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Se busca marido Carina Rissi
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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones, cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Staff Moderadora de Traducción Blanca20011893
Grupo de Traducción Blanca20011083
Vecina
Lizels
Bellen1930
Moderadora de Corrección Leluli
Grupo de Corrección anaizher
Pilar wesc
maniarbl
lsgab38
Yanii
francatemartu
jery_miso
Leluli
samylinda
vickyra
ladypandora
ingridshaik
Revisión Final blanca20011983
Diseño Móninik
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Índice Sinopsis
Capítulo 29
Capítulo 1
Capítulo 30
Capítulo 2
Capítulo 31
Capítulo 3
Capítulo 32
Capítulo 4
Capítulo 33
Capítulo 5
Capítulo 34
Capítulo 6
Capítulo 35
Capítulo 7
Capítulo 36
Capítulo 8
Capítulo 37
Capítulo 9
Capítulo 38
Capítulo 10
Capítulo 39
Capítulo 11
Capítulo 40
Capítulo 12
Capítulo 41
Capítulo 13
Capítulo 42
Capítulo 14
Capítulo 43
Capítulo 15
Capítulo 44
Capítulo 16
Capítulo 45
Capítulo 17
Capítulo 46
Capítulo 18
Capítulo 47
Capítulo 19
Capítulo 48
Capítulo 20
Capítulo 49
Capítulo 21
Capítulo 50
Capítulo 22
Capítulo 51
Capítulo 23
Capítulo 52
Capítulo 24
Capítulo 53
Capítulo 25
Capítulo 54
Capítulo 26
Capítulo 55
Capítulo 27
Sobre la Autora
Capítulo 28
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Sinopsis Alicia sabe disfrutar de la vida. Ha viajado por el mundo, es inconsecuente, ama una balada y está loca por su abuelo, un rico hombre de negocios, dueño de una herencia inestimable, y su única familia. Después de la muerte de su abuelo, ve su vida desmoronarse con la apertura del testamento. El Abuelo Narciso la ha excluido de la herencia, con el argumento de que su nieta no tiene la madurez suficiente para hacerse cargo de su imperio, a menos que, por supuesto, que esté debidamente casada. Alicia se niega a casarse, está muy bien como soltera y tiene la intención de seguir siéndolo. Entonces decide burlar el testamento con un plan loco y audaz colocando un anuncio en el periódico en busca de un marido de alquiler. Varios candidatos responden al anuncio, pero sólo uno será capaz de hacer que los latidos del corazón de Alicia latan más rápido, transformando su vida en formas que nunca imaginó. Llena de humor, aventura, pasión y emociones intensas, Buscando un marido te enganchará hasta la última línea.
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Capítulo 1 Traducido por Vecina Corregido por Pilar wesc
La balada no fue de las mejores aquella noche. No compensó todo el trabajo que tuve que hacer para poder salir a escondidas del Abuelo Narciso, que me prohibió una vez más salir durante la semana. Llegué a casa más temprano que de costumbre, alrededor de las cuatro de la mañana, loca por caer en la cama. Nubes pesadas cubrían la luna, dejando la casa muy sombría. Siempre encontré la mansión medio espeluznante al caer la noche, pero el abuelo la adoraba, tenía buenos recuerdos incrustados en las paredes de color crema. Para no llamar la atención, subí sigilosamente las escaleras del fondo que comunicaban la cocina con el piso superior, pero me obligaban a pasar por el corredor del cuarto de mi abuelo. Contuve la respiración, intentando hacer el mínimo ruido posible al pasar por la puerta blanca con detalles delicados. Mi esfuerzo fue inútil, claro. —¡Alicia! —llamó mi abuelo, en voz baja, pero siempre firme. Suspiré pesadamente, aflojando los hombros antes de abrir la puerta y meter la cabeza a través de una brecha en el cuarto apenas iluminado por la luz de la lámpara. El abuelo estaba sentado en la enorme cama, con un libro en las manos y el rostro contrariado. —¿Creíste que no notaría tu escapadita? ¿No crees que es un poco tarde para estar yendo a la cama? —Quiso saber el abuelo Narciso, observándome sobre sus gafas. —Técnicamente es temprano, casi está amaneciendo…
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—Entra, Alicia —ordenó. Gruñí, todo lo que quería era ir a la cama, en lo posible sin represalias. Sin embargo, sabía que el abuelo correría tras de mí hasta decirme lo que me quería decir. Era inútil tratar de escapar. Arrastrándome con valentía, como un condenado a la silla eléctrica, me senté a los pies de la cama. —¿Dónde estabas? —preguntó con la frente arrugada y los cabellos grisáceos ligeramente despeinados. —Con Mari. Era su cumpleaños.
—Mari era mi mejor amiga desde…
bueno, desde que recordaba. Nos conocimos en el maternal y, después de que ella me salvó de un monstruo horrible en el jardincito de la escuela, nunca más nos separamos. Éramos inseparables. —Claro. ¿Ella cuántos años tiene ahora? ¿Ciento tres? Porque en los últimos dos meses has ido por lo menos a ocho fiestas de cumpleaños de tu mejor amiga. ¡Mierda! —¿Dije cumpleaños? Quise decir despedida de soltera. El abuelo suspiró. —Alicia, soy lo bastante viejo para saber cuando estás queriendo engañarme. —Cerró el libro con un movimiento brusco y se quitó las gafas de lectura—. No lo entiendo. Siempre te he dado todo, nunca te faltó nada. Creo que el problema fue exactamente ese, ¿no es así? Terminé mimándote demasiado. Eres una mujer adulta hace un tiempo. Tienes veinticuatro años, pero aún actúas como una adolescente irresponsable. ¿Cuándo asentarás cabeza, querida? —Abuelo, yo…
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—Estas no son horas de volver a casa, aún más un martes. ¿Ya te has dado cuenta que pasas todas las noches y madrugadas en la calle, solo Dios sabe haciendo qué? —No estaba haciendo nada malo. Nunca hago nada malo —me defendí. Sus ojos azules, exactamente del color de los míos, se estrecharon, las arrugas alrededor volvieron todo más amenazante. —Necesité enviar tres abogados a Ámsterdam para sacarte de la cárcel. ¡Ámsterdam, Alicia! —Enfatizó con un rostro duro—. ¡Dónde todo está permitido! Evidentemente, tenías que encontrar una forma de cambiar eso… —¡Fue un mal entendido, ya te expliqué! —¿Nunca nadie me dejaría olvidar aquella historia? ¡Caramba! ¿Una chica no podía cometer un error de nada? —Túnez. Bulgaria. —Continuó enumerando mis errores—. Aquella noche que terminaste en el hospital por causa de un coma etílico… ¿Fue todo un mal entendido? —La prisión en Túnez ya te lo expliqué, fue abuso de autoridad. La de Bulgaria…
—Suspiré, tratando de recordar lo que me había llevado a participar
en aquel desfile. En ese momento, protestar desnuda con otras ochocientas personas pareció tan estupendo—. Vale, no tengo excusas para esa. Y me excedí un poco en la graduación de Mari, lo que es normal para alguien de mi edad. —Bajé los ojos hasta mirar las sábanas blancas. —Nada de eso sucedió conmigo ni con tu padre o cualquier amigo suyo. No creo que sea normal.
—Suspiró pesadamente—. Alicia, no siempre estaré cerca
para salvarte en los líos que te metes. Estoy viejo y no aguanto más verte jugando con tu vida. Algunas veces, me arrepiento de no haber escuchado a Clóvis. Debería haberte enviado a un colegio en Suiza. Tu padre y tu madre, que Dios los tenga en su gloria, deben estar remordiéndose de preocupación. Temo que, cuando me marche y deje todo por tu cuenta, termines sin nada, pasando hambre y…
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Bla, bla, bla. Conocía bien ese sermón. Esperé que llegara a la parte en que sería enterrada como indigente y ni tendría derecho a un entierro cristiano, lo que me impediría ir al cielo para encontrar a mis padres y vivir feliz para siempre en el fastidio del Paraíso. —Pasarás la eternidad vagando por allí. Un alma condenada. ¿Es eso lo que tú quieres? —Vale, juro que mañana me quedaré en casa y haré algo bien aburrido — prometí, deseando escapar lo más rápido posible para mi cama, a dos puertas de distancia. —No quiero que te quedes en casa —apuntó—. Quiero que sientes cabeza y entiendas que la vida es mucho más que fiestas y chicos. Dudaba mucho de eso. —Lo que tú necesitas es un buen hombre a tu lado. Alguien que te muestre el verdadero sentido de la vida, necesitas un marido. —Ahí vamos otra vez, pensé desanimada—. Si te enamoraras de verdad de un buen hombre, un hombre digno, de carácter, y consiguieras mantener esa relación hasta llevarlo al altar, eso significaría que finalmente maduraste. —Está bien, abuelo. Voy a ponerme a ello, pero sin marido en esta historia, ¿vale? Ahora descansa un poco. Es tarde, te despiertas muy temprano. ¿Has tenido ese dolor de cabeza otra vez? —pregunté, intentando cambiar el foco de la conversación. Lo negó. —No. Pero tú me quitas el sueño, Alicia. —Discúlpame —dije sinceramente. No me gustaba preocupar al abuelo. Él era todo lo que yo tenía; mi familia entera se resumía en aquel hombre de setenta y dos años, dueño de un buen humor extraño y de la sonrisa más carismática que conocía—. No necesitabas esperarme despierto.
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—No conseguí dormir. Aproveché para leer un poco. —Volvió a abrir el libro y colocó las gafas sobre la nariz recta. Respiré aliviada. Lo peor había pasado. —¿Todavía no memorizaste ese libro? —bromeé—. ¡Lo lees tres veces por año! —Hay mucho que aprender con Sun Tzu, querida. Deberías leerlo. Este libro contiene estrategias que pueden ser aplicadas en todos los aspectos de la vida. Puede ayudar en un momento de dificultad. —Cierto. Cuando esté en guerra con alguien, lo leeré. Pero, abuelo, estuve pensando sobre tus dolores de cabeza. Has tenido muchos últimamente. Y puedo apostar que me ocultaste otros tantos. Son cada vez más frecuentes, ¿no es así? ¿No crees que es mejor ir a la clínica para hacerte algunos exámenes? —Ya fui, no te preocupes. Es solo una jaqueca. ¿Quieres adivinar la causa? —Levantó una ceja, pero estaba sonriendo. Puse cara seria, cruzando los brazos sobre el pecho. El abuelo rió. Adoraba su risa. Era tan rica y fuerte como un abrazo y me desarmó completamente. —Buenas noches, abuelo. —Me levanté y besé su frente. —Buenas noches, querida. Por favor, trata de escucharme, por lo menos esta vez… Asentí y rápidamente alcancé la puerta, pero, cuando mis dedos tocaron la manilla, un rayo rasgó el cielo, anunciando una tormenta que se aproximaba. Me congelé. —Ayyy… creo que dormiré aquí contigo, abuelo. Puede que precises alguna cosa en medio de la noche.
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—¿Por qué precisaría alguna cosa? —preguntó burlón, mirando por la ventana. Un fuerte relámpago clareó todo el cuarto. Corrí para la cama y me metí bajo las sábanas. —¡Nunca se sabe! Me quedaré aquí solo por si a caso —dije, encogiéndome como una bola. —Tienes razón. Puedo precisar alguna cosa. —Colocó el libro sobre la mesilla de noche, guardó las gafas y me extendió la mano. Se la tomé sin pestañear—. Parece que va a caer el mundo. Puedo tener miedo. —Ajá…
—murmuré, contrayéndome y apretando los ojos cuando otro
estruendo rebotó por las paredes del cuarto. —Va a estar todo bien, querida —dijo, envolviéndome con su brazo—. El abuelo está aquí. —No tengo miedo, lo sabes —aclaré. —Sé que no. —Mostró su sonrisa llena de arrugas, que calentaba mi corazón y me hacía sentir segura y protegida—. Pero sabes… extraño esto. Cuando eras pequeña, tenía casi que echarte de mi cama todas las noches. —Lo recuerdo. Pero no era miedo. Era… tu colchón siempre fue más suave que el mío. Se rió, amortiguando un poco el murmullo furioso de la tormenta que ahora caía fuerte allí afuera. —Ah, Alicia, mi pequeña princesa. ¿Qué habría sido de este viejo sin ti y tus locas historias durante todos estos años? —¡Tú no eres viejo! ¡Eres experimentado! Y tu vida sería… —Me encogí cuando un rayo pareció cortar el cuarto a la mitad—: más tranquila si fuera una nieta más madura. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Sí, pero no serías tú. Te amo de la manera que eres. Solo me gustaría que fueras más prudente y responsable. —Me besó en la cabeza—. Quítate los zapatos o mañana estarás dolorida. Obedecí. El abuelo permaneció a mi lado, con el brazo protectoramente a mí alrededor, hasta que los ruidos se fueron apagando. Comencé a relajarme. Me dormí enseguida. Poco después, al menos fue lo que me pareció, mi teléfono sonó, despertándome. Todavía lo tenía en el bolsillo de mis jeans. —Seas quien seas, eres una persona muerta —me quejé. —¿Dónde estás que aún no llegaste a la galería? —Breno, mi jefe hace cuatro meses, exigió saber. Está bien, él hasta podría ser el dueño de la galería, pero eso no lo hacía mi jefe, ya que lo que yo hacía en la Galería Renoir no era bien un trabajo. —Estoy enferma. Un virus. Muy contagioso. Altamente contagioso — mentí, queriendo desesperadamente volver al delicioso sueño en que Ian Somerhalder1 me perseguía para llenarme de mordidas vampíricas. Humm… Breno suspiró. —Tienes diez minutos para estar aquí. O llamo a tu abuelo y le cuento que no trabajas un día entero hace más de una semana. ¡Argh! Odiaba a Breno. Principalmente su horrible manía de contar todo lo que yo hacía, o no hacía como era el caso, al abuelo Narciso. —Está bien, no necesitas amenazarme. ¡Estoy yendo! —No quería molestar al abuelo otra vez. Y sabía que era muy probable que a él no le gustaría saber que no estaba yendo al trabajo por ir al cine o al parque municipal.
1 Ian Joseph Somerhalder es un actor y modelo estadounidense. Saltó a la fama por su interpretación de Boone Carlyle en la serie de televisión Lost y por su actuación como Damon Salvatore en The Vampire Diaries.
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¡Trabajar en el anticuario Galería Renoir! Tiene un pésimo nombre; yo habría elegido algo como Cementerio de Usados o Mercado de Pulgas, ya que algunas piezas eran solo basura de gente muerta; había algunas realmente buenas, pero eran pocas y… ¡era un asco! Estaba allí, diciéndole a unos pocos clientes que raramente entraban las piezas deberían comprar, cuales no valían la pena, lo que combinaba con que, ese tipo de cosas. Claro que solo me postulé al puesto porque el abuelo me obligó a encontrar un empleo después de mi último viaje a Holanda. Él no se tragó mucho mi historia en la cárcel, totalmente injusta, ya que no sabía que no podía estar apasionada en la calle, al final estábamos en Ámsterdam, donde todo está permitido. Aparentemente, casi tener sexo en un callejón lo suficientemente oscuro no lo está. Ahora lo sé. Odiaba la galería casi tanto como odiaba el gimnasio. Aunque Breno, un nerd extraño con un cuerpazo, cabellos negros y ondulados, una sonrisa bonita en el rostro cuadrado, fuera muy bueno en conseguirme el empleo. Cursamos juntos en la facultad de artes, y desde esa época estaba enamorado de Mari. Ella no lo retribuía, pero sentía que alguna cosa había entre ellos, aunque nunca hubiesen salido juntos. Gracias a él, tuve la disculpa perfecta cuando el abuelo Narciso me cuestionó por qué no trabajaba en una de sus miles de empresas. Simple. El abuelo podría vigilarme de cerca. Y eso no era nada bueno. El abuelo Narciso era uno de los hombres más ricos de la revista Forbes. Mari bromeaba que el setenta por ciento del planeta era agua, quince de los simples mortales y los otros quince pertenecían al abuelo Narciso. Exageraciones aparte, el patrimonio de mi abuelo era incalculable. Y aún así él se mantenía activo, trabajando. O en una de las oficinas, o planificando en la biblioteca de la mansión, conectado a las empresas del Conglomerado Lima. No tenía mucho de qué quejarme. A pesar de haber perdido a mis padres cuando era una niña, mi abuelo nunca dejó que algo me faltara, principalmente
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amor. Era por eso que me estaba arrastrando de su cuarto para mi baño esa mañana. No quería decepcionarlo dos veces en menos de doce horas. El abuelo Narciso, como de costumbre, se había levantado al amanecer. No lo vi cuando bajé las escaleras corriendo. Mi cabeza estaba zumbando, todavía con sueño, pero me obligué a coger mi cupé del espacioso garaje y conducir los diez kilómetros hasta el centro de la ciudad, donde quedaba la galería. —Para ser una chica rica, pareces una indigente —se quejó Breno al verme. Miré hacia abajo y noté que tenía la camiseta del revés. —Es la nueva moda en Budapest. Sabrías eso si viajaras más —retruqué, tirándome en una silla del siglo XVIII extremadamente incómoda. —Inventas demasiadas historias, Alicia. No soy tu abuelo para caer en ellas. —Él tampoco cae. Pero no cuesta intentarlo —Me encogí de hombros—. ¿Y tú crees que habría alguna diferencia si me vistiera como una muñeca? Nadie entra en esta pocilga. Como para contrariarme, la puerta se abrió y una señora exageradamente maquillada miró alrededor, con desdén, para los objetos del anticuario. Breno me lanzó una mirada exasperada. —Vete a arreglar esa blusa y vuelve para hacer tu trabajo. Estoy sin paciencia hoy. —Como quieras, jefecito. Después de entrar al minúsculo baño, arreglar la blusa y ponerme un poco de maquillaje en la tentativa de esconder las ojeras por la falta de sueño, volví al salón de cosas antiguas. Tan antiguas como la señora que observaba una mesa de centro del siglo XIX. —¿Puedo ayudarle? —me ofrecí, ya que Breno estaba al teléfono.
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—No sé. Estoy buscando un jarrón Ming. —Ah, tenemos uno en perfecto estado de conservación. Tiene solo un mínimo saltado en el lateral. Se lo enseñaré. —Caminé por el laberinto que olía a sótano, seguida de cerca por la mujer de cabellos cortos con permanente, lo que la dejaba parecida a un poodle gris—. ¡Aquí está! Un jarrón legítimo de la dinastía Ming, confeccionado alrededor del 1370. Una verdadera rareza. Su rostro levemente arrugado se transformó un poco mientras evaluaba el jarrón. —¿Pero es realmente legítimo? ¿Tiene algún certificado? —Solo trabajamos con productos legítimos, señora —le dije ofendida. —¿Sí? ¿Y cuánto cuesta esa silla de allí? —Señaló para una silla reclinable de madera oscura—. Está escrito “El Rey estuvo aquí”. ¡Mierda! —Elvis Presley. ¡El Rey! —mentí, con más entusiasmo del necesario. —Pero está en portugués —respondió, desconfiada. —Sí, esa pieza es de aquella vez que Elvis vino a Brasil a grabar una película. Una pena que murió antes de terminarla. —Sacudí la cabeza—. Esa sí que es una verdadera rareza. No hay otra de esas a la venta. —¿Es verdad? ¡No lo sabía! —Miró dudando la pieza—. Nunca supe que Elvis estuvo en Brasil. —Fue todo muy sigiloso, sabe cómo es… El hombre no tenía mucha privacidad para nada. —¿Él se sentó realmente en esa silla? —Pasó los dedos por la madera, y un brillo inocultable de satisfacción surgió en sus castaños ojos.
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—¿Si se sentó? —Puse los ojos en blanco—. ¡Él prácticamente dormía en esa silla, de tanto que le gustaba! Quiso hasta llevarla a Graceland, pero tuvo un problemita en la aduana. —Me estiré un poco y susurré en tono conspiratorio—. Narcóticos. —¡Ah! ¡Eso es tan Elvis! Lo amaba tanto en la adolescencia… Aproveché mi oportunidad y asesté el golpe final. —Es un verdadero pecado vender esa silla por tan poco. Quiero decir, ¡el rey se sentó en ella! Eso hace a esta pieza elegante y atemporal, que quedaría bien en cualquier ambiente, ¡prácticamente un trono real! Los ojos de la mujer se encendieron. —¿Puedo sentarme en ella un instante? —preguntó. —Por supuesto. —Alicia —llamó Breno, con cara de pocos amigos. —Con permiso —le dije a la mujer, que se acomodó en la silla de madera barata con una sonrisa jubilosa en su redondo rostro. Algunas personas piden para ser engañadas… La dejé cómoda en la falsificación barata de la silla que realmente pertenecía a Elvis y que Breno había comprado por internet pagando casi nada, con la intención de llevarla a su casa, claro, él no era muy normal. Pero vivía con la hermana (lo que solo reforzaba mi opinión de lo extraño que era), y ella no permitió que esa cosa horrorosa formara parte de la decoración. Por ese motivo, la silla yacía allí, al lado de otras piezas alarmantes. —¿Qué te he dicho sobre engañar a los clientes? —Breno suspiró exasperado.
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—Que está mal, pero esa regla entra en conflicto con otra. Aquella que dice: “tengo que vender todo lo que está en esta tienda” —señalé—. Solo estoy haciendo mi trabajo. —¿En qué estaba pensando cuando te ofrecí el empleo? —Negó—. ¿Podría haber estado borracho? —Ah, Breno, ¿cuál es? Yo… —mi teléfono sonó—. Ah, disculpa. Necesito atender. —Está bien —dijo él—. Le explicaré a esa señora que hubo un mal entendido y luego vamos a conversar otra vez sobre las reglas de ventas. Atendí la llamada. —Alicia, soy Clóvis
—dijo con prisa el abogado de confianza de mi
abuelo—. El señor Narciso acaba de ser internado. —¿Internado? Es aquella jaqueca otra vez… ¿Qué es? ¿Cómo está? — pregunté por fin. —Él está en la UTI.2 ¿Puedes venir ahora? —¿UTI? Pero… ¿P-por qué el abuelo está en la UTI? —Mi corazón comenzó a latir enloquecido. UTI no era bueno. Nada bueno. —Por favor, Alicia, apresúrate. Te explicaré todo cuando llegues. —V-vale —No me gustó el tono urgente en su voz. Un escalofrío recorrió mi columna. Corté la llamada sin darme cuenta de lo que hacía y dejé la galería aturdida, sin siquiera avisarle a Breno. No recuerdo mucho del camino al hospital. Todo en lo que podía pensar era que el abuelo estaba en la UTI. Él nunca se enfermaba, excepto por la jaqueca, el abuelo Narciso tenía una salud de hierro.
2 Unidad de Terapia Intensiva.
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Clóvis me esperaba en el corredor terroríficamente largo y blanco del hospital. Su rostro abatido demostraba desesperación. Me detuve inmediatamente. —¿Mi abuelo se pondrá bien, no, Clóvis? —Él tenía que estar bien. Siempre estaba bien. Sus labios se apretaron, transformándose en una pálida línea fina. Retrocedí un paso. —Se pondrá bien, ¿no es así? —Repetí, apoyándome en la pared fría. —Alicia… tu abuelo descubrió hace un tiempo que tenía un… aneurisma cerebral
—dijo, como si eso tuviese algún sentido—. Era demasiado grande.
Inoperable, desgraciadamente. Hoy a la mañana se desmayó y fue traído inconsciente al hospital. El equipo médico hizo lo que pudo para salvar al señor Narciso, pero… —¿Qué estás queriendo decir? —Mi pecho subía y bajaba demasiado rápido. El vértigo me impidió salir corriendo con las manos en los oídos para no escuchar lo que él tenía para decirme. Sin embargo, yo sabía lo que vendría. Claro que lo sabía. Ya había estado en esta posición antes, de pronto, tenía cinco años otra vez, pero esta vez el abuelo no estaba a mi lado, colocándome en su regazo y diciéndome que lo solucionaríamos, que de alguna forma todo estaría bien. Clóvis retiró las grandes gafas de su redondo rostro y frotó sus ojos. —Lo siento mucho, Alicia. No había nada que hacer para salv… —¡NO! —El grito explotó en mi garganta antes que pudiera ni siquiera parpadear. El dolor era tan intenso que adormeció mis miembros. Un vacío ocupó el lugar donde antes estaba mi corazón—. ¡No! ¡Él no puede hacer eso! ¡No puedo perder al abuelo también! Él necesita estar conmigo. ¡Yo solo tengo a mi abuelo, Clóvis! ¡Solo a él!
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—Lo siento mucho, querida. Necesitas ser fuerte ahora. —Brazos rollizos y gentiles me envolvieron, pero luché furiosamente contra ellos. No necesitaba ser consolada. Necesitaba de mi abuelo a mi lado. —¡Suéltame! Necesito hablar con mi abuelo. ¡Quiero ver a mi abuelo! Él no puede dejarme. Simplemente no puede… dejarme aquí. Pero él pudo. Esa mañana, me dejó.
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Capítulo 2 Traducido por vecina Corregido por leluli
Mientras el padre hablaba sobre la generosidad del abuelo Narciso, sus beneficencias a la comunidad, cómo siempre fue un hombre correcto, un cristiano temeroso a Dios, marido, padre y abuelo devoto, yo me alienaba de todo eso, mirando fijamente el arreglo de orquídeas, como si no fuera de mi abuelo muerto que el padre estaba hablando. Dolía menos de esa forma. Miré las flores con rabia. Detestaba las orquídeas desde niña. Había centenares de ellas en el entierro de mis padres. Y había miles en el entierro del abuelo Narciso. Flor de la muerte. Odiaba la muerte. Yo no debería odiarla tanto ahora, ya que no tenía a nadie más. Todos estaban muertos. Perdí a mis padres por un terrorista y al abuelo por una enfermedad estúpida. No tenía nada que temer, ¿no es así? Recibí muchos abrazos a la salida de la iglesia, la mayoría de amigos del abuelo Narciso. Hector, su brazo derecho en la L&L Cosméticos, estaba rígido como una columna de mármol. Su piel color aceituna estaba pálida, el rostro era una máscara de seriedad, pero los ojos, rojos e hinchados, lo delataban. Su esposa lo consolaba como podía, y yo fingía que su tristeza contenida era por causa de una negociación que no salió bien, no por saber que nunca más tendría al viejo amigo cerca. Clóvis, el abogado de larga data del abuelo, se hizo cargo de todo desde aquella fatídica mañana: el funeral, el papeleo de las empresas, la misa del séptimo día, los empleados de la mansión. Él había sido de gran ayuda, ya que esa semana me limité a llorar encerrada en el cuarto de mi abuelo, que todavía tenía el olor delicioso de su loción para después del afeitado. Solo salí de allí con las protestas de Mari, que amenazó con llamar a los bomberos si no abría la puerta y comía algo. —¿Cómo te estás sintiendo? —Clóvis preguntó cuando estaba en el estacionamiento de la iglesia.
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—Cansada. Solo quiero irme a casa —para el mausoleo, en lo que se había convertido hacía una semana. —Emmm… sé que no es el momento para esto, Alicia, pero el señor Narciso me dejó instrucciones para que el testamento fuera abierto después de la misa del séptimo día. —¿No puede ser mañana? —solo quería ir a casa y llorar. ¿Era mucho pedir? —Lo siento mucho. Él dejó órdenes expresas para que el testamento fuese abierto siete días después de su fallecimiento. Suspiré, cerrando los ojos. —Está bien, Clóvis
—cedí—. Si no hay otra manera, vamos a terminar
rápido con esto. Él asintió. —Iré a la mansión. Creo que va a ser mejor para ti. Nos encontramos allí. —Vale —concordé desanimada. Él entró en su auto y me siguió mientras yo conducía en piloto automático, fantaseando estar en algún lugar paradisíaco donde mi abuelo aun vivía. Breno llamó para preguntar si continuaría trabajando en la galería. Como si pudiera pensar en algo en ese momento. —No, Breno. No tengo cabeza para nada. Gracias por las flores, fue muy gentil de tu parte. —Realmente lo siento mucho, Alicia. —Yo también
—nadie imaginaba cuanto—. Puedes contratar a alguien
para reemplazarme. Basta de trabajo para mí.
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—Si necesitas alguna cosa, me llamas —él ofreció. Un bip avisó que había una nueva llamada. —Gracias, Breno. Tengo que cortar. Chau. —Apreté el botón y atendí la otra llamada—. ¿Hola? —¿Lili? —era Mari. La única persona en el mundo que me llamaba por mi sobrenombre de infancia sin terminar con la nariz partida—. Disculpa por no haber ido a la misa. Terminé atascada en el tránsito. Tuve un accidente con un camión de cerveza, que volcó y bloqueó la avenida. Solo conseguí salir de allí hace poco, pero recién llegué a la mansión. —Estoy casi llegando. —Le pediré a Mazé que prepare té negro. Andas muy pálida —dijo ella. —Me parece bien
—no que quisiera beber alguna cosa, pero no quería
discutir con mi amiga. El día estaba demasiado triste—. Te veo pronto. Estacioné mi cupé en un lugar al frente del garaje y casi exploté en llanto al ver el sedán negro preferido del abuelo estacionado allí dentro. Quedé paralizada, admirando el vehículo, que nunca más abandonaría el garaje llevando a su dueño para alguna reunión importante. Una mariposa azul voló por el garaje, posándose en el parabrisas del auto negro. Me estremecí ligeramente. Odiaba las mariposas. Mariposas eran orugas vestidas en traje de gala, pero todavía eran orugas. Nunca lo dejarían de ser, por más que se transformaran. Entre por el fondo de la mansión, directo a la cocina, y encontré a Mari conversando con la cocinera, la más antigua de las empleadas de la casa. Mazé comenzó a trabajar en la mansión como niñera de mi padre. Era una señora de rostro redondo y amigable, siempre sonriente, y su comida era la mejor del planeta. Fue Mazé quien me contó los últimos momentos de vida de mi abuelo. Él regresó temprano de la oficina de la L&L Cosméticos, pálido y pareciendo Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
dolorido, pero no se quejó, como siempre. Fue derecho a la biblioteca, a esperar unos documentos importantes de una de las empresas del Conglomerado Lima que serían enviados a la multifuncional constantemente conectada a la red. Poco después, Mazé escuchó un ruido viniendo de allí. Encontró al abuelo en el suelo, inconsciente, el rostro sin color. Lo llevaron inmediatamente al hospital, de donde nunca más regresó. —Hola —me senté en la silla al lado de mi mejor amiga, apoyando la cabeza en su hombro. Ella pasó un brazo alrededor mío. —Tu té está casi listo. ¿Cómo fue todo? —Pésimo, Mari. No podría haber sido peor. —¿Quieres algo especial para el almuerzo, niña?
—preguntó Mazé,
mirándome con tristeza. Ella también sentía falta del abuelo Narciso. Especialmente porque nadie comía en aquella casa hacía una semana. —No, Mazé —sacudí la cabeza desolada—. Pero Clóvis está viniendo para acá, tal vez almuerce aquí. Prepara cualquier cosa. —Claro, niña Alicia
—ella respondió, con su manera especial de hablar
conmigo. Suspiré al oír la campanilla. —Deja —dije cuando Mazé hizo mención de ir a atender la puerta—. Es Clóvis. Ven, Mari. Él va a abrir el testamento. No quiero estar sola. —Vamos, Lili. ¡Coraje! Atravesamos el comedor, con la mesa y sus dieciocho sillas imponentes, pero de extremo buen gusto, a pasos lentos. Vi que Ataíde estaba en la escalera y con un movimiento de cabeza le di a entender que yo misma abriría la puerta. Clóvis entró, el rostro serio como siempre, y seguimos en silencio hasta la Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
biblioteca del abuelo. Era la primera vez que entraba allí sin que él estuviera cerca. Me pareció tan mal… —Como sabes, tu abuelo dejó un testamento —Clóvis comenzó. —Me lo has dicho. Él asintió. Me senté en el sofá de cuero marrón al lado del estante de libros. Mari se quedó observando los libros. —Muy bien —él abrió la maleta negra y sacó una inmensidad de papeles—. Voy a leerte las instrucciones que él dejó. —¿Es necesario realmente? —me quejé. —Sí —dijo y comenzó la lectura, con su modo formal, como si estuviera delante de un tribunal. Básicamente, el abuelo había instruido que Clóvis se encargase de todo hasta que el testamento fuese abierto. Yo quería ir a mi cuarto a escuchar las historias de Mari, cosas que pudieran alejarme de extrañar tanto a mi abuelo, y sobre todo, de sus broncas. —Cumplidas las formalidades, pasamos a la lectura del testamento. — Clóvis asintió para sí mismo. Me encogí de hombros. Tenía una idea de lo que contenía eso. Era la única heredera viva y, Ataíde y Neves, los empleados más antiguos de la casa. Los tres trabajaban para la familia desde que tenía memoria. Una vida de dedicación. Merecían cualquier cosa que el abuelo les haya dejado. Clóvis se aclaró la garganta antes de empezar. —Yo, narciso Moraes de Braganca y Lima, encontrándome en mis perfectas facultades mentales y emocionales, libre de cualquier coacción decidí hacer éste mi testamento —él comenzó con ese lenguaje aburridísimo de abogado— en el cual expreso mi última voluntad, teniendo como única descendiente viva a la señorita Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Alicia Moraes de Braganca y Lima, brasileña, soltera, curadora de artes, hija de Augusto Moraes de Braganca y Lima y Catarina Maria Soares de Braganca y Lima —y bla bla bla. Mi abuelo dejó generosos ahorros para su trío de fieles empleados, como sospechaba, y lo que restaba, al parecer, sería destinado a mí. No que eso tuviera importancia. No me importaba la fortuna. Nunca me importó el dinero. Solo quería a mi abuelo de vuelta. Cambiaría sin pestañear todo ese dinero por más tiempo con él. —Sin embargo, debido a la incapacidad de la heredera de cuidar de sí misma, nombro como curador de la totalidad de mis bienes al señor Clóvis Pereira Hernandez y, como presidente de mis empresas, al señor Hector Simione, hasta que la heredera legítima esté debidamente casada durante más de un año. Clóvis hizo una pausa para tomar aliento. Yo no sabía si había entendido lo que él acababa de decir. —¿Ehhh… hein?
—refunfuñé estúpidamente.
—Aún no terminé, Alicia, si puedes esperar hasta que concluya, podré responder todas tus preguntas —y volviendo al papel, él continuó—: Dispongo a mi nieta de un empleo vitalicio en una de mis empresas hasta que pueda asumir lo que es su derecho. Si la heredera intenta contestar este testamento, la donación del patrimonio a ella será anulada, así, expresando este testamento particular mi última voluntad, requiriendo a la justicia de mi país que se cumpla con todo esto y … —y más bla bla bla. —¿Qué rayos de instrucciones son esas? —reclamé—. ¿Qué es lo que todo eso significa? Clóvis respondió calmadamente. —Que, hasta que tú te cases, no podrás tocar nada que perteneció a tu abuelo.
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—¿Qué? ¡Eso es ridículo! —¡Déjame ver eso!
—Mari y yo gritamos juntas.
—pedí, arrancando el papel de las manos del hombre
de estatura media en formato de barril. Estaba realmente todo allí, firmado y registrado—. Pero… ¿por qué? —Tu abuelo temía que, si toda la fortuna quedara en tus manos incapaces, terminarías en una… —fosa como indigente —completé de manera automática—. Él se cansó de decirme eso. —Entonces, ciertamente no es ninguna gran sorpresa, ¿no? —él arqueó una gruesa ceja—. Alicia, el señor Narciso siempre se preocupó por ti. Este testamento fue redactado el día que te detuvieron en Holanda. —¡Ah, por amor de Dios! ¡Holanda otra vez, no! —Sí, Alicia. Holanda otra vez. Ese incidente dejó a tu abuelo pavorido. No es ningún secreto que tú siempre has hecho lo que querías. Y, a pesar de cerrar los ojos algunas veces, el señor Narciso siempre supo todo lo que sucedía contigo. Así que, cuando telefoneaste desde Ámsterdam pidiendo ayuda, él comprendió que era necesario un cambio drástico para hacerte entender los riesgos a que te sometías. Traté de argumentar con él sobre la cláusula del casamiento, pero, créeme, estaba inamovible. Conoces a tu abuelo. Ah, sí, lo conocía. Exactamente por eso estaba tan sorprendida con el contenido del documento. —Mi abuelo no haría eso. Nunca me obligaría a casarme. —Y no te está obligando ahora —dijo él con calma—. Es una imposición sin fecha. Tú eres quien decide cuando, como y con quien. —Cuanta consideración
—murmuró mi amiga.
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—¡Eso no está bien! —exclamé—. ¿Por qué tengo que casarme? Solo tengo veinticuatro años. ¿Quién se casa a esta edad? No quiero casarme. No voy a casarme nunca. —Tú conociste los principios de tu abuelo. Él creía que un marido tal vez te hiciera adquirir un poco de madurez, de sensatez. Y, en caso que nunca contraigas matrimonio, yo seré para siempre el curador, el tutor de tu herencia. Infelizmente, no tendrás acceso al dinero o a los lucros. Deberás mantenerte con tu trabajo. —No me casaré —repetí temerosamente. —No ahora, pero algún día, quien sabe…
—él levantó los hombros—.
Hasta ese momento, continuaré haciendo lo que hice en los últimos años. Cuidaré tu patrimonio. —¿Y viviré de qué, Clóvis? ¿Cómo voy a pagar los gastos de esta mansión? Él rodeó la mesa y se sentó lentamente en el borde. No me gustó eso. Tuve que controlarme para no volar hacia su cuello. Aquella era el escritorio del abuelo Narciso. ¡Nadie apoyaba el culo en el escritorio del abuelo Narciso! —Alicia, esta casa es parte de la herencia —dijo con desagrado. —¿Y…? —Y quiere decir que has sido desalojada —concluyó Mari, que asistía a todo con los ojos muy abiertos. Miré a Clóvis horrorizada. —¿Es así? ¿Estoy siendo echada de mi propia casa? Eso no podía estar sucediendo. No después de todo lo que había pasado los últimos días.
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—No, claro que no —él respondió, todavía muy calmo—. Pero como tu tutor, cuidaré de todo, de los gastos, los empleados, ya que vamos a vivir bajo el mismo techo. —¡¿Qué?! —exclamé mortificada. No es que no me gustara Clóvis, está bien, no moría de amor por él desde que el sujeto sugirió a mi abuelo que me enviara a un internado, y, con la cantidad de habitaciones en esa casa, tal vez ni notara su presencia. Pero no era eso lo que me molestaba. Sabía lo que eso significaba. Mi abuelo me había dejado una niñera. —¡Esto es absurdo! No necesito una niñera. —Tutor, Alicia. —¡Es lo mismo, Clóvis! —Lo siento mucho. Tu abuelo dio las órdenes, yo solo las ejecuto
—
respondió sucinto. —¡Oh,Dios! Esto no puede estar sucediendo. ¿Quiere decir que no heredaré nada? —No hasta contraigas matrimonio. —¿Pero cómo… Dónde… Y mis gastos? Necesito dinero para el combustible de mi auto, comprar mis cosas. —Por eso tu abuelo te dejó un cargo vitalicio en una de las empresas del grupo. Para que tengas dinero para mantenerte. Él jamás te dejaría en la miseria —sonrió. Ah, no. ¡Solo me forzaba a trabajar! Pero, pensando bien, no parecía tan mala idea. Probablemente un cargo de jefa o gerente sería razonablemente bien remunerado. Me daría un tiempo hasta que pudiera apelar ese absurdo testamento.
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—Debo alertar que, si tú intentas apelar el testamento, perderás el derecho legal a la herencia. Tu abuelo imaginó que harías algo así —Clóvis dijo reuniendo el papeleo, como si hubiera leído mis pensamientos. —Ah, él pensó en todo
—Mari respondió, pronunciando lo que pasaba por
mi cabeza. —Todo continuará como siempre —el abogado explicó, paciente—. Tú solo tendrás que adaptarte a tu nueva situación financiera. Tienes un techo y un empleo. El reto está de tu lado. —Si tendré que casarme para tener derecho a la herencia de mi abuelo, puedes olvidarte. La Unión puede quedarse con todo. No tengo novio, no creo en el casamiento, no me casaré solo porque mi abuelo lo quiso. ¡Si él quería enseñarme algo, hubiese seguido con vida! Me levanté con prisa y salí corriendo de la biblioteca, subiendo las escaleras de dos en dos. —¡Lili! —me llamó Mari, pero ya estaba encerrada en mi cuarto, tirada en la cama, maldiciendo a mi abuelo por haber muerto. —¡Yo no te perdono ni nunca te perdonaré! ¿Me estás escuchando, abuelo? ¿Cómo puedes hacerme esto? ¡Te odio! —lloré. No sabía en verdad que dolía más, si la falta de confianza en mí o ser tratada como una niña caprichosa. Lo que, pensándolo bien, daba lo mismo. Mari entró en el cuarto y se acostó a mi lado. —Todo saldrá bien, Lili. Va a estar todo bien
—su mano acariciaba mis
cabellos. —¿Cómo? ¿Qué haré ahora, Mari? Estoy sola, tengo una niñera, que, además, nunca fui cercana con el hombre, estoy sin dinero y ¡tendré que trabajar! —volví a llorar. —Tú no estás sola. Yo estoy aquí. Vamos a arreglar eso. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Me senté y limpié mis ojos. —¿Vamos? —pregunté con la voz débil—. ¿Cómo? —No tuve tiempo de pensar en esa parte todavía… —su rostro anguloso se volvió pensativo, los ojos castaños almendrados brillaban—. Pero Clóvis dijo que nada cambiará en verdad. Debes creer en eso. —¿Tú lo crees?
—cuestioné, secando las lágrimas.
Ella dudó, mordiendo su labio. —No
—respondió por fin—. Pero, si las cosas se ponen malas, sabes que
puedes contar conmigo, ¿no? Resolveremos eso juntas. —Ella tomó mi mano y entrelazó los dedos con los míos. En ese instante, mirando al rostro delicado de Mari, me arrepentí de todos los pensamientos que tuve con respecto de estar sola. Mari estaba allí. Siempre estuvo. Siempre estaría. Las amigas están a tu lado en los buenos momentos, pero solamente las mejores sostienen tu mano en los malos momentos. —¿Quieres que hoy me quede? Asentí, aún sollozando. Ella telefoneó a la madre avisando que pasaría el día conmigo y dormiría en la mansión. Luego, se esforzó para distraerme con cosas tontas. Contó en detalle como casi tuvo su auto pisoteado cuando trataba de llegar a la iglesia. El camión volcado desparramó latas y botellas de cerveza por toda la avenida, y la mercadería atrajo a cientos de personas, que se peleaban intentando agarrar algo. Pero ni su relato divertido sirvió. Desesperada, ella apeló a la TV, para la serie sobrenatural que adorábamos. Tampoco sirvió. Bajamos a comer y me paralicé cuando vi a Clóvis entrando por la puerta de la sala, seguido por Ataíde, con los brazos llenos de maletas.
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Al pie de la escalera, el abogado se detuvo y retiró una pila de papeles del bolsillo. Parecía muy constreñido. —Disculpa por todo esto, Alicia. Esas son tus copias del testamento
—y
me entregó la pila de documentos—. Y esta… —sacó un sobre del bolsillo de su abrigo y lo extendió para mí— es tu carta de admisión. Comienzas a trabajar mañana. No te retrases, por favor. Cogí el sobre con rabia. —Esto no durará mucho, Clóvis —alerté, aunque no tuviera idea de cómo cambiar mi situación. Desheredada. ¿Cómo llegué a ser desheredada? —Si precisas de cualquier cosa, estoy a disposición —él se ofreció solícito— . Anoté el número de mi móvil en los documentos. —Vamos, Lili. Necesitas comer
—Meri me empujó en dirección a la
cocina, claramente con la intención de alejarme del mensajero de la desgracia. Me dejé arrastrar, para no caer en la tentación de lanzar mi ira a la nariz de Clóvis. En cuanto me senté, ella tomó el sobre referente a mi empleo. —¡Ah, Lili! ¡Vas para L&L Cosméticos! ¡Genial! Vas a poder traer muchas muestras gratis. Creo que hasta puede gustarte tu nuevo empleo. ¿Qué será que tu abuelo quiere que hagas por allá? —Que entre en eje, Mari
—levanté mis hombros—. Y es eso lo que me
asusta…
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Capítulo 3 Traducido por vecina Corregido por Leluli
Llegué al edificio de Cosméticos Lima & Lima, la mayor empresa del país en el segmento de cosméticos, fundada por mi abuelo y tía Celine cincuenta años atrás, a las nueve y quince. No fue fácil llegar a esa hora. Mari y yo habíamos permanecido despiertas hasta tarde tratando de pensar una manera de resolver mi situación, y cuando el reloj sonó, a las siete en punto, ni lo escuché. Ella me sacudió varias veces, hasta desistir y encender mi MP3 en los altoparlantes al máximo volumen, haciéndome saltar de la cama. Comí algo, después pasé un tiempo contemplando mi ropa, sin estar segura de cómo debería vestirme. No tenía mucha, en realidad, ninguna, ropa de oficina, de modo que me decidí por un jean negro y una camisa gris de volados que estaba en la mochila de Mari. A pesar que ella es más alta y mucho más curvilínea que yo, cualquier chica de trece años tiene pechos más grandes que los míos, la camisa era ajustada por una faja en la cintura, por eso quedó linda. A Mari no le importó que tomara su camisa prestada, al final concordamos que una vice—presidente debería estar vestida de forma profesional. Me miré al espejo: los cabellos lacios, pero no tanto, color cebada estaban en un buen día; los ojos azules, realzados por lo colorado y por la hinchazón causados por el llanto, no estaban tan mal. Podría pasar por una ejecutiva independiente con crisis alérgica, pero con el cabello súper brillante. Fue un tremendo esfuerzo llegar solo cuarenta y cinco minutos atrasada, pero la mujer de RH, una rubia de rizos tan pequeños e indomables, presos en lo alto de la cabeza por un rabo de caballo, que se parecía mucho a un plumero, no estuvo de acuerdo conmigo.
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—Mira —ella comenzó—. Recibí órdenes del Dr. Clóvis para tratarte de la misma manera que trato a cualquier otro empleado. Aquí solo serás la nueva asistente de secretaria. No recibirás beneficios o regalías por ser nieta del Sr. Narciso. Espero que este atraso no se repita, ¿estamos de acuerdo? —No entendí muy bien —apoyé las dos manos sobre el largo mostrador—. ¿Qué voy a hacer, doña? Ella puso los ojos en blanco. —Mi nombre es Janine, no doña. Y eres la nueva asistente de secretaria de Joyce, del sector siete. Ella te enseñará todo así que mueve ese trasero y ve para el séptimo piso. —Debe haber un error —dije sonriendo para el Plumero—. Yo soy la nieta del dueño de la empresa. No seré secretaria de nadie. —Estoy de acuerdo, serás asistente de secretaria —ella sonrió triunfante. —Cursé cinco años en la facultad de artes. No estaré anotando recados. ¡Puedes olvidarte! —crucé los brazos sobre el pecho. —Creo que lo harás. Por lo menos el Dr. Clóvis dijo que no tenías alternativa. —Lo llamaré —dije, petulante, agarrando el móvil. Por alguna razón, había agregado a Clóvis a mi lista de contactos. Ahora sabía que era mi subconsciente actuando, tratando de alertarme que estaba en una emboscada—. Él te dirá que es para que yo trabaje en la gerencia de algún sector de aquí. Tal vez vicepresidencia o algo así. —¡Por favor, llame, Su Alteza!
—ella respondió con ironía.
Puse cara seria y llamé a Clóvis, que para mi perplejidad, me informó exactamente lo mismo que el Plumero. El cargo que el abuelo me había asignado era el de una simple asistente de secretaria. ¡Asistente!
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—Comenzarás desde abajo, para entender el funcionamiento de la empresa. Puedes hacer carrera como todo el mundo. De esa forma, conocerás todos los sectores, el corazón de la empresa —dijo él. Mi barbilla cayó. Corté la llamada sin despedirme. Volví mi atención a Janine Plumero. —Está bien, pero ten claro que esto es temporario. Ella solo rio, dejándome aun más furiosa. Caminé para el ascensor y subí hasta el séptimo piso. La secretaria Joyce, ya estaba informada de la situación y me dedicó tanta simpatía como el Plumero de RH. —Bien, muchacha. Estoy en esta oficina hace años y no dejaré que un niñita mimada arruine todo. ¡No te pongas en mi camino!
—ella profirió, y sus cabellos
castaños a la altura de la barbilla se sacudieron un poco. —Por mí está bien. Me quedaré allí en la esquina viéndote trabajar. Ella lanzó una risa, y el cuello fino y largo se curvó hacia atrás. Joyce era una figura extraña, delgada y larga como un palo de escoba, y tan simpática como uno de esos. —Tu abuelo debía saber lo que estaba haciendo al dejar ese testamento… —ella sacudió la cabeza. Mis mejillas ardieron. ¿Todo el mundo sabía de mi desgracia? Súbitamente, sentí unas ganas locas de arrojar a Joyce por la ventana. Casi tan fuertes como mi deseo de huir de allí llorando con la seguridad que el abuelo Narciso me consideraba una idiota fracasada incapaz de valerme sola. O de ejercer una función agradable en la empresa. Sin embargo, trabajar todavía parecía menos terrorífico que casarse. No mucho, mejor, pero aun así…
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—Ve hasta la sala de copiado. Está un piso abajo. Saca dieciocho copias de cada uno de estos documentos. ¿Crees que eres capaz de hacer esto, mi querida? — preguntó Joyce con aire inocente. —Tal vez —había muchas cosas que hacían subir mi sangre a la cabeza. Una de ellas era referirse a mí como “mi querida”. Tomé la pequeña pila de documentos y sonreí cínicamente. Estaba demasiado ofendida para pedir información a aquella mujercita irritante, de modo que me arriesgué en los corredores de la empresa con un poco de dificultad y, después de aprender el camino al baño de ese piso, encontré la sala con la gigantesca máquina. Era una salita blanca claustrofóbica, sin ventanas y aparentemente sin aire acondicionado, ya que el calor allí era insoportable. Solo la copiadora y una vieja mesa en la esquina, llena de hojas de la máquina, componían la decoración de la sala trece del sexto piso. Pacientemente comencé a sacar copias de las treinta páginas que Joyce me había entregado. En mitad del proceso, el papel comenzó a atascarse y la copiadora simplemente se detuvo. Después de algunos golpes y puntapiés, y de terminar con mis uñas intentando desatascar el papel, logré hacerla volver a la vida y continué copiando los documentos. Me tomé la libertad de incluir la copia de una parte de mi cuerpo, para que Joyce, esa dulce persona, aprendiera a tratarme con un poco más de respeto. Mi culo, hasta que quedó bien lindo… Cuando terminé, apilé todo de manera totalmente desorganizada y salí de aquel sauna. Estaba demasiado distraída mirando alrededor, tratando de encontrar un rostro amigable o hasta mismo conocido en esos cubículos fríos e impersonales, y acabé chocando contra algo macizo y duro. Perdí el equilibrio, y las hojas volaron en todas direcciones mientras intentaba mantenerme sobre mis talones. Levanté los ojos y entonces pude ver lo que se había chocado conmigo. Una cosa sólida de un metro noventa y tanto, cabellos ligeramente largos, de una rica tonalidad color miel con mechas doradas de sol. La franja caía obstinadamente a la altura de los ojos, la parte de atrás se enroscaba en el cuello de la camisa. La nariz recta le confería innegable masculinidad, la barbilla dura y recubierta por una barba corta que le
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daba un aire de pirata o de forajido de la justicia. Los misteriosos ojos verdes parecían emitir luz propia. Ojos que me observaban con intensidad. ¡Woaw! ¡Qué suerte la mía! Trabajar teniendo esa vista privilegiada no sería ningún sacrificio, al final… Pero entonces él abrió la boca. —¡Mira lo que haces! ¡Llevé horas colocando todos esos papeles en orden! —él escupió, agachándose para recoger las hojas, después me miró—. ¿Te quedarás allí mirándome con esa cara? ¡Fíjate si por lo menos separas lo que es tuyo! Ah, claro. Él no estaba recogiendo mis hojas, solo trataba de encontrar las suyas. Me irrité un poco. No era así que sucedía en el cine. ¡Ni en los libros! ¿Dónde está la parte en que el hombre sexy mira a la chica y un momento mágico sucede? Dónde la música melosa de fondo, que se escucha al final de la escena, en que el hombre diría: “Discúlpame, ¿estás bien?”, y yo respondería un poco tímida, ruborizándome y desviando la mirada, debido a la intensidad del momento: “La culpa fue mía. Debería haber prestado más atención”. Entonces él sonreiría, extendería la mano para ayudarme a levantar, pero no la soltaría, y permanecería allí, mirándome con las pupilas dilatadas, como si el resto del mundo hubiera desaparecido, y solo se daría cuenta que no estábamos solos en el planeta cuando alguien pasara por allí y chocase con su hombro. ¿Qué pasó con todo eso? No es que yo quisiera tener un tórrido romance o algo de ese género, pero, si era para protagonizar una escena tan deleitante y simple como esa, quería el paquete completo. Pensándolo bien, no lo quería, no. Y en realidad tampoco al hombre tan sexy. —Tú también me chocaste, entonces no tienes derecho a reclamar, camarada —¿camarada? ¿Quién dice camarada hoy en día?
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Él apenas bufó ignorándome. Igualmente me agaché para ayudarlo, juntando tantas páginas cuanto pude alcanzar. No tenía idea de cuáles eran las mías. Ni me tomé el trabajo de mirarlas. El muchacho tomó abruptamente el montón de mis manos y comenzó a ordenarlas. —Esas… son tuyas —él estiró la mano duramente, ofreciéndome la pequeña pila—. Parece que está todo aquí…
—y examinó su parte. Su frente se frunció, y
el rostro adquirió un tono rojizo mientras analizaba una de las hojas—. ¡Esto no es mío! Miré el papel y, horrorizada, vi la copia de mi trasero, con todos sus redondeados detalles en blanco y negro. Me pareció que todo el flujo sanguíneo de mi cuerpo decidió subir a mi cara. Cogí bruscamente la copia de su mano y me levanté. —Presta más atención por donde caminas. Esto no es el paseo de compras para andar mirando las vidrieras.
—Él habló con mal humor, enderezándose—.
Trata de ser menos torpe. —Parece que la cordialidad es contagiosa por aquí
—murmuré
ácidamente—. ¿Y tú estabas mirando hacia dónde que pasaste por encima de mí como un mamut? Él estrechó los ojos, examinándome de arriba abajo, de manera nada agradable. —¿Eres la chica nueva, es así? La nieta del señor Narciso —de alguna forma, su observación pareció una ofensa—. Ya he escuchado hablar de ti. —¿Sí?
—me erguí—. Entonces es mejor mantenerse alejado de mí. Ya
sabes, no todo lo que dicen de mí es invento —sonreí, sarcástica, y me alejé. ¿Por qué mi abuelo aguantaba esa banda de groseros?, me pregunté mientras regresaba al séptimo piso. No tenía sentido. El abuelo apreciaba mucho la buena
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educación. Solo podía suponer que aquella camada de mal educados no se comportaba de esa manera cuando el dueño estaba cerca. Entregué las copias a Joyce, que casi ni me miró y ya tenía más trabajo para mí. En general, me fue bien. Pasé la mayor parte del tiempo yendo y viniendo de una sala a otra, y me perdí varias veces en los diferentes pisos, llevando documentos, informes y cosas así. Asistente de secretaria debía ser la nueva forma de decir Office Girl. ¡Era una Office Girl! ¿Cómo podría estar peor? En una de esas andanzas, encontré a Hector, el hombre que ocupaba ahora la silla de mi abuelo. —Alicia, ¿qué haces aquí? —preguntó, frunciendo el ceño lleno de marcas de expresión. —Comencé a trabajar hoy. —¿Por qué no fui informado de eso? —No tengo la menor idea
—levanté los hombros.
Él me analizó durante un momento. —¿Cómo estás? Suspiré. —Bien irritada, a decir verdad. Todo el mundo aquí es medio grosero conmigo, y Joyce me da órdenes sin parar. Esa mujer me está volviendo loca. Él casi rio. Casi. Hector no era dado a cosas tan mundanas. —Yo me refería a la ausencia de tu abuelo. —Ah. Bueno… no me siento muy diferente en relación a eso. Estoy muy enojada con mi abuelo también.
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—Lo siento mucho
—él asintió, serio, la mandíbula apretada—. Sé que
estás pasando por un momento delicado y, créeme, no quiero causarte más molestias, entonces espero no tener que hacerlo. ¿Estoy siendo claro? —no había mucha hospitalidad en su rostro. —Bastante —murmuré irritada, pero nada sorprendida. —Bueno. Muy bien —él me dio la espalda. Almorcé en el gran refectorio, absolutamente sola. La comida era casi tolerable, y las caras curiosas que me analizaban de manera poco educada no me sorprendieron. Nadie se acercó, me saludó ni nada. Era como si yo fuera una broma o algo. Susurros resonaban en las paredes. Podía deducir el tenor de las conversaciones: la nieta insensata de Narciso Moraes de Braganca y Lima había sido excluida de la herencia por inepta. Era como estar de vuelta en la escuela. Telefoneé a Mari. —¿Cómo, es peor que el octavo grado? Nada puede ser peor que octavo grado —ella declaró. Podía. ¡Y era! A los catorce años, y todavía era una niña, niña en verdad, cuerpo recto como una tabla, nada de curvas o pechos, y menstruación era una palabra inexistente en mi mundo. Después de un terrible accidente involucrando mi patineta, un rollo de masa, dos latas de tomate seco y goma de mascar, tuve que decirle adiós a mis cabellos que llegaban hasta la cintura. La goma de mascar se pegó bien en la raíz, arriba en mi cabeza, de manera que no daba para cortar solo esa parte y dejar el resto intacto. Fue necesario realizarme el corte estilo Juancito. Mi abuelo adoró mi nueva imagen. Dijo que me parecía a una muñeca de porcelana. Pero el grupo del colegio no compartía la misma opinión. Las chicas pasaron
a
evitarme,
porque
creían
que
había
desarrollado
tendencias
homosexuales. Y los chicos huían de mí porque era una niña, pero en aquel momento, no parecía una. Es una lástima que esa cosa andrógina no estuviera de moda en esa época.
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—Estás linda. Pareces un niño. Un niño un poco gay, pero sigues linda
—
Mari murmuraba mientras yo lloraba desolada. El problema era que, a pesar de mi falta de curvas, cabellos y sentido común, las hormonas hervían en mi cuerpo, y quería estar bonita para un chico de la escuela que ni sabía de mi existencia, a menos que él se unía a los espectadores, cuando devolvía los insultos y terminaba rodando por el suelo con alguna chica tetona. Mari, escultural en esa época, con un cuerpo de mujer adulta, se mantuvo firme a mi lado, y aguantó conmigo todo tipo de provocación, lo que resultó en más chismes aun. Era común que preguntaran si estábamos saliendo. Fue un año terrible, pero tenía a mi mejor amiga a mi lado para soportar el rechazo, que en esos momentos parecía el fin del mundo. Ahora, allí en el refectorio de la empresa, estaba completamente sola. —Puedes creerlo, Mari —hablé al móvil—. El octavo grado no fue nada. —¡Jesús! Aguanta firme. Pásate por casa más tarde. Llevaré una bolsa de chocolates para ti. Corté, desanimada, y vi sentado a corta distancia, a una mesa más hacia el centro, al chico que había chocado conmigo. Él me miró brevemente antes de volverse y hablar con Joyce. Ellos parecían estar divirtiéndose mucho, a juzgar por el intercambio de sonrisas. Abandoné el refectorio y anduve un poco por los corredores, deseando escapar de las miradas inquisitivas. Las oficinas de la L&L Cosméticos estaban escasamente decoradas. La mayor parte de las salas estaban compuestas de mucha madera clara, toneladas de papeles y ordenadores. Las paredes blancas inmaculadas daban el tono serio y respetuoso que una empresa de aquel porte exigía. —Muchacha, este documento es del Comex, sector nueve. ¿Cómo vino a parar aquí?
—Joyce, esa dulce persona, cuestionó cuando finalmente regresé al
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—No tengo idea —me di de hombros. —Por supuesto que no
—ella me extendió el papel con su imperiosa
manera—. Llévalo inmediatamente al quinto piso. —¿Por qué el sector nueve está en el quinto piso? ¿Qué hay en el noveno? —La sala de presidencia —ella responde sin mirarme—. ¡Anda, muchacha! Tengo mucho que hacer. Estaba gustando de las andanzas. En cada incursión, aprovechaba para echar un vistazo a los anuncios de motivación de la empresa, solo para liar. “Si quisiera palmaditas en la espalda, sería masajista”. La gerencia. “Una máquina puede hacer el trabajo de cincuenta personas comunes. Ninguna máquina puede hacer el trabajo de una persona extraordinaria.” “Como hacer una empresa exitosa en un país incierto”, y continuaba un largo texto describiendo lo que debería hacerse para obtener éxito. Encontré ridículo todo eso. ¿Quién realmente creía todo eso? El quinto piso era mucho más agitado que el séptimo. Decenas de personas se amontonaban en los cubículos, todos hablando por teléfono al mismo tiempo y en distintos idiomas, como en la Torre de Babel. No sabía donde dejar el documento, entonces decidí que cualquiera de esas mesas serviría. Estaba dando media vuelta cuando alguien me llamó. —Alice —o casi me llamó. Me volví y me encontré con el gigante ordinario. —Ah, solo podías ser tú. Mi nombre es Alicia. Repite conmigo: A—li—ci— aaa. —Como sea
—se encogió de hombros, pareciendo molesto—. Encontraste
un documento que… Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Está allí en esa mesa —indiqué con la cabeza y le di una sonrisa falsa—. De nada. Él me miró con una expresión dudosa. —¿De nada? —Obviamente tú necesitas el documento y yo lo encontré. Entonces, de nada. Él sonrió, pero no era ni de lejos una sonrisa alegre, y cruzó los brazos sobre el atlético pecho. Podía apostar que era la tela que hacía sus hombros tan anchos. O quizás el traje oscuro daba la impresión que los músculos bien torneados se escondían debajo de la tela… No. Seguro que era la tela del traje. —Ah, entendí. Quieres que te agradezca por haber chocado conmigo y desordenado un contrato que pasé toda la mañana organizando y que tú, en segundos, transformaste en un caos. ¿Es eso? —preguntó irritado. —Tal vez —lo desafié, levantando la nariz. No era porque él era mucho más alto que yo, que no podría darle una zurra. Aquel policía búlgaro también era bien grande e igualmente conseguí partir su nariz en dos o tres partes. Él devolvió la mirada, y un brillo desafiante surgió en sus ojos. —Entonces agradezco la preciosa ayuda. No sé lo que sería de mí sin ella —dijo burlón. —¿Sabes una cosa, camarada? Creo que tú eres tan bueno porque no faltó gente para patear tu trasero en la escuela. Si quieres, puedo ayudarte con eso. ¡Será muy divertido! —Tu abuelo debe estar orgulloso de ver a su nieta comportarse como una ratera. Si él me hubiera dado una bofetada, habría dolido menos.
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—Tú no sabes nada de mí —apreté los dientes—. Ni sobre mi abuelo. Tú no eres más que un idiota extremadamente grosero. Él se encogió de hombros. —No es ningún secreto que tu abuelo te desheredó. Ahora entiendo por qué. —¡Cierra la boca!
—grité, atrayendo varias miradas.
Con horror, noté que las lágrimas escapaban de mis ojos. No podía retenerlas. Lo que aquel hombre arrogante dijo liberó algo que estaba rondando mi cabeza desde que supe que el abuelo había decidido excluirme, aunque no fuera exactamente eso, del testamento. Solo no quería admitirlo, ni siquiera para mí misma. Así como no quería admitir delante de aquel hombre gigante y sensible como un tiburón que yo era una fracasada irresponsable, sin embargo su hostilidad gratuita me obligaba a defenderme. —¿Quieres saber si estoy feliz con lo que hizo mi abuelo? No, no estoy feliz. En realidad, estoy con mucha rabia de él en estos momentos por haberme arrojado a este nido de víboras, lleno de personas tan gentiles como tú, Joyce y la plumero de RH. Pero el hecho es que mi abuelo me amaba. ¡Yo lo sé! Impedirme asumir sus negocios no tiene nada que ver con lo que él sentía por mí o con la manera en como llevo mi vida. Tú. No. Sabes. Nada —apunté un dedo, golpeando su pecho (duro como el infierno, de hecho). Él se alejó un poco, ligeramente desconcertado—. Tú no viviste con él los últimos veinte años de su vida. No corriste a su cama cuando sentías miedo, y él, siempre cariñoso, apretó tu mano y dijo que todo iba a estar bien, que no se iba a alejar de tu lado. Él no te consoló cuando tu corazón se partió por primera vez, ni en todas las otras veces. Él no te regañó y volvió a regañar, para luego abrazarte y decirte que solo se enojaba contigo para educarte bien. Él no te abandonó. ¡Fue conmigo que él hizo todo eso! Él pareció confundido y, si estuviera interpretando sus gestos, arrepentido y apenado. ¡Argh! Había llegado al límite.
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—Emm… mira… no quise decir… —él comenzó, inseguro. —Pero lo has dicho. Muchas gracias por recordármelo. ¿Será que ahora podrás, por favor, dejarme en paz? —y salí lo más rápido que pude. Gracias a los cielos, ya sabía dónde estaban los baños en todos los pisos. Me encerré en uno de ellos, sollozando y temblando hasta que las lágrimas se secaron. Regresé a la sala de Joyce una hora después, decidida. —¡Ah, ahí estás! ¿Qué idea fue esa de fotocopiar tu trasero? ¿Y por qué demoraste tanto? Lleva esos papeles a Janine y luego regresa para explicarte… Cogí mi bolso. —No. No los llevo. —¿Cómo que no los llevas? —ella preguntó, colocando las dos manos en su inexistente cintura. —Llévalos tú. Te hará bien caminar. Es bueno para el corazón, disminuye las caderas y… déjalo. —Pasé mi bolso por el hombro y me dirigí a RH, dejando a Joyce parada, la boca abierta como un pez. —¿Qué estás qué? —cuestionó la plumero. —¡Re—nun—cian—do! ¿Quieres que lo deletree? —¡Tú no puedes renunciar! —ella dijo, con pánico. —Sí que puedo. Todo el mundo puede. Y, como me lo recordaste más temprano, yo soy igual que todo el mundo. Puedo renunciar cuando me parezca y, como en este caso, estoy haciendo eso ahorita mismo. —El Dr. Clóvis me alertó sobre esta posibilidad. ¿Dónde está…? —ella buscó por la mesa y me entregó un sobre—. ¡Aquí! Toma. —¿Qué es esto? —pregunté desconfiada, mirando el sobre.
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—No tengo idea. Pero el Dr. Clóvis dijo que te lo entregara en caso que tú renunciaras. Me aparté un poco de su mirada curiosa y abrí el sobre. Era una nota. La letra la conocía muy bien. La firma era la misma que tantas veces había intentado falsificar en los años de escuela para que él no viera mis notas en el boletín o las suspensiones. Alicia, estoy sorprendido que ya hayas desistido. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Tres horas? Un poco más, abuelo. Sé que quizás estás con rabia, pero créeme: solo estoy pensando en tu bien. Quiero que vayas a casa ahora, respires hondo y mañana regreses. Hay una luchadora en ti. En estos últimos años, ella siempre apareció en las horas más inapropiadas, pero no puedo creer que haya desistido ahora. Vuelve mañana y deja que me sienta orgulloso. Abuelo Narciso Respiré profundo. ¡Esto era chantaje emocional! ¡Y él sabía eso! Fui a casa con una mezcla de nostalgia y agonía. Con esa nota, sentí como si el abuelo aun pudiera mirar por mí. Me sentí protegida otra vez, como si él estuviera cerca, velando por mí. Lo que no significaba que volvería a poner mis pies en el antro de lunáticos. No. ¡De ninguna manera!
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Capítulo 4 Traducido por Vecina Corregido por Lsgab38
En cuanto entré en casa, recordé la presencia de Clóvis. Era difícil no notar al abogado rechoncho cargando un montón de documentos escaleras arriba. —¡Ah, Alicia! ¿Cómo estuvo tu primer día en la empresa? —Él quiso saber, girándose para observarme y dejando caer algunos papeles. —¡Pésimo! Pero estoy segura que tú ya lo sabías —subí algunos escalones y le ayudé a recoger las hojas caídas. Miré rápidamente los papeles; eran viejos documentos del abuelo Narciso. Le entregué todo y me aparté un poco. —Necesito archivar todo esto —él comentó en voz baja, como quien se disculpa—. Espero que estés con hambre. Telma está en la cocina ayudando a Mazé con la cena. —Ah —exclamé, sin nada mejor para decir. Conocía a Telma de las cenas que ella acompañaba a su esposo y que el abuelo me obligaba a asistir. No era una mujer desagradable, solo un poco sin idea—. Iré… iré a saludar entonces. Comencé a descender la escalera, pero Clóvis me llamó. —Hice algunos cambios en el escritorio de tu abuelo. Espero que no te importe. No respondí. Bajé las escaleras con prisa, evitando pasar por la puerta del escritorio. No quería ver los cambios. No quería que otra persona usara esa sala. ¡No quería nada de aquello! Telma estaba dando órdenes a Mazé, y, por la mirada de la cocinera y el modo como cortaba la zanahoria con un cuchillo, entendí que no era la única insatisfecha con los nuevos moradores. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡Alicia, amor! Estaba ansiosa por verte —dijo Telma, abriendo los brazos y rodeándome en un abrazo sofocante—. Una pena que tu abuelo haya partido de esa manera. ¡Lo siento tanto! —Haaa… gracias. —Pero no te preocupes por nada. Cuidaré de todo para ti —me soltó, dando una palmadita en mi mejilla—. ¡Viviremos como una familia! Tú, Clóvis y yo seremos muy felices, puedes apostar. Adoré la decoración de tu cuarto. ¿Tú misma escogiste las cortinas? —¿Has entrado en mi cuarto? —pregunté horrorizada. Ella hizo gestos con su mano fina y llena de anillos. —Solo para conocer mejor la casa. Tu armario es maravilloso. Hablé con Clóvis sobre él. El que tenemos en nuestro cuarto no es tan amplio. Parpadeé, aturdida. ¿Nuestro cuarto? ¿Desde cuándo Telma y Clóvis tienen cualquier cosa de ellos en la casa de mi abuelo? ¿En mi casa? —Parte de mis zapatos todavía están en cajas —ella siguió—. Clóvis sugirió que usara el armario del cuarto de al lado, pero prefiero ampliar nuestro cuarto y tener todos mis queridos zapatitos cerca de mí. ¿No te importa, no? ¿Aquel cuadro sobre tu cama es un legítimo Renoir? —Ha… lo es —gruñí aturdida—. Telma, si no te importa, me gustaría que no entraras en mi cuarto mientras yo esté fuera. —¡Ah, amor! ¡No quise ser entrometida! —Intentó abrazarme, pero la esquivé rápidamente—. Solo quiero que seamos amigas. Las mejores amigas. Puedes llamarme mamá si quieres. —La niña ya tiene madre —gruñó Mazé, clavando el cuchillo en la tabla de carne y abriendo la nevera en busca de algo. La miré con un agradecimiento mudo.
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—Iré a tomar un baño —dije, deseando escapar de Telma lo más rápido posible. —¡Ah, maravilloso! La cena está casi lista, ¿no es así, Mazé? —Sí, señora —la cocinera gruñó, lanzando una mirada peligrosa a la mujer. Telma necesitará tener cuidado con Mazé mientras ella estuviera con el cuchillo en la mano—. Pero sugiero que me deje terminar la cena. Hago esto hace años, no necesito supervisión. Telma soltó una risa estridente. —Ah, amor, claro. Estaba tan emocionada que no me di cuenta que estaba estorbando —se alisó con palmaditas suaves la franja empinada y dura de laca—. Iré a ayudar a Clóvis con los cambios en el escritorio. Discúlpame, Alicia, pero tu abuelo no tenía muy buen gusto. ¡Esa sala necesita color! —Ella me dio un pellizco en la mejilla antes de salir moviendo las esbeltas caderas. Retiré el cuchillo de la tabla. —Vamos, Mazé. Tú sostienes y yo hago el resto. —¡No, niña! —dijo, sosteniendo mi brazo y riendo un poco—. Me gusta tu plan, pero creo que es mejor dejar viva a esa mujer. Si tú fueras a la cárcel otra vez, dudo que Clóvis te ayude. No me gusta ese hombre —ella estrechó los ojos en dirección a la sala, de donde venía la voz estridente de Telma—. Ni su mujer. —A mí tampoco me gustan, Mazé. Pero no quiero su dinero. Voy a arreglarme sola esta vez y probar que mi abuelo estaba equivocado conmigo. —Espero que no te metas en nada ilegal. Pongo los ojos en blanco. —¿Y cuándo hice algo así? —En cuanto ella abrió la boca para responder, le di un beso rápido en su mejilla y salí corriendo antes de que pudiera recordarme la
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bomba en el baño de la escuela que Mari y yo accidentalmente detonamos. El octavo grado no fue tan malo al final… Tomé un largo baño, deseando evitar enfrentarme con mi nueva niñera y su adorable mujer. Al final, desistí. Esta cosa de despertar temprano, y trabajar todo el día, me había dejado hambrienta. Bajé un tanto resentida. Me preguntaba qué estaba haciendo esta gente aquí, usurpando las cosas de mi abuelo de aquella manera. Todavía estaba furiosa con el abuelo Narciso, mucho, a decir verdad, ¿pero cuál es? ¿Poner a esos dos aquí para vigilarme? ¿Mi abuelo realmente creía que no sería capaz de envolver a la parejita y escapar? Sería más fácil que entrar sin pagar en un show de rock. No es que ya lo hubiera hecho… La pareja estaba en la mesa cuando llegué al comedor. Clóvis, por supuesto, sentado a la cabecera. En el lugar de mi abuelo. Mi estómago se retorció. Ellos no me vieron cuando me acerqué. —Tengo muchas cosas por resolver. Diversos contratos no firmados, transacciones sin terminar, mucho trabajo por hacer —Clóvis se lamentó—. Creo que no podré llevarte a los Andes, Telma. —¡Ah, amor! ¡No digas eso! Estoy esperando ese viaje hace meses. —Disculpa, Telma. No puedo ausentarme ahora. Necesito resolver todos los asuntos sin terminar de Narciso. —¡Eso no es verdad, Clóvis! —Golpeó las manos sobre la mesa—. Planeé nuestro viaje durante meses. ¿Por qué tenemos que postergar nuestros planes solo porque el hombre mur…? Llegué al límite. —Termina —exigí, mirando fijamente a los dos, con los puños cerrados al costado de mi cuerpo.
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Clóvis suspiró exasperado y Telma se inclinó hacia atrás en la silla, sorprendida, el rostro pálido como hueso. —Ah, disculpa, amor. No quise decir eso, solo… —No, claro que no —interrumpí, furiosa—. Disculpa, Telma, si mi abuelo murió y estropeó tus planes. Puedes estar segura que sería muy feliz si tu marido estuviera libre para llevarte a cualquier parte del planeta. —Cariño, yo… Me paralicé inmediatamente y, antes de cometer algo estúpido, como, digamos… arrojarme encima de Telma y hacerle tragar los cubiertos, decidí marcharme. —¿Dónde vas a esta hora, Alicia? Es tarde —Clóvis se levantó y vino tras de mí—. Aún no has comido. —Perdí el apetito. Y tú no eres mi abuelo, Clóvis. Para de actuar como él — escupí. Volé a casa de Mari y le conté todo lo ocurrido, desde mi día en L&L hasta la cena con la pareja sin idea. —¡Piensa, Lili! ¡Está lleno de abogados en L&L, un piso entero de ellos! Tal vez alguno quiera ayudar a la futura dueña. Solo necesitas encontrar a la persona correcta
—dijo, mientras se pintaba las uñas de los pies de rojo rubí, sobre la
sábana blanca de la cama. —¡Tú no lo entiendes! Todo el mundo en L&L me ignoró. No sé por qué, pero así son las cosas. Nadie me ayudará. —Quizás no ahora, por ser todo muy reciente, pero sabes cómo hacer amigos —rebatió—. Si te abrieras, si parpadeas esos ojos azules, ellos caerán por ti. —¡A ti te parece! —Puse los ojos en blanco, dejándome caer sobre el colchón. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡No muevas la cama! ¡Mancharé todo! —Disculpa. —Vale, ya estoy terminando. Y haz lo que tu abuelo pidió. Debe haber planeado más que una carrera de secretaria para ti. Tal vez solo sea una prueba y, si no vuelves, fallarás y nunca lo sabrás. Suspiré, cubriéndome la cabeza con la almohada para ahogar el grito. No quería volver a aquel lugar lleno de pisos y personas desagradables, musculosas y mal educadas, con la barba por hacer y que me dejaron inquieta. Pero tal vez el abuelo dejó más cartas… Con toda la charla de Telma, me olvidé de preguntar a Clóvis sobre la nota. —Ok. Regresaré al purgatorio. —¡Genial! Entonces vamos a pintar tus uñas. ¿Qué te parece cambiar ese negro por algo más colorido? —Sonrió cálida, observando mis uñas. —¿Qué tiene de malo el negro? —Escondí los dedos bajo las piernas. —Nada, pero usas las uñas negras desde… ¡Dios mío, Lili! ¡Nunca has usado otro color! Puedo pasarte un rosadito o… —¡Puedes parar! ¡Nada de rosita! Me gusta el negro. —Entonces, un rojo… Un golpe en la puerta me salvó de acabar con las uñas carmesí como una modelo. —Chicas, voy a salir y no sé a qué hora regresaré —la cabeza de Ana apareció en la puerta. Estaba maquillada, con el cabello negro, igualito al de mi amiga, perfectamente peinado. Estaba hermosa, como siempre. —¿Otros encuentros, mamá? —Mari gimió sin desviar los ojos de sus propios pies. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Mariana, soy divorciada y mayor de edad. Puedo tener cuantos encuentros quiera. Si decides salir, no vuelvas muy tarde. Mañana es día de trabajo. —Está bien, mamá. Ana estaba cerrando la puerta, pero se detuvo. —¿Todo está bien, Alicia? —preguntó—. Pareces triste. —Solo estoy cansada —sonreí un poco—. Día malo en el trabajo. Ella asintió, complaciente. —Pobre. Mejorará, ya verás. Al comienzo es difícil, pero después le tomas la mano y ni te das cuenta lo que estás haciendo, entras en piloto automático. Me estremecí. Ana era dentista, no debería trabajar en piloto automático. Mientras tenía en las manos jeringas con gigantescas agujas y tornos ruidosos. —Deseo que sea así —respondí. Con un guiño gracioso, ella cerró la puerta. Mari soltó un largo suspiro. —Honestamente, mi madre ya pasó la edad de salir por ahí con hombres que ni conoce. —No estoy de acuerdo. Ella es joven y linda. No tiene que pasar el resto de su vida sola solo porque el primero no funcionó —dije, tomando una revista de moda hojeándola de atrás hacia adelante. —Lo sé. Creo que estoy con un poco de envidia por no tener un encuentro, o por lo menos la perspectiva de uno —confesó. —Podemos solucionar eso. ¿Quieres salir?
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—No. Has pasado por mucho hoy. Nos quedaremos en casa, ver una película antigua y atestarnos con chocolate que traje —cerró el frasquito de la laca para uñas y admiró su trabajo.
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Capítulo 5 Traducido por Vecina Corregido por Lsgab38
Joyce continuó hábilmente asándome la paciencia, y nadie hablaba conmigo salvo lo necesario. Hasta el chico musculoso, o por lo menos lo que me parecía, y grosero, cuyo nombre no me tomé el trabajo de preguntar, se mantuvo distante después de dos o tres tentativas de abordarme. Huía de él tanto como del reloj de tiempo. Lo mismo sucedía en casa. Me deslizaba por la mansión, intentando evitar cualquier encuentro con el dúo dinámico. Y lo terminé logrando, gracias a Mari, que me invitaba a dormir en su casa casi todas las noches. Telma y Clóvis no me preocupaban más. Dos semanas después de comenzar mi martirio en la L&L, Clóvis dio el aire de gracia durante el almuerzo al preguntar cómo me estaba yendo. —Casi no te veo. Parece que ni vivimos en la misma casa —lo que para mí era un alivio—. ¿Cómo están las cosas por aquí, Alicia? —Hmmm…. —gruñí mientras mordía una patata mal cocida—. Mira alrededor, Clóvis. Todo el mundo me adora. ¡Esto es el cielo! Él observó los rostros curiosos que nos observaban. Joyce, en la otra punta del gran salón, parecía a punto de explotar, sin saber lo que estábamos hablando. —Ellos pueden tener miedo de ti —él sugirió—. Al final todo esto será tuyo algún día. —Miedo —me burlé—. De la heredera arruinada. Soy realmente aterradora. —Tengo una cosa para ti —colocó la mano en el bolsillo interno de su chaqueta. Mi corazón se disparó. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡Una carta! Él sacudió la cabeza. —Es una cosa que tu abuelo quería que tuvieras. Esto está fuera de la herencia —me entregó una pequeña bolsa de terciopelo azul—. Sé que no tiene un valor comercial, pero creo que te gustará. Jadeé cuando vi el reloj que el abuelo nunca se quitaba de la muñeca, la correa de cuero negro, un poco desgastada, contrastando con la caja dorada. —Fue el primer bien de valor que el abuelo compró con su propio dinero — apunté. —Lo sé, él me lo contó. Pero no vale nada hoy en día. Lo siento mucho —se encogió de hombros. Para mí valía más que un diamante del tamaño de la cabeza de Clóvis, lo que no era poca cosa. No pude evitar las lágrimas. —¡Gracias, Clóvis! —empujé la silla para abrazarle. Él pareció avergonzado con mi demostración de gratitud, y dio unas palmaditas torpes en mi espalda. —Solo cumplo órdenes, Alicia. ¿Pero has entendido el recado? Sonreí. —¡Entendido! ¡Claro que lo entendí! El abuelo quería que alguna cosa de él estuviera conmigo, para que pudiera sentir su presen… —me interrumpí. Sacudí la cabeza y sonreí, sentándome nuevamente—. Quiere decir “No te retrases”, ¿es así? Clóvis asintió. —Joyce me dijo que te has retrasado todos los días desde que comenzaste a trabajar.
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—No es así exactamente. Hoy llegué solo quince minutos tarde. Es casi lo mismo que llegar a horario —me defendí. Él se rió, sacudiendo la cabeza. —Para tus normas, creo que debe ser lo mismo. Bueno, debo irme. —Está bien. Gracias por entregarme esto —señalé el reloj—. Y… disculpa si he sido un poco agresiva, pero es que hay tantas cosas sucediendo y… no lo sé, no estoy logrando hacer todo correctamente. —No te preocupes. Lo entiendo perfectamente —él sonrió un poco y se marchó. Miré al gran reloj del restaurante y noté que el de mi abuelo estaba quince minutos adelantado. ¡Por eso nunca se retrasaba! Me reí, colocando la pieza fría en la muñeca. Cuando levanté la cabeza, encontré los ojos del camarada mal educado fijos en mi rostro, necesitaba dejar de referirme a él de esa forma; ¡camarada estaba fuera de moda por lo menos hacía una década! El problema era que su apariencia no ayudaba. A pesar del traje alineado y de la postura seria, definitivamente había algo de salvaje en sus ojos, por no mencionar los cabellos, más largos de lo que los hombres de negocios acostumbraban a usar. Había algo en él que me hacía pensar en fugas alucinantes y bungee jumping. Lo miré por un instante, negándome a apartar la mirada. Sentí un pequeño estremecimiento subir por la columna. El modo cómo él me observaba, incluso a la distancia, era invasivo, parecía dejarme en evidencia, como si un foco estuviera apuntándome. Como si pudiese verme por dentro. Ver mi alma. Mi móvil sonó y, agradecida por poder librarme de las penetrantes esmeraldas, atendí. —¡Lili, no lo vas a creer! Creo que encontré la solución a tu caso. Ve directo a mi casa después del trabajo. Mi madre hará enchiladas. A la noche te explico todo con calma, pero te voy avisando que es una cosa cierta. Dije que te salvaría, ¿no? —Mari habló sin tomar un respiro.
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—¿De verdad? ¡Eso es maravilloso! —Finalmente un poco de suerte—. Cuéntame todo. ¿Qué has pensado? —A la noche conversamos. Es medio complicado. Me tengo que ir. ¡Besito! Después de ese telefonema, me quedé más confiada de que todo iba a salir bien a fin de cuentas. No tenía idea de lo que Mari tenía en mente y, de todas formas, no me importaba, mientras pudiera tener mi antigua vida de vuelta. Estaba divagando sobre la posibilidad de un viaje a Bucarest en los próximos meses, por eso ni me di cuenta cuanto entré al ascensor lleno y, demasiado tarde, vi una cabeza que sobresalía de las demás. Una cabeza con cabellos color miel, más largos de lo que la oficina requería, y que había evitado a toda costa en las últimas semanas. Sin embargo, cuando lo noté era demasiado tarde y las puertas se habían cerrado. Esperé ansiosa, mirando al frente, las manos sudando, hasta que el ascensor se abrió y el sexto piso surgió en mi campo visual. Me arrojé fuera del ascensor, agradecida por escapar ilesa. Pero todavía no estaba a salvo. —¿Puedo hablar contigo? —El muchacho dijo en un tono amistoso, antes de que pudiera desaparecer por detrás de una de las puertas de las pequeñas salas. —Haaa…. En verdad estoy ocupada. Hasta luego —traté de ir a cualquier lugar para escapar. Me siguió con facilidad. No era de admirar, teniendo a la vista esas piernas largas y fuertes… No es que yo hubiera reparado en ellas. —Por favor, espera —pidió, colocándose delante de mí. Me volví a la puerta a su lado. Sala trece, sexto piso. La sala de las copiadoras. Pero no tenía nada para copiar, a no ser que Joyce quisiera copias de otras partes de mi cuerpo. Sin tener una disculpa razonable, desistí.
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—¿Qué fue ahora? ¿Has venido a decirme alguna adorable suposición sobre mi relación con mi abuelo? —En realidad, vine a disculparme —dijo, en una voz baja y suave. El rostro serio parecía sinceramente arrepentido—. No era mi intención hacerte daño. Acabas de perder un ser querido y fui muy grosero. Aunque seas irritante y malcriada, no tenía derecho a ser grosero. Disculpa. Crucé los brazos sobre el pecho. Por alguna razón, aquel extraño mal educado me ponía incómoda. —Sensacional tu pedido de disculpas, camarada. —Max —dijo, colocando las manos en los bolsillos del pantalón y atrayendo mi mirada casi instantáneamente a sus caderas estrechas, el volumen en… Desvié los ojos rápidamente. —¿Ehhh? —pregunté. —Mi nombre es Max. —¿Max? Tipo, ¿ven aquí, Max? —Provoqué. Parecía avergonzado. —No. Diminutivo de Maximus. Quedé sorprendida. Era un nombre bastante fuera de lo común y muy, muy sugestivo para ese hombre enorme, con, por lo menos lo que parecía, no que hubiera reparado en nada de eso, músculos definidos en justa medida, como los de un nadador. —Es tu cara —sonreí. Se enderezó un poco. —Era el nombre de mi abuelo.
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—¿Tu abuelo era como tú? ¿Educado y gentil? —Ya te he pedido disculpas —dijo firmemente, aproximándose. Quedamos a poco más de un metro de distancia el uno del otro—. ¿Qué más quieres, Alicia? —¡Mira tú, aprendiste mi nombre! —me burlé—. Tienes una manera muy peculiar de pedir disculpas, pero las acepto, si con eso te mantienes lejos de mí. Entonces… Él enderezó los hombros, quedando una cabeza, un cuello y un pedacito de hombro más alto que yo. Maldije en silencio. Debería haber usado tacones y transformado mi mísero metro sesenta y tres en un fabuloso metro setenta. —Entonces no tenemos nada más que hablar —profirió duro. —No lo teníamos desde el principio. Buenas tardes, Max —retruqué levantando la nariz para encararle. En aquella corta distancia, pude notar que sus iris cristalinos, de un verde suave, tenían pequeñas manchas amarillas alrededor de las pupilas, dando la impresión que los colores se mezclaban en todo momento, como un caleidoscopio. Me devolvió la mirada, la barbilla apretada, la respiración pesada. Estaba decidida a no ceder. Esta vez no desviaría la mirada para nada, aunque mi corazón latía más rápido y de forma irregular, por causa del desafío. Max levantó la mano para… ¿tocarme? Enderecé los hombros, esperando… qué, no sabía. Sin embargo, dejó caer su brazo y dio un paso atrás, mirando desconcertado, dejándome un poco decepcionada, por qué, tampoco lo sabía. —Buenas tardes, Alicia —dijo, con una voz ronca y decidida que me hizo estremecer.
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Capítulo 6 Traducido por Vecina Corregido por Lsgab38
Llegué exhausta a casa de Mari. Joyce me obligaba a archivar un millón de contratos idiotas. No estaba segura si había guardado todo en el lugar correcto, pero, como no había nadie en el archivo para enseñarme, o delatar, hice lo que pude. Mari ya estaba en casa, y Ana preparaba enchiladas de pollo. La casa sencilla, con solo dos habitaciones, pero cálida, llena de vida. Lo opuesto a lo que se había transformado la mansión. Pasaba más tiempo en casa de ellas que en la mía y tenía una pila considerable de ropa en el cuarto de mi amiga. No me gustaba invadir su privacidad de esta manera, pero en aquel momento no tenía muchas alternativas. Mari sin embargo, había pensado en una. —Hablé con Boris, él resuelve los problemas jurídicos de mi contable. Buen tipo —explicó, echándose en el sofá de la sala pequeña, pero muy bien decorada—. Él dijo que si alegas por la salud mental de tu abuelo, tal vez se pueda anular el testamento. —Clóvis dijo que no puedo alegar el testamento —le recordé. —Lo sé. Pero alegarías a tu abuelo, no al testamento —sonrió, colocando los pies en el sofá y abrazando sus piernas—. Es una manera de burlar la ley, ¿entiendes? Hummm… Tener de vuelta mi casa, un poco de dinero y nada de levantarse temprano. Pero eso implicaría denigrar la imagen de mi abuelo Narciso, casi tan inmaculada como la Virgen María. Ni yo sería capaz de caer tan bajo.
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—Ok Mari —respondí desanimada—. Pero creo que no puedo hacer eso. No quiero transformar a mi abuelo en un loco. Seguiré tratando de continuar hasta que aparezca una nueva idea. Ella suspiró. —Imaginé que no serías capaz, pero no puedes ignorar esa posibilidad en caso que… las cosas empeoren. Me reí, sin nada de humor. —¿Cómo podrán estar peor de lo que ya están? ¡Es imposible! —¿Qué pretendes hacer, entonces? —Tomar un baño y después calle —respondí. Mari sonrió, totalmente a favor de mi plan—. Estoy cansada de esta vida llena de reglas. Necesito salir y olvidar la vida de criada. Mi dinero se está acabando, y tengo que comprarme ropa más correcta. Quizás así alguien me respete en esa empresa. Hoy escuché decir que cobraremos el salario en estos días. Bien a tiempo o tendré que pedir dinero prestado. Ella rió. —¡Bienvenida al mundo de los pobres! —Tú no eres pobre, Mari. Eres nutricionista y tienes tu propia clínica. —Recién formada y casi sin ningún cliente que pague con dinero en efectivo. ¡Lo que esos planes de salud pagan es una vergüenza! —Reclamó—. Y cualquiera de nosotros es pobre comparado contigo… por lo menos a lo que tenías antes de morir tu abuelo. Tomé un baño rápido y me vestí con unos jeans oscuros y una blusa blanca con delicados bordados que había comprado en el Mercado Central de Riga cuando pasé por Letonia de camino a Oslo. Y ahora contaba monedas para comprar una cerveza nacional que probablemente estará caliente. Era el fin de la línea… Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Producidas y ansiosas, Mari y yo entramos en la primera local nocturno que encontramos, y el ambiente oscuro y nuboso, pero vibrante, era estimulante. Tomamos varias. Tenía muchos motivos para beber. Uno de ellos era ahogar la rabia que me dominaba por estar oficial y completamente huérfana desde hacía treinta días. De todas formas, no me sentí mejor. —¿Vamos? —Mari sugirió, ya entrada la madrugada—. Mi estómago está muy revuelto. Creo que las enchiladas no me cayeron bien. —Probablemente fueron las siete dosis de tequila lo que no te ha caído bien —señalé. Más cansada de lo que me había dado cuenta, o tal vez fuese el alcohol que dejó mis miembros tan pesados, terminé concordando en irnos a casa. Mi dinero se había acabado de cualquier manera—. Despertar de madrugada no está siendo fácil. —Siete de la mañana no es madrugada, Lili. —Depende del punto de vista. —¡Ey! ¿Alicia? —llamó una chica. Giré y vi dos caras viniendo en nuestra dirección. Ah, no era una chica. Era Rodrigo. —¡Hola! Tanto tiempo —comenté, escondiendo la insatisfacción por tener que conversar con el hombre que hace pocos meses atrás había prescindido con poca sutileza. Me preparé para la venganza. —Estuve viajando —dijo él—. Me enteré lo de tu abuelo. Lo siento mucho. —Ahh… Gracias, Rodrigo —quedé sorprendida con su atención y traté de parecer amable—. ¿Por dónde has estado? ¿Algún lugar agradable? —Ah, recorrí el mundo. Comencé por…
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Mari sonrió un poco para el amigo de Rodrigo mientras éste describía toda la ruta que hizo en su último viaje por América Central. Era hasta lindo con los cabellos rizados, un cuerpo bueno y carita de bebé. Salimos dos o tres veces, pero nunca pasamos de las preliminares. El gran problema era su voz, casi tan fina como la de una niña. Honestamente, no daba para encarar. A no ser, claro, que cerrara la boca. Algo que no parecía ser capaz de hacer. —Lindo —dije cuando se detuvo para tomar aliento—. Fue genial volver a verte, pero me estaba yendo a casa. Nos vemos. —Ah, quédate, vamos a beber algo. No conversamos hace tanto tiempo… Miré a Mari, que apenas encogió sus hombros. —Yo pago —él insistió. Bueno, ¿qué tenía que perder?
