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LITERATURA ESPAÑOLA TEMA 10 – TEMA 11 – TEMA 12 La literatura actual La poesía, la novela y el teatro desde 1975
TEMA 10 LA POESÍA DE LOS OCHENTA. DIVERSIDAD DE TENDENCIAS Y CORRIENTES Hablar de los años 80, fueron surgiendo un sinfín de de poetas que Mostraban una creación esencialmente plural en sus temas y en sus formas y no tenían más que una característica común: creaban una poesía menos centradas en la creatividad lingüística. Estos poetas fueron agrupados bajo el rótulo de generación de los ochenta o generación posnovísima. Entre las nuevas voces de la generación de los 80 se pueden distinguir varias corrientes:
Los poetas expresan significados subjetivos con formas tradicionales.
Los poetas que crean una poesía subjetiva en la que los sentimientos adquieren tintes irónicos.
Los poetas cuyas obras utilizan técnicas propias del surrealismo para expresar emociones de subconsciente.
El grupo más numeroso de estos poetas de los ochentas va a volver a la tradición de la poesía como conocimiento y como expresión de los sentimientos. Retornan a los patrones rítmicos, la versificación y las estrofas, en estas estrofas de corte tradicional, el lector encontrará temas urbanos y muchos componentes de la cotidianidad. Temas que fueron olvidados por los novísimos, como los problemas diarios, el amor en circunstancias concretas, en la ciudad o formando parte de lo cotidiano, el desencanto, la lucidez, la dificultad de la comunicación entre los seres humanos, es decir, el mundo íntimo y cotidiano, serán motivos de muchas composiciones. La policía se torna con frecuencia narrativa porque algunos autores cuentan, narran con una progresión argumental. Es irrelevante el uso de un léxico poético que se mezclan con términos tomados de jergas, de la sociedad de consumo, de anuncios publicitarios, términos de los medios de comunicación, del vocabulario urbano, de las formas propias del lenguaje coloquial. La línea los modelos de la generación de los ochenta están en los poetas de los Siglos de Oro, en los simbolistas, en el modernismo tardío; revalorizaron la obra de poetas fundamentales de posguerra y a su amparo asistimos al retorno de una cierta poesía irónica de compromiso social. Recuperan con gran fuerza a los poetas de los cincuenta y se abandonan los modelos vanguardistas, experimentales, que sólo subsisten de forma aislada. Corrientes y grupos en la lírica de los noventa A finales de los ochenta, empiezan a discernirse y pespuntar determinadas corrientes y grupos. Los podemos englobar en tres grandes bloques o corrientes: por un lado, un nutrido grupo de poetas autodenominados poetas de la experiencia. Un segundo grupo que elabora una poesía metafísica, que otros llaman minimista; y una tercera corriente, cercana a ésta, el neopurismo. La policía de la experiencia Entre todas las corrientes que apuntaban en la poesía de los 80, la que alcanza mayor éxito y será la dominante en los noventa, es la que se denominó poesía de la experiencia. Esta corriente alcanzó sus formas más puras Luis García Montero y Felipe Benítez Reyes. Esta poesía refleja las preocupaciones de la vida real en el mundo urbano posfranquista. Reivindica la cotidianidad a través de un lenguaje de tono con excepcional que no implica, en modo alguno, descuido sino aparente simplicidad. Tiende a la narratividad a través de la anécdota, y trascendiendola, elabora una poesía reflexiva,
meditativa, intimista. Los sentimientos y las actitudes que esta poesía expresa se vierten sin dramatismo, con un tono menor, y adquieren, con frecuencia, tintes humorísticos, irónicos. La policía de la experiencia trasciende la ideologías y las generaciones, y poetas de generaciones anteriores se han acercado a ella. Ha alcanzado sus mejores momentos en obras de Luis García Montero – Las flores del frío (1991) y Habitaciones separadas (1994) – y Felipe Benítez Reyes – Lo vanos mundos (1985) y La mala compañía (1989). Otras corrientes poéticas de los noventa Un grupo menos numeroso popular, aún que no de menor prestigio, lo forman los poetas que parten de la corriente que se llamó a principios de los ochenta poesías del silencio; los poetas del silencio buscaban