LA MEMORIA DECAPITADA - PARTE 1

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Esta investigación se publica con el apoyo del

Medellín, Colombia.


ORNATOS DE EMERGENCIA EDUARDO DOMÍNGUEZ GÓMEZ Historiador De la violencia hemos aprendido muchas cosas. Entre ellas que la dignidad encuentra sus modos de presentarse, aun en las circunstancias atroces del desarraigo. Que el encanto, la tranquilidad y la esperanza pueden salir de la vida por voluntad ajena pero no la valentía de volver a empezar con decoro, decisión que nuestros expulsados sólo pierden con la muerte. En el espacio conquistado o recibido como reemplazo de la casa abandonada, este nuevo ser humano a quien le toca reconstruir-se con los suyos, al disponer los materiales para su nueva vivienda, sin caer en cuenta de ello, deja brotar los restos de ternura que la afrenta no logró extirpar. Y desde los primeros trazos, medidas, acomodos y decisiones con el área, emergen ornatos imprevistos, espontáneos, testimoniales e ingenuos que expresan la dignidad, la organización, la diversión o el simple descuido con los que el tesón de los nuevos habitantes se da a la tarea de evitar la derrota completa. Otra dimensión de la historia que se hunde con frecuencia en el intercambio infinito de interpretaciones, acusaciones, leyes, medidas correctivas e insensibilidad de los administradores del Estado y de los citadinos que apenas alcanzan a escuchar que los vecinos nuevos andan en problemas. Pero la enfermedad psicológica de la indiferencia siempre encontrará personas capaces de llamarnos la atención desde distintas perspectivas, en este caso, desde el arte y las teorías de los signos, como lo hace Lucrecia Piedrahita Orrego en “La memoria decapitada”. El dolor colectivo de la expulsión que avergüenza a Colombia no morirá para la historia como no ocurrió con los transterrados o refugiados de otras partes del mundo, gracias a que las cámaras, las libretas de apuntes y la voluntad férrea de los analistas comprueban que tampoco es suficiente con ver el drama, sentir erizada la piel, indignarnos o injuriar. Hay que ir al fondo: comprender a los protagonistas en sus jornadas rutinarias por evitar el pisoteo, la exclusión y la desnaturalización. La autora nos ofrece la oportunidad de abandonar la parálisis acobardada y cómplice en beneficio de la acción interpretante que nos permitirá reclamar con voz decidida la verdad, la justicia y la reparación que hoy parecen tan desterradas como los mismos coterráneos despavoridos.

Medellín, 25 de Octubre de 2007



LUCRECIA PIEDRAHITA ORREGO

LA MEMORIA DECAPITADA ESPACIO Y ESTÉTICA EN LOS ASENTAMIENTOS DE DESPLAZADOS EN LA CIUDAD DE MEDELLÍN


Agradecimientos Instituto para el Desarrollo de Antioquia – IDEA Eugenio Prieto Soto Teresita Orrego de Piedrahita Familia Piedrahita Orrego Lía Mercedes Londoño Edgar Bolívar Carlos Másmela Eduardo Domínguez Arturo Alape Lucía Teresa Solano Juan Fernando Ospina Juan David Mesa Juan Carlos Correa Fresia Ceballos Familia Bedoya Gómez. Familia desplazada por la violencia Omar F. Marín. Persona desplazada por la violencia A todos los niños desplazados por la violencia que participaron en los talleres para esta investigación. ISBN: 978-958-44-2157-9 Todos los derechos de este libro son de propiedad de la autora

Créditos Editora: Leticia Bernal Fotografía: Juan Fernando Ospina, Lucrecia Piedrahita Dibujo arquitectónico: Juan David Mesa Diseño y corrección digital: Victoria Ortiz, Gloria Solórzano Recopilación de cifras sobre desplazamiento: Doris Gómez Impresión: ColorOffset S.A, Medellín.


TABLA DE CONTENIDO

ORNATOS DE EMERGENCIA

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PRESENTACIÓN

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DÍAS DE RECUERDOS

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La casa de todos los tiempos Visibilidad peligrosa Discursos desplazados

ITINERARIOS URBANOS Y ESTRATEGIAS DE REPRESENTACIÓN El cuerpo, monólogo de una tragedia Arqueología de un paisaje perdido

LA ESTÉTICA DEL DESARRAIGO

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Las propiedades quiméricas Cómo nombrar territorio Un texto para un nuevo palimpsesto

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LA DINÁMICA Y EL CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO RECIENTE DEL DESPLAZAMIENTO FORZADO EN COLOMBIA

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FOTOGRAFÍAS

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BIBLIOGRAFÍA

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Espacios sin espacio

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El hombre es un ser nómada

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Un intento por narrar el viaje de la mirada

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PRESENTACIÓN

La historia del hombre puede escribirse a partir de las huellas que dejan sus modos de habitar. Historia concreta de muros que, al encerrar un espacio, otorgan al hombre un centro en el que le es posible reconocerse. Espacios que se transforman. Tiempo que no se detiene. Y en ellos, y a través de ellos, el hombre y su casa, sus objetos, sus paisajes, sus ancestros, sus lazos sociales… En una palabra: el hombre y los signos de su existencia. En La expulsión del Paraíso, pintura mural del renacentista Masaccio, se materializa plásticamente el drama del desarraigo. El patético dolor que se refleja en los rostros y en la gestualidad corporal de Adán y Eva, no sólo sobrepasa el marco del relato del Génesis –la expulsión como castigo merecido–, sino que, en camino hacia lo que constituye la modernidad pictórica, pone de manifiesto el sentido trágico y, por lo mismo, esencialmente humano del desplazamiento forzado. El desplazamiento re-convierte al hombre en un ser nómada: vuelve confusos sus modos de concebir el hábitat; lo obliga a replantear sus canales de comunicación; su intimidad se colectiviza y, al tiempo que la esfera de lo privado se abre al exterior, lo público pierde sus límites. Dicho de otra manera: este nomadismo contemporáneo, que une el desarraigo con la pérdida de la libertad y afecta a comunidades enteras –desplazadas contra su voluntad–, redefine los “otros” espacios, tangibles e intangibles, habitados por el hombre: la “nueva” casa; el campo abandonado y añorado; el barrio que nace; la ciudad excluyente… fisuras de una

Masaccio . La expulsión del Paraíso. 1424-1428 (Detalle)

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nueva geografía en la que aprenden a moverse y en la que ensayan la construcción de lugares de esperanza y de pasiones. Por otra parte, los cuerpos desplazados portan los signos que hacen comunicable la tragedia: rostros que apoyan su dolor en el vidrio de la ventana de un bus, manos que se pelean por un pan, caminatas eternas y presurosas para traspasar el límite del peligro, miradas que denuncian preguntas sin respuestas. Múltiples son las causas del desplazamiento forzado y, por lo tanto, múltiples son las perspectivas desde las cuales puede ser aprehendido como objeto de estudio. A las variables económicas, sociales, políticas o geográficas, se suman aquellas más particulares –no por eso menos importantes– de las realidades concretas, de las historias individuales, de los hombres, mujeres y niños que padecen el desarraigo. Al primer grupo de variables pertenecen los estudios sobre el desplazamiento adelantados por diversos actores sociales –tales como los medios de comunicación, las ONG, la iglesia, el estado y las universidades–, que con instrumentos propios de la metodología científica, pretenden dar cuenta de la lógica de la guerra (cómo actúan los actores armados, qué ocurre con la sociedad civil en medio del conflicto, las disputas por el poder y por el territorio, entre otros) y de sus consecuencias, entre las cuales el desplazado es una cifra más, un problema más, un “desarraigado” que por su condición amenaza el orden antiguo de la ciudad a la que no sabe cómo pertenecer. El segundo grupo de variables permite realizar una lectura diferente del desplazamiento: aquella que se sirve de los conceptos propios de la estética, la etnografía y la teoría comunicacional para describir la relación que los desplazados “re-inventan” con el

