Luna Insomne # 3. Homenaje a Mateo Morrison

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â„– 3, abril de 2011.

Luna Insomne

Literatura|Pensamiento|Artes Visuales

HOMENAJE A MATEO MORRISON


№3 Abril 2011.

Revista Luna Insomne Homenaje a Mateo Morrison

CONTENIDO Revista Luna Insomne literatura | pensamiento | arte visual Luna Insomne es una revista de literatura y artes visuales de carácter trimestral realizada en Santo Domingo, República Dominicana y tiene como función divulgar el trabajo de los creadores dominicanos a través de la web y al mismo tiempo que esos creadores entren en contactos con otros escritores y artistas visuales de todo al mundo y que esto sirve como una vía de dar a conocer sus trabajos y de discutir las últimas tendencias y escuelas que surgen en la literatura y en las artes visuales. Editor: Luis Reynaldo Pérez.

Editorial ............................................ 3 Selección poética de Mateo Morrison ... 4 Un silencio que camina (Fragmento) ... 22 Conversando con Mateo Morrison por Valentín Amaro .......................... 27 Mateo Morrison ante la crítica por Adrián Javier .............................. 34 A propósito de la poesía de Mateo Morrison por Valentín Amaro ................. 38 Pasajero del aire, una lectura erótica

Luna Insomne # 3. Abril 2011

Portada: Mateo Morrison. ©Derechos Reservados.

Contacto:

lunainsomne@gmail.com lunainsomne.wordpress.com

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por Lauristely Peña Solano ...................... 47 Y tú ¿Por qué escribes Argénida Romero? por Luis Reynaldo Pérez .......................... 51

©Todos los derechos reservados. ©De los textos: Sus respectivos autores.


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Revista Luna Insomne Homenaje a Mateo Morrison

EDITORIAL

Llega Abril y trae consigo la tercera edición de Luna Insomne. En esta entrega seguimos con el propósito de dar a conocer a los grandes creadores de la literatura dominicana y lo hacemos rindiéndole homenaje a unas de las voces fundamentales de la generación de posguerra: Mateo Morrison. Mateo Morrison nació el 14 de abril de 1947 en Santo Domingo. Poeta, ensayista, activista cultural y abogado. En esta edición especial presentamos una selección poética de Mateo y un fragmento de su novela Un silencio que camina. Además, un ensayo del poeta y crítico Adrián Javier (Mateo Morrison ante la critica ), un análisis de su poesía realizado por el escritor y gestor cultural Valentín Amaro (A propósito de la poesía de mateo Morrison) y un escrito de la joven poeta Lauristely Peña Solano (Pasajero del aire: Una lectura erótica). También una entrevista realizada a Mateo Morrison por Valentín Amaro y publicada originalmente en la revista colombiana Arquitrave. Agregamos Y tú ¿Por qué escribes? Una sección que pretende escarbar en las motivaciones del quehacer literario. Luna Insomne nace para divulgar el trabajo de los creadores dominicanos a través de la web y al mismo tiempo que esos creadores entren en contactos con otros escritores y artistas visuales de todo al mundo y que esto sirve como una vía de dar a conocer sus trabajos y de discutir las últimas tendencias y escuelas que surgen en la literatura y en las artes visuales.

¡Que tengan buena lectura!

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Selección Poética de Mateo Morrison Aniversario del dolor I

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i van por América a buscar el dolor más profundo a inquirir por las heridas más antiguas encontrarían aquí 476 latigazos. Si nos preguntaran: quién insertó tantos alfileres en el centro mismo de nuestro corazón, señalaríamos con los índices levantados los lugares precisos, las geografías coloniales a base del sudor y de la sangre. Si trataran de buscar el sosiego en los pechos de nuestras madres sólo encontrarían pezones envejecidos por el grito. Y en verdad ha habido sangre para llenar todas las fosas y lágrimas para borrar las cicatrices. Entonces ha faltado, no sólo fuerza para odiar al enemigo, sino amor para los humildes que construirán la paz tras los escombros.

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Los forjadores de la luz están aún a oscuras llevan sus faroles centenarios apagados. Los que hicieron crecer los frutos a la par galopante del sudor, y convirtieron las piedras en moradas, están aún a oscuras y sus 476 años, o sea, golpes en el corazón mismo de esta tierra, parecen alargarse hasta tomar

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la estatura de lo inmenso. La ciudad no perdona el desafío de sus luces A Federico Jóvine Bermúdez

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as mariposas que murieron envenenadas en la ciudad bebieron de sus aires y sus ruidos se dejaron atraer por las luces potentes cayeron derrumbadas en el pavimento La ciudad no perdona el desafío de sus luces. Al amarnos en sus ojos pienso que moriremos lentamente no podemos contra tanta brillantez tanto asedio y tantos ruidos Derrotados desplacémonos al encuentro del silencio Si la casa se llena de sombras

A Iluminada

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i la casa se llena de sombras y declinan nuestros ojos si ollas caen a nuestros pasos inaugurando jornadas de silencio reinaugura tu luz salida del rostro imponente que posees altas nuestras banderas en el más visible de los mástiles atrás ese rostro cansado deslizándose apenas en los pasillos no hay sombra sin su luz en algún punto estará la nuestra esperando el arribo de tu imagen

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A punta de amor vas a deslizar tu rostro entre mis manos no hay posibilidad de escape aquí sólo es posible tomar una dirección no se puede doblar hacia ningún recodo no hay tiempo para recoger flores y adornar el cuarto sólo es posible aquí el amor sin aditamentos III

Cerca de tu corazón vuelan mis manos quiero acercar mi ritmo a tus latidos cada instante me conduce a la posibilidad del equilibrio parejo a nuestras ansias cerca de tu cintura cerca de tu soñar cerca del viento que mece las ventanas cerca IV

Cansado de ciudad me deposito en el recuerdo de tus tardes V

Has ido a ver tus tarros sin flores anhelando un día llenarlos de colores para que puedan acercarse las pocas mariposas que se atreven a desafiar ese desierto VI

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Qué hacer con la tristeza me preguntas y sigo leyendo Piedra de sol hasta el cansancio Qué hacer con la tristeza me repites aparece Lezama una oscura pradera me convida VII

En la edad de piedra estos silencios hubiesen sido ruidos estos ruidos montañas de quietud estas distancias cercanías y este solar de al lado el infinito en fin VIII

Con papel y lápiz con papel y bolígrafo con papel y máquina con papel pude escribir las memorias de nuestros cuerpos encendidos con nada podría ahora reescribirlas IX

Violenta y amante cruzas las estaciones bruscamente no sé cómo acortar tu paso o acelerar el mío violenta y amante adusto cuerpo

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sabes amar también sin sonreírte X

Si la casa se llena de sombras y derrumbamos paredes a nuestros pasos el sol aumenta derrite techos las flores se vuelven artificios las ollas, los calderos, los platos, los vasos y la estufa se calcinan el patio se inunda todos los insectos se instalan en el hogar nuestros vestidos se disuelven Es tiempo de empezar a reconstruir nuestro amor con los escombros

Dibujo del entorno

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ibujo del entorno trasgresor del amor en los apartados lugares donde nace la vida trazando las líneas dadoras de aliento y una multitud de palomas desafiando el aire una mano-visible-invisible experimenta con las formas hasta dejarlas convertidas en perfectas posibilidades Que alguien recoja y bordee lo que fue dicho haciendo del color un lenguaje de múltiples contornos

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A Dionisio Blanco


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Difícil equilibrio

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ifícil equilibrio de un ojo misterioso que tiene que medir mientras la mano traza difícil equilibrio de una mano que traza mientras el ojo mide difícil equilibrio de unos ojos y unas manos que se buscan Nocturnidad del viento A Heriberto, Ramón y Winston a través de Egbert y Efigenia.

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abitado de antiguos vacíos coloco mi camisa sobre el cuerpo salgo al encuentro del día tomo mis colores más vistosos sobre mi frente desfallece la luz arribo a espacios que resultan desconocidos sábanas grises a mi paso olor a cloroformo en mis rodillas casi duermo en mitad de la noche nadie debe detenerse los seis recordarán la mejor fruta corriendo alrededor de mi forma de amarlos me inicio con los ojos desencajados de sus órbitas miro desde la ciudad como si el mundo danzara lentamente sobre mí cuantos instantes casi siglos sobre mi cabeza comienzo a entender las miradas tristes

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desde la maternidad a través de un retrato congelados sus ojos para siempre un pedazo de papel es destruido por la brisa para disolverse en la última gota de agua del Ozama cruzo momificado por el viento hacia un banco del parque desde ahí divisaba entre nubes un rostro inserto en el Caribe que me enviaba desde el centro de la paternidad un mensaje de olas desplazándose con amor no había dolor que yo no tuviera en mis adentros ni brisa que no me circundara veo correr a mis hermanos ocupando todos los espacios posibles los había llamado, en esta hora en que el viento ha decidido acompañar mi indiscutible nocturnidad los vehículos no se detienen saben que soy sombra que atraviesa las calles tormentosa mi ruta de gemidos extrañado en este jardín sin flores

que el viento me construye mientras una multitud de risas acompaña mi asombro las puertas del siglo están cerradas nadie entona una canción mientras tambores callados se rinden a la nostalgia Hölderlin me buscará en algún sitio adherido al último sonido de la campana

