Novena a nuestra Señora de la Anunciación De la Sierva de Dios Madre María Berenice
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NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA ANUNCIACIÓN
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ORACIÓN PREPARATORIA (Para todos los días) En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amen. ¡Oh maría! Madre y Reina de la Anunciación, Madre de Dios y Madre nuestra, llena de gracia, os saludamos, os bendecimos, os agradecemos todos los beneficios recibidos de vuestro corazón maternal; son incontables, para el alma y para el cuerpo. Con vos, ¡oh madre del amor hermoso! Con todos los ángeles y todos los santos, damos gracias a la Santísima Trinidad por los privilegios con que os ha enriquecido. Permitidnos, madre tan buena y tan hermosa, que os amemos; quisiéramos amaros por los que no os aman, amaros más que todos los ángeles y todos los santos juntos; pero como nuestro amor es tan débil y miserable, os ofrecemos el amor de nuestro buen Padre San José; y si fuera posible, el amor incomparable de Jesús, el de la Trinidad Beatísima de la cual sois Tabernáculo vivo. Recibid, pues, nuestros anhelos de un amor ardiente, que pudiéramos contagiar al universo entero: y concedednos, Madre Misericordiosa, para todos los pecadores: conversión y penitencia, inocencia para nuestros niños: fortaleza cristiana y caridad heroica, para las familias que Vuestro Hijo nos ha confiado: piedad sólida y pureza para nuestras alumnas y a cada una de vuestras hijas, vuestras esclavas, abrasadnos, señora, en un amor generoso que 4
nos haga verdadera Hostias, por el reinado universal del corazón de Jesús, por medio del Vuestro, Madre inmaculada. Así sea. DÍA PRIMERO: MARÍA EN ORACIÓN Entremos espiritualmente en la humilde casita de Nazaret, acerquémonos silenciosamente con amor y respeto a Nuestra Dulcísima Madre, de rodillas, a su lado, digámosle: “MADRE, ENSÉÑANOS A ORAR”. Su cabeza un tanto inclinada, sus ojos bajos, su rostro tranquilo, trasparenta en su modestia y virginal belleza el fervor íntimo de su espíritu. Dejémonos penetrar por los sentimientos de su purísimo corazón. Según piadosa tradición, la virgencita Nazarena pedía a Dios enviara al Mesías Prometido: “¡Cielos!, enviad el roció de lo alto y las nubes lluevan al justo: ábrase la tierra y brote el Salvador” (Isaías, 45,8). De repente el pequeño aposento se ilumina con tintes de aurora y aparece el Mensajero Celestial: el cielo escuchó su oración de humildad confiada y anonadamiento ante la grandeza de Dios. Cuando el Padre encuentra estas disposiciones en el alma que ora, no hace esperar su divina respuesta. Recordemos, sí, que la oración depende antes que todo de la gracia de Dios; de aquí que la principal preparación para la oración sea la humildad, “porque a los humildes da su gracia” (Jacob. IV-6), a ellos se complace Dios en instruirlos de corazón a corazón, sin palabras. Para alcanzar vida de oración es preciso que “al correr del día
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elevemos con frecuencia el corazón al Señor, conversemos con Él sirviéndonos del trabajo, de los pequeños detalles de cada hora, multiplicar de la mañana a la noche los actos de amor a Dios y al prójimo” (Garrigou). Es necesario también guardar el silencio en el alma para oír la voz del Maestro, como María durante toda su vida. Unámonos a Nuestra Dulce Madre para pedir con Ella la venida del Divino Espíritu a nuestras almas. Tengamos sed de recibirlo, recordemos las palabras del Maestro: “Si alguno tiene sed, que venga a Mí y beba; del seno de aquel que cree en Mí, manarán ríos de agua viva” (San Juan, VII-38); y si somos fieles a este espíritu de oración en unión con nuestra Dulce Madre, “empezaremos poco a poco, como dice Santa Teresa, a encontrar a Dios en el espejo de las criaturas”. Alcanzaremos una confianza sin límites en la obra de su AMOR INFINITO, para llegar a la plenitud de la UNIÓN con EL. ORACIÓN AL VERBO ENCARNADO Verbo Encarnado que habéis embellecido el alma de María con la unción de la gracia y la habéis abrasado en el amor del Espíritu Santo, que habéis hecho de Ella el lazo del Amor y misericordia que une el Cielo con la tierra, que nos habéis traído la seguridad del amor infinito que el Padre Celestial tiene para cada una de nuestras almas, os adoramos en el Corazón de María vuestro primer Tabernáculo vivo, donde con el Padre y el Espíritu Santo preparáis nuevo santuario de amor en cada alma que sabe repetiros con Ella “Ecce Ancilla Dómini”. Así sea. Se rezan TRES AVEMARÍAS.