—Lili, despierta —llamó Mari, sacudiéndome bruscamente. —Quiero dormir —murmuré, enterrando la cabeza debajo de la almohada. —Tenemos que ir a casa a cambiarnos de ropa e ir al trabajo. ¡Por amor de Dios, levántate, mujer! —Estoy en casa —giré sobre mi estómago cuando me quitó la almohada de mi cara. —No lo estás. Rodrigo está en el baño y Fabio está desmayado en la otra habitación. ¡Vamos a salir ahora! —¿Quién es Fabio? —murmuré somnolienta. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—El amigo de Rodrigo, que por cierto es el dueño de la cama donde tú estás ahora —ella tiró de la sábana. —¿Ro-Rodrigo? —Abrí los ojos y me senté en un instante, completamente despierta. Miré hacia abajo. Mi ropa se había evaporado—. ¡Ah, Dios! ¡No! —Fue exactamente eso lo que quise gritar cuando vi a Fabio todo desnudo a mi lado en la otra habitación —arrojó mi ropa sobre la cama—. ¡Y fue malo! ¡Muy malo! No quiero tener que fingir que recuerdo algo. ¡Entonces nos vamos ahora! —¡Ay mi Dios! ¿Yo y Rodrigo? —Aquella voz fina en mi oído, los gemidos de chica…—. ¡Eca! —La próxima vez vamos a prescindir del absenta, ¿ok? —Sugirió ella, buscando mis zapatos. —Ok —me puse de pie y en tres segundos estaba vestida, saliendo sigilosamente del apartamento ordenadito de Fabio y Rodrigo con los zapatos en las manos. En cuanto alcanzamos la calle, me di cuenta que faltaba alguna cosa. —Ehh… ¿dónde está mi auto? —¡Lili! ¿No lo recuerdas? —Mari parecía frustrada, golpeando los tacones finos en la calzada llena de baches. —¿Debería? —Mi cabeza comenzó a latir. Algo en mi estómago se agitaba ferozmente, mi boca estaba seca y creí que vomitaría en cualquier momento. ¡Malditas enchiladas! —Dejamos tu auto en el estacionamiento cerca de la balada. Vinimos aquí en el auto de Rodrigo. No estabas en condiciones de conducir ni un carrito de supermercado. Me detuve, empujándola bruscamente.
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—¿Tú estabas sobria? ¿Estabas consciente cuando me viste con Rodrigo? — pregunté ofendida. —¡No! ¡Claro que no! Quiero decir, no estaba tan loca como tú, pero estaba bien arriba. Tú bebiste todas… —¡No lo digas! —Continuamos caminando, alejándonos del edificio de ellos lo más rápido posible—. ¿Hice algún espectáculo vergonzoso? Ella se mordió el labio. ¡Ah, mierda! —Te subiste a la barra del bar y comenzaste a bailar como una stripper. —¡No! —gemí. —Relájate. No te quitaste la ropa esta vez, pero comiste aquellos cacahuetes repugnantes que están en la barra, donde todo el mundo mete mano. —¿Por qué me dejaste hacer eso? —pregunté horrorizada. —Porque yo también comí —suspiró derrotada—. ¿Crees que realmente que si hubiera estado en condiciones habría dejado que aquello se acercara a mi boca? —¿Eran tan repugnantes? —La náusea aumentó. —¡Ah, no! El cacahuete estaba bueno. Estaba hablando de Fabio. No puedo creer que yo… ¡Argh! ¡Él tiene novia! Tiene una foto de los dos al lado de la cama. ¿Pero él me contó eso anoche? ¡No, claro que no! —Ella se cubrió los ojos con una de las manos—.
Este día está lo bastante arruinado. Busquemos un taxi.
—¿Cómo? ¡Estoy sin dinero! Ella miró su bolso y torció su nariz. —Esto no alcanza para nada —entonces me lanzó una mirada piadosa—. Tendremos que coger el autobús. Disculpa. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Para con eso, Mari —reclamé—. He cogido el autobús muchas veces. —Esto no es Oslo, Lili. No entendí bien lo que quiso decir hasta entrar al autobús lleno y ser literalmente aplastada por todos lados. No había un único espacio libre, ni en el corredor. Nos quedamos de pie, presionadas por las personas alrededor. En cada frenada brusca, era empujada hacia el frente y luego rebotaba hacia atrás, donde un hombre barbudo sonreía satisfecho, mostrando un diente dorado, mientras tocaba mi cintura. Y eso no era lo peor. Su olor era nauseabundo. No estaba segura si el olor venía de aquel hombre, ya que era demasiado temprano para que alguien hubiera sudado tanto. Aguantando la respiración y tratando de contener las náuseas, soporté el viaje, repartiendo codazos para todos lados. Conseguí un poco de espacio, suficiente para ver la primera página del periódico, en manos de un señor sentado a pocos centímetros. —¡Ah, qué diablos! —¿Qué pasó? —preguntó Mari. Apenas señalé al periódico, que estampaba una foto: yo sobre la barra, ¡por amor de Dios!. Seguida de letras inmensas: “PRINCESA DEL CONGLOMERADO LIMA ATRAPADA EN UNA NOCHE MAS DE BORRACHERA”. Cuarenta minutos después, bajamos a dos manzanas de la casa de Mari. Examiné mi cuerpo y agradecí al cielo por estar entera, pero el olor del barbudo se había impregnado en mí. Mari voló al baño en cuanto llegamos. Esperé mi turno impaciente. Ana me recibió con un buenos días y un sermón por haber pasado la noche fuera durante la semana y sin avisarle. De una manera enferma, fue reconfortante. En cuanto Mari ocupó mi lugar delante de la furiosa Ana, corrí hacia el baño, demorado y revigorizante, intentando librarme del ajeno olor nauseabundo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Me marcho —anunció Mari—. ¿Quieres que te lleve? Todavía estaba con el cabello empapado y sin maquillaje. —¡Ah, quiero! Ni pienso entrar otra vez en eso. ¡No! —No pretendía repetir tan rápido la experiencia con el transporte público. Tragué dos analgésicos y un antiácido y corrí para el auto. Mari condujo como una loca por el caótico tránsito. Yo todavía trataba de arreglar mi cabello con los dedos cuando ella se detuvo en frente de L&L Cosméticos. —Más tarde te busco e iremos a rescatar tu auto. Pásate alguna cosa en esa cara que está medio verde. —Me siento verde —objeté—. ¡Follé con Rodrigo! ¡Puaj! —Estás carente. Escuchó pacientemente todos tus lamentos y te consoló cuando comenzaste a llorar. —Recordaba vagamente algo de eso. Parpadeé, sin querer revivir esa escena embarazosa. Mari continuó—: Yo soy la que no tengo excusas, como siempre estaba borracha. ¡Ahora corre! —Ordenó, dándome un beso sonoro en la mejilla. Obedecí, sabiendo que me estaba retrasando. Llamé el ascensor al mismo tiempo que intentaba aplicar máscara de pestañas, pero el artefacto de metal se detenía de piso en piso, de modo que, cuando terminé de maquillarme, decidí subir por las escaleras, al final siete pisos no eran gran cosa. Al principio, subí de dos en dos los escalones, pero en el segundo piso ya estaba exhausta. Hacer ejercicios nunca fue mi fuerte y, después de la cantidad de alcohol que había ingerido la noche anterior, mi organismo estaba más lento. En mitad del tercer piso, tropecé con algo grande y me desparramé por los escalones. —¡Caramba! —exclamó alguien. Traté de librarme de las piernas largas y fuertes envueltas en las mías. —¡Max!
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—¿Tú nunca miras por dónde vas? —preguntó confundido, ayudándome a ponerme de pie. —¿No se te ha ocurrido que la escalera no es el mejor lugar para estar sentado descansando? —Me enderecé un poco, apartándome de sus manos calientes. Mi codo comenzó a arder. —No estaba descansando. Estaba… pensando —dijo, encogiéndose de hombros. —Lugar ideal para eso. ¡Ay, diablos! —murmuré cuando vi un poco de sangre que salía de mi brazo hacia mi inmaculada camisa blanca. —¿Te has hecho daño? —preguntó con una voz suave que casi no reconocí. —No es nada. Es solo un rasguño. —Déjame ver eso —pidió, ignorando lo que había dicho. —¿Ahora eres médico? —Déjame ver, Alicia —y sin esperar se apoderó de mi brazo, girándolo para observar la herida al rojo vivo y goteando en el codo. No sé bien si yo estaba demasiado fría o si Max estaba muy caliente, pero los puntos donde sus dedos tocaron me quemaban. Me sorprendió al retirar un pañuelo blanco del bolsillo de su pantalón y presionarlo contra mi codo palpitante—. Es mejor lavar la herida. Está sucia, puede infectarse. —¿Aún usas pañuelos de tela? ¿De qué siglo has salido? —Indagué para distraerme de la súbita sutileza en su rostro. —Nunca se sabe cuándo puede ocurrir una emergencia —sonrió. Por un momento, me sentí completamente tonta. Me quedé mirando su boca atónita. Era la primera vez que le veía sonreír tan relajado y desprovisto de ironía. Era toda una experiencia—. ¿Está siendo útil, no? —Eres… extraño. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Él rió. Me quedé observando mientras el mundo desaceleraba con el sonido de su risa cálida y rica. Terminé sonriendo en respuesta. ¡Qué cosa más idiota de hacer! —¿Acostumbras atropellar a las personas de esa manera? Es la segunda vez que pasaste por mi lado como un tractor. Estoy pensando en denunciarte a las autoridades competentes —bromeó. Allí estaba el Max que aún no conocía. Que tenía buen humor y sonreía y cuidaba de mi brazo lastimado. Mi estómago se retorció furiosamente, y deseé que el viejo Max apareciera para que él se aquietase. —Algunas veces —respondí, un poco aturdida—. ¿Qué estabas haciendo aquí? Él se retrajo un poco. La sonrisa abandonó sus labios. —Pensando, ya te dije —y allí estaba el viejo Max otra vez. ¡Gracias a Dios! —¿Estás con problemas? —Presioné—. ¿Yo… puedo ayudarte… en algo? —¿Tú estás dispuesta a ayudarme? —preguntó, con algo extraño brillando en sus ojos. —Bueno… —me encogí de hombros—. Si puedo hacer alguna cosa para quitar esa expresión de dolor de estómago de tu cara, estaré feliz. Él continuó mirándome. —¿Por qué? —No lo sé. Me gusta la gente sonriendo, creo. ¿Pero necesitas ayuda o no? Una pequeña sonrisa intentó curvar los bordes de sus labios. —Yo… tengo la impresión que has llegado tarde.
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—¡Caramba, es cierto! Intento llegar puntual, pero, hombre, no es fácil, gracias por… ahh… —señalé el pañuelo con la cabeza. Él asintió. —A disposición.
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Capítulo 7 Traducido por vecina Corregido por Yanii
Una hora y veinte minutos de retraso fueron bastante para dejar a Joyce furiosa, y, en un acto de extrema benevolencia, optó por exiliarme en los confines de la sala más temida en los nueve pisos del edificio de la L&L Cosméticos. La única sin ventanas ni aire acondicionado: la sala trece, en el sexto piso. Donde estaba la copiadora. Fue difícil concentrarme en lo que hacía. La resaca no había mejorado por lo tanto me mantuve alejada del restaurante incapaz de soportar mirar algo comestible, pero bebí mucha agua. Saqué copias suficientes como para formar la guía telefónica de China y terminé tarde. Una costra marrón se había formado en mi codo. Dolía un poco cuando doblaba el brazo, cosa que necesité hacer repetidas veces, ya que la máquina se atascaba cada diez minutos. —Listo, Joyce. Todo está aquí —extendí a ella las cuatro mil quinientas páginas. —¿Sin tu trasero esta vez? —preguntó desconfiada. —Puedes confiar. Ella no pareció convencida pero lo dejó pasar. —Puedes bajar hasta RRHH para coger tu cheque de pago y no te retrases mañana. Tienes más cosas para copiar, entonces, si no quieres pasar una tarde más encerrada en esa… —Está bien. No llegaré tarde. Más que feliz por saber que tendría dinero para pagar un taxi en caso de que Mari estuviera aún en la clínica y no pudiera pasar por mí, bajé para RRHH, lleno de empleados retirando sus nóminas. Esperé pacientemente en la fila.
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—Hola —llamó una voz profunda bien cerca de mi oreja. Un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Me giré y di de frente con un sonriente Max—. ¿Animada con tu primer cheque de pago? —¡Mucho! Y tú no tienes más esa cara de quien se está muriendo. —No lo estoy… creo. ¿Cómo está tu brazo? —preguntó solícito. —Está bien, gracias por preguntar. Te regresaré el pañuelo después de mandarlo a lavar. —No te preocupes. Escucha, estuve pensando si tú no... —Alicia Moraes de Braganca y Lima —llamó la secretaria bajita de nariz achatada. —Soy yo —le dije a Max y me dirigí hasta el mostrador para retirar mi sobre. Sonreí para la mujer, sintiéndome victoriosa. Era mi primer pago. Pago de verdad, ya que el anticuario no era bien un trabajo. Trabajé mucho en esta empresa. Merecía cada centavo. Di solo dos pasos antes de abrir el sobre y ver un papel extraño lleno de números y letras. Miré el papel, pensando que podría significar. Desistí de intentar adivinar y regresé al mostrador. —Ahh… Disculpa pero… ¿qué es esto? —Coloqué el papel en la cara de la secretaria. —Es tu salario —dijo lentamente, como si fuera una débil mental. Miró a la fila y llamó—: Maximus Cassini. —¿Dónde? —pregunté, examinando mi cheque de pago una vez más. —Justo allí —respondió, señalando los números al pie de la página.
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—¿Esto no es mi número de registro en la empresa o algo así? —No. Ese es tu salario. —Debe ser un error —solo podía ser un error. ¡Tenía que ser! —Déjame ver —ella tomó el papel, lo analizó durante medio segundo y después me lo devolvió—. Está correcto. Es el valor que las asistentes reciben por el servicio. Normalmente no tiene tantos descuentos por retrasos, pero el valor integral es el mismo. —¡Pero esto es una miseria! ¿Cómo esperas que sobreviva con esto? Gasté el doble de esto la noche pasada. —Nadie lo duda. —Max comentó a mi lado—. Por la foto en el periódico, te divertiste mucho. —Cierra la boca Max —dije sin pensar. Él sonrió irónico y cruzó los brazos sobre su pecho. —No es tan poco —argumentó. —¿No lo es? —Acerqué los números a su cara—. ¿Cómo viviré con esta propina? No pago ni los gastos de mi auto. —Deshazte de él. —Se encogió de hombros, pero frunció el ceño cuando analizó mi clase social. —¿Cómo? —pregunté indignada—. ¿Deshacerme de mi cupé, roja y potente? ¡Nunca! ¡De ninguna manera! Hoy cogí un autobús, ¿sabes lo que es eso Max? ¿Tienes idea de cuantos empujones llevé y de cómo estaba oliendo mal cuando bajé, porque un gracioso que aparentemente no se baña hace una semana aprovechó la ocasión para toquetearme? ¡Aquello es el infierno! Él no pareció asustarse con mi ira. En realidad, parecía divertirse.
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—La mayor parte de la población no tiene problemas en usar el transporte público —señaló. —¡La mayor parte de la población no tiene una cupé como la mía! Él se rio. En eso tienes razón. Cerré los ojos y presioné las sienes con los puños. Me volví para la secretaria de RRHH. —Necesito más dinero —pedí—. ¿Dónde está la Plumero? —¿Quién? —preguntó confundida. —Alicia debe estar refiriéndose a Janine, Marcia. —Max intervino, luchando para no reír y fallando vergonzosamente. —Ah. Janine está en un congreso. Reestructuración de RRHH. —Marcia le dijo a él. —Necesito más dinero —repetí. —Lo siento mucho —pero ella no parecía sentir nada—. Intenta no llegar tarde y no tendrás tantos descuentos. Miré la hoja de pago, había muchos descuentos, uno de ellos enorme. —¿Por qué este descuento es tan grande? —Es el INSS, seguro social —ella explicó un tanto impaciente. —Yo no necesito seguro social —le pasé el papel—. Puedes devolverme mi dinero. Max suspiró a mi lado.
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—Alicia, no es opcional —él comenzó—. Eres una empleada registrada. La empresa tiene el deber de pagar tus derechos. Es para tu futuro. —No tengo tiempo de pensar en el futuro. Quiero mi dinero ahora — retruqué. —Para de comportarte como una niña caprichosa —dijo él sin rodeos. —¡Para de meterte en mi vida! —Me enderecé sacando pecho. —¿Por qué no llamas al Dr. Clóvis? —Marcia sugirió obviamente queriendo que yo desaparezca de allí y terminar con el tumulto—. Él puede explicarte mejor. —Seguro que haré eso. ¡Y el INSS me devolverá todo mi dinero mañana! ¡Ni un día más! —Y pasando el bolso sobre mi hombro, dejé la sala con la dignidad que me quedaba. Llamé a Clóvis aun en el ascensor. Repetí las mismas frases indignadas, resaltando el robo del INSS, pero él apenas suspiró, nada conmovido. En verdad, parecía bastante irritado, pero indignada como estaba, no le presté atención. Él dijo que aquella era la remuneración que mi abuelo había estipulado y que no podía hacer nada al respecto. Yo estaba segura que él podía hacer algo. Solo que no quería, lo que me dejó aún más enojada. Mari me encontró despotricando en la calle. Le conté lo que acababa de suceder y, para mi total consternación, ella lanzó una risa estrepitosa. —Solo tú puedes ir contra una ley laboral. —No es justa Mari —crucé los brazos—. El dinero es mío. Trabajé. Pasé mis días enterrada en esa empresa. ¡El gobierno no hizo nada! —La mayoría de las personas respeta mucho el INSS y sus beneficios, Lili. El gobierno hará su parte en su debido tiempo —ella frunció la frente y agregó—: O por lo menos debería.
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—Tengo que hacer alguna cosa. Tengo que solucionar esto. No puedo continuar así, viviendo en la miseria. Necesito ropa más formal, necesito pagar el estacionamiento donde dejé el Porsche y colocar combustible en ese tanque infinito, ¿y sabes cuánto dinero tengo? ¡Esta miseria, pero solo mañana porque el dinero todavía no compensó!
—le mostré mi cheque de pago.
Su ceño se frunció. —La cosa está fea por tu lado, amiga. Puedo prestarte hasta… —¡No! Tomar dinero prestado es lo mismo que admitir que soy la chica inmadura que mi abuelo dijo que era en aquel maldito testamento. Tengo que arreglármelas sola, Mari. Soy adulta, inteligente y responsable. Necesito encontrar una solución. Lo ideal sería anular ese maldito testamento, solo que no sé cómo. No sin denigrar la imagen de mi abuelo. ¡No puedo ni siquiera pagar un abogado para que me ayude a encontrar la salida, caramba! —¿Por qué no publicas tu auto? Vale una fortuna —ella sugirió. —¡Tú también! No voy a publicar y ni… —fue entonces que supe lo que debía hacer. En aquel instante, supe como saldría de esa pesadilla—. ¡Eso es! Mariana Goncalves, eres un genio. Detente en el primer puesto que encuentres. Necesito un periódico. —¡Pero acabas de decir que no venderás tu auto! —Ella señaló, sin entender todavía el plan genial que se formaba en mi mente. —No venderé mi auto —sonreí—. Alquilaré un marido.
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Capítulo 8 Traducido por vecina Corregido por Yanii
Tendría que haberme dado cuenta que algo andaba mal cuando entré en la mansión y vi a Clóvis de pie en el centro de la sala. Debería haberlo notado. —¿Puedes explicarme que significa esto? —dijo él en un tono nada cordial, mostrándome el periódico del día. Allí estaba yo completamente borracha sobre la barra del bar. Gruñí. —Mira, Clóvis. Bebí un poco demás ayer y alguien debe haber sacado esa foto y entreg… —¿¡Entonces es esto lo que tú andas haciendo cuando pasas las noches fuera de casa!? —interrumpió, colérico—. ¿Es a esto a lo que te has dedicado, Alicia? ¿Interpretando el papel de una… de una chica de citas? —¡Ei! ¡Espera un momento! ¿Quién te crees que eres para hablar así conmigo? —¡Soy tu tutor! —Gritó, arrojando el periódico en el sofá de cuero blanco—. ¿Cómo puedes hacer algo así, Alicia? ¿No te das cuenta lo que los periodistas hacen? ¡Ellos vincularon tu comportamiento al nombre de tu abuelo, a las empresas de tu abuelo! ¿Tú crees que esa es la imagen que el Conglomerado Lima espera tener frente a sus clientes? ¿Crees que es para esta borracha que los empleados quieren trabajar? ¿Crees realmente que algún día serás capaz de cuidar de todo lo que tu abuelo dejó? Tengo mis serias dudas. Me aparté ligeramente. —La culpa no es mía. La prensa es libre de escoger lo que quiera, lo sabes. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Si tú no les das motivos, ellos no tendrían nada que escribir. Te prohíbo que te comportes de esa manera. Te prohíbo salir de esta casa. —¡Tú no eres mi abuelo! —respondí—. Soy mayor de edad, dueña de mi nariz. Hago de mi vida lo que yo quiera. —No mientras estás bajo mi custodia, viviendo bajo mi techo. Fue entonces que todo se volvió rojo delante de mí. Me aproximé a él hasta que nuestras narices casi se tocaban. —Eres tú quien vive bajo mi techo, no al contrario. No estoy bajo tu custodia. Los bienes de mi abuelo lo están, no yo. Mi abuelo pudo haber dejado todo en tus capaces manos, Clóvis, pero tú no puedes controlarme. ¡Ni lo intentes! —Si fuera necesario, alertaré a los de seguridad para que no te dejen salir de esta casa. Por lo menos así sabré que no te estás metiendo en problemas. —¿Realmente crees que puedes encerrarme aquí? Él levantó su barbilla, enfrentándome con los ojos obstinados. —Haré lo que sea necesario. —Ok —entrecerré los ojos y lo enfrenté durante más de un minuto antes de girarme y subir las escaleras con calma. En cuanto cerré la puerta de mi habitación, agarré el móvil—. Mari, necesito ayuda. —Le conté todo lo que había sucedido. —¡Qué absurdo! ¿Quién se piensa ese idiota que es? —Se quejó—. Toma todo lo necesario y ven a mi casa. Te quedarás aquí durante un tiempo. Más de la mitad de tu ropa ya están aquí. Respiré aliviada. —Sabía que me dirías eso. ¡Gracias! ¿Pero a tu madre no le molestará? — pregunté.
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—¡Lili, tengo 25 años! La casa también es mía —igual ella dudó—. Pero no cuesta preguntar, ¿no? Asentí, aunque ella no podía verme. Mientras escuchaba a Mari gritar a su madre, me obligué a entrar en mi closet y coger el máximo de ropa y zapatos que pudiera. Limpié también el baño, metiendo todo en la mochila. —Todo en orden. ¡Seremos compañeras de cuarto! —dijo al teléfono, animada. —Genial —respondí, menos animada. Sabía que sería un estorbo, pero no tenía alternativa en ese momento—. Gracias, Mari. —Podré cuidar de ti ahora. ¡Será lo máximo! ¡Nunca más te retrasarás para nada, Lili! —Ah, qué maravilla —puse los ojos en blanco—. Estaré allí en veinte minutos. Clóvis aún estaba en la sala de estar cuando bajé con la mochila en mis hombros, e hice lo mejor que pude para ignorarlo. —¿Dónde te piensas que vas? —gritó enfurecido. —No es tu problema. —¡Tú no saldrás de esta casa! A pesar de la rabia que sentía, me volteé para admirar por última vez el que fue mi hogar durante los últimos veinte años, ignorando al hombre regordete y su rostro morado de rabia. Me dirigí al mueble del hall de entrada y tomé el portarretratos. —Ustedes vienen conmigo —murmuré para las caras sonrientes de mis padres, abuelo, yo aún pequeña en su regazo y Chantecle, mi gatito siamés que
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huyó de la casa después que había intentado bañarlo—. Y ni se te ocurra sonreír, Sr. Narciso, porque todavía estoy furiosa con usted. —¡Alicia, no saldrás de esta casa hoy! —Clóvis gritó—. ¡Vuelve aquí, niña testaruda! Pero ya estaba fuera, yendo al garaje, sintiendo la brisa del inicio de la noche acariciar mi cara, y, por primera vez desde que mi abuelo se fuera, me sentí feliz. Admiré mi hermoso Porsche rojo y suspiré. Amaba ese auto. Mari me había dejado en el estacionamiento cerca de la balada poco después de detenernos a comprar el periódico. Ella volvería a casa y yo vaciaría mis bolsillos para rescatar mi cupé. Fui obligada a parar en el puesto de gasolina para abastecerlo antes de continuar para casa de mi amiga. Aún estaba recordando la conversación con Clóvis, preguntándome si me había excedido, pero llegué a la conclusión que actué correctamente. Ni mi abuelo intentó imponerse de aquella manera. En la tentativa de cumplir su función de tutor, Clóvis se había excedido, no yo. Bueno… no mucho. Entregué la tarjeta de crédito al empleado y esperé un poco impaciente que él terminase la transacción. —Rechazada —habló el muchacho, devolviéndome la tarjeta con una sonrisa en su rostro. Fruncí el ceño. Estaba segura que no me había excedido con mi Amex. Entregué la Visa y esperé, pero, cuando sus ojos se volvieron hacia mí rápidos y desconfiados y su sonrisa desapareció, noté que estaba en problemas. —No tengo idea lo que está ocurriendo —expliqué—. Debe ser un error del sistema o alguna cosa así. Tengo límite en esas tarjetas. —¿Qué tal usar otra forma de pago? ¿Cuál? Quise preguntar. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Ahh… Estaba exactamente yendo al banco a sacar dinero. ¿Quieres intentar con Mastercard? —Escucha, muchacha. Si tú no pagas lo que debes, será de mi salario que van a descontar el valor, entonces no intentes engañarme, ¿ok? —¡Ei! ¡Mira mi auto! Está a la vista que es un error del banco. ¿Tengo cara de estafadora? —A decir verdad, la tienes —dijo él, cada vez más impaciente—. ¿Y ese auto realmente es tuyo? Era lo que me faltaba. —¿Estás intentando decir que lo tomé prestado por ahí? ¡Esto es un Porsche! ¿Quién prestaría un Porsche? Él se encogió de hombros. —¿Cómo pagarás, muchacha? Rebusqué en el bolso en busca de algo que sabía que no encontraría. Solo había monedas. Mierda. Mierda. Mierda. —Intenta con esta, por favor —le entregué la tarjeta salario abierta por la empresa a mi nombre, aunque sabía que estaría sin saldo hasta media noche. Oh, Dios, ¿cómo pagaría la gasolina? —Muy bien, muchacha. Rechazada también. Sal del auto. Suspiré, pero salí. —Está bien. ¿Puedes llamar al gerente para que me explique lo que está sucediendo? —pedí.
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—Seguro. Pero me quedaré con la llave del auto como garantía. —Agitó mi llavero de cerdito de peluche. —¡Pero no huiré! —Intenté agarrarlo de vuelta. —¿Qué está sucediendo? —preguntó otro empleado. —La muchacha aquí llenó el tanque y no tiene dinero para pagar —él se movió, impidiéndome arrancar el llavero de su mano—. Y huirá si le entrego las llaves. ¡Llama a Fernández antes que escape! —¡Paren con esto ahora! —El otro empleado ordenó—. Están asustando a los clientes. —No huiré —objeté, irritada—. Es él el que saldrá de aquí con mi cupé. — Dije al muchacho más bajo que asistía a todo, incrédulo. Traté nuevamente de agarrar mis llaves, pero el muchacho me esquivó otra vez. Me detuve—. Regrésame mis llaves y no me obligues a hacerte daño. —Paga lo que debes y te las regreso. Avancé sobre él. Pero una voz profunda y grave me hizo detener. —¿Problemas, Alicia? Oh, Dios, ángeles, querubines, hadas, cualquiera con poderes allí arriba, no permitan que sea él. ¡No permitan que sea Max! Cuando levanté los ojos sobre el brazo del empleado, vi que mis plegarias no fueron escuchadas. —¿Necesitas ayuda? —Una ceja se arqueó. Él trataba de esconder una sonrisa, pero allí estaba, en sus palabras, en sus labios y en aquellos ojos verdes irritantes. Me enderecé, alisando mi blusa, con el máximo de dignidad que pude reunir.
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—No. Todo está bajo control. —La muchacha llenó el tanque y no tiene dinero para pagar —dijo el empleado—. Ella quiere… ¡Ay! —Mi codo accidentalmente impactó en sus costillas. —Ah —exclamó Max, y la sonrisa se amplió. —No es así —comencé, avergonzada, mirando mis zapatos negros—. Hay algo mal con mis tarjetas. Debe ser un problema en la central o algo así. Es solo eso. Hablaré con el gerente y le explicaré todo. —¿Cuánto debe? —Max quiso saber, dirigiéndose al empleado e ignorándome intencionalmente. Levanté la cabeza en un instante. —Tú no harás eso, Max. ¡Es asunto mío! —Exclamé, mientras el empleado decía el valor. Él sacó la billetera del bolsillo. —Ahora entiendo tu desesperación esta tarde, cuando viste tu cheque de pago. ¿Un tercio del salario solo para abastecer el auto? —Antes que pudiera detenerlo, él entregó el dinero. El empleado me lanzó una última mirada acusadora antes de devolver mis llaves y alejarse. —¿Cuánto tiempo te durará ese combustible? —preguntó Max. —Unos cuatro días, más o menos, si lo uso en la mañana. Él silbó. Mirando el suelo, mortificada, me obligué a decir: —Gracias, Max. No necesitabas haber intervenido. Lo iba a solucionar. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Cómo? Me encogí de hombros. —Todavía no había llegado a esa parte del plan. Él rio, y eso me hizo levantar la cabeza y mirarlo. —¡No fue gracioso! —exclamé. —Ah, sí lo fue. Verte saltando encima del muchacho fue muy gracioso. — Palmeó mi brazo con el dedo índice de manera amigable. Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo—. Estaciona el auto y ven a tomar un café conmigo. —No iré a ningún lugar contigo. —Yo llené tu tanque, Alicia. Lo mínimo que puedes hacer es acompañarme a tomar un café. Avergonzada y maldiciendo a mi abuelo por todos los problemas que me había dejado, entré en mi cupé y la estacioné. Max me esperaba en la entrada. —No te dolerá nada, lo prometo —él se burló al notar mi molestia. —¿Quieres apostar? —pregunté. Él sonrió y por alguna razón aquello me perturbó profundamente. Era una sonrisa cínica, feroz y, de cierto modo, llena de secretos. Me inquieté, moviéndome en mi banqueta alta al lado de Max, esperando impaciente la porquería de café para poder salir de allí. —En cuanto tenga mi salario, te devolveré el dinero —avisé. —No es necesario. Considera esto como un pedido de disculpas formal. —Max…
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—Estoy hablando en serio. Estoy feliz de poder ayudarte. —Sus ojos verdes eran claros, sinceros. —¿Y puedo saber por qué? Finalmente nuestros expresos fueron colocados al frente. Él levantó sus hombros. Mientras colocaba dos sobres de azúcar al suyo. —Puedes llamarlo cargo de conciencia. No me comporté bien contigo cuando nos conocimos. Estoy tratando de compensar mi falta de tacto. —Es lo que parece. Y eso me asustaba un poco. Él sonrió sacudiendo la cabeza y probó el café. Hice lo mismo, solo para tener algo que hacer además de admirar su perfil. Por más que no gustara de él, y no me gustaba, tenía que admitir que Max era un hombre… presentable y ah… un poco interesante. Había algo de inquietante en sus ojos. El silencio entre nosotros también era inquietante. No entendí por qué insistió en invitarme a un café si permanecía callado. Tragué apurada la bebida caliente, quemándome la lengua en el proceso, y salté de la banqueta. —Bueno, gracias por el café y por la gasolina, pero debo irme. Mi amiga me está esperando. —Para otra noche sobre la barra, supongo. Estreché los ojos. ¿Por qué Max siempre decía la cosa errada? —Eres un imbécil, ¿sabías? —Fue bueno verte también, Alicia —dejó el dinero sobre la barra y me acompañó callado hasta el auto. Max era muy alto, y todo aquel tamaño me intimidaba un poco. Me sentí una idiota allí, parada frente al auto, sin saber que decir o donde colocar las manos. Fue él quien decidió poner fin a aquella agonía. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Te veo mañana —colocó las manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a alejarse. Me quedé observando su andar seguro, determinado, hasta que entró en su SUV oscuro y se marchó. Solo entonces me obligué a entrar en el auto y alejar de mi cabeza a Max y sus ojos irritantemente hipnóticos, y me dirigí a mi nueva casa. Ana fue muy comprensiva y me recibió con entusiasmo. Mari estaba un poco preocupada. —¿Por qué demoraste tanto, Lili? —Problemas en el puesto de gasolina, pero ya está resuelto. Me llevó hasta su cuarto después de obligarme a comer algo y me ayudó a acomodar mis cosas. Conversamos un poco sobre como Clóvis sobrepasó todos los límites y luego caímos en la enorme cama de matrimonio. En la oscuridad, traté de no pensar cuanto estorbaría a Mari y a Ana. En vez de eso, me concentré en el plan para recuperar mis derechos de heredera; con suerte, esperaba librarme de aquella pesadilla y recuperar no solo mi fortuna, sino un poco de dignidad. No podía esperar que amanezca para saber si todo saldría conforme lo planeado. Sin embargo, eso fue todo lo que pude conjeturar antes que una imagen insistente se infiltrase en mi cabeza y, luego, dominase mi mente por completo. La última cosa que pensé antes de caer en un pacífico sueño fue en un bello par de ojos verdes, que ya no me parecían tan hostiles.
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Capítulo 9 Traducido por vecina Corregido por Yanii
—¡Ah, Dios mío! —exclamó Mari al abrir el periódico y leer la sección de clasificados—. ¡Tú no has hecho esto! —¿Quedó bien? Me lanzó una mirada severa antes de comenzar a leer en voz alta, sentada en la mesa de la pequeña, aunque organizada cocina. “Se busca marido para corta temporada. Hombre entre 21 y 35 años, que tenga vivienda propia y empleo estable, disponible para matrimonio. Buena presencia no es exigida. Presentación de certificado de antecedentes criminales obligatorio. Casamiento de apariencia. Sexo está excluido del acuerdo. Se pagará bien al término del contrato. Tratar con Lili al teléfono…” —¿Qué opinas, Mari? —pregunté, mordiéndome las uñas. —¡Creo te has vuelto loca! —Bajó el periódico—. ¿Cómo vas a pagarle a alguien para ser tu marido? ¡Tú estás más pobre que el palo de mi madre! Suspiré exasperada. —Al final del acuerdo, ¿no has prestado atención? Cuando tenga mi fortuna de vuelta. Ella puso los ojos en blancos y bufó. —¡Estás locas, solo puede ser eso! —Loca no, desesperada —argumenté—. Ahora solo hay que esperar para ver que aparece. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Lili —ella inspiró profundamente, mirándome con determinación—. No puedes casarte con un total desconocido. ¡Es una locura! —¿Y por qué no? El matrimonio concertado fue una práctica muy común y exitosa en el siglo pasado. —¿Exitosa? Mi Dios, ¿de dónde sacaste eso? Las personas eran infelices, y los maridos tenían montones de amantes. —Golpeó la mano fina sobre la mesa de manera imperiosa—. ¡Y las cosas cambiaron! El mundo cambió. No puedes vivir con un hombre del que no sabes nada, o peor, que tú ni conoces. ¡Puede ser un psicópata, un pervertido o cosas peores! Puse los ojos en blanco. —¿Crees que no sé eso? Fue por eso que pedí los antecedentes criminales. Su boca se abrió en shock, y la rabia se estampó en sus delicadas facciones. Pero entonces se recuperó, lanzándome una mirada llena de burla. —¿Y tú presentarás los tuyos? —arqueó una ceja desafiantemente—. Porque dudo que algún hombre quiera casarse con una mujer que estuvo presa en todos los rincones del planeta. —¡Yo no estuve presa en todos los rincones del planeta! —reclamé ofendida—. Solo aquella vez en Ámsterdam… y aquella en Túnez. Y… una en Bulgaria. Pero fue todo un mal entendido. ¿Cómo iba a saber que no podía llamar al policía hijo de puta fascista? ¡Él quería confiscar mi MP3, por el amor de Dios! Además de eso, soy yo la que está alquilando un marido, no necesito presentar nada —sonreí animada. Cumpliría la cláusula impuesta por el abuelo, ¡pero a mi manera! Mari se reclinó en la silla, pasando la mano por su cabello negro. —Si es así, ¿no sería más seguro casarte con alguien que conoces? ¿Un amigo o ex novio?
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—¡De ninguna manera! Un ex novio comenzaría a tener ideas después de un tiempo. Un amigo probablemente tendría ideas antes incluso que yo dijera sí ante un juez. Complicaría todo. Un conocido podría dejar escapar alguna cosa por ahí sobre mi tentativa de burlar el testamento. Con un extraño no corro ese riesgo. Son apenas negocios. Es el plan perfecto. —Vale. Vamos a suponer que tengas razón y que alguien te contacte. ¿Quién responde a anuncios de este tipo? Gente normal seguro que no. —No lo sé —suspiré pesadamente—. Alentaré a que alguien responda. Ese anuncio costó muy caro. Tuve que usar la tarjeta de crédito para pagar el periódico de ayer a la tarde, y gracias a Dios todavía funcionaba. No pienses que estoy feliz con esto, Mari. Yo no elegí nada de esto. Solo estoy siguiendo la corriente y girándome como puedo. Ella sacudió la cabeza, haciendo ondular sus largos cabellos. —Tú estás realmente loca. Vamos ya al trabajo antes que llegues tarde otra vez y tengas más descuentos en tu salario. —No te enojes conmigo —pedí, colocando el bolso sobre el hombro. —No estoy enojada. Estoy preocupada. Suspiré. —Lo sé. Prometo estar atenta a cualquier señal de peligro. Ella sonrió, tristemente. —Eso es lo que más me preocupa. A ti te fascina el peligro. Felizmente, llegué dos minutos adelantada y, por primera vez, entré a la hora correcta. ¡Y el mundo estaba lleno de gente loca! Antes incluso que Joyce me mandara una vez más a los confines de la sala de la copiadora; lo que encontré totalmente injusto, ya que no me atrasé ese día, había marcado un encuentro con mi posible futuro marido. A pesar de estar puta de la vida por haber estado todo el Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
día colocando papel en la estúpida máquina, no se pasaban más las horas, ansiosa de ver los resultados de mi plan. A la salida del trabajo, recibí algunas llamadas. Max estaba en el ascensor conmigo, y fue difícil agendar los encuentros sin que él lo notase. Por algún motivo me pareció… mal que supiera de mis planes, pero justifiqué eso con el sabio pensamiento de que, si él descubriera lo que estaba preparando, me denunciaría con Clóvis. Tenía cinco posibles futuros maridos en la mira. Era solo una cuestión de tiempo que mi vida volviera a estar en sus ejes. Me encontré con el primer candidato aquella misma tarde, en el café cercano a casa de Mari. No sería loca de llevar a un extraño a casa de ella, claro. No fue difícil identificarlo, porque me había pasado su descripción física, y le pedí que tuviera el periódico en las manos. —Lili, me imagino —dijo el hombre de unos cuarenta años cuando me paré frente a su mesa. Su aspecto era tan horrible como su lengua atada. Los cabellos engrasados tenían una capa de caspa que recubría los costados y la nuca; las gafas enormes y profundas no ayudaban a disimular las orejas de abanico. Y, por alguna razón, olía a naftalina. No es que eso importara, en definitiva no estaba buscando ningún príncipe encantado. Pero toda esa caspa era medio… repugnante. —¿Mauro? —Fi-fí —se rió nervioso, haciendo un oinc-oinc. Ah, Dios. —¿Has traído… el certificado? —pregunté, mientras me sentaba del otro lado de la mesa. Él asintió rápido, entregándome el papel un poco arrugado. —Yo nunca pisé una comisaría. Fui un hombre muy honesto.
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—Claro —dije, examinando su ficha de antecedentes criminales, una hoja totalmente en blanco. Imaginé que la mayor audacia de Mauro alguna vez cometió fue haber salido de casa sin cepillarse los dientes—. Humm… ¿Por qué quieres casarte? —Y-yo prefiedo una novia. Mi madre eztá volviéndome loco —me hizo un guiño. Reprimí un gemido. —Ah… comienzo a entender a tu madre. ¿Pero tú vives solo, cierto? —se removió en su silla. —Prácticamente. Mi habitación tiene aczezo directo a la zalida del garaje. Ni te cruzaráz con mi madre. —Quiere decir que tú imaginaste que dormiríamos en el mismo cuarto — constaté, cruzando los brazos. —Bueno… zí, zí. Tú dijizte que zexo no hazía parte del acuerdo. Penzé que con dormir no habría problemaz —levantó los hombros. —¡Ah, hay! ¡Sí hay! ¡Hay mucho problema! —Yo zoy muy fázil de llevar —sonrió nervioso—. Ni notaráz mi prezenzia. Dudaba mucho. —Zierto… Quiero decir, cierto —¡Esa cosa se contagia!— Tengo tu teléfono. Necesito entrevistar otros candidatos. Sabes cómo es… —me levanté y sonreí. Él se apresuró a ponerse de pie, chocando contra la mesa. —Y-yo tengo una renta muy buena. Podría llevarte al zine una vez por zemana. Podríamos zenar fuera ziempre que quizieraz. Tengo paze de bebida ilimitado.
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—Lo tendré en cuenta. —Terminé y me obligué a caminar tranquila en dirección a la salida. Mari todavía no había regresado a casa cuando volví de mi primer encuentro. La consultoría estaba lleno de clientes con planes de salud, claro, debido a la ola de calor que se instaló en la ciudad. Aparentemente, todo el mundo quería exhibir el cuerpo en forma los próximos meses. Ana estaba preparando algo con un aroma muy bueno para la cena cuando me vio recién bañada y buscando algo en mi bolso. —¿Alicia, vas a salir? Acabas de llegar. —Ella señaló. —Tengo una entrevista. —¿De empleo? —Su frente se frunció. —Puede ser que sí. —Y recé para tener más suerte esta vez. En una delicatesen allí cerca, me encontré con Anderson, un muchacho bastante bonito, a pesar de la baja estatura. Su ropa era bien normal. Suspiré aliviada. —Aquí está la información —dijo, deslizando la cantidad de antecedentes criminales por la pequeña mesa de madera color miel. No estaba preparada para eso. —Ah… Fuiste preso por portación ilegal de armas —constaté, un poco incómoda. —Debería haber arrojado esa cosa al río. Fui estúpido —comentó, desinteresado. —¿Tres veces? —Sí —levantó los hombros—. Mala suerte. —Hummm… —Corrí los ojos por el documento de tres páginas y se lo devolví rápidamente—. ¿Por qué respondiste al anuncio? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Dijiste que pagas bien. —Sí, pero acá dice —señalé al documento— que intentaste agredir a tu esposa. Eres casado. —En realidad, soy viudo. Un accidente, pobrecita. Ella terminó cayendo encima de un cuchillo —dijo, indiferente. ¡Dios mío! —Ok. Necesito ir al baño. Él sacó un cigarro ¡de marihuana! del bolsillo de la camisa. —Tranquila —dijo y sonrió. —Ajá. —Fue todo lo que pude responder antes de salir corriendo de allí. Todavía estaba temblando cuando le conté todo a Mari. —Te avisé, ¿recuerdas? ¿Pero tú no me escuchaste? ¡Claro que no! —Iba de un lado a otro en el cuarto, abriendo y cerrando cajones y puertas y arrojando una cantidad inmensa de ropa sobre la cama grande, que compartimos desde la noche anterior. —Fue falta de suerte. Mauro era inofensivo. Medio sucio, pero no dañaría ni una mosca. Este Anderson solo fue un golpe de mala suerte. Solo eso. —Si continuaba repitiendo eso, me lo terminaría creyendo hasta yo misma. —¡O quizás fue una señal para que te olvides de esto! —Señaló ella—. ¿Qué opinas de este? —Me mostró un vestido simple negro, con tiras finas. —¡Sexy! —¡Perfecto! —Comenzó a ponérselo—. Por lo menos deberías haber preguntado muchas más cosas antes de encontrarte con ellos.
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—Ah, no, Mari. Sin sermones. Todo lo que quiero es caer en la cama y descansar. Mis dedos están latiendo. Esa copiadora está terminando conmigo. Creo que nunca más podré tocar el piano. —Tú no tocas el piano. Nunca soportaste las clases. —Sí, pero si supiera no podría… —mostré mis manos arruinadas—. Mis uñas están destruidas. Necesito librarme de Joyce. —Lo veo difícil. ¿Ella está en la L&L desde cuándo? ¿Desde el Big Bang? —Por ahí —reí. —¿Y ese hombre? ¿El que detestas? ¿Dejó de molestarte? —Comenzó a aplicarse camadas de máscara de pestañas. —¿Max? Ni me hables —Me tiré en la cama y abracé la almohada contra el pecho—. Me vio toda atrapada con la copiadora y solo se rio. Juro que no le arrojé un zapato en esa cara depravada porque tuve miedo de acertar en el vidrio detrás de él y que me lo descontaran del salario. ¡Detesto a ese hombre! —Pero dijiste que fue bueno contigo ayer —ella aplicó una camada generosa de gloss rojo en los labios—. Pagó tu combustible y te invitó un café. No puede ser tan malo como dices. —Max es bipolar. O loco. Tal vez las dos cosas. ¿Dónde vas? —Me encontré con Breno en la salida del trabajo. Me invitó a salir. Decidí aceptar esta vez —comentó casualmente. ¡Demasiado casualmente! —Salir tipo… —Salir tipo —mostró una sonrisa enorme y giró con los brazos abiertos—. ¿Cómo estoy?
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Los cabellos negros, que llegaban a la mitad de la espalda, parecían emitir luz propia. Los ojos castaños brillaban de sensualidad y misterio. El vestido negro recto marcaba las generosas curvas y, junto a la sonrisa angelical, la dejó sexy, fatal. Pobre Breno… —¡Deslumbrante! —¿Sí? ¿Este vestido no me hace gorda? Mari siempre tuvo sus complejos con relación al propio peso. Tenía una visión distorsionada de su cuerpo, pero nunca lo admitió. Por eso, cuando me contó que planeaba cursar nutrición, creí que era una buena idea. Tal vez eso la hiciera entender de una vez por todas que las mujeres con cuerpo de violín no son necesariamente gordas. Sin embargo, el tiro salió por la culata, porque el entra y sale de mujeres anoréxicas en su consultorio terminó haciéndola sentir enorme. Lo más gracioso era que ella y yo teníamos prácticamente el mismo peso, siendo ella unos buenos centímetros más alta, pero siempre me encontró demasiado delgada. Vivía calculando mi IMC, preocupada que yo pudiera estar debajo del peso saludable. ¡Vaya uno a entenderla! —No eres gorda. ¡Qué manía! —Deséame suerte. —No necesitas suerte, tienes todo el resto. ¡No matarás al pobre de Breno! Es buena gente, bien allá en el fondo… —Lo intentaré —me abrazó antes de salir del cuarto en una nube de euforia. Arrojé el lío de ropa sobre el sillón y volví a la cama, esperando tener una noche vigorizante. Ni llegué a cerrar los ojos que me dormí; segundos después, estaba en casa. No en casa de Mari, en mi casa. Todo en la mansión estaba más claro, más blanco y brillante que de costumbre. Una figura me observaba, inmóvil. Los brazos estaban cruzados sobre el pecho. El rostro, fruncido en una mueca triste. Me tiré contra él inmediatamente, abrazando su cintura, enterrando la cabeza en su pecho. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡Sentí tanto tu falta! —lloré. El abuelo no respondió, pero pasó la mano delicadamente en mi cabeza. —¿Estás bien? —pregunté. Ninguna respuesta. Levanté la cabeza para observarlo. El abuelo Narciso estaba triste. —¿Estás triste? Esa vez él asintió. —¡Oh, Dios! ¿Has ido al piso de abajo? —pregunté horrorizada. Suspiró y sacudió la cabeza. Suspiré también y me solté de él, retrocediendo, súbitamente consciente de la confusión en que él me dejaba. —Muy bien, Sr. Narciso. Tengo algunas cosas para discutir con usted. ¿Sabía que me dejó en una situación bien difícil? Aun no puedo creer que dejaste ese testamento. Confiaba en ti. Pensé que me protegerías. Pero no. Me arrojaste a los lobos, y eso no fue bueno. Él continuó impasible. —Vale. Estoy tratando de arreglar todo el lío que has dejado —me encogí de hombros, siguiendo con el monólogo—. Al estilo Alicia. Lentamente, levantó el brazo y colocó la mano sobre mi hombro. Esperé ansiosa cuando vi sus labios entreabrirse. —La victoria está reservada para aquellos que están dispuestos a pagar el precio — susurró con la voz cariñosa y suave. Entonces desperté.
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Capítulo 10 Traducido por vecina Corregido por Liraz
—¿Qué tienes hoy muchacha? —cuestionó Joyce, arrojando una infinidad de documentos sobre mi pequeña mesa. Aparté un poco los papeles, para que no se mezclaran con los que estaba organizando. Había armado suficiente confusión con los contratos por un día—. Tú estás más distraída que de costumbre. —Yo… soñé con mi abuelo —me escuché diciendo. Ella frunció la frente. —¿Eso es malo? —No sé —respondí sinceramente—. Él estaba triste y creo que era conmigo. —¡Noooooo! ¿Por qué él estaría triste? ¿Será a causa de la confusión sin tamaño que causaste con los contratos de los chinos, perdiendo todos los documentos recientes y dejando a la auditoría de la empresa de pelos parados esta mañana? —me encogí, un poco arrepentida por no haber prestado atención a lo que estaba haciendo cuando archivé los contratos el día anterior. Afortunadamente ahora tenía todo bajo control—. ¿O será que él estaba triste porque enviaste el email con la propuesta equivocada para nuestro cliente más importante de América Latina, y que, por otra parte, canceló el pedido de miles de cajas de productos? — ¿Cómo podría haber sabido que esos números no eran los valores de los productos y sí los códigos? No me sorprendía que el cliente hubiera desistido al ver aquella cantidad astronómica de ceros. Si alguien me hubiese explicado algo sobre planillas…—. No debe ser por eso. No tengo idea porque tu abuelo está enojado contigo. —El abuelo perdió el derecho de estar enojado conmigo cuando murió — gruñí.
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Por más que quisiera engañarme, sabía que la razón de la tristeza estampada en sus facciones no era ninguna de aquellas apuntadas por Joyce. No tenía nada que ver con los chinos o argentinos. Sin embargo, no estaba segura si había comprendido su última frase. La victoria está reservada para aquellos que están dispuestos a pagar el precio. ¿Qué quiso decir con eso? Sacudí la cabeza y me encogí de hombros. Fue solo un sueño. Los sueños normalmente son incomprensibles. Max entró en la sala, lo que hasta ese momento no había sucedido. Por lo menos desde que había comenzado mi esclavitud semivoluntaria en la L&L. —Joyce, necesito que arregles algunas cosas —pidió él, saludándome con un rápido movimiento de cabeza. Como si no me hubiera visto en aquella situación embarazosa en el puesto de gasolina algunas noches antes. Como si no hubiera pagado mi deuda y luego invitado a un café. Ella sonrió. Obviamente. ¿Quién no sonreía para el Sr-Yo-Soy-Maximus? —Por supuesto Max. ¿Qué necesitas? —preguntó, ofreciéndose gentilmente. —Todos los contratos de los chinos. Los antiguos y los nuevos, si es posible. Todo lo que puedas encontrar. Parece que A… —Me miró de costado y sacudió la cabeza—. Alguien armó una confusión y auditoría quiere abrir una investigación para apurar el caso. Los chinos están furiosos y amenazan con romper el contrato. Eso nos dejaría en pésima situación. Joyce arrugó más la cara. —Imaginé que las cosas empeorarían. —Ella me lanzó una mirada fría. —Mira, yo fui… —comencé. —Ahora no, Alicia. Ya causaste demasiados daños —me interrumpió Joyce. —Yo avisé que no era una buena idea dejarme sola con aquella cantidad de archivos —me defendí. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Y qué es una buena idea dejar cerca de ti, Alicia? Tú solo… —Él teléfono en su mesa sonó y corrió a atender—. L&L Cosméticos, buenos días. Mientras Joyce anotaba, sonriente, un montón de números y nombres, Max me observaba a la distancia. Me concentré en grapar los papeles y no los dedos. No me gustaba la manera como me miraba. Era extraño, invasivo, como si pudiera ver mi alma y no le gustara lo que veía. Por lo menos era lo que parecía. Él siempre tenía el ceño fruncido cuando me observaba. —Max —llamó Joyce—. Disculpa, pero necesito entregar algunos documentos al Dr. Clóvis con urgencia. ¿Puedes esperar un poco? El rostro de él se contorsionó con angustia. —Joyce, es muy importante encontrar esos contratos. No puedo esperar. —No será necesa… —intenté, pero ella me interrumpió nuevamente. —Disculpa, Max. Tendrás que hacerlo solo. ¿Por qué no llevas a la cabeza de viento? —ella señaló para mí—. Quien sabe ella recuerda donde guardó los contratos. —¿Ella? —preguntó horrorizado—. ¡Alicia apenas sabe sacar copias! Me erguí, pensando sí, en caso que grapase la cabeza de Max, las grapas serían descontadas de mi salario. Las posibilidades eran grandes. —Lo sé. Mil disculpas —dijo ella con pesar—. Si termino rápido lo que necesito hacer, te ayudaré. —Pero Alicia no tiene idea de lo que está haciendo aquí. Ella será… de poca ayuda. ¡Por favor, Joyce! Estreché los ojos. Que me descontaran las grapas. ¡Recibiría el castigo con placer!
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—Quizás ella recuerde en cuál de las carpetas y archivos colocó los contratos de los chinos. Vale la pena intentar. Lo siento mucho, Max. Debo irme. —Joyce se giró para mí—. Ayuda a Max y no arruines todo esta vez. —Y desapareció en el corredor. Él se quedó allí parado, mirando la puerta sin poder creerlo. Después presionó el puente de su nariz recta con el pulgar y el índice. —Muy bien, tendrás que ser tú —anunció, desanimado. —No tengo mucha idea, sabes. Además de eso, soy de poca ayuda, ¿no es así? Pero gracias por la invitación. Quizás otro día… —Y continué grapando los papeles tranquila. —Por favor, Alicia, no seas infantil. Irás a la sala de archivos a ayudarme. Ahora —Una vena pulsó en su sien. —Estoy ocupada, ¿no lo estás viendo? —Levanté la engrapadora. —¿Será que puedes entender que la empresa entrará en crisis si no presento esos documentos en media hora? —él vociferó—. Espero que estés feliz cuando la L&L quiebre y miles de empleados queden sin empleo. —Madre mía, pareces mi abuelo hablando. ¡Alicia la irresponsable, arruinando todo otra vez! Solo faltó la parte en que soy enterrada como indigente y mi alma queda vagando por ahí. —Engrapé el último block de hojas y miré el rostro irritado de Max—. ¿O esa sería la segunda parte de tu discurso? Él me miró por un instante. Su rostro era una máscara de furia e incredulidad. —Eres… —bufó y en seguida me dio la espalda. —Max —lo llamé. Se giró lentamente.
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—¿Qué? —dijo con los dientes apretados. Me levanté de la mesa, cogí el block de papeles debidamente grapados y me acerqué a él. Aplasté la pila de papeles contra su pecho. —¿Qué es esto? —Tomó la pila de papeles. Analizó la primera página, dirigió los ojos a los míos, después para los papeles, y comenzó a hojear todo—. Esto… esto… ¿está todo aquí? —Pasaba las páginas frenéticamente. —Y organizado en orden cronológico. No falta nada, puedes comprobar. Abroché todo porque creo que así es más fácil mantener todo junto. No sé como nadie pensó en esto antes. —Nos gusta usar carpetas con ganchos —balbuceó, parpadeando algunas veces, aún atónito, mirando los documentos—. ¿Pero… cómo… cuándo? —En cuanto llegué y Joyce me informó lo ocurrido, volví al archivo y busqué los contratos. Traté de avisar cuando ustedes tocaron el asunto, pero no quisieron escucharme. —Me encogí de hombros—. Lo que, de cierta forma, fue bueno. Me dio una buena perspectiva de lo que ustedes dos piensan de mí. Y solo para dejar bien claro, no soy burra. Apenas sabía lo que hacer, ya que nadie se tomó el trabajo de explicarme. —Me aproximé a él, mirándolo, hasta que mi nariz quedó a centímetros de su barbilla. ¡Caramba, él era enorme! Y me miraba también. Así de cerca, sus iris verdes parecían aún más lindos. Las pequeñas manchitas amarillas saltaban alrededor de ellos—. La de poca ayuda aquí acabó de salvar tu rabo. Una explosión de luz brilló en sus ojos. No sabía decir si era de furia, humillación, admiración u otra cosa. Parecía bastante alterado. —De nada, Max. —Sonreí—. Estamos a mano ahora. Con deleite, lo vi intentar decir algo, pero no pasó de un balbuceo incomprensible, lleno de “ahh” y “errs” y “yo-yo-yo”. Por primera vez, Max no
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tenía respuesta. Sonreí satisfecha y lo dejé plantado en el suelo de madera, con la sorpresa impresa en su cara. Nadie estaba obligado a almorzar en el comedor de la L&L, pero, a pesar de la comida ser intragable, la mayoría de los empleados preferían comer allí, ya que no necesitaban pagar por ella. Yo también optaba por el almuerzo gratis, pero aquel día tenía un candidato a entrevistar y estaba con un buen presentimiento. Fue fácil identificar a Leandro. Él usaba, como me había avisado previamente, camiseta negra y gorra, así que lo encontré rápido, sin embargo, mis expectativas comenzaron marchitarse. No era una camiseta y una gorra cualquiera, tenían diseños promocionales de la película Star Trek. —Vida larga y próspera —dijo él, extendiendo la mano en aquel saludo nerd extraño. —Ok, vamos a terminar con esto. —Me senté en la silla del bar. Tenía poco tiempo y casi nada de paciencia—. ¿Vives solo? —Vivo. Quiero decir, más o menos. Comparto el departamento con dos amig… —Chau. No era su culpa que yo estuviera saturada de hombres extraños. La verdad, la culpa era toda mía. Debería haber especificado en el anuncio: locos, no. Regresé a la L&L con mal humor e inquieta y permanecí así hasta el final del expediente. Detestaba cuando mis planes fallaban. Para peor, Clóvis llamó exigiendo que regresara a casa con él ese mismo día. Después de dejarle bien claro que no volvería, aún más ahora que tenía una perspectiva de salvación, con la cual él no podía ni soñar, apeló a mi buen sentido, diciendo que, si no volvía a casa y me metía en problemas de cualquier especie, se negaría a ayudarme, lo que no me sorprendió. Menos mal que nunca tuve buen sentido.
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A pesar de eso, la conversación a los gritos con Clóvis me dio nuevos ánimos, entonces decidí cambiar de estrategia con relación a mis posibles futuros maridos. A Mari le gusto la idea. —¿Quiere decir que tú primero observarás y, si no encuentras al hombre normal, te marchas? Es más seguro, creo yo —comentó en el teléfono, mientras yo estacionaba mi cupé y apagaba las luces para enfrentar una entrevista marital más. Esta vez, en el patio de comidas del shopping. —No estoy en condiciones de enfrentar un extraño más. No tengo estructura para eso, Mari. Honestamente, creo que él ni notará si no aparezco. Y no aparecí. Ni a ese encuentro, ni a los siguientes. Ninguno de los hombres parecía remotamente normal a la distancia. Mari tenía razón, había sido un error publicar el anuncio, tuve que admitir. Pero no podía sencillamente pedirle a Breno, mi único casi amigo, que se casara conmigo, no ahora que estaba finalmente saliendo con Mari, después de tantos años de amor platónico. Aunque el casamiento fuera una gran farsa, eso acabaría con el romance de ellos dos, que recién estaba comenzando. Estaba tomando un baño, exhausta después de pasar la tarde tratando de armar una planilla para Joyce y frustrada por no haberlo conseguido. ¿Cuál era el truco para armar esas porquerías, al final?, cuando Mari irrumpió en el baño, animada. Apartó bruscamente la cortina de patitos. —¡Un candidato! —murmuró, tapando con la mano el micrófono del móvil—. ¿Qué digo? —Dile que ya encontré a mi príncipe. —Puse los ojos en blanco, cerrando la cortina.
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—Ahh… Escucha, ¿te importaría responder algunas preguntas antes de marcar la entrevista personal? Solo para garantizar que ninguno de nosotros pierde su tiempo —ella propuso, pasándome por alto. Abrí la cortina. —¿Mari, qué estás haciendo? —Marcando un encuentro —ella susurró. —Fuiste tú la primera que me incentivó a desistir de este plan. —Sí, pero sentí algo bueno viniendo de aquí. —Sonrió, mostrándome el pulgar, entusiasmada. —Maravillosa. —Cerré la cortina abruptamente. —Cierto —continuó ella—. ¿Vives solo? Bien. ¿Eres fan de alguna película o serie de TV? Ah, trabajas demasiado y no tienes mucho tiempo para eso… —Metió la cabeza dentro de la bañera y parpadeó sonriente—. Tienes algún tipo de problema de piel, como caspa o… Sí, sé que la buena presencia no es prerequisito, pero la higiene personal es primordial. —Una pausa—. ¡Muy bien! Hummm… Tu última relación terminó de manera trágica o… Ah, no tienes una relación seria hace años. Muy ocupado. Entiendo. Bien… creo que solo eso. ¿Puedes reunirte mañana a la noche? Abrí la cortina. —¡Mari, no! No iré a ningún lug… —Conozco ese café —continuó ella, ignorándome—. Ok, a las siete entonces. Chau. —Y cortó. —¿Por qué has hecho eso? —indagué enojada—. ¡Pensé que creías que colocar un anuncio había sido un tremendo error!
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—Y lo fue, pero no has escuchado la voz de ese hombre. —Suspiró, apoyándose en el lavabo—. Lili, es de aquellas que hacen que te derritas por dentro. Necesitas encontrar a ese hombre. —No, no lo necesito. El anuncio no fue tan genial, ¿ok? Basta de tipos raros. —Él no parece raro. ¿Y qué te cuesta ir, aunque sea solo para dar una ojeadita desde lejos? —No iré —grité. —Por favor, Lili —pidió melosa, los ojos castaños enormes y brillantes—. Estoy teniendo ese presentimiento. Ve por mí. —¡Ah! Ese presentimiento —burlé, cerrando el agua y alcanzando la toalla—. Claro. Eso cambia todo. ¿Es ese presentimiento que tuviste cuando fuimos a consultar con Tara, la vidente, y dijo que tú ibas a encontrar tu gran amor en una morgue? ¿O como aquella vez en que estabas segura, basada en ese presentimiento, que debías cortarte el cabello al estilo chanel bien corto atrás, pues así conseguirías mejores notas en la facultad? Aplazaste en anatomía y lloraste durante meses hasta que tu cabello creció. —Eso fue un error. Lo interpreté mal. Pero, si lo piensas bien, yo conocí a Breno en el anticuario, que no deja de ser una morgue de objetos… —señaló ella. Puse los ojos en blanco. —¿Ahora Breno es el amor de tu vida? —¡No! No lo sé todavía. Pero… —ella sonrió, un poco tímida—. Él es muy bueno. —Yo sé que lo es… la mayor parte del tiempo —agregué, envolviéndome con la toalla—. ¿Saldrán otra vez? La sonrisa se hizo inmensa.
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—¡Aja! Cine mañana. Última función. Y luego quiere llevarme hasta su casa para mostrarme el equipo de buceo. Está muy entusiasmado con el curso. —¿Ah, sí? —Levanté una ceja—. Pensé que vivía con la hermana. —Y vive. Pero ella irá a visitar a la suegra al interior. Estará fuera por tres días
—comentó, desviando los ojos. —¿Y cuál es el problema entonces? —Bueno… no sé si estoy lista para eso. Solo salimos una vez, y luego me
llamó tres o cuatro veces… —Ocho, ¿pero quién está contando? —Me encogí de hombros, sonriendo. —¡Lo que sea! —Puso los ojos en blanco—. ¿Pero no será demasiado rápido? No quiero que piense que soy… fácil. —¿Fácil? ¡Mari! ¡Breno está muerto contigo desde hace por lo menos dos siglos! Fue tan insistente, invitándote todo el tiempo para salir sabiendo que recibiría un enorme no como respuesta. Qué bueno que tanta testarudez terminó funcionando. Ahora, si tú estás de acuerdo también, ¿cuál es el problema de intentarlo y ver qué sucede? Breno es un poco nerd, muy serio. No creo que esté interesado solamente en follar. —Yo tampoco lo creo —me contestó. Pasé el brazo por sus hombros y apreté suavemente. —¿Entonces cuál es el problema? ¡Serás feliz! Ella se mordió el labio, pareciendo a punto de saltar en el lugar como si tuviera cinco años, y por un momento que lo había logrado. Pero entonces sacudió la cabeza y me dio un codazo en las costillas. —¡Ay!
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—Estás intentando engañarme. De nada sirve cambiar de tema, Alicia. Te encontrarás con ese hombre y asunto terminado. —¡No iré, no! Pero fui. No que tuviera la más remota esperanza de encontrar un hombre que rayase la normalidad, fuera presentable y no hubiera pasado por la policía. Claro que no. Pero Mari dio un golpe bajo, escondió la llave de mi auto y dijo que, si no iba a encontrarme con ese hombre, tendría que ir a trabajar en autobús, porque ella no me llevaría. Ante esa posibilidad, cedí. De cualquier forma, no pretendía hablar con el Sr. M. como él se había identificado. Solo una miradita no mataría. —Él dijo que iba a usa traje y corbata y tener el periódico en las manos — ella me dijo mientras estacionaba mi cupé en el espacio frente al café—. No será difícil encontrar un hombre con ropa formal sosteniendo un periódico. No en este café. Solo suspiré. Bajamos del auto. Mari estaba entusiasmada; yo, no tanto. El café, el mismo en el que me encontré con Mauro, el Sr. Caspa, estaba en una esquina, y gran parte de la fachada estaba compuesta de vidrios oscuros. Mari examinó descaradamente el interior del lugar a través de la ventana, apoyándose en el vidrio sin importarle las miradas reprobadoras de los clientes que entraban allí. —¡Lo encontré! Está allí. Ay, mi Dios, ¡es lindo! ¡Más que lindo, él es excitante! —exclamó. —Eso no me importa. ¿Él parece normal? —pregunté sin ánimo. —¿Normal? ¿Cómo un hombre de esos puede ser normal? Imponente, un aire rústico, testosterona pura. ¡Mira esa barbilla! —gimió ella. La curiosidad me venció. Me giré para buscarlo, pero el reflejo en el vidrio fumé no me dejaba ver bien.
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—¿Dónde? —Me estampé al vidrio como una ventosa. —¡Allí! —Ella señaló para una mesa en un rincón. Casi se me para el corazón cuando vi al candidato a mi marido. Retrocedí dos pasos, alejándome de la ventana, el corazón casi saliéndome por la boca. El Sr. M tenía la piel levemente bronceada, cabellos color miel un poco largos con reflejos dorados en las puntas e increíbles ojos verdes. Y yo sabía que, de cerca, esos iris, ya no tan hostiles, tenían pequeñas manchas amarillas que los dejaban hipnotizarte como un caleidoscopio. —¡Ah, no! —exclamé con pánico—. ¡Él no!
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Capítulo 11 Traducido por vecina Corregido por Liraz
Max observaba, molesto, el movimiento de clientes que entraban y salían del café. Su expresión de pocos amigos sugería impaciencia. —¡No puede ser él! No Max. —Comencé a caminar hacia el auto—. ¡Vámonos, Mari! ¡Ahora! Ella corrió para alcanzarme. —¿Qué Max? ¿El de la L&L? ¿Ese que no te agrada? ¿Ese que dices que detestas, pero pagó tu gasolina? —¡Bingo! —Pero… ¡es lindo! —Parecía confundida—. ¿Cómo no te puede gustar? —Tú no tienes idea de lo grosero que es ese hombre —dije, destrabando las puertas del auto con el botón en la llave. —¿No irás a hablar con él? —Ella se paró delante de la puerta del conductor, impidiéndome abrirla. —¡Obvio que no! Max le contará a Clóvis lo que estoy tratando de hacer antes que yo pueda salir del café, y ya no tendré ninguna posibilidad de volver a mi vida anterior. —Pero él no puede contarle, al final también está aquí. —Señaló—. Él también está haciendo algo equivocado. Sacudí la cabeza, impaciente.
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—Podría ser una trampa para agarrarme in fraganti. Vamos a casa antes que me vea. —¿Cómo Max podría saber que el anuncio era tuyo? —retrucó ella—. No colocaste tu nombre. Y, por la cara de impaciencia, parece nervioso. Tú no estás ni un poquito curiosa de saber por qué respondió a un anuncio de ese tip… Ahhhh. — Se detuvo abruptamente y miró fijo sobre mi hombro izquierdo, levantando las manos—. No te muevas, estate tranquila. Todo va a estar bien. —¿Por qué estás diciendo es… ¡Aaaaaahh! —giré la cabeza y entonces la vi. Pequeña, azul y mortalmente atemorizante, la mariposa posada en mi hombro izquierdo. Grité y me moví violentamente. —¡Sácame eso de aquí! —¡Para! —pidió Mari, tratando de inmovilizarme y al mismo tiempo espantando al bicho—. Así vas a matar a la mariposa. —¡Sal, sal, sal! —Me revolví frenéticamente. —Listo, Lili. Puedes parar. Ya se ha ido. —Mi amiga señaló a la mariposa, que voló vivazmente hasta posarse en la ventana que estábamos pegadas unos instantes antes—. ¡Ah, es una señal! —Sí. De que las mariposas resolvieron atacarme. ¡Ellas están por todas partes! —reclamé, intentando controlar mi ritmo cardíaco y los temblores involuntarios. —Vi una igualita a esa en el garaje de la mansión un tiempo atrás. —Tú ves varias porque les tienes miedo. Pero la mariposa significa cosas buenas en casi todas las religiones. Traen suerte. ¡Y esa ahí quiere que tú entres allí! —Apuntó para el café.
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—¡Era lo que me faltaba! —Puse los ojos en blanco—. Seguir los consejos de una lagarta. —¡Por favor, Lili! Solo una charla rápida. —Ella unió las manos en súplica, los ojos enormes y brillantes—. Me debes una. ¡Te salvé de la mariposa! Gemí. —Está bien, hablaré con él. Pero si desconfío de cualquier cosa, salimos corriendo. —De acuerdo. —Sonrió satisfecha. —Quédate cerca, por si acaso… ya sabes… Solo permanece cerca —alerté. —Lo prometo. —Asintió, cruzando los dedos índices y dando besitos. Lentamente y manteniendo una distancia segura del insecto que todavía estaba en la ventana, como si me observase entramos en la cafetería. Mari corrió para uno de los bancos altos de la barra. Me dirigí para el fondo. Max me vio e inmediatamente se puso rígido. Por un momento, su rostro se volvió inexpresivo, después un rubor cálido apareció en sus facciones. Saludó brevemente con la cabeza y miró a los lados, como buscando una ruta para la fuga. Parecía en pánico al verme caminar en su dirección y sentarme en la silla a su frente. —¿Aprovechando el tiempo libre? —pregunté tratando de no parecer nerviosa. —Yo… estoy esperando a una persona. —Ah. ¿Ella te dio una torta? —Disparé, de pronto animada con la posibilidad de irritarlo. Max tenía ese efecto en mí. Siempre quería provocarlo de alguna forma. —Escucha, podrías…
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—¡Mira, los clasificados! ¿Puedo mirarlos? Mi trabajo es horrible. Quizás hay alguna cosa más interesante… —Es viejo. De la semana pasada. —Se apresuró a decir, recogiendo el periódico de la mesa—. Solo tiene anuncios viejos. —¿Y por qué lo tienes? —pregunté inocente—. ¿No me digas que dejarás la L&L? ¡Sería una pérdida irreparable! Suspiró irritado. —Alicia. ¿por qué no busca algo útil que hacer y me dejas en paz? —Sugirió con un brillo peligroso en los ojos. Tenía que admitir, Mari estaba en lo cierto. Max era lindo. Sonriendo, furioso, cansado, era lo mismo. Ningún hombre conseguía ser tan sexy como él, incluso cuando trataba de ser justamente lo opuesto, como era en esta ocasión. Y, a pesar de todo, tuve la certeza que no estaba tendiéndome una trampa. Él no era sangre fría para planear algo tan meticuloso solo para agarrarme in fraganti. Al menos yo creía que no. Decidí arriesgarme. —Ya me voy. Solo respóndeme una cosa. ¿Has traído tus antecedentes criminales? Tuve la satisfacción de ver su barbilla apretarse y sus ojos se cerraron, agotados, antes que pudiera poner sus pensamientos en orden. —Tú eres Lili —constató Max con un suspiro irritado. Me miró con una mezcla de rabia, miedo y alguna cosa más que no pude identificar—. Vas a burlar el testamento. —Brillante deducción. Pero confieso que estaba intrigada. Tú sabes por qué estoy haciendo esto, pero lo que me estoy preguntando es por qué estás aquí. —Por la misma razón que tú —respondió secamente. —¿Tú también necesitas casarte para recibir una herencia? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No hagas eso, por favor. —Disculpa. Realmente no entiendo que motivo tienes para estar aquí — respondí con sinceridad. Eso pareció amenizar un poco su mal humor. —Necesito una esposa —dijo, con una voz suave. Lo observé durante un largo tiempo. Max era ese tipo de hombre que hacía a una chica, no a mí, claro, suspirar por semanas solo porque la saludó. Y era bien normal. Lo conocía un poco, sabía que no era dado a cosas rara ni nada. El problema era que Max era insoportablemente arrogante, orgulloso y muy aburrido. No es que yo estuviera barajando la hipótesis de hacerlo mi marido, por supuesto que no. Pero, aún así, no entendía por qué él no trataba de encontrar una esposa de la manera tradicional. Sería demasiado fácil que alguna chica inconsciente caiga bajo los encantos de esos ojos seductores y un tanto agresivos. Sin embargo, allí estaba intentando encontrar una esposa de alquiler. Solo podría haber un motivo. —Entonces, necesitas casarte, pero, dadas las circunstancias todo me lleva a creer que no quieres… así como yo. Él asintió. —Y la necesitas porque… —me interrumpí sugestivamente. —Por motivos profesionales. —Movía los dedos sobre la mesa de color blanco. Esperé que dijera algo más, cualquier explicación que fuera, pero solo continuó mirándome con aquellas esmeraldas ardientes, sin decir una sola palabra. —¿Solo por eso? ¿Esa es toda la explicación que tienes para darme? — indagué.
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Suspiró profundamente y cruzó las manos sobre la mesa. —No sé si escuchaste hablar que el puesto de director de comercio exterior está libre. Mi nombre fue citado y tengo buenas posibilidades de conseguir el cargo, pero como la dirección sigue los principios dejados por tu abuelo, un hombre considerado responsable, de familia, lleva ventaja. Soy el único que fue mencionado para el puesto que todavía está soltero. Quiero igualar mis chances. —Ah. —Quedé un poco decepcionada. Esperaba algo más emocionante que eso—. Parece un motivo bastante… ehhh… práctico, por así decir. —Está bien, Alicia. Ya te has divertido bastante. Ahora tengo cosas que hacer. —Se levantó, sacando dinero de la billetera y dejándolo sobre la mesa. —¿Pero qué fue lo que dije? ¡Caramba! ¡Eres muy susceptible! Volvió sus ojos verdes en mi dirección. Pensé que iba a encontrar una mujer esta noche, no una niña mimada. —Creí que discutiríamos el asunto como dos adultos. —Soy una adulta —retruqué, cruzando los brazos sobre el pecho. Él suspiró, cerrando los ojos. Cuando volvió a abrirlos, estaban más suaves. —¿Quieres intentar discutir el asunto de forma civilizada? —¿Y cuándo no he sido civilizada, Max? —pregunté sonriendo. Él sacudió la cabeza, pero volvió a sentarse. —Alicia si pudieras dejar de lado tu sarcasmo, verás que es una buena oportunidad para nosotros dos. Tú recibes tu fortuna, yo tengo mi promoción. Todo el mundo sale ganando. —Y tú, por supuesto, no pretendes decir una palabra a nadie sobre esto.
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—Claro que no. Escucha. —Se inclinó ligeramente en mi dirección, las manos apoyadas sobre la mesa—. Por lo que sé, necesitas de un marido durante un año, ¿cierto? —Cuando asentí, él continuó—: Yo tampoco necesito más que ese tiempo. Podemos divorciarnos en algunos meses y todo termina bien. —Estás olvidando un detalle. Yo tengo que parecer que estoy casada. Convencer a todo el mundo que es real. Tendríamos que compartir el mismo techo y, admítelo, vivir en la misma casa sería como un campamento de verano. Tú me detestas, y yo… bien… no te soporto. —¿Tú tienes el don de desvirtuar cualquier cosa, no es así? —Sonrió, pasando la mano por sus cabellos claros—. Ok, creo que eres mimada, desatenta e irresponsable, pero eso es lo que tú eres. No puedo detestarte por esos motivos. —¿Y me detestas por qué, entonces? —No te detesto —afirmó categórico, los ojos fijos en los míos. Me sorprendí por la seriedad en su rostro e, inexplicablemente, creí en él. Max era una persona normal, por eso mismo no entendía por qué justo él, de todos los candidatos raros, era el que más me asustaba. Tal vez fuese aquella hostilidad que siempre tenía en relación a mí que me dejaba tan inquieta. Aún así, él era, de cierto modo, confiable. Sentí rodar mi cabeza. Estaba volviéndome loca. Exactamente como la tía Celine. —Vives solo, imagino —me escuché decir. —Sí Alicia, vivo solo. El apartamento es mío. —¿Dónde me instalaría si… considerara la hipótesis de casarme contigo? —En tu habitación —dijo lentamente, desconfiado, entonces dio un largo suspiro—. Ok, no te mentiré. —Mi corazón dio un salto. Él iba a decir que me
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quería en su habitación, y yo había dejado claro en el anuncio que no habría contacto físico. ¡Oh, Dios, me quiere en su cama! Por un instante, imaginé a Max en la cama, el cuerpo desnudo fuerte y sudado junto al mío, los cabellos despeinados, la piel levemente rosada por el esfuerzo físico, la mano grande jugando con mis cabellos, mi rostro, los labios abriéndose en una sonrisa sensual antes de descender para cubrir mi boca una vez más… —… mi apartamento es pequeño y modesto comparado al confort con el que estás acostumbrada, pero tiene espacio suficiente para que vivamos en cierta armonía —concluyó. —Ah. —Sacudí la cabeza para intentar aclarar mis pensamientos. ¿Por qué rayos imaginé a Max y a mí en la misma cama? ¿Y por qué mis manos estaban sudando? —¿Te das cuenta que sería factible? —continuó Max —. ¿La boda? Tenemos la excusa perfecta. Trabajamos juntos, nos enamoramos y decidimos casarnos algunas semanas después. Sucede todo el tiempo. —Se encogió de hombros. —Nadie desconfiará de nuestro acuerdo. Traté de concentrarme en lo que él decía, pero no pude parar de pensar en Max sin ropa… ¡Argh! Loca. Exactamente como la tía Celine. —¿Baños? —me obligué a decir. —Solo hay uno, pero podríamos hacer un cronograma con horarios para que cada uno tenga su privacidad —dijo, todo negocios. —Solo para dejar en claro, la boda sería apenas una formalidad. Seriamos dos personas libres, cada uno en la suya, sin meterse en los asuntos del otro — expliqué.
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—Seríamos como colegas de república. —No te preocupes. Entendí muy bien el anuncio. No busco placer personal en esta relación. No eres mi tipo. —Él sonrió. —Que bueno. Evitará problemas, ya que tú tampoco eres mi tipo. Y tus comentarios son extremadamente inoportunos, ¿sabes? —gruñí irritada. —Disculpa. Intentaré contenerme. —Deslizó una mano por los cabellos nuevamente, suspirando. Aquel gesto común, pero excesivamente sensual, me hizo sentir una sensación única. Como si estuviera dentro de una publicidad de perfume de marca y Max fuera el protagonista. Asistía todo desde el palco. Enseguida se quitaría la camisa y se rociaría perfume en el pecho plano. La nube olorosa envolvería su piel y… —Haré lo posible para que nuestra convivencia no sea peor de lo que ya es. ¿Y tú? —preguntó. —¿Yo qué? —¿Será que su pecho es plano? Max tenía aquella apariencia varonil, casi rústica. Hombres rústicos acostumbraban tener pelo en el pecho. Vellos suaves y calientes. Como cachemira. —¿Alicia, me estás escuchando? Desvié los ojos de su tórax para su rostro. Parecía intrigado. —¿Eh? Estoy, estoy sí. —Creó que me sonrojé. Quedó esperando por una respuesta, pero sinceramente, no tenía idea que decir. —Entonces… —repitió la pregunta—. ¿Te comprometes a volver mi vida menos penosa?
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—Todavía estoy considerando la posibilidad, Max. Eres el último hombre que esperaba encontrar aquí. Con quien un día consideraría casarme. No sé que es peor, esto o la miseria. —Un poco demasiado ruda, sabía, pero necesitaba imponer límites. Esa cosa de ir a la cama con él me había dejado muy vulnerable. Necesitaba mantener el control de la situación. —Me halagas, Alicia —comentó, burlón. —No fue eso que quise decir, pero vamos a ser honestos, Max. En condiciones normales, no me casaría contigo ni que fueras el último hombre sobre la tierra. Y tú nunca soñarías en tenerme justamente a mí como tu mujer. —Concuerdo. En caso que cerremos negocio, los próximos doce meses van a ser agitados para mí, no lo negaré. —Me miró por unos segundos antes de desviar los ojos a sus propias manos—. Pero la cuestión Alicia, es que es prioritario. En este momento, mi prioridad es mi carrera. Puedo vivir contigo durante un año para alcanzar mi objetivo. —En cuanto al pago… —No quiero ningún pago. Solo necesito una esposa para presentar a la dirección y nada más. Es ese el pago que quiero. Tengo mi propio dinero. Puedes guardar el tuyo —respondió, seco. —No quise ofenderte, solo… —Lo sé. No me has ofendido. —Sonrió un poco. —Pensaré el asunto. Yo… te respondo mañana, ¿puede ser? —Claro. Pero piénsalo bien. Puede ser un buen negocio. —Vale. Entonces… me voy. —Me levanté. Max también. Un suave aroma de hojas frescas en un día lluvioso de verano inundó mi nariz, un perfume extremadamente seductor y masculino. Y venía de él.
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¡Oh, Dios! Allí estaba él otra vez, rociando el perfume en su abdomen definido cubierto de vellos suaves y sedosos como cachemira… —Yo… quería agradecerte —comenzó, inseguro, los ojos buscando los míos—. Has sido muy perspicaz al haberte anticipado y encontrado los contratos de los chinos. Realmente estaría en apuros sin tu ayuda. Al final, tienes algo de tu abuelo. Deberías usar eso más veces. —Colocó las manos en los bolsillos del pantalón, atrayendo mis ojos para el volumen nada modesto entre sus caderas. Desvié la mirada inmediatamente. —Gracias, Max. Gané el día —me burlé, levemente ruborizada. —Estoy hablando seriamente. —El tono dulce de su voz me hizo enfrentar los faroles verdes y calientes—. Te pareces mucho a tu abuelo. Con la diferencia, claro, que él era menos agresivo y jamás usaría la palabra rabo. —Sonrió un poco— . En fin, solo quería que sepas que estoy agradecido. Quedé muy impresionado contigo. Me ruboricé demasiado, absurdamente satisfecha por haberme elogiado de aquella manera sola de él y sintiéndome una completa idiota por sentir placer en eso. —No creas que ese elogio hará que decida casarme contigo —murmuré, constreñida. —No me atrevería. —Abrió una sonrisa que hizo a mi corazón casi detenerse.
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Capítulo 12 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Liraz
—Dime que vas a casarse con ese dios, ¡por favor, Lili! —dijo Mari mientras tomábamos nuestro café de la mañana en la cocina organizada por Anna —Mari… No sé, Max es insoportable.... —Bueno, tal vez una exageración de mi parte. Él siempre decía las cosas mal en el momento equivocado, pero no era la plaga que había imaginado. No totalmente. Había pasado la noche en vela contemplando mis opciones, revisando los pros y los contras de casarme con él, y no llegué a ninguna conclusión. Traté inútilmente de
alejar de mi cabeza las imágenes perturbadoras que mi
subconsciente había creado de Max y yo en la misma cama. El problema era que en realidad no era mi tipo, era bastante sencillo y lleno de reglas para mi gusto. No podía comprender por qué había estado tan intrigado sobre la existencia o la ausencia de pelo en su pecho. ¡Ridículo! —Los otros eran mucho mejor que él, por supuesto —dijo Mari con desdén. —Tú sabes que no. —Creo que Max tiene razón. Nadie podría sospechar... demasiado... si te casas. Sería el arreglo perfecto. —Si él fuese mudo, lo seria —apunté, bebiendo un sorbo de café con leche. —Nadie es perfecto. Aunque Max, al menos en el exterior, se acerca mucho. —Ella sonrió, suspiró y giro los ojos en todo al mismo tiempo, y luego se recompuso—. Mira la situación desde otro punto de vista. Desde mi punto de vista Max es bastante suficiente para que alguien quisiera casarse con él. Tiene un buen trabajo, casa propia y se volvió loco cuando te conoció.
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—Eso es cierto. Parecía un loco dejar caer a los perros encima de mí. —¡Chicas, que día más maravilloso! Perfecto para un paseo —exclamó Ana, pasando por la puerta de la cocina con bolsas llenas de fruta colgándole de los brazos y de las manos algunos sobres—. Me alegro que sólo tengo un paciente a las diez de hoy. ¿Quiénes son estos tipos? ¿Qué están tramando para el fin de semana? —Puso las bolsas sobre la mesa. —Todavía estamos decidiendo —dijo Mari. Sí, todavía estamos decidiendo. Tal vez me case, o tal vez me pinte las uñas de azul. No es seguro. —Llegó una carta para ti Alicia —dijo Ana, mientras observaba la correspondencia. —Oh ¿en serio? ¿Clóvis se ha tomado la molestia de enviar la correspondencia a casa de Mari? Por un momento me sentí mal por gritarle. Y por no decirle cosas muy bonitas. El tipo estaba tratando de cumplir con su deber. No ha sido su culpa que mi abuelo haya decidido ponerme en esta situación. —Suspire exasperada—. Tal vez debería llamarlo y pedirle disculpas. —En realidad, llegaron varias. —Me dio una pequeña pila—. Voy a tomar una ducha y prepararme algo de comer. Compré fruta, por si quieres experimentar una vida sana... —Ella tiernamente besó la mejilla de Mari, después la mía y se marchó al cuarto de baño. Evalué los sobres, todos de los servicios bancarios. Abrí la primera: mi factura de American Express. —¡Oh, Dios! ¡Estoy jodida! Mi deuda era estratosférica para la calidad de vida que llevaba. Ni ahorrando el salario de un año como secretaria asistente podía pagar la cantidad mínima de dicha factura. Tampoco me había tomado la molestia de abrir los otros
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sobres. Yo sabía que el peor era el de la factura de la Visa. Junte todo y lo puse en la bolsa. —¿A dónde vas? —preguntó Mari cuando me vio mirando la llave del coche—. Estas con esa cara de “estoy lista”. ¡Vas a llegar tarde otra vez! —Yo voy a resolver un problema. —Pedir disculpas a Clóvis. ¡Pues si! Me ganaría a ese abogado presuntuoso. Después me arreglare con Joyce. —Conozco esa mirada. Te vas a meter en problemas. —Mi especialidad. —La abracé rápidamente y corrí hacia el garaje. No me moleste en llamar a la Clóvis y decir que iba a verlo. Yo sabía que iba a estar en la oficina, en el centro de la ciudad y me fui directamente allí. Cuando su secretaria quiso detenerme antes de que yo abriera la puerta de la habitación, respiré hondo, conteniéndome de decir unas cuantas buenas para la chica que solo cumplía con su obligación. O al menos lo intentó, tan pronto como ella me dio la espalda, me cole por la puerta y entré. —¿Qué significa esto? —Exigió saber, mirando las facturas que estaban sobre su mesa de abogado. Evaluó los sobres brevemente, un poco sorprendido por mi entrada tormentosa. —Son las facturas de las tarjetas de crédito. —Sabes muy bien que no me puedo permitir ninguna de ellas. —Entonces, no deberías haber hecho una deuda tan alta —volvió a mirar a los papeles que tenía delante. —Bueno, yo no sabía que mi abuelo quería morir y renegar de mí —le dije— . Sabes que el Conglomerado Lima siempre pagaba mis cuentas. ¡Siempre!
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—Alicia —sacó sus gafas fuera de moda por lo menos durante una década y los puso sobre la mesa—. Sabes que yo sólo estoy cumpliendo órdenes. —No tengo manera de pagarlas —insistí, mostrándole las facturas—. Mi sueldo es una miseria. —Intenta negociar la deuda. O vender algo para recaudar fondos. —No tengo nada que vender —Señalé. —Tienes tu coche. —¿Y depender de los autobuses? ¿Alguna vez has montado una de esas cosas? —De repente, entendí todo—. Lo estás haciendo porque me fui de casa, ¿no es así? Si piensas que al hacerlo me obligará a volver a la mansión, te equivocas. —Preste atención, Alicia. —Él juntó las manos y las colocó en una de sus dos barbillas—. Tus deudas son demasiado altas, por lo que observe. Una pequeña fortuna, diría yo. Los operadores de las tarjetas saben quién eres. ¡Todo el mundo lo sabe! Bragança y Lima es un apellido con fuerza y tradición en este país. Por lo tanto, si no pagas las facturas, probablemente protestaran por la deuda y entraran en una acción de seguimiento, que básicamente consiste en la fijación de sus bienes para garantizar el pago de la deuda. Tu único activo, el coche, va a ser retirado. —No voy a dejar que nadie tome mi coche —espete. —En este caso, vas a ser declarada como morosa y serás detenida. Se encogió de hombros en voz muy baja—. ¿Entiendes ahora? —Pero... pero... yo no quiero estar sin mi Porsche. Es hermoso. ¡Es de color rojo! El abuelo me lo dio a los dieciocho años. ¡No puedo vender mi coche! —Lo siento, Alicia. Mis manos están atadas. Y esto no tiene nada que ver con que te hayas ido de la mansión. Son órdenes de tu abuelo. No hay nada que pueda hacer. —Pero, de nuevo, sentí que podía hacer cualquier cosa. Si yo quería. Y, obviamente, no quería.
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—Clóvis, te odio, ¿sabes? —Tenía una vaga idea —murmuró, mirando hacia abajo, resentido—. ¿Quién va a gustar de ser el portador de malas noticias? —Ay, Clóvis... ¡Argh! Discúlpame. Yo no... Yo no quise decir eso. Es sólo que... ¡Por el amor de Dios, mírame! —Abrí los brazos sin poder hacer nada—. Estoy sola en esto. Completamente sola y... Olvida todo lo que dije. —¿Quieres decir que vuelves a casa? Déjame cuidar de ti, Alicia. Fruncí el ceño. Por mucho que quería la comodidad de mi habitación, en mi casa, no me sometería a la voluntad de Clóvis, a pesar de que era bien intencionado. Y una parte de mí, no conseguía confiar en aquel hombre. Rencores viejos son duros de matar. —Voy a pensarlo —mentí. Sin decir adiós, me fui de su oficina y maldije a mi abuelo hasta llegar a L & L. Eran casi las once cuando llegué. Así que me fui en busca de la última persona que quería ver y el único que podría poner fin a la pesadilla en el breve período de un año. Encontré a Max en su escritorio organizado, analizando cuidadosamente la pantalla del ordenador. —Está bien, Max —dije, sentándome en su escritorio y arrugando unos papeles—. Vamos a casarnos. Él apartó sus ojos de la pantalla, se echó hacia atrás en su silla, me miró y sonrió. —¡Guau! Es la primera vez que me proponen matrimonio. ¿No vas a ponerte de rodillas? —Se burló. —Deja de hacerte el gracioso. Necesito un marido para mañana. ¿Me puedes ayudar para que arregle los documentos necesarios? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Se puso serio, de vuelta a los negocios. —Será sólo por lo civil o sueñas con... —Sueño con no ir a la cárcel. Por ahora, esto es suficiente. Sólo por lo civil será bueno. —¿Cárcel ? —Frunció el ceño. —No es lo que estás pensando. Tengo un problema con mi tarjeta de crédito. La empresa siempre ha pagado mis cuentas. Este mes fue por mi cuenta. —Ah. —Sí, ah. Voy a tener que vender mi cupé. Creo que puedo pagar todo y tal vez sobre algo de dinero. —Me bajé de la mesa con dirección hacia el ascensor, completamente desalentada—. Déjame saber si necesitas algo. —¡Alicia, espera! —Se acercó a mí con grandes pasos—. No hablamos de lo que espero que hagas. Intenté con todas mis fuerzas dejar fuera del cuadro las imágenes creadas por mi subconsciente, pero yo no era capaz de bloquearlas. No todas. —¿Y qué sería? —pregunté con incertidumbre. —Probablemente tendrás que venir conmigo a cenas, fiestas y similares. — Se encogió de hombros. —Está bien, puedo hacer eso. —Tenemos que dar la imagen de una pareja de recién casados en estas ocasiones —dijo, con bastante torpeza. —¿Quieres decir... sonreír, con los dedos entrelazados y ese tipo de cosas? —dije, con el corazón palpitante. —Este tipo de cosas —asintió Max, mirando a otro lado en el pasillo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Empecé a sudar. —Un
año
pasa
rápido
—añadió
apresuradamente,
al
notar
mi
incomodidad—. Será sólo por un año. Por tan sólo un año. Suspiré. —Está bien, Max Tú me ayudas, yo te ayudo. Ese es el trato. Se puso serio. Muy en serio. —¿Eso es un sí? —cuestiono. —No tengo ninguna otra salida. Así que... nos vamos a casar. —Abrí los brazos desamparada. Vi sus labios luchar contra una sonrisa, pero terminó fracasando, y yo me sorprendí regresándole la sonrisa. —¿Siempre es tan difícil para ti decir que sí? —me preguntó. —Oh... no lo sé. —Mi ceño se frunció. ¿Lo era? —Al final, tal vez tenemos buenas historias que contar —comentó. —Si estuviera contando las historias en mi sala de estar, ya me doy por satisfecha. Él se rió entre dientes. —Puedes dejar el papeleo para mí. Creo que puedo avanzar en nuestra boda. —Hizo una cara graciosa. Un delicioso escalofrío me recorrió la espina dorsal. —Hablando así, parece como si estuvieras feliz —le dije, apartando los ojos al suelo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Y lo estoy. —No era más que un buen humor en su tono. Tuve que mirarlo, él sonrió ampliamente mirándome con intensidad—. Voy a tener lo que yo quiero —dijo, en voz baja y ronca. Tragué saliva. —¡Mi promoción! —añadió triunfalmente.
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Capítulo 13 Traducido por Blanca20011983 Corregido por francatemartu
—Estas tan hermosa que me dan ganas de llorar, Lili —dijo Mari, moviendo sus ojos en un intento de no estropear el maquillaje—. ¡Este vestido es perfecto! —¿Parezco una novia loca por casarse? —pregunté un poco insegura. —Eh... no —ella sonrió—. ¡Pero estas hermosa! —Es el único vestido más serio que traje. No puedo ni siquiera pensar en comprar algo ahora. El vestido de color blanquecino, que había utilizado el último cumpleaños de la abuela, tenía escote recto y el busto y manga corta cubierta con un delicado encaje francés, la cintura bien marcada por una larga faja de seda rematada por un lazo lateral y falda hasta las rodillas. Mari estuvo a cargo del maquillaje, ligero y delicado. A su madre le encantaba la idea de ayudarme con el pelo, haciendo un moño despojado. Aunque el aspecto era casual, tomó dos horas para estar satisfecha con el resultado. Terminó poniendo un narciso blanco en el lado de mi moño. —Así va a estar presente de alguna manera —dijo con los ojos llenos de lágrimas, admirándome en el espejo por un momento, antes de que dejarme sola con Mari. Yo, por otro lado, no quería pensar en el abuelo en este momento. Era por su culpa que iba a casarme con un hombre al que no amaba. Suspiré. —¿Sigues molesta por el coche? —preguntó Mari.