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espacio; analizar la re-identificación de los individuos con sus lugares (sujeto-objeto); y las re-significaciones de las relaciones sociales (sujeto-sujeto). Dicho de otra manera: el desplazado, ese hecho singular que se repite una y mil veces cada día, tiene innumerables relatos; su historia es la de un drama personal, íntimo, que reclama ser narrado y que no excluye el deseo de re-habitar la ciudad a la que llegan. Deseo que llena de esperanzas el presente de las comunidades desplazadas; que se vuelve forma, imaginario; que dota de sentido y adquiere corporalidad. El problema de los desplazamientos forzados en Colombia, producto de la guerra no declarada que vive el país desde hace más de cuarenta años, es el objeto de esta escritura. Escritura que es un tanteo estético en torno a dos asentamientos –ambos en Medellín– de comunidades desplazadas: el asentamiento Jardín – Oasis, situado en la zona de Manrique, y el asentamiento del Picacho, situado en los límites con el municipio de Bello y destruido por un incendio en el año 2000. Estos asentamientos son el espejo de las incapacidades del estado y de los ciudadanos. A ellos llegan los desplazados como fugitivos, como extranjeros en su propio país; y en ellos, como veremos, desarrollan una arquitectura flotante que sólo parcialmente se integra al tejido urbano dando forma y carácter a lugares que se distinguen por el “encerramiento” en las alturas. Son la imagen de una ciudad compartimentada, perfilada en configuraciones espaciales en las que no existe el umbral. Lo privado se hace público, se vive una “intimidad vigilada” definida por la reducción de los lugares físicos y la combinación de actividades familiares y personales en un mismo espacio. Pareciera como si, temerosa la ciudad, guardara una distancia prudencial frente a la vida y experiencia de las comunidades desplazadas: ese habitar en la periferia y en la marginalidad es el límite que guarda y establece la diferencia entre quienes están en la ciudad y quienes llegan de afuera. Así pues, condenado a la errancia, la única salida del desplazado parece estar en la capacidad que tenga para comenzar otra vida en un nuevo sitio. Y, en el caso particular de Colombia, la ciudad es para la gran mayoría de estos “nuevos nómadas” ese territorio desconocido por conquistar. Territorio que, etnográficamente, significa La Casa, La Ciudad y El Entorno. Este trabajo es un intento por narrar el viaje de la mirada en su recorrido íntimo por esos “espacios sin espacio” creados bajo la premura del tiempo.

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f 6 Estudio sobre la casa. Un acercamiento etnográfico


LA CULTURA ES UN PROCESO CREATIVO. En su libro Ciudadanos del Mundo, hacia una teoría

de la ciudadanía, Adela Cortina retoma la definición de Emilio Lamo de Espinoza, quien entiende la cultura como “el conjunto de pautas de pensamiento y de conducta que dirigen y organizan las actividades de producciones materiales y mentales de un pueblo, en su intento de adaptar el medio en que vive a sus necesidades, y que puede diferenciarlo de cualquier otro”.1 Los intereses de las comunidades que conforman la nación colombiana son diversos, de ahí la riqueza de sus sistemas culturales que, necesariamente, deben ser considerados al reflexionar sobre el problema de los desplazados. En el país, el fenómeno de los desplazamientos forzados se ha consolidado, con el tiempo, como tragedia nacional. Ello conduce a pensar que las comunidades desarraigadas, desterradas de sus lugares, podrían conformar una subcultura en constante transformación y en conflicto con las sociedades urbanas de las que habla la posmodernidad. Viviendo sin un domicilio fijo, contra su voluntad, los individuos se convierten en sujetos no nombrados. Pertenecen a sociedades en tránsito, itinerantes, temporales, que deambulan sin la certeza de encontrar refugio seguro para su subsistencia. EL DESPLAZAMIENTO PRODUCE UN DOBLE EFECTO EN EL SUJETO: ES FÍSICO, ES MATERIAL, ES PALPABLE, EN PRIMERA INSTANCIA; Y ES PSÍQUICO, ESPIRITUAL Y SUTIL, EN SEGUNDA INSTANCIA. AL NOMADISMO QUE SE INICIA

Se convierten en sujetos no nombrados

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Sociedades en tránsito

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CON EL HECHO DEL DESPLAZAMIENTO LE VA EMERGIENDO UN MODO DE VIVIR Y DE PENSAR, UN CONJUNTO DE CREENCIAS Y VALORES, DE CONDUCTAS Y HÁBITOS, QUE VAN A TERMINAR CONFIGURANDO UN NUEVO PRODUCTO SOCIAL Y HUMANO QUE PUDIÉRAMOS LLAMAR SUBCULTURA DEL DESPLAZADO.2

Los pueblos arrojados de sus estancias producen y desarrollan una cultura nueva, o adoptan –transformándola– la cultura en la que se insertan mediante un proceso de revalorización de los diferentes elementos sociales, económicos, políticos, étnicos, religiosos, estéticos y dialógicos. Pero acceder a una forma cultural es, al mismo tiempo, darse a sí mismo una identidad. Ésta, como plataforma simbólica de incorporación, permite al individuo reconocerse y, también, diferenciarse. En los asentamientos que levantan las comunidades desplazadas, los posibles arquetipos –como las identidades históricas: fugaces, de rol, de género y laborales– se fraguan en espacios físicos carentes de recursos mínimos para la subsistencia, connotados para estas familias como no-lugares, donde la vida cotidiana, la vida urbana, las relaciones establecidas entre los individuos carecen de lugares físicos dignos para la interacción y, por lo tanto, hacen del asentamiento no una unidad territorial, sino un espacio transitorio donde se combinan el silencio forzado, la angustia y la desesperanza; factores que socavan la idea de sí mismos como actores sociales de una nación. Ejercer como ciudadanos, en efecto, es participar abierta y audazmente en la toma de decisiones –políticas, económicas, morales– que competen al sentido de lo público; participación que hace más comprensible el camino histórico, tanto para el estado como

1 CORTINA, Adela. Ciudadanos del mundo, hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid: Alianza, 1998 p.188 • 2 HENAO, Hernán. “Los desplazados: nuevos nómadas”. En: Revista Nómadas. Santafé de Bogotá. No.10 (1999) p.72.

