Sara wolf brutal precious #3

Page 1


Lucia Hunter & Aria

Aria

maggiih

Niki26

Sol_42

Jane

chiviSil

Agus901

Laura Martinez

Axcia

rihano

fmaryd

Carool

Valalele

bluedelacour

Lucia Hunter

Lalak

patriiiluciii Smile18 Malu_12 Mokona

Geraldine, Nanis & AriannysG

Lucia Hunter

Luz M


Sinopsis Prรณlogo 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Sobre Sara Wolf


La vida se encuentra con la muerte. El principio con el final. Isis Blake de dieciocho años de edad no se ha enamorado en tres años, cuarenta y tres semanas y dos días. O eso piensa ella. El chico al que tal vez —puede que— definitivamente amaba ha desaparecido de la faz de la tierra tras la muerte de su novia, dejando un agujero con la forma de Jack. Determinada a ser feliz, Isis lo llena con mentiras y se viste con una sonrisa valiente para su nueva vida en la universidad del Estado de Ohio. ¿Pero cuánto puede durar esa sonrisa cuando todos sus amigos se han ido? ¿Cuánto puede durar con la culpa por la muerte de Sophia aplastándola? ¿Y cuánto puede durar realmente cuando Will Cavanaugh asiste a la misma universidad, burlándose de ella? Isis es buena pretendiendo que todo está bien. Pero no tan buena. Las grietas comienzan a aparecer. Isis Blake es buena en recomponerse. Pero Jack Hunter es mejor.


Jack se inclina y esta vez, es un beso, y no quema mi alma o hace que me maree como dicen los libros, sino que puedo saborearlo y olerlo, me está besando a mí, a mí de todas las chicas, y cuando se aleja está sonriendo con el tipo de sonrisa que solo le he visto darle a Sophia, excepto que ahora es para mí, toda dorada, dulce y sincera mientras descansa su frente sobre la mía, y esa sonrisa es mejor que fuegos artificiales. —Idiota. No habría necesidad de fingir —dice—. Porque también te amo. Me congelo, temblando, sin atreverme a creerlo. —¿L-lo… lo dices en serio? —susurro—. ¿Lo dices realmente en serio? Porque… porque no quiero hacerme ilusiones una vez más, solo… no podría soportar si se vieran frustradas otra vez, ¿sabes? Duele. Me río, al borde de las lágrimas, y Jack acuna mi rostro en sus manos, ojos helados fijos en los míos, claros y brillantes. —Te amo —dice.


3 Años 43 Semanas 2 Días Cuando tenía nueve años de edad, papá recogió sus cosas y se fue. Era un día claro y soleado. Yo vestía un mono y el aire olía a moras, lo vi hasta que se metió en el taxi y se alejó a toda velocidad. Traté de correr tras él, un poco, pero mis piernas eran demasiado pequeñas. Me enseñó algo muy importante ese día. Cuando las cosas se ponen difíciles, la gente se va. No es que los culpe. Las cosas duras son realmente difíciles de lidiar, disminuyen tu energía, tiempo y atención. Así que la gente se va porque es más fácil, pueden usar ese tiempo y energía en otro lugar, en algo que no sea tan difícil. Papá se fue debido a que mamá se molestaba demasiado, porque estaba estresada por criarme y constantemente necesitaban dinero para mi crianza. Era estresante para ambos. Pero eso fue por mi culpa. Mayormente fue mi culpa. Habrían sido felices si no me hubieran tenido. Nunca he tenido las agallas para decirle a ambos que lo lamento. Pero ahora voy a la universidad. Soy más madura. No los necesito absolutamente, nunca más. Soy diferente de la niña que trató de correr detrás del taxi. El sol intenta sofocar mis globos oculares. Despertar a las 2:00 a.m. todos los días significa que soy una estrella de rock. O un zombi. Posiblemente ambas. Las estrellas de rock consumen cocaína y la cocaína es básicamente polvo zombi, ¿no? Correcto. Sé mucho sobre las drogas. Voy a la universidad y sé mucho acerca de las drogas. Voy a estar bien. —¿Isis? —Hay un golpe en la puerta y la voz de papá se filtra—: ¿Por qué estás murmurando acerca de drogas? ¿Estás fumando hierba, señorita? Salto de la cama, me pongo un pantalón corto y suavizo mi camiseta arrugada. Abro la puerta. El rostro en negación de papá me observa fijamente, cabello oscuro y con mechas plateadas, los ojos del mismo marrón cálido que yo.


—Oh sí, me fumé tres marihuanas enteras —anuncio—. 4:201. Enciéndela. Algo de Bob Marley. El rostro de papá no se ve divertido. Lo abrazo y doy saltos hacia la planta baja, pasando docenas de retratos familiares. Las paredes son limpias y blancas, las alfombras de felpa. Las barandillas de madera brillan y el tramo de escaleras que conduce abajo es enorme, como algo sacado de la Cenicienta. —¡Ahí estás, Isis! Buenos días. —Y ahí está la malvada madrastra —murmuro. En realidad no es malvada. En la escala de Angelical a Malvada, es definitivamente un cuatro, lo cual es como distraídamente egoísta o algo así. El mismo nivel que los maestros suplentes y los chicos que encienden el bajo de su auto demasiado alto cuando estás tratando de dormir. Solo la llamo malvada porque me hace sentir bien. Buena malvada. Kelly levanta la mirada desde el vestíbulo, rubia y de ojos azules, con las muñecas como un arbusto espinoso y maquillaje suficiente para ahogar a un transformista. Nunca la he visto sin maquillaje y desarreglada, ni por la noche, ni siquiera los domingos. Tiene casi siete meses de embarazo, pero aun así se ve como si hubiera salido de un catálogo de Sears. Tengo la sospecha de que es un androide, pero aún no he encontrado su cargador de baterías. —Hay cruasán para el desayuno e hice tus favoritas, ¡tortitas de crema batida! Son tus favoritas, ¿verdad? Tu padre dijo que lo eran. —Síp. Me encantaban. Cuando tenía, eh, cuatro años de edad. —Sonrío hasta que se vuelve raro. Papá no sabe nada sobre cómo soy ahora—. Mira, ¡muchas gracias por hacer todo ese esfuerzo, Martha Stewart! Pero tengo otros planes para el desayuno. —No, no los tienes —dice a la ligera. —Uh, sí, los tengo. Con amigos. —¿Qué amigos? No tienes amigos aquí en Georgia. —Te haré saber que tengo amigos en todo el continuo espacio-tiempo. Algunos de ellos tienen telepatía y poderes para hacer bolas de fuego. ¿Te gustan las bolas de fuego? Espero que sí. Debido a que no les agrada la gente que me llama sin amigos. El perfecto rostro de porcelana de Kelly se endurece. Es familiar, desde las dos semanas que he estado aquí, hace esa cara cada maldita vez que algo sale de mi boca. Odia lo que digo y lo que soy. Puedo decirlo. No encajo en su perfecto molde de lo que debería ser una adolescente. Quiere decirme que soy ridícula o exagerada, pero antes que nada, quiere agradarme. Paso junto a ella, agarro mi bolso y llaves de la mesa en la sala. —¿Qué tal unas compras? —ofrece Kelly cuando estoy a mitad de camino hacia la puerta—. ¡Podríamos ir a donde quieras! Hay un gran lugar en el centro…

1

4:20 o 4/20: es un término empleado generalmente en Norte América para referirse discretamente a la marihuana.


—¿Qué tal un no? —digo—. ¿Con un no, gracias? —Eso es muy malo. —Kelly fuerza una sonrisa—. En realidad me gustaría conocerte. —¿De verdad quieres conocerme? ¿Qué quieres saber, que me cagué el pantalón en tercer grado? ¿Que me gusta la música pop mala, carruseles y el color naranja? —¡Ese es un buen comienzo! —dice. —Quieres agradarme. No te preocupas por lo que soy, lo que quieres es agradarme. Pero no funciona así. Esto no sucede durante la noche. —¿Qué está pasando aquí? —pregunta papá, asomándose sobre las escaleras— . ¿Y por qué estás usando ese tono de voz con Kelly, Isis? —¿Qué tono? —Medio me río, medio me burlo. —Ahí está otra vez. No utilices ese tono conmigo, soy tu padre. Un nudo caliente se abre camino en mi garganta. —Lo siento. Es un poco difícil recordar eso cuando no has estado cerca durante ocho años. Golpeo la puerta detrás de mí. La grava cruje bajo mis pasos furiosos. Kelly imprudentemente me dio el uso gratuito de su “viejo” BMW negro que es prácticamente prístino. Tiene cinco de ellos, todos en diferentes colores, con diferentes descapotados y neumáticos mejorados. Entro y cierro la puerta de golpe, arrancando y alejándome del césped y palmeras ajardinadas en filas señoriales. Incluso la casa de juegos para niños en la parte trasera es de mármol, con su propia pequeña fuente. Esta es una vuelta a la pista de lujo y estoy sentada en él como una quejica, en un centro comercial de Santa. Me lleva todo el trayecto a la playa para calmar mis nervios furiosos. Estuve de acuerdo en venir para el verano porque papá sonaba como si en realidad me extrañara y quisiera verme antes de la universidad. En algún lugar del gran y fabuloso laberinto que es mi cabeza, un timbre de juego se apaga. Biip. Mal. Papá solo me quería aquí porque se siente culpable y está tratando de compensar la gran cantidad de tiempo perdido. Pero no puede. A diferencia de mamá, nunca regresó por mí. Kelly no ha cambiado, yo lo he hecho. No puedo soportarla más. Ahora soy una persona diferente. Hace dos años, la última vez que lo visité, estaba tranquila. Estaba triste. No peleé o discutí. Estaba en medio de lidiar con Sin Nombre. La última vez que vine aquí, fue justo antes de… Niego. La última vez que vine aquí, era pura. Simple. Y limpia. Papá todavía piensa que soy esa niña de hace dos veranos, por eso me trata así. Como si debiera respetarlo. Como si debiera preocuparme por lo que dice. Pero no lo hago. Porque me dejó. Dos veces.


No obstante, no le puedo decir eso nunca a la cara. Eso estropearía la poca dinámica familiar que me queda. Dejar caer la noticia de que no iba a Stanford no ayudó a mejorar su visión de mí tampoco. Ya había conseguido una estúpida camiseta de “MI NIÑA VA A STANFORD” y todo. ¿Quién tiene esas, de todos modos? Los turistas y las personas que no tienen sentido de la moda. Papá no sabría de moda si lo mordiera en su culo de profesor de historia, y definitivamente era un turista pasando por mi vida por solo un par de semanas a la vez, quejándose cada vez que algo no era perfecto como lo era en las revistas Macy. Exhalo un suspiro y me estaciono. La playa Goldfield es pequeña, dunas ondulantes entre olas suaves de arena gris. El agua hoy está agitada y oscura, como si una bruja realmente cabreada hiciera una Pócima Para Matar A Algunos Turistas. Es el Atlántico, el Atlántico donde crecí. El olor de la sal y las piedras bañadas por el sol llena mi nariz. Las gaviotas se gritan entre sí por pedazos de cangrejo. El océano es grande y realmente no importa el tono de voz que uso, si voy de compras o elijo el Estado de Ohio sobre Stanford. Pateo mis zapatos y corro. El correr y yo nos divorciamos después de que perdí suficiente peso. Pero en este momento, correr es lo mejor. Incluso el BMW tiene hedor de Kelly por todas partes. Correr es la única manera de poder dejar realmente los problemas atrás. Es una experiencia divertida y única. Hay un montón de arena. Me tropiezo con una roca y me golpeo el dedo del pie con tanta fuerza que posiblemente, ahora tengo extraños pies deformes de hobbit2. Siento ganas de vomitar. Una gaviota casi se caga en mi brazo. —¡Está bien, amiga! —Protejo mis ojos y miro hacia el cielo—. Por suerte para ti, soy increíblemente guapa y benevolente. ¡Te perdono! Deja caer una caca en mi hombro en señal de gratitud. Suspiro. Podría ser peor. Podría estar rodeada de gente. En la luna. Y una de esas personas podría ser Jack Hunter. Mi estómago se retuerce como un prodigio de yoga. Ojos carámbano llenan mi mente y convoco lo que queda de mi fuego para derretirlos. Ahora no. Nunca más. Estoy muy lejos del auto. Sus elegantes faros alemanes no pueden verme contemplar la vida de la manera increíblemente melancólica pero también sexy por la que soy famosa. Infame. ¿Si quiera voy a ser infame? En East Summit dejé mi marca, pero en el Estado de Ohio voy a ser nada. Seré el chicle en el zapato de una ocupada dama de Nueva York. ¡Menos que eso! ¡Voy a ser un pedazo de pan que nadie come, ya que solo tiene una cara abierta y siempre está algo rancio, no importa cuándo lo compres! No me había dado tiempo de preocuparme por una nueva escuela. Pero ahora que falta menos de una semana, estoy empezando a enloquecer. ¡Soy casi una 2

Hobbits: son una raza ficticia de seres antropomorfos que pertenece al legendarium del escritor británico J. R. R. Tolkien.


maldita estudiante de primer año de universidad! ¡Voy a tener una residencia de estudiantes, una compañera de cuarto y clases reales, donde los grados realmente importan! Definirán el resto de mi corta carrera de vida, mis cortas perspectivas futuras con Johnny Depp. Tengo que empezar a tomar las cosas medianamente en serio, ¡ahora! ¡Uf! Solo la palabra envía escalofríos por mi espalda. Serio. Seeeeeerio. Seri-o. Los Trix son para los niños. La universidad no es para los niños. La universidad es para los adultos. No me siento como una adulta. Estoy preocupada por mamá más que nada, pero planeamos visitas de fin de semana y conducir allí todos los miércoles. Incluso su terapeuta dice que está mejor, sobre todo desde el encarcelamiento de Leo. En el aeropuerto Colombus cuando me vio fuera, el color de sus mejillas estuvo de vuelta y sonrió más en una semana de lo que la había visto en toda mi vida. O tal vez solo se estaba esforzando por mí. Recojo una roca lisa plana y trato de hacerla saltar. Se hunde en su lugar. El Instituto East Summit como que se marchitó después de que Sophia murió. Nadie va a salir y decirlo, por supuesto, excepto yo. Avery venía a la escuela cada vez menos y finalmente dejó de venir por completo. Nos enteramos el día antes de la graduación que estuvo en un hospital psiquiátrico, sometiéndose a terapia intensiva. El baile estaba fuera de discusión. El orden social de East Summit fue lanzado en la licuadora y vertido en chicas que escarbaban para llenar el vacío y tomar la corona de la reina de baile. Sin embargo, Avery se presentó a la graduación, se acercó al podio cuando dijeron su nombre y obtuvo su diploma. Se veía pálida y ojerosa, sus padres se hallaban en la multitud dándole vacías sonrisas de aliento. Me dio la sensación de que la enviaron al manicomio para mostrar, para conseguir que “mejorara” de forma rápida y sin preocuparse realmente por su bienestar. Antes de que cualquiera de nosotros pudiera parpadear, fue llevada a una universidad privada en Connecticut, en lugar de la universidad de California como había planeado. Incluso si era una perra, mantenía la esperanza de que terminara bien. O al menos más feliz. Pero Sophia fue su redención, su ídolo, su amiga. Si yo perdiera esas tres cosas, también estaría rota. Wren fue el primero en llorar en el funeral y el último en dejar de hacerlo. Kayla lo ayudó a atravesar lo peor de todo, visitando su casa todos los días y permaneciendo con él en la oficina de la enfermera en la escuela cuando se derrumbó. Eso rompió su corazón y mi corazón por ver a Wren tan horriblemente, aviesamente triste. Le recordé comer llevándole burritos y empanadas, y cuando no podía comer, le enviaba un mensaje de texto para recordarle dormir. Probablemente no ayudó mucho. Probablemente podría haber hecho más. El baile vino y se fue pero ninguno de nosotros asistió. Lo pasamos en la tumba de Sophia, en su lugar. Para la graduación, Wren estaba aprendiendo a sonreír de nuevo. El Instituto Tecnológico de Massachusetts todavía era una cosa muy real para él y se fue antes en el verano para ganar algunos créditos extra, o para escapar de la muerte de Sophia. Ambas probablemente. Kayla estuvo decepcionada por ello, pero como va a


la escuela en Boston en septiembre de todos modos, está un poco menos dolida. Ellos se volvieron más cercanos después de la muerte de Sophia. No sé si habían hecho algo serio. Kayla más que nada solo lo abrazaba. No besos que yo pudiera ver y Kayla se negó a compartir lo que hacían, más por respeto que por vergüenza. Ha crecido mucho ayudándolo. Ahora solo habla de Vogue una vez a la semana. Suelto otra roca. Vuela sobre las olas y salta dos veces antes de hundirse. Voy a extrañar a Kayla. Ya lo estoy haciendo. El verano era sobre todo ella y yo, teniendo las últimas fiestas de pijamas y últimas botellas de vino en las tranquilas pasturas de vaca mientras mirábamos las estrellas. No fuimos a los partidos. No me apetecía. Ella no había sido amiga de Sophia, pero aun así fue una muerte que afectó a sus amigos más cercanos. Nos prometimos enviarnos mensajes de texto todos los días. E Instagram. Un tweet. Y Facebook. Básicamente, nos hicimos una promesa de hablar. Bastante. Podríamos no vernos la una a la otra tanto, pero una cálida manta de comodidad se asienta sobre mi corazón cuando pienso en ella. Ella tiene mi espalda. Yo tengo su perfecto trasero. Jack Hunter no lloró en el funeral. Debería, pero no lo hizo. Se puso de pie en la esquina, con su madre quien lloraba suficiente por los dos, su vestido negro y su traje negro mezclados mientras se inclinaba sobre él para mantenerse en pie. Su cabello había sido gelificado en el lugar perfecto, su rostro era una máscara opaca del hielo más oscuro que había visto. La piel debajo de sus ojos estaba herida por el cansancio y sus pómulos parecían de alguna manera más nítidos. Me estremecí al mirarlo. Estaba puesto en el acto sin vida, sin emoción. Solo estaba sin vida. Estaba vacío. La chispa de sus ojos fue absorbida, dejando conchas pálidas detrás. Todo su cuerpo, toda su presencia física parecía una cáscara, una ilusión hecha de espejos y de escarcha quebradiza que se romperían al menor contacto. Era escalofriante verlo, como algo que no debe estar viviendo todavía, o aún en movimiento. Un maniquí. Una marioneta zombi. Lo intenté una vez. Traerlo de vuelta. En el velatorio, en la funeraria cargada con olor a moho, galletas de tristeza y pasteles tristes, le dije algo referente a Sophia mientras el sacerdote decía que era una chica desinteresada y hermosa cuando en realidad no la conocía en absoluto. Jack había estado sosteniendo un vaso de agua, con la mirada fija en él mientras permanecía de pie en una esquina lejos del ruido y el llanto de la gente. Me miró, tomó mi cara roja de mi propio llanto y cerró los ojos. —Se acabó —dijo muy tranquilamente. —¿Qué? —pregunté, mi estómago revuelto. Se apartó de la pared y se fue con una última palabra: —Todo. Dejó de venir a la escuela después de eso. Hablé con el director Evans sobre él y me dijo que Jack se dio de baja. Harvard no había revocado su aceptación, y Jack


todavía podía teóricamente ir incluso con F directa de sus dos últimos trimestres. Pero los dos sabíamos que no iba a ir. No le importaba, nunca más. Cuando llegó abril, a los casi dos meses de su ausencia iba a buscarlo. Quería. Joder, realmente quería. Luché para no hacerlo. Pensé que necesitaba espacio, pensé que sería de gran ayuda. La última cosa que lo ayudaría sería verme. Tener a la chica loca que una vez fue su enemiga localizándolo sería estresante, incluso para el Vulcano más practicado. Además, no sabría cómo ayudar. Solo complicaría más las cosas. Diciendo la cosa equivocada. Haciendo las cosas mal. Pero cuando la señora Hunter llegó a mi puerta una tarde llorando y rogándome para que lo encontrara, sabía que tenía que empezar a buscarlo. Esperé hasta las vacaciones de primavera. Y entonces empecé a perseguir a un fantasma. La Sra. Hunter me dio la nota que dejó Jack, era simple y en papel blanco normal. Dijo que se iba, que no llamara a la policía y que la amaba. La Sra. Hunter en su desesperación, logró que el banco le entregara la información de su cuenta. El dinero para la cirugía de Sophia que había sido devuelto a él lo había regalado, la mayor parte a alguien, tomando unos meros cuatro mil para sí mismo. Cuatro mil era suficiente para vivir un poco, seguro. Pero casi tres meses era mucho. También dejó todas sus cosas en su habitación. Lo único que tomó fue la caja de cigarros de su padre con las letras de Sophia en el interior. Busqué cualquier rastro de él en la tumba de Tallie. Nada. Una rosa que había sido dejada en la tumba de Sophia, marchita. Tenía que tener semanas. Si hubiese vuelto después de eso, habría puesto una flor fresca. Comprobé el hospital. Mira y James dijeron que Jack llegó a verlos el 2 de marzo, el día después del funeral de Sophia. Les dijo que se iba por un largo tiempo y le dio a cada uno un oso nuevo a estrenar como regalo de despedida. Habían sido amigos de Sophia, pero eran más que eso. Sophia los amaba. Eran como Tallie para ella, la bebé Tallie que pudo tener y nunca tuvo, y Jack lo sabía. Jack los trató así. Llamé al Club de la Rosa como último intento. El operador insistió en que Jaden no iba desde hacía meses. Y eso fue todo. Todos mis potenciales, muertos de repente. Jack se escapaba de mis manos como la arena de medianoche. Y entonces alguien llamada Lily me llamó. Había escuchado la conversación del operador del Club de la Rosa conmigo. Era amiga de “Jaden”, lo que en mi locura dudé porque el único amigo que Jack se deja tener es su reflejo y/o su propio cerebro tonto masivo. La dejé charlar en mi oído y acordamos encontrarnos en una cafetería de Columbus. Lily era rubia y hermosa, de casi metro ochenta. Por su bolso y perfume caro, la llamé al instante como una acompañante. No lo negó, lo que hizo que me agradara aún más. No estaba desperdiciando mi precioso tiempo mientras trataba de salvar a Jack. ¿Salvar?


Niego y miro la niebla salina del océano empapar una roca. Salvar es la palabra equivocada. No puedo pensar así. No puedo salvarme a mí misma, por no hablar de otra persona. Pero durante un tiempo quería. Tenía muchas ganas. Jack de todas las personas merecía ayuda. Pensé que podría ayudar un poco. Pensé que podría por lo menos hacer eso para él. Me río y tiro una roca, sin molestarme en hacerla saltar. Era una idiota. La vieja Isis no habría renunciado cuando Lily me dijo que Jack vino a visitarla antes de salir de la ciudad. No le dijo a dónde iba, pero le dio una carpeta de manila y le dijo que si una chica llamada Isis comenzaba a husmear en el Club, se la diese a ella. Y así lo hizo. —Realmente debes gustarle —dijo Lily, inspeccionando sus uñas mientras ponía la carpeta en mi bolso. —Sí, bueno. Como también las cobras feroces. De lejos. En lados separados por cercas eléctricas. —No, escucha —Lily se inclinó y puso una mano fría sobre la mía—, he conocido a muchos hombres, ¿de acuerdo? También he visto todo tipo de personas. Jack… Jack es algo especial. Lo negará, pero también quiere a alguien con todo su corazón o no. No hace las cosas a medias. Las personas en las que se molestó para dejarle cosas de despedida, son las personas importantes para él en su vida. Eres una de ellas. Mi corazón se sentía como si hubiera sido aplastado por un luchador de sumo. Traté de respirar para decir algo, pero cada respiración picó. No quería creerle. ¿Cómo podía creerle después de que él desapareció de esa manera? Lily se fue poco después, dejándome mirar el sobre. La vieja Isis no habría renunciado después de ver lo que había dentro. No me dejó una nota, o un oso de peluche gigante. Me había dado un boleto para París, con las palabras “lo siento” garabateadas en su ordenada, gran letra. Los ojos me ardían. Estaba tratando de deshacerse de mí. No, vamos Isis, no seas dramática. Nada bueno sucede cuando la gente es dramática. Ejemplo: Amanda Bynes, esos conejos que mueren cuando su corazón late demasiado rápido, cada episodio de Lost. ¿Jack pudo haber sido cruel, pero también fue...? También qué. Definitivamente no se preocupó por mí. Ni siquiera me dijo adiós en persona y ahora me estaba enviando este boleto. Era evidente que no estaba en París pidiéndome que me uniera a él. Eso era casi estúpidamente romántico. Jack es un montón de cosas, pero tonto y romántico está en el fondo de su lista de atributos, junto con “bueno” y “generalmente tolerable”. Le dije varias veces a Kayla que quería ir de mochilera por Europa, sobre todo en tono de broma. Él estuvo cerca para oírlo, sin embargo, fue cuando ellos estaban saliendo. Debe haber visto a través de la broma y se dio cuenta de que realmente quería ir. Parece.


Saco el billete de mi bolsillo. Está viejo y arrugado y el avión fue hace seis días, pero no podía tirarlo a la basura ni utilizarlo. Utilizó el dinero de la cirugía de Sophia para comprármelo, después de todo. De ninguna manera podría jamás aceptar (o rechazar) algo así. Así que lo guardé. La Isis valiente lo hubiera utilizado. La Isis culpable no lo hubiera utilizado. Si cierro los ojos, puedo recordar cuando fui a la habitación de Jack para buscar pistas en cuanto a dónde se fue. La playa se desvanece y estoy acostada en su cama, mirando al techo y preguntándome dónde está en este agujero de culo infernal que llamamos Tierra. Y si está seguro. Feliz es demasiado pedir. Pero mientras que esté a salvo y se mantenga seguro, un día puede ser feliz de nuevo. O al menos eso creo. En realidad no lo sé a ciencia cierta. Soy muy arrogante, diciendo estas cosas como si estuviera segura. Nunca he tenido a nadie a quien que he amado y se haya muerto. Jack ha tenido a tres. Nunca podría ser feliz de nuevo. Podría estar roto para siempre. Su habitación se desvanece y el océano se vuelve. El nudo en mi garganta regresa con una venganza. —Espero que estés a salvo, idiota —le susurro a las olas. Todo lo que puedo hacer es esperar y seguir adelante. No puedo esperar. Tengo mi propia vida para vivir. Solo deseo que las cosas hubiesen sido diferentes, eso es todo. No como nosotros saliendo. Porque eso sería horriblemente, estúpidamente, egoístamente imposible frente a la muerte de Sophia. Solo me preocupo por él. Como némesis. Como un rival. Como la única persona en el mundo que me puede desafiar, quiero que esté aceptablemente sano y funcionando para que podamos reunirnos y luchar de nuevo un día. Debido a que la lucha era divertida, he aprendido mucho y crecí mucho de ello. Solo los combates. Eso es todo lo que echo de menos. Eso es todo. Mi corazón da un pequeño apretón estremeciéndose. Me pongo a llorar. Para remediar esto, me quito la camisa y limpio la caca de gaviota en el capó del BMW de Kelly. Me echo a reír. Y es genial, excepto por la parte en que me pongo a llorar más fuerte.


Fue la sonrisa torcida del chico lo que lo delató. Sonrió de esa manera especial que tienen los chicos cuando están a punto de hacer una travesura. Posiblemente violenta y dolorosa. También posiblemente ilegal y sin duda, probablemente divertida para ellos. No tan divertida para la persona en que era hecha. Es por eso que lo sigo. Porque conozco esa sonrisa. La conozco como conozco las partes de mi propia alma. Esbocé esa sonrisa una o dos veces en mi vida, cuando era un chico más enojado y más estúpido, quien había perdido a su padre y tuvo que desquitarse con el mundo. Esbocé esa sonrisa antes de levantar el bate contra Leo. Esbocé esa sonrisa una vez mientras escoltaba a una mujer que encontraba los escenarios de violación terriblemente, horriblemente sexys. Vomité por una hora después de esa sesión y traté de quitármela, traté de quitar la maldad de mi interior, de la humanidad. Nunca funcionó. Sigo al chico y me lleva a otros dos muchachos. Estudiantes de primer año en la secundaria, probablemente. Delgados, con pantalones ajustados y auriculares colgando de sus bolsillos. Sin músculos. Sin experiencia. Sin coraje. Es por eso que están en la esquina de un hombre indigente, entre un contenedor de basura y una pared garabateada con grafitis color caramelo que se han desvanecido a marrón en los bordes. Asqueroso. Se ríen y lo empujan. Lleva una camisa y pantalón sucio, sacudiendo las manos que agarran un plátano a medio comer que sacó de la basura. Su barba gris ha bajado hasta su pecho y está con nudos, su rostro quemado por el sol. El hombre balbucea en voz baja, tan baja y rápida que suena como un canto, o una maldición. No quiere morir. Pasa todos los días tratando de no morir. —¿Qué es eso, hijo de puta loco? —Un chico se inclina, sosteniendo la mano en su oreja en un movimiento exagerado—. Habla, no podemos oír ni una mierda si no lo dices. El segundo chico saca un teléfono y lo levanta. —Tengo esto. Estoy grabando, así que hazlo. El tercer chico frunce el ceño. —De ninguna manera, hombre, alguien va a ver. —Nadie va a ver —espeta el segundo chico—. Tenemos su espalda. —Se giró hacia el primer chico—. Tenemos tu espalda. ¡Vamos!


El primer chico vacila y ahí es cuando lo sé. El primer chico no es la verdadera amenaza. Tampoco el tercer chico, quien se ve incómodo, como si estuviera a punto de salir corriendo en cualquier momento. Es el segundo chico, el que tiene la cámara, quien es el verdadero cobarde. Escondiéndose detrás de un objetivo, al igual que Wren lo hizo esa noche. Pero a diferencia de Wren, él está sonriendo. Wren nunca sonrió. Wren parecía estar en coma, con muerte cerebral. Wren a diferencia de él ponía su alma en algún lugar lejos, muy lejos para escapar de la violencia. El chico de la cámara por otro lado está instigando, incitando, instando con todo el pequeño y enfermizo poder que tiene en su desgarbado cuerpo adolescente. Antes de que golpee la cámara de sus manos, agradezco brevemente a lo que sea que Dios está escuchando. He vivido el tiempo suficiente para saber las diferencias entre la gente simplemente mala y la gente verdaderamente terrible. Algunas personas nunca aprenden eso y salen lastimadas. Al igual que Isis. Al igual que Sophia. Mi corazón se contrae dolorosamente y golpeo de nuevo, esta vez en su rostro. El chico de la cámara se tambalea, la nariz sangrando a través de sus dedos. Sus amigos saltan, respaldándolo rápidamente. El hombre indigente chilla y se acurruca en un rincón, cubriéndose la cabeza con sus delgados brazos. —¿Quién diablos eres? —grita el segundo chico. —¡Nadie golpea a Reggie! —El primer chico se agacha en posición de pelea. —Lárguense de aquí —digo—. O ustedes dos son los siguientes. —¡Vete a la mierda! —El primero me ataca, me agacho hacia un lado y tiro sus brazos detrás de su espalda en un movimiento fluido. Lucha tratando de patear y golpear, pero mi agarre es fuerte. —Oye, tú —le digo al tercero—. Ayuda a tu amigo a levantarse y váyanse. Cuando estén en la esquina, dejaré a tu amigo de aquí irse. El tercero está sudando profusamente, sus ojos disparándose entre su amigo ensangrentado y el inmovilizado. Finalmente toma la decisión correcta y levanta al chico de la cámara. El chico de la cámara busca a tientas su teléfono y se tambalea por la esquina con su amigo, maldiciendo vibrantemente. Espero cien segundos y empujo al primer chico hacia adelante. Retrocede, señalándome con una expresión furiosa y retorcida. —¡Te haré pagar por esto, pedazo de mierda! —No —digo fríamente—. No lo harás. Esto hace que algo en él explote, su orgullo tal vez. Me ataca de nuevo y esta vez soy obligado a no mostrar piedad. Le hago un agarre y cuando deja de agitarse, lo pongo suavemente en el suelo. Le extiendo mi mano al hombre indigente. —Deberíamos irnos. Sus amigos van a volver. El indigente se desenrosca, sus ojos azules llorosos conectándose con los míos. Asiente lentamente y utiliza mi mano para ayudarse a levantar. Lo hago


caminar delante de mí, cuidando su espalda hasta el final del callejón y de vuelta a la parte delantera del centro comercial, donde hay autos y demasiados testigos para que los chicos intenten otra cosa. El paso del indigente es fuerte y verdadero, pero una cojera lo obstaculiza. Un veterano probablemente, que ha caído en tiempos difíciles. —Gracias —chilla el hombre. Niego y abro mi billetera, sacando dos billetes de veinte. —Ve a conseguirte algo de comida de verdad. —Que Dios te bendiga. Que Dios te bendiga —dice, tomando el dinero y caminando por el bulevar. Lo hizo. Dios me bendijo, pienso mientras lo veo alejarse. Y luego se lo llevó todo lejos. Aparto ese pensamiento. Estoy mucho mejor que la mayoría de la gente. Pero ese mismo privilegio es el que me enferma. Tengo dieciocho años de edad. Soy, por todos los cargos de nacionalidad, caucásico. Hay algo de italiano en mí por parte de mamá y de ruso por parte de papá. Pero definitivamente soy blanco. Y un hombre. No soy feo a la vista, ni mi cerebro está paralizado por la idiotez general. Mamá y yo nunca necesitamos dinero. Soy afortunado. Soy privilegiado. El indigente cojeando por el bulevar es quien necesita la ayuda de Dios más que yo. Sophia necesitaba ayuda más que nadie. Y la decepcioné. Le fallé. El tráfico se vuelve ruido blanco en mis oídos, callando todo a mi alrededor. La gente pasa, sus rostros desenfocándose confusamente. Nada parece real, es un mundo atrapado en un globo de nieve. Los colores del centro comercial son apagados en lugar de brillantes. Huele a poliestireno y madera, en lugar de sol, suciedad y comida rápida grasienta. Nada está bien. No estoy bien. Pero supe eso desde hace mucho tiempo. No estoy bien. Destaco demasiado. Soy demasiado frío. No soy como el resto de los rostros en la multitud. No siento tan profundamente como ellos. No vibro con tanta emoción como ellos lo hacen. Si fuera más como ellos, más cálido, ¿habría sido capaz de decir lo que Sophia estaba a punto de hacer? ¿Habría sido capaz de entenderla mejor? ¿Habría sido capaz de ver su desesperación y detenerla? Si fuera más como Isis, ¿habría sido capaz de salvarla? Eso es lo que haces, su voz hace eco. Proteges a las personas. Mis dedos se contraen, los nudillos ensangrentados. Me doy vuelta y me dirijo al auto. Vine a encontrarme con mi nuevo jefe, Gregory Callan de Vortex Enterprises. Este pequeño viaje al centro comercial era para poder sacar dinero de un cajero automático. Me desvié por el hombre indigente.


El sofocante aire de septiembre me rodea, los grillos cantan canciones solitarias en las altas hierbas doradas al lado de la carretera. Es la última ola de calor, el último grito moribundo del brutal verano que golpea una vez en un siglo a Ohio. La ciudad de Columbus nunca se ha visto más seca o más grande. El cielo es de un pálido color blanco-azul y sigue para siempre. Mi camisa de vestir blanca se pega a cada grieta manchada de sudor de mi cuerpo y el traje oscuro sobre ella es incómodamente caliente. No debería estar aquí. Debería estar en Cambridge, Massachusetts. Debería estar en Harvard instalándome en un mediocre dormitorio residencial y aprendiendo a tolerar al idiota que será mi compañero de cuarto durante un año. Debería estar tomando clases ahora, tomando notas en el ordenador portátil que mamá me compró. Pero devolví el ordenador portátil y mi habitación en la residencia. Lo devolví todo. Volví a redactar mi matrícula, cerré mis cuentas bancarias, empaqué una mochila negra y dejé una nota en la encimera de la cocina que le decía a mamá que no se preocupara. Luego me fui. Ese mundo, la pequeña pecera inocente que a los jóvenes angustiados les gusta llamar universidad, no es para mí. Soy mayor que ellos. Siempre lo he sido. Soy más inteligente que ellos. Siempre lo he sido. Estoy sorprendida de que logres sacar tu cabeza de la almohada por las mañanas. La voz suena, clara y brillante en mis oídos. Pero ahora soy mejor en ignorarla. Se ha vuelto más débil. No la he visto en medio año y sin embargo, su voz se aferra en mi cerebro. Es increíble. Increíblemente molesto. Ya sea una prueba de su personalidad exasperantemente persistente o una prueba de mi falta de voluntad por dejar ir los últimos momentos de mi vida en los que recuerdo ser verdaderamente feliz. ¿Feliz? No estoy seguro si alguna vez fui feliz, incluso con ella. Es un revoltijo de recuerdos borrosos y momentos robados de cariño, todo mezclado con el borde punzante de culpa que es el rostro de Sophia. Tal vez fui feliz. Pero es inútil. No hay un verdadero valor en ser feliz. No hay un verdadero valor en algo que no dura. Giro a la derecha en las carreteras de desvío a Columbus, donde los camiones se reúnen en cinco lugares y los contenedores de Matson obstruyen la polvorienta área cercada con lotes. Dos enormes grúas reorganizan ruidosamente bloques de contenedores cargando y descargando con una diligente y chirriante lentitud. Los hombres con chalecos anaranjados y cascos se entrelazan entre los contenedores comprobando el contenido, marcando las cosas en portapapeles y gritándose obscenidades entre ellos sobre el caos ordenado. Gregory, un hombre alto de hombros anchos con un impresionante bigote blanco y un traje, se encuentra en un gran lote casi vacío. Un hombre más bajo, pero de alguna manera incluso más robusto está a su lado, vestido con un traje oscuro como yo. Su postura es tensa pero relajada, su cabello puntiagudo y sus ojos oscuros. Un tatuaje de dragón se


enrosca por su cuello. Es Charlie Moriyama, mano derecha de Gregory y el guardaespaldas más confiable, aparte de mí. Al otro lado de ambos está una mujer con el cabello negro atado en un moño. Evita la falda de negocios por el traje de una mujer, pero en su lugar luce muy profesional. No obstante, una profesional de la que no puedo decir mucho. No hay un bulto de arma evidente en ella y las joyas que la marcarían como traficante de drogas o tatuajes que la marcarían como miembro de una pandilla están bien escondidos, si es que existen. Ni siquiera usa maquillaje. Extraño, considerando que la mayoría de las mujeres que contratan los servicios de Gregory suelen ser amas de casa adineradas con una venganza. Gregory me ve llegar y me saluda. Interpreta al viejo alegre casi demasiado bien, pero sirve para ocultar al empresario vicioso, soldado marchito y maestro de cinturón negro que hay debajo. —¡Jack! Vanessa y yo hablábamos sobre ti. Me deslizo al lado de Charlie, quien se cruza de brazos y gruñe: —Te tomaste demasiado tiempo. —Tuve que hacer un desvío —digo—. Construcción de carreteras. Charlie resopla. —¿Sí? ¿Es la misma “construcción de carreteras” que te puso en las noticias la semana pasada? —Charlie, vamos. —Gregory sonríe—. Por lo menos vamos a tratar de fingir ser amigos cuando estén frente a… —Se da vuelta y le ladea una ceja a la mujer, como si le preguntara qué es ella. —Por ahora, vamos a llamarme cliente potencial —dice Vanessa. Sus ojos azules son feroces y están fijos en mis nudillos. Trato de limpiar la sangre en mi pantalón. —… frente a un cliente potencial —finaliza Gregory—. Además, Jack tiene derecho a sus cinco minutos. Si no te conociera mejor, diría que estás celoso. Charlie se burla: —¿Celoso? Sí, jefe, en realidad estoy celoso del aspirante a Batman aquí. Ascendí en los rangos más rápido que nadie en Vortex. El propio Gregory me entrenó. Por supuesto que Charlie está celoso. Ha estado en el negocio por años, a pesar de que no puede tener más de veintidós años de edad. Tuvo que abrirse camino por sus padrastros. Cree que soy mimado y malcriado. —No era consciente de que lo que hiciera en mi tiempo libre fuera de tu criterio —digo. Charlie me da una mirada. —Es de mi criterio cuando decides utilizar tu entrenamiento para vencer a los chicos que roban piruletas de 7-11. —Agredieron a una mujer —contrarresto sin problemas.


—¡Eran pequeños idiotas cometiendo un pequeño crimen! —gruñe Charlie—. Pero tu pequeño complejo de salvador tenía que perder el tiempo en esos idiotas estúpidos. —Mi tiempo. No el tuyo. No te concierne. —¡Nos metiste en las noticias, idiota! Somos Vortex, ¡no un maldito Walmart! —Nunca consiguieron su nombre, o una foto de él —interviene Gregory—. En realidad, Charlie, puedes relajarte. No estamos aquí por una cacería de brujas, estamos aquí por el cliente. Cálmate. Charlie se vuelve de color rojo hasta sus zapatos con púas. Echo un vistazo a Gregory y a pesar de su sonrisa, estrecha ligeramente los ojos. Debió decirle a Charlie que se callara hace tiempo. Dejar que balbucee delante de un cliente era la manera de Gregory dejar que Charlie se avergonzara. Es el tipo sutil de trampa mental que a Gregory le encanta jugar. La mayoría de los jóvenes que contrata son demasiado estúpidos como para esquivarla. Salvo para mí. —Vanessa —comienza Gregory—, ¿harías los honores? Ella asiente y saca una identificación de su chaqueta. Siento mi respiración disminuir. CIA. —Jesús, jefe. —Charlie chasquea los dientes—. ¿Qué demonios hacemos hablándole a los federales? —Soy Vanessa Redgate —dice la mujer—. Rama de Seguridad Cibernética. Le ofreceremos al señor Callan un contrato. —Fuera de la aprobación de la CIA, ¿supongo? —pregunto y me muevo—. Teniendo en cuenta la zona de encuentro poco ortodoxa. Vanessa asiente. —Somos un pequeño grupo de élite de piratas informáticos que han barajado fondos para el mayor mercado negro en internet. —El Spice Road —digo. Vanessa asiente de nuevo. —Estoy impresionada. No era consciente de que los agentes Vortex sobresalieran en algo más allá de sus músculos. Gregory se ríe y me da una palmada en el hombro. —Jack es un caso especial. Por favor, continúe. —De todos modos, estos hackers trabajaron para el Spice Road. Se hacen llamar los Guardias. El consejo de comisiones de la CIA ha decidido por unanimidad prohibir el uso de terceros mercenarios… —… contratistas —interrumpe Gregory, con una sonrisa—. Preferimos el término “contratistas”. Vanessa lo mira con recelo, pero se corrige.


—… decidieron prohibir el uso de terceros contratistas. Pero mi supervisor y un gran número de agentes en el proyecto, han trabajado durante años para rastrear a los Guardias. Por fin tenemos una ventaja, pero el consejo de comisiones no quiere correr el riesgo de implementar un equipo y asustarlos y que se escondan. El entrenamiento de los agentes especiales para esta misión en particular es simplemente no rentable y para el momento en que terminemos de entrenarlos, puede haberse terminado. —Así que aquí es donde entramos nosotros —digo. Asiente. —Tenemos una fuerte evidencia de que dos personas estrechamente vinculadas a Los Guardias se trasladaron recientemente a la universidad estatal de Ohio como estudiantes de segundo año. El objetivo sería mantener la vigilancia sobre estos dos sin sospecha. El objetivo final sería el de reunir pruebas, preferiblemente copias impresas y registros electrónicos de sus actividades de hackeo o sus correspondencias con los propios Guardias. —¿Hasta cuándo? —gruñe Charlie. Vanessa levanta una ceja. —¿Disculpa? —¿Cuánto tiempo duraría el contrato? —Por todo el tiempo que sea factible mantener su cobertura en la universidad. —Así que, por tiempo indefinido —digo. —O hasta que reúnan las evidencias sólidas que consideremos suficientes para incriminar a los dos, sí. Miro a Gregory, quien se encoge de hombros. —Charlie y tú son los mejores candidatos para el puesto de trabajo. Eres lo suficientemente joven como para estar en la universidad. Diablos, podemos falsificar los papeles de Charlie y hacerlo un año más joven. Los pondremos en la misma habitación de la residencia. —¿Nos estás pidiendo que nos sentemos y vayamos a la universidad con un grupo de frikis privilegiados por un año? —pregunta Charlie—. ¿Está bromeando, jefe? ¿Sabe lo aburrido…? —Se pagaría la matrícula. Tendrían que soportar un espectáculo de asistir a clase y mantener las calificaciones lo suficientemente decentes para continuar su inscripción —interrumpe Vanessa—. Pero su principal preocupación será la vigilancia y el secreto. Nadie tiene que saber por qué están allí. —Dos de los Guardias son estudiantes universitarios —reflexiono—. ¿Tienen nombres? —Ninguno que pueda revelar a la intemperie. Enviaremos los expedientes una vez se hayan firmado los contratos y ustedes dos estén en su lugar. —¿Y tenemos que hacer esto por un largo tiempo? —protesta Charlie—. Jefe, no quiero volver a la universidad, me uní para permanecer fuera de ella.


—Es el comienzo del año escolar. Van a mezclarse bien —dice Gregory con un borde de dureza en su voz—. Sé que ustedes dos pueden hacer esto. En especial tú, Charlie. Tienes el carisma para ello. Siempre lo tienes. —Pero prefiero estar con usted, jefe. Aramon… Gregory jala el brazo de Charlie y me hace señas para que me incline. —Aramon no va a ninguna parte. Estos Guardias sí. Escucha, podría no parecer difícil, muy glamoroso o emocionante, pero es un buen puesto sólido y van a pagar bien. La CIA va a pagar, por el amor de Dios. Va a ser bueno tenerlos en deuda con Vortex. ¿Lo entiendes? Nos gustaría mucho tenerlos en deuda con nosotros, sobre todo cuando se trata de Aramon en el futuro. Los ojos de Charlie brillaron con lento entendimiento. Lucho contra el impulso de rodar los míos. —¿Cuándo saldremos, señor? —pregunto. Gregory se encoge de hombros. —Tan pronto como sea posible, supongo. Les voy a reenviar los detalles cuando los consiga. Todo lo que tienen que hacer es aprobar el contrato. —Estoy de acuerdo en eso, señor —digo. Charlie inhala, inflando el pecho. —¡Yo-yo también estoy de acuerdo, jefe! —dice rápidamente, mirándome—. No voy a dejar que Batman lo arruine. —Tengo un nombre —digo arrastrando las palabras. —Jack, correcto. Jackman. Jackoffman —corrige. Los insultos son tan familiares que pican con un dulzor amargo, pero los ignoro. —Suficiente con las payasadas y juegos infantiles. —Gregory se endereza, y le sonríe a Vanessa, extendiendo su mano—. Mis chicos dicen que lo harán. —Fabuloso. —Toma su mano y la sacude—. Voy contactarlos con los detalles. Ahora, si me disculpan. Solo pasa un segundo antes de que se haya ido detrás de un contenedor Matson. Se movió tan rápido que apenas pude seguir su paso. Debió haber planeado su salida con minutos de antelación. Charlie tiembla un poco. —Malditos espías del gobierno. —No parece tan mala —digo. —Por supuesto que no parece mala para ti. Ya eres prácticamente uno de ellos, todo robótico y feroz. Apostaría que matarías a tu novia si el jefe te lo pidiera. Mi mano se dispara hacia su traje de solapas antes de que pueda detenerme. El mundo se vuelve de un horrible blanco estático de nuevo, borrando el rostro de Charlie, distorsionando la voz de Gregory que intenta convencerme de que lo deje


ir. Lo presiono contra el contenedor Matson, el olor a polvo, sudor y acero se vuelve cenizas en mi nariz. No es más que una persona ignorante. Una marioneta. Podría aplastarlo con tanta facilidad, quitarle la vida como lo hice con el hombre de esa noche en el lago, como casi hice con Leo, como hice con Sophia. Porque después de todo, la dejé morir. La maté. Hay miedo en los ojos marrones de Charlie, es lo único que impide que el rugido consuma mi cerebro. Lo aparto de un empujón y paso de nuevo al auto. Gregory me sigue, haciendo un gesto para que baje la ventanilla del conductor. Lo hago de mala gana. —Mírame —dice Gregory, su voz de repente oscura y dominante. De mala gana encuentro su mirada—. ¿Vas a ser capaz de hacer esto? ¿O tenemos que revisar nuestro entrenamiento? Mi cuerpo se estremece por instinto, el recuerdo físico de las sesiones de entrenamiento con Gregory. El recuerdo de la sangre que rezuma de mis oídos y mirar hacia la madera rota enterrada profundamente debajo de la tierra, el olor de la suciedad y la oscuridad en mi nariz. No. Nunca quiero someterme a ese tipo de formación de nuevo. —Tengo a la bestia bajo control, señor —digo lentamente. Gregory mira a través de mí, luego asiente y acaricia el capó de mi auto. —Empaca, entonces. Tienes una universidad a la que asistir. Volvemos al motel que Gregory paga para que nos alojemos, dos camas individuales, cucarachas en el microondas, manchas de sangre posiblemente de hace años en la pared, pero mejor que dormir en nuestros autos. Mejor que la grava en la que me hizo dormir durante el entrenamiento. Charlie se queja con obscenidades y salta en la ducha inmediatamente. Ordeno comida china y abro mi ordenador portátil. Gregory, siempre puntual y con ganas de empezar, nos remitió los expedientes. Las dos caras de los Guardias me miran desde sus archivos del FBI. Uno de ellos es bronceado, atlético, con un rostro apuesto y ojos oscuros como los de un gato. Kyle Morris. El otro, bien parecido, cabello castaño y un rostro simétrico con ojos como el acero congelado. Will Cavanaugh.


3 años 44 semanas 2 días Me parece que a la gente vieja realmente le gusta decirte que disfrutes tu vida mientras eres joven. Dichas personas son usualmente de cuatrocientos nueve años de edad y manejan Volvos. No es que haya nada malo con los Volvos, pero definitivamente hay algo malo con ser de cuatrocientos nueve años de edad. Esto se debe principalmente a tener demasiada experiencia para hacerte aburrido y plano como una soda de hace semanas vencidas Anexo A: Jack Adam Hunter. Anexo B: Vampiros inmortales, probablemente. Anexo C: Abuelos. Excepto mi abuela. Mi abuela es tremenda. Lo sé porque cuando tenía dos meses de edad me llevó a dar un paseo en la canasta atada a su Harley Davidson. Estoy ligeramente positiva sobre esa experiencia llena de viento y de escape, y me grita a mano en la heroína gallarda que soy hoy. Mamá y papá la enviaron a una casa para ancianos, ya que supongo que tomar a su nieta bebé para dar una vuelta con su pandilla en moto es el primer signo de demencia o algo así. Pero ahora que estoy en Georgia al menos nos reunimos. Hubo lágrimas y tejidos mocosos. Eso duró aproximadamente cinco minutos, ahora hay todo un montón de locura. —No soy nadie para cuestionar la validez de hacer las cosas interesantes — digo mientras le doy a abue otro puñado de fuegos artificiales—. Pero si fuera ese tipo de persona que, ya sabes, alguien realmente aburrido, patético y definitivamente no yo, mi pregunta podría ser a lo largo de las líneas de qué demonios estamos haciendo en este techo a las 4:00 a.m., signo de interrogación. Al menos cuatro signos de interrogación irían después de eso. Y al igual que, un emoji muy preocupado. Abue hace un ruido tut-tut y mete el resto de los fuegos artificiales en la boca de la chimenea. Hay tantos que ya no puedo ver más el ladrillo oscuro interior. Corrimos un fusible a través de la chimenea hace una hora, y ahora abue ata el enorme fusible combinado con todos los fuegos artificiales. Se sienta sobre sus talones y se aparta de los ojos su escaso cabello teñido de verde. Dirigiéndome una malvada sonrisa.


