar lanzas y a fundir cañones, que luego usaron los patriotas en La Co ronilla. Tal como se aprecia en el capítulo sobre Ayopaya, cultivó moras para criar gusanos de seda en su finca ubicada en el corazón de dicha provincia. Haenke fue pro-
tegido del Gobernador González de Prada, porque su vida azaro s a terminó en Cochabamba, donde se afincó para siempre, según se desprende de esta carta valiosa que el Gobernador despachó al Vi r rey apoyando al sabio en sus i n ve s t i g a c i o n e s. En sus part e s salientes, la carta dice: Señor Gobernador Intendente. Don Tadeo Haënke, natura l i s t a botánico, residente en esta ciudad, como más haya lugar en derecho, ante U. S. parezco y digo: En un continente en donde la variedad de climas y la asombrosa diversidad de sus plantas y pro d u c c i o n e s, en los reinos animal, vegetal y mineral, pre s e n t a una fuente de abundancia donde pueden hallarse, y se hallan preciosos, inestimables tesoros, capaces de prolongar por mucho tiempo la cor ta duración de n u e s t ra vida ¿qué lugar por más recóndito, qué clima por más rígido, ardiente e insano, y qué camino por mas áspero y fra g o s o que haya sido, no se han hecho p a ra mí teatro de mis inve s t i g aciones botánicas?. ¿Cu á n t o s c i e n t o s, y aún miles, de leguas habré tenido que andar a pie h e r b o ri z a n d o, atropellando los más eminentes peligros, sin dar descanso ni a mis fatigados m i e m b ro s, ni a mis cansados
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s e n t i d o s, empleado siempre en descubrir las propiedades de las p l a n t a s, ya por la vista, ya por el olfato, ya por el gusto, y ya por observaciones químicas?. A estas incesantes tare a s, solicitudes y desvelos, que han gastado mi salud y consumido mi vida, ha debido este reino (en los tiempos más críticos en que por estar obstruídos los mares, con motivo de las guerras que no han cesado, no podían venir de Eu ropa medicamentos) el que se hubiesen surtido y proveído sus boticas de muchas sales, ye r b a s, ext ractos y espíritus que he elaborado en los momentos destinados a mi descanso, a precios más cómodos y equitativos que los que corrían, logrando la utilidad y ventaja de tenerlos más activos y eficaces, por no estar disipados. Esto es a más de haber sido mi casa el refugio de los menest e ro s o s, quienes han encontra d o en mi compasión el más pro n t o auxilio a sus dolencias, sin tener que gastar un cuadrante en los medicamentos precisos a su curación que graciosamente les he franqueado. Por estos pri n c i p i o s, y por una conducta pura, desinteresada e infatigable en el cumplimiento de mis deberes (ya me es preciso decirlo, a pesar del rubor y encogimiento que me causa el ser yo mismo quien re c o-
mienda mis méritos) he logrado, no sólo la mejor aceptación de las personas y de los cuerpos de mayor re p resentación del re i n o, sino que también me hubiesen llenado de elogios. Así lo verá U. S. por la adjunta Mi n e rva que vino de la ciudad de los Re yes y se dio a luz el 15 de julio del pasado año de 1809, donde se describe el importante descubri m i e n t o que se hizo en las costas de Ta rapacá, de la Intendencia de Arequipa, del nitro cúbico que, por la pro p o rción teórica y práctica de mis luces y conocimientos, pudo reducirse y se redujo a nitro pri s m á t i c o, materia tan importante y necesaria para la fábrica de pólvo ra y para la medicina, sin que lo interesase en más que en ser el instrumento de que reportase el público y el Estado un beneficio tan grande como el que allí se pondera . Este casual acontecimiento, que obligó a don Matías de La Fuente a venir en mi solicitud hasta los desiertos e inhabitables montes de Santa Cruz de Elicona, puso a la ilustrada ciudad de los Re yes en conocimiento de que no he perdido de vista el cumplimiento de mis obligaciones en ningún paraje ni situación, abriéndole margen a aquel periódico para terminar con exp resiones para mí tan honrosas como halagüeñas. Pe ro no sólo d e n t ro de la esfera de mi profesión he pro c u rado a la humanidad los posibles auxilios, mas también me he consagra d o, en alivio del público, a ocupaciones ajenas de mi incumbencia, según le consta a U. S. y a toda esta ciudad, donde antes que llegase a ella la expedición filantrópica dirigida por la piedad del rey para la propagación de la Vacuna, yo introduje esta operación ya en el año de 1806, y me atareé en ella andando por calles y plazas,
sin recompensa, gra vamen ni molestia de los vecinos, y antes teniendo que costear los ve n d aj e s, de modo que cuando vino dicha expedición ya encontró en la mayor parte cumplido el objeto de su comisión. El mismo año de 1806, con motivo de la invasión de la capital de Buenos Aires por los ingles e s, escaseando la pólvo ra se me comisionó por este gobierno a instruir los oficiales de su fábrica, en las reglas y principios de la purificación de los salitres y de la exacta pro p o rción de los ingredientes para elaborarla de superior calidad, como se verificó. Si f u e ra a analizar los beneficios y utilidades que he pro c u rado a este reino, dando sobre cada uno de los hechos que adujere las mas cumplidas justificaciones, abusaría de la paciencia de U. S. y acaso me expondría a una justa repulsa, por no ser todavía del p ropósito a que se dirige esta representación calificar que no he p e rcibido in debidamente el sueldo de mi consignación. Y cuando para apurar esta ve rdad no se tenga por bastante la remisión de cuarenta y tantos cajones que, en el año de 799, hice a los reinos de España, con una disertación científica relativa a las materias y preciosidades que contenían, la que se publicó seguidamente en el Telégrafo de Buenos Aire s, y de cuyo re c i b o no he tenido hasta el día razón alguna, mis propios escritos y colecciones que presentaré, y con que daré cuenta de mi comisión, serán el más seguro convencimiento de que no ha sido demasiado el tiempo que he empleado en disquisiciones y descubrimientos tan numerosos, y p a ra los que apenas bastarían muchos Linneos, muchos Pitones de Turnifort, y otros sabios reputados por padres de la Bo t á-
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Retrato de Tadeo Haenke cuando vivió en Cochabamba.
nica moderna que, connatura l izados con las plantas, diesen toda su atención al único objeto de examinar sus pro p i e d a d e s, en p rovincias tan dilatadas y con climas tan va rios y difere n t e s. Mucho tiempo ha que he deseado serenasen sus guerras y calamidades que han puesto en consternación y movimiento casi a todo el globo, para presentarme en la península de España y a todo el orbe litera rio; pero cuando más postrada y debilitada se hallaba mi salud, se me ha hecho saber la Real orden de 31 de agosto del próximo pasado a ñ o, comunicada a U. S. por el excelentísimo señor Virrey de estas prov i n c i a s, con fecha 25 de enero último, por la que se manda que sin la menor demora me t raslade a la capital de Bu e n o s A i res para seguir mi viaje de reg reso a la península. A U. S. pido y suplico así lo provea y mande, jurando no ser de malicia & &.
El tataranieto del Mariscal de Ayacucho vivió en Punata
U
n 26 de febrero de 2008 murió a sus 81 años don Atilio de Sucre Rodo, tataranieto del Ma riscal de Ayacucho y de Manuela Rojas, en Punata, donde residía, y allí fue enterrado con honores. El 2007, este Cronista convocó a un equipo de producción de Telesur, Ve n ezuela, que llegó para entrevistarlo, bajo la dirección del periodista boliviano Marco Sa n t i v áñez. Conocí a don Atilio gracias a un estudio genealógico sobre la descendencia de Antonio José de Sucre que hizo la profesora Elvira Zilvetti. Ya tenía noticia de Manuela Rojas, la bella y guapa tarijeña que con-
quistó al Ma riscal y le dio un hijo, Pedro César, en junio de 1828, precisamente cuando el Mariscal convalecía de una herida en el bra zo derecho que le hicieron durante el motín de aquel año. Había leído la biografía de Ca s i m i ro Olañeta escrita por don Joaquín Gantier; pero el estudio genealógico me dio otras precisiones, y una de ellas, la más valiosa, fue la noticia de que don Atilio vivía en Punata y gozaba de buena salud. Desde entonces lo visité varias veces y gocé de su hospitalidad. En la sala de su casita en Punata hay una fotografía de su abuelo, también llamado Antonio José de Su-
El Cronista junto a don Atilio y su señora, doña Nelly Montaño, en su casa de Punata.
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cre, un militar gallardo que ostenta barba similar a la de Miguel Grau y aparece también en un mosaico junto al Presidente Mariano Baptista, pues en esa gestión seguramente fue un alto jefe militar. Este Antonio José era hijo de Pedro César Sucre Rojas, y allí arranca el linaje de don Atilio. Don Atilio nació en San Lorenzo, Tarija. Fue preceptor y de ese modo lo designaron director de la Normal Rural de Va c a s. El amor de Nelly Montaño lo hizo radicar en Punata y se trasladó a la No rmal de Paracaya. A Dios gracias dejó descendencia, hijos y nietos que prolongan la memoria del Mariscal. Los vecinos de Punata lo recuerdan como un hombre alegre y afable, amable y cantor. Me sorprendió que vivieran como el hecho más n a t u ral junto al descendiente del máximo héroe de la independencia a m e ricana. Cuando llegó el equipo de Telesur, de Venezuela, a conocer a don Atilio, lo encontramos en la puert a de su casita, viviendo la vida apacible de la Perla del Valle. Los venezolanos no podían convencerse de la austeridad y sencillez con que vivía el tataranieto de Sucre. Me dijeron que Santander, Páez, Flores y otros generales de la independencia, habían recibido justa recompensa en tierras y fortuna que hoy gozan sus
descendientes. Don Atilio vivió de su jubilación como profesor. Guardo un recuerdo inolvidable del día en que le llevé mi novela ¡Qué solos se quedan los muertos!, sobre la vida de su tatarabuelo. No me convencía de mi buena estrella al contemplar a don Atilio con el libro en las manos. Como ya era anciano, me urgía la edición, pero a Dios gracias pude entregarle y festejar con él un sueño realizado. Felizmente nuestra bella y dulce Punata le dio hospitalidad durante medio siglo. La tierra que vio nacer a fundadores de la patria como Andrés María Torrico y a precursores de la re volución, como Gualberto Villarroel, tenía que darle una vida amable al tataranieto del héro e. Aquella vez me acompañó mi viejo amigo y profesor don Alberto Rodríguez Méndez, ex Rector de la Universidad de San Simón y pudimos compartir con don Atilio el secreto de su longevidad: el maravilloso néctar del maíz. LA TATARABU E LA DE DON ATILIO En un gesto poco frecuente para la época, dos hijas solteras se avecindaron en Chuquisaca, la primera, María Agustina Salomé, y la segunda, Manuela de la Concepción, nacida en 1809. Ambas llegaron a la ilustre ciudad en 1818; eran hijas de José Rafael Rojas y de Dolores Bazquez, (sic). Manuela tenía por entonces sólo nueve años. Dura debió ser la vida de ambas, porque Rafael Rojas era hermano, o primo, de Manuel y Ramón Rojas, guerrilleros de la independencia que combatieron junto a Eustaquio Méndez, El Moto, y a Güemes. No era algo raro, seguramente eran cri o l l o s, de sangre española, pero sin patri m onio. Las hijas nada menos que de Ñuflo de Chávez, fundador de Sa nta Cruz, purg a ron en el convento de las Carmelitas, de Chuquisaca, la tri s t eza de no tener dote; se hund i e ron en el claustro porque su pa-
dre no había hecho fortuna. Cuando llegó Sucre a Chuquisaca, se le acercó Casimiro Olañeta y le presentó a Manuelita, que tenía 16 años. Le dijo que era su novia, aunque ya se había casado con su prima, que era doña María Santiesteban. El amor cayó como un rayo y Sucre, joven oficial, se enamoró de Manuela Rojas, para consternación de Casimiro Olañeta que sufría cómo se la volaban. Hay historiadores serios, entre ellos, Joaquín Gantier, que explican la inquina de Olañeta con este episodio. Quizá las cosas fueron más complejas, pero algo debió trabajar en el ánimo de Olañeta para odiar a Sucre y comandar el motín del 18 de abril de 1928 en el cual hirieron al Mariscal en el brazo. Debió ser un episodio muy doloroso porque le extirparon 18 esquirlas de hueso, en una época en la que no había anestesia, y cuando Ga m a r ra invadió el país desde el Perú, se lo llevaron en rehenes y cabalgando pese al dolor del brazo. Pasó el incidente y Sucre se reponía en Ñujchu, en junio, cuando lo visitó Manuela Rojas para mostrarle al fruto de su amor. El Mariscal no dudó en llevarlo al bautismo y le puso el nombre de Pedro César Sucre, de quien descendía directamente mi amigo Atilio. Cuando Sucre se fue del país, Manuela volvió al cobijo de Olañeta y tuvo un hijo con él. Olañeta era tan tortuoso que le puso a la criatura el nombre de Jano Tañelao. Pero Manuela lo llamó Casimiro. Casimiro y Pedro César crecieron, y pronto llegaron a nueve hermanos, todos de apellido distinto. Hay que ponerse en el lugar de Manuela Rojas, que vivió en una época difícil, sobre todo para una joven soltera, y sin emb a rgo supo sobreponerse. La última pareja que tuvo fue el Doctor Cabero, ministro de la Su p rema, con quien se casó in articulo mortis, y heredó de él algunas posesiones. Entonces hizo un testamento
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en el cual revela cuántos hijos tuvo, nueve, y quiénes fueron sus padres. Por entonces tenía sólo cuare n t a años. Así era la vida en esos tiempos. Se me agolparon esos recuerdos contemplando el rostro en paz, la serenidad del rostro de Atilio de Sucre en su ataúd. Cuando escribía una novela sobre la vida de su ilustre tatarabuelo, me inquietaba la posibilidad de no publicarla en vida de Atilio, pero Dios me dio el pri v ilegio de llevarle el primer ejemplar y de rociarlo con la mejor chicha punateña. Hoy murió, cosa que nos va a pasar a todos, pero tengo la esperanza de que estemos en paz. ENCOMIO DE ATILIO DE SUCRE Hace una semana sentí honda consternación por la muerte de Atilio de Sucre Ro d o, tataranieto de Antonio José, que se veló y enterró en Punata, donde vivió 53 años. Conocí a su hija, Teresita, el mismo nombre de la hija que tuvo Antonio José en Quito con Ma riana Carc elén. Ocho años antes me enteré de la existencia de don Atilio por un estudio genealógico que me obsequió Elvira Zilveti de Peñaranda, cuando fui a Sucre, un tres de febrero, cumpleaños de Antonio José, a dar dizqué una conferencia sobre tan augusto personaje. Mis amigos chuquisaqueños, que son de fiar, llenaron el auditorio de la Prefectura. Al fondo de la sala repleta veía a muchos investigadores gringos que me intimidaron. Entonces resolví pre venirles que yo no era historiador, ni investigador, ni siquiera una persona seria. Les dije que únicamente trataba de escribir una novela sobre la vida (y la muerte) de Antonio José. Para mi alivio, los investigadores gringos desalojaron la sala y quedamos en familia. En t o n c e s me atreví a leer un par de capítulos que eran lo único que había
avanzado en el plan de la novela. Al térm i n o, el Doctor Samos y un caballero, ejecutivo de la Fu n d ación La Plata, a quien le decimos Chulupía y ostenta el ilustre apellido Urriolagoitia, me llevaron a una whiskería amable en la cual desagitamos (como decía Alfredo Medrano) botellas del sustancioso elíxir escocés. Allí me llegó el estudio genealógico de doña El v i ra, a quien nunca acabaré de agradecer, y la calidez de mis amigos chuquisaqueños me animó a proseguir en mi intento de novela. El Dr. Samos es un personaje. Cada vez que mencionaba el nombre del Mariscal (que mencioné muchas veces), el Dr. Samos se ponía de pie y al final resumió: "Hace 40 años que honro la memoria del Mariscal poniéndome de pie cada vez que escucho su nombre". Me acusó de olañetista y le expliqué la prudencia con que abordé al personaje porque era chuquisaqueño. Entonces me dijo: "Ha de saber que los chuquisaqueños nos dividimos en dos grupos, sucristas y olañetistas. Y no nos dirigimos ni el saludo." Maravillosa forma de la lealtad y el espíritu de partido que yo no compartía porque para escribir una novela hay que prestar voz a todos los personajes y no parc i a l i z a r s e con ninguno. Regla de oro. Por el estudio de Elvira Zilveti conocí una personaja (SIC), de nombre Manuela Rojas, que se merece una larga investigación y una novela bien escrita sobre su vida. Era mujer brava, a quien ningún hombre alcanzó a desbravar. Tuvo nueve hijos de nueve padres distintos. ¡Pero qué padres! El primero fue Antonio José de Sucre, con quien procreó a Pe d ro César, de quien desciende don Atilio; el segundo apellidaba Olañeta, porque la niña volvió a los brazos del ilustre fundador de la República; luego hay Aparicios, Be rdecios… hasta que Ma-
nuela se casó, in articulo mortis, con un magistrado de la Co rte Suprema de apellido Cabero. Él le legó propiedades y alguna fortuna. Entonces Manuela dictó su testamento, manifestando los nombres de sus nueve hijos y los apellidos de sus nueve padres. Maravillosa mujer independiente, en una República que proclamaba su independencia. Sobre eso voy a seguir mañana. Vaya uno a saber por qué dos hijas solteras se avecindaron en Chuquisaca, la primera, María Agustina Salomé, y la segunda, Manuela de la Concepción, nacida en 1809. Ambas llegaron a la ilustre ciudad en 1818; eran hijas de José Rafael Rojas y de Dolores Ba z q u ez, (sic). Manuela tenía por entonces sólo nueve años. Dura debió ser la vida de ambas, porque Rafael Rojas era hermano, o primo, de Manuel y Ramón Rojas, guerrilleros de la independencia que combatieron junto a Eustaquio Méndez, El Moto, y a Güemes. No era algo raro, seguramente eran criollos, de sangre española, pero sin patrimonio. Las hijas nada menos que de Ñuflo de Chávez, fundador de Santa Cruz, purgaron en el convento de las Carmelitas, de Chuquisaca, la tristeza de no tener dote; se hundieron en el claustro porque su padre no había hecho fortuna. Cuando llegó Sucre a Chuquisaca, se le acercó Casimiro Olañeta y le presentó a Manuelita, que tenía 16 años. Le dijo que era su novia, aunque ya se había casado con su p rima, que era doña María Santiesteban. El amor cayó como un rayo y Sucre, joven oficial, se enamoró de Manuela Rojas, para consternación de Casimiro Olañeta que sufría cómo se la volaban. Hay historiadores serios, entre ellos, Joaquín Gantier, que explican la inquina de Olañeta con este episodio. Quizá las cosas fueron más complejas, pero algo debió trabajar en el ánimo de Olañeta para odiar a Sucre y comandar
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el motín del 18 de abril de 1928 en el cual hirieron al Mariscal en el bra zo. Debió ser un episodio muy doloroso porque le extirparon 18 esquirlas de hueso, en una época en la que no había anestesia, y cuando Ga m a r ra invadió el país desde el Perú, se lo llevaron en rehenes y cabalgando pese al dolor del brazo. Pasó el incidente y Sucre se reponía en Ñujchu, en junio, cuando lo visitó Manuela Rojas para mostrarle al fruto de su amor. El Mariscal no dudó en llevarlo al bautismo y le puso el nombre de Pedro César Sucre, de quien descendía directamente mi amigo Atilio. Cuando Su c re se fue del país, Manuela volvió al cobijo de Ol a ñ eta y tuvo un hijo con él. Olañeta era tan tortuoso que le puso a la cri atura el nombre de Jano Tañelao. Pe ro Manuela lo llamó Casimiro. Casimiro y Pedro César crecieron, y pronto llegaron a nueve herm an o s, todos de apellido distinto. Hay que ponerse en el lugar de Manuela Ro j a s, que vivió en una época difícil, sobre todo para una joven soltera, y sin embargo supo s o b re p o n e r s e. La última pare j a que tuvo fue el Doctor Cabero, ministro de la Suprema, con quien se casó in articulo mort i s, y heredó de él algunas posesiones. Entonces hizo un testamento en el cual revela cuántos hijos tuvo, nueve, y quiénes fueron sus padres. Por entonces tenía sólo cuarenta años. Así era la vida en esos tiempos. Se me agolparon esos recuerdos contemplando el rostro en paz, la serenidad del rostro de Atilio de Sucre en su ataúd. Cuando escribía una novela sobre la vida de su ilustre tatarabuelo, me inquietaba la posibilidad de no publicarla en vida de Atilio, pero Dios me dio el pri v ilegio de llevarle el primer ejemplar y de rociarlo con la mejor chicha punateña. Hoy murió, cosa que nos va a pasar a todos, pero tengo la esperanza de que estemos en paz.
La vida fulgurante de Melchor
Daza E
rnesto Daza Rive ro acaba de editar el libro “Coronel Melchor Daza. Bre ve biobibliografía ilustrada” (Ed. Casa de la Libertad, 2011), sobre la vida del conocido prócer de la Revolución del 10 de noviembre de 1810, de la Guerra de los Dieciséis años, firmante del Acta de la In d e p e ndencia del Alto Perú el 6 de agosto de 1825 como diputado por Potosí, victorioso en las batallas de Yanacocha, Socabaya e Ingavi. Melchor Daza tuvo una vida fulgurante. Nació en Potosí el 7 de enero de 1791, participó en el grito libert a rio del 25 de mayo de 1809 a sus 18 años, combatió bajo las órdenes del general argentino Antonio Gonzáles Balcarce en las batallas de Cotagaita y Suipacha, esta última el 7 de noviembre de 1810, que tuvo repercusión inmediata en Potosí con el grito libertario de 10 de noviembre de aquel año, en el cual también participó Melchor Daza. Integró el ejército del genera l argentino Castelli, combatió en la batalla de Guaqui, en el regimiento “Húsares de la Patria”, se replegó a Jujuy y Salta; combatió en las batallas de Tucumán (1812), Sa lta, Vilcapugio y Ayohuma (1813) en el ejército del general Be l g rano. Ganados dos ascensos a capitán y teniente coronel, militó bajo las órdenes de Martín Miguel de
Güemes, fue diputado constituyente en 1813 y en el Congreso de Tucumán, de 1816 en representación de Potosí. A la muerte de Manuel Ascencio Padilla fue en su auxilio enviado por Güemes. En 1817 combatió a órdenes de Greg o rio Ara oz de la Ma d rid en la campaña de Tarija, en especial en la batalla de La Tablada de To l omosa. En 1818 integró el ejército comandado por el general Jo s é María Paz y combatió en la batalla de La Herradura, cerca de Córdoba. Ascendido a Sa rgento Mayor, fue ayudante del general boliviano José María Pérez de Urdininea. Combatió a órdenes del general Sucre en la célebre batalla de Pichincha. El 6 de agosto de 1825 firmó el Acta de la Independencia como diputado por Potosí. Pa rt i c i p ó luego en las batallas de la Confederación Perú-Boliviana en Yanacocha y Socabaya, y bajo órdenes del general José Ballivián en la Victoria de Ingavi, que consolidó nuestra independencia. Nieto del coronel Melchor Daza fue el Dr. Ernesto Daza Ondarza, también nieto de Abdón Ond a rza, fundador del puerto de Antofagasta y descubridor de la p ri m e ra bandera blanca y azul, escondida por Belgrano en la capilla de Tiriti, que hoy se conserva en la Casa de la Libertad, en Su-
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Portada del libro escrito por el Dr. Ernesto Daza Rivero sobre su ilustre antecesor.
cre. Entre un centenar de imágenes valiosas y detalles import a ntes, destacamos uno: la hija del c o ronel Melchor Daza, Ca rm e n Corina Daza, casó con el compositor italiano Leopoldo Benedetto Vincenti, compositor del Hi m n o Nacional al influjo de la familia Daza.
¿Estuvo el Libertador en Cochabamba? S
e dice con frecuencia que Simón Bo l í var estuvo en Cochabamba y se alojó en la casona de Gil de Gu m u c i o, que se conserva a un costado del distribuidor Cobija, a orillas del río Rocha. Una revisión de la corre spondencia de Antonio José de Su c re no da la más mínima pista
de que el Libertador haya visitado alguna vez nuestra ciudad. De hecho, es improbable que no se haya guardado memoria de los homenajes que le hubieran hecho, tal como lo recibieron en La Paz, Potosí y Su c re. Sin embargo, una noticia publicada en “El Cóndor de Bo l i v i a” anuncia la vi-
Casa que perteneció a Gil de Gumucio, ubicada junto al Distribuidor Cobija, donde se alojó el Libertador a su paso por Cochabamba.
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sita de Bo l í var a la llajta. Veamos. Su c re le escribió al general Andrés de Santa Cruz desde Si c a s ica en fecha 22 de septiembre de 1825: “El Libertador llegará el 4 de octubre a Potosí, y creo que estará allí hasta el 20, aunque no lo sé a punto fijo. Escribiré a Vd. de Potosí el día que él saldrá de allí para Chuquisaca, para que le sirva de gobierno. En Oruro, le escribió al genera l Santander el 27 de septiembre, informándole que el 20 de aquel mes había salido de La Paz con el Libertador, con dirección a Potosí y Chuquisaca. El 1º de octubre recuerda que a su ingreso a Cochabamba le habían otorgado una corona de oro y que “el colegio de Co c h a b a mb a” le había obsequiado “u n a pluma de oro para que mis hijos escribiesen la glorias de Ayacucho”. Carta a la Municipalidad de Cu m a n á . El 11 de octubre le comunicó al general Santander que el Libertador había llegado a Potosí el 5 de aquel mes. El 9 de diciembre hubo grandes festejos en Chuquisaca en el aniversario de la Batalla de Ayacucho. Por fin el 30 de diciembre le escribe al gobernador de Oru ro, teniente coronel José María Guer re ro, y le dice:
“S.E. el Libertador ha re s u e l t o hacer su viaje por Oru ro y estará en esa ciudad el día 14 de enero, el 13 en Poopó, el 12 en Challapata, el 11 en Vilcapugio y el 10 en Culta, en cuyos pueblos dormirá, almorzando en los intermedios donde haya más comodidad. Vd. dispondrá que se a p resten en esos puntos víve re s p a ra 25 oficiales que lo acompañan, 100 hmbres de tropa y asistentes, y forraje para 150 bestias. Vd. mandará un oficial para que vaya a encontrar a S.E. en Potosí y le presente el itinera rio de las jornadas que queden arre g l a d a s. “El teniente don Alejo Va rg a s va a pre p a rar, o mejor dicho a revisar, el apresto que se haga desde Oru ro a Arica para la marcha de S.E., adonde Vd. enviará los comisionados necesarios para que apresten todo, pues siendo despoblado es preciso enviar h o m b res activos que pre p a re n todo, y por esto hará Vd. todo, todo para que nada falte. Di o s, etc. (p.579). Un día antes, el 29 de diciemb re, previno al presidente de Potosí, general José María Pérez de Urdininea, que “S.E.el Libertador ha dispuesto marchar de esta capital para Oru ro por Potosí, y saldrá sin falta el 3 de enero próximo y llegará a esa el 5, continuando su marcha el 6 (de a c u e rdo al itinera rio que adjuntó). Sin embarg o, El Cóndor de Bolivia, fechado en Chuquisaca el jueves 12 de enero de 1826, al hablar de la “Ma rcha del Libert ador”, dice que salió rumbo a lima el día martes 10 de enero, y agrega: “S.E. pasa por Co c h a b a m b a con el objeto de ver aquel hermoso Departamento y proveer a sus prontas mejoras; y la división Córdova acantonada en aquella Ciudad, gozará como en La Paz de la satisfacción de tener en su
El itinerario del Libertador, que registra la memoria popular , pasó por Mizque y Cocha bamba.
seno al ángel de la victoria”. El 2 de marzo informa que el 30 último (sic: ¿se re f i e re a febrero?) S.E. el Libertador llegó a Tacna y luego de disfrutar de la re c e pción con bailes, fuegos, comidas y arc o s, partió el 1º de marzo a Arica y se embarcó ese día en el bergantín colombiano Chimbora zo con dirección a Lima. Es pues una tradición histórica que el Libertador tomó la ru t a Mi z q u e - Cochabamba para goz a r del clima templado de los valles. Hay que considerar las condiciones en las cuales se viajaba por entonces a caballo, en semanas y m e s e s, como para pensar que el Libertador decidiera venir a descansar a nuestro valle. Poco antes de marcharse de
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Bolivia, el Mariscal Su c re le escribió al Libertador para consultarle si persistía en su enorm e deseo de comprar una finca en Cochabamba, pero otros asuntos movían su atención y no dio respuesta. Hay que recordar que el ánimo de los Libert a d o res era establecer la Sede del Gobierno en Cochabamba, por su clima templado y su ubicación central en el territorio de la nueva República. Cochabamba es la Capital Geopolítica de Bolivia, es el eje del n u e vo Estado Pl u rinacional y Au t o n ó m i c o, pero los cochabambinos no hemos re c l a m a d o una decisión tan racional como la de ser la nueva Sede del Gobierno.
H É roes de Junín y Ayacucho en
Cochabamba E
n Cochabamba vivieron por lo menos cinco héroes de las batallas de Junín y Ay acucho: el general Pe d ro Bl a n c o Soto, el general León Galindo, el coronel José Rodríguez y el coronel Francisco Su á rez, bisabuelo del escritor argentino Jorge Lu i s Borges y el teniente coronel Manuel Vallejo, de quien sólo tenemos la re f e rencia. De ellos, sólo Pedro Blanco era oriundo de Cochabamba.
Gral. Pedro Blanco, Héroe de Junín y Aya cucho.
EL GENERAL PEDRO BLANCO El único héroe cochabambino que combatió y aseguró el triunfo del Ejército Libertador en las batallas de Junín y Ayacucho fue el General Pedro Blanco Soto. La inquina histórica, el odio regionalista y faccioso lo han echado al olvido, pero al menos los cochabambinos deberíamos re i v i n d icar su memoria. ¡El único héro e de Junín y Ayacucho y no le rendimos honores! El episodio está registrado en la Historia del Perú, pues los Húsares de Junín son actualmente el regimiento escolta del Presidente de ese país. Durante la batalla de Junín, el ataque de la caballería realista del general Ca n t e rac fue tan contundente, que Bolívar ordenó re t i rada para re a g ru p a r fuerzas junto a la infantería, que se había apostado en retaguardia. Sin embargo, los Húsares del Perú, comandados por Isidoro Suárez (bisabuelo de Jorge Luis Borges), José Ol a varría y el cochabambino Pedro Blanco, se escond i e ron en uno de los flancos y atacaron con tal ímpetu al enemigo, que el ejército patriota se reagrupó y ganó la batalla. Bolívar los denominó desde entonces H ú s a res de Junín. Los tres comandantes habían sido formados por el general irlandés Wi l l i a m Miller.
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Bo l í var dijo lo siguiente en el p a rte de batalla: “S. E. el Libert ador, testigo del valor heróico de los bravos que se distinguieron en el dia de ayer, recomienda á la adm i racion de la América al señor Ge n e ral Necochea, que se arrojó á las filas enemigas con una impetuosidad heróica, hasta re c i b i r siete heri d a s, al señor Ge n e ral Miller, que con el primer regimiento del Perú flanqueó al enemigo con mucha habilidad y denuedo: al señor Coronel Ca rvajal, que con su lanza dio muerte á muchos enemigos: al señor Coronel Silva, que en medio de la confusion del combate rehizo parte de su cuerpo, que estaba en desórden, y rechazó los escuadrones que lo envolvían: al señor Coronel Bruix, que con el Capitán Pringles, algunos oficiales y Granaderos de los Andes, se mantuvo firme en medio de los peligros: al Comandante del primer escuadron del re g imiento de caballería de línea del Perú, Su á rez, que condujo su cuerpo con la destreza y re s o l ucion que honrarán siempre á los b ra vos del Perú: al Co m a n d a n t e Sowersby, del segundo escuadron, que gra vemente enferm o, se arrojó á las lanzas enemigas hasta recibir una herida: al comandante Blanco, del tercer escuadron (se re f i e re a Pe d ro Blanco Soto): al Ma yor Ol a varría y al Ca p i t á n
Allende, del primer escuadron del mismo regimiento: al bravo Comandante Medina, Edecan de S. E.: al Capitán Ca m a c a ro, de Húsares de Colombia, que con su compañía tomó la espalda de los escuadrones enemigos y les cortó el vuelo de su instantáneo triunfo: á los Capitanes Escobar y Sandova l , de Granaderos; y á los Capitanes Ji m é n ez y Peraza, de Húsares de Colombia: á los Tenientes Segovia y Tapia, y Alférez Lanza, que con el Mayor Braun persiguieron los esc u a d rones enemigos hasta su infantería. Meses después, en la batalla de Ayacucho, el ataque intrépido de los Húsares de Junín contribuyó al éxito del general Sucre. Pedro Blanco fue malherido, ascendido a coronel en el campo de batalla, y tuvo que permanecer meses en Huamanga para restablecerse y luego re i n c o r p o rarse al ejército boliviano. Durante el gobierno de Su c re, los ánimos de la población crec i e ron contra la presencia del e j é rcito colombiano, debido a que devo raba la re c a u d a c i ó n anual de la nueva República para su manutención. Su c re quería despacharlos al nort e, pero los parlamentarios le suplicaban que no lo hiciera, porque pronto la república sería pasto de la ambición de argentinos y peru a n o s. Un premio de un millón de pesos de plata al Ej é rcito Libert a d o r agravó la situación y puso en serios problemas financieros al gobierno de Sucre. Para colmo, desde el Perú se veía la creación de Bolivia como una maniobra artera de Bolívar y Sucre para debilitar al vecino del sur de la Gra n Colombia, y se denunciaba la venta de propiedades fiscales a miembros del Ejército Libertador a bajísimo precio y recibiendo en pago bonos que sólo tenían valor nominal.
Los oficiales que combatieron en el Perú participaban de este ánimo y Pe d ro Blanco no fue la excepción, como no lo fueron José Ballivián, Ma riano Arm a z a , Manuel Is i d o ro Belzu y muchos o t ro s. Este ánimo es confirmado por analistas como Casto Rojas y Sabino Pinilla, que re s e ñ a ron el recelo concurrente de peruanos, argentinos y bolivianos frente a la p resencia del ejército colombiano en Bolivia. Cuando la Asamblea lo eligió Presidente en diciembre de 1828, se dirigió a Chuquisaca con un Batallón comandado por Ba l l ivián. A su llegada, mientras pronunciaba un mensaje a la Asamblea que lo eligió para pedir la reducción de su sueldo, la suspensión de la leva obligatoria y la reducción de gastos del ejército, entre otras demandas, irrumpió Armaza, que había sido depuesto de la comandancia de Chuquisaca y lo tomó preso. En t retanto Ba l l ivián ingresó subrepticiamente a Sucre con sus hombres, se encargó de vigilarlo en su corto cautive rio y, frente a un intento de liberación del detenido, Blanco fue ultimado al amanecer del 1º de enero de 1829. Las memor ias del genera l Camba y los partes del genera l Valdés, del ejército realista, dan cuenta del valor y la bizarría de Blanco, que, como muchos de su generación, fue seducido por el prestigio del ejército del Rey e integró sus filas. El general Va l d é s, a nombre de Ca n t e rac, le re g a l ó una espada de honor por la habilidad con que organizó la retirada frente a fuerzas superiores del Gral. Rudecindo Alva rado y pidió al Vi r rey su ascenso a teniente c o ronel, que se hizo efectivo, pero el 19 de enero de 1823 pudo más el amor a la Pa t ria que el aprecio de sus jefes re a l i s t a s, y se pasó al Ej é rcito Libertador como
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El Dr. Cleómedes Blanco, hijo del Gral. Pe dro Blanco, en un grabado de la época.
Este es un libro sumamente valioso, res catado del olvido por el Ce n t ro de Estu dios Supriores, de la Universidad de San Simón.
segundo jefe del escuadrón Húsares. En abril de 1828 el ejército peruano al mando de Ga m a r ra había invadido el territorio y exigía la renuncia de Sucre. Blanco pidió su retiro a la vida privada, pero el Consejo de Ministros denegó la petición y el Mariscal le escribió el 1º de mayo: “Todos conocen que U. es un hombre honrado i un buen patriota, i todos saben que U. marcha por el orden a los puestos a que le llaman sus servic i o s. Trabajando por su patri a , conservando su alma pura, desprecie las acusaciones i también las ingra t i t u d e s, que son por lo común la recompensa que recibimos los mejore s, los más fieles i los más celosos servidores”. Por entonces era irremisible la caída de la política colombiana. Blanco no fue ajeno a ello y fue n o m b rado comandante en jefe del ejérc i t o. Sus hijos dicen que evitó una confrontación con el
El general León Ga l i n d o, fundador de una ilustre familia cochabambina.
ejército de Gamarra para que los peruanos no apliquen luego la ley del vencedor. Sólo después se comunicó con Gamarra para exigirle que respete la independencia e integridad de Bolivia. En el ajuste de Piquiza impuesto por el general peruano Agustín Ga m a r ra , uno de los puntos secretos fue su ascenso a brigadier general, que Blanco no aceptó. La misma fuente dice que no fue Blanco sino el coronel Mariano Armaza, que había integ rado las f uer zas in va s o ra s, quien comandó el Escuadrón L a n c e ros del Perú que tomó preso al Ma riscal el 4 de julio. El Co n g reso Constituyente re u n i d o en agosto de 1828 designó presidente provisorio al Gral. Andrés de Santa Cruz y general en jefe del ejército boliviano a Pe d ro Bl a n c o, porque era, sin duda alguna, quien más méritos militares tenía hasta entonces. Bl a n c o recibió órdenes de marchar a Santa Cruz a batir al general re alista Aguilera. Esa fue su ocupación de agosto a nov i e m b re : m a rchas y contra m a rchas a Sa nta Cruz. No pudo influir en las elecciones de diputados para la Asamblea convencional, que lo designó presidente A mediados de diciembre, Blanco marchó a Chuquisaca para jurar como Presidente. Pidió la reducción del ejérc i t o, una ley de p e rdón y olvido, instru c c i o n e s para acuartelarlos sin gra var a la población civil, evitar la leva obligatoria y un sueldo moderado debido a lo exhausto del Era rio. El 31 de diciembre leía esta nota en la Asamblea, cuando irrumpió el coronel Mariano Armaza, que había sido re l e vado de la comandancia de Chuquisaca, tomó preso a Blanco y lo condujo a La Recoleta. El destino de Blanco quedó en manos de Armaza, Ba l l ivián, Ve ra, y los oficiales Ba s i l i o,
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Herrera y Castillo, que lo victimaron ante un intento de liberación del prisionero. Santa Cruz premió a los agentes de Ga m a r ra encumbrándolos a esa falsa aristocracia que lo rodeó d u rante su gobierno; Ga m a r ra fue general del Ejército de la Confederación. Sin embargo, Pe d ro Blanco fue la única víctima del encono político de la época. Sus hijos, Federico y Cleómedes Blanco, publicaron el folleto Rectificaciones para la historia de Bolivia en 1878, para vindicar la memoria de su ilustre padre. En ellos dan cuenta de la extre m a pobreza en que quedó la esposa del ex Pre s i d e n t e, doña Ana Fer ru f i n o, hija del patriota que combatió durante 15 años. Estudiaban en el Colegio Sucre, pero tuvieron que trabajar como ayudantes de carpintero. Así los vio don Lucas Mendoza de la Tapia, rector del Colegio, y los redimió. De ese modo, Fe d e rico fue un eminente geógrafo y jurisconsulto, y Cleómedes, un médico destacado tanto en el Perú como en Bolivia. EL GENERAL LEÓN GALINDO Otro residente ilustre en Cochabamba fue el general colombiano León Galindo (1795-1866), fundador de una familia de larga tradición en Cochabamba. El detalle de sus servicios en el Ejército Libertador es memorable: cayó herido en las batallas de Carabobo y Bomboná, combatió en la batalla de Ayacucho y llegó a Bolivia con Antonio José de Sucre y el Ejército Libertador. Sucre lo designó Prefecto de Potosí y en 1827 fue Jefe de Estado Ma yor Ge n e ral del Ejército de Bolivia. En esa condición enfrentó la invasión del ejército peruano comandado por el Presidente Agustín Ga m a r ra en 1828; el jefe del Ejército, el general Pérez de Urdininea, quiso as-
cenderlo a General, pero Galindo no aceptó porque no llevaba la firma de Sucre. Había nacido en Vélez, Colombia. A sus 14 años se alistó en el Ejército Libertador. Cuando la invasión de Gamarra, se opuso al Ajuste de Piquiza, acordado con el invasor, y fue borrado de la lista militar y desterrado a la Arg e n t ina. Volvió en 1829, se radicó en Cochabamba, donde compró una heredad con los bonos que otorgó el Congreso a los integrantes del Ejército Libertador. Fue munícip e. José Ballivián lo rehabilitó y desde entonces fue varias veces Prefecto y en 1847, nuevamente Jefe de Estado Mayor. Debido a sus vínculos con Ballivián, Be l z u lo persiguió con saña y lo exilió al Perú hasta 1854. De re t o rno en Cochabamba, fue munícipe y Prefecto hasta 1860 en que se retiró. Le afectó el fusilamiento de su hijo Néstor Ga l i n d o, ord e n a d a por Melgarejo tras la batalla de La Cantería. EL CORONEL JOSÉ RODRÍGUEZ Hay noticia de él en el libro Don Julio, que escribió Julio Rodríguez Rivas en homenaje a su padre, un i l u s t re médico. Por esas páginas sabemos que nació en Tru j i l l o, Perú, el 19 de marzo de 1808, hijo de Melitón Rodríguez y de Josefa Caballero, españoles. En 1825 llegó a Bolivia en el séquito del Mariscal de Ayacucho. A sus 16 años había combatido en las Ba t a l l a s de Junín y Ayacucho. Había sido cadete en el Escuadrón de Húsares del Perú, al mando del general argentino Francisco Is i d o ro Suárez, bisabuelo del escritor Jorge Luis Borges. Como ya sabemos, el Escuadrón fue denominado Húsares de Junín por el propio Libert a d o r, y con ese nuevo nombre combatió en Ay a c u c h o. Ro d r íg u ez recibió la medalla de oro con la inscripción “Ayacucho” su-
El coronel José Rodríguez, descrito por su nieto el Dr. Julio Rodríguez Rivas.
jeta con cinta roja y blanca como integrante de uno de los escuadrones que comandaba el general Miller. A su llegada a Bolivia, Sucre lo comisionó para que tomara contacto con los patriotas cochabambinos, que habían declarado la independencia el 14 de enero de 1825, y les entregara los partes de batalla de Junín y Ayacucho. Como teniente, participó en las campañas de la Confederación en Yanacocha y Socabaya, y más tarde en Iruya y Mo n t e n e g ro. Fu e edecán del Presidente Ballivián y combatió en la batalla de Ingavi.
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Su nieto lo describe como un “ h o m b re fornido e imponente que medía más de un metro ochenta y cuatro; ágil guerre ro, p a rt i c u l a rmente diestro en el combate a caballo" y muy estimado por Braun, Ballivián y Linares. En 1854 secundó un leva n t amiento del general José Ma r í a Achá contra el general Jorge Córdova. Éste ocupó Cochabamba y entonces se pudo medir el temple y la reciedumbre del coronel Rod r í g u ez, porque re t o rnó como pudo a Cochabamba y defendió su casa del saqueo efectuado por el populacho.
bisabuelo de Borges vivió en Cochabamba El
F
rancisco Isidoro Su á rez era tatarabuelo del escritor argentino Jorge Luis Borg e s. Se hizo famoso en la batalla de Junín, como comandante de escuadrón en los célebres Húsares del Perú, que Bo l í var ascendió t ras la batalla a Húsares de Junín. También fueron comandantes José Ol a varría, arg e n t i n o, y Pedro Blanco Soto, cochabambino. Borges inmortalizó la figura de su tatarabuelo en al menos dos poemas memorables sobre la carga de Junín. Por lo demás,
hay un monumento ecuestre en su memoria que fue erigido en La Recoleta, en Buenos Aire s. Pues bien, este Is i d o ro Su á rez llegó con el Ej é rcito Libert a d o r comandado por Antonio José de Su c re, estuvo en Chuquisaca el día de la independencia, cuando se fundó la República Bo l í va r, hoy Bolivia, y luego fue destinado como jefe de guarnición a Cochabamba, donde perm a n eció probablemente hasta que p a rtió Su c re dejando la Pre s idencia de la República en 1828.
El Ej é rcito Libertador estaba integrado por venezolanos, neog ranadinos y quiteños, a quienes genéricamente se los conocía como colombianos; por arg e n t i n o s, peru a n o s, chilenos y también charquinos o altoperuanos, como se llamaba durante la Colonia y la Guerra de la Independencia a lo que hoy es Bolivia. He rmosa historia que enlaza el destino de un héroe argentino a nuestra amada Cochabamba. Monumento al Gral. Francisco Isidoro Suárez, bisabuelo de Jorge Luis Borges. El decubridor de esta página de la historia es Gabriel Servetto, quien fue Cónsul de Argentina en Cochabamba e investigó temas de unión entre dos países tradicionalmente amigos desde la Guerra de la Independencia.
En esta urna reposan sus restos en un sitio histórico de Buenos Aires.
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VIDA CAMPESINA Y SOCIEDAD AGRARIA Para recuperar la memoria
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l cauce del río Rocha era la avenida Diagonal (hoy Salamanca) y sus aguas regaban a su paso las huertas de Peras Calle; se desviaba por la calle Lanza hacia la calle Calama, y desembocaba en el río Tamborada. La calle Sucre se llamaba Calle de Los Ricos, la describe Aguirre en Juan de la Rosa, y llevaba a los fundos de Francisco de Viedma; la casa de hacienda albergó al hospital del mismo nombre. Hacia el sur, eran paralelas la calle A rgentina (hoy Jo rdán), Chile (hoy Calama, desde la Guerra del Pacífico), Paraguay (hoy Ladislao Cabrera) y Uruguay. La calle Esteban Arze se llamaba Calle de San Juan de Dios. Hacia el este, eran paralelas la 25 de mayo, antes Calle Prado o Calle de Santa Clara, que sólo tenía 2 cuadras, porque partía de la Plaza Colón y chocaba con el Convento de Santa Clara en la calle Colombia, que se extendía de la Sa n Martín a la España, rodeado de altos murallones. Luego seguía la Calle de las Capuchinas (hoy San Ma rtín), donde remataba la ciudad. La Nataniel Aguirre se llamaba Calle Co m e rc i o. Le seguían al oeste la Ayacucho y la Junín. La calle Santiváñez se llamaba Calle de Santo Domingo. La calle General Achá se llamaba Calle de la Compañía. Le seguía la calle Pe-
rú, la Colombia y la Ecuador. La calle España, calle del Teatro, tenía sólo seis cuadras y chocaba a la altura de la actual Plazuela Barba de Padilla con la propiedad de los Rodríguez. Cuentan que ellos c e d i e ron espacio al municipio para abrir la calle España hasta su conjunción con el Paseo del Prado (entonces Alameda), y que se ganaron la reprimenda de los vecinos por esta actitud en beneficio del progreso. En esa casa vivió el entonces oficial Néstor Paz Galarza, destinado a la Escuela de Arm a s, y allí nació su hijo Jaime Paz Zamora, más tarde Presidente de la República. La Avenida Salamanca se llamó un tiempo Diagonal. La abrió el Alcalde Municipal Luis Fe l i p e Guzmán Ara u j o, va l e roso vecino de Sa n t i v á ñ ez (antes Ca ra s a ) , descendiente de Bartolomé Gu zmán, héroe del 14 de septiembre de 1810. La Plaza Co n s t i t u c i ó n l l e va ese nombre en homenaje a la Constitución del 31, que incluyó la Autonomía Un i ve r s i t a ri a , p romulgada bajo el gobierno del Gral. Carlos Blanco Galindo. Piletas públicas había en los cuatro frentes de la Plaza, en Caracota y en la Bolívar y Lanza, en el patio trasero del Colegio Nacional Sucre. La Villa de Oropesa terminaba al este en una senda estrecha, la Calle de las Capuchinas (hoy ave-
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nida San Martín), que se desviaba hacia Sacaba y se convertía en el Callejón del Di a b l o, hoy Pa s a j e San Rafael, y llevaba a Pampa Pila, un sitio para recibir agua. Era el camino de salida hacia el Chap a re, por donde transitaban recuas de animales de carga, recinto de chicherías famosas y probablemente la cuna del célebre silpancho. Hoy todavía se sabore a un ejemplar delicioso sobre la calle Lanza, en una casa que probablemente formaba parte de la Calle del Diablo. Otros silpanchos famosos eran los que servían las h e rmanas Hi l e ra; su herm a n o David tocaba la concertina. Atendían en la Santiváñez final. El silpancho se llamó inicialmente calle bisté, era un trozo de carne de res apanada y extendida en toda la latitud del hambre. Don Armando Montenegro recordaba que los mejores calle bistés los servía Doña Dominga en la calle Sucre, cerca a la Plaza Principal a 20 centavos; en tanto que en el Choringal, en Caracota, costaban 10 centavos. Hasta los años 50 se servían en hojas de repollo, luego sustituidas por papel periódico. Tendría que pasar medio siglo para que el ingenio criollo inve n t a ra el Tra n c a p e c h o, y en el afán de modernizar y amestizar nuestras costumbres, quizá pronto podamos disfrutar de una deliciosa Trancapizza.
