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Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary

Horizonte 2031 La Universidad de Granada ante su V Centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary

Teodoro Luque MartĂ­nez (coord.)

Horizonte 2031 La Universidad de Granada ante su V Centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad

GRANADA 2015


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary

Equipo técnico: Slava López Rodríguez, Eva Mañas Argemi, Noelia Terrón Arenas, Amanda Dale, Manuel González Álvarez © LOS AUTORES © UNIVERSIDAD DE GRANADA

Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad. ISBN 978-84-338-5808-2 DL. GR./967-2015 EDITA: EDITORIAL UNIVERSIDAD DE GRANADA, Campus Universitario de Cartuja. Granada. Diseño y maquetación: Luis Doña Toledo Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada Impreso en España Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Granada, 2015


Horizon 2031. The University of Granada in light of its V centenary

Presentación

11

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

17

Francisco González Lodeiro. Los retos de la universidad del futuro

19

RECTORES INTERNACIONALES

23

Lauritz B. Holm-Nielsen. Universidad de Aarhus. ¿Cuál es el horizonte de las universidades europeas?

27

Ann Weaver Hart. Universidad de Arizona. La universidad del 2031

34

Ivano Dionigi. Universidad de Bolonia. La importancia de avanzar mirando hacia atrás

41

Arvind Gupta. Universidad de British Columbia. Las nuevas perspectivas de producción de conocimiento requieren un enfoque diferente de implicación

46

Anders Overgaard Bjarklev. Universidad Técnica de Dinamarca. Las universidades deben crear valor en beneficio de la sociedad

49

Elmer Sterken. Universidad de Groningen. La educación superior en 2031

55

Thomas Wilhelmsson. Universidad de Helsinki. La digitalización como reto para el 2031

57

Peter Mathieson. Universidad de Hong Kong. Observaciones sobre problemas a los que se enfrenta la educación superior y las áreas con mayor potencial de desarrollo

62

Menahem Ben-Sasson. Universidad Hebrea de Jerusalem. Las universidades del siglo XXI

66

Dominique Arlettaz. Universidad de Lausana. Las preguntas difíciles a las que se enfrenta la enseñanza superior

72

Carel Stolker. Universidad de Leiden. La Universidad en 2031: funciones similares e historias ininterrumpidas

77

Edward Byrne. Universidad King's College de Londres. Las universidades importan. Algunas claves para el gobierno y la ciudadanía

87

Guy Breton. Universidad de Montreal. Hacia un nuevo modelo de universidad

92


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Guiseppe Zaccaria. Universidad de Padua. Reflexiones sobre el futuro de la educación superior con motivo del 500 aniversario de la Universidad de Granada Jean-Pierre Gesson. Universidad de Poitiers. La enseñanza y formación de los estudiantes en la Universidad de 2030: ¿Las aulas invertidas y la autoevaluación?

Alejandro Tiana Ferrer. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Enseñanza presencial, enseñanza a distancia, ¿qué combinación para el futuro?

162

Vicente Gotor Santamaría. Universidad de Oviedo. Los desafíos de la Universidad en el siglo XXI

168

José Antonio Franco Leemhuis. Universidad Politécnica de Cartagena. Hacia la Universidad de 2031: Lo importante es recorrer el camino en vanguardia

174

Carlos Conde Lázaro. Universidad Politécnica de Madrid. Algunas tendencias de evolución futura en el sistema universitario español

178

Francisco J. Mora Mas. Universitat Politècnica de València. Retos y áreas de desarrollo de la educación superior. Una visión hacia 2031

185

Jaume Casals Pons. Universitat Pompeu Fabra. Retos y oportunidades de las universidades del siglo XXI

191

Daniel Hernández Ruipérez. Universidad de Salamanca. La Universidad como motor de progreso de la sociedad

196

Juan M. Viaño Rey. Universidad de Santiago de Compostela. Reflexión sobre las Universidades dentro de 20 años

203

Esteban Morcillo Sánchez. Universitat de València. La universidad como servicio público en la sociedad global del conocimiento

208

148

Daniel Miguel San José. Universidad de Valladolid. La universidad tiene futuro: inventémoslo

215

154

Jordi Montaña. Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya. La Universidad en el 2031: aspectos estratégicos

221

157

Salustiano Mato de la Iglesia. Universidad de Vigo. La innovación y la universidad como camino de crecimiento económico y social

223

96

101

Louis O. Fresco. Wageningen University.

Conservar las tradiciones e inventar nuevas

107

RECTORES ESPAÑOLES

111

Fernando Galván Reula. Universidad de Alcalá. Diez retos de la universidad iberoamericana en el Horizonte 2031

115

José Carlos Gómez Sal. Universidad de Cantabria. Reflexiones sobre la autonomía universitaria

121

Daniel Peña Sánchez de Rivera. Universidad Carlos III de Madrid Educación superior en España y Europa en 2031 José Alfredo Peris Cancio. Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir. El reto de un desarrollo humano armónico y universal

126

132

José Carlos Gómez Villamandos. Universidad de Córdoba. La universidad: preparando el futuro

138

José M. Guibert. Universidad de Deusto. La Universidad y su función social: viejos principios y nuevos retos

142

Manuel Parras Rosa. Universidad de Jaén. Misiones universitarias, modelos de universidad José Regidor García. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Las Universidades públicas españolas ante el futuro César Nombela Cano. Universidad Internacional Menéndez Pelayo. La universidad ante el cambio de paradigmas


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EXPERTOS INTERNACIONALES EN EDUCACIÓN SUPERIOR

227

Ural Akbulut. University Ranking by Academic (URAP). Las universidades emprendedoras en la década de 2030

231

Ronald Barnett. University College de Londres. La universidad: un asunto de interés

238

Tim Cook. Universidad de Oxford. La universidad en la sociedad

244

Domingo Docampo. Universidad de Vigo. Investigación en la Universidad: el reto de la calidad

248

Barbara M. Kehm. Universidad de Glasgow. ¿Ideas para la Universidad del siglo XXI?

256

V. Lynn Meek. Universidad de Melbourne. Las cargas de la educación superior en el 2031

265

David Palfreyman. Universidad de Oxford. ¿La universidad del 2031?

271

Jan Sadlak. Observatorio IREG de Rankings y Excelencia Académica. La educación superior en el siglo XXI: papel, desafíos y prioridades

276

Jamil Salmi. Universidad Diego Portales. ¿En qué medida son efectivas las iniciativas de excelencia para construir universidades de categoría mundial?

283

Elías Sanz Casado. Universidad Carlos III de Madrid. El peso de las bases de datos en los rankings globales de universidades: El caso de las universidades españolas en ARWU

291

Hanne Smidt. Asociación de Universidades Europeas. Fomento de la garantía de la calidad e internacionalización a través de la cooperación – Interrelacionando grandes tendencias al EEES

307

Ulrich Teichler. Universidad de Kassel. El futuro de las universidades

310

Frans van Vught. Universidad de Twente. Un nuevo desafío para las instituciones de educación superior

317

Akiyoshi Yonezawa. Universidad de Nagoya. El futuro de la universidad desde una perspectiva de Asia Oriental

325

Teodoro Luque Martínez. Universidad de Granada. Un impresionista panorama universitario, con un futuro que será lo que no fue

330


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Presentaci贸n


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Horizonte 2031: La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Sin duda que una institución alcance los 500 años de existencia es un acontecimiento especial. Cuando en 1531 se crea la Universidad de Granada, hay medio centenar de universidades en el mundo y no todas ellas han sobrevivido. Entonces aproximadamente el 80% de las universidades estaban en lo que hoy es Francia, Reino Unido, Alemania, España y, especialmente, Italia. Tal y como se entendía la institución, no había universidades fuera del continente europeo hasta que fueron creadas por los españoles en América y en Asia, respectivamente la Universidad Nacional de San Marcos en 1552 en Lima (Perú) y la Universidad de Santo Tomas en 1611 en Manila (Filipinas). Hoy, en el año 2015, la situación es muy distinta. Esta publicación surge en 2015, año que es un punto de inflexión entre el final de la iniciativa de Campus de Excelencia Internacional (CEI) en España y un año tan especial para la Universidad de Granada como el de 2031, en el que se cumple el V Centenario de su fundación. La iniciativa CEI tenía como horizonte 2015 y supuso la elaboración de proyectos estratégicos en las universidades españolas. Así comienza este proceso de reflexión sobre la evolución de las universidades, sobre las prioridades estratégicas y el futuro de la Educación Superior en el mundo a medio plazo. En este caso, se ha invitado a participar a universidades que ocupan las primeras posiciones del mundo según los rankings internacionales y a expertos internacionales en educación superior, además de a las universidades españolas. Se ha obtenido una variada representación por países y centros universitarios que han identificado los retos y prioridades a medio plazo de las universidades y la enseñanza superior. Rectores y expertos de todos los continentes, de 16 países distintos y de medio centenar de universidades han colaborado compartiendo sus experiencias y conocimientos en estas páginas. Con su valiosa participación se ha configurado un mosaico de perspectivas diversas adoptando formas variadas, desde la enumeración de prioridades a un enfoque más asimilado a un artículo, a un ensayo o un caso de storytelling, contribuyendo a enriquecer y realzar el valor del conjunto. El contenido va desde la referencia a las primeras escuelas sumerias y mesopotámicas, a las academias griegas, a las madrazas y otras instituciones educativas hasta las últimas formas derivadas de la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación. Desde una perspectiva


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orientada a un país o institución a otras más internacionales o incluso globales, tratando las temáticas imprescindibles en la universidad: docencia, investigación, evaluación, financiación, gobernanza, conexión con el entorno o internacionalización con matices derivados de la experiencia de los autores y la investigación que realizan. Con todo, esto sólo es el inicio de una reflexión que aspira a ser una pequeña aportación para la mejora de las universidades en un mundo mejor. Esta obra es el resultado del esfuerzo de muchas personas a las que hay que agradecer su generosidad y colaboración. En primer lugar, al Rector de la Universidad de Granada, profesor González Lodeiro, por la buena acogida que dispensó a esta iniciativa y por la implicación con la misma; a todos los Rectores y expertos internacionales que tan generosamente han dedicado tiempo y esfuerzo a este proyecto, compartiendo su experiencia, su investigación y sus reflexiones. Quiero aprovechar la ocasión para agradecer a los coordinadores de las áreas estratégicas del Campus de Excelencia Internacional CEI BioTic profesores José Luis Verdegay (área de Tecnologías de la Información y Comunicación), Luis Cruz (área de Sistema Tierra), Emilia Quesada (área de Bio-salud) y María Elena Martín-Vivaldi (área de Cultura y Patrimonio), y a quienes participaron con anterioridad los profesores María José Gálvez, Víctor J. Medina y Margarita Orfíla. Este agradecimiento es extensible a todo el equipo de Gobierno de la UGR y de una manera especial en esta publicación a D. Kelly, vicerrectora de Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo; también al Consejo de Dirección del CEI BioTic y los agregados que han colaborado en el proyecto CEI. El que usted esté leyendo este libro no hubiera sido posible sin el equipo CEI BioTic Granada que, como en tantas otras ocasiones, ha demostrado una gran capacidad de trabajo y una enorme implicación en un ambiente de colaboración realmente estimulante: Luis Doña, Slava López, Noelia Terrón, Amanda Dale, Eva Mañas, Manuel Pedro Rodríguez, María Galán y, recientemente, Manuel González. En esta ocasión hay que incluir en este eficaz equipo a las profesoras Anne Martin y Catherine Way, además de la traductora Victoria Kennedy, que han traducido la mayoría de los textos del español al inglés demostrando su profesionalidad. Muchas gracias a todos. Teodoro Luque Martínez Coordinador del CEI BioTic Universidad de Granada


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HORIZONTE

2031


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Rector de la Universidad de Granada


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Francisco González Lodeiro

La presente publicación trata de reunir diversas visiones del futuro de las universidades partiendo del análisis de la realidad del presente. En ella han colaborado, con excelentes aportaciones, responsables de los más diversos y prestigiosos centros internacionales de Educación Superior, junto con una serie de expertos y científicos de primer nivel, más los rectores de las diversas universidades españolas que han querido reflejar sus consideraciones sobre el tema. La Historia, la mejor medida de la experiencia colectiva, es el instrumento clave para la construcción ideal del porvenir. En ella hemos fijado nuestra atención, con la mirada puesta en la clave del año 2031, en el que nuestra Universidad cumplirá con sus cinco siglos de existencia, representando una fecha determinada un buen pretexto para que nos permita la reflexión colectiva sobre la misión y papel de las universidades. La realidad del presente es el fruto del pasado y la Universidad de Granada, por su origen histórico, entronca al inicio del siglo XVI con la fundación en la Europa del Renacimiento

de una serie de instituciones dedicadas a la educación superior, desde las que se debía extender, superando fronteras, el nuevo tiempo del ideal humanista. Su fundación en el año 1531 por Carlos V incentivó en ella y desde ella la difusión del pensamiento universal, propio de aquel tiempo, que hoy –con una vida próxima a los cinco siglos de existencia- puede exhibir con orgullo por el peso de su dilatado pasado; para así trazar, con la mirada de la experiencia acumulada, la proyección de los retos del futuro. Las universidades, instituciones centenarias, siempre existirán puesto que tendrán una razón de ser. Sin embargo, los tiempos cambian, las estructuras se modifican, por lo que deberemos de ser capaces de responder, con eficacia, a las nuevas demandas y exigencias que puedan darse para así cumplir con la esencial misión que se nos demanda por la sociedad. Vivimos en un creciente mundo global en el que las acciones educativas cobran un carácter


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transnacional. Hemos aprendido, desde ejemplos concretos, en lugar de un estéril aislamiento son cada vez más necesarias las alianzas que permitan el trasvase del conocimiento, la fluidez de las relaciones y acercamiento entre universidades desde una nueva dimensión del mundo. La movilidad e internacionalización han de ser claves para romper con los techos de cristal que aún existen, lo cual no implica una ruptura con la propia personalidad, pero tenemos que adaptar nuestras estructuras a una nueva sociedad del conocimiento en la que el flujo de la información está creciendo de modo exponencial.

La globalización creciente resulta imparable y ella, en el marco de la educación, exigirá el establecimiento de acuerdos de colaboración más profundos y más importantes por su alcance; como también deberán de participar en las universidades las nuevas empresas que se generen y las instituciones que aporten algo a la formación superior. La calidad y disponibilidad de los recursos ya son parámetros indiscutibles. El previsible aumento de las necesidades operativas científicas y académicas, para ser realmente competitivas, debe suponer un incremento de financiación para el funcionamiento de unas universidades no sujetas a presiones financieras y económicas; incluyendo en los momentos de regresión la disminución del apoyo de los gobiernos y el consiguiente incremento de los costes internos.

Se considera que el principal problema que confronta la educación superior en nuestro ámbito es su inadecuado nivel de financiación dado su excesiva centralización y escasa diversificación, pero las universidades han de abandonar por fin el campo de batalla. Aún faltan marcos objetivos, de referencia, que nos permitan fijar los objetivos universitarios más allá de la premisa a corto plazo que aún somete el desarrollo del modelo educativo a presiones sociales, económicas, políticas, ideológicas, culturales e incluso en ocasiones religiosas. La decidida y firme apuesta debe de ser el progreso social, asegurando el papel a cumplir por las universidades con un modelo político de financiación no exclusivo, en la que también participe el tejido empresarial y la iniciativa privada, con el objetivo de desarrollar una educación accesible a todos sobre la base del mérito. Los responsables de las políticas de educación superior han de percibir la misión de las universidades como algo esencial para el bien público, puesto que beneficia a la sociedad en su conjunto, apoyando con su actuación los diversos recursos que se pueden implementar para generar una financiación estable que logre la implicación de todos los actores a los cuales concierne la investigación, el desarrollo y la innovación. La extraordinaria volatilidad de las estrategias de educación -marcadas por los cambiantes planes de estudios- ha de ser definitivamente desterrada. Se necesita un pacto firmemente consolidado, que defina bien la trayectoria curricular, en ningún caso de carácter localista, para insertar y graduar la capacidad de quienes se forman en las diversas universidades bajo un marco de referencia internacional, acreditado y homologable, que permita valorar la competitividad y el grado de profesionalidad alcanzando por cada cual.


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La esencial acción universitaria no puede caer en un mero mercantilismo inserto en la sociedad de consumo donde vender todo desde la feroz oferta de mercado. Su papel real, mucho más trascendente, ha de ser entendido para romper con la creciente proliferación de “seudouniversidades” que no se corresponden con la acción tradicional de la propia universidad: aquellas que ofrecen una supuesta capacidad formativa, cuando la mayoría no llegan a ser más que entidades con ánimo de lucro, sin ninguna preocupación por los valores formativos ni la calidad de la docencia, sino para obtener ganancias. La proliferación de este tipo de establecimientos y la permisividad de algunos gobiernos exige la existencia de agencias de acreditación que, tras un proceso de evaluación riguroso e independiente, los expulse del sistema.

   

La adaptación al futuro, desde la necesaria competitividad, exige también la ruptura con las rígidas estructuras de forman parte de la rutina académica. Conceptos hoy asentados como son las clases, los centros o departamentos- están sujetos a cambios que tocan a la gobernabilidad y la propia estructura de las universidades. Lo único inalterable será la necesidad de la creación y transmisión del conocimiento desde la

dialéctica pedagógica, con la presencia de la relación entre profesor y estudiante, aunque ésta se deba adaptar a nuevas fórmulas.

Necesariamente las universidades, lejos de la teoría, se han de centrar en preparar más para la vida real, desarrollando las competencias y habilidades para lograr una mayor eficacia en la formación de sus egresados. El horizonte de cambio será incidir en la preparación práctica, para posibilitar el acceso al mercado laboral con la preparación necesaria y el nivel de competencia demandado por la sociedad. Las universidades de futuro serán el mejor instrumento de las nuevas tecnologías, afectando su proliferación cada vez más al modelo de impartir la enseñanza: rompiendo con su uso el ceñido espacio físico del aula, como también con el marco temporal de un horario lectivo marcado, permitiendo alcanzar con la docencia virtual a esferas hasta hoy de escasa incidencia e incrementando así el interés por el estudio en determinados sectores de la población. La extensión del conocimiento tiene que prestar un especial servicio a la cada vez mayor democratización de la enseñanza para lograr un acceso mayor y cada vez menos limitado por los recursos disponibles, garantizando así la equidad y mejora de la formación puesto que la educación universitaria será un recurso disponible y cada vez más universalizado. En tal línea, de


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necesaria agilización de la permuta del saber, se deberán de poner en práctica las bibliotecas virtuales, el intercambio electrónico de libros y revistas, o bien la extensión de la cultura de la imagen y de todo avance tecnológico que permita la extensión de la ciencia rompiendo con las barreras. Las universidades se encuentran en un proceso de cambio profundo, su heterogeneidad entre países e instituciones no debe implicar no compartir algunos rasgos comunes y, sea cual fuere la opción estratégica que se adopten, debemos realizar un esfuerzo para imaginarse el futuro de la educación superior dentro de los diversos entornos posibles sobre la sólida base del conocimiento del presente y la experiencia del pasado.


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Rectores internacionales


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Lauritz B. HolmNielsen

Ann Weaver Hart

Ivano Dionigi

Arvind Gupta

Anders Overgaard Bjarklev

Elmer Sterken

Thomas Wilhelmsson

Peter Mathieson

Menahem Ben-Sasson

Dominique Arlettaz

Carel Stolker

Edward Byrne

Guy Breton

Jean-Pierre Gesson

Louise O. Fresco


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Lauritz B. Holm-Nielsen

El recurso principal de Europa en la sociedad actual es su capital humano y cultural, y las universidades europeas desempeñan un papel muy importante en el mantenimiento y la construcción de este recurso. Ese papel, sin embargo, está cambiando rápidamente a medida que las demandas en el sector de la educación superior europea son cada vez más complejas y desafiantes. Este breve trabajo trata de poner de relieve algunos de los problemas y se describen algunas de las tendencias a las que se enfrentan las universidades europeas en la actualidad. La respuesta a la solución de los desafíos para adaptarse a una nueva realidad no se encuentra en el modelo universitario clásico de Humboldt que se basaba en una realidad educativa que ha quedado en el pasado. Las universidades integradoras del futuro tendrán que adaptarse a una población estudiantil cambiante y diversa y muchos países ya están revisando sus sistemas educativos para hacer los cambios necesarios. Nuevas formas de combatir las demandas se desarrollarán y las naciones que mejor gestionen estos cambios

serán más atractivas en términos de competencia en la educación y la investigación por igual. Algunas de las cuestiones que es necesario abordar en los próximos 10-15 años son las siguientes:  ¿Será universal la educación terciaria?  ¿Se integran plenamente los programas del campus con los programas virtuales (globales)?  ¿Cambiará el perfil de las instituciones académicas?  ¿Las organizaciones como la EUA se adaptarán las demandas de sus grupos de interés? Además, veremos un sector dominado por las siguientes tendencias:


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De aulas y laboratorios De campus físicos De los profesores De formación formal De la enseñanza en grupos De la oferta de programas de grado De las instituciones nacionales De los ministerios de educación De la UNESCO

a MOOCs y el aprendizaje permanente libremente accesible? a los campus virtuales? a grupos dispersos de personal docente e investigador? a la formación informal? al aprendizaje de diseño propio? a los cursos a la carta? a las instituciones transnacionales de I + D + I, y la educación? a los ministerios de comercio? a la OMC?

La Universidad Europea tendrá que enfrentar el desafío de admitir un número creciente de estudiantes, así como un pequeño número de estudiantes de élite. Las universidades integradoras del futuro tendrán que admitir a los estudiantes de élite, así como una masa creciente muy diversa de estudiantes de educación superior.

La masificación de la educación superior será una tendencia sostenida durante muchos años, sobre todo en las regiones en desarrollo.

 Las universidades tendrán que diferenciar la oferta de la educación superior, e incluir programas para los estudiantes de élite.  La mayoría de las universidades tendrán que considerar su posición en el panorama de la educación superior.

Los empleados van a cambiar sus funciones de trabajo y las demandas sociales y profesionales sobre ellos cambiarán con mucha más frecuencia en el futuro. Por lo tanto se espera que los graduados sean más adaptables en el futuro. La primera titulación será relevante para el primer trabajo, pero para el segundo trabajo será la capacidad individual para

adquirir habilidades de más elevado nivel que serán decisivos para el éxito o el fracaso. Los empleadores también buscan graduados con experiencia fuera de su universidad. Una experiencia internacional sin duda ayuda pero la verdadera empleabilidad proviene de experiencias concretas en el mercado laboral


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de prácticas o programas de trabajo y estudio u otros programas similares. Se hace necesario permitir que este tipo de actividades se incluyan en el diseño de cursos y nuevos planes de estudio. Tiene que haber espacio en la carga académica, especialmente a nivel de programas de máster, para que los estudiantes pongan a prueba su visión en un entorno práctico. Por definición:  A los graduados se les pide cada vez más demostrar sus empleabilidad cuando buscan su primer trabajo.

Un reto familiar para la mayoría de las universidades es la cambiante composición de la población estudiantil. Los estudiantes extranjeros, recibidos a través de los programas Erasmus y los grandes esfuerzos para reclutar estudiantes extranjeros, han aumentado la demanda de cursos que se imparten en inglés y las universidades se ven obligadas a invertir en infraestructura para mejorar los servicios para los estudiantes internacionales.  Los estudiantes estarán en busca de un complemento internacional en su educación, ya sea una escuela de verano, un semestre o un grado completo en una institución en el extranjero.  Los estudiantes internacionales serán un valor añadido cada vez más importante para el estudiantado en cualquier universidad. En Europa, el programa Erasmus + ya está activo y cada vez más el

 Los individuos son propensos a continuar su formación a lo largo de su vida. Un período formal de estudios universitarios de 4-7 años no será la norma en el futuro.  Se espera que los empleados continúen su formación a través de su vida laboral. Las universidades deben adaptarse mediante el desarrollo de la educación flexible que permite a las personas con diferentes orígenes inscribirse en cursos o por ejemplo en programas de máster.

estudiante es consciente de la oportunidad de realizar en otro país programas de extensión universitaria y demanda formación a lo largo de la vida para adultos e individuos ya en el mercado laboral. Junto con la población con mayor esperanza de vida y la creciente demanda de cambio de perspectiva de vida, todo se añade al desafío de las universidades.  La edad promedio de un estudiante aumentará a medida que las universidades empiecen a ofrecer cursos avanzados a los empleados que buscan una especialización para su primer grado.  Las personas buscan, cada vez más, una segunda formación académica. Estos desafíos requieren que las universidades ajusten su capacidad para manejar estudiantes de diferentes grupos de edad, así como la capacidad para abarcar muchas culturas.


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El proceso de Bolonia ha sido un gran éxito. Ha desempeñado un papel importante en el aumento de la movilidad de los estudiantes en la UE (también facilitado por los programas Erasmus). Si miramos un poco más de cerca la movilidad, es obvio que hay una correspondiente necesidad de un mercado unificado y abierto para el 'capital humano avanzado’. En un mercado así, las personas bien formadas se comportarán igual que otros tipos de capital. Por ejemplo se moverán hacia los centros de innovación de la misma forma en que el capital de inversión y el capital riesgo se concentran en las regiones innovadoras ya que en Europa es muy difícil transferir los derechos de pensión, prestaciones sociales, seguros médicos, y así sucesivamente. Además, Europa tiene sistemas de carrera y tradiciones de los investigadores y científicos muy desiguales.

Carolina del Norte, y así sucesivamente. Ese es también el caso de China e India. Si miramos el mundo, existen estos centros de innovación en un número bastante pequeño, probablemente menos de 50 en el mundo. Varios de ellos se encuentran en Europa, pero nuestro capital humano no se mueve tan rápido en Europa como en el resto de regiones. Tenemos que reconocer que parte del capital humano avanzado europeo se traslada a otras regiones debido a que nuestro propio "mercado" es demasiado lento, con muchos cuellos de botella, y demasiado compartimentado.

En otras zonas, por ejemplo América del Norte, hay regiones de innovación donde se encuentra acumulación de capital humano, por ejemplo Massachusetts, algunas áreas de California, el triángulo de investigación de

Este reto no es sólo para que las universidades lo resuelvan por sí solas. Se necesita activar desde el ámbito político, pero las universidades europeas ciertamente deben llamar la atención sobre este tema.

La reforma del sector de la educación superior y la investigación en Dinamarca comenzó hace 25 años con una reforma de la educación de postgrado y la formación en investigación. Se establecieron programas de doctorado y el país invirtió en aumentar la capacidad de formación de los programas de doctorado y asegurar los estándares de calidad internacionales. Esta reforma se integró con cambios curriculares en las carreras académicas y de investigación, programas postdoctorales, etc.

Cuando la segunda ola de reforma fue introducida hace 20 años, la capacidad del capital humano avanzado del país era suficiente para beneficiarse de los sistemas de financiación competitivos y orientados a los resultados así como el aumento de la diversidad de la financiación pública y privada. Las reformas de la estructura financiera para el sector involucraban secciones de la ley de presupuestos para la mayoría de los ministerios sectoriales y el marco jurídico de las

 Hay obstáculos al libre flujo de capital humano avanzado, y hace que Europa sea menos atractiva y menos competitiva  La demanda de nuevos programas para estimular la circulación del talento europeo


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fundaciones privadas y organizaciones no lucrativas. Hace 15 años una comisión del Libro Blanco asesoró al Gobierno para completar estas dos primeras reformas, y para complementarlas con tres reformas más. Una tercera para reestructurar el panorama institucional con el fin de consolidar la estructura existente en una institución más pequeña, eficiente y sostenible, una cuarta para cambiar el sistema de gobierno de un sistema académico colegial tradicional hacia un sistema más gerencial acorde con la realidad mucho más compleja de una institución moderna. También se previó que era necesario

un cambio para que el Gobierno y el Parlamento (Folketing) encomendaran a las instituciones gestionar el aumento de la autonomía, los presupuestos mucho más grandes, y el aumento de la matrícula. En este momento todas esas reformas se han introducido y son efectivas y el sistema sufre una quinta y hasta ahora última ola de reformas relativos a la estructura y coherencia de los programas de estudio y la innovación del currículo. Estos conjuntos de reformas son seguidos por un cambio del sistema de acreditación nacional desde el programa hacia la acreditación institucional.

Figura 1: Una visión general de las reformas danesas, incluyendo cambios relevantes en las políticas danesas y europeas


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país y una amplia gama de programas de investigación y de grado. El presupuesto anual se multiplicó por más del doble, de 350 millones de euros en 2006 a 850 millones de euros en 2014.

Una de las universidades de Dinamarca, Aarhus University (AU), ha sufrido cambios significativos durante este período de reformas y consolidación del sistema de educación superior de Dinamarca. La universidad ha integrado Aarhus School of Dentistry, Herning School of Engineering Commerce, Aarhus School of Business, the Danish School of Education, Aarhus University School of Engineering, así como las dos instituciones de investigación del gobierno nacional más grandes, una para el medio ambiente y la otra para la agricultura. Con estas fusiones, la Universidad de Aarhus duplicó su matrícula a más de 43.000 estudiantes en poco más de un año y pasó de ser una institución de un campus a una universidad con varias ubicaciones en todo el

Como consecuencia de las fusiones, la Universidad de Aarhus, ya ha sido objeto de un proceso interno de cambio que se ha traducido en una institución modernizada y más integrada, y no menos importante, una institución que está alineada con las demandas de la sociedad global. Esta nueva forma de dar prioridad a las actividades universitarias acomoda la necesidad de prestar la misma atención a la educación, la investigación, el desarrollo del talento y el intercambio de conocimientos, que se desprende de la lógica cuádruple hélice, véase la figura 2. El modelo ya se ha modificado, pero la esencia es la misma.

EDUCACIÓN PROGRAMAS DE ESTUDIOSDE PROGRAMAS ESTUDIO PLAN DE ESTUDIO

APRENDIZAJE A LO LARGO DE TODA LA APRENDIZAJE VIDAD

ESTUDIANTES

ESTUDIANTES ESTUDIANTES

DESARROLLO DEL TALENTO

PERMANENTE

INVESTIGADORES DE ÉLITE INVESTIGADORES ELITE

ESTUDIANTES DE DOCTORADO ESTUDIANTES DE PHD’S DOCTORADO

INTERCAMBIO DE CONOCIMIENTOS CONTRATOS CONTRATOS CONTRATOS

POSGRADO

PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN

POS DOCTORALES

PROGRAMAS DE INVESTIAGACIÓN

PROYECTOS DE INVESTIGACIÓN PROYECTOS

INVESTIGACIÓN

Figura 2: La cuádruple hélice es la respuesta de la UA a las necesidades de una economía del conocimiento moderna. Es una combinación de actividades universitarias clásicas al estilo Humbolt, la tercera misión (Klein 2002, Soeiro 2012), y la Universidad de triple hélice (Etzkowitz, 1993). Esta combina cuatro actividades básicas: educación, investigación e intercambio de conocimientos y desarrollo de talento por el que AU garantiza la igualdad de enfoque a las mayorías y a los estudiantes de élite.


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Bibliografía:

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Ann Weaver Hart

Premisa: Las universidades son de las pocas instituciones sociales cuya misión las hace inherentemente transfronterizas, y de manera natural cruzamos dichas divisiones; sin embargo, la convergencia y aceleración de la movilidad humana, la interconectividad de la tecnología de la información y la toma de conciencia acerca de los retos colectivos, tales como el cambio climático, nos obligan a ser más creativos y ágiles. En cuanto instituciones que operan a través de modelos tradicionales, debemos organizar las universidades para cumplir con nuestras misiones fundacionales y futuras en un mundo que cambia rápidamente. Las claves para cumplir con nuestras misiones fundacionales y futuras en un ambiente cambiante son la adaptación, un espíritu innovador y un enfoque en la integración con nuestras comunidades. Algunos ejemplos:

La Universidad de Granada y la Universidad de Arizona fueron fundadas con misiones muy específicas. La Universidad de Granada fue fundada a través de una bula papal en 1531, con el propósito de enseñar lógica, filosofía, teología y derecho canónico. La Universidad de Arizona fue fundada en 1885 para enseñar agricultura, minería y las artes mecánicas. Hoy en día la Universidad de Granada es una universidad pública con 80.000 estudiantes matriculados, así como escuelas que se especializan en ingeniería de la edificación, arquitectura, ingeniería civil y tecnología de la información y telecomunicaciones. Hoy en día la Universidad de Arizona educa a 40.000 estudiantes en 21 facultades diferentes. Lejos de ajustarse al estereotipo de instituciones anquilosadas y desfasadas de la realidad, en los hechos estas universidades han respondido a los veloces cambios que han experimentado las sociedades y economías en las cuales operan.


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De hecho, dicha adaptabilidad es parte fundamental de las universidades más sólidas. En esencia, una universidad es un ecosistema que sustenta su éxito a través de la creación de conocimiento, la innovación y la adaptación. A pesar de tener misiones fundacionales en apariencia diferentes, estas instituciones han sido desarrolladas específicamente para ayudar a los individuos y las comunidades a aprender, crear y adaptarse. Para lograrlo, las universidades deben reconocer los problemas y retos que enfrentan las sociedades que las fundaron, y deben empoderar a dichas sociedades para que enfrenten esos desafíos.

Es por ello que han surgido nuevas disciplinas, tales como la dendrocronología, la modelación climática y el lenguaje máquina, ninguna de las cuales podría haberse concebido antes del inicio del siglo anterior. En cada una de estas instancias las universidades, encargadas del empoderamiento de los individuos y de la creación de conocimiento, desarrollaron tales disciplinas en respuesta a vacíos de conocimiento, creando así no solo nuevos conocimientos, sino también nuevas formas de aprender y de ver el mundo.

con un cambio en la forma como las universidades educan a los estudiantes y llevan a cabo la investigación académica, así como con la creación de convenios de colaboración conjunta que generen nuevos recursos y perspectivas para potenciar su impacto. La analogía del ecosistema sigue siendo relevante, pues las universidades reflejan lo que los ecólogos denominan efecto de borde. El concepto clave es que los cambios se dan con mayor rapidez y frecuencia en la intersección de hábitats. Hay más especies en las zonas limítrofes entre los bosques y las praderas, entre las transiciones de elevación o, como podemos observar nosotros mismos, a lo largo de los ríos que fluyen en el Desierto de Sonora. Salvo las más aisladas y con un enfoque muy especializado, las universidades crean convergencias de personas y puntos de vista provenientes de diversas culturas y orígenes económicos. Estamos involucrados en numerosas comunidades, pues nuestros profesores colaboran con la gente joven, o nuestros alumnos atienden a pacientes de la tercera edad en las clínicas de miles de universidades de todo el mundo. Como resultado de la constante confluencia y combinación de ideas y conceptos, de teoría y realidad, y de la investigación y su aplicación, en nuestros planteles las diferentes disciplinas chocan entre sí, se fusionan y adquieren nuevas formas, produciendo así nuevos modos de pensar. De hecho, las universidades están diseñadas para adaptarse a los cambios.

En lugar de ser desechados, los diferentes componentes de las universidades modernas necesitan ser continuamente actualizados con miras al futuro. Dicha actualización comienza

Se puede decir que, conforme avanza la innovación, las universidades son quizá las instituciones sociales mejor preparadas para enfrentar cambios tan rápidos. Por otra parte, al igual que los ecosistemas fértiles, también somos inherentemente estables. El reto del presente siglo consiste en reconocer el


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equilibrio adecuado entre la estabilidad y el dinamismo que se requerirán para enfrentar las crecientes transformaciones.

estén preparados para los nuevos ambientes laborales, la universidad moderna debe recalibrar su misión educativa.

Más allá la analogía del ecosistema, el impacto y el poder de las convergencias, o de la confluencia de personas creativas en ambientes específicos, se han estudiado exhaustivamente durante siglos. El libro de Frans Johannson publicado en 2006, El Efecto Medici, es quizá uno de los estudios no especializados más fascinantes acerca del tema. Johannson señala tres extraordinarias fuerzas que intensifican la frecuencia con que observamos lo que él denomina ¡innovaciones interseccionales”: la movilidad de personas e ideas, la convergencia de disciplinas científicas y el incremento en la capacidad para calcular y procesar información. Si nos atrevemos a aprovechar las oportunidades que se nos presentan actualmente, las universidades son un ejemplo vivo de los centros de innovación que necesitamos para que nuestras sociedades prosperen en el siglo venidero. Parte de nuestro éxito dependerá de que expongamos a nuestros alumnos tanto a una amplia gama de entornos de aprendizaje, como a retos que quizá nosotros mismos hayamos enfrentado.

Asimismo, los estilos de aprendizaje de nuestros alumnos están evolucionando. Los jóvenes reciben cantidades masivas de información, a través de 300 canales de televisión, no de tres, y de frases breves y fáciles de recordar, no de extensos escritos. Debido a estos cambios, es posible que nuestros alumnos interpreten la importancia y el contexto de los hechos de diversas maneras. Debemos reconocer que ello representa reto, pero también una oportunidad para crear entornos de aprendizaje con el mayor impacto y empoderamiento posibles.

El graduado de 2031 se enfrentará con ambientes de negocios más conectados globalmente, más tecnológicamente avanzados y con un ritmo de trabajo más rápido que hoy día. Durante los últimos diez años, las empresas han buscado cada vez más graduados que tengan habilidades interpersonales, conocimientos tecnológicos y experiencia práctica bien desarrollados. Dichas expectativas se irán acentuando en las décadas venideras, y para garantizar que los graduados

Uno de los principales mecanismos a través de los cuales las universidades pueden brindarle a los estudiantes dichas oportunidades y entornos de aprendizaje, tanto para futuros probables como para los impredecibles, es el fomento al traslado y aplicación del saber más allá de los salones de clase. El proceso cognitivo de aplicar el conocimiento a problemas reales es esencial para el aprendizaje, y solo haciendo hincapié en ello es que las universidades podrán producir graduados que tengan las habilidades necesarias para enfrentar y resolver los grandes retos que enfrentamos. Asimismo, de cara al mundo real, tendremos que ajustar nuestra perspectiva respecto a la evaluación de los resultados del aprendizaje de nuestros alumnos. Históricamente, hemos evaluado el conocimiento de nuestros alumnos a través de exámenes y proyectos de clase. ¿De qué manera podemos evaluar efectiva y cabalmente la base de conocimientos que se adquieren por medio de dichas actividades? ¿Cómo asegurarnos de que nuestros alumnos continúen avanzando académicamente hasta el nivel de posgrado en base a un consenso acerca de las habilidades o resultados del aprendizaje


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necesarios para tal fin? La mayoría de las instituciones reconocen que es difícil responder a tales desafíos, ya que los modelos de análisis en conceptos tales como la competencia intercultural, el trabajo en equipo, el liderazgo o la aplicación del conocimiento están en constante cambio. Pero así como hemos fomentado la creación de nuevas disciplinas, también debemos abordar estos retos respecto a la pedagogía y los criterios de evaluación que utilizamos.

Además del aprendizaje interactivo, la universidad de 2031 deberá estar dedicada a la investigación, pero no solo para generar nuevos conocimientos: deberá buscar activamente nuevos ámbitos donde aplicar

ideas innovadoras. Debemos entender con mayor profundidad -a nivel institucional- el impacto mensurable que tiene el tipo de convergencia que generamos. Como académicos, tradicionalmente nos hemos apoyado en lo anecdótico, en nuestro entendimiento de que nuestra experiencia institucional colectiva es valiosa en sí misma. No obstante, en estos tiempos de recortes presupuestales y de mayor competencia, debemos enfocarnos en cuantificar más objetivamente el impacto y la relevancia de la labor que realizan nuestros profesores, alumnos y personal. Las instituciones dedicadas a la investigación estarán particularmente capacitadas para explorar tales cuestiones, así como para crear alianzas que produzcan un impacto cuantificable y mensurable. Así pues, el papel de las universidades dedicadas a la investigación, así como las numerosas


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oportunidades que ellas generan, las colocan en una posición única entre las instituciones de enseñanza. Por consiguiente, el alcance e impacto que tiene la investigación mensurable seguirá evolucionando. Nuestro creciente entendimiento de la profunda interrelación entre diferentes sistemas, ya sean sociales o ambientales, también generará un nuevo conjunto de interrogantes que nuestras instituciones deberán resolver. Nuestra emergente familiaridad y confianza respecto a nuestra propia habilidad para evolucionar inevitablemente producirá límites más fluidos entre nuestras universidades y nuestras comunidades, así como entre las disciplinas mismas. A su vez, ello redundará en un mayor énfasis en, y la incentivación del, intercambio entre distintas disciplinas, para así enfrentar los grandes retos globales. Debido a dichas causas, y a algunas otras, es probable que los mejores años de las universidades dedicadas a la investigación estén por venir, aun a pesar de tantos y tan importantes desafíos.

La universidad moderna debe continuar invirtiendo en infraestructuras físicas, virtuales y operativas, con el fin de estimular a los estudiantes y educadores para que sean más creativos, flexibles y emprendedores. Por ejemplo, si bien ciertamente habrá un mayor número de cursos que se impartirán por Internet, la mayoría de las universidades en 2031 no serán exclusivamente virtuales. Asimismo, las universidades dedicadas a la investigación se destacarán por los niveles de participación estudiantil, la orientación

personalizada y la interacción humana. La universidad de 2031 complementará sus cualidades tradicionales, tales como la enseñanza presencial y los procesos educativos, con cursos impartidos por Internet y módulos diseñados para mejorar y potenciar los objetivos académicos y profesionales del estudiante. ¿Qué papel jugarán los Cursos en Línea Masivos y Abiertos (CEMAs) en el futuro de las universidades tradicionales? Sin lugar a dudas se implementará un mecanismo de certificación para los mejores cursos, y de hecho varias instituciones ya trabajan en ello. Las innovaciones en la tecnología educativa no son ni buenas ni malas: lo que importa es cómo son utilizadas para crear nuevas oportunidades para los estudiantes y los educadores. Así pues, uno de nuestros focos de atención debe ser el análisis de dichos entornos para el aprendizaje, de la pedagogía utilizada en los cursos más efectivos y de la evolución de procesos y prácticas tecnológicas para que puedan ser adaptados a otros cursos y en otros ámbitos. Dicho tipo de análisis posibilitará la suma de esfuerzos de diferentes comunidades en torno a temas o cursos particulares, además de que mejorará nuestra comprensión acerca de cómo colaboran los estudiantes en un entorno digital, cómo se formulan y se llevan a cabo los proyectos de equipo, y cómo se hace más eficaz la evaluación de carpetas digitales. En su mejor versión, tales prácticas nos proveen de nuevas herramientas para el aprendizaje interactivo, en particular para aquellos profesores que desean dictar menos clase y dedicarse más a la orientación personalizada de los alumnos. Pero este es solo uno de los factores a considerar para nuestra posible transformación, ya que la innovación en infraestructura es lo que está impulsando la evolución de los modelos de investigación y la colaboración.


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La universidad de 2031 también tendrá como complemento a instituciones afiliadas, tales como los parques tecnológicos y de incubación de empresas. Los parques tecnológicos incentivan y ayudan a los investigadores para que desarrollen sus descubrimientos, desde su concepción inicial hasta el surgimiento del producto final. Las incubadoras de empresas ofrecen valiosas herramientas que apoyan a los nuevos emprendedores que buscan comercializar los hallazgos de los investigadores. Cada uno de estos tipos de entidades afiliadas puede ampliar las oportunidades para el aprendizaje interactivo tanto de los estudiantes como de los emprendedores de la comunidad.

Por lo mismo, más allá de estos fenómenos que alteran la forma en que los individuos se relacionan con las universidades, las universidades mismas están singularmente posicionadas para fomentar intercambios entre las diferentes disciplinas, de modo que funcionen como grandes centros para la producción de conocimiento, educación, innovación e impacto interprofesionales. En dichas instituciones, los centros de investigación que estén interconectados con la comunidad y el sector industrial, motivarán a los profesores a que desarrollen convenios público-privados que amplifiquen la efectividad y el impacto de su labor de investigación. A través de la inversión en informática, equipamiento compartido y espacios con múltiples funciones de apoyo a la investigación y los varios laboratorios, las universidades del futuro ampliarán las oportunidades para la colaboración entre profesores y mejorarán la eficacia de las inversiones.

En 2031 las tasas de retención escolar seguirán siendo un indicador indispensable de calidad, conforme más instituciones de educación superior vayan adoptando la retención escolar como un punto de referencia de la efectividad educativa. Más allá de ser una forma de cumplir con nuestro compromiso ético de fomentar el éxito de nuestros alumnos, la retención escolar es también una de las medidas fundamentales de la eficacia. Debido a que las economías avanzadas requerirán que un mayor número de sus trabajadores tengan una educación superior, la retención escolar garantiza que, en relación a la tasa de inscripción, las universidades tengan un mayor impacto en las necesidades de los trabajadores. En consonancia con nuestra misión, y desde una perspectiva más amplia fundada en la ética social, también podemos asegurar un mayor acceso a las oportunidades económicas a través de dicho enfoque en la retención escolar.


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La retención escolar durante el primer año, el tiempo de graduación y los índices de graduación en base a 6 años son criterios que miden etapas distintas, pero relacionadas entre sí, de una carrera académica. Se puede mejorar cada uno de estos indicadores a través de planes escolares individualizados, de iniciativas para el fomento a la experiencia práctica y de inversiones en infraestructura. Las tasas de inscripción y retención de estudiantes provenientes de colegios universitarios comunitarios, o “community colleges”, tendrán cada vez mayor importancia, especialmente en los Estados Unidos, donde tales colegios funcionan como importantes instituciones de transición y de desarrollo profesional. De igual manera, además de los criterios tradicionales que cuantifican el número de doctorados otorgados y de artículos publicados, la eficacia de la investigación académica se evaluará cada vez más en base a criterios que reflejen el impacto económico de dicha labor. Los gastos en investigación, la divulgación de las innovaciones, la propiedad intelectual y las subvenciones corporativas son indicadores que reflejan dicho compromiso de establecer convenios con la comunidad y con el sector industrial, además de incentivar las actividades de investigación interdisciplinaria con efectos tangibles para la economía y el mundo.

Como lo indican nuestros esfuerzos por desarrollar estudiantes comprometidos y comunidades de investigación dinámicas, la universidad de 2031 tendrá una relación más interactiva y variada con las numerosas comunidades a las que sirve. En muchos casos, los proyectos de colaboración internacionales, ya sean a través de fronteras comunes o de

distintos husos horarios, son los que están generando algunos de los descubrimientos más profundos de la era académica moderna. Dichos vínculos intencionales que atraviesan diferentes culturas, haciendo uso de diferentes enfoques y recursos complementarios para resolver problemas, ofrecen un futuro prometedor impensado, marcado por la influencia que tendrá la educación superior en él. La universidad del futuro debe hacer un uso deliberado de dichas oportunidades y recursos complementarios, para así buscar proyectos de colaboración conjunta más profundos y que estén estructurados de manera integral. Las universidades tienen una capacidad única para vincular a nuestros profesores y alumnos con las diversas comunidades locales y globales, pero solo podremos alcanzar dicho potencial si perseveramos en nuestro fomento a la creatividad, convirtiendo así a nuestras instituciones en núcleos indispensables en la red global de conocimiento.


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Ivano Dionigi

¿Qué pensamientos puedo ofrecer con respecto a este momento histórico que representan el Noveno Centenario de la Universidad de Bolonia y el Quinto Centenario de la Universidad de Granada? ¿Qué une a estos dos eventos? Por encima y más allá de los actos de celebración en sí mismos, la conmemoración de los centenarios se convierte, sobre todo, en una oportunidad para que las comunidades hagan un repaso de su pasado y su futuro. Para una comunidad científica como la universidad, la conmemoración de su fundación ofrece la oportunidad de releer y repensar la herencia de su propia memoria y, juntos, redefinir nuevas identidades: el sentido global de su propia acción científica y de aprendizaje. El caso de Bolonia, en su Noveno Centenario celebrado en 1988, es emblemático de como como tal conmemoración es una oportunidad para repensar el pasado y el sentido de la historia, que se ofrece como una memoria abierta, y mostrando el patrimonio

a todos, no sólo de la comunidad científica, sino de la comunidad en general. En su Noveno Centenario, Bolonia miró de nuevo a la Europa de la Edad Media y vio a una comunidad de conocimiento cuya tarea no era asegurar obsesivamente su identificación como una nación, una diferencia, un conflicto sino para actuar como una red de personas, un lugar que ha visto la herencia del conocimiento transmitido de generación en generación, no como un patrimonio inerte para guardarlo sino como un capital para ser explotado. También vio a una red local y global, tanto de profesores y estudiantes y universidad, inscribiendo en su propio nombre la destrucción de todas las divisiones, límites, fracturas, y que construyó el patrimonio común que llamamos Universidad. El elemento más profundo y constante que identifica y unifica a todas las universidades del mundo es que todas ellas son del mundo, y no de tal o cual país, y no de tal o cual nacionalidad.


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La misma palabra latina universitas significa integridad, la integridad de la cultura y el conocimiento; por lo que podemos decir que la universidad representa el primer modelo de la globalización cultural. Humanistas o científicos viejos o jóvenes, que son todos los miembros de la misma comunidad única. Desde el principio, en el siglo XI, cuando se fundó la Universidad de Bolonia, las primeras universidades sabían cómo situarse inter nationes, entre las naciones, y por encima de las fronteras de las naciones y países. Y hay que recordar que la universidad primero extendió el principio que queda bien claro en la Declaración Universal de Derechos Humanos: "Todo individuo tiene derecho a la educación. La educación favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones".

Yo diría, como Walter Benjamin (tesis sobre el concepto de historia XV), que nuestros centenarios, más que conmemoraciones, son recuerdos (Eingedenken), redescubrimientos, ocasiones para ganar experiencia de la memoria: porque el día inaugural de un calendario es el día que vuelve como el rsotro de las vacaciones, ya que los calendarios no miden el tiempo como relojes, sino que son el monumento efectivo de una conciencia histórica. Es una cuestión de cambiar la atención no tanto del pasado, la arena deslizándose a través de un reloj de arena o la rotación de las manecillas mecánicas, sino más bien en las memorias de los calendarios, con una diferencia cualitativa en lugar de cuantitativa, así como las vacaciones se diferencian de los días normales. Por esta razón el recuerdo nos obliga a recuperar la

posesión del pasado, se abre de nuevo el sentido de la historia que no está cerrada ni acabada, sino abierta y renovada, y que, por tanto, se puede hablar y repensar. Estar en armonía con la historia nos educa y nos obliga a distinguir lo duradero de lo efímero, lo valioso de lo invaluable, y nos exige respetar y proteger la autonomía de la que, en virtud, hemos sido y podemos seguir siendo reconocidos como individuos y como universitas. El 18 de septiembre 1988, por el 900 aniversario de la Universidad de Bolonia, 388 rectores y directores de universidades de toda Europa se reunieron en el centro de la ciudad a firmar la Carta Magna Universitatum. Un documento que contiene los principios de la libertad académica y la autonomía institucional como una guía para el buen gobierno y la auto-comprensión de las universidades en el futuro. La libertad académica es la base para la búsqueda independiente de la verdad y una barrera contra la intervención indebida de grupos de interés y gubernamentales. La Carta Magna – especialmente hoy - quiere conectar fuertemente con estas visiones y valores, poniendo a la educación en el centro de cualquier desarrollo global, como la respuesta a las preguntas más dramáticas que el mundo nos está pidiendo abordar. En 1988 la Carta Magna abrió una ventana al mundo de las universidades y el mundo respondió rápidamente: con el objetivo de hablar en tiempo y espacio para decir en voz alta que necesitamos universidades como un punto de encuentro de generaciones, disciplinas, culturas libres e independientes. Necesitamos Universidades y su patrimonio exclusivo de juventud, energía y futuro como un espacio libre de diálogo, tratando juntos de dar sentido a un mundo cada día más interconectado y cada día más fragmentado.


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Si bien hoy en día las universidades aparecen como "agencias" de un mercado global, donde lo que cuenta es la renovación del conocimiento que se convertirá en la "innovación" (que es el activo probado de nuestro trabajo más codiciado hoy) tenemos que recordar un aspecto que es tal vez no menos evidente, pero que hoy es, sin duda, cada vez más descuidado. Mientras que antes de la modernidad las universidades crearon un lugar compartido, abierto, plural y público del conocimiento, esto se debió a que fueron construids como lugares críticos, lugares para la unidad y la alianza del conocimiento, del pensamiento plural adverso a todos los monoculturas limitantes y anacrónicas. Lugares en los que las crisis se manejan a través de los movimientos críticos de pensamiento, que se alejaron del presente y de los contextos restringidos para imaginar y conectarse a otros mundos, otros conocimientos, otros idiomas.

Por esta razón, las universidades no son sólo, como el mercado nos enseña, las matrices de la innovación, pero sí lo son es porque alimentan el pensamiento crítico sobre la crisis. Esto a su vez representa la dirección para superarla. ¿Cuáles son los rasgos perdurables que permiten a la Universidad ser sensible a su destino histórico y natural? ¿Cuáles son las características que constituyen la identidad de

la universidad a pesar de todas las variables en tiempo y lugar? Desde el momento en que la Universidad comenzó a existir, ha pretendido ser una institución que está "por encima del territorio y la política"; una institución que está en la polis, pero no de la polis; una institución que por lo tanto tiene su propio espacio y símbolos; una institución que representa a la escuela en el sentido original de la palabra, que es Scholé, el lugar donde el maestro se reúne con el estudiante, el magíster se reúne con el alumnus, con el fin de construir una comunidad; una institución que es el lugar privilegiado de la investigación, tan libre como sea posible de las restricciones del mercado, de los intereses de los poderosos, independientemente de si las universidades son públicas o privadas; una Institución, en una palabra, autónoma: la autonomía es para las universidades el valor principal, la garantía de la libertad de pensamiento. La autonomía y la libertad de pensamiento no son valores negociables. Permítanme atreverme a ofrecer un plan de al menos 3 puntos que caracterizan esta singularidad: 1) necesitamos estar en sintonía y en armonía con la historia, cuyo continuo enseña a distinguir el valor de lo invalorable. Para estar en armonía, sobre todo, con nuestra historia, que significa respetar y cuidar de nuestra autonomía. En este punto las universidades antiguas tienen un gran papel; 2) tenemos que tener el sentido de futuro. Hasta hace unas décadas, a la Universidad se le pidió llevar a cabo dos funciones: una investigación y enseñanza excelentes. Ahora también se nos está pidiendo ser una guía para nuestros estudiantes: ser una guía en un mundo cada vez menos seguro y menos estable. Esto significa proporcionarles los instrumentos analíticos y prácticos para construir su propio futuro; como ya bien se hace, 3) necesitamos solidaridad entre los saberes. Su universidad, como la mía, se esfuerza por mantener los


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campos de las Letras, las Ciencias y las Artes unidas y de mutuo apoyo. Y mientras que la Universidad debe ser siempre un lugar de especialización, también debe ser, sobre todo, el lugar de la unidad y la alianza de diferentes saberes. El mundo actual exige nuevas profesiones y personas que han sido formadas en pluralidad de lenguas.

historia y examinar tanto los errores y los éxitos del pasado, con el fin de evitar errores y prepararse para los éxitos del futuro. Los científicos siempre serán llamados, y con mayor frecuencia, para proporcionar las respuestas correctas. Pero los humanistas igualmente serán llamados aún más para ayudar a los científicos a formular las preguntas correctas. Las universidades deben educar a los estudiantes en la historicidad y el progreso de los conocimientos, de todos los saberes, en su integración y apoyo mutuo y recíproco. En el panorama actual de crisis radical en Europa, lo que pone en juego no sólo el debate de su idea sino de su supervivencia, me gusta idealmente vincular- y el recuerdo hace que esto sea posible, ya que destruye toda la falsa linealidad - el nacimiento de la Universidad de la Edad Media como una comunidad conjunta del conocimiento y la invención de las Américas como una frontera en movimiento de Europa (negando al término todo su poder geopolítico o colonial).

Dijo Steve Jobs, que lo que necesitamos hoy es regresar al ideal del " ingeniero renacentista", del intelecto, que es, a la vez, una persona de conocimientos técnicos y de cultura. Los humanistas no pueden pensar que son superiores a los científicos y tecnólogos. Tecnólogos y científicos, por su parte, necesitan más que nunca conocer su propia

No es por casualidad que ambos acontecimientos provocaron esa primera modernidad que, con todas sus asimetrías e injusticias, continúa desarrollándose y caracteriza al mundo. Lo que queda de los centenarios celebrados en las últimas décadas: desde 1492 con las Américas al 1500 con Brasil no es una línea de tiempo artificial (marcada más por fracturas, vacíos, silencios que por continuidad), pero es el patrimonio de las experiencias de las grandes comunidades que fue desplegado y que creó redes de universidades más allá de Europa, cambiando no sólo la geografía del mundo, sino la transformación, de abajo hacia arriba y desde el exterior, del sentido de la historia del mundo occidental. El Atlántico Sur que permanece después de las expansiones, conquistas, ocupaciones es, sobre todo, para el


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sur de Europa peninsular, la proyección extrema de las comunidades, las lenguas, las culturas y el conocimiento. Pero también es un nuevo continente, donde la historia reciente y la demografía presentan a la Universidad actual con una tarea ética y social para el futuro, que reflejan la agenda de Europa de una manera innovadora y provocativa, acercarse hacia el horizonte de 2020: desde la seguridad alimentaria al medio ambiente, de los derechos humanos a las sociedades inclusivas para un desarrollo sostenible. Así que en esta perspectiva, las universidades, cuyas comunidades públicas primordiales de patrimonios de ideas abiertas, están llamadas a su misión principal y más delicada, y las celebraciones por los quinientos años de la Universidad de Granada son un paso importante para todos nosotros a lo largo de este camino: pensar también, de manera radical, acerca de la crisis que nos une y el uso de este pensamiento como base de otro mundo, que comparta los recursos y activos fundamentales para el beneficio de todos. Mientras que el panorama actual se duele con la crisis, podemos pensar que ha llegado el momento de partir desde las universidades, desde la fuerza de nuestra herencia de la memoria y la previsión que exige el cuidado de nuestro futuro, y podemos repensar a Europa, América, el Lejano Oriente y el mundo, con la responsabilidad que se encuentra arraigada en nuestra autonomía.


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Arvind Gupta

En nuestra sociedad basada en el conocimiento, la creación del conocimiento y la divulgación son dirigidas y compartidas por muchos. Más que nunca, la innovación y el espíritu empresarial, así como las soluciones para los problemas sociales complejos no se generan solo desde dentro de los laboratorios académicos y el aprendizaje no está limitado a nuestras clases. Para usar de la mejor manera posible nuestros activos y para seguir siendo relevantes, las universidades deben romper la disciplina tradicional y límites institucionales y fomentar la colaboración genuina dentro y fuera del mundo académico.

Las universidades de investigación son muy buenas en el modelo de “impulso” en investigación donde las universidades diseñan nuevos algoritmos, tecnologías e ideas y luego

venden las ideas fuera de la universidad. Es hora de fortalecer y equilibrar el otro lado de la ecuación – el modelo de “tracción” – donde los desafíos y las necesidades de la sociedad se escuchan. Siempre debemos estar preparados para asociarnos y juntos abordar los desafíos a los que se enfrenta la sociedad. Debemos escuchar bien, para asegurar que nuestra investigación refleja las prioridades sociales. Y debemos integrarlos en nuestro cometido didáctico, por medio de una educación continua y profesional ajustada a las necesidades de los estudiantes de todas las edades. Las universidades y la sociedad juntas deberían valorar cada vez más todo tipo de investigación, desde la investigación “básica” hasta la “basada en la comunidad”, como algo central para hacer cambios sociales a largo plazo y para expandir los límites del conocimiento.


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Al mantener nuestra misión y nuestros valores académicos, las universidades deben ser proactivas para llegar a socios potenciales a través de la industria y de la sociedad civil, creando un robusto flujo de ideas bidireccional e integrando las cuestiones más apremiantes a las que se enfrenta la comunidad dentro del cometido académico. Necesitamos ser más proactivos al transferir de forma colaborativa el conocimiento nuevo a las industrias y a los lugares de encuentro de nuestras comunidades.

Junto con nuestros socios comunitarios, es hora de facilitar las oportunidades para los estudiantes y las facultades para estudiar, trasladar y practicar la innovación y el espíritu empresarial, de forma local e internacional – y de la misma manera, traer perspectivas nuevas a nuestras clases y laboratorios. Se necesita una conectividad virtual y física fuerte con nuestras comunidades locales y regionales para entender sus necesidades, para crear un conocimiento relevante y para abordar los problemas sociales principales; para estimular nuestras economías y enriquecer nuestra vida social y cultural. Hay una relación sinérgica entre la construcción de grandes comunidades y de grandes universidades; existen simbiosis, alimentación, inspiración, y enriquecimiento de unas a otras. También es importante impulsar las fuerzas empresariales que vienen de nuestras redes globales de colaboración. Está claro que ninguna universidad por sí sola puede igualar a la capacidad productiva de los equipos principales

multiinstitucionales y multinacionales, donde todas las entidades encarnan los principios de colaboración. Dichas alianzas aprovechan todo el espectro de las fuerzas de la universidad: desde las habilidades de pensamiento crítico, histórica y éticamente de las Humanidades hasta las posibilidades transformadoras de la ciencia moderna.

La actual generación de estudiantes está entrando en un mercado laboral que evoluciona rápidamente en el que muchos de los trabajos de hoy en día no existían hace 10 o 15 años. Para preparar mejor a nuestros estudiantes, necesitamos asociarnos con la sociedad para identificar las corrientes de cambio y para coeducar a nuestros estudiantes – nuestros futuros líderes. Las experiencias de los estudiantes que están basadas en la comunidad deberían enriquecer el aprendizaje estudiantil así como cumplir los objetivos de los socios fuera del campus. Junto con nuestros socios comunitarios, tenemos que pensar de forma amplia, tenemos que ser creativos y proactivos para asegurar que estos modelos son maximizados y mutuamente beneficiosos y relevantes. Si colaboramos con los empleadores, con las organizaciones, con las industrias y con el resto, trabajaremos para apoyar las necesidades sociales reales y nuestros estudiantes se beneficiarán de un rico conjunto de experiencias; saldrán mucho más fuertes y mucho más preparados para el cambiante mercado global y serán líderes en la sociedad. Respetar a los socios comunitarios como coeducadores con las universidades tendrá como resultado diferentes experiencias para los estudiantes futuros, convirtiéndose en una herramienta del cambio en sí mismos.


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En una sociedad basada en el conocimiento, los principios y las prácticas de la implicación en la comunidad proporcionan un marco para apoyar la universidad como un socio, como un ejemplo y como un jugador clave en la producción de conocimiento y en la divulgación. Tenemos la oportunidad y el imperativo de enlazar nuestra misión académica de investigación, de enseñanza y de aprendizaje con la agenda social amplia, lo cual es solo posible por medio de la mutua construcción de relaciones universidadcomunidad beneficiosas y colaborativas. Está claro que tenemos que alejarnos de una cultura de estructuras individuales y descentralizadas y trabajar de forma colaborativa dentro y fuera de la universidad.

Son los ciudadanos, las ciudades, las regiones y las comunidades globales las que dan a las universidades la licencia social para conseguir el éxito. Necesitamos ganarnos esa licencia cada día. Para ello, debemos conectar y volver a conectar con la comunidad y con los socios de la industria concienzudamente. Al escuchar y al entender sus objetivos y sus aspiraciones, nos aseguramos de que nuestra enseñanza, nuestro aprendizaje y nuestra investigación reflejan los imperativos sociales. Y es una vía bidireccional para que aprendamos al igual que las comunidades tienen experiencia y activos que promueven lo que las universidades pueden hacer. Debemos actuar en comunidad al comprometernos con relaciones capacitadas, honestas y respetuosas. Al integrar los principios y las prácticas del compromiso en el trabajo de la universidad, la educación superior fortalecerá sus relaciones con la sociedad, de lo local a lo global, para que podamos crear plataformas de conocimiento que son la clave para trazar juntos un futuro más sostenible.

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Anders Overgaard Bjarklev

Dinamarca es una importante sociedad del conocimiento y trabaja para mantener dicho estatus en el futuro. Sin embargo, es bien sabido que el sector de la I+D está en proceso de cambio y que su desarrollo se ha acelerado durante los últimos años, con la aparición en escena de países como China y Corea del Sur. La pregunta es: ¿cómo un país como Dinamarca, y otros países europeos pequeños, puede competir en I+D en este escenario de cambio? En mi opinión, la situación requiere una mayor inversión en investigación y educación. Es necesario que la calidad de la investigación y de la educación cumplan los mejores estándares internacionales. Asimismo, se requiere una cooperación con otras figuras importantes del sector de la I+D en todo el mundo y es necesario que nuestras actividades sean sostenibles y generen valor.

La alta calidad de las investigaciones y de la enseñanza constituye la característica distintiva de una universidad de renombre internacional. Sin la existencia de centros de investigación de alto nivel, nuestras sociedades se enfrentarían a una gran pérdida, ya que desperdiciaríamos la oportunidad de crear inventos innovadores, tecnologías y nuevos conocimientos punteros que pudieran cambiar nuestra vida cotidiana y algunos problemas de la sociedad. Sin universidades que ofrecieran una enseñanza de alto nivel, no podríamos educar a líderes empresariales o ingenieros innovadores y con gran talento que pudieran marcar la diferencia en empresas privadas y organizaciones. Muchas universidades luchan por situarse entre las mejores universidades del mundo, tanto en investigación como en la enseñanza. Entre ellas se encuentra mi propia universidad, la DTU. Pero la competencia global en I+D es dura y requiere recursos considerables para


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mantenerse a la cabeza desde el punto de vista de los recursos económicos y humanos. Ambición: ¿Cómo formar parte de las cinco mejores universidades técnicas de Europa? En la DTU, uno de nuestros objetivos estratégicos es situarnos entre las cinco mejores universidades técnicas de Europa antes de 2019. Para alcanzar este reto, llevaremos a cabo una serie de acciones para reforzar las actividades de la institución centrándonos, entre otras cosas, en lo siguiente: 

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Hacer posible la excelencia internacional de las investigaciones y los entornos de investigación de primera categoría en las áreas de interés elegidas. Atraer investigadores de primera categoría. Promover la interacción entre ciencias y áreas de investigación adyacentes. Ofrecer una enseñanza de alta calidad basada en la investigación para todos los estudiantes. Ofrecer servicios de orientación con base en investigaciones a autoridades y organizaciones privadas y públicas. Establecer vínculos con universidades de primera categoría. Promover la innovación y la sostenibilidad. Aumentar la financiación privada y pública para la investigación. Invertir en infraestructuras de última generación para la investigación.

Reto: nuevo escenario para la I+D, ¿una oportunidad o una amenaza? Actualmente, China es una de las principales figuras en la I+D a nivel mundial y ha multiplicado por dos su inversión en I+D entre 2008 y 2012 (OECD Science, Technology and Industry Outlook 2014). La evolución del sector de la I+D es algo que debemos tomarnos seriamente. Teniendo en cuenta nuestro estatus de universidades europeas, no podemos hacer la vista gorda frente a la competencia mundial en I+D ni seguir como lo hemos hecho hasta ahora. Por eso, en vez de temer a los nuevos competidores mundiales, debemos adaptarnos a la nueva realidad y explorar las posibilidades que nos brinda. Una de las estrategias es crear fuertes vínculos y colaboraciones estratégicas con universidades de primera categoría tanto en Europa como en el resto del mundo. De esta manera, las universidades pueden acceder a nuevos entornos de investigación emergentes, por ejemplo en China o Corea del Sur y participar en el desarrollo de nuevos descubrimientos y conocimientos en áreas de interés común elegidas. En la actualidad, la DTU ha establecido vínculos formales con universidades técnicas nórdicas y europeas, así como con la universidad técnica por excelencia de Corea del Sur. Gracias a estas colaboraciones, trabajamos de forma conjunta en proyectos de investigación y publicaciones comunes y desarrollamos programas educativos conjuntos e intercambios de estudios e investigación, tanto para estudiantes como para investigadores.


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cónyuges a encontrar un trabajo. Es algo que hacemos porque nos importan las personas que queremos contratar y porque alarga la estancia durante la que dichos investigadores de primera categoría permanecen en Dinamarca. Al mismo tiempo, sabemos que es imposible atraer a las personas adecuadas sin ofrecerles acceso a entornos e infraestructuras de investigación de última generación.

Los críticos afirmarán que trabajar en la creación de vínculos requiere demasiado tiempo y que a corto plazo no conduce a resultados de gran repercusión en la investigación. Sin embargo, desde mi punto de vista, las ventajas de colaborar con universidades a nivel internacional exceden de lejos la difícil tarea que supone crear un ambiente de confianza e involucrarse en nuevos escenarios culturales, tanto desde una perspectiva educativa, como de investigación. Por eso, mi compromiso es firme. En la DTU invertiremos tiempo y recursos durante los próximos años para reforzar la cooperación en nuestras colaboraciones actuales y entablar nuevas alianzas estratégicas por todo el mundo. Trabajar y estudiar con personas de distintas nacionalidades no solo recompensa cultural y personalmente, sino que además, la mezcla de visiones y de formas de trabajar distintas también puede conducir a perspectivas y visiones nuevas sobre cómo solucionar problemas de la sociedad que podemos encontrar en todo el mundo. Otra estrategia es atraer investigadores de primera categoría de otras universidades. En la DTU ofrecemos condiciones de trabajo y posibilidades de investigación atractivas. Pero todavía hay más. También ayudamos a investigadores extranjeros a instalarse con sus familias en Dinamarca y ayudamos a sus

Es bien sabido que una de las ventajas competitivas que hace que las mejores universidades destaquen en el panorama mundial es el acceso a infraestructuras de investigación de última generación. En mi área de trabajo, las ciencias tecnológicas, la infraestructura para la investigación supone un gasto elevado y continuo, ya que las tecnologías evolucionan de manera mucho más rápida que en el pasado. Sin embargo, no podemos llevar a cabo una investigación de alto nivel sin tener acceso a equipos avanzados, laboratorios, instalaciones de experimentación y plantas piloto. Por eso, para que una universidad, y en especial una universidad técnica, pueda atraer a estudiantes, investigadores y empresas, las instalaciones de última generación para la investigación no son agradables, sino imprescindibles.


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Hay muchas opiniones sobre el papel que juegan las universidades y la relación que deberían tener con la sociedad que las rodea. En mi opinión, el vínculo es claro: las universidades deben generar valor en beneficio de la sociedad. Por supuesto, depende de cómo son capaces de generar valor las distintas universidades y de su atractivo frente a colaboradores externos. En calidad de presidente de la Universidad Técnica de Dinamarca debo decir que nos hemos marcado el objetivo claro de crear y generar valor utilizando las ciencias naturales y tecnológicas en beneficio de la sociedad. Por eso, mi centro de interés es la consolidación de bases de investigación firmes en campos específicos y la formación de ingenieros e investigadores altamente capacitados con una participación activa y en contacto cercano con empresas, organizaciones y otros socios importantes. Creo que esta interacción e intercambio próximo con la sociedad es vital para las universidades y para su capacidad de innovar y adaptarse a los cambios. En la DTU, algunas personas incluso afirman que la innovación es parte del ADN de la universidad. En mi opinión, las universidades tienen la obligación de colaborar con empresas, organizaciones y otros socios importantes para estar al servicio de la sociedad mediante nuevos descubrimientos, tecnologías y perspectivas. Para mí, es esencial que los nuevos conocimientos y tecnologías trasciendan fuera de los laboratorios o despachos. La investigación debe difundirse y compartirse con socios adecuados que puedan, con suerte, encontrar una utilidad que genere valor a partir de los resultados de la investigación. Esto no implica que no haya espacio para investigaciones básicas. Las investigaciones básicas son necesarias y

reconozco que no todos los resultados de investigaciones son aplicables de forma directa a corto plazo. No hay nada de malo en ello. Pero debemos garantizar que se encuentren usos a la amplia mayoría de resultados de las investigaciones, de una manera u otra. Como parte de la sociedad, las universidades no son estáticas. Como cualquier otra institución, debemos adaptarnos a los cambios en las demandas y necesidades, tanto de dentro de la universidad, como de fuera, en lo que refiere a los cambios políticos y de la sociedad. Este entorno de cambio constante presenta nuevos retos y también nuevas oportunidades. Uno de los mayores retos a los que se enfrena la DTU es la falta de voluntad política para priorizar la financiación pública en I+D en el área de ciencias tecnológicas. Actualmente, las ciencias tecnológicas en Dinamarca se encuentran en la cola de la lista de países de la OCDE. Este dato implica que la posición de Dinamarca y de la DTU como uno de los países y una de las universidades a la cabeza en este campo puede verse en grave peligro. La baja priorización de las ciencias técnicas en Dinamarca no solo deteriora las posibilidades de llevar a cabo más investigaciones de primer nivel en campos como la biotecnología, la salud, la energía, el transporte y el clima. En mi humilde opinión, también perjudica el crecimiento y la creación de empleo en Dinamarca. De hecho, un estudio ha demostrado que las empresas privadas que colaboran con la DTU generan un aumento positivo y estadísticamente significativo en la productividad casi un 10% anual por término media en un período de 6 años. Si todas las empresas activas en I+D de Dinamarca alcanzaran la misma productividad que las empresas que colaboran con la universidad, el PIB de


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Dinamarca aumentaría casi un 2 %. Sin embargo, no hace falta decir que la DTU no puede ampliar sus actividades de manera considerable sin un aumento importante de los recursos económicos. Por eso, espero que en los próximos años pueda presenciar un aumento de la inversión pública y privada en I+D en el campo de las ciencias técnicas. Por mi parte, puedo prometer invertir dichos recursos con sentido común y con la intención de contribuir a la creación de un crecimiento sostenible y de más empleos. Hasta ahora nuestras cifras son buenas. La DTU es la universidad danesa a la cabeza en la comercialización de investigaciones y conocimientos en forma de patentes, licencias y empresas de nueva creación. Además, formamos a ingenieros de alta capacitación para el sector privado. Nuestros estudiantes graduados no solo disponen de grandes competencias profesionales, como ideas sobre nuevos conocimientos y tecnologías, sino también vínculos directos con la red de la universidad.

Hoy en día, el desarrollo científico hace posible soluciones que antes eran inalcanzables e incluso impensables. Las universidades son a menudo el eje impulsor de desarrollos favorables en áreas que se enfrentan, por ejemplo, a retos energéticos o climáticos, mediante la creación de nuevas tecnologías para reducir el consumo de recursos, a menudo escasos, que el mundo tiene a su disposición. Creo que las universidades debemos participar de forma más activa en el desarrollo propio y ver la promoción de la investigación en desarrollo sostenible como nuestra responsabilidad. En nombre de una universidad técnica, creo que debemos desempeñar un papel especial.

Nuestro objetivo y método de trabajo es comprender, optimizar y unir distintas soluciones. Y si combinamos todo esto con una perspectiva y conocimientos tecnológicos, disponemos de la plataforma adecuada para desarrollar nuevas soluciones sostenibles para hacer frente a los cambios en la sociedad en el ámbito climático, energético y del transporte. En la DTU este objetivo, junto con otros aspectos, ha llevado a la creación de una nueva visión científico de la sostenibilidad, del riesgo y de apoyo a las decisiones conocido como Global Decision Support Initiative (Iniciativa global de apoyo a la toma de decisiones, GDSI) dirigida a quienes toman las decisiones. En general, el concepto de sostenibilidad de la DTU es amplio, con base científica y un enfoque operativo. Mi objetivo es que la DTU se convierta en un centro educativo y de investigación de excelencia en el ámbito de sistemas y tecnologías sostenibles y que la universidad sirva como expositor del trabajo universitario conjunto para la creación de soluciones tecnológicas y ecológicas para el futuro. El ámbito de la energía eólica es, por ejemplo, un punto fuerte en Dinamarca y en la DTU, desde un punto de vista científico e industrial. Junto con otros aspectos, esto se ha traducido en la creación de una instalación de prueba para molinos de viento gigantes de hasta 250 metros de alto, fruto de la estrecha colaboración entre la DTU y la industria eólica. La Universidad también promueve la sostenibilidad dentro del ambiente académico con la participación de estudiantes e investigadores en gran variedad de actividades innovadoras y concursos internacionales distintos. Un ejemplo es el DTU Roadrunners, en el que un grupo de estudiantes construyen un coche ecológico para ver cuál puede llegar más lejos con un litro de combustible.


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Sin embargo, la investigación sobre la sostenibilidad no puede aislarse de otros programas de investigación. En el caso de la energía eólica, es crucial que la energía renovable puede ser almacenada para su uso posterior. Por ejemplo, el viento no siempre sopla en el momento preciso que se necesita. Por lo tanto, el valor y la aplicación de las energías renovables es contingente en la capacidad de los investigadores para convertir y almacenar en el sistema eléctrico existente. Por lo tanto, tenemos que trabajar juntos para resolver estos desafíos de manera sostenible. En los próximos años, nos encontramos con la posibilidad de cambiar todo el sistema de energía y ser menos dependiendo de los combustibles fósiles.


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Elmer Sterken

Por un lado, el reto de hacer cualquier predicción bajo un alto grado de incertidumbre es enorme, pero por otro lado es sumamente atractivo. Y de hecho, el mundo de la enseñanza superior se enfrenta a un alto grado de incertidumbre. A este respecto, la demanda pública de innovación está aumentando en muchas dimensiones. En todo el mundo, también hay un auge en la demanda de la enseñanza superior. Necesitamos más personas que sean capaces de innovar en sociedades, procesos de producción, y al final pero no en último lugar, la investigación académica. De manera que, es realmente interesante reflexionar acerca del futuro desarrollo de la educación. La razón principal por la que mucha gente querrá estudiar en programas académicos es la creciente complejidad de prácticamente todo. Los cambios sociales son complejos y requieren ámbitos específicos impulsados por la curiosidad e investigación interdisciplinaria. La aceptación social acerca de la inversión en investigación aumentará si hay más personas que entiendan la necesidad de la investigación para conseguir más conocimiento. Debido a

una mayor especialización en investigación, los académicos sentirán una mayor necesidad de colaborar. Esto puede suponer la colaboración entre académicos, pero también la colaboración entre universidades y empresas u organizaciones gubernamentales. La innovación en la investigación continuará siendo el principal motor de la selección de temas académicos en la enseñanza superior. Los mercados internacionales del empleo cambiarán en las próximas décadas. Debido a la informatización, la naturaleza de muchos trabajos cambiará. El conocimiento por sí mismo será fácil de almacenar y será accesible a todo el mundo que esté interesado. De manera que, la capacidad para evaluar diferentes fuentes de información será cada vez más importante. Esto tiene importantes implicaciones para el aprendizaje. Los futuros estudiantes tendrán diferentes capacidades y competencias. La capacidad para utilizar el conocimiento para poder innovar será fundamental en 2031. Las universidades también estarán más abiertas al mundo exterior. Se reordenarán los


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resultados de la investigación bajo políticas de acceso abiertas, las revistas académicas estarán abiertas al igual que la enseñanza. Las herramientas TIC cambiarán la naturaleza de la propiedad de los cursos en los programas de la universidad. Será fácil para los estudiantes tener acceso a ofertas de cursos a distancia. En cierta medida, cambiará el papel geográfico tradicional de las universidades. En el año 2031, un diploma podría consistir en diferentes cursos locales completados con componentes en línea. Sin embargo todavía, las TIC mejorarán también la formación presencial. La movilidad estudiantil será alta en 2031. A pesar del auge de la educación a distancia, la formación presencial seguirá atrayendo a aquellos jóvenes académicos que vayan a estudiar en las típicas ciudades estudiantiles. Es muy probable que no estén en una única ciudad, sino que los estudiantes preferirán el modelo itinerante. Las universidades ofrecerán una formación más intercultural e intentarán beneficiarse de la formación de las distintas nacionalidades que se encuentran en el campus.

La interacción directa seguirá siendo un elemento importante de aprendizaje. La interacción profesor-estudiante será la base de la enseñanza. Los estudiantes serán más bien los “dueños” de su proyecto de aprendizaje dentro de la universidad. Prepararán la clase antes de que comience: “la clase invertida” Las discusiones en el aula son más importantes que las clases parciales. La enseñanza superior será diferente en 2031. Los nuevos ámbitos surgirán para entonces. El aprendizaje estará más centrado en los estudiantes y estará vinculado a determinados proyectos. Las universidades serán instituciones parcialmente virtuales pero todavía dispondrán de su campus. Esperemos que las universidades puedan proteger algunos de los hábitos tradicionales por los que se conoce la vida académica. Y seguro que el comportamiento humano será similar a hoy: los jóvenes no solamente necesitan aprender temas académicos, sino que también necesitan llegar a ser adultos responsables. ¡Queda un futuro brillante delante, ahora en 2015, pero también en 2031!

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Thomas Wilhelmsson

La digitalización y la globalización están transformando de manera rápida muchos aspectos de nuestras sociedades y economías. En todo el mundo se están llevando a cabo enormes procesos de adaptación que tienen un amplio efecto en nuestras vidas y en nuestro futuro. El problema de la que la difusión digital desbanque a las formas de distribución tradicionales, cosa que en un inicio podía parecer un problema solo para la industria musical y mercados similares, se ha extendido también a muchos otros campos empresariales. Los medios de comunicación tradicionales luchan por sobrevivir e incluso grandes almacenes de renombre tienen dificultades para hacer frente a los canales de distribución en la red. Y esto supone tan solo el principio de la revolución digital. Las universidades se enfrentan cada vez más a la misma presión. Para poder sobrevivir, deben comprender y adaptarse a los profundos cambios que experimenta la sociedad que las rodea. No tengo duda alguna de que son capaces de hacerlo, teniendo en cuenta que las universidades han podido adaptarse a los

cambios drásticos en las demandas de la sociedad durante más de mil años. Mi aportación se refiere a los retos educativos que presenta la digitalización. Aunque la investigación se ve afectada profundamente por la revolución digital (ciencia abierta y “big data” son palabras clave que conocen todos los miembros de la universidad), dichos problemas requieren un análisis independiente. Aunque solo los mencione aquí de refilón, no quiero quitarles la importancia que poseen para el futuro de las universidades. Es fácil predecir la necesidad y futura realización de cambios profundos en las universidades. Sin embargo, resulta más difícil predecir en qué consistirán dichos cambios. Sabemos que en 2031 las universidades serán completamente distintas de las actuales, pero no estamos seguros de en qué aspectos. Toda revolución conlleva víctimas. Los pesimistas afirman que es posible que las universidades formen parte de las víctimas de la revolución digital:


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 ”Si las universidades no consiguen transformar su situación estratégica y modelo empresarial, pueden desaparecer con el “tsunami” educacional que se acerca.” (Gary King y Maya Sen, The Troubled Future of Colleges and Universities, PS enero de 2013).  “De aquí a 50 años, si no ocurre mucho antes, la mitad de los casi 4.500 colegios superiores y universidades actualmente en funcionamiento en Estados Unidos habrán dejado de existir. “... supondrá el fin de un sistema de educación superior que, durante toda su historia, ha estado inmersa en una cultura de exclusividad... Las aulas de las universidades pronto serán virtuales. “ (Nathan Harden, The End of the University as We Know It, The American Interest 2014).  Es fácil encontrar muchas citas similares. ¿Pero a qué se debe toda esta agitación? Muchas de las previsiones de futuros desfavorables para las universidades (tradicionales) destacan la aparición de nuevos tipos de competencia:  Los MOOC y el debate que los rodea fue la primera señal de avisdo de “He visto el paraíso” dijo Sebastian Thrun. ¿Por qué alguien se molestaría estudiar en una universidad tradicional cuando puede usar los MOOC de Harvard y otras gratis? Sin embargo, es solo una señal; el temor aún no se ha materializado de una forma medible.  Una situación hipotética más realista es la aparición de universidades con “baja interacción” que compitan con matrículas de bajo coste frente a las universidades de “alta interacción” (King & Sen, en la obra citada, ofrece muchos ejemplos de ello). Los modelos competitivos más radicales, actualmente ya en funcionamiento, incluyen “universidades sin profesores”,

dirigidas por tutores de curso con sueldos bajos, o comunidades de profesores “sin universidad” que cobran las matrículas (los precios del curso) ellos mismos (Steven Ward, The professor-less university, Times Higher Education 29-8-2014).

