Cultura artística

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Cochabamba | Año 2015 | Lunes | 14

de

Septiembre

Objetos de señalética ocupan el patio del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | Daniel James

La fachada del Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario. | Daniel James

cultura | Han pasado 15 años del nuevo siglo XXI y los escenarios cochabambinos, donde se

aprende y se expone arte, no pueden salir del estancamiento

El arte en Cochabamba, sin espacio para crecer Claudia Gonzales ochabambinos y cochabambinas notables en las artes, sí que los hubo y los hay: Adela Zamudio, Demetrio Canelas, Augusto Céspedes, Jesús Lara, Raúl G. Prada y Mario Unzueta, sólo por citar algunos de entre los muertos y entre los vivos hay que tener cuidado con obviar algún nombre, porque son cada vez más y cada vez más buenos y es por eso también que los escenarios quedan chicos, estancados o convertidos en elefantes blancos. Hace cinco años que autoridades visionarias decidieron expropiar el Colegio Mejillones y convertirlo

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en el Centro Artístico Cultural Municipal Bicentenario, “con el objeto de promover políticas culturales de nuestra ciudad, estimular iniciativas culturales de Cochabamba y fomentar la diversidad cultural de nuestro municipio”. Sin embargo, el ex Mejillones tenía “inquilinos municipales”, que aún se niegan a abandonar este espacio –en cuya refacción y restauración se han invertido miles de bolivianos–, alegando que no hay dónde puedan llevar sus costosas pertenencias y con ese argumento han pasado por encima de artistas y varias autoridades culturales. Así, este lugar donde deberían estar expuestas las obras de arte que se deprecian en depósitos poco adecuados y donde todas las artes loca-

La nueva Escuela Raúl G. Prada el día de su inauguración, en diciembre de 2014. | José Rocha

les y sus artistas (legítimos y adoptados) deberían pulular día y noche, sigue convertido en una gran y magnífica instalación de arte contemporáneo “creada” en base a luminarias, semáforos, postes, carteles decomisados y demás menajes de señalética. Y si de elefantes blancos hablamos, el Teatro Ulises Hermosa ha sido desplazado por el hermoso palacio de cristal que es la nueva Escuela de Artes Raúl G. Prada, inaugurada con mucha ilusión el año pasado –con dinero de Bolivia Cambia Evo Cumple— y que hasta el día de hoy no ha sido habitada, mientras los futuros talentos siguen aprendiendo escultura y acuarela entre paredes, puertas y ventanas desvencijadas y un incómodo olor a orín de gato.

Un estudiante de la Raúl G. Prada en la vieja casona donde aún funciona la escuela. | carlos López


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Literatura

Cochabamba, cuna de escritores talentosos Adolfo Cáceres Romero (*) abe destacar que Cochabamba siempre ha sido la cuna de los escritores más talentosos del país; de ahí que continuamos deleitándonos con las obras de dos figuras del siglo XIX: Nataniel Aguirre (1843-1888) y Adela Zamudio (1854-1928); del siglo XX son muchos más; sin embargo, bástenos citar a Demetrio Canelas (1974-1964), narrador y periodista, fundador de Los Tiempos; Diomedes de Pereira (1897-1976), narrador; Jesús Lara (1898-1980) poeta, narrador e investigador de la cultura quechua; Joaquín Aguirre Lavayén (1921-2011), narrador de novelas históricas; por otra parte, refiriéndonos a los talentos actuales, con proyección internacional, tenemos a Edmundo Paz Soldán (1967), narrador y ensayista; Rodrigo Hasbún (1981), narrador; Claudio Ferrufino Coqueugniot (1960), narrador; y a la poeta Norah Zapata Pril (1946). La literatura escrita por autores cochabambinos desde luego que ha crecido, especialmente a nivel internacional. Veamos cómo y con quiénes: Diomedes de Pereyra es el único novelista boliviano que alcanzó un tiraje de más de 300.000 ejemplares con su novela “El valle del sol”, escrita originalmente en inglés y publicada en 1931, en Nueva York. A raíz de su éxito en esa lengua, De Pereyra publicó la versión en español en 1933. Las distinciones que obtuvo en ambas lenguas nos dan cuenta de sus virtudes. Primeramente fue publicada en “Revista de Revistas”, Nueva York; luego Bobbs-Merrill Editores la sacó también en Nueva York; Libro de Oro, en Nueva York y Londres; Colección de novelas contemporáneas, en Chicago; Larousse Editores, en París; Araluce Editoral, en Barcelona; además de otras ediciones extranjeras, como la de “Nascimiento” en Santiago de Chile, cuya tercera edición salió en 1935. Cabe indicar que, tanto esta obra como muchas otras del mismo autor, nunca fueron publicadas en Bolivia, hasta que en 2014 logramos interesar al Ministerio de Culturas y Turismo para que por fin publicara “El valle del sol”; lamentablemente, dicha edición salió con innumerables fallas, limitándose su circulación.

Hace falta unión entre los escritores

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Siglo XXI En lo que va del presente siglo, tres narradores cochabambinos alcanzan cimas inusuales en nuestras letras: Edmundo Paz Soldán, luego de ganar el Premio Juan Rulfo, en París, con su cuento “Dochera” (1997); con “El delirio de Turing”, se adjudicó el Premio Nacional de Novela, el año 2002; su novela “Sur”, publicada el 2011 por Random House Mondadori, fue considerada por la crítica mexicana como “la novela del año”; la mayoría de las obras de este narrador han sido vertidas a otras lenguas. Luego, con Claudio Ferrufino Coqueugniot vamos por la misma senda de éxitos, por cuanto en 2009 logra el Premio Casa de las Américas de Cuba, con su novela “El exilio voluntario” y en 2011 el Premio Nacional de Novela, con “Diario Secreto”. Finalmente, con Rodrigo Hasbún, las letras nacionales logran nuevos motivos de orgullo, no sólo porque El Hay Festival y Bogotá Capital Mundial del Libro lo eligieran en 2007 como uno de los 39 escritores latinoamericanos menores de 39 años más importantes del Continente, sino porque en tal circunstancia le concedieron el Premio Unión Latina a la Novísima Narrativa Breve Hispanoa-

Claudia Gonzales (*) Entre la juventud lectora cochabambina y boliviana, Vanessa Giacoman Landívar (Cochabamba, 1979) es una de las más exitosas escritoras, todas sus sagas van por la segunda y/o tercera edición. Vanessa es una figura prácticamente infaltable en todas las ferias del libro que se hacen en Bolivia, las internacionales, las nacionales y las provinciales. También es una invitada constante en los colegios y en las ferias del libro cochabambinas siempre se la puede identificar entre una multitud de jóvenes que esperan tomarse una foto junto a ella, hablar con ella o tener un libro suyo autografiado. “Luznar”, “El sonido de la sangre”, “Abismos de luz y sombra” y “Clamores oscuros”, son los títulos más recientes con los que ha logrado llegar a la juventud boliviana

a través de la literatura de terror. Para esta talentosa escritora, Anita Triveño es una de las jóvenes promesas literarias que tiene Cochabamba y también lo es Miguel Sequeiros, autor de “Sanguínun”, “que es un libro de terror, género que está empezando a tomar fuerza”, dice. Vanessa asegura además que la literatura local ha crecido bastante en estos últimos años. “Hay muchas publicaciones nuevas e innovaciones de géneros, como terror y ciencia ficción. Esto se debe a que hay más gente que veo se está animando a escribir y publicar, ya sea independiente o con una editorial”. “Creo que Cochabamba tiene un gran futuro, pero falta unión en los escritores”, sentencia Giacoman sobre el futuro de las letras cochabambinas. (*) La autora es periodista.