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GOZOS CORO Por tu pureza incomparable, danos amor, ¡Madre Admirable! I Tú eres Virgen el Iris Divino que al mortal la esperanza infundió, Tú la cándida aurora que anuncia la salida esplendente del sol. Por tu pureza... II A tu aspecto las sombras huyeron, a tu aspecto Luzbel retembló, y a los siglos de inmensas angustias puso fin tu suspiro de amor. Por tu pureza... III A Gabriel asombrada dijiste: “Soy la sierva, la esclava de Dios, que se cumplan en Mí tus palabras, yo bendigo, yo acato tu voz.” Por tu pureza...
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IV Un torrente de amor infinito al instante tu pecho inundó, y a la rota cadena del Cielo le pusiste un eterno eslabón. Por tu pureza... V Tú eres, Virgen, el Lirio del Valle de inefable perfume y candor, recibiendo en tu cáliz la perla que el roció del cielo formo. Por tu pureza... VI Las estrellas del cielo te aclaman, ¡Virgen Madre del Hijo de Dios! Perla augusta que ofreces al mundo, como precio de su redención. Por tu pureza... VII ¡Salve! ¡Salve! ¡Oh Reina del cielo!, que restauras la paz del Edén, haznos almas a Ti consagradas que vivamos de amor y de fe. Por tu pureza...
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ORACIÓN A SAN GABRIEL ARCÁNGEL (Para todos los días) San Gabriel Arcángel, Embajador Celeste del mayor de los Misterios, os felicitamos por la noble misión que os ha confiado el Altísimo. Alcanzadnos la gracia de pronunciar nuestro “Ecce Ancilla Dómini” con el respeto y amor que lo hiciera la Santísima Virgen en el día de la Anunciación. Así sea. PRACTICA: Hacer con especial fervor de la voluntad los ejercicios de piedad JACULATORIA: Madre, enséñanos a orar. DÍA SEGUNDO: SALUDO DEL ÁNGEL Sin apagar los sentimientos de nuestro corazón unido a María, en la intimidad de la oración escuchemos con ella el saludo del Ángel, uno de los siete espíritus que asisten a la diestra del Altísimo, que se humilla ante Ella, viéndola ya sobre su regio trono, desde el cual se inclina clemente sobre sus hijos de la tierra y del purgatorio. “Yo te saludo llena de gracia, él Señor es contigo, tu eres bendita entre todas las mujeres”, Dijo inclinándose con reverencia ante la que venera anticipadamente como a su Reina.
