El sueño de la razon produce monstruos

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Han pasado más de cuarenta años desde el retiro de Balenciaga y a pesar de ello, su nombre sigue siendo muy recurrente tanto para dar lecciones de rigor y perfección, como para el punto de partida de nuestro proyecto. Su nombre ha salido a relucir y nosotros debemos tener en cuenta su savoir faire, la coherencia, la sobriedad y sobre todo, el perfecto acabado. Arquitectura destinada a mujeres elegantes, vestidos únicos y exclusivos, esculpidos pieza a pieza hasta conseguir volúmenes imposibles, de una perfección inimaginable y no por ello carentes de belleza, concepto o experimentación. Éste caballero solitario, no necesitaba iniciar el proceso creativo a partir de un dibujo, pretendía con ello no limitar su espontaneidad. En su lugar iniciaba un proceso de afección en la búsqueda de la materia. Necesitaba sentir la tela y estar de acuerdo con ella para poder después trabajar los patrones con una perfección geométrica. Balenciaga imponía su volumen, hacía que la mujer viviese dentro de éste y poco le importaba que la mujer aguantase estoicamente horas de pie. Todo lo contario ocurría en la misma época con Coco Chanel, ella se aproximaba o mismo se pegaba al cuerpo femenino, quizás por que era una mujer que vestía a otra mujer. Muchos consideran que la feminidad propuesta por Balenciaga está próxima al erotismo japonés, que es más contenido. La nuca o el movimiento son uno de los atributos de la belleza femenina asiática. Fijo mi mirada, como también lo hizo Balenciaga, en Goya. Él, sentía admiración por los ropajes que Francisco de Goya plasmaba en sus pinturas, yo, intriga por sus tormentos interiores. El sueño de la razón produce monstruos, la obra gráfica más emblemática despierta una suerte de inquietud que me lleva a la investigación de monstruos, murciélagos y seres bizarros. Estos oscuros tormentos, están plasmados en imitaciones morfológicas de seres creados a través de la anamorfosis. Dibujos a plumilla y tinta china de animales extraños con miembros que no les pertenecen. También garras, que expresan el “desgarro” y las ganas de atrapar, apretujar y exprimir violencia (en este caso interior). Toda esta parte dura, “macarra”, está contrarrestada por la candidez de tejidos como el plumetis y pequeños bordados con colores vivos.



































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