Libro Buscando luz de Cristina Baroni

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buscando luz

Cristina Baroni


Dibujo de tapa: “Alumbramientoâ€? La tarde en que yo estaba coloreando este dibujo que hace de tapa, dos niĂąos llegaron a este mundo: Halina y Manuel, la dedicatoria entonces es para ellos y para sus papas que son nuestros amigos: Diego y Jimena; Yanela y Paco.


“Levantándose de pronto, retorciéndose, bailando en el aire, buscando luz…”

Cristina Baroni



DESENCUENTRO

Se miran a los ojos, solamente, y en silencio. Un silencio que ocupa todo el espacio y el tiempo, inmersos en esa quietud parecería que hablan a través de sus miradas acerca de muchas cosas. Empiezan a mover sus cuerpos, sólo las manos, cuando ella realiza el gesto tímido de acomodarse el cabello él siente como si le declarara un discurso; cada vez que él se acerca como quien no quiere acercarse , le contesta. En cada pestañeo cómplice y sensual ella va soltando palabras que quedan suspendidas en el aire, cada vez que gira su vestido derrama palabras, cuando se incorpora y se dirige a buscar algo contoneando sus caderas suavemente… de sus senos como gotas de leche se deslizan palabras, con la leve ondulación de su cabello se resbalan palabras… se escurren de su cuerpo, de todos sus poros, como gotas de sudor. Mientras las palabras se vuelcan en el candor del aire que la rodea, la rozan suavemente, acariciándola y apoderándose del espacio, la siguen como si formaran parte del mismo aroma que desprende su cuerpo al desplazarse, así ella y sus palabras fundan un camino hacia la habitación. Él las va recogiendo, como flores; rosas, tulipanes, rojos, púrpuras, bermellones, carmesíes. Las toma entre sus brazos, tantas palabras, no sabe bien qué hacer con ellas. Entonces fabrica preguntas. Sigue a la mujer hasta la habitación con ese revoltijo de palabras hecho preguntas, muchas preguntas, un raudal de preguntas. Ella está en el cuarto. Recostada, vestida de desnudez. Fiebre, fantasías nocturnas, exaltación, fuego… Y espera… que él coloque en su cuerpo unas alas hermosas, ella es ahora un surco abierto, un fluir espeso, húmedo y tropical. Él llega, la mira, intenta tocarla, pero trae entre sus manos esa párvula de preguntas. Intenta perpetuar, penetrar en ella. Tan sólo consigue lastimarla, no hay humedad, no hay sudor, sólo frío, aspereza, rigidez, distancia, el viento que apaga las velas… Ella se levanta despacio, se calla, se muda hacia otro lugar, ya no tiene palabras para darle, ya no está aquí, las puertas del jardín se han cerrado. Se viste, toma su pañuelo, se lo coloca en el cabello y sale de allí. Él se queda con sus preguntas. Ella se va llevándose sus palabras.

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ENCUENTRO

Él se queda con las preguntas. Ella llega hasta la esquina quiere irse, quiere huir, pero una fuerza extraña la obliga a detenerse y dudar. Allí parada una mano tibia acaricia la suya y le pide que vuelva, desea tanto irse como la tibieza de esas manos que la invitan a volver, y vuelve… Ella se acerca despacio, tan lentamente como quien no teme al tiempo, va tomando ese ovillo de preguntas que él todavía guarda y con paciencia infinita las van desenredando de a poco… Van tomando una a una esas preguntas, empiezan con las más simples, cuelgan un par del espejo del baño, otro montón las dejan entre los imanes que adornan la heladera, un par colgaron en la ventana de la cocina para que el viento haga música con ellas cuando se cuela por allí, dejaron algunas que no le parecían muy importantes puestas en el perchero junto con los abrigos y el sombrero, y con las preguntas imprescindibles, aquellas a las que más temía contestar, las toma con cuidado para no romperlas, como queriendo cuidarlas mucho. Toma una pregunta y se la cuelga del cuello como si fuera un collar de perlas, toma una pregunta larga, muy larga y se hace con ella un vestido de fiesta, hermosísimo, toma un montoncito de preguntas y fabrica un prendedor brillante con el que sujeta su cabello recogido, con dos signos de interrogación inventa un par de aros que prende de sus oídos, y a la última pregunta que queda entre las manos de su hombre la introduce entre sus labios, la besa, la digiere, la transforma y la convierte en una canción que está cantando ahora cuando lo invita a él a bailar… Y mientras bailan, juntos los cuerpos, enfrentados en armónico abrazo ella se queda mirándolo, tratando de leer el montón de palabras que nacen en el cuerpo del otro. Ella ha regresado y ha traído esa serena sensación que queda flotando en el aire. Se ha embellecido dominando los interrogantes que la incomodaban. Él la mira…, y esta vez no puede evitar verla más hermosa que nunca, porque se ha vestido de respuestas que la han transformado en lo que verdaderamente es.

