UNA TEORIA DEL CAMBIO FAMILIAR SEGÚN EL ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA * Javier Armenta Mejía
La celebración del solsticio de invierno es mas antigua que el cristianismo. Con ella se reconoce que aún en los tiempos mas fríos y oscuros sigue habiendo una semilla de vida muy adentro de las cáscaras aparentemente muertas, y que la vida se abrirá paso a través de los tejido viejos y muertos, y florecerá y dará frutos Dean G. Watt
Introducción El método terapéutico propuesto por Carl Rogers (1942, 1951, 1961, 1977), llamado terapia centrada en el cliente, inició como una forma de terapia individual que después se convirtió en un método que se aplicó al trabajo con grupos, la educación, la terapia de juego, la administración, el liderazgo y la terapia familiar. En todas las distintas áreas que se ha aplicado el enfoque centrado en la persona se han mantenido los principios básicos y la filosofía original de Rogers, aunque también se han expandido muchos de sus conceptos (Mearns, 1997). A continuación se propone una forma de trabajo terapéutico con la familia en base a los principios rogerianos y a algunas aportaciones de otros autores (Raskin, Van der Veen, 1970; Gaylin, 1990, 1993; y Farber, Brink and Raskin, 1996).
La tendencia actualizante En su origen, la terapia centrada en el cliente se fundó en la capacidad del individuo para resolver aquellos problemas que podía asimilar en la conciencia. Esta confianza básica en el organismo también se generalizó a las otras áreas en las que se aplicó el enfoque. Si consideramos que la tendencia actualizante es el impulso básico del organismo que lo mantiene o enriquece, la familia aparece como un sistema u organismo
sujeto a esta misma tendencia constructiva. En este sentido, el grupo familiar aparece como una unidad no estática, siempre en un cambio continuo, y en donde los miembros tratan de satisfacer sus necesidades de acuerdo a su percepción y al ambiente propicio o nocivo en el que se desarrollan. Al igual que en la terapia individual, el centro de la acción y del proceso terapéutico es el cliente (en este caso la familia) y el terapeuta establece una confianza básica y un respeto por la dirección que la familia le da a dicho proceso (Zinker, 1994). Debido a lo anterior, el terapeuta abandona la imposición, la evaluación externa, la persuasión o todo elemento que implique una desconfianza en que la familia pueda llegar por si misma a una resolución del problema presentado.
El proceso de disfunción familiar Que puede aportar el enfoque centrado en la persona al entendimiento de los conflictos en la familia? Y, tal vez todavía mas importante ¿qué puede aportar a la solución de los problemas o al enriquecimiento de la vida familiar? Si entendemos que la funcionalidad del grupo familiar depende en gran medida del grado de crecimiento y enriquecimiento del subsistema de la pareja, tal vez sea adecuado iniciar con este subsistema y con las obstrucciones que puede tener en su desarrollo: a) falta de diferenciación: esto implicaría que, por diversos motivos, existe en la pareja una imposibilidad temporal de simbolizar adecuadamente las experiencias organísmicas. Esto llevaría al conflicto psíquico en donde el organismo sigue una dirección y la simbolización de la experiencia no es congruente con lo que se está experimentando. Si pensamos en una simbolización inadecuada, el proceso de la relación interpersonal también se vería afectado ya que la persona percibirá elementos amenazantes o agresivos en donde tal vez no existan. b) Distorsión de la experiencia: en la pareja esto implica descalificar un cierto tipo de experiencias por no ser compatibles con la imagen de uno mismo o self. En términos prácticos, significa que ante la presencia o expresión de afecto, enojo o dolor, dicha experiencia es distorsionada y manejada como si fuera otra menos amenazante. La distorsión de la experiencia implica una relación menos auténtica y mas defensiva c) Necesidades insatisfechas: la capacidad de crecimiento en la pareja se puede ver afectada por la acumulación de necesidades no satisfechas que pueden generar frustración, agresividad, o bien, si se busca su satisfacción, un retorno al crecimiento. d) Campo perceptual rígido: la capacidad para estar “presente” para el otro se puede ver afectada cuando nuestra percepción no es congruente con la experiencia vivida. El campo perceptual rígido implica una imposibilidad temporal de percibir ciertos elementos ajenos a la imagen de la persona, y