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—Un poco. Ayer, cuando cerré el negocio, pensé en echarme atrás, pero tenía miedo de ser arrestada. Me imagino que la cárcel en Brasil es aún peor que los autobuses. Por lo menos estoy tratando de convencerme de eso. ¿Cómo mi vida podría haber cambiado tanto en tan poco tiempo? En sólo seis semanas, dejaría de ser la nieta rica del señor Narciso para convertirme en la nieta insolvente del fallecido Narciso, y, lo que era peor, casada. Me quedé mirándome a mí misma en el espejo durante unos minutos. Las hebras de pelo estaban enmarcadas estratégicamente en la cara y seguían naturales a la parte de atrás de la cabeza. El vestido y maquillaje delicado y nítido con colores claros me dejaron con un toque de romanticismo. Sonreí. No está mal para una insolvente. —¡El novio llegó! —gritó Ana Mari voló por el pasillo y se asomó. —¡Max ya está aquí! —dando grititos—. Él está en la habitación. ¡Está perfecto! —Él es lindo, pero demasiado serio. —Me pasé la mano en la falda del vestido para deshacerme de un pliegue—. ¿Mari? —la llame, sintiendo algo de oleaje en mi pecho—. ¿Todo irá bien? Ella me abrazó tiernamente con cuidado de no dañar el pelo. —No lo sé —dijo más sinceramente que nunca—. Pero realmente espero que eso ocurra. —Creo que... es el momento de ser valientes y afrontar al hombre del saco —traté de sonreír.
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—Relájate Lili. Este no es matrimonio —ella me consoló, sacudiendo la mano. —Me refería a Max. Ella se echó a reír. —¡Ah!, el hombre del saco es guapísimo, voy a rezar para que venga a asustarme cada noche. Gire los ojos a medida que avanzábamos en la sala de estar. Max se levantó en cuanto me vio. Su cabello estaba ligeramente despeinado, y su mandíbula con una barba fina, le daba un aire imponente, camisa blanca debajo de la chaqueta y de buen corte le dejaban sexy, pero al mismo tiempo respetable. No llevaba corbata. Los dos primeros botones de la camisa estaban abiertos. Sus ojos brillaban más que de costumbre. Mari tenía razón, él era guapísimo. Estaba hermoso. —Estas muy... mmm... presentable —dijo torpemente. —Yo estaba pensando lo mismo de ti. Te ves bien en ese traje. Se pasó una mano por el pelo, de nuevo, como en un anuncio de perfume, pareciendo nervioso. Bastante nervioso. —Sí, eso es lo que quise decir. Te ves muy bien con ese vestido. Pareces una mujer. —Entrecerré los ojos. Se apresuró a aclarar, sin dejar de mirar desconcertado—. Quiero decir, te ves como una mujer adulta, no una niña mima... Te ves hermosa. Eso es lo que quiero decir desde el principio —suspiró pesadamente, con los puños apretados. —Ah. Eso fue... —creo que sonreí— ¿un cumplido? Él asintió brevemente. —Entonces te lo agradezco. —Uh... disponible. ¿Estás lista? No quiero llegar tarde.
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Me volví hacia mi amiga, la besé y la abracé. —Gracias por todo, Mari. —¡Buena suerte, amiga! Te veo en un rato. —¡Gracias por haber dejado que me quedara Ana! —grité. Ella todavía se estaba preparando. —¡Hasta ahora, querida! Estoy atascada con la cremallera, más estaré en la ceremonia. No voy a perdérmela por nada del mundo. ¡Incluso si tengo que ir sin ropa! María, ¿puedes venir a ayudarme? —Como si tuviera elección. —Ella giro los ojos y nos dejó solos en la habitación. Tomando una respiración profunda, pasé las manos en el vestido por última vez y me dirigí hacia Max. —Bueno... —abrí los brazos, impotente—. Estoy lista. Él asintió e hizo un gesto con la mano para que fuera delante. Max fue gentil, abriendo la puerta del coche para que yo entrara y después condujo con cautela su cómodo SUV.
Era extraño estar de camino a mi
matrimonio con alguien que no había tenido ninguna intimidad. En lugar de ello, Max siempre me ha intimidado, incluso cuando estaba en silencio, como en ese momento. —¿Estás nervioso? —le pregunté, tratando de romper el silencio ensordecedor. Vaciló y luego respondió. —Un poco. —Yo también —le confesé—. ¿Crees que alguien va a sospechar?
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—Por lo que dijiste, Clóvis fue el único que sospechaba algo hasta ahora. Sólo tenemos que estar atentos cuando él está cerca. Claro que Clóvis tenía que ser un aguafiestas y nunca someterme a un intenso sermón cuando le informé sobre la boda. Monosilábicamente respondí a casi todas las preguntas, con miedo de caer en la contradicción. Él no parecía muy convencido. —Tendré cuidado. ¿Y tus padres? ¿Van a estar allí? —Uh... —con la frente arrugada—. No. —¿No les has dicho que te vas a casar? —No es que importara, pero estaba muy decepcionada. Max parecía ser el tipo hacia todo perfectamente. —Le dije que conocí a una chica... especial. Una vez que se acostumbren a la idea, les diré que estamos viviendo juntos. No quiero involucrar a mi familia al respecto, Alicia. En un año, tú y yo seremos meros conocidos. No tienen por qué sufrir por la pérdida de alguien que podría llegarles a gustar. —Parece conveniente —acordé, mirando el tablero sin verlo. Iba a casarme. Con Max ¡Oh, Dios! —Pero, para el personal de la empresa dije que mis padres están de viaje y que el vuelo lamentablemente no pudo llegar a tiempo. Parece que lo creyeron — continuó. —Menos Clóvis obviamente —señalé—. A veces quiero estrangular a mi abuelo... si eso fuera posible, por supuesto. ¿Cómo podría confiar de esa manera en este abogado y no en mí? —Max abrió la boca y yo levante rápidamente ambas manos en actitud de súplica—. Fue una pregunta retórica. ¡No hay necesidad de responder! Él se rió, un poco más relajado. —Solo iba a decir que tu abuelo debe haber tenido alguna razón para ello. Él era un buen hombre, nunca te haría daño si no fuera el último recurso. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No quiero hablar de ello —crucé los brazos sobre el pecho, mirando hacia la ventana. Nos quedamos en silencio el resto del camino. Cuando aparco el coche me sentía fría. Mis ojos estaban temblando y mi boca estaba tan seca como el desierto de Atacama. Incluso después de apagar el motor, Max estaba de pie con las manos aferradas al volante, mirando el parabrisas. —¿Esto va a funcionar? —pregunté con una pizca de voz. Él asintió, sin dejar de mirar con interés. —Si lo hacemos todo bien, lo hará. Me entró el pánico. —Oh, ¡qué diablos! ¡Entonces no va a funcionar! No sé hacer todo bien, Max Por mucho que lo intente, siempre hay algo que termina yendo mal y... y... —Mantén la calma —giró sus ojos verdes en mi dirección—. Ya sé que no sueles seguir el camino de lo obvio. Pero yo sí. Estoy aquí. Vamos a conseguirlo. Tragué saliva. De alguna manera. Su intento de calmarme me dejó aún más nerviosa. —¿Seguro? Por que por lo general todo va mal cuando estoy cerca. Él se rió, totalmente relajado ahora. —Ya me di cuenta. Me aseguraré de que no sucede hoy —y se inclinó hacia mí. Yo contuve la respiración. ¿Qué está haciendo? ¿Qué está haciendo? Su cara estaba a centímetros de la mía, la sonrisa aún en sus labios carnosos y acogedores. Levanté la cabeza ligeramente. Su aliento salpico mi piel. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
¡Él me va a besar! Por un segundo, yo no sabía qué hacer, si me lanzaba sobre él sería un beso rápido. Pero él se apartó, tirando algo desde el asiento trasero, y me dejó perpleja y llena de sentimientos contradictorios. —Aquí está —dijo dándome un ramo de flores blancas surtidas—. Pensé que lo necesitarías. Cogí rápidamente el ramo. No quería besarme, estaba cogiendo las malditas flores. Por supuesto que él no quería besarme. Así como yo no quería darle un beso. De hecho, no podía imaginar nada más desagradable que tener esos labios rosados sobre los míos. Fuimos en silencio por la oficina de registro en el centro de la ciudad. Una mariposa volaba sin control y de repente se decidió por una sola dirección viniendo a mi encuentro. Me quedé inmóvil en la acera, respirando con dificultad. Rodeó a Max, que no le dio ninguna importancia al insecto repugnante, y después se poso encima de mí. —¿Qué pasa? —Max me preguntó cuando se dio cuenta de que yo no lo acompañaba. —M-m-m-m-m-m-m... —fue lo que salió. —¿Qué? —Se acercó, mirándome fijamente. —M-mariposa —dije estremeciéndome. —¿Tienes miedo? —Inclinó la cabeza mientras apartaba el animal con una de las manos. Dio un suspiro de alivio cuando la vi partir. —¿Miedo? Nada. Sólo... no me gustan realmente los insectos.
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Max logró una ceremonia privada para ese domingo por la mañana. Había invitado a algunos compañeros de oficina. “Para dar credibilidad" dijo. Invité a unas pocas personas. Mari, Ana, Breno y Mazé. Clóvis y Telma también estaban invitados a asistir al enlace y que me dejara en paz de una vez por todas. Temía que si descubría que era falso, el sacrificio fuese en vano. Estaban casi todos allí cuando llegamos. Mari y Anna aparecieron minutos más tarde. No deje de notar la mirada, y sonrisa, de complicidad entre Mari y Breno, pero cada uno se quedo en su rincón. Como si ellos no quisiesen que nadie supiera que se veían, casi todas las noches, desde hace tres semanas. Yo estaba nerviosa. El matrimonio era una mentira, pero aun así era una boda. Nunca soñé con una fiesta ni nada. En realidad disfrutaba imaginando que si un día me casara, sería en un lugar exótico, como la cima de una montaña, en Ciudad del Cabo, y no en una oficina de registro monocromo en el centro de la ciudad sin familia cercana. Estaba un poco sorprendida cuando una mano grande y cálida envolvió la mía. Yo miré a la cara de Max, asustada, pero traté de serenarme. Él apretó suavemente la mano y no la soltó. —Mantén la calma. Y tratar de parecer feliz —dijo en un susurro. —En nuestro acuerdo no permitimos este tipo de contacto físico, a menos que sea absolutamente necesario. —Un repentino calor inundó mi cara. —Puedes apostar a que tampoco me gusta esto, pero es nuestra boda, no te olvides. Y ya que estamos aquí, voy a cumplir con mi papel. Si alguien cree que el matrimonio no es real, no será por falta de esfuerzo por mi parte. El tenía razón. Sabía que la tenía. Sin embargo, estaba aún más aterrorizada. Sucedía cuando estaba tan cerca. Max despertaba nuevas sensaciones en mí, y yo no podía manejar cualquier cosa en ese momento. Traté de sonreír como una novia radiante. Creo fracasé.
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El juez de paz inició la ceremonia mediante la lectura de una gran cantidad de cosas que no había escuchado. Max estaba tenso, mirando hacia adelante, mi mano todavía en la suya. A veces me la apretaba suavemente. Me quedé mirándolo, pero él estaba mirando la pared clara detrás del juez. Entonces todo sucedió muy rápido: firmamos los papeles, luego fue el turno de los testigos y BAM, ¡estábamos casados! En medio de los rumores que causó la tensión del momento, vi a Max sacar de su bolsillo de la chaqueta una pequeña caja y entregarlo al juez de paz. Esto me despertó de su sueño de inmediato. —Max, que es... —Es parte del espectáculo —dijo entre dientes de nuevo. Yo todavía estaba aturdido en el momento que Max coloco un anillo de oro brillando en el dedo. Él sonrió cuando el juez tuvo que aclararse la garganta, así que tomé el anillo y lo puse en su dedo, el dedo de mi marido. Tragué saliva. Empecé a sudar. Mi mano temblaba tanto que tuve problemas para insertar la alianza en el dedo de Max —Ahora los declaro marido y mujer —dijo el juez pomposo, formalizando nuestra sentencia... Quiero decir, nuestro matrimonio. Todo iba relativamente bien, Mari tomó cientos de fotos, Mazé lloró copiosamente y nadie más que Max parecía darse cuenta de mi pánico. Hasta que Ana la lío diciendo: —¿Dónde está ese beso de casados? Presa del pánico, miré a Mari, que sigilosamente miro a Clóvis, atento a cada uno de mis movimientos. Me volví a Max que estaba serio. Se volvió lentamente, mirándome fijamente, hasta me estaba enfrentando. Puso sus manos grandes en mi barbilla, inclinó mi cabeza hacia atrás y comenzó el viaje que llevaría sus labios con los míos.
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¡Oh, no! De ninguna manera este tipo va a besarme. ¡De ningún modo! Max no podía besarse. Yo ya había fantaseado con sus pelos sobre el pecho. Ya había imaginado como seria estar con él en la cama. Y casi que quise besarlo hace media hora, cuando estábamos en el coche. Esto sin haber tenido ningún contacto físico. Simplemente no me podía besar. ¡De ningún modo! Deteriorada, trate de enviarle mensajes telepáticos sobre lo que le sucedería a su nariz si se atrevía a poner sus labios sobre los míos, pero él no entendía. O fingió no entender. Puede que mi mensaje fuese un poco confuso, ya que esos ojos caleidoscópicos me desconcertaron. Ok, tal vez yo correspondía. Sólo un poco... E inevitablemente, Max me besó. Cuando su boca cubrió la mía, quería gritarle que se detuviera, pero una fracción de segundo más tarde, la dulzura, la calidez y la suavidad del tacto me desarmo y me encontré de repente correspondiéndole, suspirando y anhelando más. No duró mucho tiempo, pero fue más que un simple beso. Fue un roce, probar, degustar el sabor de su boca que reflejaba tanta sutileza como el deseo de profundizar. Yo estaba tan sorprendida que sentí que casi no podía moverme. Max se enderezó, con el rostro serio, los ojos se oscurecieron como nunca había visto antes. No tenía idea de la expresión de mi cara, pero no creo que fuese la mejor, ya que me tocó la barbilla con suavidad y me susurró: —Ahora sonríe. Hice lo que me pidió demasiado aturdida para pensar en otra cosa. Los invitados se apresuraron a felicitarnos. Nadie parecía dudar de la veracidad de nuestro matrimonio, excepto Clóvis por lo aburrido que era.
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—¡Querida, estás preciosa! —Telma dijo, besando el aire junto a mis mejillas—.
Fue
tan
repentino
—Clóvis
comenzó
a
analizar
a
Max
cuidadosamente—. Confieso que me sorprendió la noticia. —Fue cosa de un momento. No quisimos esperar —le respondí con nerviosismo—. ¿Por qué esperar cuando estás tan enamorada...? —¿Cómo sucedió eso? —me preguntó por lo que parecía la millonésima vez—. ¿Cómo terminaron enamorándose? —Uh... fue... es... —Amor a primera colisión —Max intervino. Reprimí un suspiro de alivio— . Yo me enamore de Alicia cuando ella me golpeó, en su primer día en la empresa. Ella es una chica fantástica, era imposible resistirse a sus encantos. —Eso. Fue exactamente así —le aseguré a Clóvis, cruzando los brazos detrás de la espalda para que no viera cuánto me temblaban las manos. —¡Qué romántico! —arrulló Telma—. Alicia, querida, no deberías haberme escondido que estabas enamorada. —No estaba segura de lo que estaba sintiendo, Telma. —¿Y eso comenzó hace poco más de qué? ¿Un mes? —Clóvis insistió. —Cuarenta y nueve días para ser exactos —Max respondió y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, en voz muy baja, tirando de mí en el pecho—. Cuarenta y nueve días gloriosos, ¿verdad, Alicia? —ARRA. ¡Pura alegría! —murmuré. Me sentí un poco mareada con Max abrazándome
así tan... íntimo. Sentí
sus músculos firmes
en detalles
impresionantes, comprimidos contra mi cuerpo. Era tan grande, tan fuerte, tan caliente, y su perfume tan seductor... Intente parecer a gusto con tal cercanía, envolviendo mis brazos alrededor de su estrecha cintura. Hice lo mejor que pude. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Clóvis frunció el ceño, pero se vio sin argumentos. —Me alegro por ti Alicia. Eres encantadora, me recuerdas a tu madre. Bueno... los dejo solos. Deben querer un momento de intimidad. —¡Estamos ansiosos! —Traté de parecer feliz. Él me devolvió la sonrisa, aunque parecía sospechoso. —Claro, claro. Una cosa más. —Tomó un sobre gordo de su bolsillo y me lo entregó a mí—. Tu abuelo no se perdería tu boda por nada del mundo. Cogí el paquete un poco dudoso y lo apreté contra el pecho. —Gracias —susurré emocionada. —No me des las gracias —Clóvis sonrió, tomó la mano de su mujer, se despidió y nos dejó. Volví la mirada hacia el sobre con un nudo formándose en mi garganta. Cerré los ojos y me apoyé en el hombro de Max, respirando para calmarme. —Yo no quiero engañar a nadie —gemí contra el hombro fuerte en el que me apoyaba. —Lo sé —susurró, acariciando mi pelo, me reconfortaba. Era tan bueno tenerlo a mi lado en ese momento que hacía más fácil soportar todo. Fue entonces cuando me di cuenta de que todavía estábamos agarrados. —¿Qué idea fue esa de abrazarme? —Me deshice de sus brazos y traté de respirar con normalidad—. ¡No me puedes abrazar así! —¿Qué crees que estoy haciendo, Alicia? Recién casados. Debemos parecer enamorados.
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—¡No lo hagas sin decírmelo primero! Y sobre ese beso francamente... — tragué en seco, mientras recordaba el cálido y húmedo en los labios— era total y completamente innecesario. —No estoy de acuerdo —respondió él, con el rostro impasible—. Así es como normalmente las parejas sellan el compromiso. —Pero sabes que no me gusta —advertí en tono mucho menos convincente de lo que pretendía. —No te preocupes Alicia. Te prometo que ese fue nuestro primer y último beso.
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Capítulo 14 Traducido por Blanca20011983 Corregido por francatemartu
Max cogió mi maleta del coche de Mari y la puso en el maletero de SUV negro, mientras yo estaba al lado de mis amigos. El personal de la oficina se fue tan pronto como el almuerzo en el restaurante italiano termino. —Tan hermosa, niña Alicia. Al igual que su madre a esa edad —dijo Mazé con lágrimas en los ojos—. Hasta con el mismo brillo en los ojos. —¿En serio? —le pregunté, un poco emocionada. Ella asintió sonriendo. —Nadie podía estar triste cuando doña Catarina estaba cerca. Tú heredaste esa alegría, la cabeza hueca y un corazón puro. —Ella me abrazó con fuerza, luego se volvió hacia Max, sostuvo su cara entre las manos y apretó las mejillas—. Cuida de ella y tendrás mi amor por siempre, muchacho. Si haces daño a esta chica... — Su agarre se hizo más fuerte. Se quedó mirando, presionado entre las fuertes manos de Mazé y asintió rápidamente. —No voy a lastimar a Alicia —logró balbucear. —Bueno... bueno... eso —lo soltó—. Ahora tengo que irme, porque esa torpe ya debe estar en mi cocina, haciendo lo que sólo Dios sabe. Me reí y la abracé. Cuando Mazé se fue, Max dijo, masajeándose la mandíbula: —Ella tiene una buena mano, si… Me eché a reír. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No era una amenaza real. —No era lo que parecía. —Relájate, Max, a ella le gustas. Eso sí, no debes quedarte cuando está usando el cuchillo y vas a estar bien. Él asintió asustado, y se echo a reír. —Alicia, ven a visitarnos cuando quieras —Ana dijo mientras me abrazaba—. Por favor no te olvides de ser feliz, querida. La vida ya te maltrato bastante. —Gracias, Ana tú también serás bienvenida a visitarme en cualquier momento. —O yo pensaba que lo sería. No había hablado de ello con Max. Todavía no. Mari tomó más tiempo para liberarme. —Tengo miedo, Mari —confesé, enterrando la cabeza en su cuello. A pesar de que no había hablado con ella sobre los efectos que Max tenía en mí últimamente, ya que aún no entendía lo que me estaba pasando, lo sabía. Mari siempre supo. —Lo sé —susurró—. ¿Y qué beso fue ese? ¡Dios de los cielos! ¡Eres tan afortunada! —Deja de ser una tonta. No quiero estar a solas con él —le dije, temerosa de lo que sucedería a partir de ahí. —Lo sé, Lili. —Ella agarró mis hombros y sonrió—. Yo sólo estaba tratando de relajarte un poco. Pero no creo que sea una buena idea que yo pase la noche en tu casa. Para todos los efectos, es tu noche de bodas. Podría levantar sospechas si paso la noche contigo, o por lo menos me llamarían pervertida — sonrió—. Vas a tener que ser valiente. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo? —Bueno. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Ella me dio un sonoro beso en la mejilla y la vi entrar en el auto. Cuando nos quedamos solos, me volví a Max, que estaba apoyado en el capó del coche, con los brazos cruzados sobre el pecho, observándome ¡mirándome! Con una cara amable. —¿Lista para conocer tu nueva casa? —sonrió, un poco nervioso. —No, pero creo que no hay otro camino. Él se rió, abrió la puerta del auto para que yo entrara y permaneció en silencio todo el camino hasta la urbanización de clase media. Max era amable y se ofreció a llevar mi equipaje hasta el ascensor. Al abrir la puerta del apartamento, me hizo señas para que le siguiera al frente. —Bienvenido a tu nuevo hogar —anunció. Entré un poco avergonzada. El apartamento era pequeño pero acogedor y organizado. Las paredes claras combinadas con muebles y líneas rectas modernas. Una pila de CD mal alineados, contrastaban con el resto de la sala meticulosamente arreglada. —Genial. —Te voy a mostrar la habitación —dijo, metiéndose en el corto pasillo, abrió la puerta de la pequeña habitación casi vacía—. No tuve tiempo de empacar nada. Supuse que querrías hacerlo por ti misma. Mis padres duermen aquí cuando vienen a visitarme, así que solo tenemos la cama, la mesa de noche y una cómoda. Pero puedes usar mi armario para la ropa o cualquier cosa que quieras colgar. —Gracias —dije torpemente. Él tampoco parecía saber qué hacer. —Aquí enfrente esta mi habitación, y el baño es allí. —Señaló la puerta al final del pasillo.
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—Precioso. Él asintió, dejando la maleta sobre la cama. Entré en la habitación, un poco aprensiva. Todo era muy sencillo y sin color. Un poco triste. Max había colocado un pequeño jarrón de narcisos en la cómoda, en un intento de dar un toque de vida al espacio, lo cual me pareció lindo. Me senté en el colchón —demasiado suave— y evalué los pocos metros escasamente decorados a mí alrededor. Un gran contraste con mi vieja habitación de la mansión, llena de espacio, adornos y cortinas transparentes. Yo tendría que arreglar ese lugar si quería sentirme como en casa en los próximos meses. No estaba mal, pero no se veía como una casa todavía. —Yo... Te dejaré sola para que te acomodes mejor —dijo, apoyándose en la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho—. Estoy en la habitación si necesitas algo. —Y se fue, cerrando la puerta tras de sí. Con un suspiro, abrí la bolsa y empecé a colocar mis cosas en el pequeño aparador de la mejor manera posible. Tomé el marco con la foto de mi familia y lo puse en el mueble, al lado de mis productos de higiene, manteniendo los narcisos. Entonces me atreví a ir al baño para conocerlo. Era pequeño, y toda la testosterona estaba allí gritando, pero Max había tenido la cortesía de poner un pequeño jabonero con un jabón decorativo en el lavabo de mármol negro. Él estaba esforzándose. Me acordé de la carta del abuelo Narciso, que Clóvis me había dado, y corrí a la habitación para abrir el sobre. Había dos cartas dentro, una para mí, otra para mi marido. Abrí la primera. Mi querida nieta, No sabes lo mucho que me gustaría asistir a este día tan especial. Imagino cómo de feliz debes estar ahora que has encontrado el amor. Daría cualquier cosa para compartir tu felicidad en este momento. Tragué saliva.
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El matrimonio es una de las etapas más importantes de la vida, la construcción de una nueva familia. Que Dios te bendiga y a tu marido, y los hijos que van a tener. Espero que tu marido sepa que acaba de ganar la lotería, ya que ganó tu corazón. Siempre debes escuchar lo que tiene que decir, cariño, respétalo y exige lo mismo. El matrimonio no es más que una asociación, en la que ambos deciden ser felices, tener uno al otro como instrumento. Por favor, no lo trates con mentiras. Y no intentes forzarlo a que cumpla todos tus deseos, como sueles exigir. ¡Yo no hago eso, no! Sabes que lo haces. No discutas conmigo. Nadie te conoce mejor que yo. No podía discutir con eso. Ahora ve a estar con tu marido. Disfruta de la luna de miel, pero no te pases con la bebida. Con amor, el abuelo. PS: Me tomé la libertad de escribir una carta a tu marido. Entrégasela a él, por favor. No te preocupes, sólo quiero darle la bienvenida a la familia. Encontré a Max en la sala, el televisor encendido, pero tuve la impresión de que no estaba prestando atención al juego de baloncesto. Me quedé allí, completamente descolocada, sin saber qué hacer. Se volvió hacia mí y me estudió durante un segundo antes de sonreír. —Parece que acabas de entrar en la oficina del director —dijo suavemente. —Para ser honesta, eso es exactamente lo que siento. —Esta es tu casa ahora. Pueden pasar varios días antes de que te sientas a gusto, pero prometo hacer todo lo posible para ayudarte a adaptarte. —Me sorprendió tanta hospitalidad. Pero, por otro lado, parecía ser exactamente el tipo de cosa que Max podía a decir. Seguía siendo un misterio para mí—. ¿Por qué no te sientas para que podamos hablar un poco? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Me pareció una buena idea. Mucho mejor que seguir en pie en medio de la sala sin saber dónde poner las manos. Todavía llevaba la ropa de ceremonia, pero sin la chaqueta. Tenía las mangas remangadas hasta los codos. Max se veía bien en un traje, pero aún mejor en un estilo más informal. Menos intimidante, más... accesible. Era más fácil hablar con él sin toda esa armadura que solía usar. —El abuelo me dejó unas cartas, Max —empecé, mirando el sobre en mis manos—. Recibí una en L&L, por mi trabajo. La que Clóvis me ha entregado en la oficina es de los dos, tú y yo, nosotros, quiero decir. —Alargué hacia él la carta dirigida al “marido de Alicia”—. Uno era para mí, y esto es para ti. Tomó el sobre y lo miró por un momento, y luego me la devolvió. —No es para mí, Alicia. Es para tu marido de verdad. Guárdala y un día se la entregaras al hombre que verdaderamente ames. —Bueno. —No podía negar que, en ese momento, Max parecía un hombre mayor. —¿Te gustó la habitación? —me preguntó. —Me gustó, es muy acogedora. ¿Puedo cambiar algunas cosas? Él se rió entre dientes. —Veo que te ha gustado. Me sonrojé. —Es que casi no tiene color. Se ve triste y solitaria —dije, mirando la alfombra gruesa y suave bajo mis pies. Exactamente como me siento—. Tal vez un poco de color dejaría el ambiente más alegre. —La habitación es tuya. Cambia lo que creas que debes cambiar para sentirte más cómoda. Si necesitas la ayuda de un marido fuerte para cambiar los muebles de lugar, puedo encontrar una lista de teléfonos.
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Me eché a reír, sorprendida. —¡Mira! ¡Tienes sentido del humor! —señalé. —Por supuesto que sí. Es simplemente difícil de usar cuando estás cerca. Estaba a punto de preguntarle qué quería decir con eso, cuando su expresión cambió, volviendo a la seriedad habitual. —Cómo... —se sentó más erguido, dejando las manos cruzadas sobre las rodillas—. Estaba pensando en lo que pasó hoy y sobre tu discurso después de eso... uh... —se retorcía en el sofá, en busca de una posición cómoda. O tal vez buscando un tema menos embarazoso. —¿Cómo vamos a actuar delante de las personas? —No he pensado en ello todavía. Pero me gustaría que me avises la próxima vez que decidas besarme. —No pretendo besarte otra vez —respondió inmediatamente. —¡Genial! Así que cumpliremos el acuerdo. —Sí, pero... yo estaba pensando que no vamos a parecer matrimonio — señaló—. La gente podría preguntarse, ya que nos acabamos de casar. —Hmm... Bueno... tienes razón. —Pensé que si nos esforzamos por mantener la fachada, tal vez la gente crea que nuestro matrimonio es real, que estamos muy enamorados. ¿Qué piensas si de vez en cuando almorzamos juntos? —Creo que es razonable. Tal vez deba sonreírte de vez en cuando —sugerí con indiferencia. Sería bueno si Max pensara que yo estaba desempeñando un papel, sin sonreír involuntariamente cada vez que lo mirara. ¿Y por qué estaba ocurriendo esto de todos modos? Él asintió. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Voy a hacer lo mismo. Y sería bueno que ambos no... Uh... —¿Si no intercambiamos insultos en público? —ayudé. —Eso —sonrió—. A partir de hoy y durante los próximos doce meses, tú eres mi esposa, y yo intentaré tratarte como tal. Por lo menos cuando tengamos gente alrededor —dijo haciendo una mueca divertida. No me ofendí. En realidad, yo estaba contenta. —Gracias por hacer esto, Max. Voy a hacer lo posible para que no sientas náuseas al pensar en volver a casa. —Puede que ni note que estas aquí. —Él se encogió de hombros, apoyándose en el sofá—. Si consigo mi promoción, voy a tener mucho trabajo, así que probablemente no tenga mucho tiempo para percibir nada. Mis posibilidades de promoción son muy buenas. —Genial. Espero que consigas lo que quieres —le dije con sinceridad. Sonrió un poco, luego se puso serio. —Sé que vendiste tu coche, y que has dejado claro que sientes horror por el transporte público. —Se movió en el sofá, como si el asiento estuviera lleno de espinas. Qué extraño—. También me di cuenta de que tienes un problema con el tiempo. Sinceramente, a mi me da igual, pero yo estaba pensando que tal vez la gente piense que es extraño si no vamos juntos a trabajar. Dado que trabajamos en la misma empresa y vivimos en el mismo apartamento. —Esta es tu manera de ofrecerte a llevarme, ¿no es así? —Sonreí. —Si estás lista a tiempo —dijo, sonriendo. Sentí que se me revolvía el estómago y se retorcía como si estuviera en una montaña rusa.
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—Eso fue lo más sorprendente que has dicho nunca. No voy a llegar tarde. Quiero decir, voy a hacer mi mejor esfuerzo para despertar a tiempo. ¡Dios sabe cómo los autobuses me asustan! Sorprendentemente, eres menos aterrador. Él se rió entre dientes. —¿Eso fue un cumplido? —¡No! —Me reí también. La conversación se volvió en trivialidades. Max me mostró donde guardaba algunos utensilios y me advirtió de que no dejara las cosas tiradas en el suelo, porque la señora de la limpieza guardaba todo en el lugar equivocado y le tomaba semanas hasta para que recordase donde poner cada objeto. Aprendí un poco de él en esa conversación. Había sido campeón estatal de nado de espalda cuando estaba en la universidad —lo que explicaba muchas cosas, especialmente aquella espalda grande y bien definida— pero decidió dejar el deporte para ser un aprendiz en L&L. También nadaba cada vez que podía. Max me habló de sus pocos amigos, de sus padres, pero no tocó el tema, que curiosamente me intrigó más: las mujeres de su vida. ¿Tenía a alguien? Él hablaba y hablaba y hablaba, más de lo que imaginaba que era capaz, y varias veces tuve que recordarme a mí misma dejar de sonreír. Me sorprendió cuando él sugirió pedir una pizza para cenar y encontrarme que era de noche, el día había pasado. Él incluso me dejó elegir el sabor, y encontró que ambos estábamos locos por la pizza pepperoni. Hablamos un poco más, mientras comíamos, todavía sobre trivialidades, todavía pisando suelo arenoso, pruebas, conociéndonos. —Yo lavo y tú secas, y guardas —dijo, quitando los platos de la mesa y llevándolos al fregadero. —¿No tienes lavavajillas? -—le pregunté en estado de pánico. —No.
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—¿Por qué no? ¡Todo el mundo tiene un lavavajillas! Incluso la madre de Mari. —Nunca lo necesité. —Se encogió de hombros—. Siempre he vivido solo. Nunca hay mucha vajilla a lavar. —Pero... pero... ¡no sé dónde guardarla! —Señalé afligida. —Por eso mismo vas a secar y guardar —sonrió, divertido con mi horror—. Te iré diciendo dónde va todo, así puedes aprender, en el caso de que decidas cocinar algo. —Realmente no me conoces. Gracias por la preocupación, pero esto apenas sucede. No se cocinar. No necesitaré nada. Pero yo... yo te ayudaré. Fuiste amable conmigo hoy. —¡Soy genial! —Sonrió—. Compré algunas cosas para ti. Nunca he vivido con una chica antes y Paulo me echó una mano. —¿Quién? —Paulo , de Comex —dijo, como si tuviera sentido. Al darse cuenta de que no sabía de que me hablaba, continuó—: Ese tipo que derramo vino en Mazé en nuestro desayuno de boda. —Oh, Paulo . —Delgado, narigudo, que trabajan en la misma industria que Max y nunca me habló hasta esa mañana, y mismo así sus “felicitaciones, espero que dure” no fue realmente una conversación. —Hemos sido amigos desde hace mucho tiempo, desde los días de la universidad. Dijo que a las mujeres les gustan ciertas cosas. Están en el armario y en el congelador. Si he comprado mal, házmelo saber. —Uh... gracias, Max —le respondí, sorprendida por su delicadeza. Y me di cuenta que él no era para nada el ogro que había imaginado. Él fue educado, amable y cariñoso. Yo no entendía por qué, pero este descubrimiento me dio más miedo de él. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Por cierto, agradezco si no tocas mis hidrotónicos. A menudo me llevo una botella por la mañana cuando hago ejercicio. Si quieres alguno para ti, sólo dime qué sabor prefieres. Ah, así que esa montaña de músculos se cultivaba con un poco de esfuerzo. —No me gusta los hidrotónicos, gracias. Terminamos con los platos rápidamente. Max volvió a la televisión y aproveche para tomar un baño. Me puse el pijama —pantalones azules con nubes blancas, camiseta blanca, zapatillas patas de dinosaurios— y me fui directa a la cama demasiado blanda para mi gusto. Mari llamó, así que me recosté. —¿Qué pasa? ¿Interrumpo algo? —preguntó sugestivamente. —Deja de ser tonta. —Una chica puede soñar —suspiró—. ¿Cómo fue? —... Fue sorprendentemente bueno —admití, mirando el techo blanco. —¿Bueno? ¿Quieres decir, muy bueno? —Sorprendentemente, Max es genial cuando quiere. —¡Era realmente genial! ¿Cómo si no lo hubiera notado antes?—. Se ofreció para llevarme a trabajar. —¡No me lo creo! ¿Qué le dijiste? —Le di las gracias y acepté, por supuesto. —A pesar de que debería haber rechazado. Max y yo estaríamos mucho tiempo juntos. Y eso parecería ruin de mi parte. —Oh... Huelo algo bueno por venir. Pero no pareces muy entusiasmada con todo. —Es que... no sé, Mari. Parece que hay algo mal. No puedo decir lo que es. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Hmm... Tal vez te sientes culpable por engañar a tu abuelo. —Puede ser. —Pero, siendo honesta, no era ese el problema ¿lo era? —Mañana iré a conocer tu nuevo hogar. Buenas noches, Lili. —Hasta mañana, Mari. Me tomó un tiempo quedarme dormida. El suave colchón se hundió y me dolía la espalda. Después de que removerme más de una hora, finalmente me quedé dormida, pero hubiera preferido mantenerme despierta toda la noche. El abuelo volvió a rondar mis sueños. Estábamos en la oficina, hablando animadamente con Mari y Max y el abuelo en el fondo de la sala, mirándome. Caminé lentamente hacia él. No sonrió, su rostro marcado por el tiempo estaba triste. Una profunda tristeza que me dolía el corazón. —¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Qué está mal? Miró a Max por mucho tiempo, luego volvió sus ojos azules hacia mí. —¿No te gusta? —pregunté con incertidumbre. Él no respondió. —Mira, abuelo, no me hagas esto, ¿de acuerdo? Pero Clóvis dijo que yo iría a la cárcel si no pagaba mis tarjetas, e incluso tuve que vender mi cupé, y tú más que nadie sabe cómo me encanta ese coche... y... y las cosas están medio fuera de mi control y moriste. Así que no tienes derecho a juzgarme. Suspiró. —Va a romper tu corazón —dijo con una tristeza que me causó escalofríos. —¿Max? No. Te juro que no. Él es un buen tipo, pero ni si quiera me gusta. Y a él no le gusto de esa manera. Él como que me tolera y es sólo hasta que todo se resuelva —explique apresuradamente. Él me mostró una sonrisa triste. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Te va a doler más allá de lo que puedas aguantar.
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Capítulo 15 Traducido por Vecina Corregido por francatemartu
Mi móvil sonó. Tanteé hasta encontrarlo. —¡Quien seas, vete al infierno! —protesté. —¡BUEEEEENOOOOOS DIAAAAAAASSSS, LILI! —gritó Mari, y luego entró la voz de Bono Vox cantando “Beautiful Day” a un volumen insoportable para la audición humana. Eso duró unos treinta segundos antes que el volumen disminuya—. ¿Y, te has despertado? —¿Qué es lo que te ha dado? —pregunté furiosa, intentando calmar mis pulsaciones—. Creo que todo este ruido me causó laberintitis3. —Si puedes estar irritada, entonces estás bien despierta. No podía dejar que pierdas tu transporte. Voy a tomar un baño. ¡Ten un lindo día! —¡Mariana! —Pero ya había cortado. Hundí la cabeza en la almohada, bufando. Miré el antiguo reloj del abuelo sobre la mesilla de noche. —¡Ah! —Por primera vez me desperté a la hora correcta. Quedé decepcionada al encontrar la puerta del cuarto de Max abierta y la cama hecha y vacía, así como el resto del apartamento. Se debe haber ido sin mí. Aparentemente, mi hora correcta y la de él no eran la misma. Qué bueno, pensé. ¡No sirvió de nada despertar de madrugada!
3
Es la irritación e hinchazón del oído interno. Puede causar vértigo e hipoacusia.
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Tomé un baño largo; la ducha era fantástica, a pesar del poco espacio en el baño. Todavía envuelta en la toalla, fui a investigar lo que había para comer en la nevera. Encontré cerveza, quesos, jugos, frutas, paquetes de comida rápida y docenas de bandejas de yogurt, de todos los sabores y marcas conocidas. Me reí. Probablemente todo aquello iría a la basura antes que yo fuera capaz de comerlos. En realidad no me gustaba mucho el yogurt, pero no pude dejar de sentirme caliente ante la atención de Max hacia mí. Encontré granola en la alacena y un tazón, y me sorprendí con la pila de chocolates que Max compró. No paraba de sorprenderme. Me senté y estaba terminando el desayuno cuando la puerta se abrió bruscamente. Salté de la banqueta, asustada, antes de ver a Max, vistiendo camiseta blanca y bermuda azul, los cabellos húmedos y la piel brillando de sudor, invadir la cocina. —¡Max! —grité, apretando la toalla alrededor del cuerpo. —Buenos d… —me miró de arriba abajo, desvió los ojos, después se volvió de espaldas—. Yo… no sabía que desayunabas vestida así. —Yo no sabía que volverías a casa. Pensé que estabas en la empresa. —Mi rostro ardió. —Aún es temprano y combinamos de ir juntos, ¿lo olvidaste? —Pensé que tu temprano y el mío eran diferentes. Él rio, aún de espaldas. El sudor hacía que su fina camiseta se pegara estratégicamente en su ancha espalda. No, no era relleno. Max tenía realmente un cuerpo fabuloso. ¡Mierda! —Creo que temprano es temprano para todo el mundo. Iré… a tomar un baño y… y… hasta luego. —Salió rápidamente en dirección al baño, sin mirar atrás.
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Regresé al cuarto y me vestí con lo primero que encontré, jeans y camiseta gris. Me pasé la mano por el cabello y un pintalabios claro para tratar de disimular el rojo escarlata que cubría mi cara. Estaba extremadamente avergonzada, como si fuera la primera vez que un hombre me viera casi desnuda. Lo esperé en la sala, cambiando de posición en el sofá cada vez que escuchaba un mínimo ruido viniendo del baño. Finalmente Max apareció, con toda su elegancia opresora, vistiendo formalmente como siempre, el portafolio en una de sus manos. No tuve coraje de mirarlo por más de dos segundos. Él también parecía avergonzado, de modo que permanecimos callados durante todo el trayecto hasta la empresa. —Perdona —me forcé a decir cuando estacionó en la L&L, después de veinte interminables minutos de silencio—. Realmente pensé que estaba sola. —Está bien, no fue un crimen —dijo rápidamente. —Estás enojado —señalé. —No lo estoy. —Sí lo estás. —No lo estoy —él insistió. —Tienes una vena saltando en tu frente. O estás enojado o estás a punto de tener un ACV. Suspiró. —No estoy enojado, Alicia. Solo me sorprendí al encontrar una mujer desnuda comiendo en mi cocina. Lo que no fue malo, de ninguna manera, ante nuestra situación… —¿Entonces no es común tener una mujer desnuda en tu cocina? —me escuché preguntando, interesada.
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Él apretó los labios, mirando al frente, pareciendo aún más exasperado. —Vale, no es asunto mío. Suspiré. —Juro que no se repetirá, Max. ¡Lo juro! —Esa es tu casa ahora. Puedes hacer lo que quieras, incluso desayunar usando nada más que una toalla. —Menos meter mano en tus energizantes —dije, deseando cambiar de tema y cortar la tensión que parecía sacudir el auto. Funcionó. —Menos meter mano en mis energizantes —concordó con una tímida sonrisa—. No estoy enojado. Solo quedé un poco sorprendido al encontrarte de aquella forma. Parecías bastante cómoda. Lo que de cierta manera es bueno. Max me miró, sus ojos brillaban más que de costumbre, lo que no ayudó a mi tentativa de mantener mis latidos. —Mira, prometiste que te ibas a esforzar para no hacer eso. Prometiste que pararías con esos comentarios irritantes —hablé. De pronto mi respiración se aceleró. ¿Él quiso decir que era bueno tenerme desnuda y en su casa? —Yo no prometí nada. Dije que intentaría contenerme, es diferente. Pero no estoy tratando de irritarte —dijo, con una voz profunda—. Estoy siendo sincero. Estoy feliz que te sientas cómoda en casa. Solo necesito acostumbrarme a la idea de verte de aquella manera y no… —se calló. Sus ojos bajaron y miro mis labios con cierto interés. —¿Y no…? —instigué, queriendo saber cómo terminaría esto. Max pareció salir del trance con el sonido de mi voz, rápidamente desvió la mirada y se enderezó.
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—Después hablamos. Necesito encontrar a Paulo para discutir sobre un contrato. ¿Quieres que te lleve a casa al terminar? Sabía que aquel “Después hablamos” significaba “Nunca más vamos a tocar este asunto”. Frustrada, dije: —Quiero. Gracias. Él asintió, salió del auto y me dejó allí en el estacionamiento, atónita, tratando de adivinar lo que pasaba por su cabeza y, al mismo tiempo, lo que sucedía en la mía. Joyce estuvo toda simpática cuando llegué al séptimo piso. —¡Allí viene la novia del año! —apenas le mostré una sonrisa—. ¿Has visto el periódico? —Me mostró la tapa de uno de los importantes periódicos de la ciudad. Había una foto mía y de Max, tomada solo Dios sabe cómo, entrando en el registro el día anterior. DE PRINCESA A CENICIENTA Alicia Moraes de Braganca y Lima, una de las herederas más ricas del país, según fuentes seguras, fue desheredada y no dispone más de su enorme fortuna. Alicia coloreó páginas de muchos periódicos alrededor del mundo, siempre metida en escándalos. La chica problema parece estar más tranquila ahora. En la mañana de ayer, fue vista entrando al registro de la ciudad al lado de Maximus Cassani, 28 años, joven ejecutivo de una de las empresas pertenecientes al Conglomerado Lima. La boda fue a puertas cerradas y nadie se pronunció hasta el momento. Resta esperar
para
descubrir
si
esta
vez
la
ex
princesa
Conglomerado Lima encontró su juicio. —¡Argh! ¡Odio esos periódicos! —gruñí.
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del
—Así es, son realmente horribles —concordó ella, analizándome atentamente—. Pareces cansada. ¿No has dormido bien? —y soltó una risa maliciosa. —No dormí nada anoche —suspiré. Después de la pesadilla con el abuelo, había estado dando vueltas en la cama casi hasta el amanecer. ¡Estaba destruida! —¡Virgen santa! Y Max, con aquel modo de adicto al trabajo sin tiempo para nada, me engañó muy bien. No tenía idea que había un amante ardiente detrás de aquella fachada seria. —¿Max? —¿De qué estaba hablando ella? Ah, sí. De mi supuesto marido Max—. ¡Claro! Él está… acabando conmigo. Joyce sonrió todavía más y suspiró. —Y parece que tu buena racha continúa. Janine pidió que vayas a RH. Resolver el problema con los chinos fue un golpe maestro, Alicia. —¿Dijo que necesitaba? —pregunté interesada. —Creo que tendrás una nueva función. —¡¿Sí?! —¡Ah, el dulce sabor de la victoria! Seguro que ser vicepresidente sería mucho más relajado y mejor remunerado. Bajé hasta RH, ansiosa, anticipando mi fantástica promoción, que elevaría significativamente mi salario. Ya hacía planes de cuál de las maravillosas cupés importadas me compraría. Tal vez comprara una amarilla. Me gustaban los autos amarillos. O tal vez uno naranja, con asientos de cuero personalizados. Janine me esperaba con una sonrisa en el rostro, los cabellos rebeldes sujetos como un plumero. —Alicia, la confusión fue culpa tuya, pero admito que fuiste muy perspicaz en resolver todo sola. Has ganado varios puntos con la dirección. Ellos creen que tal vez puedan aprovechar mejor tu capacidad —usé todo mi autocontrol para no Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
hacer el baile de la victoria, pero entonces Janine continuó hablando y terminó con mi nueva cupé con asientos personalizados—: en el Comex, en el sector nueve. Ellos siempre necesitan ayuda de Joyce. Tú podrás suplir esa deficiencia. —¡Pero pensé que iba a ser promovida! —Y lo has sido. ¡Ahora eres secretaria! —ella remarcó la palabra, como si dijera estrella de cine. —Esto no es ser promovida. —Crucé los brazos sobre el pecho. —¡Por supuesto que sí, boba! —ella rio—. Podrás mandar a una de las asistentes hasta la sala de la copiadora para ti. ¿Eso no es bueno? Viéndolo de esa manera… —¿Y cuánto es el salario? —quise saber. —Como ahora ejercerás el cargo de secretaria —¡estrella de cine!— del sector nueve, tu salario será ajustado a tu función. El aumento es mínimo, pero es algo, ¿no? —Sí, cualquier dinero extra es bienvenido. Y estar en el sector nueve podría ser bueno. Joyce estaría dos pisos enteros lejos de mí, y Max pod… ¡Oh, Dios! Detente ahí. ¿Trabajaré con Max? ¿En el mismo piso? Janine sonrió maliciosamente. —En la misma sala. Yo sé que se acabaron de casar e imagino que quieren aprovechar todo el tiempo, pero debo avisarte que la empresa no tolera demostraciones de afecto dentro del predio. Si es que me entiendes… —guiñó uno de sus pequeños ojos. —Claro, claro. Nada de arrumacos por ahí. —Ok. Ir y venir con Max era una cosa. Vivir con él era otra. Trabajar en la misma sala sería el apocalipsis. Por lo menos para mis sentimientos perturbados—. Max va a… volverse loco con la noticia. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Él ya lo sabe —me dijo—. Y parecía ansioso de hablar contigo. —Ah, apuesto que sí. Gracias, Janine. —De nada. Ah, espera. Me estaba olvidando. —Me extendió un sobre—. Para ti. Esperé que se alejara para abrir la carta. La nota, en verdad. Del abuelo. Muy bien, niña. Acabas de subir tu primer escalón dentro de la empresa. Lo que prueba que tenía razón en cuanto a tu capacidad. Siempre has sido muy creativa, una pena que usaras esa creatividad para meterte en problemas, en vez de librarte de ellos. Estoy feliz que las cosas estén cambiando. Con amor, abuelo. P.D.: espero que Joyce haya sobrevivido a ti. Ella es una buena secretaria. Me reí, doblando la carta, la guardé en el bolsillo de mi jean y rápidamente bajé al sector nueve, en el quinto piso. Max estaba esperándome en el corredor, caminando de un lado a otro, el rostro tenso. —Esto va a ser un problema —comenzó—. No será bueno que estemos tanto tiempo juntos. Vamos a terminar cometiendo un error o… —¿Matándonos? —completé—. Relájate. Todo va a estar bien. ¿Serás promovido, no es así? —Todavía no es seguro. Tal vez lo sea, tal vez no. —Se encogió de hombros. —Entonces haremos fuerza para que así sea, y para que no nos matemos mientras trabajamos juntos.
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—¡Ah, qué lindo! —comentó una muchacha con ropa ajustada que marcaba su silueta y escote poco recatado. Medio vulgar, pero bonita—. Apenas consiguen estar lejos uno del otro. —Buenos días, Vanessa —respondió Max, aún mirándome. —¿Alicia, no es así? —ella me sonrió—. Max no habla mucho de ti. Supe que estarás en nuestra sala. Eso ayudará a conocernos mejor, ya que Max parece querer guardarte solo para él. —Max es muy discreto —respondí sin pestañear—. No le gusta ser el centro de atención. Es un caballero. Pero parece que no existen secretos en esta empresa, ¿no? Todo el mundo sabe de mi cambio de sector. Ella sonrió afectada. —Puedes apostar. Las paredes tienen oídos por aquí —y, saludando con sus uñas pintadas de rojo, nos dejó a solas. —¿Comprendes? —Max susurró ansioso, los ojos suplicantes. —Mantendremos el plan inicial. Almorzar juntos de vez en cuando y algunas sonrisas de complicidad pueden resultar bien. Y… no sé, inventa alguna cosa que demuestre afecto y que no complique nuestra vida en la empresa. Janine dijo que las demostraciones de cariño están prohibidas, lo que es bueno en nuestro caso. Se pasó la mano por el cabello. Contuve la respiración. Sabía que su perfume me envolvería como un abrazo, y las imágenes de él sudado, con la camiseta blanca pegada al tórax, llenarían mi mente alterando mi capacidad de raciocinio. —Será complicado —susurró, más para sí mismo, me pareció. —Déjalo ir, Max —murmuré, un poco con rabia por su pesimismo—. Yo también necesito que esto salga bien. Creo que hasta más que tú.
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No pareció nada feliz, pero terminó concordando y regresó a su mesa, a seis metros de la mía. Mi primer día en el sector nueve fue un poco extraño. Había una pila de papeles que necesitaban ser copiados y archivados acumulados desde hacía semanas, y de pronto me sentí una tonta. No tenía asistente. El trabajo era exactamente el mismo, solo el piso era otro. ¡No había ninguna promoción! Me concentré en guardar el papeleo en las carpetas correctas e ignoré el murmullo en la enorme oficina. Muchas miradas curiosas me observaban, pero una en especial, que me hacía sentir como si un farol estuviera apuntándome, me dejó inquieta. Max se pasó buena parte del día mirándome y desviando los ojos cuando yo lo miraba de vuelta. Casi al final del expediente, Vanessa, la chica del escote, se sentó en el borde de mi mesa desordenada —la organización nunca fue mi fuerte— y me analizó de arriba abajo. —Te has arreglado bien el primer día —pero algo en el tono de su voz me convenció que ella pensaba exactamente lo contrario. —Qué bueno que te impresioné. Esperé que me dejara en paz, pero, claro, ella continuó allí, analizándome con ojos de ave de rapiña. —Entonces… ¿cómo fue que tú y Max terminaron juntos? Ya tenía un “No es asunto tuyo” en la punta de la lengua, pero entonces pensé que Vanessa podría ser una útil herramienta. La curiosidad marcaba su rostro, y estaba segura que cualquier cosa que yo diga, sería repetida —y tal vez agrandada— por los corredores de la L&L. —Ah, fue… ehh… —un ícono parpadeó en la barra de herramientas de mi monitor. Nadie nunca me había contactado por MSN desde que comencé a
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trabajar. En realidad, nadie nunca me llamaba para nada que no fuera para darme órdenes. Estaba emocionada. Era Max. Max_Comex dice: ¿Qué quiere Vanessa? Alicia Lima dice: Saber cómo terminamos juntos. Max_Comex dice: Inventa cualquier cosa y luego me avisas, para no tener fallas. Alicia Lima dice: Ok. —Fue medio… cosa de piel, ¿sabes cómo es? —comencé—. Cuando nos conocimos, sucedió aquella cosa. Ella sonrió. —Gracioso. Escuché decir que ustedes no se soportaban y… —Exactamente —la interrumpí con prisa—. De allí a la lujuria desenfrenada fue un salto. Sus cejas finas se arquearon. —¿Sí? Max no parece ese tipo. —Ah, pero lo es. Créeme, Max sabe cómo enloquecer a una chica. —Esta vez no era mentira.
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Vanessa se giró para observarlo por sobre el hombro. Él desvió los ojos para el monitor del ordenador. Max_Comex dice: ¿Qué le has dicho? Alicia Lima dice: Que eres un semental insaciable y por eso caí en ti. Él tosió convulsivamente, atrayendo miradas, incluso la mía. Su rostro estaba rojo como un tomate. —Max, quien diría… —Vanessa sonrió, aún observándolo—. Es lindo, por supuesto. Pero siempre pensé que era demasiado frío. —No. Max es capaz de derretir los glaciares de Puncak Jaya solo con la mirada. En realidad, él es sorprendentemente cariñoso. Imagina que llenó la despensa con chocolate y la nevera con todas las marcas de yogurt que encontró en el supermercado porque no sabía cuál era mi favorita… —¡Qué atento! —dijo con un entusiasmo forzado. —Mucho. —Y realmente lo era. Quiero decir, Max podía tener aquel modo rudo de vez en cuando, pero eso del yogurt había dejado bien claro que dentro de él había un caballero a la antigua. Max_Comex dice: ¿Por qué has dicho eso? Alicia Lima dice: Porque creí que hablar de nuestra vida sexual haría que Vanessa pare de hacerme preguntas. Max_Comex dice: Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
¿Y paró? —¿Cómo fue que te pidió casamiento? —Vanessa cuestionó. Max_Comex dice: Acabas de llamar su atención. Alicia Lima dice: No. ¿Cómo fue que me pediste casamiento? Max_Comex dice: No tengo idea. Espera, déjame pensar. Dile que fue la noche que te llevé al teatro. Alicia Lima dice: ¿Qué fuimos a ver? Max_Comex dice: Cualquier cosa. Después del espectáculo te llevé hasta el mirador para apreciar la ciudad toda iluminada. Llevé vino. Te gusta el vino, ¿no es así? Alicia Lima dice: Adoro.
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—Max me llevó al teatro y luego al mirador de la ciudad para besarnos. Llevó un Pinot Noir —le conté a Vanessa. Max_Comex dice: Nos quedamos conversando, tú estabas feliz, cómoda. Yo estaba nervioso como el diablo, con miedo de lo que estaba por a punto de hacer. Sabía que te necesitaba como nunca necesité a nadie. Sabía que te quería a mi lado para el resto de mi vida. Miré a Max, completamente concentrado en el monitor del ordenador. —Él estaba nervioso, con miedo que le dijera que no —hablé mecánicamente. —¡Caramba! Nunca imaginaría a Max con miedo de nada. —¡Ni yo! Max_Comex dice: Entonces tomé coraje, miré dentro de tus ojos y dije: Alicia, tú has sido la piedra en mi zapato desde que entraste en mi vida sin pedir permiso. Alicia Lima dice: ¡Ese es el peor pedido de casamiento imaginario que escuché! Max_Comex dice: Aún no he terminado. Entonces te dije:
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Desde aquel día que me atropellaste en la escalera, no consigo parar de pensar en ti. Mi mundo quedó patas para arriba… y no quiero que vuelva a ser lo que era. No si eso no te incluye. Quiero que ese caos aumente si significa que te tendré cerca de mí. Levanté la cabeza para observarlo. Él digitaba a una velocidad impresionante, completamente absorto. Max_Comex dice: Sé que apenas nos conocemos, pero estoy seguro que algo extraordinario pasará si estamos juntos. Prometo amarte, respetarte, protegerte y apoyarte en todos los momentos de nuestra vida. Cásate conmigo y hazme un hombre completo. Y tú respondiste… Alicia Lima dice: ¡¡Sí, me caso!! Max_Comex dice: Te tomé en mis brazos. Alicia Lima dice: ¿Y luego? ¿Qué sucedió después? Max_Comex dice: Nos entregamos tan profundamente a nuestros sentimientos que juntos alcanzamos las estrellas. Miré nuevamente hacia él, que esta vez me estaba mirando. Había un brillo nuevo en sus ojos, bailando alegre en el iris. Mi respiración se aceleró. —Alicia, ¿me estás escuchando? —llamó Vanessa, liberándome del encantamiento.
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Sacudí la cabeza, un poco confundida. —¿Eh?... Estoy. ¿Qué? —Pregunté cómo fue el pedido. ¿Qué fue lo que él dijo? —Ah, él dijo que… yo era una piedra en el zapato y que no podía vivir sin mí, después me llevó hasta las estrellas. —¡Virgen! —Sí. Está caluroso aquí, ¿no? —tragué en seco, apartándome el cabello de la frente súbitamente húmeda—. Necesito beber… algo. Frío. ¡Bien frío!
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Capítulo 16 Traducido por vecina Corregido por Yanii
En la vuelta a casa, tenía muchas preguntas para Max. Sin embargo, su armadura estaba de vuelta, y no tuve ánimo para preguntar lo que significaban aquella cantidad de cosas escritas en el MSN. Si es que tenía algún significado. Creía que sí, porque su mirada en ese momento parecía decir mucho. Mari me esperaba en la puerta del predio, con los brazos llenos de bolsas. —Olvidaste algunas cosas en casa. No es que me sorprenda —rio, después miró a Max un poco avergonzada—. Hola Max. —Hola Mariana. Déjame ayudarte con eso —tomó las bolsas, dejándola paralizada como un poste—. ¿Te quedarás a cenar? Ella me miró, la boca abierta como la de un pez agonizante. —¿Puedo? —me preguntó en un susurro. Max rio, y fue él quien respondió: —No solo puedes, sino que debes. Será un placer. Esta es la casa de Alicia ahora, ella puede recibir a quien quiera. ¿Subimos? —Señaló el ascensor. —Está bien —dijo ella sonriendo. Abrazó mi cintura y susurró—: ¡Dime que ya te lo has tirado, por favor! No estaba segura si Max había escuchado. Recé para que no lo hubiese hecho. Mari adoró el apartamento y aprobó la decoración. Lo mismo que yo, encontró mi cuarto un poco sin personalidad, pero vio el potencial y comenzó a tener millones de ideas de decoración a bajo costo. Ella adoraba cambiar los Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
ambientes aprovechando lo que había y gastando poco. Yo siempre opinaba sobre todo, al fin de cuentas cinco años de facultad me servían para algo. Max pidió comida china y se negó a aceptar que pagara mi parte. —Nunca imaginé que sería así —Mari soltó, mientras comíamos en la pequeña mesa—. Es decir, la vida de casada. No es tan mala, Lili. —Ajá —murmuré distraída. Max dejó los palillos de lado. —¿Algo te incomoda? —me preguntó. No estaba enojado ni parecía triste. Solo curioso. —No. Pero esto no es realmente un casamiento. Es más como un alojamiento. Imagino que el matrimonio es diferente. —¿Diferente cómo? —Quiso saber, volviendo a comer. —Para comenzar, las personas normalmente están enamoradas y duermen en la misma cama —señalé. Él reflexionó por un momento, tragó la comida y agregó: —Y seguro que el marido no estaría sorprendido si encontrara a la esposa desnuda en la cocina. —Probablemente no —asentí. —¿Estabas desnuda en la cocina? —susurró Mari, aunque estaba sentada a centímetros de Max. —Antes que tu imaginación viaje y no regrese más, no fue realmente así. Pensé que Max había salido y no volvería. —Me giré hacia él—. Te he dicho que eso no va a volver a suceder.
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—No puedo creer que no me lo hayas contado, Lili. Sabes lo ansiosa que estoy por los detalles —se quejó ella, sin notar la sorpresa en la cara de Max. —¿Detalles de qué? —él quiso saber. Ella se ruborizó al notar su error. Suspiré exasperada. —No es nada, Max. Mari adora vivir en el mundo de los cuentos de hadas. Está esperando que nos enamoremos perdidamente uno del otro. Ella lee el horóscopo todos los días y cree que las mariposas son señales de alguna cosa — puse los ojos en blanco—. Solo ignórala hasta que se canse. Él me lanzó una mirada inquisitiva, y había una pequeña sonrisa en sus ojos cuando dijo: —Lo intentaré. —Ah, Lili, solo quería que seas feliz. En los últimos meses quedaste huérfana, pobre, te volviste una asalariada y estás sin auto. Y también tuviste aquella confusión en Ámsterdam un tiempo antes. ¿Está mal querer que tu mejor amiga tenga una vida feliz? —¿Qué sucedió en Ámsterdam? —le preguntó Max. —¡Nada! —grité, al mismo tiempo que Mari decía—: Fue a la cárcel injustamente. Él me miró, intrigado. —¿Presa? Parece que yo tendría que haber dado una ojeada a tu certificado de antecedentes criminales —y una de las cejas se arqueó. —¡Muchas gracias, Mariana! —me quejé.
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—No sabía que él no sabía nada —ella se encogió en la silla. El rostro anguloso estaba rojo como sangre—. Tu abuelo estuvo tan enojado en ese momento que pensé que todo el mundo sabía. ¡Salió en los periódicos y todo, eh! —¿Qué sucedió para que terminaras presa en Ámsterdam? —inquirió Max. Suspiré. —¿Nadie nunca olvidará esa historia? Él solo me observó con el rostro impasible, brillando de obstinación, esperando por mi explicación. Max tenía que enseñarme como hacer eso. Era muy eficiente. Tal vez yo pudiese usarla con Clóvis y hacer que él se pusiera de mi lado… —Vale —bufé—. Conocí a un tipo en Dublin, un australiano. Terminamos viajando juntos a varios lugares de Europa. Cuando llegamos a Ámsterdam, no sé si fue por el clima liberal o por la cantidad de tés exóticos que bebimos, pero el hecho es que terminé… estando con él donde no debía. Vino la policía y fuimos presos. El abuelo mandó a tres abogados para librarme de la confusión. Fin de la historia. —Cuando tú dices “estando”… quieres decir… —dijo él, cruzando los brazos sobre el pecho. —Quiero decir que estábamos casi en las estrellas, Max. Él se apartó un poco, sobresaltado. Me arrepentí instantáneamente del comentario, pero no podía volver atrás. Nos miramos durante un interminable segundo, sus ojos haciéndome preguntas, los míos tratando de entenderlas. Mari sintió la tensión. —Gente, yo… me marcho. —Espera. —Max se recompuso rápidamente, desviando la mirada para ella—. Necesito revisar unos contratos importantes. Ustedes pueden quedarse y Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
disfrutar sin mi presencia. Terminé de comer. Ven más seguido, Mariana. Esta casa ahora también es la de Alicia. Y, distinto a la cárcel, aquí ella tiene derecho a visitas a la hora que quiera. —Me dirigió una mirada reprobadora. Me quedé observándolo levantarse con elegancia, a pesar de su gran tamaño. Era como observar un león, poderoso y peligroso, que se movía con agilidad y fuerza descomunal. Su rostro aún estaba duro cuando se encerró en su cuarto. —¡Perdona! —Mari comenzó en cuanto la puerta se cerró—. ¡Te juro que se me escapó sin querer! —No te preocupes. Max iba a terminar sabiéndolo de una forma u otra. Mejor que se haya enterado por mí. No es que haya alguna diferencia, porque él me considera una chica mimada e irresponsable. No entendía por qué quedó tan sorprendido al conocer esta historia. Debería imaginar que yo era capaz de eso… —Encogí mis hombros. Ella me estudió un momento. —¿Es impresión mía o algo está sucediendo? —Y sonrió. —Max ha sido gentil y simpático la mayor parte del tiempo, pero nada más que eso. Parece estar esforzándose para que nuestra convivencia sea lo mejor posible, dentro de las posibilidades. Y yo estoy tratando de hacer lo mismo, pero me conoces. Las cosas siempre salen mal cuando tengo buenas intenciones. —¿Y es solo eso? —preguntó, los ojos castaños ligeramente contraídos. —Ah, y fui promovida, ¿sabías? —Cambié de tema rápidamente. No quería profundizar en las especulaciones sobre lo que realmente estaba pasando entre Max y yo. No en ese momento. —¡No lo puedo creer! ¡Cuéntame todo! —pidió, entusiasmada. Nos quedamos conversando hasta tarde. Mari quiso saber todos los detalles sobre mi promoción y se rio cuando constató, como yo, que no había promoción Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
alguna. Después fui mi turno de exigir actualizaciones del romance de ella con Breno, que avanzaba a pasos agigantados. Ella aun no admitía que estaba enamorada, pero no era necesario. Su entusiasmo al hablar de él lo demostraba, y no parecía capaz de contenerse cuando tocaba ese asunto. Y continuó hablando, hablando y hablando, incluso mientras me contaba que, en el último encuentro, Breno la llevó al litoral, donde hicieron el amor, eso mismo, nada de sexo; hicieron el amor, fue lo que ella dijo sonriendo, en la arena de la playa, y su trasero terminó todo arañado. Mari se interrumpió y puso los ojos en blanco al analizar mi pijama, diciendo que Max nunca se interesaría en mí sí me vestía de aquella manera. Entonces, para que el hecho fuera todavía mejor, me calcé mis pantuflas de patas de dinosaurio y se rio a carcajadas. Insistí para que durmiera allí, pero se rehusó, alegando no querer levantar sospechas de los vecinos. Pasaba de media noche cuando se marchó, feliz por haberme ayudado a guardar la ropa que me había olvidado en su casa y por ver a Max de vuelta en la sala, actuando del modo más casual cuando se despidieron. Entonces sobramos él y yo. Su humor realmente había mejorado, ya que miraba mis pantuflas y sonreía sin parar. —¿Qué? —pregunté, mirando para abajo. —Nada. Estoy tratando de entender qué tipo de dinosaurio tendría patas azules con uñas multicolores —rio. Ese sonido lindo, reconfortante, acarició mi piel. —¿Un dinosaurio que le gusta la balada? —sugerí. —Probablemente. ¿Siempre has sido así? —él quiso saber, mientras yo recogía las cajas de comida y dejaba todo dentro del fregadero. —¿Así cómo? —pregunté cautelosa.
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—El cesto de basura está aquí al lado —explicó, tomando las cajas que yo acababa de dejar en el fregadero y colocándolas en el cesto, al lado de la cocina—. Con Mari, quise decir. ¿Siempre fueron tan amigas? —¡Ah, sí! Desde que tengo memoria. Conocí a Mari en el maternal, ella me salvó de una oruga que me perseguía por el parque. Me estremezco de solo pensar en aquel bicho pegajoso y peludo, que parecía sentir mi olor y me cazaba por todas partes. Si no fuese por Mari, que se yo, creo que habría muerto. Somos inseparables desde entonces. Él sonrió. —Eso explica la escena con la mariposa de ayer a la mañana. Les tienes miedo también. —No es miedo —aclaré—. Solo las encuentro asquerosas. —Pensé que no tenías miedo a nada —comentó—. Eres siempre tan segura. —Parezco —me reí, sin ningún humor—. Soy normal, Max. Tengo mis miedos, como todo el mundo. Algunas cosas me aterran. —¿Por ejemplo qué? —Inclinó la cabeza, se lavó las manos sucias de comida, después las secó en un paño de cocina y lo apoyó sobre el fregadero. Abrió la alacena, cogió una botella de vino y sirvió dos copas. Estiró una para mí. —Gracias. Tengo miedo de perder, por ejemplo. Estoy cansada de perder a las personas que amo —respondí sinceramente, sin saber por qué. Algo en la cara de él me instigaba a abrir la boca y largar la primera cosa que pasara por mi cabeza. —¿Estás hablando de tu abuelo? —De él también. Era demasiado pequeña cuando mis padres murieron en aquel maldito atentado en Egipto, pero no lo suficiente como para no recordarlos. Él empujó una de las banquetas para que me sentara, después se sentó a mi lado, girando hasta quedar de frente a mí, y apoyó el codo en la mesada. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Lo siento mucho —murmuró, los ojos repletos de solidaridad. —Yo también. Siento la falta de lo que podría haber sido, ¿sabes? De cómo habría sido mi vida si ellos no hubieran estado en el lugar equivocado en el momento equivocado. —Bueno… seguro no estaríamos casados —comentó, claramente tratando de aliviar el clima. —Probablemente. Y tal vez ellos me hubieran internado en un colegio de monjas. Mi abuelo bien que lo intentó una vez, pero para mi suerte rechazaron mi matrícula, alegando que mi expediente entraba en conflicto con los principios de la enseñanza del colegio —bebí un trago de vino Pinot Noir—. Me encanta este vino. —Tú no puedes haber sido tan… —se detuvo y deliberó un momento antes de continuar. Una sonrisa enorme se abrió en su rostro perfecto—. ¡Habrás sido imposible! Tienes cara de haberla liado mucho. Sonreí también. —Digamos que supe aprovechar la vida siempre que tuve oportunidad. — Bebí otro gran trago de la bebida vigorizante. —Yo nunca supe —soltó un pesado suspiro—. Siempre estuve con la cara metida en los libros, en los proyectos, en los contratos… Apenas tuve tiempo de pensar en divertirme. —¿Por qué eso no me sorprende? —Me habría gustado ser un adolescente normal, irresponsable, que va de fiesta en fiesta. Mis padres hasta me lo reclamaban. Llegaron a obligarme a asistir a algunas fiestas. Pero no me divertía. Me parecía equivocado. Tenía que dar lo mejor de mí, ser lo mejor que pudiera —sonrió con amargura. Quedé esperando que continuara, pero, claro, no continuó, como siempre. Esta vez, sin embargo, no me atreví a preguntar por qué le parecía equivocado divertirse a los dieciocho años. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Max sacudió la cabeza levemente, vació su copa y preguntó: —¿Cómo era tu relación con tus padres? —No recuerdo muchas cosas. Tenía cinco años cuando ellos murieron, pero recuerdo que mi madre siempre jugaba conmigo, principalmente jugábamos a maquillarnos. Y mi padre leía historias cuando me llevaba a la cama. Yo detestaba las historias que él contaba. Normalmente le gustaba leer Dostoievski o Tolstoi — me reí—. ¿A qué niño le gusta ese tipo de literatura? Sin embargo, nunca le dije nada. Mi padre estaba siempre ocupado, pasaba poco tiempo en casa. El abuelo es quien siempre estuvo cerca. Hasta dos meses atrás —suspiré. —Lo siento, Alicia —dijo, tocando mi mano y dejándola allí. Era caliente, suave y tan grande que cubría la mía—. No puedo ni imaginar cómo te dañó todo eso. Me quedé quieta. Su toque abrió las compuertas de mi autocontrol, y de repente quería contarle toda mi vida, para que me conociera de verdad. —Era demasiado pequeña y no entendía bien el significado de la muerte, que nunca más vería a mis padres. El abuelo me llevó a vivir con él en la mansión e hizo todo lo que pudo para que yo fuera feliz. Él era viudo en esa época. Tuvimos días muy malos, como en las fechas conmemorativas, mi cumpleaños, Navidad… En la semana del día de la Madre, me inventaba alguna historia para no ir al colegio. Hacía lo mismo para el día del Padre. Por supuesto que el abuelo sabía que estaba mintiendo cuando decía que me había agarrado un tipo de malaria sueca que imposibilitaba a mi cerebro aprender cosas nuevas, y la única forma de curarme era permanecer en casa y tomar mucho helado, pero nunca dijo nada. Siempre traía potes y más potes de helado y comía conmigo, diciendo que era para prevenirse de la enfermedad. —Él fue muy buen abuelo. Tuviste mucha suerte —su mano continuaba sobre la mía. —Sin contar ese asunto del testamento… —traté de sonreír—. Éramos muy apegados, Max. El abuelo siempre estuvo conmigo. Creo que nunca quise pensar Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
que algún día él podría… no estar más —me encogí de hombros—. Sé que no me salen las cosas muy bien sin él cerca de mí, pero, créeme, estoy intentando hacer lo mejor que puedo. Me lanzó una mirada caliente, cariñosa y llena de promesas. Promesas que no pude comprender. —Yo lo sé. Estaba nerviosa con la intensidad que venía de él, no solo de los ojos, sino de todo él. Era como si algo realmente físico saliese de su cuerpo y me tocase. Cogí mi copa con la mano libre para tener algo que hacer que no fuera mirar aquellas esmeraldas caleidoscópicas, pero mi vino se había acabado. Max lo notó y soltó mi mano para servir un poco más. Por un instante, me sentí en caída libre. —Humm… cuéntame sobre ti —pedí—. ¿Cómo es tu relación con tus padres? —Ellos están muy orgullosos de lo que conseguí. Y estuvieron contentos cuando se enteraron de tu existencia. Quedé mirando sus ojos enigmáticos un rato, hasta que, no tengo idea de por qué, me escuché indagando: —¿Tienes novia? Pareció sorprendido. —No —sus cejas se arquearon un poco—. ¿Y tú? —No. —¡Qué bueno! Sería un problema si lo tuvieras —mi corazón se llenó de calor con esas palabras. Sin embargo, pronto el calor se fue—. ¿Cómo íbamos a sostener la mentira si tuvieras un amante?
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—Sería complicado. Pero no tengo ninguno hace tiempo, quiero decir, algo serio. Si tú quieres… no sé… —me aclaré la garganta para que la voz no saliese tan chillona—. Salir con alguien medio escondido, todo bien. Un año es bastante tiempo. —No te preocupes por mí. Tú… —inclinó la cabeza para que nuestros ojos quedaran a la misma altura—. ¿Pretendes salir con otra persona? Con otra persona. No con alguien, sino con otra persona. —No estamos saliendo, Max. Tú y yo, quiero decir. —Pero sonreí. —Lo entiendo —dijo, bebiendo un poco más de vino. —Mi vida es una confusión. No quiero enredarme con nadie ahora. —Pero entonces él podría pensar que no estaba disponible—. Es decir, si se presenta… — me encogí de hombros, solo para dejar en claro que no estaba, de ninguna forma, cerrada al mundo. ¡Me estaba volviendo loca! Él sonrió. —Tú nunca planeas nada, ¿no? Dejas que todo suceda. ¡Creo que es fascinante! Fascinante era la forma como él me miraba. Oh, Dios, el vino estaba dejándome en llamas. —Es una de las cosas que admiro de ti —continuó—. Tu espontaneidad, esa vida que desborda de tus ojos —y me sonrió de tal forma, que me alcanzó como un bate de béisbol. —¿Tú… me admiras? —pregunté bajito y muy, muy sorprendida. —¿Qué tipo de idiota sería si no admirara a una chica con tanta personalidad? —Tocó levemente la punta de mi barbilla con el dedo índice. Fue como ser tocada por un cable pelado. Un temblor desconocido recorrió todo mi cuerpo—. Te veo mañana —entonces se levantó y fue a su cuarto. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Permanecí donde estaba, aterrorizada. Un súbito calor inundó mi pecho, una cálida sensación de protección, y alguna cosa más que no podía nombrar, comenzó a brotar en mi corazón. —Buenas noches —murmuré después de oír cerrarse la puerta.
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Capítulo 17 Traducido por vecina Corregido por Yanii
Después de aquella reveladora noche, de mi parte, por lo menos, decidí que Max y yo podríamos ser amigos, a fin de cuentas estábamos ayudándonos, era natural que nos entendiéramos mejor. No es que yo lo quisiera loco de amor por mí o algo de ese tipo, pero ¿qué mal haríamos si nos volvíamos tan íntimos que él no pudiera vivir más sin mí? Esa mañana, a Max lo llamaron para una reunión con la dirección. Parecía tenso al subir hasta el noveno piso. Vanessa, la chica del escote, que hoy usaba otro modelito nada recatado, aprovechó para acercarse a mi mesa. —Están decidiendo quien va a ser el director de Comex —comentó ella—. Max tiene buenas chances. —Él es muy competente —dije desinteresada. Continué trabajando en una planilla súper complicada y esperaba no cometer errores esa vez. La cancelación del inmenso pedido de los argentinos todavía hacía estremecer a Joyce. —¿Será que ser el marido de la futura heredera de este imperio no tiene nada que ver con eso? —sugirió ella. Levanté los ojos. Una sonrisa venenosa jugaba en sus labios llenos. —¿Entendí mal o estás insinuando que Max puede ser promovido por haberse casado conmigo y no por su capacidad? —Eres tú quien está diciendo… —ella levantó las manos, las palmas al frente, exactamente como hace un jugador de fútbol después de una falta malintencionada que fractura la pierna del adversario en dieciocho pedazos. Me levanté bruscamente. Ella retrocedió un paso, asustada. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
¡Bueno! —Escúchame —comencé, la voz baja y contenida—. Por si tú aún no lo has notado, yo soy una simple secretaria, con un salario ciertamente menor al de cualquiera en este piso. Si Max fuese astuto, se habría mantenido lejos de mí. —Convenientemente, después de algunos meses de casada, recibirás tu fortuna y asumirás los negocios de tu abuelo, ¿no es así? Y no fui yo quien inventó esta historia, es lo que todo el mundo está diciendo —se encogió de hombros—. Que Max dio el golpe. Apoyé las manos en el borde de la mesa y me incliné ligeramente hacia ella. —Estás yendo demasiado lejos, Vanessa. Te estoy avisando. —Estuve observándolos a ustedes dos. Para mí no existe ningún tipo de relación entre ustedes. No me convencieron. En realidad, creo que este casamiento no es más que una broma. Pero no te preocupes, la verdad siempre se sabe. Antes o después —sonrió mientras regresaba a su mesa. Por supuesto que no pude concentrarme en nada más después de eso. Reflexioné un buen tiempo, intentando descubrir quién podría haber iniciado el rumor, y me pregunté si Max lo habría oído. Lo esperé en el corredor, impaciente. Llevó siglos para que apareciera. Lo intercepté en cuanto salió del ascensor. —Necesitamos hablar. —Lo agarré del brazo arrastrándolo hasta las escaleras que nunca se usaba. —¿Sucedió algo? —preguntó. —¿Cómo estuvo la reunión? Sonrió animado.
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—Los directores marcaron una cena para el viernes. Ellos decidirán quién va a ocupar el puesto de una manera más informal. De la manera que tu abuelo acostumbraba a hacerlo. Estoy en carrera. —¡Eso es genial! —Miré alrededor para asegurarme que estábamos solos. Empujé a Max algunos pasos más, parándonos detrás de un gran pilar. No había manera de ser vistos allí—. Vanessa me dijo algo hace unos momentos. —¿Qué? —preguntó, inseguro. Qué extraño… —Ella insinuó que tú te casaste conmigo para ser promovido y el rumor está por toda la empresa —bufé—. ¡Mujer mala! Tuve ganas de estamparle mi zapato en su cara… Sus cejas se fruncieron. —¿Por qué? —Quiso saber. —¿Cómo por qué? Ella cree que tú diste el golpe, cuando en verdad soy yo que estoy usándote para conseguir mi fortuna otra vez. Se rio suavemente. —Estoy muy conmovido que quieras defenderme de esa forma, Alicia. No imaginé que fueras capaz de eso. Pero Vanessa tiene razón. Me casé contigo para intentar ser promovido. Y no me importa mucho lo que ella diga. —Vale, pero has trabajado duro. Y un poco fuiste obligado a casarte conmigo por culpa de las ideas absurdas de mi abuelo. —El abuelo dejó mucha confusión. Le diría unas cuantas cosas la próxima vez que invadiera mis sueños. Si es que volviera a aparecer—. Y todo el mundo parece saber que nuestro casamiento es una farsa. No tengo idea quien divulgó eso, pero el hecho es que creen que tú eres un golpista. Reflexionó un momento antes de responder tranquilo.
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—No me importa eso tampoco. Mientras no traiga complicaciones para nosotros dos, claro. Trabajo duro aquí en la empresa. Creo que hice bastante para merecer la promoción, ¿no? Fingiremos que no sabemos nada. —Esta es la cosa más ridícula que me hayas dicho —crucé los brazos sobre el pecho—. ¡Y me has dicho unas cuantas cosas ridículas! Él rio. —Si tratamos de justificarnos, ¿qué crees que va a suceder? —¿Sabrán que no llevo porquería a casa? —Todo el mundo aquí sabe eso, Alicia —sonrió—. Además, apuesto que, si comenzamos a justificarnos, todo el mundo estará seguro que somos realmente un fraude. Lo mejor ahora es no darles importancia. Dejar que hablen hasta que se cansen y cambien el foco para otro rumor. —¿Crees que Clóvis escuchó los rumores? —Estoy seguro que sí. Pero vamos a dejar todo como está. Confía en mí. — Y, por más loco que pudiera parecer, yo confiaba—. ¿Puedes cenar conmigo el viernes? La invitación barrió todas mis preocupaciones lejos. Me sentí caliente, viva, ansiosa y hambrienta en cuestión de segundos. —Claro —sonreí—. ¿Algún motivo especial? —La cena con la dirección, ¿recuerdas? —susurró. —¡Ahh… claro! —¿Qué más podría ser? ¿Una cita con la propia esposa?— ¡Ah, diablos! No tengo nada formal para vestir. La mayoría de mi ropa quedó en la mansión. Me mostró una sonrisa de costado, dando un paso al frente y quedando a diez centímetros de distancia.
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—Tú quedas linda con cualquier cosa. Un escalofrío delicioso recorrió todo mi cuerpo, alcanzando hasta los dedos de los pies. En ese momento, podría haberme dicho “hueles mal” o “quítate la ropa” que el efecto habría sido el mismo, aunque si me hubiera pedido que me quitara la ropa, probablemente hubiera reaccionado de forma muy diferente. No fue solo lo que él dijo que hizo girar mi mundo algunos instantes, sino la forma como lo dijo. La voz ronca, caliente, susurrada, tan íntima, dulce y al mismo tiempo imperiosa, me arrojó a un espiral de sensaciones tan arrebatadoras que no sabía en qué parte del planeta me encontraba. Me congelé cuando vi su mano levantarse para tocar mi cuello. Mi corazón comenzó a latir como loco dentro del pecho, y pensé que podría explotar con los urgentes golpes. Lentamente, Max se inclinó hasta que sus labios casi tocaron los míos. A esa distancia, pude ver el caleidoscopio hipnótico en sus ojos una vez más, aunque sus pupilas estaban dilatadas y parecían tragarme. —¡Pensé que los encuentros amorosos en la oficina estaban prohibidos! — Arrojó alguien. Confundida, miré al costado y vi a Vanessa con una de las manos en lo alto de la pared y la otra en la cintura, el rostro cínico con una sonrisa tan falsa como un billete de quince reales. Max se enderezó de inmediato. —Lo sabemos —dijo él—. Solo estábamos conversando. —No era lo que parecía —retrucó, venenosa. Se demoró un segundo más o dos antes de girarse y salir de allí meciendo las caderas, intentando atraer la atención de Max. No funcionó. Sus ojos permanecieron fijos en los míos todo el tiempo. —Creo que es mejor que regresemos. Vanessa tiene bastante tema ahora — dijo, tomando mi mano y arrastrándome de regreso al corredor que llevaba a nuestro departamento. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Una oleada de vergüenza hizo desaparecer mi tortura. Se trataba de esto. Una puesta en escena. El corazón de él probablemente no estaba acelerado como si hubiera subido cinco pisos por las escaleras corriendo, ni sus rodillas parecían haberse transformado en gelatina. Estaba actuando. Yo… no. —¿Almuerzas conmigo? —pidió al dejarme en mi mesa. Apenas sacudí mi cabeza, confirmando. No estaba segura si conseguiría responder sin dejar evidenciar mi frustración. —Genial. —Y delicadamente besó mi mano, antes de soltarla y dirigirse a su mesa. Me quedé observándolo alejarse con mis pensamientos en desorden. ¿Qué estaba realmente sucediendo? ¿Y sus hombros siempre fueron así tan anchos? Es decir, es alto y había dicho que se entrenaba, y sabía de su pasado de nadador universitario, pero aquella espalda en V, la cintura estrecha, el trasero pequeño y formado, que parecía invitar mi mano a… —Alicia. Me giré abruptamente, dando de cara con Joyce. —Ehh… Yo… yo… estaba… humm… meditando sobre… los nuevos hidratantes para manos y… —Ajá —ella sonrió maliciosamente, aumentando mi vergüenza por haber sido descubierta mirando a Max con… ehhh… interés puramente físico—. Ahora olvídate de tu marido durante algunas horas y concéntrate en el trabajo, porque esta vez no puede haber errores. Necesito que hagas una planilla con los contratos internacionales más recientes. Clientes, fechas, valores, porcentual de contribución total, costos y lucros, y todo lo que puedas encontrar. Tienes hasta el final del día. Aquí están los documentos
—y dejó una pila de papeles en mis brazos
paralizados—. Buenos días, querida.
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Contemplé un momento la montaña llena de números y nombres. Me senté en el borde de la mesa y examiné los papeles sin saber por dónde comenzar y sin entender lo que Joyce quería que hiciera exactamente. Respiré profundo y me acomodé en la silla, esperando que una luz me iluminara y milagrosamente todo tuviera sentido. Sin embargo la luz iluminó solo un ícono en mi monitor. Max_Comex dice: Por tu cara, necesitas ayuda. Alicia Lima dice: No sé por dónde comenzar. Max_Comex dice: ¿Qué quiere Joyce? Alicia Lima dice: ¡No tengo idea! Algo con el porcentual total y planilla, ¡y para HOY! Max_Comex dice: ¿Porcentual de contribución total? Alicia Lima dice: Creo que es eso. Max_Comex dice: Bien. Yo te ayudo. Primero separa los contratos, de acuerdo con las fechas. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Él me fue orientando hasta que comencé a entender. Cuando llegó la hora del almuerzo, había hecho gran parte del trabajo. Supuse que se atrasó en el suyo, porque no había hecho nada además de socorrerme y responder a mi centenar de preguntas, pero no comentó nada sobre eso cuando vino hasta mi mesa y dijo: —Hora de parar un poco. Necesitas comer. Caminamos juntos hasta el comedor de la empresa. Muchas miradas curiosas nos seguían. Nos sentamos juntos en una mesa en un rincón. —¡Dios! ¿Qué es esta bazofia? —pregunté cuando miré la bandeja. —Honestamente, no tengo idea. Difícil identificar solo por la apariencia — removió la comida con la punta del tenedor. Al menos ella no se movió—. Parece risoto… —Decididamente esto no es risoto. Parece que alguien vomitó en mi plato. —¿Quieres comer en otro lugar? Estamos casi sin tiempo, pero hay un bar aquí cerca que sirve un… —No, Max. Joyce me pidió la planilla para hoy. No puedo perder ni un segundo. Tendrá que ser esta gomosidad entonces —suspiré pesadamente. Me miró divertido, entonces cogió el tenedor, cerró los ojos, tapó su nariz con los dedos y enfiló aquello en la boca. Confieso que estuve orgullosa de él. Max no temía al peligro. Masticó algunas veces antes de abrir los ojos. —Hummm… no está tan mal —comentó. Reprimí una mueca. —¿Qué es?
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—No tengo la menor idea, Alicia. Alguna cosa con pollo… —tomó otra pequeña porción de comida y acercó el tenedor a mi boca. Me aparté un poco—. No seas cobarde. Prueba. Un poco recelosa, abrí la boca, ya que me había desafiado. El gusto no era de lo peor, pero la apariencia era realmente repugnante. La textura parecía a un risoto pasado de cocción, había un sabor suave a setas y… ¿tal vez maíz? —Creo que puede ser seta —dije. —¿Sí? —Se arriesgó a otro bocado—. Para mí parece pollo. —Quizás sea pollo. O tal vez sea… —gemí—. Ok, comida por la cual no necesito pagar —y comencé a comer—. No puedo creer que mi abuelo no se preocupara por la calidad de la comida de los empleados. —Algunas cosas están diferentes desde que tu abuelo… eh… después del cambio en la presidencia de la L&L. —¿En verdad? —Y no fue solamente la calidad de la comida lo que decayó. Algunos sectores están un poco perdidos. Creo que es normal que suceda este tipo de cosas. La L&L, como varias otras empresas del señor Narciso, camina sola, pero él siempre hizo hincapié en prestar atención a los detalles. Hector está siendo un buen presidente, creo, pero no es el señor Narciso. Imagino que llevará un tiempo hasta que él se adapte y todo vuelva a la normalidad. —Creo que tienes razón —me pregunté si aún estábamos hablando sobre los problemas de la L&L. Mi vida seguía adelante sin mi abuelo, y, así como sus empresas, yo también precisaba tiempo para adaptarme. —Sabes, no eres la niña mimada que pensé que eras —comentó de la nada, entre un bocado y otro. —Y tú no eres el idiota que pensé que eras —rebatí, bebiendo un poco de jugo—. Bueno, no totalmente. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Gracias —sonrió—. Esta vez fue un elogio, ¿verdad? —Todavía no —le sonreí. Él se rio. Pero luego su rostro asumió una seriedad que hizo que mi comida se atascara en mi garganta. —Alicia, estuve pensando si… —Hola, Alicia. Max. —Saludó Clóvis, apareciendo de la nada—. ¿Cómo lo han pasado? Max reasumió la aspereza habitual y no tocó más la comida. O lo que estaba pensando, lo que me dejó frustrada. Él miraba a Clóvis de vez en cuando de forma poco amistosa. —Estoy bien, Clóvis —respondí—. ¿Y tú? ¿Divirtiéndote con mi dinero? Él se puso serio. —Sabes muy bien que no estoy haciendo eso —censuró—. Estoy cuidando lo que es tuyo. Y con la misma dedicación que lo hacía tu abuelo. ¿Cómo va la vida de casada? —Nada para reclamar —bebí un trago de jugo. —Max siempre fue un empleado ejemplar —dijo Clóvis—. Tu abuelo llegó a comentar conmigo que tenía grandes planes para él. Pero, por lo que escuché hoy, parece que lo está haciendo muy bien por su cuenta. —Max está justo aquí delante de ti —señalé—. Puedes hablar directamente con él. Esa cosa de usar tercera persona es irritante. —Siempre arisca —Clóvis sonrió, pero no parecía satisfecho—. Pues bien. Vine hoy aquí para cumplir un papel que me fue designado. Sé lo que al señor Narciso le gustaría estar aquí para decirte esto, Max. Como no es posible, lo haré yo mismo.
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Lancé a Max una mirada apenada, pero él apenas miraba desafiante a Clóvis. —Alicia fue el bien más preciado del señor Narciso. Trátala como ella se merece ser tratada y no te atrevas a lastimar a esta chica. —Preferiría recibir un tiro de fusil antes de hacer infeliz a Alicia —dijo Max con calma. Me sorprendí con la seriedad explícita en sus palabras. No me pareció una actuación. Clóvis sonrió. —Estoy feliz de escuchar eso. Evita un montón de amenazas que no tendría problema alguno en cumplir. No pienses que ella está desamparada. Alicia tiene quien mire por ella. —Ah, ya lo había notado —Max respondió, la voz fría como hielo—. Dejar a alguien sin dinero, dependiendo de la bondad de amigos, es sin duda un gesto muy protector. Clóvis se estremeció. —Me pagan para ejecutar órdenes, Max. —Incluso sabiendo que esas órdenes van a hacer sufrir a Alicia. Buen trabajo, Clóvis. —Max parecía realmente irritado. —El señor Narciso sabía lo que estaba haciendo —argumentó el abogado, el rostro impasible. —Disiento —dijo Max—. El señor Narciso conocía bien a su nieta. Sabía cómo su decisión la dañaría, y sin embargo continuó. Me pregunto qué, o quién, pudo haber influenciado a un hombre generoso como él a actuar de esa forma. — Clóvis intentó decir algo, pero Max no lo permitió—. No te preocupes más por Alicia. Ella es mi mujer ahora. No voy a permitir que le falte nada, y haré todo lo que esté a mi alcance para hacerla feliz. Y, por favor, me gustaría que pararas de perturbar a Alicia. Si ella necesita ayuda, sabe dónde encontrarte. No es que tengas Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
la intención de realmente ayudar, ¿no es así? —Se levantó de la mesa y tomó mi mano, lanzando una mirada fulminante a Clóvis. Por un momento, pensé que misiles de destrucción masiva saldrían de los ojos del abogado y acertarían de lleno en la cabeza de Max. —Hasta luego, Clóvis —dije aturdida. Algunas miradas curiosas nos acompañaron, pero Max no pareció notarlas mientras pisaba duro en el piso de madera, y llevándome de regreso a nuestra sala aún vacía. —Lo siento —dijo cuando me hizo sentar en la silla de su mesa—. No tenía intención de hablar por ti de esa manera. Yo… no sé lo que me pasó. ¡Simplemente detesto a ese hombre! —Se pasó la mano por el cabello. —Yo… realmente no necesito que nadie me defienda, pero te agradezco lo que has hecho. Solo no sé bien si entendí lo que te hizo alterar tanto. ¿Qué hizo Clóvis contigo? —Conmigo, nada. ¡Contigo, todo! Detesto lo que Clóvis y tu abuelo hicieron contigo. “Me pagan para ejecutar órdenes” —lo imitó, furioso—. ¿Qué tipo de hombre permite que una chica herida, que perdió a toda su familia, quede bajo los caprichos de una persona que ni siquiera está más aquí? Discúlpame, pero tu abuelo fue cruel contigo. Él se equivocó. Y feo. Ni él tenía el derecho de jugar así con tu vida. Por causa de eso hoy estamos casados. Presioné los labios para no gritar. Yo había entendido todo mal, a Max no le importaba nada de mí. No de verdad. —Si tú estás queriendo salirte… —comencé, sin poder terminar. —¿Salirme? —Su frente se arrugó, la mirada quedó confusa. Luego, sus ojos se agrandaron y se acercó hacia mí, tomando mis manos en las suyas—. ¡No! No fue eso lo que quise decir, Alicia. ¡No realmente!