significados esenciales formulados en un lenguaje de gran economía y precisión, con gran condensación de la materia conceptual. Sus máximos representantes – Jaime Siles, Abelardo Linares, amparo Amorós – aportaron una poesía intelectual, abstracta. La nueva corriente, que algunos críticos denominaron metafísica o minimalista conjuga la creación política identificación filosófica adoptando una nueva perspectiva que se alejan de significado lógico y literal del idioma cotidiano. En Siles se combinan y se apoyan las experiencias de la vida y los descubrimientos verbales, las imágenes de la vida moderna y las de la cultura popular. Característica esencial de estos poetas minimalistas es la presencia de un intimismo que, si bien procede de las emociones y las experiencias de la vida cotidiana, se expresa al margen de todo realismo y de todo descriptivismo de sus sucesos o sensaciones, por lo que se les aplicó el calificativo de culturalistas. Esta corriente se combina con otras, las minoritarias, como la neopurista que trata de producir el planteamiento básico de la poesía pura, de generar intuiciones esenciales. Los poetas que representan – Andrés Sánchez Robayna, Justo Navarro, Rosa Romojaro, Juan Carlos Suñén, Concha García, Vicente Valero, Álvaro Valverde – enlazan con Góngora a través de la lectura que de sus obras hicieran los poetas del grupo del 27. Es, posiblemente, un rebrote del vanguardismo en nuestra poesía. En los últimos años han ido surgiendo otras corrientes minoritarias. Una de las que ha conseguido mayor eco es la que la crítica ha denominado el realismo sucio. El realismo sucio parte de la poesía de la cotidianidad y está vinculada a los elementos de la realidad más inmediata, más grosera y dura. El tratamiento formal se caracteriza por el uso únicamente del verso libre y se expresa con un registro coloquial de signo vulgar. Es un discurso que se sitúa en las antípodas del esteticismo.
TEMA 11 LA NOVELA DESDE 1975 Vuelta a la narratividad. Diversidad de corrientes y tendencias Algunos críticos consideran la fecha 1975 como la línea divisoria entre la posguerra y nuestra época contemporánea, aunque la mayoría advierte cambios fundamentales - en la economía, la política, el arte o la cultura - desde mediados de la década anterior. En los albores de la transición política se habló repetidas veces de la llegada de una nueva novela. Distintas editoriales apostaron por jóvenes autores que, aunque no presentaban características comunes, sacaron a la novela de la atonía y despertaron el interés de la crítica y el público. La novela que se escribe a partir de la transición política recupera el placer por contar, lo que le hace a adquirir gran popularidad. La creación de múltiples premios, las estrategias publicitarias, la cantidad de novelas que se indican y la ausencia de una crítica exigente y veraz, provocan tal distorsión en la valoración de la calidad de las mismas, que muchas novelas vacuas e insustanciales quedan catalogadas como notables, y por el contrario, otras innovadoras quedan relegadas para carecer de cauce editorial o no plegarse al dirigismo del mercado editorial. Los grandes personajes, los héroes de corrientes literarias precedentes, han sido sustituidos por personajes que encarnan a seres desvalidos e inseguros, desorientados y el proceso de búsqueda de su identidad. En el lenguaje se advierte una notable preocupación formal que revela una preparación literaria de los autores. El realismo se afianza a militantes transcurren los años 80. Se consolidan nuevas formas de acercamiento a la realidad, que también poesía, como en novela, se han decantado como relevantes y han cosechado importantes logros estético. La realidad que se presentan suele ser urbana, aunque hay ejemplos de realidad rural y provincial. La nueva novela policíaca En la década de los 70 se produce una invasión de traducciones de novelas negras, policíacas o de crimen y, consecuentemente, el conocimiento de los autores clásicos de subgénero que va a propiciar la creación y proliferación de la tendencia sin apenas tradición en España. En pocos años la novela policíaca se va a adaptar a la realidad española. Va a trascender el carácter de mero entretenimiento porque va a