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como él me dirijo hacia mí mismo dando vueltas sobre una inmensa superficie deslizándose a mi lado enormes monumentos a la soledad cada segundo la arquitectura es otra lo visto se revé con colores distintos y acuarelas enormes la muchacha que cruza agrega una sonrisa a la estatua de la derecha el niño que corre con las manos cargadas de frutas da movilidad a la estatua de la izquierda el edificio de enfrente limpia su rostro brilla sobre mí un sol que invento lo único estático en la ciudad son mis ojos Crece la rama desafiando la calzada sus flores son vapores asfixiantes muere la rama en los pies de la calle una savia contaminada recorre mi corazón Sospecho que es tu mano la que llega tu entre suave y callosa melodía personal tu perfume natural creado de mañanas ese entorno que formas sobre mi cuerpo no parece para mí soy sombra escuálida que puedes mirar a través de cristales Nunca antes había exhibido mis entrañas admito que todos deletrean mis profundas debilidades ayer una luz infinita creció sobre mi frente caminé exhibiéndola por los caminos Orgulloso vestí de mis mañanas

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todo lo que me rodeaba busqué libros y la sabiduría se juntó con la llama parecía un nuevo sol entre las madreselvas y quería besar cada uno de mis poros huracanado acento que proclamas sitio privilegiado en mi memoria reseco viento que a veces ha dormido en mis noches me acerco a tu desnudez y tiemblo Sabes que has vencido sobre este cuerpo cicatrizado por las horas reflejo de múltiples jornadas de tedio indescifrable la muerte como majestad recibe a Louquo, en su turey a San Cosme y San Damián en la laguna de Salazar

deidades que se plasman en mis ojos descendemos a planos en que se encuentran El Talmud herido La Biblia cesante El Corán mugriento Los Vedas oxidados El Libro de los Muertos diluido África con páginas destruidas en su cotidianidad no grabada en los filmes en cassettes en bibliotecas en internet

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Sólo en los labios resecos de una paridora que habló de un Baquiní como simple espectáculo donde la muerte y la vida se abrazaban ahora mis rodillas no pueden sostenerse casi lloro al desfallecer mientras reordeno con dificultad mi correa mis medias mis pantalones y mis zapatos a ver si adquieren aunque sea fugazmente un orden en el que pueda depositar mi última sonrisa Decisión

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o tocaré la puerta que cerraste aunque desde sus bordes siempre te mire. Una ciudad posible

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hora para hacer una ciudad posible tenemos que crearla día a día en nuestras mentes. En escenarios propicios al abismo. Espacios que parecen infernales sombras. Diría que los mundos que hicimos posibles son ciudades abiertas sin muros sin sonrisas. Quizás la tuya, que a veces se desplaza lentamente sobre mí y me confunde.

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Cotidianidad

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veces armamos en nuestras mentes nuevas maneras de deslizar nuestras vidas por las sombras. Huimos a mundos que creíamos ataviados de luces. En verdad somos adoradores de los signos cotidianos. Las mañanas, las tardes y las noches saben más o menos lo que haremos. Los amores y los odios son los mismos. Las rutas trazadas, exactas. Admito que este día resultara extraño; siento sobre mí, cálidas manos que me conducen a lugares no vistos. Una sensación de calma me invade se iluminan las paredes de mis días. El tiempo corre sobre mis tardes y se instala sigilosa una nueva cotidianidad que me desplaza. Espasmos en la noche 1

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a almohada que me cuida el lado izquierdo de la cabeza no sabe de mis sueños. Se van construyendo en su presencia y no lo sabe. Sueños terribles, tontos, tenues; sueños de amores que se evaporan si despierto. En cambio, a mi lado, qué soñará la mujer que hace tantos años usa la otra almohada.

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A Víctor Villegas


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Seguro tampoco sabe de sus sueños, aunque sienta sudores en una madrugada donde colapsa la energía. Pero el sudor no tiene nada que ver con los sueños porque éstos no transpiran no generan nada materialmente visible. 2 A lo mejor se van a otra dimensión donde la mujer que se supone me ama, se conecta con los sueños míos que la amo. Sueños particulares, incomunicables, dispersos en sus fragmentos de sombra: vidas en los escenarios de muerte. La sábana sabe aún menos de ellos. Trata de comunicarse con la almohada. Que, como dijimos, no sabe nada de sueños o por lo menos da a entender eso por la indiferencia exhibida cuando la sacudimos y no reacciona. Como si el privilegio de resguardar nuestras cabezas no le importara nada. 3 La sábana sabe de otras cosas pero eso es más fácil porque uno ya está despierto: sabe de cuerpos diluidos, de movimientos tenues y movimientos bruscos;

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de humedades que hacen temblar cuando ella aún no duerme, hasta no saciar la pasión en caída vertiginosa hacia el silencio. Las palabras están ahí

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as palabras están ahí sobre el rojo y el ocre y sobre el rojo y verde otras palabras nadie las pronuncia porque están ahí ya pronunciadas moviéndose en nuestros ojos como si fuera posible conversar con uno mismo y los demás al mismo tiempo

La música en tu cuerpo

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e sembrado tu vientre de guitarras que confirman la noche. He llenado de flautas tus mañanas más tiernas. La música en tu cuerpo ha sustituido mis palabras Cuando nací

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uando nací me recibió el guayabo sonriendo y mi padre no me envió a recorrer los caminos de la vida. Prefirió protegerme en su entorno los primeros años para que el viento no se llevara mi delgadez extrema. Mi madre se encargó de que mi crecimiento fuera agradable: construyó en nuestro patio un jardín y me enseñó el nombre exacto de las flores. Aprendí a deletrear las madrugadas y a levantarme temprano a saludar el día con un respiro al aire fresco; recorría el patio hablando en solitario. Se cruzaron en mí los caballitos de madera y las estrellas, las hamacas y las campanas de la iglesia. Con la muerte de mis padres me llegó la adultez. Tuve que arar mi nuevo territorio y ahí se inició la nueva historia. Un deseo infinito de escribir y una palabra difícil de encontrar. Un camino de escombros donde cada letra reclama su lugar exacto y cada frase se me escurre por los dedos formando su propio espacio para ser habitado con humildad hasta que otro árbol del patio me despida. La timidez me impidió ver tus senos cuando nacían

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Volverá tu niñez y jugaremos GERARDO DIEGO

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a timidez me impidió ver tus senos cuando nacían. No eran más que círculos señalando tu pecho. Pero así fue mejor, creció mi imaginación y creí verlos a través de la ventana que unía nuestras casas. Cuando vuelvas a nacer como espero y yo me adhiera a ese milagro no seré tímido. Y creceremos juntos alimentados por miradas y sonrisas, a través del ancho patio donde nacían las brisas que el tiempo ha convertido en ventarrones que derriban los techos de los pobres. Contaremos historias inventadas. Seremos niñas y niños abrazados trasmitiéndonos energía y haciendo parir los frutos. Soñaba una mañana cuando el campo se fue convirtiendo en ciudad y bruscamente desperté, miré tu ventana y una sirena anciana ya como nosotros, nos había despertado y ya no podíamos jugar pero te aseguro que volveremos a nacer.

Ojos de madre, vientos de guerra A Efigenia

Desde la lupa que arrecia mi ceguera te veo cruzar por los hilos del agua. Adivinas a través de tu iris las diversas maneras de morir cruzando por tus lentes. Aquí, madre, también se cuecen las habas de tus sueños. Los frutos cultivados en el patio recientemente han sido agujereados. Otra bandera arde en las escuelas y un retrato de Ercilia Pepín nos acompaña en este nuevo intento de humillación imperial. Los reflejos están en las córneas de tus ojos agigantados, pero sin lágrimas donde las siete que brillan han dejado de proyectarse en nuestro cielo. Ahora son estrellas solitarias que se ocultan detrás de un porta-avión. La ciudad atacada en el mismo ombligo se contornea al ritmo de una música excitando los sentidos. Despertamos sobre cada uno