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para las personas que lo conforman. Pero, ¿cómo pueden ser ciudadanos esos miles de hombres, mujeres y niños “afectados por la violencia [y] a quienes desde los años noventa se les denomina con el término desplazados”3? Por una parte, la presencia de un enemigo que funda su accionar en amenazas, extorsiones, ataques, masacres, secuestros y operaciones indiscriminadas y brutales contra la población civil, y cuyo discurso se desconoce, provoca una vulnerabilidad expresada en el riesgo permanente de la muerte o el destierro; por la otra, la falta de capacidad militar para terminar con la violencia desatada por los actores del conflicto, y garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos, debilita la opinión y genera desconfianza e inseguridad frente a la participación en la vida pública. […] HAY QUE CONVENIR QUE LA VIOLENCIA EROSIONA DE TAL MANERA EL ESPACIO DE LO PÚBLICO Y REBASA EN TAL MAGNITUD LA CAPACIDAD DE CONTROL, DE REGULACIÓN Y DE REPRESENTACIÓN DEL ESTADO, QUE NO PUEDE POR MENOS QUE CONSTITUIR UN DATO DETERMINANTE DE LA CRISIS.4

En Colombia, la guerra por el territorio y la violencia ha dejado, en los últimos veinte años, miles de colombianos deambulando por trochas, caminos y carreteras; cientos de familias que, en caravana, se dirigen a las cabeceras municipales buscando un refugio y queriendo mezclarse con la población para salvar sus vidas; un ejército de miserables que sólo poseen la ropa que llevan puesta... LA CIFRA DE UN MILLÓN SETECIENTOS MIL DESPLAZADOS EN COLOMBIA fue divulgada, en 1999, por

la Conferencia Episcopal, en asocio con la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento – Codhes5. Dicha cifra evidenció la situación de dolor e impotencia de una buena parte de la población colombiana que por más de cuarenta años ha soportado una guerra no declarada. Los resultados señalan también que la población más vulnerable, la más expuesta a los atropellos de una guerra que silenciosamente va arrancando las esperanzas de vida está constituida por niños y mujeres: alrededor del 65% de la población afectada. En el mundo y para el año 2004, el número total de personas desplazadas dentro de sus países, a causa de un conflicto o por la vulneración de sus derechos humanos, era alrededor de 25 millones6. En ese mismo año, Colombia se posicionaba como el tercer país con el mayor número de personas desplazadas. En junio de 2007, durante la conmemoración del Día Mundial de los Refugiados, la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados de

Un país que huye. Desplazamiento y violencia en una nación fragmentada. Ley 387 de 1997. Codhes, Unicef-Colombia. Santafé de Bogotá: Guadalupe, 1999. p.477. Por desplazado se entiende, según el Instituto Interamericano de Derechos Humanos (1993), “toda persona que se ha visto obligada a migrar dentro del territorio nacional abandonando su localidad de residencia o sus actividades económicas habituales, porque su vida, integridad física o libertad han sido vulneradas o se encuentran amenazadas, debido a la existencia de cualquiera de las siguientes situaciones causadas por el hombre: conflicto armado interno, disturbios o tensiones interiores, violencia generalizada, violaciones masivas de los derechos humanos u otras circunstancias emanadas de las situaciones anteriores que pueden alterar o alteran drásticamente el orden público” • 4 MEDINA, Medófilo. “Dos décadas de crisis políticas”. En: Luz Gabriela Arango (Comp.). La crisis socio-política colombiana: Un análisis no coyuntural de la coyuntura. Bogotá: Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional de Colombia y Fundación Social, 1997 pp.64-65 • 5 Organización que busca alternativas de paz para el país. El propósito es hacer visible la situación que vive la población desplazada por la violencia y buscar herramientas para sensibilizar al estado, la sociedad civil y la comunidad internacional frente al problema que excluye a Colombia cada vez más de los países en vía de desarrollo • 6 UNICEF. La niñez colombiana en cifras. París: UNICEF, s.f. pp.52-57. 3

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Deambulando por trochas, caminos y carreteras

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Un ejército de miserables que sólo poseen la ropa que llevan puesta

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la ONU (ACNUR) informó que 3 de los 13 millones de desarraigados internos a los que atendió en 2006 en todo el mundo eran colombianos. Esta cifra, que equivale al 23 por ciento del total, elevó al país al indeseable primer lugar en número de desplazados atendidos por esa agencia de la ONU. Estos datos demuestran, sin lugar a dudas, que el desplazamiento forzado es la consecuencia más dramática del conflicto armado en Colombia; una verdadera crisis humanitaria de la que, sin embargo, no se conoce su verdadera dimensión debido, fundamentalmente, a dos factores: en primer lugar, el sub-registro existente, pues las víctimas no saben a dónde acudir para dar cuenta de su desplazamiento, o se resisten a revelar su condición por temor a represalias; en segundo lugar, la inconsistencia en las metodologías y técnicas de medición de las entidades gubernamentales y no gubernamentales, encargadas de visibilizar y atender el fenómeno. Este segundo factor quedó evidenciado en 2006, cuando las tres entidades nacionales de mayor importancia en el registro, seguimiento y atención del desplazamiento forzado –la Consejería para los derechos humanos y el desplazamiento forzado (Codhes), la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional de la Presidencia de la República (Acción Social) y el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)–, dieron a conocer cifras completamente incompatibles de la cantidad de personas desplazadas en nuestro país. (Véase Tabla 1) Tabla 1. TOTALES POBLACIÓN DESPLAZADA EN COLOMBIA 2006 ENTIDAD

FUENTE DE LOS DATOS

CONSOLIDADO

CODHES- Conferencia Episcopal

SISDHES

3.800.000 personas

Acción Social. Presidencia de la

Registro SUR

1.900.000 personas

Censo Nacional de Población

800.000 personas

República DANE

Fuente: El Tiempo, 13 de septiembre de 2006

Estas inconsistencias se deben, entre otras cosas, a factores como diferencias en el periodo de recolección de la información, la metodología utilizada en cada caso, las fuentes de información estimadas, las fechas de corte, etc.; y a la influencia que sobre las dinámicas de registro tienen consideraciones políticas, tales como la del gobierno nacional de no reconocer la existencia de un conflicto armado interno. Si bien existe unanimidad a la hora de asumir el desplazamiento forzado y la crisis humanitaria que ha generado como uno de los más grandes problemas socio-políticos en Colombia, el hecho de no tener una cifra unificada, o al menos aproximada, por parte de las entidades que atienden la problemática, resulta alarmante, considerando que el reconocimiento de la dimensión real de la crisis es el primer paso para diseñar una política seria y sostenible.

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Según el boletín de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, producido en Bogotá el 3 de octubre de 1996, en Colombia cada tres horas cuatro familias ubicadas en las zonas rurales del país son obligadas a salir por acción o decisión de los diversos actores armados, sin que medie intervención estatal alguna. VALDRÍA LA PENA SEÑALAR QUE EN EL CASO DE ACCIONES ESTATALES SE PRESUPONEN ESTUDIOS PREVIOS, PLANEACIÓN ESTRATÉGICA, ACOMPAÑAMIENTO A LAS COMUNIDADES, PROPUESTAS DE REUBICACIÓN, APROPIACIÓN Y ADECUACIÓN DE NUEVOS ESPACIOS DE VIDA, VIGILANCIA COMPARTIDA DEL PROCESO POR PARTE DE LAS COMUNIDADES AFECTADAS Y EL ESTADO, SEGUIMIENTO AL PROCESO, REORGANIZACIÓN DE LA TRAMA COMUNITARIA, VEEDURÍAS EXTERNAS ACOGIDAS POR LAS PARTES, CONCENTRACIÓN PERMANENTE, EJERCICIO JURÍDICO LEGAL Y LEGÍTIMO CUANDO SE TRATA DE CONCENTRACIÓN PERMANENTE, EJERCICIO JURÍDICO LEGAL Y LEGÍTIMO CUANDO SE PRODUCEN ACTOS QUE AFECTAN A LAS PARTES, ETCÉTERA. NADA DE ESTO SE PRESENTA EN EL CASO DEL DESPLAZAMIENTO FORZADO POR ACCIONES VIOLENTAS.7