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Dice San Ambrosio, “que María experimentó una especie de temor en la presencia del Mensajero Celestial, que le transmitió las órdenes del Eterno. El Ángel que conoció su turbación le dijo con dulzura: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, concebirás un Hijo a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo… Reinará eternamente en la casa de Jacob…, y su reino no tendrá fin” (Lucas. I-30). Ella, cada vez más sorprendida, sin comprender cómo podía conciliar el título de Madre con el Voto de VIRGINIDAD perpetua hecho desde sus primeros años, le pregunto: “¿Cómo se hará eso?”. Gabriel la tranquilizó diciéndole: “El Espíritu Santo descenderá sobre Tí y la voluntad del Altísimo te cubrirá con su sombra… El fruto que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (Lucas, I-35). Nuestra Dulce Madre se anonadó y se sometió al decreto divino con sentimientos de profunda humildad, contenidos en el Ecce Ancilla Dómini que brotó de sus labios con la espontaneidad con que la flor sale del capullo que la contiene. Las palabras del Ángel nos revelan toda la grandeza del profundo misterio de la Anunciación y nos enseña, dice el Padre Bernardo O.P, que la maternidad divina se trasformó en gracias desde el primer día: porque desde el principio vemos como María fue advertida que su Hijo era esencialmente Salvador, Príncipe de un Reino sin termino, Padre de todo un pueblo. Madre nuestra: enséñanos la grandeza de la obediencia, de la sumisión pronta y respetuosa a los designios de Dios. Obediencia
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que da un sí pronto, aunque no comprenda el porqué, ni el cómo: sumisión que no vacila cuando se trata de la mayor gloria de Dios. PRACTICA: cinco actos de obediencia hechos conscientemente. JACULATORIA: María, enséñanos a cumplir la voluntad de Dios. DIA TERCERO ¡ET VERBUM CARO FACTUM EST! Entramos hoy en lo más hondo del misterio de nuestra Madre y Reina: intensifiquemos, pues, nuestro respeto, nuestra admiración en este momento solemne. Los cielos se abren, la Trinidad Beatísima se inclina hacia la tierra y el Espíritu Santo, como un rayo de luz purísima, recorre el espacio y penetra en el humilde aposento donde dice el padre Prat: “María fue BAUTIZADA en CRISTO”. Se revistió de Cristo. Santo Tomás insiste en la influencia sacramental de Cristo respecto de su madre”… Sí, Nuestra Madre y Reina debe su excelsitud a la habitación del Hijo de Dios en su seno virginal. “Et Verbum caro factum est”. Se hizo carne de su carne inmaculada. Con cuánta verdad pudo decir Ella: “No soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mi” (Gal.2-20). Desde entonces Ella es la Madre admirable que sigue a su Hijo hasta el Calvario, como Corredentora del género humano; pero su grandeza, lejos de apartarla de nuestra miserable naturaleza humana, la acerca a sus hijos, y así en la Encarnación Dios se hace hombre y el hombre se eleva hasta Dios.
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Estemos, pues, muy seguras de encontrar en Ella la fortaleza divina, el mejor estímulo a trabajar y a sacrificarnos para alcanzar la unión íntima con Dios si con espíritu de fe viva, convencida, reflexionamos en esta palabras que pronunciamos siempre de rodillas: “ET VERBUM CARO FACTUM EST”. Agradezcamos, pues, a la Santísima Virgen el habernos dado al Verbo, porque Él nos trajo el privilegio de ser templos vivos de la Trinidad al devolvernos la gracia perdida. “La Sabiduría Divina no penetra en un alma perversa, ni habitará en un cuerpo sujeto al pecado” (Sabiduría, 1-4). Y Jesús (Juan, XIV-26): “Yo rogaré a mi Padre y os dará otro Consolador para que eternamente permanezca con vosotros”. Para corresponder a esta gracia incomparable, en unión con María en el momento de la Anunciación, adoremos muchas veces al día al Verbo Encarnado en la Eucaristía y también en el santuario de nuestra alma, donde, como Verbo, está con su Padre y con el Espíritu Santo; así amaremos la soledad, el silencio, seremos felices en el sufrimiento, porque llevamos al que es gozo y paz; la pobreza nos hará sentir ricas, con Él que es Único Dueño y Señor de todos los tesoros de la tierra. Mucho consuela la enseñanza de algunos teólogos que llaman a Nuestra Madre Santísima: “COMPLEMENTO DE LA SANTISIMA TRINIDAD”, y así es, no porque la Trinidad en sí misma necesite complemento, sino porque de hecho María fue el Instrumento del que sirvieron el Padre, el Hijo y el
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Espíritu Santo, para realizar la obra de la Encarnación. Ella debe ser también la que abisme nuestra alma en ese Océano Infinito de toda Santidad. PRÁCTICA: En unión con María, hacer hoy muchas visitas al Divino Huésped de nuestras almas. JACULATORIA: ¡Verbo encarnado, os adoro, os amo! DÍA CUARTO: TABERNÁCULO VIVIENTE DE LA DIVINIDAD El “FIAT” DE María es, después del Fiat creador de Dios, el más grande que han escuchado y puedan escuchar todas las generaciones hasta la consumación de los siglos. El “! HAGASE!” de la primera hora fue creador omnipotente de la vida de todos los seres animados e inanimados; el de nuestra Reina y Madre, renovó, restauró lo que se había perdido por el pecado; pero en Ella, exenta de culpa, Su Fiat realizó una transformación más admirable con repercusiones eternas, porque a su humilde aceptación siguió el “ Et Verbo Carum est”, que hizo de Ella TABERNÁCULO de la Divinidad; y dice Roschini: “El corazón del hombre Dios, empezó a palpitar junto al corazón de la Madre de Dios, que arrebatada en éxtasis sublime, fijó su límpida mirada en el mismo sol de la Gloria que irradiaba en el Cielo de su alma.
