JASMINE
UN CUENTO ENTRE TODOS
JASMINE (La historia de una niña saharaui)
Más allá del horizonte, en el mismo punto donde el cielo y la tierra luchan desde antiguo por izar el estandarte de una nueva jornada en la historia de la vida; no hace tantos años,… de hecho, aún existe, un poblado sometido aunque con un inmenso sentimiento de libertad se erigía sobre el entramado yermo del desierto africano. Al amanecer Jasmine salió de su tienda; restregó sus ojos y como hiciera cada mañana, se hizo fuerte ante las “eternas olas” de las dunas áridas del Sahara… Jasmine siempre supo ver más allá; no solo con los ojos, ¡no! también con el corazón, cuyo trozo más chiquito, palpitaba al otro lado del atlántico, en el hermano pueblo español… y en un verano que jamás olvidaría ante la hospitalidad que le brindó la villa de Santa Cruz de Mudela, en la que curó su enfermedad. Aún así, su predilección, su amor, seguían estando en su tierra. Jasmine se levantó aquella mañana con una fuerza interior hasta entonces desconocida. Necesitaba hacer sentir a los demás que ella creía en su pueblo, en su familia, en sus amigos y que lucharía desde el ímpetu de la infancia por encontrar la libertad que les era prohibida… No estaba sola, en lo alto, el sol parecía que le saludaba estrechando sus brazos con los resplandores más luminosos… Jasmine era una niña luchadora que quería llegar muy lejos. Tras superar, gracias a la familia de acogida en Santa Cruz de Mudela que la puso en manos de los mejores especialistas, la grave enfermedad que padecía dados los pobres recursos que había en su país; estaría eternamente agradecida al pueblo español. Su sueño era estudiar una carrera y ser alguien el día de mañana para luchar por sus derechos y los de su pueblo. A menudo se acordaba de sus amigos de Santa Cruz de Mudela, aquellos que un día, hablando con Jasmine, no podían creerse que viviera en
una Jaima y que no tuviera televisión. Era todo tan diferente. Pero Jasmine era una niña muy fuerte y prometió a sus amigos españoles que un algún día cambaría la situación del pueblo saharaui. Aquella noche Jasmine había tenido un sueño. Estaba impaciente por contárselo a Naima, su mejor amiga. Soñó que un día, jugando en las dunas del desierto encontraron semillas de colores que resultaron ser mágicas. Las sembraron en la arena y germinaron salud a todos los niños saharauis y también de la tierra árida brotó agua potable. -Tengo una idea Naima. Voy a ponerme en contacto con mi familia de Santa Cruz de Mudela. Quizás nos puedan ayudar a cumplir mi sueño. Jasmine regresó con su amiga Naima a su Jaima. Allí guardado como su más preciado tesoro cogió una caja de música que le regalaron los padres de la familia adoptiva de España. En un cajoncito guardaba 3 monedas de curso legal: su única fortuna. Las dos amigas anduvieron tres kilómetros hacia el poblado donde pudo llamar por teléfono a España. Pero las cosas importantes tiene siempre su lado negativo y no contestaba nadie en la casa que la acogió aquel verano. Lejos de desanimarse llamó al Ayuntamiento de Santa Cruz de Mudela y esta vez sí pudo hablar con el alcalde de la localidad al que le expuso el plan para salvar a su pueblo. Le pidió alimentos no perecederos y agua como principal ayuda y posteriormente le indicó la necesidad de aunar esfuerzos para la construcción de casas, escuelas y hospitales. Tenía muchas ideas para sacar el proyecto como era haciendo partícipes a todos los vecinos del pueblo que le acogió incluso le comentó al alcalde que junto con su amiga Naima y su hermano Jusef ayudaría a montar un grupo de ayuda en la querida localidad española “como vosotros decís, una ONG” El alcalde quedo maravillado con las ideas y la capacidad de lucha de la niña saharaui y le prometió lo que estuviera en sus manos pero Jasmine quería más, mucho más y sacar al pueblo de la miseria y de la incultura necesitaba de más iniciativas. Era ya anochecido cuando llegaron a la Jaima de Jasmine. Naima se despidió de su amiga y ambas decidieron que durante aquella noche seguirían pensando qué hacer para sacar a su pueblo de la situación en la que se encontraba. Poco antes de dormir cogió de debajo de la cajita de música un