—Como presidenta del comité de Bienvenida y Despedida de la casa de ancianos Silverlake, es mi deber darles aquí a las chicas y chicos una adecuada despedida. Nada de este cortejo fúnebre, aburrido sacerdote sin sentido. Viola era una buena mujer, con mucho amor por la vida. Ella nunca querría una despedida aburrida, pero sus hijos están obligándola. ¡Incluso después de que está muerta! —¡El horror! —jadeo en sintonía con ella. —Exactamente. —Abue me señala. Sus ojos son de mi color marrón rojizo, del color marrón rojizo de papá—. Horror. Horrible. Las cosas que la gente hace en estos días para faltarle el respeto a los muertos son simplemente horribles. Así que vamos a respetar a mi amiga muerta correctamente. —Por el relleno de la chimenea llena de fuegos artificiales. —¡Por el relleno de la chimenea llena de fuegos artificiales! —concuerda—. ¡Cuando la enfermera venga por la mañana y encienda el fuego, encenderá todo este maldito lugar! Viola hubiera conseguido una buena risa de eso. Sonrío y ayudo a abue a bajar las escaleras de incendio. Está tan alta y en forma para tener setenta años de edad, pero sigue siendo delgada y frágil con sus muñecas y dedos diminutos. Cuando estamos de vuelta en tierra firme y caminamos por el césped hacia su edificio, abue lanza un brazo alrededor de mi cuello. —¿Qué sobre tu funeral? ¿Eh? —pregunta. —¿Quieres decir lo que nunca va a suceder? Porque voy a reunir las siete esferas del dragón y desear la vida eterna. Se ríe. —Sí, eso. ¿Qué quieres para él? Medito todo por unos seis segundos y medio. —Fiestas. Bailando desnuda. Tal vez un pastel. —Abue me sonríe mientras caminamos por las escaleras blancas—. ¿Qué? ¿Qué es esto? ¿Por qué me estás dando la mirada? —Oh, nada. Haz crecido tanto, es todo. Dijiste: fiesta, sin volverte de cinco tonalidades de purpura. —Sí, bueno, ahora soy una persona adulta responsable, muy madura, y puedo hacer cosas como hablar de mis pruebas y tribulaciones con calma. —Mmm-Jumm —dice abue expectante. —Tal como besarse. Realmente me besé con alguien. —Abue espera—. Quiero decir, le di un puñetazo antes de que se lo correspondiera. Pero era un golpe maduro. Abue se ríe, lleno y ruidoso. La señalo mientras abre la puerta de su habitación y se sienta sobre su cama. —No te atrevas a empezar a nombrar cosas que quieres en tu funeral. Porque sé que es un hecho, cuando los ancianos dicen cosas, por lo general se hacen realidad y si mueres estaré excepcionalmente desanimada.


—Se hacen realidad porque somos sabios, querida. —Se hacen realidad porque ustedes tienen extraños poderes cerebrales impresionantes que parecen hacer todo lo posible, pero que conceden la inmortalidad. Y los dientes. Abue se ríe, sacándose sus zapatillas y acostándose en la cama. —Ven acá. Me embrollo en la cama y me siento. Toma mi mano y la acaricia lentamente, mirándome directo a los ojos. —Mucha gente en tu vida te va a decir cómo piensan que deberías vivir. Algunos podrían no decirlo abiertamente. Algunos podrían simplemente convencerte sin decir nada de lo que necesitas para vivir de una determinada manera. —Mira por la ventana oscura salpicada de estrellas, sonríe y luego mira hacia atrás para mí—. Escúchame cuidadosamente, dulce niña. No vivas de otra manera que en la forma en que te hace feliz. Si no eres feliz, deja a tu amante. Si no eres feliz, deja el trabajo. Si no eres feliz, haz algo más para ser feliz. Porque eres la única que puede hacerte feliz. Abro la boca para discutir, pero me calla. —Lo sé. Sé que otras cosas y otras personas te harán sentir feliz. Pero no van a hacerlo. Eso viene de ti, viene de tu propio corazón. Dejar que la felicidad crezca en ti viene desde todo el interior. Algunas personas nunca aprenden eso. Algunas personas nunca dejan entrar la felicidad, o la dejan entrar demasiado tarde. Algunos nunca la dejaron entrar porque tenían miedo. Pero eso es lo peor que te puedes hacer a ti misma. Eso es castigarte a ti misma. Mucha gente ni siquiera sabe lo que hacen. Así que, quiero que sepas que quiero que trates de ser feliz, por ti misma. Siento mis ojos llorosos, pero trato de detenerlos. Si lloro ahora, nunca podría parar. —Había una chica —digo—. Una amiga. Algo así. Ella nunca… nunca la dejó entrar. —¿Y dónde está ahora? —pregunta Abue pacientemente. —Ella… —Aprieto mi puño en la mano de abue—. Se suicidó. Y fui la última… Fui la última en hablar con ella, abue y yo… Los fuertes y delgados brazos de abue me engullen, el olor a canela y ropa mohosa flotando arriba de ella. —Podría haber… debería haberlo visto, debería haber… —No había nada que pudieras haber hecho. —La voz de la abue es fuerte. —Pero yo… estaba con ella y la conocía, sabía lo triste que estaba… —Debió haber sido muy infeliz. —¡Todos sabíamos eso! pero… pero pensamos… —¿Y qué pasa ahora? ¿Piensas que todavía es infeliz?


—Está… muerta. —Donde quiera que esté ahora, es más feliz que cuando estaba aquí. Me alejo. —¡No lo está! Solo está muerta. No puede sentir nada. Si ella... si siguiera viva, podría tener la oportunidad de ser feliz de nuevo, aquí, con todo el mundo… Los ojos de abue son sombríos, pero brillan. vida.

—Eso suena muy parecido a otra persona diciéndole a una chica cómo vivir su Mi boca se abre con una réplica, pero la cierro.

Abue mueve sus brazos y me abraza más cerca, arrastro mi cabeza en su pecho y la dejo. Es como volver a casa. —Llora por ella, dulce niña, no por lo que hizo o no hizo. Y luego levántate. Encuentra lo que te hace feliz —murmura—. Y sé feliz. La vida es demasiado larga para estar tan triste, estoy segura de que ella quiere que seas feliz. Todas las torcidas, enojadas caras de Sophia se componen en mi mente. —No creo eso —digo. —Pero dijiste que era tu amiga. —Sí, pero… la herí. Hice cosas para hacerle daño. —¿Fue a propósito? Mi respiración se atrapa antes de que pueda decir que sí. Reflexiono sobre mi beso con Jack. Nuestra guerra. La risa, la ira justificada y la licitación, momentos cariñosos. Los recuerdos pican, como el jugo de limón en un Papercut. —N-no. Solo estaba tratando… ¿de ayudar? Abue levanta una delgada ceja. Sacudo mi cabeza. —Eso es lo que era al principio. Intentaba ayudar a Kayla. Pero entonces... pero luego empecé a quererlo de verdad. Estaba haciéndole daño a Sophia porque él me gustaba. Cada segundo que me gustaba era más daño para ella. Así que, lo tomé de regreso. No estaba tratando de ayudar. Estaba siendo egoísta. —Suena como si estuvieras tratando de ser feliz con este muchacho. Me burlo. —Pero le dolía. La heríamos mucho. Estaba entre ellos. Yo… Probablemente sintió que no tenía nada que perder, con él siguiendo adelante. Así que ella… ella… El vestido blanco sobre el césped verde parpadea en mi mente. Los ojos azules de Sophia, vacíos, con el cabello como un estandarte de barba de maíz y luz de la luna, cubierto de sangre, donde la cabeza se estrelló con el suelo. La minúscula pulsera de plata que decía Tallie brillando hacia mí.


Había perdido todo. Y tomé a la última persona en su vida. Lo hice sin siquiera pensar, sin siquiera considerar cómo podría hacerle daño. Solo seguí hacia delante e hice lo que quería porque era egoísta. Porque quería ser feliz. Porque quería amor cuando sabía que no lo merecía. Y ahora, nunca lo voy a merecer. Soy la cosa mala. Soy el más oscuro dragón que se comió a la princesa más triste. Mis pensamientos son groseramente interrumpidos por el dedo de la abue agitando mi frente. —Puedo oír los engranajes de tu cerebro dando vueltas. No vayas por ese camino. Eso es arrogante. Piensas demasiado de ti misma y tu efecto en las personas. Si ella se fue y se mató lo hizo porque su vida era miserable, y había pensado en ello durante mucho tiempo, no porque hiciste una pequeña cosa. —Pero contribuí. Yo… Abue se recuesta en su cama y hace rabietas, tirando de la cubierta sobre ella. —No voy a discutir contigo cuando estás toda envuelta en la autocompasión, ¿me oyes? Vuelve cuando estés pensando con claridad. Quiero hablar con mi nieta, no con un mártir tonto que está tratando de tomar toda la culpa. Me voy tranquila. Abue debió darse cuenta de lo raro que es esta ocasión, porque suspira. —Lo siento, chica. Sé que es difícil. Pero lo estás haciendo más difícil para ti misma. —Se inclina y me besa en la mejilla—. Vuelve a las 9:00 a.m. La enfermera encenderá el fuego entonces. Una pequeña y sombría sonrisa tira de mis labios. El regreso a casa es todo oscuro y pálido, con una luna menguante dorada blanquecina acostada en el horizonte. El mismo color que el cabello de Sophia. Oigo su voz claramente en mi cabeza. “Intentaste ayudar. Intentaste ayudar, y por eso nunca podré agradecer lo suficiente”. *** Conduzco de vuelta a la casa de ancianos, abue y yo colocamos nuestros culos en sillas de jardín, con gafas de sol y limonada, esperando a las nueve en punto. Y las nueve vienen, desde la chimenea arrojan fuegos artificiales, naranjas, azules y verdes, incinerando las nubes. Abue se ríe y brinda al cielo, brinda por su amiga muerta. Me recuesto en la silla y sonrío. Es bueno estar viva.


3 Años 44 Semanas 6 Días A veces cuando la vida te da una patada en el culo, tienes que patearla de regreso. En las bolas. Con botas con puntera de acero. En esencia, si alguien, cualquiera, te patea, es muy maduro tomar el camino correcto y no patearlo de regreso. Pero no es divertido. Y soy toda diversión. Cien por ciento divertida. Diverticien por ciento. Sonrío ante mi juego de palabras. Un juegociento de palabras por ciento. Mi padre gimiendo a través de la mesa de desayuno es la única indicación de que he estado pensando en voz alta por los últimos cinco minutos. —Isis, come tu comida —suplica. —No, papá, tengo que irme. —Me levanto rápidamente de mi silla. Las gemelas se arrojan harina entre sí. —Te sientas y comes tu desayuno con nosotros, o entonces me ayudas… —¿A dónde vas? —lo interrumpe Kelly y sonríe dulcemente hacia mí. —A casa. Los ojos de Kelly se iluminan ante la perspectiva. Los de papá son más oscuros. —Isis, tu boleto de regreso es para el 30. vida.

—Papá —me quejo—. Mi amiga murió y tengo que ir a patearle las bolas a la

—Todos vamos a morir. —Una de las gemelas hace una pausa en su lanzamiento de harina para decirlo, sus trenzas rubias brillantes en contraste con sus ojos azules mientras parpadea una vez. —¡Exactamente! —La señalo—. ¿Ves, papá? ¡Ella lo entiende! El rostro de papá se pone rojo en su manera de explotar, cuando Kelly toma su brazo y lo arrulla.


—Oh, cariño, debe estar tan ansiosa por empezar la universidad. ¿Recuerdas cuando éramos de esa edad? ¡Yo estaba tan emocionada por salir de la casa y seguir con mi vida! Solo está sintiendo ese buen viejo bichito de la independencia. Delta me ama. Soy una clienta de oro. Me dejarán cambiar la fecha por nada. Papá deja escapar un suspiro de frustración, su rostro rojo va con ello. —¿No estás… no estás feliz aquí? Se suponía que esto eran tus vacaciones de verano, conmigo. No te he visto en dos años, Isis. Dos años. —Me estoy divirtiendo bastante aquí. —Miento con vigor—. Y te voy a extrañar. —Otra mentira. Ni siquiera lo conozco—. Solo estoy, ya sabes. Como dijo Kelly, ¡estoy lista para irme! Papá me mira por encima de sus gafas, y después de lo que se siente como una eternidad, suspira. Kelly sonríe. He ganado. Mientras empaco mis maletas, me doy cuenta realmente que no hay nada para mí aquí, excepto un prestado BMW, y una familia que nunca fue realmente mía. Y me tomó diecisiete años descifrarlo. “En realidad eres lenta, ¿verdad?” Los ecos de voz, tan claros que juraría que Jack estaba cerca. Pero no hay nadie allí. Una imagen torcida de Kelly y papá mirándome fijamente a través de la puerta abierta. No hay fotos de mí en cualquier lugar de la casa, ni siquiera cuando era niña. Aquí estoy rodeada de gente, pero estoy completamente sola. Golpeo mi maleta cerrada y me siento sobre ella. Lloro un poco en el aeropuerto dos días después. Papá no llora en absoluto. Esto me dice todo lo que necesito saber acerca de todo lo que nunca quise saber. El avión despega y amablemente le tiro cacahuetes al calvo delante de mí que no para de tirarse pedos. La azafata me da las gracias con los ojos, pero luego él se levanta y va al baño para dejar la puerta abierta y nosotros perecemos. Durante dos horas. Mamá me está esperando en reclamo de equipaje. Huelo como pedos de hombre pero ella me abraza de todos modos, y así es como sé que no estoy más sola. *** Empacar para la universidad es como empacar para la guerra. No vas a volver. No sabes lo que hay allí afuera. Hay una posibilidad de que puedas morir (exámenes) y/o sufrir lesiones que te cambian la vida (resacas, enfermedades de transmisión sexual). Y si regresas, eres afortunado. Pero el territorio enemigo solo está pidiendo a gritos ser explorado, y he conseguido todo el entrenamiento que necesito, desde lo básico (secundaria). Estaré bien. No puedo guardar a la Sra. Muffin en mi maleta. No voy a estar bien.


Mamá escucha mis lamentos de angustia y viene como un perro cansado de la masacre. —¿Qué está mal? —pregunta. —¡Todo está terminado, para siempre! —Me lanzo hacia mis almohadas. Mamá espera pacientemente por una traducción. Lanzo mi dedo hacia la Sra. Muffin, media colgando de la maleta a punto de reventar. —Isis, es una muñeca. —Mamá suspira—. Vas a la universidad. Tal vez es hora de deshacerte de ella. Me siento muy erguida, con los ojos abiertos como platos y la boca tan grande como un platillo volador. Mamá se corrige a sí misma. —Está bien, está bien. La Sra. Muffin se queda. Pero ten en cuenta que las primeras impresiones lo son todo, y las únicas personas a las que la Sra. Muffin impresionará son a las de seis años de edad. —Precisamente, mamá. No quiero ser amiga de personas que no son de seis años de edad. De corazón. Solo de corazón. Debido a que también es divertido conducir legalmente. Mamá sacude la cabeza, riendo un poco, y va abajo para ver sus panqueques. Me meto en su cuarto de baño con toda la gracia de un ninja de anime y compruebo su reserva de píldoras. Está completa, antidepresivos, en su mayoría. Me preocupa porque hacen que las personas se maten a sí mismas. Pero tampoco me preocupa, porque detienen a las personas de matarse a sí mismas. Es la más horrenda secuencia de cincuenta por ciento apuestas en el mundo, pero es todo lo que tenemos. Es todo lo que mantendrá a mamá a salvo mientras estoy fuera. —¿Qué estás haciendo, Isis? Inmediatamente cierro el espejo. —¡Comprobación de ratas! Y moho. Ambos matan a la gente. ¿Sabías que las ratas pueden saltar por encima de tres metros en horizontal? Y siempre tienen como objetivo la yugular. Mamá se tensa, frunciendo los labios como si me fuera a castigar, pero luego entra, envolviéndome en sus brazos. Brazos que son un poco más gruesos de lo que solían ser. —Voy a estar bien, cariño —murmura sobre mi descolorado cabello con mechas púrpura—. Está bien. Está bien, deja de preocuparte, ahora. —No puedo —digo—. Si me detengo, algo malo pasará. Si paro, no lo veré venir, no prestaré atención, y algo va a pasarte… El agarre de mamá se aprieta. —Has sido tan fuerte para mí, durante tanto tiempo. Gracias. —Siento una punzada familiar en mi ojo y rápidamente le niego la salida. Mamá me sostiene a un brazo de longitud, mirándome de arriba abajo mientras acaricia mi mejilla—. Y


ahora, es el momento para que seas fuerte para ti misma. No para mí. No para nadie. Nadie más que tú. Me río, pero es acuosa. —No soy… no soy tan buena en eso. Sonríe, ojos como espejos grises llenos de amor. —Entonces es el momento de aprender. En el fondo de mi armario, encuentro la blusa rosa que Kelly me envió. Pero es más que eso, ahora. Es la blusa rosa que Jack dijo que era… era, ni siquiera me atrevo a decirlo y, ¿cuán lamentable es eso, que no puedo ni siquiera decir una palabra? Las bocas se supone que dicen palabras y tengo una, y sé palabras, pero ésta es difícil. Esta significa algo, así que es difícil. En esta blusa rosa, alguien me llamó hermosa por primera vez. Alguien que respeté. Respeto. Alguien que amé. Amor. ¿Amor? Niego y atasco la blusa en lo más lejano y confines de mi maleta. Nunca sabes cuándo necesitarás una nueva cortina. O un trapo para el inodoro. Mamá me ayuda a cargar cosas en el auto. Tengo mi maleta azul de confianza y mi destartalada mochila de la secundaria. Secundaria. Hola, universidad. Adiós, escuela. Me estremezco un poco al recordar que no estaré en ella nunca más. Estoy oficialmente fuera. La mitad de mí quiere beber diecinueve Red Bulls y bailar toda la jodida canción infantil hokey pokey sin parar durante las veinticuatro horas, y la otra parte de mí quiere gatear de nuevo a la escuela, envolverla alrededor de mí como una manta de seguridad para nunca volver a salir. Me conformo con rodar por el césped y gemir de miedo como una mugrienta oruga que se niega a salir de su capullo. Kayla se detiene en nuestro camino de entrada mientras mamá carga la última bolsa. Me levanto de un salto del césped y voy corriendo. Está justo a tiempo para nuestra cita para ir cenar. Nuestra última, y final, cena de despedida. Se baja del auto en un deslumbrante hermoso vestido blanco y sandalias a juego, su oscuro cabello de color chocolate peinado a la perfección. Saluda a mi mamá con la gracia de siete reinas francesas y me arrastra a su auto con la fuerza de siete Vikingos guerreros. Cuando estamos en el camino, resopla. —¿Las cosas en el maletero son realmente todo lo que vas a traer? ¡Los gitanos romaníes viajan con más cosas que tú! —Ah. —Levanto un dedo sabio—. Pero los gitanos romaníes no tienen todo un bolsillo de maleta dedicado a los ositos de goma Haribo. Kayla pone los ojos en blanco. —Eres tan loca. —Prefiero gomitas a los frutos secos.


—Oh, ¿lo haces? —Kayla arquea la ceja de esa manera terriblemente cursi de doble sentido y reprimo las ganas de arrancársela del rostro. Su cara es una obra de arte, ceja cursi o no. No arruino el arte. Excepto cuando lo hago. Y entonces termino gritando. —Bien —digo—, esta es la última vez que vamos a vernos hasta las vacaciones de Navidad, así que es mejor ir a un bar gay o algo igual de entretenido y memorable. Sonríe, y se une a la carretera. —Conozco el lugar. Reconozco la calle antes de llegar al restaurante. El Red Fern se cierne ante nosotros. El mismo lugar donde arreglé la primera cita de Jack y Kayla. La que acosé. Pero no sabe sobre eso, por supuesto. Toma una cabina junto a la ventana y nos sentamos, ordena té helado y yo una bebida zarzaparrilla. —Si estuviéramos en Europa, seríamos capaces de pedir vino. —Kayla suspira soñadora—. Dios, lo tienen tan bien allí. Frunzo el ceño, recordando el billete que Jack me dejó. Deja un sabor amargo en mi boca. —Oh, sí. Todo el mundo ama la peste negra. —Eso fue hace siglos, Isis. Nadie tiene la peste negra nunca más. —Los emos del mundo discrepan. Kayla pone los ojos en blanco y ordena rollitos de primavera para que los compartamos. Miro alrededor con nerviosismo. La decoración, las mismas coloridas aves de paraíso permanecen en los floreros y los adornos ligeros de cristal parecen algas suspendidas en hielo. —Nunca he estado aquí —digo—. Es lindo. —Oh, no mientas. Una sacudida fría corre por mi espalda y mi trasero. Es ligeramente desagradable. —¿Qué? Kayla sorbe té. —Jack me dijo que nos acosaste en nuestra cita. —Eso fue solo porque él era, objetivamente una cara desagradable, pus de trasero comedor de gusanos, y tuve que… —Sé que le pagaste para que me sacara —interrumpe. Abro la boca como un pez particularmente mudo—. Está bien. Lo he superado. Eso parece que fue hace tanto tiempo. —Tú… —Trago—. ¿No estás súper cabreada? —¿Por qué lo estaría? Fue una de las mejores noches de mi vida. —¿Cuando él…?


ella…

—La noche que rompimos. La mañana después de la fiesta de Avery, cuando

Cuando ella encerró a Wren y a una drogada Kayla en una habitación. No dije eso, sin embargo, realmente no necesita ser dicho. Aparta su cabello. —Eso fue cuando Wren y tú fueron a patear el culo de Avery. Jack y yo hablamos sobre muchas cosas. Esa fue una de ellas, lo confesó. —Nunca lo hice. Mierda, nunca lo hice —digo al instante—. Y lo siento mucho… —No seas idiota. —Me patea por debajo de la mesa—. Se acabó y fue hace mucho tiempo, de todos modos te habría perdonado por cualquier cosa. Excepto de matar a mi hermano. Y tal vez incluso te perdonaría por eso, dependiendo de cuánto había vomitado sobre mí esa semana. Nuestros rollitos de primavera llegan, y ahogo mi gratitud en brotes y carne falsa hecha de cuajada de inocentes frijoles. Kayla habla de Massachusetts y todos los lugares que va a visitar con Wren. La costa este se adaptará a ella, es hermosa, bronceada, alta y una gran ciudad está casi necesaria, así que la máxima cantidad de criados serán capaces de disfrutar de su esplendor mientras ella florece en la mujer más bella del mundo, y finalmente, la Reina del Poniente. —Ni siquiera me gusta Juego de Tronos —dice—. Todo el mundo es demasiado blanco. Los libros tienen menos personas blancas, y esto lo sabría si leyera más a menudo. —He estado leyendo la Guerra y la Paz. Corrección: sabría esto si leyera mejores libros con más frecuencia, y no libros tontos. —Oh, Dios mío eres una esnob. Soy la mejor amiga de una esnob de libro. Aparto mi cabello y ordeno arroz frito. Kayla ordena curry de coco. En algún lugar afuera un hombre grita: “COÑO” y otro hombre grita: “PARA”, pero nunca los veo. Es todo muy dramático. Kayla revisa sus uñas, una mirada sombría reemplazando su débil y exasperada alegría. —Voy a echarte de menos, esnob. Me estiro a través de la mesa y pongo mi mano sobre la suya. —Siempre estaré contigo —digo. Sonríe, y continúo—: Como un par de ojos sin cuerpo. Observando tus glúteos con gran admiración, corta envidia, corto protector de instinto maternal. —Asco. —Wren no sabrá qué lo golpeó cuando me materialice de aire en su primera noche de ponerse manos a la obra y lo golpee en la boca. —Kayla me mira—. Suavemente. Golpearlo en la boca suavemente —corrijo—. Con mi dedo meñique.


Nuestra comida llega y comemos como hienas hambrientas, lo cual es una mejora, porque en la escalera de voraces comedoras adolescentes estamos justo debajo de los grandes tiburones blancos y por encima de las hienas hambrientas, lo que significa que en realidad estamos comportándonos. La camarera no parece pensar así, y arruga la nariz cuando retira nuestros platos, los aros de alimentos dejados atrás como halos de gloria. E indigestión. Me dirijo hacia el baño por un segundo para lavar mi rostro de la salsa de maní. Y es entonces que los recuerdos empiezan a fluir de vuelta con una particular venganza. Jack apoyado contra ese mostrador, cuando tocó ese lavabo. Tocó mi rostro por primera vez mientras estaba parado entre el mostrador y la pared. Jack estuvo en cada baldosa de este cuarto de baño, y no puedo escapar de eso. Y no quiero. Podría estar perdido, desaparecido de mi vida como un fantasma, ¿pero aquí? Todavía está aquí. Puedo imaginarme su alta figura aquí. Puedo cerrar los ojos y estar en el pasado otra vez. Solo se trata de un tonto cuarto de baño en una imitación de restaurante tailandés. Pero para mí, es mucho más. Me lavo la cara y me miro en el espejo. Esta es la última cena con Kayla por mucho tiempo. Cuatro meses, por lo menos. Salgo mañana y ella se va una semana después. Aquí es donde todo se detiene y comienza de nuevo. Nadie sabe qué pasará, pero estoy decidida a mantener en mi vida a la niña que no quiero perder. No como perdí a Jack. —¿Todo bien? —pregunta cuando vuelvo a la mesa—. ¿Diarrea? —Oh, constantemente. Es mi superpoder. Cagadora semiautomática. Está callada, lo que significaba que, bien no entendió mi broma, o no estaba escuchando. —Lo extrañas, ¿eh? —dice en voz baja. Sé de quién está hablando. Es difícil no hacerlo cuando él es todo un elefante rosa gigante pero sentado en nuestras caras. Espiritualmente. Espiritualmente sentado en nuestras caras. Pero juego al tonto porque así es más fácil. —¿A Wren? Claro que sí, lo echo de menos. Anoche le envié un mensaje de texto a ese nerd en Facebook y nunca… —Quise decir a Jack, tonta. Me quedo callada. Kayla suspira y cruza los brazos sobre su pecho mientras espera por la cuenta. —No es justo. Solo se fue y te dejó. Me río, un sonido amargo. —Está bien. No había nada entre nosotros, de todos modos. Recibo otra mirada mortal más aguda. Aprendió bien de Avery.


—No me mientas, ¿de acuerdo? Hay toda una escuela que puede dar fe de su atracción mutua. Soy tu mejor amiga y salí con él por un tiempo. Sé exactamente cuánto significaban el uno para el otro. —Obviamente no mucho. —Me río de nuevo—. Ya que se fue tan rápido. Sin decir adiós. Esta vez se queda en silencio, esperando por más. Sonrío. —Vivir es realmente extraño. Nunca te acostumbras a esto. Pero sucede de todos modos. A veces encuentras cosas que lo hacen un poco más cómodo y tratas de aferrarte a esas cosas, mientras más apretado te sostienes, es cuanto más rápido se escurren. Miro por la ventana a la calle principal pintada de atardecer, las farolas doradas empezando a florecer. Echaré de menos este pequeño pueblo. Este no me echará de menos a mí. —Creo que Sophia sabía eso mejor que todos nosotros. Tal vez era la única en el mundo que sabía eso. Tal vez por eso es que solo... lo soltó. Debido a que las cosas que amaba se estaban yendo más rápido cuanto más apretadas las mantenía. Isis… Me volteo para mirarla. —Estoy bien, lo prometo. He estado pensando mucho en ella. Acerca de lo que podría haber hecho. Abue me dijo que no podría haber hecho nada, pero podría haberlo hecho. Podría haberlo dejado ir y quizá Sophia aún estaría aquí. —¡Eso no es cierto! —protesta. —Tal vez lo es. Tal vez no lo es. Pero la única cosa que realmente sé es que en ese mundo alterno donde dejo ir a Jack, es más probable que Sophia todavía esté viva. Kayla se estremece. La camarera deja la factura, pero ni siquiera se da cuenta. Me muevo hacia esta. —¿Vas a pagar eso? ¿O lo hago yo? A regañadientes hurga dos billetes de veinte, y le doy uno de cinco para la propina. En el camino a casa, con el cielo oscuro y sin estrellas como el agua fría del océano, finalmente habla: —No hiciste nada malo, Isis. —No —concuerdo—. Tienes razón. No hice nada malo. Pero no hice nada, punto. Kayla trata de romper el hielo oscuro que está capeando sobre nuestra conversación, y también lo intento. Esta es la última vez que vamos a vernos la una a la otra en un tiempo, e incluso con ese conocimiento, la sombra de la muerte de Sophia nos persigue. A mí. Me obsesiona y está arruinando este adiós, pero ni siquiera puedo detenerlo.


—Mira, Kayla, lo siento. Solo... de verdad lo siento. No sé cuándo me volví así, y me prometí que no sería así… —Pero es más fácil decirlo que hacerlo —interrumpe—. Lo sé. Wren también ha sido así. No te preocupes. Está bien. He tenido práctica en manipular gruñones. Su sonrisa es un poco débil. Cuando entramos en mi camino de entrada, nos sentamos en el auto oscuro, viendo a las polillas atacar la luz del porche. Se lanzan hacia esta, una y otra vez, como si quisieran prenderse en fuego y quemarse. —Soy afortunada de conocerte. —Le sonrío—. Y soy el triple de afortunada de que tengas una cosa por los bichos raros locos. Prácticamente me gané la lotería de amigos. —Yo también. —Kayla pone mala cara—. Sin ti, nunca me habría dado cuenta de que Avery estaba usándome. —Jack ayudó. Asiente, sonriendo con ironía. —Supongo. Un poco. —¿Te acuerdas de la primera vez que nos conocimos en la fiesta de Avery? ¿Y él te hizo llorar? —Oh Dios, era una llorona. Ni siquiera puedo creer lo tonta que era. Y eso fue simplemente, como, hace diez meses. Pude haber tenido un bebé en ese momento. —Un llorón —agrego. —Todos los bebés son llorones —dice. Adopto la manera de un sabio anciano muy inteligente y lo expreso mientras considero. —¿Pero todos los llorones son... bebés? Kayla cortésmente me golpea, luego suspira y se inclina hacia atrás en su asiento. —Jack fue el primero en mencionarlo, me hizo empezar a cuestionar todo, porque estaba pasando el rato con Avery, realmente disfrutaba de su compañía, cuántos de mis sentimientos estaban ocultos detrás de las tiendas y los chismes. Sin él, me habría costado mucho más. —No lo habría matado poner un poco de maldita azúcar en esto —gruñí—. ¡Willy Wonka lo hace todo el tiempo, y está bien! ¡Loco y posiblemente homicida, pero está bien! Se ríe y niega. —Conoces a Jack, y sabes que no funciona de esa manera. Sonrío, la cosa un poco torcida, pero todavía entera. Kayla pone su mano sobre mi hombro.


—Ustedes dos son... lo mismo. No me di cuenta antes, pero Wren me lo indicó y tiene razón. Ustedes dos realmente son lo mismo. Así que creo que... creo que incluso si se ha ido ahora, volverá. La gente como tú, no se encuentra muy a menudo. Va a regresar. —Y cuando regrese, voy a cortarle la cabeza —anuncio. —Vas a saludarlo —dice con severidad—, con un abrazo. —Voy a saludarlo con un abrazo. A su torso. El cual estará extrañando una cabeza. Kayla lleva su palma a su rostro, y la abrazo, riendo. Riendo alegre, riendo de verdad. Riendo por primera vez en lo que parece por siempre. De verdad no estoy perdiendo a mi mejor amiga. Solo vamos por nuestros propios caminos. Nos estamos esparciendo en diferentes vientos, pero vamos a reunirnos de nuevo. Estamos explorando el mundo en diferentes direcciones. Como Colón y Magallanes, yendo audazmente a donde ningún apestoso explorador europeo del siglo XVI y su equipo de hombres con escorbuto han ido nunca antes, excepto que uno de ellos murió de fiebre, y, algo como un motín, creo, y el otro era más o menos un bastardo racista que permitió cientos de años de genocidio, por lo que en un arrebato de buen juicio decido vetar esa metáfora del todo. —Gracias a Dios —dice Kayla—. ¿Puedes salir ahora?


3 años 45 semanas 0 días He llegado a la única y muy original conclusión de que irse de casa apesta. Nadie jamás en la historia de la humanidad ha llegado a esa conclusión. Nadie excepto yo. Soy especial. —Isis, vamos a llegar tarde. Y voy tarde. Ya voy muy tarde. No obstante, el hecho de llegar tarde no me detiene de despedirme como debe de ser. Mientras mamá enciende el auto, me quedo de pie en la entrada e inhalo el aire mohoso de 18 años de angustia. No pasé todos esos 18 años aquí, pero toda la mierda que pasó en el último año y medio hace que se sienta como mucho tiempo. Adiós, habitación pequeña. Adiós, niña que solía ser. Abrazo a la Sra. Muffin y me voy. Mamá maneja despacio y con cuidado. Tomo sorbos de una gaseosa ginger ale y observo la autopista pasar. De repente, un pensamiento aterrador me golpea directamente en la cabeza con su palma sudorosa. ¿Qué diablos hice con mis años de adolescencia? No hice voluntariado, ni deportes. No me convertí en una princesa guerrera en mi cumpleaños número 16, ni tuve un gato que hablara e hice aparecer ropa. Hogwarts ni siquiera me mandó una carta y de hecho aún no los perdono por eso. Esperen a que vaya a Londres, encuentre la Plataforma 9 ¾, me meta al otro lado y libere mi ira. Haré que Voldemort se vea como una marioneta. Me besaré con Draco. Y entrenaré a un montón de elfos para que me abaniquen y me traigan uvas… Me detengo cuando me doy cuenta de que estoy escribiendo mentalmente un fanfic de Harry Potter de camino a la universidad. ¡Concéntrate! Necesito concentrarme al menos siete veces si voy a dar una fabulosa impresión. O cualquier impresión. Prefiero dar una mala impresión que ninguna. Mientras mamá toma la salida, suspiro. Ni siquiera besé a un chico. De verdad, de todas formas. No borracha.


Sí hice otras cosas. Sostuve manos, y di abrazos. Sin Nombre pretendió ser lindo usando abrazos y tomándome de la mano. Una o dos veces me dio una pista de que pensaba que era bonita. Pero eso fue una actuación para que confiara en él antes de la gran cosa. Pequeña cosa. Ni siquiera se merece un prefijo. Solo: “cosa”. También tengo que dejar eso atrás. No hay espacio para eso. No si quiero seguir con mi vida. He hecho lo mejor que puedo para enterrarlo, ignorarlo hasta que se vaya, y como que ha funcionado. Llegué lo suficientemente lejos como para dormir en una cama con Jack sin enloquecer. Así que estoy mejorando, y es muy bueno saberlo. Me da un poco de esperanza donde no solía haberla. Jack me ayudó a darme cuenta de que no soy desagradable. No estoy sin esperanza. No soy del todo fea. O quizás me di cuenta por mí misma. De cualquier forma, pelear con él me ayudó a darme cuenta de muchas cosas. Maduré de todas las formas posibles. Un agudo dolor irradia en mi pecho, pero me lo sacudo como a la suciedad en mi hombro y observo la sonrisa de mamá. —Ahí está el letrero, dulzura. ¿Puedes sacar el mapa? UNIVERSIDAD ESTATAL DE OHIO se lee en verde y blanco al costado de la carretera. Saco el mapa y la dirijo hacia el campus. Árboles y rosales florecen como locos, los pastos verde esmeralda moteados, el sol de la tarde brillando. Los edificios son todos de viejos enladrillados, con hiedra creciendo sobre las ventanas y columnas romanas. Los dormitorios están desgatados, pero son bastante grandes. Cientos de chicos caminan alrededor, sus padres caminando con ellos o parados fuera del auto y abrazándolos por última vez, o ayudándolos a cargar sus maletas al dormitorio. Mamá se estaciona y sale, y mi estómago se hunde con emoción mientras sujeto la manija de la puerta. Esto es. Así es como termina mi niñez. Palpo las quemaduras de cigarro en mi muñeca y me aseguro de que mi manga las esté cubriendo. Retiro lo dicho. Mi niñez terminó hace mucho tiempo. Mamá no puede levantar mi pesada maleta o mochila, así que yo las llevo escaleras arriba y ella me sigue. La habitación es pequeña, blanqueada y está en el segundo piso, justo al lado de la salida de emergencia. No hay alfombra, solo fríos mosaicos, y las camas son tan altas que parecen hechas para, al menos, Hagrid. Dos camas están metidas en extremos opuestos de la habitación, una ventana entre ellas. Dos escritorios están justo a los lados de las camas, con instrumentos para torturar hasta al trasero de más alto calibre —sillas de madera. Dos armarios esperan ser llenados con zapatos, condones, exámenes reprobados o con lo que sea que los chicos universitarios llenan los espacios vacíos. Sueños rotos, quizás. Mi compañera de cuarto ya ha reclamado el lado izquierdo, así que dejo caer mis cosas en el derecho. Mamá me consiente tomando las sábanas que empaqué y haciendo mi cama. La observo trabajar, sabiendo que extrañaré verla hacer cosas pequeñas como ésta. Reviso el armario de mi compañera —una guitarra, muchas


chamarras militares y botas para escalar. Su escritorio está lleno con joyería de plata —broches, anillos con calaveras y collares con espinas de la muerte. Síp. Nos llevaremos solo bien. Mamá termina la cama, caminamos escaleras abajo y nos sentamos en el pasto, empapándonos del sol. Mamá sostiene mi mano, acariciándola con su pulgar. —Lo siento, Isis —empieza. —¿Por qué? ¿Por no darme a luz una o dos semanas después? Quería MUCHO ser de signo Leo. No esa cosa sin sentido de signo Cáncer. Mamá sonríe irónicamente. —No, no por eso. Por… no lo sé. Siento como si no hubiera hecho un buen trabajo. Pero supongo que cada padre se siente así. Aprieto su mano. —Lo hiciste lo mejor que pudiste. La tía lo entendió. Ambas lo hicimos. Asiente y aprieta mi mano en respuesta. —Solo estoy contenta de haber podido estar contigo en tu último año en casa. Incluso si… incluso si fue difícil. Ahora sé cómo luce el arrepentimiento. Lo vi en cada línea del rostro de Jack en el funeral. Nunca olvidaré cómo se veía, ni siquiera si los Zabadoobians me secuestraran y borraran mi mente. Mamá lo usa como un chal, delgado pero cerca de ella, firmemente dibujado. Tiro mis brazos alrededor de ella y entierro mi cabeza en sus hombros. —Está bien. Me divertí. Fue difícil pero me divertí y aprendí cosas, más cosas de las que jamás aprenderé en mi vida, así que estoy muy feliz de haberme ido a vivir contigo. Gracias por ser la mejor mamá del mundo. Pone un brazo alrededor de mí y en mi cabello, y comienza a llorar. —Te amo, Isis. —¡También te amo! —Me río, lágrimas saliendo—. Te voy a extrañar. La veré más que a Kayla, pero aun así duele. Soy tan buena despidiéndome como Tarzán usando ropa. Al menos Leo está en la cárcel. Estará segura por algunos años. La veo irse con mi corazón hundiéndose en picada, y se hace presente mientras me dirijo de vuelta a la universidad. Estoy sola. Nadie me conoce en la Universidad Estatal de Ohio. Tengo que empezar desde cero. Cientos de chicos de primer año me pasan en las aceras, pisoteando el pasto verde y mi corazón puro de señorita como si me atravesaran. Estoy más sin rostro que el Emperador Palpatine antes de que se quitara su máscara. Un gigante letrero sobre la biblioteca gigante de cristal dice: “¡BIENVENIDOS A BUCKEYES!”


—Más como bienvenidos a Fuckeyes —gime una voz a mi izquierda. Una chica con siete aretes en una oreja, una cara redonda, baja y fornida está a mi lado. Sus botas de combate y franela me dicen todo lo que necesito saber. Suprema Patea Traseros. Simultáneamente quiero ser ella y pelear con ella solo para poder decir que me golpeó. Parpadea hacia mí con sus ojos castaños con una línea gruesa de delineador. —Mmm, ¿qué? —¿Estaba pensando en voz alta? Hago eso a veces. Los doctores dicen que probablemente es Tourette3 pero yo digo que es un proceso más alto de evolución humana. Algún día el mundo entero será como yo y será genial. Las cejas rosas de la chica se elevan y se ríe. Es una risa llena y rica, como inquieta en vez de la risita de novela de la mayoría de las chicas. Me da la mano. —Yvette. Yvette Monroe. La estrecho. —Isis Blake. Pero mis amigos me dicen Loca. O Idiota. A veces ambas al mismo tiempo. Yvette sonríe. —Ya somos dos. Es entonces cuando reconozco uno de los fabulosos aretes de calaveras que está usando. Hay otro par en mi habitación. —Esto va a sonar un poco acosador, pero no pude evitar notar que decapitaste a Jack Skellington y te lo pusiste en las orejas. —¿Qué puedo decir? —Yvette se encoge de hombros—. Me gustan los huesos. —De hecho, a mí también, porque nuestros esqueletos soportan una estructura muscular interconectada y sin ellos seríamos masas amorfas de carne. No tendríamos dedos medio que mostrarle a la gente. ¿Estás en la habitación 14B? Los ojos se Yvette se agrandan. —Sí, así que eres… —¡MI COMPAÑERA DE HABITACIÓN! —grito. Un chico pasando a mi lado se estremece y me muestra el dedo medio. Le informo fuertemente que puede hacer eso por su esqueleto. Yvette luce complacida. Coloca su brazo sobre mis hombros y me hundo como cinco centímetros en la suave tierra. —Tú primero —dice, dirigiéndonos de regreso a nuestro dormitorio. —¿Primero qué? ¿Una carrera de tres piernas? Porque te diré que solo tengo una pierna buena, la otra está un poco sin rasurar y eso no es sexy… —La primera en contar la historia de su vida. ¿De dónde eres?

3

Tourette: El síndrome de Tourette es un trastorno neuropsiquiátrico heredado con inicio en la infancia, caracterizado por múltiples tics físicos (motores) y vocales (fónicos).


—Uh, Ohio. O quiero decir de, no. ¡Florida! Síp, eso es. Crecí ahí y me mudé aquí en mi último año. ¿Qué hay de ti? Oooh, déjame adivinar. Diablos, eres del Infierno. —Definitivamente soy del Infierno. Infierno, Kansas. —Me gustan los fideos sin cocinar y manejar como una maníaca —continúo. —Odio todo excepto el tocino y los pepinillos. Y no manejo. —Una vez en tercer año me metí dulces en la nariz para impresionar a un chico. Adelanto: no se impresionó. Yvette se ve impresionada, después mira por la ventana. —Comencé a fumar porque es el primer año de universidad y ya sé que la voy a abandonar. Y es su honestidad lo que me mata. Es la forma en que lo dice —toda franca, no dramática, solo honestidad modesta. Algo que nunca he tenido. Algo que debería tener. Algo que, si hubiese tenido, habría salvado la vida de alguien, quizás. —Mi amiga se mató —digo. Yvette mira encima de mí por un segundo, un segundo que se estira por lo que parece una hora y nunca quiero que termine, porque me está mirando en vez de ver a través de mí como todos en este lugar. Yvette abre la puerta y caminamos, señala a su cama. —Esta es mi mitad. Esa es tu mitad. Asiento y sonríe, su cabello rosa brillando desde atrás por el sol. —Vamos a conseguir algo de jodida comida. *** Realidad: la universidad es genial. Sé esto básicamente porque sirven almejas al lado de una pizzería y gyoza al lado de burritos y hay postre cada noche. Si lo prefieres. Y demonios que lo prefiero. Mi cama tipo Hagrid es muy de mierda, inteligentemente cómoda, pero el aterrador pensamiento de rodar metro y medio hasta el suelo en la noche me mantiene segura en la mitad y siempre bajo las sábanas. Yvette ronca y pone Metallica cuando hace su tarea, pero fuera de eso nos hemos estado llevando bien. Mejor que bien. Es más enojona que yo, algunas veces lo que equivale a al menos cuatro Premios Nobel, y es inteligente. No es inteligente como Jack, o algo así, pero tampoco es tonta como Jack. Siempre es dura y un poco enojona, pero se ríe más fuerte y se enoja más rápido que nadie que jamás haya conocido, excepto quizás Kayla cuando le digo que es linda. Pero la franqueza de Yvette es un cambio nuevo a los secretos del año pasado, la pasividad y agresividad. No trae a colación el suicidio de Sophia, incluso cuando le conté sobre ello el primer día para romper el hielo. No es del tipo que curiosea, y la adoro por eso. Fuma en la escalera de emergencia a veces y algunas veces me pongo ahí con ella y


trato de fumar pero eso usualmente termina conmigo vomitando así que nos detenemos muy rápido. Le contaré sobre Sophia a mi propio ritmo. O quizás no lo haga. Quizás solo me lo guarde, como me guardé lo de Sin Nombre. Pero no dejaré que me afecte esta vez. No dejaré que me hiera. No me sostendré del dolor como una bola de vidrio destrozado otra vez. Algún idiota de mierda me enseñó algo mejor que eso. Mis clases son geniales pero algo fáciles de esa manera extraña de inicio de semestre. Quiero decir, cuatro maestros asignaron ensayos de diez páginas para la próxima semana, pero cuarenta páginas es solo un camuflaje para mí. Solía escribir veinte páginas en mi radical-y-aún-así-quejumbroso diario pubescente diariamente. La única cosa que me es muy difícil es concentrarme, porque las aulas son enormes —auditorios que en cierto modo, podrían convertirse fácilmente en rings de gladiadores si trasladáramos la mesa del profesor y nos deshiciéramos de las sillas, y realmente, las paredes insulsas se verían mucho mejor con franjas de sangre a través de ellas y las luces también son muy brillantes, ¿brillan las bombillas? ¿Cómo haces brillar tanto una bombilla? ¿Su conserje puede volar? A mi lado en nuestros asientos en la parte de atrás, Yvette me informa que los porteros no pueden volar. Los vampiros, sin embargo, sí pueden. —Los vampiros son asquerosos —determino. —¿Has leído acaso Crepúsculo? —He leído muchas cosas excepto eso. —Es lo mejor. Los vampiros son los mejores. Los besos son los mejores. Me estremezco. Yvette, en su polo con un cráneo llameante y pantalón rasgado, suspira como una princesa de fantasía soñando con chicos. —Imagina tener sexo con un vampiro. —Imagina que vas a la iglesia y le rezas a tu señor y salvador —ofrezco. Se ríe y regresa a Facebook en su ordenador portátil. La mejor parte de la universidad, he decidido, son los profesores a los que no les importa una mierda si prestas o no atención. Es como dejar caer de la nada una bomba súper ruidosa, ignoran toda la navegación por Internet y los mensajes de texto. Nosotros estamos pagando por estar aquí, no al revés. Será diferente cuando lleguen los laboratorios, pero en este momento es Shangri-La4 y por favor no me hablen de laboratorios porque pensar en mí alrededor de químicos combustibles es tan estimulante que tengo que luchar para no orinarme constantemente por la anticipación. ¡Viva la ciencia! ¡Vivan los explosivos! Mamá llama cada noche, porque eso es lo que las mamás hacen. Eso, y como, suspirar. Pero mamá siempre suspiraba mucho, porque está triste la mayor parte del tiempo y también por tener una hija al borde de la locura como yo que haría 4

Shangri-La: es el topónimo de un lugar ficticio descrito en la novela de 1934 Horizontes perdidos.


padecer a cualquier alma de cualquier ser humano mortal. Excepto a Beyonce, porque todos sabemos que no es mortal del todo y también porque tiene a Blue Ivy, a quien ODIO porque es muy injusto, pues se suponía Beyonce que fuera mi mamá. —La música de Beyonce es terrible —dice Yvette mientras vamos a cenar. —Ah, sí —digo—. Permíteme marcar eso en esta pequeña lista que tengo titulada como “Las 25 razones por las que te unirás a mí en la Eternamente Agonizante Lava Pit Portion del Reino de Belcebú”. —Te hablas a ti misma demasiado. ¿Es como un defecto de nacimiento? —Es un efecto secundario de los residuos radiactivos con los que mi madre me bañaba de vez en cuando, cuando estaba embarazada de mí, sí. Yvette abre la boca para decir algo más, luego, la cierra y se vuelve del color de un sándwich de salsa de tomate —blanco en los bordes, rojo en el centro. Sigo su mirada hacia un grupo de chicas, pero antes de que pueda determinar qué dama voladora tiene su atención, Yvette aparta la mirada, aclarándose la garganta y agarrando un tazón de sopa. —Como sea —dice con mucha dificultad—. Hay un espectáculo de música en Emel Hall. Mayormente son tíos sudorosos tonteando con tambores y cubiertas de Alice In Chains. Deberías venir y educarte sobre la verdadera música. —Espera, vaya, ¿solo vamos a ignorar el hecho de que tú…? Yvette de repente usa una gran cantidad de sopa como limpiador de pisos. —¿Que yo qué? —dice bruscamente. —Uh, nada. No importa. Sí, iré. ¿Hay que pagar algo o qué? Se relaja visiblemente. —Es gratis. ¿Nos vemos a las 7:00 p.m., entonces? Respondo haciendo un movimiento como de tocar la guitarra, sonríe y se va. Como mi rebanada de pizza en la terraza, donde el sol moribundo pinta todo en colores oro pálido y plateado. Las sombras de los árboles crecen mucho, enredándose con las sombras de los transeúntes y desenredándose de nuevo. Y ahí es cuando lo veo. Me esfuerzo por no verlo. De verdad lo hago. Mi cerebro da un chisporroteo, y me olvido de cómo tragar. Mi piel hormiguea, caliente al principio, luego tan terriblemente fría que bien podría estar en Alaska. Empiezo a sudar, y mis ojos se mueven en busca de todas las salidas de la terraza —las escaleras, las escaleras de atrás, por la cafetería y por la puerta. Ni siquiera pienso en ello, solo lo hago. Estoy reaccionando en lugar de pensar cuando recojo mi plato y lo vacío en un flash de dos segundos, dos segundos y el terror tiene un asimiento completo y total sobre mí mientras me lanzo al interior de la cafetería y lo observo acercarse a través de la ventana. Rizado cabello castaño oscuro cae sobe sus ojos. Ojos del color del acero, un azul tan oscuro que no puedo ver luz en ellos. El color de las espadas y el océano, ambos aterradores, ambos fuertes, ambos pueden matarte. Mató una pequeña


parte de mí. Sus cejas son gruesas y su boca agradable, y si lo pensaras podría estar en una banda de chicos británicos, tal vez, posiblemente. Las pecas en su nariz todavía están allí, las pecas por las que había escrito poesía estúpida. Es más alto de lo que recuerdo —más alto que la mayoría de los chicos aquí y sus bíceps son enormes, ha estado levantando pesas y eso haría a cualquier chica desmayarse, pero a mí simplemente me da ganas de vomitar. Todo lo que quiero hacer es vomitar, aquí, en toda la maceta detrás de la que me estoy escondiendo. Pero por encima del pánico que está convirtiendo mi cerebro en puré, otra parte de mí grita en silencio. ¡Qué. Mierda. Está. Haciendo. Sin Nombre. Aquí! Aquí, de todos los lugares, aquí, de todas las malditas universidades. Tiene que ser una broma. Ha de estar visitando a un amigo o algo así. No puede estar matriculado aquí, aprendiendo aquí, durmiendo dentro de los mismos diez kilómetros que yo. No puede ser. Simplemente no puede. He venido aquí para evitarlo. Me mudé a todo un estado para dejarlo atrás, y ahora me encontró de nuevo. No, mierda, no hay manera de que esté aquí solo por mí. Es una coincidencia. Su mierda de los correos electrónicos amenazantes a principio de año no eran más que un último esfuerzo por burlarse, su forma de… de… de ¿qué? En algún lugar en el fondo de mi mente, las sesiones con el Dr. Mernich me golpean, el ardor oscuro y duro. Hacerme estallar. Su manera de hacerme estallar. Quería que recordara. Y ahora va a verme recordar. En persona. —O-Oye, ¿estás bien? Levanto la mirada. Una chica con el cabello color miel y grandes ojos grises detrás de gafas parpadea hacia mí. Huele un poco a rosas y almizcle. Mis poderes estelares de observación me alertan sobre el hecho de que tiene las tetas más grandes que Kayla y un grueso, suave vientre, aunque eso apenas se registra a través de mi bruma de pánico. —Definitivamente no estoy bien —digo, mi voz débil y alta. —Sí, te ves como la mierda. —La muchacha cubre su boca, luego susurra—: Mmm, no en general. Pero ahora te ves enferma, eso es todo. Mal, enferma. No, mmm. Rara, enferma. Rara, enferma. Puedo sentir literalmente las estrellas comenzar a brillar en mis ojos mientras la historia se despliega y descubro a la única persona en el planeta Tierra que puede haberme impulsado, a mí, Isis Blake, a hacer juegos de palabras estúpidos. Y tiene curvas fabulosas. Y olor a rosas. Pero entonces recuerdo que he estoy en medio de sufrir un ataque de pánico leve. —Eres muy linda y todo —digo rápidamente—. Pero ahora mismo estoy enfrentando el hecho de que mi ex novio viene a esta universidad, lo cual es una grosería extrema. Es probable que no quieras quedarte por algo que está al mismo nivel de asqueroso que una cubeta de la baba de Nickelodeon, así que si pudieras irte para que pueda volver al estado de ánimo aterrorizado y paralizado de antes te lo agradecería. La chica de las gafas frunce el ceño y busca en la multitud. —¿Te aterroriza? No estoy nada de acuerdo con eso. ¿Cuál es?


