MAYINCA Foto

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Museo Nacional de Costa Rica del 16 de octubre 2016 al 30 de enero 2017


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Karla Solano “Ophelia”, 2016.


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Museo Nacional de Costa Rica del 16 de octubre 2016 al 30 de enero 2017


La Foto MAYINCA 2016 El vocablo MAYINCA -acuñado por el curador Rolando Castellón en 2013-, focaliza una noción territorial de dos grandes culturas originarias de América: La Maya –establecida al Norte de Centroamérica y México-, y la Inca -al Sur del continente; Costa Rica se ubica en la zona intermedia por lo tanto vivencia los caracteres de diversidad de ambas manifiestas en su arte ancestral, eje temático para esta muestra la cual se convierte desde su creación en el principal evento de arte contemporáneo con tal enfoque en la región. Los calabozos del antiguo Cuartel de Bella Vista de San José, en la actualidad Museo Nacional de Costa Rica, albergan la cuarta edición del proyecto expositivo - conmemorativo (paralela además a la “MA YINCA Gráfica”, exhibida durante el mes de octubre en la Galería del Patronato Nacional de la Infancia PANI). Ambas exhibiciones potencian la celebración del 12 de Octubre como “Día de Nuestras Razas Originarias”, rememorando la enormidad de aquellas culturas y los pueblos aborígenes actuales los cuales luchan por no ser borrados de nuestra memoria histórica.

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Foto Mayinca, vista de sala.

En defensa de la celebración Trasciende que en la Asamblea Legislativa actual, algunos señores diputados proponen eliminar el feriado que celebra a nuestros ancestros originarios. Los artistas levantamos la mano para demostrar la vigencia e importancia que tal legado posee para la cultura nacional costarricense y de la región. Es cierto que se había desvirtuado en tanto se conmemora el “Día de las Culturas”, incluyendo a las de todo el mundo. Ante tal amenaza, es fundamental volver a la idea original tal y como era en un principio, cuando de niños nos pintaban la cara y nos vestían a usanza aborigen rememorando dicho valor de las razas autóctonas, antes de que ocurriera la quebrazón provocada por los procesos de la colonización española que convirtieron en tiestos a veces irreparables sus manifestaciones. No puede desaparecer esta efemérides en tanto estaríamos socavando la piedra angular que sostiene la raíz ontológica de nuestra heredad e historia.


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Flavia Sánchez. “Despojos”, 2016. Fotografía digital retablada.

Visiones e imaginarios artísticos Los artistas actuales producen sus obras para reflexionar sobre el valor del legado -tanto prehispánico como el de las ocho etnias originarias actuales que pueblan los territorios nacionales-, enmarcadas desde sus propias visiones, lecturas y abordajes en la complejidad de significados del arte contemporáneo. Algunos refieren a la herencia arquitectónica, otros a la talla en piedra, al arte cerámico, a la minuciosa orfebrería del oro, a los petroglifos encontrados por toda la geografía local, u otras expresiones iconográficas que conforman la historia del arte nacional. Por esa razón MAYINCA es un proyecto educativo el cual procura demostrar la vigencia, luminosidad o resurgimiento del arte de ese pasado que retorna con fortaleza manifestándose con los caracteres de los tiempos actuales.


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Una de las expresiones que podremos apreciar en lo expuesto es el erotismo y la sensualidad, lo cual también está presente en el arte ancestral, tratado principalmente en la técnica de la arcilla con los tazones u otros utensilios con forma de “parejas copulantes” (léase el artículo del Dr. Henry Vargas en la revista ESCENA 2016). Por ejemplo, es común la representación de los órganos sexuales masculinos o femeninos dentro de dicho imaginario simbólico que destaca su significado para la procreación de la raza dentro de la visión del cosmos. Como en el arte del Paleolítico y Neolítico, nuestros aborígenes exaltaban dichos rasgos para propiciar un buen parto, un mejor ser humano naciente y creciente en lo profuso de su hábitat. Algunas(os) observan un extrañamiento por el cuerpo, su cuerpo, o el del otro, o la otra: el semejante. Asumen un lenguaje poético sobre el simbolismo de la otra vida: proceso vivencial que demarca ese orden y acuerpa sus concepciones antropocéntricas en relación con la vida, la muerte o esas vivencias simbólicas del renacer al otro lado de las aguas, del lago o del río donde se originan las almas dentro de su cosmovisión.

Inauguración de la Foto Mayinca.