cuento que también le regalaron los hijos de la familia manchega durante aquel verano “Alicia en el país de las maravillas” -¡Claro, cómo no se me ocurrió antes!- dijo ilusionada nuestra joven protagonista. De santa Cruz trajo una bolsa repleta de cuentos y además, cerca de su tienda había otra jaima semiderruida e inhabitada. Podría hacer allí una pequeña escuela con biblioteca incluida. Pensó que gracias a la lectura, los vecinos sabrían cómo hacer pozos, cómo se cultiva, los niños incluso aprenderían a escribir y ella les leería los cuentos. Pero era sólo una niña… A la mañana siguiente pidió ayuda a las personas mayores. Les preguntó cómo podrían cultivar unas semillas, ellos decidieron ayudarla y compartir con ella lo que sabían aunque fuera poco. De pronto se corrió la voz y los vecinos del poblado de Jasmine decidieron ayudar para, al menos, dar un futuro mejor a los niños pero enseguida surgió la preocupación. “No tenían materiales para dar forma a esos sueños tan bellos”. Entonces, lejos de desanimarse, y sabiendo que aún le quedaba una moneda llamó de nuevo a Naima y a Jusef y volvieron a llamar por teléfono esta vez a su familia de acogida que afortunadamente estaban en casa. Tras la inmensa alegría de volver a oírse, la niña saharaui les puso al corriente de lo que llevaba haciendo días atrás y de cómo se puso en contacto con el alcalde de su pueblo pero ella necesitaba más y creyó que le podrían ayudar, una vez más. La familia de acogida le rogó esperar una semana para ver los frutos y que ellos se pondrían en contacto con Jasmine, personalmente La familia enseguida se puso manos a la obra. El papa tenía un primo que trabajaba en la Diputación de Ciudad Real y solicitó una reunión con el Presidente, el cual quedó conmovido por la situación y elevó la súplica de la niña saharaui hasta el mismo presidente de la Junta de Comunidades el Sr. Barreda y juntos decidieron ver que se podía hacer. Con la ayuda de una buena publicidad y de distintas ONG´s muchos fueron las personas anónimas que querían ayudar y trabajar voluntariamente por hacer realidad el sueño de la niña saharaui. Un día el alcalde de Santa Cruz de Mudela convocó una reunión con todas las organizaciones en el ayuntamiento de Santa Cruz de Mudela con un
punto en el Orden del día: El Sahara. Finalmente el resultado fue hacer del poblado de Jasmine un campo de golf que crearía riqueza gracias a la llegada de turistas. Pero ante la inviabilidad del proyecto y la urgente necesidad de los poblados del Sahara, Jasmine volvió a intentar trabajar por su cuenta, quizás le reportaría más frutos. A través de la familia de acogida han llegado hasta el poblado algunos amigos preparados y concienciados. Juan, ingeniero químico creó un sistema que retiene el agua de la condensación y luego la potabiliza. José, ingeniero agrónomo obtuvo semillas resistentes a la sequía y otros grandes amigos, que sin contar con ONG´s ni políticos, también trabajaron con una gran determinación y esfuerzo. Algunos de estos amigos pensaron en realizar un mercadillo solidario. En un tiempo record se movilizó toda la ciudad de Santa Cruz de Mudela y recaudaron al final la nada despreciable cantidad de 3800 euros que entregarían a Jasmine la próxima vez que viniera a España pero como Jasmine no podía salir del país y el dinero era muy necesario fue un amigo de la familia de acogida al poblado. Cuando vio a Jasmine, ambos se abrazaron ante la atenta mirada de su amiga y su hermano y más de un centenar de vecinos del poblado saharaui. -Jasmine- le dijeron – queremos que este dinero se empleé en la mejora de esa jaima en la que los niños leen y los mayores adquieren sabiduría. Esta es vuestra escuela y nos gustaría que le pusieseis de nombre “La Ciudad de la Alegría”. Con los meses la nueva escuela fue una realidad. Si no tiene nada que ver con los centros educativos de nuestro país si que era un buen comienzo, el germen de la formación y la cultura como fundamentos de la democracia y la sociedad del bienestar. Jasmine, consciente de que estaban en el buen camino y aprovechando la implicación de multitud de personas en su querida España lanzó la propuesta de hacer un pequeño hospital para que los niños no tuvieran que marchar de su pueblo para curarse. Había un largo recorrido para que este deseo fuera un hecho pero lo primero era conseguir algo de dinero para poner en marcha esta gran aunque complicada idea. Aquella noche invitó al amigo de la familia a pasar la noche en su jaima. Al día siguiente regresaba a España con la alegría de haber entregado el dinero recaudado en el
