Agora Philosophica Nº 13

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El presente núm ero de Agora Philosophica incluye m aterial de diversa tem ática, no sólo de la filosofía teórica sino tam bién de la filosofía política y la ética aplicada, entre otras. Todos los trabajos confluyen, sin em bargo, en que tratan problem áticas culturales vigentes, com o son la crisis capitalista del m undo globalizado o distintos enfoques sobre tem as de la ética aplicada. En esta ocasión, incluim os tam bién una reflexión estética sobre una de las tradiciones que conserva su vigencia en el séptim o arte, la del cine de horror, cum pliendo con esto nuestro propósito de am pliar el cam po de reflexión. Entendem os, en este sentido, que la filosofía no es una disciplina cerrada que define su propia tem ática en el seno de su torre de m arfil, sino que, para decirlo en térm inos hegelianos, se trata de una m anera general en la que la cultura se hace conciente de sí m ism a. Continuam os, pues, con nuestro propósito de alternar núm eros tem áticos centrados en pensadores o ám bitos de la filosofía con otras entregas en las que se aprecia una m ayor variedad de perspectivas teóricas y disciplinarias. G . F. Mar del Plata, junio de 2006



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Año VII, Nº 13, junio de 2006 ISSN 1515-3142 Agora Philosophica. Revista Marplatense de Filosofía ARTÍCULOS ¿Qué es revolución? Un millón de picaduras de abeja, un millón de dignidades. JOHN HOLLOWAY. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Enseñanza y difusión de la bioética en América Latina y el Caribe LUDWIG SCHMIDT H... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Medicina de transplantes y racionalidad política: ¿presunción de oblación, o ablación de significados? JOSÉ MARÍA TAU. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Bioética e Investigación Clínica: la cuestión del lego en las comisiones de ética de investigación AGUSTÍN ESTÉVEZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 El Paciente como Otro. Acerca de la conformación de la sensibilidad moral del médico desde una perspectiva lévinasiana FABIO ÁLVAREZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Frankenstein como mito filmado: no es bueno que el monstruo esté solo GABRIEL CABREJAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Martínez Estrada y el eterno retorno de la pampa HERMINIA SOLARI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 NOTICIAS I Encuentro nacional de bioética hospitalaria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Jornadas globalización / glocalización / localización. . . . . . . . . . . . . . . . 96 Seminario “Frankenstein, el moderno Prometeo”.. . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 RESEÑAS Mónica Cragnolini (compiladora). Modos de lo extraño: alteridad y subjetividad en el pensamiento posnietzscheano. Gustavo Salerno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Hans Jonas. Memorias. Sergio Cecchetto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101


Daniel Kalpokas. Richard Rorty y la superación pragmatista de la epistemología. Andrés Crelier. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105

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Año VII, Nº 13, June 2006 ISSN 1515-3142 Agora Philosophica. Revista Marplatense de Filosofía ARTICLES What is Revolution? A Million Bee Stings, A Million Dignities JOHN HOLLOWAY. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Bioethics Diffusion And Teaching In Latin America And The Caribbean LUDWIG SCHMIDT H... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Transplant Medicine and Political Rationality JOSÉ MARÍA TAU. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Bioethics and Clinical Research: The Issue of the Layman in the Ethical Research Committees AGUSTÍN ESTÉVEZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 The Patient as Other: the Doctor Moral Sensibility from a Lévinassian perspective FABIO ÁLVAREZ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Frankenstein as a filmed Myth: the Monster Should not be Alone GABRIELCABREJAS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Martínez Estrada and the Eternal Return of the Pampa HERMINIA SOLARI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 NOTICIAS I National Congress of Clinical Bioethics . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Congress "Globalization / Glocalization / Localization". . . . . . . . . . . . . . 96 Congress "Frankenstein, the Modern Prometheus". . . . . . . . . . . . . . . . . 97 RESEÑAS Mónica Cragnolini (compiladora). Ways of the Strangeness: Otherness and Subjectivity in the Post-Nietzschean Thinking Gustavo Salerno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Hans Jonas. Memoirs Sergio Cecchetto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 Daniel Kalpokas. Richard Rorty and the Pragmatist Overcoming of Epistemology Andrés Crelier. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105


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¿Q U É ES R EVO LU CIÓ N ? U N M ILLÓ N D E PIC AD UR AS D E ABEJA, UN MILLÓN DE DIGNIDADES JOHN HOLLOWAY (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México) RESUMEN E s te a rtícu lo esb oza el horizon te prog ram ático de algunos aspectos centrales de la filo so fía d e H o llo w a y, cu yo p rin cip a l o b je tivo e s re p e nsa r e l se n tid o d e la r e vo lu ció n . E sta posibilid a d s e despliega en una innum era ble cantidad de grietas en el m odelo ca p ita lis ta , e l cu a l d e be e nte n d erse p rin cip a lm e n te co m o u n m o d o d e org a n iza r la s relacion es so ciales. P ALAB R AS C L AV E : R evolución – A utodeterm inación – C am bio S ocial – C om unism o AB S TR AC T T h is article sketches som e central aspects of John H o llow ay´s w ork, w hich a im s a t re th in kin g th e se n se o f re vo lu tio n . T h is b e co m e s a p o ssib ility b e ca u se o f a n u m b e r o f fla w s in th e ca p ita listic m o d e l, w h ich m u st b e un d e rsto o d a s a w a y o f o rg a n izin g th e so cia l re la tio n sh ip . K E Y W O R D S : R evo lution – S elf-de term ina tion – S ocial C ha ng e – C om m un ism

1. La revolución es más urgente que nunca. 2. La única manera de concebir la revolución es en términos de grietas en el tejido de la dominación capitalista: el reconocimiento, la creación, expansión, multiplicación y confluencia de los espacios o momentos de negación-y-creación, espacios o momentos en los cuales la gente dice "¡NO! ¡Ya basta! ¡Aquí no! Aquí no vamos a subordinar nuestras vidas al dominio del capital, aquí vamos a hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable!". 3. La revolución es inevitablemente intersticial. Es muy improbable que la abolición del capitalismo tenga lugar en todas las partes del mundo al mismo tiempo. 4. El carácter intersticial de la revolución era ocultado por la idea absurda de que cada Estado constituía su propia sociedad, en lugar de ver que cada Estado corresponde solamente con un fragmento de la sociedad capitalista global. La conquista de un Estado era entendida entonces como una revolución en si misma, en lugar de verla como un intento de transformar las relaciones sociales en una parte de la sociedad capitalista global. 5. Si aceptamos que la revolución es inevitablemente intersticial, surge la pregunta de ¿qué son los espacios o intersticios relevantes? Muchos revolucionarios se centran en el Estado como el espacio significante, pero esto tiene la desventaja de que el Estado es una forma de organización desarrollada para apoyar el capital y para excluir a la gente de la determina7


John H olloway. ¿Q ué es revolución? U n millón de picaduras..., pp. 7-10

ción de sus propias vidas. La historia del último siglo y también la reflexión teórica sugieren que es imposible crear una sociedad autodeterminante (o comunista) usando una forma de organización diseñada para la represión de la autodeterminación. La transformación radical de la sociedad a través del Estado no es posible. 6. Cuando pensamos en grietas en la dominación capitalista, es mejor pensar entonces en dimensiones no estatales. Las grietas existen de muchas formas diferentes en todo el mundo. Pueden ser territoriales: "aquí en este espacio (la selva lacandona de Chiapas, una fábrica tomada o un café alternativo) no vamos a aceptar la lógica del capital; aquí vamos a crear otras relaciones sociales". O bien pueden ser grietas en el tiempo: "Aquí en este evento, mientras estemos juntos, vamos a hacer las cosas de otra forma, vamos a abrir ventanas a otro mundo". O pueden ser relacionadas con actividades o recursos particulares; "en la cuestión del agua, o del software, o de la educación, vamos a luchar para excluir el dominio del dinero y del capital, estas actividades tienen que seguir otra lógica". 7. La muerte del capitalismo será consecuencia no de una puñalada al corazón, sino de un millón de picaduras de abeja. Nosotros somos estas picaduras. 8. El millón de picaduras de abeja son un millón de dignidades. Nuestros espacios o momentos de negación son espacios o momentos de creación, de hacer lo que nosotros consideramos necesario o deseable. Emancipamos nuestro poder-hacer del poder-sobre que lo mantiene en cautiverio. En el proceso de destruir la socialidad capitalista (porque ella nos está destruyendo a nosotros), creamos otra socialidad basada en la autodeterminación colectiva de nuestro hacer. El desatar-y-crear nuestro propio poder-hacer es el núcleo de la revolución comunista. También es necesario como forma de confrontar la amenaza de pobreza material que es la recompensa de la dignidad en una sociedad basada en la negación de la dignidad. 9. Nuestras dignidades son piedras arrojadas a través del vidrio de la dominación capitalista. Crean hoyos, pero, más que eso, crean grietas que corren. El movimiento es crucial. El capital es un proceso constante de llenar las grietas, reabsorbiendo nuestras rebeldías, así que nuestra rebeldía, para mantenerse viva, tiene que moverse más rápidamente que el capital. Un espacio autónomo que no se extiende, que no se vuelve grieta, corre el riesgo de convertirse en su contrario, una institución. 10. El capitalismo está lleno de grietas, pequeñas (como la rebeldía que está dentro de todos, o un grupo de personas juntándose para crear un espacio anticapitalista) o grandes (como la selva lacandona, el movimiento en Bolivia, los disturbios en Francia). A veces son tan pequeñas o aparentemente apolíticas que no las reconocemos. La revolución empieza con el reconocimiento de las grietas que existen y crece con la creación de grietas nuevas, su expansión, multiplicación y confluencia. La confluencia depende de ondas de choque, resonancias y afinidades más que de estructuras organizativas formales.

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11. La revolución de las grietas es revolución aquí y ahora. La puñalada al corazón necesita preparación, siempre está en el futuro. El millón de picaduras de abeja, el millón de dignidades son aquí y ahora. La cuestión no es cómo construir el movimiento para el futuro, sino cómo romper las relaciones sociales capitalistas aquí y ahora. Ruptura, negación-y-creación aquí y ahora: este es el desafío de la revolución. 12. No somos locos o, si lo somos, no estamos solos en nuestra locura. El viejo concepto leninista de la revolución está en crisis. Al principio les parecía a algunos que la idea misma de revolución estaba en crisis, pero ahora está claro que es solamente una idea en particular de la revolución la que está en crisis, y que la revolución es más urgente que nunca. 13. El viejo concepto de revolución está en crisis porque su base, el trabajo abstracto o enajenado, está en crisis. El viejo concepto era la teoría revolucionaria del movimiento obrero, de la lucha del trabajo asalariado contra el capital. Su lucha era limitada porque el trabajo asalariado (o abstracto) es el complemento del capital y no su negación. La crisis del movimiento obrero (y del trabajo asalariado o abstracto mismo) abre un nivel más profundo de la lucha de clases: la lucha del hacer en contra del trabajo abstracto (y por lo tanto en contra del capital). Es esta nueva y más profunda lucha de clases que ahora está buscando una manera de avanzar, práctica y teóricamente. Nosotros somos la crisis del trabajo abstracto, la crisis del trabajo asalariado, nosotros somos la revuelta del hacer en contra de la determinación ajena, el empuje del hacer hacia la autodeterminación. Nosotros somos, en otras palabras, el desbordamiento de la creatividad respecto al trabajo abstracto. Somos la respuesta y la pregunta de la nueva lucha de clases: en su orden correcto, primero la respuesta y después la pregunta. 14. Los problemas de este enfoque son obvios. Este punto se puede confiar al lector. Sin embargo, no veo otra manera de avanzar. Abandonar la revolución no es una opción. 15. Preguntando caminamos.1 Recibido: Aceptado:

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19/05/2006 09/06/2006.

D ocum ento leído en Bilbao, España, en m ayo de 2006. 9



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EN SEÑ AN ZA Y D IFU SIÓ N DE LA B IO ÉTIC A EN AM ÉR IC A LATIN A Y EL C AR IB E LUDWIG SCHMIDT H. (Universidad Católica Andrés Bello, Venezuela)

RESUMEN L a U n ive rsid a d se h a co n so lid a d o co m o in stitu ció n prin cip a l y m e d io d e se n sib iliza ció n , pro m oción, form ación e investigación en a s untos bioéticos, a partir de su trayectoria e n esta s ú ltim a s tre s d é ca d a s a n ive l m u n d ia l y ta m b ié n en A m é rica L atin a y e l C a rib e . S in em bargo, en varios países latinoam ericanos ya se está prom oviendo la enseñanza d e la d iscip lin a de sd e lo s n ive le s b á sico s, d iv e r s ifica d o s y té cn ico s co n re su lta d o s sa tisfa cto rio s . E n e s ta re g ió n se h a su p e ra d o co n cre ce s la fa se d el “g a te o ” y d e lo s “p rim e ro s p a so s”, la d e su co rta in f a n c ia , y a h ora se u bica e n o tro e sta d io q ue b ie n p u d ie ra lla m a rse “a d o le sce n cia ”. H o y la b io é tica se h a a b ie rto a un a dive rsid a d d e á m b ito s n u evo s, e n tre e llo s e l e d uca tivo , e l ju ríd ico , e l so cia l– e co n ó m ico y e l p o lítico . E s de sde aq uí qu e se co m ien za a con solida r un a b ioé tica co n ca racterísticas p rop ias, que em plea tecnologías de la in fo rm ación y de las com unicaciones para form ar a d o ce n te s d e nive l p rim a rio y se cu n d ario , y fo rja r in ve stig a ció n y d e sa rro llo a tra vé s d e p o sg ra d o s e sp e cífico s . E n p a ra le lo , lo s g o bie rn o s n a cio n a le s, lo s ce n tro s d e in ve stig a ció n , la in d u stria , lo s h o sp ita le s y clín ica s co n fo rm a n ca d a ve z co n m a yo r a s id uida d com ision es de bioé tica, en sus diversas m od alida de s, pa ra resp on d e r a de m an da s sociales crecien tes. P ALAB R AS C L AV E : B io é tica – U n ive rsid a d - E d u ca ció n - A m é rica L atin a - C a rib e . AB S TR AC T In th e la st th re e de ca d e s, th e U n ive rsity h a s co n so lid a te d itse lf w o rld w id e , in clu d in g L a tin A m e rica a n d th e C a rib b e an , a s th e m a in in stitu tio n a n d ce n te r o f pro m o tio n , education and research on B ioethic al issues. M any Latin A m erican countries are a lre a d y e n co u ra g in g w ith su cce ss th e te a ch in g of B io e th ics a t th e te c h n ica l a n d th e m o re b asic s ta g e s o f e d u ca tio n as w e ll a s in o th e r d ive rsifie d le ve ls. T h at re g io n ha s a lre a d y o ve rco m e th e ea rlie r sta g e s o f d e ve lo p m e n t, a n d it ca n be n ow p la ce d at th e po int of ad olesce nce . C urren tly, B ioe thic s h a s op en ed a d iversity of ne w fields, such a s th e ed u ca tio n a l, th e le g a l a n d th e so c io -e co n o m ic, a m o n g o th e rs. W ith th e use o f th e in fo rm a tio n a n d c o m m u n ica tio n te ch n o lo g ie s, a B io e th ics w ith sp e cific fe a tu re s h a s starte d to consolid ate and to educate prim ary and hig h school teachers, givin g rise to re se a rch a nd d eve lo p m e n t th ro u g h sp e cific p o stg ra d u ate p ro g ra m s. A t th e sa m e tim e , n a tio n a l g o ve rn m e n ts, re se a rch ce n te rs, th e in d u s try, h o sp ita ls a n d clin ics e sta b lish , ea ch tim e m ore fre q u en tly, com m ittee s of Bioe thics to a nsw er rising social de m an ds. K E Y W O R D S : B io e th ics – U n ive rsity – E d u ca tio n - L a tin A m e rica - C a rib b e an

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Ludwig S chm idt H ., E nseñanza y difusión de la bioética..., pp. 11-30

I. Aspectos históricos Es nuestro interés reflexionar sobre el proceso de cambio generado desde la Universidad hacia los otros niveles de la educación formal (básica, técnica y diversificada) y toda la población posible. Una necesidad fundante que tiene que ser trasladada a los demás niveles de formación innovando con otros requerimientos pedagógicos (método, modalidades, medios), contenidos programáticos y materiales de instrucción, pero siempre con un mismo fin: la transformación que tiende hacia una sociedad más humana, preocupada por la salvaguarda de la vida en general. Todo comienza con una necesidad La motivación inicial de los fundadores de la bioética fue mantener encendida la “llama de la vida” ante aquellos avatares que se vislumbraron como amenaza en la segunda mitad del siglo XX,2 para resembrar una cultura de la esperanza. Una concepción de la vida que era más integral y holística.3 Así surgió el deseo de diversos grupos de intelectuales afines al ámbito de la salud y la biotecnología por sensibilizar a los ciudadanos. A partir de 1970 estos grupos se dejaron “seducir” por: a) la necesidad de “construir puentes” (entre las ciencias biológicas y las humanidades, entre la tecnología y la vida, el hombre y el ambiente); b) la importancia de propiciar el diálogo ético y plural en torno de la vida; c) la visualización de las consecuencias y secuelas que podía aportar el desarrollo tecnológico sobre la humanidad. Una oportunidad La década de 1970 marcó varios hitos históricos, en especial en materia de salud, biomedicina y biotecnología. Las personas volvieron a pensar en las personas y sus actos, desde una perspectiva crítica: debilidades y fortalezas, amenazas y oportunidades. La sociedad norteamericana y europea vivió un “progreso” y una “calidad de vida” sin parangón, se cuestionaron sobre el futuro, los cambios sociales y tecnológicos que eran cada vez más rápidos, se hicieron grandes obras a nivel mundial. Pero, si bien se reconstruyó parte del mundo, nuevas amenazas se cirnieron sobre él ante una tensa guerra fría de ideologías y regímenes políticos. La sociedad buscó y promovió la paz, los mejores indicadores de salud, las nuevas fuentes de energía, los viajes espaciales y la exploración de las profundidades marinas, estableció los límites del crecimiento,4 el respeto por el medio ambiente,5 la

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Es interesante apreciar que cada equipo se centró en algún aspecto de la vida en sus com ienzos: desde su concepción hasta el final de lo s días del individuo, unos; y sobre m anipulaciones experim entales, otros.

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Independiente de que se asum a una postura antropocéntrica o cosm océntrica.

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Sobre todo a partir del Inform e Meadow s de 1972.

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C on claridad desde la I C onferencia Mundial sobre el Medio Am biente, Estocolm o 1972.

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protección de las especies amenazadas de extinción,6 e instauró bloques de comercio y políticos.7 Un contexto En aquella década la reflexión bioética tuvo lugar entre profesionales de la salud y afines, específicamente de la medicina, en su ámbito universitario y hospitalario dentro de los Estados Unidos de Norteamérica. Entre sus antecedentes inmediatos se mencionan las polémicas suscitadas por: a) las instituciones no-gubernamentales dedicadas a desarrollar formalmente una ética médica,8 b) las iniciativas gubernamentales de protección de la vida humana,9 c) los programas dedicados a la difusión de las humanidades

6 Surgieron entonces diversos grupos am bientalistas, algunos de los cuales acabarían radicalizándose. 7

Se dieron los prim eros pasos form ales pa ra la confederación europea, la integración norte–sur, este–oeste, y la form alización de las relaciones bilaterales de com ercio entre diversos países. En Am érica Latina se iniciaron convenios de integración, ente ellos el Pacto Andino.

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Ya en 1950, el Instituto de R eligión en el C entro M édico de H ouston, Texas, em pezó a trabajar en m aterias éticas y m edicina y se form ó una Sociedad para la Salud y los Valores H um anos, creada por pensadores religiosos interesados en prom over las hum anidades en la e du cación m édica. En la década 1960 el prim er D epartam ento de H um anidades M édicas em pezó a funcionar en el C entro M édico de la Universidad del Estado de P ennsylvania, en H ershey (EE.U U .) con docentes inclinados hacia la ética m édica. La década siguiente fue testigo del nacim iento del C entro H astings, en el Estado de N ew York, y el Instituto Kennedy de Ética de la U niversidad de Georgetown (1971). Am bas iniciativas trataron de dar profundidad y rigor a la nueva disciplina que llam am os hoy bioética. (D R A N E J. F., Preparación de un program a de bioética: consideraciones básicas para el P rogram a R egional de Bioética de la Organización Panam ericana de la Salud, Santiago de C hile, OPS-OM S, 1991, 1° Sem inario Taller).

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En 1970 el senador Edward K ennedy sacó a la luz pública una investigación realizada en Tuskegee, en la que se no se aplicaba ningún antibiótico a enferm os de sífilis de raza negra, para estudiar el ciclo natural de la enferm edad. Ese m ism o año se form ó la C om isión Nacional para la Protección de los Seres H um anos Sujetos de Investigación Biom édica y del C om portam iento. Esta Com isión trabajó por cuatro años y realizó 125 recom endaciones para m ejorar la protección de los derechos y el bienestar de los seres hum anos sujetos de investigación. 13


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médicas,10 d) los transplantes de órganos,11 e) la necesidad de cumplir con ciertos requerimientos éticos en los trabajos científicos,12 f) la Carta de los Derechos de los Pacientes de los hospitales privados estadounidenses 1972-,13 g) las publicaciones del Hastings Center Report -iniciadas en 1973,14 h) el caso Tuskegee (Alabama),15 que llevó a la conformación de la National Commission for the Protection of Human Subjects of Biomedical

10 A principios de 1970, ayudado por donaciones del N ational Endowm ent for the H um anities, un Instituto de Valores H um anos en M edicina inauguró un proyecto para desarrollar la bioética en la educación m éd ica. U n prom inente m édico hum anista Edm und Pellegrino- y algunos m iem bros de su grupo de trabajo, visitaron más de 80 colegios m édicos. Su proyecto era integrar la nueva disciplina a la educación m édica, y asegurar que la bioética saliera de los textos literarios, inform es y com isiones, para forzar cam bios en la práctica clínica cotidiana. 11 Ya se venían practicando trasnplantes renales, pero el 3 de diciem bre de 1967 el D r. C hristian Barnard realizó en el H ospital G roo te Schur de Ciudad del C abo el prim er transplante cardíaco, y este hecho m édico llevó a la reflexión sobre el significado de la corporeidad hum ana. 12

En 1966 H enry K. Beecher, m édico de H arvard, publicó un artículo en el cual expuso patrones de conducta poco éticas en investigaciones m édicas con sujetos hum anos (B E E C H E R , H . K., “Ethics and C linical R esearch", N ew England Medical Journal of Medicine, 19 66, 74: 1354–1360). La crítica estaba basada en 22 artículos que eran objetables desde éticamente y fueron igualm ente publicados en revistas científicas. El m al uso de seres hum anos por los m édicos de EE.U U ., así com o el artículo de Beecher, recibieron am plia publicidad y contribu yeron sustancialm ente al creciente interés del público en la ética en m edicina. Las fallas éticas asociadas con la investigación hicieron nacer un nuevo cam po de estudios. E n todas partes del m undo la preocupación por la ética de la experim entación es hoy tan fuerte com o lo fue en los com ienzos de la m edicina m oderna.

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D ocum ento que tendría una am plia difusión m édico–asistencial y un influjo notable en las leyes de salud de diversos países.

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U na de las publicaciones especializadas m ás difundidas que recogen ob ras de em inentes especialistas.

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El Belm ont R eport, identificó los principios éticos básicos de toda relación asistencial (autonom ía, beneficencia, justicia), los cuales ofrecen justificación filosófica al tratam iento hum anitario de los seres hum an os. Subsecuentem ente, el gobierno federal estadounidense bajo los auspicios del m ism o Servicio de Salud Pública continuó poniendo al día los reglam entos y solicitando su cum plim iento ético por parte de todo grupo que llevara a cabo investigaciones en seres hum anos, dentro y fuera del país. El gobierno, a través de su apoyo a los proyectos m édicos, llegó a ser no sólo una fuente de reglam entos y políticas, sino que tam bién estableció com isiones que expusieron justificaciones éticas para elaborar una nueva visión de la práctica m édica. El gobierno norteam ericano y sus intereses jugaron un gran papel en el desarrollo de la bioética m oderna. En la actualidad, gobiernos europeos juegan un papel todavía m ás im portante que el norteam ericano, a través de sus C om isiones N acionales de B ioética (Dinam arca y Francia, entre otras). C fr. D R ANE, J. F., op. cit..). 14


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and Behavioral Research –1974/1978– y concluyó dando a luz el Informe Belmont -en el que Beauchamp y Childress establecieron los principios fundamentales de la incipiente disciplina-, i) la decisión de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica de asumir el término “bioética” como encabezamiento de toda una amplia literatura que ya desde entonces se estaba difundiendo, j) el caso de Karen A. Quinlan –1975-,16 y k) la publicación de la Encyclopedia of Bioethics.17 Un río con tres manantiales Retomando el marco de acontecimientos anterior, se comprende la razón que favoreció a que la bioética comenzara a introducirse gradualmente en el ámbito educativo sanitario, sobre todo en las universidades y hospitales norteamericanos. Pero su soporte estuvo trilocado, hecho que le permitió mantener la fuerza y el caudal ideológico, hoy multiplicados. Tres polos de ideas y obras, con un mismo norte pero disconexos inicialmente en los modos y los medios, fueron convergiendo gradualmente en lo que hoy se conoce bajo el nombre genérico de bioética. Los mentores de esta obra fueron: a) el Dr. Van Rensselaer Potter en la Universidad de Wisconsin (Madinson), b) el Dr. André Hellegers en el Joseph and Rose Kennedy Institute for the Study of Human Reproduction and Bioethics de la Universi-

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Joven norteam ericana que estu vo en estado de com a, com o consecuencia de la ingestión sim ultánea de alcohol con barbitúricos. Se le diagnosticó m uerte cerebral, y los padres adoptivos -asesorados por su párroco- solicitaron la desconexión de la m uchacha del respirador artificial. Esto dio origen a un proceso polé m ico que concluyó con la sentencia del Tribunal Suprem o del E stado de N ew Jersey (EE.UU .) que reconoció a la joven «el derecho a m orir en paz y con dignidad».

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Obra m onum ental de consulta básica para esta tem ática, editada por W arren T. R eich en 1978. 15


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dad de Georgetown (Washington),18 y c) los Dres. Daniel Callahan, A. R. Jonsen y demás colaboradores del Hastings Center (Nueva York).19 No puede dejar de mencionarse a otro eminente promotor de la disciplina bioética en medicina y enfermería, el Dr. Edmund Pellegrino. Todos estos esfuerzos estuvieron dirigidos hacia la enseñanza de una bioética “clínica” y a la promoción de la relación entre medicina y humanismo. Diez años después, en casi todas las escuelas médicas y de enfermería, se estaban ofreciendo cursos en bioética y otras humanidades. Por lo tanto, se les debe reconocer a estos individuos y grupos su labor por hacer de la bioética naciente tanto una práctica como una disciplina académica. Los retoños de una siembra A mediados de 1970 se comenzaron a analizar críticamente los problemas éticos asociados con la práctica médica, pero pronto se expandió este modelo de estudio a los temas sociales relacionados con la salud, al bienestar de los animales de experimentación y a la preocupación por el medio ambiente. A su vez, cada avance biocientifico contribuyó involuntariamente a la expansión de la bioética. Todo esto favoreció la producción de un “boom bioético”, y permitió su rápida difusión en algunos países de Europa y América Latina, específicamente desde los cursos de Medicina Legal, Deontología Médica, Ética y Legislación y Moral Especial. En la década de 1990 ya se contaba con las primeras cátedras formales en las carreras de

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El m odelo de l Instituto Kennedy se basó en la Universidad com o estrategia de producción científica y difusión. D esde allí se desarrolló un C entro Nacional de R eferencias para la Literatura Bioética, que ha llegado a ser el m ejor recurso bibliotecario del m undo. Sus erud itos m iem bros fundadores pertenecían a diferentes disciplinas, trabajaban un tanto independientem ente uno del otro, y sirvieron a la m anera de Facultad para desarrollar un program a de D octorado en Bioética en la Universidad. U no de los m iem bros del Instituto, W arren T. R eich, un teólogo católico, editó la Enciclopedia de Bioética m encionada en la nota anterior. U n m iem bro protestante del Instituto, Leroy W alters, em pezó la publicación de un repertorio bibliográfico anual de bioética y desarrolló "BioethicsLine", una base de datos de com putador en línea. A m edida que nacieron nu eva s áreas de expansión en el cam po de la disciplina, los estudiosos interesados en ética vinieron al Instituto K ennedy a investigar, escribir y enseñar (D R AN E, J. F., op.cit.).

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El C entro Hastings fue iniciado por D aniel C allahan, un laico católico con form ación en filosofía y teología. En él, eruditos seleccionados se reunían para trabajar generalm ente en grupo s, con el objeto de desarrollar soluciones éticas sólidas (reglas, norm as, políticas) enfocadas en problem as específicos. El C entro continúa publicando recom e ndaciones e inform e s para influir en las respuestas gubernam e ntales directa e in directa m ente. El H astings C enter R eport, fundado en 1971, publica artículos sobre problem as éticos en m edicina y en las ciencias biológicas y el ejercicio profesional, y ha llegado a ser la publicación m ás influyente en este nuevo cam po (D R AN E, J. F., op. cit.). 16


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medicina, filosofía y teología, en las principales Universidades del hemisferio occidental.20 Una cosecha que ha sido prolija En América Latina y el Caribe, hacia finales de los años 1980, se expandió una “necesidad sentida” de bioética en muchas disciplinas tradicionales del conocimiento humano. La bioética apareció así como una interdisciplina que trascendía múltiples espacios, desde la educación hasta la política. Entre los médicos que se encargaron de esta promoción, se cuentan: José Alberto Mainetti (Argentina),21 Joaquín Clotet (Brasil), Alfredo Llano Escobar S.J. (Colombia),22 Fernando Sánchez Torres (Colombia), Augusto León Cechini

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La expansión de la bioética para abarcar los dilem as éticos tan característicos de las sociedades m odernas, ofreció asesoria crucial a los líderes sociales, políticos y profesionales, pero ellos no fueron los únicos beneficiarios. La é tica m ism a recibió un im pulso fenom enal desde la bioética. En 1973 Stephen Toulm in escribió un artículo señalando la m anera en que la ética m édica había salvado a la ética de la declinación y el desinterés (TO U LM IN , S., “C óm o la m edicina salvó la vida de la ética”, Perspectivas en Biología y Medicina, 1973, 25, (4): 736–750). Los problem as de los cuales se ocupó la ética m édica no sólo crearon un nuevo interés en la ética general sino que salvaron a la ética de la irrelevancia creada por un a visión dem asiado abstracta, racionalista y lingüística. Los filósofos, teólogos, abogados y sociólogos encontraron de pronto que los aspectos éticos de la m edicina y de las ciencias biológicas eran áreas fascinantes para ser estudiadas (D R AN E, J. F., op. cit.).

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En 1969 fundó el Instituto de H um anidades M edicas en G onnet (Argentina), dedicado a la investigación, la enseñanza de la ética biom édica, cuyo órgano de difusión fue la prestigiosa revista Q uirón (1970). Visto el creciente interés en el cam po de la bioética, el Instituto incorporó en 1986 un C entro N acional de R eferencia Bioética, y en 19 87 un C entro de B ioética, m odelo para otros que lo siguieron de inm ediato en B uenos Aires, Tucum án, M endoza y M ar de Plata. Este últim o, entre los m ejor reputados de la nación, está inserto en la Universidad N acional de M ar de Plata y otorga grados académ icos desde 1998. E n 1989 la Secretaría de C iencia y Tecnología de la Presidencia de la N ación Argentina encargó a M ainetti la conform ación de la Com isión Nacional de Bioética. Ël m ism o fue el im pulsor y co-fundador de la Federación Latinoam ericana y del C aribe de Instituciones de Bioética (FELAIBE).

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Brasil y Colombia institucionalizaron la bioética respectivamente en 1984 y en 1985.El Brasil introdujo la bioética cuando el M inisterio de Salud dio “luz verde” al C ódigo Brasileño de D eo ntología y en 1988 al nuevo C ódigo de Ética M édica. La bioética brasileña tiene una acen tuada orientación deontológica, com o dejan entrever los num erosos docum entos em anados de las instituciones que m ás producen en este cam po: el M inisterio de la Salud y el C onsejo Federal de M edicina. Program as académ icos en Ética M édica son llevados adelante –entre otros– por la Facultad de Filosofía de la U niversidad C atólica de Porto Alegre, coordinados por Joaquín C lotet. C olom bia en cam bio, aún cuando su prehistoria que se rem onta a 1954, con un digno C ódigo de M oral M édica em anado de la Federación M édica Colom biana, vio na cer el prim er centro de bioética en 1985, por iniciativa de Fernando Sánchez-Torres en la 17


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(Venezuela),23 Pablo Pulido Mora (Venezuela),24 Alejandro Serani (Chile), Manuel Lavados (Chile),25 Manuel Velazco Suárez (México), Gabriel de la Escosura (México) y Gabriel Cortés (México),26 y otros muchos profesionales más que merecerían ser nombrados, pues han dejando un legado recordable. En cada país surgieron equipos profesionales dispuestos a dialogar y a ser multiplicadores de los fines bioéticos en casi todas las escuelas y facultades del continente.27 Una cosecha solidaria con toda la sociedad La bioética latinoamericana nació de una “hibridación” europea-norteamericana que con el tiempo produjo una nueva especie, producto de un suelo, un agua y un clima diferentes. Una Bioética más fuertemente marcada por lo social, más compleja y centrada en el hombre y la mujer. En Latinoamérica y el Caribe, la persona humana y el ambiente tienen prioridad fundamental. La persona humana como sujeto y en cuanto tal, es aquí especialmente considerada y tratada. La persona se realiza como sujeto si vive su existencia en forma concienciada. La "concienciación" es un modo de ser hombre. Ante una población religiosa y sincretista, la tendencia de la reflexión bioética en la región está frecuentemente basada en la moral cristiana. Sin embargo, nunca se ha discriminado del diálogo a otras Iglesias

U niversidad N acional de Colom bia (Bogotá). En el país la en señanza de la bioética es o b lig a to ria por ley 23 de 1981, art. 47. U n rol considerable es este proceso lo tuvo e l jesuita A. Llano–Escobar, promotor y co-fundador de FELAIBE. 23

Su texto Ética M édica es de 1975.

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Prom otor com o presidente de la Federación Panam ericana de Escuelas y Facultades y Escuelas de M edicina (FEPAFEM ) y uno de los prim eros adherentes a FELAIBE. 25 En C hile la bioética tuvo una vivaz dinám ica. Se im puso com o “disciplina axial del hum anism o m édico” gracias a la U nidad de Bioética de la Facultad de M edicin a de la Pontificia Universidad C atólica de C hile, en Santiago. Personalidades de pu nta fueron Alejandro Serani y M anuel Lava do s, doctores bien en filosofía bien en m edicina, form ados en la escuela del padre G eorge C ottier. Fueron los prom otores de un congreso de bioética en 1988, al cum plirse los 100 años de la U niversidad. Estructuraron la bioética com o disciplina herm enéutica transversal de “am or a la verdad”, una verdad integral que no puede ser sacrificada por el contractualism o o por el consenso social.

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En M éxico la enseñanza de la bioética com enzó tarde en las escuelas de m edicina, y uno de sus im pulsores a nivel m édico y político fue el D r. Velazco-Suárez. Estudiosos com o José Kuthy Porter de la Universidad Anàhuac, y Gabriel de la Escosura, del H ospital General de M éxico tuvieron una influencia considerable en la sensibilización pública y difusión. U n program a de perfeccionam iento en bioética se ofrece en la U niversidad de G uanajuato, en León, bajo la coordinación de Gabriel C ortés.