A fines del siglo XIX se destacaron como guitarristas: Pablo Céspedes, Rodolfo Mo n t e n e g ro, César Ma c a rio Oc h a vez y José Manuel Dávalos. Entre 1910 y 1920 “aparece Adolfo Padilla, costumb rista del ra s g u e o, en el que m u e s t ra su notable digitación con balanceado estilo de ambas manos. Y Ernesto Matienzo, recio y fuerte; David Paz Méndez, puro y dulce y Pedro Butrón, más compositor que ejecutante y autor con brillo del vals hondamente boliviano titulado “La Kantuta”. Y más tard e, Valentín Clavijo, Teodolindo Tri g o, Alfonso Mo ra l e s, Gerardo López, David Milán y Armando Mo n t e n e g ro. Oc a m p o : “Es uno de los más eximios guita-
Don Luis Felipe Guzmán Araujo en uni forme de soldado. Siendo Alcalde, abrió la Avenida Salamanca.
rristas bolivianos con soltura y señorío. Su admirable digitación, su fina sensibilidad y su personalidad artística cautivan al auditorio.” También Humberto Pol, Jorge Talamaz (oriental) y Hugo Barrancos (vallegrandino).De 17 a 7 años, “Pichones de fino plumón”: Sarita Milán, Gonzalo Peinado Terán, Ro b e rto Moscoso Bl a n c o, Germán Gamarra, Ricardo Terán, Silvia Vi l l a r roel Va rg a s, Si l va n a Roth, Marlene Fernandez, Margarita Blanco, Gloria Pascheider Estrada, Vilma Grandiller Morales y Alberto Sanjinés Unzueta “7 años, pequeño genio y una esperanza artística para Bolivia.” (1970). El Capitán Desiderio Rocha fue uno de 4 hermanos, todos muertos en combate durante la Guerra del Chaco. Murió el 20 de mayo de 1934. Tuvo honrosa participación en la batalla de Co n c h i t a s, donde las ametralladoras bolivianas dispararon casi 2 millones de cart u c h o s. Dicen que Desiderio tocaba la Llamada de ordenanza de los Co l o rados de Bolivia en ametralladora pesada. Su ayudante o asistente, cliceño Au relio Crespo se quejó alguna vez: ¿Cuándo retornaremos a Cochabamba? ¿Cuándo saldremos de este infierno? El capitán Rocha le contestó: No te preocupes, vivo o muerto te voy a sacar del Chaco. Y murió a poco. Un avión trasladó sus restos a Cochabamba. Lo acompañó Au relio Cre s p o. Así “muerto” lo sacó a Crespo del infierno de la guerra. Un chiste corriente en 1910 decía lo siguiente: le preguntaron a una bella señorita si había visto el Cometa Halley, que pasó ese año por el firmamento, y la niña contestó: “No lo vi porque estaba en Oruro.” Las chicherías tenían armonio y tablado para el zapateo, como la Chichería La Parisién. El taller Las Tullerías. La herrería del Sasca-
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rrucho, frente al antiguo Cine Rex (calle General Achá, primera cuadra). En 1917, el aviador chileno Page hizo piruetas aéreas sobre la Laguna Alalay. El legendario piloto Juan Mendoza solía planear y aterrizar en las pampas de Jayhuayco. Lo acompañaban Luis Castel Qu i roga o la intrépida Ad e l a Etienne. En 1914, la Policía tenía una mascota. Era un cóndor que deambulaba por la Plaza 14 de Septiembre. Un día se encaramó junto al cóndor de la Columna de la Independencia. Quizá el Turista To r rico sacó una foto de ese acontecimiento. Tenía la penosa costumbre de echar de un empellón a los niños a la calzada. Fue sentenciado a muerte y fusilado en el canchón de la Policía como un camarada. Cumplió su último d e s e o, un generoso bocado de carne. El Go rdo Sanjinés era el viejo maquinista del tren al Valle y a Quillacollo (1916-20). La locomotora funcionaba a leña, pero en 1918 hubo tal plaga de langostas que se usaron millones de ellas como combustible. El Pre f e c t o Ge n e ral Zenón Cossío envió una circular por telegrama: “Ante pelig rosa invasión langostas tome medidas e informe”. Y le contestaron: “Medidas fueron tomadas. St o p. Unas langostas miden 6 centímetros y otras 8”. Ot ro persona en 1915 era el Tata Lui, don Luis Osinaga, conductor del carro fúnebre municipal. Dicen que solía saludar ruidosamente a sus conocidos por más que encabez a ra un entierro. Era agente de una vieja prestamista, y una de las víctimas era empleado municipal y se llamaba Raúl. Se toparon en la Calle Comercio y el Tata Lui, que asistía a un entierro, le dijo: Don Raúl, ya no se preocupe. ¡La estoy llevando!
La Construcción de la Catedral P ocos paisanos re c u e rd a n que la torre de 126 pies de altura de la Iglesia Catedral fue entregada en 1840 luego de dos y más siglos de construcción. Don Luis Felipe Guzmán Achá se re f i ere a las sesiones del Cabildo de 28 de febrero y 3 de abril de 1619, a las cuales concurri e ron el Alguacil Mayor Cristóbal Flores, el Regidor Perpetuo Francisco Arias Angulo, el Fiel Ejecutor Gonzalo Martín Castellón, el Juez Oficial de la Real Hacienda Luis Arcaza y el Cura Vicario Diego Encinas Saavedra para completar de una vez las obras de construcción de la Iglesia Matriz, h oy Ca t e d ral Me t ropolitana de Cochabamba. Fue una sesión crucial porque el Cabildo decidió prescindir del auxilio de la Arq u idiócesis o del óbolo de la población y enfrentar el desafío con sus p ropios re c u r s o s, que continuó erogando hasta 1840, muy por encima del presupuesto elaborado por el ingeniero Juan de Canedo, que ascendía a 70 mil pesos ensayados y sellados con la efigie del monarca Felipe III. Sin embarg o, Canedo no pudo otorgar fianzas para garantizar su trabajo y éste fue encomendado al ingeniero Domingo del Mazo mediante escritura pública y solemne “que se firmó con todas las símulas y consuetas que en aquellos suspirados tiempos se desleían y repetían envolviendo y remachando a las partes comprometidas como para dejarlas prisioneras y atrancadas sin tener cómo ladearse ni hacer el
menor movimiento que importase una retracción o una evasiva”, según el pintoresco estilo de Don Luis Felipe Guzmán Achá. El ingeniero del Ma zo se comprometió a rectificar y reponer los cimientos de la Iglesia y su capilla mayor (más tarde de la Virgen de las Me rcedes) con cal, arena y piedra que cubriera hasta la altura de vara y media de su anterior cimiento; cubrir el cuerpo de la Iglesia de bóveda, de arista trabajada en perfección con arcos torales en tres grandes divisiones; construir portada de ladrillo y cal con columnas y ornamentación adecuada al Este (sobre la actual calle Esteban Arze); cubrir con p i e d ra de cantera y cal las bóvedas de la Iglesia principal y de la capilla mayor; abrir siete ventanas alrededor de la bóveda y una de vara y media de ancho y siete tercias de alto para la luz del coro; construir el basamento y las altas cornisas de cedro tallado iguales
La Catedral Metropolitana de Cochabamba.
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a las de los templos de San Agustín (hoy Teatro Achá) y San Francisco; construir ocho grandes estribos de cal para sostener el edificio; y cerrar los campanarios y altas cumbres de la torre en forma de aristas perfectas, para “coronar dignamente aquella soberbia obra de rara solidez”. El costo de las refacciones se cubriría con el por entonces creado “impuesto a la sisa”. Se le pagaría a Del Mazo luego de un informe de peritos. Así quedó sellado el contrato ante el Escribano Juan de Gal a rza el 3 de abril de 1619. Hasta 1840, el Cabildo continuaba erogando 1.000 pesos anuales para estos gastos. El proyecto original contemplaba dos hermosas p o rtadas de piedra pri m o ro s amente cinceladas, de las cuales sólo se conserva la que da a la actual calle Esteban Arze. La nota no indica por qué no se construyó una portada similar hacia la Plaza 14 de Septiembre.
La Universidad de San Simón y el Hospital San Salvador
E
l Dr. Carlos Walter Urquidi dejó un valioso manuscrito con la nómina y obras de los Ca n c e l a rios y Re c t o res de la Un i versidad Ma yor de San Simón. Sin embargo, allá no figura el Cancelario Ma rcos Escudero, que ejerció alrededor de 1844 y otorgó el título de Doctor en Medicina y Cirugía a Juan de Di o s Rojas Bello. Por entonces no funcionaba todavía la Facultad de Medicina y Rojas Bello se preparó por cinco años en el Hospital San Salvador de Cochabamba, bajo la vigilancia del Protomédico Pedro Barrionuevo, y rindió examen ante el tribunal del Protomedicato General de la República. Era por entonces Se c re t a ri o Ge n e ral Manuel Protacio Laredo y Pro s e c retario Melchor José Reyes. El Cancelario Escudero y el Se c re t a rio Ge n e ral Laredo fueron fundadores de nuestra universidad. El Hospital San Sa l vador fue creado a poco de fundarse la Villa de Oropesa gracias a una donación patrimonial de Martín He rnández de Zamora en 1579 y fun-
cionó en un edificio contiguo al templo de San Juan de Di o s, administrado por la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, quienes habitualmente atendían en los hospitales c o l o n i a l e s, y por eso se llamó Hospital San Juan de Di o s. En la segunda mitad del siglo XIX fue reemplazado por el Ho s p i t a l Viedma, en la antigua casa de hacienda del Gobernador Intendente de Cochabamba, don Fra n c i sco de Viedma. El caso es que el Hospital San Sa l vador fue también centro de educación en Medicina, como lo certifica el Dr. Ped ro Barri o n u e vo, teniente pro t omédico de la República y Catedrático en el Colegio de Su c re, cuando el aspirante Juan de Dios Rojas Bello tramitó su título en 1850. Un dato adicional es el otorgamiento del título de médico a un estudiante del Hospital, cuando hacía ya 20 años que se había fundado la Facultad de Me d i c i n a . Hay que recordar que Cancelario (antecedente del Rector) quería decir persona que goza de la au-
Firma y rúbrica del Dr. Marcos Escudero.
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toridad delegada por el Papa y el Rey para conferir grados académicos. El estudio que citamos re ve l a que Juan de Dios Rojas Bello, antecesor de la conocida familia Rojas, nació en Araní el 20 de marzo de 1817, hijo de José María Rojas y nieto del Maestre de Campo Juan Antonio Zaonero y Bello, teniente corregidor y justicia mayor de Cliza en 1744. Su madre era Magdalena Orellana. Rindió examen de Medicina ante el Protomedicato “con aplauso y satisfacción de los superi o re s” el 2 de noviembre de 1844 y fue su padrino el Dr. Lucas Mendoza de la Tapia, ideólogo del federalismo, diputado y Ministro de In s t rucción. El Tribunal estuvo integrado por el Médico Titular y Teniente del Protomedicato Ge n e ral de la República, Dr. Pedro Ascarrunz y por el Dr. Juan Purues y el Facult a t i vo Juan José Aragonés. El flamante médico residió en Arani, pero atendió en todo el valle y fue médico del Co n vento de Sa n t a Te resa, en nuestra ciudad. En 1856 se casó con Fortunata Mariscal y se trasladó a Punata, donde murió en 1860 a sus 43 años, con sólo 16 años de ejercicio de la Medicina. Un dato interesante: la Universidad “regía en la Iglesia Matriz de esta capital”, según certifica el entonces Cancelario Dr. Marcos Escudero. Más interesante aún es la bio-
g rafía del Ca n c e l a rio. El estudio que citamos dice que fue integrante del primer Consejo Universitario de 1832, es decir, que fue fundador de la Universidad de San Simón. Antes había sido fundador de la República, como diputado por Cochabamba, y como tal estampó su firma en el Acta de la Independencia. De los 13 firm a n t e s, 5 fueron Ca n c e l arios de nuestra Universidad: Mariano Méndez, Jose Manuel Cabello, Miguel Vargas, Manuel Argote y Marcos Escudero. Ya hay noticias de Escudero en 1811, como miembro de la Junta Provincial instalada el 15 de abril de 1811, tras los sucesos del 14 de septiembre de 1810. Di c h a Junta estuvo integrada por Francisco del Rivero, como Presidente; Vicente Ramon de Espinosa y Arrazola, Pedro Vidal, Doctor Sebastian de Irigoyen, Mariano Zalamanca, Ramon Lare d o, Jo s é Gabriel Gumucio, Manuel de Cabre ra, Manuel de la Via, Marcos Escudero y José Mariano Dies de Medina según certificación del Escribano de su Majestad Público y de Cabildo Marcos de Aguilar y Peres. (sic).
Templo de San Juan de Dios. En este recinto funcionó el Hospital San Salvador.
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Casona de Mayorazgo
La
L
a Casona de Mayorazgo está situada en la zona de CalaCala, sobre la avenida Simón López esquina Gabriel René Moreno. Ha sido restaurada por el municipio y está pendiente el uso que se le ha de dar, ya como museo, ya como espacio cultural. Según el estudio de Geraldine Byrne de Ca b a l l e ro y Rodolfo Mercado Mercado (UMSS-Instituto de Investigaciones Antro p o l ó g i c a s, 1986, pgs. 15 y 16), corresponde a un conjunto de bienes fundados en un vínculo. Este caso corre sponde a los bienes de doña Petronilla de Sa n a b ria y Ore l l a n a , quien en una escritura de vínculo del 26 de noviembre de 1721 dejó en sucesión here d i t a ria al hijo mayor de la descendencia legítima de su sobrina Theresa de los Ríos y Sanabria, primera heredera, de quienes descienden los
Boado y Qu i roga y Mercedes Torres Moscoso, madre de los Rivero To r re s. Dicha escri t u ra vincula una extensa hacienda en Cala Cala hasta los límites de la Taquiña, con 76 fanegas, 16 almudes de tierras de labor con las familias de indios yanaconas que al presente tiene y casas, trojes y huertas. Sus títulos se remontan a la fundación de Cochabamba, pues el tatarabuelo de doña Pe t ronilla era Garci Ruiz de Orellana, uno de los primeros encomenderos de este va l l e, pro p i e t a rio de las tierra s donde se fundó la Villa de Oropesa por compra que hizo a los indios de Sipe Si p e. Como sus tier ras fueron afectadas por la fundación del 15 de agosto de 1571, fue compensado con propiedades en Chiñata así como la hacienda de Mayorazgo. Las últimas dueñas fueron dos señoritas Ga-
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lindo Borda. Se desconoce el paradero de los muebles originales. Hoy la Casona de Mayorazgo ha sido re s t a u rada de modo ejemplar y es sede de numero s o s eventos culturales y exposiciones auspiciadas por el Gobierno Municipal. Su ubicación estratégica en el populoso barrio de Cala Cala es de acceso rápido y fácil. Sus interiores se remontan en el pasado de nuestra ciudad. Du rante muchos años la Casona estuvo en ruinas y a merc e d de los elementos. Estuvo a punto de desapare c e r, pero el celo del Go b i e rno Municipal consiguió que fuera restaurada. La may or parte de las viejas casonas de Cochabamba son republicanas. Esta de Ma yo ra z g o, junto a la de Gi l de Gu m u c i o, son dos gra n d e s monumentos de la arquitectura colonial.
El primer Cancelario de la
Universidad E
l Dr. Ernesto Daza Rive ro nos pro p o rcionó un folleto titulado “Último adiós al señor Doctor Don Julián María López” (Tipografía de Gutiérrez, Cochabamba, 1865), fallecido el 29 de marzo de dicho año. Contiene o raciones fúnebres pro n u n c i adas, entre otros, por el poeta Néstor Ga l i n d o, por Luis Ma ri a n o Guzmán y por su desolada familia. Se había educado en el Colegio de Arequipa, bajo la dirección del literato Bernabé Liamberri; y más tarde, en 1826, el Presidente Sucre lo nombró Director General de Establecimientos Públicos, cargo que hasta entonces desempeñó el maestro Simón Ro d r íguez. El mismo año fue nombrado Vicerrector y profesor de Matemáticas del Colegio Na c i o n a l Sucre, fundado en Cochabamba. En 1831 fue honrado con una cátedra del Colegio de Ciencias de Arequipa, pero cuando renunció a los cargos que desempeñaba en Cochabamba, el gobierno boliviano dictó un decreto de 4 de f e b re ro de 1831, por el cual no aceptaba la renuncia y en 1832 fue ascendido a Rector del Colegio Sucre. Aquel año se fundó la Un i versidad de San Simón como Escuela de Practicantes Juristas, y el Rector del Colegio Sucre fue su p rimer Ca n c e l a ri o, cargo que también ejerció en 1846 luego de haber sido Magistrado en las Cor-
Cinco Ca n c e l a rios de la UMSS firmaron el Acta de la Independencia.
tes de Cochabamba y de Chuquisaca desde 1840. En 1851 pidió su jubilación, y, en consideración a sus servicios, el Gobierno boliviano expidió en Cochabamba el Decreto de 29 de s e p t i e m b re de 1864, en el cual destaca los servicios del Dr. López en la carrera de la enseñanza pública desde el año 1826 a 1840 sin solución de continuidad; sus servicios como Vocal Constitucional designado por el Se n a d o, que ejerció hasta 1851 y el desempeño del Ca n c e l a riato de la Universidad de San Simón como su fundador y también a partir de 1846. El Decreto se amparaba en la ley
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El Dr. Julián María López.
de 4 de noviembre de 1840 y lo hizo acreedor a la jubilación de tercera clase señalada por el art. 5° de la misma. En tal virtud, la Asamblea Nacional le otorgó la jubilación en Cochabamba, a 10 de octubre de 1864, con las firmas de los diputados: Agustín Aspiazu, Juan Crisóstomo Carrillo, Mariano Aguilar, del Presidente José María de Achá y de su ministro de Gobierno, Culto y Relaciones Exteriores, Rafael Bustillo.
Ayopaya: el Gra n e ro de
Bolivia E
n vísperas de la Gu e r ra del Pacífico, se desató en el país una hambruna irre d e n t a , que no hubiera podido ser controlada sin el aporte del Gra n e ro del Alto Perú, y más tarde de Bolivia. Como decía el escritor Honorato Morales: “Nadie ignora que cuando el espectro de la hambruna afligió al país en vísperas de la guerra que sostuvimos con Chile, y en calles y plazas del “bello pensil cochabambino” caían las gentes heridas de muerte por el hamb re (sarcasmo del Destino!) fue Ayopaya la mano dadivosa que llevara el sustento a una buena parte del hogar atribulado de la patria, o brindaba sus trojes a la multitud que, horro rizada por el flagelo, se recogía desde alejados puntos a la sombra de sus frond a s, plenas de vitalidad. (“De Oruro a los valles de Ayopaya. La i m p o rtancia de una carre t e ra”. Oruro, 1929). Según Guillermo Urquidi, la riqueza agrícola y ganadera de Ayopaya se debía a las tres grandes regiones climatológicas: fría, templada y cálida, que se reparten a ambas orillas del caudaloso río Ayopaya, el cual nace como río Ayopaya en las alturas de Oputaña y se vuelve Sacambaya, luego se une con el Santa Rosa y toma los nombres de Lambaya, Cotacajes y Mo s e t e n e s. Da vértigo seguir su curso en el Go o g l e
Earth. La toponimia del lugar es de puros nombres aymaras. Ayopaya viene de hayo, lejos y paya, dos. Dicen que era una antigua población próxima a Machaca. Eso dicen, porque no quedan ni escombros. Ho n o rato Mo rales agre g a b a que Ayopaya como productora de cere a l e s, “quizá no tiene rival en Bolivia, no porque allí los métodos agrícolas modernos se hayan impuesto dentro de una técnica rigurosa, muy al contrario, lo que pródigamente rinde su feracísimo suelo es obra casi exclusiva de la naturaleza combinada con el mezquino esfuerzo personal, en un radio que no abarca ni un 55% de lo que buenamente se puede laborar; y así, no embargante de esta proporcionalidad, se le cons i d e ra “como el gra n e ro de Cochabamba y Oruro”. El botánico suizo T h e o d o ro Herzog describía así el suelo ayopayeño: “La cubierta cohere n t e de vegetación alcanza, siempre que haya terreno correspondiente, hasta la altura de 4.800 metros; los aislados cojines de plantas y rocas vegetadas llegan hasta los más elevados picos de 5.200 met ro s. La fro n t e ra del bosque está situada en el lado húmedo del N.E. a una altura de 3.200 metros, más o menos; al Sud no hay bosque, a no ser el angosto cinturón
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de quehuiña, cuyo límite superior se halla a los 3.200 metros de altura; y algunos árboles aislados que se encuentran en el lado húmedo, suben hasta 3.900 metros. Las altas planicies y las pendientes hacia los valles, encima de la frontera de los bosques, están casi cubiertas de hierba (grama, &) donde pacen grandes tropas de llamas y muchos miles de ovejas.” Herzog habla de la ri q u eza forestal del sitio, de los frutos subt ro p i c a l e s, de los cultivos de papas, ocas, cebada y quinua en las estancias altas, que llegan a los 4.000 metros; y de la producción de chuño; y añade que los terrenos arenosos y de turba serían adecuados para la siembra extensiva de avena. La percepción de la ri q u eza de Ayopaya se remonta a la época de Francisco Viedma, que recomendaba las maderas buenas para construir embarcaciones, porque en vida propició la nave g a c i ó n del río Ayopaya como cabecera del Alto Beni, que le pare c í a n aguas propicias para internarse en las misiones de Moxos. Y anotaba: “Se crían muy buenas frut a s, tanto de Castilla como de la tierra, y son ciruelas, duraznos, u v i l l a s, abri m e l o s, manzanas, melocotones, pera s, berg a m o t a s, higos, cidras, limones, paltas, chirimoyas, guayabas, piñas, plátanos, granadillas, pacaes y otra s.
Los terrenos son muy fértiles y producen mucho trigo, cebada, papas, ocas, anís en los altos y laderas de los cerros poco elevados pero pendientes, lo que hace muy trabajoso y difícil su cultivo. En las quebradas y bajos, principalmente a la parte No rt e, se cría maíz, yucas, ají, camote, algodón de color blanco y de color canela, que llaman moyado; maní y cuanto se quiere sembra r. Los más de estos terrenos son de riego. En las estancias se crían excelentes pastos, de mucho engorde y nutri m e n t o, part i c u l a rm e n t e para el ganado vacuno, que abunda más por la utilidad que procura a este comercio la inmediación al Yunga d La Paz. Hay también caballar, lanar, cabrío.” Estos conceptos datan de más de dos siglos, y la provincia continúa aislada de la red troncal y con escasos emprendimientos agropecuarios o forestales. Re c o rd emos que don Fe d e rico Bl a n c o alabó los árboles maderables de aplicación industrial, tintóre a s, resinosas, gumíferas, textiles, medicinales &. Don José I. Urey coleccionó 240 clases de muestras de maderas finas en su finca de Sailapata; y el veterinario Heriberto Fischer hablaba en 1912 de la finca del señor Samuel de Ugarte, que, según dato erróneo, comprendía “casi toda la prov i ncia”. Muchos autores se re f i rieron a la explotación de la quina y de la m o re ra, como ocurría en la propiedad de Santa Cruz de Ilicona, ubicada a 1.000 metros de altura, de propiedad del sabio naturalista Tadeo Haenke desde el siglo XVII, en que plantó mora blanca para criar gusanos de seda. Entre los cereales que producía Ayopaya, don Gu i l l e rmo Urq u i d i citaba las siguientes variedades de maíz: willcaparu, pero no el m o ro c h o, que se da en Co c h a-
Un estudio valioso que debería reeditarse.
bamba, sino el redondo, de grano sin punta; y el waltacu; el maíz aizuma, uchuquilla amarillo y blanco, luribayeño, arrocillo, pisenkella y el delicioso huarikunca, fácil de tostar y muy suave, un poco dulce. el laricaja, bueno para cocer mote, el gris, blanco y plomo en una misma mazo rca; el gri s con manchas colora d a s, muy suave; el gris con negro; el chuspillo, de cuatro clases y colore s, uno de ellos bueno para fabricar chicha; el uchuquilla, de Copacabana, que también llaman kiscasara y revienta como rosas para fabricar pasankallas, muy bueno
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para molerlo y mezclarlo con harina de trigo. De Morochata venían el pintado de tostar y el tanitani, más rico que el pan. En 1940, doce años antes de la Reforma Agraria, el censo de hacendados consignaba 12 nombres según el precio de sus pred i o s, que oscilaban entre Bs. 3 millones y Bs. 600 mil: Evangelina vda. De Delgadillo, Juana Sanz de Ga s s e r, José Coca, Ca rmen de Anaya, Juan Chiarella, Na t a l i o Fe rn á n d ez, Antonio Rico toro, Víctor Torrico, Wi l f redo Ze n t e n o, Mendizábal Daza Achá y Ab e l Herbas Palacios.
Instrucciones para la vida cam-
pesina I
n s t rucciones para la vida campesina de Luis Fe l i p e Guzmán Achá, es un libro en-
Portada del libro con una fotografía tomada por Rodolfo Torrico Zamudio en Colomi, en la hacienda del Dr. Guzmán Achá.
cantador, publicado en 1890 por la Imprenta de El He ra l d o, y declarado texto de lectura para la educación primaria y la Escuela de Agri c u l t u ra. Está escrito como c a t e c i s m o, en un lenguaje asequible al lector, y contiene la sabiduría de un viejo hacendado, que conoce de faenas agrícolas y da consejos prudentes y oportunos para la siembra de la papa, el maíz, la cebada, las hortalizas y otros pro d u c t o s. El autor da asimismo consejos sobre crianza de ganado, pisos ecológicos con sus c u l t i vos re s p e c t i vos y otros temas propios del agro. En su lectura realmente inap re c i a b l e, nos enteramos que don Luis Felipe Guzmán envió en julio de 1883 a la Exposición del Ce n t e n a rio del nacimiento del Libertador una colección de papas constante de 9 del grupo de las imillas, 10 de las ru n a s, 22 de las koillus y 3 de las luquis. Por esa clasificación sabemos que por entonces se cultiva b a , entre las papas imillas, la blanca, altamachi, yana imilla, imilla pintada, puca ñahui, chola imilla, kara kara, zapallo, patro n a , n e g ra pintada, condormeña y manzanilla. En t re las ru n a s, la bola runa, la chocco runa, la tenequeri, llustta, bola llustta, taca sanihunco, canchera, puca runa y tuni. En t re las koillus: la cata-
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hui, culi, culi menor, coilli colorada, coillu blanca, coillu negra , coillu manchada, huaca chilena, yuttu runtu, canastilla, sailuhi, machuhuañuchi, kachun papa, guayapacha, yaguar cotu, cuchi papa, pureka gra n d e, pureka menor, sangre detoo, puca pollera, puca chaleco, amajaya, kunurana, pablo pintado y lacahueña. Y entre las luquis: la luqui gra n d e, la bola luqui, yana luqui, motolonco y la quetu. En total, 48 variedades conceptuadas como la colección más numerosa y única en el mundo entero por el sabio químico Dr. Sa c c. Don Luis Felipe Guzmán Achá (1839-1919) fue Ca n c e l a rio y Rector de la Universidad de San Simón (1896 y 1906) y prestigioso m u n í c i p e. Era descendiente de Don José Vicente Go n z á l ez de Prada, último Gobernador Intendente de la Provincia de Co c h abamba, nieto de Bartolomé Gu zmán, héroe del 14 de septiembre de 1810 y de la Batalla de Aro m a y cuñado del ex Presidente José María de Ac h á . La devoción de sus nietos y bisnietos preservó este y otro lib ro valioso de apuntes históricos, que el poeta Héctor Cossío Salinas publicó con el título de La Tradición en Co c h a b a m b a ( Biblioteca IV Ce n t e n a ri o. Ed . Los Amigos del Libro).
La significación de Juan de la Rosa
P
robablemente no hay en la litera t u ra boliviana un inicio mejor que el de la novela Juan de la Rosa, de Na t a n i e l A g u i r re González- Prada, que ha sido seleccionada entre las 15 novelas fundamentales de Bolivia. “Rosita, la Linda En c a j e ra , cuya memoria conservan todavía algunos ancianos de la Villa de Oropesa, que admira ron su p e re g rina herm o s u ra, la bondad de su carácter y las primorosas labores de sus manos, fue el ángel tutelar de mi dichosa infancia. Su cariño, su tern u ra y solicitud maternales eran sin límites p a ra conmigo, y yo le daba siemp re con gozo y ve rd a d e ro orgullo el dulce nombre de madre. Pero ella me llamó solamente "el niño", menos dos o tres veces en las que la palabra "hijo" se le escapó, como de un modo muy cruel sus entra ñ a s.” Este primer párrafo de la novela contiene el s e c reto de una relación filial nostalgiosa. Juan de la Rosa fundó el culto a las heroínas de la Co ronilla, pero también generó una confusión histórica debido al perfil que se le da al escritor como un oráculo en esta parte del mundo: lo que es ficción fue tomado como documento histórico, y ahora resulta que la nómina de heroínas de Juan de la Ro s a no corresponde a los nombres de las mujeres que re s i s t i e ron en La Co ronilla a las fuerzas de Goyen e c h e. Hay una diferencia de calidad
entre Juan de la Rosa y el conjunto de la obra litera ria de Aguirre, como La bellísima Fl o riana, teñida de romanticismo y nostalgia colonial, mientras Juan de la Rosa, aun siendo romántica, es la novela realista más vigorosa del siglo XIX, seleccionada como una de las 15 novelas fundamentales de la litera t u ra boliviana por un equipo de expertos convocado por el Mi n i s t e rio de Cult u ra s. Se editó en Pl u ral este año con estudio inicial de Gu s t a vo Ga rcía, quien lanza una hipótesis audaz: el autor de Juan de la Rosa no habría sido identificado, y don Nataniel sólo era su editor, según varias pistas que ofrece en el citado estudio. Con todo, la personalidad de
Aguirre no se reduce a la litera t ura, pues fue un hombre público de nota; muy joven peleó contra la tiranía de Melgarejo, y concurrió con hijos de León Galindo a la Batalla de la Cantería, donde murió fusilado uno de ellos, Néstor. Fue también celoso defensor de la heredad nacional en la guer ra del Pacífico como una de las c a b ezas de la tendencia reivindicacionista, que quería la re a n udación de la guerra, y partidario del federa l i s m o, al influjo del Dr. Lucas Mendoza de la Tapia. Era hijo de Miguel María de Aguirre y nieto de Manuel Gonz á l ez - Prada, Intendente de Cochabamba en 1810 y de Jerónimo Marrón de Lombera, comandante de plaza por entonces.
Retrato de Nataniel Aguirre, en la Casona Santiváñez.
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Melgarejo era incorregible J
oaquín Aguirre Lavayén cuenta lo siguiente: El atentado criminal en La Alameda de Charcas dejó a Belzu con el cuello tieso, y se veía obligado a rotar el cuerpo cuando tenía que mirar a alguien desde un ángulo lateral; eso le daba a Manuel Isidoro un ademán solemne que parecía aumentar la omnipotencia de su cargo presidencial. Así lo percibió la esposa del General León Galindo (Josefa López González de Prada Marrón y L o m b e ra de Ga l i n d o, madre de Eleodoro) cuando llegó desde cochabamba con un grupo de damas hasta el Palacio de Go b i e rno para interceder por la vida de un sargento revoltoso y borracho senten-
ciado a muert e, cuyo único mérito era estar emparentado por línea bastarda con la ilustre familia Antezana de la ciudad de Cochabamba. --Melgarejo es incorregible --les dice Belzu a las señoras de Cochabamba que lo visitan. Las damas bajan los ojos compungidas, se suenan las narices con sus pañuelitos de seda, pero luego insisten y le ruegan al Presidente de Bolivia que perdone al sargento Mariano Melgarejo, que va a ser puesto en capilla por el Gobierno de Belzu para ser fusilado en la plaza pública de cochabamba. - - Señor Pre s i d e n t e, el pobre
hombre es padre de dos niñas...-dice a Belzu la señora de Galindo-. Quedarán sus guagüitas en la orfandad. Otra señora implora: - - Señor Pre s i d e n t e, perdónelo, cuando ocurrió el leva n t a m i e n t o revolucionario, el sargento Melgarejo no estaba en su sano juicio. El hombre estaba borracho, no sabía lo que hacía. --No le creo --dice Belzu--. El sargento Melgarejo es un bri b ó n . Perdonar es una virtud, pero perdonar a ese bribón de Melgarejo sería castigar a Bolivia --responde Belzu. --Señor Presidente, usted, que ha sido salvado de la muerte por la Virgen María. Usted, que es un devoto cristiano... La Virgen María recompensará su clemencia. Yo le juro que el sargento Melgarejo le será fiel hasta la muerte. Salve usted la vida de ese pobre hombre! --Se arrepentirán, señoras --les dice finalmente Belzu a las señoras de Cochabamba al firmar la orden de perdón." (En las nieves rosadas del Ande, Editora El País, 1991, pg. 176.) Más tarde, siendo Melgarejo Presidente, derrotó en la batalla de La Cantería a la milicia espontánea que luchó contra su tiranía, entre ellos Nataniel Aguirre, cuatro hermanos Galindo, Luis Quintín Vila y o t ro s. Me l g a rejo ordenó fusilar a Néstor Galindo, hijo del Gral. León Abajo, derecha: Nataniel Aguirre. Cuatro hermanos Galindo, Luis Quintín Vila y otros Ga l i n d o, que no logró superar el jóvenes de la época que combatieron contra Melgarejo en la Batalla de La Cantería. Cor - dolor causado por la muerte del joven poeta. tesía de Alberto Galindo.
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LA
IDEOLOGÍA DEL PROGRESO Pasado y presente del Cerro de San Pedro
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l nombre quechua del Cerro de San Pe d ro es Tata Kjiri Kjiri, seguido por los picos Llallahua (el Solterito) e Incacollo (El Abra). Se llamó San Pe d ro en homenaje a Pe d ro de Ce rdeña o Cárdenas, quien ya en 1553 o un año después había formado el pequeño pueblo de Canata, ubicado al este de la actual Cochabamba. Se trataba de una pequeña aldea contigua a la de los descendientes de los Caris, los cuales ayudaron a Cárdenas a quemar el bosque del lugar donde se fundó el pueblo que se llamaría Canata, del quechua canan: quemar, incendiar. En el sector noreste del Cerro de San Pedro, se extendió un valle fértil llamado Muyurina, de aproximadamente 200 hectáre a s, que c o m p rendía desde la cumbre ocupada hoy por el Cristo de la Concordia hasta las faldas del cerro y se prolongaba en el actual Jardín Botánico. Allí se asentaron d u rante 170 años las familias de Joseph de la Granda, Julián Qu iroga, Mariano Enrique Moscoso, Juan de la Cruz Torres, Ramón Rivero, Ernesto Daza Ondarza y Olga Rive ro To r res viuda de Da z a Ondarza. De 1965 a 1974, la Alcaldía Municipal expropió el área que actualmente ocupa el jardín Botánico “Martín Cárdenas” y el Parque “Cuarto Centenario”, y se nombró Director del Jardín Botánico Mu-
nicipal al Dr. José L. Márquez B. Este sector noreste de la serranía poseía una flora nativa estudiada por sabios botánicos como Tadeo Haenke, Alcide D’Orbigny, José B. Pentland, Miguel Bang, José Steinbach, Theodor He rzo g , Francisco de Viedma, No e l Kempff Mercado y el padre Juan Ca ñ i g u e ral. El Hno. Adolfo de María Jiménez, de la orden de La Salle, en su libro Plantas del Valle de Cochabamba, describe un árbol milenario que sobrevivió hasta 1989 llamado Hu a y ro n c o. El Herbario La Salle conserva la descripción de las plantas catalogadas por el Hno. Ad o l f o. Ma rt í n C á rdenas y sus discípulos también catalogaron las especies botánicas de la zona, en tanto que la fauna, en especial ornitológica, fue clasificada por Francisco de Viedma, Tadeo Ha e n k e, D’ O rbigny y Eugen von Boeck. En los últimos treinta años, y particularmente en nuestros días, la serranía de San Pedro ha sufrido numerosas interve n c i o n e s, unas arbitra rias y otras oficiales. Entre las pri m e ra s, el Cnl. Da r í o Guzmán, Comandante de la Escuela de Sargentos Ma x i m i l i a n o Paredes, consagró su afición a los caballos mandando un batallón de conscriptos que constru y ó una senda en la falda este, que hoy es curso de aguas pluviales y una seria amenaza a la vida vege-
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tal de la zona. Entre las segundas, en 1993, la Alcaldía Mu n i c i p a l abrió vías de acceso en el sector No re s t e, rompiendo la armonía del medio ambiente de la serranía y alentando asentamientos humanos legales o ilegales en una zona que se extiende hasta El Abra. Razón tiene el Dr. Daza Rive ro en pedir que se pre s e rve a toda costa el último ecosistema natural que tiene la ciudad de Cochabamba. La rinconada del sector n o reste era patrimonio municipal, es decir, de todos los cochabambinos, pero hoy se ha convertido en propiedad pri vada, con numerosas construcciones part iculares y acceso restringido.
El Jardín Botánico actual.
Adela Zamudio y el Alto de la
Alianza E
n 1878, el padre de la poetisa Adela Zamudio Ribero compró una propiedad en Viloma que compensaba la pérdida de su antigua propiedad en Co rani. Un lugar
El Coronel Al ex a n der Dehne.
más accesible y simpático, a seis leguas de la ciudad y en el mismo valle de Cochabamba, modesto y encantador re t i ro que inspiró a doña Adela. Aquel año que precedió al estallido de la Guerra del Pacífico hubo sequía, peste y hambruna. Doña Adela soc o r rió tanto en la ciudad como en la quinta de Viloma a cuantos menestero s o s buscaban cristiana asistencia. Augusto Gu zmán cuenta la siguiente anécdota: “Ha b i e n d o subido a socorrer a una anciana sol i t a ria que vivía en una rústica choza sobre una escarpada peña, y a quien llamaban “La Bru j a”, ésta le pronosticó en mayo de 1880 la derrota del Alto de la Alianza”. La poetisa escribió: “De pronto la extravagante / vieja, turbado el semblante, / con ademanes de loca, / miró el ocaso un instante / de pie en lo alto de la roca.
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/ “¿Ve s, niña? ¡El destino es ciego!” / dijo y lanzó un alari d o. / “¿Ves esa nube de fuego? / ¡Esa es la batalla!” y luego / añadió: ¡Nos han ve n c i d o ! ”. Ot ra estrofa del mismo poema sobre la batalla del Alto de la Alianza dice: “Solo en el mundo, el infeliz soldado / ni hermanos tuvo, ni amorosos padres / que fuesen a buscar en el desierto / la piedra helada en que regó su sangre. / La historia sólo cuenta las hazañas / que honraron a los grandes generales… / ¡Murió desconocido / como suelen morir los inmortales!”. (GUZMÁN, Augusto: Adela Zamudio, Librería Editorial Juventud, La Paz, 1986). Un apunte adicional. El coronel alemán Alexander Dehne se integró al Ej é rcito boliviano en vísperas de la Batalla del Alto de la Alianza, como instructor de artillería Krupp. Cayó prisionero y pre f i rió sufrir un cautiverio de dos años antes de pasarse como instr uctor del Ej é rc i t o c h i l e n o. A su re t o rn o, fue comandante del Primer Cuerpo de A rtillería. En el Arc h i vo Na c i onal de Sucre se conserva un Manual de Artillería escrito por Dehne para los oficiales bolivian o s. Dehne se casó con la cochabambina Josefina Zambrana Ruiloba y dejó numerosa y conocida descendencia. Fue dec l a rado oficialmente Héroe del Pa c í f i c o.
La polÉmica de la Señorita
Zamudio con Fray Pierini
L
os años 1913 y 1914 despertó el anhelo de la educación laica al influjo de la reforma educativa emprendida por el gobierno de Ismael Montes y la Misión Belga, encabezada por Georges Rouma. La nueva causa tuvo en Adela Zamudio una defensora tenaz. Rouma había recomendado la supresión de la asignatura de religión en los programas de enseñanza. La Liga de Damas Católicas organizó un Co n c i e rto Infantil en el Te a t ro Achá el sábado de vísperas de las fiestas del 14 de septiembre de 1913 para financiar con esos fondos un Curso Su p e rior de Re l igión, en desafío al auspicio oficial de la educación laica. Eran niños de 5 y 6 años y les tocó int e r p retar escenas “un tanto escabrosas” de La Mascota de Audán y La Viuda Alegre de Lehar. Entonces se encendió la chispa, porque doña Adela publicó en El He raldo del 23 de septiembre su artículo “Reflexiones”, lamentando que los padres de familia confíen la educación moral de sus pequeños sólo a la enseñanza religiosa. Una semana después, El Fe r ro c a r ril publicó el art í c u l o “Re p a ro s, de Fray Francisco Pierini, fechado en el Co n vento de Ta rata en 28 de septiembre. De-
bió ser ofensivo el Tata, porque le s a l i e ron al frente el peri o d i s t a Rodolfo Montenegro y don José Macedonio Urquidi, ambos en El Co m e rcio. En cambio, Alejandro So ruco apoyó a Fray Pierini desde las páginas de El Ferrocarril. Como se verá, el prestigio de la s e ñ o rita Zamudio subió en tal forma que una década después fue coronada en la Plaza 14 de Se p t i e m b re durante el gobierno del Dr. He rnando Si l e s, hecho único en el país y en el continente. Los apoyos a la señorita Zamudio no se detuvieron: recibió 300 tarjetas de felicitación por su artículo, según informó La Verdad, de La Paz, y a moción de Ricardo Bu s t a m a n t e, el Consejo Universitario de Cochabamba le confirió un voto de aplauso. Un redactor de El Norte de La Paz echó leña al fuego con estas palabra s : “No es de creer que la señori t a a u t o ra del artículo que critica al Pa d re Pierini deje sin re p u e s t a los “Re p a ro s” del honrado sacerd o t e. El artículo de este último ha sido escrito con bastante calor y no corresponde a la cultura que se admira en el artículo de la poetisa cochabambina.” Claudio Pe ñ a randa expresó su adhesión a doña Adela en La Ma-
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Numerosos intelectuales apoyaron a Adela.
ñana, de Su c re, calificándola del siguiente modo: “Genial temperamento líri c o, cuyas actuales e n e rgías de corazón y de cerebro están dedicadas por entero a la noble tarea pedagógica, desde la d i rección del colegio oficial de niñas. La palabra autorizada, seve ra y gallarda de la pri m e ra por-
t a l i ra de América, a la vez que la más distinguida escri t o ra boliviana, da en esta ocasión la nota de alarma sobre uno de los males de nuestra sociedad presente: los dañosos rumbos de la moral religiosa, incompre n s i va de su misión e inconsciente de su ro l educativo, que tuercen los naturales impulsos de la inocencia infantil y pervierten la inteligencia inmaculada de la niñez .” Peñ a randa agregaba que “sólo en las escuelas laicas hay la comprensión de la moral verdadera, de la moral humana, y de que toda la intromisión católica dentro del sagrado recinto de los deberes y de las normas de conducta sólo puede producir eso que fue siempre el más fuerte símil bíblico: “las manzanas podridas sobre los sepulcros blanqueados”. La polémica trascendió a “El Cristiano”, de Santiago de Chile, y los alumnos de la Facultad de De recho, de Cochabamba, le obsequiaron una pluma de oro a la “pri m e ra portalira”. La Capital, de Su c re, apeló al infalible vitriolo chuquisaqueño p a ra herir a doña Adela en las e n t rañas: “Puede la poetisa del Tunari ser “la primera portalira de América”; pero no es ella que ha llegado a la edad del desengaño sin formar hogar, quien ha de enseñar a las madres la educación de sus hijas.” El Diario, de La Paz, manifestó su simpatía por la señorita Zamudio; pero El Ferrocarril, de 24 de diciembre de aquel año vo l v i ó a publicar un brulote del “ i racundo capellán del convento de Ta rata, Fray Pierini, en la cual acusaba a la poetisa de ser la autora de una carta abierta y anónima publicada en La Ma ñ a n a , de Su c re. La poetisa contestó: “Es usted muy valiente con una señ o ra… que no goza de los prestigios que usted ataca”. Las pala-
bras que siguen son épicas: “L o que evidentemente irrita a usted es que una cualquiera, como yo, una mercenaria que gana el pan, tachada, además, de irreligiosidad, se haya atrevido a denunciar un error de matronas piados a s, ricas e influyentes. Si esa es la moral católica, que usted tanto encomia, yo no la profeso, ni la enseñaré jamás a mis alumnas. Yo profeso la moral humana, la inmutable, la que aquilata la v i rtud donde se encuentre, humilde y desconocida, y condena el error sea quien fuere el potentado que ha caído en él. Aunque no lo expresa usted, da a entender que, como maestra, me considera indigna y peligrosa… porque no me he dedicado a escribir salves y novenas. Bien se ve que le duelen hondamente los títulos de escri t o ra y de poetisa que me a r roja usted a la cara con marcada ironía. No acierto a comprender qué tiene que ver un fra i l e con personalidades literarias de un país que no es el suyo.” El Co m e rcio, de Co c h a b a m b a , no se ahorró epítetos para Fray Pierini y para sus artículos “mal e s c ri t o s”, que ultra j a ron torpemente a “la más alta gloria nac i o n a l”. Lo acusa de ser cultor de la “hipocresía jesuítica” y de ser un “fraile díscolo y mentecato”. “Lo más extraño es que un fra i l e e x t ra n j e ro ultraje a una distinguida dama, que es el orgullo nacional, y también ultraje al Ve n erable Obispo, a quien le adjudica el calificativo de Juan Lanas. Ese f raile que, abusando la genero s a hospitalidad que le presta el país, no tiene derecho para tomarse la libertad de injuriar y difamar lo más casto y re s p e t a b l e que tenemos.” Pierini había dicho que cualquiera de los pro f es o res de sotana larga valían más que Adela Zamudio, y El Comercio le contestó: “Pu e s, sepa el
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díscolo Reverendo que en nuest ro concepto que es el de la mayoría del país en que medra , Adela Zamudio vale más que él y todos los frailes reunidos del mundo.” El Tiempo, de Potosí, dijo que la señorita Zamudio “lanzó una c l a rinada de lucha contra una mala educación llevada a cabo en algún colegio de Cochabamba, buscándose la inemistad (sic) de las señoras, clérigos y algunos jesuitas de leva corta, enemistad fatal y persistente. Pero aconsejamos a la señorita Zamudio que a g ra d ezca esa guerra; pues, está labrándole su pedestal de gloria.” Claudio Pe ñ a randa advirtió, en La Capital, de Su c re, los apre s t o s de “el Pierini de La Paz, el demagógico jesuita Francisco de la Cruz, reputado como cuervo de p ri m e ra clase entre las aves de p resa de la Compañía… (que) afila pico y uñas para iniciar su campaña en la capital de la República”. Estos aprestos pre c i p i t a ron el clamoroso respaldo a doña Adela de personalidades como Fra n z Ta m a yo, Tomás Manuel El í o, Be rn a rdo Tri g o, Rodolfo So ri a Ga l va r ro, Rosendo Vi l l a l o b o s, Ped ro Aniceto Bl a n c o, Gre g o ri o Re y n o l d s, Emilio Finot, Ju a n Francisco Be d regal, Abel Alarcón y Raúl Jaimes Fre i re, entre muchas otra s. A estas alturas, la polémica se había prolongado a enero de 1914, y los detra c t o res y detra ctoras de doña Adela no declinaban la contienda. La Capital, de Su c re, acusó a la señora Zamudio “de recomendarse ante el gob i e rn o, como si tuviera necesidad de actos indignos para sostenerse en su empleo de maestra de escuela”; de chismear “al Padre Pierini ante el Partido Liberal, ante el gobierno y particular-
mente ante el señor Montes, presentando al humilde franciscano como a un conspirador implacab l e, como a un rebelde y tra i d o r al progreso boliviano.” En fin, las damas cochabambin a s, cuyos maridos no coincidían con ellas, entre g a ron una cruz de oro como reconocimiento a Fray Francisco Pierini. Lo i m p o rtante es que doña Ad e l a sólo había publicado el artículo inicial y una “Carta Abierta” para hacer frente a las acusaciones de P i e rini; pero el 20 de marzo de 1914 publicó dos artículos titulados “Temas Pedagógicos”, en los cuales denunció el perjuicio que ocasionaba la ausencia de educación secundaria para mujere s. Poco después, en agosto de 1914, publicó el artículo “Por una enferma”, escrito con una intensidad digna de Edgar Allan Poe o de Villiers de L’ Isle Adam (tal como lo sugiere Ed u a rdo Ocampo Moscoso), que denuncia las consecuencias del claustro a la que fue sometida la monja Jo s e f a Bascopé: “Desde el momento en q u e, por el engaño o por la fuerza, fue introducida en ese recinto (el convento), el universo quedó reducido para ella a esas cuatro paredes y al pedazo de cielo que alcanza a ver sobre su cabez a . ¡Una cárcel dentro de otra cárcel! ¡Una tumba dentro de otra tumba.” El diagnóstico prejuicioso de la Su p e riora la ha calificado como enajenada, y entonces doña Ad ela pregunta: “¿Qué es, pues, sépalo el público por fin, qué es la h e rmana Josefa? Si es una re l igiosa, debería tener su puesto al lado de sus herm a n a s, en el claustro, en el coro, en el refectorio. Si es una enajenada, por qué no intentar su curación fuera del claustro? Si es una criminal, existe un ministerio público que puede juzgarla. Criminal.”
Detalle de la Casona Santiváñez.
La hermana Josefa Bascopé había ingresado al claustro en la adolescencia; tenía apenas 31 años cuando vivía recluida en una celda oscura por una va g a acusación de demencia. Era una mujer marchita y desdentada, y su único afán había sido tejer un velo con los cabellos de niña que había guardado hasta entonces. Era una acusación muy dura contra las monjas clarisas, a tal punto que el Fiscal del Distrito, Isaac L. Beltrán, investigó el a s u n t o, pero concluyó que So r Josefa estaba “re m a t a d a m e n t e loca” y que era innecesario re d imirla de su prisión, “lo que quiere decir que estaba destinada a morir en el pequeño manicomio que se ha construido en el interior de su conve n t o”, según palab ras de doña Adela. Las referencias valiosas sobre la polémica de Adela Za m u d i o con Fray Pierini han sido re g i st radas en la Hi s t o ria del Periodismo en Bolivia, del escr i t o r
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Ed u a rdo Ocampo Moscoso, intelectual y periodista de grata memoria por la calidad de su prosa y su erudición. Es un libro de cosulta obligatoria, que nos sirvió para tomar n u m e rosos detalles que divulgamos en el presente libro. Fue una lástima que Ocampo pre s e n t a ra este libro al Co n c u r s o de En s a yo convocado en 1943 en el cual ganó Carlos Montenegro con su célebre estudio Nacionalismo y Co l o n i a j e. El segundo premio fue adjudicado a Gu s t a vo Adolfo Otero, conocido escritor paceño que presentó una Historia del Periodismo en América, y el tercer premio le fue concedido a Ocampo Moscoso. Sin embargo, es una obra que debería ser reeditada por el va l o r de la investigación y, aun más, debería ser continuada hasta nuestros días, pues contiene una referencia posterior sobre el asalto y destrucción de Los Tiempos en 1953 y allí concluye.