Por eso no son suficientes los esfuerzos realizados por numerosas ONG, nacionales e internacionales, y las instituciones gubernamentales que apoyan a las comunidades desterradas de sus lugares de vivienda y de trabajo, y que intentan dar soluciones, orientar y brindar posibilidades económicas a los desplazados, a través de programas de vivienda, alimentación, educación y asistencia psicológica.8 EL DESPLAZAMIENTO FORZADO POSEE MÚLTIPLES CARACTERÍSTICAS, entre ellas las que señalaron los

investigadores Hernán Henao del INER (Instituto para los Estudios Regionales, Universidad de Antioquia) y Andrés Franco, del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Los Andes. Para estos investigadores, el desplazamiento forzado puede ser: Espontáneo: es decir, no planificado y se da en el momento en que la presión obliga a un ser humano a abandonar lo que para él es lo más querido: su hogar. Disperso: cada quien toma el camino que supone le garantizará la supervivencia. Oculto y semiclandestino: el mismo hecho de ser víctima del terror y de la amenaza hace que el desplazado tienda a ocultar su condición. Temporal: supone posibilidades de retorno. Definitivo: impone la reubicación en otros territorios o en otras ciudades. Intermitente: implica retornos y nuevos desplazamientos. Con respecto a estas características, el boletín No.6 publicado por el Codhes (marzo 13 de 1997), señalaba que, según las estadísticas, gran parte de los desplazados por el conflicto armado colombiano prefiere permanecer en los lugares a donde llegaron a instalarse después de abandonar sus territorios, pues saben que las tierras dejadas atrás seguirán en disputa. Así, sólo el 16% quisiera regresar a sus tierras y recuperar los bienes abandonados; el 18% prefiere ubicarse en otras zonas del país; y el 68% no quiere regresar a los lugares donde presenció la brutalidad de la guerra. HENAO, Hernán, Op. Cit, p.64 • 8 Desde 1996, el Codhes y la Unicef adelantan estudios del fenómeno del desplazamiento. “Se trata no sólo de identificar los desplazamientos, sino de iniciar una estrategia que anuncie los mismos y pueda alertar a la población civil, a los organismos no gubernamentales y gubernamentales y a la comunidad internacional para evitar el sufrimiento de los niños y sus familias, que huyen despavoridos ante las amenazas y el terror causado por los grupos armados, a través del sistema de alerta temprana… Es una herramienta en proceso de perfeccionamiento que ha anunciado, con más de un 70% de certeza, dónde se van a desencadenar procesos de desplazamiento” Un país que huye, Op. Cit, p.8.

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Para el caso de Antioquia, un informe presentado por el periodista José Guillermo Palacio en el periódico El Colombiano, anuncia graves decisiones oficiales: “El Departamento Administrativo del Sistema de Prevención, Atención y Recuperación de Desastres de la Gobernación de Antioquia, Dapard, [institución que tiene bajo su responsabilidad la atención de la población desarraigada] advierte a las familias que en este momento sufren el mayor impacto de las confrontaciones armadas, que ni siquiera la esperanza es riqueza [...]. En la ciudad de Medellín, no habrá programa de vivienda ni empleo para la población desplazada por la violencia procedente de otros municipios. Se apoyará conjuntamente, sólo el retorno voluntario a los diferentes lugares de origen y/o reubicación de las familias en sitios diferentes de procedencia”.9 El fenómeno de los desplazados se presenta en casi 70 municipios del departamento, y el mayor número de víctimas llega a Medellín y varios municipios del oriente, suroeste y Atrato medio. De hecho, según el informe de Codhes y Unicef, Antioquia es el departamento que mayor cantidad de víctimas de la violencia tiene, debido a que es la región del país donde ocurre una tercera parte de las acciones bélicas y de los actos violentos que produce el conflicto armado. Según datos de organizaciones no gubernamentales que trabajan en los asentamientos, cada día llegan a Medellín entre 10 y 15 familias y se diseminan –según declaraciones de Planeación Municipal de Medellín– en todos los sectores donde hay barrios de invasión. Así, el Plan de Ordenamiento Territorial clasificó, para 1999, 52 asentamientos en los que los desplazados por la violencia se cruzan con las familias pobres residentes de antiguo que aprovechan la oportunidad para mezclarse con los desplazados y recibir así el tratamiento de víctimas de la violencia. Víctimas del desplazamiento forzado, víctimas de una pobreza secular, en los barrios de Medellín (y de Colombia entera) se confunden cientos de hombres, mujeres y niños a quienes les resulta difícil aceptar el anuncio del periodista Palacios: anhelan y viven por un futuro en el que la violencia sólo sea el recuerdo terrible de los abuelos, y por eso a la ciudad a la que llegan intentan reconstruir su historia, narrándola a través de los pocos objetos que han podido conservar. Cada hombre, cada mujer, cada niño, arrebatados un día de su lugar y de su cotidianidad de manera áspera y dolorosa, se convierte entonces en un relato mutilado, tortuoso y deforme de la historia colombiana; y, gracias a ellos, todos somos las temporalidades de esa historia; temporalidades inundadas de relatos que, como las de todos los desplazados, se van convirtiendo en mitos. El desplazamiento es la imagen de un país que compartimenta su biografía para no sentir la impotencia de saberse a sí mismo víctima de su propia historicidad.

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“Desplazamientos”. En: El Colombiano, Medellín, 15 de Abril 1999 p.3A.


Un país que compartimenta su biografía

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Un lugar ajeno. Dibujo de niña desplazada. Alba Cecilia Vélez (6 años). Asentamiento Jardín - Oasis. Medellín 1999


DÍAS DE RECUERDOS La casa de todos los tiempos • Visibilidad peligrosa • Discursos desplazados • ITINERARIOS URBANOS Y ESTRATEGIAS DE REPRESENTACIÓN El cuerpo, monólogo de una tragedia • Arqueología de un paisaje perdido • LA ESTÉTICA DEL DESARRAIGO Las propiedades quiméricas • Cómo nombrar territorio • Un texto para un nuevo palimpsesto • LA DINÁMICA Y EL CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO RECIENTE DEL DESPLAZAMIENTO FORZADO EN COLOMBIA, ANTIOQUIA Y MEDELLÍN. (datos generales) • Estructura y dinámica del desplazamiento en Colombia •

Contexto sociopolítico nacional • Nuevas características del fenómeno •

Los desplazados por la violencia como víctimas frente a la Ley de Justicia y Paz • Dinámicas recientes del desplazamiento forzado en Antioquia y Medellín • El fenómeno en Antioquia • Dinámica sub –regional • Contexto sociopolítico departamental • El fenómeno en Medellín • Desplazamiento intra-urbano en Medellín • Contexto sociopolítico local • El desplazamiento forzado en Medellín frente al Plan de Ordenamiento Territorial • Un contexto internacional para el fenómeno del desplazamiento

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SEGUNDA POESÍA VERTICAL -1963(...) Cada uno se va como puede, unos con el pecho entreabierto, otros con una sola mano, unos con la cédula de identidad en el bolsillo, otros en el alma, unos con la luna atornillada en la sangre y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos. (...) Cada uno se va porque se va, unos con alguien trasnochado entre las cejas, otros sin haberse cruzado con nadie, unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino, otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire, unos sin haber empezado a vivir y otros sin haber empezado a vivir. Pero todos se van con los pies atados, unos por el camino que hicieron, otros por el que no hicieron y todos por el que nunca harán. (...) ... Vivir es frecuentar torres nómades, árboles flotantes, colegios de nubes, convocatorias de presagios y repentinas publicidades de la angustia que nos sacuden como tos o hipo o espasmos del abismo. El pecho, los ojos y otras cosas que se cierran aprenden en nosotros su oficio, hasta que el clima se completa y la muerte clausura el aprendizaje. Es necesario gritar en el desierto, Antes de poder poblar el desierto.

