La personalidad del orientador

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ORIENTACION FAMILIAR Y ORIENTADORES FAMILIARES (Tomado de: García, V. (1990). La educación personalizada en la familia. Madrid: Rialp. Páginas 349 a 365)


1. ORIENTACIÓN FAMILIAR En principio es bien sencillo decir qué es la orientación familiar: un servicio de ayuda para la mejora personal de quienes integran una familia, y para la mejora social en y desde las familias. Es orientación. Y, en este sentido, queda incluida en un conjunto de profesiones de ayuda que" tienen en común la acción orientadora. De modo que lo propio de cada una de esas profesiones es el ámbito en el que se presta la ayuda orientadora. Es, en primer lugar, orientación a personas humanas. Por eso toda orientación es personal. Y como orientación personal puede decirse que es «el proceso de ayuda a un sujeto para que llegue al suficiente-.conocimiento de sí mismo y del mundo en torno que le haga capaz de resolver los problemas de su vida» (García Hoz, 1973, página 194).

2. SUS ORÍGENES Georges Henyer, en el prólogo al libro de André Isambert, acerca de la orientación de padres (Isambert, 1967), da un nombre y una fecha: la señora Vérine, en 1928, tuvo la idea de fundar la Escuela de los Padres, en París. Isambert, como presidente de la «Escuela de Padres y Educadores» de Francia, ha querido escribir el libro que acabo de citar como merecido homenaje a la señora Vérine. Desearía hacer una primera observación, antes de proseguir: donde dice «educación de padres» ha de entenderse «orientación de padres»; donde dice «educadores», léase «orientadores». Por lo demás, la obra de Isambert, publicada originariamente en Presses Universitaires de France, al final de la década de los cincuenta, es un libro clásico de obligada consulta.

3. SU DESARROLLO


En principio, la diversidad en el modo de concebir la orientación de padres podría resumirse en tres líneas diferentes: 1) la orientación entendida como información; 2) como ayuda personal y como acción sobre su carácter; 3) como atención a las relaciones sociales. De hecho, estas líneas se entrecruzan, y no tiene mucho sentido investigar acerca de los efectos de cada una por separado. Muchos enfoques de la orientación familiar se apoyan en bases filosóficas deficientes o erradas, con las consiguientes deficiencias en el modo de entender y de realizar la ayuda orientadora. En cualquier caso, cada desarrollo de la orientación familiar es muy distinto, y debería ser objeto de un estudio crítico suficientemente amplio.

4. DESTINATARIOS Respecto a mi experiencia como formador de orientadores familiares, en la Universidad de Navarra (España), desde junio de 1967, quisiera hacer algunas observaciones en relación con los destinatarios de la orientación familiar. Durante años, en diferentes planteamientos de la orientación familiar, los padres son los únicos destinatarios a tener en cuenta. Y además, persiste el uso de la palabra educar, en lugar de orientar. Por ejemplo, en un libro J. P. Pourtois, publicado en 1984, en Bruselas, el título es Educar a los padres (o Cómo estimular la competencia, en educación). Pourtois, Doctor en Ciencias psicopedagógicas, profesor de la Universidad de Mons, empieza preguntándose por qué educar a los padres. Y contesta a su pregunta, diciendo que los padres son los primeros educadores de sus hijos, y que el hogar es el primer lugar de aprendizajes múltiples y fundamentales. El medio familiar -sigue diciendo—, cualquiera que sea su estructura institucional, ejerce un papel capital respecto al porvenir del nido. La Escuela de los Padres», fundada por la señora Vérine: la Orientación familiar es función de la educación familiar, y sus orientadores son una especie de educadores de educadores. Pourtois añade un proyecto, que consiste en formar a padres para que sean formadores de padres. Son los primeros destinatarios los padres por ser los primeros responsables de la familia y de la educación. Pero la acción orientadora es un servicio que también necesitan los hijos, como