Lo mitológico en la memoria ancestral Lo expuesto abre la imaginación hacia un lapso evocativo que puebla el pensamiento de narrativas vernáculas, como el relato de la zona Norte de la provincia de Cartago sobre la princesa “Istarú”, presunta hija del cacique Co cuya tribu habitaba las faldas de la cordillera, y quien al entrar en guerra con la tribu del cacique Guarco, sacrificó a la princesa lanzándola al cráter del volcán Irazú; práctica incomprensible en la actualidad, pero que conformaba sus formas de ser en aquellos tiempos arcaicos. Se aprecian en esta sala dos fotografías en blanco/ negro y de fuerte contraste, además del singular tratamiento técnico: “ LOT / tatú mono” y “ Brilo del alma / tatú constelación” del artista Irvin González, cargan de esa sensualidad al espacio del museo con unos pechos femeninos tatuados con inscripciones en piedras tan abundantes en la iconografía originaria, pero sin dejar de referirnos a las esferas del valle del Diquís. Se observa también un conjunto de obras que enmarcan los mitos de la heredad, como la pieza de Roberto Guerrero “Estudio para una representación de Xochipilli, el príncipe azteca de las flores y las mariposas”, el Dionisos local corporizado en un autorretrato de este inquieto artista, fotografía de exquisita factura que a su vez sustenta su investigación autorreferencial. Ana Muñoz por su parte expone “Distintos caminos”, una pieza que abre en la muestra las rutas para el retorno de la memoria, apologías de costumbres antiquísimas como el relato de la princesa Istarú, y lo hace con una imagen poética, transparente, reluciente, impresa en una tela colgada sobre un conjunto de piedras que simbolizan un altar a los orígenes. Nelson Díaz, en el fondo de estas salas, presenta .dos Fotografía de Irvin González piezas sobre otra princesa anónima: Huetar I y Huetar II, sumida en el torrente de una cascada en cuyo entorno, regenera visiones como las del “monstruo” que subyace en la naturaleza vorágine. Espacio para lo ecléctico y comunicacional La sala que precede al torreón de las mirillas exhibe otra noción de la cultura contemporánea, en relación con las marcas comerciales u otros elementos iconográficos que también referencian lo originario. Pablo Murillo exhibe el díptico “Significado de las cosas”, un imaginario compuesto a partir de productos del mercado actual, como la “sal sol”, el “clorox”, los libros, la carne, una brocha con pintura blan-

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ca, entre otros, todo en tensión interpretativa con las finas aguilitas de la orfebrería en oro; se trata de una trasposición conceptual que nos habla de la riqueza del producto originario -hoy traficados desde nuestras latitudes, contrabandeados por mafias locales-, para resignificar lo burdo de los productos de la actual civilización. En la misma sala y con un discurso paralelo Flavia Sánchez con “Despojos”, observa marcas, rótulos e iconografía actual a elementos que provienen del arte ancestral, demostrando la vigencia iconográfica del origen. Lidilia Arias presenta una composición que nos centra en el estilo comunicacional actual sobre el tema de “Iriria, la niña Tierra”, una representación teatral de los indígenas Bribri. Alex Arias no va tan lejos y expone imágenes sobre una festividad indígena y animales propios de relatos que fluyen desde la profunda selva donde habitan estas etnias. Yutsil Cruz presenta una instalación de carácter antropológica que estudia huesos del cuerpo humano, y en particular su fémur izquierdo, con inscripciones indígenas de su natal México: “Historias mixtecas”; la artista misma comenta: “Para mi fue un acto de hacer visible lo que se oculta y un reconocimiento a mi abuelo mixteco, oaxaqueño, para situarme en mi propio contexto actual y presente. Las inscripciones de los huesos, los tomé de dibujos mixtecos en huesos de águila, venado, jaguares, encontrados en la tumba de Monte Albán, Oaxaca. Yo los uso y les doy otro sentido para narrar una historia que pueda ser leída por los dibujos e interpretados por el propio espectador”.