La
AutonomÍa universitaria y el gral. bla n co galindo
L
a Autonomía Universitaria, una conquista democrática que hoy gozan las universidades públicas en Bolivia y que contrasta con los problemas de la privatización de la educación superior en Chile y otros países, fue obtenida por el mov i m i e n t o estudiantil, que celebró su Primera Co n vención en Co c h a b a mba, en 1928. El Pro g rama de Principios fue redactado por el Presidente de la Co n vención, José Antonio Arze, en colaboración con
Gral. Carlos Blanco Ga l i n d o, Presidente de la República.
su primo hermano, Ricardo Anaya Arze, y supera con mucho el Manifiesto Liminar, de Córdoba (1918) porque incluye las re v i ndicaciones históricas que luego serían centrales en los siguientes cincuenta años de vida republicana. El gobierno del Gral. Ca r l o s Blanco Galindo convocó a Referendum por De c reto Ley de 27 de nov i e m b re de 1930, que se realizó el 28 de diciembre de dicho año e incluyó el tema de la Autonomía Un i ve r s i t a ria como la Reforma Nº 8, que decía lo siguiente: “Del régimen universit a ri o. Art.- Las unive r s i d a d e s nombrarán sus rectores, profes o res y funcionari o s, expidiendo sus títulos; podrán aceptar legados y donaciones; administ rarán sus rentas propias; proyectarán su presupuesto anual, p a ra someterlo a la consideración del Poder Legislativo y podrán negociar empréstitos con garantía de sus rentas y aprobación del Co n g re s o, para re a l i z a r con autonomía sus fines y sostener sus institutos y facultad e s.” El Re f e rendum se re a l i z ó en enero de 1930 y la Constitución de 1931 incluyó la conquista de los estudiantes. Años d e s p u é s, el Dr. Renato Cre s p o Paniagua, quien fue Rector de la Un i versidad de San Si m ó n , comentó que el Re f e rendum y la inclusión constitucional se
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debía al e lev ado e sp ír it u de Blanco Ga l i n d o, pues no sólo e ra un militar egresado de las m e j o res instituciones de Argentina y Francia en el arma de Artillería, sino un abogado que estudió en las aulas de la Facultad de Derecho, de San Simón y de San Andrés, en La Paz. Tenía razón el Dr. Renato Cre spo al ponderar la personalidad y la sensibilidad social del Ge n e ra l Blanco Ga l i n d o, pues en el citado Referendum puso en consulta un anhelo antiguo del pueblo boliviano, permanentemente postergado por los gobiernos de turno: la descentralización administrativa. Este punto y el de la Autonomía Un i ve r s i t a ria fueron los asuntos centrales en las reformas de 1930, que se plasmaron en la Constitución de 1931. La Autonomía Universitaria se aplicó de inmediato; sin embarg o, el cogobierno docente estudiantil tuvo que esperar más de veinte años para ser adoptado en 1955 con el voto ponderado, porque en San Simón, por ejemplo, un voto docente equivale a 60 votos estudiantiles, y hay sectores de este gremio que exigen la paridad del vo t o, así como hay una exigencia persistente del gremio de tra b ajadores administra t i vos por integ rarse al gobierno universitario, por cuanto son un sector importante de la Comunidad de la Universidad Pública.
Adela, Manuel y Cesáreo A
dela Za m u d i o, Man Ce sped, Ce s á reo Ca p riles y Rodolfo Montenegro fueron contemporáneos y cultivaron una amistad estrecha. El Cronista de la Ciudad ha tratado de imaginar cómo habría sido la tertulia de la señorita Zamudio en el patio solariego de su casa. Veamos. Amanece muy temprano en primave ra. Hoy preferí encerra rme en el oratorio para no encontrarme en la misa con la cara del Pa d re Iz q u i e rd o. Anoche pequé, Señor, me reí a carcajadas de tu m i n i s t ro. No me compadecí de sus defectos y no paré de reír al ver la mirada socarrona de Cesáreo y los pujiditos de Manuel, que le sacuden el vientre. Leía Rodolfo, Rodolfo Mo n t e n e g ro; Ma n u e l se sentaba al lado de su hermano Pablo; Cesáreo saboreaba el té de manzanilla que me había pedido p a ra distinguirse del chocolate batido que era una de las delicias de Manuel endulzado con miel de abejas. Rodolfo se atusaba el bigote m i e n t ras leía sus lindez a s. ¿O eran de Pablo? No importaba, pero no saldrían a la luz en El País, como queríamos, y sólo circularía de mano en mano, para escándalo de mi buen amigo Julio y para regocijo del joven Demetrio. --Nunca hubo en Cochabamba un hombre más popular que el padre Iz q u i e rd o, cuyo temperamento estrafalario, fue una rara mezcla de fatuidad, estupidez e ironía, todo digno del concepto
piramidal que siempre tuvo de sí mismo –leía Rodolfo. Co n f i e s o, Padre, que me burlé de tu ministro. Eso de concepto p i ramidal se lo escuché muchas veces a Manuel, con la complacencia de una persona tan sencilla como Cesáreo. ¿Cómo mirarle de frente allí en el púlpito y cómo no reírme de sus sandeces? Todavía estaba fresca la polémica que se le había ocurrido con Camille Flamarion y las preguntas retóricas que lanzó desde el púlpito a tan ilustre astrónomo: ¿Ha hablado Camilillo con los habitantes de la luna? ¿Tienen o no tienen cola? ¿Oyen misa sentados o para d o s ? ¿Cómo se llama el obispo de la luna? ¿Cuántos sacerdotes hay? ¿Quién les ha enseñado latín? Como Camille no contestó, el padre Izquierdo se dio por satisfecho. ¡Había ganado el debate! Pero Rodolfo proseguía: Oriundo de una comarca próxima, debió haber nacido antes que la república, pues los viejos más viejos de Cochabamba, lo conocieron casi tan viejo como cuando dejó de existir. Ce s á reo fruncía el entrecejo y acentuaba el rictus irónico de su amplio rostro. A principios de año había asistido al Congreso Eu c arístico desde la galería del Teatro Achá, y cuando el santo obispo Granado le cedió la palabra a su secretario apostólico Pierini, y éste preguntaba retóricamente por qué Bolivia se había estancado, por qué no hallaba la senda del
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progreso, por qué se aferraba a la t radición, Ce s á reo se levantó y gritó: ¡Por los curas! Y se fue olímpicamente. Era fama que ahuyentaba a la clientela de su farmacia con argumentos contundentes: V á y a s e aquí al frente, donde encontrará usted la misma pócima y más barata. Mantenía esas re l a c i o n e s con Ubaldo Anze, dueño de la Farmacia Boliviana. No le importaba vender sino ser justo y si algún defectillo se le re p ro c h a b a era que no daba la mano a nadie y usaba de la pastilla de jabón como un obseso. Conmigo hacía excepción cuando tomaba mi mano y la besaba, pero no habría ofrecido la suya ni a Jesucristo. Perdón, Señor, por volver a blasfemar. Ese era su único defecto, y tal vez el traje negro que no se había quitado desde que murió Mariquita, su m a d re, traje ve rd e, más bien, pues el negro es una ausencia impenitente que no tarda en parecerse a una hoja de coca. Manuel sonreía beatíficamente. Si los prelados de la Iglesia fueran escogidos entre los más justos y a p a c i b l e s, Manuel hubiera sido Papa. Dispénsame, Padre, por tratar de adivinar tus designios. Pero es que no le conocía otro regocijo que el de traerme una orquídea con instrucciones para conservarla tan lejos del clima húmedo del Chapare. Du raría poco más que la rosa que un día Ma n u e l desposó y cuyos pétalos le roz aron la frente como el único beso
conyugal que recibió en medio siglo de vida. Eso quizá nos unía: el celibato llevado con regocijo y bastante más que paciencia; la prescindencia de una pareja que nos impidiera vivir plenamente tal como éramos. Eso y pensar lo mismo, al unísono, como aquella vez que los fabricantes de velas vaciaron la esperma en la puerta de la Pre f e c t u ra para pro t e s t a r por el tendido de energía eléctrica. ¡Pe ro si todavía Francisquita temía que las bombillas encendidas provo c a ran un incendio! ¡Y con qué alarma las soplaba para advertir que la llama de una vela se apaga con el soplido, pero el t e rco filamento de la bombilla permanece encendido! O bien aquella otra vez en que se inauguró el tranvía y los dueños de carretas de alquiler lanzaron el ganado mular a la Plaza 14 de septiembre, para que las bestias protestaran sembrando en el empedrado sus desechos. Cesáreo había corrido a verme, y poco después llegaba Manuel con el color del arrebato en las mejillas y la luz del entendimiento que lo hacía brillar como una bombilla. ¡ Se oponían al pro g reso, Adelita! ¡Soñaban con una aldea sumergida en bosta y esperma de velas! Sólo faltaba que gritara Fiat lux, fiat lux, para festejar la introducción de la energía eléctrica. Perdóname, Se ñ o r, por ceder a la tentación de degustar el guindado que trajo Manuel. ¿Cómo resistirse si me traía el aroma y la memoria de mi infancia? El aire de la noche estaba sereno en el patio cuadrado que alumbra b a un par de bombillas, pero allí, en Co rani, en la finca de mi padre, cómo nos gustaba arre b u j a rnos en esas gruesas cobijas, junto al fogón de la cocina, para oír historias de apare c i d o s. Y de pro n t o llegaba Manuel, flacucho y adolescente, con el bozo que le apa-
recía por primera vez sobre el lab i o, y me extendía un cesto de guindas fre s c a s. Era menor que yo, pero anoche, al ver su ro s t ro bajo la incipiente calvicie y la curvatura del vientre, podía comprobar que Manuel jamás había perdido la pureza de su mirada de adolescente, mirada sin dobleces, sin solapas, sin medias tintas, pura y mansa como la de un potrillo o un perro de la familia. Con esa mirada medía mi contento al tomar las guindas entre los dedos y llevármelas a la boca, frente a la pampa helada de Co rani, donde los cultivos de papa se perdían en el horizonte. Papa de Corani, papa de Colomi, guindado para disipar el frío nocturno. ¿Cómo resist i rme a aceptarle una copita m i e n t ras veía que él sabore a b a ese licor perfumado que era el orgullo de su casa de hacienda? Cesáreo no bebía alcoholes y no había que insistir porque tomaba su sombre ro y se marchaba sin despedirse; en cambio Pablo y Rodolfo vivían la bohemia de la pluma y del olor a tinta de imprenta. Nos reuníamos usualmente los cinco, pero a veces nos encantaba platicar con los muchachos Anaya, con mi sobrino Rodolfo, cuya pasión era registrar nuestros gestos en esa máquina misteri o s a que congelaba risas y tiempos, y con el joven Canelas, cuya novela me había regocijado por la fina ironía con que registraba el alma pechoña de la aldea. Eso era Cochabamba, un estero de aguas estancadas; pero ahí estábamos Manuel, Cesáreo y Adela para sacudir la pátina de las almas y soñar con un mundo nuevo. Solía venir también José Antonio, el joven del clan Arze, junto a su primo Ricard o, y ambos comentaban la última travesura de Franklin y Rafito. Perdónalos, Señ o r, porque apenas dejaron de
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ser niños. Perdónalos por colarse a tus templos para echar tinta azul al agua bendita. ¿Qué sería de la paz de la aldea si no la sacudían estas pequeñas travesuras? Hoy me encerré muy temprano en el oratorio y no abrí mi devocionario. Perd ó n a m e, Se ñ o r, por no haber querido hacerlo, pero sólo quiero platicar contigo sobre la ventura de compartir mis emociones con Ce s á reo y Ma n u e l . Hoy es domingo. Por la tarde tendré tiempo para preparar mis clases en la Escuela San Alberto. La mara, con ser mara, cede y se curva a la humedad y al tiempo. Todavía re c u e rdo el día en que Manuel trajo esos tablones y los afanes que lo ocupaban junto a su hermano Pablo para armar ese estante ahora repleto de geranios y otras macetas de hierbas humild e s. Manuel amaba la quilquiña por la criolla rotundidad de su a roma, pero su olfato solía reconocer aromas tenues como el del tomillo, el romero o el muérdago, y Pablo decía que su hermano era capaz de destilar perfume de a c h i c o ria, incluso de lechuga. Manuel sonreía enfilando las macetas una a una en el estante de madera mara. Es mara, Adelita, madera eterna y santa, como la hostia. Él había fabricado ese banco de palos sin desbastar, que ya mostraban los estragos del tiempo, como en este rostro surcado por las arrugas que dejan la soledad y el insomnio. Le insisto a Rodolfito que no me incluya en sus imágenes, pero es inútil. Había que ver su regocijo cuando me mostró la Plaza llena de gente que asistía a mi coronación, y su decepción al comprobar que mi interés se había fijado en las vendedoras de rosquetes, en ese heladero que empujaba su carro a tracción humana y esas confiteras que seguramente no entendían qué ocurría en los balcones
de la Prefectura, mientras el Presidente Hernando Siles saludaba a la multitud y, a su lado, mi primo Ramón, su ministro de Hacienda, saludaba a los parientes. Hoy es domingo y una decadencia temprana se cierne sobre este patio. Los canarios enmudecen y el loro cavila sin las estridencias dominicales de otro s t i e m p o s. Quizá extrañan mi ausencia a esas horas en las cuales solía ir a misa a Santo Domingo; pero es que anoche pequé, Señor, y no siento nada que se parezca a un propósito de enmienda cuando re c u e rdo la voz zumbona de Rodolfo Montenegro y el estallido de la risa franca de Cesáreo, que acabó por soltarse mientras se aflojaba el chaleco. --Magnífico ejemplar del autóctono hecho cura, no tenía para qué ocultar su origen: bien claro lo decían el continente ordinario, el color, la cabeza de antropoide y sobre todo el cuero, virgen de lancetazo alguno, como que no hubo avispa capaz de habérselas con él. ¿Podía acaso reconocer alguna palabra que viniera del ingenio de Manuel? ¿O del ácido humor de Cesáreo? No, esas lindezas las escribía Montenegro, y luego que se publicaban eran la comidilla de la aldea. --Bruto como un hipopótamo e ignorante como un buey –perdónenos el padre, puesto que el cronista debe ser verídico—así bruto se sabía un superhombre y exteriorizaba el concepto de su propio va l i m i e n t o, en el rictus de olímpico desdén con que escuchaba a sus contendores y discutía los más bárbaros absurdos, fomentando el humorismo aún en los espíritus más adustos y poco amigos del donaire. Allí donde se sentaba Manuel se había acomodado Carlos Medinaceli junto a José Cu a d ros Quiroga. Medinaceli quería saludar-
me y luego del cumplido, conocer al Tagore boliviano. Pepe Cuadros ya se había ganado desde chico el mote de El Gato que Fuma, un jovenzuelo flacucho prendido a un pucho; tenía el humor seco y austero del fumador y sin embargo cómo le divertían las hazañas del m a yor de los Anaya, con decir que las beatas que asistieron al Congreso Eucarístico salieron en procesión y gritaban: ¡Viva Cristo Rey, muera Ricardo Anaya! En qué iría a parar el congreso de estudiantes que habían armado Arzes y Anayas. La vida no me daría tiempo para saberlo. Pero ese era el motivo de la visita de Medinaceli. Luego Manuel me contaría que lo sorprendieron en el patio a dos cuadras de la Plaza, a tres de esta casa, donde alquilaba un cuartucho porque vivía más entre las rosas y las raras especies que cultivaba. El port ó n estaba abierto y Manuel, enfra scado en abrir un pequeño hoyo en la tierra húmeda para almacigar unas semillas. Medinaceli tenía el aire de haber preparado un
discurso, pero seguramente lo desarmó la sencillez apostólica de Manuel. Ah, Manuel, cómo se resistía a leer esos libros que devorábamos con Cesáreo y que iban de mano en mano. Él prefería sus catálogos de semillas y sus grabados de plantas exóticas. Qué mala ort o g rafía, Se ñ o r, y sin embargo qué versos seráficos salían de su pluma. Rodolfo calificaba al padre Izq u i e rdo de “a b s u rdo con tonsura”, de ente ridículo hecho para solaz del pueblo burdo, y de fino cultor de una jerga inimitable, mitad quechua, mitad castellano. Ahora entraba yo en escena y Rodolfo ponía en boca del padre Izq u i e rdo las siguientes palabras: “Choy, Adela, mirámelo esto, porque yo estoy algo olvidado en los versos. Lo que es en prosa, te doy la zurda.” Cesáreo me inquietaba porq u e había reunido a los jóvenes en torno a su revista y cada número que salía era motivo de novenas y triduos de penitencia propiciados por las beatas.
Adela Zamudio fue coronada por el Presidente Hernando Siles en la Plaza 14 de septiembre.
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La
E
fundaciÓn de ELFEC
l siglo XX y las corrientes lib e rales tra j e ron a Co c h abamba la ideología del progreso, que pugnaba por imponerse en medio del clericalismo más conserva d o r, el fru t o más conspicuo de la pax colonial que había vivido la vieja Villa de O ropesa desde su fundación hasta bien entrada la Re p ú b l i c a . La jera rquía de la Iglesia tenía una extensa red de relaciones sociales cuya cabeza visible era el ex Presidente Ma riano Ba p t i s t a Caserta, gran orador y acaso úni-
ca mentalidad del viejo Partido Co n s e rva d o r, pues los Presidentes Arce y Pacheco eran ricos minero s, pero no habían elabora d o un ideario como el que enunciaba Baptista en sus vibrantes disc u r s o s. ¡No en vano le decían Ma g o ! La ideología del pro g reso quería superar el lastre colonial con sus calles mortecinas, alumbradas por “luz a sebo” y sólo en las noches sin luna, que no habían cambiado desde la fundación de la República. Es útil revisar el pe-
La noche inaugural en la Plaza 14 de septiembre.
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riódico El Cóndor de Bolivia, durante la Presidencia del Mariscal Sucre, para medir sus afanes con motivo de la celebración del primer aniversario de la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1825, en presencia del Libert ador, que había llegado a la nueva República Bo l ì var en septiembre. Bolívar decretó que los festejos de la Batalla fueran solemnes y se re a l i z a ran en toda la República, pero apenas se conmemoró una fecha tan importante en su primer aniversario, y luego pasó hasta hoy al olvido. Su c re se preocupaba con los aprestos del banquete oficial y el alumbra d o público, inmerso en la polémica de entonces sobre si era mejor la luz a sebo o un nuevo combustible que generaba discusión entre los entendidos: el aceite de ricin o, llamado también aceite de castor (castor oil), cuya aplicación conocida desde los Fa ra ones de Egipto era la de purgante. La Paz tenía alumbrado público a gas desde 1888, pero Co c h abamba nunca hizo ese intento. Aquel año se creó la empre s a “A l u m b rado El é c t rico y Aguas Po t a b l e s”, con electricidad que se generaría en la Laguna Sa n Juan, Co rdillera del Tunari, pero no prosperó. En nov i e m b re de 1902 llegó a Cochabamba el bióg rafo Hellec, antecedente del cinema, pero tenía que transportar su generador de electricidad a lomo de mula. Los jóvenes creían en el pro-
g reso y lograron imponerse con la creación de la Sociedad de Lu z y Fuerza Eléctrica Co c h a b a m b a (ELFEC) en 1908. Hay testimonios orales de la cólera de los antiguos fabricantes de velas, que habrían echado sebos y espermas en la Plaza 14 de Septiembre en señal de protesta; pero nada detendría a los pioneros de la m o d e rnización del país y de nuestra villa, porque se trataba de una oferta de servicios a un mercado seguro y al abrigo de las fluctuaciones de la oferta y la demanda o de la competencia desleal del contrabando. Ad e m á s, la c o n vo c a t o ria inicial había conm ovido a los empre s a rios más p r ó s p e ro s, encabezados nada menos que por Simón I. Patiño, de modo que en 1939 ya controlaba el 60 por ciento de las acciones mientras tres bancos tenían el 18 por ciento del paquete accionario y el resto de los socios se re p a rtía el 22 por ciento restante. Un alarde de modernidad realzó las fiestas del Ce n t e n a rio de la República iluminando como jamás antes se había visto la Plaza 14 de Se p t i e m b re. Uno imagina la sensación de gozo que debieron sentir Adela Zamudio, Man Cesped y Cesáreo Capriles, que c u l t i vaban una vieja amistad y compartían ideales y sueños de progreso. Precisamente el sobrino de doña Adela, Rodolfo Torrico Zamudio, inmortalizó esa noche de regocijo con su infaltable cámara Ze i s s. El origen social de los pri m e ro s 50 accionistas estaba muy enra izado en las familias tradicionales de Cochabamba, siendo los diez p ri m e ros Simón I. Pa t i ñ o, Lu i s Si e r ra Ga l va r ro, Alberto Wunsch, José Antonio Qu i roga, Alicia D’Arlach viuda de Blanco Ga l i ndo, José Espada, Rafael Urq u i d i , Federico Rocha, Ricardo Ayala y
Los intrépidos instaladores de líneas eléctricas.
Elena Santa Cruz de Quiroga, el p ri m e ro con 30.006 y la última con 200 acciones. La prensa de la época destacó la suscripción inicial de 17 mil acciones de 50 bolivianos cada una, que fueron adquiridas por p restigiosos vecinos de la élite cochabambina. Uno de ellos es Rafael Urquidi, pionero de la modernización de Cochabamba, cuyo busto permanece por casi un siglo en la Avenida Heroínas f rente a la antigua y tradicional ubicación de las oficinas de ELFEC. Ot ros vecinos citados por la
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p rensa son: Ma riano Re y n o l d s, María Jesús Ad ri á zola, Is ra e l Anayua, Ernesto Ga l i n d o, Jo s é Reza, Teodosia Sainz, Antonio Cossío y Enrique Fi e b e rg, maestro cervecero de la Taquiña, los cuales conformaron el primer directorio. La medida clave fue la compra de la finca Chocaya, que tenía un salto de agua, y la import a c i ó n de 3.000 quintales de maquinaria y material eléctrico, que consistían básicamente de 2 turbinas de 300 caballos de vapor, que g e n e rarían 200 KWA gracias a la
caída de agua de 80 metro s. El c o m p romiso inicial de dar elect ricidad a Cochabamba el 6 de agosto de aquel año fue pospuesto para el 14 de septiembre, por la época de lluvias, y la maq u i n a ria fue tra n s p o rtada por “Ca r re t e ra Tunari”; fue instalada por Francisco Zangle y Ricard o Cox y el tendido de 18 kilómetros de línea a Cochabamba lo realizó Félix Sánchez de Loz a d a . De este modo, a las 19:00 de aquel 14 de septiembre de 1908, una muchedumbre de 15.000 personas ganó la plaza y vio la luz a las 20:30 en medio de dianas y hurra s. Una banda de música interpretó el Himno Nacional, La Marsellesa y el Himno a Cochabamba, y la Sociedad Ca-
Un valioso estudio de Gustavo Rodríguez Ostria, historiador.
latayud hizo una Guardia de Honor ante la Columna de Se pt i e m b re, debidamente adornada con focos. A las 22:00 cesó la iluminación debido a una tempestad desatada en las alturas de Chocaya. Pa ra 1943, las acciones de Simón I. Patiño fueron contro l a d a s por el Municipio de Co c h a b a mba (52%). Un año antes, la revolución de 1952 había inaugura d o o t ros tiempos en los cuales las familias tradicionales ya no tenían la influencia de antes. En realidad, ya en 1941 Simón I. Patiño había transferido sus acciones de ELFEC a la Fu n d a c i ó n Un i ve r s i t a ria que llevaba su n o m b re, y dos años después, dicha Fundación las vendió a nuestro Municipio. La energía eléctrica permitió el servicio de tranvía, también prop o rcionado por ELFEC, y ocasionó las protestas de los dueños de diligencias y otros medios de t ra n s p o rte de tracción animal, los cuales, según la tra d i c i ó n oral, org a n i z a ron una pintore s c a manifestación de protesta en la Plaza 14 de Se p t i e m b re concentrando en sus jardines numerosos mulos arrieros, que no tuvieron el menor escrúpulo de dejar en la augusta Plaza sus huellas digestivas. Eran los tiempos de la electricidad, del tranvía, del teléfono y del automóvil, que muy pronto sacudieron la modorra de nuestro campanario. La Sociedad de Luz y Fu e rz a Eléctrica Cochabamba inició sus actividades el 14 de septiembre de 1908. La ciudad no tenía más de 35.000 habitantes, pero sus élites –liberales, republicanos y católicos—se unieron contra el c e n t ralismo de La Paz y el arg umento manido en la época de que re t a rdaban la conexión del valle con la red de ferrocarriles.
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Uno de los frutos fue la creación de la nueva sociedad, que satisfacía un anhelo prolongado desde 1888. Era el modernismo que se l e vantaba contra la herencia hispana e indígena, que nos ataba al pasado; el afán de importar máquinas de va p o r, electricidad, telefonía y ferro c a r riles para desar rollar la minería y la industria y c o n ve rtir a la Cochabamba agrícola en una sociedad moderna. La política librecambista impuesta por el liberalismo en el poder había liquidado las artesanías y la agri c u l t u ra locales, que no podían competir con la libre i m p o rtación de alcoholes, azúcar, harina y otros productos chilenos y peru a n o s. Los hacendados cochabambinos pensaron entonces abri r n u e vos mercados en el Ori e n t e del país, aprovechando el auge del caucho. Así se fundaron la cervecería Taquiña (1893-1895) y la Ce rvecería Colón (1898-1900) y se fabricó alcohol de maíz, m i e n t ras la población sin recursos emigraba a trabajar en las sal i t re ras chilenas o en las minas bolivianas de estaño. Había un anhelo de superar la sociedad señorial “basada en la fuerza del indio y la paciencia del borrico”, como dijo el munícipe Simón López en 1915. A principios del siglo XX, Cochabamba no tenía más de 25.000 habitantes y c a recía de alcantari l l a d o, agua domiciliaria, transporte colectivo, teléfonos y electricidad. Pe ro ya se iniciaba la era del estaño y se abrían otros tiempos. De este modo, la Sociedad Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba se creó por escri t u ra de 18 de marzo de 1908 y se fijó como objetivos el alumbrado público, la instalación de tranvías y molinos y la fabricación de ladrillos y tej a s. El ferro c a r ril llegaría a Cochabamba en junio de 1917.
COMTECO: historia de la
Telefonía Y
a en 1894 Co c h a b a m b a contó con su primera línea telefónica, que ordenó tender don Juan de la Cruz Torres entre su Quinta de la Muyurina y su oficina de la Calle Sucre (frente al actual Cine Astor), donde expendía los productos de la Viña y atendía otros negocios. En 1902 funcionaba la Empresa Telefónica Peña y Compañía, que atendió las primeras necesidades de comunicación en la todavía pequeña ciudad. Pero eran tiempos de cambio, porque en 1905, don Jesús Aguayo estrenaría el primer automóvil, importado de los Estados Unidos, y en 1908, la e n e rgía eléctrica iluminaría la ciudad colonial que las noches sin luna vivía a “luz de sebo”. Años después de la Revolución de 1952, la Alcaldía Municipal estableció el Se rvicio Municipal de Teléfonos Automáticos (SMTA ) , que atendió la comunicación telefónica en su versión analógica, que era muy limitada, pues para hablar a las ciudades del interior había que recurrir a los servicios de Serval o de Cirbol, empresas p i o n e ras de la radiotelefonía. De la primera fue artífice don Carlos Moreno Taillacq, de grata memoria para los cochabambinos. El servicio municipal se tra n sformó en la Corporación Telefónica de Cochabamba (CO M T ECO), que dio los pri m e ros pasos
hacia la expansión del serv i c i o, gracias a un plan estratégico de expansión y diversificación (Televisión por Cable, Telefonía Móvil, Larga Distancia, Banda Ancha), ejecutado entre 1997 y 2007. En 1997 tenía 73.468 línea telefónicas y creó la Unidad de Negocios Supernet y Transmision de Datos, ofreciendo servicios por discado
d i recto Dial Up y Frame Re a l a y. Hasta el presente, la coopera t i va ha diversificado su oferta de servicios Internet con Banda Ancha ADSL y cable modem - Televisión por In t e rnet (Web TV ) - Vi d e o s por In t e rnet - Web Hosting, Supernet Re a d y, Televigilancia por Internet y el mayor portal de noticias de Bolivia: Noticias Bo l i v i a-
El moderno edificio de COMTECO, cuyo diseñador tuvo el buen gusto de respetar las viejas palmeras.
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Don Rafael Urquidi fue artífice del progreso en Cochabamba, que se inició con la electricidad y con la telefonía.
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nas.com. En 1998, anticipando la explosión de la demanda de líneas de telefonía móvil, se crea Nuevatel V I VA junto con Wester Wi re l e s s International. El año 2000 se crea InteracTv, e m p resa proveedora de servicio de televisión por cable en sociedad con Richardson El e c t ro n i c s. Esta nueva Unidad de Negocios incrementa su accionar y se fortalece más al absorber a Vidivisión y tornarse como una de las mejores opciones en lo que se refiere al servicio de cable en Co c h a b a mba. El 2002 se erige Boliviatel junto con otras coopera t i vas de teléfonos del país, convirtiéndose en la actualidad, en la empresa líder de larga distancia posicionada con el código 13 y distinguida como sinónimo de empresa boliviana de elevada confiabilidad por su capacidad de re i n ve rtir en la región. El 2003 se marca un hito importante en la historia de las telecomunicaciones en todo el país, cuando CO M T E CO fusiona sus Unidades de Negocio en torno a la cooperativa, constituyéndose en la Co r p o ración más sólida y completa dentro del ru b ro, ofreciendo a sus socios todos los servicios y complementando su accionar en el complejo y abigarrado campo de las telecomunicaciones. El crecimiento de CO M T E CO ha significado un gran esfuerzo en aporte de tecnología de punta, infraestru c t u ra moderna y atención personalizada, ágil y eficiente a los 100.000 asociados. La eficiencia de la Corporación ha sido avalada por la ISO 9000 2000 Certificación a la Calidad. El 2008 se consolidan las negociaciones para la compra del pa que te accion ar io de E l f e c S.A.
CervecerÍa
Taquiña C
ochabamba tuvo una imp o rtante migración alemana, cuyos descendientes todavía son re c o n o c i b l e s. Ellos estaban acostumbrados a tomar cerveza, que importaban de Eu ropa y probablemente costaba muy cara. Esa dulce necesidad hizo que fundaran la Ce rvecería Taquiña en septiembre de 1895 miembros de ilustres familias como los Kunst, los Be s s a n d , los Brockmann, los We rth y los Kruger. En t re ellos había también pilotos y funcionarios alemanes del Lloyd Aéreo Boliviano, creado también a fines del pasado siglo. Cincuenta años después, Joseph Stark encabezaba la lista de socios con 1.041 acciones, seguido de otros inmigrantes euro p e o s : O’Connor, Wi l l i a m s, Clauss, Jast ram, Ba r b e r, Bro c k m a ye r, Mul l e r, Reclam, Nanetti, Hu g h e s, Heitmann, Gi rod, Ha u s c h i l d t , Hoffmann, Di e t ze, Koehler, Zôllner y Bra n d e n b u rg. Asimismo e n c o n t ramos apellidos cochabambinos tradicionales como: L a re d o, Ga l i n d o, Sa n j i n é s, Urq u idi, Ba zoberri, Anze, Ga l d o, Anaya, Rive ro, Lozada, Va l ve rde, Gumucio, To r rez, Méndez, Araníbar y Zambrana.
Achá, sobre la calle España, que por entonces se llamaba la Ca l l e del Te a t ro, gracias al auspicio de Cervecería Taquiña, que pro p o rcionaba el célebre Chop Taquiña, conservado en barriles de madera importados de Alemania a solicitud de los cerve c e ros Ko l l e mb e rg e r, Fiebig y Ma u re r. Te n i a media puerta vaivén y estaba ubicado al lado del Club Alemán. El chop se mantenía helado gracias a unos bloques de hielo que bajaban en burros desde la Taquiña. Este mismo Max Chop se llamó luego Chop Eu ropa, el cual tenía dos óleos vo t i vos que pintó don Avelino No g a l e s, uno de ellos que titula “Bebiendo cerveza Taquiña” y el otro, “Terminando de beber cerveza Taquiña”, es decir, durmiendo la mona entre barriles del líquido néctar. El administ rador más conocido del Chop Eu ropa fue Paul Ko l l ro s, cuyo n o m b re se repite ya por cuatro g e n e ra c i o n e s, si no más; luego fue Mario Antezana, hermano de Armando Antezana, el Gordo Ja Ja, y cuando se trasladó a la segunda cuadra de la misma calle, el último administrador fue n u e s t ro querido amigo Chavo Sanzetenea.
EL CHOP EUROPA Gracias a nuestro dilecto amigo Ernesto Daza Rive ro sabemos que el legendario Chop “Europa”, que fue una tradición en Cochabamba, fue fundado por Max Reikendorf en 1890 con el nombre de “Max Chop” frente al Te a t ro
EL CLUB ALEMÁN El Club Alemán se denominó Sociedad Anónima Club Alemán de Cochabamba (Deutscher Verein Zu Cochabamba AG) y fue fundado el 7 de febrero de 1895 por Herm Brockmann, Carlos v. Bu l m e ring, Geog Decker (quien
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Una de las etiquetas más sugestivas del orgullo alemán y su producto estrella.
fue contador de la Casa J.C.To r re s e Hijos), Ernest Detlefsen, Óscar A. Ehrh o rn, herm Fri c k e, Ca r l Heitmann, Herm. V. HOlten, Ingwald Johannensen, Rodolfo Kruger, León Lehmann, Georg Pu t tk a m e r, August Schimmer, Ot t o Schmidt, Josef St a rk, Os c a r Stockfleth, Carl Schultze, Dr. Adolf St o c k e r, Alexander Zinkeisen, Wilhelm Kunst, Alfredo Barber y He i n rich We rth. De ellos,
Portada de la valiosa investigación de Ernesto Daza Rivero en el Centenario de Taquiña.
seis fueron fundadores de Cervecería Taquiña S.A. Estos socios degustaban y aprobaban las vareidades Pilsen, Ba v i e ra, Malta y Munchener Bock, de Ta q u i ñ a . Era un establecimiento muy elegante, pero no logro sobrevivir a la Segunda Gu e r ra Mundial, pues Bolivia declaró la guerra a Alemania en 1944. Muchos de los socios alemanes fueron deportados a campos de concentración en Texas y no vo l v i e ron más a Bolivia. CERV E C E ROS ALEMANES Tres ingredientes básicos tiene una buena cerveza: cebada, lú-
pulo y agua. La exquisitez y calidad de la Cerveza Taquiña se debía no sólo a la calidad de la cebada, del lúpulo importado o del agua de la cord i l l e ra del Tunari, sino del prestigio profesional de los técnicos alemanes. El primero de ellos desde el año de fundación, 1895 fue Alberto Ko l l e mb e rg e r, quien poco antes había fundado en La Paz la Cerve c e r í a Alemana y la Ce rvecería Boliviana. Su primer ayudante fue el Sr. Peters y el segundo maestro cerve c e ro fue Pe d ro Soumchsen. En 1897 se instaló la fábrica de hielo de la Taquiña y la empresa adqui-
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rió pipas y barriles en Eu ropa. En 1898 registró las marcas Pilsener y Malta en el Mi n i s t e rio de Fomento, que todavía funcionaba, como el gobierno central, en Sucre. En 1901, el maestro cervecero En rique Fiebig instaló un “motor h i d r á u l i c o” para reemplazar el t rabajo manual y el segundo cerve c e ro fue el sr. Voigt, reemplazado poco después por Juan Maurer. En fin, el mismo año se intentó formar un sindicato junto a la Ce rvecería Colón, para monopolizar la producción. En 1902 nació la va riedad Munchener Bo c k , que con la Pilsener y la Ba v i e ra , e ran las favo ritas en el Club Alemán. En 1903 fue segundo cervecero el Sr. Burneisler. En los inicios del siglo XX, el 29 de marzo de 1905 la Em p resa Peña de Teléfonos instaló una línea e n t re la Fábrica y la Agencia de ventas de la ciudad. Hasta 1924 permaneció como primer cervecero el Sr. Fiebig, y en 1934 fue sustituido por don José Hass. Dos años después, se sustituyó la leña como combustible por una turbina genera d o ra de electri c i d a d m a rca Escher Wy s s. En 1925 se celebró el Pri m e r Ce n t e n a rio de la República, y Taquiña lanzó una Malta Blanca en cuya etiqueta se ostentaba el escudo nacional junto a dos banderas cruzadas: la tricolor boliviana y la enseña del Imperio Alemán, que flanqueaban un óvalo con la f i g u ra del monomotor Ju n k e r “Oriente”, rodeado por espigas de cebada y hojas y frutos de lúpulo. Los accionistas fundadores de Taquiña fueron los señores: Alberto Ko l l e m b e rger (el mayor accionista), Ubaldo Anze, Alfre d o Ba r b e r, Luis Bessand, herm a n n Brockmann, Antenor Cossío, Isaac Daza, Ernesto Galindo López , Víctor Guzmán Achá, Em i l i o Hietmann, Rodolfo Kruger, Gu i-
llermo Kunst, Manuel Venancio Montaño, José de la Reza, Ramón 2º Rive ro López, José Starck, Filomena C. viuda de Urquidi, Alfredo Urquidi Gi n e s, Julio Va rg a s, Enrique Werth y Víctor Zambrana. La pri m e ra producción de cerveza data del 10 de mayo al 30 de junio de 1895 y constaba de 515 docenas de botellas elabora d a s con 80 quintales de cebada. En sus inicios, la Em p resa tuvo 10 personas entre empleados y trabajadores. OJO DE VIDRIO 100 años de “Taquiña” La Patiño Mines y Comibol, dos m e g a e m p resas bolivianas, estuvieron lejos de cumplir un siglo de vida. En cambio “Taquiña” nos compaña desde hace 100 años. Desde 1895, billones de va s o s, galaxias enteras de burbujas colmaron la alegría de tatara b u e l o s, bisabuelos, abuelos, padres, hijos y nietos, con sus re s p e c t i vas y bellas parejas. So b re la mesa / --Burbuja de burbujas / Leche de rubia / Ni e ve y oro / Sa n g re de Walkiria-- / La cervez a . Los recuerdos más antiguos de seis generaciones están ligados a Taquiña. A los garrafones de chop servidos al pie de la cordil l e ra. A los patos que pre p a raba el abuelo y el padre de Carlitos Ga rcía, y que ahora deleitan los sentidos de los visitantes de Taquiña. A la generosa visión del valle de Cochabamba, que se extiende como una ru m o rosa alfombra ve rdeávida, siempre presta a recibir el torrente de cebada y lúpulo que libera a diario la Ce rvecería. Hace diez años, el diablo que guardo en el cuerpo me obligaba a caminar desde temprano, todos los fines de semana, de la zona de El Castillo al Frutillar, a Mesadi-
lla, a Ara n j u ez, a las orillas del Parque Tunari, al Temporal, a la vieja cervecería Colón y, luego de cruzar dos sonoras quebradas y de orillas sembríos de flores y de fatigar mis fieles pies dura n t e c u a t ro hora s, avizo raba por fin los elevados torreones de la Cervecería y entonces apuraba el paso, para sentir de una vez la dulce y refrescante sensación de ro c i a r las entrañas del espíritu con la n i e ve y el oro de Taquiña. Conocí en el colegio a Tito Asbún, apenas un año mayor que este humilde y sediento servidor y, ahora que lo pienso, quizá en esos años felices la bonhomía, la alegría serena, la sonrisa presta de Tito ya le anunciaban éxitos. Gracias a su voluntad férrea y el manejo inteligente de Ta q u i ñ a , Tito Asbún evitó que nuestra Cervecería cayera en manos ajenas al linaje empresarial de este va l l e. La historia de Taquiña se parece a la historia del río Rocha. Las aguas cristalinas de la cordillera, convertidas en un turbión de alegría, se arremansaban en El Prado, en la esquina de Pisterna, hace cien años. Con el tiempo formaron una laguna de amenidad e s, de suertes y bra vos desafíos en el Chop Co m e rc i o. Frente al Te a t ro Achá, los dados del azar rociados de Taquiña desbord a ro n el arroyo del Bar Europea; se perdieron, con un cantar de ranas, en El Corso; y en un tronar de coh e t e s, en El Dorado; y en una explosión de luminarias en el Sa varín; y en una fiesta de buscapiques en El Prado; y en un himno a la alegría en el Bar Social de Cala Cala. En homenaje a tanta dicha, a tanta sed saciada, a tan elevada exaltación, a tan amena tertulia e n t re abuelos y nietos, vivos y muert o s, alzo mi copa rebosante de buen humor y de Ce rveza Taquiña.
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El artista cochabambino diseñó las etiquetas.
Vi l l a r roel a la izquierda del militar. En su gobierno se expulsó a japoneses y alemanes a un campo de concentración norteamericano.
La Compañía Pe t rolera “Águila
Doble” ¿
Podría alguien creer que a 15 k i l ó m e t ros de la ciudad de Cochabamba se perforó con g randes posibilidades de éxito p a ra hallar petróleo? Esta es la historia de la Compañía Pe t ro l era “Águila doble”, que se debió al tesón y el emprendimiento de don Ramón Rive ro López. En efecto, la Compañía contrató a los geólogos: Elis Ja n s s o n , Ernesto Ba rth y T.G. Serguiesco, al ingeniero H.c. Kumar, director de los trabajos de perf o ración, y al perforista F.H. Meisner. Los informes fueron alentadore s. El Dr. Elis Jansson estudió entre diciembre de 1928 y enero de 1929 una serie de estratas y de e s t ru c t u ras anticlinales, como también “una manifestación de p e t r ó l e o, aunque débil” que le permitió llegar “a la convicción de que puedo y debo aconsejar a la Comunidad Águila Doble proceder a la perforación de un núm e ro de pozo s, con el fin de establecer, a punto fijo, el valor de los
terrenos, y con la expectativa de e n c o n t rar en estos mismos pozos cantidades apreciables de petróleo.” Jansson obser vó los va l l e s g randes y abiertos de Sa c a b a , Cliza, Cochabamba y Sa n t i v á ñ ez, que en otro tiempo habían sido l a g o s, y encontró sedimentos modernos (aluviales) de 200 metros o más (en el valle de Cliza), que había que perf o rar para llegar a la roca viva en busca de petróleo. Entre las conclusiones, Jansson afirma: “Dos manifestaciones seg u ras de petróleo, en puntos muy distantes uno de otro, dem u e s t ran con evidencia que el petróleo existe en el subsuelo”. El informe fechado en La Paz en m a yo de 1929 agrega: “En una región tan privilegiada como es la de Cochabamba, con buenas y económicas vías de comunicación, con toda clase de recursos, con buen clima y con el mercado del producto prácticamente al
Papel membretado de la Compañía Petrolera.
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lado del pozo, sin necesidad siq u i e ra de refinar durante los primeros tiempos, se puede consid e rar que cualquier cantidad, por pequeña que ella fuese, daría m a rgen a una producción com e rcial. El riesgo del fracaso es mínimo; las probabilidades de éxito son gra n d e s.” El Dr. Ba rh informó tres años antes que en un pozo de 150 met ros perf o rado a dos kilómetros al norte de Tarata, se había encontrado “agua salada acompañada de una gran cantidad de g a s, en una arcilla blanca que tenía el olor típico del petróleo.” La p resencia de albertita en Morochata y de asfaltita en Chullpakasa le permiten concluir que hay petróleo debajo del relleno del va l l e, parecido al del campo pet ro l í f e ro de Douglas, Wyo m i n g , Estados Un i d o s. En 1929 ponderó el trabajo del Dr. Jansson y agregó que mediante un sondaje se podría comprobar si se enc o n t raba petróleo en cantidades comerciales. El ingeniero de minas E. Hoffman, hace revelaciones sorprendentes sobre la existencia de gases inflamables incluso en el c e n t ro de la ciudad de Co c h abamba: “Gases inflamables.- (Por re f erencias). 1) En un pozo practicado en el actual campo de aterri-
zaje (la zona del actual aeropuerto), desde 70 m. de profundidad. 2) En la propiedad “Salada” de Pío Lara, profundidad del p ozo, 80 m., el agua salió “ h i rviendo; 3) En la calle Ge n e ra l Achá, casa de la viuda de Carlos Ji m é n ez, en Cochabamba, profundidad 93 m., hace 12 años que fue perforado y ardió en el principio toda la noche y se incendió. 4) En la central de la Emp resa de Luz y Fu e rza Eléctrica, d e s p rende aún gas. 5) En la calle Tumusla, con una perf o ra c i ó n sólo de 35 m., salió mucho gas i n f l a m a b l e. 6) En la finca del señor R. Torrico Lemoine, salieron tantas cantidades de gas que una persona al acercar un fósforo ardiendo al tubo, se quemó la mano por la explosión. Ot ros varios pozos dentro y fuera de Cochabamba.- (Por observa c i ó n propia): 1) En Pucará, a 8 km. Al sud de Cochabamba hay un manantial natural del que se desp rende continuamente burbujas grandes y éstos unidos en un vaso grande daban una explosión tan fuerte que los indios que nos miraban, escapaban asustados . 2) El pozo de Chávez Ra n c h o, perforado hace seis años y cuya profundidad llega a 95 m., y todavía se desprenden continuamente gases, de vez en cuando burbujas grandes; las explosiones apagaron una bujía introducida en el tubo.” La recomendación de T. C . Serghiesco fechada en enero de 1931 recomendó también perforar en la zona de Ka l u yo, y la Compañía informó en un folleto que poseía 560.000 hectáreas de concesiones en el Valle de Cochabamba (hasta Mizque) y 245.000 hectáreas en los departamentos de Chuquisaca, Tarija y Santa Cruz, con un capital de Bs. 2 millones. En 1931, la Compañía Águila
Don Ramón Rivero fue el proponente de grandes iniciativas para el desarrollo del Departamento.
Doble lanzó al mercado acciones de Bs. 10, con facilidades de pago p a ra su adquisición, y publicó la nómina de su Di re c t o rio: Pre s idente, Dr. Casto Rojas. Vicepresidente, Dr. Ramón Rive ro. Tesorero, Augusto Salamanca. Vocales, C. Leonard Ball y H.C. Ku m a r.
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Suplentes: Dr. Jo rge Tardío y Dr. Manuel Ca r ra s c o. Este emprendimiento se debió al espíritu visionario y empre ndedor de don Ramón Rive ro López, y probablemente no se pudo concretar por el estallido de la Gu e r ra del Chaco.
hermosas araucarias
Las
P
robablemente los cochabambinos somos arboricidas por influencia de la minería, que necesitaba callapos, el ferrocarril y la fabricación de chicha, que necesitaban leña, aunque los ferroviarios ingleses de la Railway traían su propio carbón de coke. Sin embargo, todavía se conservan 9 araucarias, la primera de las cuales fue plantada en la Plaza 14 de septiembre, frente a la Columna de la Independencia. Este primer pino fue adquirido en Va l p a ra í s o, Chile, y tiene el n o m b re científico de Ara u c a ri a Excelsa, y plantado por la Comisión de ornato de la Plaza de Arm a s, que cumplió la re m o d e l ación entre el 12 de febrero y el 1º
Araucaria que se conserva en la Muyurina.
de junio de 1880 , de modo que tiene la friolera de 131 años. Una partida grande que incluía especies forestales y plantas ornamentales fue adquirida por el Dr. Víctor C. Montaño, con fondos donados por Juan de la Cruz Torres, propietario de la Casa Comercial “J.C.Torres” por el precio de Bs. 730 de la época. La Comisión de Ornato estuvo integrada por Juan de la Cruz Torres, como Presidente, y los munícipes: Benjamín Blanco, Fra n c i sco Santiváñez, Nicasio Gumucio y Gil de Gumucio. Llegaron 9 araucarias ord e n adas a Chile por Juan de la Cruz Torres, que todavía se conservan en las siguientes ubicaciones: 2 en la Casa Quinta Muyurina, de la familia Daza Ondarza-Rivero Torres (uno de ellos data de 1860, o sea que tiene 151 años). 1 en “L a Granja”, hoy Colegio Irlandés, que p e rteneció a la familia Bl a n c o Tardío y Saravia Bl a n c o. 1 en la antigua casa de los Tribunales de Justicia. 1 en El Prado, frente a la Plazuela Colón. 1 en la Plaza Principal de Quillacollo. 3 en Cala Cala, en el antiguo fundo de don Simón López. 1 en la calle Ju a n Hu a l l p a r rimachi esquina Ju a n Capriles y 1 en la calle Enrique Arze esquina Canal de Riegos. En el Ja rdín Botánico hay un ejemplar adicional de Ara u c a ria Excelsa, debido al celo de su Dire c t o r, Dr. José L. Márq u ez, y otros pinos Moctezuma, de origen mexicano, que completan al-
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rededor de 50 especies de pinos. También llegaron ejemplare s de Araucaria Brasilensis vía Coru m b á - Pu e rto Su á rez, y fuero n plantados en los siguientes sitios: 1, el más antiguo, en la esquina de la Avenida León Galindo y la calle Juan de la Cruz Torres, en la Muyurina; 1 en el Palacio de Portales,y 2 en la Plazuela Quintanilla. OTROS MONUMENTOS En 1910 se celebró el pri m e r Centenario del grito libertario del 14 de septiembre y, en la oportunidad, el Presidente del Co n c e j o Municipal, don Ramón Rive ro, inauguró el Monumento Escolar, que fue erigido en el actual emplazamiento del célebre monumento a las Heroínas de la Coronilla. Se trata de un pedestal, dos macanas y un cañón de estaño, a sugerencia de Nataniel Aguirre en las páginas de su novela Juan de la Rosa, que fue trasladado a la colina sur, al sitio exacto de la batalla, porque las fuerzas de Goyeneche llegaron desde el sur. Asimismo fue re c o n s t ruida la segunda portada de la Alameda, que hoy se puede apreciar en el Cementerio General; se acabó de construir la torre gótica de la Catedral y se instaló el reloj Rosscob, de cuatro caras, armado por el sac e rdote franciscano Pa d re Gabriel, de nacionalidad alemana. A las mismas fiestas corresponde la inauguración de la fuente de agua de la Plazuela Colón, que hoy todavía se conserva.
Fuente de Carlos III
La
y la fuente de las Tres Gracias
U
na lamentable confusión reunió en una sola mem o ria dos fuentes que f u e ron construidas con más de un siglo de diferencia: la Fuente de Carlos III y la Fuente de las Tres Gra c i a s, que hoy todavía se puede admirar en la Plaza 14 de septiembre. La pri m e ra, fue donada por Carlos III en 1786 como tributo de reconocimiento a la ciudad de Cochabamba por su part i c i p ación a favor de la causa re a l i s t a d u rante la sublevación de Tupac Katari, en 1781. Se debe recordar que José Reseguín logró capturar al líder aymara y participar en su ejecución precisamente con soldados cochabambinos, aunque en sus filas había incluso flecheros chiriguanos. En contacto con Katari, se sublevó Martín Uchu en el Valle Alto, y la sociedad criolla cochabambina se alistó en las milicias realistas para combatir al líder indígena. La Fuente de Carlos III fue emplazada en el centro de la plaza, y fue sustituida por la actual Columna de la Independencia, llamada oficialmente Columna de los Héroes. Sobre su paradero hay dos versiones: la primera, que fue destruida cuando se erigió la Columna, y la segunda, que fue trasladada al frontis del Teatro Achá, donde todavía se podía admirar en 1925 "una fila de bellas pilas-
tras de piedra artísticamente pulidas, y son las mismas que adornaban la fuente p´blica debida a la munificencia de Carlos III”, según la Monografía sobre Co c h abamba contenida en el Álbum Bolivia en el Primer Ce n t e n a rio de su Independencia. La descripción más antigua de la fuente se debe al Gobernador Intendente de Co c h a b a m b a , Francisco de Viedma, y data del 15 de enero de 1788: “Hay una fuente en medio, de regular y
abundante agua, costeada por la magnificencia del señor D. Carlos III para lo que le hizo gracia a este Cabildo de diez mil pesos de sus reales cajas, por real orden de 29 de marzo de 1786, y aunque no fue suficiente a su conclusión, se consignó ésta, porque el Muy Reverendo e Ilustrísimo San Alberto, usó de la liberalidad de contribuir con mil pesos y otros mil que se s a c a ron del sobrante de pro p i o s, en virtud de la facultad que al efecto dio la Real Audiencia de la
Esta Fuente es testimonio de la amplia generosidad de Juan de la Cruz Torres y de Ramón Rivero López.
