Postales de Lanjarón. Un recorrido histórico y crítico por su arquitectura desaparecida.

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Postales de Lanjarón Un recorrido histórico y crítico por su arquitectura desaparecida A historical and critical journey through its disappeared architecture

Lucía Guzmán Martínez


Resumen ¿Cómo era Lanjarón hace un siglo? Este pueblo moldeado por el agua ha sido testigo de la desaparición de arquitecturas que tuvieron un gran valor histórico y que forman parte de la memoria colectiva de sus habitantes. Sin embargo, su recuerdo sólo puede rescatarse a través de las icónicas postales turísticas que fueron enviadas por sus visitantes a lo largo de los años. Estas tarjetas postales nos ayudarán a realizar un recorrido por el pasado desaparecido de Lanjarón de la primera mitad del siglo XX de un modo histórico y crítico.

Abstract What was Lanjarón like a century ago? This town shaped by water has witnessed the disappearance of architectures that had important historical value and that are part of the collective memory of its inhabitants. However, its memory can only be rescued through the iconic tourist postcards that were sent by its visitors over the years. These postcards will help us take a journey through Lanjarón’s disappeared past from the first half of the 20th century in a historical and critical way.

Palabras clave Arquitectura desaparecida; Tarjeta postal; Recorrido histórico; Lanjarón; Memoria histórica; Análisis documental

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Introducción En el pequeño formato de un cartón de 10 x 15 cm, con una foto en su anverso y un texto escrito a mano en su reverso, el destinatario puede transportarse a lugares en los que nunca ha estado o lugares que han desaparecido. La idea para Postales de Lanjarón surge de una situación actual anómala debido a la pandemia de covid-19, que imposibilita la visita y el estudio de Lanjarón para el correspondiente trabajo fin de máster. Las restricciones de movilidad hacen necesario el entendimiento de esta localidad a través de imágenes virtuales; sin embargo, una sorprendente cantidad de ellas provienen de antiguas postales turísticas. Esto conlleva a que todo el imaginario adquirido de Lanjarón se base en sus postales, en blanco y negro o a color. Postales turísticas que muestran el encanto de este pueblo en épocas pasadas, en sus momentos más espléndidos y, sobre todo, de aquellos lugares emblemáticos ya desaparecidos. Esta información gráfica, que actualmente se encuentra cada vez más en desuso, ha sido la principal vía de transmisión del patrimonio cultural y arquitectónico de Lanjarón a lo largo de los años. Un pueblo granadino que ha sufrido multitud de transformaciones en su arquitectura local, sobre todo aquellas relacionadas con el agua y el turismo, sus principales atractivos. En el campo de la investigación, muchas ciudades españolas han publicado catálogos y exposiciones sobre sus colecciones de postales, reduciéndose en meras recopilaciones donde el historiador sigue sin prestar suficiente atención a esta rica fuente iconográfica. En el caso de Lanjarón, se trata de una información no catalogada, desordenada, que no tiene fechas ni lugares concretos que sugieran desde donde se han realizado las fotografías, ni qué arquitecturas siguen vigentes a día de hoy y cuáles no, dando lugar a una visión difusa de Lanjarón. Además, su arquitectura desaparecida es un tema parcialmente desconocido hasta el momento y, menos aún, su vinculación con la historia de sus postales y su cultura visual. A día de hoy, con la imposibilidad de libre tránsito, se plantea la recopilación de las postales lanjaronenses y la investigación sobre sus elementos desaparecidos para brindar una guía turística que permita el viaje a domicilio, sin tener que desplazarse, a través de un recorrido gráfico y descriptivo de la arquitectura desaparecida de este pueblo de la Alpujarra en la primera mitad del siglo XX. Todo lo cual apoyado de un gran contenido crítico que permita entender si las transformaciones acaecidas han sido beneficiosas o, si por el contrario, tiempo pasado fue mejor. Además, la información es contrastada tanto con la prensa de la época como con aquellas descripciones que los viajeros escribían a amigos y familiares en el reverso de las Postales de Lanjarón.