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Carolina Valencia y Alejandro Beauregard Niña, Madre, Tierra”. 2016. Fotografía digital


Al fondo, en la sala de las mirillas Carolina Valencia y Alejandro Beauregard exhiben “Niña, Madre, Tierra” 2016, y acotan: “La espiral de la vida repite su ciclo una y otra vez”; se trata de la imagen de una madre con su hija reposando sobre el trazo de una espiral-glifo marcada sobre la superficie de la materia origen y manto de nuestra cultura universal: la Tierra. Karla Solano con la apropiación conceptual de la pintura “Ophelia” (1852), del inglés John Everett Millais (1829-1896), trama resurgir a la luz, al calor de la vida, después de sumirse bajo las aguas en una profusa e intensa naturaleza. Aquí uno se pregunta ¿qué tiene que ver la “Ophelia” de Solano con el tema central de MAYINCA? Pues en apariencia nada, sin embargo mucho, recuérdese que el proyecto es una oportunidad para “celebrar” la grandeza del arte ancestral, en cuyo imaginario dichos rasgos de su arte tuvieron la función de acompañar al sujeto para el renacer en las aguas del río o del lago donde se originan las almas. “Utilizo el agua” –comenta la artista-, “el estanque, los nenúfares, porque estoy hablando de la vida, no de muerte y esos elementos nos purifican y recuerdan que estamos vivos. Por medio del arte he experimentado una serie de rituales que han transmutado mi vibración vital, como un fénix reviviendo de las cenizas e intentando ser consciente de que la respuesta está dentro de cada uno”.

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La mesa de las verduras durante la inauguración.

Alessandro Valerio. “Constelación”, 2016, (documentación).


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Fotografía de Ana Muñoz.

En otra de las salas se exhiben las propuestas de Oscar de la Cruz: “Sacada de una canoa Bribri”, y la famosa “Fiesta de los Diablitos” del pueblo Boruca del artista Rodrigo Rubí; poseen otro carácter de lo exhibido, quizás más documental en tanto no interrogan o cuestionan acerca de la experiencia y misión crítica del arte, pero importante en tanto estimulan la conciencia hacia los eventos culturales de estos pueblos que conforman una identidad que alimenta la nacionalidad costarricense. En realidad somos un poquito de todo y la Foto MAYINCA lo demuestra. En el espacio central aparecen las fotografías de los petrograbados de Sussy Vargas cuyo principal argumento es la representación femenina, pero a su vez, el deleite por el arte vernáculo en este caso expresado en enormes piedras en algún sitio de la geografía nacional. La pieza “Huellas” de Carolina Goodfellow se expone ataviada de signos que evocan estos imaginarios, al superponer dichas capas anecdótico - simbólicas a la imagen, cargándole sentido del arte actual. Se aprecia además el sugerente conjunto de foto-dibujos, ensambles “de la serie Caeshigua”, 2014-2016 de Mario Acosta, demostrando que la fotografía inicia con el tratamiento del escenario, del maquillaje del sujeto y poco a poco cargarla de interés expresivo. La fotografía “Panal“ de Edgar León es intervenida con lápiz dorado con dibujos de territorios; se trata de la imagen de un pavimento reticulado de manera hexagonal en cuya superficie se observa otra capa cartográfica descriptiva. Nota aparte para la pieza de Montserrat Ciges y Michael Smith “Unidad Cósmica - Serie: Especulaciones Originarias”, 2016, en tanto recrea el rancho cósmico del Monumento Arqueológico de Guayabo en las faldas del Volcán Turrialba, expresión de vectores territoriales y virtuales los cuales indican puntos y referencias centrales a las culturas del pasado; hitos para la investigación cultural necesaria cuando hablamos de luminosidad de su arte. Al fondo de dicho espacio se encuentra la imagen “La Deidad y el Árbol” de Maurizio Bianchi sobre una estela Maya de Copán, Honduras; nos remite al significado del árbol como Axis Mundi y sobre todo la “Ceiba pentadra”, sagrada para estas culturas del pasado, y de la estela vista como el árbol. El ensamble “Memoria” del nicaragüense Marcos Agudelo superpone varias lecturas, la de la cultura europea


con una escultura al estilo clásico y la imagen de una deidad tallada en piedra; al centro de dicha construcción simbólica aparece de espalda del fogoso chamán del arte centroamericano Moyo Coyatzin. El artista Jairo Miranda oriundo del Caribe Sur exhibe “Miki-Rat Otectomía”, 2016, del cual él mismo comenta: “Este tríptico documenta la otectomía (corte de orejas) realizada con fuego a la icónica figura Miki-Rat, desvinculándola de símbolos ajenos y llevándola hacia la utópica emancipación de la tiranía cultural. Miki-Rat es una serie que censura la imposición cultural, tomando imágenes de figuras precolombinas mezclándolas con elementos contemporáneos como una forma de criticar los medios de control de masas, el consumismo, y la perdida de identidad autóctona”.

