Cuadernillo SEN - La escuela como contexto: desafíos en el camino de la inclusión

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Special Education Needs

La escuela como contexto: desafíos en el camino de la inclusión


Special Education Needs

La escuela como contexto Desafíos en el camino de la inclusión Pensar los problemas en la educación es un tema que, sin dudas, excede los límites del individuo. Detrás de una persona con algún trastorno del aprendizaje existe una red que se entrama y da sentido a la complejidad de factores que intervienen en las dificultades para leer, comprender, escribir o, incluso, compartir. Dicho esto, en las líneas que siguen nos proponemos discutir, reflexionar y abordar el entorno de la escolarización como contexto. La idea de una escuela inclusiva que pueda integrar a personas con y sin dificultades en el aprendizaje (en el que contemplaremos las dificultades de socialización) sigue siendo un problema. Algunos conflictos se dan en el plano de la representación y de la forma en la que miramos el proceso de integración, a veces por prejuicios, pero no sin sentir, como profesionales del trabajo áulico, desprotección, abandono o poca tarea de acompañamiento para que todo funcione “más o menos” bien. Compartiendo y pensando en las preguntas que surgen de trabajos de acompañamiento y formación a docentes, es posible subrayar un concepto que se impone casi de forma unánime: la normalidad. Se piensa que la normalidad está asociada al desempeño de una persona en determinado contexto. Este contexto y las actividades que se esperan realizar allí definen la capacidad de alguien para realizar tales o cuales tareas. Lo normal es una característica asociada a una forma de legalidad, orden o programación que espera se sigan determinados ítems; salirse de ellos implica, muchas veces, ganarse el título de “distinto”. Por otro lado, se hace notar una expresión que siempre aparece: “Es muy difícil”. En esta línea, lo difícil es todo aquello que presenta algún obstáculo para el cumplimiento de una actividad o meta propuesta. La aparición del obstáculo exhibe quiénes pueden tener un buen desempeño y quiénes no. Finalmente, estas dos características que son descritas en primera persona por maestros/as y profesores/ as construyen el imaginario de una escuela como institución social cuya meta principal es transmitir contenidos de formación.

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Se trata de integrar a personas con y sin dificultades.


Con esta información se erige la idea de un dispositivo previsto para generar sospechas sobre el aprendizaje del alumno. Un alumno que no alcanza a desempeñarse según los objetivos propuestos en la currícula abre el interrogante sobre su característica de “normalidad”. Estas palabras construyen una identidad educativa tallada desde un lugar deficitario y sin posibilidades de crear condiciones que habiliten la autonomía de las personas con discapacidad.

¿Enseñamos conceptos o experiencias?

¿Cuáles son los obstáculos personales y sociales?

Una de las grandes dificultades al interior del trabajo en la escuela tiene que ver con el énfasis y la búsqueda de lograr aulas con alumnos y alumnas que tengan conocimientos homogéneos. Esto va más allá de las condiciones cognitivas, sociales, culturales y corporales, ya que parece ser que quien no logre desempeñarse de tal o cual modo o aprehender tales o cuales contenidos, debe ser excluido del sistema.

Muchas veces, para cualquier persona, el aula resulta significativa en sí misma, ya que es allí donde puede encontrar un espacio que propicie construir algo del orden significativo. En las personas con trastornos cognitivos o de socialización, quizá los contenidos curriculares sean un obstáculo para la construcción de experiencias que les permitan comprender el mundo que los rodea, cómo están hechas las cosas y cómo operar con los elementos y las tareas que sí pueden realizar. Como educadores, ¿nos preguntamos qué actividades puede realizar cada persona, cuáles son los obstáculos personales y sociales que enfrenta o qué actividades favorecerían la comprensión de determinados temas? Estas preguntas surgen desde un lugar donde la creatividad individual emerge y hace a nuestro trabajo más sensato, con características humanas. De todos modos, es necesario tener en cuenta que esto no surge solamente desde el lugar de la “iluminación personal de cada uno de nosotros”. Sería ingenuo pensar que la facilidad de estas tareas está determinada por cierto ingenio personal. Poder realizar esto, que no es otra cosa que el trabajo de los que acompañamos los procesos de aprendizaje, encuentra sus límites también en el mismo entorno: Es necesario el ideal de que los/as docentes o acompañantes funcionen como construir el enfermeros/as, médicos/as, amigos/as y psicólogos/as; una esaprendizaje pecie de red de profesionales que tienen que salir al auxilio de significativo. las necesidades biológicas y descuidar su trabajo y función real.