Roberto Juarroz 24


DÍAS DE RECUERDOS

Las malas horas y lo que les perteneció son recuerdo. Sus primeros meses en Medellín los dedicaron a contar una y otra vez la historia de su desgracia. La tarde anterior había sol. El día era claro. Desde los corredores de su casa, construida en medio de las montañas, se podían ver los caminos que surcan el territorio del municipio de Frontino (en el Departamento de Antioquia). Pero en la mañana siguiente la familia Arango Barrera, compuesta por Álvaro, Beatriz y sus cuatro hijos, igual que sus vecinos, fueron levantados por la fuerza. Había llegado una orden que no daba tregua. Sólo recuerdan las miradas perdidas en el marco de un amanecer. … “Estaba nervioso. Sentí unos pasos, era de madrugada. La cocina estaba lejos para tomar un café; sin embargo, crucé la puerta. El corazón me latía duro. Tocaron la puerta con golpes muy fuertes. De repente, la sombra de un grupo de hombres armados cubrió toda la casa. Eran muchos para enfrentarlos”… Hubo murmullos, preguntas, interrogantes… El día no transcurría, las horas eran imposibles. Después de ponerlos a todos en fila, procedieron a asesinar a uno de los compañeros. El cuerpo cayó sobre los pies de Álvaro y rozó a Juan y a Martín, los dos hijos más pequeños del matrimonio. Los niños sintieron frío y corrieron a esconderse debajo de sus camas, llorando a gritos. El grupo de hombres se retiró del caserío, no sin antes advertir, entre risas, a Álvaro que debía abandonar en horas su casa, su tierra y el mundo que había construido desde pequeño. La luz llegó para avisar la despedida. A partir de ese momento el horror acompañó de largos silencios los días que le anunciaban el destierro a toda la familia. Salieron presurosos para adentrarse en un camino largo que los conduciría a la ciudad. Creyeron enloquecer de desesperación, pero continuaron su camino. Hoy, meses después, al recordar aquellos momentos, la piel de Beatriz comienza a sudar suavemente y su rostro se convierte en un espejo de agua en el que se ahogan los sueños. Los niños se pierden en el horizonte de sus propios ojos y el temor los recoge alrededor del cuerpo de su madre... Son días de recuerdos. Por lo pronto, salvaron sus vidas. Llegaron a la ciudad y, con rapidez, se integraron con los demás pobladores… Álvaro y su familia se instalaron en la periferia de Medellín. LA CASA DE TODOS LOS TIEMPOS LA CASA LUCHABA BRAVAMENTE. PRIMERO SE QUEJÓ; LOS PEORES VENDAVALES LA ATACARON POR TODAS PARTES A LA VEZ, CON UN ODIO BIEN CLARO Y TALES RUGIDOS DE RABIA QUE, POR MOMENTOS, EL MIEDO ME DABA ESCALOFRÍOS. PERO ELLA SE MANTUVO. DESDE EL COMIENZO DE LA TEMPESTAD UNOS VIENTOS GRUÑONES LA TOMARON CON EL TEJADO. TRATARON DE ARRANCARLO, DE DESLOMARLO, DE HACERLO PEDAZOS, DE ASPIRARLO, PERO ABOMBÓ LA ESPALDA Y SE ADHIRIÓ A LA VIEJA ARMAZÓN. ENTONCES LLEGARON OTROS VIENTOS Y PRECIPITÁNDOSE A RAS DEL SUELO EMBISTIERON LAS PAREDES. TODO SE CONMOVIÓ BAJO EL IMPETUOSO

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CHOQUE, PERO LA CASA FLEXIBLE, DOBLEGÁNDOSE, RESISTIÓ A LA BESTIA. ESTABA INDUDABLEMENTE ADHERIDA A LA TIERRA DE LA ISLA POR RAÍCES INQUEBRANTABLES, QUE DABAN A SUS DELGADAS PAREDES DE CAÑA ENLUCIDA Y TABLAS, UNA FUERZA SOBRENATURAL. POR MUCHO QUE INSULTARAN LAS PUERTAS Y LAS CONTRAVENTANAS, QUE SE PRONUNCIARAN TERRIBLES AMENAZAS, TROMPETEANDO EN LA CHIMENEA, EL SER YA HUMANO, DONDE YO REFUGIABA MI CUERPO, NO CEDIÓ NI UN ÁPICE A LA TEMPESTAD. LA CASA SE ESTRECHÓ CONTRA MÍ COMO UNA LOBA, Y POR MOMENTOS SENTÍA SU AROMA DESCENDER MATERNALMENTE HASTA MI CORAZÓN. AQUELLA NOCHE FUE VERDADERAMENTE MI MADRE. SOLO LA TUVE PARA GUARDARME Y SOSTENERME. ESTÁBAMOS SOLOS.10

Cuando los cientos de hombres y mujeres sometidos al desplazamiento forzado llegan a la ciudad, los trazos visibles del campo comienzan a desdibujárseles. El recuerdo de la tierra de donde provienen es persistente, pero es un lugar ajeno sobre el que se ha desatado el temor. La imagen propia se encuentra rota, y sólo es posible recuperarla cuando se construye la historia colectiva de los que han participado en los hechos. Para los campesinos, el desarraigo significa el abandono de lo que les ha pertenecido por generaciones; la mutilación de su vínculo con la tierra, lo único que consideran propio. El campo es la herencia que han recogido y que nunca pensaron abandonar, porque es un legado que no acaba, dispuesto siempre a producir, a servirles de albergue. Es la casa de infancia, la casa de todos los tiempos. El mundo de los desplazados es la autobiografía de los individuos que sufre los rigores de una guerra que no da tregua para pensar. Una guerra que exige que se decapite la memoria; o se archive en los sobres de algunas cartas recibidas tiempo atrás; que se esconda en bolsas y se cubra con papeles en el fondo de una maleta que guardará herméticamente toda una historia familiar. Allí nadie la despierta, pues, si lo hace, todo lo que habría para contar espantaría y los entregaría al enemigo. Por eso es mejor callar, hundir también la voz en el fondo de esas maletas, echarle encima lo poco que les queda; tal vez así puedan algún día descifrar alfabetos que hoy no son entendibles. El campo, las parcelas, la finca, son la casa de todos los tiempos; en ella las familias campesinas pusieron las esperanzas de continuar con el trabajo de generaciones anteriores, de prolongar unos sueños, de tener el derecho a la vida... PORQUE LA CASA ES NUESTRO RINCÓN DEL MUNDO. ES –SE HA DICHO CON FRECUENCIA– NUESTRO PRIMER UNIVERSO. UN COSMOS EN TODA LA ACEPCIÓN DEL TÉRMINO... LA CASA ES UNO DE LOS MAYORES PODERES DE INTEGRACIÓN PARA LOS PENSAMIENTOS, LOS RECUERDOS Y LOS SUEÑOS DEL HOMBRE. EN ESA INTEGRACIÓN, EL PRINCIPIO UNIFICADOR ES EL ENSUEÑO. EL PASADO, EL PRESENTE, Y EL PORVENIR DAN A LA CASA DINAMISMOS DIFERENTES, DINAMISMOS QUE INTERFIEREN CON FRECUENCIA, A VECES OPONIÉNDOSE, A VECES EXCITÁNDOSE MUTUAMENTE. LA CASA EN LA VIDA DEL HOMBRE SUPLANTA CONTINGENCIAS, MULTIPLICA SUS CONSEJOS DE CONTINUIDAD. SIN ELLA EL HOMBRE SERÍA UN SER DISPERSO. LO SOSTIENE A TRAVÉS DE LAS TORMENTAS DEL CIELO Y DE LAS TORMENTAS DE LA VIDA. ES CUERPO Y ALMA. ES EL PRIMER MUNDO DEL SER HUMANO.11

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BACHELARD, Gastón. La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica, 1997 p.36 • 11 Ibid, pp.36-37.


