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HISTORIA
NUEVOS ABORDAJES E sta separata histórica que presenta Los Tiempos en homenaje a los 205 años de independencia de Cochabamba, enriquecida con diversas visiones de historiadoras e historiadores que han estado estudiando los avatares que desembocaron en la emancipación de esta región, no pretende mostrar una postura unívoca y que emule la “historia oficial” sobre el tema. En estos textos el lector no encontrará verdades históricas absolutas, sino más bien preguntas abiertas que posibiliten una “reflexión más profunda (del) discurso revolucionario sobre la independencia (…) (que) ha reducido este proceso histórico a un conjunto de episodios heroicos que justifican
una mirada nacionalista y elitista” (Quispe Escobar). En este escenario, que es Cochabamba, donde floreció un auténtico espíritu de emancipación en mujeres y hombres, se descarta esa dicotomía “patriotas” y “realistas”, “oprimidos” y “opresores” —como subraya Quispe Escobar— que opaca por completo una aproximación legítima al tema. Por otro lado, aunque al proceso independentista de estas latitudes se lo ha concebido hasta ahora como antagónico a España, “también se jugó en lo local y contra lo local bajo la presión de las dos cabeceras virreinales (la del Río de la Plata y la del Perú) y sus intereses locales” (ibid).
Es destacable, además, el rescate del olvido que Huáscar Rodríguez hace de caudillos indígenas del valle alto cochabambino, que si bien tuvieron un rol en el proceso de independencia de Cochabamba, también actuaron espoleados por interesas particulares al margen de la lucha “por la patria”. Tal es el caso de Manuel Rojas, alias el “Curitu”, que se constituyó en un “caudillo indio fascinante y oscuro, una singular mezcla de héroe y bandido” (Rodríguez). Este caudillo aparece en medio de la crisis que generó la guerra, clima que propició el surgimiento de “gavillas” y “montoneras”, que eran grupos armados que intercalaron el bandolerismo con la lucha por la patria. Otro aporte interesante es el referido al tema de los “pasquines” en las luchas independentistas, propuesto por Rosa Elena Novillo, y enriquecido con la visión de Juan José Toro planteada en su obra “Calumnias, calumniadores y calumniados”. Es importante destacar que el pasquín cumplió un rol fundamental en este periodo, ya que fungía de difusor de ideas revolucionarias, y su carácter anónimo contribuía a proteger la identidad del autor. Eran manuscritos, ante la carencia en esa época de imprentas. Expresamos nuestra gratitud a los cuatro autores ya mencionados arriba —Alber Quispe Escobar, Huáscar Rodríguez, Rosa Elena Novillo y Juan José Toro—, además, a Guido Guzmán, a Edmundo Arze y a Ítala de Mamán. Sin el aporte de todos ellos, la ciudadanía no tendría la oportunidad de conocer visiones novedosas y profundas sobre el proceso de emancipación en Cochabamba.
SUMARIO
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Apuntes para una historia del periodo de la independencia de Cochabamba.
AUTOR
Alber Quispe Escobar PÁGS. 4-5 Indios, bandidos y “patriotas”: Manuel Rojas (El Curitu) y las guerrillas de Totora. AUTOR
Huáscar Rodríguez García PÁGS. 6-7 La segunda revolución de Cochabamba. AUTOR
Ítala de Mamán Rodríguez PÁGS. 8-9 Los levantamientos en Cochabamba de principios del siglo XIX. AUTOR
Guido Guzmán Salvatierra PÁGS. 10-11 Esteban Arze estuvo presente el 14 de Septiembre de 1810. AUTOR
STAF:
Ilustración de la Batalla de Aroma, 14 de noviembre de 1810. Fue la primera acción victoriosa de los patriotas contra las tropas realistas, en la guerra de la independencia.
• Coordinadora Suplementos: Jenny Cartagena • Diseño Gráfico: Juan Bernal • Textos y Edición de textos: Carlos Arce • Edición fotografía: Carlos López
Edmundo Arze PÁGS. 12-13 El pasquín en la independencia del Alto Perú. AUTOR
Rosa Elena Novillo Gómez PÁG. 14
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APUNTES PARA UNA HISTORIA DEL PERIODO DE LA INDEPENDENCIA DE COCHABAMBA
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in la intención de limitarme a fechas, crónicas de batallas, héroes y glorias —por lo demás bastante bien reproducidas desde la institucionalidad estatal—, voy a hacer una consideración más general y ampliada del proceso independentista de Cochabamba, a modo de señalar las limitaciones de la historiografía local y, en consecuencia, proponer una breve agenda de temáticas sobre este particular periodo histórico. 1. Partiré diciendo que la explicación del fenómeno de la independencia como mera reacción contra el despotismo de la metrópoli española, resaltando en ella el enfrentamiento entre “patriotas” y “realistas” (o las lógicas específicas de las guerras subyacentes en este proceso), poco contribuye a pensar en la complejidad que supuso este proceso. La glorificación exclusiva del 14 de septiembre de 1810 como un momento de victoria de los patriotas, oprimidos en búsqueda de libertad, y los realistas, opresores de un pueblo dominado, opaca por completo una reflexión más profunda que empezó esencialmente con la crisis política de 1808 que, de forma excepcional, dio lugar a la creación de Juntas y terminó en 1825 con la creación de la república de Bolivia. El discurso revolucionario sobre la independencia, más que el curso de los hechos históricos, ha reducido este proceso histórico a un conjunto de episodios heroicos que justifican una mirada nacionalista y elitista. Salir de esta historia heroica y ahistórica implica, entre otras cosas, analizar el rol político de las Juntas y el nivel de autonomía que alcanzó el Cabildo de Cochabamba en ese contexto para comprender las transformaciones políticas y simbólicas que empezaron a otorgarle contenidos novedosos a términos como “patria”, “nación”, “vecino” o “ciudadano”. Pero, a la vez, no
ALBER QUISPE ESCOBAR
Una ilustración de las tropas realistas, se encuentra en la Casona de Santivañez.
habrá que perder de vista la importante alianza entre los dirigentes “revolucionarios” de Cochabamba con el
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Antes de exaltar el carácter ‘revolucionario’ del movimiento del 14 de septiembre de 1810 como premisa histórica, es de más utilidad situarlo como parte de la problemática del ejercicio de representación política real en un contexto de crisis”.
gobierno del Río de la Plata (Buenos Aires) que ha sido completamente menospreciada por las visiones nacionalistas. Así, antes de exaltar el carácter “revolucionario” del movimiento del 14 de septiembre de 1810 como premisa histórica, es de más utilidad situarlo como parte de la problemática del ejercicio de representación política real en un contexto de crisis. Si nos apegamos a estos postulados, caeremos en cuenta así —contra la interpretación de la historiografía tradicional— que en este periodo hubo una auténtica preocupación en conservar los derechos del monarca cautivo Fernando VII, confundidos en discursos que hablaban de autonomía a la par que exaltaban al Rey y condenaban el “mal gobierno”. Estamos diciendo con esto que el tema de la autonomía es fundamental para comprender el carácter revolucionario de este movimiento. Además, hay que tener en cuenta que la petición de autonomía es anterior al periodo juntista y que la crisis de 1808 permitió que demandas locales o regionales por la administración del territorio cobraran más amplitud. Esto generó un reajuste
Sociólogo, Diplomado en Estudios Históricos Latinoamericanos y en Educación Universitaria. Magíster en Historia del Mundo Hispánico. Las independencias en el Mundo Iberoamericano (Universitat Jaume I, Castellón). Es coautor de varios artículos y libros sobre cultura, política e historia.