la repetición de una cierta forma de percibir a los demás. En términos de la historia personal de cada uno, esto representa vivir el presente a través de los cristales o de la perspectiva de nuestro pasado no resuelto. Desde el punto de vista práctico, significa generalizar o percibir a medias, es no integrar totalmente lo que esta experiencia me ofrece en este momento. e) Foco de evaluación externa: esto representa abandonar la única fuente fidedigna de la experiencia que sería la propia persona (Rogers, 1961) y dejarse guiar por alguien externo (un experto, la familia extendida, los amigos, la literatura psicológica, etc). Dirigir la propia vida por medio de los demás significa una desconfianza básica en relación con la capacidad o con el rumbo que le podemos dar a nuestra existencia. Implica convertirnos en lo que Rollo May (1990) llama el “hombre giroscopio”, un ser que desarrolla la capacidad de escuchar y complacer a los demás, pero también desarrolla la habilidad de adormecer su propia voz, sus deseos, sus sueños o todo aquello que surge de su interior.
Los puntos anteriores son representantes de procesos que generan disfuncionalidad en la pareja. No son los únicos y solo se presentan como una aproximación al proceso de obstrucción del crecimiento. A continuación se presentan algunos elementos que representan aspectos disfuncionales en el subsistema fraterno.
Disfuncionalidad y Desarrollo Rogers (1951) postula que el infante vive un proceso de congruencia entre la tendencia actualizante y su experiencia organísmica. Es decir, que el infante inicia con la integración de su tendencia a crecer y su forma de experienciar. A medida que pasa el tiempo, una parte del campo perceptual se diferencia y se representa como lo que el infante es (self). Esta conciencia del “si mismo” trae aparejada una necesidad fundamental para la sobrevivencia del niño: la consideración positiva. Como la necesidad de aprecio positivo es vital para el niño, se desarrollo lo que Rogers llamó las “condiciones de mérito”, es decir, que la vivencia del afecto queda condicionada a ciertos elementos. Y también que ante ciertas conductas del niño, el afecto de las personas significativas tiende a ser retirado. Esto genera un proceso en donde la necesidad de afecto puede hacer o moldear la conducta del niño en una dirección opuesta a la tendencia actualizante (Boy y Pine, 1990). De alguna manera, el niño aprende que ciertas conductas le traen el afecto y la aprobación de sus padres, mientras que otras le generan rechazo. Ante esto se inicia el proceso de separación, divorcio o disociación de lo que uno realmente es.
En otro lenguaje y a la luz de otra teoría, esto implica que a través de la relación con los padres, y dependiendo de la aceptación o rechazo vivido, surge en el niño un “self falso”, y que este proceso lo lleva a vivir en la etapa adulta con una identidad mal integrada o vaga, una ausencia de autenticidad y una pérdida de la capacidad para experimentar sentimientos profundos (Bradshaw, 1988). Cualquier experiencia que aleje al niño de su tendencia natural al crecimiento, lo alejaría también de un proceso integrador entre las experiencias del ambiente y el self, y lo conduciría en una dirección impuesta sobre su organismo, pero que en un sentido holístico resultaría disfuncional. Esta es una visión incompleta y que probablemente necesite un desarrollo posterior, pero a la vez presenta claramente el proceso por el que llegamos a ser distintos de lo que realmente somos y las consecuencias que esto acarrea.