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Por iniciativa de A lfredo Llano-Escobar existe un equipo escribiendo la historia de la bioética latino am ericana y del C aribe. Pido excusas por no m encionar dem asiados porm enores u om itir involuntariam ente docentes e investigadores de im portancia en este apartado. 18


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y creencias, en la búsqueda de criterios mínimos y máximos a ser tomados en cuenta frente a la multiplicidad de dilemas bioéticos existentes en la sociedad. Dada esta realidad continental, la moral de la concienciación suscita gran interés en nuestros días. Este aspecto tiene una resonancia decisiva para la liberación y la vida del pobre, del marginado y del oprimido, de tantos seres que viven en la ignorancia, con "sed" de verdad, de libertad y de justicia. Recuérdese que no se puede exigir "conciencia" cuando se tiene hambre y se padecen constantes injusticias. En otras palabras, cuando no se tiene con qué y cómo vivir en forma digna, o cuando no se tienen cubiertas las necesidades mínimas de supervivencia a nivel personal (alimento, vestido, habitación) o a nivel social (una familia inexistente; aulas de clase vacías, empresas sin principios ni valores humanos, comerciantes acaparadores que desean a expensas de los "otros" mantener exageradas utilidades, gobernantes autistas y corruptos, pastores apáticos y acríticos, y en general, una sociedad en franca desintegración). Nuevas especies El comienzo de la bioética, decíamos, se impulsó desde la medicina y áreas de la salud, aunque en pocos años pudo ampliar su visión y se hizo más global, reclamando aspectos no considerados por los primeros maestros. Diversos acontecimientos favorecieron esta proliferación, y en forma exponencial crecieron el número de reuniones científicas en los diversos países en éstos últimos diez años. Un análisis de las temáticas de los diversos congresos, seminarios, cursos y demás eventos realizados local e incluso internacionalmente ponen de manifiesto al conjunto de inquietudes actuales más cerca de la justicia social y ambiental que del área médicoclínica.28 El contexto latinoamericano comenzó a diferenciarse y a tener sus matices propios con respecto al contenido e inquietudes de la bioética anglosajona y la europea.29 Una bioética que no se dirige tanto a las

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Los hitos lo conform an el II C ongreso de la Federación de Instituciones de Bioética de Latinoam érica y del C aribe en Bogotá (C olom bia, 19 98 ), y el VI C ongreso M undial de Bioética en Brasilia (Brasil, 2002). 29

Algunos la ven com o un sim ple m arco de reflexión y de investigación interdisciplinaria sobre los desafíos a raíz de los progresos técnico–m édicos. Otros van m ás lejos y ven en la bioética un "m étodo de análisis" qu e ayuda en la tom a de decisiones en sus contextos particulares, debido al abuso de poder o por la insuficiencia de un sistem a jurídico adecuado. D entro de esta búsqueda de pautas y norm as que orienten la acción, cabe una posición pragm ática que considera im posible el consenso en las cuestiones de fondo dentro de una sociedad pluralista, y propone con m ayor fuerza una ética de m ínim os aceptables que siga el parecer de la m ayoría, en la búsqueda de com prom isos prácticos. A partir de la com prensión y aceptación de dichos m ínim os, entonces, se establece la posibilidad de seguir reflexionando en una ética de m áxim os. Pero, al igual que en el resto del planeta, se pu ed en m encionar cuatro m odelos éticos de referencia: el liberal radical, el pragm ático–utilitarista, el m odelo social- biológico y el personalista, 19


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innovaciones en materia de genética humana, sino a problemas de praxis sanitaria, de diversidad biológica y de bioseguridad. Tal y como ya ha sido expresado, la educación del tercer y cuarto nivel fue la “puerta de entrada” por donde se introdujo la disciplina a nivel mundial, y por ende en Latinoamérica y el Caribe. Esta experiencia se inició en Latinoamérica en 1972 desde el Instituto de Humanidades Médicas y Centro de Bioética de la Fundación José María Mainetti para el Progreso de la Medicina (Gonnet, Argentina), seguido en 1985 por el Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos (Santafé de Bogotá, Colombia). Desde allí esta modalidad se multiplicó en casi todos los países de la región con diversas intensidades. Durante la década de 1990 en Latinoamérica y el Caribe se inició un proceso de incorporación gradual de la disciplina en todas las Facultades de Medicina y en sus 246 Escuelas de Medicina a través de eventos, charlas y talleres. De las cuales, ya en este siglo, unas 140 Escuelas (y pronto muchas más) ya han dado los pasos para conformar una cátedra de bioética, o una serie de contenidos de ética médica distribuidos en un eje transversal de formación, o bien una carrera de posgrado, una diplomatura, una especialidad, un magister. La fertilidad del “suelo” latinoamericano permitió que surgiesen nuevas iniciativas en otras disciplinas en el transcurso de la década pasada.30 Aunque la bioética comenzó su difusión y promoción a nivel de las universidades y hospitales, entre los profesionales de la salud, de la biomedicina y de la biotecnología, posteriormente se hizo más interdisciplinaria, se le incorporan especialistas del ambiente en materia de diversidad biológica y bioseguridad. Casi en paralelo y con miras a fortalecer su fundamentación y marco social–político–cultural, se incorporaron a esta gesta los juristas, filósofos, teólogos, pedagogos y sociólogos. Poco a poco, otras disciplinas comenzaron a introducir cursos de bioética en su currícula.

donde los dos últim os son los que han tenido m ayor aceptación. 30

A partir de 1990 en de casi todos los países latino am ericanos y del C aribe se fueron consolidando Instituciones y com isiones de bioética en diversos centros de atención m édica y de investigación biom édica y biotecnológica. En varios países, la legislación ya prevé las C om isiones N acionales de Bioética (Argentina, C hile, C olom bia, M éxico y Venezuela). Se han realizado ya cuatro eventos continentales, y la necesidad de encuentro y diálogo ha facilitado la realización de m ás de diez congresos internacionales de fuste, dos congresos m undiales (Buenos Aires 1994, Brasília 2004) y m ás de un centena r de encuentros nacionales de bioética. En la línea de docencia, se han im plantado cursos de actualización y de perfeccionam iento, Especialidades, M aestrías y hasta un D octorado en B ioé tica en m ás de 24 universidades del subcontinente. Asim ism o, en casi todas las Facultades de M edicina se dictan cursos sobre la especialidad. En estos últim os años, en diversas Facultades de Ciencias, D erecho, Ingeniería, H um anidades, Filosofía, Educación, C iencias Económ icas y Sociales se han iniciado diversas cátedras de bioética, con carácter optativo u obligatorio. 20


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Los medios de comunicación social rápidamente se hicieron eco de la casuística bioética, creando polémica y rechazo entre los conocedores del tema –por lo “amarillista” de algunos planteamientos–, y entre espectadores comunes –por lo complejo de los asuntos tratados–. Lamentablemente, en la búsqueda de un balance, generalmente se tiende a lo banal, salvo algunas secciones de periodismo científico. La bioética se ha difundido para todos como un “requerimiento obligatorio”, y para algunos como un “requerimiento deseado”. Otros creen que se trata más bien de una “moda”. Es posible que haya un poco de cada cosa, pero como todo proceso de crecimiento, parece haber llegado el momento de la maduración, la estabilización, la consolidación. Considero que se está llegando a este estadio en Argentina, Brasil, Colombia y Chile. La bioética comenzó a tener publicaciones especializadas a nivel íbero –américano desde 1990: España, Argentina y Colombia encabezan el número de revistas y ediciones.31 La tecnología de la información y de las comunicaciones facilita la apertura de diversas páginas web (la más conocida es la de bioetica.org –Argentina–), bibliotecas electrónicas (la del Programa Regional de Bioética –Chile-), foros virtuales, y ya se ofrecen cursos a distancia (por ejemplo E.L.A.BE –Argentina–, y otras tantas experiencias que están ya en ejecución. Nuevas oportunidades de formación a bioética encontró en la educación superior el medio de hacer–del–ser un ser–digno y libre, al dotarle de los datos, principios, criterios, métodos y herramientas de pensamiento por un lado; y por otro, de habilidades y destrezas que le permitieran el uso de dichos conocimientos en diversos contextos. Le ofreció al individuo un conjunto de competencias para desempeñarse social y profesionalmente de acuerdo con sus capacidades, necesidades y expectativas personales. La educación en bioética ha permitido que estos conocimientos y experiencias se transfundan a otros espacios de la vida social.32 31 R ecientem ente se han creado m ás de doce publicaciones periódicas im presas y virtuales sobre cuestiones bioéticas. 32

La bioética perm ite «pensar y soñ ar e n un m undo diferente; un m undo en el que se com bine el conocim iento biológico con el de los sistem as de los valores hum anos (...) Bíos representa el conocim iento biológico, la ciencia de los sistem as vivos, y la Ética representa el conocim iento de los valores hum anos» (Potter). En este sentido, la bioética analiza e interpreta racionalm ente los deberes que com o individuos y com o m iem bros de la com unidad hum ana se tienen para con nosotros m ism os, pa ra con los dem ás y con nuestro m edioam biente. La bioética analiza racionalm ente un hecho prim ario de la vida hum ana que es la conciencia del de be r o de la obligación. Por lo tanto, ella m ism a es ética, entendida com o el estudio del carácter hum ano ideal, de las m orales, de las acciones y de los fines en térm inos históricos, que no puede separarse de una com prensión rea lista de la ecología en su am plio sentido, y m enos aún de los valores relacionados con la vida, en especial la vida hum ana. 21


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Las oportunidades expresadas más arriba han generado en paralelo algunos desafíos de los cuales será menester hacerse cargo, a saber: • La necesidad de una formación básica y diversificada: La entrada de la disciplina por “la puerta grande” de la Universidad ha dejado un vacío educativo que es fundamental atender para la consolidación intelectual de las futuras generaciones. Los niveles de primaria y de secundaria se han mantenido relativamente al margen de este nuevo conocimiento, y se hace entonces necesario multiplicar experiencias piloto para esas áreas como las emprendidas por la Universidad Católica de Chile y el Programa Regional de Bioética con sede en Santiago de Chile, o la llevada adelante por la Universidad del Bosque en Colombia.33 • La necesidad de grados académicos doctorales y posdoctorales en bioética: La consolidación de líneas de investigación requieren y ameritan estudios superiores conducentes a título de doctorado (ya en Brasil se dispone de esta oferta académica, y tal vez pronto esto sea una realidad también en Colombia). • La necesidad de difundir la producción bioética latinoamericana: La universidad ha sido fuente motivadora del extenso volumen de libros, revistas, cuadernos docentes y artículos disponibles sobre la especialidad hoy en todo el continente. Por ejemplo un coterráneo, el Dr. Augusto León C., escribió sobre ética médica en 1975, constituyendo uno de los primeros tratados de orientación bioética existentes en la región. José A. Mainetti ha publicado una prolija y extensa colección de trabajos. Diversos especialistas han publicado más recientemente centenares de libros sobre diversos tópicos en torno de la bioética. El Programa Regional de Bioética publica Acta Bioethica, el Padre Alfonso Llano Escobar recopila todas las obras significativas aparecidas en estos últimos años, el Dr. Gustavo García Cardona y Fabio Garzón editan nuevos trabajos bioética con una edición vanguardista, pero la circulación de estos trabajos es restringida: se hace necesario una mejor difusión de los excelentes materiales elaborados por intelectuales de la región. • La necesidad de consolidar el Programa Regional de Bioética:34 La Oficina Panamericana de Salud inició un programa de desarrollo integrador de la ética médica al sistema de salud. Así se creó el Programa Regional de Bioética y se iniciaron en 1996 los dos primeros cursos bianuales de posgrado de bioética clínica en Santiago de Chile, 33

Este proceso llevó, en el m arco del I C ongreso Iberoam ericano de Bioética y I C ongreso Venezolano de Bioética, a form ular la D eclaración de C aracas del 9 de febrero de 2001. Su prim er petitorio reza así: “Q ue se prom ueva la enseñanza de la Bioética en todos los niveles de la educación”. Y con este propósito han estado trabajando en la región equipos interdisciplinarios, em pleando tecnologías de la educación y las tecnología de la inform ación y las com unicaciones. Este m ism o petitorio se ha reactualizado en las D eclaraciones de Bogotá (2002) y Quito (2005). 34

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H oy denom inado U nidad de Bioética.


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en República Dominicana luego y ahora en el Perú. Ya se programa la siguiente experiencia, la cual tendrá cambios con respecto al modus operandi anterior y se fortalecerá con un equipo latinoamericano. • La necesidad de disponer de las nuevas herramientas de la tecnología de la información y de la comunicación: Se viene trabajando desde Venezuela en el Diccionario y Enciclopedia Multimedia (BIODIKÉ), que se realiza con carácter estrictamente académico. El proyecto consiste en un medio de búsqueda de palabras y temas claves en una gran enciclopedia electrónica que contiene artículos de diversos autores, dentro de una pluralidad e interdisciplinaridad de pensamiento, a ser utilizado como material docente y reflexión sobre diversos dilemas éticos para las diversas Facultades y Escuelas de nuestro Continente. Es importante señalar que su diseño permite la actualización de contenidos en forma periódica y el empleo de tecnologías educativas (TE’s), mediante tecnología de la información y las comunicaciones (TIC’s), para generar la posibilidad de consultas, foros, videoconferencias, investigaciones y docencia.35 Existe otro proyecto en marcha, contextualizado en América Latina, para elaborar un Diccionario de Bioética, que ya cuenta con el aval de la UNESCO, en el convencimiento de que en la región hay una enorme riqueza de pensamiento sobre estos asuntos y que se tiene mucho que aportar a los debates internacionales. • La necesidad de fomentar el trabajo científico y experiencias en el continente: Hay diversas motivaciones entre equipos internacionales de la región que se han manifestado en la conformación de: 1) la Red Latinoamericana de Bioética, la cual partió de decisiones de especialistas en Caracas (I Congreso Iberoamericano de Bioética, 2001), Bogotá (II Congreso de Bioética e Investigación Científica, 2002), Brasil (VI Congreso Mundial de Bioética-IAB, 2002) y otros, hasta que la UNESCO tomó la tutela y centró su accionar en México a partir de 2005; 2) la Seccional Latinoamericana de la Sociedad Internacional de Bioética que se constituyó en Buenos Aires (2004); 3) la conformación de una Sociedad Latinoamericana de Bioética –aún en etapa de ejecución- tiene varias vertientes: la de Quito (V Congreso Latinoamericano de BioéticaFELAIBE, 2005) y Valencia (Reunión Extraordinaria de Instituciones de Bioética de Latinoamérica, 2005) y la de Gijón (IV Congreso Mundial de Bioética-SIBI, 2005) donde se han propuesto algunas ideas que esperan ser consolidadas en Sao Paulo (2007). II. Un camino hacia el saber-ser para los demás

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Este proyecto brindará una Enciclopedia Virtual al servicio de la educación y de la vida. Se persigue la participación en form a virtual (vía Internet) al m ayor núm ero de estudiantes y profesores del C ontinente. Así m ism o, busca m inim izar las dificultades de sus futuros usuarios ante la escalada de los precios de los textos im presos y el desarrollo del conocim iento, en biom edicina y biotecnología. Al m ism o tiem po, se podrán prom over los textos de los autores colaboradores a través de resúm enes. 23


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Sabiduría y prudencia La bioética tiene como virtud cardinal a la prudencia. Útil sobre todo cuando se tiene que actuar en un contexto plural e interdisciplinario, y no dejarse seducir por el sentimentalismo y la demagogia, y ofrecer criterios técnicos y humanos que consideren las implicaciones últimas de las decisiones a ser tomadas. La sindéresis es el fundamento de la sabiduría, y significa una cierta habilidad o disposición preactiva hacia la acción o la ejecución de alguna tarea, una disposición fundamentalmente racional. La bioética requiere, a mi juicio, de un especialista con visión holística y una actitud teleológica y trascendental.36 Un profesional experto en toma de decisiones complejas, sobre todo frente a dilemas en situaciones límite y de vulnerabilidad,37 de una comprensión de los derechos humanos. Caminos múltiples (pluralidad e interdisciplinaridad) "Hacia", significa un camino inconcluso por el cual se avanza, y en el cual se persigue un ideal. En este sentido el trabajo determina una dirección de "movimiento", una entre las tantas alternativas con respecto a la pedagogía y a las exigencias del perfil de los principales actores de la Universidad en la formación de los profesionales de la salud, de la biotecnología y biomedicina, del ambiente y de las ciencias del hombre en general. Múltiples pueden ser los caminos que se propongan, todos los cuales dependerán de la exhaustividad y la racionalidad que se aspire alcanzar. En especial para todo estudiante o profesional que tenga como propósito profundizar sus conocimientos técnicos y humanísticos, su acervo cultural, disponiéndose así, de un conocimiento englobador que le permita su mejor ejercicio profesional y expresarse con holgura y altura, manejando un mínimo de criterios y fundamentos sobre la temática que trata. El volumen del conocimiento humano se ha venido incrementando en proporciones exponenciales, dificultándose en la actualidad poder ser un experto en una o varias disciplinas. Sin embargo, idealmente, todos los seres humanos deberían disponer de un bagaje mínimo de nociones que les permitan un desenvolvimiento oportuno y adecuado en los diversos planos

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Aristóteles en Ética a N icóm aco consideraba a la sabiduría com o el suprem o conocim iento, el del saber desinteresado de lo universal o saber por el saber, identificable pues con la filosofía prim era o unión de la razón co n el conocim iento pleno de los prim eros principios. L a prudencia, en cam bio, estaba orientada hacia la práctica y la acción m oral. 37

En el m undo actual en el que se perciben un conjunto de situaciones que im presionan por su com plejidad, particularm ente en m ateria biom édica y biotecnológica. Su avance ha sido tan vertiginoso que el hom bre com ún no ha sido capaz de reflexionar sobre las consecuencias que estas innovaciones le traen. Por su parte, la ciencia y la tecnología com ienzan cada vez m ás a ofrecer y a proponer una serie de “avances” que tienen que ser evaluados a la luz de valores hum anos y no sólo de im perativos tecnológicos. 24


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de la vida social, económica, política, tecnológica y cultural en que se desempeñan, apto a las exigencias de su posición intelectual y social. Búsqueda perseverante del saber La búsqueda de la sabiduría no puede lograrse exclusivamente con patrones humanísticos o tecnológicos, ya que la sabiduría es un proceso integral. Dicho proceso requiere de una combinación adecuada de una serie de criterios aprendidos y que aparentemente están disociados, en una coherencia efectiva de ideas para resolver problemas y adquirir así la capacidad para tomar decisiones acertadas. La sabiduría en su proceso, favorece el desarrollo de nomenclatura terminológica y estructuras cognoscitivas y vivencias idóneas. Para ello se requiere de constancia, e ir poco a poco asimilando conocimientos y experiencias, profundizando en sus significados y así, a irlos aplicando en la vida con criterios acertados y en forma exitosa. Es así como el estudio de la bioética parte de su objeto formal dentro del contexto de la ética de la vida humana, en cuanto ésta se encuentra sometida a influencias religiosas, sociales, culturales, económicas, además de las intervenciones biomédicas y biotecnológicas de diversa naturaleza. Para abordar las cuestiones éticas más radicales que se plantean actualmente bajo los límites o restricciones de la bioética, éstas deberán ser descritas y valoradas con criterios de universalidad, mundanidad, novedad, secularidad, pluralidad y racionalidad con base al respeto incondicional de toda vida humana desde que es fecundada hasta su ocaso natural; la manipulación biotecnológica con fines profilácticos, diagnósticos y terapéuticos; la adecuada promoción, prevención y provisión de los servicios de salud; y las implicaciones ecológicas que ciertos abusos acarrean sobre la vida de la persona en el presente y su futuro. Una alternativa: la Universidad La Universidad es un camino que busca la formación general, propia de la conformación de líderes humanos y efectivos en la sociedad. Un camino que puede hacerse sólo en compañía de otras personas con un mismo interés y nivel, en lo posible homogéneo, no necesariamente profesional pero sí intelectual, para generar procesos discursivos profundos, amenos y gratos. Un camino de iluminación, de orientación. Este camino no tiene la pretensión de establecer una técnica pedagógica única, sólo busca redimensionar los principios pedagógicos claves que deberán ser considerados en la formación de nuestras casas de estudio, como un proceso participativo y continuo. III. La Universidad Un lugar La Universidad es algo más que un lugar para "investigar y enseñar o estudiar y aprender", o un mero estadio de educación superior, o un lugar de

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intercambio (pasivo y activo) de información, de conocimientos, de experiencias científicas y vivenciales. Un lugar que trasciende La Universidad es un centro de servicio "forjador y desarrollador" del conocimiento humano. “La Universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”.38 La Universidad define una misión o credo de compromiso y responsabilidad frente al hombre y la sociedad, ante el contexto social, histórico y cultural en la cual participa. En su quehacer social y cultural, educativo e investigativo, transmite un conjunto de valores y principios humanísticos y técnicos que capacitan a su comunidad, la inducen a un proceso de maduración cognoscitiva, afectiva y social particular, donde lo intelectual y la formación integral tienen preponderancia. Un lugar que construye La Universidad en el desarrollo de su quehacer didáctico vela y favorece la maduración ética y moral de su comunidad específica, y la defensa de éstos. La enseñanza depende de la capacidad, idoneidad y dedicación que se refleja en la tarea de "querer enseñar", y que distingue en forma clara al docente por vocación del que lo hace por "marketing". Se enseña, entonces, de una manera particular a través del ejemplo, dispuesto siempre con paciencia, magnanimidad, equilibrio psicofísico y perseverancia en obrar correctamente, con el inocultable deseo de buscar la verdad y que los alumnos consigan superar al maestro en todas las facetas de su quehacer profesional. Así se aprende más por lo que se ve en los docentes que por lo que se dice, como afirmaba Séneca. Un lugar de, para y con el saber La Universidad está llamada a ser "Universitas magistrorum et scholarium que consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros animados todos por el mismo amor al saber”. Por eso se habla de ella como de una comunidad organizada a partir de un binomio dinámico y dialogal docente y discente, dónde se busca explorar, describir, correlacionar y explicar la sapiencia humana, a través de la investigación y la docencia. Las reiteradas interrogantes bioéticas a este respecto son: ¿por qué no se aborda en Latinoamérica y el Caribe el problema de la pobreza, el hambre, la injusticia social con más insistencia?, ¿por qué no se dedica más tiempo a la situación continental que a discutir dilemas propios de Europa o de los Estados Unidos? Y no es que aquellos problemas ajenos dejen de ser importantes, pero hay

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Ley de U niversidades, G aceta Oficial nº 1.429, extraordinario (C aracas, 8 de septiem bre de 1970), art. 1. 26


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necesidad de abordarlos de acuerdo con una prioridad establecida en base a una realidad propia. ¿Qué se hace con los problemas de la contaminación del aire, agua y tierras en los países de Latinoamérica y el Caribe?, ¿serán los productos transgénicos de animales y vegetales una solución para el hambre en la región?, ¿tiene sentido brindarle una exhaustiva información al paciente cuando éste parece no comprender lo que se le dice?, ¿tiene importancia comprender la cultura o las creencias de los pacientes que se atienden en nuestros centros de salud?, ¿acaso el hecho de que se pueda técnicamente prolongar la vida de una persona en estado vegetativo persistente, constituye una razón suficiente para que se lo deba hacer?, ¿se debería invertir mayores recursos médicos en las unidades neonatales de terapia intensiva, dado el costo de estos tratamientos y sus resultados no siempre exitosos?, ¿puede una enfermera renunciar a atender a una persona que padece una patología contagiosa?, ¿el médico clínico debe advertir a la pareja de un paciente con VIH positivo de la posibilidad y los riesgos de una infección?, ¿cómo se evita el predominio de la dirigencia o la burocratización en un comité de ética? Un lugar garante de la verdad, del conocimiento y del ser humano La Universidad tiene su eje en el "gaudium de veritate", en su compartir gozoso del intellectus, catalogado en las diversas disciplinas del saber humano. La necesidad de buscar, indagar, escrutar, examinar, observar, descubrir y comunicar el conocimiento científico. Por ello, en su búsqueda de la verdad se afianza en los valores y principios fundamentales de la humanidad. Por otro lado, la Universidad como depositaria del saber científico es custodio permanente de su vigencia, coherencia y pertinencia; de su método y su rigor. Su función investigativa y educativa se orienta a servir mejor a la sociedad. "Las Universidades son instituciones al servicio de la Nación y a ellas corresponde colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales".39 Tal como se dijo, la Universidad tiene una misión social trascendente y un compromiso con la comunidad en la cual está inserta, para la solución de sus problemas. Por eso es un lugar privilegiado del saber, en su salvaguarda y enriquecimiento de este patrimonio humano. Su misión fundamental es la constante búsqueda de la verdad mediante la investigación, la conservación y la comunicación de ese saber para el bien de la sociedad toda. Cumple entonces su misión como una comunidad de maestros y discípulos, que en asociación académica corporativa, velan y protegen la dignidad humana y el patrimonio científico y cultural, mediante la investigación y la docencia. “Las universidades deben realizar una función rectora en la educación, la cultura y la ciencia. Para cumplir esta misión, sus actividades se dirigirán a crear, asimilar y difundir el saber mediante la investigación y la enseñanza; a completar la formación integral iniciada en los ciclos educacionales

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Ib., art. 2. 27


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anteriores, y a formar los equipos profesionales y técnicos para su desarrollo y progreso”.40 Un ambiente ético–democrático La libertad y la dignidad se forjan en un ámbito democrático, promocionando los valores humanos fundamentales y la voluntad de desarrollo ético en todo hombre y su entorno de vida. Por tal motivo: “La enseñanza universitaria se inspira en un espíritu de democracia, de justicia social y de solidaridad humana, y estará abierta a todas las corrientes del pensamiento universal, las cuales se expondrán y analizarán de manera rigurosamente científica”.41 El sano reconocimiento de los papeles que como estudiantes, profesores y personal administrativo, manifiestan la sana corresponsabilidad social, al margen de la necesidad de aprender y de enseñar como proceso educativo paulatino y gradual, realizado en forma participativa entre todos los actores de la comunidad. La profesionalidad es la armonía existente entre dos competencias -intelectual y ética- y por consiguiente es imprescindible y fundamental aprender y enseñar formalmente este vivir ético de cada momento asistencial y desarrollo ambiental como una exigencia propia de la sociedad. La educación requiere un equilibrio permanente y progresivo del docente, el alumno y la Universidad para lograr que nuestros actos se realicen, entonces, dentro de aquel ámbito, como deben-ser. En la búsqueda de la verdad La verdad no es algo exclusivo de una ciencia o disciplina, de una persona o grupo de personas; es ante todo el producto del diálogo abierto y multidisciplinario. En este proceso hay que saber sistematizar criterios y juicios, manejar una pluralidad de perspectivas, y tolerar aún aquellos enfoques que puedan parecernos en principio adversos en pro del futuro de la humanidad. Diego Gracia dice en su Fundamentación de la bioética que “Vivir es ir decidiendo lo que es bueno y lo que es malo, diferenciando lo verdadero de lo falso, lo bello de lo feo. El hombre realiza a lo largo de su vida otros muchos juicios; así, por ejemplo, el médico lleva a cabo con mucha frecuencia juicios sobre el carácter sano o enfermo de un órgano, una persona o una colectividad: son los llamados «juicios clínicos» o «juicios diagnósticos». Su valor de verdad es, por lo general, bastante problemático, todo médico experimentado sabe bien la dificultad con que en ese campo puede hablarse de certeza. Como los demás juicios científicos, los juicios médicos tienen un carácter, por lo general, sólo hipotético o probabilístico. El progreso de la medicina, como el de la ciencia toda, consiste precisamente en elaborar hipótesis o teorías cada vez más consistentes, que permitan

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Ib., art. 3.

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Ib., art. 4.

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construir juicios diagnósticos o tomar decisiones operativas más ajustadas a la realidad. Nadie espera menos de la ciencia, pero tampoco más”.42 Inserción Social de la Universidad La Universidad está inserta en medio de una comunidad social, en la cual participa en forma activa. Está inmersa en la sociedad humana, llamada a ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas como para la sociedad. Sus actividades de investigación incluyen, por tanto, el estudio de los graves problemas contemporáneos de nuestra realidad continental, tales como la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional. La investigación universitaria se deberá orientar entonces al estudio en profundidad de las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas. Baluarte de la vida humana La misión de la Universidad no puede desvincularse de su realidad fundamental, de educar e investigar, pero con criterios orientados y acordes con los principios éticos y morales fundamentales. Deberá darse una especial prioridad al examen y a la evaluación de los valores y normas dominantes en la sociedad y en la cultura moderna, y a la responsabilidad de comunicar a la sociedad de hoy aquellos principios éticos y aún religiosos que dan pleno significado a la vida humana. Esta contribución que la Universidad puede dar al desarrollo de aquella auténtica antropología, del hombre y para el hombre, y más aún indispensable para la formación de los profesionales de la salud. Promotora de la justicia y el compromiso social La Universidad como “alma mater” tiene un fin social, basado en el servicio: el espíritu de servicio a los demás en la promoción de la justicia social reviste particular importancia para ella y debe ser éste un propósito compartido por los profesores y fomentado entre los estudiantes. Con miras a la construcción de una sociedad, ésta se empeña firmemente en el crecimiento integral de todo hombre y mujer, promueve el desarrollo de los pueblos que luchan por liberarse del yugo del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas y de la ignorancia; de aquellos que buscan una participación más amplia en los frutos de la civilización y una valoración más activa de sus cualidades humanas, que se mueven con decisión hacia la meta de su plena realización.

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GR AC IA, D ., Fundam entación de la bioética, M adrid, EU D EM A, 1989. 29


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IV. EPÍLOGO La enseñanza de la bioética en América Latina y el Caribe ha tenido un avance significativo, que se está haciendo extensivo desde la Universidad a los niveles educativos diversificados, técnicos y básicos. La Universidad en tanto se ha constitiudo en un baluarte de la vida, en un ambiente éticodemocrático que permite la búsqueda de la verdad, la justicia y la trascendencia del ser humano. En su seno se han producido diversas experiencias exitosas: a) se ha logrado la elaboración de materiales de instrucción y didácticos; b) en la mayoría de los países se estudia un currículo que contempla la transversalidad de la disciplina en los diversos niveles de la educación escolarizada; c) se organizan los comisiones de bioética y se dictan cursos en diversos centros de salud, de investigación y de educación; d) se conforman varias líneas de investigación, diplomaturas, especializaciones, maestrías y doctorados. La bioética de la región ha tenido una buena participación en los diversos eventos nacionales, regionales y mundiales, edita una variedad de publicaciones –entre las que aparecen las primeras revistas indexadas-, se disponen de cursos a distancia, bibliotecas electrónicas, páginas institucionales y se va conformando una Red Latinoamericana de Bioética. La bioética en América Latina y el Caribe está centrada en la vida humana y la vida en general, en su promoción y defensa, para que “la llama permanezca encendida”. Tal mirada humana y social, centrada en el varón y la mujer y en sus derechos fundamentales, dirige su protección hacia los grupos más vulnerables. Su tarea consiste en suministrar a la “frágil llama” de cada vida personal el combustible necesario para que arda, hasta que por sí misma se extinga sin que pueda decirse que alguien la ha apagado. Llama que hay que alimentar, mantener y proteger deliberadamente, promoviendo su vigor natural y calidad en cualquiera de sus momentos existenciales. La bioética en esta región del mundo se diferencia de las vertientes norteamericana y europea, porque se dedica más específicamente y con mayor hondura a la búsqueda de la armonización social, la promoción y defensa de los derechos humanos fundamentales, la ética y justicia sanitaria, la seguridad alimentaria, la protección y conservación de la biodiversidad. Obviamente, está atenta a todos los avances biomédicos y biotecnológicos, pero enfatiza el trato legal que se les ha de dispensar a las prácticas biomédicas y biotecnológicas, reconociendo que el principio ético fundamental es que a la vida no se le imponen normas. Ella misma es la norma. Sobre todo porque la tecnociencia debe estar a favor de la vida, del ser humano y su mundo. Asimismo, busca elaborar un marco jurídicobioético que proteja a los ciudadanos ante la biopiratería y otras prácticas abusivas de investigación biomédica y biotecnológica con seres humanos.

Recibido: Aceptado:

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12/06/2005 28/04/2006


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MEDICINA DE TRANSPLANTES Y RACIO NALIDAD PO LÍTICA: ¿presunción de oblación, o ablación de significados? 1 JOSÉ MARÍA TAU (Universidad Nacional de La Plata) RESUMEN E ste trabajo prete n d e c o n tribuir a la reflexión sobre los alcances de una reform a in tro d u cid a al te xto d e a lg u n os a rtícu lo s d e la le y 2 4 .1 9 3 p o r la L ey 2 6 .0 6 6 , q u e m ereció a preciab le co be rtura m ed iá tic a p or hab er inco rpo rad o a l de rech o p ositivo arge ntino el rég im en de presun ción de l con sen tim ien to e n la e xtracción de órgan os y te jid o s p o st-m o rte m co n fin e s d e im p la n te . In te n ta r e m o s se ñ a la r q u e la m o d ifica ció n in vo lu cra a sp e cto s q u e, la m e n ta b le m e n te , fu e ro n so sla ya d o s p o r lo s le g isla d o re s en carga do s de an alizar el proyecto, cen trán do no s en principa lm en te e n tres d e e llos: a ) L o s in te rro g a nte s q u e p la n te a a q u e lla p re su n ció n p a ra e l re a l e je rcicio d el d e re ch o h u m a n o y p e rso n a lísim o a disp o n er d e l cu e rp o pro p io tra s e l fa lle cim ie n to ; b) E l significado de la incorp ora ción del xenotra nspla nte, e s d e cir d e l tra n sp la n te co n tejido s no hu m an os; c) E l n u e vo ro l a sig n a do a l E s ta d o co n la u n ive rsa liza ció n d e la co b e rtu ra g ra tu ita d e e sta te ra p é utica , e n el co n te xto d e la s o b lig a cio n e s ya in stitu id a s p o r la le g isla ció n re fo rm a d a . P a rtire m os del análisis de norm a s del derecho positivo en la convergencia de lo s d iscu rso s ju ríd ico y b io é tico a un q u e la fin a lid a d d e e sta re fle xió n e s a p o rta r a l d iá lo g o e n un a m a te ria co m p le ja y d e fu e rte s im p lica n cia s p a ra la é tica so cia l y la filo so fía d el d e re ch o . P ALAB R AS C LAV E : Transp lan te - Xen otran splan te - Ley - A rge ntina - B ioé tica AB S TR AC T This paper a nalyzes th e s c o pe of the legal re form of the fo rm er la w 24,193, and its sub stitution for the law 26 .06 6. Th is reform raised con side rab le m ed ia co verag e, since it in co rp o ra te d in to th e A rg e n tin ia n po sitive la w th e pre su m e d co n se n t re g a rd in g org a n and post-m ortem tissue extraction w ith transplant purposes. I point out that the reform a vo id e d a co n sid e ra tio n of a sp e cts su ch a s: 1 ) T h e q u estio n s re g a rd in g th e H u m a n R ig h t to h ave p osse ssio n of th e ow n b o d y a fte r d e a th ; 2 ) T h e m e a n in g o f a n o n h u m a n tissu e tra n sp la n t; 3 ) T h e n e w ro le o f th e sta te co n ce rn in g th e un ive rsa l a n d g ra tu ito u s cha racter of this the rap eu tic.

1

El presente texto reproduce en lo esencial y am plía el contenido del titulado: “Estado y m edicina sustitutiva: entre el don y la coacción (a prop ósito de un proyecto de ley argentina que aspira a presum ir consentim ientos)”, nuestra com unicación en las IXº Jorna da s Argentinas y Latinoam ericanas de Bioética, organizadas por la Asociación Argentina de Bioética y en la C iudad de Buenos Aires el 11, 12 y 13 de noviem bre 2004 y convocadas bajo el título“B io ética, Salud y C iudadanía social en el Siglo XXI”. C on m odificaciones, fue publicado en la R evista E lectrónica de B ioética N º 2 de esa Asociación, en m arzo de 2006, con el título “La Ley 26.066 y la procuración de órganos y tejidos para transplantes: el silencio... ¿es salud?” (www.aabioetica.org). 31


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K E Y W O R D S : Transp lan t - Xe no tran splan t - La w - A rge ntina - B ioe thics

Introducción Nos referiremos a una reforma introducida al texto de algunos artículos de la ley argentina 24.1931 por la Ley 26.066, que mereció apreciable cobertura mediática por haber incorporado al derecho positivo argentino el régimen de presunción del consentimiento en la extracción de órganos y tejidos postmortem con fines de implante.2 Intentaremos señalar que la modificación involucra aspectos que, lamentablemente, fueron soslayados por los legisladores encargados de analizar el proyecto. I – ¿Poder de la metáfora o metáfora del poder? La medicina “sustitutiva” o “permutativa”,3 o su expresión más usual, los tratamientos transplantológicos, ofrece múltiples posibilidades de abordaje, pero si no se desiste de todo intento de fundamentación, o de esas pretensiones de universalidad y autorreflexividad esenciales en la filosofía moral, se coincidirá que cualquier acuerdo de validez para una ética cívica debe recorrer el camino argumentativo.4 Camino desde y hacia el lenguaje, que obliga a ceñirse a conceptos, para superar tanto el “emotivismo”, como el “facticismo social”.5 1

N orm a que originalm ente tenía por título ”Ley de Transplantes de órganos y m aterial anatóm ico h um ano” y desde su prom ulgación (26/4/93) enm arca la práctica de la m edicina transplantológica en nuestro país. C uando este trabajo alude a la legislación nacional de trans plantes se refiere a toda la norm ativa de nivel nacional, incluso la anterior derogada por dicha ley: el D ecreto-Ley 21.541/77 (a él se refiere la expresión “norm a de fa cto ”) y las leyes N º 23.464 (B.O . 25/3/87) y N º 23.885 (B.O . 1/11/90) que habían m odificado varios de sus artículos. Asim ism o, la legislación m odificatoria: la Ley 25.281 (B.O . 2/8/20 00 ) que reform ó sus artículos 22º y 27º inciso b) y le agregó un artículo 22 bis; y la Ley 25.392 (B. O . 10/1/01) que creó el R egistro N acional de Donantes de C élulas P rogenitoras H em atopoyéticas.