Sin embargo, la preocupación frente a los competidores más asequibles económicamente se ve, sin duda, más acentuada en las sociedades en que las matrículas de estudios son más elevadas, como EE.UU. A menudo, los ejemplos se extraen de dicho entorno. En una sociedad que no dispone de una visión comercial del sector educativo, las oportunidades para ofertas educativas económicas son mucho más pequeñas. En países donde la educación superior es gratuita en gran parte (al menos para sus propios ciudadanos, inclusive los ciudadanos de la UE), como es el caso de los países nórdicos, la preocupación por la competencia de precios no se encuentra en primer plano. Sin embargo, la falta de competencia de precios no inmuniza al sistema contra los efectos de la revolución digital. Es necesario tener en cuenta las necesidades y deseos de los “clientes”:  La aparición de la “generación de las pantallas táctiles” en las universidades desafía claramente los métodos tradicionales de enseñanza y aprendizaje. Para una persona que está acostumbrada a navegar utilizando un dispositivo con pantalla táctil antes de ser capaz de leer y a consultar Google o Wikipedia siempre que necesita información, las metodologías de


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aprendizaje que sigan basándose en gran medida en la idea de transmitir conocimiento e información ya existente no resultan atractivas.  Para la nueva generación, algunos conceptos como “tiempo” y “lugar” tienen un significado muy distinto y son mucho menos importantes que para generaciones anteriores. Una universidad debe ser capaz de lidiar con ello.  Para una sociedad en proceso rápido de transformación en la era digital, la cantidad de información que posee un individuo (y que queda obsoleta rápidamente) no resulta esencial, pero sí lo es su capacidad de encontrar, procesar y generar nuevos conocimientos en una amplia variedad de ámbitos. En ese caso, ¿qué es lo que hay que hacer? El entorno virtual global en el que los estudiantes se encuentran igual de cómodos que en el contexto local debería poderse integrar a un concepto en el que la ubicación en el mundo de la universidad en cuestión conserve su atractivo. Los estudiantes de una universidad deberían obtener un valor añadido de ello. Eso puede significar, entre otras cosas, que:  Todos los contenidos disponibles digitalmente se deban utilizar de manera activa. El acceso libre a publicaciones, información y materiales educativos es la base de una educación construida con gran amplitud de miras en todos los ámbitos. La “enseñanza semipresencial” es un concepto del discurso contemporáneo sobre la educación superior que está de moda por un buen motivo.

 La pedagogía debe centrarse en lo que no puede aprenderse fácilmente mediante las fuentes de información disponibles. El objetivo de la educación universitaria es aumentar la capacidad de búsqueda, procesamiento y creación de nuevos conocimientos. Teniendo en cuenta que en primer plano se encuentra la capacidad de resolución de problemas, la multidisciplinariedad es importante. Para ello, se pueden crear planes de estudios y grados con un ámbito disciplinario más amplio pero también (lo que probablemente sea más importante) y construir entornos e incentivos para proyectos educativos y científicos conjuntos en ámbitos interdisciplinarios. Solo estaremos preparados para enfrentarnos a los retos contemporáneos de la sociedad y de la humanidad cuando filósofos, abogados, economistas, científicos y doctores hayan aprendido a comunicarse entre ellos y a colaborar de manera clara y natural.


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 El punto fuerte del sistema universitario contemporáneo yace en sus valores humboldtianos. La universidad es un lugar donde la investigación y la enseñanza se relacionan y entrelazan. Muchas universidades deberían tomarse las bases humboldtianas mucho más en serio de lo que lo hacen en la actualidad. Los estudiantes deberían participar en la investigación de una manera que obtengan también un valor añadido de ello. El valor de unir procesos profesionales y reales de investigación y creación de conocimientos es algo que solo las universidades pueden ofrecer al estudiante. Y de manera más general, la colaboración de distintas generaciones en procesos creativos (el encuentro de estudiantes jóvenes, audaces y críticos con investigadores experimentados) es probablemente la causa principal de la eficacia de las universidades como impulsores de la creación de conocimientos.

 La universidad no solo es un lugar en el que estudiar y adquirir competencias. También es, en gran medida, un lugar para adquirir un distintivo de calidad y una red de contactos académicos para toda la vida. Un exalumno de Harvard (o de la Universidad de Helsinki) no es solo una persona con un título académico, sino que goza de unas características distintivas particulares, derivadas de los valores distintivos de la universidad. Las universidades situadas en lo más alto de las clasificaciones gozan de una marca bien consolidada. Para otras universidades, el asunto de la marca cada vez tiene mayor importancia. Una

universidad de renombre ofrece a los estudiantes un valor añadido obvio en el mercado laboral. Además, es evidente que la marca no solo define la calidad del estudiante, sino que también indica el valor de las redes que el estudiante tuvo la oportunidad de crear durante sus años en la universidad. En resumen: aunque la universidad deba tener unos compromisos y objetivos globales, también debe disponer de una distinción de marca que se centre en la interacción y las redes de contactos.  La responsabilidad social de las universidades ha estado en primer plano en gran parte del debate contemporáneo sobre el papel y el futuro de las universidades. Por buenos motivos, las universidades han sido los motores regionales y nacionales de la competitividad, además de haber servido como entorno en el que se han encontrado soluciones a retos globales. La necesidad de una mayor interacción social por parte de las universidades se hace imperiosa por motivos sociales, económicos y éticos. Pero, además, también es por el propio interés de las universidades. La creación de multitud de vínculos con la sociedad en beneficio mutuo, así como de servicios para las personas, ayudan a la universidad a crear su marca local distintiva.  El mundo digital redefine nuestras relaciones en lo referente al tiempo y al lugar, por lo que necesariamente también transformará el modus operandi de las universidades. Debemos lidiar con la tensión continua entre la temporalidad estructurada y la atemporalidad, entre hacer algo en un lugar o estar un contexto en el que el lugar no sea relevante. Por eso es necesario un nuevo nivel de flexibilidad en la enseñanza y en el aspecto más general del funcionamiento de las universidades. La tecnología digital hace posible la creación a medida de itinerarios académicos para los


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estudiantes de manera individual de forma mucho más drástica que en el pasado. Tanto los estudiantes como el mercado laboral solicitan enfoques más flexibles: “la flexibilidad es una parte esencial del sistema de educación superior moderno” (Kim Thomas, Is flexible study the future for universities? The Guardian 10-6-2014). La cuestión es cómo satisfacer las necesidades de los estudiantes en referencia a la flexibilidad sin poner en peligro la estabilidad pedagógica de la educación (ver Ron Barnett, Conditions of Flexibility, 2014). El término flexibilidad es una palabra clave. Para poder llegar a ella, la universidad debe ser capaz y estar dispuesta a exceder ciertos límites. Una universidad que pretende cosechar éxito en un mundo de concepciones fluidas del tiempo y el espacio, con multitud de oportunidades para las personas jóvenes y capacitadas, debe ser lo suficientemente valiente como para modificar las bases en las que suele estancarse la comunidad académica y atreverse a exceder límites en muchos aspectos. La universidad debería aceptar y promover:

 la colaboración entre distintas disciplinas, la educación de personas que sean capaces realmente de solucionar problemas y contribuir a la solución de problemas de la sociedad;  la colaboración con escuelas y otras instituciones de educación secundaria para crear nuevos itinerarios educativos flexibles;  la estrecha interacción con instituciones de la sociedad y con el mercado laboral, así como la aceptación de un equilibrio flexible entre trabajo y formación y  la aceptación de la relativización del espacio y el tiempo integrando lo digital y lo global en lo local. Una universidad que rompe los esquemas es una universidad sumamente conectada con la sociedad, tanto a nivel local como mundial. En resumen: es una universidad que cumple con su misión de la mejor manera posible.


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Peter Mathieson

Disponer de una gran actividad en el ámbito de la enseñanza, la investigación y el intercambio de conocimientos en una universidad no implica que no se pueda llevar a cabo también una coordinación más estratégica. La Universidad de Hong Kong (HKU) se enorgullece de su enfoque participativo, que permite a los investigadores y a los profesores desarrollar de forma natural las áreas que les interesan. No abogo por eliminar esta práctica ni por imponer controles piramidales centralizados, pero sí defiendo una planificación, coordinación y estandarización estratégica. De esta manera, se permite la difusión de las mejores prácticas, la interdisciplinariedad y la creación de un todo más valioso que la suma de sus partes. Las mejores universidades del mundo han perfeccionado esta idea y todos podemos aprender de su ejemplo. No se trata de la microgestión, sino del liderazgo estratégico, necesario en todos los ámbitos de las labores de la universidad.

Las campañas de creación de marca y de relaciones públicas pueden contribuir a garantizar un mayor control sobre la percepción que tiene el personal, los estudiantes, los stakeholders y otras personas sobre la universidad. No considero que dichas actividades sean indignas de una universidad, sino más bien al contrario: las considero esenciales. No hay que permitir que la relación entre una institución y los medios de comunicación sea demasiado polémica; es necesario que encuentre un enfoque más proactivo que refleje la confianza en sus cualidades.

En la HKU, colaboramos internacionalmente con socios cuidadosamente seleccionado: considero que somos lo suficientemente


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buenos como para colaborar con los mejores. Ampliaremos nuestra influencia en la China continental, trabajaremos para obtener resultados de nuestro trabajo en Shenzhen, Shanghai y Zhejiang y buscaremos nuevos colaboradores significativos, especialmente con las nueve mejores universidades de la China continental (las C9). Debemos garantizar que nuestra dedicación en la creación de lazos más estrechos con la China continental no sea en detrimento de nuestros lazos actuales y futuros con el resto del mundo: podemos y debemos disponer de ambos. Mejoraremos nuestra capacidad de transferencia tecnológica y de explotación comercial de nuestras investigaciones. Ampliaremos nuestro aprendizaje experimental en nuestras diez facultades y garantizaremos que los estudiantes de HKU participen en colaboraciones significativas fuera de Hong Kong durante sus estudios. Tenemos la obligación de proporcionar las herramientas adecuadas a nuestros estudiantes para ser ciudadanos globales: la mejora de sus habilidades lingüísticas, la ampliación de su experiencia internacional y la promoción de su “desarrollo individual” contribuirán a alcanzar este objetivo.

Contribuir al éxito de esta iniciativa y de otras similares es una responsabilidad moral. En este y otros aspectos, creo que el sector de la educación superior en Hong Kong debería actuar de forma conjunta. Aunque seamos rivales de otras universidades locales en temas de financiación, recursos humanos y estudiantes, nuestros competidores principales a nivel global no se encuentran en Hong Kong, sino en otras zonas de Asia, Estados Unidos y Reino Unido. Personalmente, seguiré trabajando junto con presidentes de otras universidades de Hong Kong para coexistir en una atmósfera de competitividad sana acompañada de un razonamiento conjunto y de una estrecha colaboración en beneficio de la HKU y de Hong Kong en general. Creo firmemente que todos tenemos interés en que el sector de la educación superior local sea reconocido a nivel mundial como un sector maduro y constructivo, y que no se defina por la insignificante competitividad local o la falta de visión.

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El sector de la educación superior de Hong Kong solo dispone de un pequeño número de mujeres que ejercen un cargo igual o superior al de decano en sus universidades: como integrantes de este sector, debemos cambiar esta tendencia. Acabo de adherirme al programa HeforShe, una campaña de las Naciones Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.

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El activo más importante de una universidad siempre ha sido y será el personal de que dispone, los estudiantes, los graduados y los colaboradores. Creo que en la HKU debemos valorar de verdad nuestros estudiantes y


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nuestro personal, poner de relieve cómo lo hacemos y garantizar que al comprometernos con ellos, la universidad adquiere una faceta humana. Es necesario, por ejemplo, idear mejores maneras de impulsar, cuantificar y recompensar la excelencia en investigación, enseñanza, intercambio de conocimientos y responsabilidad social. Los criterios de una enseñanza de alta calidad son los más difíciles de calcular objetivamente, pero eso no debe impedir que intentemos alcanzar dicha meta. Nuestros requisitos de elección, ascenso, decisiones de permanencia y de extensión más allá de la edad de jubilación actual deben ser transparentes, objetivos y justos. Debemos disponer de un proceso de desarrollo y revisión de personal moderno y flexible que permita que tanto el empleado como el empleador comprendan las expectativas de ambos, evalúen si se están cumpliendo, y en caso de que no sea así, establezcan el porqué. Es necesario celebrar los logros de nuestros estudiantes y personal, y también debemos comprender las dificultades y proporcionar apoyo cuando sea necesario. En Hong Kong, la limitación de nuestra capacidad de ofrecer alojamiento asequible para los estudiantes y el personal que lo

requieren constituye una barrera para nuestro desarrollo. Con el objetivo de optimizar nuestro potencial, es necesario que podamos contratar y conservar el mejor personal del mundo. Ya hemos realizado progresos para eliminar este problema y seguiremos buscando de forma activa maneras de emplear nuestros recursos para garantizar que la escasez de alojamiento deje de ser un impedimento. Un problema derivado es la educación de los hijos de nuestro personal: desarrollaremos iniciativas creativas para solucionar este problema.


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No establezco nuestros objetivos de acuerdo con ninguna posición concreta en los rankings. Los rankings han venido para quedarse pero personalmente nunca estableceré ninguna política institucional para satisfacer los criterios de ningún sistema de clasificación. Si hacemos lo adecuado y optimizamos nuestro potencial, el esfuerzo se traducirá en una mejora en las posiciones de los rankings; si no es así, los rankings no miden aquello que nos importa.

Los últimos meses de 2014 fueron muy importantes para Hong Kong. Las huelgs, las protestas callejeras y las divisiones en la sociedad derivadas de ello han planteado problemas fundamentales para Hong Kong y para la universidad. Recientemente, los propios principios de la universidad se han puesto en tela de juicio. Me enorgullece el hecho de que hayamos tenido el valor de mantener una posición coherente frente a problemas fundamentales: hemos defendido la figura de la libertad académica, la libertad de expresión y de opinión y la autonomía institucional, y seguiremos haciéndolo. Hemos subrayado una y otra vez que las libertades conllevan responsabilidades y esperamos que el personal y los estudiantes se anticipen, comprendan y acepten la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Hemos condenado la violencia en ambos lados y hemos participado en la labor, tanto de forma pública como privada de lograr una reconciliación y promover el diálogo. Es hora de extraer enseñanzas de los acontecimientos recientes. Debemos garantizar plenamente que los intereses del futuro de la universidad no se vean

perjudicados o limitados por opiniones políticas a corto plazo. A mí me enseñaron a buscar el lado positivo a todo lo negativo, a pensar que cada día es una oportunidad de aprender y a ver toda amenaza como una oportunidad. Los acontecimientos recientes en Hong Kong pasarán a la historia: como partes implicadas en dicha historia, todos tenemos responsabilidades y debemos luchar para centrarnos en lo positivo y aprender y crecer como ciudadanos. Considero totalmente esencial no dejar que las actitudes de estrechez de mente impidan el desarrollo de la universidad. Es posible que, en la actualidad, el reto más difícil para la Universidad de Hong Kong sea definir su lugar en el mundo y sus relaciones con el resto de China sin dejarse llevar por distracciones políticas. Los acontecimientos de los últimos meses han cambiado Hong Kong para siempre pero no me han modificado mi visión acerca de las prioridades de esta universidad.


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Menahem Ben-Sasson

 Las universidades generan nuevo conocimiento mediante la investigación crítica basada en el análisis de hechos. Estas instituciones son el motor de la sociedad civil y el caldo de cultivo para su futuro liderazgo. Además, las universidades representan ese punto de encuentro para las élites de la educación, la enseñanza y el estudio; un lugar donde realizar distintos proyectos de investigación científica multidisciplinar y que además sirve de de encuentro social que genera infinitas redes de contactos de índole académico y social sin ninguna restricción de carácter geográfico, religioso, étnico, político o de nacionalidad.  Actualmente, las universidades están enfrentando dificultades para comunicar este mensaje al público, puesto que la mayoría de gente aún comete el error de percibir a estas instituciones únicamente como centros de enseñanza. Así, son los miembros de la comunidad académica los que están obligados a aclarar esta

concepción errónea y es la falta de contacto continuo entre las universidades y el público la culpable de socavar las labores esenciales de estas instituciones.

 En cualquier sociedad, los profesores, los responsables de los medios de comunicación, los editores y los escritores son los canales por los que se difunde la información. Las universidades mantienen el que ha sido siempre su papel principal, el de crear conocimiento y divulgarlo al siguiente nivel: los estudiantes y los agentes del cambio social y educativo, pues de los estudiantes que llenan las aulas hoy día nacerá la siguiente generación de científicos y los futuros propagadores de conocimiento.  Todas las universidades con vocación investigadora han de esforzarse en publicar los resultados de sus investigaciones y enseñar sus métodos de


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investigación a determinados círculos dentro de la comunidad universitaria. Los métodos de enseñanza actuales que combinan cursos online y reuniones virtuales hacen posible que los investigadores comuniquen los resultados de sus investigaciones a un público más amplio, implementando así las herramientas tecnológicas más vanguardistas y actualizadas. Aunque esto no se puede aplicar a todos los campos de investigación, ni todos los estudiantes ni todos los profesores tienen acceso a las herramientas online apropiadas; es por ello que debemos incorporar dichas herramientas a la enseñanza. Por ejemplo, la enseñanza online debería ser introducida en las aulas contando con la presencia de un ayudante para el profesor.  Es necesario revisar y actualizar la política educativa en materia de convalidación de cursos estudiados fuera del marco típico de clase presencial y los requisitos de asistencia para determinados seminarios y prácticas en laboratorio. Además, dentro de la enseñanza online, es necesario desarrollar un sistema para que profesores y estudiantes interactúen fácilmente.

 En las últimas décadas, la investigación se ha caracterizado por la cooperación internacional, en su mayoría entre los investigadores con más experiencia. Al igual que el idioma de la investigación no conoce fronteras geográficas, tampoco debería verse limitado por una cuestión de edad. En un futuro próximo, una red de

trabajo formada por jóvenes investigadores se unirá a lo que ya ha sido establecido por los investigadores de más edad, formando grupos de profesionales de la investigación de distintas edades que cooperarán unos con otros. Sin embargo, no queda muy lejos el momento en el que los investigadores más jóvenes se emancipen y creen su propio sistema de trabajo. Estos nuevos sistemas de trabajo servirán para convencer a los jóvenes investigadores de que van siguiendo el camino correcto y respaldarán sus avances, posiblemente pioneros, en el ámbito en el que estén interesados y quizás les ayuden a deshacerse de la aprensión con la que veían las actitudes de los investigadores más experimentados. En líneas generales éste es el concepto de innovación dentro de la investigación: jóvenes investigadores valientes que consiguen romper con las “cargas de la tradición” impuestas por una generación de veteranos de la investigación.  Es necesario reconocer la innovación, alentarla, apoyarla e intentar que esté presente en la etapa más temprana de la educación académica, en el estudio y en los avances de cualquier universidad. Una mezcla adecuada de preguntas de exámenes y trabajos puede estimular al estudiante para que piense de una forma más creativa y original. Resulta pues crucial que se promueva la investigación aplicada para mejorar el progreso académico. La ayuda necesaria para fortalecer la presencia de la investigación en las aulas e impulsar la creatividad vendrá de la mano de combinar los estudios académicos con actividades en centros donde se trabaje con alta tecnología o incluso invitando a las empresas dedicadas a la alta tecnología de áreas próximas al campus para acercar a los estudiantes a la cuna de la innovación creativa.


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 Los campus jamás serán íntegramente virtuales, no importa cuántas innovaciones y cambios estén teniendo lugar en el ámbito de los métodos de enseñanza. El campus universitario seguirá siendo ese lugar de encuentro humano-académico para científicos y estudiantes de todas las partes del mundo y donde conecten virtualmente tanto con nuevos campos de investigación como con socios investigadores. Por tanto, deben contar con los equipos de comunicación más avanzados y fiables, para promover el elemento más esencial de la ciencia: las relaciones entre distintas personas que trabajan por dar respuesta a las mismas preguntas y la comunicación óptima con los temas de investigación, como está ocurriendo en la actual era espacial, en la que ha sido posible enviar satélites que capten imágenes y muestras en el espacio mientras son guiados y conducidos por investigadores que se encuentran en la Tierra. Otros ejemplos donde la relación tecnología-investigador es óptima son las bases de datos de enfermedades y sus pacientes, los centros de actividad sísmica o los manuscritos y otros objetos arqueológicos.  Sin embargo, a pesar de las sofisticadas tecnologías y avances de hoy día, los ensayos de primera mano y los encuentros cara a cara son vitales para maximizar el conocimiento científico. La universidad puede reducir el número de aulas y equipar los laboratorios con herramientas, material y equipos de investigación que sean más costosos, modernos y valiosos.

 Obtener buenos resultados científicos, investigaciones avanzadas y ofrecer una enseñanza de calidad es muy difícil si se está aislado del mundo. Las relaciones internacionales son un prerrequisito para mantener la duda científica y el pensamiento científico actualizados y hacer que los temas de estudio sean accesibles para investigadores y estudiantes. El abaratamiento de los precios del transporte por tierra, mar y aire así como la sofisticación de los canales de comunicación electrónicos han hecho posible promover los “encuentros” científicos internacionales. En materia de internacionalización del alumnado todos los campus sacan matrícula, y con la proliferación de las culturas y las religiones, las clases y los idiomas de enseñanza permitirán la futura cooperación entre los mejores estudiantes e investigadores.  La vida en el “mercado internacional de la educación” será más competitiva, ya que la excelencia será evidente y conocido por todos. Como consecuencia, el umbral del éxito por parte de las mejores instituciones se reflejará en aquellas interesados en la ciencia superior.  La internacionalización no supone un lujo en la educación superior del futuro próximo, sino una necesidad que se pone de manifiesto a cualquier nivel dentro de la actividad académica: como, por ejemplo, estudiantes internacionales que difunden su conocimiento y estudian las tradiciones de un país a otro o descubrimientos científicos en un ámbito determinado que son desarrollados en un país y que se ponen a disposición de los investigadores y estudiantes de otro lugar, ya sea a través de


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encuentros académicos o enviados mediante cualquier medio electrónico. Las publicaciones de los investigadores aparecen en medios internacionales y se han de expresar en un idioma que resulte familiar para la comunidad científica. No voy a pecar de inocente, pero al menos sí lo suficientemente optimista para esperar que todos esos pasos se den en dirección a una humanidad menos combativa y más cooperativa a fin de alcanzar mejores logros.

 El coste de la ciencia avanzada está aumentando por varias razones. El coste de las herramientas de investigación aumenta cada vez más debido a los complejos procesos que se siguen para desarrollarlos; además, viajar es indispensable para establecer lazos científicos y resulta algo fundamental para que los investigadores alcancen ese punto en el que integren la enseñanza y la investigación después de años de especialización, y eso resulta caro. Los sistemas financieros serán automatizados y estarán interconectados dentro de las instituciones como si se tratara de bancos internacionales. Las bases de datos financieros serán auditadas por expertos dentro del propio personal de la universidad, entre los que se encontrarán economistas o administradores de empresas. Los gobiernos serán los responsables de asumir la mayor parte de estos gastos, ya que son ellos los principales beneficiarios de una educación superior sobresaliente y, por tanto, deberán ser ellos quienes financien a las instituciones. Esta financiación debe ser impuesta a los los gobiernos que se harán cargo de dicha inversión pues las ganancias educativas,

científicas y económicas benefician a todos los ciudadanos del país.  Aun así, la naturaleza de las actividades y los futuros costes harán que sea necesario seguir buscando financiación en el sector privado, ya sean empresas industriales, semipúblicas o filantrópicas. La naturaleza de las donaciones será cada vez más específica, dedicándose solo a los proyectos que más interesen a los particulares detrás de ellas, involucrándose la propia persona donadora en el propio trabajo académico. En este contexto, tendremos que mostrarnos cautos ante cualquier interferencia en detrimento de nuestra libertad académica y deberemos ampliar el espacio dedicado al diálogo creativo y a la profundidad de las preguntas de los investigadores.

 Debemos aspirar a construir una comunidad académica tan amplia e inclusiva como sea posible que diste mucho de aquellos tiempos en los que solo la élite podía acceder al conocimiento. La fuerza de nuestra educación superior reside en su igualdad, el libre acceso a ella y el estímulo para la colaboración.  Los graduados son el primer nivel de la comunidad académica ya que son ellos quienes “hablan” la lengua de la ciencia y siguen construyendo los logros científicos futuros. Los requerimientos económicos de la institución dependen de los recursos de su alumni, quienes prosperaron gracias a lo que recibieron de la universidad. Reconocer la contribución que la universidad hizo al desarrollo de su alumni justifica incluirlos en el círculo de socios dentro de la actividad de la universidad que desea su bienestar.


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 Las universidades que tienen el privilegio de recibir financiación pública o filantrópica no deben ignorar el propio espacio público donde operan. El conocimiento y la capacidad de análisis e investigación que ofrecen las universidades se engendran en la sociedad y pueden ayudarla a resolver sus problemas. Este no es un beneficio reservado únicamente a sus propietarios, pues, de hecho, los educadores universitarios pertenecen diversas comunidades. El ambiente en el campus es internacional y plural, y por lo tanto puede ser un ejemplo perfecto para toda la sociedad y un modelo a seguir por muchas.  Por experiencia sabemos que las universidades no solo se involucran en la esfera científica, sino que también ofrecen ayuda legal, médica y financiera a personas necesitadas. Las denominadas aid clinics son un elemento clave para formar a alumnos e investigadores, a la vez que se presta un servicio de verdad a la sociedad.

 El conocimiento que amasan estas instituciones está relacionado con las nuevas perspectivas sobre los mundos que nos encontramos, incluyendo los mundos práctico y el tecnológico. Para desarrollar nuevas ayudas para el trabajo académico en la enseñanza y la investigación, los científicos precisan de conocimiento tecnológico, pero también promover su desarrollo a través de su interminable búsqueda del conocimiento científico. La principal implicación de las universidades con las tecnologías de la información es el

de encontrar soluciones a los problemas de los individuos y del mundo mediante patentes que se basan en una profunda comprensión de nuestro entorno.

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 El progreso de la civilización depende de investigaciones básicas y metódicas para entender nuestro entorno, dando lugar a inventos que resuelvan problemas y ayuden a dar impulso a nuestro mundo. Las instituciones de investigación tecnológica que están desconectadas de la investigación básica trabajan con un modelo limitado que desemboca en resultados previsibles basados en la orientación hacia un objetivo determinado. El mundo del conocimiento creativo y universal está dentro de la universidad gracias a la multidisciplinariedad. Las TIC constituyen una parte esencial dentro de la actividad académica. En un futuro próximo se tendrán en cuenta los logros conseguidos dentro del campo de la tecnología aplicada para la promoción de la trayectoria académica de cualquier investigador. La


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distinción entre investigación básica y la aplicada resulta insuficiente en estos días. Es la calidad de la investigación la que determinará su valía.


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Dominique Arlettaz

Desde sus orígenes, a menudo en la Edad Media, todas las instituciones de educación superior han intentado ofrecer una educación de calidad a todos las que la frecuentan; un objetivo que se ha visto facilitado por el hecho de que en el pasado, había muy pocos estudiantes y a menudo se encontraban muy motivados. En las últimas décadas, la situación ha cambiado considerablemente, como consecuencia de que la enseñanza superior se ha hecho accesible a las masas, ha habido recortes en la financiación de las universidades, mayor competencia entre las instituciones, presencia de los medios en las universidades, y han aparecido los famosos rankings: estos diferentes factores han estimulado a las universidades a mostrar los logros de los investigadores y, desgraciadamente, favorecer la visibilidad sobre la calidad de sus actividades, en muchos casos en detrimento de sus funciones esenciales.

Actualmente, no tenemos más remedio que aceptar esta tendencia sin sentido y que es imprescindible para reconsiderar las misiones de la universidad y para dar absoluta prioridad a la calidad de la educación, ya que todas las preocupaciones de las universidades deben centrarse en sus estudiantes. ¿Pero qué quieren los estudiantes hoy, y qué espera la sociedad y la estructura económica de la educación ofrecida a los jóvenes que tienen el deseo y la capacidad de aprender? Para dar respuesta a esta pregunta, debemos hacer referencia a los grandes valores académicos: una enseñanza universitaria debe en primer lugar proporcionar a los jóvenes que la elijan las herramientas que necesitan para desarrollar su curiosidad, su personalidad y su juicio crítico. Sin embargo, es evidente que los estudiantes deben aprovechar al máximo su recorrido universitario para tomar conciencia de la gran cantidad de habilidades que han adquirido durante sus estudios, que irán mucho más allá de los saberes disciplinarios en sí mismos. Tal percepción es esencial al mismo tiempo para aquellos graduados que salen de la universidad y están buscando un puesto en el mercado laboral.


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Sin embargo, hay otra medida que debe tomarse, desde hoy –y aún será más cierta mañana– y es que ya nadie hace el mismo trabajo durante su vida laboral. Se empieza trabajando en un puesto, luego se cambia a un campo distinto, se cambia de trayectoria profesional varias veces, y a menudo se da un paso hacia lo desconocido, etc. Por lo tanto, deben estar preparados para ser flexibles y encontrar el a veces tortuoso camino que identifique los desafíos que desean aceptar, y así contribuirán de forma óptima al futuro del planeta y de la sociedad en la que viven.

Por lo tanto, las universidades deben tener constantemente esto en cuenta al diseñar sus cursos, quizá dando un poco menos importancia a los saberes disciplinarios muy especializados para estimular las habilidades interdisciplinarias y la adaptabilidad de aquellas que formarán la sociedad de mañana. Esto puede hacerse introduciendo interdisciplinariedad cuando proceda en los cursos (es decir, de manera más coherente que simplemente yuxtaponer diferentes disciplinas), pero probablemente yendo incluso más allá e innovando pedagógicamente para ofrecer estudios “globales” a estudiantes muy motivados, ayudándolos a desarrollar una visión que les permitirá entender en general los problemas a los que se enfrentarán en sus carreras profesionales –y en sus vidas– , sin embargo no menos rigurosos. ¡Esto es lo que las universidades deben hacer si quieren cumplir las misiones que les han sido asignadas por la sociedad!

En muchos países, particularmente en Europa, las universidades son públicas, esto significa que están bajo la responsabilidad de autoridades políticas y financiadas principalmente con fondos públicos. Esto está completamente justificado en tanto que la enseñanza superior, basada en el desarrollo de la investigación, es una tarea del gobierno, quizá incluso su principal responsabilidad. Sin embargo, durante varios años, los fondos públicos nos han sido siempre suficientes para cubrir las necesidades de las universidades, porque estas últimas deben aceptar incluso a más estudiantes y deben sobresalir en su actividad de investigación, lo que requiere equipos muy grandes de investigadores e infraestructura científica muy sofisticada que desafortunadamente se queda obsoleta demasiado rápido. Al mismo tiempo, hay muchas empresas privadas o intermediarios adinerados con interés en contribuir económicamente en investigación (raramente en educación) y en desempeñar un papel decisivo en la toma decisiones académicas. ¡Por lo tanto esta coincidencia parece perfecta! El interés de un lado compensa los defectos del otro lado, y por suerte esta convergencia crea vínculos entre profesores e investigadores por un lado, y entre la estructura económica por otro lado. Es por lo tanto una coincidencia muy favorable, pero que puede presentarse como una doble amenaza para las universidades.


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En primer lugar, la financiación privada es completamente legítima, pero siempre y cuando no controle las prioridades estratégicas de las universidades, y deje a los profesores y a los investigadores total libertad para elegir sus disciplinas de estudio (de hecho no debemos engañarnos a nosotros mismos: la financiación privada siempre tiene un grado de influencia sobre la elección del estudio y los temas de investigación; corresponde a las autoridades académicas asegurar que esa influencia se mantenga dentro de los límites razonables). ¡Si no se cumple esta condición, la calidad de la educación y la originalidad de la investigación mermará rápidamente, llevando la universidad inevitablemente a un espiral descendente! Además, me gustaría recalcar lo que en mi opinión es un riesgo mucho más grave: la aparición de la financiación privada como una suma considerable a los presupuestos de la universidad, que envía una señal a las autoridades públicas que no necesitan aumentar los recursos que asignan a las universidades para asegurar su desarrollo. Esta desvinculación por parte de las autoridades políticas es muy dañina a largo plazo, ya que elimina toda muestra de estabilidad de las universidades. De hecho, mientras que el dinero privado algunas veces permite la financiación de proyectos de gran envergadura para los que no hay apenas fondos públicos, y puede hacerlo muy rápido, la financiación de tareas regulares debe sin falta permanecer a cargo de las autoridades públicas. El dinero público a veces no es extravagantemente generoso, pero es estable, fiable y duradero. Estoy convencido de que deben tomarse medidas para asegurar una base suficientemente amplia de financiación pública para las universidades.

A las personas encargadas de las universidades se les cuestiona a menudo la «utilidad inmediata» de la investigación universitaria, ya que mientras que todos los políticos afirman que apoyan la enseñanza superior y la investigación, también quieren conocer los aspectos concretos, los frutos de investigación a corto plazo en lo que se refiere al bienestar de los ciudadanos y al éxito de su economía de país. Esto es comprensible, sin embargo la visión de la investigación a largo plazo nunca debe descuidarse. Durante algún tiempo, esta pregunta recurrente ha encontrado una respuesta en la palabra mágica «innovación». En general, este término indica innovación tecnológica, y las empresas jóvenes permiten que ésta se cree relativamente rápido. Todo eso está muy bien, aunque raramente se presta atención a la sostenibilidad de los productos fabricados por tales empresas, o a los puestos de trabajo que ellos crean. No obstante, me parece necesario que las universidades deberían recordar a los políticos y al público que son capaces de innovar en todas las áreas de especialización. Aquellas personas que han terminado una formación universitaria a menudo crean empresas y puestos de trabajo en muchos campos de actividad, particularmente en el sector servicios. En una época en la que el empleo entre los jóvenes es el mayor problema al que se enfrenta la mayor parte de Europa, debemos recordar esto e inculcar a los estudiantes el espíritu empresarial y el espíritu innovador, independientemente de su disciplina de estudio. ¡Son las personas que crearán puestos de trabajo a largo plazo!


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En términos más generales, la innovación es un estado mental que conduce a las personas a evitar reproducir «simplemente» lo que los demás ya han hecho, a aceptar cambios y lo desconocido, a hacer continuamente nuevas preguntas, a hacer frente a la vida y a las dificultades con un nuevo enfoque, con confianza y un toque audaz. Si las universidades tienen un valor para comunicar a todos los demás, es sin duda la innovación. Se trata de una dimensión que consiste en no tener miedo de pensar de manera distinta, es lo que traerá la mayoría de los beneficios a corto plazo. Esto no tiene nada que ver con la tecnología, y pensar de esta forma es un deber para todos aquellos que estén interesados en conocer y entender. Un testimonio de ello es el ensayo satírico llamado “Elogio de la locura” publicado en 1509 por Erasmo de Rotterdam y que enuncia en el capítulo 29 lo siguiente: “Los dos principales obstáculos que dificultan el éxito en una empresa: la indecisión que oscurece la claridad de pensamiento, y el miedo que, una vez evidenciado el peligro, disuade de emprender las hazañas. La locura es el antídoto perfecto. Sin embargo, pocos son los mortales que se dan cuenta de las ventajas múltiples que proporciona el no sentir nunca indecisión y el atreverse a todo”. El papel principal de las universidades es en realidad el de no dudar nunca en el aprendizaje y el de atreverse a todo.

Las universidades europeas han alcanzado su éxito desde hace mucho tiempo apoyándose en la movilidad de investigadores y de estudiantes, que fueron de un sitio a otro para compartir y comparar ideas con el fin de crear un nuevo conocimiento. Tal apertura es el

pilar de todo conocimiento vivo, de todo conocimiento que ha sido creado y construido, que induce a la comparación, que hace preguntas acerca de sí misma, puede ser diseccionada y, sobre todo, transmitida. Un enfoque abierto es por lo tanto, en mi opinión, la idea que debe servir como base de cualquier política universitaria. Sin embargo Suiza, el país donde está la Universidad de Lausana, normalmente se pregunta a sí mismo acerca de su política de inmigración y de la apertura de sus fronteras para la libre circulación de personas. No se puede negar que la política de inmigración es un problema central en la política de cualquier nación, ya que tiene repercusiones en el mercado laboral, en la política social y en la seguridad. Todos los debates acerca de este asunto son por lo tanto completamente legítimos en cualquier país democrático. Desde que Suiza se basa en un sistema político de democracia directa, se ha consultado a la población en muchas ocasiones. Aunque en el pasado siempre se ha confirmado la elección de una Suiza abierta al mundo, el 9 de febrero de 2014 los suizos votaron a favor de las restricción de la inmigración. La consecuencia directa fue la decisión tomada por la Comisión Europea para excluir a Suiza de los programas europeos Erasmus+and Horizon 2020 de manera inmediata. Sin entrar en los detalles de la política suiza, y sin dejar a un lado las negociaciones que han tenido lugar desde el 9 de febrero de 2014 entre Suiza y Europa y que continuarán durante los próximos dos años, este ejemplo ilustra que cuando las puertas de un país se cierran aunque sea parcialmente, por cualquier razón, hay repercusiones inmediatas y muy tangibles de la forma en la que las universidades son administradas. De hecho, puedo dar fe de que las dificultades que afectan a Suiza en relación con libre circulación de personas han tenido un efecto


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directo en los estudiantes, que justificadamente temen impedimentos para la movilidad; en los investigadores que no pueden imaginar–de nuevo, y con razón– un mundo en el que la investigación esté asediada por los límites políticos: y en los profesores e investigadores que han dudado en unirse a las universidades suizas en este entorno poco alentador. La ciencia no tiene límites, las ideas deben circular libremente: es con esa esperanza que animo a todas las universidades a construir su futuro.

C


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Carel Stolker

La Universidad de Granada celebra su 500 aniversario. No exactamente ahora, pero pronto: en 2031. Con este "proyecto de reflexión" Granada mira al pasado y, al mismo tiempo, reserva un billete para el futuro. Lo cual es exactamente lo que las universidades con más antigüedad deberían hacer. Clark Kerr, expresidente de Berkeley, una vez concibió la antigua tradición de la universidad de la siguiente manera, comparando algunas de las universidades más antiguas con otras instituciones de larga data. Todavía existen en el mundo occidental alrededor de ochenta y cinco instituciones establecidas sobre 1520, en formas reconocibles. Aún tienen funciones similares e historias ininterrumpidas. Entre dichas instituciones encontramos la Iglesia Católica, los Parlamentos de la Isla de Man, de Islandia, y de Gran Bretaña, varios cantones suizos, las juntas del agua ("waterschappen") en los Países Bajos, y setenta universidades. La de Granada es una de ellas. Reyes que

C. Kerr, 'The Idea of a Multiversity', in: C. Kerr (ed.), The Uses of the University, Cambridge Mass., London: Harvard University Press 1963, pp. 1–45. 1

gobiernan, señores feudales con vasallos y gremios con monopolios, todos se han ido: “Estas setenta universidades, sin embargo, aún se encuentran en las mismas ubicaciones, algunas con los mismos edificios; profesores y estudiantes haciendo las mismas cosas; y con el mismo sistema de gobierno. Cierto es que ha habido muchas modificaciones que han intervenido en las antiguas temáticas, pero las eternas cuestiones de la docencia, la erudición y el servicio, en una combinación u otra, continúan”.1 Esta intrigante observación de Kerr no significa, sin embargo, que nada haya cambiado. A finales del siglo XI, la Universidad de Bolonia, casi dos veces tan antigua como la de Granada, apenas era la universidad que conocemos hoy en día. Si un desconocido en la Bolonia del siglo XIII hubiera preguntado el camino a la universidad, nadie lo habría entendido: no existía un edificio universitario específico. Los docentes más ricos enseñaban en sus propias casas; la gran mayoría de ellos, tenían que alquilar aulas a propietarios


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privados.2 ¡Qué diferentes son las cosas hoy en día! Actualmente, tenemos el portal de la Universidad de Granada al alcance de nuestras manos. "Un portal ágil", en el cual el rector, Francisco González Lodeiro, se dirige a sus visitantes con una terminología web que habría confundido al visitante medieval:

investigadores y estudiantes podrían formar parte de una verdadera comunidad ("eineGemeinschaft der Lehrenden und Lernenden").4

"La Universidad de Granada le da la más cordial bienvenida a su sitio web. El presente instrumento quiere servir al usuario de la red como un portal ágil, eficaz y participativo que dé respuesta a cuantas interrogantes y búsquedas se plantee a quien acceda a una Universidad abierta. A través de este sitio web podrá obtener una información completa sobre la estructura de nuestra institución y sobre el mapa de servicios que ofrece a la comunidad universitaria y al conjunto de la sociedad". Estas diferencias no se limitan únicamente a los edificios o a la comunicación: también ha habido múltiples cambios en lo que se refiere a la labor de las universidades. Hasta finales del siglo XVIII, se llevaron a cabo muy pocas labores de investigación en las universidades. Salvo algunas excepciones, como Newton en Cambridge y Boerhaave en Leiden, las primeras universidades fueron principalmente centros de enseñanza y aprendizaje, centrándose en determinadas profesiones: la religión, el derecho y la medicina.3 No fue hasta 1809, con la fundación de la Universitätzu Berlin, que hubo interacción entre la enseñanza y la investigación. El concepto moderno de universidad fue desarrollado por Von Humboldt. Ya no era una cuestión de "Brotstudien", sino de "Einheit von Lehre und Forschung", en la cual Olaf Pedersen, The First Universities. Studium Generale and the Origins of University Education in Europe, Cambridge: Cambridge University Press 1997. 3 Professionsfakultäten como lo llaman los alemanes. 2

Así que, aunque pueden ser instituciones venerables, las universidades de hoy en día no son en absoluto réplicas de sus homólogas del siglo XI o XV. Todo el mundo en el ámbito de la universidad debería leer la maravillosa Historia de la Universidad en Europa, una serie de cuatro tomos que cuentan la historia de la universidad europea. Es una historia de estabilidad, pero también de continua adaptación, supervivencia y decadencia. El último volumen de la serie, a partir de 2011, muestra los múltiples cambios que se han producido desde la Segunda Guerra Mundial, tanto dentro de la universidad como fuera.5

Von Humboldt, Über die innere und äußere Organisation der höheren wissenschaftlichen Anstalten in Berlin. 1810). Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1956 5 Walter Rüegg (General Editor), History of the University in Europe. Volume IV: Universities since 1945, Cambridge: Cambridge University Press 2011. 4


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Comencemos con la financiación.

Como exdecano de Derecho, recientemente he revisado algunos de los principales problemas estratégicos a los que se enfrentan las facultades de Derecho hoy en día.6 Quedé sorprendido por la velocidad a la que se han producido los cambios en mi propio campo en las últimas décadas. Cambios que afectan a la investigación, la educación, la gobernanza, la movilidad internacional de los estudiantes y la competencia internacional de la cual forman parte las universidades que se dedican a la investigación. Por tanto, la petición del rector de la Universidad de Granada de decir algo acerca de las cuestiones clave del período previo a 2031, supone a la vez un desafío y un riesgo. Basta con tomar Internet como ejemplo de herramienta que ha transformado por completo el mundo de la educación superior y la investigación en sólo unos pocos años.7 Para la mayoría de las universidades, veo una serie de desafíos estratégicos: su financiación; el desarrollo de las llamadas políticas de ampliación de la participación, que representan un aumento de la masificación, la diversificación, la mercantilización e incluso la privatización; la digitalización; la especialización y la diversificación en la investigación; el debate en curso sobre la autonomía institucional y la regulación estatal, por un lado, y el papel de los académicos y las ventajas de la colegialidad en la universidad, por el otro; la globalización y la internacionalización de la educación superior y la investigación; y la creciente importancia de la integridad científica y las tablas de clasificación (rankings).8

Carel Stolker, Rethinking the Law School - Education, Research, Outreach & Governance, Cambridge: Cambridge University Press 2014. 6

Rectores y presidentes de todo el mundo consideran que el nivel de financiación de la educación superior y de la investigación es el desafío más apremiante al que se enfrentan las universidades en la actualidad. En Europa, la inversión en educación superior es, por lo general, baja; sobre todo en aquellos países que se han visto gravemente afectados por la crisis económica mundial. España es, sin duda, uno de esos países en los que la financiación de la investigación procede cada vez en mayor medida de la UE, en lugar de provenir de los organismos nacionales de financiación.

Por otro lado, la financiación también supone un problema para la educación universitaria, suscitando preguntas importantes como: ¿cuánto deben los propios estudiantes contribuir a su educación? En mi libro, analicé las situaciones extremas en las que los titulados de Derecho estadounidenses se encuentran cargando con deudas casi por el resto de sus vidas por haber estudiado la carrera de Derecho. Una cuestión interesante es si la "americanización" de la educación superior en general, también dará lugar a la exportación de este problema socioeconómico específico. Esta cuestión se torna especialmente relevante en The First Email, The First Tweet, And 13 Other Famous Internet Firsts (www.businessinsider.com/every-first-on-theinternet-2013-2?op=1&IR=T (last accessed 3 January 2015)). 8 Lo tomo prestado del segundo capítulo de mi libro. 7


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épocas de desempleo masivo, como es el caso de España en la actualidad. Muchas universidades líderes en investigación han descubierto en los estudiantes extranjeros una atractiva fuente de ingresos, y no son únicamente los MBA o las facultades de Derecho los que se atreven a cobrar derechos de matrícula del orden de 25.000 € o incluso más. Otra cuestión importante es si entonces se puede esperar una división entre los estudiantes nacionales, cuyos estudios son financiados por los subsidios del gobierno nacional, y los estudiantes internacionales, que en su mayoría tienen que financiarse ellos mismos. Y otra pregunta: ¿significa todo esto que ya no estaremos tratando con estudiantes, sino con clientes o incluso con consumidores?9 Los estudiantes que pagan dichos gastos de matrícula, exigen valor por su dinero y, sin duda, no están preparados para aceptar un escenario de abandono tras su primer año, o de insolvencia después de la graduación.

Sin duda uno de los acontecimientos recientes más destacados en el marco de la educación superior es la globalización y la internacionalización progresiva de la enseñanza y el aprendizaje. Sin embargo, a veces parece que olvidamos cuán internacional fue el mundo de la universidad una vez. "Los hombres medievales amaban viajar", es la bella frase inicial de Hilde de Ridder-Symoens en un elegante capítulo sobre la movilidad de profesores y estudiantes universitarios en la Edad Media: "Poco importaba que los caminos fueran pocos y que sólo pudieran ir a pie o a caballo, en carreta o en barco. El siglo XX se imagina a los viajeros que abarrotaban las carreteras de Europa en la Edad Media como ejércitos omnipresentes, comerciantes viajando de pueblo en pueblo, y peregrinos". No obstante, "hasta el final del siglo XVIII, peregrinos... de otro tipo también eran comunes en las carreteras de Europa. Los estudiantes y profesores universitarios. Su peregrinación no se dirigía a la tumba de Cristo o de algún santo, sino a una ciudad universitaria, en la que esperaban encontrar conocimiento, amistades y ocio”10 Desde la Segunda Guerra Mundial, el mundo de la educación superior ha entrado en una nueva fase de aumento de la movilidad tanto de estudiantes como de académicos. Y si tenemos en cuenta que en 2031 habrá de 10 a 15 millones de estudiantes cada año, y que España y Granada, por ejemplo, son destinos muy atractivos para los estudiantes internacionales,

Carel Stolker, Rethinking the Law School - Education, Research, Outreach & Governance, 2014. 10 H. De Ridder-Symoens, "Movilidad", en: H. De Ridder-Symoens (ed.), Historia de la Universidad en Europa, Vol. I: Las Universidades en la Edad Media, Cambridge: Cambridge University Press 1992, p. 280. 9


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cabe esperar que también estén inundadas de estudiantes extranjeros. Aquí, de nuevo, surgen preguntas importantes: ¿qué estudiantes desea tener una universidad?, ¿y cuántos? ¿Y cuál debería ser la mezcla ideal de estudiantes nacionales y extranjeros (la llamada "aula internacional")? Todas estas cuestiones requieren de una estrategia bien pensada. Como he señalado anteriormente, el número de estudiantes por sí solo no dice mucho; aún menos en el caso de las universidades que también tienen ambiciones investigadoras.

Una novedad importante es la ambición de la mayoría de los países de ampliar la participación en su educación superior. En muchos casos, la educación universitaria ha evolucionado, o está evolucionando, de ser una actividad ejercida por la élite, a ser un sistema de educación postsecundaria abierto/en masa.11 Tomemos como ejemplo Europa, donde el objetivo es que, en 2020, casi el 40% de sus jóvenes complete con éxito la educación superior. Sin embargo, aunque los niveles de rendimiento académico han aumentado significativamente en gran parte de Europa durante la última década, siguen siendo en gran medida insuficientes para satisfacer el aumento esperado de empleos que requieren un uso intensivo de conocimientos.12 En un exhaustivo monográfico acerca de la globalización y la internacionalización, Nick Foskett y Felix Maringe, del Reino Unido y Higher Education and the Market, New York, NY: Routledge 2011.Mike Molesworth, Richard Scullion & Elisabeth Nixon, The Marketisation of Higher Education and the Student as Consumer, London and New York: Routledge 2011. 12 European Commission, 'Supporting growth and jobs – an agenda for the modernisation of Europe’s higher education systems', in: COM(2011) 567 final, Brussels: 2011, pp. 1–16. 11

Sudáfrica, respectivamente, concluyen que para aquellas universidades de sistemas nacionales en las que las tasas de participación de los estudiantes ya han alcanzado niveles altos, la única respuesta al mercado es competir por estudiantes a nivel internacional, o adoptar una estrategia sectorial de especialización. El aumento de la internacionalización, argumentan, es el camino inevitable para que las universidades puedan operar en los mercados mundiales a los que serán expuestas.13 Las estrategias de ampliación de la participación indican que la afluencia de estudiantes en la educación superior se está volviendo más diversa de lo que era, digamos, hace veinte o treinta años (por no hablar de hace un siglo). En muchos países, el número de mujeres estudiantes está continuamente en aumento; al igual que el número de estudiantes de entornos desfavorecidos, y de minorías étnicas; así como los estudiantes de otras partes de Europa y del extranjero. Igualmente importante es el aumento de la diversidad en la educación preuniversitaria y en la motivación de los estudiantes. Por lo tanto, surgen nuevas preguntas. ¿Cómo vamos a hacer frente a tal masificación y diversificación en los próximos años en una universidad como la de Granada, con más de 80.000 estudiantes de grado y posgrado? ¿Cuánta atención seremos capaces de dedicar a los estudiantes de forma individual? ¿Seremos capaces de atender a las diferencias entre todos estos estudiantes? Ya están surgiendo nuevos modelos de negocio y pedagogías. Por ejemplo, ¿cuál será el papel del rápido avance de la educación en línea, como es el caso de los Nick Foskett & Felix Maringe, 'The Internationalization of Higher Education: A Prospective View', in: Felix Maringe & Nick Foskett (eds.), Globalization and Internationalization in Higher Education - Theoritical, Strategic and Management Perspectives, New York NY: Continuum 2010, pp. 305–317. 13


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Cursos en Línea Masivos y Abiertos (MOOC)?14 Por otro lado, empezamos a constatar una creciente aceptación de credenciales que no son títulos académicos y que no dependen de las universidades tradicionales.15 La "desagregación" de los planes de estudios y asignaturas habituales se considera uno de los grandes disruptores de la educación superior. Los estudiantes parecen preferir un aprendizaje mixto a uno 100% presencial o en línea. El futuro también puede ser mixto y desagregado.16

Para cualquier universidad integral, es la calidad en su investigación la que determina su reputación a nivel internacional. No importa cuán importante es la educación, la reputación siempre se deriva de la investigación. No obstante, la investigación científica tiene costes muy altos, y para llevar a cabo actividades de investigación, la universidad tiene que contratar y conservar a los mejores investigadores. Asimismo, se tienen que realizar grandes inversiones en infraestructura científica y técnica; y se tienen que tomar decisiones: ¿cuáles son las áreas en las que mi universidad puede llegar a ser líder nacional o mundial? Después de todo, dado el aumento de la especialización y la creciente tendencia hacia un enfoque multidisciplinario, para la mayoría de las universidades es imposible sobresalir en un amplio espectro de campos. Por lo tanto, la presión debido al aumento de la internacionalización no sólo se manifestará en Véase, por ejemplo: Jonathan Haber, MOOCs, MIT Press Essential Knowledge, 2014. 15 Michael Barber, Katelyn Donnely & Saad Rizvi, An Avalanche is Coming. Higher Education and the Revolution Ahead. Essay, London UK: Institute for Public Policy Research 2013. 14

el ámbito educativo que hemos mencionado en antes. Foskett y Maringe prevén que la financiación disponible para la investigación se canalizará paulatinamente a las universidades con gran capacidad investigadora, una trayectoria sólida en la calidad de sus investigaciones, y redes robustas e internacionales. Efectivamente, hoy en día las redes se han vuelto sumamente importantes. No en vano la universidad del futuro se percibe como una universidad en red. Por otra parte, es de esperar que la relación entre las universidades y las empresas se estreche dada la sólida participación entre las grandes corporaciones y las universidades internacionales. Las corporaciones internacionales proporcionan una importante salida a las innovaciones de las universidades, mientras que las universidades internacionales proporcionan los conocimientos y los recursos de investigación que permiten a las grandes empresas optimizar su propio desarrollo empresarial.17 Se plantea la cuestión de cómo las universidades que quieren convertirse en actores a nivel mundial en ciertos campos, en camino hacia 2031, serán capaces de cumplir todas estas condiciones, especialmente dado que sólo tienen una influencia limitada en las circunstancias externas. El que haya o no una red con diferentes empresas, tales como un parque científico local, en muchos casos no es una cuestión de elección. La financiación y la legislación suponen un problema para los gobiernos regionales y nacionales. Para muchos gobiernos de la Europa continental, la cuestión será si estarán dispuestos a invertir dinero extra en una o dos universidades en particular, de manera que dichas

Willian Lawton et al, Horizon Scanning: what will higher education look like in 2020? Report for the UK HE International Unit and Leadership Foundation for Higher Education, London, London: 2013. 17 p. 314. 16


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universidades sean capaces de sobresalir a escala mundial. Foskett y Maringe conciben un futuro dividido más o menos en cuatro niveles: el primero comprende un número relativamente pequeño de universidades internacionales, cuya reputación y mercado estén a nivel mundial, y que operen con restricción limitada por parte de las políticas y los mercados internos. Un segundo nivel, en el que las universidades internacionalizadas también operarán en el escenario mundial, pero desde una base fuertemente arraigada en su propio sistema nacional. El tercer nivel estará compuesto por las universidades que operan principalmente a nivel nacional, recibiendo estudiantes y recursos procedentes en gran parte de su propio contexto nacional, pero que ofrecerán oportunidades de colaboración internacional. Y, por último, el nivel final será aquel en el que las universidades operen en su totalidad dentro de los contextos subnacionales y regionales. Participan relativamente poco en los mercados mundiales, pero dan muestras de internacionalización en términos de diseño curricular y contenidos, o por medio de enlaces con empresarios regionales que operan en los mercados internacionales.18

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Por supuesto, es difícil prever cómo será el futuro, sin embargo, este tipo de escenarios deberían estar en la agenda estratégica de cada universidad y cada gobierno nacional.

Internet afecta a todo lo que hacemos: la forma en la que llevamos a cabo las investigaciones, nuestra forma de enseñar, y cómo seleccionamos a los nuevos estudiantes. Internet también tiene un efecto sobre el vínculo con nuestros alumnos, que tan interesados estamos en preservar. Simplemente me gustaría matizar un poco estos dos últimos puntos: el uso de la digitalización para la selección de estudiantes y la relación con nuestros alumnos. Las oportunidades y amenazas de la digitalización no son sólo un problema para las universidades. Las empresas privadas han estado lidiando con esta cuestión durante mucho más tiempo. Algunos CEO de la banca, el comercio minorista y otros sectores de actividad, incluso, se han adaptado demasiado tarde al llamado "proceso de toma de decisiones del consumidor", en constante cambio, y, como resultado, ya han perdido sus mercados tradicionales. Los rectores universitarios, sin embargo, están a la cabeza de las instituciones posiblemente menos sensibles a este tipo de comportamiento por parte del "consumidor" de cambiar constantemente de decisión. Las políticas de aumento de la participación de la mayoría de los países garantizan un crecimiento adecuado para casi todas las universidades. Y si resultan ciertas las expectativas de que en torno a 20252030 habrá unos 10-15 millones de estudiantes Nick Foskett & Felix Maringe, 'The Internationalization of Higher Education: A Prospective View', in: Globalization and Internationalization in Higher Education - Theoritical, Strategic and Management Perspectives, 2010, pp. 305–317. 18


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fuera de sus países de origen, las universidades líderes en investigación, con posiciones establecidas en las tablas de clasificación mundiales, no tienen que preocuparse por su clientela. Pero seguramente, la mayoría de las universidades estarán ansiosas por atraer a aquellos estudiantes, tanto nacionales como internacionales, que mejor se adapten al perfil de su elección. Y he aquí, que la era de los datos masivos y la digitalización generalizada de la información del cliente, puede proporcionar a estas universidades herramientas útiles para atraer a los estudiantes que desean. ¿Existen lecciones que las universidades, en los años previos a 2031, puedan aprender de las experiencias del sector empresarial? ¿Cómo afectarán, por ejemplo, los datos masivos a nuestras universidades? He mencionado a los alumnos: ¿hará el desarrollo de los datos masivos más fácil para nosotros seguir el progreso de nuestros alumnos, en la misma línea que el modelo americano?

Durante mucho tiempo hemos sabido que las universidades prosperan mejor y sirven a la sociedad con mayor eficacia, cuando tienen una sólida orientación académica y un alto grado de autonomía, en un ambiente de libertad y colegialidad. La libertad académica es el valor central de la universidad, en combinación con la confianza en el propio sentido de la responsabilidad de los profesionales. Sin embargo, en muchos lugares podemos apreciar que tanto esta autonomía profesional y como esta confianza, se encuentran bajo la presión de Andrew McGettigan, The Great University Gamble. Money, Markets and the Future of Higher Education, London: Pluto Press 2013. 19

la creciente intrusión y el aumento del activismo por parte de los gobiernos. Uno de los resultados, es un nivel creciente de tensión dentro de las universidades, que pone la colegialidad, la unidad tradicional de gobierno conjunto de la universidad por académicos y un equipo de gestión universitaria, bajo presión. Andrew McGettigan, un escritor británico con experiencia en el campo de la filosofía, llega a la conclusión de que los académicos de hoy día parecen a punto de ser exprimidos por las exigencias de los nuevos estudiantesconsumidores y las presiones del equipo de gestión para ser más eficientes, productivos y por lo tanto, rentables. Lo anterior, señala, se ve exacerbado por el fracaso de los académicos al defender adecuadamente su profesión: "... presionados por el volumen de trabajo y atomizados por medio de evaluaciones de la investigación, sí, pero también dispuestos a ceder las tareas difíciles a los burócratas. La ‘comunidad autocrítica de investigadores’, que tiene por objeto salvaguardar los estándares de nivel, se ha erosionado en gran medida por una clase ejecutiva y directiva expansionista, la cual contará con una nueva gama de parámetros de rendimiento con los que disciplinar a académicos cada vez más flexibles".19 Pienso que este es uno de los mayores retos de los años previos a 2031: ¿cómo deberíamos moldear el gobierno y la gestión de nuestra universidad, de modo que la libertad académica de la docencia y la investigación puedan combinarse con la responsabilidad, también creciente, de un número cada vez mayor de necesidades administrativas, de contabilidad y de gestión?20

Carel Stolker, Rethinking the Law School - Education, Research, Outreach & Governance, 2014, Chapter 11. 20


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Si bien un alto grado de autonomía ha sido durante siglos un ingrediente vital para la calidad, dicha autonomía trae consigo grandes expectativas por parte de la sociedad: expectativas de calidad, impacto y servicio, e integridad. De todas esas instituciones tradicionales mencionadas al inicio de este ensayo, la Iglesia, la política, el gobierno y, en algunos casos, el poder judicial, han perdido gran parte de su reputación. Las universidades, por su parte, todavía disfrutan de un alto nivel de confianza de la sociedad, a pesar de que la formación y la investigación tienen lugar en un entorno no tan simple: una presión cada vez mayor sobre los estudiantes en relación al rendimiento académico y al tempo; estudiantes que pueden empezar a comportarse como consumidores, con sus consiguientes derechos; actividades de investigación que se llevan a cabo en nombre del sector comercial; y carreras de investigación que están determinadas por la cantidad en lugar de por la calidad. Teniendo en cuenta que los rankings y las tablas de clasificación cada vez se asemejan más a las calificaciones del mercado de valores, se plantea la cuestión de si las universidades será capaces de resistir todas las tentaciones científicas, sociales y financieras. Estas son las cosas a las que tenemos que estar atentos.21

Un estudio publicado por el Banco Mundial que incluye once universidades de nueve países, muestra lo que necesita una institución que aspira a convertirse en una universidad Carel Stolker, Rethinking the Law School - Education, Research, Outreach & Governance, 2014. 21

investigadora en la escena mundial.22 En pocas palabras, la respuesta es: (I) la capacidad de atraer, contratar y retener a destacados académicos y estudiantes de alta calidad, (ii) abundante financiación, así como (iii) un marco normativo adecuado, una gestión adecuada y un liderazgo sólido e inspirador. Sin embargo, gran parte del futuro de las universidades europeas depende de otros factores, de los gobiernos y de su capacidad financiera, en particular. Pero una cosa es cierta. A través de los siglos, las universidades han sido centros de libertad. Y la libertad no es sólo un buen atributo para ponerlo en nuestra página web: es una responsabilidad. Cientos de millones de personas viven en un mundo que es el opuesto absoluto a la libertad, y este mundo parece estar creciendo de forma imparable. Hay tantos lugares en el mundo en los que las universidades, con su supuesta libertad de enseñanza e investigación, son mucho menos libres de lo que cabría imaginar; muchas están luchando por sobrevivir, mientras que otras se dedican a librar batallas cuesta arriba, difíciles y a veces incluso peligrosas, por su supervivencia, intentando trazar su desarrollo para dar cabida a los intereses y valores locales, nacionales e internacionales. ¿Qué pueden hacer? En realidad, pueden hacer mucho. Podemos hacer mucho. Una universidad hace lo que es: como parte de una red académica excelente y de siglos de antigüedad que se extiende por todo el mundo con su magnífica red de académicos, profesores y estudiantes, que se buscan los unos a los otros, leen las obras de los demás y mantienen un diálogo con los demás. Desafiamos nuestras opiniones mutuamente, apreciamos la libertad académica y tenemos contactos a través de las Philip G. Altbach & Jamil Salmi, The Road to Academic Excellence. The Making of World-Class Research Universities, Washington D.C.: The World Bank 2011. 22


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fronteras de los conflictos y los problemas de todo el mundo. Cuando la política nacional e internacional se ha encontrado con dificultades e incluso ha terminado en estado de guerra, las universidades de todo el mundo han seguido siendo una de las pocas redes que continúan conectando a las personas, de un país a otro y de una región a otra. Redes, en fin, de muchos, muchos "bastiones de la libertad". Cada día, nuestras universidades dan

forma a su responsabilidad de contribuir a un mundo más justo, más sano, más honesto, más seguro y más sostenible. Esperamos que, en el cumplimiento de esta responsabilidad, podamos actuar como agentes de la libertad. Le deseo a la Universidad de Granada, con su maravilloso pasado y su inspirador futuro, todo el éxito en su viaje hasta 2031.


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Edward Byrne

Las universidades forman parte del pequeño número de instituciones que juegan un papel primordial en la vida cívica. Esa labor fundamental es la de preparar a los jóvenes para que disfruten de una vida plena y productiva; ya sea en términos de una determinada profesión o profesiones, de un desarrollo emocional e intelectual o bien de capacitación para que contribuyan a la sociedad como parte de una ciudadanía instruida. Así, lo que las universidades nos aportan atañe tanto a la esfera de los bienes públicos como a la de los bienes privados. Además, siempre han sido un motor de creación de nuevas ideas. Durante y tras la Ilustración en el norte de Europa, se produce una gran aceleración del desarrollo científico y es, en este contexto, en el que la Universidad alemana, mediante la Universidad de Berlín, amplía sus funciones para integrar y darle un lugar más central a la creación de nuevo conocimiento, la libertad de cátedra y la libertad de aprendizaje, sin importar adónde conduzca. Ese ideal se extiende a los Estados Unidos y es el pilar de nuestro concepto de universidad moderna. Inevitablemente, la función de las universidades, en tanto que elemento clave de investigación social, ha

derivado en la creación de riqueza a partir de la transferencia de tecnología y la comercialización de los nuevos descubrimientos. Del mismo modo, se ha producido un impacto positivo en muchos aspectos de la sociedad a nivel local, nacional e internacional, gracias a la mejora constante de propuestas dirigidas a casi todos los aspectos de la vida. Las universidades son asimismo y desde hace mucho tiempo, depositarias de la cultura nacional e internacional que define, en términos generales, la condición humana. Si bien no se pueden sacar conclusiones precipitadas, parece existir una estrecha relación entre la fuerza y riqueza de cada sociedad y la vitalidad de su sistema universitario. En efecto, no es posible determinar un estado moderno de éxito que no tenga un sistema universitario que cumpla con todas las funciones aludidas anteriormente. Las grandes universidades son aquellas que no solo generan nuevo conocimiento sino que educan a los jóvenes en un ambiente que lo propicia y en el que las personas se implican. Han pasado de ser una comunidad de académicos autónoma a ser una institución, a menudo muy extensa, donde la libertad de


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cátedra sigue siendo un principio básico. Ahora bien, aun así, es necesario que existan unas estructuras que aseguren la correcta gestión y rendición de cuentas del gasto de los fondos públicos y privados. Por otra parte, se espera de las Universidades que contribuyan a su vez, de todas las formas posibles, al bien del conjunto de la sociedad. De entre las claves que acabamos de exponer, podemos destacar dos que comparten las instituciones de mayor éxito. En primer lugar, es esencial disponer de un grado considerable de autonomía. Si bien es cierto que informar del gasto a las autoridades que conceden los fondos y a los organismos reguladores nacionales es imprescindible; gozar de un grado razonable de autonomía es lo que caracteriza a todas las grandes Universidades. Ello implica la autorregulación de la calidad de las cuestiones académicas, la capacidad de decidir las áreas de actividad académica, el desarrollo de los propios planes de estudios, el desempeño de los procesos de evaluación —a menudo con aportaciones externas— y la adjudicación de los títulos. Esta área además abarca la promoción del personal y el nombramiento de nuevos empleados. Los campos de investigación y la organización de la estructura interna en materias de educación e investigación son áreas que requieren una notable autonomía. Las Universidades independientes, ya sean instituciones públicas o privadas, suelen regirse por un consejo o patronato que, en líneas generales, tiene un grado de autoridad similar al del registro mercantil. Cuentan con una junta académica que supervisa los asuntos académicos y que, en la práctica, actúa como un subcomité del consejo universitario, al que rinde cuentas acerca de todas las cuestiones hacen referencia a la garantía de la calidad. Es difícil identificar una Universidad líder a nivel mundial, definida por una organización que se precie, que no tenga una estructura directiva de este tipo.

El segundo pilar de las instituciones eminentes es contar con una financiación suficiente para llevar a cabo su misión académica. Esto no significa que no deban dirigirse de manera eficiente, prestando total atención a la gestión óptima de los fondos, ya sean públicos o privados, a través de la contribución del estudiante o de agencias que financien la investigación. Significa que el nivel de financiación de todas las fuentes sea suficiente para asegurar una enseñanza de calidad, un compromiso personal por parte de los profesores y un número relativamente pequeño de estudiantes; además de respaldar un número considerable de iniciativas de investigación e innovación como parte de su labor principal. Ahora bien, incluso en los países con una larga tradición de financiación pública de la universidad, resulta cada vez más difícil sufragar con fondos públicos los gastos de las Universidades de investigación intensiva. Esto conduce al modelo de financiación universitaria que domina en varios países occidentales como Reino Unido o Australia, donde los principios de beneficio público y privado que aporta la Universidad se traducen en contribución pública y privada. Resulta sencillo justificar el factor público de la financiación, dada la enorme aportación de las universidades a la sociedad en muchos ámbitos. Por otro lado, el factor privado se relaciona con el beneficio a nivel personal, en términos de promoción profesional y de los ingresos que los estudiantes obtienen gracias a la educación universitaria.


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Al establecer la balanza entre financiación pública y privada se observan diferencias entre algunos países. Un principio fundamental en Australia y Reino Unido es que existe un fondo de préstamos, sustentado por el gobierno, que el estudiante no debe reembolsar hasta que su renta llegue a un determinado umbral y, una vez alcanzado, lo hace en forma de impuesto adicional. Esta es la medida clave de igualdad que garantiza que los jóvenes procedentes de estratos socioeconómicos desfavorecidos puedan asistir a la universidad. Sin embargo, en términos de capital, los problemas surgen al concretar la medida, como cuál debe ser la

cuantía total de la contribución privada y la tasa de interés, de qué forma se determina el nivel de ingresos que debe alcanzarse antes de que comience el reembolso o si los reembolsos deben aumentar a medida que aumenta la renta. Una diferencia importante entre Australia y Reino Unido es que en Australia las profesiones con menor remuneración, sobre todo en áreas muy valiosas para la sociedad como la enfermería y la educación, tienen tasas universitarias más bajas que las disciplinas profesionales para las que se percibe un salario mayor. Por su parte, en el Reino Unido se establece una tasa común para todos los estudios universitarios en cada institución, con variaciones prácticamente insustanciales entre ellas. Lograr financiar la educación superior en general y hacerlo en particular de manera que las universidades de investigación intensiva prosperen es uno de los retos más importantes al que se enfrentan muchos países occidentales, que viven un aumento de la presión tanto en términos de financiación pública como de contribución particular. De este modo, las universidades se afanan por buscar nuevas fuentes de ingresos mediante un aumento de la oferta educativa, con una repercusión internacional más elaborada tanto a nivel local como fuera de sus fronteras , ampliando la colaboración con las empresas y la industria, mediante el apoyo de las instituciones emergentes en otros países, a partir de la concesión de licencias de contenidos curriculares y con una creciente dependencia de las donaciones destinadas a la financiación de nuevos proyectos para el desarrollo institucional. Las cuestiones financieras han obligado a las Universidades a ser cada vez más eficientes en la forma en que se administran y organizan. Asimismo, se ha tomado una mayor conciencia de la necesidad de que la actividad académica cubra sus propios costos. Cada vez se distingue más entre la capacidad que tiene cada actividad académica de contribuir a los costes


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centrales y a las iniciativas estratégicas de las universidades más orientadas a la investigación. Las universidades han necesitado varias generaciones hasta conseguir llegar a un nivel de excelencia académica internacional. Sin embargo, a causa de períodos relativamente cortos de infrafinanciación sistemática, puede que se pierda este logro que ha costado alcanzar muchas décadas. La mayoría de los países lo saben y los gobiernos nacionales otorgan una alta prioridad al mantenimiento de Universidades dinámicas y creativas como parte de su infraestructura nacional. La consolidación de las naciones en un mundo en desarrollo requiere, por regla general y como prioridad, de la creación de un sector universitario de calidad. La cuestión de la financiación de las Universidades y su idoneidad estará presente todavía durante muchos años. A buen seguro formará parte del programa político en las elecciones nacionales y será, cada vez más, un asunto de debate público y de preocupación, especialmente sobre cómo los costos se transfieren a los estudiantes y a sus familias. Nos encontramos ante una situación nueva, una realidad que no se daba por lo menos desde hace medio siglo, en la que las comunidades universitarias luchan por comprender y sincronizarse con el entorno de financiación del que forman parte. A las décadas de crecimiento tanto en materia de productividad académica como de financiación, les ha seguido un incremento mucho menor en la productividad y una disminución o crecimiento plano de la financiación en términos reales. Como resultado, se ha establecido o se está estableciendo un nuevo equilibrio en la mayoría de las instituciones.

Las Universidades viven tiempos difíciles y, por ello, deben delimitar de forma clara su misión principal. Ni siquiera las instituciones más prestigiosas pueden hacerlo todo. No todas las instituciones tendrán ni deberían tener el mismo equilibrio entre docencia e investigación en todas las disciplinas. Algunas Universidades son y continuarán siendo instituciones de primera clase, intensivas en educación e investigación. Otras, progresarán con un enfoque educativo; algunas seguirán siendo instituciones enfocadas a la tecnología, la mayoría serán multidisciplinares, aunque algunas prosperarán en torno a una sola disciplina. Algunas continuarán en las grandes ciudades y otras tendrán una responsabilidad y una presencia a nivel regional. Sea como sea, lo importante es que cada institución tenga claro cuál es su objetivo y su lugar y que planifique y distribuya estratégicamente los recursos, siempre orientada hacia su misión. Es crucial que en un determinado país o área geográfica, el conjunto del sistema universitario se una a la hora de cumplir de forma efectiva con las necesidades nacionales. Este concepto de ecosistema universitario nacional próspero no es nada novedoso; se basa en el pensamiento que llevó al ya fallecido Dr. Clark Kerr a establecer el sistema de la Universidad de California hace muchos años. En un mundo de instituciones desconectadas o de instituciones autónomas o


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semiautónomas vagamente conectadas, en ocasiones es difícil desarrollar la complementariedad más efectiva. El enfoque tradicional que combina la confianza en las fuerzas del mercado con unos motores económicos nacionales más bien poco definidos ha sido eficaz en cierta medida. Las Universidades están atravesando uno de los momentos más críticos de la era moderna. Los cambios sociales antes mencionados son ínfimos en comparación con los cambios que impone la revolución informática, que afectan a la filosofía de la educación, a la pedagogía y a los métodos docentes, así como del mismo modo tienen repercusiones en la mentalidad de los estudiantes y sus expectativas. El mundo universitario es muy diferente al de hace 20 años y la cantidad de cambios que se aproximan en la próxima década es considerable. Los cursos en línea masivos y abiertos (MOOC) han sido apenas el inicio de este proceso de desarrollo de tecnologías revolucionarias. En este momento, hay muchas personas extraordinariamente brillantes trabajando en la próxima tecnología punta en materia de educación, trabajo que, inevitablemente, traerá consigo importantes

cambios en la forma en que se estructuran y organizan las Universidades. Un sector seguro, flexible y dinámico será capaz no solo de adaptarse a este entorno cambiante, sino que además prosperará dentro del mismo. Así pues, cambio y oportunidad van de la mano y forman parte de los innumerables ejemplos, en los tiempos que corren, de cómo las Universidades han aprovechado las nuevas oportunidades y han desarrollado nuevas formas de pensar. En conclusión, cada vez se presta más atención a las repercusiones que tiene la Universidad y, de este modo, se evidencia la premisa fundamental: las Universidades existen para contribuir al bien de la sociedad en general y servir de apoyo para que la ciudadanía lleve a cabo una vida saludable y productiva.


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Guy Breton

¿Cómo serán las universidades en el año 2031? Al no tener una bola de cristal, es casi imposible predecir, especialmente cuando se considera que el nuevo milenio apenas está en marcha y que la tecnología ya ha transformado la forma en que nos comunicamos con los estudiantes. Asimismo, el incremento de la movilidad estudiantil y de los profesores ha cambiado profundamente nuestros campus. Por último pero no menos importante, hay increíbles avances en disciplinas científicas tales como la biología, la física y la tecnología de la información, que traen consigo la necesidad de realizar importantes modernizaciones en los laboratorios. Al mismo tiempo, las instituciones de estudios superiores se enfrentan a una presión creciente dado que los gobiernos recortan fondos en un esfuerzo para equilibrar sus presupuestos. Las universidades tienen que hacer más con menos para servir a la creciente demanda pública. No solo debemos abrir nuestras puertas a todo el mundo, sino que tenemos que ofrecer estándares de educación más elevados así como liderar el camino de las innovaciones tecnológicas y sociales.

Para hacer una analogía, soñamos con ir a Marte mientras diezmamos el programa espacial. No intentaré predecir cómo serán las universidades dentro de 16 años, sin embargo tengo algunas ideas sobre la dirección que deberían adoptar ahora. Durante demasiado tiempo, las universidades han dado la impresión de ser torres de marfil – profundamente conscientes de las cuestiones de la sociedad pero durante la mayor parte del tiempo instaladas en su propio mundo. Creo que para desempeñar su función por completo en el siglo XXI, el entorno académico tendrá que implicarse más a nivel social. En nuestras sociedades del conocimiento, donde la literatura, la innovación y el pensamiento crítico son fundamentales para la prosperidad, las universidades deben representar el papel de una plaza mayor, una plaza principal donde los estudiantes y los empleadores, los investigadores y los líderes empresariales se mezclen y juntos encuentren respuestas a sus preguntas.


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Aunque esta convergencia ya está en marcha, necesitamos más de ella. Sin embargo, ¿cómo podemos hacer que suceda esto cuando los fondos públicos son cada vez más escasos? Aquí hay algunas ideas.

Si hay una frase que un egresado nunca debería decir es “he terminado mis estudios”. Nadie termina jamás sus estudios dado que nunca dejamos de aprender.

La educación continua hoy en día es parte de la trayectoria profesional de una persona. Se debe lograr que los egresados vean su alma mater como algo más que simplemente un recuerdo distante de su juventud sino más bien como su puerto de amarre, un lugar al que volver en varias veces durante su vida para expandir su conocimiento, sin matricularse necesariamente en un programa a tiempo completo. Los ejemplos incluyen a un dentista que quiere hacer un curso de dirección, a un ingeniero destinado a un trabajo en África que desea aprender más sobre su historia o a un periodista cultural que quiere entender los fundamentos de la arquitectura. Lo que veo en los próximos años es una universidad que es más flexible y accesible a los profesionales, en otras palabras, una universidad que sigue siendo parte de la vida del egresado.

Los empleadores también se benefician de forma directa de las universidades, sin embargo demasiado a menudo no están involucrados en lo que estas instituciones hacen cuando deberían estar desempeñando un papel fundamental teniendo en cuenta que estamos educando a sus futuros empleados. Ya sea en el sector público o en la industria privada, los empleadores solo pueden beneficiarse al forjar lazos más estrechos con el mundo académico, dado que al hacer esto, conocen la generación o promoción que se gradúa, lo que les da una ventaja en un mercado acosado por los desafíos de la contratación. No obstante, la mejor razón para colaborar con el mundo académico es que permite a los empleadores estar al día de los avances en su campo. Con seguridad es más fácil estar a la cabeza del juego cuando sabes lo que hay a la vuelta de la esquina. Por su parte, las universidades siempre tienen algo que ganar, dado que los valores del mundo académico y de la libertad intelectual nunca están comprometidos. Un buen ejemplo es la asociación formada entre la Universidad de Montreal y CAE, una empresa que ofrece alrededor del mundo. Hace unos pocos años CAE se aventuró en el campo de la simulación médica. Esto coincidió con la apertura en la universidad de un centro de simulación donde sus estudiantes médicos se forman con maniquís electrónicos de alta fidelidad que incluso pueden simular muchas situaciones como un paro cardíaco. Por lo tanto, hacemos intercambio. CAE proporciona la experiencia que necesitamos para formar a nuestros estudiantes en el trabajo para


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desarrollar sus nuevos programas educativos de salud.

Las universidades que se han involucrado más con sus comunidades se convertirán en agentes del cambio. Mantener lazos estrechos con los graduados empleados y con los empleadores crea un círculo virtuoso en el que las partes entienden las necesidades de los otros y en el que las oportunidades surgen de una forma natural. La educación y la investigación son herramientas poderosas que las universidades pueden aprovechar para cubrir las necesidades de sus respectivas comunidades en una amplia variedad de áreas. Por ejemplo, tomemos dos universidades en Pittsburgh – Carnegie Mellon y University of Pittsburgh. Ambas fueron decisivas al reavivar la economía de la ciudad después del colapso de la industria del acero en la década de 1980. Al trabajar junto con la comunidad empresarial para encontrar nuevos sectores en la alta tecnología, finalmente se centraron en la investigación robótica, lo que condujo a la reapertura de muchas plantas. En una entrevista con el periódico Globe and Mail, el anterior alcalde de Pittsburgh Tom Murphy dijo que la mitad de los trabajos de la ciudad se debían a las filiales creadas por estas dos universidades. Lleva su tiempo ver los efectos de dichas iniciativas, normalmente 10 o 20 años, lo que convierte a las universidades en los líderes ideales. A diferencia de casi el resto de sectores de la economía, nuestro horizonte se mide en décadas dado que nuestra misión es educar a las generaciones futuras. Cada sociedad tiene sus propios desafíos. Israel es un caso ilustrativo. En este país, la Ben

Gurion University está ayudando a domesticar al Desierto de Néguev al desarrollar un conocimiento sobre la reforestación y la agricultura de desierto, y transfiriéndolo a la industria. En el caso de la Université de Montréal, tenemos la oportunidad de posicionar la economía de Montreal como un centro de la alta tecnología creativa. Con este fin, estamos involucrados de forma activa en la I+D dado que a misma pertenece a la industria del videojuego, y específicamente, al llevar a cabo la investigación y al ofrecer programas sobre el diseño de juegos y la inteligencia artificial. Al forjar lazos con las empresas de desarrollo de alta tecnología, aprendemos que necesitamos más que simplemente programadores, diseñadores e ingenieros. Cuando se le pidió a Moment Factory, una empresa multimedia sumamente exitosa de Montreal, que iluminara la fachada de la Sagrada Familia en 2012, tuvo que recurrir a los servicios de los historiadores del arte y a los expertos en cultura catalana. Como resultado de nuestra relación con esta firma, nuestras humanidades y ciencias sociales ahora tienen acceso a las becas en esta empresa, cuyos servicios se solicitan en todo el mundo.

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Construir este tipo de relación con los empleados es más fácil de lo que uno podría pensar. Todo lo que se necesita es una sonrisa genuina, un par de apretones de manos y un toque de audacia. La resistencia internacional hacia dichas iniciativas es inevitable, pero está bien. Creo que la resistencia es simplemente una forma de asegurarse de que los proyectos siguen en línea con nuestra ética científica y con nuestra libertad académica. Más vale que nos acostumbremos a ello. El mundo académico y los empleadores pueden ser muy diferentes sin embargo el hecho es que ambos se necesitan uno al otro y ambos se beneficiarían enormemente de un cambio en el statu quo. Creo que una vez se den cuenta de lo que el otro tiene que ofrecer, las barreras se caerán por sí solas. La era de la torre de marfil ha pasado hace tiempo y ha dado paso a un tiempo de intercambio y colaboración. Soy radiólogo de profesión. Cuando miro un órgano en los rayos X, veo cómo forma parte de un todo, en otras palabras, del cuerpo humano. Veo el sistema universitario de la misma manera: una parte de un todo más grande que incluye a los graduados y a los empleadores en todas las esferas de actividad. Todos nosotros juntos creamos este “cuerpo”. Si queremos que se mantenga sano, tenemos que tener un fuerte sistema universitario. Hacerlo fuerte es la responsabilidad de todo el mundo, no solo de los gobiernos. Hoy más que nunca, necesitamos que la sociedad se reúna alrededor del entorno académico, y depende de nosotros que suceda.


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Giuseppe Zaccaria

Nuestro sistema universitario europeo debería sacar provecho de sus ocho siglos de tradición y excelencia para convertirse en un actor clave a nivel internacional en los ámbitos de la educación superior, la investigación y la innovación. Creo que nuestra comunidad de profesores, investigadores y estudiantes, nacida en la Europa medieval, ha demostrado ser una estructura eficiente a lo largo de los siglos, y sus características básicas todavía se corresponden plenamente con las necesidades del mundo globalizado moderno. Además, el sistema universitario europeo ha desempeñado un papel clave en la construcción de Europa, y desempeñará un papel aún más importante durante las próximas décadas para avanzar y completar el proceso de integración. Desde una perspectiva estratégica, considero que es absolutamente necesario un verdadero enfoque multidisciplinario e interdisciplinar, así como un equilibrio adecuado de los recursos proporcionados a las diferentes áreas

de conocimiento, para responder a las necesidades futuras de los ciudadanos europeos en un mundo que evoluciona rápidamente. A diferencia de los últimos siglos, el desarrollo de la cultura contemporánea se está llevando a cabo en un "campus global", en el que la cultura occidental se ve obligada a competir con las tradiciones culturales y las comunidades intelectuales que emergen a la velocidad de sus respectivas economías. En esta competición, el sistema europeo de enseñanza superior debería, por su larga tradición en el ámbito de las humanidades, ofrecer tanto a la sociedad como a los individuos la visión amplia y profunda que este mundo complejo inevitablemente requiere. Dentro de este contexto, la mejora de la competitividad tanto interna como externa de las universidades europeas es sin duda obligatoria, pero debe llevarse a cabo en el marco de un sistema de valores adecuado, en particular: 

Garantizar la plena libertad, tanto en la educación como en la investigación.


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Fomentar el desarrollo cultural en ausencia de cualquier discriminación por cuestiones de raza, discapacidad, género, edad, religión u orientación sexual.

Promover el desarrollo de procedimientos que aseguren decisiones colectivas y transparentes.

Promover la igualdad de oportunidades, la responsabilidad social y el desarrollo sostenible.

Los objetivos de alto nivel que han de perseguirse durante las próximas dos décadas son, en mi opinión: 

Atraer a profesores, científicos y estudiantes internacionales de alto nivel. Ofrecer un amplio espectro de disciplinas y mejorar la calidad de la enseñanza, promoviendo asimismo un uso óptimo de las TIC. Promover la igualdad social mediante el apoyo a los mejores estudiantes en mala situación económica.

Educar a las generaciones más jóvenes en democracia, dándoles los mejores instrumentos para desarrollar su sentido crítico.

Mejorar las infraestructuras para la educación, la investigación y los servicios para la población académica.

Favorecer la colaboración con empresas públicas y privadas, aprovechando todas las sinergias posibles en beneficio de todo el sistema económico.

Fomentar la cooperación con terceros países y, en particular, contribuir al progreso cultural, social y económico de los países en desarrollo.