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Si el Cóndor de la Plaza hablara, qué cosas recordaría...
Plata.” Federico Blanco la describía en 1901 del siguiente modo: “La columna del centro estaba rodeada hasta hace poco de una verja de piedra y cuatro piletas, cuyo conjunto formaba la pila principal, la misma que desde 1786 ha tomado distintas form a s, época en la que Carlos III, por orden real de 29 de marzo de dicho año, concedió 10.000 pesos fuertes de sus cajas reales para su constru cción.” LA FUENTE DE LAS TRES GRACIAS Si la Fuente de Carlos III, hoy desaparecida, databa de 1786, la Fuente de las Tres Gracias, restaurada en 1995 con fondos donados por la Cervecería Taquiña, data de 1896, y su historia está ligada a la consecución del primer sistema
de agua potable instalado en n u e s t ra ciudad, que se llamó “Aguas de Arocagua”. Su artífice fue don Juan de la Cruz Torres, y la Fuente, junto a 30 pilas vecinales, fue inaugurada el 16 de julio de 1896, bajo el gobierno de don Mariano Baptista Caserta. Se g ú n una publicación de la época , la fuente fue adquirida en París a través de la Casa A. Despréz y Cia, 14 Rue de U. Echiquier y de la Casa Mercantil Devés y Cia. – 10 Rue de Saint Anne 10. La Comisión de aguas de Arocagua no recibió la totalidad de fondos comprometidos por el gobierno para la adquisición de la fuente, y tuvo que recurrir a un préstamo del Ba n c o Francisco Argandoña Su c u r s a l Cochabamba en 1897, año en el cual el saldo de la deuda era de Bs. 1.522,05 y fue subrogado y pagado por los meritorios ciudada-
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nos: Juan de la Cruz Torres, Simón López y Luis Frías. La adquisición y emplazamiento de la Fuente de las Tres Gracias es s un mérito de la Comisión de Aguas de Arocagua, que estuvo integrada por: Juan de la Cruz Torres, como Presidente; Simón López, Vicepresidente; y los ciudadanos: Luis Felipe Guzmán, Luis Quintín Vila, Sebastián Irigoyen, Luis Frías y Enrique Borda. La dirección técnica estuvo a cargo de los “Ingenieros del Estado”: Julio Pinkas y Guillermo Mannó. La obra fue terminada en 3 años y se inauguró el 16 de julio de 1896 junto a 30 pilas vecinales, en una ceremonia a la cual asistieron el Presidente Mariano Baptista y el ex Presidente Aniceto Arce. Ya en 1879, el Concejo Municipal había advertido el agotamiento de los manantiales que surtían la fuente de Carlos III, ubicada en la Plaza principal y comunicada con otras piletas públicas. El Congreso ordenó la construcción de un sistema de agua potable en 1890 y un año después, en nov i e m b re de 1891, el Pre s i d e n t e Aniceto Arce asistió al inicio de los trabajos de captación de aguas de Arocagua, de los manantiales que eran de propiedad de María Ana Terrazas Ma rzana, más las ve rtientes colindantes, donadas por Juan de la Cruz Tor res en su propiedad de Aro c agua. El día de la inauguración, dos mil o tres mil almas se congregaron en la Plaza 14 de septiembre a la 1:30 de la tarde, según precisa El Heraldo. La bendición estuvo a cargo del Canónigo Aniceto Alba Va l l e j o s. Era Prefecto don Me lchor Terrazas. En la actual explanada frente a la Gobernación había un kiosco de fierro con base de piedra, que todavía se puede apreciar en la Plaza de Jaihuayco.
El Turista Torrico: Aventuras en blanco y negro
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ebió ser 1986 cuando este c ronista publicó en Los Tiempos una semblanza de Rodolfo Torrico Za m u d i o, basada en tres entrevistas efectuadas a su hijo Rodolfo y a sus dos h i j a s. En la oportunidad, fueron reproducidas algunas fotogra f í a s cedidas por los nietos, que hoy crearon la Fundación que lleva el nombre del insigne fotógrafo cochabambino. Una de esas placas e ra por demás divertida, porque el artista había captado la actitud de unos jugadores de fútbol mientras pasaba un avión Junker, algo tan novedoso en aquellos tiempos, que el referée había suspendido el partido (y seguramente lo reanudó con cero botes). Dicen que la inquietud del famoso Turista Torrico lo obligaba a correr a fotografíar cuanto acontecimiento bueno o malo ocurriera en la ciudad. Esto cuando no emprendía largos viajes, para registrar las maravillas del paisaje boliviano y los testimonios de progreso en las ciudades y fincas dotadas de maquinaria, que luego fueron publicadas en un Álbum conmemorativo del Ce n t enario de la Independencia de Bolivia. Los autorre t ratos del Tu ri s t a testimonian dos pasiones adicionales a la captación de los claroscuros más difíciles: su amor por los perros y por los deportes. En
Vera efigie del Turista Torrico, amante del paisaje, devoto del progreso, de la gente y de los animales.
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El Turista hizo una colección de fotos para ELFEC. Hoy vería con orgullo el nuevo edificio.
varias fotografías aparece como tenista, pero desconocíamos su afición por el fútbol. Afortunadamente el Dr. Hugo Bilbao La Vieja publicó un hermoso artículo en el cual habla sobre este tema. El Dr. Bilbao dice que, además de ecologista, Rodolfo Torrico Zamudio practicó natación y saltos o rn a m e n t a l e s, y fundó el Club Nacional, que intervino en los primeros campeonatos interdep a rtamentales de fútbol desde 1915. Por entonces, se conformaba un seleccionado cochabambino para jugar con equipos de otros departamentos, y el Turista fue uno de esos destacados futbolistas junto a “Félix Ca p riles, Jacinto Méndez Rivas (el famoso Tequis Mequix, por ser el organiz a d o r, su gran fort a l eza física y contundencia futbolística), Mariano Alcócer, José Prado, Ubaldo Tapia, Alfredo Paz flor (padre del
eximio tenor cochabambino Gastón Paz Zegarra), Job de la Zerda, Ed u a rdo Aguirre Fi g u e roa (El Chusu), Jorge Santa Cruz Vergara, José Bo rda Vicenio, Silvino Guzmán, José Claure, Alberto de la Reza Ve l a s c o, Ernesto Sa u c e d o, Enrique Gutiérrez y otros, los que después fueron distinguidas personalidades de nuestra sociedad. Les siguieron otros valores futbolísticos como Rafael Méndez (El Ñato), Diógenes Lara (el famoso Limón), los hermanos So t o, los Ferrel y tantos otros que más tarde pusieron en alto el nombre de Cochabamba.” Don Armando Mo n t e n e g ro cuenta la siguiente anécdota: “Rodolfo Torrico Zamudio era el bohemio de los caminos, de los cerros y de las selvas. Pe re g rino de los plácidos cuadros de la Naturaleza, el Tunari fue su montaña heráldica y el Chapare su ca-
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llado y solemne re f u g i o. Por su andar incesante se le llamaba el “Turista”. Pionero de la aventura e ra el caballero andante de los entuertos y el drama; la primera figura de toda inundación, incendio, accidene o revolución. Acaso porque en su alma había una reserva de profunda curiosidad por aquello que ro m p i e ra la ru t i n a diaria de su vida… Una clara mañana, habíanse reunido cientos de personas en Ja i h u a ycu para ver volar a Ju a n Me n d oza en su frágil nave c i l l a , llevando como pasajera a la bella Adela Ettiene… Luego de sobre volar el campo ante la admiración del público y en alternativa forzada de aterrizaje, tocó tierra, pero en su carreteo violento sumergióse re p e n t i n amente en el charco más grande de la zona. Y allí quedó inmóvil cual una gaviota herida… “Entre el público testigo del accidente encontrábase Rodolfo Torrico Zamudio, el singular Turista, quien ve l oz y pleno de genero s a intención de salvar a los tripulantes de la avioneta, llega al lugar y por medio de un portentoso salto de atleta, trata de salvar la distancia desde la orilla hasta una de las alas del aparato. Pero con el peso de su juventud, perf ó rala y la atraviesa cual una bala y desaparece tragado por las aguas urbias y barrosas, en cuyo fondo parecería que sus pies quedaran presos por la pegajosa greda… “Y sólo unas burbujas gigantescas denuncian el sitio en que el va l e roso Turista quedó sumergido… “cuenta la tradición que haciendo gala otra vez de su va l o r, Adela Et i e n n e, que estaba ilesa junto a Me n d oza, se arroja al agua y extrae al extraño náufrago, salvando de tal manera a su salvador… (Tradiciones cochabambinas).
El Palacio de Portales
E
l Palacio de Portales, ubicado en la zona de Qu e ru Qu e ru, de Co c h a b a m b a , fue construido por un equipo de arquitectos franceses dirigido por Eugene Bliault, contratados por Simón I. Patiño. Hoy es sede del Centro Pedagógico y Cu l t u ral de Portales. Si no tuviéramos este magnífico Palacio en Cochabamba, perc i b i r í amos un penoso y triste agujero negro. Portales tiene enorme significación porque es un recinto p ropicio para celebrar congresos y reuniones de dignatarios de Estado, pre s i d e n t e s, escritores, artistas y pedagogos.
Es escenario de numerosos Festivales, como el Luzmila Patiño, que es un magnífico evento de investigación de nuestras ra í c e s musicales y dancísticas. Peri ó d icamente congrega a escritores famosos del país y del exterior. Tiene una biblioteca considera b l e, cuyo auditorio cumple un valioso servicio cultural. Es un palacio imponente de estilo renacentista constru i d o í n t e g ramente con materi a l e s importados de Europa, esculturas en piedra, mármol y bro n c e, c o n s t ruido entre 1915 y 1927. Los muebles también fuero n i m p o rtados de Eu ropa. Pa t i ñ o
Magnífica prestancia del Palacio de Patiño.
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pensó establecer allí su re s i d e ncia, pero la bre ve tempora d a que radicó en Cochabamba habitó la Villa Albina, edificada en Pa i r u ma n i p or e l a rq u i t e c t o f ra n cé s Na rdi n e n t re 1918 y 1921, quien dejó descendencia en Bolivia. Hoy ambos edificios forman parte del patrimonio de la Fundación Simón I. Pa t i ñ o, con sede principal en Gi n e b ra , que realiza importantes trabajos en agropecuaria y genética (Pairumani), en Salud (Hospital Albina Patiño, entre otros), cultura y educación (Centro Pe d a g ó g i c o y Cu l t u ral de Po rt a l e s, Co c h abamba).
La Quinta de Palazzi
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osé Palazzi construyó una quinta en la antigua Alameda (hoy Paseo del Prado o Avenida Ballivián), y allí abrió el primer restaurante donde se bebía “agradable cerveza alemana”. Instaló asimismo una fábrica de algodones y cultivó árboles de morera, algunos de los
cuales todavía existen en vetustas casas de Cala Cala. Wilson García Mérida, de quien obtuvimos esta anécdota, añade: “Engañado por el gobierno de Melgarejo, don José Palazzi (abuelo de Hugo) erudito ingeniero llega contratado por el gobierno a Cochabamba en 1866 para or-
Vieja estampa de la Quinta Palazzi, ubicada en La Alameda, hoy Paseo del Prado.
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ganizar una escuela de agricultura y promover la industria de la seda. Ingeniero agrícola y sabio arquitecto, además de matemático. La Universidad de Pavia, en Italia, guarda el nombre de Palazzi en sus registros, entre los académicos mejor calificados durante el siglo pasado (XIX) (…) Hombre de buena fe, se desempeñó como profesor de matemáticas cuando el estudio de esta ciencia contaba con pocos adeptos.” (GARCÍA MÉRIDA, Wilson: Un siglo en Cochabamba, pg. 79 y 80). Otras referencias valiosas a la Antigua Alameda podemos encontrar en la obra histórica de Gu stavo Rodríguez Ostria, en especial de su Historia de ELFEC, que nos sirvió para tomar numerosa información. Hay que cerrar los ojos e imaginar cómo sería el olor de la ciudad, libre de smog y de gases tóxicos pero nutrido de los humore de caballos, mulas y burros y arrieros, que eran un espectáculo diario. El hielo con que se enfriaba la cerveza en la Quinta Palazzi era traído a lomo de burro desde el Tunari. Por entonces debió ser una inversión garantizada la instalación de una fábrica de hielo, atendiendo al clima delicioso que arreciaba la calor en los meses que terminan con la sílaba bre. En los linderos de la Plaza Colón se había instalado las puertas de la ciudad, de modo que la Alameda era parte de la campiña cochabambina. Acaso por eso, los lotes de terreno actuales del Paseo del Prado son extensos, porque antes eran Quintas.
LA
SEMILLA DEL CAMBIO
José Aguirre Gainsborg o Morir en la víspera
S
e llamaba José Na t a n i e l A g u i r re Gainsborg; era hijo de José Aguirre Achá y nieto del insigne autor de “Juan de la Rosa”. Nació en Nueva York el 8 de Julio de 1909, cuando su padre era cónsul de Bolivia y murió trágicamente el 24 de octubre de 1938, a sus 29 años. Era un tiempo de vidas fulgurantes, porque a Aguirre Ga i n s b o rg le bastaron menos de tres décadas para fundar el trotskismo en Bolivia, militar en el m ovimiento de la Au t o n o m í a Universitaria, influir en intelectuales de izquierda, como Jo s é Antonio Arze y Gu i l l e rmo Lora , aunque también para ra t i f i c a r que en Bolivia, los grandes intelectuales mueren en la víspera. Según consigna su sobrina Ros a rio Méndez de Ot e ro, Aguirre Ga i n s b o rgmurió cuando se pre c ipitó a tierra desde una Rueda Chicago que había sido instalada en un parque de diversiones armado en la Plaza San Francisco, de La Paz. Escritores como José Antonio A rze, Po rf i rio Díaz Machicao y Guillermo Lora escri b i e ron sobre la vida y de Aguirre Ga i n s b o rg . Admirado por Tristán Marof, José Antonio Arze y Gu i l l e rmo Lora , fue un joven teórico del marxismo cuya muerte temprana nos pri v ó de un líder popular, a juzgar por la influencia que tuvo en las ideas-
fuerza de la época en que le tocó vivir exiliado en Chile y luego en Bolivia. Era nieto de Na t a n i e l Aguirre e hijo de José Aguirre Achá y fundador del Pa rtido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia trotskista, luego de haber integrado el Comité Central de un partido similar, de la magnitud con que arra i g a ron las ideas tro s t k i stas en Chile, aun más que en Argentina, según comentario de Gu i l l e rmo Lora. La carre ra diplomática de su padre determinó que naciera en Nueva York y su muerte se produjo de modo intempestivo y absurdo al precipitarse de una rueda Chicago en un parque de diversiones de La Paz. Estudió De recho en la UMSA y en la UMSS, donde se recibió de abogado en 1932; según Lora fue militante del Pa rtido Comunista clandestino, fue tenaz y consecuente en su pacifismo frente a la Gu e r ra del C h a c o, posición que le valió el exilio. In g resó al Partido Co m unista chileno y fue expulsado en 1933 por su pensamiento trotskista. Fue líder de la organización “Izquierda Boliviana”, que se alió con el grupo “Tupac Amaru”, presidido por Tristán Marof para fundar en 1935 el por. De retorno al p a í s, integró la Logia Beta Ga mma (Bolivia Grande), que consiguió rebautizar con el nombre de
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Prestigiosos intelectuales de izquierda reconocen la vida corta pero fecunda de este cochabambino notable.
“Acción Socialista Beta Ga m m a” (ASBG). Fue Subsecretario del Min i s t e rio de Trabajo creado por el Presidente David Toro e Inspector del Ministerio de Comercio e Ind u s t ria. Exiliado nuevamente a Chile, presentó a la IIª Conferencia del POR su tesis “Apuntes para la elaboración de una política del POR”, que inspiró el accionar del t rotskismo boliviano hasta nuestros días, según Lora. Escribieron acerca de él Guillermo Lora, José Antonio Arze, Po rfirio Díaz Machicao (La bestia emocional), Herbert S. Klein y Valentín Abecia López, entre otros. Debemos al celo de doña Rosario Méndez de Otero las fotografías que publicamos.
Elogio de la familia Anaya C ochabamba le debe buena parte de su tradición a la familia Anaya. El padre, don Franklin Anaya Ferrufino, era un Magistrado de acrisolada honra d ez. Se rgio Almaraz cuenta en Petróleo en Bolivia que la St a ndard Oil le dio un cheque en blanco para torcer su fallo de Magistrado en el caso de la nacionalización de sus concesiones p e t ro l í f e ra s, pero don Fra n k l i n exigió que lo rompieran en su delante. ¿Cómo iba a fallar contra su patria? Un cliente le llevó en pago un collar de perlas que pertenecía a su hija. El Dr. Anaya la llamó y le obsequió el collar con fina galan-
tería. Tu vo seis hijos, a cual más talentoso: Célida, Ricard o, Héctor, Franklin, Rafael y María Teresa. Ricardo integró el binomio Arze-Anaya junto a su primo José Antonio Arze, y ambos influyeron en la estatura intelectual y moral de la familia. En la década del 20, siendo casi adolescentes, estaban al día en el ideario de las grandes t ra n s f o rmaciones del siglo XX: la Re volución Mexicana de 1910, la Re volución Rusa de 1917, la Reforma Universitaria de Córd o b a en 1918, el movimiento universitario que conquistó la Autonomía en 1930 y la obra de pensadores latinoamericanos de la talla de José Carlos Ma riátegui, Alfredo Pa-
En la foto, José Antonio Arze y Ricardo Anaya fueron anfitriones de la Primera Convención de Estudiantes Bolivianos.
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lacios y José Recabarren. Ricardo fue el introductor de la ideología marxista en Bolivia. Franklin fue urbanista y pedagogo; junto a su hermano Rafael, músico, fundó el Instituto Eduardo Laredo, que fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación al cumplir 50 años de vida. María Teresa continúa siendo una gran animadora cultural y m a e s t ra de pintura en porcelana con numerosas discípulas. Se casó con el diplomático Gu s t a vo Me d e i ro s, su hijo, del mismo nombre, es arquitecto y pintor, y su hija Carmen es antropóloga. Unas línea sobre Héctor, a quien se lo conoció cariñosamente como El Hormiga Anaya. Había tra b a j a d o, a su re t o rn o de Chile, desde sus 20 años en la docencia de secundaria y universitaria. Un buen día, su hermano Ricardo Anaya Arze, que era Rector, supo de algunas inasistencias del Hormiga, una costumbre en la deliciosa vida del va l l e, y ordenó que le descontaran de su haber. Lo supo el agraviado y tomó venganza a su modo. En una clase de la Facultad de Economía, re veló que el rector Anaya era un consumado poeta, y como prueba citó estos versos: Blanca azucena del campo / belleza el cielo te da / recibe tú el corazón / de Ricardo Anaya A. Se llamaba Héctor Anaya Arze y muchas generaciones de discípulos y contertulios gozamos de ese buen humor valluno que, como el
huertalocoto, pica pero no mata. No es, ni mucho menos, su única muestra de ingenio, porq u e hemos rescatado una de sus obras finas, en las cuales desfilan connotados personajes de la época, que frecuentaban un conocido boliche nocturno ubicado en la calle Co l o m b i a , de propiedad del insigne Cojo Canedo, entre ellos, el Diablo Calvimontes, cuyo egregio nombre lleva el poema satírico. Veamos: El Diablo Calvimontes / Salió a las puertas del Infierno / Y ra u d o se lanzó, sin más aprontes, / Por el espacio intérmino. / Al llegar a la Tierra sin demora / Pensó que la maleta que traía, / El e vadas al cubo contenía / Las plagas de la Caja de Pa n d o ra. / En lo alto de un monte se detuvo / Y se dijo con típica inclemencia: / “ ¿ Po r qué esas plagas las elevé al cubo / Si es capaz de elevarlas mi sapiencia, / En el acto, a la décima potencia?” / Lanzó tres carc a j adas / De sus fauces fluyó fuego volcánico, / Ec h a ron sus narices l l a m a radas / Y sus entrañas un hedor satánico. / Tembló la pobre t i e r ra; / El cielo se cubrió de humo espantoso / Y en la atmósfera fétida y espesa / No cesó el ra yo de tronar rabioso. / El Diablo Ca lvimontes complacido / Del desastre que había producido, / Bajó de su corcova la maleta / Di spuesto a dispersar el contenido / Por todos los rincones del Pl a n eta. / Sacó de su maleta un macanudo / Conejo tan canoro y mofletudo / Como capaz de hacer g randes estra g o s. / To m á n d o s e con él sus buenos tragos / Le dijo: a ti te llamarán / Carlos Co g n a c Champán. (Carlos Unzueta) / A la gente se le ha metido al seso / El gozar de sus cosas y sus bienes; / no la dejes gozar que para eso / Maña y figura tienes. / Ya la Agraria Re f o rma / Ha sentado una n o rma: / “Indemnización / No
Magnífico apunte de don Andrés Uzeda sobre la vera efigie de Héctor Anaya.
hay en la expro p i a c i ó n”. / Y en esa forma expropia en tierra camba; / A expropiar escapa a Cochabamba; / En Oru ro exprópiales a todos la valija, / Haz lo mismo en Ta rija. / Y de Pu e rt o Suárez / Todo lo que suares / Ll évatelo a Cobija. / No dejes en La Paz / A nadie en paz, / Tampoco en Potosí. / Conejo respondió: Si así me instruyes / Procederé así. / Iba el Diablo a poner en libertad / A otra tremenda plaga / Cuando andando con dificultad / Ap a reció don Jo rge Zabalaga. / Diablo le preguntó ¿De dónde llegas, / K’ala, amigo querido? / Y K’ala respondió: Aquí he venido / En compañía de Villegas. / Al escuchar ese apellido / El Diablo se espantó y enmudecido / Cual camello que presume de Pegaso / Volando hacia el ocaso / Hu y ó despavorido. Este 31 de julio, hubiéra m o s festejado los cien años de don
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Héctor Anaya Arze, el célebre Hormiga, el tercero de los legendarios hermanos Anaya. Héctor Anaya Arze fue diputado, concejal y ciudadano meritorio de Cochabamba, que ya es decir mucho, pero sus numerosos discípulos lo recuerdan como luchador por la Autonomía Universitaria, fundador del Partido de la Izquierda Revolucionaria, profesor de Ma t e m á t icas del Colegio Nacional Bolívar y fundador y profesor de la misma materia en la Facultad de Economía, en la Facultad de Agronomía y en el Instituto Tecnológico, hoy Facultad de Ciencias y Tecnología, de la UMSS. Fue hombre de fina vena humorística y de una agudeza sin par en los epigramas y cuartetas que componía al desgaire. Quienes disfrutaron de su c o n versación saben que fue humanista y autodidacta por vo c ación y ejercicio.
memoria de Nivardo Paz
La
N
ivardo Paz Arze fue un periodista de nota, de una m e m o ria prodigiosa y g racia excepcional para contar anécdotas. Lástima que no escribiera sus memorias. En 1941 fue redactor de la Cámara de Diputados y, entre muchas, rescató la siguiente anécdota: el escritor Alcides Arg u e d a s era Mi n i s t ro de Agricultura y fue interpelado por los representantes del naciente MNR. El expositor fue el entonces joven político Germán Monroy Block y le reprochó que no hubiera un plan nacional de agricultura. Entonces se
p rodujo el siguiente intercambio de palabras: “El H. Monroy Block es muy joven y está pagando su derecho de piso: habla mucho. Yo también estuve sentado en ese curul pero nosotros no hablábamos mucho y por eso nos decían “Los caballeros del silencio”. El Honorable pregunta por qué en Bolivia no hay un plan nacional de agricultura y le respondo, porque no es necesario, pues los bolivianos somos agricultores por instinto. En cuanto a mi pensamiento, bien le haría al joven diputado leer mi obra, en especial “Pueblo En f e rmo”. Monroy Block
Nivardo Paz aparece entre el Presidente Ovando y el Alcalde Ramiro Villarroel.
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le contestó: “El ministro Arguedas, agricultor por instinto, debería saber que la enfermedad de los pueblos no se cura con el silencio de los caballeros”. Ni va rdo Paz Arze era primo de José Antonio Arze y de Ricard o Anaya, dos familias enraizadas en la tradición intelectual cochabambina. Su simpatía natural se reflejaba en la amenidad de su c o n versación sostenida por su memoria prodigiosa. Fue Cónsul en Córdoba, Argentina, y a su retorno vivio en la pequeña casa que se adjudicó como periodista. Vivió en digna pobreza y rodeado por sus colegas peri o d i s t a s, que eran sus devo t o s admiradores. Escribía con pulcritud una columna periodística, y es una lástima que no haya dejado sus memorias o que algún investigador j oven le haya grabado en sus charlas inagotables. Siempre con el buen humor y la ironía a flor de labios, su bonhomía determinaba que jamás hiriera a sus contertulios. A su lado, las horas pasaban sin sentir. Siempre elegante y pulcramente encorbatado, prodigaba su sonrisa para subrayar sus frases felices. Era uno de los últimos exponentes de esa intelectualidad cochabambina que se prodigó en la tertulia de los cafés, junto a personalidades como Sergio Almaraz Paz, quien también era su primo.
meritorios
Ma e s t ros
E
n 1963, el Colegio Nacional Bo l í var celebró su Cincuentenario. Feliz ocasión p a ra editar una revista de 16 páginas que contiene datos importantes para honrar a nuestro s m a e s t ros meri t o ri o s, con la esperanza de que el próximo año e n t reguemos un Di c c i o n a ri o Biográfico a la colectividad cochabambina. Es interesante saber que el poderoso Bo l í var nació en 1913 bajo la Pre s i d e n c i a del Dr. El i o d o roVillazón y el Re ct o rado del Dr. Rafael Canedo y Canedo en la Universidad de Sa n Simón. El primer Director fue el Dr. Víctor rojas Méndez, pro f e s o r de Historia Na t u ral, y fue acompañado por los siguientes profes o res: Alejandro Ara u c o, Pa b l o C é s p e d e s, José Macedonio Urquidi, Miguel Mercado More i ra , Carlos Levy Bezand, Juan Ignacio A n t ezana, Is rael Mérida Ze n t en o, David Alvéstegui Lare d o, Teófilo Va rgas Candia, Luis Bayá y Donato Montaño como secretario re g e n t e. El artículo cita los siguientes directores de 1913 a 1963: Víctor Rojas Méndez, Te o d o m i ro Be ltrán, Is rael Mérida, Alejandro Arauco, Emilio Claros Pe ñ a randa, Juan Blanco Gu m u c i o, Lu i s Ponce Su á rez, Emilio Claros Peñ a randa, Pe d ro Meleán y Re n é Mostajo Pozo. Don René Mostajo egresó de la Escuela Nacional de Ma e s t ro s, de Su c re, en 1941, como pro f e s o r de Química y Ciencias Naturales. Su primer destino fue el Co l e g i o
Nacional Jaime Zu d a ñ ez y luego el Labora t o rio de Química de la Escuela Nacional de Ma e s t ro s. En 1952 fundó el Colegio Be rn a rdo Mo n t e a g u d o, de Su c re, y en 1957 se hizo cargo de la Di re cción del Colegio Bo l í var por concurso de méritos. En 1962 viajó a Pu e rto Rico y Estados Un i d o s por concurso de méri t o s, a participar en un Se m i n a rio Pedagógico de San Juan, Pu e rto Rico. El Boletín contiene valiosas reseñas biográficas de los profesores: Miguel Me rcado Mo re i ra , p rofesor fundador del Co l e g i o en la asignatura de Hi s t o ria, catedrático universitario de De recho Internacional en las Universidades de San Andrés y San Simón, dignatario de Estado y dip l o m á t i c o. José Macedonio Urquidi, fundador del Co l e g i o, hist o ri a d o r, tradicionista, De c a n o Ho n o ra rio de la Facultad de Dere c h o, profesor universitario de De recho In t e rnacional Privado y P ú b l i c o. David Alvéstegui, fundador del Colegio en la asignatura de Geografìa, parlamentario y político, ministro de Estado, periodista, biógrafo de Daniel Sa l amanca. Daniel Rocha Urquieta, “sin disputa uno de los campeones de la exposición en Ma t e m áticas del ciclo medio. Discípulo de Lu rkán en el Instituto Normal Su p e rior de La Paz”, artillero durante la Gu e r ra del Chaco, donde se alistó junto a tres de sus herm a n o s, uno de ellos el Ca p itán Desiderio Rocha, héroe nacional. Héctor Anaya Arze, “Jun-
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to con Daniel Rocha y Andrés Uzeda Ocampo, el profesor Héctor Anaya es una de las personalidades docentes que más hondo reconocimiento ha suscitado e n t re sus alumnos, no sólo oor su versación en la materia de su especialidad –Ma t e m á t i c a s — s ino por su amplia cultura .” También profesor de Filosofía, periodista, diputado, autor de la Letra del Himno al Colegio. Y Andrés Uzeda Ocampo, “Ra ras veces un p rofesor de Se c u n d a ria logró acumular tantos conocimientos
Portada de una valiosa publicación conservada en el Colegio.
s o b re su especialidad, al punto de que solía citárselo después de Ma rtín Cárdenas por su ve r s ación en Botánica. Su exposición c o b raba mayor calidad por sus recursos de hábil dibujante, por no decir un artista meri t o ri o, pues mientras Uzeda Oc a m p o explicaba ora l m e n t e, la tiza en sus ágiles manos discurría en la p i z a r ra con gráficos que se encargaban de dar fuerza objetiva a la lección.” Fundador del Co l egio Teodomiro Beltrán. Catedrático universitario. “Se concitó la a d m i ración y el afecto de sus alumnos en grado extra o rd i n ario. Una muerte intempestiva le s o r p rendió en el Brasil adonde se dirigió cumpliendo una mi-
sión docente. Las honras fúnebres que le dispensaron los estudiantes de Secundaria y la Universidad constituyen un homenaje póstumo de tan grandes dimensiones que sólo a él y a muy pocos les dispensó la juventud y el pueblo de Cochabamba en general.” Los colegios tradicionales de Cochabamba tuvieron planteles de lujo y también egresados de lujo. En cierta ocasión, el Dr. Walter Gu e vara Arze viajaba en ferrobús de La Paz a Cochabamba y este Cronista tuvo ocasión de hacerle una entrevista. Viajaba por tierra para re c o rdar el paisaje boliviano luego de va rios años de exilio.
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El Dr. Gueva ra dijo que visitaría el Colegio Nacional Bo l í var para re c o rdar sus tiempos de estudiante y, sobre todo, para averiguar un detalle sumamente interesante: que en algún momento t u vo un condisceipulo chileno c u yo padre trabajaba en el Impuesto a la Chicha. Vivían ambos en el Alojamiento Herboso, ubicado en una esquina de la Pl azuela de San Sebastián. La re velación de Gu e va ra cobró intriga y trascendencia cuando dijo que su compañero de curso era Augusto Pinochet Ugarte. Nunca pudimos encontrar el registro, pero tiene que estar en el archivo.
Segovia ¿qonqapunkichu?
E
n 1949 llegó a Cochabamba el guitarrista español Andrés Se g ovia, quien vivía por entonces en Buenos Aire s. Había gestionado su venida el Ministro de Instrucción Pública José Antonio Rico Toro y el maestro se presentaría en el Teatro Achá a las 18:30 y con varias condiciones. La primera, que se interru m p i e ra el paso del tranvía para garantizar el debido silencio que él necesitaba cuando tañía la guitarra. La segunda, que el espectáculo comenzara en punto y que, pasadas las 18:30, nadie ingresara más a la sala. So n a ron las 18:30 y el maestro hizo subir el telón y se presentó al público. Se sentó en una silla, en completo silencio mientras acariciaba las cuerdas de su guitarra . Sin embargo, una dama copetona no acababa de ubicar su asiento en la platea y saludaba en sordina a sus amigas. Ot ro señor carra speaba y otros más tosían de impaciencia. El maestro se mantenía en silencio hasta que del palco sonó una señal conminatoria para que todos guardaran silencio. No se oía ni el vuelo de una mosca, pero el maestro no salía de su mutismo. Entonces se oyó una voz en la galería que dijo un tremendo despropósito: --¿Segovia, qonqapunkichu? ¿Se había olvidado Se g ovia los temas de su concierto? El ministro Rico Toro dio una
orden terminante de que se capturara al indiscreto y se dirigió al camarín a rogarle al maestro que no le hiciera caso a ese palurdo y d i e ra nomás el conciert o. Tu vo que esmerar su arg u m e n t a c i ó n p a ra que el maestro cediera y al fin se dio el concierto, muy aplaudido, la visita al maestro para felicitarlo y el final de un día azaroso
en la vida del ministro. Cuando salía, un agente se acercó para avisarle que el tipo de la galería había sido capturado, p e ro tenía algo muy re s e rva d o que comentarle: era el hermano del ministro. Rico To ro no se inmutó y ordenó que el infra c t o r pasara la noche en el calabozo, aunque fuera su hermano.
El maestro español vivió en Buenos Aires y de allí llgó a Cochabmba a dar un concierto.
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sesos de Jiménez de As ú a E Los
n una de las cinco gestiones del Dr. Art u ro Urquidi como rector de la Universidad Mayor de San Simón, llegó invitado el ilustre penalista español Luis Jiménez de Asúa. Urquidi lo invitó al Bar Social de Cala Cala, célebre por la excelencia de su cocina criolla y también, entre o t ras gra c i a s, por tener en su plantel a un mozo antiguo, muy informado a través de la prensa y el chisme de campanario que cosechaba del buen trato que daba a los clientes. El Dr. Urquidi le preguntó qué tal estaban las cabecitas de cordero y el mozo contestó, sin va c i l a r, que no había m e j o res en el planeta. ¿Ti e n e n abundante seso?, preguntó Urquidi y el mozo contestó: Más sesos que Jiménez de Asúa. El ilustre penalista se sintió muy halagado de ser tan conocido en Cochabamba, incluso por la gente de servicio de una quinta.
En la tertulia del Café Bolívar, don Arturo Urquidi contó esta anécdota.
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El
ingenio de Carlos
Mon t e n e g ro C
arlos Montenegro, autor de Nacionalismo y Coloniaje, puso estudio jurídico con el Dr. José Antonio Rico Toro, y allí hacía sus prácticas el estudiante de Derecho Franklin Anaya Arze, más tarde arquitecto, urbanista, músico y pedagogo. En la década de los 20 se estrenó el tango “A tu salud, compañero”, con letra de Montenegro y música de Anaya. Salió un suelto en El País, pero no hemos podido rescatar la partitura ni la letra. Mo n t e n e g ro era el redactor favorito y único del bando bufo que leían los unive r s i t a rios en cada
carnaval. Alrededor de 1928, los universitarios salieron en manifestación y pidieron la cabeza de Montenegro, pero como se acercaba el carnaval se vieron en trop i ezos en busca de un nuevo redactor del bando bufo. Entonces visitaron, compungidos, a Montenegro y éste aceptó el encargo, con una advertencia: Conste que es la segunda vez que piden mi cabeza. La anécdota me la contó el poeta Antonio Terán Ca b e ro, Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”. Desarrolló una cálida amistad con el Presidente Germán Busch,
que se puso de manifiesto con la publicación de unas cartas que intercambiaron el héroe del Chaco y el por entonces embajador de Bolivia en Argentina, que cuidaba al hijo de Busch, también llamado Ge rmán. En esas cartas, Busch no escatima elogios y escribe sus afectos en tono directo y sincero a tal extremo que las inicia con un “Querido Fiero” y en alguna de ellas escribe “Qu e rido Fierituy”. Y es que Carlos Montenegro fue un cacarizo o tutao o va rioloso tan célebre como Be rnardo Monteagudo o Alfredo Medrano, cada uno en su época.
Valiosa fotografía: izq a der., Víctor Andrade, Víctor Paz, y a la derecha, Carlos Montenegro.
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Las salidas del Chueco Céspedes
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s difícil escribir sobre Augusto Céspedes (1904-1996) sin asumir un tono queve-
diano, pues el augusto escritor tenía el parecido más próximo al ilustre Francisco de Quevedo, in-
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cluso en una leve cojera que justificó su apodo de “Chueco”; como también en el uso cotidiano de la más punzante ironía con sus adve r s a rios y el coraje de batirse a duelo por quítame estas pajas. He rnán Díaz Arrieta (Alone), crítico del diario chileno “El Mercurio”, escribió: “Unos libros se dejan leer. ‘Sangre de Mestizos’ se hace leer, obliga la atención, empuja el interés y lo tiraniza. Su fuerza de estilo a un tiempo plástica y dinámica, evoca en líneas paralelas la robusta plenitud de Maupassant, maestro insuperable; el vigor de Eric María Remarque de ‘Sin novedad en el frente’ y, por momentos, con ciertos detalles del dote humano, llevado al límite extremo, algunas ‘Vidas de mártires’ de Duhamel... En ‘Sangre de Mestizos’ la forma, el estilo, la contextura de la narración crean una red firme de cuerdas tensas por donde el fluido eléctrico circula vibrante y despide chispas al contacto. En cualquier punto que se le toque se siente palpitar la vida y una onda cálida se comunica misteriosamente. Desde ahora debemos contar a Augusto Céspedes entre los primeros escritores del continente”. En cambio en su propio país fue víctima de la inquina política. “Céspedes es un literato mediano y con cierta dosis de realismo calcado de novelistas italianos... autodidacto con enormes pre t e nsiones, un literato de tierra dentro y moralmente un mal hombre ca-
paz de todos los delitos”, dice de él Tristán Ma rof. Pero el célebre Chueco no podía quedarse callado y le contestó lo siguiente: “Los republicanos no tomaron grandes represalias. Solamente Gustavo A. Na va r ro, que escogió el puesto de Alcaide, torturó a varios presos, entre ellos, a los jueces Hennings y Valle. Inició así su c a r re ra política, como carc e l e ro, el que sería después Tristán Marof”. Júzguese la calidad de su prosa en este retrato de Salamanca: “Asceta del yermo, cuervo subjetivo, cartujo abstra c t i vo, patriarca indígena vestido a la europea, Salamanca es un ser estra n g u l a d o por una flacura inquietante, de estilo yoghi... El ave vital, a punto de huir del tronco doblado y áspero, se ha quedado enjaulada en los huesos del cráneo. El rostro, sombrío de pensamiento, revela en un rictus inexorable el mal que consume a este hombre, mort a lmente herido por la saeta filosófica que es como la del amor: “si se la quitan, se muere, si se la dejan lo mata”. Un personaje queve d e s c o, nietzscheano, spengleriano como Céspedes tenía que haber grabado en la losa de su tumba un principio del gran filósofo alemán: “Más allá del bien y el mal”. Es proverbial su amistad con Carlos Mo n t e n e g ro, “La Du p l a Ab o r re c i d a”, los llama Ma ri a n o Baptista Gu m u c i o. Céspedes contribuyó como nadie a fijar la m e m o ria de personajes como Busch, Villarroel, Tamayo, Arguedas, Salamanca, Víctor Paz, Walter Gu e va ra y otros con calificativo s p recisos y felices. Al general Barrientos lo consideraba “un producto moderno, un acrílico sintetizado de cursillos anticomunistas del Pentágono, de cócteles entre agregados militares y de militancia en el MNR”. Se burló algu-
na vez del retiro espiritual que hizo “el general del pueblo” durante un carnaval, para dar luego a luz una “Meditación para los bolivianos”, “redactada por su abstemio E s c ribidor mientras él farre a b a como un kusillo”, re f i riéndose a su asesor don Fernando Di ez de Medina. Fue el creador de los mitos (Busch y Villarroel) y antimitos (Patiño, Hochschild y Aramayo) que consolidaron la retórica del MNR. En esa vena subjetiva y comprometida escribió cuatro valoraciones históricas: Metal del dia blo, El dictador suicida, El Presi dente colgado y Salamanca, el me tafísico del fracaso. El primero de ellos es en realidad una novela, pero de un efecto contundente en el juicio que la generación del Chaco y la posteridad tuvo de Patiño, Hochschild y Aramayo, los t res Ba rones del Estaño, que hicieron grandes fortunas a costa de los recursos naturales de un país pobre y atrasado. Ni siquiera el neoliberalismo vindicó la mem o ria de Simón I. Patiño o de Carlos Víctor Ara m a yo, los dos e m p re s a rios bolivianos de la Gran Minería. El dictador suicida tiene como protagonista al Presidente Ge rmán Busch, iniciador de la política nacionalista, y El Presidente colgado es un relato dramático y militante sobre la inmolación del Presidente Gualberto Villarroel. No faltan historiadores que critican su falta de objetividad, pero se trata de obras políticas de enorme influencia como discursos ideológicos, y esa es su mayor virtud. Augusto Céspedes tuvo sólida influencia ideológica en el proceso de acumulación de fuerzas sociales previo a la Re volución del 52, durante la re volución y a la caída de ella. Era un preclaro exponente de la g e n e ración de posguerra por el
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En traje blanco, Augusto Céspedes durante el gobierno de Villarroel.
vigor con que defendió los recursos naturales a su re t o rno del Chaco. La experiencia en el frente le sirvió para escribir su libro de cuentos Sangre de Mestizos, obra reconocida en América Latina por el vigor y la limpieza de su est i l o. Céspedes (en su cuento El Pozo) y Augusto Roa Bastos (en su novela Hijo de Hombre) narran el mismo episodio para ilustrar la contienda que muchos llamaro n La Guerra de la Sed. Eran frecuentes las reuniones de los jóvenes ministros que colab o ra ron al gobierno del Ge n e ra l Alfredo Ovando en la casa de Césp e d e s, donde se discutían asuntos de Estado que requerían de su asesoramiento. Allí, en el patio de su casa, solía escribir sus artículos con un gigantesco sombre ro mexicano y un mono al hombro, que era su mascota preferida. Hablaba y escribía con acritud e ironía y era demoledor en sus críticas contra los contendores políticos.
Encomio de don Federico Díez de
Medina E
n abril de este año falleció la señora Margarita Fernández de Córdova, quien fundó un hogar sólido y solidario con don Federico Díez de Medina Ballivián, fallecido años antes. Ambos tuvieron ocho hijos, cuatro va rones y cuatro mujere s, pero sobre todo cristiana estabilidad y
Federico Díez de Medina, un nombre muy ligado a la memoria de los cochabambinos.
solidaridad profunda con el prójim o, como lo atestigua cuánta gente que recibió ayuda material y espiritual de este ejemplo de pareja. Ambos fueron de los pri m e ro s en asistir a los cursillos de cristiandad. Fe rvientes cri s t i a n o s, enmarcaron su conducta guiados por la fe y la espiritualidad. En ese transcurso, junto a otros visionarios, como el Ing. Jaime Méndez, fue propulsor de la Co o p e ra t i va Boliviana de Cemento (Co b o c e ) , siendo su fundador y presidente del Di rectorio, desde el inicio de las obras hasta su fundación y puesta en marcha plena. De ese modo ambos participaron en la fundación y consolidación del m ovimiento cooperativista en Bolivia. Así como fue un ejemplo en su vida familiar, don Fe d e rico desempeñó diversas actividades en beneficio de la comunidad cochabambina y boliviana. Se destacó en cuanta misión se propuso realizar. Su tra ye c t o ria empre s arial se inició con la apertura de una ferretería, una de las más importantes de la ciudad, que manejó durante 30 años. Más adelante, construyó el Edificio El Profesional, el primer edificio de propiedad horizontal de Cochabamba, y la urbanización Los Ceibos, en Tupuraya. Fundó y dirigió la
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industria metalmecánica Emnabol. Su activa participación en el mundo de los negocios lo llevó a ocupar cargos como director de la C á m a ra de Co m e rcio y de los bancos Unión y Santa Cruz. En su afán de colaborar a la colectividad, mediante obras de la Iglesia Católica, fue fundador y director de la Cooperativa Hospicio Ltda., asesor e integrante del Consejo Económico del Arzo b i spado y presidente de Acción Católica de Hombres. Por su colaboración en las construcciones del hospital Seton y el Seminario Mayor de San José, recibió del Papa la Co n d e c o ración y nombramiento como Caballero de la Orden de Gregorio Magno. Tu vo, asimismo, activa participación en la creación de obras de bien social, como ser Aldeas SOS, gerente general de Fotrama y director de ADAM. Entusiasta deportista, fue miembro del Directorio del Club de Tenis e integrante de la selección cochabambina. Sus conocimientos de esa disciplina le perm i t i e ron ser redactor de LO S TIEMPOS, en la década de los años 50. El Cronista de la Ciudad agradece a don Fe rnando Ca n e l a s Tardío por colaborar en la redacción y los datos de esta va l i o s a nota.
Gaby del Mar
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ené Zavaleta dijo que a la casta gobernante durante la guerra del Pacífico más le hubiera dolido perder a la Virgen de Copacabana que perder el mar, pero una excepción o quizá un seve ro mentís era Ga by del Ma r, como pasó a la historia doña Ga by de la Reza Suárez, nacida en un hogar de viejos terratenientes que tenían su finca en Altamachi, provincia Ayopaya de nuestro De p a rtamento. Doña Ga by era una presencia constante en todo acto de reivindicación de nuestra sobera n í a marítima. Nació el 26 de julio de 1918, era la terc e ra hija de Luis de la Reza Ji m é n ez y de Abigail Su á rez. Vivió en la calle San Martín esquina Bo l í va r. Estudió en la Escuela Cobija y en el Colegio de las Esclavas del Sa g rado Corazón o Colegio Ir l a n d é s. Como solía galopar en sus tierras de Altamachi, le tocó celebrar sus 15 años, que era su presentación en sociedad, y pidió un traje de amazona. Su pasión por el tema del mar se despertó muy tempra n o, cuando enseñaba a leer y escribir a los colonos de la finca y armaba un Altar Pa t rio para que desfilaran y cantaran himnos patrios. Las Fuerzas Armadas le rec o n o c i e ron haber sido pionera del Se rvicio Premilitar femenino o t o rgándole el grado de Su b t eniente del Ej é rcito Bo l i v i a n o. Con Laura y Edith, sus herm an a s, formó un trío, Las Rimpiantom que interpretaba música clásica coral y se acompañaba con guitarra. Desde muy jove n decía: Soy una mujer que amo a mi patria desde antes de nacer. La revolución del 52 obligó a su
familia a emigrar a Chile. A su retorno, era un digno ejemplar de la belleza cochabambina. Se casó con Tobías Almaraz y tuvo tre s hijos: Malena, José Luis y Ed u a rdo Ab a roa Almaraz. Al último terminó por acceder a cambiarle el nombre por Ed u a rdo Tobías. Su devoción por el tema marítimo re c rudeció con nuevas manifestaciones: recogía estudian-
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tes del Instituto Americano y como gratitud les pedía que gritaran: Vi va Bolivia, Mu e ra Chile. Como pro f e s o ra del Colegio María Cristina, imponía disciplina en los alumnos con un silbido p e n e t rante y les hacía marchar y cantar el Himno Nacional y el Himno al Ma r. Enviudó y se casó con el Co ronel Rodulfo Rive ra Mercado. En su cumpleaños, en
lugar de una canción alusiva pedía que le cantaran el Himno al Mar. Hablaba y arengaba en quechua sobre el tema. No le faltaba en la cart e ra una escarapela con cinta celeste. Fue Presidenta del primer directorio del Comité Pro Mar Bo l iviano el 14 de febre ro de 1974. Un año después, testimonió su disgusto al Presidente Ba n ze r por el famoso Ab ra zo de Charaña con el general Pinochet, en busca de una solución pra c t i c i s t a para el tema del mar. En 1979 envió una Ca rta abierta a la Asamblea Ge n e ral de la OEA, reunida en La Paz. Era su costumbre ter-
minar sus cartas con un lema: Hasta llegar al mar con Di g n i d a d y So b e ranía. Co n vocó a una re unión de los Cien No t a b l e s, entre ellos Ricardo Anaya y los ex Presidentes David To ro y Wa l t e r Gu e va ra. En abril de 1987 encab ezó a 600 personas que marcharon en un convoy a la fro n t era con Chile. Fue condecora d a en 1976 pero depositó la pre s e a en manos de Monseñor Armando Gu t i é r rez Granier en tanto se recuperara el mar con sobera n í a . Le otorg a ron la Orden de la Gra n Cruz al Mérito Na val, una medalla de la Séptima División por haber promovido el servicio premi-
litar femenino, y una distinción de Notable por el Concejo Municipal, que recibió su hijo porque ella se encontraba delicada de salud. Concurrió al último acto público el 23 de marzo de 2001 y falleció el 1º de nov i e m b re de 2002 a sus 84 años. Una avenida p rincipal de Cochabamba lleva su nombre. Edith Zabalaga de Montecinos le dedicó un poema cuya pri m e ra estrofa dice: Un hálito de fuerza y dominio / exhalaba su presencia / llenando con ra yos de energía / y leva ntando en las almas / de aquellos que escuchaban / su grito pregon e ro / de Amor a su Bo l i v i a .”
Según dice en el reverso, esta casa albergó a los patriotas que conspiraron por la libertad el 14 de septiembre de 1810.
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En memoria de Félix Araníbar
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n 1962, el Alcalde Municipal Héctor Cossío Salinas presidió el entierro del compositor autodidacta Félix Araníbar. Había nacido el 6 de agosto de 1872 y poco le faltó para completar el siglo de vida. Era hjo de Rafael Araníbar Paz Candano y de Paulina Villarroel Zubieta; profesor de piano y compositor autodidacta. Cuentan sus descendientes que, pese a ser autodidacta, echó mano en la composición del Himno a Cochabamba, cuya mú-
sica es del insigne músico don Teófilo Va rg a s, y re c u e rdan su obra cumbre, “La Barcarola”, que fue publicada por la conocida Editorial Ricordi, de Buenos Aire s, con un poema elogioso de Adela Za m u d i o. Re c u e rdan asimismo que esta obra fue orquestada por Toscanini para la noche de su estreno en la noche de Año Nuevo y en altamar el año 1950. La grabación ha sido conservada por don Franklin Anaya Arze, quien en 1997 dijo que “La Barca-
Un gran artista autodidacta. Su muerte fue muy sentida en el país.