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En otros de los espacios aledaños de esta zona del Museo Nacional se exhibe “Conexiones” de Luis Monge la cual sobrepone imágenes de piedra de Machu Pichu, Perú, con uno de los petroglifos de Guayabo, pieza sutil por la proyección de las sombras en la pared. Al lado se encuentra “Constelaciones” de Alessandro Valerio la cual aborda fenómenos de la naturaleza, como oquedades en las piedras de la cuenca del río Tibás, en las que el artista coloca semillas encontradas en el mismo entorno, y adhiere a la pared dibujando el sinuoso trazo del río; las piedras, además, están revestidas de plantitas y musgos proyectando esa actitud invasora del mundo vegetal pero que la vuelve sugestiva y profundamente hermosa. Al fondo de este espacio observamos el poético “Hombre de las Raíces” de Alexander Chaves Gould, que, como las vicisitudes del existir cotidiano a veces quedamos atorados a una rama o raíces del árbol. Impactante también la fotografía de “La Mirada de E´mundo Chevón” de Rebeca Alpizar, la cual pivotea la fuerza o carácter del origen. Emilia Villegas presenta “Yo soy de barro”, un collage fotográfico sobre la publicación “Cenizas”. En ese espacio cercano se exhibe además una instalación de Robert Hernández: “Desencuentro de dos culturas”, refiriéndose a la celebración del 12 de Octubre como día de la Razas Originarias.

Fotografía de Roberto Guerrero.


Moyo Coyatzin, por su parte, exhibe “Ruinas I y II” (catedral de Managua) 2005. Fotos alteradas, dibujo y collage-ensamble (fotografías originales cortesía de Rodrigo Gonzales de Nicaragua) que recupera una visión casi fantasmagórica de un símbolo arquitectónico destruido por esas remezones en la superficie del planeta. Otelo Quival por su parte exhibe cuatro piezas: La instalación “Medalla de tierra para el trabajador indígena” con la cual critica la dominación cultural que discrimina una vez más al individuo originario; muy cerca, en los calabozos de la entrada a la zona expositiva, instaló “Identidad” 2016 con elementos que evocan los rasgos y productos autóctonos, como las hojas del árbol higuerón, una mano de guineos verdes y un autorretrato fotográfico de tiempos de su adolescencia. Expone también dos fotografías, una de las sandalias o “guaraches” del maestro Coyatzin, y la “Amerindia”, la siempre saqueada, resquebrajada por el tráfico de valores culturales cuando las mafias locales venden el alma de los legados originarios y son llevadas a colecciones en Europa, Asia y Estados Unidos dejando muchos vacíos en el muro de nuestra memoria.

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Instalación de Robert Hernández.


Proyecto MAYINCA Este proyecto expositivo-educativo curado por Rolando Castellón y Luis Fernando Quirós, se realiza con éxito desde el año 2013, cuando fue inaugurada la primera muestra en la Galería Roberto Sasso Sasso de la Universidad VÉRITAS. Para el 2014 la “MAYINCA Cartografías” se realizó en el Museo Municipal de Cartago. El año pasado y con el subtítulo de “Tiestos de una Cultura”, también se montó en la zona de antiguos calabozos del Museo Nacional. Mentalizamos desde ya la “MAYINCA Imaginarios/Originarios” para el 2017 con modelos, dibujos, documentaciones y proyectos que visualicen la arquitectura de Mesoamérica, desde la visión utópica y conceptual del orden presente. La selección de la fotografía artística o documental como técnica y temática de esta “Foto MAYINCA”, se debe al alto cultivo del arte fotográfico en el medio creativo local, y por su importante posibilidad de eternizar las riquezas de estas manifestaciones y con ello elaborar un renovado discurso de la actualidad del arte costarricense. No quiero concluir sin comentar que se mantiene viva la flama evocativa de la labor de Virginia Pérez-Ratton, esa gran mujer centroamericana que demarcó estos espacios en la geografía del arte mundial -desaparecida en 2010-, pero cuyo espíritu aún alienta la fuerza que necesitamos para continuar el camino.

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Instalación de Moyo Coyatzin.


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FotografĂ­a de Sussy Vargas. (detalle).