—Oh, es el que tiene el aura infernalmente amenazante apenas oculta bajo una máscara vaga de tendencias antisociales y abdominales, ahora mismo está entrando a esta sala y oh, dios mío me tengo que ir. Al espacio. Me lanzo por la puerta trasera mientras Sin Nombre entra en la cafetería. Trago el aire crepuscular y mis pasos son tan grandes y frenéticos que casi me caigo. La chica de gafas me estabiliza agarrando mi codo. —Oye, mmm, en serio, ¿quieres que te lleve a la enfermería? Lo considero por un largo momento. —Sabes, eso sería precioso. Pero primero vomitaré en tus zapatos, por lo que probablemente no querrás hacer eso o incluso ser remotamente amable conmigo nunca más. —Bueno. Sin contemplaciones vomito en sus zapatos. Cuando ya no estoy haciendo atractivos ruidos, la chica se ríe. —Soy Diana. Estos son los zapatos de mi compañera de cuarto. Ella es una perra. —Oh, hombre. —Me limpio la boca—. Me encanta echar a perder los zapatos de una perra. Lo he hecho tantas veces. Mayormente a este chico bastante estúpido. Y ahora a ti. No es que seas un lindo chico estúpido. Porque tienes tetas, no un pene. Obviamente. Mmm. Hay una pausa reflexiva. Diana parece perfectamente informada de su propio género. —Soy Isis. —Encantada de conocerte, diosa egipcia de la fertilidad. —Diana sonríe. —Ella estaba llena de conjuros mágicos y casi siempre andaba desnuda, lo cual es genial excepto porque probablemente había arena en su Hooha, pero me gusta eso de casarme con mi propio hermano (nota al pie: asqueroso), y si tuviera los poderes mágicos de Isis (juego de palabras totalmente previsto) estaría hechizando tipos, no sexeando con ellos, y definitivamente no me quedaría aquí durante cuatro años para averiguar qué no me importaría hacer para ganar dinero hasta que me muera y oh Dios, necesito morir. Yo también. En la acera. Diana me mira con una inconfundible curiosidad morbosa. —Tu charco de vómito está justo al lado de tu cabeza. —Señala amablemente. Arrugo la nariz y me arrastro cinco metros de lado en la hierba. La hierba se convierte en una colina y estoy rodando, huele a tierra y a nuevos brotes verdes y frescos, y cuando el mundo se detiene, deja de girar y yo me dejo de mover, Diana se tambalea por la colina preguntándome si estoy bien, trayendo ese olor suave de rosas con ella, y me echo a reír. Todo el terror en mi pecho quedó fuera por la caída. Rompió el duro y frío agarre de Sin Nombre. El olor de la tierra calentada por el sol y la sensación de


hierba cosquilleando mi trasero me recuerda que pasará. Él pasará. Morirá también, algún día, y entonces voy a ser realmente libre, pero ahora no es el fin del mundo. Él está aquí. Yo estoy aquí. Pero ahora somos personas diferentes. Soy más fuerte debido a todo lo que pasó. Gracias a él y al dolor. Pero mayormente gracias a Sophia, Jack, Kayla y Wren. Quiero ser feliz. Feliz como Sophia lo es ahora. Feliz como quiero que Jack sea ahora. Incluso si los dos se han ido. Incluso si todos se han ido. Incluso si estoy sola. Diana me mira reír, sonriendo, y se sienta a mi lado. Es entonces que confirmo mis sospechas —solo un total bicho raro sería capaz de seguir pasando el rato con alguien que vomitó en sus zapatos, luego rodó por una colina como un hámster con alto nivel de azúcar y entonces se rió de eso. Diana podría ser una asesina en serie. O una persona verdaderamente agradable. Como el tipo de persona que no debería estar merodeando a tu alrededor. —Estás llorando —dice con brusquedad, recogiendo un diente de león y soplando la pelusa. Me limpio el rostro. —Lo he estado haciendo mucho últimamente. Porque, ya sabes, el llanto es divertido. Si piensas en ello como un Splash Mountain para tus ojos. Diana se ríe. Me pongo de pie, quitando la hierba de mis esculpidos abdominales. —De todos modos, ha sido divertido, pero tengo que ir a contemplar el hecho de que podría estar perdiendo mis putas canicas. Diana se encoge de hombros. —Creo que solo tienes miedo. Da miedo. La universidad. Podemos hacer cualquier cosa. Podemos fallar, reprobar, beber, fumar o tener relaciones sexuales y a nadie le importa. Ya no somos niños. No hay padres aquí. Pase lo que pase en el futuro, sucederá por las elecciones que hagamos ahora. Eso da verdadero miedo. Miro su rostro. Ella abraza sus rodillas. —Y ver ex a los que no has visto en mucho tiempo, también da miedo. — Pierdo toda voluntad de irme y me echo a su lado. La última cosa que quiero hacer en este momento es estar sola. Vemos el atardecer pasar a través del cielo con fuego y terciopelo—. Los chicos son extraños —concluye Diana sabiamente. —No sé nada acerca de chicos excepto por qué a veces hacen ruidos extraños —digo. —Eso se llama hablar. —Oh. Diana mira de reojo hacia mí.


—Si hizo algo malo, puedo golpearlo por ti. —¿Generalmente vas por ahí ofreciendo mercenariamente golpear a la gente? —Tengo cuatro hermanos pequeños. Sería un desperdicio dejar que mis talentos se marchiten. Es mi turno de reír. Voces me hacen saltar. Disparo un cuidadoso vistazo hacia la colina, pero es solo una multitud de chicas ruidosas chillando a medida que pasan. —En realidad no quiero vivir mirando constantemente por encima de mi hombro de nuevo. —Suspiro—. Fue una mierda en la Florida y va a ser una mierda aquí. —Diría que lo ignores, pero supongo que eso es más fácil decirlo que hacerlo, ¿eh? Asiento. Diana recoge una brizna de hierba. Estoy a punto de decir algo profundo y posiblemente cambia-vidas cuando la clara y fuerte voz de Yvette corta entre nosotras. Una funda de guitarra está atada a su espalda, su cabello rosa a juego con la puesta de sol. —¡Oyeeee! ¿Vienes al espectáculo o qué, nueces locas? Me pongo de pie temblorosamente. Disparo una última mirada hacia la cafetería. La gargantilla de espinas alrededor de mi cuello se ha ido ahora. Él se ha ido. Estoy a salvo. Por ahora. Diana está conmigo y le sonrío. —En una escala de uno a obvio, ¿cuánto te gusta la música?


3 años 47 semanas 1 día Emel Hall es un artilugio masivo de cristal y madera construido por ricos ex alumnos con arrugas que querían ver su nombre en algo grande e impresionante antes de estirar la pata. Las discográficas y la gente a la que le gusta demasiado los Bright Eyes se pasan aquí más o menos las veinticuatro horas del día, y son los que han montado todo esto. Es una batalla de bandas acordada, un puñado de jóvenes universitarios grunge con bandas aspirantes a indies que actúan en un escenario para una multitud de universitarios del mismo tipo. El alcohol no está permitido, pero la gente lo mete en botellas de agua y petacas, riendo y hablando de ello como piratas anegados. Con fondos fiduciarios. Y ensayos con fecha de entrega para el día siguiente. No es como si los piratas hubieran escrito ensayos. Pero si lo hubieran hecho, habrían sido sobre loros cantantes, peleas de cuchillos y botines gordos que no fueran mujeres, o posiblemente al mismo tiempo sobre mujeres y tesoros, porque, bueno, son piratas. —Sostén esto por mí. Sácame fotos. Quiero ver mi propia increíble vida en tecnicolor. —Yvette pone un teléfono en mi mano. Diana, pareciendo un poco perdida pero dulcemente emocionada, se ríe. —¿Estás en una banda? —pregunta. Yvette la mira como si acabara de verla por primera vez. —Mm-jum, sí. Sí. Major Rager. —No es una fiesta tan buena —corrijo—. No hay tanta gente desnuda. —Gran Fiesta es el nombre de la banda, idiota. —Yvette me da un codazo—. Llego tarde, somos los siguientes. Si ALGUIEN hubiera respondido a su teléfono en vez de hacerme correr alrededor del campus buscándola… —¡Te lo he dicho! El gobierno está escuchando todo lo que digo. He cambiado a señales de humo. —Hay una pausa—. Su cuota de mensajes es obscenamente barata. Y el incendio… Yvette pone los ojos en blanco y camina a través de la gente hacia los camerinos. Diana y yo vemos cómo la banda actual hace pedazos los corazones de la multitud cuando su guitarrista principal arranca en un solo desgarrador.


—Es guapa —me grita Diana. —¡No tan guapa como yo! —grito—. Espera, ¿de quién estamos hablando otra vez? —Tu amiga. ¿Yvette es su nombre? —Oh, sí. Es mi compañera de habitación. De alguna manera infecto todo lo que toco de esa manera. Se va a volver todavía más guapa a medida que mis esporas tomen su cuerpo y la conviertan en mi dispuesta sierva. Diana se ríe. Hago una pausa. —No soy realmente tan mala. —Lo sé —dice—. La gente mala no llora tanto como lo haces tú. No solía llorar tanto, y quiero decirle eso, pero me doy cuenta de que la historia sería demasiado larga. Podrías meterla en, como, al menos tres libros. Así que en su lugar contemplo si Diana ha querido decir que Yvette es guapa en la forma general de chica adorable o la forma “oye, nena, eres tan guapa que deberías meterte en mi cama”. La repentina inmensidad de dónde estoy choca contra mí justo cuando el enorme cansancio de un día emocionalmente agotador decide darme un puñetazo. Es una oferta de dos por uno, murmuro una excusa y tropiezo a través de la multitud, buscando alivio fuera, donde la gente fuma y la música no es tan chillona. Abrazo mis rodillas hacia mi barbilla y observo cómo la luna se alza sobre el silencioso campus. Este es mi hogar ahora, pero no se siente como un hogar. ¿Cuándo se empieza a sentir como un hogar? —Cuando empiezas a sentirte segura —irrumpe una voz. Mis oídos lo saben antes que mis ojos y de repente me arrepiento de haber salido, haber venido a esta universidad, y vivir en general. Sin Nombre me sonríe, con las manos metidas casualmente en los bolsillos de su pantalón. Es alto y está envuelto en sombras y las puntas de mis dedos se entumecen. Se sienta junto a mí, la parálisis sale de él en oleadas estáticas y me inunda hasta la altura de los ojos. —Pero nunca te sentirás a salvo, ¿no es así? No conmigo alrededor. —Sin Nombre me mira directamente a los ojos, y alguna parte profunda de mí se enrosca a mi alrededor, esperando el inevitable dolor. —¿Por qué? —Me las arreglo a decir a través de mis labios apretados. Sin Nombre se encoge de hombros, apartándose el cabello de los ojos. —Mi tía y mi tío, los padres de Wren, están aquí en Ohio. Mamá se sentía mejor enviándome donde hay familia. Yo quería ir a la universidad de California en San Diego, pero, ya sabes. No siempre puedes tener todo lo que quieres en la vida. E incluso si lo consigues, puede que te arrepientas. Pero ya lo sabes, ¿no? Me sonríe, todo dientes, y empiezo a temblar, mis piernas, mis brazos y mi cuello estremeciéndose incontroladamente.


—Realmente lo siento por tu amigo. —Sin Nombre suspira—. Empujó mis botones durante mucho tiempo. Insecto molesto. ¿Cuál era su nombre? ¿John? ¿Jake? Lo que sea, ya se ha ido. No ha empujado desde hace meses, y los registros de tu escuela secundaria demuestran que dejó de ir hacia el final. Debe haber apestado, finalmente encontrar a un chico lo suficientemente estúpido como para follarte y luego tener que verlo deslizarse fuera de tus dedos. Sin Nombre se ríe, y rápido, demasiado rápido, me palmea el hombro. El pánico tensa cada músculo sin mi permiso y, como si estuviera siendo controlada por hilos de marioneta, mi pierna sobresale y le da una patada directamente en el costado. Él hace un ruido de tos sin aliento y la máscara fría que mantiene se fractura, su sonrisa dando un giro cruel, la luz jovial en sus ojos convirtiéndose en una ofensa maliciosa. —Tú pequeña zorra… Sus manos intentan alcanzarme y lo estoy esquivando, pero ninguno de los dos consigue ir más allá porque alguien se interpone entre nosotros. —Es suficiente. Y reconozco esa voz también. Pantalón oscuro, una camisa con las mangas arremangadas. Hombros que conozco, hombros contra los que dormí hace mucho tiempo. Cabello leonado dorado y marrón que sobresale por atrás. Es una ilusión, tiene que serlo. —¿Y quién demonios eres tú? —se burla Sin Nombre. —Me duele que no me reconozcas, Will. ¿Todo eso de meterte en los registros de nuestra escuela, pero nada de meterte en mis fotos? Eso es vago de tu parte. Flojo. Casi lo llamaría un error. Veo que los ojos de Sin Nombre se agrandan, pero rápidamente adopta un rostro neutral, con una sonrisa en su boca mientras se pone de pie, su estatura casi al nivel de la del recién llegado. —Todos estamos aquí entonces. Fabuloso. La fiesta puede empezar finalmente. Ya era la maldita hora —se burla Sin Nombre. Mira al recién llegado y luego a mí, antes de volverse y alejarse por la bien iluminada acera. Como un hechizo, la parálisis desaparece cuando él está fuera de vista, y jadeo en busca de aire. —Mierda, mierda, rancia mierda de mono. —Me levanto y me sacudo, deseando que el temblor se detenga. Harán falta horas. Y no es solo Sin Nombre quien lo está causando. Jack Hunter se vuelve hacia mí. Se sienten como años, pero solo han pasado meses. Unos pocos meses. Parece mucho más mayor, con líneas alrededor de sus ojos que no solían estar ahí. Su rostro ha madurado de alguna forma, los duros ángulos de la pubertad redondeados de una manera hermosa y halconada. Sus ojos son del mismo frígido y claro azul, las cejas juntas apretadamente. —Isis, yo…


Echo mi puño hacia atrás y le doy un puñetazo. Su cabeza gira hacia un lado y la gente a nuestro alrededor se calla todavía más. Alguien murmura: “pelea”, pero nadie se mueve. Excepto Jack. Lentamente gira su cabeza hacia mí, un ronchón rojo aflorando sobre sus pómulos altos como los de Légolas. Espero que la rabia congele sus ojos, pero nunca lo hace. —Isis —repite, más suave ahora. —¿Quién demonios crees que eres al salir corriendo de esa forma? Jack se estremece (¿estremecerse? ¿Jack? Nunca). Pero no aparta su mirada de mí. —Estás temblando —dice. —¡Sé que estoy jodidamente temblando! ¡Estoy muchas cosas ahora y temblar es la menos homicida de todas! ¡Nos dejaste a todos! Simplemente… ¡desapareciste! Tu madre, Wren, mierda… todo el mundo. ¡Dejaste atrás a todo el mundo! Jack frunce el ceño profundamente. Atisbo un vislumbre de sus manos en sus costados, fuertes y delgadas como siempre. Quiero sostenerlas, quiero sostenerlo, abalanzarme y abrazarlo hasta que no pueda respirar o irse otra vez, decirle que está bien, decirle que lo perdono, pero la furia y las palabras de Sin Nombre se mezclan en mi cabeza y salen como ácido por mis labios. —Me dejaste. —Isis, por favor, déjame… —¡No! —interrumpo su suave y suplicante voz. Esto es tan no como él que me asusta. Casi tanto como las manos de Sin Nombre lanzándose para agarrarme. Casi—. ¿Creías que un jodido billete a Europa haría que te perdonara? ¿En qué jodido planeta un billete es el sustituto de un maldito adecuado adiós, y cómo puedo evitar ese supuesto planeta por todo el tiempo concebible? *** Ella es fuego e ira, con todas las garras extendidas, su cabello balanceándose a su alrededor en un suave viento de noche de verano y sus ojos canela ardiendo con la luz del pasillo. Brilla en la oscuridad de terciopelo, un poco más delgada de lo que la recordaba y un poco más triste, pero ardiendo de igual forma. Siempre ardiendo. Me caliento con su furia, abrazando la sensación cálida y dulce de su ira y toda la vibrante vida detrás. Está aquí, está a mi alcance. Es real y corpórea y está enfadada conmigo. Tal vez nunca haya estado no enfadada conmigo, y es por eso que se siente correcto. Siempre hemos estado en desacuerdo. Siempre hemos colisionado. Después de meses de sentirme mal, esto —mirar a mi diablillo (¿mío? No, desaproveché la oportunidad de llamarla mía.)— es lo único que se ha sentido bien. Los planetas están alineados, el último engranaje encaja en su lugar, y el mundo comienza a girar otra vez, como es justo y necesario.


—Pensaba que ibas a ir a Stanford —intento. Se enfurece. —No cambies de tema, grano en el culo. —Deberías haber ido a Stanford. Habría sido un reto para ti. Habrías sido más feliz ahí. Habrías doblado el mundo a tu voluntad. Habrías conocido a chicos más inteligentes y buenos ahí. Chicos que no son yo. —Vaya. —Frunce el ceño—. No pensaba que fuera posible, pero de alguna manera te has vuelto mejor en cabrearme. Llama al Papa porque tenemos un jodido milagro de buena fe en nuestras manos campesinas. A través de la ira puedo ver sus hombros temblando. No pensé que fuera ella, en primer lugar. Estaba tan quieta, todos sus mechones púrpura desvanecidos. Pero reconocí a Will Cavanaugh. ¿Cómo podía no hacerlo? Estudié su rostro en el expediente durante noches sin fin, memorizando cada línea y curva, planificando dónde y cómo lo lastimaría más. La chica dócil hablando con Will no podía haber sido Isis. Pero entonces vino la patada a su bazo, salvaje, furiosa y todo reacción, sin premeditación, y supe de inmediato que era ella. Aquí, de todos los lugares. Mi corazón tartamudeó, el color y la calidez fluyendo a donde meses de entrenamiento y culpa los habían drenado hasta grises y negros. —¿Qué hay de ti? —escupe cuando no digo nada—. ¿Harvard se puso demasiado presumido para ti? A quién estoy engañando, la reina de Inglaterra es menos esnob que tú. —He sido trasladado aquí. Nunca fui a Harvard. —Entonces. ¿A. Dónde. Demonios. FUISTE? Sus palabras son veneno lento, sus ojos están entrecerrados. No puedo decírselo. No lo entendería. No, sí lo haría. Lo entendería mejor que todos, y por eso no puedo decirle. Eso me acercaría más a ella. Estuve encantado de aceptar este trabajo al principio, aunque solo fuera por mi venganza planeada a Will, pero ahora que ella está aquí, me arrepiento. Esta escuela nos acerca. Tan cerca. Lo suficientemente cerca como para que la lastime otra vez, haciéndole daño hasta un punto de no curación, como hice con Sophia. Saboreo los cortes que su furia me hace, el dolor que me deja saber que sí, todavía estoy vivo. Incluso después de tratar de matar al viejo yo, el hijo de puta que hace daño, de dejarlo atrás enterrado en culpa al lado de Sophia y Tallie, una sola llama de los labios de Isis me recuerda nuestra guerra, nuestras palabras, nuestro vínculo. Quiero besarla. Quiero besarla mientras me convierte en cenizas. Quiero que me mate como si yo no hubiera tenido el valor de hacerlo. Pero está temblando. Así que me conformo con palabras. —Pensé que nunca te vería de nuevo —digo.


Se burla. Su armadura está mostrándose con toda su fuerza, más resistente y más quisquillosa que nunca, gracias a mí. Gracias a Will. Gracias a bastardos como nosotros dos. —Aprendiste esa línea en una de las novelas románticas de pacotilla de Sophia… —Cubre su boca al instante, pero es demasiado tarde. El nombre de Sophia resuena en el espacio abierto, desgarrando los puntos de nuestras heridas. Pero donde el dolor detiene a la mayoría de las bocas, enciende la de Isis—. Te odio, Jack Hunter. Quiero abrazarla hasta que ya no pueda detenerme, hasta que no pueda escapar a algún lugar más seguro. Algún lugar sin mí. Asiento en su lugar. —Lo sé. —No. No lo sabes. Crees que esa guerra inmadura era odio. Pero esto… esto es… —Cierra sus ojos apretadamente—. Me dejaste. Me dejaste como a todos los demás, y no puedo perdonarte por eso. —No tienes que hacerlo —digo—. No me debes nada. Se ríe, su severa fachada rompiéndose por un momento, su antigua personalidad derramándose a través de las grietas. —Y no me debes nada, obviamente. Ni siquiera una llamada. Ni siquiera un maldito mensaje de texto diciendo, oh, no sé, “no estoy descomponiéndome en un río en algún lugar después de tirarme de un puente, todavía estoy respirando, no esperes por mí”. Y ahí es cuando lo veo. No es ira porque le haya hecho daño. La ira de Sophia era siempre porque le había hecho daño. Ésta ira más pura, más brillante, es porque hice preocupar a Isis. Porque pensó que estaba muerto, o más bien, porque no sabía si estaba vivo o no. Es demasiado amable, demasiado maternal para que esta furia sea por algo más que un instinto de protección negado. Tuve ese tipo de ira una vez, también. La desaté sobre Isis después de que la hubiera atrapado en mi habitación mirando mis cartas —en mi mente, tratando de llegar a Sophia. He conocido a Isis el tiempo suficiente (no, casi un año, pero se siente como siglos) como para saber que cuando tiembla, ha ido demasiado lejos. Cuando tiembla, su pasado está alzando la cabeza, arrojando sombras sobre su mente. Siempre he considerado abstenerme de tocarla, de volverlo peor, y aunque me grito a mí mismo para permanecer de esa manera, no puedo. No puedo. Doy un paso hacia ella, envolviendo mis brazos alrededor suyo débilmente y apoyando mi cabeza en su cuello. —Ya no puedo hacerlo —digo en voz baja—. Traté y traté, Dios, traté de ser el más fuerte. De hacer las cosas bien para todos. Isis se pone rígida, y por un segundo me doy cuenta de lo que estoy haciendo y trato frenéticamente de alejarme. Algo desesperado y oscuro está carcomiendo mi centro, frenado por el brutal entrenamiento de Gregory y mi propia contención y


negación. Pero, como la bomba que es, simplemente ver a Isis de nuevo provoca grietas en esa presa, y va a ver a través de las grietas al verdadero yo, me va a ver como nadie más lo ha hecho, como estoy fingiendo no estar, roto y muerto por dentro, y tengo que irme, serenarme, pero no me deja alejarme, envolviendo sus brazos apretadamente alrededor de mi cintura y manteniéndome presionado contra ella, contra su calidez, olor y silenciosa comprensión. —Lo i-intenté —susurro—. Traté de protegerla a ella y a ti, y a todo el mundo. Pero lo único que hice fue matarla. Fallé. Fallé y la maté, y te lastimé. Aprieto mis ojos cerrados, caliente humedad agrupándose en ellos. —No merezco vivir… Sus brazos se aprietan, sacando el aire de mí. —Para —dice Isis. —Es la verdad… —Noticia de última hora, no todo lo que cae de tu hermosa y tonta boca es la verdad. —Hay una pausa—. Ah, mierda. Acabo de llamarte hermoso. Ahora tengo que cometer seppuku5. —No te atrevas —murmuro en su cuello. —¿Ves? Eso es lo que se siente. Eso es lo que se siente cuando dices que no mereces vivir. Nueva regla: nadie va a hablar de suicidio nunca. Una lágrima se me escapa, y la entierro en el cuello de su camisa. Pone una mano sobre mi cabeza, acariciándola. —Si realmente piensas que eres tan malo —dice—. Entonces vive. Vive y sufre. Vive con los recuerdos de todas las cosas malas que has hecho. No tomes el camino más fácil. Hay una pausa conmovedora. Luego agrega: —… idiota. El insulto es una pequeña inyección de realidad, de luz. Las grietas en mí alivian la presión del año pasado, del año antes del último, el agua fluyendo a través de ellas poco a poco mientras mi respiración sale de mis pulmones. Levanto la mirada y acuno su rostro. —Solo voy a decir esto una vez, así que escucha con atención. Sus ojos están muy abiertos, sus labios separados y sus mejillas rojas. Sus ojos también, me doy cuenta, están más que un poco llenos de lágrimas. —Tienes razón —termino—. Por una vez, tienes razón, Isis Blake. Entonces sonríe, y por el más breve medio segundo antes de que sus amigos salgan apresuradamente del vestíbulo y le griten, todo en el mundo es justo, brillante y mejor. Nos separamos, mis brazos ya extrañando su calor, y ella los mira. 5

Seppuku: suicidio ritual japonés.


—¡Un segundo! —Voltea su cabeza hacia mí—. Así que, ¿ahora estás aquí? ¿Estás viviendo en el campus como el resto de nosotros, los peones? Asiento. —El dormitorio Jefferson. 314. Por un tiempo. Su mirada es contenida. —Tienes mucho que explicar, me lo debes. Un montón de explicaciones muy atrasadas. Y debes llamar a tu mamá, ha estado muy preocupada por ti. —De acuerdo. —Todavía tienes mi número, ¿no? ¿No arrojaste tu teléfono a un lago cuando fuiste a unirte al Imperio o a los siete samuráis o al Monasterio de Groserías Poco Convincentes, o lo que sea? —Aún lo tengo. Se muerde el labio. —Todavía no te he perdonado. Pero he descubierto, luego de dieciocho años de vigorosa experimentación, que estoy mucho más dispuesta a perdonar a las personas si interactúan conmigo en este plano físico. Háblame. Escríbeme. Con imágenes lindas de gatos o caritas haciendo guiños… —No pongo caritas haciendo guiños. —Ajá, ¡pero sí pones imágenes de gatos! —No. —Sí —discute. —No. —Ah, míranos. ¿Por qué no podemos simplemente hablar como la gente normal? Acerca de cosas, como, conciertos, pastel, nuestras profundas creencias personales, el color anaranjado y esas cosas. Me quedo mirándola sin comprender. Me da un codazo. —Anaranjado. Vamos, prueba. Una conversación sobre el color naranja. —Es... naranja. —Ding ding ding. Dale al hombre un cigarrillo. El naranja es naranja. Vaya. Esta ha sido una excelente conversación. Tus dotes de observación son francamente temibles. Tal vez podríamos llevar nuestra charla, ya sabes, al púrpura la próxima vez. Excepto que entonces podrías desaparecer por años de nuevo… —No fueron años. —… y yo estaría perdida y con el corazón roto, y entonces tú pasarías cincuenta años pensando en púrpura, pensando: “oh, sí, ahora es mi oportunidad de impresionar a Isis con mi conocimiento profundo y exhaustivo del color púrpura”, y me encontrarías en una residencia de ancianos en estado de coma, soñando con Johnny Depp toda vegetal, y tendrías que darte prisa para hablarme


del púrpura porque uno de mis potenciales prole podría jalar del enchufe. Quizás tú jalarás del enchufe. Nota mental: ah, no envejezcas. —Demasiado tarde. —Sonrío. Infla sus mejillas y lo sostiene. —De todos modos, me gustas pero estás arruinando mi vida. Adiós.


3 Años 47 Semanas 2 Días Todo sucede todo el tiempo para siempre, y esto sería un concepto aterrador si no estuviera tan iluminada y en sintonía con las fuerzas naturales del universo, que incluyen pero no se limitan a: A. Ensalada de taco, B. taco ensalada y C. mi propio culo glorioso (glorio-trasero). Que aumenta de tamaño de manera directamente proporcional a la cantidad de ensalada de taco en el área. La ciencia ha llegado tan lejos. Independientemente de qué tan grande es mi culo, no va a ser lo suficientemente grande como para aplastar la enorme cabeza de grasa de Sin Nombre. Además, no lo tocaría con cualquier parte del cuerpo que no haya sido disparada y/o rociada con el veneno de la serpiente americana mamba negra. Ahora que va a mi escuela, tengo que idear formas para librarme de él que no sea recurrir al homicidio. Tal vez, un agujero negro fortuito. Pero primero, tengo que hacer un berrinche. Es un área en la que tengo gran experiencia. —¿Acaso quiero saber lo que estás haciendo? —Yvette baja la mirada mientras me aferro a su pierna en el segundo en que camina en la habitación. Gimo atractivamente. —Estoy tomando tiempo para reconsiderar tu plan de "abandonar la universidad en el primer año”. —Oh, para. —Yvette tira la bolsa de su ordenador portátil en la cama. Arrastra sus pies al escritorio—. Mientras estás ahí abajo, desata mis zapatos por mí. —Como estaba diciendo —los desato con gusto—, recientemente he descubierto que alguien que realmente no me agrada estudia aquí. —¿Ese tipo con el que estabas hablando la otra noche? ¿Modelo McFartington? —¿Lo he llamado así? Eso suena como algo que yo diría. —Dices mucho. En tus sueños. —¡Yvette! —gimo—. No es modelo McFartington. Hay otra persona en mi lista de mierda. Modelo McFartington está en la lista de mierda, también, pero no es el


número uno, y él también tiene un montón de líneas onduladas de color rojo a través de su nombre, porque a veces lo saco de la lista y a veces lo añado de nuevo. Yvette levanta una ceja. —Es complicado —resumo—. Abandonemos. —No —dice simplemente. —¿POR QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ? —pregunto con delicadeza. —Tenemos que experimentar los nueve metros de la agonía de la universidad antes de abandonar los estudios. Tenemos que beber un montón, maldecir a los hombres para siempre, fallar un montón de clases y probar cocaína. Eso son al menos siete valiosos meses de trabajo. —¿Quién lo dice? —Lo dice cada conmovedora película de nuestra edad. —¡Uf! —Me suelto de su pie y ruedo debajo de mi cama. Veo una polla mohosa tallada en madera en el colchón, ruedo inmediatamente de vuelta—. Puf. —Mira, siento lo de este tipo, ¿de acuerdo? O... dos tipos, o lo que sea que estés pasando. Dime quiénes son y voy a arruinarlos con tanta fuerza que vomitarán lo que queda de sus almas. Pero en este momento, tengo que acabar este ensayo de química o estoy jodida. Metafóricamente. En realidad no he conseguido arruinarlo desde hace tiempo. Estas son sus famosas últimas palabras, porque cuando voy a cenar y regreso llena de burrito, y la llamo para que me deje entrar hay un gemido que emana de la puerta y oigo demandar a Yvette por algo “más duro” me tropiezo con una partícula de polvo con alarmante gracia mientras camino a aguas más tranquilas. Jack abre su puerta con el cabello revuelto de sueño y sin camisa y es entonces que me doy cuenta de que estas aguas son casi tan tranquilas como las personas que ganan autos gratis en Oprah. —Mi compañera de piso está siendo asquerosa, así que ahora vivo aquí —digo mientras empujo más allá de él. —No puedes. —Señala. —También le dijeron eso a Colón y mira lo que pasó allí. —Caigo en su cama. Sé que es suya porque está perfectamente hecha, cubrecamas solo un poco arrugado por el sueño. La cama de su compañero de cuarto es un nido misericordiosamente vacío de mantas sucias. Jack saca una camisa y bosteza, sentándose a mi lado. —Tienes lágrimas de sueño. —Señalo a sus ojos. Los frota vigorosamente. —Puedes quedarte aquí si quieres —dice, todavía frotándose un ojo. Es un movimiento drásticamente humano y vulnerable que nunca lo he visto hacer antes. —Pero me voy dentro de quince minutos. —Te ves como un niño pequeño. —Me río—. Con problemas en los ojos.


—Cállate —gruñe y se frota con más fuerza. Sus mejillas sonrojadas por el sueño y su cabello se pega para arriba en todas direcciones. —Sigues teniendo el estilo de cabello de culo de pato, ¿eh? —Todavía tienes los insultos más infantiles como mecanismo de defensa, ¿eh? —Por lo menos no es el trasero de un animal. —Los sonidos son similares. Lo empujo con ambas manos y contesta apoyándose contra la pared y cerrando los ojos. El crepúsculo rosa del cielo se cierne fuera de la ventana, la puesta del sol inclinada y la pintura de las paredes blancas de melocotón a rayas. —¿Qué quieres saber en primer lugar? —pregunta Jack finalmente. Mil preguntas entran en erupción, pero escojo la menos conflictiva. —¿Adónde vas en quince minutos? —Un amigo invitó a mi compañero de cuarto a una barbacoa. Me está arrastrando con él. —¿Quién es tu compañero? —Charlie. Un idiota, pero un idiota apasionado. He oído que eso cuenta para algo. —Uh, estás viendo a la prueba viviente de eso justo aquí. —Señalo mi pecho. Jack sonríe y enfoca sus ojos abiertos para mirarme, el hielo azul en ellos se derrite para colapsar en púrpura por el sol rojo. —No eres una idiota, Isis. —Lo sé. Obvio. —Eres una tonta. —Se corrige y cierra los ojos otra vez, cayendo a dormir en su lado. Debato los méritos de quitar sus dedos uno por uno y decido que son demasiado bonitos para ser eliminados. Por ahora. Abrazo mis rodillas y trato de recordar cómo respirar bien, como la gente normal. Las personas que no son perseguidas por fantasmas. O en este caso, perseguidas por sádicos ex novios. Y así mientras me pongo en una espiral hacia la oscuridad, donde vive el monstruo, respira y roe, Jack llega y me tira hacia abajo, me grita y estamos acostados en su suave cama, él detrás de mí, yo como la pequeña cuchara. Su calor y peso contra los contornos de mi columna vertebral, el olor de la menta y miel me rodea como un manto. Es el olor que anhelaba en las noches más oscuras, pensando en la guerra, y sus manos, como sería el besarlo, duro y de verdad y tal vez más, porque tal vez, solo tal vez, es la única persona en el mundo que podría besar mis estrías en vez de llamarlas feas. —Para —murmura en mi cabello. —¿Parar qué? —Para de verte tan triste todo el tiempo.


Levanto mi cara y acaricia mi cuello. Mi corazón decide de repente que es un astronauta e intenta hacer volteretas desde atrás en lo que se siente como gravedad cero. —¿P-por qué vas a esta universidad? —pregunto. Jack exhala. —Trabajo. La gravedad cero se corta, reemplazada con melaza, plomo y picos. —Obviamente. Por supuesto, es tan obvio, chicos de la fraternidad que simplemente no se detienen, las chicas universitarias necesitan un director de funeraria agradable y experimentado en las vajayjay6 para aliviar el estrés, porque todo el mundo está obsesionado con el sexo, por lo visto. —No soy un escolta —dice pacientemente—. Trabajo para alguien más. Haciendo otras cosas. —Vaya. Eso es tan específico. Siento como si hubiese extraído mucha información valiosa y específica de esta conversación. —¿Te acuerdas de los tipos que estaban en ese bosque? ¿El tipo en un traje de rayas? ¿Los que te persiguieron? —Sí, pero… La puerta se abre en ese momento. Jack y yo nos sentamos a toda prisa. Entra el tipo vestido con el traje de rayas, él de correr-detrás-de-mí-en-eloscuro-bosque-de-Ohio-porque-su-jefe-le-dijo-que-lo-hiciera. Su cabello negro está levantado, piel color ámbar. Se congela, ojos oscuros enfocados en mí. —¡Tú! —gruñe y me señala. —¡TÚ! —grito—. ¿Cómo es que estás vivo? ¡Patee tus bolas! —¿Qué diablos está haciendo aquí? —le gruñe a Jack. Jack suspira. —Isis Blake, conoce a Charlie Moriyama. —Ya lo hice —dijimos Charlie y yo al mismo tiempo. Lo observo. Se limita a estrechar sus ojos aún más. —Mira, no tenemos tiempo para esta mierda. —Charlie mira a Jack—. Se suponía que íbamos a estar allí hace cinco minutos. No vamos a arruinar esto, ¿de acuerdo? Jack suspira y sopesa la situación, mirándome. —Vuelvo más tarde. Hablaremos luego. —Claro, sí, solo trabaja con los chicos malos. Como si me importara.

6

Vajayjay: término usado para referirse a la vagina.


—Isis. —VAMOS —grita Charlie, agarrando una toalla del final de la cama y cerrando la puerta tras de sí. Jack frunce el ceño y lo sigue a regañadientes. Hago lo mismo. Lo veo desde por lo menos cinco metros y dos autos de distancia. Charlie conduce un Nissan blanco con una luz trasera rota. Mi mente corre en círculos alrededor de sí misma, ya que van por la carretera y fuera de la escuela. ¿Por qué Jack sale con el tonto-rayas? Rayas habló sobre el deseo de contratarlo, pero todavía no sé en qué. Supongo que lo logró. Seamos realistas, Jack le permitió tener éxito. Todo lo que le sucede a Jack es exactamente porque Jack permite que suceda. Excepto yo. Pero eso es una historia diferente, llena de ilegalidad y alegría. Jack dijo que está trabajando, lo que significa, ¿qué? Está en la escuela, ¿pero en un trabajo para Rayas? ¿Qué trabajo, robando buenas calificaciones para la gente pobre en notas? ¿Qué podría hacer que la compañía de Rayas genere dinero, además de verse tonto? No tiene ningún sentido y tiene menos sentido cuando Charlie se detiene en una enorme plaza de piedra blanca rodeada de un edificio de apartamentos de lujo. Una caseta de seguridad permite el ingreso y salida de autos del inmenso estacionamiento. El Nissan de Charlie desaparece y yo entro. El guardia de seguridad es un chico moreno, de prolija barba. —Hola, ¿a quién vienes a ver? —pregunta. —Mmm. —Mi cerebro busca una razón y como todos los buenos cerebros, me hace dejar escapar la primera cosa que me viene a la mente en su lugar—. ¿Jesús…? Cristo. Me mira de reojo y justo cuando estoy convencida de que va a lanzar una hilera de clavos debajo de mi auto y en mis neumáticos, sonríe. —Ah, sí, debe estar aquí para la cena del Norte Presbiteriano. —¡Sí! Eso es correcto. ¡Alabado sea el Señor! Asiente. —Continúa, el estacionamiento para visitantes está a la izquierda. O bien, el resto del mundo es sumamente tonto hoy, o he conseguido ser más inteligente. Gracias, universidad. Espera, ¿a quién engaño? La universidad no me ha enseñado nada todavía, excepto cómo tener ataques de pánico y no prestar atención a los profesores en absoluto. Corrección: gracias, National Geographic. Me estaciono y camino lentamente detrás de Jack y Charlie, quienes están esperando fuera de una puerta vallada que conduce a los ascensores. Después de minutos de agonía silenciosa en la que casi me doblo sobre mi tobillo tratando de ocultarme detrás de una columna Charlie miró atrás, una pelirroja con un bikini negro abre la puerta para ellos. Ella bate sus pestañas hacia Jack y finjo que no vi eso, de la misma forma que fingiría no ver el final del Titanic. Por otra parte ella mueve sus tetas hacia sus ojos y tiene una sonrisa maravillosa y si el gusto de Jack en las mujeres ha cambiado, entonces debe por todos los medios acostarse con ella, porque parece bastante divertida y también linda y ¿quién soy yo para ponerme en el camino del amor verdadero? Nadie. Nadie


debe interponerse en el camino del amor verdadero. Ni siquiera las bienintencionadas familias archienemigas italianas. Los tres doblan una esquina y toman las escaleras, con la gracia de un ninja Koga hago una carrera loca hacia la puerta y me las arreglo para atascar mi dedo meñique en ella justo antes de que se cierre y me bloquee. —¡Banana shitcake! —susurro en voz alta y llevo la punta de mi dedo a mi boca mientras tomo las escaleras—. ¿Qué debe hacer una mujer para conseguir una cálida recepción por aquí? —¿Dejar sus habilidades de acosadora, tal vez? Giro para ver a Jack apoyado en la barandilla detrás de mí. Bajo la mirada a la puerta de escape, de vuelta hacia él con su rostro de irritado y luego me asomo por la barandilla. —¿Cuántos pisos te tardarías antes de romperte las rodillas? ¿Médicamente hablando? —No te atrevas a saltar. Salta. Sophia saltó. Me estremezco, pero Jack es una torre de hielo, turbia, rígida e ilegible. Levanto por completo mi intimidatorio metro sesenta y siete de altura. —Estoy fuera —digo con gran dignidad—. Para dar un paseo. No estaba acosándote. —Estabas siguiéndonos. Vi tu auto. —Oh. En ese caso, sí, te estaba acechando. —No deberías estar aquí —dice sin perder el ritmo—. Sin Nombre podría estar aquí. Aprieto los dientes, pero me las arreglo para hablar. —¿Y? No me preocupo por él. Quiero saber lo que estás haciendo en la compañía de Rayas, y por qué. ¿Es peligroso? Dijiste que no te unirías a ellos, dijiste… —Dije un montón de cosas. —Jack suspira y se frota los ojos—. Antes de que Sophia muriera, terminé lamentándolo. Mi estómago se revuelve. ¿Estaba diciendo que yo le gustaba a uno de ellos? Niego. Egoísta. Deja de ser tan jodidamente egoísta y concéntrate. —¿Desde cuándo ir a una barbacoa es trabajo? —siseo. —Desde que es una fiesta que da nuestro objetivo. —Uh, ¿hola? ¿Tierra a Zabadoobian Jack? Esta es la realidad, no el videojuego Call of Duty. No hay “objetivos”. —En mi línea de trabajo, los hay —responde. —¿Y dime, cuál es tu línea de trabajo?


Los gélidos ojos de Jack se endurecen, cada vez más claros y agudos mientras contesta: —Soy un agente de inteligencia independiente. Levanto una ceja y miro adecuadamente confundida. —Espía —traduce—. Ahora vuelve a tu dormitorio, y déjame esto. Lo pienso durante diez segundos, arrugando mis manos. Digo “esp” mucho, pero nunca puedo pronunciar el “ía”. Jack, siempre sensible a mi situación, gira y se va. Lo sigo. —¿E-espía? —Me ahogo—. ¿Qué idiota ciego murió y te hizo un espía? Eres como... eres ... ¿cuál es la palabra contraria de sutil? —Isis Blake —contesta. —¡Jack Hunter! —lo corrijo—. Jack Hunter no es sutil. —Soy muy sutil cuando una chica no está gritando “espía” y no me está siguiendo —argumenta. —Eres como un glaciar permanentemente gélido con las cejas asesinas y estoques en los ojos. La gente no olvida a Jack Hunter tan fácilmente. —Me gustaría que lo hicieran —murmura. Suena tan hueco y débil, tan diferente a él. Le doy una palmada en la espalda. —¡Tonterías! Nunca puedes ser olvidado. Es como si fueras el último glaciar importante en el planeta Tierra que se está desvaneciendo de la existencia porque el calentamiento global se convierte en una realidad muy atemorizante. Más aterrador de lo que ya es. Y está más cerca de suceder. Y es más caliente. En el sentido de la temperatura, no en el sentido de tengamos sexo. Jack deja de caminar y me mira fijamente. Lo miro de vuelta. Hay un profundo silencio. Chica Bikini elige ese momento para correr hacia la escalera y darle a Jack un beso muy borracho en la mejilla, acompañado por una caída extremadamente sutil de una envoltura del condón rosa cuando se recompone. Lo recojo y se lo entrego a él. —Envuelva a su amiguito antes de ponerse tontito —le recuerdo. Jack se palmea el rostro espectacularmente y lo cuento como una victoria, porque al menos no luce triste, parece diferente y eso no es mucho, pero es mejor que triste. Me da una sonrisa desnudando sus dientes blancos, pero deja de hacerlo rápidamente. irte.

—Mira, puedes quedarte. Pero cuando llegue aquí el Sin Nombre, deberías

—Sí, gracias por darme permiso para continuar con lo que he estado haciendo durante los últimos cinco años. Jack se detiene, la mano contra la puerta de la escalera. —Pido disculpas.


—No. Eso te hace parecer agradable. —Algunas personas muy poderosas lo están buscando porque hizo algunas cosas muy malas. —Bueno. Antes de arrestarlo con tus gafas espías o lo que sea, déjame darle un puñetazo. —Isis… —Solo un golpecito. En el globo ocular. Con una cuchara. Jack lo considera, luego sonríe. —Bien. Con una condición. —Lo que sea, idiota. —Yo le golpeo el otro ojo. Reflexiono sobre ello y asiento. —Soy un Dios generoso. No sabe cuán agradecida estoy por eso. O tal vez sí lo sabe, porque sus ojos son suaves y cálidos aun con el cuchillo de su tranquila y ardiente ira. Lo vi señalándome con él la suficiente cantidad de veces como para saber que esta vez, no es a mí a quien va dirigido. Es a Sin Nombre. No soy la única que lo sabe. Jack podría no saber los detalles, pero sabe lo suficiente. Supuso lo suficiente. Y no se entrometió. Sus ojos no tienen compasión o culpa. Son claros y me ven, y mi secreto no es un secreto, ya no. El peso es compartido y dividido y trato de decir: gracias, pero todo lo que sale es una sonrisa irónica. Soy la mitad de oscura de lo que solía ser. Jack se gira y abre la puerta. Salimos de la escalera y mi mandíbula se abre de par en par. El edificio de apartamentos es todo de piedra blanca y mármol, gigante, pasillos que parecen patios se entrelazan entre montículos de hortensias moradas y rosas de otoño. La gente se arremolina, paseando a sus perros o sentada en sillas cerca de la fogata cubierta por vidrio, crepitante madera y brasas danzando. Una bañera de hidromasaje y una enorme piscina iluminada están rodeadas de mesas cubiertas por sombrillas y parrillas, estudiantes universitarios borrachos cocinando hamburguesas y bromas desagradables como que están pasando de moda. Charlie está hablando con la chica del bikini negro, luciendo malhumorado y comiendo papas fritas. La gente se empuja unos a otros en la piscina y chillan de risa en el jacuzzi. Jack toca mi antebrazo ligeramente y se inclina para susurrar: —Voy a socializar. Necesito información. Quédate donde pueda verte. —No te necesito como niñera —digo—. Haz tu trabajo. Solo voy a estar aquí, ya sabes, divirtiéndome. Deberías probarlo alguna vez. Agarro un perro caliente y me siento en una silla de jardín, cerca de la bañera de hidromasaje. Un chico rubio y esbelto con buenos abdominales y una sonrisa amistosa me mira.


—Hola. —Hola. —Observo cuidadosamente la baldosa del patio. —¿Sin traje de baño? —pregunta. —Dejé el mío en casa. En Marte. —¿Es por eso que destacas como un pulgar hinchado? ¿Porque eres un extraterrestre? —O, y está es una teoría loca, soy más sexy que todo el mundo aquí — contesto. El chico se ríe. —Es cierto. Tu cabello es impresionante. —El tuyo también. En esa forma playera de definitivamente-soy-deCalifornia-y-gasto-cinco-días-a-la-semana-en-el-gimnasio. Se ríe de nuevo, más fuerte, y sale de la bañera de hidromasaje para sentarse junto a mí, goteando. —Tres días, muchas gracias. No soy obsesivo con eso de ir al gimnasio. —Casi me engañas. —Asiento hacia su estómago. Se acaricia como si fuera Santa después de comer demasiadas galletas. —Es mi orgullo y alegría. No tengo cerebro ni futuro, pero tengo estos bebés. —Eso es todo lo que necesitas —digo—. Tómate una foto y envíasela a Kim Kardashian. Cásate con ella. —Tendría que luchar con Kanye —se lamenta. —¿Eh? —Agito mi mano—. Solo dile que sus gafas de sol son horribles. Va a desmayarse y morir. El chico se ríe. —Soy Kyle Morris. Encantado de conocerte. —Isis —digo de forma automática—. Destructora de corazones, sueños y cualquier pastel en un radio de tres kilómetros. —Ravenclaw —ofrece su mano. La agarro con mi mano grasienta. —Hufflepuff —digo. Alza una ceja. —¿En serio? No pareces tan agradable. —Oh. —Señalo con lo que queda de mi pan de perro caliente hacia él—. Solo tienes que ver a mis amigos. Prácticamente dirijo un espectáculo de beneficencia. —¿El tipo con el que viniste? —Asiente hacia Jack, que actualmente está siendo sumamente misericordioso y deja que la chica del bikini negro se aferre a su brazo y lo arañe, ella tiene el ombligo perforado y, probablemente, el coño perforado también y su nombre es Hemorroides por cierto. Las chicas en el jacuzzi


de donde vino Kyle lentamente están empezando a notar cuán bien parecido es Jack y se ponen en un grupo, pavoneándose al pasar cerca de Jack y buceando en la piscina cercana con dolorosa sensualidad. Los chicos las siguen como perros hambrientos. —Sí, el idiota ese —digo—. Es mi amigo. —¿Solo un amigo? —¿Es eso como una de esas sutiles preguntas donde se supone que debo confirmarte si tienes la oportunidad de dormir conmigo o no? Porque si es así no es muy sutil y carente de delicadeza, de verdad, la próxima vez tal vez prueba con un letrero de neón pegado en la frente que diga: PERDEDOR BUSCANDO SEXO. Con un par de signos para que obviamente, tenga impacto, ya que parece que todos los chicos en realidad se preocupan por echar un polvo lo más rápido posible. Kyle lo toma con calma, luciendo falsamente herido. —Oye, al menos estoy siendo honesto. Pongo los ojos en blanco y paseo hacia la piscina, tratando con todas mis fuerzas de no echarle un vistazo a la chica del bikini negro moliendo su cadera contra Jack mientras se apoya en él, pero fallo. Charlie está en la parte profunda de la piscina con un montón de chicas, aunque su sonrisa de alguna manera muestra mal humor cuando lo salpican. Que yo sepa, el espionaje implicaba cosas como lidiar con armas y bolígrafos laser y no con risitas y chicas. Estoy en la orilla de la piscina y veo la luna reflejándose en el agua como un medallón de plata ondulada. Kyle está a mi lado. —Así que, ¿cuál es tu especialidad? —Soy estudiante de primer año. Indecisa. Termofísica nuclear. Artes culinarias. Depende de cómo me siento cuando me levanto ese día. —Levanto las dos manos y hago como si fueran una balanza—. Destruir el mundo o hacer un pastel para celebrar la destrucción del mundo. La elección es tan rematadamente difícil. Kyle se ríe. —Dios, sí que eres genial. —Eso me han dicho —concuerdo—. En verdad lo gritaron. Mis enemigos. Justo antes de que los decapitara. De repente, hay una presión fuerte sobre mi culo, un apretón. Salto, mi grito totalmente feo y a su vez necesario cuando miro a Kyle, horrorizada. Mi primera agarrada de trasero en la vida. Sonríe y se encoge de hombros. Cierro mis manos en puños, pero nunca tengo la oportunidad de golpearlo. Kyle sale volando, chapoteando en la piscina con un movimiento de embarazosa agitación. Jack se encuentra en el lugar que Kyle estaba, su expresión fría. —Uups —dice. Hemorroides se ríe, y las otras chicas se echan a reír, y así, cuando Kyle viene chorreando agua no tiene más remedio que reír nerviosamente con el resto de ellos. —Ja ja, ¡buena jugada, hermano!