Al romperse el nexo con la casa familiar se emprende un éxodo doloroso a través de un viaje que no da tiempo para elaborar el duelo. Los grupos de personas desplazadas llegan a la ciudad de Medellín con su mundo privado al descubierto. Están ahí, amontonados en las laderas de la urbe. Llegan como fugitivos, como extraños dentro de su propio país. La ciudad es un escenario nuevo para muchos de ellos. Una zona inconquistable. La ciudad es una sucesión ininterrumpida de geometrías que se expanden. En ella, las luces simulan un río incontenible que se derrama por entre el valle y las montañas. No lo controla la mirada. Tiene miles de afluentes, miles de cauces. Y es por entre esos miles de ríos de luz por donde caminan los desplazados para ir en búsqueda de afluentes más lejanos, de los que se pierden ya en las colinas. Cuando llegan a la ciudad, su identidad se hace visible. Cargan los rincones de las casas que han abandonado; sus fisionomías revelan los trabajos del campo, y sus rostros están cansados de repetirse que no será fácil hacerse a otro destino.

Surge entonces la pregunta: ¿quién acogerá a los desplazados? Seres que han

Se construye la historia colectiva

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Cargan los rincones de las casas que han abandonado

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perdido su unidad geográfica, política, económica, social, moral y cultural. Que han perdido su nombre, su origen. El campo ya les es ajeno y el centro urbano los intimida. Ahora el silencio es la única respuesta. El lugar urbano los expone, en él se aventuran en la búsqueda de una casa. Un espacio que los haga visibles, que les permita demostrar con su constancia que podrán volver a ser. La naturaleza de la ciudad es la de un paisaje que perciben como una pantalla que emite imágenes continuamente; el reto para ellos es lograr que sus figuras sean reconocibles. Saben que se tienen que volver observables, que para sobrevivir no pueden mirar la ciudad desde la ventana, el marco, el referente que les ofrece la periferia. Tienen que atravesar las puertas que les demarcan una liminalidad con el mundo urbano. 27


La biografía del desplazado es un relato vital, alrededor del cual se estructura una historia compleja, marcada por unos hechos que re-visibilizan al individuo en su nuevo círculo social; visibilidad que casi siempre es la de un sujeto con pautas de comportamiento diferentes y que experimenta el derrumbe psicológico por sentirse derrotado y excluido. Podría decirse que es un no-sujeto, pues el desarraigo conlleva no sólo el desplazamiento físico, sino también el desplazamiento espiritual y dialógico, es decir, su saber del mundo y su lenguaje pierden sentido: […] TODA VEZ QUE UN INDIVIDUO INGRESA A UNA ORGANIZACIÓN O A UNA COMUNIDAD SE PRODUCE UN CAMBIO NOTABLE EN LA ESTRUCTURA DEL CONOCIMIENTO QUE SE TIENE DE ÉL Y EN SU DISTRIBUCIÓN, CARÁCTER Y CONTROL DE LA INFORMACIÓN.12

La inserción del desplazado en la ciudad implica una transferencia de los códigos de comunicación, de la que dependerá su visibilidad en el nuevo hábitat. Una vez ingresan a territorios urbanos y se sitúan en las laderas, como lo hacen la mayoría de ellos, su notoriedad de grupo social desprotegido y sin techo se hace inconfundible, tanto para quienes interactúan en dichos espacios, como para el resto de los ciudadanos.

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Autobiografía

GOFMAN, Irving. Estigma, la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 1970 p.25.


VISIBILIDAD PELIGROSA


En los caminos que conducen a sus casas hay decenas de montículos. Montículos de basuras; de desechos de materiales; de cabezas de muñecas rescatadas de la quebrada; de retazos de ropas que han perdido toda posibilidad de uso y adquieren nuevos significados: sirven, por ejemplo, de silla en el interior de una habitación; de enormes cantidades de zapatos que semejan piedras en el camino… Objetos que definen y anuncian una iconografía que nos guía, por el conocimiento de la memoria histórica, a la imagen de los enterramientos y ceremonias funerarias que caracterizaron culturas ancestrales. Los asentamientos de los desplazados en Medellín son la imagen fragmentada de zonas que, por su peculiaridad, simulan un imperio en ruinas o, más bien, un imperio que nació en ruinas. La acumulación de materiales, las montañas de objetos olvidados o dejados sobre el camino, son símbolos que construyen el imaginario colectivo para quienes se apropian de un terreno ajeno. LOS MONTONES DE PIEDRA SE COLOCABAN A UN LADO DE LOS CAMINOS PARA SEÑALIZARLOS; TAMBIÉN DEMARCABAN LOS LINDEROS ENTRE VILLAS, CIUDADES Y REGIONES; MARCAS QUE FIJABAN LOS LÍMITES Y LAS FRONTERAS. ESTOS MONTONES DE PIEDRAS, USADOS PARA SEÑALAR LOS CAMINOS Y FRONTERAS GEOGRÁFICAS, ERAN TAMBIÉN ALTARES PRIMITIVOS CONSAGRADOS A HERMES. EN REALIDAD, EL MONTÓN DE PIEDRAS ES LA IMAGEN ARQUETIPAL DE UN DIOS. Y POR ESO PODEMOS DECIR QUE ESTE DIOS, HERMES, “SEÑOR DE LOS CAMINOS”, COMO LLEGÓ A CONOCÉRSELE, SEÑALA TAMBIÉN NUESTROS CAMINOS Y LINDEROS PSICOLÓGICOS: MARCA LAS LÍNEAS DE NUESTRAS FRONTERAS PSICOLÓGICAS Y LIMITA EL TERRITORIO DE NUESTRA PSIQUE DONDE COMIENZA LO EXTRAÑO, LO AJENO.13

Los procesos de construcción de identidad, entendida no como esencia sino como relación que se construye en la interacción social, hacen visibles los problemas que se desarrollan en los asentamientos. En éstos, la identidad es una etiqueta con la que se les imputa desde afuera, a los desplazados, un conjunto de características y atributos que se consideran peligrosos. Rasgos clasificados en códigos múltiples como las marcas objetivas, el lenguaje y las representaciones que los hacen visibles: el vestuario escaso, la mezcla de olores que delatan la falta de agua y demás servicios públicos, la poca gestualidad en el grupo de niños ansiosos por saber quién llega. En las calles de la ciudad, mujeres fatigadas llevan carteles donde denuncian su situación de desplazadas y mendigan para sostener a sus hijos, que juegan junto a los postes de la luz en los separadores de vías. Las reglas de subsistencia cambian radicalmente, pues los soportes sociales y las ofertas del mercado laboral son reducidas o exigen condiciones que los implicados en el problema de la violencia muchas veces no reúnen, ya sea por escasa formación escolar, por recursos económicos minados, o por el estigma que se arrastra en la condición de saberse f19

Un imperio que nació en ruinas

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y conocerse desplazados.

LÓPEZ PEDRAZA, Rafael. Hermes y sus hijos. Barcelona: Anthropos, 1991 p.14.