Artistas: Mario Acosta Marcos Agudelo Alex Arias Lidilia Arias Murizio Bianchi Alexander Chaves Gould Monserrat Ciges y Michael Smith Moyo Coyatzin Edgar León Yutsil Cruz Oscar de la Cruz Nelson Díaz Carolina Goodfellow Irvin González Roberto Guerrero Jairo Miranda Luis Monge Ana Muñoz Pablo Murillo Rodrigo Rubí Flavia Sánchez Karla Solano Alessandro Valerio Sussy Vargas Carolina Valencia y Alejandro Bougerad Emilia Villegas Diseño logo MAYINCA Stephanie Álvarez. Fotografía de portado de Monserrat Ciges y Michael Smith. Noviembre 2016

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Acosta Mario

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Mario Acosta de la serie Caeshigua, 2014-2016 FotografĂ­a digital intervenida.


Agudelo Marco

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Marco Agudelo. Memoria, 2016. Ensamble fotogrรกfico.


Arias Alex

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Alex Arias. Dos mundos, 2016. FotografĂ­a digital.


Dos mundos En Yimba Cájc , los diablitos están inmersos en la Tumbazón, producto de sus tres días de luchas contra los conquistadores Españoles, el toro se ha escondido y el re-nacimiento de los indígenas Bruncas pronto se dará. En San José, la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad ven alterados su rutina laboral. El jaguar, el puma, el Zopilote Rey, la Pava y el Aguilucho han invadido los espacios simbólicos que están a su paso, recordatorio de que la lucha por la existencia y la resistencia se libera en el día a día, no solo como ritual, sino desde la existencia misma y real de la especie que la alimenta las culturas originarias.

Roland Barthes en su libro la Cámara Lucida define la fotografía “como una nueva forma de alucinación, falsa a nivel de la percepción, pero verdadera a nivel del tiempo. En cuanto a la imagen fotográfica, considera que la fotografía sólo adquiere su valor pleno con la desaparición irreversible del referente, con la muerte del sujeto fotografiado, con el paso del tiempo”. Dos Mundos simboliza un hilo de tiempo y espacio, un puente entre dos “realidades” ambivalentes”, separadas y unidas a la vez que luchan por sobrevivir y coexistir, una en la memoria de las poblaciones originarias, la otra, en los animales cuyo valor cultural y biológico alimentan nuestro acervo que es heredado desde nuestros antepasados.

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Arias Lidilia

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Lidilia Arias. Iriria, la madre tierra bribri, 2015 Negativo blanco y negro rastreado y manipulado


Bianchi Maurizio

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Maurizio Bianchi. Estela de Copán, Honduras. 2016. Fotografía e impresión digital


Chaves Gould Alexander

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Alexander Chavez Gould. Hombre Raíz, 2016 Fotografía digital retablada


Ciges Monserrat y Smith Michael

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Montserrat Ciges y Michael Smith. Unidad Cósmica - Serie: Especulaciones Originarias. 2016. Fotografía y grabado láser sobre acrílico. Líneas que conectan trazos en el universo, trazos antropogénicos de origen ancestral. Desde el inicio la fascinación geométrica como relación fenomenológica de la observación del cosmos ha sido influencia y parte de un constructo relacional de los seres humanos con su origen. -Especulaciones Originarias- pretende provocar búsquedas visuales basadas en la lectura del entorno y observación de aquello que subyace en los vestigios de nuestra identidad híbrida atemporal. En ese sentido la pieza -Unidad Cósmica- muestra relaciones de la ‘parte y el todo’ desde una mirada especulativa de la casa cósmica y sus estructuras geométricas configuradoras con relaciones estelares en distintos niveles simbólicos.


Coyatzin Moyo

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Moyo Coyatzin. Ruinas I (catedral de Managua) 2005. Fotos alteradas, dibujo y collage ensamble Fotografia original cortesia de Rodrigo Gonzales. (Nic.)


León Edgar

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Edgar León. Panal, 2016. Fotografía digital intervenida.


Cruz Yutsil

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El desarrollo de esta pieza parte de la memoria de mi familia y el olvido de nuestra relación con la cultura mixteca. Mi abuelo paterno es mixteco, se lo llevó la leva a sus catorce años y formó parte de la oficialización del ejército. Aprendió a hablar castellano y no enseñó el idioma mixteco a sus hijos. Quizá porque en la sociedad moderna y racista de México, la cultura indígena se considera inferior. En esta pieza trabajo con mi cuerpo como elemento de exploración de una supuesta identidad dada por herencia genética. Me interesa reflexionar sobre los estudios antropológicos que sitúan a los grupos étnicos, y en específico a las personas como objetos de estudio desde su condición y características físicas. En este caso la pieza toma dinámicas prestadas de la antropología física. Por lo que utilizo mi fémur izquierdo, para determinar mi condición física como contexto, la que contrasté con elementos culturales mixtecos sobre la forma en que se celebraban los entierros, la creencia en el inframundo y los rituales sobre la muerte, presentes a través de inscripciones mixtecas grabadas sobre una réplica de plástico de mi fémur y algunos huesos de venado.