Jack alza una ceja desdeñosa hacia él. Charlie viene rápidamente y luego se va, tirando de Jack. Las palabras de Charlie son rápidas, bajas y silbantes, las de Jack son monótonas. Hemorroides está conmigo, suspirando. —Es tan de ensueño, ¿no? —Sí —concuerdo—. Si estamos en un mundo opuesto y los sueños son en realidad pesadillas. Me ignora y se engancha de nuevo a Jack al segundo que se separa de Charlie, dirigiéndolo hacia la piscina. Jack va con ella, con una mueca muy obvia. ¿Por qué lo está haciendo si no le gusta? —Tú —susurra una voz en mi oído. Me giro para ver a Charlie, la ira grabada en su rostro. —Yo —digo—. Ahora que las presentaciones han terminado, por fin podemos pasar a tomar el té. —Lo estás distrayendo —dice Charlie—. Eres una maldita distracción que no necesita en este momento. —¿Disculpaaa? —Ya me oíste —insiste Charlie—. ¿Ves esa pelirroja en el bikini? Esa es una importante fuente de información que necesitamos de nuestro lado. Jack va a tenerla alrededor de su dedo meñique y ya lo habría hecho, pero estás aquí, por alguna maldita razón le gusta tu culo y está retrasando su tarea. —Te equivocas. Nos odiamos. Platónicamente. —Le estás bloqueando la polla —gruñe Charlie—. Ahora lárgate de aquí, antes de que te eche yo mismo. —Vaya, ¿siempre eres así de cortés con las damas, o soy la excepción? ¿O tal vez le reservas tu cortesía a los chicos? Comprensible. Los culos de los tipos son jodidamente dignos de cortesía. —Vete. Ahora. Por encima del hombro veo a Hemorroides inclinarse y rozar la mejilla de Jack con sus labios. Jack no se echa para atrás, quedándose como una estatua congelada, inclinando la cabeza ligeramente en respuesta. Entiendo el mensaje. Siempre capto el mensaje, porque soy Isis Blake y soy la última opción para los equipos en el gimnasio, siempre, y cualquier cosa que habíamos tenido fue tragada por el vacío de Sophia, por el dolor, por el escudo helado contra todo lo que él llama “trabajo”. La pequeña pelota de luz de esperanza que tenía en la oscuridad parpadea, debilitándose de manera irrevocable. —Ya me iba —digo. Charlie me mira todo el camino hasta el garaje. Mi furia es del tipo dolorosa, demorándose hasta cuando me estaciono y a duras penas subo por las escaleras a los dormitorios. Yvette, gracias a Dios, no está. Su mensaje de texto de hace cuatro horas dice: Alojándome en casa de un amigo, no te preocupes. Otra llamada sexual, tal vez. No me importa. Es su vida y mientras se cuide y sea feliz, estoy bien con ello. Tengo curiosidad, pero el daño de la noche


golpea más fuerte contra mi cráneo cuando me acuesto en la cama y me quedo mirando el techo, la humedad caliente nublando mis ojos. No puedo dormir. No hasta que diga algo. Agarro mi teléfono y escribo un mensaje de texto. —¿Sabes cuántas veces me has hecho llorar? Su respuesta llega tarde, mucho más tarde. Me despierta en dos horas. Me lo imagino en su cama, sentado a un lado de ella, desnudo y con su chica desnuda y durmiendo frente a él. Me imagino su cabello despeinado, sus músculos magros, con los ojos azules hechos de plata por la luz de la luna. —Demasiadas —dice. Treinta minutos pasan y luego—: Encuentra a alguien que no te haga llorar. Encuentra a alguien mejor. *** —¿Sabes cuántas veces me has hecho llorar? Me quedo mirando el mensaje de texto, la luz electrónica y enfermiza se clava en mis ojos como lanzas. Lanzas de culpa. Lanzas de arrepentimiento. No debería estar aquí y lo que queda de mi corazón lo supo al segundo que leí esas palabras. Debería estar allí, con ella. Debería ser un estudiante universitario normal y no jugar a intentar atrapar a un criminal. No debería estar follando a la novia del delincuente para que me dé detalles sucios de ellos. Había sido aburrido y rutinario, los pasos arraigados en mí desde mi tiempo en el Club de La Rosa. Añadí todos los trucos que pude para satisfacerla, saciarla tan plenamente que estaría de rodillas rogándome por más en la mañana, y la próxima semana, y la semana después de eso. Su boca es la única parte útil al derramar los secretos de Kyle, y, en consecuencia, los de su compañero Will. Había sido la primera cogida desde que pasé la noche con Isis en el hotel. El olor de Isis me rodeaba, la vainilla y canela, incluso cuando no la había tocado durante mucho tiempo. El dolor en sus ojos marrones me perseguía cuando me venía dentro en esa chica sin nombre, el nombre silencioso en mis labios desbordándose de un lugar lleno de placer atado a la culpa y el desamor, y si cerraba los ojos podía fingir, aunque solo fuera por el segundo más breve, que era Isis quien estaba debajo de mí. Pero la ilusión se desvaneció rápidamente. —Utiliza todo lo que puedas para tu ventaja. —La voz de Gregory resuena de los entrenamientos—. Y eso significa tu jodida cara bonita. A las mujeres les encantará. Úsala. La evidencia que necesitamos está un paso más cerca. La redención está un paso más cerca. Redención para Sophia. Redención para Isis. Capturar a Sin Nombre, poniéndolo de por vida en la cárcel para que nunca


tenga que verlo de nuevo, es la única cosa buena que puedo hacer por ella. La única cosa buena que puedo hacer y punto. Lo único que podría acercarse a redimir el dolor que le he causado. Me pongo mi camisa y me abotono mi pantalón, dejando silenciosamente el elegante apartamento para no despertar a sus compañeras. Me detengo en la puerta, mirando hacia atrás en el apartamento en penumbra que mantiene la evidencia de mis sórdidas manipulaciones. Pensé que había terminado con ello, con esto. Pero creo que me equivoqué, realmente esto nunca se termina. —Redención —murmuro y me voy. La culpa asentándose en mí, royendo mis entrañas. Necesito alivio. Necesito distracción. Necesito algo más que mensajes de textos de Isis, mi teléfono ardiendo en el bolsillo con su tristeza y decepción. ¿Qué quiere de mí? No puedo darle nada. No puedo darle nada a nadie nunca más. Mi corazón está vacío, roto e inservible. Las luces de neón del distrito universitario parpadean con tentación tecnicolor, casas de empeño, clubes de striptease, licorerías que abren hasta tarde. Encuentro lo que estoy buscando en un sórdido club lleno hasta el borde con sudor hedor y cuerpos grasientos. Miro cuidadosamente a la multitud del bar y me abalanzo sobre el único hombre que desliza una pastilla en la bebida de una morena. Está sangrando, su nariz rota y su brazo dislocado, cuando termino con él. Se requieren cuarenta segundos, me golpea con igual fervor y me rompe la ceja con sus nudillos, sangre caliente corriendo por mis ojos. Durante aquellos cuarenta segundos todo es estático, soy un lienzo en blanco, moviéndome como Gregory me enseñó, dando puñetazos y esquivando como me enseñó. Nada está en mi mente, excepto ataques y contraataques, observaciones y cálculos de lo rápido que el puño de mi oponente está en movimiento, dónde aterrizará, cómo eludir y cómo hacerlo caer. Estoy vacío. Isis se ha ido. Sophia se ha ido. No hay nada excepto el sabor de la sangre, la ira, el sudor y el rugido silencioso de la bestia en mi cabeza. Pero ahora el rugido es diferente. Es agudo, afilado y preciso. Es más suave, aún más escalofriante. —Cuando te pide ser alimentado, aliméntalo rápidamente y en pequeñas porciones. Nunca se rebelará y nunca dañarás a nadie que no quieras, siempre y cuando lo alimentes. — Las palabras de Gregory hacen eco—. Mientras lo alimentes, eres el amo. Los de seguridad nos separan y mientras me llevan hacia la puerta, asiento hacia la morena, quien se reunió en torno a nosotros para ver la pelea con el resto del club. —Le pusieron algo a tu bebida. Te sugiero que tomes un taxi a casa. Se ve sorprendida y sus amigos olfatean el vaso en su mano. Su rostro horrorizado es lo último que veo antes de ser lanzado a la calle. La bestia me da la fuerza suficiente para volver tambaleándome a la universidad y colapso en la cama,


la rabia ciega se desvanece rápidamente, enfriándose como lava golpeando el agua del océano. Soy el amo. No voy a lastimar a nadie que no se lo merezca nunca más


3 Años 48 Semanas 4 Días Kayla entiende todo porque no sabe nada. Es como una esponja seca a la que le echo cubos de agua. Aunque a veces el agua va con vinagre. Es una vista hermosa después de una semana de textos esporádicos —ella en Skype y yo en Skype, ambas pintándonos nuestras uñas de los pies y hablando al mismo tiempo. —Isis, me estás matando —gime Kayla. —No literalmente, espero. A menos que quieras ser un zombi. Puedo agradar por ser la única chica en el mundo que tiene una zombiamiga. —No estoy realmente muerta. Lo que estoy es decepcionada. No puedo creer que Jack y tú no son... como... Levanto una ceja, desafiándola a seguir adelante. Aspira indignantemente y luego casi vuelca la botella de esmalte verde con su repentino puño de rabia. —Se fue, te fuiste, ahora están juntos en el mismo lugar y te lo dije y ¿por qué no estás tomando esto como una muy evidentemente predestinada oportunidad para conectarse como monos locos? —Porque, dulce Kayla, hay más en la vida que ser un mono loco. Extraño, lo sé. —Mira, solo quiero decir. —Aprieta los dientes y añade cuidadosamente una franja de color verde en su dedo gordo del pie—. Solo quiero decir, incluso si está haciendo algunas cosas extrañas, ¡eso nunca te detuvo antes! Estabas golpeándolo constantemente. —Golpeándolo realmente. Con mi puño —corrijo. —Cuando estaba en el Club de La Rosa, pero ahora de repente se ha acostado con una chica por información y ¿estás enojada con él? —Yo-yo —farfullé concisamente—. ¡Eso fue antes! —¿Antes de qué? —Antes de que… Kayla mira expectante. Gimo. —¡Sabes lo que voy a decir!


—Dilo de todos modos —exige. —¡No! —¡Sí! —grita. —Presenta un argumento convincente. —¡Isis, no te pongas lista conmigo! —¡Bien! Me gusta. Me gusta, ¿de acuerdo? —Así que te gusta. —Se reclina—. Quieres hacerle el almuerzo y abrazarlo platónicamente una vez al año. —No, porque entonces estaríamos en el siglo diecisiete en Inglaterra. —Eso es gustar. —Kayla continúa—: Gustar es así. En realidad no significa nada. Como, ¡como tú y yo! No me gustas. Te amo. —Mmm. —Gustar es algo así como que no te agrada tener tu pantalón puesto, asco. Te amo y me amas y también amas a Jack. En una manera diferente. —Kayla —digo a modo de advertencia. —En la forma excitante. —No. —En la “abrázame hasta que me quede sin aliento” manera. —Equivocada. —En la “invádeme con tu pene” manera. Chillo como un horrorizado murciélago de fruta y cierro la tapa de mi ordenador portátil. Puedo oír mi propio nervioso y enojado jadeo. Levantó la tapa de nuevo y argumento hacia la pantalla. —No hay pensamientos de genitales invasores sucediendo aquí. —¿En serio? —pregunta Kayla alegremente, limándose las uñas—. Porque te puedo garantizar que Jack piensa al respecto. En repetidas ocasiones. Mientras lo sacude. —¡Kayla! Cuando te volviste tan… tan… —¿Impresionante? Todo gracias a tu influencia. Estoy en silencio y mirando. —Y, la de Wren —cede—. Es muy informativo y metódico. Una vez llegué a escuchar una lección de historia del condón mientras lo estaba poniendo. —Puf. —Tuve arcadas—. No sé qué es más milagroso, el hecho de que solo hizo eso una vez, o que Wren de todas las personas en el universo concebible te ha convertido en una Sexperta. —Todo lo que estoy diciendo es —Kayla resopla—, si quieres que Jack salga contigo. —¡No quiero! —insisto—. No quiero, no quiero, no quiero, no quiero. No voy a salir con nadie nunca más. —Si quieres que Jack duerma contigo —me corrige.


—NO QUIERO. ¿Por qué la gente aún dice “dormir con”? ¡No hay dormir involucrado! Dormir es tranquilo y agradable y el sexo es como... lo contrario de eso. —No puedes decir eso —argumenta Kayla de nuevo—. Nunca lo has hecho. —Lo hice una vez. —Me defiendo, repentinamente agotada. —Eso no fue sexo y tú y yo lo sabemos. —Mira, es muy bueno que estés toda entusiasta sobre el sexo entre Jack y yo. —Suspiro—. Pero te estás olvidando de la parte en la que nunca tocaré un tipo de nuevo. Y ninguno me tocara. Además, a Jack ni siquiera le gustaría tocarme. —Le gustaría. —Soy gorda. —Eres sorprendentemente no-gorda. —No soy tan bonita como... como cualquier otra chica que él podría conseguir. Has visto su rostro. Te consiguió. Podría conseguir a la maldita Scarlett Johansson si realmente quisiera. —Y estoy segura de que el Estado de Ohio está repleto de chicas parecidas a Scarlett. En bikinis negros. Kayla suspira. —Es difícil, lo entiendo. Después de todo lo que pasó... No sé cómo es, pero tiene que ser duro. Y lo siento. Pero realmente le gustas, Isis. Y a ti realmente te gusta. Son como, realmente interesantes juntos y se encienden el uno al otro de una manera extraña, simbiótica. La vida es corta. Sophia nos enseñó eso. Y creo que mereces una oportunidad antes de desechar completamente el martirio equivocado. —Vaya. “Martirio”. Puedes ser la única en el universo prestando atención en la universidad. —Cállate. —Se ruboriza y se inclina para cerrar su ordenador—. Y no me llames de nuevo hasta que por lo menos lo hayas besado. Golpeo mi rostro en el teclado de mi ordenador portátil y la ruedo alrededor, gimiendo. Yvette elige ese momento exacto para entrar por la puerta y colapsar en la cama, también gimiendo. —Mi vida ha terminado. Me levanto y colapso a su lado en la cama. —Finalmente. Es hora de morir. Hay un largo silencio mientras solo respiramos en las almohadas, experimentando con nuestras propias sofocaciones. Yvette se mueve primero, subiendo jadeante por falta de aire. —He estado durmiendo con alguien —confiesa. —Lo sé. —Levanto la mirada—. Escuché. Yvette se pone tan roja como sus pendientes de cráneo. —Lo siento. Quiero decir, mierda, no me arrepiento. Fue muy bueno. —¿Te importa si pregunto quién?


—Sí, en realidad. Extremadamente sí. Doy la bienvenida a la distracción. —Es Steven. De Socio. —Vaya. —Yvette aplaude—. Diez puntos por decir la mierda más estúpida que he escuchado. —Brett con las extrañas camisetas. —Sí, porque quiero convertir mi vagina en un laboratorio de cultivo de gonorrea. —Dame una pista. Como, por lo menos setecientas pistas enteras. En forma de ensayo, con citas y notas al pie. Yvette arruga su cara como si estuviera adolorida y es entonces cuando atrapo un olorcito de algo inconfundible. Algo almizclado, dulce y floral. Rosas. —Dia… —Soy lesbiana. —Yvette suspira, interrumpiendo como si alguien aterrorizado escuchará en la seguridad de nuestra propia habitación. Nos miramos la una a la otra en silencio, luego sonrío y golpeo su hombro. —¿Diana? ¡Suertuda pedazo de mierda! Los ojos de Yvette se ensanchan, como si estuviera esperando algo peor. Gritería, tal vez ira. Sus ojos se llenan de gratitud y en la manera típica de Yvette, mete su cara en la cama, así no la veo. Me paro. —Vamos, vamos a ir por un helado para celebrar. No se mueve. Tironeo su bota. Gime. —Levántate —insisto. —¡No puedo levantarme! —La voz de Yvette está amortiguada por la almohada—. ¡Soy lesbiana! —Vas a pagarlo si no te levantas en los próximos cinco segundos, lesbiana. Yvette se aleja de la almohada, viéndose como un niño asustado. —No le he dicho a mis padres. —No tienes que hacerlo —contesto—. No de inmediato. Todavía tenemos seis meses antes de salir. Cuando te pregunten por qué tiraste sus veinte mil dólares por el inodoro, diles que es porque eres lesbiana. Confía en mí. Van a estar más molestos por el dinero que por tu novia. Yvette sonríe, limpiándose la nariz. —O, o podrías lanzar la bomba ahora, por teléfono. Tira todas las bombas. Explota tu propia casa. Yvette se ríe y me golpea débilmente en la rodilla. Luego compartimos un helado y por un tiempo no soy la única con problemas. La valentía de Yvette me recuerda eso. No soy la única que piensa que el amor y el sexo son algo extraño, difícil y aterrador.


Si Yvette pudo confesarme que es lesbiana, si pudo superar esa confusión y la revelación cambia-vida, todo por su cuenta, entonces puedo superar lo que me pasó. No puedo ser tan fuerte, pero puedo intentar. Me lo debo a mí misma, y a todo el mundo que me ama, o que por lo menos ha tratado jodidamente de hacerlo. Visito a mamá el fin de semana. El viaje es largo, pero el amor es mucho. Sale con una sonrisa y los brazos abiertos que me abrazan cerca, preparó la cena por una vez. Pasta. La casa está limpia. Las ventanas están abiertas y el aire en el interior de cada habitación es fresco en lugar de húmedo. La piel de mamá se ve saludable, sus ojos están brillantes. No puede dejar de hablar del trabajo, de un nuevo grupo de amigas que conoció en yoga, y solo estoy sentada en mi silla comiendo tranquilamente y absorbiendo todo, toda su felicidad, todo su cambio. —¿Estás bien, cariño? Lo siento, he estado parloteando, es solo… —No, estoy bien. No lo sientas. Estaba realmente hambrienta. —¿Estás comiendo bien en la escuela? —Tres comidas al día. Compuestas de donas y pesar. Se ríe y le sonrío a un fideo. —Ha sido terriblemente silencioso sin ti alrededor —dice mamá—. Así que he estado tratando de salir más. Hacer más cosas, conocer a más gente. Me estremezco. —Lo siento. Siento ya no estar aquí, siento no haber venido el fin de semana pasado, estaba… —Está bien. No quiero escuchar excusas. Pero, era una promesa, Isis. Me prometiste que vendrías cada fin de semana. Sé que estás ocupada y es la universidad, pero soy tu madre. Y quiero verte, necesito verte. —¡Lo siento! —Aprieto mi tenedor—. Lo siento mucho. Mamá se levanta, deslizándose para acariciar mi cabeza y me calla con susurros suaves. —No, cariño. Lo siento. Lo siento por necesitarte tanto. Deberías ser libre, tengo que dejarte volar lejos de mí en algún momento. Otros chicos de tu edad, otros padres de mi edad han aprendido a irse y dejar ir pero... pero es más difícil para mí. Y eso hace que sea difícil para ti. Trago saliva. Mamá me mira a los ojos. —A veces pienso en cosas malas, cosas oscuras. Y voy a ver al doctor Torrand y trato de no pensarlas tanto. Pero me mantienen despierta en la noche. Y no duermo. Entonces empiezo a odiar a todo el mundo, tu padre, Leo, incluso a ti. Y es horrible. Soy horrible. Abrazo su espalda, solo apretado. —No somos horribles —susurro—. Solo somos personas.


*** Observo a Charlie hacer su tarea, el cabello grasiento y su rostro eternamente fruncido. No es el agente más inteligente y no piensa antes de hablar, pero consigue los objetivos con sorprendente velocidad y fuerza. Cuando mi estilo es escribir ligeramente con un bolígrafo, el suyo es apretar con fuerza un pincel empapado. Ambos conseguimos el trabajo hecho, solo que en diferentes maneras. Probablemente es por eso que Gregory nos asigna a uno con el otro, dos métodos que difieren radicalmente duplican las posibilidades de éxito. En teoría. En realidad, nos llevamos tan bien como dos gatos mojados en una olla enlatada. —¿Qué estás mirando? —gruñe Charlie, sin apartar los ojos de su papel. —Quería darte las gracias —digo finalmente. —Jodidamente dudo eso. —Por enviar lejos a Isis en la barbacoa. Me resistía a hacerlo yo mismo. —No me digas. —Charlie pone los ojos en blanco—. ¿Tienen historia juntos o algo? —Algo así. —Bueno, mantenlo fuera de la misión. No necesito a tus folla-amigas arruinando esto. Un trabajo como este significa una maldita promoción. Echo un vistazo a su escritorio. No mantiene una gran cantidad de objetos personales, pero trajo una foto enmarcada de su abuela, una anciana japonesa con un rostro sonriente y arrugado, abrazando a Charlie en frente de una pequeña tienda de fideos en lo que parece un nubloso San Francisco. Le envía el dinero que consigue a ella. Hice algo de investigación en su archivo y sus cuentas bancarias. Huérfano a la edad de tres años, debido a un crimen de odio racial, su abuela lo llevó y lo crió. Ahora que está casi en sus ochenta años y no puede trabajar en la tienda, Charlie es el que la mantiene funcionando con el dinero que gana. Solía estar en una pandilla en el Barrio Chino, hasta que Gregory lo encontró. Es más débil que yo, aun si no actúa como tal. Las personas que ama todavía están vivas, después de todo. Y eso es una debilidad en sí mismo. Es por eso que siempre voy a ser un agente mejor que él. O bien, pensé que iba a ser. Hasta que Isis dio un paso en la imagen. —No era una folla-amiga —aclaro, templando el fuego suave de la ira que estalla en mis pulmones. No quiso decirlo de forma personal, sus insultos son un mecanismo de defensa para evitar que la gente lo conozca y por lo tanto tener que preocuparse por ellos. Es similar a las bromas desenfrenadas de Isis. —Lo que sea que era para ti, jodidamente seguro que estaba celosa de Brittany esa noche. Se mantuvo dándole una mirada asesina. No dejes que se interponga en el camino de bombear a Brittany por información, ¿entiendes? ¿Celosa? ¿Isis? Eso no puede ser cierto. La he lastimado tan mal, por tanto tiempo. ¿Cómo puede sentir algo además de desprecio hacia mí? Es lo suficientemente inteligente como para saber cuándo está persiguiendo una causa inútil. Nunca me buscaría. No después de lo que le he hecho.


Agarro mi abrigo y salgo. El campus está tranquilo, las estrellas brillando como diamantes desechados. Mis confundidos pies me llevan alrededor de la biblioteca, a través del estacionamiento, y hacia una fuente de granito con la forma de un centauro disparando una flecha hacia el cielo. Leo la placa, dedicada a alguien muerto. Me siento en el borde, noto que no soy el único aquí. Podría irme. Podría dejarla, en esta noche estrellada, y alejarme. Podría elegir no formar este recuerdo, no participar. Pero lo echo de menos. Extraño las peleas, los golpes, su ingenio. La extraño, incluso cuando mi perfecto y calculado plan sin vida demanda nunca hablar con ella otra vez, con el objetivo de no lastimarla más. Pero soy humano. Soy egoísta Y me permito ser humano y egoísta, como ella me enseñó. —Buuu —digo. Isis salta, retirando su mano que hacía perezosos círculos en el agua. —¡Idiota! ¿Estás tratando de matarme antes de que alcance mi forma final? —No lo digas. —Me siento a su lado. Está usando un suave suéter con un pantalón corto—. ¿Qué es tu forma final? No, espera, déjame adivinar, bruja loca. —Emperatriz Cyborg —me corrige con un resoplido de indignación—. De un pequeño país rico. Me río. —¿Y qué hará cuando recupere su reino, majestad? —Oh, sabes, mejorar las escuelas, construir mejores carreteras, formar un harén de hermosos chicos europeos, lo normal. Levanto una ceja. —¿En serio? Pensé que tu estilo era más los morenos, más del este. —Lo era, hasta que aprendí que en realidad no importa cómo luzcas en el exterior, obvio. ¿No miras Dora la Exploradora? Mierda, es muy informativa. He aprendido mucho sobre tratar a las personas de manera igual. Y como… mochilas. Sonrío, y esconde su sonrisa torcida en el hueco de su brazo. —Sola en medio de la noche y escondida detrás de una estatua de un semental centauro no es lugar para una emperatriz —digo. —No me estaba escondiendo. —Frunce el ceño—. Esconderse es para bebés. Y ninjas. Miramos nuestras manos a través del agua, nuestras ondas son lo único tocándose. Nuestros dedos distorsionados como serpientes albinas debajo del agua, manchadas por estrellas y musgo. —¿Quieres ir a algún lugar conmigo? —pregunta. Levanto la vista. —¿A dónde? —A algún lugar, a cualquier lado menos aquí. A cualquier lugar al que Sophia nunca llegó a ir. Vayamos a la luna. Levanto la mirada al disco plateado.


—Estará frio. —Llevaremos chaquetas. Más silencio. Isis resopla. —¿Dónde conseguiste esa cosa en tu ceja? —Me golpeé con el marco de la puerta —contesto suavemente. —¿Dónde, en la casa de Samwise Gamgee? —Samwise vive en una choza en el jardín, no en una casa. —Oh mi Dios a quién le importa. —Levanta sus manos en el aire—. El punto es, ese rasguño parece desagradable. —Sí, eso es lo que he estado haciendo todo este tiempo. Arruinando mi rostro para que ninguna mujer me vuelva a mirar dos veces. —Imposible. —Tose—. Todo lo que hará es sanar y hacerte lucir rudo, luego tendrás a las chicas y a todas sus mamás corriendo hacia ti. Más de lo que lo hacen ahora. Tías lejanas, quizás. Dios, la vida es tan injusta. Empuja su cabello castaño fuera de su hombro. A crecido tanto, pasando más allá de sus hombros, las rayas purpuras descoloridas ahora color lavanda con un toque de blanco donde comenzaba su línea de cabello, Su flequillo era un desastre, con la extrema necesidad de un corte, sombreando sus cálidos ojos avellana y adornando su mejillas sonrojadas. Sus labios aun adorablemente pequeños y sensuales. Un año la había cambiado. Había crecido ligeramente, una especie de belleza madura apareciendo en su rostro. Sus pestañas más largas e incluso más oscuras y solo cuando parpadea cuatro veces me doy cuenta de que la estoy mirando y desvío la vista. Le debo la verdad. Por lo menos le debo eso. —Dejé Northplains porque no podía quedarme —digo—. Porque no sabía qué hacer conmigo. Porque estaba herido, tenía miedo de lastimar a las personas con mi propio dolor. Personas como tú. Isis está en silencio, su mano deteniéndose en el agua. —Tomé el auto y manejé por días. Ni siquiera recuerdo la mayor parte de ello. Cuando me di cuenta, estaba en Las Vegas. Pasé semanas allí, en un cuarto de motel. —¿Haciendo qué? —pregunta suavemente. —Peleando. Peleando y bebiendo. Había un club en el lado este e iba allí cada noche, golpeando turistas o veteranos, cualquiera que quisiera un pedazo de mí. Desafortunadamente, recibí más palizas de las que di. Pero quería ser lastimado. Quería sentir dolor, sentir algo, cualquier cosa. Cualquier cosa que no fuera la horrible nada que me atrapó en el funeral. La vi tragar, sus puños apretándose en su regazo. —La culpa me volvió como un demonio. Aún lo hace, un poco. Pero gracias a Gregory, no me tragó vivo. —¿Qué quieres decir?


—Me encontró. Dios sabe cómo. Pero me rastreó y justo cuando me estaba quedando sin dinero, me ofreció un trabajo y estudio. Algo para dirigir mi energía, algo por qué luchar, algo para enfocarme completamente. He tenido tanto miedo de perder el control por tanto tiempo. Pero ha sido de esa forma desde que murió mi padre, creo. Fue allí cuando empezó. Perdí el control en el bosque y causó la muerte de un hombre. Aterrorizado, traté de controlarme incluso más duro, manteniendo a la gente a distancia así no saldrían lastimados. Pero entonces llegaste tú. Se estremece y deslizo mi mano en la suya debajo del agua, sosteniéndola suavemente. —Eso no es algo malo. Leo era, objetivamente, algo malo. Y entonces perdí el control. Pero tú, perdí el control de una forma más placentera a tu alrededor. En una forma que era saludable y segura. Perder el control me mostró la intrincada red de emociones que he estado negando por tanto tiempo. Te burlas de ellos, como el sol hace que surjan los brotes. El rubor en sus mejillas se hace más rojo y sonrío. Pero luego me doy cuenta que estoy sosteniendo su mano y la suelto rápidamente. Los movimientos como ese no la están ayudando a avanzar hacia un hombre mejor. Nada de esto lo está haciendo. Y aun así, soy muy egoísta para dejar de hablar, para alejarme. Quiero el sol. Quiero ser calentado otra vez por su calor, aunque solo sea por un instante. —Gregory me enseñó a controlarme de una manera más profunda de lo que yo lo estaba haciendo. Me llevó al desierto, un rancho de su propiedad en el medio de la nada y me hizo trabajar. Conseguí agua, madera y peleé con los sementales. Los caballos me odiaban, por cierto, y odiaban las serpientes. Pero más que nada a mí. —La diferencia entre ustedes en mínima —musita sonriendo. Le doy una sonrisa rápida. —Gregory me hizo pelear, con él, más que nada, y a veces con su mano derecha en el rancho, un gigante hombre Navajo. Gregory me mostró que el control no es supresión, es una expresión. Expresada donde y cuando tu elijas y con un propósito deliberado. Después de tres meses, dijo que estaba listo para unirme a su equipo. Y lo hice. —Espionaje —dice. —Recopilación de información, solo las personas que miran mucha televisión lo llaman espionaje. —Así que estás espiando a Sin Nombre. Asiento. —Estoy tratando. Es muy reservado y más inteligente de lo que esperaba. Pero con suficiente tiempo, conseguiremos evidencia sólida. Ofreció sus servicios de hacker a un número de capos en el mercado negro de Internet involucrados con opio, metanfetamina y esclavitud de niños. La lista no es linda. Probablemente no sabía que estaba haciendo, pero sabía que era ilegal y eso es suficiente para encarcelarlo.


Isis está en silencio. Pone sus manos entre las piernas y se balancea en el borde de la fuente, un gesto nervioso. —Tengo miedo. En cada esquina que giro, estoy convencida de que él estará del otro lado, esperándome. —¿Entonces por qué vienes aquí afuera sola en la noche? —No le gusta la oscuridad —dice. —Fascinante —digo mientras archivo la información para usarla más tarde—. No que estés asustada —corrijo rápidamente—. Sino que alguien tan terrible pueda temerle a algo tan mundano. Se encoge de hombros. —Su padre lo encerró en un armario cuando era niño. Durante horas. Nos quedamos en silencio. Isis intenta romper la tensión. —Así que, tú y Bikini tienen una relación ¿no? Charlie dijo que era para sacarle información, pero quiero decir, mírala. Ninguna cosa viviente con un tubo portátil para orinar no sentiría nada mientras sale con alguien tan sexy. —Es aburrida —digo, mi voz ácida—. Sí, debe saberlo. —Sí, digo que debe saberlo —espeta Isis con un falso acento británico. —¿Por qué? ¿Por qué te importa? —Porque idiota —espeta—, me gustas. Te dije eso hace mucho tiempo. No es que lo recuerdes, consigues confesiones como esa todo el tiempo, por qué recordarías una de una molesta y enojada niña pequeña. Incluso después de todo el dolor, aún le gusto. —Te he lastimado, mereces a alguien mejor. Arruga la nariz. —Oh mi Dios, olvidé cuán arrogante eras. ¿Quién eres para decidir lo que merece la gente? No lo decimos, pero incluso ella puede decir lo que estoy pensando. —Y Sophia… Sophia te amaba. Hubiera querido que fueras feliz. Eso es todo lo que podemos hacer en esta vida jodidamente corta. Tratar de ser felices. Y sé que está matándote y sé que te culpas pero no eres el único que se culpa a sí mismo. Hace una pausa, sus últimas palabras estranguladas. No soy el único. ¿Cómo pude haber olvidado eso? ¿En qué idiota egoísta me había convertido, huyendo y dejando que sangrara sobre mi sombra, y sobre la sombra de todo lo que cree que debería haber hecho? Esperó sola en silencio, con miedo, manteniendo valientemente las piezas de la vida que abandoné porque fui demasiado egoísta como para quedarme. Incluso después de abandonarla, mantuvo sus recuerdos de mí, los sentimientos por mí, guardándolos cuidadosamente así no comenzarían a descomponerse. Cualquier chica hubiera renunciado. Otra chica me habría odiado por el resto de su vida. Pero no Isis. No mi terca, valiente y amable Isis.


—Está bien. —Levanta la vista, sonriendo aunque sus ojos están acuosos—. Es lindo decirte que aún me gustas. Pero entiendo, en realidad no tienes que decir que debería encontrar a alguien mejor. Deberías solo decirme. Sé que no soy, no soy toda una dama, soy rara y ruidosa, soy inexperta y sé que ese no es tu tipo. Y tengo un montón de grandes problemas estúpidos. Es muy difícil que alguien trate con ello, creo. Esa noche en el hotel fue hace meses, así que está bien si las cosas han cambiado. No tienes que sentirte mal sobre ya no quererme. Está bien si solo te gusta alguien como amigo y no deseas dormir con él. Podemos ser amigos, solo amigos. Te quiero. Te quiero como más que una amiga. Te quiero en mis brazos, en mi cama, donde estarás a salvo, en éxtasis y toda mía. Quiero mostrarte cuán bueno puede ser un beso. Quiero mostrarte que la vida no es siempre sufrimiento, también es placer. Mi cerebro lo grita, pero mi boca no se mueve, condenándome al silencio. Tengo que ser una piedra. La más mínima grieta y derramaré todos mis secretos a sus pies, que la anhelo como una planta seca anhela la lluvia. Que la única vez que me siento vivo, honestamente, radiantemente vivo, es cuando veo sus vetas purpuras, el contorno de sus hombros, su sonrisa. Si abro mi boca, la lanza oscura de los secretos la atravesaría. Te amo. ¿Pero qué tipo de amor espinoso podría ofrecerle? Estoy roto, destrozado como un espejo de mentiras. Trataría de recoger mis piezas y solo se cortaría sus delicados dedos con ellas. Cualquier amor que pudiera darle la lastimaría más, cuando todo lo que quiero hacer es sanarla. Quiero reconstruirla, no arrastrarla conmigo. Es demasiado importante. Cualquier daño adicional de un hombre podría inclinar la balanza de su corazón de manera irrevocable, y enviarla a un lugar sin retorno, donde la luz o el amor nunca podrían alcanzarla. La arruinaría para siempre. Nunca podría vivir conmigo mismo si la arruino. No después de Sophia. No después de haber arruinado otra chica antes. Una vez es un accidente, dos es malicioso e imperdonable. No soy mejor que el Innombrable. Si pongo mis propias necesidades sobre su seguridad y bienestar, no soy mejor que él. Así que me pongo mi mejor mascara. La máscara sin vida. La que Isis prácticamente destruyó. Solo quedan fragmentos de ella, pero es tan familiar que lleno los espacios en blanco rápidamente y hago mi expresión inescrutable. —Te pido disculpas —digo—, por llevarte a creer que éramos algo más que amigos. De entre todo lo que hace, es muy, muy buena en esconder su dolor. La luz se drena instantáneamente de sus ojos con mis palabras, algo profundo y brillante muriendo dentro de ella, esperanza. Pero lo esconde en una fracción de segundo, barriéndolo debajo de una alfombra de sardónica exasperación. —Puf, detén eso. Las disculpas lucen tan feas en ti. —Lo siento. Se para, poniendo su mano sobre su cabeza y estirándose, haciendo un ruido satisfecho. Pero puedo leerla fácilmente, es una farsa. Es un momento para recuperar el control sobre sus emociones, para esconderlas de mí. Se gira y sonríe.


—Así que, quiero decir, solo una pregunta casual entre amigos, ¿está bien? Asiento. —Lo que dijiste acerca de que te gustaba… esa noche en el hotel. ¿Era verdad? Trago y formo las palabras cuidadosamente. —Sí. Pero algo cambió, y ahora—No, lo entiendo. —Se ríe—. En serio, está bien. Los sentimientos cambian, las hormonas, las experiencias, todas esas buenas cosas se mezclan en nuestros cerebros. ¡Es increíble que las personas estén estables con todo eso! Mierda, a veces estoy sorprendida de sentirme de la misma forma acerca de una persona por más de una semana, ¿sabes? Para todos los demás, parecería estar bien. Pero para mí, el dolor en sus palabras improvisadas en palpable. —Isis… Me levanto, y ella da un abrupto paso hacia atrás, sosteniendo sus brazos. —Oye, quieto ahí. Realmente apreciaría que no te acercaras justo ahora. Es de noche, es todo, y eres un tipo, y tú sabes. Solo me asusta. Nada personal. Mi garganta se aprieta, algo pesado hundiéndose en mi estómago. Ahora soy como todos los demás hombres para ella. Soy solo otro que la ha decepcionado y lastimado. —Cierto, lo siento. —¡Otra vez con las disculpas! —Sonríe—. Consigue un pasatiempo, o, una mejor palabra para lo siento. Panqueques. Sí, eso es. Remplaza cada “lo siento” por “panqueques” y veras tu vida volverse mil veces mejor. También, más gorda. Estoy tratando de juntar las palabras correctas, palabras que no la lastimaran. Pero puedo decir que ya lo he hecho. No puedo retirar lo que hice. El daño ya se hizo. Isis, siempre es más rápida, me sonríe y saluda en broma. —Está bien, creo que siento venir el sueño. Pasando, en realidad. Soy un sonámbulo justo ahora. Estás hablando con una persona que no está despierta. ¡Ooooh! —Hace un ruido espeluznante y luego tose—. Uh, está bien. Entonces, te veré por ahí James Bond. Intenta no dispararle a nadie que no sea necesario. Esa mierda duele. —Podría acompañarte a tu dormitorio, si quieres. —No, estaré bien. Tengo los oídos de un halcón. Excepto que los halcones no tienen oídos, ¿verdad? ¡No lo sé! Eso es el por qué estoy en la universidad. Buenas noches. Isis se va y recuerdo, con doloroso arrepentimiento, cómo es tener frío otra vez.


3 Años 50 Semanas 0 Días La gente es demasiado dramática todo el tiempo. Basta con mirar a Hollywood, hay drama a la vuelta de cada esquina. Y col rizada. Hollywood realmente ama la col rizada. Al igual que los bebés. Dios no quiera que la ciencia alguna vez haga un bebé sin col rizada dentro de ochocientos kilómetros en Los Ángeles, porque entonces será la guerra, con armas Gucci y conductores de limusinas fuertemente armados y yo pondría todo mi dinero apostando en Vin Diesel y La Roca, quienes obviamente trabajarían en equipo y se convertirían en el equipo definitivo de rescate bebé-col rizada, conmigo como su coordinadora y compañera del ingenioso equipo. —Isis, siento la necesidad de informarte que estás siendo rara en voz alta otra vez —dice Diana, recogiendo una margarita y poniéndola en mi cabello. —Tener amigos que te quieren por quien eres debe ser bueno —reflexiono. Diana se ríe y toma otra margarita, tejiéndolas juntas en una cadena. —Me alegro de que estés hablando contigo misma de nuevo. Parecías un poco alicaída las últimas semanas. Incluso Yvette lo notó. —No. —Actúo conmocionada—. ¿Nuestra misma cabezota, emocionalmenteatrofiada gótica gruñona? ¿Noto cómo me siento? Absurdo. —No has estado comiendo. —Discutible. Algunos iluminados yoginis consideran el aire alimento. —Te quedas despierta toda la noche. —¡Estudiando! ¡Por los exámenes! —protesto—. A diferencia tuya, algunos tenemos que prepararnos para que pateen nuestro culo. —Y has estado saliendo con… —Diana frunce el ceño—. Bueno, con personas que no parecen realmente tu tipo. —Oh, por favor. —Agito la mano—. Ryan es absolutamente un buen tipo. Me mira expectante. Lanzo mis manos en alto.


—¡Y John, y Tyler, y Kieran, y Erik! ¡Son todos buenos chicos! —Buenos chicos con los que has estado besándote. —¿Me puedes culpar? —pregunto—. Quiero decir, en serio, ¿puedes? ¿Has visto incluso las abdominales de John? ¿Y la Ducati de Kieran? Una maldita Ducati. —Me inclino y susurro seductoramente—: Duuuucaaattiiii. Diana frunce el ceño. —Solo pensé... ¿qué pasó con ese chico del que Yvette me habló? Modelo McFarter, o algo así. ¿Ese con el que te vimos hablando en el concierto? —¿Quién? —pregunto alegremente, inspeccionándome las uñas. —Sabes quién. —Me fulmina con la mirada—. Rubio oscuro, muy nítidos ojos azules, alto. Te hizo reír. —Tenía gripe en la garganta —corrijo—. Eso era toser, no reír. Recuérdame nunca llevarte al club de la comedia. Diana suspira y pone la acabada corona de margaritas en mi cabeza. —Estamos preocupadas, eso es todo. Has hecho un total de ciento ochenta grados, y es... es terrible. Quiero decir, si te gusta ir a las fiestas de fraternidad y besarte con un chico nuevo cada noche, adelante. Más poder para ti, chica. Pero... Sonrío y palmeo su espalda. —Es amable de tu parte estar preocupada por mí. ¡Pero mírame! Soy una niña grande. Soy enorme. Puedo cuidar de mí misma. Diana aprieta sus bonitos labios, pero antes de que pueda decir algo Yvette viene de detrás de ella y se lanza, envolviendo sus brazos alrededor de los hombros de Diana. —¡Sorpresa, hijas de puta! —dice Yvette, luego mira a su alrededor para asegurarse de que nadie está mirando antes de darle a Diana un pico en la mejilla— . Hola, cosita dulce. Diana se sonroja. —Hola, tú. Me desplomo sobre la hierba. Yvette se huele debajo de sus axilas. —No huelo tan mal, ¿verdad? —Estoy muerta —digo roncamente—. De tanta lindura. Yvette se pone roja. —¡Cállate! ¡No sabrías que es lindo si te mordiera en el culo! —Es verdad. —Me río—. ¡No soy tan linda! Diana frunce el ceño. —Eres plenamente linda.


—Bueno —ahueco mi cabello—, vamos a dejar que las damas y los caballeros de la casa Phi Omega decidan eso esta noche. —¿Vas a otra fiesta esta noche? —Yvette suspira—. Mierda. Recuerda que debes estar segura, idiota. —Recuerda comerte mi culo. —Me detengo pensativa—. Retiro lo dicho. No estoy en eso. ¡Ni siquiera sé realmente en lo que estoy todavía! Pero estoy bastante segura de que comer caca no es una de las cosas en las que voy a estar en el futuro previsible. —Veo a Yvette fulminarme con la mirada y elevo mis manos en alto—. ¡Bueno! Bueno. Voy a estar segura. Lo prometo. Pasar el tiempo con Yvette y Diana es divertido, pero siempre viene una parte donde se miran a los ojos demasiado tiempo, o sus dedos se enredan juntos con demasiada fuerza, e instintivamente sé que debo irme. Así que hago una pequeña excusa acerca de irme a preparar para la fiesta, y ondeo la mano cuando me dirijo a mi dormitorio. Es evidente que están enamoradas. Incluso con la paranoia de Yvette de que sean atrapadas no la detiene de estar públicamente y exclusivamente enamoradas. Diana parecía menos paranoica, pero es cuidadosa por amor a Yvette. Es lindo y da un poco de arqueadas pero sobre todo, es doloroso de ver. Cada segundo que las observo es cada segundo más que la oscuridad perfora en mi cabeza. Nadie nunca me mirara así. Nadie sentirá así de profundamente por mí. Nadie me va a tratar con tanta ternura. Nadie va a amarme así. Fea. Fea, fea, fea. Ni siquiera Jack. Ni siquiera el chico que consiguió acercarse más, el más lejano a través de mi cáscara de amargura. Ni siquiera el chico que estaba en la puerta de mi corazón se atrevía a dar ese último paso. Algo le hizo volverse atrás. Algo en mí. Algo está mal en mí. Y nunca sabré lo que es, porque nunca le puedo preguntar. Ni siquiera lo veo a menudo, no más. Cojo destellos de su rostro en el pasillo, pero eso es todo lo que me permito ver, y por unos pocos segundos. Cualquier otra cosa es peligrosa. Cualquier cosa más tiempo significaría un armario, y silencio, lágrimas, y más oscuridad, más agujeros que se desgarran así la oscuridad puede meterse dentro y vivir allí como siempre lo ha hecho. Mi espejo me hace ver un poco más alta. También me hace ver como si estuviera a punto de llorar, y en realidad no necesito eso otra vez. Pongo una sonrisa en su lugar y busco en los artículos usados de mi armario. Cojo una falda negra y calcetines negros largos. Mis dedos rozan sobre la blusa de color rosa, y me aparto como si fuera lava. Los recuerdos son la peor parte. La sonrisa de Jack, su voz diciendo que yo era hermosa, la forma en que envolvió sus brazos alrededor de mí en su cama, su aliento en mi cuello. Su olor, menta y miel. Su rara y sonora risa. Nuestras conversaciones, nuestras luchas,


nuestros besos, la forma en que su mano agarró la mía bajo el agua de la fuente la última vez… Me trago las náuseas y entierro la blusa bajo una sudadera con capucha. Me pongo una ceñida camisa de color rojo en su lugar, y cepillo mi cabello. Vino tan cerca. Pero al final, corrió lejos. Al igual que todos lo hacen. Frunzo los labios, aplicándome brillo de color rosa. Es mi culpa, de verdad. Fui una estúpida por pensar que Jack era diferente de cualquier otro tipo en el mundo. Ellos quieren las cosas que son fáciles. Quieren las chicas que son lindas, divertidas y con experiencia. Nada de este enojo, amargura, sarcasmo, y absurdez virginal. Quién yo solía ser era demasiado trabajo para Jack, ¡para cualquier persona! No lo culpo en absoluto por dar vuelta. Desde luego, no me gustaría estar frente a la difícil tarea de amar a alguien tan difícil. Así que cambié. Corrección: Estoy cambiando. El cambio no sucede durante la noche, excepto cuando lo hace, y estoy intentando con todas mis fuerzas asegurarme de que parece que lo hace. No puedo soportar la idea de ser esa amargada, chica estúpida un segundo más. Quiero ser fácil. Quiero ser feliz y divertirme. —Dios. —Me río a medida que me aplico otra capa de brillo de labios—. Era tan estúpida. Reviso mi delineador de ojos por última vez, ignorando el hecho de que mi base no cubre las oscuras bolsas en mis ojos del todo, y asegurándome de que no hay etiquetas asomando en ningún lugar, sobre todo, no en mis nuevas bragas con impresión-de-tigre. Agarro mi teléfono, y guardo uno de veinte en mi sostén en caso de que necesite tomar un taxi a casa. Mi teléfono vibra, y antes de sacarlo ruego que sea un mensaje de cierto alguien frío. Pero es Mamá. Llamando. Me preparo. —Oye, ¿qué más? —Hola, cariño. ¿Cómo estás? —Estoy... —Atrapo mi reflejo en el espejo. Soy un magullado esqueleto con un poco de carne en ella—. Estoy bien. ¿Cómo estás? ¿Cómo está el trabajo? —¡Está muy bien! Quiero decir, ha sido lento, pero he estado yendo todos los días. El Dr. Torrand me dio estas maravillosas pastillas, y están haciendo efecto. Estoy durmiendo como un bebé de nuevo. El alivio permite que algún torcido nudo profundo dentro de mí se suelte. —Eso es... eso es realmente genial. Estoy tan contenta. —¿Qué te pasa, cariño? No suenas demasiado bien. —Estoy contenta, eso es todo. Durante un tiempo pensé… —Pensé que me odiabas—. Pensé que ibas a empeorar. Pero es bueno. Dormir es bueno. Dormir es lo mejor, de verdad.


—Lo es. Estoy a punto de hacer eso en este momento, en realidad. —¿Cenaste? —pregunto. —Lasagna. —Se ríe—. Si bien, no era para nada tan buena como la de Jack. Echo de menos a ese chico. ¿Qué pasó entre ustedes? Mordisqueo el interior de mi boca, lastimándolo un poco para distraer la atención de la gran herida que amenaza con tragarme entera. —Está saliendo con alguien más —me fuerzo a decir. —Oh, que lastima. Era un buen partido, pero siempre hay mejores peces en el mar, cielo, y sencillamente mereces lo mejor. Dulces sueños. No te quedes hasta muy tarde estudiando. —No lo haré. Te amo —digo. —También te amo. Dejo mi auto para caminar en su lugar —la noche es demasiado fresca y bonita para estar atrapada en una caja de lata. Mamá está realmente equivocada— no merezco el mejor pez. Me merezco ese que soporte mi mierda por más tiempo. Los peces que realmente entienden, aceptan y cuidan de mí, no voy a mirar dos veces a alguien tan jodido. Jack me enseñó eso. Él todavía está saliendo con Hemorroides. No es que sea de mi incumbencia. Parecen una pareja de un anuncio de Gucci, y ella se aferra a él demasiado para que yo los vea mucho tiempo. Espero que sea feliz. Espero que sea feliz con ella, al menos un poco. La casa de Phi Omega está a pocas cuadras del campus. Es una gran casa azul de varios niveles, vieja como la suciedad y probablemente llena de historia. Y cadáveres. Esperemos que ambos. Llego, la música ya en auge a través del césped decorado con papel higiénico. Toco la puerta, y un enorme atleta, de cabello oscuro con ojos verdes sonríe hacia mí. —¡Isis! ¡Ahí está mi chica! —¡Kieran! —chillo, y le doy un puñetazo en la tripa en nuestro saludo habitual. Se dobla con una mueca de dolor, y cuando levanta la cabeza lo beso en la mejilla—. ¿Dónde está el alcohol? —Al final del pasillo a la izquierda. La pista de baile es aburrida sin ti. Haz que algunas chicas bailen. Guiño un ojo hacia él. —Lo haré. Las chicas y los chicos ya están descuidadamente besándose en los sofás, y el juego de pong con cerveza está bien entrando en su séptima ronda. Así es como sé que llego muy tarde. —¡Isis! —Heather, una chica de cabello negro con los labios bastante grandes, lanza sus brazos alrededor de mí al segundo que entro en la cocina. Huele a tequila y me recuerda a Kayla—. ¡Era la maldita hora! Te iba a enviar un mensaje de texto para que trajeras tu culo aquí pero... ¡pero se me ha olvidado mi código de bloqueo!