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La ley 26.066 (sancionada por el Legislativo el 30 de noviem bre, prom ulgada de hecho el 21 de diciem bre y publicada en el B oletín O ficial el 22 de diciem bre de 2005) introdujo en el texto de la ley N º 24.193 distintas m odificaciones: sustituyó íntegram ente ocho de sus artículos (1, 13, 19, 20, 21, 22, 45 y 62), incorporó dos (19 bis y 19 ter), m odificó el texto de otros dos (el inciso b] de artículo 27 y los incisos n] y q] del 44) y reem plazó una de las expresiones utilizadas a lo largo de todo su articulado (m ateriales anatóm icos por “tejidos”), así com o el título de la ley, que propiam ente pasa a denom inarse “Transplantes de órganos, tejidos y células”.

3

M AIN ETTI, José Alberto C om pendio B ioético, Editorial Quirón, La Plata, 2000.

4

C O R TIN A, Adela D iez palabras clave en filosofía política, Verbo Divino, Estella, 1998 y Etica sin Moral, Ed. Tecnos, M adrid, 2000. 5

BEAU C H AM P Tom L.; CH ILD R ESS Jam es F. Principios de ética biom édica, cuarta edición, Editorial M asson, Barcelona, 1999. M ALIAN D I, R icardo C ultura y C onflicto, Editorial Biblos, Buenos Aires, 1984. Idem : Etica, conceptos y problem as, Editorial Biblos, 32


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Y quizá uno de los problemas más importante, para abordar esta temática desde una ética racional, es discernir y, eventualmente, compatibilizar los discursos, tarea supeditada a su vez a un necesario acuerdo semántico que pueda delimitar ciertos márgenes del lenguaje y relacionarlos incluso en una sociología del conocimiento.6 II.1.- En este nivel de análisis, la primera dificultad sería determinar qué involucra el vocablo “transplantes”, o si la metáfora botánica puede ser empleada con cierto rigor técnico, más allá de su uso coloquial o periodístico.7 En la práctica médica abarca una serie de acciones, muy complejas, que van mucho más allá de los actos quirúrgicos de exéresis o ablación e implante del órgano o tejido en el receptor; que difieren sustancialmente si aquéllos se realizan en una persona o en el cuerpo de un paciente fallecido y, en este último caso, si se trata de un “cadáver”, en el cual se ha certificado la muerte por cesación irreversible de la función cardiopulmonar, o un paciente en la Unidad de Terapia Intensiva al que se le ha diagnosticado neurológicamente la muerte, de acuerdo con los criterios técnicos y operativos establecidos por ley.8 Legalmente, esta cuestión semántica tampoco es menor. La palabra “transplantes” había sido utilizada por la norma reformada sólo en el título y cinco de sus 62º artículos, en los que la metáfora aludía, con cierta propiedad, a esa secuencia de acciones. En los demás artículos, la materia regulada y jurídicamente relevante, era y es el acto de disposición del órgano y material anatómico que habrá de ser objeto de ablación e implante y las condiciones técnicas para el ejercicio de estas prácticas médicas. Pero cabe recordar que si estas acciones han merecido por parte de Derecho un “tratamiento” singular y una legislación específica (complementaria, en este punto, del Código Civil) no es por una eventual complejidad

Bs. As., 1991. Idem : Volver a la razón, Ed. Biblos, Bs. As., 1997. 6

LOLAS STEPKE , Fernando Más Allá del C uerpo, Editorial Andrés Bello, Santiago de C hile, 1997 y Bioética y A ntropología M édica, Publica. Té c. M editerráneo, Santiago de C hile, 2000. 7

PAR EN TE, D iego Márgenes del Lenguaje-M etáfora y C onocim iento, Ed. Suárez, M ar del Plata, 2002. LEO C ATA, Francisco Persona, Lenguaje, realidad, Educa, Bs. As. 2003. 8 TAU , José M . Aspectos Jurídicos y Eticos del D iagnóstico de Muerte. R evista Q UIR ON , Volum en 30, N º 4, La Plata, 1999, p.14-22. Idem : “Medicina Sustitutiva y Estado Procurador: El D erecho en Espera”, en Lexis N exis-Jurisprudencia Argentina, N úm ero Especial-Bioética, C oordinador: Pedro Federico Hooft, Bs. As. 19 de diciem bre de 2001, 2ª parte, p. 36-46. Idem : Bioética y D erecho para una form a de m orir, ponencia en el XVIIIº C ongreso Internac. de Filosofía del D erecho y Filosofía S ocial de la A soc. Interna cion al de Filosofía del D erecho, realizado en Bs. As. y La Plata del 10 al 15 de agosto de 1997, actas de la Asociación Argentina de Filosofía Práctica.

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técnica de la cirugía, o su novedad, sino por el carácter personalísimo de esos derechos de disposición.9,10 ,11 ,12 II.2.- Otro término sería “donación”: aunque habitual y de gran significación al momento de destacar el altruismo, la generosidad y gratuidad de la decisión de disponer en vida de partes del cuerpo, o para después de la muerte, en el mencionado Código la palabra alude a un contrato y la doctrina jurídica ha aclarado, hace tiempo, que tal disposición es un acto unilateral de carácter personalísimo,13 por lo que su uso en el contexto sanitario adquiere también carácter metafórico.14 “Potencial donante”, “donante” y “donante cadavérico” (con la incongruencia jurídica y semántica que acompaña esta expresión) se utilizan en el ámbito de la “procuración” para aludir a tres supuestos o momentos de esta actividad sanitaria compleja, definida como “el conjunto de actos médicos, legales y sociales que se desencadenan frente a la denuncia de un paciente fallecido potencial donante (PD) y concluyen, en el mejor de los casos, con la extracción quirúrgica de los órganos y tejidos que serán implantados en un receptor”.15 El artículo 3º de la nueva ley sustituyó el artículo 13º de la ley 24.193, norma clave y texto pionero en la legislación biojurídica nacional, que por analogía venía siendo utilizado a efectos de la aplicación de la regla del consentimiento informado ante la falta de una norma nacional expresa.16 Desafortunadamente también, para aludir a la “información” que deberá suministrarse a familiares, amigos o conocidos del paciente fallecido, haya o no expresado

9

GA TTI, Edm undo El cuerpo hum ano, el cadáver y los derechos reales (consideraciones con m otivo de la llam ada ‘ley de transplantes’), La Ley 1977-C -747

10

R O M EO C ASA BO N A, C arlos M aría “La relación en tre la Bioética y el D erecho”, en C uadernos del Program a Regional de Bioética, OP S/O M S, N º 1, septiem bre de 1995, pp. 65-77.

11

C IU R O C ALD AN I, M iguel A. “C uestiones axiológicas críticas en el desarrollo del bioderecho”, en Bioética y Bioderecho, N º 1, U niv. N ac. de R osario, Fundac. pa ra las investigaciones jurídicas, R osario, 1996, p. 23-28.

12

H O O FT, Pedro Federico, Bioética y D erechos H um anos - Tem as y C asos, Ediciones D epalm a, Bs. As. 1999.

13

SAG Ü ÉS, N éstor Pedro Elem entos de Derecho Constitucional, 2 d a . edición actualizada y am pliada, Ed. Astrea, Bs. As., 1997, Tom o II, principalm ente capítulo XVII, p. 33 y sig. por sus referencias a la Jurisprudencia de nuestro m ás Alto Tribunal. 14 C E C C H E TT O , Sergio “Tuyo, m ío, nuestro” en D octrina Prom iscua - ensayos sobre biom edicina, cultura y sociedad, Ediciones Suárez, M ar del Plata, 2003, pp. 17-81. 15 TA U , José M . “Procuración de órganos para transplantes La Justicia en Lista de Espera” en Bioética y Bioderecho. C uestiones actuales, Luis G uillerm o Blanco (com p.), Ed. U niversidad, Buenos Aires, 2002.

16

SIM O N , Pablo El consentim iento Inform ado - historia, teoría y práctica Ed. Triacastela, M adrid, 2000. 34


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su decisión en el nuevo contexto legal, incorporó en su último párrafo la expresión “donante cadavérico” (empleada asimismo en el mensaje de elevación del proyecto al Congreso).17 II.3.- Una última noción que sería preciso discernir es la de “paciente en lista de espera”, generalidad derivada de la obligación que actualmente pesa sobre los médicos de denunciar cualquier “enfermedad susceptible de ser tratada mediante un implante”, a la que más adelante aludiremos. El perfeccionamiento de las drogas inmunosupresoras y las técnicas quirúrgicas han permitido mejores resultados terapéuticos en términos de sobrevida del receptor. Esto es innegable, como el aumento de las indicaciones transplantes en los últimos veinte años. Pero lo que resulta ciertamente inapropiado es identificar “lista de espera” con “peligro de vida”, como parecían sugerir ciertas publicaciones oficiales y periodísticas al comentar la reforma legislativa.18 II.4.- “Silencio sobre lo esencial”: Viene a la memoria este título de un gran teólogo y filósofo francés del siglo XX, Jean Guitton, cuando pensamos no tanto en lo que la norma aprobada dice, sino en lo que omite. No tiene tanto que ver con la metáfora, sino con el conocido acróstico formado por las locuciones latinas “caro-data-vermibus” (literalmente “carne dada a los gusanos”) y su vulgar acepción de cuerpo muerto. Aún cuando compartimos la opinión de que a esta etimología le faltaría de exacta lo que le sobra de ingeniosa, los textos más autorizados en Medicina Legal se han encargado de aclarar que el paciente al que se la ha diagnosticado la muerte encefálica no puede ser considerado técnicamente “cadáver”. Más allá de la ironía, la distinción entre la muerte constatada por cese de la función cardiorrespiratoria y la neurológicamente diagnosticada tras la abolición de las funciones encefálicas, lejos está de ser irrelevante cultural, bioética y jurídicamente.19 En la milenaria manera de concebir la “muerte inerte” significó una verdadera revolución copernicana y la mayoría de los

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N o vale la pena detenerse en algo obvio, sino para observar otro lím ite de la expresión: ese carácter gratuito y altruista que justificaría el em pleo del térm ino, está referido pura y exclusivam en te al dador, ya que directa o indirectam ente todos los agentes involucrados en la actividad (y no sólo el receptor) obtienen algún beneficio o utilidad, al m enos en nuestro m edio. 18 La m ism a página web del organism o nacional coordinador y rector en esta m ateria m ovía a confusión, cuando en una sección titulada “el transplante sigue salvando vidas” incorporaba los pacientes en lista de espera renal (el 1°/11/2004, por ejem plo, eran 5.135, o sea el 91% del total de 5.645 pacientes en espera de órganos), que se suponían bajo tratam iento sustitutivo de la función renal. Ese total (o el de 5.713 referido en el m ensaje de elevación del proyecto al C ongreso N acional) tam p oco involucraba a los pacientes en lista de espera de tejidos, -com o córneas, piel o huesos- cuya exéresis habitualm ente se realiza tras el paro cardíaco. 19 B A U D O U IN Jean-Louis y BLO N D EAU D anielle: La ética ante la m uerte y el derecho a m orir, Ed. H erder, Barcelona, 1995.

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ciudadanos tal vez ignoren todavía la práctica del “clampeo aórtico”, o la posibilidad de extracción del corazón latiendo.20 ¿Puede entonces la ética social legitimar hoy y aquí una presunción de consentimiento sin que implique identificar realidad con racionalidad médica? La bioética significó, precisamente, un cambio de paradigma en la atención de salud signado por la primacía de la decisión del paciente y el ocaso del paternalismo ¿Y no es acaso el diagnóstico neurológico de la muerte una mediación nosológica estrictamente médica y llevada a cabo en un ambiente exclusivamente médico?21 III - Medicina, Estado y sociedad en una democracia constitucional Título tan inmenso puede parecer grandilocuente o pretencioso. Pero quiere tan sólo evocar los grandes ejes conceptuales a partir de los cuales, en una sociedad pluralista y dentro de una democracia participativa, el Estado puede organizar el derecho a la asistencia sanitaria, concebido incluso como una exigencia de justicia y no mera dádiva o beneficio.22 Deja decididamente de lado, aunque lo supone, el carácter personalísimo del derecho-deber de cada persona de cuidar su salud y sus implicancias estrictamente jurídicas, como la pertenencia a esa “zona de reserva” que la doctrina nacional entiende delimitada por la interpretación del artículo 19º de la Constitución Nacional, expresa o implícitamente receptada en los pactos internacionales que, a partir de la reforma de 1994, gozan de jerarquía constitucional según lo dispuesto por su artículo 75º inciso 22.23,24 Muy generalmente, puede decirse que casi todos los países democráticos han venido asumiendo en el pasado siglo funciones sanitarias del segundo 20

Es un hecho com probable que cuando la m ayoría de las personas, sobre todo los jóvenes, ha blan de “donar” sus órganos, o “dejar ese equipaje que no van a necesitar para el viaje”, están pensando en el cadáver de la m orgue o de la funeraria.

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N o debe llam ar entonces la atención que una de las prim eras oposiciones públicas al proyecto, con la de la Sociedad Argentina de Transplantes, fuera del C om ité de B ioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva. U n reconocido Intensivista argentino, con quien tuvim os el honor y gusto de integrar la prim era Com isión Asesora Nacional de R evisión del D iagnóstico Neurológico de M uerte, gustaba aludir a esta identificación con ironía, recordando que, siquiera para inhum ar al paciente fallecido, e ra necesario desconectar el respirador...

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C A R N O TA , W alter F. “El Derecho a la salud: entre la im plicitud constitucional, la explicitud internacional y la insipiencia jurisdiccional”, R ev. D erecho del Trabajo (Ed. La Ley) 1996-B-2964. 23

M O R ELLO , Augusto M . “U na visión del derecho a la salud desde la perspectiva de las libertades fundam entales (diálogo entre m édicos y abogados)” en Bol. de la Academ ia N acional de M edicina, supl. Tercer Sem in. sobre “C alidad y C osto de la atención m édica” realizado el 12 y 13/6/91, Bs. As., p. 27/39. 24 BID AR T C AM PO S, G erm án J. Tratado Elem ental de D erecho C onstitucional Argentino, nueva edición am pliada y actualizada, Editorial ED IAR , Bs. As. 1995, T. I, p. 62 y ss.

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nivel de prevención en forma indirecta, a través del clásico ejercicio del “poder de policía”25 sobre la actividad médica, mediante la habilitación, fiscalización y control de profesionales, establecimientos y servicios dedicados a la recuperación de la salud y, en países como Argentina, también en forma directa, mediante la prestación de servicios asistenciales con efectores de dependencia pública. Respecto de las prácticas transplantológicas, la actuación del Estado es más compleja y, curiosamente, completa (Tau 2002). Son necesarias otras precisiones para delimitar el objeto de este análisis. III.1.- La “procuración” como actividad sanitaria: los actos médicos de ablación e implante exigen disponer de órganos y tejidos. La repetida frase “sin órganos o tejidos, no hay transplante” no hace sino aludir a esa realidad palmaria, que por su compromiso con el referido derecho personalísimo, llevó a dotar de un marco legal al proceso de obtención, denominado técnicamente procuración. En Argentina (a diferencia de países como Estados Unidos de Norteamérica, donde es coordinado por una entidad privada sin fines de lucro), ese proceso está a cargo de un organismo estatal y se sustenta en deberes y obligaciones que en 1993 fueron incorporadas a la ley 24.193, cuyo capítulo VIII tipificaba figuras y establecía sanciones penales para el caso de incumplimiento: - Según su artículo 7º los médicos de instituciones públicas o privadas que realicen tratamientos de diálisis tienen obligación de informar semestralmente la nómina de pacientes hemodializados, sus condiciones y características. Su artículo 8º obligaba a “...todo médico que diagnosticare a un paciente una enfermedad susceptible de ser tratada mediante un implante, a denunciar el ‘hecho’ a la autoridad de contralor dentro del plazo que determine la reglamentación” (plazo que tal reglamentación fijó en treinta días). - Su artículo 20º al obligar a todo funcionario del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas a recabar de toda persona mayor de 18 años que concurriera a realizar cualquier trámite, la manifestación de voluntad sobre la disposición “post mortem”. Se ponía en marcha así el sistema público de “petición obligatoria de donación” (que en su relación con el artículo 62º debía posibilitar la implementación del sistema de “consentimiento presunto” a partir del 1º de enero de 1996, a través de un porcentaje de consulta a la población que no se alcanzó, por diversos motivos, pero en cualquier caso dependientes del Estado). - Su artículo 22º obligaba a la autoridad Judicial, del Ministerio Público y policial competente en caso de muerte no natural, no existiendo la voluntad expresa del causante y a falta de familiares, a adoptar los recaudos tendientes a ubicar a éstos.

25 M AR IEN H O FF, M iguel S. Tratado de D erecho A dm inistrativo, Ed. Abeledo P errot, Bs. As., 1970, Tom o IV, capítulo II.

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El mismo artículo involucraba, en ocasión de la puesta en marcha de la acción punitiva de carácter público, la actuación del Juez Penal,26 médicos forenses y/o de policía e incluso del que practica la ablación. - El artículo 26º obligaba al médico de la terapia y autoridad del establecimiento de internación a denunciar el síndrome de muerte encefálica. No profundizaremos en el grado de eficacia de esa última obligación, sino señalaremos tan sólo otro nivel de complejidad, más operativo (pero no irrelevante para la reflexión bioética en el final de la vida), derivado de la actuación compartida, en la Sala de Terapia, de los profesionales que venían atendiendo al paciente y del “equipo” de procuración, (en nuestro país dependiente de la Administración), que se encargaría de realizar el diagnóstico neurológico de muerte a partir de esa denuncia. III.2.- Algunas precisiones en el nivel normativo: mediante la incorporación de un artículo 19º bis, la ley 26.066 establece una nueva “carga”: todo ciudadano deberá expresar su voluntad negativa si quiere exceptuarse de la posibilidad de extracción de sus órganos y tejidos aptos para su posterior implante, cualquiera sea la dependencia del establecimiento donde la muerte de verifique, por constatación o mediante diagnóstico neurológico. Esta carga legal pesa también sobre la familia y conocidos según el orden contemplado en la redacción del artículo 21º, quienes “deberán testimoniar o dar cuenta de la última voluntad del causante”. Pasaremos por alto otras cuestiones terminológicas implicadas en este texto, como su referencia al “causante” (debió decir “fallecido”), o la incorporación de un vocablo ajeno a la terminología y hasta circunstancias de la ley, como “deceso”, que, salvo tratándose del cadáver post-paro cardiorrespiratorio irreversible, plantearía un verdadero problema interpretativo en el ámbito de la Terapia Intensiva. También a la previsible complejidad burocrática de un mecanismo que, pese a la previsión aclaratoria (“prevalecerá la voluntad de los ubicados en el orden más próximo al causante”), deriva de haber otorgado carácter de instrumento público a la declaración jurada que acredita no el vínculo parental (como en la ley actual), sino también al testimonio de su última voluntad.27

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C on relación al Juez, la coerción legal m ás explícita se incorporó con la reform a aprobada a su tercer y cuarto párrafo por la ley 25.281 (B.O . 2/VIII/2000), al obligarlo a fundar no sólo su resolución eventualm ente negativa, sino tam bién la autorización para ablacionar los órganos y tejidos que resultaren aptos para su posterior im plante, obligación que el proyecto m antiene. 27 La reform a im plicó, en este punto, un giro político sustancial tam bién con relación a la legislación vigente tanto de nivel nacional (Ley 25.505), com o de la C iudad Autónom a de Buenos Aires (Ley 361), y de la Provincia de Buenos Aires (Ley 12.731), que tiende a prom over la actitud favorable a la “donación” en los actos eleccionarios, cuyos resultados fueron tan com entados por los m edios de difusión desde los com icios del año 2000.

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Y en este tópico, el mensaje de elevación al Congreso Nacional era, por lo menos, confuso cuando lo fundamenta en el “derecho a la autodeterminación”.28 Para un enfoque coherente con los pronunciamientos de nuestro máximo Tribunal Nacional, ese derecho implicaría la facultad de decidir frente a la posibilidad, o la “propuesta” de un tratamiento.29 Pero la ley lo reconoce a partir de una “decisión” ya adoptada por el Legislativo, sólo entendible bajo un presupuesto ideológico diametralmente distinto al del aludido artículo 19º de la Constitución Nacional: el cuerpo del paciente fallecido no pertenecería, en principio, al individuo o su familia, sino a la sociedad (cuestión ésta de ética social y de legitimación política ajena, como tal, a la competencia legislativa). Curiosamente, disposición análoga a la que se intenta justificar ahora con la idea de “presunción” había sido adoptada en 1977 por el Decreto-Ley 21.541/77. Esta norma, partiendo del régimen de autorización expresa, legitimaba la voluntad documentada en el mismo establecimiento de internación, pero facultando en su artículo 19º a la autoridad sanitaria para disponer de los órganos y partes del cuerpo del fallecido ante la falta de esa manifestación y ausencia de familiares. Su reglamentación aprobada por Decreto N° 3011/77 fijó un plazo (cuatro horas) para que el Director procediera a la ablación y el Decreto modificatorio Nº 397/89, dispuso que debía realizarse de inmediato.30 III.3.- Función de alcance nacional, pero no “federal”: En el contexto de una legislación dedicada a fiscalizar el ejercicio profesional, las citadas obligaciones reconocían la trama de relaciones inherentes a la medicina sustitutiva y la necesidad de considerarla parte del sistema sanitario. La normatización iba así a adquirir, junto con la inherente a la materia legislada, una complejidad jurídico-formal intrínseca, por situarse en un ámbito interdisciplinar que abarca aspectos constitucionales, e involucrar normas de Derecho Civil, y de Derecho Administrativo, con diverso alcance jurisdiccional en un país cuyo estado se organiza bajo la forma federal.31

28

Tan confuso com o esos spots televisivos, financiados con recursos presup uestarios que suelen m ostrar un rostro diáfano de m ujer, sobresaliendo de una sábana y con leves pestaneos, escuchándose una voz en off que tras anunciar que donar órganos es dar vida (afirm ación que personalm ente siem pre com partim os y por la que com prom etem os hace años nuestro trabajo), dice ” la ley perm ite que su voluntad sea respetada...” (!) 29

TIN AN T, Eduardo Luis Antología para una B ioética Jurídica, Ed. La Ley, Bs. As. 2004.

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N o traem os a colación el antecedente, vigente hasta su derogación por la ley 24.193, para evocar el lam entable escándalo m ediático relacionado con su aplicación en cierta conocida C olonia N europsiquiátrica, sino sólo m ostrar un ejem plo palm ario de la im posibilidad de avanzar sobre la realidad (siem pre un “prius”) con la norm a jurídica (un “posterius”) en m ateria de tanta significación cultural. 31 GO R D ILLO, Agustín Tratado de D erecho A dm inistrativo, 4º edición, Ed. Fundación de Derecho Adm inistrativo, Bs. As., 1998, Tomo III, Capítulo V.

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Referida al estado (no al “gobierno”, sólo uno de sus elementos constitutivos) esta forma alude a la manera de organizar el ejercicio del poder con relación a otros dos clásicos elementos: la población y el territorio. En su sentido estricto de organización de servicios de salud, la actividad sanitaria es materia constitucionalmente no delegada por las Provincias, por lo que los avances legislativos desde el nivel nacional tienen carácter de excepción, ya que la más calificada doctrina siempre ha reconocido que la Jurisdicción propiamente “federal” debe interpretarse con carácter restrictivo.32 Sólo quería destacarse aquí que la procuración es, además de una actividad clave dentro de la cirugía o medicina y la organización sanitaria, compleja también desde el punto de vista jurídico y normativo. III.4.- Estado fiscalizador, procurador, gerenciador y prestador: la distinción no es juego de palabras. Todo radicaría en el alcance de las políticas tendientes a facilitar la “accesibilidad” a estos tratamientos. En una concepción liberal a ultranza, por ejemplo, aceptado el papel fiscalizador indelegable del Estado impuesto por el carácter personalísimo de los derechos involucrados, puede limitarse a fiscalizar la legalidad en los procesos de obtención de órganos y tejidos. Para el responsable del diseño y ejecución de la política sanitaria, el dilema se plantea ante la consabida escasez de recursos, entre los pacientes con indicación de transplante (y hemos aclarado que la metáfora podría referirse, en todo caso, no a uno o más actos médicos, sino a tratamientos que pueden durar toda la sobrevida del receptor) y tantas otras demandas insatisfechas, socialmente elementales y apremiantes, como las patologías endémicas, las materno-infantiles, las oncológicas, o tantas acciones por realizar en el primer nivel de prevención. Allí, el administrador puede contar con el aporte de la reflexión bioética y de la ética social. Pero la decisión, en definitiva, será política... Y ciertamente difícil, ya que hoy sería imperdonablemente ingenuo agotar este nivel de análisis en el binomio relacional profesional-paciente/sociedad-Estado, sin tener en cuenta el mercado con sus lobbys. (Bastará sólo recordar que la necesidad de inmunosupresión coloca al receptor en situación de necesaria dependencia de medicamentos de alto costo por el resto de su vida). III.5.- Nuevo rol en una administración más centralizada: Lo cierto es que el estado puede adoptar y en la realidad adopta distintos roles y cada 32

D e ahí que no corresponda atribuir carácter “federal” a todas disposiciones de la ley 2 4 .1 9 3 , al m o do com o venía aplicándose en las P rovincias la norm a de facto q u e derogara (desarrollo del que nos hem os ocupado y nos llevaría ahora dem asiado lejos). En el m ism o sentido, sin desconocer lo que sign ificó y significa el C onsejo Federal de Salud (C .O .F.E.S.A) creado por el D ecreto-Ley 22.373/81 para la coordinación y articulación de una política de salud en todo el territorio nacional, debe interpretarse con reservas el vocablo “federal” en labios de un funcionario del Ejecutivo, cuando alude a un eventual acuerdo de m inistros provinciales, o a la aplicación en las Provincias de un “Plan Federal de Salud” diseñado y aprobado por uno de sus órganos. 40


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Jurisdicción tendría su particularidad.33 Pero si algo caracterizó a la realidad sanitaria argentina de los últimos decenios, fue la descentralización de las funciones de prestación directa por parte del Gobierno Nacional, mediante el traspaso de los efectores de segundo nivel de atención médica a las Provincias y la asunción de un fundamental papel de normatización y coordinación dentro de un sistema muy singular por la conformación de los distintos subsectores. Frente a lo que se denomina Economía de la salud, cobra relevancia en la nueva ley un tema también curiosamente soslayado tanto en el debate parlamentario, como en los medios periodísticos. Me refiero a lo dispuesto por su artículo 14, cuyo texto expresa: “El Ministerio de Salud y Ambiente deberá asegurar la provisión de los medicamentos y procedimientos terapéuticos necesarios que surjan como consecuencia de los transplantes realizados en personas sin cobertura y carentes de recursos, conforme lo establezca la reglamentación de la ley”. La redacción es, ciertamente, deplorable y abre muchos interrogantes (¿cuáles serían los procedimientos terapéuticos a proveer? ¿Cuáles surgirían como consecuencia de los transplantes? ¿se refiere a los estudios post-trasnplante? ¿abarcaría la procuración ni la cirugía de implante? ¿se refiere a la cobertura de seguridad social legal o convencional? ¿de qué recursos debería carecer?) aunque una interpretación más o menos coherente en el contexto médico-asistencial y sanitario, permite deducir que el Legislador ha impuesto (no facultado) al referido Ministerio (actual Ministerio de Salud) la obligación de brindar (no dice a través de que medios) accesibilidad a todas las prácticas transplantológicas médicamente indicadas, comprendiendo por tales estudios y prácticas pre-transplante, aranceles de procuración, cirugía de ablación y de implante, consultas, prácticas y la medicación post-transplante para el receptor. 33

En la Provincia de Buenos Aires (cuyo Servicio Provincial de P rocu ración obtenía en 1998 m ás de la m itad y, actualm ente, m ás de la tercera parte, de los órganos y tejidos im plantados en el país), se creó hace diez años una C uenta Especial (“Fondo Provincial de Transplantes”) con financiación específica y gestión descen tralizada, para asegurar a toda persona carente de recursos propios y cobertura de seguridad social (D ecretos N º 3.309/92, 339/94 y 340/94) la com pleta accesibilidad al transplante (o sea: tanto a la cirugía, com o la atención pre y post-transplante y la continuidad de m edicación, cualquier sea la dependencia del efector donde se realiza el tratam iento). La Jurisdicción cuenta, por otra parte, con centros de im plante estatales habilitados para todos los órganos y tejidos, Bancos de tejidos, un Centro provincial de histocom patibilidad y hasta un “H ogar para pacientes transplantados”, razón por la cual podría decirs e que allí la cobertura sanitaria en m ateria de tratam ientos transplantológicos sería lo m ás com pleta y universal posible. C on la prom ulgación de la Ley 12.723 (B.O . 18/VII/01) que autorizó al aludido “E nte...” a extender su cobertura m ediante convenios con en tidades de otras Jurisdicciones, podría incluso considerarse una política de E stad o. H ace seis años elaboram os y presentam os al Poder Ejecutivo un anteproyecto de “ley de regulatoria de los actos m édicos de ablación e im plante y creación del sistem a provincial de procuración de órganos y tejidos con fines terapéuticos”, que nunca superó el estudio de C om isiones. 41


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Y nos permitimos hablar de concentración, por cuanto a partir de esta ley la misma autoridad ministerial es, además, competente para normatizar el ejercicio de las prácticas, habilitar establecimientos y autorizar profesionales (a través de un Instituto en el cual tiene la facultad de proponer al Presidente, realizar un concurso bastante genérico para la cobertura de su vicepresidente y disponer la oportunidad de designación del único Director, elevando la propuesta de un Consejo Federal cuya convocatoria y funcionamiento depende de la misma Secretaría ministerial),34 decidir cuáles serán las prácticas o técnicas vinculadas a la implantación de órganos o tejidos en seres humanos que se encuentran alcanzadas por régimen de esta Ley (artículo 1º párrafo segundo) y las condiciones a cumplir por los xenotransplantes para recibir el mismo tratamiento legal (el mismo artículo y párrafo) y dejar el carácter experimental que revisten en la actualidad. IV.- Xenotransplantes y biohistoria No por último menos importante, es el nuevo horizonte de conflictividad (Maliandi, 1984) que supone la habilitación, a partir de esta ley, de las prácticas de xenotransplantes, que implican la posibilidad de tejidos no humanos, como los provenientes de animales y producidos mediante protocolos de ingeniería tisular, que venían siendo materia de experimentación. Recordando a un autor epocal que consideramos clave para el análisis de los sistema de pensamiento, podría decirse que estamos en una nueva fase del riesgo inaugurado por la medicina como saber científico, en la nueva fase de la denominada biohistoria.35

34 La re form a ha quitado realidad orgánica al I.N .C .U .C .A.I. y reducido su autonom ía “funcional” casi a una ficción: los m iem bros de su D irectorio ya no son cinco sino tres, designados por el Poder E jecutivo N acional: el presidente, a propuesta de la Secretaría de Políticas, R egulación y R elaciones S anitarias del actual M inisterio de Salud y el único director, previo concurso abierto de títulos y antecedentes con destacada trayectoria en la tem ática, cuya evaluación estará a cargo de la m ism a Secretaría. El vicepresidente lo propone el C onsejo Federal de salud (C .O .F.E.S.A.) creado por el D ecreto-Ley 22.373/81, aunque con el actual ré gim en de coparticipación el federalism o de este C onsejo en la práctica tam bién es propiam ente una ficción, sin m encionar que su propia convocatoria y funcionam iento depende de la m ism a Secretaría. La nueva Ley ha suprim ido al director designado a propuesta de cada una de las U niversidades N acionale s que tuviere Facultades de Medicina. 35

FO U C AU LT, M ichel: El nacim iento de la clínica. U na arquelogía de la m irada m édica, Editorial Siglo XXI, 1966. Idem , La C risis de la Medicina o la crisis de la antim edicina e H istoria de la Medicalización, conferencias pronunciadas en octubre de 1974 en el Instituto de M edicina social de Río de Janeiro, reunidas en La Vida de los H om bres Infam es-ensayos sobre desviación y dom inación, seleccionados por Fernando AlvarezU ría y Julia Varela. Con Prólogo de Fernando Sabater. Editorial de la Piqueta, M adrid 1990 y Ed. Altam ira, Buenos Aires, 1993. 42


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Ya no se trata del riesgo médico inaugurado por la era de los antibióticos, ni de la cobertura bacilar o vírica, ni siquiera de la manipulación genética, sino de la posibilidad de una nueva forma de la denominada iatrogenia positiva a partir de las consecuencias, aún no previstas ni ponderadas, del uso de material ajeno a la especie humana, todo lo cual merecía cierta cautela y consideración y, quizá, un tratamiento normativo distinto, del que sugiere la modificación de un párrafo del texto legal o el cambio en el título de la Ley, antes de Transplantes de Órganos y Materiales Antómicos Humanos y, actualmente, de “Transplantes de Órganos y tejidos”. Algunas conclusiones Nuestra opinión –claro que no definitiva y sujeta a revisión a la luz de nuevas aportaciones– es que la reforma legislativa plasma una exacerbada racionalidad política en dirección a la medicalización indefinida y el incremento y centralización del poder estatal, objetando puntualmente: a) La norma proyectada y recientemente aprobada no pudo ser sometida a un debate legislativo serio, por no contar con algunas precisiones semánticas que evitaran reducir la virtud de la “solidaridad”, o entenderla exclusivamente en términos de racionalidad médica. b) Ese debate y construcción de consensos resultaban tanto más necesarios, si se piensa en los riesgos biológicos que abre la habilitación de la cirugía de xenotransplantes. c) La singularidad jurídico-política, como las obligaciones que legalmente estructuran la procuración como actividad del Estado en el contexto de la organización sanitaria argentina, restarían valor referencial a los modelos extranjeros de procuración que puedan haberse invocado para justificar la reforma. d) Si se tiene en cuenta la experiencia observada en la aplicación del normas derogadas y las razones que motivaron la supresión de la facultad del Director de los establecimientos asistenciales para disponer del cuerpo del fallecido sin autorización expresa del paciente o familiares, desde el punto de vista jurídico la reforma introducida en el régimen de presunción de consentimiento puede considerarse regresiva,. e) La modificación del sistema de consentimiento que respeta la voluntad manifestada en vida y, no mediando expresión, procediendo a obtener la autorización supletoria explícita de los familiares o la autoridad judicial, sería objetable también desde la ética biomédica y la vigencia de los principios de autonomía y de justicia. De autonomía, por el pseudo-paternalismo que supone encriptar la mediación gnoseológica propia del diagnóstico neurológico de la muerte con la metáfora o el silencio, considerándola genéricamente abarcada en una “presunción del consentimiento” que no discierne la constatación de la muerte inerte.

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De justicia, por el deber o carga legal que impone al ciudadano para exceptuarse del régimen de disposición estatal, siendo esa facultad inherente al ejercicio de un derecho de carácter personalísimo. f) Relacionada con el papel del Estado, una objeción más general plantearía la necesidad de evaluar la racionalidad política de la medida aludida en el apartado anterior en el nivel de la bioética y, más concretamente, de la bioética jurídica, en el actual contexto de exclusión, indigencia y marginalidad que todavía lacera a la sociedad argentina. En ese sentido y más allá de la dinámica de medicalización que lo impulsa, el mayor riesgo del nuevo régimen operaría, curiosamente, en el nivel de los derechos humanos, ante la posibilidad de que la crisis de confianza que hoy padecen los órganos políticos se traslade al ámbito asistencial, ensombreciendo ese carácter de refugio y hospedaje que el hospital público sigue todavía ofreciendo a la población más necesitada de cura y de cuidado. g) El sistema de clasificación y registro de voluntades negativas, además de su reduccionismo, agrega un factor de potencial discriminación. Aunque no se dude de la buena fe o el juicio prudencial de los responsables de legislar al momento de imponer la nueva carga legal de pronunciarse por la negativa, lo cierto es que además, del miedo que implicaría para cualquier ciudadano negarse a participar de una realidad en muchos aspectos desconocida, lo expone a ser considerado, al menos dentro del sistema de atención médica, como “no solidario”. h) En el contexto señalado, frente a la crisis del subsector público prestador y la primordial responsabilidad del estado por el bonum facere de todo paciente -no sólo de quienes cuentan con indicación médica de transplantela cobertura universal y gratuita que asume el gobierno nacional, aún dentro de aquella racionalidad médico-política y aceptando el carácter “catastrófico” de cierta clase de transplantes, deja abiertos muchos interrogantes acerca de su coherencia con las exigencias de justicia sanitaria y social.