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rola” de Félix Araníbar es la única composición boliviana técnicamente perfecta; no existe otra.” Gabriel Montaño Araníbar, nieto del gran músico, recuerda que i n t e r p retó la obra de Chopin y composiciones propias en Buenos Aires, antecediendo a la lectura de poemas que hizo el poeta hindú Rabindranath Tagore, en la “Peña del Teatro Colón”. Gabriel Montaño Araníbar rec u e rda detalles importantes: “El doctor José Antonio Arze en su
ensayo “Valores del 900” habla de Araníbar como el único artista del piano en Bolivia. El poeta Javier del granado dice de Araníbar: “su tragedia fue haber nacido aquí en Bolivia. De otra forma habría sido una figura internacional, porq u e no sólo era un gran intérprete y compositor; era un genio.” Ga b riel cuenta que el maestro Wi l f redo Mamani, Di rector de la Banda Municipal de Co c h a b a mba, puede atestiguar cómo en el concurso convocado para el Himno a Cochabamba, todas las obras presentadas fueron descalificadas por su escaso valor artístico, y se declaró desierto el conc u r s o. Una de las obras había quedado olvidada y entrepapelada. En eso el Presidente José María Achá preguntó si Cochabamba tenía su himno, y entonces entregaron la partitura olvidada al joven Félix Araníbar para que la co-
rrigiera y adecuara. Gracias a esas correcciones se conoció el Himno a Cochabamba. “Por tanto –concluye Gabriel Araníbar—entre los autores del Himno a Co c h a b a mba debe decirse: Letra, Benjamín Bl a n c o. Música: Félix Araníbar y Teófilo Vargas. El episodio ha sido avalado por Po rf i rio Díaz Ma c h i c a o, por el maestro Wilfredo Mamani y figura en la novela “Una familia cochabambina”, de Mario Lara Claros. En 1956, el Gobierno nacional le otorgó por De c reto Su p re m o una medalla de oro, siendo Ministro de Educación y Bellas Artes el Dr. Germán Monroy Block y Alcalde de Cochabamba don Aníbal Zamorano. El Alcalde y poeta don Héctor Cossío Salinas despidió sus restos junto a Javier del Gran a d o, José Macedonio Urq u i d i , Po rf i rio Díaz Machicao y otra s p e r s o n a l i d a d e s. Dictó además
Hermoso lienzo que se puede apreciar en el Restaurante Tunari.
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una Resolución Municipal para que sus restos descansen en la Sección Notables, del Cementerio General, orden que hasta hoy no se cumple, no obstante que fue declarado Ciudadano Ilustre e Hijo Predilecto de Cochabamba, y que su retrato se encuentra en la Galería de Notables, en la Casa de la Cu l t u ra de Cochabamba. Una avenida del Barrio del Magisterio lleva su nombre. Ot ras composiciones suyas son: la música de la Ópera “El Castillo Ne g ro”, con libreto de Adela Zamudio; “Cinco Da n z a s Incaicas”; “Himno al Pro g reso” e “Himno a la Ba n d e ra, con letra del Dr. Ge rmán Qu i roga Ga l d o. Era conocido como profesor de música y de Armonía en la Ac ademia Man Cesped y como Presidente honora rio y vitalicio de la Sociedad de Artistas y Escritores de Cochabamba.
La vida ejemplar de Fidelia Corral de Sánchez
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l pasaje ubicado frente al Teatro Achá tiene un busto en la esquina, en homenaje a Fidelia Corral de Sánchez. Poco se sabe de ella, pero la devo c i ó n de sus descendientes me hizo saber que el año 1944 fue injustamente excomulgada de la Iglesia Católica por intervención del Nuncio Apostólico Egidio Lari , por denunciar e impedir el saqueo de las obras de arte del Convento de Santa Teresa y otros de Cochabamba, “saqueo que realizaba dicha autoridad eclesiástica”, según la comunicación que dirigieron a este Cronista. Era conocida como una escritora boliviana de ilustres mayores, como su padre, el Dr. Ramón Corral Alzérreca, Presidente del Ay u n t amiento de Chuquisaca y Diputado por Sucre en 1893, a su vez descendiente de Benito Alzérreca, Pro t om á rtir de la Independencia, y del Dr. Andrés María Torrico, jurisconsulto, Presidente de la Co rte Suprema, codificador en tiempos del Presidente Santa Cruz y hombre de su estrecha confianza durante la Confederación Perú-Boliviana. Fue maestra y dire c t o ra de la Escuela Sara Ugarte de Salamanca, Escuela Mariano Baptista y Liceo Luis Quintín Vila, entre otros establecimientos. Fue periodista y re d a c t o ra de medios ilustre s. Fundadora y Presidenta de Legiones Juveniles de la Cruz Roja.
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El Campo Ferial de Cochabamba
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l Cronista de la Ciudad conversó con Hugo Ga l i n d o, Roberto Peña y Alfonso Rojas Moncayo sobre los orígenes de nuestra Feria Internacional, hoy a c a rgo de FEICOBOL, que se remontan al año 1973. En 1973 se había creado el Comité Impulsor del Cuarto Centenario de la Fundación de Cochabamba (1974) como un organismo cívico que proponía un programa de festejos, e incluía la Comisión de Cultura, que había ela-
La Feria cumplió más de un cuarto de siglo.
borado un proyecto de Feria Cultural. Paralelamente, se tenía la experiencia de la Feria In t e rnacional de Santa Cruz, que ya era una institución, y Cochabamba acariciaba la idea de organizar un evento similar. Rojas Moncayo había llegado a Cochabamba para entregar reconocimientos expedidos por la Feria de Santa Cruz para empresas locales, y cuando visitó Dillmann, su gerente, Roberto Peña, le propuso participar en la creación de la Feria Internacional de Co c h abamba. Peña acababa de llegar de Monterrey, donde había concluido sus estudios universitarios y e ra un empresario joven junto a otros empre s a rios plenos de din a m i s m o, como Hugo Ga l i n d o, Raúl Artero, Juan Luxen Gumucio, René Olmedo, don Javier Rod r í g u ez, Hugo Bilbao La Vi e j a , Presidente cívico, el Alcalde Humberto Coronel Rivas y varios otros. Rojas Moncayo había trabajado en la organización de la Feria de Santa Cruz desde 1966, junto a Ivo Branjican, Presidente del Comité de Ferias de Santa Cruz, Osvaldo Gu t i é r rez, integrante del Comité de Ferias y Juan Franco Suárez, Presidente del Comité Cívico Pro - Santa Cruz. Ellos lo habían invitado para trabajar junto al gerente Fausto Medrano, fallecido en accidente, y David Terceros Ba n zer, ex Rector de la Universidad Ga b riel René Mo re n o ; un grupo magnífico, pionero y
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con espíritu para grandes emprendimientos, pues habían comenzado organizando ferias para la Facultad de Veterinaria, según recuerda Rojas Moncayo. En Cochabamba, el Comité Pro Cuarto Ce n t e n a rio había creado el Subcomité de Ferias, presidido por Ro b e rto Peña, que encarg ó un estudio de factibilidad al economista Guido Céspedes Argandoña, perteneciente al staff de Dillmann. Ro b e rto Peña y Alfonso Ro j a s Mo n c a yo eran miembros de la Cámara Junior y re p resentantes ante la Junta de la Co m u n i d a d , J U N CO, que se encontraba en plena organización para impulsar el desarrollo económico de la región. El Ing. René Olmedo apoyó el proyecto en JUNCO y entonces se creó el Subcomité de Fe ri a s con apoyo del Municipio. En este proceso, fue decisivo el apoyo de t res alcaldes sucesivos: Aniceto Ríos, fundador del Comité impulsor del Cuarto Centenario, Carlos Saravia Goitia y Humberto Coronel Rivas. La inquietud de los empre s arios cochabambinos, particularmente de Roberto Peña y Hu g o Galindo, consiguió que la Federación Departamental de Empresarios Privados decidiera llevar adelante la organización de la Feria y se comprometiera ante el Comité Impulsor. Para consolidar el proyecto, los empresarios consiguieron la colaboración de don Alfonso Rojas Moncayo, quien sería ge-
rente general de la Feria Internacional de Cochabamba en su primera versión. Alfonso Rojas Moncayo recuerda que, una vez echada la suerte y tomada la decisión de organizar la Feria para el año 1974, el reto se convirtió en una pesadilla. Primero, había que decidir en qué predio se establecería el campo ferial, y luego había que presupuestar la implementación y conseguir el financiamiento para ese fin. Como es de suponer, cumplida su misión se disolvió el Comité Impulsor de la celebración del Cuarto Centenario y el Subcomité impulsor se transformó en Comité, bajo la presidencia de Roberto Peña. En febrero de 1974, la Federación de Em p re s a rios suscribió con el Comité el acuerdo para la organización de la Primera Feria. Sin embargo, el proceso de negociación estuvo lleno de dudas y desconfianza, al punto que JUNCO tuvo que declarar estado de emergencia para presionar al Ejecutivo a que otorgue el aval para el crédito externo y la asignación del Banco del Estado, presupuesto que ascendía a unos 450.000 dólares. UBICACIÓN DEL CAMPO FERIAL Alfonso Rojas Moncayo recuerda los inicios del difícil cometido de encontrar un predio para instalar el Campo Ferial. Ya a principios de 1970, siendo Pre s i d e n t e de CO R D E CO don Luis Ca l vo Soux, se había planificado una Feria Internacional en el Campo Alalay, no obstante la aridez de su suelo salitroso, con pocas especies forestales. Se contó en principio con algunos asesores pertenecientes a CORDECO. Había muchas opciones: en principio, parecía apropiado el actual Parque Vial (la av. Ramón Rive ro todavía no estaba
Las cómodas instalaciones de hoy tienen valiosos pioneros.
del todo asfaltada), pero por su pequeña extensión, no tenía futuro y fue descartado. Se intere s aron en el actual Parque Excombatientes y en el Hipódromo, pero tenían las mismas dificultades de expansión. Se pensó en unos predios ubicados en El Paso, y no se llegaba a ningún acuerdo. Con el apoyo de Líneas Aéreas Canedo, se sobre voló va rias veces el va l l e para hallar la ubicación ideal, y entonces el Comité contó con el apoyo decidido de la Consulesa del Brasil, doña María Ignes de Azero, quien hizo la conexión con el número uno de la Feria de Sao Paulo (Sao Paulo FOC), don Luiz Otavio Temudo. Con su asesoramiento, se escogió la orilla sur de la laguna Alalay, un sitio que ya había sido considerado por el Comité de Obras Públicas (antecesor de la Corporación de Desarrollo de Cochabamba, CO R D E CO ) , presidido por el Ing. Luis Calvo Soux una década antes. Sin embargo, lo que es hoy el Campo Ferial tenía varios inconvenientes. En principio, la aridez de su suelo salitroso, con pocas especies forestales; luego, la ne-
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cesidad adicional de preservar el espejo de la Laguna, construir y mantener el circuito para así embellecer las montañas circundantes. No había camino de acceso, y los campesinos, que tenían algún ganado lechero en el lugar, se oponían a la construcción de la Feria incluso con tiros de escopeta. La familia Salazar era pro p i etaria de una extensión grande entre las serranías de San Pedro y el Ticti, como 200 hectáreas que incluían el actual campo ferial. Alfonso Rojas Mo n c a yo observ ó que, en contra s t e, la Alcaldía de Santa Cruz había otorgado todas las facilidades a la expansión de FEXPOCRUZ, impidiendo la edificación de urbanizaciones a su alrededor. Don Alfonso recuerda una escena que ilustra las dificultades de la época: él y Roberto Peña, sentados en un hoyo del actual campo ferial, hostigados por los campesinos, midiendo la enormidad de sus pretensiones y sin hallarles salida. Sin embarg o, gracias a la actitud del Dr. Osvaldo Bayá, abogado de la familia Salazar, el asunto
se solucionó. Don Hugo Galindo propuso negociar la donación de 10 hectáreas argumentando la reva l o rización que la construcción del Campo Ferial iba a generar en la zona. Un día en que se reunía el Comité Impulsor en la Alcaldía, don Juan Salazar y el Dr. Bayá pidieron audiencia y anunciaron su decisión de donar 10 hectáre a s para el campo ferial. Fue un momento muy emotivo, pues comenzaba a concretarse el acariciado proye c t o. Se observó que esa extensión era insuficiente, y el Alcalde tomó la decisión de expropiar 5 hectáreas adicionales, a las cuales se agregó 1.5 ha para construir el camino de acceso y un terraplén para contener las aguas de la Laguna. De ese modo se consolidaron las actuales 16.5 hectáreas de nuestro Campo Ferial.
FINANCIAMIENTO Don Hugo Galindo re c u e rd a q u e, en un viaje a Buenos Aires con motivos part i c u l a re s, tomó contacto con el señor Novic Savelon, representante de NOVINSA, quien tenía amplia experi e n c i a en la construcción y la organización de ferias. El Estado argentino impulsaba un fomento decidido a las exportaciones, con financiamiento blando para las export aciones no tradicionales y otra s ventajas para los exportadore s, y N OVINSA era una institución asesora de eventos como la Feria de Pa l e rm o. José Novic Sa ve l ó n ofreció construir nuestro Campo Fe rial en paquete completo, es d e c i r, bajo el sistema “ l l a ve en mano”. Roberto Peña aclara que la idea de organizar la Feria pertenecía a un conjunto de ciudadanos, pero comenzó a hacerse re a l i d a d
Maqueta del Campo Ferial de la Laguna Alalay.
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cuando la Federación de Em p res a rios la asumió como una iniciativa institucional. Los pioneros se invo l u c ra ron el proye c t o sin medir el tamaño y las dificultades que enfrentarían. Roberto Peña dejó la gerencia de Di l lmann para asumir el reto y entonces se vio la necesidad de contratar a Alfonso Rojas Moncayo, por entonces organizador de E X P O C RUZ, con varios años de e x p e riencia. Hay que re c o rd a r que el Comité impulsor funcionaba con oficina y mobiliari o prestados por el Dr. En rique Levy Meruvia, en el edificio de la Cám a ra Departamental de Co m e rc i o, y se sostenía con el aport e voluntario de algunos empre s ari o s, que no cubría sueldos ni menos viáticos, de modo que los contactos nacionales e internacionales se hacían con fondos privados de cada uno de los voluntarios. El paquete completo ofre c i d o por NOVINSA incluía dos galpones o tinglados para b ó l i c o s, que aún existen; energía, iluminación, sonido, redes de agua, baterías de baño y, en general, obra s completas de infra e s t ru c t u ra . Preveía la subcontratación de un re s t a u ra n t e. El presupuesto del paquete completo ascendía a 250.000 dólare s, a los cuales debían añadirse otros gastos que daban un presupuesto total de 386.000 dólare s. La Em p re s a Co n s t ru c t u ra Olmedo inició su asesoramiento y el Comité inició negociaciones para obtener un crédito blando a 8 años y medio de plazo, con un interés anual bajo; pero surgió el problema del a val bancari o. El proyecto era rentable, sustentable, pero, conforma a la Ley de Bancos y En t idades Financieras, se pre c i s a b a una garantía colateral, y el Co m ité sólo tenía el predio, cuyo va l o r comercial ascendía a unos 20.000
d ó l a re s, que significaban para e ntonces una gran donación, pero igual no servía de gara n t í a . Aquí hay que destacar la actitud del Alcalde, don Hu m b e rto Coronel Riva s, que al mismo tiempo era Vicepresidente de la Federación de Em p resarios y conocía el proyecto, y lo apoyó decididamente abriendo una carta de crédito en el Banco del Estado por la cual la Alcaldía, que sí era sujeto de crédito, consiguió el a val del Banco Ce n t ral para obtener el financiamiento. De ese modo la Alcaldía de Cochabamba es hoy propietaria del Ca m p o Ferial de Alalay. GESTIONES BANCARIAS El Comité impulsor, con el apoyo de la Alcaldía de Cochabamba, c o n t rató dos créditos que tramitó don Raúl Peña, tío de Roberto Peña, ante el Banco Nación Arg e n t ina y el Banco del Estado para iniciar obra s. El Gobierno central no aportó fondos, pero el proyecto tuvo en todo momento el apoyo decidido del alcalde Hu m b e rt o Co ronel Riva s. Luego, la Alcaldía honró los créditos en un plazo de 8 años con el producto de la Feria. Entretanto, el Subcomité recibió tres donaciones: de la Alcaldía, del Prefecto Mi l i voy Eterovic y de la Di rección De p a rtamental de Agri c u l t u ra, en total unos 4.000 dólares como capital de arra n q u e. En t re las anécdotas, los pioneros recuerdan que, en pleno estado de emergencia decretado por J U N CO, el Gobierno había citado a los dirigentes de la Junta y del Subcomité a una reunión en La Paz, pues argumentaba que el p royecto no era factible y term inaría en frustración y derroche. Luego de cinco horas de espera en el Salón de los Espejos, el Presidente Banzer comunicó que el p royecto había sido apro b a d o,
aunque lamentaba las pre s i o n e s, y que esperaba resultado positivo pues a nadie le caería bien una f ru s t ración. Al final, él mismo inauguró la Feria en octubre y felicitó a los organizadores. Fe rnando Ca b re ri zo, por entonces Oficial Ma yor de Cultura, tenía una sobrina que trabajaba en la Casa Militar, en el Palacio Quemado; en un papel membretado que ella consiguió redactó el decreto el Dr. Hugo Bilbao La Vi eja, otro impulsor del proye c t o. El d e c reto ordenaba la tra n s f e re ncia del crédito puente otorgado por el Banco del Estado a la Alcaldía de Cochabamba, con destino a la construcción de la Feria Int e rnacional. El alcalde Co ro n e l R i vas lo hizo firmar buscando por separado a los 16 ministro s, y sólo entonces buscó al Presidente Ba n zer para obtener su firma. Banzer se preguntaba cuándo se había discutido el asunto, pero acabó firmando el decreto que o t o rgaba la anuencia oficial para el inicio de obra s. Aun así, hubo que esperar que el decreto fuera hecho público por la Gaceta Oficial. Una vez más, el Estado cent ral hurtaba su concurso de un p royecto regional, igual que había procedido antes con la Feria de Santa Cruz, cuya construcción la hizo el Comité de Obras Públic a s, sin ayuda oficial. Una vez más, la iniciativa privada conseguía cristalizar un proyecto larg amente acariciado por industriales y comerciantes cochabambinos. LA CO N S T RU CCIÓN DEL CAMPO FERIAL Alfonso Rojas Mo n c a yo recuerda a 1974 como un año terrible, pues las obras comenzaron en marzo y debían fatalmente concluir en octubre. “No hubo otro c a s o, re c u e rda, de 9 empre s a s t rabajando simultáneamente,
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Alfonso Rojas Moncayo fue un puntal en la instalación del Campo Ferial.
con 600 personas que se movían como hormigas en lo que iba a ser el Campo Ferial.” El paso siguiente fue la importación de toda la planta ferial de A rgentina. El gestor de la importación fue el empresario arg e n t ino don José Sa velón, y consistió en dos pabellones que actualmente existen, con cables subterráneos instalados por pri m e ra vez en el país. Fue asimismo la pri m e ra vez que se aplicó iluminación a gas mercurial. En t re los empresarios que destacaron por su apoyo generoso y sin condic i o n e s, los pioneros recuerdan a don Raúl Artero, propietario de FEMCO, que se encargó de la iluminación. Rojas Mo n c a yo re c u e rda que no había condiciones de tra b a j o,
pues el agua potable había que l l e var desde la ciudad, y se tra b ajaba en tres puntas, alumbrándose de noche con mecheros y lámparas. La vía de acceso era el pro b l ema siguiente, pues sólo llegaba al Country Club y faltaba trazarla y asfaltarla en todo el actual Circuito Alalay, para permitir un acceso fluido al Campo Ferial. Pe ro una circunstancia propicia se añadió a otras casualidades: según recuerda Rojas Moncayo, la Empresa Bartos había adquirido maquinaria que debía cumplir cierto rec o r rido para cumplir los re q u i s itos exigidos por el Seguro; de esta manera, los ejecutivos de la const ru c t o ra accedieron a constru i r gratuitamente el circuito, y el Alcalde Carlos Sa ravia Goitia pagó el combustible y los salarios de los operadores. El circuito era un camino ripiado que había que regar constantemente para que los vehículos no levantaran polvo, y así se conservó por muchos años hasta que fue asfaltado. La construcción del Campo Ferial fue una auténtica epopeya que demandó jornadas redobladas de trabajo y la inquietud constante de no poder construir un sueño tan acariciado en un plazo tan corto. Faltando días para la inauguración, no se habían instalado las luminarias; esos y otros detalles obligaban a la postergación del evento. El tendido del cableado eléctrico estuvo a cargo de don Federico Diez de Medina, en un p l a zo impostergable de 215 días, con la colaboración estrecha de personal de ENDE. Pa ra To d o s Santos se encendió la luz de la Feria, tres días antes de su inauguración, en medio de un grito de gerentes, técnicos y trabajad o res como si Wilstermann hub i e ra metido un gol, según rec u e rda Rojas Mo n c a yo, quien
asimismo destaca el gran impulso que dieron al proyecto don Hu m b e rto Co ronel Rivas y Fe rnando Ca b reri zo Ríos. El tra b a j o de las nueve empresas constructora s, que apoyaban con sus propios recursos en la edificación de obras anteri o res y posteri o res a la Pri m e ra Feria, contó con la supervisión de don Federico Almaraz, quien trabajaba las 24 hora s. De este modo, gracias al tesón de los fundadore s, la Feria se inauguró con todo éxito en noviemb re de 1974. La Fe ria ha marchado desde entonces en continuo ascenso, con una plataforma de negociaciones comerciales e industriales cada vez más sólida, con una infraestru c t u ra amplia y cómoda y con una avenida de acceso debidamente asfaltada. Hoy la Feria es el reloj económico y financiero del De p a rt am e n t o, un reloj que acelera su ritmo en cada edición y expre s a en su conteo la pujanza y el emprendimiento de los empresarios cochabambinos. Hugo Ga l i n d o, Ro b e rto Peña y Alfonso Rojas Mo n c a yo, estos ven e rables ciudadanos cochabambinos, re c o rdaron con entusiasmo de estudiantes las peripecias que ro d e a ron la concepción, c reación y consolidación de nuestra Feria Internacional. Va rios fotógra f o s, entre ellos Julia Va rg a s, Raúl Ugarte y Ra f a e l Ba l d e r rama, documentaron esos esfuerzos que hoy ilustran la presente Memoria de 25 años de esfuerzo empresarial y municipal p a ra sostener la Feria Intern a c i onal de Cochabamba y pro m o c i onar el desarrollo regional, misión que actualmente está a cargo de FEICOBOL. El lado humano de este pro c eso lo dieron los mineros rentistas asentados en el Ba r rio Mi n e ro Alalay, que colinda con el Campo
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Ferial. para conseguir acceso a su urbanización. En reconocimiento, que administren el estacionamiento vehicular externo. Obtuv i e ron importantes ingre s o s, obras de alcantarillado, iluminación y refacciones en el Ba r ri o Mi n e ro de Alalay. Conscientes de la va l o rización de sus viviendas por la apert u ra del camino de acceso a su urbanización, hicieron una colecta y entregaron una contribución de 500 dólares para ese fin. En respuesta, según re c u e rda Ro j a s Mo n c a yo, se les otorgó la administración del parqueo vehicular externo, que les permitió obtener importantes ingresos destinados a construir obras de alcantarillado, iluminación y refacciones en el Barrio Mi n e ro de Alalay. No es frecuente reconocer la labor de los pioneros de este emp rendimiento regional. En 28 años, mucha agua ha corrido bajo los puentes y pocos quiere n vo l ver los ojos al pasado para medir el esfuerzo de este grupo de visionarios que vislumbró la i m p o rtnacia de contar con un Campo que no tiene la Sede del Gobierno, siendo la primera ciudad del país. Hay dificultdes inherentes a la propiedad de los pre d i o s, que no prestan un escenario claro para efectuar inve r s i o n e s. Sin embarg o, la creación de una fundación y el nuevo concepto de ferias temáticas que hoy se maneja, hace que el Ca m p o Ferial esté continuamente ocupado exhibiendo la labor de los productores. Esto era lo que querían los pion e ros: dotar a la ciudad de un pulmón económico y un escaparate para mostrar su potencial. Por eso, la Feria Internacional de Cochabamba es el termómetro que mide el estado de la economía regional.
El camino al Beni y los cien i n g e n i e ros de escritorio
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ace algunas semanas se realizó una feria de autores en los jardines del Palacio de Po rt a l e s, y allí tuve el gusto de saludar a don Rodolfo Pinto Parada, quien llegó del Beni con casi una veintena de títulos suyos que expuso en esa oportunidad. Hoy encontré en mi biblioteca un libro suyo editado en 1978 que titula “Rumbo al Beni” y se remonta a los afanes del Gral. Fed e rico Román por unir Co c h abamba con el Beni mediante una c a r re t e ra . El libro se remonta aun más. Dice que en 1891 se firmó en Trinidad un convenio para abri r una senda de un metro de ancho en dicho tra m o, que debía ser entregado en 1895 y al final resultó una estafa. Veamos lo que agrega a continuación, porque es el mismo caso de los “ambientalistas de escritorio” de hoy, que no conocen el TIPNIS, menos las poblaciones benianas, pero se oponen a las justas aspiraciones de los pueblos beniano y cochabambino. Pinto Pa rada dice así: “Por la misma época los hermanos Rigoberto y Simón Mend oza proponían abrir un camino desde Cochabamba hasta Moleto pasando por las vegas de Ma ica-Mayu y Maica-Monte. El año 1892 hicieron la senda exploratoria y se comprometieron a en-
sancharla hasta dos metros de ancho para entregarla al público en 1895. Dos sólidos puentes de madera sobre los ríos San Ra f a e l y San Jacinto serían construidos. Si los trabajos eran cumplidos s a t i s f a c t o riamente podrían ser ampliados los contratos para construir la senda desde Moleto a San Ignacio de Mo j o s. El costo de la obra era de Bs. 80.000 pagaderos en 3 plazos: Bs. 20. 000 en abril de 1893, Bs. 40.000 en febre ro de 1894 y Bs. 20.000 en febre ro de 1895. Fu e ron combatidos públicamente en “El Comercio” de Cochabamba por un grupo que propugnaba que en lugar de esa ruta se abra otgra partiendo de Totora hasta Santa Rosa sobre el Río Chapare por Bs. 20.000 y en un año de trabajo, siguiendo la ruta explorada por los hermanos Benedicto y To ribio So riano en los años 1870 a 1872. Y el eterno problema de todos los tiempos ha sido que cuando se proponía hacer un camino hacia el Beni aparecían cien “ i n g enieros de escritorio” con 150 ideas para hacerlo, y como “perros del hort e l a n o”, no dejaban que ningún proyecto se materi a l i c e, postergando las aspiraciones de los pueblos de Cochabamba y el Beni que deseaban vincularse desde mucho tiempo atrás.” El año 1881, Antonio Vaca Di ez , Senador por el Beni, presentó al
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Co n g reso reunido en Su c re un p royecto de ley por el cual pedía 5.000 Bs. para la constru c c i ó n del camino San Ignacio de Mojos hasta Cochabamba. Era el mismo tra zo de siempre, el que re iteró el Gral. Federico Román y el t ra zo actual. Un desvío hacia San Borja significaría abrir más de un centenar de kilómetros adicion a l e s. Quienes van a pagarlo?
Los ambientalistas? ¿Por qué no consultan a los habitantes de San Ignacio de Moxos y otro s pueblos adyacentes, así como a la población cochabambina qué opinan sobre la construcción de este camino? “CO M PAÑÍA DEL CAMINO DE COCHABAMBA AL BENI” El 2 de octubre de 1895, los ciudadanos Juan de la Cruz To r re s, Antonio Mo re n o, Simón López , José Mo rales y Ramón 2º Rive ro, todos ilustres cochabambinos, pre s e n t a ron un memorial al Presidente de la República señalando que habían constituido la Compañía del Camino de Cochabamba al Beni. En el capítulo “Elección de vía”, decían lo siguiente: “Varias son las rutas señ a l a d a s, exploradas unas y simplemente indicadas otra s, que unen a Cochabamba con el Be n i . Abierto un mapa de la República
y observando su región central, se nota que de la cord i l l e ra ra m a l de los Andes, que atraviesa de O a E esta región, nacen y se desprenden distintos cursos de agua que se dirigen hacia el N, formando arcos más o menos pronunciados al E y O, y siendo afluentes del Mamoré, que cruza por toda la extensión central del departamento del Beni o del Río Beni, que lo baña por el O confluyendo entre sí estos dos ríos p a ra for mar el Ma d e ra a los 10º20’ de latitud austral. Hoy las discusiones se han acentuado entre dos grupos quiza uniformemente honestos: los desarrolistas y los conservacion i s t a s. En términos teóricos, hay exponentes de ambas posiciones en el movimiento popular. Los desarrollistas han heredado del marxismo la tendencia al desarrollo de las fuerzas productivas
Por esta zona pasa el primer trazo de la carretera al Beni.
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y la eliminación de las relaciones de producción que no permiten aquel dearro l l o. Pa ra ellos, la construcción de la carre t e ra es de necesidad social, pues contribuirá a desarrollar la ganadería beniana y convertirá a Cochabamba en distribuidor nacional e internacional de ese p roducto y en sede de una floreciente industria cárnica. Los conservacionistas, por su p a rt e, advierten que el T I P N I S p e rderá su diversidad biológica, su ri q u eza forestal y su condición de pulmón ecológico del planeta, y por tanto se oponen a la carre t e ra o exigen un nuevo t ra zo, que aumentaría los cost o s. Pa ra los desarro l l i s t a s, el aumento de costos es una relación de producción que se debe eliminar como un obstáculo y gara n t izar la construcción de la carre t era porque ha de generar nuevas i n ve r s i o n e s, empleo, desarro l l o a g ro i n d u s t rial y quizá mayo re s n i veles de ingre s o, ademá s de abrir un área territorial a los sin tierra. Su posición busca la liberación social mientras la posición de los conservacionistas busca el respeto por la natura l ez a . El marxismo, que preconiza el d e s a r rollo de las fuerzas pro d u ctivas, es deudor del pensamiento e u ro p e o, que ha tardado mucho en dar respuestas a re i v i n d i c aciones nuevas como los mov imientos de la mujer, los indios y los negros, los desposeídos, los analfabetos, los gays, lesbianas y simpatizantes y los medioambientalistas. No se originó con el afán de fortalecer la acumulación de riqueza por unos cuantos sino con el de liberar a los d e s p o s e í d o s, pero es evidente que no tiene o tarda en tener una respuesta para estos nuevos temas.
Los restos de Raúl Lara descansan en el Tunari
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l miércoles 24 de agosto, las cenizas del pintor boliviano Raúl Lara Torrez fueron esparcidas en la cumbre del Tu n a ri, a 4.300 metros de altitud, cerca de un h e rmoso espejo de agua. Fue recibido por el cielo límpido de los Andes, por la cumbre nevada y por el vuelo de los cóndores. La ceremonia se inició con una k’oa, para pedir permiso a la Pachamama, y un acullico en el cual participaron José y Petra Ramírez, Rafael Puente y su compañera; la esposa, el hermano, los hijos, el sobrino del artista, y otros buenos amigos. Uno se pregunta por qué Raúl decidió que sus cenizas se esparcieran en la cumbre del Tu n a ri y no en las pampas de Oruro, que tanto amó y retrató en sus lienzos, pero él tenía desde 1996 la imagen del nevado que vela el valle cochabambino frente a su taller en Tiquipaya, y quizá decidió estar cerca de Lidia, su esposa, y de Ernesto y Fidel, sus hijos aun más allá de la muert e. Lidia Marta Caiguara Alemán nació en Jujuy y allí conoció a Raúl Lara Torrez hace 41 años. “Me dio sus m e j o res años y siempre vivimos juntos, lo acompañé hasta el último momento. Estamos en paz”, dice Lidia al recordar que se casaron primero en Jujuy, el 9 de abril de 1976, y luego en Bolivia, una vez restablecida la democracia tras el golpe de García Meza. Se nacionalizó en Bolivia y tiene dos hijos, el primero, Ernesto (35), también nacido en Jujuy, y el segundo, Fidel (27). La familia
festejó 35 años de matrimonio antes de viajar a Cuba, donde el pintor boliviano se sometería a un tra t amiento. “Me lo quitó Dios, pero me amó y yo lo voy a amar siempre”, dice Lidia. Cuando le detectaron un cáncer, comenzó el peregrinaje por su salud, que lo llevó a Cuba. La Embajada en La Paz colaboró en su traslado y el tratamiento en la Isla no le costó nada, no cobraron un peso. Lidia recuerda con particular gratitud a Rafael e Irene, médicos de la Brigada Cubana que tiene su consultorio a 7 cuadras de su domicilio. Cuando llegaron de Cuba, Raúl necesitaba una inyección urgente y Lidia se dirigió de inmediato a la Brigada. Desde entonces, cinco médicos cubanos visitaron al enfermo y no lo abandonaron más, a cualquier hora, mañana y tarde. “Al margen de la posición política, me interesa la calidad humana y el desinterés de estos médicos. Es algo que voy a divulgar toda la vida”, recuerda Lidia, que tiene también palabras de gratitud para José Ra m í rez Vo l t a i re, médico y vecino del artista. “Raúl fue un revolucionario como pintor, porque vivió la política sin estridencias. Le daba más importancia al trato humano, a cómo actúas en la vida frente a tus semejantes”, valora Lidia. Era uno de los once hijos de Estanislao Lara y Be rt a To r re s. “Nació en el Hospital del Campamento Mi n e ro de San José probablemente porque allí había auxilio médico”, sostiene Lidia. “Co-
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menzó su carrera plástica a los 11 años y nunca más dejó el pincel y el lápiz, tal como se puede apreciar en la Muestra Retrospectiva que se presenta en el Palacio de Portales. Inició sus estudios bajo la guía de su hermano Gustavo, que le llevaba 9 años. Luego viajó a Jujuy, donde nos conocimos, y siguió estudiando en Buenos Aires. La dictadura militar t o rturó a su hermano Jaime Rafael L a ra y lo hizo desapare c e r. Esto acentuó la vocación política y social de Raúl, de su hermano Gustavo y de toda la familia”, agrega Lidia. “Nuestros hijos se llaman Ernesto y Fidel por razones evidentes. Raúl dijo sus últimas palabras el día jueves 18 de agosto. Había llegado Gustavo, y cuando entró a verlo, Raúl levantó el puño izquierdo y le dijo: “Gustavo, hasta la victoria siempre”. Con eso ratificaba el pintor su devoción por el movimiento popular, por la justicia social y por la cultura indígena y mestiza, que fue pro t agonista constante en sus lienzos. Alguna vez me impresionó la fidelidad y la constancia de Raúl Lara al imaginario orureño, puesto que vivía desde 1996 en el valle ameno de Tiquipaya, pero dejó al menos dos lienzos que testimonian su amor por Cochabamba: en uno de ellos se ve el Tu n a ri y los árboles vallunos, y en el otro, a Vincent Van Gogh disfrutando de la campiña y cascándole una tutuma de chicha. Raúl Lara Torrez partió hacia las nevadas alturas de los Andes a las 6:45 del lunes 22 de agosto de 2011.
RECUERDOS AMABLES Encomio de la buena chicha
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llá por 1985, Alfredo Medrano y este servidor nos p ropusimos la tarea de rescatar la máxima tradición del valle cochabambino: la chicha. Nos declaramos consumidore s de ella desde chicos, pues en los días de nuestra niñez, las mamás p referían darnos un vasito de chicha a un vaso de agua, siempre indigesta y portadora de gérmenes indescri p t i b l e s. Las viejas chicherías no tenían letre ro y en sus licencias figuraban con nombres convencional e s, muy distintos de los que les daban los parroquianos, verdad e ros padrinos de bautizo de cada templo de éstos, donde se rendía culto al néctar de los Inc a s. La Leona, por ejemplo, era (o es) mujer de carácter desapac i b l e, y montaba en cólera a la menor provocación, como la de echar un chorrito de chicha al piso “p a ra la Pachamama”, que ella condenaba con gruesos denuestos. En su chichería había (o hay) c a rteles pintados por sus “a k j a d e vo t o s”, y al mayor de ellos lo llaman El Akja Decano. Chicherías célebres eran Las Ñ a w i l a s, El Cu a rtel Ge n e ral, El Cuartelito y Las Penas; chichera s f a m o s a s, Irica Rocha, La Fi e ra Valica, La Chota Fl o ra, La Chola Fl o ra, La Rosa Vela y la Kjuchi Ho c i c o. Esta última ofrece hoy deliciosos escabeches de patitas y enrollado. Pues bien, en todas
esas capillas de la buena vida p racticábamos una suerte de visita a los templos de Jueves Sa nto, para comparar la calidad del néctar del va l l e. Pa ra nuestra sorpresa, el In g . José Quitón nos envió una carta conceptuosa en la cual ponderaba nuestra intención cultura l , pero nos advertía que una gran m a yoría de difuntos por cirrosis provenía de consumidores cons u e t u d i n a rios de chicha, y esto p o rque los pro d u c t o res inescrupulosos no daban tiempo al almidón del maíz a que se desdoble en sus dos componentes esenciales, el alcohol y el azúcar, esenciales al menos para la elab o ración de buena chicha, puesto que aceleraban el pro c e s o añadiéndole alcohol de quemar y chancaca. Como consecuencia, estas chichas “c u ra d a s” tenían alcoholes metílicos que dañaban seriamente el hígado. Uno de los profesionales que se destacó en el estudio de néctar del Valle fue el Químico e Ingeniero Industrial Lucio Gonzáles Cartagena, actual Rector de la Un i versidad Ma yor de San Simón. Su tesis de Licenciatura es un estudio completo de la compleja fermentación de la chicha, e s c rita por un profesional que, luego de su doctorado en España, hace consultorías va l i o s a s p a ra la industria de bebidas y alim e n t o s, en Bolivia y en países
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ve c i n o s. Por esos años se acrecentó el interés por este producto del valle tan vilipendiado por munícipes de todos los tiempos, que e c h a ron las chicherías del centro de la ciudad y gra va ron la chicha con impuestos exo r b i t a n t e s, que costearon numerosas obras públicas en nuestra ciudad, como las siguientes: • Amortización del Empréstito Erlanguer para la instalación del Ferrocarril del Valle y el servicio de tranvías en Cochabamba; para obras de alcantarillado; para la instalación de la red de agua potable; para pavimentación y p a ra la construcción de la Re p resa de La Angostura . • Ampliaciones periódicas de pabellones en el Hospital Viedma. • Co n s t rucción del Me rc a d o Ce n t ral de la Calle 25 de mayo y mercados seccionales. • Obras de desagües pluviales. • Obras de canalización del Río Rocha y amortización de empréstitos para ese fin. • Estudios y captación de aguas potables. • Co n s t rucción de va rias escuelas y colegios (incluido el Colegio Particular La Sa l l e ) . • Arborización y embellecimiento de varias plazas y paseos. • Adquisición de terrenos y ejecución de obras en la UMSS. • Modernización y re n ovación
de los sistemas de provisión de energía eléctrica. • Obras viales en prov i n c i a s, incluyendo la apertura de la Av. Blanco Galindo, pago de expropiaciones y otro s. • Apoyo a la creación de Ca r reras técnicas y a la Facultad de Agronomía de la UMSS. • Arborización de los pre d i o s de la UMSS y La Co ronilla. • Indemnizaciones por ensanches y apert u ra de calles y ave n id a s. • Co n s t rucción del Ed i f i c i o Municipal, la Casa de la Cu l t u ra y otros edificios públicos. • Co n s t rucción de puentes sob re el Río Rocha y otras obra s. • Co n s t rucción del Estadio Departamental “Félix Ca p riles”. • Club Hípico Nacional. El Estadio se llama Félix Ca p ril e s, porque este ilustre ciudadano fue jefe de cobro del Impuesto a la Chicha, y como buen dep o rtista, fiscalizó el financiamiento de las sucesivas ampliaciones de dicho campo de juego. Ya el Go b e rnador In t e n d e n t e Francisco de Viedma, el Príncipe Luis de Orleans y Braganza y D’Orbigny habían manifestado su disgusto ante la pro l i f e ra c i ó n de chicherías en el valle cochab a m b i n o, que semejaba una s u e rte de campo urbanizado. Hacia 1840, la chicha y el chicharrón se expendían en plena Plaza 14 de Se p t i e m b re, junto al edificio de la Pre f e c t u ra, y hacia 1950, cuando ya se re p rimía sañudamente a los expendedores de chicha en el centro de la ciudad, los re s t a u rantes de la Plaza 14 de Septiembre y el centro de la ciudad, ofrecían el néctar de los incas a sus parro q u i a n o s. Ce n t e n a res de chicherías se repartían en las calles San Martín, San Juan de Dios (hoy Esteban Arze) y Aroma; algunas de ellas eran también fábricas de la chi-
cha “paisanita”, es decir, no tra ída de Cliza, el primer productor, de Punata, Tarata u otra población del Valle Alto. El He raldo describía así la profusión de chicherías en la antigua Cochabamba: “En la Plaza 14 de Se p t i e m b re había una en la ve reda del palacio (hoy Pre f e c t u ra) con sus e n o rmes ollas de comida en la puerta. En la calle del Te a t ro (hoy España), dos en la casa que hoy es de la familia Unzueta; una en la de la viuda de Daza con sus ollas de comida servidas por un matrimonio de afri c a n o s, una al frente de los señores Fern á n d ez ; una en la casa que es de las señoritas Qu i roga; otra en la casa que es de la Sra. Clara Vi l l a r roel, antes del finado Dr. Zacarías Arze, otra en la que ocupa el hojalatero César Nl, tres en la casa que pertenece al Dr. Gu t i é r rez Arg a ndoña, una en la de don Pe d ro Loureiro, otra al fre n t e, en la casa del Dr. Francisco Rojas; otra en la de doña Juana Ariscáin; otra al f rente de la de doña Ma n u e l a Córdova y otra en la que fue de don Luciano Sa n zetenea, que hoy es propia de una familia Góm ez, de Mizque. En todo han des a p a recido una en la Plaza y 16 en la calle del Te a t ro (en las dos p ri m e ras cuadras). (Di c i e m b re de 1899). Esta situación se mantuvo hasta la gran epidemia y sequía de 1878, una de las siete plagas de Egipto que se abatió sobre Bo l ivia en vísperas de la Guerra del Pacífico; y en 1880, las chicherías f u e ron pro s c ritas a 3 cuadras de la Plaza de Armas, ampliadas a 5 c u a d ras en 1887. Un año desp u é s, la difteria puso de manifiesto la dejadez y la tolera n c i a de las autoridades municipales a las chicherías ubicadas en el centro de la ciudad, tal como denunciaba El heraldo en julio de
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El Dr. Lucio Gonzáles Cartagena hizo su tesis de Licenciatura sobre la fermentación de la chicha y luego se doctoró en Ingeniería Industrial en España. Sus primeras observaciones se concentraron en la chicha y ahora es consultor de quimica de las fermentaciones en fábricas de cervez a del país y del exterior, así como en conservación de alimentos..
1888: “Existen a dos cuadras y media las de mancilla, Hipólita Abasto (famosa comerciante de chicha, conocida como la “Fondista Hipólita”) y otra s.” El Concejo Municipal quería despejar de cerdos el corazón de la ciudad y entonces se produjo la siguiente escena: “Un numeroso y compacto grupo de más de 300 “e va s” emperifolladas con vistoso doming u e ro, llenaban el jueves el estrecho recinto de la barra, en el sal´ñon de sesiones del Co n c e j o Municipal. Eran del gremio de chicheras e iban a implorar por la vida de millares de inocentes
c e rdos… Humanizado el Co n c ejo, ha concedido 60 días para el destierro de los cerd o s. La noticia fue acogida con vivas muest ras de alegría.” (El He raldo de 25 de agosto de 1888). La modernidad ha llegado a Cochabamba, y con ella, el “gusto alemán” por la cerveza. La Cervecería Taquiña se fundó en 1885 y la Colón en 1890. Con todo, hay que re c o rd a r que Cesáreo Ca p riles protestaba contra el uso clientelar que hacían los políticos conservadores y liberales de los electores artesanos, y definía a estos últimos como animales anfibios que viven entre la chicha y la política. La descripción que hacen Rodríguez y Solares es aleccionadora: “A este escenario concurren los personajes socialmente más dive r s o s. Delicados caballeros de bastón y levita, es decir poderosos hacendados, influyentes políticos y funcionarios de alta jerarquía, prósperos banqueros y c o m e rc i a n t e s, compartían con naturalidad el lugar con humildes art e s a n o s, empleados de modestos ingre s o s, estudiantes de escasa fortuna, feriantes y una amplia gama de juerguistas profesionales, románticos no correspondidos o simples adora d ores de la buena chicha. En este m i c rocosmos social se pra c t i c a una amplia democracia totalmente desconocida en cualquier o t ro ámbito de la sociedad oligárquica. Lo que no podía la política lo conseguía la fra t e rnidad de la chichería. Aquí unos festejan sus hazañas comerc i a l e s, sus éxitos políticos y sociales o sus grandes o pequeños logros cotid i a n o s. Ot ros vienen a mitigar sus fru s t ra c i o n e s, a ahogar sus penas, a acumular nuevas fuerzas para proseguir su camino. Sin embargo, a todos por igual le
c a u t i va la “buena chicha”, son peritos en saborear y re c o n o c e r sus diversas variedades e identificar sus grados de fermentación; todos son sensibles a la atmósfera que se creaba entre jarra y jar ra del aúreo licor matizado por los emotivos lamentos de piano, el acordeón o las guitarras entonando antiguos aires populare s. In n u m e rables cuecas y bailecitos anónimos nacen y se revitalizan en estos recintos en torno a antiguas pasiones, de evocación, de tri s t ezas olvidadas, o de intentos de borrar las penas actuales con nuevas ilusiones o fugaces promesas se derrumban los prejuicios sociales, el mundo se da la vuelta y el alma popular vence por un momento al mod e rnismo euro p e i z a n t e. De p ro n t o, en lo más íntimo, todos se sienten por igual cholos y mestizos, en fin, “va l l u n o s”. La chichería actúa como un ras e ro social en la sociedad oligárquica. En este escenario, se valora la habilidad para lanzar tejos al sapo, monedas a la rayuela o tiros inspirados jugando cacho; la voz bien timbrada, la picardía criolla, el virtuosismo en la ejecución de la guitarra, el acordeón, la concertina o el piano vertical (antes el armonio), piezas vitales de las viejas chicherías. Y todos rinden unción y respeto a la chichera, que ejerce su función mayestática con enorme dignidad o a gritos destemplad o s, pero siempre acatados en silencio. Fu e ra de la chichería, todos asumirán sus viejos papeles de o l i g a rc a s, siervos o art e s a n o s, p e ro dentro de ella, la cultura p o p u l a r, la picardía criolla, el culto por la gastronomía va l l u n a y la calidad de la chicha definirán un espacio de subversión de las jera rquías sociales. Tal es la fuerza y la gracia del estudio de
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Ro d r í g u ez y So l a re s. Este escenario típicamente valluno fue llevado al mercado interno e incluso llegó a las salitreras chilenas, con toda su para f e rnalia de usos y costumbre s. A dos cuadras de la Plaza Murillo, en La Paz, había famosas chicher í a s. Una de ellas, ubicada en una calle honda junto al edificio de la Co n t raloría Ge n e ral de la Repúbica, era visitada por el Presidente He rnando Si l e s, por el abogado Damián Z. Re j a s, por diputados, senadores y ministro s de Estado. LAS CHICHERÍAS El conocido escritor cochabambino Claudio Ferrufino Coqueaugniot, Premio Casa de las Américas en Novela, escribió en su momento un artículo delicioso titulado “Las Chicherías”, para i l u s t rar el viejo culto que los estudiantes unive r s i t a rios hacían del licor de los In c a s, que los convertía en Akha De vo t o s. Una chichería frecuentada por los estudiantes de Sociología, muy amigos de Claudio, era El 18 Brum a ri o, célebre porque aludía a una obra de Carlos Ma rx. Ve amos qué dice Claudio. Ce rca del antiguo estanque de Coña Coña, hace poco, Raúl, José Manuel, Pepe y yo re e n c o n t ramos la magia de la chicha por la mañana. Bailamos música agachada de Huancayo y vivamos a los guerri l l e ros del Tupac Amaru que habían encerrado a los dueños del mundo en un palacio. Las horas transcurrieron con la placidez de los eucaliptos, el goteo incesante de las monedas de la rayuela, un poco de pan y un alcohol amarillo que sabía a ceniza. Era como caminar quince años hacia la sombra, a desaparecer las canas de los cabellos, a e s p e rar la llegada de mujeres que no se han hecho tan viejas como
p a ra dejar de hablarnos... El martes por la mañana Julio me llamó desde Estados Un i d o s, de una prisión estatal virginiana en un pueblo llamado Lort o n . Me dijo que estaba bien, que cuando lo soltaran decidiría ven i r s e. Ex t raña las sucias sillas, las moscas que hacen mítines inmensos, los vasos pequeños como para poder apostar un seco tras otro sin miedo de caerse. Los amigos salieron de sus labios; eran preguntas. Después de casi ocho años allí, donde son ru b i o s, él se hundía en la nostalgia. En la cárcel de Lorton, Julio imaginaba el Bar Qu i t o, "barquito", donde tenían chicha cliceña y se juntaban los mejores ra y u el e ros cochabambinos, aquellos que de buenos juegan sentados, con otro que les recoge los tejos. Cuántas jarras dobles perd i m o s apostando. Alguna vez ganamos, lo que era notable. Pe ro ver a aquella gente lanzando monedas tan precisas era de por sí gra n d e. Me acordaba de cómo mi pad re nos llevaba, a Armando y a mí, a las peleas de gallos, no lejos de dicho bar, sobre la calle Antezana, y de cómo impactaron mis ojos niños los jugadores de taba. En la rayuela he revivido con melancolía esos días. No recuerdo el rostro de papá entonces, mucho menos el de mi hermano, pero sí se me quedó en la cabeza aquel hueso increíblemente blanco que volaba para caer de suerte o de culo y convertirse en plata. No sé si queda algo, debiera preguntárselo a Alfredo Medran o, o a Ramón Rocha, que me guiarían sin desgano. Po rq u e a h o ra que me han adorm i l a d o las urbes extrañas se me hace difícil encontrar los viejos pasadizos del vicio, los de la fiesta eterna y la fra t e rnidad, palabras que en anglosajón no existen más. Ya a medianoche nadie quería
atendernos. Por la Simón López , arriba, estaba la última y segura posibilidad: el "Qu i e ro amanecer". De todos los extremos de la ciudad llegaban los aguantadore s, para quienes la noche representaba un muy corto espacio t e m p o ral. Con Ra m i ro Mu ri l l o tomábamos una calle lateral y bajábamos a nuestras casas con la salida del sol. Resulta que ahora ya todos andamos muy ocupad o s, la ciudad se ha norteamericanizado malamente, nosotro s mismos somos mano de obra buena en las metrópolis del norte. La vida se nos va y parece que al que supuestamente vive en el cielo le gusta hacer que sus hijos olviden lo que fueron; por eso prefiero escribir, antes de que se me pierdan los nombres y eternizarme como fui. Luego de mediodía me puse a escuchar un disco de "Mocedades", la canción que titula "Amor de hombre", y a raíz de ella nace este texto, porque había una chichería, en la Antezana final, casi Gu i l l e rmo Urquidi, en un pasaje que va desde esta calle a la avenida Oquendo y que es todavía el imperio del barro, cuyo nombre e ra justamente "Amor de hombre". Era la chicha pre f e rida de mi amigo Elmer, que vive hoy en San Francisco. En nuestros veinte años (Elmer) me telefoneaba, todas las semanas, para ir a la chichería. Sus opciones eran tres: el "Curichi", en Qu i l l a c o l l o, con garapiña y mini-golf, cuyos palos ocultaban al anochecer, cuando los ánimos ya se habían caldeado, p a ra evitar que los parroquianos se descabezasen unos a otro s. Luego sugería el bar de don Ca sto, viejo dirigente movimientista, cuya chichería en la calle Ba rtolomé de las Casas era, y es, arbolada y concurrida. No s t a l g i o s o s "revolucionarios" hablaban que-
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damente de los días de abril, del recurrente pasado de los fra c a s ad o s. Había rayuela y exc e l e n t e bebida, pero demasiada tra n q u ilidad. La terc e ra opción venía a ser el "Amor de hombre". Los zapatos se perdían en el lodo hediondo de la calle, pero había música en vivo. Tra s n o c h a d o s, y luego famos o s, folkloristas ejercitaban su arte ante los llorosos ojos de los borrachos. Promiscuidad de las mesas. Con la vista nublada a nadie importaba que su vecino más próximo fuera de profesión ra t ero, o que algún pobre y prostituido homosexual se sentara en sus faldas y tra t a ra de entrelazar sus manos con las tuyas para acompañarse en la oscuridad. É ramos pobres y jóve n e s. Re uníamos las monedas de todos, aunque sabemos también que todos se guardaban algo de dinero para "escapar", dinero que finalmente salía a luz cuando no quedaba chicha, para la segunda ronda. Se designaba a alguien p a ra comprar panes de a peso. En medio de la mesa, al lado de un mugroso balde, se depositaba la comida de esa tard e, una docena de panes si éramos muchos, o dos piezas por persona. Con la borra c h e ra llegaba el hambre y allí seguían las redondas tortillas para calmarla. Cuando cerraba la chichería, íbamos en intensa caminata buscando otro lugar. El "Me da la gana", al lado del canal de la Ang o s t u ra, mirando hacia lotes y lotes de lechuga verde, era el más bonito. Hi g u e ra s, pastos, extensa vida campestre. Ahora lo cort a una avenida y el canal de agua turbia está tapado. No hay más l e c h u g a res ni los grandes eucaliptos cerca de la avenida América. El progreso ha levantado casas ricas y nos hace dubitar acerca de nuestra memoria.