—Es 5429, chica —le recuerdo—. ¿Dónde está Tyler? Heather resopla. —Tyler y yo no nos hablamos. Es un gilipollas. —Pero vas a dormir con él esta noche —digo. —Obvio. —Pone los ojos en blanco—. Tenías razón. Es mi tipo. Después de una sesión particularmente asquerosa de magreo con Tyler en otra casa de fraternidad en la que trató de chuparme los labios hasta quitármelos del rostro, sabía exactamente con quién cuadrarlo —la chica en el campus con los legendarios labios. Habían estado saliendo desde entonces con el fervor y la aproximada semejanza visual de dos cocodrilos comiéndose la cara del otro. Me gusta jugar a ser casamentera, casi tanto como golpear a idiotas en el rostro. Casi. Calienta mi corazón ver a dos personas felices— incluso si esa felicidad se basa en tórridos y repetidos encuentros sexuales contra, ya sabes, una relación real. Pero, ¿quién soy yo para juzgar? Nunca he tenido una relación real. O un encuentro sexual real. Pero todo mi magreo con chicos al azar, no ha dejado a nadie debajo de mi ropa. Estoy desesperada por olvidar, no soy una idiota. Quiero mejorar en ser divertida, y experimentar, no mejor al contraer enfermedades de transmisión sexual. Y ha funcionado, hasta ahora. Cada beso me ha ayudado a tener más confianza. Cada beso descuidado, sin importancia y sin sentido me ha ayudado a olvidar los besos importantes que están chamuscados y tatuados en mis labios. A veces me pregunto si lo pueden saborear. Una canción sigue con un ensordecedor bajo, Heather chilla y agarra mi mano, arrastrándome a la sala de comedor de madera que ha sido convertida en una pista de baile. Me pierdo en la música, riendo cuando Heather borracha intenta saltar con tacones de quince centímetros. Se inclina y besa a un chico que no es Tyler, y es entonces que me doy cuenta de que no soy especial. Una gran cantidad de la gente de aquí —diablos, tal vez la mayoría de ellos— están besando a un chico, o una chica, para olvidar el beso de otra persona. Todos tendríamos que estar besando a esa persona especial, pero por alguna razón, no podemos o no lo haremos. Así que estamos aquí. No soy especial. Solo me tomó un tiempo bajar al nivel de todos los demás, es todo. Solo me tomó un tiempo estar lo suficientemente desesperada como para olvidar. Eso es todo. Escapo de la pista de baile y me sirvo un ron con Coca-Cola, bebiéndomela tan rápido como puedo. Quema. Pero, diablos, todo quema hoy en día. Un dolor de cabeza me ciega, así que salgo a la calle y me siento en los escalones donde el aire fresco puede calmar mi palpitante cabeza. —En realidad hiciste un buen trabajo —dice una voz. Sin Nombre, en una sudadera y un pantalón, se sienta a mi lado con una sonrisa—. Bajando de peso, quiero decir. Eso fue una gran cantidad de carne que perder. Estoy impresionado. —No lo hice por ti —siseo. —Oh, los dos sabemos que lo hiciste, Isis. —Se ríe—. Fue muy gracioso verte desaparecer. Recogiendo tu comida en la cafetería. Solíamos hacer apuestas sobre


ello, si te comías el único palito de apio que elegías o no. No lo hiciste, la mayor parte del tiempo. Perdí un montón de dinero apostando por ti, marrana. Muerdo mi labio para obligarme a no huir por costumbre. No soy tan débil como solía ser, y voy amostrarle eso. No me puede manchar con más oscuridad. Ya no hay luz que apagar en mí. Estoy en la sombra, ahora. Solo está limpiando con manguera una fogata que está bajo el agua. —¿Recuerdas cuando te desmayaste? —Sus carcajadas son ruidosas—. Oh, mierda, eso fue bueno. Fue en medio de un partido, y acababas de… —Se pone tieso como una tabla y cae hacia un lado, todavía riendo—. Cristo, eso fue divertido. Verdadero humor. ¿Estás segura de que deberías estar aquí en la universidad en lugar de hacer comedia en vivo? Estoy seguro de que se empezarían a reír solo con tu cara, ni siquiera tienes que decir nada. Dinero fáciiil. —Estrecha los ojos hacia mí, y niega—. ¿Y quién te maquilló, tu abuela? —¿Qué quieres? —pregunto, mirándolo duramente. Sin Nombre se encoge de hombros, poniendo sus manos en los bolsillos. —Solo quería saludar. Conozco a Tyler, y quería un poco de whisky, así que vine abajo. Las chicas aquí no están del todo mal, tú eres una historia diferente. Sobresales como un dedo del pie aplastado. Está mintiendo. Solía ser mejor en eso, ¿o tal vez me he vuelto mejor en leer a los mentirosos? —¿Qué es lo que realmente quieres, cabrón? Parece sorprendido, y comienza a aplaudir. —Oh, vaya. Cabrón. No has tenido las agallas para decir mi nombre por tres años, y mucho menos insultarme. Estoy impresionado, mis felicitaciones a tu psiquiatra. —Nunca fui a uno. No necesito uno. —Lo sé. Solo intentaste matarte. Miro fijamente su rodilla, y se ríe, aplaudiendo. —Sí, ya sé todo lo que era realmente la dieta. No me puedes engañar, cerdita. Cualquiera con dos dedos de frente podía ver que querías morir. ¿Y la mejor parte? Nadie te detuvo. Ni siquiera tu tía de mierda. —Se inclina y susurra—: Todos querían que murieras. Así que, ¿por qué no? Una chimenea volcánica rezuma de mi corazón, derramando lava caliente en mis pulmones, estómago, hígado, y carbonizándolos de manera instantánea. Sin Nombre sonríe más ampliamente. —Es extraño… He estado escuchando rumores, referentes a ti. No que eres fea, como de costumbre, pero algo más... extraño. Isis Blake se está convirtiendo en una chica bastante fiestera. Se besuquea con cualquiera si está lo suficientemente borracha. Trato de respirar, mantener la respiración y no dejar que los recuerdos me abrumen. Sin Nombre saca un cigarrillo de su bolsillo y lo enciende, mi ritmo


cardíaco se eleva al cielo y todo lo que escucho es un alto ruido blanco. Mis manos comienzan a temblar, la cicatriz en mi dolorida muñeca con un fantasma, quema. Sin Nombre sonríe, soplando el humo en mi cara. —¿Qué pasa? ¿Ese atascado niño bonito se negó a follarte? ¿Es por eso que te le estás lanzando a cualquiera con un par de labios? Estoy congelada, arraigada en los escalones cuando los ecos de dolor queman mi piel de nuevo. El olor del humo del cigarrillo, la forma en que se enrosca alrededor de mi rostro y perdura en mi cabello. Quiero que todo eso se vaya, que deje de existir. No quiero estar aquí. Quiero dejar de existir, en este momento. Quiero desmayarme. Si contengo la respiración el tiempo suficiente, voy a desmayarme y todo se detendrá. Si Nombre se ríe, mi silencio es toda la afirmación que necesita. —Ves, Isis, sabía que no lo haría. Es un tipo inteligente, talentoso, guapo. Alguien como él nunca querría a alguien como tú. Es la regla de la naturaleza, la gente guapa no sale con gente fea. Simplemente no lo hacen. Intentaste dar un paso por encima de tu estatus, y volvió a ponerte en tu lugar. ¡Qué gran tipo! Mi opinión sobre él ha dado un giro total de ciento ochenta grados. —Se inclina, y la bilis en mi garganta se mueve a mi boca—. O tal vez... tal vez es más que eso. Tal vez le dijiste lo que pasó entre nosotros y tal vez simplemente no quiere follar a una chica arruinada. Porque eso es lo que eres, estás arruinada. Basura. Sucia. Nadie más te va a querer. No después… —¿Isis? ¿Qué está pasando aquí? El horrendo hechizo negro se agrieta, y me puedo mover de nuevo, pensar de nuevo. Me vuelvo, el enorme cuerpazo de Kieran bloquea la puerta. Sin Nombre le sonríe, encendiendo el encanto lleno-de-maravilla. —Oh, nada. Solo una pequeña charla entre viejos amigos. ¿Sabes dónde está Tyler? Kieran se lo queda mirando, luego sacude su dedo pulgar. —Arriba. Sin Nombre le da una palmadita en el hombro. —Gracias. Cuando se ha ido, Kieran se sienta conmigo en las escaleras. —Oye, ¿estás bien? —Sí. —Me aclaro la garganta, el dolor desvaneciéndose—. Viejo amigo. —No te ves muy amigable con él. —Es... nada. No te preocupes por eso. Kieran deja escapar un suspiro. —Bueno, mira. Ulfric, yo y algunas de las chicas vamos a la ciudad. Hay un club que tiene una noche rave. ¿Quieres venir?


Kieran podría ser grande, estar en el equipo de lucha libre y reprobar todas sus clases de inglés, pero tiene lindos ojos oscuros, como un cachorro, y es extrañamente sensible. Sabe exactamente qué decir y hacer para ayudar a una persona a sentirse mejor, tiene un sexto sentido parecido a unas antenas invisibles de insecto por cómo la gente se siente en general. Es como Wren, de esa manera. Puede decir que no quiero estar más aquí, ahora que Sin Nombre está alrededor. Asiento. —Sí, claro. ¿Quién va a conducir? —Yo. —Kieran sonríe—. Soy el conductor asignado, pero puedes llamarme señor chofer. Tienes la escopeta. —Me gustaría tener una escopeta —me quejo cuando lo sigo a su auto PT Cruiser. Dos chicas en vestidos ajustados y un enorme chico rubio que se parece un poco a un vikingo sediento de sangre están esperando allí. —¿Ah, sí? —Kieran ríe—. ¿Qué harías con una? —Ir de picnic, iniciar una banda indie. Matar gente. —¿Vamos a matar gente? —La chica del vestido rojo junta sus manos—. Vamos a empezar con el profesor Summers. Le estaríamos haciendo un favor al mundo. —Ni siquiera es tan malo. —Kieran rueda los ojos y enciende el auto, dando marcha atrás. —Ayer miró por debajo de la falda de Tessa con una pluma de espejo, totalmente lo vi. —La chica de vestido-rojo le da un codazo a la chica de vestidoverde, quien debe ser Tessa, porque ella dócilmente se hunde en el asiento. Vestido-rojo parpadea una sonrisa hacia mí—. Hola, soy Livy. —Isis —digo, y miro a Tessa—. ¿Lo reportaste? Tessa niega, sin mirarme a los ojos. Livy resopla. —Sabes que el campus no hace una mierda al respecto. Toman los informes y luego los guardan en un enorme armario que nadie toca. Lo he visto. Es lo mismo que ir a gritarle a una pared de ladrillo. Tessa finalmente levanta la vista, su voz dócil. —Incluso si lo hago, nunca le creen a las chicas. Me preguntaran que llevaba puesto. No va a ser su culpa, va a ser la mía. Aprieto los puños. Kieran suspira de manera cansada, resignado. —Das no es justo. —Ulfric, con su distinguido acento Sueco(?), frunce el ceño—. En Dinamarca, mi antigua universidad despedía a todos esos pervertidos. Puntúa la palabra “despedía” con un salvaje golpe de karate al aire.


—Sí, bueno, bienvenido a América. —Livy se encoge de hombros—. Tierra libre para hostigar a las mujeres y hogar de los valientes en el exterior, cobardes en el interior. —El profesor Summers, ¿eh? —susurro. Kieran me lanza una mirada de advertencia. —No te atrevas. —¿Qué? —Juego inocente. —Sé que fuiste tú quien puso los espaguetis en el bolso de Sarah la semana pasada —añade. —¿Hiciste eso? —Livy se inclina hacia adelante y se ríe—. ¡Mierda, Tess, ella es quien destrozó el bolso de Sarah! Suspiro. —¡¿Cómo te atreves a acusarme?! ¡Calumnia, digo que es difamación! —Olías a salsa durante cuatro días después de eso. —Kieran ofrece pruebas irrefutables. Sonrío. —Cuando lo pones de esa manera, me haces sonar tan audaz. Incluso posiblemente... descarada. Hay un silencio incómodo en el auto. Ulfric gime. —Te gusta hacerle bromas a personas que piensas que lo merecen —dice Kieran—. Y estás pensando en hacerle una broma a Summers. —¿Qué tipo de forajido me considera, señor? ¡Míreme! No hay manera de que pudiera pensar alguna vez en algo tan brillante como rodar bombas de estiércol debajo de las puertas de su oficina o recubrir pelucas con grasa o poner arañas en los cajones de su escritorio. —Hay otro silencio—. O gotas para los ojos, reemplazadas con spray de pimienta. Livy hace un reflexivo y aprobador ruido. Kieran suspira y se detiene en el estacionamiento de un llamativo club con un letrero de neón que dice The Back Door, y todos nos apilamos fuera. Livy agarra el brazo de Tessa y salta por delante. Ulfric me mira como si yo fuera un tigre hambriento. —Eres una mujer muy atemorizante —dice. —Viniendo de ti, Leif Puedodecapitarteconmisbrasos, eso significa mucho. — Acaricio su brazo. Parece apropiadamente ofendido. —¡Nunca he decapitado a nadie! —Deberías probarlo. Es muy relajante. —Cuando hayas terminado de planear un desenfrenado asesinato —dice Kieran con voz cansina—, vamos a conseguir algunas bebidas.


—¿Cómo podríamos olvidar nuestras prioridades de vikingos? —Palmeo a Ulfric en la espalda—. Trago primero, sangre segundo, tetas tercero. —Tetas primero, trago segundo, sangre nunca —corrige Ulfric. —Ahhh, no seas tan purista, Ulfie. ¡Los dioses exigen la juerga! ¡Honremos al Valhalla! Como todas las personas que han tenido la extrema suerte de encontrarse conmigo en esta vida él parece desconcertado, pero de todos modos me sigue al club en pleno auge. Le mostramos al gorila nuestros documentos de identidad, y observa a Tessa un poco más de lo que necesita, luego mira de reojo uno de mis (muchos) documentos de identidad falsos. —¿Vanessa Gergich? —pregunta—. ¿Y tienes treinta y tres años de edad? Empiezo a sudar. Esta es la única desventaja de esos doce documentos de identidad falsos. —¿Soy muy sana? —ofrezco—. Como mis verduras y me hidrato. Me hidrato constantemente. —Está conmigo. —Kieran se inclina. El gorila mira entre nosotros, y luego suspira. —Muy bien, Kir, pero si la caga le contaré a la policía que es tuya. Kieran le destella una sonrisa, me jala más allá del gorila y hacia la barra. —Un ron con coca cola para la señora —grita sobre la música, luego se vuelve hacia mí—. Eso es lo que te gusta, ¿verdad? He visto que bebes eso un montón. —Sí, señor —Asiento—. Pero no tienes que comprarme nada, soy una fuerte e independiente… Empuja el vaso frío en mi mano y desliza uno billete de cinco por encima del mostrador hacia el camarero. Revuelvo un poco, comprobando por espuma densa que indicaría una pastilla disuelta. Quiero decir, confío en el camarero, y Kieran. Algo así. Pero nunca se puede ser demasiado cuidadoso. Tomo poco a poco, y estamos así, viendo las tambaleantes masas de faldas cortas y camisas de botones estrellándose uno al otro. Tessa está bailando con Ulfric, todavía un poco tímida pero ahora más sonriente. Livy se está restregando a un tipo-italiano cuatro años demasiado viejo para ella. El olor a sudor y colonia prácticamente ahoga el aire. Las luces estroboscópicas perforan nuestros ojos y hacen agujeros en nuestra paciencia por el Top 40 de música. —Es solo... —Hago una pausa y escucho los parlantes—. ¿Eso es simplemente alguien diciendo “culo” repetidamente? Kieran se detiene, levanta la mirada, y se echa a reír. —Mierda, tienes razón. ¿Qué ha pasado con la música? —El dinero —digo—. El dinero pasó. Pero personalmente, culpo al elastano, al procesador de audio autotune y a Yoko Ono. Se ríe. Livy separa su culo de la entrepierna del tipo-italiano lo suficiente como para caminar hacia nosotros, sin aliento y sonriendo.


—Oigan, chicos. Vengan aquí. Seguimos, curiosos, ya que ella nos lleva al pasillo del baño, cubierto de grafitis y trozos de papel higiénico. Livy saca algo de su sujetador, presiona una en la mano de Kieran, entonces en la mía. Es una pequeña píldora blanca que tiene la forma de un conejito playboy. Kieran arquea una ceja. —¿De dónde sacaste esto? —Heather, obvio. —Livy resopla—. Estaba prácticamente repartiéndolos como caramelos en su casa. —¿Es esto lo que creo que es? —pregunto. —¿Éxtasis? —pregunta Livy. —¿Ilegal? —Relájate —Livy pone los ojos en blanco—. Es solo una píldora. No te va a matar. Y Heather siempre compra de un tipo fiable, por lo que no hay extraño en ella. Kieran empuja de nuevo hacia ella. —Yo-yo no puedo. Soy el conductor designado de esta noche. —Está dentro y fuera de tu sistema muy rápido —insiste—. Mucho menos tiempo que el alcohol. —Ver gigantes y monstruosos elefante rojos no es mi idea de un buen momento. —Miro fijamente, pero Livy sonríe y me da una palmadita en el hombro. —Oye, está bien. No es un alucinógeno. Es muy seguro, te lo prometo. Lo he hecho cientos de veces. Me quedo mirando la píldora blanca. Las feas palabras de Sin Nombre asoman su cabeza en la mía. “Alguien como él nunca querría a alguien como tú”. “... volvió a ponerte en tu lugar”. “Y tal vez simplemente no quiere follar a una chica arruinada”. “Nadie más te va a querer”. “Nadie más te va a querer”. Pongo la píldora en mi lengua y me la trago con el último sorbo de mi ron con Coca-Cola, ahogando las palabras. Kieran también se traga la suya. Me dirijo a la pista de baile y espero morir. O pasar un buen rato. Lo que ocurra primero. Kieran sigue detrás de mí, bailando conmigo, e incluso si es un poco rígido en las piernas y también un chico-blanco y en el sentido que todo lo que hace es saltando un poco en sus pies, todavía me sorprendo a mí misma sonriendo. La vida ha sido una mierda, pero bailar siempre ha sido bueno para mí, por mí. Puedo irme a la deriva, pensar en todo y en nada con la música manteniendo la oscuridad a raya.


No sabía que Heather compraba drogas. Tampoco sabía que las suministraba a fiestas de fraternidad. En la escalera de cosas malas que hacer, eso estaba casi en el nivel de fármaco-distribuidor. ¿O no? No sé una mierda de drogas, y menos aún sobre las personas que las distribuyen. Solo sé que un montón de gente las consume, y estas les dan más poder, pero son peligrosas. Por otra parte, he estado bebiendo casi todos los días desde aquella noche en la fuente, por lo que, ¿quién soy yo para juzgar? ¿Quién soy yo para enojarme? Estoy bebiendo para acallar el dolor, y eso no ha estado funcionando. Así que tengo que intentar otra cosa. Ningún peligro es tan malo como lo que me espera en mis propios recuerdos. Las luces estroboscópicas se ponen más brillantes, más coloridas, los verdes convirtiéndose en dos colores rojo-azul, a la vez. Parpadeo, pero los colores siguen cambiando. Parpadean sobre el maquillaje y joyas de las chicas, creando ardientes manchas de color gratamente sobre mis párpados. Todo el mundo parece tan feliz, tan agradable, tan amable. Nadie me va a lastimar, aquí. Estoy rodeada de gente buena. La oscuridad no me puede atrapar aquí. Kieran sonríe cuando le sonrío, y esa es una buena señal, es mucho más guapo de lo que pensaba antes, algo moreno, un pirata moreno, Jack Sparrow moreno (no digamos ese nombre), oscuro y hombros anchos, me podría proteger de la oscuridad, ¿no es así? Alguien tan fuerte como él podía luchar contra cualquier cosa, protegerme de cualquier cosa. Traté de protegerme a mí misma durante todo este tiempo, pero fue muy duro. Estoy tan cansada de hacer todo sola. Sería bueno tener un poco de ayuda. Kieran podría ayudar. Jack no quería ayudar más, lo cual está bien, porque soy dura, y no merezco la pena todo ese esfuerzo, incluso si él era el único que me ha tocado de una buena manera e hizo que mi corazón se asomara fuera de su concha, pero era estúpido, yo era tan estúpida por pensar… “Nadie más te va a querer” Me estremezco, y me recuesto en Kieran, abrazándolo por la cintura. Él detiene el baile. —¿Isis? —grita—. ¿Estás bien? —Estoy... estoy... no estoy bien. —Me río—. No lo estoy, no lo estoy. —Oye, espera, está bien. Vamos a tomar un poco de aire. Me cuelgo del brazo de Kieran mientras me guía a través de la multitud y salimos al frente del club. Le dispara una mirada al gorila a medida que pasamos. —No tengo treinta y tres años de edad —dejo escapar. —Lo sé. —Rueda los ojos. Kieran me guía. Me estremezco cuando mis ojos capturan las colillas encendidas de un círculo de personas fumando. Kieran los ve y nos aleja del círculo, más abajo en la acera. Suspiro por aire, atragantándome con nada y todo al mismo tiempo. Kieran espera pacientemente, mirando el cielo lleno de estrellas. Cuando la presión cede un poco menos y el mundo no es tan brillante, formo palabras. —Lo siento —digo—. Deberías... entrar y divertirte. Esto no es divertido. Esto soy yo muriendo.


—No te estás muriendo. —Se ríe. —Sí, lo estoy. Un poco más rápido que la mayoría de la gente. El rostro de Kieran está en blanco, pero las palabras de Sophia resuenan en mi cabeza, un bienvenido alivio de Sin Nombre. Cuando su sonido es el ladrido de un perro loco desgarrando mi garganta, ella es toda campanas de cristal y gotas de lluvia. No es de extrañar que Jack la amara. No es de extrañar que Jack se rompiera cuando la perdió. No es de extrañar que no quiera a nadie nunca más. Nadie más se puede comparar. Me río, pero la risa se convierte en algo raro y comienzo a morderme el brazo para hacer que se detenga. Kieran aparta mi brazo de mi boca, y veo el anillo de rojo oscuro en la manga de mi camisa, pero solo ligeramente. —De verdad me estás asustándome, Isis —dice en voz baja. —Asusto a un montón de gente, soy extraña. Halloweentown me ama. Pero nadie más lo hace. Excepto mi mamá, mi mamá es genial y la abandoné, soy egoísta. Kieran está en silencio. Me siento en la oscuridad empezando desvanecerse, las farolas son brillantes e hinchadas como gigantes luciérnagas ámbar. —Hay un chico —digo, y me río—. Pero esa es la historia de todas las chicas, ¿no es así? Siempre hay un chico. Un tipo, un tipo que no ha hecho algo. Y me gusta. —Si te gusta, solo tienes que ir y darle un beso —dice Kieran. —No sabes cómo funcionan las cosas muy bien, ¿verdad? Kieran se ríe, me aprieto la cabeza y me apoyo en su hombro. La noche está muy oscura y él es demasiado sexy, necesito a alguien, algo sólido debajo de mí. Alguien que me impida desaparecer en la sombra de la mitad de mi vida. O tal vez es demasiado tarde. Tal vez ya he desaparecido, y la oscuridad estará siempre aquí con solo breves destellos de luz, en lugar de al revés. —¿Te gusto? —le pregunto a Kieran. Es lanzado, pero no soy nada si no lanzada y estúpida. Kieran tose. —Bueno... eh... —Es una pregunta de sí o no. —Sí —dice—. Lo hago. “Nadie más te va a querer”. —¿Me quieres? —Presiono mi pecho en su hombro como le vi hacer a Hemorroides con Jack. Kieran se aclara la garganta.


—Sí. Quiero decir, desde que nos besamos, yo… Me estiró y lo beso, y él me besa de regreso con un borde suave y feroz a la vez. No es Jack. Nunca es Jack, pero nunca será Jack otra vez, y no quiero llorar por lo que lo beso más duro, y por más tiempo, la mano de Kieran se desliza hasta mi camisa y lo dejo… —¡Tú! Levanto la vista para ver a Charlie Moriyama señalando acusadoramente hacia mí. Y detrás de él está la única persona que realmente no necesito ver esta noche, o nunca más. *** —¿Cómo escuchas esta mierda? —gruñe Charlie, bajando el volumen de la música de ópera. —¿Supongo que no eres un fan de gordos hombres italianos cantando sus corazones por una mujer? Charlie se pasa la mano por su cabello en punta, re-organizándolo. —Si quisiera escuchar a pendejos quejarse por perras, escucho a Biggie Smalls o a Nas. —Ah, sí, porque referirse a las mujeres como “perras” te llevará muy lejos con ellas en la vida —digo, y giro a la izquierda en el semáforo. —No me importa acerca de las perras, ¿de acuerdo? Son todas quejicas, y quieren tu dinero, quieren que te vistas bien y las saques por helado y anillos de grasa, he terminado con eso. Solo voy a centrarme en presionarme por mi mansión, y luego voy a comprar algunas perras. —No vas a comprar perras, o una mansión. Compraras una casa para tu abuela. Charlie me lanza una mirada aguda, poniéndose rojo en los bordes —¿Qué clase de mierda estúpida está saliendo de tu boca ahora? Te juro que te pones más tonto todos los días. Me estaciono en frente de un club de mala muerte llamado The Back Door. Casi no puedo obligarme a arremeter contra él con mi hielo habitual. Es tan patético, tan suave en el interior y tratando tan duro en el exterior. Me recuerda a alguien. —Bueno —musito—, esperemos que estés cada vez más inteligente, porque uno de nosotros tiene que ser lo suficientemente coherente para interrogar al dueño del club. Charlie solo se queja, tirando un par de manoplas de cobre amarillo de debajo de su manga. Pongo mi teléfono para grabar y presiono el botón, con el fin de obtener pruebas contundentes en la cinta.


—El propietario será reacio a hablar —digo—. Su nombre es Terrance. —No me importa una mierda su nombre, vamos a golpearlo hasta morir. —Nadie va a golpear a nadie. —Mis palabras son duras, frías—. Terrance es un hombre de negocios. Fácilmente va a ser persuadido con un número de lógicas maneras con las que yo estaría más que feliz de iluminarte. Charlie gime. —No me importa. Vamos a hacer esto. Puedes charlarle a su culo todo lo que quieras, pero si no nos lleva a ninguna parte con eso, me voy a mover al plan B. Golpiza. —La amenaza de una paliza a menudo es más eficaz que una paliza en sí, cuando el objetivo nunca ha sido golpeado antes. Alguien suave y rico como Terrance va a ceder sin un solo golpe. —Salgo. Él hace lo mismo, una mirada pensativa en su rostro. —En realidad podrías estar en lo cierto, por una vez. —Charlie muestra su identificación, y hago lo mismo. El gorila nos deja pasar—. ¿Cómo van Brittany y tú, por cierto? —Bien —respondo automáticamente—. Es muy insistente. No le digo que ella es una cosa, un medio para un fin. Una marioneta suplente con la que mentalmente entierro los recuerdos prohibidos de una chica por la que me di por vencido para siempre. —¿Así es como lo llamas? —Charlie suelta una risa, y nos deslizamos a través de los bordes de la multitud del club—. Está golpeando nuestra puerta 24/7. Apenas puede contenerse de saltar sobre tu helada polla antes de que yo esté fuera de la habitación. Me encojo de hombros. Charlie me estudia con cuidado. —¿Qué fue lo que dijiste que hacías antes de que Gregory te encontrara? — pregunta—. Porque he visto señoras, e incluso las mejores chicas salivando sobre eso en plena luz del día. ¿Qué te hace tan especial? —Sé cómo tratar a las mujeres —digo—. Paso uno, no las llames: “perras”. —A menos que estén en eso —intenta corregir Charlie. —Seleccionadas mujeres están en la degradación, e incluso entonces solo lo aprecian en el dormitorio. Nunca insultes para salir de eso. Mientras el cerebro de Charlie lucha para absorber esto, me acerco a la puerta de la sala VIP. Está flanqueada por dos guardias. Uno de ellos extiende una mano para detenerme. —¿Quién eres? —pregunta. —¡Oyee, un paso al costado, un paso al costado! —Charlie sobresale su barbilla—. Estamos aquí por negocios. —Dame un nombre, o piérdete —insiste el gorila.


—Jack Hunter —digo—. Estamos aquí para ver a Terrance. Nos está esperando. El gorila se aleja y se toca la oreja, hablando en un auricular. Después de varios segundos, se da la vuelta y abre la puerta con una carnosa mano. Charlie lo saluda mientras camina, y yo me deslizo en silencio. La música es embotada, el champán enfriándose en un cubo de hielo sobre la mesa de cristal negro. Los sofás son de cuero, real y brillando bajo las luces. Otros dos guardias están sentados allí, bebiendo champán y escribiendo en sus teléfonos celulares. Son enormes y fornidos, pero no es nada que Charlie no pueda manejar con un elemento de sorpresa, él es un Demonio de Tasmania furioso en una pelea, y todo lo que siempre tengo que hacer es limpiar los pedazos. Levantan la vista cuando entramos, y nos requisan rápidamente. Charlie se queja, pero yo lo silencio con una mirada cuando otro hombre entra y se sienta. Su traje a rayas es impecable —aunque es gordo, le queda muy bien. Su cabello es fino y gris, es algo calvo en la parte superior, con los ojos llorosos y su piel es nuez— marrón por las obsesivas sesiones de bronceado. Decenas de anillos se apilan en sus dedos, verdaderas joyas, por lo que puedo decir. Claro, no hay fallas. Este hombre es muy rico, y muy bien conectado —¡Señores! —Terrance sonríe, ondeando sus manos y extendiéndome una—. Bienvenidos a mi humilde morada. Me alegro de que hayan podido venir en tan poco tiempo. —Es bueno estar aquí —digo, y estrecho su mano. Nos sentamos, y Terrance comienza a servir el champán. —¿Necesitan un trago? —Vamos a pasar, gracias —insisto—. No queremos gastar de su tiempo más de lo necesario. Terrance levanta una ceja, luego se ríe a carcajadas. —Conciso, listo para bajar y ensuciarse de inmediato. Me gusta eso en un hombre. Rara vez se ve ese tipo de dedicación inquebrantable en su generación en estos días. —Drena su vaso, y luego aplaude—. Muy bien, ¿cuál es su oferta? Ya tengo chicos en la escuela que me dan rebajas en las drogas MDMA. Qué piensas que tienes que es mejor, ¿eh? —Información —digo. —¿Sí? ¿Conoces a alguien mejor? —En primer lugar, me gustaría que usted pueda cumplir con su parte del trato —digo—. Los nombres, si es posible. —Oh, veras —Terrance chasquea la lengua—, no puedo hacer eso sin ningún tipo de garantía de que voy a recibir algo bueno. No está bien, me gustan esos chicos. Entregártelos por información de mierda iría en contra de mis prácticas empresariales. —Escucha, amigo… —Rompe Charlie. Los gorilas se inclinan de repente, y yo pongo la mano sobre el pecho de Charlie para detenerlo.


—Terrance —Lo miro fijamente a los ojos—, tu destreza en los negocios es formidable. Gregory ha dicho mucho acerca de usted, pero este excelente club nos dice más. Es muy bueno en lo que hace. Terrance se relaja, y sus guardaespaldas se relajan con él. —Lo soy. Gracias. Siempre es bueno tener un poco de reconocimiento donde se merece. —Así que sé que un hombre de negocios tan hábil e interesado como lo es en obtener activos, para no perderlos. Terrance estrecha los ojos. —Adelante. —Hay algunas personas que de repente se han puesto muy interesadas en sus chicos. Sus ojos relampaguean, y aprieta los puños, pero mantiene su voz calmada y nivelada. Un verdadero profesional. —¿Sí? ¿Qué tan importantes son estas personas de las que estamos hablando aquí? Sonrío. —Lo siento mucho, Terrance. Pero sin nombres, eso es todo lo que puedo decirte. Miro las ruedas de relojería sincronizarse en su mente. Le dije que la policía está investigando a sus proveedores de drogas MDMA. Estos proveedores le dan una enorme reducción de los precios, y con una floreciente ciudad universitaria en la escena rave aquí mismo en su club, los beneficios son sin duda enormes Está pesando la pérdida potencial de esos chicos —y la rebaja— en contra de ser implicado cuando dichos individuos sean detenidos por las autoridades. Pero sin saber quiénes exactamente son las autoridades, se resiste a darnos los nombres y por lo tanto a perder la reducción de precios. Si es simplemente la policía local, puede sobornarlos en la impunidad. Pero si es la menos corruptible DEA —o incluso más— perdería todo, no solo la reducción de precios. —Bill —Terrance finalmente escupe—. Creo que uno de ellos se llama Bill, o Will, o algo por el estilo. Su apellido es complicado, C-algo. ¿Caraway? ¿Carlsbad? —¿Cavana? —trato, fingiendo inocencia. —Cavanaugh. Puf, eso es. —Señala Terrance—. Ahora, dime quiénes están detrás de ellos, y te daré otro nombre. —¿Cómo sabemos que no va a contarles y ellos van a desaparecer? —gruñe Charlie. Terrance le sonríe como si fuera un niño. —Oh, yo no me preocuparía por eso. No me ocupo de asociados molestos. Cortamos todos los lazos con los que están siendo investigados, por nuestra propia seguridad, ya entiende.


sale:

Terrance me mira de nuevo, y me inclino, bajando la voz con la mentira que

—DEA. Ups, Ciberdelincuencia. Sus chicos son parte de un grupo más grande en el mercado negro de Internet. Hackers, sobre todo. Terrance asiente, poniendo sus dedos en los labios. —Hackear no es lo mío, el Internet no es lo mío, en general. Prefiero conducir la vieja escuela de negocios. —Es por eso que usted haría bien en cortarlos de raíz —digo—. Esto es mucho más grande que las droga en el club. Estamos hablando de metanfetaminas, trata de personas. Terrance inhala fuertemente a través de los dientes. —Maldita sea. Pensé que había encontrado un emisario directo en los dos. Pero siempre son un poco más torcidos de lo que quisiera, ¿verdad? No voy a ir por algo como eso. Tienes su nombre, Kyle Morris. Más fácil de recordar que el otro. Ahora, si me disculpan, tengo algunas llamadas telefónicas que hacer. Nos levantamos, y él me estrecha la mano antes de que seamos escoltados rápidamente fuera de la sala. La música resuena de nuevo, el olor a sudor y perfume empalagoso prácticamente me agrede. Charlie me sigue hasta la puerta, y hace preguntas solo cuando estamos en la acera. —¿Por qué mentir? No somos de la DEA, la DEA no está detrás de ellos. —No somos nada —digo—. Somos terceros contratistas. Si le contara la verdad, que se nos acercaron de la CIA, ¿de verdad crees que nos hubiera tomado en serio? Míranos, somos adolescentes ante sus ojos. La CIA no se contacta con adolescentes, y no les dice a los adolescentes qué está pasando, pero la DEA lo hace constantemente. Sobre todo en los campus universitarios. Charlie hace una mueca, pero no discute. —Supongo que Gregory tenía razón al ponerte en esta mierda. Ya sabes algunas cosas. Es lo más cercano a un cumplido que voy a conseguir de él, pero apenas lo oigo. Mis ojos están clavados en la acera, donde dos estudiantes se están besando con fervor. El chico tiene el cabello oscuro y enormes brazos y está deslizando su mano debajo de la camisa roja de la chica, una camisa que reconozco muy bien a partir de determinado día en una determinada secundaria después de que ciertas fotos fueron publicadas, su maquillaje es más oscuro y más audaz de lo que he visto alguna vez y se ve tan flaca, tan pequeña en contra de sus enormes manos y cara mientras sus labios se encuentran, su salvaje cabello alrededor de sus mejillas, la pasión en el beso tan brillante, tan tangible y mi cuerpo deja de responder, mi sangre bombea caliente y dura a través de cada una de mis venas cuando la bestia en mí comienza a gruñir. —¡Tú! —grita Charlie. El chico se tira hacia atrás, e Isis Blake levanta la vista con ojos sorprendidos.


Jalo de mi propia cadena, apretándome en el interior, así no voy a explotar. Traigo a colación cada lección de Gregory, sus consejos, pasos y métodos que chocan en un intento desesperado por recuperar el control. Está besando a otra persona, pero no tengo ningún derecho. No tengo derecho. Yo la rompí y la dejé, es libre para besar a quien quiera. Se merece estar enamorada de la persona que quiera, cuando quiera. No tengo derecho. No tengo derecho. Ella no es mía y no tengo derecho, di por vencida esa oportunidad, él es mejor que yo, es amable con ella, tiene que ser amable con ella o le arrancaré el cuello… Isis sonríe, sosteniendo una mano en alto. —Oye, Pequeñas-Bolas. ¿Qué pasa? Charlie se toca su cabello de punta. —¿Pequeñas qué? ¡Jódete, perra! Estoy a punto de lanzarme hacia él cuando el chico de cabello oscuro lo hace por mí. Se pone en la cara de Charlie, su sombra se cierne sobre nosotros dos y sus ojos verdes están furiosos. —¿Qué le acabas de decir? Antes de que Charlie pueda lanzar un puñetazo, doy un paso entre ellos, la mirada fija en los ojos del muchacho. Es de la misma altura que yo, pero los hombros son mucho más amplios, y su núcleo irradia potencia muscular. Un deportista. Sorprendente, no pensé que ella iría a uno de ellos. Por otra parte, las cosas que había estado escuchando en el campus sobre ella eran cosas fuera-de-sucarácter. —Me disculpo —digo fríamente—, por el comportamiento de mi amigo. No sabe cómo refrenarse a sí mismo en ocasiones. Me atrevo a mirar a Isis por encima del hombro del chico, y nuestros ojos se encuentran, las espinas se entierran hasta que ella mira hacia otro lado en primer lugar. La idea de que lo besó, besó a alguien que no soy yo con verdadera necesidad, me pone enfermo. Pero me lo trago. No tengo derecho a sentirme de esta manera. —Kieran —dice Isis—. ¡Está bien, de verdad! Los conozco. Solo están bromeando. aleja.

La respiración de Kieran se nivela, sus ojos nunca dejan los míos mientras se —Está bien. Pero si lo dice de nuevo…

—No lo hará —digo. Charlie abre la boca para discutir, pero le disparo la mirada más mortal que puedo, y él se queda en silencio. Me vuelvo hacia Kieran e Isis—. Nos iremos. Mis disculpas por interrumpir su noche. Es la primera vez que ella y yo hemos estado a distancia suficiente para hablar en semanas. Sus mejillas son delgadas y cetrinas, aunque trata de encubrirlo con rubor. Los círculos oscuros bajo sus ojos son tan evidentes que es doloroso verlo. Pero a través de todo el dolor es hermosa, más hermosa que cualquier chica que he visto, toda seda roja y, ojos canela como-un-gato bordeados de oscuro. El propósito


de entumecer los sentidos que practiqué con el fin de soportar a Brittany, se desmorona cuando cada uno de mis músculos ruega por abrazarla, para acariciar su cabello salvaje, por besar lejos sus líneas de expresión y contusiones. Charlie rompe el momento primero, gruñendo algunos juramentos cuando camina penosamente hacia el auto. Pongo un brazo sobre el hombro de Kieran, y suavizo mi voz para que solo él pueda oír. —Por favor —digo—, sé amable con ella, sé bueno con ella. Es una chica muy especial. —¿Para ti? —murmura Kieran. Sí. Para mí. —En general —digo en su lugar—. Significa un gran número de cosas para mucha gente. Todos queremos ver que sea feliz. Kieran está en silencio. Isis se mueve nerviosamente detrás de él, abrazándose a sí misma. Kieran finalmente habla: —Tú eres el chico, ¿eh? —¿Qué? —Del que ella habla. —Kieran exhala una respiración—. Joder, hombre, ¿sabes lo jodida que está? ¿Cuánto la has jodido? Lo veo entonces, a través de la culpa que sus palabras perforan. Doy unas zancadas y toco su muñeca izquierda. —¿Qué le pasó a tu brazo? Isis se estremece, mirando a todas partes excepto a mi cara. —No es nada. —¿Nada? Isis, hay sangre… —Maldigo bajo mi aliento mientras cautelosamente tiro de la manga manchada y revelo las marcas de dientes de donde brota sangre oscura—. ¿Quién te hizo esto? —¡Nadie! —lloriquea—. Yo lo hice... ¿creo? No sé, no duele. No sabía que estaba tan mal… —Mírame —digo. Ella se tuerce lejos, pero uso una voz más fuerte—: Isis, mírame. Se da vuelta lentamente, ojos mansos y es para-nada la Isis que apenas reconozco. Pero reconozco las pupilas dilatadas, la forma en que está sudando, y su respiración. Giro hacia Kieran. —¿Qué le diste? —¿Qué? —Kieran mantiene sus manos en alto—. Espera un segundo…. —Dime. —Doy un paso grande hacia él, y Kieran, unos buenos 31 kilos más pesado que yo, de repente se ve nervioso—. Ahora. —¡Nada! Mierda, ¡nada! ¡Livy nos dio un poco de éxtasis! Eso es todo, lo juro.


—¿Y tú también tomaste? —grito—. Dejaste que ella tomara, ¿y tú también? ¿Qué clase de idiota eres? ¿Y si hubiese tenido una reacción peor? ¿Cómo podrías ayudarla si también estás drogado? —¡Ella está bien!—grita—. ¡Estábamos bien antes de que ustedes llegaran! —¿Está bien? —vocifero—. ¡Mírale el brazo! ¡Míralo! —Kieran se estremece—. ¡Se mordió, idiota! ¡Está lejos de estar bien, pero lo ignoraste con tal de poder deslizar tu puta lengua en su boca! Los ojos de Kieran chispean y veo sus músculos contraerse antes de que su puño vuele hacia mí. La formación de Gregory es casi automática, eludo y engancho mi tobillo bajo el suyo, tirando hacia atrás. Él come cemento duro, gimiendo mientras se da la vuelta. —¡Basta! —grita Isis. Me doy vuelta y la observo, su mirada es una hoguera en el día de invierno más frío—. Él no me “dejó” tomar nada. Yo decidí tomarlo. Así déjalo. Mantengo mi respiración pesada. Kieran me fulmina desde el suelo, cuidando su nariz, pero es una silenciada mirada furiosa de vergüenza ahora. Leo desafío a hacer un movimiento con mis ojos, pero solo se sienta y maldice. Me vuelvo de nuevo a Isis. —Tenemos que hacer que te miren eso. Vamos, hay un botiquín de primeros auxilios en mi auto… —No voy a ninguna parte contigo —dice de manera uniforme—. Voy a hacer que me revisen por mi cuenta. —Isis… estás lesionada. Tienes que… —No pretendas ahora que te preocupas por mí, Jackoff. —Se ríe. —No estoy pretendiendo. Me preocupo por ti. —Bueno, corta esa mierda, ¿de acuerdo? No soy tu novia. Ya ni siquiera soy tu amiga, no deberías perder tu energía en mí. No soy nadie importante para ti. —Se estremece, abrazándose y riendo con más fuerza—. No soy nadie importante. Eres el sol, trato de decir. Eres la más importante. Eres la única luz que alguna vez realmente atravesó mi armadura. Eres la felicidad, la chispa y la chica que nunca corrió, que nunca se acobardó, que vio a través de mi fachada. Nunca voy a conocer a otra chica como tú, nunca voy a querer tanto a alguien como te quiero. No te merezco. Pero todo lo que sale es la silenciosa auto-censura. Kieran se levanta y pone su brazo alrededor de sus hombros. —Deberíamos irnos —murmura. Ellos me pasan, Isis negándose a mirarme a los ojos mientras giran en la esquina y vuelven de regreso al club. Su olor perdura a mi alrededor por un breve instante, y trato de aferrarme a él la mayor parte de tiempo posible con dedos temblorosos cuando la clara y volátil verdad me sobrepasa, más allá de las paredes de mentiras que he construido alrededor (no eres lo suficientemente bueno para ella, nunca te querría realmente), más allá de las excusas que utilizo para negarme a mí mismo la felicidad (la lastimarás, la has


lastimado, todo lo que haces es lastimarla), más allá de mi propio auto-odio (deberías haber muerto en su lugar). La realización destella brillante, en silencio explotando, arrastrando todas estas cosas lejos y dejando una única verdad que hay detrás. —Te amo —susurro a la acera vacía.


3 Años 51 Semanas 6 Días Yvette no está impresionada con mi nueva dieta. —Estás comiendo... ¿doritos con helado? —pregunta. —Mi mente es fuerte, pero mi carne es débil —murmuro a través de una cucharada. —Bueno, al menos estás comiendo algo. —Pone sus manos en alto—. ¿Qué pasó con la Isis que podría comer toda una pizza grande por su cuenta? —Se aburrió —digo. Yvette parece apropiadamente escandalizada—. ¡De comer! No de pizza. Dios, no. Las únicas personas que se aburren de la pizza son malos en su núcleo. O italianos. —¿Cómo está la herida de guerra? —Yvette se derrumba en su cama. Saco mi manga e inspecciono el vendaje manchado de sangre en mi antebrazo con un encogimiento de hombros. —La enfermera me dio antibióticos que saben a trasero, y tengo que cambiar el vendaje cada dos días, pero hasta el momento es como un paseo por el parque. Si dicho parque está cubierto de zombies infecciosos y minas terrestres. Kieran se llevó la peor parte del trato, la nariz dislocada duele como una perra. —Sí, pero es más rápido de solucionar. Solo duele por un segundo. —¿Oh sí? ¿Cómo sabes eso? —Me metí en una pelea a puñetazos —dice con orgullo—. En un concierto. —¿Qué concierto? —¿Realmente importa? Creo que te estás perdiendo el punto aquí, el punto es que también me disloqué la nariz. —Me quedo mirando hasta que ella gime y murmura—: Taylor Swift. —¿Fuiste a un concierto de Taylor Swift? —chillo. —¡Estaba llevando a mi hermanita! —chilla defensivamente. —¿Por qué suena como una jaula de pájaros aquí? —Diana hace una mueca mientras entra.


—Di, ella se está burlando de mí —se queja Yvette. Cortésmente le muestro el dedo. —Si me hubieras encontrado en la pizzería como te dije —dice Diana—, no estarías aquí, haciendo que se burlen de ti. Yvette gime y sale de la cama, rebusca en su armario una chaqueta que llevar. Diana se sienta en la cama a mi lado, toda sonrisas. —Oye, tú. —No me mires que estoy horrible. —susurro, paladeando más Doritos empapados en mi boca. Se ríe, y cepilla su suave y esponjosa blusa que la hace impresionante. —¿Y qué vas a hacer en esta hermosa noche de viernes? —Comer, dormir, sacrificarle una cabra a Mantorok, el Dios de los cadáveres. Mira la pila de paquetes de sangre falsa sobre mi escritorio y levanta una ceja. —Ciiiierto. —¡Esos son para un experimento de sociología! —me defiendo—. Llamado “Mira cómo muchas personas huyen de mí cuando rocío sangre falsa contra ellos”. Predicción: Muchos. —Está bien, pero… solo no seas golpeada, ¿de acuerdo? Conseguir una nueva lesión cada fin de semana es una especie de cosa nueva contigo y me gustaría que tuvieras la bondad de no seguir con ello. —Tú y yo, ambas. Yvette hace alarde de su chaqueta del ejército, Diana y yo aplaudimos. Se han ido antes de que pueda parpadear, Yvette cacareando acerca de pepperoni y jalapeños. Mi estómago hace ruido al no estar de acuerdo, pongo el tazón de helado a un lado y abro mi ordenador portátil. Me conecto a Skype, en busca de la foto de Kayla, pero está fuera de línea, el punto inactivo gris burlándose de mí. Es agradable que Diana se preocupe. Solo han pasado un par de meses, pero Yvette y ella me tratan como si me hubieran conocido por años. A veces me hace sentir mejor, pero ahora mismo solo hace que todo se sienta peor. Me hace extrañar más a Kayla. No le he dicho sobre lo que pasó esa noche en la parte posterior The Bakc Door, una parte de mí no quiere decirle. Una parte de mí vacila sobre todo como suelo hacer. ¿Qué iba a pensar del hecho de que tomé éxtasis? No le dije ni Diana ni a Yvette. No le he dicho a nadie. ¿Se sentirá decepcionada? ¿Me odiaría? Todavía estoy decepcionada de mí misma. Ella no sería feliz de escuchar acerca de Jack, y cómo ahora somos prácticamente desconocidos. Sé que es un hecho que odiaría mis historias de hacerlo con cualquier tipo que se veía bien en las fiestas de fraternidad. No lo entendería. Terminaría de decepcionarla. Mi vida no es emocionante y romántica como la de ella. Ahí está de nuevo. Los celos. Trago y trato de convertirlo en lo que realmente es, mierda. Me levanto y estiro, trazando el vendaje en el brazo ligeramente. Jack me tocó allí, y es estúpido pensarlo, pero a veces en los momentos de tranquilidad toco el


mismo lugar y deseo que las cosas fueran diferentes. Pero esta noche no es la noche de la autocompasión. Me pongo un pantalón corto, una camiseta suelta y esas cosas con bolsas laterales, los lleno de los paquetes de sangre falsa, un chicle, fórceps, y una tarjeta de crédito. Esta noche es la noche de venganza. Por supuesto, cuando me paseo por el campus en la puesta del sol, se ven parejas felices abrazadas y emocionadas, emperifolladas niñas en camino a las fiestas, tengo la menor revelación de que probablemente no debería estar haciendo esto. Alejo esa idea, por supuesto que debería estar haciendo esto. Hacer cosas posiblemente ilegales que lograrían que me expulsen, como irrumpir en la oficina el profesor Summers y enviarle un mensaje, va a ser jodidamente más divertido que sentarme alrededor de otra fiesta de fraternidad esperando la muerte para promover mi reputación como una puta. Las personas me miran fijamente. Pero, de nuevo, la gente siempre ha mirado. Sonrío y saludo. He hecho mi propio estudio independiente sobre el profesor Summers, preguntando alrededor en las fiestas no hace que sea difícil encontrar a las chicas que había acosado anteriormente. Lo hace en silencio, dejando caer las plumas de espejos, llegando detrás de ellas después de clase y escribiendo en las pizarras, pidiéndoles que vinieran los sábados y ofreciéndoles una A por un trabajo a mano. Es cien por ciento escoria. ¿Y la peor parte? No se ve como escoria. Es casi lindo, el cabello castaño claro, barba delgada, ojos azules. Pero la peor gente rara vez se ve como las peores personas. Eso lo aprendí de Avery. La oficina del profesor Summers está en el edificio Fowler, que es casi tan irónicamente apropiado que podemos conseguir un viernes por la noche en una ciudad universitaria del medio oeste. Fowler cierra a las 7:00 p.m., pero me las arreglo para colarme a las 6:50 p.m. y esconderme en un cuarto de baño. La portera viene para revisar los puestos, y cuando me pide que salga, gimo y vacío un paquete de sangre en el inodoro. Este hace un satisfactorio ruido de plop, ella suspira y me dice que salga cuando pueda. Siseo en victoria mientras ella baraja su carrito de limpieza al final del pasillo. Empaco todo y jalo la evidencia antes de salir de puntillas del cuarto de baño. Paso la oficina de Ferguson, luego la de Vacroix, y cuando doy la vuelta a la esquina… Mi teléfono suena y asusta mis intestinos fuera de mi ano. —¡Asustaste mis intestinos fuera de mi ano! —contesto. —¿Dónde estás? —pregunta Kieran en el otro extremo, el auge sordo de contrabajo en el fondo—. Dijiste que ibas a venir a Rho Alfa Alfa esta noche, pero no puedo encontrarte. —Actualmente estoy comprometida en otro lugar. Sin anillo y una despedida de soltera. La calmada voz de Kieran disminuye: —Isis, no estás haciendo lo que creo que estás haciendo. —¡Claro que no, no te preocupes! —digo.