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de los sueños que elaboraron nuestros muertos mayores. Madre, nunca me has abandonado, siempre ha estado presente tu voz. En el terremoto de agosto contra los latidos de la tierra apenas ponías los débiles latidos de mi corazón que no sabía por qué todos oraban. Nunca me has abandonado y ahora que abril abre todos los caminos, tú junto a mí abres uno nuevo, lo percibo en tus ojos cuyas pupilas van tomando colores más fuertes y brillantes. Vienes a la mesa y traes víveres cocidos. En los instantes de calma distribuyes la comida con tus manos firmes y un nuevo disparo alumbra los círculos del patio. Detrás de los restos de carbón las balas persiguen a mis tíos transformados desde sus andamios en diestros combatientes. Adivinan el curso de la muerte y casi se burlan de ella, reincorporándose llenos de polvo y de rencor. ¿Es esta acaso la estación de la vida o de la muerte? En esta primavera el viento hace temblar el polen y un leve murmullo nos dice que se reiniciarán muy pronto los combates. Las palabras pelean entre sí y cada adjetivo se transforma en cañón, aunque la gramática no sabe de balas. Tus ojos adivinan que no ha cesado la muerte, siguen violentando los altares de doña Juana, hija de San Cosme y San Damián, oficiante del barón del cementerio a quien se le murió una bala en medio de la sien. El altar donde oficiaba Juana ha sido tomado por los invasores y descubrieron que ahí se construían bombas y granadas de miseria callada en medio de un bohío. No ha sido sólo el tiempo tratando de morir entre nosotros. En este instante un fusil Máuser puede ser la diferencia entre la vida y la muerte, una granada guardada desde la segunda guerra mundial puede ser una pieza de museo o un estallido de libertad en nuestras manos. Hoy he aprendido a dirigir mis ojos a los enemigos, no los había visto, ahora a quince metros y en el hueco de la vida. Los invasores pueden tener también hijos y esposas que los esperen y madres que como tú agiganten los ojos para que yo pueda leer los signos del peligro. El enemigo es un desconocido que sólo identificas si tu bala es más certera que la de él. Eso aprendimos de manos de la guerra bajo un cielo que nos cobijó a todos. La lección es permanente, nadie puede olvidar ni el sonido ni la luz que llenó de muerte al compañero de al lado ni su rostro ni sus dolores insertados en el centro de los huesos, ni el dolor que no se ve, no se siente, no existe más que en la memoria de los vivos. Abril apareció de pronto en cada una de nuestras manos, invitándonos a tomar el fragmento de luz que el día nos entregaba. No renegamos del pacto de amor firmado con la sangre, porque en el corazón del llanto se batían los sueños que habíamos cobijado a través de laberintos de una historia repetida. Te tomaré las manos y las asiré a mi pecho, descubriré zonas que fui creando al salir de tu vientre para proteger las huellas de amor que me entregaste. Las demás madres que construyen este ejército de amor contigo, edifican también nuevos caminos. La muerte cruza veloz por estos pinares que nos conducen a estaciones confundidas entre sí. Preñadas de nuevas

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criaturas que nacen desde el agua enarbolando banderas que prolongan la identidad del sueño. Porque soñar en una guerra es despertar; porque soñar en una guerra es un sueño difícil más cerca de la muerte que del insomnio. Desde el último piso de la plaza puedes mirar la calle que cruzamos hace cuarenta años en ese trajín ahora autopista; los cadetes dejaron San Isidro para alcanzar el puente. Luis estará tranquilo en Nueva York con su madre preñada por un marine. A través de fragmentos de sombra que delinea tu telescopio podrás ver hasta las hormigas que pasan con rapidez por donde los cañones populares fueron enterrados. Debajo del último respaldo de piedra ocultamos las armas como un tesoro que dice que los poderes suelen ser vulnerables. Los barrotes que hicieron para encerrar los últimos resquicios del honor lucen caídos. Nadie entona su ritmo porque ya el heroísmo, dijo Luis, se vistió del último grito de la moda. La canción a la patria suena hueca en las nuevas sinfonías y un ronquido voraz hiende los aires. De todos modos toma tu cruz para una procesión hacia el combate, toma tu machete restaurador y tu trabuco independentista y canta con el coro infinito de tono marcial. La guerra dibujó cristales en los rostros vecinos. Envejecieron en forma acelerada ciguas y mariposas hasta morir dejando sólo adornos disecados en múltiples vitrinas. Debo regresar, me muero por no dejarte sola en medio de este desierto con tus ojos de madre atormentada, combatiente. De pronto un vibrante sonido estalla en el centro de nuestro mundo. Aves hastiadas de tumultos se individualizan y se dirigen exhaustas hacia el sol que derrite sus ojos y van sin rumbo cierto hacia túneles trazados por manos invisibles. Aquí está la tarde en que murieron los hijos de María. Seguros del triunfo caminaron firmes a los barrotes de la cárcel. Ya eran libres y murieron a cuatro esquinas proclamando con sus bocas trasgredidas la posibilidad del cambio. Sobre sus rostros una ciudad que entraba en una nueva etapa no quería que la Fortaleza Ozama se derrumbara y sus techos le cayeran encima de los hombros. Renacía la ciudad en cada uno de los espacios del sueño y un leve paso reseñará el momento oportuno que elegimos para morir. En realidad era un momento de elección porque nadie quería perder la oportunidad de entrar por los muros de la historia. Un ojo enorme inauguraba las primeras jornadas donde un fusil ciego trasgredía la cotidianidad. El puente, el puente, he ahí el inicio de Ulises y el final de Ernesto o la eternidad de Ernesto, y el retorno de Ulises, porque el puente fue la frontera entre la dignidad y el vacío. Porque a veces éste es el único camino. No hay opciones: o estás en el puente o estás en la nada. Francis comprendió rápido la posibilidad del vacío o de la dignidad y no lo pensó más, por eso el puente es el símbolo permanente nacido en los oídos de la patria.

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Un silencio que camina (fragmento) CapĂ­tulo I

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omón y yo teníamos tres largos meses por delante para llevar a la práctica los planes de nuestro mundo vacacional. Como no teníamos familiares en el interior, nuestras vacaciones se desarrollaban a orillas de la Laguna de Salazar, en el play o en cualquiera de los lugares con que nuestra imaginación construía las más hermosas quimeras en los solares que formaban el entramado que luego el desarrollo urbano convertiría en Villa Catalina, integrada por Catalina Arriba y Catalina Abajo. En Catalina Abajo, una pequeña comarca, vivía la mayoría de la población en casitas de madera de colores encendidos. Catalina Arriba estaba menos poblada y los árboles eran allí los reyes. Las viviendas eran principalmente para agricultores o pequeños ganaderos. Su entorno, considerado como un hotel verde, era el lugar preferido de los amantes. Los caminos que conducían a Catalina Arriba, si enfilabas a la derecha o a Catalina Abajo, si enfilabas a la izquierda, estaban hechos para el amor. Una hilera de sangre de cristo bordeaba todo el sendero. Las cayenas eran testigos de las declaratorias de amor a través de los sonidos que construía el viento. La inmensa grama revivía a pesar de las pisadas presurosas para consumar el amor. Era una bendición del Cielo, se decía. Nuestras madres no nos dejaban salir de las casas durante el año escolar. Únicamente podíamos trasladarnos a la escuela o a una de las iglesias a través de la carretera central, acompañados siempre por alguien, en mi caso por tío José Manuel, y en el de Momón por su abuela o su madre. Eso de estar acompañado era para protegernos de los peligros. Sin embargo, habíamos decidido que en estas vacaciones íbamos a comenzar a liberarnos, pues acabábamos de cumplir quince años. Momón el día nueve, yo el catorce de abril.

Al comenzar las vacaciones nos vanagloriábamos de las muchachas que nos habían dado amores, relatábamos historias inventadas y reíamos a carcajadas describiendo los momentos en que nos decían “te amo”, lo apetitosas que estaban y como se podía besar y a la vez comer mangos, limoncillos, caimitos y nísperos: una técnica sabrosísima.

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— Doble alimentación –me decía Momón–, pero con las algarrobas no, ¿verdad? Imposible, esa fruta no tiene el aroma de las otras. Y seguimos discutiendo otras técnicas. Mientras continuaba el camino le conté lo del carro de fuego de San Elías. — No te creo –me dijo–; seguro que eso te lo relató tu tía Ana, con esa imaginación que tiene. Mi tía Ana no era la más ferviente adventista de la familia, pero sí la más locuaz y divulgadora de todas las noticias. Lo de San Elías lo supo toda la comunidad. Su delgadez extrema contrastaba con la energía que exhibía. Fue inolvidable el pleito que escenificó contra una vecina por decirle lo de las dos cajas cuando muriera, una para el cuerpo y otra para la lengua. — Lo creo, pues me lo juró de rodillas y le miré el rostro. Tenía la Biblia en las manos. — San Elías –me afirmó Ana–, recorrió todo el universo en su carro de fuego custodiado por ángeles, pero al descender un momento y tener una prueba de santidad se detuvo a orinar. Todavía no había recibido los aceites que lo harían divino. Aquí los suaves quejidos del poblado y los olores a amoríos tiernos le penetraron la sangre y lo pusieron en peligro de pecar. Ya San Elías había orinado, pero al otro lado de la laguna una joven se desvestía y ciertamente San Elías continuaba con las manos activadas y los ojos ardiendo como olla hirviente en los fogones del barrio. No obstante, hubo de cumplirse lo dicho en las Sagradas Escrituras, según mi tía Ana, y el carro de fuego custodiado por ángeles encen dió sus alas y lo recogió a orillas de la laguna, antes de caer en la tentación. Lo esperarían en la puerta del Cielo donde lo recibiría un coro de arcángeles, siendo el único que desde entonces subiría al Cielo sin morir. — Aunque eso te contó tu tía Ana con la Biblia en las manos, como ferviente adventista, prefiero que continuemos como monaguillos en la misa de las seis, donde podemos ver a sor Angélica tan dulce y hermosa. — Momón –le respondí–, recuerda que aunque visitamos las tres iglesias, no debemos poner en contradicción la adventista y la católica, y mucho menos la episcopal. Dejemos a mi tía Ana con sus relatos bíblicos y sigamos con sor Angélica en la misa. — Es verdad, mientras más cerca estemos de las tres iglesias más fácil llegaremos al Cielo.