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¿Quién podrá comprender y menos expresar las maravillas obradas por Dios en su Tabernáculo vivo? Es Ella la privilegiada, verdaderamente única llamada por el Espíritu Santo en el Cantar de los Cantares: “Paloma mía, mi Inmaculada”, elogio que hace la admiración de los Ángeles y de los hombres, atraídos por la dulce y Purísima Virgen María nuestra Madre. Sí, Ella es vuestra hija Única, ¡oh Padre adorado! Ella sin restricciones, prodigiosa en su grandeza y hermosura, es vuestra Madre, ¡oh Jesús!, y por Ella sois nuestro Hermano; Ella es vuestra Santísima Esposa, ¡oh Espíritu de Amor! Si, María es la única de la Santísima Trinidad, su preferida, su Tabernáculo enriquecido con todos los dones y riquezas del Corazón de Dios, de su Amor Infinito. Después del Corazón de Jesús no hay objeto más precioso para conocer, más dulce para contemplar, que el Corazón inmaculado de la Santísima Virgen; es un abismo de perfección, de esplendor, de belleza, de gracia; es la Obra de arte del Espíritu Santo revestida por Él con todas las virtudes. Desde el primer instante de su concepción, escribe Robert de Langeac, fue enriquecida con todas las efusiones del amor infinito, al cual Ella correspondió con un acrecentamiento continuo de caridad, cada vez con una intimidad más profunda sin mezcla de lo humano, ya que también desde el primer instante de su vida recibió el poder de amar con toda la pureza y la fuerza del amor sobrenatural; y su amor a las criaturas no es sino el desbordamiento de su amor a Dios. Madre nuestra, Hostia, Custodia, Santuario, Tabernáculo del Altísimo, que nuestras almas ocultas en vuestro Inmaculado Corazón se abrasen en el fuego ardentísimo que lo consumió para morir en un abrazo estrecho con la Divinidad, aunque somos indignas de este privilegio; pero para
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Vos Madre de Dios y Madre nuestra, nada hay imposible. PRÁCTICA: Cinco actos de fe en la presencia real de Jesús en nuestras almas. JACULATORIA: María Tabernáculo de la Divinidad, enseñamos a vivir con Él. DÍA QUINTO: MADRE VIRGEN ¿Cómo se hará eso, preguntó María al Ángel Gabriel, pues tengo hecho Voto de Virginidad? Esta fue la primera preocupación de la virgencita Nazarena, que prefirió su Virginidad al privilegio, a la grandeza suma de ser Madre de Dios y que tanto anhelaban las jóvenes que esperaban la venida del Mesías. “por esto el Arcángel, antes de revelarle la grandeza de Jesús, lleno de reverencia, puso el mayor cuidado en describirle sus dos grandezas; la del ser en su VIRGINIDAD y la de la gracia. Al llamarla “LLENA DE GRACIA! le aseguró su primacía en el orden sobrenatural, y al declararle que el Señor estaba con Ella la proclamó Reina de las Vírgenes, favorita del altísimo por la blancura de su alma, abrillantada con su profunda humildad. En la Visitación Santa Isabel fue más lejos expresando más claramente su maternidad Espiritual, inmensamente superior a la corporal” (R. P. Bernardo O. P). Sí, dice un autor contemporáneo:”La Pureza es Dios que se hace