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BIOÉTICA E INVESTIGACIÓN CLÍNICA: LA CUESTIÓN DEL LEG O EN LAS CO MISIO NES DE ÉTICA DE INVESTIGAC IÓ N AGUSTÍN ESTÉVEZ (Universidad Nacional del Sur, Argentina) RESUMEN E l p re se n te tra b a jo in te n ta re sp o n de r a la p re g u nta a ce rca d e q u ié n e s y q u é sig n ifica ció n alca n za e l m ie m b ro "le g o " e n la s co m isio n e s d e ética d e la in ve stig a ció n clín ica s, a p oyá n d ose e n u n estilo d e b io é tica q u e p re se rve a la ve z u n se n tid o ético y so cia l. P a ra e llo se a na liza la n atu ra le za y lo s lím ite s d e la b io é tica e n ta n to d iscip lin a , su re la ció n co n el d iscu rso p ú b lico y la s p e cu lia rid a d es d e la é tica d e la in ve stig a ció n clín ica . S e re co rre ta m b ié n la c o n fo rm a ció n de la n oció n m o d e rn a de a uto n o m ía , o p u esta a l p a te rn a lism o tra d icio n a l, y su re le va n cia p ara la in ve stig a ció n bio m é d ica . F in a lm e n te , re to m a n d o lo s a p o rte s d e A ristó te le s y d e K a n t, se p e rfila la fig u ra d e u n "le g o ilu strado". S e sostiene que, en tanto m o delo ideal, el lego debe incorporar la s ca ra cte rística s d e l h o m b re p ru d e nte a risto té lico y la s d e l h o m b re ilu stra d o ka n tia n o . P ALAB R AS C LAV E : B io é tica – In ve stig a ció n – L e go - Ilu stra ció n AB S TR AC T T h e p re se n t p a pe r a n alyse s th e sig n ifica n ce o f th e "la ym a n " in th e E th ica l C o m m itte e s of C linical R esearch. U pholding a view of B ioeth ics w ith a social and ethical sense, it an alyses the na ture an d lim its of this discipline , its relatio n w ith the pu blic discou rse a n d th e sp e cific ch a ra cte r o f th e E th ics o f C lin ica l R e se a rch . It a lso re vie w s th e conform ation of the m odern notion of autonom y again st tra ditio nal patern alism , and its re le va n ce re g a rd in g th e B io m e d ica l R e se a rch . R e su m in g th e vie w s o f A risto tle a nd K a n t, it fin a lly sk e tc h e s th e ou tlin e of a "le a rn e d la ym a n ", p o in tin g ou t th a t th is id e a l fig u re m u st in clu d e th e fe a tu re s o f th e A risto te lia n fró n im o s a n d th e K a n tia n le a rn e d man. K E Y W O R D S : B io e th ics - R e se a rch - L a ym a n - E n lig h te n m e n t

Introducción1 Nos parece que la bioética ha cumplido su ciclo. Comenzó su itinerario con la esperanza, tal vez desmedida, de mediar entre los valores humanos y la

1

Este trabajo, con pequeñas m odificaciones, ofició com o tesina final en el C urso Internacional sobre Ética de la Investigacion Biom édica y Psicosocial en la Vicerrectoría de Investigación de la U niversidad de Chile. U na Beca Foggarty, finalm ente, posibilitó que estudia ra estos tem as prim ero en Santiago de C hile, y luego en la R epública de C osta R ica. 45


A gustín E stévez, B ioética e invstigación clínica: la cuestión del lego... pp. 45-66

biomedicina.2 En los hechos, se ha ido domesticando para transformarse en una ocupación respetuosa de académicos jubilados o en nuevo estandarte de posturas fundamentalistas de uno u otro signo. Sin embargo, queremos seguir sosteniendo el poder del nombre, pues no se lo acuñó en vano: sigue apuntando al lugar utópico de una casi imposible interdisciplina. Y es justamente en el ámbito que la vio nacer donde reside el desafío. Su acta de nacimiento fue el Informe Belmont, que denunciaba no sólo los abusos que se habían cometido en investigación biomédica tras el Código de Nüremberg, sino que también explicitaba los principios éticos que configuraban la disciplina dándoles universalidad. No se trataba solamente de una normativa casual para juzgar los crímenes a la humanidad hechos por el nazismo en nombre de las ciencias médicas, se trataba de procedimientos universales de actuación en investigación en la que participan sujetos humanos. Constituyó una ingenuidad sospechosa pensar que Nüremberg sólo forjó un instrumento aplicable a la barbarie nazi y que bastaba en adelante con liberar a la ciencia y a los científicos de ese pecado, para que en adelante siendo puramente científicos obrasen éticamente, sin más. En todo caso el Informe Belmont mostró que no bastaba con una ciencia neutralizada para constituir una praxis científica ética y normalizada. La idea que subyace en el documento es que nadie es autosuficiente en el dominio de la investigación y que cuando se trata de la integridad de las personas es preciso hablar de regulaciones. La idea de regulación es clave. Ella siempre está supuesta en los principios de las reglamentaciones internacionales, pero reclama de una vigencia social unívoca que sólo se legitima para preservar la integridad y la autonomía de la persona individual.3 Hoy, después de una etapa en la que pareció primar -al menos en la letrauna posición favorable a los derechos de los partícipes en investigación, asistimos a posturas que no temen sostener la desregulación para mantener la total libertad de investigación y de mercado. La cuestión es particularmente delicada en los países en vías de desarrollo, y la cuestión del uso de placebo en tratamientos de menor calidad que los existentes, ha vuelto a cuestionar no sólo la universalidad de los principios que fundamentaban la

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Este era el pensam iento de van R anseslaer Potter, y si bien no se realizó, estim o que debería seguir siendo norte de una genuina reflexión bioética. En todo caso constituye lo que hem os llam ado “el poder del nom bre”, es decir la capacidad de una significación para la bioé tica que no se agote en térm inos neutros y banales com o el de ética biom édica.

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H a sido H annah A rendt quien vinculó la desprotección de las m inorías discrim inadas y m asacradas con la carencia del Estado (ver Los O rígenes del Totalitarism o, Barcelona, Planeta-D e A gostini, 1994, 2 tom os). N o hay derechos hum anos sin ciudadanía situada y sin Estado capaz de proteger los derechos de sus ciud adanos. En ese sentido el Estado es la autoconciencia y la dignidad de los ciuda da no s. E n los países en vías de desarrollo la reducción del Estado nacional frente a em presas transnacio nales genera uno de los grandes problem as del actual proceso de globalización, aquí en particular la industria farm acéutica que sin duda es favorecida por la desregulación. 46


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ética de la investigación, sino el sentido y la eficacia de la regulación y la protección de derechos de los más vulnerables.4 En todo caso han sido los hechos, la primacía de políticas “realistas”, los fuertes conflictos de intereses que han conducido a los comités de ética de la investigación (en adelante CEI) a que estén hoy en el centro de la escena y tengan que dirimir delicadas cuestiones. La impresión que se tiene cuando se asiste a un CEI es la de una doble realidad. Por un lado están los procedimientos más o menos pautados de análisis de protocolos de investigación, en donde el conocimiento experto, la experiencia del grupo y las habilidades desarrolladas juegan un papel esencial. Por el otro lado están las relaciones humanas entre los participantes, sus convicciones éticas, la capacidad de autocrítica y la conciencia de que existen límites éticos que no pueden ser sobrepasados. Este aspecto suele quedar relegado como algo secundario, y sin embargo aquí se generan las motivaciones positivas o negativas de las que depende la vida de un CEI. Hay comités que son puramente procedimentales y casi burocráticos, sus integrantes suelen ser profesionales reconocidos y lo toman como una tarea más de su incumbencia profesional. Son eficientes y en lo posible evitan todo cuestionamiento que conduzca a conflicto. Hay otros en cambio que discuten, analizan opciones, se preguntan si un procedimiento científicamente válido es deseable para un cierto grupo. Discuten cuestiones éticas y de equidad. Se preguntan sobre el sentido de la bioética, se evalúan a sí mismos y piden asesoramiento. Es casi seguro que en este tipo de comité el no experto tiene un papel más activo, participa en las discusiones, aporta sus valores y su visión de las cosas. ¿Pero qué puede aportar un lego? Se dice que una visión no científica de la investigación. La respuesta no es falsa pero queda indeterminada, porque si decimos que esa visión es en lo esencial de sentido humano, y está referida a los valores de la comunidad, excluimos a la ciencia de toda evaluación. La ciencia estaría por encima de toda consideración axiológica y se constituiría en una necesidad irrecusable. Pero si consideramos que la ciencia es una actividad humana, entonces la tenemos que vincular con una visión no científica aunque desconozcamos qué tipo de relación sostenga con los valores, con la ética y la política. La existencia de normas de regulación presupone que hay una relación entre la visión científico-técnica y la visión del no experto. Por esto es relevante la presencia de miembros no expertos, legos, en los CEI; y esta relevancia la establecen todos los códigos y normas internacionales. Aún así no es fácil establecer el perfil del lego, determinar conceptos como el de representatividad y establecer procedimientos de selección. Quedan términos vagos como: sensibilidad a los valores de la comunidad, conducta intachable, convicción ética… Ellos dicen demasiado como para fijar una significación. Por otra parte esos miembros son elegidos por una autoridad institucional de un modo diferente

4

G A R C ÍA-R O M ER O , N ..,“¿Falta de ética de la Asociación M édica M undial y de otros organism os internacionales?, G aceta Médica de México, 2004; 140, 6: 667- 670. 47


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a su representatividad. Retorna entonces la vieja solución del dualismo: el experto y el no experto, al primero se le exigirán conocimientos especiales, incluso de bioética; al otro le basta su presunta representatividad para incorporarse al grupo, no se lo requiere para otra actividad. No deja de ser una ironía que la bioética haya pasado a ser una cuestión de expertos. El riesgo aquí es que el no experto quede fuera, que la bioética se transforme en una pretendida disciplina en la que se habla ingenuamente de cuestiones de ética, de filosofía práctica, para transformarse en algo adocenado y complaciente con intereses arbitrarios. Aparece la figura del bioeticista profesional, especialista en cuestiones morales y que considera innecesaria la tarea del comité e inútil la del no experto. Sin bioética genuina el CEI deviene un organismo de monitoreo. En otro plano, la deliberación se transforma en decisión mecánica, en donde un algoritmo resulta más eficaz que la débil y compleja razón práctica. I. Bioética, moral y ética de la investigación biomédica I. a) La bioética como disciplina y discurso público Desde sus comienzos se ha planteado la cuestión de sí la bioética es una disciplina, un discurso público o quizás un movimiento de reivindicación de derechos. Cuando se habla de disciplina se alude a un saber experto fundamentado en teorías, sustentado en una práctica profesional que asegura conocimiento objetivo, con una metodología precisa, un objeto de interés y una comunidad de expertos que le asegura rigor y criterio de pertinencia. Además exige un reconocimiento de instituciones académicas. No parece ser éste el caso de la bioética. Su estructura transdisciplinar no le proporciona un objeto único, sus compromisos valorativos la alejan del pacífico campo académico disciplinar. Las opciones morales son aquí lo suficientemente fuertes como para que podamos hablar de una bioética confesional y otra secular. La íntima relación de la bioética con la ética hace difícil que se pueda constituir con la seguridad de una ciencia. Inclusive los propios bioeticistas han evitado hacer uso del término: temían que se deslizase el sentido potteriano de una super-disciplina que mediara entre las ciencias biológicas y los valores. Así se prefirió el término menos comprometido de biomedicina o simplemente el de ética médica y ética de la investigación biomédica. No obstante esto, en un sentido más lato se puede considerar a la bioética como una disciplina. Subjetivamente, por un cierto estilo que supone una filiación en todos aquellos que la cultivan. Objetivamente, al ser reconocida en la tópica de los saberes, al disponer de una ingente masa bibliográfica y hasta de una enciclopedia. Paulatinamente se va difundiendo en los medios académicos un cierto saber con contenidos específicos que dan lugar a cursos, posgrados y hasta parece constituirse en una cierta actividad profesional. Si pensamos en la unidad de un saber es preciso reconocer que existe un estilo bioético en el modo de exponer los problemas, en la manera de relacionarse con los expertos y con los no expertos, en el uso de un cierto tipo de argumentación. En el mismo compromiso de un sentido práctico 48


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aplicado. En fin, en una especie de interjuego lingüístico que posibilita la permeabilidad de distintas categorías. Todo esto es esencial para la temática de fundamentación y de bioética fundamental: si no hay unidad del discurso no es posible una articulación de sentido y no hay disciplina, no importa que esta unidad sea lábil, en nuestro tiempo cualquier unidad disciplinar está muy lejos de tener la fijeza y rigidez cuasi ontológica que tenían las disciplinas en el pasado. Pero ya en sus orígenes la bioética ha estado asociada con el espíritu de denuncia de los abusos del poder médico y de los investigadores. Desde Nüremberg a los excesos de Tuskegee, pasando por la iatrogenia denunciada por Ivan Illich hasta los movimientos en favor de los derechos de los pacientes, la bioética ha estado ligada a un discurso público que recoge las inquietudes del hombre común, del ciudadano. Este discurso tiene un sentido práctico y legitimador, y tiene lugar en distintos lugares: en el intercambio entre médico y paciente, en las inquietudes morales de los científicos que son expuestas en conferencias o cursos de divulgación, en las reglamentaciones públicas que recogen esas inquietudes y la transforman en regulaciones efectivas, en las escuelas de medicina donde el discurso de la bioética y sus instituciones se afianzan por medio de la enseñanza. Pero sobre todo son los comités y comisiones de bioética el lugar en que ese discurso público tiene su lugar natural y por decir así sistemático. Es aquí donde se plantea con toda claridad el tema central de la bioética, que no es otro que el de la relación de la biomedicina con el público, con la sociedad, con el hombre común que es ciudadano y usuario de los sistemas de salud. Porque es discurso público la bioética es eminentemente práctica, porque se inscribe en el nivel de la moral es una reflexión comprometida con decisiones, porque instaura la legitimidad de procesos biotecnológicos es política y jurídica. El discurso público da relevancia a la sociedad, idealmente se representa al público, al demos dándose sus normas, sus sistemas, sus distribuciones. Pensamos que la figura formal y significativa del lego puede simbolizar este aspecto de la bioética. Lego es el hombre común, pero también el experto que ha tomado la decisión de salir de su campo profesional para ir al encuentro de lo otro, otro que es tanto un saber como una práctica, o un colectivo con el cual quiere convivir como hombre sensible y culto, intentando hallar para su saber una función social, enmarcando su obrar en un télos moral, en un saber que es más del orden prudencial que del científico o erudito. Albert Jonsen ha expresado este movimiento con precisión cuando nos dijo: “Aprendí mucho y descubrí que la medicina no era difícil de aprender, si uno no tenía que diagnosticar ni curar a los pacientes. Me familiaricé con el vocabulario y comprendí los rudimentos de los complejos problemas clínicos”.5 Tenemos aquí la seriedad de una vocación y un compromiso. Lo esencial es compenetrarse con el mundo de la clínica médica, con el medio hospitalario,

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JO N SEN , A, The B irth of Bioethics, N ew York, Oxford University Press, 1998: 365. 49


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con los procedimientos e intereses que entretejen la investigación biomédica. No se trata de devenir un experto en lo que no se es. La tarea más bien es captar qué lógica, qué discurso, qué reglas y virtudes configuran el complejo mundo de la medicina y la salud. Esto supone la voluntad de peregrinar más allá del propio campo profesional. Nos gusta llamar a este peregrinaje “el largo camino del lego”. Ruta de riesgo, sendero de entreveros donde se puede llegar a ser un extraño en la propia disciplina y fracasar rotundamente. Este es el desafío si se pretende que la bioética sea una conversación franca y abierta con distintos participantes, si se pretende captar la dimensión humana de los distintos saberes. En el largo camino del lego queda incluido el investigador clínico que, para realizar adecuadamente el proceso de comunicación que exige -por ejemploun consentimiento informado correctamente hecho, se esfuerza por comprender la cultura ajena y sus usos. Está adoptando con esto la actitud del lego, oye otras voces, se deja conducir por extraños y por un momento “sale” de su disciplina. La bioética como discurso público es este movimiento de extrañamiento, de disposición a escuchar las razones del otro, sin dejar de lado las propias. Es estar dispuesto a recorrer un camino no familiar, a aprender de los otros y hasta compartir sus sentimientos. Excurso sobre el concepto de moral El riesgo que trae el pragmatismo a la bioética es que se someta el concepto de moral, que se lo sustituya por consensos empíricos e interesados, los cuales lleven a olvidar esa delicada diferencia y unidad que Weber vio entre la moral de la convicción y la moral de la responsabilidad.6 La primera tiene que ver con la pureza, con un criterio exclusivamente deontológico que caracteriza a lo moral sin más, y que no atiende a las consecuencias de las acciones porque éstas son exteriores y están fuera del dominio del sujeto. La moral de la responsabilidad, en cambio, toma en cuenta la realidad y los resultados de las acciones del agente moral. Supone a la base de la acción una decisión moral, la de moralizar el mundo, tomarlo en cuenta en su realidad, dejar de lado los mandatos para atender otras dimensiones, fundamentalmente políticas, y negociar entre intereses encontrados. La cuestión problemática aparece cuando nos quedamos atrapados allí. En ese momento puede embotarse el sentido moral. Cuando hablamos del concepto de moral aludimos a una representación que nos revela la estructura de lo moral y nos propone la exigencia de su realización. Tiene por eso carácter normativo y nos conduce a una situación originaria en la que nos decidimos o no por responder a la moral. Si elegimos positivamente, el concepto nos muestra aquello a lo que nos obligamos. Nos advierte cuándo infringimos la moral, pero no nos dice en una situación determinada qué es más moral; esto depende de la libertad y la prudencia.

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W EBER , M ., El político y el científico, M adrid, Alianza, 1993.

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Tugendhat, en un análisis preciso, muestra la manera en que el contenido del concepto de moral remite a su cuño kantiano, y destaca su peculiaridad al compararlo con el contractualismo. Esta postura acepta un sistema de normas por el beneficio que le producen a cada cual.7 Prima en este acercamiento el egoísmo, y no hay ninguna concepción del bien. En Kant resulta tan convincente la formulación del imperativo que concibe al hombre como fin en sí mismo, que la moral del respeto universal que se deriva de allí parece ser expresión de la conciencia moral misma. Por otra parte, la proximidad de Kant con el contractualismo es lo que hace parecer tan “natural” la postura contractualista y su consecuencialismo. El contractualista que se somete a las normas a las que quiere que se sometan los demás, está muy cerca de la formulación universal del imperativo kantiano. Pero pronto se ven las diferencias: para el egoísta contractualista, si su ventaja no lo delata, eso está bien y es razonable. Lo contrario precisamente de lo que sostiene Kant. Si yo obro universalmente es porque es bueno hacerlo así. En una palabra, las reglas se siguen por sí mismas y no por el beneficio que puedan producir. El yo del imperativo kantiano es el lugar que ocuparía cualquier persona. Al no entenderse las reglas de manera instrumental, desaparece la restricción del egoísta que sólo mantiene reciprocidad con los que quiere. Lo determinante para Kant es el respeto del otro y de las reglas que se refieren a todos, y son por eso universales. A partir de estas consideraciones podemos indicar ahora que el contenido del concepto de moral está constituido por la comunidad de seres reconocidos que se ponen entre sí exigencias recíprocas, las cuales se sustentan en un querer universalizable. Tal vez sea esto demasiado poco, pero es suficiente ahora como esbozo del concepto de moral que manejaremos en este texto. I. b) Bioética y ética de la investigación Hay cuestiones morales que han sido resueltas por los hechos. Nadie duda sobre la necesidad de experimentación con sujetos humanos para validar nuevas terapias. Pero también hay acuerdo en que un sujeto sano que decide voluntariamente participar en una investigación que probablemente beneficiará a otros, requiere de protección y de cuidadosas regulaciones jurídicas que tutelen sus derechos. Ningún contrato social, ni idea de progreso, ni el bien común, pueden obligar a un individuo a ofrendar lo más íntimo que posee, su propio cuerpo, para una intervención experimental. Siempre existirá entonces una tensión entre la instrumentalización cosificante del sujeto y la obligación de preservarlo como persona. Como dice Hans Jonas “Los experimentos con personas (...) son en cada caso también un trato responsable, no experimental, tomado en

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TU G ENH AT, E. Lecciones de ética, Barcelona, Gedisa, 1997. 51


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serio con el sujeto mismo”.8 Aunque el criterio que propone –esto es, la exigencia de que el sujeto de investigación sea él mismo investigador- es utópico e irrealizable, tiene la virtud de mostrarnos que hay actos que van más allá de lo obligatorio y que exigen una expresión no ambigua de la voluntad para ser legitimados. Garantizar esta expresión es tarea del consentimiento informado, que en ese intimismo de un querer irrebasable tiene su razón de ser. Su realización efectiva, sin embargo, se ve siempre amenazada por presiones y persuasiones difíciles de evitar. s bueno comenzar con un criterio ideal y puramente deontológico porque permite ver la desmoralización paulatina de la regla suprema a través de un proceso que Jonas denomina “serie descendente de admisibilidad”. 9 En primer lugar, los partícipes ideales en una investigación lo constituirían una elite consciente de su entrega a los valores de la ciencia o de la humanidad, aunque después, prontamente, se termine reclutando seres dependientes, necesitados, aquellos para quienes la investigación es la única posibilidad de obtener atención médica. Hay aquí un juego de desmoralización, pero no se llega a perder del todo lo esencial. Si por un lado se presentan procedimientos reñidos con principios éticos básicos, por el otro se intenta (cambiando el nombre de sujeto de investigación por el de partícipe), recordarnos -aunque sea de lejos- aquel ideal de un sujeto que se somete al riesgo de aquello que conoce y quiere hacer suyo. Como en toda actividad humana, habrá grandezas y miserias, investigadores que establezcan un trato humano con los sujetos de investigación, e investigadores que los explotarán. En este sentido hay que reconocer que hay una zona de riesgo en donde se puede manipular al otro y dar más peso al poder que al respeto. En todo caso, habría que decir que también cada uno es víctima de las opciones tecnológicas y axiológicas que una determinada civilización ha elegido. Tal vez sea en el campo de la investigación clínica donde se vea esta cuestión con más claridad, y se comprenda por qué ha predominado la forma “ética biomédica” a la de “bioética”. Los términos de biomedicina o ética biomédica son más tranquilizadores, ya que de alguna manera vienen sesgados por la inclinación metaética de la filosofía moral anglosajona, esa que favorece esquemas utilitarios y neutralizados en la resolución de conflictos. La bioética, en cambio, tiene mucho de inquietante, se parece a una especie de escenario en donde se confronta la tecnociencia con la libertad humana y con un sistema simbólico de significaciones. Es un campo con dimensiones trágicas en donde procesos operatorios amenazan y a la vez promueven lo humano. Implica compromisos colectivos y críticos frente a saberes hegemónicos, presupone un diálogo efectivo en el cual lo que se afirma es la efectiva autonomía del paciente-sujeto de investigación. Se trata idealmente de transformar la investigación clínica en una tarea conjunta en

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JO N AS, H ., “Al servicio del progreso m édico: sobre la experim entación en su jetos hum anos”, en: Técnica, m edicina, y ética, Barcelona, Paidós, 1997: 77. 9

JO N AS, H ., op. cit.: 80.

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la que todos los actores puedan expresarse y arribar a consensos argumentativos. La tarea no es nada fácil y su completa realización se constituye en un ideal regulativo. Entre tanto, es preciso diferenciar niveles y aclarar que la ética de la investigación se configura como una especie de ética mínima, de esquema ético-jurídico que no siempre puede evitar hechos que se alejan de las normas básicas de investigación establecidas localmente o de regulaciones orientativas internacionales. La ética de la investigación aparece así como un conjunto de prácticas, instituciones, normativas, legislación, guías de orientación cuyo fin explícito es la protección del sujeto de investigación y también de los otros partícipes de la compleja empresa de la investigación biomédica y social. Constituye, como conjunto normativo de actuación, la moral inmanente de la profesión del investigador clínico. Es su ética profesional, la base para una buena praxis. Como cuerpo jurídico y de legislación intenta preservar la libertad de investigación de los científicos, los derechos de propiedad de los promotores y por supuesto proteger a los sujetos de investigación en la integridad de sus derechos básicos. La tarea es muy compleja porque entre estos actores hay conflicto de intereses que se tratan de resolver y mediar por medio de procedimientos ético-jurídicos, con el propósito de proteger los intereses razonables de todos. Esta dimensión ético-jurídica aparece en los comités de ética de investigación como un saber de gestión, en donde los protocolos son referidos a una matriz de estandarización. Aquí entran en juego las relaciones peculiares entre expertos y no expertos pero desde el punto de vista del diseño de la investigación y de los distintos ítem del protocolo de investigación. La meta, que es social, apunta a una cultura de ética de la investigación en donde se faciliten los intercambios entre expertos de distintas disciplinas, y entre ellos y la comunidad. Esta cultura debería promover también la confianza de los ciudadanos en la investigación científica. Un país que disponga de una ética de la investigación consolidada estará normalizado en su práctica de investigación. Esto no sucede en los países de la región, en donde la legislación es deficiente, o no hay suficientes controles sobre los procedimientos. Se carece de una cultura de la investigación. Ésta constituye un piso básico, es como una buena sintaxis de la comunidad científica, como tal es condición necesaria pero no suficiente de la bioética, y su papel es similar al que cumple el derecho con la ética. Podemos comparar la ética de la investigación con el contrato social en donde se asegura el bien de todos los actores, pero en donde también se puede hace pasar por correcto lo que no lo es, basta con que no se lo haga

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público.10 Constituye lo que Tugenhat ha llamado la “cuasi-moral contractual”.11 La bioética se ubica en otro nivel, que se apoya en una ética normalizada de la investigación. En realidad se podría decir de ella que es la forma que toma la reflexión ética en nuestro tiempo frente a los desafíos de la tecnología biomédica y las nuevas formas de gestión del poder. Esta bioética está comprometida con valores sustanciales, es una bioética que al menos idealmente se podría llamar biomoral, puesto que se ubica en el seno mismo de la moral histórica y medita sobre la relación del ciudadano con el experto, del lego con el profesional. Ella piensa la dignidad del hombre y sabe -como toda ética- que hay que ganarla todos los días para poderla afirmar. Le recuerda a la ética de la investigación que hay otros factores de dignificación además de la exigencia del consentimiento informado. En fin, que hay grandeza en el servicio a los otros, como nos lo recuerda Jonas en su artículo. Pero que también están presentes formas renovadas de dominio y manipulación que han de ser denunciadas. II- La cuestión del lego II. a) Investigación clínica y autonomía En la medicina tradicional la experimentación propiamente dicha era considerada como no ética. No se concebía exponer a una persona para no proporcionarle un beneficio o una oportunidad terapéutica. Por eso la experimentación era azarosa, dependiendo de oportunidades y en todo caso siempre en beneficio del paciente tratado. El paternalismo médico se constituyó sobre el beneficio del paciente y es por eso que no concibió una experimentación sin valor para el paciente, que sólo se realizara para obtener un conocimiento generalizable. Prima en esta esfera lo que Diego Gracia denominó una medicina de la intención.12 Si la experimentación tenía intención terapéutica era aceptable; caso contrario, no. Por supuesto que los médicos sabían del valor del experimento, pero sólo lo aprovechaban con ocasión de un evento fortuito como por ejemplo un accidente. No se veía bien que se produjera un daño para estudiar luego las consecuencias. Esto trajo disputas en el siglo XVIII con el caso de las vacunas de la viruela. Algunos rechazaban la idea de inocular elementos patógenos en humanos sanos.

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U na de las dificultades m ayores para estudiar de m odo sistem ático y serio los abusos en investigación biom édica, es que m uchas veces son denunciados en m edios sensacionalistas o en fuentes sesgadas con intereses ideológicos. Sería deseable, especialm ente en nuestro m edio, que se favorecieran los encuentros entre los distintos actores, para iniciar así tal vez una discusión pública de cuestiones controvertidas. 11

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TU G EN H AT, E., op. cit,: 83.

GR AC IA, D ., “Investigación C línica”, en: P rofe sión Médica, investigación y justicia sanitaria, Bogotá, El Búho, 1998: 81. 54


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Desde un punto de vista ético, el beneficentismo médico tradicional supuso una moral naturalista. Había un orden natural que no podía ser violado. Además estaba sancionado por órdenes profesionales fuertes: la médica, la eclesiástica, la judicial. En todos los casos el paciente era concebido como un menor de edad al que había que conducir y prestar asistencia. Este orden también tenía una sanción trascendente que lo volvía casi inmutable. Se trataba, en suma, de encontrar un lugar natural para no tener que tomar decisiones y provocar consecuencias incalculables. La seguridad del hombre era de hecho una inseguridad esencial, que se ocultaba tras un sistema de rígidas normas y se sancionaba por medio de determinaciones ontológicas. Fue en la modernidad que hubo un cambio de paradigma esencial para la legitimación de la investigación clínica en su sentido actual. Por una parte, el orden tradicional entró en crisis, fue minado desde distintos frentes. El pluralismo de confesiones dentro de la fe cristiana surgió tras cruentas guerras que ensangrentaron a Europa, hasta que se llegó a acordar un principio de tolerancia, porque nadie podía imponer su criterio sin consecuencias deletéreas para todos. Era urgente pacificar los espíritus construyendo organismos estatales neutralizados de convicciones religiosas. En otro frente, el paradigma científico que emergía puso en cuestión la vieja comprensión antropocéntrica. La nueva ciencia se construía con caracteres matemáticos y las ciencias observacionales se percataban de que universalidad no era equivalente a necesidad. Así, a partir del siglo XVIII, con las filosofías empiristas se llegó a la convicción de que el conocimiento empírico, si pretendía universalidad, lo hacía a costa de ser probable. La inducción fue condicionada y puesta en conformidad con el carácter finito de nuestras facultades, y también con un índice de indeterminación esencial en el cosmos material. Se dejaron atrás las pretendidas legalidades necesarias, y procedimientos de tipo estadístico fueron mostrando que cualquier universalidad que pudiera obtenerse era siempre hipotética y nunca estaba acabada. Para constituir el sentido actual de la investigación clínica sólo faltaba el principio de autonomía. La autonomía centra la moralidad en un querer esencial del sujeto. La moral no es un orden dado, sino construido, puesto por el mismo sujeto. La objetividad del mismo está asegurada por el supuesto de que los hombres tienen la misma capacidad racional e idénticas facultades. Pero el orden obtenido es formal, ya que no se puede determinar de antemano cuál será el contenido que adoptará la libertad humana. El principio de autonomía fue el que quebró el naturalismo de la medicina tradicional. El sujeto pasible de participar en una investigación clínica, por un acto de voluntad no deducible, establece que se prestará a un proceso que puede o no beneficiarlo directamente. Hay otras motivaciones que pueden ser altruistas, pecuniarias, y las que se nos ocurra, pero todas están igualmente legitimadas si resultan de un asentimiento fundado en información y sustentado en un estándar de capacidad del sujeto. Nada ni nadie puede oponer reparos a este acto originario de una voluntad que tiene que ver con la actuación de un sujeto-persona. Nada es superior a la persona.

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Esta modificación del punto de vista sin duda facilita la realización de la investigación clínica como tal (esto es, para obtener conocimientos generalizables), y modifica la manera de concebir el experimento sobre humanos. La necesidad de información para que se tome una decisión fundada exige un cuidadoso diseño de la experimentación. Ya no puede haber azares, y si los hay deben ser controlados y tenidos en cuenta. Esto significará tener formuladas previamente las preguntas de la investigación y tener dispuesto un cuidadoso aparato que controle cada paso experimental, para que se pueda dar respuestas a preguntas previstas de antemano y se reduzcan al máximo los riesgos que voluntariamente corren los sujetos en la investigación. Este requerimiento de diseño constituye tanto una exigencia metodológica como ética. Se requiere de rigor metodológico para obtener resultados válidos, esto es, generalizables y pasibles de ser reiterados en circunstancias definidas. Lo ético proviene de la necesidad de dar información veraz al sujeto de investigación para que éste formule un consentimiento realmente informado. Un mal diseño no es ético porque pone en riesgo inútilmente a los sujetos de investigación. Las consecuencias conflictivas de la autonomía surgen especialmente cuando se la pone en relación con las condiciones de hecho que garantizan su cumplimiento. En primer lugar, las decisiones y actos de voluntad se toman en situaciones empíricas en donde no hay homogeneidad. Las diferencias sanitarias entre los países, las tradiciones culturales y morales aun dentro de una misma región, la asimetría de relación entre investigador, promotor y sujeto de investigación, la fuerza del mercado y el carácter empresarial de la investigación biomédica, son otras tantos problemas que han influido en la constitución de los comités de ética de investigación. Los conflictos de intereses exigen que estos organismos se constituyan de una manera independiente, con libertad de criterio y autonomía de financiera. Toda experimentación tiene riesgos reales que deben ser considerados con imparcialidad. Es este un requisito general de todo organismo de contralor. Un tema relevante es el del diseño de la investigación, pues ha de estar formulado en el protocolo que el investigador entrega al CEI. El análisis técnico del diseño muestra su razonabilidad y factibilidad. Su validez dependerá del rigor metodológico. Un mal diseño es inválido científicamente y, como anotamos, expone a riesgos innecesarios a los sujetos de investigación.13 Esto es indiscutiblemente inmoral desde todos los aspectos. Hay otros tópicos, como el del valor social de la investigación, que requieren de la presencia y actuación de otros actores en el CEI: los no expertos, los legos. Estos miembros cuidan –entre otras tareas- que no se discrimine a los grupos vulnerables, que haya equidad en la distribución de las cargas. Representan en conjunto una visión no científica que, contando con que la

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EM M AN U EL, E., “¿Q ué hace que la investigación clínica sea ética? Siete requisitos”, en PELLEG R IN O , A., FILH O , R ., M AC KLIN , R . (eds.), Investigación en sujetos hum anos: Experiencia Internacional, Santiago de Chile, Programa R egional de Bioética OPS- OM S, 1999. 56


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representación sea genuina, manifiesta los valores de la comunidad. Diríamos que reclaman por condiciones empíricas razonables para el ejercicio efectivo del consentimiento informado en una situación dada. Es el propio principio de autonomía el que obliga a tener en cuenta los requerimientos de estos actores, los cuales paradójicamente no suelen ser tenidos en cuenta. En las distintas normas internacionales y regionales de constitución de los CEI está contemplada siempre su presencia, pero no esta claro el tipo de su representatividad y las funciones que deben realizar. Diferentes documentos y normativas internacionales y regionales hablan de que los comités de investigación han de constituirse con profesionales y no profesionales, pero poco se nos dice de las funciones de estos últimos. De hecho, hay en los CEI miembros legos, personas no médicas ni científicas, pero no hay nada determinado sobre su estatuto ni reconocimiento. Entre otros documentos, las Pautas CIOMS 2002 diferencian entre miembros expertos y legos calificados que representan los valores de la comunidad. Y nada más se agrega. En las Guías operacionales para los comités de ética que evalúan investigaciones biomédicas (Organización Mundial de la Salud, 2000) se distinguen los miembros científicos expertos de las personas que representan los intereses de la comunidad. Privilegian a ciertas profesiones para el desempeño de esa tarea (abogados, estadísticos, paramédicos). Después se agrega que todos los miembros (se sobreentiende que también los legos), tienen necesidad de una educación básica en ética y ciencia de la investigación. Reaparece así el tema de un lego calificado. En la Norma Técnica 57 para la regulación de la ejecución de ensayos clínicos que utilizan productos farmacéuticos en seres humanos (Ministerio de Salud de Chile, 2001), además de exigir entre los expertos a un especialista en metodología de la investigación, se concibe al lego como el representante de una organización social extrainstitucional. Se agrega, además, que se deberá constituir una masa crítica de personas calificadas en bioética y metodología de la investigación. Este grupo parece reducirse a los profesionales, quedando indefinida la función que le corresponde ejercer al lego. Situaciones similares pueden observarse en otros documentos. El lego es siempre un representante de la comunidad, de una organización no gubernamental o de un grupo extrainstitucional, pero poco o nada se dice sobre sus funciones específicas. Estimamos que estas carencias se deben, en parte, a la sobrevaloración de los expertos en detrimento de los saberes no científicos, ni médicos. Para una mentalidad cientificista la ciencia es avalorativa y no requiere de extraños en la comunidad de pares. Se piensa que lo que es susceptible de enjuiciamiento moral son las aplicaciones de la ciencia. La ciencia sería en parte heredera de un saber especulativo que en sí mismo es desinteresado. Pero cuando consideramos sistemas tecnológicos, ya no resulta tan fácil separar la ciencia de la técnica, ni de los actores humanos intencionales que obran conforme a fines. Hay allí distintos intereses en juego, algunos de ellos difícilmente universalizables y por lo tanto no morales. Imaginemos un sistema tecnológico tan complejo como el que exige experimentación con un 57