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Cuando abordan a los otros actores sociales con el relato de sus tragedias, el lenguaje los delata: son frases repetitivas, cargadas con la violenta realidad de un país. Álvaro Arango, desplazado de la vereda Ufemia, de Frontino, Antioquia, cuenta su tragedia cada vez que lo visitan. Es el padre de cuatro hijos, el mayor de siete hermanos y, por lo tanto, el portador de la memoria: ... “mi vida ha sido trabajar todo el tiempo en el campo. Soy un campesino que comencé a los 12 años a ayudarle a mi papá con los trabajos de la finca, junto con mis siete hermanos. Llegamos a Medellín hace siete meses. Mi familia y veintiocho personas más. Salimos corriendo de la violencia tan horrible que nos estaba tocando vivir en la zona. Teníamos mucho miedo, porque allí uno no sabe quién es el enemigo. Cuando llegamos a la ciudad tuvimos que acomodarnos en una sola casa. Éramos treinta y dos personas en un mismo lugar. Esto era inhumano. Pero era mejor estar en la ciudad que esperar allá a que llegaran los que están armados”. Con los días, Álvaro se independizó del resto del grupo y compró un pedazo de falda de monte en una de las zonas periféricas de la ciudad. Allí construye todos los días su rancho, y no se cansa de repetir las mismas frases con las que intenta desnudar su verdad14: “La guerra está es afuera, con los desprotegidos. Todos sabemos quiénes hacen la guerra, una guerra boba donde todos se hacen los bobos. Yo sé que mis hijos, mi señora y yo estamos en este momento viviendo en una zona de alto riesgo, pero es que la zona de alto riesgo es en toda Colombia y esa zona es la guerra. Si llega a haber deslizamientos, que son pasajeros y morimos, es porque Dios quería”. DISCURSOS DESPLAZADOS DESDE HACE MUCHO SOSPECHO QUE EL YO ES ILUSORIO. LA CREENCIA EN LA IDENTIDAD PERSONAL ES COMO UNA JAULA FANTÁSTICA. UNA JAULA VACÍA: ADENTRO NO HAY NADIE. EL PRISIONERO ES IRREAL PERO LA JAULA ES REAL, AUNQUE SUS BARROTES ESTÉN HECHOS DE LAS ESPECULACIONES DE LA PSICOLOGÍA Y LA HISTORIA, ESAS DOS QUIMERAS. QUIZÁ LA CREENCIA EN LA IDENTIDAD PERSONAL ES UN RECURSO DE NUESTRA NADERÍA PARA DAR UN POCO DE VEROSIMILITUD A NUESTRO DESCOSIDO Y DISCONTINUO TRANSCURRIR. PUES NO EXISTIMOS, TRANSCURRIMOS. NOS AMEDRENTA ESTA MANERA DE PENSAR PORQUE, AL EXTIRPAR UNA ILUSIÓN, EXTIRPA TAMBIÉN LA REALIDAD QUE LA SUSTENTA; SI EL YO FUESE REALMENTE ILUSORIO Y NUESTROS NOMBRES NO DESIGNASEN SINO APARIENCIAS, FANTASMAS EN PERPETUO CAMBIO, EL MUNDO TAMBIÉN SERÍA INSUSTANCIAL, UN TEJIDO DE IMPRESIONES Y SENSACIONES EVANESCENTES. SI YO NO SOY YO, EL MUNDO TAMPOCO ES EL MUNDO. ESTA IDEA DESPUEBLA A LA REALIDAD, LA HACE IRRESPIRABLE. POR POCO TIEMPO: LAS INVENCIONES DE LA MEMORIA, MÁS ALLÁ DE SU ERROR O DE SU VERDAD, NO TARDAN EN HACERLA OTRA VEZ HABITABLE Y TRANSITABLE. LAS SENSACIONES REINVENTAN AL MUNDO Y EL MUNDO REINVENTA AL YO. LA MEMORIA ES NUESTRO BASTÓN DE CIEGOS EN LOS CORREDORES Y PASILLOS DEL TIEMPO. NO NOS DEVUELVE

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Siempre inacabada, pues, como afirma Gadamer, “ninguno de nosotros abarca la verdad en su pensamiento”. GADAMER, Hans-George. Verdad y método II. Salamanca: Sígueme, 1992 p.54.


ESA PLURALIDAD DE PERSONAS QUE HEMOS SIDO PERO ABRE VENTANAS PARA QUE VEAMOS –NO TANTO A LA INTOCABLE REALIDAD COMO A SU IMAGEN. LAS IMÁGENES DE LA REALIDAD QUE NOS ENTREGAN LA MEMORIA Y LA IMAGINACIÓN SON REALES, INCLUSO SI LA REALIDAD NO ES ENTERAMENTE REAL.15

Con el sometimiento de la población civil a grandes presiones, se produce un rompimiento de los ciclos emocionales del individuo, se debilitan los lazos de comunicación del núcleo familiar, se generan actitudes de desesperanza frente a la vida y pérdida de referentes identitarios. Quizá la única forma de sentir que todavía hay algo que une a cada individuo con su grupo familiar y con sus vecinos, que todavía es posible compartir un sentimiento, sea el recurso de la memoria, la narración de lo vivido. Es lo que se percibe en los testimonios dados por un grupo de desplazados, en marzo de 1996, a las autoridades municipales de Medellín durante una diligencia de descargos ante la inspección tres “A” de policía. Las comunidades desplazadas llamadas a esta diligencia provienen del campo y han migrado por diferentes barrios, víctimas, también, de la violencia urbana. El grupo había levantado su hábitat en los alrededores de la cancha de fútbol Barbados (Oasis, Jardín) del barrio Manrique oriental, de Medellín. “Soy María Muñoz, nací en Titiribí, Antioquia, vivo en el Barrio Jardín, ranchos el Oasis. Tengo cincuenta años, viuda, no sé leer ni escribir, únicamente me sé firmar, trabajo en casas por días y no tengo trabajo desde hace más de quince días. Tengo cinco hijos, conmigo viven una de seis años y otro de dieciocho. El que ve por nosotros es mi hijo mayor que trabaja en construcción y cuando no, trabajo yo. Me di cuenta por la gente que comentaba que había una invasión, entonces yo me fui y construí mi rancho. No tengo ninguna propiedad, nada, yo soy muy pobre. Desde mayo estoy en la invasión, nos la tumba la policía y volvemos y la armamos”. “Me llamo David Arango. Vivía en Bocanegra, adentro de Turbo, allí tenía una finquita y me la quemaron. Fue un informante de la guerrilla porque no se la quise vender. Me quemaron mi casa y de allí me vine para Medellín con mi señora y mis hijas. Tengo cinco hijas y no estudia ninguna. La mayor tiene 15 años, cuatro, tres, uno y la más pequeña tiene dos meses. No estoy trabajando ya que estoy accidentado hace más de dos años y en este momento estoy inválido de la columna. Mi compañera pide limosna. La policía del ferrocarril nos ayudó a ocupar los ranchos, ya que vinimos sin a dónde llegar y vieron en qué condiciones y nos ayudaron. No tengo nada. Hace un año que vivimos en la invasión siete personas. Tenemos luz y sanitario, el agua nos la regalan. El rancho está construido de telas y tablas. Estamos corriendo mucho peligro ya que cuando llueve el arroyo nos coge de primera, necesitamos que nos reubiquen”. Otras familias afirman: “Invadimos con el fin de tener una casita, la luz la tenemos de contrabando y el agua nos la regala un señor. Mi rancho está hecho de una teja de cartón, teja campesina y plásticos, y allí vivimos cinco personas”. 15

PAZ, Octavio. In/mediaciones. Barcelona: Seix Barral, 1981 pp.175-176.