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alma y el alma que se hace Dios” de una manera tan íntima y estrecha que los dos pueden decir:” Mi amado es todo mío y yo soy toda suya”. Hay dos clases de pureza, la inferior que hace el cuerpo semejante al alma, es la blancura del cuerpo y el perfume de la vida. La segunda, superior, hace el alma semejante a Dios; es la blancura del alma y la llama suprema del AMOR. La primera tiene cuatro grados: 1. º Inspira horror instintivo a todo lo que es prohibido por los Mandamientos 6. º Y 9. º. 2. º Aleja de todo lo que pueda ser un peligro para la pureza, palabras, abusos de lo permitido, curiosidad, alegrías demasiado vivas, afectos naturales, etc. 3. º Desprende de todo lo que es inútil, porque lo inútil es el camino de lo peligroso, como lo peligroso es el camino de lo malo. Cuando se quiere ser virgen no se puede admitir en la vida nada que no eleve el alma a Dios. 4. º Lleva el alma a vivir por encima de todo lo humano y natural, a buscar en todo lo bello y natural la belleza indivisible, la fuente de toda la belleza. Toda criatura es para el alma virgen un velo trasparente una sonrisa del Cielo, un reflejo divino a través del tiempo y de la tierra, toda mirada es para Ella una contemplación; toda emoción una ascensión. La Virginidad superior fortifica el alma, la ilumina y la abrasa en amor, en celo, porque la asemeja a Dios; y el Padre es la vida suprema, es el poder, la fuerza; el Hijo
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es la luz suprema, es la Sabiduría; el Espíritu Santo es el amor supremo es la bondad. El mundo sólo conoce dos corazones sin mancha: el de Jesús y el de María. San Bernardino dice que en todo el Evangelio María no habló sino siete veces: dos con el arcángel san Gabriel; dos con su prima Isabel; dos con su Divino Hijo, en el Templo y en las Bodas de Caná; una a los sirvientes del festín. Y dice el mismo Santo que estas siete palabras corresponden a las siete llamas que abrasan los corazones vírgenes y por lo mismo a los siete grados de pureza espiritual o superior. Primera palabra, amor de desprendimiento; segunda de transformación; tercera, de comunicación; cuarta, de júbilo; quinta, de complacencia; sexta, de compasión; séptima, de consumación. Estas son las llamas del amor puro y los triunfos de la Victoria, blanca. La Reina de las alturas níveas es formadora de azucenas para el Esposo Celestial, de Hostias blancas, pequeñitas que van al mundo a contagiar blancura. Que todas seamos sembradoras de hostias. PRACTICA: Siete actos de mortificación. JACULATORIA: Madre mía, purifica mi alma para Jesús.
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DÍA SEXTO: !ECCE ANCILLA DOMINI! Cuando el Ángel Gabriel terminó la expresión de su mensaje, escuchó en reverente silencio la respuesta de Nuestra Madre Santísima. "Ella, dice Roschini, inundada de luz celestial, debió comprender y medir todo el excepcional alcance de aquel SÍ, la palabra más pequeña y más grande que puede pronunciarse, y antes de proferirla, entró unos instantes dentro de sí misma en la más recóndita profundidad de su nada; ese momento de temerosa espera es indudablemente el más solemne de la historia del mundo: es el momento en el cual el Cielo, con sus riquezas, está para volcarse en la tierra. Es el momento también de la Humildad de María. Todo en este Misterio, que es el punto culminante de la vida de María, nos habla de su HUMILDAD. Primero, el lugar donde se realizó: en una ciudad de Galilea, llamada Nazareth, no en Roma, entonces la dominadora del mundo, ni en Atenas, su cerebro, sino en la despreciada Galilea, en la pequeñísima Nazareth, que hizo exclamar a Natanael: "¿Acaso de Nazareth puede salir algo bueno?". Humildad extraordinaria, dice un autor, porque al ser elevada sobre todas las criaturas, constituida en Madre de Dios y Reina del Universo, Ella se abisma: gozosa en aquella nada de la cual Dios la ha sacado para elevarla, y se llama esclava, esto es, una mujer en su categoría más baja que la de una pobre sierva.