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Breve historia de la tarjeta postal gráfica La primera tarjeta postal española fue enviada el 11 de diciembre de 1873. En sus orígenes, estas postales sólo llevaban impreso el franqueo y su reverso estaba totalmente en blanco. No fue hasta los últimos años del siglo XIX, gracias a la mejora de los métodos de impresión como la fototipia y la cromolitografía, cuando la tarjeta postal comenzó a ilustrarse. Para 1901 su uso ya se había convertido en tendencia. Se trata de una “carta sin sobre”, generalmente con una fotografía en su anverso del lugar donde se adquirió y que permite una corta comunicación descubierta y por lo tanto no confidencial en su reverso. 1 Un defecto de las postales es su difícil datación. Las postales anteriores a 1958 indicaban el nombre de la imprenta y el lugar de la toma, pero no el año. A partir de ese año se aprobó un decreto por el cual se debían datar a través de un número romano, tomando 1957 como año 0. 2 Por tanto, para este trabajo de investigación, se podrían datar fácilmente las postales de la segunda mitad del siglo XX, pero las postales anteriores deberán ser datadas en base a otras pesquisas o hipótesis.

La tarjeta postal turística como transmisor de conocimiento arquitectónico Se puede decir que la fotografía de paisaje arquitectónico empezó a ser reconocida con el nacimiento de las postales turísticas. Hasta entonces, las fotografías que se intercambiaban eran generalmente de retratos o en forma de tarjetas de visita ilustradas. Ahora, bajo el formato de la tarjeta postal, muchos fotógrafos comenzaron a difundir su repertorio fotográfico de paisajes, vistas urbanas, monumentos, edificios emblemáticos, etc. Así surgió, en el año 1892, la primera edición española de postales de visitas y monumentos en los talleres de Hauser y Menet bajo el título “Recuerdos de Madrid”. A lo largo del siglo XX, la postal turística fue llegando al alcance de todos progresivamente, fuera cual fuera su condición social o económica. Esto provocó la aparición de nuevas vías populares de difusión de imágenes arquitectónicas, que simbolizan una época y que difunden la experiencia turística de conocer/apreciar/ recorrer lugares allá donde son recibidas. Es como si fuera posible “viajar a distancia” hacia una ciudad o una región determinada, donde a veces este repertorio documental es el único que se conserva del lugar, añadiendo un factor de nostalgia.3 Muchas de estas imágenes son estereotipadas y representan continuamente el mismo escenario, conformando todo un imaginario colectivo de su arquitectura a través de la tarjeta postal, perdurando en el tiempo.

1 Carla Lois, C. A. (2017). 10x15. Las tarjetas postales como huellas de las prácticas de los turistas. Pasos,pp.633-657. 2 Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Tarjeta_postal 3 Guereña, J.-L. (2005). Imagen y memoria. La tarjeta postal a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Berceo , pp. 35-58.

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Localización de las arquitecturas desaparecidas y trazado del recorrido **

Piscina Paraíso

* Piscina *

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Balneario de 1899

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Castaño Gordo Molinos

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Banda hoteles “Avenida”

Casetas Capuchina * Banda hoteles San Roque Arquitectura popular

Ruinas balneario 1873

Castillo de los Moros

Análisis histórico y arquitectónico de los elementos desaparecidos Balneario Arrancamos nuestro paseo por las arquitecturas desaparecidas de Lanjarón a través de sus postales. Lo primero que nos sorprendería si visitásemos este pueblo hace un siglo sería una serie de pabellones de madera y hierro al estilo japonés dispuestos en la ladera izquierda del recorrido [1]. Si lo estuviésemos visitando en verano, nuestro paseo se vería alterado por la gran afluencia de gente que entra y sale de estas misteriosas arquitecturas, a los que [1] acompaña una barahúnda de voces e idiomas que nuestro cerebro no puede discernir pero que suponemos provienen de tierras muy lejanas. Se trata del balneario de Lanjarón en los primeros años del siglo XX. Antes de entender el porqué de estas arquitecturas, debemos retroceder en el tiempo. En el año 1770 se empezó a aprovechar el agua de los manantiales de Lanjarón, abundantes en esta parte de acceso al pueblo. Durante un siglo, los manantiales sólo consistían en pozas o chascas abiertas cubiertas por tablas de enea