Se queja. —Lo estás. Lo estás totalmente. Vas a conseguir que te cachen, y te expulsen. ¡Olvídate de Summers y ven a la fiesta! Reviso la hora en mi teléfono. —Oh, ¿en serio es esta hora? Me tengo que ir, adiós, dulce príncipe jocky. —¡Isis…! Cuelgo, y me deslizo por el pasillo con la gracia de un limpia vidrios engrasada. La oficina de Summers es la última a la derecha, me agacho y comienzo inmediatamente la evaluación de mi enemigo. Me lleva tres minutos de extrema observación averiguar que estas cerraduras son demasiado, mucho más resistentes que cualquier cosa que rompí durante la secundaria. No hay manera de que pueda entrar. Aquí es donde la mayoría de la gente pega un GAME OVER gigante en sus cabezas. Afortunadamente, Isis Blake no es la mayoría de la gente. Saco tantos paquetes de sangre como puedo de mi mochila, y empiezo a decorar. Estoy a mitad del camino cuando la portera me busca en el mismo cuarto de baño. Mi corazón brinca alrededor de mi garganta y exprimo lo último tan rápido como puedo. Oigo sus pasos a punto de doblar la esquina justo cuando atasco todo en mi mochila y patino alrededor de la opuesta. Ella entrecierra los ojos, su vista, obviamente mala, pero no puede ver la pared donde me escondo —paralela a las ventanas— desde ese ángulo. Suspira y camina penosamente de vuelta por donde había venido, me atasco en la explosión de gas y golpeó la puerta principal, dando dos pasos a la vez mientras el aire del frío crepúsculo lava mi victorioso rostro. Si lo ve, va a deshacerse de eso, y esto ha sido una aventura gloriosa todo para nada. Pero si no lo ve, entonces mañana… Ahogo una risa y me contengo como la mejor del mundo en todo. El efecto es tan familiar, tan apasionante que todo lo que puedo pensar es en eso, solo eso. Mi victoria, mi estado de casi-atrapada, la retribución de que un pervertido como Summers conseguirá que alguien que no sea él mismo vea lo que hice. Puede que no sea la prueba, y es posible que no convenza a nadie completamente, pero va a criar duda en sus mentes, y la duda es lo más insidioso que hay. Esta noche, no necesito ninguna de las fiestas para mantener lejos el profundo abismo de dolor y silencio. Esta noche estoy en lo alto de mi propia marca de drogas, la pura inmadurez, la estupidez, la imprudencia. Me lavo la sangre falsa de mis manos y me dirijo a la oficina de la enfermera para mi cambio de vendaje, riendo en voz baja. Estoy loca y más loca, y no sé cómo detenerlo. No sé cómo detener esta horrible oscuridad que me come en vida, y nadie en el mundo me va a ayudar. Estoy sola.


Esta noche no necesito ninguna fiesta, pero me voy a la fiesta Rho Alfa Alfa de todos modos, porque se ha convertido en hábito. Porque es lo que soy ahora, lo que siempre fui. Quién solía ser. Porque en otro tiempo era una estúpida de catorce años de edad que bebía, fumaba y escupía con lo mejor de ellos en un intento desesperado de ir con la moda, y haría cualquier cosa para seguir la moda en ese entonces, porque cuando eres enorme las personas solo ven lo grande que eres y se olvidan de que es una persona con sentimientos, pero si eres enorme y vas de fiesta eres un poco más cool que no cool en absoluto, dejar que se burlen de lo grande que eres (ballena, gordinflóna, guarra) te hace más cool que no cool para nada. Miro a mi alrededor a las caras en la fiesta, flacas, bronceadas y brillantes con maquillaje y buena apariencia, sé que serían las primeras en llamarme gorda si fuera la vieja yo. Me sonríen ahora, Heather, Livy y Tessa me sonríen ahora, pero cambiarían tan rápido, se volverían malvadas y feas tan rápido, si fuera la vieja yo. No me quieren por lo que soy, no son Kayla o Wren, pero estoy tratando, tratando de hacerlos encajar en los espacios dejados atrás y me odio, no me gusta que me hayan abandonado… Los odio. Odio a cada persona aquí y ni siquiera los conozco. Kieran se me acerca, ron con Coca-Cola en la mano. Su ceño fruncido es obvio, pero sonrío y tomo la bebida con la gracia de una marquesa alcohólica. —No me mires así, Kir. —Suspiro—. ¿Sabes cuántos tipos como el profesor salen con este tipo de mierda? Quiero decir, él veía venir eso. Solo aceleré el proceso un poco. —Pusiste un ladrillo en el pedal del acelerador —corrige. —Puse un ladrillo en el pedal del acelerador —concuerdo alegremente y tomo un sorbo—. Dios bendiga a Estados Unidos. Kieran espera una pausa en la música antes de hablar: —Mi hermana solía hacer acrobacias locas como tú. —¿Solía? —Está ahora en un hospital psiquiátrico. —Un lugar horrible —digo—. De verdad lo siento. Debes sacarla. —Me mira fijamente, y me encojo de hombros—. Bueno, si tú no lo haces, lo hago yo. —No tienes que salvar a todos, Isis. Sus palabras me hacen tropezar, mis pensamientos patinan hasta detenerse. —No estoy salvando a nadie —digo con cuidado. Kieran niega. —Lo intentas. Intentas detener todas estas injusticias, y salvar a la gente de ellas. Pero nunca intentas salvarte a ti misma. —Estoy callada. Kieran desliza su mano a la mía, y la aprieta—. ¿Qué estás esperando? Bajo la mirada a nuestras manos unidas, y susurro: —Que alguien más lo haga, supongo.


Kieran se inclina y me besa, con sabor a tequila, limón y sal, y por un momento sus labios no son de él, son de Jack, y no estamos en la casa de una hermandad, estamos en el lugar de Avery, hay menos brillo, tacones y experiencia pero igual mucho alcohol y maldiciones, los diecisiete no son tan diferentes de los dieciocho, y este beso ahuyenta la oscuridad, hace que sea escoltada de nuevo bajo las rocas, pero luego abro los ojos y veo los ojos verdes de Kieran y me alejo. Tengo que decirle. No puedo seguir usándolo así pero lo hago, porque estar con él es mejor que estar sola, y soy una cobarde. Me mira sorprendido, pero antes de que cualquiera de nosotros pueda romper el incómodo silencio, Heather corre y agarra mi brazo. —¡Ahí estás! ¡He estado buscándote! Vamos, quiero mostrarte algo. Sigo su mando, mirando por última vez a Kieran. Me lleva con impresionante fuerza por las escaleras, y una habitación. —Uh —ofrezco elocuentemente—. ¿Qué hay ahí? —¡Oh, no, tienes que esperar allí mientras consigo las cosas! —dice—. ¡Pero te prometo que te gustará! —No se trata de drogas, extremadamente harta de drogas.

¿verdad?

Porque,

francamente,

estoy

Mueve los labios. —¡Puf, no! Como si tuviera drogas. ¡Solo entra! Estaré atrás y luego te puedo mostrar. Mi curiosidad pelea con mi cautela por medio segundo, y luego me empuja dentro. Sin Nombre está sentado en la cama, sonriendo. Estoy cerca de la puerta, pero se cierra en mi trasero, haciendo clic con el sonido de un seguro de bloqueo exterior. Tiro desesperadamente para abrir. —No —susurro—. No, no, no, no, no. ¡Heather! ¡Heather, déjame salir! No hay respuesta, salvo por una sola risita aguda que se desvanece. Golpeo la puerta con el puño. —HEATHER! ¡Déjame SALIR, joder! —Relájate. —Se ríe Sin nombre—. No voy a hacerte nada. Mis ojos se mueven salvajemente alrededor y agarro una lima de uñas de la cómoda de una chica, agarrándola como si fuera un cuchillo. Se ríe más fuerte. —Oh, estúpida niña. He olvidado lo divertida que eras. Aprieto mi agarre y retrocedo todo lo que puedo en la puerta. Pienso brevemente que la oscuridad lo asusta, pero tiene una lámpara encendida a su lado. —¿Qué quieres? —siseo. Sin Nombre me mira, pensando, y finalmente aplaude, aplaude lentamente. Cada aplauso es una bala que atraviesa el edificio de histérica tensión en mi pecho.


—Te estoy felicitando por tomar a una persona tan peligrosa como un némesis. Entrecierro los ojos. —¿Jack? —Jack —confirma—. Estoy seguro de que recibiste mi correo electrónico hace casi cinco meses, con la imagen de su mano en ese bate de béisbol. Lo conseguí de un video, ya sabes. —Lo sé. —¿En serio? —Arquea una ceja. —Sé que lo hackeaste. Sé que le robaste ese video a los federales. Se ríe. —¿Robar? No seas estúpida. Incluso yo no puedo hackear una bóveda federal. Ellos me lo dieron. Bueno, a mí no, pero a algunos amigos míos. Trabajamos en conjunto, ves, como consultores digitales independientes. Los federales nos contactaron y nos dieron el video. Querían que mejorara la calidad del vídeo tanto como pudiera, para que pudieran identificar exactamente lo que sucedió. Trago saliva. Sin Nombre sonríe. —Y lo hicimos. Pero nunca se lo devolvimos. Todavía no, de todos modos. Quería que fueras la primera en verlo, en toda su gloria mejorada. —¿Por qué? —Quiero que veas exactamente con quién estabas tratando —dice Sin Nombre suavemente—. Jack no es un buen tipo. Es una buena cosa que ustedes ya no se hablen, de lo contrario, es posible que hubieses salido lastimada. Un enfermo fuego oscuro se enciende en mis pulmones. Él me hizo daño. No Jack. Sin Nombre sonríe ante mi impotente silencio, luego me lanza una Tablet con el botón de reproducción justo en el centro. Mi dedo vacila, dudando. —Vamos —insta Sin Nombre, sonriendo aún más grande. Después de meses de insomnio preguntándome, exasperantes pistas, y verdades a medias, tengo toda la historia por debajo de mi dedo índice. Presiono el botón de reproducir. Hay dos segundos de oscuridad, y luego el sonido de susurro de las hojas. La fecha en la esquina inferior marca: 21:45:01, por lo que es más o menos las nueve de la noche, y el 15/08/2007. Hago las cuentas, Jack tenía 13 años. —¡Quítale la maldita tapa! —Una voz como esa solo puede ser de Avery—. Dios, para ser un gran nerd eres una especie de idiota. Hay un gruñido sordo que reconozco al instante como Wren, un Wren más joven con una voz más alta, pero sin duda Wren. La tapa de la cámara cae, revelando un terreno frondoso y altos árboles que son tan familiares. Avery, una joven Avery sin curvas aún, lleva un top, una falda pantalón y sandalias blancas,


luciendo imperiosamente malcriada como siempre. Ella agarra la cámara y jadea. —Sostenla de esta manera —le apunta a Wren. Es tan flaco y bajo, las gafas prácticamente tragándose todo su aterrado rostro, inocente. Sus mejillas están todavía redondas con grasa de bebé. Lleva un pantalón corto, una camisa a rayas que su madre, obviamente, escogió para él, y un reloj enorme dos veces el tamaño de su pequeña muñeca. —No sé si esto es una buena idea —susurra. Avery se acerca a su rostro. —Si te acobardas, voy a decirle a todos en la escuela que tu mamá engaña a tu papá. Así que te vas a quedar aquí, y vas a ser el camarógrafo, si sabes lo que es bueno para ti. Wren va de un tono más pálido al blanco. El sol se sumerge bajo a través de los árboles, la puesta del sol apenas comienza. La cámara se centra en el rostro de Wren, luego, se apaga. Comienza a grabar de nuevo, marcando una nueva hora: 22:07:15, o diez de la noche. Es mucho más oscuro, el sol se ha ido, y Avery maldice. —Mierda. ¿Qué les está tomando tanto tiempo? —¿Esta cosa tiene una... una luz? —pregunta Wren tímidamente. Avery rueda los ojos pero apenas se puede ver. —Sí, porque vamos a filmar en secreto con una luz gigante de cámara. —Entonces, ¿cómo…? Hay unos empujones en la cámara, y de repente todo está en visión nocturna, verde y tonos de negro y gris. Las pupilas de Avery son de color blanco, brillando misteriosamente mientras entrega la cámara de nuevo. —Solo quédate centrado en ella, ¿de acuerdo? La cámara se mueve, debido a que la mano de Wren tiembla. —Avery, no quiero. No quiero seguir con esto… —¡Silencio! —sisea Avery, acostándose en el suelo y tirando de él hacia abajo con ella—. Ahí está. Solo graba. Mi respiración se atrapa. Wren hace zoom sobre una figura pálida a través de los árboles del bosque. Sophia. Una Sophia de trece años. Su cabello es corto, pero del mismo color de la luz de la luna de invierno. Lleva una linterna. Es delgada, pero mucho más gorda que cuando la conocí, sus mejillas son robustas y llenas, sus curvas preadolescentes son notables. Un rubor en su rostro, y salta. ¡Salta! Nunca vi a Sophia ir más rápido que un vaporoso paseo. Lleva un vestido de verano ondulado y con flores alrededor de sus pantorrillas. Mira a su alrededor, gritando.


—¿Jack? Jack, ¿dónde estás? Vamos, me estás asustando. —J-Jack en realidad no está aquí, ¿verdad? —susurra Wren. —Por supuesto que no, idiota —se burla Avery—. Acabo de ponerle una nota de él en el bolso. Están taaaan enamorados, ella va a creer cualquier cosa. La cámara se centra en Sophia, ahora pareciendo muy asustada. Es inquietante y desgarrador a la vez verla con vida en la cámara, y tan feliz. Tan diferente. Su haz de luz rebota alrededor, aterrizando en los arbustos en los que Avery y Wren se esconden. Ellos se agachan más, y Sophia hace un giro lento. Se congela, y luego comienza a retroceder. —¿Q-Quién es usted? El rayo ilumina a un hombre de mediana edad con una sonrisa cruel. Lleva un mono y un trapo aceitoso en su bolsillo. —Solo la van a asustar, ¿verdad? —le susurra Wren frenéticamente a Avery. Avery no dice nada, su atención absorta en Sophia—. ¿Cierto, Av? — presiona Wren. Balancea la cámara de nuevo a Sophia, su mano temblando más rápido y el movimiento de la cámara con él. Otro hombre camina entre los árboles, y otro. Cinco de ellos. Uno de ellos tiene un bate de béisbol, otro tiene lo que parece una barra de hierro. El que está usando un mono le habla en voz baja a Sophia mientras ella retrocede, en los árboles, con el rostro retorcido por el horror. Sophia grita en voz alta, el pánico en su voz puede ser escuchado. —¡Déjenme en paz! ¡Mis amigos están en la casa! ¡Si grito, van a llamar a la policía! Esto se gana una risa del hombre, y que se extiende a los otros hombres, hasta que se asemejan a un conjunto de hienas roncas. Está indefensa, tiemblo con las ganas de meter la mano y tirar de ella hacia fuera, traerla a la seguridad. —¡Av! —sisea Wren—. ¡Diles que se vayan! La sonrisa de Avery solo se ensancha. —Todavía no. Aún no la han asustado realmente. —Ellos van a… no van a tocarla, ¿verdad? Avery lo mira con el ceño fruncido. —No. Solo les pedí... que la asustaran jodidamente. Pero no pueden tocarla. Les dije que no se puede. Wren se mueve de nuevo a los hombres, ahora tan cerca que han formado un círculo alrededor de Sophia. Ella trata de correr, pero uno de ellos la atrapa y la tira al suelo en el centro. Hay más risas. —¡Déjala en paz! Esa voz es joven, fuerte, enojada. Nunca he oído que suene de esa manera antes, pero sé a quién pertenece. Jack, orgulloso y de cabello leonado, atrae toda la atención de los hombres. Sus ojos azules no son de hielo, en su lugar ardiendo en fuego azul-blanco. Todavía tiene sus mejillas de bebé pero el resto de su cuerpo


es alto y desgarbado: un niño que crece demasiado rápido, del tipo larguirucho. Es tan exasperantemente guapo. Pero no es el príncipe de hielo que es ahora, sus expresiones hierven otra vez, sus emociones son claras y legibles en cada musculo y flexión de sus puños. Es un león, un pequeño rey, enojado, justo y verdadero. Dos de los hombres comienzan hacia Jack, pero él se quita de su alcance y va por Sophia. Un hombre se lanza sobre Jack, golpeando a los dos al suelo en una lluvia de agujas de pino y suciedad. —¡Jack! —grita Sophia. Jack maldice, patea, da puñetazos y golpea como un animal salvaje, pero los otros dos hombres lo alcanzan y ponen sus brazos detrás de él en una llave, lo que lo obliga a caer de rodillas. Una niebla suave empieza a rodar en medio de los árboles. Los otros hombres agarran a Sophia, que grita y se agarra contra el tronco de un árbol como si eso le ofreciera cierta protección. —¡Déjala en paz! —grita Jack, un grito desgarrador que rompe mi corazón en pedazos irregulares—. ¡Ustedes, putos bastardos, métanse con alguien que pueda defenderse! ¡No! ¡No, Sophia! ¡Sophia, corre! —N-no. —La voz de Avery es clara, aunque Wren parece estar paralizado, está centrado por completo en Sophia y Jack—. No, no es así como se supone que sea, Retrocede. Solo retrocede. Sus órdenes susurradas no funcionan. Los hombres se acercan, y Sophia pone su cabeza entre sus manos. —Ayúdame, Jack —llora. Algunos de los hombres obviamente borrachos, cierran la brecha y empiezan a tirar del vestido de Sophia. Me ahoga de nuevo la bilis pero Jack reacciona más rápido, el hombre con él grita y se derrumba, Jack salta, recogiendo el bate de béisbol de aluminio del hombre que cayó y balanceándolo hacia el hombre, una y otra y otra vez. Avery maldice, e incluso un conmocionado Wren se estremece. Dos hombres tratan de agarrar a Jack, pero él se desliza a través de sus brazos carnosos y golpea sus cráneos, un hueco y repugnante sonido resuena a través de los árboles cuando el metal se reúne con el hueso. El cuarto hombre busca algo en su chaqueta, un arma de fuego tal vez, pero Jack se agacha detrás del primer hombre que se está levantando fuera de la tierra, y las balas van al hombro del hombre, y lo lleva a la tierra de nuevo. Jack toma ese momento para lanzarse, golpeando el bate sobre el cuello del hombre armado. Cae como una muñeca de trapo, la pistola cae en las hojas. Durante todo el tiempo, Jack sonreía con locura, con la boca y la cara salpicada de sangre. El quinto hombre, el que había clavado a Sophia contra el árbol, está tratando desesperadamente de quitarse el pantalón. Jack golpea el bate en su costado, y el hombre se tambalea en las hojas, alcanzando el arma. Pero Jack se balancea de nuevo, y Sophia grita. Algo se rompe, y no es el bate, el hombre sostiene su mano hacia arriba, y contra la visión nocturna se ve un conjunto de huesos rotos, carne destrozada y piel colgando. El hombre lo mira, asombrado, luego el dolor lo atrapa, empieza a llorar, a arrastrarse lejos y rogar. —Por favor, hombre, no queríamos hacerlo… no íbamos a…


El hombre se levanta y comienza a correr, Jack echa hacia atrás la cabeza y se ríe, luego lo persigue. Desaparecen en la oscuridad, la visión nocturna los pierde de vista, pero no de la Sophia sollozando, quien se tambalea a sus pies y trata de tirar de su vestido nuevo. Está temblando tan mal. Trata de alejarse, pero tropieza con algo, su caída no es mucha, pero rueda colina abajo, golpeando árboles con un vicioso ímpetu hasta que rueda a una parada. Hay un silencio asombroso, minutos marcando mientras Sophia se retuerce y hay un ruido de chapoteo, entonces se queda inmóvil, su rubio cabello blanco explayado en los pinos. —Mierda santa —susurra Avery—. Santo…. Desde la oscuridad, Jack regresa y un escalofrío recorre a través de mí, su sonrisa desapareció y una expresión aún más aterradora ha tomado su lugar, esa que he llegado a conocer muy bien. La máscara. Está usando la máscara de hielo. Pero tiene una duración de solo un segundo, porque cuando ve a Sophia hace un ruido ahogado y corre hacia ella, dejando caer el bate manchado de sangre y la acuna en sus brazos. —Soph —susurra—. Sophie, Sophie por favor… Extiende la mano, pegajosa y húmeda de sangre. Sophia no se mueve. Aparta las hojas de pino de todo el cuerpo de Sophia y se atraganta de nuevo, hace un sonido de un animal salvaje. Sangre. Un charco de sangre alrededor de su pelvis, su vestido floral manchado con él. Hay un ruido, como de Avery moviéndose y su zapato rompiendo una ramita. La cabeza de Jack se voltea, sus ojos brillantes con la visión de la noche, agarra el bate, su cara retorciéndose de rabia. Avery maldice y sale corriendo, Jack avanza, Wren se queda paralizado y se le cae la cámara, el lente apenas captura sus zapatos cuando se mueven. Los zapatos más grandes de Jack pasan solo una fracción de segundo después. —¡Te voy a matar! —Sus gritos resuenan—. ¡Voy a matarte! Sigue gritando, el sonido va y viene, como si estuviera caminando en círculos. El ruido metálico del golpe de un bate astillando la madera resuena, sus gritos son profundos, fuertes, furiosos y llenos de dolor, y por encima de ellos, Sin Nombre, finalmente habla: —Sigue gritando por un tiempo. Y entonces, la cinta se corta. La pantalla de la Tablet se pone azul, luego, se apaga. Mis manos quieren sacudirla, pero no lo hago. Sin Nombre me está mirando para una reacción. —¿Y? —digo—. ¿Qué se supone que debo aprender de esto? Sin Nombre arquea una ceja. —¿No tienes miedo? Golpeó a cuatro hombres y mató al último…


—El último corrió por el precipicio porque estaba oscuro —digo sin problemas—. Jack no lo empujó. Se mató el solo. —No hubiera estado corriendo si Jack no hubiera estado persiguiendo — agrega Sin Nombre—. No lo defiendas. Mató a un hombre y va ir a la cárcel por ello una vez que enviemos está cinta a los federales. —No lo hizo, y no hay cuerpo de todos modos —replico—. No se puede demostrar nada. —Belina Hernandez. La conoces, ¿no? Fuiste a visitarla. —Cómo lo sabes… —Su patética computadora era muy fácil de acceder. Ella lleva un diario. Belina Hernandez es la esposa del hombre que corrió por el precipicio: James Hernandez. Tu némesis sediento de sangre ha estado pagando la manutención de sus hijos con el pretexto de unos fondos federales porque está bastante plagado de culpabilidad. ¿Cómo crees que se va a ver cuándo el jurado vea eso? Está convencido de que prácticamente mató a James, y eso convencerá al jurado. —¡Estaba protegiendo a Sophia! —gruño. —Proteger es una cosa, la violencia sin sentido es otra. Esta cinta muestra la diferencia muy claramente. Agarro la Tablet, sopeso los pros y los contras de tirarla en un incinerador, pero Sin Nombre se ríe. —Sé lo que estás pensando. No lo intentes, tengo muchas copias en diferentes discos duros. Solo acabarías arruinando una buena Tablet. Sin Nombre me encuentra, y me encojo dentro de mí misma, plenamente consciente de lo encerrada que es esta habitación en la que estamos. Aprieto la lima de uñas, pero solo se ríe más fuerte. —Quería mostrarte de quién crees que estás enamorada. Él no es yo, eso es seguro. Pero es peor que yo. Es un asesino, te ha lastimado más de lo que yo lo he hecho. Se agacha justo a tiempo cuando tiro la Tablet en su cabeza, mi pecho agitado. Se rompe contra la pared, dejando una marca en la pintura de color rosa. —Vete a la mierda —escupo—. Nadie me ha herido nunca más que tú. La puerta se abre detrás de mí de repente, y un tipo de afro y mirada salvaje entra. —Oh, u-uh, mierda. Lo sentimos, habitación equivocada. Me lanzo hacia la puerta, pero Sin Nombre me llama de nuevo. —Ha sido un placer hablar contigo, puerquito. Sé que no te gusta, pero vas a tener que hacer mucho mejor que eso. —¿Por qué? —siseo. Sonríe.


—Te vi en la cámara web destrozando la oficina de Summers. Incluso hice un par de copias del video para mí. Me pregunto qué pensará el decano sobre eso. Corro, tan rápido como puedo de la habitación, de la casa. Cuando la voz de Sin Nombre finalmente se desvanece de mi cabeza, me desplomo en el césped y vomito en la hierba.


4 Años 0 Semanas 0 Días Ver y hablar con Sin nombre es una cosa. Ver y hablar con él el día antes del aniversario de sus maldades es demasiada coincidencia. Tenía que haber previsto eso. O no. Tal vez soy la única que recuerda la fecha exacta en que todo se fue a la mierda. A él probablemente le podría importar menos. En los últimos años de mi corta pero brillante y extremadamente jodida vida, me tomaba el día libre de la escuela, haciendo novillos. Caminaba por la playa con McDonalds, contaba cangrejos y recogía pequeñas piedras del mismo color. Trataba de hacer cosas fáciles, ya que ese día nadie había sido fácil conmigo. El año pasado no hice nada en absoluto, porque estaba tan envuelta en la guerra con Jack. Fue el único año en que me había olvidado por completo de él. Mirando hacia atrás, debería haber notado que el único chico en el mundo que logró distraerme de mi dolor era especial. Especial y que valía la pena mantener alrededor. Tal vez lo sabía subconscientemente, porque traté de mantenerlo a mi alrededor a mi manera, en mis “ja-ja-planté-drogas-en-tucasillero-y-rebusqué-en-tu-pasado”, lo cual probablemente no fue en realidad la mejor manera. Pero estaba tan fuera de práctica en preguntarle a la gente que fuera mi amigo, en pedirles que se quedaran, eso era lo único que podía hacer. Ser molesta. Ser fuerte, y la gente te recordará y tal vez con suerte se quedaran. Tal vez con suerte. “Lo intestas. Intentas detener todas estas injusticias, y salvar a la gente de ellas. Pero nunca te intentas salvar a ti misma”. Sacudo la voz de Kieran fuera de mi cabeza, y hago una rápida evaluación de los daños. Por obviamente trabajar con Sin Nombre para llevarme a esa habitación, Heather ya está en mi lista de mierda de forma permanente, con al menos diez signos de exclamación rojos. No puedo confiar en ella, pero no creo que alguna vez realmente lo hice, para empezar. Sin Nombre va a darle el vídeo a los federales, y Jack estará en un nuevo mundo de mierda. Incluso mejor, él tiene la filmación de las cámaras donde destruí la oficina de Summers. Había considerado cámaras, pero me imaginé que al estar dentro de la oficina, estaría lejos de las cámaras, mientras la destruía. Mi afán insaciable de justicia me cegó y me fui por la borda por


completo y en el mar, pero honestamente eso no es nada nuevo, lo único nuevo es que está vez, eso podría conseguir que sea expulsada de la universidad. ¡Colegio! ¡Colágeno! ¡Colegio! Esto no es la secundaria. Este es el Mundo Real™, esperando a que me resbale, para que pueda abrir su boca y tragarme entera. La universidad es el principio-y-fin-de-todo, la gran cosa genial que se supone debes hacer para poder obtener un título y ponerlo en tu pared o usarlo como leña cuando tus préstamos estudiantiles se coman el dinero de tu cuenta de calefacción, supongo, y a veces ayuda a que consigas un trabajo, pero todos los alumnos de segundo de mi antigua escuela secundaria fueron a la universidad y consiguieron un título, luego trabajaron en American Eagle o Starbucks de todos modos, así que estoy bastante segura de que sería más útil como papel higiénico, o, si estás particularmente vengativo sobre tu experiencia en la universidad, una toalla sanitaria. No trabajé duro para estar aquí, ¿verdad? Creo que lo hice. No puedo recordar exactamente, es una falta de definición de tareas de la escuela, chistes de mamá y malos palitos de pescado. Si me expulsan de la universidad voy a traer la vergüenza a toda mi familia, papá se decepcionará y mamá va a ser feliz, probablemente, voy a estar hundiendo mi futuro en el suelo con un martillo neumático y condenarme a mí misma una vida de voltear hamburguesas y probablemente comenzará a llover sangre del cielo o algo así. Todo el mundo va a la universidad. Eso es algo que los Americanos medios hacen, y estoy definitivamente privilegiada de estar en la clase media estadounidense. Si todo el mundo viene aquí, ¿por qué me siento como si fuera un sello en un estanque? ¿Por qué tengo que ir al colegio otra vez? ¿Para averiguar lo que quiero hacer? Pero ya sabía lo que quería hacer, y eso era salir de este Estado. Escapar. Ir a Europa. Pero no podía dejar a mamá, así que me comprometí. Pongo mis pies en mi escritorio y frunzo el ceño. Ser expulsado de la universidad no es nada comparado con ser arrestado por asesinato. La cinta permanece en mi mente, el joven rostro de Wren, el saludable rostro de Sophia y el furioso y descorazonado Jack. Estuve merodeando en todo eso sin siquiera considerar sus sentimientos. Forcé mi camino por la jodida, madriguera de conejo más oscura, su madriguera de conejos, y ellos de alguna manera me toleraron por ello. Si cierro los ojos demasiado tiempo, escucho a Jack gritar de nuevo. Si cierro los ojos durante demasiado tiempo, la risa de Sin Nombre se mezcla con ello y eso me hace imposible pensar. Mi brazo palpita y me recuerda que tengo que cambiar el vendaje, así que voy a la enfermera. Jemma es una mujer bonita con el cabello castaño y grandes ojos oscuros como un ciervo. Me sienta al segundo en que entro y quita el vendaje en mi brazo con cuidado. El olor es a carne podrida y bolas de algodón rancias. Ella ni siquiera arruga su nariz.


—Bueno, se ve bien. Estás tomando los antibióticos que te di, ¿verdad? —Hice un collar de dulces con ellos y he estado masticándolo en la clase. Me mira con una mirada severa, y suspiro. —Dos al día con las comidas. Jemma sonríe. —Bien. No puedes imaginar lo sucio que es una boca humana y lo que puede hacer por una herida. Me muevo nerviosamente mientras venda mi herida, mis ojos atrapan una pecera llena de condones que tiene en el mostrador. Por desgracia me pilla mirando. —¿Eres sexualmente activa? —pregunta Jemma. —No, señora. —¿Planeas ser sexualmente activa? —En la totalidad de mi futuro como un ser humano vivo sin duda, espero. Pero, ya sabes, las cosas podrían cambiar. Los meteoros podrían atacar, el sol podría volverse frío, la mantequilla de maní podría dejar de ser asquerosa y yo podría ser más lista.... Jemma me mira para siempre. Cincosiempre. Sus ojos marrones son enormes y conocedores y por un segundo podría jurar que me conoce, sabe lo que soy de una manera espeluznante con una bola de cristal. Entonces sus ojos se ablandan, y sé que ella sabe. Sabe lo que pasó, sin que yo le diga mucho de todo. Y me enoja, me enojada que sea tan obvia. Enojada de ser tan débil para ocultarlo más. Los moretones, la bebida y la oleada de morreos y maquillaje solo me han hecho más débil, y no quiero esa mierda. Quería ser más fuerte. Mejor. Más experimentada. —He estado teniendo algunos problemas —digo con cuidado. Jemma saca un portapapeles lentamente, tan cerca, como si supiera que no será capaz de tomar notas sobre esto en absoluto. —¿Dónde te duele? —pregunta. Hay un momento, un momento en el que podía levantarme, salir y dejarla con menos complicados problemas, problemas que las píldoras, yesos y vacunas pueden arreglar. —También traté con chupitos mis problemas —digo finalmente—. Chupitos de vodka. Pero no funcionó, porque no es así como funciona. No se pueden chupar las cosas una y otra vez y esperar que mejoren. En silencio, Jemma escribe fluidamente. —Las cosas malas suceden, y te dices a ti mismo que es la vida, porque has vivido un tiempo y sabes que las cosas malas suceden, y van a seguir sucediendo, pero tratas de mantenerte con vida, incluso después de que terminan porque sabes que no es todo malo, así que te mantienes en movimiento, siguiendo adelante,


intentas poner espacio entre las cosas malas y tú por lo que te olvidas de ellos, pero siempre te alcanzan, luego se sientan en tu espalda y te hacen tropezar mientras intentas avanzar y apesta. —Amaso mi frente con los nudillos—. Simplemente apesta. Una pareja está sentada por la ventana debajo de nosotras, tomados de la mano en el banco, quiero ser ellos y matarlos al mismo tiempo. —Y a veces te tropiezas tanto y tan duro que simplemente te sientes como si estuvieras abajo, ¿sabes? Como si tal vez merezcas quedarte abajo, tal vez está predestinado. Tal vez es más fácil quedarse abajo, y no tienes la energía para levantarte de nuevo en absoluto. —Suena terrible —dice Jemma en voz baja. —¡Lo es! Es lo peor. —Me río—. Es todo lo que no quieres que te pase. Crees que eres fuerte, que siempre te va a encantar vivir y quieres vivir, pero a veces te encuentras tan cansado... —Estás muy cansada, entonces. Me encojo de hombros. —A veces. Pero soy Isis Blake. Soy lo opuesto de cansado. Adasnac. Estar cansada no es algo que hago. —Todos lo hacemos de vez en cuando, Isis —me asegura Jemma—. Nadie es una excepción. —¡Pero soy especial! —me quejo—. ¡No entiende! La locura es mi fuerte y hago cosas, las mejores cosas, nunca dejo de moverme excepto cuando estoy meando y aun así a veces no, nota al margen: la portera me odia. Jemma trata de ocultar una carcajada-resoplido detrás de su mano, abriendo y cerrando los ojos, de repente también me empiezo a reír. Pero es una risa diferente de las cortas de ira que he estado haciendo últimamente, es fuerte y feliz, y solo se hace más fuerte y más feliz, es la cosa más ligera que he hecho en mucho tiempo. —Esa no fue ni de cerca mi mejor broma. —Suspiro cuando las dos nos calmamos—. Y rompí la regla número uno. Jemma enjuga una lágrima. —¿Cuál es? —Nunca te rías de tu propia broma, porque eso significa que probablemente no es muy buena, también te ves como fácil de divertir y un idiota egocéntrico. Además, es una grosería. —Veo lo que quieres decir ahora —dice—. Alguien como tú, tan vibrante y divertida, rara vez está cansada. Debe ser muy extraño cuando lo estás. —Es como... como perder una pierna, pero tratas de correr una carrera de todos modos —digo. Jemma asiente, luego inhala.


—Sé que esto no va a sonar muy sensible, y por favor no lo tomes como que te estoy diagnosticando con cualquier cosa, porque no estoy calificada para hacer eso, pero, ¿alguien en tu familia tiene un historial de depresión? Me derrito en la silla de manera dramática y murmuro: —Mi mamá. ¡Pero yo no! —protesto, sentándome erguida—. Juro que yo definitivamente no porque he trabajado muy duro para no tenerlo y estoy feliz todo el tiempo, así que no lo tengo. Jamás. Y nunca lo tendré. Jemma asiente, y escribe en el portapapeles, pero mis palabras son tan huecas y tan equivocadas que me quemo por llenarlas con la verdad. Junto mis manos y las aprieto con fuerza. —Lo tenía. Tal vez, creo. Cuando tenía catorce años. —¿Qué te hizo pensar eso? —No me gustaba a mí misma. Todavía no lo hago, un poco. Pero realmente no me gustaba a mí misma porque era enorme y pensaba que ser enorme estaba mal, pero no lo es, aunque cuando estás enamorada y un hombre te dice que eres fea y gorda empiezas a creerlo, ¿sabes? Además, no era amor. Tal vez lo fue. Pero probablemente no, porque me hizo sentir horrible, y el amor se supone que te hacen sentir bien. —Algunas personas dicen que se supone que te hacen sentir bien y horrible al mismo tiempo. —Bueno, esa gente es tonta y está equivocada. —Saco mi barbilla—. Eso es solo.... es solo el viejo-hombre-poeta-y-romántico de ello. A la gente le gusta que suene profundo así que dicen que el dolor es una parte del amor, pero no lo es. El amor es… —No hay nada esto que sea feo —dice Jack—. ¿Puedo? Titubeo, y cabeceo. Él se extiende y alcanza mi antebrazo, corriendo suavemente sus dedos sobre las quemaduras de cigarrillos en mi muñeca. Traza alrededor de cada círculo con el pulgar suavemente, muy suavemente. —Se ve como una galaxia —dice sonriendo—. Lleno de estrellas y supernovas, conductivos volcanes y un montón de maravillosas cosas científicas. Podría seguir con la lista, lo cual pueda que te aburra jodidamente. Me río contra su pecho, y me hundo más profundamente en él. —… el amor es ser aceptado y adorado por lo que eres, cicatrices y todo. Mis ojos se humedecen y mi regazo se moja, me hago una bola, abrazando mis brazos. Ahora sé la diferencia. Ahora sé lo que es el amor, y lo que no. Jemma pone el portapapeles abajo y levanta los brazos, me encierra en ellos cuando la oscuridad sale corriendo de mi boca y en su suéter. —Yo estaba... fui violada. Cuando tenía catorce años de edad. Por el tipo que pensé que amaba.


Fluye de mí, cae en el suelo y se estanca en el azulejo, se desliza por mis mejillas. Cuatro años de sufrimiento cuidadosamente en silencio inunda su oficina, y su regazo, soy una extraña y me debe odiar por ello, pero todo lo que hace es abrazarme más cerca, y me odio, odio a quien solía ser, odio a quien estoy tratando de ser y a la gente que amaba y me traicionó, me traicioné, me escondí lejos en lugar de decir, de decirle a alguien, a cualquiera, me quedé callada en lugar de pedirle ayuda a alguien, a cualquiera, y todo el dolor está tirando de mí hacia los lados, las espinas rasguñando mi boca y ojos, esto debe ser lo que se siente morir, excepto que el dolor no termina, no por horas y horas, Jemma me sostiene, y llora conmigo, susurra: “Lo sé”, una y otra vez, porque ella lo sabe, porque también pasó por eso, y no estoy sola, ya no. *** En toda la historia del planeta Tierra, nadie ha sido más idiota que yo. Excepto Dios, o el Big Bang, o como sea que quieras llamarlo, ya que hizo este lugar, y a nosotros. Y eso fue, obviamente, una muy mala jugada. De todos modos, Dios y yo estamos empatados en los Imbéciles más grandes del Universo porque hice algo igualmente estúpido, que iba a hacerme daño. Durante años. Al mantener un secreto desagradable dentro de mí. Pensé que era más fuerte que el traumático evento, el cual es del todo cierto, excepto por la parte en que olvidé admitir que fue un evento traumático, para empezar, porque, como me dijo Jemma después de que me desmayé en una de las camillas en su oficina y desperté con el canto de los pájaros y café en una taza de espuma de poliestireno que ella me entregó, no importa lo que pasó, o por cuánto tiempo, todavía pasó. El hecho de que no fuera prolongado o con penetración no quiere decir que no fue violación. Aun así me sujetó y se masturbó encima de mí. Aun así fue violación. Jemma me invita a ir la próxima semana para hablar un poco más cuando me cambie mi vendaje nuevo, y estoy de acuerdo. No es una terapeuta, y no le estoy pagando para hacerlo, pero está tomando un pedazo de su tiempo libre para escucharme hablar, y estoy agradecida. También, adolorida, cansada y mentalmente agotada de volver a vivir todo el evento en una noche, pero sobre todo agradecida y lista para nueve pizzas. Pero camino diferente, ahora, como que todo el espacio en mi cuerpo fue reemplazado por helio durante la noche. Mis hombros se sienten más ligeros, mi cabeza se siente más ligera. Le doy la vuelta a mi cabello dramáticamente a medida que una pareja me pasa y me doy cuenta de que en realidad no albergo la urgencia de acabar con ellos nunca más. Sin Nombre, no obstante, es una historia diferente. Me agacho en la oficina y tomo una taza de agua, el parloteo de las señoras de la oficina siguiéndome hasta la puerta


—¿Summers? Eso es imposible. Él parece un hombre bastante agradable. — Una señora suspira. —Bueno, uno de los estudiantes lo hizo —dice otra señora—. Y tuvimos esa denuncia de acoso contra Summers hace un año, esa que el decano se negó a escuchar, ¿recuerdas? La pobre muchacha se retiró. —¿Entonces crees que es verdad? —Los estudiantes universitarios hacen bastantes cosas tontas —dice la primera dama—. Pero no suelen escribir “'pervertido” con sangre falsa en las puertas a menos que tengan una buena razón para hacerlo. —Si él ha sido inapropiado con las estudiantes, ayúdenme, voy a… —La seguridad del campus está entrevistando a sus estudiantes ahora, ya sabes, y están mirando todas las cámaras, pero no hay material de archivo... Las puerta se cierran y sus voces son cortadas, pero la palabra de mis hazañas no se detiene. Se filtra en torno a unas cuantas personas comiendo bollos de crema en las escaleras del edificio de Ciencias Culinarias. —Asco, ¿sangre? —Una chica arruga la nariz. —Merecía ser escrito en mierda —se burla un chico. —Siempre he pensado que era demasiado agradable —otro chico niega. —¿Por qué un tipo con su aspecto necesita acosar jodidamente ruin —se burla el chico de nuevo.

a las chicas? Eso es

Sigo caminando. Un grupo de chicos de fraternidad ven a Summers cruzar el césped y lo abuchean, y, sorprendido, el guapo, alto, un poco barrigón profesor deja caer su cuaderno de nota y lucha para recogerlos. Las miradas sarcásticas y susurros de duda son la prueba de que he vuelto la universidad en su contra. Es una prueba de que todavía tengo la magia, el dulce toque de Isis que provoca temor en los corazones de los malvados hombres en todas partes…. —¡Isis! —Kieran corre hacia mí, una mueca en su rostro—. ¡Te dije que no hicieras nada! —Sí, bueno, las órdenes y yo no nos llevamos exactamente bien. Quiero decir, alardeamos, pero no es suave y agradable a la vista. —Te van a atrapar. Tienen cámaras, ya sabes. Mi estómago se retuerce desagradablemente, pero lo sacudo. —No temas, espontáneamente combustionan a causa de mi esplendor. —¡Nada está combustionando espontáneamente, y vas a lograr que te expulsen! —Entonces tenemos que conformarnos con el poco tiempo que tenemos. —Isis… —Siento su mano en mi muñeca, tocándome suavemente. Me giro, planto mis pies y aclaro mi garganta. —Sé que ese beso fue agradable —digo—. Y nos besamos mucho para ser dos personas que se conocieron al lado de un hombre sin camisa vomitando sobre


algunas petunias, eres un chico muy agradable y te pareces a Welsh, lo cual siempre es una buena cosa, las damas aman las faldas kilts, no yo específicamente, pero la mayoría de las “damas”, comillas en el aire, denotando más o menos el setenta por ciento de las mujeres de dieciocho a treinta y ocho años de edad, sé que piensas que me gustas como persona, que quieres salir conmigo y nos llevaríamos bien pero aquí estoy, volcando tus esperanzas y sueños: no quiero salir con nadie. O eso no es cierto, en realidad, el idiota que quiero no quiere salir conmigo. Así que... Solo estaba tratando de superarlo. Y estaba usando tus labios para superarlo como una terrible persona lo haría en una película, un villano, pero siempre he sido el villano o el dragón y lo siento. Lo siento mucho. Soy un dragón y quemo todo a mi paso, lo siento. Los ojos oscuros de Kieran se abren con sorpresa, y su agarre se afloja. Me alejo y dejo atrás a otra persona que lastimé, y lo siento por él, pero no voy a golpearme por ello. No me gusta caminar por ahí con ojos negros en mi corazón todo el tiempo. Me alejo tan duro que ni siquiera noto cuando Diana me pasa. Ella chilla, se vuelve y me alcanza. —¡Isis! ¡Ahí estás! Hemos estado buscándote por todas partes…. —Ahora no, diosa de la luna, tengo unos chicos a los que enfrentar. Diana se ríe, y ralentiza. —¿Qué pasa con la feria del condado de esta noche? Dijiste que querías ir… —¡Voy a estar allí! —grito, y empujo a través de la puerta del dormitorio de los chicos. Tomo las escaleras de dos en dos y llamo duro en su puerta. Hay tres segundos de silencio, y luego se abre. Jack se ve como si hubiese tomado una sacudida ocasional en una trituradora, si dicha trituradora solo tritura las almas de los chicos guapos. —Hola —digo secamente—. Quiero que me ayudes a matar a Will Cavanaugh. Los fríos ojos como el hielo de Jack se agrietan un poco con la sorpresa cuando digo el nombre completo de Sin Nombre en voz alta por primera vez en cuatro años. Recuerdo de repente mis prioridades. —Oh, pero en realidad podemos poner eso de lado por un tiempo. En primer lugar, quiero que vengas conmigo a la feria del condado de esta noche, y si tu nueva novia Hemorroides no quiere, puede ir a explotar en un bazo para lo que me importa. Espero a que se niegue o se enoje, pero sus ojos se arrugan en el exterior, la versión de Jack de una sonrisa. —De acuerdo. —Voy a conducir. —De acuerdo. —Nos vemos en el edificio Warrick a las 9:00 p.m.


Asiente y abre la boca para decir algo más, pero rápidamente doy la vuelta y me alejo. No puedo tener más palabras con él, no hasta que haya practicado lo que quiero decir. Seis horas y una oleada de incursiones al armario es todo lo que se interpone entre pensar y yo. Yvette me mira con el casual interés de un observador de huracanes cuando me pongo los calcetines, pantalón y camiseta por encima de mi hombro. —¿Sin embargo, dónde estabas, de verdad? —pregunta finalmente—. Diana y yo pensamos… —Estaba hablando con una señora agradable —digo—. Me ayudó a entender algunas cosas. Contrariamente a la creencia popular, es agradable divulgarle a los extranjeros tus secretos desesperadamente desagradables. Sostengo la blusa rosa, e Yvette hace un ruido de arrullo. —Oooh, esa. La Isis de hace un día habría arrugado la nariz y arrojado a un lado. La recojo y me quito la camisa, reemplazándola con la blusa. Es fresca y ventilada en mi piel, los pliegues parpadeando con cada uno de mis movimientos. Yvette me ayuda a escoger uno pantalón corto, y me presta una vieja y andrajosa chaqueta de ejército, es perfecta para el clima frío de otoño. Yvette recoge el cabello de mi cuello, y lo pone en una cola de caballo para mí. —Te ves mucho más sexy así —dice. —Solo quiero que la gente me mire y piense: “Quiero darte un millón de dólares en efectivo”. —¿Por qué estás tan obsesionada con el dinero? —Debido a que con él se pueden comprar cosas y también las cosas. Yvette ríe y niega. —Quiero darte tal vez un diez. Y un centavo, un solo centavo. Extiendo mi mano, expectante y ella rebusca en su cartera por un solo centavo. Lo meto en mi sostén para la buena suerte. Practico lo que quiero decir en mi cabeza, una y otra y otra vez, a través de todas las posibles lagunas de conversación que podría crear contra los argumentos, bromas, y el más fino de los halagos, pero todos ellos se drenan de mis oídos cuando veo a Jack esperándome cerca del estacionamiento. Está recostado contra un árbol de durazno, el cabello peinado, pero todavía de alguna manera desordenado, con pantalón oscuro y una franela roja. Sus piernas son tan largas, los hombros tan amplios, su rostro orgulloso y fino como el de un león. Me golpea justo en ese momento, está envejeciendo. Yo me estoy haciendo mayor. El tiempo no está esperando. Pasé cuatro años de mi tiempo llorando por alguien que nunca valió la pena para empezar. Pero este chico. Este estúpido y maravilloso chico solo podría valer la pena. —No es un carnaval de leñadores —digo mientras me acerco. Mira su franela, luego habla sin darse la vuelta:


—Me gusta la franela. —A ti y a toda la población hipster de Seattle —digo. Jack sonríe, y me sigue hasta el auto. Nos dirigimos en completo silencio, pero el silencio es no-extraño, hasta que las tiendas de campaña del carnaval y la punta de una montaña rusa neón sobresalen—. Tengo las entradas —digo cuando entro en la playa de estacionamiento y salimos—. Así que tienes el honorable privilegio de comprarme toda la comida que yo quiera. —¿Toda la comida que quieras? Mujer, quieres el equivalente aproximado de la ingesta mensual de un país del tercer mundo. —¿Eso me hace gorda o malvada? —Ambas —ofrece, y toma las entradas que le entrego. Hace una pausa bajo el arco del carnaval, el sol del atardecer haciendo que cada árbol sea negro y cada nube bermellón. Las luces de la noria, la montaña rusa y el barco faraón hacen señas, el olor de grasientas palomitas de maíz y perros calientes se mezcla con el olor seco y crujiente de las hojas en otoño—. La última vez que vine a uno de estos estaba con Sophia —dice finalmente. Mi corazón se convierte en una tonelada de plomo y aterriza como una pesa sobre la cabeza de un personaje de dibujos animados, excepto que la cabeza del personaje es mi plexo solar. —Mierda. V-Vámonos —digo rápidamente—. No tenemos que hacer esto. No quise decir que…. Los cálidos dedos de Jack rodean mi muñeca, y me sostiene allí. No es un agarre áspero, como el de Kieran. Es suelto. Podría alejarme de un tirón si quisiera, pero no quería. —Quiero —dice Jack, con voz suave pero inflexible cuando se encuentra con mis ojos—. Quiero ir a este, contigo. Me derrito un poco en los bordes, pero recuerdo quién soy, saco mi lengua y salto bajo el arco, dirigiendo el camino. —No digas que no te lo advertí. Hago que me compre un helado, un perro de maíz, y un slurpee. Mi lengua es de color azul y duele con toda la bondad de pureza azucarada de una fábrica de explosión de Peeps, Jack dice que voy a morir y le digo que mi fuerza de voluntad es más fuerte que la diabetes, se ríe de mí, pero luego me río de él cuando vamos al faraón y parece como si fuera a cagarse entre más altura cogemos. Elevo mis brazos y grito cuando alcanzamos la cima, nuestros estómagos se levantan fuera de nuestros abdómenes, él maldice brillantemente y pone su brazo sobre mi pecho como un cinturón de seguridad a pesar de que ni siquiera lo necesita porque ya tengo uno grande y negro sobre mi regazo. —¡Le tienes miedo a las alturas! —exclamo sin aliento a medida que bajamos. Jack se tambalea un poco y agarra el borde de un cubo de basura cercano.


—¡No tengo miedo! —espeta, verde alrededor de las mejillas—. Tengo un recelo perfectamente válido de estar suspendido a quince metros por encima del suelo en un péndulo salvajemente oscilante. —La física nos protege. —Le acaricio la espalda, frotando con simpatía—. La única forma en que habríamos muerto es si el eje central estuviera flojo. O si todos pesáramos como 181 kilos. Cojo un algodón de azúcar de un stand y lo observo expectante a que pague. Se queja pescando un billete de cinco en su cartera. —Por la forma en que vas, vas a estar en unos cuatrocientos en muy poco tiempo. —Y voy estar igualmente de atractiva como lo estoy ahora —resoplo con altivez y muerdo un trozo de algodón. La sonrisa de Jack regresa, y se inclina tan cerca de mi rostro que por un segundo creo que me va a besar y todo se ralentiza a nuestro alrededor, las luces parpadeantes en medio tiempo, las voces de la gente disminuyen y se distorsionan, pero toma un bocado de algodón y se aleja, el tiempo vuelve a correr. Decido castigarlo y me dirijo hacia la montaña rusa. Jack da un gemido enorme, pero sigue obedientemente. Después de que se detiene de casi-vomitar en otro bote de basura, me apiado de él y vagamos hacia el callejón de juegos. Goldfishing, lanzamiento de globos de agua, campos de tiro, este lugar lo tiene todo. Jack camina detrás de mí. —Oye, baja la velocidad —dice. —Tu solicitud ha sido examinada cuidadosamente por el consejo de mí, y negada. —Realmente deberías de haber traído aquí a Kieran —presiona. —¿Por qué? ¿No te gustan los carnavales? —No, él es…—Jack frunce el ceño—. ¿Él y tú no están...? —No. Él está bien, como un amigo. Pero no. Demasiado convencional. Lindo, pero aburrido. Y a la larga, ser aburrido es un gran no-no. Junto con, ya sabes, ser un asesino en serie, pero aburrido es como, el número dos, número uno de un punto cinco. Puedo sentir a Jack mirando fijamente mi rostro, y hace que alguna parte profunda de mí se retuerza incómodamente, por lo que escojo una galería de tiro en rifle y apunto a su frente. Se ve apropiadamente aterrado. —Camino equivocado —dice inexpresivo. —No, no, este es el camino correcto —insisto. —Señora, por favor, los objetivos están detrás de usted —dice nerviosamente el chico de secundaria que maneja el stand. Me doy vuelta y lo fulmino con la mirada, luego observo al signo, y al enorme oso panda de peluche que es un premio para los cinco objetivos. Es perfecto. Es como la Sra. Muffin pero enorme. El Sr. Muffin. Lo quiero.