Con el fin de alcanzar eficazmente estos objetivos, creo que nuestro sistema necesita un alto nivel de autonomía para actuar a escala global, frente a la complejidad económica, cultural, filosófica y religiosa del mundo moderno. Sin embargo, esta necesidad global también debería satisfacerse a escala local, en la cual la autonomía de las universidades individuales debería estar garantizada por los gobiernos nacionales; por supuesto, lo anterior debería ir acompañado de la plena responsabilidad a la hora de asumir todas las decisiones sobre el uso de los recursos disponibles, la contratación de profesores e investigadores, y el establecimiento de prioridades entre las líneas de investigación. Como en el pasado histórico, las universidades deberían mantener su autonomía frente a la burocracia gubernamental. Refiriéndome específicamente a I+D, creo que los principales objetivos del sistema universitario europeo durante este período deberían ser: 

Identificar las áreas en las que la universidad puede jugar un papel clave en las labores de investigación a nivel mundial, poniendo especial énfasis en los Programas Marco de Investigación de la Unión Europea, así como fomentar la competitividad de los grupos de investigación al responder a las convocatorias.


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Mientras tanto, definir un conjunto de líneas de investigación que se consideren estratégicas para la universidad individual por razones históricas, culturales o geográficas, y promoverlas independientemente del acceso a la financiación externa.

Proporcionar a docentes y científicos infraestructuras de investigación adecuadas y modernas, mejorando además el acceso a los fondos estructurales de la UE.

Avanzar en la implementación de los principios de la Carta Europea del Investigador y colaborar con la Comisión Europea para su adaptación a las condiciones cambiantes.

Promover los doctorados europeos entre varias universidades, fácilmente accesibles para los estudiantes internacionales, y utilizando exclusivamente el inglés, a través de los

cuales los estudiantes de doctorado formarán una verdadera comunidad, compartiendo conocimientos, metodologías y experiencias. A nivel educativo: 

Seguir mejorando la movilidad intraeuropea de profesores y estudiantes, mediante la coordinación de los planes de estudio, la reducción de la burocracia, y ofreciendo un ambiente agradable y cómodo.

Ofrecer apoyo a las Universidades de Excelencia, asegurando el acceso a todos los mejores estudiantes, independientemente de su situación económica, y ofreciendo un alojamiento adecuado, enseñanza de alto nivel y oportunidades de interacción frecuentes con instituciones culturales, empresas económicas y grupos de investigación.


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Establecer o fortalecer las asociaciones de antiguos alumnos, tanto para contribuir a la recaudación de fondos, como para permitir a los estudiantes ponerse en contacto con profesionales cualificados. Todos los estudiantes deben tener la posibilidad de mostrar sus méritos y capacidades. El programa de estudios debe estar orientado a reconocer y desarrollar sus capacidades.

Mejorar el proceso de aprendizaje permanente, teniendo en cuenta la extensión progresiva de la vida activa y la necesidad de actualizar periódicamente los conocimientos y las habilidades individuales.

Seguir promoviendo la armonización de los sistemas de educación superior europeos, conforme a la declaración de la Sorbona y el proceso de Bolonia, tratando de mejorar el carácter democrático del proceso y la rendición de cuentas de los actores implicados: el Parlamento Europeo podría tener un papel importante en este proceso.

Esta mejora de la armonización debería llevarse a cabo principalmente actuando sobre la estructura de los cursos y las carreras, a la vez que se conserva la diversidad cultural de las universidades individuales, considerada uno de los puntos fuertes más significativos de nuestro sistema, un verdadero patrimonio intelectual europeo. Los MOOC son una oportunidad atractiva para aumentar el número de estudiantes, pero los beneficios de la relación directa entre profesores y estudiantes, y entre los propios estudiantes, así como la importancia de la formación de una verdadera

comunidad en el campus, debería tenerse muy en cuenta. En lo referente a la innovación: 

Crear una "masa crítica" en tecnologías innovadoras clave, mediante la formación de redes de universidades, industrias y administraciones locales, y supervisando cuidadosamente el resultado de las acciones pertinentes.

Colaborar con la Administración Pública para introducir las mejores prácticas en beneficio de toda la comunidad de ciudadanos.

En cuanto a la financiación, haciendo referencia a las universidades públicas: 

Obtener de los gobiernos nacionales un presupuesto plurianual, permitiéndonos así planificar el futuro: esta es la única forma de gestionar nuestras instituciones con un enfoque estratégico.


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Teniendo en cuenta el objetivo de que al menos un 40% de las personas de 30 a 34 años de edad deberán completar estudios de nivel terciario (Estrategia Europa 2020), a la vez que se mantiene o incluso se mejora la calidad de los egresados, es imperativo obtener acceso a recursos mayores, de origen tanto público como privado: para cumplir este objetivo necesitamos mucha más flexibilidad y autonomía administrativa, con el fin de aspirar a cualquier oportunidad financiera.

En este sentido, y teniendo en cuenta además las necesidades de aprendizaje permanente, las infraestructuras educativas deben ser mejoradas.


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Jean-Pierre Gesson

Esta cuestión abarca muchos temas que están interrelacionados (el grado y los estudios de postgrado, la investigación, la organización y administración, los recursos humanos, la internacionalización). No hay modelo modelo universitario que “lo englobe todo”. Las universidades pueden ser públicas o privadas, generales o especializadas, más o menos autónomas, pequeñas o grandes. Determinadas por su propia historia, las universidades son diversas incluso cuando son objeto de las mismas normas tanto estatales como regionales.

uno de los principales objetivos de las universidades en la sociedad del conocimiento, se ha hecho además indispensable para ellas desarrollar y ofrecer su potencial investigador. Dada la siempre creciente competitividad mundial, las universidades están ahora profundamente involucradas en la consolidación de sus aptitudes investigadoras (apoyo financiero, recursos humanos, equipamiento e instalaciones, intercambios, nuevas empresas). De este modo, los estudiantes se sienten atraídos hacia las universidades en función de sus puestos y como todos sabemos los puestos de las universidades se basan generalmente en sus capacidades investigadoras (algo cierto ya que se da principalmente tanto a nivel de Máster como de Doctorado pero menos a nivel de Grado).

La misión última de las universidades es la de enseñar y formar a los estudiantes a todos los niveles por medio de la investigación y en un ambiente de investigación. Una institución sin ese ambiente no se debería considerar Universidad. Tanto la participación como el desarrollo socieconómico son hoy en día

Aunque la investigación es el asunto principal de las universidades, no deberían pasar por alto ni minar la educación de la mayoría de los estudiantes desde que permanece como la misión central y más precisamente en las universidades públicas. Esta cuestión se ha vuelto importante desde que las universidades públicas se muestran indecisas con dos


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misiones que parecen incompatibles: mejorar su capacidad investigadora en un mundo cada vez más competitivo y en formar con éxito a una gran y diversa juventud. Las universidades públicas tienen la intención de formar a todos los estudiantes que pueden matricularse en un grado universitario. Esto significa, en muchos casos, grandes grupos de estudiantes (más de mil en el primer año en la Facultad de Medicina, varios cientos en otras) con limitados índices de éxito. Estos grandes grupos coexisten junto con grupos bastante más pequeños de estudiantes seleccionados normalmente a nivel de máster y en algunos casos ya a nivel de grado. La situación es diferente para escuelas universitarias y universidades privadas. Las escuelas universitarias (ingeniería, negocios) están reguladas por diferentes normas, tienen grupos pequeños y seleccionados de estudiantes y por tanto, unos índices elevados tanto de éxito como de empleabilidad. Las universidades privadas, normalmente de pequeño tamaño, concentran a menudo una cantidad concreta de materias atrayentes sin hacer énfasis en la investigación.

Actualmente, en muchos países, hay una clara tendencia hacia una mayor autonomía de las universidades públicas. La idea de verse negativamente como presupuesto público está decayendo parcialmente pero también, en un aspecto más positivo, desde que dicha autonomía permite más flexibilidad. Más flexibilidad en la estrategia y política universitaria quiere decir que cada universidad tiene que encontrar su propia

manera de alcanzar el mejor grado de desarrollo posible en un contexto ya dado. Durante los años 90, se puso mucho énfasis en los grados universitarios para asegurar la empleabilidad de una creciente población de estudiantes tanto a nivel de grado como de postgrado. La respuesta ha vinculado el plan de estudios con las demandas del mercado para perfiles específicos, para promover prácticas en empresas públicas y privadas y para contratar profesionales provenientes del sector privado para enseñar. Este enfoque pedagógico ayuda a los estudiantes a integrarse al mercado laboral en un tiempo concreto pero ¿es lo suficientemente eficiente en un mercado laboral tan volátil y sujeto a cambios tan dramáticos? Subestimado al principio por muchos académicos, el uso de las nuevas tecnologías en la enseñanza se desarrolló rápidamente en las últimas décadas (lo mismo podría estar ocurriendo actualmente con los MOOC). Se esperaba que su uso en la educación se diseminara rápidamente y que cambiara las habilidades de aprendizaje de los estudiantes. Indudablemente se han empleado para transmitir los mismos métodos de forma exhaustiva pero la cuestión permanece con respecto a los métodos de enseñanza aplicados. A menudo, las nuevas tecnologías se emplearon para transmitir los mismos materiales y métodos de enseñanza tradicionales. La única ventaja fue ganar tiempo y aportar un refuerzo mucho más atrayente. La documentación electrónica se ha convertido en la norma (a pesar de que los libros de texto son todavía indispensables) siendo más accesible, permitiendo una búsqueda más rápida en bases de datos que crecen cada vez más y ha modificado profundamente los medios empleados en la investigación pero no sus objetivos y metas.


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El uso de las nuevas tecnologías en la enseñanza ha ofrecido también más oportunidades a los estudiantes a la hora de ofrecer lo que deberíamos llamar un conocimiento visual de su disciplina: lo que significa en esencia imágenes, videos, que son importantes para percibir mejor algunos aspectos (tales como los objetos 3D) e incluso juegos (entretenimiento educativo). El verdadero valor añadido ha sido ofrecer a los estudiantes el acceso a las clases online dentro de la institución (por ejemplo con un podcast) y fuera de ella (por ejemplo la llamada “universidad digital”). A pesar de los enormes cambios y del desarrollo de las universidades digitales, la divulgación en ellas está todavía más limitada de lo previsto. Hoy en día, la gente está apostando por los innovadores x-MOOCS (Educación 4.0) con un catálogo cada vez mayor ofertado ya por las universidades a través de diferentes plataformas. Se perciben considerablemente como una modalidad que debe estar presente pero el futuro de los MOOC se debate todavía a pesar de que se puede suponer las oportunidades que podrían ofrecer. ¿Cómo percibiremos los MOOC en el futuro?, ¿cómo una herramienta publicitaria para las mejores universidades del mundo?, ¿cómo una herramienta útil para un aprendizaje o especialización a largo plazo?, ¿cómo parte central o suplementaria del aprendizaje del estudiante o como herramienta para una movilidad conjunta? La cantidad, y quizás la calidad, del contenido digital, así como su divulgación más rápida y extensa tendrá un indudable impacto en la educación pero no debemos subestimar sus consecuencias. El auténtico avance en la enseñanza y el aprendizaje, para beneficio de los estudiantes, se debería entender como nuevas formas de interacción entre los estudiantes y el personal académico. Basados en las nuevas tecnologías, los nuevos métodos

y maneras de interactuar son conocidos. Éstos deben divulgarse ahora en el contexto de un nuevo plan de estudios. No hace falta decir que el trabajo del personal académico y la misión de la institución de origen tendrán que experimentar un enorme cambio.

Como mínimo a nivel de máster, necesitamos formar a los estudiantes para que se adapten a la innovación y a una trayectoria profesional no lineal en un mundo globalizado. Eso significa un conocimiento de la materia (materias básicas) pero también un buen dominio de un conjunto de competencias multidisciplinares (idioma, comunicación, gestión, uso del ordenador,…) y el conocimiento del contexto internacional. Todas estas competencias están incluidas en el plan de estudios de muchos másteres (y grados). Pero la cuestión no es el objetivo: la cuestión es la manera de expresar o transmitir estas competencias a los estudiantes. La respuesta podrían ser las aulas invertidas y la autoevaluación de los propios estudiantes. En primer lugar, comenzaremos con lo evidente:


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Las clases en las aulas son ineficientes para la mayoría de los estudiantes (pero no costosas para la institución).

Los exámenes escritos son necesarios para evaluar el conocimiento académico de los estudiantes pero realmente no les prepara para su futuro profesional. Por otra parte, los exámenes orales consumen tiempo al personal académico pero son útiles para cada estudiante.

La formación práctica es obligatoria en muchas materias pero su coste económico (recursos humanos y equipamiento) es elevado.

Podría existir una amplia brecha entre la formación práctica (de hecho, necesaria en las primeras etapas) y la situación real en un futuro trabajo. Las prácticas ofrecen esa oportunidad y por consiguiente son necesarias.

Apenas se tiene en cuenta el conocimiento o práctica del trabajo en equipo.

Las competencias multidisciplinares no se consideran a menudo como una prioridad para los estudiantes.

Los estudiantes no son conscientes y no saben cómo identificar sus competencias.

La conexión entre investigación y formación se tiene en cuenta normalmente al final del grado o incluso más tarde a nivel de máster.

Para abordar estos temas, el estudiante debe estar involucrado de forma consciente y activa en su educación. No más clases con estudiantes pasivos. En un aula invertida, los estudiantes se involucran de forma activa, tienen de antemano todo el material necesario para el

curso a través de las nuevas tecnologías y las clases programadas e interactivas se usan para preguntar a los profesores y para debatir. Esto implica una gran cantidad de trabajo personal por parte del estudiante. Eso significa también grandes cambios en los objetivos y funciones de los profesores ya que éstos deben estar disponibles para responder preguntas fuera de las clases ordinarias, incluyendo la vía de las nuevas tecnologías. Ofrece al estudiante una gran oportunidad de expresar cuestiones y dudas que controla de forma individual. También le da tiempo de encontrar otras fuentes que podrían ayudarlo a completar su formación (enfoque de Wikipedia o Google). El conocimiento se difunde cada vez más y está más disponible, no siendo el profesor el único que proporciona ese conocimiento.


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En segundo lugar, el estudiante debe estar motivado en su trabajo personal a través de un enfoque basado en proyectos que tenga la intención además de ser un enfoque de trabajo en equipo. Los aspectos interdisciplinares no deben estar minados en este punto. Eso implica al profesor sugerir proyectos relacionados con la materia y hacer el seguimiento hasta el proyecto final y la presentación oral. La formación práctica debe usar tanto aplicaciones informáticas (para reducir el coste y proporcionar acceso a la simulación de experimentos complejos y extensos) como trabajo de laboratorio. La formación por parte de graduados y estudiantes de Doctorado se debería emplear de forma considerable. No hay nada nuevo en ello. La mayor parte de este método ya está funcionando en varias universidades pero se debería difundir considerablemente. A lo dicho, las aulas invertidas deben acompañarse de una autoevaluación que realiza el estudiante para mejorar de verdad el proceso de aprendizaje. Este concepto se desarrolló hace 20 años y las referencias están disponibles en la teoría y en su implementación1. ¿Por qué la autoevaluación? El estudiante se convierte en el jugador principal en su propio proceso de aprendizaje y la relación con el formador se modifica profundamente. Cambiando a un ambiente de aprendizaje colaborativo, se necesita primero dar al estudiante un conocimiento claro y mejorado de los criterios de evaluación (calificaciones) y las habilidades transferibles y multidisciplinares previstas para las futuras empresas. La motivación y autonomía del estudiante aumentan y la crítica permite puntualmente una mejor comprensión de las cualidades y debilidades tanto individuales como grupales (por ejemplo por medio del uso de marcadores en el aula). Se Véase: Student Self-Assessment: The Key to Stronger Student Motivation and Higher Achievement. James H. McMillan, Jessica Hearn, Educational Horizons, 87, pp40-49 (2008) 1

promueve el autoaprendizaje por medio del uso de recursos digitales proporcionados por la institución o por otras organizaciones (universidades, cadenas, agencias nacionales e internacionales,…) que juegan un papel fundamental. La autoevaluación se debe llevar a cabo en pequeños grupos y se deben comentar las críticas. El principal obstáculo para poner en práctica esta estrategia radica tanto en la implicación de los estudiantes como en la del personal académico. Ambos deberían estar convencidos de que este enfoque conlleva un valor añadido a su proceso de aprendizaje. Si la autoevaluación no se lleva a cabo en los institutos, entonces, se debería introducir progresivamente en las universidades con pequeños grupos de estudiantes avanzados. Las funciones relacionadas con la enseñanza del personal académico necesitan redefinirse y con este contexto más flexible, se conducirá a una definición individual de tareas. En algunos países, como Francia, donde el marco nacional universitario incluye solo clases, tutorías y clases de trabajo práctico (de hecho con cierta flexibilidad), los miembros de las facultades se muestran en ocasiones reticentes a un cambio tan drástico. Este cambio en los procesos de formación y aprendizaje también impactan en el ambiente estudiantil que debe adaptarse. Más trabajo personal por parte del estudiante requiere instalaciones como un centro de aprendizaje que ofrezca un gran y sencillo acceso a documentación pero también espacios de colaboración y comunicación para equipos de trabajo. Esta instalación también es un lugar de relajación y de conocer tanto a otros estudiantes de diferentes facultades como también a investigadores. Se necesitan laboratorios abiertos (aulas con laboratorio)


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accesibles a los estudiantes de máster para llevar a cabo experimentos prácticos relacionados con el proyecto, preferiblemente cercanos a los laboratorios de investigación. En 2031, una Universidad moderna debe ser un lugar donde la investigación de alto nivel se lleve a cabo, donde los estudiantes estén profundamente involucrados en su formación, supervisados por un personal formador in situ (experto) necesario para el diseño de los cursos, seguimiento y evaluación. El mejor estudiante no será el único capaz de responder a todas las preguntas en un examen escrito sino el único capaz de utilizar un profundo conocimiento científico (el conocimiento fundamental) en un contexto innovador, multidisciplinario y global. Esto significa que debería valorarse muy positivamente el nivel de habilidad adquirido en las materias además de las principales disciplinas. En 2030, una Universidad moderna tendrá en cuenta el bagaje internacional de sus estudiantes como habilidad esencial, algo demandado por las empresas (no sólo por las habilidades lingüísticas) Nuevamente, la autoevaluación podría ayudar enormemente a promocionar esta vía dentro de una movilidad internacional, a menudo recomendada y otras veces requerida. Se proporcionan muchas más oportunidades a través de un proceso permanente de intercambio entre los estudiantes y los profesores para el análisis de las conocidas barreras culturales. Como conclusión, el continuo cambio en las metodologías de enseñanza y de formación es un gran reto para las universidades y que permanecerá así en los próximos 15 años (un periodo de tiempo relativamente corto). Muchas experiencias como éstas existen, solo se necesita que sean divulgadas en todas las materias para el beneficio de los estudiantes y de la sociedad. ¿Es un sueño o una inminente realidad?


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Louise O. Fresco &

Nuestra característica más valiosa como seres humanos, característica que ocupa un papel central en toda sociedad, es nuestra habilidad de absorber y transferir conocimiento, formular preguntas y establecer analogías. Desde el momento en que la Universidad de Bolonia se fundó en 1088, las universidades de Europa han constituido apoyos físicos y espirituales para el intercambio y desarrollo de estancias y conocimiento. A lo largo de casi mil años, no se ha producido un cambio importante en la manera en la que el conocimiento se transmite. Los estudiantes todavía siguen yendo a los hemiciclos a escuchar a sus profesores. En función de la constumbre, el profesor puede ser interrumpido de vez en cuando por un estudiante que busca una aclaración o una respuesta a una pregunta importante. En muy pocas ocasiones, el conocimiento se transfiere a través del diálogo. Así es cómo funcionaba en el pasado y cómo funciona hoy en día. Esta observación es aún más intrigante, dado que en los últimos doscientos años, la ciencia y los conocimientos científicos han sido los que han estimulado los cambios sociales más importantes. Gracias al conocimiento obtenido

a través del ámbito de la biología, se han mejorado a grandes pasos las técnicas agrícolas y las poblaciones rurales de todo el mundo tienen una mayor seguridad alimentaria. El mismo conocimiento biológico ha proporcionado grandes beneficios para la salud, tanto preventivos como terapéuticos. Y todavía no hemos comenzado a ver ni siquiera resultados superficiales. El poder revolucionario de la física y la química está teniendo incluso un impacto mucho más fuerte y está llegando incluso más lejos. El tiempo y el dinero que gastamos en asegurar necesidades básicas se ha reducido a la mitad en los últimos cien años, y no sólo en Occidente. No podremos nunca entender la importancia real de estos cambios, a menos que hagamos una pausa y nos recordemos a nosotros mismos que hace doscientos años, antes de la modernización de la agricultura, dos de cada tres personas no vivían más allá de los cuarenta años y nueve de diez eran agricultores. Un siglo atrás, más de la mitad de la población mundial estaba seriamente malnutrida. Hoy en día, el veinte por ciento de la población no tiene suficiente para comer y un once por ciento pasa hambre.


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Los últimos veinte años han sido excepcionales en la historia del mundo: Por primera vez en la historia, el crecimiento de la población ha seguido el ritmo del crecimiento económico y no sólo en Occidente, sino en todo el mundo. En los últimos veinte años, mil millones de personas han superado el umbral de la pobreza de 1,25 dólares al día, tres cuartos de ellas en China. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. No hay país en el mundo donde los ingresos no hayan aumentado. Muchos agricultores que antes eran autosuficientes, tienen ahora un rol en el mercado global. La población mundial se ha duplicado en cincuenta años y el número de calorías que cada persona consume ha aumentado en más de un cuarto.

Todo esto se puede atribuir, en gran medida, a los avances en el conocimiento que se han conseguido como resultado de la investigación científica llevada a cabo en nuestras universidades. Irónicamente, las generaciones que más se han beneficiado del avance científico y del crecimiento económico son las más pesimistas y cínicas. La desconfianza hacia la ciencia y el progreso está alejando a Europa del resto del mundo. Fuera de Europa, la gente está confiando en esta misma ciencia y progreso para avanzar. Esta desconfianza es menos inocua de lo que a primera vista parece ser. Lleva a caricaturas, yuxtaposiciones simplistas de lo bueno y lo malo, lo global y local, lo "natural" y artificial. Como si cualquier intervención humana, especialmente ahora, no conllevara automáticamente alguna forma de peligro. No tiene ningún sentido rechazar o idealizar las

intervenciones humanas. Lo que necesitamos hacer es minimizar los efectos, por ejemplo, haciendo que estas intervenciones sean fructíferas. Este es un hecho difícil que las universidades del futuro tienen que asumir. No podemos permitirnos más el encerrarnos en laboratorios de marfil, rodeados de los mejores cerebros y equipamientos más vanguardistas. Tenemos que abrir horizontes y caminos y comprometernos con la sociedad. Y esta sociedad puede, una vez más gracias a la revolución tecnológica y científica, acceder al conocimiento e información en cualquier parte del mundo en cualquier momento. Esta sociedad tiene la capacidad de comunicarse continuamente con cualquier persona e intercambiar ideas e opiniones con miles y miles de personas. Por raro que parezca, esta práctica no está generando un conocimiento más profundo y entendimiento de la ciencia o llevando a cabo la misión de las universidades. Innumerables falsas promesas y "hechos" sin corroborar se están tomando por verdad y podrían ser también responsables de propagar miedos irracionales acerca de la radiación presuntamente producida por los teléfonos móviles y teorías de conspiración sin ningún fundamento acerca de vacunas y recomendaciones sanitarias. Y todo esto son sólo unos pocos ejemplos. Este es el mundo en el que la universidad moderna debe hacerse un hueco. Éste es el debate, el coloquio, el diálogo que se debe asumir. No hace falta decir que se llevarán a cabo peticiones a la organización, a los programas de estudios y a los propios académicos. Las universidades tendrán que aventurarse más en el terreno del diálogo público, tomar parte en el debate y aceptar que el conocimiento ya no es dominio exclusivo de los académicos e institutos científicos. El conocimiento se ha democratizado, pero eso no


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va necesariamente de la mano con un conocimiento profundo de las cuestiones más complejas. Es como si se estuviera haciendo un uso indiscriminado de la navaja de Ockham y como si las explicaciones demasiado simplificadas estuvieran siendo arrebatadas con avidez. En este caso también, las universidades tendrán que asumir su responsabilidad y separar lo falso de lo científico. Anteriormente observé que las universidades europeas apenas han llevado a cabo cambios importantes desde 1088. Esto se aplica principalmente al modo en el que se transfiere el conocimiento. Hacia finales de la Edad Media, los científicos e investigadores se deshicieron de las dificultades del dogma religioso y empezaron a explorar los fenómenos por ellos mismos. Durante el proceso, la investigación se convirtió en una parte inseparable de la vida universitaria. No obstante, el conocimiento generado por esa investigación se transfiere y evalúa de una forma tradicional aún.

¿De verdad podemos creer que los medios de comunicación modernos, la industria musical, los periódicos, la televisión, la fotografía han hecho temblar los viejos cimientos mientras que el mundo de la educación se ha mantenido intacto? Hace diez años, la edad media de la gente que leía el periódico en los Países Bajos era de cuarenta y dos. Ahora es de cincuenta y

dos. El periódico está desapareciendo como medio portador de noticias. Las nuevas generaciones extraen las noticias de sus dispositivos, llamados antiguamente teléfonos móviles. Los académicos son cuidadosos con los nuevos avances, especialmente fuera de su propio ámbito de interés. Y las universidades se aferran a su enfoque tradicional. En los últimos diez años, mi propia universidad, la de Wageningen, ha invertido cientos de millones en nuevos edificios, joyas arquitectónicas, modernas y sostenibles. Lo que se observa ahora en estos edificios son estudiantes moviéndose ajetreadamente de un lado para otro las veinticuatro horas del día-siete días de la semana e innumerables ordenadores conectados a la red haciendo horas extras. Algunos pocos alumnos estudian seriamente en los rincones de la facultad y durante los descansos, mientras que las aulas donde se imparten las clases permanecen vacías la mayor parte del día. El campus moderno está convirtiéndose rápidamente en un centro de actividad, un lugar de encuentro para una generación joven, creativa y con talento que está integrando el conocimiento y educándose a sí misma. Nada podría haberse escapado más de nuestras ideas cuando diseñamos estos edificios. Nuestro sistema educativo estaba todavía delimitado por horarios y, sobre todo, por la presencia física en clase. Por supuesto, esto seguro que va a cambiar. Cuando a mediados del 2014 decidimos, si bien de manera indecisa, desarrollar un Curso En Línea Masivo y Abierto (MOOC) que fuera gratuito, nunca hubiéramos podido imaginar que íbamos a contar con más de 40.000 inscripciones, provenientes de 197 países, desde las islas Maldivas hasta Estados Unidos. Los estudiantes establecían diálogos entre ellos, en el momento en el que pudieron comunicarse en la plataforma. Surgió una comunidad mundial con materiales educativos estupendos con los


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cuales las bases de la ciencia nutricional podían enseñarse y evaluarse en ocho semanas. No obstante, al mismo tiempo en nuestro campus, nuestros estudiantes asistían a clases. La presentación del Curso en Línea Masivo y Abierto significó un sistema educativo totalmente nuevo. Los estudiantes podían elegir lo mejor de lo mejor e ir a cualquier parte en el campus global. Una asignatura en Harvard, un curso en Granada, una conferencia en Shangai... ¡y todo esto sin pagar nada! Tras el lanzamiento de nuestro primer Curso En línea Masivo y Abierto, fue evidente que llamamos la atención de la comunidad de negocios internacional. Habían divisado una oportunidad para unificar el conocimiento de sus empleados esparcidos por todo el mundo. Además, los Cursos En Línea Masivos y Abiertos podrían ser obligatorios a la hora de solicitar un puesto de trabajo. Sólo los candidatos que obtuvieran la titulación podrían pasar a la siguiente fase. Las universidades europeas deben unirse a este sistema y desarrollar un modelo empresarial para este tipo de educación tan moderna e innovadora. O de lo contrario, acabaremos teniendo serios problemas como la industria de la música, televisión y cine. ¿Desaparecerá la educación en el campus con ese modelo? Lo dudo. Pero desde luego que cambiará. La gente seguirá estando motivada por los encuentros personales y las personalidades ilustres del mundo científico seguirán llenando salones de actos e inspirarán a nuevas generaciones en las escuelas de verano. En el campus del futuro, desparecerán las líneas divisorias entre las disciplinas, ya que no habrá división formal o estricta entre las facultades de la educación en línea. En el campus del futuro, el arte y la ciencia se encontrarán, se inspirarán recíprocamente y se enriquecerán para crear un mestizaje misterioso.

El modelo educativo tradicional con su sistema de operar en una sola dirección no resistirá otros mil años. Más que nunca antes, el propio estudiante y el desarrollo personal junto con la elección deberán ser la base fundamental. El campus físico será el lugar de encuentro, el centro de las conversaciones, para el campus global virtual. Los promotores del conocimiento y los investigadores participarán en un diálogo continuado con la sociedad y dispersarán la desconfianza en lo que hasta ahora ha traído tantas cosas buenas. Con este conocimiento, seremos capaces de alimentar, alojar y dar empleo a nueve mil millones de personas que habitarán nuestro planeta dentro de treinta años. Y esos mismos nueve mil millones de personas tendrán acceso al mejor conocimiento cuándo y dónde lo necesiten.


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Rectores espa単oles


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Fernando Galván Reula

José Carlos Gómez Sal

Daniel Peña Sánchez de Rivera

José Alfredo Peris Cancio

José Carlos Gómez Villamandos

José M. Guibert

Manuel Parras Rosa

José Regidor García

César Nombela Cano

Alejandro Tiana Ferrer

Vicente Gotor Santamaría

José Antonio Franco Leemhuis

Carlos Conde Lázaro

Francisco J. Mora Mas

Jaume Casals Pons

Daniel Hernández Ruipérez

Juan M. Viaño Rey

Esteban Morcillo Sánchez


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Daniel Miguel San JosĂŠ

Jordi MontaĂąa

Salustiano Mato de la Iglesia


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Fernando Galván Reula

En los próximos quince años la Universidad en España y en América Latina tiene planteados una serie de retos de formación, movilidad, expansión científica, promoción, proyección y difusión internacional que pueden alcanzar un enorme impacto. Y, a mi juicio, estos retos giran en torno a la lengua española, un instrumento de comunicación poderosísimo por su potencial numérico y de extensión geográfica. Muchas universidades en el mundo se han ido incorporando en los últimos años a la formación de sus estudiantes en inglés, de manera especialmente notoria en el posgrado, pero también en los niveles anteriores. De este modo, universidades europeas en entornos no anglófonos están ahora mismo comenzando a competir con las universidades británicas, norteamericanas, canadienses y australianas, por ejemplo, en la atracción de estudiantes y profesores internacionales procedentes de otros ámbitos geográficos, como Asia y África especialmente, dado que la enseñanza en

inglés facilita mucho la integración de estudiantes que, de otro modo, necesitarían mucho más tiempo de adaptación para aprender lenguas como el alemán, el francés, el holandés u otras. A esa tendencia no es ajeno el peso que han adquirido para el prestigio, relevancia, e incluso para la financiación y supervivencia de las universidades, los rankings internacionales de universidades. Es un hecho incontrovertible que los primeros puestos de esos rankings los ocupan universidades en las que el inglés es la lengua de comunicación, de enseñanza y de investigación. Sin embargo, creo que merece la pena que meditemos sobre la singularidad de las universidades que utilizan el español y sobre el gran contingente de población que usa esta lengua en su comunicación cotidiana. ¿Es que acaso un valor tan importante como este debe ser ignorado, y las universidades españolas y latinoamericanas han de considerarse como si fueran noruegas, holandesas, alemanas o polacas?


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Pensemos que el español lo hablan actualmente más de 500 millones de personas en el mundo (al menos unos 430 millones como lengua materna), distribuidos en más de veinte países. Sin duda el inglés le saca mucha ventaja al español en términos numéricos y de extensión geográfica, pues se calcula que son entre 1.500 y 1.700 millones los que se manejan en esa lengua (aunque solo unos 400 millones, o incluso menos, la tienen como lengua materna). Estas son las dos lenguas verdaderamente internacionales de las que dispone ahora el mundo, pues aunque haya otras (como el chino) con un número superior de hablantes, es evidente que ninguna de ellas puede presumir de la extensión geográfica y cultural del inglés y del español. Por todo ello, las universidades enclavadas en países en los que se habla el español deberían plantearse seriamente responder a los retos que se enuncian a continuación. Y ello incluye a los Estados Unidos, donde la población de origen hispano es ahora superior a los cincuenta millones de personas, y muy probablemente –si las estadísticas no se equivocan— superará fácilmente los cien millones antes de mediados de siglo, un país donde, además, hay cientos de universidades con un importante número de estudiantes y profesores que usan diariamente el español. Prueba de esto último lo ofrece la existencia de la poderosa HACU, “Hispanic Association of Colleges and Universities”. Por ello, creo que, entre todos (universidades, gobiernos y organismos supra-nacionales), debemos responder en positivo a:

Es necesario que se desarrollen programas de reconocimiento académico y de movilidad

entre las universidades del ámbito iberoamericano, para facilitar y favorecer la formación de los universitarios en su primera titulación. Si en Europa se ha demostrado que el programa de movilidad Erasmus ha sido un gran éxito (entre 1987 y 2014 permitió la movilidad de tres millones de estudiantes y de unos trescientos mil profesores y personal universitario), a pesar de las dificultades inherentes a los numerosos idiomas que se usan en las universidades de todo el Viejo Continente, la barrera de la lengua no existe entre las universidades de España y de América Latina. Incluso Brasil, donde cada día son más los estudiantes que se inclinan por aprender español en los niveles pre-universitarios, podría fácilmente sumarse a esta iniciativa, favoreciendo así el intercambio de estudiantes entre prácticamente todos los países de América Central y Sudamérica, sin olvidar obviamente a México, los Estados Unidos, el Caribe de habla hispana y España.


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Este es sin duda un reto fundamental para el desarrollo social y económico de muchos países latinoamericanos, que necesitan contar con profesionales de alta preparación en todos los sectores productivos y en la educación, como ponen en evidencia los estudios más recientes. Su formación en las principales universidades españolas y latinoamericanas es un objetivo más fácilmente alcanzable, en un plazo de tiempo relativamente corto, si se implementan programas de reconocimiento académico de los estudios previos y se fomenta la movilidad hacia los centros de posgrado más competitivos, todo ello en el ámbito idiomático del español. Hay universidades en España, México, Colombia, Chile, Argentina, entre otros países, que podrían sin duda contribuir de modo importante a esa misión.

El desarrollo económico y la extensión de numerosas grandes empresas multinacionales en España y América Latina es un elemento de singular oportunidad para que las universidades, y los gobiernos, alcancen acuerdos con esas empresas e instituciones supra-nacionales al objeto de facilitar la inserción en ellas de los estudiantes universitarios de pregrado y posgrado para realizar periodos de prácticas o pasantías

profesionales. Ello permitiría a los estudiantes optimizar y completar su formación universitaria, y a las empresas e instituciones beneficiarse de un capital humano internacional de alta cualificación, que domina la lengua del país y que no tendría especiales dificultades de adaptación cultural. Sin duda, las ventajas para las empresas son muy evidentes; pero también para los estudiantes universitarios –que adquirirían experiencia profesional en centros e instituciones internacionales— y naturalmente para las universidades, que extenderían su liderazgo intelectual y formativo al sector productivo, enriqueciendo así el conocimiento y la proyección laboral de sus egresados.

Dada la amplia diversidad de situaciones socioeconómicas, laborales, sanitarias y culturales del ámbito geográfico iberoamericano, el fomento de programas de cooperación internacional al desarrollo dirigidos a estudiantes universitarios podría mejorar de forma sustancial las condiciones de vida de una población de más de cuatrocientos millones de personas. No solo se beneficiarían colectivos numerosos que viven ahora en situaciones de precariedad o pobreza extrema, sino también instituciones y regiones completas donde la presencia de millones de estudiantes universitarios de todo el continente y de España potenciaría el bienestar educativo, social, sanitario y cultural de esas poblaciones, y contribuiría al mismo tiempo a la formación más consciente y ética de los futuros egresados universitarios.


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El programa europeo Erasmus ha demostrado que la movilidad e intercambio de los profesores de la misma disciplina entre universidades de países distintos ha favorecido mucho la integración internacional, la formación y cooperación académica de los departamentos, la optimización de recursos tanto humanos como materiales, así como la renovación constante de los planes de estudio tanto en aspectos de contenidos y desarrollo de competencias como metodológicos. Si esto se ha logrado en un contexto de multiplicidad de lenguas, superando las dificultades de adaptación no solo lingüística (profesores que han de enseñar en lenguas distintas de la suya), sino también cultural y en contextos académicos y profesionales muy diversos, el extender esa experiencia a todo el ámbito universitario de habla española daría sin duda resultados mucho más rápidos y previsiblemente más efectivos.

En la mayoría de los países de habla española la investigación y la innovación se desarrollan en el ámbito universitario, a pesar de que algunos pocos países tienen también poderosos organismos públicos de fomento de la investigación. El hecho de que las universidades latinoamericanas y españolas alcanzaran acuerdos de cooperación y de intercambio de investigadores, que sin duda podrían extenderse asimismo, si los gobiernos respectivos así lo decidieran, a otros organismos públicos de investigación, favorecería mucho el espacio iberoamericano del conocimiento, permitiendo y fomentando la colaboración de los grupos de investigación


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más desarrollados, la co-autoría de trabajos científicos, las publicaciones científicas periódicas en español, la cooperación en el desarrollo técnico y empresarial… Todo ello, como es fácil de comprender, contribuiría al desarrollo socio-económico de los países y a generar riqueza y mayor bienestar a sus poblaciones.

Es sabido que una de las carencias más relevantes en la gran mayoría de las universidades iberoamericanas es la reducida cualificación de buena parte de su personal de administración. Este personal constituye, sin embargo, un eje fundamental de la estructura de nuestras instituciones de enseñanza superior e investigación. Sin administradores y técnicos bien formados, difícilmente nuestras universidades mejorarán su eficiencia. Una de las grandes ventajas de constituir una gran red de colaboración inter-universitaria entre América Latina y España sería precisamente que el personal universitario pudiera también participar en los programas de movilidad, como los estudiantes y los profesores e investigadores, de modo que pudiesen acudir a los centros que acreditaran las mejores prácticas profesionales en la gestión. Ello daría lugar, entre otras posibles derivaciones, a la progresiva implementación de programas a distancia (en línea) o semi-presenciales, dirigidos a potenciar la formación en diversas técnicas y habilidades: gestión de recursos humanos, contabilidad y gestión económica, uso de recursos bibliográficos y bibliométricos, captación de estudiantes internacionales, etc.

Existen ya organismos nacionales, en España y en otros países, como el Instituto Cervantes, por ejemplo, así como las Academias de la Lengua, que tienen encomendada la misión de promover la lengua común. Sin embargo, es evidente que, frente a los miles de universidades que compartimos la lengua cervantina en todo el ámbito iberoamericano, poco pueden hacer un par de docenas de instituciones que tienen el mandato legal de preservar y fomentar el español. Algunas de nuestras universidades tienen ya experiencia acreditada en la atracción todos los años de miles de estudiantes internacionales a nuestros campus para aprender español. En España sin duda Alcalá, Granada, o Salamanca, por nombrar solo tres, son ejemplos de ello. Y en otros países, aunque aún no se ha desarrollado hasta el punto en que podría hacerse, se está trabajando también de forma intensa en esa misión. Las Universidades son instituciones especialmente dotadas para desarrollar esta labor, y su cooperación en red permitiría a unas aprender de las experiencias y buenas prácticas de las otras, así como ofrecer entre todas, a los millones de estudiantes potenciales de todo el mundo (singularmente de Asia), un instrumento idóneo para adquirir la lengua española en la variedad y riqueza de sus múltiples manifestaciones en los países que la tienen como lengua oficial o co-oficial.

En estos momentos las universidades del ámbito hispánico, como las de todos los demás ámbitos idiomáticos distintos del inglés, tienen


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un déficit importante en revistas indexadas en JCR (Journal Citation Reports), hasta el extremo de que muchas investigaciones que no se publiquen en inglés no reciben la atención debida, a causa del escaso impacto científico de las revistas en que ven la luz. Así lo ponen de manifiesto las cifras y porcentajes: el 97% de las revistas en JCR, en 2011, publicaban en lengua inglesa, frente al escasísimo 1,18% de revistas en lengua española. No sería realista pensar que esos datos podrían modificarse en un plazo de quince años, evidentemente; pero sí que pueden arbitrarse medidas para mejorar la actuación en algún campo concreto, como el de las revistas en Ciencias Sociales y Humanidades, donde las cifras son algo superiores. Así, una política coherente que buscara fomentar sinergias en estas áreas dentro del ámbito iberoamericano podría incrementar el número de revistas en Ciencias Sociales, por ejemplo, que se consideran en JCR: en 2010 eran 81 las revistas (47 en España, 10 en México, 9 en Chile, 6 en Colombia, 4 en Argentina, 3 en Venezuela, y una en Brasil y otra en Estados Unidos), lo que representaba el 2,97% de las revistas indexadas en ese campo del conocimiento (en total eran 2.731 revistas, de las que 2.384 se publicaron en inglés, el 87,29%). El español, a pesar de la gran distancia que le separa del inglés en este aspecto, es la segunda lengua en la que más revistas de Ciencias Sociales aparecen en JCR. Un impulso a los estudios en este ámbito, y en lengua española, a través de la coordinación y cooperación universitaria iberoamericana, reforzaría sin duda esas publicaciones, contribuyendo de ese modo a ampliar y proyectar al exterior con más vigor el Espacio Iberoamericano del Conocimiento.

Uno de los mecanismos más poderosos con los que contamos para impulsar y proyectar las Humanidades y las Ciencias Sociales del ámbito iberoamericano es la lengua española. Existen ya instituciones e iniciativas encaminadas en esa dirección, como los Premios de Literatura Miguel de Cervantes, del Gobierno de España, o los encuentros de libreros internacionales en español, como la potente Feria del Libro de Guadalajara, en México. Sería muy oportuno que los gobiernos, junto con las universidades, tanto en España como en América Latina, unieran sus esfuerzos –que existen a veces, pero sin que se produzca aún una coordinación entre ellos— para hacer más visible la potencia de la investigación en estas áreas del conocimiento.


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José Carlos Gómez Sal

Si hay algún principio sobre el que la academia y la sociedad parecen estar de acuerdo es en dar por asumido que los valores universitarios se fundamentan en una premisa necesaria, la Autonomía Universitaria, que supone el ejercicio y responsabilidad de una cierta esfera de libertad. Desde los lejanos tiempos de la aparición de las primeras universidades, “como comunidades humanas de profesores y estudiantes, verdadero cuerpo social dedicado al cultivo del saber” la autonomía fue la base de la auténtica creación del conocimiento, y así parece mantenerse hasta nuestros días. Ahora bien, no debe sorprendernos que, en estos primeros años del siglo XXI, los diferentes actores entiendan esta “Autonomía” de diferente modo, puesto que así ha sido también a lo largo de la historia. Si partimos del concepto de Universidad con un objetivo no de lucro, sino como elemento fundamental de creación y transmisión del conocimiento, así como un instrumento clave en la cohesión social, estas universidades (donde deben incluirse las públicas y algunas significativas de las privadas en todo el mundo), dependen financieramente en su mayor parte de los

Estados, de las distintas Administraciones, de las confesiones religiosas o de conjuntos de “mecenas” que en mayor o menor medida tratan de influir en algunos aspectos académicos. Por tanto, podemos señalar que la Autonomía Universitaria va a depender tanto de que las autoridades universitarias hagan valer este principio como de que los entes financiadores también lo acepten, respeten y valoren y no se dejen llevar, sin más, por el simple “quien paga manda”. Hay un pasaje delicioso en la obra “Baudolino” de Humberto Eco que ilustra inteligentemente este equilibrio de poderes, cuando el protagonista conversa con el emperador Federico I Barbarroja allá en los albores del milenio: –

“Podrías hacer una ley en la que reconoces que los maestros de Bolonia son verdaderamente independientes de cualquier otra potestad, tanto del rey como del Papa. Una vez que les has conferido esa dignidad, única en el mundo, ellos afirmarán que según la recta razón, el juicio natural y la tradición, la única ley es la romana y el único que la


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representa es el sacro emperador romano. “Quod principi placuit legis habet vigorem”. –

Y ¿por qué deberían decirlo?

Porque tú les das el derecho de poderlo decir, y no es poco. Así estás contento tú, contentos ellos, y así habláis los dos desde la ventana.”

La Autonomía Universitaria debe ser entendida como un juego de equilibrios entre el concepto fundamental y su aplicación concreta en cada momento y, en cada caso, independientemente de declaraciones y acatamientos voluntariosos y entusiastas de los principios fundamentales. En 1988, cuando se cumplía el noveno centenario de la universidad más antigua de Europa, la de Bolonia, se aprobó en esta ciudad italiana la Carta Magna de las Universidades, suscrita por 775 universidades de 80 países del mundo. En este documento, las universidades proclaman “ante los Estados y ante la conciencia de los pueblos”, los principios fundamentales de la vocación universitaria. Permítaseme resumir estos principios fundamentales que responden a una realidad cultural casi milenaria y nos reafirman en el valor de iniciativas de reflexión conjunta, como esta propuesta de la Universidad de Granada cuando se acerca a su medio siglo de existencia. 1. La universidad —en el seno de sociedades organizadas de forma diversa debido a las condiciones geográficas y a la influencia de la historia— es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y de la enseñanza. Abrirse a las necesidades del mundo contemporáneo exige disponer, para su esfuerzo docente e investigador, de una

independencia moral y científica frente a cualquier poder político, económico e ideológico. 2. En las universidades, la actividad docente es indisociable de la actividad investigadora, a fin de que la enseñanza sea igualmente capaz de seguir la evolución tanto de las necesidades y de las exigencias de la sociedad como de los conocimientos científicos. 3. Siendo la libertad de investigación, de enseñanza y de formación el principio básico de la vida de las universidades, tanto los poderes públicos como las universidades, cada uno en sus respectivos ámbitos de competencia, deben garantizar y promover el respeto a esta exigencia fundamental. 4. La universidad, depositaria de la tradición del humanismo europeo pero con la constante preocupación de alcanzar el saber universal, ignora toda frontera geográfica o política para asumir su misión y afirma la imperiosa necesidad del conocimiento recíproco y de la interacción de las culturas.” Poco hay que añadir para comprender en toda su magnitud estos principios, pero sí es conveniente argumentar y tratar de convencer -y no a los ya conversos-, sobre la trascendencia de nuestros valores y tareas, especialmente en estos tiempos de larga crisis económica, ante una sociedad herida y con preocupaciones cercanas, vitales y cotidianas. Una sociedad que, por ese mismo motivo, puede sentirse más sensible a comentarios y descalificaciones sobre nuestro sistema universitario. Analicemos, por tanto, a la luz de nuestra realidad universitaria y social, algunos de los aspectos anteriormente expuestos.


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Centrándonos en la Autonomía Universitaria. Nuestra propia Constitución Española la reconoce en su artículo 27.10, y ha sido señalada reiteradamente por el Tribunal Constitucional como una especie de derecho fundamental en defensa de nuestra esfera de libertad frente a posibles injerencias. En un importante estudio realizado por la EUA (European University Association), UNIVERSITY AUTONOMY IN EUROPE II The Scoreboard (Nov 2011; EUA Warwick March 2012), se establecen una serie de indicadores para poder determinar el grado de autonomía que presentan los diferentes sistemas universitarios europeos, definiendo cuatro apartados “Autonomía organizativa”, “Autonomía financiera”, “Autonomía de gestión” y “Autonomía académica”. Mencionemos algunos de los indicadores utilizados en cada una de estos apartados: 

En la organizativa: Procedimiento y criterio para la elección de cargos de dirección. Capacidad de creación de estructuras académicas o entidades legales, entre otros.

En lo financiero: Cuantía y tipo de la financiación pública. Capacidad para definir los precios públicos de los estudiantes nacionales o internacionales.

En la gestión: Capacidad para decidir los procedimientos de contratación y los salarios.

En lo académico: Capacidad para determinar el número y la selección de estudiantes, los mecanismos de calidad y el contenido y tipo de los estudios.

Sin entrar en el valor intrínseco que tal tipo de estudios conlleva, puede esperarse que nuestro sistema no se sitúe entre los que mayor grado de autonomía presente. Efectivamente, en una

clasificación de 32 países europeos, España se sitúa entre el 16 y 19 en los ámbitos de organización, financiero y académico, mientras que desciende al puesto 26 en el de gestión. Esto, desde luego, no nos señala como unos buenos usuarios de la autonomía, mientras que son los sistemas anglosajones y nórdicos los mejor calificados. Señalemos que el sistema francés no sale mucho mejor parado que nosotros.

Al estar transferidas las universidades a las Comunidades Autónomas se introduce un mayor grado de complejidad, pues si bien los aspectos académicos dependen de las mismas, no así la investigación, a excepción del País Vasco. Incluso, universidades e investigación dependen de Ministerios diferentes, con lo cual los intereses entrecruzados de universidades, Comunidades Autónomas, y Gobierno Central hacen que la autonomía universitaria sea un ejercicio de funambulismo que no siempre nos lleva a buen puerto. Los gestores universitarios nos movemos entre una necesidad perentoria de denunciar el exceso de burocratización de las estructuras y de los procesos, tanto académicos (ANECA y otras agencias de evaluación) como de investigación (justificaciones) y la demanda de unas reglas claras para todos que potencien la cohesión de nuestro sistema universitario, asegurando unos criterios de calidad que permitan una lógica y transparente competencia sin fomentar desequilibrios. Autonomía no significa hacer lo que uno quiera. Autonomía no significa irresponsabilidad. Autonomía no significa no


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rendir cuentas, ni no implicarse en los problemas reales de la sociedad y nuestro entorno. Singularmente, en el caso de las universidades públicas, la vinculación de nuestros objetivos al interés general y nuestras fuentes principales de financiación nos hacen asumir una importante responsabilidad ante la sociedad y sus instituciones políticas. Esta responsabilidad debería ejercerse de continuo en el seno del Consejo Social de la universidad, en las relaciones con las Administraciones, la Central, la Autonómica y también con la Local, donde se asientan físicamente nuestros campus y nuestras actividades educativas y culturales y con todos los agentes sociales, empresas, fundaciones y asociaciones empresariales. La reafirmación de nuestra autonomía universitaria supone una voluntad local de actuar e incluso la defensa de una visión estratégica definida para cada universidad. ¿Existe esa capacidad estratégica? Los programas de Campus de Excelencia Internacional son un intento importante de estrategia general universitaria, creemos que era un buen camino que se ha quedado a medias, por la ausencia de fondos especiales. En la Universidad de Cantabria así se ha creído y conjuntamente con la UIMP y los agentes sociales, políticos y empresariales agregados en este proyecto, hemos definido y defendido “Cantabria Campus Internacional” como la propuesta de futuro y nuestro modelo de acción para el desarrollo de la región. Recientemente conseguido el sello final de Excelencia, hemos de convocar próximamente a todo “Cantabria Campus Internacional” para, precisamente en ejercicio de la autonomía universitaria, rendir cuentas y analizar los logros y problemas en cada una de las líneas estratégicas, redefinir objetivos y relanzar de nuevo este proyecto que trasciende a las propias universidades y que no es otra cosa que nuestra aportación para una región del conocimiento, activa y en progreso.

La Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, en su artículo 32, referido a la Dedicación del personal docente e investigador, establece que “Las Universidades públicas, en el ejercicio de su autonomía, podrán establecer la distribución de la dedicación del personal docente e investigador a su servicio en cada una de las funciones propias de la Universidad establecidas en la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, siempre de acuerdo con lo establecido en dicha ley y en su desarrollo normativo”. Éste es un aspecto capital para la definición de la autonomía universitaria. Cada universidad debería tener capacidad dentro de las normas de financiación que se le asignen para establecer su plantilla de profesorado en función de la propia definición de sus objetivos. Hay quienes afirman la exclusividad de la universidad para la formación de profesionales, pero esta unidad de docencia e investigación, en una comunidad que sabe combinar la consideración de lo que ya se sabe con la búsqueda de lo que aún no se conoce y trata de ponerlo a disposición de la sociedad, favoreciendo los procesos innovadores, es el signo de excelencia de las mejores universidades. Es evidente que la investigación y la docencia deben ser útiles a la sociedad y que, cuando se acude a recursos públicos, hay que ser muy consciente de los costes de oportunidad y de la obligación de justificar el valor social de lo que se propone. Sin embargo, el que pretenda diseñar universidades a partir de un simple utilitarismo irá en contra de todas aquellas virtudes que han hecho de las grandes universidades del mundo lo que hoy son. Voces se oyen también clamando por la eficacia del sistema americano de universidades, pero no olvidemos que en Norteamérica están las mejores Universidades pero también las peores, no cometamos el


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error de intentar copiar el sistema comenzando por éstas últimas. Autonomía es responsabilidad: hemos de ser libres, pero también entender que esa libertad implica ser diligentes en el autoexamen y en el esfuerzo permanente por la calidad. Creemos que también debería realizarse, en función de la estrategia de futuro de cada universidad, un análisis de capacidades para garantizar el porvenir de nuestros centros universitarios y reformular un mapa de titulaciones efectivo y eficiente, teniendo en cuenta el contexto regional, nacional y europeo. Creemos que debemos mejorar en España los procesos de diseño de la investigación y de transferencia de sus resultados al tejido productivo.

  

Pero estos ejercicios de autonomía pasan por un hecho fundamental, y es la necesaria continuidad en los programas y en los objetivos de nuestro sistema universitario. No podemos estar sujetos a continuos cambios normativos que perturban el trabajo diario de nuestra comunidad universitaria y la hacen objeto de polémicas gratuitas e intencionadas. Estoy convencido que la educación superior, la investigación y la innovación son temas fundamentales que trascienden un periodo legislativo y, por tanto, se hace necesario un verdadero Pacto de Estado para que la autonomía universitaria cobre su verdadero sentido en nuestro mundo actual.


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Daniel Peña Sánchez de Rivera

Se nos ha pedido aportar nuestra visión de la Universidad tomando como horizonte el año 2031, fecha en que la Universidad de Granada celebrará su 500 aniversario. He decidido centrar este pequeño artículo en la situación futura de las universidades en España y en Europa, aunque muy probablemente la mayoría de los cambios en los sistemas docentes provengan de América y Asia, ya que en sus universidades se están llevando cabo importantes innovaciones. En este trabajo analizaremos el impacto que cabe esperar de estos cambios en las instituciones europeas de educación superior. El punto de partida de nuestro análisis será mirar hacia atrás y estudiar las transformaciones que han tenido lugar en las universidades europeas en un periodo similar, es decir, revisar la evolución del sistema universitario desde el año 2000 hasta la fecha. También estudiaremos los cambios que se llevaron a cabo en los 15 años anteriores, esto es, desde 1984 a 1999, periodo de profundas transformaciones en España, no sólo en sus universidades sino en el conjunto de su sociedad. En el año 1983 fue aprobada en España la Ley de Reforma Universitaria (LRU)

para adaptar las universidades españolas a la nueva situación política y social del país creada a raíz de la introducción de la democracia. Esta ley, promovida por el ministro Maravall, abrió el camino hacia muchas otras iniciativas claves, como la Ley de Investigación Científica y Tecnológica de 1986 que regulaba la financiación de la investigación, o la introducción del sistema de evaluación de la actividad científica del profesorado cada 6 años (los sexenios), aprobada en 1992 por el ministro Solana. Como veremos en la próxima sección los cambios de los últimos quince años han sido mucho menos profundos que en los quince anteriores.

En el año 2000 la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) publicó Informe Universidad 2000, dirigido por Josep M. Bricall, anteriormente Rector de la Universidad de Barcelona y presidente de la Asociación Europea de Universidades. Este importante documento presentó un completo análisis de la situación de las universidades españolas en aquel momento y propuso


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numerosos cambios para el futuro. Algunos de los problemas más relevantes considerados en este informe eran los siguientes: 1. Bajo número de graduados en relación con el número de admitidos cada año. 2. Discordancia entre los curricula académicos y el mercado laboral. 3. Necesidad de ajustar los estudios españoles al sistema europeo de educación superior. 4. Localismo en la admisión de estudiantes y profesorado. 5. Deficiente sistema de contratación, remuneración y promoción del profesorado. 6. Escasos recursos e ineficiente asignación que no se basa en los resultados. 7. Pocos recursos para becas a estudiantes de grado. 8. Baja financiación pública y muy poca privada de la I+D. 9. Poco ejecutivo sistema de gobierno y de toma de decisiones. 10. Escasez de movilidad y benchmarking internacional. 11. Falta de programas de calidad basados en evaluaciones externas. 12. Gran uniformidad de estudios y falta de diversificación y especialización Pasados 15 años, la mayor parte de estos problemas siguen sin resolverse. Con respecto a los tres primeros se han llevado a cabo algunas acciones: España ha entrado en el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES)

y la implementación de nuevos grados ha tenido un efecto positivo en los porcentajes de graduación. Asimismo, algunas universidades han hecho un esfuerzo por modificar sus planes de estudio teniendo en cuenta las demandas del mercado. Sin embargo, con respecto a los problemas 4, 5 y 6 no sólo no ha habido avances significativos sino que incluso han empeorado desde el año 2000. Con respecto a las becas para estudiantes, la última modificación introducida por el gobierno va en dirección opuesta a lo recomendado en el Informe Bricall: la importancia de los criterios académicos no sólo no ha disminuido, para así reforzar el papel de las becas como herramienta para garantizar la igualdad de oportunidades, sino que ha aumentado. Además, los recursos asignados para investigación han disminuido, lo que ha provocado un mayor distanciamiento de nuestro país con los países europeos más desarrollados. El principal avance en este periodo ha sido la adaptación al Sistema de Bolonia (EEES), aunque debido a su tardía implementación, con a crisis económica ya comenzada, no se proporcionaron nuevos recursos económicos para mejorar el sistema. Igualmente, la transformación Bolonia e hizo sin modificar el sistema de toma de decisiones de las universidades y, consecuentemente, los planes de estudio modificados sufren los mismos problemas que sus predecesores: los intereses de las facultades y los departamentos para aumentar su poder e influencia han tenido más importancia que buscar la concordancia entre los curricula académicos y el mercado laboral. No se ha aprovechado en general la oportunidad de introducir una educación más flexible, más interdisciplinar y con orientación internacional. Por otra parte, el énfasis en la evaluación continua y la necesidad de una mayor coordinación entre materias que el sistema de Bolonia implica, ha mejorado la tasa de graduados. La reciente apertura de los


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procedimientos de admisión en las universidades españolas es esperable que incremente el número de estudiantes extranjeros, fomentando una mayor movilidad. La iniciativa de los Campus de Excelencia Internacional ha sido otro importante paso en la dirección de orientar hacia resultados la financiación universitaria. Sin embargo, la falta de adjudicación de recursos a este programa, junto con su pérdida de prestigio al abandonar su carácter selectivo inicial, ha hecho que esta iniciativa que podría haber sido muy importante, como lo ha sido en Francia o Alemania, haya fracasado parcialmente en España.

Sin embargo, aunque los cambios legales en las universidades han sido mínimos, la visibilidad internacional de nuestras universidades ha mejorado sustancialmente. En 2003, por ejemplo, únicamente aparecían 5 universidades españolas entre las 400 primeras de los tres rankings internacionales más prestigiosos (ARWU-Shanghai, Times and QS), mientras que en 2014 este número se ha elevado a 9. España es también el país europeo con mayor número de universidades en el ranking “QS Top 50 Under 50” (50 mejores universidades con menos de 50 años de historia) e igualmente con el mayor número de universidades en la recientemente fundada Red de Jóvenes Universidades Europeas de Investigación (Young European Research Universities Network, YERUN) (U. Autónoma de Barcelona, U. Autónoma de Madrid, U. Carlos III de Madrid y U. Pompeu Fabra). Estos éxitos muestran los significativos esfuerzos hechos

por muchas universidades españolas para mejorar su presencia internacional a pesar de la difícil situación económica y la disminución de sus recursos en los últimos seis años. Desde un punto de vista global, en este periodo han tenido lugar cambios muy importantes en los sistemas de educación superior en el mundo. Muchos países europeos han transformado la estructura de sus universidades introduciendo evaluaciones externas que afectan a su financiación pública. . En el norte de Europa, junto a una mayor responsabilidad, se ha introducido más flexibilidad y autonomía. Alemania y Francia comenzaron sus programas de Excelencia para mejorar sus universidades con una importante asignación de recursos que está teniendo excelentes resultados. En Gran Bretaña la evaluación de las universidades a través del proceso de evaluación de la investigación (Research Assessment Exercise) lleva funcionando desde 1986. En la mayoría de los países europeos el sistema de financiación orientado a resultados juega un importante papel. En el resto del mundo, Australia ha seguido una inteligente y exitosa política de atracción de estudiantes extranjeros que, en la actualidad, genera unos ingresos que la convierten en la segunda industria del país. China estableció en 1998 el “Programa 985” para transformar en universidades de primer nivel a 9 de sus más de 2000 universidades, invirtiendo para ello grandes cantidades de dinero. Uno de los resultados de esto proceso fue el nacimiento del más conocido de los rankings universitarios, el “The Shanghai Classification of Universities” (ARWU), que muestra el éxito del programa: en 2003 no había ninguna universidad china entre las 200 primeras de ARWU, mientras que en 2014 hay ya 5. Países como Brasil. Chile, Colombia y México también han establecido programas para mejorar sus universidades con buenos resultados.


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Desde el año 2000 han tenido lugar algunas importantes innovaciones en educación. El MIT (Massachusetts Institute of Technology) comenzó en 2001 la iniciativa “OpenCourseWare” (OCW), donde los materiales de muchos de sus cursos se ofrecen de forma libre y abierta en la web para el uso de cualquier persona interesada. El desarrollo de esta idea dio lugar a la creación de otras plataformas como EDX, Cursera, Udacity, o MiriadaX en España, que ofrecen cursos en línea masivos y en abierto (MOOCs, Massive Open Online Courses). En 2004, Salman Khan, un graduado del MIT, subió a Youtube pequeños videos realizados desde la perspectiva de lo que un estudiante vería si tuviera a su lado un tutor privado que le estuviera explicando matemáticas en una hoja de papel. Paralelamente, desarrolló una serie de ejercicios que el alumno puede utilizar para comprobar si había entendido correctamente la materia. El éxito de esta idea le llevó a fundar la “Khan Academy”, institución sin ánimo de lucro para la educación on-line en el mundo. Algunas universidades líderes están cambiando actualmente sus métodos de enseñanza y compaginan la formación en línea con la educación en las aulas, como en la iniciativa “The Flipped Classroom” (El Aula Invertida): en lugar de recibir en el aula una clase magistral y luego hacer los deberes en casa, los alumnos ven videos educativos sobre esa materia en su casa, hacen ejercicios para comprobar que han entendido correctamente la materia, y posteriormente en el aula se discute sobre el tema y sus aplicaciones y se relacionan los conceptos aprendidos con otras partes de la asignatura o de otras disciplinas. Un resultado importante de la educación en línea es que es posible monitorizar las actividades que cada alumno realiza en el proceso de aprendizaje y obtener gran cantidad de datos con los que podemos

descubrir las dificultades encontradas por los estudiantes y aprovecharlas para mejorar la enseñanza. Desde el punto de vista de la investigación, muchas universidades han avanzado hacia estructuras más flexibles e interdisciplinarias para incentivar la investigación más orientada a la resolución de problemas reales de la sociedad. La innovación y la investigación en colaboración con empresas privadas también han aumentado en las principales universidades del mundo.


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Los tres principales motores que van a ejercer una fuerte influencia para el cambio en las universidades en los próximos 15 años son: (1) una mayor competencia para la captación de estudiantes y recursos en un espacio de educación abierta; (2) enseñanza combinada con la integración de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en la educación; y (3) una nueva relación entre la investigación y la innovación sobre la base de una estrecha cooperación entre las instituciones de investigación públicas y organizaciones privadas. A continuación vamos a analizar los cambios que estas tendencias van a producir en las universidades europeas.

El Espacio Europeo de Educación hará que sea muy fácil para los estudiantes desplazarse de un país a otro y aumentará la competencia para atraer a los estudiantes y los recursos. Muchos buenos estudiantes españoles se moverán para estudiar en las mejores universidades para aprovechar las oportunidades de trabajo de los graduados de estas universidades en toda Europa. Esto aumentará la presión sobre las universidades españolas para competir en un mercado abierto. Las universidades se verán obligadas a especializarse para sobrevivir y encontrar nichos en los que tengan una ventaja competitiva. Habrá una tendencia a separar la financiación de la enseñanza y de la investigación, esta última bajo los auspicios de los consejos científicos nacionales y, cada vez más, de la Unión Europea.

La integración de las TIC y los nuevos métodos de aprendizaje en línea modificará la estructura y la organización de las universidades en España y Europa. El papel del profesor será más público y más abierto al análisis y a la evaluación crítica. Será más difícil ocultar una educación repetitiva dentro de un aula cuando los estudiantes pueden comparar y aprender de otros cursos en todo el mundo. En el pasado un profesor transmitía un conocimiento que no se podía obtener de otra manera, pero ahora las universidades buscarán profesores que proporcionen a los estudiantes herramientas para aprender de forma autónoma. El papel de los estudiantes también va a cambiar, porque van a ser más responsables de su propio aprendizaje. De hecho, cada vez más estudiantes seguirán cursos en línea impartidos por profesores de otras instituciones, de la misma forma que hoy aprenden de los libros escritos por otros profesores en diferentes lugares. Estos cambios pueden conducir a planes de estudio más flexibles basados en la modularidad. El concepto de clase tradicional evolucionará hacia módulos de aprendizaje con objetivos claros y resultados medibles. La modularidad facilita la rápida entrega de instrucciones así como el aprendizaje basado en proyectos, tanto para los estudiantes del propio campus como en todo el mundo. Además, el uso masivo de MOOCs proporcionará a las universidades nuevos grupos de estudiantes adicionales que supondrán nuevos retos para las mismas. La tecnología digital nos permitirá enseñar a muchas más personas de lo que antes era posible con la capacidad tradicional de una universidad, y a su vez también será útil para obtener información vital acerca de cómo aprenden estas personas. La monitorización en línea de su proceso de aprendizaje proporcionará un gran conjunto de datos valiosos para verificar lo que funciona y lo que no, para experimentar con él y, en último término, mejorar la enseñanza.


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La investigación y los recursos para llevarla a cabo también van a cambiar. La mayor parte de la financiación provendrá de Europa para crear el Espacio Europeo de Investigación en el que los investigadores, el conocimiento científico y la tecnología circularán libremente. Veremos un mercado de trabajo abierto para los investigadores con acceso libre de contratación, posibilidad de transferir becas, formación doctoral innovadora y más movilidad entre la industria y la academia. A través del Consejo Europeo de Investigación (ERC) estarán disponibles recursos para la investigación básica que realicen destacados investigadores, si bien la mayor parte de los recursos apoyarán proyectos de grupos formados por equipos multidisciplinares que trabajen en problemas importantes para la sociedad. Estos cambios fomentarán nuevas formas de organización de la investigación en las universidades: los departamentos tradicionales perderán su papel de liderazgo en la investigación y serán reemplazados por centros de investigación que contarán con el apoyo de grandes subvenciones procedentes de recursos públicos y, más frecuentemente, de proyectos conjuntos con industrias y organizaciones privadas. La investigación de vanguardia también estará más conectada a la enseñanza y se espera que los estudiantes de grado de las mejores universidades, como parte de su educación, colaboren en proyectos de investigación reales. Estas tendencias darán lugar a diferentes tipos de universidades. Habrá unas pocas centradas en la investigación en cada país europeo, que proporcionarán estudios de grado, postgrado y doctorado para estudiantes de cualquier parte del mundo y donde se concentrarán los recursos parala investigación. En España estas universidades serán en su gran mayoría públicas, que recibirán fondos especiales de España, así como de la Unión Europea. En estas instituciones la investigación y la innovación serán las actividades básicas y la

enseñanza estará estrechamente conectada con ellas. La mayoría de las universidades en cada país ofrecerán preferentemente enseñanzas de grado. Algunas de ellas, con un cierto número de áreas de investigación destacadas, también ofrecerán estudios de postgrado.

Un tercer tipo de instituciones de educación superior que tendrán una creciente importancia en el futuro son las Escuelas Profesionales Privadas que proporcionarán certificados de competencia en un campo específico, utilizando mayoritariamente la formación en línea. Alguna de las plataformas como EDx, Coursera o Udacity evolucionarán en esta dirección y algunas empresas líderes, tales como Google, pueden entrar de esta manera en el campo de la educación superior. Estos centros serán una fuerte competencia para las universidades que impartan su enseñanza mediante cursos en línea o cursos mixtos, pero no afectarán a las universidades de investigación con cursos presenciales. En conclusión, prevemos muchos cambios importantes en las universidades en España y en Europa, que serán impulsados por las profundas transformaciones que ocurrirán en el mundo globalizado y plano durante los próximos quince años.


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José Alfredo Peris Cancio

El horizonte 2031 obliga a reflexionar sobre la misión de la Universidad hoy con una perspectiva lo suficientemente amplia como para escapar de los riesgos del cortoplacismo y poner de relieve esas preguntas de fondo que a ningún universitario ha de dejar indiferente. Propongo una reflexión vertebrada en torno a cuatro preguntas y una conclusión.

La Universidad por ella misma ha sido una de las expresiones más precisas del ejercicio de la dignidad humana. Quienes tenemos el honor de ser universitarios nos encontramos en una situación privilegiada dentro de nuestra sociedad para poner en acto las mejores potencialidades del ser humano, lo que en lenguaje clásico se articulaba en torno a los llamados trascendentales: buscar la Verdad, aspirar al Bien, gozar con la Belleza, integrarlo todo en la Unidad.

El siglo XX y lo que llevamos del XXI permitió que un ideal de tal naturaleza no quedara restringido a unos pocos dentro de la sociedad, sino que pudiera ser accesible al mayor número posible de beneficiarios. ¿De dónde ha procedido ese impulso? Sin pretender ni siquiera iniciar un análisis genético de las múltiples causas que llevaron allí, sí se puede señalar un dato cultural de consenso muy amplio: la Declaración de los Derechos Humanos de 1948 como reconocimiento de la dignidad de todo ser humano que viene a este mundo, sin restricciones por razón de raza, cultura, sexo, religión... No faltan analistas que perciben contradicción entre ambas dinámicas. Desde distintos foros universitarios, y de un modo muy preciso desde la apología de los llamados rankings universitarios, se recuerda con insistencia la necesidad de que la Universidad sea un lugar competitivo, de reclutamiento de los mejores, de producción científica rentable, de contribución al tejido productivo... lo que apunta a que sea un lugar sólo para unos pocos, los cuales ya se encargarán de ejercer de locomotora del desarrollo. Y consideran que los esfuerzos por hacer una universidad


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accesible para todos -esfuerzo particularmente contrastado en Estados como España en los últimos decenios-, suele traer como consecuencia un debilitamiento de las energías que deberían destinarse a la excelencia y a la competitividad, especialmente en lo que a la investigación, la trasferencia y el desarrollo se refiere. Esta objeción a pocos deja indiferentes, por lo que en contestarla adecuadamente nos jugamos mucho. Y ello obliga a elevar el debate y aludir al modelo de desarrollo: ¿se contribuye mejor a la creación del conocimiento con la metáfora de la locomotora y los vagones, es decir, de un cuerpo de élite que tira de una masa más o menos ajena a la élite de la ciencia y la cultura? ¿O caben otros imaginarios? Sin contestar todavía a este interrogante, conviene regresar al ideal regulativo para todos los Estados que supuso la Declaración Universal de los Derechos Humanos aludida. Con base en ella: ¿se puede garantizar la igual dignidad de todos los seres humanos si no se favorece su participación activa en la creación de los bienes culturales, científicos, intelectuales estéticos? Creo que resulta indispensable retrotraer a la Universidad a la reflexión sobre ambos interrogantes. En la medida en que se consigan respuesta armónicas para ambos, el futuro de la misión universitaria estará mejor garantizado. Ahora sí, volviendo a los modelos de representación, se puede proponer que más que un esbozo "locomotora/vagones", el imaginario más propio de la universidad es el de las "caravanas de inmigración". En este modelo, se necesitan guías, pero guías plenamente implicados con el decurso de la expedición, y completamente conscientes de que no se avanza hacia un futuro

perfectamente delimitado y prefigurado (como ocurre con el ferrocarril y los vagones), sino hacia un futuro abierto, en el que todos nos jugamos mucho, y en el que los más lúcidos no quedan preservados de las distintas experiencias de vulnerabilidad que el ser humano como individuo, familia, nación o sociedad internacional (familia humana) no deja de experimentar. Resulta necesario e imprescindible considerar hasta qué punto la última crisis económica padecida por la humanidad desarrollada (en la que seguimos inmersos) puede ser representada así, como una crisis de los tecnócratas del progreso económico que se arrogaron el papel de "conducir todas las locomotoras", y que cuando sus recetas comenzaron a fracasar, diseñaron mecanismos de blindaje frente al resto de la sociedad que estaba sufriendo las peores consecuencias del error, en forma de paro, pobreza, ausencia de vivienda... Quizás nos resulte más acuciante hacerlo desde la Universidad, y explicitar que esta comunidad humana singular, tiene un perfil más solidario, más acostumbrado a soportar la incertidumbre, más apegado a seguir indicando donde se encuentran las verdaderas certezas vitales que nos han de acompañar, que incluyen virtudes tanto éticas como dianoéticas. Frente a otros lugares de creación de conocimiento, la Universidad, tal y como nació en Europa, debe ser el lugar en donde las propuestas de desarrollo humano busquen que verdaderamente sea armónico y universal, siguiendo la bien conocida expresión "todos los derechos" (armónico, sin restricciones) "para todos" (universal, sin exclusiones). Toca ahora volver a la objeción: ¿debilita esto a la Universidad? O en otra versión: ¿la hace inviable o insostenible? Y el imaginario ahora ha de explicitar su convicción de fondo: no hay creación de conocimiento que no parta de la


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individualidad humana, que no arranque de las propias personas. Sólo se invierte en futuro si se invierte en el desarrollo de las personas, en su educación, en su crecimiento, en la remoción de obstáculos y barreras que dificultan ese proceso. Seres vulnerables necesitan comunidades que favorezcan contando, sin avergonzarse de su vulnerabilidad, sabiendo que entre los rostros humanos que nos pueden representar como especie, los privilegiados no son los pretenciosos de sí mismos, sino, los del huérfano, la viuda, el enfermo, el extranjero, el menesteroso... Sólo la libertad intelectual de un universitario -estas expresiones están libremente tomadas de Emmanuel Levinaspuede traducir estas experiencias humanas en discurso que permita que la humanidad prevalezca ante la amenaza de la guerra. ¿Y puede la Universidad en el horizonte del 2031 vivir al margen de que un modelo de desarrollo inarmónico y excluyente no sea el preludio de una guerra, o una de sus expresiones anticipadoras más solapadas? El imaginario de la caravana -¿y quién no ha podido reflexionar sobre ellas en el cine, a decir de Stanley Cavell, filosofía cotidiana que a tantos nos acompaña, por medio de la maestría de John Ford, de Raoul Walsh o de Henry Hathaway?- resulta adecuado para distinguir lo que las personas debemos conservar y aquello a lo que debemos renunciar para que la expedición siga adelante. Es igualmente oportuno para desvelar que el proceso general está compuesto por múltiples aventuras solidarias de familia y amistad, a las que se les puede pedir sacrificios sólo y en la medida que se está dispuesto a sacrificarse por ellas, a compartir su ritmo y su proceso. Un modelo de desarrollo con estas características exige repensar las tres funciones rectoras de la Universidad: docencia, investigación y trasferencia.

El panorama del conocimiento dentro de las Universidades no es excesivamente diferente al panorama de la misión de la Universidad. En cada Facultad o en cada centro organizador de estudios se reproduce a su propia escala este mismo debate, con los caracteres diferenciales que proceden de las distintas áreas de conocimiento, entre nosotros, artes y humanidades, ciencias sociales, ciencias, ciencias de la salud, ingeniería y arquitectura.


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El reto es que cada una de ellas cultive y acreciente el bien humano que tiene encomendada su propia actividad universitaria por medio del conocimiento y de la confrontación crítica del mismo ante las nuevas generaciones. Ese es el sentido del contrato: "usted estudiante va a recibir la formación más adecuada para introducirse en una práctica intelectual, científica y profesional, en la que desde el primer momento va a tener oportunidades de implicarse en ella y mejorarla".

Esa práctica intelectual o profesional ya no se concibe como una propiedad exclusiva de la universidad, sino como una encomienda, un encargo de custodia, que convocará a cuantos estén responsablemente comprometidos con ella para su mejora. La Universidad, la comunidad universitaria concreta del propio centro o Facultad velará por el rigor intelectual, la coherencia pedagógica, la armonización de sus contenidos teóricos y prácticos, la deontología profesional... en alianza con los actores que en la sociedad realizan esas prácticas, y abierta a las expectativas que sus estudiantes tienen sobre las mismas, a través de las cuales realizan su propio proyecto vocacional. La metodología docente está llamada a la consonancia con respecto a ese proceso. El docente, cada vez menos, se considera un mero examinador que controla si el estudiante ha llegado al nivel de conocimientos adecuado, pues lo suyo tiene un sentido mucho más

amplio e integral: ha de comprobar y evaluar cómo mediante esa adquisición de conocimientos/competencias el estudiante va creciendo en el desarrollo de su vocación y en la adquisición de la praxis intelectual, científica y profesional que ha elegido, de tal manera que se vaya respondiendo tanto a lo que la sociedad espera de esa actuación, como a lo que el propio estudiante concibe como su proyecto personal, su vocación universitaria. El interrogante que este planteamiento suele concitar es el siguiente: ¿es compatible una metodología de aprendizaje de conocimientos/competencias con una universidad de amplia base social? O con más precisión, ¿no se trata de una metodología importada de másters, de estudios de posgrado, propios de escuelas de negocio y, por ello, con propensión a la selección de candidatos y al grupo reducido? Las respuestas habituales al mismo conceden gran parte de su sentido, pero luego se bifurcan en dos direcciones: los que lo admiten y consideran que la Universidad del futuro está llamada a ser reducidas y elitista; los que lo admiten y piden más financiación pública para llevarlo a cabo. Ninguna de esas dos respuestas garantiza completamente el éxito del cambio de metodología, pues de lo que se está hablando es de otra cosa más radical: la transformación de la universidad como entorno de aprendizaje, en el que comunidades universitarias comprometidas van verificando la adecuación del proceso con dinámicas que piden salir del binomio profesor/alumno, o incluso, profesor/grupo académico, para funcionar con otra variable: claustro compenetrado/al servicio del alumno/por medio de una buena dinamización del grupo. Entornos de esta naturaleza aumentan notablemente el efecto multiplicador de sus praxis, y, por tanto, la acogida de números no


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reducidos de estudiantes. Sin temor a perder exigencia ni rigor universitario. En efecto, la adquisición de competencias, de conocimientos -personalmente prefiero emplear un término más humanista y hablar de capacidades- no es menos exigente que la evaluación de conocimientos, perjuicio que sigue siendo necesario derribar. Es más, permite realizar un buen discernimiento sobre aquello que es básico en el proceso de aprendizaje, sea de índole ética o de conocimiento, es decir, con un carácter integral. Ningún ejercicio universitario puede ser ajeno al proyecto común de construcción de la ciudad de los derechos humanos.

ser cada vez mejor considerada, la universidad ha de optar por ser algo distinto de lo que ha venido siendo hasta ahora, a saber, un parque científico, un conglomerado de empresas o institutos de investigación. Sin esa opción estratégica, el peso de una universidad y su medición en los rankings se verá cada vez más minimizado. Caben vías intermedias para paliar esa deriva: la universidad puede considerarse la formadora de esos investigadores que nutrirán ese tejido empresarial de innovación y trasferencia, o la universidad tiene que ser la diseñadora de esos parques, de sus opciones estratégicas. Creo que la universidad puede y debe hacer mucho más por la investigación, y hacer lo que sólo ella puede hacer: cultivar la adecuada filosofía y ética de la ciencia. La universidad es el lugar propio para que la ciencia no se convierta en cientificismo, y la agenda de progreso de los derechos humanos penetre en la agenda de los descubrimientos e innovaciones. Sólo hay debate social sobre los objetivos de la ciencia con posibilidades de incidencia real en un contexto universitario. Al margen de la misma el riesgo es claro: o se estará al dictado del mercado, o se estará en el seguidismo de la ideología política potenciada por el poder de turno. La libertad del investigador para regirse con fundamento y ética es la principal aportación de la universidad al progreso científico.

La segunda misión rectora de la universidad, cada vez más importante, comienza a ser de modo creciente un problema para la identidad de la propia misión universitaria. Si la docencia -misión tradicionalmente primera del universitario- se vuelve cada vez más exigente y el tiempo dedicado a la misma va en detrimento del que se puede dedicar a la investigación parece que la universidad se ve abocada a un paralogismo insuperable: para

La tercera misión de la universidad, de contornos más difusos, se ha ido enriqueciendo en los últimos decenios desde la


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convicción de que se trata de una comunidad que recibe tanto de la sociedad, que debe poner todo su empeño en generar retornos hacia la misma. En particular, hay una deuda contraída con todos los que ayudan a sostenerla y no se benefician directamente de sus servicios clásicos. En la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir se ha conseguido que la tercera misión interactúe con la docencia y la investigación, de manera que a través del llamado Campus Capacitas la atención a la persona con discapacidad y la educación inclusiva no fueran un ejercicio supererogatorio, sino que formara parte del cometido estratégico de todo profesor, facultad y centro comprometerse bien en la remoción de los obstáculos que impiden la accesibilidad de la persona con discapacidad, bien en los diseños curriculares que permiten avanzar en su desarrollo humano. La tercera misión de algún modo verifica que lo propio de la Universidad y el horizonte de la dignidad humana y sus derechos avanzan de manera convergente. No resulta adecuado

aportar al tejido productivo, olvidando a las personas que lo hacen posible: hace falta velar por la dignidad del trabajo humano en todos los ámbitos de trasferencia del conocimiento en categorías de productividad.

Un horizonte como el del 2031 obliga a que la Universidad reflexione sobre sí misma, sobre su ser y su misión, y a que la apuesta por la creación del conocimiento explicite el modelo de desarrollo humano sobre el que se asienta. Que el desarrollo sea armónico (todos los derechos) y universal (para todos) no es una utopía inalcanzable. Es la praxis refrendada en multitud de comunidades universitarias, que se conciben a sí mismas como caravanas de progreso, dispuestas a aceptar un futuro abierto con la garantía que suministra la dignidad propia de su ser universitario.


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José Carlos Gómez Villamandos

Plantearnos cómo debe ser la universidad del futuro es plantearnos cómo queremos que sea la sociedad de ese futuro, puesto que sólo como respuesta a las necesidades de la sociedad y sirviendo como motor de cambo social, la universidad puede llegar a cumplir con su propia esencia. Ser centro de estudio, formación e investigación que trasciende de sus muros para proyectarse a la ciudadanía. Es indudable que el escenario de las últimas décadas ha cambiado sustancialmente y la universidad debe ser consciente de esa situación para contribuir a los modificaciones que se precisan para preservar los valores esenciales de nuestra civilización, irrenunciables si queremos mantener los principios de equidad, solidaridad, competencia y competitividad, formar adecuadamente a nuestros estudiantes y realizar una investigación competitiva y transferible. Un cambio imprescindible que debe realizarse en los próximos años, y de forma gradual para no desestabilizar el sistema, es el establecimiento de un nuevo modelo de

financiación que sea reflejo de las políticas y estrategias del Gobierno Central y de los Gobiernos Autonómicos. Un modelo en el que la financiación no esté condicionada de forma prácticamente exclusiva al número de alumnos y de créditos matriculados. Debe ser un modelo que fomente el desarrollo de la investigación, la transferencia, la internacionalización, la formación integral de nuestros estudiantes y la gestión en un marco competitivo. Un modelo de financiación que se proyecte a las políticas, presupuestos y dotación de plazas de cada Universidad. En la actualidad, cada vez son más las universidades que dirigen sus presupuestos a acciones de carácter estratégico, alejándose de los criterios de financiación de la propia universidad basados en el número de alumnos/créditos matriculados, y conjugándose la sostenibilidad de la propia universidad y de sus diferentes centros y estructuras con programas y planes plurianuales que refuerzan aquellos aspectos que cada universidad considera imprescindibles para la mejora continua. Sus presupuestos serán así reflejo de las apuestas estratégicas, más allá de los discursos y puestas en escena.


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Debemos abordar la formación integral de los y las estudiantes, ofreciendo como complemento a la formación de cada titulación actividades que fomenten y permitan desarrollar el trabajo en equipo, el sentido crítico, la solidaridad, la competencia, los valores democráticos y de ciudadanía europea. Estas actividades, que además favorecerán el sentido de pertenencia a la propia universidad, no pueden ser planteadas como algo residual, sino que deben estar integradas en la propia esencia de la formación universitaria y ser signo de excelencia académica de nuestro alumnado.