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embadurnadas en cal que constantemente tenían que ser reconstruidas por los corrimientos de tierra de las lluvias torrenciales. Hasta que en 1873, la duquesa de Santoña compra los terrenos y empieza a construir un establecimiento balneario con un acueducto de 400 metros de fábrica de ladrillo para traer las aguas desde su nacimiento. Sin embargo, ese mismo año se derrumbó por los desplazamientos del terreno y su deficiente cimentación. Sus ruinas perduraron muchos años y pueden verse en la postal adjunta [2]. [2] Después de un período de gran decadencia y abandono, se vuelve a construir en 1884 un nuevo balneario pero esta vez situado a la salida del pueblo para asentarse sobre terreno más estable. El problema residía en que, ya no sólo iba a ser un balneario sino también hotel; además, se planeaba que tuviera hasta cinco pisos de altura con sólidos muros de sillería embovedados y con una conducción de agua que distaba más de un kilómetro desde los manantiales. El resultado fue su derrumbamiento tras un fuerte seísmo cuando sólo se alzaba unos pocos metros sobre el suelo.

Así es como, en 1898, Silverio Carrillo compra los terrenos y empieza a construir estas arquitecturas más ligeras en madera y hierro a modo de pabellones de baño modernos, que son los que aparecen en la tarjeta postal [3]. Se vistió al agua de arquitectura, comenzando la nueva era del balneario. Para ello se construyeron sólidos muros de contención formando tres bancales y se condujeron las aguas por canalizaciones de hierro. En el primer bancal se disponía un salón de descanso y [3] oficinas; en el segundo se subía por una rampa hacia las instalaciones balnearias, una para ricos y otra para pobres, con vestíbulo, galería de pilas y albercas de hierro; y en el tercero se guardaban los depósitos de agua y la caldera. Además, Silverio empieza a promover la comercialización del agua embotellada. Si nuestro paseo hubiera sido en 1921, hace exactamente un siglo, nos hubiéramos encontrado con la remodelación posterior que hizo el hijo de Silverio Carrillo; una construcción de dos plantas de ladrillo con una torre en su ángulo cuyas novedades eran la lujosa escalinata de mármol en su interior que conducía a una gran sala de fiestas y casino, un gran jardín, una piscina exterior [4] y la construcción de ocho diques en el barranco para evitar, finalmente, los corrimientos de tierra. Actualmente esta arquitectura sigue siendo la imagen más representativa del balneario de Lanjarón gracias a la difusión de sus tarjetas postales [5]. [4] 6

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Caseta de la Capuchina Nuestra siguiente parada es el barranco del Salado. Aquí se encuentra el manantial de la capuchina, cuya fuente se encontraba cubierta por un sencillo pabellón de madera cubierto de chapa metálica [6], rodeado de otras casetas de carácter efímero con usos complementarios [7]. Se trataba de una arquitectura más simbólica que funcional, que señalaba a los agüistas su posición y respondía nuevamente a la necesidad de la arquitectura de vestir los espacios de agua. Ya en 1920, con la construcción del nuevo balneario de ladrillo, veríamos la caseta reformada siguiendo una misma línea estética y constructiva.

Castillo Si seguimos recto por la ruta del barranco del salado nos encontraremos, agazapado a lo alto de un promontorio rocoso aislado y dominando todo el valle del río Lanjarón, una fortaleza medieval conocida localmente como el Castillo de los moros [8]. Este castillo fue construido durante la época nazarí y cristiana, entre los siglos XIII y XVI, por orden de los sultanes Yusuf I o Mohammad V como plan de defensa durante sus reinados. La elección de su ubicación responde a un fin puramente estratégico, desde donde se controlaban los pasos más importantes a Sierra Nevada y a la Alpujarra, así como los ataques provenientes del Valle de Lecrín y la costa. Además, la elevada cota del promontorio y sus paredes escarpadas hacían que este baluarte defensivo fuera casi inexpugnable. En el momento de la rebelión morisca ya se encontraba en mal estado, y desde 1568 empieza su abandono, sin volver a tener fines militares nunca más. En 1993 fue catalogado Bien de Interés Cultural como monumento.4 Se trata de una arquitectura desaparecida pero de la que se conservan hoy en día algunos vestigios de su época cristiana [9]. La planta se adapta a las irregularidades del levantamiento rocoso donde se sitúa, consta de dos ámbitos diferenciados en los cuales se mantienen algunas partes de la muralla exterior con restos de una torre. También se conservan las trazas de un bastión de planta cuadrada realizado en mampostería y tapial. En caso de asedio, la fortaleza disponía de un aljibe formado por una bóveda de mampostería; sin embargo, las ruinas desprendidas del propio castillo lo obstruyeron.5

4 Navarro, J. D. (2008). El Castillo de Lanjarón (Granada). Un análisis a partir del estudio de la cerámica recogida en la intervención arqueológica de 1995. Arqueología y terriotio nº5 , 141-159. 5 Samos, J. P. (1999). Lanjarón. Los paisajes del agua. Granada: Balneario de Lanjarón S.A.