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JUEGO

Juega la niña con su muñeca en el fondo de la casa, le hace la comida con hojas de la parra del patio, la acuesta en la cunita de madera que le fabricó papá, la tapa con una colcha de juguete que tejió mamá. Brígida se llama la muñeca como le había dicho su hermana, la niña la viste con un vestido blanco, como de novia, para que el hermanito no hurgue en ella tratando de descubrir curioso el sexo de la muñeca. Deja la niña este juego de hijos y arropes inventados, se dirige hacia el jardín, se quita la ropa, se acuesta de panza en el pasto, entre las dalias y los narcisos, se ensucia, la niña huele a tierra, sus manos están verdes de tocar el pasto vivo, fresco; la niña se vuelve y se revuelve como una flor más en aquella intemperie mullida. Escucha la muñeca Rígida que llora, ¿tendrá hambre? ¿Querrá la teta? ¿Succionar mis tetas?, entonces la llama ¡Frígida! ¡Brígida!, y la muñeca viene hacia el jardín, se desnuda, se revuelca, se va ablandando su cuerpo artificioso, se acuesta de espaldas, mira el cielo, tiene hambre y come flores, blancas como la leche.

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MATERIALIDAD I

Caminaba por la calle, el pantalón me queda ajustado ( mi gusto por los dulces) pasé por una obra en construcción y el albañil me gritó algo, un poco grosero, bastante grosero, he escuchado varias de esas cosas, pero no sé por qué ese día me dio tanta rabia, sentí que algo dentro mío se transformaba. Seguí caminando, pasé por la vidriera de un negocio que se llamaba “envase”, los maniquíes no tenían cabeza, sentí que algo en mí se transformaba, sentí que me iba volviendo más pequeña, pero más pesada. Llego a mi casa, prendo la tele y un muñequito amarillo que sale de una botella de detergente me dice: “¿Qué hashes bombón?”, apago la tele y me voy al cuarto, mi gato Gregorio está allí acostado en mi cama, esperándome, lamiéndose sus patas, me quedo un rato largo mirándolo, me atrae mirarlo y verlo tan abstraído de este mundo. No puedo dejar de mirar al gato, se oye la puerta de entrada, la voz de un hombre pregunta qué hay de cenar, quiero contestarle pero por más esfuerzos que mi garganta realice sólo logro emitir un maullido.

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VIAJE A CASA

Espero la salida del micro, siempre el mismo micro, que hace siempre el mismo recorrido, sin embargo cada vez que me subo le pregunto al chofer “¿va hasta…?” Y si… a veces no sé para qué le pregunto si ya sé, como si aunque lo supiera necesitara que me lo confirme para quedarme tranquila de que sí, definitivamente ése es el micro que siempre me deja en la parada que está a dos cuadras de mi casa. Pero ese día que salí del taller de literatura subí y no pregunté, me fui para los asientos de atrás, siempre me gusta sentarme cerca de la puerta de salida, y con un poco de frío me senté a esperar que arrancara, íbamos otro chico y yo, nadie más… el micro empezó su tembloroso recorrido por las calles de adoquines, después la avenida y vuelta a la izquierda, no, pero no… qué pasó, dobló a la derecha, pero el camino no es por allá, el camino para mi casa no es por allá, qué hace, para dónde va, a pesar de que todas estas preguntas me daban vueltas en la cabeza, tuve el impulso de levantarme y de ir a preguntarle al chofer la pregunta que no había hecho antes: si ese era el micro que iba hasta… pero no me levanté, me quedé en mi asiento, mirando por la ventanilla y pensando para dónde iba ese micro, el mismo que tomaba siempre, el mismo que me llevaba a mi casa. A pocas cuadras de empezar a transcurrir el nuevo recorrido: una parada, suben de pronto dos personas, un hombre serio de bigotes y una señora un poco extravagante, en realidad no sé si ella era extravagante, con un sombrero raro, toda su apariencia era algo singular, un tapado largo hasta los tobillos de color verde, una canasta con cosas, unas zapatillas livianas con un estampado de flores yo la miré toda, desde que estaba en la parada esperando el micro hasta que se sentó unos asientos más adelante que yo, no podía dejar de mirarla, sus gestos, su cara tenía una expresión gozosa de calma, y traté de imaginarme de dónde vendría… El micro se detiene y baja el muchacho, quedamos los tres: el señor de bigotes, la mujer y yo, seguí mirando por la ventanilla y el paisaje se volvía despoblado, muy lentamente nos íbamos alejando de la ciudad y nos adentrábamos en un paisaje más sereno, sólo algunas casas dispersas de vez en cuando en medio de las calles de tierra y el pasto verde, noté que estaba amaneciendo y me resultó un poco extraño porque cuando salí del taller eran casi las once de la noche y el viaje no había durado tanto, pero no me asusté, al contrario, ver el amanecer viajando por un lugar así era una experiencia muy agradable, de pronto el micro paró frente a una tranquera de 9