La docencia reglada que reciben nuestros alumnos no debe limitarse exclusivamente a esos conocimientos prácticos que le permitan afrontar con éxito un futuro laboral inmediato. Debe incluir, debemos recuperar, el conocimiento como valor en sí mismo. Ese conocimiento de las disciplinas que dan versatilidad y capacidad de adaptación a nuestros estudiantes y que no se limita a su tecnificación. Todo ello en un marco de enseñanza en competencias, uniendo conocimiento y práctica, cuya evaluación esté determinada por la capacidad de nuestros estudiantes de mejorar el entorno una vez accedan a la vida laboral a través del emprendimiento (no sólo entendido como capacidad de crear empresas, sino también como la capacidad de dar respuesta a las necesidades de mejora de las empresas o instituciones donde se incorporen) y la innovación, siempre con criterios éticos.

La investigación de calidad, reconocida internacionalmente, debe ser una prioridad de la universidad del siglo XXI. Una investigación que debe ser entendida a su vez como un elemento clave de la internacionalización de la propia universidad, como un eje estratégico en la captación de talento y que, en definitiva, redunda también en atractivo de la propia universidad. Necesitamos una universidad que esté ligada y proyectada a su entorno. La responsabilidad social de la universidad debe ampliarse a favorecer el desarrollo social y económico de la zona en la que se ubica, en la búsqueda de soluciones a los problemas reales más cercanos. Una universidad investigadora y competitiva puede ser un polo de atracción indiscutible para inversiones y desarrollo económico; pero para ello resultan necesarias sinergias con los agentes económicos y sociales. Universidades de primera línea se encuentran hoy en regiones poco competitivas, lo que no deja de ser una paradoja. ¿Qué hace que esa universidad no pueda ser uno de los motores económicos de la zona?

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La internacionalización de la universidad debe ser planteada en términos más cualitativos que cuantitativos. La movilidad ERASMUS ha cumplido y debe seguir cumpliendo la importante misión de “crear” sentimiento y sentido de Europa en las nuevas generaciones. Pero las universidades no debemos medir nuestra tasa de éxito en internacionalización con el cómputo de entrada y salida de estudiantes ni con el cómputo de convenios firmados. Una internacionalización sólida es aquella que nos lleva al establecimiento de conexiones/redes de colaboración docente e investigadora buscando compartir el conocimiento. Para ello, y junto con la visión estratégica de la investigación como herramienta clave de la internacionalización, son los estudios de máster y de doctorado los que deben centrar nuestro esfuerzo tanto para el establecimiento de títulos bilingües como para reforzar la movilidad que permita la obtención de dobles títulos y tesis doctorales con mención internacional y cotutela. En este último caso, con el valor añadido de ofrecer nuevas posibilidades y expectativas de formación y laborales a nuestros doctorandos y doctorandas. Junto a la apuesta estratégica de la universidad debe haber una legislación que permita avanzar en un terreno aun inhóspito y el establecimiento de indicadores

que recojan, como elemento fundamental, la calidad y consolidación de la internacionalización. La transferencia del conocimiento, en todos sus ámbitos, sigue siendo una asignatura pendiente del sistema universitario español en su conjunto, aunque si miramos a la situación de no hace muchos años y la comparamos con la actual podemos comprobar que sí hemos avanzado, aunque nos falta aún que esa transferencia se convierta en una mejora de la competitividad del sector económico. Son muchos los factores que determinan ese mantenimiento de la distancia universidadempresa, y es indudable que ambas debemos recorrer el camino que nos acerque a la otra. El caldo de cultivo que ha motivado una evolución en la mentalidad del sector empresarial y el cambio generacional que se viene produciendo en las empresas deben ser acompañados por una estrategia de fomento de la transferencia en las universidades y cambios en la promoción del personal docente e investigador que reconozca a aquellos que se dedican a la transferencia como elemento innovador del sector productivo. El programa, ya realidad, de campus de excelencia internacional ha supuesto un importante crisol para el establecimiento de relaciones


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universidad-empresa y, lo que es igualmente importante, de universidad-sociedad. En este último campo las universidades, a través del desarrollo de la relación con la cuarta hélice a través de diferentes instrumentos, debemos ser capaces de influir en el cambio de nuestro entorno más cercano, dando respuestas a esas demandas sociales que pueden contribuir a hacer una sociedad más sostenible. Y la clave, lo fundamental para afrontar los retos de ese futuro que ya es presente, es la política de personal que desarrolle cada universidad. Cuando el único criterio para la contratación de personal docente e investigador es la actividad docente corremos el riesgo de transformarnos en lo que no debemos ser. Incorporar criterios de investigación, de mantenimiento e incremento de la productividad en la creación de conocimiento, será lo que marque, como ya viene sucediendo, la diferencia entre universidades. Debemos conseguir, y ese nuevo modelo de financiación que antes mencionaba sería clave en ello, que permeabilice a todas las estructuras universitarias. Una corresponsabilidad bien ejercida, con una apuesta de futuro que ofrezca a los jóvenes que se incorporan a la universidad las herramientas, los medios y el ambiente de trabajo que les permita ser competitivos en su ámbito de conocimiento, tanto en materia docente, como en investigación y transferencia. Ofrecerles una carrera profesional definida, en la que cada hito esté determinado de una forma clara. Necesitamos un sistema universitario que favorezca y permita la movilidad, tanto internacional como nacional, y que esa movilidad y su productividad asociada sea suficientemente considerada.

Y esa política de personal no puede olvidar al personal de administración y servicios. Este colectivo necesita, junto a un justo reconocimiento de su labor, una formación cada vez más especializada, con diseños de estructuras que den respuesta a los retos con los que se enfrenta la universidad, más dinámicos que los actuales y con competencias definidas y evaluables. En definitiva, con un modelo de financiación adecuado que incluya la evaluación de los resultados y unas políticas estables y bien dirigidas, la comunidad universitaria será capaz de dar respuesta a lo que la sociedad espera de ella, siendo impulsora del cambio social y de la economía basada en el conocimiento. Con todo ello no será preciso establecer nuevos modelos de gobernanza de dudoso éxito. Sólo con pequeños reajustes de gobernanza interna que nos permitan una mayor agilidad en la gestión sería suficiente. Difícilmente se podrían haber asumido los cambios vertiginosos de los últimos años sin un sistema de gobernanza que da protagonismo a cada miembro de la comunidad universitaria y a su sentido de pertenencia a la misma.


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José M. Guibert

La Universidad, como institución, es una realidad más que centenaria. En el caso español pronto celebrará sus 800 años la primera universidad que se creó. Reflexionar sobre el sentido de la Universidad sigue siendo necesario para mejorar el servicio que realiza. La pregunta sobre la función social de la Universidad, la pregunta sobre el papel de esta institución o sobre el servicio que realiza, es importante por muchos sentidos. Resulta pertinente en momentos de crisis, de cambio o de simple evaluación. Es fundamental en momentos en que los que hay que definir una estrategia, avanzando una posible visión a varios lustros vista. Es también una pregunta ética. Si entendemos por ética la pregunta sobre lo que se debe hacer o lo que da plenitud y sentido a algo, conocer la función social de una entidad y llevarla a cabo es también un compromiso ético. En este breve análisis de los puntos clave del sentido del quehacer universitario nos podemos centrar en considerar las tres funciones clásicas de la institución universitaria: la docencia, la investigación y la proyección social.

Para analizar la primera de las tres funciones, los procesos de enseñanza-aprendizaje, podemos partir de lo que a mediados del siglo XVI el jesuita español Fernando Ledesma definió como los fines del entonces creado Colegio Romano (actualmente, Universidad Gregoriana). Este entonces rector escribió que los cuatro fines de la universidad pueden resumirse en cuatro conceptos: humanitas, utilitas, iustitia, fides. El primer concepto de esta cuádruple finalidad, “humanitas”, hace referencia a la formación de la persona entera, en especial la formación racional. Una universidad no es un club de deporte, aunque tenga elementos formativos, ni es una empresa o una institución social sin más, donde lo importante es trabajar. ¿Qué hace la universidad y no un colegio de secundaria o una empresa o una asociación? Hacer a la gente pensar, aprender a razonar, tener pensamiento crítico, sistémico, etc.


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Al hablar de “humanitas”, nos podemos también referir una de las primeras teorías de Universidad, la que fomenta el desarrollo de la persona entera y que a veces se denomina la teoría liberal clásica de educación superior y se asocia a personas como W. Humboldt, en la creación de la Universidad de Berlín (1810).

como si fuera una obra de arte. Esto es algo individual; supone una motivación personal y una visión no utilitarista. Formar la personalidad adquiere una dimensión estética y de belleza. La educación tiene este objetivo pues quiere formar el ser interior en su contexto cultural. Es un camino de desarrollo.

Esta teoría destaca la formación de las personas y su autorrealización como aporte que se hace a la sociedad y a su transformación. Nosotros en la Universidad no arreglamos problemas sociales. Formamos personas que si están formadas arreglarán problemas sociales.

La ciencia y lo académico son procesos de búsqueda, no una búsqueda de algo terminado, sino de algo no terminado y que perpetuamente se busca. No es descubrir y repetir cosas a ser aprendidas de libros, sino un acercamiento al aprendizaje, una actitud de la mente, una habilidad y capacidad de pensar, más que un conocimiento especializado.

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En las organizaciones, en general, tenemos experiencia de algunas personas que en su trabajo, tienen más bien unas capacidades limitadas en el desempeño de sus tareas. Otras, en cambio, con más formación, no solo hacen sus tareas correctamente, con autonomía y sin dar problemas, sino que mejoran lo que hay que hacer, dan ideas sobre cómo mejorar y no son dependientes. Esto depende muchas veces de la formación. Por eso formando personas, la universidad genera un bien social. Si recordamos el término con que en alemán se habla de educación (“Bildung”), nos referimos al proceso de adquisición del mundo y de conectarlo con la persona y así interaccionar con el mundo. “Bild” en alemán es “dibujo”: cada persona debe desarrollar su personalidad

Al plantear el término “utilitas” como segundo fin de la institución universitaria, Fernando Ledesma se refería a la ayuda que hace el conocimiento para desenvolverse en la vida, las muchas ventajas para la vida práctica que logra en alumno con lo que ha estudiado. Esta preocupación refleja también otro de los modelos clásicos de Universidad, el que está más cercano a la teoría de la formación profesional. Las universidades aportan expertez e identidad vocacional. Es parecido a lo que a veces se hace hoy dentro de las empresas: sin grandes cuestionamientos intelectuales, la formación interna es muy práctica y dirigida: “en la situación A, aprende a aplicar el método B con la herramienta C”. Hay procedimientos y procesos que hay que aprenderlos y no puedes salir de ahí ni cuestionarlo. También en la época de W. Humbolt, al fundar la citada Universidad de Berlín, se planteó este debate. Napoleón en aquel tiempo ganaba


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guerras y su postura era utilitarista en lo que respecta a las universidades: había transformado las universidades de su país en escuelas técnicas para que formaran a los especialistas que necesitaba. Alemania, con otras tradiciones y queriéndose distinguir de su enemigo, no apoyó la visión utilitarista de los franceses, que también compartían los ilustrados británicos. Distinguían al estudiante con “mente filosófica” del estudiante “de pan y mantequilla”. El objetivo final de la universidad es cultivar la personalidad, no llegar a la verdad. Está dimensión práctica está hoy sobrevalorada y es la menos cuestionada. La búsqueda de empleo y de salidas profesionales es quizá una dimensión que hoy se sobrevalora más que la propia realización o crecimiento personal.

La tercera característica de la educación clásica jesuita hacía referencia a la justicia, entendida como el recto gobierno de los asuntos públicos. La Universidad debe estar atenta a los asuntos globales, no solo preocuparse por el bienestar inmediato de los individuos que tiene dentro (sean estudiantes, sean profesores o staff).

La formación ética, los valores o la virtud son también parte de la vida académica, no algo que se circunscribe a la vida privada o subjetiva de cada individuo. Cada institución tiene un fin social, el fin no es meramente sobrevivir o, menos aún, aprovecharse del sistema, a modo de “clase extractiva” que en vez de cumplir con su función lo que hace es aprovecharse de las bondades del sistema para fomentar un lucro o beneficio propio. Los problemas sociales y globales han de ser el marco desde el que se elaboren los planteamientos académicos, sean las guías de las asignaturas o las políticas de investigación.

La cuarta característica, “fides”, tiene que ver con la promoción de la fe en el ágora pública. En un contexto de universidad confesional católica, se traducirá en formación y pensamiento crítico sobre la fe cristiana. Se trata de ser capaz de razonar y explicar la fe y los valores por los que se opta libremente en un lenguaje culto, coherente con la cultura contemporánea. En un contexto aconfesional o multirreligioso está dimensión de “fides” se traduce en la profundización en cuestiones de sentido y en el trabajo en competencias interculturales. Entender otras formas de pensar, aprender a respetarlas, crear cauces de diálogo interreligioso e intercultural, son nuevos retos para los tiempos que nos vienen.

El paradigma jesuita de hace casi medio milenio nos ha servido hasta ahora para analizar parte de la función universitaria, sobre todo la relacionada con la docencia-


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aprendizaje. Y vemos que los retos que entonces se plantearon siguen siendo actuales. Sin embargo, la Universidad como institución se ha planteado posteriormente dos retos más que marcan su función social: la investigación y la proyección social. El conocimiento y la investigación, que no nacieron necesariamente en la Universidad, posteriormente han marcado la autocomprensión de la institución universitaria. De ahí ha nacido hace un par de siglos atrás la teoría de Universidad como una máquina de investigación. Una de las fuentes de la innovación es el nuevo conocimiento. El conocimiento en sí no es innovación, hay que traducirlo a procesos o productos realizables y vendibles. La correlación entre las tasas de inversión en I+D y el nivel de desarrollo económico de una región o país y el nivel de empleo, es alta. La Universidad tiene un papel ahí. Estas últimas décadas esto ha derivado en ver a la Universidad como una institución implicada en el desarrollo económico regional o nacional, o incluso considerar las instituciones de educación superior como fuente de servicios a las empresas.

La tercera función de la Universidad va más allá de los estudiantes concretos o de lo que se publica científicamente. Hay muchas actividades universitarias que no tienen que ver directamente con el aula o las publicaciones, o solo con ellos, sino que su enfoque está más bien marcado por la relación con el entorno. En la parte final del siglo pasado se ha tomado conciencia de que ésta es también una función de la Universidad y ha adquirido varias denominaciones: social

engagement, community engagement, civic service, social responsibility, etc. Esta función tiene que ver con la relación de la Universidad con el tejido empresarial, el tejido asociativo y el tejido institucional. Las investigaciones que realizamos, mencionado en la sección anterior, no han de tener como objetivo solo publicar por publicar, o demostrar la capacidad de penetración en los grupos editoriales académicos. Han de buscar también un impacto en el entorno, en las instituciones o empresas cercanas. A veces se utiliza la expresión de “valle de la muerte” para indicar el gap o distancia insalvable entre lo que producen ciertos centros tecnológicos o universidades y su utilidad real para la empresa. Las necesidades de las instituciones cercanas han de marcar también las preguntas que atiende la Universidad. La Universidad también puede fomentar, además de convenios con empresas para prácticas, convenios con instituciones sociales para promover experiencias de “aprendizajeservicio”, en las cuales se provoca una experiencia, tutorada, de inmersión del estudiante en entornos de injusticia y de contacto directo con las personas que más sufren en la sociedad.

Lo señalado en los párrafos anteriores es en parte antiguo, formulado hace siglos en algún caso, pero a la vez es actual y hace falta tenerlo en cuenta y reformularlo para los nuevos retos a los que nos encontramos.


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Lo anteriormente descrito tiene implicaciones directas en los sistemas de innovación que van a marcar el devenir de nuestras sociedades. La formación de las personas, “humanitas”, se traduce hoy en formación en competencias, que integran conocimiento, habilidades, destrezas, capacidades, etc. La dimensión “utilitas” se concreta en “aplicabilidad”, que es una de las características de la innovación. La dimensión “iustitia” puede fijarse directamente en algunos de los problemas que afectan negativamente a la innovación: la corrupción o el crecimiento de las desigualdades. La dimensión “fides” también puede ayudar al diálogo cultural e interreligioso. Por su parte, como se ha señalado, la “investigación” es algo clave para una sociedad que quiere especializarse en áreas concretas que sean innovadoras. Por último, la dimensión de “proyección social” obliga a la Universidad a situarse en su entorno como un agente más pero con un rol de fomentar ciertos valores y experiencias necesarios para fomentar la innovación. Los sistemas sociales de innovación pueden verse, entonces, muy beneficiados si la Universidad actualiza sus funciones en campos como los señalados. Unido a lo anterior, como reto futuro, tenemos lo que tiene que ver con los recursos económicos y las regulaciones administrativas en lo que respecta a la Universidad. La Universidad es cada vez más cara, pues queremos cada vez ofrecer más servicios y

atender mejor y de manera más personalizada a los estudiantes. Por otro lado, los recursos públicos tienden a menguar como fruto de la problemática de los déficits y deudas que las administraciones públicas han adquirido en las últimas décadas. Además, aparecen nuevos agentes no universitarios que ofrecen formación que interfieren o compiten con las ofertas universitarias. Por eso los temas legales y económicos deberán ser atendidos de manera nueva por la institución universitaria. Entre los hechos que están haciendo cambiar el modelo de muchas instituciones, organizaciones y empresas tenemos internet. La educación a distancia se está renovando estos lustros gracias a internet y a las facilidades de comunicación. La impartición de asignaturas utiliza cada vez más medios electrónicos (repositorios, chats, etc.) y la comunicación profesor-alumno se realiza de manera nueva. No solo las asignaturas de formación presencial están cambiando, sino que títulos académicos completos se imparten ya por modalidad online. El reto es que los valores clásicos de la Universidad se encarnen en estos nuevos formatos enseñanza no presencial, o más bien “presencial distribuida”. Dicho en otras palabras, el reto es que los nuevos cursos que se ofrezcan online no sean pura mercancía para facturar más, sino que la atención al alumno y su formación se cuiden de manera exquisita. La internacionalización es algo que también marcará cada vez más a la institución universitaria. En el futuro, la proyección local se confundirá con la proyección internacional. Ahora, en las universidades normalmente dos departamentos o áreas distintas atienden por separado las relaciones internacionales y las relaciones institucionales. Sin embargo, cada vez más lo internacional se vuelve local y lo local tiene una dimensión internacional. Cada universidad se convertirá en un “hub” o centro de conexión en el que tendremos que aprender


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a gestionar lo que nos viene de fuera de la institución con lo que ocurre dentro. Y lo que viene de fuera, dará igual que esté a un kilómetro de distancia, a diez, a cien, a mil o a diez mil kilómetros. El mundo es cada vez más pequeño. En conjunto, se presentan muchos retos para la institución universitaria. La vida universitaria, para los profesionales implicados en ella, se hace cada vez más exigente y demandante. Los puestos de trabajo se tornan difíciles y, como en otras profesiones, hay cierta precariedad al

comienzo, la competencia es mucha y la carrera profesional es larga. Son muchas las dificultades. Los recursos, la legalidad e internet pueden ser una ayuda. Sin embargo, las dificultades se compensarán principalmente por renovar el interés y opción personal de los que estamos en la Universidad por valores como los citados en estas páginas y por la concienciación sobre la finalidad y función social de la institución universitaria. Eso nos motivará y hará que en los siguientes lustros renovemos nuestra vida universitaria y el servicio que realizamos.


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Manuel Parras Rosa

Los excesivos cambios normativos a los que están siendo sometidas las universidades españolas, junto a los efectos negativos en su financiación en los últimos años, están ocultando o, al menos, no dejando emerger con toda la fuerza que merece el necesario debate sobre el papel de las universidades en un nuevo contexto social. A mi juicio, y este es el hilo argumental de esta contribución, el asunto está en saber si la Universidad ha de asumir nuevas misiones, incluso si las nuevas responsabilidades universitarias, si es que son necesarias, merecen calificarse como tales. A mi entender, la Universidad, mucho más en estos momentos de crisis económica y de valores, ha de asumir nuevas misiones o nuevas responsabilidades universitarias que, para mí, tienen la categoría de misiones, de tal modo que podemos hablar de distintos “modelos de universidad” en función de la importancia que las universidades les otorguen a dichas misiones

en sus planes estratégicos y/o en las decisiones que se tomen por los órganos colegiados o unipersonales.

En su libro Misión de la Universidad, de 1930, Ortega y Gasset asigna a la Universidad tres misiones irrenunciables: la transmisión de la cultura, la enseñanza de las profesiones y la investigación científica y educación de nuevos hombres de ciencia. Por supuesto, que el papel de la ciencia en la Universidad es esencial, vital, porque sin ciencia ¿qué se enseña? Y sin investigación científica ¿qué ciencia puede haber? Sin duda, estas tres misiones son las principales en la Universidad, pero a lo largo del tiempo las universidades hemos incorporado, con mayor o menor intensidad, otras nuevas que nos demanda la sociedad a la que nos debemos y que, a mi juicio, son: la transferencia de conocimiento al tejido productivo, la inserción laboral y el fomento del espíritu emprendedor, la movilidad


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internacional, la divulgación científica, la formación permanente a lo largo de toda la vida y el liderazgo social. Me referiré, con brevedad, a varias de estas misiones que tienen una importancia capital en la contribución de las universidades al desarrollo territorial, un objetivo esencial para determinadas universidades que, sin renunciar a su natural Universalidad, tienen una gran responsabilidad en el desarrollo territorial de su entorno más próximo, como es el caso, por ejemplo, de la Universidad de Jaén.

En este contexto, cuando hablamos de Universidad y desarrollo territorial solemos restringir el debate y el análisis a la denominada tercera misión universitaria, esto es, a la transferencia de conocimiento al tejido productivo para propiciar e impulsar la innovación, misión a la que, por cierto, también se refería Ortega, en otro de sus libros, La Rebelión de las Masas, cuando señalaba que: “La Universidad ha de incorporar a sus misiones el compromiso de la sociedad y con su tiempo, por lo que ha de depurar un tipo de talento para saber aplicar la ciencia y estar a la altura de los tiempos” (Ortega y Gasset, 1930). Ciertamente, el desempeño de las universidades en la denominada tercera misión universitaria, aunque en realidad debería ser la cuarta si la situamos tras las tres misiones esenciales a las que se refería Ortega, formación, investigación y cultura, es esencial en el binomio Universidad-desarrollo territorial. Es obvio que para transferir conocimiento al tejido productivo ha de haberse generado antes y que ha de ser de calidad. Pero sobre esto no hay discusión alguna, puesto que España ocupa un lugar muy destacado en los indicadores de producción científica (noveno lugar del mundo) e incluso de relevancia de la investigación (décimo segundo). Sin embargo, algo no estaremos haciendo bien cuando España ocupa el lugar 18 de la UE-27 en Innovación, según el Informe de la propia Unión Europea “Innovation Union Scoreboard 2011 (Comisión Europea, 2011). Es necesario, pues, articular mecanismos para que la actitud y la actividad de transferencia se extiendan entre los gestores y el profesorado de las universidades, de tal modo que la aportación de las mismas al desarrollo tecnológico, a la innovación y al emprendimiento sea mayor que la actual. El asunto es complejo porque requiere que se adopten determinadas medidas que van desde la fiscalidad, hasta la motivación del profesorado en su carrera profesional,


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excesivamente escorada, ahora, en elaborar “papers” (sobre este asunto, véase García Quero, 2014). Pero, también, en este asunto de capital importancia para el desarrollo territorial, las universidades hemos de adoptar nuestras propias decisiones. En este sentido, creo, sinceramente, que las universidades hemos de establecer políticas de investigación que, con independencia de las fuentes de financiación, deberían combinar la libertad y el derecho a la autonomía temática del investigador, junto con líneas de trabajo y de investigación que respondan a opciones definidas con criterios de priorización a nivel institucional, entre los que han de destacar su contribución a la mejora del tejido productivo y al empleo del territorio.

Para finalizar con este primer asunto hago mía la propuesta de Senén Barro cuando dice: “A mi juicio una universidad emprendedora ha de hacer de la tercera misión una suerte de emprendimiento integral responsable, precisamente para poner énfasis en dos cuestiones que son de absoluta relevancia: primero conseguir que la actitud y la actividad emprendedoras se extiendan a todas las responsabilidades de la institución, muy singularmente a las de educar e investigar; y segundo, haciéndolo con responsabilidad ética, social y ambiental” (Barro Ameneiro, 2012, pág. 17). No obstante, otorgando a la transferencia de conocimiento el protagonismo que merece, en mi opinión, cuando hablamos de Universidad y desarrollo territorial lo hacemos de un

concepto, de un constructo amplio que, a mi juicio, tiene múltiples componentes que son casi coincidentes con el desarrollo armónico y equilibrado de las clásicas y de las nuevas misiones a las que he aludido, y con una finalidad última que no es otra que las Universidades nos impliquemos más directamente de lo que lo hacemos ahora en la mejora del bienestar de nuestro entorno más próximo. En este sentido, es cierto que, a través de la formación y la generación de conocimiento se contribuye a la mejora de este bienestar, pero, ahora, se nos demanda una contribución más directa al desarrollo territorial, apoyada en nuevas formas de hacer las cosas y en hacer cosas nuevas. Me refiero a un compromiso más profundo de las universidades con su territorio más cercano, de tal modo que el desarrollo territorial forme parte nuclear del devenir universitario, a que la contribución al desarrollo territorial sea una cuestión transversal que aglutine, en el seno de un Plan Estratégico, varios proyectos estratégicos. Hemos hablado de la misión de transferencia, pero también hemos de hablar, por cierto cada día con más insistencia, de dinamización cultural porque la Universidad tiene una misión esencial cada día más olvidada la de hacer hombres y mujeres cultos, la de dotar de vigor cultural a la sociedad. También hemos de referimos a la cooperación y el compromiso con los agentes más implicados en el progreso socioeconómico: parques tecnológicos, centros tecnológicos, empresas, por supuesto, etc. Nos hemos de referir, también, a comportamientos con nuestros proveedores: no podemos mantener un discurso de ser una Universidad vinculada al territorio, preocupada por el desarrollo de sus gentes y no priorizar el pago a los proveedores aunque tengamos que hacerlo en detrimento de partidas internas; otro elemento fundamental es la formación permanente a lo largo de toda la vida, también el fomento del espíritu emprendedor, la


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creación de empresas de base tecnológica y, por supuesto, la divulgación científica. Todos estos han de ser, a mi entender, los pilares sobre los que edificar la relación Universidaddesarrollo territorial.

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Me referiré, brevemente, continuando con lo apuntado al inicio de este apartado a tres de estas “nuevas” misiones. En este sentido, creo, sinceramente, que las universidades hemos de hacer mucho más de lo que hacemos en liderazgo social, porque se demanda, con razón, y más en la actualidad, que analicemos críticamente, siempre con pautas científicas y con vocación intelectual, la sociedad a la que pertenecemos, denunciando injusticias y contribuyendo a forjar ciudadanos y ciudadanas con capacidad de respuesta a una sociedad, cada día, más desigual. Como acertadamente apunta Vivanco Díaz, la institución universitaria entrará en crisis no tanto cuando no logre los recursos necesarios para su supervivencia, sino en la medida en que no sea capaz de dar respuesta a las nuevas demandas sociales que le acechan porque si la superación de la crisis económica implica una reformulación del modelo productivo actual, exige también, de modo paralelo, un replanteamiento de los paradigmas universitarios dominantes para ubicarlos eficazmente al servicio de las necesidades más apremiantes de la sociedad y sobre todo de los

colectivos más desfavorecidos. Ciertamente, las Universidades hemos de estar reinventándonos día tras día, reformulándonos nuestro papel, para no correr el riesgo de quedar esclerotizadas. Otro elemento esencial en el binomio Universidad-desarrollo territorial está en el fomento del espíritu emprendedor, no solo entre el alumnado, sino en el seno de la Comunidad Universitaria, pero especialmente entre el profesorado y el alumnado. No olvidemos que el empleo lo crean las empresas, los empresarios. Para ello, el profesorado ha de estar adiestrado en el fomento de este espíritu de emprendimiento; sin embargo, es habitual diseñar instrumentos, medidas destinadas al alumnado y no al profesorado. Esto es un error que hemos de paliar, como hemos hecho en la Universidad de Jaén, con medidas de innovación docente destinadas al profesorado. Hoy es más necesaria que nunca una mayor implicación del profesorado en la formación integral del alumnado, en un contexto poco favorable porque en los últimos tiempos se ha hipertrofiado la investigación en detrimento de la docencia, cuestión sobre la que hemos de trabajar duro las Administraciones y las universidades porque a los estudiantes, además de enseñarles a ser críticos, a aprender a construir y defender sus opiniones y a que mantengan siempre un compromiso con la ética, hemos de enseñarles a ser emprendedores y no me refiero solamente a que despertemos en ellos el gusanillo del empresariado que también, sino a que sean capaces de encarar la vida como una carrera de obstáculos. Finalmente, otra actividad para contribuir a lograr el desarrollo territorial, siquiera sea de forma indirecta, es la divulgación científica porque es conveniente y necesario que la sociedad de nuestro entorno nos note cercanos, que perciba nuestro compromiso con


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el bienestar de la ciudadanía, que acerquemos la ciencia a la sociedad y que despertemos entre los más jóvenes una inquietud por la investigación, por la ciencia, por contribuir al conocimiento. Creo firmemente que la divulgación científica es una obligación del profesorado universitario, tenemos que ser bilingües, en el sentido de utilizar un lenguaje para la ciudadanía distinto, aunque con el mismo rigor, que utilizamos para comunicarnos con nuestros pares. En este sentido, son muy oportunas las reflexiones de Fernando Carrasco, investigador perteneciente al Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa” de Madrid, que dice lo siguiente: “Aprovechemos las oportunidades que tenemos para hacer entender a la gente que la investigación científica es vital para un país avanzado; nuestro esfuerzo divulgativo será recompensado con creces: cuando el ciudadano de a pie conozca la investigación de calidad que se realiza en su país y se sienta orgulloso de ella, cuando sepa que en nuestros laboratorios se realizan descubrimientos útiles para el progreso de la sociedad, cuando llegue incluso a sentir la misma admiración por una personalidad científica que por un deportista o un artista …. Entonces no tardará en exigirle a la autoridad competente que en nuestro país se sitúe a la ciencia en el lugar que merece” (Carrasco Ramiro, 2007).

Las universidades no estamos para adaptarnos al entorno, sino para transformarlo. Hemos de ser motores de cambio y transformación social de la sociedad, en general, y de nuestro

entorno más próximo, en particular. Y para ello, hemos de estar, como señala acertadamente Juan Vázquez, “en permanente estado de transformación. La Universidad es una Institución que no puede vivir sin renovarse, una institución que se compone de una mezcla permanente de tradición e innovación que la ha hecho sobrevivir durante siglos y que está convocada ahora a desempeñar un papel central en la sociedad del conocimiento de nuestros días” (Vázquez García, 2008). Para ello, a mi entender, junto a las misiones clásicas, principales –formación profesional superior, la investigación científica y la transmisión de la cultura- ha de incorporar otras nuevas. Ello no implica que las misiones deban desarrollarse por igual ya que no existe un modelo monolítico de Universidad al que ajustarse. Por eso, el desigual desarrollo de las misiones, la combinación de las mismas en la dosis que cada Universidad entienda que se adapta mejor a sus fortalezas y a su cultura organizativa deriva en distintos “modelos de Universidad”. Aquí también radica la autonomía universitaria, porque como apunta Marcellán, cada Universidad ha de responder a modelos y perfiles propios en permanente dinámica de creación si quiere ser realmente autónoma. Para ello un elemento clave es la estructuración de un Plan Estratégico en el que se explicite lo que una Universidad quiere ser y, por lo tanto, hacer en el medio y largo plazo (Marcellán Español, 2011).


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Referencias Barro Ameneiro, Senén: “Una mejor Universidad para una economía más responsable”, Publicaciones de Real Acadèmia de Doctors, 2012, Barcelona. Comisión Europea: Innovation Union Scoreboard 2011. Research and Innovation Union Scoreboard, PRO INNO Europe. En: http://ec.europa.eu/enterprise/policies/innovation/files/ius-2011_en.pdf. García Quero, Fernando: “Crisis y Universidad: de intelectuales a hacedores de papers”. En: http://www.eldiario.es/zonacritica/Crisis-Universidad-intelectuales-hacedorespapers_6_265683463.html. Carrasco Ramiro, Fernando: “La importancia de la divulgación científica”. En: http://www.madrimasd.org/blogs/biocienciatecnologia/2007/01/12/57117. Marcellán Español, Francisco: “Políticas universitarias en España. Desafíos pendientes”, Documento de Trabajo/3, Studia XXI, Fundación Europea Sociedad y Educación, 2011, Madrid. Ortega y Gasset, José: Misión de la Universidad, 1930, Madrid. Ortega y Gasset, José: La Rebelión de las Masas, 1930, Madrid. Vázquez García, Juan A.: La Universidad en Transformación, Apertura del Curso Académico 2008/09, Publicaciones de la Universidad de Cantabria, 2008, Santander.


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José Regidor García

Las Universidades públicas españolas se encuentran en estos comienzos del siglo XXI ante situaciones complejas que van a transformar de forma radical la enseñanza superior en España. Los desafíos a los que se enfrentan las universidades no deben verse tanto como amenazas sino como una oportunidad para redefinir sus prioridades y sus líneas de actuación. Esta redefinición no significa que la Universidad pública deba dejar de prestar atención a una de sus misiones fundamentales, la de formar a los jóvenes que han de ser los que lideren la sociedad en el nuevo tiempo que nos ha tocado vivir. Al contrario, la responsabilidad que tenemos con la sociedad que nos sustenta nos obliga a trabajar por tener una docencia de calidad y proporcionarle los mejores profesionales. En este sentido, tendremos que diseñar líneas de actuación que permitan ofrecer programas formativos de calidad. Deberemos utilizar instrumentos como la evaluación externa de nuestros títulos, así como obtener reconocimientos externos de calidad y estar en contacto continuo con los grupos de interés para ofrecer una formación de calidad y, al

mismo tiempo, incrementar la empleabilidad de nuestros egresados. Pero, continuar con la misión de formar a nuestros jóvenes no puede ser excusa para no afrontar el necesario análisis que nos debe llevar a una redefinición de nuestro papel en este nuevo tiempo. Varios son los aspectos que consideramos fundamentales en este análisis, la especialización, la captación de talento, el impulso a la transferencia y la innovación, y la internacionalización. La especialización implica detectar aquellas áreas en la que somos excelentes a nivel internacional y aquellas otras en las que podemos alcanzar el mismo nivel con la aplicación de un plan estratégico. Este análisis implica tener que tomar decisiones difíciles sobre la distribución del presupuesto y sobre la política de captación de talento. No solo serán difíciles de aplicar por el hecho de tener que primar un área sobre otra, sino porque estarán condicionadas por las exigencias de comunidad universitaria y por las de la sociedad que no entenderán, en muchas ocasiones, la necesidad de aplicarlas. Pero, en un mundo conectado globalmente, solo la


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diferenciación en docencia, investigación y transferencia e innovación puede garantizar que las Universidades públicas se conviertan en referentes que atraigan a estudiantes y a investigadores.

Una de las prioridades que deben tener las Universidades es captar talento, tanto en el nivel de estudiantes de los tres niveles de formación, como en el de los investigadores. En lo que se refiere a los estudiantes, deberemos ofrecer programas formativos de calidad con reconocimiento internacional, especialmente en los programas de máster y doctorado, potenciando los títulos bilingües e interuniversitarios. En el campo de los investigadores, dos son los problemas que deberán solucionarse para poder llevar a cabo una política efectiva de captación y que escapan de la competencia de las Universidades: el incremento del presupuesto y la flexibilización de las figuras contractuales, lo que está en el ámbito de los gobiernos central y autonómicos. Sin un aumento sustancial del presupuesto y la posibilidad de poder ofrecer contratos específicos vinculados a objetivos y con una retribución acorde con lo que se ofrece en otros países será imposible llevar a cabo una política real de incorporación de investigadores de primer nivel a nuestros grupos. El impulso a la transferencia y la innovación es un elemento fundamental para modificar el modelo productivo de nuestro país, de forma que podamos conseguir una economía sostenible, basada en el conocimiento. Para ello, no solo habrá que crear equipos en los

que haya especialistas en todos los ámbitos de la I+D+i: hay que unir investigadores y expertos en transferencia y en innovación, solo así podremos ofrecer a la sociedad los instrumentos necesarios para el desarrollo del futuro.

La internacionalización es un factor esencial para el futuro para nuestras universidades y debe ser un eje transversal que articule y sustente su política de actuación. Para ello, habrá que tener en cuenta varios aspectos esenciales. En primer lugar, es preciso analizar la posición geoestratégica que se ocupa, pues esta posición determinará el ámbito de actuación más inmediato; no significa que estemos constreñidos a nuestra área de influencia y que no debamos trascenderlos, pero nuestro primer objetivo debe ser constituirnos en referentes en formación, investigación y transferencia e innovación en estos territorios. Asimismo, nuestra política de internacionalización debe estar acompañada por una efectiva alianza con los sectores productivos de nuestro país, para contribuir a transformar el modelo y favorecer el paso a una economía basada en el conocimiento. En segundo lugar, habrá que establecer una política de incentivos que lleve a una convergencia interna que permita aglutinar recursos y esfuerzos en las áreas de excelencia de la Universidad y en aquellas que puedan llegar a tener el mismo nivel. Y al mismo tiempo, llevar a cabo una actuación que


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permita el trabajo coordinado con instituciones y entidades de nuestro entorno más cercano como forma de articular grupos de trabajo más potentes y completamente insertados en la sociedad en la que se encuentra la Universidad. Un ejemplo claro de este es un buen sistema de trabajo lo han sido los Campus de Excelencia Internacional, que han demostrado como la detección de áreas de excelencia en las universidades, el trabajo conjunto entre varias universidades de un mismo ámbito territorial y la coordinación con instituciones y entidades locales han creado sinergias que han permitido incrementar sustancialmente la captación de recursos, la atracción de talento, el incremento de la producción científica, el desarrollo de vías de transferencia e innovación y la visibilidad de las Universidades públicas españolas.


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César Nombela Cano

No concibo la reflexión sobre el futuro de la Universidad, con el horizonte del año 2031, ni como un ejercicio de adivinación, ni tampoco como una propuesta de medidas para atajar una evolución que se pudiera valorar como poco deseable. Dicho sea esto último para señalar que ni soy un nostálgico de un pasado universitario que haya podido valorarse como de esplendor, ni pienso que cualquier cambio que se introduzca –o que surja en algunos sistemas universitarios- haya de valorarse como acertado. Por el contrario, creo que vivimos un cambio en los paradigmas que han dado fundamento a nuestro concepto y visión de la Universidad, pero igualmente pienso que hay algo esencial, inherente a la tarea universitaria más genuina, que sin duda se mantendrá en las instituciones de educación superior. La Universidad, para ser tal, ha de seguir aspirando al progreso basado en el avance del conocimiento, cultivando el estudio y la reflexión intelectual, con vocación de universalidad, desde luego. No habrá Universidad sin el debate y la crítica

ilustrados, en una permanente búsqueda de las fronteras del saber. Ni tampoco existirá la Universidad sin un mandato de formación de profesionales, adiestrados en el desarrollo de sus tareas, en función del saber más actual y avanzado. A formular esas notas no me desdigo de la afirmación efectuada sobre el cambio de paradigmas. Es más, no me cabe duda que la evolución traerá nuevos proyectos universitarios, capaces de incorporar con originalidad las nuevas demandas que la sociedad sin duda tendrá para las instituciones universitarias. Como igualmente pienso que la suerte que habrán de correr las distintas universidades, en el plazo de tiempo del que hablamos, será desigual. Quienes no afronten ese futuro con competencia estarán abocadas a desaparecer. De ahí mi constante crítica a una de las características del sistema universitario español, la que me parece menos deseable. Nuestro sistema sin duda tiene muchos sectores, departamentos y centros verdaderamente competentes, activos y de nivel internacional. Pero, con frecuencia se ve


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lastrado por la exigencia de sectores de poder (político, universitario) que buscan una igualación de todos, lo que impide esa tensión por el avance, por la mejora, por la competencia –por qué no- es una tensión de autoexigencia, la que ha sido inherente a la mejora de todos los proyectos universitarios, que merecieron tal nombre. En la era de la interdisciplinaridad y la multidisciplinaridad científicas, en momentos como el actual, la Universidad en su raíz más clásica debe, en muchos aspectos, reinventarse como la mejor respuesta para el progreso de la sociedad.

Los cambios de paradigmas se plantean para los tres aspectos “tradicionales” que son definitorios de la Universidad: docencia, investigación y transferencia de conocimiento.

Docencia. El concepto tradicional de docencia universitaria está en continua revisión. Factores, coyunturales si se quiere, no obstante van perfilando nuevas aproximaciones que se transforman en demandas de la sociedad al sistema universitario. Crisis de empleo, surgidas en diferentes circunstancias, acaban provocando exigencias a la Universidad, para atajar las dificultades de empleo de muchos graduados universitarios. Cuando el camino hacia el empleo y ejercicio profesional se despegan de las pautas más tradicionales, cuando se percibe la necesidad de formar nuevos profesionales que la sociedad necesita, se impone una valoración más exigente y queda más patente la cuestión de los costes y el retorno de la inversión. Además, han surgido otros proveedores de educación (escuelas de negocios) cuya aportación resulta decisiva para la mejora de las expectativas de empleo. En cualquier caso, el cambio fundamental se basa en el manejo de la información. Los tiempos en los que el profesor era quien tenía acceso fundamental a las bibliotecas especializadas, para poner ese conocimiento a disposición del estudiante, han dado paso a una situación la que todo está en la red, accesible al estudiante, como al alcance de cualquiera. ¿Quiere esto decir que la figura del docente resulta menos necesaria? Opino exactamente lo contrario. Hace falta, cada vez más, encontrar la forma de transformar la información en conocimiento. El profesor universitario sigue siendo una figura fundamental, ahora con la imprescindible necesidad de manejar todas las bases de datos y fuentes de información en las que guiar a sus alumnos. La aparición de cursos no presenciales –cuya quintaesencia viene definida por el acrónimo MOOCS, ilustra esa gran cuestión. A partir de aquí, hay un notable espacio para una creatividad basada en nuevos elementos, hace falta una forma eficaz de aprovechar estos medios, no todo será


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susceptible de una docencia online. La enseñanza online puede tener un notable valor, pero no hay que olvidar que datos fiables muestran que la accesibilidad al empleo es más difícil para aquellos egresados que se han formado totalmente de forma no presencial. Las universidades deben constituir el ámbito por excelencia para la creatividad en la oferta de nuevos títulos garantizando la calidad de los contenidos y el aprovechamiento eficaz de tiempo y recursos.

El profesor universitario, el mejor, el que haga más competitivas a sus instituciones, tendrá que desarrollar los nuevos procedimientos docentes. La evaluación de los resultados, es decir la calidad de la formación, definida por la capacitación y cualificación de los titulados de cualquier nivel, constituirán parámetros que han de identificar a cada institución. Se diversificará el apoyo y tratamiento que ha de recibir cada universidad, en función de sus resultados y funcionamiento. Lo vengo afirmando, la sociedad demanda más calidad universitaria, y en función de todo ello favorecerá más a unos centros que otros. Quienes no quieren ver esta tendencia, quienes abogan por una igualación de todos, por una homogeneidad de todo el sistema, no están contribuyendo a afrontar un futuro que se presenta como inevitable. Investigación y Transferencia. La Universidad sigue siendo el ámbito de creación de conocimiento por excelencia. Pero, en

tiempos recientes se constata á emergencia de una nueva figura la institución AcademiaIndustria. Significa esto que en la creación de conocimiento hay una exigencia creciente de tener en cuenta su transferencia al sistema productivo. Es esencial considerar la colaboración con las empresas, como agentes para desarrollar y manejar ese conocimiento que pueden producir las instituciones académicas. De hecho ha surgido la expresión “Universidad emprendedora”. En octubre de 2002 se produjo una sentencia que se puede valorar como paradigmática. El tribunal federal norteamericano, tras una apelación contra otra sentencia de un tribunal estatal, anulaba ésta última por haber establecido que la Universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte) tenía derecho a exenciones tributarias sobre los beneficios obtenidos en la licencia de sus patentes. Sentenció la instancia federal que las actividades investigadoras de la universidad sirven para “desarrollar sus legítimos objetivos de negocio”, y no deben recibir un tratamiento diferente del de una empresa que busca las ganancias. La consolidación de una institución que podemos llamar post-académica demanda tanto nuevas formas de gestión, como una atención especial desde el punto de vista de las políticas que la sociedad aplique a la organización y gestión de la educación superior. Algunos análisis e iniciativas en Norteamérica, que lidera el desarrollo científico mundial, resultan ilustrativos de cómo corregir desajustes. Cuando se resiente el acceso a estudios de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, las universidades se afanan en competir por incorporar a los mejores estudiantes a sus grupos de investigación en los estudios postgraduados de estos campos. En años recientes, la proporción de estudiantes de China llegó a ser muy elevada, pero ahora disminuye por el crecimiento del número de oportunidades en el país asiático. Algunos legisladores plantean


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relajar las exigencias de inmigración para todos aquellos estudiantes que puedan contribuir a la innovación y mayor productividad. En Estados Unidos el sector privado emplea dos millones de extranjeros expertos en Ciencia e Ingeniería, mientras que diez mil extranjeros obtienen su doctorado anualmente en las universidades de este país. Canadá no se queda atrás en incentivar a los emprendedores en Ciencia y Tecnología de cualquier procedencia.

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Gobernanza. La Universidad del futuro debe ser capaz de responder a estas exigencias, lo que exige sin duda nuevas pautas de organización que sólo serán viables con una organización del gobierno y la gestión de las instituciones adecuada. La autonomía universitaria seguirá siendo el pilar en el que se asienten las instituciones de educación superior. La autonomía universitaria no puede entenderse como autogestión dirigida a satisfacer los intereses internos. Más bien, debe representar una capacidad para organizar y estructurar su propio ámbito académico, en el que la excelencia en el desempeño de la actividad docente e investigadora constituya el objetivo fundamental. Naturalmente, todo ello basado en una rendición de cuentas por parte de los responsables de la gobernanza. Es obvio que vamos hacia modelos distintos de gestión y gobernanza, no en todos los casos cabe la misma estructura. El modelo de Universidad por el que abogo en este artículo debe conducir a una especialización.

Nuevamente creo que hay que seguir censurando esa pretendida uniformidad de nuestro sistema universitario. La diversificación es también fundamental, una diversificación basada en el tamaño, la orientación y la intensidad de la tarea investigadora o una docencia dirigida en la que al especializarse se pueda obtener el éxito.

La Universidad, como institución milenaria ha escrito muchas historias de éxito, fundamentales para el progreso de la Humanidad. Puntos de referencia de todo ello son los modelos de universidad que han marcado pautas en el pasado. La universidad alemana que configuró un modelo (humboldtiano) de centro investigador, basado en la creación de conocimiento; la británica que retuvo tradiciones medievales, enfocada en la transmisión de conocimientos y valores, así como la formación tutorizada; la universidad mediterránea, orientada por el modelo napoléonico francés, que ha destacado más en la formación de élites dirigentes. El momento actual no es el de rememorar todos estos modelos con nostalgia, sino afrontar esa transformación de la que hablábamos precisamente para mantener las esencias fundamentales de acuerdo con las exigencias del momento. En la sociedad actual puede haber, de hecho hay, otros proveedores de docencia y también de investigación, tanto en el sector público como en el privado, que pueden a su vez atraer más inversiones incluso para investigación básica que la propia universidad. La universidad, la universidad pública ciertamente, ha de competir en un escenario inédito hasta hace poco con otras instituciones públicas y privadas, como institución creadora de conocimiento, algo que ha de tenerse muy en cuenta en las reformas


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que se planteen. La universidad debe tener capacidad para adaptarse a esa competencia. No he de concluir sin expresar mi confianza en que la Universidad en España esté en 2031 a la altura de lo necesario. Quienes, como el autor de estas líneas, abogamos de continuo por una autoexigente reforma basamos esta propuesta en la idea de que solo se reforma lo que puede y debe mejorar. Ni comparto el pesimismo de quienes piensan que nuestra universidad no tiene remedio, ni estoy de acuerdo con los que continuamente plantean aplazar esas reformas, alegando necesidad de mayor reflexión. La Universidad en la que creo, la que confío marque pautas en nuestro ámbito dentro de década y media, ha de seguir respondiendo a los mejores valores del ámbito universitario, la creación y transmisión de conocimiento y la responsabilidad en la prestación de su servicio a la sociedad, la propia y la sociedad universal que componemos todos los seres humanos.


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Alejandro Tiana Ferrer

Me permitirá el lector que comience estas líneas con una nota personal: hace casi treinta y cinco años que comencé a trabajar en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), a la que llegué sin conocer exactamente en qué consistía esta modalidad educativa. Recalé en el Instituto de Ciencias de la Educación (ICE), que poco tiempo después se transformaría en el actual Instituto Universitario de Educación a Distancia (IUED). Fue allí donde aprendí los fundamentos de lo que se conoce como educación a distancia y donde llevé a cabo mis primeras publicaciones sobre el tema. Hoy que me invitan a reflexionar sobre el futuro de la educación superior en las próximas décadas, enfoco mi mirada hacia un horizonte de medio plazo, sirviéndome del bagaje que he ido acumulando en mi trayectoria profesional en este campo. He organizado mi aportación a partir de cinco tesis que presento a continuación y que intentaré sostener aunque sea de forma sintética.

Las universidades son una realidad institucional con una larga historia, cuyo origen se remonta a la Edad Media europea. No cabe duda de que han cambiado mucho desde entonces. Las circunstancias que han impulsado su evolución son muy diversas y tienen que ver tanto con los cambios sociales y culturales como con el avance educativo y científico. Aunque parezca un efecto colateral, también las transformaciones producidas en los modos y los medios de comunicación han afectado a la educación en general y a la universidad en particular. Así, a mediados del siglo XIX, la invención del ferrocarril, el despegue de la industria periodística y la expansión de los servicios postales permitieron el desarrollo, aún incipiente, de diversas experiencias de enseñanza por correspondencia. Con el paso de los años, dichas iniciativas se fueron articulando y desarrollando de manera cada vez más formalizada y acabaron llegando a la


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universidad. Los años setenta del siglo XX asistieron a la creación de las primeras universidades a distancia unimodales, del estilo de la Open University inglesa, la UNED española o la FernUniversität alemana (García Aretio, 2015).

Si bien estas novedosas instituciones fueron vistas con recelo por parte de muchos académicos, introdujeron elementos que ampliaron el panorama universitario:  En primer lugar, permitieron establecer relaciones propiamente educativas entre personas que no comparten necesariamente sus coordenadas espaciales y temporales, dando así mayor alcance a la actividad formativa.  En segundo lugar, incorporaron a la enseñanza universitaria a nuevos grupos estudiantiles: personas adultas sin estudios reglados previos pero con capacidad para emprender el estudio universitario, colectivos alejados de las localidades tradicionalmente universitarias o personas con obligaciones laborales o familiares.  En tercer lugar, impulsaron el desarrollo de nuevos instrumentos de comunicación didáctica: materiales impresos concebidos para el estudio independiente, materiales audiovisuales y multimedia, mecanismos de comunicación no presencial o pruebas de autoevaluación y de evaluación a distancia.

En conjunto, cabe afirmar que las universidades a distancia de las décadas finales del siglo XX ampliaron el panorama de la educación superior y universitaria. Quizás su carácter pionero generó algunas suspicacias y resistencias, pero no cabe duda de que abrieron un camino por el que hoy transitan todos los sistemas universitarios.

En las últimas décadas, el avance registrado por las tecnologías de la información y la comunicación ha producido un impacto notable sobre el mundo universitario, sin duda más acusado que en el caso de las tecnologías anteriores. La explicación de este fenómeno es sencilla: las TIC han afectado profundamente a los sistemas de producción, a la organización económica y social, a nuestras pautas culturales, a las relaciones internacionales y a muchos otros ámbitos. La incorporación de las TIC es un proceso inacabado y seguramente inacabable, una realidad ya asentada, pero también abierta a lo inesperado y que afecta al conjunto de nuestras vidas. Lógicamente, las universidades no podían quedar al margen de esta tendencia general. En consecuencia, han informatizado sus sistemas de gestión, presentado su oferta formativa e investigadora a través de Internet, creado campus virtuales, establecido sistemas de apoyo no presencial a los estudiantes y comenzado a producir materiales didácticos interactivos. A la vista de esos cambios, hay quien se pregunta si la universidad ha comprendido realmente las implicaciones y exigencias de la sociedad digital, planteando dudas al respecto. Puede incluso considerarse que la


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construcción de campus virtuales haya desincentivado la verdadera digitalización de la universidad, que debería afectar a aspectos tales como el tipo de enseñanzas que se ofrecen, el modo de abordar la conectividad y el aprendizaje en clave social o la manera de aprovechar la globalización del saber (Pedreño, 2013). Desde esta perspectiva, el reto que actualmente deberían plantearse las universidades consistiría en adaptarse a las exigencias de la sociedad digital, más que en utilizar las TIC manteniendo inalterables sus rasgos tradicionales. Dicho de otro modo, se trataría de incorporar las universidades a la sociedad digital, lo que permitiría dar una respuesta adecuada a los desafíos que hoy se plantean.

Como consecuencia de este proceso de incorporación de las TIC a las instituciones universitarias se han desdibujado las fronteras tradicionalmente existentes entre las universidades presenciales y las universidades a distancia. Desde hace unos años, cada vez más universidades presenciales han comenzado a ofrecer cursos en línea, programas de estudio semipresenciales, cursos autoformativos y otras actividades semejantes. Aunque las aulas y los campus continúan siendo el escenario principal de las actividades universitarias, han ido apareciendo nuevas iniciativas en que la presencia de los estudiantes no es un requisito indispensable para cursar estudios superiores. Los cambios producidos en este sentido son importantes y quizás el caso de los MOOC

(massive open online courses) sea el que mejor los ilustre. Universidades de elite, como Harvard, MIT o Stanford, han lanzado en estos últimos años una oferta de cursos que hubiese resultado difícilmente aceptable por parte de sus autoridades académicas y docentes hace tan solo una década. Los MOOC han introducido una verdadera disrupción en el ámbito universitario, en el que no han dejado de suscitar esperanzas de cambio, al tiempo que han generado críticas e interrogantes (Tiana, 2015). Aunque no se puede decir realmente que la distinción entre enseñanza presencial y a distancia haya desaparecido, no cabe duda de que las fronteras se han vuelto mucho más permeables y menos rígidas que hace solamente una década. Y eso abre nuevas perspectivas de futuro que debemos aprovechar.

Las universidades a distancia han contribuido activamente a generar la situación que acaba de describirse. Muchas de ellas han estado a la cabeza de avances de los que hoy se benefician todas las universidades. Esa situación de vanguardia se debe en buena medida al hecho de que la enseñanza a distancia se haya desarrollado desde sus orígenes aprovechando al máximo los recursos tecnológicos disponibles en cada momento y situación. Esa estrecha conexión con los medios tecnológicos accesibles ha permitido a algunos autores referirse a la educación a distancia como un modo industrializado de educación o como un modelo educativo mediatizado, basado en la aplicación de diversos medios que permiten superar la distancia espacial y temporal.


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Es precisamente esa incorporación de sucesivos recursos tecnológicos la que ha obligado a ampliar la denominación con la que la conocemos, prefiriéndose hablar hoy de educación virtual, en línea o digital, mejor que de enseñanza a distancia. No obstante, por más que hayan cambiado su léxico y sus características concretas, hay dos elementos clave que son y deben ser atendidos de uno u otro modo: la provisión de materiales adecuados para el estudio y el apoyo y orientación al estudiante. Es en estos dos aspectos en los que la contribución de las universidades a distancia ha sido más destacada. Dicha contribución se puede concretar en varias aportaciones fácilmente identificables:  Se ha elaborado y difundido una metodología didáctica rigurosa y de carácter sistemático, que hoy sirve de base para la elaboración de cursos capaces de apoyar el estudio independiente y el aprendizaje autónomo y cooperativo. Las reglas principales de dicha estructura metodológica son bien conocidas y vienen siendo aplicadas en la actualidad por las universidades a distancia y en línea, aunque sus características no sean idénticas en todos los casos.

 Se han producido y difundido un buen número de materiales didácticos digitales e hipertextuales, basados en la combinación de medios y de carácter interactivo, que están permitiendo compartir contenidos y no solo distribuirlos. En muchos casos, dichos materiales están disponibles en repositorios de recursos educativos abiertos. Los materiales que sirven de base a los MOOC son una buena demostración de este tipo de aportación de la enseñanza a distancia a las universidades presenciales.  Se han habilitado nuevos canales diversificados de apoyo al estudiante, basados en el uso de herramientas tales como los foros virtuales, a su vez conectados en muchas ocasiones con diversas redes sociales (generales o específicas), que están permitiendo el establecimiento de una comunicación fluida y rápida entre los estudiantes y de estos con sus docentes.  Se ha configurado una gama diversificada de apoyos al estudio, tanto presenciales como virtuales, que permiten personalizar el aprendizaje. La coexistencia de centros de apoyo, bibliotecas físicas y en línea, tutorías presenciales o virtuales, videoconferencias y chats permite a cada


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estudiante encontrar la combinación de medios y recursos que mejor se adecúe a sus características, estilo de aprendizaje y necesidades prácticas. Este tipo de aportaciones ha venido a confluir con otros cambios relativos a la concepción de los procesos de enseñanza y aprendizaje, la aparición y el desarrollo de un nuevo concepto de aprendizaje a lo largo de la vida, la demanda de nuevos modelos formativos no formales, o la necesidad de acceso a un conocimiento distribuido globalmente. No quiere decir que las universidades a distancia y en línea hayan sido los únicos agentes activos en este proceso de cambio, pero no cabe duda de que su contribución ha sido relevante.

refuerza esta idea al apostar por la tesis de la convergencia entre ambas modalidades, que no resulta en absoluto irreal. De hecho, ya en la actualidad se están produciendo avances que parecen avalar esa idea. Es el caso de la expansión de los modelos de enseñanza en línea y e-learning entre las universidades tradicionales, el desarrollo del denominado aprendizaje mixto (blended learning), que combina en diversas proporciones presencialidad y virtualidad, o la aparición de las conocidas como clases invertidas (flipped classrooms), que transfieren fuera del espacio del aula parte de las actividades de aprendizaje y dedica el tiempo escolar a otra parte de ellas. Esta tendencia, bien de combinación, bien de convergencia, de ambas modalidades deriva de la necesidad que experimentan las universidades de responder a los nuevos desafíos con que se enfrentan:  Por una parte, el imparable crecimiento de la población que demanda estudios superiores está planteando la exigencia de buscar respuestas que permitan atender dicha demanda sin que el coste resulte imposible de afrontar. La enseñanza a distancia y virtual ha demostrado su capacidad para permitir un aprendizaje de calidad, al tiempo que aplica una economía de escala que la hace viable y sostenible. Y las universidades presenciales han demostrado su capacidad para integrar nuevos planteamientos para la enseñanza y el aprendizaje. En estas circunstancias, la oferta de estudios en modalidades mixtas presenta un indudable atractivo.

En este estado de cosas, todo apunta a que el panorama universitario experimentará transformaciones notables en los próximos años en lo que respecta a la combinación de enseñanza presencial y a distancia. Hay quien

 Junto a ello, es posible pensar en combinaciones que desborden incluso las fronteras físicas de los países. Aunque no sea todavía más que un planteamiento incipiente, ya se adivinan movimientos en que asociaciones de universidades de varios países suman esfuerzos para realizar ofertas


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conjuntas de estudios, con distintos tipos de combinaciones de materiales y servicios de apoyo a los estudiantes. Cabe legítimamente pensar si hemos llegado a un estadio de desarrollo en que algunas iniciativas deban superar la escala meramente institucional o incluso la nacional.  Por otra parte, se están produciendo cambios en el ámbito de la educación superior que llevan a replantear las funciones tradicionales de las universidades. Entre ellos pueden mencionarse el creciente solapamiento entre el ámbito universitario y el de la formación profesional, la demanda de acreditación y certificación de las competencias adquiridas en la educación no formal e informal, o la paulatina separación de las funciones docentes tradicionales en sus distintos componentes. El desarrollo de iniciativas con el propósito de dar respuesta a tales retos favorece el

recurso a nuevas combinaciones de actuaciones, capaces de aprovechar lo mejor de cada modalidad.  Por último, los nuevos avances tecnológicos que se están produciendo en la actualidad favorecen la innovación y la búsqueda de nuevas configuraciones metodológicas. Es el caso del aprendizaje a través de dispositivos móviles, que está revolucionando el panorama actual de la formación y la educación. En el momento actual es difícil vaticinar cómo se va a producir exactamente esa combinación de modalidades, qué proporciones relativas ocuparán cada una e incluso si en el futuro asistiremos a una convergencia total. Pero de lo que no cabe duda es que la separación rígida que ha venido existiendo entre las universidades presenciales y las universidades a distancia y virtuales parece tener sus días contados. El futuro está abierto, pero el proceso de cambio no tiene marcha atrás

Referencias García Aretio, L. (2015). Educación a distancia. De la escritura jeroglífica a los MOOC. En Ahijado, M. y Tejero, L. (coords.) La enseñanza a distancia cuarenta años después. Perspectiva y prospectiva. Madrid: Centro de Estudios Universitarios Ramón Areces. Pedreño, A. (2013). Desde la universidad tradicional a la universidad de nuestro tiempo. En Seminario Bienal “La universidad digital”. ¿Es la universidad digital un concepto diferente de la universidad tradicional? Madrid, Cátedra Unesco de Gestión y Política Universitaria [http://www.catedraunesco.es/seminario/20132015/jornada1/Pedreno_universidad_tradicional_universidad_actual.pdf, consultado el 9 de enero de 2015]. Tiana, A. (2015). Los MOOC: promesas y realidades. TELOS. Revista de Pensamiento sobre Comunicación, Tecnología y Sociedad, No. 100.


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Vicente Gotor Santamaría

La Universidad ha cambiado profundamente en el último siglo, no tanto en su función primigenia de formar e investigar, como en esa tercera misión que ya le atribuyó Ortega y Gasset de transferir conocimiento. Hoy, esa transferencia ya no solo se limita a la tecnología o a la relación con la empresa, sino que se extiende a la sociedad. Qué modelo de universidad queremos o hacia qué modelo caminamos. Claramente debemos optar por un modelo competitivo en el ámbito internacional, que capacite a nuestros titulados para ejercer su profesión en cualquier lugar del mundo; un modelo capaz de retener y captar talento, pero al mismo tiempo que estimule la movilidad de nuestros estudiantes e investigadores, que amplíe la colaboración internacional, y que rompa con las fronteras idiomáticas y geográficas. Y este modelo de proyección hacia el exterior debe de ser totalmente compatible con una universidad comprometida con su entorno

territorial, innovadora, y capaz de atraer recursos externos, incentivar el mecenazgo, convertirse en motor activo de transformación del tejido productivo, además de ser un ejemplo de responsabilidad social institucional. Y, finalmente, debemos caminar hacia un modelo que lejos de generar desigualdades, las derribe.

La apuesta clara de presente y futuro pasa por la internacionalización como elemento transversal, tanto en la docencia como en la investigación. Solo con políticas activas enfocadas a conseguir titulados preparados para un mercado laboral cada vez más globalizado y competitivo, que estimulen la movilidad, que incluyan becas y ayudas para garantizar la igualdad de oportunidades, podemos conseguir una universidad moderna, de calidad y adaptada a las necesidades de la sociedad.


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Dos de las piezas imprescindibles en este proceso de internacionalización son el aprendizaje de idiomas y las titulaciones conjuntas. El bilingüismo es, sin duda, uno de los mayores retos a corto plazo. Las universidades españolas tenemos un largo camino por recorrer en ese campo, pero hemos comenzado a dar importantes pasos, en el caso de la Universidad de Oviedo, a través del Campus de Excelencia Internacional. El aumento de grados y másteres universitarios bilingües es un importante activo para la captación de estudiantes extranjeros, especialmente en el ciclo de postgrado. En el futuro, el escenario óptimo es que la práctica totalidad de la oferta académica incluya grupos bilingües y títulos íntegramente en inglés. Es, seguramente, uno de los retos de la universidad pública española.

Esta apuesta por la docencia en otro idioma debe compatibilizarse con un mercado que para nosotros, las universidades españolas, es cada vez más importante: Iberoamérica. Los países de habla hispana han tomado conciencia de la importancia de desarrollar el Espacio Iberoamericano de Conocimiento, como quedó reflejado en el Encuentro Internacional de Rectores auspiciado por Universia en Río de Janeiro en 2014. Las universidades españolas somos un punto de encuentro estratégico. De una parte, somos una puerta de entrada hacia Europa para los estudiantes iberoamericanos, y, de otra, un puente hacia Iberoamérica para los países asiáticos. Debemos aprovechar este potencial para atraer a estudiantes internacionales.

Y para conseguirlo, es fundamental disponer de una oferta de grado atractiva y un postgrado competitivo; una oferta docente transnacional y versátil. La Universidad de Oviedo, por ejemplo, ha impulsado a través de un Centro Internacional de Postgrado la renovación total de los másteres universitarios, facilitando la colaboración con la empresa y los programas conjuntos con universidades extranjeras, además de aumentar el número de Másteres Erasmus Mundus. El cambio de rumbo de esta oferta de postgrado se ha traducido en la captación de alumnos extranjeros, la promoción de estancias temporales de profesores internacionales y mejora de la empleabilidad de nuestros titulados. Algo parecido sucede con el Doctorado. Uno de los retos que tenemos por delante es aumentar el número de tesis en cotutela con universidades extranjeras y mejorar las opciones de nuestros jóvenes investigadores para salir al exterior. Pero también debemos reivindicar el valor del doctorado como uno de los principales elementos de innovación en el ámbito empresarial. Los programas de Doctorados Industriales son aún incipientes en España, pero las primeras experiencias arrojan resultados positivos. Ahora nos toca convencer al tejido productivo de la importancia de incorporar doctores a su plantilla o a su departamento de investigación.

La innovación tecnológica ha facilitado el tránsito a una educación sin fronteras, abierta y accesible para todos. Vivimos la eclosión de las TIC y debemos aprovechar las herramientas a nuestro alcance para modernizar las universidades y adaptarlas a las nuevas demandas de la sociedad. Nuestros estudiantes ya son prácticamente nativos digitales y


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dominan un lenguaje que poco o nada tiene que ver con las universidades del último cuarto de siglo. A los tradicionales campus virtuales se han ido sumando distintas y exitosas iniciativas, como los MOOC (Massive Online Open Courses), cursos accesibles para todo el mundo, que suponen una buena forma de extender el conocimiento y que son una oferta cada vez más habitual de las universidades. No se trata de sustituir el contacto directo entre profesor y alumno sino ampliar las vías de información, poner el conocimiento a disposición de la sociedad. La enseñanza on line facilita la conciliación laboral y la educación y es una herramienta que debe servirnos de apoyo en uno de los retos presentes y futuros de la universidad: la formación a lo largo de la vida. Una de nuestras responsabilidades es facilitar la formación de la población adulta que no cuenta con estudios universitarios y ampliar sus posibilidades de acceder al mercado laboral o mejorar sus condiciones de trabajo.

una forma profunda nuestro papel en la mejora de la empleabilidad de los titulados. En esta línea, es fundamental el fomento de la cultura emprendedora entre los estudiantes, estimulada desde diferentes perspectivas, incluso a través de la incorporación de materias dedicadas a la creación de empresas. Pero sin duda una de las mejores opciones que debemos impulsar a medio y largo plazo es la colaboración con la empresa. Las prácticas externas son una de las principales vías de las que actualmente disponen nuestros jóvenes para acceder al mercado laboral, pero también es importante una mayor relación institucional con el tejido empresarial. El mayor contacto con la empresa ha favorecido que grandes multinacionales recurran cada vez con más frecuencia a los campus a buscar profesionales para sus plantillas.

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El concepto de docencia universitaria va más allá del tradicional modelo de aprendizaje de contenidos, debe formar parte de una estrategia para contribuir además a la empleabilidad, dando así respuesta a uno de los mayores retos de Europa en la actual coyuntura económica: la creación de empleo. Se trata, en definitiva, de favorecer la competitividad de los titulados, facilitarles el acceso al mercado de trabajo, y abrir nuevas opciones. Más allá de nuestra responsabilidad como centro de educación superior de ofrecer una formación de excelencia, debemos abordar de

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La inversión en conocimiento es la más rentable para un país, ya que genera riqueza en recursos humanos, impulsa la investigación


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y la innovación y, como consecuencia, aumenta la competitividad de nuestro sector productivo y genera crecimiento económico. Es fundamental que en este proceso, las instituciones públicas consideren a la universidad como un elemento en el desarrollo regional. Nosotros, las universidades, tenemos el conocimiento para impulsar la investigación, básica y aplicada, que garantiza el progreso de un país, y la innovación tecnológica que puede reactivar el tejido productivo. Tal vez una de las peores consecuencias de esta crisis económica global sea, sin duda, la parálisis que ha sufrido la investigación, con consecuencias negativas para los grupos emergentes y para los jóvenes que han tenido que dejar a un lado su vocación científica por falta de oportunidades. El gasto en I+D ha caído en España de forma drástica en los últimos años, lo que nos lleva a un retroceso en ciencia difícil de recuperar. Pese a todo, las universidades seguimos ocupando un puesto relevante en la

producción científica y hemos hecho una apuesta clara por la investigación como vía de progreso, en muchos casos vinculada directamente al Campus de Excelencia Internacional. Y en este camino ha sido muy importante la especialización y la apertura de nuevas vías para mejorar la transferencia de conocimiento. En nuestro caso, por ejemplo, no elegimos una especialización al azar. Valoramos el potencial investigador de la Universidad de Oviedo y el tejido productivo de una región como Asturias, con una acuciante necesidad de cambiar su modelo e impulsar la innovación y la internacionalización de las empresas, en su mayor parte pymes. La especialización en dos ámbitos científicos a través de sendos clusters: Energía, Medioambiente y Cambio Climático, y Biomedicina y Salud ha sido el punto de partida para impulsar una investigación universitaria implicada en el entorno territorial, y relacionada con centros tecnológicos, instituciones y empresas, competitiva y eficaz en la gestión, y con proyección internacional.


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Los clusters ejercen una labor dinamizadora e institucional muy positiva, participando activamente en la elaboración de la Estrategia de Especialización Inteligente (RIS3) regional, y en la preparación de propuestas de proyectos altamente competitivos, especialmente en el escenario europeo. Además de recursos, necesitamos también reforzar el trabajo en red, la colaboración internacional con otras instituciones, y garantizar el imprescindible relevo generacional. Esto se traduce en retener y captar talento, porque sin personal cualificado, sin investigadores, no puede haber ciencia, ni progreso. El concepto de economía basada del conocimiento refuerza el papel de las universidades como elemento clave del sistema de innovación. La ventaja competitiva de las empresas depende cada vez más del capital intangible, es decir, del conocimiento y de la capacidad de aprendizaje. El Campus de Excelencia Internacional, por ejemplo, ha propiciado un cambio en la visión que el tejido productivo tenía de la universidad. Ahora, es la empresa quien se acerca a la universidad en busca de soluciones a sus necesidades de innovación. Se empieza a ver a la universidad como un proveedor de conocimiento y de servicios científico-tecnológicos, un agente activo que presenta propuestas que pueden mejorar su productividad. Estamos ante el gran reto de la Estrategia de Especialización Inteligente (RIS3). Y en este marco, las universidades debemos ser uno de los principales actores en la toma de decisiones sobre prioridades a la hora de invertir en investigación e innovación, y debemos saber seleccionar las líneas que necesarias para garantizar el progreso.

La financiación es una de las cuestiones que marca la política universitaria. En los últimos

años, la universidad española ha sufrido un grave retroceso en la financiación que recibe de las arcas públicas. Por poner un ejemplo, la Universidad de Oviedo ha sufrido un recorte presupuestario cercano a los cuarenta millones de euros en cinco años. Pese a este complejo escenario, la universidad ha mantenido su compromiso con la sociedad e incluso a desarrollado programas innovadores para ampliar las expectativas de nuestros jóvenes. Para ello, ha recurrido a la búsqueda de financiación externa. Ese nuevo modelo de relación con la empresa al que aludía anteriormente, ha posibilitado también algunas fórmulas de mecenazgo que son todavía escasas y que deberían incrementarse. Los acuerdos y patrocinios en el ámbito de la docencia, la investigación, la acción social y la cultura, han servido para disponer de becas y ayudas dirigidas a facilitar el estudio de postgrado a los estudiantes con mejores expedientes, los programas de bilingüismo, la movilidad internacional y la retención y captación de talento, por poner algún ejemplo. Es un primer paso, pero es necesario incentivar una cultura del mecenazgo entre las grandes empresas e instituciones. Y para ello, deben habilitarse fórmulas que permitan a la empresa ver que su papel como mecenas reporta beneficios sociales e incentive esta vía de financiación.

La verdadera revolución de la universidad en las últimas décadas ha sido el compromiso con su entorno territorial. En los últimos años se ha implantado una nueva forma de relación Universidad-Ciudad-Territorio estableciendo alianzas locales, regionales, nacionales e


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internacionales que siguen el modelo de la cuádruple hélice: universidad, administraciones públicas, sector empresarial y sociedad civil, con el objetivo final de generar impacto socioeconómico en el entorno inmediato.

El compromiso con la sociedad queda reflejado en las políticas de Responsabilidad Social Universitaria. La atención a las personas con necesidades específicas, el desarrollo de políticas de igualdad, la cooperación internacional y las medidas de sostenibilidad son algunas de las líneas que guían el nuevo modelo de Universidad, con campus accesibles y abiertos a la sociedad. Y en esta línea, la universidad ha intensificado sus relaciones con otras instituciones públicas, con entidades y organizaciones de la sociedad civil para convertirse en verdadero proveedor de conocimiento, científico y cultural. La universidad ya no es solo un centro docente e investigador sino que debe ejercer como elemento vertebrador del territorio. Un ejemplo es la Universidad de Oviedo, única institución de educación superior pública en una comunidad de un millón de habitantes, y una alta tasa de envejecimiento, que ha vivido las últimas décadas un proceso de reconversión en los sectores agrario, minero y metalúrgico, y que intenta orientarse hacia un nuevo modelo de economía de mercado y sostenible. Esta universidad, de cuatro siglos de historia, ha entendiendo que su futuro debe dirigirse hacia el liderazgo regional en investigación y transferencia de conocimiento, apostando por la innovación y la

internacionalización como elementos que harán más competitivo el tejido productivo asturiano, ayudarán a generar empleo y contribuirán al crecimiento económico. Este es su gran desafío para el siglo XXI.

La implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) ha sido un reto para las universidades españolas. Ha requerido un importante esfuerzo para adaptarse al nuevo modelo pedagógico del Plan Bolonia, que ha supuesto, además, la reorganización y reducción del número del número de estudios. La Universidad de Oviedo, por ejemplo, ha impulsado una fusión de centros que ha sido puesta como ejemplo de buenas prácticas en el marco de la Estrategia Universidad 2015. Hablar de retos y de futuro de la educación superior implica, sin ninguna duda, aludir a la política educativa fijada por los gobiernos. Las universidades, al menos en España, hemos sufrido durante décadas, distintas reformas educativas que nos han obligado a revisar la organización docente e incluso las metodologías de enseñanza. Ahora que acaba de culminar la implantación del EEES y cuando aún no ha pasado el tiempo suficiente como para evaluar du resultado, se plantea por parte de las autoridades políticas un nuevo cambio que supone volver a revisar todos los estudios. No es el momento para someter de nuevo a las universidades a cambios profundos ni desorientar más a los jóvenes. Si pensamos en el horizonte del 2031, el objetivo debería ser haber logrado en España un Pacto de Estado por la Educación, que implique alejar la educación superior de los vaivenes políticos. Solo así podremos hablar de un sistema universitario competitivo en todo el mundo.


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José Antonio Franco Leemhuis

Se nos pide reflexionar sobre aquellos retos a los que debe enfrentarse la Universidad española en el futuro próximo, tomando el año 2031 como horizonte. Hasta ahora, en distintos documentos se han venido analizando las estrategias de desarrollo de las universidades para su mejor contribución al crecimiento inteligente, sostenible e integrador de la sociedad, pero se han fijado como referencia horizontes temporales más próximos, como por ejemplo en la Estrategia Universidad 2015 o en la Estrategia Europa 2020. Ahora nos planteamos un nuevo horizonte, algo más lejano pero, desde mi punto de vista, igualmente próximo a escala universitaria. Y hablando de “nuevos horizontes”, precisamente en estas fechas la misión espacial New Horizons está comenzando sus observaciones científicas en el entorno de Plutón, al que está previsto que realice su máxima aproximación en julio de 2015. Cuando hace nueve años, el 19 de enero de 2006, la NASA lanzaba al espacio esta nave, con la intención de acercarse por primera vez a Plutón, no se sabían muchas cosas. De hecho, siete meses más tarde la comunidad científica acordó no considerar a este planeta, dadas

sus singularidades, como uno de los otros ocho que integran el Sistema Solar, pasando a ser calificado como planeta enano. Se ignoraba entonces que, además de su gran satélite Caronte, con el que forma un sistema doble, tiene al menos otros cuatro interesantes satélites más. Tampoco se intuía la trascendencia que hoy tiene estudiar, igualmente, alguno de los miles de cuerpos del cinturón de Kuiper, cercano a Plutón, en el que se originan numerosos cometas. El laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins, que gestiona para la NASA esta misión, cuando comenzó el proyecto no conocía con exactitud ni la realidad ni los focos de interés que existirían nueve años más tarde y a 5.000 millones de km de distancia, pero, desde un principio, sí sabía que en el proyecto tenían que concurrir, y hacerlo de forma excelente, los conocimientos y tecnologías de vanguardia existentes en ese momento y todos los elementos que permitiesen adaptar la misión de la sonda interplanetaria New Horizons para que resultase exitosa, enfrentándose en cada momento a los distintos retos planteados por esos nuevos horizontes inexplorados.


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Igualmente, una Universidad que aspire a ser excelente y a responder de forma óptima a lo que la sociedad demande de ella en 2031, ha de intentar serlo hoy y trabajar para, año a año, satisfacer adecuadamente esas demandas. Lo importante es hacer el recorrido estando a la vanguardia tanto de la generación y transmisión de conocimiento como del desarrollo y aplicación de métodos y tecnologías para el aprendizaje. Lo ineludible es, asimismo, perseguir en cada momento la excelencia, principalmente en aquellos aspectos fundamentales que están en la esencia de la misión de la Universidad y que por lo tanto deben mantenerse en el tiempo. Para 2031 faltan 16 años, exactamente los mismos que han transcurrido desde que en 1999 un grupo de expertos, tras celebrar distintos seminarios en los que participaron un centenar de personas (entre ellas, rectores, presidentes de consejos sociales, técnicos y profesores universitarios y miembros de diferentes organizaciones sociales y económicas), redactase el documento Universidad 2000, conocido como Informe Bricall. Este informe apuntaba que en ese momento la cuestión más importante de la Universidad era “su adaptación a los cambios que la sociedad le exige, tanto en relación a las enseñanzas que imparte como a la investigación que realiza”.

Recientemente, a finales de noviembre de 2014, tenía lugar en Bucarest una Conferencia Internacional sobre el Proceso de Bolonia y el Futuro de la Educación Superior. Durante la Conferencia se analizaron más de 60 ponencias

sobre cómo los distintos objetivos que persigue el desarrollo del Espacio Europeo de Educación Superior pueden afectar, o ya lo están haciendo, al futro de la Universidad. Los temas esenciales de fondo continúan siendo los mismos 16 años después: financiación, gobernanza, excelencia, calidad, internacionalización, diversificación de misiones, enseñanza/aprendizaje, incidencia de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), dimensión social, investigación e innovación, formación no presencial e impacto en el futuro. En la Conferencia de Bucarest se sigue contemplando el futuro de la Universidad de una forma muy similar a cómo se hacía en el año 2000 en el informe Bricall: como el de una institución dedicada al “enriquecimiento intelectual, moral y material de la sociedad a través de la formación de sus ciudadanos, de la realización de tareas de investigación y de aplicación de sus resultados”. Igualmente, continúa considerándose una cuestión vital que la Universidad dé respuesta a los requerimientos que de la sociedad le llegan. La terminología cambia, el marco es distinto, los focos de preocupación social son otros, las herramientas de enseñanza/aprendizaje han evolucionado en 16 años, pero la esencia permanece. En España, el sistema universitario público, que es bueno pero debe ser mejor (y mantengo rotundamente que aspira a ello), necesita contar con una financiación adecuada que le permita afianzarse como un sistema universitario de excelencia y de carácter internacional, capaz de evolucionar año a año, hasta 2031 o cualquier otro horizonte temporal, adaptándose a las necesidades de la sociedad, pero sin perder de vista aquellas misiones fundamentales que se deben mantener porque, al menos implícitamente, la sociedad lo considera como principal garante de su preservación.


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Para conseguirlo es indispensable contar con los recursos necesarios y con un marco legal que lo favorezca, para lo que es imprescindible tener en todo momento el apoyo de la sociedad, que, sin embargo, mantiene hoy en día en nuestro país, a diferencia de lo que ocurre en otros –principalmente los más prósperos–, una conciencia muy alejada de comprender y apreciar la importancia que el conocimiento que se genera y transmite en las universidades tiene para las estrategias de desarrollo y competitividad de un país que pretenda ser avanzado. Aunque no lo es todo, una adecuada financiación es imprescindible para caminar hacia el futuro con la garantía de que, sea cual sea el escenario que nos encontremos en cada momento y lo que la sociedad demande que hagamos, las universidades podamos responder con la eficacia que la sociedad necesita para su progreso. Evidentemente, una coyuntura como la actual, en la que las universidades públicas han visto reducidos sus presupuestos en una cuarta parte en los

últimos cinco años, perdiendo más de 1.500 millones de euros de financiación, sin verse a corto plazo una intención firme y creíble de revertir la tendencia por parte de las administraciones, no es el mejor escenario para plantearnos con optimismo nuestro futuro y cómo afrontarlo en los próximos años.

Quizás la profunda crisis económica y social por la que atraviesa la sociedad española los últimos años ha hecho mirar, entre otras instituciones, hacia las universidades, cuestionando su calidad y sus funciones. Sin duda, el sistema universitario público, aunque en muchos aspectos es mejor que nunca antes lo ha sido, precisa algunas reformas y una mayor permeabilidad a las exigencias que la sociedad le manifiesta. Requerimientos, alguno de los cuales, desde la propia comunidad universitaria, al fin y al cabo una parte importante de esa sociedad, no se ha estado suficientemente atento para matizar de una forma más conveniente. Otros, como apunto a continuación, son de una lógica indiscutible.


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Actualmente (y muy probablemente seguirá siendo así los próximos años) la sociedad percibe como urgente e imperioso que las universidades, mediante una formación avanzada y de calidad, incrementen la competencia y la capacidad emprendedora e innovadora de sus estudiantes, favoreciendo su empleabilidad y su disposición a fundar nuevas empresas; y que, mediante el fomento de las actividades de investigación, desarrollo tecnológico e innovación especialmente dirigidas a dar respuesta a las necesidades prioritarias de la sociedad y de los distintos sectores productivos, genere nuevos conocimientos y avances científicos y tecnológicos que ayuden a la creación, fortalecimiento y consolidación de empresas y empleo de calidad y al incremento del bienestar de todos los ciudadanos. También el sistema universitario público tiene una percepción similar, y de hecho ha reaccionado e incluso se ha anticipado intensificando éstos entre sus distintos cometidos; aunque desde las administraciones y medios de comunicación poco o nada se haya valorado. Posiblemente, dentro de cinco, de diez o de quince años se percibirá que son otras las funciones de la Universidad que se debe priorizar y reforzar. También es obvio que el desarrollo vertiginoso de las TIC y otras tecnologías hará cambiar sustancialmente la forma de crear y transmitir el conocimiento en las universidades, así como las herramientas y métodos que se utilizan para el aprendizaje y para acreditar la competencia de los estudiantes. Pero, sin duda, la sociedad siempre necesitará que, a pesar de que las urgencias del momento focalicen su atención en otras misiones, la Universidad sea una institución plenamente comprometida con el desarrollo sostenible, que contribuya a la prosperidad y a la cohesión social, y que vele por el mantenimiento y afianzamiento de valores

morales y actitudes éticas con los que acrisolar el carácter individual de los universitarios y el carácter colectivo como institución de servicio público, inclusiva y de excelencia, capaz de inculcar esos valores a generaciones de estudiantes, formándolos como ciudadanos y profesionales comprometidos y conscientes de que tienen una meta que da sentido y legitimidad social a su profesión. Lo importante no es tanto el camino como la actitud con la que debe recorrerse; por lo que en cada momento la Universidad debe anticiparse y adaptarse a los requerimientos que circunstancialmente sean perentorios, adecuando su oferta de titulaciones a la demanda real de la sociedad, internacionalizando y especializando esa oferta, impulsando nuevas modalidades de enseñanza, promoviendo el acercamiento al ámbito empresarial y posicionándose adecuadamente ante los sectores de futuro, pero sin renunciar a su misión de liderazgo como motor del pensamiento, de la generación de conocimiento nuevo y relevante, de innovación, de propuestas para la cohesión social y de salvaguarda y difusión de actitudes y comportamientos éticos. Es irrenunciable recorrer ese camino hacia 2031, y hacerlo en vanguardia.