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del ejercicio del poder y de la autoridad aprovechado por las élites locales a través de la organización de Juntas, o desde el propio Cabildo, que asumieron el gobierno regional. De ahí que la independencia fuera sólo uno de los muchos resultados posibles. Y aunque la independencia siempre se la entiende contra España, también se jugó en lo local y contra lo local bajo la presión de las dos cabeceras virreinales (la del Río de la Plata y la del Perú) y sus intereses locales. 2. Ahora bien, es preciso también detenerse a reflexionar respecto a las transformaciones que se produjeron en este contexto tras la publicación de la Constitución liberal de Cádiz en 1812 y que fue jurada y ejercida en Cochabamba. Se sabe que en muchos contextos americanos este liberalismo gaditano supuso la emergencia de una nueva cultura política que causó cambios sustanciales en el ámbito de la autonomía e independencia y dio comienzo a un nuevo ciclo político de fuerte participación política (fundamentalmente electoral) de la población civil. ¿Qué implicancias políticas tuvo en Cochabamba la Constitución liberal de 1812? ¿Hasta qué punto permitió articular las demandas de autonomía y su alianza con Buenos Aires? Lamentablemente, es poco lo que se sabe al respecto. Su estudio permitiría comprender de mejor manera la participación del “bajo pueblo” en la política de esos años. Por un lado, se puede advertir que si bien la participación de los sectores populares fue importante (recuérdese por ejemplo el 27 de mayo de 1812) y por eso mismo reconocida en términos políticos, al parecer la propia “institucionalización” de las nuevas formas políticas y la propia experiencia de movilización convirtieron a este sector mayoritario en marginal. Por otro lado, se tiene la impresión de que a pesar de que hay un componente revolucionario, en realidad parecen ser los antiguos grupos de poder los que todavía tienen un peso decisivo en la “nueva política”. Sin negar el gran movimiento de masas de esos contextos, aquí habría que considerar el asunto de los intereses y las lealtades tejidas al interior de los grupos de poder local. Sabemos que una vez establecido el gobierno departamental, luego de un corto entusiasmo liberal, se empezaron a cerrar las opciones políticas democráticas (las que tienen que ver con la “ciudadanía”) para el “bajo pueblo”, sobre
todo para los indígenas. Pero, ¿habrá que exigir de este momento histórico previo algo más que debía construirse en un contexto de una comunidad política establecida? Del mismo modo, ¿habría que encontrar en este momento histórico el “origen” de los caudillismos o las hibridaciones más o menos distorsionadas en la política venidera del Estado boliviano prevaleciente a lo largo del siglo XIX? 3. En este sentido, es útil problematizar el lugar que ocuparon las élites en este proceso. ¿Quiénes fueron sino ellas las encaramadas en el Cabildo, la Junta y los mandos militares? En
unas a otras. Se puede especular que en tanto las élites tenían un poder político y económico previo, el periodo independentista les fue del todo beneficioso para recomponer los antiguos privilegios y buscar otros nuevos con miras a autoproclamarse libertarias y dirigentes de un destino en el que su protagonismo fue ambivalente. Así, este momento habría sido importante para un reposicionamiento de las élites criollas respecto a las clases populares. Valga decir aquí que en la historiografía tradicional, los criollos se llenaron de todas las glorias posibles en tanto que la participación plebeya quedaba
Escenificación de la Revolución del 14 de Septiembre de 1810, realizada el 30 de agosto de 2015.
el reajuste del ejercicio del poder ¿no primaron más bien intereses casi enteramente corporativos que antes que ejercer autoridad, entre patriotismo y autonomismo, buscaban más bien defender sus propios privilegios de grupo? Al parecer este impulso se convirtió en uno de los principales motores de este proceso, al menos en el periodo posterior a 1810. Sin embargo, las élites no intervinieron como grupo homogéneo, sino fraccionadas de acuerdo a las viejas lealtades establecidas entre ellas, las que sólo en vísperas de la independencia (1825) se uniformizaron relativamente. Los documentos históricos muestran a importantes familias cochabambinas enfrentadas
en el anonimato y condenada a ocupar un lugar marginal en la nueva realidad política. Se diría, con mucha certeza, que los criollos supieron sacar provecho de aquella crisis que afectó su economía en sentido inverso a los réditos que obtendrían terminado el proceso de guerra. Así, aunque en todo este contexto se involucraron distintos grupos sociales y étnicos en diversidad de posibilidades al campo político y de guerra, ¿no fueron los grupos de poder los que finalmente definieron el rumbo de estos procesos apostando ambivalentemente por uno y/o otro partido cuando las opciones se redujeron al enfrentamiento de “patriotas” o “realistas”?
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INDIOS, BANDIDOS Y “PATRIOTAS”: MANUEL ROJAS (EL CURITU) Y LAS GUERRILLAS DE TOTORA
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i en algo tuvo razón el muy criticado Charles Arnade (1982) es que la crisis de la Guerra de la Independencia ofreció a mucha gente una oportunidad excepcional para la aventura y para la realización de una vida libre y al margen de la ley, coyuntura aprovechada por diversos segmentos de las poblaciones andinas que se valieron de la lenta debacle colonial a fin de alcanzar diferentes objetivos. Es en ese contexto que surgieron diversas “gavillas” y “montoneras” que intercalaron el bandolerismo con la lucha por “la patria”, fenómeno prácticamente inexplorado en el ámbito boliviano, exceptuando el trabajo de Marie-Danielle Demélas (2007) a propósito de Ayopaya. Y es que la guerra trajo consigo nuevas prácticas de acción colectiva como las denominadas “montoneras”: grupos armados que instauraron formas de lucha conocidas prontamente con la denominación de “guerrilla”. Se trataba de fuerzas irregulares de caballería y de guerra sucia que al recurrir a los robos, al pillaje y al saqueo adquirieron gran atractivo para los sectores desposeídos y explotados, los cuales dieron duros golpes a los ejércitos realistas. De hecho, es posible afirmar que fue gracias a las montoneras que la resistencia “alto-peruana” contra la Corona española se consolidó en el territorio cochabambino, en concreto en Ayopaya, pero también en Totora y sus extensos alrededores, regiones convertidas en epicentros de la larga contienda bélica iniciada durante 1810. Pensando desde Cochabamba se sabe mucho de los grandes personajes devenidos en héroes de aquellas epopeyas independentistas, por ejemplo, Esteban Arze o Mariano Antezana, aunque otras figuras resultan más o menos desconocidas, verbigracia Casimiro Herbas o Melchor Guzmán alias Quitón. Son, en todo caso, hé-
HUÁSCAR RODRÍGUEZ GARCÍA
_La Columna de los Héroes de la Independencia de Cochabamba, en la plaza 14 de Septiembre.