Yutsil Cruz. Historias mixtecas, 2016. Fotoinstlación. Fotografía digital.


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En el que se observan personajes que representan mi ancestria, Quetzalcoatl y Xolótl bajando al mundo de los muertos, un venado, un hechicero o teyolocuari [comedor de corazones] y un personaje que observa del otro lado de un río. La pieza integra, un grabado con la imagen de mi fémur, tomada de una radiografía, una réplica plástica de mi fémur con bajos relieves mixtecos y algunos huesos de venado tallados y labrados con motivos vinculados a rituales funerarios.


de la Cruz Oscar

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Oscar de la Cruz. Sacada de una canoa Bribrí, 2016. Fotografía digital en blanco y negro.


Los indios Bribris, una etnia ubicada al sur del país, se encuentran entre Costa Rica y Panamá y poseen algunas costumbres ancestrales para la fabricación y uso de los medios de transporte fluvial poco conocidas por los pobladores de las zonas urbanas. Amplios ríos como el Yorkin que nace en Panamá y el Telire que nace en Costa Rica se unen para formar el Sixaola marcando la frontera entre ambos países. En sus cauces se da el cabotaje.

Para fabricar las canoas los indios Bribris buscan un árbol que reúna las condiciones de calidad, altura, ancho y tipo. No todas las maderas sirven, entre ellas la del cedro amargo es muy buscada por su resistencia. El árbol a utilizar no necesariamente está cerca, en algunos casos se encuentra en la selva, donde la topografía es quebrada, a kilómetros del río. Para llegar hasta el río es necesario hacer una trocha en la montaña y empujar las canoas varias horas con la ayuda de los amigos y vecinos: es un trabajo comunal donde todos colaboran voluntariamente. Una vez en el río se debe lidiar con las piedras, los troncos, en muchos casos deben sacar la canoa del agua para rodear una catarata, en otros se queda pegada entre las piedras y la presión del agua la sostiene con fuerza y los hombres luchan incansablemente para arrancarla de los brazos del río. El silencio de la selva se cambia por las risas, el murmullo del río casi no se escucha, entre bromas todos comparten el triunfo: el peor de los rápidos ha sido superado, todos saben que lo más duro ya pasó.

En Talamanca las canoas se continúan fabricando y se utilizan como medio de transporte de personas y mercadería. En los ríos más anchos las canoas utilizan motor fuera de borda para cruzar.

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Díaz Nelson

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Nelson Díaz Huetar I, 2016 Fotografía digital

Nelson Díaz Huetar II, 2016 Fotografía digital


Goodfellow Carolina

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Carolina Goodfellow. Huellas, 2016. FotografĂ­a blanco y negro intervenida y digitalizada


González Irvin

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Irvin González. “ LOT / tatú mono” 20016 Fotografia artistica

Irvin González, “Brilo del alma / tatú constelación”, 2016. Fotografia artistica


Guerrero Roberto

Cantos festivos, pintura de flores
 viene soltando, viene desplegando: ¡oídlo!
 Tiene entre mariposas y en el musgo acuático su casa. Entre luces canta y llega. Sobre luminoso sitial está erguida la Flor: sólo flores esparce su canto. j Haya placer! (…) Estás dando fragancia en el mundo: sobre los hombres se difunde. Poemas de Tenochtitlán

Roberto Guerrero. Estudio para una representación de Xochipilli, príncipe azteca de las flores y mariposas. 2016. Xochipilli: “el príncipe flor” o “niño flor”. Fotografía digital.

En la mitología azteca, Xochipilli es un dios de las flores, de la vegetación tierna, del amor, de la luz, de la vida, de la música y danza, del juego, de la poesía y del arte. Se le atribuyen el placer y el éxtasis sagrado. Esta relacionado con el sol naciente o el sol niño. También se le asocia con la variabilidad de género y con el patronazgo de la homosexualidad. Es comparable con el dios griego Dionisos.