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Carlos Conde Lázaro

Son muy numerosos los informes que en años pasados se han escrito sobre la evolución futura de las universidades recopilando los cambios que sería deseable introducir en ellos. Y si bien raramente se han visto cumplidos en su totalidad, no es menos cierto que han estado muy presentes a la hora de conducir los cambios que se han venido produciendo en las universidades de nuestro país. Por ello felicito a la Universidad de Granada, no sólo con la antelación de esos dieciséis años que faltan para su quingentésimo aniversario, sino muy especialmente por la reflexión que sobre la evolución de las universidades puede representar ese horizonte 2031. Para poder hablar de futuro, es necesario conocer bien el presente. En ese sentido, las universidades españolas actuales son las instituciones en las que se han formado la mayor parte de los egresados que nos han hecho avanzar y ser eso que llamamos “sociedad moderna”. Desde ese punto de vista no podemos más que felicitarnos por el trabajo que, en ocasiones con medios muy limitados, han sabido realizar. Pero el propio avance social induce cambios de todo tipo

(tecnológicos, jurídicos, sociológicos, médicos…) que hacen necesario que las mismas instituciones universitarias se adapten de manera continua a los nuevos escenarios. Con la distancia temporal que nos separa del “horizonte 2031” cabría reflexionar sobre los cambios acaecidos en la Universidad desde el comienzo de este siglo para poder hacer alguna reflexión mínimamente sensata sobre la universidad hacia la que caminamos en ese quinto centenario de la Universidad de Granada. A comienzo del presente milenio, las redes informáticas ya existían; pero poco tenían que ver con las capacidades actuales de las mismas. Se hablaba por aquel entonces de la necesidad de informatizar las universidades, sin sospechar que el vertiginoso avance tecnológico dejaría obsoleto a los pocos años todos los esfuerzos realizados, lo que induciría un proceso de modernización constante. Poco tenían que ver los sistemas formativos “a distancia” que entonces se practicaban con la formación on line y blended que hoy en día se realiza, a través de distintas plataformas, como por ejemplo MOODLE, a través de distintos consorcios, como fue el Open Course Ware


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Consortium, y más recientemente las plataformas de MOOC (Cursos Masivos Abiertos On line) tales como Coursera, edX o MiriadaX por citar sólo algunas de ellas. Avances que no sólo facilitan la clásica labor de los profesores sino que modifican en ocasiones la propia esencia del acto docente.

empresarial. Con la prudencia que la necesaria limitación de espacio exige, me referiré brevemente a cada uno de estos aspectos.

Hace 15 años ya se reflexionaba sobre la necesidad de cambios en la Universidad. Y ya se había puesto en marcha la necesidad de caminar hacia sistemas universitarios supranacionales como el que representaba el Espacio Europeo de Educación Superior. Pero apenas había comenzado esa profunda reflexión sobre los cambios en las estructuras de titulaciones universitarias que en los distintos países del EEES se ha realizado. También aspectos tales como el gobierno universitario, las estructuras de cada institución, el acceso a los puestos de profesor e investigador eran objeto de reflexión en el 2000. Son, estos últimos, aspectos que aún quince años después no están resueltos en muchos sistemas universitarios como el español. Como, pese a los innegables avances habidos, continúa aún si ser una realidad el Espacio Europeo de Investigación e Innovación.

En relación con procesos de aprendizaje más flexibles, es un hecho que nos encaminamos hacia un mundo en el que cada vez hay, y habrá, más titulados, ya sean bachelor, masters o PhD. Y cada vez el título por sí mismo dice menos, siendo las competencias y habilidades adquiridas para obtenerlo lo que se valoran. Existen ya experiencias de instituciones no universitarias que otorgan certificados de dominio de ciertas competencias que son altamente valoradas en el mercado. También conocemos experiencias exitosas de formación en “cursos sueltos” de diferentes instituciones que acaban conformando currículos verdaderamente interesantes en muchos sectores empresariales. Las experiencias de los dobles diplomas o de los títulos conjuntos ya se consideran como un primer paso que, habiendo estado muy bien, debe superarse con una formación mucho más a la carta. Eso sí, en instituciones que acrediten poder ofrecer dicha formación con calidad. Las propias plataformas MOOC a las que antes me refería caminan en esta dirección. Y a ello contribuye, sin duda, los nuevos perfiles profesionales que continuamente vemos aparecer en el panorama laboral.

Con esa información del pasado en mente, creo que la universidad en general, pero la española muy en particular, afrontan un futuro lleno de profundos cambios en los que los siguientes ejes serán algunas de las claves que los guiarán: 1º) una menor rigidez en los procesos de aprendizaje; 2º) un uso masivo de dispositivos tecnológicos que acerque la formación a cualquier lugar del mundo; 3º) un incremento en la formación de egresados innovadores y creativos; 4º) una simplificación de las estructuras universitarias; 5º) una muy superior internacionalización y 6º) una intensificación de las actividades de investigación e innovación tecnológica, mucho más vinculadas además con el sector

Pero no es sólo flexibilidad en el repertorio de materias que configuren los títulos. También en los métodos de aprendizaje. Cada vez tiene menos peso el clásico acto docente de los profesores frente al proceso de aprendizaje del estudiante. Leía hace unos días en un periódico español una entrevista con Paul Saffo, profesor de la Stanford University y de la Singularity University. En ella decía el profesor Saffo dos


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cosas que creo interesantes traer aquí a colación. La primera es que en Stanford los profesores ya no estaban tanto tiempo en el estrado impartiendo una lección, y que su docencia había perdido peso en el proceso de aprendizaje del estudiante frente a su tarea de tutela y asesoría. A la segunda cuestión que citaba el profesor Saffo me referiré más adelante.

Y en efecto, hace tiempo que aparecieron en muchas aulas universitarias los “portafolios de aprendizaje” junto con métodos de aprendizaje como “aprendizaje basado en problemas”, “el método del caso”, “los proyectos dirigidos”, … en los que el estudiante se convierte en el centro de su proceso formativo. Estoy convencido de que estos procesos se verán intensificados en los próximos años. En muchas de nuestras Escuelas y Facultades el EEES acabó con la identificación Escuela/Facultad – Titulación – Profesión. Ya en muchas se imparten diferentes titulaciones, que conducen a diferentes profesiones. Ya tenemos titulaciones impartidas por profesores de diferentes Centros. Ya es una realidad la mayor movilidad entre titulaciones que la reforma de las titulaciones ha contemplado como parte esencial en su diseño. Pues bien, creo que a partir de ahí asistiremos en los próximos años a una intensificación del aprendizaje “a la carta”.

Esa formación “a la carta” y con mayor variedad de métodos se verá acompañada de los instrumentos y dispositivos que la tecnología irá poniendo a nuestra disposición y que si en algunos casos podemos imaginar, estoy seguro que en muchos otros apenas podemos vislumbrar hoy. De aquellas redes informáticas de principio de siglo, pasamos al “Internet de las cosas” en el que muy diferentes dispositivos están conectados a la red, y ya se nos habla del “Internet de las personas” en la que serán las personas las que estén conectadas a la red. En todo caso, avances tecnológicos que, bien utilizados, permitirán aprender de muy variadas formas, en los horarios que mejor convenga y en los lugares del planeta en los que nos queramos encontrar. Pero este progreso de la tecnología también tiene su doble cara. No sólo flexibiliza sino que además inducirá la necesidad de ser competentes en nuevas habilidades, implicando nuevas conductas sociales y novedosas formas de comunicación interpersonales. No obstante, creo pertinente traer ahora a colación la segunda cuestión a la que se refería el profesor Saffo en la entrevista anteriormente citada. En ella manifestaba que mientras se espera que cualquier innovación elimine a las que la preceden, raramente es así. Creo recordar que decía que “el bolígrafo no acabó con el lapicero ni la televisión mató a la radio”. En ese sentido creo que aún en 2031 será pronto para eliminar a “las pizarras”, simplemente tendremos que aprender a utilizarlas de otra manera dejando hueco


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importante para las nuevas tecnologías que, sin duda, van a facilitar el acceso a las redes, al manejo de grandes volúmenes de datos y a la realidad digital 3D. Deberemos aprender a utilizar, además de lo novedoso, lo que veníamos utilizando de otra manera durante toda la vida.

Siempre me ha parecido cierta, y por ello muy dolorosa, la crítica que se realiza a los sistemas educativos cuando se les compara con procesos que matan la creatividad que tenemos cuando somos niños. En ese sentido creo que también en la actualidad nos empeñamos en exceso en mostrar a los estudiantes los caminos ciertos, provocándoles temor a equivocarse si deciden transitar por otras vías, y haciéndoles ver lo cómodo que es estar en las avenidas más seguras. Con ello podemos estar anulando buena parte de la creatividad de los jóvenes, y perdiendo, junto numerosos senderos que no lleven a ninguna parte, el conocer verdaderas sendas muy frondosas socialmente. Junto a esta percepción, en los últimos años asistimos cada vez más a una demanda de innovadores y emprendedores. Muchos ejemplos de éxito, que se iniciaron como emprendedores de garaje en la costa oeste americana, alimentan esa solicitud social de profesionales creativos. Las propias universidades pusimos en marcha, tiempo atrás, programas de incubación de empresas startup y spin-off. También, y aunque muy tímidamente en el caso español, en muchos de nuestros programas de estudio introdujimos materias relacionadas con el emprendimiento. Soy de la opinión de que esos programas necesitaremos impulsarlos notablemente en el futuro, tanto para responder a la demanda

social como por la propia estrategia universitaria de facilitar la transferencia de los resultados de investigación al sector de la producción empresarial. Necesitamos, y necesitaremos cada vez más, formar jóvenes que con los conocimientos adecuados sean capaces de asumir riesgos, de emprender, de imaginar nuevas aplicaciones, nuevos procesos, nuevos métodos, y todo ello sabiendo realizar los planes de negocio de las aventuras que emprendan para evitar que su creatividad se traduzca en un simple salto al vacío. Las universidades deberemos acompañar cada vez más a estos emprendedores, minimizando en la medida de lo posible los riesgos que en sus inicios corren. Pero también las universidades necesitamos que al tejido empresarial se le incorporen profesionales cualificados, capaces de entenderse con el ámbito investigador de los Centros de I+D, universitarios o no, para facilitar también desde el lado empresarial la transferencia de resultados de investigación. Experiencias como las que ahora aparecen tímidamente en nuestro panorama de los Doctorados Industriales serán una potente realidad en ese horizonte de 2031. A ello volveré a referirme un poco más adelante.

Frecuentemente se nos acusa a las Universidades de ser ineficientes, de que tenemos duplicidades en exceso, de que nuestras tomas de decisión son tremendamente lentas y burocráticas, … Compartiendo en parte esas reflexiones, difiero de las exageraciones que sobre ello se realiza frecuentemente para proponer soluciones absurdas que sólo ahondarían en esa ineficiencia. Porque, ante todo, parto de una de las primeras reflexiones que antes


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hacía: son las instituciones universitarias españolas las que han formado en los últimos cuarenta años a esos arquitectos, ingenieros, licenciados, arquitectos técnicos, ingenieros técnicos y diplomados que nos han proporcionado un progreso social del que ahora disfrutamos.

Y si existe esa diversidad entre universidades, aún es más intensa la diferencia entre nuestros Centros: Escuelas o Facultades que imparten títulos de grado, máster y, en su caso, doctorado, vinculados a un ámbito profesional muy específico, frente a otras con un abanico muy abierto de titulaciones. Escuelas o Facultades con una demanda de nuevos estudiantes muy pequeña, en ocasiones hasta inferior al claustro de profesorado del Centro, junto a otras masificadas que en ocasiones tienen casi tantos estudiantes como el de alguna de las universidades pequeñas. Centros en los que ya es una realidad la presencia de estudiantes de todos los rincones del mundo junto a Centros en los que los estudiantes foráneos son poco menos que una singularidad. Aún encontramos mayores diferencias si comparamos departamentos, muchas veces configurados tan sólo con ese número mínimo de profesores que la legislación marca y una proximidad de las disciplinas de trabajo.

Con la prudencia y respeto que ello me merece, también creo que la organización universitaria española es muy susceptible de mejorar a través de profundos cambios estructurales. No todas las universidades españolas somos iguales. Las hay públicas y las hay privadas. Tenemos universidades recientes y otras centenarias. Algunas muy generalistas en su oferta académica y otras focalizadas en áreas concretas. Hay universidades “grandes”, digamos con más de 35.000 estudiantes, medias (entre 15.000 y 35.000) y pequeñas. Esa diversidad creo que debería conducir a muy diferentes estructuras, en lugar de mantenerse una estructuración común como la que, derivada de la legislación nacional y los estatutos que nos damos, ahora tenemos.

Por todo ello, creyendo necesario que la legislación flexibilice el marco jurídico, es de prever que las Universidades realicemos una profunda reflexión sobre las estructuras universitarias que tenemos. Probablemente el resultado de ello sea una reducción del número de Escuelas y Facultades así como del de Departamentos. Pero ello debiera ser acompañado por distintas formas en la toma de decisiones en las estructuras resultantes, vinculadas al tamaño y características. Algunas universidades, dentro de lo que el actual marco legislativo nos permite, ya hemos iniciado esta senda.


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Si algún eje de cambio se ha mantenido durante décadas en el panorama universitario español, ese es sin duda el de la internacionalización. Mucho han avanzado en él las universidades españolas, enviando en la actualidad a un buen número de estudiantes cada año a realizar estudios fuera de nuestras fronteras y siendo relativamente frecuente la organización de encuentros científicos de ámbito internacional en diferentes Centros españoles. Pero con todo lo avanzado, aún queda un largísimo trecho por recorrer, pues ser internacional no es tanto “ir a centros extranjeros” como que “nos vean desde los Centros extranjeros y quieran venir con nosotros”. Claro que esto segundo es una cuestión en la que el tamaño importa. En general, y reconociendo que puede haber sus excepciones, no puede diseñarse una misma estrategia de internacionalización para una universidad grande que para otra de pequeñas dimensiones. También debemos encontrar en las universidades españolas el camino para incorporar entre nuestro profesorado a investigadores formados fuera de nuestras fronteras. Ello, entre otras cosas, guarda una estrecha relación con las posibilidades de financiación –no nos engañemos, sin salarios competitivos a nivel internacional será muy poco lo que atraigamos-, cosa que, a día de hoy, no pone a nuestro país en buenas posiciones. En todo caso, creo que si tuviera que escoger una única palabra para definir los tiempos de cambio que se avecinan en las universidades españolas me quedaría con “alianzas”. En efecto, tanto en el ámbito interno como muy especialmente en el internacional, es llegado el tiempo de actuar con aliados: en intercambios de estudiantes y personal, en el diseño de

dobles titulaciones o de titulaciones conjuntas o en el desarrollo de proyectos de I+D. Ello permitirá dotar de una dimensión internacional a la actividad universitaria.

Mucho se avanzó desde los años 80 hasta 2010 en el ámbito investigador, colocando a nuestro país en un noveno puesto mundial en la tabla de indicadores de productividad científica. Y pese al retroceso que estos cinco años de crisis han supuesto para la I+D, si se mira en periodos de varias décadas, es innegable el esfuerzo realizado y en el que seguro que continuaremos en breve. Pero en el futuro deberemos corregir algunas cosas que nos diferencian de otros países avanzados. Me quiero referir especialmente, aunque no es el único factor, al papel que la transferencia de resultados de I+D juega en nuestro sistema de investigación y que poco o nada tiene que ver con el de las sociedades que nos preceden en esa clasificación de actividad investigadora de los distintos sistemas universitarios del mundo. Deberemos apostar fuertemente en las universidades por todo lo que significa revalorizar los resultados de la investigación universitaria: patentes y desarrollo junto con la industria de las mismas, implicación de la empresa en el desarrollo de proyectos de I+D, mayor presencia y mejora de los índices de éxito en las convocatorias de los programas marco europeos que, muy frecuentemente, se vinculan a intereses de desarrollo de la industria y de las entidades empresariales europeas, incremento del número de doctores. Previsiblemente ello haga multiplicarse la


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existencia de estructuras universitarias especializada en el apoyo a este tipo de actividades, como las que recientemente creamos algunas universidades con mayor presencia en esa colaboración con el sector empresarial. De esa cooperación pueden esperarse indudables ventajas para la sociedad y para la propia universidad. La orientación de numerosos proyectos de desarrollo nacidos a partir de líneas de investigación básica y la incorporación de nuevas fuentes de financiación son sólo dos de ellas.


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Francisco J. Mora Mas

Con motivo de la próxima celebración del quinto centenario de la Universidad de Granada se va a desarrollar un documento en el que se traten los principales retos a los que se enfrenta la educación superior en los próximos 15 años. Esos retos deben complementarse con cuáles van a ser las principales áreas de desarrollo.

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Investigación, desarrollo e innovación El campus físico: infraestructuras Internacionalización y relaciones internacionales Financiación, fondos y mecenazgo Alumni Responsabilidad Social Universitaria Tecnologías de la Información y las Comunicaciones

El documento se debe desarrollar en base a “titulares” que se explicarán en base a una serie de puntos clave, evitando el formato artículo. 

La carta enviada por la Universidad de Granada propone, a modo de sugerencia, desarrollar los siguientes temas:  

La naturaleza y el objeto de las universidades La educación, la oferta educativa y las políticas educativas

La legislación actual deja poco margen de maniobra a las universidades para su especialización Un marco legal común es necesario, pero ¿hasta qué punto debe llegar la normativa a especificar detalles del funcionamiento de una universidad? El sistema actual crea un conjunto de universidades excesivamente homogéneas y con poco margen para diferenciarse


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La legislación debe ampliar el margen de actuación de las universidades Autonomía en la financiación y en la toma de decisiones estratégicas Una nueva autonomía debe de basarse en la forma de actuar de las mejores universidades internacionales La especialización dotará de sentido a la movilidad de investigadores y estudiantes entre los distintos campus, además de atraer estudiantes internacionales Las universidades deben poder dotarse de mecanismos propios para la selección y contratación de profesores e investigadores La autonomía debe reflejarse también en la forma de organizarse Esta mayor autonomía irá acompañada de la implementación de más mecanismos de rendición de cuentas

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La educación superior es un bien público que revierte en beneficio de la sociedad Una sociedad con un mayor nivel de educación implica un mayor desarrollo Los gobiernos deben garantizar una inversión sostenida en educación superior y en programas de investigación que permitan elaborar estrategias a medio y largo plazo Plan de financiación en base a objetivos

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La educación a distancia por internet es una oportunidad para mejorar la experiencia que tienen los estudiantes cuando asisten a los campus universitarios Los próximos años se consolidarán nuevas formas de organizar la docencia Las universidades deben tener la autonomía necesaria para organizar sus procesos docentes alrededor de estas nuevas tecnologías. La asistencia a las clases se convierte en un valor añadido para el estudiante Las infraestructuras de los campus se centrarán en generar valor añadido a los estudiantes, más que en resolver la necesidad de presencialidad Los espacios se rediseñarán, especialmente aquellos vinculados con los materiales impresos, que poco a poco irán dando paso a centros de recursos digitales en los que los estudiantes dispondrán de medios para organizar sus actividades de otra manera Los espacios deben ponerse a disposición del “estudiante intraemprendedor”, aquel que es capaz de poner en marcha iniciativas en el marco de la universidad que hasta ahora se organizan de manera centralizada La universidad redefine los servicios que proporciona al estudiante para poner en valor la infraestructura y los medios materiales que la universidad pone a su disposición Los estudiantes crearán comunidades de aprendizaje en los campus El uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones deja más tiempo en el curriculum para


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aprovechar mejor la estancia de los estudiantes en el campus y fomentar la interacción   

Las universidades deben crear los mecanismos necesarios para que los estudiantes puedan poner en funcionamiento iniciativas en el marco de las universidad que hasta ahora se realizan de una manera centralizada La cultura emprendedora comienza desde dentro El estudiante intraemprendedor genera servicios para la comunidad universitaria con el apoyo de la institución

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Nuevas maneras de aprovechar los recursos educativos El docente adquiere un nuevo rol en la orientación de la carrera profesional de los estudiantes Este nuevo rol permitirá adaptarse a las diferentes formas de aprendizaje de los estudiantes El aprendizaje se basará en comunidades de aprendizaje con una interesante mezcla de estudiantes locales e internacionales El docente facilita la interacción en estas comunidades

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La principal relación del estudiante con la universidad se produce al entrar en alguno de los grados El final del grado supone un nuevo tipo de relación con los estudiantes, convirtiéndose en un acompañamiento en el desarrollo de su vida profesional La figura del Alumni tendrá un papel preponderante en las universidades, siendo los principales embajadores de las instituciones de educación superior Estos vínculos se establecerán a través de las personas y las empresas u organismos en los que desempeñan su labor profesional

La educación debe verse como un proceso en la formación a lo largo de la vida con diferentes etapas Todas las etapas del proceso educativo deben contemplarse desde la perspectiva de formación a lo largo de la vida La formación a lo largo de la vida contribuye al desarrollo socioeconómico y a la cohesión social Las universidades tienen un importante papel tanto en la mejora de la competitividad de las personas como en la creación de una sociedad más cohesionada Establece una manera de relación con la sociedad más allá de las etapas formativas oficiales de la educación superior Se reforzará el papel que tiene la universidad en la formación a lo largo de la vida


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Los próximos años requerirán el establecimiento de alianzas estratégicas entre diferentes organismos de investigación y formación El diseño deberá girar alrededor del modelo de universidad, que es el más reconocido a nivel internacional Se planteará la absorción de determinados centros de investigación que faciliten una mejor interacción entre la docencia, la investigación y la transferencia de conocimiento Estas absorciones contribuirán al mejor posicionamiento de las universidades a nivel internacional La universidad es la institución que mejor aúna tres elementos básicos del conocido “triángulo del conocimiento”: investigación, educación e innovación

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La universidad es la única institución que puede asegurar una mayor interacción entre educación, investigación e innovación Deben producirse alianzas con otros organismos de investigación

La mejor manera de transferir conocimiento son las personas Poner en valor el doctorado en el mundo empresarial es una manera de mejorar las actividades de I+D en la industria Incrementar el número de doctores que se contratan en la empresa Los doctorados industriales generan una fuerte vinculación entre los departamentos de I+D de las empresas y las universidades


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En un mundo global es necesario encontrar socios que aborden retos similares desde diferentes contextos Los convenios de intercambio o movilidad quedarán superados por un nuevo tipo de alianza que supondrá la realización de una estrategia común con otra institución Una alianza estratégica implica compartir objetivos que se desarrollen en base a proyectos conjuntos La internacionalización se integra de manera coherente en los procesos de aprendizaje e investigación mediante el establecimiento de alianzas estratégicas con instituciones de educación superior de otros países Las alianzas deben combinar el enfoque tradicional bottom up, basado en colaboraciones iniciadas por los académicos, con otro más institucional en el que se establecen estas alianzas de manera institucional. Este tipo de alianzas permiten enfocar otras políticas como la movilidad de profesores, investigadores y estudiantes

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Las universidades y la política universitaria ha sufrido una fuerte influencia de la publicación de los rankings internacionales Las universidades han enfatizado mucho su deseo de convertirse en un “referente internacional” muchas veces en detrimento del importante papel que tienen en su entorno más próximo La combinación de internacional y regional permitirá que las

universidades actúen de manera efectiva como puente entre ambos entornos: atraer conocimiento internacional y exportar conocimiento propio

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Uno de los valores de Europa es la diversidad en cuanto a los sistemas de educación superior de cada país Esta diversidad debe de complementarse con un sistema claro y transparente de interconexión entre los sistemas de educación europeos que facilite la movilidad de profesores y estudiantes así como el reconocimiento de las competencias profesionales en los diferentes contextos Los gobiernos deben garantizar la creación de una política de educación superior común a nivel europeo. Esta política debe estar basada en la sociedad y los ciudadanos del futuro que queremos crear Mecanismos claros de comparación entre las diferentes instituciones de educación superior facilitarán la interconexión del sistema. Estos mecanismos deben ir más allá de los populares rankings universitarios, y


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convertirse en herramientas que permitan orientar una política que favorezca la interconexión entre los sistemas de educación superior europeos

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Las universidades deben jugar un papel clave en la creación de empresas basadas en el conocimiento El marco regulador debe facilitar y promover la creación de spin-off universitarias La universidad debe ser el principal agente a través del cual canalizar todos los esfuerzos para la creación de empresas de base tecnológica, porque es en ella donde se encuentra el capital humano necesario: investigadores, estudiantes y alumni Generará un tejido productivo que ya nace directamente de una gran interrelación de la universidad con la empresa, haciendo naturales los flujos de conocimiento entre ambos entornos Algunas de las startups que han surgido en la última década al amparo de las universidades se consolidan y demandan más personas con un mayor nivel de educación

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Las relaciones entre la empresa y la universidad están basadas en la confianza mútua acerca del valor que cada parte aporta Se debe reforzar esta relación para lograr que la sociedad se beneficie aún más de los resultados de las universidades Los mecanismos para que las empresas puedan conectar con las universidades y viceversa deben de facilitarse Todo esto debe de ir acompañado de una mayor inversión en I+D del sector privado en paralelo con un fuerte incremento de la inversión pública en I+D que focalice las inversiones en los puntos de mayor relevancia para el país

La oleada de movimiento emprendedor que vivimos actualmente se consolida La cultura emprendedora impregna todos los niveles de la universidad Los estudiantes terminan sus estudios con ideas claras sobre posibles empresas a desarrollar


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Jaume Casals Pons

La reflexión sobre el sistema universitario y los retos y oportunidades que puede asumir en el escenario actual es un ejercicio que debemos hacer todas las instituciones de educación superior. Las universidades del siglo XXI nos encontramos en un momento de inflexión. El escenario cercano, local y conocido en el que, tradicionalmente, hemos competido se sitúa ahora a una escala global en constante cambio. En el caso de las universidades españolas, este escenario es aún más complejo. Competimos por el mismo talento, por la misma financiación y por los mismos recursos que las mejores universidades del mundo, pero lo hacemos con un presupuesto muy inferior. Nosotros, además, tenemos que trabajar en un entorno poco flexible, demasiado normativizado, y con un sistema de financiación homogénea, sin incentivos, que se basa en el tamaño y no tiene suficientemente en cuenta aspectos decisivos como el rendimiento, la competitividad o la aportación que las universidades hacemos a la sociedad.

Para tratar de olvidar el inconfundible lloriqueo hispánico en materia de universidades, mi posición siempre ha sido la misma y es, asimismo, muy simple: autonomía más rendición de cuentas. Autonomía para la Universidad implica la no injerencia en las actividades que le son propias; eso sí, una autonomía acompañada de la evaluación de los resultados, de una rendición de cuentas. En este punto, debo matizar que yo parto de la idea de la mayoría de edad de las universidades y que, aunque seguramente todos los rectores partan de esta misma tesis, algunas instituciones no se comportan a partir esta mayoría de edad. Las universidades también debemos asumir nuestra parte de responsabilidad en esta cuestión. Ciertamente, nos movemos en entornos normativos poco flexibles pero ¿acaso las universidades no pecan de esta misma rigidez en su propia estructura organizativa? El conjunto de leyes al que debemos ceñirnos está lleno de detalles –muchos de ellos exigidos por las mismas universidades–, y de una arquitectura organizativa que incrementa nuestra burocracia y nos ralentiza, que nos impide mejorar y tomar decisiones de una manera


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más efectiva. Por ello, algunas universidades pedimos cambios legislativos desde y para el sistema, cambios que nos concedan mayor capacidad de decisión en nuestras políticas de profesorado o en el diseño de nuestra oferta docente, cambios que nos permitan introducir nuevas formas de colaboración con el sector empresarial. Y es el momento indicado. Porque si las universidades del siglo XXI nos encontramos en un punto de inflexión, únicamente aquellas instituciones modernas, ágiles y eficientes, capaces de transformar este gran reto en una oportunidad, podrán ocupar su espacio en este nuevo escenario. En el caso de la UPF, la universidad desde donde hace dos años ejerzo como rector, hemos empezado a avanzar en esta dirección. Coincidiendo con nuestro XXV aniversario, el próximo curso 2015-16 presentaremos públicamente nuestro Plan Estratégico 20152025, una oportunidad para reflexionar sobre la actividad de nuestra universidad en todas sus vertientes y trazar, conjuntamente, el camino a seguir en los próximos años. La reflexión a medio y a largo plazo es, pues, imprescindible. No obstante, también es necesario empezar a actuar dentro de la misma universidad, en la medida que nuestro marco normativo lo permita, impulsando proyectos estratégicos que posicionen y diferencien nuestra Universidad.

El punto de partida de cualquier cambio es siempre fruto de la observación y el análisis de la realidad. En mi caso, mi primera diagnosis como rector sorprendió a algunos: la universidad pública en Cataluña estaba destinada a perder e, incluso, a desaparecer de los ámbitos de la máxima calidad si seguía pendiente de la financiación pública, que era

evidentemente insuficiente, y si no empezábamos a innovar en todos nuestros campos de actuación.

Mi percepción era que la Universidad Pompeu Fabra era una institución joven, pública, moderna, orientada a la investigación y con buenos indicadores de actividad docente. El problema residía en que, tras algunos años, este modelo de Universidad no sería viable únicamente a través de la subvención ordinaria, las matrículas de los estudiantes o los porcentajes de overhead de otras actividades (pese a que en nuestra universidad, los resultados en algunos campos como la investigación son especialmente significativos). Pero no suficientes. Manteniendo ese modelo, lo que podríamos hacer sería financiar otra universidad, una institución que no podría dedicarse a la investigación y que se centraría en una docencia básica, simple, sin aplicación social. Desde este punto de vista, el cambio era necesario para mantener y mejorar el estándar de calidad de la UPF, hacer una universidad más “sofisticada” que realizara mejor su labor de servicio público; una universidad que pudiera seguir orientada a la investigación; una universidad con prestigio, visible desde Europa y que nos ayudara a prosperar desde todos los puntos de vista, social e intelectualmente. Una vez compartido este diagnóstico con el resto de la comunidad universitaria, vimos la necesidad de emprender algunas reformas que abarcasen todas las dimensiones de la


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Universidad. Debíamos introducir cambios importantes en la organización y hacer un esfuerzo importante de diferenciación.

La creación de las Unidades de Coordinación Académica (UCA), aprobada por Consejo de Gobierno el 11 de diciembre de 2014, supuso el primer paso hacia la simplificación organizativa en la UPF. La constitución de las ocho UCA –una por cada ámbito de conocimiento de nuestra Universidad– no suponía la creación de ninguna nueva estructura, sino la integración en una sola unidad de las tareas que ya se estaban realizando en el departamento y la facultad de cada ámbito. En este punto, debo matizar que, en nuestro caso, por nuestro reducido tamaño y una estructura compuesta únicamente de ocho departamentos, siete centros y una escuela politécnica, el cambio era, tal vez, relativamente más fácil de implementar que en otros entornos. Aún así, la propuesta debía presentarse y ser consensuada por la comunidad universitaria y el argumento era de nuevo simple: en un contexto que requiere universidades flexibles, dinámicas y con gran capacidad de adaptación, la creación de estas unidades permite agilizar y simplificar la adopción de decisiones. Durante este curso 2014-2015 esperamos finalizar el despliegue de las UCA. La idea es que cada UCA, además de coordinar las enseñanzas de su ámbito y su política de personal de acuerdo con la investigación y la docencia que realiza, elabore un proyecto propio en materias estratégicas para el futuro de la Universidad como la internacionalización, la captación de nuevos alumnos, la promoción, la evaluación o la

calidad. Al evitar duplicidades funcionales, este modelo también abre la puerta a la reasignación de tareas de acuerdo con estas prioridades y las nuevas peticiones del entorno. Porque, en síntesis, como el grupo de personas que constituyen el cuerpo de la UPF se mantendrá estable en los próximos años, que la Universidad asuma nuevos retos institucionales supone también nuevas oportunidades y retos profesionales para aquellos profesores, investigadores y personal de administración y servicios que trabajamos para ésta. A su vez, el valor añadido de la creación de las UCA reside en que disminuir el número de agentes no sólo agiliza la comunicación entre la dirección general de la Universidad y los ocho ámbitos de conocimiento, sino también la comunicación entre ésta y los actores externos. Para ello, a medio plazo, la creación de las UCA deberá ir acompañada de un incremento de la responsabilidad directa de estos ámbitos en el gobierno de la Universidad. Es decir, se trataría de constituir un equipo de dirección con un reducido número de vicerrectores a los que se sumarían los representantes de cada ámbito. En definitiva, se trata de contribuir a que las decisiones se tomen lo más cerca posible del contexto donde suceden y de que cada ámbito asuma responsabilidades de manera más clara, de acuerdo con la estrategia institucional y compartiendo iniciativas, resultados y hoja de ruta con la dirección de la Universidad.

Durante esta exposición me he referido brevemente a los buenos resultados en investigación obtenidos por nuestra Universidad. Esto obedece a la calidad y productividad de nuestro profesorado, a la


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política de selección y captación de talento impulsada desde la fundación de la UPF. No obstante, para consolidarnos como una universidad intensiva en investigación debemos dotarnos de un autoconocimiento que ahora mismo no tenemos. En la UPF, en mayor o menor medida, todos los profesores investigamos pero esto no es perceptible en todos los ámbitos porque no hay un sistema de indicadores que sirva para detectar todo lo que hacemos en este terreno todos los profesores. Desde este punto de vista, la UPF es una universidad muy rica en formas y debemos ser capaces de detectarlo. Por esto mismo, durante este curso 2014-2015 llevaremos a cabo un sistema de evaluación externo en el que una comisión internacional

evaluará todos los ámbitos de conocimiento de la Universidad. El modelo, diseñado con la colaboración de la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña (AQU), tendrá en cuenta las particularidades de cada ámbito porque, es obvio, idénticos patrones no sirven para evaluar campos científicos distintos. En otras palabras, en una universidad no únicamente se evalúa a partir de los papeles que se publican en las revistas con mayor índice de impacto. En la universidad también se evalúa así, sin duda; pero no únicamente y no principalmente así, particularmente en un caso como el nuestro, en una institución articulada en torno a las Ciencias de la Salud y de la Vida y las Ciencias y Tecnologías de la Comunicación, pero también en torno a las Ciencias Sociales y a las Humanidades.

El último epígrafe hace referencia a la labor docente de nuestra universidad, cada vez más orientada hacia la personalización y singularización de los estudios. En este terreno, estamos desarrollando algunas iniciativas, aunque a velocidades distintas. En primer lugar, el Grado Abierto, una apuesta innovadora en la manera de acceder a la Universidad por la que los estudiantes se matriculan en la UPF sin la necesidad de tener que optar, en ese momento, por una titulación en concreto. Esta elección la harán el cuarto trimestre de sus estudios. Así, durante estos primeros meses y con el apoyo de un tutor, los estudiantes podrán explorar diferentes ámbitos disciplinarios de acuerdo con sus intereses académicos y profesionales, cursando asignaturas de los distintos grados y articulando así su propio itinerario.


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Posteriormente, durante el cuarto trimestre, deberán solicitar la admisión a uno de los grados que ofrece la UPF (excluyendo los grados interuniversitarios y los de los centros adscritos) y este será el título que obtendrán al finalizar sus estudios.

De nuevo, se trata de un modelo que concibe la Universidad como una institución que no encorseta las personas dentro de un plan de estudios, sino como una institución que ofrece un tipo de atención al estudiante mucho más plástica, adaptada a sus preferencias.

Este grado, que nuestra Universidad ofrecerá como piloto a una veintena de estudiantes a partir del próximo curso 2015-2016, nace de la voluntad de la UPF de ofrecer un modelo innovador de docencia y aprendizaje aún más personalizado en el que la Universidad, mediante la figura de un tutor académico, acompaña y orienta al estudiante en el proceso de elección del grado que obtendrá al finalizar sus estudios. Con un objetivo similar, nuestra Universidad está trabajando en un modelo pedagógico singular, con un enfoque innovador basado en la atención personal y en la idea de acompañar a las personas en su propio proyecto. Se trata de un modelo que, por ahora, vinculamos al posgrado y por el cual los estudiantes llegan al centro con un reto personal que quieren resolver y, con el asesoramiento de un tutor, eligen aquellos itinerarios que mejor les convienen para dar respuesta a este reto.

Mi primer compromiso con la Universidad Pompeu Fabra es que esta institución sea reconocida como un agente de primer orden en la sociedad; una universidad destacada en docencia y en producción científica que tiene como prioridad dar una respuesta original y efectiva a las necesidades sociales. Las propuestas que he presentado suponen un esfuerzo de diferenciación y nos acercan un poco más hacia ese objetivo. El avance hacia la simplificación organizativa, la evaluación de la investigación o un modelo docente basado en la atención personal son propuestas que buscan proyectarnos al mundo como una universidad que puede y quiere hacer las cosas de manera diferente. Algunos pensarán que estas iniciativas afectan a los cimientos de la Universidad y, probablemente, así sea. Pero a veces es necesario incidir en los cimientos para construir una estructura más sólida. Los grandes retos exigen propuestas atrevidas.


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Daniel Hernández Ruipérez

El sistema universitario iberoamericano cumplirá en el año 2018 ocho siglos de historia, coincidiendo con el aniversario de la creación de la Universidad de Salamanca, la universidad primada de Iberoamérica, fundada en 1218 y considerada ‘alma mater’ de casi el 70% de las universidades que se crearon en la América Latina de lengua española a partir del siglo XV. Los 800 años de existencia y la situación actual de cambio vertiginoso - cada tiempo es percibido como vertiginoso por quienes lo viven pero como reposado por quienes lo consideran desde la historia - constituyen un marco inmejorable para repensar unas instituciones que han conformado el perfil del mundo y las sociedades tal y como hoy las conocemos. Sin universidades, sin sus intelectuales, investigadores y docentes, el desarrollo económico y social habría sido, sin duda, muy distinto; quizá podamos decir, viendo las cosas de otro modo, que el impuso humano de entender lo desconocido, de conocer, de comunicar, de enseñar, no ha encontrado otro modo de canalizarse que generando unas instituciones, faros de la

cultura y de la ciencia, que se han llamado universidades, casi desde su creación. Si quisiera yo llevar ahora el agua a mi molino, diría que el estudio salmantino fue el primero del mundo occidental en denominarse universidad, que somos así, la universidad paradigmática; como no es esa mi intención, me bastará incidir en lo ya dicho, dejando en el aire la cuestión de si no estará empezando a cambiar la forma en que la sociedad quiere canalizar esos impulsos de progreso, si la universidad estará dejando de ser el único vehículo de creación de cultura y conocimiento, o de cómo deberá cambiar para seguir siéndolo. Descendiendo a pie de calle, son oportunas unas reflexiones sobre el efecto de las universidades en la vida diaria de las personas. En el caso de España y focalizando la cuestión en las últimas décadas, podríamos decir que la universidad pública ha sido, posiblemente, el proyecto gubernamental que más ha contribuido a la igualdad y el bienestar de los españoles.


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La posibilidad de un acceso casi universal a la universidad pública ha influido de manera decisiva en las expectativas laborales y económicas de muchas generaciones. Según un reciente informe de “Datos Básicos del Sistema Universitario Español” elaborado el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, en España cerca de un millón y medio de estudiantes se matriculan anualmente en las universidades y, de ellos, más de 200.000 consiguen licenciarse, ahora graduarse, lanzándose así a la búsqueda de un empleo. Algunos, más de 100.000, cuando han terminado el grado deciden continuar estudiando un postgrado en busca de una especialización que les facilite la incorporación a un mercado laboral que en estos momentos tiene su tasa de paro en el 25%. Con datos de 2010, y la fecha es importante como veremos más adelante, en España la tasa de desempleo de los universitarios era de casi 10 puntos porcentuales menos que la del total de la población, mientras que la media de la OCDE es de 2,5 puntos. Esto quiere decir que poseer educación universitaria en España supone un beneficio mayor que en el resto de países de la OCDE a la hora de encontrar trabajo. Veamos ahora las expectativas de ingresos económicos de los titulados universitarios. Según el informe de la OCDE sobre ‘‘Panorama de la Educación’ (2014) los ingresos de un titulado en Educación Superior son un 41% más altos que los de un titulado en la segunda etapa de Educación Secundaria, y están más lejos aún de aquellos que no tienen formación. Este informe repara en que en España las diferencias entre los ingresos según el nivel educativo son menos pronunciadas que en la media del conjunto de los países de la OCDE y para explicarlo apunta a que el mercado laboral valora menos la inversión en capital humano, algo que no ocurre sin embargo en países como Estados Unidos, donde la diferencia de sueldo entre un adulto titulado

en Educación Superior puede alcanzar hasta un 75% frente a un adulto que posee una titulación de segunda etapa de Educación Secundaria. En resumen, en España la educación superior disminuye más el riesgo de paro que en otros países (aunque la tasa de paro es superior) pero sin embargo no mejora los ingresos tanto como en los países que integran la OCDE.

Debemos tener en cuenta también que en España solo uno de cada dos universitarios trabaja en un puesto de trabajo acorde a su cualificación, lo que contribuye a la reducción del sueldo medio. Varias son las razones que pueden explicar esta situación. Una, ciertamente, es la persistencia de la crisis económica que sufre el país, que todavía tiene una presencia significativa a pesar de los esperanzadores indicadores macroeconómicos de este año. Otra, la estructura del tejido económico español, con una industrialización muy baja, que demanda empleo principalmente en profesiones relacionadas con los servicios y el turismo (aquí podemos incluir el derecho, la economía o la administración y gestión de empresas) y, hasta el inicio de la crisis, con la construcción, la sanidad y la educación. No es una sorpresa que las titulaciones más relacionadas con esas profesiones sean, junto con algunas ingenierías, las que aparecen con mayor frecuencia en la oferta de las universidades privadas, lo que hace que, como recoge un informe elaborado por la Conferencia de Consejos Sociales de Universidades, los egresados de universidades privadas tienen


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mejor empleabilidad, si desconocer que puede haber otras causas. Las Universidades Públicas, sin embargo, mantienen un perfil menos economicista y con mayor presencia de lo que se ha llamado ‘responsabilidad social’, reforzando la importancia de mantener titulaciones menos demandadas que son imprescindibles en la creación de cultura y conocimiento y en un mercado laboral equilibrado. En este punto es importante una reflexión sobre el tipo de oferta académica que tienen que hacer las universidades públicas. Ofrecer sólo titulaciones de aparente fácil inserción en el mercado laboral, produce, paradójicamente un desajuste cierto entre la oferta académica y las necesidades de ese mercado, por cuanto éstas cambian a mucha mayor velocidad. Por otra parte, además de dejar a la sociedad sin cultura y conocimiento humanístico y científico básico, y por tanto inerme a la manipulación, de ese modo se

limitan las posibilidades de cambiar el modelo productivo; si sólo formamos personas para trabajar en lo que ya conocemos, no habrá quien imagine nuevas cosas, porque sólo se tienen nuevas ideas de transformación de la sociedad en general, y del modelo productivo en particular, si se tiene una formación para ello. Formar sólo personas para las profesiones que ya hay es impedir la posibilidad de progreso de la sociedad. A pesar de todo, las perspectivas de muchas generaciones de españoles han mejorado gracias a la universidad pública. Si tenemos en cuenta que el 50% de los universitarios españoles proceden de familias no universitarias, podemos concluir, una vez más, que la formación académica constituye el ascensor social más importante que ha tenido este país, y durante años ha venido mostrando el camino a seguir para conseguir mejores y más elevados niveles de bienestar en la sociedad.


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Para que la universidad siga siendo capaz de proporcionar todos estos beneficios a la sociedad requiere una actualización y adaptación a los nuevos tiempos, tenemos que plantearnos si con su estructura actual, la universidad española continuará ejerciendo su papel de servicio a la sociedad. Como en todos los cambios profundos, este planteamiento requiere de un profundo debate que considere de manera integrada cuestiones como los modelos de la oferta académica y su relación con nuestras necesidades actuales pero también futuras, la gobernanza de las universidades y los modelos para su financiación ligados a objetivos. Como en todos los cambios profundos, se necesita además tesón y paciencia para ejecutar nuevas acciones y esperar a sus resultados.

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El proceso de Bolonia ya supuso un importante avance en ese sentido, al hacer a los centros públicos trabajar en una misma dirección de convergencia europea. Los resultados de este gran proyecto europeo están comenzando a ser evaluados y aunque algunos beneficios son explícitos, como las facilidades para la movilidad internacional y el reconocimiento de créditos, existen otros aspectos en los que aún no se conoce qué resultado arrojarán, como es su adaptación al mercado laboral o la calidad de la formación. En España no tenemos

aún resultados significativos de empleabilidad de los egresados de los nuevos grados y másteres de Bolonia, porque, como dije antes, los datos disponibles son de 2010 y se refieren, en consecuencia, a los licenciados del sistema anterior. Sin embargo, no se puede obviar un elemento que resulta determinante en el éxito del proceso y la equiparación del nivel educativo con el resto de países europeos, como es la financiación universitaria. Según un reciente informe de CCOO, la financiación de las universidades españolas ha caído un 15,1% en los últimos cuatro años, lo que supone una cifra cercana a los 1.500 millones de euros. Los ingresos por matrícula, sin embargo, pasaron de 1.626 millones en 2010 a 1.964 millones en 2014, lo que muestra claramente un trasvase en la financiación universitaria desde el espacio público al privado que representan las familias. Considerando que no haya habido variaciones substanciales en las restantes fuentes de financiación de las universidades, como proyectos de investigación competitivos, contratos con empresas o ingresos por patentes o transferencias (en la mayor parte de los casos esos ingresos han disminuido también), un sencillo cálculo muestra una disminución neta de unos 1.200 millones de euros en cuatro años. De continuar así, el deterioro que puede producirse en la calidad de la formación universitaria se hará patente en poco tiempo. A nivel mundial, la diferencia de financiación también es apreciable. Los datos recopilados por la OCDE referidos a 2011 muestran como España dedicaba a gasto público en instituciones de Educación Superior respecto al PIB un 1,3%, frente a la media de los países de OCDE situada en el 1,6%, y muy alejado del 2,7% de Estados Unidos o el 2,8% de Canadá. Teniendo en cuenta la pérdida de ingresos a los que acabo de referirme, los datos de 2015 serán todavía más desfavorables para el sistema


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universitario español. En producción científica, sin embargo, estamos entre los diez primeros países del mundo, lejos de Estados Unidos, pero por delante de Canadá. La evidencia de que estamos ante un sistema que, con defectos, sigue estando entre los más eficientes del mundo, debe ser analizada con detalle antes de proceder a cambios que puedan afectar a aquellas parcelas que muestran su buen funcionamiento. España tiene 30 universidades entre las primeras 200 en alguna de las disciplinas y en alguno de los 4 principales rankings (QS, Shangai, THE y Taiwán). De ellas hay 19 entre las 100 primeras y 6 entre las primeras 50, de nuevo en alguna especialidad. No obstante, no aparece ninguna entre las 100 primeras en los rankings globales. El sistema universitario español necesita de una estrategia clara para progreso para competir con otros sistemas y estar en las mejores condiciones para servir a la sociedad. Esta estrategia tiene que ser necesariamente global y coordinada, con la identificación de los problemas, sus soluciones y los agentes que deben llevarlas a cabo. En muchos casos serán las propias universidades, pero en muchos otros, será el Gobierno de la nación y los de las Comunidades Autónomas quienes tendrán la responsabilidad, sobre todo cuando se trata de leyes y otras normas y de sistemas de financiación. Es necesario abordar de manera conjunta al menos las siguientes cuestiones: 1. El diseño de un sistema de financiación estable y suficiente para las universidades públicas, basado en objetivos, con rendición de cuentas y asunción de responsabilidades por todos los agentes implicados.

2. Unas figuras de profesorado más flexibles que permitan atraer o retener talentos mediante remuneraciones y condiciones de trabajo más competitivas (entre ellas la posibilidad de crear sus equipos y elegir colaboradores) y que condicionen la continuidad a la obtención de resultados. Eso permitirá desarrollar además con garantías una política ambiciosa de incorporación de jóvenes y renovación de la plantilla, aspectos que han sido gravemente dañados por los recortes presupuestarios de los últimos años y por las leyes que dificultaban extraordinariamente, cuando no impedían, ambas cuestiones. 3. Un sistema de titulaciones universitarias que tenga en cuenta las necesidades de la sociedad. Por tanto, debe atender a la formación de élites culturales (en el mejor sentido del término) y de pensamiento humanístico y científico, a la atención a las necesidades del mercado de trabajo actual y a la previsión del futuro, y a la generación de una sociedad armada intelectualmente y capaz de diseñar nuevas modelos sociales y económicos y liderar esos cambios en el mundo. Debe ser además internacionalmente atractiva para permitir que los profesores y estudiantes universitarios se desarrollen en ambientes multiculturales. 4. Un cambio de los sistemas de gobernanza de las universidades que permita a sus gestores la toma de decisiones difíciles de mejora y progreso y permita, en consecuencia, a la sociedad el control de los resultados y la exigencia de responsabilidades. Cualquier persona con una mínima experiencia en la universidad española, sabe que si se abordan separadamente estas cuestiones, o si pretende desarrollar solo


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alguna de ellas sin abordar las demás, se camina hacia el fracaso y el desperdicio de la energía y de los medios económicos utilizados. En relación con la financiación, el sistema estable de financiación tiene que contemplar el modelo de universidad pública que se quiere para este país. Debemos ser capaces de mantener un modelo de universidad pública y de calidad que los ciudadanos reivindican, al menos mientras no haya otra estructura que demuestre ser capaz de mantener los mismos beneficios y mejorar su eficiencia. El modelo español tiene defectos. No alcanza los niveles de gratuidad de otros países como Escocia o Francia, donde el coste privado de estudiar en una universidad pública es mucho menor. Sin embargo, tampoco se acerca a los sistemas empleados, por ejemplo, en Gran Bretaña, donde los elevados costes implican la asunción por parte de los estudiantes de préstamos que luego lastran sus primeros años en el mercado laboral.

En lo que se refiere a la oferta académica, no cabe duda que se deberán afrontar cambios importantes en el modo de impartir y entender la educación superior. El auténtico mercado global en que opera actualmente esta etapa educativa, junto con la irrupción de las nuevas tecnologías y formatos abiertos como los MOOC y los cursos ‘on-line’, requieren de una capacidad de acción mayor que permita a las universidades tradicionales ser más ágiles

sin perder sus señas de identidad y pluralidad. Estas nuevas demandas tienden a configurar un panorama en el que la oferta necesita ganar en flexibilidad y adaptarse a necesidades de una formación permanente que acompaña a lo largo de la vida. La movilidad de los estudiantes y los investigadores es otro rasgo que se muestra determinante hacia el futuro y constituye una necesidad para alcanzar las cotas de excelencia requeridas. Esta movilidad en el caso de España aún tiene unos ratios muy bajos. En el mencionado informe sobre el Panorama de la Educación, destaca el Reino Unido con el porcentaje más elevado de estudiantes internacionales (18,3%), mientras en España únicamente el 2% de los estudiantes universitarios son estudiantes internacionales. Algo similar ocurre con la investigación. Esta diferencia tan notable se ha agudizado por la crisis y por ello, las políticas futuras deberán tener muy en cuenta estas cifras para ser capaces de revertirlas e igualar las ratios con otros países de nuestro entorno. El Ministerio de Educación, Cultura y Deportes acaba de presentar, en este sentido, una `Estrategia para la internacionalización de las universidades españolas´, elaborada con la colaboración de los diversos agentes que intervienen en ella, entre ellos varios departamentos ministeriales y una representación de las universidades. Es la primera vez que nuestro país hace algo así, y es importante que se haya hecho. Digamos para terminar que son muchos los retos que se presentan en un panorama que cambiará con gran velocidad en los próximos años. La Universidad debe ser capaz de cambiar con ellos y abanderar nuevos modelos socioeconómicos que se construirán para la ‘aldea global’ en la que ya vivimos. En términos educativos, la creación de áreas afines que sumen fortalezas y se coordinen con los nuevos formatos que surgen en espacios privados serán determinantes. Europa lo comprendió hace


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tiempo y puso en marcha acciones como el Espacio Europeo de Educación Superior. En España, la tradición y cultura compartidas con América Latina hace que existan también diversas iniciativas que buscan crear espacios donde el intercambio y la movilidad sean más fáciles. Lograr la creación de un espacio Eurolatinoamericano de Educación Superior generaría un potencial de dimensiones difícilmente calculables para la educación de las futuras generaciones, para la investigación de los próximos siglos y para el bienestar de los ciudadanos incluidos en su área de influencia. El año 2018 puede ser un hito para el sistema universitario iberoamericano en el que se firme la Carta que de naturaleza al espacio Euro-latinoamericano de Educación Superior.


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Juan M. Viaño Rey

Norman Ernest Borlaug no podía dormir tranquilo. No soportaba ver como miles y miles de personas de la India y Pakistán morían cada año porque los monzones arrasaban sus campos de trigo, eliminando toda posibilidad de poder alimentarse mínimamente. Decidió que toda su sabiduría y su conocimiento debían dedicarse a buscar una solución a este dramático problema que no ocupaba portadas de los periódicos de los años sesenta del siglo pasado, pero si llenaba las piras de cadáveres. Fue así como dedicó todo su talento a planificar los cultivos indios y pakistanís con la variedad del trigo enano, capaz de superar mucho mejor las envestidas de los ciclones y las tormentas. El mundo reconoció todo su trabajo en el año 1970, cuando fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. El conocimiento es la herramienta más eficaz para la evolución de la humanidad, de sus sociedades y de sus territorios y las universidades deben ser conscientes de ello. Las universidades, públicas o privadas, deben incluir irremediablemente en su misión la responsabilidad social con la ciudadanía. Es esta, sin duda, la principal razón de ser de las

instituciones educativas, especialmente las dedicadas a la enseñanza superior. La Universidad del 2031 puede ser muy distinta a la actual, pero no puede perder su principal función social basada en la generación y transmisión del conocimiento. El escenario actual es una plataforma móvil, quizás inquieta y revoltosa, que sin duda estimula a todos los que queremos saber cómo será la enseñanza superior en los albores del tercer milenio. Son muchas las opiniones que critican conceptos tan asentados como la planificación estratégica, especialmente en el mundo de la economía y la gestión empresarial, anunciando la llegada de la flexibilidad absoluta de tiempos, espacios, temas y soluciones. Bien es cierto que estas ideas recientes tienen un buen espejo en las obras de Napoleón Bonaparte, quien ya escribiera a finales del siglo XVIII aquello de “Los aficionados estudian estrategia, los profesionales logística”, uno de los lemas más utilizados por quizás el mayor magnate que ha dado el capitalismo, John D. Rockefeller. Sin embargo, es necesario pensar en la universidad del siglo XXI. Como es habitual en


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todos los cambios de ciclo, los primeros años los tenemos que dedicar a la experimentación y al ensayo de nuevas fórmulas. Algunas se perpetuarán y se convertirán en la columna vertebral de la formación más avanzada de una sociedad. Otras, caerán en el olvido, por mucho que hoy defendamos su importancia y su valía.

Los inicios del siglo XXI en Europa nos anunciaba un cambio de paradigma importante en docencia universitaria. El Espacio Europeo de Educación Superior entiende el aprendizaje como un proceso en el que el estudiante tiene que asumir su profesionalidad. Nace así el cómputo de horas globales, equivalente a una jornada laboral en cualquier profesión, y la determinación de la necesidad de mejorar los mecanismos de trabajo autónomo de quien aprende. Lejos quedaban los métodos fundamentados en lecciones magistrales, el ipsum verum sit, o en la medición de resultados exclusivamente a través de exámenes rígidos.

El modelo sueña con la mayor eficacia a partir de una planificación más correcta, un modelo mucho más proactivo del docente y una mayor participación del discente. Una década y media después de la aprobación de la Declaración de Bolonia, el proceso aún no ha llegado a su mayoría de edad. Buena prueba de ello es la cambiante legislación española, que no duda en realizar reformas importantes y profundas en cada legislatura, creando un escenario de incerteza incompatible con la planificación de vida a la que la juventud tiene derecho. Sin embargo, la universidad necesita una transformación como la que se apuntaba en el Espacio Europeo de Educación Superior. Si bien modelos pedagógicos nacidos en la Antigua Grecia siguen teniendo cierta vigencia, es importante que comprendamos las demandas de la sociedad en la que vivimos. Los tiempos acelerados, la globalización, la descentralización del trabajo, la eliminación de los límites de espacio y tiempo hacen necesaria una transformación de los métodos educativos. Las nuevas tecnologías, sin duda, han acelerado esta transformación tanto para los aspectos docentes como, sobre todo, para la investigación. Por fin somos conscientes de la necesidad de las redes, tejidas a partir de conceptos como los de inteligencia colectiva, tan bien definido por autores como Pierre Lévy. La colaboración entre poseedores de conocimiento es una de las mayores garantías de la evolución, la innovación y por lo tanto, de la mejora de la calidad de vida de todos nosotros. Es cierto, sin embargo, que entendimos que la tecnología era la estrategia para la no desaparición. Incluso llegamos a pensar, allá por el año 1999, que la tecnología había superado todas nuestras expectativas sobre el potencial de la inteligencia artificial y temimos el colapso en el mundo occidental por el


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temido “efecto 2000”. Hoy, el concepto de estrategia tecnológica también debe estudiarse en paralelo a las estrategias económicas que están siendo revisadas. Los avances son extraordinarios día a día, pero no debemos olvidar que el fin último de la innovación tecnológica debe ser llegar a convertirse en el mejor instrumento para lograr objetivos relacionados directamente con el ser humano, como la salud, la movilidad o las propias relaciones entre personas. Es por ello que las universidades deben asumir la iniciativa en el desarrollo de todas estas tecnologías, conjuntamente con el tejido industrial y financiero. Pero no debemos conformarnos con tener un instrumento asombroso en nuestro bolsillo, sino en crear todo lo necesario para que ese teléfono inteligente mejore nuestro día a día. Nace, pues, un nuevo enfoque en el debate de las infraestructuras. Lejos quedan los tiempos en los que se realizaban grandes edificios para acoger toda la sapiencia en un determinado campo de estudio. La mejor facultad, o la mejor escuela, no es la que tiene el edificio más grandioso, sino la que mejor está conectada con el resto del mundo. Por eso aparecen modelos diversos, fundamentados en la descentralización total, con distintas sedes para la investigación y la docencia, sin que esto haya supuesto una ruptura con la misión de cualquier universidad. La conectividad y el tránsito de información ya no entienden ni de relojes ni de fronteras. Somos muchos los que hemos tenido que adoptar horarios acordes con lo requerido por nuestros socios europeos, asiáticos o americanos. Somos muchos, también, los que hemos optado por estrategias claras de internacionalización en la busca de los mejores aliados para llevar nuestros retos a buen fin.

Las instituciones locales son las principales interesadas en este modelo transnacional. De nuevo España vuelve a ser un buen ejemplo de un modelo de financiación de la ciencia que se ha reducido claramente en el último lustro, invitando constantemente a la participación en proyectos europeos o intercontinentales. El modelo parece inevitable, pero es aquí cuando debemos recordar la misión principal de cualquier universidad: la de ser el motor de conocimiento principal de una sociedad. La internacionalización está lejos de ser una fascinación, más o menos obligatoria y pasajera. Es un modelo de trabajo, de mejora de resultados y de transferencia del conocimiento a quien lo necesite. En el año 1977, una de las mayores sociólogas que ha dado el siglo XX, Elisabeth NoelleNeumann, publico su obra “Espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social”. Allí quedó clara la influencia del colectivo sobre el individuo en la percepción de la realidad y en la asunción de las modas, fuesen fundamentadas o puros espejismos. Como alertaba Noelle-Neumann, no debemos sucumbir, sin reflexión ni debate, y por supuesto sin contraste e investigación, a los procesos que apuntan en una sola dirección. Por eso, ante el debate de la financiación debemos tener una postura clara, acorde siempre con la función social de servicio público que debe ejercer cualquier universidad del mundo.


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La llegada de los nuevos paradigmas educativos de los que antes hablábamos no ha traído consigo un cambio en los procesos de financiación de todo el modelo. Los sistemas públicos seguimos financiándonos de los presupuestos públicos, y los modelos privados siguen basando su estructura en las aportaciones particulares, más o menos interesadas. Sin embargo, la economía del siglo XXI si ha cambiado. Se han modernizado modelos de inversión y se han creado mecanismos que permiten una financiación mucho más democrática de los proyectos de alto interés general. Ya no es imprescindible convencer a una docena de importantes inversores para lograr que una patente se convierta en realidad en nuestras vidas, ya que se puede conseguir el objetivo con microaportaciones de cientos de personas. Sin embargo, los mecanismos universitarios siguen siendo tan rígidos que hacen muy difícil cualquier otra modalidad que no sea la ya habitual de los últimos cincuenta años. La responsabilidad de muchos investigadores y de muchos estudiantes es la que permite la modernización financiera, provocado incluso situaciones impensables hace solamente una década, como la apertura de campañas de crowdfunding o micromecenazgo para lograr que todo un laboratorio pueda sobrevivir. Aparece, pues, el debate del interés general. El presidente Kennedy lo resumió perfectamente en su célebre discurso de toma de posesión el 20 de enero del año 1961: “ask not what your country can do for you--ask what you can do for your country”. La innovación científica y la formación de la juventud deben preocupar a toda la sociedad, desde sus representantes hasta los propios implicados. En los modelos públicos, sin duda, los mayores responsables de ejercer esta responsabilidad son los

diferentes gobiernos que en todo momento deben valorar el impacto global de la existencia de una universidad, que va más allá que lo relacionado con la financiación más o menos ajustada.

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Sin embargo, eso no debe ser una causa para que el resto de la sociedad derive la totalidad de la responsabilidad hacia el gobernante de turno. Los modelos más exitosos necesitan del compromiso de los entes privados, bien en forma de inversores, bien en forma de filántropos, bien en forma de empresa o bien en forma de una familia que quiere lo mejor para sus hijos. En países como España, la falta de modelos que fomenten esta participación activa provoca que las soluciones buscadas no sean siempre las más adecuadas, aunque se acompasen con los tiempos que nos toca vivir. Sin duda, es muy interesante que una universidad pública decida buscar financiación más allá de los recursos públicos y es imprescindible crear mecanismos claros y contundentes de rendición de cuentas a la ciudadanía. Sin embargo, no debemos confundir esto con modelos que busquen la repercusión absoluta de los costes en aquellos que buscan para si un buen futuro, pero que necesariamente implica una mejora para el colectivo. Es imprescindible acometer nuevos modelos de financiación y de sostenibilidad económica y no debemos dejarnos envolver por la espiral


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del silencio concebida hace prácticamente medio siglo. Es ahora el momento en el que tenemos que investigar sobre los modelos universitarios, sus costes, sus beneficios y sobre todo, sobre el rol que deben asumir todos los implicados en el proceso formativo, desde los legisladores hasta el joven que decide adscribir su futuro a un título universitario. Las claves, como siempre que se habla de futuro, son inciertas. La universidad del año 2031 necesariamente va a ser diferente a lo que

conocemos hoy, igual que las aulas del 2014 poco tienen que ver con las de los años setenta. No oculto la preocupación generalizada, imprescindible en cualquier cambio de ciclo de la magnitud que estamos teniendo estos años. Sin embargo, no debemos renunciar nunca al compromiso social, al interés general, a la generación de ciencia, a la transmisión de conocimiento y, por supuesto, a la formación de la generación que nos tomará el relevo.


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Esteban Morcillo Sánchez

La Universidad es una de las instituciones más antiguas de Europa. A lo largo de los tiempos ha evolucionado y se ha ido adaptando a las demandas de la sociedad en cada época, contribuyendo a su progreso social, cultural y económico. A lo largo de las últimas décadas la universidad pública española ha realizado un importante esfuerzo de adaptación a las necesidades de capital humano y de formación de ciudadanía comprometida; ha desarrollado una investigación de alcance internacional que también ha transferido a los sectores productivos, siendo una base de los procesos de innovación empresarial; ha democratizado sus estructuras de gobierno, impulsado la participación en la toma de decisiones, implementado programas de evaluación de la calidad e incorporado las tecnologías de la información y la comunicación en los procesos de gestión y en sus actividades docentes e investigadoras. También ha desarrollado una importante función de difusión del

conocimiento, de promoción de la cultura y de internacionalización, convirtiendo las universidades españolas en los principales destinos Erasmus de las y los estudiantes europeos, situándose en los principales rankings internacionales y posicionando a diversos centros universitarios entre los 150 mejores del mundo en varias áreas de conocimiento. En la época actual, caracterizada por los cambios en los procesos industriales, la extensión en el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y una grave crisis económica, financiera y fiscal con profundas implicaciones sociales, la universidad pública debe continuar siendo el servicio público esencial que contribuya al progreso y desarrollo de su territorio y sus personas en un mundo global en la era de la sociedad del conocimiento. Estos son algunos de los principales retos a los que debe hacer frente la universidad pública en los próximos años.


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En un mundo crecientemente globalizado y de fácil alcance a través de las TIC, la universidad pública española debe posicionarse como un actor de dimensión internacional, aprovechando la fortaleza de su sistema universitario, la extensión mundial del castellano y la posición geoestratégica de la península Ibérica entre continentes. Ahora bien, esta dimensión global de la universidad debe combinarse con la perspectiva local: la universidad como servicio público que debe contribuir al desarrollo de su territorio, a la formación de sus personas y proteger e impulsar su patrimonio cultural propio. Y, del mismo modo, la universidad pública de escala global debe proyectar las características propias de su territorio a nivel mundial, favoreciendo la internacionalización de los currículos de su personal, de sus estudiantes y de las organizaciones colaboradoras de la universidad.

Tras unas décadas caracterizadas por el crecimiento universitario tanto en número de facultades en universidades consolidadas como en la creación de universidades para dar respuesta a la demanda creciente de formación superior de la sociedad así como para absorber las demanda de estudios de amplias cohortes de edad, la universidad pública ha iniciado en la última década importantes esfuerzos de colaboración y cooperación, siendo los proyectos ‘Campus de Excelencia Internacional’ un punto de partida para una nueva etapa de trabajo conjunto entre instituciones públicas de educación superior.

A medio plazo se debe incrementar la cooperación entre universidades no sólo en el campo de la investigación sino también en el ámbito docente, con iniciativas que ya se están desarrollando como es el caso de los programas de titulaciones conjuntas, y en compartir infraestructuras y plataformas tecnológicas así como esfuerzos de dimensión internacional. En un contexto económico restrictivo sólo de este modo las universidades podremos alcanzar la dimensión de escala suficiente para aprovechar las sinergias positivas que se derivan de esta cooperación interuniversitaria.

La sociedad actual ha sido caracterizada como una sociedad del conocimiento en continuo dinamismo. En un entorno global como el actual en que se desdibujan las fronteras, se incrementan los flujos de movilidad de las personas y mercancías y se internacionalizan los sectores productivos y las industrias culturales, la universidad pública debe contribuir al desarrollo de la sociedad formando ciudadanos globales y profesionales dinámicos. Ciudadanos globales capaces de enfrentarse a los retos de la gobernanza global, a participar en la esfera pública en el ejercicio de sus derechos de ciudadanía. Una persona capaz de desarrollarse en un mundo interconectado cuyas dinámicas impulsan a la internacionalización de los currículos y a la movilidad de las y los trabajadores. Formar profesionales cualificados ha sido una de las funciones principales de la universidad pública. En el contexto económico actual debemos formar profesionales capaces de enfrentarse al cambio continuo y al permanente desarrollo e incorporación tecnológica. En


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definitiva, formar profesionales capaces de adaptarse a diferentes perfiles laborales, capaces de comprender y participar de los cambios en los procesos productivos: profesionales dinámicos.

Identificar adecuadamente las necesidades de las personas y los requerimientos de los tejidos productivos más próximos en cada momento es un reto necesario para poder proporcionar una formación a lo largo de la vida que sea útil y responda a las necesidades de la sociedad en su conjunto, contribuyendo, de ese modo, a crear una sociedad más cohesionada y mejor formada.

Reconocida por los organismos internacionales y los gobiernos, la formación a lo largo de la vida se ha convertido en una necesidad para el desarrollo de las personas en las sociedades contemporáneas: mejorar sus conocimientos teóricos o prácticos, destrezas y habilidades y mejorar sus cualificaciones a lo largo de su ciclo vital. La universidad pública, como institución de educación superior, ha ido incorporando a lo largo de los últimos años diferentes programas que permiten contribuir a la formación de las personas a lo largo de su vida.

La investigación ha sido una de las prioridades de la universidad pública desde las últimas décadas del pasado siglo veinte, siendo fomentado su desarrollo, su internacionalización y su transferencia. El importante esfuerzo desarrollado por el sistema universitario ha convertido a la universidad en el principal generador de actividades investigadoras del Estado, participando de los principales programas competitivos de I+D de ámbito europeo y estatal. La investigación universitaria también ha sido sometida tanto a la evaluación de sus proyectos como de sus investigadores, persiguiendo los objetivos de eficacia y de eficiencia así como de excelencia. En una sociedad caracterizada por la omnipresencia del conocimiento, la universidad pública debe centrarse tanto en el desarrollo de investigación de carácter académico como traslacional. Una investigación básica que permita contribuir al progreso de la ciencia, dando respuesta a las preguntas que se formula el ser humano, favoreciendo la acumulación de


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conocimientos que nutran el saber colectivo y futuros desarrollos de investigación. Esta tipología de investigación no permite una cuantificación inmediata de su retorno en términos financieros, ni tampoco su inmediata aplicación, pero es fundamental para el desarrollo de la ciencia. Y una investigación aplicada que dé respuesta a la demanda tanto de los sectores industriales como de la propia administración pública. El volumen de conocimiento acumulado en la universidad pública permite el desarrollo de una investigación de carácter traslacional a realidades concretas que se convierta en fuente de innovación en los procesos productivos y en la gestión de los servicios públicos.

A lo largo de las últimas décadas las universidades públicas han impulsado ambas dimensiones de la actividad investigadora. La reducción de los presupuestos públicos de investigación, el carácter crecientemente aplicado de las demandas de investigación y la exigencia de un retorno inmediato y cuantificable a corto plazo de los resultados de la actividad investigadora son algunos de los factores que pueden condicionar la investigación universitaria de los próximos años. Enfrentarse a este reto, para que nuestro sistema universitario sea capaz de responder de una forma eficaz y eficiente a las demandas presentes y futuras de conocimiento, es el principal desafío para la universidad pública en una sociedad global del conocimiento.

Los modelos de desarrollo del territorio basados en la idea de triple hélice resaltan el papel nuclear de la universidad, junto a las industrias y gobiernos, como base para el crecimiento económico. La inclusión, junto a estos tres públicos, de los contextos de públicos de la sociedad productiva es la principal aportación de los modelos de cuádruple hélice a los que se añade el contexto de entorno natural para la sociedad para configurar los modelos de crecimiento de quíntuple hélice. Todos ellos son factores clave para lograr un crecimiento inteligente y sostenible que garantice el bienestar de la sociedad. En este marco conceptual la universidad pública no sólo es un actor capaz de aportar su potencialidad investigadora sino que, además, es una institución alrededor de la cual se generan actividades económicas relacionadas con la ciencia, la tecnología, la formación y los servicios que requieren las personas que forman parte de su comunidad universitaria. Estos son algunos de los ámbitos a partir de los cuales la universidad pública contribuye al crecimiento económico. Polo de atracción de personas y talento En la medida en que la universidad es una institución atractora de personas a un entorno geográfico concreto y delimitado, como son las ciudades en que se ubican sus campus universitarios, permite el desarrollo de actividades económicas en su entorno y al servicio de la propia institución y las necesidades de las personas que en ella desarrollan sus actividades.


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Pero también, en la medida en que la universidad se posiciona en un ámbito internacional se convierte en una institución impulsora de la notoriedad internacional de la ciudad y en un atractivo de turistas que visiten a sus familiares y convierte a sus egresados de escala estatal e internacionales en potenciales turistas que retornen junto a sus familiares y/o amigos. Desarrollo de tejido local de alcance internacional La universidad pública, a través de la transferencia de conocimiento, debe contribuir al desarrollo del tejido local en el ámbito internacional, siendo el núcleo del ‘Local Innovation System’, favoreciendo de este modo la supervivencia de los tejidos productivos tradicionales de ámbito local, de modo que se sostengan los niveles de empleo y de aportación al producto interior bruto de este conjunto de organizaciones productivas ancladas al territorio. Favorecer el cambio de modelo productivo Junto a la contribución a la modernización e internacionalización del tejido productivo actual, uno de los principales desafíos de la universidad pública en los próximos años en contribuir a un necesario cambio de modelo productivo. Un nuevo modelo productivo que debe permitir pasar de actividades en mano de obra de baja cualificación a otras intensivas en el uso del conocimiento. La Universitat de València, junto al IVIE y a través de VLC/CAMPUS contribuye a este cambio con su Observatorio ABACO. Estas actividades, de elevado valor añadido, configuran un nuevo vector de crecimiento intensivo en el trabajo de alta cualificación.

Impulso de nuevos sectores industriales: los Parques Científicos Una forma de favorecer el señalado cambio de modelo productivo es impulsar el desarrollo de nuevos sectores industriales. A lo largo de los últimos años las universidades públicas han avanzado en el fortalecimiento de la relación universidadempresa mediante la creación de Parques Científicos. Estos parques han sido concebidos como centros de transferencia de conocimiento y entre sus actividades se encuentra la creación de incubadoras empresariales y el alquiler de espacios a empresas intensivas en conocimiento que se nutran de la relación con los investigadores universitarios. Los parques científicos de las universidades se han construido a partir de la relación entre universidades, organizaciones empresariales y agentes sociales y administraciones públicas. Durante los últimos años estos parques han trabajado en red, compartiendo objetivos y compartiendo el know-how acumulado. Hasta el momento el resultado de estas iniciativas ha supuesto la creación de nuevas empresas derivadas de la investigación y de base tecnológica que ha implicado un incremento del empleo cualificado y la concentración de actividades vinculadas a nuevos sectores industriales. El desafío de las universidades públicas durante los próximos años es seguir avanzando en esta línea contribuyendo a la aplicación comercial de las actividades de investigación desarrolladas en el seno de las universidades en forma de spin-off.


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Fomento del emprendimiento y la aplicación industrial de la investigación

La colaboración público-privada en actividades de investigación

Las universidades públicas estamos fomentando el emprendimiento a través de numerosos y singulares e innovadores programas que buscan la valorarización del talento.

Aunque la colaboración entre universidad y organizaciones privadas, principalmente empresas, se ha incrementado a lo largo de las últimas décadas, incrementar la cooperación entre la universidad como integrante del sector público y el sector privado en el ámbito de la investigación es un profundo desafío: compartir experiencias, espacios y recursos para poder desarrollar proyectos de investigación con una mayor dimensión de escala y alcance global.

Incrementar el apoyo a las y los estudiantes es fundamental para favorecer la creación de empresas y otras formas de economía social que se conviertan en proyectos viables es un reto, como lo es también el fomento de la aplicación industrial de la investigación generada en el seno de las universidades. Este importante desafío no compete solo a las universidades, sino que requiere que las administraciones públicas favorezcan los marcos legales para acortar los plazos entre el desarrollo de las ideas y el establecimiento de las formas jurídicas en base a las que operar en el mercado.

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La universidad pública forma parte del sistema educativo y también del sistema de I+D. Para poder hacer frente a los importantes retos que como misión tiene la universidad se requiere de un sistema educativo estable en el que los planes educativos estén consolidados y se articule el consenso en torno a la importancia capital tanto de la educación como de la investigación. Esta estabilidad normativa debe ir acompañada de una suficiencia económica de recursos que permita convertir ambas actividades en pieza fundamental del futuro de nuestros territorios.

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Como organización del sector público, la universidad debe ser eficaz y eficiente y rendir cuenta de los recursos que la sociedad pone a su alcance a través de los presupuestos públicos.


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Iniciativas como la implantación de la contabilidad analítica, la aplicación de leyes que afectan al sector público, como las vinculadas con la contratación pública y la transparencia son algunas de las medidas que se han implantado recientemente en las universidades públicas para avanzar por esta senda. Estudios como el análisis de la contribución social y económica del sistema universitario público, pionero en su desarrollo en la Comunitat Valenciana por el IVIE, contribuyen a trasladar a la ciudadanía el valor de la universidad pública y su contribución a los objetivos de nuestra sociedad. El desafío para la universidad en este ámbito es trasladar adecuadamente a la sociedad los resultados de sus actividades, poner en valor su contribución al progreso de la sociedad y mejorar la calidad de los servicios públicos para alcanzar la excelencia. En definitiva, es evidente que el principal reto al que se enfrenta la universidad pública en la sociedad del conocimiento es continuar contribuyendo al progreso y bienestar, como servicio público esencial de la sociedad, como viene haciendo a lo largo de los siglos.


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Daniel Miguel San José

Según un proverbio chino, “es difícil hacer predicciones… sobre todo acerca del futuro”. La dificultad que entraña vaticinar cómo serán las universidades dentro de veinte o de cincuenta años depende en gran medida de anticipar cómo será el mundo dentro de veinte o de cincuenta años. Algunas cosas de las que hoy usamos o padecemos eran inimaginables hace veinte años, y otras que nos afligían entonces siguen siendo un azote que desafía nuestra fe en el progreso, sin embargo lo más importante es hacer que el futuro no sea una amenaza sino un abanico inmenso de posibilidades. Por esto, quiero hacer una declaración de confianza en el futuro de las universidades, en su capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos, en su vocación de intentar ofrecer en cada momento lo mejor para sus estudiantes y para la sociedad en general, en su permanente empeño por inventar un futuro mejor que nos ayude a crear una sociedad mejor. A pesar de mi fe en la capacidad de adaptación y progreso de la universidad, tengo que decir algunas de las cosas que pueden parecer pesimistas o demasiado críticas están dichas

desde el convencimiento en la fortaleza de la universidad como institución transmisora y generadora de conocimiento, abierta hacia el mundo y al futuro, buscando permanentemente la mejora de sus servicios a la sociedad. Intentaré esbozar una panorámica que atañe a las universidades en general, para después centrarme en algunos problemas concretos de las universidades españolas.

Son muchos los retos a los que, en una sociedad cambiante y cada vez más globalizada, se enfrentan las universidades en esta segunda década del siglo XXI. La universalización de internet ha puesto a disposición del ciudadano un volumen ingente de información y de conocimiento. Podría parecer que ello pone al alcance de cualquiera la posibilidad de una formación autodidacta y a la carta, si tiene las ideas claras y una cierta dosis de disciplina. Sin embargo, la misión de las universidades como entidad que garantiza


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con sus títulos la formación de sus egresados está fuera de toda duda, al menos en un futuro próximo. Pero la misión de la universidad no se limita a la mera expedición de títulos. Por vocación, y porque la sociedad así se lo encomienda la universidad debe ser generadora de conocimiento y pensamiento crítico, impulsora de la innovación, y líder de las transformaciones sociales, entre otras cosas. Todas estas misiones son esenciales en el desarrollo de la sociedad y las universidades seguirán teniendo buena salud en tanto en cuanto sean capaces de cumplirlas. Por otro lado, las nuevas tecnologías pueden permitir a la universidad herramientas para llegar a un público global con alcance planetario. Los llamados Massive Open On-line Courses puestos en marcha en los últimos años, son una experiencia fascinante que abre la puerta a una nueva forma de compartir conocimientos. Las universidades son, tradicionalmente, presenciales. Son lugares físicos donde se acude para recibir una formación. Aunque seguirá habiendo titulaciones que requieran un alto grado de presencialidad, las posibilidades de enseñanza on-line pueden cambiar radicalmente el modo de trabajar en muchas áreas de conocimiento, desarrollando nuevas metodologías que combinen clases y actividades presenciales con apoyo de formación on-line. Es difícil saber cómo serán las enseñanzas dentro de varias décadas, pero está claro que las universidades deben hacer un esfuerzo por adaptarse a las nuevas metodologías. Aquí, como en otros campos, adoptar posiciones inmovilistas puede conducir a la obsolescencia y a la desaparición. El futuro de una universidad, en cualquier parte del mundo, será más brillante cuanto más dinámica y adaptativa sea capaz de mostrarse ante los nuevos retos.

En este contexto general, las universidades españolas, sobre todo las universidades públicas, adolecen de una variada serie de problemas que habría que superar para poder enfrentarse con éxito a los nuevos tiempos. A continuación se exponen algunos de ellos, agrupados por grandes áreas.

El debate sobre un posible cambio en la gobernanza de las Universidades española lleva abierto desde hace más de una década, con intensidad fluctuante, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana. Existe un consenso generalizado sobre la necesidad de un cambio, pero no sobre la solución de los problemas. Quizá el modelo actual esté llegando al límite de agotamiento, pero dadas las circunstancias de los últimos años, el problema se ha dejado aparcado ante la aparición de problemas mucho más graves, derivados de la crisis. Como en otras facetas, una solución impuesta desde arriba o arrancada desde abajo, no será eficaz ni duradera. Es necesario aquí también retomar el debate y alcanzar un consenso que permita poner en práctica soluciones eficaces y que den lugar a un marco estable. No es posible diseñar estrategias a largo, o ni siquiera a medio plazo, bajo la amenaza de cambios constantes en el marco normativo, y eso es lo que hemos tenido: una reforma de la ley orgánica de universidades (con distintos


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nombres), prácticamente cada vez que ha habido un nuevo partido en el gobierno. Todo el mundo habla de que es necesario un amplio consenso y un marco estable para la educación, pero tales cosas cada vez parecen más lejanas.

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Paralelo al debate de la gobernanza, ha transcurrido el debate sobre el modelo de financiación de las universidades públicas que, en estos momentos está ligada casi exclusivamente al número de alumnos y al importe de las tasas universitarias, para cubrir justamente los costes derivados de la actividad docente y prácticamente con carácter anual. Se viene hablando reiteradamente de la necesidad de un nuevo modelo, que contemple programas a largo plazo, que contemple partidas de financiación ligadas a la consecución de objetivos de calidad docente e investigadora y de actividades de transferencia. Naturalmente ello debiera ir vinculado con el cambio de la gobernanza pero no parece haber señales positivas en el horizonte inmediato. De hecho, a los sucesivos cambios normativos a los que se alude en el apartado anterior y que por cierto cambiaban poco o nada en la gobernanza de las universidades, se les reprochaba por parte de sus detractores que

las leyes no vinieran acompañadas por la correspondiente financiación para poner en práctica los cambios a los que las leyes obligaban. Como es bien sabido, todas esas políticas voluntaristas de implantación de cambios “a coste cero” han tenido un coste real, en la práctica, sin que se hayan conseguido todos los efectos positivos que se deseaban.

En estos momentos (Febrero de 2015) cualquier opinión sobre la docencia en las universidades españolas viene completamente mediatizada por el debate abierto sobre la duración de los títulos y, por tanto, es difícil sustraerse a las presiones del ahora. Parece claro que las universidades españolas deben encontrar su sitio en el mundo, cada universidad debe encontrar su sitio. Después de décadas (o quizá siglos) de una concepción generalista, los vientos soplan a favor de la especialización, de manera que cada universidad deberá hacer una apuesta estratégica por aquello en lo que es más fuerte, o en lo que en el futuro puede ser más fuerte, de acuerdo con sus circunstancias, su entorno o su vocación. Las soluciones no son fáciles, sobre todo para las universidades más generalistas, más tradicionales y más viejas. Todas las estructuras y la propia gobernanza de las universidades favorecen las medidas “de reparto” donde todo el mundo, por igual, sale un poco beneficiado, frente a aquellas medidas que tratan de impulsar estratégicamente a unos frente a otros, por no hablar de que cualquier intento de cerrar un centro o una titulación provoca motines en la propia universidad y en la ciudad donde se asienta. Por otro lado, es necesario tomar decisiones estratégicas también sobre los métodos. Parte de la especialización y el posicionamiento de


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cada universidad pasa por diferenciarse no solo en los contenidos de las titulaciones sino también en cómo llevar a cabo la formación. Las titulaciones de grado o máster semi-presencial o completamente no-presencial podrán jugar un papel importante en la oferta de titulaciones de las universidades. El movimiento ya ha empezado, aunque no es fácil prever qué grado de éxito van a tener las titulaciones que se ofertan en estos momentos. Parece lógico pensar que la formación on-line puede servir, al menos, como un apoyo importante de la formación presencial, dando la oportunidad de implantar nuevas metodologías como la shift-classroom.