Bella efigie de Adela Zamudio.
El Flaco Gumucio fue muy elogiado por Paz Estenssoro.
Héctor Cossío Salinas preside el entierro de Félix Araníbar. A su derecha, Gabriel Montaño, sobrino de don Félix.
José Aguirre Ga i n s b o rg en traje militar.
José Antonio Arze elogió la memoria de Aguirre Gainsborg.
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Al centro, José Aguirre Gainsborg con sus padres.
Las salidas del Gordo Ja Ja
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ara medir la calidad humana de Armando Antezana, el Go rdo Ja Ja, baste la siguientte anécdota. Un día el Go rdo manejaba en silencio. La camioneta se dirigió al sur, se internó por unas calles tristes y llegó a una puerta de lata. No le costó a Monseñor descorrer el cerrojo interno y apare c i m o s en un patio sucio, con llantas viejas al fondo y una enredadera cubierta de polvo que trepaba como podía un parral. Plantas secas. Ab rió una puerta y lo seguí. Allí olía a encierro, a orines, a vómito, a vida que había comenzado a pudrirse. Conteniendo la náusea. No estaba del todo oscuro. Se adivinaba la vieja bacinica cubierta de un líquido verdoso. Un camastro, más bien una cucha casi en el suelo. Una payasa sobre cajones de manzana. Unos ojos abiertos y b i l i o s o s. Un cuerpo que era la concentración de todos los dolore s. Un hombre agonizaba completamente solo. El Go rdo le pasó la mano por los cabellos sudorosos, le dio la mano y le ayudó a sentarse. Una vaharada de aire corrompido se alzó de la cucha. El hombre dio un quejido. El Gordo se sentó a su lado, rescató la botella del singani, que guardaba en el sobaco, la abrió y le dio a que bebiera. Esa era la fascinación encarnada. El hombre miró la botella con miedo, con creciente interés, se la llevó a la boca húmeda de humores y bebió un trago largo. Ahh, sus-
piró. El Gordo ni siquiera limpió el pico para beber a su turno y me pasó la botella. ¿Cómo deshonrarlos limpiando el pico? Be b í sintiendo restos de baba, pero dejé que el líquido ardiente adormeciera la náusea. El Gordo buscó un jarro, lo llenó de agua de la única pileta, volvió con un peine, mojó la cabeza del moribundo y trató de peinarle. Incluso le trazó una raya cerca del parietal izquierdo. Se lo veía mejor. Tenía las mejillas lampiñas y el agua le había restituido cierto decoro. Te-
nía los pelos peinados como con agua de florero. Luego le ayudamos a vestirse y lo condujimos a la camioneta. El Gordo tomó la ruta del Tornillo y a poco doblábamos la esquina de la avenida República y la calle Antezana, donde ya esperaba el loro de don Armando, que era como el letrero del local. Carlitos Heredia esperaba con un bidón de chicha de chuspillo con ojitos de grasa natural del maíz, aunque algún suspicaz dijera que e ran de caldo de gallina. Lo
Imagen histórica del ingreso de Armando al Estadio, donde inventaría La Cueca de la Risa.
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acompañaba el Chavo Sanzetenea, de quien tendría que hablar toneladas si hay tiempo. También estaba el Ne g ro Ma rt í n ez y los h e rmanos Roncal, dispuestos a vaciar el bidón de chicha. El moribundo, vaso en mano, pidió la guitarra que llevaban los Roncal, la templó y arrancó con un punteo rafiñoso y sensual de vals peruano, que se demoraba en sus ternezas como para arra ncar lagri m o n e s. La punteaba como los dioses. Monseñor esperó su entrada como un niño que ha de saltar la cuerda y arrancó cantando con esa voz insidiosa que usaba para el vals peruano Hilda, l e t ra y música del gran Albert o Ha ro. Al pasar mi vida por caminos de tristeza, este corazón no pudo más. Fui aquel que aye r g rabó una historia por amor, hoy sólo me queda recordar. Monseñor impostaba la voz para martillar con esa nota re c u r re n t e, m i e n t ras la mano de Si l l e rico se deslizaba por el bra zo de la guit a r ra ejecutando una arm o n í a declinante, sin la cual no se entendía el vals. Pe ro al compre nder que mi vida ya cambió, fuiste, Hilda, tú mi tentación, fuiste, Hilda, tú la que dejaste en mi ser honda desesperación. Al bord e de las lágr i m a s, conmov i d o Monseñor hasta los tuétanos, atacaba el final del va l s. Ya que sin tu amor sólo viviré por culpa de tu traición. Años que se habían entendido, desde aquella vez que ganaron el p remio por la legendaria Cu e c a de la Risa. Monseñor se inclinó a mi oído y me dijo la identidad del g u i t a r rista, que no quisiera re vel a r. Se le había perdido la descompostura y yo diría que hasta el amarillo bilioso de las córneas. Se lo veía pálido y anhelante, pero a cada trago de singani puro (Singapur, decía Monseñor) sus ojos tomaban nuevo brillo.
(El Estadio Félix Capriles estaba lleno en sus tribunas de sol y s o m b ra; las curva s, todavía no habían sido construidas. Al cent ro de la cancha se había erigido el escenario del Festival Lauro de la Canción y un grupo juve n i l , Los Kjark a s, cosechaba los aplausos delirantes del público estimulado por los bidones y las tutumas de chicha que circulaban libremente en la tribuna de general. Eran imparables en su polifonía, en el rescate de cierto romanticismo decadente y modernista que conve rtía sus ri t m o s criollos en endechas de amor des i n t e resado y no correspondido, en soledad y memoria, en abandono y nostalgia. El siguiente grupo era el del Gordo. Allí se alineaban el músico de marras en la primera guitarra, Cosme Lazarte en el charango, un percusionista y el Gordo en la voz. Los cuatro escuchaban pre o c upados el éxito de Los Kjarkas, calculando las escasas posibilidades que tenían de ganar el Festival. Eran unos críos, pero qué bien cantaban, y qué gracia ponían en sus composiciones. Entonces el Go rdo cambió de planes: ellos debían tocar la consabida introducción a una cueca y dejar que él pusiera voz y letra. El público no reaccionaba de la euforia que había sentido al escuchar a Los Kjarkas cuando el cuarteto del Gordo ya se acomodó en el escenario, probó el micrófono y verificó el temple de la guitarra y el charango. Nada conmovía al público, que hablaba y reía a gritos y se quitoneaba una y otra tutuma de chicha, coreando sus brindis antes y después de beber. En eso el cuarteto se lanzó a la piscina sin agua con la introducción de cueca y miró con incert i d u m b re al Gordo, que escuchaba tenso, calculando el impacto de su propuesta. Le llegó el
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turno e inició una carcajada rítmica y ajustada al pentagrama, risas y risas que se enredaban en las cuerdas de la guitarra y el charango y rebotaban en los tambores de la batería. El público se desconcertó y por un bre ve momento sólo se escuchaban las c a rcajadas del Go rd o, pero eran tan contagiosas que uno, dos, tres, cientos comenzaron a reír y la risa se propagó en una onda expansiva como una ola de vítores, y al iniciar la segundita, reían hasta el hormigón armado y los arcos y el césped y los banderines de los cuatro corners. No había duda en el jurado y el premio Lauro de la canción le fue concedido al Gordo por la cueca recién estrenada. Le pre g u n t a ron el título y dijo lo obvio: La Cueca de la Risa). Una o dos horas después, con un balde de chicha de chuspillo en el coleto, ya olvidado del problema conyugal que me esperaba, vi a Sillerico durmiendo en el hombro del Gordo. Era la imagen de la paz y el Go rdo me impuso silencio con el índice en los labios. Lo llevamos a su habitación y el Gordo le tomó el pulso en el cuello. Meneó la cabeza y me pidió que buscara a los amigos para velar al músico. Así de noble era Armando, y lleno de anécdotas. Una de sus frases pre f e ridas era: Quiero felicitarles por tener un amigo como yo. A veces daba la noticia de alguna muerte con cara de compungido: Se ha muerto fulano, decía, luego callaba para tener may or efecto y agregaba: Y parece que definitivamente. Este Cronista lo vio por última vez media hora antes de que Armando pasara a mejor vida. Debíamos encontra rnos al día siguiente y prometió aparecer con un par de músicos de pri m e ra . Fue su última broma.
Lo que se come en Cochabamba
E
n 1946, un periodista orure ñ o, que publicaba sus g raciosos artículos en el diario La Patria, recorrió el territorio boliviano para re g i s t rar los manjares de la cocina re g i o n a l . Se llamaba Luis T é l l ez Herre ro y, al cabo, escribió el libro “Lo que se come en Bo l i v i a”, muy elogiado por comentaristas de la época, entre ellos el poeta Ga m a l i e l C h u rata, fundador de Gesta Bárb a ra . Como es de suponer, T é l l ez se demoró en Cochabamba y en Tarata, y dejó sabrosas crónicas que no nos resistimos en citar, así sea parc i a l m e n t e, porque se trata de una obra agotada en espera de una edición reciente que estamos patrocinando en nuest ra calidad de Cronistas de la Ciudad de Cochabamba. Di c e así: Nos alojamos en un hotel y luego de descansar un momento, salimos a pasear. Llegamos a la Plaza 24 de septiembre, fre s c a , animada, amplia. Pasan de continuo los tra n v í a s. Los que llegan de los valles próximos tienen carros acoplados formando pequeños convoyes repletos de gente a l e g re y bulliciosa, en su mayor parte campesinos. Hay un remolino de Ta r ros blancos, d pollera s multicolores, de grandes atados y de canastas. Como nuestras relaciones en toda la República son innumerables o pasan muchos minutos cuando viejos amigos nos en-
Portada de un libro inencontrable, que merece con urgencia una nueva edición.
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c u e n t ran. Muy pronto están ent e rados del exc l u s i vo objeto que encamina mis pasos por todos los ámbitos de la Pa t ria. Co m o casi todos los cochabambinos, ellos son también devotos de las buenas comidas y por esta especialísima razón, se disputan el honor de serv i rme de Vi rgilio y g u i a rm e, ya no por los círc u l o s del In f i e rno cantado por Da n t e, sino por los cielos de las exq u i s iteces culinar i a s. Ac e p t a m o s p u e s, para el día siguiente, la compañía de uno de ellos, prometiendo a los demás usar de su gentil ofrecimiento en los días sucesivos. Al día siguiente, en efecto, viene a buscarnos el amigo para llevarnos a pasear por la ciudad a m a n e ra de abrir el apetito. Caminando por el largo y hermoso Pra d o, llegamos hasta el río Rocha. Como una prolongación de la ciudad hacia el otro lado del río se extienden en caprichosas líneas los edificios camp e s t res destinados al ve ra n e o : Cala Cala, Queru Qu e ru, la Recoleta, la Muyurina y otros lugares a los que se dirigen incesantemente largos convoyes de tranvías. Cochabamba es, segura m e n t e, el más poblado departamento de Bolivia. Cuando se re c o r ren las p rovincias del valle, se ve a ambos lados del camino sin solución de continuidad, quintas, ranchos de campesinos y casas de hacienda. Y sobre todo lo inf a l t a b l e, lo que menudea en todas part e s, la llamativa señal roja anunciando que allí hay “C h ic h a”, la bebida cochabambina por excelencia. Ante la larga caña, de la que pende una muñeca o el clásico rombo de tela encarnada, son muy ra ros los jinetes o peatones que resisten la tentación de detenerse y entrar a beber la dorada “Chicha”.
El cochabambino es un ser de c a racterísticas especiales. La principal de ellas es su extra o rd inaria afición a viajar. No es ave nt u rado afirmar que hay va ri a s docenas de miles dispersos por el mundo. La tierra está llena de cochabambinos. No hay un solo rincón del orbe donde no se corra el riesgo de tropezar con un “Llajta-masi”, que en su cara jovial lleva el inconfundible sello de que es “Cochabambamanta”. Es fama que cuando el general Nobile volaba sobre el Polo en su célebre “No rge”, un robusto cochabambino parado delante de su casa de hielo en lo alto de la cual se destacaba la clásica divisa roja, anuncio de la “Chicha”, le g ritó a voz en cuello al ver que pasaba de larg o : --¡Guá!... ¿Pasacapullanquichu don Nóbile? As´, anda cuesta creer que cuando un “Ckochala” estuvo en París, sentado en un restaurante, llamó a gritos al “Garcon” que le trajo en una blanca cartulina el “Me n ú ”. Y quiso la casualidad, p o rque el “C k o c h a l a” no sabía f ra n c é s, que señalara en el “Menú” un “Purée de pommes de terre”. Examina el señor el plato que le trae el pulcro “Garcon”, lo huele, lo revuelve con el tenedor y al fin le dice la mozo que espera: - - ¡ Bah! ¡Qué puré ni qué puré! ¡Esto, en mi tierra, se llama “Papa-Ñuthuscka”! CALA CALA Son las once de la mañana y ya tenemos apetito. Es que las largas cuadras que hemos andado, nos lo han abeirto con más eficacia que diez aperitivos. Mi amigo nos lleva a Ca l a - Ca l a . Al fin llegamos a una casita somb reada por robustos molles. (Nota import a n t e.- Todo en Cochabamba es robusto; desde las gruesas pantorrillas de las “Llaj-
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ta-masis”, hasta los árboles y las rollizas palmeras que sombre a n su plaza). Instalados en el patio, alrededor de una mesita, esperamos… ¡ C l a ro! No podía faltar… El que en Cochabamba no coma “Jackalagua” es como si no hubiera estado allí. Es pues la popularísima “Ja c k a - l a g u a” lo que traen prim e ro. En la sopera viene humeante y aromática. Su sabor es delicioso. Hecha con choclo mol i d o, cbolla, “C h a rq u e”, papa “Runa” y arvejas sumergidas en el caldo coloreado por el célebre “Ahogado” de ají, tomate y cebolla frita. Las “L a g u a s” cochabambinas ostentan orgullosas una gama infinita de pre p a raciones y sabore s. Co n o c e m o s, entre otra s, la “Lagua de las siete harinas” y la “Lagua de maíz, hecha con harina de maíz, carn e, papas, arvej a s, habas y “A h o g a d o”. A ve c e s en las “Laguas” se suele ponerse en lugar de carne de vaca, “Charque”, “Chalona” o trozos de chorizo. La segunda parte del pro g ra m a la constituye otro plato “Ckochala” que es ahora un valioso componente del menú de cualquier departamento. Es la imponderable “Chancka” de conejo que viene servida en cada plato. El examen preliminar que de ella hacemos es del todo satisfactorio. Al centro del plato viene en posición decúbito-dorsal, el exánime cuerpecito de un conejo, cocido solamente, sin ningún añadido de manteca y al que no han sacado más que el cuero y las v í s c e ra s. Sus vivísimos ojos de a n t e s, ahora miran con una turbia mirada de borra c h o. Velando el sueño del conejito vienen tres papas “Ru n a s”, “partidas por gala en dos”. Cerca, un montículo de habas tiern a s, tiernamente abrazadas por tiras de cebolla verde,
cocina. Y abrigando todo, la típica “Llajhua” de locoto, cebolla y tomate. El pro g rama es formidable. Sin más contemplaciones procedemos a devo rar al difunto conejito. Sus frágiles huesos crujen lúgubremente en nuestras poderosas mandíbulas. La “Ll a j h u a” a t rozmente picante, nos desta una furia devo ra d o ra. La suavidad de las “Runas” mitiga ligeramente el ard o r, el incendio que siento en la boca, las habas y la ve rde cebolla también pro p o rcionan su fresco alivio… pero necesitamos algo líquido y el amigo, entendiéndolo, pide: --¡Dos botellas de “Cliceña”! Llegan las botellas con el dorado néctar y bebo sin tardanza un vaso. El oro líquido aplaca el ardor de mis labios y de mi lengua. ¡Es maravilloso! Co n s i d ran en Cochabamba que todo plato en el que emplean ají o locoto debe ir precisamente regado con “Chicha”, sea esta “To t o re ñ a”, ¡Cliceña” o “Punateña”, aun cuando las p re f e rencias se inclinan, por lo general, hacia la “Cliceña”. La “Chancka” ha estado superior. Me dice el amigo que también suele hacerse “Chancka” de gallina. La tercera parte se inicia con el exquisito “Jolcke”. --Vea don Luis –me dice el simpático “C k o c h a l a”--. Este es un plato muy agra d a b l e. El zapallo ha sido cocido a conciencia hasta que se ha deshecho. Tiene que ser un zapallo muy dulce. Cuando se ha conseguido esa especie de masa de zapallo, se le añade, para que siga hirviendo un ra t o más, gruesas tajadas de “Quesillo” o de queso “Jauccha”, es dec i r, un queso fresco que tenga probabilidades de convertirse en “e s t i rosos hilos”. El re s u l t a d o, lo tenemos delante. El tal “Jolcke” es exq u i s i t o. La
feliz combinación de zapallo dulce con el queso salado, es calificada como “f o rm i d a b l e” por mi delicado paladar. Cuando creo terminada la suculenta comida, el amigo, que ha hecho una misteriosa visita a la cocina, nos dice alegremente: --Tenemos una suerte bárbara . Hoy podemos comer como plato e xcepcional “Ají de chilijchi”. Quedo en la luna y el amigo explica: - - Se llama “Chillijchi” a la ro j a flor del ceibo, mejor dicho, a los redondos frutos ro j o s. Estos, debidamente cocinados, pro p o rcionan un delicadísimo ají, que muy ra ras veces es posible conseguir. Arriba el “Ají de chillijchi”. Los frutos tienen un sabor muy parecido al del “Charque”. Es magnífico el conjunto. El “Ckochala” feliz, está devorando su ración parsimoniosamente. Se nota que por el “Ají de chillijchi” él haría uchas cosas. Cuando concluye de comer me indica que también con “C h i l l i jchi” se hacen fritos especialísim o s, añadiéndoles un poco de harina de maíz. Traen un postre celestial, después de las horrorosas ofensivas del ají contra mi sufrida boca. Son los “Cabellos de ángel”. Es “L a c a yo t e” almibara d o, con nuez, clavo de olor, ñero hecho en forma tan cabal, que los largos y finos hilos del “L a c a yote”, que bien semejan cabellos, desap a recen en un santiamén de mi platillo. No resisto a la tentación y pido “yapa” de los “Cabellos de ángel”, que saben a gloria. En t retanto las dos botellas de “c l i c e ñ a” se han multiplicado y l l e van trazas de seguir aparec i e n d o. Co n vencido de que en mi cabeza se están incubando d e s a g radables mare o s, decido poner, heroicamente, punto final
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a comidas y bebidas. Me levanto de la mesa contentísimo, pero lig e ramente inseguro sobre mis piern a s. Es que la del “valle” no perdona los excesos. Como no estamos en condiciones de pasear con nuestro equilib rio “d e s e s t a b i l i z a d o”, en un t ranvía re g resamos a la plaza y de allí, a nuestras camas del hotel, donde muy luego estoy ro ncando sonoramente. (Esto me lo contaron después los ve c i n o s ) .” ¡ Bello texto! Nótese que Lu i s Téllez describe una variedad de “Jo l c k e” que no conocíamos, pues usamos esa palabra para designar un caldo de riñones de vaca sobre una cama de papa cocina y deshecha con las sabias manos de la cocinera. En s e g u i d a T é l l ez viajó a Ta rata, donde probó la “Mi s q u i - c k e t a”, la chicha tarateña, los tamales o humintas y la lagua de las siete hari n a s. Tél l ez la describe así: “Es una espesa “ l a g u a” pre p a rada con siete clases diferentes de harina. Este es un plato que por su extra o rdinaria potencia no suele merecer los honores de la repetición y muchas veces finaliza el almuerzo en nada más que ella, porque los comensales quedan “tiesos” (empleando la palabra que designa con más propiedad el aletargamiento que se apodera del incauto comedor de la “Lagua de las siete harinas”. Con similar regocijo T é l l ez describe la sajta de papalisa y el puc h e ro: “De la olla voy viendo salir ve rdosas hojas de re p o l l o, gra ndes pedazos de carne de va c a m ezclados con carne de chancho de moreno cutis, opacas pera s, dulces ocas, manzanas, ambarinos “Ul i n c a t e s”, obesas peram o t a s, suelto y perlino arroz , g ruesas tajadas de tocino, garb a n zo s, “C h u ñ o s” negros y bril l a n t e s, papas y no sé cuántas cosas más.”
Primera Cocina
G
racias a la iniciativa de Alfredo Medrano y con el estrecho apoyo de mi revista “Vi e rnes de Soltero”, que circulaba como suplemento de “Los Ti e mpos” pudo realizarse la Primera Fe ria de la Cocina Regional, un evento que movilizó a más de 300 mil personas durante tres fines de semana al filo de la festividad de Urkupiña de 1986 en el Campo Ferial de la Laguna Alalay. La Primera Feria se realizó durante tres fines de semana, del 21 de marzo al 6 de abril de 1986, con el apoyo de la Alcaldía, la UMSS, el Centro Po rt al e s, la Asociación de Agentes de Turismo, el Instituto del ramo, el
Feria de la Regional
Sindicato de Pe riodistas y el diari o Los Tiempos, con objetivos novedosos que pueden sintetizarse en dos: “exhibir toda la va riedad de platos, bebidas y otros alimentos elaborados que son considerados típicos de la región de Cochabamba y que corren el peligro de desaparecer ante la abru m a d o ra avalancha de usos y ritos gastronómicos foráneos”; y “estimular la investigación sobre los efectos probados e hipotéticos de la alimentación en la sicología, la fisiología y el comportamiento de los cochabambinos. En ese marco se realizó el I° Sem i n a rio de la Chicha, apoyado por
El Cronista junto al poeta Antonio Terán Cavero honrando la memoria de Alfredo Medrano en el mollar de Beto Toranzos.
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la Universidad de San Simón y la Alcaldía Municipal con objetivo s importantes: desarrollar una industria moderna de la chicha, una justa y efectiva recaudación de impuestos en beneficio de las zonas productoras, un diagnóstico técnico, económico y social del sector, un estudio médico-sanitario y nut ricional y, lo más importante, una reivindicación y rescate de la chicha como expresión genuina de la cultura popular y nacional. Como todos los coloquios que organizó Alfredo, éste sirvió para que los cochabambinos tomáramos conciencia de las virtudes de nuestra cocina criolla, que es una de las más ricas y va riadas del Continente, y nos sintiéramos orgullosos de esta manifestación cultural que es la más importante de la región. Pa ra adherirme al esfuerzo de Alfredo, puse un stand de “Tapazo al paso”, una buena cosecha de singani servido en la tapita de la botella a 50 centavos a beneficio de la Huérfana Vi rginia. Du rante t res fines de semana ve n d i m o s cientos de botellas, pero el éxito se debió también a la generosidad del Gordo Ja Ja que me envió de regalo 500 salteñas, 250 de papalisa y 250 de habas pejtu, dos especialidades que nunca he probado en otras salteñerías. No era la única ocurrencia del Gordo, porque en Semana Santa horneaba las tradicionales salteñas de bacalao, y en Corpus Chri sti nos sorprendió cierta vez con
una salteña que tenía vallero s q u ete, maní, chamberg o s, huallpalec h e s, frutas secas y tajadas de mandarina. La II° Feria se realizó cuando este Cronista se hallaba en México, de fines de octubre a noviembre de 1990, y esta vez hubo Concurso de Poesía Gastronómica en el cual se pre s e n t a ron 32 trabajos y los tres ganadores fueron: Fredy Álvarez con “Oda a la buena vida”, Antonio Terán Cave ro (hoy Pre m i o Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”) con “Tres personas distintas y un solo plato ve rd a d e ro” e Iván Decker Molina, con “Poema e x p e rimental para la chicha. Con menciones honrosas para “Qu l l asuyu Mi j u y k u n a”, de Blanca de Guzmán y “Paisaje con sabor cochabambino”, de Pastor López Gemio. El primer premio remata con un verso memorable: Doña Pola: ponga un chicharrón en la mesa, Y una jarra grande de chicha, Que desde que el hombr ha pisao esta tierra Nunca se ha muerto en la víspera. El “Poema experimental para la chicha”, de Iván Decker Molina, tiene versos incitantes: Humilde chicha Que entre rezos y oraciones Has derramado En el suelo de la cueca El perfil del asombro Enamorado. Pe ro el poema del Soldado Terán, presentado con el seudónimo “Un párroco de nuevo cuño” revela al poeta consagra d o, de verso prístino, esta vez teólogo imprudente del picante mixto: Tres personas distintas y un solo plato verdadero En la aureola del plato Teje su resplandor La mano de algún dios
Es verdad que esa lengua era un responso En la boyuna paz de los crepúsculos Que murmuraba ese conejo Menudos chismes de comadre Es verdad que esa gallina presumía Orondamente a ras del suelo Es un milagro ahora su connubio En la aureola del plato Ofrenda lujuriosa En la paleta viva de los valles Hasta el chuño comulga en la blancura De una misa papal
gundo premio: Uchuco totoreño, presentado por el Restaurante “La To t o re ñ a”, de Antonia Ca m p o s. Tercer premio: Jat’aqo o cojopollo, presentado por Irma Rivera Art e aga, del Me rcado “Gerónimo de Osorio”. Además el Jurado dio premiso especiales a los siguientes manjares: Plato de pescado tilapia, del Proyecto Tilapia de la UMSS y el PDA. Pampaku Mixto, de Quinta “Los Manzanos”. Conejo a la llajwa, del Restaurante “Aiquileño”, de Marco Antonio Márquez. Pichón a la brasa, de Mercedes Ureña, del Mercado Central de Cliza. Me c h ado de Cordero con germen de tri gto, del Re s t a u rante Nayjama, de Oruro. Los jurados fueron: Gustavo Sa n zetenea, Sa ra María V á zquez y Gustavo Giacoman.
En su salsa barroca se desnudan Los pomposos or{aculos Este picante mixto se bautiza Con lluvias milenari a s Un dulce fuego ha palpitado Largamente en su alma Ha estallado la fiesta en un aguayo alimenticio Y pachamama es otra vez nuestra placenta inmemori a l Es verdad que esa lengua Ese conejo Esa gallina Pe ro es ve rdad también que trasmutados Por mano de algún dios Gl o riosamente resplandecen En la aureola del plato. Hubo asimismo un jurado que p remio a los mejores plazos, de acuerdo al siguiente detalle: Primer premio: poroto blanco con tomatada de surubí, presentado por el Re s t a u rante “Gallo de Oro”, de Gloria Ara m a yo de Ca rdona. Se-
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Octavio Paz, Camilo José Cela y García Márq u ez, tres Premios No b e l , prologaron la obra del gran Armando Jiménez.
Encomio de Alfredo Medrano D ebió ser jodido nacer en un terremoto y a poco sop o rtar una epidemia de viruela que te dejó marcado, Alfredito. El terremoto eras tú, no hay duda, porque a tu paso se cimbreaban todas las estructuras. Quizá decir que en Aiquile era una concesión novelística, porque naciste en la casa de tus padres, que siempre fue en Cala Cala, a orillas de la torrentera donde más tarde se construyó el Puente Pinto. Como que todavía hoy se acuerdan de ti en la chichería de doña Casilda, frente a tu casa. Los
viejos conocedores dicen que es de las pocas donde se encuentra buena chicha, no adulterada, y un excelente chicharrón de cerdo. Reviso tus papeles y encuentro unas páginas de la novela que querías escribir. “Cuando tiembla la tierra”, dice el título y tra z a s t e un plan y unas cuantas páginas. “Hechos: la guerra del Chaco, la epidemia de viruela en los años 40, el temblor de 1958, el terremoto de 1998”. De aquí dataría tu p ro p ó s i t o, pero ocho años más tarde se acabó tu vida y hube de escribir tu epitafio: Amó las jar-
Días felices que no volverán: el Ojo de Vidrio y Urbano Campos.
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cas, los molles, los chillijchis, la amable sombra, el vino, la tert ulia. Vida y obra consagró a la expresión justa, pero la fe en el amigo fue su virtud maestra. (Yo soy Ramber Molina Ro d r íguez, hijo de Carmelo Molina y Fo rtunata Ro d r í g u ez y nieto de Julio Ro d r í g u ez Re vo l l o. Na c í cuando la tierra empezó a temblar y tengo herm a n o s, y primos hermanos, que nacieron empujados por el sismo, como si un designio supremo ordenara que no deben demorarse en asistir a la cita que tienen sobre esta tierra . Muchos paisanos tomaron el camino del exilio, no tanto por temor a los temblores como por el abandono y el olvido en que s i e m p re estuvo sumido mi pueblo. Mi pueblo es un punto geográfico perdido en la memoria de Dios y los gobiernos de turno. Y los temblores vinieron acaso porque Dios se rascó la cabeza acordándose que había dejado en el olvido a algunos hijos que no merecían tal castigo. Tal vez trataba de recordar dónde había puesto a su Aiquile. Pe ro, pensándolo bien, ojalá que Dios no siga acordándose de nosotros de esta manera, moviéndonos el piso. ¿O debemos entender que los temblores son un mensaje que busca incitarnos a la reflexión, al espíritu de enmienda y el re e n c u e n t ro con nuestro destino buscando la ruta extraviada?) Vivíamos acosados por la falta de dinero, pero no pasábamos
hambre, ni sed. Un día nos llamaron del diario Los Tiempos: querían estre n a r una idea nueva, contratar columnistas escri t o res y publicar sus colaboraciones en las centrales, no en la página editorial. Rompían el conjunto, es cierto, pero eran una ruptura, y así comenzamos un nuevo tra b a j o. Feny Canelas nos dijo que no habían podido fijar todavía el monto de los s u e l d o s, pero que buscára m o s nomás a Villegas las veces que necesitáramos algo a cuenta. Cómo no. Lo necesitábamos cada día. Me esperabas en la esquina de Don Javier, Jordán y Suipacha, como a las diez de la mañana y a orillas de una botella de cerveza fría. Doña Asteria nos servía un generoso caldo de riñones y así pasábamos la mañana a la sombra de la higuera. Llegaba la hora del almuerzo y Doña Asteria nos enviaba unos suculentos chupes de papa pica o unas jakalaguas s a c ra m e n t a l e s, como sólo se comen en el Valle Alto, y el segundo podía ser cualquier ajicito porque ya estábamos satisfechos y cambiábamos la cerveza por una jarra de chicha. Yo iba a las diez de la mañana luego de dar clases en la universidad, y entonces se te salían lindezas como esta: Siempre he creído que en la universidad hay mejores culos que cabezas. También decías que la universidad era parecida a la metamorfosis, pero al revés, porque ingresas mariposa y egresas gusano. Y te reías hasta el sofoco y acababas tosiendo, invariablemente. Se te subía la sangre a la cara y parecía que ibas a estallar, pero los agujeritos que te había dejado la viruela eran como válvulas de escape, me imagino, p o rque re c u p e rabas tu color y continuábamos haciendo planes, planes, planes, entre ellos, las ferias y los coloquios.
Página del libro del Dr. Ernesto Daza Rivero en homenaje al Centenario de la Cervecería Taquiña.
Te gustaba juntar dos temas distantes y hallarles re l a c i o n e s. Así nacieron las ferias de la cocina, que ahora son tan frecuentes. Decías, por ejemplo, que querías o rganizar la feria de la yuca y el zapallo, y reías solito y te congestionabas nuevamente hasta la tos. O hablabas de dos periódicos p a ra el Chapare, uno dedicado a los va ro n e s, que se llamaría La Yuca, y otro a las mujeres, El Zapallo. Y reías solito, hasta la tos. Tanto insistir, inventaste una n u e va moneda de curso legal y
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corriente: el coloquio. ¿Cuánto te había costado ese piano vertical que adornaba el corredor de Los Cantaritos? Ocho coloquios. Coloquio de la concertina, Coloquio de Cala Cala, Coloquio de Ca racota, Coloquio de la copla va l l una, Coloquio del Piano… No grabamos nada. La cervecería te daba una buena ración de cerveza p a ra cada coloquio, y lo que sob raba iba a Los Ca n t a ri t o s. Así contribuiste con el costo del piano vertical. (He dicho, y no me cansaré de
repetirlo, que mi abuelo Julio me enseñó dos cosas que fueron fundamentales para definir mi destino: mirar el cielo y tocar charango. Mi rar el cielo para compre nder cuán míseros e insignificantes somos los bichitos humanos y tocar charango para no perder la identidad, porque los que se joden en este mundo, los que pierden el camino o toman el tre n equivocado, son casi siempre los que no saben de dónde vienen, qué son y adónde van.) Una mañana me llamaste por teléfono, para decirme palabras que todavía re c u e rdo: Mira, Ramón, entre nosotros jamás ha habido celos ni competencia. Cada uno ha hecho su trabajo a su leal saber y entender. Pero lo que has escrito hoy en tu columna es una obra maestra de la lengua castellana. ¡Qué elocuencia! ¡Qué pureza de estilo! Y por eso te convoco a comer una silica en la Pl a z a Osorio a las 9 de la mañana. Colgué el teléfono y salí ro nceando a ver qué siempre había escrito para merecer semejante elogio. La respuesta es sencilla, Alfredito: la página se empasteló; lo que tú escribiste salió en mi columna, como si yo lo hubiera escrito. Ese era el humor que acostumb ra b a s, una picardía que picaba p e ro no mataba, que provocaba un escozor sabroso pero de ningún modo maligno. (Vean el caso de mi amigo el Pato Lucas: ha nacido en el fango del arrojo, y aunque está hecho del mismo barro que nosotro s, sufre una horrible crisis de identidad, todo porque es medio negrito y medio blanco, medio pobre y medio solvente y está siempre entre sumarse al carro de los triunfadores o enarbolar las banderas de la rebeldía. Nunca está quieto. Si e m p re está liando valijas para viajar no importa dónde. Al norte
o al sur, al este o al oeste. He sabido que siempre está viajando p o rque se trata de la búsqueda desesperada de sí mismo. Hasta que un día estuvo en reposo, de retorno a su pueblo, pero tal sosiego no duró porque luego emp ezó a escapar a los tro p ezo n e s, como alma perseguida por el diab l o. Y era que, luego de encontra r s e, se asustó de saber quién era. Ahora quién sabe dónde andará el pobre Pato Lucas, por qué caminos polvorientos estará vagando, o en qué laberinto metropolitano se habrá extraviado. Escuché el rumor de que se pegó un tiro, pero no creo, porque el Pato Lucas, después de todo, es de los que sabe controlar la crisis y no se deja llevar por la desespera c i ó n , pues tiene la inteligencia necesaria para saber que esta vida es la única oportunidad para encont rar la felicidad y no la quimera celestial que nos ofrecen los tahúres del cri s t i a n i s m o. Y si fuera cierto que mi amigo optó por la autoeliminación, será porque en el fondo jamás supo encontrarse.) El suicidio. Tema recurrente en la vida de Alfredo. Se montaba a horcajadas en el balcón de su casa y su caída voluntaria era inminente. Sara María lloraba tra t a ndo de disuadirlo pero él insistía. Mi suicidio es una cosa decidida y únicamente postergada. En otras o c a s i o n e s, buscaba el bidón de gasolina para limpiar ternos, se la ve rtía encima y blandía una caja de fósforo s. No, Alfre d o, no te quemés. Nada. Ya había sacado un palillo y lo rascaba. Entonces Sara María comprobó que ra s c aba en la etiqueta y lo dejó solo, a ver si se atrevía. Un amigo poeta le dedicó un epigrama: No, señore s, no murió, aquí, Me d ra n o, el suicida, amaba tanto la vida que a tiempo se arrepintió. Lo malo es que me dejó con su epitafio en la
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mano en triste comicidad. ¡Qué falta de seriedad! Cuando te mat e s, Medrano, ¡usa balas de verdad! Santo remedio. Escuchó el verso y no volvió a las andadas. Pero lo suyo era un suicidio lento y seguro, que se lo llevó de este mundo apenas cumplidos los 61 años. (Mi abuelo ni siquiera señalaba los astros con el dedo, porq u e consideraba que no era correcto. Se podían caer y, puesto que cada ser humano tiene su estrella, en esta vida y en la otra, apuntarla con el dedo podría significar un crimen. Pero, me decía, para merecer una estrella es requisito imprescindible tener el rostro iluminado por la alegría de vivir y por la inocencia.) (Las puertas del cielo y la poesía estaban abiertas para los puros e inocentes, pero estaban herméticamente cerradas para los perversos e imbéciles. Sin embarg o, hasta los que tenían una cara sombría no dejaban de tener su estrella, sólo que ésta no aparecía en el infinito. Hay estrellas de un poderoso resplandor, que existieron desde siempre, pero pueden ser estrellas muertas y fosilizadas. Hay cantidades insospechadas de ellas, y es que las estrellas, como los seres humanos y todo en la naturaleza y el universo, tienen su cielo definido: nacen, se desarrollan y mueren. Cuando se les acaba la energía, comienzan a apagarse y se vuelven estrellas enan a s, oscura s, igual que los hombres cuyas luces se van apagando en la vez y su cuerpo se contrae. Las estrellas agónicas son absorbidas por los astros próximos que mantienen su vigor y su volumen. Las estrellas muertas son tragadas por los agujeros negros. Es su tumba. De inmediato serán sustituidas por otras millones de estrellas que nacen de las explosiones continuas en el espacio.)
El testamento de Víctor Hugo
Viscarra V
ìctor Hugo Vi s c a r ra era un e s c ritor bohemio cuya obra ha sido traducida a varios idiomas y cuya memoria es objeto de culto y tiene lugar preferente en las publicaciones culturales. Pocos saben, sin embargo, que vivió un tiempo en Cochabamba y que gozó de la hospitalidad de Alf redo Me d rano y de Sa ra Ma r í a Vázquez, quien lo re c u e rda con afecto. Los admiradores de Vi s c ar ra se llenaban la boca con sus anécdotas sobre su vida en la calle y su dormitorio a la intemperi e, p e ro no se acordaban de darle techo y comida como lo hicieron Alfredo y Sara María durante al menos tres años, alrededor de 1985. En el estudio de Alfre d o, V ì c t o r Hugo escribió su Diccionario de Coba, precedido por un estudio de Waldo Peña Cazas. Lo cierto es que antes de morir publicó su testamento, donde menciona a este servidor. Dice lo siguiente: Víctor Hugo Vi s c a r ra. Ante la proximidad del momento en que yo deberé marchar en pos de horizontes más halagüeños y prom i s o ri o s, y como dicen que es menester y obligatorio dejar a quienes se quedan con lo que no p o d remos cargar hasta nuestra fosa, me he visto obligado a redactar una especie de testamento donde haré constar, cláusula por cláusula, la manera en que mis
"bienes" –es mi voluntad– deben ser distri b u i d o s, cosa que, después de muerto, no hayan quejas, p e l e a s, litigios o desave n e n c i a s que puedan enturbiar mi paso de este mundo al otro. Para expresarlo mejor, ya que en vida nunca me dejaron en paz –y conste que yo soy paceño–, quiero que al menos en muerto me dejen mori r tranquilo. Y a todo esto, cuando uno se va para no retornar, ¿por qué siempre tiene que dejar constancia de sus bienes? ¿Será para apantallar a los demás demostrando lo que uno tiene y los otros no? ¿Acaso es un formulismo que hay que llenar para acceder al Purgatorio?Recuerdo los casos de aquellos carnales míos que, viviendo en paupérrimas condiciones y privándose aún de lo necesario, una vez difuntos hicieron conocer a los moros y a los que no lo son, que eran poseedores de ingentes fortunas que fuero n a p rovechadas por las pri m e ra s aves de rapiña que llegaron hasta esos botines. Demás estaría el agregar que ellos fueron enterrados en fosas comunes y hoy tan sólo viven en el estómago de los gusanos que los devora ron, aunque ellos fueron más huesos que carne por las innumerables dietas f o rzadas a las que vo l u n t a ri amente se sometían. Hace mucho tiempo –según cuentan las cróni-
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cas– un avaro de esos, consciente del peligro que corría su fortuna ante la proximidad de su deceso, recibió el consejo de que, antes de morir, se la comiese o se la bebiese. Y él, ni cojo ni manco, hizo caso y, claro está, murió porque los billetes ingeridos le causaron tal congestión estomacal que su agonía, dicen, fue terrible. Es por eso que, cuando aún me quedan fuerzas para redactar la repartija de mis bienes, los entregaré de acuerdo a las necesidades de mis herederos y las posibilidades mía s. Em p e c e m o s. Todos mis lib ro s, absolutamente todos, los dono a la Biblioteca de Alejandría, puesto como los he perdido irremediablemente, presumo que a ese lugar han ido a parar. Aquellos libros que presté y no me los d e vo l v i e ron, ¡ojalá! les sirva de mucho a los que, sufriendo de amnesia, no re c o rd a ron que dichos textos tuvieron un dueño original y si en un principio me sirv i e ron como guías y educadores, tengo la remota esperanza de que a ellos, a esos ex amigos, los saque del estado de analfabetismo ancestral en el que yacen. Los textos que me fueron robados, ignoro a qué manos han ido a para r, quedan en calidad de perdidos, porque, ya que no pude hacer nada para retenerlos, menos puedo hacer para recuperar-
los. Mis pensamientos los cedo a la humanidad entera, no para que los aprovechen sino para que aprendan cómo en el más completo estado de abandono, un ser humano puede cultivarse y educarse sin pasar por institutos, universidades, simposios, congresos, p o s t g ra d o s, maestrías y demás tucuymas. Todas mis deudas se las dejo generosamente a mis acreedores, porque sabiendo que yo vine al mundo sin traer nada ¿cómo voy a tener algo para pagar deudas a otarios y prestamistas? Ya lo decía mi ex amigo Ojo de Vidrio: "El deber es de caballeros y el cobrar es de cholos". Además, ¿por qué tendría que pagar algo si no recuerdo haber recibido préstamo alguno? Lo que sí sé es que cada obrero es digno de su salario. Por lo tanto, lo único que hice fue cobra rme las lecciones que les di, pues, desasnándolos, los culturicé un poco (digo "un poco", porque tampoco puedo hacer milagros volviéndolos genios en dos patadas y un t’ajlle) y ese tipo de vocación de servicio no
tiene precio conocido. Las pocas ropas que poseo son sólo para mí, porque si las cedo a alguien, ¿con qué voy a cubrir mis desnudeces? Tuve mucha ropa y gran parte la he obsequiado. Otras las presté y no me las han devuelto. Las más fueron "nacionalizadas" apenas yo abandonaba aquellos refugios espontáneos donde, en las noches y en los días, iba a re p o s a r mi cansancio. Si bien en muchas oportunidades yo me jactaba de poseer buenas colecciones de prendas de vestir, también existen fechas como la pre s e n t e, cuando las madrugadas me sorp renden vistiendo tan sólo una muda de ropa. Por eso es que determino que mis pobres hara p o s los dejen conmigo. Que no se los l l e ven, que me permitan conservarlos. Aunque, claro está, si a alguna persona les son de utilidad todavía, se las entreguen, que yo, solidario como el viento que sopla por igual a los mort a l e s, animales y minera l e s, creeré haber encontrado en ese viento generoso, el abrigo que cubra mis partes
El Cronista le invita un bocado a Alfredo, la única persona que dio techo y comida a Viscarra.
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púberes y caliente mis anquilosadas extre m i d a d e s. A los que se jactaban y se jactan todavía de ser mis enemigos, les dejo mi perdón, con la certeza de que jamás tomé en cuenta sus malevolencias. Siempre supe que es mejor no vivir amargado colocando una venda de indiferencia a los ultrajes recibidos, perdonar agravios e i n j u rias para reconciliarse con Dios y con el diablo y, por ende, con la propia naturaleza. Mi pobre corazón, hecho pomada desde los tiempos en que éramos ingenuos y cándidos y con el que recorrimos los caminos de la frustración y el desengaño, lo dejo a todas aquellas personitas que se divirtieron hasta el cansancio con sus artimañas y juegos sentimentales. A esas personitas que supieron poner en práctica sus ardides y mañas femeninas, lastimando a su gusto mis pálidos estert o re s personales, para dejarme llora ndo mi desconsuelo en cantinas y chicherías, donde estúpidamente yo moría ahogado en ingentes cantidades de licor, re s u c i t a n d o en medio de mi tragedia y vo lviendo a morir, mientras ellas, felices y contentas. Sólo a ellas les p e rtenecen los guiñapos de mi devaluado corazón, los restos que q u e d a ron de mi compañero de caminos y amanecere s. Si ellas, que fueron, son y serán siempre para mí las cri a t u ras más bellas que poblaron la tierra, desean guardar leve memoria del único ser que las ha adorado como a d i o s a s, desde donde yo esté, siempre irá para ellas una oración de agradecimiento porq u e, con sus besos, sus mimos y sus desdenes, sus burlas y sus palabras melodiosas, lograron darme el aliento y fuerzas necesarias para que yo persista en se camino pedregoso de pretender ser amado, sin reconocer que amar era algo que yo nunca había aprendido.
Nuevas líneas de Trufis
E
n 1986 publicamos con Alfredo Medrano un artículo en el suplemento Vi e rn e s de Soltero, de este matutino, que fue muy comentado incluso en La Paz, por la antropóloga y estudiosa de la gastronomía colonial, Beatriz Rossells. Dice así: La semana pasada visité la tienda de Suzuki para ver la forma de financiar una flota de minibuses. Es una idea que hemos madurado Alfredo y yo luego de una década de reflexiones bajo el molle y de ojeadas al mundo desde mi chulla ñawi. Convertirnos de la noche a la mañana en micreros no será una precipitación porque hemos meditado largamente el paso que vamos a tomar. Pero baste referirme a las características del servicio de transporte que pensamos ofrecer y la calidad de los pasajero s para justificar nuestra decisión. Se trata de pedir permiso a la Unidad Operativa de Tránsito para la apertura de nuevas líneas o rutas de trufis (o transportes urbanos de ruta fija): RU TA 1: Línea Ga s t ro n á u t i c a Los Cantaritos - El Tornillo Saliendo de la terminal de "Los Cantaritos", en Condebamba, tomará la avenida Simón López, la Libertador Bolívar, El Prado, Lanza, Aroma, Plaza San Sebastián, nuevamente Aroma y Ayacucho, con las siguientes paradas: 1. Pa rada de la Chola Fl o ra, 2 minutos de descanso para echarse un casco.
2. Parada del Bar Comercio, 2 minutos para echarse un chop. 3. Parada de La Casa del Gordo, 5 minutos para comer una deliciosa salteña. 4. Pa rada del Estadio Félix Capriles para envidiar a quienes hacen deporte. 5. Pa rada Ja m a i c a - Sa varín, 2 minutos para un refrigerio de cebada. 6. Parada del Chan Chan, 5 minutos para rociar con una tutuma los deliciosos sandwiches de chola. 7. Parada del antiguo Gallo de Oro para degustar una presita de picante mixto. 8. Parada del Wist'u Piku, 2 mi-
nutos para servirse una pucacapa. 9. Pa rada de la Ca s e ra Ma r í a , opcional para tomar un matecito de cedrón paja con cáscara de sidra o una linaza. 10. Parada del Viejo Altillo, 2 minutos para cascarle un casco de esa cascada de placer que es la buena chicha. 11. Parada Heroínas-Ayacucho para recoger (si se redejan) a los amigos rezagados. 12. Terminal de El Tornillo, recepción a cargo de don Armando y doña Amalita, brindis cervecero final para rociar un mondongo chuquisaqueño. RU TA 2: Línea Curativa 1.20 -
Izq. de cuclillas, Ramiro Villarroel.Der. Cierra la fila Tuto Quiroga. Arriba, der., Germán Pareja.
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Cardán Calditos Si los ilustres pasajeros acusan los síntomas inequívocos del ch'aki o el t'istapi, pueden embarcarse en esta línea mañanera que re c o r rerá la avenida Pa p a Paulo, Arce, Oquendo, Ecuador, San Ma rtín, Plaza Colón, 25 de mayo, Recova, Esteban Arze, Plaza 14 de Se p t i e m b re, He ro í n a s, Blanco Galindo, Puente Huayna Capac, Viejo Ma t a d e ro, y tendrá las siguientes paradas: 1. Terminal 1.20 en la avenida Papa Paulo, a media cuadra de los exquisitos fricasés de doña Lourdes, a quien cariñosamente le decimos La Uno Veinte, porque es petisita pero buenita. 2. Parada Triunvirato, 15 minutos para despacharse un mixto de riñón y ranga con un pulpito frito como una marraqueta fresca, todo rociado con una malta de Taquiña.
3. Parada Canguro, 5 minutos para degustar una salteña superpicante y un vaso de cerveza. 4. Parada Recova, 5 minutos para servirse un riñón, un asadito una papachanka o por lo menos un zumo de zanahoria. 5. Parada Sucremanta, al ladito de la catedral, sobre la Esteban Arze, para degustar un "menudito", excelente remedio para curar el chaki. 6. Parada Luz y Fuerza para visitar al Casicho Arébalo y pro b a r suculentas presas de cerdo re b anadas con bisturí. 7. Pa rada Magui, para despacharse un choricito debidamente rociado con lúpulo. 8. Pa rada 1.20-Perú, para cascarle otro fricasé mixto, en casa del hermano de doña Lourdes. 9. Terminal Matadero para traspirar luego de echarse un cardán caldito como sólo saben preparar
Una de las paradas era El Tornillo. En la foto, El Cronista, el Gordo Ja Ja y Don Armando Delgadillo.