roes criollos. Sin embargo, también existieron protagonistas indígenas que fueron igualmente importantes, pero éstos han sido ignorados por la Historia y sus difusas siluetas naufragaron entre el mito y la leyenda. Me refiero específicamente a un caudillo indio fascinante y oscuro, una singular mezcla de héroe y bandido: Manuel Rojas, alias el Curitu, de quien es posible conocer algo gracias a cierta historiografía semioficial y olvidada. Eufronio Viscarra, durante 1907, fue
quizá el primero en rescatar al Curitu aunque presentándolo como a un bandido sanguinario. El autor concluyó al respecto: “Los defensores de la causa de la independencia se entregaron también a excesos que merecen la severa sanción de la posteridad” (1967 [1907]: 306). Años después, cuando corría 1916, Waldo Soria Galvarro abordó brevemente los actos del Curitu y calificó a su gavilla principal como “cuadrilla de indígenas criminales a título de patriotas” (1998 [1916]:
Sociólogo e historiador. Ha escrito los libros “La choledad antiestatal” y “Guerra, política y bandolerismo”. Actualmente, prepara una tesis doctoral en Historia de América Latina para la Universidad Pablo de Olavide (UPO, Sevilla).
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HISTORIA
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Fue gracias a las montoneras que la resistencia ‘alto-peruana’ contra la Corona española se consolidó en el territorio cochabambino, en concreto en Ayopaya, pero también en Totora y sus extensos alrededores”.
31-38). Andrés Novillo, en 1928, fue el primer investigador que estudió seria y documentalmente al caudillo e instaló la imagen del Curitu como “héroe” (1998 [1928]: 106-123). Finalmente, Augusto Guzmán, en los años 60, dedicó unas páginas al Curitu, al que describe con el epíteto de “bandolero patriota” (1969: 357-364). Todas estas narrativas difundieron una serie de mitos y relatos transformados por la historia oral que perviven de cierto modo hasta la actualidad, si consideramos los textos de pseudoinvestigadores e historiadores improvisados que plagiaron los escritos de Viscarra, Soria Galvarro y Novillo para mostrar el “heroísmo patriota” del Curitu. Manuel Rojas nació en Cayarani o en Rumi-Rumi, comprensión de Punata, y fue adoptado en condición de empleado doméstico por Manuela Mariscal, poderosa propietaria de Arani que afirmaba educar a nuestro personaje para cura, lo que le valió el apodo de Curitu. Todavía veinteañero, dejó a su patrona y se fue a trabajar en una hacienda cerca a los yungas de Totora, propiedad de unos amigos suyos apellidados Rodríguez —alias qhari alqus, o sea “hombres perros”—: un clan familiar cuyos miembros eran “conocidos por sus fechorías” (Soria Galvarro 1998 [1916]: 31). Estando involucrado en negocios turbios que lo llevaban cada tanto a Punata, le sorprendió el movimiento del 14 de septiembre de 1810 en Cochabamba y rápidamente se enroló a una partida que lo condujo hasta la batalla de Aroma, bajo las órdenes de
Esteban Arze. Al año siguiente, volvió a Totora y sublevó a los indígenas de la región, organizando sólidas redes de pequeñas montoneras que con tácticas de guerrilla lograron tomar el control de un extenso territorio que abarcaba desde Arani hasta Vallegrande. Su coraje le dio gran fama y legitimidad y miles de indígenas engrosaban sus filas, le protegían y le servían de espías. Luchaba vestido con un uniforme militar arrebatado a un realista y se dedicó con decisión al robo y al saqueo de haciendas españolas, cuyos productos eran distribuidos entre sus combatientes y simpatizantes. Prometía acabar con la explotación colonial y eliminó a varias autoridades españolas y criollas; en tanto, conocidos propietarios huían hacia otras regiones dado el peligro instaurado por el Curitu y sus numerosas gavillas. Acusado de múltiples robos, crímenes y antropofagias, la fama del Curitu no cesó de crecer durante ocho largos años hasta que en 1819 fue preso y ejecutado. El fin ocurrió en Totora, donde una traición hizo coincidir al Curitu en una fiesta junto a otros dos guerrilleros célebres: Guzmán Quitón y Cabo Gordo. Allí una partida realista, previamente preparada para la operación, se valió de la embriaguez de la festividad y atrapó a los líderes rebeldes fusilando a todos menos al Curitu, pues él tenía reservada una muerte especial con tintes de suplicio. Fue envuelto en un pellejo fresco de buey al que fue cosido y sus verdugos lo dejaron al sol en lenta agonía, siendo despeñado horas después a un abismo desde el cerro Cutuchira. Luego le mutilaron la cabeza, la cual fue expuesta en la plaza de Totora y días más tarde en Pocona y Punata. Varias tradiciones fantásticas circularon sobre el final del Curitu. Una de ellas dice que los vecinos de Punata vieron que la cabeza del indio rebelde clavada en una pica subía y bajaba por sí misma durante las noches. Otro relato señala que la testa expuesta al sol exudó gotas de grasa dejando una mancha en el suelo que no desapareció durante muchísimos años. Esta historia muestra que los indígenas cochabambinos del valle alto y de las regiones aledañas a Totora fueron movilizados por caudillos nacidos en su propio seno, quienes tenían intereses particulares al margen de la lucha “por la patria”. También queda claro que si bien no pocos indígenas vieron la Guerra con indiferencia o cambiaron
Ilustración de la Batalla de Aroma, Esteban Arze comanda las tropas patriotas. El cuadro se encuentra en el Palacio Consistorial de Tarata.
de bando en el transcurso del conflicto, otros tantos se aprovecharon del contexto para dedicarse al bandolerismo, hecho que no niega la politización de estos actores en una situación bélica en la que estaban en juego muchos factores, tanto estructurales como coyunturales. En cuanto al Curitu en sí mismo, planteo que podría ser interpretado como un “bandido social”, esto es un fuera de la ley dedicado a los robos y crímenes, pero visto por los suyos como un justiciero y vengador que, evidentemente, contó con extensas bases campesinas de apoyo y legitimidad. En todo caso, la historia del Curitu plantea varios puntos oscuros de la historia de la Guerra de Independencia que futuros historiadores deberían explorar.