segundos responsables de su familia de origen. Y los abuelos jóvenes como terceros res-ponsables de la educación familiar. El orientador familiar puede asesorar a los hijos como segundos responsables: a los novios en su preparación para el matrimonio, para fundar una nueva familia; a los recién casados como cónyuges, y en relación con la llegada de los primeros hijos; a los casados en cualquier etapa del matrimonio, como cónyuges; a los padres, en relación con los problemas propios de cada edad de los hijos; a los viudos, en tanto que en ellos se ve más claramente que la educación consiste en hacer de padre y de madre; a los separados, respecto de esto mismo, además de los propios problemas que genera el recurso extremo de la separación matrimonial; a los divorciados, con toda la problemática creada por este absurdo invento humano; a. los abuelos jóvenes, en cuanto tienen responsabilidades concretas en su familia fundada, en las familias de sus hijos, en la familia extensa; a los abuelos mayores, en tanto que la familia es el lugar privilegiado para morir como personas; a los tíos, primos, sobrinos, cuñados, suegros etcétera, por razón de sus respectivas responsabilidades familiares y sus posibles ayudas. A todos ofrecerá su cualificada ayuda profesional, sin juzgar, sin marginar, sin rechazar a nadie que necesite esa ayuda, siempre que él pueda prestarla.

5. SU FORMACIÓN La formación de orientadores familiares, a lo largo de estos años, desde la década de los cincuenta, aparece situada en tres planos distintos: 1) la adquisición

de

conocimientos

psicológicos

y

metodológicos;

2)

el

desenvolvimiento de algunas cualidades de la personalidad y del carácter, y 3) la preparación con respecto a actitudes sociales de relación y contacto. Son tres formas, de aprendizaje que se influyen mutuamente. Pero el orientador familiar necesita, además, unos mínimos conocimientos biológicos, sociológicos, filosóficos, e incluso teológicos. Uno de los problemas que suelen darse en esta formación para profesionales en ejercicio, con responsabilidades familiares es la falta de tiempo. Es decir, un


tiempo disponible, siempre escaso, a distribuir equitativamente entre la formación y la acción orientadora. A este respecto, quisiera hacer las siguientes observaciones: 1) la formación no está limitada en el tiempo; 2) esta formación se facilita mediante la integración en un equipo; 3) no deben confundirse formación y acción —ambas requieren tiempo—; 4) formación y acción se complementan —hay una realimentación mutua—; 5) el intercambio de experiencias mejora la propia formación; 6) la acción orientadora —y la correspondiente formación— de diversificarse de acuerdo con las cualidades de cada uno; 7) en esta formación debe armonizarse la actividad académica, la información escrita, el asesoramiento a distancia y el trabajo en equipo.

6. SU PERFECCIONAMIENTO

Suele distinguirse entre formación y perfeccionamiento profesional. La formación se refiere a las actitudes, destrezas y conocimientos necesarios para iniciar una actividad profesional. El perfeccionamiento es una formación continuada, de acuerdo con las necesidades de saber y de saber hacer que el profesional percibe, paulatinamente, en el ejercicio de su profesión. En el inmenso campo de la educación familiar, la formación inicial ofrece una visión de conjunto, en una selección de temas, siempre incompleta. En esa formación se contemplan algunos aspectos técnicos y humanos del quehacer profesional del orientador. Luego, en los diversísimos problemas familiares que ha de ayudar a describir y a resolver notará las lagunas de su formación, la necesidad de un perfeccionamiento continuo que le permita estar a la altura de lo que orienta: personas en el ámbito familiar. La formación de orientadores familiares gira en torno a las distintas áreas de educación familiar. Han de poseer unos conocimientos mínimos acerca de la educación, de la persona, del matrimonio, de la familia, de la soledad, de la autoridad y de la participación familiar, de los medios educativos, de la cultura familiar, de la comunicación en la familia, etc. Han de tener un cierto


