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HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO TEMA 9 EL SEXENIO DEMOCRÁTICO Y LA RESTAURACIÓN (1868-1902)
En septiembre de 1868 será iniciar un proceso revolucionario de signo progresista que va a intentar democratizar el sistema político. Vano intento, pues en medio de la fuerte inestabilidad política y social, el ejército en 1874 va encabezar la reacción contra esta experiencia democrática y para restaurar la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO Los últimos años del reinado de Isabel II se caracterizaron por una gran inestabilidad política y económica. Desde 1866 se acabaron los ya tradicionales problemas financieros, derivados de la falta de rentabilidad de los ferrocarriles y de la mala gestión de las cuentas públicas desde el punto de vista político la situación era insostenible. La reina cada vez estaba más obra y más alejada de la vida política, pues la Unión Liberal, que había sido el más importante sostén de la monarquía, había sido expulsado del gobierno en junio de 1866. En apoyo de la reina sólo quedaba el general Narváez, pero su muerte en abril de 1868 la dejaría en manos de González bravo, cuya política al frente del gobierno de granjear la enemistad de los pocos liberales que todavía apoyaba la monarquía. La revolución de 1868 Se produjo el 18 septiembre 1868 un alzamiento militar en Cádiz encabezado por el almirante Topete, en el que se anunciaba el destronamiento de la reina y se prometía la convocatoria de una Cortes Constituyentes y un gobierno que impusiera la moralidad y la buena administración de la Hacienda. Al día siguiente, el general Prim llamaba a todos los españoles a defender con las armas la iniciada revolución, y con un importante apoyo ciudadano comenzaron a producirse una serie de pronunciamientos militares en Cataluña, Valencia y Andalucía. El general Serrano consiguió derrotar a las fuerzas monárquicas, encabezadas general Pavía, en la batalla de Alcolea el 28 de septiembre. Dos días más tarde Isabel II y la Familia Real abandonaron España con dirección a Francia. La constitución de 1869 Tras los sucesos revolucionarios de septiembre de 1868, la riqueza del segunda es destronada y el general Serrano es nombrado regente y preside un gobierno provisional formado por un unionistas y progresistas, que inmediatamente promulgaría una ley electoral estableciendo el sufragio universal masculino secreto y directo. Las Cortes elegidas promulgaron en junio de 1869 una nueva Constitución de carácter democrático en cuyo texto se establecía el principio de soberanía popular, la declaración de la monarquía constitucional como forma de estado, la libertad de cultos y un amplio conjunto de derechos y libertades políticas como la libertad de expresión, de ideas y de imprenta, así como los derechos de reunión y asociación pacífica la inviolabilidad de la correspondencia, la libertad de enseñanza y la libertad de trabajo para los extranjeros. El reinado de Amedeo I Con Isabel II en el exilio y proclamada la monarquía como forma de estado en la constitución de 1869, el problema residía en encontrar un nuevo rey. Entre los candidatos que se barajaron figuraban el Duque de Montpensier, Fernando de Coburgo y el príncipe Leopoldo de Hohenzollern a quien se ofreció la corona española. Este ofrecimiento disgustó profundamente a Napoleón III y el enturbió hasta tal punto las relaciones entre Francia y Alemania que se convirtió en el pretexto utilizado por Guillermo II para desencadenar la guerra franco-prusiana. Fracasadas las negociaciones con el príncipe prusiano, el general Prim, Presidente del gobierno, ofreció el trono a Amedeo de Saboya, Duque de Aosta e hijo del rey de Italia Victor Manuel III, que aceptó el ofrecimiento y llegó a España el 30 diciembre