Aguirre, Zamudio y Canelas en la línea superior; Paz Soldán, Hasbún y Ferrufino, en la segunda y Rivero, Giacoman y Albornoz en la tercera línea. | Los Tiempos

OPINIONES

Libros publicados por el cochabambino Grupo Editorial Kipus.| Los Tiempos

Gaby Vallejo Canedo Escritora

Cochabamba siempre ha sido territorio de escritores. Muchos de ellos de gran nivel nacional e internacional y ganadores de los premios más importantes del país. Su producción ha seguido creciendo. Sin embargo, extrañamente, no han sido seleccionados para la colección de los 200 escritores fundamentales de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. La literatura cochabambina tiene buen futuro. Las novedades bibliográficas más importantes del país han sido producidas por cochabambinos, no hay razón para que se modifique esa situación. Más bien, es un impulso, un orgullo para los jóvenes. También destaco la producción de literatura para niños y jóvenes, que en Cochabamba, es excepcional: “Conquistando a Lindolfo” de Rosalba Guzmán, “Tatuaje Mayor” de Gaby Vallejo, “Aventuras de Rayo” de Luz Cejas de Aracena, “Dos gatos mojados y el caso del paraguas” de Carlos Vera y otros muchos nombres como Velia Calvimontes, Vanessa Giacoman, etcétera.

mericana, siendo parte de Bogotá39; además, la revista Granta lo seleccionó como uno de los 22 mejores escritores jóvenes en español. Sus obras no son de fácil concepción, sino el resultado de un arduo trabajo; su novela “El lugar del cuerpo” (2008) ganó el Premio Nacional de Literatura Santa Cruz de la Sierra; sus cuentos han sido bien recibidos

Ramón Rocha Monroy Escritor

Amo la sensibilidad femenina expresada por Cecilia Romero y Cecilia de Marchi. Me interesa el surgimiento editorial de Cochabamba con el Grupo Editorial Kipus, que ha convocado ya por segunda vez al Premio Internacional de Novela Kipus. En la primera versión se presentaron novelas de 15 países y ganó Gonzalo Lema, tarijeño afincado en Cochabamba. Me complace también que Cochabamba sea sede de la mayor biblioteca de Bolivia, la Fundación Inca, que tiene 300.000 volúmenes de seis países andinos y es conocida en el mundo. En Cochabamba se produce mucho. Es el caso de Escritores Unidos, pero yo creo que estamos muy desarticulados, pero debemos revertir el refrán y decir que no hay mayor amigo que el de tu oficio. Creo en la literatura y la creatividad cochabambina, que no se limita a la literatura y da pasos gigantescos en teatro, danza, diseño gráfico, arquitectura y otras disciplinas artísticas.

por la crítica, tanto nacional como internacional; su última novela “Los afectos” (2015), editada por Penguin Random House, en Barcelona, a través de su representante, logró al momento de su publicación el contrato de traducción a nueve idiomas. Podemos cerrar este breve comentario saludando la esperanzadora presencia de tres narrado-

Marcelo Paz Soldán Editorial Nuevo Milenio

Hay buenos o malos narradores y Cochabamba tiene la suerte de tener muy buenos y más que crecimiento de la literatura cochabambina hay que hablar de visibilidad, y ahí creo que estamos en un excelente momento, con varios escritores consolidados en el país y con obra difundida en el exterior. Pero la literatura no se circunscribe únicamente a los escritores, sino hay varios elementos a tener en cuenta, como editoriales, ferias del libro, piratería, apoyo local y gubernamental, editores, difusión y, especialmente, lectores. En algunos puntos estamos mejor, en otros no tanto. De los autores cochabambinos que he leído y me gustan mucho, surgidos en los últimos años podría mencionar a Raúl Rivero Adriázola, Sisinia Anze, Iván Prado, Gabriel Iriarte Rico, Claudia Michel, Cecilia de Marchi, Rocío Estremadoiro, Mayra Romero, Fabiola Morales, Marcelo García, Cecilia Romero, Camilo Albarracín, Gabriel Entwinstle, Vanessa Giacoman y Pedro Albornoz.

ras jóvenes: Shariel Baptista, autora del libro de cuentos “Confesiones de esta vida, la otra y la de más allá” (2009); Paola Senseve Tejada, con sus cuentos de “Vaginario” (2008); y Vanessa Giacoman, cultora de poemas y relatos fantásticos y de terror, como “Tormenta mágica” (2006). (*) El autor es escritor.

Ciencia Ficción y Literatura Fantástica Como escritora, Ana Triveño Gutiérrez (Cochabamba, 1991) identifica a Dennis Morales como uno de los nuevos talentos de las letras cochabambinas. “He tenido el placer de conocer a un compañero de letras que realmente se ha esforzado mucho este tiempo y ha conseguido lograr metas que pocos escritores tienen el coraje de enfrentar. Me refiero a Dennis Morales Iriarte, un escritor que tiene mucho que dar todavía. Sus obras son puertas a otros mundos que nos deleitan y emocionan. Desde que se animó a publicar, nadie ha podido negar su talento, sé que tiene más obras inéditas todavía, espero conocerlas pronto. Este autor, en poco tiempo, ha sorprendido a Cochabamba con sus publicaciones, estoy segura que pronto sabremos más de él y su carrera imponente en la literatura”. Para Ana Triveño –joven autora de trilogías como “El Devorador de Almas”–, la literatura cochabambina definitivamente ha crecido en esta última década. “Creo que se ha abierto un poco más de mente, y en lugar de abundar novelas de crítica social realista, están apareciendo nuevos géneros dentro lo nacional, como la ciencia ficción. Este crecimiento está entre lo local y lo nacional, me parece,

porque si bien a nivel nacional los autores se están animando a lanzarse en nuevos géneros, Cochabamba fue quien comenzó el boom de esta nueva literatura. En cuanto a nivel internacional, todavía no veo grandes cambios, aunque no falta mucho para que los escritores tomen confianza y se atrevan a compararse con escritores internacionales. Yo creo que hay muchos escritores aquí que tienen talento, sólo es cuestión de vencer ese estigma general de ‘lo internacional es mejor’”. Para Triveño Gutiérrez, entre los mejores libros de autores cochabambinos publicados recientemente están: La novela steampunk de Dennis Morales titulada “Waka-waka”. También la nueva edición de “Las Amazonas: poder y gloria” de Iván Prado. El compendio humorístico “De plumas y escarpelos” de Gonzalo Montero Lara, así como los cuentos de terror de Miguel Sequeiros: “Sanguinum”. También destacó “Mi tierra en leyendas” de Eliseo Bilbao Ayaviri, “La pensión Ruíz” de Fernando Andrade Ruíz y “Epístolas de la Guerra del Chaco” de Carlos Arce y otros autores. Anita vislumbra un “futuro más extenso y variado” que el de ahora para la siempre fértil literatura cochabambina. “Expandir de mente” sería la clave.