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Miranda Jairo

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Jairo Miranda. Miki-Rat Otectomía, 2016 Técnica: Fotografía Digital

Este tríptico documenta la otectomía (corte de orejas) realizada con fuego a la icónica figura Miki-Rat, desvinculándola de símbolos ajenos y llevándola hacia la utópica emancipación de la tiranía cultural. Miki-Rat es una serie que censura la imposición cultural, tomando imágenes de figuras precolombinas y mezclándolas con elementos contemporáneos como una forma de criticar los medios de control de masas, el consumismo, y la perdida de identidad autóctona. Ha sido empapelada en espacios públicos de: Alemania (Berlín, Munich), Argentina (Buenos Aires), Chile (Valparaíso), Guatemala (Petén), Nicaragua (Granada, Managua, León), República Checa (Praga), Hungría (Budapest) y Costa Rica (San José, Limón, Alajuela).


Monge Luis

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Luis Monge. Conexiones, 2016. FotografĂ­a digital en blanco y negro.


Muñoz Ana

“No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar” Rabindranath Tagore

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El camino de la vida como una serie de “equivocaciones” en una búsqueda constante para encontrar ese sitio de pertenencia, ese destino. Destino que no nunca es fijo, “itinerarios” que no se cumplen. Siempre cambiante , lleno de “equivocaciones” y como diría Benedetti : “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas.”. Encuentros, desencuentros y cambios de dirección. Y sin embargo, como un viaje a Ítaca(Constantino Cavafis) el destino de ese viaje es lo que nos ocurre mientras transitamos en los distintos caminos.

Ana Muñóz. Distintos Caminos, 2016. Fotografía digital.


Murillo Pablo

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Pablo Murillo. El significado de las cosas. “Whitest whites. Patented.” -Clorox. “Más pura, más blanca, más fina.” -Sal Sol Los objetos son realidades unificadas-físicas o de otras índoles-que no pueden ser reducidas ni hacia abajo a las piezas que las componen, ni hacia arriba hacia sus efectos. Graham Harman Las correlaciones políticas en la semiótica de los objetos se desprenden de la interpretación contextual de los mismos, que proporcionan una aprehensión jerárquica y antropocéntrica del mundo. A través de una pincelada de Ontología Orientada a Objetos, mi trabajo hace una mueca (¿Sonríe, frunce el ceño?) a la idea de poder, valor y sacralidad contenida en las piezas de arte precolombino, especialmente desde lo simbólico de la materia -el oro-y de paso hace un guiño a la historia al poner en un mismo plano objetos “mundanos”, cuya escala de valores y significado no existen m·s que en el ojo del espectador.


Rubí Rodrigo

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Rodrigo Rubí. Fiesta de los Diablitos, 2016. Fotografía digital a color.

La Fiesta de los Diablitos es una actividad que celebran todos los años los Bruncas, en las comunidades llamadas Boruca y Rey Curré. El juego se desarrolla con un orden históricamente establecido: El Nacimiento y el Baile de los Cabrú rójc (Diablitos). Primera aparición del Samán (Toro invasor). El recorrido del pueblo y el “juego” (Las Luchas, los enfrentamientos). Captura del Samán (toro – invasor). La Tumbazón (caída temporal de los Diablitos). La Búsqueda del Samán. Muerte y Quema del Samán. La Repartición de la Carne y la Sangre. La actividad es una representación simbólica del enfrentamiento de los antiguos Bruncas con el español invasor, y hoy en día se sigue realizando con el mismo propósito. Durante 3 días, desde el amanecer hasta el atardecer. En el transcurso de esos 3 días hombres Bruncas, de diferentes edades, vestidos de “Diablitos” recorrerán el pueblo, guiados por los “Mayores”,


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enfrentado en el trayecto al “Samán” (toro que representa al invasor). Durante toda la actividad se realizan paradas frecuentes en áreas abiertas de algunas de las casas del pueblo para compartir la “Chicha” (bebida fermentada hecha a base de maíz) y los tamales, preparados en ocasión de la actividad. El último día gana en apariencia el “Samán”, tumbando a todos los Diablitos, pero éstos renacen. El Diablo Mayor entonces dará la orden de encontrar, capturar y sacrificar al “Samán” en una hogue-ra. En el “juego” el acompañamiento de la flauta de carrizo y el tambor o “caja” es de tradicional importancia. Estos definen el ánimo y el ritmo de la actividad, en los recorridos por el pueblo es constante y vivaz; durante los enfrentamientos de los “Diablitos” con el “samán” es airoso y rítmico, y durante la “tumbazón” se vuelve lento y melancólico.


Sánchez Flavia

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Flavia Sánchez. “Despojos”, 2016. Fotografía digital retablada.