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LA SEGUNDA L
a segunda revolución de Cochabamba se inicia con la toma de la ciudad el 29 de octubre de 1811. Este proceso tiene su prolegómeno algunos meses antes, cuando –luego de la derrota del ejército cochabambino en Hamiraya (Batalla de Sipesipe)– uno de los líderes del ejército cochabambino, Esteban Arze —ascendido a Capitán por Francisco del Rivero en 1810—, con 300 hombres se internó en el campo, hacia las montañas del valle alto, con el ánimo de rehacer sus fuerzas y volver a retomar la ciudad en manos de Goyeneche, con la esperanza de que los habitantes de Cochabamba ansiaran como ellos volver a la situación anterior; es decir, cuando la ciudad se encontraba en manos de los patriotas. Goyeneche había dejado como Gobernador Intendente a Antonio de Allende, dirigiéndose luego a Potosí para de allí con los caudales que recogiese dirigirse hacia Buenos Aires, cumpliendo de esta manera su antiguo propósito de retomar el virreinato del Río de la Plata para el control de la corona española. Los acontecimientos a fines de octubre de 1811, esparcían el rumor en la ciudad de Cochabamba de que se preparaban nuevos aprestos revolucionarios. La noche del 28 de octubre tuvo noticia el gobierno de la Villa de la venida de las tropas de Cliza al mando de Esteban Arze. El Gobernador Antonio Allende dispuso que todos los vecinos se reuniesen en el centro de la plaza principal con sus armas y que las dos compañías que guarnecían la ciudad se mantuviesen en formación y alerta. Colocaron trincheras a la salida de las calles, con los palos que Juan Carrillo tenía en su casa. Después del consentimiento que otorgaron el Vicario Gerónimo de Cardona y Tagle y el señor cura Rector de la Iglesia Matriz, hoy Catedral, Don Melchor de Rivera y Jordán, resolvió el gobierno de la Villa que los caudales de la Real Caja, los de la Real Renta del Tabaco, los libros de cuentas de ese
DE COCHA
ÍTALA DE MAMÁN RODRÍGUEZ
Historiadora, docente en la Universidad Mayor de San Simón y la Universidad Católica Boliviana. Exdirectora del Archivo Histórico Municipal “José Macedonio Urquidi”. Autora de varios artículos sobre historia colonial. año y los anteriores, así como documentos, comprobantes, cuentas y demás recaudos se trasladen en vista del peligro a la torre de la Iglesia matriz. Se guardaron también en ella todos los pertrechos de guerra, víveres de la tropa e intereses de otros particulares que consistían en alhajas de plata, oro y también documentos. Con mucha reserva se hizo el traslado a las 12 de la noche con la escolta y previsión necesaria, con la presencia del Ministro Tesorero José Mariano Diez de Medina. En la torre se hallaba el Ministro Contador José Manuel Tames, llevando las
llaves de la contaduría y las dos de la tesorería, las mismas que se colocaron en el cajón del arca que se cerraron con las dos llaves que tenía. Se resguardó la puerta de la torre con guarnición de la tropa de la ciudad de la Plata que se hallaba en Cochabamba. En efecto, el 29 de octubre, a las dos y media de la tarde, las tropas de Esteban Arze tomaron la ciudad, reponiendo las autoridades constituidas por la Junta de Buenos Aires “con el gozo y aclamación universal del pueblo que se mantuvo fiel en sostener los sagrados derechos de la religión, del soberano y la patria”. Arze informó a la Junta de Buenos Aires el 2 de noviembre que ha restituido la Junta Provincial reservándose la Comandancia General de las armas, esperando la aprobación del Gobierno de las Provincias Unidas del Río de La Plata. Afirmaba en ese informe que no aspiraban a otra remuneración y empleo que el honor con que se prometen a asistir de últimos soldados, hasta ver cimentada pacíficamente la constitución. El 19 de noviembre, la Junta de Buenos Aires responde a Esteban Arze, alabando su comportamiento y el de la provincia de Cochabamba, comunicándole que ha sido nombrado Comandante General de Armas de esa provincia para que, como tal, reasuma el mando militar; el mando político debe quedar en la Junta instalada y le otorga el grado de Teniente Coronel del Ejército puesto a las órdenes del General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú Juan Martín de Pueyrredon. A raíz del Cabildo extraordinario realizado en Cochabamba el 30 de octubre, se nombran las autoridades principales, el poder político recae en Mariano Antezana (Presidente de la Junta, denominado a partir de entonces como prefecto) y la comandancia general de las armas en Esteban Arze. A partir de ese momento se abre una nueva fase insurreccional. Es el periodo de mayor producción de armamento y pertrechos militares, como se evidencia por los datos de archivo. Da
Torre de la catedral de Cochabamba, situada en la plaz
la impresión de que el valle de Cochabamba se convirtió en el gran taller de la revolución. Nuevamente las tropas cochabambinas incursionan hacia otros ámbitos del territorio de la Audiencia de Charcas. Ocurren importantes enfrentamientos entre las tropas del ejército cochabambino y las tropas realistas. Se establece una nueva conformación
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HISTORIA
REVOLUCIÓN
ABAMBA
presentó ante Esteban Arze habiéndole conferido éste el título de Comandante de las Doctrinas de Moromoro, Pitantora, Guaicoma, Pocpo, Quilaquila y sus contornos. Esta segunda fase de la insurrección es el momento de las alianzas estratégicas; se unen a Esteban Arze, las tropas de Carlos Taboada, se conforma la compañía de forasteros dirigidas por Diego de la Riva y Uvenson. Por los datos de archivo se evidencia durante esta fase la masiva participación indígena. En los documentos transcritos por Soruco se menciona a Esteban Arze como “comandante de los naturales”.
za de Armas 14 de Septiembre.