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Artes visuales

La falta de formación ralentiza el crecimiento Ramiro Garavito (*) al vez sea necesario precisar antes que el tér mino “artes visuales” surge del campo del arte contemporáneo internacional, para señalar el carácter multidisciplinariamente diverso de sus actividades de tipo visual, y reparar así las limitaciones del término de “artes plásticas”, cuyo uso se refería fundamentalmente a las tres categorías del antiguo arte clásico-académico: dibujo, pintura y escultura. En este sentido, las artes visuales, como tales, se consolidan en Bolivia recién al finalizar el milenio anterior, desplazando el denominativo genérico de “arte experimental”, usado hasta entonces. Lo que sucedió desde aquellos tiempos hasta ahora en las artes visuales – no más de 20 años–, es relativamente nuevo. En cuanto a nuestra región, gran parte de esos artistas visuales cochabambinos, que protagonizaron este periodo, además de haber sido siempre menos numerosos que en La Paz o Santa Cruz, han tenido una existencia artística fugaz; sin embargo, hay artistas que continúan haciendo arte contemporáneo de modo más o menos permanente, entre éstos están los que tienen más trayectoria, como Alejandra Dorado, Rodrigo Rada, Sandra de Berducci, Ivette Mercado, Ramiro Garavito, Alejandra Alarcón, cuyo trabajo es más exitoso fuera del país; y entre las más jóvenes se destaca Liliana Ximena Vargas.

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La práctica del arte Hasta hace unos diez años, había en Cochabamba un crecimiento notable en la práctica de las artes visuales; ese crecimiento se había traducido en la asistencia de muchos artistas bolivianos a diversas bienales inter nacionales, pero desde entonces ha habido aquí una ralentización que ha afectado también a Santa Cruz y La Paz, aunque notablemente en Oruro ha sucedido lo contrario, donde se han venido constituyendo colectivos de artistas jóvenes, surgidos de la escuela de arte de aquella ciudad, para repensar artísticamente el contexto cotidiano, desde el ámbito plural de las artes visuales.

Para explicar ese estado de ralentización, debo decir antes que el crecimiento inicial de las artes visuales, no sólo en Cochabamba sino también en otras ciudades como La Paz y Santa Cruz, se debió no sólo a la novedad que suponía la práctica del arte contemporáneo: una estética distinta a la de la belleza, unos caminos amplios con muchas posibilidades y escasas normas, la promesa inédita de una libertad sin límites aparentes, el contacto con lo cotidiano y lo íntimo como premisa principal, etcétera, sino también a una predisposición contenida, entre artistas y otros creadores con necesidades de expresión y medios apropiados, cuyas potencialidades clamaban por ser exploradas y desplegadas. Es decir, eran necesidades expresivas vitales y básicas las que originaron ese interés creciente por la práctica de las artes visuales, y no la convicción “ideológica” de asumir las consecuencias de una historia del arte en la que el arte contemporáneo (o la práctica de las artes visuales) es una consecuencia lógica del desarrollo del arte. Esta convicción únicamente puede ser adquirida mediante una formación artística pertinente, ya sea institucional o autodidacta, tal como sucede en países vecinos, como Chile, Brasil o Argentina. Esa clase de formación institucional no existe en nuestro país, y la única que hay es la formación académica, basada en los postulados representacionales del siglo XV europeo. En consecuencia, cuando aquellas necesidades básicas exploraron sus posibilidades expresivas se fueron agotando en su propósito, desapareciendo así el sentido de seguir haciendo arte, esto por un lado, y por otro, los artistas se dieron cuenta de que esta actividad no era una forma de ganarse la vida, en consecuencia, muchos abandonaron el escenario artístico; otros se dedicaron a actividades colaterales y algunos se fueron del país: en otros países un artista visual vive de hacer arte, sin tener que hacerse comercial. Creo que la ralentización que vive las artes visuales, no sólo en Cochabamba sino en los otros departamentos mencionados, de debe en gran parte a esos aspectos señalados. No obstante, quedan muchos

Maduración de la producción Claudia Gonzales

“Alicia y su abismo”, acuarela de 29 x 40 cm., obra reciente de Alejandra Alarcón. | Alarcón

otros artistas en Bolivia que siguen haciendo arte contemporáneo por convicción. Un camino tan propio Si las cosas siguen como están; es decir, si no hay dispositivos más o menos estructurados de formación o información artística sobre el arte del presente, desde su relación orgánica con la historia, no habrá cambios a corto plazo. En cualquier caso, la práctica de las artes visuales no desaparecerá porque constituye un modo ya inevita-

ble en el mundo de hacer arte en el presente. A largo plazo puede suceder que las artes visuales en Cochabamba, pero también en el país, encuentre un camino tan propio que pueda prescindir de la historia, tal como sucede con el arte de oriente, me refiero al arte contemporáneo chino o coreano por ejemplo. Alarcón, Dorado y Rada No estoy seguro que haya un representante máximo de las artes visuales en Cochabamba;

no obstante, puedo afirmar que hay una artista cochabambina que tiene un éxito relativo, fuera del país, tanto por su calidad como por su éxito comercial, ella es Alejandra Alarcón, pero también están Rodrigo Rada y Alejandra Dorado, cuya constancia y singularidad artística los hace destacables. Por cierto, significativamente, los tres tuvieron una formación artística fuera de nuestro país. (*) El autor es artista y curador.

¿Qué debemos esperar en la escena cochabambina? Douglas Rodrigo Rada (*) ¿Qué tenemos y qué deberíamos esperar en la escena del arte visual cochabambina actual? A principios de siglo, y a consecuencia de un desacuerdo en el juicio del jurado de uno de los premios de arte de la ciudad, la Alcaldía de Cochabamba otorgó el manejo de las instalaciones del antiguo Matadero de la ciudad a un grupo de activistas y gestores culturales locales de diversas áreas. El antiguo Matadero en ese entonces, en muy precarias condiciones, alojó con el ímpetu y el trabajo desinteresado de Angelika Heckl en la dirección, al Conart, el primer evento de arte y cultura de intención totalmente contemporánea de la ciudad. Este evento disfrazado de un concurso como todos los que ya existían en el país, se diferenció desde la convocatoria, proponiendo un discurso sobre

el cual girarían las propuestas de los artistas, trayendo a un conjunto de curadores de renombre internacional para el jurado, y otorgando becas de producción que servían como una forma de subsidio a la producción de las obras. La gran celebración del nacimiento de una nueva escena en el país, atrajo a la ciudad a muchos artistas tanto jóvenes como consagrados, incluyendo a Galo Coca, Alejandra Delgado, Keiko Gonzales, Roberto Valcárcel y Raquel Schwartz, cuya propuesta para la muestra aún se puede observar en el muro exterior del convento de Santa Clara, en la calle Colombia entre 25 de Mayo y San Martín. Las dos bienales Conart, que se realizaron los años 2002 y 2004, fueron orgullosamente cochabambinas, dejándonos como ciudad en el epicentro de la escena cultural nacional. Después de problemas con los

financiadores públicos, la Bienal Conart como un evento de arte contemporáneo desapareció, tomando su lugar en la escena la Bienal Siart de La Paz, organizada por un grupo de intelectuales paceños y en especial por la Unión Latina. El Siart capturó toda la atención y el interés de los artistas y artífices activos en el momento y de alguna forma el Conart se transformó en la BAU (Bienal de Arte Urbano) organizada por el mARTadero y responsable por la gran cantidad de color que han adquirido las calles de esa parte del centro de la ciudad. En el marco de esto, habría que resaltar que hasta la aparición del Conart, el arte no tradicional no tenía un espacio de credibilidad, consumo y recepción en el país (lo cual implica que los espacios culturales no lo aceptaban o en el caso de hacerlo no generaban la plataforma teórica y crítica, sin la cual el arte actual puede