mercadillo. Jasmine de nuevo soñó y el sueño le hizo buscar nuevas alternativas para recaudar fondos para el nuevo hospital. Soñaba que su hermano estaba jugando al fútbol, que era un partido muy importante y sobre todo veía la gran expectación que creaba el mismo. Al despertar pensó “claro si en España…, que digo en España, en cada país del mundo se organizaran partidos benéficos, podríamos conseguir mucho pero que mucho dinero”. Le trasmitió la idea al familiar antes del regreso a España y dicha iniciativa resultó mágica, sí mágica en su resultado pues de forma misteriosa e increíble, esta vez todas las organizaciones políticas, sociales,… organizaron en cada país un partido benéfico por la causa de Jasmine. La niña saharaui estaba contenta pero aún se puso más cuando recibió una carta de Lolo, un amigo de Santa Cruz de Mudela, en la que le decía que iba pronto iba a conocer a los jugadores de su equipo de futbol favorito. Al poco tiempo Lolo tuvo la suerte y el honor de hablar con Iker Casillas y éste le prometió ayudarle contando la historia a todos los jugadores. Pero le prometió más; que él mismo entregaría la cantidad de dinero recaudada en los partidos benéficos a la pequeña Jasmine en un viaje que realizaría pronto al Sahara. Una semana después Casillas volaba hacia el poblado de Jasmine para hacerle entrega de una gran cantidad de dinero. Los habitantes del poblado estaban alucinados con lo que había conseguido la niña y lo mejor de todo, había sido capaz de cambiar la actitud de las personas que habían hecho del sometimiento su estilo de vida. Ahora reían y sobre todo: tenían esperanza. A las pocas semanas pudieron construir un pequeño hospital donde atendían a las personas como si de un centro de salud se tratase. De esta forma pudieron vacunar a los niños pero faltaban médicos porque los que tenía el pueblo habían emigrado ante la falta de oportunidades. Algunos de los niños que salieron de su país pudieron regresar renunciando a parte de su salario para ayudar y trabajar en el que era su país: el pueblo saharaui. Jasmine no se podía creer lo que había hecho en tan sólo 4 años pero había que realizar más mejoras, entre ellas, la electricidad que era muy básica. Entonces se puso en contacto con uno de los muchos amigos que dejó
aquel verano en Santa Cruz y éste le dijo que haría todo lo que estuviera en su mano, que no se rendiría nunca. Llegaba la primavera y nuestra pequeña protagonista estaba a punto de cumplir 15 años. José y Carmen, sus padres adoptivos de Santa Cruz de Mudela tenían preparado el mayor regalo que Jasmine podría recibir: Iban a ir al Sahara a verla. El encuentro fue inolvidable. Ellos le llevaron dinero que habían recogido con donativos en una cuenta bancaria y la promesa del amigo de Santa Cruz, aquel a quien le había pedido el favor de realizar las gestiones para llevarle luz, también se hizo realidad: iban instalar en corto espacio de tiempo unas placas solares. La pequeña no se lo podía creer pero estar con sus padres españoles era el mejor regalo. Les invitó a ir a su casa y les contó todo lo que había sucedido desde aquella mañana, hacía ya tanto tiempo, cuando juró luchar por su pueblo. Allí en su casa tan pronto lloraban como reían; hablando y hablando casi se les hizo de noche y ya no podían preparar nada para cenar. Pero Carmen sacó de su maleta unas pastas riquísimas que ella misma preparó en España y que tanto le gustaban a Jasmine, que siempre decía que sabían a besos pues Carmen se las preparaba con mucho cariño. A la mañana siguiente, bien temprano, Carmen y José le entregaron el dinero recaudado para conseguir llevar la electricidad al poblado. Pero ahí no acaban las sorpresas. José le dijo: -hemos pensado mucho en la conversación que tuvimos por teléfono a cerca de crear una ONG. Queremos que sepas que cuentas con nuestra ayuda y venimos para decirte que ya se ha creado y que este es el Proyecto que hemos comenzado. La iniciativa consistía en abrir en cada pueblo de la provincia unas listas en las que se apuntaran voluntarios con sus donativos. Algunos de ellos también se habían inscrito para viajar al Sahara una vez al año para entregar el dinero y especies recogidas quedándose alrededor de 2 meses para ayudar y trabajar in situ por el Proyecto. De esta forma se podría ampliar el colegio y el pequeño hospital. Jasmine no se lo podía creer y con lágrimas en los ojos salió a contárselo a toda su familia. Al día siguiente José y Carmen regresaron a España llenos de fuerza para continuar con el proyecto de ayuda al Sahara.