conocimiento un cierto dominio de técnicas de metodología participativa. El tiempo dedicado, normalmente, a esta formación no da para más. Lo demás entra en el amplio capítulo de perfeccionamiento. Desde los necesarios complementos e1 saber filosófico y teológico, sociológico, psicológico y biológico, antes mencionados, hasta lo que reclama, en concreto, la novedad y la sorpresa de cada consulta. En efecto, la problemática correspondiente a la diversidad de destinatarios requiere de cada orientador un incremento de separación, de acuerdo con la variedad de consultas a las que deba enfrentarse, además de los problemas nuevos que genera el progresivo deterioro de la humanidad en esta concreta etapa histórica, como puede advertirse a poco observador que uno sea. El perfeccionamiento profesional nos obliga a referirnos a la actividad propia del orientador familiar. La actividad más propia es la consulta, porque en ella la orientación familiar se personaliza. La actividad más corriente es la de dirigir sesiones de estudio con grupos más o menos reducidos de participantes — padres, hijos, abuelos—. Debe quedar claro, no obstante, que estas actividades de grupo sensibilizan, ayudan a descubrir problemas (o cuestiones a mejorar), modifican o mejoran actitudes, contribuyen al desarrollo de capacidades relacionadas con el saber prudencial, mejoran la relación humana, en algunos casos, pero no suplen la consulta, en la que se diagnostican y tratan problemas de una persona o de quienes integran una familia concreta. La ayuda profesional de un orientador familiar puede diversificarse cuanto se quiera. Es, en unos casos, ayuda orientadora a padres-—o a un determinado sector de padres—; en otros, ayuda a hijos; en algunos casos, a abuelos jóvenes2. Pueden prestarse estas ayudas en centros de orientación familiar, en instituciones de cultura, en centros educativos, en medios de comunicación social. Puede hacerse en solitario, o integrado en equipos interprofesionales que facilitan la eficacia de la consulta en la medida en que se complementan sus primeras profesiones —pedagogos, profesores, psicólogos, médicos, etc. El perfeccionamiento profesional tendrá lugar en función de las prioridades que cada orientador familiar establezca en su acción orientadora.


El trabajador social como asesor familiar Francisco GOMEZ GOMEZ Julio O. LORENTE MORENO Pilar MUNUERA GOMEZ Cristina PEREZ DIAZ-FLOFI

7 LA PERSONA DEL ORIENTADOR FAMILIAR

En un servicio o centro de orientación familiar el orientador es la pieza clave; está claro, por ello, que necesita por un lado un bagaje técnico interdisciplinar considerable y, por otro, tener la suficiente experiencia para clarificar la problemática que se plantea y darle un cauce adecuado. Deberá poseer una comprensión multidireccional, puesto que pueden existir todo tipo de complicaciones.


En cualquier tipo de consulta el éxito depende de la selección, grado de cualificación y trabajo del asesor; él es el que coordina y dinamiza todo el conflicto. Para el desempeño de su trabajo deberá contar con unas cualidades básicas que se fundamentan en una capacidad de trabajo en equipo y coordinación, como requisitos previos. La formación progresiva y el entrenamiento preciso son igualmente necesarios. Atributos personales como son la imaginación y la creatividad, capacidad para comprender cómo es y lo que le sucede a la familia, aceptándola tal cual aparece y permitiéndole ser ella misma, escuchando sus demandas desde el principio de la privacidad y de la confidencia.


8 LÍMITES Y DISTANCIA DEL ORIENTADOR

¿Quién o qué puede determinar los límites de una persona para realizar ciertas actividades? Esta pregunta puede resultarnos muy ambigua… sin embargo, podemos encontrar miles de cosas que nos dejen clavados en nuestra posición y no nos permitan reaccionar. Entre ellas podemos encontrar el miedo, la vergüenza, el sentimiento de “no puedo”. Y en nuestra profesión, ¿es necesario que sepamos hacerlo todo? Creo que cuando trabajamos con personas, las cosas se vuelven complicadas. Todos somos muy diferentes y no tenemos la misma facilidad para afrontar las situaciones. Hay muchos casos en los que nos encontraremos con casos que nos sean complicadas de abordar, incluso que desarrollemos tanta empatía con esas personas y sus situaciones que no los veamos como algo objetivo… Considero, pues, este un límite importante porque, aunque sea la empatía una habilidad y cualidad necesaria, también lo es la objetividad y la profesionalidad. También podemos encontrar casos que no seamos capaces de trabajar por su dureza o por no ser capaces de comprender por qué ocurren.