convertirse en un ente frio y ajeno al público general) y ésta es una de las razones por las cuales el Conart es tan importante en la historia de la cultura contemporánea nacional. Lo que debió haber sucedido después es que en un común acuerdo entre los artistas y las instituciones, se construyeran fomentos acordes a la cultura de la época, y se solidificara la estructura de la institución cultural, empezando con la educación, no sólo en la práctica del arte, sino también en gestión de cultura y administración de museos. Lamentablemente, esto no sucedió, no existe un acuerdo entre lo que los artistas bolivianos producen, el gobierno y su visión de la cultura, lo que puede ser interesante para el mercado (económico y simbólico) tanto nacional como internacional, y –evidentemente– eso se ve proyectado en la cantidad de artistas profesionales, la ca-

pacidad de la institución museal y la repercusión de la cultura boliviana en el mundo. Cochabamba tiene un gran potencial creativo, las grandes muestras retrospectivas que ha organizado el Museo Nacional de Arte en colaboración con el Centro Simón I. Patiño de los cochabambinos, Mario Unzueta, Raúl G. Prada y la reciente muestra de Gonzalo Ribero, demuestran el lugar de la ciudad en la historia del arte; pero sin afán de ser catastrófico, nuestro lugar está siendo amenazado por nuestra propia apatía y desinterés, y eso nos traerá como consecuencia vivir en una ciudad sin museos, sin colecciones de arte y con una actividad cultural mucho más floja que ciudades aparentemente más pequeñas como Tarija y el Alto de la Paz. (*) El autor es artista visual y actual curador de Artespacio CAF.

“Gracias por escogerme para contestar la encuesta; sin embargo, las respuestas que intentaré dar seguramente estarán teñidas de una carga emocional muy personal, por lo que prefiero responder como persona y no comprometer con mi mirada al Centro Cultural que dirijo”, escribe la arquitecta Elizabeth Torres, directora hace varios años ya del Centro Simón I. Patiño de Cochabamba. Elizabeth tiene un amplio y notable currículum en las artes bolivianas y sus conocimientos sobre el tema abarcan desde etnofolklore y arte contemporáneo pasado por el arte colonial, republicano y moderno. Y la elegimos a ella para que nos hable del estado actual del arte visual cochabambino enviándole para tal efecto un cuestionario. “Empezaré comentando que en general no se ven con claridad nuevos talentos, lo que he podido constatar en casi 10 años de vivir en Cochabamba, es la maduración de la producción de artistas cochabambinos que en estos últimos 10 años han logrado insertarse en un circuito internacional de las artes visuales, y entre ellos creo que la que mejor lo ha hecho es Alejandra Alarcón”, asegura Torres. Sin embargo, considera que las artes locales no han crecido en la última década de este nuevo siglo por la “falta de formación y mayor roce con el arte visual que se está produciendo en Bolivia como en el exterior. Sería importante que desde las instancias estatales se priorice la formación, incentivando talleres e intercambios en residencias para que artistas que se encuentran en procesos de creación puedan intercambiar con los que en nuestra ciudad están intentando formarse en artes visuales”. “Hoy mismo al contestar este cuestionario”, dice Elizabeth, “se me ocurre que en Santa Cruz existe el programa de Residencia en Kiosko, quizás se podría coordinar para que esos residentes pasen por Cochabamba a realizar talleres o conversatorios –no sé aún cómo se los podría llamar–, en los que puedan contar la experiencia de su trabajo en desarrollo, en la mencionada Residencia –ganada claro está por una convocatoria internacional–. Y… como esa idea, seguramente pueden aparecer muchas más, de lo que creo que se trata es de buscar motivaciones creativas para despertar todos esos talentos que seguramente aún se encuentran en incubación”. A la pregunta ¿Qué futuro vislumbra a las artes visuales cochabambinas?, Elizabeth Torres responde: “Las artes visuales cochabambinas tienen un sitial muy alto en la historia del arte de Bolivia, prueba de ello son la serie de exposiciones patrimoniales que desarrolla Simón I. Patiño junto al Museo Nacional de Arte. Sin embargo, es muy importante que las nuevas generaciones se inserten en las corrientes artísticas del siglo XXI y paralelo a ello se logre formar públicos que sean conocedores y críticos, en el buen sentido de consumidores consientes. ¿Qué artista local le parece el máximo representante de Cochabamba a nivel internacional? De la nueva generación y que tampoco ya son tan jóvenes puedo darte tres nombres: Alejandra Alarcón, Douglas Rodrigo Rada y Sandra de Berducci, que nace en Oruro, pero que radica en Cochabamba.


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Teatro

Tablas cochalas, entre creatividad y carencia Claudia Gonzales (*)

OPINIONES

iego Aramburo y Claudia Eid son los dos dramaturgos cochabambinos que en esta última década han puesto al teatro local y boliviano en la escena internacional. Actualmente, Diego está de gira con su compañía –Kikinteatro– por Centroamérica y Claudia Eid lo propio, presentando su obra en Argentina junto al Masticadero, la compañía que ha establecido hace algunos años y con la que próximamente visitará Brasil.

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Ivette Mercado Makhurka Teatro

Las nuevas promesas “Como dramaturgo se está consolidando Jorge Alaniz, con los premios que ha ido recibiendo, pero sobre todo con su constancia escribiendo. En la creación se va afianzando Alejandro Marañón. Y, claro, está la ya consagrada dramaturga y directora Claudia Eid, que va ampliando su presencia internacional. Los tres casos tienen una proyección nacional, esto los hace fácilmente destacables entre los otros esfuerzos, en su mayoría amateurs, gracias a los que las tablas en Cochabamba siguen en pie”, dijo Aramburo al responder a la pregunta ¿qué talentos cochabambinos destaca en el ámbito teatral? “Al mismo tiempo”, señaló Aramburo, “da lástima que las autoridades culturales regionales y municipales no tengan planes ni inversión para que Cochabamba vuelva a ser el epicentro y semillero del teatro de Bolivia, que fuera en las décadas de los años 60 y 70”. Pese a todo, para este destacado dramaturgo, el teatro cochabambino no ha crecido. “Lastimosamente, lo que yo veo es un claro estancamiento. Es decir, el índice poblacional crece, el ingreso per cápita ha crecido mucho también, ciudades como La Paz o Santa Cruz tienen fácilmente el doble de creadores de los que había en los 90 e inicio del siglo.

Una escena de “Romero y Julieta”, de Diego Aramburo. | Los Tiempos

En cambio, Cochabamba sigue con apenas dos nombres vigentes en circuitos profesionales internacionales y en los festivales internacionales de teatro boliviano seguimos presentes los mismos cochabamb i n o s d e h a c e c a s i ve i n t e años”, dijo. Para Diego Aramburo, este estancamiento está condicionado por dos factores: Falta de visión de las autoridades y mediadores culturales, que no se preocupan por fomentar, invertir y difundir el teatro de Cochabamba y a sus creadores. El segundo factor es que los

propios hacedores escénicos nos conformamos con lo que tenemos y no somos implacables con nosotros mismos para alcanzar estándares internacionales. Para Ivette Mercado, el teatro cochabambino no sólo ha estado en constante crecimiento sino en constante cambio. “Somos muchos los grupos que estamos trabajando de manera persistente y tejiendo de a poco redes. Estamos a principios de septiembre y casi una decena de obras se han estrenado hasta el momento” en lo que va del año, dijo esta dramaturga.

No creo que se pueda hablar de dramaturgia hecha por cochabambinos sin nombrar a René Hohenstein. En lo personal considero que es un cochabambino pionero no sólo en dramaturgia sino en otros ámbitos del teatro. Si bien él no es un “nuevo” talento, ha marcado caminos y ha escrito alrededor de 10 obras de teatro que se han presentado y publicando (nacional e internacionalmente) durante sus más de 35 años de exitosa trayectoria artística. René Hohenstein ahora vive en Santa Cruz, pero fue uno de los grandes impulsores del movimiento teatral cochabambino y todos lo recordamos y reconocemos por eso. También destacaría el trabajo de cochabambinos como: Soledad Ardaya, Claudia Eid, Enrique Escobar, Ariel Muñoz, Diego Aramburo, Jorge Alanis, Glenda Rodríguez, Melita Del Carpio, Ana María Frege, todo el equipo de Elwaky, Limbert Cabrera, María Julia Ruiz, etcétera.