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Y en el Magnificat que nos descubre su Corazón nos muestra cuánto ama la pequeñez de su condición, la seguridad de ser la esclava del Señor, humilde también cuando nos dice que el Señor ha hecho en Ella cosas grandes y tantas que todas las generaciones la llamaran Bienaventurada. Bien dijo Santa Teresa: "Humildad es andar en verdad". Y si la sencillez es la flor de la humildad, su perfume, cómo no deleitarnos meditando una y otra vez ese cántico sublime que como melodía purísima brotó espontáneo del corazón de la humildísima Madre de Dios. Hablando de la humildad, dice Santo Tomas: “Cada cual debe reconocer ser inferior, en lo que tiene de sí mismo a lo que los demás tienen de Dios. Esto se comprende al darnos cuenta de que somos nada, miseria, imperfección; todo ese cúmulo de deficiencias que proceden de nosotros mismos, son muy inferiores a cualquier don que los demás hayan recibido de “Dios." San Anselmo escribió los grados de la humildad: 1.° Comprender que uno es digno de desprecio; 2.° Aceptar con paciencia el serlo; 3.° Confesar sinceramente que somos así; 4.° Desear que los demás lo crean; 5.° Sufrir con gusto que lo digan; 6.° Alegrarse de ser, efectivamente, tratados como dignos de desprecio; querer ser tratados de ese modo. Tengamos presente que antes de alcanzar esta perfección hemos de practicar muchos actos de humildad y recordar con frecuencia, para vivirlas, las palabras del Divino Maestro: "EL HIJO DEL HOMBRE VINO, NO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA POR LA REDENCIÓN DE MUCHOS." Una muy segura señal de humildad es la obediencia pronta y generosa, porque la soberbia nos inclina a hacer la propia voluntad; por eso Jesús se hizo obediente hasta la muerte y muerte de Cruz (San Pablo). Sigamos las enseñanzas de nuestro Divino Maestro, seamos mansas y humildes de corazón; así imitaremos 19
también a nuestra Celestial Patrona, y con Ella y como Ella seremos verdaderas Hostias de la Trinidad en el Amor Infinito del Espíritu Santo. PRÁCTICA: Hacer tres actos de humildad. JACULATORIA: Virgen humilde, hacednos humildes. DÍA SÉPTIMO: PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE La fe convencida es el fundamento de la confianza y del abandono. En la Anunciación, María creyó, sin la menor duda, en la Encarnación, y cuando temió por su VIRGINIDAD, las palabras del Arcángel Gabriel: "PARA DIOS NADA ES IMPOSIBLE" llevaron a su alma luz y seguridad absoluta; su confianza fue perfectísima, apoyada únicamente en la inmutable Omnipotencia de Dios, que practicó cuando espero de Él el milagro de ser Virgen y Madre; cuando soportó pacientemente el destierro de Egipto, cuando, en Caná de Galilea, a pesar de la aparente negativa del Maestro, dijo a los sirvientes: "Haced lo que mi Hijo os diga"; cuando, después de la muerte de Cristo, esperó su perfecta victoria y el triunfo de su glorificación. Nosotros también, a ejemplo de María, en las dificultades y sufrimientos necesarios en nuestra subida a la unión divina, debemos sostener firme, inquebrantable nuestra esperanza. Confiemos ciegamente en que a pesar de nuestros defectos, de nuestros pecados e impotencias, llegaremos a la santidad que el Buen Dios nos pide. "SI ÉL ESTÁ DE NUESTRA PARTE, ¿QUIÉN 20