9 Características del O.F

• Aceptación incondicional de la otra persona . • Empatía. • Coherencia, congruencia y autenticidad. • Respeto al otro. • Habilidad para generar clima de confianza. • Personalidad abierta, ecuánime y realista.


• Flexibilidad. • Paciencia y control de impulsos. • Capacidad para trabajar en equipo. • Capacidad comunicativa y de relación. • Capacidad para motivar. • Imparcialidad. • Asertividad. • Liderazgo democrático.


ÉTICA PROFESIONAL

Ética y valores profesionales Guadalupe Ibarra Rosales* Universidad Nacional Autónoma de México, México. * Investigadora del Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (iisue) unam. Correo electrónico: irge@servidor.unam.mx

10 Rasgos generales de la ética profesional La característica esencial que distingue a la ética profesional es que rescata y pone al día el sentido y la razón de ser de las profesiones. Para Adela Cortina (2000), la profesión va más allá de una ocupación que permite obtener ingresos y estatus social, puesto que en realidad es una práctica social que adquiere su verdadero sentido y significado en el bien o servicio que proporciona a la sociedad. Augusto Hortal (2002), coincide en este punto en el que fundamenta la dimensión ética de la profesión, al señalar que el profesionista, al adquirir los


conocimientos y las habilidades que lo distinguen como tal, también adquiere el compromiso y la responsabilidad de prestar bien y de manera eficiente el servicio o bien que le compete y por el cual la sociedad lo acepta y reconoce como profesionista. En esta misma línea, José Luis Fernández (1994) devela la esencia del quehacer profesional al reconocer que su verdadero valor radica en la forma como “contribuye a elevar el grado de humanización de la vida personal y social” (Fernández y Hortal, 1994, p. 91). De acuerdo con Hortal (2002), la ética profesional, como ética filosófica, ofrece a estos códigos deontológicos un horizonte amplio en donde pueden encontrar principios y criterios para reflexionar racionalmente los aspectos éticos de cada profesión en particular. La importancia de estos principios es que son justamente los que le permiten a la ética profesional recuperar el sentido del quehacer profesional. Estos principios son: el de beneficencia, el de autonomía, el de justicia (Hortal, 2002).

11 La ética profesional es una ética de valores Es común asociar la ética a normas, deberes y obligaciones morales que se imponen para regir el comportamiento. De acuerdo con esta visión, el comportamiento ético se limita al apego de los dictados establecidos por la moral. Desde el punto de vista de Ildefonso Camacho (1995), esta forma de comprender y ejercer la ética encierra las siguientes limitaciones: a) Como conjunto de deberes y obligaciones, “la ética queda reducida al automatismo normativo donde no cabe espacio alguno para el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad” (Camacho, 1995, p. 40). b) La ética como conjunto de prohibiciones deviene en una ética negativa, en tanto que se presenta como una coerción, lo cual encubre su verdadera esencia que consiste en ser una ética de valores, esto es, una ética afirmativa que enriquece a la condición humana (Camacho, 1995, p. 41).


12

Los

valores

profesionales

en

los

códigos

éticos

profesionales

Como señalamos anteriormente, los códigos deontológicos de cada profesión se nutren del horizonte que ofrece la ética profesional. Es por ello que si bien los valores de cada profesión no se limitan a los suscritos por estos códigos, los valores que éstos comprenden sí dan cuenta de aquellos valores que constituyen principios que rigen el ejercicio y el comportamiento ético de la profesión. (OBSERVAR LOS VÍDEOS)


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