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Solo pude mirar al suelo. Me sorprendió tomando mi barbilla con sus manos calientes y levantando mi rostro hasta que nuestros ojos se encontraron. —No quise decir eso. —Habló con una voz urgente, los ojos límpidos y profundos—. ¡Lo juro! Es que me mata pensar en cómo todo esto te lastima, en qué tipo de problemas estarías metida si el novio no fuera yo. Con que tipo de loco te habrías casado para recuperar lo que es tu derecho. ¿Entiendes? Asentí, medio tonta. Max no me soltó. —Ellos están equivocados. Tu abuelo y Clóvis… y yo también estaba equivocado. No eres quien pensé que eras. Eres una mujer especial, sincera al extremo, que ama a los amigos y a la familia y que necesitas ayuda cuando una oruga aparece. Eres… —su mirada estaba fija en mi rostro y se detuvo por un instante en mis labios. Mi respiración se volvió pesada. Sus ojos brillaban peligrosamente, y su proximidad me dejó en llamas. —… tan linda! —Se inclinó hacia mí. No me atreví a parpadear, temiendo despertar si cerraba los ojos. Quería que Max me besara una vez más, para convencerme que sus labios no eran tan suaves y calientes como recordaba. Solo quería estar segura que había fantaseado la dulzura y el calor de su toque. Nada además de eso. Sin embargo, no pude comprobar que estaba errada, porque Paulo entró en la sala, silencioso como un mamut. —¡Opa! Disculpa, hombre —murmuró él, sonriendo maliciosamente—. No sabía que ustedes estaban trabajando en un… asunto importante. Max me soltó de inmediato y me dejé caer en la silla, con ganas de matar a ese flaco narigudo por la intromisión. —Ya terminamos —respondió Max. Y, como si un botón se hubiera activado, la fachada distante que él usaba con frecuencia volvió con total fuerza—. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Alicia, yo… necesito terminar algunas cosas. Será que puedes… —y señaló la silla donde yo me sentaba. —Ah, claro. —¡Si mis piernas me obedecían! Con un gran esfuerzo, me puse de pie y me obligué a caminar hasta mi mesa. Ni intenté mirar a Max por el resto de la tarde.
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Capítulo 18 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Lsgab38
—¡Vamos a dejar tu habitación como la de una chica! —Mari anunció, levantando algunas bolsas cuanto abrí la puerta. —Ya era hora. —Pero yo no me sentía muy animada. —¿Qué? —preguntó ella, cerrando la puerta detrás de si mientras la ayudaba con las bolsas pesadas. —Nada, Mari —respondí, evitando su mirada. —¿Dónde está Max? —No lo sé —me encogí de hombros, dejando las bolsas en la mesa del comedor—. Me dejó en casa después del trabajo y dijo que tenía que resolver algunos problemas. Ni salió del coche. —¿Y por qué estás con esa cara? —Ni idea —gemí sin poder hacer nada, tirándome en el sofá y enterrando la cabeza en las almohadas—. No puedo dejar de pensar en... bueno... en Max —¡Lo sabía! ¡Te estás enamorando de él! —Se sentó a mi lado, pellizcando mi muslo—. Sabía que esto iba a suceder. De hecho, lo sospechaba desde que me dijiste que odiabas a Max. —Espera, Mari —me senté inmediatamente—. Aquí nadie habló de amor. Es que... no sé... Estoy sorprendida por algunas cosas. Max es bastante diferente de lo que había imaginado. Porque cuando él era grosero —aunque, pensándolo bien, la mayoría de las veces él apenas reaccionaba a mis provocaciones— era fácil pasar por alto la Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
sonrisa o el brillo en sus ojos. Pero ahora que estaba siendo todo agradable, cortés, comprando toneladas de yogur y chocolate para mí, las cosas habían cambiado. Era bastante difícil frenar mi imaginación y mantenerme alejada de las imágenes en mi cabeza de él sin camisa, las gotas de agua corriendo por su abdomen plano —o cubierto de pelos, no sabía todavía —sin que él mostrase ningún tipo de atención. Max no debería ser cortés conmigo. Ni gentil. Y, sobre todo, no debería agarrar mi rostro de la manera que lo había hecho en la oficina, y sus ojos no deberían, nunca, bajo ninguna circunstancia, brillar como dos soles cuando me miraba. ¡Era tan injusto! —Ya dijiste eso —dijo Mari—. ¿Paso algo especial? —Ah, nada especial. Aparte del hecho de que casi me dio un beso, no pasó nada. —¿Él qué? —Sus ojos oscuros se abrieron. —Dije casi. Pero, ¿sabes lo que me está matando? —¿Que no te ha besado? —Sus cejas se arquearon. —No. Bueno, sí, eso también. Pero no sólo eso, Mari. Lo que me mata es que él no habló conmigo después de eso. Nada. Se quedó en silencio el resto de la tarde, y no intercambiamos una sola palabra cuando volvíamos a casa. —Hmm... —ella puso el índice en la punta de la barbilla—. ¿Qué crees que pasó? —Estoy segura de que se dio cuenta del error que casi comete y no quiere ese tipo de intimidad conmigo. Yo tampoco quiero. Complicaría todo, ¿sabes? —No, no lo sé. Él es tu esposo —señaló ella. —En teoría, es sólo para unos cuantos meses más. Ella giro los ojos.
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—¡Despierta, Lili! Max solo va a caer si se lo permites. ¿Crees que no me di cuenta de lo que está sucediendo? Sí, el chico siente algo por ti. No puedo decir el qué todavía, pero siente, créeme. Lo que yo quiero saber es lo que sientes por él. ¿Es sólo la atracción o algo más? —Oh, Mari, yo que sé. Él es recto, y me siento protegida por él. Compra pilas de yogur y chocolate y me sonríe de una manera que parece iluminar toda la habitación, y... me encanta hablar con él. Es muy extraño. —Lili, creo que estás en problemas —ella sonrió con cariño—. En un gran apuro. Sabía lo que significaba esa sonrisa y ese brillo en los ojos de mi amiga. Mari cree en los finales felices. Yo no tenía ninguna razón para creer. ¿Cómo podría? —Está bien, puedes parar ahí —me levante del sofá apresurada—. No es amor. ¡De ningún modo! Max es magnífico, por supuesto. Y es gentil, y su olor me hace imaginar cosas que no debería, pero eso es todo. ¿Vamos a organizar mi habitación? —pregunte un poco imprudente, en un intento de no disfrazar mi intento de cambiar de tema. —Traje pintura y un molde. Creo que va a ser cool... —se puso de pie, siguiéndome a la habitación—. Pero tú sabes, Lili, ya sé que eres especialista en inventar historias, sólo que esta vez no vas a ser capaz de mentirte a ti misma por mucho tiempo. —No estoy mintiendo. —Lo estas. Lo que es peor es que ya lo sabes, ¿verdad? —habló en voz baja. Me mordí el labio. No quería discutir con Mari, pero estaba equivocada. ¡Completamente equivocada! Por supuesto que no estaba enamorada de Max, era ridículo pensar que podría ser tan estúpida como para enamorare de mi marido de alquiler. Tal vez me estaba sintiendo necesitada por la pérdida del abuelo Narciso y toda la nueva situación. Estaba frágil. Sin duda era eso.
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Mari y yo apartamos los muebles y comenzamos a pintar las paredes de la habitación, con cuidado de no manchar el suelo. Me enganché un poco con el rollo de cable y terminé pintando una esquina de la ventana de aluminio de color lila. Mari puso delicadas rosas blancas en el nuevo color lavanda. —¿Cómo está Breno? —pregunté cuando paramos para beber las cervezas de Max. Él no había dicho nada acerca de ellas, sólo sobre los hidrotónicos. Ella suspiró. —Bien, supongo. En algún lugar ahí fuera. —¿Cómo es eso? —Frunció el ceño—. ¿Terminaron? —Breno está lleno de reglas —resopló—. Lo suficiente para ser molesto. Para ver una película en el teatro, tiene un ritual ridículo. Se cambia de lugar hasta encontrar el lugar perfecto. Acabé perdiendo el principio de la película por eso — ella se encogió de hombros, pero estaba triste—. No funcionaría igualmente. —¿Rompiste con él porque te perdiste el principio de una película de mierda? —No. Terminé porque es muy inmaduro. Todavía vive con su hermana. —Lo sé, pero... —Estoy cansada de esta cosa en plan clandestino. Parece que le da vergüenza presentarme como su novia a sus amigos o familiares. —Tú fuiste la que le pediste no contárselo a nadie —repliqué. —Sí, pero debería haberse dado cuenta de que las cosas han cambiado entre nosotros. Eso es de lo que estoy hablando. No tengo ninguna bolsa para guardar a los chicos de veinticinco años. No puedo estar enseñándoselo todo. —Pero combinan. Y dijiste que el sexo es fantástico. —Lo es, pero no es suficiente. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Te gusta, Mari. ¡Maldita sea! —Señalé lo obvio—. No recuerdo haberte visto tan implicada como esto antes. ¡Se gustan! —Pero me va a dejar de gustar —respondió ella con terquedad—. Y tal vez encuentre a un Max a mí alrededor. Un rubio hermoso de penetrantes ojos que quiera casarse conmigo y llevarme a las estrellas. Ahí, ahí... —¡Mariana, no empieces! —gruñí—. Deberías llamarle. Sabes que vas a terminar llamando tarde o temprano. No tienes cara de poner un punto final en esta historia. Ella me dio un ¡uf! libertino y cambió de tema. Dos horas fue el tiempo que nos llevó completar la decoración. La lavanda suave era acogedora, y la tira de rosas blancas alrededor dejaba el espacio más habitable. Un poco delicado para mí gusto, pero no podía decirle a mi mejor amiga que no quería una habitación de princesa. Ella trajo las latas de pintura pesadas — pagó por ellas— y estaba dispuesta a ayudarme. Lo menos que podía hacer era estar agradecida. —Creo que nos falta una cortina —Mari dijo, mientras admiraba las nuevas paredes—. Para ocultar ese borrón que has hecho. —¿Quieres salir mañana después del trabajo para ayudarme a elegir? —Cerrado. Tomamos el resto de la cerveza mientras veíamos una serie en la televisión donde un apetitoso vampiro mataba a una chica inocente en la bañera. —Vaca con suerte —gruñó Mari, mirando la pantalla. —De mucha suerte, ¿quieres dormir aquí esta noche? ¿Puedes ayudarme a soportar ese terrible olor de la pintura?
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—No puedo. Mi padre está en casa. Quiere hablar con mi madre acerca de la casa de la playa. Él quiere vender, ella no —Mari negó con la cabeza—. Tengo que estar allí, para que no termine en sangre. Cuando se fue, me decidí a tomar un baño para deshacerme del sudor y las manchas de pintura de color lila en mis brazos. Max todavía no había regresado a casa. Vestida con mi pijama y zapatillas, me decidí a leer algo en la cama antes de dormir, pero el olor a pintura fresca empezó a darme dolor de cabeza. Me fui a la sala, tratando de acomodarme en el sofá incómodo. El cuero ruidoso calentaba mi cuerpo, haciendo que me pegara en el. Sintiéndome como una intrusa, me aventure, ya que Max no estaba ahí para detenerme, a conocer la única habitación que todavía no me había enseñado. Me acerqué sigilosamente a su habitación, totalmente consciente de lo que estaba haciendo. Me sorprendí al darme cuenta de que era muy diferente a la mía. Seria y bien decorada con un montón de CD en la cómoda y las sábanas blancas y ordenadas, invitándome a probar su suavidad. No había absolutamente nada fuera de lugar, y todo era de color marrón, masculino e intimidante. Me detuve brevemente para examinar una fotografía sobre la mesa de noche. Una foto de familia: Max llevaba un traje azul, un chico muy parecido a él, pero con el pelo oscuro, y una pareja de ancianos, su hermano y sus padres, probablemente. Él lucía una enorme sonrisa, su madre lo miraba con orgullo, y el padre tenía el puño en alto en el gesto universal de la victoria. El hermano sonreía para la cámara, mostrando unas llaves. Todos exprimidos entre sí. Una familia feliz. Sonreí mientras salía de la habitación. Volví al sofá de la sala y, algún tiempo después, creo que me quedé dormida, porque cuando me di cuenta, el sol asomaba por la cortina de tela gruesa. Max estaba de pie delante del espejo sobre la cómoda, ajustándose la corbata. —Ya es hora —dijo, sin dejar de mirar el espejo lateral de la entrada—. Buenos días. —Buenos días —murmuré, muerta de sueño.
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—Estamos con el tiempo justo —dijo, su voz sin entonación—. Por lo tanto, si puedes darte prisa... —Claro. —Incluso en un estado catatónico, salí de la cama y tropecé con algo, casi tirando el marco de la mesa de noche. Volé hacia el baño para una ducha. Había terminado de bañarme y lavarme los dientes cuando finalmente desperté. Corrí hacia el coche de Max —¿Cómo fue que terminé en tu cama? Estaba de espaldas, terminando de guardar papeles en su maletín de cuero negro. —Te he traído. Te veías incómoda en el sofá —dijo poniéndose la chaqueta. Un blues suave tocaba de fondo—. Me di cuenta de que el olor a pintura fresca en tu habitación te dejó mareada. Pero no te preocupes, no dormí aquí. —Se detuvo cuando se dio la vuelta y me miró. Sus ojos recorrieron mi cuerpo, desde el pelo enmarañado hasta los pies descalzos. —¿Qué? —Miré hacia abajo tratando de entender lo que tanto le asustó y solo vi una toalla negra—. ¡Oh, mierda Max! —Corrí a mi cuarto, con el rostro en llamas—. ¡Lo siento! —grite, apoyada contra la puerta. Mierda. Mi teléfono sonó, era Clóvis. ¡Mierda doble! —Alicia, me gustaría hablar contigo esta tarde. ¿Sería posible? —me preguntó con una voz indiferente, como siempre. —No puedo. Trabajo, ¿recuerdas? —Empecé a vestirme, equilibrando el teléfono mientras corría la camisa por mi cabeza.
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—No, Alicia, no me he olvidado. Voy a llamar a Janine sobre eso. Sería en la mansión después de comer... —¡No! ¡En la mansión, no! —No soportaría entrar allí de nuevo y ver el vacío dejado por mi abuelo. —¿Qué tal en tu restaurante favorito tailandés? —Creo que... —¿Cuándo podría comer allí de nuevo? Con mi sueldo, no tan pronto—. De acuerdo, Clóvis. Pero tal vez me retrase un poco. El autobús en esta ciudad es una locura. —Te esperare. Buen día. Terminé de vestirme en segundos, poniéndome unos zapatos cuando ya estaba en el pasillo. Max no dijo nada acerca de mi "apariencia" en su habitación. No dijo nada aparte de "Un día de calor el de hoy" mientras conducía para L & L. Quería decirle que no había querido ponerle en un aprieto, pero sacar el tema hacía que solo fuera más molesto. Además, no estaba segura de si la verdad le dejaría avergonzado.
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Capítulo 19 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Lsgab38
Estaba ansiosa para que la hora del almuerzo llegase pronto, más de lo habitual. No sabía de lo que Clóvis quería hablar y estaba ansiosa por averiguarlo. Algo me decía que no me iba a gustar nada de lo que tenía que decirme, pero eso no era una novedad. Tan pronto como la sala comenzó a vaciarse, cerca del mediodía, Max me interceptó. —¿Vamos a almorzar? —No puedo, tengo una cita. No llegare tarde. Me voy directa a casa, ¿vale? Me miró un poco sorprendido. —¿Ha pasado algo? —No. Tengo que correr, llego tarde. —Tiré el bolso por encima del hombro. —Bueno. Nos vemos en casa —y me acompañó hasta el ascensor. Como esperaba, el viaje en autobús al centro de la ciudad fue desagradable y lleno de baches. Clóvis ya me estaba esperando en el restaurante tailandés. Había solicitado amablemente las bebidas. Mi té yen todavía estaba heladito. —Será mejor que nos encontremos en un lugar donde te sientas cómoda — comentó. Entonces la conversación no será buena. —Estoy preocupado por ti —continuó—. He oído algunos rumores ayer, cuando estaba en L & L. Algo que no me sorprendió ni sorprendería a tu abuelo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
El camarero nos trajo el menú. Pasé mis ojos sobre las letras sin leerlos. Estaba demasiado preocupada para pensar en comer cualquier cosa que fuera. El chico desistió de esperar y dijo que volvería en unos minutos para anotar el pedido. —Por favor, Alicia, quiero que me digas la verdad. ¿Este matrimonio tan rápido fue sólo un acuerdo para recuperar tu herencia? —No. Todo es real. Me casé. Fin de la historia. Él entrelazó los dedos sobre la mesa. —Alicia, querida. Me gustaría creer que estás enamorada y feliz, pero no puedo. Hace unas semanas hiciste un buen discurso en contra del matrimonio, ¿recuerdas? —Sí, pero todavía no conocía a Max —¿Así que realmente amas a ese tipo? —Mmm. —Tomé un sorbo de mi té helado. —Esto es muy bueno —exhaló ruidosamente, sonando aliviado—. Si se trata de una estafa, estarías en serios problemas. Me alegro de que hayas recuperado un poco el juicio. —¿Qué tipo de problemas? Sólo por curiosidad —me apresuré a explicar cuando vi el ceño fruncido. —Si se demuestra que tu matrimonio es una farsa, perderías todos los derechos como heredera, por tratar de eludir el testamento, tu abuelo, la justicia. Con respecto a Max... —¿Qué pasa con él? —pregunte a toda prisa. Demasiado apresurado. ¡Maldita sea!
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—Puedes imaginar cómo un escándalo de este tipo afectaría su carrera. Improbable que obtenga una buena colocación en cualquier empresa. Y, por supuesto, sería despedido por conspirar contra el Conglomerado Lima. —Me alegro de que mi matrimonio no sea una farsa. —No me permití siquiera parpadear. De todas las mentiras, esta era la que no podía ser descubierta, nunca. Él negó con la cabeza, sonriendo con tristeza. —Creo que Max tiene razón en lo que me dijo ayer. No cuidé bien de ti. Deje que las cosas fueran demasiado lejos. Tu abuelo se pondría furioso conmigo, pero no puedo verte vendiéndote... para conseguir tu fortuna de vuelta. Vamos a tratar de hacer algo al respecto. Te puedo dar un subsidio, un buen subsidio, hasta que encuentres un buen compañero para toda la vida. No puedo dormir desde que se casaron. La culpa me está matando, Alicia. Me pregunto lo que Max te debe haber pedido a cambio de la boda... Y con ese discurso, Clóvis dejó en claro que no sólo no creía en la veracidad de mi boda, ya que estaba seguro de que era una estafa. ¡Fantástico! —Max es un chico fenomenal —le interrumpí—. Un hombre mucho mejor que muchos que conozco. —Voy a ignorar el sarcasmo —dijo—. Pero el punto es que tu no amas a este chico, ¿verdad? Se honesta conmigo, querida. Sólo estoy tratando de ayudar. Si te vendes de esta manera... no es correcto. Tu abuelo no lo aprobaría. Supongo que no creía que pudieras llegar a estar tan molesta hasta el punto de echar mano de un recurso de este tipo. Y yo soy el responsable. Tal vez debería haber sido más maleable y haber escuchado tus argumentos. —Sacudió la cabeza—. No puedo dejar que te hagas esto a ti misma. ¡Esto termina ahora! —Golpeó sobre la mesa para enfatizar su orden. Clóvis me conocía desde hace mucho tiempo. Debería saber que no debía haber hecho eso.
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—Sí, se termina ahora —abruptamente cerré el menú—. Yo. Estoy. Cansada. Agradezco tu oferta, pero llega un poco tarde. No quiero subsidio o algo que me puedas ofrecer. Si eso es todo lo que... —No hay necesidad de responder ahora, Alicia. Piensa en Max y qué va a pasar con él cuando la farsa surja. Piensa en ti, querida. Piensa en tu vida y cuan sórdido es eso. Sé que me darás la razón así que relájate. Anula el casamiento y vuelve a casa. A tu casa. —No hay ninguna estafa, Clóvis —dije un poco demasiado tarde. Él se limitó a sonreír, pero era una sonrisa triste. —No sabes lo mucho que quisiera creerlo. —Gracias por la invitación para el almuerzo —me levanté—. Fue muy amable de tu parte, pero realmente amo a Max. Ahora tengo que irme o voy a tener más descuentos en mi sueldo. —Llámame si quieres hablar —se ofreció. Sólo asentí y salí del restaurante sin mirar atrás. Solo noté que estaba temblando cuando estaba lo suficientemente lejos. No, no quería subsidio. Pero eso no fue lo que picó mi cerebro, con insistencia exigiendo atención. Fue Max y su futuro. Pero ¿qué podía hacer? Él era un adulto, que había tomado su decisión. Y yo, la mía. Esto no sería mi culpa si algo le pasaba a él, ¿verdad? Sería. Lo sabía. Al responder a mi anuncio, Max se había puesto en peligro. Cualquier otra chica que resultase ser su esposa temporal no le traería los mismos problemas que yo. A pesar de que no le amaba, no quería hacerle pagar por mi error. Caminé sin rumbo por las calles, sin saber a dónde ir. Me moría de ganas de hablar con alguien... En realidad, quería hablar con alguien en particular.
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Me subí al primer bus que encontré, más vacío ahora, hasta conseguí un lugar para sentarme. El viaje fue corto, y así que me baje en el punto y compré un paquete de rosas amarillas en la floristería que esperaba a los visitantes bajo la sombra de un frondoso lapacho rosa, con los primeros brotes floreciendo con timidez. No fue difícil encontrar el terreno de la familia en el cementerio en el centro de la ciudad. Lo visitaba desde que tenía cinco años. Pero ahora tenía una nueva placa. Puse las flores en él y me senté en el césped bien recortado. Podía sentir que la tierra no se había acomodado totalmente al nuevo espacio. Era un lugar tranquilo. Los árboles altos y majestuosos dejaban el espacio agradable. El silencio era profundo, y ni si quiera el bullicio caótico del tráfico perturbaba la paz del medio ambiente. Suspiré y me abracé las rodillas. —Me gustaría que estuvieras aquí —dije, mirando el nombre en la lápida—. Me dejaste un gran problema, Sr. Narciso. Y deberías estar aquí para ayudarme a resolverlo. No tenía ninguna intención de hacer daño a Max para conseguir lo que quería. No tenía intención de hacer daño a nadie, en realidad. Sólo quería que mi vida volviera a la normalidad, tener un hogar nuevo, tal vez comprar un coche y decir adiós al transporte público. Max era un buen hombre, y ponerle en una posición incómoda era la última cosa que quería. —Espero que la abuela te haya dado un rapapolvo por lo que hiciste. Ahora Max está en problemas también. ¿Me oyes, abuelo? ¡Va a salir perjudicado por aquel testamento ridículo! ¡Maldita sea! Sin darme cuenta, los sollozos se intensificaron, y las lágrimas bajaban más rápido de lo que podía secarlas. Me di por vencida y las deje caer libremente. Sentí miedo, ira, vergüenza. La ira por lo que había hecho. La vergüenza y el miedo de descubrir que el abuelo siempre tenía razón, yo era una irresponsable que arruinaba las vidas de las personas para conseguir lo que quería. Yo era un gusano. Un gusano solitario.
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—Ojalá estuvieras aquí para abrazarme y decirme qué hacer. —Pero no estaba. Y nunca lo estaría. En ese momento, una mariposa azul se posó en la lápida. Me erguí inmediatamente. Se quedó en la placa, batiendo las alas perezosamente. —Te echo de menos —murmuré, secándome la cara y poniéndome de pie— . Lo siento, dije que te odiaba. No te odio. Estaba enojada porque has muerto. Yo... necesito ayuda, abuelo. Tengo que decirle a Max todo lo que Clóvis me dijo todo y no sé cómo resolver esta confusión. Pero necesito descubrirlo antes de que las cosas empeoren.
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Capítulo 20 Traducido por Vecina Corregido por Lsgab38
Lentamente, dejé el cementerio con el corazón un poco más liviano. Tal vez hablar sobre los problemas realmente ayudase. Descubriría eso en poco tiempo. Contarle a Max lo que Clóvis había dicho sería difícil. De una forma perturbadora, no quería que él me odiase, cosa que seguramente sucedería si tuviera su preciosa carrera arruinada por mi culpa. Lo conocía poco, pero estaba consciente de cuanto valoraba su trabajo. ¿No se había casado conmigo para conseguir una promoción? No estaba tan lejos de casa, de la casa de Max, quiero decir, de modo que decidí caminar hasta allí. Las calles comenzaban a llenarse de gente regresando del trabajo, y tanto autobuses como el metro estarían repletos. No estaba con ánimo de ser aplastada y estar rodeada de gente escuchando funk a todo volumen. Fueron dos horas de caminata, lo que me gustó. Tuve tiempo para pensar en cómo iniciar la conversación con Max. Durante el recorrido, la noche cayó y me abrazó, acogedora. En cuanto entré en casa, Max surgió de la cocina con un paño de cocina en el hombro. Los dos primeros botones de la camisa blanca estaban abiertos, las mangas dobladas y la corbata floja. —¡Alicia! —suspiró—. No atendiste el móvil. Estaba preocupado. —¿Estás cocinando? —¡El olor era fantástico! —Sí. Tenemos visitas —dijo apurado mientras analizaba mi rostro. Probablemente no estaba muy atractiva, con los ojos hinchados por el llanto y los cabellos despeinados por la caminata al viento—. ¿Estás bien? ¡No! —¿Visitas…? —Era todo lo que necesitaba en ese momento. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Él sonrió, una sonrisa íntima, medio torcida. Un estremecimiento subió por mi columna. Tenía que pedirle a Max que parase de hacer eso. ¡Mis nervios estaban por el suelo! —Mis padres y mi hermano están aquí —susurró, entonces tomó mi mano y retiró mi alianza, guardándola en el bolsillo de sus jeans. Noté que la de él no estaba en su dedo—. Luego te la regreso. Quiero presentarte a ellos y creo que aún no debemos contarles que nos casamos. Ven. —Y comenzó a llevarme a la sala. —Pero necesito… No pude decir nada más, porque Max me arrastró hasta la sala, y de pronto me encontré con tres rostros sonrientes. Comencé a sudar al notar aquellos tres pares de ojos examinándome atentamente. Todo bien, Max y yo no éramos realmente una pareja, pero su familia creía que sí y me estudiaba, analizándome con la expectativa de que yo fuera -o no- lo suficientemente buena para él. La madre de Max era un poco más alta que yo y exhibía sus rizos rubios que caían a la altura de los hombros. Su padre era alto, aunque un poco menos que el hijo mayor, y tenía los cabellos tan oscuros como los del más joven, los mismos ojos verdes de Max y una barriga redonda y puntuda, que dejaba su figura simpática. El muchacho era casi tan guapo como Max, pero mucho más joven, tal vez tuviera unos dieciocho años. No tenía idea de su estatura, porque estaba sentado en una silla de ruedas, sin embargo no había yeso ni vendajes en ninguna parte de su cuerpo. —Esta es mi familia. Mi madre, mi padre y Marcus —dijo Max, aún sosteniendo mi mano. Sonreía ampliamente, los ojos brillaban de alegría y placer al presentarme a su familia—. Ella es mi Alicia. Contuve la respiración, mi corazón se aceleró y de repente la sala comenzó a girar demasiado rápido. ¿Su Alicia? Su madre sonrió, el padre me extendió la mano y el hermano silbó. El padre rio, todavía apretando mi mano. Max dio un golpecito en la cabeza del muchacho.
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—¡Ay!—gritó Marcus—. ¡Ella es sexy! ¿Qué quieres que diga? —Quiero que te mantengas callado —entonces Max se giró hacia mí con una mueca divertida en el rostro—. Perdona, Alicia. Mi hermano se golpeó fuerte en la cabeza recientemente. —¡Ey! ¡Eso no fue gracioso! —Se quejó el muchacho. —Soy Julius Cassani —el padre de Max se presentó formalmente—. Es un placer conocerte. —Alicia Lima —respondí un poco tímida—. Un placer, señor Julius. —Max dijo que eras bonita —dijo Marcus— ¡pero no imaginé que lo eras tanto! Pensé que se estaba jactando. —¡Marcus! —Su madre le lanzó una mirada fulminante. —Solo estoy diciendo… —se encogió de hombros. —No le prestes atención, es efecto de los medicamentos. Es un placer finalmente conocerte —ella me abrazó con ternura. Quedé un poco sorprendida y totalmente satisfecha, pues no recibía un abrazo como ese, de madre, desde… bien… desde los cinco años, para ser exacta. —Un placer en conocerte… ahh… Ella me soltó, aun sonriendo. —Mirna. —Y yo soy Marcus, el insignificante. ¿Será que alguien pueda alcanzarme algo para beber? Max puso los ojos en blanco, volviendo a la cocina. —¡Mira tú! Tienes el mismo sentido del humor que tu hermano —me burlé.
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Él abrió lo que me pareció ser una sonrisa seductora. —Solo si te gustan los hombres mal humorados, mujer —y me guiñó un ojo. —Marcus, ya te he avisado… —Max gritó desde la cocina. —No lo escuches Alicia —me dijo el muchacho—. Max no admite competencia. Max estaba de vuelta con una copa de gaseosa, que entregó al hermano, después se colocó a mi lado. Para mi sorpresa, pasó el brazo por mi cintura, acercándome a él, en un gesto casi distraído que me pareció un poco posesivo, y el que, sin entender el por qué, adoré. —A mi hermano le encanta lucirse. Cuando era pequeño, todos lo encontraban divertido. Ahora es irritante. —Max me dijo sonriendo—. Después de un tiempo, te acostumbras a su presencia. Créeme. —Solo porque estoy condenado a esta maldita silla, no quiere decir que no pueda hacerte lamer el suelo, Max —Marcus retrucó irritado. —Ah, lo sé —él se rio, pero no era burla. Era cariño paternal o algo parecido. Apenas podía respirar. Temía que si me movía solo un poquito, Max se daría cuenta que me tenía abrazada y se apartaría. Necesitaba de él en esos momentos. —La cena estará servida pronto —Max anunció, después me miró—. ¿Me ayudas? —Claro —y lo seguí, tomados de la mano, hasta la cocina. Me soltó tan pronto salimos de la visión curiosa de su familia. —¿Tu Alicia? —pregunté de prisa.
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—Ah, yo… no quería mentirles diciendo que eras mi novia o… —desvió los ojos para sus pies—. Perdona, no sabía que decir. Me salió sin pensar. —¡Caramba, Max! Deberías haberme avisado que ellos iban a venir. Deben estar pensando que soy una ladrona. —Pasé la mano por los cabellos enredados y terminé desistiendo rápidamente. No había manera de desarmar los nudos sin lavar el cabello. —Estás hermosa. Siempre estás hermosa. Pero tenemos un problema —dijo un poco nervioso—. Traté de llamarte para avisarte. Mi familia pasará la noche aquí. —¿Aquí en la ciudad? —Probé. —Sí —dudó—. Pero quiero decir aquí… en el apartamento. —¿Y… dónde dormirán? —pregunté estúpidamente. —Mi madre y mi hermano dormirán en tu cuarto. Mi padre dormirá en el sofá. Nos miramos durante algunos segundos. —¿Y dónde dormiré yo? —Vergonzosamente, mi voz tembló. —Conmigo —vaciló un poco y continuó—: En mi cuarto si no te importa. Tragué en seco. Sentía que Max estaba tan nervioso como yo comenzaba a estarlo. Y podía jurar que él también estaba con el corazón martillando contra sus costillas. —Pero… ehh… ¿en la misma cama? —Ok, lo admito, mi raciocinio fue a la muerte al escuchar las palabras “conmigo” y “en mi cuarto”. —Disculpa, Alicia —se pasó la mano por sus cabellos sedosos—. Sé que está fuera de nuestro acuerdo, pero no tuve opción. Puedo dormir en el suelo, si lo prefieres. No les pude decir que no. Y sería extraño que no durmiésemos en el
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mismo cuarto, cuando piensan que tenemos una relación. Mi madre me llenó de preguntas sobre por qué tus cosas estaban en el otro cuarto. —Se acercó un poco. Yo me alejé un paso—. Puedo… —¡Ay! —Solamente cuando me corté el dedo con la punta del cuchillo sobre el fregadero me di cuenta que me había sostenido allí para no caer—. ¡Mierda! — Una pequeña línea roja resbaló por mi dedo índice. —Déjame ver —pidió, tomando mi mano, limpiando la herida con un paño de cocina y luego examinándola atentamente. En un gesto inesperado llevó mi dedo a su boca y lo acomodó dentro. Era suave, húmeda y muy caliente. Decenas de impulsos eléctricos recorrieron mi cuerpo, mis piernas se transformaron en gelatina y no podía recordar cómo se respiraba. Chupó mi dedo con tanta delicadeza y simplicidad que no pude imaginar algo más erótico que ese toque. Mi cuerpo se derretía como mantequilla sobre la mesa, y en segundos estaba en llamas. Y quería que esa boca me tocase en tantos lugares como pudiese alcanzar. Soltó mi mano, miró el dedo y sonrió. —Paró de sangrar. Fue solo un rasguño. —Ajj —murmuré. Max y yo en la misma cama. Max y yo en la misma cama. ¡Max y yo en la misma cama! Nada más, solo dos amigos durmiendo juntos. Nada de qué preocuparse. Max no me atacará, ya que es un perfecto caballero. No me atacará… ¡Mierda! ¡Él no me atacará! —¿Está todo bien? Estás un poco pálida. —S-solo necesito beber algo. Hoy no almorcé. Se apresuró a servirme un gran vaso de gaseosa. Lo bebí todo de una vez, el gas hizo que mis ojos lagrimearan.
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—¿Dónde has estado? —preguntó. —Luego te cuento. Tu familia está esperando. Vamos a llevar la cena. Me miró por un segundo, no pareció gustarle la espera por saber, pero terminó asintiendo. Lo ayudé llevando los platos, y Max llevó la gran fuente de pastas. —Tallarines a la carbonara —anunció—. Fue lo que me dio tiempo para hacer. —¡Están con una pinta bárbara! —exclamó Mirna. —¡Ya era hora! ¡Estoy muerto de hambre! —gruñó Marcus, girando su silla con un poco de dificultad, debido al poco espacio de la sala, y dirigiéndose a la mesa cuadrada. Julius sacudió la cabeza. —Juro que intentamos educar a este chico, Alicia. Me reí. —Estoy segura. —Es que Marcus necesita mucha comida para crecer y estar fuerte — continuó. —¡Soy adulto, papá! —El chico protestó. —Desgraciadamente —dijo Max, ubicando los cubiertos sobre el mantel blanco— todo era más fácil cuando eras un niño lindo que vivía agarrado carritos de hierro. Los cinco nos comprimimos en la pequeña mesa de cinco lugares. Terminé entre Max y Marcus, pero el muchacho habló poco. Parecía que no se alimentaba hacía semanas, por la manera en que llevaba la comida a su boca. Y, a pesar que la pasta estaba deliciosa, Max era brillante en todo lo que hacía y no sé por qué me Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
sorprendí con sus dotes culinarias, no pude tocar la comida. Mi estómago parecía estar lleno de cemento. —Ahora que Alicia llegó, ¿puedes decirnos que te tiene tan feliz, Max? — Pidió su padre. —Le he contado a ella —me sonrió. No pude dejar de corresponderle. ¡Max era tan lindo! ¿Cómo no sonreír al mirarlo? —Hector, presidente de la L&L, me llamó esta mañana —contó, volviendo la atención a su familia—. Dijo que le gustó mucho lo que conseguí hacer en el Comex este último semestre. Disputaré el puesto de director del sector —y me pasó una copa de vino. Bebí de un solo trago todo, nerviosa. Los padres de Max eran bien normales, pero creían que yo era la novia -o algo por el estilo- de su hijo, por eso se sentían con derecho a mirarme y observar cada gesto mío. —¡Eso es maravilloso, hijo! —dijo Mirna con una sonrisa inmensa. —Sabía que lo conseguirías —se jactó Julius. —Todo será decidido el viernes, pero creo que tengo buenas chances de ser el nuevo director de comercio exterior. Trabajé duro para eso. —¿Viernes? —Cuestioné. Él arqueó las cejas. —La cena, ¿lo olvidaste? ¿Con el personal de la dirección? —¡Ah! Me había olvidado. Viernes, claro —extendí mi copa para él, que la llenó otra vez. Max realmente sabía escoger un buen vino. —Pareces cansada, Alicia —comentó Mirna—. ¿Está todo bien?
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No, no lo está. Y creo que va a empeorar mucho antes que consiga arreglar todo. —Sí. Solo que no pude almorzar hoy. Corriendo, sabes cómo es… Ella sonrió. —Lo sé, sí, pero no deberías permitir que el trabajo interfiera con tu salud. Puede ser peligroso. Sonreí, encantada con su preocupación maternal. —Entonces… —Marcus, que finalmente tenía la boca vacía por algunos segundos, aprovechó para conversar—. ¿Cómo es que Max consiguió una mujer sexy como tú? Ah, diablos. Demoró, pero alguien tuvo el coraje de preguntar. —A ti no te interesa. —Max respondió, mirando su propio plato. —¡Max! —Reclamó su padre—. Esos no son modos. —Mi vida personal no le interesa a nadie. —Eso no es verdad, hijo —intervino Mirna—. Eres parte de esta familia y tu felicidad sí nos importa. Él dudó, visiblemente preocupado. —Vale —toqué su brazo—. No hay problema en contarles a tus padres. No me importa. —Prefiero dejar todo como está —levantó una ceja. Entendiendo el mensaje, dije: —¿Qué pasa Max? ¿Qué hay de malo en contarles cómo nos conocimos? — Sonreí, tratando de parecer tranquila.
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Me miró, lanzándome una mirada cautelosa. Asentí levemente para asegurarle que tenía todo bajo control. Al final, teníamos una historia. No estaba mintiendo en nada. No totalmente. —Conocí a Max mi primer día de trabajo —comencé. Cuatro pares de ojos se pegaron en mí. El de Max era el más atento—. Choqué con él en el corredor. —Que manera más bestia de conocer al gran amor de tu vida —Marcus se burló. Me ruboricé. No intenté mirar a Max, pero sentí que él se tensó a mi lado. ¿De dónde sacó esa idea el muchacho? me pregunté, sin encontrar respuesta. —Bueno… —continué—. Yo había salido de la sala de la copiadora, no sé si Max les contó sobre la sala trece. Ella es aterradora. Claustrofóbica y caliente como una gran caldera… Tenía una pila de papeles en las manos y estaba furiosa con mi supervisora, Joyce, esa dulce persona, por haberme llamado cariño. Odio cuando me llaman así. Estaba distraída caminando por los corredores y terminé chocando con tu hermano. Mis papeles y los suyos cayeron al suelo. —Que cliché —dijo Marcus, llevando más comida a su boca. —Sí, bien ridículo realmente. Entonces Max, muy gentil y educado —lo miré rápidamente y una pequeña sonrisa asomó en sus labios, mostrándose más relajado—.
Me ayudó a recoger todo. Pero estaba furiosa con Joyce, ¿recuerdas?
—Marcus asintió—. Y decidí mostrar que ella no podía llamarme cariño de aquí para allá. Entonces incluí, en el medio de los papeles que había fotocopiado, una copia de mí… ehhh… —¿De tu culo? —El muchacho preguntó, más interesado. —¡Marcus! —Mirna y Julius censuraron. Me reí. —Iba a decir trasero… y Max encontró esa copia. Creo que fue así que conseguí llamar su atención —dije divertida. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No puedo disentir —dijo Max, sonriendo también divertido. —¡Uau! —Marcus miró al hermano con ojos brillantes, llenos de orgullo—. ¡Hombre, tienes tanta suerte! ¿Guardaste la copia? ¿Puedo verla? —¡Marcus! —censuró Max. —¿Vieron el partido del jueves? ¿Qué payasada fue esa? —Julius trató de cambiar de tema. Lo logró. Max se lanzó a una animada conversación sobre fútbol. Él adoraba los deportes y sus padres comparten el mismo entusiasmo. Para mi sorpresa, Mirna era la mayor entusiasta futbolística que había conocido. Marcus permaneció callado, al margen de la conversación, con una mirada distante. —Él no quiso hacerte enojar, Marcus —comenté bajito, sin querer interrumpir la charla familiar. —Ah, lo sé —sonrió un poco. Era tan parecido a Max que llegaba a asustarme—. Estaba pensando en el fútbol. Si algún día volveré a jugar. —Ah —dije, un poco apenada. —Fue el año pasado —dijo él. —¿El qué? —Debes estar preguntándote como un muchacho como yo terminó en una porquería como esta —hizo un amplio gesto a la silla de ruedas—. Fue en un accidente el año pasado. Me fracturé algunas cosas, incluyendo dos vértebras. —Lo siento mucho. —Yo también. Pero no sé si puedo quejarme. Era para haberme muerto, según los médicos, y mejoré bastante después del accidente. Mi ortopedista dijo que tal vez exista una esperanza. Parece que la fractura en la columna no fue de las Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
peores, y tal vez, después que la hinchazón desaparezca, pueda mover las piernas. Max hace todo lo que puede para que mis chances aumenten. —¿Sí? —Pero, de alguna manera, lo sabía. Claro que Max haría lo imposible para ayudar a su hermano menor. —Es obvio que tuve que aguantar un sermón digno de novela mexicana antes de eso —puso los ojos en blanco—. Pero es un buen hermano. Me visita siempre, aunque esté muy ocupado, me llama todos los días, paga todo mi tratamiento, mi fisioterapia, mis medicamentos. Mi padre está jubilado, sabes cómo es… —se encogió de hombros. Tenía una vaga idea. —Entonces, quieres decir que dependen de él financieramente —señalé—. Dependen del buen empleo de Max. —Yo no usaría esa palabra —él se enderezó un poco, su orgullo herido. Era como mirar a un Max más joven, solo que de cabellos negros—. Pero sin la ayuda de él no podría realizar el tratamiento. Y la Dra. Olenka está bien confiada en mi caso, cree que tengo una posibilidad de volver a caminar. Una pequeña oportunidad, es verdad, pero no me importa. Una es mejor que nada, ¿cierto? —me dijo, con los ojos desbordantes de determinación. ¡Oh, Dios! Max necesitaba mucho el empleo. Yo no valía nada. Perjudicaba la carrera de Max, sacando la oportunidad de mejorar a su hermano parapléjico, y mentía a sus padres, fingiendo que Max y yo éramos una pareja. Yo era un gusano. ¡Peor! Era el gusano que comía orugas. —Entonces, Alicia, cuando esté caminando otra vez todo sexy por allí, tal vez lo quieras volver a pensar. Tal vez decidas largar a ese hombre mal humorado y probar lo que hay de bueno en los hombres Cassani —dio un guiño de ojos. Traté de sonreír.
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—Tentador, Marcus. Pero rechazaré la invitación. Me gusta demasiado tu hermano —infelizmente, la conversación sobre fútbol terminó súbitamente y, todos escucharon el final de nuestra charla. Inclusive Max, que me lanzó una mirada indescifrable. Me ruboricé. La fuerza que emanaba de sus ojos me hizo estremecer. Bajé la mirada a mis manos, absolutamente avergonzada. Entonces, tomándome desprevenida, su brazo grande y fuerte enlazó mi cintura, y Max plantó un beso caliente y demorado en lo alto de mi cabeza. Escalofríos subieron y bajaron por mi columna. Sentí como si hubiera sido marcada a hierro en los puntos donde sus dedos y labios me tocaban. De pronto de buen humor, Max se dirigió a su hermano: —Te dejo un segundo con Alicia y estás tratando de seducirla. ¿Qué haré contigo, Marcus? El muchacho no pareció ofendido con mi rechazo o con la censura de su hermano: —Todo bien, Max. No arrojaré mi charme sobre ella. Sería injusto para ti — sonrió—. Pero solo haré eso porque Alicia es buena gente y es la primera chica que presentas a la familia. Debes estar loco por ella. Esta vez, fue Max quien se ruborizó. —Para de perturbar a tu hermano, Marcus —dijo Mirna, sonriendo un poco. La charla sobre fútbol fue retomada y, mi Dios, era difícil acompañar. Los Cassani hablaban todos al mismo tiempo y aun así se entendían perfectamente. Participé poco. ¿Cómo podría? Después de aquel abrazo cariñoso, y ese beso casto, Max encontró que el espaldar de mi silla era un buen lugar para descansar el brazo y que mi hombro era un óptimo lugar para su mano. Me quedé observándolo, disfrutando su mano distraída, que acariciaba mi hombro en un delicioso sube y baja, e imaginé si él estaría tan tonto como yo. Probablemente no.
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Él estaba absorto en la conversación, pero de alguna forma notó que lo miraba. —¿Estamos aburriéndote? —preguntó en un tono cariñoso. —No. Me estoy divirtiendo mucho —me obligué a sonreír. Él no se engañó y notó mi agitación. Siempre lo notaba. ¿Cómo notaba tantas cosas en mí? Sin embargo, no dijo nada, solo apretó mi hombro de una manera cariñosa y continuó la charla, sonriendo, algunas veces para mí, de aquella manera íntima y cómplice y peligrosa. Imaginé que él estaba actuando nuevamente. Solo podía ser eso. Me había avisado sobre la posibilidad de cenas, en las cuales deberíamos parecer locos de amor uno por el otro. Tal vez debiera preguntarle sobre eso cuando estuviéramos solos. Lo que sucedería aquella noche. Cuando estuviéramos totalmente solos en su cuarto.
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Capítulo 21 Traducido por Vecina Corregido por Vickyra
—¿Lado derecho o izquierdo? —Max preguntó, señalando la cama grande en la habitación pavorosamente masculina. —Me es igual —levanté mis hombros—. Creo que el izquierdo. —Desapareciste toda la tarde. ¿Dónde has estado? —él preguntó, acomodando mi almohada del lado izquierdo de la cama. Después se giró de espaldas y comenzó a abrirse la camisa. Me paralicé en el lugar, los ojos pegados a su figura. —Ahh… ¿Qué estás haciendo? Él miró por sobre su hombro. —Creo que a mi familia le extrañaría que me cambiara en el baño. —Quiero decir que yo también tendré que… —¡Oh, Dios! ¿Por qué no me he puesto el pijama en el baño? Él rio. —¿Qué tipo de pervertido piensas que soy, Alicia? No miraré, quédate tranquila —y se deshizo de su camisa. Su espalda era ancha, los músculos recubiertos de piel dorada y suave. Me obligué a desviar los ojos. Fue preciso mucho, mucho esfuerzo. —Vale, pero no he traído pijama —constaté con la boca seca. Él colgó la camisa en el perchero de pie, abrió el guardarropa y, sin volverse, me arrojó una camisa raída. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Puedes quedarte con esa. Eres tan pequeña que probablemente cubrirá tus delgadas espinillas —se burló. —No tengo espinillas delgadas. —Sí tienes. En cuanto él comenzó a desabotonar el pantalón, me giré de espaldas, librándome de mi ropa, con una prisa loca. Me puse la camisa gris de facultad. Era lo bastante grande para cubrir mis rodillas y codos. Nada sexy. Pero no quería ser sexy, entonces estuvo bien. —¿Realmente no me contarás dónde has estado? —él preguntó una vez más. Max se había puesto un short corto y una camiseta sin mangas blanca. Sus muslos musculosos atrajeron mi atención completamente. Me senté en la cama con cuidado, sintiéndome como una granada a punto de explotar. Debería haberme casado con Mauro. Su caspa sebosa seguro bloquearían cualquier pensamiento de rasgar sus ropas y tirarlo sobre la cama. —Estás pareciendo un marido de verdad —reí nerviosa, tratando de poner los pensamientos en orden. Max sonrió sin gracia. —Disculpa, no fue mi intención. Pero desapareciste, no atendiste el teléfono y regresaste con esa cara triste. Solo estoy preocupado —sacudió los hombros. Se sentó en la cama y el colchón se hundió ligeramente. Todo bien, respira. Solo respira. Deliberadamente, Max alcanzó mi mano izquierda y, antes que pudiera parpadear, deslizo la alianza en mi dedo anular. En seguida, abrió la mano y me ofreció su alianza. Entendiendo que quería que yo hiciera lo mismo, tomé el anillo y lo coloqué en su dedo por segunda vez, un poco avergonzada.
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—¿Puedo ayudarte en algo, Alicia? —él preguntó, preocupado—. ¿Estás en problemas? Puedes confiar en mí para lo que necesites. Nunca traicionaría tu confianza o te pondría en problemas. Fue en ese instante que algo se quebró dentro de mí y todo desbordó. Comencé a llorar. Llorar realmente, con sollozos y lágrimas, y no eran falsas. Mi caos emocional dejó a Max asustado. Por la desesperación estampada en su rostro y por la forma dubitativa y medio loca con que me abrazó, noté que él no sabía qué hacer cuando una chica lloraba. —¡Hey! No llores —pidió completamente ajeno a mis sentimientos y al problema que tenía sobre su cabeza como una guillotina. Me sostuvo en sus brazos hasta que paré de sollozar y pareció reacio a soltarme, examinando atentamente mi expresión para estar seguro que no volvería a berrear. —Disculpa —dije sinceramente—. Nunca quise traerte problemas. —Me dices lo que está sucediendo, por favor. Deja que te ayude —pidió en un susurro. Esta era mi oportunidad. Él estaba pidiendo. Solo tenía que abrir la boca y dejar salir lo que me pasé dos horas ensayando. Max, Clóvis dijo que tú estás acabado. Tu promisoria carrera ya terminó. Nunca más encontrarás empleo en este planeta. La culpa es toda mía y lo lamento mucho. ¿Me pasas el vino? ¡Ops! Corrigiendo: ¿Me pasas la almohada? Pero, por alguna razón que yo desconocía… Ok, conocía bien los motivos que me impidieron decirle la verdad. No quería que Max me odiase. Me estaba gustando demasiado esta nueva etapa de nuestra relación y no quería perderlo. —Fui… A visitar a mi abuelo —me escuché diciendo. Por supuesto que oculté el motivo que me había llevado hasta allí.
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—Ah, Alicia —él volvió a apretar los brazos a mi alrededor, en un abrazo sofocante y, besó mi cabeza. Era tan bueno estar allí, protegida por su abrazo… Realmente hacía que todo lo demás perdiera importancia. O casi todo—. ¿Has ido sola? —Sí —contesté, agarrada a su camiseta—. ¿Con quién más iría? —Podrías haberme pedido que te acompañe, o a Mariana, o a cualquier otra persona. Tú no ibas al cementerio desde que tu abuelo… se fue. No deberías haber ido sola. —Necesitaba estar sola. Discutí con mi abuelo después que él murió. Dije un montón de cosas que no eran ciertas. Necesitaba disculparme. —Podría haberme quedado a un lado, esperándote en el estacionamiento — él susurró. —Recordaré eso la próxima vez. Ahora estoy bien —sequé mi rostro con el dorso de las manos. —¿Estás segura? —él preguntó, inseguro. Su dedo alcanzó mi barbilla e inclinó mi rostro hasta que nuestros ojos se encontraron. Estábamos tan cerca que podía sentir su corazón latiendo fuerte. Asentí. —Creo que haber pasado la noche escuchando a mi hermano con sus bromas no ayudó mucho —él sonrió un poco y me soltó. —En realidad ayudó. Marcus es genial. —No estamos hablando de la misma persona, creo. Estoy hablando del bromista que te flirteó toda la noche. Sonreí y Max pareció satisfecho.
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—Él solo hizo eso para provocarte —dije—. Tu hermano te adora. Solo quería llamar tu atención. Marcus piensa que estás loco por mí. Esperé que lo negara, que hiciera alguna broma o comentario ácido como de costumbre, pero no abrió la boca. En vez de eso, extendió la mano, secando las últimas lágrimas de mi cara con el pulgar. Mi corazón se aceleró. —Perdona por el trastorno de hoy. ¿Estás bien con dividirnos la cama? — indagó con la voz más ronca que lo habitual. —No me importa, Max —murmuré mirándolo. Con un movimiento lento, alcanzó un mechón de mi cabello, apartándolo de mi cara y tomándolo con delicadeza en sus dedos. Comencé a sofocarme. Entonces mi móvil sonó. Max se alejó inmediatamente. —¡Es mejor que tengas un buen motivo para haberme dejado plantada en el shopping esta noche! —Gritó Mari—. Tendrás que hacer mucho para que te perdone. —¡Mari! ¡Diablos, lo olvidé! —NO LO PUEDO CRE… —tuve que alejar el aparato de mi oído o mis tímpanos explotarían con sus gritos. —Mari, puedo expli…. —pero ella continuaba gritando, con toda la razón de estar furiosa. Max ya se había acomodado en su lado de la cama y acostado. Me observó con las cejar levantadas. —¿Problemas? —susurró. —Mari me matará —tapé el móvil con la mano—. Habíamos quedado para ver una cortina para mi habitación hoy después del trabajo. Lo olvidé. Ella está Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
furiosa conmigo. ¡Escucha! —coloqué el teléfono cerca de su oído, pero ni era necesario, dado el tono histérico de los gritos de ella. Él se encogió un poco y sonrió. —¿Puedo? —señaló el aparato. —Ah… vale… Tomando el aparato, lo aproximó valientemente a su oreja. Max realmente no tenía miedo al peligro. —Mariana, soy Max —el ruido cesó del otro lado. Él colocó el aparato en su oído—.
Quería disculparme. Preparé una cena para Alicia. Mi familia está aquí,
han venido a conocerla, pero no sabía que ustedes tenían otros planes. Alicia es siempre muy educada —él hizo una mueca divertida—. Mis padres la llenaron de preguntas y mi hermano pasó toda la noche insinuándose… Creo que eso dejó nerviosa a Alicia, por eso olvidó cancelar los planes contigo. Me mordí el labio, aprensiva. Podía imaginar la cara que Mari debía estar haciendo. —Tallarines a la carbonara y vino —continuó él—. Compré mousse de chocolate, pero no descubrí todavía si a ella le gustó. Ah, estoy feliz de escuchar eso. No —sus cejas se arquearon y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios—. ¿Sí? Ella no me dijo nada. Comencé a tensarme. ¿Qué le estaría Mari diciendo? —¿En verdad? Nunca lo hubiera imaginado —él se rio—. Sabes, creo que me gustaría mucho conversar contigo sin Alicia cerca. Así podría conocer más sobre ella. Combinado. Sí, mis padres aún están aquí. Pasarán la noche con nosotros. Claro, en el cuarto de Alicia, y mi padre dormirá en el sofá. Ella va… a pasar la noche conmigo. Contuve la respiración. Max esperó. Y esperó. Y esperó.
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—¿Mariana aún estás allí? Ah, claro. Le diré. Buenas noches —y cortó. Volviéndose para entregarme el móvil, dijo—: Creo que ella quedó más tranquila… —¿No quiso hablar conmigo? —¡Oh, Dios! —Dijo que no quería interrumpir. Me pidió que te avisara que pasó los planes de compras para mañana. —¡Ay! —enterré el rostro entre mis manos. Mari debía estar imaginando una noche mágica, romántica. Eso sería horrible de explicar—. No deberías haber hecho eso, Max. Ella imaginará cosas. —Me pareció bastante curiosa. —¡No me digas! —hablé, levantando la cabeza y mirándolo—. La mente de Mari creó un millón de fantasías sobre nosotros sin necesidad que tú le insinúes que estaremos durmiendo en la misma cama. ¡Ella va a enloquecer! —No estoy insinuando, Alicia. Dormiremos en la misma cama —él rio, divertido—. A no ser que tú me mandes a dormir en el suelo. Gemí otra vez. —Ella creerá que tú y yo… ¡Oh, Dios! Y no me creerá cuando le diga que nosotros no… ¡Argh! —tiré de la sábana y la sostuve entre los brazos. —Mariana conoce nuestro acuerdo. No se dejará llevar por la imaginación. —¡Tú no conoces a mi amiga ni el tamaño de creatividad en ella! —señalé. —Ella me dijo una cosa sobre ti… ¿Será que es una fantasía de ella o…? —Probablemente es fantasía —me adelanté. —Ella dijo que sentiste mi falta anoche. —Con seguridad que es fantasía. ¿Podemos dormir? Estoy agotada —fingí un bostezo y me giré en la cama—. Buenas noches. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
La voz de él sonó… ¿decepcionada? Al decir: —Claro. Buenas noches —y apagó la luz. Me llevó un tiempo que mis ojos se acostumbrasen a la oscuridad. Un pequeño rayo de luz entraba por la ventana, permitiéndome ver la habitación parcialmente. Estuve híper consciente de la presencia de Max a mi lado en la cama. —Max —llamé, rígida como una estaca. —¿Qué? Me giré colocándome cara a cara con él. Podía ver los trazos de su rostro, débilmente, por la claridad entrando por la ventana. Él estaba serio. —Fueron muy amables tus padres y ese lado tuyo más familiar —comenté. —Pensé que preferías saltar por la ventana antes de tener que aguantar a Marcus. Me reí y, deslumbrada, ¡vi una sonrisa amplia formarse en su cara! Y, otra vez, él me sorprendió al acercarse lentamente y tocar mi mejilla con sus tiernos labios. —Que duermas bien. Pero, claro, después de eso no pude pegar un ojo. Solo pensaba en cómo había sido dulce ese beso fraternal. Y como quería que él me besara otra vez, pero de forma nada fraternal. Giré y giré en la cama durante un largo rato, totalmente consciente del calor que emanaba de su cuerpo. Luché mucho para evitar tocar su piel, para evitar apretarme contra él para estar segura que aquellos labios no eran tan suaves realmente. —¿Algún problema con la cama? —me preguntó con una voz profunda. —Ah… No.
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Traté de dormir, juro que lo intenté, pero parecía que las horas se arrastraban y el sueño seguía en dirección opuesta. —¿Estás durmiendo? —susurré un tiempo después. —No. —Yo tampoco. —Lo noté —había humor en su voz. —¿Puedo preguntarte algo? —¿Ahora? —Sí. —Ok. Me volteé en el colchón hasta quedar de frente a él nuevamente. Busqué sus ojos. Era increíble que, incluso con casi nada de luz, las esmeraldas continuaran allí, incandescentes. —¿Crees que soy una mala persona? —quise saber. —No —respondió, sucinto. —¿Estás seguro? —Eres muchas cosas, Alicia —sonrió—. Tantas que aún no descubrí todas, pero estoy absolutamente seguro que no eres una mala persona. Asentí, me giré otra vez y cerré los ojos. Me mantuve lo más inmóvil posible. Tiempo después, escuché la respiración de Max volverse más pesada. Se había dormido. Yo aún estaba despierta cuando, allá por altas horas de la madrugada, él se movió, poniendo los brazos alrededor de mi cintura y arrastrándome cerca en un rápido movimiento. Paré de respirar. Él apretó su cuerpo contra el mío, los músculos fuertes y calientes envolviéndome, encajándose Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
perfectamente en mí. Mi corazón golpeó con tanta violencia que dolió. Él hundió la cabeza en mis cabellos e inhaló profundamente. —Alicia —susurró cerca de mi oreja. Un escalofrío violento me hizo estremecer, pero antes que pudiera formar expectativas —bueno, ya tenía expectativas, incluso antes de entrar en aquel cuarto, pero déjalo— su respiración pesada se volvió lenta nuevamente, y noté que estuvo dormido todo el tiempo y que no había la menor posibilidad que fuera a besarme o intentar cualquier cosa. Rodeada por él, cerré los ojos. Una extraña sensación me invadió, relajando mis músculos, apaciguando mi perturbada mente. Me dormí sonriendo, por primera vez en los brazos de mi marido.
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Capítulo 22 Traducido por lizels Corregido por Vickyra
—Ve, di todo. Y es mejor perfeccionar los detalles tórridos si realmente quieres que te perdone tu error —exigió Mari mientras Max se alejaba en el centro comercial, yendo en busca de un nuevo par de zapatos para correr. Él se ofreció a llevarme de compras después del trabajo, ya que había echado sobre él el drama de mi pesadilla en el autobús. Max pensó que era divertido mi terror al transporte público. Yo sospechaba que él no conocía el maravilloso sistema de transporte público de Suiza. —No hay mucho que contar... —le dije. —Venga. Max me dijo que estuvieron juntos en la misma habitación, después de una cena mega romántica, y ahora te apareces aquí con esa estúpida sonrisa en tu rostro y tu súper caliente marido a cuestas, como si no fuera nada más. Cuenta inmediatamente y no me obligues a usar la fuerza. —Sus padres cenaban con nosotros, Mari. ¿Cómo podría haber sido romántico? —¡Tú lo pediste! —dijo ella, con los ojos cada vez más grandes y más brillantes, con la boca ligeramente temblorosa, con los hombros caídos. Suaves gemidos de dolor se hicieron eco en lo profundo de su pecho. —¡Está bien! —Puse los ojos mientras subíamos las escaleras mecánicas—. ¡Puedes parar el drama! Preparó la cena y me presentó a su familia como su Alicia, sea lo que sea. Hablamos hasta tarde. Eso es todo. Él y yo almorzamos juntos hoy y luego se ofreció a llevarme al centro comercial porque necesitaba comprar una corbata para la comida de la mañana con la junta directiva y unos zapatos de correr. Sus padres ya estaban en casa. Por lo que entendí, viven en una granja a unos pocos kilómetros de aquí y vinieron a la ciudad para llevar a Marcus a hacer Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
algunos exámenes. Él tuvo un accidente recientemente. Me gustaron mucho, son personas súper agradables. Como dije, no fue nada romántico. —Oh, Lili. ¡Así dañas todos mis sueños! Quiero saber de la primera noche. ¿Cómo fue? ¿No se enrolló nada, ni un poquito? ¿Una caricia de manos, una mirada diferente, una mano tonta en la madrugada, incluso ni un poco? —No. Quiero decir... —desvié la mirada— hablamos un poco en la oscuridad, y luego Max se durmió y en el medio de la noche me abrazó y susurró mi nombre una vez. Aún estaba abrazándome esta mañana. Fingí que estaba dormida cuando él se despertó. Él no lo mencionó, tampoco. Me desperté extrañamente más temprano que de costumbre. Tal vez era por el calor que me envolvía. Era demasiado delicioso para permanecer inconsciente. Max todavía estaba con su brazo alrededor de mi cintura, sosteniéndome contra su cuerpo posesivamente. Puse mi mano sobre la suya, acurrucándome más. Poco después, se despertó. Yo sabía que él estaba despierto por la tensión que dominaba su cuerpo y por el... um... movimiento duro y pulsante contra mi cadera. Mantuve los ojos cerrados mientras él trataba suavemente tirar de su brazo. Lo abracé con más fuerza, impidiéndole que se alejara, y respiré profundamente. Esperó unos segundos antes de sacar su mano de nuevo, con mucho cuidado de no despertarme. Pero, al bajar de la cama, golpeó algo y juró por lo bajo. Abrí los ojos, fingiendo que acababa de despertar. —¿Max? —Lo siento, Alicia. Me tropecé con mi maletín. Buenos días —dijo, tomando la ropa limpia en el armario. —Buenos días —Me estiré toda y bostecé—. ¡Wow, tu cama es genial! Nunca dormí tan bien. —Es un gran colchón —Su voz no tenía ninguna entonación.
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—No te golpeé ni nada, ¿verdad? Duermo un poco agitada. Al menos eso es lo que dice Mari —pinché, esperando ver algún tipo de reacción y decepcionándome al instante. —¿En serio? Ni noté que estabas en la cama. Dormí como un tronco. Él jamás confesaría que dormimos abrazados casi toda la noche. Y no había ninguna necesidad de presionarlo. Nuestra relación era estrictamente profesional. Mari suspiró, tirándome fuera de la ensoñación. Sus ojos brillaron. —¡Uh! ¡Eso es lo que estoy hablando, niña! —dije, satisfecha con la pequeña intimidad que había tenido con mi marido. Una enorme sonrisa se coloreó en su rostro. Voltee los ojos. —Mari ya pasé por la adolescencia hace tiempo. —No me importa. ¿Qué más? ¿Qué usó para dormir? ¿Cómo fue el abrazo? —Camiseta, pantalón corto, cuchara. Eso es todo. —¡Oh, Dios mío! ¿Cómo así, cuchara? —Estaba inconsciente. Déjalo en paz —me quejé, saliéndome de la escalera mecánica y caminando adelante. Ella entrecerró los ojos. —Estás ocultando algo. Suspiré. ¿Por qué Mariana tenía que conocerme tan bien? —De acuerdo. Pasó el día enviándome bromas por MSN —comenté, deslizando el dedo sobre una de las ventanas de la tienda sin verla. —¿Qué clase de bromas? —De esas, así bobas —dije, sin mirarla.
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—¡Y te gustó! —dijo ella satisfecha. Solté los hombros, desanimada, y encontré sus ojos sonrientes. —¿Qué me está pasando? — ¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —Ella saltó en el lugar. —¡Lo sé! ¡Pero no estoy enamorada! Max es mucho más genial de lo que podía imaginar. Lo que siento por él es sólo atracción... —confesé. —Seamos sinceras, yo estaría loca si no me sintiera atraída por un tipo como él. Max es todo... ¡y no me mires con esa cara, Mari! ¡Ni comiences! —¿He dicho algo? ¿Me oíste decir algo? No dije nada —Hablaba en serio, con la mirada inocente, demasiado, y se encogió de hombros. —Vamos a comprar esa cortina de mierda —gruñí, plenamente consciente de que ella no creía en nada de lo que dijera. Por lo menos en relación con lo que sentía por Max Corrimos por todas las tiendas de artículos para el hogar en busca de la cortina perfecta. Cuando la encontré, no pude comprarla. Mi dinero estaba a punto de terminar y tenía que durar dos semanas más, cuando venga el próximo pago. Terminé llevando una más simple, de gasa blanca, hasta bonita, y con un precio más accesible. Aproveché y compré una bata, sólo para garantizar que Max no me vería de nuevo caminando por el apartamento envuelta en una toalla. Encontramos a Max en la zona de comida y escogimos comida rápida, aunque él no parecía muy entusiasmado con la comida. Terminé riendo cuando hizo una mueca hacia mi triple hamburguesa goteando grasa. Mari nos estudiaba atentamente, y Max, dándose cuenta de eso, no paraba de sonreír, divertido con la situación. Me pateo por debajo de la mesa. Levante los ojos y terminé mi batido. Yo parecía la única adulta allí… Era tarde y nos íbamos al estacionamiento cuando vi un atisbo de un vestido en una vitrina que parecía susurrar mi nombre. Me acerqué al cristal hipnotizada Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
por la belleza de la pieza. Era hermoso. El vestido perfecto para la cena con Max y la junta del viernes. Estaba considerando la posibilidad de entrar en la tienda cuando encontré la placa con el precio. —¡Guau! El vestido negro, cerrado al frente, pero con un generoso escote en la espalda, que cuesta tres veces más que mi magro salario. En otros tiempos, creería que era un verdadero pecado costar tan poco, pero, dada las circunstancias, era un robo. Mari entendió mal. —¡Hermoso, Lili! Pruébatelo a ver cómo te queda —incitó. —Por supuesto que no. ¡Mira el precio! No me lo puedo permitir. —Oh, lo es. A veces se me olvida que ahora eres tan pobre como yo. Mi amiga ya no es la princesa de antes. Ahora es Cenicienta, como yo. — Decepcionada, ella se arrastró por el piso plano. Puse mi brazo sobre su hombro y la alejé de la tienda. Max sólo nos miraba. —Eh, un momento, esta Cenicienta necesita encontrar una calabaza mágica que la libre de la maldad de los buses —dije y ella rió un poco—. Y es sólo un vestido. —Un vestido perfecto, que puede hacer que Max me mirase con otros ojos... realmente quería eso. —¡Pero es tu tipo!—murmuró. —No tendría donde usarlo. No voy más a lugares geniales ni a fiestas chismosas. Sería cruel condenar este precioso vestido a mi nada de vida social actual. Ella suspiró profundamente.
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—Sí, eso mismo —acordó triste—. ¿Quieres salir? Hay un nuevo club nocturno que es muy barato. —Hmm... Está bien. Preciso salir un poco. Me estoy quedando atrapada en esa oficina gris. —Y, volviéndome a Max, le dije—: ¿Quieres ir? —Puede ser... —él estuvo de acuerdo, medio inquieto. —¿Quieres ir con nosotras? ¿A un club nocturno? ¿En serio? —le pregunté, sorprendida. Él se encogió de hombros. —También necesito salir un poco. Si no te importa que vaya… —No, está bien. Será genial verte en mi mundo. —Sonreí.
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Capítulo 23 Traducido por lizels Corregido por Vickyra
La discoteca no era muy grande, pero era muy elegante. Había muchos detalles cromados en las paredes negras, lo que daba un bonito efecto a las luces en tonos de rosa, azul y amarillo, que parecían venir de todas las direcciones, incluyendo el suelo. Max parecía muy incómodo, mirando a su alrededor con desconfianza, por lo que Mari y yo nos dedicamos a ofrecerle unas copas de tequila antes de terminar en la pista. Él se negó a bailar y se paró junto a la barra. Mari siempre ha sido mi compañera preferida de baile. Tenía la misma hambre de sacudir el cuerpo que yo, la misma sed de alcohol, con la diferencia de ser menos expansiva cuando estaba borracha. —Max está mirándote —me dijo al oído. —¿Lo está? —Volví los ojos en su dirección. A través de la intermitente incesante de las luces de colores y de los cuerpos en movimiento, él me miraba con la cara seria, ojos intensos. Levantó su copa e hizo un pequeño gesto con la cabeza. —Ve allá. Pégate a él. —Uh... no lo sé, Mari. Creo que no es una buena idea. —Sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de alcohol corriendo por mi sangre. Tal vez dijera algo estúpido. —Oh, deja de ser una cobarde. ¡Vaya, tengo que ir al baño! —Ella me dejó plantada en la pista, yendo a la dirección opuesta a los baños. Pensé que sería muy grosero de mi parte no ir a hablar con Max, ya que me había quedado sola, de modo que, por casualidad, terminé yendo a parar a su lado. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Subí al taburete, apoyando los codos en el mostrador, de frente a la pista llena de gente. —¿Y entonces, vas a estar de pie toda la noche? —pregunté. —Uh... Creo que encontré un buen lugar —Su rostro escaneaba la discoteca—. Es genial esto. Me eché a reír. —No hay necesidad de fingir, Max. Sé que no te gusta —acusé. —No, no. Es solo… está bien, no me gusta —sonrió un poco—. Es demasiado caótico para mí. Me gustan los lugares tranquilos donde puedo tomar mi cerveza y escuchar mis propios pensamientos. —Creo que ese es tu problema, Max. Piensas demasiado. Ven a bailar. — Me levanté y traté de tirar de él por el brazo. Creo que tendría más éxito si trataba de mover el pilar de cromo junto a él. —Eso es exigir demasiado, Alicia —dijo, pero sonrió—. Yo me quedo aquí. Ve a divertirte. Frustrada, me encogí de hombros. Tomé más bebidas y volví a la pista. Impresionada, miré a mí alrededor. Nadie parecía darse cuenta de que el suelo se estremeció, hecho por la cubierta de un yate. Muchos tragos después de que Mari regresara, mientras veía a Max en la distancia y miraba hacia otro lado cuando me atrapaba, él siempre me atrapaba, una chica se acercó a él, toda sonriente, sacudiendo su cabello y tocándole el brazo en una conversación en voz baja a los oídos. De repente, toda la alegría causada por los doce tragos de tequila me abandonó. —Quiero ir a casa, Mari —dije, con los ojos aún fijos en la escena que se desarrollaba entre Max y la pelirroja de grandes pechos.
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—¿Tan temprano? ¿Por qué...? —siguió mi mirada—. Oh, Dios mío. Son todas una banda de hijas de p... —Alguien me tiró del brazo. —He estado mirándote desde hace algún tiempo, cariño —dijo el joven de mediana estatura y una camisa con las mangas arremangadas, probablemente en un intento de exhibir los músculos inexistentes. —Vete a la mierda —Hablé, con la voz medio enrollada. El flaco se rió, pareciendo encantado con mi rechazo. —Adoro la mujer luchadora —dijo, apretando mi cintura y acercando su cara a la mía. El olor a whisky me golpeó duro. —¿Quieres soltarme? —pregunté, tratando de escapar. Sus ojos estaban muy abiertos, las pupilas dilatadas, piel enrojecida, nariz resoplando. Había más que whisky en el torrente sanguíneo de ese tipo, por lo que su fuerza era mucho mayor que la mía. —Me quieres, cariño. Puedo verlo en tus ojos.
Me había olvidado de que la cocaína siempre le hace sentir al usuario como el más sexy del universo. Y, definitivamente, ese no era el caso de este tipo. —Suéltame. ¡Ahora! —Vamos a un lugar, cariño —él inclinó la cabeza. No tengo idea si quería darme un beso, o simplemente apoyarse en mí, o lo que sea. Incluso con los reflejos ligeramente alterados, logré levantar la rodilla izquierda y golpearle en la ingle. Me soltó de inmediato. Mari me tomó por el brazo y empezó a arrastrarme a través del camino, pero había demasiada gente alrededor. El hombre se recuperó rápidamente y se puso delante de nosotras.
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—Espera un minuto. Eso no estuvo bien —murmuró, un poco demasiado amenazador para mi gusto. —¿Algún problema, Alicia? —exigió Max, de la nada, justo detrás del chico. —Tooodo bajo control —grité, con dificultad—. Puedes irte de vuelta con tu pelirroja trucada. —Me ignoró, mirando al flaco desde lo alto, pareciendo furioso. —Ah —dijo el tipo. Los ojos enloquecidos corrían en diferentes direcciones—. No había necesidad de llamar a tus amigos. —Ella no me llamó —dijo Max calmadamente, poniéndose entre el tipo y yo—. Pero usted no parece entender que ella no quiere que la toque. Estoy aquí para ayudarle a entender. —¿Y tu quien eres? ¿Su padre? —El flaco empujó a Max, quien no se había movido. —Su esposo. —Su voz sonaba tan aterradora, incluso con el ritmo electrónico sobresaliendo, los escalofríos subían y bajaban por mi cuerpo. ¡Max era lo máximo! El tipo se inclinó un poco hacia delante y me miró dubitativo. Levanté la mano izquierda, moviendo los dedos mostrando la alianza y sonreí. Él se estremeció. Dio unos pasos hacia atrás, tropezó con una pareja que bailaba una especie de danza de apareamiento y miró a todos lados, como si estuviera a punto de ser atacado por una pandilla. —Lo siento —susurró o al menos eso parecía. Era difícil oír nada con el ritmo de la música sofocante del ambiente. Luego, desapareció rápidamente entre la multitud. Max se puso de pie frente a mí. —No tengo ninguna pelirroja —habló con irritación. El alivio que sentí en ese momento me mareaba. Aún más, quiero decir. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡Mi héroe! —Me lancé contra él, envolviendo su cuello—. ¡Estabas luchando tan absolutamente sexy! ¿No lo estaba, Mari? —Muy sexy —asintió ella, con una risa nerviosa. —Has bebido demasiado —me dijo Max. —Na-na-no. Tú eres quien bebió poco —reí, mareada—. ¿Por qué estabas sonriéndole a esa chica? —No lo estaba. Creo que podemos ir a casa ahora. Has tenido suficiente — Me dio una mirada de desaprobación. —¡Wow! Tus ojos son hermosos en esta luz —Parecían emitir su propia luz. Su boca estaba ligeramente abierta, y de repente, era todo mi mundo. Reduje la distancia entre su cara y la mía, estando en la puntas del pie, todavía envuelta alrededor de su cuello. Me deslicé de la nariz por su mandíbula hasta llegar a la barbilla ligeramente áspera. Permaneció inmóvil, con las manos paralizadas en mis costillas, y los ojos abiertos. —¿Qué estás haciendo? —Nada —susurré, enrollando los dedos en su cabello ligeramente largo, rozando mis labios en su cara hasta llegar a una de las comisuras de su boca perfecta—. Eres increíble, Max. ¿Cómo tardé tanto tiempo en darme cuenta de eso? —Mordí su labio inferior. Él se estremeció, sus dedos se clavaron en mi cintura. Sonreí satisfecha. Sus ojos estaban más oscuros, dilatados, pegados a mis labios. Levantó una mano, pero en vez de ceder a mis encantos, sostener mi cara y arrebatarme con un beso, alcanzó mis muñecas en su cuello, se deshizo de mi abrazo con facilidad y empezó a arrastrarme tras él. —Vamos a casa antes de que yo haga algo estúpido. Agarré a Mari, quien se echó a reír de esa escena. Acabé haciendo lo mismo, porque la alternativa habría sido llorar por haber sido rechazada. Reímos todo el Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
camino sin ningún motivo. Era suficiente mirarse a la cara y listo, perdíamos el aliento de tanto reír. Max la dejó en su casa, entonces, cuando estábamos solos y la calle parecía deambular frente a mí, la euforia comenzó a ceder un poco y la quietud se estableció en el auto. De acuerdo, admito que estaba un poco borracha, pero el silencio era inquietante. Por eso, cuando faltaban pocos metros para llegar al edificio, me decidí a preguntar: —¿Por qué estás siempre tan tranquilo cuando estamos en el auto? No parecías tranquilo cuando aquella pelirroja se frotaba sobre ti. —Por qué tengo que prestar atención al tráfico —señaló tranquilamente—. Y la chica no se frotaba sobre mí. ¿Por qué eso te está molestando tanto? —No me molesta en absoluto. Este silencio es lo que me molesta. ¿No puedes hacer una pequeña charla mientras conduces? Yo siempre lo he hecho y nunca choqué el auto. Bueno… choqué dos veces, pero era algo por nada. —No contigo —Estacionó el auto en el estacionamiento del edificio. —¿Cómo, no conmigo? ¿Qué hay de malo en mí? —inquirí, ofendida. —Me molestas —murmuró, mirando al frente. Mareada como estaba y sin poder ver sus ojos, no entendí si aquello fue un cumplido o solo otro de sus empujes.
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Capítulo 24 Traducido por Corregido por Vickyra
—¿Alicia? —Max me llamó, golpeando la puerta del baño—. Estoy acabando de arreglarme el pelo. ¡Sólo un minuto! —Decidí no hacerme nada especial con el cabello esta noche para la cena con Max. Pero dejarlo suelto, perfectamente liso y natural llevaba algún tiempo. Apagué el alisador del pelo y lo peiné por última vez. Me miré en el espejo y quedé satisfecha con el resultado. Cerré más firmemente la bata negra y abrí la puerta. Max había salido una hora antes. Dijo que necesitaba resolver un problema de última hora, pero que volvería a tiempo. —Me visto en dos segundos... ¡hey! ¡Terminaste pronto! —Exclamé una vez que lo vi con su traje oscuro perfectamente planchado y totalmente sexy. Parecía sacado de un anuncio de revista. —No hay mucho que pueda hacer para mejorar —dijo él, pareciendo sincero en su modestia, lo que era absurdo, ya que Max era todo eso. Cualquier actor de Hollywood mataría por tener esa cara, ese cuerpo, o la voz, o los cabellos... —Estás muy hermosa. Sonreí. —Imagina el revuelo que causaré cuando aparezca en el restaurante vestida así... —bromeé. Como respuesta, él me sonrió—. Estaré lista en un minuto. —No hay necesidad de apresurarse. Estamos bien de tiempo. —De acuerdo. Ya vuelvo.
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Max estuvo un poco distante durante todo el día, no es que alguna vez hubiera estado cerca. Muy bien, yo estaba borracha la noche anterior y medio lo ataqué, pero no tanto como para no saber lo que hacía. Sentí mi cara arder cada vez que me acordaba cómo había jugado con él y como él me había rechazado. Avergonzada hasta la médula, me obligué a pedirle disculpas por la mañana, mientras tomaba su café negro. Mi estómago se revolvió al sentir el olor y mi lengua seca salivó desagradablemente. —Max, lo de anoche, yo... —Lo sé. —No sé qué me pasó. Creo que... —Sí, lo sé. No te preocupes. Está bien. —Vaya, Max —suspiré profundamente y sonreí—. Estoy aliviada de haber tenido esta conversación contigo. Después de eso, él actuó como si nada hubiera pasado, y, por supuesto, yo hice lo mismo, pero me dolió un poco la forma en que parecía querer mantenerse lejos de mí. Me colé en mi habitación tirando la bata al suelo y buscando unos zapatos a juego con el vestido que había usado en la boda, lo único más elegante que traje de mi antigua vida. No había tomado muchas cosas del abuelo. Pensé que, como fui desheredada, no necesitaría ropa formal mientras fuese, tenía que admitirlo de una vez, pobre. Soy pobre. Aceptarlo no tuvo el efecto que esperaba. No me sentí mejor al admitir mi nueva posición. Me encogí de hombros y me senté en la cama, aplastando una bolsa. —¿Qué...? —Yo no había dejado nada allí. De hecho, ni siquiera reconocía esa bolsa de color arena decorada con letras rojas. La tomé con Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
cuidado, cogí el paquete envuelto en papel de seda y desenvolví lentamente hasta ver aparecer un delicado vestido negro. Me quedé boquiabierta cuando lo reconocí. Corrí hacia la puerta, pero me detuve a tiempo, antes de aparecer delante de Max utilizando sólo unas bragas. Me puse la bata y rápidamente fui a la sala. —¿Qué es esto? —pregunté. Él estaba revolviendo en sus CDs. No se movió cuando dijo: —Creo que se llama vestido. —Sé que es un vestido. Lo que me pregunto es que estaba haciendo en mi cama. —Creí que querías este vestido... —Esa no es la cuestión. Es precioso, Max, pero no lo puedo pagar. —Era molesto ver la forma en que evitaba mirarme. —No lo harás. Es un regalo, Alicia. Deberías comprobar si acerté con la talla. —¡Max! ¿Quieres hacer el favor de mirarme? —Exigí airadamente. Él dejó la pila de CDs y poco a poco se volvió. Sus ojos eran vacilantes. —¿Por qué me compraste este vestido? —Le pregunté. —Porque quise —se encogió de hombros, tocando una de las cajas de CD sobre el estante. —Cuesta más que tres meses de mi salario. Es demasiado caro. Esto es... —miré el vestido en mi mano, probablemente Max salió más temprano para ir buscarlo. Tragué saliva—. Es hermoso, pero no puedo aceptarlo.
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—¿Y por qué no? Soy tu marido, puedo comprar lo que quiera a mi esposa. ¿Es eso un delito? —me preguntó más relajado, cruzando los brazos sobre el pecho. —Si estuviéramos casados de verdad, tal vez no. Pero sabes tan bien como yo que no somos más que… amigos que comparten un apartamento. No puedo aceptar —extendí el vestido para que lo alcanzase. Max se pasó una mano por sus cabellos claros y suspiró. Dio unos pasos, hasta que su ancho pecho quedó a dos palmos de mi nariz. —Alicia, esta noche es importante para mí. Muy importante. Mucha gente respetable de la empresa en la que trabajamos va a estar ahí para evaluarme. Tú eres mi esposa, y a todos los efectos, eres mi reflejo —él sonrió. —Pero... —Quiero que todos te vean cómo eres realmente. Una chica hermosa y cariñosa que rara vez se deja ver, por qué se esconde detrás de su sarcasmo. Y ese vestido es sólo un regalo. No hay necesidad de preocuparse. No estoy teniendo ninguna extraña idea que vaya más allá de nuestro acuerdo pactado. Realmente no. —Pero, Max, yo... —¿Llevarás este vestido como un favor a un amigo? Sólo para que me sienta más seguro. Ya estoy lo suficientemente nervioso. —Sus ojos brillaban tanto que casi me cegaron. Por supuesto que no estaba teniendo ideas. Sólo quería mostrar a una mujer bien vestida. Nada más. Su gesto bondadoso no era más que un intento de sentirse más seguro. —De acuerdo —convine con irritación—. Yo... Gracias por el vestido, voy... —y señalé mi habitación con el pulgar. —Espero —sonrió. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Volviendo rápidamente a la habitación, me puse el vestido y me miré en el espejo. La talla y la caída eran perfectas. El escote era provocativo y elegante. Me puse los zapatos, unas sandalias negras, simples, medio retro, agarré el bolso de mano de croché y regresé a la sala. Max me saludó con una enorme sonrisa mientras me examinaba. Me sonrojé un poco. Él siempre conseguía hacer eso, hacerme sentir desnuda cuando me miraba. —Hermosa —suspiró. Yo sonreí, un poco avergonzada. —Gracias. Estoy lista. —No —Él se aproximó, con sus ojos fijos en los míos, y extendiendo la mano, tocó mi hombro. Me quedé sin aliento cuando sus cálidos dedos acariciaron mi piel sensible, pero luego, con una sacudida repentina y un tic, me dejó ir—. Ahora sí estás lista —y me mostró la etiqueta que acababa de arrancar. —Ah. Sonriendo, el indicó con su brazo que fuese delante. Max estaba tenso mientras conducía por la ciudad, aún más silencioso que de costumbre. Cuando estacionamos frente al Restaurante francés elegante y snob, odiaba el Le Jacques desde que fui invitada a marcharme después de una disputa con el chef Jean-Jacques, que había insistido en poner crema batida en mi mousse de chocolate, cuando él sabía que yo odiaba la crema batida. (Recé para que a nadie se acordase del incidente). Max se adelantó al portero y corrió a abrir la puerta. Se quedó a mi lado, se pasó la mano otra vez por el pelo, se enderezó la corbata por enésima vez y expiro con fuerza absurdamente tenso. Cogí su mano y entrelacé mis dedos con los suyos, tratando de calmarlo. Él pareció sorprendido. —Todo va a estar bien, Max —le aseguré—. Nadie es más tradicional o más responsable que tú en esta empresa. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Sonriendo, apretó mis dedos suavemente. —Gracias, Alicia —y empezó a guiarme por el salón decorado con mucho oro, flores y delicados encajes, sin soltar mi mano. El abuelo Narciso se reunía aquí a menudo con la Junta Directiva de sus empresas. De inmediato, reconocí todos los rostros que formaría parte de la reunión. Gerson Ribeiro, un aburrido con mirada de superioridad, Ivan Andrade, un hombre de mediana edad con cara de estreñimiento y Heloisa Shutz, la única mujer de la Junta Directiva, elegantemente vestida con un traje profesional, con ojos rápidos y astutos que enmascaraban sus casi cincuenta años. Saludé a todos con mi mano libre. Cuando Max trató de hacer lo mismo, sólo cambió una mano por la otra sin soltarme. Otros tres empleados estaban también en la mesa: Jeferson, el tartamudo con su esposa embarazada, y otros dos hombres —también con sus esposas— que nunca se molestaron en darme los buenos días. Alguien tocó mi hombro. Hector Simione, el actual presidente de G&G Cosméticos. —No sabes lo feliz que estoy de verte de nuevo, Alicia —dijo, con una mirada inquisitiva que conocía desde la infancia. Él fue, durante mucho tiempo, vicepresidente de L & L y amigo de la familia. Después de la muerte del abuelo, asumió la presidencia dejada para él. Su piel aceitunada contrastaba con el pelo gris, casi plateado a los lados de la cabeza. Tuve la impresión de que asumir la presidencia de L & L había contribuido al aumento de sus canas. —Yo no estoy tan segura de eso —murmuré, recordando la amenaza implícita que me había hecho al verme en L&L mi primer día de trabajo. Max me dio un codazo, reprochando mi comentario y me apartó de allí. —Perdón por el retraso —se disculpó Clóvis, irrumpiendo en el ostentoso salón del Le Jacques—. El tráfico era terrible. Buenas noches, caballeros, señoras.
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Enrojecí cuando sus ojos se posaron en mi mano entrelazada con la de Max. —Alicia —me dijo con una sonrisa. —Clóvis —traté de sonar confiada. —Parece que decidiste no seguir mi consejo —dijo sonriendo—. No llamaste. —Nunca fui muy buena siguiendo consejos, ya lo sabes. —Eso es cierto —él sonrió, pero parecía preocupado. —¡Max! —Llamó Hector—. ¿Podrías explicar a Heloisa los nuevos contratos con los árabes? Max me miró por un segundo antes de soltar mi mano y unirse a los directores de L&L. Clóvis se quedó a mi lado. —Tengo la impresión de que no entendiste lo que te dije —murmuró. —Entendí perfectamente Clóvis. Fuiste muy claro. —Tal vez no tanto como yo esperaba. Todavía insistes en esta farsa. —No es una farsa —le respondí de inmediato. —Alicia, estoy realmente sorprendido por tu obstinación. Este capricho tuyo puede ser perjudicial, ya te lo dije. Deberías aceptar mi consejo, o me veré obligado a... —¿A qué, Clóvis? ¿Me vas a mandar a una escuela en Suiza? Ya superé esa edad hace mucho tiempo... —me burlé. Él suspiró exasperado, sacudiendo la cabeza.
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—Eres imposible. Tu abuelo tuvo cierta razón al escuchar los consejos de Hector. —¿Qué consejos? —Sobre el testamento. ¿No te conté que fue él quien le sugirió nombrar un tutor hasta que estuvieras casada? —Sus cejas se arquearon. —No, no me lo contaste, pero me lo vas a contar ahora —me volví, quedando frente a él. —Vaya, lo siento, Alicia —se quitó las gafas, se frotó los ojos y exhaló enojado—. Estoy bajo mucha presión. —De acuerdo. Ahora habla. —Cuando llamaste desde Ámsterdam contando que estabas en la cárcel, una vez más, tu abuelo Narciso se puso realmente furioso —recolocó sus gafas sobre la nariz—. Estábamos cenando en este mismo restaurante, tu abuelo, Hector y yo. Después de pedirme que me pusiera en contacto con sus abogados para sacarte de la cárcel, se quejó diciendo que tenía que hacer algo acerca de tu falta de madurez. —¿Y...? —Hector mencionó un amigo con un caso similar. Tu Narciso lo meditó y me pidió que hiciera un nuevo testamento allí mismo, en la mesa. Traté de razonar con él, lo juro por mi honor. Pero tu abuelo estaba muy decepcionado contigo. Y, además, Hector encontró un arreglo muy conveniente y comenzó a hacer hincapié en los beneficios que esto te traería... —O a él —completé sorprendida, y finalmente, comenzando a entender algunas cosas—. Al final, el asumió el puesto del abuelo Narciso. Clóvis frunció el ceño, desconcertado. —¿Qué quieres decir? —me preguntó. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Nada. Sólo estoy tratando de entender. Ese testamento no era cosa de mi abuelo. No creo que lo hiciera por su cuenta, por muy enojado que estuviera conmigo. —Alicia, lo hizo. Yo estaba allí. Lo hizo por voluntad propia. Asentí con la cabeza por costumbre. ¿Qué beneficios obtendría Hector además de asumir el mando del Conglomerado Lima y tener océanos de dinero bajo su control? Muy bien, yo nunca moriría por Clóvis, ni él por mí, pero no tenía ninguna razón para desconfiar de lo que me decía. El abuelo confiaba en él, y eso era razón suficiente para que yo también confiase. —Todo lo que quiero es que seas feliz —dijo—. Se lo debo a tu abuelo. Así que para con esa mierda y actúa como una adulta. Era lo que tu abuelo esperaba de ti —y se alejó, uniéndose al pequeño grupo de hombres trajeados. Me llevó algún tiempo tratar de asimilar lo que Clóvis trataba de decirme con todo aquello, pero entonces todos comenzaron a sentarse en sus lugares y Max volvió a ponerse a mi lado y darme la mano. Inmediatamente dejé esos temas desagradables para más adelante. Él apretó mis dedos varias veces, nervioso, agitado, sin embargo, estas emociones estaban muy bien ocultas bajo su expresión seria y profesional . —Vamos a terminar con el suspense de una vez. —Anunció Hector cuando llegaron las bebidas—. Creo que los cuatro ya están bastante tensos. El Consejo de L & L analizó las carreras de cada uno de ustedes, y quedó claro que todos tienen la capacidad para dirigir el departamento de comercio exterior. Desafortunadamente, sólo uno puede asumir el cargo. Eso no significa que no puedan tener un futuro brillante en la empresa. Como ustedes saben, empresas diversificadas forman el Conglomerado Lima, y a su debido tiempo necesitaremos personas capaces de dirigirlas. Con una votación cerrada, acabamos en un punto muerto —continuó—. Dos de ustedes recibieron la misma cantidad de votos. Decidimos que Maximus Cassani y Jeferson Diniz son igualmente capaces de Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
asumir el cargo de director de la Comex. Por eso, Mr. Clóvis Hernández, representante legal del fundador de la compañía, tiene la última palabra —él señaló al abogado—. Clóvis, está en tus manos. Max se tensó a mi lado, esperando el veredicto, pero yo me relajé. Él era el más indicado, y Clóvis lo sabía. —Dos jóvenes talentosos y exitosos. Ambos muy capaces y dedicados a la empresa. Es extremadamente difícil elegir. Sin embargo... —Max apretó mi mano ligeramente —Jeferson tiene un poco más de experiencia y creo que se merece dirigir el departamento. La decepción apareció en la cara de Max con la misma velocidad con la que desapareció. Encaré a Clóvis completamente desconcertada, pero él evitó mi mirada. —Jeferson, usted es el nuevo director de la Comex. Todos en la mesa aplaudieron el nuevo director. Incluso Max. —¡Protesto! —Me oí decir. Oí algunas risas. —Alicia, ¿qué estás haciendo? —Murmuró Max. —Alicia, querida —Hector sonrió—. Esto no es un juicio. Se trata de un encuentro entre amigos. —No es lo que parece —insistí, mirándolo fijamente—. Sinceramente Hector, dudo que mi abuelo actuara del mismo modo que Clóvis o que cualquier persona presente. Si alguien sabía cómo pensaba, ese alguien soy yo. Creo que tengo derecho a expresar mi opinión. Al Abuelo Narciso le gustaría oír lo que yo tengo que decir. Él siempre quería escuchar mis opiniones. —Por supuesto que lo haría, Alicia —explicó Hector, un poco a regañadientes—. Nosotros también. Pero no en una reunión de la Junta Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Directiva. Después de recuperar tu derecho como heredera, estaremos encantados de escuchar tus ideas. En estos momentos, la decisión fue tomada y debe ser acatada. —Pero... pero... —Miré alrededor de la mesa. Estaba haciendo el ridículo—. Ok. Está bien. Recuperaré mi herencia. En breve. —Miré a Hector obstinadamente. Él ni siquiera parpadeó—. Y entonces muchas cosas serán diferentes por aquí. Mi abuelo le dio mucho poder a aquellos que no se lo merecen. Apuesto a que él no conocía a las serpientes venenosas que mantenía a su lado. —Específicamente, ¿a quién te refieres? —preguntó Hector. —A nadie. Clóvis sonrió. —Ella se parece a su abuelo —comentó—. Alicia realmente tiene la sangre de los Braganza y Lima. —En efecto. Narciso también tenía una fuerte opinión sobre cualquier tema... —Hector sonrió nostálgico, y entonces ambos empezaron a recordar animadamente los "recuerdos de viejos amigos", ignorándome por completo. Bebí mi copa de vino. Y luego otra. Y algunas más. Yo no estaba contenta. Estaba furiosa. ¡Más que furiosa, estaba en llamas! ¿Cómo tuvo Clóvis el coraje? Yo sabía lo que estaba pasando allí. Se había cabreado cuando Max se enfrentó a él en la cafetería de L&L. Miré a sus ojos y apreté los puños. E incluso insinuó a Max que me estaba exigiendo favores sexuales para mantener nuestro matrimonio, lo que era un disparate. Clóvis tuvo una impresión equivocada de Max, completamente equivocada. Pero, ¿vengarse de esa manera? ¿Qué edad tenía? ¿Ocho? Esto es lo que debería hacer: levantarme, mirar a cada una de las caras de la mesa y decir con voz tranquila y contenida que Clóvis sólo eligió a Jeferson para castigar a Max por haberlo desafiado. Eso es lo que debería haber hecho. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Pero entonces Max sabría que su ascenso naufragó gracias a mí, aunque fuese indirectamente. Él me odiaría. Peor aún, lo decepcionaría. La cena continuó con conversaciones sueltas y relajadas, incluyendo a Max que participó entusiasmado, pero yo podía imaginar lo mucho que le costaba. Clóvis me miraba furtivamente de vez en cuando, y sonreía con pesar. No toqué la comida. Pensando en Marcus, en como la promoción de Max ayudaría a mejorar su tratamiento, o al menos su comodidad, y en lo mezquino que fue Clóvis, lo que me revolvió el estómago. Yo bebía una copa de vino tras otra y miraba fijamente al terco y robusto abogado esperando que mi rabia lo quemase. —¿Por qué has hecho eso? —le pregunté en un susurro. —Lo siento mucho si el resultado no te gustó. Hice lo que consideré correcto —murmuró, avergonzado. —No, no lo hiciste. Elegiste a Jeferson porque Max no va contigo. —No, Alicia —él negó con la cabeza, agotado—. Escogí a Jeferson por ser más adecuado para el puesto. Mi desacuerdo con Maximus no tuvo ningún peso en mi decisión. —¡Como si yo me lo creyese! —¡Vete a la mierda! —Me oí decir más alto de lo que pretendía y, a pesar de la conversación fluida que rondaba en la mesa, acabé atrayendo algunas miradas. —¿Va todo bien? —Max me preguntó con suavidad. No pude ver la decepción en sus ojos, la mantenía bien encerrada. —No —murmuré de nuevo—. No estoy bien. ¡Nada está bien!