PODRÁ CONTRA NOSOTROS?" (Rom. VIII, 31). Más aún, dice el mismo Apóstol: "Fiel es Dios, que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que de la misma tentación os hará sacar provecho para que podáis sosteneros". Y más enérgica es la expresión del Santo Job (XIII, 15): "AUNQUE ME HICIERA PERECER, EN EL PONDRÉ TODA MI ESPERANZA.” Sí, la confianza es la llave con que se abre el Corazón de Jesús; no pongamos limites a la nuestra y entonces seremos dueñas de los tesoros infinitos que en Él se encierran para alcanzar su reinado y el del Corazón Inmaculado de su Madre Santísima hasta en los últimos lugares de la tierra, en todos y cada uno de nuestros hermanos. Confianza en Él, que todo lo puede, todo lo sabe y me ama infinitamente... El mismo nos ha dicho: "Mientras mas confiéis en mi Corazón más os uniréis a Él”. Toda muestra de confianza es un nuevo y muy dulce lazo de intimidad. Multipliquémoslas en todo instante y ocasión, nos lo pide su Corazón misericordiosamente sediento de AMOR y de UNIÓN. La verdadera CONFIANZA es a la vez abandono el más completo, y petición la más suplicante y convencida. Abandono que comprende un generoso desprendimiento de sí mismo, para entregarse plena, dulce y apaciblemente, a todos los quereres de la Infinita Bondad. "Madre de la confianza, Estrella del Mar, que con frente serena miras al Cielo sin despreciar la tierra, que tu mirada de Madre poderosa y amante rompa el hielo de nuestros corazones y los abra a una confianza perpetua, contagiosa, infinita si fuera posible en Ti y en el Jesús de la Hostia, nuestro Bien Amado; que amarlo y confiar en Él sea una necesidad urgente para nuestras almas. Despierta esta misma
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inquietud en las almas que nos ha confiado, en los que sufren sin comprender el precio del DOLOR, infinito cuando se une al de Nuestro Salvador. Que comprendamos, querida y tierna Madre, que un FIAT solamente pensando es estéril; y un FIAT hecho engendra vida divina. PRÁCTICA: Siete confíos al Sagrado Corazón de Jesús por María, de hecho. JACULATORIA: Corazón Eucarístico de Jesús, por María en Vos confío. DÍA OCTAVO: MISTERIO DE AMOR Escribe el R. P. Bernardo, O. P.: "¿Que decir del amor hermoso que resplandeció en el Corazón de María sin dejar de crecer a lo largo de los años en que vivió consagrada al servicio del Verbo Encarnado? Aquel Corazón de Virgen y de Madre, adornado y cultivado con todos los primores de la naturaleza y de la gracia, estuvo dispuesto siempre a ofrendar todas las delicadezas y todos los sacrificios. Desde el momento de la Anunciación se consagró a Jesucristo con todo el amor de Madre, y con todo el cariño cándido y puro que una Virgen puede ofrecer al fruto de su alma; desde el día de la Anunciación, María no nutrió en su corazón más que un afecto y una amistad. En aquel afecto concentró todos nuestros nobles amores, y en su única amistad resumió todas las amistades humanas...
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El amor con que la Santísima Virgen se unía a Dios y a las cosas divinas fue tanto más perfecto cuanto más libre estuvo de las menores faltas y más ajena a todo lo humano. Por esto se elevaba incesantemente hacia el Bien Amado y hacia el prójimo, en quien amaba y ama a su Dios. Su amor fue heroico particularmente cuando a los tres años se despidió de sus padres para entregarse totalmente a Dios; en la oblación que hizo de sí misma mediante el Voto de Castidad en el templo; en el momento en que dió su consentimiento al Ángel para cumplir la Voluntad divina; en la búsqueda de su Hijo perdido; durante la Pasión y muerte del Señor. Ya que aspiramos a ser victimas de caridad como nuestra Reina y Patrona es preciso, como dice San Pablo, que nos arraiguemos en la caridad de Cristo, que vivamos continuamente con Aquel que habita en nosotras y que es AMOR INFINITO... Renovémonos en la FE como María en el momento de la Anunciación y formemos como fruto de esta Novena el de hacer lo más frecuente que podamos, según nuestras ocupaciones, actos de AMOR PERFECTO. Nuestro amor será puro si lo amamos únicamente por su mayor gloria y el cumplimiento de su Santo querer. El amor se hace intenso cuando nos aplicamos a hacer cada cosa con el ardor de la voluntad por el Celestial Esposo. El momento de la oración, encuentro íntimo del alma con su Dios, es particularmente propio para acrecentar el AMOR.