1870, el mismo día que Prim era asesinado en la calle del Turco en Madrid. Una de las primeras medidas que tomó fue la formación de un gobierno de concentración que integra unionistas, progresistas y demócratas, tarea que le encomendó a Serrano como Presidente del Gobierno. Tras este primer gobierno se sucedieron nuevos gabinetes presididos por Ruiz Zorrilla y Sagasta, provocando una notable inestabilidad política. Además, Amedeo I tuvo que hacer frente enseguida a los graves problemas que acuciaban a la vida política española. El rey, solo y sin el apoyo del parlamento, decidió abandonar el país en febrero de 1873. La primera República Ante el vacío de poder tras la abdicación de Amedeo I, el parlamento proclamó la República el 11 febrero 1873 y eligió como primer presidente a Estanislao Figueras. A pesar de ello, los problemas comenzaron a los pocos días cuando las Diputaciones catalanas acordaron constituirse en Estado Catalán y por todo el país comenzaron a crearse Juntas Revolucionarias que destituyeron a los Ayuntamientos, proclamando el Estado Federal. Era necesario, además, elaborar una nueva Constitución que refrendara la República como forma de gobierno, pues la constitución de 1869, todavía en vigor, establecía la monarquía parlamentaria. Para llevar esto a cabo, se convocaron elecciones generales en mayo de 1873 con el objeto de redactar un nuevo texto constitucional. Al mismo tiempo, como resultado de estas elecciones, Francisco Pi y Margall fue elegido segundo Presidente. Se estableció un ambicioso plan de reforma agraria, previéndose la expropiación de las fincas sin cultivar, y se propusieron un conjunto de medidas sociales, como la reducción de la jornada laboral a nueve horas, el establecimiento por primera vez en España de un salario mínimo, la prohibición del trabajo de los niños en edad escolar, la protección de las mujeres en los trabajos industriales y la formación de jurados mixtos para resolución de los conflictos laborales. Sin embargo, los mayores problemas del gobierno vinieron de los sectores federalistas más intransigentes, que junto a los internacionalistas exigían un cambio social y político más rápido y más profundo. A mediados de junio comenzaron una serie de levantamientos cantonales en distintas ciudades que se constituyeron en gobiernos autónomos. Al mismo tiempo se produjeron conflictos sociales importantes afectaron sobre todo a Barcelona, Andalucía y Valencia. El miedo al caos político y a la revolución social condujo a los grupos más moderados a oponerse frontalmente al federalismo y a defender una red pública de carácter comunitario. El 18 julio, la mayoría del parlamento destituye a Pi y nombra a Nicolás Salmerón tercer presidente de la República. Este forman gobiernos republicanos unitarios y recurre a conocidos generales monárquicos, con el objeto de restablecer la disciplina en el ejercicio y organizar distintas expediciones militares para someter al movimiento cantonalista. Poco duró Salmerón al frente del gobierno, pues a principios de septiembre dimitía por negarse a firmar dos condenas de muerte, propuestas por la autoridad militar, y era sustituido por Emilio Castelar como cuarto Presidente de la República, que implantó un gobierno de signo autoritario, suspendiendo las Cortes, gobernando por decreto, implantando la censura de prensa y asumiendo plenos poderes para tratar de acabar con la guerra carlista y con el recrudecimiento de la guerra en Cuba. En enero de 1874, Manuel Pavía, capitán general de Madrid, entró en el Congreso y disolvió por la fuerza las Cortes constituyentes, entregando el poder al general Serrano con el beneplácito de los republicanos unitarios y los conservadores. Su primer acto de gobierno fue la suspensión de las garantías constitucionales, desencadenando una fuerte represión sobre los militantes internacionalistas y republicanos cantonalistas, y dirigiendo su acción de gobierno esencialmente a combatir la guerra carlista. Lo que no pude evitar Serrano fueron las conspiraciones de los militares monárquicos que se vieron refrendadas por el Manifiesto de Sandhurst, firmado por el príncipe Alfonso de Borbón y elaborado por el político conservador Antonio Cánovas del Castillo, jefe del partido alfonsino.
