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Irena Sendler

Irena Sendler

El Primer Banquero De Las Clases Medias Y Bajas

Cuando Amadeo Pietro Giannini nació 1870, en California, nada hacía presagiar que se convertiría en uno de los banqueros más importantes de la historia y en uno de los hombres más influyentes de su país.

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Hijo de emigrantes genoveses, su padre, Luigi

Giannini, tras llegar de Italia sin apenas dinero, consiguió a base de esfuerzo y sacrificio levantar una próspera granja. Cuando Amadeo tenía seis años, Luigi discutió con un jornalero por cuestiones salariales y este zanjó la discusión como solía hacerse en aquellos tiempos, en aquel país: sacando una pistola y asesinando a su patrón. Su esposa, Virginia, se quedó viuda con dos hijos y embarazada de un tercero.

Los siguientes fueron años duros y llenos de estrecheces. Sin familia en Estados Unidos y con pocos recursos, Virginia se hizo cargo de la granja y pudo sacarla adelante. Su situación mejoró en 1880, tras casarse con Lorenzo Scatena, un comerciante de productos agrícolas. Al terminar la escuela, Amadeo entró a trabajar en el negocio de su padrastro y pronto amasó una pequeña fortuna, que se incrementó al casarse con Clorinda Cuneo, hija de un rico emigrante italiano.

Al poco de casarse, consideró que ya tenía dinero suficiente para vivir el resto de su vida. Su padrastro y él vendieron el negocio y Amadeo se jubiló con treinta años. Pero un año después murió su suegro y heredó un puesto en la junta directiva de un banco.

Amadeo no sabía nada del negocio bancario y se sorprendió al comprobar que sus directivos solo prestaban dinero a personas ricas. No olvidaba las estrecheces que tuvieron que sufrir primero su padre y, luego, su madre para salir adelante. Propuso que el banco prestara su dinero a la gente que realmente lo necesitaba para ayudarlos a montar sus negocios, pero los directivos se negaron alegando que era más seguro prestar dinero a personas solventes.

Así pues, en 1904 Giannini dimitió y fundó su propio banco al que llamó Bank of Italy. Su idea era sencilla. Por una parte, proporcionar a los emigrantes un lugar seguro donde guardar los ahorros que traían escondidos en un bote, en el dobladillo del pantalón o el cinturón. Por otra, ofrecerles préstamos a un pequeño interés para que pudieran montar sus negocios.

El éxito del banco fue inmediato. En apenas dos años se convirtió en uno de los principales bancos de San Francisco. La clave del mismo fue aceptar clientes que nadie quería y proporcionarles créditos no en función de su patrimonio, sino de su carácter y de la calidad de sus proyectos. Se convirtió en el banco de la clase media y baja. Ayudó a prosperar a emigrantes, pequeños empresarios, agricultores, minorías étnicas… a personas que nunca antes habían soñado que un banco les concediera dinero.

Pero el 18 de abril de 1906 todo su negocio estuvo a punto de irse al traste en tan solo unas horas. Ese día San Francisco sufrió un terrible terremoto de una magnitud de 7,9 grados. Muchas de las casas de la ciudad eran de madera, por lo que los efectos del seísmo se vieron incrementados por una oleada de incendios. Más de la mitad de los habitantes perdieron su hogar.

Amadeo temió que su banco se incendiara o que fuera saqueado y que sus clientes perdieran los ahorros de su vida. Con la ayuda de unos empleados de confianza, se encaminó hacia el banco a través de una ciudad sumida en el caos. Las réplicas eran constantes. A su paso, los edificios se derrumbaban, las tuberías de gas explotaban, las llamas les cortaban el paso.

Tardaron cinco horas en llegar al banco. Comprobaron que seguía en pie, pero ante la proximidad de los incendios pensaron que lo más prudente era sacar el dinero de allí y llevarlo a un lugar seguro. Cargaron dos millones de dólares (el equivalente a dieciocho millones de euros actuales) en un carromato de basura y lo cubrieron con cajas de naranjas y colchones. Ya solo quedaba lo más difícil: arrastrar el carro por una ciudad en llamas evitando a los numerosos grupos de saqueadores y a la Guardia Nacional, que tenía orden de disparar sobre los ladrones. Lo consiguieron.

Tras la devastación del terremoto, los demás banqueros consideraron que lo más sensato era cerrar sus establecimientos durante una temporada hasta que la situación se normalizara. Giannini, no. Pensó que precisamente en ese momento en que tantas personas habían perdido sus hogares y sus negocios, era cuando sus conciudadanos más necesitaban del dinero de los bancos para rehacer sus vidas.

Con dos barriles y unas tablas, improvisó una oficina temporal en el puerto de la ciudad y se dedicó a prestar pequeñas sumas de dinero (el antecedente de los actuales microcréditos) a todo el que se lo pedía, con el único aval de «una cara, una firma y un apretón de manos». Giannini siempre presumió de que le habían devuelto hasta el último centavo que prestó aquel día.

La confianza en sus vecinos tuvo su recompensa, Giannini se convirtió en un héroe popular y su banco fue el único que salió fortalecido tras la crisis del terremoto. Además, comprendió que tener todo el capital en un mismo sitio era muy arriesgado y para solventar este problema inventó la banca con sucursales: creó sucursales repartidas por el estado de California, de esta forma una recesión o una catástrofe en una zona no socavarían la fortaleza del banco.

En 1918, el Bank of Italy se había convertido en el primer banco de California. Una década más tarde, se fusionó con el Bank of America, cuyo nombre adoptó por resultar más comercial y más acorde con los proyectos de la entidad.

Dos años después de la fusión, Giannini decidió volverse a retirar de los negocios, pero tampoco esta vez pudo disfrutar de su ansiada jubilación. Debido a la Gran Depresión, tuvo que volver a asumir la presidencia del banco, superando con éxito la crisis bancaria de 1933.

En 1945, el Bank of America ya era el mayor banco de Estados Unidos.

Al frente de su banco, Giannini siempre apoyó las causas en las que creía. Por citar solo dos ejemplos, fue el principal promotor de un proyecto en el que nadie tenía fe, la construcción del puente Golden Gate, y le prestó a Walt Disney el dinero que necesitaba para acabar Blancanieves, la película que acabaría siendo el germen del imperio Disney.

Al morir en 1947, Amadeo Pietro Giannini ya formaba parte de la historia de la banca como precursor de los bancos con sucursales, los microcréditos, los préstamos a la clase trabajadora, la banca transnacional…

Puso en peligro su vida para salvaguardar los ahorros de sus clientes, arriesgó su fortuna para que sus conciudadanos pudieran labrarse un futuro, sacrificó su comodidad por ponerse al servicio de su empresa, ayudó a muchas personas a cumplir sus sueños. Hoy en día es recordado como un gran banquero; pero, sobre todo, como ejemplo de valentía, integridad y confianza en el ser humano.

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