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Él me miró inquisitivamente, pero Hector le preguntó algo que le hizo desviar los ojos. Yo casi no podía respirar. Necesitaba aire, necesitaba ayuda. Corrí al baño, tropezando con unas cuantas mesas en el camino, aunque no me importaba. Cerré la puerta del baño decorado en más tonos de oro y blanco, y me apoyé en el gran banco frente al espejo. ¡Todo para nada! Todo el trabajo, el esfuerzo y la dedicación de Max en los últimos años no le valieron de nada. Su sacrificio al casarse conmigo no le valió de nada. Todo lo que él había deseado simplemente se desmoronó ante todos. Si no me hubiese metido en su vida, él y Clóvis no habrían discutido y todo estaría bien. —Todo es mi culpa. ¡Maldita sea! —Apoyé la frente contra el espejo y cerré los ojos, impotente. Entonces sentí la cosa más extraña del mundo. Me sentí como si alguien —no cualquier persona, pero alguien concreto, alguien que yo sabía que jamás volvería a hacerme aquello— acariciaba mi cabello. Era tan real, tan familiar, que abrí los ojos al instante, sólo para tropezar con mi propio reflejo. Yo estaba absolutamente sola.
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Capítulo 25 Traducido por Bellen1930 Corregido por Vickyra
¿Me había imaginado aquello? ¿Había imaginado que mi abuelo me acariciaba, de esa manera suya, tan particular? Claro que sí. ¿Qué otra explicación había? Necesité algunos minutos para recuperarme. Todavía confundida, salí del baño y me encontré a Max esperándome fuera, apoyado en la pared, con el rostro lleno de preocupación. —Te juro que casi iba a irrumpir en el baño para ir a buscarte —él habló de forma urgente y con el rostro ansioso—. ¿Qué está pasando? ¿Qué te hizo decirle todas esas cosas a Hector? ¿Por qué estás así con ese tipo? —No... no estoy segura… —Tenía que contarle sobre la manipulación del resultado por parte de Clóvis y la historia del testamento. Era lo correcto, también estaba influyendo en su vida, pero no era el sitio apropiado para hacerlo; si es que existía un lugar apropiado para ello, cosa que dudaba—. Me irritó la forma en que se comportó Clóvis. Como si él fuera el mismísimo abuelo Narciso. Incluso cruzó las manos bajo su papada, al igual que hacía mi abuelo cuando reflexionaba sobre algo importante. ¿Lo viste? ¡Qué descaro! —Lo vi y también me pareció inadecuado —su rostro se relajó un poco—. Si quieres podemos irnos a casa. Ya pidieron los postres, y dijeron todo lo necesario. Creo que no queda nada relevante por decir. Tragué saliva ante la punzada de decepción en sus ojos verdes caleidoscópicos. —Max, lo siento mucho. ¡Mucho más de lo que te imaginas! —No te preocupes. No estaba destinado a ser esta vez —se encogió de hombros.
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¡Pero lo era! ¡Yo sabía que lo era! El abuelo habría elegido a Max. —Surgirán otras oportunidades —continuó—. Y Jeferson es un excelente profesional. Fue una buena elección. —¿No te importa si nos vamos a casa? —le pregunté. —No, en absoluto —contestó él, y puso su mano en mi espalda desnuda suavemente, haciéndome estremecer ligeramente cuando me llevó a la mesa para decir adiós. Max inventó un dolor de cabeza ante Hector y se lamentó por tener que dejarlos. Me despedí cordialmente de todos menos de Clóvis. Max tampoco fue muy efusivo cuando se despidió de él, pero eso no era extraño. Abrió la puerta del coche para que yo entrase y condujo con cuidado por las calles casi vacías. —He estado pensando y creo que es mejor que no hubiera sido promovido. Quiero decir, ¿quién te iba a ayudar con las hojas de cálculo? —dijo en un tono juguetón. Me reí un poco, satisfecha de que él no se dejase abatir. —Es cierto. Nadie me ayudaría, ya que no le gusto a nadie allí. —Claro que les gustas. Asustas a las personas con tus formas decididas y espontáneas, pero eso es todo. Paulo piensa que eres muy graciosa. —Claro que sí me vio salir del brazo con la copiadora. Max se echó a reír. —Me lo contó. Me dijo que debería haberte grabado y subirlo a YouTube. Pero ¿sabes lo que pienso yo? —¿Qué?
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—Que no permites que nadie se acerque a ti. Cuando bajes la guardia, te darás cuenta de que hay mucha más gente de la que crees a la que les gustas. Era increíble cómo Max encaraba todo con confianza. Estaba muy orgullosa de él. Sin embargo, el no conseguir su tan soñada promoción implicaba muchas otras cosas. Yo no quería preguntar, ya que tenía miedo de lo que pudiera escuchar. Pero era una cuestión inevitable. Si yo no abordaba el tema, él lo haría. Tarde o temprano lo haría. —Max —comencé, mientras me temblaban las manos y se me hacía un nudo en la garganta, haciendo difícil que hablara con claridad—. Creo todo salió mal, ya no tienes motivos para continuar con... nuestro acuerdo. Él me miró sorprendido. —No todo salió mal —dijo con firmeza y sinceridad—. Digamos que hubo un retraso. —Sabes perfectamente lo que quiero decir —le susurré—. Ya no necesitas ser mi marido. —¡Pero yo quiero! Me gustas, Alicia. Sé que parece una locura, ¡pero me gustas! Eres una persona admirable. Quiero ayudar a rehacer tu vida, a recuperar cada centavo que tu abuelo te dejó y que vas a necesitar. —La intensidad de su voz no dejaba lugar a dudas—. No voy a dejarte sola. Yo siempre cumplo con mis compromisos. Cumpliré con nuestro trato hasta el final, pase lo que pase —él me lanzó una mirada que contenía tanta fuerza y ternura que hizo que dejara de respirar. Suspiré, apoyando la cabeza en el asiento de cuero, sintiendo por primera vez que podía contar con Max para cualquier cosa. Que él estaría allí para extender su mano y apoyarme. Que cuidaría de mí a su manera. Que no estaba sola. La cálida ternura que sentía por él en ese momento ganó proporciones gigantescas, hasta que se convirtió en insoportable y pensé que iba a explotar en Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
un millón colores. Un nudo en la garganta y el temblor de mi cuerpo hizo que juntara mis manos fuertemente en mi regazo, para no abrazarlo y enterrar mi cabeza en su cuello, como quería hacer desesperadamente. En ese instante, lo único que quería era quedarme en ese coche, charlando con Max hasta el final de mis días, sin importarme tener un trabajo mediocre. Sin importarme tener que ir y venir en autobús todos los días. Si él estaba conmigo, todo estaría bien. Quería a Max cerca. Muy cerca. Y no sólo por unos cuantos meses, como preveía con nuestro acuerdo. Yo quería que fuese feliz, por eso me molestó tanto la actitud de Clóvis. Quería ver a Max sonriendo, iluminando mi día con esa cálida luz que emanaba de sus ojos. Quería darle la seguridad que él me daba. Esperaba poder retribuirle todas las pequeñas cosas que él había hecho por mí desde nos habíamos conocido. Anhelaba que sintiese todas esas cosas maravillosas que despertaba en mí siempre que me miraba o sonreía. Y, oh, deseaba tocarlo. Desesperadamente. Deseaba recorrer su pecho con mis manos, sentir como latía aceleradamente su corazón en mi palma, escuchar mi nombre en sus labios. Lo deseaba de muchas maneras. De todas las maneras... ¡Oh, Dios! ¡Mari tenía razón! ¡Yo lo amaba! ¡Desesperadamente! Estaba completamente enamorada de mi marido. ¡Qué mierda! Este descubrimiento hizo que me entrara el pánico. Me revolví en el asiento del coche, me mordí las uñas, incapaz de ver nada de lo que había delante mío. ¡Amaba a Max! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! ¿Cuándo había sucedido? ¿Cómo había permitido que sucediera? Muy bien, ya había admitido que Max era atractivo y un bocado delicioso, pero sentirse atraída por alguien es muy diferente a amarlo. Muy diferente. ¡Absurdamente diferente! Quiero decir, él no había tratado de seducirme ni nada parecido, no me dio ninguna señal de que se sentía atraído por mí. Nuestra relación era profesional —bueno, casi siempre— Y aunque Max es un hombre
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completamente diferente a lo que había imaginado, no era razón suficiente para amarlo. Pero, maldita sea, ¡lo amaba! Y, probablemente, desde hace algún tiempo, lo que pasa es que no me había dado cuenta hasta ahora. —No te pongas así, Alicia. Estoy bien. —De acuerdo —murmuré, mordiéndome el dedo, sin atreverme mirar a Max. Una vez que llegamos a casa, él quiso celebrar su “no” ascenso con lo que quedaba de cerveza. Yo, lo acompañé, tratando todavía de analizar mis sentimientos, pero era imposible porque Max era devastadoramente sexy y confundía mis pensamientos con cada sonrisa que me dirigía. Y descubrí que, cuando se excedía con la bebida, era mucho más comunicativo y sonriente. E incluso en ese estado de embriaguez, era inteligente, alegre, educado, se reía de sí mismo todo el tiempo y era muy atractivo. En otras palabras, yo estaba totalmente colada por él y no podía pensar en otra cosa que no fuera en él mismo. ¡Argh! Cuando la cerveza se acabó —para mi eterno alivio— me despedí cordialmente y me encerré en la habitación. Necesitaba estar sola, necesitaba entender lo que me estaba pasando y de alguna manera tratar de ahogar esos sentimientos, aunque sospechaba que no tenía ninguna posibilidad. Durante un tiempo, me limité a ir y venir tropezando —Max no era el único un poco borracho— en el pequeño espacio entre la cómoda y la cama. Después pateé lejos mis zapatos y me tiré en el colchón, todavía con la ropa que había llevado a la cena. Cerré los ojos y apoyé la cabeza contra la cabecera de la cama. ¿Cómo pude enamorarme de Max? ¿Cómo? ¿Cómo pude ser tan estúpida? Y ¿qué posibilidades tenía de conquistarlo ahora que causé —o causaría— su ruina profesional? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No fue tu culpa —me dijo una voz familiar. Una voz que sentía mucho en falta. Terriblemente. Abrí los ojos. Fue cuando lo vi allí sentado, en mi cama. —¡Abuelo! —Grité, saltando para abrazarlo. Enterré mi rostro en su cuello y respiré profundamente. Su olor era diferente, más dulce, recordándome las flores, pero no me importaba. Entonces me di cuenta de que no podía estar allí. —¿Estás aquí hablando conmigo? —Miré a mí alrededor y mi habitación parecía absolutamente normal. —Sí, lo estoy —sonrió. —¿Por qué? ¿He muerto? Yo no recuerdo haberme muerto, pero ya sabes, nunca se sabe. —Él soltó una fuerte carcajada. Y el sonido de su amada risa hizo que mi temblor disminuyera ligeramente. —No moriste, Alicia. Estoy aquí porque pediste mi ayuda. Yo nunca dejaría de atender una petición tuya. —Pero... pero... Abuelo —tragué saliva—. Tú estás un poco... eh... muerto. No puedes estar aquí, a pesar de que estoy inmensamente feliz de verte. —Mi cuerpo está muerto. Mi alma, no —señaló—. ¿Nunca prestaste atención en las clases de religión? —Echo mucho de menos tus rapapolvos. —¿Yo estaba hablando con mi abuelo, o, me había vuelto loca? No sabía si era fruto de mi imaginación, un regalo de mi subconsciente para llenar el vacío dejado por su muerte o un sueño muy realista. Fuera lo que fuera, estaba más que contenta de verlo ahora.
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—Lo echo de menos todos los días. Me he sentido tan sola y sin… rumbo. —Lo sé —él sonrió, acariciando mi cabeza. De la misma manera que había sentido en el baño de Le Jacques—. Por eso estoy aquí. Pasaron cosas muy desagradables esta noche, ¿no? Puse los ojos en blanco, entrelazando mis dedos con los suyos. No estaban tan calientes como recordaba. —¡Y que lo digas! Clóvis echó abajo la promoción de Max, porque discutieron hace unos días. Piensa que Max es una persona ruin por haberse casado conmigo... ¡Dice que está preocupado por mí! ¡Y después hace una cosa así! Estaba orgulloso de hacerlo. Lo vi en sus ojos. Disfrutó con la caída de Max. Mataré a ese hijo de p... —Alicia, esa no es una manera de expresarse. —El abuelo me interrumpió—. Me gasté una pequeña fortuna con tu educación. Úsala —su rostro se puso serio. —Dijiste que estabas aquí para ayudarme a... —señalé. —¿Por qué no hablas con Max sobre lo que te aflige? Dile todo lo que Clóvis te dijo hoy. Eso te ayudará. —¿Qué? ¡No! ¡Eso... no me ayudaría! Es lo último que quiero hacer. Contarle a Max que no fue promovido por mi culpa... uh... echaría a perder mis planes. Además, no serviría de nada decirle la verdad. ¿No puedes aparecerte a Clóvis y decirle lo que tiene que hacer, o poseer al hombre para deshacer esta confusión? Fue el turno de él de voltear los ojos. —Eres imposible —se rio. En ese instante, yo estaba absolutamente feliz. —¿Estás bien? —le pregunté—. ¿Estás disfrutando de esta... otra dimensión? Él asintió con la cabeza. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Estaré cerca durante todo el tiempo que me necesites. —Siempre te necesitaré —espeté, sintiendo como se paraba mi corazón. —No siempre, querida. Un día crecerás. La alarma del reloj-despertador de la habitación de Max sonó. Salté de la cama, abriéndolos ojos, desorientada. Miré a mí alrededor, buscando a mi abuelo, pero él no estaba allí. El sol entraba por la rendija de la ventana. Me froté los ojos, tratando de entender. Un sueño. No fue nada más que un sueño. Sin embargo, ¡me había parecido tan real!
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Capítulo 26 Traducido por Bellen1930 Corregido por francatemartu —¡Mari, ocurrió una catástrofe! —lloré al teléfono. —¡Oh , no! ¿Qué? ¿Estás bien? ¡Por supuesto que no estás bien, que pregunta más estúpida! ¿Estás herida? ¿Qué pasó? ¡Habla, criatura! —escupió, sin detenerse a respirar. —¡Me enamoré de mi marido! —gemí. —Oh, eso... —exclamó ella, un poco sorprendida—. ¿Dónde estás? —En casa. Creo que Max salió a correr. Todavía no lo he visto hoy. —Voy para ahí. —Ella colgó. Mientras no llegaba, me preparé un poco de queso frío —no podía soportar más queso caliente, la única comida que era capaz de prepararme— y un capuchino de esos de bolsita, con sabor a calcetín sucio. Repasé en la cabeza lo sucedido la noche anterior, desde el momento en que me fui a la cama después de que Max y yo brindáramos por su “no” promoción hasta el momento en que soñé con mi abuelo. Max aceptó muy bien todo, lo que me hizo pensar que tal vez reaccionaría de la misma manera cuando supiera la verdadera razón de que Jefferson se quedara con el puesto vacante en el Comex. Pero entonces, una voz irritante gritó en mi cabeza: ¡Oh, sí! ¡Seguro que sí! Así que decidí dejarlo todo como estaba. Mari apareció con bolsas llenas de chocolate, helado y una revista de moda todavía en el plástico. —Lo sé, un montón de calorías. Pero pensé que era una emergencia —explicó, dejándolo todo sobre la pequeña mesa de centro de la sala, y abrazándome con ternura. —Y es una emergencia —murmuré en su hombro—. ¿Cómo permití que esto sucediese, Mari? ¿Cómo pude ser tan estúpida? ¿Enamorarme de Max? Esto es ridículo.
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Más que ridículo. Tendrán que inventar una nueva palabra para definir a alguien tan estúpido como yo. Ella se apartó un poco, pero mantuvo los dedos firmemente plantados en mi hombro. —¿Amas a Max, o simplemente crees que lo amas? —me preguntó. —¡Mari! —Lo digo en serio, Lili. Mucha gente piensa que ama a alguien pero realmente no lo hace. Es sólo afecto o a veces incluso, sólo atracción. Dime lo que sientes por él. Esta vez de verdad —dijo arqueando un poco una ceja. Suspiré, tirándome en el sofá. Ella se sentó a mi lado y me dio una barra de chocolate. —No sé lo que siento. Es como si sintiese todo al mismo tiempo. —Abrí el paquete y le di un mordisquito—. Quiero tocar a Max, quiero que él me toque, me encanta escuchar lo que tiene que decir, me encanta cuando su boca se transforma en una sonrisa tímida. Adoro escucharle hablar, todo serio, pero con un deje de burla. Él es muy amable y cortés, y me defiende cuando cree que lo necesito... —Pensé que detestabas que te protegieran. —Ella tomó un pedazo de chocolate y lo masticó. —¡Y lo odio! Pero con él es diferente. Yo me siento... indefensa cerca de él, y adoro eso. Él acaba con todas las barreras que construyo. —Hmm... Deja que te pregunte algo. —Ella se lamió los dedos sucios chocolate—. ¿Qué es lo que más te molesta de Max? Suspiré. —Casi todo. —Pero acabas de decir que adoras un montón de cosas de él. Hundí la cabeza en el respaldo del sofá.
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de
—¡Lo sé! Odio muchas cosas en Max, pero incluso esas las amo. ¡Esto es ridículo! —¡Guau! —Ella sonrió ampliamente con un brillo extasiado en sus ojos almendrados—. Esto es más serio de lo que pensaba. ¿Qué vas a hacer ahora? —¿Cómo que qué voy a hacer? —Levanté la cabeza. —¿Se lo dirás? —¿Estás loca? ¡De ninguna manera! Encontraré la manera de desenamorarme. Por supuesto que sí. No puedo amar a mi marido. Además de ser ridículo, complicará todo cuando nuestro acuerdo termine y él se vaya de mi vida. —Él puede enamorarse de ti —canturreó. —No, Mari. No puede. A Max le gusto, pero como amiga. Lo conozco bien ahora. Nunca amaría a una mujer que no admirase. Y estoy segura de que él no me admira lo suficiente como para querer relacionarse conmigo de esa manera. Sobre todo después de la noche pasada. Cuando sepa que no fue promovido debido a una interferencia mía, aunque sea indirectamente, va a odiarme. Sé que lo hará. —Le hice un breve resumen de la cena de la noche anterior—. ¿Entiendes ahora? Max nunca me perdonará o estará interesado en mí. —Ah, Lili. No hables así, como si no tuvieras nada que pudiera atraer a Max. Yo lo noté. Ese día, en la pista de baile, vi lo atormentado que se quedó después de bailar con él. Tú también debiste haberlo notado. Usa eso a tu favor. Me quedé boquiabierta. —¿Estás sugiriendo que yo...? —Exactamente. —Sonrió maliciosamente—. Vives con él, no es difícil crear el ambiente adecuado y encontrar el momento perfecto, la lencería perfecta... Inmediatamente, imágenes de Max y yo riendo cómplices en la cama inundaron mi cabeza. Pero no podía dejarme llevar por la imaginación. No esta vez. —No. ¡No! ¡Ni pensarlo! No voy a caer tan bajo. ¡De ninguna manera! No quiero a Max sólo una noche, Mari. Porque para él, sería sólo una noche. Quiero que me ame... — Entonces, me lo pensé mejor—. ¡No! ¡Quiero dejar de amar a Max!
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—¿Y por qué no tratas de hacer que te ame? Tal vez podrías sondear el terreno, ver si él te corresponde de alguna manera o... La puerta se abrió. Max apareció en toda su majestuosidad, con su glorioso cuerpo mojado por el sudor, el pelo húmedo y su camiseta blanca con grandes manchas de humedad deliciosamente situadas sobre los músculos rígidos de su pecho, empapando el ambiente de testosterona. —¡Mariana! ¿Cómo estás? —Saludó con una sonrisa, quitándose del oído los auriculares de su MP3. —Bien Max, Lili me llamó, espero que no te moleste. —Por supuesto que no. Estate tranquila. Voy a ducharme y a ponerme un poco más presentable. —Le sonrió. De camino al baño, despeinó ligeramente mi pelo—. Buenos días, Alicia. —Buenos días —murmuré con la cara roja. Mari esperó a que la puerta del baño se cerrase para saltar en el sofá. —¡Jugueteó con tu pelo! —Él haría lo mismo con un chihuahua. Tenías razón. Cometí un gran error al poner el anuncio. Fue una tremenda burrada. Ella meditó sobre el asunto y de repente su humor cambió. —¿Sabes qué? Estás sometida a mucha presión —habló—. Salgamos un poco. ¿Qué tal si nos pasamos por el anticuario? —Pensé que no querías saber nada más de Breno —respondí con sorpresa. —No quiero. —Luego sonrió avergonzada—. Quiero decir, no mucho. Sonreí. —Voy por mi bolso. —Llamé a la puerta del baño—. Max, voy a salir. —Que se diviertan —gritó él sobre el ruido del agua cayendo.
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Fuimos en el auto de Mari. Odiaba estar sin coche, y a juzgar por mi salario, todavía pasaría mucho tiempo antes de siquiera pensar en comprar uno. Tal vez debería echar un vistazo a los precios de las motos. No una Ducati, por supuesto, pero cualquier cosa que me librase del transporte público serviría. La galería Renoir estaba abierta, pero, como de costumbre, vacía. Breno me recibió con un abrazo torpe. —¿Sólo porque te casaste, te olvidaste de un amigo? —En realidad, es el trabajo que me está matando, Breno —me quejé—. ¡Mira mis dedos! Examinó las uñas dañadas por la copiadora y sonrió. —Aquí está la prueba del delito. Alicia está finalmente trabajando —se burló y se volvió para enfrentarse a mi amiga con el rostro aprensivo—. Hola, Mariana. ¿Todo bien? —Hola. —Ella sonrió tímidamente—. No me volviste a llamar. —Tú me pediste que no te llamara —respondió, confundido. —Lo sé, pero... no sé... —Miró hacia otro lado, jugando con el volante de la blusa—. Podrías haber intentado hacerme cambiar de opinión. Sobre muchas cosas. Los ojos de Breno se agrandaron. —¿Podría? —preguntó sorprendido, con una voz ligeramente estrangulada. —Podrías. —Ella se encogió de hombros y sonrió tímidamente. Puse los ojos en blanco y me alejé para darles más espacio. Mari era genial para dar consejos sobre la vida amorosa de otros. Una lástima que, cuando se trataba de la suya, ella no sabía qué hacer. Pasé los dedos por la superficie de una mesa de estilo Luis XV, mientras me dirigía a la sección de platería.
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Me detuve cerca de la puerta, examinando el original candelabro de plata francés del Renacimiento, la pieza más bonita de la tienda, cuando vi el cartel pegado en el escaparate. —Breno, ¿estás contratando? —Sólo para el fin de semana. Voy a tener que cerrar la tienda si no encuentro a alguien. Tengo que terminar mi curso de buceo —me explicó. —¿Cuál es el horario? —Sábado en horario comercial y domingo hasta el mediodía. —¿ Salario? —Quise saber. —Cómo es equivalente a las horas extraordinarias, termina siendo razonable. Eso sería perfecto. Dinero extra y menos tiempo con Max.
¡Todo lo que
necesitaba! —Perfecto, acepto. —Le sonreí. Breno parecía confundido. —Yo quiero el trabajo —le expliqué. —¿Tú... quieres? —Mari me examinó cuidadosamente. —Un poco más de dinero sería muy útil, Mari. Tal vez pueda ahorrar un poco para comprar una pequeña moto, y además estaría fuera todo el fin de semana. Evitaría cierto problema. —Y arqueé las cejas sugestivamente. Ella cruzó los brazos sobre el pecho. Su rostro era una máscara de desaprobación. —No me creo que vayas a huir. ¡Tú no eres de esas! —No voy a huir. Sólo voy a resolver esta confusión. Y me gusta estar aquí. Me gustan los chiflados que a veces aparecen por aquí. —¡Hey! —se quejó Breno.
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—Eh, Breno, ¿qué pasa? A veces aquí sólo te vuelves loco, admítelo —bromeé. —Escucha, Alicia —comenzó con cautela—. Me gustaría darte el trabajo, pero necesito a alguien… responsable, que abra el anticuario o que no se duerma en los sillones que están en venta. —He cambiado. —El hizo una mueca. Me apresuré a persuadirlo—. ¡En serio! No voy a dormir en los sillones ni voy a llegar tarde. Prometo darte lo mejor de mí. Ya conozco la tienda, sé cómo funciona todo. No necesitas perder el tiempo en explicarme nada. —Dale una oportunidad, Breno —le pidió Mari con voz melosa—. Tú mismo admitiste que vendías más cuando Lili estaba aquí. —Porque ella inventaba historias salvajes y engañaba a los clientes —le indicó. —¿Pero no es eso lo que espera un empleador? ¿Que el empleado dé lo mejor de sí mismo y conquiste a los clientes? —cuestionó. —Bueno... Sí, pero... —¿Por qué no haces la prueba? —sugirió Mari. Dejemos a Lili aquí durante un rato y veamos cómo se defiende. Podríamos tomar un café allí en la esquina y mientras tanto... —¡Muy bien! —él la interrumpió apresuradamente y la arrastró con la mano. Ella se dio la vuelta con el pulgar levantado y le guiñó un ojo antes de pasar por la puerta. —¡Gracias! —siseé. Ni un solo cliente entró en el anticuario, como de costumbre. Las horas pasaron y nada sucedió. Empecé a sentirme aburrida. Me senté en el sofá y cogí una revista vieja. De repente, el aburrimiento amenazaba con vencerme. Dejé caer la revista y repasé mentalmente cada escena, cada conversación con Max, desde que nos conocimos, intentando entender en qué punto de esta historia yo había empezado a amarlo. —No le contaste nada —dijo el Abuelo Narciso, apareciendo de la nada, haciéndome saltar del sofá en el que acababa de sentarme. Casi dejo caer el jarrón de cristal que había en la mesa auxiliar.
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—¡Caramba! —grité, poniendo la mano sobre mi corazón, que persistía en querer salir por la boca—. ¡Me has dado un susto de muerte! ¿No podrías hacer ruido, o algo así antes de aparecer de la nada? Él sonrió. —Lo siento. Me acordaré la próxima vez. —Pero se volvió a poner serio cuando dijo—: No le has dicho nada a Max. Me di la vuelta, fingiendo apreciar el jarrón de cristal. —Oh, yo... Uh... No he tenido oportunidad todavía... —No mientas, Alicia —suspiró. Gemí suavemente, girando y bajando la mirada a mis pies. —No lo conté porque no quería... que Max me odiase. El silencio absoluto me hizo levantar la cabeza para asegurarme de que el abuelo Narciso no se había ido. Sus ojos me examinaron cuidadosamente. —Siéntate, querida —me pidió, sentándose en el borde del sofá donde estaba dos minutos antes—. Te conozco mejor que nadie. Sé cuándo mientes. ¿Qué está pasando? —Yo... Me cae bien, abuelo. No quiero que Max me odie. Y él me odiará si sabe que Clovis eligió a Jefferson sólo para obtener venganza. Perdió la promoción que tanto esperaba porque trató de protegerme de la tiranía de Clovis. No estoy mintiendo. En serio. —Max nunca te odiaría —dijo con una voz más alegre —Tú no sabes cómo quería él esta promoción. —O tal vez si lo sabía. Estaba muerto, podría tener acceso a dicha información—. Hasta se casó conmigo para aumentar las posibilidades de su promoción. ¡Y mira que me detestaba! Por mi culpa no tiene la oportunidad que se merecía. Clovis lo estropeó todo. —Cariño, sé que decir la verdad puede ser difícil, pero es necesario si realmente esperas crear lazos más profundos con tu marido. Tal vez se enoje, o tal vez no. Pero tiene derecho a saber la verdad. Y no darle la oportunidad de conocer la verdad... Eso realmente,
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hará que se enoje. Piensa en ello, Alicia. Los dos tienen un largo camino por delante. De ti depende el desarrollo de las cosas. —Abuelo, el problema es que... Bueno... Digamos que yo... sin querer... medio que... eh... —Sí, lo sé. Amas a Max —dijo simplemente. Asentí, con el rostro en llamas. Sucedía siempre que el abuelo trataba de arrancarme algo sobre los asuntos del corazón. Hasta yo tenía algunos límites. —Sé que lo amas. Probablemente lo sabía incluso antes de que tú te dieras cuenta. Estoy muy feliz con ello. No podrías haber elegido a un hombre más digno que Max. —Pero ese es el problema. Max nunca me verá como una posible... novia. Tenemos un acuerdo y él va a hacer exactamente lo que acordamos. —Nada de intimidades. —¿Y tú no lo admiras por eso? —Sus gruesas cejas se arquearon. —Bueno, sería más fácil si fuese más maleable. Así que voy a quitarme de la cabeza a Max. Tengo que hacerlo. Él nunca me va a ver cómo me gustaría. El Abuelo Narciso asintió y sonrió. —No es necesario tener los ojos abiertos para ver el sol, ni tampoco es preciso tener unos oídos agudos para oír el trueno. Para salir victoriosa, tienes que ver lo invisible. —¿Qué? —Sun Tzu —sonrió. Suspiré, sonriendo un poco. —Te extraño mucho, abuelo. —Lo sé. Lo veo. —Puso su mano sobre la mía. Yo no sentía el calor de sus manos, siempre tan suaves. Sólo sentía un ligero adormecimiento en la parte posterior de las manos, donde le tocaba. Era bueno.
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—Sé que te sientes sola, pero te juro que no lo estás. Tienes amigos que te aman de verdad. Y yo estoy aquí. Nunca estarás sola. —¡Alicia! —gritó alguien. Negué con la cabeza, parpadeando. Me encontré con Breno mirándome muy enojado. Mari estaba un poco más atrás, mordiéndose el labio inferior. Mi abuelo no estaba en ninguna parte. —No voy a dormir en la tienda, ¿no es así? —le acusó. —¡Breno! —Salté del sofá—. ¿Me dormí? ¡Oh, mierda! No sé lo que pasó. Te juro que estaba despierta. —¡Yo estaba despierta! Estaba segura de ello—. Incluso apareció mi abuelo—. Eh... yo... yo dormí mal esta noche —añadí toda cortada— y creo que... lo siento. No se repetirá. En serio. Voy a traer el café para mantenerme despierta. ¡Una cafetera muy grande! Mari vino en mi ayuda. —Breno, Lili está pasando por muchos problemas. La pobre no ha dormido bien. Ella está tratando de adaptarse a su nueva vida, pero es difícil. Trata de ponerte en su lugar. Tenerlo todo y de repente no tener nada. Tener extraños viviendo en su casa, metiéndose en su vida. Depender del cariño de sus amigos. —Sus ojos se volvieron muy grandes, expresivos y brillantes—. ¿Has pensado en perder todo lo que amas, Breno? ¿Has pensado lo solo que te sentirías? ¿No te gustaría que te extendiese la mano un amigo en un momento como ese? Él la miró fijamente, y quedó claro que las palabras de mi amiga lo afectaron. Por un segundo, llegué a pensar que se iba a poner a llorar. ¡Mari era muy persuasiva! —¿Puedo quedarme con el trabajo? —pregunté con ansiedad. —Está bien —suspiró, sacudiendo la cabeza—. El trabajo es tuyo. Empiezas el próximo sábado. Pero te juro que si te equivocas de nuevo, te despido al momento —dijo, tratando de usar su tono más amenazador y sin tener éxito—. No hagas que me arrepienta. —Lo prometo. —Le di un abrazo. Él me lo devolvió torpemente. —¿Tienes algunas flores naturales aquí? —preguntó Mari, sorbiendo por la nariz, y mirando a su alrededor.
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—No que yo sepa —Breno respondió y me miró fijamente—. ¿Tenemos? Negué con la cabeza. Pero Mari tenía razón. Había algo dulce en el medio del aire. El mismo olor que impregnaban mis sueños de la noche anterior. Lo que me hizo pensar en la conversación que había tenido con mi abuelo hace un momento. No importaba que fuera un sueño, una ilusión, ese sería exactamente el tipo de consejo que mi abuelo me haría. —Qué extraño. —Ella se encogió de hombros—. Creo que fue sólo una impresión. —Entonces, ¿cómo fue el café? —pregunté—. ¿Se arreglaron? Breno se sonrojó. —Sólo conversamos, Alicia —murmuró a la defensiva. —Ah, Breno —dijo Mari con una sonrisa—. Lili es mi mejor amiga. No tienes la menor oportunidad, no podrás ocultarle nada. —Y se volvió hacia mí—. En realidad, fue genial Hablamos mucho y no estaba funcionando. Y, cuando pensé que todo iba a quedar como estaba, que él no iba a ceder, Breno me besó, y fue uno de esos besos que... —Oh, Mira, esto es muy vergonzoso —la interrumpió él, completamente abrumado—. ¿No puedes contárselo cuando esté lejos? ¿Muy, muy lejos? Mari se echó a reír. —De acuerdo. Puedo esperar un poco más —advirtió, seductora—. Siempre que me des un buen motivo para ello. Entendiendo la señal, le dije: —Bueno, ya me voy. Tengo que ir al supermercado. Te espero fuera, Mari. Adiós Breno. Y gracias de nuevo. Pero él ya se había olvidado de mí, y no podía dejar de mirar a Mari. Me reí y me fui a esperar en la acera. No pude resistirme a espiarlos a través de la gran vidriera. Ellos estaban abrazados, los brazos de Mari estaban alrededor del cuello de él, y las manos de Breno en la cintura de ella, con las frentes pegadas. Él le estaba diciendo
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algo, o tal vez cantando, ya que ellos estaban medio bailando, medio girando en el lugar. Ella sonreía con los ojos cerrados. Yo también sonreí, desviando la mirada. Algunos minutos más tarde ella estaba a mi lado, con el rostro brillante, y una sonrisa indescriptiblemente feliz. La miré fijamente, sonriendo socarronamente. —¿Qué? —preguntó ella. —Lleno de manías, metódico, inmaduro de veinticinco años. Hmm... —dije, mientras caminábamos hacia el auto—. Creo que he oído eso en alguna parte... —Lo sé. Pero, ¿qué? —Ella se encogió de hombros—. Creo que sentía la falta de todo eso. Él... Él me hace sudar frío, Lili... En el buen sentido. Puse mi brazo alrededor de sus hombros. —Quieres decir que no soy la única tonta que se enamoró aquí, ¿verdad? —No sé si yo diría que es amor... —La miré mal—. ¡Está bien! No eres la única. Pero, ¿qué vas a hacer en el supermercado? —Necesito comprar vino. No tengo dinero para comprar vino en una buena bodega. Supongo que podré encontrar alguna cosa buena en el supermercado, ¿no es así? —Quise saber mientras entrábamos en el auto.
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Capítulo 27 Traducido por Bellen1930 Corregido por francatemartu
Max no estaba en casa cuando llegué del supermercado. Me di un largo baño y elegí un vestido de punto, sencillo y recatado, pero que dejaba mis piernas a la vista. Tal vez él no prestase mucha atención a lo que tenía que decirle si tenía algo mejor que ver. Pedí comida italiana —vaciando mi cartera— y arreglé la mesa con cuidado, colocando una vela en el centro para tratar de crear un ambiente más acogedor. Puse un CD de Blues muy suave, para calmarme mientras esperaba. Empecé a impacientarme, tamborileando con los dedos la parte superior de la mesa de madera oscura mientras observaba correr las agujas del reloj, y Max seguía sin aparecer. Las agujas marcaron la una de la mañana y yo ya estaba tirada en el sofá, haciendo zapping a través de los canales en busca de algo interesante cuando finalmente, él entró en casa, desaliñado, cayéndose borracho y apestando a perfume barato. —¡Hey, estás aquí! —dijo, señalándome. —¿Estás borracho? Frunció el ceño, con los ojos caídos y opacos. —Vaya, ¡Te estás tomando muy en serio la cosa de ser esposa! —Y tropezó con la silla de la mesa del comedor. Me sonrojé, mortificada. —¿Qué es todo esto? —preguntó apuntando a la mesa, e inclinándose ligeramente para mantener el equilibrio—. ¿Estás esperando a alguien?
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—Te estaba esperando. Yo quería... —Él tenía problemas para enfocar la vista en cualquier cosa durante más de un segundo—. Olvídalo. —¿Cocinas ? —me preguntó, sosteniendo un plato. —No, pedí la comida. Quédate, si tienes hambre. —Oh, Dios, me muero de hambre. ¿Has comido? —¿No tenían ni comida en el burdel donde estuviste? —Crucé los brazos sobre el pecho. Él frunció el ceño. —¿Por qué estás tan irritadilla? —¿Irritadilla? —Había una gran cantidad de juramentos, queriendo salir de mis labios, pero me obligué a respirar profundamente y detenerlos, o terminaría diciendo cosas que sin duda lamentaría más adelante—. Buenas noches Max. —Me marché a mi habitación y cerré la puerta con fuerza. —¡Alicia! —me llamó, golpeando la puerta—. ¿Qué he hecho? No le respondí. Puse la almohada sobre la cabeza y gruñí furiosa. Había gastado todo mi dinero en una estúpida cena para nada. Pero lo que más me molestaba era el perfume dulce y vulgar que exhalaba de Max, incluso a la distancia. Él había estado con alguien y eso me dejó deprimida porque yo quería ser esa chica que probablemente estuvo colgada de su cuello. Acabé por no dormir nada esa noche. Así que cuando Breno me llamó por la mañana pidiendo que empezase a trabajar ese domingo, no necesité echarle los perros por haberme despertado tan temprano. La puerta de la habitación de enfrente estaba cerrada cuando pasé de camino al baño. Tomé una ducha rápida y me puse ropa cómoda. Me encontré con Max cuando salía del cuarto de baño. Llevaba la camiseta raída que me había prestado la noche que sus padres nos visitaron. Su rostro se veía cansado. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Lo siento. —comenzó—. No sabía que habías preparado la cena. Tuve que salir y tú no habías regresado todavía y... —No pasa nada. Yo pedí la comida, no me dio ningún trabajo, así que no hay necesidad de hacer un drama. —Entré en la habitación para terminar de arreglarme, pero él me siguió. —¿Había algún motivo especial? Vi la mesa y... bueno, parecía ser importante. —No lo era. No necesitas justificarte. Nuestro matrimonio es una fachada. Como bien sabes, no soy tu esposa de verdad, relájate. —Yo rebuscaba en mi tocador unos pendientes que sabía que estaban allí, en alguna parte. —Eso no fue lo que dijiste ayer. Estás tergiversando todo. Aun así, te debo una disculpa. Yo estaba borracho, Alicia. No es que eso justifique nada. Resulta que... —Tu vida privada no me concierne. —Me di por vencida con los pendientes. Escogí unos de color rosa pálido y le comenté—: No tienes por qué darme explicaciones. —¡Sí tengo. Quiero. ¡Lo necesito! —Su voz era más alta de lo habitual. —Entonces, tendrá que esperar. Tengo que ir a trabajar ahora. —Agarré el bolso y me lo puse por encima del hombro. —¿Trabajo? ¿Pasó algo en L&L? —preguntó, frunciendo el ceño. —No. Conseguí un trabajo para el fin de semana. —Crucé la habitación tratando de ignorarlo, lo cual no era nada fácil en vista de su tamaño. Max, simplemente, no solo entraba en un ambiente, lo invadía, lo dominaba, y todo parecía acomodarse a su alrededor. Él me siguió por la casa. —Estás furiosa conmigo —señaló. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No lo estoy. —Cogí una manzana del refrigerador y le di un bocado—. Sólo voy atrasada. Max se plantó delante de la puerta, bloqueando mi salida. —¿Qué tengo que hacer para que me escuches? ¿Implorarte? —No sería una mala idea... Se detuvo un segundo, probablemente pensando en cómo hacer que le escuchara su estúpida y adornada explicación. Alcancé el picaporte y tiré con tanta fuerza, que le golpeé la espalda en el proceso, y Max finalmente, me dejó pasar. Llamé al ascensor. Él vino detrás. ¡Qué demonios! —Al menos, ¿puedes decirme porque estás tan enojada? —me preguntó con exasperación. —¿Por qué no le preguntas a la zorra con la que estuviste frotándote anoche? Tal vez ella te ilumine. —Entré en el ascensor y apreté el botón. Las puertas comenzaron a cerrarse, pero Max colocó su gran mano entre ellas, y se abrieron inmediatamente. —¿Es eso lo que te está incomodando? —preguntó, sorprendido—. ¿Crees que yo estaba con otra mujer? ¿Qué te hace pensar eso? Me reí sin humor. —¿En el vago perfume a fulana que impregnó la casa en cuanto entraste? Su rostro se quedó lívido. —No es lo que estás pensando. Realmente, estuve con una mujer, pero no en el sentido que estás sugiriendo. Fue una reunión de negocios. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Por supuesto —comenté sarcásticamente—. Y me doy cuenta de que se llevaron muy bien. Ahora, ¿puedes soltar la puerta? —No hasta que me escuches —dijo tercamente. Crucé los brazos sobre mi pecho—. Ayer recibí una llamada. Vanessa dijo que tenía algo muy importante que decirme. —¿Vanessa? —Oh, ¿por qué? ¿Por qué, de todas las zorras del planeta, tuvo que elegir a esa tetona llena de subterfugios? —Sí, me dio a entender que estabas en problemas. Decidí encontrarme con ella para saber lo que pasaba. Ella ya me estaba espe... —Ok, ¡puedes parar! No necesito saber nada acerca de tus citas. —Salí del ascensor y me dirigí a las escaleras de emergencia. Abrí la puerta con furia y empecé a bajar con decisión. Sin embargo, Max me alcanzó descendiendo por las escaleras de dos en dos. —No era una cita, Alicia. Yo me detuve. —¿Me estás diciendo que ella no se restregó contra ti? Él respiró profundamente. —No. Ella lo hizo una vez, pero... Hey, espera un minuto. —Me cogió por el codo cuando volví a caminar—. Alicia, por favor, deja de actuar como una niña. Tiré con fuerza del brazo, lanzándole una mirada asesina. —¡No me toques! Yo no soy una de tus putas. —Yo no tengo putas. —Su rostro se ensombreció. Un destello de ira tintineaba en su iris cristalino.
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—¡Oh, por supuesto! Todos son tan distinguidas como Vanessa. Déjame adivinar. ¿Ella llevaba un vestido rojo con escote hasta el ombligo? Él resopló bufando. ¡Por supuesto! —Me niego a hablar contigo mientras actúes de esta manera —escupió. —¡Maravilloso! ¡Porque yo no tengo nada que hablar contigo. ¡Ni ahora ni nunca! —Y comencé a correr por las escaleras hasta llegar a la puerta que daba al vestíbulo. Esta vez, Max no me siguió. Yo sabía que podía salir con cualquier chica, pero ¿Vanessa? Era vulgar, irritante y muy cínica. Por no mencionar el hecho de que intentó liarse con mí marido, echándolo todo a perder. La odiaba. Y odiaba todavía más a Max. Él le diría algo a su amante ¿no? Que nuestro matrimonio —muy reciente, por cierto— no iba del todo bien. O tal vez le había dicho la verdad a ella, que sólo teníamos un acuerdo comercial y nada más. Y podría contarle eso a cualquier persona, y los planes de recuperar mi herencia se irían al traste. Pero ¿Max pensó en ello? No, por supuesto que no. Probablemente su cerebro se volvió del revés a la vista de los pechos de plástico de Vanessa. Porque tenían que ser de silicona. Ninguna chica recibe todo de la naturaleza. Eso, o alguien ahí arriba quería burlarse de mí en ese departamento. Breno me estaba esperando en la acera, un poco impaciente. —Yo no sabía que iba a empezar hoy. No cuenta cómo llegar tarde — apunté, ya que su cara no era muy amigable en ese momento. ¡Como si mi humor de perros no fuera suficiente, después del sofocante viaje al que me había tenido que enfrentar! ¡Maldito autobús!
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—No pasa nada. Discúlpame. Tuve un imprevisto y estoy apurado. ¿Puedes cerrar después y dejar las llaves en el vestíbulo de tu edificio? Yo pasaré más tarde a recogerlas. —Por supuesto. —Ya sabes dónde está todo. Buena suerte —dijo y salió corriendo por la calle, llamando a un taxi. —Como si la necesitara —murmuré. Nadie entraba en el anticuario. Dudaba de que fuera diferente un domingo soleado. Decidí cambiar algunas cosas en la tienda para ayudar a pasar el tiempo —y no dormirme en un sillón otra vez— y olvidar la discusión con Max. Dejé los objetos que más me gustaban en el escaparate. Tal vez eso ayudaría a atraer a los clientes. No sé por qué no lo había pensado antes. Tal vez porque nunca había pensado en la galería como un trabajo de verdad, pero ahora quería llenar la tienda de clientes. Qué raro. Una hora más tarde, para mi sorpresa, mi plan funcionó y tuve un cliente. No un cliente cualquiera. —¿Hector? ¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, sorprendida de ver al presidente de L&L, y, posiblemente, el hombre que ayudó a arruinar mi vida, con ropa informal. —Me estaba preguntando lo mismo —me confió. —Trabajo aquí los fines de semana. Él frunció el ceño. —¿No pagamos lo suficiente? —No. Ni de cerca.
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—¿Para el nivel de vida que tenías antes? —preguntó, pareciendo incómodo con mi sinceridad. ¡Por supuesto! —Creo que para el nivel de vida de nadie. Uh... ¿Puedo ayudarte en algo? — le ofrecí. —Gerson cambió de casa. Quiero llevarle un regalo de bienvenida, pero pensé en algo no muy personal. —Te mostraré las piezas que se ven bien en cualquier ambiente. Le enseñé sólo lo mejor de la Galería Renoir. Lo observaba de cerca y yo no conseguía entender cómo un hombre hecho y derecho como él, refinado y educado, fue capaz de sugerir aquel testamento cruel al Abuelo Narciso. Hector escuchaba atentamente mi explicación sobre cada artículo. Parecía que no entendía mucho de antigüedades, pero estaba encantado con los candelabros de plata. —¿Todo eso por un candelabro? —exclamó al oír el precio. —Se trata de una pieza forjada en plata pura de la época del Renacimiento. No sólo es el valor del material, es todo un trabajo artesanal. Mira la técnica del artista, los detalles de la época, la delicadeza de los rasgos. Es una pieza perfecta. Es uno de mis artículos favoritos de la tienda. —Y esta vez no estaba mintiendo—. Es una pieza original de la Francia renacentista. El precio no se basa en peso de la plata, sino más bien en su historia y belleza. —Bueno, si dices que le gustará... —Estoy segura de que a Gerson y a su esposa les encantará tener esta pieza exhibiéndose en su comedor. Puedes confiar en mí. Envolví el candelabro con cuidado, guardándolo en una caja blanca adornada con un lazo dorado. Le entregué el paquete a Hector. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Gracias —me susurró—. Como decía tu abuelo, eres un tesoro —dijo. —Es una lástima que en el último momento cambiara de idea, ¿no crees? — solté, observando atentamente sus facciones. Su rostro permaneció inexpresivo. —Narciso era un hombre muy justo. Yo siempre confié en sus decisiones. Deberías hacer lo mismo. —Yo confiaba en él. El problema es que no estoy segura de si esa decisión la tomó él mismo o si alguien influenció en mi abuelo. Él se puso rígido. —Tu abuelo no era manipulable, Alicia. Nunca lo fue. —Eso era lo que yo pensaba. —Hasta leer el maldito testamento. Sin embargo, enfrentarme a Hector en este de momento no me llevaría a ninguna parte. Necesitaba más información, necesitaba entender los “por qués” de esta historia antes de exigir explicaciones—. Gracias, Hector. Vuelve pronto. Él asintió y se volvió hacia la puerta, pero se volvió hacia mí, con el rostro oscuro mostrando una cierta emoción que no pude identificar. —¿Hay algún problema? —le pregunté cuando él no dijo nada. —No, es que estoy realmente sorprendido de encontrarte trabajando aquí. Parece que, después de todo, has recuperado el juicio. Que tengas un buen día. —Y salió.
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Capítulo 28 Traducido por Bellen1930 Corregido por Vickyra
Salí de la tienda de antigüedades al mediodía y me fui directamente a casa de Mari, deseando evitar pensar en Max, ese hijo de puta depravado. ¡Él estaba casado! ¿No se le ocurrió pensar que estaba casado? Incluso aunque se tratara de una farsa. ¿Cómo se podía restregar con esa perra? Almorcé con ella, y luego Ana decidió preparar una torta para el postre. —Alicia, estás más hermosa cada día, ¿lo sabías? —dijo ella, añadiendo la harina en un bol. —Gracias. Viniendo de ti, es un gran cumplido. —Después de todo, era una de las pocas mujeres de cuarenta y tantos años que mostraba un cuerpo fantástico y una piel tan perfecta como la de ella. —¿Sabías que Mari está saliendo con un amigo tuyo? —Comenzó con cara inocente. Mi amiga llegó a la cocina en ese momento y me lanzó una mirada suplicante. —¿En serio? Ella no me dijo nada —mentí. —Uh... Mamá, Lili y yo vamos a salir un rato, ¿de acuerdo? —preguntó Mari con ansiedad. —Muy bien, chicas. Cuando regresen, el pastel estará listo —Ana respondió un tanto decepcionada con mi falta de detalles sobre la vida amorosa de su hija. —Está bien, mamá. Ven, Lili —Mari me llevó de la mano. —Hasta después, Ana.
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Mari quería ocultarle a su madre su relación todo lo que pudiese, ya que no estaba segura de lo que pasaría entre ella y Breno. Por supuesto, yo estaba de acuerdo en mantener la boca cerrada hasta nuevo aviso. Acabamos yendo al parque municipal, lleno de gente en aquella tarde soleada. —¿Cómo fue la cena con Max? —preguntó mientras nos estirábamos sobre el césped, disfrutando al máximo de la luz del sol. —No fue —suspiré—. Max tuvo una cita. —¿Qué? ¿Con una chica? —Se apoyó sobre un codo, levantando sus gafas de sol. Asentí con la cabeza. Su rostro, normalmente luminoso, se oscureció—. ¿Qué estaba pensando? ¡Está casado! —Eso fue exactamente lo que yo pensé. Quiero decir, está bien que nosotros no estamos realmente casados, pero aun así ¿cómo se le ocurre tener una cita? ¡Maldita sea Mari! Soy una esposa traicionada. —¡No puedo creerlo! ¡Simplemente no puedo creerlo! —Escupió ofendida. Mari era ese tipo de amiga. Mis penas, sus penas. Por estas y otras cosas, estaba segura de que nadie en el mundo tenía una mejor amiga como la mía—. Max es un idiota. Por primera vez, ¡es un completo imbécil! —Pero hay algo peor. Él salió con Vanessa. Ella trabaja con nosotros en el sector nueve. —Me senté, abrazándome las rodillas. —¿Ella... ella es bonita? —preguntó cautelosa. Me encogí de hombros. —Morena, con melena, pechos, culo, cintura pequeña, atrevida... —¡Qué tragedia! —Se llevó la palma de la mano a la frente. —Eso por no mencionar la ropa que usa. Me pregunto, si en la oficina usa esos escotes, ¿qué usara en una cita? ¿Bikini? Sin duda algo que exhiba sus grandes tetas. Sólo que ella tiene mucho que ofrecer —gruñí, rencorosa. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Deben ser de silicona —dijo Mari apresuradamente. —¡Lo son! ¡Seguro que son falsas! Pero Mari, eso no cambia el hecho de que Max estuvo con ella y no le preocupó ese detalle —murmuré, mirando a otro lado. Ella suspiró. —Lo siento Lili —y puso su brazo alrededor mío. Apoyé la cabeza en su hombro, y ella la barbilla en mi cabeza. —Mari, si te digo algo, ¿pensarás que estoy loca? —Tenía que compartirlo con alguien. Necesitaba que alguien me dijera que no me había vuelto loca. —Siempre he pensado que estabas loca —ella se rio un poco. Sonreí, levantando la cabeza. Hubo un momento de silencio, sólo una brisa fría silbaba alrededor nuestro. Ella me miraba intrigada, curiosa y un poco confusa. —He hablado con el Abuelo Narciso...en sueños —le confesé, desviando la mirada para los deportistas de fin de semana que estaban corriendo por la vía pavimentada alrededor del estanque. —Muchas personas sueñan con sus seres queridos que han fallecido. Es normal, Lili. —Sí, pero... —Volví la cabeza para mirarla—. Pero es diferente. Es como si él estuviera allí mismo. A veces, no sé si está sucediendo o si estoy soñando. ¡Todo parece real! ¡Tan, tan real, Mari! Yo nunca tuve sueños como estos antes. De repente el abuelo está ahí y yo tengo la certeza de que estoy despierta, sólo que después descubro que no lo estoy. —Suspiré. Él era real. Tenía que ser real. Todas las veces que se me apareció, sentí su amor abrazándome
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—¿Crees que estoy loca y que mi subconsciente está creando esas conversaciones? Ella se quedó en silencio durante un momento, pensando, antes de continuar. —Hay muchas personas que pueden comunicarse con los espíritus. La conexión que tienes con tu abuelo puede ser tan fuerte que permite que sigan unidos el uno al otro, incluso ahora. ¿De qué conversaron? —Oh, de nada, y de todo. Él me aconseja decirle a Max lo que Clóvis me dijo en la cena con los directores de L&L. Acerca de Hector y todo lo demás. ¡Pero yo no quiero hablar con Max nunca más! Tuvimos una pelea terrible esta mañana. ¡Dijo que soy infantil! —Crucé los brazos sobre el pecho. Ella sonrió, soltándome. —¡Ah, la primera pelea de pareja! ¡Qué lindo! —¡Mariana! —Le censuré. —Lo sé, lo sé. Sólo pensaba en voz alta, disculpa. Breno y yo tuvimos tantas que incluso ya perdí la cuenta, pero la primera es inolvidable —y mi mala amiga suspiró (¡suspiró!) recordando. Recomponiéndose dijo—: Entiendo que estés enojada con él, pero Lili, él no sabe que te gusta de esa manera. A todos los efectos, él es un marido de alquiler. ¿Por qué no salir con otras personas? —Se encogió de hombros—. Ustedes no tienen nada más que un acuerdo verbal con fecha de finalización. Debes hablar con él acerca de tus sentimientos. Creo que tu abuelo tiene razón. Debes hablar con Max. —En estos momentos, no quiero ni mirarlo a la cara. Estoy tan enojada que... que... ¡voy a tirar todas sus bebidas hidrotónicas al fregadero y reemplazarlas con un laxante! ¡Odio a ese tipo! —Exagerada —se burló ella, entonces sus ojos se iluminaron—. ¡Hey! ¿Qué tal si vamos al cine? Yo pago.
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—Sólo te lo podré devolver cuando cobre. —Avisé súbitamente confusa por su animación gratuita. —De acuerdo. Oh, ¿qué te parece si invitamos a Breno? Su clase ya debió terminar. —ella se mordió el labio, tratando de dar la impresión de que la idea se le acababa de ocurrir. —Pensé que las cosas irían... más lentas esta vez. —Sonreí. —Y así van. Pero puede que se moleste si sabe que fuimos a ver la película que tenía tantas ganas de ver y que no lo invitamos. —Me imagino que él debe de estar loco para conocer la historia de amor de dos personas que nunca se han visto personalmente, y una de ellas nunca lo hará, por ser ciega. —Tienes razón, mejor lo invitamos —ella sonrió, completamente absorta mientras
lo
llamaba.
La película fue buena, al menos después de que paré de recibir codazos por los arrumacos de Mari y Breno y conseguí prestar atención. Comimos pizza, pagada por él, lo cual me pareció genial, antes de que me dejaran en casa. Yo no quería ver a Max, no quería hablar con él, así que opté por subir las escaleras lenta y sosegadamente. Sin embargo, por más lenta que subía, inevitablemente, me encontré con la puerta del apartamento 71 en el séptimo piso. Entré en casa tratando de no hacer ruido, pero Max estaba en la sala con un libro en la mano, por lo que era imposible ir a mi habitación sin ser notada. Sin embargo, él no me miró, ni me habló. Continuó leyendo su libro, sin siquiera molestarse
en
decirme
hola.
No
es
que
yo
fuera
a
responderle.
Me encerré en mi habitación, agotada por la noche sin dormir, y me quedé dormida antes de quitarme los zapatos. Por la mañana, el reloj despertador del cuarto de él me despertó. Era tan alto y estridente que podía oírse incluso a través de las paredes y puertas cerradas. Esperé en la cama a que él terminase en el baño. Tan pronto como oí que la puerta de su habitación se cerraba, me levanté. Me di una ducha rápida y me tragué una barrita de cereal.
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Max continuaba en silencio, pero lo sorprendí observándome un par de veces a medida que descendíamos por el ascensor. De camino a la empresa, para negarme al paseo, sería necesario algo más que Max tuviese un amante, puse la radio para romper ese silencio molesto. Ajusté el volumen cuando me encontré con un rap que adoraba, y que acababa de empezar. —No me gusta este tipo de música —dijo Max. —Oh, lo sé. —Aumenté el volumen. Suspiró y dijo algo que no pude oír debido al alto sonido de la música. —¿Qué? —grité. Él bajó el volumen, con el rostro irritado. Incluso con ese ceño de desaprobación, Max podría ser sexy. Era completamente indignante. —¿Por qué te esfuerzas tanto por ser irritante? —murmuró. —¿Por qué insististe en llevarme, si me detestas? —Vamos a hablar como adultos ahora —apagó la música. —No tengo nada que hablar contigo. —Miré por la ventana. Max murmuró lo que parecía ser un puñado de improperios, y después suspiró pesadamente. —¿Crees que me podrás dar unos pocos segundos de tu valioso tiempo y escuchar lo que tengo que decir? —exigió. —¡No! —Bueno, lo diré de todos modos —aclaró, con expresión determinada—. Te comportaste de forma absurda. Pareces una... una...
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—¿Una qué? —le pregunté, levantando la barbilla y encarándolo con desafío. —¡Una esposa celosa! Había muchas cosas que quería decirle en ese momento. La mayor parte eran insultos en diferentes idiomas, pero no pude. Una parte de mí sabía que tenía razón. —No me parezco en nada a una esposa. Te estás sobrevalorando, Max. Puedes tener todas las que quieras. Una pelirroja una docena de morenas, lo que sea. Estoy enojada porque elegiste justamente a Vanessa. ¡Estoy furiosa porque te liaste con alguien que puede echarlo todo a perder, y a ti no te importa nada! —¡Olvídate de la pelirroja, por el amor de Dios! No voy a tener una aventura con ella ni con Vanessa. No estoy liado con nadie. ¿Me escuchaste? —Supongo que no tengo alternativa, ¿verdad? —murmuré sombríamente, cruzando los brazos sobre el pecho. —No esta vez —dijo, mirando por el espejo retrovisor mientras hablábamos—. Vanessa estuvo conversando con algunas personas. Algunos conocidos. Parece ser que a Mariana se le escaparon algunos comentarios con Breno. —¡Oh, mierda!—. Y él se lo comentó a algunos chicos del curso de buceo, y Vanessa conoce a otro hombre... Creo que ya lo entiendes —él me miró de refilón—. Lo que sucedió ayer fue que ella trató de convencerme para que hiciese lo que quería, porque si no, haría pública nuestra situación. Mataría a Breno. Personalmente. Después le arrancaría la lengua a Mariana y la serviría en la mesa con salsa. —¿Y qué quería Vanessa? —le pregunté. —... Ella quería un amante.
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—Maravilloso. Adoro su sutileza. —Sentí que mi cabeza estaba a punto de explotar—. Estoy... decepcionada contigo Max, siempre tan recto, tan serio, y al final terminas vendiéndote por un par de tetas falsas. Él frenó el coche bruscamente, haciéndome rebotar en el asiento. Menos mal que siempre llevo puesto el cinturón de seguridad. —¿Qué has dicho? —me pregunto en un tono glacial. —Lo que has oído. Son falsas. ¡Plástico! —Yo no me vendí a nadie, Alicia —dijo con voz átona. —Estuvieron juntos, ¿no es así? —Señalé con aire de suficiencia. —No. No estuvimos juntos. Ni nunca lo estuvimos ¡Joder! —Parpadeé sorprendida. Max estaba muy furioso—. ¿Puedes oírme? ¡No tengo nada con ninguna mujer! Vanessa puede decírselo al Papa, o a quien quiera, porque no voy a ceder. Esta no es la primera vez que lo intenta, y te garantizo que nunca recibió nada de mí, incluso antes de que aparecieses en mi vida. ¿Por qué crees que lo haría en este momento? —Su rostro se volvió oscuro y aterrador. Yo nunca había visto a Max tan... tan... hermoso. —Yo no me vendo, Alicia. Y yo no me vendí a ti, si eso es lo que piensas acerca de nuestro acuerdo. —No pienso eso —declaré, asombrada con su furia—. Sólo pensé que tú... ya sabes… ¡Estabas apestando a perfume barato y cayéndote, borracho, Max! ¿Qué querías que pensase? —No quería que pensases nada. Quería que me escucharas —y aquella vena palpitaba en su frente. —Bueno, te estoy escuchando ahora, y todavía no entiendo por qué te emborrachaste así. —Yo no tenía la intención de beber tanto.
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—Nadie la tiene —murmuré, pensando en las muchas veces que había estado en ese estado sin haberlo previsto. Al final, el dicho era cierto: El infierno está lleno de buenas intenciones. —Tienes razón. Pero yo estaba nervioso cuando me encontré con Vanessa. No sabía lo que quería. Todo lo que sabía era lo que me dijo por teléfono. Que estabas en problemas, y que quería hablar conmigo. Tomé uno o dos tragos de whisky para tratar de calmarme cuando llegué al bar, entonces ella empezó a hablar y... ya sabes, intentó un ataque más directo. Bebí un poco más... o mucho, y creo que, cuando ella se dio cuenta que no iba a lograr nada, se fue. Me sentí mal con todo aquello, Alicia. Además, tengo unos asuntos que me están preocupando. Supongo que quería olvidarme de todo, lo que sea. —Se encogió de hombros. —¿Qué asuntos? Él negó con la cabeza. —Asuntos que tengo que resolver sólo —dijo, pero había un poco de duda en su voz. —Vanessa... ella... ella... tú... —Apreté los labios para que la pregunta que me picaba en el cerebro no se escapase. Max me entendió. —Vanessa trató de ser convincente, sí, no te voy a mentir. Pero pude hacerle entender, y fui bastante claro cuando le dije que no estaba interesado. No pasó nada, Alicia. Suspiré con alivio. No es que fuera de mi incumbencia. Max no mostró el menor interés por mí en ese sentido, pero saber que se resistió a Vanessa me dejó más liviana y confiada. Hasta que me di cuenta de los problemas que eso conllevaría.
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—Y ahora ella irá a la prensa y revelará que nuestro matrimonio es una farsa —gemí. —Probablemente. Suspiré, cerrando los ojos. —¿Cómo es que todo acaba siendo un error en mi vida? —pregunté sin esperar respuesta—. Quiero decir, todo iba bien, yo era feliz, tenía una familia, un buen coche, podía pagar una entrada de cine y... Ahora una sinvergüenza como Vanessa aparece y arruina lo que ya estaba arruinado. —Escucha —las esmeraldas brillantes se volvieron en mi dirección—. Este tipo de cosas sucede a menudo. ¿Cuántas veces viste en los periódicos a mujeres que alegan que tienen hijos de futbolistas, estrellas de rock, políticos, y esas cosas? Vanessa puede decir lo que quiera, pero no puede probar nada. Claro que, eso nos va a traer momentos incómodos, y miradas vigilantes, pero creo que podemos salir bien parados, si colaboras. Desafortunadamente, las personas como tú, siempre son noticia. —Sí, lo sé. Nunca entendí la razón, pero ellos siempre estaban allí para pillarme en los momentos más embarazosos. —Eres noticia por ser rica... porque eras rica... —él sacudió la cabeza con disgusto—. Alicia, sé que no es la vida que querías, y que estás teniendo problemas de adaptación, pero estoy aquí para ayudarte. Pero para ello, tienes que dejar que me acerque a ti. Tienes que confiar en mí o no funcionará. ¡Y yo quiero que funcione! Quiero que consigas recuperar tu herencia, quiero que seas feliz. Te prometo que no te abandonaré. Ya te lo dije. Y siendo la idiota apasionada que era, al escuchar esto, mi ira se derritió completamente. —¿Quieres ser mi amiga otra vez? Sentí tu falta ayer. —murmuró Max, pareciendo avergonzado, pero... bueno... sintió mi ausencia.
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Sonreí sin decidir hacerlo, a pesar de que el término de amiga, no era el que quería escuchar. —De acuerdo —cedí—. Discúlpame por sacar conclusiones erróneas. —Perdón por llamarte esposa celosa —me dio una sonrisa torcida que hizo que mi corazón dejara de latir durante dos o tres segundos. —Claro —murmuré. Una verdadera hazaña, teniendo en cuenta el estado hipnótico en el que me encontraba, gracias al hechizo de sus ojos brillantes. —No me gusta cuando te peleas conmigo. No sobre asuntos serios. —No me gusta pelear contigo. Quiero decir, no mucho —murmuré. Su sonrisa se hizo más amplia. Su mano se levantó vacilante, buscando mi rostro. Contuve el aliento, con miedo a asustarlo si hacía algún movimiento más brusco, como parpadear, y se apartase. Pero antes de que pudiera tocarme, una bocina ensordecedora sonó. Max miró a su alrededor, pareciendo que sólo en ese instante se dio cuenta de que todavía estábamos en medio del tránsito. Extrañado, él también tomó aire. Aun sin quererlo, sentí una chispa de esperanza agitando mi pecho. Tal vez, sólo tal vez, Mari tenía razón. Tal vez podría despertar en Max algún tipo de interés.
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Capítulo 29 Traducido por Bellen1930 Corregido por Vickyra
—¿Adivina dónde vengo? —me preguntó Vanessa, apoyando sus manos sobre mi escritorio. Examiné el rostro maquillado y el escote profundo. —Humm... ¿Del infierno más próximo? —Bromeé. Ella sonrió ampliamente. —De la oficina del Presidente. Hector quiere hablar contigo. Me tomó menos de un latido del corazón entender el significado de esa sonrisa. Le había contado a Hector mi acuerdo con Max y Hector quería explicaciones, o algo peor. Ella no esperó mi respuesta. Se acercó a su escritorio balanceando sus caderas. Corrí hasta el noveno piso, y puse en mi cara la expresión más inocente, esperando que fuera suficiente para convencer a Hector y terminase con sus sospechas. Él e Inês, la secretaria del Presidente desde hace un millón de años, me esperaban en la sala de Presidencia con cara de pocos amigos y con una pila de papeles sobre la mesa que había sido del abuelo durante tanto tiempo. L&G fue la primera aventura del abuelo Narciso, y por eso le tenía un especial cariño a la compañía de cosméticos. —Hice un estudio completo de los salarios de los empleados y analizándolos atentamente, vi que tenías razón, Alicia. Lo que pagamos no es suficiente para que tengan una vida cómoda —dijo Hector, golpeando con un pie. No era lo que yo esperaba. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No lo es —concordé, atónita. —Ni tu abuelo ni yo fuimos informados al respecto. Verás, no puedo aumentar el salario de todos los empleados, así, sin más. Habría un agujero en el presupuesto de L&L. —Lo entiendo. Pero, ¿no puedes dar prioridad a los salarios inferiores? — sugerí. —No es así como funcionan las cosas. La empresa trabaja como un todo. No puedo aumentar el sueldo sólo a unos cuantos empleados. No es ético. Es casi ilegal —explicó, un poco impaciente. —Humm... Creo que más personas deberían tener doble turno. No me estoy quejando sin sentido. Con lo que yo gano, no es suficiente para vivir decentemente, y me imagino que lo mismo le pasa a la mayoría de los empleados. Este mes tuve que elegir en qué gastar mi dinero. ¿Sabes lo que quiero decir? Nunca he necesitado hacerlo antes. Tal vez estas personas han hecho esto toda su vida, pero sinceramente, ¿cómo crees que una madre o un padre se siente al tener que elegir entre poner comida en la mesa o comprarle unos tenis nuevos a su hijo? ¡Ser pobre es duro! Hector pasó la mano por su barbilla ligeramente puntiaguda. —Entiendo. ¿Y qué propones, ya que un día todo esto será tuyo? —me preguntó, abriendo sus brazos. Desconfiada, le pregunté: —¿Por qué mi opinión importa ahora? —Porque eres la heredera de todo. En poco más de un año, todo esto será tuyo, ¿no? —Él me lanzó una mirada penetrante. Bien. Así era como él quería hacerme confesar. Sólo que, al decírmelo Vanessa, me ayudó, y ya no me sorprendería.
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Me enderecé en la silla, tratando de ser lo más profesional posible. Aquí estaba mi oportunidad de demostrar a Hector, Clóvis y al abuelo Narciso de que tenía buenas ideas sin terminar en la cárcel. Al menos, yo pensaba que la idea era buena. —Si estás hablando en serio, entonces sí, tengo una idea. —¿Y cuál es? —dijo, cruzando las manos sobre la mesa. —Ya sabes que no sé mucho acerca de los negocios, pero pensaba en sugerir
una participación en los beneficios para los empleados, tal y como
algunas empresas ya hacen. Repartir entre los empleados lo que quede de las ganancias mensuales o anuales. Él sonrió ampliamente. Parecía divertirse. —¿Le darías parte de las ganancias para beneficiar a los empleados? Me encogí de hombros. —Sabes tan bien como yo que el dinero del abuelo Narciso es un pozo sin fondo. Para mí, no supondría una gran diferencia, pero creo que para el personal, sería significativo. Y, además, me imagino, que si el empleado está satisfecho, trabajará más y mejor. Lo que generará más beneficios a la empresa. Por supuesto, también podrías estudiar un aumento, para que la participación complemente el salario. Él me miró, sus ojos negros brillaban. —Entiendes más de negocios de lo que supones —habló suavemente, pareciendo satisfecho—. Muy bien, ya terminamos. Puedes volver a tu puesto. Inês, acompaña a Alicia y llama a los directores. Es urgente. —Él volvió su atención a los papeles que tenía delante de él. —Sí, señor —dijo. —Gracias por escucharme —agradecí a Hector. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Acompañé a Inês, temblando ligeramente. Si esto fuese real, si Hector no estaba intentando hacerme confesar que había burlado las reglas del testamento, entonces, tal vez podría conseguir el aumento y comprar mi moto y así podría evitar las idas y venidas embarazosas con Max, por no hablar de que me liberaría definitivamente del terrible autobús. Sonreí ante la idea de que al abuelo le daría un infarto si siguiese vivo y supiese que me iba a comprar una moto. Aunque también le daría un infarto incluso muerto, ante el horror de verme en uno de esos objetos mortales. Él montó un enorme alboroto cuando compré mi patinete. Tenía unos catorce años y estaba pasando por una fase medio rebelde. El hechizo terminó cuando me rompí el brazo izquierdo y me estropeé el pelo. De todos modos, mi abuelo rompió el patinete. Inês se volvió bruscamente y, para mi total perplejidad, sonrió. —Tú abuelo se habría sentido orgulloso —me dijo en un tono suave. —¿Seguro? —Oh, sí. Pensaste en el equipo, tal y como él lo haría. Un gran hombre. Tu Narciso... —sus ojos marrones se tornaron opacos, perdidos en otros tiempos. Y a juzgar por la nostalgia en su rostro, eran tiempos que había amado. Parpadeando y sacudiendo ligeramente la cabeza, volvió al presente y añadió. — Si necesita algo, si tiene dificultades, puede pedirme ayuda. Será un placer ayudarle, señorita Alicia. Casi jadeé con la sorpresa. Me quedé muy asombrada y un tanto emocionada, no sólo por el ofrecimiento, sino porque ella, de repente, me trataba con mucho respeto. Era como si ella me viese como... como... la nieta de Narciso Moraes de Bragança y Lima. Alguien importante. —¡Caramba! Gracias, Inês. Ella asintió con la cabeza y se apartó para que pasase. Apenas llegué a mi escritorio del quinto piso, del sector nueve, Max me llamó por MSN. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Max Comex dice: ¿Qué pasó? ¿Por qué te llamó el presidente? ¿Tienes problemas? Alicia Lima dice: Al principio pensé que sí. Vanessa fue al despacho de Hector, sólo Dios sabe a qué. Pensé que se lo había contado, pero sí lo hizo, él no le dio importancia o no quiso demostrar que lo sabía. Max Comex dice: Ella muy bien pudo haber dicho algo. Y Hector es muy inteligente. Tenemos que tener cuidado. Alicia Lima dice: Sí, lo entiendo. Max Comex dice: Pero, ¿qué quería al final? Alicia Lima dice: Me encontré con él ayer por la mañana. Dejé escapar que ganaba un salario miserable. Él se sorprendió y quiso más detalles. Hablamos de un aumento salarial. Max Comex dice: Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
¿Pediste un aumento de sueldo? Alicia Lima dice: De hecho, medio lo exigí. Max Comex dice: ¿Apenas comienzas a trabajar y ya pides un aumento de sueldo? ¡Eres imposible! Alicia Lima dice: Necesito dinero. Odio el autobús en esta ciudad y no me gusta que me tengas que llevar. Decidí a comprarme una moto. Max Comex dice: ¿QUÉ VAS A COMPRAR QUÉ? ¡Uuuh! El abuelo no sería el único molesto con mi moto. Alicia Lima dice: Tengo que terminar de organizar este montón de contratos. Hablaremos en el coche. Él me lanzó una mirada nada satisfecha desde su mesa. De hecho, casi parecía enfadado. Intenté concentrarme en lo que estaba haciendo, pero era difícil de ignorar la sensación de estar desnuda bajo los focos abrasadores. Vanessa, como la serpiente que era, se acercó lentamente, con una sonrisa de hiena, y no demoró nada en mostrar las garras. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Y entonces, ¿qué quería Hector ? —Nada que sea de tu incumbencia —murmuré. —Pasé unos momentos muy agradables con Max la noche del sábado... — dijo ella, sentada en la esquina de mi mesa. —Oh, lo sé. Él me lo dijo. —Sonreí cándidamente—. ¿Sabes? Nunca imaginé que necesitases de esas cosas. Chantajear a un hombre para conseguir sexo... Qué decadente. —Y no lo necesito. ¿Sabes, Alicia? finges muy bien. Casi me convenciste de que tenían algo. Así que imagínate mi sorpresa al saber que habías comprado un marido —ella sacudió la cabeza y su largo pelo le cubrió los hombros—. Si supiera que Max estaba a la venta, le habría hecho una propuesta hace mucho tiempo. —Él no está en venta. No sé de qué estás hablando. Ahora mueve el culo de mi escritorio que no sé de qué vas —la pinché con un lápiz. Ella se levantó, un poco sorprendida. —No te hagas la inocente, Alicia. No te pega. Conozco a las chicas de tu clase. Suspiré, exasperada. —Vanessa, estoy a punto de mandarte a la mierda. Así que no te quejes... —Divertido. Me acusas de intentar chantajear a Max, pero en realidad quien lo trató como un objeto fuiste tú. Y puedes estar segura de que no lo mantendrás durante mucho tiempo. Es cuestión de tiempo que yo consiga convencer a Max de que tengo mucho más que ofrecerle que tú, una pobre huérfana echada a perder y mimada. Tienes los días contados, cariño. Fue entonces cuando estallé. Me levanté de repente, sin poder contener mis impulsos. Agarré su brazo rápidamente y lo giré detrás de su espalda, Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
haciendo que su puño golpease la nuca. Ella gritó de dolor cuando le estampé la cara en la parte superior de mi organizado escritorio. Me encantó. —Mi abuelo no me repudió del todo, Vanessa. Sé muchas cosas, he visto muchas cosas, aprendí mucho en mis viajes. Puedo romper tu pequeño bracito de anoréxica antes de que puedas decir silicona. Créeme, domino muchas técnicas de persuasión, y sé que no querrás conocer ninguna de ellas. Aléjate de Max. —¡Suéltame, me haces daño! —Gimió ella. —Oh, ni siquiera he empezado a hacerte daño. ¡Y si todavía quieres desfilar mostrando esa sonrisa cínica en esa cara tuya de palo, quédate lejos de mi marido, o te juro por Dios que te voy a arrancar todo los dientes con una lima de uñas! —Alicia, suelta a Vanessa. —Me pidió Max, detrás de mí, tratando de alejarme de la chica—. Vas a tener problemas en la empresa. Con un movimiento brusco, la solté. Ella jadeó, apoyándose en mi mesa. Su cabello, siempre meticulosamente peinado, eran un desastre, y tenía los ojos enrojecidos de rabia. —¡Estás loca! —No tienes idea de cuánto —sonreí diabólicamente. Max agarró mi bolso y empezó a arrastrarme hacia el ascensor. —¡Estás avisada! —grité antes de que él me metiese dentro. —¿Qué hiciste? —me preguntó con enojo. —¿Y qué me hizo ella a mí? ¡Esa perra me llamó cariño! Me dijo que era una huérfana echada a perder, que compré tus servicios y que te alejaría de mí. Que nuestros días están contados. Y estoy segura de que Hector escuchó todo eso esta mañana. ¿Qué quieres que haga, Max? ¿Qué ponga cara de tonta?
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—¿Por qué te molestó tanto? Ella dijo la verdad. Por primera vez desde que nos conocimos, Max me hizo daño. Tan profundamente que no podía respirar. Me libré de sus manos, empujando con fuerza. Él suspiró. —Quiero decir que ella tiene razón acerca de nosotros. Nuestros días están contados —señaló. —Bueno... sí... pero no de la manera que ella sugirió. Y ahora somos amigos. Me preocupo por ti y creo que tú te preocupas por mí, por lo menos un poco. Y pienso que lo que tenemos, es algo que debería ser respetado. —¿Qué estaba diciendo? Nada tenía sentido, y todavía lo veía todo rojo. —Tienes razón. Pero no necesitabas llegar tan lejos. El ascensor se abrió y nos dirigimos al coche. —Espero que esto no se sepa —él continuó—. La agresión física no se tolera en la empresa. —Tranquilo, Max. Mi abuelo se encargó de todo. No puedo ser despedida. Tengo un empleo vitalicio o algo así —Sí, pero te pueden cambiar de puesto. Dejarte aislada para que no crees problemas. ¿Alguna vez pensaste en la posibilidad de pasar meses en la copiadora? Me quedé paralizada. —¡No! ¡Eso sería... el apocalipsis! —Exclamé, horrorizada. Max puso los ojos en blanco y tomó mi mano, abrió la puerta del coche y me ayudó a entrar. Sentí frío, estaba helada. ¿Estar de pie en la copiadora toda la vida? ¡Yo prefería el autobús!
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Él dio la vuelta y se metió en el coche con elegancia. Giró la llave y el motor rugió suavemente. —¿Qué tal si hacemos algo diferente hoy? ¿Quieres salir y beber algo? — sugirió. —Me gustaría, pero hasta la próxima paga estoy sin blanca. No tengo dinero, ni siquiera para una barra de pan. Gasté casi todo en la cena... uh... no tengo dinero. Sonrió. —Te estoy invitando. Yo pago. —Bueno… Entonces, sí. Realmente necesito olvidarme de algunas cosas. Aunque sea sólo durante unas horas —y una de ellas se encontraba justo delante de mí, con sus casi dos metros de altura y sus enormes manos agarrando el volante. Dudaba poder sacarme de la cabeza a Max con él allí, a dos palmos de mí, pero no perdía nada intentándolo. Necesitaba comprar urgentemente una moto y poner fin a esta ridícula proximidad. —Alicia, sobre esa historia de la moto... —dijo, como si leyera mis pensamientos—. Olvídalo. Mientras seas mi esposa, no te subirás a una de esas cosas —dijo de forma categórica, mirándome—. Voy a hacer todo lo posible y lo imposible para que no puedas comprarte la moto. Por si no lo has notado, soy muy decidido. Y casi siempre consigo lo que quiero.
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Capítulo 30 Traducido por Vecina Corregido por maniarbl
Max me llevó a un bar súper agradable. Había poca gente comenzando la noche del viernes, lo que me gustó mucho. El ambiente era acogedor, con mesas de madera y bancos tapizados. Había una infinidad de plantas en la decoración, y la suave luz y la música ambiente dejaban todo con un aire más íntimo. Max pidió cerveza y una porción de polenta frita. Adoré. La comida de bar siempre me volvió loca. Cerca de una hora después, ya había una pila de discos de cartón en nuestra mesa. Max se volvía muy hablador cuando bebía. —¿Dónde aprendiste aquella maniobra? Vanessa pareció sentir mucho dolor —comentó con calma. —Cuando se viaja sola y sin destino, es importante saber una o dos cositas, en caso que aparezca algún gracioso. Él sonrió. —Conociste muchos lugares, imagino. —Muchos. Me sentía libre de esa forma, como si nada me atrapara, pero era solo… una manera de colocarme a prueba. Una especie de desafío, creo. Echaba tanto de menos y siempre terminaba regresando a casa después de dos meses. —¿Echabas de menos a tu abuelo o tenías a alguien esperándote? —él no me miraba, pero sentí el interés real en su tono de voz. —De mi abuelo, por supuesto. Nadie nunca me esperó. Nunca quise estar en algún lugar por alguien que no sea mi abuelo Narciso —hasta ahora. —¿Cómo es eso? ¿Ser libre? —bebió un trago de su bebida.
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—Es… como si no existiera cuerpo, solo alma. Permanecer en un lugar durante un tiempo, después continuar sin echar raíces… —entonces me di cuenta que eso no era libertad. Era falta de algo. Algo que buscaba y no había encontrado en ningún lugar del planeta. Algo precioso que encontraba en Max, cada vez que él me sonreía. —Parece bueno —él sonrió. —La verdad, no. Perdí un tiempo precioso que podría haber pasado al lado de mi abuelo Narciso. Sentí una onda de calor pasar sobre mí cuando él tocó mi mano y la apretó suavemente. —¿Aún lo extrañas mucho, no? Asentí. —Era todo lo que yo tenía. Toda mi familia. Claro que un poco de dinero sería bueno, no voy a mentir, no me ha gustado mucho esa condición de… privaciones. Pero es de él que siento falta realmente. Es él a quien quiero de vuelta. Él me miró fijamente, los ojos calientes y suaves. —Creo que tú todavía no has aceptado la muerte de tu abuelo. Parece que aun esperas por él —comentó. Max no podía haber acertado más. Esperaba la próxima visita en mis sueños como una niña espera la llegada de Santa Claus. —Tienes razón. Lo espero. Siempre lo esperaré. No sé bien como vivir sin él. —Pero tendrás que aprender —comentó, con los ojos en los míos—. Uno de estos días.
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No respondí, desvié la mirada y jugué, con la mano libre, con el disco de cartón. —Y yo quería que supieras que, cuando eso suceda, estaré aquí — continuó—. No necesitas sentirte sola, si no quieres. ¿Entiendes lo que quiero decir, Alicia? Lo miré, a las esmeraldas brillantes que casi me cagaban. —Creo que sí —murmuré. —¿Entiendes realmente?
—Max insistió, con tanta intensidad que quedé
tonta. —Ah… Creía que sí, pero ahora estoy en duda. Él puso ambas manos en mi barbilla, como hizo esa tarde en la oficina, pero allí no había nadie para interrumpirnos. Inclinó levemente la cabeza y se acercó lentamente. Sus labios rozaron mi mejilla, después se deslizaron por mi cuello, haciéndome estremecer, hasta alcanzar mi oreja. Yo jadeaba demasiado fuerte, todas las células de mi cuerpo vibraban, los escalofríos eran incesantes. Quería tanto que me besara… —Hice una promesa el día que nos casamos, Alicia —él pasó las manos por mi clavícula. Eran tan grandes, me sentía tan pequeña y protegida por ellas—. Una promesa que no puedo romper, incluso queriéndolo hacer desesperadamente. Giré el rostro levemente, hasta que mi nariz encontró la punta de la suya. Nuestras miradas se encontraron, y había tanto calor en sus ojos que sentí como si estuviera derritiéndome. —Bésame, Max —susurré. —Alicia… —él gimió y entonces me besó. En la boca.
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Con lengua. En cuanto sus labios finalmente me tocaron, agresivos y suaves, una explosión de colores, luces y calor me inundó. Sentí como si realmente flotara, y la única cosa que me mantenía al suelo eran sus brazos a mi alrededor. No estaba esperando aquel tipo de beso. No que fuera a reclamarle, lejos de eso, estaba extasiada con la manera posesiva y urgente como exploraba mi boca, los dedos enroscándose salvajemente en mis cabellos, como si tuviera miedo de que fuera a huir. ¿Cómo podría? Tuve mis sospechas confirmadas; los labios de Max eran realmente suaves, mucho más de lo que recordaba, sin embargo eran voraces, hacían preguntas, exigían respuestas, me presentaban una miríada de nuevas sensaciones. Era como si estuviera siendo tocada por un hombre por primera vez. Era tierno y al mismo tiempo feroz, y no quería que se detuviera. Sus dedos me acariciaban suavemente, y su lengua ágil, suave, húmeda, me llevaba al borde de un precipicio, y la caída parecía ser tan placentera como asustadora. Y todo lo que yo quería en aquel momento era bucear en lo desconocido. —Señores —llamó alguien. El mesero—. Este tipo de comportamiento no es el adecuado. Max me soltó pronto, muy pronto y se separó de mis manos. —Disculpe —dijo él, mientras mi cabeza todavía giraba—. No se volverá a repetir. El hombre bajito nos observó por un momento, pareciendo no creer que yo compartiera la promesa de buen comportamiento, con toda razón, no la compartía realmente, por eso me lanzó una mirada de advertencia antes de alejarse. —Yo no debería haber hecho eso —Max murmuró, pasando su mano por los claros cabellos. —Debías —objeté, aun sin aliento—. Debías, sí.
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—No, Alicia. No debía. No puedo aprovecharme de ti de esa manera. Tú estás frágil y yo… —él sacudió la cabeza atormentado—. Perdona. Eres hermosa y actué sin pensar. —Adoré verte actuando sin pensar. Deberías hacer eso más seguido. Pero él no pareció escucharme. —Tenemos un acuerdo que excluye cualquier tipo de contacto físico. Tú nunca quisiste eso. ¡Soy un cretino! —Creo que no has entendido, Max. Todo cambió… —Nada cambió —me interrumpió—. Creo que es mejor irnos a casa. Parece que beber a tu lado no es una buena idea —llamó al mesero y pidió la cuenta. Ah, no se iba a escapar tan fácil… —Max, creo que no entendiste lo que yo siento. Cerró los ojos y suspiró, acabado. Cuando los abrió, estaban afligidos. —Vamos a fingir que esto nunca sucedió, ¿está bien? —pero él no me miraba a los ojos. ¡Estaba huyendo! ¡Oh, Dios!—. Debería haberme controlado. Estás tan frágil, tantas cosas sucediéndote, viniendo de todos lados… ¡Es imperdonable! Aprovecharme de ti. Me dejé llevar por el momento. No va a volver a suceder. —¡Pero a mí me gustó! Y quiero que tú te aprovech… —Por favor, Alicia —suplicó, perturbado—. No vuelvas las cosas más difíciles. Ya es bastante difícil controlarme sin ti incentivándome. Vamos a dejar las cosas como están. Lo miré sorprendida. No porque se rehusaba a besarme otra vez, bueno, por eso también, sino porque quería besarme y creía que no debía. ¡Él sentía algo por mí! Algo que intentaba controlar. Algo que lo hacía tocarme de aquella manera,
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sostener mi mano y besarme de esa forma escandalosamente caliente y urgente, y después evitar mirarme. Era algo que yo quería conocer más a fondo. Algo que, quien sabe, quizás necesitara de un pequeño empujón para salir. Y estaba más que dispuesta a empujar.
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Capítulo 31 Traducido por Vecina Corregido por Vickyra
Mi cabeza estaba a mil mientras Max conducía de vuelta a casa. Él me deseaba. Está bien, no era amor, sabía la diferencia entre una cosa y la otra. Tal vez no fuese ni siquiera pasión, pero era un indicio de que yo lo afectaba, así como él me dejaba sin aire. Y para mi alegría, Max había dejado bien claro la ecuación: bebida + yo = besos lujuriosos, dándome una pista de cómo actuar. Solo necesitaría encontrar el momento justo. Lo que no significaba que me quedaría esperando, pasiva. ¡Ni loca! Tomaría ventaja del poder recién descubierto de la manera que pudiera, hasta que él estuviera en mi cama de motel de carretera, ya que los dos estaríamos en ella. Encendí la radio. La música siempre me ayudaba a pensar, y hasta aquel momento no se me había ocurrido ninguna estrategia para seducirlo. —Si quieres, tienes algunos CDs en la guantera —comentó Max cuando notó que saltaba de una estación a otra. —¿Alguna cosa buena? Él se alzó de hombros, mirando al frente. —No conozco mucho tu gusto musical, pero te puedo garantizar que no encontrarás nada de rap allí dentro —sonrió un poco. Abrí la guantera y encontré una decena de CDs. La mayoría de blues, lo que de cierta forma era perfecto, ya que es un estilo denso, excitante y extremadamente sensual. Coloqué el disco de The Yardbirds en el aparato y la voz de Eric Clapton llenó el auto. Dejé el volumen bajo para que Max entrase en clima sin que lo note. Él se relajó un poco, los dedos golpeando rítmicamente en el volante. Me reí. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Qué? —preguntó, mirándome. —Nada. Solo encuentro graciosa la forma en cómo tú te muestras al mundo. Tan fuerte e intransigente, pero en verdad eres un dulce. —¿Lo soy? —sus cejas se arquearon. —Sí. De una buena manera. No quise decir que eres una florecita. Tranquilo, camarada —reí. Él también—. Cuidas de tu familia, te gusta la buena música, ayudas a chicas indefensas a recuperar herencias… Eso te hace un hombre dulce. Él rio otra vez. —No sé sobre esa cosa de ser dulce, pero tengo la impresión que acabas de elogiarme —se burló. —Sin embargo no fue un elogio —sonreí—. Sabes, Max, nosotros no somos tan diferentes. Tú usas una fachada fría para mantener a las personas distantes. Y yo uso el sarcasmo para alejar a las personas. —¿Es así? —sonrió divertido—. ¿Es por eso, entonces, que eres tan irritante? —Soy irritante para protegerme cuando me siento amenazada o presionada. ¿Todavía no lo has notado? Me analizó durante un instante. —No. Siempre eres sarcástica conmigo. No imagino como debes ser cuando tu sarcasmo está desconectado —bromeó. Reí. —Un poco menos turbulento, creo. Hubo un momento de silencio, entonces me miró mientras esperaba la luz del semáforo.
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—¿Te sientes amenazada o presionada por mí? —indagó, la voz intensa, los ojos en los míos. —Todo el tiempo —murmuré. Su ceño se frunció. —¿Por qué? Porque estoy enamorada de ti. Porque quiero mostrarte quien soy en realidad y sé que no te gustará. —¿Estás seguro que no que sabes? —susurré, enfrentándolo. Su mirada escudriñó mi rostro, obviamente tratando de entender lo que acababa de sugerir, pero no pareció comprender. No totalmente. Desvié la mirada, frustrada. —Abrió —dije. —¿Qué? —El semáforo. Abrió. —señalé la luz verde arriba de nuestras cabezas. Por el rabillo del ojo, lo vi mirar al frente, confuso, poner la marcha y continuar sin decir una sola palabra. Dejamos el auto en el garaje y subimos por la escalera, porque el ascensor estaba en mantenimiento. Otra vez. Max me observaba cada tanto, pero rápidamente desviaba la mirada. Estábamos en el penúltimo tramo de la escalera cuando escuché un ruido de ruedas pesadas descendiendo los escalones. Apenas tuve tiempo de ver al chico de poco más de doce años, haciendo maniobras con su skate, cuando surgió de la nada y chocamos. No fue una caída horrible, pero me estampé en el suelo como una bolsa de patatas. El chico usaba casco y era tan delgado que no había músculos allí para ser heridos. Además de eso, había amortiguado lo peor de la caída. —¡Alicia! ¿Estás bien? —gritó Max, corriendo a ayudarme. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Creo que sí —dije, un poco confusa. Él sacó el chico de encima de mí, me examinó, después examinó al chico y preguntó: —¿Te has hecho daño? El chico sacudió la cabeza. —Nunca más bajes las escaleras de esa manera —Max dijo con una voz autoritaria que no conocía—. Podrías haberte herido. Podrías haberte dañado la columna y quedado en silla de ruedas, sin poder hacer maniobras por el resto de tu vida. ¿Eso es lo que quieres? El chico sacudió la cabeza nuevamente, asustado. Colocó el skate bajo el brazo y bajó las escaleras corriendo, pálido como un fantasma. Max me ayudó a levantarme, con mucho cuidado. —¿Estás segura que estás bien? ¿Te duele en algún lado? —preguntó, preocupado. Su mano recorría mi cabeza, mis brazos, mi espalda, buscando heridas. Era demasiado bueno a decir verdad. —En realidad… —dije un poco sin aliento, pero eso no tenía nada que ver con el dolor o con la caída—. Mi pie está doliendo un poco. Allí. ¿Pie? ¿Cuál era mi problema? Agachándose, Max pasó los dedos por mi pierna y mis tobillos, hasta alcanzar mi pie. Apartó con cuidado las tiras de mi sandalia y quedé sorprendida al sentir realmente dolor cuando sus dedos me tocaron ahí. Gemí. —Parece que solo es una luxación. El borde del skate dejó una marca en tu piel. Probablemente mañana estará rojo —entonces se enderezó, pasó un brazo en mi cintura y el otro debajo de mis rodillas, levantándome.