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Las ruinas del castillo han sido fuente de inspiración para muchos viajeros románticos a lo largo del siglo XIX y XX que, a pesar del estado tan deteriorado de sus restos, supieron ver en ellas el lado más sugerente y poético de una arquitectura que atesora parte importante de la memoria de Lanjarón y en la que aún uno puede imaginar las sublevaciones moriscas que acaecieron entre sus ruinas. Se rescatan aquí algunas de las menciones al castillo de varios de estos viajeros a su paso por el pueblo: Federico Olóriz Aguilera, 1894: “Ceñida por el río se yergue la abrupta roca donde se encarama el castillo como la garita de un centinela en lo más alto de gigantesca fortaleza natural.” 6 Juan Gutiérrez Padial, 1934: “Lamentando las heridas sangrantes en la rabiosa anatomía del Castillo (…) En el Castillo de Lanjarón el paso de los siglos clavaron su dentellada.” 7 Es por todo ello que las postales de las ruinas del castillo fueron muy populares y codiciadas en la primera mitad del siglo XX. Tanto, que el propio Federico García Lorca, asiduo visitante en época estival, utilizó el reverso de la postal adjunta del Castillo de los Moros [8] para escribir a Manuel de Falla sobre su viaje a Lanjarón:

Lanjarón, 6 de agosto 1926 “Sr. D. Manuel de Falla. Antequeruela Alta, 11. Granada He pasado rápidamente por Granada sin poderlo saludar. Mi madre ha tenido unos fuertes cólicos hepáticos y hemos tenido necesidad de venir a Lanjarón con gran prisa. Gracias a Dios, estas aguas de la Capuchina la han puesto buena con una rapidez milagrosa, y ya estamos todos lo contentos que se podrá suponer. Espero dentro de unos días charlar con usted y María del Carmen en su jardín. Muchos recuerdos de todos. Para usted un abrazo cariñoso de Federico.”8

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6 Ibidem 7 Ibidem 8 Lorca, F. G. (1994). Prosa, 2. Epistolario. Madrid: Akal.

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Calle principal De vuelta hacia el pueblo, observamos que toda la trama urbana de Lanjarón se resumía en la extensión de oeste a este de una larga calle principal, llamada Calle Real.9 Cualquier callejuela secundaria que tomáramos nos conduciría siempre a esta única avenida, convirtiéndose en un lugar de encuentros inevitables. El origen de esta atípica estructura urbana proviene del paulatino poblamiento de la tan concurrida ruta de acceso a la Alpujarra, convirtiendo una loma muy abrupta, escarpada y prácticamente estéril en un pueblo transitable rodeado de vegetación y moldeado por el agua. Los lanjaronenses supieron adaptarse a la pendiente mediante la construcción de bancales y aprendieron a domar el agua con la creación de multitud de ramales y brazales para el riego de sus cultivos.