Además de los donativos de los voluntarios anónimos, durante el viaje de regreso en avión pensaron que podrían celebrar torneos de tenis y carreras ciclistas así como poner en escena obras de teatro. Ya soñaban con los aparatos que podrían comprar para el hospital: un ecocardiograma, un quirófano, materiales para el laboratorio y medicinas. Aunque Jasmine no se podía creer todo lo que había conseguido, no contenta del todo y por amor a su pueblo envió una carta al Presidente de la Naciones Unidas solicitando su ayuda. Pasaba el tiempo y nuestra pequeña protagonista no recibía respuestas hasta que un día ¡Sorpresa!, el mismísimo presidente de la ONU se personó en el poblado, habló con Jasmine, le felicitó por su gran esfuerzo y le dijo que en breve recibiría la ayuda necesaria. Un mes después a todos los poblados del Sahara llegaron camiones repletos de materiales, alimentos, maquinaria,… También llegó mucha gente voluntaria de los más recónditos países del mundo para trabajar como voluntarios, para ayudar, enseñar, curar,… Todos los habitantes del poblado de Jasmine organizaron una fiesta de bienvenida. Las obras duraron varios meses pero por fin se terminaron con el esfuerzo y ayuda de todos. Se había construido una escuela y un hospital nuevos. Pero Jasmine, que era una niña de fe, pensó que era el momento de construir un templo en el que agradecer a Dios la ayuda recibida y sobre todo por no dejarles desfallecer manteniendo su esperanza hasta en los momentos más difíciles. Tras conseguir aquella capilla todo el pueblo estaba entusiasmado por las mejoras que habían elevado el nivel de calidad de vida no solo en ese poblado, Sahara era otra bien distinta. Llegaba el invierno y estaban a punto de inaugurar el templo. Se corrió entonces la noticia de que iba a venir un sacerdote voluntario y fueron a recibirlo. Tras el culto que se organizó según la religión que ellos tenían, el cura dijo que le gustaría quedarse allí para siempre y así ayudar en consejos y otro tipo de ayudas al poblado. Jasmine no se lo podía creer. Era una gran noticia.
Jasmine estaba alucinada por haberse hecho realidad todos sus deseos: colegio, hospital, escuela, pero sobre todo dignidad, afán de superación, esfuerzo. -Ahora- pensó –sólo queda construir una carretera; pues los caminos eran sin asfaltar y llenos de piedra y polvo. Al final lo consiguió gracias a los contactos que el sacerdote tenía en Europa. Uno de ellos era un afamado constructor. Ambos le redactaron una carta y finalmente este sueño también se hizo realidad. Por fin quedaba un último deseo: construir un pabellón deportivo. Jasmine entendía el deporte como una manifestación en la que los jóvenes mostraban su afán de superación dejando a un segundo plano la competitividad. Aquello para Jasmine era el germen de un pueblo unido, sin fisuras y rencores. Así es como lo expuso nuevamente a sus padres adoptivos de Santa Cruz de Mudela que realizaron las oportunas gestiones con la Consejera de Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Y dicho y hecho, el sueño fue cumplido también. Habían pasado ya años y Jasmine era feliz. Ahora-dijo- sólo me queda la última petición: poder construir un Ayuntamiento donde haya un alcalde como en Santa Cruz de Mudela. Una mañana, al despertar, recibió una carta del Ayuntamiento del poblado de Jasmine en el que se le pedía la incorporación a filas del padre de nuestra valiente jovencita. Tenía que ir a la guerra, no tenía más remedio. Estuvo mucho tiempo en el frente y allí aprendió a pelear y también a odiar… Jasmine abrió los ojos, todo había sido un sueño pero la carta seguía allí. ¿Qué pondría? La abrió nerviosamente y con gran alegría pudo leer como habían comenzado las obras de la Casa Consistorial de su poblado querido. Ha pasado ya mucho tiempo. Esta noche Jasmine ha salido al campo a contemplar las estrellas y a hacer un balance de los últimos años. ¡Habían ocurrido tantas cosas buenas! Además, todo empezó por una enfermedad que no podían curar en su pueblo y que iba minando su salud. Quien iba a decir que una situación tan dolorosa para ella traería tanta ilusión y esperanza para todos.
Eso le demostraba diariamente que no hay que rendirse nunca ni perder la fe. Jasmine ya es toda una mujer… Tal vez el pueblo saharaui también será libre algún día y nuestros vecinos vivan en paz. Deseémoslo como niños…