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Proseguimos el camino hacia el encuentro de las muchachas que habíamos citado para sumergirnos en la loma de los amoríos, como también llamaban a Catalina Arriba. Ascendíamos desde Catalina Abajo por un sendero adornado de flores y abierto por los pies de los habitantes del lugar y los visitantes, que atraídos por los olores amorosos, llegaban de todas partes. Alcancé a ver a la muchacha que esperaba. Al salir desde la parte posterior de un enorme matorral llenó mis ojos de alegría, parecía que Momón tendría que esperar un poco más, para hacer su presentación y comenzar nuestro encuentro, programado desde hacía meses, donde cada uno podría, tal vez, tener por primera vez una novia formal. Para mi sorpresa, él también se llenó de alegría al irse dibujando aquel hermoso cuerpo en las sombras de la noche y la sonrisa de esta muchacha, quizás un poco más joven que nosotros, con ojos que parecían faroles y contornos que desafiaban la oscuridad. Se me habían acelerado los sudores y mi corazón era un saltimbanqui en el pecho. — Tenemos que acelerar el paso –me decía Momón–. Y marchamos con tanta rapidez hacia ella que parecíamos correr. No entendía lo sucedido, un imán como de fuego nos atraía a los dos hacia el centro. Teresa tenía un vestido azul, tan ligero que nada nos impedía percibir su desnudez, delineada en su perfecta silueta. — Momón y Mario, Mario y Momón –nos dijo. Ambos nos miramos con asombro, pues esperábamos encontrar a nuestras respectivas novias, no una para los dos, como parecía ocurrir ante nuestra sorpresa. Pensamos que todo estaba preparado para que dos amigos que se pasaban el año estudiando pudiesen, como los demás, consumar sus aventuras para luego poder contarlas en los patios de Villa Catalina, describiendo las hazañas como sacadas del libro Del buen amor, recomendado y narrado por nuestro profesor de Literatura, pero que en realidad no habíamos leído a pesar de lo atractivo del título. Teresa nos debía una explicación y entre nosotros había otra pendiente: no era posible que dos amigos, casi hermanos, pasaran un año esperando este momento

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sin haberse preguntado el nombre de la muchacha de cada uno, el de sus parientes, la descripción de sus formas, su dirección, nada, solo decirnos: “Nos presentaremos a nuestras novias”, pensando que después pasaríamos por el camino de las cayenas y luego iríamos al rito de amor que tanta historia y fama le había dado a Catalina Arriba. Teresa no nos explicaba nada. Tomó a cada uno del brazo sin decir palabras; tan solo reía y no parecíamos saber cuál era nuestro destino. Era seguro que habríamos de detenernos en algún lugar y allí aclararíamos todo. Yo no podía verle los ojos a mi amigo, y aunque trataba de adivinar sus pensamientos, estaba casi seguro que pensaba como yo. Teresa, ¿hacia dónde nos llevas? ¿Es esta una radionovela? ¿Tendrá un buen final? Me pregunté, pero no me atreví a expresar nada. Ella había impuesto con su ternura la ley del silencio y yo no quería ser el primero en transgredirla, esperaba que fuera Momón o tal vez ella quienes lo hicieran, pero el silencio persistió. Solo el taconear de sus zapatos sobre el camino de piedra rompía esa mudez de cementerio o a veces su risa, parecida a una hermosa sinfonía de amor. Reía como si estuviera feliz a nuestro lado. A mí me tocó el lado izquierdo y sentía su galantería por los roces de su seno provocándome un cosquilleo inenarrable, pero pensé que su concepto evidente de la equidad amorosa la llevaría a hacer lo mismo del otro lado. Me conformaba con pensar que el lado izquierdo era el del corazón, aunque no estaba seguro de que no tuviera otro corazón a la derecha. En algún momento Momón y yo nos miramos, pensando que lo mejor sería que ella se decidiera por uno de los dos. Mi padre, que presenció en Londres un festival shakesperiano, habría dicho en una ocasión como esta: “To be or not to be, that is the question ”. El padrastro de Momón habría dicho lo mismo, pero en filosofía popular: “Esto hay que resolverlo, o to´ toro o to´ vaca ”. Por nuestra parte, Momón y yo parecíamos preferir la mitad de amor que nos tocaba a cada uno, la más difícil de las pruebas para una hermandad tan profunda como la nuestra. Desde niños habíamos compartido comidas, juegos y las frutas silvestres recogidas al marotear; habíamos peleado juntos enfrentando a quien agredía a uno de los dos,

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pero compartir el amor de una muchacha era algo que nunca habíamos experimentado.

............................... Mateo Morrison (Santo Domingo, República Dominicana, 1947.) Poeta, gestor y

animador cultural. En la historia de la literatura dominicana corresponde a la Generación de Posguerra. Ha sido profesor en los grados secundario y universitario. Ha recibido la distinción Salomé. Fundador del legendario taller literario César Vallejo. Dirigió durante 20 años el suplemento cultural Aquí. Su obra literaria ha sido traducida al inglés, francés, chino, coreano, hebreo y rumano. Ha participado en un sinnúmero de conferencias, recitales, encuentros mundiales de cultura y poesía, encuentros de escritores y literatura, festivales culturales, reuniones de ministros y altas autoridades de cultura, entre otros eventos en más de 25 países. En la actualidad es Viceministro de Cultura. Ha publicado: POESÍA: Poesía I (en colaboración con Andrés L. Mateo y Rafael Abréu Mejía) ,1969. Aniversario del dolor, 1973. Visiones del transeúnte, 1983. Si la casa se llena de sombras, 1986. Visiones del amoroso ente, 1991. A propósito de Imágenes, 1991. Nocturnidad del viento/Voz que se desplaza , 1996. 30 años de poesía y otros escritos, 1999. Difícil equilibrio, 2005. Dorothy Dandridge, 2006.

Soliloquio desnudo y otros poemas., 2007. Espasmos en la noche, 2007. Ha publicado además ensayos, antologías y en el año 2007 publico su novela Un

silencio que camina.

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Conversando con Mateo Morrison Por Valentín Amaro

H

ijo de Egbert Morrison, un jamaiquino establecido en la República Dominicana, y de Efigenia Fortunato, dominicana, Mateo Morrison es ante todo, un poeta que ha sabido vivir y sentir distintas etapas de la vida dominicana. Miembro de la denominada “Generación de Posguerra”, un grupo de escritores surgidos a partir de la Guerra de abril de 1965, insurrección armada ocurrida en nuestro país después del Golpe de Estado de 1963 y agudizada por la segunda intervención norteamericana a la República Dominicana, Morrison ha desempeñado numerosas tareas culturales y en la actualidad es viceministro de cultura.

Valentín Amaro: poeta podría hablarnos de su niñez… Mateo Morrison: Crecí rodeado del cariño de mis familiares. Mi padre Egbert Morrison, jamaiquino, con otra cultura, con más edad que mi madre. Guardando la distancia, al igual que Antonio Machado, yo también tenía mi patio. Por allí vivían mis abuelos, es decir, aquello era una comunidad familiar. Había muchos árboles frutales. Fíjate que ellos tenían noventa y seis tareas de tierra y casi todas sembradas de guayabas, mamones, aguacates y mangos. En mi poesía, aludo bastante a ese periodo

¿Cómo llega la poesía? Al principio yo no lo entendí bien, fue una cosa tan espontánea, que nunca me había detenido a explicarme cómo llegó. Porque mis padres, mis abuelas y mis tías aspiraban a que yo fuera médico.

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Antes de esto yo había tenido un contacto con el poeta haitiano Jacques Viau Renaud, quien fue mi profesor en bachillerato. Era un excelente poeta; además, una persona con una vasta cultura. Nos recitaba poemas de Víctor Hugo en francés y luego nos los traducía al español. Además el ejemplo de él como militante revolucionario, que dio su vida por nuestro país, era como seguir la huella de la persona que yo admiraba. Cuando yo tenía diez u once años sentía la necesidad de comunicarme en metáforas y escribía en mi cuaderno con mucha timidez, no se lo mostraba a nadie. Mi padre que había estudiado en Inglaterra llegó a hablarme de algunos poetas de Inglaterra, pero yo no me dediqué a leerlos. Más tarde sí me dediqué a conocer al norteamericano Walt Whitman que es un poeta de primer orden. Mi padre también me habló de los románticos ingleses y recuerdo que llegó a decirme que él admiraba la poesía, pero que como de la poesía no se podía vivir, él sufría mucho conocer la realidad de los poetas de Inglaterra, que la mayoría sufrieron mucho. Admiraba mucho al poeta Milton, el autor de “Paraíso perdido”, e incluso le llegó a poner a uno de mis hijos este nombre en honor al gran escritor. También me ayudó en mi formación, tener el conocimiento del poeta dominicano Juan Sánchez Lamouth a quien admiro en gran manera y quien fue mi amigo…

Al momento de estallar la Guerra de Abril de 1965, ya usted tenía unas lecturas fundamentales… Si, es cierto. Recuerdo que uno de los libros de Engels, en un cerco que se hizo por casa, yo tuve que esconderlo en una mata de coco.