—Dame un poco de las balas que estás sudando —le digo al chico del stand. El chico se ahoga y se transmite en sus oscuras axilas. —¿Perdone, señora? —Seis disparos no es suficiente —aclaro—. Dame más. —Seis disparos es bastante —interviene Jack, entregándole el chico algunos billetes y tomando el rifle de mí—. Mira y aprende. —Oh, esto va a ser bueno, y por bueno me refiero a hilarante. —Me apoyo en la cabina y lo observo posicionarse, entrecerrando un ojo. Aprieta el gatillo, el tiro navegando limpiamente en el centro de la diana de la primera meta y explotando en pintura de color rosa. Jack se vuelve hacia mí levantando una ceja en un “te lo dije”, y me burlo. —¿Y eso qué? Has practicado un poco con algunas pistolas de agua. Gran Campeón. Jack se mueve al siguiente, y acierta, al tercero y cuarto, cada uno teniendo un solo disparo y cada uno perfectamente en el centro. El chico del stand silba y entrecierra los ojos mucho, como si pensara que es una alucinación, y Jack me mira antes del quinto objetivo. —La escuela de espías ha sido buena para ti —admito—. O eres en realidad un asesino en serie. —Tengo talento para herir cosas. —Jack posa el rifle en su cadera, y es tan insufriblemente arrogante que quiero empujarlo en la piscina de pelotas junto a nosotros y cortarlo o besarlo furiosamente—. Pero siempre supimos eso, ¿no? Se ríe, y es desesperante, sus ojos son un poco fríos, y me arrepiento de alguna vez traer a colación el comentario asesino, pero antes de que pueda pedir disculpas él se posiciona y acierta en el quinto objetivo. El chico del stand le ofrece los premios, y se debate por medio segundo antes de decidirse por el panda gigante. Jack se da vuelta, me lo entrega y mis ojos sobresalen. —Qué estás… —Te vi babeando por él. Es tuyo. —No. —Lo empujo de nuevo en sus manos—. Entrégaselo a Hemorroides. Es tu novia. —Nunca estuvimos realmente saliendo. —Lo pone sobre mi cabeza, las piernas tapando mis ojos—. Y le dije ayer que no quería verla nunca más. Sofoco las semillas de emoción que corren por mis venas y asumo una expresión apropiadamente noble. —Tsk tsk. Es casi como si utilizaras a estas mujeres y las tiraras a la basura como basura. —Históricamente, la mayoría de las mujeres me han utilizado —dice sombríamente.


Abrazo al oso panda a mi pecho y trato de no pensar en el dolor en su voz. Siempre lo ocultó tan bien, pero ahora puedo oírlo claramente. Realmente estamos volviéndonos viejos. —¿Alguna vez piensas en eso? —pregunto, trotando a lo largo del callejón de juegos en un intento de mantenernos en movimiento, mantenernos en la luz—. ¿Que tal vez ser escolta te afecto más de lo que quieres admitir? —Te lo he dicho antes y te lo voy a decir una vez más, eso no significaba nada para mí, no sentí nada… —Te sentiste utilizado —interrumpo—. Estabas renuente, no importa cuánto insistas en que fue un acuerdo comercial recíproco. La renuencia no es consentimiento, es renuencia. —Está callado. Señalo la rueda de la fortuna y sonrió hacia él—. Vamos. Es lento, y si no bajas la mirada es casi como si no estuvieras suspendido a mil seiscientos metros en el aire. El compartimiento de la rueda de la fortuna se balancea y Jack se ve un poco mareado, pero las luces del carnaval de abajo son demasiado hermosas, incluso para que él lo ignore. Vemos los arcos de puntos rosados y verdes, el parpadeo azul y blanco encendiendo y apagando a medida que ascendemos, la música cada vez más débil. Nuestras rodillas casi se tocan. —¿Cómo está tu brazo? —pregunta Jack. Miro la curita y me encojo de hombros. —No voy a convertirme en un zombi, así que esa es una buena cosa. —Estaba preocupado —dice tentativamente—. No es que tenga el derecho de estar preocupado por ti por más tiempo. Pero estaba muy preocupado y no pude evitarlo. Me alegro de ver que esté haciéndolo bien, que lo estés haciendo bien. —¿Lo estoy haciendo bien? —Me río—. No puedo decirlo más. —Te ves mejor —dice—. Algo en tu cara no es tan oscuro, no más. Miro por la ventana. Ardo para decirle, también, pero no es el momento adecuado. Contarle lo que pasó traería a Sin Nombre en la rueda de la fortuna con nosotros, y en este momento solo quiero que seamos él y yo, nadie más. —Si entornas los ojos, el carnaval parece casi una galaxia desde aquí arriba — digo—. Menos los conductivos volcanes. Jack sonríe. —Oh, no lo sé, los carritos de helado se ponen bastante fríos. Si esto fuera una película, la rueda de la fortuna se atascaría o algo, o los fuegos artificiales iniciarían, pero solo se hace una pausa en el vértice, una breve pausa, Jack mira mi rostro otra vez y mi estómago se siente como si estuviera marchitándose y creciendo, todo a la vez, debería decir algo, este es el momento en que debo decir algo, cada película siempre me ha dicho eso, pero el momento pasa, y la rueda de la fortuna comienza a ir hacia abajo, pero no puedo dejar que nada se interponga en mi camino ya, especialmente no una gigante rueda de hámster LED…


—Isis, estás hablando en…. —Te amo —dejo escapar—. Lo siento. Lo siento por decirlo, pero te amo. Y no tienes que... no tienes que hacer nada, ni decir nada, quiero decir, podría llevarte a tu casa justo después de esto si nunca quieres volver a hablar conmigo, entiendo, porque las chicas que dicen que te aman es algo que consigues mucho y lo odias, apuesto, pero me di cuenta de muchas cosas últimamente y lo más importante es que, probablemente, te quiero, no estoy segura, pero creo que es así, y esto no es muy romántico o confidente como para no estar segura, pero apenas sé qué es el amor, solo aprendí un poco de la definición, pero sé que lo que siento por ti se ajusta a esa pequeña cantidad, y quiero aprender más, creo que podrías ayudarme a aprender, pero también te amo, ningún espeluznante y extraño aprendizaje involucrado, solo te quiero, a ti estúpido e idiota, así que si podrías, solo si me podrías amar también, eso sería muy muy bueno, pero si no puedes, quiero decir, entiendo, es difícil, y yo también soy difícil y no soy tu tipo, sería demasiado trabajo para una persona rota, así que tal vez podrías fingir que me amas, y no trabajar tan duro, y esa podría ser una buena distracción para ti, o podrías utilizarme para ... no sé, sexo, o mantener tu mente fuera de cosas o estar menos roto tal vez, y no me importaría , siempre y cuando finjas… Jack se inclina y esta vez, es un beso, y no quema mi alma o hace que me maree como dicen los libros, sino que puedo saborearlo y olerlo y me está besando, a mí, a mí de todas las chicas, y cuando se aleja está sonriendo con el tipo de sonrisa que solo le he visto darle a Sophia, excepto que ahora es para mí, toda dorada, dulce y sincera mientras descansa su frente sobre la mía, y esa sonrisa es mejor que fuegos artificiales. —Idiota. No habría necesidad de fingir —dice—. Porque también te amo. Me congelo, temblando, sin atreverme a creerlo. —¿L-Lo... lo dices en serio? —susurro—. ¿Lo dices realmente en serio? Porque... porque no quiero hacerme ilusiones una vez más, solo… no podría soportar si se vieran frustradas otra vez, ¿sabes? Duele. Me río, al borde de las lágrimas, y Jack acuna mi rostro entre sus manos, ojos helados fijos en los míos, claros y brillantes. —Te amo —dice—. Desde esa noche en la habitación de mar, he querido amarte. He querido aparatar el dolor, abrazarte, protegerte, hacerte reír, sonreír, y enseñarte lo que es el amor. He querido mostrarte durante tanto tiempo que eres digna de ser amada, por exactamente quién eres. Traté de negarlo, traté de convencerme que... que no era lo suficientemente bueno, que no iba a hacerte nada más que daño. Y lo hice. Lo siento. Tenía miedo. Tenía miedo de amar a alguien tan delicada, hermosa y única como tú. Sabía que solo tenía una oportunidad, tenía miedo de hacer un lío de ello y solo te volví más triste, más convencida de que eras indigna de ser amada. Tenía miedo de mis propios defectos, y por eso te hice daño. —Aspiro, y Jack seca con su pulgar una lágrima que se me escapa—. Lo siento mucho —susurra—. Te amo, y lo siento mucho. Agarro la franela de su cuello, y lo beso una y otra vez, él pasa las manos arriba y abajo de mi espina dorsal y ahueca mi mejilla suavemente, nunca he


querido nada más en este momento que jamás se detenga, pero quiero que se detenga, porque quiero más, más que esto, tengo hambre y estoy vacía, quiero estar llena y el encargado de la noria abre la puerta cuando llegamos al suelo y empujo a Jack lejos, riendo, dejando que el viento seque las lágrimas de felicidad en mis ojos mientras medio corremos, medio tropezamos de nuevo hacia el auto, deteniéndonos para besarnos contra una cabina de dardos y un stand de rosquillas, el olor del azúcar y el sudor en nuestro cabello, en la oscuridad del estacionamiento trato de abrir la puerta mientras él besa mi cuello y le doy un codazo para que se detenga, se ríe y se pone en el lado del pasajero, y en todo el viaje de vuelta a los dormitorios me hace cosquillas en el interior de mi palma con los dedos. *** —¡Esto podría arruinarlo todo! Puede que no seamos capaces de ser amigos después de esto en la concebible historia de siempre. Todavía hay tiempo —dice Isis mientras salimos de su auto y lo bloquea. Doy vuelta y alcanzo su mano. Ella la aprieta, sonrojándose intensamente—. Solo podemos ser amigos, todavía. O enemigos. Podemos volver a las cosas como estaban. Mi pecho se hincha, y antes de poder detenerme enredo mis dedos en su cabello y tiro de ella hacia mí, besándola duro. Su sorpresa se derrite en avidez, dulce aliento y poco profundo, claramente ella contra mi boca, me alejo. —Te quiero, Isis. No como amiga. No como enemiga. Sino como la mujer más hermosa que he conocido. Hay una pausa, un hilo suspendido y torcido en el viento. Y entonces sonríe. Medio tira de mí y medio me arrastra, los dos nos reímos cuando casi me estrello contra una puerta de cristal de su dormitorio. Ella juega con sus llaves y abre la puerta, dice que su compañera de cuarto está quedándose en el dormitorio de alguien más. La idea de tenerla toda para mí, en una habitación cerrada con una suave cama, envía calientes ondas de anticipación por mi espina dorsal. Me besa de nuevo, pateando fuera sus zapatos mientras yo pateo los míos, tirando de mí hacia la desordenada cama con estampado en cachemir. Es inexperta como siempre, pero su fuego y audacia quema más brillante, abrasando cada pensamiento de mi cerebro. Sus dedos se extienden sobre mi pecho, y me quito la chaqueta para darle un mejor acceso, para sentirla más agudamente. Muerdo su labio y ella me muerde de regreso, una chispa casi-dolorosa me empuja mucho más cerca de la dulce orilla. Sus manos son insistentes, vagando por mis hombros, espalda, deslizándose a mi ombligo… —Isis… —Agarro sus manos y la miro a los ojos—. Escúchame, no puedo... no puedo darte todo lo que quiero. Estoy empezando a reconstruirme. Esta es tu última oportunidad. Deberías encontrar a alguien que no esté tan roto. Frunce el ceño, y se apoya en mi pecho, murmurando: —Eso suena tan aburrido. —Lo digo en serio, Isis, te mereces algo mejor…


—¡Y así soy yo! —Levanta la mirada, con ojos resplandeciendo y el labio inferior fijado tercamente—. No me importa lo que puedas o no puedas darme. Solo te quiero a ti. Incluso si estás roto. Nadie más. Solo Jack. El repentino aumento de emoción hacia mi corazón ante sus palabras es poco menos doloroso. Me derrumbo como un castillo de arena seca contra su ola, la sujeto abajo sobre la cama con fuerza apresurada. Me congelo y me siento, con miedo de que esté enojada, asustada y temblando, pero se ríe y sostiene sus brazos en su lugar. —Vamos, cabeza de chorlito. Su cabello está extendido contra las almohadas y su blusa se elevó hacia arriba, mostrando una porción desnuda de su cremosa cadera. Con suave lentitud, me inclino y beso su cadera expuesta, empujando la blusa más arriba con mi nariz y besando el camino. Se ríe, pero rápidamente se convierten en satisfechos gemidos mientras llego al borde de su sujetador. Me levanto y la miro a los ojos, tirando de él. —Esto se va. Arquea una ceja y se sienta derecha, agarrando el dobladillo de mi camisa. —Lo mismo sucede con esto. Solo lo justo. Me la quito en un movimiento rápido, y veo sus ojos iluminarse cuando me toma. Apoya sus labios contra mi piel, besando cada contorno y marca del músculo, cuando llega a la parte más baja de mí no puedo suprimir que mi audible respiración se atasque, o el sutil espasmo en mi pantalón. —Isis… Entierra su nariz en mi piel y olisquea. —Huele bien. Hueles bien, como la miel. Gruño y la empujo suavemente sobre las almohadas. —Y tú —inhalo su muñeca, su cabello, entre sus pechos, lo que me gana un chillido y un golpe como pago en la cabeza—, hueles como el verano y la canela. Podría comerte. Voy a comerte —agrego. Isis se ruboriza. —Yo… si hubiera sabido que estabas en el canibalismo, n-no habría aceptado esto en primer lugar. —Demasiado tarde. —Sonrío, lamiendo su cuello—. Ahora eres mía. Buen provecho. Isis da un pequeño suspiro, tensando su hombro cuando se pone demasiado cosquillosa. Nos reímos, y tiro de su blusa, poco a poco, tentativamente. No puede mirarme, sus ojos lanzándose de un lado a otro para evitar mi mirada mientras la tomo. —¿Puedo? —pregunto.


Asiente, los labios fijados tercamente de nuevo. Paso los dedos por encima de su estómago, delicada y suave, con líneas más pálidas corriendo en vertical alrededor de su ombligo. —Son asquerosas —determina—. Las estrías. Lo siento. Me inclino y las beso, cada una, beso hasta las cicatrices de quemaduras en su muñeca, beso cada cicatriz que puedo ver, y ella da un grito suave, sus brazos de repente se lanzan para tirar de mí y me besa ferozmente, necesitada y excitada, más ansiosa que nunca antes, y entonces está encima de mí, besando mi clavícula y cuello, brazos, pecho, y hasta mi ombligo de nuevo en un torbellino de labios suaves y cálido aliento. —Isis, tú… —Silencio, arriba —dice con rapidez, desabrochando mi pantalón con alarmante habilidad y tirando de ellos hacia abajo hasta mis tobillos. Sonríe ante mis bóxers negros y la evidente tienda en ellos, entonces me mira. —Eso es totalmente obra tuya —ofrezco. Solo tararea alegremente y frota su mano contra ella en respuesta. Me desvanezco. Me he imaginado esto, una y otra vez, pero nada se puede comparar a lo real, a la Isis real, sonriendo, sonrojada y medio desnuda, jugando conmigo a través de mis bóxers. Son todas mis sucias fantasías llegando a la vida, toda la dolorosa necesidad por su toque culminando en un momento. Pero no. Así no es como debería ir nuestra primera vez. Nos doy la vuelta, y ella chilla, un mohín en sus labios. La beso entre murmullos. —Habrá... un montón de tiempo... para que me provoques —digo, un largo beso por cada pausa—. Pero esta noche... esto es para ti... y lo que puedo hacer por ti. —Puedes yacer ahí y dejarme averiguar de qué se trata todo ese alboroto acerca de las pollas —resopla. —Como he dicho, habrá tiempo para eso. Pero ahora quiero que te sientas cómoda. Y luego hacer que te corras. En ese orden. Chilla y esconde su rostro detrás de sus manos. —No digas mierda estúpida como esa, idiota. Sonrío y desabrocho su sostén, moviéndolo poco a poco a un lado. —¡O-oye! —protesta, cruzando los brazos sobre su pecho—. ¡No mires! —Tú conseguiste ver lo mío —lamento. —Eso es porque lo tuyo es pequeño y patético. —Es cierto. —Echo un vistazo a mis labios a través de la fina piel por encima de su pecho, trazando sus venas—. En comparación con lo que está escondido debajo de tus brazos, lo mío es muy decepcionante. —Y blando —añade, más que nada por despecho. Está muy tonificado. —Y blando —accedo.


Se relaja lentamente, tan lentamente, y, finalmente, su borde duro se evapora, un rubor reemplazándolo cuando apresuradamente pone sus antebrazos sobre sus ojos. —Está bien. Mira. La persona ordinaria pasaría por alto sus considerables activos, porque eso es exactamente lo que ella quería que hicieran. Sus ropas eran siempre un poco holgadas, una talla demasiado grande a propósito. Pero yo había atrapado suficientes atisbos para adivinar la verdad, y ahora lo confirmo. Suaves, redondos, y perfectamente en forma de gota, con el seno derecho apenas notablemente más grande que el izquierdo. Tiemblan, y es entonces que me doy cuenta de que está temblando. —Oye —digo—. Isis, ¿qué pasa? Niega. —Son raros. —Mírame, Isis. Mira a escondidas sobre sus brazos. —¿Podemos estar de acuerdo en que he visto muchos pechos en mi vida? — pregunto. Frunce el ceño y suspira. —Lo sé, lo entiendo. Son muy raros en comparación con los cientos de otros más perfectos que has visto… —Son hermosos. —Solo estás diciendo eso por decirlo. —No, no lo estoy. —Me inclino y beso la curva de uno—. Son los pechos más adorables que he visto nunca. Y me están convirtiendo en algo feroz, todo tu cuerpo me tiene en punto. Pero estoy seguro que puedes ver eso. Sonrío, y ella se retuerce deliberadamente, sus dedos escarbando por su pantalón corto. Suelto el botón superior para ella, y entonces me detiene. —Mmm. Envuelve tu polla. Mmm. Antes de comportarte como un chico. Me río entre dientes antes de girar y hurgar en mi chaqueta descartada. Saco un condón de mi bolsillo. —Siempre llevo uno conmigo —digo—. Hábito. Frunce el ceño, sin duda disgustada ante el pensamiento de las otras que ayudaron a que formara ese hábito. Me inclino y beso su cuello, moviéndome a su oído y murmurando: —Oh, preciosa. No me vengas con esa cara. Durante meses ahora eres la única en la que he pensado acerca de usar uno. Se sonroja y se retuerce, una buena señal, y lamo la concha de su oreja. —Eres la única. Dios Isis, eres la única que he deseado durante tanto tiempo…


Me interrumpe y me besa, su lengua se lanza hacia fuera y la mía con ganas se encuentra con la suya. Me alejo, dedos bailando por su tenso estómago. Me ayuda a quitarle su pantalón corto, cuando los arroja y aterrizan en su ordenador ambos reímos. Me detengo en el dobladillo de su ropa interior —blanco con una cinta verde— y levanto la mirada. No está temblando, lo cual es positivo. No está rígida o tensa. —Si alguna vez te sientes incómoda, házmelo saber. —Está bien. —Traga. —Lo digo en serio. Si no quieres seguir con esto, en cualquier momento, dime. Y voy a detenerme. Asiente, y suspiro, me apoyo, poniendo mi frente contra la de ella. —Por favor, Isis. Promételo. Prométeme que vas a comunicarte conmigo. Puedo ver las pistas visuales, pero no soy psíquico. —Lo sé. —Suspira—. Lo siento. Bueno, está bien. —Toma una respiración profunda, la dura determinación en sus ojos—. Lo prometo. Ahora cállate, bésame y quítate esos tontos bóxers de Batman. *** Y lo hace, pero ignora la cosa que sale de él, algo rosa e insistente y alto, y prefiere hundir su mano por debajo de mi ropa interior en su lugar. Es incómodo, pero de repente golpea algo que siempre he tratado de golpear y estoy haciendo ruidos que no sabía que podía hacer. —Oh-oh mierda —siseo. —¿Estás bien? —Levanta la vista, asustado. —Haz eso otra vez —exijo. Y lo hace, una y otra vez con un poco más de fricción hasta que mis brazos se enrollan alrededor de él, mis muslos están prácticamente aplastando su mano y sus dedos son diferentes de los míos, son más largos y más delgados y pueden llegar a todos los lugares a los que yo nunca podría, todos los lugares que me hacen jadear y retorcer y por último, finalmente, explotar sin hacer ruido. Quedo sin fuerzas, pero nunca me da tiempo para recuperarme, deslizando su lengua en mi estómago, sobre mis muslos, y peligrosamente cerca de… —¡O… oye! —Me cubro—. N… No hagas eso. Es asqueroso ahí abajo. Levanta la mirada, su rostro herido. Pero rápidamente lo enmascara, asintiendo agradablemente. —Está bien. —Quiero decir… —Muerdo mi labio—. Es asqueroso. ¿Cierto? Tiene que serlo. bien.

—Para algunas personas, lo es. No para mí personalmente, no. Y hueles muy


Arrugo la boca con incredulidad. —¿Estás mintiendo? Debido a que históricamente, eres algo bueno en eso. —No. —Besa la cara interna de mi muslo—. He renunciado a la mentira. Es demasiado trabajo y te mereces algo mejor. Pero vamos a centrarnos en otras cosas… Se mueve para levantarse, pero empujo sus hombros hacia abajo. —Inténtalo de nuevo. —Isis, si no quieres hacer esto… —He cambiado de opinión. Inténtalo de nuevo. —Está muy exigente, su alteza. —Sonríe. —Una emperatriz debe gobernar con convenci… Nunca llego a terminar la frase de la mejor manera, y es entonces que me doy cuenta exactamente lo que el Club de la Rosa le estaba pagando, y una semilla de celos brota al pensar que le ha hecho esto a muchas otras. Pero es eclipsado rápidamente por el gran hecho de que me lo está haciendo a mí ahora, para mí, respondiendo a cada uno de mis temblores y gemidos con cantidades crecientes de habilidad y delicadeza, justo antes de los fuegos artificiales tengo el sentido de detenerlo, tirando de su cabello ligeramente. —O-Oye, idiota. Se endereza, limpiándose la boca con el dorso de su mano. —¿Qué es? —¿Qué hay de ti? —murmuro, y alcanzo su polla. Es duro como una piedra y caliente debajo de mi mano. Sisea. —Ese es un juego muy peligroso el que estás jugando. —Dice el chico con la cabeza entre mis piernas por los últimos veinte minutos. —Sonrió. —¿Me puedes culpar? Eres muy placente… —Sus siseos aumentan cuando aprieto mi agarre y experimentalmente muevo arriba y abajo. El hielo de sus ojos es casi un manantial ahora, una niebla suave y placentera cuando deslizo mi mano más rápido. Lanza su cabeza hacia atrás, y beso su cuello expuesto, de repente estoy abajo sobre las almohadas de nuevo, sus manos sobre mis hombros y su flequillo oscureciendo sus ojos. Lame un camino por mi cuello, mis pechos, y me arqueo cuando siento su boca envolver la punta de uno. Débilmente, oigo el crujido de plástico y una presión repentina, debería tener miedo o estar más dolida, mi cerebro y mi pasado me dicen que esto debe doler y ser aterrador, pero me siento segura y todo es tan húmedo que se desliza con facilidad, se hunde hasta el fondo con movimientos lentos y cuidadosos. Estoy llena, y un poco incómoda, pero está desapareciendo y no quiero decirle por el momento. No cuando su expresión es tan dolorosamente satisfecha como eso. Me da un poder-de-locos, una especie de emoción al ver qué tan alto está en el


sentimiento. Su gemido es ronco cuando la última parte se aloja dentro, y él llena mi cuello en besos. —L-lo siento. ¿Estás bien? Debería haber preguntado, debería haberte advertido que… —Está bien —insisto—. En serio. No me dolió en absoluto. Parece dudoso, sonrío y muerdo el brazo cerca de mi cabeza juguetonamente. —Estoy diciendo la verdad. —¿Lo prometes? —pregunta. —Lo prometo —digo—. Solo... tal vez no te muevas en absoluto. Por un tiempo. Es una especie de nuevo territorio. —Territorio virgen es el término que creo que estás buscando. —Sonríe. Lo golpeo con mi dedo meñique. Nos quedamos así, su respiración y mi respiración y me acostumbro a la sensación de alguien más en mí. Finalmente, la presión disminuye. Uso la oportunidad para hacer lo que Kayla me aconsejó. La reacción de Jack es un jadeo de sorpresa que se las arregla para tragar a medio camino, y me fulmina. —Eso es... e-eso no es justo. ¿Dónde aprendiste eso? —Tengo amigas —digo con aire de suficiencia—. Quiénes son las chicas. Se ríe y lo hago de nuevo, esta vez gruñe, mordiendo mi cuello ligeramente. —Detén. Eso. —¿Por quééé? —digo cantarina. —Porque soy… estoy… Lo hago por tercera vez, y Jack me besa, duro, jadeando cuando nos separamos. —Ya estoy cerca de perderlo, debido a tu traviesa parte del trabajo. Si queremos que esto dure más allá de unos pocos minutos, vas a tener que dejar eso. Extiendo mis manos y corro mis dedos por su cabello. —Pensé que eras, como, el experto resistente. ¿No era tu trabajo? —Lo era. Estoy muy fuera de práctica. No ayuda que he tenido una cosa por ti durante meses, ahora. —¿Qué significa eso? —Significa —se mueve con una serie de embestidas lentas y experimentales—, eso significa... Sus palabras se pierden cuando lo siento, por primera vez, de verdad, y gimo. —Jack, ah… —Dilo otra vez. —Jack. —Me curvo en torno a él, mis piernas elevándose por su propia voluntad, uniéndose alrededor de su espalda.


—Oh, demonios —gime en mi hombro—. Te extrañé. Te extrañé, Isis. Se siente tan jodidamente bueno escucharte decir mi nombre. Lo digo muchas, muchas veces más. En voz alta y de manera involuntaria.


0 años 0 Semanas 1 Día Jack no aprecia especialmente que yo esté tomando todas las mantas en el concebible universo. O que lo mire fijamente mientras duerme. Lo sé porque A: Conozco a Jack, y a no le gustan las miradas lascivas a menos que esté siendo pagado por ello, y B: Cada vez que jalo las sábanas enredadas alrededor de sus piernas, hace una mueca en sus sueños. Así que hago lo que cualquier ser humano decente que respeta a otra persona podría hacer, sigo jalando las sábanas. Jack gime y protege sus ojos, el sol de la mañana pintando su alborotado cabello. Baña su pecho, creando sombras en su vientre desnudo, su cuello, su garganta. Quiero acariciar el hueco de su hombro y vivir allí para siempre. Se siente tan surrealista, como si en cualquier segundo un molesto reloj despertador de película adolescente comenzará a sonar en mis oídos y voy a despertar en el mundo real, en mi cama de verdad, sola y fría, triste y convencida de que nadie nunca va amarme. Pero él me besó. Besó mis estrías, y mis cicatrices. Me trató como a una persona que debe ser respetada, como una cosa para ser adorada y manejada suavemente como el cristal precioso. Besó la parte más asustada de mí, y ya no está tan asustada. Está aquí. Y casi no puedo creerlo. Casi no puedo creer que un chico tan guapo, tan real e inteligente, amable e interesante, deseado —sexy— duerma conmigo. Nadie más te va a querer. Jack me quiere, por como soy. Y es aún más sorprendente que se quedó después, que todavía esté aquí, que no soy tan horrible que no cambió de idea y se fue. No es producto de mi imaginación. Está aquí y es real, y huele a lo mismo que su habitación huele, y me revolqué en ella, tratando de arrastrar cada segundo de la lujosa bruma que es


esta caliente cama desarreglada con este sexy muchacho desaliñado en ella a quien sucede me gusta de una manera muy molesta. Finalmente, Jack abre un soñoliento ojo azul, me ve mirándolo, y se ríe con voz ronca. —Buenos días tú, espeluznante cosa hermosa. —Estaba planeando —digo—, la mejor manera de asesinarte mientras duermes. Jack se inclina, plantando un suave beso en mi palma. —Que sea largo, y prolongado. Me encanta el sufrimiento. —Exactamente, por eso lo estoy haciendo corto y ágil. Romperte el cuello, para ser más precisos. Pellizca mi antebrazo. —No podrías romper mi cuello si trataras. Trepo y me siento en su pelvis, tratando de envolver mis brazos alrededor de su cuello. Pelea conmigo débilmente, y finalmente me tira debajo de él, riendo. —Eres sanguinaria. —Creo que el término que usaste era “demonio” —lo corrijo al oído. Pasa su mano perezosamente hacia arriba y abajo de mi espina dorsal. —¿Cómo estás? ¿Dolor-sabio? —Estoy rota en dos y nunca voy a caminar de nuevo —digo inexpresivamente. —Sí —susurra, apretando su abrazo y me presiona con más fuerza contra él—. Ahora nunca podrás escapar. Ruedo los ojos. —Vamos, máximo terror. El día aguarda, glorioso y lleno de futuras decepciones. Y comida. No se levanta, observándome tomar mi pantalón corto y una camiseta en su lugar. Se queja, y mete la cabeza en la almohada. —No me quiero ir. Odio allá afuera. Quiero quedarme aquí para siempre. —No tengo suficientes Doritos en este espacio para un “por siempre” — insisto, y hago una mueca de dolor cuando un dolor se dispara a través de mi pelvis. Jack salta de la cama, me balancea en su brazo. —¿Estás bien? —Todo está doloroso y me estoy muriendo. —Te lo advertí. —¡No, no lo hiciste! ¡No hubo ninguna advertencia! ¡Solo un montón de asquerosa charla sucia!


—Y risas. Un montón de buena risa. Me sonrojo, y envuelve sus brazos alrededor de mí y me tira hacia abajo sobre la cama. Suspira en mi cabello. —Han pasado años desde que me he reído así. Gracias. —Tsk tsk, ¿qué tipo de acompañante eres? Se supone que debo agradecer a TI por el sexo. O pagarte. —Me inclino sobre el lado de la cama buscando alrededor por nada más que polvo. Mi mano encuentra el centavo en el sujetador que Yvette me dio, y lo pongo en su palma—. Toma. Por tus servicios. Jack gruñe y muerde mi cuello. —Creo que valgo un poco más que esto. —No lo sé —digo cantarina—. Tienes que probarlo primero. Me voltea a mi espalda y chillo. Inclina su frente en la mía. —¿Demostrarlo? ¿Entonces que fue ayer por la noche? —Un calentamiento —decido—. Aperitivo. Excepto, asco, no vamos a traer analogías de alimentos extraños en esto, por favor, no quiero ser comparada con un restaurante. —Eres el mejor restaurante. Cuatro estrellas Michelin —afirma Jack. Lo empujo y se ríe, tirando de su pantalón. Yvette elige ese momento exacto para caminar en la puerta y obtener una mirada completa del Jack-pene. Ella lo mira, luego a mí, luego a la cara de Jack, y asiente como un apreciador de arte. —Nueve de diez. *** Yo, Isis Blake, he decidido que el sexo está bien. Tengo un pequeño gran libro mental de lo que está bien y lo que no está bien, y el sexo se levanta del libro “no-bien” y ahora está en el libro “bien” en el transcurso de dos semanas. Jack y yo vamos y venimos de mi dormitorio al suyo, alternando cuando nuestros compañeros están fuera y así tener momentos de tranquilidad y haciéndolos no tan tranquilos. Aprendo cada lunar, cada pequeña cicatriz de su niñez, cada punto débil. Hay tantos grandes problemas mudos que se avecinan, como la cinta y la filmación de las cámaras de mí que tiene Sin Nombre, pero los empujo a ellos y a Sin Nombre a un lado y tomo el sol en mi recién descubierta Jack-obsesión. El ex Príncipe de Hielo tiene cosquillas detrás de las orejas, las rodillas y las caderas (sus agudas y deliciosas caderas) y también es todavía muy el Príncipe de Hielo, frío, sereno y lógico. Magníficamente no ha cambiado. De hecho, nada de nosotros ha cambiado realmente. Pensé que el sexo nos rompería, apartaría o nos transformaríamos en una ñoña papilla sin forma. Pero ese no es el caso en absoluto. Yo replico algo, él contesta bruscamente algo de regreso. Fuerzo gomitas de osos en su boca de mala gana, él me detiene de tacklear


a la idiota que pasó por encima de mi zapato con un monopatín. Luchamos. Estamos cerca. Argumentamos los puntos más finos de los debates más complejos y delicados de la historia. —Santa es real —digo mientras recojo mi burrito de la barra de comida. —No lo es —corrige Jack, esquivando a un trabajador de la cafetería con una pila de platos. —Tres palabras no han convencido a nadie de nada. —Sí lo han hecho. “Es una mierda” —dice Jack. —¿Que es una mierda? —La secuela de las películas de Star Wars. —Oh, mira ahora tienes razón, y tengo que retractarme de lo que he dicho, porque me equivoqué y me has convencido por completo con solo tres palabras. Puf. Odio estar equivocada. —Me encanta estar en lo correcto. —Suspira, y le doy una patada bajo la mesa, excepto que él es demasiado rápido, así que solo pateo la madera. Con mi espinilla. —Ay. Besa mi cabeza. —Te hiciste esto a ti misma. Lanzo mi cara en la mesa y finjo-sollozar. —Tengo moretones por todas partes. Soy una granja de moretones. Un imán. Un día en el futuro la gente del mundo, no sabrá lo que son los moretones porque la tecnología será tan avanzada que nadie conseguirá uno, entonces vendrán a mí, y les voy a mostrar mi trasero, será mi mayor contribución a la civilización humana. Esto impresiona a Jack tanto que toma un sorbo de soda. A veces lo sorprendo sonriéndome cuando estoy parloteando estupideces. Pero esa es la única cosa que ha cambiado realmente.

sobre

El sexo solía ser esta mancha extraña en la ropa interior de encaje y las señoras gritando como si estuvieran siendo lastimadas en el porno todo el tiempo “¿y qué si huele raro? ¿Y si mi barbilla parece gorda desde cualquier ángulo durante ello?”. Solía pensar eso y que tendría que afeitarme todo liso como un delfín todos los días de mi vida para que un hombre no sienta asco de mí. Esa solía ser yo, enojada con el sexo, y lo odiaba, era amargo porque la única persona que yo creía que amaba lo utilizó para hacerme daño. El sexo era una espada, no quería ser cortada por ello una vez más, un tigre que me mutiló una vez antes y con mucho gusto volvería a caminar en un pozo de alquitrán corrosivo antes de caer en la pluma de ese tigre de nuevo. Así que supongo que Jack Hunter es un pozo de alquitrán corrosivo. Pero eso ya lo sabíamos. —Objeción, su señoría —contribuye Jack—. No soy un pozo de ácido. Lo beso en la mejilla y digo:


—Voy a la biblioteca para burlarme de un animal más tonto que yo. Los chicos cuentan. —No los molestes. —Rueda los ojos—. Podrían enamorarse de ti y luego tendría que acabar con ellos. Me quedo mirándolo. Suspira. —Gentilmente. Y de acuerdo con el procedimiento de la integridad personal de las Naciones Unidas. Jack se inclina para un beso, y me inclino hacia abajo. Mordisquea juguetonamente mi labio inferior antes de que alejarse. —Te veré más tarde, entonces. —¿Tu habitación o en la mía? —pregunto. Sonríe a sabiendas. —Estaba pensando en algo un poco diferente esta noche. —¿Oh sí? —Tengo que informarle a mi superior —dice—. Pero estamos tratando de hacer que se vea tan casual como sea posible. Así que ha hecho una reserva para cenar con ella. Si vienes, creo que se vería aún más natural. —Ya veo, diablos no, he visto suficientes películas para saber que aquí es donde me traes a la CIA y me secuestran para experimentar. —No habrá un secuestro. Pero habrá postre crème brule. Considero esta propuesta por asombrosamente cinco segundos. —Sí. —Nos vemos en mi habitación a las 8:00 p.m., y usa un vestido. —Lo único que quieres es verme en un vestido, pervertido. Sonríe. —Quiero verte en todo. Y nada. La biblioteca es mucho más tranquila y es menos excitante que estar actualmente con Jack, pero voy a vivir con ello. Por ahora, tengo a alguien decididamente menos sexy que molestar. La veo sentada en una mesa, estudiando, y golpeo mis manos hacia abajo en el lado opuesto. Heather salta, dejando caer el libro. —Jesucristo —dice—. ¡Me asustaste, Isis! —Me asustaste —digo con calma—. Cuando me encerraste en la habitación con el hombre que me violó. Se congela, los ojos muy abiertos y dice cautelosa: —Él… ¿él qué?


—Me violó —repito. Decirlo ahora solo me da un torrente de poder, de la realidad, de la asertividad—. Cuando tenía catorce años de edad. —É-él... —Se muerde el labio—. No sabía eso, honestamente, Isis, tienes que creerme. Solo me dijo que sería una broma divertida, no sabía… —Incluso si no hizo lo que te dije que hizo, encerrar a una chica con un tipo como ese es una mierda, y lo sabes. Si te pillo haciéndolo otra vez, a cualquier otra chica, o si escucho que se lo hiciste a otra chica… —Aparto la mirada pensativa, luego a ella, sonriendo y sosteniendo mi brazo hacia arriba—. Bueno. Me hice esto. Parece como la Semana del Tiburón en 3D. Así que supongo que podemos imaginar algo que me gustaría hacer cuando estoy enojada con alguien más y podría ser mucho peor, ¡eh! ¡Probablemente mucho más sangrienta y asqueroso, estarías perdiendo trozos un poco más grandes! ¿Cómo de impresionante es eso? —N-No es impresionante. —Heather traga. —¡Genial! Así que vamos a ponernos de acuerdo para no hacer que las cosas no-impresionantes sucedan, ¿está bien? Asiente frenéticamente, y tarareo mi camino fuera de la biblioteca. Esto es solo el calentamiento. Sin Nombre es el siguiente. Sin Nombre ha estado en mi lista durante tanto tiempo, pero solo ahora es que tengo la fuerza para iniciar su desaparición definitiva. Solo ahora tengo el valor para poner toda mi experiencia extrema y rabia en su garganta. Ahora que sé con seguridad que Sin Nombre estaba mal —que siempre he sido perfecta y digna de ser amada— puedo pelear con él en vez de huir. Jack debe haberme contagiando en más de un sentido, el hecho de que todavía no he tirado abajo la puerta de Sin Nombre y lo he golpeado, es un signo claro de que he aprendido a controlar mi ira como un verdadero Príncipe de Hielo. Jadeo. El horror. La gente dice que se supone que debes amarte por tu cuenta. Y lo intenté. Dios sabe que jodidamente lo intenté durante cuatro años. Pero ahora que sé que alguien me ama, es mucho más fácil cultivar el coraje para empezar a amarme a mí misma. No es rápido, y no está sucediendo todo de inmediato. Pero es un comienzo. *** El único vestido que traje conmigo a Ohio State es un vestido plisado verde que compré para la graduación pero nunca usé. Pasé la graduación en la tumba de Sophia, comiendo comida china fría y haciendo coronas de flores. Cosas que ella nunca va a llegar a hacer. Jack usa una camisa blanca y pantalón con botones, que de repente se me hace paranoica. —Te ves hermosa. —Sonríe, y hago una reverencia.


—¿Es un lugar muy lujoso? —pregunto. Caminamos a su auto sedán, acomodo mi falda arriba y me acomodo en el asiento del pasajero con la gracia de una gallina borracha con enormes nalgas. —No especialmente. —Sale del estacionamiento. —¿Me echaran por derramarme la sopa encima? Porque me gusta mucho derramarme la sopa encima, mejora mi experiencia de vida en general de ser una vaga. —Siempre y cuando no grites acerca de los extraterrestres, todo irá bien. —¿Qué? ¡Esa es mi oración tradicional a los dioses del postre! Me da una larga mirada que básicamente se traduce como: “por favor no grites sobre extraterrestres”. —Uf, bien. —Hago una rabieta—. Voy a fingir ser normal. Eso sí, no actúes sorprendido cuando me desplome y muera de una embolia pulmonar. Causa: puro aburrimiento. Tira de mi mano con la que tiene libre y la besa, sonriendo. El restaurante es un edificio pequeño, negro de cristal encajado al final de la calle principal. Jack abre la puerta para mí y me deslizo, la anfitriona nos recibe con una sonrisa brillante y a Jack una aún más brillante. Jack pide la mesa de Vanessa, y la anfitriona nos conduce a través de filas de mesas de madera oscura iluminadas con velas a una cabina. Una mujer con el cabello castaño y corto y un vestido de seda azul de lujo está sentada allí, revolviendo un té helado. Se levanta y hace una rara sonrisa forzada cuando se inclina para abrazarme. —¡Ha sido tanto tiempo! —Se ríe, y abraza a Jack a su vez. Nos sentamos todos, excepto mi trasero que está un poco más desconcertado que el de ellos. —Mmm. Hola —digo—. Soy Isis, y estoy confundida. —Jack me ha hablado mucho de ti. —Vanessa sonríe. El camarero llega, y ella levanta la vista—. ¿Ustedes quieren algo de beber? —Agua va a estar bien, gracias —dice Jack, y me mira. Me retuerzo. —Mmm, una Coca-Cola sería bueno. El camarero asiente, y Vanessa y Jack lo miran retirarse con los ojos tan fuertes que estoy sorprendida de que su espalda no empiece a sangrar. —¿Es un informante? —pregunta Jack en voz baja, buscando el menú sin mirar a Vanessa. —No. —Vanessa niega—. Pero me siguió desde el hotel, así que debemos estar alerta. —Vaya, espera, ¿ese tipo? —siseo—. Se ve normal. Vanessa me sonríe.


—Los mejores siempre lo hacen. Vamos a echarlo fuera con un poco de conversación bulliciosa, ¿de acuerdo? ¿Cómo te va en la escuela, Isis? —Levanta un poco la voz, juego su juego y la imito. —Estoy fallando en quimi. —Suspiro—. La odio tanto, pero vale mil veces la pena. Además, me tiré un pedo durante el examen, y estoy bastante segura de que el profesor Brown sabía que era yo porque arrugó la nariz, olfateó mucho y me dio una C- por “exposición incorrecta”, y fue por el pedo, estoy bastante segura. Vanessa se ríe. —Bueno, al menos sabes en lo que no te vas a especializar, ¿mmm? —Sus ojos permanecen en mí, pero baja la voz y apunta a Jack en el mismo aliento—. ¿Tienes la grabación? —Yo, por el contrario, disfruto de la química —dice Jack, su voz más fuerte también—. Pero nunca perseguiré un título. Se vuelve mucho más complicado para tercer año, así que estoy pensando en algo más sencillo en ciencias. —Su voz se reduce de nuevo—: Está en una USB en la servilleta. Vanessa asiente con simpatía. —Cuando tenía tu edad, cambié mi especialidad de biología a física. Menos células repulsivas, más números limpios y claros. Mucho más fácil. Ella se tambalea, dejando caer su servilleta en el suelo y arruga la nariz. —Oh, maldición. —Toma —Jack le desliza su servilleta—, usa la mía. Vanessa sonríe y se la lleva a su regazo. —Gracias. ¿Estás lista para los exámenes, Isis? —continúa sin problemas. —Honestamente estoy más preparada para los langostinos rebozados. — Señalo el menú. —¡Por supuesto! Deben estar muriéndose de hambre. ¡No es que el Estado no sirva buena comida! Al contrario, he oído que tienen una selección maravillosa. —Es más que nada burritos, pero no me quejo. Sin embargo, mis intestinos lo hacen a veces. Hablando de eso, tengo que hacer pis. ¿Dónde está el…? Vanessa apunta hacia la parte de atrás y sonríe. —A tu izquierda. Me deslizo pasando a Jack, quien agarra mi mano y la aprieta. —¿Estás bien?—pregunta. —Uh, estoy a punto de comer alimentos. Estoy todo tipo de bien. Sonríe y me deja ir, voy hacia el baño. Tomo un vistazo de nuestro camarero que me mira, pero cuando nuestros ojos se encuentran rápidamente mira hacia otro lado. Manera de ser hombre sutil, tipo sospechoso. Incluso los baños son de lujo, encimeras de mármol y jabones que no huelen como una película de teatro. Me quedo mirándome en el espejo, mi maquillaje


menos como un mapache y más como un gato, y me doy cuenta que he crecido. No mucho. Pero un poco. No mucho, pero es un comienzo. *** Cuando Isis se ha ido, me dirijo a Vanessa. —Es muy bonita. —Vanessa sonríe—. Mucho más bonita de lo que asumí. —¿Qué? —Oh, nada. La chica que describiste en el teléfono... normalmente no se ven así. El humor viene a las chicas menos agraciadas. Su insulto no me perturba. Me aclaro la garganta. —La admisión de Terrance está ahí. Él dice los dos nombres muy claramente. Vanessa sonríe, mirando sobre su menú con atención también, pero nuestro foco está en todas partes, excepto allí. —La admisión de un traficante de drogas no es suficiente —dice—. Pero es un buen comienzo. Esto, y las claves directas deberían ser suficientes para que nuestro equipo trabaje. —¿Cómo vas a conseguir una clave de ellos? —Frunzo el ceño—. Will no se fía de mí, he tratado de acercarme a él varias veces, pero siempre se escapa. Kyle es menos inteligente, pero Will lo advirtió de mí. Ambos me evitan. Vanessa me mira fijamente, con fuerza, y sé lo suficiente acerca de su lenguaje corporal, entiendo que es una orden para cambiar de tema. —Ella y yo estamos saliendo —digo rápidamente—. Desde hace varias semanas. Es mi primera novia real en mucho tiempo. —Ah, eso está bien. —Vanessa sonríe—. Siempre fuiste el tipo playboy. —¿Puedo tomar su orden? —El camarero viene detrás de nosotros, y sonrió. —Sí, gracias. Voy a tener una orden de langostinos rebosados para la señorita que falta, y el filete de salmón para mí. El camarero asiente, los ojos escaneando nuestra mesa con una intensidad demasiado enfocada. Mirando por si pasamos pruebas entre nosotros, sin duda. Veo un bulto extraño en su cintura, expertamente escondido pero aún obvio para mí. Mi instinto se enfría. Una pistola. Nunca debí haber traído a Isis aquí. Vanessa golpea el menú con el dedo. —Voy a pedir los rollos de langosta, con la ensalada. Gracias. El camarero nos guiña, tomando nuestros menús y camina rápidamente. —Tiene un arma —dice Vanessa ligeramente, revolviendo su té.


Asiento, templando mi miedo casualmente. —En la cintura del pantalón. La vi. —Ahora, ¿cómo vamos a hacer? —Frunce los labios, pensativa—. Preferiría no tenerte a ti y a tu encantadora amiga heridos esta noche. Ustedes son niños, y ella es especialmente una inocente civil. —¿Quién es él realmente? —No tengo ni idea, pero puedo hacer una conjetura. Su postura, la forma en que viene y va, entrenado militar. Su acento es invisible, pero su pronunciación y énfasis es claramente de un ruso de habla inglés. Nací en Rusia. Lo conozco bien. —Ruso, entonces. —Específicamente, contratan músculo —elabora—. Los Guardias pueden ser un grupo de hackers, pero tienen amigos con una gran cantidad de dinero, y que sin duda saben que estamos tras ellos. Parece que han contratado guardaespaldas para sus miembros, Will y Kyle incluidos. Casi me río, pero me detengo. —Es tan surrealista, ¿guardaespaldas de los hackers? Realeza, tal vez, o los políticos. No hackers. —Entiendes mal —dice Vanessa rápidamente—. En el momento en que cosas graves entran en escena —la metanfetamina, la heroína, la trata de personas— en el momento todo cambia. Hay grandes cantidades de dinero en drogas y personas, y por lo tanto hay grandes intereses en juego. Esos guardaespaldas están ahí para proteger la voluntad y capacidad de hacking de Kyle, y por lo tanto, el dinero. Tráfico de drogas y los fondos de dinero del setenta por ciento de todas las compras de armas en los mercados legales e ilegales. No es simplemente “hackers”, o “drogas”. Es el poder, y la adquisición de la misma. Las rebeliones se financian. Las pandillas se forman. Se trata de un vasto e intrincado web, deteniendo a estos dos muchachos, vamos a salvar muchas vidas inocentes. —No, no lo harás. Buscaran a otra persona. Hay cientos más como ellos. —Entonces detendremos a cientos de ellos. Uno a la vez. La voz de Vanessa es fuerte, así que dejo el tema. Su actitud es muy Gobierno -inevitable derrota envuelta en la ilusión de hacer un bien mayor. —¿Cómo propones que obtenga la clave de sus ordenadores? —me quejo—. No me dejaran físicamente cerca de ellos. —Entonces tienes que encontrar a alguien que les permitan acercarse a ellos. Kyle es de menor preocupación. Will es el principal proponente. La clave de su equipo, y vamos a tener toda la evidencia que necesitamos para condenar a los dos. ¿No dijiste que Isis lo conoce? —No —digo con firmeza—. Por supuesto que no. —Parece una muchacha brillante. Estoy segura de que lo haría si se lo preguntas. Parece quererte mucho.


—Y eso es exactamente por qué no voy a dejar que lo haga. —Aprieto los dientes. —¿Dejarme hacer qué? —Isis está de vuelta, deslizándose por delante de mí en su asiento—. ¿Discutían chismes sobre mí mientras yo no estaba? Diez millones de años en una mazmorra para los dos. Estoy tranquilo, como lo está Vanessa. Isis, siempre alérgica al silencio, se retuerce. —¡Lo digo en serio! ¿Qué estaban hablando de mí? —No es na… —Necesitamos a alguien para plantar un dispositivo en la computadora de Will Cavanaugh con el fin de recopilar datos suficientes para detenerlo —Vanessa se inclina—, Y oí de Jack que conoces a Will. Espero que la expresión de Isis parpadee con molestias y dolor, pero en cambio levanta la barbilla. —Lo hago. Lo odio. Vanessa sonríe. —Fabuloso. Entonces estoy segura de que quieres verlo arrestado incluso más que nosotros. —O muerto —dice a la ligera. Demasiado a la ligera. Tan a la ligera que es aterrador—. No soy exigente. Vanessa sonríe más amplio. Isis ladea la cabeza, como si estuviera pensando. —Estás con el gobierno, ¿no? —pregunta. —Sí. —Isis, no vas a hacer esto —digo con firmeza. Me sonríe. —La única cosa que voy a hacer es comerme mis langostinos rebozados y después posiblemente postre. Oh, mierda, aquí viene el camarero, todo el mundo pretenda ser cool. Excepto yo, porque ya soy cool. —Isis cava por su teléfono de su bolso y se lo da a Vanessa—. Aquí están mis fotos en la graduación. Soy la alta y sexy de atrás. Vanessa se ríe, mueve a través del teléfono. El camarero entrega nuestra comida, y se va. Comemos, llevando una falsa conversación que me deja intranquilo por alguna razón. Vanessa es demasiado amable con Isis. No voy a permitir que arrastre a Isis en algo que podría conseguir herirla, o algo peor. Derribar a Will Cavanaugh es para mí y para mí solo, no ella. Me di cuenta de mi error por traerla aquí, en la línea de fuego. Ahora que la tengo, nunca volver a perderla. La cena termina, Isis ordena pastel de manzana. Vanessa paga la factura, y me sonríe.