En ese sentido, Ivette destacó también los tres festivales de teatro que se impulsan desde Cochabamba hacia el resto del país y “que aportan al movimiento”: Tablas Cochalas, el Festival Nacional de Teatro Bertolt Brecht que este año celebra su décimo séptima versión y el Premio Nacional de Teatro que se celebra en el mes de septiembre y que este año cumple sus 24 años de existencia.

Espacios de formación El dramaturgo Alejandro Marañón, director y actor en Madrastra Teatro, reclamó

Alejandro Marañón Madrastra Teatro

Considero que el teatro cochabambino tiene fuertes representantes, pero pocos. Diego Aramburo y Claudia Eid son los que más fuertemente se proyectan a nivel internacional. En dramaturgia destaco a Jorge Alanis, Eid –ya muy conocida– y Diego Aramburo –ya bastante conocido– En actuación, los nuevos talentos cochabambinos pienso que son: Anapaola Sánchez, Gabriel Iriarte Rico, Lia Michel, Gabriela Meléndrez, Abigail Villafán, Juan Ovando, Daniela Gabela, que no es cochabambina, pero vive ya muchos años acá. Por supuesto que el teatro cochabambino ha crecido, tenemos nuevos directores, nuevos actores con nuevas herramientas, pero lastimosamente los espacios de formación, en Cochabamba, son escasos, algunos muy precarios y otros inaccesibles.

por los espacios de for mación. Cuando se le pregunta por el estado del teatro cochabambino, dijo que “por supuesto que el teatro cochabambino ha crecido. Tenemos nuevos directores, nuevos actores con nuevas herramientas, pero lastimosamente los espacios de formación, en Cochabamba, son escasos, algunos muy precarios y otros inaccesibles”. Marañón agregó que para que la dramaturgia cochala crezca son imprescindibles “espacios de formación, un impulso que debe ser dado por las autoridades locales.

Títeres Elwaky: La aventura de revivir una expresión artística Grober y Alexia Loredo (*) Si a principios de este siglo en cualquier calle de Cochabamba preguntabas por títeres, en la mayoría (o quizás en el mejor) de los casos alguien te hubiera contado una sensación fugaz de la infancia, un recuerdo confuso, una imagen de un tiempo que se fue. Aquellos que alguna vez habían gozado de representaciones escolares o callejeras de este arte intentaban explicar, describir o revivir infructuosamente para sus hijos o nietos el fabuloso mundo de los títeres. Sin embargo, los muñecos decid i e ro n s a l i r d e l a n o n i m at o. E n 2002, con Títeres Elwaky tomamos el teatrito del Parque Vial; eso significó salir domingo a domingo en búsqueda del público con nuevas historias. Al no contar con apoyo o formación alguna no tuvimos más remedio que redescubrir los materiales y técnicas de construcción, tomar nota de los aciertos y fracasos dramatúrgicos, trabajar para recuperar –o crear– en el público el respeto a este arte. Ya que nuestra dedicación a los títeres es exclusiva, hemos prio-

rizado la capacitación per manente, buscando incluso espacios académicos para el desar rollo de capacidades en diferentes áreas: construcción, inter pretación, dirección, dramaturgia, gestión, etcétera.

Memoria y colaboración Los repetidos esfuerzos por reunir y potenciar el trabajo colaborativo se concretaron en 2014 con una alianza llamada la Comuna de los Titeritos (con los elencos nacionales Elwaky, Trapitos y botones, Pilipintu y Caléndula). Juntos dimos pie a la organización del Titedanzante, Festival Nacional Itinerante que ha llevado obras de repertorio para toda la familia a las ciudades de La Paz y Potosí. “A la vista, los títeres en Bolivia” es el título del documental que hicimos en 2013, con el compromiso de recuperar imágenes y experiencias de los titiriteros bolivianos que nos fue posible contactar. También ese año publicamos un número monográfico con el mismo tema en una revista de la Secretaría Municipal de Cultura de Cochabamba.

Proyección internacional Desde el año 2009, el elenco concurre anualmente a festivales en la república Argentina, habiendo también visitado España, Alemania (gira en 2009), Perú (Fiteca 2010) y Cuba (Matanzas 2014). El año 2012, nuestra directora artística Car men Cardenas recibió de la Unión Inter nacional de la Marioneta el reconocimiento “Mujer Titiritera de Coraje”, en mérito a los esfuerzos realizados para la difusión de este arte en espacios no oficiales a lo largo y ancho del país. Este 2015, el festival internacional que org anizamos Festitíteres ha cumplido diez años de vida independiente, siendo ya un referente para la difusión y promoción de los títeres en Bolivia. Por los escenarios cochabambinos han pasado elencos y espectáculos de Argentina, Perú, Venezuela, Chile, Italia, Ecuador y Cuba. Las últimas dos versiones del Festitíteres también se realizaron en las ciudades de Tarija y Santa Cruz. (*)Los autores son fundadores de Títeres Elwaky.

Una presentación de Títeres Elwaky. | Los Tiempos

Jorge Alanis Teatro

lApuesta

El teatro cochabambino sí ha crecido. Hay más grupos, hay más espacios, más gente interesada y está bien que crezca a ese nivel (cantidad). Los últimos talleres o cursos de teatro que se abrieron en Cochabamba cuentan con un buen número de personas interesadas, eso sí, habría que preguntarse cuántos/as se quedan haciendo esto por lo menos unos 10 años. La mayoría sólo llega, hace una obra y se va. Entre estas personas que son constantes puedo mencionar a Abigail Villafan Ramírez, quien no sólo actúa, sino también ya escribe y dirige. También está Rocío Canelas Blas, quien desde su energía en la escena está aportando. Luego, cuando se consoliden estos grupos (si es que siguen activos), habrá que preocuparse por la calidad de sus trabajos.

“Tendrían que darle la importancia que el teatro merece como una de las artes vivas más expresivas e importantes de una ciudad, como lo son las otras artes. Considero que personas interesadas en el teatro existen, pero quienes trabajamos en esto tenemos que sobrevivir, nuevamente, en espacios precarios, improvisados e inaccesibles, y sumar a esto el abandono de las autoridades”. Todo esto, dice Marañón, hace que el teatro cochabambino sea “una proeza, tras proeza, tras proeza”.