¿Otros autores? Como dije antes, yo leí a Neruda. Luego vine a entrar en contacto con Vallejo cuando conocí a Juan Sánchez Lamouth. Yo sólo hablaba de Neruda y entonces Juan me dijo: “Mira tú hablas mucho de Neruda, pero hay otro poeta que también es tan grande como Neruda”. Entonces me dijo: “Se llama César Vallejo”. Y entonces yo visité una librería y compré una antología de Vallejo y ese fue un encuentro inolvidable. Me di cuenta que había dos grandes momentos o como después dijo Octavio Paz que América era uno de los continentes que se podía sentir orgulloso de tener dos medio días: tener a Neruda y tener a Vallejo. Todo eso me impactó tanto que cuando

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en el 1979 fundamos el Taller Literario de la Universidad, lo denominamos “César Vallejo”. Sin duda que la llegada de este poeta a mi conocimiento junto a Miguel Hernández, Lorca, un poeta turco Nazim Hikmet, con Aimee Cesaire en su poema “Retorno al país natal”, con otros poetas de diversas lenguas y también otros poetas dominicanos, y como yo he contado en otras ocasiones que el Grupo “La Antorcha” decidió que debíamos conocer a los poetas dominicanos, y fuimos casa por casa a conocer nuestros poetas.

Usted junto a otros jóvenes funda el grupo literario “La Antorcha”. Yo era profesor de inglés, literatura e historia en el Colegio San Francisco; allí tuve como alumnos a Alexis Gómez Rosa y Enrique Eusebio. También yo había conocido a Rafael Abreu Mejía, quien era mi vecino y que tenía unos ocho años más que yo, pero que nos hicimos muy buenos amigos y él también escribía. Un día Alexis Gómez Rosa y Enrique Eusebio visitaron mi casa y me dijeron que tenían planes de hacer un grupo literario y yo asentí porque Rafael Abreu Mejía y yo teníamos la misma idea. Ese día nació “La Antorcha” y el nombre se lo puso el poeta Abreu Mejía, al que luego se integró Soledad Álvarez y otros poetas más. Después llegó Fernando Vargas quién desempeñó un papel muy importante en nuestra formación teórica. Vargas era muy estudioso, vive ahora en Estados Unidos.

Publica entonces su libro “Aniversario del dolor”… Durante años estuve dedicado a la actividad política; pero también se debe a que inicié una familia bastante joven. Como sabrás, yo tengo seis hijos. Un día se apareció por mi casa el poeta Tony Raful y me dijo: Mateo y ¿dónde están los poemas tuyos? En eso mis textos estaban todos dispersos. Entonces yo los recogí, él los organizó, le dio forma, los pasó a máquina y los llevó a la imprenta de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en una alianza con Rafael Abreu Mejía, que era empleado de la imprenta, decidieron publicar “Aniversario del dolor”. Es un libro desigual. Hay textos que yo recupero, otros que recupero menos y la mejor demostración es que en la antología que he hecho recientemente hay solamente algunos de esos poemas.

“Visiones del transeúnte” es un libro dedicado a la ciudad…

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Algunos pensaron que me había silenciado, entonces yo retorno con este libro que tiene algunos rasgos parecidos y por otro lado cosas muy distintas. Porque me veían como el poeta comprometido, pero sucede que desde el mismo “Aniversario del dolor” hay poemas de amor. Pero “Visiones del transeúnte” hay zonas totalmente de amor. Lo que pasa es que en ese libro anterior mi posición como militante revolucionario me exigía hacer poesía social y la otra poesía estaba algo marginada. Y pienso que sí, que “Visiones del transeúnte” fue otra forma de ver la poesía con mayor madurez

En “Si la casa se llena de sombras”, poesía el sujeto que poetiza abraza lo cotidiano y lo transforma… Este es uno de los libros que a la gente más le gusta. Creo que se debe a la parte amorosa. Es un libro que yo quiero muchísimo, la verdad es que quiero a todos mis libros, pero tengo un amor especial por este. Es un libro que está dedicado a Iluminada mi esposa. Es un libro de una reflexión existencial donde yo quería ligar el tema del amor y ya no el amor como el tema trascendente sino el amor como algo cotidiano, que podía estar incrustado en los muebles, en las paredes, en otras partes.

En “Nocturnidad del viento”/”Voz que se desplaza” hay muchos versos dedicados a amigos, compañeros de jornadas. Hay un poema de este libro que me gustó mucho, “Homenaje de luces”, dedicado a Jacques Viau… Si, ya te dije que Jacques fue mi profesor en la secundaria en el Liceo Dominicano. Fue una experiencia extraordinaria, era él mi profesor de francés; sin embargo, en el recreo, era nuestro profesor de Literatura. Jacques tenía una formación extraordinaria y sólo tenía veintitrés años. Era un hombre con una cultura sorprendente. He conocido pocas personas como él. Esto no sólo es mi opinión que puede estar rodeada de la admiración, la gratitud y el respeto que tengo por él, también otras personas que le conocieron opinan lo mismo. Tengo un libro sobre Jacques Viau que puede salir el año que viene donde tengo diez entrevistas de gente que le conoció de cerca. Este libro también contiene un ensayo que he hecho sobre él. Este poeta haitiano fue un caso excepcional. Jeanette Miller me dijo hace un tiempo: “Mira Mateo, Jacques Viau tenía una personalidad tan especial, tan grande que cuando estaba la Sociedad de Escritores que la presidía Héctor Inchaústegui Cabral, Manuel Rueda entre otros,

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Jacques tomó un turno que impresionó a todo el mundo. Fue un ejemplo de integridad y ética. Conservo en mi mente, a propósito de tu pregunta, imágenes mentales de él recitando a Víctor Hugo. Nos iniciaba recitando en francés, luego traducía. Nos movió a gente como a mí a conocer la literatura francesa, esto es conocer a Baudelaire, a Lautremont que escribía en francés aunque había nacido en Uruguay. Nos motivó a conocer a Verlaine y sobre todo a Rimbaud. Lo recuerdo con mucha admiración al extremo de que cuando poca gente va a recordarlo donde está enterrado yo voy a su tumba y lo recuerdo.

Me gustaría acompañarlo el año que viene. Así será. Entre los amigos más cercanos a Jacques Viau están Silvano Lora, Antonio Lockward Artiles, que era como su hermano y Miguel Alfonseca. Fue “El Frente de Liberación” que dirigía Silvano Lora quien publicó su poemario “Nada permanece tanto como el llanto”.

En el 2005 llega “Dorothy Dandridge”, un poemario dedicado a la actriz afroamericana. Este poemario surge por dos razones, primero yo no había hecho un poema a la negritud, aunque en algunos poemas, en especial en “Nocturnidad del Viento”, hay algo de eso y en “Si la casa se llena de sombras” hay un verso que dice: “Algún amor distante debería aparecer/alguien llenará de ruido este cuarto”. Refiriéndome aquí a África. Yo visité África hace algunos años en una delegación oficial y fue una forma de encontrarme con una parte esencial de mis ancestros, de mis orígenes y luego estando en Puerto Rico leí en uno de los periódicos una reseña de Dorothy Dandridge que ya había muerto y en esos días se estaba haciendo una película sobre su vida. Esa lectura en Puerto Rico alojado en casa de una cuñada, subrayé algunas cosas, llegué al país y comencé a escribir y no paré hasta terminar. Para mí ella es un símbolo de la negritud, una mujer bellísima. Yo conseguí y esto se lo agradezco a Adrián Javier y a mi hijo Franklin Morrison que trabajaron y seleccionaron algunas fotos. Te confieso que es uno de los textos que más me hace sentir bien. Me alegró mucho lo

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que me pasó y es que un día me dice uno de mis hijos que había visto en la Internet que esos poemas estaban traducidos al inglés. Yo me sentí extraño porque nadie me dijo que los iba a traducir, pero a la vez me sentí contento porque los poemas estaban siendo conocidos por nuevos lectores en el mundo. Comencé a investigar y la persona que lo tradujo es un norteamericano que vino a una Feria Internacional del Libro, compró el poemario, le gusto uno de los poemas y lo tradujo. Él me pidió excusas y yo entonces le pedí que lo traduzca completo y en estos días me escribió diciéndome que ya terminó la traducción completa.

Ahora ha reunido toda su poesía en “Las palabras están ahí”.. Di muchas vueltas buscando el título para este libro. Algunos amigos me sugirieron algunos títulos, finalmente yo quise hacer una selección y entregársela a la gente sin mi opinión. Cuando digo que “Las palabras están ahí”, estoy diciéndole al lector sea usted el jurado. No voy a defender mi poesía. Si ella no es capaz de defenderse sola, yo solamente digo “Las palabras están ahí”. Mucha gente se ha entusiasmado al conocer poemas míos, como el que está dedicado a Amelia Ricart Calventi, poema éste que ha sido traducido al francés y al inglés. Otros me han dicho: “Por fin volviste a publicar tu poesía social”, hay quienes me dicen: “Pero si has hecho una antología ¿por qué volviste a incluir esto? Y yo sencillamente le respondo: “Las palabras están ahí”. Que cada uno haga su antología. Si para alguien el libro es importante, “las palabras están ahí”; si para algunos solamente hay diez poemas “las palabras están ahí”, si para uno hay un poema, incluso si para algunos se salva un verso, “las palabras están ahí”.