Otro de los grandes problemas del sistema universitario español, sobre el que se lleva hablando más de dos décadas, es el método de selección de profesorado. Del concursooposición en cada universidad, al sistema de habilitación, para acabar en la acreditación, el gran problema de la endogamia o la falta de movilidad del profesorado, lejos de arreglarse se ha hecho cada vez más profundo. En estos momentos en que, como consecuencia de la crisis y los recortes, se ha paralizado la convocatoria de plazas, existe además un colapso monumental en el sistema que produce malestar y desánimo entre los

profesores, y desánimo en los jóvenes egresados que dan por sentado que no existe la más mínima posibilidad de una carrera docente. Después de unos años de hablar mucho sobre el problema de la endogamia, y de intentar algunas soluciones como el sistema de habilitación, hemos llegado a una situación en la que ni si quiera se habla del problema y parece que nos hemos resignado a continuar como estamos. El problema se agrava si se tiene en cuenta que el promedio de edad en las plantillas de profesorado es bastante alto, sobre todo en las áreas más clásicas (medicina, ciencias experimentales, derecho, filología) donde se produjo una estabilización general en las décadas de los 80 y 90. El desplazamiento de alumnos a titulaciones más nuevas, ha dado como resultado que no se hayan producido incorporaciones de nuevos profesores en los últimos quince o veinte años. Algunas áreas podrían quedarse sin profesorado, por efecto vegetativo, en un plazo de cinco a diez años. Es necesario un plan de rescate, con entrada de jóvenes profesores en formación que puedan recoger el testigo en su momento. Algo parecido se hizo en las universidades inglesas en los años ochenta, en una época también de crisis con recortes sustanciales.


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La investigación en las universidades españolas ha pasado en los últimos cuarenta años de la práctica inexistencia a ser responsable en buena parte de la colocación de España en el mapa de la producción científica. Sin embargo, existen algunas amenazas que se ciernen sobre el sistema de investigación y también algunos problemas derivados de la idiosincrasia del sistema universitario español. Las universidades y sus profesores tienen el mandato de hacer investigación además de cumplir con sus tareas docentes. Sin embargo, salvo en contadas excepciones resulta imposible consolidar en las plantillas plazas de investigadores. En general, la contratación en las universidades, incluso en las épocas en que no había restricciones derivadas de la crisis, ha estado circunscrita a las necesidades docentes. El Programa Ramón y Cajal es prácticamente la única vía para incorporar investigadores formados a las universidades, y en los últimos tiempos existen dificultades para estabilizar a estos investigadores después de finalizar con éxito y con evaluación positiva el período de cinco años. Esto tiene consecuencias aún más perversas pues algunos departamentos rehúsan admitir investigadores del Programa Ramón y Cajal, dada la imposibilidad manifiesta de poder estabilizarlos.

La transferencia es el tercer pilar de la universidad, junto a la docencia y la investigación. Desde los primeros años del siglo se empezó una política de apoyo a la transferencia que se concretó, entre otras cosas, en la creación de Parques Científicos en (o vinculados a) las universidades, que podían concurrir, junto con Parques Tecnológicos, Empresas y Centros Tecnológicos, a

convocatorias especiales pensadas para potenciar proyectos aplicados e instalaciones donde llevarlos a cabo, a la vez que se estimulaban las políticas de apoyo a los emprendedores. Como en otros programas, la crisis y los recortes derivados de ella han producido un quebranto importante en las políticas de transferencia. Mirando hacia delante, las universidades podrán tener una actividad importante de transferencia sólo si sus grupos de investigación son capaces de conectar de forma eficaz con el tejido productivo. Como es natural, esta conexión es más fácil para las áreas de ingeniería, pero mucho menos para los grupos de ciencia fundamental, de letras, o de las áreas de las ciencias sociales y jurídicas. En el ámbito de éstas últimas se echa en falta un desarrollo de la cultura de la consultoría que en la mayoría de las universidades no tiene una regulación apropiada y, mucho menos algún incentivo. Con un mapa donde las universidades están distribuidas de manera bastante uniforme en el territorio nacional, con una universidad o al menos un campus en cada una de las capitales de provincia, las oportunidades están muy desigualmente repartidas, con mayores facilidades para las implantadas en los grandes centros urbanos rodeadas de grandes áreas industriales. La situación se puede ver paliada, sin embargo, por la mayor facilidad de comunicaciones que hace que para algunos trabajos no sea imprescindible la cercanía física, pues la globalización da oportunidades a quienes tienen desarrollos novedosos que ofrecer, independientemente de su situación geográfica.

La internalización se presenta como uno de los grandes retos que debe afrontar la universidad española. En una sociedad del conocimiento global carece de sentido pensar la universidad


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desde una perspectiva estrictamente regional o nacional. Las universidades deben integrase en redes internacionales, potenciando las conexiones entre grupos de investigación y facilitando el intercambio de docentes y estudiantes. Las últimas previsiones sobre la movilidad internacional de estudiantes apuntan a un notable incremento de flujo en un futuro inmediato, especialmente el proveniente de países emergentes que necesitarán potenciar la formación de su ciudadanía. Y aunque está claro que gran parte de ese flujo se canalizará hacia los países que han venido funcionando como polo de atracción tradicional (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, últimamente Australia y Nueva Zelanda), las universidades españolas también resultarán atractivas. Hay que aprovechar la experiencia acumulada a lo largo de los últimos años y las redes de contactos ya establecidas. Porque en este sentido está claro que no se parte de cero. Las universidades españolas han sido particularmente activas en los diferentes programas europeos y tienen lazos estables con Iberoamérica. Es importante implementar

medidas que faciliten la movilidad y el intercambio de alumnos, profesores e investigadores, simplificar y agilizar los procedimientos y las normativas de acceso, y flexibilizar los requisitos para las titulaciones conjuntas o las dobles titulaciones. La internacionalización supone un enriquecimiento de la comunidad universitaria y aporta beneficios concretos en el ámbito de la formación, la investigación y la empleabilidad de los graduados que se ve notablemente potenciada por la experiencia internacional.

En resumen, las universidades en general y las universidades públicas españolas en particular tenemos unos cuantos retos por delante, derivados de la globalización de la generalización de las nuevas tecnologías y del enorme aumento de la movilidad de los estudiantes. Tenemos el bagaje y el potencial para poder superar estos retos, pero tenemos que ser dinámicos, superar inercias y flexibilizar nuestras estructuras.


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Jordi Montaña

1. La oferta de titulaciones. La universidad

tiene un reto importante en la definición de las titulaciones que ofrece. No es una decisión baladí: por un lado las demandas de los estudiantes, por otra las demandas de la sociedad a medio y largo plazo y en medio los recursos humanos de la propia universidad en términos cuantitativos y cualitativos. El objetivo debe ser encajar estos elementos para buscar una identificación y una diferenciación específica para cada universidad a largo plazo.

2. La investigación y la transferencia de

conocimiento. A nivel formativo, es muy interesante y positivo que exista relación entre las áreas de investigación propias de cada universidad y las áreas de conocimiento en las que se amparan sus titulaciones . Un reto importante es conseguir que esta investigación se transforme en innovación y en trasnsferencia de conocimiento buscando sistemas para evitar el “death valley·.

3. La organización y los recursos humanos. La

universidad del futuro será un sistema que contemple la captación de talento y la formación, la evaluación y la promoción de las personas. El sistema de gobernanza debe representar toda la comunidad universitaria y el personal de administración y servicios con funciones bien definidas, órganos de participación, transparencia y rendición de cuentas.

4. Un proyecto pedagógico propio y distintivo

donde el estudiante sea el centro. El objetivo debe ser enseñar a aprender, primar la innovación, compartir conocimiento. La universidad del futuro debe formar personas con actitudes y valores que sean útiles a la sociedad a la que sirven.

5. Contemplar la formación a lo largo de la

vida. La universidad tiene un papel relevante en la formación de los individuos cualquiera que sea su edad. Acompañar y proveer de conocimiento en un entorno cambiante y que satisfaga las necesidades formativas de forma anticipada y global.


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6. Formación Profesional en la Universidad.

En el Espacio Europeo de Educación Superior, los grados superiores de la formación profesional forman parte del ámbito universitario. Se consigue acercar la universidad al mundo del trabajo, al mundo de la empresa y de las instituciones.

7. Un modelo de sostenibilidad económica a

largo plazo. Independientemente de si la financiación es pública o privada, la universidad del futuro debe ser eficiente y eficaz en la utilización de los recursos. Hacer más con menos y hacer las cosas adecuadas en beneficio final de la sociedad.

8. Relación con el entorno. La universidad, la sociedad y sus instituciones deben ser un conjunto. Que nunca se perciba la comunidad universitaria como una torre de marfil ajena al mundo que la rodea.

9. Universidad global y local. Con una

capacidad para la internacionalización de las comunidades universitarias implicadas y con arraigo en el territorio más próximo.

10. Universidad transparente y universal. El

alumno debe saber que puede esperar de cada universidad, evaluar su oferta formativa... y sobretodo, ningún alumno debe quedar excluido del sistema universitario por motivos económicos o sociales. La universidad del 2031 debe tener una única vocación, el servicio al estudiante y a la sociedad.


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Salustiano Mato de la Iglesia

El progreso de un país pasa por basar su economía en el conocimiento. Los países que no adapten sus economías a la sociedad del conocimiento están condenados a perder el estado de bienestar o a no conseguirlo nunca. Las sociedades que no hayan hecho la transición o tardaron en hacerla de la economía agrícola del siglo XVIII a la economía industrial del siglo XIX sufrieron mucho desempleo, un descenso enorme de la productividad, la competitividad y, por tanto, una crisis económica muy acusada. Los mismos síntomas sufren los pueblos que no están realizando la transición de la economía industrial a la economía del conocimiento. La sociedad del conocimiento se basa en considerar la educación, la investigación y la innovación como fuentes de competitividad de nuestras economías, presuponiendo que un capital humano con unas altas tasas educativas va a influir positivamente en la generación de nuevo conocimiento a través de la investigación, y que ese conocimiento llegará al mercado gracias al proceso de innovación empresarial. Para ello es necesario que los investigadores generen conocimiento en los

ámbitos en los que las empresas hacen sus negocios y que los empresarios sepan desarrollar el proceso de innovación. Actualmente, en el mundo global en el que vivimos, resulta indiscutible que nos encontramos ante un modelo económico que utiliza el conocimiento como factor de producción más importante, frente a los modelos anteriores en los que los factores como la tierra y el esfuerzo físico fueron decisivos para el sistema (García Manjón, 2010). Hasta el siglo XVIII la sociedad siguió un modelo basado fundamentalmente en la agricultura, entendida ésta en su sentido más amplio, donde el sistema se sostenía fundamentalmente por el uso de la tierra, combinado con el esfuerzo físico, mientras el conocimiento e incluso el capital no eran tan relevantes. Con la revolución industrial entramos en el siglo XIX en una sociedad industrial, que provocaría un abandono progresivo de la tierra y una gran concentración de la población en los núcleos industriales y en las ciudades donde residían los centros de


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decisión. En este modelo, el esfuerzo físico pasa a ser preponderante, pero cobra un protagonismo enorme el capital y, aunque el conocimiento es más necesario que en la sociedad agrícola, tendrá un papel secundario. Este modelo crea gran cantidad de puestos de trabajo basados en el esfuerzo físico, son brazos, mano de obra, que rinden más, mayores y más rápidas ganancias para los empresarios y los propios trabajadores que en el modelo anterior, pero con una dependencia cada vez más importante del capital.

Esta cuestión se maximiza en el modelo económico capitalista, sobre todo en el de corte liberal y ultraliberal, que progresivamente empezó a supeditar el tejido productivo a la economía especulativa. Si las principales fábricas en los primeros tiempos de las sociedades industriales, basaban sus ganancias en el esfuerzo físico de sus trabajadores, en una segunda etapa se buscó aumentar las ganancias a través de mano de obra más barata y después, en una tercera etapa, el aumento de las ganancias de productividad se debió principalmente a la incorporación de bienes de equipo, que primero hacían más eficiente el trabajo de las personas que participaban en el proceso y progresivamente iban sustituyendo a los trabajadores. De este modo, el capital fue arrinconando al factor humano y, en una cuarta fase la economía especulativa supone el punto culminante de la preponderancia del factor capital, de manera que fue produciendo la destrucción paulatina de las sociedades industriales. En ese momento nacen los

modelos de sociedades basadas en el conocimiento, y los pueblos que supieron anticiparse, transitaron oportunamente (segunda mitad del siglo XX) del modelo de sociedad industrial al de la sociedad del conocimiento. Aquellos países que no lo hicieron sufren un aumento del paro, paulatino en época de bonanza y descontrolado en épocas de recesión como la que vivimos, poniendo gravemente en riesgo en poco tiempo el estado de bienestar social que habían conseguido en el paso de la sociedad agrícola a la sociedad industrial. Paradójicamente, las sociedades que aún no habían realizado la primera transición, cuando pasan de ser sociedades que siguen fundamentalmente el modelo agrícola a comprender que directamente deben incorporarse al modelo de la sociedad del conocimiento, se están convirtiendo en países de economías emergentes. En la sociedad del conocimiento el trabajo físico y el uso de la tierra son factores poco relevantes y subsidiarios del factor conocimiento, pero lo más destacable y crucial es que el capital, aunque tiene un peso similar al adquirido en las sociedades industriales, está supeditado al intelecto. Por lo tanto, en el nuevo modelo, el conocimiento supera claramente al capital como factor de producción y lo coloca en una posición dependiente del mismo. Pensemos por ejemplo en un quirófano, con sus grandes y complejos equipamientos médicos (capital) que de nada servirían si no tenemos un cirujano con la experiencia y educación necesaria (conocimiento) para afrontar las operaciones (Drucker, 1994). Todo esto explica en gran medida los movimientos en el mercado de trabajo en función de cómo se transite o se vaya a transitar en el modelo de sociedad en la que vivimos. En una sociedad basada en el conocimiento, aunque su modelo económico sea liberal, las ganancias están


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supeditadas al conocimiento y por lo tanto a las personas, y las personas con conocimiento son un recurso inagotable. El investigador que mediante el uso de su saber realiza un nuevo descubrimiento, no agota su conocimiento en esta aplicación, sino que genera nuevos conocimientos que pasan a formar parte de su sabiduría. Del mismo modo, el ingeniero que se enfrenta a la resolución de un problema técnico complejo, no agota en esta aplicación su conocimiento sobre la materia, sino que a través de la aplicación efectiva del mismo aumenta su experiencia y su conocimiento tácitos sobre ese campo (García Manjón, 2010). Por todo esto la inversión en conocimiento, como nuevo capital del sistema económico y social, apunta a ser la más rentable jamás realizada. Mientras las máquinas tienen una vida útil limitada, el conocimiento puede ser utilizado por los individuos a lo largo de toda su vida. Está claro, por lo tanto, que la sociedad del conocimiento tendrá como consecuencia un gran aumento de los empleos basados en el conocimiento y una gran disminución de los empleos de tipo industrial. Si nos detenemos a estudiar esta idea podremos aproximarnos a entender algo de lo que sucede en nuestra situación actual. Rifkin (1995) defiende que la sociedad del conocimiento trae consigo una división de la población activa en dos segmentos; los que saben y los que no saben, alertando sobre un crecimiento del desempleo en los sectores industriales y de servicios debido al avance de las tecnologías en todos los ámbitos. El drama del paro en España era perfectamente predecible, aunque se vea incrementado de modo notable por la época de recesión económica que vivimos, que no hizo más que acortar los plazos y provocar que el proceso fuera más agudo y por tanto con menos capacidad para desarrollar una planificación

que atenuase el problema. El Estado Español no realizó una adecuada transición del modelo agrícola al modelo industrial, en el siglo XX. La prueba de ello es que no existió una política industrial planificada, si exceptuamos el caso del País Vasco. Nos convertimos en una sociedad que basó su modelo económico en el sector servicios, sobre todo en dos pilares: uno coyuntural y de alto riesgo, la construcción; otro de carácter más estable y estructural, el turismo. Ya en el siglo XXI, no iniciamos de modo decidido la transición a la sociedad del conocimiento, y como consecuencia las personas formadas no encuentran oportunidades de trabajo en nuestro territorio; sin embargo son fácilmente absorbidas por los mercados de otros países que hicieron y están haciendo esa transición, que no son necesariamente del llamado primer mundo como Alemania o Inglaterra, sino del llamado tercer mundo hasta hace poco como Brasil o India, e incluso que seguimos llamando tercermundistas como Perú o Colombia. En la apuesta por crear una sociedad del conocimiento. ¿Qué podemos hacer? En España y en Galicia en particular debemos hacer una apuesta decidida, y esto implica continuar y acelerar la transición del modelo agrícola e industrial (en Galicia tenemos todavía los dos conviviendo, lo que ofrece ventajas) hacia la sociedad del conocimiento, pero sin caer en los atajos ni espejismos de una sociedad de servicios, que siempre deben ser consecuencia, un complemento o factor multiplicador y no un fin en sí mismo. A nuestro juicio, una buena parte de la respuesta está en las universidades. Si asumimos que las universidades son, tradicionalmente, fuente de creación y de transmisión del conocimiento, la apuesta decidida por el sistema universitario será fuente de creación de riqueza para la sociedad.


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Así lo ha entendido, por ejemplo, Alemania, con un pacto de Estado para elevar la aportación de recursos públicos al sistema universitario y a la realización de I+D.

Ahora bien, si aceptamos que en la misión de la universidades, cuando menos de las públicas, está la creación de valor para la sociedad, la creación y transmisión del conocimiento deben tener en cuenta el tiempo que nos toca vivir. La investigación y la docencia deben orientarse a la innovación. Debemos formar profesionales que, en todos los campos del saber, actúen con naturalidad en entornos digitales y multilingües (propios de una era digital y de globalización como la actual), y sean capaces de facilitar la innovación con sus

conocimientos en los diferentes sectores ligados a su capacitación, y en particular, en los ligados a la estructura productiva de los territorios a los que están vinculadas sus universidades. Eurostat, como observatorio de la Unión Europea, ofrece un análisis muy completo de la situación de la innovación en Europa. De los múltiples indicadores que utiliza, el porcentaje de empleo en los sectores de alta tecnología1, Galicia está en el 2,2%, España está en el 3,5% y la media Europea (de los 27) en el 3,9%, con grandes diferencias entre países y también entre CCAA, con Madrid en el 8% y Canarias en el 0,8%. Está claro que en la medida en que un país sea quién de emplear a más personas en estos sectores, ganará más en competitividad su economía. Precisamente por todo ello se hace necesario apostar más si cabe por el conocimiento y por tanto por la inversión en I+D y Educación. Hacer lo contrario supone hundirse todavía más en las causas que nos llevaron a la recesión de estos últimos años, y sobre todo destruir nuestro futuro.

Bibliografía: Drucker P. The Age of social Transformation. The Atlantic Monthly, 1994 Garcia Manjón, J.V. Innovar en la era del conocimiento. Colección transfiere UDC. Netbiblo, 2010 Rifkin, J. The End of The Work: The Decline of the Global Labour Force and the Dawn of the Post-Market Era. G.P. Putnam´s Sons, New York, 1995

1 Según

Eurostat bajo esta definición se incluyen Informática, Telecomunicaciones, I+D y los sectores industriales de alta tecnología. Datos oficiales a 2012


Expertos internacionales en educaci贸n superior


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Ural Akbulut

Ronald Barnett

Tim Cook

Domingo Docampo

Barbara M. Kehm

V. Lynn Meek

David Palfreyman

Jan Sadlak

Jamil Salmi

ElĂ­as Sanz Casado

Hanne Smidt

Ulrich Teichler

Frans van Vught

Akiyoshi Yonezawa

Teodoro Luque MartĂ­nez


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Ural Akbulut

Para predecir el futuro de la enseñanza superior adecuadamente sería conveniente recordar la evolución de las escuelas a las universidades. Es bien sabido que las primeras escuelas fueron fundadas hace 5000 años por los sumerios. Cuando hablamos de las universidades deberíamos tener en cuenta que las escuelas de escribas sumerias fueron el primer gran paso para la fundación de las instituciones de enseñanza superior. Los sumerios crearon los números y, más tarde, alrededor del 3000 a.C. crearon el alfabeto. Los reyes y los sacerdotes necesitaban empleados que realizaran registros para ellos. El número de empleados no era suficiente como para satisfacer la demanda. Los sumerios eran la primera civilización innovadora que diseñó las escuelas académicas. Las escuelas de escribas sumerias sirvieron de modelo para todas las civilizaciones posteriores. Los reyes de Mesopotamia no sabían leer ni escribir. Los empleados escribían todos los mensajes de los reyes y les leían los mensajes que les llegaban. Los empleados hacían copias de los

documentos médicos, tecnológicos y religiosos, y el hecho de conocer aquellos temas les hacía ser los primeros eruditos. Pueden considerarse antiguos académicos, ya que algunos de ellos impartieron clases en las escuelas de escribas. Las escuelas de escribas, que eran las instituciones de enseñanza superior de su época, pueden considerarse como las predecesoras de las universidades. Los hititas, los egipcios y los chinos abrieron sus propias escuelas más tarde. Las escuelas de Atenas aparecieron alrededor del 450 a.C. Varios siglos después de las primeras escuelas griegas se fundaron las primeras escuelas de Europa, que más tarde inspiraron la idea de fundar las universidades de Bolonia y de Oxford.

Desde la fundación de las escuelas sumerias, los principios básicos de la enseñanza no han cambiado significativamente. Las aulas sumerias eran salas especiales dedicadas a la


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enseñanza, un profesor daba clases en el aula, los estudiantes tenían que aprobar los exámenes y se graduaban en la escuela una vez que terminaban todas sus asignaturas, como actualmente. Evidentemente, la infraestructura de las universidades, la calidad y el número de personal docente de la actualidad es incomparable con las escuelas sumerias (o incluso con las universidades de los años 80). La disponibilidad generalizada de ordenadores de sobremesa e internet en los años 90 originó cambios significativos en nuestros métodos de enseñanza. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) crearon un mundo nuevo para los académicos y para los estudiantes. Las universidades deben prepararse para las TIC como una plataforma importante en la enseñanza. Deben también estar preparadas para impartir las asignaturas utilizando métodos de aprendizaje combinados. Todos los graduados de bachillerato que entran en las universidades adquirirán una elevada cultura digital; preferirán las universidades que estén mejor equipadas con infraestructuras de las TIC. Si algunas universidades no disponen de las infraestructuras adecuadas, sus estudiantes quizás prefieran seguir las clases de los mejores profesores del mundo en línea. Luego pueden comenzar a opinar sobre la calidad de las clases impartidas en sus universidades en las redes sociales, lo que puede afectar a la reputación de las mismas. Las universidades deben utilizar simuladores y tecnologías 3D en algunas aulas y laboratorios lo antes posible. Reducir el coste de las tecnologías de sensores permitirá medir la mirada de los usuarios de los ordenadores a través de sensores interactivos. En el futuro, interfaces de aprendizaje personalizadas, tales como los MOOC, emplearán estas tecnologías. Esto permitirá a las universidades sacar conclusiones acerca del interés de los estudiantes siguiendo sus patrones de miradas en las sesiones de aprendizaje en línea. La experiencia personal de los estudiantes

durante las etapas de aprendizaje, tales como las dificultades en el aprendizaje de un tema específico también puede analizarse. Los entornos de aprendizaje adaptables incorporarán el desarrollo tecnológico para cumplir los requisitos de los sistemas de aprendizaje individualizados del futuro. Aunque algunos expertos insinúan que los MOOC remplazarán a la enseñanza tradicional en un plazo de 15 a 20 años, esto no puede ocurrir tan rápidamente. Actualmente hay algunos problemas con los MOOC, como no dar créditos ni diplomas a los estudiantes. Otro problema es que solo alrededor del 10% de los estudiantes terminan estos cursos. Las universidades deberían ofrecer programas orientados para la obtención de un título en línea para adultos con el objetivo de ayudarles a encontrar mejores trabajos. Las universidades deberían motivar a sus mejores profesores para que preparen cursos en línea. Necesitarán profesores con talento para impartir MOOC en inglés para atraer a los estudiantes internacionales.

Los estudiantes internacionales serán muy importantes para las instituciones de enseñanza superior en el futuro. Globalizarán el entorno académico más que otros factores. El número de estudiantes internacionales entre el año 2000 y 2012 aumentó de 2 millones a más de 4 millones. Se espera que el aumento sea más rápido en los próximos 20 años de manera que se intensificará la competencia entre las universidades. La internacionalización en las universidades crea oportunidades para las colaboraciones


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globales. En aproximadamente 20 años, se espera un aumento considerable de la población en los países en desarrollo. Aumentará la demanda de la enseñanza superior de manera que será una gran oportunidad para que las universidades de todo el mundo atraigan a estudiantes internacionales de alta calidad. Los estudiantes internacionales tendrán más conocimientos de tecnología que actualmente. Sus altas expectativas aumentarán la competencia internacional. Todas las universidades deben desarrollar nuevas estrategias para atraer una mayor presencia de los mejores estudiantes internacionales. En el año 2012 el mayor número de estudiantes internacionales se encontraba en: Estados Unidos (18%), Reino Unido (11%), Francia (7%), Australia (6%) y Alemania (5%).

Todas las universidades deben aumentar considerablemente tanto la movilidad de los estudiantes como la de los profesores dentro y fuera de sus países. El aumento de la movilidad estudiantil y del intercambio de profesores mejorará el perfil internacional de las universidades. Las mejores universidades del mundo contratarán un gran número de docentes internacionales. Las universidades en el futuro competirán entre sí para contratar a los mejores académicos de otros países. El aumento de estudiantes internacionales y la contratación de los mejores alumnos posdoctorales aumentará el número de profesorado internacional. Los estudiantes enviados al extranjero durante 2-3 semestres actúan como catalizadores para aumentar los intercambios de futuros estudiantes. Será significativamente ventajoso enviar también a académicos al extranjero. Los mejores

académicos, enviados a los países en desarrollo, ayudarán a sus universidades a mejorar sus modelos de enseñanza y a iniciar nuevos proyectos de investigación. Esto mejorará la reputación de la universidad en los países de acogida y atraerá a los estudiantes y a los investigadores posdoctorales de esos países. Por otra parte, los académicos que sean enviados a las mejores universidades tendrán una oportunidad para trabajar con los científicos más destacados del mundo, de manera que aumentarán las futuras colaboraciones de investigación internacionales con las mejores universidades.

El rápido desarrollo de los ordenadores, de la ingeniería mecatrónica y de la inteligencia artificial controlarán a los robots para que pasen a formar parte de nuestra vida diaria. Se espera que los robots de servicio sean una de las mayores industrias en el futuro. Para 2030 se espera que los robots reemplacen un porcentaje significativo de la fuerza de trabajo en los países desarrollados. No es fácil pronosticar que profesiones disminuirán o desaparecerán en el futuro. Para lidiar con esto, las universidades deben enseñar a los estudiantes con planes de estudios flexibles para proporcionarles un conocimiento más amplio en varios campos. Las universidades deben diseñar planes de estudio interdisciplinarios y nuevos cursos para que sean en parte impartidos por profesionales de la industria. Todo esto debería incitar a los estudiantes a graduarse en titulaciones con doble especialidad o doble especialidad secundaria. Todos los estudiantes deben participar en actividades culturales, artísticas y deportivas. Estas medidas les darán una oportunidad para encontrar un nuevo trabajo a través de sus titulaciones de doble


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especialidad o a través de una de su especialidad secundaria en caso de que pierdan sus trabajos. Pueden incluso encontrar un nuevo trabajo relacionado con algunos de los clubes de estudiantes en los que participaban activamente. Las universidades deben estar preparadas para abrir nuevos departamentos y quizás para cerrar algunos otros debido a los nuevos avances tecnológicos.

En un futuro cercano, todos los países necesitarán un elevado número de emprendedores para desarrollar los productos de alta tecnología. Los estudiantes y los alumnos necesitan estar expuestos a la cultura de innovación y al espíritu empresarial en las universidades para ser emprendedores exitosos. El desarrollo de los países aumenta cuando se incrementa el número de tecnologías especializadas que crean. Los cursos de emprendimiento deben utilizarse como una herramienta esencial para mejorar la colaboración industrial de las universidades. Estos cursos enseñan a los estudiantes a diferenciar entre una idea y una oportunidad de negocio auténtica. Aprenden cómo construir modelos de empresa y cómo adaptarlos a las necesidades del mercado. Estos cursos ayudarán a los estudiantes a aprender acerca de los sistemas de transferencia tecnológica y las redes empresariales globales a través de las universidades. Los estudiantes aprenderán el papel de las universidades, los parques científicos y los inversores privados cercanos (business angel) en la iniciativa empresarial. Estos cursos les ayudarán a desarrollar sus planes de negocio y a construir empresas de base tecnológica. Luego, pueden ascender en sus empresas y formar parte de las redes

globales. Por consiguiente, los estudiantes, las universidades y sus países podrán producir y exportar nuevos productos de alta tecnología. Los cursos de espíritu empresarial guiarán a muchos estudiantes para crear sus propias empresas en lugar de seguir buscando trabajo.

Se espera que el rápido crecimiento de la tecnología provoque que los países desarrollados lleguen a ser incluso más desarrollados. La brecha tecnológica entre los países más desarrollados y el resto del mundo se espera que aumente más. Por lo tanto, las universidades deben dirigir las iniciativas económicas regionales a través de las nuevas tecnologías. Las universidades deben promover el desarrollo de las empresas de alta tecnología así como el de las empresas derivadas (spin-off) a través de sus profesores y de sus estudiantes. Las universidades deben apoyar y dirigir el emprendimiento tecnológico y las tecnologías emergentes en sus países. Solamente las universidades pueden reunir a los empresarios tecnológicos privados y universitarios para el crecimiento de las tecnologías especializadas. La forma más productiva que tienen las universidades de dirigir el desarrollo de las tecnologías especializadas es establecer incubadoras de tecnología. Si no pueden establecer incubadoras por sí mismas deben participar en las existentes. Si no hay una incubadora tecnológica local, deberían convencer a las autoridades para que establezcan una.


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Deberían compartir las incubadoras con otras universidades para crear sinergias. Las universidades deberían incorporar a los estudiantes y a los profesores jóvenes en las incubadoras para la aparición de productos de alta tecnología. Las universidades deben facilitar la transferencia de tecnología, la cesión de explotación de sus desarrollos y las oportunidades de alianzas comerciales (joint venture) a los empresarios de las incubadoras. El éxito de las incubadoras de tecnología ayudará a las universidades a crear mayores fondos de investigación a largo plazo.

En 2012, la Asociación Internacional de Parques Tecnológicos (IASP) definió parque científico como: “una organización dirigida por profesionales especializados, cuyo principal objetivo es aumentar la riqueza de su comunidad promoviendo la cultura de innovación y la competitividad de sus empresas asociadas e instituciones basadas en el conocimiento. Para lograr que estos objetivos se cumplan, un Parque Científico estimula y dirige la circulación de conocimiento y tecnología entre las universidades, instituciones I+D, empresas y mercados; esto facilita la creación y el crecimiento de empresas basadas en la innovación a través de procesos de incubación y generación de empresas spin-off; y proporciona otros servicios con valor añadido junto con espacios e instalaciones de alta calidad”. En un futuro cercano la importancia de los parques científicos (parques tecnológicos) que pertenecen a las universidades serán más importantes que nunca. La colaboración con la industria reforzará el papel de las universidades como líderes en innovación para el crecimiento de sus países. Una de las mejores herramientas de las universidades para llevar a cabo una fructífera colaboración con la industria es tener o formar parte de un parque científico. Quizá en 15 años, los principales indicadores para evaluar el rendimiento de las investigaciones de la universidad no serán exclusivamente el número de artículos publicados o citados. El número de patentes concedidas, el número de empresas spin-off y el volumen de propiedad intelectual de las universidades tendrán la misma importancia. Las universidades necesitarán aumentar el número de proyectos de investigación colaborativos orientados a producto con la


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industria. Un número significativo de académicos, graduados y algunos de los estudiantes universitarios deberían formar parte de proyectos innovadores desarrollados en los parques científicos. Las empresas de los parques científicos necesitan asistencia científica de profesores universitarios y estudiantes graduados para desarrollar las tecnologías especializadas. Silicon Valley es el primer parque científico del mundo y fue fundado a finales de los años 50 en California. Silicon Valley, Research Triangle Park y los demás parques científicos de los Estados Unidos desempeñaron importantes papeles para aumentar el nivel de los productos de alta tecnología de los Estados Unidos.

Debido al aumento de la demanda de enseñanza superior, la matriculación y el número de universidades estatales también aumentarán. Los estudiantes demandarán mejores infraestructuras en los campus, alojamiento y comidas más baratos, y becas. Debido a los desarrollos tecnológicos, el coste de la investigación básica en las universidades también será más costoso. Los gobiernos no podrán satisfacer el constante aumento del coste de las universidades públicas. Actualmente en muchos países el presupuesto asignado por los gobiernos a las universidades públicas principalmente se basa en la matriculación. En algunos países cierta parte del presupuesto se basa en los resultados. En el futuro se espera que la mayoría de los gobiernos cambien lentamente a una dotación presupuestaria basada en los resultados. Dado que los gobiernos no pueden recortar el presupuesto de las necesidades básicas, su ayuda financiera en investigación se basará en los resultados. Si las universidades gastan una

cierta parte de su presupuesto de investigación en investigación aplicada, pueden tener algún retorno en forma de regalías, patentes, derechos de autor y marcas registradas. Por lo tanto, pueden generar más fondos para investigación y tienen una oportunidad para aumentar el rendimiento de su investigación. Los presupuestos anuales de investigación de Harvard, de Stanford o del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ascienden a más de 800 millones de dólares. El porcentaje de ayuda federal de sus presupuestos de investigación es alrededor del 70%. Ganan millones de dólares de regalías, patentes, derechos de autor y marcas registradas. En el futuro, solamente las universidades emprendedoras tendrán unos presupuestos de investigación suficientemente altos. Las universidades emprendedoras estarán bien preparadas para los futuros recortes de ayuda estatal en los presupuestos de investigación Los altos presupuestos de investigación ayudarán a las universidades a generar fondos para gastar más en investigación y producir más artículos científicos y patentes. Por consiguiente, pueden mejorar en los rankings y recibir más fondos de las fuentes nacionales e internacionales. Algunos gobiernos pueden empezar a utilizar los resultados de la clasificación para las asignaciones presupuestarias basadas en el rendimiento. Por lo tanto, las universidades deben hacer todo lo posible para mejorar su posición en estas clasificaciones.

Se espera que en el futuro aparezcan grandes problemas que requerirán soluciones proporcionadas por las universidades. A continuación se muestran algunos de ellos: a) escasez de agua b) envejecimiento de la


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población c) escasez de gas natural, carbón y petróleo d) alimentos modificados genéticamente, etc.

Los avances tecnológicos obligarán a las universidades reestructurar sus plataformas didácticas. Deberán seguir el rápido desarrollo de las TIC y de los MOOC y empezar a utilizar métodos de enseñanza semipresencial. Deben empezar a utilizar simuladores y tecnologías 3D en algunas aulas y laboratorios de enseñanza. Deben elaborar planes de estudio flexibles para proporcionar a los estudiantes conocimientos más amplios en varios campos.

Deberían hacer intercambios con un gran número de estudiantes internacionales y académicos para aumentar las actividades de enseñanza superior transfronterizas. En el futuro, las universidades emprendedoras tendrán más oportunidades de adoptar por sí mismas avances tecnológicos y asignaciones presupuestarias basadas en los resultados. Las universidades que tienen acceso a las incubadoras tecnológicas y a los parques científicos estarán mejor equipadas en la década del 2030. Mejorarán en los rankings y recibirán mayor proporción de fondos de investigación de las fuentes nacionales e internacionales.

Referencias: A Test of Leadership. Charting the Future of U.S. Higher Education. U.S. Department of Education. 2006. Retrieved from: https://www2.ed.gov/about/bdscomm/list/hiedfuture/reports/final-report.pdf Global Flow of Tertiary-Level Students. UNESCO Institute of Statistics. 2014. Retrieved from: http://www.uis.unesco.org/Education/Pages/international-student-flow-viz.aspx Trends in Global Higher Education: Tracking an Academic Revolution. A Report Prepared for the UNESCO 2009 World Conference on Higher Education Retrieved from: http://www.uis.unesco.org/Library/Documents/trends-global-higher-education-2009-worldconference-en.pdf Institute-wide Task Force on the Future of MIT Education. Final Report. July 28, 2014. Retrieved from: http://web.mit.edu/future-report/TaskForceFinal_July28.pdf? World Economic Forum. Global Risks 2015. Top 10 Risks in Terms of Impact. 2015. Retrieved from: http://reports.weforum.org/global-risks-2015/ The Shape of Things to Come: Higher Education Global Trends and Emerging Opportunities to 2020. Going Global 2012. 2012. Retrieved from: http://www.britishcouncil.org/sites/britishcouncil.uk2/files/the_shape_of_things_to_come higher_education_global_trends_and_emerging_opportunities_to_2020.pdf


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Ronald Barnett

La Universidad se ha convertido en un asunto de interés en todo el mundo. Todos los países quieren un sistema de educación superior propio y próspero, del mismo modo que cada ciudad desea su correspondiente Universidad. Se plantea así, dentro de los propios estados y entre las naciones, un intenso debate acerca de cómo debería desarrollarse dicha educación superior. Dónde deberían garantizarse los recursos para conseguir un sistema de calidad es una de las preocupaciones. Del mismo modo, se presta una amplia atención a la actuación internacional de las Universidades, tanto en materia de investigación como de docencia. Por lo tanto, actualmente la educación superior es un tema que despierta un considerable interés en todo el mundo. No obstante, tras esta observación, surgen una serie de preguntas; ¿Qué significa que la Universidad sea un asunto de interés?, ¿por qué ha surgido este interés en todo el mundo?, ¿se da un único interés muy extenso o son varios los intereses que suscita?, cuando se dice que la Universidad es un asunto de

interés, ¿es lo mismo que decir que es interesante? y, ¿qué es exactamente lo que resulta interesante? Por ejemplo, ¿existe una gran diferencia entre “la Universidad” y “las Universidades” como asuntos de interés?, ¿hay alguna diferencia concreta entre la Universidad y la educación superior? A mi entender, no se ha estudiado seriamente la cuestión de la universidad como asunto de interés; así pues, la pretensión de este breve artículo es la de mostrar que dicha materia es de suma importancia.

Existe una diferencia significativa entre decir que un asunto es de interés y decir que es interesante. Decir que la universidad es una cuestión de interés es, en realidad, denotar que la Universidad ha atraído mucho interés y este es, sin duda, el caso que nos ocupa. Los gobiernos, los diversos sectores y organizaciones laborales, los estudiantes, los


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padres del alumnado, las propias Universidades, los académicos y los analistas expresan interés por las Universidades. Se preocupan por ellas e incluso llegan a mostrar cierta inquietud. Manifiestan, por ejemplo, preocupación por la financiación, la calidad o la relación con la economía. Cada grupo se caracteriza por tener intereses diferentes en la universidad; algunos se preocupan por su fortaleza—o la falta de ella—, otros por el mundo laboral y otros por la calidad. Como resultado de todo este interés, aumenta el debate público en materia de educación superior. Por otro lado, decir que la universidad es interesante quizás puede parecer, en primera instancia, un poco extraño. La reacción del lector puede ser: “Por supuesto que es interesante”, o bien, “a mí no me parece que sea interesante”. En estos casos, “interesante” manifiesta un interés personal, mientras que “de interés” expresa una observación imparcial acerca de la situación general de un determinado asunto.

universidades emprendedoras y del estudiante cliente. Al gestionar una universidad, la dirección financiera seguramente se preocupará por el nivel de interés obtenido a partir de las inversiones. Por otro lado, es posible que los estudiantes tengan un interés pecuniario por sus futuras oportunidades salariales tras la graduación. Al enfrentarse con tasas elevadas, puede que los mismos estimen cálculos de coste-beneficio en cuanto a la evaluación comparativa de los méritos de los diferentes proveedores e incluso lleguen a considerar que no está dentro de sus intereses convertirse en un estudiante a jornada completa, por lo que elijan acceder directamente al mercado de trabajo (o quizás estudiar mientras trabajan).

Entonces, ¿por qué esta cuestión —sobre si la universidad es interesante y de qué manera— podría ser de algún interés? ¿No sería, en el mejor de los casos, un asunto sin interés y en el peor, un asunto completamente trivial? Yo no estoy de acuerdo.

En tanto en la universidad, para recoger los intereses de los estudiantes universitarios, incluido el propio interés por ser estudiante, se realizan encuestas al alumnado en las que se le requiere que pondere la intensidad de sus diferentes motivaciones para cursar unos determinados estudios. Igualmente, se le invita a juzgar las ventajas de su elección, sus intereses por asegurarse un buen puesto de trabajo u otras causas, como estudiar cerca del hogar familiar. Al responder a un tipo de cuestionario así, es posible que se plantee seriamente cuanto le interesan sus estudios.

La idea de interés tiene una connotación particular: el interés financiero. Esta dimensión es especialmente pertinente en una sociedad capitalista y en la era de las

A partir de estas reflexiones, comienza a surgir una tipología que contempla los intereses del mercado, los intereses académicos y los intereses de identidad, en la que los tres se manifiestan tanto a nivel universitario, (esto es, institucional) como a nivel de cada uno de sus miembros (tanto personal como estudiantes). Las decisiones de gestión pueden deberse a mejorar la posición en el mercado de la universidad (consiguiendo los mejores lugares en los rankings), o se amparan sus intereses académicos (al subvencionar un programa que cree que tiene la responsabilidad de mantener)


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o van encaminadas a preservar su propia identidad (dando particular apoyo a un centro de investigación con la que está especialmente vinculada). En consecuencia, los tres conjuntos de intereses (de mercado, académicos y de identidad) se aprecian no solo entre el alumnado, sino también entre el personal universitario. Las personas (profesores y estudiantes) se plantean su situación en el mercado laboral, sus intereses académicos y la percepción que tienen de sí mismas (y, ciertamente, su proyección de cara a los demás).

lo identificó hace más de doscientos años en su obra El conflicto de las facultades. Así pues, los académicos desarrollan intereses muy profundos por su trabajo, no solo a nivel interdisciplinar sino también intradisciplinar y, en ocasiones, los conflictos estallan con tal intensidad que llegan a causar escisiones dentro de una disciplina o de un departamento. Este conflicto intelectual muestra lo sumamente interesadas que están las personas por su disciplina; pues su identidad y su vida entera se forman a partir de tales intereses. Así, en nuestro esquema de tres dimensiones, los intereses de mercado, académicos y de identidad se entrelazan entre sí. No obstante, los conflictos de interés también están presentes en las concepciones de la universidad. La dirección y los docentes tienen intereses marcadamente distintos y, a su vez, transversales. A la dirección le interesa el cambio de la organización y de la universidad; los docentes, por otro lado, tratan de comprender el mundo más allá de la misma, aunque en una porción del mundo que pertenezca a su campo de estudio. A veces, estos conjuntos de intereses tan diferentes (de cambio universitario y comprensión disciplinar) manifiestan el más explícito no entendimiento. Es posible que la universidad espere lealtad de sus miembros y que, a su vez un académico critique abiertamente la dirección que está tomando dicha institución. De ello deriva una tensión inevitable, pues tales intereses encontrados no conviven fácilmente.

Una vez que comenzamos a aceptar que existen diversos tipos de interés, estamos solo a un pequeño paso de reconocer que también existen conflictos de interés en el ámbito universitario. Esto no es nada nuevo, Kant ya

No debemos presuponer tampoco que sea posible evitar tales conflictos. Por ahora, estos conjuntos de intereses contrapuestos están muy arraigados; es más, constituyen la universidad contemporánea. En otras palabras,


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la universidad está plagada de ideologías en conflicto y, precisamente, un rasgo distintivo de las ideologías es que son lecturas parciales pero estructuradas del mundo y que brotan de unos intereses colectivos particulares. La mercantilización, el gerencialismo, el academicismo y el consumismo son quizás las ideologías más importantes presentes en la universidad. No obstante, en los tiempos que corren surgen nuevas ideologías. Con la era de Internet, por ejemplo, aparecen fervientes defensores de las nuevas oportunidades y del mayor acceso que proporciona la red. Del mismo modo, se sostiene que desaparece la preocupación por pagar las altas tasas si no se finalizan los estudios así como las limitaciones para acceder a otros estudiantes, a profesores o a todos los servicios de la vida del campus. Se trata de una ideología en toda regla que está respaldada por poderosos intereses del mundo corporativo, que ven aquí oportunidades de recompensa financiera y de cuota de mercado.

Lo que al principio podría haber parecido un asunto enigmático (la universidad como asunto de interés), está resultando de vital importancia para comprender la universidad. Sabemos que existen diversos tipos de interés, de los que hemos distinguido los de mercado, los académicos (en la vida intelectual) y los de identidad. Al observar este esquema de tres dimensiones, aparecen todo tipo de ideologías, que confluyen, desde su origen y en todo el mundo, con la Universidad. Por lo tanto, cuando percibimos que intervienen un conjunto de intereses concretos, como por ejemplo, durante la puesta en marcha de un nuevo campus en el extranjero, tenemos derecho a preguntar de quién son los intereses presentes en ese caso.

En un primer nivel, la pregunta es fácil de responder: le interesa a la persona (o personas) que está lanzando la propuesta; sin embargo, es evidente que puede haber —y por lo general, así es— unos intereses en juego profundamente arraigados. (La misma expresión “en juego” es apta aquí porque originalmente no tiene una connotación pecunaria sino de mercado en referencia a una participación en una empresa invirtiendo financieramente, con la esperanza de asegurar un interés sobre el capital). Además la universidad moderna, presente en todo el mundo, está mucho más conectada con la economía general, por lo que se ve obligada a considerar los intereses de los sectores más poderosos. Los empresarios, algunas industrias y servicios (por ejemplo, los militares, los servicios de salud o las industrias farmacéuticas y petroquímicas) y las esferas políticas, favorecen sus propios intereses. Así pues, en un nivel más profundo, la pregunta “¿Qué intereses?” hace referencia a las grandes fuerzas globales, tales como la economía global, el “capitalismo cognitivo” (como se ha denominado), la revolución digital y el neoliberalismo. Por lo tanto, para comprender la decisión de abrir un campus en el extranjero es necesario profundizar en las estructuras globales subyacentes, así como en los intereses que intervienen en las Universidades de todo el mundo. Esto es, comprender la situación en su totalidad debe ir más allá de la simple identificación de los oradores, los proponentes o incluso de la propia institución.

Estas reflexiones nos llevan a considerar la existencia de más intereses que son, en gran medida, invisibles. Dicha invisibilidad se manifiesta de dos formas. En primer lugar, forma parte de la naturaleza de los intereses


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globales que configuran las universidades en todo el mundo. Paseando por un campus no veremos explícitamente elementos de economía globalizada del conocimiento o de neoliberalismo, aunque estos ejerzan influencia. Si bien es cierto que podremos ver algunas de sus consecuencias como, por ejemplo, competencia universitaria o estudiantes que actúan como clientes, no veremos realmente la economía globalizada del conocimiento o el neoliberalismo. Ante tales teorías, podremos estar alerta para observar cómo se exteriorizan y, del mismo modo, reconocer sus efectos. Quizás incluso queramos modificar nuestro parecer acerca de la economía del conocimiento o el neoliberalismo. Pero por sí mismos son invisibles. Son como la gravedad, no podemos verla pero nos afecta en gran medida. Así pues, estos movimientos globales permanecen ocultos y a su vez emanan de unos fuertes intereses mundiales.

estas dos funciones esenciales de la universidad. Y creerán seriamente en lo que dicen. En la práctica, no obstante, todas estas políticas y principios en su universidad son todo lo contrario, dándose una separación y un enfrentamiento entre docencia e investigación. Así, los profesionales con perfiles de investigación disfrutan de mayores sueldos, de cargos más elevados y de licencia sabática, mientras que las condiciones de un contrato exclusivamente de docencia no son tan favorables. En este punto entra en juego otra ideología (si bien de carácter académico) en la que una determinada postura reflejará los verdaderos intereses de los involucrados que son, no obstante, invisibles incluso para los más comprometidos. Así, surge una distinción fundamental entre los intereses defendidos y los intereses reales. De este modo, el rector defiende el interés por mantener la unidad entre docencia e investigación pero los intereses reales son precisamente todo lo contrario; esto es, buscar que se opongan entre sí ambos campos.

El otro tipo de invisibilidad es aquellas en las que los intereses están en el trabajo, en las acciones y en las palabras pero son invisibles aún para sus seguidores. Los rectores pueden declarar su lealtad a la investigación y a la docencia. En sus discursos de graduación representarán incluso la viva imagen de la igualdad, complementariedad y vinculación de

Primeramente, se ha planteado que la universidad tiene múltiples intereses y estos, a su vez, sus respectivos partidarios. A menudo, permanecen ocultos y se contraponen entre sí. La importancia de todo esto es doble. En primer lugar, es relevante para comprender la universidad, pues hemos observado que existen rivalidades y antagonismos que se manifiestan abiertamente. A su vez, se deduce que la identificación de la universidad con cualquier tipo de unidad o universalidad (implícito en el término “universidad”) resulta muy problemática, dado que los intereses están polarizados. Se puede afirmar, por lo tanto, que la Universidad es una institución antagónica.


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En segundo lugar, median unos mecanismos globales muy potentes que albergan determinados intereses (en el mercado, en el poder de las empresas y en el uso del conocimiento para fines instrumentales) que son en gran medida invisibles y de los que muchos no son conscientes. Por ello, es posible que las universidades y las personas sientan que están actuando por su propio interés cuando en realidad persisten en desarrollar actividades que están sirviendo a la causa de grandes estructuras globales subyacentes. Ni las universidades ni los individuos dentro de las mismas tienen la libertad que creen para regirse por sus propios intereses. Ciertamente, lo que es de interés institucional y personal (lo que es interesante) puede no jugar a favor de los mejores intereses de una universidad o de los sujetos que forman parte de ella. Es posible que una universidad o un académico en particular desempeñe una investigación competitiva y se muestre feliz por ver a su departamento en los primeros puestos de rankings universidades de investigación; no obstante, puede que esto conduzca a una actitud directiva demasiado

estricta para aquellos que no se desenvuelvan tan bien en estas condiciones, por lo que, el que sería un buen departamento o un buen docente, se ve amenazado con el despido (y se cierran valiosos departamentos o se despide a personal muy válido). De este modo no se está velando por los intereses de la educación superior ni de la propia universidad en cuestión. Entonces, ¿cómo avanzar? Una de las formas que se plantean para seguir progresando es identificar los intereses que no están presentes, y, en concreto, aquellos que además de unificar la universidad podrían hacer que se aliara más con los intereses de la sociedad en general. Conceptos como bienestar, ecología o sabiduría contribuirían (i) a identificar unos intereses comunes dentro de la universidad, (ii) a abrir un espacio en el que la universidad contrarreste las poderosas fuerzas globales y (iii) a unificar la universidad y los intereses mundiales. Por supuesto, llevar todo esto a cabo es a la vez arriesgado y difícil; no obstante, podría ser sumamente interesante.


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Tim Cook

Actualmente, las universidades desempeñan dos funciones fundamentales: docencia e investigación. Por una parte, la docencia transmite el conocimiento y formas de pensar a generaciones futuras; y por otra, la investigación crea y salvaguarda los nuevos conocimientos, al igual que hace referencia y registra los conocimientos existentes.

La docencia universitaria, caracterizada como un diálogo entre profesionales expertos en una materia y un número reducido de estudiantes, difiere de muchas otras formas de enseñanza en que es bidireccional, en lugar de unidireccional; al igual que ocurre con un libro, una clase o cualquier otra forma de presentación. La docencia “guía” las opiniones de los estudiantes (“educar”, del latín “educo”, “guiar, dirigir”) y sin la participación recíproca de los estudiantes supondría un proceso muy diferente. Otra característica significativa de los profesores universitarios es que están continuamente involucrados en investigaciones de actualidad y esto puede resultar en un punto de vista único (¡a la vez que se reconoce que esto no siempre viene acompañado de competencias docentes!). * Las opiniones contenidas en este artículo son las del propio autor y no coinciden necesariamente con las de la Universidad de Oxford.

En términos del tiempo de personal docente, este tipo de enseñanza supone más gasto que otras formas de enseñanza más “amplias” debido a la necesidad de la alta proporción de personal docente con respecto a los estudiantes. Existen pocas fuentes alternativas en relación al tipo de enseñanza ofertada en la universidad y definida de esta forma, por no decir ninguna.

La investigación universitaria, al contrario que la investigación comercial o contractual, podría considerarse como “impulsada por la curiosidad”. Podría describirse como una investigación donde los resultados previstos, o incluso requeridos, se desconocen al comienzo del proceso, y son únicamente unas indicaciones.


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Actualmente, el producto derivado de una investigación universitaria, impulsada por la curiosidad, es la creación de inventos comerciales que pueden constituir un beneficio para la sociedad. Se describen estos inventos como productos derivados porque no constituían el principal objetivo de la investigación, el desarrollo de nuevos conocimientos. Este tipo de investigación resulta más exigente en términos de impacto comercial inmediato que la investigación comercial “rentable”; por lo que, si el impacto comercial se utiliza como medida de valoración de una universidad, tendrá un impacto negativo en la percepción del rendimiento de dicha universidad. No obstante, sugiero que la investigación universitaria es una, o incluso la principal fuente de inventos de transformación social. Por ejemplo, el láser, ubicuo en las comunicaciones digitales, es el resultado de una investigación “impulsada por la curiosidad”, más que de cualquier exigencia basada en la utilidad. De hecho, cuando se mencionó el láser por primera vez en 1960, fue descrito como “una solución en busca de problema”. Charlie Townes, ganador del premio Nobel y del premio Templeton, inventó el máser, que dio lugar al láser al querer encontrar una fuente intensa de radiación altamente monocromática para un espectroscopio que estaba fabricando. Llegó a este resultado mientras se encontraba sentado en un banco en el parque. Así, pese a que no podía prever el amplio campo de aplicaciones del láser ni la producción tecnológica a gran escala que permitiría su fabricación a bajo coste, su invento, impulsado por la curiosidad, resolvió un problema muy bien definido, encontrar una necesidad práctica para sus experimentos espectroscópicos.1

Private Communication: Professor Andrew Briggs, University of Oxford, January 2015 1

Es un error diseñar una planta de producción para maximizar la productividad de productos derivados si perjudica la producción primaria. Constituiría un error aún más grave destinar los elevados costes de investigación universitaria a que nuestros investigadores más creativos se centren en oportunidades comerciales si, de esta manera, disminuyen los beneficios potenciales que resultarían de un pensamiento crecientemente impulsado por la curiosidad en la sociedad.

Por otra parte, si se pagara a los académicos para hacer lo que quisieran durante el tiempo que quisieran, ¿cómo se convencería a los contribuyentes de que se está haciendo un uso responsable de su dinero? Para ello, se requiere un nivel de confianza que es muy difícil conseguir. Necesitaríamos concebir un sistema híbrido con suficiente contabilidad para convencer a los contribuyentes de que su dinero no está siendo malgastado y, al tiempo, evitar limitar de forma innecesaria la creatividad de los investigadores. Únicamente sería posible desarrollar dicho proyecto si los que lideran y presiden las universidades y la economía pudieran desarrollar y definir conjuntamente una visión políticamente aceptable.


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La financiación de la educación superior constituirá un desafío constante para cualquier sociedad, cuando crecen las aspiraciones de los estudiantes y el sistema sanitario y las pensiones de la tercera edad provocan exigencias crecientes sobre las finanzas nacionales. A menos que las instituciones de educación superior puedan demostrar su valor para la sociedad, en términos que la sociedad pueda tanto entender como aceptar, no podrán justificar el presupuesto que requieren. Se verán obligadas a aceptar contratos de investigación económicamente favorables a corto plazo, en detrimento de los beneficios a largo plazo que constituirían las investigaciones impulsadas por la curiosidad; con la consecuente reducción del número de investigadores o profesores y el detrimento de la educación superior.

A medida que las sociedades avancen en los próximos 20 años, no me cabe duda de que lo que se espera de las universidades y lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas va a cambiar y que dicho cambio va a ser diferente según el lugar. Por una parte, podría darse una sociedad seria y trabajadora donde a los niños se les educa para estudiar doce horas al día hasta que cumplan los veinte años para después trabajar en empresas cuidadosamente planificadas y reguladas. Otro extremo sería una sociedad con una cantidad significativa de recursos naturales que deben ser extraídos y vendidos, donde existen pocos incentivos económicos para que un adolescente complete sus estudios superiores porque ya tiene un sueldo y un coche deportivo. El desafío al que se tienen que enfrentar los estrategas políticos de cualquier país es, por lo tanto, responder a la pregunta planteada al comienzo de este párrafo.


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Sin embargo, cabría decir que los estrategas políticos están tan lejos de obtener los posibles beneficios sociales procedentes de las universidades, que no son capaces de formar un juicio fundado. Así que es necesario recurrir a los responsables de las universidades para determinar el enfoque y las oportunidades que un sector correctamente instruido de la población podría brindar, como por ejemplo, el valor añadido que presentan los graduados con respecto a aquellos que abandonan sus estudios o el valor añadido que presentan los posgraduados sobre los graduados. Actualmente, es muy poco común ver este tipo de publicidad expresamente, probablemente porque resulta muy difícil de calcular.

Se ha planteado la cuestión de la qué proporción de la sociedad necesita una educación universitaria, quién lo decide y quién lo paga. En Reino Unido, la participación total en la educación superior aumentó desde un 3,4% en 1950 hasta un 8,4% en 1970, un 19,3% en 1990 y un 33% en el año 20002. Sin embargo, a los estudiantes se les exige el pago tasas de matriculación cada vez más elevadas: en 1990 se limitaban a 1.000 libras esterlinas, en 2004 aumentaron a 3.000 y en 2010 alcanzaron las 9.000 libras. Cabe esperar que pocos estudiantes lo consideren una inversión factible a medida que aumentan las tasas y que los beneficios obtenidos de la educación superior sean menos evidentes en el mercado laboral.

La secuencia de eventos desde 1990 hasta 2010 podría entenderse como una aspiración política, que las arcas públicas no pueden financiar, así que se les pidió a los estudiantes que abonasen las tasas y algunos de ellos decidieron que no merecía la pena realizar esta inversión. De manera que existe un debate sobre el derecho a la igualdad en la educación (qué número de estudiantes puede acceder a la educación superior; es decir, el tamaño del sector de la educación superior) y el derecho a la igualdad de oportunidades (cuántos estudiantes tienen la oportunidad de solicitarla, independientemente del número de plazas disponibles).

Las universidades constituyen tanto un valor potencial como un consumo de los recursos de la sociedad. Los altos cargos que lideran las universidades y los políticos, hablando desde las dispares bases de su conocimiento, tienen la responsabilidad de maximizar los beneficios de las inversiones que ha hecho la sociedad en estos recursos. Considero que es más probable que estos beneficios provengan de la educación y de investigaciones impulsadas por la curiosidad que los inventos individuales a corto plazo realizados en las universidades.

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UK House of Commons Library Standard Note: SN/SG/4252 November 2012 2


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Domingo Docampo

La calidad de la investigación universitaria es garantía de desarrollo de las naciones y del bienestar futuro de sus ciudadanos. Medir dicha calidad no es asunto menor, a juzgar por el número de clasificaciones universitarias que utilizan la prestación investigadora como variable única o fundamental. En este trabajo, nacido a partir de una lección pronunciada en la inauguración de curso de la Universidad Internacional de Andalucía en 2014, se pretende reflexionar en torno a la investigación universitaria en España y a la posición que esta nos depara en el contexto internacional, visualizada a través de la clasificación que desde el año 2003 publica anualmente la Universidad Shanghai Jiao Tong, utilizando datos relativos a la producción investigadora en cantidad y calidad y a la excelencia académica reconocida mediante prestigiosos galardones o un elevado número de citas.

El espectro de visiones académicas en torno a los rankings es de banda ancha. Así, mientras que algunos se sienten incómodos ante valoraciones de superioridad académica de cualquier índole, otros ven en la competencia y sus resultados uno de los motores de la excelencia académica. Ante esa realidad, podemos concentrarnos en el debate sobre las virtudes y defectos de los rankings, o aprovechar la oportunidad de sacarles partido en la medida en que estos no sólo reflejan con claridad cuáles son las universidades de élite, sino que podrían además ayudar a marcar la senda al resto de las instituciones académicas que aspiran a seguir la estela de las mejores. No se nos escapa la complejidad del proceso de consenso social acerca de cualquier medida de calidad universitaria. No es extraño por tanto que para que un ranking aspire a ser representativo deba escoger entre ser simple y homogéneo, unidimensional, con el fin de poder comparar instituciones muy heterogéneas, o potencialmente confuso, como los intentos en Europa de establecer un


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proceso creíble de multi-rank. El Academic Ranking of World Universities (ARWU), conocido como ranking de Shanghai, presume de haber construido una medida simple de la calidad de la investigación universitaria, por lo que ha recibido innumerables críticas que han atacado su metodología y cuestionado su valor. No obstante, a pesar de sus reconocidas flaquezas metodológicas, ARWU se ha constituido en el catalizador de iniciativas de reforma dirigidas a primar y reconocer la excelencia científica, ilustrando la potencia de los procesos de benchmarking (Aghion et al, 2008). ARWU utiliza un procedimiento peculiar de compresión no lineal de las puntuaciones en las seis sub-escalas que lo componen, por lo que constituye de facto una medida unidimensional de carácter regresivo, es decir, una medida que premia con menor intensidad las mejoras relativas de las universidades situadas en la cumbre (Docampo y Cram, 2014). La validez de las medidas está garantizada ya que a partir de nuestro trabajo anterior los resultados pueden ser reproducidos con un elevado nivel de precisión (Docampo, 2013). Una de las críticas recurrentes al ranking es la incidencia del tamaño de las instituciones en sus resultados (Zitt y Filliatreau, 2007), hecho reconocido por sus autores (Liu y Cheng, 2005). No obstante, no resulta sencillo cuantificar los efectos precisos del tamaño en la prestación institucional en los diversos indicadores, sobre todo porque, hasta ahora, los debates acerca del efecto del tamaño de las instituciones no han tenido en cuenta el carácter regresivo de la medida. Es por ello que algunas críticas basadas en supuestos beneficios derivados de la agregación institucional para ganar peso deben ser formuladas con cautela, como pusimos de manifiesto en un trabajo con colegas de la Universidad de Granada en el año 2012 (Docampo et al., 2012).

Recientemente, hemos analizado la lista de 500 universidades de ARWU, y dentro de ellas, las más de 400 instituciones para las que se computa su tamaño medido en personal académico a tiempo completo. Hemos reproducido también los resultados de otras muchas universidades que no han encontrado acomodo en la lista oficial (respetando proporciones de peso de los distintos países) y hemos vuelto a analizar la muestra total, con más de 900 instituciones. Hemos encontrado en ambos casos que el tamaño explica aproximadamente el 30% de varianza en la muestra, mientras que la calidad/excelencia se hace cargo del 60% (Docampo y Cram, 2015). Así pues, el hecho de que el ranking de Shanghai utilice la actividad investigadora como única dimensión para la medición, y que el tamaño no alcance a explicar más allá de un tercio del desempeño, hacen de ARWU un instrumento apropiado para medir la calidad de la investigación en las universidades y los sistemas de educación superior en su conjunto.

La característica más importante de la investigación universitaria española es su profesionalización a lo largo de las últimas tres décadas; ha dejado de ser una actividad llevada a cabo por una minoría para pasar a constituir la parte esencial del trabajo de nuestros profesores universitarios. El inicio de dicha transformación hay que buscarlo en el primer plan nacional de I+D, que diseñó las


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bases sobre las que se asentaría la concurrencia competitiva en la consecución de fondos públicos de investigación, de la que se derivaron dos importantes incentivos para el trabajo investigador a nivel colectivo e individual. En primer lugar, el plan representó para las universidades un eficiente mecanismo para dotarse de las necesarias infraestructuras y servicios acordes con el interés por elevar la calidad de la investigación, que se vería reforzado con la aplicación a ese tipo de inversiones de una parte no desdeñable de los fondos de cohesión de la Unión Europea. Desde el punto de vista individual, la puesta en marcha del complemento por rendimiento investigador supuso un salto cualitativo en el reconocimiento de la función investigadora como fuente de prestigio, promoción y, aunque en menor medida, de estímulo económico al esfuerzo individual. La transformación iniciada en 1988 no se ha producido sin sus claroscuros. Aunque la investigación es hoy vital para cimentar el prestigio de un profesor universitario, no ha llegado todavía a constituirse en la principal vara de medir en la promoción académica, que ha conseguido sortear los mecanismos establecidos en todas las leyes universitarias de la democracia. No obstante, la promoción por méritos de investigación recibió una bocanada de aire fresco a raíz de la incorporación de investigadores al sistema universitario por medio del programa Ramón y Cajal, y, posteriormente, de las iniciativas a nivel autonómico que secundaron dicho programa, lo que abrió las puertas de nuestras universidades a muchos científicos con buena formación posdoctoral.

Transcurridos 25 años, es momento de preguntarse por la distancia recorrida, y por los retos que nos depara la comparación con otros sistemas universitarios de mayor tradición científica. Como antes hemos señalado, el ranking de Shanghai es un instrumento que puede facilitar el benchmarking académico, y, dado que comprendemos el mecanismo no lineal de asignación de puntuaciones, estamos en condiciones de deshacerlo para poder agregar correctamente datos por países. Puesto que al conjugar información de distintas universidades se suavizan las posibles diferencias de énfasis en unos u otros ámbitos científicos y humanísticos, se puede afirmar que la posición global de un país con los criterios del ranking no es un mal proxy de su desempeño científico, si los datos están ponderados de manera inversa a la riqueza. En la figura 1 representamos en el eje vertical el número de universidades de investigación frente a la proporción de PIB (PPP) mundial. Se han considerado como universidades de investigación aquellas con puntuaciones en el ranking de Shanghai por encima de 4. Podemos ver que España tiene un sistema universitario más extenso que lo que le correspondería por su PIB, con un número de universidades en las que se hace en mayor o menor medida investigación parejo a Francia e Italia, países con mayor proporción del PIB (PPP) mundial (del orden de vez y media el tamaño de España).


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Figura 1: Número de universidades de investigación (eje vertical) frente a proporción del PIB (PPP) mundial (eje horizontal). Ambas en escala logarítmica USA

R² = 0,8921 JPN

AUS TWN

CHN

UK ITA ESP FRA KOR CAN BRA MEX

SWE AUT CHEBEL

PRT NOR CZE HKG CHL

NLD

ARG España, en producción total, si se hace con países de tamaño semejante o mayor Es relevante el dato de producción en ciencia social, que nos sitúa más en la órbita anglosajona que en la europea continental.

En la Figura 2 se representa en el eje vertical la producción científica en ciencias sociales frente a la producción científica total de las universidades de investigación. La comparación resulta muy favorable para

Figura 2: Producción científica en ciencias sociales (eje vertical) frente a producción total (eje horizontal), ambas en escala logarítmica USA

R² = 0,765 UK NLD

HKG NZL NOR PRT AUT CHL ARG

CZE MEX

iversity

AUS CAN

ESP

SWE BRA ITA TWN FRA BEL KOR JPN CHE

CHN

iversity


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Finalmente, en la Figura 3 puede verse la universidad española en el contexto de los sistemas de educación superior a nivel global. El criterio que se ha seguido en la elaboración de dicha gráfica es el promedio en la puntuación final en ARWU de un número de universidades de acuerdo con el PIB de cada país (Docampo, 2011). El eje horizontal mide la calidad de las mejores universidades, y el vertical el impacto que tiene cada país dentro del ranking (número y posición de todas las universidades presentes con respecto al PIB). Se han utilizado los datos del año 2013, que han sufrido escasa modificación en 2014. El gráfico permite la identificación de clústeres de sistemas universitarios con similar desempeño en la función investigadora.

La gráfica permite identificar cuatro grandes grupos; primero el de mayor calidad investigadora (Estados Unidos, Reino Unido, Suiza, Israel y Suecia), seguido por un pequeño grupo destacado, en el que figuran Australia, Canadá, Dinamarca y los Países Bajos. A continuación, el clúster fundamentalmente europeo con Alemania, Austria, Francia, Noruega, Finlandia y a cierta distancia Italia, junto con Japón y Taiwan. España aparece sobre la recta de regresión, lo que apunta a la gran homogeneidad de nuestro sistema universitario. Estamos en el centro del grupo de cola con Korea, Singapur e Irlanda, por delante, y Brasil, China, Grecia y Portugal por detrás, a cierta distancia del grupo que incluye a los grandes países de la Europa continental.

Figura 3: Posición de los sistemas universitarios en ARWU (eje vertical) frente a calidad de sus mejores universidades (eje horizontal) en relación con el PIB ISR

R2=0,758 NZL HKG

CAN AUS NLD TWN

KORSGP IRL ZAF ESP HUN

CHL GRC PRTCHN BRA POL

BEL DEU FIN AUT

ITA JPN

FRA NOR

SWE

DNK

CHE

GBRUSA

iversity


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Es todavía escasa la trascendencia que tienen los rankings, a pesar de contener información actualizada que permite la comparación y el benchmarking, en la motivación del personal docente e investigador. El único análisis compartido es el que pone el acento en la financiación. Se suele ligar el análisis de los resultados de calidad/productividad a la inversión en las universidades, queriendo implícitamente dar a entender que la procedencia de los males es la escasez de la financiación, que con más inversión los resultados llegarán. Sin poner en duda la afirmación de que una financiación adecuada es ingrediente esencial de cualquier receta de mejora, preciso es señalar que lo importante es no sólo cuánto sino cómo se gasta. La información que nos ofrece ARWU acerca de la calidad investigadora de los sistemas universitarios nos permite ahondar en el conocimiento de nuestra posición en el contexto internacional. Una mirada

desapasionada a dicha información debería ser suficiente para comprender que nuestro problema ha dejado de ser el que se encerraba en el bien conocido aforismo: publish or perish. Más bien de lo que se trata ahora es de valorar la oportunidad de incentivar con mayor intensidad (a nivel individual) la investigación no gregaria, que produce resultados de calidad incuestionable. En esa línea de potenciar el liderazgo científico trabajan con singular éxito los programas de captación de talento, ICREA e IKERBASQUE, por medio de los cuales se están incorporando científicos de prestigio a universidades y centros de investigación en Cataluña y el País Vasco. Los resultados de dichos programas se empiezan a percibir con claridad y algunas universidades se han beneficiado de manera notoria. Nada obstaculiza su extensión a otras CCAA. La evidencia empírica disponible apunta a una correlación positiva entre producción e impacto del trabajo investigador (Feist, 1997), por lo que, a la vista de los datos de producción científica de las universidades de investigación


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de los sistemas de educación a nivel global, es patente que una parte importante del camino ya la hemos recorrido: podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que hemos superado la asignatura de la cantidad. Por otra parte, la información que nos aporta el análisis comparado es que el sistema universitario español brilla más por su homogeneidad que por su diversidad. Así que, aun reconociendo el gran esfuerzo realizado en las tres últimas décadas, es claro que podríamos aspirar a una posición más acorde con nuestro nivel de riqueza y desarrollo, para lo que habría que conseguir que la capacidad de generar ciencia

y talento individual y colectivo se convirtiese en objetivo prioritario de nuestras instituciones universitarias. Los retos pendientes en nuestro sistema universitario podrían resumirse en un simple precepto: primar la relevancia, sin descuidar la cantidad. Reconocer e impulsar la capacidad de liderazgo científico, particularmente a nivel individual, sin merma del esfuerzo colectivo que nos ha llevado a homologarnos internacionalmente en nuestras cifras de producción investigadora.


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Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Barbara M. Kehm

En Europa, "la Universidad" está considerada como una de las dos únicas instituciones de su sociedad que han sobrevivido a lo largo de los siglos, siendo la otra la iglesia. Esta supervivencia a largo plazo no podría haber tenido lugar sin cambios en las mismas. A pesar de que muchas veces se le ha atribuido a las universidades un rechazo a las reformas, se han adaptado continuamente a las nuevas circunstancias y cambios sociales. Y sabemos que la Universidad de la Edad Media es diferente de las universidades del siglo XXI. La antaño institución de élite, con su gremio académico en su torre de marfil se ha transformado en una institución de masas con estrechas relaciones con la sociedad y la economía. Se ha hecho hincapié muchas veces en la importancia de las universidades en y para la sociedad del conocimiento y la economía, y, posiblemente, en la actualidad las universidades se han vuelto más importantes que nunca. Sin embargo, el problema reside en que actualmente no hay un criterio único de "idea” de universidad.

En 1977, el sociólogo estadounidense Joseph Ben-David lanzó su opinión de que la universidad alemana, es decir, la idea de Humboldt de la misma, con su énfasis en el individuo erudito y científico, era el mejor modelo para el siglo XIX, mientras que la universidad estadounidense, es decir, la idea americana de la universidad de investigación, con su énfasis en la institución, era el mejor para el siglo XX. Esto, por supuesto, nos lleva a preguntarnos qué "idea" de la universidad podría ser la mejor o la más apropiada para el siglo XXI.

La actual transición a las nuevas ideas de universidad se puso en marcha con la expansión de la educación superior y la aparición de los sistemas de educación superior de masas en los años 60 y 70 del siglo pasado. A ello se sumó el hecho de que los crecientes costos de la investigación de vanguardia hicieron que muchos gobiernos ya


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no fueron capaces de apoyar y financiar por sí solos sus sistemas de educación superior y de investigación. De este modo, las universidades se enfrentaron al reto de diversificar su base de financiación, hacer más con menos, modernizar sus planes de estudio y, en general, profesionalizar su gestión con el fin de convertirse en actores en los mercados. La adquisición de este nuevo papel de las instituciones de educación superior fue acompañada por tres hechos. En primer lugar, los gobiernos nacionales se retiraron de llevar un control minucioso de las universidades y pasaron a llevar una dirección desde la distancia, dando así a las universidades más autonomía, pero a cambio debían ser más responsables ante el público en general. Guy Neave (1988 y 1998) ha descrito estos acontecimientos como "el surgimiento del estado evaluativo". En segundo lugar, el rendimiento de las universidades se monitorizó cada vez más y se ejerció una presión más competitiva sobre las mismas. Y en tercer lugar, grupos de interés externos se involucraron en la toma de decisiones estratégicas, proporcionando legitimidad y rendición de cuentas. Wissema (2010) considera la Universidad de Cambridge como el modelo a seguir para esta nueva generación de universidades emprendedoras que se caracterizan por una combinación de empresas de alta tecnología, la modernización de su gestión e instalaciones para emprendedores tecnológicos. Y así hemos llegado al nuevo mundo de la universidad empresarial que, por supuesto, es exactamente el tipo de organización neoliberal contra la que quiero argumentar aquí. Pero vamos a echar un vistazo más de cerca a la "universidad empresarial", así como a un par de otras conceptualizaciones que se han presentado como características de la Universidad del siglo XXI. Voy a comenzar con el concepto de la “multi-versidad”.

Derek Bok y Clark Kerr, ambos ex presidentes de universidades estadounidenses, han escrito extensamente acerca de la idea de la “multiversidad” (Kerr 1963/2001; Bok 1982). Naturalmente, el prefijo “uni” en la palabra “universidad” tiene el significado de “uno” o "todo”. Esto indica que una universidad es el único y unificado lugar donde se pueden encontrar todas las materias y disciplinas, o dicho de otra forma, todo conocimiento. El prefijo "multi" se refiere a fenómenos como las universidades sin una ubicación determinada o con diversas ubicaciones y para la gran variedad de actividades que también desarrolla, dentro y fuera de la institución, como por ejemplo: alojamiento para estudiantes; investigación y desarrollo; extensión universitaria; asesoramiento laboral; hospitales universitarios; asociaciones de antiguos alumnos; pruebas de acceso, selección, matriculación y orientación de alumnos; estudiantes internacionales; etc. En su libro Kerr describe la evolución histórica del sistema de educación superior en Estados Unidos, asumiendo cada vez más y más responsabilidades y tareas, y alejándose así de la idea de un espacio unificado para la ciencia y la erudición. Bok refiere a Kerr pero incorpora el concepto de la “multi-versidad” en un contexto más social y en términos de cómo debería funcionar la universidad. El concepto de “multi-versidad” originalmente se refería a la gran universidad de


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investigación estadounidense, que tiende a ser un conglomerado masivo "cabalgando en todas direcciones y que sigue estando en el mismo lugar" (Kerr 2001: 14). Esto hace, por supuesto, que sea mucho más difícil de gestionar. Kerr, en tono de broma, lo describió de la siguiente manera: "Una universidad no puede aspirar a más que ser tan británica como sea posible por el bien de los estudiantes, tan alemana como sea posible por el bien del personal investigador, tan americana como sea posible por el bien del público en general - y tan confusa como sea posible en aras del mantenimiento de este difícil equilibrio " (Kerr 2001: 14). Y debido a los crecientes retos y demandas de la sociedad en general con que las universidades europeas se enfrentan, y que en muchos casos han dado lugar a una sobrecarga de su misión, el fenómeno de la “multi-versidad” también se puede observar ahora en Europa. Pero mientras Kerr todavía pensaba que con la creatividad y flexibilidad de decanos, administradores y personal la “multi-versidad” podía ser gobernada por líderes dispuestos a mediar para un "compromiso viable" (Kerr 2001: 27f), Bok presentó una visión menos optimista sobre ello. Según Bok la “multi-versidad” tiende a hacer demasiadas cosas demasiado rápido y con “muchas manos en un mismo plato”. Los estudiantes están sufriendo debido a que el campus está demasiado "saturado" (Bok, 1982: 68): con tantos servicios, actividades y proyectos de investigación, los profesores no están dedicando tiempo suficiente a la enseñanza y los estudiantes no están haciendo lo suficiente para aprender. La gestión de la Universidad se convierte en un "enorme burocracia insensible" (ibid., p. 65) e impide la misión fundamental que es educar a los estudiantes. Dado que debido a la reducción de financiación de las universidades, hoy en día éstas se ven más obligadas que nunca a hacer más con menos y buscar otras vías de

financiación añadiendo divulgación, formación continua, consultoría y colaboración con la industria, el fenómeno de la “multi-versidad” tiende a resultar en una mayor empresarización de la misma. Curiosamente, el concepto de la “multi-versidad” perdió su popularidad en la década de los 90 y fue reemplazado por el concepto de la universidad empresarial. Así pues, vamos a revisar este concepto.

El concepto de la "universidad empresarial" fue desarrollado por Burton Clark (1998) que lo veía como una respuesta a las crecientes demandas de un número cada vez mayor de grupos de interés. Estas demandas ya no podían ser satisfechas por la "infraestructura universitaria tradicional" (Clark, 1998: 131) y la "sobrecarga de demanda" (ibíd.) para responder a las necesidades de la sociedad llevó a una "respuesta empresarial" (ibid, p. 137). Clark propuso cinco elementos comunes para la universidad empresarial:     

una dirección central reforzada un amplio desarrollo periférico una base de financiación diversificada un núcleo académico reforzado y una cultura empresarial integrada.

A diferencia de las universidades estadounidenses, "las universidades tradicionales europeas han mostrado siempre una capacidad notoriamente débil para dirigirse a sí mismas" (Clark 1998: 5). Un fuerte control estatal, junto al poder de la oligarquía académica en la toma de decisiones intrainstitucional y la falta de mecanismos de mercado, conducen a un débil liderazgo institucional sin participación de todas las partes interesadas. Con la aparición de una nueva gestión pública, en muchos países


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europeos esta situación se ha invertido: el menor control estatal, el debilitamiento de la toma de decisiones académicas colegiadas y la introducción de la competencia, ha incrementado los mecanismos de mercado, que requieren una gestión más profesional y la participación de los restantes interesados en la toma de decisiones estratégicas. El resultado de todos estos cambios ha sido la creación de un núcleo de dirección reforzado. En un gran número de países europeos, los vicerrectores ya no son elegidos entre el grupo de profesores, sino que son designados frecuentemente desde fuera y a menudo por un consejo. Hay organizaciones europeas que tienen establecidos cursos de formación para líderes institucionales recién nombrados (hasta el nivel de los decanos) para proporcionarles las habilidades y competencias necesarias para la gestión profesional. Con respecto al segundo elemento, se pueden encontrar algunos ejemplos de una base de financiación diversificada en las actividades de extensión universitaria que permiten generar ingresos institucionales. Esto podría conducir finalmente a lo que Clark denomina una “periferia de desarrollo extendida”. Se puede aplicar a la investigación en cooperación con la industria o al establecimiento de parques científicos y tecnológicos para proporcionar oportunidades a spin-off y start-ups, y también a potenciar la educación continua. Las oficinas de transferencia de nueva creación han prestado cada vez más atención a las oportunidades de comercialización de los resultados de investigación en forma de licencias y patentes, con el consiguiente pago de los royalties correspondientes. Estas actividades pueden empezar a pequeña escala pero, estando suficientemente respaldadas, podrán seguir desarrollándose mediante la localización de nuevas fuentes de financiación, convirtiéndose en sistemas de investigación colaborativa a gran escala y finalmente aportar

grandes rendimientos a largo plazo (Clark 1998: 71). La falta de financiación estatal que muchos de los sistemas europeos de enseñanza superior han experimentado en el curso de la expansión desde una universidad para una élite a los sistemas de educación superior de masas, ha llevado al desarrollo de nuevas ideas para generar ingresos institucionales y la adquisición de una base de financiación diversificada. No todos los países europeos han decidido introducir o aumentar las tasas de matrícula (por ejemplo, Austria, Alemania o los países escandinavos), pero sí que ha arraigado la práctica estadounidense de fomentar las relaciones con sus alumnos con el fin de conseguir donaciones privadas y legados. Además, la colaboración con la industria en la investigación ha contribuido a disponer de unos ingresos adicionales para llevarla a cabo. Y también se les pidió a los profesores que trataran de atraer más financiación de terceras partes y fueran más activos en la participación en licitaciones públicas. Con frecuencia los centros de investigación interdisciplinares de gran escala se han establecido fuera de la estructura tradicional del departamento o facultad correspondiente. Además, muchos países europeos aplican un cálculo de “costes económicos totales” para los fondos de investigación externos. Eso significa que los fondos para la investigación de terceros tienen que incluir todos los gastos generales pertinentes que la universidad utiliza para ejecutar el proyecto (incluyendo gastos de personal, costes de amortización de equipamiento, etc.), mientras que para los fondos estatales el cálculo que se utiliza no incluye estos conceptos. El cuarto elemento de una universidad empresarial es un núcleo académico reforzado. Clark define esto como los departamentos y unidades docentes en los que los valores académicos tradicionales están bien arraigados


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(Clark 1998: 7). Es en ellos donde, en principio, podría encontrarse el mayor nivel de resistencia a la introducción de una cultura empresarial. Sin embargo, la autonomía presupuestaria de estas unidades al disponer una asignación económica descentralizada puede permitir formas de autorregulación que conducen a formas de dirección claramente empresariales. A través de la gestión presupuestaria y de inversión pueden negociar la dotación de becas de investigación, y otras formas de ingresos, por parte de organizaciones de financiación variadas y mediante diferentes actividades. El elemento final, una cultura empresarial integrada, implica que un espíritu emprendedor y una convicción de seguir adelante están impregnando toda la institución. El ejemplo de Clark es la Universidad de Warwick, en la década de 1980. Implica una reorganización de las actividades departamentales y administrativas, la creación de nuevas unidades en cooperación con las empresas y la industria, y la expansión del desarrollo periférico. Sin embargo, Clark se preocupa de subrayar que "el espíritu empresarial en las universidades no es sinónimo de comercialización" (2004: 502). Las universidades emprendedoras son flexibles y creativas en cuanto a las fuentes de financiación. Cualquiera de los cinco elementos cruciales puede convertirse en un catalizador y requerir más reorganizaciones antes de que pueda hacerse ningún progreso. Lo importante es que las universidades emprendedoras están en un estado de cambio continuo con el fin de adaptarse eficazmente a los cambios en la sociedad (Clark 2004: 501). Pero una universidad emprendedora en funcionamiento requiere también las ideas, cooperación y eficacia de las personas involucradas, a todos los niveles, con el fin de mantener su impulso empresarial.

El concepto de la universidad empresarial ha sido criticado también por su tendencia a centrarse en una conducta “de mercado” y en sus relaciones con la industria y los negocios. Subotzky (1998) nos recuerda la idea de la educación como un bien público, y propone centrarse más en los programas en colaboración con la comunidad y que las universidades financiadas con fondos públicos deben hacer algo a cambio para el bien general. Dejémoslo con esto y paso al último concepto que quiero introducir aquí: el concepto de la “universidad red”.