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nuevo fármaco. Existen aquí diversos factores a tener en cuenta. Hay resultados previos que suponen distintos conocimientos científicos, pero también diferentes intereses, los de los científicos y los de los promotores, a veces tan poderosos que pueden dejar de lado la situación de asimetría de los sujetos de investigación y olvidar que hay investigación porque un sujeto, en un acto autónomo de su voluntad, se presta a que intervengan sobre su cuerpo. Ocultar información o proporcionarla a medias resulta un acto inmoral que viola los principios de autonomía y de beneficencia. El sujeto requiere de una información fidedigna acerca de beneficios, perjuicios y tratamientos alternativos. Sin estos datos no se puede otorgar un consentimiento informado. Ocultar información puede, sin embargo, ser conveniente para aquellos que se benefician con los resultados de la experimentación, aunque se lo hace a costa de instrumentalizar al sujeto de investigación degradándolo a categoría de simple medio. La regulación normativa que garantiza la integridad de la persona es posible porque los sistemas tecnológicos incluyen a los distintos agentes con sus fines, valores e intereses. Sobre estas cuestiones la comunidad tiene mucho que decir, porque la investigación clínica suele provocar un impacto sobre los sujetos y sus valores y percepciones culturales. Esto conduce a una doble evaluación, una interna que apunta a la eficacia de los sistemas tecnológicos, y que en el ensayo clínico tiene que ver con la adecuación del diseño con los objetivos que se pretende; y otra evaluación externa que apunta a ponderar el valor social de la investigación. No es fácil realizar una separación, en todo caso sería mejor hablar de grados de experticia. Pero es dable suponer un saber de gestión, el cual permite al CEI tomar decisiones acerca de la calidad ética de los protocolos. No siempre serán fácil los acuerdos, pero bastará con lograr un diálogo entre expertos y no expertos. Esto logrará una educación común que sin duda enriquecerá la ética de la investigación clínica. Hay que agregar que el trabajo de los CEI es muy técnico y exige dedicación, casi todo el tiempo se insume en el análisis de protocolos y en respuestas a científicos y promotores, diríamos que en general queda poco tiempo para meditar sobre otras cuestiones más generales atinentes a la bioética. Esa tarea de revisión exige de preparación y experiencia, justamente en un terreno en el que no hay casi en nuestros países tradición de trabajo en equipo entre diferentes disciplinas y menos aún con participantes legos. Esta indeterminación nos ha llevado a pensar en un cierto ideal de estos no expertos: el lego ilustrado. Esta es la expresión ideal para designar una tarea aún pendiente: la participación activa de estos sujetos en las decisiones éticas de la investigación en aquellos aspectos que los afectan. El lego ilustrado no sólo representa a los miembros no expertos de los CEI, sino también a los sujetos de la investigación. Su papel regulativo es tanto más significativo cuando se sabe que la participación en una investigación clínica del sujeto de investigación es voluntaria, y la voluntariedad se sustenta en crédito y confianza. Si a algunos promotores sólo les interesan las cuestiones crematísticas, se correría un riesgo cierto de minar la confianza del público. Y esto a la larga no sería bueno para nadie. Las sociedades 58


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desarrolladas tienen una poderosa prensa independiente que difunde con rapidez los excesos cometidos en investigaciones biomédicas y populariza casos de mala praxis en investigación. En todo caso, bajo la utopía regulativa del lego ilustrado concebimos la empresa de investigación clínica como un proceso comunicativo en el que todas las partes involucradas expresan libremente sus puntos de vista, en donde se da por supuesta la libertad de investigación, los legítimos derechos de la industria a una ganancia razonable y el respeto irrestricto y real de los sujetos y las poblaciones vulnerables. En suma, una cultura de la investigación ética y responsable. ¿Pero quién es el lego, y cuál su significación? Nuestra intención en las páginas que siguen es estipular una significación con el fin de constituir un cierto estilo de bioética que preserve a la vez un sentido ético y social. La tarea es teórica porque el lego se constituye en una figura de la bioética, en un cierto tipo, molde o carácter. II. b) ¿Quién es el lego? El término lego tiene un sentido relativo. Si significara absolutamente ignaro, no tendría relevancia. Alguien es lego con relación a una experticia de la que carece. En lo de ser lego hay grados, se es en parte experto y en parte lego. Pero en otro sentido, también se puede decir que todos somos legos. ¿Se puede devenir lego? Esta formulación equivale a lanzarse al vacío. Y este parece ser el desafío de la bioética, el movimiento mismo de devenir lego a partir del propio marco disciplinario. Ser lego, en este caso, es salir fuera del propio saber, oír otras voces e intentar construir un lenguaje con categorías permeables. Es un acto de humildad que se hace en nombre de los derechos de los pacientes y de los sujetos de investigación. Un desandar para volver a aprender y rehacer las propias representaciones. No es fácil por eso caracterizar al lego, ya que constituye un ideal a realizar, tarea que aún está pendiente. El desafío de la bioética es recobrar al hombre, comunicarnos con la comunidad, preservar los derechos de los otros ciudadanos pasivos. ¿Pero quién es el lego? En principio sólo puede serlo el hombre común. Existen dos grandes filósofos que hablaron de la dignidad del hombre común, y lo hicieron desde distintas perspectivas. Aristóteles caracterizó al hombre prudente y Kant al hombre ilustrado. Seguirlos es comenzar a elucidar este sentido ideal de lego que aquí proponemos. II. c) El hombre prudente en Aristóteles La ética de Aristóteles presenta una tensión entre dos formas de vida características. La vida ético-política y la vida contemplativa. En la primera se sitúa el ciudadano, que es el hombre común de Aristóteles. En la segunda se ubica el filósofo, y más que el filósofo todavía, el sabio. Vida activa la primera, vida contemplativa la última. El sistema en su conjunto es de tipo naturalista, porque se basa en una antropología esencial, que privilegia la vida intelectiva del hombre y la admite como forma de vida superior. Sin embargo, más de la mitad de la obra Ética a Nicómaco está dedicada al

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tema de la virtud, que constituye el concepto clave de la vida ético-política.14 Seguiremos en grandes líneas la interpretación de Pierre Aubenque, ya devenida clásica,15 que destaca, sin desmedro de la visión contemplativa, a la dimensión humana como la propiamente ética y notablemente original del Estagirita. Antes que nada debemos señalar que es convicción de Aristóteles que la moral es propia y exclusiva de los hombres, ya que presupone sentimientos, afectos y pasiones. En último término, la moral es la regulación de esas instancias. Por lo tanto, de moral sólo se puede hablar en la comunidad política. Es cosa de los hombres obrar, hacerlo con ciertas cualidades y exigir otro tanto a los demás. Pero aclaremos que este hombre de Aristóteles tiene ciertos atributos imprescindibles. Ha de ser ciudadano, lo que implica que ha de estar liberado de toda clase de tareas serviles. Porque los que están ligados a esas servidumbres no son ciudadanos: el comerciante, la mujer, el niño y por supuesto el esclavo. Todos tienen formas de dependencia que no se compatibilizan con la libertad (eleuterós) que exige la vida moral. En este sentido hay que decir que la ética aristotélica es aristocrática. Es una ética de señores ciudadanos, entre los cuales reina la más estricta reciprocidad, para decirlo con términos de hoy, es una democracia participativa restringida. Todavía no se han escindido aquí las dimensiones modernas de política y moral. La moral está implicada con el Estado, porque la función de éste no es sólo la de proveer a las necesidades de los asociados sino la de proporcionarles la más alta forma política civilizatoria, la polis. Ese es el lugar donde los hombres expresan sus excelencias, donde obran con cualidades que son dignas para recordar. Si pudiésemos reducir el sentido primero de esta ética aristocrática, tendríamos que decir que su problema es ofrecerle la vida más noble al ciudadano libre. Y las formas más libres de una vida significativa son, para Aristóteles, la vida ética y la vida contemplativa. La primera es la del hombre cotidiano, del ciudadano; la otra es tan especial que el propio filósofo se pregunta si no será sobrehumana, y de allí saldrá con el correr del tiempo el ideal del sabio estoico y corrientes de la patrística griega. De un tiempo a esta parte se ha venido destacando la actualidad de Aristóteles, no sólo en temas epistemológicos, lógicos o retóricos, sino que se ha vuelto posible reinterpretar a partir de él toda la tradición de la virtud, y se nos ha mostrado el pensamiento aporético y trágico del filósofo. En particular y en lo que se refiere a la ética, el tema de la prudencia ha abierto una riquísima tradición interpretativa. La prudencia en Aristóteles es una virtud y un carácter. La virtud es una disposición adquirida tras frecuentar valores, que se configura como una segunda naturaleza. La prueba de que se posee la virtud es la espontaneidad. Obrar moralmente es obrar en el

14 Para una visión general de Aristóteles véase: GU AR IGLIA, O., La ética en Aristóteles o la m oral de la virtud, Buenos Aires, EU D EBA , 1997. 15 AU BEN Q U E, P., La prudence chez Aristote, Paris, PU F, 1963 (Traducción al español: La prudencia en Aristóteles, Barcelona, C rítica, 1999).

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sentido de la naturaleza, por tanto con goce. Pero además, lo que proporciona la prudencia (que es a la vez una virtud del carácter y de la inteligencia), es un obrar moral y eficaz en una situación concreta. Y lo más notable es que esta virtud abre el juego a un conocimiento de lo particular, que ahora viene a caracterizar a la moral misma. No sólo resulta sorprendente la manera en que Aristóteles deriva esta virtud a partir de la existencia del prudente (frónimos), el cual se constituye en criterio mismo de la virtud, sino que la definición misma de virtud ya lo incluye. El prudente es el hombre que obra lo mejor para sí y para sus congéneres en la vida cotidiana. No es un sabio, es más bien un hombre serio y diligente, y eso sí, es hombre de experiencia. Lo peculiar de su saber es que no se transmite, es único. La prudencia abre un campo a un conocimiento que se diferencia del conocimiento científico porque es contingente y particular. Pero además tiene su lógica, y hasta una lógica del descubrimiento que Aristóteles definió bajo el nombre de dialéctica. Hay una lógica inductiva y probable, que es la que usamos para dar razón de nuestras opiniones. Pero Aristóteles, a diferencia de Platón, ha sido partidario de una epistemología pluralista, lo ha dicho en la misma Ética a Nicómaco: no todo dominio de lo real requiere de la justeza matemática sino que el método depende de la naturaleza del objeto. Mientras que para Platón el canon del conocimiento es la matemática, para Aristóteles hay valor cognoscitivo en las opiniones, y éstas suficientemente elaboradas configuran la experiencia. Esta experiencia es, para Aristóteles, un proceso de racionalidad operado por los hombres de una manera argumentativa y práctica. El prudente es el hombre moral, ya que se ocupa de lo que es bueno para sí mismo, para los demás y para su comunidad. Es moral porque el mundo es contingente, ya que en un mundo necesario no se podrían tomar decisiones, ni deliberar. Ambas actividades suponen un mundo indeterminado. En ese sentido la ética se opone a la ciencia, se relaciona con lo que puede ser de otra manera. La ciencia, en cambio, sólo tiene lugar con lo necesario. Aubenque ha señalado cómo se liga la deliberación con la práctica del sistema democrático.16 La deliberación está a medio camino entre la necesidad de la ciencia y el azar, es del orden de lo opinable y por eso necesita del trabajo de conjunto, de la asamblea. El hombre prudente es deliberativo; en cambio el hombre de ciencia es experto y se mantiene apegado al modelo platónico, caracterizado por el discurso monológico y la certeza absoluta. El prudente vive en un mundo humano estructurado por valores y virtudes. Delibera sobre lo posible, y espera del acuerdo dialógico. Por eso se le otorgaba tanta importancia en aquel mundo político a la oratoria, a su peculiar lógica, pues no sólo se trataba de convencer a los otros sino de legitimar, en un mundo indeterminado, una opinión que exigía para sí de criterios discursivos y de reconocimiento. El hombre prudente tiene una cultura integral, no es un empírico. “Es un hombre con una visión de

16

AU BEN Q U E, P., op.cit.: 112. 61


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conjunto, (…) pero lo que ve es una totalidad concreta -el bien total de la comunidad o del individuo- y no esta totalidad abstracta y según Aristóteles irreal que era el mundo platónico de las Ideas”.17 II. d) El hombre ilustrado en Kant Kant es el filósofo de la libertad y de la dignidad del hombre. Para él, el pensador no inventa la moral, la descubre en el hombre común. La ley moral es la misma para el filósofo que para el hombre de la calle. Es un hecho; y si Kant va tras la fundamentación del hecho, es porque el hombre tiene propensiones que lo alejan de la moral y lo extravían de su destino. Entonces la tarea de la ética es proporcionar un criterio para evitar esa tendencia a excusarse del rigor de la moral. El valor supremo es la buena voluntad, aquello que tiene valor absoluto, aquello que nos hace instaurar la propia ley. Porque autonomía en Kant quiere decir que somos nosotros, como seres racionales y finitos, los autores de la Ley. La moral está puesta entonces por un sujeto capaz de universalizarse. Esa capacidad constituida por su voluntad interior es lo que constituye la dignidad del hombre. Es fin en sí mismo, no puede ser instrumentalizado, ni cosificado. Su dignidad intransferible lo impide. El concepto de deber es para Kant el concepto moral por excelencia. Como anota en la Crítica de la Razón Práctica: “No puede ser nada menos que lo que eleva al hombre por encima de sí mismo (como una parte del mundo de los sentidos), lo que le enlaza con un orden de cosas que sólo el entendimiento puede pensar”.18 El hombre toma conciencia por el deber de que es un ser de dos mundos, pero esa conciencia sólo tiene valor por la exigencia de devenir moral, tarea que es infinita porque nunca se cierra la brecha, y la moralización del mundo queda siempre como un trabajo inconcluso. Para Kant, en todos los órdenes lo esencial es la libertad, que es la capacidad humana de determinarse por sí mismo, sin tutelajes. Esto cobra una importancia especial en su filosofía política y en su filosofía de la historia, en la cual se inscribe el pequeño ensayo titulado ¿Qué es Ilustración? de 1784.19 Nos interesa este texto en particular porque allí hace uso Kant del término Ilustración, inscribiéndose él mismo en esa importante tradición de occidente. El texto también hacer referencia a ciertos resortes que Kant considera que otorgan un sentido progresivo a la historia. Para él, la Ilustración es la caracterización misma de una época en donde se es capaz de hacer un uso propio de la razón (la mayoría de edad). Pero parece que el hombre prefiere a veces mantenerse en minoría de edad, porque eso le evita pensar, y poner a alguien que lo haga por él. Cultura de andadores. Pensar por sí mismo, mantener un espíritu crítico es tarea que requiere de

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AU BEN Q U E, P., op. cit.:57.

18

KAN T, I., C rítica de la razón práctica, M adrid, Editorial V. Surez, 1963: 171.

19

KAN T, I., “R espuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?”, en: Filosofía de la historia, La Plata, Terram ar, 2004: 33-39. 62


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valor. Claro que Kant no presenta esta exigencia en abstracto, está pensando en el poder político y en la libertad de expresión que precisa el hombre docto. Una teoría absoluta de la soberanía como la de Hobbes lo impedía. Entonces Kant intenta defender la libertad de expresión, y de dar su opinión en una Prusia aún gobernada por Federico el Grande. El progreso de la historia precisa de esos hombres que son capaces de hacer uso de su propia razón, de esos Aufklärer que son parteros de los nuevos tiempos. Se sabe que en Kant el motor de la historia está dado por los egoísmos competitivos de los individuos, lo que llama la insociable sociedad humana, que sin embargo arranca al hombre de su naturalidad animal y lo civiliza y disciplina. Pero no hay progreso posible si el ciudadano no puede expresar sus opiniones, haciendo un uso público de la razón, esto es dirigiéndose a un público sabio. Y Kant usa un término muy singular para nombrar el uso que de la razón hace quien es súbdito (el funcionario): lo llama razón privada. Es la razón del burócrata que sólo usa de la razón técnica porque su primera obligación es obedecer. La frase con que caracteriza Kant al Ilustrado es todo un desafío que todavía continúa en nuestros días: Sapere Aude (atrévete a saber). Es la divisa de este movimiento que aún sigue siendo, pese a excesos, una de las grandes tradiciones de occidente, la de libertad y pensamiento. Allí se inserta el tema de la ciudadanía. II. e) El lego ilustrado La doble comprensión del prudente en Aristóteles y el hombre ilustrado en Kant nos permite formular la figura del lego ilustrado. Antes que nada debemos remarcar que se trata de un ideal, un tipo, un carácter, en el sentido de los modelos que Aristóteles propone en su ética para ilustrar las virtudes. Una personalización de cualidades morales y de deliberación participativa. Concebimos al lego ilustrado en comunidad, ejercitando las virtudes, buscando la excelencia que sólo es posible en el ámbito político de la ciudad. Su cultura, como la del prudente, será retórica, porque tendrá que persuadir y convencer con razones. Sabrá elegir -como lo hace el prudentela mejor opción en la situación singular, ejercitando la deliberación con los demás para alcanzar acuerdos firmes. El adjetivo “ilustrado” muestra que el término lego no puede ser tomado en un sentido absoluto. El lego es definido con relación a un cierto saber experto, pero no es ignorante. De tal forma habría que referir el término ilustrado a la formación del buen sentido, de un sentido común que -como lo ha mostrado el filósofo Eric Weil- no es ajeno a la filosofía.20 En todo caso

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W EIL. E., “Bon sens et philosophie“, en: Philosophie et realité , P aris, Beauchesne, 1982. Este autor concibe al sentido com ún com o una orientación práctica y de sentido de la vida. C onstituye de alguna m anera la m ateria prim a de la filosofía, y recibe a su vez el influjo del discurso de ésta. “Sin Pitágoras, sin Parm énides, sin Platón, sin Leibniz, no hay cálculo diferencial; sin cálculo diferencial no hay técnica m oderna, ni progreso según la acepción del buen sentido” (pág. 78). En sum a, el buen sentido hace posible la m archa del m undo de tod os los días, es el sentido del hom bre com ún que está orientado en el 63


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ese buen sentido es un saber que ha tomado su estructura discursiva de la filosofía. El lego dispone así de una cierta cultura, una cultura media entre la pura opinión y el saber experto. Pero suficiente para dotarlo de la capacidad discursiva que es la base de toda relación dialógica. En la idea de ilustración está pensado un proceso de totalización, pero no de Absoluto devorador que obliga a las generaciones actuales a que se sacrifiquen por las futuras que ni siquiera existen para reclamarles algo, o de una supuesta humanidad a la que tendrían que someterse los sujetos de investigación por un pretendido altruismo que le es exigido por científicos y promotores. Un proceso de totalización de valor ético, que ha de ser para el individuo, para cada uno de nosotros. Para que poco a poco, todos los días, vayamos haciendo un mundo mejor. A Kant le debemos el concepto de ideal regulativo que permite pensar una filosofía de la historia con sentido humano. El ideal regulativo representa una totalidad formal, un esquema que está indeterminado porque su contenido será el de la libertad humana, que por esencia no puede determinarse de antemano. Bajo esa totalidad hipotética podemos pensar la figura del lego, que es el hombre común transformado en dueño de su destino, sin duda una idea que en cuanto tal opera en la voluntad de quien se ha decidido por la moral, en nuestro caso por promover una genuina comunicación y colaboración entre los distintos agentes del proceso de investigación clínica. Si concebimos al lego ilustrado como figura ideal de la bioética, tendríamos que decir que se constituye en una representación simbólica de la comunidad. En momento de mediación de esa dimensión dual de la bioética entre discurso y movimiento, conocimiento y acción. El lego es figura de intermediación. Bajo esta perspectiva podríamos generalizar y decir que, en un cierto sentido, somos todos legos en bioética. En la medida en que salimos de nuestro propio campo disciplinar para ir en búsqueda del otro, para encontrar la relevancia social de nuestros propios saberes, pero sobre todo para hallar ese lugar de encuentro entre el experto y el no experto. Este lugar tiene dos dimensiones, por una parte involucra al tema del consentimiento informado, de la voluntariedad del no experto en la investigación que establece la primera relación entre el científico y el sujeto de investigación. Podemos hablar de éste último como lego y agregar que la información presupone una cultura en el sujeto. Eso si no ha de quedar en la nebulosa el consentimiento informado. La dimensión faltante corresponde a la

m undo, en su propio m undo. Aunque la filosofía nazca porque algo de este m undo no va de suyo, el filósofo -si quiere perm anecer hom bre- no puede desdeñar las condiciones del buen sen tido. Observa agudam ente W eil que la sabiduría que el etnólogo destaca sobre el buen sentido de una com unidad histórica, es para los que viven en ella innom brable, porque es operativa. El buen sentido no habla sino que obra, y obra a partir de un saber sapiencial que hace tem ático la filosofía. La relación entre filosofía y buen sentido es entonces dialéctica, de oposición y com plem entación. 64


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evaluación de un sistema tecnocientífico particular, que es doble: interna y externa.21 El lego cumple un papel esencial en la evaluación externa. Como bien dice Olive, el público en general tiene una participación necesaria para evaluar aquellos aspectos que afectarán su vida y el entorno en el que viven.22 De lo que se trata es de una participación activa de no expertos y expertos para decidir sobre distintos sistemas tecnológicos. En la investigación clínica es la participación, especialmente en los CEI, de los distintos miembros para lograr un consenso argumentativo. Nuevamente tomando al lego ilustrado, nos lo podemos imaginar en el seno del CEI como el miembro laborioso que sin distinción de profesiones es capaz de trabajar mancomunadamente. Es capaz de reconocer la importancia de los procesos de estandarización, sabe que de eso depende la objetividad y seriedad de la evaluación de protocolos. Pero no se queda en este aspecto importante pero procedimental. Es capaz de iniciar procesos participativos y actuar en redes solidarias, pues en realidad ya ha efectuado desde su conciencia una decisión por la moral. La cosa es tan fácil como indeducible, basta con decidirse por la moral. La moral siempre está a la mano, basta con decidirse. Y el lego sabe que esa capacidad constituye al ser humano, no es una inclinación sino un trabajo y un compromiso, la clara patencia de que la dignidad del hombre hay que defenderla todos los días. Ya que está siempre puesta a prueba, precisamente por los que quieren instrumentalizarla. Podemos pensar al lego ilustrado como iniciando, idealmente se entiende, una tarea: la de la educación de las instituciones. Esta educación terminará por modificar la misma práctica de la investigación, ya no será ésta una relación paternalista entre los investigadores y promotores, de un lado, y el sujeto de investiga21

León Olivé ha aclarado con precisión estos dos aspectos. La evaluación interna de los sistem as técnicos tiene que ver con conceptos com o la eficiencia (que alude a la adecuación de los m edios a los fines), la factibilidad (que alude a la posibilidad lógica y m aterial de realización de un sistem a), y la fiabilidad a una eficiencia estable. La evaluación externa alude en cam bio al contexto social, ya que tom a en cuenta a los seres h u m anos y sus necesidades legítim a s. C ualquier proyecto tecnológico tiene que tom a r nota de sus conse cue ncias e im pacto sobre la sociedad y la cultura. La evaluación externa interesa por tanto a la visión del lego, al cuidado del entorno natural y del am biente hum ano. Es esta doble evaluación la qu e po sibilita una gestión com ún a expertos y no expertos, tal cual se da en un CE I. C abe preguntarse sob re qué bases enjuicia un protocolo alguien que no es científico ni experto. Entendem os que sobre esta base, por cuanto los sistem as tecnológicos son susceptibles de aquella doble evaluación a que hem os hecho referencia. Y lo que se juzga en ella es siem pre un sistem a particular, una investigación acotada en donde se im plican diversos actores con intereses variados, hecho que puede producir conflictos. A veces puede instrum en tarse un principio de precaución frente a daños hipotéticos, tal el caso que ilustra Olivé con la reducción de la capa de ozono debido a los clorofluoruros que se usaban en refrigeración. Ver OLIVÉ, L., El bien, el m al y la razón. Facetas de la ciencia y de la tecnología, M éxico, Paidós, 2000: cap. 6.

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OLIVÉ, L., op. cit.: 128. 65


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ción, del otro. Él se volverá activo partícipe de un proceso comunicativo en el que se cumplirán los altos estándares morales que Jonas pensaba para la investigación clínica. Se humanizará en suma la investigación misma. No cabe duda de que el concepto de lego ilustrado es ambiguo, pero quizás su valor resida en esa indeterminación inquietante. Por un lado la idea de lego ilustrado es una tarea, es lo que falta para que la investigación clínica tenga la estructura dialógica de un intercambio colaborativo. No más hegemonías, ni discursos únicos: colaboración entre expertos y no expertos, información relevante para un público que será afectado de una u otra manera por las consecuencias de la investigación. En el seno de los CEI, señala una figura aglutinante y a la vez un ideal de lo que Mainetti llamó la amicitia societatis. Es ese lugar de puente y encuentro en donde el hombre cotidiano deviene prudente, hombre ilustrado, ser humano que se ha decidido por la moral y el compromiso. Pero el lego ilustrado como figura de la bioética es también un genuino enigma que impulsa a una tarea de desciframiento, y de ésta manera motiva al pensamiento, resguardando ese significado de la bioética que siempre se termina por banalizar cuando se lo limita. El carácter paradojal de lego ilustrado preserva la dualidad de la bioética que varias veces ya hemos mencionado. Conclusión Podemos preguntarnos ahora, casi en el sentido de la historia conjetural de Kant, si hay hechos que corroboran un progreso hacia lo mejor en lo que se refiere a ética de la investigación científica. Estimamos que sí; hay líneas de actuación en las que cada vez se insiste más, pues la bioética, además de denunciar un paternalismo inaceptable en el mundo de la investigación biomédica, ha de obrar para disminuirlo. Los científicos y promotores no deberían olvidar que el sujeto de investigación es, en las sociedades democráticas, voluntario. Que la falta de trasparencia o las presiones del poder, podrían amenazar las bases de crédito y confiabilidad en que se sustenta la investigación. En realidad sin sujeto de investigación no hay investigación; y en general los países desarrollados son muy sensibles, a través de sus medios de comunicación, a denunciar cualquier tipo de abuso en la investigación clínica. Por otra parte hay investigadores que comprenden las diferencias culturales y sociales, que saben de los sufrimientos callados de los humillados, y que toman en serio la cultura ajena para actuar respetando los valores y los modelos del país anfitrión. También hemos destacado la importancia de una cultura en ética de la investigación, para que las normativas internacionales tengan vigencia real.23 Estos pocos logros nos permiten, también a nosotros, mirar al futuro con algún optimismo.

23 LAVER Y, J. V., A C ulture of E thical C onduct in R esearch: The Proper G oal of C apacity Building in Interntional Ethics, N ew York, C om ission on M acroeconom ics and H ealth. C H H W orking Paper Series, (2:5), 2003.

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Recibido: Aceptado:

12/03/2006 15/05/2006

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Fabio Á lvarez, E l paciente como O tro..., pp. 67-73

EL PACIENTE C O MO O TR O. ACERCA DE LA CO NFO RMAC IÓ N DE LA SEN SIB ILID AD MO R AL D EL M ÉD IC O DESD E U NA PER SPEC TIVA LÉVIN ASIAN A FABIO ÁLVAREZ (Universidad Nacional del Sur - CONICET) RESUMEN S i bien en estos últim os tiem pos se ha sostenido la prioridad transc u ltu ra l de la a u to n o m ía d el su je to -p a cie n te p o r so b re e l co n o cim ie n to m é d ico , e sto p a re ce p erd e r fu e rza e n la p rá ctica m é d ica co tid ia n a . E s te tra b a jo so stie n e q u e n o se p ue d e h a b la r d e re sp e to o de o blig a ció n m o ra l si n o se h a e d uca d o p re via m e n te la se n sib ilid a d m o ra l. D ich a pro b le m á tica se a na liza a la lu z d e la re fle xió n lé vin a sia n a , la cu a l m u e s tra q u e la o blig a ció n m o ra l su rg e fre n te a la vu ln e ra b ilid a d d e ca d a h o m b re , d e cada ro stro hum ano, de cada O tro que yo. P ALAB R AS C LAV E S : P a cie n te - O tro - S e n sib ilid a d M o ra l AB S TR AC T A lth o u gh th e tra n scu ltu ra l p re ce d e nce o f th e p a tie n t-su b je ct a u to n o m y o ve r m e d ica l kn o w le d g e h a s b e en re ce n tly e n d orse d , th is id e a se e m s to lo o se fo rce in th e eve ryd a y m e d ica l p ra ctice . A n d it is n o t p o ssib le to ta lk a b o u t re sp e ct o r m o ra l o b lig a tio n if th e m o ra l se n sib ility h a s n o t b e en p re vio u sly e d uca te d . T h is issu e is a n alyze d in th e lig h t of the lévinasian philosophical persp ective, according to w hich the vulnerability of every hum an fa ce, of every O ther, g ives rise to the m ora l obligation. K E Y W O R D S : P atient - O ther - M ora l S ensib ility

“¿Qué es, en cuanto convivencia con otro hombre, el ejercicio de la medicina?” (P. Laín Entralgo) Si bien en estos últimos tiempos se ha estado tematizando sobre la priorización transcultural de la autonomía del sujeto-paciente por sobre el conocimiento médico1 –en lo concerniente a la investigación clínica–; pareciera ser que en la práctica médica cotidiana ciertos postulados e ideas regulativas perdieran el sentido primigenio y se desvanecieran en un sutil relativismo. Es decir, se sabe que el respeto a la autonomía del paciente es necesario para practicar, de un modo ético, la investigación clínica con humanos. Pero… ¿es suficiente? ¿Alcanza la sola firma del consentimiento informado para que exista un sincero respeto moral hacia el Otro, en nuestro

1

Para analizar esta tem ática se puede consultar el artículo de BAKER , R obert; U n m odelo teórico para la ética m édica transcultural: posm odernism o, relativism o y el C ódigo de N ürem berg, en “Perspectivas bioéticas en las am éricas” (FLACS O ), Bs. A s., N ro. 3, 1997, pp. 13-37. 68


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caso, del médico hacia el paciente? “¿Es la simetría, el respeto recíproco, un ideal en la relación entre dos personas?”2 ¿Cómo podemos hablar de respeto si no hemos educado nuestra sensibilidad moral? Este trabajo analiza dicha problemática a la luz de la reflexión levinasiana, al mostrar que la obligación moral surge frente a la vulnerabilidad de cada hombre, de cada rostro humano, de cada Otro que yo.3 Pues, no hay obligación moral sin sensibilidad ni respeto por la ley moral. En efecto, el “No matarás” no resulta de la imposibilidad de querer la universalidad de una máxima que prescribiría el homicidio, sino de un mandato absoluto que hay que respetar, cualesquiera que sean la disposición del corazón o la intención de la voluntad. Motivo que nos lleva a reflexionar sobre la relevancia de la conformación de la sensibilidad moral del médico. Así, reflexionar sobre el concepto de Otro desde Lévinas implica pensar, contrariamente a lo que suele entenderse, en el respeto a la autonomía que posee cualquier ser humano. Es hacerse la pregunta de si tal respeto por la autonomía no tiene sus fuentes, primariamente, en el respeto por la alteridad del Otro. Es preguntarse si la mejor vía para dar con el Otro es la que parte de la autonomía del sujeto, como si el sujeto moral autónomo –pensamos en el médico- fuera hacia el Otro y respetara la autonomía de éste sólo en base a una medida común a ambos: la razón.4 Nuestra propuesta es reflexionar en sentido inverso. De este modo, tematizar sobre la alteridad, sobre el Otro humano, es proteger, al mismo tiempo, la mismidad de éste, mismidad que es su propia dignidad e integridad como persona. Todavía más, al reflexionar desde la categoría filosófica de alteridad, se muestra la relevancia de ésta para con-formar la sensibilidad moral de todo ser humano. “La moral, entonces, pasa por una educación que, en cada momento, intenta inscribir sus exigencias en la vida del sujeto”.5

2

R esp ecto a esta problem ática, que atañe a un concepto de m oral, a cóm o debem os entenderla, se puede ver el libro de TU G EN D H AT, Ernst. Problem as, G edisa, Barcelona, 1999, C apítulo 7 (“¿Cóm o debem os entender la m oral?”), pp. 122-134. 3 La reflexión filosófica respecto al estatu to que guarda el Otro en relación con el yo, la relación diádica, tiene toda una historia. Para la orientación que se le da a este trabajo, adem ás de la bibliografía que concierne a Lévinas, se puede consultar, entre otros, el libro de EN TR A LG O , P . Laín; Teoría y realidad del otro, (2 volúm enes), R evista de O ccidente, M adrid, 1968. “En cuanto m édico explora y trata vivientes de carne y hueso, personas encarnadas, y no som bras m ovedizas y evanescentes. La experiencia inm ediata de la realidad nos clava en el ah ora y a la vez, paradójicam ente, nos abre al siem pre; y m ás cuando tal realidad es la del otro. C ontra la fuerza de esta e xpe riencia, ¿qué puede y qué podrá nunca cualquier relativism o?” (pp. 13-14).

4

C f. C H ALIER , C atherine. Por una m oral m ás allá del saber, C aparrós, M adrid, 2002, p. 86.

5

Ibíd.., p. 77. 69


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Vale aclarar que la categoría de alteridad marca y señala el horizonte de una responsabilidad irrecusable hacia el Otro, sin que por ello nos sometamos a su manipulación y violencia. Pues se trata de pensar la responsabilidad hacia el prójimo como una sensibilidad práctica a desarrollar. Dicho de otra forma, el Otro nos insta a responderle sin elección alguna de nuestra parte, como al modo de un proto-mandato, de una obligación que está antes de cualquier especulación racional, antes que cualquier representación. “La responsabilidad es la estructura esencial, primera, fundamental, de la subjetividad”6 . Modelo de obrar que tiene sus fuentes, quizá, en la parábola del buen samaritano. El Otro, entonces, afecta nuestra sensibilidad como una responsabilidad, como un llamado que viene desde lejos y nos inquieta. Es decir, “la subjetividad no es un para sí; es inicialmente para otro”7 . Responsabilidad para con el Otro que abre la dimensión de la sensibilidad práctica del sujeto moral; quien necesita aprender y a quien se le debe enseñar a moldear su sensibilidad práctica a partir de la responsabilidad no sólo para con el Otro, cercano, indefenso y débil, sino también hacia los terceros, sobre el plano de la justicia ética. Pero valga esta aclaración: sensibilidad moral no es sensibilidad estética8 aunque puede ir acompañada por ésta-, ni es una sensación pasajera o sensibilismo. La sensibilidad moral surge o, mejor dicho, se va actualizando por la costumbre de respetar el proto-mandato, por el hábito de ejercer nuestra responsabilidad, en primera instancia, frente al Otro. Más todavía, nos dice Lévinas, la sensibilidad es un dato ineludible de la moral, siempre que esta sensibilidad sea entendida como un responder ante y por el Otro. “Desde la sensibilidad, el sujeto es para el otro (…) responsabilidad que no he asumido en ningún momento, en ningún presente”.9 Justamente, protomandato. Mientras que la responsabilidad para con el Otro no se confunda con la obediencia a su violencia. 6

C f. LÉVIN AS, Em m anuel. Ética e Infinito, Visor, M adrid, 1991, p. 89. Tam bién M . W EBE R y H . JO N AS han visto y tem atizado respecto a una ética de la responsabilidad, aunque desde aproxim aciones diferentes a la de Lévinas. Se pueden ver: W EB ER , M . El Político y el C ientífico, A lianza, M adrid, 1998, pp. 154-177. “El pecado contra el Espíritu Santo de su profesión –aunque hable de la política, tam bién pensam os en la m édicacom ienza en el m om ento en que esta ansia de poder deja de ser positiva (… ) para convertirse en una pura em briaguez personal” (p. 156). JO N AS, H . El Principio de R esponsabilidad, H erder, Barcelona, 1995. D el m ism o autor Técnica, m edicina y ética, Paidós, Barcelona, 1996. 7

LÉVIN AS, op. cit., p. 92.

8

“El m ism o Kram er que, escuchando a Schum ann, lloraba y que había sido librero antes que com andante de B irkenau, era capaz de hundirle el cráneo a una detenida con su porra porque no andaba lo bastante rápido (… ) él m ism o em pujaba a las m ujeres a la cám ara de gas y observaba su agonía” (TO D O R O V, T.; Face à l’ extrêm e, Seuil, Paris, 1991, p. 155). 9

LÉVIN AS, E.; H um anism o del Otro H om bre, C aparrós, M adrid, 1993, p. 90.