¿Algunos poemas favoritos? Eso me complica un poco la vida porque tengo varios. Pero para decirte “No sólo hombres”, el poema dedicado a Amelia Ricart, “La pareja del parque”, los poemas dedicados a Efigenia, mi madre, no porque estén dedicados a ella, sino porque creo que son buenos poemas, y los dedicados a mis hijas Berioska y Samantha, a mis otros hijos, a Iluminada y a mis nietos, en fin…

¿Y el poema ”La escena de la muerte”?

Sí. También “La escena de la muerte”

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Leyendo sus libros de poesía a lo largo de estos 35 años, notamos un hombre creyente en la poesía como una gran utopía ¿Es así, poeta? Exactamente así. Yo pienso que la poesía juega un papel extraordinario. A veces me resulta difícil definirla. En estos días me preguntaron en una tertulia y me sorprendieron, porque la he definido de diversas formas en cada etapa de mi vida. Ahora la veo como una necesidad espiritual. En un mundo como éste yo pienso que la poesía tiene mucho qué hacer. Pienso que la poesía es un espacio para el fortalecimiento del espíritu, que es un espacio para la solidaridad como lo ha sido siempre en especial para el creador. Para mí en lo particular, la poesía es la única posibilidad que yo puedo verle de coherencia a la vida. Porque me parece tan árido todo, sin la poesía. Yo tengo que leer constantemente aunque no escriba. Hace unos días escribí un artículo porque estaba releyendo a Quevedo y estaba leyendo a San Juan de la Cruz y también a Jorge Guillén. Ahora en estos mismos momentos estoy releyendo a los románticos ingleses, y leer poesía y escribir poesía, es algo para lo que yo tengo que sacar espacio. Yo lo comparo con el amor, sobre todo cuando uno está en esta edad, tiene que sacar tiempo para el amor; el amor erótico. Uno tiene que sacar tiempo para amar a su mujer, aunque ya con menos tiempo y menos posibilidad que cuando era joven, tiene que sacar tiempo para el amor. Entonces, yo tengo que sacar tiempo para el amor y también sacar tiempo para la poesía.

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MATEO MORRISON ANTE LA CRÍTICA

Adrián Javier

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Adrián Javier. (Santo Domingo, 1967). Poeta, Periodista, Ensayista, Crítico de Arte y Literatura, Narrador. Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro 1988. Premio Nacional de Poesía 1994-1995. Premio Internacional de Poesía Pedro Mir 2007. Premio Internacional de Poesía Pedro Mir 2010. Premio Nacional de Minificción Ciudad del Ozama 2010. Ha publicado: El Oscuro Rito de la Luz (Poesía, 1989). Escribir en Femenino (Poesía, 2000). Idioma de las Furias (Poesía, 2000). Erótica de lo invisible (2000). Del verso a la fragua: Mateo Morrison en persona y obra (Ensayo). Bolero del Esquizo (Poesía). El mar que andamos (Poesía reunido, 1988-2009). Tocar un cuerpo (Poesia). El festín de los lobos (Diálogo con escritores). Escritura y Secreto (Ensayos). El bosque

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enfrentado (Poesía). Lo terrible adentro (Poesía). La novia de David y otros microrelatos (Minificción). Actualmente publica la columna semanal “Islario” en el periódico vespertino El Nacional y funge como Consejero en la Embajada Dominicana en Reino de Bélgica.

D

e nuevo Mateo Morrison nos premia con la versatilidad y multivocidad de su pluma. Revelado hace más de cuatro décadas como un destacado artista polivalente y un trabajador cultural efectivo e infatigable (ora poeta, ensayista, narrador, antólogo, animador, consultor cultural, editor, pionero en la fundación de talleres literarios en nuestro país, y un largo etcétera; entrañable y secreto), el feliz autor de Dorothy Dandrige (Editora Universitaria, 2006) y Si la casa se llena de sombras (Editora Búho,1991), ha visto incrementarse, no sólo el número de sus lectores, sino también los juicios provocados por su obra y trayectoria, provenidos de la más diversa y variopinta gama de artistas, escritores, estudiantes y catedráticos universitarios, así como de estudiosos académicos de la lengua y críticos especializados en la historia de nuestra cultura. Me honra ser quien presenta esta noche, un volumen cuyo contenido es tan auspicioso, diverso, focalizado y justiciero. Y pronto he de justificar, las razones por las cuales he utilizado esto cuatro adjetivos. Antes, permítame señor rector, poeta Morrison, amigos de la mesa de honor, y público presente; sólo dos minutos y medio, como preámbulo necesario, para reafirme al valor de la crítica; a su función primera, promotora y develizadora, así como a la justificación esencial de su existencia, dentro del marco de propuestas creativas plurales, que estructuran y caracterizan a la inventiva espiritual e intelectual de una sociedad determinada. Fue el grande Octavio Paz (Ciudad de México; 31 de marzo de 1914 ídem; 19 de abril de 1998), quien en su Discurso de Ingreso al Colegio Nacional de México en el año 1967, señaló al espíritu crítico, como “la gran conquista de la edad moderna”, subrayando puntualmente, que para el pensamiento, no debe haber nada sagrado o intocable, salvo la propia libertad de su ejercicio: “sin crítica, es decir, sin rigor ni experimentación– decía Paz en esa oportunidad–, no hay ciencia”, y sin esta – sentenciaba– tampoco hay arte ni literatura”. Ya que –alegaba el autor de Piedra de sol– “creación y crítica son una y la misma cosa”.

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El crítico y creador mexicano, autor de “Sombras de Obras” (Seix Barral, 1983), comulgaba de este modo con una idea del autor norteamericano Henry James (Nueva York, 15 de abril de 1843-Londres, 28 de febrero de 1916), según la cual, el crítico es “un aliado del artista, un intérprete, un hermano”, pero visto –pensamos nosotros–, como uno que se vuelve puente de mediación y meditación entre el arte, el artista y el público. La crítica es una “actividad instintiva de la mente civilizada”, decía el poeta y dramaturgo anglo-estadounidense, T.S.Eliot (St. Louis, Missouri, 26 de septiembre de 1888-Londres, 4 de enero de 1965), y para el escritor y semiólogo francés Roland Barthes (Cherburgo, Francia, 12 de noviembre de 1915-París, 25 de marzo de 1980), se trataba nomás de “una sucesión de actos intelectuales, profundamente inmersos en la existencia histórica y subjetiva”. Una y otra ponderación acerca del papel del crítico y la función del ejercicio vocacional o profesional de su pensamiento, indistintamente, presentan ejes comunes y combinatorios, cuando son objetivados y focalizados los grados de responsabilidad que su esencia de instrumento de progresión social mantiene, frente a los anhelos de avance y crecimiento de una muy específica colectividad. De ahí que nos parezca oportuna y auspiciosa, la aparición de este volumen que recoge de manera antológica ensayos, presentaciones y comentarios críticos, a veces anecdóticos, acerca del modo en que un poeta, Mateo Morrison, destacado hasta hoy sólo como “poeta social”, aborda el amor, como tema también nodal en su hechura literaria, con la misma pasión, destreza y atención estética, con que nos tiene acostumbrados su devenir creativo. En los prolegómenos de otro texto, pero esa vez, bio-bibliográfico, publicado en el 2006 por la Editora Universitaria, titulado: “Del verso a la fragua: Mateo Morrison en Persona y Obra” (P. 60), habíamos señalado, pedido y casi denunciado la urgente necesidad por parte de la comunidad de lectores, de que la obra de un poeta, de destacada trayectoria pública y significativo decurso intelectual como Mateo Morrison, fuera puesto bajo la lenta crítica de una lupa, más abierta y objetiva, la cual estaría llamada a la revelación de sus fulgores cualitativos más íntimos y ocultos; arropados o sobrecogidos hasta ese momento, sólo por el reflejo de sus acentos de emergencia y por los tonos circunstanciales de su aguerrido activismo generacional. Hablábamos esa vez, de que ya había llegado la hora en que la obra poética de Mateo Morrison fuera objeto de mejores encabalgamientos por parte de la crítica

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vernácula, pretendida avezada; pero que tales embestidas, si tal fuera el caso, deberían estar alejadas de la conjura de conciliábulos de supermercados, librerías y cafetería, es decir; distanciadas del prejuicio y la arrogancia tertuliarle, y divorciadas de la infértil y degradada componenda de amelcochados miembros de capillas literarias de dudosa reputación y falso reconocimiento; aquellos hijastros del infortunio, que, mitigados por el oro que brilla en el interior de los demás, no han tenido el valor, ni el coraje, ni el talento, de estructurar una obra de cierta trascendencia lingüística, señera inmersión simbólica y notable vocación emblemática. Creo, mis amigos, (“y mis amigas”, para seguir en la onda de la “equidad de género”), que los textos reunidos en este volumen: “El tema del amor en la poesía de Mateo Morrison”, escritos por Ylonka Nacidit-Perdomo, Enrique Eusebio, Marcio Veloz Maggiolo, José Rafael Lantigua, Odalis Pérez, Emelda Ramos, Miguel Aníbal Perdomo, León Félix Batista, Tony Raful, Agustín Labrada, Juan Bosch, José Mármol, Lilianne Pérez Marchand, Rosemary Mealy, Roberto Reyna Tejada, Franklin Gutierrez, Ángela Hernández, César Augusto Zapata, Enegildo Peña, Fernando Cabrera y Alberto Baeza Flores se constituyen en la mejor demostración de que la crítica, cuando está alejada de recelos y pequeñeces, sabe encontrar la perla en un océano de espejos, y sabe también vislumbrar mejores senderos en los jardines de una obra, que como hemos visto hoy, maravillosamente se bifurca. Muchas gracias, buenas noches.