El concepto de “universidad red” implica que la idea de la universidad, "como un concepto único, ha disminuido a la vista de las múltiples misiones y visiones de la educación superior y la investigación" (Enders et al. 2005: 75). En particular, frente al crecimiento competitivo, las universidades buscan asociaciones y alianzas estratégicas, realizan su investigación


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en grupos cada vez más grandes e interdisciplinares y el intercambio de alumnos se organiza entre socios cuidadosamente seleccionados. Tanto la internacionalización como la globalización han contribuido a la aparición de un creciente sentido de interconectividad y las redes se han convertido en un modo de coordinación de múltiples actores en los acuerdos de gobernanza multinivel. Las actividades ya no tienen lugar dentro de la institución en particular, sino que se comparten en redes más grandes de socios que cooperan entre sí, incluidas asociaciones público-privadas. Westerheijden et al. (2005: 100) describió la experiencia de los estudiantes en estas universidades red” como "un viaje transnacional con programas modulares diversificados". Según Ferlie, Musselin y Andresani (2008: 336f), la gobernanza en red se ha desarrollado como reacción a dos problemas: los altos costes operativos de los nuevos enfoques de la gestión pública y la incapacidad de estos enfoques para hacer frente a la complejidad de los procesos de transformación en curso. La gobernanza de la red incluye un mayor número de actores, prioriza la gestión horizontal en lugar de la vertical, y requiere una descentralización del poder a todos los niveles. Las redes desarrollan su capacidad de auto-organización y auto-dirección a través de la interdependencia y la interacción de sus socios, y pueden producir bienes complejos como por ejemplo, conocimiento, cultura, o educación. Por último, las redes son instrumentos para la coordinación de colaboraciones, consorcios y alianzas estratégicas. Ejemplos europeos son la "Liga de Universidades de Investigación Europeas" (“League of European Research Universities”, LERU), "Universitas 21" o el "Grupo Coimbra". Sin embargo, también hay universidades individuales que promueven una imagen de ser una “universidad red”. La Universidad de

Nueva York ha lanzado su imagen de ser una "Universidad Red Global" y la Universidad Libre de Berlín se convirtió en una de las ganadoras de la Iniciativa de Excelencia alemana con su concepto de convertirse en una "universidad red internacional". Estos dos ejemplos se basan en la convicción de que las ideas no tienen fronteras y que el mundo está cada vez más integrado. En su investigación sobre las redes, Olmeda-Gómez et al. (2008: 17) llegaron a la conclusión de que las universidades juegan un "papel fundamental en el establecimiento de redes de cooperación". Si todo ello se combina con el crecimiento de las redes que se ha observado en los últimos años, esto indica un desarrollo hacia la “universidad red”. Sin embargo, el concepto de universidad red tampoco ha quedado exento de críticas. Uno de los principales problemas es cómo puede ejercerse el control estatal nacional de instituciones públicas cada vez más involucradas en redes de colaboración transnacionales. ¿Debe dársele a las universidades libertad de gestión siendo como son instituciones del sector público financiadas principalmente por el estado? ¿Pueden entonces aún garantizar que están trabajando para el bien público común?

En muchos países europeos solía haber un consenso social compartido de que las instituciones de educación superior hacían un buen trabajo y que era mejor dejarlas trabajar a su manera. Esto estaba basado en una forma normativa de confianza sustentada a su vez en un conjunto relativamente estable de normas, valores y creencias. La reputación de diferentes instituciones de educación superior no era por supuesto igual para todas ellas, pero si había una identidad común que, junto con una historia y creencias compartidas, formaba


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la columna vertebral de un contrato social entre las instituciones de educación superior y la sociedad que ha sido sustituido en los últimos años por formas de control, supervisión y rendición de cuentas, reemplazándose las formas normativas de confianza por estas formas instrumentales (Stensaker y Gornitzka 2009). Los procedimientos, normas, reglas y regulaciones se han establecido para evidenciar que se puede confiar en las instituciones de educación superior. La calidad se puso en duda porque no se podía validar con un método de medida ni comprobar su conformidad con respecto a una norma. Si se me pregunta qué provocó este cambio probablemente diría que fue una combinación de crisis de financiación entrelazada con una crisis de legitimación en un buen número de países europeos. Creo que es tiempo de trabajar en el restablecimiento de, al menos, una cierta forma normativa de confianza junto con un nuevo contrato social entre las instituciones de educación superior y sus grupos de interés. La comunicación, la interacción y el diálogo son ingredientes esenciales en esta tarea. O, como Stensaker y Gornitzka (2009: 138) tan acertadamente expresaron: "Lo que se necesita es encontrar un equilibrio más adecuado entre los instrumentos disponibles para crear confianza y oportunidades para el desarrollo de una mayor confianza en el sistema normativo. [...] Una de las claves y condiciones para la confianza en la educación superior... es que la comunidad académica y las instituciones que les albergan se adhieran a los estándares académicos profesionales".

Sería relativamente sencillo decir que la mayoría de las tendencias actuales apuntan en la dirección de la universidad empresarial neoliberal. Pero por supuesto, esto sería demasiado fácil. Espero haber expuesto claramente que se requiere más investigación, así como debate público. Por otra parte, las preguntas abiertas no pueden ser contestadas si basamos nuestros argumentos solamente en uno de los enfoques. Las estructuras, sistemas e ideologías tienen que considerarse de forma simultánea y a diferentes niveles (nacional, regional, institucional). Todos los conceptos que he introducido aquí se basan en la cuestión de lo que podría ser la idea unificadora de la Universidad del siglo XXI. Yendo aún más lejos podríamos preguntarnos si todavía tenemos una idea unificadora. En los últimos años las nuevas teorías de gobierno han promovido un cambio en la universidad con el fin de adquirir un nuevo papel, pasando de ser una institución a convertirse en una organización. Pero, de nuevo: ¿cuál sería el modelo organizativo más adecuado para la universidad del siglo XXI? Los nuevos enfoques de gestión pública han tendido a confiar en el modelo de organización de las empresas e iniciativas privadas. Pero la investigación ha demostrado que los instrumentos no tienen los mismos efectos en todas partes y que la adaptación es a menudo sólo superficial, mientras que los valores académicos tradicionales, sus normas y convicciones siguen existiendo en el nivel micro y determinan las actividades de sus protagonistas. Los investigadores han hecho hincapié con frecuencia en que las universidades tienen que ser considerados como "organizaciones específicas" (Musselin 2007). Convertirse en una organización no solamente requiere membresía y una cercana unión sino también tener objetivos compartidos, es decir, una identidad propia. Y


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una buena parte de esa identidad se perdió una vez que el consenso social acerca de la idea de la universidad, y con ella las formas de confianza normativa, se habían roto. Sin embargo, la identidad no se construye sólo por el perfil o la imagen de una organización. También es necesario que los miembros de la organización se identifiquen con ella. Para que las universidades se conviertan en organizaciones y con participantes más autónomos es más importante centrarse en las relaciones entre la organización y sus miembros. Pero la comunidad académica europea sigue identificándose con más fuerza con sus respectivas disciplinas y comunidades científicas que con su universidad propiamente dicha. Qué forma de gestión se requiere para desarrollar un mayor grado de identificación como organización de la comunidad académica es todavía una cuestión abierta y un tema para futuros debates e investigaciones.

Nota: agradezco sinceramente la contribución de Amanda Schimunek a la parte 3 de esta presentación.


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V. Lynn Meek

Cañones a su derecha, Cañones a su izquierda, Cañones ante sí Descargaron y tronaron; Azotados por balas y metralla, Cabalgaron con audacia, Hacia las fauces de la Muerte, Hacia la boca del Infierno Cabalgaron los seiscientos. Carga de la Brigada Ligera Alfred, Lord Tennyson

Durante los próximos años hasta el 2031, los vicerrectores y rectores de todo el mundo deberán esquivar disparos de todas partes: de estudiantes y padres que protestan por la subida de las tasas, empleadores que critican la relevancia de los planes de estudios, gobiernos que lamentan la subida de los costes, facultades que protestan por las condiciones y los niveles salariales y comentaristas populistas que predicen el final de la universidad tal y como la conocemos. No pueden culpar a nadie por pensar que, para el año 2031, la educación superior en general y la universidad en particular, quedarán obsoletas. Pero la realidad, en mi opinión, es muy diferente. La importancia de la educación superior sigue siendo relevante para la sociedad. De hecho, muchos de los desafíos a los que se enfrenta la educación superior, en la actualidad y en el futuro, se deben a su gran éxito, no al fracaso. Con el auge de la economía global del conocimiento y la masificación de la participación estudiantil, la educación superior se ha convertido en la principal


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institución social para impulsar la innovación hacia el desarrollo social y hacia la prosperidad económica. La educación superior genera tanto profesionales del conocimiento como el capital humano necesario para que los países compitan con éxito en una economía global basada en el conocimiento, así como el capital intelectual fundamental para innovar por sí misma. De hecho, al haber estado enfocada hacia un reducido grupo de élite de la sociedad, la educación superior se ha convertido en una institución social demasiado importante como para dejarla en manos del gobierno, los legisladores, los políticos o la sociedad en general. La mayoría de los gobiernos y de los políticos reconocen la importancia que tiene la relación existente entre la investigación y la

innovación hacia una productividad económica, aunque debo añadir que basándose en un entendimiento excesivamente simplista del dinamismo de esta relación. El impacto en la innovación de gran parte de la investigación científica por parte del mundo académico puede tardar años en manifestarse, mientras que los políticos disponen de un horizonte temporal de tres a cuatro años como mucho. Pero, a juzgar por el énfasis puesto en la clasificación global de la universidad y en la retórica relativa a la creación de universidades de categoría mundial, es probable que aumente sustancialmente la importancia política del papel de una universidad investigadora en el desarrollo económico durante las próximas décadas.


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El problema es que se está poniendo demasiado énfasis (y financiación) en la investigación aplicada a corto plazo, la cual se considera que tiene el potencial para obtener una rentabilidad económica inmediata y significativa. La investigación aplicada es importante pero la contribución constante de la educación superior a la innovación para el desarrollo y el crecimiento económico se basa en la investigación fundamental o creativa, cuya importancia e impacto puede que no se manifiesten durante años o incluso décadas. Es más, las políticas con poca visión de futuro basadas en nociones lineales de investigación que conducen hacia la innovación a menudo ignoran la importancia de la investigación “para el bien público” (como algunas áreas de investigación del cáncer) que obtienen poco o ningún margen de beneficio. La investigación basada en las ciencias sociales también se ve sometida al desarrollo de líneas de investigación demasiado entusiastas para la producción de riqueza y la mercantilización general del conocimiento, mientras que la financiación se destina a las ciencias “duras” y a las tecnologías. Pero el gran interrogante al que se enfrenta la sociedad mundial, como el cambio climático y la propagación de enfermedades infecciosas, requiere un enfoque multidisciplinario de científicos tradicionales y científicos sociales por igual. La ciencia en sí se ha convertido en una actividad global. Los investigadores han sido siempre personas con movilidad desde el siglo XII en adelante. Pero la movilidad científica se ha visto institucionalizada a escala mundial. Las colaboraciones científicas que cruzan las fronteras nacionales y los límites continentales son cada vez mayores. Es más, las citas y otras medidas relacionadas con el impacto académico son mayores cuando los investigadores colaboran a nivel internacional. Hoy en día, la autoría individual o autores procedentes de una única institución constituyen únicamente la cuarta parte del

número de colaboraciones internacionales. No solo se da una tendencia hacia un mayor número de colaboraciones internacionales en la elaboración de artículos científicos, sino que la participación en redes internacionales de conocimiento es fundamental para la capacidad nacional de competir con éxito en la economía global del conocimiento. Las instituciones de educación superior (particularmente las universidades investigadoras) son instituciones clave en la promoción y el sostenimiento de la movilidad científica y de las redes internacionales del conocimiento. A pesar del crecimiento heterogéneo de aquellos que generan conocimiento, las universidades siguen siendo el recurso clave para la acumulación del capital humano científico y sirven de núcleo para las redes internacionales de investigación, además de propulsar la investigación por cuenta propia. La creciente importancia que se le ha dado al conocimiento como factor clave para la producción y el crecimiento económico ha llevado a un aumento del interés político en temas relacionados con la disponibilidad y el acceso al conocimiento.

La movilidad estudiantil internacional también ha aumentado de forma sustancial en las últimas décadas y es probable que se siga expandiendo. Muchos de los científicos de hoy en día que tienen mucha movilidad fueron antes estudiantes internacionales, sobre todo estudiantes de doctorado. A medida que la producción de conocimiento como factor clave


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del crecimiento económico se afiance más, aumentará la competencia entre países para tener a los estudiantes más brillantes y al mejor personal académico - lo que ha sido calificado por algunos como una carrera armamentística a nivel académico. La competencia será exacerbada en aquellos países que cuentan con un gran número de académicos veteranos que pronto alcanzarán la edad de jubilación. En el futuro, el desarrollo de la educación superior será impulsado en gran medida por aquellos que se sitúan en la cúspide de la jerarquía de la enseñanza superior, es decir, las universidades dotadas de muchos recursos para la investigación. Es necesario tener en consideración que esta competencia entre las instituciones de educación superior está relacionada con el prestigio principalmente. La competencia por conseguir otros recursos es algo secundario. Las universidades investigadores bien financiadas siempre han ganado, y ganarán siempre, el juego del prestigio. Ahora bien, no todos los países pueden permitirse financiar todas sus instituciones de educación superior al nivel en que lo hacen las universidades investigadoras, puesto que se requiere una división del trabajo entre las diferentes instituciones de educación superior. Ningún país puede permitirse no invertir en instituciones de investigación intensiva; como tampoco pueden negarle la financiación a otro tipo de instituciones de educación superior, algunas de ellas enfocadas más específicamente en la educación profesional y vocacional. Sin embargo, hasta ahora pocos países han tenido éxito en la creación y sustento de sistemas de educación superior que sean eficaces y estén diversificados de forma coherente. En un futuro, la cuestión de cómo crear y sustentar sistemas de educación superior diversificados y de categoría mundial se volverá tan importante como los problemas relativos a las universidades independientes de categoría mundial.

Los avances en las tecnologías de la información van a influir en cómo las sociedades determinen la diversidad institucional en sus respectivos sistemas de educación superior. Hoy en día, muchos países ya han establecido de forma sólida instituciones de educación superior dedicadas a ofrecer educación a distancia a través de distintos tipos de tecnologías de la información. Pero lo que hoy en día estamos presenciando es la desaparición de los límites entre la educación en el campus universitario, es decir, la educación impartida cara a cara y la educación a distancia. El modelo mixto de educación se irá convirtiendo poco a poco en la norma, incluso para las universidades con un sistema de investigación intensivo más tradicional donde la mayoría de la población estudiantil estudia en el campus a jornada completa. Pese a que yo veo un futuro más positivo para la educación superior que otros comentaristas, la educación superior no está desprovista de problemas y limitaciones. Uno de los temas más acuciantes entre los discutidos es el de la gestión. En casi todo el mundo, las


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interpretaciones de la competencia del mercado, el neo-liberalismo y la Nueva Gestión Pública han informado de cómo se deben gestionar y administrar las instituciones de educación superior. Indiscutiblemente, las grandes universidades investigadoras que disponen de un presupuesto de billones de dólares necesitan una gestión sólida, y la profesionalización de la administración universitaria en la mayoría, sino en todas las jurisdicciones, constituye un fenómeno incuestionable. Es más, es probable que hoy en día las universidades estén mejor gestionadas que hace dos o tres décadas. No obstante, actualmente existe un distanciamiento visible entre las prerrogativas de la gestión, las normas académicas y los valores en muchas instituciones. La ortodoxia afirma que la administración universitaria estaba al servicio de la empresa académica. Aunque en la práctica probablemente nunca fuera completamente cierto, las universidades han ido demasiado lejos a la hora de revertir la situación haciendo que sea la empresa académica la que está al servicio de la gestión, amenazando la vida de la gallina académica que pone los huevos de oro del conocimiento. Las instituciones de educación superior no pueden gestionarse con éxito como otras organizaciones. Siguen siendo burocracias profesionales, y los directores y líderes siguen violando las bases de las normas académicas y los valores por su cuenta y riesgo. En el futuro, el desafío será asegurar un liderazgo y una gestión sólida de las instituciones de educación superior que, al mismo tiempo, nutra las normas y valores de la empresa académica. Otros desafíos a los que la educación superior debe enfrentarse a medida que evoluciona incluyen el mantenimiento de una presencia y reputación global al tiempo que responde a las necesidades y demandas locales. Se espera que las universidades jueguen un papel cada vez mayor en el desarrollo regional; lo que implica un desarrollo económico, social y cultural en

zonas situadas en torno a la universidad. También es recurrente la idea de la universidad como organización líder en una sociedad civil. Resulta un poco paradójico que las instituciones con conexiones sólidas a escala mundial realicen contribuciones locales más sustanciales. Esto se debe a que las organizaciones más integradas en el ámbito global son más dinámicas, tienen más recursos y están abiertas a nuevas ideas. Mientras continúa la tendencia hacia la participación universal masiva en la educación superior en la mayoría de los países, las instituciones tendrán que desarrollar estrategias novedosas para abordar la llegada de estudiantes con perfiles y experiencias cada vez más diversas. Un ámbito que requiere una reforma sustancial es el de la educación doctoral, dado que en muchas jurisdicciones la mayoría de los doctores no continuarán una carrera académica. Estos estudiantes necesitan una educación más amplia que la del modelo de aprendizaje en el que se basan en la actualidad muchos programas de doctorado. Gracias a la participación universal, las cualificaciones de la enseñanza superior pierden su valor asociado a la escasez – no obstante, dichas cualificaciones constituirán un prerrequisito para un empleo significativo en la economía del conocimiento. En consecuencia, a la enseñanza superior se le asignará un significancia política equivalente a la que se le otorga a la educación secundaria. Se podrían nombrar muchos más desafíos con los que las instituciones de enseñanza superior deben enfrentarse ahora y en el futuro. Sin embargo, si adoptamos una visión histórica del desarrollo de la universidad (y otras organizaciones de educación superior) durante los últimos 800 años, observaremos una institución que ha evolucionado muy satisfactoriamente y se ha adaptado a circunstancias del entorno bastante dramáticas y a veces rápidamente variables sin


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perder muchos de sus valores académicos tradicionales. No existe razón para cuestionar de forma seria que dicha adaptación no vaya a continuar en el futuro. Sin embargo, estas instituciones deben financiarse de forma adecuada y protegerse de interferencias políticas inapropiadas si realmente quieren prosperar. La dimensión global de la educación superior ha venido para quedarse y su importancia no va a hacer más que aumentar hasta el año 2031. No obstante, las instituciones de educación superior son y seguirán siendo instituciones nacionales, sujetas a unos valores y a una cultura nacional. Aquellas naciones que contemplen el gasto en educación superior como una inversión en su prosperidad futura – económica y social – muy probablemente consigan prosperar; aquellos que la consideren un coste, puede que queden privados de esta bonanza.


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David Palfreyman

Vamos a pensar en la forma y estructura de la universidad dentro de quince años contados a partir de la fecha actual, y en la aportación que puede proporcionar la educación superior. Y vamos a hacerlo usando tres grupos de palabras/conceptos interconectados y superpuestos, con nueve ítems en total: (1) masificación, “gerencialismo”, “marketizacion”; (2) comercialización, competencia, corporativismo; y (3) déficit, “departamentalismo”, aprendizaje a distancia/digital.

Proseguirá el crecimiento global del número de estudiantes y cada vez serán mayores los flujos internacionales de estudiantes, siendo el inglés la lengua vehicular de enseñanza. También habrá en casi todos los países un crecimiento del número de estudiantes, con tasas de escolarización de más del 50% de la población, salvo en algunos países con un desfavorable envejecimiento demográfico. Sin embargo, el mayor problema será cómo financiar esta creciente y continuada MASIFICACIÓN. ¿Podrán los estados financiar la educación superior como un bien o servicio público si tienen que afrontar una austeridad

continua en el contexto de un lento crecimiento económico global, incluso quizá de deflación? ¿o en lugar de por los contribuyentes se financiará cada vez más por los estudiantes/familias a través de las tasas de matrícula?. ¿Se complementará la aportación de dinero público con la inversión privada a través de las tasas, o en algunas naciones pasará a ser esta actividad pública simplemente una educación masificada, insuficientemente financiada, mediocre y mísera?

Es muy probable que las presiones organizativas en la gestión de la universidad en un contexto de expansión del número de estudiantes pero de disminución de fondos gubernamentales, dé especial importancia a la gestión institucional eficiente y eficaz. La idea y el ideal de que los “locos” de la facultad pueden estar a cargo del “manicomio” académico perderá todavía más peso. La orientación colegial y los valores compartidos de gobernanza darán paso al “GERENCIALISMO” y al corporativismo.


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Como el concepto de bien público de la universidad y la prestación como servicio público de la educación superior se desvanece y está siendo reemplazado por una visión más próxima a considerarla como un bien de consumo privado y de posicionamiento, la realidad de universidades que operan en un mercado se convertirá en dominante en cualquier análisis económico de la educación superior. Las universidades tendrán que abrazar este proceso de “MARKETIZACIÓN” y todo lo que ello implica: en particular, los estudiantes pasarán a ser clientes de pago, en tanto que serán considerados consumidores de servicios, y también deberá trabajar considerando criterios de Comercialización y Competencia. En muchos aspectos este futuro será una vuelta al pasado, cuando las universidades se financiaban por una combinación de las tasas de matrícula, donaciones caritativas, y la ayuda del gobierno; este último componente fue insignificante hasta la década de 1920, más o menos, si bien fue desplazando a los otros dos en la década de 1960 en los países de la posguerra del Estado de Bienestar (e incluso extendido a los Estados Unidos de América); el país más necesidad de formación del siglo XXI no necesariamente verá la educación superior como algo de su competencia, al igual que en todas las naciones ha habido diversos grados de privatización de actividades que anteriormente se suponían de competencia exclusiva del estado (gas, agua, suministro eléctrico; telecomunicaciones; trenes o autobuses, líneas aéreas o transbordadores; atención médica y asistencia social; colegios). ¿Hay realmente un equilibrio mágico y óptimo de la financiación pública/privada de la educación superior en términos de políticas públicas? ¿90/10, 75/25, 50/50, 25/75, 10/90? En la actualidad encontramos países en muy diferentes puntos de este espectro. Sin embargo, no parece tener relación directa apreciable con la contribución efectiva que la educación

superior tiene en el progreso económico y el crecimiento del país correspondiente, por medio de suministro de capital humano, a través de su función docente, y/o por su aportación al incremento de la propiedad intelectual a través de su función investigadora - dejando aparte una asumida, aunque difusa, contribución de la universidad a la cultura, el progreso y el bienestar social.

La universidad opera en el mercado de la educación superior (ver el apartado Competencia más abajo) o mejor dicho en múltiples mercados: de estudiantes universitarios, de másteres para graduados, de investigación de graduados, de captación de fondos gubernamentales para la investigación, de consultoría y formación para empresas, y de realización de investigación para las empresas. En algunos países este proceso de COMERCIALIZACIÓN de la universidad lleva evolucionando desde hace mucho tiempo. Cabe destacar que en la mayoría de los países existe financiación de los negocios de las universidades/escuelas de gestión, vía caros cursos de MBA o vendido a precio elevado asesoramiento y formación ejecutiva. En muchos países, sin embargo, la idea de un nuevo mercado específico de estudiantes universitarios locales resultará aterradora y, probablemente, políticamente inaceptable (en comparación con la disposición habitual entre las universidades para abarcar con entusiasmo un mercado lucrativo de altas tasas de estudiantes internacionales como medio de compensación de la escasez de fondos públicos). La comercialización necesita e implica una gestión más perspicaz de la universidad.


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Los mercados implican una COMPETENCIA más explícita entre las universidades y también su segmentación en una jerarquía más abierta y reconocida de instituciones a las que antes se presuponía iguales en términos de estatus y relación marca/valor. La Competencia, en el contexto de Comercialización y “Marketización”, pone énfasis en la necesidad de la universidad de incorporar nuevas habilidades y competencias dentro de su equipo directivo. Ello dará lugar a un equipo amplio de gobierno donde, junto a figuras como el Director Financiero, Director de Patrimonio o Director de Educación Superior que informan al Rector/Vicerrector, quien actúa explícitamente como un Director Gerente, veremos la aparición del: Director de Prensa y Medios de Comunicación, Director de Marketing, Director de Investigación, Director de Calidad y Mejora del Aprendizaje - y tal vez en poco tiempo incluso un Director de Cumplimiento/Desempeño, en tanto que la regulación estatal del mercado de la educación superior recalca las leyes de protección del consumidor aplicables cuando el estudiante paga unas elevadas tasas de matrícula y se convierte en un cliente exigente que busca una buena relación calidad/precio. Junto a todo ello, en el sector tradicional de la enseñanza superior puede crecer con mucha fuerza la competencia por parte de entidades lucrativas, más orientadas a la satisfacción del cliente, con intereses particulares y enfocadas a producción, que compiten en precio al no tener que soportar las cargas/responsabilidades del sector público. Y también podrían emerger como marcas globales para la prestación eficiente de servicios de educación superior profesional con los que las instituciones tradicionales son incapaces de competir en términos de costes estructurales, relación tasas/precios, innovación y flexibilidad. De hecho, las diferencias organizativas entre los nuevos proveedores de educación superior y los

históricos proveedores de la misma desde el sector público, es decir, las Universidades, desaparecerán en el momento en que estas últimas enfoquen su oferta hacia un mercado competitivo con una financiación gubernamental reducida: entidades fundadas, controladas y mantenidas por el Estado pasarán a ser simplemente entidades localizadas en el Estado.

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En las últimas décadas, la universidad pública o semi-pública se ha transformado en la mayoría de los países hasta convertirse en una entidad mucho menos imbuida en sus órganos de gobierno y gestión de los ideales colegiados, o los valores compartidos tradicionales, y más próxima a un modelo vertical de corte corporativo tanto en el estilo como en el tono de corporación. Este corporativismo va paralelo al “gerencialismo” y al cambio de la antigua concepción del profesorado como un gremio académico medieval: esta concepción evoluciona de forma constante hacia un gobierno basado en un equipo directivo de gestión encabezado por un Director General con un sueldo alto y un modelo organizativo conocedor del mundo comercial. Se trata de un proceso que muchos ven justificado sobre la base de que la institución debe ser mucho más


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rápida y estar más centrada en la toma de decisiones con el fin de operar con eficacia en el contexto de la Comercialización, la Competencia, y la “Marketización”. Sin embargo, en algunos aspectos, esto es a menudo simplemente una retirada de una “Edad de Oro de Dominio de la Erudición”, donde los académicos eran la fuerza dominante dentro de la universidad en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial (sobre todo en las universidades de nueva creación de la década de 1960) y así volver a una época donde estaban a cargo de las nuevas instituciones creadas a partir de la segunda mitad del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX, bien la comunidad laica local en el contexto del Reino Unido o los representantes del Estado en un contexto más amplio que incluya Europa y los Estados Unidos. Y todo ello puede compararse con el modelo de gobernanza colegial/gremial de los “colleges” autónomos de Oxford y Cambridge, todavía puro e idealizado, donde no hay en absoluto entrada de “no eruditos” y que tiene similar (aunque decreciente) alcance en las dos universidades de Oxford y Cambridge (donde el Corporativismo y el “Gerencialismo” están actualmente amenazando el estado de dominio de la erudición).

La gestión incorrecta del gran negocio de la masificada educación superior en un mercado competitivo dará lugar a DÉFICITS insostenibles que pueden desencadenar la fusión de instituciones, e incluso llegar hasta la toma de control de las universidades públicas tradicionales por parte de proveedores con ánimo de lucro, que a su vez pueden estar respaldados por inversores privados agresivos y expansionistas. La presión financiera, incluso si se evitan los déficits destructivos, dará lugar a un empeoramiento de las condiciones de empleo del profesorado. En su continua

desprofesionalización, y habiendo cada vez más profesorado temporal/auxiliar, habrá también una reducción de su poder en el gobierno de la universidad en comparación con el que tendrán los gestores de la misma y su equipo de gestión y dirección. Las universidades se convertirán progresivamente en entidades más corporativistas y menos colegiales. Y serán menos amigables para el profesorado dado que la era del “Dominio de la Erudición” llega a su fin y han pasado sus días de oro de la década de 1960 donde la educación superior tuvo, financiada por el estado, su gran expansión. Esto será así excepto tal vez para unas 50 universidades globales de élite, de primera clase y enfocadas a la investigación, que intercambiarán profesorado y estudiantes en un marco competitivo, dentro de un sistema bastante cerrado de acuerdos de trabajo atractivos, con unas estructuras salariales y condiciones de trabajo que proporcionarán un ambiente agradable donde los profesores podrán desarrollar una investigación productiva y exitosa, aun estando sujetos a presión, estrés y competitividad.

A nivel micro la universidad tendrá una organización más fragmentada, como sucede a nivel macro con la segmentación jerárquica de la educación superior. El profesorado se dedicará exclusivamente a docencia o a investigación, y algunas veces a ambas, con la creación de nuevos contratos enfocados a una u otra función que harán difícil equilibrarlas. Algunas, de hecho la mayoría, de las instituciones tendrán que asumir el estar exclusivamente dedicadas a docencia, o al menos a no estar financiadas para ser activas en investigación. En resumen, habrá “DEPARTAMENTALISMO” dentro de las actividades y objetivos institucionales de la educación superior, en contraposición con la


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idealizada universidad en que están perfectamente equilibrados sus supuestamente cruciales e interrelacionados objetivos de creación y diseminación del conocimiento, y que economiza sus recursos para con pequeño esfuerzo apoyar la economía local, siendo crítico favorable y consciente de la sociedad, y contribuir de forma general a la cultura y a la civilización.

Además de una mayor eficiencia administrativa y la precarización de los contratos de sus trabajadores, una vía para que la universidad pueda controlar o incluso reducir los costes, y por tanto sus tasas/precios, es la innovación de su actividad como centro de educación superior. ¿Podrá la educación superior lograr en el siglo XXI un avance de la productividad como el visto por última vez con la invención de la imprenta a principios del siglo XVI? ¿Podrían los grados de tres y cuatro años comprimirse en un año o más para ahorrar a los alumnos gastos de vida y costes de oportunidad al no estar empleados? ¿Podría impartirse docencia durante todo el año en lugar de tener una infraestructura inactiva en los meses de verano, como era necesario hace mucho tiempo cuando los estudiantes de Oxford o Bolonia viajaban lentamente a sus casas para ayudar en la cosecha? ¿Veremos por fin el gran avance comentado durante décadas de la productividad del APRENDIZAJE A DISTANCIA/DIGITAL en la educación superior? ¿Lograrán los MOOCs lo que el video y luego los apuntes disponibles en las webs internas de las universidades aún no han logrado? ¿Podría ser que nunca más un profesor apático tenga que *El libro más reciente David Palfreyman es “Reshaping the University: The Rise of the Regulated Market in Higher Education” (2014, Oxford University Press); y su próximo será 'The University' in the OUP 'Very Short Introduction'.

enseñar Cálculo para Ingenieros a un conjunto de estudiantes aburridos en un congestionado auditorio a las 9 de la mañana de un jueves lluvioso debido a que estos últimos pueden estar en la cama siguiendo un MOOC de Cálculo en sus ordenadores portátiles o iPads, mientras que el primero ha sido sustituido por un Ingeniero de Stanford entusiasta, bronceado y fotogénico? ¿O demostrarán los profesores seguidores del movimiento ludista que las nuevas tecnologías, como los MOOCs, no conducirán al tipo de innovación disruptiva vista en otras industrias para beneficio de los consumidores? Y, aunque los académicos no pueden detener este progreso, ¿dejarán pasar los gestores de la educación superior la oportunidad de reducir, por ejemplo, las tasas de matrícula con el ahorro de costes, o se usará el dinero para financiar una inflada administración con salarios más altos y un ampliado equipo de gerencia con opulentos Directores de Esto y Aquello? …………………………………….. ¿O habrá en 2031 una nueva Edad de Oro de la universidad Europa, al menos en tanto que la Unión Europea decida que tiene “competencia” en la educación superior y armonice debidamente los servicios y el modelo de universidad en todos los estados miembros? ¿O encontrará milagrosamente fondos, a través de mayores impuestos (o préstamos), para financiar la universidad en tanto que las universidades y todos aquellos que trabajan en ellas creen que es su derecho como únicos, especiales y valiosos contribuyentes de la Civilización?


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Jan Sadlak

La historia de la educación superior y las instituciones que la representan –la principal de ellas la universidad– han demostrado que constituye un factor indispensable para el desarrollo económico, social y cultural de la sociedad. Por no hablar de los beneficios que reporta para los individuos. Al mismo tiempo, se plantea una cuestión existencial: “¿para qué están las universidades?”, cuestionándose sus formas tradicionales de operar. Si bien la búsqueda de la respuesta concreta a esta pregunta dependerá de las condiciones nacionales y locales, es importante, sin embargo, tener una perspectiva más amplia sobre el desarrollo de la educación y los desafíos que determinan su función en la sociedad. Este texto ha sido redactado para tal propósito. Resulta obvio pensar que tanto en la actualidad como en los próximos años la educación superior continuará reivindicando la importancia de las universidades como consecuencia de diversos factores. Sin embargo, la razón principal de esto subyace en la emergencia de las “economías basadas en el

conocimiento”, la globalización y la actual corriente de tecnologías de la información y comunicación digital. Existen pruebas más que suficientes de la renovada atención de la que está gozando la educación superior ya que ningún país se puede permitir negar su educación superior, pues son estas instituciones las que contribuyen de forma única y esencial al desarrollo del capital humano y productos innovadores. Dicho de otra forma, la universidad es considerada como un centro neurálgico y un jardín de infancia donde se gestan el desarrollo económico y la mejora social de un país. No menos importante es que las universidades están contribuyendo mediante la enseñanza y la investigación a la expansión de la herencia intelectual, científica y cultural de dicha sociedad para que esta le sea transmitida a las futuras generaciones. Estos son los cinco hitos del “nuevo panorama” en el que ya están trabajando las universidades: * El texto de este trabajo está basado en el discurso de apertura del Segundo Congreso Universidad y Cooperación IESALC-UNESCO y la 6a Reunión de Redes y Consejos de Rectores de América Latina y el Caribe, celebrados del 15-17 de octubre de 2014 en Bogotá, Colombia.


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otorgan distintos tipos de títulos. Sea cual sea el número exacto de instituciones, resulta evidente que la cifra es impactante. La media mundial de estudiantes que se matriculan en la educación superior gira en torno al 20-25 % de los jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 24 años. En un número de países cada vez mayor, la media ha alcanzado el 40-45 % de la población joven; e incluso algunos países prevén que dicho porcentaje siga aumentando. Sin embargo, un factor que debe tenerse en cuenta son los imperativos de este modelo de aprendizaje continuo que genera un nuevo tipo de demanda educativa, a lo que habría que añadirse la preocupación creciente en lo que atañe al nivel de deuda estudiantil, particularmente en aquellos países cuyas tasas de matrícula son más altas. Este debate acerca del acceso en masa a la educación superior, que no conduce a un mejor posicionamiento de sus egresados en el mercado laboral, está constantemente presente en el debate político.

Nunca ha resultado fácil proporcionar un estudio comparativo de carácter internacional del número de estudiantes, pero dar el número exacto de centros que imparten este tipo de educación es incluso mucho más difícil. La base de datos global más fiable y completa en materia de instituciones que imparten estudios superiores la elabora la Asociación Internacional de Universidades (IAU, por sus siglas en inglés) y reúne a más de 17.000 instituciones que

Todo esto desemboca en una necesidad de información que pueda facilitar la toma de decisiones en lo relativo al lugar en el que se va a estudiar o prestigio del título entregado por dicha institución ya que el número de estudiantes que cursan sus estudios en el extranjero está en continuo aumento y ello contribuye a que aumente la demanda de esta información.

Aquellos tiempos en los que la enseñanza se basaba en “pizarra y tiza” han pasado a la historia. Las clases de hoy día cuentan con recursos como los sistemas de proyección en pantalla, proyectores, vídeos en tiempo real y pizarras electrónicas. Por no mencionar el cambio pragmático que forma osmótica ha desembocado en la introducción de estos recursos en las aulas y que se ve reflejado en la forma en la que los estudiantes toman apuntes, aprenden, realizan sus exámenes, escriben sus redacciones o se comunican con los profesores. Todos estamos trabajando cada vez más en un entorno “virtual”. Pero aparentemente el horizonte está repleto de mayores cambios que podrían traer consigo modificaciones sin precedentes en la forma en la que la educación superior se ha venido impartiendo. Algunos van más allá y señalan la necesidad de “reinventar la universidad” (como recogía la portada del diario británico The Economist). Son los nuevos adelantos en la enseñanza online los que han propiciado que


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algunos señalen esta necesidad. Algunos de estos adelantos son los cursos online masivos y abiertos o como se les conocen popularmente MOOC (acrónimo inglés de Massive Online Open Courses) a los que pueden acceder estudiantes de todo el mundo vía internet o mediante diversas aplicaciones en su tableta. El punto álgido llegó en 2012 cuando se lanzaron las primeras plataformas MOOC: edX, un poveedor sin ánimo de lucro dirigido por la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés), Coursera, desarrollada por la Universidad de Stanford y Udacity, una organización con fines lucrativos fundada por el profesor de informática Sebastian Thurn.

académicos de renombre se han mostrado recelosos de que los MOOC tengan un impacto duradero en la educación superior. Y es que la lista de problemas con los MOOC es bastante larga:      

El valor cultural y académico de la enseñanza presencial La experiencia dentro de una universidad como creador de futuro capital social La evaluación y el reconocimiento de los créditos de dicho curso online La alta tasa de abandono La enseñanza frente al objetivo de una cámara El coste real y su recuperación

Aquellos que tienen una visión más equilibrada de estos cursos online reconocen los problemas anteriormente mencionados pero también señalan una serie de ventajas en dicho modelo de enseñanza (catalogada como “enseñanza adoptiva” y “plataforma de aprendizaje”): la posibilidad de alcanzar una nueva categoría de potenciales y antiguos alumnos; la diversificación de los cursos y su papel como “fuerza multiplicadora” que desemboque en una modernización de los planes de estudios; y el impacto positivo en la educación superior que tendrá la enseñanza con cursos híbridos que combinen tanto componentes presenciales como online.

Los defensores de los MOOC prevén que el impacto de una fuerte “tecnología disruptiva” acabará con las “poco rentables” universidades de nivel medio. Además, consideran a sus opositores una especie de “Ludistas Ilustrados”. No cabe duda de que los MOOC han aportado “sangre nueva” al mundo de los cursos online. Pero no solo sus detractores son escépticos, sino que también una abrumadora mayoría de

Según un estudio publicado por la OCDE, aproximadamente 3,7 millones de estudiantes de nivel superior cursaron en 2009 dichos estudios fuera de sus países de origen, cifra que podría aumentar hasta alcanzar los 7,3 millones en 2025.


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Desde un punto de vista académico, la internalización de la educación superior supone una influencia vital y positiva dentro del entorno de aprendizaje de los estudiantes. Aparte del inmenso valor personal que esta experiencia les da a aquellos que pueden permitirse los costes que supone estudiar en el extranjero, la presencia de la diversidad cultural dentro del campus beneficia a todos los estudiantes ayudándoles a ampliar sus valores democráticos y éticos, la capacidad de dialogar y el entendimiento mutuo. En la actualidad, un número considerable de universidades se involucrando directamente en esta internacionalización de sus campus estableciendo relaciones con universidades extranjeras mediante la creación de titulaciones dobles, programas de estudios conjuntos, colaboraciones en proyectos de investigación o la creación de sucursales “branch campuses”. En Europa ha emergido una agenda política con la que se pretende hacer que la educación superior sea más internacional gracias a numerosas becas para estudiar en el extranjero o a la convalidación de las materias y los cursos estudiados fuera, algo que ya lleva tiempo haciéndose con programas como el Erasmus Mundi o el Plan Bolonia. Son cada vez más los gobiernos que ven en esta amplia colaboración internacional entre universidades una forma de diplomacia pública, o “poder blando” con implicaciones a largo plazo en las relaciones culturales y económicas entre los países.

Según un estudio llevado a cabo en 2011 por la Royal Society de Londres titulado “Knowledge, Networks and Nations: Global scientific collaboration in the 21st century”, hoy en día existen más de siete millones de investigadores en todo el mundo, documentándose y publicando en aproximadamente 25.000 revistas científicas (1). No cabe duda de que la mayor parte del trabajo de investigación científica se realiza en las universidades. Y para equipar y mantener dichas instalaciones es necesario disponer de unos recursos económicos muy cuantiosos. Además, los procesos relacionados con la globalización o derivados de esta han hecho de la investigación no solo una actividad orgánica y fruto de la curiosidad dentro de las universidades, sino también una actividad altamente competitiva. Por tanto, solo los trabajos que cumplen con los criterios internacionales de excelencia son los merecedores de reconocimiento, y son solo ellos los que consiguen financiación y reputación para su universidad o equipo de investigación. Es por ello que la presencia internacional es la clave para cualquier universidad con afán investigador. Y es en este entorno donde la información acerca de la labor investigadora juega un papel crucial en la medida en que ayuda a los responsables de la universidad y a los autores de las directrices científicas a definir objetivos, asignar presupuestos y elegir a sus socios colaboradores. Y preferiblemente sin malgastar demasiado tiempo lidiando con cuestiones como la interpretación de datos. Esta es, por tanto, una de las causas principales


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de la atención que se les está dando a los rankings académicos. La importancia de la investigación dentro de la universidad se ha visto reforzada gracias al hecho de que el conocimiento, las innovaciones y el crecimiento intelectual son las “energías renovables” más eficaces para el crecimiento económico del siglo XXI. Es por ello que cada vez son más los países que invierten en la educación superior para así tener instituciones competitivas a nivel mundial y sobre todo para poder contribuir con éstas al desarrollo de las nuevas tecnologías, productos y servicios. Además, la actitud de los investigadores está cambiando ya que las colaboraciones con socios industriales han dejado de percibirse como algo que conlleve la devaluación de su estatus académico. Es más, existen evidencias de que el nivel de contribución por parte de los investigadores en este contexto es significativo. La demanda de estudiantes e investigadores altamente cualificados y con talento es un fenómeno global y las universidades están haciendo todo lo posible por atraer a dichos perfiles. En el anteriormente mencionado estudio de la Royal Society de Londres se habla de un creciente “mundo científico multipolar” en el que los tradicionales “centros de excelencia” situados en su mayoría en las

universidades de Norteamérica, Japón y Europa Occidental, compiten y colaboran ahora con nuevos jugadores como China, India o Brasil. Este progreso comienza a notarse además en otros países del Oriente Próximo, el sureste de Asia o el norte de África.

Las novedades anteriormente descritas han alterado profundamente el papel y el funcionamiento de la educación superior. Lo que también resulta significativo es que estas novedades están presentes en cualquier lugar del mundo, naturalmente en distinto grado dependiendo del tipo de instituciones, su nivel económico y las particularidades propias de cada país o región. Una de las áreas en las que se observan cambios importantes es aquella que se refiere a las relaciones entre el Estado y la educación superior. A medida que ésta se convierte en algo importante para toda una serie de interesados, el Estado, en calidad de representante de todos ellos, ha optado por reconducir sus relaciones con la universidad y basarlas en una “responsabilidad” que englobe todo un programa de objetivos y parámetros en cuanto a rendimiento y eficiencia (2). Podemos decir, por tanto, que ha habido un giro en la propia declaración y establecimiento


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de los estándares hacia la verificación externa de la calidad basados en multitud de criterios. La consecuencia de dicho giro es la necesidad de una base compartida para la evaluación, y la posibilidad de que todas las partes interesadas puedan acceder a toda la información relativa a la calidad de las instituciones que imparten esta educación superior y a sus actividades. No menos importante es que la mayoría de los interesados no tiene capacidad suficiente para realizar un análisis en profundidad de la complejidad del trabajo a nivel interno de una universidad en particular. La necesidad de información simple y directa, aunque no sea exhaustiva, resulta bastante evidente. En líneas generales eso es lo que están haciendo los rankings académicos, por lo que, en un periodo de tiempo relativamente corto, se convertirán en un fenómeno consolidado para la evaluación de la calidad y el rendimiento de la educación superior. Una de las pocas cosas buenas que se ha logrado durante los primeros años del siglo XXI es atender la necesidad imperiosa de una educación superior masiva. Aunque se debe subrayar que una de las consecuencias de este avance es la enorme presión a la que se ven sometidas las infraestructuras de la universidad y que trae consigo profundos cambios en cuanto a la dirección, administración del personal y estudiantes. Hoy en día, cualquier universidad de nivel medio es una compleja organización que necesita una dirección y gestión profesional. De momento, el modelo de dirección en las universidades europeas predominante es aquel en el que la gestión de la universidad es una parte esencial del corporativismo académico. Pero también depende considerablemente de la financiación pública. Esta última se refiere a uno de los desafíos más ambiciosos a los que se enfrenta la educación superior en la actualidad: cómo financiar dicha educación y cumplir al mismo

tiempo con los imperativos de relevancia y calidad. La situación actual podría definirse como “desordenada”; no obstante, una cosa parece clara y es la necesidad de una diversificación de la financiación que se base en el principio de gastos compartidos.

Una de las características clave de la educación superior moderna es la presencia de la investigación, que se originó con el modelo de universidad introducido a mitad del siglo XIX por Alejandro von Humboldt durante su reforma de la Universidad de Berlín. La base principal de este modelo es la existencia de un vínculo entre “investigación” y “enseñanza” que se refuerza mutuamente. El conocido como “modelo Humboldtiano” o “modelo de Humboldt” no se encuentra obsoleto del todo si bien solo refleja un cierto tipo de institución de educación superior a la que se refiere como universidad investigadora y hoy día la tendencia es que dicha investigación sea internacional y cumpla con las características asociadas con el modelo conocido como universidades de clase mundial. Este es el modelo que prefieren los


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académicos y son numerosas las razones que argumentan para mantenerlo. Pero, ¿es este el único tipo de universidad necesaria dentro del actual sistema de educación superior? Teniendo en cuenta la importancia de la investigación en la sociedad actual y futura, parecería que la respuesta es obvia –al menos UNA; pero, ¿nos podemos permitir y necesitamos que todas las instituciones lleven a cabo investigación intensiva? La respuesta es NO. Como consecuencia, la mayoría de instituciones deben diversificar sus cometidos, lo que, por supuesto, no significa que tengan que desvincularse por completo de cualquier actividad relacionada con la investigación o los programas de becas incluso si estos no son los más vanguardistas. De hecho, la educación superior, o mejor dicho, la sociedad, necesita varios tipos de instituciones de enseñanza superior. En otras palabras: aquí hay sitio para todos.

La educación superior ha progresado tremendamente gracias a que ha ampliado su acceso y aumentado su oferta educativa. Pero aún quedan muchos desafíos por delante. Especialmente con los numerosos cambios culturales, demográficos y tecnológicos que se están produciendo fuera del ámbito de la educación superior. Además, esta educación no beneficia únicamente a los individuos ni contribuye únicamente a las economías de los países si no que es un bien público y global que con el que se pueden resolver los principales problemas mundiales y sacar a la gente de la pobreza. En este contexto, la universidad es un socio indispensable con el que afrontar los principales problemas de nuestra sociedad presente y futura.

Referencias The Royal Society (2011). Knowledge, Networks and Nations: Global scientific collaboration in the 21st century. London: RS Policy document 03/11, March 2011. Ruegg W., J. Sadlak (2010). Relations with Authority. A History of the University in Europe, Volume IV: After 1945. W. Ruegg (Ed.). Cambridge: Cambridge University Press, pp. 73-123.


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Jamil Salmi

técnicos que imparten cursos cortos, centros de estudios superiores, universidades abiertas, etc.) que en conjunto producen una variedad de trabajadores y empleados cualificados aptos para el mercado laboral. Las universidades de investigación realizan una labor clave en la formación de profesionales, especialistas de alto nivel, científicos e investigadores, necesarios para la economía y la creación de nuevo conocimiento que sirva de apoyo para el sistema nacional de innovación. En este contexto, las autoridades normativas pretenden averiguar si sus mejores universidades trabajan en la vanguardia del desarrollo intelectual y científico.

El conocimiento se ha convertido en un componente fundamental del desarrollo social y económico. En este contexto, la educación terciaria juega un papel esencial en la construcción de una base de capital humano y la contribución a un sistema eficiente de innovación nacional. Las instituciones de educación terciaria ayudan a los países a construir economías competentes en el ámbito global mediante el desarrollo de una fuerza de trabajo capacitada, productiva y flexible, y con la creación, aplicación y divulgación de nuevas ideas y tecnologías.

Con la publicación en 2003 del primer ranking internacional de universidades por la Universidad Shanghai Jiao Tong y el surgimiento posterior de rankings que competían entre sí, han aparecido métodos más sistemáticos de identificación y clasificación de universidades de primera categoría (que denominas como de “rango mundial”. Como resultado, a menudo por razones de prestigio nacional, cada vez más gobiernos se preocupan por encontrar el método más efectivo para inducir un progreso

Los sistemas de educación terciaria más eficientes abarcan un amplio abanico de modelos institucionales (no se reducen a las universidades dedicadas a la investigación, sino que también incluyen politécnicas, universidades de artes, institutos

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considerable y rápido en sus mejores universidades. Mientras algunos países (Kazajstán y Arabia Saudí, por ejemplo) han optado por crear nuevas universidades desde cero, la mayoría ha optado por adoptar una estrategia que combina fusiones y mejoras de instituciones ya existentes. Para acelerar el proceso de transformación, algunos Gobiernos han lanzado lo que se conoce como "iniciativas de excelencia", que consisten en grandes inyecciones de fondos adicionales para impulsar el sector universitario.

Como demuestra el caso alemán, una "iniciativa de excelencia" en educación superior se define como una gran inyección de fondos adicionales realizada por el Gobierno nacional, con la finalidad de mejorar las universidades ya existentes de forma acelerada. La Tabla 1 facilita una lista detallada de países que han introducido algún tipo de iniciativa de excelencia. La lista se divide en dos períodos: el primero lo conforman los 15 años entre 1989 y 2004, cuando la expresión "iniciativa de excelencia" no se utilizaba como tal; el segundo lo forma la última década hasta 2014. La comparación entre los dos períodos revela un gran aumento de iniciativas de excelencia desde la publicación de los rankings Shanghai y Times de 2003 y 2004 respectivamente, que reflejan el interés creciente de los Gobiernos nacionales en el desarrollo de universidades de rango mundial.

El propósito de este artículo es explorar el impacto de las iniciativas de excelencia tanto en las universidades implicadas como en la totalidad del sistema educativo terciario. La primera sección analiza las principales características de las iniciativas de excelencia, mientras que la segunda examina sus logros y limitaciones.

Tabla 1 – Distribución geográfica de iniciativas de excelencia Región

1989 – 2004

2005 – 2014

África

-

Nigeria

Pacífico Asiático

Australia, China, Hong Kong, Japón, Nueva Zelanda Corea del Sur

China, India, Japón, Malasia, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia

Europa

Dinamarca, Finlandia, Irlanda, Noruega

Dinamarca, Francia, Alemania, Luxemburgo, Noruega, Polonia, Federación Rusa, España, Suecia

Oriente Medio

-

Israel, Arabia Saudita

Norteamérica

Canadá

Canadá Fuente: elaborado por el autor

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Estas tablas muestran que solo unos pocos países tuvieron una visión temprana de la importancia de mejorar su sistema universitario en la década de los 90, incluyendo los países nórdicos, Canadá, China, Japón y Corea del Sur. Las iniciativas de excelencia más recientes proceden sobre todo de Asia Oriental y Europa Occidental. Resulta sorprendente la ausencia de América Latina en el movimiento, si se tienen en cuenta el tamaño de la población y el poder económico de la región. Estados Unidos y Reino Unido, cuyas universidades han aparecido de forma sistemática en los primeros puestos de las ligas mundiales (rankings), no han considerado necesario aplicar una financiación adicional dadas las grandes cantidades de fondos que ya se destinan a la investigación. El mismo caso puede aplicarse a Suiza, donde se han dado los éxitos en la mejora de dos universidades politécnicas, E.T.H. Zurich y E.T.H. Lausanne, gracias a los ya de por sí generosos presupuestos.

ofrece un componente de sostenibilidad financiera a largo plazo del que carecen todas las demás iniciativas. La mayoría de las veces, estos programas específicos son muy selectivos en cuanto al número limitado de universidades beneficiarias y la actividad investigadora de los esfuerzos de transformación. En su gran mayoría, las iniciativas de excelencia se han concentrado casi de forma exclusiva en la mejora de la capacidad investigadora de las universidades. La principal excepción ha sido Taiwán, que estableció un programa específico de excelencia para mejorar la docencia además de las iniciativas centradas en investigación. El Programa de Desarrollo de Excelencia Docente se inició en 2005 con un presupuesto equivalente a unos 650 millones de dólares para estimular la modernización de las prácticas curriculares y pedagógicas, tanto en universidades públicas como privadas. Cada una de las 31 universidades seleccionadas recibió un total de 21,5 millones de dólares a lo largo de cinco años. Otras iniciativas de excelencia dedicadas principalmente a la promoción de la investigación, por ejemplo en Irlanda, Alemania, España y Corea del Sur, también constaban de una línea de financiación destinada a mejoras de la práctica docente.

En todos los casos, la financiación adicional movilizada a través de las iniciativas de excelencia procede exclusivamente de fondos públicos, que en algunos países han llegado mediante vías innovadoras. Por ejemplo, en Alemania, la iniciativa de excelencia se realizó mediante una sociedad entre el Gobierno federal y los Gobiernos estatales. De manera similar, en el caso de las iniciativas chinas (los proyectos 211 y 958) los Gobiernos locales se implicaron en la cofinanciación con el Gobierno nacional en un 50%. El ahora extinto programa español de excelencia tenía como objetivo transferir recursos a las universidades beneficiarias en forma de préstamos concesionarios. Quizás la forma de financiación más original se ha dado en la reciente iniciativa francesa, donde los fondos se facilitan mediante una gran donación (9,5 mil millones de dólares) cuyo interés anual constituye los recursos repartidos a las instituciones beneficiarias. Esta estructura

Con respecto a la estimulación de la excelencia investigadora, el verdadero foco y centro de intervención ha variado de forma considerable de una iniciativa de excelencia a otra. En algunos casos, toda la universidad constituye la unidad de intervención, que recibe una subvención global para financiar su plan general de mejoras. En otros, los Gobiernos ponen el énfasis en el desarrollo de nuevos centros de excelencia o el fortalecimiento de otros ya existentes. La iniciativa alemana combina los dos enfoques con tres líneas de financiación, una para el plan de desarrollo institucional de las universidades

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seleccionadas, otra para nuevos grupos de investigación multidisciplinarios, y otra para el establecimiento de nuevos centros de posgrado. En el caso de Corea, mientras que la Fase I del programa Brain 21 ofrecía asistencia a universidades como una sola unidad, la Fase II asistía directamente a departamentos de forma individual.

propuestas en varias disciplinas. Por ejemplo, en la fase de evaluación de la segunda ronda de la iniciativa de excelencia alemana, 37 comités compuestos por 457 expertos evaluaron cuidadosamente 127 candidaturas de nuevos centros de posgrado y grupos de investigación. La ventaja principal de este enfoque ha sido la reducción de la interferencia política y la creación de un marco de gestión más flexible para el desarrollo de la iniciativa.

Todas las iniciativas de excelencia sin excepción se han puesto en marcha a través de Ministerios de Educación o de Educación Superior. En la mayoría de los casos, el Ministerio se asociaba con el principal organismo nacional de investigación para gestionar la parte práctica de la iniciativa. Esta parte era especialmente importante cuando se seguía un proceso de selección competitivo, debido al carácter detallado de la evaluación técnica que implica el proceso. En la mayoría de los casos, el organismo de ejecución dependía del trabajo técnico de grupos de expertos para evaluar la validez de las

Las cantidades asignadas en las iniciativas de excelencia reflejan un amplio rango de financiación, como se aprecia en la Tabla 2. China, Francia, Singapur y Taiwán destacan como los contribuidores más generosos al haber financiado universidades en su totalidad. Israel y Japón tienen los niveles más altos de financiación por centro de excelencia. Los países escandinavos muestran el nivel más bajo debido a que la base de financiación de sus universidades ya es significativamente mayor que en la mayoría de países europeos.

Tabla 2: Rango de montos por categoría de apoyo para las iniciativas de excelencia más recientes

Universidades completas

Centros de excelencia

Nivel de apoyo

Países

Nivel de apoyo

Países

20 millones $ ≤

Dinamarca, Alemania

1 – 5 millones $

20 - 100 millones $

Federación Rusa, España, Tailandia

5 – 10 millones $

Dinamarca, Finlandia, Noruega Australia, Alemania, Hong Kong, Corea, Nigeria

≥ 100 millones $

China, Francia, Singapur, Taiwán

≥ 10 millones $

Israel, Japón

Fuente: elaborado por el autor

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Puede que el proceso de selección empleado para seleccionar a las universidades beneficiarias o centros de excelencia sea el elemento más notable de las iniciativas. En la mayoría de los casos, el Gobierno ha establecido una competición entre universidades mediante un proceso de selección riguroso entre pares para seleccionar las mejores propuestas, lo que internacionalmente ha mostrado que un proceso competitivo de financiación puede estimular de forma significativa el rendimiento de las instituciones de educación terciaria, y constituir asimismo un poderoso vehículo de transformación e innovación. El proceso de revisión por pares implica el trabajo de equipos expertos de evaluación, que pueden incluir solo a expertos nacionales o una mezcla de expertos nacionales e internacionales. En algunos casos, los expertos internacionales representan a la mayoría; en la iniciativa de excelencia francesa incluso el presidente del jurado internacional era un especialista extranjero (el antiguo rector de una importante universidad suiza). La participación de expertos internacionales en el proceso de selección tiende a dar una dimensión adicional de objetividad y credibilidad. Por ejemplo, en la ronda más reciente de la iniciativa de excelencia alemana, el 87% de los expertos participantes en la evaluación de las propuestas procedían de fuera de Alemania. En la lógica de este proceso, el campo está abierto al comienzo de la competición y se desconoce quiénes son los ganadores, excepto en unos pocos casos en los que el Gobierno en cuestión ha preferido escoger sin más a los futuros beneficiarios de la iniciativa de excelencia. Tal fue el caso de Tailandia, donde el Gobierno identificó a nueve universidades como beneficiarias de la financiación adicional. La experiencia china se encuentra a medio camino, ya que combina una decisión ministerial que organiza el programa 985 en

tres categorías de universidades y distribuye a los posibles beneficiarios en dichas categorías. En Rusia, el Programa Nacional de Universidades Investigadoras siguió una estrategia abierta de competición, mientras que para el Programa Federal Universitario el Gobierno decidió de forma unilateral qué fusiones tendrían lugar y qué universidades recibirían apoyo, basándose en consideraciones de desarrollo regional. Para concluir este repaso general de las principales características de las iniciativas de excelencia, cabe hacer dos observaciones. La primera es que, aunque las iniciativas de excelencia han tenido un carácter más bien endógeno que refleja una política a largo plazo para fortalecer la contribución de la educación terciaria al desarrollo económico nacional, la ola más reciente parece haber sido inducida principalmente por consideraciones externas, unidas a la percepción de una desventaja competitiva respecto a la participación más estelar de las universidades extranjeras, como reflejaron las listas de clasificación mundiales.


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En segundo lugar, muchas de estas iniciativas de excelencia marcan un cambio de filosofía significativo en las políticas de financiación de los países participantes, sobre todo en Europa Occidental. Por ejemplo en Francia, Alemania y España, donde tradicionalmente todas las universidades públicas se han considerado igualmente buenas en cuanto a su rendimiento, las iniciativas de excelencia representan el alejamiento del principio de presupuesto uniforme hacia una financiación competitiva basada en el desempeño.

Medir la efectividad y el impacto de las iniciativas de excelencia no es una tarea fácil por al menos dos razones: tiempo y atribución. Primero, porque mejorar una universidad es un proceso que dura muchos años, de ocho a diez como mínimo. Puesto que muchas iniciativas de excelencia son bastante recientes, los intentos para medir el éxito del proceso serían prematuros en la mayoría de los casos. Desde luego es poco probable que la producción científica de las universidades beneficiarias se incremente de forma significativa en los primeros años inmediatos al comienzo de la iniciativa de excelencia. Por lo tanto, un análisis riguroso requeriría examinar una muestra de instituciones de tamaño considerable con fines comparativos, ya sea dentro de un país concreto o en varios, a lo largo de muchos años. El segundo reto es la atribución. Incluso si se identificara una correlación en una gran muestra de instituciones, establecer elementos de causalidad requeriría un análisis profundo de casos prácticos relevantes. En ausencia de un análisis del impacto de las iniciativas de excelencia recientes, la comparación de los resultados de las 200

universidades en los puestos más altos del ranking de Shanghai a lo largo de la pasada década (2004-2014) aporta algunas ideas. Si se revisa la clasificación de países basada en la posición de la universidad con el puesto más alto en ese país, se aprecian pocas diferencias importantes a lo largo de los últimos diez años. En los primeros puestos, los únicos países con incrementos notables (al menos 8) son Dinamarca (+20), Australia (+9) y Suiza (+8). En los últimos puestos, China es el país que ha ascendido más posiciones, de 201-300 a 101150. Tres países que no estaban presentes en 2004 se ha incorporado a los 200 primeros puestos: Hong Kong, Irlanda y Taiwán. Además, otros tres países vieron cómo sus posiciones sufrían un descenso pronunciado: Austria, Israel e Italia. Sin embargo, en tanto que los datos reflejan solo lo ocurrido a la universidad mejor posicionada de cada país, es difícil inferir una relación de causa por la existencia de una iniciativa de excelencia en sus respectivos países, excepto quizás en el caso de la Universidad de Pekín y la de Copenhague, que han experimentado un ascenso pronunciado. Un segundo método para analizar los datos es seguir la evolución del número de universidades por países entre 2004 y 2014. Los cuatro países que han mostrado un progreso significativo son China (26 universidades adicionales en los 500 primeros puestos), Australia (5 universidades adicionales), Arabia Saudí y Taiwán (4 universidades adicionales cada uno), lo que puede atribuirse con seguridad a la inversión sostenida vinculada a las iniciativas de excelencia. En los últimos puestos de la clasificación, lo principales "perdedores" son Japón y Estados Unidos, con 15 y 24 universidades menos entre los 500 primeros puestos en 2014, en comparación con los datos de hace diez años. Si se tiene en cuenta que, por definición, los rankings funcionan sobre una base de suma


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cero, es inevitable que el progreso en algunos países haya forzado la salida de universidades de otros. Sin embargo, la evolución de estos dos países ha dado lugar a ciertas especulaciones. En el caso de Estados Unidos, sería interesante esclarecer si la mayoría de las universidades que salieron del ranking son públicas, lo que confirmaría el impacto negativo que ha ejercido la gran reducción de las subvenciones públicas desde la crisis financiera de 2007. El declive japonés puede estar vinculado también a la crisis financiera, que impidió al sector universitario recibir la financiación adicional esperada gracias a la iniciativa de excelencia, y a las dificultades de la mayoría de las universidades japonesas para hacer progresos significativos con respecto a la internacionalización.

El descubrimiento de que la educación superior forma parte de la ventaja competitiva de un país, junto con el impulso que dan las clasificaciones mundiales, ha provocado un cambio radical en la manera en que los gobiernos consideran el papel y la importancia de las universidades. Cada vez más a menudo se reconoce que, mediante un liderazgo adecuado e inversiones específicas, las universidades que no han alcanzado los puestos superiores de la jerarquía universitaria mundial pueden transformarse en instituciones de rango mundial en un periodo de tiempo relativamente breve. La determinación de los Gobiernos para impulsar el rendimiento y la visibilidad de sus principales universidades se ha traducido en iniciativas de excelencia en muchos rincones del planeta. Aunque los hallazgos analizados en este artículo pueden ser solo provisionales si se tiene en cuenta que la mayoría de las iniciativas de excelencia son bastante

recientes, se pueden identificar una serie de riesgos y desafíos asociados con la carrera continua para establecer universidades rango mundial (de primera categoría). En primer lugar, el énfasis exagerado en la investigación transmite la señal equivocada de que la calidad de la enseñanza y el aprendizaje carece de importancia. Ciertamente, los rankings internacionales favorecen claramente las universidades con más actividad investigadora, con la consecuencia de que las instituciones de primera que admiten sobre todo a estudiantes universitarios quedan excluidas. Por ejemplo en Estados Unidos, las universidades centradas en artes o en ciencias como Carleton, Harvey Muddy, Olin, Pomona, Wellesley y Williams están reconocidas como instituciones universitarias docentes de calidad sobresaliente.

En segundo lugar, la concentración sobre las universidades de rango mundial tiende a promover el elitismo e incrementar las desigualdades en la educación terciaria. En la búsqueda de la excelencia académica las mejores universidades tienden a ser muy


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selectivas, lo que conlleva el riesgo de descartar a estudiantes con talento pero procedentes de familias con ingresos escasos o poco capital cultural. Con una probabilidad de éxito de 1 sobre 100, los institutos tecnológicos de la India son los centros más selectivos del mundo. Igualmente, las universidades de la Ivy League son más selectivas de EE.UU. En tercer lugar, la búsqueda de la excelencia está en peligro de quedar frustrada a causa de las restricciones en la libertad académica que los países no democráticos imponen a sus universidades. Aunque puede ser una limitación menor en las ciencias exactas (a pesar de que el control gubernamental sobre

Internet afecta a todos los académicos por igual) es cierto que entorpece la habilidad de los sociólogos para realizar investigaciones científicas en asuntos políticamente sensibles en China, Rusia y Arabia Saudí, por ejemplo. A fin de cuentas, en lugar de centrarse exclusivamente en construir universidades de primera categoría, los Gobiernos deberían preocuparse más por el desarrollo de una sistema de educación terciaria equilibrado que incluya a todas las instituciones necesarias para abordar las distintas necesidades de aprendizaje de una población estudiantil diversa.


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Mª Luisa Lascurain Sánchez

Andrés Pandiella

Tras su aparición en 2003 y 2004 respectivamente, los rankings globales de universidades más prestigiosos (ARWU, THE-QS) revolucionaron el ámbito de la educación superior. Prueba de ello han sido las numerosas transformaciones técnicas y metodológicas que han experimentado, así como la aparición de nuevos y diversos sistemas orientados a la evaluación y ordenación de instituciones de enseñanza superior. Desde entonces, el interés despertado por los rankings de universidades se ha incrementado de forma notable, sobre todo en el caso de los league tables (ARWU, THE, QS). Estos rankings evalúan diferentes aspectos de las universidades a través de varios indicadores a los que se les asigna un peso relativo para calcular una puntuación final, en función de la cual se ordenan las instituciones. La popularidad de los league tables deriva de que ofrecen información comprensible, simple y sintética que facilita las comparaciones entre las Instituciones de Educación Superior (IES) lo

Elías Sanz Casado

que los convierte en una destacada herramienta de decisión. A pesar de que el propósito de estos rankings es evaluar a las universidades de forma global, la European University Association (EUA) ha destacado dos limitaciones al respecto: por un lado solo dan cuenta de un porcentaje muy pequeño de universidades, entre el 1% y el 3% de las aproximadamente 18.000 existentes (Rauhvargers, 2011). Por otra parte, se centran, fundamentalmente, en indicadores relacionados con la función investigadora de la universidad, siendo el peso de los datos bibliométricos en el resultado final muy elevado (un 20% en el ranking QS, casi un 40% en el THE y un 60% en ARWU), demostrando poca sensibilidad a otras misiones de las universidades como son la docencia o la transferencia. En la construcción de rankings se han puesto de manifiesto problemas conceptuales y metodológicos. En este sentido, determinados autores (van Raan, 2005) consideran que la utilización de indicadores bibliométricos puede suponer un importante apoyo a la evaluación de la investigación solo en


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condiciones que permitan abordar los problemas técnicos y problemas metodológicos que tienen como denominador común a las bases de datos bibliográficas (Van Raan, 2005)

ha generado la competencia entre las bases de datos de citas existentes, la situación respecto a los problemas técnicos y metodológicos que afectan a los rankings de universidades sigue prácticamente igual.

Un problema técnico radica en la dificultad de asignar citas a los artículos. Si bien el proceso de identificación de referencias por parte de los creadores de las bases de datos es bueno, no hay que olvidar que el propósito original de estas bases es la recuperación de información y no la evaluación. Este tipo de errores se producen con una frecuencia estimada del 7% pero pueden llegar a un 30% (Moed, 2002).

La aparición de las nuevas bases de datos generó una cascada de estudios destacando las ventajas de una sobre la otra (Goodman y Deis, 2005; Deis y Goodman, 2007; La Guardia, 2005), o comparando diferentes aspectos ambas herramientas (Fingerman, 2006; Jacso, 2005; Archambault, E., et al., 2009). Estas comparaciones lejos de dar una solución definitiva han mostrado que las virtudes de una y otra son relativas y dependen de qué queramos analizar (Goodman y Deis, 2007, Escalona et al., 2010). Cabe destacar que las dos bases tienen políticas de cobertura diferentes, si Scopus ha realizado trabaja en favor de un mayor número de revistas indexadas (aproximadamente 21000) Web of Science apuesta por una selección más rigurosa. Sin embargo, el uso de una u otra base podría arrojar resultados diferentes para los recuentos de publicaciones de universidades (Viera y Gomes, 2009), departamentos o autores (Torres-Salinas et al., 2009). Estos recuentos de publicaciones tienen gran influencia en los rankings globales de universidades y la elección de la base de datos podría modificar la ordenación final de instituciones.

Otro problema técnico es el referido a la atribución de publicaciones a instituciones específicas. La pérdida de documentos por errores en la normalización de los nombres de las instituciones o sus direcciones es bastante elevada. Entre los problemas metodológicos destaca el hecho de que las bases de datos de Web of Science de Thomson Reuters (WOS) son particularmente problemáticas para ciertas áreas como ingeniería, ciencias sociales y humanidades, por lo que la especialización de una universidad en alguna de estas áreas penalizaría la posición de dicha universidad en el ranking. La tipología documental y el sesgo del lenguaje son otros puntos controvertidos (Sanz-Casado et al., 2013). Hasta hace unos años la única fuente de datos utilizada para elaborar estos indicadores era la base de datos de Web of Science. Este índice de citas multidisciplinar ha mantenido un dominio hegemónico durante más de 30 años como herramienta y fuente para la elaboración de estudios cienciométricos (Adam, 2002; Weingart, 2005; Torres-Salinas et al., 2009). La aparición en 2004 de la base de datos Scopus (Elsevier) ha propiciado numerosos cambios, sin embargo, y pese a las grandes mejoras que

Dado el peso de los indicadores bibliométricos relacionados con la investigación en la puntuación obtenida por las universidades y que determina su posición, el objetivo principal de este trabajo es analizar si la utilización de una u otra base de datos (Web of Science o Scopus) influiría en la posición final de las universidades españolas en uno de los rankings globales de universidades, concretamente en el ranking de Shanghái (ARWU).


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firmados por cada una de estas universidades en Nature y Science en el quinquenio. El estudio se ha realizado sobre ARWU que analiza cada año 3000 universidades, de las cuales solo ordena las 500 primeras. Su metodología se centra en evaluar la actividad docente e investigadora de la universidad, utilizando para ello 6 indicadores agrupados en cuatro dimensiones a las que asignan diferentes pesos (tabla 1). En ARWU cada institución se posiciona de acuerdo a los resultados obtenidos en los indicadores mencionados. A cada indicador se le asigna un valor máximo de 100 y las puntuaciones se ponderan de acuerdo a los pesos asignados para obtener la puntuación final de cada institución. Finalmente, a la institución con más puntos se le asigna una puntuación de 100 y los valores del resto se recalculan porcentualmente respecto a ese valor. Los puntos de las universidades españolas en cada indicador y en la puntuación final del ranking ARWU de 2014 se obtuvieron de la página oficial del ranking (ARWU 2014) para aquellas universidades que aparecían rankeadas. Para el resto de universidades españolas se obtuvo de la estimación realizada por Docampo (2014). El nuevo cálculo de los puntos de los indicadores con datos Scopus y WOS se realizó siguiendo el método propuesto por Docampo (Docampo et al., 2014; Docampo 2013) con la salvedad de que para el cálculo de los indicadores se utilizaron los recuentos totales de artículos, no fraccionados (no se tiene en cuenta la posición ni el número de firmantes). Se consultaron las bases de datos WOS (SSCI y SCI-Expanded) y Scopus, obteniéndose las publicaciones de 36 universidades (35 españolas más Harvard University) durante el año 2014, así como el número de documentos

En el cálculo de la puntuación final de las universidades se han manteniendo los puntos que ARWU asigna en la edición 2014 asigna a estas instituciones en todos los indicadores excepto en Publicaciones (PUB) y Artículos en Nature y Science (N&S), que son los que han sido recalculados en este trabajo.

En la tabla 2 se muestra el número de total de documentos y de artículos indexados por Scopus y por WOS. En las filas coloreadas en gris se muestras las diferencias entre las dos bases de datos. El número total tanto de artículos como de documentos indexados es mayor en Scopus, que contiene un 44,3% más de documentos y un 30,9% de artículos que WOS en el quinquenio 2009-2013. En la tabla 3, se muestra el total de documentos en las revistas Nature y Science recogidos por Scopus y WOS. El número de trabajos recogidos difiere en una y otra base de datos. WOS recoge 26041 publicaciones, mientras que en el caso de Scopus son 23708. Esto supone una diferencia a favor de WOS de 2333 documentos. Cuando restringimos a artículos, dato con el que se elabora el indicador PUB del ranking ARWU, WOS incluye 796 artículos menos que Scopus. Esto se debe a que ambas bases de datos utilizan diferentes clasificaciones y definiciones de los tipos documentales (Tabla 3). En la figura 1 se muestra el número de artículos que WOS y Scopus recogen anualmente de Nature y Science en el quinquenio 2009-2013. Como puede observarse el número de documentos recogidos de las dos revistas en ambas bases de datos es diferente.


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iver

Tabla 1. Indicadores ranking ARWU Criterios Calidad docente

Código

Indicador

Peso %

Alumni

Alumnos de una institución que hayan ganado un premio Nobel o una medalla Fields

10%

Calidad Profesorado

Award

Personal de una institución que hayan ganado un premio Nobel o una medalla Fields

20%

HiCi

Investigadores altamente citados en 21 campos científicos

20%

Producción científica

NyS

Artículos publicados en Nature y Science

20%

SCI

Artículos indexados en SCI o SSCI

20%

Size

Los indicadores anteriores ponderados por el número de profesores

10%

Tamaño Universidad

iver

Tabla 2. Número total de documentos y artículos en Scopus y WOS Año

2009

2010

2011

2012

2013

Total

N Doc Scopus N Doc WoS

2262389 1612423 -649966 (40,3%)

2396149 1648511 -747638 (45,4%)

2546967 1734300 -812667 (46,9%)

2631052 1809664 -821388 (45,4%)

2694017 1877829 -816188 (43,5%)

12530574 8682727

Art Scopus

1453296

1495302

1604799

1670817

1787695

Art WoS

1107377 -345919 (31,2%)

1153635 -341667 (29,6%)

1226715 -378084 (30,8%)

1283876 -386941 (30,1%)

1348892 -438803 (32,5%)

Doc SC-WoS

Art SC-WoS

-3847847 (-44,3%) 8011909 6120495 -1891414 (-30,9%)

iver

Tabla 3. Nº de publicaciones de Nature y Science en Scopus y WOS Tipología documental

Nº Doc Scopus

Nº Doc WoS

Scopus-WoS

Article

8896 ↑

8100

796

Letter Editorial (Editorial Material) Review Erratum (Correction) Note Short Survey Conference Paper Article in Press Abstract Report News Item Book Review Biographical Item Bibliography Reprint Total

2348 ↓ 1230 ↓ 1076 ↑ 903 ↓ 4716 4406 96 36 1 -----23708

2483 6805 502 953 -----5742 1268 186 1 1 26041

-135 -5575 574 -50 ---------1 --2333


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ive

Figura 1. Número de artículos de Nature y Science en Scopus y WOS (2009-2013) Cobertura NyS en tipologia documental artículos

N Art WoS 2000

N Art Scopus 1877

1666

1699

1805

1849

1800 1600

1643

1626

1624

1400

2009

2010

2011

En todo el periodo WOS recupera 796 artículos menos que Scopus. En la tabla 4 se muestra el número de artículos de las universidades españolas en Scopus y WOS, así como el diferencial entre ambas bases. Como puede observarse, la UPV, UB, UPF, UNAVARA y UIB muestran unas diferencias porcentuales negativas más altas (más artículos en WOS que en Scopus). En el extremo opuesto, están la UAM, UCM, UHA, UMA y UJA, con diferencias porcentuales positivas más alta (más artículos en Scopus que en WOS). El número de artículos publicados en Nature y Science por las universidades españolas y recogidos en WOS y Scopus se muestran en la tabla 5. En ella puede observarse que si el ranking ARWU cambiara de fuente de datos las universidades españolas afectadas negativamente por este indicador serían la UB con 33 artículos menos, la UPF con 26 artículos, y la UG con 4 artículos menos.

1604

2012

1603

2013

Mientras que en sentido positivo estarían afectadas la UAM con 7 artículos más, la UCM con 5 artículos, y la UPC y la UNIZAR con tres artículos más cada una de ellas. El cálculo de los puntos finales de las universidades en ARWU se muestra en la tabla 6. En la columna “SC” aparece la puntuación de las instituciones calculada con resultados de Scopus, en la columna “WOS” con los datos WOS, y en la columna ARWU se muestra la puntuación real obtenida por las universidades en el ranking de 2014. En primer lugar se observa la diferencia entre los puntos obtenidos con el cálculo basado en Scopus y los obtenidos con el basado en WOS (SC-WOS). Los resultados indican que todas las universidades se verían afectadas positivamente si la recogida de información estuviera basada en Scopus, excepto la UPF que obtendría un valor de 2,88 puntos menos.


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Tabla 4. Comparación del número de artículos publicados en WoS y Scopus durante el año 2013 Artículos Pub

Institución

Diferencial con Scopus

WoS

Scopus

%

Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

3131

3161

30

0,9%

Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

1989

2381

392

16,5%

Universidad Complutense de Madrid (UCM)

2562

2923

361

12,4%

Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)

1536

1552

16

1,0%

Universidad Politécnica de Valencia (UPV)

2373

1699

-674

-39,7%

Universidad de Barcelona (UB)

4805

3828

-977

-25,5%

Universidad de Granada (UG)

2155

2466

311

12,6%

Universidad Pompeu Fabra (UPF)

1210

822

-388

-47,2%

Universidad de Santiago Compostela (USC)

1359

1508

149

9,9%

Universidad del País Vasco (EHU)

1772

1994

222

11,1%

Universidad de Valencia (UV)

2373

2194

-179

-8,2%

Universidad de Zaragoza (UNIZAR)

1599

1730

131

7,6%

Universidad de Jaén (UJAEN)

479

541

62

11,5%

Universidad de Navarra (UNAVARRA)

758

388

-370

-95,4%

Universidad Carlos III de Madrid (UC3M)

712

783

71

9,1%

Universidad de Alcalá (UAH)

558

644

86

13,4%

Universidad de Alicante (UA)

697

787

90

11,4%

Universidad de Cádiz (UCA)

387

434

47

10,8%

Universidad de Cantabria (UNICAN)

679

577

-102

-17,7%

Universidad de Castilla la Mancha (UCLM)

786

943

157

16,6%

Universidad de la Laguna (ULL)

897

840

-57

-6,8%

Universidad de les Illes Baleares (UIB)

620

502

-118

-23,5%

Universidad de Málaga (UMA)

743

881

138

15,7%

Universidad de Murcia (UM)

988

1092

104

9,5%

Universidad de Oviedo (UNIOVI)

1166

1199

33

2,8%

Universidad de Salamanca (USAL)

820

861

41

4,8%

Universidad de Sevilla (US)

1693

1837

144

7,8%

Universidad de Valladolid (UVA)

695

771

76

9,9%

Universidad Jaume I de Castellón (UJI)

481

583

102

17,5%

Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH)

516

521

5

1,0%

Universidad Pablo Olavide (UPO)

341

383

42

11,0%

Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

1375

1246

-129

-10,4%

Universitat de Girona (UDG)

704

630

-74

-11,7%

Universitat Rovira i Virgili (URV)

829

815

-14

-1,7%

Universidad de Vigo (UVIGO)

860

969

109

11,2%


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Tabla 5. Comparación del número de artículos de Nature y Science en WOS y Scopus (2013) Artículos Pub

Institución

Diferencial con Scopus

WoS

Scopus

%

Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

34

28

-6

-21,4%

Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

17

24

7

29,2%

Universidad Complutense de Madrid (UCM)

12

17

5

29,4%

Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)

6

9

3

33,3%

Universidad Politécnica de Valencia (UPV)

11

6

-5

-83,3%

Universidad de Barcelona (UB)

57

24

-33

-137,5%

Universidad de Granada (UG)

11

7

-4

-57,1%

Universidad Pompeu Fabra (UPF)

43

17

-26

-152,9%

Universidad de Santiago Compostela (USC)

6

5

-1

-20,0%

Universidad del País Vasco (EHU)

11

13

2

15,4%

Universidad de Valencia (UV)

16

14

-2

-14,3%

Universidad de Zaragoza (UNIZAR)

2

5

3

60,0%

Universidad de Jaén (UJAEN)

2

3

1

33,3%

Universidad de Navarra (UNAVARRA)

3

4

1

25,0%

Universidad Carlos III de Madrid (UC3M)

0

0

0

0,0%

Universidad de Alcalá (UAH)

3

2

-1

-50,0%

Universidad de Alicante (UA)

1

2

1

50,0%

Universidad de Cádiz (UCA)

3

3

0

0,0%

Universidad de Cantabria (UNICAN)

7

7

0

0,0%

Universidad de Castilla la Mancha (UCLM)

2

2

0

0,0%

Universidad de la Laguna (ULL)

18

16

-2

-12,5%

Universidad de les Illes Baleares (UIB)

4

4

0

0,0%

Universidad de Málaga (UMA)

3

2

-1

-50,0%

Universidad de Murcia (UM)

0

0

0

0,0%

Universidad de Oviedo (UNIOVI)

14

10

-4

-40,0%

Universidad de Salamanca (USAL)

6

4

-2

-50,0%

Universidad de Sevilla (US)

4

4

0

0,0%

Universidad de Valladolid (UVA)

0

0

0

0,0%

Universidad Jaume I de Castellón (UJI)

0

0

0

0,0%

Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH)

3

2

-1

-50,0%

Universidad Pablo Olavide (UPO)

3

4

1

25,0%

Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

6

6

0

0,0%

Universitat de Girona (UDG)

1

0

-1

-100,0%

Universitat Rovira i Virgili (URV)

3

2

-1

-50,0%

Universidad de Vigo (UVIGO)

2

3

1

33,3%


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Tabla 6. Cálculo de los puntos finales de las universidades en ARWU Diferencia de puntos iterrankings

Puntos en Ranking

Institución* SC

WOS

ARWU

SC-WOS

Harvard University

100,00

100,00

100,00

0,00

Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)

18,66

12,80

15,21

5,85

Universidad Autónoma de Madrid (UAM)

18,71

11,30

14,53

7,41

Universidad Complutense de Madrid (UCM)

17,83

10,09

13,19

7,73

Universidad Politécnica de Cataluña (UPC)

13,96

7,41

10,05

6,55

Universidad Politécnica de Valencia (UPV)

15,39

8,43

13,04

6,95

Universidad de Barcelona (UB)

21,77

14,39

17,96

7,38

Universidad de Granada (UG)

16,54

7,83

12,93

8,71

Universidad Pompeu Fabra (UPF)

11,91

14,79

13,14

-2,88

Universidad de Santiago Compostela (USC)

12,48

6,90

10,60

5,58

Universidad del País Vasco (EHU)

14,16

8,08

10,65

6,07

Universidad de Valencia (UV)

16,65

9,51

13,74

7,14

Universidad de Zaragoza (UNIZAR)

13,22

6,18

10,56

7,04

Universidad de Jaén (UJAEN)

12,94

6,08

9,40

6,86

Universidad de Navarra (UNAVARRA)

11,35

5,24

9,50

6,11

Universidad Carlos III de Madrid (UC3M)

9,58

7,55

8,80

2,03

Universidad de Alcalá (UAH)

10,83

5,84

8,50

4,99

Universidad de Alicante (UA)

9,77

8,44

8,10

1,33

Universidad de Cádiz (UCA)

9,32

4,84

7,80

4,48

Universidad de Cantabria (UNICAN)

8,42

6,65

7,50

1,77

Universidad de Castilla la Mancha (UCLM)

7,36

6,78

7,20

0,58

Universidad de la Laguna (ULL)

8,18

4,43

7,00

3,75

Universidad de les Illes Baleares (UIB)

8,21

5,53

7,00

2,67

Universidad de Málaga (UMA)

7,36

5,69

7,00

1,67

Universidad de Murcia (UM)

8,70

4,67

6,70

4,03

Universidad de Oviedo (UNIOVI)

6,98

4,90

6,70

2,08

Universidad de Salamanca (USAL)

9,09

2,38

6,60

6,71

Universidad de Sevilla (US)

8,68

3,53

6,40

5,15

Universidad de Valladolid (UVA)

7,33

4,66

6,30

2,67

Universidad Jaume I de Castellón (UJI)

6,10

5,24

6,30

0,86

Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH)

8,62

2,48

6,30

6,14

Universidad Pablo Olavide (UPO)

6,71

6,29

6,30

0,42

Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

7,98

4,28

6,30

3,70

Universitat de Girona (UDG)

8,22

2,88

6,20

5,34

Universitat Rovira i Virgili (URV)

10,48

7,08

8,90

3,40

Universidad de Vigo (UVIGO)

6,08

4,58

5,30

1,51


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

En este trabajo se ha observado que Scopus indexa un número notablemente mayor de publicaciones que WOS. Cuando se consideran solo los artículos, también se observa que el número de ellos es superior en Scopus, aunque en menor porcentaje.