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—¿Qué haces? —pregunté cuándo comenzó a subir las escaleras. —Creo que es mejor que no fuerces el pie hoy. Puede empeorar. Vamos a colocar hielo para ayudar a disminuir la incomodidad. ¿Qué malestar? Estaba en sus fuertes brazos y anidada en su pecho. ¿Cómo podría estar incómoda? Pero ante la duda, improvisa. Ese era mi lema. —Ah, espero que ayude. Está doliendo tanto… ¡Ay! —yo apoyé la cabeza en su ancho hombro, sintiendo su perfume embriagante. Él ni estaba cansado cuando me colocó delicadamente sobre el sofá. Retiró mi sandalia con mucho cuidado y levantó mi jean hasta la mitad de la pantorrilla. Agradecí en silencio al inventor de la depiladora eléctrica cuando vi mi pierna completamente lisa siendo examinada por su mirada preocupada. Max fue hasta la cocina, regresó con una bolsa de brócolis congelados envuelta en un paño de cocina y la colocó sobre mi pie. Había una marca en la piel blanca, que tenía un tono morado. Dolió un poco, de modo que no fue del todo falso el gruñido que solté. —Ya mejorará —dijo, cariñoso—. Alguien debería hablar con la madre del chico. Además de peligroso para él, es peligroso para todos los del edificio. —Ni vi de donde salió —dije, toda llorosa. —Ni yo, o te habría empujado antes que él te atropellara. Hablaré con el síndico mañana. —Y estaba segura que hablaría—. ¿Está doliendo mucho? —Ajá —murmuré, abriendo los ojos un poco más, la boca levemente torcida en lo que esperaba que sea una mueca desolada—. Creo que nunca más podré jugar al fútbol. Él tocó mis cabellos despeinados, colocando un mechón atrás de mi oreja. —¿Juegas fútbol? —sus cejas se levantaron.
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—No. Pero ahora mi carrera se acabó. Él rio. —Tranquila, cuidaré de ti. Podrás jugar el fútbol en… algunos días. —Gracias —sonreí. —Buscaré una almohada para ti. —¡No! —pedí, asegurando su brazo duro, fuerte y torneado—. Quédate conmigo, Max. ¿Por favor? —imploré con un gemido. Pareció reaccionar a mi pedido. Un leve brillo en los ojos, una pequeña sonrisa en los labios. —Claro —concordó y se sentó a mi lado en el sofá. Descansé mi cabeza en su hombro. —¿Por qué fuiste tan rudo con el chico? —Él podría haberse lastimado. Y te lastimó a ti —señaló, irritado. —Pero es solo un chico. —Eso no es motivo para jugar con la vida. Ni con la de él ni con la de nadie —dijo, categórico. Asentí, un poco insegura. Parecía haber más, pero no quería presionarlo a contarme cosas que no deseaba. Quería presionarlo a besarme otra vez. Suspiré. —¿Está doliendo? —preguntó, preocupado. —Un poco —mentí. Ya no dolía. Ardía un poco, pero era totalmente soportable.
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Pasó el brazo por mis hombros y besó mi cabeza. Levanté la cabeza, sorprendida. ¡Él estaba tan cerca! Quería decirle tantas cosas, quería que supiera cómo me sentía, pero de algún modo las palabras quedaron presas en mi garganta. Era fácil sentir, era simple decir a Mari y era hasta natural, por increíble que pudiera parecer, explicar al abuelo en mis sueños, lo que sentía por Max. Sin embargo, mirar sus ojos enfrentando los faroles verdes deslumbrantes, me dejaba extrañamente tímida. Dudando, apoyé la mano en su pecho y esperé, recelosa de ahuyentarlo. Como Max permaneció inmóvil, me atreví a inspirar profundamente, sintiendo todo aquel aroma de él invadir mis sentidos. Me observó con el rostro duro, concentrado, pero los ojos tenían fuego, quemaban mientras miraban fijamente mis labios. Me aproximé un poco más, poniendo mi cuerpo a su costado, retorciendo los dedos en su camisa para mantener el equilibrio. Sentí cuando su respiración se tornó más corta, los latidos de su corazón, más rápidos. Sosteniéndole la mirada, me estiré un poco, hasta que mis labios casi tocaban los suyos. Vacilé, temiendo que él me rechazara. Sin embargo no me apartó. Continuó mirando mis labios con intensidad, como si quisiera tomarlos para sí. Entonces me acerqué y besé su boca. Y la explosión de sensaciones y colores fue más fuerte esta vez, casi insoportable. Cerré mi puño en sus cabellos, acercándolo más, deseando fundirlo a mi cuerpo, para que formara parte de mí. Él no pareció sorprendido con mi abordaje nada sutil. En realidad, pareció tan aliviado como yo. Rodeando mi cintura con una de las manos, deslizó la otra por mi espalda, acariciando mi piel, prendiéndose en mis cabellos. El beso se volvió más intenso, más íntimo, y Max, en un movimiento rápido y firme, además de delicado, me giró en sus brazos hasta que quedé debajo de él. Gemí cuando sentí su cuerpo sobre el mío, y hundiéndome en el sofá. Su boca examino la mía con ímpetu, queriendo conocer cada secreto de mí, y estaba más que dispuesta para que él los descubriese. Respondí, abrazándolo con
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brazos y piernas, apretando su cuerpo al mío y estremeciéndome al sentir la rigidez y la fuerza de sus músculos. Max levantó la cabeza y me miró con los ojos inyectados, feroces, oscuros de deseo. Tiré de su camisa hacia arriba por su cabeza pues no quería perder tiempo con los botones. Me ayudó, deshaciéndose de la prenda con agilidad. Tuve una pequeña vista de su pecho antes que volviera a besarme, en una entrega total. ¡Sí, había vellos suaves! El estrecho camino, un poco más oscuros que sus cabellos, descendía por su abdomen plano y perfecto. Deslicé los dedos por allí, todavía más suaves que la cachemira, sintiendo su piel caliente erizarse con el toque. Recorrí cada centímetro de su estómago liso hasta alcanzar la cintura del pantalón. Se estremeció. —Alicia —murmuró con una voz gutural contra mi piel. Me sentí viva, libre, dolorida, hambrienta, cuando sus manos recorrieron el costado de mi cuerpo, mi cadera, y acariciaron mi muslo. Su lengua pasó a saborear la piel de mi cuello, inyectando fuego en mis venas. Continuó descendiendo hasta encontrar el obstáculo de mi blusa. Delicadamente pasó su mano debajo del tejido con dedos imperiosos pero cariñosos, bajándolo y exponiendo mi sostén, y luego alcanzó la carne suave que él ocultaba. Sus labios exploraron y se cerraron alrededor de la piel sensible de un pezón, erecto, lanzándome en un vertiginoso remolino de placer. Al borde del abismo otra vez. Gemí y presionó la cadera contra la mía, dejando un sonido ronco y primitivo escapar del fondo de la garganta. Cerré
los dedos en sus cabellos
salvajemente, arqueándome contra su boca, con lujuriosa desesperación que llegaba a doler en mi interior. En un ritmo frenético, tanto Max como yo nos dedicamos a los botones y cremalleras de nuestros pantalones, un poco confundidos, pues continuábamos a los besos, apretones y rasguños, ávidos como animales… como amantes. Entonces la campanilla sonó. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Max dio un salto, enderezándose. Me observó sorprendido, como si recobrase la cordura, entonces miró a la puerta, después a su cuerpo medio desnudo, el pantalón entreabierto, y de vuelta para mí y mi ropa desordenada, pareciendo no creer en lo que veía. Yo todavía respiraba con dificultad cuando él alcanzó la camisa y fue a abrir la puerta. Me recompuse con desánimo. El distanciamiento que vi en sus ojos al ser interrumpidos me hizo creer que él no regresaría y me diría: ¿Dónde habíamos quedado? Lo conocía lo suficiente para saber que Max se había dejado llevar por impulso y no correría a mis brazos en cuanto quien quiera que sea nos dejase en paz. Era la madre del chico que me atropelló, queriendo saber si yo estaba herida. Max le explicó que no había nada serio además de una pequeña luxación y recomendó que lo alertase sobre el peligro de bajar las escaleras de aquella forma. Ella asintió, diciendo que el chico estaba asustado con lo ocurrido, deseó que me mejore y se marchó. Esperé, inmóvil, hasta que Max regresara. Escuché ruido en la cocina y luego él estaba parado frente a mí, ofreciéndome un vaso de agua mientras bebía del suyo. —Alicia, yo… sinceramente no sé qué me pasó para actuar de esa manera. Yo… —él miraba para todos lados, menos a mí—. Juro que nunca más volverá a suceder. Presioné los labios contra el vaso para no gritar. —Creo que estoy bajo presión en el trabajo, y tú eres tan… Perdona. Creo que es mejor que vayamos a la cama —dijo, después agregó—: Solos, quise decir. Cada uno a su cama y… ¿necesitas ayuda? Sacudí la cabeza negando. —Buenas noches —me observó por un segundo antes de dejar el vaso sobre la mesa y dirigirse a su habitación. —¿Max? —llamé cuando estaba en la puerta. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Reacio, dirigió su mirada hacia mí. —Mientes muy mal —susurré, bebiendo el resto de mi agua. Él abrió la boca, desconcertado, pero desistió, entrando al cuarto rápidamente. Permanecí en el sofá, frustrada, pues me di cuenta que mí tentativa de seducirlo no funcionó y que ahora Max estaría más precavido que nunca y ciertamente a la defensiva. De alguna manera, había conseguido alejarlo aún más de mí.
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Capítulo 32 Traducido por Vecina Corregido por maniarbl
En cuanto llegué a la L&L aquella mañana, noté miradas diferentes. No había más hostilidad en ellas, y hasta vi algunas sonrisas tímidas e inclinaciones de cabeza. Extraño, ya que nadie me hablaba, sonreía o saludaba sin que fuese estrictamente necesario. —¿Max, tengo algo en mi cara? —pregunté mientras seguíamos por el corredor en dirección a nuestro sector. Él examinó mi rostro atentamente. —No. —Hmm… Él no pareció notar la diferencia en el ambiente. En realidad, no notaba mucho en mí desde la noche anterior. Como esperaba, él estaba más distante que nunca. Por la mañana, actuó como todos los días, colaborador y educado, como si nada hubiera sucedido entre nosotros y el sofá. Ni sombra del hombre apasionado que me besara con tanta pasión diez horas antes. Tendría que cavar hondo si quisiera traerlo de regreso. —Hola, Alicia. Estaba pensando si tú… quieres almorzar conmigo —una oriental bajita de mirada distante, que nunca había hablado conmigo antes, me invitó, pareciendo nerviosa. Era una de las secretarias del segundo piso. —Ahh… Yo… ¿Cómo es tu nombre? —pregunté. —Amaya —sonrió, sin gracia—. Disculpa no haberme presentado antes. —Tranquila. Hummm… Está bien. Vamos a almorzar, sí.
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—¡Genial! —ella sonrió y continuó su camino. Miré a Max, que finalmente notó la diferencia. —¿Extraño, no crees? —señalé a la muchacha con la cabeza. —Quizás —dijo, pensativo—. Parece que has conseguido romper el hielo. —¿Pero cómo? No hice nada diferente en los últimos días. —Quien sabe si finalmente vieron quien eres de verdad —levantó los hombros. —Lo dudo mucho. Diversas personas me invitaron a sentarme con ellas durante el almuerzo, para conocernos mejor, para saber más sobre mí, para darme consejos de como pasar ilesa por RH en caso que llegara tarde otra vez. Era como si, de la nada, todos hubieran olvidado el rechazo gratuito que sentían por mí. Desconfié cuando entré en el comedor a almorzar, pero Amaya estaba sonriendo, ansiosa, en una mesa cerca de la ventana. Max se juntó al personal del Comex y me fui a sentar con ella. —Pensé que no ibas a querer hablar conmigo, después de la forma en que te traté —comenzó ella, sin gracia. —¿Has hecho alguna cosa que debo recordar? —comí un poco de pollo frito. —Bueno… no —dijo avergonzada, mirando la bandeja—. Pero exactamente por eso deberías estar enojada. Nadie aquí hizo el mínimo esfuerzo para conocerte. —No lo noté, Amaya —mentí, sonriendo. Estaba intrigada con el súbito cambio y quería saber lo que pretendía. Sin embargo, terminé sin descubrir nada. Amaya dio inicio a una sesión interminable de preguntas, lo que me parecía el empleo, cómo era mi vida antes que el abuelo muriera, cómo era mi relación con él, qué tipo de películas me Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
gustaban, que estaba leyendo, que prefería, Louboutin o Jimmy Choo. Y quedó bastante sorprendida cuando le dije que en realidad me gustaban más los zapatos nacionales, preferentemente tacones. —¡Ah, mi Dios! ¡A mí también! —exclamó, como si hubiese acabado de descubrir el Santo Grial—. ¡Pensé que tú solo usabas marcas internacionales! ¡Caramba! Julia tiene que escuchar esto —y gritó llamándola, una chica bonita y tímida que se escondía atrás de unos grandes lentes. Nuestra mesa de pronto se volvió pequeña para el gran número de mujeres a mí alrededor, atacándome con preguntas. Traté de recordar los nombres, pero varias veces tuve que pedir que los repitieran. Era mucha información. Miré a Max del otro lado del gran salón, a muchas mesas de distancia, observándome con algo diferente en los ojos y una sonrisa en los labios. Le lancé una mirada interrogativa, pero solo continuó sonriendo. En cuanto me libré de mis más nuevas amigas de infancia y regresé al quinto piso, lo encontré apoyado en mi escritorio. —¿Tienes idea de lo orgulloso que estoy de ti? —dijo sonriendo, los brazos cruzados sobre el pecho. —¿Lo estás? —¡Mucho! —la sonrisa se amplió, iluminando toda la sala—. No se habla de otra cosa en la empresa. Parece que Hector exigió que la dirección revisara los pisos salariales y que, a partir del cierre de este mes, todos los empleados tengan participación en las ganancias. Están todos en estado de gracia. ¿Y sabes quién es la responsable de eso? —¿En serio? ¿Hector hizo eso? —pregunté, atónita. ¿La dirección había escuchado mis reclamos? ¿Hector me dio crédito? ¿Él, que había convencido a mi abuelo que yo no era capaz de ni de cuidarme a mí misma, aceptó una sugerencia mía?
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—Sí, él lo hizo. Los directores no tuvieron la menor oportunidad ante los argumentos presentados por Hector. Argumentos de una cierta empleada que tuvo el atrevimiento de decir en la cara del presidente que creía que su salario era una miseria. Entonces comprendí el cambio. —Fue por eso que de pronto todo el mundo estaba simpático conmigo. Porque recibirán aumento —constaté, desanimada. —No, Alicia. No fue eso —se apresuró, descruzando los brazos y enderezándose—. Tú intercediste por ellos, defendiste a los empleados, fuiste la voz de todos en la dirección y conseguiste ser escuchada. No te acobardaste. Los empleados creían que eras solo una niña mimada, y quedaron todos sorprendidos con la mujer determinada que descubrieron en ti —él terminó con una sonrisa enorme, el orgullo brillando intensamente en sus ojos. —Max, yo no hice eso por ellos. Lo hice por mí —murmuré, apenada. —No fue eso lo que Inês contó por ahí. Ella dijo que tú hablaste calurosamente en pro de los menos favorecidos —él explicó. —Solo porque ahora soy una de las menos favorecidas —señalé. —Mucho mejor —él se dio de hombros—. Perdona por lo que voy a decir, Alicia, pero tu abuelo tenía razón cuando te obligó a trabajar aquí. Él conocía tu potencial de liderazgo. Cuando estés sentada en la silla de la presidencia, sabrás como los empleados se sienten, como se esfuerzan. Ellos no serán solo un puñado de números para ti, serán personas. —¿P-presidencia? —balbuceé. ¿Yo en la presidencia? ¿Max estaba loco? Probablemente explotaría la empresa antes de fin de año—. Espera, Max, ¡yo no quiero presidir nada! Él sacudió la cabeza.
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—Era el cargo de tu abuelo. Pensé que tú querrías asumirlo —explicó, confundido. —No. No realmente. Nada de presidencia. Sonrió un poco, tocando mi rostro con la punta de los dedos. —Tendrás tiempo para acostumbrarte con la idea. No necesitas tener miedo. Estoy aquí para ayudarte
—y su pulgar acarició mi mejilla—. Conozco tu
capacidad. Seré el primero en sugerir tu candidatura. Con Max tocándome de aquella manera cariñosa, mirándome de aquel modo íntimo y ardiente, como la noche anterior, podría haberme dicho que enormes verrugas verdes crecían en la punta de mi nariz y la respuesta sería la misma. —¡Sería genial! Él rió antes de soltarme y dirigirse a su escritorio. Llamé a Mari para contarle las novedades sobre el aumento salarial, mi súbita popularidad y lo más importante, los besos de Max y su terquedad en fingir que no me deseaba. —Necesitas ayuda —dijo ella, emocionada—. Atacar con armas pesadas. —¿Tipo qué? —Cualquier cosa minúscula con encaje negro. Suspiré. —Pensé en comenzar de forma más sutil. Si Max percibe lo que estoy tramando, huirá, estoy segura. Pensé en una película en casa. —Puede ser que funcione. Max es todo correcto —dijo ella—. Pero nada de palomitas de maíz, Lili. Esas cosas quedan entre los dientes y no es nada atractivo.
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—Cierto. —Trata de suspirar. Los hombres adoran cuando las mujeres suspiran a su lado. Y, por favor, nada de pantuflas de dinosaurio. Son lindas, Lili, pero nada sexys. —Ni siquiera pensé en esa hipótesis… —mentí. —¡Buena suerte, amiga! Haré fuerza para que todo salga bien. Y yo para que Max facilite mi vida.
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Capítulo 33 Traducido por Vecina Corregido por Mani
Gracias al cielo Max estaba dispuesto a ver una película conmigo. No fue que le hubiera dado la oportunidad de negarse, claro. Me esmeré en lo visual, tratando de dar la impresión de que siempre usaba ese vestido mínimo y tacones. Como si él no viviera conmigo el último mes… Por supuesto que Max notó que había algo extraño. —¿Saldrás más tarde? —preguntó mientras colocaba el DVD en el aparato. —No, ¿por qué? —Estás toda arreglada. ¿Qué sucedió con tus pantuflas? —quiso saber, acomodándose en el sofá. —Ah, yo… las perdí en medio de todo el desorden. Creo que necesito ordenar mi habitación —traté de sonreír. —Pareces tensa —comentó, analizando la forma rígida como me senté. —¿Quién, yo? ¡Por favor! —y crucé las piernas, dándole una buena vista de mis muslos. Con satisfacción, vi sus ojos demorarse un segundo o dos en ellos antes de volverse a la TV. Rechacé las palomitas y acepté solo la gaseosa, lo que terminó siendo un problema, ya que necesité pedirle que detuviera la película tres veces para ir al baño. Max permaneció todo el tiempo sentado en la punta, apoyado en el brazo del sofá, atento a la película. Yo casi ni vi lo que sucedía en ella. Cada vez que iba al baño, aprovechaba para sentarme un poco más cerca, hasta que estuve a dos palmos de él. No pareció notarlo.
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Suspiré frustrada. Entonces me miró. —¿No te está gustando? —preguntó con una leve sonrisa en los labios, ofreciéndome palomitas. —La adoro —sonreí de vuelta, cogiendo un puñado y llevándolo a la boca. Me miró, dudando, pero lo dejó pasar. Me fui aproximando de a poco, hasta casi tocarnos. Crucé los brazos sobre el pecho. —¿Tienes frío? —Max indagó. —Mis manos están un poco frías. —Ven aquí —tomó mis manos y las anidó entre las suyas, haciendo que me sintiera aún menor—. Ya se calentarán. —Ah, seguro. Apenas podía respirar bien. Max era una incógnita para mí. Algunas veces, como en aquel momento, me tocaba sin que yo necesitara recurrir a pretextos. Otras veces, me daba más trabajo que cabello alisado con planchita en día de lluvia. Poco a poco, siempre observando su rostro, esperando encontrar algún indicio de reprobación, fui acercándome, pero en su cara no había nada más que concentración en la película. Terminé apoyándome en su brazo, cautelosamente. Como él no se alejó, apoyé la cabeza en su hombro. Max entrelazó sus dedos a los míos, jugando con la punta de ellos sin darse cuenta. Suspiré, contenta. —¿Qué fue? —preguntó él. —Nada. Solo estoy feliz. —¿Por qué? —preguntó curioso. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Nada en especial —levanté mis hombros —solo… feliz por nada. Sonrió. —Por increíble que parezca, yo también lo estoy —y me sorprendió nuevamente pasando un brazo en mis hombros y acercándome más a él—. ¿Quién diría que eso sería posible? ¿Estar feliz al lado de esta chica irritante? —¿Quién diría que Maximus pudiera tener sentido del humor? —lo burlé. —Sabes Alicia, este acuerdo no fue del todo malo. No conseguí mi promoción, y algunas veces pareciera que todo el mundo desconfía que nuestra relación sea una farsa, pero me gusta demasiado esto. Esta amistad. Luché para reprimir un gemido. No quería su amistad. Quería más. Mucho, mucho más. —Estoy feliz de haberte elegido —le dije. Estábamos tan cerca, tan unidos físicamente, que podría haberlo besado sin necesidad de moverme. Pero no lo besé. No cometería el mismo error dos veces. No forzaría la situación otra vez. Quería a Max en mis brazos, en mi cama, pero no solo por una noche. Esperaría hasta que él tomara la iniciativa. No quedamos allí, abrazados, él viendo la película, yo mirando a la nada, solo disfrutando la proximidad de su cuerpo caliente. Era tan bueno, tan natural estar rodeada por sus brazos que deseé que aquel momento no terminase nunca. Pero fatalmente la película llegó al final. —Me encantó el programa —dijo él, apagando la TV y separándose de mis brazos con destreza. Huyendo de nuevo—. Debemos repetirlo. —Me gustará. —Creo que es mejor ir a dormir. Está siendo tarde.
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—Tienes razón —reprimí un bostezo. ¿Cuándo fue que esto sucedió? ¿Cuándo fue que comencé a tener sueño antes de salir el sol? Ah, claro. ¡Cuando comencé a despertarme con las gallinas! —Quiero adelantar trabajo mañana. Si puedo, pasaré por una concesionaria para escoger una moto. Su rostro se oscureció tan repentinamente que me hizo retroceder un poco. —Nada de moto, Alicia. No lo permitiré. Olvídate de eso. —No te he pedido permiso —señalé. Él sacudió la cabeza. —Esto no está en discusión. No subirás a una de esas cosas y tema terminado. —Pareces mi abuelo hablando de esa forma. Y, si él estuviera aquí ahora, te diría que esa es la peor manera de lidiar conmigo —me levanté, cruzando los brazos sobre el pecho—. No me gusta que me digan lo que tengo que hacer. Él pasó la mano por su cabello sedoso y bufó. —¡Mi Dios! No puedo creer estar teniendo esta discusión de nuevo. —¡Ah, no! Nunca discutimos sobre esto —rebatí. —No tú y yo —él dijo furioso, pasando la mano por su cara, pareciendo… bueno, asustado—. ¿Tú no entiendes, no? No te estoy diciendo lo que debes hacer —y comenzó a caminar de un lado a otro. —Estoy explicando que, mientras yo esté cerca, no te aproximarás a una moto. No dejaré que ella termine con tu vida como hizo… —él no continuó. No lo necesitaba. Tragué en seco al comprender cuanto lo atormentaba esa situación. El flujo de rabia en mí desapareció.
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—Como lo hizo con Marcus —completé—. ¿Fue eso lo que sucedió, no? El accidente de él… fue de moto —afirmé. Él asintió, la mandíbula apretada. —Marcus cumplió dieciocho años y era loco por las motos desde que yo recuerdo. Me insistió durante meses porque mi padre se negó a comprarle una. Discutimos tantas veces que perdí la cuenta. Entonces pensé: ¿qué mal haría en darle al muchacho lo que tanto quería? —sus ojos estaban sombríos, como nunca los había visto—. Le compré la maldita moto. Marcus adoraba aquello, vivía para abajo y para arriba en aquella cosa. Estaba feliz como nunca lo había visto. Solo que una tarde de domingo, mientras se dirigía a casa de una chica, el neumático trasero explotó, la moto derrapó y Marcus cayó, golpeando la cabeza en la calzada con tanta fuerza que partió el casco. Pero la violencia de la caída dañó dos vértebras, quebró varios huesos, arrancó parte de su piel. Marcus pasó tres meses en el hospital, enfrentando cirugía tras cirugía, colocando clavos en todo el cuerpo, y hoy vive con la esperanza remota de algún día volver a caminar —él se detuvo frente a la ventana, de espaldas a mí. Su voz estaba fría, pero de algún modo, desgarrada—. ¿Será que ahora lo entiendes, Alicia? No puedo dejar que corras el mismo riesgo. Di dos pasos, acercándome a él, y, sin el menor pudor, me abracé a su espalda. —Lo siento mucho, Max. No lo sabía. —Claro que no. No acostumbro andar por ahí diciendo que terminé con la vida de mi hermano —comentó, inmóvil. Ni se tomó el trabajo de intentar esconder el remordimiento. —¡Pero tú no tuviste la culpa! —me apresuré—. Nadie la tuvo. ¡Fue una fatalidad! Mucha gente anda en moto todo el santo día y nunca se hirió. No puedes responsabilizarte, y eso no sucederá conmigo. Él se giró de frente a mí, tomando mis brazos y apretando mis muñecas contra el pecho. Sus ojos estaban furiosos, locos, aterrados. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Prométeme que no comprarás la moto. ¡Promételo! —pidió, en un tono desesperado. —Lo prometo —susurré. Cerró los ojos y suspiró. Apoyó la frente contra la mía, las manos aun sosteniendo mis muñecas contra el pecho. —No puedo ni pensar en verte herida, Alicia —murmuró torturado, la voz llena de emoción—. No lo puedo permitir. —No compraré la moto. No necesitas preocuparte —aseguré bajito, fascinada de su preocupación por mí. Abrió los ojos y había dolor en ellos, culpa, arrepentimiento. Podía imaginar cómo se martirizaba, durante los meses posteriores al accidente, por lo que había sucedido. Max era ese tipo de persona, que asumía la responsabilidad. —Tal vez compre un monopatín —traté de poner humor en mi voz, loca para que aquella agonía se alejara de sus ojos—. Un monopatín es barato y no puedes andar a más de diez kilómetros por hora. Sirvió, sonrió un poco. —¿Es tan malo que yo te lleve? —su aliento caliente invadió mi cara, dejándome un poco mareada. —No. Es malo cuando tú no vas al mismo lugar que yo y estoy obligada a enfrentar el autobús. Deslumbrada, vi sus labios estirarse y curvarse en una sonrisa sobre los dientes perfectos, los ojos brillando como caleidoscopios, haciendo acelerar mi pulso. —Entonces no vayas lejos de mí, Alicia.
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Capítulo 34 Traducido por bellen1930 Corregido por flor25
La noche no salió como había esperado. Max no me besó, ni nada de eso, pero no fue un fracaso total. Aquellos momentos fueron preciosos, demasiado íntimos para ser simplemente amigos. Era como si finalmente, hubiera conseguido perforar su armadura y, a través de esa pequeña grieta, algo mágico nos conectara. Sentí el impulso de contarle todo. Todo. Mis sueños, mis temores, mis problemas, lo que Clóvis había dicho sobre su carrera, mis sospechas con respecto a Hector, mis neuras sobre mis pechos pequeños, las conversaciones en sueños con mi abuelo... Sentía que ser honesta era la mejor manera de llegar a su corazón. Pero ¿y si él no entiende? ¿Y si me odiara porque, indirectamente, perjudiqué su promoción y arriesgué su carrera? A toda prisa, me levanté de la cama, y decidí arriesgar lo poco que había conseguido e intentar algo más profundo, más sólido y tal vez más extraordinario. No podía soportar vivir así, como si estuviese caminando por el filo de una navaja. Encontré a Max sentado en la mesa de la cocina con una pila de sobres en la mano. —Buenos días, Bella Durmiente. ¿Has dormido bien? —me preguntó con una gran sonrisa. Casi desistí. Casi. —Buenos días. Tengo que hablar contigo. —Tenemos tiempo. ¿Por qué no te sientas a desayunar conmigo? —Él movió la silla para que me sentara a su lado. Me senté rebotando en el banco alto. Mí coraje comenzaba a tambalearse. Max me dio una taza de café humeante y pan integral. Su dedo se deslizó sobre la Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
mermelada de frambuesa. Él llevó su dedo a la boca y lo lamió, dejándome, durante aproximadamente diez segundos, en éxtasis. ¡Mi Dios, mi marido era sexy! Respiré hondo e intenté comenzar. —Max, quería hablar contigo acerca de un tema muy molesto. —Está bien... ¡Eh, mira! —exclamó, mostrándome un gran sobre del Conglomerado Lima—. ¡Hector me invitó a la fiesta anual del Conglomerado! Esto nunca había sucedido antes. ¿Significará algo? —Puede ser. Hector te conoce a ti y a tú trabajo. —O tal vez quiera evaluar más de cerca nuestra relación—. Pero volviendo al asun... —Aquí dice que mí esposa debe estar presente —él sonrió, seductor. ¡Como si necesitara esforzarse para seducirme!— ¿Me harás el honor? Es el sábado. —Uh... Está bien. —Todos los directores del Conglomerado Lima estarán presentes. Es un poco intimidante, pero también es una tradición. —Lo sé, ya estuve en muchas fiestas como esa. De hecho, creo que en todas. —El abuelo siempre me arrastraba con él desde la infancia. Pensaba que no había nada de malo en tener a una mocosa corriendo de un lado a otro, manchando con merengue los costosos vestidos de las mujeres. —Ah, claro —de repente su buen humor desapareció y su rostro se endureció—. A veces me olvido de que eres la heredera de todo. —Sólo iba a esas fiestas porque el abuelo era el dueño de todo, no yo. Realmente nunca fui invitada. Ni siquiera este año. Su expresión se suavizó un poco. —Bueno, te estoy invitando. Por supuesto, siempre que no te avergüences de aparecer ante todo el mundo en compañía de un plebeyo —apuntó.
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Me tomó un segundo más de lo necesario entenderlo. Max nos estaba separando por la clase social. Así que mi voz fue muy chillona cuando gruñí: —¿Eh? —Tú eres la élite. Los periódicos te llamaban la princesa del Conglomerado hasta hace poco —él desvió la mirada hacia su café. —Sí, a ellos también les gustaba utilizar el término chica problemática y recientemente fui degradada a Cenicienta. ¡Yo no soy de la élite ni nada parecido! Nunca lo fui —dije nerviosamente. —¡Lo recuperarás todo pronto, todo lo que era de tú abuelo, y ocuparás su lugar! —dijo Max con una voz distante. —¿Y eso es malo? —inquirí. —No. Por supuesto que no —suspiró pesadamente—. Te mereces todo lo mejor que la vida te pueda ofrecer, Alicia. —No puedo evitar haber nacido rica, Max —murmuré. —Lo sé. ¿De qué me querías hablar antes? —Cambió de tema, visiblemente molesto—. ¿Qué querías decirme? —Uh... eh... yo... —¡Habla! ¡Dilo de una vez! Acaba con esto de una vez por todas—. Yo... ¿Crees que podremos ir al teatro un día de estos? ¡Oh, Dios! Por favor, no dejes que me pregunte nada más. Por favor, recé. No podía haber nada más entre nosotros. No con esa estupidez de la diferencia de clase social. Además, ahora, yo era tan pobre como él. De hecho, mucho más. Y Max no era pobre de verdad, simplemente no era rico, por así decirlo. Y contarle que yo contribuí a no mejorar su condición social, no iba a ayudar en absoluto ¿verdad? —Creo que sería genial. Escoge tú una obra. Te confieso que no tengo ni idea de lo que está en cartelera.
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Asentí mordiéndome el labio, detestando engañarlo, lo que no era nuevo para mí. Mentir, ya formaba parte de lo que era, pero algo había cambiado con Max. —Yo... —señalé con el pulgar hacia mi habitación. —Espero. —Él sonrió, pero era una sonrisa triste. Tenía que apresurar las cosas, tenía que conseguir seducir a Max, y hasta me imaginaba cómo, aunque me ruborizaba con sólo pensar en ello. Quedé con Mari después del trabajo para que me ayudara con mí plan de seducción. Al salir de la oficina, Max me dejó en el café. Dijo que tenía asuntos que atender, pero me pidió que lo llamara si necesitaba que me llevara. —Él siente algo por ti —dedujo Mari después de narrarle los últimos acontecimientos—. Está claro que algo siente. Enfrentemos los hechos, Lili. Max es muy íntegro. No va a faltar a su palabra. Ustedes acordaron no tener contacto físico, y apuesto que hará todo lo posible para evitarlo. Y, por supuesto, se siente abrumado ante la fortuna que te espera. Cosas de hombres. Super normal. —No creo que sea normal. Necesito apresurarme, hacerle saber lo que siento por él, pero sin ser demasiado directa. No quiero asustar a Max... mucho. Decidí probar tú táctica. —Ya tardabas —dijo, tomando un gran sorbo de su capuchino. —Voy a necesitar un préstamo de tu tarjeta de crédito. Estoy en números rojos Mari. Lo siento. —No hay problema —sonrió ella, animada—. ¿Qué será, tiendas o sexshop? ¡Oh, Dios! —No me puedo creer que vaya a hacer esto —murmuré avergonzada, sacudiendo la cabeza.
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—Lo que yo no puedo creer es que tardaras tanto en tomar esta decisión. Yo en tú lugar, ya me habría convertido en una mujer fatal hace mucho tiempo. —Necesito que dé resultado Mari. Han sucedido algunas cosas esta semana... —le hablé de Vanessa y de que Hector había sido informado sobre mí matrimonio de mentira. Y me acordé de que Mari había tenido un papel importante en ello—. No me puedo creer que le contaras a Breno que mi matrimonio era una fachada. ¡Caramba, Mari! Me lo complicaste todo!. —Oh Lili, perdóname. Se me escapó. No quise decir nada, pero cuando me di cuenta, ya lo había dicho. —Sí, lo podía imaginar. Mari vivía haciendo este tipo de cosas, hablar sin pensar hasta que era demasiado tarde y después lo liaba todo cuando intentaba solucionarlo. Nunca lo solucionaba—. Le pedí a Breno que no contara nada a nadie, te lo juro, pero... —Obviamente no te escuchó. —Perdóname —su rostro adoptó una expresión de culpa tan dolorosa que me rompió el corazón. Suspiré. —Está bien, Mari. No importa. Pero, por el amor de Dios, habla con él de nuevo y explícale que nadie más puede saber esta historia. —Lo haré. Lo siento mucho. Lili. No debería haberle dicho nada. Pensé que era seguro —murmuró, bajando los ojos—. Estoy segura de que Breno no lo hizo por mal. Nunca te haría daño a propósito. Y yo tampoco. —Lo sé —suspiré, desanimada por no ser capaz de estrangular al novio de mí mejor amiga, como me gustaría—. Tengo miedo. Vanessa no tiene poder para hacer nada, pero Hector... es muy inteligente. Incluso invitó a Max y a mí a la cena anual del Conglomerado. Creo que está planeando algo. Necesito un plan B. Yo he estado pensando en tú idea de desafiar a mí abuelo. ¿Crees que tú abogado podrá incluso ayudarme a anular ese testamento? —Lo creo. Boris es una fiera para estas cosas.
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—Entonces, consígueme una cita, pero no le digas nada a Max. Por lo menos hasta que le explique todo lo que está sucediendo. Si quieres, ve con Breno. —Como si no supiera que lo haría de todos modos—. Pero adviértele que si abre la boca de nuevo, le arrancaré los ojos. —Si él quiere ir. —Se encogió de hombros. —¿Pelearon de nuevo? —No. Pero ayer finalmente me llevó a conocer a su hermana —me confió, haciendo una mueca. —Y por tú cara fue un encuentro tenso. —Como mínimo —suspiró—. Bruna, mira que original. Bruna y Breno — ella reviró los ojos—. Bruna trata a su hermano como a un bebé, y definitivamente no le caí bien. Dijo que le estaba robando la inocencia a su hermano pequeño. Me reí en voz alta. —Pues sí —continuó—. Entonces ella estuvo analizando todos mis movimientos, y cada vez que Breno me tocaba sentía que estaba a punto de saltar sobre mí y a estrangularme en el suelo del comedor. —¡Dios mío! Y Breno, ¿qué dijo? —Trató de convencerme de que su hermana es muy posesiva con todo, que le tengo que dar tiempo y que terminará aceptándome. Pero yo no necesito que ella me acepte. No necesito que nadie que me acepte. Sólo espero que él también sienta de esa manera y que no necesite la aprobación de nadie —echó su largo pelo negro hacia atrás, resoplando ligeramente, y cambió de tema—. Pero cuéntame. ¿Cómo es que eres la nueva estrella de la compañía? Puse los ojos en blanco y le conté los detalles de mi adquirida nueva popularidad. La tensión que flotaba en el aire se desvaneció.
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Breno la llamó unos minutos más tarde, y aunque ella trató de ser la reina de hielo, fracasó vergonzosamente y se derritió al teléfono. Suprimí una mueca cuando se convirtió en todo dulzura. Básicamente, creo que estaba un poco celosa. Ojalá me pudiera derretir así con Max. Y por supuesto, quería que él me correspondiese. Al final, opté por ir de compras, lo del sex-shop era demasiado para mí, y fue Mari la que decidió lo que usaría esa noche, ya que yo no podía dejar de pensar que aquello era desesperante. Ya era tarde cuando me dejó en casa, pero prometió llamarme si lograba hablar con Boris. La casa estaba en silencio cuando entré. Max ya estaba en su cuarto con la puerta cerrada. Tomé una larga ducha, teniendo cuidado de hidratar cada centímetro de mí piel. Un poco avergonzada, me puse el corto camisón negro con aplicaciones de encaje francés en los lugares estratégicos y me sentí como una idiota, por no saber si a mi marido le gustaba ese tipo de lencería. Alisé mi pelo con las manos y fui a la puerta, pero vacilé. Me miré en el espejo de nuevo, pensé en quitarme el camisón y reemplazarlo por mi cómodo pijama, pero Max me había visto con él muchas veces y nunca se había sentido tentado de nada. O al menos nunca lo demostró. Sintiéndome una mujer despreciada, desesperada y llena de artificios para tratar de seducir a mi marido, lo cual era totalmente cierto, me armé de valor para llamar a la puerta de su dormitorio. En menos de dos segundos Max abrió. Sin camisa. Mis ojos se sintieron atraídos por su pecho, el abdomen plano como una tableta de chocolate, la pelusa allí existente. Por un momento glorioso, me olvidé de mi misión imaginándome escenas lascivas con ese hombre alto y fuerte, como un guerrero. En cómo sería colgarme de su cuello mientras él me tomaba en sus brazos y me tiraba en la cama salvajemente... —¿Qué pasa? —preguntó.
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Parpadeé, tratando de recordar cómo respirar. —Er... —¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? —preocupado, sus ojos buscaron los míos. —Yo... —¿Qué estaba haciendo allí? Oh sí— ¡Cucaracha! ¡Hay una cucaracha en mí habitación. Enorme. ¡De este tamaño! —Abrí los brazos para ilustrarlo mejor. Max frunció el ceño, relajado y con ojos divertidos. —¿Está segura de que no era un armadillo? Nunca oí hablar de que las cucarachas puedan alcanzar esas proporciones —se rió. —¡Oh, era enorme! Más grande que un ratón. Tal vez era una rata. No la vi muy bien. No volveré a la habitación mientras esté allí —exigí. —¡Salvaré a la frágil doncella! —bromeó, alcanzando la camiseta gris andrajosa y pasándola por encima de su cabeza, acabando con mí hermosa vista panorámica. Rápidamente entro en mí cuarto—. ¿Dónde viste la cucaracha? —En el suelo. —¡Oh. Brillante!— Cerca de la cama. O tal vez cerca de la cómoda. No lo sé muy bien. —Era difícil precisar dónde podría estar mí cucaracha imaginaria. Se agachó, examinando los rincones de la habitación. Me di cuenta de que todavía no me había mirado el cuerpo, alisé mí camisón, me moví el pelo para que me cayera sobre los hombros seductoramente y me apoyé en la puerta, tratando de lucir sexy e irresistible. No estaba orgullosa de lo que estaba haciendo, usar ese artificio no estaba en mi naturaleza, pero Max exigía paciencia. Además, si funcionaba... —No hay nada más que ropa sucia —tiró una falda en mí dirección y terminó golpeándome en la cabeza. Me deshice de la prenda, tirándola a cualquier esquina y me pasé los dedos por el pelo rápidamente para peinarlos.
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—¿Está seguro? Yo la vi Max. ¡Era gigantesca! —él buscó un poco más antes de darse por vencido. —Se debe haber escondido en algún lugar. Mañana compraré insecticida, ¿de acuerdo? —dijo viniendo en mí dirección. Levanté la cabeza para encararlo. —Pero, ¿cómo voy a dormir con ese monstruo aquí? —murmuré desolada. Estudió mi rostro por un momento y suspiró exasperado. —De acuerdo, ya lo entendí. —Tomó mí almohada. Tuve que contenerme de hacer el bailecito de la victoria, mientras que Max me empujaba a su habitación. Finalmente estaba donde quería. —Puedes dormir aquí —dijo. —Gracias. Ni siquiera te darás cuenta de que estoy aquí —Sonreí amorosa, deseando todo lo contrario: que él notara, y mucho, mí cuerpo junto al suyo. Los beneficios del camisón empezaban a surtir efecto, y la tanga me estaba poniendo de los nervios. Max puso la almohada sobre la cama y tomó la suya. —Buenas noches. —Comenzó a retirarse. —¿A dónde vas? —pregunté, más alto de lo que pretendía. —Voy a dormir en tú habitación. Por si la cucaracha aparece otra vez. —¡Yo... no! —pero él ya había cerrado la puerta, dejándome allí con ese estúpido camisón (que ni siquiera había notado) y el corazón oprimido. Caí en la cama y puse la almohada sobre la cabeza para ahogar un grito. ¿Por qué todo era tan difícil con Max? ¿Cuál era su problema? Irritada, me senté sobre la sábana, golpeando la almohada para ahuecarla. Cerré los ojos. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Creo que tus planes no van a dar resultado. —¿Lo crees? —dije sonriendo, abriendo los ojos y tirando de la sábana hasta la barbilla, tratando de ocultar mi camisón nada recatado. Si se trataba de un sueño, ¿no podía estar usando algo menos escandaloso?—. No me había dado cuenta, abuelo. Él se rió entre dientes. —Tú problema, Alicia, es querer resolver
cosas importantes usando la
mentira como arma. Nunca va a funcionar. —No estoy de acuerdo. Decir la verdad siempre me ha creado problemas. Lo sabes. Él negó y su rostro se tornó más serio. —No. Tomar la decisión equivocada te crea problemas, cariño. Y estás cometiendo el mismo error ahora, con Max. —¿Qué sugieres que haga? Voy a su habitación, quiero decir, a mí habitación, y le digo: “Max, estoy completamente enamorada de ti.” Él se reirá. Me siento segura con él, abuelo, me siento protegida... y... no quiero echarlo a perder. Deja que me encargue de mi vida amorosa, ¿de acuerdo? Háblame de la otra vida. ¿Es interesante? ¿Qué haces cuando no estás en mis sueños? El Abuelo frunció el ceño. —Tratando de mantenerte alejada de los problemas, eso es lo que he estado haciendo —gruñó. —Ah. ¿Has tenido suerte...? —No. —Ya me lo había imaginado —suspiré—. ¿Sabías que Max me hizo chantaje emocional para que no comprara la moto?
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—Sí, y gracias a él, te libraste de un sermón —sonrió—. La estrategia sin táctica es el más lento camino hacia la victoria. Las tácticas sin estrategia son el ruido antes de la derrota. Puse los ojos en blanco. —¿Por qué hablas conmigo con refranes? Además, podrías haber elegido uno más sabio e interesante para citar. “Homero Simpson”, por ejemplo. ¡Sun Tzu4 es muy molesto! Su risa llenó la habitación. —“Homero Simpson” es ahora un sabio —sacudió la cabeza con fingida indignación. —Te encantaba Homero —le recordé. —Eso no quiere decir que sea sabio. No debería ser un ejemplo para nadie. —¡D'oh! —imité y el abuelo se rió de nuevo. No pude evitar reír con él, su risa siempre era contagiosa. —De acuerdo. Él es un tonto a veces, yo dije que a veces, tiene momentos interesantes —sonrió. —Nunca se me ocurrió que podrías encontrar a “Homero Simpson” realmente interesante —me burlé. —Eh… yo era un hombre de muchas facetas. Tú no las conocías todas. —¿Ah no? —pregunté intrigada. Él negó.
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Sun Tzu (chino simplificado: 孙子, chino tradicional: 孫子, pinyin: Sūnzǐ) fue un general, estratega militar y filósofo de la antigua China. El nombre por el que lo conocemos es en realidad un título honorífico que significa «Maestro Sun». Su nombre de nacimiento era Sun Wu y fuera de su familia era conocido por su nombre de cortesía, Changqing. Tradicionalmente se le considera como el autor de El arte de la guerra, un influyente tratado sobre estrategia militar. Sun Tzu ha tenido un impacto significativo en la historia y culturas china y asiática, tanto por escribir El arte de la guerra como por ser una figura histórica legendaria.
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—Tú conociste mi lado paternal. Mi lado más perspicaz siempre se mantuvo lejos de ti. Bueno, ya que él lo mencionaba... —¿Por qué hiciste aquel testamento, abuelo? —observé atentamente su rostro desgastado por el tiempo. Se puso serio, con la mirada perdida de una forma que me decía muchas cosas, y al mismo tiempo, no me decía nada. —Cierra los ojos. Necesitas descansar. Tú abuelo te contará un cuento para que tengas buenos sueños. —¡Pero ya estoy soñando! —señalé—. O... ¿no? —Él frunció el ceño. —Cierra los ojos, Alicia. No me quites este placer... —suspiré frustrada. —¿Por lo menos tendrá un final feliz? —Me acomodé más en la almohada blanda. —Lo descubriremos —respondió con evasivas, como lo había hecho durante toda su vida cada vez que trataba de anticipar el final de sus historias—. Había una vez una niña que vivía en un reino lejano y adoraba apostar a los caballos... Con mi desilusión con respecto a Max temporalmente olvidada, y las sábanas impregnadas con su olor envolviéndome, me fui durmiéndome con el sonido de esa voz que yo idolatraba. En menos tiempo del que pensaba, yo estaba lejos, feliz, casi flotando, vagando en la inconsciencia.
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Capítulo 35 Traducido por bellen1930 Corregido por flor25
A la mañana siguiente, Max dijo que mi insecto imaginario no había dado señales de vida, y, por supuesto, puse cara de póquer y me callé. El día continuó con normalidad, la gente ahora hablaba conmigo, y el enfrentamiento entre Vanessa y yo no llegó a oídos de la junta directiva o de recursos humanos. Estaba empezando a apreciar esa rutina. Casi me gustaba... eh… trabajar. Casi. Todo iba bien hasta que, en el medio de la tarde, recibí una llamada de Clóvis. —¿Tienes tiempo para charlar conmigo esta tarde? —No —respondí secamente. —Alicia, sé que te quedaste dolida cuando escogí a Jeferson en lugar de Max, pero tienes que entender mis motivos. Hablemos, todavía podemos entendernos. —Estoy ocupada. Tal vez otro día... —o en otra vida. —Deja de ser testaruda. Tú y yo sabemos que, de todos modos vendrás. Mandaré a
un conductor para que te recoja. ¿Qué te parece? —me dijo
melosamente. —Bueno… —¿Qué tengo que perder? Y si escuchara al abuelo y toda esa mierda de Sun Tzu, lo ideal sería mantener al enemigo (en realidad, Clóvis no era mi enemigo, pero definitivamente tampoco era mi amigo, no después de lo que hizo), cerca ¿no? El auto de Clóvis llegó media hora más tarde. Le avisé a Max de que tendría que salir temprano, pero no le di más detalles, además, ni yo misma los conocía. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Me quedé anonadada cuando el conductor enfiló el auto hacia la puerta de la mansión y no a la oficina de Clóvis. Una mezcla de nostalgia y tristeza me invadió. Todo estaba exactamente igual en la propiedad, pero… parecía muy diferente. Faltaba vida en aquella casa. Clóvis me estaba esperando en el jardín. Parecía amable, sonriente apoyado en el respaldo de la silla de madera. —Me alegro de que hayas venido. —Puedes terminar con la adulación e ir directo al grano. Todavía no asimilé esa historia de la promoción de Max. Él esperó a que el conductor se marchara y señaló una silla a su lado para que me sentara. No me senté. —Nunca quise perjudicar a Max. Hice lo que creí que era mejor para la empresa —comenzó Clóvis con la voz monótona de siempre. —Eres un bastardo. Todo el mundo dice que no se debe confiar en los abogados... —gruñí. Él sonrió como disculpándose. —No me tomes por un sinvergüenza. Sólo estoy pensando en tu futuro. En un futuro próximo L&L será tuyo. ¿Seguro que no quieres sentarte? Voy a pedir un té y... —No, gracias. ¿Dónde está Telma? —En los Andes. Lamentablemente no pude ir con ella. Hay muchas cosas que hacer por aquí. Sé que me culpas, Alicia, pero trata de entender mi punto de vista. —Se echó hacia atrás en su silla, pareciendo exhausto—. Yo también tuve que renunciar a muchas cosas para cumplir las órdenes de tu abuelo. Piensa en ello antes de que me odies. Suspiré largamente antes de ceder y sentarme a su lado. —No te odio. —No mucho—. ¿Por qué me llamaste, Clóvis? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Una mariposa azul, ¿quién se lo iba a imaginar?, volaba a mí alrededor. Me quedé rígida como una estaca, mi corazón latía con fuerza en la garganta. Pero el insecto asqueroso terminó su círculo depredador y se alejó, entrando en la mansión por la ventana de la biblioteca del Abuelo Narciso. Me pregunté qué estaba pasando con el mundo. ¿De dónde salieron tantas mariposas azules? Fui arrancada de mi ensimismamiento al escuchar un rugido familiar. Un ronroneo agresivo, feroz y potente que me erizó el vello de la nuca. Mis ojos se sintieron atraídos por la furia roja que salió del garaje. Las ruedas brillantes como plata pura, la carrocería baja y elegante y el rugido suave, sólo como preludio de su potencia. —¡Mi Porsche! —Exclamé, asombrada. —Ah, sí. Lo reconociste — sonrió Clóvis—. Lo acabo de comprar. El antiguo dueño no se daba muy bien con él. —¿Cómo que no se daba bien con él? ¡Mi cupé5 es perfecto! —me envaré. —Sí, pero lo encontró poco práctico para las carreteras que tenemos aquí — él se encogió de hombros. Puse los ojos en blanco. ¿A qué clase de idiota vendieron mi auto? —No me importa mucho este tipo de autos, y me pareció una buena inversión —dijo. Miré el auto, incapaz de contener una sonrisa. —Una gran inversión. Un gran auto. No hay otro mejor que este. —Tal y como una mariposa era atraída por la luz, yo fui atraída por mi cupé. Deslicé la mano por sus líneas, del capó hasta el techo, acariciando la pintura brillante—. Diseño perfecto, aerodinámica sin competencia, y motor agresivo. Todo es perfecto. 5
El término cupé tiene un uso más amplio o reducido según las marcas, los modelos y las modas; así, algunos modelos con carrocería sedán de dos puertas o hatchback de tres puertas se publicitan como cupé. Algunas veces es difícil distinguir entre un cupé y un sedán de dos puertas. Normalmente las marcas tienden a identificar como cupé a los modelos con aire deportivo.
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—Eso es lo que yo quería hablar contigo —él sonrió, de pie junto a mí—. Me gustan los autos menos agresivos y Telma no conduce. Este cupé terminará aparcado en el garaje por... —se encogió de hombros—. Mucho tiempo. ¿Qué te parece si te quedas con él durante un tiempo? —¿Qué? —Me dijiste que odias el transporte público, y tienes razón. No funciona muy bien en la mayor parte del país. Me estarías haciendo un gran favor quedándote con el auto hasta que decida qué hacer con él. —¡Guau! No, quiero decir, ¡GUAU! Creo que te puedo ayudar —Sonreí, anticipando la sensación del pequeño pedal sobre mi pie, el cambio corto y preciso, las deliciosas curvas que ningún otro auto era capaz de hacer. —Pero —él continuó—: Me gustaría pedirte un favor a cambio. Me enderecé. Por alguna razón, yo sabía que había caído en una trampa. —¿Y cuál sería? —pregunté entrecerrando los ojos. —Me gustaría que revaluaras tu vida. Alicia, apelar al sentido común no parece tener ningún efecto contigo, pero no sé qué más puedo hacer. Hector estuvo aquí ayer. Parece ser que alguien estuvo hablando con él —luché para no gritar. Vanessa se merecía una buena paliza por haber abierto la boca ante Hector, eso era evidente. —Seguro que sólo ha oído rumores. Él está muy preocupado y Alicia, Hector es implacable. Si es capaz de demostrar que has intentado engañarnos a todos nosotros para reclamar tu herencia, tendrás serios problemas. Y conociendo a Hector como lo conozco, no sería benevolente. Ya te dije que te excluirían del testamento si se comprobaba la farsa. ¿No te lo dije? —Me lo dijiste. Y yo ya te confirmé que no era farsa. Él me ignoró.
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—Vuelve a casa, Alicia —y abrió sus brazos, señalando la mansión detrás de mí—. Haré lo que pueda para que todo vuelva a ser como antes. ¡Recuperarás tu tarjeta sin límites, serás capaz de viajar por el mundo sin preocupaciones... todavía puedes tener la vida que tenías antes de morir tu abuelo! Tú auto ya está aquí — señaló el Porsche sonriendo, y luego su rostro se mostró pesaroso—. Pero, para que pueda ayudarte, tú te tienes que ayudar también. Anula la boda. Aléjate de Max y libéralo de los problemas a los que sin duda se enfrentará si se queda a tú lado. Él no se lo merece. No, Max no se lo merecía. Era tentador, no podía negarlo. Dejarlo libre de las complicaciones que le había ocasionado, tener mi vida, mi casa, mi dinero, mi auto, mi libertad para vagar por el mundo. Sólo que... no parecía correcto. Si Clóvis me hubiese hecho esta misma propuesta semanas antes, tal vez no lo dudaría, pero ahora... ahora estaba Max y todo había cambiado. Yo había cambiado. Pasado el momento de “estupidez”, me di cuenta de lo que Clóvis estaba realmente tratando de hacer. Estaba tratando de comprarme. Me avergoncé de haber considerado la posibilidad de aceptar su oferta. El Abuelo estaría decepcionado conmigo. Siempre fue el hombre más integro que había conocido. Y yo era su nieta, Alicia de Bragança Moraes y Lima, y aunque mi dinero y mi casa habían sido confiscados, todavía me quedaba lo más importante, el legado que nadie podría quitarme: Mi orgullo. —¿De verdad crees que yo aceptaría una propuesta de este tipo, Clóvis? ¿Dejar a mi marido por un auto? Ni un Porsche vale tanto. —Tú no amas a Max —señaló—. Me mata ver cómo te vendes como una... mujer de la vida. Enderecé los hombros. —No te preocupes por mí. ¡Yo no me vendo! —hice hincapié. Él negó con la cabeza. —Alicia, querida, sé como piensas. ¿Por qué crees que tú abuelo dejó ese testamento? Eres predecible. Nadie cree que Max y tú se hayan casado por amor. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Sé qué razones te llevaron a hacer lo que hiciste. Lo que me preocupa es lo que él te exigió para aceptar formar parte de esta farsa. Quería gritar. El Abuelo complicó realmente mi vida dejando a un abogado entrometido a cargo de todo. —¡No es una farsa! Amo a Max. —No necesitas responderme nada ahora —dijo él tranquilamente—. Pero piensa en ello. Reflexiona todo lo que puedes volver a tener antes de darme una negativa. Me puedes contestar en la fiesta anual de la empresa. Es bastante razonable, ¿no te parece? Tu casa, tu auto, estarán aquí, esperando. Me siento responsable de ti. Te considero como una hija, Alicia. —Él trató de tocar mi mano, pero yo me aparté. Nadie sustituiría a mi padre. O, en este caso, a mi abuelo—. Así que voy a actuar como un padre, si es necesario. Haré todo lo que esté a mi alcance para apartarte de Max. De una forma u otra, yo te protegeré. —¡Ni siquiera lo intentes! —Apreté los dientes. —Tú limitaste mis opciones —dijo, con un brillo en sus ojos que no coincidía con sus actos. Era casi... perverso—. Si es necesario, alejaré a Max de la empresa para que puedas pensar con claridad. Reflexiona sobre ello sin interferencias. Puedes estar segura de que no vacilaré. Además de mi orgullo, había otra cosa que nadie podría quitarme jamás: mi gancho de derecha. Clóvis no vio venir mi puño a su nariz, pero escuchó cómo se partía el hueso. Oyó la rotura de los huesos. Tampoco vio venir que lo atacaría, lanzándome sobre él. Esa rabia la había contenido desde la cena con la Junta Directiva. Le debía algunos puñetazos y patadas sólo por haber tratado a Max como a un idiota. Sin embargo, su conductor fue rápido y consiguió apartarme de su jefe antes de que… digamos… realmente lo matase a base de porrazos. —Nunca jamás te atrevas a interferir en la vida de Max para llegar a mí. ¿Me oyes, Clóvis? ¡Nunca te acerques a él! Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Estás realmente enfadada —murmuró sorprendido, presionando su nariz, que chorreaba como el aspersor de un jardín—. ¡Me rompiste la nariz! —¡Acércate a Max de nuevo y te garantizo que te romperé muchas más cosas de tu cara! —Vociferé, retorciéndome bajo el férreo control del conductor—. ¡Tantas que te verás como un Picasso original cuando termine! —Lleva a casa a Alicia, Jorge. Antes de que ella termine lastimando a otra persona —gesticuló Clóvis en mi dirección con una mano mientras que con la otra intentaba, sin éxito, contener el violento flujo de sangre de sus fosas nasales. El conductor me agarró de los brazos con más fuerza, pero me contorsioné, retorciéndome y luchando hasta conseguir soltarme. —Conozco bien la salida. —Les di la espalda y salí de allí lo más rápido que pude. Al llegar a la calle, examiné mi billetera sólo para cerciorarme de que de allí no había dinero. Caminé unas cuadras antes de llamar a Max y pedirle humildemente que viniera a buscarme. Él se ofreció inmediatamente. Le expliqué dónde estaba y pude imaginarme como se arquearon sus cejas mientras me preguntaba: —¿Qué haces ahí? —Clóvis... quería mostrarme algo —sentí como los nudillos de la mano derecha me dolían un poco. Eso era bueno. La nariz de Clóvis debía de estar doliéndole todavía más. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo se atrevía a intentar comprarme tan abiertamente? ¿Y por qué esa fijación repentina por mi bienestar? Clóvis nunca se había preocupado mucho por mí, incluso cuando el abuelo aún estaba vivo. No podía entenderlo. Tal vez él estaba siguiendo el consejo de mi abuelo, como una prueba, para ver si yo me vendería o algo así. O a lo mejor ¿lo había entendido todo mal y Clóvis realmente sólo quería ayudarme? Pero, ¿ayudaría a una persona y perjudicaría a otra? No tenía ninguna lógica. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Mientras esperaba a Max, sentada en la acera, traté de no pensar en la oferta de Clóvis. Volver a mi antigua vida y tener un poco de normalidad de nuevo. Sin embargo, además de no tener mi abuelo cerca, y perder mi dignidad, tampoco tendría a Max, y mucho menos su respeto y admiración. Y abandonarlo no estaba en mis planes para el futuro, a pesar de que nuestro acuerdo fuese otro. El auto de Max dobló la esquina, rodando lentamente, buscándome. Me puse de pie limpiando la parte de atrás de mis pantalones con las manos. Aparcó el auto, bajó la ventanilla del copiloto, y me estudió con atención, frunciendo el ceño. —¿Estás bien? —me preguntó. Me metí en el auto y cerré la puerta con un poco más de fuerza de lo necesario. —¿Aparte de perder la cabeza y de que Clóvis me echara? Estoy bien. —¿Qué hiciste? —Sus ojos se abrieron. —Le rompí la nariz —dije y me puse el cinturón de seguridad. —¿Le rompiste la nariz a Clóvis? —preguntó Max, perplejo, pero una pequeña sonrisa, que trató de esconder, apareció en su boca. —No deberías sonreír así —pero no pude contener mi sonrisa—. Lo que hice estuvo mal... en parte. Clóvis cruzó la línea y yo... Bueno, obviamente también me pasé, pero no estoy segura de si hice lo correcto. No debería haber perdido los estribos de esa manera. Sólo que él me atacó donde más me dolía, Max. Actué sin pensar. De todos modos, he dejado claro mi punto de vista. Al menos eso está arreglado. —¡Ah, ahora puedo estar tranquilo! —murmuró con ironía—. ¿Qué ha pasado? Sacudí la cabeza inquieta.
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—No importa. Lamento haberte llamado. Mari se encuentra todavía en la oficina y no tenía dinero para el autobús. Él sonrió ligeramente, aunque parecía preocupado. Al menos parte de la tensión dejó su cara. —Es gracioso que saques ese tema —comenzó—. Quiero mostrarte algo. —¿Qué cosa? —pregunté, aumentando rápidamente mi curiosidad. Había muchas cosas que quería que Max me mostrase. Muchas. —Ya lo sabrás. Lo llevé a nuestra casa —Él sonrió seductoramente.
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Capítulo 36 Traducido por Vecina Corregido por flor25
Me pasé todo el camino como una tonta porque Max dijo “nuestra casa” con tanta naturalidad. Era una cosa buena, pero para mí era como si él realmente me viera como parte de su vida, como su ex pareja… lo que quiera que fuera. Estacionó en el garaje y abrió mi puerta, todo gentil. Bajé del auto, ansiosa por llegar rápido a casa y ver lo que él tramaba. ¿Un delicioso vino y quesos para una noche de a dos? ¿Un colchón nuevo y quería mi opinión sobre su suavidad? Una chica podía soñar… Sin embargo, Max no se movió, se quedó parado frente a mí, mirándome. —¿Qué piensas? —preguntó, un poco tenso. —¿De qué? —¿De tu regalo? —Ahh… No sé… Tal vez si lo pudiera ver primero… Entonces sacó una llave del bolsillo y me la entregó. —Hmmm… Es una llave linda. Se reía un poco tenso, señalando el automóvil detrás de él. Un auto pequeño, pero de apariencia robusta, amarillo vivo, sonreía en el espacio del SUV de Max en el garaje. Dejé de respirar. —Tú… tú estás… Ese auto es…
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—¿Te gusta? —preguntó ansioso. —Max —tragué en seco—. ¿Me estás regalando ese auto? —conseguí preguntar al fin. Él asintió. —Pensé en este color alegre y atrevido con tu cara. No es que te encuentre extravagante ni nada de eso. Solo deduje que ante las opciones, este sería más tú tipo. Sé que no se compara con tú antigua cupé, no tiene lujos, y ni hablemos del motor, pero… tal vez prefieras un auto más simple a tener que depender de autobuses —se encogió los hombros, las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Un nudo cerró mi garganta. En menos de una hora, recibí dos propuestas de un auto para mí. Una tan diferente a la otra. Y no era por causa del auto nuevo y reluciente delante de mí que me encontraba sin habla, era por el gesto. Max se preocupaba por mí al punto de comprarme un auto. ¡Le importaba! Y con seguridad no exigiría nada a cambio. Quizás ni siquiera quisiera un “muchas gracias”. —Max… —No puedes depender de mí para todo, Alicia — continuó él—. Quiero decir, espero que todavía quieras ir conmigo a L&L. Sería ecológicamente correcto y, como vamos los dos al mismo lugar y al mismo horario, sería más inteligente usar solo un auto, economizar combustible, esas cosas. Pero, si quieres ir sin mí, todo bien —y corrió nerviosamente la mano por su cabello suave. —Max… —Lo que estoy queriendo decir es que no quiero que te sientas obligada a nada. Este auto es solo un regalo y no estoy intentando comprar tú compañía — tan, tan diferente a la propuesta de Clóvis…— Puedes hasta cambiarlo si no te gusta. Puedes venderlo y comprar otro u… otra cosa… ¡mientras que no sea una moto! Porque no encuentro seguro andar en esas cosas en medio de este tránsito loco, y sé que te gustan las emociones fuertes, y el riesgo sería grande… —no Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra, sus manos estaban tan agitadas como su desenfrenada habla, los ojos huían de los míos, no se quedaban en mi cara por más de dos segundos. Me acerqué a él, un paso cada vez, hasta quedar tan cerca que si suspiraba, mi pecho tocaría el suyo. Finalmente conseguí llamar su atención, hacer que sus ojos se posaran en los míos. —¿Quieres decir que fui promovida de niña mimada a mujer encantadora? —sonreí un poco. Él se rió entre dientes. —¡Es de eso que estoy hablando! Tú nunca haces o dices lo que yo espero — un derroche de colores inundó sus iris brillantes. Era como observar la creación del universo. ¡Tan, tan hermoso! —¿Y tú qué esperas? —murmuré. —Yo… no lo sé bien. Creo que no lo descubrí aún. Sus ojos se fijaron en mí boca. Su mirada era tan intensa, que era como un toque, incliné la cabeza, esperando por el toque real de sus labios, por el calor y por la vida que me invadían siempre que él me besaba. Pero no me besó. Me soltó tan abruptamente que necesité asegurarme a su costado para no caer sobre él. —Creo que es mejor regresar —dijo, pasando el cinturón de seguridad por el pecho—. Se está siendo tarde. —Tú también me sorprendes —murmuré un poco fastidiada, dando un portazo al auto—. Nunca haces lo que quiero que hagas. Me observó, asustado. —Mientes muy mal camarada —caminé y comencé a maniobrar el camino que nos llevaría de regreso a casa—. Y eso no va a ayudar a ninguno aquí.
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—… Entonces puedes ser sincera y… decirme… si te gus… —fue todo lo que permití que dijera antes de hacerlo callar de una vez. Besarlo era una manera eficaz para eso. Y, ah, muy placentera. Pareció sorprendido con mi gesto de arrojarme allí, en el garaje, empujando su cuerpo contra una columna de concreto, pero de ninguna manera retrocedió o intentó alejarme. Por un momento no reaccionó, pero a medida que insistí, sus labios se abrieron a mi encuentro y su lengua invadió mí boca, atrevida y caliente. Me apreté contra él que facilitó mi vida tirándome más cerca, y poniéndome sus fuertes manos en la base de la columna. Esperaba conseguir calmarlo, besarlo hasta que sintiera la pasión abandonar su cuerpo, sin embargo noté, con mucho placer, que la pasión inicial fui sustituida por otra, más urgente lujuriosa y desesperada. Me gustó demasiado eso. Sus manos subieron por mí espalda hasta encajarse en mi cuello y el beso se volvió insoportablemente dulce, delicado, casi reverente. Rodeé sus caderas con mis brazos, deseando mantenerlo allí, atrapado en mí, por el resto de la vida. Pero no podía. Porque Max no era realmente mío. No en verdad. Con un suspiro, lo liberé, apartándome. Me llevó un minuto entero conseguir volver a respirar. Max parecía sufrir del mismo mal que yo. —Errr… Lo que fue… hay… ¿qué acaba de suceder? —preguntó, un poco sin aire. —Tú no me dejaste hablar. Decidí hacerte cerrar la boca con un poco de persuasión. —Un poco de persuasión… —él balbuceó, sus ojos oscuros y hambrientos. Tragué en seco. —Amé el auto, Max. ¡Es hermoso! El color es perfecto, pero no puedo aceptarlo —murmuré, aumentando la distancia entre nosotros. —¿Por qué no? —me miraba, aún aturdido. El rostro y los ojos todavía contenían aquella punta de ferocidad.
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—Porque no es lo correcto —¿desde cuándo había comenzado a actuar como una idiota? Max estaba transformándome en una chica correcta e íntegra, ¡qué diablos!— Esto es muy diferente a un vestido. —¡Pero lo compré para ti! Lo compré pensando en ti, Alicia —dijo con la voz intensa, dando dos pasos hacia mí—. No necesito otro auto. Quiero que lo aceptes. Es importante que lo aceptes. No me gusta verte dependiendo de la bondad de tus amigos y teniendo que implorar ayuda. Ni siquiera la mía. —Esa es la cosa más gentil que alguien me dijo, Max. Agradezco tú preocupación, pero aún no puedo aceptarlo. Tú salario no es tan alto como para salir a comprar autos por allí. Por el cambio en su rostro, noté que había dicho algo incorrecto. —Gano lo suficiente para comprarle un auto a mí mujer —respondió con los dientes apretados, ofendido. Un estremecimiento delicioso recorrió mí columna. Era la primera vez que se refería a mí como su mujer, queriendo decir exactamente eso. Por eso dolió tanto decir: —No soy tu mujer. No es verdad. Extendió su mano, tocó mis cabellos, deslizó los dedos por mí cuello y lo colocó en la nuca. Su frente estaba levemente fruncida. Parecía muy concentrado en algo. —No lo eres —murmuró—. Pero, por favor, acéptalo. —No puedo —sacudí la cabeza y cerré los ojos—. Podrías usar el dinero que gastaste en el auto para comprar cualquier otra cosa que quisieras. —Sí, y lo que yo quiero es darte ese auto. Sé lo que estoy haciendo —su otra mano se agarró de mi cintura. Abrí los ojos inmediatamente. —¡Acepta, Alicia! Déjame cuidar de ti.
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¡Oh, Dios! ¿Cómo podría decir que no, cuando me lo pedía de ese modo tan dulce? Pero no podía aceptar que gastara tanto dinero conmigo cuando tenía demasiada responsabilidad en su espalda. No quería ser un peso en su vida, pero no quería hacerle daño… Aun deliberaba cuando él sacudió la cabeza. Algo en sus ojos cambió. —¿Qué tal un acuerdo? —sugirió. —¿Otro? —¡el primero me causaba un dolor terrible de cabeza! —Acepta el auto como un préstamo. Cuando nuestro matrimonio termine, puedes devolverme el auto. —¿Solo un préstamo? —eso cambiaba todo. —Sí, solo un préstamo. Cuando todo acabe… —sacudió la cabeza otra vez—. Un préstamo. —Creo que puedo aceptar un préstamo —toqué su muñeca, que todavía sostenía mi nuca—. No me sentiría bien de otra forma, Max. Si estuviéramos realmente casados, sería distinto. Pero ante esta situación… no quiero que tengas la impresión de que me estoy aprovechando de ti. —Jamás pensaría eso —respondió, serio. Nos miramos durante una eternidad; sus manos permanecieron quietas, una de ellas en mi nuca, la otra en mi cintura. La tensión entre nosotros era tan grande que el aire se tornó pesado, denso, casi una presencia física alrededor nuestro. La forma como Max me miraba era embriagadora. Quería besarme, estaba segura de eso. Podía jurar que mi corazón no era el único allí latiendo descompasado contra las costillas, pero, así como sabía que él quería rendirse, también reconocía la batalla que luchaba contra él mismo, y una vez más su deseo por mí perdió la lucha. Me soltó, cerrando los ojos y exhalando un largo suspiro con pesar. —¿No quieres probarlo? —señaló el auto con la cabeza.
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—Solo si es ahora —traté de sonreír, sintiendo que acababa de perder algo extraordinario. Recomponiéndome, me giré y abrí la puerta del auto, entonces deslicé los dedos sobre el panel y el volante. Era lindo—. ¿No vienes? —lo llamé, ya que permaneció parado frente al vehículo. Asintió, aún demasiado serio. Dediqué algunos momentos para conocer el auto, abriendo y cerrando cada compartimiento y apretando cada botón que pude encontrar. Encendí la radio. Max agarró un CD con una cinta roja en la guantera y me lo entregó. —¿Sí? ¡Esto no lo devolveré! —bromeé. —Dijiste que te gustaba la música, así que… —levantó los hombros. —¡Me encanta! ¡Gracias, Max! —me estiré un poquito, hasta que mis labios tocaron su mejilla. Sonrió, un poco avergonzado, y desvió la mirada. Demoré horrores para poder sacar ese plástico infernal y abrir la cajita, para poder liberar el increíble y más nuevo CD de “Eminem”. —No es tan malo después que uno se acostumbra… —comentó Max, pasando el cinturón de seguridad por el hombro cuando la música llenó la estructura metálica. Comencé a avanzar. El motor no era potente, pero rugió cuando le exigí con el acelerador. Max pareció contento al verme frente al volante. —¡Delicia de auto! —exclamé, sinceramente. —Lo más importante es que es muy económico —señaló. —¡Realmente importante! —me reí.
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Entré en la calle abarrotada de autos con las células vibrando. No conducía hacía semanas. Mi auto, prestado, se deslizaba como una serpiente sobre el asfalto irregular. —¿Cuándo compraste el auto? —pregunté curiosa, siguiendo la flecha y tomando la curva bien cerrada. Los neumáticos rechinaron. —¡No necesitas ir tan rápido! —Él se sujetó de la manija en el techo—. Lo compré ayer, después de dejarte en el café con Mariana. —Después que supiste del aumento salarial —finalmente entendí, acelerando un poco más. —Ahora me descubriste —sonrió como quien se disculpa, pero en realidad no siente remordimiento alguno—. Dije que siempre consigo lo que quiero —me pregunté por qué él no me incluía pronto en su lista de deseos. Sin querer, bueno, más o menos, terminé en la ruta que llevaba al mirador de la ciudad, Max no dijo nada mientras subíamos por el sinuoso camino, pero parecía preocupado con la velocidad que le imponía al auto. Me detuve un poco alejada de otro vehículo que estaba allí, con los vidrios empañados. Apagué los faroles y las luces de la ciudad se derramaban allí abajo, como una pintura de Monet 6. —¡Woaw! —¡Lindo! —Max concordó. —Hablas como si nunca hubieras estado aquí antes. Las luces salpicadas sobre la superficie a nuestros pies eran tan luminosas como estrellas candentes. Era difícil apartar los ojos, pero tenía a Max a mí lado, con la mirada perdida, los cabellos ligeramente despeinados por el viento que
6 Oscar-Claude Monet (14 de noviembre de 1840 en París - 5 de diciembre de 1926 en Giverny) fue uno de los creadores de la pintura impresionista. El término impresionismo deriva del título de su obra Impresión, sol naciente, creada en 1872.
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entraba por la ventana, la barbilla dura, la mano cerrada en un puño sobre la pierna, los tendones asomando bajo la piel ligeramente bronceada. Era como admirar una obra de Bernini. —Yo nunca estuve aquí. Esta es la primera vez —dijo serio. Su rostro, parcialmente oscurecido por las sombras, estaba aun más lindo—. Supe de este lugar cuando estaba en la facultad. Los chicos venían mucho aquí. —Tú realmente necesitas salir más, Max —me burlé. —Y tú seguro que estuviste aquí demasiadas veces —insinuó. —No. Es mí primera vez también. ¿Entonces fue aquí donde me pediste matrimonio? —Sí —murmuró, desviando los ojos para el manto de estrellas al frente. — No soy muy creativo. Fue lo que se me ocurrió en el momento, con Vanessa llenándote de preguntas. —Yo lo encontré bastante creativo. Muy romántico. Habría sido difícil decir que no a un pedido como ese. —¿En verdad? —finalmente volvió aquellos increíbles ojos brillantes a mí rostro. —Prácticamente imposible —susurré. Nuestras miradas se sostuvieron por mucho tiempo, mí respiración se aceleró y de pronto quería desesperadamente que él me conociera. Que me conociera de verdad, esa chica que ni yo misma conocía muy bien. —¿Quieres contarme lo que sucedió hoy en casa de tú abuelo? —preguntó. Su voz baja y grave reverberó en el interior del auto. —No quiero hablar de eso. No aquí, donde hay tanta tranquilidad — murmuré. ¿Por qué todo era tan complicado?
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—Tú vida ha sido un poco turbulenta, ¿no es así? —preguntó él, después de un momento de silencio. —Tuve días mejores, tuve días peores. Creo que estoy en la media. —Si te anima, compré insecticida para tu habitación. Sonreí tristemente. Ahora tendría que soportar el olor a insecticida, o decir que mi cucaracha imaginaria se había mudado. ¿Hasta dónde iría? Me pregunté. ¿Hasta dónde iría para hacer que Max me notase? No lo sabía, pero dudaba que fuera a desistir tan rápido. Lo que sentía por él era algo nuevo, confuso, y sabía que era precioso y delicado. Tal vez el abuelo tuviera razón y debiera contarle a él todo lo que estaba pasando. Decir la temible verdad. Solo que… —¿Has mentido, Max? Su ceño se frunció. —¿A ti? —De un modo general. ¿Mentiste a alguien que amabas y luego tuviste miedo de contar la verdad, temiendo perder a esa persona? Reflexionó un momento. —Sí —dijo por fin. —¿Y qué has hecho para solucionar las cosas? —Yo… —se removió en su asiento, incómodo—. ¿Por qué me estás preguntando esto? ¿Tienes problemas? —Solo responde, por favor —gemí, apoyando la cabeza en el asiento.
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—No hice nada. Dejé todo como estaba. No sé si ella iba a entender mis motivos y… Yo nunca quise herir a esa persona, pero tal vez ella no comprendería mis motivos. No le dije la verdad. —Bajó la cabeza pareciendo mortificado. —Yo sé cómo es —deslicé los dedos por el volante—. Yo también nunca quise herir a nadie, pero terminé hiriendo. Haré daño, si digo la verdad. Levantó los ojos, cristalinos y brillantes, estudiándome. Su rostro estaba serio y los labios firmemente presionados uno contra otro. —¿Esa persona es importante para ti? —Mucho —le dije. Max levantó la mano, acarició el costado de mí rostro, y solo entonces me di cuenta que secaba una lágrima traicionera. —Si eso te lastima tanto, deberías contarle todo —susurró—. Esa persona entenderá, estoy seguro. —¿Pero y si no lo entiende? ¿Y si cree que fui desleal y me saca de su vida? —Entonces no merecía tu afecto —sonrió un poco. Respiré hondo, tomando coraje. —¿Crees que esto terminará bien? —Esto que… Ah, ¿nuestro acuerdo? —preguntó. Asentí. Continuó—: Creo que sí. —Estuve pensando… ¿Y si… de repente… alguien descubre nuestro trato? ¿Qué sucederá? —Bueno, seguro que no recibirás tú herencia —comentó, sonriendo.
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—Estoy hablando en serio, Max. ¿Y en cuanto a ti? ¿Qué sucedería con tú carrera si supieran que te casaste conmigo para ayudarme a burlar el testamento? — él suspiró. —Imagino que quedaré marcado. Durante un tiempo, por lo menos. Seguro sería despedido —dijo casualmente, como si no supiera que el riesgo era real. Y no lo sabía. Todavía no le había contado nada—. No querrían a alguien que intentó romper las reglas negociando los contratos internacionales de la empresa. Y… creo que solo eso. ¿Qué más podrían hacer? —Encogió los hombros. Casi no pude respirar. —Ah, Max. Querría haberte conocido antes de haber hecho lo que hicimos —me lamenté. Si hubiera conocido a ese Max, gentil, cariñoso, generoso, jamás habría seguido adelante con mi plan. Por lo menos me gustaba pensar eso. —¿Te arrepentiste de casarte conmigo? —indagó, con la voz baja y levemente ronca. —Mucho —respondí sinceramente. Él intentó esconder la decepción, pero fue incapaz. —Siempre fui un poco inconsecuente —me apuré. Odiaba ver aquella expresión oscura en su cara—. Pero nunca perjudiqué a nadie. Hice un montón de cosas erradas, el abuelo quedaba furioso conmigo, pero la única perjudicada por mis actos era siempre yo. Esta es la primera vez que voy a perjudicar una vida que no es la mía. Entendiendo mí argumento, su rostro se relajó un poco. —¿Era esto lo que estabas queriendo decir? ¿Estás preocupada con lo que pueda suceder conmigo? Asentí y un sollozo escapó de mí garganta. —Ah, Alicia —pasó los brazos a mí alrededor, hundiéndome la cara en su pecho, los dedos presionándome el cabello, descendiendo a mí espalda—. Tú no Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
arruinarás nada. Yo me puse en esta situación. Fue mí elección. Y ten un poco de fe en nosotros dos. Todo va a estar bien. —¿Estará? —pregunté, levantando el rostro, mirándolo. —Claro que estará —besó mí frente, luego apartó el cabello que estaba por caer en mis ojos—. Tú y yo… No sé cómo decir esto sin sonar sentimental, y espero que no me malinterpretes, pero yo me siento más fuerte cuando estoy contigo —me dio una media sonrisa. —Le dije lo mismo a mí abuelo —sequé los ojos con el dorso de mis manos—. Que me siento protegida a tú lado. Me siento segura. —¿Tú abuelo? —sus cejas se unieron, la mano que subía por mí espalda se congeló—. Él murió antes de conocernos. —Ah, fue en un sueño —desvié la mirada, fingiendo estar absorta en los botones de su camisa. —¿Hablas con él en sueños? —quiso saber. Asentí. —¿Y hablas sobre mí? —insistió, y la sorpresa en su voz me hizo sonreír. —Te has vuelto una parte bien grande de mi vida —admití. Max rió, obligándome a mirarlo. —¿Qué? —Nada —dijo, acariciando mí cabello—. Eres un misterio para mí. Nunca sé lo que esperar. Algunas veces eres tan dulce y delicada como ahora, otras tantas golpeas abogados y das una llave de brazo a una colega de trabajo. ¿Quién eres? —No sé muy bien. Creo que todavía no lo he descubierto.
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—No eres igual a nadie que conozca —su pulgar se deslizó por el costado de mí rostro, hasta alcanzar mí barbilla—. Es como si cada cosa que descubro sobre ti me hiciera querer saber más, ver más, entender más. ¡Es enloquecedor! —sacudió la cabeza. —No sé si eso fue un elogio… —Estoy hablando en serio, Alicia. Yo… estoy encantado con la mujer que descubrí en ti.
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Capítulo 37 Traducido por Vecina Corregido por flor25
Era madrugada cuando golpeé frenéticamente a la puerta de la habitación de Max. Llevó siglos para que él abriera. —¿Qué pasa? ¿La cucaracha regresó? —preguntó, con los cabellos ligeramente aplastados, los ojos soñolientos. —No. ¿Quieres jugar ajedrez? —¿Ahora? —¿Por qué no? —¡Alicia, son casi las tres de la madrugada! —señaló, un poco confuso. —Lo sé, pero… —estruendo seguido de brillo espeluznante resonó en las paredes. Me estremecí y entré en su habitación sin esperar la invitación—. Podemos hacer otra cosa. Cualquier cosa. ¿Quieres ayuda para ordenar tu closet? —Ah… No, gracias. Mis cosas están bien organizadas —dijo, parado al lado de la puerta—. Y estas no son horas de ordenar nada. ¿Qué sucede contigo? Ya estaba abriendo las puertas y cajones de su guardarropa impecablemente organizado. —Nada. Pero debes tener alguna cosa aquí para ordenar. No puedes ser tan ordenado. —el sonido grave se repitió, y el flash brillante invadió el cuarto. Grité, dando un salto para la cama de Max. Las gotas de la furiosa tormenta comenzaron a golpear el vidrio y me encogí bajo la sábana aún caliente.
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—¿Tienes miedo de los truenos? —preguntó, con una media sonrisa en la cara. —¿Miedo, yo? —un grito más de furia de la naturaleza resonó. Me encogí como una bola, cubriendo mí cabeza con la sábana. Él se rió por lo bajo. Subió a la cama y sentí el colchón ceder un poco bajo su peso. Retiró la sábana de mi cara. —¿Qué puedo hacer para tranquilizarte? —quiso saber, apoyándose en la cabecera de la cama. —Nada. No tengo miedo. Solo… déjalo… pensé que podrías estar aburrido. Él asintió, pensativo. —Tal vez lo esté. —¡Ah, eso es genial! ¿Quieres ver una película o quizás jugar póker? Adoro el pok… ¡Oh, Dios! —la claridad invadió el cuarto nuevamente, seguido de un estallido ensordecedor. Me sujeté al cuello de Max, subiendo en su regazo antes que pudiera darme cuenta. Mis manos estaban frías como hielo. —Está bien. Está bien —murmuró, una mano subiendo lentamente por mí espalda—. Estoy aquí. Cerré los ojos a medida que la tormenta ganaba fuerza y se volvía más y más ruidosa. Temblaba, trataba de respirar normalmente e hice un terrible esfuerzo para no llorar. ¡Era una mujer de veinticuatro años, por amor de Dios! Max me apretó en sus brazos. Enterré la cara en la curva de su cuello y recé para que aquello terminara pronto y pudiera parar de temblar. —Marcus preguntó por ti hoy cuando hablé con él —me contó, todavía subiendo y bajando la mano por mi columna. —¿Preguntó? —susurré con los ojos cerrados.
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—Sí. Te adora. Y eso no es muy común. Marcus se mete con todo el mundo. —A mí también me gusta mucho de él. Es un chico bueno. —Sí. Algunas veces lo es. Yo mantenía los ojos cerrados e inhalé profundamente, tratando de calmarme. El olor de la piel de Max, tan familiar, me ayudaba un poco. —Estuve pensando —continuó—. ¿Qué piensas de un lavaplatos? —¿Por qué? Sus hombros anchos se movieron en un gesto casual. —A ti no te gusta lavar platos. —Yo… —otro estruendo resonó por la habitación. Gemí, agarrándome más a él. —Pensé que querrías el lavaplatos, ya que sugeriste uno cuando te mudaste aquí —explicó, exhalando calma. —Tú n-no necesitas lavaplatos, ¿recuerdas? —dije, asustada. —Quizás ahora necesite. No eres muy buena con el orden. Sabes… —hubo otra explosión en el cielo. Su mano continuaba acariciando mi espalda, y la otra comenzó a deslizarse por el largo de mí cabello—. Creo que debería ofrecerme a ayudarte a ordenar tus cosas. Parece que una bomba explotó en tu cuarto. Sacudí la cabeza. —Gracias, pero no. No encuentro nada cuando todo está ordenado. Lo prefiero a mí modo. —Tu modo es bastante… práctico —escuché la ironía en su voz.
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Levanté la cabeza para mirarlo. —En realidad lo es. Mí desorden está bien ordenado. Casi siempre sé donde están mis cosas. Sonrió. —Casi siempre —examinó mí rostro atentamente. Dos dedos corrieron por el costado de mí cabello, acomodándolo detrás de la oreja—. Tú desordenas todo lo que tocas —susurró—. Nada es lo mismo después que tú lo tocas. —Ah, no me vengas con esas. No toqué nada tuyo. ¡Si has perdido algo, la culpa no es mía! —me defendí. Él apenas me miró, tan intensamente y por un momento tan largo que tuve que bajar la mirada. Y solo entonces me di cuenta que Max estaba sin camisa. Su tórax ligeramente bronceado estaba desnudo, exhibiendo, a quien se atreviera a mirar, toda la fuerza y gloria de sus músculos. Mi mano recorrió su cuello, y la piel caliente y lisa de su pecho ancho se estremeció bajo la punta de mis dedos. Sentí su corazón latiendo rápido bajo mi palma, la respiración entrecortada. Volví mis ojos hacia los suyos, y lo que vi en ellos me paralizó. Miedo. Había miedo, pánico, alarma en sus esmeraldas caleidoscópicas. Mis brazos cayeron flojos al costado del cuerpo, desamparados. Él no quería que lo tocara de aquella manera. Yo me había engañado. No me quería de aquel modo. Casi no pude respirar. —Creo que es mejor que yo… —me arrastré fuera de la cama, evitando su mirada asustada—. No quise invadir tu privacidad, Max. Solo pensé que tú… estarías aburrido. Perdona —el rechazo no era algo con lo que yo estaba familiarizada. Dolía, ardía, quemaba en mi pecho. Un maldito rayo cruzó la ventana, tan cerca que la estructura de aluminio vibró, quejándose. No pude reprimir el temblor. Max alcanzó mi mano.
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Lo miré por encima de mi hombro. —Duerme aquí —me pidió en un susurro. Había tanto miedo en sus ojos, como si se reflejaran en los míos. Sin embargo, era a mí a quien él temía, no a los rayos letales de doscientos millones de voltios—. No quiero que estés sola esta noche. —No creo que sea una buena idea —pero las luces centellearon antes que la energía eléctrica se colapse y desaparezca—. O quizás sea —salté de nuevo a la cama. Él se movió en el colchón, dejando espacio para que yo pudiera acomodarme a su lado. Recelosa, me ubiqué bien al costado, equilibrándome en el borde de la cama, temiendo pasar los límites, pero a Max no le pareció importarle y gentilmente deslizó la almohada debajo de mí cabeza, compartiéndola conmigo. Nuestros rostros quedaron cerca, tan cerca en la oscuridad que nuestras frentes casi se tocaban. Cada tanto la claridad iluminaba el cuarto y lo petrificaba. Me extendió la mano, y yo, agradecida, la agarré con fuerza, apretándola contra el pecho. Cerré los ojos y deseé que aquel ruido horrible y amenazante cesara y yo pudiera dejar en paz a Max. Él se movió, haciendo que abra los ojos. Alcanzó algo en su mesilla de noche, su mp3, encendió el aparato, colocó uno de los auriculares en mi oído, el otro en el suyo, y volvió a acostarse sin nunca soltar mi mano. La melodía no hacía desaparecer, pero acallaba los sonidos de la tormenta. Conocía aquella banda de rock alternativo, asistí a un show en Vancouver el año anterior. —Pensé que solo escuchabas blues. —Me gustan otras cosas también. —Me gusta esta banda. —Lo sé. Te escuché cantando en la ducha.
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Me concentré en los acordes melodiosos, ignorando el miedo, tratando de mantenerlo bajo control. El calor de la mano de Max entrelazada a la mía era tranquilizador. Poco a poco mí corazón volvió al ritmo normal, la adrenalina dejó mí cuerpo y súbitamente me sentí exhausta. Abrí los ojos con dificultad y encontré a Max, apenas una sombra poco visible, observándome. —Gracias —susurré, relajada. —Duerme —acarició el costado de mi rostro con la mano libre—. Estoy aquí. No me iré de tu lado. —Ok —obedecí, durmiéndome enseguida.
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Capítulo 38 Traducido por lizels Corregido por francatemartu
Ese día, fue Max quien tomó un paseo conmigo al trabajo. Parecía muy satisfecho de verme feliz al volante, a pesar de la vergüenza que nos dominaba esa mañana. Nos despertamos al mismo tiempo enrollados como hilo de lana. Mi cabeza estaba acurrucada en la curva de su cuello, su brazo estaba en mis hombros, manteniéndome pegada al pecho musculoso, y el otro extremo estaba atado a mi muslo, descansando perezosamente en mis caderas. —Buenos días —dijo con un largo suspiro, sacudiendo mi muslo con facilidad. Un delicioso viaje por la mañana en el momento de sus caderas empujó mi pierna. —Hola —murmuré, enredando mis dedos en su cabello, tocando su cuello con los labios. Un sonido gutural escapó de la garganta mientras movía los dedos de mi muslo para girar mis caderas y girarse para envolverme en un abrazo cálido y apasionado. Sus labios se encontraron con los míos y, todavía con sueño, correspondí con una venganza. Cuando mi lengua tocó la suya, se puso rígido. Todo, no sólo una parte. Max abrió los ojos, soltándome tan rápido como si estuviera sosteniendo un hierro candente. —Eh... yo... es-es-es... —se sentó en la cama con prisa, pasándose una mano por el cabello—. Lo siento. —Max, yo... —Voy a hacer café. ¿Quieres un poco? —Se puso en pie sin enfrentarme.
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—Nunca vamos a hablar de lo que realmente esta... —Los músculos de su espalda se movieron visiblemente. Me di por vencida—. Bien, quiero café. Y, por supuesto, evitó el contacto visual durante todo el día, pero algo había cambiado. Yo no sabía qué decir o señalar por el momento, pero algo en nuestra relación había cambiado, volviéndose más densa, sólida. Y Max también se había dado cuenta. Había algo en sus ojos, un cambio, aunque sutil. Esa inevitabilidad nos espiaba, y sabía que no podíamos correr por mucho más tiempo. Él también. En el almuerzo, me senté con Amaya, quien me gustaba más y más, y más algunas chicas de la oficina, pero no escuché mucho de lo que hablaban. Miraba a Max desde el otro lado de la cafetería, hablando con Paulo y otros chicos con esa forma de siempre. Nuestros ojos se encontraron. No sonrió, pero me sentí ruborizarme de pies a cabeza antes de volver a la atención a Maya, que me preguntaba algo. Cuando regresé a mi oficina, extrañé ver a Vanessa en mi escritorio, jugueteando con mi computadora. —¿Qué estás haciendo ahí? —gruñí. —La computadora es de la empresa, Alicia. La de mi mesa se trancó, necesitaba enviar un archivo, pero ya lo envié. —Se levantó rápidamente—. ¿Emocionada por la fiesta de mañana? Tu marido parece un poco distraído... —Vanessa, no estoy en uno de mis mejores días y agradecería que no me obligaras a patearte el culo hoy. —Sus días serán todavía mucho peor —dijo sonriendo, antes de alejarse. Bueno, yo quería borrar esa sonrisa de su cara, pero Vanessa ya había causado muchos dolores de cabeza, así que dejé mi furia asesina a un lado. Por su culpa, yo vivía en estado de alerta cuando veía un periódico, temerosa de que hubiera cumplido la amenaza que le había hecho a Max. El hecho de que yo aún no había encontrado nada en los periódicos no significaba que jamás encontraría.
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Max hacia acordado con Paulo salir después del expediente, por lo que iría con su amigo para volver a casa. Era el arreglo perfecto, ya que Mari había programado una cena con su amigo abogado para el viernes por la noche, y yo no quería que Max supiera. No le dije lo de la cena con Boris, pues tendría que explicar todo desde el principio y... está bien, no había dicho toda la verdad anoche, pero hablamos un poco y era un principio. Él respondió muy bien, y me hizo pensar que, si le contara despacio, amablemente, él lo entendería y no me odiaría a mí misma por bloquear su exquisita promoción y poner su carrera en peligro. Al menos no odiaría mucho. —Ah, Lili, lo siento, pero no me dará tiempo para encontrarme contigo y Boris —dijo Mari al teléfono cuando ya estacionaba mi prestado auto nuevo amarillo en frente del bar, el restaurante donde habíamos acordado. Nunca había estado en ese lugar antes, pero Mari me explicó cómo llegar, así que no me perdí. —La arpía de Bruna llamó hace un momento y está yendo a casa para hablar con mi madre. Ella quiere saber cuáles son mis intenciones. ¿Puedes creerlo? —Podía sentir sus ojos girar en sus órbitas. —No... Pensándolo bien, viniendo de la familia de Breno, yo creo que sí, sí —reí. —¿No hay problema si no me presento? —No. Me vuelvo. Ya me has ayudado mucho marcando esta reunión, y sin duda me enfrentaré a una noche desagradable. —Ya lo creo. Llámame después para contarme como fue. El bar, restaurante sonaba tan bacán, con un toque italiano en las paredes decoradas con fotos antiguas y grandes mesas familiares. Boris ya me estaba esperando, sentado en una mesa cerca del bar. Yo esperaba a alguien fuerte y enorme, hasta incluso aterrador, ¿pero qué? Alguien llamado Boris sería ciertamente aterrador, pero este Boris era delgado, ligeramente curvado, tenía veinte o treinta y tantos años, con gafas de gran tamaño, y era muy pelirrojo.