Los Tiempos | Cochabamba | Año 2015 | Lunes | 14 de Septiembre D9 DDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Música

Cochabamba crece en el ámbito orquestal Jazz, rock y folklore experimental

El maestro colombiano Alejandro Posada dirige a la Orquesta Filarmónica de Bolivia, en agosto pasado, en Cochabamba. | Hernán Andia

Claudia Gonzales (*) La actividad musical en nuestra ciudad ha crecido enormemente, hay mayor diversidad en la paleta de conciertos, desde lo folklórico –que siempre nos acompaña–, pasando por lo popular urbano, el rock, jazz y la música denominada clásica”, aseguró el maestro Augusto Guzmán, director de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba. “Músicos recién egresados de conservatorios internacionales están retornando con nuevas propuestas para nuestra música y, por otra parte”, agregó Guzmán, “el público es cada vez más ávido de presenciar grandes obras sinfónicas dada la estabilidad de una orquesta como es la Filarmónica de Cochabamba”. Para Miguel Ángel Salazar (Cochabamba, 1983), quien hace un par de años volvió de Santa Cruz, ciudad donde creó la Fundación Bravura y la Orquesta Filarmónica de Bolivia (OFB), “el crecimiento musical académico y orquestal en Cochabamba es muy claro, principalmente a nivel formativo. A nivel local, actualmente, existen muchas instituciones musicales y orquestales que brindan diferentes oportunidades. Asimismo, el público y el interés por la música clásica van creciendo rápidamente”, dijo. Sobre este crecimiento, la maestra Elizabeth Schwimmer dijo que éste depende de cómo sea visto y, de hecho, sí hay más orquestas, y se abren “conservatorios por doquier”, pero “habría que analizar a fondo la seriedad y profesionalidad de cada grupo o escuela que nuestra ciudad nos ofrece y eso sólo se logra saber después de algunos años, con el resultado de aprendizaje profesional y serio de los alumnos. Por supuesto, es muy necesaria la profesionalización de los maestros, un alumno enseñando a otro alumno no sirve, no funciona”, aseguró.

TENDENCIAS

Las grandes promesas “El excelso violinista Jaime Laredo” es para Schwimmer el máximo representante de la música cochabambina en el exterior y ella aseguró que “como

Para la gestora cultural Amalia Teresa Canedo, en los 15 años de este nuevo siglo “la música cochabambina ha crecido. A medida que nuestra ciudad fue expandiéndose la necesidad de los artistas y músicos fue creciendo y buscó formas de hacer visible su existencia”. En ese sentido, el maestro Augusto Guzmán identificó a varios talentos que son parte de la actual escena musical cochabambina y obviamente boliviana. “En cuanto a la música popular urbana”, dijo Guzmán, “no dejaría de mencionar a Luis Alberto Mercado, baterista, que se encuentra culminando sus estudios en Buenos Aires, Argentina, y, sin embargo, es un instrumentista muy solicitado por artistas de renombre y bandas de distintos géneros musicales del país vecino”. Aunque especializado en música clásica, para el director de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba “nuestra ciudad se viene refrescando también en cuanto a las propuestas musicales del género popular urbano. Jóvenes que destacan tanto en su expresión artística, for-

mación profesional, como en la inquietud de generar nuevas propuestas de nuestra música” y ahí están: Ramón Er nesto Rocha, guitar rista, g raduado en Buenos Aires (Argentina), se encuentra actualmente en C o ch ab a m b a i n t e g r a n d o grupos de rock, jazz y fusión. Edu Gabriel, excelente bajista con formación propia, músico invitado de prestigiosas bandas del país, integra esencialmente el grupo YEZ trío y Barrio Latino. Fulvia Fossati, vocalista en el grupo Melting Grooves, fue ganadora nacional del concurso de Lied (canción lírica breve) y becada a profundizar dicho canto en Alemania. Es invitada frecuente en distintos grupos, principalmente de jazz, a nivel nacional e internacional. Para el compositor y músico Raúl Ybarnegaray, en los últimos 15 años “grupos de rock alternativo, de folklore experimental, de jazz, de hip hop, etcétera, han aparecido para decir existimos y ésta es nuestra voz y a riesgo de omitir a muchos otros, igual de importantes”, destacó a Mandíbula, Sariri, The Blue Velvet Experience y Mosa Nostra.

Canción de autor Willy Claure “Cuecas para no Bailar”

En abril pasado, su último disco “Cuecas para no bailar (2014) –que reúne a varios destacados autores de Cuba, México, Argentina, España, Chile y Perú– fue elegido por el Círculo de Comunicadores de Música y Cultura Bolivianas como el mejor álbum del año 2014. Meses después, a mediados de junio pasado, el compositor Willy Claure (Cochabamba, 1962), radicado en Suiza hace dos décadas, lanzó una campaña nacional para lograr que la cueca sea reconocida por el Estado Plurinacional de Bolivia como patrimonio nacional y pueda tener su día en que se la cante y se la baile. Actualmente, Claure se prepara para visitar Bolivia y presentar en octubre varios conciertos –en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz– y también su nuevo libro: “30 piezas bolivianas para guitarra”, un trabajo que ha realizado entre 2011 y 2014 junto a Enrique Coria, guitarrista argentino que vivió en Bolivia entre los años 1978 al 1985 y que actualmente vive en California.

van las cosas, no creo que en un futuro cercano haya alguien de la talla de este virtuoso”. Sin embargo, entre las promesas identifica a Andreas Siles y Albert García. “Dentro de lo que es mi género, que es el clásico, se ven niños y adolescentes que si siguen con disciplina, mucho trabajo y humildad en aprender un instrumento, veo a un par de cochabambinos, ambos violinistas, uno es Andreas Siles y el otro Albert García. El tiempo dirá si pueden llegar a ser músicos serios y profesionales, por lo pronto son estudiantes dilectos y con gran talento”.

Alberto Villalpando Música Contemporánea

Aunque el compositor Alberto Villalpando ha nacido en Potosí, vive en Cochabamba hace décadas y alrededor suyo giran importantes satélites de la música cochabambina en general y contemporánea en particular, como el maestro Giovanni Silva, figura visible del Programa de Licenciatura en Música de la Universidad Mayor de San Simón, establecido a fines de 2013 con el impulso de la Asociación Boliviana de Autores Investigadores Compositores Artistas y Músicos. Esta asociación también es responsable de las Jornadas de Música Contemporánea, que a principios de este septiembre celebró en Cochabamba, por décimo primer año consecutivo, un nuevo festival, permitiendo la ejecución y difusión de las composiciones de autores bolivianos. Gracias a esta asociación y el impulso de músicos como Luis Moya, Adolfo Taborga y Silvia Trombetta, también se creó hace varios años la Fundación Sinfónica Cochabamba, dedicada a formar niños y jóvenes.

“A nivel internacional”, siguió Elizabeth, “tenemos varios músicos cochabambinos que estudiaron fuera, se quedaron en el país donde radican y trabajan profesionalmente dejando a nuestro país en alto, un ejemplo de jóvenes músicos cochabambinos son el cellista Pablo Issa, quien enseña en Hartt School of Music en Connecticut y la otra es la directora de coros Mariana Delgadillo, quien vive cerca de Lyon en Francia, dirige un ensamble profesional de cantantes e instrumentistas. Ella recientemente ganó el primer premio en un concurso internacional de di-

Gian-Carla Tisera Latin Powerhouse Project

Nacida en Cochabamba y bachiller del Instituto Eduardo Laredo, Gian-Carla Tisera sorprendió este agosto pasado en Nueva York (EEUU), al presentar su Latin Powerhouse Project, un concierto donde lanzó doce canciones que ella compuso, en letra y música, entre junio y julio de este año, en Los Ángeles y Nueva York. “Este concierto que presenté en Nueva York en agosto es para sentir la reacción del público a esta nueva música, ya que es muy diferente a lo que he creado antes”, dijo Gian-Carla, quien llegó a Cochabamba días atrás para preparar los conciertos que dará en octubre. “El propósito de todos estos conciertos, dos en Nueva York y cuatro en Bolivia, es sentir la reacción del público para probar estas nuevas canciones y decidir cuáles llegarán al disco”, dijo Tisera, y prevé que estas doce canciones que integran la propuesta Latin Powerhouse Projec sean grabadas en un disco la primera mitad de 2016.

rectores de coro en Europa. Otra gran promesa es Anna Pardo, soprano cochabambina residente en Gent, Bélgica, y finalista en el concurso Reina Elizabeth de Bruselas, Bélgica”. “En los últimos 15 años” dijo Augusto Guzmán, “tenemos el grato placer de presenciar el gran desarrollo del talento de nuestros jóvenes, que va de la mano de una formación sólida, la información mundial al alcance de todos y las metas-perspectivas más cercanas. En este sentido, encontramos a Camila Barrientos, Alina Delgadillo y Andrea García”.

