Imagen: Asociación Museo Real Fábrica de Artillería de la Cavada - Javier Villoslada
El discurso del Brigadier Luis Cubría Falla Published on September 4, 2018 (Linkedin)
Después de las celebraciones que finalizaron el 25 de agosto de 2018, para promocionar el Museo de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada, me pide algún amigo que le repita y hasta le declame el discurso dado por el “Brigadier”, que he tenido el honor de interpretar, a su llegada a dicha fábrica. Para que quede registro, copio el discurso que da paso al tremendo “cañonazo”: *** “Vecinos y vecinas de La Cavada. Miembros de la guarnición. Operarios de la Real Fábrica. Su majestad me envía con una misión: recuperar la producción de esta fábrica. La Armada, que defiende nuestro imperio, así lo requiere. Desde la bahía de la Habana, hasta la isla de Guaján, en las fortalezas de Cartagena y en el Puerto de Cádiz, se reclama nuestra presencia, … a través de estos insignes cañones. Contamos para ello con la sabia herencia de los flamencos, llegados con Curtius y con Bande. Contamos con el valeroso ejemplo de Mariana de Brito. Pero sobre todo, yo cuento con la fuerza de este pueblo de Riotuerto, muy digno habitante de La Montaña. Celebremos hoy este renacimiento, dando continuación al acto de homenaje”. ***
Unos comentarios sobre el contexto, el discurso y la historia real. Contexto El Museo de la Real Fábrica de Artillería de la Cavada es una iniciativa de varios vecinos de esta localidad de Cantabria, entre los que destaca José Manuel Maza Uslé, para conservar la memoria de la Fábrica que funcionó en Liérganes y La Cavada, desde 1628 hasta 1834. Esta fábrica, promovida por el liejés Jean Curtius a través de una concesión de la corona española (1622), implantó el primer alto horno de hierro de España. La instalación fabril, que estaba en gran medida aislada de su entorno, se puso en marcha con el concurso de artesanos traídos de Flandes y del Principado de Lieja (ahora Bélgica y Luxemburgo). Muchos descendientes de esas familias, como los Oslé/Uslé, Baldor, Roqueñí o Cubría, conservamos el apellido o su pronunciación en castellano. Los cañones de Liérganes y La Cavada, de gran calidad, alimentaron las fortificaciones del imperio español y su fuerza naval. Se produjeron entre 22.000 y 26.000 unidades. En el museo de La Cavada existe una unidad todavía en funcionamiento. Es una enorme mole de más de 3.000 kilos, y representa un caso excepcional de arma de guerra en manos particulares en España. En la fiesta de agosto y en otras ocasiones se efectúa un disparo simulado, con carga de pólvora real (aproximadamente 1/5 parte de la cantidad original), y una bala de papel. Es también un caso único de arqueología industrial en funcionamiento, ya que el cañón fue fundido a finales del siglo XVIII. En este vídeo se puede ver su espectacular y atronador funcionamiento (en directo es muy impresionante). El discurso El discurso del Brigadier está teatralizado y es muy breve, con una duración de un minuto y veinte segundos. La alocución se compone de varias etapas típicas en un discurso o en el planteamiento de la resolución de un problema:
QUÉ: el brigadier llega para recuperar la producción de la fábrica. POR QUÉ: porque el ejército español, en su amplia cobertura geográfica, lo requiere. CÓMO: con el conocimiento disponible en la fábrica.
No existe un motivo claro por el que la Asociación que gestiona el museo eligió la figura del Brigadier para celebrar la fiesta anual, pero la existencia de un retrato y la posibilidad de reproducir su resultona apariencia (logrado con mucho éxito por Luis Lazúen durante muchos años), lo hace razonable. En el año 2017, en todo caso, se añadieron al cortejo las figuras de Jean de Bande, fundador de la planta de La Cavada, y Mariana de Brito, viuda del primero y propietaria de la fábrica durante un largo periodo, de forma directa y a través de sus hijos. Algunos apuntes sobre la historia real Fernando Casado de Torres, el brigadier, fue un ingeniero militar de verdadero prestigio. El rango de Brigadier, ahora inexistente en el ejército español, está a medio camino entre el de coronel y general. Esta persona representa un buen ejemplo de la incorporación de España a la Ilustración, ya que viajó por media Europa y realizó numerosas propuestas de innovación tecnológica. El Brigadier llegó a La Cavada como director en 1796, en un mal momento. España era un país en declive que aún mantenía su prestigio gracias al renovado orden e impulso que consiguieron los reyes borbónicos, que sucedieron en 1700 a los muy desmejorados Austrias. La revolución americana (1765), apoyada por la propia España para dañar a Inglaterra, había sacudido las inocentes colonias del nuevo mundo. La revolución francesa (1789) había puesto patas arriba el antiguo régimen del país vecino, y amenazaba extenderse por todo el continente. La Armada española seguía siendo imponente. Con un gran número de modernos ‘navíos de línea’, de dos o tres cubiertas artilladas, mantenía abierta la comunicación con nuestras colonias de América. Estas rutas, iniciadas por Cristobal Colón en 1492, perduraron en monopolio durante 300 años, posiblemente el caso más largo de control de este tipo. Los hornos de La Cavada y Liérganes ofrecían en esos años problemas de calidad, seguramente debido a la composición del mineral de hierro que estaban utilizando, pero también tenían un pecado mortal: funcionaban con carbón vegetal, obtenido de madera, cuando el desarrollo tecnológico en otros países europeos permitía utilizar coque de carbón mineral, que es una materia prima mucho más abundante. El Brigadier no tuvo éxito en la transición, la producción se mantuvo, renqueante, y poco después la historia de la metalurgia en el río Miera terminó... al tiempo que se fortalecía la de las cuencas carboníferas de Asturias. El panorama empeoró después de la salida de Casado de Torres, en 1799, con el desastre de Trafalgar (1805), la pérdida de las colonias excepto Cuba y Filipinas, y la invasión francesa de España (1808-1814), evento que señaló definitivamente la salida de España de la liga de países de la primera división. Conclusiones
Dos pequeñas localidades del norte de España pueden sentirse orgullosas de haber sido el escenario de uno de los casos de transferencia tecnológica, industrial y social más notables del siglo XVII. Fernando Casado de Torres representa un ejemplo del valor de la iniciativa y osadía tecnológica en un entorno altamente burocratizado y corrupto.
Pequeñas acciones particulares, y sobre todo la motivación desinteresada, son la fuerza motriz de grandes proyectos, como el de este Museo de la Real Fábrica de Artillería de La Cavada.
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