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Lévinas, entonces, busca un concepto filosófico que permita desarrollar una educación de los sentimientos morales, sin por ello perder de vista la identidad que nos hace sujetos únicos e irremplazables, nuestra mismidad. Pero sí es claro que la presencia del Otro, su rostro, dice Lévinas, nos llama a ir más allá de nuestro sí mismo, de nuestra mismidad que, a veces, de refugio pasa a ser nuestra cárcel. “La pasión por lo propio (el etnocentrismo y el egocentrismo) no es ningún accidente, sino la característica constitutiva del Yo”10 . Por tal motivo, hay que pensar desde “otro modo que ser o más allá de la esencia”. Lo interesante y novedoso desde Lévinas, es que el tema del Otro está íntimamente relacionado con el concepto de rostro. Así, el rostro del Otro hombre, vulnerable ante nosotros, es el que nos llama a la responsabilidad, a responderle. Es el rostro, en su desnudez humana, el que hiere –por decirlo de algún modo- la precaria dureza de la yoidad absoluta. Aún más, es el rostro del Otro humano el que afecta el espacio y el tiempo del propio sujeto moral, obligándolo a una salida del ser para actuar “de otro modo que ser”. Por consiguiente, “anterior a la ontología es la ética; anterior a la verdad, la justicia, y previo al errar, el escándalo de la iniquidad”11 . Pero ¿Para qué utilizar la categoría de rostro a la que Lévinas da el estatuto de filosófica? “El rostro del Otro hombre es lo que nos prohíbe matar”, dice Lévinas. “El rostro es significación, y significación sin contexto (…) os lleva más allá (…) la relación con el rostro es desde un principio ética. El rostro es lo que no se puede matar (…) eso cuyo sentido consiste en decir: «No matarás» (…) pues hay, en la aparición del rostro, un mandamiento”12 . Mandamiento que nos obliga a respetar la dignidad y la vida del hombre singular, concreto, “de carne y hueso”, como afirma L. Entralgo. Con otras palabras, el rostro del Otro hombre nos llama a responder a través de una acción justa, a través de una “respuesta que es responsabilidad apremiante para con el prójimo (…) desinterés de la subjetividad (…) sensibilidad”13 . Por otro lado, parecería ser que, al momento de tematizar sobre la sensibilidad moral, tampoco es suficiente una ética de la virtud14 , aunque sí

10

LÉVIN AS, E. Ética e Infinito, p. 12.

11

Ibíd., p. 13.

12

C f. Ibíd., pp. 80-83.

13

LÉVIN AS, E. D e otro m odo que ser, o m ás allá de la esencia, Síguem e, Salam anca, 1995, p. 59.

14

“H elsinki I y el triunfo de la ética de la virtud: La ética virtuosa de la elite de la in vestigación clínica había tendido a priorizar la beneficencia y a suponer, de m o do paternalista, que los clínicos, en virtud de su capacidad y experiencia, podían determ inar unilateralm ente cuáles eran los intereses m ás im portantes de sus pacientes (… ) En consecuencia, los derechos de los pacientes-sujetos, que habían sido pronunciados firm em ente en N ürem berg, quedaban reducidos a una prerrogativa condicional del clínico-investigador” (B AKER , O p. C it., pp. 27-30). También se puede consultar, GR ACIA, 71


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necesaria. Pues si bien se puede ser virtuoso de muchas maneras, ello no implica que se sea sensible moralmente frente al Otro (en este caso, al paciente). Es decir, para que exista sensibilidad práctica debe existir responsabilidad moral y, justamente, es el sujeto moral aquel que no se conforma con ser virtuoso, antes tiene un sentimiento de respeto a un mandato absoluto –responsabilidad para con el Otro humano-, a través del cual se hace digno de su virtuosidad. En síntesis, la sensibilidad moral conlleva una obligación ante el rostro del Otro. Desde Lévinas, entendemos a la sensibilidad práctica como una responsabilidad intransferible, un “heme aquí” permanente ante el rostro del prójimo. Por consiguiente, la categoría del Otro, de la alteridad, nos permite reflexionar sobre cómo debería obrar el médico cuando se encuentra frente a alguien, al paciente, que tiene su propia mismidad y está aguardando una acción respetuosa y responsable hacia su persona –más, cuando el médico también realiza investigación clínica con su paciente-. En este sentido, postular la categoría de alteridad, es preguntar sobre la responsabilidad inherente al sujeto moral –en este caso, al médico- y sobre la posibilidad que éste posee de aprender en el plano de la sensibilidad moral. Interpretamos que hay sincero respeto por la autonomía del Otro humano, cuando hay un respeto y una verdadera responsabilidad por y frente a su alteridad. De otra forma, la puerta siempre está entreabierta para cualquier tipo de manipulación y maltrato, donde el “No matarás” no cabe adentro de conciencia alguna15 . Luego de tantos sucesos históricos y tanta documentación formulada para regular el campo de la investigación clínica con humanos, hoy se enfatiza y prioriza el respeto por la autonomía del paciente. Pero ¿es suficiente para una praxis ética adecuada dentro de este contexto? Pareciera que no. La documentación bibliográfica que hemos estudiado deja entrever una gran laguna de problemas éticos sin resolver en este dominio del campo sanitario. Es decir, si bien hay siete requisitos para que la investigación clínica pueda considerarse ética, los requisitos se pueden reinterpretar y ser revisados a la luz de los cambios vertiginosos que ocurren en la ciencia y en los ensayos clínicos16 . Pues no está claro que exista un sincero respeto por la autonomía del sujeto-paciente ya que, si bien éste puede firmar el consentimiento informado y conocer todo lo que se le va a practicar sobre su cuerpo y D iego. Profesión m édica, investigación y justicia sanitaria, Estudios de B ioé tica, Vol. 4, El Búho, Bogotá, 1998, pp. 105-106. 15

R eflexionem os en una de las m áxim as aberraciones m orales, el caso de los experim entos realizados con seres hum anos en los cam pos de concentració n de la Alem ania nazi; donde se experim entaba sin conocim iento y sin consen tim iento de los participantes (V er G R AC IA, D . op. cit., p. 98).

16

C f. EM AN U EL, Ezequiel; “¿Qué hace que la investigación clínica sea ética?”, en Investigación en sujetos hum anos. E xpe riencia Internacional, A. Pellegrini y R . M acklin (edit.), Serie Publicaciones, Program a Regional de Bioética, Stgo. de Chile, 1999. 72


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persona, no siempre el médico –investigador clínico- ha respetado a posteriori las pautas acordadas, no siempre se ha respetado la dignidad de cada hombre, de cada vida singular y única. Desvaríos morales harto conocidos, producto de intereses económicos y cuestiones de poder que no conocen límite alguno. Sujetos con alta sensibilidad estética, pero no moral; médicos al servicio de la ideología de turno y de oscuros ideales, sin escrúpulo alguno. Entonces, ¿sería necesario enseñar y formar en los médicos, a lo largo de su carrera universitaria, una sensibilidad moral que acompañe a la reflexión y al conocimiento, al saber? ¿Habría que hablar, por decirlo desde Lévinas, de un “proto-mandato” que hay que actualizar al modo de una responsabilidad irrecusable para con el Otro? ¿Es enseñable la sensibilidad moral en el médico? ¿Tiene alguna utilidad la categoría filosófica de alteridad, del rostro del Otro en este plano? Pareciera que sí. En uno de los artículos de la revista The Journal of Medicine and Philosophy, los estudiantes de medicina reportan continuamente que el aspecto más dificultoso en el aprendizaje de la anatomía humana es la disección del rostro17 . Enfatizamos con la enseñanza de Lévinas, “el rostro está presente en su negación a ser contenido”18 . Está claro, entonces, que no se puede reflexionar sobre el respeto a la autonomía del Otro hombre, del sujeto-paciente, si ya siempre no se ha reflexionado y actuado con respeto frente a la alteridad y vulnerabilidad del prójimo, si ya siempre no hemos sido afectados en nuestra sensibilidad moral ante la presencia del Otro. De este modo, hemos de reflexionar sobre la relevancia de educar en la sensibilidad moral al médico19 , para que éste aprenda a respetar al Otro como Otro humano y no como mero objeto de investigación, al cual,

17 C f. C LIFTO N -SO D ER STR O M , M ichelle; “Lévinas and the Patient as O ther: The Ethical Foundation of M edicine,” en The Journal of Medicine and Philosophy, Vol. 28, N º 4, August 2003, p. 452. 18

LÉVIN AS, E. Totalité et Infini, Troisiem e Ed., La Haye, París, 1968, p. 168. (Trad. de D aniel G uillot: Lévinas, E., Totalidad e Infinito, 4 ta . edición, Síguem e, Salam anca, 1997, p. 207) 19 Form ará parte de otros trabajos el analizar cóm o con-form ar la sensibilidad m oral del m édico. U na de las fuentes m ás im portantes para la form ación de la sensibilidad m oral es aquella que propone acudir a los textos literarios. Lévinas nos dice: “A veces m e parece que toda la filosofía no es m ás que una m editación acerca de Shakespeare” (Totalidad e Infinito, nota, p. 2 5). E s m ás, Lévinas sugiere volver al Libro –Biblia judía-, a dialogar con los libro s –con lo O tro que yo- con el objeto de enriquecer nuestra sensibilidad práctica. En esta línea, si bien con otros m atices, estarían Bajtín M ., N ussbaum M . y D . M orris, quien sugiere: “N ecesitam os recuperar las voces que hablan con sum a eficacia de parte de los pacientes en ensayos, novelas, obras de teatro y otros géneros de eso que llam am os literatura (… ) las innum erables voces no m édicas que suelen quedar al m argen” (M O R R IS, D avid. La cultura del dolor, Andrés Bello, Stgo. de C hile, 2 d a . edición, 1994, pp. 3 y ss.).

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supuestamente, se le respeta su autonomía bajo la forma del Consentimiento Informado. El mal late constantemente en el corazón del hombre y, cuando late fuerte, da lugar a las aberraciones más grandes en la vida y en la historia de cada ser humano… y el “No matarás” desaparece de la Tabla de los Mandamientos. Quizá entonces, como se sugirió en alguna parte de este trabajo, habría que re-significar modos de obrar, matrices de acción que están señaladas en los grandes libros, es decir, modelos que eduquen la sensibilidad moral de cada uno de nosotros, la del médico. Lévinas nos dice: “La Biblia es el Libro de los Libros donde se dicen las primeras cosas, las que debían ser dichas para que la vida humana tuviera sentido (…) es esa extraordinaria presencia de sus personajes, son esa plenitud ética y esas misteriosas posibilidades de la exégesis, las que originalmente significaban para mí la trascendencia (…) sentir la hermenéutica, con todas sus audacias, como vida religiosa y como liturgia”20 . El médico y filósofo P. L. Entralgo fue conciente de la urgencia de este aprendizaje en el plano de la sensibilidad moral y, no casualmente, reflexiona sobre la realidad del otro hombre a través de la exégesis de la parábola del buen samaritano21 . Mirada de quien está abierto a la situación de los otros, porque tiene un corazón solidario, porque es capaz de amor comprometido. Pero esto exige salir del propio mundo, de los propios intereses, de las propias preocupaciones, y alterar los propios proyectos. No basta con acercarse al otro, hay que calar su realidad como es, en su crudeza, sin escamotear nada.

Recibido: Aceptado:

12/08/2005 25/10/2005

20

LÉVIN AS, E. Ética… , p. 25.

21

EN TR ALG O , op. cit., Vol. 2, pp. 19-27.

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FR AN KEN S TEIN CO M O M ITO FILM AD O : N O ES B UEN O Q UE EL M O NSTRUO ESTÉ SO LO GABRIEL CABREJAS (Universidad Nacional de Mar del Plata) RESUMEN E l a rtícu lo a bo rd a la n ove la F ra n ke n ste in d e M a ry S h e lle y y su tra sla ció n al cin e . P o r u n la d o sin te tiza a lg u n as in te rp re ta cio n e s, se a co m o te xto sim b ó lico d el p o sitivism o y al m ism o tiem po pion ero de la po sm od ernida d, sus ca racterísticas d e n ove la rom án tica y ta m b ié n de te rro r g ó tico y cie n cia ficció n , su s re f e re n te s m ito ló g ico s y su a nticip o estructural y tem ático de la literatura de l siglo X X. P or el otro, rep asa la h istoria d e su co n ve rsió n en p elícu la , la s ve rsio n e s y su b ve rsio n e s, d e sd e e l n a cie n te cin e de te rro r y la d ia léctica hom bre -m onstruo m ás allá de ese género , pasando por e l com ic d e su p e rh é ro e s, e l p o licia l d e su sp e n so y to d o a rg u m e n to so b re b io te cn o lo g ía y ro b ó tica . Fra nkenstein se yergu e así com o un a m etáfora acerca de l arte en la e ra d e su re p ro d u ctib ilid a d té cn ica , la a lie n a ció n de la id e n tid a d , e l O tro y la so le d a d co n te m p o rá nea. P ALAB R AS C L AV E : F ra n ke n ste in – C in e – L ite ra tu ra - M a ry S h e lle y AB S TR AC T This article analyze s the novel Fra nkestein by M a ry S helley and its film e d versions. O n th e on e sid e , it m a ke s a syn th e sis o f so m e re a d in g s o f th is w o rk, w h ich h as b e en se e n a s a sym b ol of positivism , a preview of posm o dernism , a rom a ntic novel, a w o rk o f science fiction or of gothic horror, and as an anticipation of the Tw entieth C entury lite r a tu re , a m o n g o th e r in te rp re ta tio n s. O n th e oth e r sid e , th e article g oe s o ve r th e re co rd o f its film e d ad a p ta tio n s: th e m a n y ve rsio n s a n d su b -ve rsio n s fro m th e b e g in n in g s o f th e ho rro r cin e m a a nd th e m a n – m o n ste r d ia le ctics, u p to th e co m ic a n d its superh ero es, going thro ugh the suspense m ovies and the ro botic and biotechnological plo ts. Fra nkenstein is se e n a s a m e ta p h or fo r th e w o rk o f a rt in th e ag e of th e technical reproducibility, the alienation of identity, th e O ther and the contem porary lon eline ss. K E Y W O R D S: F ra n ke n ste in – C in e m a – Lite ra tu re – M a ry S h e lle y

1- Prometeo y Proteo Frankenstein de Mary Shelley representa la primera novela del positivismo y, mucho antes de la crisis del progreso ilustrado, la primera de la posmodernidad. Si celebra al comienzo el entusiasmo (etimologicamente, llevar a Dios dentro) por reemplazar a Dios, a poco de andar lo desmenuza. Como manifiesto futurista en acción, advierte sobre sus inquietantes consecuencias, que primero el hombre domine a la máquina creando una demasiado humana y después ésta lo sustituya al superarlo en potencialidad física y también en odio. Texto romántico en el sentido amoroso –el amor más desdichado, el de la soledad absoluta por excepcionalidad constitutiva, no por automarginación emocional como en el Werther–, fábula de aventuras 76


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metafísica, ensayo ético-filosófico sobre los límites humanos y la posibilidad condenable de su ruptura, y primer relato de ciencia ficción antes de que aparecieran los alien de H. G. Wells y la tecnolatría exploratoria de Verne. Sus interpretaciones son tan variadas que solamente un clásico las admite. Jules Verne es el anticipador varón: su sueño, el dominio universal del espacio, la epopeya europea inminente de la conquista fuera y debajo del mundo, contemporánea del colonialismo darwiniano. Shelley es la anticipadora mujer: el puzzle orgánico –no el mecánico– que provoca la pérdida de la unidad espiritual, la crisis psicológica, el drama del ser único atado a un destino no elegido. Verne habla del burgués-francés a punto de tragarse la tierra y sus Frankenstein son categóricamente las máquinas, pero vistas desde el lado claro, un elogio del poder masculino de ampliar su potencialidad muscular a través de la técnica, que en términos heideggerianos constituye el último refugio del Ser. Shelley habla de sí misma a través del otro ficcional. Ella misma, escritora y mujer excluyente, sin modelo a la vista, enarbola su advertencia contra la razón fálica del hombre omnímodo y solo, pues para ella de nada sirve la ciencia si nos condena a la orfandad. Como escritora apela a un travestismo narrativo que en vez de trastearla la desoculta. Todos los narradores del libro son hombres, pero las únicas heroínas son mujeres, destacando el modelo de autosacrificio en Justine, que se confiesa culpable de un crimen que no cometió. Ellos ensayan parrafadas de justificación, ellas aceptan victimizarse para denunciar la inicuidad de su discurso. Mary vindica a la artista que parece escribir como un hombre para defenestrar a su modo la brutalidad del macho, incluso la peor de todas, la intelectual. La primera lectura, la mitológica, consiste en llamar Prometeo al doctor y Adán al monstruo, que en su torturada incompletud clama por una esposa -¿o por una madre?- y su falta no puede sino desembocar en el ansia de destrozos. La roussoniana promenade que describe descubriendo la naturaleza en la agreste campiña suiza, y su exigencia de una compañera a las mismas manos que lo procrearon conjetura a un Dios imperfecto, el científico, que se niega a reiterar la desmesura cósmica del Dios perfecto y eso desencadena la catástrofe. Una parodia del Génesis: aquí Dios es el Doctor, Adán el monstruo, el paraíso su Laboratorio, Eva la Ciencia y la manzana la Electricidad, que reemplaza al Fuego prometeico o mejor, lo tecnifica. Este Adán, androide asimétrico, clama contra un Creador tan incompleto como él, que luego de su improvisado muñeco de barro -en este caso de muchos barros- no se atrevió a amasar la pareja, insuflando vida a un clon a escala des-madrado, siendo a su vez Dios Padre sin ser Marido. No es bueno que el monstruo esté solo, diría Adán en este antigénesis. El bíblico habría jurado lo mismo que su émulo literario inglés: “arrancaré los árboles y sembraré la destrucción”. Un Dios satánico por pura imperfección, progenitor de un Adán abruptamente Ángel Caído, porque no se reproduce generando una sociedad de iguales-pecadores, sino exterminando lo ya

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creado. ¿Será El Moderno Prometeo, la versión del Génesis (la sub-versión) escrita por Eva?1 Existe una única oyente, o destinataria del texto, la hermana del explorador, Margaret Walton Saville, sigla que remite a Mary Wollstonecraft Shelley.2 Sutil pirueta de Mary, termina siendo el personaje más importante siendo invisible, y gracias a ella, receptora ficcional, nos enteramos de la historia. Quizás un modo de sugerir que ella (Mary) es todos los protagonistas y testigos, diseminada en sus culpas, sentimientos de desamparo e incomprensión, impotencias varias y sueños desmantelados. De hecho, todos los intervinientes son excepcionales, por sacrificio y bondad (las mujeres), lúgubre creatividad y codicia gnoseológica (Frankenstein), sobrehumana fuerza y rencor (la Criatura).3 Amén de sus virtudes modernas, conlleva perfil cinematográfico antes de expandirse ese arte industrial llamado cine. El uso de la primera persona prismática logra que el lector se identifique con los dos victimarios-víctima sucesivamente, los justifique y comprenda: Citizen Frankenstein: como el antihéroe de Orson Welles –un Frankenstein del capitalismo– el Monstruo

1

Lecercle distingue entre el m ito grieg o d e P rom eteo pyrophore, ladrón y portador del fuego, tal cual lo presenta la tragedia de Esquilo, y el latino, pla stica to r, que crea a los hom bres con arcilla. El de Shelley com binaría las dos leyendas –electricidad generadora, fuego sacrificial y constructo pluriorgánico (p. 37). Lecercle adem ás aporta un m uy com p leto estu d io d e fuentes e influencias de la novela, que conjuga a los prim eros sociólogos (G odwin, padre de M ary; R ousseau) y los escritores (Percy Shelley, M ilton) C fr. pp. 25-46. (Lecercle, Jean Jacques (2001): Frankenstein: m ito y filosofía. Buenos Aires: N ueva Visión.)

2

La advertencia es de Burdiel, Isabel (1996): “Lo im aginado com o m ateria interpretativa para la historia. A propósito del m onstruo de Frankenstein”, Eutopías 13 0, 2da. época: 1-22. 3 La estructura circular, de cajas chinas es un rasgo propio de la narrativa del siglo XX. C f., el cuadro que presenta Lecercle en op. cit., p. 16:

C artas 1 a 4 W alton

C apítulos 1 a 10 Frankenstein

C apítulos 11 a 16 M onstruo

C apítulos 17 a 24 Frankenstein

Fin del cuento/cartas W alton

Frankenstein, The m odern Prom etheus de M ary Shelley (1818, prim era edición; la tercera de 1831, revisada por la autora) corrió la suerte de su novela hecha film en sus traducciones castellanas: la traición. La popular versión del C entro E ditor de A m érica Latina (1981: prólogo de Elvio Gandolfo y traducción de Laura M arazul) d irectam ente elim ina los poem as insertos a lo largo del texto, por dar un ejem plo. Ocurre lo m ism o con otras que pueden conseguirse con facilidad en las librerías: la de editorial Leviatán (1997, C olección Club de l M isterio), Andrés Bello (1996 y 2° edición 2005, con prólogo de Angélica C hellew), D e los C uatro Vientos (2004, con prólogo de M anuel Aguilar), An dróm eda (2003), Longseller (2004, con prólogo de Antonio Tulli) y la de Edicom unicación (1994, con prólogo de Jorge A. Sánchez). 78


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perdió la infancia, simplemente porque nunca la tuvo; nació adulto y debió enseñarse solo, aunque el conocimiento serviría apenas para sentenciarlo. Y lanza al ruedo subgéneros que son rigurosamente cine, porque sobre la romántica articulación de la novela sentimental y epistolar con el diario de viaje, despliega la primera historia con serial killer, filón que el cine de Hollywood no dejaría de abastecer; la road movie de desplazamiento universal antes de La vuelta al mundo en 80 días y las películas de ruta y cambio de escenario, y registra a su vez su propia lectura de géneros ya iniciados, como el Bildungsroman pero al revés. Y remata con un final abierto, inconcluso, que parece prever las sequels americanas, las segundas y terceras partes de los productos taquilleros. El Hijo de Prometeo jura inmolarse en un ritual bonzo, pero nunca sabremos si cumple su promesa, con lo cual imaginamos nuevos y escalofriantes episodios. 2- Tres relaciones, seis personajes Cuando la base argumental está compuesta por el diálogo entre caracteres opuestos, existen en la literatura –heredera de la tragedia helénica-, y por consiguiente en el cine, al menos tres tipos de relación entre dos personajes: 1. La relación quijotesca, vale decir, la dialéctica entre complementarios unidos por el vértice. La circunstancia empieza separando y termina reuniendo a dos psicologías que no podrían haber nacido juntas. Su modelo más prestigioso es El Quijote, y a partir de allí buena parte de la literatura sentimental hace su juego. En cine no hace falta tan amplia profundidad de campo como lo sugiere la dicotomía extrema de Cervantes entre el flaco y el gordo, el hijodalgo y el campesino, el idealista y el realista, el loco y el cuerdo. Basta recordar la comedia americana, desde que enfrenta a Spencer Tracy y Catherine Hepburn, o modernamente a Tom Hanks y Meg Ryan o Richard Gere contra Julia Roberts. El motivo central: un hombre y una mujer inconciliables comparten un destino que rechazan pero terminará fundiéndolos y con-fundiéndolos, una ecuación de factores intercambiables y por momentos indiscernibles. Sumemos la tradición de la comedia (y a veces del drama) policial, el buddy film, los partners del precinto o del móvil patrullero urbano, el experimentado y el novato, el casado y el soltero, el blanco y el negro, el chino y el negro, el anglosajón y el hispano, y en versión potencialmente erótica, el hombre y la mujer. Pese a las abismales distancias, se trata de una relación entre iguales. 2) La relación pigmaliónica, relación entre un superior y un inferior, la clásica distribución de la novela educativa, la Bildungsroman, o el Bildungsfilme. Todo film/texto donde confluyen padre e hijo, alguien que enseña y alguien que aprende, responde a esta clasificación. El rol del pedagogo no permanece fijo en un personaje, sino que se gradúa en varios sucesivos, que hasta aleccionan por la negativa, el mal ejemplo, inmoral o ambiguo, de allí las fugas del alumno/hijo hacia otras escuelas –institucionales o el simple camino- a lo largo de los cuales logra conocerse más a sí mismo, se reconoce o empieza apenas a conocerse. El arquetipo es, claro, la picaresca española. El protagonista escribe retrospectivamente una autojustificación 79


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que se defiende de su éxito espurio actual, atestigua su condición de inferioridad relativa y suele alardear de maestro a su vez, pues escribe sus memorias para enseñar a otros. Tenemos aquí a Moll Flanders y Barry Lyndon, con sus reinvenciones filmadas. Pero existe otra tradición, más bien americana, de happy end edificante: Adiós Mr. Chips, Al maestro con cariño, La jungla de asfalto, Mr. Holland´s opus, Escuela de rock y cualquier película con escuelas como escenario, sumando las teen-comedy, y docentes/educandos de sujetos. Se trata de una díada optimista, que salva al Sistema, lo fortalece. 3) La relación frankensteiniana, que distingue entre un individuo inferior y otro superior sin reciprocidad a la vista, aunque el punto de llegada de esta bifurcación redunda en un tema de la literatura y del cine alemanes, el Doppelgänger, una virtual otredad desdoblada, el rostro deformado en el espejo. Binomio sustancialmente trágico y pesimista sobre la condición humana: si el anterior reboza claridad y autocrítica, superación y concordia final, aquí el Otro constituye nuestra parte más oscura e insospechada. En la relación quijotesca no existe rebeldía, la airada negativa previa a acercar posiciones sólo sirve para exhibir las psicologías opuestas y prolongar narrativamente la ineludible empatía cardinal. En el caso del dueto pigmaliónico, toda sublevación tarde o temprano se domestica, una de las partes admite su propio error o el del otro, y, dada la situación de que el maestro / padre / tutor se equivoque, el aprendiz / hijo / discípulo aprende por la vía negativa. La relación frankensteiniana, en cambio, implica la ajenidad total. El primer factor de la ecuación, en situación aparente de poder (padre, propietario, creador, maestro, esposo, etc.) no tiene frente a sí a un hermano con otra piel ni a un hijo díscolo sino a un engendro que comienza siendo hermano, continúa como hijo emancipado y termina enemigo incontrolable. Sin embargo, el Otro tarde o temprano reenvía al Uno, un alter ego tanto más propio cuanto más extraño. Hipótesis psicológica: el otro es quien yo podría ser (caso a); el otro es quien querría o debería ser (caso b); el otro es quien realmente yo soy (caso c). Las dos novelas descendientes inmediatas de El moderno Prometeo fueron inglesas, pero el siglo XIX no descubrió a Mary Shelley. En cambio, el siglo XX literario y buena parte del cinematográfico puede llamarse sin temeridad El siglo de Frankenstein. Muy próximos en el tiempo, El retrato de Dorian Grey (Oscar Wilde) y Dr. Jekyll y Mr Hyde (o El hombre y la bestia, de Stevenson) nunca hacen referencia a Frankenstein y sin embargo lo presuponen. Ambos textos aluden al demonio interior. En Wilde se trata de una parábola ética y una discreta farsa contra la doble moral victoriana, y, como corresponde, el espejo de un retrato contará la verdad mientras el verdadero rostro la esconderá bajo la superficie de una juventud intangible. Stevenson sigue las huellas positivistas de Mary, y de los dobleces de la identidad nos enteramos al final. El doctor Jekyll no requirió de un clon de laboratorio, sino que experimentó consigo mismo y solamente la muerte lo redujo o reconcilió en una única e intransferible cara. Mr. Hyde cambia físicamente hasta ser visualmente otro, excelente patraña novelesca para no imaginar lo inimaginable. Dicho sea de paso, el cine traicionó a Steven80


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son como lo hizo con Mary: siempre vemos en pantalla cómo el científico se transmuta en su contracara. Extremando el análisis, toda la cuentística borgesiana es frankensteiniana. El artrópodo bajo cuya caparazón despierta Gregorio Samsa en La metamorfosis de Kafka redesigna a la criatura, y cobra carnadura wildeana: el ogro interior volcado de lleno en el ogro exterior. 3- El cine, ese Frankenstein El cine como séptimo arte, orquestación de todas las artes precedentes y creación de la electricidad, es un arte frankensteiniano. Superó a sus artífices, guarda la memoria de la vida incorruptible para siempre, y se recuerda a sus autores gracias a su simulacro de eternidad. También en términos de nuestro siglo, el Monstruo conjuga el arte posmo, hecho de desechos, collage de reciclaje, instalación ambulante. Prácticamente todo el cine expresionista alemán mudo se zambulle en el tema del Otro, y lo sume en el clima de pesadilla gótico-romántica, retrofuturista, entre una Edad Media imprecisa y un presente cruzado, referido por elevación, que acecha tras las paredes torcidas, la nocturnidad que proyecta la del alma, y las escalinatas carcomidas y empinadas que no permiten ascender al cielo sino a una azotea infinita para arrojarse desde lo alto: un emblema espacial de las tinieblas del yo. Temprano, ya en 1915, el cine germano había parido el género de terror. Der Golem, de Paul Wegener, recuperaba la leyenda del rabino taumaturgo de Praga que, en procura de imitar a su Dios, prohijó una criatura a imagen y semejanza, a fin de salvar a su pueblo, a punto de ir al exilio por un decreto del Emperador. La criatura muere después de salvar a su pueblo, inmolación de un fatum tribal que quizás prepara otros, ya no ficcionales. Der Golem es, no obstante, una de los pocos largometrajes del período en que no se estigmatiza al judío, sobre un antisemitismo residual que posará indemne en casi todos los guiones: el propio golem no produce antipatía porque tal vez sea la bestia que los alemanes llevan dentro, todavía con raza cambiada. Das Kabinet des Doktor Caligari (El gabinete del doctor Caligari, 1919, de Robert Wiene) insiste: en una feria de atracciones el oscuro mago Caligari guarda en un cofre un autómata presto a cumplir sus órdenes; luego se sabe que éste comete asesinatos sin rastro de culpa, y cuando el héroe va a capturar al mago, decididamente loco, lo encuentra en el manicomio, para descubrir que el director del manicomio y Caligari... son la misma persona. La razón-poder se muerde la cola, el mundo como fruto de una irracional voluntad cósmica que nos transfigura a todos en autómatas sin criterio moral propio, sin motivación ni pánico. En Orlacs Hände (Las manos de Orlac, Lang, 1924) el personaje sufre el implante de las manos de un criminal y el monstruo se asimila al cuerpo, es el otro inserto en el uno, independiente y desintegrado de la conciencia. Fritz Lang reitera el molde con Doktor Mabuse (1922), una suerte de gángster que reúne a un grupo de robots humanos de las mismas características del homúnculo de Caligari, pero multiplicado en un ejército sombrío. Su exitosa Metropolis (1927) vuelve a la idea pero en clave sci-fi

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y aquí suma a una lectura sociológica los espectros antijudíos de la cultura nacional, el tema del doble, –la muchachita del cine mudo, María, y su secta consoladora de desdichados; la robot María que la suplanta llamándolos a la rebelión y horneando la represión–, y un maniqueísmo malthusiano que, según el film, sólo podrá arreglar el acuerdismo del régimen fascista en ciernes. El verdadero Frankenstein, a vuelta de esquina.4 El cine traicionó a Mary Shelley en varias direcciones y (casi) nunca dejó de hacerlo. Redujo las posibilidades incalculables de su planteo a la pedestre lucha entre el Bien y el Mal y demonizó al científico por la hybris de violar las fronteras naturales, pero nunca adoptó el punto de vista del monstruo y siempre lo constriñó a ser eso. Pecado original de la primera adaptación de 1931 (dirigida por James Whale), inauguró el género de terror en EE.UU. y habría que esperar a su anquilosis para ser reutilizado, como en la sátira de Mel Brooks (The young Frankenstein, 1974) o la poética aparición del fantasma entre los sueños infantiles del español Víctor Erize (El espíritu de la colmena, 1978), o el asesino serial que mata a quienes dañan a su familia adoptiva en Sling blade (B. B. Thornton, 1996). Whale, pionero del cine bizarro, perpetró varios horrores, además de la primera película en sí. Desde los créditos, rubrica que se basó “en la novela de Mrs. Percy B. Shelley” solapando a la autora detrás de su ilustre esposo, y en una pieza teatral desleal. En el filme el Doctor pasa de loco furioso a patética víctima, sólo muere la hija del granjero –al que el libretista llama retorcidamente Mary–, el monstruo se crema vivo en un molino y el científico creador termina siendo padre... de un hijo con Elizabeth. Nada de la com-pasión y clamor de la criatura figura en la trama, y sí un gigante balbuceante y retardado, que Boris Karloff convertiría en paradigma. Después de la pionera de 1931, James Whale volvió a la carga iniciando una estampida de secuelas. En 1935, The bride of Frankenstein. Siempre, claro, se desagrega sentido a la perspectiva literaria, y en el film no se hace hincapié en una nueva pareja adánica sino que sirve el método para duplicar los monstruos: la novia, en vez de enamorarse de su igual, también se asusta. Así, en 1943 ya hay un Frankenstein contra el Hombre Lobo (dirigida por Ruy W. Neill). A Karloff no le contentó ser la bestia: llegó a ser Son of Frankenstein (1939), hasta que en 1948 Bud Abott y Lou Costello se dieron el lujo de reunir a todas las criaturas de pesadilla en Abott y Costello contra Frankenstein. La Universal se había ganado el monopolio del terror y podía

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La relación entre los fantasm as del inconciente colectivo alem án en la prim era posguerra y el cine m udo que le es afín, es un asunto analizado por los clásicos trabajos de Siegfried Kracauer y Lotte Eisner, que logran echar luz sobre el ascenso del nacionalsocialism o al poder a través de los guiones y person ajes del período. Se trata de una proyección inquietante: el autóm ata asesino sin culpa, la nostalgia de un liderazgo fuerte ante el fracaso de la R epública de W eim ar, la tendencia a im putarle al judaísm o los m ales nacionales… Eisner, Lotte (1955): La pantalla diabólica. Panoram a del cine alem án. Buenos Aires: Losange; Kracauer, Siegfried (1961): D e C aligari a H itler. Historia psicológica del cine alem án. Buenos Aires: N ueva Visión. [1° edición, 1946]. 82


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burlarse de él a sus anchas. El colmo del film de horror es caer del grotesco que le es ínsito al ridículo, el peldaño sutil que no resiste al tiempo y hace reír a los nietos (y a veces a los hijos, depende de la calidad) pero antes hacía temblar a los abuelos.5 Los films de bajo presupuesto de la compañía británica Hammer estiraron hasta el hartazgo el estereotipo. Peter Cushing es siempre un Doctor F. siniestro, inescrupuloso, soberbio e incapaz de remordimiento, y la criatura es su continuidad fuera de control. Uno representa al Mal intelectualizado y el otro al Mal en estado puro y sin desbastar. Ni siquiera Kenneth Branagh, director de la versión más leal al texto padre (mejor dicho, texto madre), puede esquivar sucumbir a la tradición terrorista, con el agravante de un Robert de Niro acostumbrado al “todo terreno” que pasea su maquillaje sin convicción (1994). Su única originalidad consiste en resucitar a Elizabeth, descorazonada en la noche de bodas por el ogro, para que -tras cartón- se incinere viva por no poder decidir entre entregarse al trunco marido o a su matador, dado el conflicto entre su vieja y su nueva naturaleza. La Hammer, antes, explotaba todas las variantes, y el homúnculo prolifera, si bien ya no se amolda al prototipo karloffiano de frente ancha y tornillos en el cuello. Se ensambla el cerebro de un hombre en el cuerpo de una mujer, lo que parece otra ironía malévola contra Mary (Frankenstein created woman, 1967, de Terence Fisher). En The curse of Frankenstein (1957, Fisher), narrada retrospectivamente por el Barón F. desde una celda, se sugiere que la historia, iniciada en la infancia del autobiógrafo, pudo ser fruto de la locura y no un acontecimiento verídico. Frankenstein must be destroyed (Fisher, 1969) propone un transplante de cerebro entre un científico que enloqueció soñando resucitar muertos y el cirujano que trató de impedir que su sucesor (Cushing) continúe los experimentos. En 1973 se produce la última versión

5 Everson realiza una cronología crítica de los sucesivos Frankenstein hablados en EE.U U. y Gran Bretañ a en la etapa fundacional (C apítulo 3: “Frankenstein and successors”, pp. 36-61). El intercam bio de m áscaras entre los actores m onstruos de 1940 hace suponer que com partían códigos pa ra concentrar su m onopolio y no ser identificados autom áticam ente con cada cual. En El hijo de Frankenstein (dirigida por R owland Lee) Bela Lugosi interpreta a un am igo y m anipulador siniestro de la Criatura, Igor, ex-pastor de ovejas; en The ghost of Frankenstein (1942, Erle Kenton) ya aparece Lon C haney Jr. pero la Bestia es Lugosi; en Frankenstein m eets the W olfm an (1943) Karloff es el m ad scientist, C haney el H om bre Lobo, y John C arradine hace su prim er D rácula; en H ouse of Frankenstein (Kenton, 1944) Karloff retom a al D octor y el M onstruo es Glenn Strange; Chaney aparece en “Suddenly becam e the hero!” (Everson, 1956) sin m aquillaje y venciendo al M al. A bbott y C ostello repone a Lugosi com o D rácula (fue su caracterización original en 1930), Strange es el M onstruo y Chaney el w olfm an. Ver Everson, W illiam K (1974): C lassic of the H orror Film . From the D ays of the Silent Film to The Exorcist. Secaucus (N ew Jersey): C itadel Press. Arthur B ele fant sostiene que la C riatura no existe y que el D octor F. com etió todos los crím enes. La novela, desde esta perspectiva, sería un estudio de la d egradación m oral de Víctor y los aspectos sci-fi de su im aginación (B elefant, Arthur (1999): Frankenstein, the Man and the M onster. N ew York: Benjam in, R oss & Lane).