Cuando se analiza el número total de publicaciones de las revistas Nature y Science recogido por ambas bases, se observa que éste es más elevado en el caso de WOS, sin embargo, respecto al número de artículos, Scopus se muestra más exhaustiva.

En el caso de las universidades españolas, estas se ven afectadas de manera desigual en ambas bases de datos tanto para el total artículos como para Nature y Science.

Como conclusión final habría que decir que en este trabajo se ha comprobado que si los productores del ranking de Shanghái (ARWU) decidieran cambiar de fuente de obtención de datos (Scopus en lugar de WOS) todas las universidades españolas se verían afectadas positivamente, excepto la UPF que lo haría en sentido negativo, pero con una diferencia mínima.


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

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Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Hanne Smidt

” la calidad de la enseñanza superior ha demostrado ser el principal elemento para la creación de un Espacio Europeo de Enseñanza Superior” (Berlin Communiqué, 2003)

Existió un consenso temprano dentro del Proceso de Bolonia respecto a que las instituciones europeas de enseñanza superior se responsabilizaran de la calidad de la enseñanza tal como se recogía en el Comunicado de Berlín (2003). El Informe Tendencias 2010 de la EUA (Asociación de Universidades Europeas) que revisó la primera década de implementación del Espacio Europeo de Enseñanza Superior señalaba que las instituciones europeas de enseñanza superior contemplaban la garantía de la calidad y la internacionalización como las reformas más relevantes. Las instituciones europeas de enseñanza superior y las conferencias nacionales de rectores consideraron que junto con las reformas estructurales de Bolonia, las

reformas y políticas relativas a la garantía de la calidad y la internacionalización constituían los cambios clave en sus políticas durante la primera década del proceso de Bolonia. El sesenta por ciento de las instituciones de educación superior que respondieron a la encuesta en 2010 indicaron que durante la última década los procesos de fomento de la garantía de calidad habían constituido el cambio más importante, seguidos por el fomento de la cooperación con otras instituciones de enseñanza superior (53%) (Sursock & Smidt, 2010, 18). Además, las instituciones de enseñanza superior contestaron que tras el desarrollo estratégico institucional (78%), la garantía de la calidad (63%) era considerada el desarrollo más importante a tener en cuenta para el futuro, seguida de cerca por la internacionalización (61%). El próximo Informe Tendencias 2015 sugiere que la importancia de la garantía de la calidad, la internacionalización y la cooperación institucional vistas desde un punto de vista estratégico ha aumentado (como era de esperar) incluso más durante los últimos cinco años. No obstante, los resultados generales europeos implican grandes diferencias entre países, y que los países que pensaban que la


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garantía de la calidad no era un asunto relevante en 2010, han realizado grandes progresos hasta el 2015. La naturaleza cambiante de la agenda de políticas del EEES ha significado que la asociación o la relación entre las distintas líneas de acción de Bolonia no ha sido necesariamente clara para los agentes institucionales (Sursock & Smidt, 2010). Comprender la interrelación entre las diferentes posturas del programa de políticas es clave para una agenda de cambio transformadora en Europa, y si se desarrollara con éxito, tendría un impacto claro sobre la “dimensión europea” de las instituciones de enseñanza superior. La implementación institucional de las reformas se realiza a veces mirando hacia el interior y no todos perciben una diferencia palpable entre los desarrollos e impulsos externos y los internos, por ejemplo, en el caso de la garantía de la calidad y la internacionalización. Pese a que la transformación conlleva tiempo (Smidt in Curaj & al., 2012), es importante tener en cuenta las palabras de Sursock en relación a la garantía de la calidad: “Too often, changes to external quality assurance are made with little consideration of other higher education policy developments or requirements or by focusing on a narrow set of education policy developments or requirements or by focusing on a narrow set of changes (…). (Sursock in Curaj & al. 263). Por lo tanto, la adaptación a procesos de cambio político como la era postcomunista, el Proceso de Bolonia – y para los estados miembros de la Unión Europea – el Programa de Modernización, ha implicado que las instituciones de enseñanza superior europeas han debido navegar entre la tradición y la renovación y han tenido que responder cada vez más a peticiones de responsabilidad y transparencia que van en aumento en un ambiente de financiación cada vez más

complejo. Estas presiones, por su parte, han conducido a la necesidad de diversificar la población estudiantil (estudiantes tradicionales, estudiantes internacionales, estudiantes adheridos a programas de formación permanente, estudiantes no tradicionales, etc.) y de desarrollar una cultura de la calidad, al tiempo que se encaraban los retos de una educación superior globalizada. Esta presión ha significado que el desarrollo de la internacionalización y la garantía de la calidad deben considerarse como una tarea en evolución permanente, y también como una exigencia para ser capaces de evaluar los resultados, lo que a su vez requiere cooperación.

Tanto en el Informe Tendencias 2010 como en el 2015, más de la mitad de las instituciones de enseñanza superior consultadas indicaron que el aumento de la cooperación con otras instituciones constituyó un gran cambio durante la primera “década Bolonia”. Otros impulsos externos de cambio que relacionan la internacionalización con la garantía de la calidad se corresponden con una población de estudiantes internacionales en expansión (de movilidad a corto plazo y estudiantes de grado completo), con la enseñanza transnacional y con la “internacionalización en casa”. En muchos países europeos, el crecimiento de los estudiantes internacionales ha generado una visión más utilitaria de la enseñanza superior que en la que se tenía anteriormente y también ha creado una mayor demanda de responsabilidad y transparencia a las instituciones educativas. Los programas compartidos son otro ejemplo del aumento de la cooperación. Todos estos procesos de desarrollo relativamente recientes, que


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

habitualmente se han percibido como algo desvinculado de la provisión de educación superior a tiempo completo para los estudiantes nacionales, ahora se están convirtiendo en actividades principales y, por lo tanto, resulta esencial que la garantía de la calidad las cubra y esto se implemente mediante la cooperación, de modo que sea posible evaluar los resultados. Se necesita transparencia y responsabilidad para mejorar los programas de enseñanza y para que los estudiantes puedan tomar decisiones informadas respecto a sus estudios.

El Proceso de Bolonia ha creado una terminología o lenguaje común europeo, ahora bien, con interpretaciones nacionales o institucionales propias (Trends 2010), existiendo aún una diversidad considerable en la enseñanza superior europea, “between systems, which retain their own characteristics, between institutions, which vary in size, mission and profile and even, within institutions.” (Reichert 2009)1. El lenguaje europeo para la garantía de la calidad se denomina ESG (Estándares y directrices para la garantía de la calidad en el Espacio Europeo de Enseñanza Superior). La propuesta de revisión de los ESG2 se puede ver como una forma de enfrentarse a la diversidad creciente mediante la creación, por una parte, de un entendimiento común, y mediante el apoyo a la diversidad de enfoques sobre la garantía de la calidad en la educación superior europea. Resulta difícil considerar la calidad y la garantía de la calidad en el espacio europeo sin reflexionar no solo sobre una Reichert, S (2009) Institutional diversity in European higher education: Tensions and challenges for policy makers and institutional leaders, EUA 2 Versión revisada de “Standards and guidelines for quality assurance in the European Higher 1

realidad global en evolución, sino también sobre la complejidad de sus tres misiones: educación, investigación y servicios a la sociedad. Para que la garantía de la calidad respalde el desarrollo constante de las instituciones y sistemas de educación superior en un panorama global cada vez más variable, parece esencial que este se construya sobre la base de la confianza, la flexibilidad y la adaptabilidad, así como que los ESG conformen un “lenguaje” común. Los ESG se utilizaron como un lenguaje común en la triangulación de la cooperación institucional, la garantía de la calidad y la internacionalización entre las universidades de Gotemburgo, Lund y Upsala, en lo que se denominó la cooperación GUL. Suecia introdujo las estructuras de la reforma de Bolonia más bien tarde, en 2008, e implementó un nivel académico avanzado (maestrías de uno y dos años) que no existía formalmente antes. Uno de los principales impulsos nacionales tras la introducción fue la percepción de la necesidad de internacionalizar la educación superior sueca creando estudios de máster en lengua inglesa para atraer a estudiantes internacionales. Estas tres universidades decidieron cooperar ya desde 2009 para comprender mejor cómo funcionaba este nivel y ser capaces de evaluar las implicaciones de la introducción este nuevo grado en la educación reglada. Una parte del proyecto consistió en monitorizar la progresión de los estudiantes suecos e internacionales. Se compilaron y compararon indicadores clave de rendimiento mediante la recopilación de información de la base de datos conjunta de estudiantes de Suecia:

Education Area”, Brussels 2014 https://revisionesg.files.wordpress.com/2014/10/esg-draftendoresed-by-bfug.pdf Accessed 17 November 2014


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LADOK, de modo que los resultados fueran directamente contrastables.

pero aún más si se comparan las dos universidades5.

En 2013, las universidades de Lund y Upsala decidieron llevar a cabo una encuesta conjunta a egresados. Se trata de la primera encuesta conjunta que incluye tanto a estudiantes suecos como a internacionales. Las universidades pudieron realizar una comparación poco habitual entre los dos grupos de estudiantes en relación a la percepción de su experiencia de estudio, así el programa de estudio respondía a las necesidades del mercado laboral y a la transición a un trabajo remunerado3, entre otras cuestiones. Al contrastar los resultados, estas universidades, sus programas y grados, han podido obtener una impresión mucho mejor respecto a sus éxitos y retos pendientes4.

Otro ejemplo extraído del cuestionario (tabla 2) es la pregunta sobre la empleabilidad, que es una parte importante del debate europeo. Los resultados (que para ambas universidades cubren diferencias entre facultades) son notablemente similares, excepto por el hecho de hay un 50% más de estudiantes internacionales en la Universidad de Upsala que continúan con los estudios doctorales en comparación con la Universidad de Lund.

Los indicadores clave de rendimiento5 se basaban en tres preguntas sencillas: ¿quiénes son vuestros estudiantes? ¿cómo progresan? y ¿hacia dónde van? La Tabla 1 indica que a lo largo de un periodo de tiempo las tendencias institucionales se hacen visibles y que responden a las políticas institucionales. La bajada en el número de estudiantes internacionales se debe a que en 2011 se introdujeron tasas de matrícula para los estudiantes no comunitarios.

Los informes son una muestra interesante de una iniciativa que ha conducido a la cooperación en otras áreas y que ha apoyado el desarrollo de la cultura de la calidad dentro de estas universidades, sin restar competitividad a las tres instituciones tanto a nivel nacional como internacional.

Las encuestas a egresados de Lund y Upsala publicadas en 2014 indican que existen diferencias acusadas en la percepción de las exigencias de sus programas (tabla 2) entre los estudiantes suecos y los internacionales. Una diferencia que resulta interesante por sí misma

Björnermark, M., Maandi, C. and Smidt, H.: Först ut, En alumnstudie av de första årskullarna från de nya magister/masterutbildningarna vid Lunds och Uppsala universitet (2014) 4 El informe está solamente en inglés por el momento, pero un artículo de la primera frase del proyecto ha sido publicado en inglés en Raabe Internationalisation Handbook Smidt. H., Dalnäs, U., Josefson, K., and Sjölund, M.: The two3

year master degree – combining Bologna reforms and internationalisation in Sweden. (D 2.1), In Internationalisation of Higher Education, Raabe 2010 5 Smidt. H., Dalnäs, U., Josefson, K., and Sjölund, M.: The twoyear master degree – combining Bologna reforms and internationalisation in Sweden. (D 2.1), In Internationalisation of Higher Education, Raabe 2010


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Tabla 1. Matrículas en el nivel de máster, otoño 2007 - otoño 20126

100% 80% 60% 40%

20% 0% ht ht ht ht ht ht 07 08 09 10 11 12

ht ht ht ht ht ht 07 08 09 10 11 12

GU

ht ht ht ht ht 07 08 09 10 11

Annat lärosäte

UU

Egna lärosätet

LU

Utländskt

Annat lärosäte = estudiantes nacionales, Utländsk = estudiantes internacionales, Egna lärosätet = estudiantes propios GU = Universidad de Gotemburgo, LU = Universidad de Lund, UU = Universidad de Upsalaa

Tabla 2. Cuál es el nivel de exigencia de tu grado de máster de uno o dos años en comparación con tus primeros estudios de grado (respuestas divididas entre los estudiantes suecos e internacionales, %)7 Lägre krav = menos exigente I stort sett samma krav = igual de exigente Högre krav = más exigente

60

%

50 40

Svenska alumner = alumnos suecos Internationella alumner = alumnos internacionales

30

Svenska alumner LU (n=410) Internationella alumner LU (n=654) Svenska alumner UU (n=503) Internationella alumner UU (n=350)

University 20

10 0 Lägre krav

I stort sett samma krav

6Smidt,

Hanne, Nelson, Olof, Renehed, Mattias, Borne, Katarina, Olsson, Mats & Ågren, Krister: Master II – nyckeltalsrapport. Rapport – nyckeltal kring studier på master- och magisterprogram vid Göteborgs, Lunds och Uppsala universitet (2014) Information based on LADOK.

7Björnermark,

Högre krav

Maria, Maandi, Camilla and Smidt, Hanne: Först ut, En alumnstudie av de första årskullarna från de nya magister/masterutbildningarna vid Lunds och Uppsala universitet (2014)University University

305

ivers


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Tabla 3. Cuál es tu ocupación actual (egresados de las dos universidades divididos entre suecos e internacionales) 9

ersity

Förvärvsarbete, heltid

Totalt LU (n=1119)

Förvärvsarbete, deltid

LU

Egen företagare Svenska alumner (n=417)

Forskarstuderande/doktorand Studerande på högsk/univ (ej fo-utb) Arbetssökande

Internationella alumner (n=670)

Annat

UU

Totalt UU (n=859)

Svenska alumner (n=491)

Internationella alumner (n=351)

0%

20%

40%

60%

80%

100%

Förvärvsarbete, heltid = empleo a tiempo completo, Förvärvsarbete, deltid = empleo a tiempo parcial, Egen företagare = autoempleado, forskarstuderande = doctorando, studerande = estudiante, arbetssökande = desempleado, annat = otro Svenska alumner = estudiantes suecos Internationella alumner = estudiantes internacionales University

Los resultados se pueden descomponer por facultad y nivel del programa 8

Björnermark, Maria, Maandi, Camilla and Smidt, Hanne: Först ut, En alumnstudie av de första årskullarna från de nya magister/masterutbildningarna vid Lunds University och Uppsala universitet (2014) 9


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La enseñanza superior europea está inmersa en un cambio de paradigma10 y, echando la vista atrás a 15 años de reformas queda claro que se ha trabajado mucho a nivel europeo, nacional e institucional para encarar y apoyar los cambios inspirados por Bolonia en cuanto a internacionalización y a garantía de la calidad. Tras la historia de éxito del espacio de enseñanza europeo, está saliendo a la superficie una visión mucho más compleja sobre la impartición de educación superior. Surge una imagen que apunta a convergencia y a divergencia de enfoques y a desafíos que están pendientes – y quizá esto no sea sorprendente dada la diversidad del Espacio Europeo de Enseñanza Superior y sus retos globales. Otra serie de desarrollos observados ha tenido que ver con el ámbito de la educación transnacional, donde las tres áreas de políticas de garantía de la calidad, cooperación e internacionalización se entrecruzan. La mayor atención puesta en el aprendizaje y la enseñanza centrados en el estudiante plantea una pregunta clave acerca de la cooperación y sobre si es un requisito el desarrollo de medidas específicas de garantía de la calidad para ofertas de enseñanza superior concretas como serían el aprendizaje abierto y a distancia, la oferta de educación internacional o transnacional (programas y grados conjuntos), la formación permanente, incluida la oferta de “long-life learning”, los cursos de pasarela, etc. Cabría preguntarse si estas nuevas modalidades de aprendizaje y enseñanza para una población estudiantil diversificada (a tiempo completo, a tiempo parcial, estudiantes nacionales/internacionales o estudiantes no European University Association (EUA) (2014) A Twenty-Year Contribution to Institutional Change 10

tradicionales) y ofrecida a través de educación tradicional en el campus, a distancia o como elearning, cursos MOOC, cursos SPOC (cursos online privados a pequeña escala) o en clases invertidas, junto con numerosas iniciativas transnacionales/conjuntas/transfronterizas, plantean desafíos a la garantía de la calidad. También se detecta la cuestión de si un panorama de enseñanza superior europeo diversificado exige procesos de garantía de la calidad diversos y con objetivos específicos, de modo que se resulte muy difícil desarrollar una estrategia común de garantía de la calidad. Además nos preguntamos cómo podrían gestionar un gran número de prácticas y enfoques diferentes las instituciones de enseñanza superior. Otra pregunta que nos planteamos es qué sería más importante, los modos de enseñanza o los estudiantes. La garantía de la calidad transnacional implica tanto beneficios como retos para las instituciones de enseñanza superior y su utilización se relaciona a menudo con la implementación de una estrategia de internacionalización, enlazando de este modo dos partes importantes del Proceso de Bolonia. En el marco del congreso “The Future of Higher Education Conference 2012” se recomendó una revisión de los estándares y directrices ESG, una revisión que se presentará en el encuentro Ministerial de Ereván. Este hecho es un ejemplo de cómo el Proceso de Bolonia es una “tarea en evolución” que exige el desarrollo y la evaluación permanentes de las políticas y prácticas establecidas para convertirlo en una parte integral del marco de la enseñanza superior. Los estándares ESG revisados indican que hay que enfrentarse a la necesidad de tener una oferta diversificada de educación superior. Independientemente de que se ofrezca a estudiantes tradicionales a


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tiempo completo o a tiempo parcial, o a estudiantes nacionales o internacionales a nivel de grado, maestría o doctorado, o bien se trate de formación continua o a lo largo de la vida; y tanto si hablamos de un modo de enseñanza en el campus o fuera del campus, como si es proporcionado conjuntamente dentro de la misma institución o de forma transnacional. La garantía de la calidad constituye por tanto una parte integrada del diálogo sobre el progreso de la creación de un Espacio Europeo de Enseñanza Superior que otros continentes continuarán contemplando con interés. El de Bolonia es un proceso en curso en el que la interacción entre los desarrollos internos y externos resulta necesaria y en el que será esencial un enfoque polifacético y transparente en donde el diálogo constante asegure que no se fomente una cultura de la conformidad. No obstante, es de esperar que tanto la garantía de la calidad externa e interna como la nacional y la institucional seguirán recorriendo durante la década venidera un carretera bastante sinuosa “full of twists and turns” (Sursock, 2011).

Esperamos que el compromiso de las comunidades de enseñanza superior europeas continúe creciendo y que en la próxima década el foco de atención se desplace de la forma al contenido y que el diálogo constante siga produciéndose al respecto de cuáles son las mejores formas de conseguirlo. Este debate debería implicar a un número cada vez mayor de académicos y estudiantes para tratar formas de impulsar la calidad en ámbitos como el aprendizaje y la enseñanza, el aprendizaje centrado en el estudiante, el desarrollo de programas de estudio, los resultados de la enseñanza, la convalidación, los créditos ECTS y el Suplemento al Título. Esperamos que el diálogo atraiga o vuelva a interesar a círculos cada vez más amplios de personas con intereses depositados en la educación superior y que las experiencias de cooperación organizacional positivas de las comunidades de garantía de la calidad europea puedan contribuir a la siguiente fase de desarrollo del Espacio Europeo de Enseñanza Superior.

Referencias: Björnermark, Maria, Maandi, Camilla and Smidt, Hanne: Först ut, En alumnstudie av de första årskullarna från de nya magister/masterutbildningarna vid Lunds och Uppsala universitet, (2014) Bologna Process Ministerial Conference (BPMC), (2003) Realising the European Higher Education Area. Communiqué of the Conference of Ministers responsible for Higher Education http://www.ehea.info/Uploads/about/Berlin_Communique1.pdf Accessed 20 October 2014 EACEA; Eurydice; Eurostat; Eurostudent: The European Higher Education Area in 2012: Bologna Process Implementation Report Brussels: Eurydice 2012 http://www.ehea.info/Uploads/(1)/Bologna%20Process%20Implementation%20Report.pdf Accessed on 25 January 2015 European Association for Quality Assurance (ENQA), (2014) TRANSPARENCY OF EUROPEAN HIGHER EDUCATION THROUGH PUBLIC QUALITY ASSURANCE REPORTS (EQArep) Final report of the project http://www.enqa.eu/indirme/papers-and-reports/occasionalpapers/Transparency%20of%20European%20higher%20education%20through%20public%20quality%20assurance%20repo rts%20(EQArep).pdf Accessed on 21 October 2014


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European Commission (2014) REPORT FROM THE COMMISSION TO THE EUROPEAN PARLIAMENT, THE COUNCIL, THE EUROPEAN ECONOMIC AND SOCIAL COMMITTEE AND THE COMMITTEE OF THE REGIONS Report on Progress in Quality Assurance in Higher Education http://ec.europa.eu/education/policy/higher-education/doc/quality_en.pdf Accessed on 21 October 2014 European Commission (2012) The European Higher Education Area in 2012: Bologna Process Implementation Report http://www.ehea.info/Uploads/(1)/Bologna%20Process%20Implementation%20Report.pdf Accessed 12 November 2014 European Commission (2011) COMMISSION STAFF WORKING DOCUMENT Supporting growth and jobs – an agenda for the modernisation of Europe's higher education systems {COM(2011) 567 final }, Brussels 2011 http://www.emmaproject.eu/uploads/Documents/documents/2%20EU_Working_Doc_By_Modernisation_Agenda.pdf Accessed 17 November 2014 The European Union's High-Level Group on the Modernisation of Higher Education (2014) Report on 'new modes of learning and teaching in universities' Accessed 22 October 2014 European University Association (EUA) (2014) A Twenty-Year Contribution to Institutional Change http://www.eua.be/Libraries/Publications_homepage_list/20_years_of_IEP.sflb.ashx Accessed on 25 January 2015 Loukkola, T. (2012) A snapshot on the Internal Quality Assurance in EHEA In Curaj & al. (eds.) European Higher Education at the Crossroads Between the Bologna Process and National Reforms, Dordrecht 303 – 316 Reichert, S: Institutional diversity in European higher education: Tensions and challenges for policy makers and institutional leaders, EUA 2009 Revised version Standards and guidelines for quality assurance in the European Higher Education Area, Brussels 2014 https://revisionesg.files.wordpress.com/2014/10/esg-draft-endoresed-bybfug.pdf Accessed 17 November 2014 Smidt, H (2012) Education as transformation – Transforming European Higher Education In Curaj & al. (eds.) European Higher Education at the Crossroads Between the Bologna Process and National Reforms, Dordrecht 141 - 151 Smidt. H., Dalnäs, U., Josefson, K., and Sjölund, M.: The two-year master degree – combining Bologna reforms and internationalisation in Sweden. (D 2.1), In Internationalisation of Higher Education, Raabe 2010 Smidt, Hanne, Nelson, Olof, Renehed, Mattias, Borne, Katarina, Olsson, Mats & Ågren, Krister: Master II – nyckeltalsrapport. Rapport – nyckeltal kring studier på master- och magisterprogram vid Göteborgs, Lunds och Uppsala universitet (2014) Sursock, A. & Smidt, H. (2010) Trends 2010: A decade of change in European higher education. EUA 2010 http://www.eua.be/Libraries/Publications_homepage_list/Trends2010.sflb.ashx Accessed 20 October 2014 Sursock, A. (2011) Examining quality culture: Part II Processes and tools – Participation, ownership and bureaucracy. EUA Brussels 2011 http://www.eua.be/pubs/examining_quality_culture_part_ii.pdf Accessed 20 October 2014 Sursock, A. (2012) Quality Assurance and the European Transformational Agenda In Curaj & al. (eds.) European Higher Education at the Crossroads Between the Bologna Process and National Reforms, Dordrecht 247 – 266


Horizonte 2031. La Universidad de Granada ante su V centenario. Reflexiones sobre el futuro de la universidad.

Ulrich Teichler

El futuro de las universidades a menudo paraece muy monótono. Solemos dar por hecho que las universidades que han sobrevivido durante siglos, por lo menos con el mismo nombre y elementos principales, mantendrán una tendencia similar en un futuro cercano. A menudo las situaciones hipotéticas futuras dan por sentado que la raza humana se encuentra “al final de la historia”: las reformas recientes han solucionado los problemas del pasado y se espera que sean extrapolables a mejorar los más recientes. Por lo tanto, podemos suponer que la matriculación de estudiantes seguirá aumentando, que la investigación jugará un papel cada vez mayor en la evolución hacia una “sociedad del conocimiento”, que la gestión de las universidades será cada vez más eficaz, que el profesorado sea todavía más productivo y que persistirá la competencia por convertirse o seguir siendo una universidad de primera categoría. Un estudio más detallado de las posibles situaciones futuras indica que estas teorías se basan en creencias fundamentadas en las “tendencias de continuidad” y en la “consolidación de medidas y políticas recientes”. También quedan al descubierto una serie de

alternativas que pueden describirse como escenarios de “nuevos avances”, de “regreso a una mejor situación pasada”, de “tendencias circulares”, de “crisis endémica de la universidad” o de “repetición de grandes expectativas y resultados heterogéneos”. Tanto la inevitable incertidumbre que acarrea el futuro como la variedad de las situaciones hipotéticas futuras pueden desalentarnos a la hora de llevar a cabo serias reflexiones en relación con el futuro de las universidades. Sin embargo, los cambios en la educación requieren una larga espera desde que se inicia la discusión sobre la necesidad de una reforma hasta su implantación total, y además tienen efectos a largo plazo. Es el caso, por ejemplo, de la declaración de Bolonia, firmada en 1999. En torno al año 2015, ha empezado a haber graduados con los nuevos títulos de grados y másteres en toda Europa y aquellos que se gradúen este año 2015 trabajarán durante un periodo de 30 años o superior, es decir, posiblemente hasta el año 2050, en base a unas competencias que se han querido impulsar con estas reformas pasadas.


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La reflexión sobre el futuro de la educación superior solo dispone de un camino prometedor: el de analizar el pasado reciente y evaluar los resultados de las iniciativas de reforma recientes. Pero hay que intentar no limitarse a la corriente ideológica dominante del “Zeitgeist” (clima) actual de las reformas y preguntarse de forma crítica: ¿Cuál es el trasfondo discutible del discurso principal actual en relación con los puntos fuertes y debilidades y con las supuestas demandas?

La ampliación de la educación superior se ha calculado básicamente desde el punto de vista del número de estudiantes de nueva incorporación, del número total de estudiantes y del número de graduados de los distintos grupos de edad. Los índices de inscripción en la universidad en los países desarrollados, por ejemplo, han aumentado de media desde menos de un 5 % poco después de la Segunda Guerra Mundial a más del 50 % en los primeros años del siglo XXI. Parecen acertadas las predicciones que establecen que pronto se alcanzará un porcentaje de inscripción a la universidad del 75 % de la población y que casi todas las personas que ocupen puestos de trabajo de cualquier tipo dispondrán de una educación previa a su carrera profesional de una duración aproximada de 15 años y que seguirán por el camino de lo que se conoce como “formación continua”.

Actualmente, la mayoría de los responsables de la educación superior tienden a ignorar este drástico cambio. Dichos responsables son conscientes de los argumentos que se han expuesto regularmente durante años que afirman que la ampliación de la educación superior pasa por una mayor diversificación. A principios del siglo XXI, el discurso sobre la diversificación ha tendido a enfocarse en el extremo superior de los distintos niveles educativos, centrándose en una concepción jerárquica de los mismos, es decir, en “niveles” de calidad. Muchos responsables de universidades trataban de elevar de esta forma la jerarquía de prestigio de sus universidades. Esta práctica corresponde a la idea generalizada entre los profesores de universidad de que los programas de grado son demasiado cortos para preparar a una persona competente y bien formada y deberían complementarse de manera obligatoria con una formación al nivel de un máster. Ambas creencias tienden a ignorar el reto más importante de la ampliación de la educación superior, es decir, el hecho de que las universidades tengan que proporcionar las mismas oportunidades de importancia educativa a los estudiantes que acaben en la mitad inferior de la jerarquía ocupacional. En los discursos sobre las funciones de la educación superior realizados en los últimos años, hay dos términos que han jugado un papel importante: en relación con la enseñanza y el aprendizaje, el término “empleabilidad” ha ganado fuerza, y en relación con la investigación, algunos hablan de “sociedad del conocimiento” y otros de “economía del conocimiento”. Dichos términos indican claramente que la expansión de la educación superior, independientemente de cómo y con qué propósitos se lleve a cabo, se basa en el supuesto de que dicha educación tiene el potencial de ser de mayor “importancia” para la sociedad. Hay una expectativa clara de que la “importancia” de la


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universidad sea más manifiesta y evidente que en el pasado. Sin embargo, la ironía del discurso sobre la importancia es la contradicción entre las expectativas de visibilidad y la visibilidad real de dicha “importancia”. Cuanto más aumenta el número de matrículas y más amplio es el

ámbito de investigación, más difícil resulta que la “importancia” de la educación superior sea tan evidente y visible como lo ha sido en el pasado. ¿De qué manera las universidades pueden lanzar un mensaje significativo a la sociedad sobre su importancia sin caer en una “tendencia utilitaria”, lo que significa concentrarse en resultados fácilmente visibles a corto plazo y subordinarse a las corrientes políticas convencionales y a las figuras implicadas más influyentes? Por norma, las universidades describen tradicionalmente sus funciones con los términos “enseñanza y aprendizaje”, así como “investigación”. En los últimos años, la especialización de la enseñanza para gente joven se ha visto complementada a menudo con el impulso de la matriculación de “estudiantes adultos”, así como la creación de una “oferta educativa para adultos” y de “formación profesional continua”. De forma similar, no solo se espera que las universidades lleven a cabo investigaciones, sino que sean activas en una gran variedad de actividades de divulgación, que se impliquen en la “transferencia” de conocimiento y que se conviertan en agentes de innovación ejemplares. Además, hemos percibido una demanda generalizada de refuerzo de la “tercera misión” de la universidad. Su significado varía en función de lo requerido: puede ser la ampliación de las funciones de enseñanza e investigación mencionadas, o una gran implicación de la universidad en la transformación activa de la sociedad. Dicha transformación se puede conseguir comprometiéndose con la “implicación cívica” de los estudiantes, consultando a la opinión pública cómo trabajar por un desarrollo sostenible y teniendo en cuenta otras ideas populares sobre cómo la educación superior puede contribuir de forma más directa a una mejora de la sociedad. Sin embargo, existe una


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contradicción en dichos esfuerzos, de manera similar a los esfuerzos mencionados anteriormente por gozar de una mayor “importancia” en la enseñanza y en la investigación: cuanto más se implica directamente la universidad en la mejora de la sociedad, menos reconocimiento específico recibe por ello, debido a su función concreta de producción sistemática de conocimiento.

la jerarquía de calidad goza de mayor importancia, mientras que el resto es de una mediocridad innecesaria. Esta creencia se podría considerar lo opuesto a una verdadera “sociedad del conocimiento”, donde el conocimiento penetra en todos los ámbitos de la sociedad. Quienes defienden esta creencia se centran en el alcance vertical de la diversidad y a menudo fomentan la imitación de lo superior, en vez de centrarse en la diversidad horizontal, es decir, la diversidad de universidades con perfiles distintos que contribuyan de manera diferente a la sociedad.

Existe un consenso generalizado sobre que en la actualidad la educación superior debe ser diversa. En su proceso de ampliación, la educación superior debe tener en cuenta una variedad cada vez mayor de objetivos, habilidades y perspectivas de futuro de los estudiantes. Y a medida que avanzamos hacia la “sociedad del conocimiento” es probable que la demanda de conocimiento sistemático sea cada vez más multifacética. Pero de manera irónica, durante los últimos años, la presión creciente por reflejar la diversidad de posibles demandas y funciones de la educación superior no ha llevado a un discurso detallado sobre la diversidad de metodologías y posibles funciones de la universidad, sino más bien a una preocupación obsesiva por una clasificación de las “mejores universidades del mundo”.

Los que abogan por las clasificaciones de “mejores universidades del mundo” también dan por sentado que la calidad de la enseñanza y la de la investigación están estrechamente vinculadas, aunque la mayoría de estudios realizados cuestionan dicho supuesto. También creen que es conveniente que exista una fuerte jerarquía vertical de universidades, aunque las universidades de los países con mayor “productividad académica” de investigadores tienen estructuras menos jerárquicas que sistemas que se mencionan en relación con las clasificaciones (por ejemplo, los EE.UU. entre los países desarrollados y China entre los países en vías de desarrollo). Asimismo, consideran que es importante disponer de una fuerte concentración local de los mejores talentos académicos para que el trabajo académico sea de calidad, aunque actualmente la comunicación y la cooperación entre investigadores viene mucho menos determinada por colaboradores locales de lo que lo ha estado jamás, y los estudiantes disponen de más posibilidades de formarse en otros lugares (mediante movilidad, cursos en línea masivos abiertos, etc.).

Los que abogan por dichas clasificaciones o subordinan sus estrategias de acuerdo con esa lógica comparten (consciente o inconscientemente) una serie de supuestos cuestionables. Por ejemplo, tienden a pensar que la productividad en el extremo superior de


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Sin duda, el discurso a favor de las clasificaciones defiende la idea cruel y masoquista de ser ganador o perdedor hasta tal punto que será difícil de cambiar. Aun así, si el reflejo de las necesidades y funciones se vuelve más racional algún día, probablemente llevará a la percepción de que la diversidad moderada es más valiosa y sostenible que una diversidad extrema, que hay que velar por la diversidad horizontal de forma más específica que por la diversidad vertical y que la mayoría de universidades del mundo deben prestar más atención a la diversidad intrainstitucional que a la diversidad interinstitucional, cumpliendo de este modo una gran variedad de funciones. Además, al reflexionar sobre el futuro de la educación superior, es necesario prestar atención a la importancia cada vez mayor de la movilidad, del acceso de oportunidades educativas que proporcionan otras instituciones a través de las TIC, de las redes de estudiantes repartidas por todo el mundo, etc. Es posible que en el futuro lleguemos a la conclusión de que la universidad no debería seguir siendo una institución que expida títulos, sino una entidad nacional o internacional que evalúe los logros académicos de los estudiantes obtenidos en distintas universidades, y que la reputación de una investigación fructífera ya no se asocie con una universidad en concreto sino con un conjunto global de investigadores.

Entre los problemas principales de la educación superior, la predicción de mejoras futuras en relación con la dirección y con la gestión del sistema de educación superior en conjunto puede resultar muy arriesgada, así como las referidas a la gestión y la administración de instituciones de educación superior específicas. Si analizamos las últimas décadas, se aprecian cambios sustanciales en

dichos aspectos en muchos países. Durante algunos periodos se ha confiado en la toma de decisiones acertada del profesorado, del gobierno y de las decisiones colectivas participativas de todos los grupos de la universidad. Actualmente, se plantea que la mejor opción sería una gestión sólida de la universidad, junto con amplios mecanismos de incentivos y sanciones para motivar al profesorado, gran cantidad de mecanismos de evaluación, una dirección indirecta mediante financiación según indicadores o relaciones contractuales con las universidades y, finalmente, la opinión de las partes implicadas a través de distintos medios.

Muchas de los que abogan por las tendencias actuales de dirección y administración creen que establecer una gestión sólida y unos amplios mecanismos de sanción e incentivos con respecto al profesorado constituye una forma más moderna y mucho más eficiente que los métodos anteriores de dirección y gestión. Pero existen claras debilidades. Para empezar, en la actualidad, muchos rectores de universidades están demasiado entusiasmados


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con la competición por alcanzar las mejores posiciones en los rankings internacionales. A menudo centran sus esfuerzos máximos en elevar la calidad de las investigaciones de más alto nivel y pasan por alto, de esta manera, que las investigaciones de alto nivel disponen de otros canales de apoyo, mientras que otras funciones de la universidad, especialmente la enseñanza y el aprendizaje, dependen mucho más de las decisiones que se toman en la misma. En segundo lugar, el fuerte empeño en la competitividad, los incentivos y las sanciones (por ejemplo contratos de trabajo de periodos más cortos y periodos de garantía de recursos para la investigación más breves) se basa, de forma consciente o inconsciente, en dudosos supuestos sobre los valores y el comportamiento de los profesores e investigadores, que puede denominarse “supuesto del gigante dormido”: según dicho supuesto, se considera que los profesores e investigadores disponen de un gran potencial para alcanzar mayores logros cuando se les motiva externamente, pero tienden a ser despreocupados si no se les estimula mediante incentivos y sanciones. No debería sorprendernos si la confianza en la gestión universitaria firme, en el poder de la estimulación a corto plazo, y en la poco imparcial promoción de la educación superior centrada en la investigación de élite, acabara en una crisis de confianza, de la misma manera que sucedió con modelos de gobierno previos en el pasado. Pero hay una tendencia que puede que resulte más duradera: la que se inclina hacia la profesionalización de la educación superior. La profesionalización de la educación superior puede percibirse en tres aspectos. El primero, en relación con el liderazgo en la universidad: ya no hay confianza en los líderes de las universidades que fueron figuras académicas

respetadas en el pasado y que posteriormente asumieron cargos de rectores o presidentes durante un breve periodo de tiempo y de este modo se alejaron de sus magníficos conocimientos académicos y su experiencia gestora de tipo ensayo y error. Por otra parte, ya no se cree que los profesores universitarios sean buenos enseñantes e investigadores solo por su mera experiencia disciplinaria. Y, por último, está aumentando el número de puestos de trabajo en las universidades para un grupo de expertos, a los que podemos llamar “profesionales de la enseñanza superior”: personas altamente cualificadas que se encargan de tareas de administración, gestión y apoyo, que comprenden la lógica de la enseñanza y el aprendizaje, así como de la investigación, con el objetivo de velar por un buen ambiente universitario; hablamos de orientadores, creadores de programas de estudios, directores de calidad, responsables internacionales, directores de transferencia de investigación, etc. Sin duda, el futuro de las universidades debe abordar la cuestión referente al cambio de la vida universitaria con la aparición de condiciones más profesionales.

Una universidad puede estar orgullosa de acercarse a su 500º aniversario. La Universidad de Granada forma parte de estas instituciones, que han demostrado que la comunidad académica goza de un valor continuo de conocimiento, cultura y organización. La Universidad de Granada tomó la decisión acertada al iniciar un proceso de reflexión sobre el posible futuro de sus instituciones muchos años antes de su fecha de aniversario, en 2031. Obviamente, la decisión se basa en la creencia de que dicha reflexión sobre el futuro no puede llevarse a cabo con prisas. Por el contrario, los discursos públicos actuales en


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relación con el pasado, presente y futuro de la educación superior se suelen basar en percepciones de tendencias actuales que es poco probable que persistan. La preocupación por los rankings de acuerdo principalmente con el “resultado” de las investigaciones y la “reputación”, junto con la confianza en una gestión universitaria sólida y un control firme de la conducta del profesorado mediante incentivos y sanciones son las tendencias más populares en la actualidad. Puede que no seamos capaces de predecir el futuro de la educación superior durante el próximo siglo, pero los análisis más críticos y sistemáticos de nuestra situación actual pueden ayudar a crear situaciones hipotéticas más realistas del futuro. El autor de esta aportación sugiere que las universidades no pueden prestar atención solo a las investigaciones punteras y a la educación de élite, sino que también deben tener en cuenta el “conocimiento de muchos”. Además, la profesionalización de las universidades en distintos aspectos puede ser más prometedora que la mera confianza en el aumento sistemático del saber de los profesionales académicos o directivos. El lector puede compartir estas reflexiones o identificar otros problemas o preocupaciones actuales.


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Frans van Vught

Teniendo en cuenta los efectos de la globalización, los gobiernos nacionales están desarrollando cada vez más políticas de innovación con el objetivo de seguir siendo económicamente fuertes y socialmente estables. En muchos países existe una creciente percepción de que, a fin de que nuestras sociedades sigan siendo económicamente fuertes y socialmente estables, tenemos que promover la innovación y el avance tecnológico. Hemos entendido que los recursos naturales ya no son el factor dominante en el crecimiento económico. Bienes, servicios, capital, mano de obra y conocimiento se mueven alrededor del mundo cada vez con mayor velocidad y los mercados cada vez están más interconectados y globalizados. En términos generales, parece que la globalización conduce al aumento de la especialización nacional. Este proceso de especialización, amplificado por la escala y los efectos del aprendizaje, crea una reasignación de los procesos de producción entre los países

y fuerza a las naciones a buscar sus ventajas comparativas a nivel internacional. Ante esta situación, los gobiernos nacionales tratan de identificar y desarrollar sus fortalezas específicas. Intentan aumentar el atractivo de su ubicación para las empresas comerciales; tratan de atraer factores de producción móviles; desarrollan sus perfiles socioculturales; y tratan de aumentar su capacidad de innovación. Actualmente, muchos países intentan promover la innovación como motor clave del crecimiento económico. En particular, los países industrializados occidentales tratan de encontrar sus ventajas comparativas en el ámbito de la producción de bienes y servicios basados en el uso intensivo de conocimiento. Con el fin de mejorar la competitividad en una economía globalizada, se centran cada vez más en el conocimiento, la creatividad y la innovación, así como en el papel que podrían desempeñar las instituciones de educación superior y de investigación como principales contribuyentes a la economía del conocimiento. Las políticas nacionales de innovación han comenzado a tomar forma y


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sustituir a las políticas tradicionales de enseñanza superior y de investigación (Balzat, 2006; Nelson, 1993; OECD, 2005).Se prevé que esta tendencia continúe e incluso se intensifique en un futuro. Es de esperar que los gobiernos nacionales, e incluso continentes enteros (como la UE), sigan centrándose en la innovación como la principal fuente de crecimiento económico. Las políticas nacionales de innovación parecen adoptar diversas formas. Dill y Van Vught (2010) identificaron dos grandes categorías de estrategias políticas de innovación nacional. La primera categoría, la más amplia, comprende lo que podríamos llamar las estrategias de priorización. Estas políticas se caracterizan por elementos tales como los análisis prospectivos de los sectores de la ciencia y la tecnología, la asignación de prioridades y la concentración de los recursos, y las evaluaciones de calidad de los resultados de las investigaciones. Reflejan la noción de la planificación nacional (véanse, como ejemplo, las iniciativas australianas de establecimiento de prioridades de investigación; las políticas tecnológicas y de innovación finlandesas, que juegan un papel clave para TEKES; y la política de la Plataforma Holandesa de Innovación). La otra categoría de política de innovación hace hincapié en las fuerzas del mercado y la competencia. Las características políticas de estas estrategias de competición ponen el acento en la asignación competitiva de los recursos, la promoción de una conducta emprendedora por parte de la universidad, la desregulación del sector de la enseñanza superior, y el fomento de fuentes de financiación múltiples. El ejemplo por excelencia de esta estrategia es la política científica federal de Estados Unidos, que hace hincapié en un mercado nacional en el que compiten universidades privadas y estatales, un control federal limitado, y la asignación competitiva de fondos por parte de organismos de financiación de la investigación. Sin embargo, ciertos aspectos de

este tipo de estrategia competitiva también se encuentran – en mayor o menor grado –, por ejemplo, en Canadá, Alemania, Japón y el Reino Unido.

Durante las últimas décadas, por lo general, los gobiernos han otorgado más autonomía a las instituciones de educación superior. En la actualidad, se pretende que las instituciones de educación superior desempeñen un papel crucial en lo que respecta a la innovación nacional. Los gobiernos nacionales han ido concediendo paulatinamente más autonomía a las instituciones de educación superior. En el pasado, los gobiernos decidían en gran medida lo que las instituciones de educación superior debían hacer. A menudo, existían normativas detalladas con respecto a qué programas podían ofrecer las instituciones de educación superior y cómo debían estructurarse; regulaciones financieras detalladas determinaban cómo debían gastarse los presupuestos gubernamentales; y las infraestructuras utilizadas por las instituciones de educación superior (edificios, patrimonio), a menudo eran propiedad del gobierno (véase p.ej. Goedegebuure et al., 1994). La libertad en materia de programación ha aumentado en muchos países. Hoy en día, los gobiernos a menudo ofrecen financiación en cantidades fijas únicas, dando a las


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instituciones una libertad significativa para decidir cómo y dónde asignar los presupuestos. Las políticas de gestión de recursos humanos han sido delegadas a las instituciones de educación superior, lo cual a veces va de la mano con un cambio de estatus del personal académico, de funcionario a empleado. Asimismo, actualmente muchas instituciones de educación superior son responsables de su inmovilizado (Van Vught, 1989). Puede parecer que el panorama es de color de rosa, con cada vez más margen para que las instituciones elaboren sus estrategias y perfiles, pero es justo decir que los gobiernos a veces se han mostrado indecisos a la hora de conceder autonomía institucional en todos los ámbitos (Estermann y Nokkola, 2009; Gornitzka y Maassen, 2000; Neave y Van Vught, 1991). Por otra parte, los gobiernos a menudo han intercambiado la evaluación a priori (a través de regulaciones) por evaluaciones ex post (Neave, 2012). Dicho esto, si comparamos los niveles actuales de autonomía institucional con la situación de hace un par de décadas, sin duda hay mucho más margen para que las instituciones de educación superior tomen decisiones estratégicas. Sin embargo, resulta evidente que los gobiernos y otras partes interesadas quieren algo a cambio de esta mayor autonomía. Los roles cruciales que las instituciones superiores pueden desempeñar con respecto a las políticas nacionales de innovación, están convirtiéndolas en objeto de la atención política. Además, los actores externos (entre ellos los potenciales nuevos estudiantes, las empresas y la industria) piden más transparencia y rendición de cuentas, y cada vez hacen más preguntas a las instituciones de educación superior sobre su pertinencia y eficacia en términos de innovación nacional.

Como resultado del creciente interés de las políticas en la innovación, las instituciones de educación superior se enfrentan a grandes desafíos. Tres de los desafíos principales son:   

la sobrecarga de la misión, la competencia internacional en investigación, el posicionamiento en un entorno de enseñanza y aprendizaje diversificado.

Obviamente la evolución del contexto descrito anteriormente tendrá un gran impacto en las instituciones de educación superior. En el presente artículo, algunos de estos desafíos se presentarán en tres apartados: sobrecarga de la misión, competencia internacional en investigación y diversidad del sistema. El tema general de estos desafíos es el imperativo para que las instituciones de educación superior repiensen su papel en el panorama de la educación superior y consideren y desarrollen lo que yo llamo "perfiles institucionales". Los perfiles institucionales han de entenderse como características clave de la misión, actividades y funciones de las instituciones de educación superior. Los perfiles institucionales se pueden dividir en "perfiles de actividad" y "perfiles de resultados". Los perfiles de actividad describen lo que hacen las instituciones de educación superior, ilustrando sus actividades. Los perfiles de rendimiento muestran cuán buenas son las instituciones de educación superior en el desempeño de sus actividades.

Las instituciones de educación superior se enfrentan a expectativas cada vez mayores y a un conjunto creciente de desafíos. Se espera de


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ellas que aborden los principales problemas del mundo: por ejemplo, los relacionados con nuestro entorno natural; el asentamiento y movimiento de personas; las pandemias; la pobreza; el terrorismo, etc. En todo el mundo existe la expectativa generalizada de que las universidades y otras instituciones deberían investigar una gama cada vez más amplia de problemas, de una manera cada vez más holística y a un ritmo acelerado (véase, por ejemplo el programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea). A medida que nuestras sociedades están mejor capacitadas, las universidades y las instituciones de investigación se encuentran bajo una creciente presión para expandir la transferencia de conocimientos y aplicar nuevos conocimientos con el fin de resolver los problemas a los que hace frente el mundo. Además, estas expectativas cada vez se están diversificando más. Se espera que las instituciones de educación superior produzcan el conocimiento y el capital humano que

cubran las necesidades de la sociedad del conocimiento moderno; que jueguen un papel central en los procesos de innovación; contribuyan al desarrollo regional; aumenten la inclusión social; y contribuyan a la resolución de los problemas mundiales. Los gobiernos tienden a traducir estas múltiples expectativas en funciones y responsabilidades, a menudo respaldadas por fondos asignados, o con condiciones asociadas a los presupuestos generales. Las propias instituciones de educación superior tienden a asumir un amplio conjunto de actividades, en parte debido a la presión política y social, y en parte en respuesta a las oportunidades del mercado. Como resultado, existe una acumulación de elementos en su misión, lo que conduce al riesgo de sobrecarga de la misión. Las instituciones de educación superior se enfrentan paulatinamente al desafío de considerar estratégicamente su enfoque básico y su catálogo de ofertas.


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sus actividades de investigación, así como a organizar sus recursos de forma eficaz y eficiente. A escala mundial, los laboratorios de las empresas están poniendo fin a sus actividades de investigación básicas. Las empresas se están concentrando en los resultados a corto plazo, a la vez que adoptan un enfoque estratégico global mediante el cual la investigación más básica depende cada vez más de asociaciones en el extranjero, colaboraciones académicas y externalización a redes de especialización científica. Las políticas nacionales de innovación, hacen hincapié en la aplicación de nuevos conocimientos, sirven para alentar a las universidades y otras organizaciones de investigación a participar en estas nuevas redes de investigación mundiales. La competencia entre países con el fin de resultar atractivos para las inversiones corporativas en I+D, parece estar aumentando. En sus políticas de innovación, los países tienen como objetivo priorizar y concentrar sus propios gastos de investigación para lograr alcance y calidad a nivel competitivo. Además, los países muestran una voluntad cada vez mayor de coordinar sus propias inversiones en investigación con grandes presupuestos de investigación internacionales, como los de la Unión Europea. Como resultado, las universidades y las instituciones de investigación se enfrentarán cada vez en mayor medida al desafío de la selección y la inversión en los campos de investigación en los que puedan competir a escala mundial. Lo cual, a menudo, requiere inversiones de riesgo en equipos de investigación, mayores instalaciones y equipamiento. La actual competición en el ámbito de la investigación internacional guía a las universidades hacia nuevas formas de gestión estratégica, obligándolas a tomar grandes decisiones estratégicas con respecto a

En el contexto de la innovación, no sólo se anima a las instituciones de educación superior a centrarse en la producción de conocimiento relevante. También se les insta a aumentar las tasas de participación y en particular la oferta de "trabajadores del conocimiento" bien formados en sectores prioritarios con el fin de fomentar la creación de capital humano efectivo, necesario para implementar con éxito la política nacional de innovación. La globalización y el enfoque en la innovación de muchos países, parece desencadenar en políticas de diversificación de la educación superior. La necesidad de diversificar – tanto en términos de programas ofrecidos como en términos de perfiles institucionales – parece ser un efecto multiplicador clave de las estrategias nacionales de innovación en muchos sistemas de educación superior. La bibliografía sugiere dos factores clave que presumiblemente tienen un impacto en el nivel de diversidad: la regulación gubernamental y la competencia de mercado (Van Vught, 2008; Huisman y Van Vught, 2009), los cuales afectan a la diversidad de diferentes maneras. Se estima que la regulación gubernamental (por ejemplo, la creación o el mantenimiento de un sistema binario) limita el margen de las instituciones de educación superior para desarrollar sus propios perfiles y, por ende, limita la diversidad. Al mismo tiempo, la regulación a veces se considera un "mal necesario" para prevenir la deriva académica (y por


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consiguiente, la homogeneización). Por otro lado, se considera que la competencia de mercado ofrece libertad de acción para la elaboración de perfiles institucionales y, por tanto, se supone da como resultado niveles más altos de diversidad. Sin embargo, los mercados también tientan a las organizaciones a imitar modelos con éxito y, por lo tanto, también fomentan la homogeneización. Es de esperar que los gobiernos centren cada vez más sus iniciativas políticas en aumentar la diversificación de sus sistemas de educación superior en términos de ampliación de la gama de programas de enseñanza y aprendizaje. Los gobiernos desarrollarán políticas de diversificación específicas o estimularán más la competencia de mercado (o bien optarán por una combinación de los dos). En cualquier caso, el posicionamiento estratégico de enseñanza y aprendizaje de las instituciones de educación superior individuales, y en particular su capacidad para ocupar posiciones en segmentos de mercado favorables, continuarán siendo un importante reto de futuro para las instituciones de educación superior.

El principal reto de futuro para las instituciones de educación superior es encontrar, analizar y comunicar sus perfiles institucionales específicos. La unión de estas consecuencias hace evidente la necesidad de los perfiles institucionales. En

primer lugar, debido a las crecientes expectativas y desafíos, las instituciones de educación superior tienen que revaluar y aclarar sus misiones, objetivos y prioridades, definiendo cuidadosamente sus perfiles institucionales. Además, el aumento de la competitividad a escala mundial refuerza la necesidad de la elaboración de perfiles. Por lo tanto, uno de los aspectos más importantes del liderazgo de la educación superior moderna es una gestión particularmente estratégica de la investigación – incluyendo la deliberación de con quién competir Y con quién colaborar. La gestión de la investigación moderna implica una visión clara de las fortalezas y debilidades en materia de investigación de la institución en un mercado global de investigación competitivo, y el valor para seleccionar y desarrollar un conjunto de campos prioritarios de investigación como una parte importante de la definición del perfil institucional. Por último, la necesidad de elaborar perfiles se debe además a los imperativos de los gobiernos con respecto a sus sistemas nacionales de educación superior. A menudo, los gobiernos ambicionan una mayor diversidad en los conjuntos globales de programas de educación superior e instan a las instituciones de educación superior a contribuir a esta diversificación. Todos estos factores obligan a las instituciones de educación superior a considerar cuidadosamente sus opciones estratégicas en relación con sus actividades y funciones. En otras palabras, son incentivos para las instituciones de educación superior para mejorar sus perfiles institucionales y desarrollarlos como herramientas estratégicas clave en el posicionamiento de la institución, tanto en su sistema nacional de educación superior como en el contexto internacional.


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Pero, ¿qué son exactamente los "perfiles institucionales"? Sostengo que los perfiles institucionales muestran lo que hace la institución, lo buena que es haciéndolo, y cómo se compara con otras instituciones. Como se planteó anteriormente, los perfiles institucionales se pueden dividir en perfiles de actividad y perfiles de rendimiento. Los perfiles de actividad describen las actividades reales de una institución en términos de enfoque, volumen, prioridades, etc. Los perfiles de actividad son descriptivos y especifican el conjunto de actividades que definen las distintas tareas que la institución establece para sí misma. Los perfiles de resultados son evaluativos, y muestran lo bien que la institución realiza estas actividades, por lo tanto implica un juicio en términos de los resultados y el impacto de las actividades de dicha institución. En términos generales, el perfil de una institución refleja las dimensiones de su misión. Estas pueden ser las dimensiones básicas conocidas de la enseñanza y el aprendizaje, la investigación, y el intercambio o la transferencia de conocimientos. No obstante, una institución puede desear hacer hincapié en otras dimensiones en cuanto que aspectos igualmente importantes de su misión, como la orientación internacional o la implicación territorial. Al proporcionar información sobre las actividades y/o el rendimiento de una institución de educación superior en términos de las dimensiones de su misión, los perfiles institucionales sirven como instrumentos de transparencia que permiten a los actores internos y externos (entre ellos estudiantes, financiadores y gobiernos) llegar a conocer la institución y evaluar su potencial ajuste a sus necesidades y prioridades.

Los perfiles institucionales son el resultado de las elecciones (explícitas o implícitas) que las instituciones de educación superior hacen. Los cambios actuales y futuros descritos anteriormente obligan a estas instituciones a considerar cuidadosamente dichas elecciones. Para las instituciones de educación superior es de suma importancia pensar cuidadosamente qué posición quieren adoptar en el panorama nacional y mundial de la educación superior, y considerar si estas posiciones son sostenibles. Encontrar, analizar y comunicar sus perfiles se convertirá en EL mayor desafío estratégico para cualquier institución de educación superior en las décadas venideras.


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BibliografĂ­a:

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Akiyoshi Yonezawa

Me gustaría felicitar a la Universidad de Granada por los grandes logros conseguidos en sus 500 años de historia. Para los asiáticos orientales, el período de la creación de la Universidad de Granada fue la época de su primer encuentro con la civilización occidental. A excepción de Filipinas, la historia de las universidades asiáticas modernas comenzó en el siglo XIX. En este artículo se discute el futuro de las universidades desde la perspectiva del este de Asia a través de las siguientes vías: 1) reflexión sobre la historia de las universidades en relación con la transferencia de conocimientos a través de la traducción; 2) identificación de los entornos de conocimiento de las universidades en la era global y que difieren de los patrones tradicionales; 3) examen de los cambios que están teniendo lugar en las universidades en su competencia para alcanzar un nivel de rango mundial, basándonos en la evolución observada en los rankings de universidades; y 4) reflexión sobre los próximos desafíos y perspectivas de futuro de las universidades, particularmente en referencia al papel de los estudios de traducción e interpretación.

Antes de la dominación europea del mundo después del siglo XV, la Península Ibérica fue la puerta de entrada que unía la civilización islámica y Europa. En ese momento, una importante función fue la traducción al latín de obras escritas en árabe para facilitar una mayor transferencia de conocimientos a la comunidad europea. La civilización árabe había heredado características de la civilización europea en el período helénico a través de la traducción. A partir de la era de los descubrimientos, las universidades y los colegios españoles se establecieron en todo el mundo, incluyendo la Universidad de Santo Tomás en Filipinas, la universidad más antigua que existe en Asia. Desde mediados del XIX hasta mediados del siglo XX, la educación superior japonesa también ejerció el papel de ser una puerta de entrada para la introducción de la civilización occidental al mundo oriental. En 1877 fue fundada por el gobierno asiático la Universidad de Tokio, comenzando así la


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primera generación de universidades de estilo occidental. Esta universidad y otras instituciones de educación superior del país invitaron a muchos expertos occidentales a ofrecer asesoramiento sobre planes de estudio y tutorización de alumnos. Sin embargo, tras un corto período de tiempo, los expertos fueron reemplazados por los académicos japoneses formados en los países occidentales y, con el tiempo, por las universidades japonesas. A través de la traducción, el conocimiento occidental se difundió rápidamente entre los intelectuales japoneses y un amplio sector de la población que había estudiado la moderna educación primaria y secundaria.

En China, la Universidad de Pekín fue fundada en 1898 basándose en modelos universitarios en Europa, Norteamérica y Japón. Para entender el enfoque asiático para el desarrollo de una sociedad moderna, muchos estudiantes asiáticos estudiaron en Japón al comienzo del siglo XX. En la segunda mitad del siglo XX, Japón estableció un sistema de educación superior de primer orden basado en la ciencia y la tecnología avanzadas y apoyado por el alto nivel de la educación en su propia lengua. Japón, China, Corea del Sur y otras economías de Asia oriental están formando ahora una

región de facto que produce conocimiento científico a través de publicaciones, principalmente en inglés y, por lo tanto, accesible en todo el mundo.

El entorno actual en la creación y transferencia de conocimiento de las universidades es completamente diferente de lo que era antes de que Internet se convirtiese en una herramienta ampliamente accesible. Casi todos los conocimientos de nueva creación son inmediatamente accesibles desde cualquier parte del mundo. Todavía existen barreras del idioma, pero la automatización de la traducción está casi a un nivel de uso práctico. Incluso las evaluaciones e informes, parte fundamental de la creación de conocimiento, se están automatizando. Los materiales audiovisuales y herramientas de aprendizaje basados en la nube ya se están fusionando con la enseñanza diaria en el aula y la formación en investigación. Los detalles de la actividad de los investigadores pueden ser controlados, como por ejemplo, cuándo publicó, qué tipo de trabajo publicó, detalles de las citas, o quién vio o revisó un trabajo específico; esta información se reporta tanto a los autores como a los responsables universitarios. Sin embargo, no todas las universidades e instituciones de educación superior tienen acceso a este nuevo entorno académico. En los países menos desarrollados, las instalaciones para la docencia y la investigación, así como el acceso a los recursos de conocimiento basados en la nube, todavía son escasos y la brecha es cada vez mayor. Algunos países están tratando de controlar el flujo de conocimiento en el ciberespacio, aunque es muy excepcional el que se rechace oficialmente la importancia de la ciencia y la tecnología.


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Es probable que el fenómeno actual de universidades e individuos buscando estar entre aquellas de primera categoría, tanto en lo que a enseñanza como a investigación se refiere, continúe en el futuro. Por lo tanto, el número de universidades que deseen alcanzar un nivel de primer orden mundial seguirá aumentando. En Asia Oriental, donde el concepto oficial de la educación superior regional típicamente implantado en Europa está poco desarrollado, son los gobiernos nacionales los principales incentivadores para lograr un buen posicionamiento de sus universidades a nivel internacional. Por ejemplo, en 2014, el gobierno japonés comenzó un proyecto de 10 años ("Top Global University Project") dirigido a conseguir posicionar 10 universidades japonesas entre las 100 mejores del mundo. Desde una perspectiva a largo plazo, este tipo de escenarios estratégicos pueden fácilmente volverse inciertos. En primer lugar, sólo un número limitado de expertos esperaba hace unos 15 años, cuando comenzaron a elaborarse estos rankings universitarios internacionales, un impacto tan amplio y significativo tanto en las universidades como en los gobiernos. Actualmente, la posición de las universidades

en estos rankings es una información obligatoria en la búsqueda de alianzas universitarias y colaboraciones. Incluso si un país no cuenta con universidades posicionadas en los principales rankings, su gobierno se refiere con frecuencia a las posiciones de estos rankings cuando se conceden becas nacionales o se contrata a nuevos miembros del personal. Sin embargo, las metodologías de clasificación de estos rankings han cambiado frecuentemente debido a la significativa evolución de los mismos, producida en parte por el rápido aumento de la información sobre las actividades de la universidad, y también por el incremento significativo del número de evaluadores de distinta procedencia. Los resultados de los rankings universitarios también se han diversificado. Por ejemplo, en 2014, sólo 2 universidades japonesas se clasificaron en el “top 100” de los rankings mundiales de universidades según los rankings “Times Higher Education” y “Best Global Universities” (publicado por "US News and World Report"), mientras que según el “Academic Rankings of World Universities” (ARWU), publicado por la universidad de Shanghai, fueron 3 universidades, 5 según el “QS World Class University Rankings” y 8 según el ranking del “Center for World University Rankings” (CWUR) de Arabia Saudita. ¿Por qué se producen estas diferencias y qué significan


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estas clasificaciones? Los resultados de los rankings universitarios internacionales varían de acuerdo con los indicadores seleccionados y los pesos asignados a cada uno de ellos. También nos encontramos con rankings como el “U-Multirank” que no proporciona rankings completos, mientras que otros rankings permiten a los usuarios elegir los indicadores y sus pesos. Asimismo, se está convirtiendo en común para los proveedores de clasificaciones el publicar rankings basados en temáticas. En cualquier caso, la edad de oro de los proveedores de rankings universitarios probablemente ha terminado. Los usuarios, incluidas las universidades y los gobiernos, tienen ahora más opciones para buscar resultados de clasificaciones que se ajusten a sus propósitos.

Jamil Salmi ha proporcionado la fórmula para el desarrollo de universidades de rango mundial: además de la concentración de talento y abundantes recursos, subraya la importancia de contar con una gobernanza favorable, incluyendo la autonomía y la libertad académica. En Asia oriental, o incluso en Europa antes del establecimiento de la idea de universidad de Humboldt, la idea de la autonomía académica no se consideró indispensable en la búsqueda de la excelencia en la ciencia y la tecnología. Como se observa en la fuerte tradición de las doctrinas de Confucio en el este de Asia, las ideas sobre enseñanza superior e investigación no son las mismas. Incluso dentro de la región de Asia

Oriental, las interpretaciones de las ideas de Confucio han sido muy diferentes. Así, en algunos países de Asia Oriental como Japón, con culturas académicas modernas relativamente establecidas, provenientes principalmente del mundo occidental, la libertad y autonomía académica se dan por sentadas como parte de la cultura universitaria. El cambiante equilibrio de poder entre la economía y la diplomacia han influido significativamente en las ideas y modelos de universidades, como se ve en la historia de los últimos 500 años. Esto, sin duda, también sucederá en los próximos 500 años, e incluso en los 10-15 inmediatos. El cambio no sólo se produce a nivel macro en función de factores internacionales sino también a través de transformaciones a nivel micro en la enseñanza y la investigación, como se indicó anteriormente. Nos encontramos actualmente frente a una nueva crisis de la idea de universidad. Las crisis del pasado siempre han sido superadas en la larga historia de las universidades, y ahora necesitamos diálogos mutuos entre personas asociadas la universidad con muy diferentes identidades. Estos diálogos pueden ser de ámbito geo-cultural, como por ejemplo es el caso de las actividades en los dos campus del norte de África de la Universidad de Granada. En otros casos los diálogos deberán darse entre alumnos con un entorno de conocimiento más autónomo, gracias a las redes y a la automatización de la toma de decisiones apoyada en la tecnología, y los profesores o académicos que también pueden hacer uso de estas evolucionadas herramientas de conocimiento. Aunque el papel de la traducción será más invisible, el estudio y la ciencia de la traducción y la interpretación seguirán siendo clave para la actividad universitaria. El uso tan


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extendido de una “lingua franca” (el inglés en este momento) significa que hay una mayor participación de hablantes no nativos con distintos lenguajes e identidades culturales. Por otra parte, la automatización y mercantilización de la traducción y la interpretación, tanto de la lectura como de la escritura y conversación, aumentará el papel de los estudios de traducción e interpretación. Este podría ser un destacado ámbito de trabajo de la Universidad de Granada, entre la

importante y amplia variedad de ámbitos de estudio de la misma. Seguiré fijándome en el futuro de la Universidad de Granada por ser una destacada fuente de creación y transmisión de conocimiento. De nuevo, presento mis felicitaciones a esta Universidad.

Referencias Altbach, P. G., & Salmi, J. (Eds.). (2011). The road to academic excellence: The making of world-class research universities. Washington D. C. World Bank Publications. Marope, P.T.M., Wells, PJ., & Hazelkorn, E. (Eds.), (2013). Rankings and Accountability in Higher Education. Paris: UNESCO. Yonezawa, A., Kitamura, Y., Meerman, A., & Kuroda, K. (Eds.) (2014). Emerging International Dimensions in East Asian Higher Education. Dordrecht: Springer. Yonezawa, A., & Shimmi, Y. (2015). Transformation of university governance through internationalization: challenges for top universities and government policies in Japan. Higher Education, 1-14.


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Teodoro Luque Martínez

Para una institución alcanzar 500 años de existencia no es algo frecuente. Constituye un hito para celebrar y, ¿por qué no?, para imaginar y diseñar un ideal de futuro a alcanzar. No obstante, lo primero que cabe preguntarse es si tiene sentido hacer una reflexión estratégica sobre las universidades con dieciséis años de antelación. En realidad, no es tanto tiempo, mirando hacia atrás el año 2000 parece muy próximo, desde luego mucho más cercano que el año 2031. Y, sin embargo, en ese periodo ha tenido lugar un proceso de cambio importante en todas las dimensiones de la universidad, proceso que seguro se acelerará hasta ese horizonte 2031. El futuro no es lo que era, precisamente por eso tiene sentido efectuar-ejercitar esta reflexión para que lo surquemos más preparados y con los retos mejor identificados; para aprovechar la excusa de una ocasión tan especial estableciendo objetivos de manera inteligente, tanto en la forma de definirlos como en el viaje hacia su logro. Las tendencias o las prioridades que se vislumbran se pueden agrupar en dos grandes tipos. Por un lado, las que tienen un carácter macro porque se refieren a escenarios globales

o tienen que ver con macro-variables o factores agregados de ámbito internacional o de supra-organización y, por otra parte, las tendencias o prioridades con un carácter micro, en tanto que se refieren a las universidades como organización y por tanto a lo que ofrecen, a su gestión o su gobierno. Es fácil cuando analizamos las tendencias (que deben estar sustentadas sobre alguna evidencia o alguna lógica) mezclarlas con los deseos, pero no olvidemos que las personas tienen un papel protagonista en ese futuro aunque sea con diferente margen de actuación- y, por tanto, con alguna capacidad de influencia para orientarse a lo deseado. Teniendo esto en mente he aquí un decálogo de esas tendencias-retos, cuya sucesión no implica orden por importancia ni pretende exhaustividad.

Recurriendo al símil teatral de Ohmae (2005), el próximo escenario global se vislumbra compuesto de grandes escenarios parciales,


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por los nuevos espacios geoestratégicos que se van consolidando y esto incide en las universidades (i.e. Espacio Europeo de Educación Superior, Espacio Europeo de Investigación, Espacio Latinoamericano y experiencias semejantes en otras partes del mundo). En ese nuevo escenario, los actores, es decir las universidades e instituciones de educación superior, experimentan transformaciones importantes. Se presentan y presentarán con diferentes máscaras y formatos, es decir nuevos tipos de universidades (i.e. Word Class University, Corporate University, Universidad Internacional, Universidad Local, Universidades Públicas, Universidades Privadas sin ánimo de lucro, Universidades Privadas con ánimo de lucro), con diferentes estilos, diferentes formas de relacionarse y de colaboración entre ellas -estableciendo delegaciones o sucursales- en toda una transformación de sistema de actores universitarios. Pero también, la audiencia, los públicos objetivos serán más amplios y diversos, con mayor posibilidad y predisposición a la movilidad. En suma, se experimentará cambios transcendentes en los actores, en el público, en los procesos y en las relaciones entre ellos.

La Enseñanza Superior se enfrenta a una gran demanda de formación, tanto por el aumento cuantitativo de la población mundial como por el aumento del porcentaje de población, en todos los tramos de edad, que aspira a una formación universitaria a nivel de grado, posgrado o de formación a lo largo de la vida.

Según las estimaciones de la ONU, la población mundial aumentará un 50% en la primera mitad del siglo XXI y lo hará en mayor medida en los países con menos desarrollo y menos formación. En lo que va de siglo, hasta 2012, en los países de la OCDE se ha producido un aumento medio anual de la tasa de educación terciaria del 3% (OECD 2014). Mientras que según Eurostat, en la Europa de los 28 entre 2005 a 2012 se ha pasado de un 19,6% de la población con educación terciaria al 24,5%. En los próximos años la población estudiantil se caracterizará por ser más diversa en su composición por edades y con mayor presencia de mujeres. Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, toda persona tiene derecho a la educación y el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos. Por lo tanto, la Universidad debe ser una institución de las personas y para las personas y eso debe orientar sus misiones, lo que implica la orientación al derecho a la libertad de pensamiento, de opinión, de expresión de conciencia, de religión, de libre circulación y residencia. Y todo ello sin que suponga una hipoteca para el futuro de las personas. Poner a las personas primero es una cuestión de ética. La diferencia de formación es una fuente de desigualdad y de desequilibrio en el mundo. Mientras que en sociedades más ricas se tiene y demanda más formación, en sociedades pobres el acceso a la formación es mucho más limitado. He aquí un desafío estratégico global, la disminución de la diferencia en la educación y formación.


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Si en un principio la lengua predominante en el ámbito universitario fue el latín, ahora el predominio del inglés es evidente. Pero a medio plazo ¿habrá una sola lingua franca? Sin duda hay otras lenguas con potencial y es posible que coexista una diversidad de ellas con relevancia internacional en el ámbito universitario, por lo que han significado en el pasado o por la pujanza de la actualidad.

Es el caso del español que aspira a conseguir un peso en el sistema universitario equiparable al que tiene en el mundo. Según el Instituto Cervantes, en 2014 el español es la 2ª lengua materna del mundo para el 6,7% de la población mundial (450 millones), para 2030 los hispano hablantes serán el 7,5% de la población mundial, ascendiendo al 10% en 3 ó 4 generaciones. Además casi 20 millones estudian español como lengua extranjera. Para 2050, EEUU será el primer país por hispanohablantes del mundo. El español se encuentra entre las 5 primeras lenguas del mundo por número de hablantes, por número de países donde es oficial y por extensión geográfica, con una importante presencia en las redes sociales y nuevas formas de comunicación (tercer idioma en Internet, segundo en Facebook y Twitter). Paralelamente, el español va ganando peso en el mundo académico. De acuerdo con el

Instituto Cervantes, ha aumentado un 130% con respecto a 2001 el número de revistas en lengua española incluidas en ISSN y se ha multiplicado por 5 el número de revistas en español incluidas en JCR.

Según Johnson (2011), las ideas y las innovaciones surgen sobre todo cuando se funciona en red y con un carácter no mercantil. En términos generales, la Universidad goza de una razonable reputación en la opinión pública por lo que es la institución más idónea para asumir el liderazgo en el ecosistema de innovación en cooperación con empresas y demás organizaciones que lo integren ya sean públicas o privadas. La universidad debe ocupar un papel protagonista en el ecosistema de innovación puesto que es un espacio emergente, un lugar propicio para la innovación abierta, para la innovación y transformación social de un territorio. Todo ello con el compromiso de avanzar en el conocimiento y por un desarrollo compartido con el entorno, con el resto de agentes. Así, se trata de conseguir impulsar un sistema de universidades que lidere las redes o ecosistemas de innovación y que esto se traduzca en un motor de desarrollo equilibrado del territorio. En la medida que las universidades cumplan con su misión e impulsen estos ecosistemas se producirá impacto social y económico en el territorio con un efecto multiplicador que puede contribuir a paliar las diferencias entre los territorios. En numerosos países ya se han producido y continuará produciendo procesos de reconversión de sus sistemas universitarios. En tal situación debe tenerse presente el papel tan importante que pueden desempeñar las


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universidades para el desarrollo de los territorio. Por este motivo el lema del proyecto de Campus de Excelencia Internacional de la Universidad de Granada es precisamente “Compromiso por un desarrollo compartido”.

Los cambios en la oferta formativa de las universidades habrán de diseñarse teniendo en cuenta diversos dilemas, asumiendo una estructura por ciclos pero con más ofertas de formación complementarias ad hoc. Por un lado, hay que conciliar la normalización de la oferta entre universidades en el sentido de que sea homologable o formalmente comparable, en particular entre espacios universitarios comunes, con la aspiración de una cartera de titulaciones especializada. Por otro lado, compaginar valores tradicionales de formación con el desarrollo de nuevas capacidades para adaptarse a los cambios en TIC o la necesidad de fomentar el emprendimiento y la conexión con el entorno. Las universidades deben gestionar la coexistencia de formatos tradicionales con nuevos formatos como los MOOC. Deben asumir la adaptación a las necesidades de los potenciales estudiantes con edades más diversas que hasta ahora, con demandas de más de una lengua y de formación diferente a lo largo de su vida. Esto implica la revisión del proceso de enseñanza-aprendizaje hacia una mayor flexibilidad con uso masivo de dispositivos, móviles, portátiles o personalizados en donde la accesibilidad es clave y el papel del profesor debe ir más allá de la lección magistral hasta ser un incentivador y promotor que sea capaz de sacar el mejor yo-

académico de los estudiantes en este nuevo contexto. La selección y captación de estudiantes ganará más protagonismo, puesto que la captación de talento, o desarrollar el proceso de formación con estudiantes implicados y motivados, es una garantía de mejores resultados. El número de egresados universitarios en el mundo se multiplicará por varias veces en los próximos años por lo que hay que prestar más atención a la inserción laboral. El empleo y su calidad es un problema de primera magnitud en muchos países y, lamentablemente, lo seguirá siendo. El empleo del futuro se caracterizará por mayor autonomía y formas de trabajo más flexibles en el tiempo de dedicación (más tiempo parcial), en el lugar de trabajo (no exclusivamente en un sitio fijo, más trabajo a distancia), en el horario (franjas horarias más variables) o la dedicación a una sola entidad. También habrá más tendencia al autoempleo, al emprendimiento y a un empleo más internacionalizado por los lugares donde se desarrolle o por las relaciones necesarias para llevarlo a cabo. Las universidades deben encontrar respuesta a estas tendencias y lograr una inserción laboral de calidad. Es posible que se extienda la diferenciación que existe en algunos sistemas universitarios entre universidades de grado, las que también ofertan posgrado y las que además ofertan doctorado y tienen una clara orientación investigadora. Todo ello con mecanismos de control de calidad eficientes y eficaces. La sociedad o el mercado ni discrimina ni corrige bien las deficiencias en las ofertas.


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La esencia de la universidad es generar conocimiento, esto es, descubrir y hacerlo para compartir bajo muchas formas: publicación científica, exposición artística, manifestación cultural o social o innovación en productos o servicios. La universidad es un espacio propicio para el fomento de la I+D+i en co-petición, en colaboración con otros agentes del sistema de innovación y en competición, más en sentido de competente que de rival. Se trata de identificar las fronteras, o mejor horizontes, de conocimiento y elaborar propuestas para alcanzarlas trabajando en red con otras universidades. Encontrar un equilibrio entre, por un lado, los planes de arriba a abajo establecidos por representantes públicos que establecen prioridades y normas para conseguir un mejor funcionamiento del sistema de I+D+i y, por otro lado, entre los procesos emergentes (de abajo hacia arriba) que deben contar en las universidades con la suficiente autonomía y unas condiciones para que broten ideas e innovaciones. Bajo la perspectiva de que la investigación y el conocimiento deben servir para dar respuesta a las necesidades sociales o en ningún caso para agravarlas.

La financiación es un asunto siempre presente porque condiciona tanto la contratación de profesores y profesionales como la disposición de recursos imprescindibles, el acceso a fuentes documentales, a laboratorios y demás equipamientos, a infraestructuras o infoestructuras.

La diversificación de las fuentes de financiación de las universidades persistirá y se acentuará. Así el diseño de estrategias de captación de fondos en convocatorias competitivas o el desarrollo de planes de mecenazgo, en suma el saber-hacer en la captación de fondos serán tareas a las que cada vez se dedicarán más esfuerzos. En el campus físico, se trata de primar la perspectiva del proceso de enseñanzaaprendizaje en el diseño de aulas y en el aprovechamiento de otros espacios sociales también susceptibles de emplear para el proceso de aprendizaje. El diseño del campus físico debe orientarse hacia la accesibilidad de sus diferentes usuarios, la sostenibilidad ambiental, y la conectividad con la ciudad o su entorno. El espacio físico debe complementarse con el espacio virtual, para lo


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cual el equipamiento de las info-estructuras se hace imprescindible. La accesibilidad se convierte en una prioridad pero también los contenidos o los servicios del espacio virtual, en suma el valor que aporta que dependerá también de la seguridad y la fiabilidad con que funcione. La accesibilidad hace que, respecto a los recursos (i.e. bibliográficos, base de datos), gane importancia la idea de flujo, uso, conexión con respecto a la de stock, posesión o almacenamiento. En los próximos años también se asistirá a un desarrollo de los sistemas de información de las universidades para una mejor captación de datos (relativos a su funcionamiento y entorno) y gestión de los mismos que en muchos casos están desperdigados por diferentes servicios o departamentos sin conexión adecuada. Se avanzará en la implantación de la analítica predictiva, de big data, en suma, de sistema para la mejor utilización de los datos disponibles.

Como indica la teoría de los recursos y las capacidades, identificar y disponer de recursos no es suficiente, hay que desarrollar capacidades. Las universidades deben ser capaces de desarrollar capacidad organizativa. Cuando en la universidad se habla de atraer talento se suele pensar en estudiantes, investigadores o en profesorado pero no tanto en la gestión. Es necesario atraer talento para la gestión, que sea capaz de implantar una adecuada capacidad organizativa, primando la profesionalización y la autonomía. Hay relación entre grado de autonomía y posición en el sistema universitario internacional (Aghion et al. 2010). Esto debe ir unido a una estructura organizativa más ágil y más sostenible desde el punto de vista

organizativo, que contemple el reciclado o la reutilización en la estructura organizativa y en las diversas entidades que se generan en torno a la universidad. Otro reto es la adecuada articulación de la cada vez más amplia red de entes en las que participan las universidades. A la gestión en la universidad no siempre se le ha dado la importancia que merece. Sin embargo, una gestión deficiente pone en riesgo la buena ejecución de la misión de la universidad, en particular la docencia y la investigación. Tanto en la gobernanza como en la planificación estratégica de las universidades hay margen para la innovación, pasando de una planificación estratégica básicamente orientada a hacer o tener un plan, a realizarla para conseguir cambios y transformaciones reales a partir de una sólida investigación para la gestión. En suma, para el éxito de las universidades se debe contar con un marco legal de referencia estable, con autonomía en los recursos y en su gestión y con una visión estratégica inteligente, tanto en el diseño como en la implementación.

La creación de valor en la universidad tiene que ver con el buen reconocimiento de su formación, sus títulos y egresados, con el reconocimiento de su investigación y su actividad investigadora, o con la calidad de vida en los campus durante la experiencia universitaria. El valor así percibido por los diferentes públicos tiene mucho que ver con la satisfacción con el servicio universitario, con la imagen y reputación de la institución y con la lealtad manifestada tanto en la intención de colaborar (incluso financiar) como de recomendar a la universidad.


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El vínculo de las universidades con sus egresados de grado, master, doctorado o derivado de otra modalidad de relación debe fortalecerse durante la experiencia universitaria y cada vez más hay que prestar más atención a la relación post-servicio, al seguimiento y colaboración de los egresados mediante creativos programas de alumni. El valor puede ser analizado desde una perspectiva individual (o social), como la diferencia entre los beneficios y sacrificios de diferente naturaleza (económicos, sociales, psicológicos) que para cada persona (o la sociedad) significa el paso por la universidad. Hay evidencia suficiente de que la formación universitaria genera mayor tasa de actividad y de empleo, mayores ingresos y capacidad de adaptación además de hábitos de vida más saludables. Además de los evidentes beneficios individuales, esto se traduce en mayor recaudación para la hacienda pública y menor necesidad de prestaciones por desempleo y gasto social, lo que hay que tomar en consideración en el análisis del valor social del sistema universitario. La orientación hacia la generación de valor contribuye a una mejor reputación de la universidad y, efectivamente, la reputación de la universidad tiene un efecto halo sobre la reputación profesional de las personas vinculadas a ella, de ahí la importancia de la gestión de la reputación a lo que cada vez se le prestará mayor atención. Estrechamente ligado a lo anterior, ganará peso la responsabilidad social universitaria. Más allá del cumplimiento de la ley (que, estrictamente, no es responsabilidad social) la rendición de cuentas y el compromiso de social de la universidad es algo que se va a exigir cada vez más. La ética debe estar presente en ese proceso de creación de valor, no todo vale en la promoción de la investigación y su publicación (i.e. plagio, fraude científico), la

formación o la notoriedad social, ya sea personal o de la institución. En este sentido es deseable el desarrollo de sistemas que acrediten fehacientemente esa responsabilidad social universitaria mediante algún tipo de instrumentos (certificación, indicadores GRI o similares). La creación de valor hay que medirla y comunicarla. Los llamados rankings universitarios -en realidad son ranking de atributos, no de universidades, y en muchos casos están sesgados hacia el volumen de producción científica como casi única dimensión- son una aproximación a medidas parciales, pero que cada vez tendrán más presencia e influencia. Otro reto es la comunicación del valor generado por parte de las universidades. Los avances en inteligencia de marketing y la comunicación por medios no tradicionales continuarán evolucionando en los próximos años y ganando terreno en las estrategias universitarias.


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Para Friedman (2006) la tierra se ha aplanado. También el espacio universitario es más plano y la tendencia es que lo siga siendo más que nunca antes lo fue. Debido a la normalización por la formación de áreas geoestratégicas, pero también por las posibilidades de las tecnologías de la información y la comunicación, y por la mayor interacción entre las universidades en proyectos de investigación, programas docentes y otras formas de colaboración. Sin duda toda universidad tiene un arraigo en un territorio determinado pero cada vez con más contactos, con más colaboración y participación en diferentes redes internacionales. Cada vez la universidad es más gol-cal y muti-versidad. En el futuro, el universitario (estudiante, investigador, profesor o profesional) lo será de más universidades. El número de universidades con un vínculo fuerte por estudios y/o trabajo crecerá, y la identificación no será exclusiva de una universidad, se va al universitario global de universidades en red con las que interactúa ya sea por el prestigio o reputación de la universidad o de unas de sus especialidades, por la cooperación con otros entornos menos favorecidos o por la colaboración en proyectos e iniciativas diversas estrictamente docentes o bien culturales, sociales o de investigación.

En suma, en el horizonte 2031, las universidades se enfrentan a retos clásicos en un nuevo escenario y con nuevos actores. La capacidad de adaptación a este contexto será determinante para la mejora continua de sus misiones fundamentales, para la generación de valor para las personas y la sociedad que conduzca a un mundo mejor, más vivible y más sostenible.


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Referencias Aghion, P.; Dewatripont, M.; Hoxby, C.; Mas-Colell, A. and Sapir, A. (2010) “The governance and performance of universities: evidence from Europe and the US”. Economic Policy January, pp. 7–59. Friedman, T. (2006). La Tierra es plana. Ed. Martínez Roca. Madrid (España). Instituto Cervantes (2012): El Español: una lengua viva. http://goo.gl/j9UuNG. Johnson, S. (2011). Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación. Turner Noema. OCED (2014). Trends in tertiary graduation rates. Education at a Glance, OECD. Ohmae K. (2005). El próximo escenario global. Ed. Granica. Barcelona (España).


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