Raúl Ybarnegaray (*) En Cochabamba han pasado 15 años desde el inicio del nuevo milenio, 15 años también celebro yo de haber comenzado “el arte de la canción de autor”. Cantar mis canciones y contar la historia. Por tanto, este festejo me toca también. Es importante separar el desarrollo local del movimiento artístico musical (en general), de lo que sería el surgimiento (y/o desarrollo también) de exponentes de lo que llamaré la “Canción de Autor”. En el primer caso, veo una evolución muy positiva. Muchas expresiones urbanas, contemporáneas, alternativas, etcétera han surgido en estos últimos tiempos enriqueciendo sin duda el acervo cultural de esta ciudad y persiguiendo dar respuesta a una pregunta siempre urgente: “¿cuál es nuestra verdadera identidad?”. Respecto a lo que es la Canción de Autor, a ninguno. Absolutamente ninguno. Aunque hace más de siete años vengo empeñado en profundizar el rol compositivo de diferentes compañeros de escenarios, lamento siempre encontrarme con la elección de ser intérpretes de éxitos guitarreros de los años 80 y 70. Algo así como clones de “Nicho Hinojosa”, o sea, sencillamente deplorable. “Respeto mucho la elección personal de dedicarse a ganar dinero cantando. Pero me duele ver mucho talento desperdiciado, dormido. Algo está fallando… o algo no nos interesa, o algo nos interesa más que otra cosa”. Y ahí creo que “lo artificial” cum-

ple un rol determinante. Pero bueno. Cada uno hace su propio camino. A mí, simplemente me duele. No condeno a nadie, pero me duele silenciosamente. Sinceramente quisiera ver más fuerza en esos jóvenes de los colegios, de las universidades, de los centros educativos, que tienen la valentía de tomar una guitarra y hacer una canción que hable de sus preocupaciones, de su sociedad, de los problemas y temáticas que vemos a diario. Me gustaría ver compositoras, mujeres… que hablen de ese mundo que los varones no podemos ni siquiera imaginar. Pero más allá de la individualidad, que hablen del mundo, de cómo lo ven. No hay o no se les ve… y a mí me duele profundamente que “se vea tanto de lo otro”. Si no comenzamos a salir de las fórmulas tradicionales, de lo poco profundo, de la “forma por encima del contenido”… no veo un futuro muy prometedor. Y seguiremos teniendo a nuestros mismos representantes, los eternos, los intocables. Pero si nos atrevemos a romper nuestros propios conceptos, nuestros propios esquemas, nuestros propios miedos (como artistas), a experimentar, a “escuchar” más, a buscar (dentro y fuera de nosotros)… etcétera… entonces sí, no sólo llegaremos lejos, sino que seremos grandes referentes fuera de nuestras fronteras. Algo en lo que un país tan diverso como Bolivia, está inminentemente destinado a convertirse: un referente. (*) El autor es músico y compositor.


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Migración y Formación

Cochabambinos, creando debajo de las piedras Fadrique Iglesias Mendizábal (*) ochabambinos hay en todas partes, dicen. Si censáramos a los bolivianos que viven en el área metropolitana de Washington DC, por mencionar una ciudad poblada por compatriotas, e imaginariamente los pusiéramos en el mapa boliviano, tendríamos a uno de los 25 municipios más poblados del país. Entre esos emigrantes están algunos de los referentes culturales nacionales, ya no como exiliados forzosos sino como aventureros del intercambio artístico e intelectual, interconectados con el país a través de sus redes sociales y de su producción creativa. Hasta hace poco tiempo, los abanderados eran los músicos clásicos Jaime Laredo, violinista y director de la Orquesta Sinfónica de Vermont; Teresa Laredo, pianista y profesora del Conservatorio de Ginebra; el pianista Ramiro Sanjinés, profesor en la Universidad Nacional de Música Frédéric Chopin de Varsovia; Walter Ponce, director del departamento de música de UCLA en Los Ángeles; y el compositor Agustín Fernández Sánchez, desde Londres. Hoy, ellos tienen un interesante relevo que se ilustra sobre todo en el chelista Pablo Issa desde Connecticut y en Camila Barrientos, fundadora de la Sociedad Boliviana de Música de Cámara y, actualmente, clarinete principal del Teatro de Sao Paulo, formada en Nueva York. La música clásica no ha estado sola en la exportación de talento valluno. Para muestra, basta mencionar a Gian-Carla Tisera, quien fusiona ópera con ritmos criollos y andinos (sí leyeron bien) y al guitarrista que fusiona folklore y al jazz Gabriel Navía, de sólida formación en San Francisco, Berkeley, Berklee y Barcelona. Gabriel ha colaborado en la grabación de los únicos discos bolivianos nominados al Grammy Latino (2012 y 2013), con su padre, el potosino Eddy Navía, fundador de Savia Andi-

C

na. La fusión del folklore boliviano adquiere ribetes sorprendentes en una tonada tan de chicha y cántaro, como la cueca, aunque de la mano de Willy Claure, quien desde Suiza también articuló el año pasado un majestuoso disco con conocidos latinoamericanos como Joe Vasconcelos, Elsten Torres y Pavel Urquiza. Sin colaboraciones, los artistas del siglo XXI están perdidos. No así Joti Aviónica, quien este año estrenará un dueto con una de las más importantes cantautoras pop-rock de Chile, Francisca Valenzuela. Lo está haciendo en serio, no sólo con su música, sino también con la impecable estética de sus videos y de las piezas visuales que lo acompañan. Su forma de entender la industria quizás viene de sus años formativos en la universidad Full Sail y de su etapa laboral en Miami con Emilio Estefan. El más joven de los aquí mencionados es José Andrés, el niño prodigio del jazz boliviano, que a sus 10 años ya ha tocado en plazas monumentales como el Kennedy Center, el Banco Mundial o próximamente en la visita del papa Francisco a Estados Unidos, donde vive desde hace algunas semanas. Entre tanto cochabambino emigrante, es difícil mantener la sintonía con todos. Es difícil saber si el dramaturgo Diego Aramburo está montando obras en Ecuador o República Dominicana (o en ambos sitios, como pasa este mes) o si la artista y pintora Alejandra Alarcón está empapelando paredes con esas caperucitas negras, tan poéticas y seductoras como repulsivas. Ora en California, ora en México –donde hace el arte para videos de Natalia Lafourcade–, ora en Londres donde expone en este momento, septiembre y octubre. Igual sería complicado saber del paradero del fotógrafo Sergio Ribero de no ser por esos desgarradores y bellos retratos de rostros indios que comparte en redes sociales, ya no bolivianos, sino de la misma India, donde vive actualmente. Ribero, además de exponer sus fotografías, las ha cedido pa-