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de la Hammer (también Fisher en esta ocasión): el doctor crea monosantropófagos que en algún momento se devoran la paciencia del espectador. Desde 1957 se ve envejecer a Cushing. La agotadora insistencia del mismo personaje elaborado y actuado del mismo modo pasando insensiblemente del terror a la sátira antecede la saga de los Jason y Freddies de fines de los años 1980. Andy Warhol y Paul Morrissey en yunta pop se revuelcan en el mito (Frankenstein, 1973) y lo inclinan hacia el gore de terror asqueroso –intestinos que brotan por delante de una jabalina, geyseres de hemoglobina, sexo semipornográfico y necrofilia. Antes, Boris Karloff (1958) cambia la electricidad por la energía nuclear y crea un monstruo manipulando partes de actores, quizás actores de las películas anteriores. Él mismo, crepuscular, se homenajea con tintes irónicos como un actor que se disfraza de la Criatura en Targets (Bogdanovich, 1968). Hubo otra novia (The bride of Frankenstein, 1985, de Frank Roddam), remake de la rodada en blanco y negro, protagonizadas por Clancy Brown, Sting (como el Dr. Charles F.) y la Flashdance Jennifer Beals en un conflictivo triángulo amoroso. Otra, Frankenstein unbound, sobre novela de Brian Aldiss (1990: dirigida por Roger Corman, ideólogo del cine clase B), donde un científico del año 2020 retrocede en el tiempo hasta 1817 y se entrevista con la mismísima Mary Shelley, y en Ginebra ayuda a construir al humanoide. La fantasía de modificar el pasado y así recomponer el futuro subtiende dos ficciones, pero toda mutación del pasado empeorará el porvenir. Un famoso cineasta de clase Z, William Beaudine, mistura géneros impensables juntos, el western y la sci-fi en Jesse James meets Frankenstein´s daughter (1966): en rigor no se trata de la hija sino de la nieta del Doctor, pero en el Mid West y junto a un outlaw cowboy y un Monstruo al que llaman Igor (que frecuentemente en el cine, si no asiste a aquél, suele verse al lado de Drácula). Sólo un cartoon computado, el querible Shrek (2001, de Andrew Adamson y Vicky Jenson), consigue el sueño del ser repulsivo que meets su par, mofándose de los cuentos de hadas. Hay que esperar a Van Helsing (Stephen Sommers, 2004) para redimensionar al Monstruo siguiendo la impronta de Mary. Aquí aparece un Drácula volador que acaba de encerrar en su castillo al Dr. F., y enseguida atrapa al monstruo atormentado, porque en él subyace la clave de la vida eterna, que le urge para dotar a su fuerza aérea de pequeños dráculas. Comic-cóctel del cine terrorífico, también se divierte un sádico Mr. Hyde digital, y de una caverna cuelgan embriones de vampiros pegajosos, salidos de la más reciente tradición de la trilogía Alien o Species. El cazador Van Helsing (Hugh Jackman) rescata –y comprende– al desafortunado Monstruo, que se va remando sobre una balsa con destino incierto, pero libre. Igual imagen ofrece la miniserie del canal de cable Hallmark (2004, dirigida por Kevin Connor), más humano que su padre y resentido al no recibir el amor que ofrenda. Un joven Tim Burton, en el corto Frankiewinnie (1984) propone a un chico que vuelve a la vida a su perro: un borrador de El joven manos de tijera (Edward Scissorhands, 1990), melancólica revisión del mito como épica del diferente. Hasta apareció un androide español, o hispano-francés, dirigido 84


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por Jesús Franco, Drácula pregonero de Frankenstein (1972). También los japoneses incursionaron en él, impunes luego de Godzilla.6 Y, claro, se conoce un music hall de Broadway (con Gary Cohen como productor y director; y Mark Baron como músico), diseñado en 1957 pero que vio la luz a mediados del 2002, quizás por no hallar pronto un cerebro. También existe una banda de rock, pesado por supuesto, Electric Frankenstein (1990-2005), que pese a su limitada fama dentro de Estados Unidos, es comparada con AC/DC, Kiss y Aerosmith. Otra vertiente del film transformista de raíz frankensteiniana no debe descartarse: la historieta de periódico (DC Comics, Marvel) enseguida asimilada por el celuloide. En efecto, Batman, Superman, Spiderman y Hulk, por citar los más populares, revisitan el modelo a su modo. El disfraz es la fórmula de la conversión; la necesidad social de superhéroes mitológicos en una nación que carece de ellos dada su juventud sin linaje, impulsa el enigma de la identidad enmascarada para defender a los débiles. La súbita adquisición de vigor muscular no comporta, claro, la rebelión contra el padre: es el padre, o el Tío (Sam), el hombre ordinario en cuya anatomía anida la pujanza autoprotectora de una nación. Continúa la tifipicación del Dr. Jekyll sin tragicidad ni trauma, no el Bien contra el Mal sino el Bien debajo del Mejor: dos en uno, el Doctor y la Criatura, el superior debajo del aparente inferior. Superman no es humano, pero al producirse como periodista del Daily Planet en vez de perder humanidad, la recrea. Batman simplemente se calza el traje de murciélago, pero ya era rico y solidario antes de ser el primer parapolicial alado del Imperio Gótico. Inversión: el despreciado/insignificante muta en superhéroe antes, cuando no lleva disfraz: los casos de El Hombre Araña y Hulk, que, además, no nacen de una prueba científica sino de un accidente. A Peter Parker lo pica una araña y no sólo deja de ser el adolescente promedio, sino también el nerd alfeñique y perdedor; Hulk en cambio replica a Frankenstein a escala, una mezcla entre el engendro de Shelley y el Doctor Jekyll –no muestra la autoformación del primero ni la anestesia moral del segundo al hacerse Hyde. Hulk no habla ni razona, y sin embargo llora la persecución de que es objeto, de la cual lo salvará –o está a punto de hacerlo– el amor de una mujer. Hulk es la imagen yanqui y urbana de Frankenstein. Retrocede un paso y se simplifica. Cuando se enfada se convierte en el Hombre Verde y rompe todo, en vez de volverse el Hombre Verde y, con justo motivo, enfadarse. Su drama es contra el 6 La com pañía japonesa Toho fue un equivalente de la H am m er británica respecto de la adaptación del m ito. E n 1965 Ishiro Honda dirigió Frankenstein conquers the w orld. Antología del disparate bizarro, narra la fuga de Frankfurt, dura nte la segunda guerra m undial, del corazón de la Criatura. Éste fue robado por soldados nazis del laboratorio alem án de un tal D r. R essendorf. El órgano llega al Japón Im perial, sobrevive a H iroshim a y se lo com e un niño salvaje m utante que, en el Tokio de los años 1960 sirve para engendrar al m onstruo subterráneo Baragon. Al año siguiente, la Toho vuelve a la carga con W ar of the Gargantuas, donde la Bestia se vuelve un gigante hum ano –Sanda, el “G argantúa m arrón”- y lucha en las calles de Tokio co ntra G aira –el “G argantúa verde”— que devora hom bres.

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espacio físico y el ejército que actúa como su guardián, y sólo en segundo término contra su lugar en el espacio. Sufre por ser distinto menos que por la decisión de los otros a reducirlo a la normalidad. Una alegoría dibujada del imperialismo. El cine de suspenso americano de los años 1980 y 1990 está repleto de Frankensteins. Lo que produce terror es la sociedad paranoica, hiperindividualista y vigilada que palpita bajo estos argumentos. Ahora el enemigo no es interior sino interiorizado, se ha filtrado entre las paredes de casa y en nuestras vidas, y como sucede en estos duelos, empieza allegado, amigo o socio, incluso marido, y termina invasor abyecto. El neoconservadorismo americano solicita a cada ciudadano ser su propio vigía, y le adjudica implícitamente la función de verdugo; la integridad personal y propietaria pueden sufrir acosos fatales y los propietarios, hombres y mujeres comunes, se atavían entonces de bestias vengadoras. La lista es larga y se teme no tenga fin; en todas se propugna la exclusión del Estado gendarme, que las políticas neoliberales satanizan para recrear la absoluta soberanía individual. Analizado políticamente, el vengador culmina tan monstruoso como el invasor, pero suscita la restauración del orden. Su única culpa es la ingenuidad hospitalaria. El Monstruo, claro, existía potencialmente antes de copar el seráfico hogar burgués, y éste es culpable de excitar su psicopatía al abrirle el candado y azuzarle la gran pasión desclasada, la envidia. Las películas pioneras en este rubro fueron Ni un paso en falso (Frankenheimer, 1987) y Atracción fatal (Lyne, 1988): la intrusión del mal dentro de la paz hogareña dependió en estos casos del marido infiel, cuyo desliz casi liquida a la familia. A veces resulta vilmente engañada la mujer, que vive con un hombre de doble personalidad y vidrioso pasado (El engaño, Harris, 1991), que la somete (Durmiendo con el enemigo, Ruben, 1991); en ocasiones el marido es victimizado (Búsqueda mortal, Petersen, 1991) y la asesina, inimaginable (Pensamientos mortales, Rudolph, 1991), pero en otras situaciones se trata del hombre deseado y su fetichismo perverso (Testigo fatal, Bigelow, 1990). Cuando el mal no forma parte de la pareja, se lo deja acceder inocentemente y se descubre pronto a un huésped retorcido: La mano que mece la cuna, Hanson, 1992; El inquilino, Schlensinger, 1990; Obsesión fatal, Kaplan, 1992; Mujer soltera busca, Schroeder, 1992. Pero también sucede que invade, secuestra o toma rehenes hasta que padres e hijos deben armarse y expulsarlo (Cabo de miedo, Scorsese, 1991; Horas desesperadas, Cimino, 1990). Y si faltan los padres, su artillada defensa la puede ejercer el hijo que quedó solo (Mi pobre angelito, Columbus, 1990). En cualquiera reside un enemigo y en cualquiera, por lo tanto, un héroe cívico. Mucho antes, Stanley Kubrick (con Anthony Burgess proporcionándole la novela) transformaron en Frankenstein en un miembro de la sociedad, en una road movie moral-católica de ida y vuelta: A clockwork orange (La naranja mecánica, 1971). Finalmente al líder de la pandilla de sociópatas que roba y viola a destajo se lo somete a una terapia antiviolencia que le amputa los bajos instintos. Cuando regenerado este personaje retoma su itinerario habitual, la misma gente antes robada y violada toma la venganza

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en sus manos, y ésta es exponencialmente peor que los anteriores crímenes sufridos. Todo el cine y la literatura sci-fi se pergeñan en torno a la relación frankensteiniana, cuando su propuesta deriva en invasiones, experimentos, en clonación, robótica y aliens.7 Especialmente la reflexión más lúcida (y alucinada) se da en el Borges del género: Philip K. Dick, cuyo ejemplo más acabado en el cine (Blade Runner (Ridley Scott, 1982), la ousia de los largometrajes del catálogo, se basa en su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En la película el inferior debe atrapar al díscolo superior, inmortal y solo, tan humano que ansía la eternidad y se vuelve el Cristo de los cyborgs, para después enterarnos que el cazador también él es un replicante amaestrado. Una metáfora sobre el arte en la era de la reproductibilidad técnica, al decir de Benjamin: cada producto seriado amenaza con trascender y superar, hasta en humanidad, a su ingeniero, que en el libreto se marchita aceleradamente mientras el desconsolado androide se niega a seguir igual destino. Como se ve, hay dos padres, el creador y el perseguidor, pero éste encarna otro semblante del Monstruo. Otras fábulas de los años 1980 y 1990, que paulatinamente se degradan de aventura reflexiva a cabalgata de efectos, como Terminator o Robocop obedecen, asimismo, al parámetro. La silueta literaria más visitada de todos los tiempos, Jesucristo, debiera leerse también como un centáurico Frankenstein que en su hipertrofia de humano pregunta sin respuesta al Doctor por qué lo abandonó. Incluso algún escritor de moda le ha repuesto una Primera Dama: no es bueno que el Redentor esté solo. Dejemos entonces a Borges expresar la incógnita de nuestro laberinto, ese que se pierde y se encuentra en las ruinas circulares: ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza, de polvo, y tiempo, y sueño y agonía? Recibido:

17/05/2006

7 Sergio Cecchetto indaga las posibilidades de m utabilidad, rem odelación e injerto del cuerpo en el “folclore del siglo XX”, la ciencia ficción, consecuencia ficcional de los avances de la bionáutica, la biología transform ativa en nuestra cultura, y propone cuatro rubros: 1) transcorporeidad, el cuerpo m etaorgánico o artificial que se realiza por concurso de la técnica, la robótica (Metrópolis, los seis episodios de La guerra de las galaxias de George Lucas, Artificial Intelligence o A .I.. de Spielberg, 2001 de Kubrick, etc.); 2) intercorporeidad específica, o híbrido de distintas especies (Spiderm an, Batm an, los H om bres-Lobo); 3) intracorporeidad: intercam bio de partes de cuerpo entre individuos -los transplantes de cerebro en los film s de la H am m er y otros-; 4) corporeidad transitiva, o pasaje de m ateria corporal de un estado a otro (La m osca, de K. N eum ann, 1957 y de D . C ronenberg, 1987; Term inator II, C am eron, 1991; The m ask, C harles R ussell, 1994; Viaje fantástico, Fleischer, 1966 y su rem ake Viaje insólito, Joe Dante, 1987, hasta La m uerte le sienta bien, Zem eckis, 1992) C f. C ecchetto, Sergio (2005): “D e paseo por los géneros”. En Diego Parente (editor): La verdad a 24 cuadros por segundo. Estudios sobre cine. M ar del Plata: Ediciones Suárez. 15-37.

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G abriel C abrejas, Frankenstein com mito filmado: no es bueno... pp. 75-86

Aceptado:

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MARTÍN EZ ESTRADA Y EL ETERN O RETOR NO DE LA PAMPA HERMINIA SOLARI (Universidad Nacional de Mar del Plata) RESUMEN L a le ctu ra d e a lg u n o s p a sa je s d e R a d io g ra fía d e la p am p a y d e L a ca b e za d e G o lia t d e M a rtín e z E s tra d a p u e de re su lta r d e u n a a bru m a d o ra a ctu a lid a d . L a hip ó te sis d e e ste tra b a jo e s q u e p o dría n se r v is to s c o m o la co rro b o ra ció n de u na te m p o ra lid a d pro pia am eric ana que se vin cula con el etern o re torn o nie tzscheano, si se acepta esta po sibilida d interpretativa e n la p rim era de estas o bras. P ALAB R AS C L AV E : M a rtín e z E s tra d a – R a d io g ra fía d e la p am p a – E te rn o re to rn o – N ie tzsch e AB S TR AC T S om e passages of R a d io g ra fía d e la p am p a a n d La cabeza de G olia t, b y M a rín e z E stra da, are particula rly up to date. In this paper, I h old that they are in accord ance w ith a typ ica l A m e rica n te m p o ra lity, w h ich is re la te d to th e N ie tzsch e a n e te rn a l re tu rn . K E Y W O R D S : M a rtínez E strada – R a d io g ra fía d e la p am p a – E te rn a l R e tu rn – N ie tzsch e

Q ué pasaría , si un día o una noche, un dem onio se acercase fu rtivam ente hasta tu m á s so lita ria so le d a d, y te d ije ra : “E s ta vid a , a sí co m o la vive s a h ora y la h as vivid o , d e b erá s vivirla a ún u na ve z m á s e in n u m e ra b le s ve ce s, y n o ha b rá n ad a nu e vo e n ella ...” F rie d rich N ie tzsch e

Introducción La lectura de algunos pasajes de Martínez Estrada puede resultar de una abrumadora actualidad. Sin pretender hacer extrapolaciones rápidas, fáciles o forzadas, lo dicho en 1933, en algunos capítulos de Radiografía de la pampa, o en 1940, en otros de La cabeza de Goliat, podría verse como una crónica periodística contemporánea (siempre que no se considere la calidad literaria abandonada gracias al imperio de la televisión y de la receta comunicacional).1 1 D onde se lee “Se hizo rico, pero no enriqueció al país, ni a los que no se enriquecían; [...] para que algunos enriquecieran m ucho, era m enester que la pobreza fuera inm ensa en torno [... La riqueza no...] estaba trabada con un estado ecum énico de riqueza; en el m ejor de los casos era un islote” (R P, 53/4; de ahora en m ás las referencias de las citas de obras de M artínez Estrada se aclararán dentro del cuerpo del texto, poniendo entre paréntesis las iniciales de las obras seguidas por el núm ero de página, según el siguiente criterio: R P para R adiografía de la pam pa de la edición de Buenos Aires, Losada, 2001

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Sin embargo, los paralelos hechos en estos términos son poco significativos, ya que poniéndonos a buscar coincidencias podemos encontrarlas entre opuestos. Lo que me resulta interesante es que podrían ser vistos como la corroboración del planteo, por parte de Martínez Estrada en Radiografía de la pampa, de una temporalidad propia americana. Creo que, en asociación con las determinantes telúricas que señala el autor, es posible ver cómo, para él, la realidad de la pampa está atravesada también por un tiempo que la condena a la repetición. El tratamiento mismo que Martínez Estrada hace de los temas nos coloca ante pinturas en las que sin solución de continuidad temporal y sin diferenciación, una cuestión es ubicada en distintas épocas. Así, pasa de hablar del abuso de las mujeres indígenas y su manipulación sexual por parte de los conquistadores, al “mercado de placer” en que se convirtió Sudamérica en el siglo XIX (cfr. RP, 29) sin mediación alguna, o pasa con una “diferencia de grado” de la posesión latifundaria a la propiedad del terreno para la casa propia (cfr RP, 17), por poner solo dos ejemplos. Es que Martínez Estrada, como Sarmiento, busca desentrañar un fondo oculto de la realidad americana. Para él, lo que sucede no puede ser explicado en una cadena causal o por leyes científicas. Desde esta perspectiva, volver al

y C G para La cabeza de Goliat de la edición de Buenos Aires, C entro Editor de A m érica Latina, C olección C apítulo, vols. 84 y 85, 1981), podría reem plazarse a los hom bres acaudalados surgido s de la conquista, a los que está refiriéndose, por las fortunas rápidam ente logradas en los noventa. C uando habla de la desprotección del inm igrante, que con lo único que contaba era con la C onstitución que lo am paraba, una letra m uerta sin gobierno y sin Nación que lo dejab a librado a su suerte (cfr. R P, 55/8), no puede pensarse sino en la ausencia del Estado con que se encontraron los sectores populares en los últim os años. Para M artínez Estrada, la disociación entre la norm a jurídica y la vida convierte a la ley en una acción m ecánica que se desprecia: una sociedad injusta lleva al juego jurídico vacío y a la anom ia que hace caso om iso de los verdaderos valores; entonces “la ley es el instrum ento de la corrup ción” (R P,163). La autoridad se encarna en cada funcionario, se personifica; se trata de un “Estado disuelto en sus com ponentes y esparcido sobre el haz del territorio, [que] es tem ible, pero no tiene potencia cohesiva, sim pática; puede proteger o despojar, [...] acordar subsidios, sofocar m otines y poner en arm as cien m il hom bres; no es m ás que un fantasm a y un m otivo de tem or; con las m ism as razones puede hacer todo lo contrario”(R P, 166). Este cuadro hace referencia a los problem as im plícitos en las fórm ulas teóricas de la orga nización nacional; no obstante, es la pintura de nuestros días. Y lo que sigue podría atribuirse a los desocupados y cartoneros actua les: “C uando el pobre ha perdido la posibilidad de ganarse el pan, cuando rueda al siguiente círculo infernal de la desocupación, se convierte en un ser repulsivo; [...] el que no tiene ninguna defensa, rueda a los bordes de la ciudad, fuera de la sociedad form a su sociedad” (C G , 271/2). “...se ve ante los tachos de la ba sura, inclinadas y borrosas, figuras que parecen hum anas, hurgando y exam inando [...] Acostados en los um brales, en la tierra, todos los días despiertan ellos en el día anterior para em pezar de nuevo una jornada ya gastada. U n día ya vivido que, com o ellos, tam poco tiene nom bre propio, porque se llam a ayer” (C G , 273/4). Estos son sólo algunos ejem plos que m achacan repetición. 90


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pasado no es hacer “historia” sino encontrar claves de desocultamiento, y el tiempo no es el de los fenómenos que se siguen unos a otros sino el que devela el suceso. Martínez Estrada nos lleva por el camino de la reflexión filosófica y no por el del conocimiento científico pero, a diferencia de los griegos que veían en el asombro su origen, es la experiencia del desajuste la que aquí despierta el filosofar. Tal vez, el dejarse envolver por estas consideraciones, es lo que convierte a la lectura en una suerte de carga insoportable. ...a la larga la tierra tiene razón... (Martínez Estrada) La pampa, para Martínez Estrada, tiene el signo del equívoco, creyendo conquistarla, es la que conquista: el hombre pampeano cree “dominar un sector de la realidad [...] y está convertido en un instrumento de esa realidad que no tiene salida al mundo”(RP, 133). La visión de generosidad que otros ven en la “madre tierra” es desplazada en la pintura de Martínez Estrada por la geografía atrapante y devoradora que transforma en soledad y barbarie todo lo que en ella suceda. Esta tierra desolada, que se convirtió en valor para los conquistadores a falta de encontrar aquella fantástica en que las riquezas brotaran a cada paso, fue sin embargo la negación de la vida. La codicia, la soledad, el miedo, el individualismo, el desencanto, la violencia, como resumen la barbarie, son hijos naturales de esta geografía. De ella no se escapa. Los españoles creyeron que traían civilización y fueron absorbidos por el medio, los que lucharon por organizar el país, aquellos “generales y aquellos estadistas no querían la barbarie, pero eran productos genuinos de la barbarie, y trabajaban, sin querer, para ella; eran bárbaros porque esos ideales de independencia y de unidad nacional, de disciplina, de orden, no pasaban de ser aspiraciones abstractas, sin base en la tradición ni en la vida histórica argentinas” (RP, 42). Las ciudades son pseudo-enclaves civilizatorios; los pueblos de la pampa muestran claramente cómo ella penetra sus calles, entra en las casas, avanza sobre los cementerios. El peso que Martínez Estrada le atribuye a la tierra se lo quita a otros condicionantes de la realidad social: “Al magnificar el papel de la Naturaleza sobre el hombre histórico, Martínez Estrada no señala con claridad las relaciones de la política y la economía en países semidependientes como el nuestro...”.2 A la vez, este dominio de la naturaleza en América ante la contraposición naturaleza/espíritu, acercaría a la visión hegeliana del Nuevo continente en

2 OR G AM BID E, Pedro: R adiografía de Martínez Estrada, Buenos Aires, C entro Editor de Am érica Latina, C olección La historia popular: Vida y m ilagros de nuestro pueblo, vol. 7, 1970, p. 98. D e todos m odos es justo reconocer que en m ás de una oportunidad hace referencia a la relación que el país tiene con respecto al capital extranjero, y la de Buenos Aires con el interior, la dependencia, etc.

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la que la historia propia queda excluida de su territorio; América es el país del porvenir donde puede suponerse que, en el futuro, se traslade “el peso de la historia universal” (aunque como bien critica Aruro Roig, “el futuro del hombre americano es el de otro hombre ‘sin futuro’”).3 Hasta hoy se puede hablar solo de naturaleza en América porque lo que ha sucedido “es tan solo el eco del viejo mundo y la expresión de una vida extraña”. Para Hegel, América queda reducida desde la perspectiva histórica a un futuro del que no se puede hablar pues ella se ocupa de lo que fue y de lo que es. Pero es aquí donde me parece que Martínez Estrada da un paso que lo diferencia de Hegel. Si bien coincide con él en la ahistoricidad americana, de este continente ni siquiera puede suponerse, con Hegel, que es el lugar del porvenir puesto que está atado a una condena; por un lado el fatalismo telúrico restringe la novedad: atados a la naturaleza, repetimos su mandato; por otro, los hombres en América impedimos la construcción del porvenir4 . ...en esta tierra vieja, que no tiene pasado humano, no ha ocurrido nada nuevo... (E. Martínez Estrada) No sólo la pampa marca límites irrebasables que aíslan a los territorios primero y luego a los países americanos entre sí, sino que la discontinuidad es también temporal. Esta temporalidad propia americana aparece abordada de distintas maneras. Una perspectiva es la que podríamos llamar “telurista pura”. América en su aislamiento geográfico vivió su vida americana, detenida en su antigüedad, antigüedad a la que se sumó la de los conquistadores: el de España, en los finales del siglo XV, era un pueblo “esclerosado, pétreo, rupestre [...] ‘americano’” (RP, 76). “Lo que ya había desaparecido en otras regiones, lo que en otros pasajes se había transformado y puesto al servicio de la inteligencia, aquí conservaba su telúrica virginidad y su carácter mecánico de ensayo siempre repetido” (cfr. RP, 73). Desde esta perspectiva, el tiempo en América aparece como un producto autóctono ligado directamente a la extensión y caracterizado por falta de sucesión y la reiteración permanente: aquí el tiempo de los hombres está estancado en la barbarie y es ella la que vuelve a aparecer repetitivamente bajo distintas formas. Martínez Estrada desarrolla el modo en que actúa la inmensidad de la pampa aislando los acontecimientos: la naturaleza absorbe los hechos desligándolos de un sentido general (cfr. RP, 90). Así, en “la llanura el hombre que marcha es un punto quieto. El suceso se enquista y se congela sin recibir ni transmitir vida, como esos parajes solitarios, en cuyo interior se produjo [...] Las fuerzas que

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R O IG, Arturo. Teoría y crítica del pensam iento latinoam ericano, M éjico, Fo nd o de C ultura Económ ica, 1981, p. 127. 4 C fr. H EG EL, G. W . F. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Introducción especial, II, 2: El N uevo M undo, M adrid, R evista de Occidente, 1974, pp. 169-177.

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entraron en juego no tenían significado total y el hecho no sobrepuja su mérito intrínseco”(RP, 90). De este modo, para el autor es imposible la historia; esta solo se da cuando se hace y trabaja coordinadamente en concordancia con el desenvolvimiento general del hombre (cfr. RP, 119/20). En América hay etnología o restos fósiles en los que se patentiza el triunfo de la fuerza telúrica; como diría Juan Brando, los cambios históricos, de haberlos, solo los produciría un movimiento geológico: la “inhistoricidad del paisaje, la enorme superioridad de la naturaleza sobre el habitante y de las fuerzas ambientes sobre la voluntad, hacen flotar el hecho con la particularidad de un gesto sin responsabilidad, sin genealogía y sin prole. Técnicamente en estas regiones no hubo nadie ni ocurrió nada” (RP, 91). Desde otra perspectiva, que podríamos llamar “antropológica”, Martínez Estrada pone el peso en la acción de los hombres para negar la historicidad. La conquista impuso un hiato, un corte, e hizo del “nuevo continente” el lugar del futuro: “América tenía civilizaciones, pero no tenía pasado, era un mundo sin pasado y hasta entonces sin porvenir” (RP, 75). Para el conquistador, como luego para los inmigrantes, América es el lugar de las posibilidades futuras. Pero, a la vez, desde distintos ángulos, en la visión de Martínez Estrada, este futuro parece anularse. Por un lado, la voracidad desencantada de la conquista y la incomprensión entre el aborigen y el español hizo que “desde el primer instante la conquista [tomara] senderos equivocados” (RP, 75). Lo que se percibía con la dimensión del futuro, terminó siendo un movimiento de retrogradación: “Cada día de navegación, las carabelas desandaron [sic] cien años” (RP, 75). Es que toda América era prehistórica y España en el siglo XV, como se dijo, tampoco era un pueblo que, al modo de los restantes europeos, despuntara “las formas insólitas de la Edad Moderna” (RP, 76). Así, el hombre pampeano queda sumergido en la negación del pasado, lo que lo inhabilita a la construcción del porvenir: “Nuestro futuro está compuesto por la fuga desde el pasado [...] no es un futuro que surge necesariamente de este hoy, sino construido de un modo irracional sobre la nada [...] Vivimos en la víspera de grandes acontecimientos, el umbral del mañana; y este mañana es el azar, el tumulto de un sueño tras una jornada de desierto. Este soñador es anómalo [...] Vive un sueño sin sentido; las cosas que hace tienen la inconsistencia de los fantasmas [...] Nadie es el artesano sino el destructor de su némesis” (RP, 302/3). Por otro lado, la imposibilidad de futuro surge del tipo de expectativas que trae la conquista: el hombre pampeano busca la satisfacción material. Pero, en “el ansia de ascender y progresar indefinida y ciegamente, hay una gran miseria oculta” (RP, 142). Para Martínez Estrada el camino orientado por la fiebre de la posesión “no tiene sentido humano, porque no conduce al bien colectivo”(RP, 142). Los logros materiales son solo un espejismo que en última instancia producen vacío; hacen de quien consume su existencia en la búsqueda de ellos, un suicida. En tanto “el fin de nuestros esfuerzos es la riqueza y no la vida misma” (RP, 290), quedamos despojados de un futuro humanizado: “El que viene a ganar dinero, sin pasado encima y sin porvenir dentro, se propone muy poco y puede triunfar. Lo que no puede es llenar un 93


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destino con dinero”(RP, 140). El ansia de posesión de la tierra (que más recientemente tuvo su paralelo en el sueño de la casa propia) es producto del fracaso de la ilusión de encontrar grandes riquezas fáciles e inmediatas, y se corresponde con la tercera posición de renuncia inconsciente a la vida: la sepultura. Así, la muerte, el fin de toda posibilidad futura, es el socio natural del interés material (cfr. RP, 17). Lo que resulta entonces abrumador, es que América queda atrapada entre un pasado a-histórico que la sumerge en la barbarie, y un futuro que no puede ser. Martínez Estrada dice que el “indio no tiene pasado porque no tiene porvenir”(RP, 119). Paralelamente se puede decir, que tampoco hay porvenir porque se anuló el pasado. Así es imposible la sucesión y la “levadura” del crecimiento: “Todo hacer es un recomenzar, después de muchos siglos, de lo que millares de veces ya ocurrió, amasándose el mundo y el hombre sin usar levaduras”(RP, 134). Si bien son diversas las expresiones que acompañan este desarraigo temporal, puede mencionarse algunas que se dan en el terreno individual. Por ejemplo, cuando lo que queda es el azar sin proyecto, bajo el imperio del miedo, se explica el amor al juego y el predominio de la intuición sobre el raciocinio. El hombre pampeano es perspicaz, rápido, alerta; no obstante, por ello mismo no es profundo: “el que juega en una finta sin duda ingeniosa y vivaz, no podría transportar esos movimientos al juego de interrogar y responder al mundo” (RP, 330). La improvisación y la aventura son vocaciones irrefutables. Por eso también, toda relación es casual: “Cualquier conjunto es una suma de dígitos, no una cifra global” (RP, 303). Lo que llevaba la esperanza del futuro se convirtió en el miedo ante lo fortuito. Y la construcción del porvenir se desplazó por la infinita repetición de lo mismo: la discontinuidad espacial es también la del tiempo: sin pasado, sin futuro, es el instante el que vuelve trayendo la barbarie enmascarada: “Lo que llamábamos barbarie no había desaparecido, sino que se había refugiado en zonas neutrales esperando su momento propicio” (RP, 174). A diferencia de lo que considera Teresa Alfieri en cuanto a que Martínez Estrada tendría un concepto spengleriano de la historia5 , y más allá del propio reconocimiento que el autor hace de su influencia en Radiografía de la pampa, considero que lo que hay en el argentino no es la idea de un desarrollo limitado de las culturas que culmina con su decadencia sino, lisa y llanamente, la negación de la historia. América, dominada por su geografía, es el reino de la naturaleza sin historia....¡aquel monstruo se deslizó en mi garganta y me estranguló! Pero yo le mordí la cabeza y la escupí lejos de mí... (Nietzsche) Independientemente de que se sepa sobre su formación y su obra, a partir de la lectura de Radiografía de la pampa no quedan dudas de que Martínez Estrada leyó a Nietzsche, no sólo porque lo nombra, sino porque este libro parece ser, en algunos aspectos, la versión criolla del maestro del nihilismo. 5 C fr. ALFIER I, Teresa: La Argentina de Ezequiel Martínez Estrada, Bue nos Aires, Leviatán, 2004, pp. 74/86.

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Entre esos aspectos está el tema que tocamos: la temporalidad.6 Uno de los pilares de la filosofía nietzscheana es la noción del eterno retorno. Simplificadamente, puede decirse que frente a la idea de tiempo lineal y a la moderna de progreso, Nietzsche postula la circularidad del tiempo: sin comienzo ni fin, lo mismo se repite eternamente. Una de las interpretaciones de esta noción es la que señala que esta hipótesis es de carácter moral: su reconocimiento es el que permite al hombre decir sí al instante, a lo mismo que vuelve, por ello, ahora querido; de este modo, al decir sí a la vida, el hombre se transforma en el superhombre creador de sus propios valores.7 En Martínez Estrada, tal como vinimos intentando mostrar, el tiempo de la pampa se constriñe a la dimensión de una temporalidad que entendida como negación de la sucesión, se afirma como retorno de lo mismo. Negado el pasado, imposibilitado el futuro solo tenemos la repetición de la realidad que es la barbarie. Cuando Sarmiento implanta el modelo civilizatorio, no vio que “civilización y barbarie eran una misma cosa” (RP, 341). Así, hay un destino prefijado que envuelve al hombre americano. Sin embargo, a pesar de los diversos caminos que sigue Martínez Estrada para mostrarnos coordenadas espacio-temporales propias de América, parecería que la idea de la repetición cíclica no surge del análisis de este continente sino que va más allá de esta especificidad. Más bien la posibilidad de una temporalidad de esas características parece una preocupación que rondaba en el pensamiento del autor independientemente de la realidad americana. Pedro Orgambide encuentra esta visión cíclica en la lectura que hace de la obra Títeres de pies ligeros8 (1929) (y que considero adecuada) en la que sus personajes, muñecos de la comedia del arte universal, están condenados a reincidir en los mismos actos. Si todo autor impone un molde interpretativo, parecería que impiadosamente Martínez Estrada lo hizo con esta perspectiva al volcarse al análisis del continente. Por otro lado, si aceptáramos los argumentos con los que el autor marca un destino americano de repetición en la barbarie, nos encontramos con otro problema: ¿desde qué Olimpo puede Martínez Estrada describirla, diagnosticar su universalidad, sin quedar atrapado por ella? Cuando está hablando del recelo de los hombres que habitan los pueblos pampeanos dice: “Buscan en nosotros un secreto motivo de burla; nos examinan hasta que encuentran el punto vulnerable que les reintegre a la tranquila conciencia de la plenitud de su ser. Todo lo que sabemos, lo que moralmente somos, todo el trabajo que nos costó ser esto poco que podemos mostrar sin sonrojarnos, no significa nada” (RP, 115). ¿Quién es ese “nosotros”que menciona que se diferencia del hijo de la pampa? Al menos es alguien que parece estar por encima de la nada que, según el autor, expresa el hombre 6

Otros tem as nietzscheanos serían el de la apariencia com o realidad en las m áscaras, los valores de la “civilización” com o fantasm as, el azar, etcétera. 7

C fr. N IETZSC H E, Friedrich. Así habló Zaratustra, M adrid, Alianza, 1975.

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C fr. M AR TÍN EZ ESTR AD A, Ezequiel. “Títeres de pies ligeros”, en Obra poética, Buenos Aires, H yspam érica, 1985. 95


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pampeano. Martínez Estrada marca una distancia que lo excluye de la fuerza telúrica pero, entonces, hay que pensar en una selectividad que recortaría el planteo del propio autor. ¿Cómo hizo para sustraerse a la fuerza de la tierra? Tal vez, podría pensarse que en realidad no se sustrae, que es la misma pampa la que impone una y otra vez su reflexión, que Radiografía de la pampa no es sino la vuelta grandiosamente modulada del Facundo: en un juego de reiteraciones en espejos deformantes encadenados, que uno sobre otro transfigura en imágenes variadas la misma realidad, Martínez Estrada repiensa la extensión del Facundo en su Radiografía.... La idea de actualización de lo mismo, entonces, también estaría en el movimiento que Martínez Estrada hace con su Radiografía de la pampa: esta obra sería una modalización del mismo pensar del Facundo. Una de las curvaturas transfigurantes es la de Nietzsche; otra, la del psicoanálisis. En los tres últimos renglones de la obra, esta se ve en la sugerencia de una salida al fatalismo de la repetición: la conciencia de la realidad y su aceptación nos colocan en situación de superarla; o usando la metáfora de Nietzsche, se trata de morder la cabeza del monstruo, de estrangularla y escupirla “para que se esfume y podamos vivir unidos en salud” (RP, 342).