madera desde la que se divisa una pequeña casa en el jardín y ella metiéndolas en su preparación sigue amasando, -“ es que la gente prefiere comprar el pan en el súper porque va de una vez y compra todo junto, es una lástima”- , y continúa –“ contra eso no puedo hacer nada, de esta manera los poderes nunca podrán ser repartidos en el mundo, pero bueno…, qué voy a hacer yo si la gente ya no cree, si anda apurada y prefiere comprar el pan en el súper, que para ni un viaje más, que mejor me los los como yo, que ni falta me hacen porque los poderes ya los tengo, pero que no creo que pueda volver a la ciudad, bajo ninguna de mis formas.” Meto mi mano en el bolsillo de la campera, la tarjeta del micro y algunas monedas, cuento las monedas, sí me alcanzan, dejo en la ventana mi tarjeta del micro arriba le pongo una piedrita para que no se vuele, sólo un boleto usé, quedan nueve boletos, nueve viajes… a lo lejos veo venir el micro, el mismo que me trajo, salgo medio apurada para llegar hasta la parada, el camino hasta la tranquera, para el micro, me subo, “¿va hasta….?” Me dijo que sí, me sorprendo un poco, y camino hacia los asientos de atrás, me voy mirando cómo se aleja la pequeña casa, está anocheciendo, a medida que vamos llegando a la ciudad se aproxima cada vez más la noche, me bajo en la parada de siempre, camino hasta mi casa, una vez en ella los mismos rituales, prender la luz, colgar la llave, ir al baño, ponerme el pijama, dormir… A la mañana siguiente me despierto antes que suene el despertador, son casi las nueve, qué bueno, me queda tiempo para tomar unos mates tranquila antes de salir, prendo la cocina, lleno la pava de agua, miro por la ventana la placita que hay enfrente, una mujer paseando su perro, poco tránsito, de repente me sorprende un señor de piel muy oscura que pasa por mi vereda, con una canasta, vendiendo pan, nunca antes lo había visto por mi barrio, se detiene en mi vereda con un gesto tan seguro como si desde siempre hubiera sabido que venía hasta aquí, o quizás eso es lo que siento yo al mirarlo, toca a mi puerta, atiendo, me mira con un gesto muy agradable y mostrándome la canasta casi llena me pregunta: - “¿quiere?”. –“Si”- contesto sin pensarlo y antes de que se vaya le pido que vuelva a pasar en unos pocos días. El agua está casi lista, el pan que acabo de comprar está tibio como recién salido del horno, pruebo un pedacito antes del mate, después otro y después otro, y siento un bienestar como si algo lindo y tibio estuviera creciendo dentro de mí, monto mi bicicleta y salgo a la calle, y veo como toda la gente se me ha vuelto más buena.

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MATERIALIDAD II

Si pudiera ser de goma, estirarme, achicarme, si me golpeara, si me cayera, que nada me duela, rebotar y volver al mismo lugar, que nada me lastime, porque a todo me acomodaría, que mi cuerpo sea blando y flexible, que todo lo que toque lo acaricie. De goma con una base de arena, como esos muñecos que aunque los golpees nunca se caen y vuelven siempre al mismo lugar. Si pudiera ser así…, toda flexibilidad…, toda equilibrio…