El 29 diciembre, el general Martínez Campos se sublevó en Sagunto proclamando a Alfonso XII como rey de España. LA RESTAURACIÓN Tras el pronunciamiento militar del general Martínez campos a favor de Alfonso XII, Cánovas preside el primer gabinete de la restauración y se convierte en el auténtico artífice del nuevo régimen, en el ideólogo de la Constitución de 1876.La tarea más urgente del nuevo gobierno era sin duda la pacificación militar y esto suponía poner fin a la guerra carlista y terminar con el conflicto en Cuba Canovas emprendió un gran esfuerzo militar que comenzó a dar sus resultados con el éxito de la campaña en Cataluña, dirigida por el general Martínez Campos. La pacificación definitiva llegó con la victoria del general Primo de Rivera en Estella en febrero de 1876, Que supuso la liquidación del ejército carlista y la huida de don Carlos a Francia. La constitución de 1876 La ideología canovista, que impregnó la constitución de 1876, suponía la continuación del liberalismo moderado que había dominado la vida política española durante la mayor parte del siglo XIX. La estructura bicameral de las Cortes, compuesta por el Senado y el Congreso de los Diputados, respondía al interés de los conservadores por satisfacer los deseos de la aristocracia importar aún mayores privilegios al rey que era quien nombraba a un porcentaje importante de los senadores. Establecía también la constitución de 1876 la confesionalidad del estado, proclamando la religión católica como oficial. Además, la nueva ley electoral de 1878 que le encantaba el sistema electoral de carácter sartorio, derogando el sufragio universal conseguido en 1868, suponía el reforzamiento de carácter moderado y doctrinario de la Constitución de 1876. Alfonso XII y el sistema político de la restauración A través de la llamada “prerrogativa regia” El monarca ejercía como árbitro en el sistema de partidos, pues poseía la facultad de designar al Presidente del gobierno y posteriormente disolver las cortes y entregar al nuevo gobierno el decreto de convocatoria de elecciones. De esta manera, el monarca decidía los cambios gubernamentales, invitaba el monopolio del poder por un solo partido y posibilitaba el “turno pacífico” entre las dos grandes formaciones políticas de la Restauración: el Partido Conservador, dirigido por Cánovas, y el Partido Liberal, encabezado por Sagasta. En consecuencia, este procedimiento alejaba el ejército de la vida política y gritaban los continuos pronunciamientos militares que durante el siglo XIX habían sido el instrumento para quitar y poner gobiernos. Sin embargo, el sistema político, estaba concebido para buscar la estabilidad gubernamental y para consolidar la alternancia entre liberales y conservadores, necesitaba controlar el proceso electoral. La organización del proceso electoral se llevaba a cabo mediante un complejo sistema que se conocía con el nombre de “encasillado” y que está basado en el acuerdo y la negociación entre los distintos jefes liberales y conservadores para repartirse, antes de la celebración de los comicios, los distintos distritos y circunscripciones electorales y así garantizar para el partido gobernante en la mayoría de diputados en el Congreso. Tras seis años de gobierno en manos del partido conservador, dirigido por Canovas, Alfonso XII en febrero de 1881 impuso el turnismo por primera vez ofreciendo el gobierno a los liberales de Sagasta. Este primer gobierno del Partido Liberal comenzó aplicando la política de signo claramente progresista. Esta nueva política supuso un importante avance en el derecho de reunión y asociación, la libertad de prensa y en el desarrollo de la libertad de enseñanza, pero también desagradó profundamente la
Iglesia Católica, cuya influencia política y social era muy importante. Canovas que volvió al gobierno en enero de 1884, supo adaptarse a los cambios que se habían producido de la mano de los liberales en un momento muy difícil para la Corona derivado de la prematura muerte del rey en noviembre de 1885. La regencia de María Cristina El joven Alfonso XII había conseguido en pocos años despertaron las simpatías de una gran parte de la población y al respeto de las fuerzas políticas más relevantes. Su fallecimiento podría poner en peligro el porvenir de la monarquía, pues su mujer la regente María Cristina de Habsburgo no tenían experiencia política suficiente para hacerse cargo del poder. Era necesario, por lo tanto, reforzar el acuerdo entre liberales y conservadores para estabilizar el sistema y ayudar lo más posible a la regente. Ante esta situación, Canovas se entrevistó con Sagasta para establecer las normas sobre el futuro funcionamiento del sistema político y al mismo tiempo presentó su dimisión, proponiendo a la regente que encargara el gobierno a los liberales. El nuevo gobierno presidido por Sagasta, que abarcó de 1885 a 1890, impulsó un conjunto de reformas que iban a democratizar el sistema político. Las reformas más trascendentes fueron: la ley del jurado, la ley de asociaciones, la ley electoral que establecía el sufragio universal masculino para mayores de 25 años y la redacción de un nuevo Código Civil. Sin embargo este avance democrático apenas modificó el rígido sistema político que corrompió la vida parlamentaria y el sistema electoral, dejando fuera a quienes no se sometieron al “turnismo” establecido entre liberales y conservadores. Por la derecha, carlistas, integristas y nacionalistas vascos y catalanes, y por la izquierda, republicanos, socialistas y anarquistas sintieron marginados del juego político, optan algunos por la vía insurreccional o por la violencia política. Los grupos republicanos, acaudillados por Ruiz Zorrilla, organizaron desde el exilio en París una conspiración militar a principios de agosto de 1883 que fue rápidamente sofocada. Los grupos anarquistas habían tenido un importante desarrollo durante el primer gobierno de Sagasta, pues pudieron actuar en la legalidad y celebrar un congreso en Barcelona en 1881 en el que adoptaron el nombre de Federación de trabajadores de la región española (FTRE). Pero, este desarrollo organizativo muy pronto se truncó, pues en 1883 tuvieron lugar una serie de asesinatos en Andalucía y las autoridades atribuyeron a una organización de orientación anarquista llamada La mano negra, que sin embargo desencadenaron una brutal represión sobre el conjunto del movimiento anarquista. Desde 1884 estuvo dirigida fundamentalmente hacía los que hacían responsables de la míseras condiciones de vida de los obreros, y hacia los políticos, militares y fuerzas del orden. Los sucesos de Jerez en 1892, el atentado contra el general Martínez Campos en 1893, la bomba en el Teatro del Liceo en Barcelona en 1893 y el atentado de Cambios Nuevos, también en Barcelona, en 1896, crear una espiral de violencia y represión gubernamental que culminó con el llamado proceso de Montjuich. La reacción anarquista no se hizo esperar y el 8 agosto de 1897 era asesinado Canovas del Castillo por el anarquista italiano Michele Angiolillo.