Laredo, Ponce y Fernández en la línea superior; Claure, Tisera y Navia en segunda línea y Barrientos, Issa y José André en la tercera línea. | Los Tiempos

ra portadas de libros de referencia en Bolivia, uno de ellos de Rodrigo Hasbún, autor en boga en América Latina, no sólo por los reconocimientos de Bogotá39 y de la prestigiosa afamada revista británica Granta, sino también por el magnetismo de lo que escribe. Hasbún, quien también es editor de una de las revistas literarias jóvenes más prestigiosas –Traviesa– acaba de publicar una novela sobre la familia Ertl en Random House, algo así como el Real Madrid de la literatura universal. En Random House ya publicó Edmundo Paz Soldán, quizás el único peso pesado del panorama

artístico boliviano a nivel mediático, verdadero “influencer” entre los narradores nacionales y sin ninguna duda seguramente el autor boliviano más citado desde Alcides Arguedas, aunque menos rabioso. Y si hablamos de rabia en los relatos, crónicas y novelas, no podemos obviar al anarquista de vocación Claudio Ferrufino Cocqueugniot, ese contestatario que agita los bajos fondos de Cochabamba, de Virginia del Norte y de Denver en su prosa poética y que gana premios inclusive de aquellos a quienes critica ferozmente. Agitadora también es la ci-

neasta Violeta Ayala, desde su trinchera australiana, documentando lo inverosímil con su cámara, así como Juan Cristóbal Ríos, guionista de “¿Quién mató a la llamita blanca?, que aunque paceño de carnet, se lo considera ya cochabambino de Arlingtonbamba, pues se ha ganado a la comunidad boliviana en Arlington recolectando piezas para su película “La Virginia de los bolivianos”. Y buscando entre ese crisol de expatriados también encuentras al cronista de la migración Leonardo de la Torre y a la narradora y fotógrafa Cristina Zabalaga, la segunda está en Washington

DC y el primero en Barcelona, donde también vive el periodista cultural Javier A. Rodríguez, uno de los fuertes críticos de música en Bolivia. Respiremos y asimilemos. No sabemos dónde están exactamente, pero sabemos que son cochabambinos y que refuerzan nuestra identidad. Sabemos que hacen cultura y arte y del bueno. Sabemos que son muchos más de los que están enumerados en este pedazo de papel. Sigamos investigando dónde hay otros, y qué están creando. (*) El autor es gestor cultural.

Cultura, Sociedad y Educación Artística Kilin Anaya (*) Suelo dejarme fascinar por la serie de pinturas de Edgar Degas de bailarinas de ballet clásico en múltiples posiciones en el escenario. Degas pintó muchas que inmortalizan sus presentaciones en el Teatro de la Ópera de París, pero pienso que su pasión verdadera se encontraba entre los bastidores del teatro o en la sala de ensayo, allí Degas dedica sus pinceladas a imagines impresionistas de situaciones cotidianas y ordinarias de bailarinas en ensayos o descansos, o calzando zapatillas. Evidentemente, las cosas más importantes suceden detrás de los bastidores, el escenario veda al público el proceso de la construcción de la puesta en escena de las Bellas Artes, sin procesos previos, sin formación de los artistas los escenarios quedan vacíos al igual que los cuerpos de los espectadores. El público también se ha formado, se construye, se vuelve exigente, aprecia y ama las artes. Queda pues como conclusión evidente que el espectáculo formal es sólo eso, el protocolo, la liturgia del grado cultural que una sociedad

ha alcanzado; lo más importante es el proceso subyacente, el proceso de formación y desarrollo del individuo y de la sociedad que se traduce en la formación de recursos humanos artísticos y promotores culturales que –conjuntamente a la voluntad de las políticas sociales del Estado, a niveles municipales y nacionales– se desaten asociados a prácticas y valores que sobrepasen los actuales paradigmas como única opción a un verdadero desarrollo sociocultural que involucre al universo. No es la búsqueda del protocolo porque sí, no es la finalidad la puesta en escena, las propuestas contemporáneas de arte nos revelan otras posibilidades; se trata al fin de la comprensión política de que el desarrollo de una sociedad, su desarrollo material, es imposible sin desatar un desarrollo cultural paralelo que contemple el desarrollo de la cultura, también como la puesta en práctica por parte del Estado de políticas e instituciones que subvencionen la creación de espacios, la formación de artistas y la difusión de sus diversas manifestaciones. Bolivia tiene una particular historia en cuanto a políticas

culturales y formación artística, las mismas están casi en cero y su máxima son los actos cívicos y desfiles militares. ¿Alguna vez nos preguntamos por qué el Instituto Eduardo Laredo, que es en el imaginario social un colegio de música, no tiene banda de guerra para los pomposos desfiles que conmemoran nuestras fechas cívicas y algunos tristes episodios de nuestra historia? Me lo han reprochado cientos de veces, y es que somos una sociedad de civismo inmaculado. Bolivia tiene muy pocos centros de formación artística y las artes parecen sólo ser vistas desde una perspectiva del espectáculo. El arte tiene mucha importancia en los procesos de formación y desarrollo humano, a través de éste es posible actuar, sentir y pensar de manera sintónica, y un ser humano que se ha desarrollado en la educación integral que conjuga los conocimientos científico humanísticos con elementos de las artes como la música, las artes plásticas, la danza o el teatro, tendrá mayor posibilidad de contar con una sintonía emocional y mental que le dará posibilidades de

realización en cualquier campo, con nociones creativas que le permitan aportar a la construcción social y cultural de su país. De los centros de formación artística, pienso con mucha aproximación que Cochabamba tiene los más importantes en los ciclos iniciales y medio, en música, con instituciones reconocidas como la Academia Man Césped y el Instituto Eduardo Laredo. Este último con el plus de ser un centro de formación integral que combina programas académicos científico humanístico y artístico, en música, danza y teatro. Cochabamba cuenta también con la afamada Escuela de Artes Plásticas, Raúl G. Prada. Estos centros de formación literalmente han subsistido a la falta de atención por parte del Estado y a las políticas educativas de varias refor mas. Han subsistido por voluntad y también por caridad, pero hay algo que es importante remarcar, Cochabamba, siempre las ha querido y en más de una oportunidad defendido a capa y espada, estas instituciones son parte de nuestra identidad como ciudad, como cultura generosa, al menos nos hace más fe-

lices pensar así. El problema central no solamente pasa por la subsistencia de los centros de formación inicial y media, sino por la falta de espacios de Formación Superior a que se enfrentan los y las jóvenes que desean entregarse a estos campos profesionales tan poco reconocidos en nuestro país. Esto último enfrenta los siguientes problemas: a) académicos, b) infraestructura, c) recursos humanos. Por estos elementos se complica notablemente la formación superior de artistas en nuestro país. Por académicos entendemos la necesidad de la creación de instituciones específicas a esta for mación como conservatorios, que legitimen formas académicas y de evaluación dentro de parámetros especiales que cada dimensión artística contempla, otras instituciones difícilmente tienen esta capacidad, pues responden a estándares de formaciones académicas muy distintas. Por otra parte, se trata en muchos casos de formaciones especiales, que requieren recursos especiales, como horas académicas individuales y a esto se une el segundo elemento, el de in-

fraestructura, que exige la construcción de edificios especiales y requiere de dotaciones e instrumentos y las más de las veces muy costosos. Finalmente, se trata de contar con una población preparada para encarar un proceso de formación superior; es decir, que contenga en sí formación previa desde la infancia. Bien son horizontes aún discutibles y esperamos salvables en torno al futuro de niños, niñas y jóvenes, que como lo del Instituto Laredo, podrán ser pioneros ante el Estado de una posesión de título que valida su profesión en el país. En todo caso, a falta de pan, bueno sería desarrollar la proliferación de instituciones que apliquen la formación integral artística en sus programas educativos, ocupando el tiempo de la niñez y la adolescencia de manera plena a su formación humana, generando la formación necesaria a generaciones que luego desarrollarían ampliamente procesos socioculturales en el país. (*) El autor es psicólogo y director del Instituto Eduardo Laredo.


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