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LO COTIDIANO

“- Maaaa…, ya estáaaaaa… “ – grita el pequeño desde el baño, y mientras espera, canta. Juega con el rollo de papel higiénico. El pequeño espera. Mamá en la cocina, como casi siempre. Papá mira la tele, como casi siempre. Cuando llega de trabajar papá entra por la puerta de atrás, la de la cocina. Saluda a mamá y pasa al comedor, reclama el control remoto y su lugar en la cabecera de la mesa, siempre. Creo que pocas veces resignó ese lugar, lo cedía en raras ocasiones a alguna persona importante, es decir, otro hombre, ya sea profesional en el barrio, o tuviera algún apellido conocido en el pueblo, o fuera el dueño de alguno de los negocios del centro o algún chacarero con unas pocas hectáreas de campo nada más. Mamá en la cocina, las hornallas de la cocina prendidas de a dos o tres a la vez, una olla agua hirviendo, en otra una sartén, y en otra huevos hirviendo o calentando algo, una masa extendida en la mesada, harina por todos los bordes, en la pileta verduras recién lavadas y el tacho con la basura por ahí arriba para tirar las cáscaras. “- Maaaa…, ya estáaaaaaa… “- grita el pequeño otra vez desde el baño aunque no le importa esperar, le gusta estar en el baño. Mamá siempre se queja porque tarda mucho, cuando se baña también. Cuando se termina el agua caliente de la ducha y espera que lo vengan a buscar para ir a vestirse juega con el agua que queda en el piso, realiza como una especie de deslizamiento en la superficie mojada, se tira en el suelo de panza, flexiona las piernas contra la pared y cuando las estira se da envión para desplazarse hasta la otra pared arrastrando el agua con sus manos también extendidas. Y así va y viene de una punta a la otra del compartimento de la ducha. Estoy sentada a la mesa, papá mira la tele, yo le doy la espalda a la tele, es decir estoy casi frente a papá, pinto un dibujo que vino en el Anteojitos con las fibras de colores que nos compraron para la escuela, papá me mira de reojo durante una publicidad y me dice que deje de gastar las fibras de la escuela en esas pavadas. Me voy para la pieza, paso por el baño y me asomo por la puerta, el pequeño al verme me invita, corre la cortina de la ducha y me dice “- mirá lo que inventé”. Y se da impulso otra vez cantando una canción.

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RARO FLORECIMIENTO

Yo tenía diez años, estaba en 5to grado. Sucedió un feriado, el del 12 de octubre más precisamente, fue en un viaje que hicimos a Pigüé para conocer un lugar donde se levantaba una estatua a una virgen. Viajamos todos nosotros, mis hermanos y mis papás, con un matrimonio amigo de mis papás y la hija de ellos (de ella, en realidad). Ese día experimenté un dolor en la panza que no se parecía a ningún otro, un dolor pesado en el bajo vientre, cuando fui al baño vi mi bombacha manchada de marrón, no era exactamente sangre, era amarronado, yo más o menos sabía, o sospechaba de qué se trataba eso porque una vez la escuché a mi hermana. Era una mañana de sábado, estoy casi segura, yo estaba todavía en la cama, en la cucheta de arriba, pero escuché todo porque la cucheta estaba pegada contra la pared que da al baño, a mí me gustaba quedarme acostada haciendo fiaca y escuchar, sobre todo cuando mi mamá y mi tía tomaban mate en la cocina y hablaban de todo, de la gente del barrio, de comidas, de la ropa, de nosotros, tenían un tono muy particular de hablar, por momentos largos silencios y de repente comenzaban a decir algo las dos a la vez, iban subiendo el tono al mismo tiempo, cada una con su tema de conversación, ganaba la que gritaba más fuerte y lograba que la otra abandonase el intento entonces la conversación seguía con el tema que la ganadora había iniciado… Una mañana como ésas mi hermana se levanta antes que yo, (siempre se levantó antes que yo y todavía lo sigue haciendo), fue al baño y la llamó a mi mamá y le dijo “mami, mirá la bombacha” y mi mamá le respondió con un tono medio trágico, que sonó a cualquier cosa menos a felicitación “hija, te indispusiste!” y le alcanzó un pedazo de algodón o algo así, ya después de un tiempo conocimos las toallitas y más tarde los tampones. Y ahí quedó todo, no se habló de nada… Tiempo atrás, no sé, yo tendría 7 u 8 años, salimos todos en el auto a ver un incendio en la ruta, mi papá manejaba, mi mamá adelante y nosotros tres atrás, cuando volvimos para mi casa cuando mi mamá se levanta del asiento para salir del auto vimos que tenía una mancha de sangre en la parte de atrás de su vestido, con mis hermanos preguntamos ¿qué era?, ¿qué le había pasado?, ¿por qué eso ahí?, yo fui la que más insistí, y nos dijo “nada”. Entonces cuando pasó lo de mi hermana yo supuse que era la misma nada que le había pasado a mi mamá y que luego me pasaría a mí. 13