¿Qué es el cambio familiar? Rogers (1961) habla de la forma en que la vida familiar de algunos clientes ha cambiado después de haber terminado un proceso exitoso de terapia individual. Los cambios que menciona se dan en las siguientes áreas: * * * *
mayor expresión de los sentimientos relaciones vividas sobre una base real o genuina mejoramiento en la comunicación bidireccional respeto por la individualidad del otro
Es decir, que el cambio familiar no implica desde esta perspectiva, un reestructuración, un reajuste en la jerarquia, un equilibrio en el manejo del poder, un desligamiento de la familia de origen, ni siquiera la solución de la queja que es presentada por la familia. El cambio familiar, según Rogers, y entendido fenomenológicamente, se presenta fundamentalmente en la calidad y el nivel de profundidad de las relaciones en el grupo familiar. Es decir, los miembros de la familia se sienten libres para ser lo que son, se expresan de acuerdo a la vivencia orgánica que experimentan, respetan el derecho de los demás a ser diferentes, y como generalmente no adoptan posturas defensivas, logran una comunicación mas honesta y genuina. Todo lo anterior genera relaciones auténticas que apuntalan el sentido de pertenencia a la vez que alientan también la capacidad de separación. Generan un crecimiento en comunidad.
De regreso a casa: La terapia familiar como proceso de crecimiento en diálogo. Al igual que en la terapia individual, en el caso de la familia se postula que ciertas actitudes son necesarias y suficientes para promover el cambio terapéutico. La diferencia fundamental es que en la terapia familiar el crecimiento es compartido y se da mediante el diálogo con el otro, no conmigo mismo. Esto implica vivir y crecer a partir de nuestras afinidades, pero sobre todo de nuestras diferencias. A continuación una breve descripción de las condiciones:
La comprensión empática Una de las hipótesis centrales de Rogers expresa que la función principal del terapeuta era asumir el marco de referencia interno del cliente. Es decir, comprender al otro como él mismo percibe o experimenta su situación. En el caso de la familia, la comprensión empática exige mas del terapeuta. En primer lugar, el terapeuta se enfrenta a un grupo de personas (familia) que viven en una situación de conflicto, y en donde la forma como ven el problema no es la misma. La función del terapeuta sería la de crear un espacio seguro donde, además de que cada miembro se sintiera validado, todas las voces contradictorias, dispares, o las percepciones alternativas fueran igualmente entendidas y aceptadas. El terapeuta funcionaría de alguna manera con un estilo postmoderno en el que daría cabida a la multiplicidad de ideas, percepciones o sentimientos que se generaran dentro de la familia, cuidando no aliarse con alguien o en contra de alguien. Este espacio abierto al diálogo generaría el principio de una comunicación honesta, clara y directa en la medida en que las amenazas fueran menores. También permitiría una confrontación basada no en la búsqueda de la razón o de la verdad, sino en la búsqueda del encuentro y del respeto con lo que cada quien siente y experimenta. Si el terapeuta puede actuar de manera que cada miembro sienta esta comprensión, se inicia un proceso gradual de abrirse a la realidad del otro y a la forma en como el otro ha sufrido el problema que presenta la familia. La empatía, tanto al inicio como en cada una de las fases de la terapia, tiene como fin adentrarse en el mundo experiencial del cliente y permitir que las experiencias negadas o distorsionadas puedan ir integrándose al self del cliente, y
de esa forma generar conductas adaptativas mas saludables. En el caso de la familia, este proceso multi dimensional generaría un espacio dialógico que apuntalaría una reorganización de las personas y que les permitiría una mayor congruencia y honestidad en sus interacciones con los demás miembros de la familia. Es a través de la comprensión empática como la rigidez o la distorsión de la experiencia, dan paso a que se reconozcan nuevos aspectos de la experiencia y se reorganice el self de las personas. En la familia esta reorganización interna generaría cambios en las relaciones con el "otro", cambios constructivos y de una comunicación interpersonal mas auténtica.