Hoteles Nos sorprendería la cantidad de hoteles, pensiones y casas de huéspedes que nos recibirían nada más adentrarnos unos pasos en el pueblo, dejando claro el importante atractivo turístico del municipio. Este afloramiento de hoteles a las puertas de Lanjarón alrededor de los años 30 se motivaba por la cercanía al balneario que tanto éxito estaba trayendo consigo, provocando que el núcleo urbano se desplazase hacia esta parte del pueblo y que se vieran alteradas las actividades tradicionales de un pueblo de montaña. Al aumentar considerablemente la población en el período estival, muchas viviendas eran convertidas en alojamientos turísticos y en tan sólo diez años el pueblo pasó de tener sólo dos hoteles a contar con nueve, en forma de bandas hoteleras. Sin embargo, muchos de los viajeros describían las condiciones de los hoteles como precarias y deficientes. Comenzando nuestro paseo por este Lanjarón desaparecido nos encontraríamos con la primera banda de hoteles que colindaban entre sí, conocida como “La Avenida”. Se trataba de los hoteles Salud, España, Palace y Vista Alegre, de los cuales sólo se conservan el hotel España –donde se hospedaba Federico García Lorca durante sus visitas- y el hotel Palace –actualmente conocido como Nuevo Palace-. El Hotel Salud, a diferencia, ha desaparecido y su nombre respondía a su proximidad al manantial de la Salud y al balneario. A unos metros más adelante se situaría el Hotel Andalucía, actualmente abandonado y en ruinas, ya que fue traspasado a sólo 240 metros de distancia. Y por último, el hotel Vista Alegre, conocido antiguamente como la fonda malagueña. Continuando nuestro recorrido por la calle principal, llegaríamos a la otra banda de hoteles ubicada en el barrio de San Roque [13]. En este caso todos ellos desaparecieron para la construcción de bloques de viviendas. Esta banda colindaba con la ermita de San Roque –aún existente- y estaba compuesta por los hoteles Victoria [10], Royal [11], Nuevo Suizo [12] y San Roque. Todos ellos se ubicaban en la banda izquierda de la calle principal, con el fin de que las habitaciones, en su totalidad, pudieran disfrutar de vistas al sur o al cerro de la Bordaila. Con el paso de los años, estos hoteles comenzaron a implementar servicios y espacios considerados muy modernos para la época, como agua corriente, interruptores eléctricos, jardines y terrazas, salones de fumadores, lectura y música.

9 Algún que otro viajero decimonónico llegó a describir que el nombre de Calle Real pareciera ironía por su “mal empedrado y feas casas”.

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De este modo, su clientela pasó a ser de alta alcurnia, tales como marqueses, políticos, famosos artistas, etc.10 La arquitectura de estos hoteles respondía más a una arquitectura de enclave turístico veraniego que de alta montaña. La mayoría contaba con tres plantas; la primera se destinaba a los usos más públicos tales como recepción o salón, por ello era la más profusamente decorada en fachada, aumentando el ancho de sus huecos y/o formando una arcada de arcos semicirculares o incluso ojivales con vidrieras –como en el caso del Hotel Victoria-. Las plantas restantes contenían las habitaciones con pequeños balcones y molduras alrededor de los huecos.

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Hotel San Roque Hotel Victoria

Hotel Royal

Hotel Nuevo Suizo

Ermita San Roque

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10 Torres, M. M. (s.f.). Lanjarón. Miscelánea periodística. Obtenido de http://www.adurcal.com/enlaces/mancomunidad/fotos/lanjaron/index.htm

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Arquitectura popular Dejando atrás los hoteles y la ermita de San Roque, nos dirigimos a través de una calle empedrada hasta el centro del pueblo, donde se encuentra el casco histórico. Durante el paseo, el sonido del agua nos acompañaría, pues las acequias que atravesaban la Calle Real estaban por aquel entonces descubiertas; además, pasaríamos por la iglesia y por su única plaza, la plaza de la Constitución. La arquitectura que aquí se está perdiendo es la propia arquitectura popular y tradicional de sus casas. En esta época, esta parte del pueblo estaba repleta de pequeñas casas blancas11 encaladas que contrastaban con el verde de sus frondosos jardines y huertos –naranjos, limoneros y granados-, respondiendo al arquetipo de construcción típica alpujarreña [14]. No solían tener más de dos plantas de altura y sus tejados eran planos, de pizarra y posteriormente de teja árabe. También era recurrente encontrarse con tinaos, muchos de los cuales aún siguen en pie. Estas construcciones, junto con el castillo árabe, proporcionaban una apariencia enteramente morisca al pueblo.12 Frente a la calle principal se encontraba un profundo barranco que permitía divisar toda la cuenca del río como si de un infinito mirador se tratara, ya que la construcción de esta parte del pueblo fue posterior. Así, Lanjarón se veía a lo lejos como un conjunto de casas blancas, la torre de la iglesia y el humo de sus hogares.

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11 Alrededor de 800 casas y 4000 habitantes 12 Antes de 1572, predominaba el caserío musulmán nucleado en torno a tres barrios, pero la Guerra de las Alpujarras, la repoblación cristiana y la necesidad del pueblo de adaptarse a la Calle Real llevó a su reestructuración.