En el viaje a la virgen, o cuando volvemos a casa, no recuerdo bien, pero cuando descubro mi bombacha manchada yo no quiero decir nada, saco algodón de la alacena azul del baño y me pongo ahí, creo que fue al otro día que mi mamá se acerca a la mesa donde yo estaba mirando televisión y me pregunta: “¿vos te indispusiste?” no me acuerdo si contesté, pero enseguida vino otra pregunta “¿por qué no dijiste nada?” a lo que yo respondo, segura, como si hubiera estudiado esa respuesta toda mi vida: “porque yo no soy maricona como la Vale”(mi hermana). Ni siquiera hoy entiendo realmente lo que quise decir, “yo no te necesito”; “me da vergüenza pedirte ayuda”;”tengo miedo de contarte que me está pasando algo que no entiendo y sé que mucho no vas a poder ayudarme”;”me siento frágil y desprotegida, necesito que me cuides y siento que me vas a retar”, no sé…, todo eso… En ese momento del televisor y mi mamá preguntando, entra mi papá, y para que la vergüenza fuera más grande ahí nomás le contó, la cara de mi papá fue distinta: yo la sentí como de orgullo, le brillaron los ojos y sonreía. Yo tenía diez años y creía que eso de sangrar me pasaba solamente a mí, miraba a todas las mujeres que conocía y tratando de convencerme de que era normal me decía para mí misma “a ella también le pasa” y me resultaba increíble que actuaran tan naturales, porque yo me sentía el bicho más raro del mundo. Me acuerdo que por aquel entonces miraba a Cris Morena en un programa que se llamaba “Jugate Conmigo” y que a mí me encantaba, yo la veía ir y venir corriendo tan suelta de cuerpo con un conjuntito de lycra todo ajustado que le marcaba esa parte, yo la miraba y hasta dudaba si a ella también le pasaba lo que me estaba pasando a mí. En la escuela a mis compañeras no les había pasado, de eso me dí cuenta, y yo no me animaba a confesarlo, no quería ser la primera, a los diez años uno no quiere ser distinto, escuchaba como cuchicheaban en la clase de Educación Física señalando a las del grado más grande, a quién le había venido y a quién no todavía. En una oportunidad que estábamos corriendo en la clase de Educación Física (yo era lerdísima y nunca tuve mucha resistencia para correr, la cara de mono que nos daba la clase me miró una vez cuando llegué última y me dijo apretando el labio inferior con los dientes ¡qué desastre! Desastre era ella como profesora) volvieron a cuchichear acerca del tema y en un rapto de lucidez y de valentía que sospecho vino de haber hablado eso con alguien, yo les dije “ y si les vino, qué? Es algo normal, a todas nos va a pasar” ahí Luciana apoyó mi opinión, en más por la forma que lo hizo yo creo que a ella también le había venido y no se animaba a decirlo. A partir de ahí todo empezó a desarrollarse con un poco más de normalidad. Las explicaciones al caso y todo lo que yo quería saber llegaron con el tiempo y vinieron de la escuela, y las preguntas que no se podían hacer en la escuela nos las 14


hacĂ­amos entre nosotras en el grupo de amigas.

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MATERIALIDAD III

Empaquetado en la vidriera, dentro de la pequeña caja, los otros todos uniformes iguales a mí, duros, cuadrados, recortados, envueltos, rígidos, amontonados. Todos olemos igual, todos nos vemos iguales. Un día la voz de un niño, la mano de un niño… y empiezo a separarme, a medida que avanza mi fuga de la mano de este niño desde lejos veo como me voy retirando de los demás, y comienzo a sentirme distinto… Luz, ruidos, olores de este lado del vidrio. Y mi cuerpo se desenvuelve, la sensación del aire sobre la piel me produce una extraña agitación, los dedos suaves del niño quitan los restos del papel que se adherían a mi blando y dulce cuerpo, me sumerjo en una oscuridad calida, mi cuerpo se vuelve cada vez mas viscoso, blando y elástico, y me siento arrastrar por una inundación muy calma, mi materia se expande, siento el cuerpo como una burbuja que sube a explotar en la superficie, y finalmente exploto con un estallido que huele a tutti fruti.