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Es necesaria la búsqueda de un punto medio, desde el que podamos construir y posibilitar el aprendizaje significativo de experiencias, entendiendo que diagnóstico no es patología, y llegar a un nivel de programa curricular no es lo mismo que aprender. De esta manera, podremos ocuparnos de generar experiencias y no dependencias. En caso de no poder realizar estas tareas, estaremos contribuyendo a afianzar los determinantes duros de la escuela de la modernidad.

Dificultades del aprendizaje en el contexto educativo El ingreso de un niño o una niña a la educación formal representa un momento trascendental, ya que expresa el inicio de la organización de la vida al “mundo del conocimiento”. La escuela como institución social ha tenido la misión de ordenar la información que nos permite acceder al conocimiento de nuestro alrededor. Matemática, Prácticas del Lenguaje, Ciencias Sociales y Naturales, Arte, Ética, entre otras materias, forman parte de la programación escolar que da sentido y organiza los conocimientos que vamos adquiriendo progresivamente conforme pasa el tiempo. Sin embargo, y tal como lo presentamos en este título, el aprendizaje escolar es una acción que trasciende los contenidos formales, es una actividad situada y organizada en un determinado contexto. Hablar de acciones contextualizadas es lo que nos permite introducir otras formas de aprender y pensar la educación. El término “contexto” puede definirse como el grupo de elementos que forman parte de un hecho, de una acción o de objetos, entendiendo que cualquiera de ellos está construido por el conjunto de interacciones que dan forma a los modos en los cuales se realizan acciones o se construyen y comprenden hechos u objetos. Esta dimensión de la vida escolar infantil nos invita a pensar en la escolarización como un momento de aprendizaje de conocimientos intelectivos, pero en el que se involucran procesos que van más allá de ellos, por ejemplo, la socialización. Ese término es interesante y paradigmático en el ámbito educativo, ya que durante muchos años se creyó que la socialización era algo con lo que la escuela no tenía nada que ver. Sin embargo, las relaciones sociales también toman forma y sentido en la escuela: compañerismo, amistad, grupalidad, respeto, valores y más. Poder hablar de las dificultades en el ámbito educativo tiene como requisito principal hablar de la escuela en un contexto que es creador de condiciones de aprendizaje. Desde esta línea de ideas, pensaremos una problemática escolar actual: el bullying. Este concepto –que iremos disgregando de a poco– será desarrollado desde una mirada socioescolar, entendida como una falla en el proceso de socialización. Si bien no nos 4


detendremos en todos los puntos y aristas que recorre este fenómeno, buscaremos identificar las características del bullying, su relación con las dificultades cognitivas mencionadas y, finalmente, trataremos de acercarnos a prácticas inclusivas que favorezcan intervenciones en casos de acoso escolar.

El bullying y sus características Hoy por hoy, es usual oír hablar de bullying. De hecho, es muy probable que cada vez que escuchamos la palabra la asociemos a alguna forma de violencia. Así, la expresión “me están haciendo bullying” se utiliza en distintos contextos en distintos contextos en los que una persona es sometida a una forma de violencia. Sin embargo, es un concepto con características muy específicas que, si bien puede ser utilizado en distintos contextos para hablar de alguna forma de agresión, encuentra su génesis en un lugar puntual: la escuela. Cuando hablamos de bullying, nos referimos a la violencia que se produce entre pares en un contexto educativo. Es una palabra en inglés que, en nuestro contexto, puede traducirse como ‘acoso escolar’ o ‘intimidación’. Si bien es cierto que este tipo de manifestación violenta ocurre con mayor frecuencia en el período de adolescencia, año a año y por distintos medios, podemos evidenciar y anoticiarnos de que es una (mala) práctica que aparece en edades más precoces. En términos de comportamientos, sería la forma en la que un niño, niña o adolescente expresa emociones afectivas que se traducen en descargas violentas. Por ello, las investigaciones que se llevan adelante sobre esta temática están en manos de profesionales de distintas áreas que van desde la psicología, la psicopedagogía y la medicina hasta, incluso, la sociología. Esta diversidad de disciplinas responde al interés que despierta como fenómeno social y la necesidad de aplicar tareas y actividades que sean efectivas para la reducción de casos de bullying.