del Estado Mayor. Este segundo levantamiento, que inaugura el segundo periodo de la actuación del ejército cochabambino, significó un consuelo para las otras tropas de combatientes que actuaban en otros ámbitos de la Audiencia de Charcas. Así, el famoso guerrillero Manuel Ascencio Padilla al enterarse del levantamiento de Cochabamba se
En la rebelión indígena de 1811 El segundo levantamiento de Cochabamba coincide con el último periodo de la insurrección indígena de 1811. Se habían insurreccionado los pueblos de Pacajes, Larecaja, Omasuyos, apoyados, al inicio, por 800 cochabambinos, provistos de armamento otorgado por Francisco del Rivero en Cochabamba en agosto de 1811, antes de la batalla de Hamiraya. Numerosas fuentes documentales evidencian la participación de Cochabamba en los enfrentamientos bélicos que libran los indígenas contra las tropas realistas. Asimismo, se señala esta participación en el sitio de La Paz efectuado el 15 de agosto de 1811. En estas circunstancias, el Virrey del Perú, Abascal, recurre a la estrategia de enfrentar indios contra indios. Moviliza al Cacique de Chincheros Mateo Pumacagua con 3.500 milicianos indios reforzados por 1.200 hombres del cacique de Azangaro Manuel Choquehuanca. Repitiéndose la historia de 1780 – 1781 de la época de Tupac Amaru y Tupac Katari, la insurrección india es vencida y las tropas indias realistas causan el horror de los pueblos por donde pasan. El año 1812, se inicia con una gran incertidumbre para las tropas patriotas. El oficio de Martín de Pueyrredón al Gobierno provisional de las provin-
cias Unidas del Río de la Plata es muy elocuente. Afirma que la vanguardia enemiga situada en Yavi al mando de Francisco Picoaga impide la comunicación con las provincias del interior. Por ello no puede cumplir el mandato de enviar oficiales de confianza, ni comisionar otros de las mismas provincias para acaudillar las divisiones amigas. Por todo ello tuvo urgencia de conferir el empleo de Comandante General interino a Esteban Arze, persuadido de que conviene premiar así el “mui extraordinario culto de la empresa de recuperación de la provincia de Cochabamba que seguramente ha trastornado los cálculos del enemigo y ha favorecido la inexcusable retardación de nuestras medidas”. El primer ejército auxiliar Luego de la derrota de Guaqui (20 junio de 1811), el primer ejército Auxiliar enviado por las provincias unidas del Río de la Plata había iniciado su retirada. Luego de su infortunada estadía en Potosí, siguió su camino hacia el sud. Por consiguiente, en 1812, las tropas patriotas del Alto Perú se encontraban solas frente a las fuerzas realistas. Solo Díaz Vélez enfrentó a los realistas comandados por Picoaga en el Río Suipacha el 12 de enero de 1812, siendo vencido luego de dos horas de lucha por las tropas de Goyeneche. La revolución se expande Como en la fase de la primera insurrección bajo el mando de Del Rivero, las tropas cochabambinas, esta vez al mando de Esteban Arze, se despliegan por el territorio de la Audiencia entablando combate en diversos puntos tanto hacia oriente como hacia occidente, contra las tropas realistas. Entre algunas, están las batallas de Quirquiavi, Quewiñal, la Coronilla y Ayopaya. Por ejemplo, restituidas las autoridades patriotas, civiles y militares en la provincia, Esteban Arze decidió atacar a Oruro. El 16 de
noviembre, las tropas de Arze fueron derrotadas retirándose hasta el cerro de Conchopata. Hacia el oriente, en diciembre parte de Cochabamba la expedición hacia Totora al mando del capitán Manuel Lozano. Se produce el combate entre Totora y Chilon. donde tuvieron una “guerrilla” de noche con los cruceños y lograron vencerlos (enero de 1812). Después del combate en las cercanías del Chilón las tropas patriotas, fueron en busca del enemigo y lo encontraron en Pampa Grande donde luego de una acción de ocho horas (febrero de 1812) derrotaron completamente al enemigo. Tercera Revolución A pesar de la cruel represión a la provincia de Cochabamba; de la muerte de importantes líderes de la Segunda Revolución; del aniquilamiento de animales y sementeras de los campos cochabambinos, la indómita región no tardaría en enarbolar nuevamente las banderas de la insurrección cuando 10 meses después, en marzo del año siguiente (1813) se produciría la tercera revolución, inaugurando una nueva etapa de esta historia de sacrificios, entrega y dedicación en busca de mejores condiciones de vida, libertad e independencia. Cuando se rememoran hechos de la magnitud del que acabamos de señalar es preciso recordar las palabras con las que el Tambor Vargas en su DIARIO DE UN COMANDANTE DE LA INDEPENDENCIA AMERICANA, justifica el haber escrito los sucesos que le tocó vivir: “Varios y lastimosos son en efecto los sucesos que han empeñado por conseguir (la independencia), y como quiera que han afectado a la humanidad tiene un grande mérito para ser transmitido a la posteridad, mucho más para que sepa ésta, cuánta sangre, cuántos esfuerzos, cuánto valor y heroísmo cuesta a la patria su libertad, para saberla apreciar mejor, conservarla y respetarla”.
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LEVANTAMIENTOS DE COCHABAMBA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XIX
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aciendo un análisis de la participación de Cochabamba en los levantamientos de principios del siglo XIX, se observa que los criollos españoles estaban bastante motivados en tener el control de las riendas del gobierno estatal colonial. Sin embargo, los sucesos en la Audiencia entre los oidores y su presidente Pizarro no fueron de lo más cordiales, el grupo de criollos de la Academia Carolina de la Universidad, al mando de Manuel Zudáñez y otros, impulsó a que se produzca el control de la Audiencia y la consecuente difusión de este hecho; por ejemplo, el propio Zudáñez llegó a Cochabamba a propalar el levantamiento; posteriormente, el de La Paz, si bien tuvo niveles mucho más sólidos y consistentes, estuvo marcado con el lamentable desenlace de la muerte de los principales líderes del levantamiento del 16 de julio. Observamos, pues, que Cochabamba estaba profundamente comunicada e involucrada con los últimos sucesos de esos dos levantamientos revolucionarios a principios del año 1810. La intendencia de Cochabamba aparentemente se encontraba tranquila; sin embargo, el interés de los revolucionarios era lograr que el movimiento, creado por ellos, tenga a Cochabamba a su favor; los realistas, por su parte, apostaban porque se mantuviera, el mayor tiempo posible, fiel al régimen establecido. Después del corto gobierno de Irigoyen —sustituto interino de Francisco Viedma luego de su muerte—, se encargó también interinamente el español Joseph Gonzáles de Prada, muy conocedor del territorio por los 20 años que vivió en Cochabamba y con la ventaja de estar familiarizado con los valores humanos de los habitantes del lugar, lo cual le permitía mantener relativamente en paz la zona; pero no todos compartían las ideas de Gonzá-
GUIDO GUZMÁN SALVATIERRA
Escenificación de la revuelta del 14 de Septiembre de 1810.
les de Prada dentro el Cabildo, donde comenzaron a actuar los protorrevolucionarios, sin conseguir un éxito aparentemente importante, aunque sí lo obtuvieron entre la masa a la que supieron imbuir de sentimientos antiespañoles, y, consiguientemente, cierto afecto hacia la idea revolucionaria. Es de suma importancia aclarar que
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La repercusión tuvo sus efectos en toda la Audiencia y mucho más en Cochabamba, donde se comenzó a preparar la defensa realista, aunque el resultado iba a ser diferente.
la llamada “masa”, que poco a poco se involucró, estaba compuesta por la clase artesanal y comercial, constituida por los llamados cholos de la pequeña ciudad de Cochabamba; ya fue un toque de alerta muy temprano y anticipado el levantamiento de Alejo Calatayud, allá por 1730. En esta oportunidad, los cholos vallunos habían cooptado el control comercial a través del arriaraje (transporte de la época en el que se utilizaban animales de carga) casi directamente de la producción hacendal hacia las minas y los puertos de Arequipa y hasta Buenos Aires, sede del Virreinato al que pertenecía la Audiencia. Es más, la relación casi horizontal entre el patrón, dueño de la hacienda, y los colonos o yanaconas indígenas, estaba muy entrelazada en un sistema de producción agrícola muy consentida de compartir –producir y obtener–, por parte de los indígenas, excedentes que les posibilitaba cierta solvencia para adquirir o por lo menos arrendar sus propias parcelas al patrón. Este fenómeno social y económico hizo que en determinado momento la
Sociólogo. Diplomado Superior en Estudios Andinos Bolivianos de la Flacso y en Educación Superior de Univalle. Docente de Etnohistoria en la Universidad Mayor de San Simón. Asistente en el Archivo Histórico Municipal 20092013. Paleógrafo contratado para realizar el Primer Catálogo de Expedientes Coloniales de Cochabamba.