La guerra de Cuba y la crisis de 1898 La rebelión independentista en Cuba comenzó en 1868 encabezada por Carlos Manuel Céspedes, Tras una larga campaña militar, logró vencer a la resistencia cubana, firmando con los rebeldes la Paz de Zanjón en febrero de 1878, así como el compromiso de establecer reformas que tendieran a al autonomismo. La situación de civilidad de las colonias españolas en ultramar fue utilizada por los Estados Unidos para intervenir en Cuba y hacerse con el control de bases navales en Filipinas. La política del presidente McKinley estaba dirigida no sólo ayudar a los rebeldes cubanos y filipinos sino a intervenir directamente en las colonias tratando de conseguir la cesión de las mismas por parte de España. El gobierno Sagasta, que había tomado posesión a principios de octubre de 1897 tras el asesinato de Canovas, se negó a aceptar las exigencias norteamericanas. Ratificó la autonomía en Cuba, destituyó al general Weyler de la capitanía General de Cuba, declaró una amplia amnistía para los presos políticos de las Antillas y publicó una nueva constitución cubana y puertorriqueña. Pero de febrero de 1898, el acorazado Maine se hundió en el puerto de Habana por una explosión, la prensa sensacionalista de Estados Unidos desató una brutal campaña contra España, culpando los militares españoles de haber atentado contra Ignacio y forzaron el presidente McKinley a declarar la guerra a España y a intervenir directamente en Cuba. El 3 julio la flota española, comandada por el almirante Cervera, fue destruida por la armada norteamericana y el 13 de ese mismo mes caía Santiago de Cuba en manos de los nacionalistas cubanos. El movimiento independentista en Filipinas estuvo dirigido por el médico y escritor José Rizal, que en 1896 lanza una proclama llamando a la insurrección general contra el dominio colonial español. Las tropas del general Polavieja logran sofocar las revueltas y las autoridades españolas cometen la torpeza de detener a José Rizal y condenarlo a muerte. Este suspenso dificultó la pacificación del país y tuvo que ser el general primo de Rivera quien aplicando una política menos represiva que su antecesor, firmó en diciembre de 1897 un pacto con los guerrilleros tagalos prometiendo desarrollar un proceso de reformas que cumpliera las aspiraciones de los filipinos. Poco duró la paz, pues en mayo de 1898 la flota estadounidense venció a la escuadra española en la batalla naval de Cavite. Tras la derrota española, se firmó el protocolo de Washington que ponía fin a la guerra hispanonorteamericana y habría negociaciones sobre el futuro de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que culminaron en la paz de París (octubre de 1898) que supuso la pérdida de todos los territorios españoles en las Antillas y del pacífico. El desastre colonial desató en la opinión pública española un profundo sentimiento de frustración y abatimiento tras esta primera reacción de desesperanza en el futuro de España un grupo de escritores conocidos como la generación del 98, entre los que se encontraban Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Valle-Inclán, Angel Ganivet y Vicente Blasco Ibáñez, y a los que se sumaron algunos intelectuales y políticos clamaron por la “regeneración” de España, por romper con el pasado y volver nuestra mirada hacia Europa, donde se encontraba el futuro y el modelo de modernización del país.