Algunas emociones se traducen en descargas violentas.

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En términos técnicos, y teniendo en cuenta la perspectiva de algunos autores que se preocupan por comprender la temática: El acoso escolar hace referencia a una forma de agresión en la que interviene alguien que agrede, alguien que es agredido y los testigos en general. Por lo general, cuando se presenta, se hace evidente que la habilidad para la resolución de problemas está comprometida. En esta relación, la violencia va más allá de la forma de solucionar un conflicto y en algunas ocasiones puede ocurrir solo con un fin lúdico; además, suele ser unidireccional, lo que genera desequilibrio entre las partes. (Arroyabe Sierra, 2012) La etiología del comportamiento agresivo es aún un motivo de arduos trabajos que buscan comprender qué los origina y de qué manera el agresor elije a sus víctimas. En el contexto escolar, la presencia de bullying puede identificarse teniendo en cuenta rasgos como los siguientes: la presencia de un niño, niña o adolescente cuyo relato sea de una situación intimidante por parte de otro compañero o compañera que encarne la figura de agresor;

a)

que haya un relato de agresión que se sostenga en un período de tiempo y evidencie situaciones de violencia que vayan de menor a mayor intensidad.

b)

Dan Olweus (2001), psicólogo referente de los estudios sobre el bullying, define a la figura del acosador bajo las siguientes características:

• presencia de una fuerte necesidad de dominación y sometimiento de sus pares; • por lo general, se caracteriza por ser fácilmente irritable; • en ocasiones, se muestra como inquieto o impaciente; • se expresa de manera distante a la hora de establecer vínculos de colaboración con pares o con

la víctima, y no muestra solidaridad con los compañeros victimizados; • el comportamiento agresivo puede darse en el mismo rango etario, pero también hay expresiones desafiantes hacia los adultos; • su figura corporal muchas veces tiene dimensiones mayores al resto de los niños, niñas o adolescentes de su edad.

Estos son indicadores que nos permiten advertir la presencia de bullying o acoso en el contexto educativo. Tenerlos presentes nos permite pensar estrategias para ayudar a quienes resultan víctimas de estas prácticas de violencia en la escuela.

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El bullying en personas con trastornos del aprendizaje El aula, como un espacio diverso e inclusivo, permite la interacción de niños y niñas con las más diversas infancias. Este es uno de los puntos iniciales a partir de los cuales podemos pensar este espacio como un lugar de socialización y de aprendizaje de lo distinto. En ella conviven niños, niñas y adolescentes a quienes el aprendizaje formal quizá les demande otros tiempos, otros espacios y otras estrategias. Por ejemplo, el trastorno del espectro autista (TEA) combina un déficit en el proceso de maduración neurológica, emocional y del desarrollo de una persona. Por ello, el acercamiento a niños, niñas y adolescentes que presentan dificultades de este tipo requiere estrategias pensadas desde la colaboración, la coconstrucción y un buen entorno de socialización. Sin embargo, y paradójicamente, suelen ser una muestra privilegiada y son tomados por otros pares como objeto de acoso. ¿Por qué? Si bien la respuesta a esta pregunta no es cerrada, podemos identificar ciertas compatibilidades y rasgos entre quien hace bullying y la víctima:

• poca socialización; • inseguridad en sí mismo; • dificultades en el lenguaje y la comunicación; • introversión; • ausencia de tendencia espontánea.