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Él es la gran Hostia de fuego que quiere abrasarnos; pero para esto, pequeñitas Hostias, es necesario que seáis materia inflamable en la cual no hay nada refractario a la combustión; y para serlo bien sabéis es indispensable la cordialidad de AMOR en vuestro FIAT al fuego del Divino Querer. El mundo esta frío; para calentarlo, es preciso, almas religiosas, que vuestros pequeños y mezquinos intereses personales queden eclipsados ante los intereses de mi Corazón, que os ama y pide AMOR. Después de la Encarnación, la Cruz es la mayor prueba de amor que Dios ha dado a los hombres; así para el alma la mortificación, el sufrimiento, abrazado espontáneamente, es la más pura prueba de amor que podemos darle. Y como el alma enamorada desea vivamente dar pruebas de su amor, se vigila para no dejar ninguna ocasión de renunciamiento. Recordemos también que solo en la soledad de un perfecto desprendimiento llegaremos a la plenitud del corazón, y a esta soledad nos lleva María en su soledad de NAZARETH. PRÁCTICA: Hacer que cada una de nuestras acciones sea un acto de AMOR. JACULATORIA: Jesús, María, os amo, salvad almas.
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DÍA NOVENO: LA ANUNCIACIÓN Y LA IGLESIA Recordemos hoy que el misterio de la "Anunciación" nos llena de gozo, porque la Encarnación debe considerarse como el principio de nuestra salvación, como el fundamento de nuestra religión católica y base de nuestra fe: este es el Misterio de nuestra felicidad, el misterio por excelencia de la bondad y amor de Dios a los hombres. Con el "Ecce Ancilla Domini de Maria" se cumple el Misterio, el Verbo se hace carne... El alma contemplativa preludia al Salvador, su obra redentora, los Sacramentos, la Iglesia. Hora solemne y grandiosa que anuncia la llegada del Deseado de todas las naciones, al que anunciaron los Profetas, adoraron los Magos; a Jesús, que realizará la reconciliación de los hombres con Dios, que nos trae la paz como cantaron los Ángeles. Hora rica en esperanzas, en anhelos... Sí, María es la Aurora suavísima que nos ofrece ya al Sol de Justicia que ha de iluminar y calentar el mundo en el fuego del AMOR INFINITO... "El Verbo se hizo carne para que la carne llegase: a ser Dios", comenta San Ambrosio. "La encarnación es el primer paso hacia la realización de los eternos designios del Altísimo, es el compendio de las maravillas del poder, de la Misericordia, de la Sabiduría y del Amor, que de siglo en siglo prolonga su Verbo, su Cristo, presentándole cada vez más humanidades en las que nos revela las riquezas de su gracia y por las que continúan en su misión sacerdotal en la tierra. Las purifica con su Sangre en el Sacrificio incesante de la Santa Misa, las eleva
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con sus méritos, las renueva en su vida con la Eucaristía. Y nosotras somos miembros de ese Cuerpo, hijas de esta Iglesia, perseguida pero siempre triunfante y gloriosa, a la cual debemos amar hasta dar la vida para defender sus derechos y su doctrina. Recordemos que cada uno de nuestros actos tiene repercusión en todos nuestros hermanos de todos los lugares y tiempos. Una oración ferviente unida a las del Verbo es auxilio, fortaleza, para un pecador o para un alma tentada, que probablemente conoceremos en el cielo. El pequeño sacrificio de una mirada, palabra, deseo en unión con el Verbo por medio de María será fuente de gracias especiales para un Sacerdote, una Religiosa, quizá en regiones remotas, que necesitan ayuda espiritual. El R. P. Eugenio del Niño Jesús, O. C. D., dice: "El Verbo se ha encarnado, ha tomado una humanidad a la que ha arrastrado gloriosamente cautiva al seno de esta gloria que tenía el Verbo antes de que existiera el mundo" (Jonn. XVII, 5). Mediante la Santa Humanidad de Cristo tomó el Verbo y arrastró consigo a todos los hombres que se ofrecen sumisos a la acción conquistadora de su gracia. El Cristo total, difundido y completo, se acoge, por su unidad con el Verbo, a la Paternidad eternamente fecunda del Padre de las Luces y de las misericordias y con Él inspira el AMOR del Espíritu Santo que, como Espíritu del Padre y del Hijo, se convierte consecuentemente en el Espíritu de la Iglesia y en el Espíritu nuestro.”
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PRÁCTICA: Adorar con gran fervor al Verbo dándole gracias por la Encarnación. JACULATORIA: Madre mía, condúcenos al seno de la Trinidad. (Concedemos 200 días de indulgencias a quienes recen devotamente esta novena.)
TULIO BOTERO SALAZAR Arz. de Medellín 20 marzo 1963
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