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LO SINIESTRO

Una marioneta de pinocho colgada en la pared sobre el respaldo de la cama, pende de los mismos hilos que sirven para manipularla, sin nadie que la movilice parece tan inocente ahora, tan amable se ve su cara de muñeco-niño. Se apagan las luces en el cuarto de la niña, hecha un vistazo a todos los muñecos que tiene en su habitación, abraza a su oso favorito y se dispone a dormir. Se escuchan ruidos en la pared donde se apoya el respaldar de la cama, pero no quiere mirar, no quiere asomar su carita de entre debajo de las sábanas, se tapa las orejas, cierra los ojos y aprieta fuerte sus párpados porque piensa que así se dormirá más rápido, abraza fuerte contra su pecho el oso de peluche. El ruido otra vez, ruido de madera que cruje de pequeñas piezas de madera que se golpean entre sí, ruido como el de alguien que no quiere hacer ruido, la niña siente que su oso también tiene miedo y trata de protegerlo, hace frío y el ruido otra vez, tocar la suave piel de su oso la tranquiliza de ese ruido duro y frío de la madera que se escucha cada vez más fuerte, siente sin haber mirado que la marioneta ha cobrado vida independiente, que ya no se encuentra en la pared, siente como si caminara por los pies de su cama, esconde templando la cabeza entre los abrigados brazos de su oso, siente como si su oso la abrazara para protegerla, los brazos del oso rodean su cuello, comienzan a apretarla, cada vez con más fuerza, le comprimen la garganta, la ahogan, casi no puede respirar, buscando aire y como puede corre las sábanas y ve la mirada de odio de su oso favorito queriendo estrangularla, la niña quiere gritar pero no puede, intenta luchar pero no alcanzan sus infantiles fuerzas para librarse, antes de exhalar su último suspiro ve la marioneta de pinocho colgada en la pared.

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CONTRARIAMENTE

Es sofocante el calor del mediodía. Despiden los autos bocanadas de humo negro caliente. Parece el asfalto una manta tejida con lana gris muy calurosa que se ha sobrecalentado por el sol y por la que cuesta desplazarse… el tránsito se vuelve difícil para quienes cruzan la ciudad de forma cotidiana. Una mujer en bicicleta recorre las calles del centro, calles rectas, angostas, calles materiales, gotea sudor su rostro moreno, algunas diligencias por los comercios céntricos y monta su bicicleta para emprender otro recorrido, el sol quema, el calor hace difícil pedalear por las calles que suben, pero alejándose del centro de la ciudad el aire se vuelve más respirable, la sombra de los árboles se engrandece por los barrios y va recortando sobre el asfalto caliente porciones de aire fresco. Una diagonal corta, la toma buscando alivio, va en contramano, qué raro se dice no lo parecía, pero como la calle promete sombra y es en bajada continúa, llega a destino y emprende el regreso, la esquina y la misma diagonal, la misma diagonal que sigue estando en contramano y en bajada, el suceso se vuelve inexplicable, “si es que el paisaje cambia a ritmos acelerados que no soy capaz de percibir, qué se supone que haga”, se pregunta. Sigue transitando, la sensación de viajar en dirección contraria le preocupa y le gusta, se cruza un grupo de señoras que salen de la iglesia, hay que ir más atento, pero se siente rebelde, los autos no pueden hacerlo, su bicicleta la dota de una impunidad que disfruta y quiere acelerar el paso, levanta la mirada, la diagonal ya no es tan corta, una visión en perspectiva le devuelve la imagen de una calle muy extensa, con cada vez más árboles, los músculos de sus piernas se ponen turgentes, y se prepara para pedalear y bajar veloz en picada pero los pedales ahora estribos se ajustan al lomo de un caballo, y ella se siente más alta, el gran lomo de su caballo acaricia sus muslos bajo el vestido, emprenden un galope