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Jueves 13 de diciembre de 2007


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A propósito de la poesía de Mateo Morrison Valentín Amaro ...............................

Valentín Amaro (Gaspar Hernández, Provincia Espaillat, 1969). Escritor, educador y gestor cultural. Posee una maestría en Educación Superior por la Universidad Católica Santo Domingo. Sus poemas han sido publicados en los diarios de su país, en la Revista del Círculo Literario El Aleph, en el Boletín del Taller Literario César Vallejo, en la Antología de poesía mística del Ateneo Insular y en la Antología de la Revista Sótano 00931. Es miembro del Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y del Círculo Literario El Aleph. Ha publicado "En el temblor de las visiones" por la Editora Nacional y Ediciones Ángeles de Fierro, también publicado por Obsidiana Press de West Virginia. Fue responsable de la selección, prólogo y notas de “Vlía ”, una antología breve del gran poeta dominicano Freddy Gatón Arce hecha para la Editora Nacional y Ediciones Ángeles de Fierro en el 2005. En la actualidad se desempeña como Director General del Sistema de Talleres Literarios del Ministerio de Cultura.

E

l hombre sentado frente a mí tiene una larga historia que contar. Algo le inquieta. Con la mano izquierda se frota fuertemente los ojos, pero cuando comenzamos a hablar de poesía, de las razones que le impulsan treinta y cinco años después de su

primer libro a seguir en los caminos de la diosa blanca no puede evitar una alegría recóndita y unos ojos acuosos. Estamos en un terreno donde se siente seguro: la poesía.

Me refiero a Mateo Morrison, un referente obligatorio de nuestra literatura y de nuestro hacer cultural. Leerlo es conocer bien de cerca una etapa de nuestra vida nacional signada por el grito y el terror del derrocamiento del primer gobierno democrático después de la sanguinaria dictadura que gobernó nuestro país por más de treinta años.

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Su poesía de timbre humano, y un latido vital y sincero para decirlo en las palabras de César Vallejo, es prueba indubitable de que vida y obra no pueden estar separadas. Entrevistarle, acercarse a sus textos es tocar a un hombre comprometido con lo escrito y que después de tantos años sigue creyendo en la poesía como la única vía coherente para vivir.

Aunque conocido por presidir la Sociedad Cultural La Unidad en 1965 y ser uno de los fundadores del Grupo Literario La Antorcha en el 1967, es con el libro “Aniversario del dolor” publicado en 1973 que Mateo Morrison se afirma en el escenario literario. Este libro es considerado una radiografía de la guerra que nos marcó en el año de 1965:

Si trataran de buscar el sosiego en los pechos de nuestras madres sólo encontrarían pezones envejecidos por el grito. La lucha armada que significó la Guerra de abril de 1965 donde los dominicanos luchamos por el retorno al orden constitucional fue una etapa de dolor y llanto. El poeta en la vocación a la que ha sido llamado es el medium para transmutar el hecho:

Y aunque sonrías y escondas tu dolor en las entrañas no puedes engañarme, pues en tus ojos ya, se agiganta la noche.

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Los cruentos días de abril signaron nuestra memoria, nuestros días, lo poco de ventura que nos quedaba:

Alguien ha alterado el sueño de las largas viviendas, enlutadas ahora.

El llanto se apoderó de nuestros ojos y en la desventura el poeta grita:

También niñas portadoras de inocencia, han caído junto a libros salpicados. También niñas que no conocieron lo difícil de crecer paralelo a la tristeza, presentaron sus labios escolares a la pólvora.

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Entonces el aeda toma la palabra y estalla con sus versos. Dice lo que le duele, dice el porqué del pesar de sus ojos, de su andar perdido:

Y preguntarán entonces por qué tienen mis versos este rastro de llanto recrecido.

Pero desde hace poco, mis versos tienen un rastro de llanto recrecido un crujir de dientes, un odio almacenado.

Mateo Morrison no es sólo el poeta social, es también un poeta que canta al amor y se demuestra desde sus primeros versos. Es el poeta que nos hace entender que el amor puede estar en una mecedora, un sofá viejo de un hotel, una pared:

Esas ruinas que contienen nuestros cuerpos

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no fueron ruinas de amor en sus inicios.

Cada ciudad recorrida es propicia para recordar a la amada que espera:

Recordé en Shangai lejos del viento tus sonidos ardientes y construí con mi nostalgia un enorme soplo para que te llegara

El poeta desnuda su yo lírico, vive la intensidad del amor y cada esquina, cada alero, es razón para amar y vivir y recordar:

Estos muebles viejos, los volveremos a poseer?

Y qué decir de los dioses que pueblan su poesía. Leer a Mateo Morrison es acercarse también a sus dioses de la tierra. En el poema titulado Neruda, nos dice:

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Poeta, su silencio se oye más alto que los ruidos. Usted dejó detonantes palabras, nos enseñó a cantar la vida en formas tan diversas que no sabemos si su muerte es una forma distinta de la vida.

En “A propósito de imágenes” nos encontramos con uno de los libros donde el poeta ausculta su yo lírico para entregarnos una poesía donde reina la imagen, el lenguaje de múltiples mundos posibles, la abstracción poética:

Qué miramos Qué vemos Qué contemplamos Qué colores nos transforman Qué música nos ata imágenes salidas del asombro instante para el sueño

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confundidos en espacios y tiempo pequeñas existencias que nacen y mueren en una sucesión de abismos

La poesía es movimiento y leer a Mateo Morrison es ser parte del movimiento de una ciudad que no descansa. Santo Domingo vive en el poeta, inventándose, reinventándose

la muchacha que cruza agrega una sonrisa a la estatua de la derecha el niño que corre con las manos cargadas de frutas da movilidad a la estatua de la izquierda el edificio de enfrente limpia su rostro brilla sobre mí un sol que invento

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Un hombre es las múltiples vidas y los múltiples encuentros que tiene en su trajinar. Acercarse a la poesía de Mateo Morrison es acercarse a Egber, a Efigenia, a Iluminada, a Berioska, a Samantha, a Jacques Viau, a Federico Jóvine Bermúdez, a Rafael Abreu Mejía a otros tantos que caminan con él, que viven con él. En el poema dedicado al poeta haitiano Jacques Viau nos dice:

Jacques encendido de isla. Tras su tumba un círculo de niños cruza sonriente la misma ciudad que lo despidió hace cuatro décadas.

En su poema Dorothy Dandridge MM retoma la fuerza de muchos de sus poemarios iniciales, aquí el referente, las imágenes fuertes, los silencios, el recurso intertextual demuestran su madurez poética

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A pesar de “esta estación de los ruidos” en que vivimos y morimos, la poesía de Mateo Morrison es y será leída, valorada, cada vez más por todo lo que ella representa:

Porque en él entonamos la gigante canción de la esperanza

Su obra habrá de seguir siendo objeto de estudio. Inevitable es en él separar al hombre de la obra. Es él quien se dice en los poemas. Disfrutemos esta poesía dotada como dice César Vallejo de un “timbre humano, un latido vital y sincero…”

Valentín Amaro 16 de febrero del 2009

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Pasajero del aire, una lectura erótica. Lauristely Peña Solano ...............................

Lauristely Peña Solano (Montecristi,1989). Poeta, gestora cultura, critica de arte y literatura. Estudiante de Comunicación Social, mención Relaciones Públicas en la

Universidad Autónoma de Santo Domingo. Miembro fundadora y Coordinadora del Taller Literario Litervolución. Feminista confesa, amante de las artes y curiosa incurable. Lectora de profesión y aspirante a escritora. Planea vivir hasta donde se pueda, pero siempre en libertad y ser lo que le dé la gana y el arte le permita.