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—Alicia, es un placer conocerte —dijo, levantándose y extendiendo una mano delgada. —El placer es mío, Boris. Mari acaba de llamar diciendo que no viene. ¿Ella ya le explicó todo? —Sí, me gustaría examinar el testamento antes de decir algo, si no te importa. ¿Quieres un trago? —Vino. Gracias. Boris hizo la petición al camarero y le entregué una copia del testamento del abuelo. Lo leyó con cuidado y comenzó a explicarme lo que creía posible hacer para revocar el testamento. —Mira, Alicia. Esta cláusula —señaló el papel— donde su abuelo impone que su voluntad no debe ponerse en duda, es nuestra escapatoria —y sonrió—. Podemos afirmar que su abuelo no estaba en pleno poder de sus facultades mentales y, de alguna manera, lo sabía. Por eso dejó a la única heredera prácticamente desamparada. Negué con la cabeza. —Yo no quiero hacer eso, Boris. No quiero que el abuelo Narciso pasé por lunático. ¿No hay otra manera? —le pregunté. —No lo creo. Mariana me dijo que su abuelo estaba enfermo. Asentí. —Un gran aneurisma que debía ser removida y que se descubrió demasiado tarde. Me enteré el día que... se fue. —Bueno, entonces no va a ser difícil averiguar cuáles eran los medicamentos que estaba tomando para controlar la enfermedad. Y tal vez alguno de estos medicamentos lo dejaron más susceptible a las opiniones de los demás. —Hector, pensé—. Una persona que se beneficiaría con el testamento, tal vez. —Se reclinó Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
contra el respaldo de la silla—. Sería un proceso simple. Pero debo advertirle que, si apela no tienes nada, la justicia le negara todos los derechos de heredera y ejecutara el testamento como la voluntad de su abuelo. Perderías todo. —Entiendo. —Puse las manos en mi rostro y respiré hondo. No quería empañar el buen nombre del abuelo Narciso. Pero temía que Clóvis perjudicara a Max de forma irreversible mientras fuese el tutor de mis bienes y no podía quedarme parada, viendo con los cruzados la caída del hombre que amaba. Además, Hector podía conseguir algo, una prueba o testimonio de alguien confiable, y demostrar que había mentido excluyéndome del testamento. Mi cabeza latía con fuerza. Pasé los dedos por la frente, tratando de aliviar la tensión—. ¿Lo puedo pensar un poco? No quiero hacer nada precipitado. —Claro. Usted debe pensar cuidadosamente acerca de lo que debe hacer, Alicia. Y puede buscar otro abogado, uno de su confianza, si desea una segunda opinión. Si necesita mi ayuda, estaré feliz de servir. —Boris, para ser honesta, no tengo por el momento como pagarle a usted o cualquier otro abogado —murmuré sombríamente. ¿Cuando la vida volvería a ser simple? —Veremos eso más adelante. Pero entiendo lo que dije, Alicia. Sería todo o nada. Sería su último recurso. —No quiero manchar la memoria de mi abuelo, Boris. —Negué con la cabeza, sin saber qué hacer. Yo quería que el abuelo estuviera allí para ayudarme. Quería a Max allí para darme la mano y decir que todo iba a estar bien, como lo había hecho la noche anterior—. No estaba loco. El abuelo era el hombre más lúcido e integro que jamás haya vivido. —Sí, he oído hablar de él. Oh, no estés tan... —él tomó mi mano fría y la apretó, tratando de consolarme mientras luchaba contra las traidoras lágrimas que amenazaban con caer—. Si hubiera otra forma, Alicia, estaría inmensamente agradecido de presentársela. Mariana me dijo lo mucho que amaba a su abuelo. Me imagino lo difícil que es esto para usted.
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—¿Alicia? —Llamó esa voz ligeramente ronca que hizo que mis células vibraran. Miré hacia arriba y me encontré con Paulo y Max parados frente a nuestra mesa, con los ojos fijos en mi mano. Aquella que aún Boris sostenía. Yo la aparté. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté a Max, estúpidamente. —Iba a preguntar lo mismo. Pensé que habías acordado con Mariana —dijo, con el rostro duro como el mármol volviéndose a Boris—. Pero parece que no he entendido bien. ¿No me vas a presentar a tu amigo? —Nada bueno, pensé. —Uh... Este es Boris, es un abogado. —Lo señalé rápidamente—. Boris, este es Max —Boris extendió la mano, Max la apretó y, por la cara del abogado, usó una fuerza excesiva. —Acordé con Mari —le dije a Max— pero ella y el Breno tuvieron un contratiempo, entonces solo estamos Boris y yo. —Ah, era una cita doble —dijo con frialdad. —¡No! —respondí, más fuerte de lo que pretendía—. Esto no es una cita, es una reunión de negocios. Boris es el abogado del contador de Mari. —¿Y por qué tú necesitas un abogado? Oh, infierno. —No... Es que... solo mira, ambos necesitamos tener una conversación un poco desagradable, Max. Vas a odiar lo que tengo que decirte. —Ya me había dado cuenta —dijo Max, mirando a Boris con cara de pocos amigos, haciéndole estremecerse en la silla—. Aunque la conversación puede quedar para más tarde, ¿no? Esta todo muy claro para mí. —Y se alejó de mí, en dirección a la salida. —¡Max , espera! —Pero no me oyó. O se hizo el sordo.
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Me levanté a toda prisa para ir tras él y hacerle entender que lo que había visto no era cierto, pero Paulo me detuvo, poniendo una mano sobre mi hombro. —Creo que ahora no es un buen momento para que puedas hablar con tu marido —dijo, mirando a Boris antes de seguir a su amigo. —¿Ese es tu marido? —preguntó Boris. —Lo es. —Ah. —Bajó la mirada hacia su mano, abriéndola y cerrándola en varias ocasiones—. Y, en base a su comportamiento, supongo que él no sabía de nuestra reunión. —¡No. Mierda! Él debe estar pensando que... yo... tú y yo... —¡Maldita sea! ¡Mierda! ¡Mierda! —Por su cara, estoy seguro de que lo está. Me hundí en la silla. —Que maravilla. Boris dijo un adiós apresurado, posiblemente con miedo de que Max le causara algunos daños en su rostro. Volví a casa con los ojos en llamas, pero no dejé que ni una sola lágrima rodara. Max era racional. Entendería todo cuando me diera la oportunidad. Sin embargo, él no estaba en casa cuando llegué y aún cuando salí del baño. Ni cuando el reloj de mi abuelo anotó las dos de la mañana. Lo esperé toda la noche, dispuesta a contarle todo, pero Max no vino a casa.
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Capítulo 39 Traducido por bellen1930 Corregido por Yanii
La ausencia de Max, una presencia casi tangible, era algo que no podía pasar por alto, y que me dejó más alerta la noche pasada. Estaba agotada por la noche de insomnio y me arrastré hacia la galería cuando finalmente nos encontramos en la puerta del ascensor. Llevaba la misma ropa del día anterior, pero ahora estaban arrugadas, con su largo cabello hecho un desastre, la cara sin afeitar, sombrío y cansado. —¿Dónde estuviste? —Inquirí plantándome enfrente de él—. No volviste a casa. —Dormí en casa de Paulo —murmuró sin levantar los ojos, yendo hacia el apartamento. —Tienes que escucharme —le pedí, siguiéndolo—. No es lo que estás pensando. —Está bien, no era la mejor defensa, pero era la verdad. Su rostro no mostró ninguna emoción, lo que sólo demostró que mi teoría acerca de decir la verdad era cierta. Siempre lo estropeaba todo. Sin embargo, parecía que hubiera perdido la capacidad de mentir a Max. ¡Qué mierda! —Hablaremos luego. Estoy cansado y tú vas a llegar tarde —dijo, ignorándome y entrando en casa. —Pero estás imaginando algo que no sucedió. Boris y yo nos conocimos ayer. Él es un abogado, amigo de Mari. Está tratando de ayudarme, y lo que viste no era más que... —Ya te dije que hablaríamos después. —Se fue a su habitación y cerró la puerta con fuerza.
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Quería insistir, llamar a la puerta hasta que me escuchase, pero tenía razón. Iba a llegar tarde. Volé hacia la galería y Breno, afortunadamente, no me causó problemas por el retraso de quince minutos. Una vez que se fue, llamé a Mari para decirle lo que había pasado en la desastrosa cena con el abogado y sus consecuencias. —Esto es genial, Lili. —Mariana, escuchaste lo que dije ¿no? ¡Max piensa que tengo un lío con Boris! —Sí, lo escuché. Y dijiste que está enfadado contigo. —Muy enfadado. —¿Y sabes lo que eso significa, Lili? Espera que aquí tengo Google abierto. — Escuché tamborilear los dedos sobre el teclado—. Aquí, lo encontré. “Los Celos. Definición: emulación, envidia, celos del amor. Pesar, despecho al ver a alguien con algo que deseas. Recelo de que la persona amada se enamore de otra”. —Ella suspiró—. ¿Esta definición es adecuada o quieres que busque otra? ¡Oh! —Crees que... él... —Estoy segura. Dale un poco de tiempo para que digiera todo lo que ha visto y luego ataca con todas tus armas. No le des tiempo a Max de que piense. ¡Oh, maldita sea! Tengo que irme, Lili. Es Día de Inspección Sanitaria en la Clínica. ¡En un sábado! ¿Puedes creerlo? Seguí el consejo de mi amiga y pasé un tiempo en el campo. Había pasado por algo parecido cuando Max se encontró con Vanessa, y sabía que el tiempo era necesario para que él pensase, me escuchase y todo se resolvería. No pude evitar sentir un cierto placer al oír decir a Mari que lo que él sentía eran celos. Traté de matar el tiempo leyendo algunas revistas viejas, pero no podía
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concentrarme en nada, hasta que vi una docena de fotos de gente rica vestida de gala. Tuve que llamar a Mari de nuevo para pedirle ayuda, ya que, debido a los recientes acontecimientos, me había olvidado por completo de la fiesta anual del Conglomerado Lima. —¡No tengo nada que ponerme para la fiesta de esta noche! —Me quejé cuando ella contestó—. ¿Tienes alguna idea? ¿Alguna idea barata? —Hmm... no tengo nada elegante que te pueda prestar. ¿Ha pensado en llamar a Mazé, pedirle alguno de tus vestidos de fiesta y arreglarlo? —¡Mari, eres un genio! Mazé se alegró mucho cuando la llamé. Hablamos durante más de media hora. Ella me puso al día con los acontecimientos de la mansión: Clóvis ordenó a los antiguos empleados que cogiesen vacaciones. Y Mazé, por supuesto, se negó, golpeando con el pie, alegando que no se ausentaría hasta estar segura de que yo no la necesitaría para nada. Le pedí que separara un vestido de fiesta, cualquiera serviría, y le avisé de que pasaría a buscarlo cuando saliera de la galería. Fui directamente a la mansión cuando el reloj marcó las cinco, pero no me atreví a entrar. Clóvis estaba allí, como Mazé me informó. Ella había preparado una bolsa con varias piezas de ropa, algunos vestidos de fiesta y prendas más informales, que me había dejado en el armario, y me esperaba en la acera. —Te preparé unas galletas. —Me entregó una bolsa de papel que olía a la infancia. —Ah, Mazé no deberías haberte molestado. —¿Por qué no? No sé si estás comiendo bien. Y esa mujer, Telma, está acabando con mis nervios. ¿Cuándo se van, niña Alicia? Suspiré.
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—Pronto, Mazé. Te lo prometo. Conversamos durante un rato. Me habló de su hija mayor, algo relacionado sobre la financiación de una propiedad que salió mal, pero ahora podía ayudarla, gracias al dinero que le dejó el abuelo Narciso. Lloró al hablar de él. Yo también. Me despedí con un sonoro beso en la mejilla y volé para casa, con miedo de llegar tarde. Conversar con Mazé me trajo un millón de recuerdos de las deliciosas comidas de los domingos, donde ella arreglaba la mansión como si fuera
la
mañana de Navidad y éramos felices. Me sentía aliviada al seguir hablando con el abuelo, aunque fuera en sueños, por tenerlo todavía cerca, aunque no tanto como me gustaría, sólo que nunca sería lo mismo, ¿verdad? Él nunca más almorzaría conmigo. No estaría allí abrazándome cuando yo resolviera un problema, no estaría presente con los brazos abiertos, listos para recibir a mi hija recién nacida (si tuviera una, por supuesto). Él estaría presente dentro de mí, en mis pensamientos y en mi corazón, pero nunca físicamente. De repente, este descubrimiento me hizo caer en una vorágine de dolor y nostalgia, una sensación agridulce, una mezcla de desesperación y anhelo. Estaba tan pérdida en mis sentimientos cuando llegué a casa que no me di cuenta de que Max estaba sentado en el sofá. —¿Está todo bien? —me preguntó. Parpadeé, volviendo al presente, y por una fracción de segundo la preocupación dominó su mirada. —He tenido días peores. Él asintió, reconstruyendo la pared que nos separaba, y se puso de pie, para irse a la habitación, probablemente para evitarme. —Max —llamé. Se dio la vuelta, con su rostro todavía duro—. ¿Todavía vas a ir a la fiesta esta noche?
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—Supongo que no tengo elección —murmuró inquieto. —Y vamos a ir juntos... o cada... —Eres mi esposa —dijo, mirándome con cierta ferocidad—. A pesar de que tú lo olvidaras, yo no lo hice. ¡Argh! Era ridículo. Muy ridículo. Estábamos luchando como una pareja real, sin los beneficios de una relación real. Decidí tomar un baño ya que era temprano, y me tomó un tiempo decidir qué ponerme esa noche. Sería la primera vez que el dueño de la empresa, el abuelo Narciso, no estaría presente en la fiesta anual del Conglomerado Lima. Sentí que debía representarlo de alguna manera. Debería estar a la altura del buen nombre que él había dejado. Elegí un vestido de seda azul marino por encima de las rodillas con una única asa y algunos drapeados, que marcaba mi silueta ligeramente, de forma elegante. Me equilibré sobre los tacones de mis zapatos salpicados de cristales que el abuelo me regaló por mi vigésimo cuarto cumpleaños y que yo nunca llegara a usar. Deje el cabello suelto, ligeramente rizado en las puntas, y apliqué maquillaje, tratando de parecer feliz. Sospeché que esta noche Hector estaría pendiente de cada suspiro mío, y tal y como estaban las cosas entre Max y yo, tenía miedo de echarlo todo a perder. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No asistir me culparía y yo no me rendiría tan fácilmente. Ya estaba lista cuando Max se metió en el cuarto de baño. En cuanto cerró la puerta, su teléfono empezó a sonar en el interior del bolsillo de su chaqueta, que estaba colgada en su habitación. Finalmente se silenció, y enseguida volvió a sonar. —Max, el teléfono está sonando —grité. —Atiende y dile que le llamaré después, por favor. Un poco avergonzada, entré en su habitación y me aventuré a revolver en el bolsillo, encontrando una bufanda, aquella que me había prestado cuando nos
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peleamos en las escaleras, algunos tickets de aparcamiento, la cartera y finalmente el móvil. Era Marcus. —Oye, nena bonita. ¿Sientes nostalgia? —¡Ah, Marcus! Casi tengo una depresión de tanta nostalgia. —¿Dónde está el crápula de mi hermano? —Bañándose. Te devolverá la llamada cuanto termine. Tenemos una fiesta esta noche —Le dije. —Oh, lo sé. —dijo—. Escucha, Alicia, está bien que me hayas cogido. Mi madre quiere preparar un almuerzo aquí, en casa, mañana. Reunión familiar, ya sabes... ¿Estás libre? —Lo siento, Marcus, pero trabajo los domingos. —Hmm... ¿Y qué hay de la cena? —Bueno... si Max quiere llevarme... —Algo que, en ese momento, lo encontraba poco probable. —No te preocupes. Si él no quiere venir, yo mismo iré a buscarte. Aquí nadie está ansioso por ver esa cara de comadreja. En quince minutos como máximo, Max se había bañado y estaba listo en su esmoquin negro. Guapísimo e increíblemente enojado. —Era Marcus. —Le avisé—. Con una invitación para cenar mañana. Creo que es mejor que lo llames. Él asintió, sin decir una palabra. Con un suspiro lo seguí hasta el garaje. Esperé a estar en el coche para abordarlo, y que no se me escapara. Ya había tenido tiempo más que suficiente para volver a evaluar lo que había visto en el restaurante italiano. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Me escucharás ahora? —pregunté. —En realidad, no tengo nada que escuchar. Puedes tener citas con quien quieras, ya que lo nuestro no es más que una gran mentira. —No seas ridículo. Ya sabes que no tengo citas. —¿Lo sé? —Su boca se convirtió en una línea dura. —Si no lo sabes, deberías. Y esos celos tuyos son totalmente ridículos. — Crucé los brazos sobre el pecho. —¿Ah, sí? ¡Veo a mi mujer con otro hombre, de la mano, y estoy siendo ridículo! ¡Esto sí que es bueno! —Lo que viste fue sólo una reunión de negocios. —He tenido muchas reuniones de negocios, Alicia, y nunca cogí de la mano a nadie. —Me espetó. Suspiré, exasperada. —De acuerdo. Escucha, Boris piensa que tengo la oportunidad de anular el testamento alegando que el abuelo no estaba en su sano juicio cuando se redactó el documento. Eso es lo que estábamos discutiendo. Estaba tratando de consolarme porque estaba triste por la noticia. —¿Y lo vas a hacer? —Me preguntó con dureza—. ¿Mancharás la memoria de tu abuelo? —¡No! Aún no lo sé. No quiero hacerlo. —Negué, confundida—. Eso es lo que viste. Eso era lo que estaba sucediendo. Boris estaba tratando de consolarme. —Repetí, esperando que me entendiese de una vez por todas. La boca de Max se convirtió en una línea delgada y rígida de nuevo. Aquella vena palpitaba en su sien.
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—¿Es tan malo estar casada conmigo que no puedes esperar unos meses más para deshacerte de mí? —¡Infiernos, Max! ¿De dónde sacaste esa idea? ¿Por qué piensas siempre lo peor de mí? —Gemí—. ¡No, en absoluto! Me gusta mucho estar casada contigo. Si quieres saber la verdad, ¡me gusta mucho más de lo que debería! Si para ti lo que tenemos es una gran mentira, para mí no lo es. Lo que tenemos es especial. Tan especial que haría cualquier cosa para conservarlo. Por eso no quiero que te metas en problemas por mi culpa. Sólo estoy tratando de... —No era el momento adecuado para tener esa conversación. Ya estábamos cerca del Hotel Paradise, una red de hoteles de lujo en todo el mundo, que también pertenecía al Conglomerado Lima. ¿Cómo iba a decirle en medio del tráfico, que su tan sonada carrera no despegó porque yo entré en su vida? Probablemente, arruinaría mis posibilidades de absolución, que ya era mínima—. ¡Maldita sea Max! ¡A veces eres un idiota! No respondió. En realidad, no me habló después de eso. Tan pronto como entramos en el salón, en el terreno del majestuoso Paradise, Max y yo fuimos recibidos por muchos conocidos, la mayoría de los presidentes de docenas de compañías que el abuelo compró en los últimos años. Él los saludó con cara de pocos amigos, pero era educado, y atento, sin olvidarse de nadie. En el salón de baile, lujosamente decorado con flores blancas de diversa índole en grandes jarrones de cristal, vi a Hector y a su esposa, Suzana, con otros presidentes y directores. Intenté parecer relajada y sonriente, pero no funcionó. El mal humor de Max parecía una fuerza física, saliendo en ondas de su cuerpo, dejándome inestable. —¡Ah, la heredera del imperio y su marido! —Exclamó Hector—. ¡Tu abuelo estaría orgulloso si te viera ahora! Te convertiste en mujer, Alicia. Una hermosa mujer. ¿No estás de acuerdo Suzana? —Tan bella como su madre —sonrió ella.
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—Me dejas abrumada —murmuré, consciente de que los ojos de Hector estaban inspeccionando los ojos hostiles de Max. —Eres un chico afortunado Maximus —le dijo el presidente. —¡No te imaginas cuánto! —murmuró Max ácidamente, desviando sus ojos de los míos. Reprimí un gemido. Tenía que hablar con él. Tenía que explicarle que, al menos esa noche, necesitábamos parecer una pareja de enamorados. Sin embargo, no hubo tiempo. El salón se estaba llenando de gente, y muchos exigieron la atención de Max. Vi a Clóvis, pareciendo más robusto que nunca en su traje gris mal cortado, y reprimí un suspiro. Los grandes hematomas debajo de los ojos y alrededor de la nariz no ayudaban a mejorar su apariencia. La culpa me consumía cuando sonreía vacilante. Telma estaba a su lado y asintió con la cabeza cuando me vio. Max conversaba relajado con algunos colegas que habían sido trasladados a otras empresas y me dejó de lado. Me obligué a caminar por el pasillo para estar frente a la mesa de la pareja. —¡Estás radiante esta noche, querida! Ese color favorece el tono de tu piel. ¡Parece que brilla! —dijo Thelma, sonriendo. —Gracias, Thelma. ¿Cómo fue el viaje? —Ah, querida. —Puso los ojos en blanco—. Fue una agonía estar lejos de mi Clóvis tantos días. Pero conseguí divertirme un poco. ¿Ya estuviste en los Andes? —Ella no esperó una respuesta. Agitó una mano y continuó—: Ah, deberías conocerlo. Ese lugar es mágico. —Tal vez algún día. —Sonreí. —¿Cómo estás, Alicia? Te ves triste esta noche —dijo Clóvis. —Sí, lo estoy. Es la primera vez que el abuelo no... Ya sabes. Él asintió, con el rostro serio.
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—Sí, lo sé. —¡Dios mío! Mira el collar de Suzana —Exclamó Telma—. ¡Dios mío! ¡Puedo ver el brillo de esas piedras a kilómetros! Necesito saber de dónde sacó esa joya. Perdónenme, por favor. En cuanto se levantó, ocupé la silla que estaba al lado de Clóvis. —Perdóname, Clóvis. No tenía intención de hacerte daño. Sólo... Perdí la cabeza. Él asintió brevemente. —¿Has decidido? —Hmm... —¿Es que ese moretón alrededor de tu ojo no te lo dejó claro?, pensé—. ¿Voy a tener que ser más explícita? No hay nada que decidir. Sus ojos se estrecharon. —¿Estás segura? —Gruñó—. No estaba bromeando, Alicia. —No me amenaces, Clóvis. Reacciono muy mal. Creo que ya has notado eso. —Él sonrió ligeramente. Y esta vez, un escalofrío me recorrió la espina dorsal. —¿Ya has tomado tu decisión? No te echarás atrás. ¡Qué pena! Ojalá todo se pudiese resolver de manera amigable, sin lágrimas ni palabras duras. Me levanté, observando los moretones en su cara causadas por mi puño, y me mordí el labio. —Creo que es un poco tarde para eso. Volví a acercarme a Max, y noté que sus ojos interrogantes habían estado sobre mí todo el tiempo. —¿Por qué fuiste a hablar con Clóvis?
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—Sólo fui a disculparme. —Y tomé un sorbo de champán. Él me miró intrigado por un momento, antes de regresar a su fría y distante fachada, lo que sólo me hizo sentir peor. Me sentía apática esa noche; la necesidad de ver al abuelo Narciso circulando por esa habitación me daba náuseas. Y sin el calor de los ojos de Max, se estaba convirtiendo en imposible de soportar la sensación de abandono, soledad y pérdida. Era extraño ver a todos los directores, presidentes y vicepresidentes, cuando el anfitrión no estaba allí. Traté de ignorar el dolor lo mejor que pude, intenté enfocar mis pensamientos en otra dirección, pero las luces del salón se apagaron e imágenes del abuelo en varias etapas de su vida surgieron en la pantalla blanca. Vi una foto de él con mamá, papá, y yo, todavía un bebé, en el regazo. Después de mí y el abuelo con orejas de conejo, ambos con la cara sucia de chocolate. Yo tenía seis años en aquella foto. El abuelo y yo en la playa, enterrados hasta el cuello. Abrazados, con la Torre Eiffel al fondo; él me sonreía cariñosamente, tal y como había hecho durante toda su vida. Con las orejas negras en Disney, cogidos del brazo en la Estatua de la Libertad, fingiendo empujar la Torre de Pisa, para que no se cayera. La música insoportablemente triste de un piano que acompañaba al vídeo me hizo levantar de la silla y huir de la habitación tan rápido como pude. Me dirigí a una de las salidas laterales, temblorosa e inestable, eviscerados, sin ver nada de lo que había delante de mí. La balaustrada que separaba la terraza y el pequeño jardín de la piscina del hotel me hizo parar. Apoyé mis manos sobre ella, tratando de respirar, tratando de liberarme del dolor. Entonces sentí de nuevo aquel toque, aquella caricia en mi cabeza, y el aroma de las flores que impregnaba mis sueños cada vez que el abuelo aparecía en ellos me golpeó como una ráfaga de viento. —¿Estás aquí abuelo? —susurré, conteniendo las lágrimas—. Por favor, envíame una señal. Cualquier cosa que me haga creer que todavía estás cerca de mí. Esperé inútilmente. Todo lo que sucedió fue una mariposa volando cerca. Di un grito ahogado cuando aterrizó encima de la balaustrada de color crema. Vi el insecto, que se mantuvo inmóvil, como si también me estuviese observado.
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Las voces, el tintineo de las copas, y la insoportable música que venía de dentro de la habitación aumentaron, y después volvió a amortiguarse. Me di la vuelta y allí estaba Max, inmóvil como una estatua, observándome con sus ojos oscuros. Retrocedí hasta golpear la cadera en la balaustrada. Dejó escapar un largo suspiro y se acercó rápidamente, sin detenerse hasta tomarme en sus brazos. —Lo siento mucho —murmuró, acariciando mi pelo—. Lo siento mucho. Discúlpame. Con el rostro hundido en su pecho, su férreo abrazo impedía que me librase de ese dulce cautiverio, las lágrimas tomaron el control y cayeron libremente. Él enterró su cara en mi pelo, y el abrazo alrededor de mi cuerpo se intensificó, como si quisiese fundirme con él, como si quisiera apoderarse de mi dolor y absorberlo todo él mismo. Poco a poco, me controlé lo suficiente para que cesasen los sollozos. —Discúlpame —susurré, secándome los ojos y limpiándome la cara emborronada, al estilo de Alice Cooper—. No pude evitarlo... Fue... —Tragué. —Horrible. —Completó. Me limité a asentir. —A veces pienso que realmente hablo con él, Max. Que siento su presencia. Sus caricias. —Me zafé de sus brazos y me volví, mirando hacia el agua cristalina, para que él no viese mi tristeza. Silenciosamente, él se aproximó hasta quedar a mi lado. Traté de imaginar lo que estaría pensando Max. ¿Creería que estoy loca? ¿Tendría miedo a que saliese por ahí diciendo que hablaba con los muertos? ¿Temería que lo sorprendiese mientras dormía y lo atacase con un cuchillo? Desde luego, no debe ser nada agradable saber que la chica con quien compartes un apartamento cree que habla con los muertos. Concluí qué pensaría que yo estaba mintiendo o simplemente que había perdido la razón, como la tía Celine. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Tía Celine era la hermana mayor del abuelo Narciso. Nadie se dio cuenta de sus rarezas hasta que ella empezó a dormir en el armario, porque dijo que había nazis bailando en su habitación y que el canto alemán no la dejaba descansar. Al Abuelo le llevó años hacer que ella tomara los medicamentos. Pero fue demasiado tarde, ya vivía en su propio mundo y rara vez parecía lúcida. Me gustaba la tía Celine. Ella siempre me daba chocolate cuando mi abuelo le daba la espalda. Yo era pequeña cuando decidió darme algunos consejos antes de morir. “Ni siquiera pienses en casarte con el príncipe azul”, me dijo una vez. “Cásate con el lobo feroz. Él sí que sabrá tratarte bien”. En ese momento yo tenía ocho años y no entendí muy bien lo que quería decir. Fue en la adolescencia cuando me di cuenta de lo que significaba su metáfora. Tal vez por eso nunca quise enamorarme de nadie. Hasta que conocí a Max, quien era parte lobo feroz, y parte príncipe azul. Y que estaba callado desde hace tanto tiempo que tuve que mirarlo. Sus ojos me examinaron cuidadosamente. —Él es tan real, Max. Quiero decir, en mis sueños. ¡Es él! Es el mismo hombre que siempre fue. ¡Él es real! Me aconseja como antes, y, a veces siento algo, una fuerza... que no puedo explicar. Parece que algo me está protegiendo, como si el abuelo todavía estuviera a mí alrededor. —Eso es un poco aterrador —dijo, pero sonrió ligeramente. No era el tipo de respuesta que esperaba. —¿Tú... me crees? —pregunté con incertidumbre. —¿Y por qué no iba a creerlo? Tenías un vínculo muy especial con tu abuelo. Si realmente existe la vida después de la muerte, y tu abuelo Narciso está viendo todo lo que estás pasando, no hay duda de que está cerca de ti tratando de protegerte —dijo, muy seguro—. Por supuesto que te creo. Suspiré aliviada. —Él está tratando de ayudarme, lo sé. Sé que soy una cabezota, no escuché lo que me decía y todo terminó siendo más complicado.
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Un poco vacilante, Max deslizó la mano por la barandilla para llegar a la mía. Un calor denso y abrasador recorrió mi brazo y alcanzó mi pecho mientras cerraba los dedos alrededor de mi mano. —¿Quieres hablar de ello? —preguntó. —Yo... necesito... No aguanto más. —Respiré profundamente antes de empezar— .Bueno, la verdad es que... bueno... Clóvis sospecha que nuestro matrimonio es una farsa. —¿Todavía? —preguntó en voz baja. —De hecho, está bastante seguro. Él, me buscó. Primero me advirtió del riesgo que corre tu carrera profesional si la historia es cierta. Me quedé tan confundida cuando dijo que ibas a terminar perjudicado, que te lo quise contar esa primera vez, lo juro, simplemente no tuve agallas. —Entonces, era eso —me miró, bajando un poco la cabeza para que nuestros rostros quedasen a la misma altura. Su voz era como el terciopelo en mi piel—. La conversación en el coche. Era por eso que estabas tan asustada. Asentí. —Pero eso no fue todo. —¿No? —Su frente se arrugó. —No. Clóvis compró mi cupé al tipo que se lo vendí. Aquella tarde en la mansión, cuando le pegué, me pidió que anulara el matrimonio. Y me ofreció el coche como moneda de cambio. Se quedó en silencio durante unos minutos. Su rostro era una máscara inexpresiva. —¿Tú aceptaste? —Inquirió. Su voz no tenía ninguna entonación. —¿Viste su cara? —Reí nerviosamente.
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—Ah —dijo, con una media sonrisa en su rostro. —Hay más —susurré. —¿Más? —Me miró inquisitivamente. La fuerza de su mirada era tal, que tuve que desviar la mía para continuar. —No te he dicho lo peor. En la cena de L&L, cuando se decidió quién sería el nuevo director de la Comex, Clóvis me dijo que fue Hector quien le propuso a mi Abuelo excluirme del testamento hasta que estuviese casada. En aquel momento no entendí lo que eso significaba, pero ahora todo está muy claro. Si yo acepto mi herencia, Hector pierde la presidencia del Conglomerado. Él no quería que eso sucediera. Vanessa le dijo que nuestro matrimonio es una farsa, y ahora Hector está tratando de encontrar pruebas. Entonces, si él consigue lo que quiere, Max, tu buen nombre, tu esfuerzo, tu talento, tus sueños se vendrán abajo. Lo siento. Apreté los labios, deseando no haber dicho aquellas palabras, pero yo las dije, y Max las escuchó. Le llevó medio minuto preguntarme: —¿Quién te dijo eso? —Clóvis. Hector le preguntó. Clóvis ha estado presionándome para que anule el matrimonio, ya que si se descubre nuestro acuerdo perderé el derecho a la herencia para siempre. Pero él cree que Hector es lo suficientemente inteligente como para desenmascararme y que tiene paciencia para ello. Quiere que anule nuestro matrimonio antes de que todo explote. Max asintió, serio, muy serio. —Y Max... —Sus ojos estaban fijos en los míos, brillantes, llenos de luz, pero no me decían nada—. Clóvis eligió a Jeferson, simplemente porque
lo
enfrentaste ese día en la cafetería. No le gustas porque eres mi marido. Piensa que eres un hombre perverso, que me usas como esclava sexual o algo así. Lo siento. — Bajé la cabeza. Hubo una larga pausa, y su mano abandonó la mía.
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—¿Por qué no me lo dijiste antes? —He intentado decírtelo más de una vez, pero terminaba retrasándolo porque... tenía miedo. Perdóname, Max no lo hice cuando debía. Sé lo importante que es para ti tu carrera. Si Clóvis me hubiese dicho antes que estropearía tu promoción, habría intentado hacer algo, argumentar o apelar… cualquier cosa, pero no lo hizo. No sabes cuánto lo lamento. Fue por eso que me cité con Boris. Para tratar de hacer algo antes de que Clóvis te haga daño de nuevo, porque él me dijo, aquella tarde en la que le rompí la nariz, que si era necesario me apartaría de ti, para evitarme problemas. Aquella cena con Boris no era una cita. ¡Lo juro! —Alicia, mírame. —Me pidió, colocando una mano en cada lado de mi cara y levantándola hasta que lo miré—. ¿Por qué estás tan triste? —¿Por qué? —le pregunté, tratando de tragarme las lágrimas y fallando vergonzosamente—. Porque yo soy la chica problema que destruye las vidas y los sueños de todos los que se acercan. Tienes razón, Max soy la piedra de tu zapato. Tienes que alejarte de mí. Alejarte mucho. Yo lo estropeo todo. Un mechón de su pelo le cayó por un lado de su cara, atrayendo mi atención de inmediato. Yo quería acariciar aquellos cabellos dorados... —No has respondido a mi pregunta —dijo, y la voz grave reverberó en todo mi cuerpo, dejando mi piel caliente. —Lo siento mucho. Debería haber sabido que este loco plan de matrimonio de alquiler no iba a funcionar. Estropeé tus sueños. Daría cualquier cosa por ser capaz de arreglar las cosas. —Max todavía estaba mirándome, por lo que era imposible organizar mis pensamientos y responder con claridad—. Está bien, sé que no tengo nada ahora, pero yo renunciaría hasta de la ropa que tengo en mi cuerpo e iría en autobús sin rechistar, si pudiera dar marcha atrás en el tiempo. Sus ojos brillaban como la noche que nos besamos en el sofá. En ellos había calor y deseo y furia y miedo.
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—Alicia, ¿por qué te importa lo que me pase? —Todavía tenía mi cara entre sus manos. —Porque... —Puse una de mis manos en su muñeca—. No quiero que seas infeliz. —Él sonrió con esa sonrisa tímida que me hacía perder el aliento. —Yo tampoco quiero verte infeliz, Alicia. —No era exactamente el tipo de reacción que esperaba. En realidad no esperaba nada de aquello. ¿Dónde estaban los gritos: “NO PUEDO CREER QUE HAYA PERDIDO MI OPORTUNIDAD POR TU CULPA, CHICA”? —¿No quieres? —le pregunté, confundida. Él negó lentamente—. Ahora mismo, estoy haciendo un gran esfuerzo para no entrar en ese salón y romper lo que le queda de nariz a Clóvis por atormentarte cuando ya estás tan frágil y enfrentándote a numerosos problemas. Pero en este momento, eres lo más importante. Puedo tratar con él más tarde. Estás triste y no quiero verte así. Me duele el alma, Alicia. Siento que me estoy muriendo. ¿Podrías sonreírme y liberarme de esta agonía? —me preguntó—. Adoro tu sonrisa. Tragué saliva. Su rostro estaba muy cerca del mío, sus manos muy calientes en mi piel tan fría. Sus palabras fueron como terciopelo acariciando mi cuerpo. Sentí que mis rodillas fallaban. —¿Por qué eres bueno conmigo? ¿No entiendes que yo lo estropeé todo? —Sólo para que lo sepas. —Colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja—. Yo ya sospechaba que Clóvis eligió a Jeferson porque le recriminé su comportamiento contigo. Y, si quieres saberlo, me sentí aliviado de que no me hubiera elegido. No podría soportar pensar que le debía algo a Clóvis. —¿Lo sospechaste? —le pregunté con asombro—. ¿Por qué no me lo dijiste? Frunció los labios con impaciencia. —Porque yo sabía que ibas a responsabilizarte de ello. Y yo soy el único responsable. ¡No! —Agarró más fuerte mi rostro cuando traté de negar—. No es tu
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culpa. Actué por mi cuenta y riesgo y no me arrepiento, lo volvería a hacer si fuera necesario. Ahora sonríe para mí, por favor. Toda esta tristeza en tus ojos me está matando. —No se puede sonreír en un momento así. —Sí se puede —dijo, limpiándome las lágrimas obstinadas que corrían por mi rostro—. Apuesto a que sonreirás al recordar cómo nos enredamos en aquella escalera, poco después de conocernos. Estabas tan perdida, tan confusa, como si el fin del mundo hubiese llegado. Suspiré. —Era peor que el fin del mundo. Joyce me iba a exiliar a la fotocopiadora. —Eso sin duda era el final del mundo... —él sonrió un poco—. Puedes recordar lo avergonzado que estaba cuando tropezamos en el pasillo y me encontré con la fotocopia de tu... eh... —él arqueó una ceja—. Sabes de lo que hablo. No me obligues a decirlo. Sonreí un poco, y sus ojos se iluminaron. —Ahora sí. Una sonrisa tímida, pero aun así, sigue siendo una sonrisa. Ya he visto algunas antes. Cuando lees, sonríes de esa forma. —Su mano estaba todavía en mi mandíbula, y sus largos dedos en mi nuca. —Yo no sonrío cuando leo —le repliqué. —Sí sonríes, todo el tiempo. Yo te vi. —Y su pulgar se deslizó por mi labio inferior. Su caricia me hizo temblar, y una avalancha de sensaciones me sofocaron. Max también parecía cambiado, su voz era ronca, las pupilas dilatadas y oscurecidas, y le faltaba el aliento. Mi corazón voló. —No hago nada más que mirarte, Alicia.
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A la luz de la luna inmensa, se inclinó sin dudar esta vez, rozó suavemente sus labios con los míos. Era la primera vez que me besaba, que realmente me besaba sin persuasiones o artimañas. Aproveche la oportunidad y me aferré a él, pegando todo mi cuerpo al suyo. No pareció importarle, ya que su brazo enlazó mi cintura, apretándome contra su fuerte cuerpo. Sus labios eran aún más agresivos que en nuestro último beso, y yo ya no podía respirar, pero no permití que se apartarse. No me importaría asfixiarme si eso significaba estar allí, unida a él para siempre. Max trató de eliminar la distancia entre nosotros, cosa que era imposible, ya que no había una parte de mí que no estuviese pegada a él, de modo que acabé presionada entre la barandilla y su cuerpo caliente, casi febril. Suspiré sobre sus labios, y el brazo alrededor de mi cintura se movió perezosamente en círculos por mi silueta, bordeando mis caderas, y acercándome a él. Instantáneamente obtuve la respuesta a la pregunta que tanto me había atormentado. Tal vez fue sólo una reacción al beso incandescente, desnudo de pudor, al que ambos estábamos entregados, pero su cuerpo estaba diciendo, con toda claridad, que me deseaba. Sus labios se deslizaron por mi cuello, los dientes probaron mi piel y me dejaron en llamas. Su boca llegó a mi oído y me mordió el lóbulo de la oreja ya sensible, haciéndome temblar. —Los sueños cambian, Alicia —susurró. Me estremecí de placer. Continuó jugando con sus labios en mi clavícula, y sus dedos acariciaban mi brazo, suavemente como una pluma. —Los míos cambiaron —dijo con voz ronca llena de ternura y deseo. Enrosqué los dedos en su cabello suave, atrayéndolo a mi boca de nuevo. El beso, que cada segundo se volvía más voraz, más íntimo, sin vergüenza, me dejó en éxtasis. Max todavía me aseguraba firme y decidido, contra su cuerpo cuando alguien abrió la puerta, dejando que el mundo perforara nuestra burbuja de pasión, trayendo el barullo de voces y música a ese momento mágico.
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—¡Ah! Perdón, no pretendía interrumpirlos... —Hector murmuró con un cigarrillo en la mano y el rostro sorprendido. En ese momento, una parte de mí creía en la intervención divina. Hector no había ido a ese balcón por coincidencia, ¿no? La otra parte de mí estaba enojada por la interrupción. Me quedé quieta, esperando el momento en que la conciencia llegaría a Max y él pusiera un abismo entre nosotros otra vez, que nos delataría. Sin embargo, él sonrió y no me soltó. Sólo me giró abrazándose a mi cintura, con mi espalda pegada a su pecho. No me atrevía a respirar. —No interrumpiste nada —dijo a Hector. Como Max no se apartó, y siguió allí, con los brazos protectores a mí alrededor, me sentí más confiada y me permití respirar con cautela. —No sabía que estaban aquí —se justificó Hector, analizando los brazos alrededor de mi cintura con el ceño fruncido—. No quería interrumpir a una pareja tan enamorada. —Nosotros fuimos los descuidados. Lo sentimos, Hector. Creo que fue mi culpa, pero nadie me puede condenar. ¡Mira a mi esposa! —Había tanta emoción en su voz, tanta... La verdad es que mi corazón dejó de latir por un segundo o dos— . Yo sería un loco si no quisiese besar a Alicia todo el tiempo. ¡Oh, Dios! ¡Qué sea real! ¡Que todo esto sea real! —Cierto. Alicia se convirtió en una mujer hermosa. —Hector sonrió—. Los dejaré solos. —Y abrió la puerta. —No es necesario. Alicia y yo tenemos toda la noche —dijo Max y me besó en el cuello. Me estremecí ante la promesa. Max no rompía nunca una promesa. Bueno... Rompió la de nunca besarme, pero esa no contaba. “Tenemos toda la noche”, dijo. Me sonrió y me esforcé en recordar qué ropa interior llevaba, y casi tuve un ataque de nervios cuando me di cuenta de que estaba usando mi ropa interior favorita, del
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tipo de la abuela ¡larga y enorme! para que no marcase debajo de la ropa, y con una cara gigante de Mickey Mouse estampada en el culo. ¡Maldita sea! —No quería molestar... necesitaba uno de éstos —Hector encendió un cigarrillo y dio una larga calada, mostrando en su rostro placer y dolor al mismo tiempo—. Tu abuelo siempre decía que esto me mataría algún día. No le respondí. Tenía un problema más apremiante que la posible muerte de Hector por su terrible hábito de fumar. —Tu abuelo siempre hablaba de ti, Alicia. Nunca conocí a un abuelo, e incluso a un padre que se preocupase tanto sobre alguien como se preocupaba por ti. Fue hermoso ver lo mucho que te amaba. —Lo sé, Hector. Era mutuo. —Él asintió. —Voy a tener que hacer el discurso en su lugar. —Dio una larga calada—. Pero preferiría que alguien de la familia lo hiciera, si no te importa. —Oh, no. No puedo. No puedo hablar en público. Eres el Presidente. Adelante. Cosecha los laureles. —Me burlé. —No se trata de eso. Nunca se trató de eso. —Tiró el cigarrillo al suelo—. Si me disculpan... —Y entró pisando fuerte. Esperé un poco insegura, hasta que la puerta se cerró. Max me giró en sus brazos y sonrió mientras deslizaba los dedos por el pelo. —¡Max, fue perfecto! Jamás esperaría una escena como esta. Tú abrazándome así... —Apoyé las manos en sus bíceps rígidos y fuertes. Escalofríos subían y bajaban por mi espina dorsal. —Para mí no fue una puesta en escena, Alicia... para ti... ¿lo fue? —De ninguna manera. Es que pensé... olvídalo. —Sacudí la cabeza y sonreí. Él, también, pero de una manera un tanto indecisa.
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—¿Estás bien después de tocarte de esa manera? —Me preguntó, acariciando mi espalda. Una enorme sonrisa se dibujó en mi cara. —Más que bien. Él suspiró, aliviado. —Hace mucho que deseo tocarte, Alicia. ¡No tienes ni idea! Tenemos un acuerdo... y no sé qué hacer. No quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación. ¡Y no lo estoy! Pero a veces, creo... creo que quieres que te toque. —¿A veces? —Negué desamparada—. ¡Caramba, Max! Estoy tratando de seducirte desde hace semanas... —¿Tú? —preguntó, sinceramente sorprendido. —Y al parecer no lo hice muy bien —murmuré. —¡Ah! No es eso. Me di cuenta de que te sentías atraída por mí, pero tenía miedo de estar confundiendo las cosas, fantaseando. Que mi cerebro me daba las señales que yo quería. —Un dedo siguió la línea de mi mandíbula, hasta encontrar mi barbilla—. Y... sobre todo, tenía miedo de que tú estuvieras confundiendo las cosas. —Nunca me he sentido confusa. Bueno... tal vez al principio —reí un poco—. No sabía qué más podía hacer para llamar tu atención. Lo intenté todo, la película, el pie lesionado, no fue nada fácil... monté un enorme tinglado, para que repararas en mí. Menos la terrible noche de la tormenta. Aquella vez no mentí. Realmente tenía miedo. —Puse los ojos en blanco cuando se echó a reír—. La historia de la cucaracha fue la peor, lo reconozco, pero yo sólo quería una oportunidad de permanecer en la misma habitación que tú, para intentar... —Por eso usabas aquel camisón —dijo, asintiendo. Más para sí mismo, pensé.
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—¿Realmente crees que uso ese tipo de ropa para dormir? —Sonrió un poco tímido, y sus ojos brillaron. —Me extrañó un poco. No te puedes imaginar el esfuerzo que hice para disipar de la cabeza la imagen de ese camisón obsceno. —El brazo alrededor de mi cintura se encogió instintivamente, arrastrándome con él—. Por si fuera poco, tu perfume estaba en cada centímetro de esa habitación, especialmente en las sábanas. No pude dormir en toda la noche. Yo quise derribar la puerta del dormitorio y tomarte en mis brazos un centenar de veces. Por muy poco no perdí el control. —¿En serio? —Sonreí, maravillada—. Pensé que no habías notado el camisón. —Lo noté. ¡Ah, sí lo noté! Pero, sinceramente, Alicia, no necesitabas nada de eso. No tienes ni idea de cómo ese pijama tuyo de nubecitas y las zapatillas de dinosaurios me quitaban el sueño. Te ves tan... hermosa y auténtica y... durante semanas, fue en lo único en lo que podía pensar. —¡Ah, Mari Necesitaba escuchar esto!— No he rendido nada en mi trabajo después de casarme contigo. —Pero... pero... ¡tú siempre huías! Caminaba pisando huevos para que no te alejaras, porque siempre que me acercaba huías.
Me dejaste sola en la cama
aquella noche. ¡Sola! —¿Qué podía hacer? Tú pusiste los límites a nuestra relación. ¿Cómo podía rebasarlos? —¿Sabes? No deberías escuchar todo lo que digo... —Era demasiado bueno para ser verdad. Apreté suavemente su hombro para asegurarme de que yo no estaba realmente soñando. No, no lo estaba. Esos músculos duros eran muy reales. —He luchado tan duro para sacarte de mi cabeza, Alicia —confesó—. Pero parece que cuanto más lo intento, menos éxito tengo. No sé cómo no te diste cuenta. ¿No ves lo nervioso que me pongo y que nunca sé lo que hacer cuando estás cerca? Negué con la cabeza, incapaz de decir nada. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Max me acarició el rostro con las yemas de los dedos, y sus ojos ardían en los míos. Su pulgar se deslizó por mi labio inferior dolorosamente lento. Bajó los ojos para seguir el trazo de su dedo. Humedeció los suculentos labios, respirando entrecortadamente, y finalmente (¡por fin!), dijo las palabras mágicas que hacía tanto tiempo esperaba oír: —Alicia. —Su voz era ronca, intensa—. ¿Quieres ir a un lugar más tranquilo? —Desesperadamente —susurré. Él sonrió con una inmensa sonrisa, y comenzó a conducirme de nuevo a la fiesta. Miré por encima del hombro hacia la balaustrada, buscando la mariposa azul, pero ya no estaba allí. Cuando estábamos en la puerta, me detuve, evitando que Max entrase. —Max, dime algo. ¿Te gusta Mickey? Él frunció el ceño. —¿El ratón? Asentí, un poco insegura. —Hum... Creo que me gusta. ¿Por qué? —Quiso saber, un poco confundido. Sonreí. —Por nada.
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Capítulo 40 Traducido por bellen1930 Corregido por Yanii
Para mi frustración, y aparentemente para la de Max, nuestra salida a hurtadillas naufragó. Hector estaba en el escenario con su discurso, y cuando me vio atravesando el salón, me señaló, diciendo por el micrófono quién era yo. Un foco casi me cegó. Max se puso tenso a mi lado. No teníamos otra alternativa más que regresar a nuestra mesa y sonreír. Él entrelazó sus dedos con los míos y tuve que contorsionarme para aplaudir a Hector cuando terminó el discurso, lleno de divertidas historias compartidas por el abuelo y él. Cogí mi vaso de vino y tomé un sorbo, y entonces me di cuenta de que Max estaba viendo nuestras manos unidas. —¿Qué pasa? —pregunté. Levantó los ojos y me miró durante un tiempo interminable. Brillaban tanto que era difícil desligarme del caleidoscopio que las luces provocaban en su iris. —Me preguntaba si esto era real. —Y presionó levemente sus dedos enredados en los míos. —Espero que lo sea —murmuré. Varias emociones cruzaron su rostro, una explosión intensa de colores y sentimientos. Me estudió durante mucho tiempo antes de inclinarse y tocarme ligeramente la nariz con sus labios. Una corriente eléctrica atravesó mi cuerpo. Era como si el resto del mundo se hubiese convertido en tan solo luces, colores y sonidos distantes. Sólo veía a Max, sentía a Max, lo deseaba. —¿A dónde vas? —pregunté cuando se levantaba. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Vuelvo en tres minutos. —Sonrió, pero parecía que había ansiedad en sus ojos. Esperé, observando el salón, los rostros conocidos, la orquesta maravillosamente instalada en un lateral de la sala imponente. El abuelo se reiría si estuviera allí. Y tuve que admitir que mi abuelo sabía de esas cosas. Mi acercamiento con Max se produjo porque seguí su consejo. ¡El abuelo Narciso era fantástico! Una mano cálida y suave tocó mi hombro. —¡Estás de vuelta! —exclamé extasiada cuando vi a Max. Él sonrió, sorprendido. —¿Adónde iría? ¿Escapando como siempre? —No lo sé —dije encogiéndome de hombros—. Sólo pensé... no importa. —¿Bailas conmigo? —me preguntó, estirando su mano para que yo la cogiese. Inmediatamente acepté, y él me llevó a la gran pista de baile. —Pensaba que obligarte a bailar sería exigirte demasiado —comenté, recordando su rostro aterrorizado en la discoteca cuando traté de sacarlo a bailar. —Depende en gran medida del tipo de baile. —Estrechó mi cintura, acercándome más a él. Pocas parejas arriesgaban en la pista, pero no me importó. No tenía ni idea de que música estaba sonando. El corazón me latía tan fuerte y mis pensamientos estaban tan agitados que podría estar bailando Funk y no lo notaría, continuaría balanceándome suavemente en los brazos de Max. Me sostenía con una delicadeza determinada, con una de sus manos firmes en mi cintura, y con la otra acariciando mi mano sobre su pecho, su rostro rozaba el mío, deslizando la nariz en mi mejilla, inhalando el aroma de mí pelo. Su brazo apretó mi cuerpo y tuve que concentrarme para mantenerme en pie. Nuestros ojos se encontraron, y, una extraña comprensión
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y al mismo tiempo muy real y natural ocurrió en ese instante. No dijo nada, pero ambos sabíamos que era hora de irse. Volvimos a la mesa sólo para recoger mi bolso. Nos despedimos de algunos conocidos y dejamos el gran salón para entrar en la lujosa recepción que conducía al exterior. En ningún momento Max soltó mi mano ni miró hacia otro lado. Sin embargo, en lugar de seguir adelante, me guió hacia el mostrador de recepción. —Pero... —intenté preguntar, pero callé cuando la recepcionista le dio a Max una gran tarjeta y sonrió con complicidad. La llave de una habitación. —¿Quieres subir? —me preguntó. Había muchas emociones en mi cara, la más obvia de ellas era la incertidumbre. “¿Quieres subir?” Dos palabras. Sólo dos palabras hicieron que mi mundo colapsara. Empecé a sudar. Estaba completamente segura de lo que quería, tanto que me dolía físicamente, pero no podía evitar estar nerviosa. —Sí. —Tragué saliva. Él asintió con ojos ardientes. Entramos en el ascensor cogidos de la mano. Instantáneamente me sentí tímida, como si fuera la primera vez que me iba a la cama con un hombre. Max también parecía nervioso, lo cual no ayudaba mucho. Gracias al ascensorista, que decidió iniciar una conversación sobre el buen tiempo de la noche, el temible silencio se disipó. Cuando bajamos en el piso correcto, Max buscó el número de la habitación, aparentando impaciencia. —Quédate aquí. —Me pidió cuando encontró la habitación en el largo pasillo alfombrado. Obedecí mientras él introducía la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta. Con los ojos fijos en los míos, se acercó, puso un brazo alrededor de mis rodillas, el otro por la cintura y me levantó con facilidad. Llevándome con aplomo, Max entró en la habitación, cerró la puerta con una patada, lo cual me pareció muy excitante,
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siguió adelante hacia la antesala iluminada sólo por unos apliques. Di un grito ahogado cuando vi la habitación, y en especial la cama gigante y la colcha inmaculadamente blanca adornada con pétalos de rosa carmesí. Una cubetera de hielo albergaba una botella de champán. Había frutas a su alrededor. Velas encendidas, sobre diversas superficies daban a la habitación un ambiente de intimidad y romanticismo. —¡Woaw! —Sé que no es exactamente lo que habías imaginado para tu noche de bodas, especialmente teniendo en cuenta el retraso... Negué. —¡Es incluso mejor! —exclamé—. ¿Cómo... cómo... cuándo...? —Tengo mis contactos —dijo y me llevó suavemente en la cama. Con elegancia, Max tomó la botella de champán y la abrió, sirvió dos copas y me dio una. Había enormes ramos de rosas rojas en las mesitas de noche. Di un grito ahogado cuando se sentó a mi lado y la cama cedió un poco bajo su peso. Mis manos sudaban, y yo me estremecía con cada respiración suya. Era ridículo estar tan nerviosa, después de todo, traté de llegar a este momento. Tomé mi bebida de un trago. —¿Asustada? —me preguntó Max —Eh... un poco —le confesé. —¿Por qué no estás segura de lo que quieres? —Su frente se arrugó. —En realidad, estoy esperando a que salgas corriendo en cualquier momento. —No voy a irme a ninguna parte. No esta vez —susurró con solemnidad.
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—¡Qué demonios! Así que esto es un sueño, ¿verdad? Nada de esto está sucediendo realmente. Voy a quedarme aquí, sin aliento, excitada y sola, ¿no? Tomó mi vaso vacío y lo colocó en el suelo alfombrado. Con sus ojos cristalinos capturando los míos, Max acarició mi rostro. Su mano se deslizó por mi cuello, mi brazo, llegando a mi mano sudorosa. Él la llevó a los labios antes de posarla sobre su pecho, sobre su corazón. —¿Puedes sentir esto? —Y presionó todavía más mi mano sobre su corazón. Los golpes eran fuertes, rápidos, casi furiosos. —Lo siento. —¿Y esto? —Llevó mi mano de nuevo a sus labios, y esta vez le dio un beso persistente a mi palma. Asentí, estremeciéndome. Todavía me miraba con tal intensidad que podría haber jurado que el calor que salpicaba mi piel venía de él. Max murmuró: —También tengo dificultades para creerlo, a pesar de que todo parezca real para mí. —Y se inclinó para besarme—. Pero, si tú también piensas que es real, entonces o realmente está sucediendo o estamos compartiendo el mismo sueño. Mi corazón retumbaba en su pecho mientras sus brazos me sujetaron con urgencia. Enrosqué los dedos en su pelo, pegándome todavía más a él. Entonces el beso se tornó más suave, más lento y comedido. Poco a poco, Max me puso sobre la cama, deslizando su mano por el costado de mi cuerpo para llegar a mi muslo, sin prisas. —¿Crees que es real, Alicia, o estamos soñando? —preguntó con voz gutural. —No lo sé. No me importa —murmuré sin aliento mientras él delineaba mi cintura con dedos febriles.
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—¿Todavía tienes miedo? —Sus labios acariciaron mi cuello, haciéndome temblar. —No. Él levantó la cabeza, me miró a los ojos durante un momento y sonrió. Una sonrisa tan plena, tan completa, que parecía venir de su alma. Max siguió acariciándome, besándome lentamente, y entendí lo que pretendía. Estaba saboreando cada toque, cada caricia, prolongando el placer con cada gesto. Yo tampoco tenía prisa, quería disfrutarlo, acariciarlo, amarlo lenta y profundamente. Me deshice de su chaqueta y desabroché uno a uno los botones de la camisa, hasta que sentí con las yemas de los dedos su piel lisa, caliente, y suave. El corazón le latía con fuerza bajo mi palma. Con exagerada lentitud, deslicé la camisa por sus brazos fuertes y atléticos, hasta que conseguí tirarla por la habitación en alguna parte de aquel lugar mágico. Max deslizó sus labios por mi cuello, por mi brazo, hasta que encontró la cremallera en el lateral de mi vestido, abriéndola con extremo cuidado. Pasó los dedos hasta alcanzar el dobladillo del vestido en mi muslo, lo levantó, lo pasó por mi cabeza, y luego, admiró mi cuerpo. Sus grandes manos suaves en mi piel y sus ojos oscurecidos con el deseo, me hicieron suspirar. Llegaba a ser cruel la manera en que parecía que me reverenciaba. Cuando me besó, su piel febril tocó la mía, haciéndome gemir ante el placer de tenerlo allí, apretándome contra el colchón. Él exploró cada centímetro de mi cuerpo con las puntas de los dedos antes de deslizar con delicadeza por el mismo camino que los pétalos de rosa de seda esparcidos sobre la mesa. Pronto sus labios rehicieron el trayecto, parando en mi vientre. Suavemente, Max me viró y continuó explorando, alternando dedos, labios, pétalos, y dientes, haciendo que me retorciese de placer. Oí reír suavemente a Max mientras sus dedos se enroscaban en los laterales de mis bragas, pero al parecer Mickey Mouse no lo desanimó. Trazó una línea de besos desde mi nuca hasta las rodillas, retiró los zapatos con delicadeza y me giró, hechizándome con sus ojos como si pudiéramos llegar a ser uno solo. Me arrodillé en la cama y alcancé su estrecha cintura, abriendo su cinturón y ayudándole a Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
deshacerse del resto de sus ropas. Todo lo que pude pensar mientras que la tela caía, mostrando su cuerpo perfecto, fue que el David de Miguel Ángel, intentaría cubrir su desnudez mediocre en comparación con la de Max. Era hermoso, fuerte, viril. ¡Maximus! Él también me estudiaba con ojos voraces, recorriendo mis curvas, saboreándome a distancia. —Tan hermosa... —susurró, haciendo que me acostase de nuevo. Sus manos se volvieron más firmes, imprudentes, ansiosas. Tan ansiosas como yo, por lo que me conmovió. Max se demoró en mis curvas como conociéndome, descubriéndome. Moviéndose rápidamente, se colocó sobre mí y acabé gimiendo al sentir ese contacto puro, crudo, con su cuerpo junto al mío. Me tocó el pelo, apartándolo hacia un lado y bajó la cabeza hasta llegar a mi oído. —¿Está segura? —murmuró—. Si quieres, podemos parar. Automáticamente, clavé las uñas en sus caderas para que no se alejase. Él levantó la cabeza y sonrió. Siempre con los ojos fijos en los míos, se deslizó dentro de mí y luces de colores y calientes me golpearon, trayendo lágrimas a mis ojos. Entonces algo cambió. La delicadeza y sutileza todavía estaban presentes, pero quedaron en segundo plano. Era el deseo, felino y ardiente, lo que nos conducía ahora. Sentí la misma urgencia en Max, con cada movimiento se adentraba más en mí, llenándome de placer, tocando mi alma. La espera había sido larga y dolorosa, pero ¡oh, valió la pena! Nunca nadie me hizo sentir lo que yo estaba experimentando con Max. Mientras él marcaba el ritmo, que a cada segundo se hacía más y más frenético, sus manos recorrían mi piel, sus labios me chupaban, los dientes me devoraban con una mezcla de ferocidad y delicadeza casi insoportable. Rápidamente fui azotada por la fuerza de las olas y las luces que me inundaban. Una vez, dos veces, tres veces. Me estremecí Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
violentamente mientras estrellas doradas explotaban a mí alrededor, y su polvo mágico y brillante me envolvía. Max explotó al mismo tiempo, con un gemido gutural. Sin aliento, con los cuerpos perlados de sudor, lánguidos, y agotados, permanecimos inmóviles, sin decir una palabra, simplemente disfrutando de la sensación de paz. Era tan, tan bueno estar con Max. —Tengo que decirte que soy el fan número uno de Mickey Mouse —dijo un tiempo después, con la voz todavía entrecortada. Me eché a reír. —Es bueno saberlo —dije sin aliento. Era difícil respirar con todo ese peso sobre mi estómago, incluso cuando sostenía el cuerpo con sus codos—. Tengo una colección de ropa interior de Mickey. Él sonrió ampliamente. —Tienes que enseñármelos todos. —Entonces besó mi cuello y se movió, acostándose a mi lado, empujándome hacia su pecho. Apoyé la cabeza en la curva de su hombro, recuperando el aliento, mientras que su mano acariciaba perezosamente mi espalda. —¿Te das cuenta de que acabamos de consumar nuestro matrimonio? — señalé feliz. —Oh, me di cuenta. Y puedo garantizar que disfruté cada segundo —dijo divertido, pero luego suspiró pesadamente. Levanté la cabeza. —¿Qué? —Nada. Sólo estoy pensando en lo que acabo de hacer. Rompí el acuerdo.
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No puedo resistir esos ojos extraviados. Creo que eso es lo que más me atrae de él. De él, no a él. Había una gran diferencia entre una cosa y otra. —¿Te sientes atraído por mí? —Eres hermosa, Alicia. La mujer más hermosa que he conocido. Todavía no me puedo creer que estés aquí. —Estrechó su brazo alrededor de mí—. Estaría loco, si no estuviese caliente cuando estoy cerca de ti. —¿Caliente? —¡Uh, eso es bueno! ¡Muy bueno! —¡Y eso es una mierda! —dijo, cortando mis pensamientos—. Yo siempre cumplí mis promesas. Hasta esta noche. —Parecía culpable. —¡Oh no, Max! ¡Para de ser tan mojigato! —Ataqué sin dudarlo. Max se sorprendió, pero no tanto, cuando mis labios capturaron los suyos, una parte de él esperaba el ataque. No hubo resistencia, ¡ninguna! Respondió a mi beso apasionadamente. Su lengua jugaba traviesamente en mi boca, y sus dedos se clavaban en mi cintura. Pero cuando nuestra respiración volvió a ser pesada y me aferraba a su cuello tratando de acercarlo más, él me apartó suavemente. —Alicia, espera. Tenemos que hablar. Lo que pasó entre nosotros fue... —No digas “un error”. Por favor, no me digas que lo que hicimos estuvo mal. No me hagas daño así. —¡Fantástico! —Sonrió—. Pero tú dejaste claro que este tipo de intimidad estaba fuera de la cuestión. —Eso fue antes de que todos se complicara. Estamos casados. Me costó mucho llevarte a la cama. —Traté de llegar a su cuello, pero me agarró de las muñecas y los colocó sobre su pecho desnudo. Si su intención era desanimarme, ah, él estaba muy equivocado. Sentir la firmeza de sus músculos, el calor y el sudor aún en su piel, solo hizo que quisiese explorar más ese cuerpo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—En realidad no lo estamos, y lo sabes —señaló. —¿Qué pasa Max? Tienes un papel que dice que estamos casados. Acabamos de hacer el amor... y fue extraordinario, dicho sea de paso. ¿Qué más falta para que sea un matrimonio real? —No lo sé —él negó, atormentado. —Entonces, ¿qué sugieres que haga? ¿Que nos divorciemos para poder acostarme contigo? —Eso también suena mal —dijo, pero sonrió—. Y fui yo el que te llevó a la cama. Me di por vencida con un suspiro. —¿Y qué pasa ahora? Estamos técnicamente casados y consumamos el matrimonio. Y honestamente, no veo donde está el error. No es un crimen que un marido se acueste con su esposa. Es lo que se espera que ocurra. Me acarició la espalda, sin darse cuenta de lo que hacía. —Creo que tenemos que pensarlo todo. Hablar acerca de ello. —Puse los ojos en blanco. —¿Ves? Ya somos una pareja real, si quieres discutir nuestra relación. —Se rió entre dientes. —¿Qué sugieres que hagamos? —Bueno... —Enredé mis dedos en su cabello, aproximándome cada vez más—. Podríamos dejarlo pasar y ver qué ocurre. —¿Así de simple? —me preguntó burlonamente. —Tan simple como eso. Creo que no es necesario que nos preocupemos. Piensa en ello. Por lo que pude ver, te sientes tan atraído por mí como yo por ti.
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¿Qué crees que va a pasar cuando nos crucemos en el apartamento? No sé tú, pero yo no soy la reina del autocontrol precisamente. Sus cejas se arquearon. —Yo era bueno en eso, antes de conocerte. —Así que terminaremos repitiendo lo que ha pasado aquí. Muchas, muchas veces —añadí sonriendo—. Y ¿te sentirás culpable todas y cada una de esas veces? Yo sólo veo dos salidas. —¿Qué son? —me preguntó, sonriendo un poco. —O te relajas y lo dejas pasar o nos divorciamos para poder estar juntos. —Esto no tiene lógica, Alicia. —Se rió. —¡Exactamente! ¡Por fin entendiste! —Me incliné para darle un beso. —Habló en serio —murmuró en mis labios. —Yo también. Él se apartó bruscamente. —¿Lo harías? ¿Divorciarte y perder la oportunidad de recuperar tu herencia por estar conmigo? —Y me miró intensamente. —Haría cualquier cosa para estar contigo —respondí con prontitud. —Alicia —gimió, agarrando mi pelo, girando sobre mí y besándome con furia, hasta que me dejó sin aliento—. ¡Eres imposible! ¡Maravillosamente imposible! —Y puso su frente contra la mía. Algunos mechones de su pelo sedoso acariciaron mi mejilla. —Así que... ¿vamos a divorciarnos? —le pregunté, un poco confundida. —Yo no quiero hacerlo. —Levantó la cabeza—. ¿Y tú?
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—Por supuesto que no. Pero entonces, ¿qué hacemos? —Hmm... —Se acomodó entre mis muslos—. Vamos a intentarlo a tu manera. Veremos qué pasa. —Me alegra oír eso. Nada de reglas, planes o acuerdos. Sólo... dejar que suceda. —¿Nada de planes? Hace un momento todo parecía perfecto. ¡Qué mierda! —murmuró, fingiendo indignación. —¿Y cuál sería tu plan? —Arqueé una ceja. —Llevamos casados un mes y nunca salimos, tenemos unos dos años y medio de sexo atrasado. ¿Te das cuenta? Tenemos que empezar pronto si queremos recuperar el tiempo perdido... ¿Crees qué es un buen plan? —¡No puedo imaginar uno mejor! —Me reí, amando la idea—. Creo que no hay ningún problema si seguimos este plan. —Alicia —dijo, mirándome fijamente—. Debo advertirte. Soy muy malo con eso de ver lo que pasa. —Ah, pero yo soy una experta. Estarás en buenas manos. —Sonreí, deslizando los dedos por sus bíceps, que, ¡oh, Dios!, eran duros e imponentes. Pero entonces un pensamiento terrible se arremolinó en mi cabeza—. Max, todo se estropeó porque yo no te dije algunas cosas. Así que supongo que tengo que decirte algo importante. No sé cómo vas a reaccionar. Espero que bien, pero lo que sea... Su frente se arrugó, y una mezcla de miedo y preocupación cruzó sus ojos. Respiré profundamente. —Yo... creo que te amo un poco —espeté, mordiéndome el labio inferior. Él suspiró, aliviado.
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—Creo que eso es genial, porque yo te amo completamente —Y sonrió ampliamente. Aturdida le pregunté—: ¿Me amas? ¿Exactamente amar? ¿Del tipo Amor? —Alicia, ¿qué crees que acabo de decir? Las palabras son necesarias en algunas ocasiones pero no en otras. Creo que dejé claro hace poco lo mucho que Te amo. O... ¿no lo dejé claro? —Me preguntó, un poco inseguro. ¡Oh! —Bueno... —Sonreí, desviando los ojos a su pecho musculoso y enroscando los dedos en su vello suave como la cachemira—. No estaba segura... Acariciando mi cara con cariño y elevándola para poder mirarnos a los ojos, para que sus esmeraldas incandescentes me capturaran, me dijo: —Te quiero. Te amo. Te amo con mi corazón, con mi cuerpo, y con mi alma. Te amaré siempre, Alicia —murmuró y luego me besó, llevándome de nuevo a disfrutar de las estrellas y de sus polvos mágicos.
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Capítulo 41 Traducido por bellen1930 Corregido por Lsgab38
Me desperté con deliciosos besos en la nuca. Grandes y suaves manos acariciaban mi espalda. El aroma del café impregnaba el aire. Podría acostumbrarme a aquello fácilmente. —Buenos días, Bella Durmiente —susurró Max en mi oído. Me di la vuelta, abrazándome a su cuello. —Buenos días —murmuré. —¿Tienes hambre? Imaginé que tendrías y pedí café. Tuviste una noche muy agitada —me mordisqueó la barbilla. —Sólo un poco. Max acarició mi cuello con sus cálidos labios antes de llegar a la bandeja llena de comida. Café, leche, huevos, croissants, pan y mermeladas variadas, yogur, fruta y zumos. Mi estómago gruñó al ver tanta abundancia. Él se rió entre dientes. —Me alegro de que no tengas mucha hambre —se burló. Me senté mientras me servía, sosteniendo la sábana debajo de los brazos. —Es que normalmente tardo en despertar. Que tenga los ojos abiertos no significa que esté realmente despierta. Ya viste lo que pasó aquella mañana después de la tormenta... —Gracias por el consejo. —Me entregó el plato abarrotado de comida, poniendo una fresa en mis labios.
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Las pesadas cortinas blancas, estampadas con flores diminutas estaban cerradas, así que no tenía ni idea de la hora que era. Aproveché para observar la habitación, ya que la noche anterior estaba demasiado absorta en Max y sus caricias. Era sencilla y refinada, con muebles rectos y elegantes. Los grabados en las paredes eran de buen gusto, y las líneas rectas del sillón rojo le daban a la sobria habitación un toque de relajación. Nunca me imaginé que existiera un lugar tan perfecto para nuestra tan esperada noche de bodas. —¿Sabías que nunca me había alojado en este hotel? El abuelo siempre se hospedaba por lo menos una vez al año en cada uno de los hoteles de la cadena, para asegurarse de que el servicio era bueno. —Mordí una rosquilla suave cubierta con glaseado—. Qué delicia de hotel. Max sonrió con una impresionante sonrisa torcida. —Yo también voy a tener recuerdos muy agradables —dijo, tomando su café negro. —¿Sabes? Podrías haber dicho de inmediato que te sentías atraído por mí. Habría facilitado todo. —Podría, pero ¿y si tú no sentías lo mismo? —Cuando nos besábamos ¿daba a entender que no quería? —Él negó con la cabeza. —No lo entiendes. ¿Y si sólo estabas queriendo llenar el espacio dejado por tu abuelo? ¿Imaginas como serían de embarazosos para mí los próximos once meses? —dijo, mirándome fijamente, buscando señales de que eso pudiera ser cierto—. Pero esa noche, cuando tenías miedo de... uh... que estabas melancólica, vi algo en tus ojos. Algo que deseaba tanto, pero que iba en contra de todos mis principios. Parecía que me deseabas y yo estaba loco por ti. Deseaba tanto creer que lo que veía en tus ojos era real. Estaba tan cerca de arruinarlo todo... Como ya no me sentía en mi sano juicio, decidí pedir ayuda, y pretendía contarle a Paulo nuestra situación. Tal vez alguien de fuera podría ver las cosas con mayor claridad.
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Pero te vi con ese pequeño abogado pecoso y... Lo siento —dijo, pero sonrió descaradamente. —Max, vamos a dejar una cosa clara. Echo mucho de menos al abuelo. Tanto que a veces pienso que me voy a morir, que voy a ahogarme hasta languidecer por el dolor. Nunca dejaré de sentir su falta. Y nadie va a ser capaz de reemplazar al abuelo Narciso en mi corazón. Ni siquiera tú. El amor que siento por él es diferente, él era mi familia. Lo que siento por ti es... otra cosa. Es... uh... es como... como si me estuviese ahogando y de repente pudiese encontrar la superficie. —Nunca había sido muy buena con las declaraciones, pero esperaba que él entendiese cómo me sentía. —Como si estuvieses al borde de un precipicio, sin ninguna protección, pero que, sin poder resistirme, saltaba. —¡Exactamente! —¡Caramba! Era exactamente así como me había sentido tantas veces con él. ¿Él también se sentía así? —Como si estuviera muriéndome de hambre durante décadas y, finalmente, pudiera satisfacer mi hambre —dejó la taza a un lado y comenzó a inclinarse hacia mí—. Cómo si descubriese que lo que mueve el universo no son las energías cósmicas, sino los pálidos ojos azules de una niña-mujer y me besó. Un beso largo y caliente
que
dejó
a
todos
mis
sentidos
alerta.
Mi teléfono sonó, estridente, en alguna parte de la habitación. Max suspiró y me liberó los labios. No era lo que yo quería. Busqué con los ojos por el suelo alfombrado, en la mesita de noche, en la silla, pero no vi a mi bolso por ninguna parte. —¿Dónde estás? —Gemí, moviendo la sábana con cuidado para no tirar la bandeja. —Aquí —Max levantó mi bolso del interior del cubo de hielo vacío junto a la silla roja. —Pero, ¿cómo fue que... —Sacudí la cabeza y sonreí—. ¿Hola? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Alicia, ya son las nueve y todavía no estás aquí. ¿Puedo preguntar por qué? —Inquirió Breno, con voz muy irritada. —¿Hoy es domingo? —Cubrí la frente con mi mano, cerrando los ojos, evitando gruñir. —¡ALICIA! NO PUEDO CREER QUE HAYAS OLVIDADO... —retiré el teléfono para que los gritos no me perforasen el tímpano, haciendo una mueca. Max me miró con curiosidad. —¡No lo olvidé! —grité, con el teléfono todavía a una cierta distancia de la oreja—. Tuve un imprevisto... y... estoy... ya… saliendo ahora. —O llegas aquí en veinte minutos o puedes olvidarte del trabajo. —Me colgó. —¡Mierda! —Me levanté de la cama y comencé a buscar mi ropa, que estaba mezclada con la de Max, y esparcida por toda la habitación. ¿Cómo pude olvidar que era domingo y que tenía que trabajar? Bueno, por supuesto que podía olvidarlo. Acababa de pasar una noche mágica en los brazos del hombre más caliente del planeta y me amaba. Y, por suerte, también era mi marido, lo que significaba que lo vería otra vez. Muchas otras veces. Y eso era suficiente para olvidar incluso el nombre del país en el que vivía. —¿Qué estás haciendo? —me preguntó Max, mirándome con expresión apenada. Comencé a vestirme con torpeza al tiempo que equilibraba una rosquilla entre los dientes. —Me voy a la galería. Hoy es domingo, ¿verdad? Tengo que llegar en veinte minutos o seré despedida. Breno echaba fuego por la nariz. —Traté de subir la cremallera del lateral del vestido, pero estaba atascada. Parecía que cuanto más lo intentaba, más se negaba a obedecer. Esto sólo sucedía, por supuesto, porque estaba apurada. Si tuviera tiempo, la maldita cremallera se deslizaría como un tren por raíles nuevos—. ¿Me puedes ayudar con esto, por favor? —le pregunté, señalando la terca cremallera.
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—Claro —dijo, aproximándose y subiendo la cremallera con destreza. Los cálidos dedos me tocaron suavemente—. ¿Vas a ir a trabajar con esa ropa? —No tengo tiempo de ir a casa. —Trague el resto de la rosquilla—. Inventaré cualquier historia. Siento salir corriendo así. Realmente olvidé que era domingo. —Me puse los zapatos. —No voy a mentir, tenía muchas cosas planeadas para esta mañana... —sus brazos se enlazaron alrededor de mi cintura y sus labios se deslizaron por mi cuello—. Pero tenemos esta noche y el resto de todas las noches... Creo que puedo mantener a raya durante unas horas las cosas pecaminosas que pretendo hacer contigo. —¿Qué tipo de cosas pecaminosas? —le pregunté, interesada. Su boca ya estaba jugando en mi oído. —De todo tipo. —Sus dientes mordisqueaban delicadamente la piel sensible. Me estremecí, enroscando los dedos en su pelo suave. ¡Oh, Dios! Max no podía ser real. Era demasiado perfecto para ser real. Tal vez si me quedaba sólo unos minutos más... Entonces, por supuesto, Max me soltó. —Yo te llevaré. ¿Puedo conocer la galería? —me preguntó, alcanzando la camisa y poniendo su chaqueta sobre mis hombros. Era enorme. Necesité subir las mangas para liberar mis manos. —No veo por qué no. —Él se rió entre dientes. —¿Por qué es siempre tan difícil conseguir de ti un simple sí? —Oh, yo... —Me sonrojé un poco—. No lo sé. Max pidió la cuenta mientras terminábamos de vestirnos. Condujo hábilmente a través de las calles llenas de gente, y llegó a la tienda sólo cuarenta minutos más tarde. Todo un logro, ya que teníamos que cruzar media ciudad. Sin embargo, Breno estaba colérico.
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—¡Maldita sea, Alicia! ¡No puedo creer que ya el primer fin de semana me hagas esto! ¡Sabías que tenía una prueba importante del curso esta mañana! Puedes olvidarte del empleo. Sólo te quedarás hasta que encuentre a alguien que te pueda sustituir —gruñó. —No he podido llegar antes... porque el coche se averió. —Argumenté con la voz más almibarada que pude encontrar—. Siento mucho lo de la prueba. —¡Oh, por supuesto, el coche se estropeó! —Puso los ojos en blanco—. ¿Y qué ropa es esa? Vendemos artículos de decoración aquí, ¡por el amor de Dios! Pareces una cualquiera. Agarré la chaqueta de Max que envolvía mi cuerpo, mientras que mi cara ardía. Max se puso tenso a mi lado. Hasta ese momento no lo había mirado, así que me quedé muy sorprendida cuando escuché su voz fría y cortante, muy, muy amenazante, dirigiéndose a Breno. —Esa no es manera de hablarle. Te estás excediendo, Breno. —¡Ahora defiendes a Alicia! —Breno echó la mochila al hombro y tomó su abrigo, sin dar importancia al tono intimidante de Max—. Mari me contó sobre su acuerdo. No necesitas fingir que te importa, hombre. Alicia siempre ha sido y será una irresponsable. Pronto lo descubrirás. No sé muy bien, como se las arregló para actuar tan rápidamente, pero en un abrir y cerrar de ojos, Max tenía la garganta de Breno bajo sus dedos, aplastándolo contra la pared de color crema de la Galería Renoir. Breno jadeó contra la pared, con la que Max parecía querer fundirlo. Sus ojos parecían que se salían de las órbitas por el miedo. No podía ver el rostro de Max, sólo el cuello enrojecido, pero sus nudillos, blancos como el hueso, indicaban que apretaba la garganta de Breno con demasiada fuerza. —Nunca más hables así a mi esposa —dijo Max con la misma voz baja, contenida y amenazadora. Y, oh, increíblemente sensual—. Nunca más te atrevas a Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
ofender a Alicia con palabras groseras y toscas, o te juro que te hago tragar cada uno de estos trastos viejos que llamas obras de arte. ¿Entendiste lo que te dije? Breno se limitó a asentir. —Ahora pídele disculpas a Alicia —ordenó Max. —No... no puedo... respirar... —murmuró Breno. Su rostro adoptó un tono púrpura. Max lo soltó bruscamente. Breno se deslizó por la pared, perdiendo el equilibrio, jadeando, tratando de llevar aire a los pulmones más rápidamente. —¡Tío, estás loco! —Escupió, con los dedos alrededor de su cuello. —Todavía no escuché tus disculpas —replicó Max secamente. —Lo siento, Alicia. —Se apresuró Breno todavía en el suelo—. Exageré. —Uh... Bueno —le dije. Max se volvió hacia mí. Su rostro había adquirido un nuevo brillo, tenía las pupilas dilatadas y la boca torcida en una expresión de reproche, pero había calor en sus ojos. —¿Breno acostumbra a tratarte de esta manera? —me preguntó. —¡No! Por supuesto que no. Por lo general es bueno... uh... está bien. —Él asintió, quedándose a mi lado. —Amigo, ¡pensé que ibas a matarme! —Breno se quejó, frotándose el cuello y tratando de ponerse de pie. —Disculpa, Breno. Pero no me gustó la forma en que le hablaste a Alicia. Ella merece respeto. La culpa de su retraso fue mía. No puedes culpar a Alicia y mucho menos tratarla de forma tan grosera —le explicó Max—. No es una de esas mujeres.
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—Ya lo entendí —dijo Breno, mirando a Max de soslayo—. No necesitas repetirlo. Me voy, Alicia. Espero que Max no haga que llegues tarde otra vez. Max sonrió, complacido de que su amenaza hubiera tenido el efecto deseado. —Estaré aquí a la hora la próxima semana —garanticé—. Sin retrasos. ¡Lo prometo! Buena clase. —O lo que queda de ella... Hasta luego, Max —Breno saludo de forma poco amistosa y se alejó todavía tambaleante. —¿Qué te ha pasado? —le pregunté a Max en cuanto la puerta se cerró. No es que no apreciase mucho que me defendiese tan ferozmente... Además, yo quería estrangular a Breno personalmente desde que me enteré de que se había ido de la lengua, pero sabía que Mari se molestaría. Pero que lo hiciera Max era otra historia, y yo no podía hacer nada al respecto. Él se encogió de hombros. —Breno te estaba gritando. Sólo por eso, sin duda merece una paliza. —Sí, pero no necesitabas casi estrangularlo al pobre. Y yo medio me merezco mi reputación. Me pasé con Breno durante meses. Él tiene sus razones. —Lo siento, Alicia, pero no puedo encontrar una sola razón para justificar que un hombre le grite a una mujer o la ofenda. —¿Este caballero gentil y heroico siempre ha estado ahí? —A la espera de ser puesto en libertad por esta bella dama —susurró, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. —No te olvides de que estoy trabajando —señalé cuando vi que la lujuria brillaba en sus ojos. Suspiró.
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—¿Por qué continúas con esto? No estarás pensando en esa idea absurda de comprar la moto ¿no? —No. Me comprometí. Tengo que cumplir. Y a mí... no sé, me gusta estar aquí. —Una sonrisa apareció en sus labios. —Te empieza a gustar el trabajo ¿no? —¡No! De ningún modo. ¡No! —Nunca admitiría eso ante nadie. ¡Era degradante! Tenía una reputación que mantener. —¡Sí que te empieza a gustar! Mientes. Estoy aprendiendo a desentrañar tus misterios —sonrió, besando mi frente—. Tengo que irme. Tengo que resolver algunos asuntos. Vendré a recogerte más tarde, ¿de acuerdo? —De acuerdo. No voy a tener mucho que hacer —me encogí de hombros—. Nadie entra aquí. Tengo que acordarme de traer un libro. No voy a tener nada en que ocupar mi mente. Él sonrió maliciosamente antes de pegar sus labios a los míos. El beso, intenso, sensual y caliente, me dejó lánguida, y derretida. Los recuerdos de nuestra noche de amor volvieron con una nitidez abrumadora. Max me miró a los ojos antes de liberarme de su abrazo y decir: —Tal vez esto te ayudará a pensar en algo. —Y así fue.
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Capítulo 42 Traducido por lizels Corregido por Lsgab38
—¿Por qué no me dices porque Max casi mató a Breno? ¡Eso está matándome! —pidió Mari al entrar en la galería. —¿No me vas a decir hola antes? —¡No! Puse los ojos en blanco. —Bueno... Lo siento por eso, Mari. Max actuó por su cuenta. No le gustaba la forma en que Breno me habló hace un momento —me lancé en la silla más cercana, la falsificación de Elvis—. Por cierto no le gustaba. —¿Y por qué? —Ella se sentó enfrente, en un sillón del siglo pasado con el florido tapizado bien gastado—. ¿Qué dijo Breno para dejar a Max tan nervioso? Fue esa historia que contaron los chicos en el curso de buceo que su matrimonio era una farsa. —Había algo más, fue... —sonreí, incapaz de contenerme por más tiempo— . Oh, Mari, ni recuerdo bien... sólo podía mirar ese gran hombre defendiéndome y... —suspiré—. Los bíceps tan bien formados y firmes... —¿Y? —Su sonrisa casi llegó a sus orejas. —Tal vez se puso tan enojado porque Breno interrumpió nuestra primera mañana. Juntos. En la misma cama... um y... desnuda… —¡Dios mío! ¿Rodaron? ¿Por fin han hecho las paces? —Sonreí. En realidad, estaba sonriendo desde que desperté. —Derecho. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Te gusta? ¿Cómo es? ¿Dónde estaba? ¿Él es todo aquello? ¡Escupe criatura! Me eché a reír. —Max es… hermoso y tan cariñoso, educado, hermoso, dulce, firme, hermoso, seguro y... ¿mencioné ya que es hermoso? —Una o dos veces —ella se rió—. ¿Cuentas más? —¡Ha sido fantástico, Mari! —Negué con la cabeza, cerrando los ojos, los recuerdos aún muy frescos en mi memoria—. Tiene una bonita suite en el hotel. Tenía rosas y pétalos por toda la habitación. Y velas. Creo que teníamos velas... Tenía velas. Ella suspiró. —Uf, estoy aliviada de que las cosas finalmente entraron en los ejes. —Y sonrió cariñosamente. —Me dijo que me ama —continué—. Y lo dejó bien claro. —¡Lo sabía! Durante todo el tiempo que él te miraba de una manera diferente. Fue amor. ¡Tenía que ser amor! —Y estaba —suspiré de nuevo, recordando sus susurros apasionados— ¿cómo un hombre de ese tamaño puede ser tan cariñoso? ¡Es increíble! No pensé que pudiera amar a Max más de lo que me gustaba, pero después de que ayer... He caído de cuatro patas por él. —¡Tienes mucha suerte! —Sonrió más extasiada pero luego se puso seria y parecía reacia a decir—. ¿Cómo están las cosas entre ustedes ahora? —Vamos a mantenerlo en movimiento. No hay presión o grillos. Sólo... disfrutar del momento. —Pero ¿qué pasa cuando el acuerdo haya terminado?
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Me encogí de hombros. —No lo sé. No hablamos de ello. De hecho, no tengo la intención de hablarlo. Tal vez Max olvide el plazo y, cuando se dé cuenta, estamos celebrando la boda de algo. —Tal vez —habló cuidadosamente—. Sólo... no creo que Max vaya a olvidar algo así. Es responsable también. A decir verdad, yo también lo dudaba, pero traté de no pensar en ello. Acababa de conquistar a Max. Quería disfrutar el momento. —¿Hablando de responsabilidad como fue la conversación con la hermana de Breno? —Ella suspiró. —Pésima. Mi madre se sorprendió porque no le había dicho nada a ella, y Bruna creyó que yo estaba tratando de engañar al hermano pequeño. Y para empeorar las cosas, Breno y yo tuvimos nuestra primera pelea en serio. Nos sentimos un poco reivindicados cuando llamó hace un momento contándome sobre el problema con Max. Breno se volvió loco anoche después de que la hermana se fue. Todo comenzó con una toalla que dejé en la cama. Estaba enojado, me giré y cuando vi ya estábamos diciéndonos cosas horribles el uno al otro. —Qué mierda. —Lo es. Terminó yéndose, pero me llamó más temprano y se disculpó antes de decirme sobre Max. Nos ocupamos con un viejo juego de ajedrez de piedra de jabón mientras nos poníamos al día. —Todavía no entiendo cómo sobrevivió Breno. Nadie nunca entra aquí — observó. —Lo único que necesita es vender una pieza o dos a la semana. El beneficio es muy alto. —Aún así. Debería abrir un bodegón. ¡Eso si se vende bien! —Se rió.
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—¿Será por eso que decidió hacer el curso de buceo? Tal vez un plan para cambiar de rama. —Su frente se arrugó —¿Será? Pero... estamos muy lejos de la costa. Pensé que se había embarcado en esta inmersión sólo por hobby. —Tiene... —hizo una pausa y sus ojos estaban opacos—. ¿Crees que tiene la intención de trasladarse a la costa en algún momento? —murmuró aturdida. ¡Oh Dios! —¿Quieres tanto a Breno? —murmuré sacudiendo su mano. Ella sacudió la cabeza frenéticamente, confirmando. —Mucha gente hace curso de buceo sólo por ocio, Mari. Quizás estamos dibujando conclusiones erróneas, pero investigaremos. Te prometo que voy a sacárselo todo. —Aseguré. —Sí... —ella se rió con nerviosismo—. Él no me dijo nada al respecto, entonces debe ser sólo mi imaginación actuando desenfrenada de nuevo. Ella se recuperó y su buen humor volvió, aunque una arruga preocupada se mantenía entre sus cejas. Poco después Ana llamó, pidiendo que Mari fuese hasta una pastelería y comparara un pastel, ya que Breno almorzaría con las dos y Ana no había tenido tiempo para preparar el postre. Así que estaba sola, pero no por mucho tiempo. Breno apareció a recoger las llaves un poco antes de lo que esperaba. Aproveché que estábamos solos para preguntar por la neurótica de Mari. —Entonces, ¿cómo fue el curso? —Pudo haber sido peor —dijo— tuve la oportunidad de reprogramar la carrera para la próxima semana después de mucha discusión. —Estás tomando este curso muy en serio, ¿verdad?
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—Y por tu cara no debo. —No es eso. Sólo estoy tratando de entender por qué. ¿Está pensando en cambiar de carrera? —Puede ser. Un día, quién sabe. Es bueno tener opciones. —¿Planeas cambiarte? —Disparé sin rodeos. —¿Por qué me estas preguntando eso? —Breno, estoy agradecida por todo lo que has hecho por mí. Has sido un buen amigo. Y soy leal a mis amigos. Por eso si tienes planes de abandonar la ciudad, debes decírselo Mari. ¿Sabes que ella está muy involucrada no? —Yo también lo estoy. Estoy... —Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros— completamente loco por ella. —¿Y estas pensando en mudarte a la costa? Suspiró, sentándose en una mesa de comedor de los 40. —Al principio lo pretendía —admitió, mirando a sus pies—. Pero Mari me dio una oportunidad ahora... no sé mas. Me acerqué a él, sentándome a su lado. —¿Amas a Mari? —Yo... mucho —Suspiró profundamente, echando la cabeza hacia atrás—. Amo mucho esa chica. —Yo también Breno. Y considero enemigo a cualquiera que le haga daño. Cazaría, desgarraría y masticaría los huesos de quien se atreva a lastimar a mi amiga. ¿Estás siguiéndome? Él sonrió con tristeza.
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—Esta cosa de jefa poderosa te pega. Siempre lo hizo. —No estoy bromeando. —Lo sé, Alicia. No puedo soportar ver el dolor de Mari. Ella es la vida... ¡Maldita sea! ¡Ella lo es todo! ¿Crees que quiero dejar a mi novia? ¿Ver esos ojos tristes? ¿Y por mi culpa? —Se puso de pie y comenzó a caminar sin rumbo—. ¡No! ¡No quiero! Pero tengo mis sueños, y no sé si ella estaría dispuesta a embarcarse en ellos. —Creo que deberías darle una oportunidad de decidir por sí misma. —Sí, lo sé —se quedó mirando sus propios pies—. Hablaré con ella hoy. Si no hablo, le dirás todo de todos modos, ¿no? —Puedes apostarlo. Asintió, abatido. —Alicia —llamó cuando yo ya estaba en la puerta—. Ella dijo… Mariana dijo... sabes si ya... —¿Si te ama? —Ayudé. Él estuvo de acuerdo, nervioso, ansioso, tenso, asustado. Un niño de 1,80 de altura. —No te puedo decir esto —dije. Él bajó la cabeza, mirando las manos impacientes, retorciéndose. Enamorado, sufriendo, suspiré—. Pero... —levantó la cabeza rápidamente—. Si ella te amara, eso sería exactamente el tipo de conversación que tendría contigo. —Gracias, Alicia —suspiró—. Y lo siento por hoy. En serio. —Olvídalo. Oh mi auto llegó. —Asentí un adiós y salí corriendo a la acera cuando vi a Max poner su auto.
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Casi atropellé a Mari, que venía por la acera, y por poco el pastel, una caja en la mano, que no se convirtió en papilla. —¡Oh Dios Lili! No hay necesidad de pasar por encima de mí. Ya Max está descendiendo del auto, ¿lo ves? —Ella se echó a reír. —Lo siento, no estaba prestando atención a nada. —A menos que el hombre hermoso en una camisa blanca y pantalones vaqueros oscuros, con una bolsa en la mano, estuviera caminando hacia mí. —¿Hola, Mariana estás bien? —Él amablemente atendió cuando nos alcanzó. —Todo bien. Iba a preguntar como estabas, pero ya supe que estas muy bien, gracias —dijo ella, sonriendo con picardía. Max me miró fijamente y luego se formó una sonrisa que podía ser visto por los astronautas en la estación espacial. De repente todo el mundo se detuvo, mientras mi corazón se aceleró y mi respiración se hizo demasiado corta. Él me alcanzó, fijándome en el punto de mira de color verde claro cristalino, entrelazando sus dedos con los míos. —Sería posible estar mejor ahora —dijo y tocó los labios rápidamente en mi nariz. Me estremecí y sonreí incapaz de no corresponder a su deslumbrante sonrisa. —Tengo que ir o esto aquí va a derretirse —dijo Mari dándome un beso en la mejilla—. Si me lo permiten los dos —hizo una pausa, luego miró a Max—. Uh... En realidad esto es para Lili, una pequeña locura que te hará bien Max Él se rió, divertido. —Estoy empezando a entender esto. —¿Mari? —llamé—. ¿Vas a estar bien? —Quise saber, preocupada. Era mejor que Breno no lastimara a mi amiga, si quería seguir respirando.
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—Por supuesto. Pero no tan bien como tú. —Bromeó, entrando en la galería y cerrando la puerta de cristal detrás con la cadera. —¿Lista para irte? —preguntó, apretándome contra su pecho. Negué con la cabeza en acuerdo, dejando a su embriagador aroma dominar mis sentidos. —Listísima. Estos tacones están destruyendo mis pies. Me mostró una cara graciosa al levantar la bolsa de asas colorida. —He venido a salvarte. Lo tomé y examiné el contenido rápidamente. Casi lloré de alivio al ver los pantalones vaqueros, una camiseta y un par de zapatillas de deporte. Excepto que no tenía sentido, ya que íbamos a casa. —Creí que me llevarías a casa —dije. —Lo haré, pero no ahora. Vamos a hacer otra cosa primero. —Con el tono cariñoso en su voz, acepté de inmediato. —Oh bien ¿cómo estuvo tu mañana? Por una fracción de segundo, tuve la impresión de haber visto una sombra oscura en sus ojos. Tal vez fue sólo mi imaginación, porque él sonrió cuando contestó: —Productivo. Hice algunos cambios en casa. Espero que no te importe. —¿Qué tipo de cambio? Él sonrió, enigmático y absurdamente sexy. —De varios tipos. Pero tendrás que esperar para verlo. Ahora corre a la galería para cambiarte de ropa. Estas oficialmente secuestrada.