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“Mi casa tiene únicamente cuatro palos y la forma del techo”. “Trabajo la artesanía en el ranchito cuando puedo ya que sufro de la columna, vivo con mi señora y mis cuatro hijos, el rancho es de lata, madera y plástico”. En otros casos, los líderes barriales de los asentamientos hacen llegar a los medios de comunicación las denuncias que se recogen en estas zonas: “el señor Federico Suárez, habitante del asentamiento de desplazados «Cañada Negra», ubicado al nororiente de Medellín denuncia: «Vivas amenazas, nos urge ayuda... Tenemos miedo de que en algún momento se crezca la quebrada y se lleve la escuela por delante... Los fuertes vientos, además, pueden levantar el techo pues no somos ingenieros ni arquitectos ni siquiera oficiales de construcción calificados, sólo hemos clavado la madera de retal, enterrado las vigas lo más hondo posible, pero hace falta ayuda»...” Estas bandas del barrio... “Andan armados y con transmisores para comunicarse entre sí desde diversos lugares. Algunos son niños de doce años. Son aproximadamente veinte jóvenes, llevan en la comunidad cuatro años. El problema es que para cualquier actividad que se vaya a hacer en el barrio hay que pedirle permiso a la banda armada...” Los habitantes del asentamiento El Picacho, situado en los límites entre Medellín y Bello, también viven su propia tragedia: “Me llamo Constanza, tengo cuarenta y ocho años. Vengo de un corregimiento cerca al municipio de La Ceja, Antioquia. Mi trabajo era recolectar moras para vender en compañía de mi hijo y mi marido. Una mañana llegó un grupo de hombres armados y sin hablar mucho se llevaron a mi esposo. A los pocos minutos oí varios disparos. Salí corriendo y encontré el cuerpo de él tirado en el camino. Fue horrible. Lloré mucho porque él era un hombre muy bueno. Lo enterramos y como no teníamos para dónde irnos nos quedamos en la casa. Al poco tiempo regresaron otros hombres y me mataron a mi hijo. Ahí sí tuve que salir corriendo porque ya me habían quitado todo. Una hija que vive en Medellín me trajo para este asentamiento y aquí estoy por lo menos acompañada. La gente de acá no es mi familia pero todos nos tratamos como si lo fuéramos. Yo no volví a la tierra y me contaron que está muy montada. Pero yo no regreso. Vivo en este cambuche donde no me puedo ni mover y donde las ratas se comen el plástico que forra los cuatro palos. Cuando llueve toda el agua se filtra, pero aquí sigo”. “Soy Roldán, tengo sesenta y cinco años y vengo de Urabá. Todavía estoy corriendo del susto que me pegaron los hombres que ese día me buscaban. Yo estaba adentro de la casa y mi mujer estaba lavando afuera. Yo oí cuando ella dijo que yo no estaba, que yo ya no vivía allí. Entonces, me asomé por una rendija y vi que eran ellos. Salí corriendo y me tiré por la ventana. Me escondí por entre el platanal, para después correr y correr. Me parecía que ya venían a matarme. Llegué hasta la carretera principal y cogí un bus que me sacara de ese infierno. Fui de los primeros pobladores de este asentamiento. Me tocó luchar por este pedazo de tierra que no es de nadie. Acá tampoco es fácil. El otro día se

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entraron unos y como estaba todo oscuro dispararon y un tiro me dio en la mano, desde entonces sufro de dolores muy fuertes y mire cómo me quedó la mano...” Son venteros ambulantes, albañiles, celadores, vaqueros, herreros, lavanderas, costureras, ancianos enfermos, miles de niños y jóvenes sin la posibilidad de estudiar o trabajar, que arrastran el lastre del destierro que dificulta, aún más, su inserción social y el alcance de una vida normal y digna. En la mayoría de los estudios, el desplazado es simplemente una cifra, un problema, un extraño que comienza a amenazar un orden; pero esa “cifra”, ese “problema”, esa “amenaza”, que se renueva una y mil veces cada día, tiene innumerables relatos. Relatos que al discurrir se convierten en testimonios de una memoria encargada de recoger y proteger el drama personal, íntimo, de los desarraigados. Drama que, inquisidor, redefine los sentidos de la identidad nacional; y discurso que es catarsis subjetiva que se traduce

Objetos-retratos

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Objetos-retratos

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Forma de territorialidad

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en un lenguaje visual capaz de comunicar el pasado y el presente, que se adentra en el mundo de lo privado y documenta una verdad que tiene resonancia sobre el propio cuerpo del desplazado, sobre el entorno y sobre la sociedad. Estos documentos son referentes para el arte16, y permiten la escenificación de una poética en la que el vacío y el silencio constituyen los materiales con los que se elabora la representación (visual o lingüística). Refiriéndose a las imágenes de la violencia en el arte contemporáneo, Carmen Bernárdez Sanchís, en su ensayo “Transformaciones en los medios plásticos y representación de las violencias en los últimos años del siglo XX”, ejemplifica de manera acertada el sentido del desarraigo y del exilio individual o colectivo como hecho artístico: ALGUNAS OBRAS HAN ABOGADO POR EL RECURSO DEL SILENCIO, A LA EXPRESIÓN DE LA AUSENCIA COMO ÚNICA FÓRMULA POSIBLE PARA LA EVOCACIÓN DEL DRAMA, PARA LO CUAL LA IMAGEN NO FUNCIONARÍA POR SER SIEMPRE ASERTIVA, POR HACER PRESENTE: “¿CÓMO MOSTRAR LO QUE NO ESTÁ, LA DESAPARICIÓN MISMA, O EL OLVIDO MISMO, O LA NEGATIVA A VER? ¿LA AUSENCIA? EXPONER LA NEGACIÓN, ¿CÓMO?... EN CIERTO MODO, LA IMAGEN IMPLICA SIEMPRE UNA AFIRMACIÓN DE LA PRESENCIA… EN ESTO TODA IMAGEN ES UNA RENEGACIÓN DE LA MUERTE Y DE LA PÉRDIDA” (WAJCMAN, G., EL OBJETO DEL SIGLO, BUENOS AIRES, AMORRORTU, 2001, P. 196). HAY CREACIONES QUE TRABAJAN PLÁSTICAMENTE CON LO AUSENTE Y LA IDEA DEL AISLAMIENTO, COMO HABITACIÓN DEL DOLOR, DE BEUYS (1941-1983), UNA SALA VACÍA TOTALMENTE FORRADA DE PLACAS DE PLOMO EN PAREDES Y TECHO, PERO ESTE ESPACIO VACANTE SE CARGA NO SOLO DEL PLOMO Y LA BOMBILLA QUE APENAS LUCE, SINO TAMBIÉN DE LAS RESPUESTAS EMOCIONALES DEL ESPECTADOR ANTE ESE SILENCIO, E INEVITABLEMENTE EL VACÍO “SE LLENA”. OTROS HAN RECLAMADO LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS O LA PRESENCIA MUDA DE SU NOMBRE PARA LA RECONSTRUCCIÓN NECESARIA DE LA MEMORIA COLECTIVA, PARA CREAR EMPATÍA EN EL ESPECTADOR. Y NO SE TRATA –COMO ES TRADICIONAL EN EL MONUMENTO- DE REPRESENTAR AL HÉROE Y PUBLICITAR SU NOMBRE, SINO DE NOMBRAR TAMBIÉN A AQUELLOS CUYOS NOMBRES SE DILUYEN GENERALMENTE EN LA CATEGORÍA DE “VÍCTIMAS” O “CAÍDOS”. RECUPERAR SUS NOMBRES RESPONDE A LA NECESIDAD DE IDENTIFICAR Y NOMBRAR PARA RESCATAR LA CONDICIÓN DE HUMANIDAD DENTRO DE LA BARBARIE.17 Obviamente, también para la psicología, la historia y todas aquellas disciplinas que se cruzan en su estudio con lo social • 17 BERNÁRDEZ SANCHÍS, Carmen. Imágenes de la violencia en el arte contemporáneo. Madrid: Valeriano Bozal, 2005 pp.83-84.

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Un lugar ajeno. Dibujo de niña desplazada. Lina Arango (10 años). Asentamiento Jardín - Oasis. Medellín 1999


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