Lo mismo ocurre con niñas, niños y adolescentes con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDHA) o dislexia. Si bien es cierto que cada uno de los cuadros tiene su especificidad, sus modalidades de tratamiento y distintos niveles de manifestación, también tienen algunos denominadores comunes que hacen que sean posibles víctimas de acoso escolar. Estas características compartidas habitualmente conforman el espectro de la “vulnerabilidad”. No debemos perder de vista el hecho de que toda víctima de acoso es elegida por estar ubicada en un lugar de inferioridad y, además, porque expresan problemas visibles ante los otros, de modo que el agresor siempre busca resaltar ciertos rasgos. Esto genera condiciones para un ambiente nocivo para la persona e, incluso, para quienes comparten el mismo espacio. Pensemos que esa persona no es solo la carnada que alimenta la desregulación afectiva de la figura del acosador, sino que además genera un entorno de rechazo de los demás compañeros. Además, comienzan a aparecer problemas asociados al temor de otros niños, niñas y adolescentes si se acercan a brindar solidaridad con la víctima.

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Detrás de un trastorno de aprendizaje hay una red que se entrama.


El perfil habitual de víctimas de bullying puede resumirse de la siguiente manera:

• En apariencia, suelen ser niños, niñas o adolescentes que presentan desarrollos corporales complejos (complexión frágil u obesidad).

• Si bien pueden evidenciar dificultades escolares, también pueden ser muy sobresalientes (los llamados nerds).

• Pueden mostrarse como niños, niñas o adolescentes tímidos/as, introvertidos/as e inseguros/as (más allá de las capacidades de aprendizaje de contenido formal).

• En relación con sus vínculos familiares, se suelen visibilizar formas de sobreprotección. • En la mayoría de las ocasiones, no conectan socialmente con el resto de sus compañeros o compañeras del aula (por motivos de personalidad o por ser víctimas de algún acosador). • No son niños, niñas o adolescentes que se impongan o hagan escuchar su voz, a tal punto que muchas veces naturalizan muchas actitudes de bullying que viven diariamente.

La escuela como espacio para valorar la diversidad Tal como lo presentamos al inicio, el bullying es un problema que pone en tensión y nos invita a interrogarnos por el lugar y función de la escuela. Así como decimos que la integración es un paradigma y un camino posible, también es cierto que no se logra por sí sola, sino que debe ir acompañada de la necesaria comprensión de la trama que se juega y construye en cada espacio. Ahora bien, se suelen presentar preguntas como:

• ¿Se puede trabajar el bullying desde el modelo de la integración? • ¿De qué manera lidiar, como docentes, con cosas que parecen requerir tratamientos tan distintos?

De nuestra parte diremos que sí es posible, pero es necesario abrirnos a pensar varias cosas y advertir que es un camino que requiere ser trabajado, pensado y construido con toda nuestra comunidad educativa. Para ello, uno de los primeros pasos es trabajar con la diferencia: anoticiarnos y dar a conocer a los demás que todos somos diferentes y que esa es una característica de cada uno de nosotros, resaltando aspectos que permitan pensar herramientas de crecimiento en cada uno, visibilizando aptitudes de desarrollo y buscando disminuir atributos que provoquen daño.

El bullying nos invita a interrogarnos por el lugar y función de la escuela.

Otro de los puntos es destacar que la diferencia instala la dimensión de la diversidad. El bullying se sostiene en víctimas que pueden ser reconocidas como “distintas”. Tener dislexia o algún trastorno cognitivo que demande otros tiempos del aprendizaje conocido como formal hace a ciertas particularidades individuales, pero que no resultan ser las únicas, sino que se integran en un conjunto de elementos que nos permiten conocer a un niño, niña o adolescente de manera integral.