Alrededor del año de 1520 el artista Alemán Alberto Durero tuvo contacto con el mundo Azteca por medio del tesoro artístico “que el jefe Monctezuma había enviado a Hernán Cortés con destino al Soberano de la Cristiandad y que éste -Carlos V - dispuso se mostrara a sus vasallos de las diversas ciudades del Imperio. Durero escribe al respecto en su diario: También he visto los objetos que fueron traídos al Rey desde el nuevo país del oro: un sol de oro, de una toesa de ancho; asimismo dos gabinetes llenos de armaduras semejantes así mismo, toda clase de armas, escudos, bombardas, sorprendentes armas de defensa, curiosas vestiduras, atavíos de noche y toda clase de singulares objetos de diversos usos, muchos más bellos de ver que jamás los fueron objetos sorprendentes. Las dichas cosas, todas preciosas, habiéndoselas estimado en 100.000 florines. En mi vida no he visto nada que haya regocijado mi corazón, como estas cosas. Pues he contemplado maravillosos objetos artificiales y me ha asombrado el genio sutil de los hombres de países extraños. (Henri Lehmann. La cultura precolombina.)


496 años más tarde, tesoros de otras culturas: Maya, Jama-Coaque, Tolima, Inca, entre tantas otras, son apenas reconocidas y comprendidas dentro de un mundo enrevesado de símbolos e imágenes descontextualizadas, apropiadas y consumidas despiadadamente. Los objetos originarios portan complejas preguntas que solo pueden ser abordadas considerando los contextos y las cosmogonías donde nacieron, sin embargo 496 años bastaron para que fueran tomados, guaqueados, copiados y pegados en discursos mediáticos, políticos y publicitarios despojados de su invaluable trasfondo. 41

Se crean marcas, logos, se persuade, se vende, se expande el consumo de productos, sustancias y estilos de vida con lenguajes y simbologías desconocidas, absurdas, apropiaciones anómalas que reducen a mercancía cualquier capa de la cultura por más profunda que sea. Es por ello que este proyecto rastrea el pasado desde el presente, para visibilizar y debatir : el choque, la contradicción, el capricho, la usurpación, la apropiación y la expropiación, el fondo y la superficie, el diferenciador y el homogeneizador cultural, en fin la prevalencia del pasado simbólico en el devenir cotidiano de la producción y el consumo visual.


Solano Karla

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Karla Solano. “Ophelia”, 2016 Instalación performance, fotografía impresa en vinil, agua y flores.

Con la apropiación conceptual de la pintura “Ophelia” (1852), del inglés John Everett Millais (1829-1896, Karla Solano trama resurgir a la luz, al calor de la vida, después de sumirse bajo las aguas en una profusa e intensa naturaleza. Utilizo el agua –comenta la artista-, el estanque, los nenúfares, porque estoy hablando de la vida, no de muerte y esos elementos nos purifican y recuerdan que estamos vivos. Muchas personas están vivas pero no se dan cuenta de estarlo. En la actualidad sólo nos preocupamos por la apariencia física, el estatus económico e intelectual y la lucha constante por no envejecer. Por medio del arte he experimentado una serie de rituales que han transmutado mi vibración vital, como un fénix reviviendo de las cenizas e intentando ser consciente de que la respuesta está dentro de cada uno.


Valerio Alessandro

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Alessandro Valerio. “Constelación”, 2016, (documentación) Intervención objetual sobre roca Río Tibás


Vargas Sussy

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Sussy Vargas. “Memoria”, 2016. Fotografía a color digital.


Valencia Carolina y Bougerad Alejandro

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Carolina Valencia y Alejandro Beauregard Niùa, Madre, Tierra�. 2016. La espiral de la vida repite su ciclo una y otra vez. Fotografía digital


Villegas Emilia

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Emilia Villegas. “Cenizas”, 2016. Instalación.


Alpizar Rebeca

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Rebeca Alpizar. “E´Mundo Chevón”, 2016. Fotografía digital.


Quirval Otelo

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Otello Quirval. “Medalla de tierra para el trabajador indígena”, 2016. Instalación.

Otello Quirval. “Identidad”, 2016. Instalación.


49

Otello Quirval. “Amerindia”, 2016. Fotografía digital.

Otello Quirval. “Las sandalias del maestro”, 2016. Fotografía digital.


Hernández Rober

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Rober Hernández “Descolonización”, 2016. Instalación.


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Diseño Gráfico


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