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HISTORIA
“masa” indígena del valle de Cliza, Mizque y de Cochabamba, participara en el levantamiento de esta región. Los indígenas de las tierras altas, como Tapacarí, Quirquiavi y Ayopaya, cumplieron una función de comunicación y enlace con el altiplano, perfilándose con el tiempo las guerrillas de Ayopaya. Volviendo al grupo protorrevolucionario, se empezó a mover con relativa diligencia al interior del Cabildo, y uno de ellos, que tenía el cargo de alcalde provincial y teniente coronel de las milicias provinciales, Francisco del Rivero, llegó a alcanzar fama el 14 de septiembre de ese año. Acompañando las desavenencias entre los partidarios de ambas tendencias ciudadanas, que no dejaban de preocupar a las autoridades realistas de la ciudad, estaba la campaña de pasquines, papeles sediciosos, canciones callejeras, etc., que tenían su origen unas veces en la misma ciudad, y otras en lugares apartados de la provincia. La inmensa campaña de papeles que llegaba a Cochabamba se incrementó con la entrada de Nieto en la Capital del distrito, una vez derrotado el movimiento chuquisaqueño. El 13 de enero, daba cuenta Gonzáles de Prada a Nieto, gobernador intendente de Potosí, del estado en que se encontraba la ciudad y la intendencia, en aquellos momentos: “(…) aparentemente todo estaba tranquilo, le decía, el grupo de los revolucionarios sólo esperaba a que se obrase contra alguno de ellos para ‘levantar el grito como se hizo en Chuquisaca’, advertía que era muy delicado el momento cualquier paso en falso podía desencadenar la ola revolucionaria. Una vez desencadenada, ‘sería difícil su sujeción por la fuerza’”, además de los peligros que supondría para el resto de las provincias. La ocupación de Gonzales de Prada estaba dirigida principalmente a la persecución de los papeles sediciosos que llegaban con grandísima frecuencia, sobre todo al teniente coronel Rivero, uno de los principales revolucionarios ocultos de la ciudad. La precaria tranquilidad que mantenía y la difícil política de equilibrio apoyada por la proximidad de las tropas de Nieto en Chuquisaca, Sanz en Potosí y Goyeneche en La Paz, se llega a esfumar con los sucesos de mayo en Buenos Aires. La repercusión tuvo sus efectos en toda la Audiencia y mucho más en Cochabamba, donde se comenzó a preparar la defensa realista, aunque el resultado iba a ser diferente: la
revolución de septiembre. Los acontecimientos de Buenos Aires, se los recibió en Cochabamba con simpatía, logrando tener una comunicación muy fluida, alentando y animando más a los protorrevolucionarios a asumir actitudes a favor de la Junta de Buenos Aires y activando el levantamiento. Es así que en los primeros días del mes de agosto, González de Prada detecta aprestos subversivos a través del hijo de Juan Carrillo de Albornoz y da un parque de fusiles con destino a Cochabamba mediante el cura Javier Iturri Patiño, que fue delegado vocal de la Junta Tuitiva y capellán interino de las tropas en La Paz. El gobernador instruye retirar el cargamento de fusiles en Tapacarí y se le aprese al cura Patiño, destinándolo a Potosí. Paralelamente, recibió órdenes del presidente Nieto de enviar un destacamento militar de su guarnición a Oruro, con la instrucción de protegerla de la amenaza de sublevación de los indios dirigida por el caudillo Victoriano Titichoca acantonado en Paria. De este modo, el teniente coronel Francisco del Rivero, junto a Esteban Arze y Melchor Guzmán, alias el Quitón, fue encomendado para marchar hacia Oruro y sofocar la revuelta indígena que amenazaba este lugar, quedando radicados hasta nuevas órdenes. Todo indica que tanto Gonzales de Prada como su comandante de armas Gerónimo Marrón y Lombera tenían sospechas, llegando a tener conocimiento de sus furtivas reuniones secretas en la antigua casona de Cangas, en las afueras de la ciudad, y en previsión de un levantamiento, ordenaron su alejamiento con esta misión. La idea de las autoridades era desterrarlos y enrolarlos a las fuerzas del coronel Basagoita, que tenía la misión de ir en auxilio de Nieto y Sanz. Esta maniobra de destierro fue comunicada por Lucía Ascuy a Francisco del Rivero, quien inmediatamente coordinó y captó el sentimiento popular de su tropa a la adhesión a la Junta de Buenos Aires, promoviendo la deserción de sus principales subjefes Arze y Guzmán junto con otros soldados. Posteriormente, Rivero comunicó al Cabildo orureño haber recibido el 10 de septiembre una orden urgente de constituirse en Cochabamba sin la menor demora por asuntos de servicio real. Concedido el permiso, partió a Cochabamba el 11 de septiembre. Previamente, Rivero se reunió en Cliza con las tropas llegadas días antes desde Oruro para coordinar el apresto.
Francisco del Rivero, Melchor Guzmán Quitón y Bartolomé Guzmán lograron tomar control del cuartel de la gobernación y la detención de Gonzáles de Prada y su comandante Gerónimo Marrón y Lombera en la madrugada del 14 de septiembre de 1810. Posteriormente, Esteban Arze llega con las tropas patriotas de Cliza y Tarata. Se llama a Cabildo Abierto en el que se aclama como gobernador a Francisco del Rivero. Entre tanto, González de Prada logra fugar a Perú. Triunfante el levantamiento de Cochabamba, se organizó la Junta de Guerra integrada por Francisco del Rivero, Isidro Marzana, Melchor Villa Guzmán (Quitón), Bartolomé Guzmán, Esteban Arze, Antonio Allende, Manuel de la Vía, Faustino Irigoyen, José Manuel Balderrama, Agustín Antezana, Francisco Carrillo y Ramón Laredo. Después del nombramiento en Cabildo Abierto el 19 de septiembre de 1810, se informó a Buenos Aires que Francisco del Rivero fue designado como Gobernador Intendente y que se lanzaron proclamas que reflejaron los motivos por los cuales el pueblo se levantó en armas y tomó el poder político, cansado de la arbitrariedad y despotismo de las autoridades cesantes. Cochabamba y sus nuevas autoridades patriotas, sabían que no podían quedarse conformes con su levantamiento, y es así que el pueblo en general —a iniciativa propia— se empezó a movilizar con el propósito de apoyar la incursión del ejército auxiliar de la Junta de gobierno de Buenos Aires que ingresaba al Alto Perú; pues, se organizó por primera vez un Ejército Patriota Cochabambino que a los dos meses de su levantamiento —el 14 de noviembre— se haría de una victoria en los campos de Aroma. Posteriormente, este mismo ejército apoyaría en la batalla del Desaguadero o Guaqui a las tropas del Ejército auxiliar liderado por el argentino Castelli, cuya derrota implicó la organización de todo el pueblo y provincias de Cochabamba contra la arremetida del ejército realista al mando de José Manuel Goyeneche en la batalla de Hamiraya el 13 de agosto de 1811. Momento en que cayó y fue derrotado el Ejército Patriota Cochabambino, culminando así el primer levantamiento revolucionario de Cochabamba. Sin embargo, Cochabamba ingresaría a una etapa mucho más compleja promoviendo una segunda revolución el 29 de octubre al mando de Esteban Arze, como comandante del ejército, y Mariano Antezana, como gobernador y prefecto.