En nuestra vida cotidiana, la diferencia es un hecho poco cuestionado. Durante mucho tiempo, se ha buscado la homogeneidad como una meta, como un fin. Desde criterios normativos, se ha pensado que aquellos/as alumnos/as que no se ajustaban a los estándares establecidos tenían “dificultades de aprendizaje”. 8


López Melero (2001) nos recuerda que la diversidad se puede reconocer como un valor y no como un defecto. Esto, en términos de la aplicación, implica romper con una perspectiva clasificatoria o normativa y supone plantearnos una necesaria profesionalización del docente para la comprensión de la diversidad. También requiere pensar en un currículo que, ahondando en las diferencias de los/as alumno/as, erradique las desigualdades, a la vez que haga avanzar la justicia escolar ofreciendo prácticas educativas simultáneas y diversas. En este sentido, compartir las diferencias, expresar potencialidades y dar a conocer las cualidades y atributos que todos los niños, niñas y adolescentes tienen en un mismo espacio propicia la comunicación, ofrece seguridades y garantiza la colaboración.

Algunos elementos para la acción Debemos tener en cuenta que el trabajo social para la disminución del acoso escolar es una tarea diaria y conjunta. Mientras tanto, es necesario considerar todas las características que fuimos dando a lo largo del texto (sobre la figura del acosador y de la víctima) para pensar un plan de acción. Una vez que identificamos casos de violencia escolar, es importante realizar las siguientes actividades:

• Respetar la palabra de cada alumno/a; esto implica no desestimar nada de su discurso para poder discernir qué nos quiere decir.

• Generar actividades que disminuyan el acoso, es decir, promover tareas que, incluso, salgan del plan curricular para atender a estas problemáticas, como por ejemplo ver películas o cortos donde se hable del acoso y su impacto. • Detener posibles episodios de humillación. Cuando observamos o sospechamos de alguna escena donde se evidencien rasgos de acoso, debemos detenerla e indagar acerca de ella. • Dirigirnos al/a los agresor/es. Es importante que busquemos acercarnos a quien provoca escenas de violencia. Debemos apuntar a la comprensión de su comportamiento y hacerlo en un contexto de privacidad. • Hacer un seguimiento y comunicar a las personas correspondientes, es decir, llevar una observación sistemática de actividades grupales y hablar con otros/as docentes, directivos/as y con los padres involucrados.

Para finalizar y seguir pensando Cuando un/a docente se pregunta qué hacer con un caso de bullying, discriminación o burla, está haciendo mucho más que reflexionar, está poniendo en marcha una actividad que implica un reposicionamiento sobre la tarea en el aula. Esto involucra un compromiso con funciones que construyen un andamiaje en la trayectoria escolar de cada niña, niño o adolescente. Al inicio de este breve trabajo, traíamos una pregunta que de alguna manera nos devuelve a la reflexión: ¿Enseñamos conceptos o experiencias? Creo, en primer lugar, que para pensar en el aprendizaje necesariamente hay que volver a los contextos y a las personas que estamos acompañando en este camino. La tarea de la escuela, y de la educación como un “programa”, implica que podamos preguntarnos ¿de qué manera se aprende?

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Tener este norte como clave nos anoticia de que hay una experiencia operando, una actividad que se pone en marcha y que nos permite responder que, para enseñar, primero debemos poder contemplar La diversidad se las experiencias y explicitar de qué manera esos conceptos no espuede reconocer tán en un mundo aislado o son ideas que un día se le ocurrieron a como un valor alguien, sino que parten de la descripción de una experiencia y en y no como un ello mismo se van a volver a transformar. Transitar la educación es defecto. eso: transformar un concepto en una experiencia, y si eso se logra, hay un aprendizaje posible. Los/as invito a seguir pensando las dificultades, a trabajar sobre ellas y buscar la construcción de un camino que nos permita lograr el objetivo de u na escuela inclusiva. Esta vez nos enfocamos en el bullying, pero ha sido un breve boceto que nos invita a pensar y ampliar para encontrar más temas en los que sea necesario profundizar y, por supuesto, problematizar.

Miguel Adrián Romer Licenciado en Psicología. Maestrando en Psicología Educacional – Universidad de Buenos Aires. Docente de las Catédras de Psicología Educacional y Metodología de la Investigación – Universidad de Buenos Aires. Capacitador docente sobre educación, inclusión y discapacidad – Escuela de Maestros (CABA). Becario UBACyT – Universidad de Buenos Aires.

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