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Castaño Gordo Si ascendemos hacia los campos de la vega de la localidad por el camino antiguo de caballería –un sendero muy estrecho-, encontraríamos el desaparecido “Castaño Gordo”.13 Un colosal castaño que llegó a medir 10 metros de circunferencia, convirtiéndose así en un centro de atracción para los visitantes y en la primera postal de Lanjarón que no representaba ningún elemento de índole arquitectónica. La naturaleza como atractivo turístico. Y es que antiguamente la falda de la montaña era un gran un bosque de castaños, nogales e higueras. Federico García Lorca utilizó esta misma postal [15] para escribir a un amigo lo siguiente: Lanjarón, agosto 1927 “En plena Sierra Nevada se está en el corazón del alma de África. Todos los ojos son ya perfectamente africanos, con una ferocidad y una poesía que hace resistible el Mediterráneo. Este árbol (el Castaño Gordo de la postal) te dará una idea de la vegetación y calidad densa del agua. Aquí se comprenden las llagas de San Roque, las lágrimas de sangre y el gusto por el cuchillo clavado. Andalucía extraña y berberisca.”14

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Piscina Si la piscina exterior del balneario se situaba a la entrada de Lanjarón, la otra piscina pública -llamada piscina del río o piscina del paraíso- se encontraba en la esquina opuesta del pueblo [16]. Y es que su denominación “piscina del paraíso” no era para menos, pues contaba con una localización excepcional. Se alzaba sobre el mismo cauce del río Lanjarón, entre el paseo de los molinos de agua y un vergel de alamedas altas y verdes cañaverales, accediéndose a través de un puente de madera que desembocaba directamente sobre las aguas para el baño. Era un lugar muy confluido en verano, donde familias enteras se reunían a disfrutar del agua, el sol y la naturaleza.

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13 wikiloc. (14 de mayo de 2017). Obtenido de https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/lanjaron-huerta-de-las-monjas-acequia-de-la-cecarta-acequia-de-montalban-lanjaron-14-05-2017-17750176 14 Samos, J. P. (1999). Lanjarón. Los paisajes del agua. Granada: Balneario de Lanjarón S.A.

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Molinos de agua Gracias a las favorables condiciones del terreno que proporcionaba el propio cauce del río y las acequias, el molino hidráulico fue una actividad tradicional e intensa en Lanjarón. Estos ingenios fueron una parte tradicional de la estructura de asentamiento y explotación musulmana. Inmediatamente después de la guerra morisca, la lista del reparto del territorio de Lanjarón registró la existencia de ocho pequeños molinos de pan y de dos molinos de aceite, propiedad durante largo tiempo de los gobernadores del municipio. Del Catastro de Ensenada se conoce que para mediados del siglo XVIII existían dos molinos harineros, conocidos como “el alto” y “el bajo”, además de ocho molinos para la molienda de la aceituna de los cuales uno era impulsado por el agua. Cien años después estos molinos aceiteros seguían en funcionamiento, aumentando a siete los molinos harineros y permitiendo abastecer de harina al Valle de Lecrín y a doce hornos de pan. Fue desde mediados del siglo XIX hasta principios del siglo XX cuando esta actividad tradicional tuvo su mayor auge, generando un paisaje repleto de ingenios hidráuli[17] cos que colgaban de las paredes de travertino en el cauce del río y acompañado del rumor de los molinos y cascadas. Con la llegada del racionamiento y el autoconsumo de la postguerra, muchos de ellos tuvieron que dejar de girar sus piedras y rodeznos debido a la baja rentabilidad. A partir de entonces, empezaron a ser abandonados hasta que a día de hoy no quedan más que postales donde cada molino es identificado por el nombre del que alguna vez fuera su dueño o la ubicación que históricamente tuviese en el lecho del río. El poeta Juan Gutiérrez Padial relató el paseo entre molinos a lo largo del río Lanjarón, un hermoso recorrido que “sólo puede ser hoy un recuento de ruinas o un ejercicio imaginario”15 y en el que aparece el molino de la postal adjuta [17], el llamado “Molino de Clemencia”:

“Engastado al roquedo llameante, el Molino de Fernando Clemencia, como pegatina cosida al paredón vertical linde insalvable de los Parrales (….) Todo bajo la espesa colgadura del choperal, por donde discurría a su antojo el otro manantial de Capuchina, del que sólo sabían y aprovechaban los nativos (…) Ya en el rellano último, en la linde misma de Montalbán, el molino mejor, el más agraciado y entrañable. ¡Mi molino!”16

15 Samos, J. P. (1999). Lanjarón. Los paisajes del agua. Granada: Balneario de Lanjarón S.A. 16 Padial, J. G. (1982). Lanjarón: Historia y tradición. Monachil.