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MI SOMBRA BLANCA

Creo que me ha nacido una sombra blanca, más luminosa que yo misma, no sé exactamente desde cuando anda conmigo, admito que no había reparado en ella, pero hoy tomé conciencia que aquí está, y que desde hace un tiempito me encuentro disfrutando de su compañía. Es ella la que me pidió que ponga música hoy a la mañana cuando me levanté y mientras me duchaba tuve la certeza de que indiscutiblemente existía. Fue ella ayer la quiso que me quedara mirando el atardecer en el bosque olvidándome de la ropa para lavar. El sábado quiso bailar, acá en el medio del comedor, el domingo quería comer rico, y terminar de leer un libro hasta que no me senté y lo leí no me dejaba en paz. Ama la primavera, pude darme cuenta porque con estos días quiere salir, andar por ahí, le gusta escuchar los pájaros que cantan en el árbol de la vereda, lo ordenado de la casa en desorden, le gusta el silencio, la música también pero no toda. Goza de la noche, aunque también del sol, su hora favorita del día es el atardecer. No me fue No me fue fácil conocerla, y mucho menos entregarme a ella, a sus caprichos que ahora se me han vuelto necesidades, la resistí, bastante, hasta que ella misma me demostró que no había nada que temer. Entonces me dí cuenta que ella también necesita de mí. Es curiosa, y disfruta mucho de hacer nada, no le gusta cumplir horarios pero a veces no me queda más remedio que arrastrarla, también somos parte de este mundo. Mi sombra blanca, es más luminosa que yo, sin duda, por eso la necesito, por eso le veo su cara de satisfacción cuando me ve escribiendo sobre ella. Mi sombra blanca ahora anda siempre conmigo, pero no sé por qué siento que si no hago caso a sus necesidades puede desaparecer en cualquier momento, y me da pena, me gusta demasiado su compañía, me reconozco casi completa con ella, es una buena amiga, de esas que te dicen que nunca nada es tan terrible. Pero mi sombra blanca también me pide cosas, bueno ayer me pidió lo del bosque, hoy qué será? Yo la obedezco, me gusta obedecerla porque no me hace sentir una esclava, al contrario, obedeciéndola soy libre. Así es mi sombra blanca, cada vez que reniego por algo, aparece mostrándome la otra cara de la moneda, y entonces me quedo sin nada para decir. Creo que no todos tienen su sombra blanca, la de algunas personas es negra, otras son grises, pero supongo que cuando dos sombras blancas se encuentran suceden cosas maravillosas. 21


Me pregunto si las personas que están conmigo también notan su presencia, he llegado a pensar mucho en ello, pero miro el cielo por la ventana, me sonrío y me aclaro: ¡Cómo no la van a ver, si fueron ellos los que me ayudaron a encontrarla!.

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ESCALERAS Experiencia taller literario

¿Subimos?¿Hay alguien arriba?¿vamos arriba? Bajamos a buscar lo necesario y volvemos a subir,¿ y si resulta que una vez que estamos arriba encontramos otra escalera? ¿o es que ya la hay? ¿no será que esto ya es el debajo de otro lugar y estamos buscando lo necesario para seguir subiendo? ¿subimos todos juntos?¿o habrá una escalera diferente para cada uno? Quizás la escalera de Adriana tenga “cositos”, la de Vale música de piano, la de Claudia deseos desparramados en el aire, me imagino a Lucía subiendo su escalera sin parar de hablar y Claudia como una actriz de cine italiano. Escaleras, una y otra, y otra, y otra, en algún momento nos detenemos para sentarnos de cola, darnos envión y bajar como por un tobogán, hasta la semana que viene o antes, ¿o es que no bajamos nunca?.

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EXPERIENCIA RETIRO DE CANTO

¿Falta alguien? Fue la pregunta del chico con cabellos que apoyaba su pierna izquierda y su guitarra contra la baranda que cercaba las boleterías de la estación, una docena de personas se congregaban alrededor de una pila de bolsos… El día que llegamos a la Casa Mágica flotaba la música de Zitarrosa en la cocina junto con el olor a pan recién horneado, se siente aire de vacaciones… “la mística empieza con la magia”, y una aaaaaa que se monta en tu respiración, escuchar tu cuerpo, sacarte el viaje, el cuerpo está lleno de mensajes, las olitas del río golpean la balsa en la que floto, la casa es preciosa todos los detalles dicen que han sido hechos con mucho amor, todos los platos son distintos, todas las tazas también, el 80 % de lo que nos rodea se come dijo el Kuky, en el baño fotos con gente disfrazada de payaso… Retiro, nos retiramos de las ciudades donde vivimos, de nuestros trabajos, del urbano torbellino, vinimos a escuchar, a escucharnos a nosotros y a los otros, Rocío grita “hay tarta de ciruelas”. Sentada en la orilla sumergí los pies en el río, Marita pasó con un bote y me invitó a subir, nos fuimos hasta Cuba y visitamos a Teresita Fernández, después por Ecuador, Colombia, Perú, Bolivia en todos lados nos decían “¿son argentinas?” qué bueno!” y sentíamos que habíamos vencido al enemigo, nos fuimos en bote hasta Mar del Plata en el camino nos cruzamos con María Elena Walsh que como siempre nos sorprendió con una canción nueva, y nuestro viaje se dio por culminado en la casa de un amigo de Marita donde nos recibió una niña de cuatro años cantando “tengo el corazón feliz, feliz, feliz…” Saco despacito los pies del río y suena una corneta que me llama al encuentro de otros viajes… Ruido de tambores, en la ducha a la intemperie se siente el contraste entre el agua caliente y el viento fresco, las luciérnagas en la oscuridad de la sombra de los árboles y la luz del atardecer que quiere esconderse entre las ramas “todo está encendido”… respiración natural, con ese aire cantamos, no necesitamos más… El tiempo interior, el arte, la sensación de magia que necesita del vacío, “el asmático sufre ataques porque no puede soltar el aire, no se puede vaciar”, el cuidado del cuerpo, la palabra natural, la alegría, las casas que se abren para los amigos, el buen humor… “abrir las puertas de la percepción” a la palmada del compañero que puede venir de este lado o de aquel otro, La Tata está recolectando de la huerta achicoria, perejil y hojitas de menta… natural, silvestre, ancestral, , armónico y salvaje, luminoso, soltar 24