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Capítulo 43 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Lsgab38
El secuestro no era más que Max me llevase a un lugar muy tranquilo. Estaba muy hablador desde el inicio de la tarde. Comentó sobre el tiempo, el tráfico, contó cómo su equipo de fútbol había jugado mal el día anterior, y sonrió al describir la vergüenza, aunque parecía feliz incluso con el fracaso de su equipo del corazón, y me pidió que lo acompañara a uno de los partidos en algún momento. Advirtió que su madre había llamado confirmando la cena de esa noche. Max no parecía el mismo que conocí meses antes. Sin embargo, de alguna manera, lo parecía. Era como si Max estuviese allí todo el tiempo, esperando a alguien para liberarlo de la botella. Y ese alguien fuera yo. Me sorprendió cuando nos detuvimos en el estacionamiento del parque municipal, bien cuidado y con muchos árboles. Un gran estanque lleno de vida, por donde muchas personas paseaban sin prisa, dejaba el lugar con un tono lírico, como el final de la tarde de siglos pasados. —No pensé que ibas a traerme aquí. ¡Me encanta este lugar! —Exclamé con sorpresa, mientras Max ponía una toalla grande sobre el césped. —He dicho que íbamos a hacer algo diferente hoy. —Tomó mi mano y me ayudó a sentarme, a continuación, abrió una gran cesta de picnic y sacó una gran cantidad de golosinas: galletas, fruta brillante y jugosa, croissants —¡chocolate!— sándwiches que hizo que mi estomago gruñera, queso cortado en cuadrados perfectos. Por último, sacó una botella de vino y dos copas. —Me gusta... —sonrió—. Quiero pasar tiempo contigo, saber todo sobre ti. —¿Es para lo que sirve el vino? ¿Para hacerme hablar? —bromeé.
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Se rió entre dientes. Le sonreí en respuesta. Max nunca había sido tan abierto, tan libre, tan... accesible. —No —me sirvió una generosa copa—. Sirve para crear un ambiente más íntimo, para que confíes en mí. —Confío en ti. Él hizo una mueca divertida. —Pero no lo suficiente como para decirme lo que hiciste en la adolescencia... —se burló. —¡Ah!, ha pasado tanto tiempo. Y en realidad eres tú quien nunca me dice nada. Es un sacrificio arrancarte algo sobre ti —me quejé. —¿Qué quieres saber? —preguntó con el ceño fruncido, como si fuese algo absurdo querer saber algo más sobre él. —Lo que quieras contarme. Cualquier cosa —me encogí de hombros. Deliberó durante un momento antes de comenzar. —Ya conoces toda la historia. Fui un estudiante ejemplar donde quiera que estudiara. Siempre he estado conectado con los deportes. Incluso pensé en hacer educación física, pero encontré que la paga no era tan buena, así que opté por una carrera que tenía más mercado. En ese momento, el comercio exterior estaba en auge, y no había muchos profesionales en el campo. Me esforcé mucho para hacerme el mejor estudiante de mi clase de administración. Asentí. Era típico en él... —Nunca me metí en problemas serios —continuó—. Sólo después de conocer a Paulo me convertí en un poco irresponsable, pero no llegué muy lejos. Fue Paulo quien me presentó a la cerveza. Fue cuando cogí mi primera borrachera, a los diecinueve años. Acabe tan mal que me tuvieron que llevar a urgencias.
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Después de eso juré que no volvería a beber en toda mi vida —tomó un sorbo de vino. Me reí, pero luego me acordé de algo que me había molestado mucho y que evitó deliberadamente hablar. —Nunca hablas de ninguna mujer. —Porque no tengo de que hablar. Entrecerré los ojos. —Pensé que querías que nos conociéramos más profundamente. Suspiró profundamente. —Alicia, nunca tuve muchas mujeres. En realidad sólo tuve una relación que duró varios años, pero eso terminó hace mucho tiempo. —¿Cuánto tiempo? ¿Por qué acabó? ¿Quién era ella? ¿Era bonita? —Me escuché preguntarle. —Estuvimos juntos durante cinco años. Pamela. Nos conocimos en la universidad. Terminó cuando decidió que quería hacer profesorado en Europa. Ella se fue, yo me quedé, fin de la historia. —¿Pamela era hermosa? —Insistí. Él se encogió de hombros. —Era, sí. —¿Cuánto? —Exigí saber. —Muy hermosa. ¡Maldita sea! —Tú... ¿la amabas? —Tuve que preguntar. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Max me miró profundamente antes de responder. —Pensaba que sí —murmuró, tocando mi cara. —Como así ¿pensabas? —Pensé que sabía lo que era el amor. Entonces apareciste, convertiste mi vida en un infierno e hiciste que mis creencias y certezas se desmoronasen. —Se inclinó sobre mí, como un león aprovechando su hembra, obligándome a acostarme. Se quedó allí con un brazo a cada lado de mi cabeza, cerca de mi cara— . Nunca he sentido nada parecido a lo que siento por ti, si eso es lo que quieres saber. Me imagino que es amor, porque me siento triste cuando estoy lejos de ti. No puedo sacarte de mi mente, incluso cuando lo intento —una sonrisa que hizo que mi corazón dejase de latir apareció en sus labios perfectos, antes de inclinarse y besarme tiernamente. Max se levantó un poco y se acostó a mi lado, apoyando la cabeza en su mano. —¿Qué piensas de que le contemos a mi familia sobre nuestra boda en la cena de esta noche? —Uh... ¿pero por qué? —le pregunté, aterrorizada—. No hay necesidad de hacer eso. —¿Esto te asusta? —sonrió. ¡Mucho! —¡No! Pero presentarme a tus padres como tu esposa... no sé... no es necesario. Él se rió burlonamente. —Te has dado cuenta de que eres mi esposa, ¿no?
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—Bueno, sí... Pero... ¿y si no les gusto como tu esposa? ¿Y si piensan que soy una niña mimada como pensaste que era? ¿O que no soy lo suficientemente buena para ti? ¿Y si se molestan por haber ocultado este matrimonio todo este tiempo? —No van a pensar nada de eso. Les he hablado acerca de nosotros. Nada acerca de nuestra boda, por supuesto, pero saben que comparto mi vida contigo. Y ya les gustas. Especialmente a Marcus. Me vuelve loco con tantas preguntas sobre ti. —Esto no ayuda mucho, Max —reí nerviosamente. —Vas a estar bien. Confía en mí —dijo, pero se sentó, mirándome intensamente, en serio. Incluso muy grave—. Alicia, te traje aquí porque... en realidad quería hablar contigo. —Me senté también—. Tengo que decirte algunas cosas. Aclarar algunos puntos. Gemí. Lo conocía lo bastante bien como para saber que todavía se preocupaba por lo que estaba pasando entre nosotros. —¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? —continuó—. ¿Cuándo tropezamos en el pasillo? Sorprendida, respondí: —¿Cómo podría olvidarlo? Fuiste muy elocuente. —¡Fui grosero! —Sacudió la cabeza con desaliento—. Pero mira, lo que pasó fue... —se pasó los dedos por el pelo rubio—. ¿Recuerdas la conversación que tuvimos en el coche allí en el mirador? ¿Cuando me preguntaste si alguna vez mentí a alguien? —Asentí. Y continuó—: Vale. Uh... bien. Creo que no hay otra manera de decirlo. —Me estás poniendo un poco nerviosa, Max —¡Es porque estoy nervioso! —gimió, se frotaba la mano en la barbilla y volvió sus ojos a los míos con una obstinación absurda—. Muy bien. La verdad es Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
que yo estaba loco por ti desde ese momento en el pasillo. Una vez que miré hacia arriba y vi tu cara, estaba en un estado de conmoción tan grande que sólo puedo describirlo como un tonto. Y odiaba eso. Odiaba sentirme de esa manera, impotente, como si tú fueras el centro de mi universo. Acabé siendo extremadamente agresivo, torpe, esperando que mi rudeza te mantuviera lejos de mi cabeza. —Se rió un poco, pero sin humor—. No funcionó, por supuesto. Decidí preguntar por los pasillos, pero nadie sabía mucho, salvo que eras la nueva chica, la heredera de Narciso y que lo habías perdido todo debido a tu mal comportamiento. Así que pensé: ¡Genial! ¡Chica problemática! Una razón más para permanecer lejos de aquellos ojos azules perturbadores... Cogió mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. —Te vi correr todos los días, tan hermosa, con cara de mala leche que no asustaba a nadie, y rezaba, desesperado, para que estuvieras fuera de mi vida. Por eso me exilié en las escaleras esa mañana, tratando de encontrar una manera de deshacer lo que sentía, porque no podía pensar en nada más, sólo en ti. El trabajo no rendía, y claramente no mostrabas ningún interés en mí. De hecho, hasta me pareció sentir cierto desprecio. —No es cierto. Fuiste hostil, sólo te replicaba. Pero nunca te desprecié. Sonrió, jugando con el dedo pulgar en la palma de mi mano, trazando diseños aleatorios. Pequeños temblores me sacudieron. Así fue como mi cuerpo reaccionaba a cada toque de Max, por insignificante que fuera. —No hay necesidad de hacer eso. Sé que actué mal contigo. Perdóname — me besó la mano de nuevo y continuó—: Cuando nos encontramos en esa escalera y hablamos un poco más civilizadamente, me di cuenta de que no solo eras una hermosa mujer que me quitaba el sueño, sino que eras inteligente, perspicaz, con un humor corrosivo que rayaba en el sarcasmo... —suspiró—. Fue entonces cuando descubrí que en realidad estaba pillado. Parpadeé, aturdida. —Pero... continuaste siendo tan... Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Idiota? —Él experimentó, arqueando una ceja perfecta. —Bueno... es... En realidad, pensé que me odiabas. Él negó con la cabeza. —He intentado todas las formas de odio, pero surgió un problema. No eras la niña mimada que tanto quería que fueras, para poder fingir que no sentía nada por ti. Vi que estabas allí, en esa escalera. Una mujer fuerte, decidida, cariñosa, divertida, un poco carente y con una impresionante generosidad con alguien que no merecía una mujer. Lo que sentía por ti ha aumentado de manera tan insoportable que pensé que iba a explotar si no te tocaba allí, en ese momento. Intenté disculparme muchas veces por la forma en que te traté, y traté de invitarte a salir una o dos veces. Pero, como lo había hecho tan mal antes, continuaste tratándome con indiferencia, y me volvía loco. Siempre terminaba diciendo algo equivocado cuando estábamos juntos. Como aquel día en la estación de gas. —Eso explica algunas cosas —fruncí el ceño. ¿Era eso? Pero se sentía atraído por mí desde el principio, entonces... Max se aclaró la garganta, visiblemente incómodo. —La mentira, la parte que escondí de ti, es que cuando llamé respondiendo al anuncio, sabía que eras tú. O al menos pensaba que lo sabía. —Ra-ra —me burlé. —No estoy bromeando, Alicia. Encontré el anuncio por casualidad. Siempre miro en los clasificados, para ver si encuentro algo bueno para Marcus. Cuando leí el anuncio, pensé que era una broma. Me pregunté quién podría poner algo en ese periódico. No sé por qué terminé llamando a ese anuncio, a ti —sonrió nerviosamente. Un poco nervioso. Me miró y bajó los ojos rápidamente a nuestras manos unidas—. Creo que fue a causa de los rumores que había oído en los pasillos de L&L. que decían que tendrías que estar casada por lo menos un año para recibir tu herencia, y el anuncio decía que buscabas un marido por una corta temporada... Eso no salía de mi cabeza. Cuando te escuché marcando algunos encuentros en el Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
ascensor, y por lo que entendí eran citas a ciegas. Supuse que tenías que ser la chica del anuncio. Al principio, pensé que estaba bromeando, pero la seriedad y el miedo en sus ojos me hizo darme cuenta de que Max hablaba en serio. —¿Sabías que era yo, y aun así me buscaste? —No estaba seguro —aclaró—. Fue sólo una sospecha del momento. Llamé, y admito que me sentí aliviado cuando no reconocí tu voz a través del teléfono. Pensé que me había equivocado, pero necesitaba asegurarme que no eras tú, así que fui hasta el final. Cuánto te vi entrar en esa cafetería... —Espera... ¿Me estás diciendo que lo sabías todo el tiempo? —le pregunté, horrorizada—. ¡Pero te quedaste sorprendido! ¡Lo vi en tus ojos! —¡Y me sorprendió! Por mucho que me imaginase que serías capaz de hacer eso, parte de mí no quería creerlo. ¡Estaba loco de rabia, Alicia! ¿Cómo podías ser tan tonta, exponiéndote de esa manera? ¡Podrías haberte topado con un asesino, un traficante de drogas o de mujeres o yo que sé! —¡Puedes parar! Mari ya me ha dado ese sermón —dije, aturdida—. ¿Qué me estas queriendo decir, de todos modos? No sé si lo he entendido. Te casaste conmigo para tratar de conquistarme, ¿verdad? —No —dijo, pero sonrió—. Quería estar cerca de ti para ser capaz de demostrar que yo no era el ogro que pensabas que era en un plano razonable. Pero mantenerte lejos de los locos era mi idea inicial. —¿Y tu promoción? Se encogió de hombros. —En realidad, estar casado realmente me ayudaría, pero no casado contigo —subrayó—. No soy tonto, Alicia. Sabía lo que la junta iba a pensar, las sospechas que levantaría si me casaba contigo. Pero ¿qué podía hacer? Sabía que ibas a casarte de una u otra manera. Mejor que fuese conmigo, ya que no soy un asesino en serie Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
ni nada parecido. Si te fueses a casar con alguien que conocieras, que realmente amabas, nunca hubiera interferido, ¿pero con un extraño? Incluso si no me veías como yo quería, aunque todavía me miraras con desprecio, prefería que fuera yo. Y juro que no quería cruzar la línea, Alicia. Seducirte estaba fuera de mis planes. Tu amistad era suficiente para mí. Pero tú... —Traté de seducirte de la forma más inusual y no te diste ni cuenta — señalé. —¡Me di cuenta, por supuesto, me di cuenta! Pero ya estabas sensibilizada, devastada. Tu vida patas arriba en cuestión de semanas. Pensé que buscar consuelo era una reacción natural. Nunca me imaginé que podrías haber estado implicada de verdad. Y no tenía idea de cómo podías ser sutil. Con todas las historias que había oído acerca de ti, y conociendo tu temperamento, pensé que serias del tipo más agresiva. —Sólo peque un poco, porque cada vez que trataba de cruzar los límites tú te retraías. Traté de ganarte poco a poco. No funcionó. —Tú me has conquistado sin siquiera intentarlo —sonrió y acarició suavemente el lado de mi cara—. No quise aprovecharme de tu fragilidad. Sólo... ¡Maldita sea, Alicia! ¡No soy de hierro! Llegué al límite la noche de la tormenta — negó con la cabeza— fue lo más difícil que he hecho. Tenerte allí en mis brazos y tener que recular. Fue doloroso ver la decepción en tus ojos, el abandono. Sentimientos tan opuestos de lo que sentía. Espero que me perdones por haberte mentido y por haberte financiado el culo durante tanto tiempo. —No me lo creo —dije, sacudiendo la cabeza—. Aquí estoy, comiéndome la cabeza, cuando en realidad fuiste tú quien me engañó todo este tiempo. Sabía que debía estar furiosa, enojada, cabreada por haber sido engañada. Lo sabía. Pero no podía. ¿Cómo podría? Max había dicho que me quería desde el primer momento y que aparte de eso, trató de protegerme y sin pedir nada a cambio. No podía estar enfadada con él.
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—¡Diablos, Max! ¡Si no fueras tan terco, las cosas estarían bien entre nosotros hace años! —¿Estoy perdonado? —Sonrió un poco—. Te prometo que nunca más voy a mentirte. Por ninguna razón. Era mi señal. —¿Eso significa que vamos a continuar casados por mucho tiempo? — pregunté sin pestañear. —Si quieres... —señaló inseguro. Avancé sobre él, que perdió el equilibrio y cayó de espaldas sobre la hierba. Y suspiró con alivio. —¿Tengo que ser más directa? Sonrió, con una mano en mi cintura, y con la otra coloco un mechón de pelo que estaba en mi cara. —No me importaría... —habló. Entonces le besé largamente, bajo la sombra de un árbol, con el viento rodeándonos. Cuando ambos estábamos sin aliento, me acunó en su pecho, acariciando mi pelo. —He estado pensando en que podíamos viajar un día de estos. Puede ser algo rápido. Un fin de semana o vacaciones. ¿Qué piensas? Levanté la cabeza y apoyé la barbilla en su pecho. —¡Me parece muy bien! Podríamos ir a Machu Picchu. Siempre quise ver las ruinas de la civilización inca, pero siempre lo dejaba para más adelante, como si Perú fuera... ya sabes, el patio trasero. —Tu patio es un poco más grande —se rió—. Creo que es mejor un lugar más cercano. Algo aquí, en Brasil. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Hmm... Apuesto a que puedo encontrar un lugar bonito y exótico, poco visitado. ¿Qué piensas? —Estoy escuchando... Una pequeña mariposa salió de la nada y flotó a nuestro alrededor, y luego aterrizó en la cesta de picnic, aleteando, buscando el placer. Sorprendentemente, no tenía miedo. Estar con Max me hacía más fuerte, más segura. Podía estallar de felicidad en ese momento. Max y yo estábamos casados, y ahora era de verdad. No había plazos acechando en el calendario. ¡Era real! Y, a pesar de todo lo que había sucedido en mi vida en los últimos meses, después de haber perdido a mi abuelo, no tener dinero, haberme vuelto una asalariada, vendido mi coche y tener que depender del autobús, nunca había sido más feliz que en ese último mes junto a Max. Junto a mi marido de alquiler.
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Capítulo 44 Traducido por bellen1930 Corregido por Lsgab38
Definitivamente, Max había cambiado mis cosas a su habitación. Nuestras pertenencias estaban mezcladas, apiladas de manera organizada, sus cosas, por supuesto; y yo sabía que aquella organización no duraría mucho tiempo. Sin embargo, me llevó cierto tiempo darme cuenta de los cambios. Max se estaba tomando muy en serio su plan de “ponerse al día”, lo cual no me sorprendió, y obviamente no me opuse. Poco antes de salir a cenar con la familia Cassani, decidí que también tenía que presentar a Max a mi abuelo De la forma que podía. Por eso le entregué la carta que había recibido el día de nuestra boda y que se había negado a leer. —¿Estás segura? —me preguntó, y el brillo ansioso en sus ojos me hizo reír. —¿Asustado, Max? Pasó una mano por mi pelo y exhaló profundamente. —Creo que sí —admitió. Entonces se sentó en el sofá mientras me acomodaba, frente a él, sentada sobre la pequeña mesa de centro. Mis manos se movieron nerviosamente sobre mis rodillas. —¿Quieres que la lea en voz alta? —me preguntó, abriendo el sobre. —No lo sé —me encogí de hombros—. Hace tiempo que no sueño con él, y me siento algo abandonada, pero... no sé... Si la quieres leer sólo para ti estoy de acuerdo.
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—Creo que no hay problema si escuchas. —Se pasó la mano por la cara, enderezó los hombros y comenzó: Querido Yerno: Acabo de entregarte mi bien más preciado. Alicia es una chica muy especial, aunque sospecho que ya lo sabes. Así que exijo que hagas lo imposible para que sea feliz. Max sonrió. —Exijo fue subrayado dos veces. Yo también sonreí. Mi nieta es una mujer muy dulce, pero trata de ocultarlo, y aunque diga lo contrario, necesita ciertos cuidados. Cuidados que un hombre apasionado pronto notará. Sin embargo, me gustaría advertirte sobre algunas cosas específicas. ¡Oh-oh! Aplica insecticida en la casa cada seis meses, porque Alicia tiene pánico a los insectos. Especialmente a las orugas y las mariposas, pero todos los demás también le asustan. —¡Hey! —Me levanté indignada—. ¡Eso es mentira! Ella tiende a inventar historias y darle vueltas, pero la verdad es que la lluvia le aterroriza. Y las tormentas la dejan en estado de pánico. —¡Traidor! ¡Dame eso! —Traté de coger el papel de las manos de Max, pero se apartó con agilidad y se puso de pie, sin dejar de leer. Sé que encontrarás la manera de calmarla, así que estate atento. Es importante que sepas que ella es alérgica al pelo de gato. Fue un inconveniente cuando tuve que deshacerme del gato que tanto cariño le tenía Alicia cuando era pequeña.
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Dejé de pelear con Max. —¿Qué el abuelo hizo qué? Vivía en continuas crisis alérgicas, y me rompió el corazón tener que llevar el gato a una familia de amigos míos que vivían en el interior del país, pero necesitaba cuidar de la salud de mi nieta. No se lo digas, por favor... —¡Huy! —Max se mordió el labio inferior—. Lo siento, Narciso. —No puedo creer que se deshiciera de Chantecler —murmuré, aturdida—. ¡Pensé que se había escapado! —Tu abuelo estaba pensando en lo que era mejor para ti —respondió Max, doblando la carta. —Creo que será mejor que lea el resto en privado. —¡De ninguna manera! Termina de una vez por todas con la sesión de humillación. Él me examinó cuidadosamente antes de ceder y continuar: —Está bien. Eh... No se lo digas, por favor. Y, si por casualidad ella decidió tener otro gato mascota, trata de convencerla de renunciar a la idea. Sé que no será fácil, pero si fuiste capaz de llevarla al altar, al menos tendrás una pequeña posibilidad de tener éxito. No te atrevas a tratarla de manera irrespetuosa y no sueñes con traicionarla, muchacho, o encontraré la manera de darte tu merecido, aunque ya esté muerto. ¿Estamos de acuerdo? Max levantó la vista y me mostró una sonrisa torcida. —Te pareces mucho a tu abuelo. —¿Se acabó? Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Casi. —Y continuó con la lectura. Dicho esto, sólo puedo añadir mis mejores deseos y desearte buena suerte. Bienvenido a la familia. Y haz lo imposible para merecer a la mujer que elegiste para ser tu compañera en la vida.
Abrazos, Narciso. Max recorrió la carta con los ojos y luego se echó a reír. —Escucha esto. Él añadió dos Posdatas. La primera dice: Yo sabía que le enseñarías la carta a ella. Alicia te lleva derechito, ¿verdad, muchacho? Y la segunda es para ti: Alicia, querida, fue necesario deshacerse de Chantecler. No podía permitir que te convirtieras en asmática por culpa de ese gato. Perdóname. Max me miró, medio sonriendo, medio estupefacto. —¿Cómo lo hizo? ¿Cómo lo sabía? Me encogí de hombros. —El abuelo siempre sabía cómo funcionaba mi mente. Creo que él dedujo que yo... Uh... —Me liarías —sonrió, entrelazando sus brazos alrededor de mi cintura y me besó en la frente—. Gracias, Alicia. Por permitirme ser parte de tu familia. —Las cosas que el abuelo dijo, no son ciertas —argumenté. Por la sonrisa que se extendió por sus labios, no me creyó ni por un segundo.
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—Lo sé —y se inclinó para besarme—. Ahora vamos, o llegaremos tarde. El viaje fue corto. Poco más de cuarenta minutos después, Max detuvo el coche cerca del porche de la casa de sus padres. La casa era preciosa, grande, rodeada por atrás de arbustos con flores llamativas que, en la oscuridad de la noche, hacían el lugar más acogedor. Max apagó el motor y se quedó inmóvil. Yo también. —Estás nervioso —le acusé. —Un poco. Mi madre... Ella puede que se moleste cuando sepa que nos casamos y que no le avisamos. No quiero verla triste. —Aún estamos a tiempo de callar —Alcancé mi alianza y comencé a retirarla. Max me detuvo. —No. Vamos a entrar y a hacer lo correcto. No quiero que se enteren de nuestro matrimonio por otra persona. Es una suerte que mis padres no lean la columna de chismes de los periódicos, o ya lo habrían descubierto todo, y de la peor manera posible. Resignada, salí del coche, sintiéndome un poco mareada y trémula. Max me ofreció su mano, apretando la mía fuertemente. No esperó a que alguien le abriese la puerta, simplemente entró sin llamar, arrastrándome con él. El aroma de la carne asada impregnaba la sala de estar. Un ruido de ametralladora y gritos venía de algún rincón de la casa. Me di cuenta de que los muebles se habían distribuido con el fin de crear amplios pasillos, y de que no había alfombras en el suelo. Para facilitar el movimiento de Marcus, supuse. —¿Hay alguien en casa? —gritó Max. Mirna apareció, con el pelo recogido en una cola de caballo, un delantal en la cintura y sus ojos brillando al verme. —¡Alicia! —Corrió hacia mí y me dio uno de esos abrazos de madre—. ¡Me alegro mucho de que Max finalmente te trajera a casa!
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—Oh... yo también. Me alegro de verte de nuevo. Julius apareció pronto con una toalla sobre los hombros, el pelo todavía mojado, y con la camisa abierta hasta la punta del ombligo. —¡Ya llegaron! —Y comenzó a abotonarse la camisa—. ¡Marcus! Apaga esa mierda. Tu hermano llegó. Alicia está aquí. ¿Cómo estás, querida? —me preguntó, dándome un beso torpe en la mejilla. —Muy bien, Julius. El sonido de los disparos cesaron y poco después apareció Marcus, con una sonrisa burlona. —Por fin has llegado. Pensé que te habías ido de juerga, Max —dijo, acercándose a su hermano y dando un golpe a la pierna—. Y yo sólo apagué el videojuego por Alicia. —Por lo menos alguien te obligó a apagarlo por una vez en la vida —Max reviró los ojos. —Me siento muy honrada, Marcus —dije riendo. —Siéntate, Alicia —Mirna indicó el sofá con la mano—. La cena está casi lista. —Voy a tomar una cerveza. ¿Prefieres otra cosa, Alicia? ¿Vino, tal vez? — preguntó Julius. —La cerveza está bien, gracias. Me senté un poco rígida en la punta del sofá. Max estaba a mi lado. Mirna y Marcus hablaban al mismo tiempo, contando los progresos, aunque eran mínimos, de la fisioterapia, sobre las gallinas de los vecinos, que habían invadido la finca y destruido el jardín de Mirna, el aumento del impuesto de la finca. Julius regresó con las bebidas y se sentó en la silla frente a nosotros y su esposa se sentó a su lado, sobre el brazo del sofá. Marcus giró la silla para estar al lado de su hermano. No Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
podía seguir la conversación. Todo el mundo hablaba a la vez y todos se llevaban bien, reían y bromeaban con los demás. Ese parecía ser el patrón de esa familia. Sonreí. Ya había tomado más de la mitad de la lata de mi cerveza cuando Max aprovechó una breve pausa en la conversación trivial y comenzó: —Madre, padre, Marcus. Alicia y yo tenemos algo importante que deciros. Nosotros... eh... Yo contuve la respiración. La familia observó a Max, y después tres pares de ojos se volvieron hacia mí y de nuevo a su hijo y hermano mayor. Tragué saliva y miré a Max, que parecía tratar de encontrar las palabras adecuadas para contarles sobre nuestra boda secreta. Sin embargo, no le dio tiempo. —¡Oh, Dios mío! ¡Embarazaste a la niña! —dijo Julius, poniéndose de pie, con el rostro enrojecido. —¡Oh, Dios mío! ¿Voy a ser abuela? —Por un momento, pensé que el rostro de Mirna se rompería en dos, por el tamaño de la sonrisa que se extendió allí. —¡La madre que te parió! —Fue la exclamación de Marcus. Max trató de decir: —Papá, yo no... —al mismo tiempo que yo comencé: —Julius no es nada... Pero el padre de Max, demasiado enojado, no nos escuchó. De hecho, nadie nos escuchó. —¿Qué te dije acerca de esa historia de la convivencia, muchacho? ¿Qué te dije sobre tratar a una mujer de forma tan irrespetuosa, Maximus? —gritó. —Dame eso —Mirna tomó mi lata de cerveza—. Voy a traerte un zumo, querida.
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—Ah, Doña Mirna, no es nece... —traté de conservar mi cerveza, lo único que parecía no haberse asustado todavía. —Por supuesto, que es necesario. La bebida alcohólica no es buena para el bebé. ¡Oh, Alicia que maravillosa noticia! —Pero yo no... —¡Mierda, Max! ¡Será mejor que no metas la pata con Alicia, o te las verás conmigo! —Amenazó Marcus—. Y ahora no estoy bromeando. —Max exhaló ruidosamente. —¡Ya está bien! ¿Van a escuchar lo que tengo que decir, o seguirán haciendo suposiciones? —Habló, poniéndose de pie, e intentando acompañar los movimientos de su padre. Todos le ignoraron. Yo también me levanté, sin saber qué hacer. —¿Qué te dije, Mirna? Te dije que iba a terminar poniendo Alicia en una posición indecorosa. ¿Qué pensará su familia? ¿Qué educación y qué principios le enseñamos a este sinvergüenza? —Cariño, cálmate un poco —le pidió ella—. Toda esta agitación es contraproducente para Alicia, no debe exaltarse. No es bueno para el bebé —y dio una palmada con la mano en mi vientre, de manera protectora. —Doña Mirna, no estoy... —y me alejé de ella, avergonzada. —Pues ella no tendrá ninguna razón para exaltarse, ¡porque tu hijo actuará como un hombre! —Julius se detuvo y encaró a Max—. Te voy a decir lo que harás ahora, muchacho —dijo, apuntando con un dedo autoritario hacia su hijo—. Vas a hablar con su familia, le pedirás su mano, te disculparás por poner el carro antes que los bueyes y darás tu apellido a esa niña o niño que ella lleva en su vientre. —¡Oh, Dios mío! ¡Un nietecito! —Mirna dio saltitos.
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—Esto puede ser bueno —Marcus conjeturó—. Sobre todo si es un niño. Puedo enseñarle todo lo que sé. Videojuegos, canicas, bolas de carro el cual las... Uh, le va a encantar mi colección de cochecitos de hierro... —Alicia no tiene familia, papá —explicó Max, abriendo los brazos, y suspirando con exasperación—. Sus padres murieron cuando era pequeña, y su abuelo falleció hace más o menos dos meses. Pero ella no está emb... Eso hizo que Julius realmente se enfureciera. —¿Y te aprovechaste de ella sabiendo todo eso? —Aunque si es una niña también puede ser bueno —Marcus continuó, con aire soñador—. Quiero decir, no a todas las niñas le gustan sólo las muñecas. Tal vez también le gusten los cochecitos. Podría construirle una casa de muñecas con garaje y todo. Podría pintarla de color rosa si le gusta, pero preferiría pintarla de azul, para que los cochecitos no se sientan muy afeminados. Y luego, cuando sea mayor, podré amenazar a cualquier chico que se acerque a ella... Hmm… Creo que prefiero que sea niña. Respiré profundamente. —No estoy embarazada. —Nadie me escuchó. —¿Te aprovechaste de una niña indefensa, Maximus Cassani? —gritó Julius—. ¿En qué tipo de hombre te has convertido? —¡No estoy embarazada! —dije más fuerte. —Tu padre tiene razón, Max No deberías haber hecho eso. Alicia es una niña encantadora. Ella no se merecía ese trato. —¡No estoy embarazada! —grité. Un silencio fúnebre se instaló en la habitación. Todas las cabezas se volvieron hacia mí. Marcus me miró dudoso, Julius no parecía creérselo. Max se
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sintió aliviado porque finalmente me habían escuchado, y Mirna... Mirna estaba al borde de las lágrimas. —¿No estás embarazada? —susurró ella. —No. —¿Y por qué nos hicieron creer que lo estabas? —Quiso saber Marcus, enojado. Max se colocó a mi lado, abrazándome por la cintura. —Nunca dijimos que Alicia estaba embarazada. Ustedes llegaron a esa conclusión. Erróneamente —subrayó. —Pero... ¿no van a tener un bebé? —Insistió su madre. —No mamá. No vamos a tenerlo. —Pero... Pero... —ella parpadeó un par de veces, aturdida. Sentí una punzada en el corazón al decepcionarla, a pesar de que un bebé estaba lejos de mi lista de deseos. De hecho, ni siquiera estaba en la lista. —Entonces, ¿qué nos querías decir, hijo? —preguntó Julius, frunciendo el ceño. Max respiró profundamente antes de contestar: —Alicia y yo nos casamos. —Julius contuvo el aliento. —¿Se van a casar? —No, papá —dijo Max lentamente. Él levantó la mano izquierda y exhibió la alianza—. Ya nos casamos. Fue hace aproximadamente un mes. Y si yo pensaba que nada podría ser peor que la confusión de unos minutos antes, cuando pensaban que estaba embarazada y que Max era un irresponsable, era porque no conocía muy bien a esa familia. El rostro de Julius se puso tieso como un cadáver. Mirna soltó un horrorizado “Oh”, y Marcus... era Marcus. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Ustedes QUÉ? —gritó el muchacho. —Ya nos casamos —confirmó Max. Mirna, aturdida, necesitó la ayuda de Julius para sentarse. Marcus soltó una gran cantidad de improperios, todos ellos dirigidos a Max. —¡No me lo puedo creer! —murmuró—. ¿Por qué no dijeron nada? ¿Por qué no nos invitaron? ¿Te avergüenzas de tu familia Max, es eso? —No —respondió Max, con cierta torpeza—. Es que... sucedió... La verdad es que nosotros... Era difícil verlo luchando por encontrar las palabras correctas, para no lastimar más a su familia, buenas personas que me habían dado la bienvenida a su casa, en su vida. Y ellos tenían el derecho a saber toda la verdad. —Marcus, la culpa es toda mía —comencé, retorciendo los dedos nerviosamente—. Puse un anuncio en el periódico buscando marido, ofreciendo una recompensa, porque mi abuelo murió y mi herencia estaba vinculada a la existencia de un cónyuge. Así que cuando Max me encontró y cerramos nuestro acuerdo de matrimonio, no había ningún romanticismo involucrado. Por eso no les lo contamos. Hicimos todo lo posible para que pareciese real, para que el tutor de mi herencia se lo creyese. Pero eso fue todo. Una sencilla ceremonia en el registro civil. Ni siquiera nos soportábamos en ese momento. Fue sólo un acuerdo comercial para que pudiese recuperar mí... —¡Espera un minuto, jovencita! ¿Estás diciendo que compraste los servicios de mi hijo como amante? —Interrumpió Julius, con su rostro púrpura. El hecho de no ser su hija no le impidió echarme tal mirada de desaprobación que me hizo temblar y esconderme parcialmente detrás del hombro de Max. Julius me recordó muchísimo al Abuelo Narciso cuando estaba muy enojado.
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—Papá, por favor —Max gruñó—. No es nada de eso. Sentémonos y lo explicaré todo con calma. La quietud que invadió la sala, a excepción de la voz baja, pero un poco ansiosa, de Max fue desalentadora. Me sorprendí a mí misma mirando al suelo varias veces, avergonzada mientras escuchaba todo: el anuncio, el falso matrimonio, la herencia, mentiras y más mentiras. De vez en cuando, Max me acariciaba el brazo, el hombro, o la rodilla, después de sentarme a su lado. La familia Cassani oía todo en medio de un silencio de muerte. No le hicieron ninguna pregunta hasta que Max terminó su relato. —Por eso no les conté nada sobre nuestra boda —murmuró, mirando fijamente sus manos—. Los conozco y sé que se enamorarían de Alicia en cuanto pusieran los ojos en ella, como de hecho sucedió. No quería verlos sufrir cuando terminase nuestro contrato y se fuera de nuestras vidas. Pero las cosas se salieron de control... y todavía no puedo creer la suerte que tuve —negó con la cabeza, sonriendo levemente—. Descubrí que ella correspondía a mis sentimientos, así que decidí contarles todo. Nuestra boda fue diferente, lo admito, pero puedo garantizar que en la actualidad es un matrimonio real. En... todos los aspectos. Dejó de hablar y entrelazó sus dedos con los míos, apretándolos. Nos miramos durante un momento y esperamos la reacción de la familia de Max. Y esperamos. Y... esperamos. Los Cassani se miraban unos a otros como en una especie de comunicación silenciosa. Como un jurado decidiendo si mandaba o no a un acusado a la silla eléctrica. O acusados, como era el caso. Por fin, Mirna y Julius se pusieron de pie. Max y yo también aunque todavía un poco inseguros. Marcus se acercó. Y su reacción me sorprendió una vez más. —¡Ah, pobre muchacha! —Mirna lloró, y me abrazó con ternura—. Me imagino lo que sufriste, lo desesperada que tenías que estar para tomar esa determinación.
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—Y ser obligada a casarse con Max. ¡Con Max! —Marcus murmuró—. Ella debía estar desesperada. —Tan joven y tan sola... —Julius me acarició el pelo—. Siento mucho tu pérdida. Pero nunca más estarás sola —Mirna me soltó y me miró fijamente a los ojos con tal intensidad que casi me hizo llorar—. Tienes a Max y a todos nosotros. Ahora somos tu familia. —Muchas gracias, doña Mirna —alcancé a decir con voz ahogada. Ella sonrió, después se recompuso, y se alisó el delantal. —Bueno, ¿qué estamos esperando? Vamos a comer antes de que se enfríe la cena. La charla simultánea se reanudó. La cena continuó como si no hubiera pasado nada, a excepción de Marcus, quien mantuvo todo el tiempo el ceño fruncido y no habló con Max. Realmente me sentí como si yo formase parte de todo esto. Me gustaba el ruido, las risas, las bromas en la mesa. Era como si yo también encajase allí. Ya era tarde cuando nos marchamos. Estaba cansada, pero muy feliz. —Creo que al final todo fue bien... —dije, apoyando la cabeza en el asiento del coche. —Hmm... Para ti es muy fácil decirlo —se burló Max—. Acabas de ganar un padre, una madre y un hermano más joven celoso. Yo todavía estoy en juicio. —Soltó una mano del volante y se apoderó de la mía, plantando un beso en la palma de mi mano—. Pero me siento aliviado. Por lo menos las mentiras se han terminado. Por fin tendremos un poco de paz. Sólo que Max estaba equivocado.
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Capítulo 45 Traducido por Vecina Corregido por Anaid
CHICA
CENICIENTA
SE
DIVIERTE
CON
SU
PRÍNCIPE
ENCANTADO DURANTE LA TARDE EN EL PARQUE Alicia Moraes de Braganca y Lima pasó la tarde del último domingo en un picnic romántico al lado de su marido, Maximus Cassani, en el parque municipal. La joven pareja no tuvo problemas en demostrarse afecto en público e intercambió caricias todo el tiempo. Esta vez, nuestra chica problemática parece finalmente haberse sosegado y disfruta de una relación estable
y
aparentemente
apasionada
desde
hace
aproximadamente un mes. ¿Será capaz de mantenerla? —¡Argh! ¡Detesto estos periódicos! —gruñí, mirando la foto de Max y de mí recostados sonriéndonos, yo encima de él y su mano en mi culo. Podría ser peor, me consolé. Podría ser una noticia en donde una “fuente segura” aseguraba que mi casamiento era toda una farsa. Sin embargo, ver mi intimidad expuesta me irritaba—. ¿Por qué mi vida le interesa a alguien? —Porque eres la heredera de uno de los mayores empresarios del mundo — dijo Amaya, mientras nos metíamos entre los archivos. Max intentó esconder el periódico, porque sabía que no me gustaban aquel tipo de noticias, pero noté algo extraño cuando Paulo bromeó con él, llamándolo príncipe encantado. Terminó mostrándome el periódico, muy contrariado, tengo que admitirlo. —Todo lo que tú haces es oro para ese tipo de impresos. Si es algo vergonzoso o malo, mejor todavía.
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—Bueno, espero que estén cansándose. Me he comportado de manera irreprochable últimamente. Nadie puede culparme por estar cariñosa con mi marido, ¿no es así? Ella sonrió, y sus ojos grandes se convirtieron en dos pequeñas ranuras. —No realmente. Y Max está loco por ti. ¡Tienes tanta suerte! —suspiró ella. —Lo sé. ¿Quién imaginaría que aquel hombre rudo que conocí semanas atrás giraría mi mundo patas arriba? —Quisiera que alguien me mirase del mismo modo que Max te mira a ti. Hace más de un año que no tengo novio —se lamentó. —Ah, Amaya. Aparecerá alguien en cualquier momento. ¡Yo misma no estaba buscándolo y mira solo! Ese dios lleno de buenos modales y agarre fuerte, es mi marido. Ella suspiró pesadamente. —¿Sabes, Alicia? Mucha gente decía que ustedes… que el casamiento de ustedes… —Lo sé —interrumpí—. También lo escuché. Olvídate de eso. —No tuve el coraje de mentirle. Realmente me gustaba Amaya. —Vanessa hizo una mueca cuando vio la noticia esta mañana. —No lo dudo. —Vanessa estaba demasiado tranquila, como si se esforzase en mantener la superficie calmada. A pesar de eso, estaba alerta. Personas como ella no desisten tan fácilmente. —Ella… Creo que no debería contarte esto… —dijo ella, sin gracia. —¡Ah, claro que debes! —señalé—. Por favor, Amaya, cuéntame. Me miró durante un momento, ruborizándose y pareciendo no querer tocar el asunto, pero terminó cediendo. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Vanessa está detrás de Max desde hace mucho tiempo. Mucho antes que tú aparecieras aquí. Él nunca se fijó en ella, e imagino que es por eso por lo que ella está tan desesperada para intentar seducirlo. Generalmente los hombres caen de rodillas a ella. —Amaya puso los ojos en blanco—. Vanessa no está acostumbrada a ser rechazada. —Entonces es el momento de que aprenda —sonreí. —Solo… ten cuidado ¿sí? Puede ser una peste cuando quiere. —Ya lo he notado. Estaré atenta, aunque no tiene la menor posibilidad de que Max se interese por ella, menos ahora que estamos tan… Él jamás haría eso. —Estoy feliz por t… ¡Ah, no! —gritó ella cuando alguien abrió la puerta violentamente, golpeando la silla donde una cantidad enorme de contratos estaban apilados, haciendo volar todo por los aires. —¡Ay,
caramba!
Perdona
—dijo
Paulo,
ruborizándose
mucho.
Inmediatamente comenzó a recoger los documentos, tratando de juntarlos como podía. Sentí que Amaya podría comenzar a llorar en cualquier instante. Había pasado horas organizando aquellos contratos. —Joyce me pidió que le avisara a Alicia que el Dr. Clóvis está aquí y quiere hablar con ella —dijo él, agachándose y recogiendo las páginas a un ritmo frenético—. No quise hacer esto. Discúlpame, Amaya. —Está bien, Paulo —dijo ella, pero su rostro delicado no escondió la angustia. —Te ayudo a organizar todo —se ofreció, nervioso—. Lo hago solo, si tú quieres. Ella sonrió un poco. —Ayudar está bien. ¿Podrías separar los contratos por sector, por favor? —¡C-claro! —asintió él, sonriendo, con los dedos temblorosos. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Me quedé observando cómo esos dos trabajaban en perfecta sintonía, como si uno supiera exactamente lo que el otro quería que hiciera. Cómo Paulo miraba furtivamente al rostro de Amaya, cómo parecía tener cuidado que sus manos se encontraran de casualidad, la respiración acelerada hacía a su pecho delgado subiera y bajara con rapidez. Amaya estaba tan ciega… —Iré… a ver lo que Clóvis quiere y regreso para ayudarlos —mentí. ¿Quizás un tiempo juntos abriera los horizontes de estos dos? Me llevó diez minutos llegar al noveno piso. Mari me llamó, llorando, contándome lo que yo ya sabía. Breno pretendía mudarse y ella no sabía qué hacer. Quería pasarme por su casa para contenerla de alguna manera antes de ir a casa, pero me dijo que ellos cenarían juntos para tratar de resolver la situación esa noche, aunque ella no supiera cómo. Clóvis me aguardaba en la sala grande de reuniones, sentado a la cabecera de la larga mesa. Su rostro era una máscara impasible, lo que me pareció una pésima señal. —¿Qué sucedió ahora? —cuestioné, cruzando los brazos sobre el pecho en cuanto entré. —Siéntate, Alicia. Contrariada, me senté a tres sillas de distancia. Él abrió su carpeta de cuero desgastada y retiró una pila de periódicos doblados al medio. —Muy interesante lo que encontramos en los periódicos, ¿no crees? Siempre me sorprende cómo las personas son capaces de disimular —tiró una pila sobre la mesa, y la foto de mi paseo en el parque con Max cubría la parte superior de la primera página.
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Respiré un poco aliviada. No había nada allí que me comprometiese. Una pareja abrazada en el parque no podría ser considerada atentado violento al pudor o cualquier cosa de ese tipo. Mientras estuvieran vestidos, por lo menos. —Puedes creer lo que quieras. Mi vida personal no le interesa a nadie — hablé. Clóvis suspiró. —¿Sí? —Y tiró sobre la mesa otra pila de periódicos, más antiguos, un poco arrugados. Páginas de clasificados. ¡Mierda! —Héctor me buscó esta mañana. ¿Puedes imaginar cómo este material llegó a mis manos? Me limité a mirar las páginas arrugadas. —Hay más evidencia —sacó algunas hojas de su carpeta y las dejó sobre la mesa. Una rápida mirada a los papeles y casi me caí de espaldas. Mis conversaciones con Max por MSN habían sido impresas. Todas, incluyendo el supuesto pedido de matrimonio. ¡No! —¿C-cómo conseguiste eso? —Héctor tiene sus medios —hizo un movimiento despectivo con la mano. ¿Quién habría ayudado a Héctor con eso? me pregunté. ¿Quién quería que Max y yo nos separásemos? ¿Quién accedió a eso? Mi ordenador tenía contrase… —¡Esa perra! —¡Esta vez arrojaría a Vanessa por la ventana! ¡Ah, sí que lo haría! —Estoy decepcionado —continuó Clóvis, ignorándome—. Decepcionado y triste. Te pedí tanto que confiaras en mí, que me escucharas, pero nunca lo has hecho. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No tienen como probar nada —rebatí, tragando en seco—. Nosotros consumamos nuestro matrimonio. Todo es legítimo ahora. Somos una pareja de verdad. —¿Realmente? ¿Y quién creerá eso después de que Héctor exponga el fraude? Y, créeme, tiene pruebas. Cualquier juez entenderá lo que tú y Max hicieron como un acto de mala fe, y jamás creerá que consumaron en matrimonio, aunque eso sea cierto. —¡Es verdad! ¡Nos amamos, Clóvis! ¡Lo juro! —Lo siento mucho, pero dudo que alguien lo crea. Yo mismo no puedo creerlo. Has hecho todo mal, Alicia. Dejaste todo expuesto, listo y fácil de ser encontrado. Tu teléfono está en el anuncio, aunque no tu nombre. Pero lo más importante fue el primer error que cometiste de pagar el periódico usando tu tarjeta de crédito —sacudió la cabeza, pareciendo devastado—. Te dije que Héctor era implacable. —¿Por qué me has llamado aquí? —pregunté entre dientes, tratando de hacer que mi voz no temblase nuevamente. Reconocía cuando estaba equivocada. No tenía cómo argumentar. —Héctor quiere abrir un proceso contra ti y Max. Conseguí persuadirlo a esperar un poco más, hasta que yo conversara contigo. Él está furioso, habló hasta despedir a Max. Cerré los ojos, para no permitir que las lágrimas que los quemaban cayeran. —Usando sus palabras: “Despediré a Max con una excelente carta de recomendación, que hará que nunca más consiga empleo en ningún lugar de este país”. Abrí los ojos. —No puede hacer eso. —Puede, Alicia. ¡Puede y lo hará! A menos que tú ayudes. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¿Cómo? Él exhaló fuerte. —Conseguí convencer a Héctor de no entrar en acción antes de hablar contigo. Él estuvo de acuerdo en olvidar lo ocurrido si tú acabas con la farsa. —No puedo hacer eso —mi voz falló—. Amo a Max, Clóvis. No puedo abandonar a mi marido ahora. Me observó atentamente y soltó una exclamación. —Eso complica todo, Alicia. Pero, si eso es verdad, si tú realmente amas a Max, piensa en lo que es mejor para él. ¿Cómo cuidará de su hermano sin tener empleo? Mis ojos casi se salen de órbita. —Sí, Alicia, estoy al tanto de que el hermano menor depende de Max. —No permitas que hagan nada contra Max —me escuché diciendo—. ¡Por favor! Clóvis se levantó lentamente y me rodeó, hasta posar una mano gorda en mi hombro. Sentí un escalofrío cuando me tocó. —Es por eso que estoy aquí. Sepárate de Max, por su bien. Pídele el divorcio y acaba de una vez con este matrimonio de fachada. Así tendrás todavía oportunidades de recuperar tu herencia algún día, Alicia. Te garantizo que Héctor no hará nada contra Max mientras yo sea el cuidador de tu herencia. —¿Por qué Héctor me odia tanto? —me cubrí el rostro con las manos—. ¿Cuál es su problema? No iba a destituirlo de su cargo de presidente, Clóvis. ¡Cuando yo asumiera la herencia, iba a dejar todo como está! —¿Tú crees que es por eso? ¿Qué Héctor está tan empeñado en desenmascararte solo para no perder la presidencia?
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—¿Y qué más podría ser? Es la única explicación lógica que veo. No puede estar preocupado con mi bienestar, ¿no es así? Clóvis arrugó la frente. —Eso es muy grave, Alicia. Si Héctor está haciendo todo esto solo para continuar al frente del conglomerado, es porque esconde algo. Una señal de alerta se encendió en mi cabeza. —¿Qué dices? —me giré en la silla. Las cejas de Clóvis se juntaron. —Es solo una sospecha que se me ocurrió ahora. Creo que… No puedo acusar a nadie sin tener pruebas. Necesito investigar mejor antes de levantar falso testimonio. Héctor es mi amigo, en definitiva. Pero, si está actuando de forma ilícita, es mi deber detenerlo. Para eso, voy a necesitar tiempo. Si fuera ese el caso, si Héctor tiene algo que esconder, tal vez pueda encontrar una forma de alejarlo por un tiempo, pero tú me tendrás que ayudar. —¿Cómo? Él suspiró. —Haciendo lo que Héctor quiera que hagas. Tienes mucho que perder. Max tiene todo a perder. ¿Puedo contar contigo? ¿Finalmente trabajaremos juntos? Me hundí en la silla. No pude contener las lágrimas, que caían en un torrente desenfrenado. Analicé las posibilidades que tenía. No podía pensar en nada, razonar correctamente. No quería pactar con Héctor, pero no podía permitir que Max perdiese el empleo que ayudaba a toda su familia. Me maldije por no haber notado las verdaderas intenciones de Héctor en su cara. —S-sí —lloré—. Me alejaré de Max.
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—Buena chica —murmuró, juntando sus cosas—. Hablaré con Héctor ahora mismo. No te preocupes más por él. Cuidaré de todo para ti. No podía permanecer más allí. Necesitaba respirar, necesitaba… a Max. Recomponiéndome de la mejor manera que pude, decidí buscarlo a los tropiezos. El abuelo insistió para que le contase a él sobre la confusión en la cena del Comex, y eso realmente ayudó. Tal vez esta situación fuera parecida. Tal vez Max supiera qué hacer, me ayudara a pensar en algo. Mientras, no lo encontré en el sector nueve. —Max fue hasta la sala de fotocopiado —me dijo Paulo—. ¡Esos australianos están acabando con nuestros nervios! No paran de pedir copias de todo. Eh, ¿tú estás bien? —Sí. Gracias, Paulo. Solo necesito hablar con él. Seguí por el corredor con los ojos hinchados, sin realmente darme cuenta de las miradas curiosas a mi alrededor. La puerta de la sala claustrofóbica estaba cerrada. Entré sin llamar, esperando que Max estuviera allí y pudiera contarle todo. Agradecía cuando abría la puerta y lo vi, pero, un segundo después, me sentí como si me estuviera derrumbando. Estaba acompañado. En realidad, estaba muy ocupado, sosteniendo a Vanessa por los hombros. Las manos de ella luchaban con los botones de su camisa, la boca embadurnada de pintalabios estaba hundida en su cuello. Max la sostenía con fuerza, no podía entender si para alejarla o acercarla a él. Cuando finalmente me vio, sus ojos se volvieron un tono más oscuro. —¡Alicia, no! No es nada de lo que estás pensando —dijo él, dando un empujón nada gentil a Vanessa. Ella trastabilló, sonrió y se enderezó, cerrando los botones de la blusa con deliberada lentitud. —Ah, Max, que disculpa horrible —se burló—. ¡Ella nos vio! —¡Cierra la boca, Vanessa! Solo… —bufó él, mirándola con algo parecido al desprecio y furia. Después volvió los ojos para mí y se acercó, solo un paso. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
Sabio de su parte. Yo estaba un poco fuera de control y no sabía de lo que sería capaz si alguien me tocaba en aquel instante. —No es lo que parece —trató. Apenas observé la escena: Vanessa alisando su falda, el rostro y el cuello de Max sucios de pintalabios rojo, la desesperación en sus ojos. Por un momento, contemplé la hipótesis de aplastar la enorme cabeza de Vanessa con la tapa de la fotocopiadora. Pero de alguna forma me contuve. Tenía serios problemas en aquel momento, y ella no pasaba de una molestia menor. Abandoné la sala de la misma forma que entré: muda y con los ojos hinchados. Corrí para coger mi bolso y bajé las escaleras lo más rápido que pude. Max me seguía. Cuando alcancé la calle, me agarró por la cintura, deteniéndome. Lo empujé, sin obtener mucho éxito. Golpeé su pecho descargando mi rabia, llorando y rugiendo al mismo tiempo, tratando de calmarme. —¡Fue una trampa! Jamás haría algo para lastimarte. ¡Jamás! ¡Necesitas confiar en mí! —imploró él con los ojos locos, sosteniendo mis muñecas y tratando de hacer que me detenga de golpearlo—. Acabo de conquistarte, ¿crees realmente que echaría todo a perder? Quería decir muchas cosas, pero no pude. Me ahogaba con palabras, con sentimientos, con imágenes horribles: él sosteniendo a Vanessa, Marcus en su silla de ruedas, Héctor y su maldad, mi abuelo en un cajón, Clóvis anunciando el fin de mi matrimonio. Era mucha información. Héctor era un golpista, un chantajista, un demonio. Vanessa era lo que siempre fue, una vaca. Y Max era el hombre que amaba, oliendo a perfume barato y con el rostro manchado por un pintalabios que no era mío. Tiré de mis brazos, librándome de los suyos. —¡No me toques! En ese momento, un autobús en la parada comenzaba a arrancar. Alcancé la puerta antes que Max me impidiera subir. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—¡Alicia! —gritó, parado como una estatua, pareciendo tan desorientado que más lágrimas brotaron de mis ojos. Me acomodé en uno de los asientos, agradecida de tener un lugar para sentarme, y lloré mucho. El cobrador me miraba confuso, los pasajeros fingían no notar mis sollozos. Circulé por la ciudad durante mucho tiempo, tonta y confundida, sin saber qué hacer o a dónde ir. Mi móvil sonó varias veces, pero lo ignoré. Sabía que debía ser Max queriendo explicarse. Cerré los ojos muchas veces, con la esperanza de poder dormir y el abuelo apareciera para decirme lo que debía hacer, pero aparentemente no era así como la cosa funcionaba. El sol comenzaba a bajar y no tenía idea en qué parte de la ciudad me encontraba. Recordé la tarde del domingo, como Max se abrió, mostrándome su alma y haciéndome amarlo aún más. Recordé la cena con su familia, cómo fue valiente enfrentando el enojo de sus padres y la ira de su hermano con la cabeza alta. Recordé la noche del sábado, el beso apasionado, el baile, la entrega. De su rostro asustado cuando abrí la puerta de la sala trece, de la sonrisa cínica de Vanessa, de los ojos tristes de Clóvis. Todo de mezclaba en un vórtice confuso, y no podía mantener una línea de razonamiento. Recé en silencio, pidiendo que alguien allá arriba me enviara una señal y me sacara de aquella agonía, pero nada sucedió. El vehículo redujo la velocidad para que alguien bajara. Mirando por la ventana, vi, posada en el palo de la parada de autobús, una mariposa. Azul. Descendí de prisa, sin tener idea de dónde estaba.
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Capítulo 46 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Anaid
Caminé por el barrio desconocido bastante tiempo. La noche había caído y yo sabía que debía ir a casa, pero no quería hacer frente en ese momento a Max. No tenía fuerza. Encontré una pequeña plaza, con bancos y la hierba tan alta que parecía el borde de un arroyo. Me senté en el banco y apoyé los pies en el asiento, lanzando la bolsa allí. Mi móvil sonó de nuevo. Cogí el teléfono y lo miré. Max de nuevo. No hice caso de la llamada. Aún no estaba lista. —¿Qué estás haciendo aquí, señorita Alicia? Me volví y me encontré con una exsecretaria de mi abuelo. —¡Inês! —exclamé con sorpresa—. Yo… me bajé en la parada equivocada. Me perdí. Ella me observó con atención, mis ojos hinchados, mis manos frenéticas que no dejaban de retorcerse. —Vivo en la siguiente manzana. ¿No quieres ir a mi casa y beber algo mientras te llamo un taxi? —Me encantaría. Gracias Inês. —Me puse de pie, lanzando mi bolso sobre el hombro y cogiendo una de sus bolsas de la compra—. Deja que te ayude con eso. Sonrió y caminamos en silencio hasta la casa de color calabaza con ventanas y puertas de color blanco. Un pequeño jardín lleno de margaritas, justo debajo de la ventana, le daba un poco de color al lugar. En el interior, la casa estaba llena de detalles, alfombras y adornos sin fin —un poco asustadores— y flores artificiales. Inês me acomodó en el sofá estampado y se fue a la cocina a preparar el té. Mirando alrededor, vi muchas fotos de ella en diferentes momentos de la vida. Un
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hombre con un bigote espeso la acompañaba en muchas de ellas. No en las más recientes, sin embargo. —Mi marido —dijo en voz baja, haciéndome saltar en el sofá—. Murió hace diez años. Tu té. —Me entregó la taza. La tomé, probé un poco y el gusto de ron adormeció mi lengua. Miré a Inês sorprendida, quien sonrió y se sentó a mi lado con otra taza en la mano—. Pensé que podría ayudar a calmarte. Ayudaba a tu abuelo. —Gracias, Inês. Era exactamente lo que necesitaba. —¿Qué te dejó en ese estado? —me preguntó sin rodeos. Suspiré. De alguna manera, no creo que pudiera ser una coincidencia tropezarme con la exsecretaria de mi abuelo Narciso en un momento como este. —He descubierto algunas cosas sobre Héctor. Cosas malas —Mantuve mis ojos en mi taza. Ella se echó a reír. Tan alto que algunas chucherías sobre la mesa de café vitorearon. —Eso nunca sería posible —levantó sus óculos para secar las lágrimas en la comisura de los ojos—. Héctor es tan honesto y preciso como lo era tu abuelo. —Te equivocas, Inês. Héctor es perverso, sádico, mezquino y cruel. Cosas que mi abuelo nunca fue —dije, moviendo la copa en las manos. Eso la hizo fruncir el ceño entre sus gafas. —Alicia, no sé lo que está pasando, pero puedo garantizarte que Héctor es un hombre de integridad. Tu abuelo le dejó a cargo de las empresas por confiar ciegamente en él. —Él también dejó a Clovis a cargo de la herencia. Lo que me lleva a creer que mi abuelo confiaba mucho en las personas y muy poco en su propia sangre.
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—¿Sabes que eso me incomodó un poco? —dijo ella, colocando su taza sobre la mesa con cuidado—. Ese testamento no parecía cosa de Narciso. —Finalmente estamos de acuerdo en algo —exhalé pesadamente—. No era su idea. Fue de Héctor. —¿De Héctor? —sacudió la cabeza—. Él ni siquiera sabía que tu abuelo había hecho testamento. Cuando se enteró del contenido del documento, pidió una reunión con el Dr. Clovis para entender lo que estaba sucediendo. Pensó que era absurdo, incluso discutió con Clovis por cuenta de eso. —¿Cómo lo sabes? —Estaba en la habitación cuando ocurrió. La señal de alerta de nuevo sonó en mi cabeza. La luz roja parpadeó incesantemente. Me bebí el té de golpe, quemándome el esófago, pero sin importarme lo más mínimo. —Habla, Inês. Dime lo que has visto y oído. Desde el principio, por favor.
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Capítulo 47 Traducido SOS por lizels Corregido por Anaid
Cuando llegué a casa, todavía tenía dudas sobre qué hacer… Un plan, sin embargo, ya se embozaba en mi cabeza… encontré a Max de pie cerca de la puerta. Parecía haber pasado tiempo allí, esperándome. —¿Dónde has estado? Estaba loco por la preocupación —preguntó apresuradamente, manteniendo cierta distancia. —Por ahí —le dije, esquivándolo y dejando caer el bolso en la silla de la mesa del comedor. Me sentía agotada, como si el peso del mundo estuviera en mi espalda. —¡Por favor, escúchame, Alicia! Lo que viste no es lo que crees que viste... exactamente. Vanessa se lanzó para que tú nos sorprendiera. No tenía ninguna duda sobre eso. —Lo sé. —Y me tiré en el sofá. De alguna manera, sabía que él estaba diciendo la verdad, que todo era un burdo intento de Vanessa para separarnos. Aún así, me dolía. ¡Mucho! Él se movió un poco más cerca. —Tienes que creerme. No sé cómo ella sabía que ibas a esa habitación en ese momento, pero te juro... que... ¿Qué dijiste? —preguntó él, confundido. —Sé que ella trató de organizar algo que no sucedió. Te creo, Max —¿En serio? —Su rostro cansado se animó un poco. Sí, lo hacía. Sabía que él nunca haría eso, sobre todo dentro de la L&L. Max también apreciaba las reglas. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—Ah, Alicia. Creo que soy el único que tengo que pedir disculpas por ser tan estúpido —me envolvió en sus brazos, sus labios buscando los míos. —Espera, tengo que hablar contigo. —Sea lo que sea, puede esperar —dijo, volviéndose para besarme. Hice un esfuerzo sobrehumano para alejarlo de nuevo. —En serio, Max. Tenemos que hablar. Me soltó, se pasó la mano por el cabello, y la barba por afeitar, se veía tan indefenso que yo quería caer de rodillas y consolarlo. —Alicia, pasé cinco largas horas llamándote cada cinco segundos, atormentando a Mariana tratando de averiguar dónde estabas, con miedo de que creyeras en el plan de Vanessa y que te había perdido para siempre. ¿Entiendes lo que estoy sintiendo en este momento? ¿El alivio que siento con el fin de tenerte en mis brazos en este momento? Entendí. Me podía imaginar cómo lo abrazaría otra vez a sabiendas de que todo estaba bien, que no era la última vez. Estaríamos juntos sin importar lo que pasara. No quería alejarme de él, aunque fuera por poco tiempo. Una lágrima traidora rodó por mi cara. Max la secó con sus labios. Tomando mi cara entre sus manos y mirándome fijamente por un momento precioso, sus ojos brillaban como dos estrellas en llamas, quemando mis entrañas. —Nada es más importante o valioso para mí que tú, Alicia. El mundo puede esperar. Cualquier problema, cualquier cosa puede esperar. El amor que siento por ti, no. —Te quiero, Max. No tienes idea de lo mucho que te amo.
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Él sonrió antes de capturarme con los labios hambrientos, tomándome en sus brazos y poniéndome suavemente sobre la pesada alfombra de la pequeña habitación. Él susurró mi nombre una y otra vez, como una oración, un mantra, mientras sus manos y su boca me acariciaban de forma tan insoportablemente dulce que estaba a punto de llorar. Cerré los ojos, metida en mi propia desesperación, y me entregué al amor por una última vez.
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Capítulo 48 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Anaid
—Me hiciste perder la noción del tiempo —murmuró Max, besando mi cuello en repetidas ocasiones hasta que abrí mis ojos. Sonrió y me besó suavemente en la alfombra donde habíamos pasado la noche—. No puedo llegar tarde hoy. Vamos a tener una conferencia con los australianos. Finalmente, cerramos el trato. Por favor, Alicia, sé rápida —dijo, acariciando mi trasero y se levantó apresurado, completamente desnudo. Respiré profunda, y la conciencia me golpeó como un meteoro en llamas. —No voy a trabajar —le susurré, envolviéndome en el edredón que Max había cogido de la sala en medio de la noche. —¿Ah no? —preguntó, abrochándose el pantalón que encontró tirado sobre el sofá, se puso en cuclillas junto a mí, y luego puso su mano en mi frente—. ¿No te encuentras bien? —En realidad, no. Nada es correcto. Pero tengo que hacer lo que necesito. —Aparté los ojos de sus pies descalzos. —No lo entiendo —Tenemos que separarnos por un tiempo —murmuré. —¿Qué has dicho? —Necesito el divorcio Max, será solo una formalidad. Nada tiene que cambiar...
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—¿De qué estás hablando? ¿Se trata de uno de tus juegos? —Me interrumpió, levantándome la barbilla para mirarlo. Su rostro estaba pálido como la pared detrás de él. —No estoy bromeando —tragué—. Necesito que firmes los documentos de separación lo antes posible. Se quedó en silencio por un momento. —Estás dolida por qué crees que te he traicionado con Vanessa. Eso es todo, ¿no es así? No me crees. ¡No te he traicionado, Alicia, te lo juro! —susurró, mortificado. —No es eso —negué con la cabeza sin poder hacer nada—. Es más complejo que eso. Ayer dijiste que confiabas en mí. Por favor, confía en mí ahora. Todo estará bien. —¿Me estás pidiendo que entienda simplemente que no me amas sin darme ninguna explicación? —¡Yo no he dicho eso! —Traté de llegar a su cuello, pero él se negó. Dolió—. Nunca dije que dejé de amarte. ¡Te quiero! ¡Te amo demasiado! Simplemente no puedo seguir casada contigo ahora. —¿Me amas? —me preguntó, serio, ojos inescrutables. —Sabes que lo hago. —¿Es por lo que me estás dejando? —Su voz falló. Suspiré, cerrando los ojos, tratando de deshacerme de los que me causaron dolor. Fue inútil. Así que me decidí a abrirme. Y por primera vez en mi vida, encontrándome con algo difícil, le dije la verdad. —Porque Héctor lo exigió. Él tiene la prueba de que nuestro matrimonio es una farsa y se lo ha entregado a Clovis. —Sus ojos brillaban peligrosamente, casi una locura. Continué, pero mi voz era débil y temblorosa, apenas más que Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
susurro—. Héctor encontró el periódico con mi anuncio y por lo tanto a ti, y unió una cosa a otra. Él encontró una factura de mi tarjeta de crédito, solo Dios lo sabe... yo era una idiota, lo sé, pero ya está hecho. No te preocupes. Tengo un plan... —Entiendo —interrumpió él, enderezándose—. Tú no puedes perder tu precioso dinero. Entre la fortuna y yo, has elegido a la fortuna. —¿Qué? Max, espera... —Me puse de pie con rapidez, apretando el tejido grueso en todo el cuerpo, agarrándolo por el brazo cuando amenazó con proceder a la habitación—. El dinero es la última cosa... —Ya lo habías decidido ayer por la tarde, ¿no? —dijo bruscamente, mirándome con ojos hostiles, tan frío que provocó escalofríos—. Sin embargo, me dejaste amarte como si todo estuviera bien. Como haciéndome un favor. Fue muy amable de su parte. —No, ¡en absoluto! No he terminado de h... —Por supuesto que sí. Acabas de terminar todo, Alicia —se encogió de hombros. Su rostro era duro como una estatua de mármol—. No hay nada más que decir. —¿Quieres escucharme, por favor? Tengo un plan. No podemos seguir casados, pero nos podemos vernos a escondidas y... —¡Oh, por supuesto! —escupió, retirando mis manos—. ¿Y dejar el dinero en mi cama cuando me vaya? —Max, por favor, ya basta. Siempre fuiste racional, si escuchas lo entenderás todo y me ayudarás a resolverlo. ¡Me estás condenando sin oírme, maldita sea! —¿Hola? Me dejaste por dinero. ¿Qué más quieres que escuche, Alicia? — comenzó a caminar de un lado a otro en la pequeña habitación—. Siempre supe que querías tu fortuna, pero por un momento, un momento ridículo de hecho,
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pensé que podrías ser feliz solo conmigo... ¡Argh! ¡Qué estúpido! —Y pateó la silla del comedor al frente, que cayó con un rugido reverberante. Paralizada, asustada, herida con sus conclusiones. Si por lo menos me dejara terminar... —¡Por favor, escúchame! —supliqué, tratando de llegar a él, pero en vano de nuevo. —Creo que has dicho todo lo que importa. No hay nada más que puedas decir que esté interesado en escuchar —dijo bruscamente y entró en la habitación con los brazos apretados junto al cuerpo, y cerró la puerta con fuerza. Empecé a llamar a la puerta desesperadamente. Esto no puede estar pasando. Max no podía estar pensando que lo cambiaría por dinero. Simplemente no podía. —¡Max abre la puerta! ¡Por favor, déjame explicarte! Estoy diciendo la verdad, tienes que oír todo. La puerta se abrió y por un momento me llenó de esperanza, pero cuando le miré a la cara, con los ojos vacíos como un cementerio, comprendí que no estaba dispuesto a escuchar. O mirarme. Un dolor insoportable me dejó sin aliento. Lo perdí. —Prometiste estar a mi lado sin importar lo que pase. ¡Lo prometiste! — susurré como una niña asustada. —Parece que me convertiste en un experto en romper promesas. —Se quitó la chaqueta, la arrojó sobre el brazo y, sin mirarme, se fue hacia la salida. —¡No lo hagas! Mírame. ¡Habla conmigo, maldita sea! —Yo no hice nada, Alicia —se detuvo, se volvió lentamente y me miró. Sus ojos brillaron, mojados, desesperado. Él también estaba sufriendo—. Lo hiciste tú.
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Me miró por un segundo o dos antes de salir de la habitación dando un portazo tan fuerte que las paredes temblaron ligeramente. Me caí en el suelo, incapaz de respirar. Un sollozo violento estalló en la garganta, la liberación de mi desesperación en forma de lágrimas. ¡Lo perdí! ¡He perdido! Incoherente y sin fin me repetí a mí misma. ¿Cómo fue que pasó? Le había dicho la verdad, o por lo menos parte de ella, ya que él no quiso escuchar. Decir la verdad debe contar para algo. Decir la verdad debía mantenerlo a mi alrededor. ¿Qué había salido mal? Había pensado que a lo mejor teníamos que estar separados por un tiempo, y aun así me amaría. Tal vez vernos en secreto, como amantes, tres o siete veces a la semana, ¿quién sabe? Pero perdí. Perdí simplemente por decir la verdad. En ese momento, el olor de la flor invadió el apartamento. Sollozando, miré a mi alrededor, tratando de entender, pero no podía pensar en nada que no fuera el hecho de que Max me había dado una patada. Enterré mi cabeza entre mis rodillas, derramando un mar de lágrimas. Un hormigueo de difusión suave pasó por mi mano derecha y, por un momento de locura, me imaginaba que mi abuelo estaba allí sosteniendo mi mano. Fue suficiente para darme la fuerza para ponerme de pie. La ira comenzó a deslizarse sigilosamente, y esta vez dirigida a la persona adecuada. Me sequé las lágrimas con el dorso de la mano y entré en la sala, dispuesta a todo para recuperar el control de mi vida.
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Capítulo 49 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Anaid
—¡Te volviste loca! —gritó Mari, cerrando de golpe la puerta del armario, cuando le expliqué cómo planeaba rehacer mi vida. —Tal vez tengas razón —dije, terminando de recogerme cabello—. Pero no voy quedarme quieta mientras mi vida se cae solo porque alguien se lanzó sobre mí. —¿Pero entrar en una casa? Esto es serio, Lili —dijo, abrochándose la camisa blanca sobre el top rosa antiguo. Su rostro estaba tenso—. Hasta para ti. —No es tan grave... —Pero ella tenía razón y yo lo sabía. El gran problema era que estaba segura de que había algo escondido en esa historia, algo que me ayudaría a salir de esta pesadilla, y estaba dispuesta a pagar el precio. Pero colocar a Mari en ese robo me estaba matando. —No vas a ir conmigo. Estoy sola en esto. —¡De ninguna manera! Si vas, yo voy —cruzó los brazos sobre su pecho cuando traté de discutir—. Y ni siquiera trates de argumentar. O vamos las dos, o no va ninguna. —Mari —suspiré—. Ya te metí en más problemas de los que me gustaría. Aquí estoy de nuevo, molestándote a ti y a tu madre. Siempre fuiste la más responsable de los dos. Piensa en lo que estás queriendo hacer. —Es por esta razón por la que quiero ir. Tengo que hacer algo realmente estúpido —murmuró. Suspiré, envolviendo los brazos sobre sus hombros. Las dos estábamos devastadas emocionalmente, pero por diferentes razones.
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—¿Sigues molesta con Breno? —No —apoyó la cabeza en mi hombro y gimió—. De acuerdo, lo estoy. No es que no lo entienda. Quiero decir, estaba haciendo las clases de buceo y yo lo sabía. Pero hasta que lo sugeriste, nunca se me ocurrió que tenía la intención de trasladarse a la costa y trabajar como guía turístico. Y nunca se me ocurrió que quisiera que fuese con él. ¡Apenas nos conocemos! —En realidad, se conocen desde hace tiempo —señalé. —Sí, pero yo digo “conocer”. ¡Esto es una locura! No puedo dejar todo y mudarme con él a cualquier playa. Sería prácticamente una boda, un paso demasiado lejos y estúpido y... —¿Entrar en las casas da menos miedo? —dije. —Exactamente —se rió—. ¿Vamos a hacer esto? —Voy —aclaré—. Voy a necesitar la ayuda de Max pero no sé cómo me recibirá hoy, así que a cruzar los dedos para estar bien. Ella evalúo mi cara y se ablandó ligeramente. —¿No ha llamado todavía? Negué con la cabeza, mirando al suelo. Estaba furiosa, entre otras cosas, con Max ¿Cómo podía imaginar que yo estaba más interesada en el dinero que él? Todavía me pregunté cómo era capaz de pensar algo así sobre mí. ¿Cómo? Muy bien, me había casado con él para recuperar mi herencia, pero eso fue antes de que me enamorara. Él debería saberlo. —Cree que yo le cambié por el dinero —dijo—. No me dio la oportunidad de explicarme. ¿Qué tipo de mujer cree que soy? Vale, lo admito, al menos eso
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parecía, ¡pero es mi marido, maldita sea! Me tiene que conocer. Creo que su orgullo es mayor que lo que siente por mí. —No, Lili. Tú te equivocas. Max te quiere, solo está herido. Tal vez necesita más tiempo para sanar las heridas. No hace ni veinticuatro horas que todo se desarmó. Tal vez hoy se terminan viendo... —No me va a buscar. Pero tengo que hablar con él de todos modos. No sé si voy a aguantar, Mari. Ver a Max allí tan cerca y a la vez a kilómetros de distancia. —Lo siento, Lili. —Yo también —murmuré. Entonces me puse a llorar. Una vez más. Y una vez más, Mari estaba ahí, reconfortándome. Dolía demasiado aceptar el final de mi relación con Max. Ayer, poco después de que él cerrase la puerta y recuperé un poco de conocimiento, había reunido mis cosas y salí de nuestra casa con el corazón gritando. Para mi sorpresa, los primeros que me ayudaron fueron los pasajeros del autobús que, después de muchos sollozos convulsivos de mí parte, entendieron que estaba con el corazón partido y me llenaron de abrazos, palmadas en la espalda y el fomento de las frases en vano, pero me pareció bonito. Fui directa a casa de Mari, pero no estaba. Eran más de las nueve y se había ido a trabajar. Ana con su sexto sentido de mamá, fue la que me ayudó y me llevó a su habitación, todas ellas decoradas en tonos de verde, y me dejó llorar en su hombro sin hacer preguntas cuando traté de contarle lo que había sucedido. Solo susurró: —Yo sé —en uno u otro momento, sin tratar de hacer creer que el dolor iba a mejorar en un día. Y lloré por muchas horas hasta que terminé para conciliar el sueño e incluso, soñé que estaba llorando, y esta vez fue mi abuelo quien me consoló. —¡Max se equivocó! —le dije al abuelo Narciso—. ¡Traté de decir la verdad, y mira! Sabía que decir la verdad nunca trae nada bueno. Nunca me perdonará. Piensa que me estoy yendo lejos por el dinero, pero no lo es. Él... él... ¡no me dejó explicarme! Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).
—No lo hagas. No llores, cariño. Él actuó de esta manera porque está sufriendo. Te quiere de verdad. Dale tiempo. Max va a terminar cayendo sobre ti y tratará de comprender lo que está sucediendo. Negué con la cabeza frenéticamente. —No, abuelo, conozco a Max. No me va a buscar. Me duele su orgullo — lloré. El abuelo se quedó allí, susurrando palabras de consuelo que no sirvieron de mucho, envolviéndome en aquel abrazo sin calor—. ¡Te fuiste! —acusé—. Te necesitaba tanto, y desapareciste. —Eres mucho más fuerte de lo que crees. —Si te preguntase qué te llevo realmente a tomar la decisión de excluirme del testamento, ¿me dirías la verdad? Negó con la cabeza y dijo solamente: —La vida es un juego, Alicia. Necesitas saber cómo utilizar las estrategias. La dificultad de la lucha armada es cerrar la distancia y convertir los problemas en ventajas. Giré los ojos. —¿Sabes? Deberías haber leído Harry Potter para enseñarme un poco de magia. Estas palabras no me ayudan nada. —Eso es porque no estás realmente escuchando. El arte de la guerra puede tener las respuestas que tanto buscas. —Se puso serio de repente—. Ten cuidado, tu plan es peligroso. —¿Para mí o para ese idiota? —Sorprendida, miré a mi abuelo, adornado con la curiosidad en su rostro. ¿Cómo había sabido? No había hablado de ello con nadie. —Para los dos. Hay mucho en juego.
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Entonces me desperté y Mari estaba junto a la cama, dispuesta a prestarme su hombro, y no me persuadí. Me dolió a aceptar la orden. Me dolió más allá de lo que podría presentarse cómo el abuelo había advertido en un sueño que parecía haber sucedido en otra vida. —Mi mamá me llamó contándome lo de la ruptura. ¿Qué diablos hiciste? — preguntó ella, abrazándome y tratando de descifrar mis frases. Después de muchos intentos, finalmente se dio cuenta de lo que había pasado y esa chica que me abrazó era Mariana Gonçalves, la mejor amiga que alguien puede tener, dijo la única cosa en los casos de histeria: —Llora todo ahora, Lili, ya que al caer la noche vamos a necesitar todo para poner tu cabeza en la recta y el enfoque para encontrar una manera de deshacerse de eso. Pasé el día, así, a veces escondida en la cama, a veces en el hombro de Mari, consiguiendo religiosamente cada tres horas, dosis generosas de chocolate y vodka. Pasé por momentos críticos en los que me aferraban al teléfono y Mari prácticamente me lanzaba una corbata, mientras que Anna escondía el teléfono, para que no llamase a Max mendigando para que me oyera. —¡No! No le puedes obligar —Mari explicó pacientemente—. Te vas a odiar a ti misma si lo llamas ahora. Créeme. —Y eso solo me hizo llorar aún más porque sabía que Max jamás llamaría. Me dolía el corazón al pensar en ello, mi cuerpo me dolía como si estuviera enferma, y estaba segura de que él también se sentía de esa manera, como si el cuerpo hubiera sido destrozado por una picadora de carne. Sabía esto porque, después de todo, no me había escuchado, me había juzgado y me había dado la espalda, viendo cómo me dejaba. Max realmente creía que le cambiaba por dinero. Y yo estaba devastada por eso. Era el recuerdo de su mirada destruida que me trajo un poco de esperanza y serenidad. Todavía puede haber una oportunidad para ambos. Me obligué a
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centrarme en los pensamientos de resolver la situación lo antes posible, ya que Mari me había advertido. Así que, después de pasar una noche sin dormir trazando mis estrategias y explicar a la mañana siguiente mis planes en detalle a mi amiga —que no creyó que fueran geniales, pero cedió a falta de una idea mejor— me decidí a salir a la acción. Mientras Mari me llevó a L&G, repase de nuevo nuestro plan de invasión, y a las nueve de la mañana, estaba en la oficina exterior de la presidencia. Vestía pantalones vaqueros y botas altas, una blusa de color negro con cuello en V y mangas largas, el pelo recogido en una coleta. Lista para la guerra. ¡Lista para cualquier cosa! — Inês, necesito un favor.
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Capítulo 50 Traducido por Blanca20011983 Corregido por Noebearomero
Después de que Inês se ofreció para ayudarme, y entendió lo que quería y se comprometió a hacer todo exactamente como le pedí, fui al sector nueve, sintiéndome un poco inestable. Max estaría allí. ¿Cómo sería nuestro reencuentro? ¿Me hablaría al menos? Apenas salí del ascensor, mi teléfono sonó. Era Mari. Aproveché para confirmar todo. —Esta noche, Lili. ¿Estás segura? —Si quieres, todavía hay tiempo para renunciar —le advertí. —No, en absoluto. Voy a estar lista, pero... eh... ¿Qué ropa me pongo? Nunca robé nada antes. Puse los ojos en blanco. —Cualquier cosa discreta y cómoda, que te permita escalar muros, meterte debajo de los muebles, saltar ventanas y esas cosas. —Hmm... creo que no tengo nada que ponerme. Voy a pasar por el centro comercial antes de ir a casa. —¡Mari! Aquí estoy loca de preocupación por el peligro de que vayamos a terminar en la cárcel, y ¿te preocupa la ropa que vas a usar? —Max entró en la sala y se detuvo cuando me vio. Creo que mi corazón también—. Tengo que irme Mari. Hasta luego.
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Me enderecé, alisando mi cabello, tratando de hacerme la indiferente y fallando vergonzosamente. Max se quedó allí un momento, mirándome de una forma indescifrable, y luego se quedó mirando el suelo. —Hola —murmuré, mi corazón latía con fuerza. Bueno, yo estaba furiosa de que no me hubiera escuchado y dolida de que pensara tan mal de mí. Pero no podía dejar de amarlo. Simplemente no podía dejar de reaccionar ante su presencia. Era como tratar de atrapar el aire con un colador. ¡Imposible! Así que me negué a creer que todo había terminado entre nosotros. —¡Eh, te fuiste de casa! —me acusó. Respiré profundamente. —Sabías que lo haría. —Sí, creo que lo sabía —murmuró, mirando algunos papeles en sus manos—. Acabo de firmar los papeles del divorcio. El secretario de Clovis está esperando para llevarlos al notario. —¿Ya? —Me apoyé en la fría pared para no caer. —Clovis no pierde el tiempo, ¿verdad? —Levantó la cabeza para mirarme, con un brillo peligroso en sus ojos. —Max... —dijo negando con la cabeza—. Tengo que hablar contigo. —Supongo que no es importante. Si así fuera, te habrías quedado en casa ayer y me hubieras esperado para hablar de nuevo. —Estás comenzando a ponerme muy enfada Max. ¡Estás actuando como un completo idiota! —¿Y no es esa la función de los ex maridos? —mostró una sonrisa tan agonizante que comenzó a temblar—. Es tu turno para firmar. Vamos a terminar con esto —me entregó el papel, una pluma y esperó.
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Dolida, cogí los documentos y los firmé allí, usando la pared para no caerme. Me volví hacia él con manos temblorosas. —Listo. No hay nada más que hacer —dijo, y me dejó allí, plantada como un árbol de coco, viendo cómo se alejaba y cogía el ascensor. No había nada más que hacer. Estábamos divorciados oficialmente. Terminado. Por lo menos ahora Max estaba a salvo. Repetía como un mantra, tratando de llegar a creerlo en algún momento. Apenas pude concentrarme durante la mañana. Hice muy poco antes de bajar a la cafetería y encontrar a Vanessa en el camino. No había olvidado sus servicios como hacker y su ataque a Max, pero aún no era el momento para arreglar nuestras cuentas. Amaya dominó la conversación en el almuerzo, informándome sobre la última bomba que caería sobre el L&L. Al parecer, la empresa estaba perdiendo ventas por un competidor, de menor calidad pero más asequible, y la junta estaba tirándose de los pelos debido a los números simplemente se desplomaron. La solución al problema era reducir la calidad de los productos, y era un callejón sin salida. Parte de la junta se negó a bajar la calidad, la otra parte no veía problemas con esto. —No creo que sea una buena solución —comentó Amaya mientras regresaba a su sala y la seguía hacia la copiadora. Al parecer, yo nunca me libraría de esa máquina. —Los clientes confían en nuestros productos, saben que pueden comprarlos con los ojos cerrados. Reducir la calidad sería mucho más que perder el buen nombre de la L&G Cosméticos. Perderíamos credibilidad. Debe haber otra manera... No sé, debe haber otra manera. Algo así como un plan de fidelidad o algo así.
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—¿Cómo es eso? —preguntó ella. —No lo sé. Tal vez crear un programa para acumular puntos o intercambios. Mantener a los consumidores por la calidad y darles algún tipo de bonificación. Podríamos intercambiar un número específico de envases vacíos de un nuevo producto o... —me encogí de hombros—. Creo que estoy diciendo tonterías, Amaya. No sé nada acerca de la estrategia de ventas. —No estoy de acuerdo —sonó la voz tan grave y tan familiar detrás de mí. Me di vuelta y allí estaba Max, evaluándome en la distancia, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho, con una pequeña sonrisa en sus labios. —Creo que entiendes más que la mayoría de nosotros. —Él se movió un poco, manteniendo una distancia de seguridad—. Tu idea puede ser una alternativa viable. Me encantaría saber más al respecto. ¿Estás ocupada ahora? El olor de él me golpeó como una barra de acero. Estaba en mi nariz, en mi piel, en mi interior. Me estremecí ante los dulces recuerdos, todavía tan recientes. No quería hablar con él. Bueno, por supuesto que quería, pero no quería ponerlo en el medio de todo esto, ahora que estaba libre de la maldición de estar casado conmigo. Sin embargo, necesitaba su ayuda para esta noche. La idea de dejar una nota en su escritorio era tentadora, pero no muy eficaz. Necesitaba que todo fuese según el plan, si quería seguir viviendo en libertad. —Uh... bien. Sólo estaba esperando para hablar contigo. —Te sigo —dijo Max, parándose justo a mi lado. Amaya sonrió y se alejó rápidamente. Él y yo caminamos en silencio por el pasillo hacia la sala claustrofóbica. Éramos como en un principio, dos desconocidos que no sabían qué decir. Max cerró la puerta al entrar. Sus ojos brillaban como dos soles... despiadados. —Ahora habla —dijo, acercándose.
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—¿Sobre el programa de acumulación de puntos? —Intenté dar un paso atrás cuando trató de acercarse. —¿Dónde pasaste la noche? —me preguntó sin rodeos, la ira emanaba de cada poro. Tragué saliva. —Con Mari. En su casa —le susurré. Mi pecho se elevó y cayó demasiado rápido. —¿Sólo las dos? —Y Ana. Él asintió brevemente. —Ya que hemos firmado los papeles del divorcio, ¿no te parece que tenemos que resolver ciertas cosas? —¡No, creo que no! —Me dolió mucho. Al menos podría haberlo pensado un poco más. Luchar un poco, ¿no?—. Firmaste la maldita separación y lo resolviste todo. Con esta nueva ley de divorcio, por ahora estamos separados oficialmente. No hay nada más que discutir. Max suspiró, frustrado. —Has conseguido lo que querías, ¿no? —Él me analizaba con atención, como si estuviera buscando algo en mi cara—. Eso es lo que querías, ¿no? —Las dos esmeraldas encendidas no dejaban mis ojos ningún momento. Había algo más en esa cuestión, mucho más. Yo no sabía qué exactamente. —Y tú ni siquiera vacilaste, Max, podrías haber tratado de detenerme. ¿No podrías haber tratado de convencerme de seguir casados? ¡Nooooo! Por supuesto que no. Estabas muriendo por escapar. ¡Y aprovechaste la primera oportunidad que te cayó en el regazo para deshacerte de mí!
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—¡Sólo hice lo que me pediste! Tú me pediste el divorcio. No puedo obligar a nadie que me ame, que quiera estar a mi lado —resopló. —Estuve pensando acerca de nuestra relación. Comenzó mal. Nunca funcionaría entre nosotros. Tienes razón, no podemos estar juntos. Yo no pertenezco a tu mundo. Tú eres mi mundo, completo idiota, quise decir, pero, en cambio, me limité a decir: —Completo idiota. —Un día serás la orgullosa propietaria de un imperio y una fortuna que no puedo ni imaginar, y mira que los cálculos son mi especialidad. Yo soy un tipo sencillo que, por más que luche y trabaje, siempre seré de clase media. —No me importa. —¡Pero a mi si me importa! Hay mucho más que amor en un matrimonio. Hay confianza, respeto, admiración... —¡No creo lo que estás diciendo! Quiere decir que, cuando yo era pobre, ah, estaba bien llevarme a la cama... ¡Eso es fantástico, Max! ¡Genial! —Yo no he dicho eso —gruñó—. Estas tergiversando las cosas, como siempre. —¡No puedo creer lo mucho que estás haciendo el ridículo! ¡Es sólo dinero! —¡Un dinero que te hizo casarte conmigo! —señaló—. Un dinero que te llevó a dejarme, ¿no es así? —gritó enojado, pero a pesar de esto, su mirada parecía una pregunta. Era como si estuviera escenificando, probando... Qué extraño. —¡Yo no te he abandonado! Eres tú quien se fue. —¡Porque tú me pediste el divorcio, maldición!
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—Si…lo hice, pero tenía mis razones. Y sabes muy bien que yo no tenía intención de permanecer lejos de ti. ¡Fuiste tú quien me dio una patada de su vida! Te costaba mucho seguirme el juego sólo por unos días, hasta que yo... —Dejé de hablar. —¿Hasta qué...? —me preguntó con ansiedad, los ojos intensamente brillantes de expectación. No se lo podía decir. No ahora. No tan cerca de resolver todo. No podía ponerlo de nuevo en medio de ese lío. Una extraña sensación de déjà vu se apoderó de mi garganta. Traté de ignorarlo. —¡Mierda, Max! —Gruñí con ira, empujándolo para tratar de salir de esa habitación antes de hacer algo estúpido. Él no se movió. Me agarró por un momento, con el ceño fruncido, los labios apretados en una línea recta. —¿Qué está sucediendo realmente, Alicia? —Me preguntó al final en un suspiro. Respirando profundamente levanté la cabeza, hasta que estaba a centímetros de su nariz. —No hay nada que sea de tu incumbencia. Tú no eres mi marido. No te debo nada. Él entrecerró los ojos, y una cuasi sonrisa se dibujó en sus labios. Su teléfono sonó, Max respondió, sin apartar sus ojos de los míos. —Marcus... Hola, no te preocupes por eso. No hay más razones para estar enojado. Alicia y yo nos separamos esta mañana. Sí, lo digo en serio. —Sacó el teléfono de la oreja—. No puedo hablar de eso ahora —y colgó—. Ahora... —dio un paso hacia mí y me cogió automáticamente—. Me dices lo que está pasando, Alicia. Y no trates de decirme que no está pasando nada. No me mientas.
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—Oh. ¿Quieres decir que ahora estás interesado en escucharme? ¿No te parece un poco tarde para eso, amigo? —No —dijo con sencillez y continuó avanzando hacia mí, obligándome a retroceder, por lo que me pegué a la pared. Él me bloqueó con su enorme cuerpo y puso una mano en cada lado de la cabeza para asegurarse de que yo no iba a ninguna parte. Su mirada era depredadora, pero su voz se volvió suplicante cuando volvió a hablar. —Voy a escucharte. Sea lo que sea, trataré de entender. Aceptaré cualquier excusa, alguna explicación, sin importar lo poco convincente que sea, créeme. Habla ahora, antes de que me vuelva loco. Y eso fue exactamente lo que mostraron sus ojos. Eso me desarmó por completo, además de confundirme por el repentino cambio en el comportamiento. Horas antes, había hecho caso omiso de mis súplicas para que me escuchara para que yo firmara el divorcio, y que ahora se proponía escuchar lo que tenía que decir. ¿Quería volverme loca? Suspiré, moviendo la cabeza. —No quiero causarte problemas, Max Si nos atrapan aquí, estamos en problemas, lo sabes —traté de cambiar de tema para desembarazarme de la jaula formada con los brazos, pero no pude. —¡Dime! —suplico. La intensidad que emanaba de él me hizo estremecer. —De acuerdo. ¿Quieres saber lo que está pasando? El gran problema es que yo también te quiero, grandísimo idiota. Mucho más de lo que debería. Y eso nos deja en una situación difícil —le golpee en el pecho. Él ni si quiera lo sintió—. No estoy segura de nada, por eso no quiero contarte. Lo que necesitas saber ahora es que tengo un plan para arreglar todo y voy a necesitar tu ayuda. —¿Qué tipo de plan? ¿Qué tipo de ayuda?
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Con miedo de que él no estuviera de acuerdo con lo que quería hacer, y estaba segura de que él no estaría de acuerdo, conté sólo lo necesario. —Necesito que distraigas a Héctor y Clovis esta noche. Una cena, una reunión, una partida de billar, karaoke, algo que los mantenga a los dos ocupados. —¿Y por qué? —sus ojos se estrecharon. —Porque necesito alrededor de dos horas para aclarar una sospecha. Después de eso, te prometo que voy a casa... a tu casa y te explicaré todo con calma. Es decir, si estás dispuesto a escucharme esta vez. —Alicia... —dijo él negando. No era más que la desaprobación en su voz. Había rabia, amargura, dolor, miedo y cualquier otra cosa. Era como si él no supiera qué sentir. —Tómalo o déjalo —murmuré. —¿Y ese plan va a ponerte en problemas? —No —mentí, me alegró de que mi voz no temblara—. ¿Me ayudarás? —Te prometí que no te dejaría, ¿no? —Una de sus manos se deslizó por la pared y llegó a la cintura. —Lo prometiste, pero firmaste el divorcio, entonces es difícil de creer. Se acercó más, su cuerpo se pegó a mí de manera pecaminosa. —Sólo te di lo que me pediste. Tal vez ese es el problema —inclinó la cabeza para deslizar la punta de la nariz en mi cuello—. Ahora cuéntame lo de tu proyecto. —¿Q-qué proyecto? —le pregunté, cerrando los ojos con la piel de gallina repartida por la longitud de mi cuerpo. —Tu idea de la lealtad del cliente, ¿recuerdas? —No, no me acordaba. ¿Cómo podría hacerlos, con él mordisqueándome mi lóbulo de la oreja de esa Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This This text text only only appears appears in in the the demo demo version. version. This This text text can can be be removed removed with with the the full full version. version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com). This text only appears in the demo version. This text can be removed with the full version. Changed with the DEMO VERSION of CAD-KAS PDF-Editor (http://www.cadkas.com).