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en la zona. Ruta 3: Línea De s i n t ox i c a n t e Tupuraya-El Carmen Esta ruta ha sido pensada para quienes desean pasar un día sano y desintox i c a n t e, dedicado a la natación, el sauna y otras ceremonias inventadas para militantes de la buena vida en acto de contrición. Re c o r rerá la avenida A m é rica, Libertador Bo l í va r, Puente de Cala Cala, Co s t a n e ra , Puente de Quillacollo, D'Orbigny, Perú, Blanco Galindo, y tendrá las siguientes paradas: 1. Terminal Rodriana, 45 minutos de pelota frontón o racquet en el Ce n t ro Ro d riana ubicado en Tupuraya. 2. Parada Chorrillos, 10 minutos de sauna y 3 de natación. 3. Pa rada Estadio, 45 minutos de kajcha o 10 vueltas sobre la pista de tartán. 4. Pa rada Escuela de Natación Julio León Pra d o, 10 minutos de estilo libre a toda velocidad. (Si los pasajeros son ru c o s, el minibus puede tomar la Ayacucho y entonces 30 minutos de sauna en Corasau. 5. Parada Sauna Cynthia, 30 minutos de gimnasio, sauna y natación. 6. Parada El Carmen, 2 horas de kajcha, tro t e, piscina y natación en el Ce n t ro De p o rt i vo El Ca rmen. Ruta 4: Línea de Em e rg e n c i a Hospital Gastro - Clínica de los Remedios Esta línea estará dotada de cómodas ambulancias, no tendrá ruta fija porque hay que rajar por la pri m e ra calle que se presente, puesto que está destinada a militantes de la buena vida con perit o n i t i s, serrucho, vesícula re ve ntada, infarto cardíaco o colapso nervioso. Queridos militantes de la buena vida: les recomendamos estar atentos para la inauguración.
humor en el periodismo
El
cochabambino
F
uera de El Heraldo, El Republicano o Arte y Tra b a j o, medios de ve n e rable memoria, el periodismo cochabambino tuvo una vena satírica que se reflejó en “hojas eventuales” como La Ho rmiga, Sancho Panza, Don Perico, el Tío Ca m o r ra, que n u m e raba sus entregas en una serie muy original (Paliza Nº…) o Don Pánfilo, el de la pata de palo, para subrayar esa tendencia del periodismo de barricada de “dar palo”, es decir, inclinarse por el libelo infamatorio, ese género literario que es quizá el mejor que haya tenido Bolivia y que merece un estudio especial. El más antiguo fue LA HORMIGA, el más modosito de esta temible colección. Circuló los años 1846-1847 durante el gobierno de José Ballivián y tuvo por director a Lucas Mendoza de la Tapia. Es el primer medio del que se guarda memoria, y sus propósitos eran instruir y moralizar, imbuir principios religiosos y difundir ideas sobre la democracia y el federalismo. El año 1876 da cuenta de dos hojas volantes satíricas: La Tijera y Don Perico, que se autocalificaba como “periódico de circunstancias”. Su redactor era un agudo ve r s i f i c a d o r, como muestra el poema “La situación (de 28 de a b ril), que dice: “Roguemos a
Der., Eduardo Ocampo Moscoso, autor de la Historia del Periodismo, congratula a Héctor Anay a.
Santa Rita / nos haga el gran beneficio / de dar a la Patria juicio / que muy bien lo necesita. / Su esp e ranza sea bendita / y el bien anhelado alcance / que en este difícil trance / le socorra Santa Rita.” El poema entero tenía 6 cuartetas. DON PÁNFILO. - La vena humorística de los cochabambinos t u vo un digno ejemplo en esta hoja volante de 32x23 cm., que
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c i rculó en 1883. Se pre s e n t a b a así: “Don Pánfilo – Ciudadano Modesto y Mo d e ra d o, / con su gran pata de palo / repartirá ¡Viva Cristo! / palos a todo lo malo / que sus ojos hayan visto. / Tendrá el placer de visitar a sus amigos los días domingos.” El agudo redactor describía así el escenario político de entonces: “El tiempo calamitoso / y la lucha electoral / que, cual cólera, horroroso, / afligen su capital, / harán
que Pánfilo hermoso / se venda… por medio real.” Y advertía: “No se admiten suscripciones / por ser tiempo de elecciones”. Veamos cómo presentaba a su equipo de periodistas: “Mesa de Redacción. / Cuatro redactores, / buenos gladiadore s. / Veintiséis c ro n i s t a s, / famosos duelistas. / Cien corresponsales,/ tremendos reporters / terror de mujeres.” Don Pánfilo publicaba jocosos avisos en verso, según esta “Adve rtencia de la edición”: “D o n Pánfilo publica toda clase de avisos y remitidos. Los recibe en prosa y los imprime en verso. Precios convencionales. Dirigirse a la imprenta del Siglo.” Y daba algunos ejemplos: “Riquininísimos / y seductores. / Especialmente ofrece / el Kirsch divino / ese néctar que infunde desprecio al vino; / sólo una copa / basta para alegrar / toda la Europa”. “Sucursal del Club Tu n a ri . Desde el mes venidero, / una sucursal habrá / frente al Teatro y
será / servida con mucho esmero; / allí la gente simpática / con el Kirsch y la cerveza / toda la ciencia dramática. / Vende siempre al contado / porque Faustino Mo scoso / detesta al deudor moroso / las “cuentitas” y el “fiado”. “El señor D. Víctor Crespo / tiene su fotografía, / de noche nunca re t rata, / siempre re t rata de día. / Cu a l q u i e ra que vaya allí / ha de ser muy bien tratado / y con cariñoso afán / en el acto retratado. / Tendrá que sentarse un rato / entre el sol y la penumbra / y Víctor le hará el retrato / cobrando lo que acostumbra.” Los redactores, qué duda cabe, eran liberales, críticos de conserva d o res y clericales y amigos del progreso. LA CAMPANA circuló en 1892 y se presentaba como “p e ri ó d i c o cáustico, tónico, medicinal, bufón, chillón, sangra d o r, litera rio, científico, mercantil, semi-bufo y semi-serio.” Es delicada aunque en versos cojos la dedicatoria al bello sexo
Foto del Gigante Camacho, tomada por Rodolfo Torrico Zamudio.
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cochabambino: “A vo s o t ras tan divinas / en gracia y hermosura, / almas llenas de ternura, / hermosas cochabambinas. / No tendréis bellos antojos / de servirme como báculo, / alumbrando el espectáculo / con la lumbre de vuestro s ojos? / Pu e s, no seáis egoístas, / venid hermosas del alma, / vuest ro aplauso es la palma / que da gloria a los artistas.” EL TÍO CAMORRA.- La dura contienda entre conserva d o res y liberales inspiró esta memorable publicación, del cual citamos el número titulado “Paliza Nº 4”, anticlerical, anticonservador, crítico de El Heraldo y El Fusionista, órganos oficialistas y amigo del Tata Pa n d o. Lo publicaba don Jo s é María Aguirre y se presentaba como una “publicación cáustica y picante / que vapuleará a todo petulante.” El citado número tiene la siguiente cuarteta: “Publicación semanal / juguetona y picaresca / camorrista sin igual / que se complace en la gresca.” Una sección permanente se llamaba “Zurriag a zo s” y re g i s t ra los siguientes versos: “El Patriota cumple bien su misión de enaltecer al amo; / pero lo hace de tal modo que da gusto… / El Patriota es muy astuto, / asegura muy tunante: / que don Severo es diamante; / añaden otros: “en bruto”. El He ra l d o ve t e rano / miente y adula por diez; / es un necio casquivano / a pesar de su ve j ez .” Don Se ve ro (Fernández Alonso) era por entonces Vi c e p residente y luego asumiría la Presidencia de la República. El Tío Ca m o r ra llegó a publicar su “Paliza Nº 21” y se p e rdió hasta abril de 1900, esta vez animada por personalidades propuestas para Senadores (Julio Rodríguez y Luis Felipe Guzmán) y Diputados (Rafael urquidi, Miguel Velasco, Daniel Salamanca y Jorge Galindo).
Como siempre, critica a clericales y conservadores, que presenta como lechuzas electorales seguidos por Juan Pueblo, liberal garrote en mano, que trata de ahuye n t a r l a s. La parodia del poema de Bécquer es digna de citarse: “Parodia. / Volverán los oscuros candidatos / con dineros ajenos a luchar / y otra vez en el templo por el clero / tal vez predicarán; / pero aquellos que cándidos creyeron / el gobierno de Pando derrocar, / aquellos que apre h e ndieron dos partidos / esos… no volverán! / Volverán esos necios f e d e rales / el dinero de calzón a gastar, / y otra vez olvidando a las rotas / tal vez han de gritar. / Pero aquellos cuajados de miseria / cuyas manos mirábamos temblar, / aquellos de mirada independiente / esos… no volverán! / Volverán en la casa de la Hipola / las palabras de súplica a sonar; / la sotana de un pobre canalla / tal vez no arra s t rarán; / pero necio, cobarde y menguado / como macho de carga y montar / como has sido incoloro indefinido / así no te querrán!”. FRAY DIEGO.- La ofensiva liberal puso en palestra a Ma ri a n o Baptista Caserta, mago de la palabra e ideólogo del Pa rtido Conservador que tuvo, aparte de él, tres Presidentes: Aniceto Arce, Gregorio Pacheco y Se vero Fernández Alonso, quien tuvo que encarar la revolución federal y el traslado de la sede del gobierno a La Pa z , cuando un movimiento encabezado por su jefe de la casa militar, José Manuel Pa n d o, derrotó al Ej é rcito Constitucional. Mariano Baptista atrajo los ataques de Fran Diego, que publicaron una cari c at u ra titulada “Los dos Marianos”, uno, Melgarejo, y el otro, Baptista; uno vestido de general y el otro de monaguillo; uno que decía “Yo soy el tirano fra n c o” y el otro: “Y yo… disimulado”.
Prestigiosos escritores de la Galaxia Guttentag.
FRAY JOSÉ.- Se publicó en 1897 y se presentaba como “Di a ri o anarquista, revolucionario, épico, lírico, poético, purg a t o rio de los padres y paraíso de las bellísimas niñas cochabambinas.” EL TIRIFILO.- En esos años turbulentos que ya anunciaban la Ley de Radicatoria y el estallido de la Revolución Federal (conserva d o res vs. Liberales), El Tirifilo se presentaba con esta cuarteta: “Lo redacta Tirifilo / y lo edita San Antonio / es el infierno su asilo / y lo reparte el demonio.” SANCHO PA N ZA . - Nació el 1º de septiembre de 1899 en contra de la iniciativa de dos ciudadanos de apellido Aldunate y Gutiérrez, los cuales pidieron que el Sur del país se anexe a Chile a raíz del triunfo de los paceños en la Revolución Federal. LA DINAMITA.- Nació en 1908 como órgano antiliberal, que propugnaba la candidatura de Eufronio Viscarra a la Vicepresidencia. SARGENTO QUIÑONES.- nació en 1915; se publicaba en la Imprenta “La Libertad”, era antiliberal y enemigo declarado de don José Carrasco. Tenía una sección
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de nombre memorable: “Ataco los jueves”. Poco más se conoce sobre su contenido, aunque divierte su nombre. P O S D ATA.- Hemos extractado estos valiosos datos del libro “Historia del Periodismo Bo l i v i ano”, de Eduardo Ocampo Moscoso, el inolvidable escritor orureño radicado en Cochabamba, cuyo centenario se conmemoró el año pasado. Fue una lástima que concursara en 1943, cuando Carlos Montenegro había presentado su “Nacionalismo y Co l o n i a j e”, que ganó el primer premio. El segundo le correspondió a Gu s t a vo Adolfo Otero y el tercero a Ocampo Moscoso. Sin embargo, no encontra remos examen más completo y escrito con criterio agudo y estilo terso como este libro que reseñamos. El periodismo satírico tuvo quizá mayores auspicios en Sucre y en La Paz. Es posible que haya habido otros medios impresos del género, pero el único y digno sucesor de este linaje ilustre fue “Vi e rnes de So l t e ro”, publicado en este matutino en el período 1985-1989.
Apodos cochabambinos
E
s una muestra del carácter regional que los apodos en este querido valle sean cariñosos y no urt i c a n t e s, a diferencia del talento chuquisaqueño para endilgar al prójimo motes secre t o s, pronunciados a espaldas y seguidos, por lo común, por una sonrisa maligna, dicho sea sin ofender. A propósito del tema, escri b í una columna que dice lo siguiente: Un buen amigo me reenvió este correo sabroso, al menos para el Cronista de la Ciudad, que recibió, al pare c e r, de Connecticut, Estados Un i d o s, de alguien muy
Vera efigie del inolvidable Juan Carlos Gumucio Quiroga.
conocido acá que brilla por su nostalgia del terru ñ o, esta vez iluminado por la cantidad de apodos cariñosos en la gran familia cochabambina. El ilustre redactor dice que la consulta sobre si hay osos en Connecticut le avivó la memoria del "Oso" Qu i roga, el "Oso" Mald o n a d o, el "Oso" Antezana, el " Oso"goleador Ga rcía “y la cría de todos, el "Osito" Mi e r... “Ac o rdándome de nuestra juventud y a raíz de tu pre g u n t a”, p rosigue el amigo, “se me ocurrió que en Cochabamba teníamos un gran zoológico basado en apodos: una jauría que no era de galgos: el "Pe r ro" Co n t re ras, Q E P D, el "Pe r ro" Me rcado y el "Pe r ro" Meza (este último no lad raba pero sí volaba); y el enemigo de ellos, el felino " Gato" Ma l d o n a d o, QEPD. Ah! Y de los caninos vivo s... vivos más que inteligentes: el "Zorro" Salcedo, el "Zo r ro" Aguirre). “De cuadrumanos me acuerdo de dos famosos: el "Mono" Veltzé y el "Mono"Aranibar; el más temido de esta especie el "Gorila" Ro d rigo (que fue nuestro profesor de música). Teníamos dos p o rcinos: los "chanchos" Gómez (Germán, QEPD) eran los únicos chanchos que jugaban baseball... y uno que sólo miraba, el "Chancho" Abasto. “En t re los cuadrúpedos tenemos uno más famoso que el otro y más inteligente de lejos, me ref i e ro al Dr. "Bu r ro" To r rico y al " Caballo" Mo ra l e s. Un cuadrú-
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pedo de pata segura: el Dr. "Chivo" Rivas... y el otro "Chivo" Canedo, no muy seguro. “Me hicieron re c u e rdo que hay un taur ino: el "To ro" Riva s, QEPD, y uno que quiere sacarle las orejas y el ra b o, el "To re ro " Rodríguez. “Teníamos un paquidermo: el " Dumbo" Calvo que también califica para entrar en la otra sección la de los ore j u d o s. “De aves hemos tenido de variadas edades y tamaños: El "Gallo" Ga l i n d o, el "Pa vo" Villarroel, a r riado por sus hermanitas las " Pa vas", el "Pa vo" Garrón, que fue famoso presidente de los Jets; y, entre los "Pollos", el millonario Vi r re i ra, el político Alaiza y el saltador "Pollo" Lanz. “Y de la pregunta filosófica: ¿ Quién vino pri m e ro, el "Huevo" Covarru b i a s, el "Hu e vo" Obando o la "Gallina Morales? ¿O quién sabe la "Gallina" Salamanca? “Entre los apodos de aves que nadan tenemos: el "Pato" Chiarella, el "Pato "Cámara, el "Pato" L ozada y un pato que no esta pobre: es el "Pato" motoquero Galindo. Y la "Pata" Ugart e, QEPD. Ah! ¿Te acuerdas del comandante del LAB "Pato" Bo h rt ? Bueno, a h o ra solo aletea... “Teníamos una gran va ri e d a d de pájaros como ser: El "Pajarito" Trigo, el"To rdo" Ba y ro, la "Paloma" Unzueta, el "Pichón" Herbas (primer esposo de tu ex) y el famoso "Canario" Diez de Medina. No sabía que era casado con una señora Medina.
Hay muchos loros: el "Loro " Brockmann, el "Loro" Urquidi, el "Loro" Unzueta, QEPD, y no podía faltar el mayor de todos: el "Loro" Alcázar, que vuela bajo, t repa alto y repite todo en varios idiomas. Antes trepaba alto; a h o ra solo se acuerda! ¿Y te a c u e rdas de nuestro amigo, " Pampa Loro" Fe rn á n d ez? El hermano del Jet. Me dicen que lo han hecho pampa y casi ya ni habla. “Había un "Águila"; yo solo lo conocía como "El Águila Ne g ra . Creo que su muerte dejo un gra n un vacio entre los locos. Teníamos un animal feroz : Don "León" Ca b re ra, y uno que sin que tengamos mar se deslizaba por todo el territori o, mi tío "Delfín" Ec h a z ú . En fin, seguiremos otro día. Días después, escribí otra columna titulada “Más apodos coc h a b a m b i n o s”, que decía lo siguiente: A h o ra estoy autorizado a decir el nombre del autor: es Ma rcelo de la Reza, miembro de una familia muy querida y re s p e t a d a en Cochabamba, y poseedor de un gracejo y, sobre todo, una buena leche ejemplar, que cara cteriza a los apodos cochabambin o s, a diferencia de los que se usan en otras re g i o n e s, que hieren y no son aceptados. “En t re los ro e d o res me acuerdo de la "Ratita" Jo rdán, un muchacho muy simpático de mi curso...Dicen que hay "Rata" Rivero... entre las Rivero. Te acordarás del "Conejo" Méndez , nuestro amigo y ex ministro de defensa de Bolivia. ¿Y los "Rabos" Gonzales? A estos tres últimos ro e d o res les fue muy bien políticamente hablando. “En ese mismo grupito del Conejo estaban el "Chingo" Ro d r íguez, que si viviera en México no le gustaría usar su apodo, como
tampoco le gustaría al "Chingo" Urquidi. ¿Y el "Popín" Ro d r íguez ? No creo que haga ni Po ni Pin. “No sé si te acuerdas de un muchacho que era el terror de nuest ros tiempos: el "Sapo" Qu i roga; y el otro, que no era matón: el " Sapo" Calderón. De la misma familia de inve rt e b ra d o s, pero que ya ni croa, la "Rana" Ca l vo. “Habían excepciones entre quienes nos creíamos rectos y erguidos como: el "Chueco" Céspedes y el "Chueco" Sa l a m a n c a . “Ya comenzó la temporada int e rnacional de tenis y esto me trae re c u e rdos de las baluartes del "The Cochabamba Te n n i s Open" y a sus campeonas de otra hora: la atlética y exub e rante "Mosca" Veltzé y mis tías, las gigantes de este deporte: las "Monkolas" de la Reza. ¿Y como no considerarla a la atractiva "Auri" Alborn oz? ¿Y a Doña Marina de Chiarella, capitana de todas ellas? Y entre los h o m b res al "Pilpinto" Luizaga y al quiebra huesos "Pe rico" Mariscal? Y ahora que te hago recuerdo de la "Mosca" Veltzé, me pregunto si su hermana "Polola" habría tenido muchos e n a m o rados o si murió con la curiosidad? ¿O de la curiosidad? “Y ya que tocamos en insectos, ¿te acuerdas de la "Mariposa" Rive ro?? ¿Y de la muy tra b a j a d o ra "Ho rm i g a " Urquidi? A esta última no la conocí, pero si al "Mosco" Moscoso. “Los de arriba son los animales e insectos que eran famosos en n u e s t ro tiempo, ya sea por conocimiento personal o porque sus peripecias transcendieron g e n e raciones de "cochalas". Algunos ya habrán dejado la "Jaula" y estarán con el Domador de todos. “Te decía que en Co c h a b a m b a
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las personas tienen apodos muy descri p t i vo s, algunos de ellos en la lengua Quechua. ¿Te acuerdas de la famosas empanadas de la " Wist' upiko"? Siguen siendo deliciosas. Pensé que el apodo de estas empanadas era por la dueña, pero un frecuentador del local, historiador y comelón de estas empanadas me dice que el apodo fue dado al señor Solís Vaca, quien sufrió una herida de bala en la boca en la guerra del C h a c o. A su muerte el local se quedo con el apodo. Tengo entendido que este negocio está viniendo a los Estados Un i d o s. Me imagino que su propaganda para atraer al consumidor americano sería algo como: “Come experiment and enjoy the delicious bolivian "Fucked Up Beak empanadas". Ojalá les vaya bien. Tal vez el americano le cambie el nombre a: "Weestoo - Peekoo" Anion and cheese pie with hot sauce”. Veremos. “Hay va rios apodos que son dados como resultado de un defecto físico. Por mi casa en la g ran Avenida Villazón, vivía un muchacho a quien le decían "El Punto y Coma", porque cojeaba afirmando el pie izquierdo y arra s t rando el derecho. El que le puso el apodo fue muy observa d o r. ¿Y qué dices de aquellos que solo cojeaban sin arrastrar el pie? Esos eran los "Llanta Bajas", conocí por lo menos a uno pero no me acuerdo de su apellido. “¿Y un amigo que perdía aire ? El "Chusu" Ga l i n d o. “Hay otros apodos que son dados por solo usar anteojos: el "Ciego" Peña y el "Ciego" Argandoña. ¿Y nuestro gran amigo el "Tripudio" Guzmán, que se fue a cazar canguros y ya no vo lvió? QEPD. “Hay otros apodos que describen un defecto físico que no lo
tienen: El "Mudo" Antezana y su opuesto, el "Chajhuacu" Ze g a r ra . “Ot ros apodos son dados a personas que sí tienen un defecto, pero por respeto o miedo no se lo dices de frente: el "Manco" Peña, el "Cojo" Peña, el "Co j o " Aguilar y el "Fiero" Mendívil. El "Ñato" Guzmán, el "Ñato" Méndez, el "Pailas" Aguirre, el "Jetas" A m e l l e r, el "Picudo" Ruiz , el "Chulla Oreja" Estra d a . . . Casi me olvido del "Ca b ezón" Ug a rte y del "Jetón" Vi o l a n d . . . Hijas macanudas tenía. “ ¿ Te acuerdas que nuestro amigo Oky le subía el vo l u m e n del aparato de oír al "So rd o " Bo rda para que escuche mejor a su esposa, la "Comparsita "Sa n j inés? “¿Los apodos dados a quienes no tenían dientes en forma temp o ral o definitiva como: el "Phallpa" Mo re n o, o los que tienen dientes grandes como la
" Dientuda" Ro d r í g u ez? Y hablando de dientes, me acuerd o que el Carlos Levy nos decía: " Ap oya el cráneo", antes de comenzar la curación. Tarde supe que el "Paca" Castaños tenía una mano más suave, pero que, entre t rago y tra g o, ¡la tapadura podía d u rar varios días!” Por último, el Pato Galindo me envió el correo íntegro, que continuaba así: Al hacerte recuerdo de galenos (galeno quiere decir Doctor) famosos de Cochabamba te acord a ras del Dr. “Lolo” Meleán, que e ra especialista en señoras; y del “Leucocito” Fern á n d ez, cuya especialidad no me acuerd o, pero si me acuerdo la del “C h i c h i l o” Rojas: especialista en tra g o s. ¿Te acuerdas del tío del “Pampa”? El fundador del Prado. ¿No del famoso Paseo del Pra d o, sino del boliche? El famoso “Meluco” Melean QEPD… Hablando de
El Cronista junto a Gonzalo Hermosa, en su casa de Chilimarca.
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Pa m p a s, nuestro amigazo el Je t “Pampa” heredó el apodo de su hermano… ¡El nuestro sigue hablando bien con dejo guatemalteco! ¿Te acuerdas de la frondosa cabellera del “C h u rc o” Lozada? ¿Y del que nunca iba a la peluquería donde todos éramos amigos… el “Pa j l a” Sanjinés? …Su hermano es el “Papichoy”, esposo de la “Pic h i c a”... Así se dicen el uno al otro. Tenemos apodos que discriminan: El “Cholo” Bl a n c o, la “Cholit a” Lozada, el “In d i o” Tri g o, el “Jacoibo” Qu e rejazu y el “Judío” V á s q u ez (descendiente de árabe). Tenemos apodos con nacionalidades: El “Tu rc o” Loaiza, el “Tu rc o” Ara b, que es ára b e, el “Co re a n o” Lozada, el Dr. “Chino” Torrico, el “Chino” No m u ra (que en realidad es japonés); el “Chino” Ayala, el “Jalisco” Veltzé y, ent re los “Gringos”, están: el Virreira, el Lozada y el Salamanca… Algunos apodos son relacionados con países con los cuales Bolivia tuvo conflictos: La “Ro t a” Urquidi (tu tía, de paso) hermana de la “Tia Ju l i a”, y el “P i l a” Gonzáles… Tenemos apodos relacionados con el departamento de Bolivia donde nacieron: Hay va ri o s “Ca m b a s”, pero el más famoso no lo es… el “Cruco” Villaroel; de la tierra Andaluz de mi madre: el “Chapaco” Canedo y el “Chapac o” Sánchez (ninguno es muy lento); y la “Chapaca” Tadic, que sí era lenta. Tenemos un apodo relacionado con un continente y que hace honor a su inteligencia: El “Eu ropa” Zabala QEPD, y su hermano, que es más de tierra adentro, el “Tuco” Zabala. Ot ros apodos tienen que ve r con el estado físico del individuo. Se dividen en los que no hacen dieta: El “Gordo” Beltrán, el
“Go rd o” Qu i roga, el “Gu a t ó n” Torre s, el “Apetón” Arce y el “Puggy” Claure, forma cariñosa de su mad re de decirle gordo en inglés… ¡Ah! Y cómo podría olvidarme del rey de todos ellos: el “Kolila” Vil l a r roel. Hay va rios que hacen dieta; uno de ellos es el “Flaco” de la To r re… y seguro que te acuerdas del Rey del Chachachá, el “Fl a c o” o “Palo” Ara m a yo, y de su hermana “La Flaca” o “Pala”. Los apodos que indican tamaño: El “Chilu” Salinas; y entre los “C h a t o s” el famoso Zegarra, los “Ca c h o s” d’ Av i s, el “Ma n g u e ra” Soria y el “Largo” Quintanilla; y su opuesto, el “Chato” Qu i n t a n illa; el “Pe t i s o” Palenque (cre o que a esta familia pertenece el “Tacho” Argandoña)… También hay un “En a n o”, pero por ser (él) malo y tramposo no lo nombro… Tenemos apodos que indican c o l o r: el “Ne g ro” de la Reza, la “Ne g ra” Cespedes y la “Ne g ra” que tú conoces; el “Negro” Gu a rdia, el “Ne g ro” que vendía helados y la “Ne g ri” Alcázar; el “Kellu” (Amarillo) Rodrigo, el “Pu k a” ( Co l o rado) Fe r ru f i n o, el “Pu c a” Urey y el “Pucalo” Gumucio; mi p rimo el “Pu k i t a” Qu i roga, el “Ma rm o l í n” Espada y la “Az u l” Qu i roga… ¿Y que tal el “P i n k y ” Po n c e, a quien en Co l o rado en forma cómica le comunicaste la muerte de su padre? Hay un apodo que indica lo contra rio: El “Negro” Blanco… Tenemos apodos clásicos como ser: “Zhivago” (de la obra Rusa Dr. Zhivago) dado al Nelson Peña por ciego y por va g o. “Be e th ove n”, dado al pianista de la chichería “Las Pa l o m i t a s”, de donde salíamos volando cuando no teníamos plata; “L á z a ro”, dado a un “llockalla” que corría con muletas…; “P i t á g o ra s”, apodo dado a mi primo Huguito Moreno por su conocimiento en Matemáticas…
De pie, Toño Araníbar. A su izq., Luis Suárez, asesinado en la calle Harrington.
Hay apodos de nobleza a pesar que él insiste que no es apodo: El “Ma rqués” (de Za rco y Ca l a - Cala) Pru d e n c i o, el “Co n d e” En rique, hermano del colegio La Salle. … De personajes cómicos: El “Pinocho” Fernández, que nunca mintió y el “Pe n e c a” Pa l e n q u e QEPD. Tenemos apodos con nombre de plantas: El “Huiro” Prudencio y la “Choclo” Zenteno… Apodos de carn e s, como el “Chorizo” Velasco; de gra n o s, como el “Porot o” Fe r rufino y su femenina la “Po ro t a” Salamanca; de fru t a s, como el “L o p e ra” Lopez; de pi-
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c a n t e s, como el “Locoto” Ro j a s … Hay otros alimentos que son malos e indigestan, como el “Pa s t e l” Qu i roga. Entre los apodos que hace mucho mal a la salud: el “Tanta Ma lb o ro” Torrelio y el “Pucho” Antezana. Apodos con marca de autos: El “C h e v ro” Ríos y el profesor “Opelito” Guzmán, que le preguntó a su alumna: “Se ñ o rita, ¿qué le está escociendo?” Los apodos dados por sólo la a p a riencia de la persona pero, que no lo son: el “Bo r racho” Gumucio QEPD, la “Chota” Morales y la “Pancha” Canedo…
Apodos que abarcan a todo una familia: Los “Ka j c h u” Bo rd a , los “P i l i l a” Lopez, Los “Ko t ó n” Gu t i e r rez, los “Pazucos” Paz So ldán, los “Moscos” Paz Torrico, el “Be n a q u í n” (que pertenece a los “Ma k a n a k u s” Be n a v i d ez), los “Khachitus” Gu t i e r rez… Apodo por vestir bien: El “Pituquín” Ferrufino QEPD… Y por vestir mal, ¿te acuerdas de alguien? ¿Te acuerdas que entre los Urquidi hay un “Po t o t o”? No me acuerdo de éel… y me pregunto si el apodo será por poto o por toto? Los apodos que te dan para recalcar que eres bonito… Ahí lo tienes al “C h u r ro” Vi r re i ra, que a h o ra llora por que se ha dado cuenta de la realidad; el “C h u r ro” L a r raín, que no llora; el “Be l l o” Reza… pensé que era yo, pero el apodado es mi primo Lucho; el “Piruco” Alcázar, hermano de la “Negri”, y no podía faltar mi gra n amigo “Ca c h i rulo” Montaño, que con desquite entró a este grupo. Tenemos apodos por cumplir con Dios: El “Cu ra” López… y el “Pre s b í t e ro” Urey… ¿Qué tal el “Diacono bigotes” Grigoriú ? Y hablando de Di o s, los hermanos de La Salle no se escapaban de apodos: el “Niño de Prag a” Hno. Damián, “K h o n i c h i ” Hno. Santiago, “Ca t e t o” Hno. José Carlos, “Pepla” Hno. Galo… El significado de cada uno de los apodos es de conocimiento de los ex alumnos del colegio La Salle… Del Gran San Agustin su famoso director que nunca fue al p e l u q u e ro: El “Pa j l a” Sa e l m a n . Teníamos otros apodos para estos padre s, pero no eran muy descri p t i vos por ser en holandés. Hay va rios salidos del manicomio; el más famoso, el “L o c o” Salcedo QEPD y también el “Loco” Suarez . Hay un apodo que tiene que
ver con la forma educada de la persona: el “Su a ve” Urquidi… O antipática de la persona: el “Chinchoso” Mu ñ oz. ¿Al “C h a rky” Gu a rdia le habrán dado ese apodo por ser arrugado o por ser seco? ¿Y por qué será el “Tra p o” Gumucio trapo? ¿El “Pastilla” Barrón pastilla? ¿Y el “Ta b a” Benadoff taba?... Y hablando de dulces, tenemos al “Sugus” de la Torre. Hay dos apodos muy pare c id o s. No sé qué significan ni como se escriben: el “Kisi” So ria y el “Kuso” So ria… No creo que sean parientes. Hay un famoso apodo de nuestros tiempos: el de nuestro querido amigo “Ja n k a” Mo re n o … ¿Cuál será su significado? En Santa Cruz hay un bonito bar muy frecuentado por cochabambinos … Se llama “El Karaleits”. Como te puedes imaginar, su dueño y siempre buen amigo es el “Karalatas” So l í s, que comparte su apodo con otro de apellido Ca n e d o. Nu e s t ros héroes también tenían apodos: la “ Ciega” Ga n d a rillas, que cuida la “Co ronilla”. ¿Y n u e s t ro gran amigo que vo l a b a muy alto y cuida de sus amigos? El “Ca m u f e” Tardío QEPD. A mi hermano Juan Carlos lo apodé de “Go o g l e”, pero re a lmente este apodo no hace justicia a cuanto el sabía… Seguramente te acordarás de aquel famoso anfiteatro en la zona Sur de Cochabamba… Aquél que merodeabas en las noches manejando el Jeep de tu abuela Antonia buscando despilfarrar tu riqueza… con las princesas nocturnas… Bueno, este anfiteatro tiene el mismo nombre que el apodo de un gran futbolista boliviano, capitán del seleccionado Bolivia y entrenador del Wilster cuando tu pad re estaba en el dire c t o rio… El “Acho”, Alberto Achá… que tenía
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un hermano que no jugaba futbol, el “ Cojito” Achá. Y hablando de las Pri n c e s a s nocturnas… ¿Te acuerdas de mi primo que “computa” día y noche?... El “IBM” Qu i roga. Viviendo hoy en Chile, te acordarás que en nuestro tiempo Cochabamba, además de ser el gran e ro de Bolivia, también era el florero… De esa época son la Irma Mo rales y su esposo el “Charlie Flower”, a quien tú admira b a s cuando se vestía de caoboisito… ¡Ah! ¿Y la “Violeta” Martínez? Hay apodos cuyos recipientes no los puedo identificar : La “Trueno”, porque le caía al esposo el rato menos pensado, cuando estaba con sus amigos tomaba unos tragos… Y “Di o s”, porque este individuo estaba en todas partes y nadie lo podía ver… Apodos de amigos que están en la ve j ez: el “Abuelo” Ga rafulic . Un cochala que presto muchos servicios en momentos difíciles: el “Chicho” CP5GC Mo re n o QEPD y su hermano corredor de motos, el famoso “Bo b i ”. Ayer fui a misa. El sermón era s o b re la oveja perdida… Me acordé de alguien que fue nuest ro amigo: el “Lu x e n” Gumucio. ¿Y quien de nuestra época podría olvidarse de “D I S S S SCO M M M M M A N N N N NIAAAAAAA”, de nuestro amigo “P i l i n c h o” Oro p eza de los Ll an o s, que fue la pri m e ra guitarra de Los Pepes? No me re f i e ro al Pepe de la Reza, Pepe Vi r re i ra o al Pepe Prada. Hay muchos apodos adoptados del diminutivo de su nomb re… Pe ro, hay uno solo que realmente perd u ra: Oky… De sg ra c i a d a m e n t e, no me acuerd o su apellido… ¡Creo que es el Chiarella! Otro famoso “cochala”: ¿el fot ó g rafo que viajaba por todas partes sacando fotografías y re-
g i s t rando lo linda que es Bo l i v i a , sus mujeres y personajes? El “Turista” Torrico… Te aconsejo que c o m p res el libro de sus fotografías que se publico en honor a su 100 aniversario… Es muy lindo e histórico. De los interminables Ga l i n d o, sin duda te acuerdas del “Qu i c o” ¡El Always refinado (quise decir domado) por una Jet! El “Qu i c o” es muy amigo del “Judas” Se l e m e … Juntos eran “Qu i c o j u d a s”, y de su hermanita la “Qu i c a”. ¿Cómo no hacerte re c u e rdo de nuestros amigos de infancia, los canillitas Canelas: “Lalo”, “Co c o” Q E P D, “C h a w i ”, “Feni”… Cre o que todos los descendientes adoptaron esta profesión… ¡Qu é vaca lechera más buena! No me re f i e ro a la vaca premiada de la Angostura, sino a Los Ti e m p o s. ¡Qué Tiempos aquellos…! Hay otros apodos famosos, como el “Ol o l o” Ga l i n d o, QEPD, p a d re del “M á s” y del “Me n o s”, Q E P D, y del piloto “Ka k u”… el Ve l oz “Cu c h o” Mo rales QEPD; “Wacho” Za m o ra n o, QEPD; “Julic o” Qu i roga, “Quiqui” Sa l c e d o, “Pichitanca” Soria, “Ka l o” Mont a n o, “Me m o” Lopez, “C h i c h í n” Guzman, “Piqui” Urquidi, Puchi Alaiza, QEPD, “Huallpo” Urioste, “Fe c h o” Ro l l a n o, QEPD, “C h o rcho” Bo rda, QEPD, la “Luli” Tard í o, QEPD, “To t o” Roca, QEPD, “Pocho” Roca, “Flecha” Qu i roga. Uno de mis apodos favoritos es el de “Al Pachino”, dado al ex p residente del Perú Fu j i m o ri … por ser cruce de Alpaca con Chino. Y dime tú, Lorito, ¿qué dicen los chilenos, que se creen tan sab i d o s, de nuestro Pre s i d e n t e ? ¿ Sabáan con qué es cruce? ¿O de qué es cruce?... Y la Emma, que es venezolana, ¿sabe qué bicho lo mal parió a Cáavez? Av i s a m e, p a ra ponerles apodos. Hay tantos y tantos otros apodos dados a gente que conoce-
m o s, conocíamos o que por re f erencia sabemos de ellos, que es imposible para una sola persona a c o rdarse de todos… Ex i s t e n apodos en todas las pro f e s i o n e s, en todas las fra t e rnidades, en todas las familias, en toda la sociedad. Esta lista es sólo un muest reo de ellos, con el solo objeto de agilizar la mente y traer recuerdos de otros tiempos… Si te acuerdas de apodos que no están en esta lista, añádelos y me los mandas de vuelta. Será interesante ver cómo continua algo que tenía que ser una simple respuesta a tu pregunta sobre si “hay osos en Co n n e c t i c u t”. Esta lista está compuesta con la ayuda de va rios colabora d ores, como ser: mi prima Eulalia, la del Ra m i ro Pru d e n c i o, de la Mi r y; el Huguito Mo reno; el “Pampa”, el “Ok y ”, mi hermano el “Negro” y tú. Antes de despedirme no sería justo no re c o rd a rte apodos que marc a ron época… Ninguno como el del “OJMILLO” ¿O será “OKMILLO” o quién sabe “O C M I L LO”? … No importa, es lo mismo,él se llamaba Hu m b e rto Ca p ri l e s, QEPD… Puedo aseg u ra rte que poquísimas personas lo conocían por su nombre de pila…Él vivía con la “Bo l a c h a” Urquidi, QEPD, y era celoso g u a rdián de las “Mo n t e q u í n”, una de ellas QEPD. ¿Y entre los apodos notables de la Antigua Cochabamba, aquellos cuyo origen es conocido por pocos? Me re f i e ro al “Ba d i l e j o” de la Reza, al “Ba l a” Mo re n o, al “Mo re n c i a” Mo re n o, al “ Vicunky” Veltzé, al “Chaleco” Mora l e s, al “Ma c h a” Pozo, QEPD, al “Huaykumono” Vi r re i ra, y seguro que habrán otros que se me escapan… O no los sé. Como habrás podido observar, querido “L o ro”, hay muchos apodados que ya descansan en paz; otros que ya están descansando
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y, yo no sé, habrán otros que están a punto de descansar, y otros que quieren descansar pero no pueden… Unos pocos que no saben si están descansando….Y o t ros como yo, que no queremos descansar… Seguimos en la joda… Pe ro no en aquella de hace 50 y más años! Y, finalmente, como la lista es tan larga, espero que no haya hecho descansar a alguien… ¡que aún no está cansado! Por favor, ¡no me preguntes si hay alguna otro animal en Co nnecticut! En mi próxima te mandare la lista de los diez que no tienen apodos en Cochabamba…. No pongas mucha atención ni critiques mis faltas de ortografía… Mi mamá decía que mi mala ort o g rafía era culpa de nuestro p rofesor “Ca b rito” Ca b reri zo, por no enseñarme bien… y yo estoy muy de acuerdo…. Pe ro, si mi mala ortografía y mala puntuación te molestan, por favor, corrige y “haceme” quedar bien… Tan importante será conseguir a un “Quechuista” para corregir las p a l a b ras en Quechua que las escribí fonéticamente. Un fuerte abra zo, MdlR. NOTA FINAL.- Hay varias versiones de este texto suculento que circulan en Internet. La may oría de los personajes citados viven actualmente o dejaron una memoria gra t a . Es un documento inestimable para recordar a estos personajes genuinamente cochabambinos, una página memorable de la Pic a rdía Boliviana y un re g i s t ro i n e n c o n t rable en otras fuentes. A g radecemos a don Marcelo de la Reza por su generosa contribución a pre s e rvar la memori a de estos amigos y, en especial, a Patricio Ga l i n d o, quien nos proporcionó la presente copia.
Academia de la Picardía
Boliviana E
n agosto de 1999, el visitante más ilustre a la Feria Internacional del Libro, celebrada en La Paz, fue el escritor Armando Ji m é n ez, padre y fundador de la Academia de la Picardía Mexicana, cuyos libros vendidos han pasado los 8 millones de ejemplares, siendo de lejos el escritor latinoamericano más ve ndido, cuyas obras, además han sido prologadas por Premios Nobel como Octavio Paz, Gabriel García M á rq u ez y Camilo José Cela, así
como por el gran polígrafo mexicano Alfonso Reyes. El Ojo de Vidrio lo invitó de inmediato a Cochabamba, donde prestigiosos intelectuales y militantes de la buena vida valluna le h i c i e ron un cálido homenaje en Los Cantaritos II. Urbano Campos sirvió de anfitrión y allí, bajo el padrinazgo de Armando Ji m énez, se fundó la Academia de la Picardía Boliviana, cuyo deán es el Ojo de Vidrio. La Academia instituirá para el
En 1993 circuló el suplemento Ojo de Vidrio bajo la codirección de Paulovich (izq.) y el Cronista. La foto fue tomada en el Club de La Paz.
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año 2001 el Premio Nacional del Humor, que estará muy bien dotado económicamente y tendrá además una estatuilla recordatoria y una colección completa de los libros de Jiménez. A principios del próximo año publicaremos la convocatoria. Se entiende por Picardía aquel g é n e ro expre s i vo, oral, verbal o visual, que normalmente es de autor anónimo pues recoge el buen humor, la chispa, el duende del pueblo, que siempre tiene el refrán, el dicho, la copla, el apodo, la frase oportuna para provocar el festejo de la concurrencia. Grandes cronistas de la Picardía Boliviana han sido Nicolás Fernández Na ranjo, con su Diccionario de Bolivianismos, que es un gran clásico; don Víctor Varas Reyes, con El Castellano Popular en Ta rija, don Ge rmán Co i m b ra Sanz, con El Castellano de Santa Cruz – 1992; Peter Travesí, con sus personajes típicamente bolivianos; Paz Padilla Osinaga, particularmente con su libro de cuentos Nel Umbral, que recoge pícaras expresiones va l l e g randinas; He rnando Sanabria Fernández, también oriundo de Vallegrande, genial recopilador de la copla criolla; Alfonso Prudencio Claure, Pa u l ovich, con su conocida columna “La Noticia de Perfil” y sus libros ya innumerables –Diccionario del Cholo Il u s t ra d o, Rosca
Rosca ¿Qué estás haciendo?, Conversaciones en el mote, y otras; Raúl Salmón y todos los cultores del teatro popular; David Santalla, Cacho Mendieta, el gran petiso Coco Ma n t o, Adolfo Mier Riva s, Alberto Ga s s e r, Jenny Se r rano, Felipe Aramayo, Manolo Molina, Gery Sandoval, Rubeck Molina, el dúo Daza-Ferrante, Urbano Campos con sus columnas y sus escritos publicados en el suplemento Viernes de So l t e ro de Los Tiempos; el Ojo de Vidrio con su columna, la revista Vi e rnes de Soltero y el popular ch’akigrama; el finado Armando Antezana, el Gordo Jajá; Gonzalo Hermosa, director de Los Kharkas, eximio cultor de la copla picaresca; los Thakipayas con su humor de tierra a d e n t ro, los grandes caricaturistas como Pipo Ve l a s c o, Lu z b e l , Pepe Lu q u e, Alejandro Sa l a z a r, Yawar Mallku y por supuesto los miles de héroes anónimos que cada día nos hacen reír con sus aros, chistes y coplillas. De modo que, al inicio nomás, ya somos un equipo poderosísim o, con algunos finados que a fuerza de reír pasaron a mejor vida, y algunos pichones que ya dan mucho qué hablar. APODOS Un mecanismo básico de la Picardía Boliviana, es el encuentro e n t re idiomas distintos, que de por sí nos hace reír aunque algunos gringos no entiendan por qué reímos. Como por ejemplo cuando a un criollo que se hace el gringo le decimos Yana gringo (yana = negro; gringo = americano de los Estados Unidos o en general rubio de origen euro p e o, o Cielo wawita, que se dice a un personaje buenito, o Ágil siki –culo ágil; o Cuete simi = boca de cohete. ACA TANTANA CHAKI Abogados, los de antes. Allá en
Era el apodo del actual Pasaje San Rafael. Este letrero es de Toledo.
mis años de estudio en la Facultad de Derecho de San Simón, en Cochabamba, tuve la suerte de heredar los amigos de mi hermano. Entre ellos, el Dr. Jorge Rojas Ma d rid había inmortalizado una letrilla más bien larga y erótica, de la cual sólo recuerdo un verso: “Yo conocí el Orinoco de tu Pernambuco”. Un maestro de elevado talento administrativo aunque descendido de estatura, era el Dr. Julio Alberto d’ Av i s, Cacho de n o m b re familiar. Manejaba una motoneta Vespa y si figura era inconfundible en la atmósfera parroquial de Cochabamba en los años cincuenta. Cierta vez, Jo rg e Suárez, poeta mayor que frecuentó la lectura de los españoles del Siglo de Oro, le dedicó un poema s a t í rico que publicaba diari amente en el diario “El Mu n d o”, bajo el rubro “...”, en el cual explotaba el atributo más visible del i l u s t re maestro: su cortedad de estatura. Muy enojado, el Ca c h o d’Avis le envió una carta que Suárez reprodujo en su columna. Decía: “Le prevengo, Suárez, que no vuelva a ocuparse de mí porque
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soy hombre de pocas pulgas. Suárez reprodujo la carta con un ast e risco final que remitía a una aclaración: “Donde dice ‘pulgas’, léase ‘pulgadas’. ¿De qué se había enojado el ilustre profesor? Una t a rd e, Su á rez lo había visto en afanes de cobrar un cheque en el antiguo Banco Mercantil, que tenía mesones ingleses muy altos, donde los clientes solían firmar al dorso de los cheques. Viendo la tribulación del Dr. D’Avis tra t a ndo de escribir en pupitre tan elevado, reclamó que no se hicieran banquitos en los bancos, para tratar a los petisos. De allí vino la polémica. Otro abogado famoso era el Dr. A l f redo Jiménez, a quien por su cabello hirsuto peinado a la gomina le decían familiarm e n t e Chanchopelo. El propio Jiménez sugirió a sus colegas que su nombre familiar no era Chanchopelo, sino Chanpé, a la usanza francesa. Hombre de dichos rotundos y de amistades y enemistades irrenunciables, odiaba a un respetable ciudadano, pro p i e t a rio de una picantería de pre s t i g i o, lla-
mada Bar “Loritos” y no tardó en endilgarle un apodo que aludía a su curiosa forma de cojear arrastando el pie derecho como pateando chanfle, es decir, como si c a m i n a ra juntando exc re m e n t o : le decía Aca tantana chaki: pie que va juntando mierda. ALCUZA Es usual que los tipos más populares en el medio cochabambin o, vo l u n t a ria o invo l u n t a ri amente se muevan de mesa en mesa. No deberían hacerlo, al menos para evitar un viejo apodo: Alcuza. ANÍS PETACA Se atribuye al sol el nacimiento de pequeños astros negros en la piel de la gente, que a veces se ven bien en los hombros de una doncella, pero otras tantas molestan a quienes los padecen. A esos pecosos se les llama Anís Petaca, petaca de anís. ASNA CHAKI Esta es una penitencia, normalmente merecida, que en tiempo de nuestros abuelos olía a cuero mal curtido, pero que se agravó en la época de los zapatos deportivos y las suelas sintéticas, que alborotan las moléculas del mal olor en los pies. A esos patas hediondas la malicia popular los llama Asna Chakis, que en quechua quiere decir literalmente pies hediondos. A la misma familia pertenece un apodo más ominoso: Asna Runtu, que en buen romance significa compañones hediondos. BALCÓN JETA Familias re a l e s, como la de los célebres Habsburgo, cuyo máximo exponente es el empera d o r Carlos V que construyó su imperio con la plata del Cerro Rico de Potosí, tenían como atributo fa-
miliar el prognatismo, que consiste en un crecimiento desmesurado de la mandíbula inferior. En quechua, se conoce sin medias tintas a estos individuos con el apodo de K’akilos. Claro que la imaginación criolla es menos críptica; de este modo logró un sinómino más entendible: Ba l c ó n jeta. Un Balcón jeta ilustre fue el poeta chuquisaqueño Julio Ameller Ramallo, de quien se recuerda que tenía tal espacio en el hemiciclo de su mandíbula inferi o r que parecía un palco del Teatro Municipal de La Paz. BILLAR BOLA Un tormento masculino es, sin duda, la caída del cabello, que hace huir a las mujeres superf i c i ales, porque las muy avisadas se han convencido hace tiempo que los calvos son por lo general bien armados y buenos para los placeres de Venus. Les dicen que se han quedado así porque sus pare j a s, en trance de hacer el amor, tratan de re t i rarlos porque no re s i s t e n más. ¡Basta! ¡Basta! De ese modo quedan calvos. El apelativo de Billar Bola es tan gráfico que no necesita explicación. CHUYMA LUNTHATA Este apodo se justifica por sí mismo, sobre todo por su sonoridad, y es grito de guerra de los valerosos oriundos de la provincia... del Departamento aymara de La Paz. Significa en el idioma de los herederos direcgtos de Tiwanaku Robacorazón. DIBUJO LIBRE Tarija es sin duda el más grande repositorio del humor criollo en Bolivia. Muchas de las ocurrencias tarijeñas no tienen historia, porque se fabrican en cada episodio de la vida cotidiana. Los tarijeños cometen un humor de perpetuo presente. A ello se debe es-
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te apodo que en algún momento se dio a un tipo tan desgarbado como dibujo de niño, y entonces se lo llamó Dibujo Libre. FATIGUILLA Los hombres no pueden justific a r s e, porque no es de ningún modo atributo exc l u s i vo de la mujer el afanarse innecesari amente por cosas de poca monta. De este modo, a hombres y mujeres que tienen este defecto se los llama Fatiguillas o Falso Afán. FIERRO BOLSA Uno de los peores defectos hum a n o s, porque denota ausencia de vida, es el ser tacaño. A un amigo que tardaba una eternidad en llevarse la mano a la billetera para amortizar el consumo de la mesa le decían La billetera más lenta del Oeste. A otro le dicen todavía Gallina vieja, porque come, bebe y no pone. En la cultura criolla se cree que el tacaño tiene los bolsillos de lata o de un metal aun más duro. Por eso se les dice Fierro Bolsa. FIESTA MANICITO Pocas experiencias hay en la vida conyugal menos propicias para el amor o la amistad que despertar a la pareja a media siesta. Del mismo modo, la forma más torpe de negociar un buen cont ra t o, un arreglo profesional o una decisión pública, es forzarla en una reunión formal. En ambos casos, es decir, cuando uno quiere el favor de una mujer o cuando necesita la decisión de un grupo de ejecutivos para hacer un buen negocio, la gente no vacila en invitar una buena cena, debidamente regada, al cabo de la cual el mundo se inclina en el sentido de nuestros planes. ¿Por qué? A mi juicio el problema se reduce al problema del ph. Si la cónyuge o el jefe tiene el ph ácido, seguro
que negará cualquier petición y responderá consciente de su poder; conviene entonces camb i a r l o co n m a n j a re s q u e l o v u e l van alcalino. Esa es la misión del maní, y por eso es un c o n v id a d o d e h o n o r e n u n a fiesta. De ahí viene el apodo Fiesta manicito, o Manicito de todas las fiestas. FUSIL PIERNA En estas latitudes se tiene preferencia por la mujer de estatura mediana y remachadita, de modo que tenga todo más juntito. Es ra ro el criollo que se aficione de una mujer alta. Por eso, a una dama de piernas largas y flacas se la llama Fusil Pierna: piern a de fusil. KHARA WISA En tiempos de la Real Audiencia de Charc a s, no faltaban caballeros que usaban la levita en cueros, por falta de camisa. Les bastaba ocultar el triángulo visible con un lienzo almidonado. De allí viene el apodo de Khara Wisa, barriga pelada. Otros prefieren Khara pecho, que es apodo re g i o n a l atribuible a todos los chuquisaqueños. K JUCHI H OCICO. -Boca de chancho, o tipo malhablado. KIMSA PA R LA .- “Triple palab ra”, es decir, tipo que tiene tres pareceres distintos.