C

onsiderado por muchos/as el mejor poema de Mateo Morrison, Pasajero del aire es un texto, bello, ligero y llevadero, con un ritmo bastante intenso, pero sobre todo es un poema erótico; quizá soslayando el erotismo tierno y prometedor, el poeta nos entrega un poema con aspiraciones logradas, de universo, de recorrido histórico, geográfico, cultural. Y con todo eso, un recorrido pasional de su cuerpo, su alma, su ser poético, desde el cuerpo de su amada ¿la poesía? Pasajero del aire es un poema lleno de tiempos y espacios constituidos en símbolos, mismos que juegan un doble rol: enriquecer y embellecer el texto. Podríamos decir que el erotismo del poema es simbólico, y que por tanto “significan” no solo por su construcción, sino por la configuración de los mismos, veamos: Iniciando por el final, el poeta juega, quizás inconscientemente, con nuestra percepción al terminar el poema diciendo:

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“…Aseguro que me iré a través de todas las experiencias amatorias, desde el Kamasutra hasta el Arte de amar…” Puede parecer desde una lectura más ingenua, tomando en cuenta el recorrido cultural e histórico que hace el poeta, que el final se corresponde solo al punto culminante de su viaje, en donde contrasta un texto y costumbres antiguas con un texto y costumbres contemporáneo, contraste que se debe al propósito identitario de la humanidad y el poeta, pero no. Me atrevo a asegurar que el poeta evidencia la presencia de ese otro/a que lo acompañó durante todo el viaje e insinúa en el tiempo y de modo categorial su relación con ese otro/a.

“…en esta mañana donde nuestros cuerpos inventaron una sola existencia. A pesar de todo, juro que me iré” La presencia y relación de ese otro/a es indiscutible. Y si nos preguntamos ¿cómo logran nuestros cuerpos inventar una sola existencia? La respuesta es inminentemente sexual. Eduardo Gautreaux de Windt nos ofrece, una premisa:

“El yo poético del autor inicia su largo periplo por el espacio-tiempo de la historia del mundo, en sobrevuelo melancólico y triste, y nos expone los hechos de la humanidad dirigiéndose directamente a un tú poético que inicialmente es único, personal y femenino, que le sirve de escucha, pero que parece ser el vehículo para dirigirse a un tú colectivo, plural y anónimo, que se me antoja que somos todos los lectores, potencialmente la humanidad entera” Solo que no le sirve este tú poético, que como nos dice Gautreaux es femenino, únicamente de escucha al poeta, no. Juega un papel más activo dentro de este viaje. Si iniciamos a leer el poema, nos encontraremos con la declaración innegable de una promesa apasionada, mística y sexual que culmina como ya dijimos en la invención de una nueva existencia.

“Ahora sí me voy, montado en tu silencio, atravesando las palmas que me sombrean el mundo… Ahora si me voy, orillando los polos, el del norte y del sur, en un navío de arboles…”

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El poeta inicia su recorrido “montado en tu silencio” pasando por una estrella nueva, diversas embarcaciones: el arca de Noé, naos, galeón, goleta, barco… el poeta se entra en una botella, se monta en un asno, en el ojo de un huracán, en un camello, en rocinante. Y siempre encausa, su viaje hacia lo social, lo humano, lo cultural y en una tierna pasión:

“… En el claro estallido de un volcán, yo me iré, danzando entre sus ríos de lava incandescente. Subido en un camello, mojándome de sol…” Cuando en su viaje el poeta cabalga sobre una ballena jorobada, logra transmitirnos la intensidad dulce de su éxtasis con una mezcla de formas metafóricas sensoriales, magnéticas y sonoras.

“… Cabalgando en el lomo de una ballena jorobada, navegaré las misteriosas ondas que aceleran y duplican el mundo desde la internet. Colgado de una cuerda que oscile sobre el orbe… Montado en el sonido que emitió la vía láctea.” El ritmo del poema varia, de a ratos provoca la sensación de acelerado y tempestuoso, por momentos suave y tierno, triste y extasiado. Me atrevo a asegurar que el ritmo mismo del poema es una insinuación. Que nos lleva hasta las puertas del éxtasis, no sin antes experimentar las sensaciones que esto requiere, porque eso es, cada mezcla de tiempos, de espacios, de geografías son la evocación de sensaciones que el poeta desea y logra transmitir, valiéndose de esta variación rítmica, para que el final del viaje desemboque en la más completa sensación jamás sentida. La evocación de personajes bíblicos, mitológicos, legendarios, junto a personajes insignes de nuestro tiempo moderno, nos provocan la sensación de que el poeta intenta con ellos, realzar lo humano, haciendo uso de una suerte de nostalgia estética, ubicando su viaje por los predios de Moises, Mandela, la Monroe, y aún con ello no se sale de lo erótico o acaso ¿cuál es esa vía que conduce a Dante junto a la bella Beatriz al infierno, el purgatorio y el paraíso? ¿Por qué desea el poeta asistir al tiempo en que París acariciaba a Helena? ¿Para ser testigo de “la hermosa guerra” o ser cómplice de ella? En la frase “hermosa guerra” podríamos decir que lo que le parece hermoso al poeta de aquella guerra (troya) en especial es el casus belli: pasión, amor.

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“… me iré a ver al hijo menor de Príamo haciendo el amor con la esposa de Menelao…” Estamos ante un poema técnicamente lúdico, creado sin miedo, con cuanto lugar común pudiéramos imaginar, la grandeza está en que el poeta loga apropiar todos esos lugares comunes, con una sencillez y limpieza de lenguaje que nos permiten a las/los lectores apropiarnos también y hacer de la lectura una inmensa experiencia. La originalidad del poema está que nos ha creado sentidos y significados nuevos con referentes viejos siempre cargados de viejos sentidos y significados. Cada lugar, tiempo, persona o personaje referenciados por el poeta, nos resultan conocidos de algún modo, pero asistimos a la recreación del referente, que en conjunto sirven para la configuración de nuevos significados, entre estos el poeta logra trazar un sólido camino erótico por sí mismo, por haberlo vivido, por constituir trozos de la historia, la cultura y por ser en su forma poética una maravillosa muestra de universalidad. Como consecuencia y denuncia: “Pasajero del aire sentiré la variación del clima y el deterioro del ecosistema” consecuencia premonitoria de su acto, su recorrer la conciencia de la humanidad y a la vez el cuerpo de su amada; y como denuncia de los actos de la humanidad (sin conciencia) sobre la tierra. Y continúa su tránsito hacia el final dejando entrever tímidamente en un tono ambiguo que el viaje ha acabado, pero no el viajero del viaje, que posiblemente se repetirá en la eternidad. Por eso el final nos llega como una revelación obstinada del hombre que pese a todo el devenir persigue sus raíces en África en el Homo habilis y declara “… no ser solamente una estatua que respira…” declara su continuidad en nuevos caminos, declara y reafirma el ente poético que acompañándolo desembocó en esa bella pasión de todo el viaje.

“Juro que me iré en el sonido de una voz que reconozca la mía. Detrás de una sonrisa que interrumpa este sueño…” Y así Pasajero del aire como las obras destinadas a perdurar, ofrece una vasta multiplicidad de lecturas, dejando clara, como las grandes obras, su esencia, que en mi caso reafirmo tiene mucho de erótico, humano, conmovedor, extasiante. En suma, la evidencia de que el poeta no se encuentra solo en su viaje, siempre está montado (aspecto simbólico), las oscilaciones rítmicas entre excitación y descenso, nos revela un poema

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que o es una promesa de amor apasionado, o es un inquirir en las sensaciones pasadas y futuras que experimenta el poeta al alcanzar el nivel máximo de su pasión. Mateo Morrison, el Pasajero del aire nos invita a perdernos en un viaje osado, por un cuerpo que puede ser la poesía, la humanidad o cualquier otro.

Y tú ¿Por qué escribes? Argénida Romero Por Luis Reynaldo Pérez © Fotografía: Enmanuel Bretón.

”Siempre me he preguntado cuál es la necesidad implacable que hace que un ser humano esté horas sentado frente a una hoja en blanco (des)construyendo mundos, máscaras, laberintos. Esa curiosidad me ha llevado a preguntarles a mis amigos escritores «Y tú ¿Por qué escribes?» y a buscar respuestas de los grandes maestros de la literatura a esa misma pregunta. Iré publicando en Luna Insomne algunas de esas respuestas.” L.R.P He aquí la primera: «Leí y he leído muchas veces que quién lee nunca está sólo.

Supongo, entonces, que quien escribe tiene una población de fantasmas, de cuerpos y de tiempos en las manos, así que cuando escribo lo hago porque estos fantasmas, cuerpos y tiempos me hacen cosquillas. Y cuando tienes cosquillas te rascas. Cosquillas y rascar no suena poético, que es lo que escribo, poesía. Así que aterrizaré y seré más sincera. Escribo porque me sale bien, me gusta como queda lo que escribo, dice algo, tiene algo. Y la escritura se convierte en un eco que va y vuelve, así que se hace inevitable y se convierte en un vicio. Así que tengo vicio por escribir y me sale bien. Digo esto, porque eso de

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ser escritor tiene un poco de todo, de voz y silencio, de una humildad (mal entendida) y de un ego (sobrevalorado). Sé que no soy precisa. No hay razón certera (ni que convenza ni a mí ni a nadie) de por qué se escribe. A veces es como respirar, natural. Otras veces es como taladrar, difícil y agotador. Es vía de escape y encierro a la vez. Es mi moneda para pagar al presente. En resumen, escribo porque me rasca las cosquillas de los fantasmas, los cuerpos y los tiempos. Porque me sale bien, tiene algo. Porque se me es inevitable y se me hace vicio. Porque la humildad y el ego se hacen buenos amantes en la escritura. El resumen del resumen: lo hago porque sí. Pero me gusta más leer.» Argénida Romero. Poeta

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y periodista.


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