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Conclusiones Esta investigación evidencia que las postales de Lanjarón fueron uno de los mecanismos principales de transmisión de conocimiento arquitectónico y aún hoy en día, a pesar de su declive, conforman una fuente de gran interés iconográfico y documental para conocer arquitecturas desaparecidas o profundamente transformadas, sobre todo tras la Guerra Civil o las fuertes transformaciones urbanas de los años sesenta y setenta. El trabajo abre el camino a una posible futura línea de investigación, esta vez tratando las postales a color de la segunda mitad del siglo XX. El “Lanjarón de postal” cada vez más se asocia a la idea de un Lanjarón olvidado. Son muchos los factores que han podido ocasionar la desaparición de estas arquitecturas de gran valor histórico. Por una parte, el deseo constante de modernizar todo tipo de instalaciones para cumplir con las expectativas de las clases más pudientes. Deseos que, como hemos visto, no concordaban con las condiciones ni la manera de vivir tradicionales de sus habitantes. Y es que hasta el propio terreno no era capaz de cumplir con unas expectativas nada armoniosas con la esencia del pueblo. Esto se ha hecho evidente, por ejemplo, en el afán reiterado de construir un gran hotel balneario de pesados materiales y grandes proporciones que nada tenían que ver con su arquitectura popular y que, como consecuencia, se derrumbaba en cada intento. El desarrollo urbano, por su parte, está aprodiándose de las laderas del barranco del Salado y Lanjarón a costa de espacios de gran valor ambiental y de arquitecturas que en el pasado eran focos turísticos, pero sobre todo, eran respetuosos con la morfología de su asentamiento y de los usos del agua. El otro gran factor, es el bucle negativo generado por el éxodo hacia la ciudad. Lanjarón es un pueblo que prácticamente despierta en verano. El descenso de turistas al pueblo ha provocado que cada vez sean más los edificios abandonados por falta de rendimiento, provocando la pérdida de la identidad de Lanjarón; y esto a su vez, en un descenso aún mayor de sus visitantes. Es un pez que se muerde la cola. La modernización y el avance es inevitable, pero es necesario que se lleve a cabo desde la convivencia y complementariedad con el resto de actividades tradicionales como las agrícolas y ecológicas. Aún estamos a tiempo de salvar la identidad y memoria de Lanjarón, es un reto ideal y posible.

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Bibliografía Carla Lois, C. A. (2017). 10x15. Las tarjetas postales como huellas de las prácticas de los turistas. Pasos , pp. 633-657. Guereña, J.-L. (2005). Imagen y memoria. La tarjeta postal a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Berceo , pp. 35-58. Lorca, F. G. (1994). Prosa, 2. Epistolario. Madrid: Akal. Navarro, J. D. (2008). El Castillo de Lanjarón (Granada). Un análisis a partir del estudio de la cerámica recogida en la intervención arqueológica de 1995. Arqueología y terriotio nº5 , 141-159. Padial, J. G. (1982). Lanjarón: Historia y tradición. Monachil. Samos, J. P. (1999). Lanjarón. Los paisajes del agua. Granada: Balneario de Lanjarón S.A. Torres, M. M. (s.f.). Lanjarón. Miscelánea periodística. Obtenido de http://www.adurcal.com/enlaces/mancomunidad/fotos/lanjaron/index.htm wikiloc. (14 de Mayo de 2017). Obtenido de https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/lanjaron-huerta-de-las-monjas-acequia-de-la-cecarta-acequia-de-montalban-lanjaron-14-05-2017-17750176 wikipedia.org. (s.f.). Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Tarjeta_postal#:~:text=La%20tarjeta%20postal%20ilustrada%2C%20llamada,necesidad%20de%20usar%20un%20sobre.

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