—En realidad necesito irme. Ustedes quédense y diviértanse un poco más de tiempo. —¿A Dónde vas? —pregunta Isis con la boca llena de pastel. —Tengo algunos asuntos que tengo que cuidar. —Vanessa lanza una mirada al camarero, y asiente a nosotros—. Tengan una buena noche. Isis dice: —¡Adiós! —Frenéticamente, luego me mira—. Me gusta. Le limpio el relleno de su mejilla. —Es una agente. No le gustas. Está fingiendo. Isis frunce el ceño malhumorada. —Yo podría hacerlo, ya sabes. —¿Hacer qué? —Plantar ese dispositivo. A Will le gusta jugar conmigo. Estoy segura que me dejará entrar en su habitación si llamo. —Isis, no. No vas a enfrentarte a él, ya te hizo pasar suficiente. —Es por eso que necesito enfrentarme a él. —Chupa su dedo libre de la crema, pensativa. —No vas —digo con firmeza—, a plantar el dispositivo. Vas a dejármelo a mí. Este es mi trabajo, no el tuyo. Me mira fijamente, con los ojos oscuros tan inocentes y amplios. Finalmente se encoge de hombros. —Está bien. —Lo digo en serio, Isis. —Como un ataque al corazón —concuerda—. Te prometo que no lo haré. Es todo tuyo, bebé. Puf. ¿Acabo te llamarte bebé? Eres un bebé. Un bebé llorón. Con un hermoso culo. No puedo estar enojado con ella por mucho tiempo, mi sonrisa es tensa, pero sigue ahí. En el auto, me aclaro la garganta. —Si alguna vez intenta algo, si te amenaza, siempre puedes venir a mí. Lo sabes, ¿verdad? Yo me encargo de eso. —Lo sé —dice de brazos cruzados, mirando por la ventana. —Te protegeré —digo—. Lo juro. —Cállate —se inclina—, y bésame. Sus labios son el fuego, la manzana y canela, quitando las preocupaciones de mi mente. Nunca llegamos a casa. Me detengo en un parque cercano, el sol acaba de bajar, e Isis se extiende a ambos lados de mi regazo, nos besamos hasta que el sol desaparece detrás de los árboles. Mi mano se desliza hacia arriba de su vestido y su olor, el auto en una neblina delirantemente suculenta. Cuando está a punto de perder el control, entierra su cabeza en mi cuello y lo muerde.


—Te amo —susurra—. Te amo, estúpido idiota. Detengo mi atención en su ropa interior, y ella se queja. La miro fijamente, viendo su expresión de placer empañado contorsionarse de deseo. El sudor empaña su frente, barbilla, y me besa. —Lo siento —intenta—. Lo siento, te llamé idiota. Por favor… Me río y reanudo mi trabajo, y ella jadea. —Los dos somos idiotas —le murmuro al oído. Más tarde, mucho más tarde, días más tarde, cuando hemos bebido tanto del cuerpo del otro y nos hemos llevado entre sí hasta el borde y de nuevo tantas veces que he perdido la cuenta, vuelvo a ese restaurante y pregunto por el camarero. La anfitriona me informa que no se ha presentado a trabajar desde que comimos allí. Me da su dirección cuando pretendo ser un amigo preocupado, y el apartamento abandonado está completamente vacío, excepto por un colchón en el suelo, y una nota. J, No te molestara de nuevo. Me ocupé de ello. V. Guardo la nota y tiemblo. Este mundo de secretos y sangre estaba bien cuando era solo yo en él. Cuando me sumergí en ello, no tenía miedo de él. Pero ahora que tengo a Isis, ahora que tengo algo que perder, es absolutamente aterrador.


0 años 1 Semana 5 Días —¡Estás despedida de ser mi mejor amiga! —grita Kayla. Incluso su rostro de dos de la mañana por Skype es Beyonce-impecable. Quiero ser ella, excepto que no, porque la idea de salir con Wren es casi, básicamente, como incesto, porque es tan pequeño-hermano para mí, y también unas tetas tan enormes me harían tropezar en un momento inoportuno, como, por ejemplo, sobre la barandilla de la jaula de un león en el zoológico, y me moriré. —¡Deja de hablar de mis tetas! ¡Estás despedida! —Kayla —lloriqueo de forma atractiva—. Kayla escúchame, no estoy despedida, estás como loca. —¡Diablos, sí estoy loca! —Estrella su vaso de agua abajo y se salpica toda—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? —¡Porquee! —Me sonrojo—. Porque. Porque estaba ocupada. —Kayla sonríe a sabiendas, y grito—: ¡Cállate! —¡No he dicho nada! —¡Cállate de todos modos! —¡Por fin! —Hace caso omiso de mi petición—. Dios, esto les tomó para siempre. —Diez meses no es para siempre. —¡Podrían tener un bebé en ese momento! —Uf, no, por favor. No larvas. Prométeme que no tendrás una larva. —Voy a tener novecientas larvas solo para fastidiarte. Hablando de los gusanos, estás usando condones, ¿verdad? —SÍ. Sólo se ríe. —¿No son raros? Como extraños pequeños calcetines de plástico. —Voy a ponerte uno en la cabeza y asfixiarte.


—¡Lo siento! —Lanza sus manos en alto—. ¡Estoy feliz de que finalmente conseguiste lo que querías en la vida! —Jack no es todo lo que quería en la vida. —Ruedo los ojos—. Lo que quiero en la vida es una carrera estable pero satisfactoria en el campo de mi elección y una casa gigante hecha de una sola rosquilla. —Y Jack. —Y Jack puede venir a dormir a mi casa de rosquilla a veces, sí. Kayla me mira fijamente, sonriendo con cantidades crecientes de nerdecidad. —¿Qué? —espeto. —De verdad estás enamorada. —Puf. —¡Lo digo en serio! ¿A qué otro chico dejarías dormir en tu casa de rosquillas? —Johnny Depp. —Sí, pero él está casado. —Puffff. Las personas que están totalmente casadas pueden dormir en mi casa de rosquilla. —Espera —Kayla parece que ha sido alcanzada por un rayo y/o ha llegado a la más brillante hipótesis de este lado de la ciencia adolescente—, ¿la casa de rosquilla es un eufenismo? Me quejo y ruedo sobre mí misma en una manta, luego ruedo por el suelo como una salchicha especialmente floral. Skype emite un pitido con otra llamada, y me levanto. —Oh, espera. Tengo una llamada en espera. Cambio, y el rostro de Vanessa me saluda. —¡Oh, hola! !Eres tú! —Soy yo —concuerda. Se ve diferente sin todo su maquillaje, y está en una especie de habitación de hotel de lujo. Las sábanas están también perfectamente hechas—. ¿Supongo que encontraste la nota que escribí en tu teléfono? —¡Sí! Estoy un poco sorprendida de que te las arreglaste para escribir todo eso mientras que solo fingías mirar mis fotos. “Si todavía estás interesada, me pondré en contacto contigo a través de Skype a las doce-tres de la mañana. Mi nombre de usuario es kv2009dia@msn.com”. —No quería que Jack lo viera —dice—. Lo que te estoy proponiendo lo haría enojar, y quiero que esté enfocado. —Así que —Echo un vistazo a mi teléfono—, ¿quieres que plante la cosita USB, o lo que sea? —Precisamente.


—Está bien, me encantaría hacer eso y todo, pero voy a necesitar algún tipo de incentivo. Vanessa asiente. —Por supuesto. Estaría encantada de pagar… —Uh, no. No quiero dinero. —Entonces, ¿qué es lo que quieres? Aprieto los labios y me debato con la validez de decirle a un agente secreto del gobierno un secreto muy sucio. Su rostro está tan establecido y determinado, es entonces que me doy cuenta de que ella no se preocupa por el negocio de nadie más. Todo será dejado a un lado como la información, un medio para un fin. Es Will de quien ella anda detrás. —Por lo tanto, Jack hizo algo. Hace mucho tiempo. —¿La desaparición de Hernandez? Me retuerzo. —Uh, sí. ¿Cómo hiciste…? —No seas tonta. Sé todo lo que necesito saber. —Así que ya sabes que los federales le dieron la cinta esa del, mmm, incidente, a los amigos de Will, para que pudieran aclarárselas. —Lamentablemente, sí. —¿Pero ustedes no están a la caza de Will y sus amigos? ¿Entonces por qué…? —Hay poca comunicación cooperativa entre el gobierno federal y nosotros — dice con rapidez—. Llámalo rivalidad, llámalo orgullo humano, pero mal entendidos como éste ocurren muy a menudo. No le decimos a los federales lo que estamos haciendo y a quién, así que a veces terminamos arrestando personas que ellos han... alistado para obtener ayuda. —Correcto. Bueno. Voy a hacer todo el asunto USB. Pero, pero quiero que haga que ese material desaparezca. Quiero que no vaya a los federales. O cualquier persona. Para siempre. Vanessa frunce los labios. —Esa es una petición muy grande. Me estás pidiendo que manipule pruebas en un frío caso federal. —Lo sé. Pero, si lo haces, voy a hacer la cosa USBger. Esta noche. Inmediatamente. Solo asegúrate de que desaparezca. Una pequeña voz en mi cabeza me ruega que le pida que haga que el metraje que Will tiene de mí destrozando la oficina de Summers desaparezca también. Pero el dilema de Jack es más importante. Jack significa cárcel. El mío solo significa ser expulsada de la universidad. Así que me mantengo firme. Vanessa reflexiona, luego suspira. —Muy bien. Pones el USB esta noche, y voy a hacer algunas llamadas.


—Gracias. —Exhalo—. Muchas gracias. —Haré que mi asociado deje caer el USB fuera en una bolsa de papel marrón, en el lado derecho de la basura fuera de Ciao Bella. Esa es la cafetería de tu escuela. —Obvio. He estado allí una y mil veces. Me mira con una mirada severa, y me quedo callada. —Vas a conectar el USB en el interior de uno de los puertos USB de su ordenador. De todas maneras funcionará, solo asegúrate de que está todo el camino en el interior. Todo lo que necesito es que el USB permanezca en el equipo durante cuatro horas. Después de eso, voy a ser capaz de acceder a su disco duro en cualquier momento que decida. —Puerto USB, todo el camino adentro. Lo tengo. —Lo sabré cuando esté hecho. Espera la visita de mi amigo asociado en las próximas semanas. Él te dirá cuando tu recompensa se haga realidad. —Correcto. —E Isis —dice Vanessa—, ten cuidado. Will no es una buena persona. Sonrío. —Lo sé. Vanessa cierra sesión, y vuelvo con Kayla. —¿Todo bien? —pregunta—. Te ves algo enferma. —Desagradablemente enferma —corrijo. —No, como, enferma para-vomitar. Estoy callada, mirando a la oscuridad de su habitación mientras ella se queda mirando la oscuridad de la mía, a cinco mil kilómetros de distancia. —¿Oye, Kayla? —¿Sí? —¿Seguirías siendo mi amiga si ... si abandono? Kayla frunce el ceño. —Por supuesto, idiota. ¿No te gusta, como es allí? —¡Pensé que lo haría! Pensé que realmente quería estar aquí. Pensé que sería genial, y ha sido bueno, pero, es simplemente aburrido —digo—. La escuela es aburrida. Quiero ir a lugares y ver cosas nuevas. Cosas que no son libros de texto. ¡Quiero viajar! Quiero salir de este Estado, este país. Solo quiero... irme. —Entonces deberías. Debes hacer lo que quieras. —¿No crees que es estúpido? ¿No crees que vaya a arruinar mi futuro para siempre o algo así? —Uh, ¿no? ¡Eres Isis Blake! No eres yo, o Wren, o incluso Jack. No eres como los demás. Eres hilarante, rápida, buena, y eres tú. Lo harás muy bien, no importa


lo que hagas con tu vida. Nada está arruinado para siempre. Y siempre seré tu amiga. Mis ojos se llenan de lágrimas, y también lo hacen los de ella. Se ríe, secándose las mejillas. —Siempre y cuando vayas a hacer lo que te hace feliz, todo va a salir bien. Lo prometo. *** A la mañana siguiente, intento con todas mis fuerzas que parezca que no estoy haciendo cosas de espías. Me pongo una falda de color amarillo brillante y una camiseta sin mangas con flores en ella (el mundo puede ver mis cicatrices, no lo ocultaré más) y sonrío y saludo a todos, incluso a Heather, hasta a los siete chicos con lo que pude o no pude haberme besado. Los espías no son amables. Nadie sabrá nunca que estoy haciendo cosas de espías. —¿Estás haciendo cosas de espías? —Jesús H Christo! —grito, y giro para a ver a Charlie mirándome—. ¿Cómo… cómo hiciste…? —Me inclino y susurro—: ¿Puedes leer la mente? —Estabas hablando en voz alta —dice inexpresivo—. Uf, y que el amarillo es horrible. Un consejo, si quieres ser un espía, usa negro. —¡No soy un espía! —Las personas miran fijamente. Bajo inmediatamente mi voz—: No soy un espía. Simplemente... tiré un papel importante. Por accidente, sí. —Charlie mira mi mano enterrada en el bote de basura, y luego se queda mirándome fijamente—. Muchos papeles —corrijo—. Todo un cuaderno. Lleno de papeles. —Aquí —gruñe, metiendo su mano y tirando de la bolsa de papel, limpiando la piel de plátano fuera de él—, rara. Si deseas drogas, puedes conseguirlas como la gente normal e ir a recogerlas de un camello. De esa manera, no tienes que cavar alrededor en la basura. Todo el mundo gana. —Correcto. Mmm, graciasadiós. Me alejo lo más rápido que puedo. Corro contra la puerta de cristal de mi dormitorio y denuncio al diablo fuerte, frotando mi dolorida frente. —Chica, realmente apestas para hacer las cosas sutiles —dice Charlie detrás de mí. Me escondo detrás de un pilar. —Vete —siseo—. ¡Shoo! —¿Tienes un trastorno bipolar o trastorno de personalidad múltiple o algo así? Porque eres generalmente mucho más habladora que esto. —No, pero consigo un dolor de cabeza cuando la gente me dice muchas cosas tontas, todos a la vez.


—Sabes, gracias a ti, no tuvimos tanta información como podríamos haber sacado de Brittany. Sedujiste a Jack y medio arruinaste todo nuestro plan. Íbamos a hacer que ella plantara un dispositivo en el ordenador de Will. Ahora tenemos que hacerlo de la manera difícil. —¿Cuál es la manera más difícil? —Furtivamente. Puf. Odio meterme a escondidas. —Fuiste bastante mierda en eso en el bosque —concuerdo. —Te estaba persiguiendo. —Bueno, no se sentía como una persecución, así es como apestabas. —Gritaste. —Todos cometemos errores a veces. Rueda los ojos, y planto mi pie. —Mira, es muy bueno que estés aquí, y hagas cosas como respirar, pero realmente tienes que irte. Tomo las escaleras de dos en dos, dejándolo atrás para reflexionar sobre el error de su vida cada vez que me hablo. Abro la bolsa de papel en mi habitación, el USB era un pequeño plástico negro del tamaño de la uña del pulgar. —¿Eso es un pedazo de caca? Giro alrededor y escondo el USB entre mis dedos. Yvette está sentada en su cama, pintándose las uñas en su habitual alegre negro muerte-vampiro. —Es una moneda de cambio para mi alma —digo—. ¡Estoy jugando un juego de altas apuestas en contra de Satanás! Es en realidad un poco de vigorizante. ¿Quieres ayudar? Yvette me lanza una mirada dudosa. —Al igual que, ¿cuernos y piel roja, el gran atemorizante tenedor de Satanás? —Algo así. Piensa en más cabello y menos cosas puntiagudas pero exactamente el mismo nivel del maldad. —Por lo tanto, un chico. —Sí. Tengo que entrar en su habitación y plantar algo en él, pero no quiero que me atrape. Porque él quiere atraparme allí si puede ayudar, ya que disfruta viéndome retorcerme. —Jodido sádico —escupe Yvette—. Está bien, entonces tú vas allí, y yo te saco. ¿Verdad? —Sutilmente. —¿Qué significa eso? —Arruga la nariz. —Esto significa que en lugar de tumbar hacia abajo su puerta y alertarlo sobre el hecho de que he planeado esto y que me estoy metiendo con su mierda, lo que tienes que hacer es una distracción.


—¿Quién va a hacer una distracción? —pregunta Diana cuando entra—. ¿Y puedo ayudar? —Estás contratada. —La señalo. Yvette le informa mientras busco en mi armario un traje de batalla apropiado. Algo lindo, pero no demasiado lindo. Quiero recordarle lo que arruinó, distraerlo con sus propios “triunfos” el tiempo suficiente para cegarlo un poco. Tomo mi pantalón skinny oscuro y una camisa apretada, a pesar de que me hace sentir mal del estómago pensar en desnudar alguna de mis curvas delante de él. Esto es para Jack. Esto es para que no termine en la cárcel. —Podríamos tirar de la alarma de incendio —dice Diana—. Los dormitorios de los chicos se vaciaran con bastante rapidez, y dudo que incluso alguien como este tipo vaya a querer quedarse con la sirena en su oído. —Perfecto. Dios, eres un genio. Mi novia es un genio. —Yvette la besa en la mejilla. Diana se sonroja. —Oh, detente. Yvette se acerca a la ventana y la abre, gritando. —¡MI NOVIA ES UN GENIO! Mi boca es una feliz “O” abierta cuando miro a Diana, cuyo rubor ahora está congelado en su rostro conmocionado. Es un movimiento valiente lleno de coraje y de amor, y es tan diferente de la Yvette que conozco, quien me susurró su secreto desde una almohada hace más de dos meses. Diana se levanta y empiezan a besarse, me aclaro la garganta solo cuando vislumbro pedazos de lengua. —¡Ejem! ¡Brigada de Venganza, atención! Ambas se ríen, tratando de separarse y girar hacia mí en un saludo a la vez, pero chocan narices y piernas, luego todas estamos riendo en el piso, y sé sin un ápice de duda que voy a estar bien. Pase lo que pase después de esta noche, voy a estar bien. Yvette y Diana están de acuerdo en tirar de la alarma contra incendios exactamente siete minutos después de que entre en el dormitorio. Eso me da dos minutos para subir las escaleras, y cinco minutos para charlar con Will lo suficiente para distraerlo y plantar la USB. Pero si jodo esto… Niego. ¡No voy a joder nada! No en el menú. Ahora no, nunca. Nunca lo fue. Joder, estos son los palitos de pescado en la carta del restaurante opciones de la vida, nadie lo ordena, y a nadie le gusta. Si lo ordenas, fue un accidente y te arrepientes por siempre. Me apresuro a subir las escaleras y con fuerza recupero el aliento fuera de la habitación de Will. Aliso mi cabello y trato de lucir como si no acabara de correr los tres pisos. Me tiemblan las manos. Siento que voy a vomitar. Y entonces mi celular suena. Me apresuro a responder antes de que alerte a Will. —¿Hola? —susurro, alejándome de la puerta.


—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —gruñe Jack, sonando como si estuviera caminando muy rápidamente—. ¡Sal de ahí, en este momento! —No te acerques aquí —exijo—. Lo digo en serio, Jack. Mantente alejado. Cómo incluso… —Charlie me dijo que estabas actuando extraño. Isis, no puedes entrar ahí con él. Necesitas permanecer malditamente lejos de esto. ¡Es mi trabajo! ¡No el tuyo! ¡Podrías salir herida! —Vale la pena —digo—. Si hago esto, estarás bien. Entonces. Solo déjame hacerlo. Por favor. —¡No! No, voy a ir por… —Jack —siseo con toda la fuerza que puedo reunir—, huiste después del funeral de Sophia porque necesitabas hacerlo. Tengo que ir allí ahora. Sola. Es lo mismo. Jack está en silencio, y luego deja escapar un gruñido salvaje de frustración. —No. —Sí. —No, Isis, por favor, no. —No me va a lastimar esta vez. —¡No sabes eso! —No. Tienes razón. No sé nada. No sé si el sol saldrá mañana, o si voy a contraer alguna enfermedad horrible o ser atropella por un auto, o si Will puede lastimarme. No sé dónde voy a estar dentro de tres años, y jodidamente segura que no sé dónde voy a estar en diez. ¡No sé si alguna vez terminara Juego de Tronos! No sé si alguien que amo va a morir pronto, y no sé si va a caer un meteorito e incinerarnos a todos. No sé si el mundo va girar su eje, lanzarse al espacio y nos vamos a congelar lentamente. No sé si voy a tener huevos para el desayuno de mañana o no. —Me río—. Pero lo que sí sé es que te amo. Eso es... esa es realmente la única cosa que sé. —Isis… —Por favor, Jack. Déjame hacer esto. Voy a volver de una pieza. Lo prometo. —Lo prometes —dice, con la voz desesperada, pequeña y dura. —Te lo prometo, idiota. —Te amo —dice—. Dios, te amo maldición. Jack cuelga primero. Cuelgo después, y enfrento la última puerta. Excepto que no hay puerta. Solo está el pecho de Will Cavanaugh en frente de mi cara. Retrocedo de forma rápida, y se ríe. —¡Isis! Es tan bueno que hayas venido. Oí tu voz y estaba preocupado, así que vine a comprobar, y he aquí, ¡aquí estás! ¡Qué agradable sorpresa! Guardo mi expresión, tratando de hacerla ilegible.


—Quiero hablar contigo, en privado. —Por supuesto que sí. —Sonríe—. Vamos. Mi compañero de piso salió a conseguir la cena. Me dirige a su habitación y cierra la puerta detrás de mí. —No le pongas seguro —digo, fingiendo un toque de terror en mi voz. Pero lo hace de todos modos, controlando la cerradura doble, y sonriendo. —No puedes salir corriendo ahora, ¿verdad? ¡Tenemos cosas importantes que discutir! Will aplaude y se sienta en la cama, me hace señas para que me siente en la silla cerca de su escritorio y su computador. Bingo. —¡Así que! —dice—, deberías comenzar, ¿o lo hago yo? ¿O vas a sentarte allí muda como siempre lo haces y dejarme caminar sobre ti de nuevo? —Eso sería bueno para ti, ¿no es así? —gruño. Hace un ruido: “oooh”. —Así que otra vez tienes un poco de chispa en ti, ¿eh? Y yo que pensaba que me había librado de todo. Es una pena. —No eres digno de la respiración que tomaría para hablar contigo —digo—. Pero voy a hacerlo de todos modos, porque esto es algo que debería haber dicho hace mucho tiempo. —¡Oh, déjame adivinar! ¿Es uno de tus rotundos “jódete”? Los amo tanto. Echo de menos aquellos, ya sabes. Escucharlos de una gorda y desagradable foca como tú era realmente entretenido. —¿Eso es todo lo que te importa? ¿“Estar entretenido”? Se golpea ligeramente la barbilla, pensativo, luego asiente. —¡Sí! Las cosas divertidas son las únicas cosas importantes en el mundo. Si no puedes tener ninguna diversión con él, entonces es inútil y debe ser desechado rápidamente. Eso es justo. Will se levanta, me rodea, entonces agarra mi mano. Me alejo, el pánico haciendo mis músculos tensos, pero abre mis dedos y agarra la USB de ellos. —Bueno, ahora, ¿qué es esto? —Se ríe. La esperanza es sacada de mí en una sola y dura ráfaga. —Es n-nada —tartamudeo—. Solo un pedazo de tierra…. —Es una USB. ¿De verdad crees que no lo sabía? Te vi y al repugnante arrastrado caminando por ahí, besándose y haciendo estúpidos y jodidos rostros el uno al otro, y sabía que te estaba metiendo en esto. Está detrás de mí, y su compañero de mierda también y ahora tú estás detrás de mí. Pero no va a funcionar, porque… —Rompe la USB en dos, sonríe ampliamente—. Soy mucho más inteligente que tú. Me quedo mirando los restos fracturados de mi esperanza cuando Will salta en la cama otra vez y suspira.


—Sin embargo, nunca podría ser tan entretenido como tú, cerdita. —¿Eso es todo ... .eso es todo lo que fui para ti? —Me ahogo—. ¿Entretenida? ¿Nada acerca de nosotros, ni una sola vez fue porque te gustaba? —Oh, no me malinterpretes. Me gustabas mucho. —Sonríe—. Pensé que lo sabías. y…

—Pero tú… no te puede gustar alguien e insultarlo. No te puede gustar alguien —¿Sííí? —dirige—. Vamos, dilo.

Tomo una respiración, respirando profundamente. Lleno mis pulmones con fuerza, con el olor de Jack, los recuerdos de su risa y sus manos, de Diana y la risa de Yvette, de la sonrisa llorosa de Kayla. Miro a Will en los oscuros ojos y mantengo mi mirada allí. —No te puede gustar alguien y violarla. —Pero se puede —protesta—. ¡Es realmente una lástima que pensaste en ello como violación! ¡Trataba de tener sexo contigo! ¡Me gustabas tanto! Mi instinto es cerrar los ojos, para bloquear los recuerdos, pero me obligo a mirarlo sin pestañear, a través de él. —Te dije que te detuvieras. Lo dije claramente muchas veces. —Es cierto. Lo hiciste. Pero las chicas no saben realmente lo bueno que es, por lo que dicen que pare. Pero eso en realidad no significa lo mismo. Por eso me enojé. Es por eso que tuve que hacerlo… porque seguías diciendo que parara. Debido a que eras una niña estúpida que había cambiado su mente y no sabía lo que quería. Sus palabras se convierten en un silbido, su ira refrescante. Este es el verdadero él, el que se esconde detrás de la ruidosa risa, el genial buen-chico y las sonrisas falsas. —No era estúpida —digo lentamente—. Simplemente no te quería. Se pone de pie de una vez, alto y explotando de la cama. —Lo hiciste. —No. —Sonrío—. No lo hice. Will no tiene control sobre sí mismo. Solo pone una pantalla de seda sobre su fea cara y espera que la gente no vea o husmee demasiado duro. Pero yo fisgoneé con más fuerza. Lo apuñalé donde más le duele, lo profundo de su ego, y su hermoso rostro se convierte en una fea burla, una gárgola, un vampiro de edad. —¡Maldita perra! —Estrella sus manos sobre su escritorio. El ordenador traquetea—. ¡Eras una gorda, una maldita fea puta! ¡Tuviste suerte de que incluso te dejara estar a mi alrededor! ¡Eras tan jodidamente afortunada de que yo incluso quisiera tocar tu grasoso y apestoso cadáver! Nadie más lo hizo. Nadie más lo hace. Ni siquiera ese puto niño bonito. Solo te folla porque te compadece. ¡Ve lo patética y fea que eres, y le tiene piedad a tu gordo culo! Me siento inmóvil, traspasando mis ojos en su rostro, no lejos de él. Siempre solía mirar hacia otro lado, demasiado temerosa de que su cara, cada uno de sus


dedos, o sus ojos trajeran recuerdos. Will pone su roja y furiosa cara en la mía, y es todo lo que puedo hacer para no correr y lanzarme a través de la ventana abierta lejos de él. —¡Te tuve por primera vez! —Echa humo—. ¡Él obtuvo mi basura, mi comida desechada, mi puta basura! No eres nada. No eres nada sin mí. Tengo amigos, tengo la popularidad, te enseñé cómo fumar y beber, robar y no ser una puta y perdedora patética. ¡Eres mía! Eres mía, y para cualquier otra persona eres una perra inútil y vacía. Jodida. Inútil. Basura. Con todas sus palabras algo muy dentro de mí empieza a aflojarse. Esta endurecido y oscuro, como el viejo ámbar en la piel de un árbol, y poco a poco es libre. Will se ríe, un sonido demente. —Te gusto. Ya sé que te gusto, puta. Y con eso la cosa oscura queda libre, fuera de la corteza de mi interior, flota hacia arriba y lejos, fuera de mí, fuera de la cima de mi cabeza, y de repente me siento tan ligera y agotada. Cualquier cosa que solía haber en mis recuerdos, todo lo que me había hecho en el pasado, de repente deja ir su control sobre mí, y desaparece en el aire. —Nunca me amaste —digo con voz ronca—. Y lo odiaba. —Me odias. —Sonríe, maniático—. Siempre me vas a odiar. —No. —Me levanto, y suspiro—. Siento pena por ti. Sucede tan rápido que pierdo mi equilibrio y caigo, Will se lanza a por mí y me atrapa en el suelo con sus rodillas. El miedo cae por mi espalda, mi espina dorsal, mi cara, como las garras heladas de un monstruo terrible hecho de hojas de afeitar. —Quítate —grito—. ¡QUITATE DE ENCIMA DE MÍ! —¿Crees que eres mejor que yo? —Se burla, saliva aterriza en mis ojos. Agarra mis muñecas y las clava en el suelo, también—. ¿Crees que tienes el maldito derecho a sentir lástima por mí? Voy a mostrarte la lástima. Voy a hacer que lamentes más que lo que siempre has… Escupo en su cara. Esto le golpea en la ceja y gotea hacia abajo, se ve horrorizado por una fracción de segundo antes de que las rodillas me pateen en las costillas. Lloro y trato de retorcerme lejos, tratando de darle una patada y puñetazo, pero no hay nada que patear y golpear, todo está lastrado por un pesado y furioso cuerpo. Va a suceder de nuevo. Va a suceder de nuevo. Va a suceder de nuevo y no puedo detenerlo. No. NO. ¡Puedo! ¡Puedo detener esto. Tengo que parar esto de una vez por todas!


Giro mi cuerpo alrededor y pateo con fuerza, mi pie encuentra un poco de suave carne repugnante entre sus piernas, Will grita y se curva lejos de mí. No es mucho, su terquedad aferrándose a mi cuerpo, pero es suficiente para darme el apalancamiento que necesito para patearlo como la sanguijuela que es y corro hacia el interruptor. —¡No! —grita, la habitación inundándose con una oscuridad total. La única luz es la débil farola desde la ventana, se arrastra para sentarse en su cama y directamente en el pequeño cuadrado. —¡Perra! —espeta Will, temblando—. ¡Puta zorra! Te voy a matar cuando te encuentre. ¡Yo… si te acercas a mí te voy a matar! Me quedo bajo, como una pantera. Las cosas han cambiado. Soy el depredador, la cosa salvaje en la oscuridad que ronda sus pesadillas. Tengo el poder, y estoy borracha en él, en plena ebullición con una sonrisa que apenas puede contener mi risa. —Eres patético —digo. Will se lanza de inmediato por mi voz, pero le esquivo y cuando sus dedos tocan el vacío retrocede de nuevo a la luz. —Eres un ser humano repugnante. Lo eludo de nuevo, más atrás, y golpea salvajemente en la nada. —¡Vete a la mierda! —grita. —Me compadezco de ti, porque nunca sabrás lo que se siente al ser amado — Me río, oscura y ronca—. Tu padre nunca te enseñó, te enseñó lo contrario. Y con esa actitud desagradable, nadie en el mundo va a tratar de enseñarte de otra manera. —¡Cállate! ¡Cierra la puta boca! —Vas a estar podrido para siempre —susurro—. Vas a tener miedo de la oscuridad para siempre, la oscuridad real, la oscuridad dentro de ti. Está ahí para siempre. Y nadie va a cuidar de ti lo suficiente como para tratar de sacarte. Nunca te preocuparas por ti mismo lo suficiente para tratar de salir. El rostro de Will se arruga en la penumbra, y sonrío. —Te compadezco, Will Cavanaugh. La puerta detrás de mí se abre, la luz inundando desde el pasillo. Jack, sin aliento y furioso, entra en la habitación, toma una mirada de la situación, y avanza hacia mí, sosteniéndome en sus brazos. —¿Te toco? —Ahueca mi cara, mirando fijamente con la intención suave de un médico. —No. —Le sonrío—. No por mucho tiempo, de todos modos. Jack se tensa, ojos solidificándose hacia la temperatura bajo cero que ya había visto. La habitación en sí parece ponerse fría cuando fija sus icebergs gemelos en Will. Los ojos de Will se lanzan alrededor, centrándose en la salida detrás de nosotros, y se levanta en una carrera loca, pero nunca lo hace, porque las piernas


de Jack lo hacen tropezar y en dos segundos tiene a Will atrapado en el suelo, con el brazo torcido detrás de él y sus gritos haciendo eco. —¡Mierda! ¡Vete a la mierda, maldito bastardo! ¡Déjame ir! Jack levanta la vista, y se levanta sobre el brazo de Will, utilizando a Will como un taburete para llegar a la luz en el techo. Tira de la bombilla, lanzándola contra la pared. Está se astilla en fragmentos de vidrio. —Isis —dice Jack con calma—. La lámpara. Me obligo, pasando por encima de Will y tal vez arrastrando mi pie un poco para que llegue a su rostro. Él maldice, pero maldice aún más fuerte cuando le doy un tirón de la lámpara por el cable. Estoy a punto de tirarlo a la pared cuando Jack me detiene. —No. La cama. Lo sostendré, utiliza el cable y átalo a ella. —¡No! ¡Mierda, mierda, mierda, no! ¡No puedes hacer esto! ¡No me puedes hacer esta mierda! ¡Isis, no dejes que haga esto! Ignoro sus ruegos llorosos mientras Jack fija sus brazos alrededor de la pata de la cama de hierro hundido en el suelo. Ato la cuerda dos veces, y Jack la asegura por tercera vez, tirando de él comprobando lo ajustado. —Deben faltan cerca de siete horas hasta la salida del sol —dice Jack—. Y estoy seguro de que podemos convencer a tu compañero de cuarto para que pase la noche en otro lugar. En algún lugar... más tranquilo. —La ventana —digo a la ligera—. Debería estar cubierta. —¡NO! —Sabes, en realidad debería estarlo —concuerda Jack, sonriendo mientras saca el edredón de la cama y lo tira sobre barra de la cortina de la ventana, bloqueando toda la luz del exterior. —¡Isis! ¡I-Isis por favor! —jadea Will, lágrimas y mocos goteando por su nariz—. ¡No puedes hacer esto! ¡Me gustabas! Me preocupaba por ti… Jack le da un puñetazo tan fuerte que oigo el chasquido de sus huesos. Se inclina, agarrando el cuello de Will y burlándose en su rostro. —Nunca vas a hablar con Isis de nuevo. —¡Isis! Por fa…. Me aparto justo a tiempo para evitar ver el segundo golpe. Pero luego miro hacia atrás, porque me lo merezco tanto. Su sangrienta nariz gotea por la barbilla y la boca, él jadea, una fina capa de sudor en su rostro aterrorizado mientras Jack y yo nos retiramos. —La broma está en ti, Will. —Me río—. La USB que aplastaste era una falsa que hice de una botella de refresco. No puedo creer que pensaste que yo era lo suficientemente estúpida como para solo tener una. Planté el real cuando cerraste la puerta, cuando entramos. Y ahora estás jodido. Muy, muy jodido. —¡NO! ¡NO!


—Ah, el ruido —dice Jack. Hurga a través de un armario cercano y saca una camisa, entregándomela—. ¿Debo hacer los honores? —Lo haré —digo. Rasgo el endeble algodón por la mitad y camino hasta el patético muchacho que solía amar. Will lloriquea, la amenaza de otro golpe impidiéndole hablar—. Dime por qué —digo, en cuclillas a su nivel—. ¿Por qué me violaste? Will mira a Jack, que solo asiente. Will intenta una sonrisa. —¡P-porque, Isis! ¡Me gustabas! Lucha débilmente cuando fuerzo el paño en su boca. No su garganta, porque no quiero matarlo. Pensé que lo quería, pero realmente no. Quiero que viva. Sufra como yo lo hice. Camino de vuelta a Jack, el amortiguado grito de Will es lo último que escucho antes de cerrar la puerta. *** Diana e Yvette encuentran al compañero de piso de Will, un chico tímido con grandes gafas, y le dicen lo que ha pasado. Él suspira con alivio, diciendo que odia a Will, y que Dios nos bendiga por joderlo. Se queda en el dormitorio de Diana, y ellas, curiosamente, se quedan con él. Pero estoy demasiado cansada como para estar muy curiosa por mucho tiempo en ello. Jack me ayuda a entrar mi habitación, y se desploma en la cama conmigo. Y lloro, él acaricia mi cara y mis brazos y llora conmigo.


2 años 29 Semanas 3 Días He decidido que el sol está afuera para terminar conmigo. Muchas cosas están fuera para terminarme, el cáncer, los Teletubbies, la muerte en general. Pero de todas las cosas terribles y peligrosas en este mundo, el sol tiene que ser el peor de ellos. Hace crecer nuestra comida y nos mantiene calientes en la gran cuna infinita del espacio-tiempo, lo que nos obliga en la ilusión de que deberíamos estar agradecidos por ello, cuando en realidad es muy difícil estar agradecido de cualquier cosa cegando tus ojos como una alegre hoja sierra de los rayos ultravioleta. —Puf. —Me doy la vuelta sobre mi toalla de playa—. ¿Puedes enfriarte por cinco segundos? El sol brillantemente declina. Tomo mi bebida con sabor a fruta de colorBarbie de un cristal de lujo y trato de fingir que no existe. —Donde demo… —Mis manos se arrastran por mis gafas de sol, y las empujo en mi cara—. Ahh, un alivio temporal. Tan dulce, tan transitorio, tan Gucci. —¡Señorita! —Una voz resuena. Me quejo y me enderezo, viendo a Gregory contonearse a través de las arenas hacia mí. Incluso los habitantes del pueblo del sur de Francia, acostumbrados a la ropa brillante y colorida del Mediterráneo, se quedan mirando su atroz camisa verde y naranja hawaiana. —Gregory, eres un dolor de ojos —me quejo. Se ríe y me ofrece una mano, con los ojos tomando mi traje de baño blanco con la espalda escotada. —Y usted, señora, es todo lo contrario. —¡No! —protesto cuando me pongo de pie—. ¡No, no, no, mira estos muslos! Soy demasiado joven para ser una señora. Inténtalo de nuevo en cómo, siete mil años. Se ríe. —Muy bien. Vamos, me mandó a buscarla y por alguna razón está ansioso como jodidamente-ansioso.


—¿Ansioso? ¿Jack? —Arqueo una ceja, recogiendo mi toalla y bebida, deslizándome en mis sandalias, caminando a través de las arenas con Gregory—. ¿Estamos hablando del mismo ser humano con el que estoy en contacto personal regularmente? —El único. —¿Está tomándolo de regreso contigo? ¡Por favor, di que sí, por favor! Quiero esos increíbles bombones de París de nuevo, los quiero con todo mi idiota corazón de mierda. —Dios sabe que te los mereces, aguantándolo todo el tiempo. —Gregory resopla—. Ha estado tan descentrado últimamente. Después de ese último caso, le dije que se quedara en casa, pero solo lo ha hecho empeorar. —Tiene que salir —afirmo—. Ponlo en un caso agradable, algo que tenga que ver con salvar al mundo o, al menos, como, no-fatal-venganza. Esa es su especialidad. Lo ama y voy a amarte y mi amor es, francamente, la cosa más importante que debes estar negociando aquí, además del oxígeno. —Y las damas francesas. —Los ojos de Gregory miran a una mujer del pueblo que pasa en una falda corta. —Contamos con la crème de la crème aquí —concuerdo, y saludo a los habitantes del pueblo—. ¡Bonjour! ¡Francois! ¡La bouche un petite chienne! ¡Dios mío, no se ven contentos con esto último! —Esto último ni siquiera tenía sentido —destaca Gregory, y hace pequeños ruidos de: “perdón” a los aldeanos cercanos ofendidos. Camino rápidamente por delante de él y por la carretera de adoquines. El pueblo es pequeño, encalado, estrechas tiendas frente a las viviendas, panaderías, carnicerías y tiendas de dulces en el nivel de la calle, las casas en el segundo nivel, en las ventanas derraman hierbas y flores frescas. Líneas de lavandería están lanzadas entre ventanas, sábanas y camisas aleteando en la brisa de verano. El olor del mar está en todas partes, los niños vienen y van utilizando tablas y carrozas bob, serpentean entre bicicletas y parejas demasiado lentas. Un par de hombres viejos con gorras se turnan para jugar ajedrez y beber vino bajo el alero de una tienda de flores. Hacia el borde de la aldea el adoquín se desvanece, sustituido por un camino de tierra muy gastado. Los altos pastos de verano se mecen a cada lado. Recojo flores silvestres de color amarillo, morado y blanco, una abeja luchando conmigo por una particularmente hermosa flor de naranjo. —¡Vete! —La espanto—. ¡Hay mil más, puedes darte el lujo de donarle una a los pobres seres humanos! Gregory se ríe, mirando hacia el océano y los pequeños caseríos que pasamos. —Voy a extrañar este pueblo. Ustedes eligieron el mejor lugar del mundo para establecerse, supongo. —¡Oye! ¡Nadie está establecido! ¡Vamos a Camboya el año que viene, y nos fuimos a Grecia esta primavera! Esta es la casa base, no estamos establecidos. —¿Cuál es la diferencia?


—Establecerse significa como, minivans y vomito de bebé. La casa base implica que somos exploradores del más alto nivel. Gregory niega. —Aun así, este lugar es fantástico. —Oh sí, es genial. Miel fresca, pan y un montón de fruta en el otoño, no puedo hablar una palabra de francés, pero al menos mi novio puede. —Junto mis labios—. Novio. Uf, esa palabra todavía tiene un sabor divertido. Debe haber otra palabra. Príncipe, ¿tal vez? No, eso es demasiado real. ¿Pareja? Uf, demasiado suburbano. ¿Buttbear? Hago una pausa, y luego vuelvo a Gregory. —Creo que he alcanzado oro. —Buttbear suena como un carebear. —Suspira. —¡Exactamente! Gregory y yo caminamos en silencio, yo saltando y él pegado a la sombra de los árboles de roble. Otra casa de campo pasa, todo de piedra blanca y ladrillos, los perros persiguiendo cabras alrededor. —Will consigue su audiencia de libertad condicional hoy —intenta Gregory. Mi corazón se endurece un poco, pero el aire caliente es demasiado dulce para que dure por mucho tiempo. —Sí. Eso escuché. —No va a obtener la libertad condicional, por supuesto —añade—. Los delitos graves no son fáciles de apelar, y por lo que he oído el juez parece muy determinado a mantenerlo justo donde está. Sonrío, y Gregory me sonríe de nuevo. —También he oído en cuanto a una hermosa chica divertida que tiene un programa de cocina, el cual se ha vuelto muy popular últimamente en ciertas partes. ¿Algo sobre... una red social acercándose a ella? ¿Y un contrato? Lo desestimo. —No es nada grande, de verdad. A la gente simplemente le gusta verme hacer salsa y decir cosas raras. Eso es más o menos lo que ha sido toda mi vida. Así que en realidad solo les gusta ver mi vida. No está mal para una chica que fue expulsada de la universidad por destrozar la oficina de un profesor, ¿eh? —Pero haces lo suficiente para vivir aquí —presiona. —Sí. Quiero decir, Jack ayuda demasiado. Un poco. Compartimos otra sonrisa. Jack ayuda mucho. Los negocios de Gregory de “trata de información” pagan bien aquí, en Europa, y ahora que Jack dirige su propia celda con Charlie como su co-capitán, paga aún mejor. Los políticos, los magnates curiosos y los maridos celosos siempre quieren saber lo que está pasando con la competencia. Y a veces los contactos de la CIA, pero Jack generalmente rechaza más de los que acepta, por cita: “razones personales relacionadas con el


hecho de que mi hermosa novia no está en el mismo país en él que ellos quieren que trabaje” fin de la cita. Lo que sea. Es un tonto. —Es tu tonto —corrige Gregory, ruedo los ojos y corro hasta la puerta que es la entrada a nuestra casa. No puede realmente ser llamada una casa, más como una choza destartalada plantada al lado de un árbol de durazno. Las paredes son de piedra blanca reforzada con madera. Las ventanas están un poco torcidas y no mantienen mucho el calor en el invierno, pero nuestra estufa de leña se encarga de eso, y el techo no tiene fugas, por lo que son las pequeñas cosas que cuentan, realmente, y también las grandes cosas, porque tenemos la mayor bañera con patas y el gato gris gordo llamado Oolong sentado en el alféizar de la ventana tomando el sol. Me lanzo a la puerta y Oolong levanta la cabeza, dándome una profunda y muy intimidante mirada antes de ronronear y volver a dormir. —¡La fiesta ha llegado! —anuncio mi propia declaración, tiro la toalla en la parte posterior de la silla y contemplo la cocina, vidrio de mar y conchas decoran el alféizar de la ventana junto al fregadero oxidado, tazas de café de la mañana todavía sentadas en el mostrador junto a los fibrosos restos del desastre de los waffles. Pesco alrededor de la nevera y levanto la vista cuando Gregory acomoda su cansado culo en la mesa de la cocina. La silla protesta con fuerza—. ¿Quieres leche? Recién llegada de las vacas de al lado. ¡O, ooh! Todavía tenemos un poco de vino que quedó de anoche. —Agua está bien —insiste Gregory. Le sirvo un vaso y salgo a la sala de estar. Mi ordenador portátil y el equipo de cámaras que uso para grabar videos de cocina se encuentran todavía en una pila en el feo todavía bello encantador sofá de Paisley. La improvisada cama de Gregory, un colchón de aire que huele a pis de gato, ocupa el centro de la sala de estar junto a su mochila. La estufa de leña está fría, solo se utiliza para la más fría de las noches en el verano, y la pila de madera de al lado es alta. Jack debió volver a llenarlo. Camino de puntillas a través de la sala de estar y en el dormitorio. La puerta está abierta, la cama de latón tipo matrimonio, tan deshecha como la dejamos esta mañana. Jack se sienta en el escritorio frente a las ventanas con vistas al mar, hablando con alguien a través de Skype en su ordenador portátil. Su cabello rojizo despeinado atrapa el sol, la camisa jersey y el pantalón holgado solo haciendo que su espalda se vea más amplia. Pero casi no tengo tiempo para apreciarlo, porque en ese momento exacto es que veo con quien está hablando. —... pero qué si le pregunto y…. —¡Wren! —grito, lanzándome a través de la habitación y cerniéndome sobre el hombro de Jack—. ¡Mírate! ¡No puedo creer que estés graduándote temprano, idiota! O, mierda, no puedo llamarte eso nunca más, ¿puedo? Wren, con sus gafas posando en su nariz y su oscura barba de tres días, se ríe. —No, no puedes. —Creo que todavía lo debes llamar así! —canturrea Kayla detrás de él, recogiendo pelusa de su capa de graduación—. Y hola, tú. Me encanta el bronceado que estás trabajando.


—Hola, cosa dulce. —Le devuelvo la mirada—. Ha pasado demasiado tiempo. —Isis, hablamos ayer por la noche. —¡Demasiado tiempo! Debes volver. Te echo de menos, la casa te echa de menos y el gato te echa de menos —me lamento. Jack llega y acaricia mi espalda con una mano, la otra haciendo clic alrededor en Skype. —Bien, chicos, debo irme —dice. —¡Muy bien! Hablamos más tarde. —Wren sonríe. —¡Buena suerte! —dice alegremente Kayla. Jack gruñe y cierra el ordenador portátil rápidamente. —¡Oye gruñón! ¿Por qué el ceño? Espera, no me digas, Oolong tomó una mierda en la cama. Jack suspira y entrelaza sus brazos alrededor de mi cintura, tirando de mí en él. —No. —¿Seeeeeeeeeeeee comió tu gel para el cabello otra vez? —No —murmura Jack, descansando su cabeza en el hueco de mi cuello y oliendo mi cabello—. Hueles como el océano. —¡Huelo como preguntas! —corrijo, y vuelvo a mirarlo a la cara—. ¿Qué te tiene trabajando tanto, ¿eh? Has estado fuera de ello durante días. ¡Y cada vez que te pillo en Skype con Wren siempre te desconectas rápido! ¿Estás compartiendo porno? ¿Es esto algo porno? ¿Ahora soy una viuda? —¡Está atravesando la pubertad! —grita Gregory desde la cocina. —¡Cállate! —grita Jack de regreso, luego añade rápidamente—: ¡Señor! La risa de Gregory se puede oír desde aquí, y me río con él, pero Jack me abraza cerca y es entonces que sé que algo está realmente mal. —Oye, oye. —Me alejo, ahuecando su rostro—. Si no me dices lo que está mal en este momento, me voy a morir. Y luego volar lejos. O, espera, revierte esos dos, no creo que las cosas muertas pueden volar a menos que sean zombis asesinos ángeles y sin duda no soy un ánge… La boca de Jack está tan cerca de mi oído. —Cásate conmigo. Me congelo, una horda de helado hormiguea en cascada bajo mi cuerpo. —¿Q-qué? piel.

Gime y acaricia mi cuello. Puedo sentir el rubor en sus mejillas con mi propia —No me hagas decirlo dos veces. —Jack, ¿qué diablos…?

—Cásate conmigo —repite—. Cásate conmigo. Quiero que seas mi esposa, Isis. Te quiero, quiero que seas mía.


—Soy tuya, idiota. —Beso su cuello. —Lo sé. Pero quiero que todos lo sepan. Quiero que tu mamá y papá vengan, y mi mamá, quiero a Wren y a Kayla aquí, a Diana e Yvette, Mira y James, Charlie… —¡Uf, tenemos que invitar a Charlie? Jack se ríe. —Va a traer a su abuela. Te va a encantar, es mucho mejor que él. Solo los quiero a todos aquí, con nosotros, quiero que vean lo felices que somos, y quiero que celebren con nosotros, quiero verte en un vestido blanco, sonriente y cortando un pastel y siendo más feliz de lo que has sido alguna vez. —¡Estoy feliz aquí! ¡Sabes eso! —Pero no has visto a tus padres en años y yo no he visto a mi mamá. Imagínate esta casa llena de gente… —Van a dormir... ¿en la mesa? —… imagínate el motel del pueblo lleno de gente —corrige—. Todas las personas que amas. Podrías mostrarles alrededor, podríamos ir a la playa y prender fuegos artificiales, harías el mejor pastel que conoce la humanidad…. —Cada pastel que hago es el mejor conocido por la humanidad —digo con arrogancia. Toca mi vientre y me rió, me giro, pero él se inclina y me captura de nuevo. —Y serás... serás Isis Hunter. Si, mierda, si eso está bien contigo, evidentemente, tú no tienes que, estoy perfectamente contento con estar contigo así para siempre, pero se me acaba de ocurrir, no lo sé, solo pensé… Me doy vuelta y lo beso, empujándolo sobre la cama y me siento en su estómago juguetonamente. —Bueno, así que me caso contigo. ¿Qué hay para mí? —Me dedico a ti—contesta, su rostro grave. —Ya eres muy devoto. —Sonrío, beso la línea de su mandíbula y en su clavícula. —Te protegeré. Tanto como un demonio como tú necesita de protección. Me río contra su pecho, y deslizo mi boca hacia abajo. —Me convierto en tuyo —añade—. En todos los sentidos. Beso el dobladillo de su pantalón. —Ya lo eres. Tira de mí y me besa duro y feroz, nos mueve de un tirón y me empuja en las almohadas, suavemente mordiendo mi oído. —Entonces es fácil, ¿no es así? Todo lo que queda es un vestido blanco tonto, un pastel, y nuestras familias.


—Lo único que quieres es verme en un vestido de novia. —Suelto una risita. Me mira de arriba abajo, y me da una sonrisa arrogante cuando suelta suavemente el muslo de mi traje de baño contra mi piel. —¿Me puedes culpar? —Te culpo por todo. El hambre en el mundo, Ronald Regan, Lady Gaga… — Aspiro cuando presiona su rodilla entre mis piernas—. Mi actual estado cerca-deser-violada. Se ríe, y el sonido es tan claro y verdadero en la casa que quiero besarlo otra vez, y otra vez. Para siempre. Pero él junta sus labios, en su lugar. —Por lo tanto, ¿eso es un no? Uno mis brazos alrededor de su cuello y me acerco a su rostro. —¿Quién crees que soy? Soy Isis Blake. Intento todo una vez, o cuatro veces. Si es bastante barato y bastante bueno… —Los ojos de hielo de Jack son graves y difíciles, y pierdo mi borde bromista—. Y estaría honrada de intentar el matrimonio contigo…. —Jack sonríe—. Tú gran estúpido imbécil.

FIN


Sara Wolf es la autora de Lovely Vicious, un oscuro Young Adult sobre la guerra entre una chica fogosa y un chico de hielo, ambos igual de dañados. Actualmente está trabajando en el segundo libro de la serie Lovely Vicious. Entre sus otros libros está la serie Arrenged; dos libros sobre un matrimonio concertado entre universitarios, y su novela. Es adicta a Crónicas Vampíricas, le encanta el chocolate y la angustia romántica, y no se cansa de los héroes dañados. Para más libros, noticias, teasers y sorteos, sarawolfbooks.blogspot.com o facebook.com/sara.wolf.3304

visítala

en


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.