Aprecio Positivo Incondicional Si entendemos el proceso terapéutico como una relación de persona a persona, entendemos también que en este enfoque las técnicas no ocupan un lugar imporante ya que el centro del proceso es ocupado por el cliente y por la relación que establece con el terapeuta o facilitador. En este sentido, el aprecio positivo incondicional implica la aceptación cálida de cada uno de los miembros de la familia. Aceptación que no está condicionada por la simpatía, el avance terapéutico o la identificación emocional. La aceptación es de la persona o de la familia en su totalidad. La actitud de aprecio y aceptación facilita el que la persona pueda verse mas claramente, sin las complicaciones propias que generan las conductas desagradables o que no se reconocen como parte del self. Cabría retomar algunas de las preguntas que Rogers se formuló en cuanto a la persona del terapeuta y a la forma en que entra en realción con el cliente: :: ¿Cómo puedo ser para que el otro me perciba como una persona digna de fe, coherente y segura, en un sentido profundo? :: ¿Puedo ser lo suficientemente expresivo como persona, de manera tal que pueda comunicar lo que soy sin ambiguedades? :: ¿Puedo permitirme experimentar actitudes positivas hacia esta otra persona: actitudes de calidez, cuidado, agrado, interés, respeto? El aprecio del terapeuta facilita también una mayor integración de la persona en el sentido de un reconocimiento, aceptación y amor hacia toda la complejidad del ser del cliente. Tal vez lo mas interesante es que, precisamente porque el cliente se siente aceptado y amado tal como es, aprende gradualmente a amar cada una de las partes de si mismo, incluyendo las repugnantes o las que no se asumían como propias y se proyectaban en los demás.
Esta aceptación de las partes destructivas, desagradables o inaceptables de uno mismo genera una integración intrapersonal en donde el lado oscuro del ser humano, la "sombra" junguiana viene finalmente a funcionar a favor y no en contra de la propia persona. En el caso del trabajo terapéutico en la familia, el facilitador debe ser capaz de poder establecer esta relación de aprecio positivo incondicional con cada uno de los miembros. Es esta capacidad de aceptar y respetar por igual a todos los miembros de la familia, lo que genera una introyección gradual de esta relación aceptante y cálida, situación que también viene a debilitar los introyectos devaluatorios, culpabilizantes o humillantes que la persona ha cargado como “condiciones de valor”
Autenticidad El desarrollo del pensamiento rogeriano vino a darle a la autenticidad, sobre todo en la última etapa de su vida, un valor fundamental en la relación con el cliente. Según autores como Liteaer (1993) la autenticidad o congruencia "requiere primeramente que el terapeuta sea una persona bien desarrollada o integrada, es decir, suficientemente individuada o saludable y que esté en contacto consigo mismo". La capacidad para ser genuino permite al terapeuta utilizarse a si mismo como un recurso terapéutico. Es decir, que si en algún periodo el facilitador era un espejo que tenía como función reflejar al cliente, ahora se convierte en una persona que puede entrar en la relación terapéutica de manera integral. Esto significa que puede reaccionar honestamente ante el cliente, que puede expresar sus sentimientos o compartir sus viviencias si ello resulta adecuado para facilitar el proceso del cliente. Según Lafarga "...la condición indispensable para que el psicoterapeuta pueda ser un agente facilitador del cambio favorable y permanente es que él mismo esté genuinamente en búsqueda de su propio crecimiento (...) Que esté procurando crecer en honestidad y autoestima, que vaya asumiendo creciente responsabilidad por las decisiones de su vida y que esté intelectual y visceralmente persuadido de que lo que es bueno para sí mismo no necesariamente lo es para los demás". La autenticidad también se puede entender como un aprecio postivo incondicional hacia uno mismo, independientemente de la conducta que uno manifiesta. Es esta capacidad de poder mantener el afecto y el amor hacia uno mismo, lo que permite no distorsionar la experiencia o negarla, sino ser congruente con todo lo que se está viviendo. La transparencia para algunos autores implica la expresión externa de la autenticidad o congruencia. Para Peter Schmid "la persona auténtica es su propio
autor en la relación consigo mismo y con los demás... el reto es ser uno mismo y estar en relación. Ser capaz de ser tocado, impresionado, sorprendido, cambiado, alterado, creciendo y capaz de estar en contacto con mis experiencias y simbolizaciones, de hacer valoraciones desde dentro, de tener un punto de vista propio. Esto es lo que significa estar presente. Esto es lo que significa la autenticidad".