el control, flotar… veo cuerpos que se hamacan estirando sus vértebras en una pelota gigante color roja, el perro se llama Saturno, la ronda que hacemos entre todos cada clase, circularidad, ciclos, vida-muerte-vida, el ritmo involuntario de la respiración que acompaña todo lo que vive… Aparece en mi cabeza la imagen de un germinador, y me imagino esa fuerza invisible que empuja hacia arriba para hacer crecer la planta y simultanea y lentamente hace crecer las raíces “fuerza no es lo mismo que esfuerzo”, a mi lado Neco toca la guitarra “abrirse camino por donde nos resulte más fácil”, Mauri y Rocío toman sol en la balsa, las nubes en el cielo parecen copos de algodón, el río está tan calmo que pareciera que no fuera a ninguna parte, percibo el viento por el sonido de las hojas rosándose entre sí… miro a mis compañeros veo que algunas caras se fueron volviendo más frescas, y los movimientos de sus cuerpos más elásticos y lentos, creo que también nos reímos más… Cuando lo buscas y no está en ninguna parte seguro que está adentro tuyo, cada uno de nosotros es un mundito y a la vez una red entre sí, con los otros, con la naturaleza, con el universo, hay un correlato de corrientes submarinas que vibran debajo de cada uno de nosotros, que buscan abrirse camino para poder decir, para poder cantar, pienso en las realidades que percibimos cada uno, en lo que hacemos con eso, en cómo nos inventamos a nosotros mismos, en mi deseo de estar conectada y fluir… hoy siento una luz poderosa que me conecta con el cielo y con la tierra, una luz que fue asomando tímida en mi pecho, para luego recorrer mi garganta, mi boca, todo mi cuerpo y expandirse más allá de mí… En las fiestas tradicionales de casamientos la novia arroja entre todas las solteras presentes un ramo de flores, la que logra atraparlo será la próxima en casarse, es como si el gesto de soltar el ramo significara “ahora te toca a vos”. El día que nos fuimos el Kuky y la Tata nos regalaron esos ramos preciosos de hierbas de su huerto, yo sentí que de alguna manera y después de esta experiencia mágica y transformadora ellos nos estaban diciendo “ahora les toca a ustedes”.

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* Creo que la tarea de escribir nos convierte, antes que nada, en mejores lectores. Esta es una lista de los autores que me fueron acompañando y que ayudaron a que estos quince relatos tomaran su forma: “La flor de Lis” (poesía) Marosa Di Giorgio. Uruguay. “En tierras bajas” (cuentos) Herta Muller. Rumania-Alemania. “El gato de Chesire” (cuentos) Enrique Anderson Imbert. Argentina. “La hora de la estrella” (novela) Clarice Lispektor. Brasil. “El corazón es un cazador solitario” (novela) Carson Mc Cullers. Esatados Unidos. “Una mujer difícil” (fragmentos-novela) John Irvimg. Esatados Unidos. “Bajo palabra” Akira Yoshimura. Japón. “Color de oscuridad” (cuentos) James Purdy. Esatados Unidos.

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Cristina Baroni Buscando luz

(1掳edici贸n digital-invierno 2012) editores salavejes 70 n 1437 0221 4515665 altos de sanlorenzo . la plata editor responsable Hilario von Inffernis matiasesteban_12@hotmail.com

La edici贸n en papel de este libro se termino de imprimir a mediados del mes de enero del 2011 en la ciudad de La Plata, con motivo de La Feria de Libros Independientes y Autogestionados.

Ilustraciones, textos y dibujo de tapa: Cristina Baroni.

Seria una alegr铆a recibir tu comentario:

mi correo = cristinabaroni13(arroba)hotmail.com

mi blog = volteretasenelaire-cristina.blogspot.com.ar

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“muy hermosos tus ecos del retiro Cristina… gracias, me gusta lo que me muestran tus palabras.” Verónica Condomí.


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