Monumento a Francisco del Rivero, ubicado en el Paseo del Prado.
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ESTEBAN ARZE
ESTUVO PRESENTE EL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1810 EN COCHABAMBA
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l 30 de julio llegaron a Oruro las tropas cochabambinas en un número de 300 hombres, para sofocar una nueva rebelión indígena en el pueblo de Toledo, dirigida por el cacique Titichoca, originada por la negativa a pagar los tributos. Sin embargo, esta rebelión quedó disuelta rápidamente coincidiendo con la llegada de las tropas de la milicia cochabambina bajo las órdenes del teniente coronel Francisco del Rivero. Sorpresivamente les llega la orden del presidente de la Real Audiencia de Charcas, Vicente Nieto, quien dispuso que las tropas cochabambinas se concentraran en Potosí para enfrentar al ejército auxiliar argentino de Días Vélez y Balcarce, del que se conocía su avance desde Buenos Aires internándose al Alto Perú. Otra de las órdenes fue la de esperar la llegada de las tropas del coronel Basagoitia —que, procedente de Lima, debía arribar para ejercer el comando militar por mandato del Virrey Abascal— que marchaban al sur también para auxiliar a Vicente Nieto. El plan era emprender una gran expedición punitiva para reconquistar Buenos Aires; sin embargo, apercibidos Francisco del Rivero, Esteban Arze, Melchor Guzmán “Quitón” y Bartolomé Guzmán de esas maquinaciones, decidieron rebelarse no aceptando llevar su tropa y urdieron la manera de no cumplir esa orden virreinal. Es así que la noche del 6 de septiembre, los soldados del teniente coronel Francisco del Rivero abrieron un forado en el cuartel Fortaleza (lugar donde se encontraba el mercado Campero) por donde abandonaron todos en franca deserción. Ellos fueron: el teniente Esteban Arze, el alférez Melchor Guzmán y toda la tropa. Al día siguiente, Del Rivero informó por escrito al Cabildo de lo sucedido con su tropa y sugestivamente permaneció en Oruro hasta el 11 de septiembre,
JUAN EDMUNDO ARZE
Abogado e historiador. En sus investigaciones halló documentación del siglo XVI referente a los primeros asentamientos de los conquistadores castellanos y las escrituras sobre la fundación de la Villa de Oropeza. Autor de más de 100 artículos sobre la historia de Cochabamba. Retrato de Esteban Arze elaborado por Edmundo Arze.
cuando se encaminó a la ciudad de Cochabamba a la medianoche, dejando en Oruro detenido un hijo suyo y sus criados. Mientras, Esteban Arze, junto con Melchor Guzmán, Bartolomé Guzmán y el cura Juan Bautista Oquendo, ocho días antes del golpe
político militar, recorrían rápidamente los campos del valle de Cliza para convencer a los campesinos para que participen en aquel levantamiento ya planificado mucho tiempo atrás, además de proveerse de algunas armas improvisadas.
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Según Nataniel Aguirre, Esteban Arze sin duda alguna participó en los sucesos del amanecer del 14 de septiembre de 1810”.
Tres días después, Francisco del Rivero junto a Esteban Arze, Melchor Guzmán “Quitón”, Bartolomé Guzmán y José Manuel Chinchilla, entre otros, encabezaron la revolución patriótica libertaria del amanecer del 14 de septiembre de 1810 en Cochabamba, con las tropas que habían desertado en Oruro y con las reclutadas en los valles cochabambinos.
ginas 34 y 35 registra que la multitud gritaba esa mañana del 14 de septiembre “hemos reconocido a la excelentísima junta de Buenos Aires… que viva la Junta… viva don Fernando VII… viva don Francisco del Rivero… viva el cabildo… viva don Esteban Arze y don Melchor Guzmán…”. Según Nataniel Aguirre, Esteban Arze sin duda alguna participó en los sucesos del amanecer del 14 de septiembre de 1810. ¿Qué dice al respecto Eufronio Vizcarra en su obra “Biografía del Gral. Esteban Arze”? (Cochabamba: 1910) Primeramente, Vizcarra recalca en la página 44 lo siguiente: “Rivero era el pensamiento de la causa revolucionaria y Arze la acción”. En la página 41 se refiere a la participación de Arze
miento del 14 de septiembre de 1810, la palabra autorizada e irrecusable del cura Oquendo es la prueba más evidente de que Arze estuvo presente al estallar la revolución y de que tuvo parte principal en dicho suceso”. Otras pruebas literales de la participación de Esteban Arze en el acto revolucionario del día 14 de septiembre de 1810 Se trata de una fuente directa primaria (consistente en copias fotostáticas traídas del archivo Real de Indias Sevilla, las mismas se encuentran en el Archivo Histórico Municipal de Cochabamba), que son testimonios y actos de comparecencia de testigos presenciales oculares y actores en los sucesos del 14 de septiembre. Este interrogatorio se realizó tiempo después
¿Esteban Arze asistió el 14 de septiembre a los acontecimientos revolucionarios de toma del cuartel, el cabildo y la Plaza Mayor? Pruebas Según se aprendió por historia oral y escolar en estos más de 100 años, se sabe que Esteban Arze participó en los hechos del 14 de septiembre de 1810, que llegó a caballo envuelto en su poncho con sombrero de ala ancha al mando de campesinos indígenas reclutados en los valles de Tarata, Cliza, Punata y Arani en número de 1.000 hombres de a pie y a caballo armados de lanzas (chusas), fusiles, makanas y hondas, entrando a la ciudad el amanecer de ese día. Sorprendiendo y reduciendo a la guardia al grito de “viva la patria y muera el mal gobierno…”, se apoderaron del cuartel (sin efusión de sangre), tomaron la plaza y el cabildo, destituyendo al gobernador Gonzales de Prada. ¿Qué dicen los libros al respecto? Nataniel Aguirre, en su obra épica “Juan de la Rosa” (París: 1909), describe lo siguiente en la página 29: “Las columnas de milicianos y de una extraña tropa a pie y a caballo de robustos y colosales campesinos del Valle de Cliza”, refiriéndose a los infantes y a los jinetes, pero recalca que comandaban esas tropas Esteban Arze y el joven Melchor Guzmán “Quitón”, seguidos por muchos ayudantes caracoleando en sus briosos caballos. Y en las pá-
Monumento a Esteban Arze, ubicado en la avenida Aroma casi al pie de la colina de San Sebastián.