A manera de conclusión El trabajo terapéutico familiar desde el enfoque centrado en la persona tiende a alejarse de las corrientes psicodinámicas, estructurales, sistémicas, estratégicas e interaccionales. Desde este enfoque, el cambio o el proceso terapéutico exitoso está relacionado con las actitudes necesarias y suficientes: empatía, aprecio positivo incondicional y autenticidad. En el caso de la aplicación de esta hipótesis al trabajo con familias, de nuevo se aplican estas actitudes rogerianas con algunas adaptaciones por tratarse de un grupo con las relaciones mas significativas y de mayor intimidad para cualquier persona. Tal vez el aporte mas importante del enfoque centrado en la persona en relación con el trabajo terapéutico con las familias no sean las técnicas utilizadas o las formulaciones teóricas acerca de los procesos de actualización en la familia, sino el reconceptualizar el cambio familiar en el nivel puramente personal, es decir, que la familia en crecimiento presenta relaciones reales (en oposición a superficiales) vividas con autenticidad, con la convicción de ser lo que realmente uno experimenta o vive, donde podemos llegar al encuentro con el otro y con su mundo particular y diferente, pero a la vez enriquecedor. Esta capacidad de crecer, de estar presente para el "otro" de manera integral, o de vivir plenamente y en un proceso continuo e interminable de desarrollo personal, y en diálogo con los demás, es probablemente el aporte y la dirección mas importante del enfoque centrado en la persona. Quisiera finalizar este trabajo con una metáfora muy conocida. Desde muchos enfoques se habla de que el cambio exitoso en la terapia es muy parecido al nacimiento. Desde la fenomenología, podríamos decir que asistimos al nacimiento de una nueva forma de percibir el mundo, asistimos también a la llegada de un nuevo self y de una nueva manera de ser-en-el-mundo. Con la Hermenéutica, participamos y colaboramos en una nueva interpretación o comprensión de las experiencias vividas. Asistimos a la llegada de nuevos significados, nuevas y mas genuinas significaciones, que dicho sea de paso, otorgan nuevos sentidos a la vida de la persona.
A continuación, una pequeña historia que capta en toda su belleza, el desgarramiento, el dolor y la angustia, pero a la vez la sorpresa y la profunda dicha de la llegada de lo nuevo. El parto Tres dias de parto y el hijo no salía. -Ta trancado. El negrito ta trancado- dijo el hombre. El venía de un rancho perdido en los campos. Y el médico fué. Maletín en mano, bajo el sol del mediodía, el médico anduvo hacia la lejanía, hacia la soledad, donde todo parece cosa del jodido destino, y llegó y vió. Después se lo contó a Gloria Galván: "La mujer estaba en las últimas, pero todavia jadeaba y sudaba y tenía los ojos muy abiertos. A mi me faltaba experiencia en cosas así. Yo temblaba, estaba sin un criterio. Y en eso, cuando corrí la cobija, vi un brazo chiquito asomando entre las piernas abiertas de la mujer". El médico se dió cuenta de que el hombre había estado tirando. El bracito estaba despellejado y sin vida, un colgajo sucio de carne seca, y el médico pensó: No hay nada que hacer. Y sin embargo, quien sabe por qué, lo acarició. Rozó con el dedo índice aquella cosa inerte y al llegar a la manita, súbitamente la manita se cerró y le apretó el dedo con alma y con vida. Entonces el médico pidió que le hirvieran agua y se arremangó la camisa. Edurado Galeano (1989)
Tal pareciera que en el trabajo terapéutico, la persona necesitara las condiciones, el espacio apropiado o el contacto y la presencia de otro ser humano para enfrentar y asumir su propia existencia con alma y con vida.
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Javier Armenta Mejía es psicólogo clínico mexicano Una versión reducida de este escrito fue publicada en la Revista de Psicología Humanista y Desarrollo Humano “Prometeo”, No. 25 Invierno 1999, México