La chispa cochabambina se originó en estos escenarios de encuentro.
tegrante de banda de música. LAUT’INCHO.- Tipo flaco, deshuañangado, largo.
LA PH I N C H O. - Ay m a ra. Ti p o largado. LATA KIRU.- Que tiene dientes encasquillados en metal.
TOJPI.- Loco.
L LA N TA BAJA.- Co j i t o. Así le decían a una popular ve n d e d o ra de llauchas en La Paz.
T U N TA PE Q ’ E. - Ay m a ra. Ti p o canoso, cabeza de tunta (chuño blanco).
MANKAGASTO.- Tragadebalde, o también k’asi okho en quechua.
WALLPAPECHO.- Tipo o mujer pretenciosos con abundante pechuga.
MASCA RIELES.- Desdentado, phallpa en quechua. N I TAJ CHOLA NITAJ NIÑA.Birlocha, ex cholita.
WANK’U JINETE. - Ay m a ra . También Qowi Chalán (quechua). Petiso jinete de conejos. WA R M I C H A L L PA . - Tipo que pega a su mujer.
ÑAKAY NIÑA.- Id. PAILA NINGRI.- Orejas de paila. P’AJLA.- Calvo.
K H O Ñ I C H I .- Comida de aye r recalentada. Se dice a la persona que lleva noticias atrasadas.
PUNKU VOLTEA.- Tipo que patea puertas y las voltea.
PALTA KIRU.- Dientes de palta, grandes.
WISTU NEGOCIO. - Tipo que hace negocios torcidos. W I S TTU PICU.- Pico torc i d o. Célebre personaje que horneaba deliciosas empanadas que todavía son populares.
PERQA BALEA.- Pared baleada. Se les dice a los fieros, que enfermaron viruela.
YANA MOLLEJA.- Muy moreno.
PUCA KJUCHI.- Chancho colorado, en aymara WILAKJUCHI.
YANKI LLOKHALLA.- Como Yana gringo, muchacho criollo que se hace el yanki.
LATA PHUKU.- Sopla latas, in-
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YANA ALMA.- Alma negra.
Encomio de Don Alfonso Gumucio E l 3 de agosto pasado, Alfonso Gumucio Re yes hub i e ra cumplido 97 años. Lo re c u e rda s u hijo, Alfonso Gumucio Da g ron, con quien nos iniciamos juntos en las let ra s. Paz Estenssoro lo re c o rd a b a con especial devoción. “Un hombre íntegro, puro, de una calidad humana incre í b l e. Cómo no quisiera tenerlo al Fl aco Gumu cio a quí”, le dijo a Ed u a rdo Ascarrunz. “En abril del 52, en Buenos Aire s, seguíamos los acontecimientos conjeturand o, haciendo cálculos entre el triunfo y la derrota. Alfonso nos miraba incrédulo. Su mente estaba en otra cosa. ‘Po b re gente, cómo nos estamos matando, pob re país el nuestro’, decía con la p a t ria doliéndole en el alma. Lu e g o, en pleno festejo, nos hacía aterrizar: ‘Ya deberíamos tener un plan para los pri m e ro s m e s e s, dejemos de embri a g a rnos con la victoria’, decía. A mi l a d o, en el avión que nos tra j o, no dejaba de anotar ideas para el discurso”. El Flaco Gumucio, como se lo conocía, dirigió la política de diversificación económica desde la Co r p o ración Boliviana de Fom e n t o, con un celo difícil de i g u a l a r. Dejó como re c u e rdo el puente que lleva su nombre en el Trópico de Cochabamba, el Ingenio Guabirá, las plantaciones de arroz de la Colonia Okinawa, conformada por 600 fami-
lias de migrantes japoneses. Según Ed u a rdo Ascarrunz, Paz E s t e n s s o ro resumía la obra de Gumucio Reyes en estos términos: “Todo lo que es Santa Cruz se lo debe a él”. Mi e n t ras asignábamos dos o tres millones de dólares para potenciar Y P F B, imagín e s e, el Flaco exigía 40 millones p a ra concluir la carre t e ra Coc h a b a m b a - Santa Cruz e iniciar la vert e b ración caminera y el desarrollo cruceño. Era un autodidacta, pero hablaba de igual a igual con los ingeniero s, les obs e rvaba hasta los cálculos para soportar un puente. Era un pelig ro, un loco: proponía, hacía p roye c t o s, conseguía el financiamiento externo y ejecutaba el plan. No se podía hablar de un p royecto grande o chico delante de él; a las semanas ya estaba con el estudio final”. A un año de la Re volución del 52, Gumucio Re yes sembró la o b ra acaso más dura d e ra de ese p roceso: la ganadería del Orient e, cuando importó del Bra s i l 150 vaquillas y 10 toros de ganado cebú, que cru z a ron con 600 vacas y 10 toros criollos arre a d o s de Santa Cruz a Re ye s. El testimonio de Paz Estenssoro es elocuente: “Cuando el plan se conoció, toda Santa Cruz rió a mandíbula batiente: ‘Qué zonzo el colla Gumucio’, decían, ‘¿qué sabe de los peligros que le esperan? De acá a Re yes hay 1.200 kil ó m e t ros de pampa tórrida, sel-
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va virgen y tierra despoblada. A Re yes va a llegar apenas el 10 por ciento del ganado. Pa ra correr el riesgo del cruce con ganado cebú de difícil manejo, a un costo de decenas de millones de cruze i ro s, el colla tiene que haber p e rdido la cabeza'. Pe ro de las 610 reses que salieron de Puerto Pa i l a s, 605 llegaron a destino, flacas pero en buenas condiciones, junto a 82 tern e ro sanos nacidos en el tra yecto”. El hombre que labró el futuro del país en el Oriente boliviano m u rió en la pobreza, según rec o rdaba Don V í c t o r: Así era el Fl a c o, genial, noble y honesto, s o b re todo. ¿Y sabe usted cómo murió?: solo y enfermo. Con sus hijos lejos en su último tiempo. ¡ Po b re! en una casita alquilada, el hombre que más plata manejó en este país en función de gobierno. Usted no sabe cómo fueron sus últimos días, Ed u a rd o. (...) Ya en su retiro de San Lu i s, Tarija, Don Víctor le dijo al hijo de n u e s t ro personaje: “Bolivia le debe al flaco Gumucio más que a nadie”; “tu padre fue el autor del desarrollo del Norte de Sa n t a Cruz, de Alto Beni, el oriente del país; es difícil decir cuál fue su mayor obra, pues lo que destaca es su concepción integral del desarrollo”. Alfonso Gumucio Re yes murió en La Paz el 17 de octubre de 1981, durante la dictadura garciamecista.
Gumucio Reyes flanquaado por Víctor Paz y por Ramiro Villarroel Claure en 1963.
Vista del Tunari con la ciudad moderna que emerge bajo su cobijo.
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un k’allu tamaño guinness En cierta ocasión detuvieron a René Za valeta Me rcado y de pronto se sorprendió de ver también entre rejas a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Le preguntó entonces: “¿Y tú, qué haces aquí?” Marcelo le contestó con un asomo de sonrisa: “¿Tú nomás tienes derecho?” Ma rcelo ejerció el periodismo de opinión con suceso palpable en la prensa boliviana cuando fundó el periódico El Sol. Firmaba algunas de sus notas con el seudónimo de “Ma rzo”, porq u e había nacido el 13 de marzo de 1931 y porque era como una c o n t racción de su nombre y aca-
so una re f e rencia a Ma rt e. Un a edición póstuma de sus papeles inéditos lleva por título Otra vez Ma rzo, en alusión a esta anécdota. Fue elegido diputado y en las sesiones del 30 y 31 de agosto y 3 de septiembre de 1979, pre s e n t ó un alegato de juicio de responsabilidades contra Ba n ze r. Su objetivo era no sólo pronunciar un juicio integral sobre el régimen banze rista con exámenes específicos de cada sector de su política, sino aislar sus re s p o nsabilidades concretas como gobernante de las re s p o n s a b i l i d ades del conjunto de las Fuerzas
A rm a d a s. En sus palabras final e s, Ma rcelo pronunció fra s e s agoreras que al cabo se cumplieron trágicamente el 17 de julio de 1980. Su vida política fue un ascenso continuo y paralelo en dos órdenes: la ética y el socialismo. En esa línea, Marcelo convirtió su línea de conducta personal en un principio de acción de su vida pública. Marcelo hizo un denodado esfuerzo ideológico, programático y estratégico por liberarse de todo resabio nacionalista revolucionario y proclamar el socialismo como nuevo paradigma.
Los heroicos cocineros del Comedor Universitario de San Simón batieron un récord Guinness con este k’allu.
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cómo nació coboce D
on Jaime Méndez Quiroga recuerda con cariño al general René Barrientos Ortuño, presidente de la República en todo el proceso de creación de COBOCE. Lo aprecia por aquello que el malogrado general llamaba el tinkazo de haber apoyado el proyecto tras una breve explicación por parte de Don Jaime y otros socios fundadores, a quienes los animaba el propósito de industrializar el país a través de la participación popular. Re c o g í a n la experiencia acumulada como d i re c t i vos de la Co o p e ra t i va de Ahorro y Crédito Hospicio. Hasta ese momento yo me preguntaba qué se podía hacer por el p a í s. Desconfiaba inicialmente del sistema coopera t i vo, pues ahorrando 10, 20 o 50 bolivianos al mes para prestarse cantidades m í n i m a s, no se podía hacer muc h o. Pe ro la persona que me a r rastró al movimiento cooperat i vo y me llevó a alguna de las asambleas, acabó por convencerme de que me hiciera socio y ahí es donde empecé a engranar en el sistema cooperativo. Cierta vez la asamblea de socios eligió directores y el directorio me propuso la presidencia del Comité de Crédito. Allí la gente hacía cola para pedir préstamos menores. Me conm ovían sus necesidades: había maestros de primaria o secundaria que arrastraban deudas con i n t e reses usura ri o s, a tal punto que el sueldo apenas les alcanzaba para pagar intereses, sin amor-
tizar capital. Así se convertían en e s c l a vos de sus acre e d o re s, sin posibilidad de redimir sus deudas, porque pagaban un interés mensual del 6%. Pero la cooperat i va les dio la solución, porq u e prestaba al 1%. De este modo, en 2 a 3 años se libraban de sus deudas y así confiaban cada vez más en el movimiento cooperativo. Don Jaime atendía la presidencia del Comité de Crédito de la Cooperativa Hospicio dos veces por semana, los lunes y martes de 20 a 22 hora s, pero había tanta gente esperando que a veces se quedaba hasta medianoche o m á s. Re c u e rda con cariño a los i n t e g rantes del Comité: Em i l i o Reyes, un señor Cladera y una señora que trabajaba en la Municipalidad, cuyo nombre no recuerda.. Había gente que venía a pre starse para taxi...pero había demasiados taxis, igual que ahora, y estábamos disminuyendo el trabajo para el resto. Otros querían abrir una tiendita o cualquier negocio menudo, y entonces pensábamos que no estábamos haciendo lo que debíamos hacer: estábamos manteniendo la pobreza y convirtiéndonos más pobres cada vez. En realidad lo que teníamos que hacer era crear ri q u eza y ahí nació la idea de industrializar el país a través de la participación popular. Esa fue la forma que le dimos. Un buen amigo, Emilio Re ye s, que trabajaba con sus parientes en la Fe r retería La Unión, en la
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a c e ra este de la Plaza Principal, me contó que tenía un amigo, el capitán Sanzetenea, que era muy allegado al Presidente Barrientos. Me sugirió que usáramos ese medio para pedir una entrevista con el Pre s i d e n t e. Sa n zetenea era aviador, hombre de confianza de Barrientos. Éste nos concedió la entrevista un día domingo, en su casa de El Rosal. Cuando fuimos allí no estaba el General, lo esperamos media hora pensando en que sería una vergüenza que nos vieran y pensaran que habíamos ido a pedir pegas, así que nos retiramos y dejamos a Emilio Re ye s en su casa. Yo tenía una vagoneta Volkswagen y me acompañaba Benjamín Co rt é s. Allí en la Plaza Colón, cerca de la casa de Benjamín, nos pusimos a conversar; yo tenía que ir a mi quinta rumbo a Sacaba, donde actualmente vive mi hijo Jimmy. Entonces salió su esposa, doña Tila, para avisarnos que había llamado Emilio Re yes para decirnos que Barrientos había llegado a su casa y nos esperaba. Llegamos y nos cruzamos con dos dirigentes campesinos que salían, uno de apellido Juárez y el o t ro, muy conocido, José Ro j a s Guevara. Nos recibió Barrientos y le dijimos que estábamos muy preocupados por la falta de fuentes de trabajo en el país y comenzamos a plantearle nuestro proye c t o. Le pedimos que nos diera vía libre. Por entonces estaba en p royecto la construcción de una f á b rica similar en el río Londo,
La Fábrica de Irpa Irpa, junto al yacimiento de piedra caliza.
donde estaba comprometido Ernesto Pere i ra Qu i roga, peri o d i s t a de Los Ti e m p o s, y otros socios que al parecer habían conseguido financiamiento de Francia a través de un crédito comprometido por el Presidente Charles de Gaulle cuando llegó en visita oficial. No era nuestra intención perjudicar ese proyecto, y así le dijimos a Ba r ri e n t o s, pero, para nuestra sorpresa, nos contestó que el proyecto Londo no iba a marchar y entonces nos ofreció el aval oficial a través de la CBF. Se abría un horizonte que podía convertirse en un abismo si no se tomaba en serio el ofrecimiento del gobierno, si no se respondía adecuadamente a él. Comenzaron los temores. ¿A qué se habían metido? Don Jaime y sus compañ e ros cobocistas, entre ellos su cuñado Hugo Bilbao La Vieja, Federico Díez de Medina y Emilio Rey. No nos recibió porque estaba reunido con el ministro Rolando Pardo Rojas, muy allegado al general Barrientos, y con Enrique
Vaca Guzmán, Presidente de la CBF. Bajaban del despacho del Alcalde “con las cajas destempladas”, cuando se encontra ron con Vaca Guzmán en el pasillo. Don Jaime lo había conocido en los días de colegio y con esa confianza le contó su propósito. Hugo Bilbao La Vieja abordó a Rolando Pardo Rojas y éste reaccionó con entusiasmo. Si el General Ba r rientos ya les había dado su apoyo, los invitaba a visitarlo para ver el tema sobre la marcha. Don Jaime le explicó que no querían el negocio p a ra lucro de unos cuantos, que eran hombres de buena voluntad y de espíritu cooperativista. El próximo paso antes de pedir día y hora para la entrevista era consultarle al Padre José, Secretario Ej e c u t i vo de FENACRE, institución que había respaldado los esfuerzos de don Jaime y los futuros cobocistas para construir la fábrica de cemento. Lastimosamente el padre preparaba un viaje próximo a los Estados Unidos y
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sugirió postergar el tratamiento del tema en la asamblea anual de FENACRE que se celebraría en un año. Don Jaime reaccionó: en un año “se los comía el tigre”. Había que aprobar el apoyo a la fábrica de inmediato. Don Jaime habló con Simón Be l m o n t e, quien se quedaba de Ejecutivo interino en ausencia del titular y con él decidieron viajar a La Paz para la entrevista oficial. Don Jaime y Hugo Bilbao la Vieja re d a c t a ron una Carta de Intenciones, que forma parte del presente libro, y la firmaron el 10 de noviembre de ese año. Ya en La Paz los recibió el coronel Enrique Vargas Guzmán en la mesa de reuniones de la CBF. Lo acompañaban Joaquín Pa z Soldán, uno de los gerentes, Jorge Mustafá y Wenceslao Brozov i c. Este último leyó en voz alta la Carta de Intenciones. Todo terminó en un coctel en el Círculo Italiano para celebrar la aprobación del Gobierno. Parecía que ya habían construido la fábrica pero en realidad comenzaba el pro c e s o
más serio: cómo implementar un p royecto tan grande part i e n d o prácticamente de cero. Don Jaime no ocultaba sus temores. “Estaba t’ukundo”, como confía gráficamente. Retorn a ron a Cochabamba para informar que ya no había forma de volver atrás. Se redoblaron las reuniones nocturn a s, porq u e de día todo el mundo trabajaba en lo suyo. El plan era informar s o b re el proyecto a la Asamblea Anual de FENACRE, que se celebraría el 4 de diciembre. El 10 de noviembre habían presentado la Carta de Intenciones; el 11 retornaron a Cochabamba y el 4 de diciembre sería la asamblea constitutiva de COBOCE. Daba vértigo haberse comprometido tanto con el proyecto. Aquel 4 de diciembre asistió a la asamblea el General Ba r rientos. Fue recibido por una banda de música y luego de los discursos se procedió a vender los primeros 100 certificados de aport a c i ó n por un valor de 20 mil pesos bolivianos que convertidos en dólares eran 1.637 dólares. Esa resultó la base del proyecto cobociano. Hasta entonces no había habido relación alguna de amistad ent re don Jaime y el Ge n e ral Barrientos, cosa muy frecuente entre paisanos que vivían en el valle c o c h a b a m b i n o. Aun más: Barrientos había vivido en la casa de don Jacinto Méndez, en la calle Baptista, pero esto ocurrió mientras don Jaime estudiaba ingeniería en los Estados Unidos durante cinco años. En la casa paterna vivió mucha gente: por ejemplo, la mamá del General Alfredo Ovando Candia, que recibía la visita de su hijo co Presidente. Aun así, Don Jaime re c u e rd a con cariño a Barrientos porque se portó magníficamente en apoyo del proyecto, creyó en los cochabambinos que impulsaban la
construcción de la fábrica y les dio el aval del Gobierno, decisivo para hacer realidad un sueño tan a c a ri c i a d o. Don Jaime destaca que lo hizo sin condicionamientos financieros o políticos, pues por entonces había fundado el Movimiento Popular Cri s t i a n o, para consolidar orgánicamente la base social innegable que lo apoyaba. Don Jaime destaca también la conducta de Víctor Paz Estenssoro, que años más tarde, como aliado del entonces pre s i d e n t e Banzer, impulsaría decididamente la construcción de la fábrica. Enrique Vargas Guzmán le confió a don Jaime que acababa de sacarle “una papa caliente” de las m a n o s, porque el Comité Cívico cochabambino lo estaba pre s i onando para apoyar el proyecto de río Londo, propuesto por 5 o 7 socios que querían aprovechar el crédito francés ofrecido dura n t e la visita oficial del Pre s i d e n t e Charles de Gaulle. Más tarde estudiamos la materia prima en la zona del río Londo y no tenía una base muy sólida. De todas formas, no era intención de los cobocianos quitarle nada a nadie: no había cemento suficiente para la demanda en Bolivia. No estaban repitiendo una práctica común: si a alguien le va bien, todos quieren invertir en ese rubro. Don Jaime sabía muy bien la dimensión de la escasez de cemento, porque en ese contexto trabajaba su padre, don Jacinto, con una fábrica de mosaicos que no podía desarrollar por escasez de materia prima. Había que acudir a la Casa Grace a pedirle al señor Ram í rez, hombre de corbatita rosón, según lo recuerda don Jaime, 20 bolsas para recibir apenas 5, porque la escasez era tremenda. Como que la pequeña fábrica tuvo que cerra r s e. La Cámara de Co n s t rucción de Co c h a b a m b a negociaba por entonces 5.000
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bolsas al mes como cupo para la región; una insignificancia si cons i d e ramos que hoy se producen entre 15.000 y 20.000 bolsas diarias en COBOCE, con tendencia constante al alza por la sobredemanda. Mientras estudiaba en los Estados Unidos, don Jaime re c ibía continuas quejas de su padre sobre la escasez de cemento. Precisamente en una de esas cartas, don Jacinto Méndez le sugiri ó que se interesara en ver si se podría hacer una fábrica de cemento en la región. Don Jaime recuerda que acudió a la biblioteca a investigar costos, y cuando comprobó que se hablaba de millones de dólares, juzgó que era un sueño imposible. Y sin embargo se hizo realidad. UN SUEÑO REALIZ ADO Tres soñadores llevaron adelante un proyecto de desarrollo que hoy mira a China, el mercado más grande del mundo, siempre necesitado de hierro y cemento para las numerosas obras de infra e st ru c t u ra en ese gran país. El l o s son: Fe d e rico Díez de Me d i n a , Gastón Pol y Jaime Méndez. El primero pasó a mejor vida y dejó un ejemplo de solidaridad y espíritu cooperativista; el segundo es un gran pedagogo, y el tercero, un hombre sencillo que vivió un sueño y tuvo el tesón de realizarlo. Si uno compara las conjetura s iniciales, los estudios de costos y los pri m e ros esfuerzo s, se sorp rende del crecimiento de un proyecto que en sus inicios no parecía tener tantas perspectiva s, tantas como empresas subsidiarias fundó en provisión de hormigón armado, cerámica, vivienda y otras. Una de ellas es la provisión de pavimento rígido, que tiene mayor duración que el asfalto y ayuda a construir obras de infraestructura caminera más duraderas.
por qué se llama calle tt e . arévalo
M
uchas veces me he preguntado por qué no hay un libro biográfico de las calles de Cochabamba, entre ellas, una próxima a mi domicilio, la Teniente Aréva l o. ¿Quién era este ilustre señor? Era el Su b t eniente Antonio Arévalo La Se rn a (1908-1932), el primer oficial del Ej é rcito Boliviano que inmoló su vida en Laguna Chuquisaca, al inicio de la Gu e r ra del Chaco, el 29 de junio de 1932. Nació en Cochabamba el 15 de enero de 1908 y era nieto del Héroe de la Guerra
El legendario Dr. Aréva l o, famoso patólogo.
del Pacífico, Dr. Mariano Fernando Arévalo Maldonado, Cirujano del legendario Batallón Aroma. El Dr. Mariano Fernando Arévalo Maldonado fue uno de los prim e ros dire c t o res del Ho s p i t a l Viedma y propietario de esa lengua de tierra ubicada al oeste del Paseo del Prado hasta el Río Rocha, partiendo del Monumento al L i b e rtador Bo l í va r. Era tío del científico Dr. José Santos Arévalo Fernández. Estos datos se los debo a don Jorge Arévalo, quien los guarda con devoción, al igual que la ilustre familia que tiene numerosos abogados, médicos, dentistas, ingenieros y otros profesionales. José Santos Arévalo era patólogo y catedrático de la especialidad. Según el Dr. Jaime Ríos Dalenz, el Dr. Arévalo nació y vivió niñez y adolescencia en Cochabamba; estudió Medicina en la Un i versidad Ma yor de San Andrés, en La Paz, y egresó en 1930. Fu e ron sus compañeros: Ca s t o Pinilla, Rafael Sa rdón, Donato Gamarra y Néstor Salinas Aramayo. De esa época recuerdan la voz y la guitarra del Dr. Arévalo cantando tangos de la época. Su tesis “Profilaxis de la tuberculosis” le permitió graduarse como Médico y viajar a Buenos Aires en busca de especialidad, porque fue discípulo del maestro español Pío del Río Ortega. Los Archivos bolivianos de Historia de la Medicina (Vol. 4 Nº 1 – enero-junio 1998) recuerdan que
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siguió la escuela de Ramón y Cajal ligando la Histología con el arte de las impregnaciones de Argentina, disciplinas que le permitieron estudiar el sistema nervioso central. De ese modo fue catedrático de Histología en San And r é s, de La Paz. Uno de sus ayudantes, el Dr. Fermín Humboldt Ba r re ro, maestro, entre otro s, de Néstor Paz Zamora, le sucedió como catedrático y colocó su retrato en la cabecera del aula principal de la especialidad. Entre 1940 y 1941 estudió la especialidad en México, con Is a a c Costero, un maestro de varias gen e raciones de patólogos mexicanos, que había sido también discípulo de Pío del Río Ortega. Otro discípulo de Ortega, que fue muy amigo del Dr. Arévalo, fue el patólogo argentino Moisés Pollack. A su retorno a La Paz, Arévalo ganó por examen de competencia la c á t e d ra de Anatomía Patológica, que antes regentaba el Dr. Guillermo Pacheco Ro m e ro, a quien le decían “Mc Callum” Pacheco, debido a que se había formado en los Estados Unidos y tuvo al famoso Mc Callum como docente en Baltimore. Pacheco era devoto de la Neumología, que practicaba en el Hospital Broncopulmonar y en su clínica pri vada, la Casa de Piedra. Como catedrático, el Dr. Arévalo era famoso por la precisión de sus autopsias, que eran un modelo de meticulosidad y correlación clínico patológica que trazaba en
dos pizarrones: en uno, los datos clínicos, y en el otro, los hallazgos encontra d o s, y por fin, los diagnósticos. Sus ayudantes eran en realidad residentes, aunque no se conocía en Bolivia esa obligación actual. En los Arc h i vos Bolivianos de Hi s t o ria de la Medicina, sus discípulos de pre g rado re c u e rd a n su proverbial dureza de carácter. Lo veían ingresar a su pri m e ra clase: un hombre delgado, de mediana estatura y de ojos inq u i s i d o res que brillaban como ascuas debajo de sus cejas espes a s, según el Dr. Alcázar Velasco.
Entonces el Dr. Arévalo los re t aba a abandonar la Ca r re ra y dedicarse a oficios más blandos y re m u n e ra t i vo s, pues sólo quienes aceptaban de antemano los sacrificios de una vida de estudio podían proseguir sus estudios m é d i c o s. Muchas biopsias, que p racticaba en su domicilio, no c o b raba. Fue el impulsor del Se rvicio de Anatomía Patológica del Hospital Obrero de La Paz, pero falleció a poco de haberse inaug u ra d o. El ejercicio de la Medicina le absorbió todo su tiempo, a tal punto que se casó poco antes de
su deceso. “Tenía muchas excentricidades, como la de deambular por los pasillos del Hospital Gen e ral de Mi ra f l o res del bra zo de un oligofrénico llamado Lechito, a quien presentaba como su mejor amigo. Murió el 5 de abril de 1956 en su casa de la calle Cuba, en Mi raflores, mientras estudiaba láminas histológicas al microscopio, tomaba notas y revisaba exámenes de fin de año. Junto al Dr. O rozc o, en Su c re, y Fe rn á n d ez L a f a ye, en Cochabamba, fue uno de los iniciadores de la Patología en Bolivia.
Este hermoso lienzo se conserva en el Restaurant Tunari. Es propiedad del Dr. Casimiro Arévalo.
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el humor cool de ma rc e lo
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n cierta ocasión detuvieron a René Za valeta Mercado y de pronto se sorprendió de ver también entre rejas a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Le preguntó
entonces: “¿Y tú, qué haces aquí?” Marcelo le contestó con un asomo de sonrisa: “¿Tú nomás tienes derecho?” Ma rcelo ejerció el periodismo
No hay palabras suficientes para recordar la noble memoria de Marcelo.
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de opinión con suceso palpable en la prensa boliviana cuando fundó el periódico El Sol. Firmaba algunas de sus notas con el seudónimo de “Marzo”, porque había nacido el 13 de marzo de 1931 y porque era como una contracción de su nombre y acaso una referencia a Ma rt e. Una edición póstuma de sus papeles inéditos lleva por título Otra vez Marzo, en alusión a esta anécdota. Fue elegido diputado y en las sesiones del 30 y 31 de agosto y 3 de septiembre de 1979, presentó un alegato de juicio de responsabilidades contra Banzer. Su objet i vo era no sólo pronunciar un juicio integral sobre el régimen banzerista con exámenes específicos de cada sector de su política, sino aislar sus responsabilidades c o n c retas como gobernante de las responsabilidades del conjunto de las Fuerzas Armadas. En sus p a l a b ras finales, Ma rcelo pronunció frases agoreras que al cabo se cumplieron trágicamente el 17 de julio de 1980. Su vida política fue un ascenso continuo y paralelo en dos órdenes: la ética y el socialismo. En esa línea, Marcelo convirtió su línea de conducta personal en un principio de acción de su vida pública. Marcelo hizo un denodado esfuerzo ideológico, programático y estratégico por liberarse de todo resabio nacionalista revolucionario y proclamar el socialismo como nuevo paradigma.
apuntes sobre jorge zabala E
s difícil citar las frases geniales de Jorge Zabala, quizá porque su lógica es distinta, no racional sino poética, p resta a relacionar los extre m o s aparentemente más absurdos en una nueva opción de sentido. Escucharlo era viajar a otros mund o s, pero repetir lo que decía sigue siendo difícil. Por eso alabo la memoria de los amigos que pueden citarlo textualmente, con frases maravillosas que supera r í a n con mucho a Ambrose Bi e rc e, a Lautréamont o a Cioran y colmarían un buen volumen. (Es cuestión de proponerse). A fines de agosto conté una anécdota en Facebook sobre este buen amigo que hoy vive en Tiquipaya. Dice así: Una anécdota del inolvidable Jorge Zabala. Me la contó por casualidad Rolando López, esta mañana. Dice que iba en la vieja vagoneta de don Rafito Gumucio, y al pasar vio a Jo rge Zabala que permanecía cara a la pared en la esquina de una casa fuera de rasante. Volvieron a pasar y Jorge seguía en el mismo lugar. Se acerca Rolando y le pregunta si se encontraba bien, y Jorge dio una explicación, que cito de memoria: Le estoy dando la espalda a esta ciudad. No quiero darle el gusto de mirarla. Recibí al menos dos respuestas interesantes, que paso a citar: Alex Federico Rodriguez Un día en la Calle Peru frente al Bustillos, se acercó Jorge y me preguntó: “
Fico, ¿has visto pasar mi conciencia? Estoy vacío”. Y yo le contesté: “¿Qué rasgos tiene? Y me respondió: “Tiene buena cara y ya me tengo que ir”. Y siguió caminando hacia la 25. GARY DAHER En realidad el Jorge que recuerdo, del café en la Heroínas, navegaba entre sus notas. Iba de habitación en habitación de su biblioteca mental, como si fuera un lab e ri n t o. Mágico, salía de Ku b l a Khan de Coleridge para ingresar de pronto en las propiedades de la
hoja de coca y regresar, por así decirlo, de improviso a las consideraciones de las publicaciones supuestamente negadas por el periódico Los Tiempos, zambullirse en apreciaciones sobre los paceños (a quienes miraba con recelo), t ra yendo sin motivo a Se rgio Almaraz Paz, y así por delante. Todo de un solo saque, como si en su s o m b re ro de mago habitara el mundo en un bello caos de eru d iciones. Mientras al rededor todos escuchábamos entre fascinados, incrédulos y dive rt i d o s, a ese sol del café llamado Jorge Zabala.
El grande y recordado Jorge Zabala compartiendo unas Taquiñas con Palillo Foronda.
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la legendaria historia de ssadic
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a historia de Bolivia ha ido des poján dos e de mov imien tos lite ra rios en la medida en que los escri t o re s más conocidos desdeñan pertenecer a agrupaciones, que existen acaso porqu e su nut r i d a clientela suele estar desprovista de humor. No ocurrió así con las dos generaciones de Gesta Bárb a ra, que brillaron por las sutilezas que escribían y, aun mejor, por las salidas que interc a m b i aban en sus tertulias a puerta cerrada. Sin embarg o, Co c h a b a m b a cobijó a una agrupación memora b l e, cuyo nombre no es lícito decir sin adoptar un tono zumbón. Era la Sociedad Si m e m oniana Amateur de In vestigación Criminal (SSADIC), que tuvo un Emperador vitalicio en el Dr. Renato Crespo Paniagua, un Canciller re n o m b rado en el Dr. Enrique Levy Meruvia y socios venerables aunque también militantes de la buena vida, como Ram i ro Vi l l a r roel Claure, Ja i m e O va n d o, Carlos y Julio Albert o d’ Av i s, Grover Su á rez, Ern e s t o Daza On d a rza, We rner Gu t t e ntag, Epifanio Prado y otros, que solían reunirse a partir de los 50s en domicilios part i c u l a res y en quintas de re n o m b re. Co nversé con Antonio Terán Cavero, apodado El Soldado, Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bed re g a l” para conocer detalles, y me confió que el hijo del Dr. Cre s p o, de nombre Renato aun-
que los amigos lo conocemos como Ca m i l o, le dio copia de una novela trunca que SSADIC h abía in icia do co n n ota ble s auspicios de invención y talent o. Terán confesó que se había adscrito a la Sociedad ya en sus p o s t rimerías; que estaba pre s idida por un Emperador asesorado por un Canciller, y que re ndía culto al escritor de nove l a n e g ra Ge o rges Simenon y a su p e r s o n a j e, el Inspector Ma i g ret. Sus miembros solían interc a mbiar art í c u l o s, bro m a s, chistes, notas y comentarios, que circ ulaban en un periódico intern o, en realidad una serie de artículos pegados a máquina. Uno de los sitios favo ritos de re u n i ó n era la Quinta Las Palomitas, ubicada a un costado de la Laguna Cuéllar (hoy canchas auxiliare s del Estadio Félix Capriles). Precisamente allí se inicia la novela de SSAD I C, co n un ca p ít u lo inaugural que se encomendó al Soldado Terán y termina con preguntas inquietantes. Re s u l t a que los socios de SSADIC se re únen en Las Palomitas después de mucho tiempo. En t re t a n t o, h a n a se s in a do a u n o d e s u s miembro s. Es una reunión tensa; una pregunta flota en el ambiente: por qué han dejado de reunirse y quién pudo haber cometido el asesinato. Hay una andanada de indirectas entre los socios, pero de pronto aparece en escena un amigo del muerto, que es nada menos que
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el Inspector Ma i g ret. Da las buenas noches y los socios de SSADIC tiemblan, pues cada uno de ellos guarda un secre t o, y el In spector trata de arrancarlo, pues por ese motivo habían dejado de reunirse por años. Allí termina el primer capítulo, que luego fue desplazándose a capri c h o del escritor de turno, y entonces hay episodios en el Palacio de Portales, en Eu ropa y por fin en China, destino propuesto por Werner Guttentag, donde el In spector continúa la inve s t i g ación. Con el tiempo, algunos socios de SSADIC ya no asistieron a las re u n i o n e s, y se admitió nuevos amigos en reuniones amables que servían para practicar la Rayuela, juego de albañiles y de art e s a n o s, muy poco apre c i a d o por la gente de re s p e t o, como eran los fundadores de SSADIC, que eran prestigiosos juri s c o nsultos e intelectuales. Un campeón de la Rayuela era don Rup e rto Ca rmona, port e ro de los Tribunales y padre de un conocido ciudadano que fue Alcalde Municipal. Según re c u e rda el Soldado Terán, don Ruperto tenía una curiosa manera de arrojar las monedas, porque las sostenía en la palma de la mano y las embocaba al t’ o q o. El amigo Pancho los recibía en la calle Esteban Arze, uno de los sitios de reunión, y Epifanio Prado se encargaba de encargar la comida, buena coca y llujta.
Mis dos amores U no se llama Au ro ra y el otro, Wilstermann. Se nace rojo o celeste y no se cambia más, pero este Cro n i s t a , que nació ro j o, tiene un cari ñ o uniforme por los dos equipos representativos de Cochabamba. El Club Aurora nació al amanecer del 27 de mayo de 1935, cuando un grupo de estudiantes del Instituto Americano decidió fundarlo. No hay mejor fuente para conocer detalles del podero s o Au ro ra que el libro “Grita la hinchada…” de Fernando Ma yorga Ugarte. Es el palmarés completo y comentarios deliciosos sobre un club que acaba de cumplir 76 a ñ o s. Por entonces, el In s t i t u t o Americano funcionaba en la acera este de la Plaza Colón. Recordemos la nómina de su primer directorio: Juan Cerruti, Presidente. René Ruiz, Se c re t a rio Ge n e ra l . Humberto Ferrel Lobo, Te s o re ro. Delegados: Alberto Camacho y Walter Ferrel de la Fuente. Pre s identes honorarios, Timoteo Fer rel de la Fu e n t e, Jacobo Meyer, Is rael Ferzt y Juan Iriart e. Reina del Club: Lidia Gueiler Te j a d a , más tarde primera y única Presidenta de la República. Le dicen El Equipo del Pu e b l o. Su Director Técnico actual es Julio César Baldivieso, gloria del fútbol boliviano. Tiene su sede a orillas de la Laguna Alalay. Recordemos su alineación 2011: Eloy Padilla, Diego Blanco, Diómedes Peña, Diego Ol i ve ra, Limbert Mén-
d ez, Wilder Aréva l o, Rafael Se g ovia, Aquilino Villalba, Darwin Peña, Augusto Andaveris, Roberto Rivas, Darwin Lora, Ronald Rod r í g u ez, Fernando Sanjurjo, Iván Huayhuata, Rodrigo Borda, Vladimir Castellón, Ed w a rd Zenteno, Edson Zenteno, Gonzalo Galindo, Silvio Dulcich, Ramiro Mamani, Jaime Ca rd ozo, Jaime Robles y Diego Rodríguez. El Club Jo rge Wilstermann (La Marea Roja, El Cuadro Aviador, El Equipo de la Casaca Sa n g re, El Hércules Aviador) fue fundado el 24 de noviembre de 1949 por un grupo de tra b a j a d o res del Lloyd A é reo Bo l i v i a n o. Inicialmente se llamó San José de la Banda y sus c o l o res fueron celeste y blanco. Siendo Vicepresidente el Dr. Jorge Rojas Tardío se cambió los colores a rojo y azul. A sugerencia suya, el A rq. Franklin Anaya Arze diseñó el escudo del equipo. La idea era “un corazón bullente con la inicial del Wilstermann y algo que simbolice y refleje su origen aeronáutico”. El ejecutor de la idea fue el arquitecto y músico Franklin Anaya Arze. Las primeras camisetas fueron confeccionadas por la señora Alicia, la esposa del legendario Sixto Oquendo, kinesiólogo del equipo. Su palmarés es importante: jugó el primer partido de la Co p a Libertadores de América con el Club Atlético Pe ñ a rol el 19 de a b ril de 1960. Fue Tri c a m p e ó n nacional 1958-59 y 60. Jugó la se-
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mifinal de dicha Copa en 1981, p a rtido en el cual destacaro n Ja i rz i n h o, campeón mundial b ra s i l e ñ o, y Gastón Taborga. Son j u g a d o res inolvidables: Re n á n López, Ausberto Ga rcía, Limberg Ca b re ra, Milthon Joana, V í c t o r H. Bra vo, J.A. Ga n g a s, Víctor E. Villalón, Gastón Ta b o rga, Fre d d y Sa l g u e ro, Sergio Luna, Erwin Rom e ro, No r b e rto Ke k e s, Ra f a e l Sa l g u e ro, Ma u ricio Soria, Ma rc elo Ca r b a l l o, Pe d ro Gu i b e rg u i s, Vladimir Marín, Thiago Leitao, Hugo Su á rez, Edgar Ol i va re s, Daniel Ju á rez y Ricardo Pedriel. Es el segundo club más copero en Bolivia con 11 títulos nacion a l e s, con 16 clasificaciones a la Libertadores. El máximo goleador de todos los tiempos es Renán López, con 250 goles en 15 años que jugó exc l u s i va m e n t e en Wilstermann. Re c o rdemos su Alineación 2011: Mauro Machado, Ma rcelo Carballo, Juccelio Donizette, José Luis Llanos, Ronald Arana, Víctor Hugo Melgar, Jo rge Bruno, Amílcar Sánchez, Pablo Olmedo, Lucas Godoy, Bruno Juárez, Roberto Rivas, Javier Guzmán, Daniel Garzón, Christian Ma c h a d o, Di e g o Bengolea, Diego Vi l l a r roel, Ronald Gutiérrez, Oliver Fernández, Edson Hinojosa, Dennis Cartagena, Nicoll Taboada, Jair De l g a d illo, Fernando Castellón, Erick Rojas, Kevin Orellana, Ro d rigo Calancha y Francisco Ro d r í g u ez . D.T.: Claudio Chacior.
La aza rosa historia de LOS TIEM-
POS E
l primer editorial del diario Los Ti e m p o s, publicado el 16 de septiembre de 1943, fue el parteaguas entre un antes y un después en el ejercicio del periodismo boliviano. Se vivía los embates históricos de la posguerra del Chaco, y la experiencia periodística le permitió a don Demetrio vislumbrar un nuevo escenario en el cual el periodismo había abandonado “la función tribunicia” y la vieja condición de “instrumento de combate”. Usando el símil del cese de fuego en el Chaco, don Demetrio decía que ese viejo periodismo había “silenciado fuegos y arrinconado su vieja fusilería de percusión”, y que el nuevo periodismo ya no sería más tribuna de libelistas, propagandistas y pasquinero s, tan comunes desde los albores de la Independencia. “La parte trascendental de la vida no está en lo que uno piensa sino en los hechos cotidianos que acontecen”, y sobre ellos se debe hablar “con alguna m a yor imparc i a l i d a d … p a ra ilust rar y documentar la conciencia pública, antes que para asumir el papel de conversor y catequista”. Esta regla de oro formulada por Demetrio Canelas es el principio básico del periodismo moderno, al cual se agregó un corolario: “informar con asiduidad y honestidad pro f e s i o n a l” para que el pú-
blico forme “s o b re los hechos ocurrentes su propio criterio” y un principio: “Un público bien i n f o rmado es la mejor defensa para la moral y el orden político.” Uno tiende a comparar a este patricio boliviano con el Ciudadano Kane, sólo que el personaje creado por Orson Welles quizá no h u b i e rapodido bogar en un “diario libre” sobre el torm e n t o s o mar de la política boliviana. El periodismo libre que practicó y sigue siendo norma en esta casa p e riodística fue abru p t a m e n t e silenciado el 9 de noviembre de 1953 y tuvo que esperar catorc e años para retornar en la línea inva riable de su fundador. Demetrio Canelas fue hombre público y un político de principios; fundó el Partido Re p u b l i c ano Genuino, junto a Daniel Sa l amanca, Bien pudo haber accedido a la Pri m e ra Ma g i s t ra t u ra del p a í s, pero la estru c t u ra íntima de su personalidad lo inclinó por la p rofesión más emblemática de una democracia: el periodismo. Con esa va ra hay que medir la inmensa decepción que debió sentir al ver asaltada y destruida la o b ra de su creación y al aceptar que la vida no le daría una nueva oportunidad. Tu v i e ron que pasar catorce años para que su herm ano, Don Carlos Canelas Ca n e l a s e c h a ra nuevamente a navegar es-
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ta nave periodística. Por eso la historia de LOS TIEMPOS es una saga de la familia Canelas iniciada por don Demetrio, el fundador; secundada por Julio César y Carlos; y continuada hoy por la t e rc e ra y cuarta generación de esta ilustre familia. Entre 1932 en que se inició la g u e r ra del Chaco y 1943, año de la fundación de Los Tiempos, Demetrio Canelas fue parlamentario, Ministro de Gu e r ra y Ca n c iller de la República. Du rante los regímenes militares de la posguerra volvió al periodismo y de ese modo decidió fundar Los Tiempos en Cochabamba. El libro “Historia de diez años de periodismo” (1960) testimonia las vicisitudes que sufrió Los Tiempos desde su fundación, por la labor crítica que ejerció durante el régimen de la Logia Radepa y el MNR hasta el asalto y destru cción del 9 de noviembre de 1953. En la serie titulada “Pro b l e m a s bolivianos”, don De m e t rio escribió una ve rd a d e ra autopsia de la política nacional, desentrañando las causas últimas de nuestra agitada vida política con probidad intelectual y moral. Du rante el gobierno de Busch, don Demet rio fue confinado a la isla de Coati para evitar que se opusiera a la firma del Tratado de Paz con el Paraguay, que sancionó la pér-
dida del Chaco Bo real. Du rante el gobierno del General Enrique Peñaranda, la intervención del diputado Demetrio Canelas en la interpelación de o c t u b re y nov i e m b re de 1943 a raíz de la masacre de Ca t a v i (1942) fue decisiva para precipitar el golpe del 20 de diciembre de 1943 que permitió el ascenso al poder del My. Gualberto Villarroel. El Dr. Joaquín Espada re vela que Villarroel consultó a don De m e t rio para que se hiciera cargo de la Presidencia de la República; ofrecimiento que el ilustre tribuno y periodista desechó. A fines del sexenio 1946-1952 que se inició con colgamiento del Presidente Vi l l a r roel, don De m et rio enjuició los erro res de “ l a junta militar gastronómica del g e n e ral Hugo Ballivián”, en páginas plenas de iro n í a . Producida la revolución del 9 de a b ril de 1952, don De m e t ri o acompañó a Jules Dubois, redactor del diario “Chicago Tribune” y p residente del Comité de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa, de la cual fue dirigente, para reclamar ante el gobierno del Dr. Víctor Paz Estenssoro por la confiscación del diario “La Razón”, de propiedad del empre s a rio minero Ca r l o s Víctor Aramayo, cuyas minas fueron nacionalizadas medio año después de la revolución de 1952. En julio de 1953, don Demetrio advirtió en un editorial sobre los aprestos de los universitarios que, a través de asambleas, crearon las condiciones para la confiscación de Los Tiempos. El estallido de un complot de Falange Socialista Boliviana en noviembre de ese año, sirvió de pretexto para asaltar y destruir los talleres y oficinas de Los Tiempos y la valiosa biblioteca y archivo de don Demetrio en noviembre de aquel año. Desde el exilio, don Demetrio
continuó su labor esclarecedora y crítica del régimen mov i m i e ntista hasta su deceso en 1958. No pudo asistir a la resurrección de Los Ti e m p o s, ocurrida catorc e años después. OBRA.- La obra ensayística de Demetrio Canelas fue compila-
da en cuatro tomos: Pro b l e m a marítimo de Bolivia, La guerra del Chaco, Di c t a d u ra y democ racia y Di ez años de peri o d i smo en Bolivia (Ed i t o rial Ca n e l a s, 1992). Al inicio de su carre ra publicó también la novela Aguas estancadas.
Una obra de la familia Canelas perdurable en el tiempo.
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Demetrio
Canelas: principios del periodismo libre
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e la extensa obra litera ria y p e riodística de don Demetrio Canelas, fundador de Los Tiempos, hemos extractado 14 principios que resumen la ideología del periodismo libre, tan poco frecuente en la historia nacional, porque se practicaba un periodismo de bandera, que popularizó un curioso género litera rio: el libelo infamatorio. El Dr. Canelas formuló un nuevo hori zonte que no pierde vigencia. 1. La parte trascendental de la vida no está en lo que uno piensa sino en los hechos cotidianos que acontecen. 2. Ilustrar y documentar la conciencia pública antes que asumir el papel de conversor y catequista. 3. Llevar a los lectores inform aciones seleccionadas con asiduidad y honestidad profesional para habilitarles a formar sobre los hechos ocurrentes su propio criterio
sobre la base del conocimiento de la verdad. 4. Un público bien informado es la mejor defensa para la moral y el orden político. 5. La palabra independiente tiene un sentido que sugiere cierta d o b l ez calculada, cierta ausencia de determinación conciencial para estar al alcance de toda conveniencia. Este es un diario libre, lo que es algo diferente. 6. No importa la tendencia política que tenga un periodista; lo único que tiene que hacer aquí es colgarla en el perchero, antes de empezar a escribir. 7. Escri b o, ante todo, porque sí. Escribo sin animadversión para nadie, pero también me es preciso confesarlo, sin amor para nadie. 8. Contribuir, desde una esfera neutral, a la acción progresiva del periodismo. 9. No propiciar en la palestra
Don Demetrio fundó el periodismo moderno en Bolivia.
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ningún interés banderi zo ni consigna ni fórmula preconcebida. 10. Alejarse tanto de las exacerbaciones tenaces de la oposición como de las complacencias del periodismo disciplinado. 11. No secundar las contiendas estériles y odiosas ni favorecer las obcecaciones del proselitismo inconsciente, en vez de infundir en las masas ideas de buen sentido y sabiduría práctica. 12. Libres de prejuicios y de vinculaciones que embarazan y tuercen el criterio, seguir y apreciar los hechos de la vida nacional, serena e imparcialmente. 13. Pa ra cumplir con honra d ez los deberes democráticos, no es necesario acogerse a ninguna tendencia exclusiva y disociadora. El interés de la nación se contempla mejor desde un punto de mira alejado de las contiendas activas, en las que la obstinación apasionada obscurece el sentido práctico que debe informar todos los actos humanos. Nosotros tenemos fe en el porvenir y en el progreso de Bolivia, por obra del trabajo y de la industri a . Creemos que este país será libre y fuerte, en su régimen administrativo y en su carácter de entidad int e rnacional, solamente cuando la acción de sus hombres dirigentes y las energías de las masas sean encaminadas con inteligencia y decisión por el sendero de la vida moderna, cuyo evangelio es la riqueza.
Este libro de Armando Jiménez tiene prólogo de Gabriel García Márquez.
Personajes reconocibles con bombín en una sesión de SSADIC.
Fotografía de Raúl Lara tomada por Alfonso Gumucio. Esta es tal vez la última casa de la antigua Pampa Pila.
El Callejón del Diablo (hoy Pasaje San Rafael) era la salida hacia Sacaba.
Los Lara eran 11 hermanos varones.
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Fue irresistible el antojo y el Cronista le estampó un beso a Raquel Welch.
Un mes después del terremoto, En riqueta Ulloa dio una serenata a Aiquile. la acompaña el Cronista.
Ocurrió en San Juan de Puerto Rico. René Zavaleta parece Beethoven.
El Cronista con Vargas Llosa en Los Cantaritos. 1985.
El inolvidable Víctor Fern á n d ez con su concertina.
El segundo de la izq. es el papá de Tito Hoz de Vila con varios distinguidos caballeros.
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