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I ENCUENTRO NACIONAL DE BIOÉTICA HOSPITALARIA Con ocasión de cumplirse los primeros quince años de trabajo ininterrumpido del Comité de Bioética conjunto de los Hospitales Interzonales provinciales Especializado Materno-Infantil “Victorio Tetamanti” y General de Agudos “Dr. Oscar Alende” de la ciudad de Mar del Plata, los Servicios de Docencia e Investigación de ambos efectores de salud organizaron el I Encuentro Nacional de Bioética Hospitalaria. En la reunión, llevada adelante el 28 y 29 de abril, disertaron los profesores porteños Norberto Baranchuk (“Lo social: un compromiso ético para las sociedades médicas”), Carlos Gherardi (“La muerte en la era tecnológica de la medicina”), y María Lucrecia Rovaletti (“Consentimiento informado: los aportes del campo psi a la clínica actual”), la cordobesa Susana Vidal (“Estado actual de la ética de la investigación en Argentina”), a los que se sumaron los marplatenses Sergio Cecchetto (“Ética para las ciencias de la vida y la atención de la salud”), Mauricio Montrul y Patricia Urbandt (“Quince años de un Comité de Bioética interhospitalario bonaerense”), éstos últimos miembros fundadores del citado organismo homenajeado. Adhirieron a la iniciativa distintas entidades que se encuentran ligadas al trabajo cotidiano de este Comité de Bioética, entre ellas: nuestra Agora Philosophica –revista marplatense de filosofía- y la Asociación Argentina de Investigaciones Éticas –Consejo Regional Buenos Aires-; Asociación Argentina de Bioética; Centro de Investigación en Bioética, representación Bio&Sur Centro (Córdoba); Centro de Investigaciones Éticas de la Universidad Nacional de Lanús; Comité de Bioética de la Asociación de Genética Humana (Mar del Plata); Comité de Bioética de la Asociación de Geriatría y Gerontología (Mar del Plata); Comité de Bioética del Centro Oncológico de Excelencia (Gonnet); Comité de Bioética del Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. José Penna” de Bahía Blanca; Comité de Bioética del Hospital Zonal “Ramón Santamarina” de Tandil; Comité Municipal de Bioética del Partido de General Pueyrredon; Comité de Bioética de Necochea; Comisión de Bioética del Ministerio de Salud de la Provincia de Córdoba; Editorial Suárez (Mar del Plata); Federación Argentina de Enfermería; Instituto de Bioética y Humanidades Médicas de la Fundación José María Mainetti para el Progreso de la Medicina (Gonnet); Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos; Programa Temático Interdisciplinario en Bioética de la Universidad Nacional de Mar del Plata; Quirón –revista de medicina y bioética- (La Plata), y la Región Sanitaria VIII – (Provincia de Buenos Aires) En este marco se presentó el cuaderno de trabajo titulado Ética para las ciencias de la vida y la atención de la salud (Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, 2006) que viene a complementar la información disponible en otro trabajo anterior sobre la actividad realizada por este Comité de Bioética en las áreas docente, investigativa, normativa y 97


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consultiva: Comité de Bioética: ciencia y conciencia al servicio de la comunidad hospitalaria ((Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, 2002). Asimismo los organizadores aprovecharon la oportunidad para entregar distinciones honoríficas a todos los técnicos, profesionales y legos que prestaron sus inestimables servicios y colaboración en las etapas fundacionales, en el afianzamiento y en el desarrollo de este organismo inserto en los Hospitales públicos de la región.

JORNADAS GLOBALIZACIÓN / GLOCALIZACIÓN / LOCALIZACIÓN El grupo de investigación “Problemáticas Socio-Culturales” y las Secretarías de Extensión y Académica de la Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata realizó, junto con el apoyo de la AAdIE-BA, realizó una reunión académica sobre “Globalización, Glocalización, Localización: entrecruces de ética, política y sociedad” durante el mes de mayo 2006. El encuentro comenzó con un panel interdisciplinario conformado por docentes e investigadores de esa casa de altos estudios, los cuales hicieron referencia a distintos aspectos de la problemática aludida desde sus respectivas miradas profesionales. Los disertantes fueron la antropóloga Mónica Burmester, miembro de la unidad académica organizadora, quien hizo hincapié en las derivas antropo-sociológicas de la globalización y referencias explícitas a la resistencia local frente a los procesos de homogeneización social; la geógrafa Marisa Sagua, docente de la Facultad de Arquitectura y Diseño, quien se refirió a la relación global/local centro/periferia – metrópoli/márgenes tomando como eje de análisis al territorio, y finalmente el economista Marcelo Garrote, de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, quien delineó una prehistoria y una historia de la globalización en términos económicos así como también esbozó los frentes de conflicto entre lo mundial y lo local. A continuación, la profesora María del Rosario Guerra González dictó la conferencia plenaria “Universalidad y diversidad cultural en América Latina: política, ética y justicia”. Esta profesional, invitada especialmente para esta ocasión a la República Argentina, obtuvo su Licenciatura en Filosofía en el Uruguay; la Maestría en Filosofía en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), y el Doctorado en Filosofía en la Universidad Iberoamericana (México). Está radicada en la ciudad de Toluca (México) desde 1984, y se ha dedicado a la docencia desde 1968. Fue profesora del Instituto Tecnológico de Monterrey (ITESM) entre 1988 y 1998; es profesora de la Facultad de Humanidades de la UAEM desde 1985, y de la Facultad de Derecho de esa casa de altos estudios desde 1997. Sus últimas publicaciones son los libros Cuerpo y alma según Henri Bergson (2000); Ética, globalización y dignidad e la persona (2002); y la reciente compilación Ética y derechos humanos (2005). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT-México); 98


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y también Miembro de la Red Internacional de Investigadores sobre Globalización y Territorio y de la Red de la Asociación Internacional de Educadores para la Paz de América Latina. Su presentación consistió en un análisis de diversos problemas de la ética, la política y los derechos humanos surgidos ante el avance del proceso globalizador, con la mirada puesta en la heterogénea realidad de su país a modo de ilustración. De este modo, puso especial énfasis en conflictos y dilemas ético-políticos que la globalización genera cuando se enfrenta con tradiciones morales densas que tienen plena vitalidad en nuestros países de Latinoamérica. El concurrido público, que estuvo conformado mayormente por alumnos, graduados, docentes e investigadores universitarios, demostró su interés a través del debate y el intercambio de ideas que siguió a la presentación de cada uno de los oradores. Los anfitriones aprovecharon la oportunidad para firmar un acuerdo marco de colaboración con el Centro de Estudios de la Universidad UAEM, encaminado al intercambio de docentes y a la realización de proyectos de investigación conjuntos.

SEMINARIO “FRANKENSTEIN, EL MODERNO PROMETEO” A lo largo del primer cuatrimestre de este año 2006, se desarrolló el Seminario de Perfeccionamiento “Frankenstein, el moderno Prometeo: arte, ciencia y pensamiento”, basado en la célebre novela gótica de Mary Shelley. La actividad fue organizada conjuntamente por la AAdIE-BA y la Asamblea de Estudiantes de Filosofía “Frente 20 de diciembre”, correspondiente al Centro de Estudiantes de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata; y avalada por el Consejo Académico de la citada Facultad. La citada novela despliega una serie de problemáticas que son de incumbencia para disciplinas muy variadas. Atendiendo a ello se convocó a un nutrido y variopinto conjunto de académicos para que pudiera abordarla desde su óptica disciplinar. Entre los profesores disertantes se contaron los filósofos Sergio Cecchetto, Diego Parente, Ricardo Maliandi y Graciela Fernández; los psicólogos Analía Cacciari y Horacio Martinez, el geógrafo Diego Romero, los historiadores Sabrina Gil y Juan Ladieux, la profesora en lengua inglesa Rossana Alvarez, los especialistas en letras Fabián Iriarte y Gabriel Cabrejas; y por último el prof. de cine Diego Menegazzi. El seminario contó, en suma, con la participación de docentes de las Facultades de Humanidades, Psicología y Ciencias de la Salud, y, dentro de las carreras humanísticas, a docentes provenientes de Filosofía, Letras, Geografía, Historia e Inglés. Dicha participación brindó la posibilidad de realizar una actividad académica de carácter interdisciplinario; carácter definitivamente ventajoso a los fines de abordar colectivamente una obra tan compleja como la mencionada. Los docentes abordaron un amplio espectro de cuestiones, de alto interés y actualidad por cuanto fueron desde la

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problemática de la identidad y la otredad a las cuestiones de género, desde precisiones sobre la historia de la ciencia a preocupaciones estéticoliterarias, desde apuntes sobre la técnica desencadenada o autónoma a la trastienda de la trama novelística, desde los apuntes biográficos a las resonancias teológicas, desde la consideración de monstruosidad al carácter mítico del monstruo filmado (particular sobre el cual da cuenta el artículo de Cabrejas incluido en este número de Agora Philosophica).

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Mónica Cragnolini (compiladora). MODOS DE LO EXTRAÑO: ALTERIDAD Y SUBJETIVIDAD EN EL PENSAMIENTO POSNIETZSCHEANO Buenos Aires: Santiago Arcos, 2005: 192 pp. Por Gustavo Salerno. La cuestión de la “actualidad” o “inactualidad” de Nietzsche cobra en el trabajo compilado por Cragnolini otro episodio. Resuelta para muchos desde la recepción de Heidegger, abierta inconclusamente en adelante para otros, la pregunta acerca de la presencia del filósofo–Nietzsche en el pensamiento contemporáneo se distingue del interrogante respecto a la relevancia de la filosofía–de–Nietzsche, la cual sigue aportando perspectivas desde las cuales plantear diversas problemáticas. Entre ellas, el asunto referido a la tarea de pensar de un modo diferente la subjetividad y la alteridad, aparece en este texto –en concordancia con las fuentes en las que se inspira– como la cuestión de “lo extraño”. Y es que, al menos inicialmente, así debía presentarse “lo otro”, “lo impensado” o “la diferencia” ante el monopolio metafísico en la constitución y definición de los términos que en el texto se intentan repensar. Prologado por la propia compiladora, la obra se divide en tres partes principales: “Devenires de lo diverso” (pp. 11-104), “Políticas imposibles” (pp. 105-148) y “Comunidades de la diferencia” (pp. 149-190). En cualquier caso, se da lugar a lo que, en beneficio del resumen, se define como el “pensamiento posnietzscheano”, aludiendo con ello a las perspectivas de Bataille, Heidegger, Merleau-Ponty, Deleuze, Nancy, Blanchot, Derrida, Agamben, Cacciari, Esposito y Negri. El objetivo que persiguen los artículos reunidos es el de mostrar en qué medida y en cuáles sentidos la interpretación de Nietzsche como filósofo del individualismo (paradigmáticamente indicado en la idea del Übermensch), es desplazada por una serie de análisis que destacan más bien los rendimientos del pensar de aquel en torno a la “hospitalidad” y la “comunidad”. Si ante la subjetividad fundada en la modernidad “lo otro” aparece como extraño, permitiendo así abrir el horizonte filosófico en múltiples perspectivas, entonces ello posibilita también que, por ejemplo, la animalidad, la corporalidad y la relación discípulo–maestro puedan tornarse temas de interés reflexivo. En “Nietzsche hospitalario y comunitario, una apuesta extraña”, inicio de la primera parte del libro, Mónica Cragnolini se pregunta si la filosofía nietzscheana puede ser objeto de una consideración ética, en tanto representa un modo de preservar la inapropiabilidad del otro. La respuesta emerge desde la caracterización de aquel pensar por la “provisoriedad de los espacios”, aludiendo con ello a una filosofía que se ubica en el “entre” de las categorías dicotómicas de la metafísica (visto, por ejemplo, en la idea de amor fati presente en el Zarathustra, obra que “enseña a amar lo extraño”). Ello se estima relevante en tanto da lugar en el pensamiento inscripto tras y a partir de Nietzsche a la idea de que la comunidad no es propiedad ni 101


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atributo, ya que el hombre no es pensado como sujeto: una vez deconstruido éste, el “otro” se presenta como lo frágil, aquello que es imposible aferrar, y al que hay que dejar partir. Julián Ferreyra propone en “(Devenir–acedioso)” un estudio a partir de Deleuze de otro modo de pensar la subjetividad: la acedia, término que recoge del cristianismo medieval, representa el agotamiento de lo posible, del cálculo, de lo determinado, del yo–molar, librando espacio entonces para lo impensado, el acontecimiento, el devenir–molecular del ultrahombre. En “La educación sentimental”, García Bravo recoge la polémica entre Derrida y Foucault en cuanto a su interpretación del puesto de Descartes como germen del hombre moderno, lo cual sirve para una toma de posición personal respecto a la decencia del alumno en el “desprendimiento” del docente-maestro. Recurriendo a fuentes tan disímiles como la cantante Björk, de Fontenay, Deleuze, Arendt y Jonas, la cuestión de nuestra responsabilidad personal y comunitaria para con los animales es abordada por Evelyn Galiazo en “Bodas de sangre”: la autora critica la tradición bárbara que al respecto caracteriza al cristianismo, y destaca la concomitancia política que tiene el asunto que investiga. Maria Luisa Pfeiffer indaga en “Nostalgia de infinito” cuál es el lugar y el sentido que en el pensamiento de Merleau-Ponty y Nietzsche tiene la corporalidad, destacando énfasis e insuficiencias en uno y otro. En “El llamado de la Tierra”, Mónica Giardina confronta al filósofo del desenmascaramiento con Heidegger en torno a la invitación dionisíaca del regreso a lo terrenal, presentando una variedad de elementos conceptuales que el espacio del que dispone no colabora para que pueda desarrollar. Esta primera parte se cierra con uno de los, a nuestro juicio, más interesantes trabajos de la obra: “¿Qué es un cosmético?”, de Mariano Dorr, revista con erudición y claridad una serie de análisis (desde Jean-Luc Godard y Astruc hasta Barthes, Baudelaire y Derrida, entre otros) de los arreglos, atavíos y máscaras que el cine, pero también la filosofía, impone y propone respecto del sí mismo y del otro. La segunda parte se inicia con el artículo de Páez Canosa “Las dificultades del planteo derridiano para pensar el Estado y la política”, en el cual el autor analiza las alusiones y derivaciones prácticas del pensamiento de la “différance”, a partir del cual se abriría el espacio para la producción de nuevas formas de organización, aunque “cuáles sean y cómo lleguen a ser escapa a la deconstrucción y permanece, desde la perspectiva derridiana, impensado”. La problemática de la identidad y de la individuación es abordada por Claudia Mora en “La democracia por venir: caos, juego, aporía”, encontrando a estos últimos conceptos solidarios, en tanto se piensa en una dimensión que se sustrae a la presencia, en relación lúdica con la ausencia y el tiempo. Al finalizar esta parte segunda se encuentra, en “Una promesa de hospitalidad: las multitudes”, un abordaje desde Negri, Hardt y Lewkowics de la crisis de nuestro tiempo: allí Gabriela Balcarce intenta elucidar el desplazamiento que ha sufrido el concepto de “soberanía” e indaga las derivaciones de pensar una “hospitalidad de las multitudes”. La tercera y última parte contiene tres artículos. Bernardo Aibinder describe en “La comunidad diferida: el retorno a Heidegger o para una (im)política 102


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futura” las recepciones antagónicas de Sein und Zeit por cuanto a la problemática de la intersubjetividad, proponiendo repensar la cuestión a partir de los conceptos de propiedad y su relación con la impropiedad. En “Jacques Derrida, la revisión de la figura fraterna de la amistad”, Cristina Ambrosini propone una análisis crítico de los conceptos de eros, philia y ágape, de matriz griega, romana y cristiana, tal como son interpretados por el filósofo argelino, vistos especialmente desde la obra de éste Políticas de la amistad. El último trabajo es el de Paula Fleisner, quien en “La comunidad irreparable” da cuenta del aporte de Agamben para el estudio de la “cuestión de la comunidad”, encontrando al italiano en un horizonte que representa una postura original frente a las corrientes antagónicas del universalismo y el comunitarismo. El resultado del texto como un todo es un panorama sobrio y, al mismo tiempo, abierto del pensamiento posnietzscheano. Y es que, reconociendo influencias evidentes en unos casos, y proponiendo nuevas relaciones a partir de los “entrecruzamientos” en otros, los filósofos que están con Nietzsche han ido también más allá de él, ganando para sí carta de una originalidad que todavía da sus frutos. Quizás allí radique el mérito de este trabajo, precisamente en instalarse en el “entre” de Nietzsche con su actual–inactualidad. Si acaso ello ocupa nuestro interés filosófico, entonces se tiene una valiosa oportunidad para sumarse a la reflexión. Hans Jonas. MEMORIAS Madrid, Losada, 2005, 471 pp. Por Sergio Cecchetto Rachel Salamander trabó amistad con la familia Jonas en 1983, y para 1989 convenció al filósofo judío-alemán de contar de manera sumaria la historia de su vida frente a un grabador, cuando ya un enfisema pulmonar lo atormentaba. Se registraron treinta y tres cintas, que oportunamente fueron transcriptas y levemente corregidas, puesto que Hans Jonas se expresó siempre con un lenguaje depurado. El resultado final fue este volumen titulado Memorias, que arranca desde la infancia del filósofo, a comienzos del siglo XX, y se detiene a mediados de la década de 1980. La edición se complementa con una selección de cartas formativas del autor a su esposa Lore Weiner-Jonas (pp. 377-415), un proemio, un prólogo de la entrevistadora (pp. 13-24), y un apéndice con notas, cronología, bibliografía e índice onomástico. A diferencia de otros muchos pensadores actuales, Hans Jonas pudo brindar testimonio de la época convulsionada que le tocó habitar en un doble registro: desde el punto de vista de un intelectual inclaudicable, y desde el ángulo de mira de un hombre de acción, puesto que se movió con solvencia en el campo de la filosofía y en el de la política. Nuestro autor nació en Mönchengladbach –Alemania- en el seno de una familia judía el 10 de mayo de 1903. Recibió desde pequeño una sólida formación humanística y se le enseñó a leer con atención a los profetas hebreos. Para 1918 se convirtió a 103


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la causa sionista, y llegó a integrar distintas asociaciones y grupos en diferentes países y monentos, mientras que en paralelo estudió siempre ciencias del judaísmo, el Talmud, el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su educación universitaria comenzó en Freiburg en 1921, donde tuvo oportunidad de alternar en sus cursos de filosofía e historia del arte con maestros de la talla de Edmund Husserl y Jonas Cohn, pero su despertar intelectual se produjo recién cuando conoció allí a Martín Heidegger. La impresión que le causó la temprana enseñanza de este filósofo hizo que, tres años después -tras un breve intervalo en Berlín-, se trasladara a la Universidad de Marburg para cursar sus seminarios. Fue también en Marburg donde Jonas entabló relación con otros estudiantes que, a la postre, serían sus compañeros de toda la vida: Hanna Arendt, Günther Stern (Anders), Gerhard Nebel, Karl Löwith, Hans-George Gadamer, Gerhard Krüger… Gracias a su vinculación con Rudolf Bultmann, Jonas realizó su tesis de doctorado sobre el concepto de gnosis, bajo la dirección de Heidegger (1928). La posterior publicación de Agustín y el problema paulino de la libertad y las siguientes publicaciones efectuadas por Jonas remiten siempre al problema de la gnosis, asunto sobre el que realizó una lectura en clave fenomenológica y existencialista (especialmente en Gnosis y el espíritu tardoantiguo –primer tomo de 1934 y segundo de 1954-, cuya tesis principal es que allí se estaba abriendo camino una conciencia nueva, con claras diferencias respecto a la conciencia antigua y clásica). Este abordaje interpretativo, que deja entrever intereses husserlianos y más aún heideggerianos, fue punto de partida hacia un intento mayor por recuperar una filosofía de la naturaleza que posibilitara la alianza entre presente y futuro, entre naturaleza y mundo humano. En 1934 Jonas abandonó por primera vez su tierra natal, debido al ascenso al poder del nacional-socialismo hitleriano el año anterior y a las condiciones de vida oprobiosas a las que se sometía a la población judía radicada en Alemania. Luego de un breve período en Londres se estableció finalmente en Palestina y enseñó en la Hebrew University de Jerusalem durante algún tiempo. Cuando retornó a su patria, recién después de pelear durante la Segunda Guerra Mundial enrolado voluntariamente en la Brigada Judía de la armada británica, ya sus padres habían muerto (su madre en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz). Tal vez por ello permaneció poco tiempo en Alemania y por propia voluntad emprendió una dilatada peregrinación, para pelear primero como soldado de la armada israelí entre 1948-1949 (coincidiendo con la independencia del estado de Israel), y luego radicarse en Canadá (Mc-Gill University en Montreal, el Dawson College y Carleton College en Ottawa –1949-1954-), para afincarse definitivamente en los Estados Unidos de Norteamérica a partir del siguiente año. Su primer obra notable y personal, en la que se advierte el abandono de la temática gnóstica, fue publicada en 1966, The Phenomenon of Life: Toward a Philosophical Biology. En ella trazó los lineamientos de sus preocupaciones futuras, en especial reflexiones sobre la fragilidad de la vida y la necesidad de intentar síntesis superadoras de las interpretaciones idealistas y materialistas del fenómeno vital. Jonas creía firmemente en la continuidad 104


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mente–organismo, pero también en la continuidad organismo–naturaleza. Desconfiaba por tanto de la moderna filosofía cartesiana pero también de los idealismos de la conciencia. Varios pasajes del libro apuntan a explicar por qué razón la ética forma parte de la filosofía de la naturaleza y reclama de varias maneras por una ética cósmica, por una ética de la alianza entre el mundo viviente y el no viviente. En New York trabajó como profesor de la prestigiosa New School for Social Research, institución que acogió a muchos alemanes en el exilio, y pasó luego como profesor visitante por las universidades de Princeton, Columbia y Chicago, con algún período breve en la Universidad de Munich. Fueron estos los años más prolíficos, en los cuales se publicaron sus obras más relevantes, escritas indistintamente en inglés y en alemán. En muchas de ellas el tema predominante de reflexión es la técnica moderna, aplicada indistintamente a la bioética, a los criterios de muerte cerebral, al transplante de órganos entre humanos, a la investigación biomédica y demás temáticas interdisciplinares. Este viraje que perseguía usos prácticos para la teoría, permitió su incorporación al reputadísimo Hastings Center-on-Hudson, como Fellow primero y profesor estable después, compartiendo los grupos de trabajo y asesorías a los poderes públicos con el teólogo Paul Ramsey de Princeton, Robert S. Morrison, el filósofo católico Daniel Callahan, el jurista Paul Freund de Harvard, y el psicólogo y psicoanalista Williard Gaylin de Columbia. El reconocimiento público por su trabajo lo recibió con la publicación en alemán de su obra máxima, El principio de Responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica (1979). Este emprendimiento constituyó un acontecimiento editorial inusitado dentro del país, que poco después se trasladaría a los EE.UU. y a otros países latinos, pues respondía a un sentimiento generalizado: existe un crecimiento inusitado y creciente de injerencias técnicas sobre el mundo natural, que pone en juego la propia perpetuación de la vida humana sobre el planeta. El nudo argumental de la obra gira en torno a una pregunta básica: ¿la doctrina del ser conlleva asimismo una doctrina del deber? Esta interrogación incómoda volvió a introducir en los debates contemporáneos un hecho decisivo, considerado un error inaceptable del pensar filosófico por los positivistas y los analíticos. Jonas corre el riesgo de considerar a los valores como algo más que una mera opción subjetiva, y quiere deducir del ser un deber, una manera de vivir y una cuota de responsabilidad para aquellos que actúan con entendimiento y libertad. Esta cuestión ya no es para él meramente académica, sino un problema de escala global y planetaria, debido a la expansión de nuestro poderío en tanto que agentes de ese poder y a que la responsabilidad sobre decisiones de largo alcance, de consecuencias imprevisibles, ha recaído sobre nosotros. Frente al planteo heideggeriano, que advirtió la decadencia de occidente y se la achacó a los pos-socráticos por alejarse progresivamente de una verdad auténtica y primordial, Jonas entrevió la necesidad de una nueva ética para la civilización tecnológica pero la ancló en la potencia transformadora del hombre y a su trato con el mundo, incluida la amenaza de su existencia futura. Ese escrito fue complementado luego por una 105


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segunda parte, de carácter práctico, que especifica la manera en que ha de aplicarse el principio propuesto a diversas áreas de la biomedicina y de las ciencias sociales: Técnica, medicina y ética. La práctica del principio de responsabilidad (1985) sobre todo, pero también por una serie de opúsculos recopilando escritos tales como Il diritto di morire (1991), Más cerca del perverso fin y otros diálogos y ensayos (2001), etc. Los temas abordados en ellos fueron la experimentación con sujetos humanos, la prolongación artificial de la vida humana y la eutanasia, el control de la conducta, los usos de la ingeniería genética, la relación médico-paciente, pero también los desequilibrios medioambientales, la amenaza nuclear y las desigualdades norte/sur, en el convencimiento de que la crisis de la modernidad era el resultado de un totalitarismo tecnológico desatado por el pensamiento iluminista y utópico. En reconocimiento por sus aportaciones humanistas recibió en 1971 el Premio Beecher, en 1984 el Premio Leopold Lukas de la Facultad de Teología Evangélica de la Eberhard-Karls-Universität de Tubinga; y en 1987 el Premio de la Paz, otorgado por la industria editorial alemana, la Cruz Federal del Mérito de la República Federal Alemana, y el nombramiento como hijo predilecto de la ciudad de Mönchengladbach; y por último el Premio Nonino (Udine, Italia, 1993). Deben sumarse a estos reconocimientos los Doctorados Honoris Causa de la Universidad de Constanza (1991) y de la Universidad Libre de Berlín (1992). Jonas, que murió en su casa de New Rochelle (EE.UU.) el 5 de febrero de 1993, continúa teniendo popularidad y su obra concitando interés. Su atractivo está dado, en primer término, por un conjunto de accidentes biográficos que la obra que reseñamos explora con minucia: su período de formación intelectual en la Europa de 1920; su testimonio vital sobre el ascenso de los nacional-socialistas al poder; su activo papel militante por la constitución de un Estado judío en Palestina como única opción a la barbarie del exterminio jurado; su desempeño como soldado en la Segunda Gran Guerra y su conocimiento de los entretelones de la alta política entre ingleses, judíos, franceses y palestinos; su desempeño guerrillero durante la resistencia israelí frente a los árabes; el abandono de la vida activa por la contemplativa ya en el nuevo continente; su apertura hacia la ética aplicada y su propuesta firme de expandir la ética tradicional, cara a cara, a realidades más amplias, que consideren también los efectos remotos de nuestras acciones realizadas aquí y ahora. En segundo lugar hay en la obra un desfile interminable de personalidades que han modificado nuestra manera de entender el siglo que se fue: Gershom Scholem, Martin Buber, Ludwig von Bertalanffy, Karl Jaspers, Karl Mannheim, Alfred Schütz, Leo Strauss… Jonas los ha tratado a todos ellos y esboza con breves pinceladas ideas y posicionamientos que nos permiten entender con viveza e intensidad toda una era perdida ya para siempre. Hay también, por último, una buena posibilidad de encontrar en el relato hecho en primera persona del singular el embrión y el desarrollo de un pensamiento filosófico -y hasta ecológicorico en resonancias y en propuestas aún por asumir.

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Daniel Kalpokas. RICHARD RORTY Y LA SUPERACIÓN PRAGMATISTA DE LA EPISTEMOLOGÍA Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2005. 279 páginas. Colección Plural. ISBN: 987-1074-29-8 Por Andrés Crelier El libro de Daniel Kalpokas toma como objeto de discusión a Richard Rorty para reflexionar acerca de si la epistemología clásica ha sido efectivamente superada. Mediante una detallada argumentación, Kalpokas intenta mostrar que ciertos problemas de la epistemología conservan claramente su vigencia. Aunque su objetivo principal no es ofrecer una exégesis de la obra de Rorty, el autor realiza una exposición del pragmatismo rortyano sumamente clara y sin tecnicismos innecesarios, que da lugar a la posterior discusión y toma de postura. Repasa, ante todo, el sentido del proyecto fundacionista moderno tal como lo entiende Rorty, quien propone, en su lugar, una hermenéutica conversacional cuya dinámica pasa por cambiar de tema para dejar atrás ciertos enredos modernos (por ejemplo acerca de la verdad), formular un nuevo vocabulario y conservar viva la esperanza del acuerdo. El conocimiento no precisa ya, desde esta perspectiva, una explicación filosófica, y la conversación en el seno de una comunidad es la única justificación posible. Asimismo, el contextualismo y el etnocentrismo en el plano de la justificación de las creencias se traducen o tienen su equivalente, para Rorty, en un programa político. Su apuesta consiste en invertir la carga valorativa que suele acompañar al concepto de etnocentrismo, derivando de su inevitabilidad sus bondades políticas. Kalpokas cree que Rorty no es capaz de dar un sentido inteligible a la noción de “mejores criterios” de justificación. En definitiva, los argumentos de Rorty no sirven para justificar una expansión no totalitaria de nuestra comunidad, pero, cosa inquietante, podrían justificar el totalitarismo, algo que este autor pretende disimular con la referencia a la tolerancia liberal de su propia tradición. Ciertamente, a lo largo de todo el libro Kalpokas permanece atento a las implicancias éticas y políticas del neo-pragmatismo analizado, pero su interés se vuelca principalmente hacia cuestiones epistemológicas. Así, examina una serie de discusiones que Rorty ha tenido con Habermas, Putnam, Lyotard o McDowell, entre otros. En la que lo enfrenta a Putnam, Kalpokas enfatiza que Rorty no aprecia la diferencia entre lo que una comunidad cree que es correcto y lo que simplemente es correcto. Frente a la reducción rortyana de la verdad a la justificación (y de ambas a los efectos sobre una audiencia particular), Kalpokas defiende la tesis de que la justificación depende de la audiencia o de la comunidad particular, mientras que la verdad depende de una comunidad indefinida de investigadores. Esta distinción permite hablar de falibilismo, pensar en una orientación normativa de la investigación hacia la verdad y darle a la noción de justificación un carácter epistémico. Asimismo, Kalpokas señala que al hablar de comunidades en mejores condiciones epistémicas, el filósofo norteamericano va en 107


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contra de su asimilación de verdad y justificación. Y tampoco es coherente que hable de progreso y rechace a la vez varios supuestos esenciales de ese concepto, como por ejemplo la tesis de que los cambios conceptuales obedecen a razones y no a otras causas. El debate entre Rorty y Habermas, por su parte, enfrenta dos modos de entender el giro pragmático en filosofía. Kalpokas, poniéndose ahora del lado de Habermas, le critica a Rorty no advertir la fuerza performativa de los enunciados, su pretensión de trasvasar el contexto (por ejemplo con la pretensión de verdad), y recuerda que justamente por estas pretensiones la comunidad liberal cree justificado ensancharse. La apuesta más interesante de Kalpokas es quizás la defensa del realismo en general, perspectiva que se perfila cuando trata la polémica entre Rorty y Charles Taylor. El realismo "no comprometido" de este último autor resultaría más aceptable que el anti realismo radical rortyano, basado en una noción de juego de lenguaje que lleva a auto-contradicciones y ambigüedades. Respecto de las tesis que toma Rorty de Davidson, Kalpokas sostiene que la causalidad (mediante la que éstos pretenden volver a entender la relación con el mundo de una manera directa) no es capaz de generar estados epistémicos, e insiste en que estos autores están tan encerrados en el círculo de las creencias como los filósofos modernos. Como McDowell, cree que el mundo juega un papel esencial en la verdad o falsedad de nuestras creencias, y también cree, en un sentido puramente kantiano, que si bien la realidad es externa al pensamiento, no es externa a la esfera conceptual. ¿En qué sentido puede la realidad tener un carácter conceptual? La respuesta de Kalpokas constituye el esbozo de un programa filosófico sumamente interesante que pretende conciliar el realismo en el sentido en que se lo viene defendiendo (un mundo independiente hace verdaderas o falsas a nuestras creencias), con ciertos aspectos del pragmatismo de Davidson y Peirce. Resumidamente, propone pensar que la triangulación davidsoniana –según la cual la relación entre dos sujetos y un objeto es condición necesaria del pensamiento- está mediada por signos, no es meramente causal. Y aquí aparece la noción peirceana de que los objetos mismos tendrían la naturaleza de signos, lo que permite evitar las aporías de lo dado y entender en qué consiste el carácter conceptual de la realidad. Kalpokas se aparta aquí del realismo y se acerca a un cierto idealismo con aire kantiano. El elemento pasivo, los efectos del mundo, es inteligido mediante su transfiguración activa en signos. El problema es que mientras que para Kant la actividad conceptual configura la realidad empírica, un signo -además de cumplir esta misma función- remite por definición a otra cosa. Con otras palabras, las categorías no remiten a otra cosa, tan sólo configuran, pero los signos no sólo configuran sino que remiten a los efectos de las cosas sobre nosotros. Y esto último resulta problemático, ya que uno puede preguntarse si a estos efectos se los conoce o tan sólo se los "siente". Si se los conoce, entonces también son signos, con el consecuente regreso al infinito, pero si tan sólo se los siente, entonces nuestra relación con el mundo vuelve a ser meramente causal y no epistémica, posibilidad criticada por el propio Kalpokas. 108


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Esta versión del kantismo tiene quizás la intención de evitar la "cosa en sí" kantiana. Mientras que para este último la pregunta acerca de qué hay por detrás de nuestra conceptualización de la realidad no tiene sentido, Kalpokas piensa que detrás de la actividad conceptual que produce signos hay algo tan aceptable para el sentido común como los efectos del mundo sobre nosotros. Sin embargo, estos efectos tienen una relevancia epistémica tan nula como la de la "cosa en sí". Pero más allá de estas consideraciones, en varios sentidos este libro tiene un aire kantiano, y puede incluso entenderse como una investigación trascendental sobre las condiciones de posibilidad de la argumentación y del conocimiento mediado por el lenguaje. Así, poner en evidencia la auto-contradicción en la que incurre Rorty cuando niega los presupuestos pragmáticos de la comunicación, le sirve para explicitar los presupuestos de la argumentación, como la de que “todo uso del lenguaje lleva inscrita la suposición de un mundo objetivo común" o la de la argumentación impone una simetría de las perspectivas de los participantes. Aunque no busque rehabilitar expresamente una línea kantiana, Kalpokas se conecta claramente con la tradición moderna. Piensa, en tal sentido, que si el programa fundacionista fracasó, los problemas epistemológicos sobrevivieron, y la filosofía misma sobrevivió en algunos de sus rasgos estructurales. La parte final del libro proclama justamente su oposición a la disolución rortyana de la filosofía en literatura. Kalpokas se fija en qué hace Rorty cuando argumenta, y advierte que no hace algo muy diferente a lo que vienen haciendo los filósofos desde la antigüedad, vale decir, discutir otras posturas, algunas pertenecientes a tradiciones que no comparte, para señalar incoherencias y fallos en la argumentación. Entonces también es válido marcarle a él la incoherencia de no pretender consistencia lógica. Rorty propone un cambio de paradigma basándose en razones, pero rechaza a la vez que los cambios conceptuales se realicen en general de este modo. La concepción de Rorty también impide entender cómo es posible que problemas muy antiguos hayan sido reformulados. Como afirma Kalpokas, “Me parece que no considerar tales continuidades históricas es transportar la tesis de la inconmensurabilidad al terreno de la historia de la filosofía una vez que ya, de facto, nos hemos aprovechado de sus continuidades”. Una de estas continuidades estructurales es el estilo argumentativo, que Rorty desdeña como constitutivo de la filosofía. La filosofía, cree Kalpokas, puede no tener algo así como un método propio, pero es innegable que involucra esencialmente la argumentación y que conlleva pretensiones de verdad. Kalpokas descubre, con su talento para preguntar, las incoherencias de fondo y las implicancias éticas inaceptables, y está lejos de dejarse seducir por el encanto del escepticismo. Su libro posee varios focos de interés, dado que es una exposición clara e integrada del neopragmatismo rortyano, una evaluación crítica del mismo, una toma de partido en diversas polémicas entre Rorty y otros filósofos, y finalmente, aunque quizás sea lo más interesante, una propuesta de una salida filosófica a algunos de los problemas tematizados. Kalpokas es conciente de que una perspectiva 109


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radical exige tomar una postura, es decir, exige filosofar. Es cierto que queda la sensación de que se gasta un esfuerzo argumentativo desmedido en un rival que se revela una y otra vez equivocado, pero si se revela equivocado es gracias a ese esfuerzo. Además, quizás la argumentación no podría haber avanzado sin un rival así. Como la paloma en el ejemplo de Kant, que necesita la resistencia del aire para volar, a menudo es preciso desplegar los argumentos en contra de algún oponente importante para poder desarrollar los problemas filosóficos en todas sus consecuencias. Esto le permite a Kalpokas sacar a la luz las condiciones de posibilidad de la argumentación y del conocimiento, y avanzar desde el examen crítico hacia una postura original.

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