en el cuartel, hace alusión al capitán y alguacil de la Santa Inquisición, Mariano Vergara. En pie de página dice: “Vergara, cuya adhesión al Rey era absoluta, se dirigió al cuartel armado de una pistola, empero nada pudo conseguir con su arrojo, pues Arze y Guzmán se apoderaron de él y lo redujeron a prisión (alude a la toma del cuartel y al arresto del gobernador), y en la página 51 se refiere al “día en que el heroísmo se dejó ver en los tenientes don Esteban Arze y don Bartolomé Guzmán”; a pie de página dice lo siguiente con motivo de la publicación de ciertos documentos históricos relativos a Bartolomé Guzmán: “Algunos espíritus suspicaces han puesto en duda la intervención de Arze en el pronuncia-
en ocasión que el ejército Real retomó la ciudad de Cochabamba, se registra en estos términos: “El caudillo Rivero… mientras dormían acuartelados en el cuartel, el abanderado Antonio Pol con motivo de estar encargado de la construcción de fabricar armas blancas componer las de chispa y fabricar municiones. Los insurrectos Rivero, Arze y Guzmán a eso de las 5:30 llegaron con multitud de paisanos, se introdujeron sin dificultad al cuartel, apresaron al sargento mayor oficial de guardia Don Gabriel Vertiz Verea y al abanderado Antonio Pol. Cuando fue arrestado el gobernador en el cuarto de la prevención, el testigo declara que vio al brigadier Don Gerónimo Marrón en las puertas del cuartel”.
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EL PASQUÍN P
EN LA INDEPENDENCIA DEL ALTO PERÚ
asquín viene del apodo popular de una antigua estatua existente en Roma, llamada por algunos “II Paschino” o “II Pasquino”, data del siglo III o II a. C., en mal estado y desfigurada. Dicha estatua utilizaban para pegar o colgar escritos anónimos de protesta o crítica a la autoridad, que hacían ocultamente. El pasquín llegó a América con los conquistadores y fue un recurso utilizado en distritos como el Alto Perú, que carecieron de imprenta. “A lo largo de todo el régimen español en Indias, los pasquines cumplieron su función específica de protesta y de acusación contra el dominio peninsular, pero sobre todo tuvo su punto más alto en las postrimerías de la colonia”. Las ideas que precedieron la Guerra de Independencia fueron difundidas en los periódicos de la época: el pasquín aparecía por la mañana fijado “a uso de cartel de pregón en los lugares públicos”. La autoridad despegaba el papel con el propósito de hallar algún indicio. El último recurso consistía en ofrecer públicamente “recompensa para que delataran al autor de los pasquines, pero no se tenía noticia de que haya ocurrido este hecho”. El pasquín es frecuente en épocas de revolución política o social. Entre los muchos pasquines que circulaban en Cochabamba y que se conservan en el expediente abierto sobre los hechos ocurridos en Chuquisaca, es el enviado desde Buenos Aires al sargento Melchor Guzmán, que era una invitación a sacudir el yugo del domi-
nio español. Terminaba así: “¿Americanos, hasta quando queréis vivir inertes? Corrió el cisne a la América, pero con entrañas de cuervo; arrancadle sus plumas, y con ella, y su sangre, imprimid el sello de vuestra lealtad”. El otro pasquín, remitido desde la Plata al vecino Miguel de Prado, era más interesante en su forma y contenido. Decía así: “Americanos ¿Qué es eso? ¿Ilusión, es sueño, es hechizo, magia? Todos estáis animados de unos mismos sentimientos, conocéis la justicia de nuestra causa, sabéis las ventajas que se os preparan, tenéis la ocasión oportuna, advertís que vuestras fuerzas reunidas son superiores a quanto pueda oponerse en ellas y no ejecutáis lo que tanto anheláis. ¿Baya: fuera preocupaciones: fuera temores? Ni la religión, ni la razón os lo prohíben. Sacudid el pesado yugo que tanto tiempo ha os oprime, romped las cadenas duras que os hacen gemir en la miseria, arrancad de raíz, un Gobierno mal cimentado, plantad en su lugar vuestros legítimos derechos, y empezad, ya a gustar los encantos halagüeños de la libertad que os dio la naturaleza”. Estos pasquines se caracterizaron por su anonimato, ya que el contenido de los mismos iba contra el orden constituido, pues planteaban ideas de libertad, independencia y de “viva la patria”. La madrugada del 14 de septiembre de 1810, la ciudad de Cochabamba, una de las más importantes del Alto Perú, se alzaba en armas contra el poder constituido. Esta revolución fue liderada por Francisco del Rivero, Melchor Guzmán
EL PASQUÍN, UN ARMA FUNDAMENTAL
Quitón, Esteban Mariano Arze, ayudados de la fogosa palabra del sacerdote tribuno Juan Bautista Oquendo. De esa manera, Cochabamba se unía a la revolución que propugnaba la Junta Revolucionaria de Buenos Aires. “Esta actuación de los cochabambinos no fue un hecho aislado que surgió de repente, sin podérsele encontrar ninguna relación posible. Si Cochabamba se alzó en esa fecha fue porque ya hacía mucho tiempo que estaba recibiendo la influencia constante de los grupos revolucionarios que actuaban en el Alto Perú. Sólo ahora, ante las noticias del levantamiento de Buenos Aires y la proximidad de su ejército libertador decidió unirse en revuelta amplia a la independencia altoperuana”. El 19 de septiembre, se organiza la Junta de Guerra que proclamó la defensa de los derechos del Alto Perú, comprendiendo con esto en forma realista que el movimiento no había de ser local, sino regional, en todos los límites de la Audiencia de Charcas. La campaña estaba decretada. Del Rivero y Arze fueron exaltados al comando de la revolución. Desde este momento, ya se encontrará unida a todo el movimiento que los llevará a su independencia, y, en su consecución, habrá sido Cochabamba uno de los más firmes baluartes de la lucha por la libertad, la independencia y la democracia durante 15 años. Por todo ello, la célebre “Gaceta de Buenos Aires” estampó la elocuente frase: “El alto Perù será libre, porque Cochabamba quiere que lo sea”.
“Los pasquines fueron manuscritos que se copiaban y se difundían manualmente. Muchas veces eran pegados en lugares públicos. Como eran, en esencia, instrumentos de protesta, las autoridades coloniales los prohibieron, así que la elaboración y difusión de pasquines era considerada una actividad delictiva y se perseguía como tal. La mayoría de los historiadores coinciden en señalar que el efecto de los pasquines fue determinante en las guerras independentistas por masificar las protestas que se rumiaban en secreto. De “Calumnias, calumniadores y calumniados” de Juan José Toro.
ROSA ELENA NOVILLO GÓMEZ
Integrante de la Asociación de Investigadores Histórico Sociales Cochabamba. Resolución Nro. 311 y de la Sociedad de Historia, Geografía y Estudios Geopolíticos de Cochabamba. Consejera Departamental de Culturas, mesa Patrimonio Material e Inmaterial Gestora y pionera de “Cochabamba costumbrista” 1985.