unir lo lúdico y lo testimonial, siendo el reducto del compromiso moral y social cuando la novela ha asistido ya a su abandono. Entregará además, un lenguaje más elevado de los que es común en este subgénero. Por un lado están los pioneros, Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza, que juegan con las normas y reglas de este tipo de novelas y mediante la parodia las transgredirán y burlarán; Por otro lado, los autores que siguen con críticas las fórmulas de género, como Andreu Martín y Juan Madrid, entre otros. La tendencia histórica. La reinvención del pasado El florecimiento de la novela histórica en los primeros años de la década de los 80 se inscribe dentro de la corriente general que se detecta en Europa a mediados de los 60 y se inserta también en la reivindicación de esa novela cuyo objetivo es divertir, entretener. La reconsideración de la historia que lleva a cabo nuestra narrativa comparte la versatilidad y fluidez de la narración con la precisión documental, mezcla la ficción y la documentación. En nuestra novela histórica hay dos corrientes: una, cercana a las coordenadas del género, no se cuestiona el modelo y mantiene la verosimilitud; otras, acude a la intención y a la parroquia del pasado con fines lúdicos, se cuestionan, difunda o establece una realidad nueva, distinta a la verdad oficial.
La novela metafictiva. La reflexión explícita sobre la creación novelesca La corriente metafictiva concibe la novela como un artefacto que el autor construye ante los ojos del lector y cuyo punto de referencia es el propio texto. Diremos que consideramos metafictivas aquellas obras de ficción, fundamentalmente en prosa y de carácter narrativo, que exploran los aspectos formales del texto y llamar la atención sobre su carácter de obra de ficción, revelando las estrategias que utiliza el autor en el proceso de creación. Las actuales novelas metafictivas han atenuado sus procedimientos técnicos y se han adaptado a esquemas narrativos más tradicionales. En ellas es frecuente que para poder entablar un diálogo sobre la creación literaria, el personaje novelesco sea un escritor, editor, un ensayista o un estudioso de la literatura, y se alcance un tono culturalista que incluya referencias intertextuales de variado signo. Otro procedimiento metafictivo muy común es el que la crítica denomina la novela de la novela o la novela sobre un novelista que escribe una novela. El realismo sucio y otras corrientes de última hora La última generación de novelistas, los nacidos en torno a 1965, no tienen características semejantes aunque se perciben dos direcciones: una, continuadora en cierto modo del anterior, aunque en un tono voluntariamente menor, más intimista, centrada en las relaciones entre los pocos individuos a través de los que se trata de entender y aceptar la realidad, y otra dirección que la crítica ha designado - como en la poesía - con el nombre de realismo sucio. Para estos últimos la escritura no es una categoría sacralizada y primordial, sino una acción entre otras dentro de su repertorio diverso de caminos estéticos y axiológicos. Sus novelas tienden a una relación unidireccional, influida por la inmediatez de la imagen y el sonido y no por la reflexión de la letra escrita. Esta corriente, marcada por un conflicto generacional, la desintegración como la redifinición de la familia, un extremismo cansino centrado en el sexo sin pasión, la droga, el alcohol, la velocidad, reivindica una cultura consideradas hasta ahora como subliteraria. La fragmentación del relato, construido a base de escenas, la pobreza formal, la sintaxis arbitraria, el lenguaje desgarrado y plagado de coloquialismo, el importante componente oral, la presencia reiterada de diálogos - de frases inacabadas, palabras sueltas -, las conversaciones insustanciales, intrascendentes y vacuas, caracterizan esta corriente.
Tema 12 EL TEATRO DESDE 1975 El teatro español en los albores de la transición política A partir de la transición política y de las transformaciones que tienen lugar en la sociedad española, como la desaparición de la censura, algo se mueve en el teatro. En los años de la transición y un afán por representar a los grandes dramaturgos de posguerra prohibidos por el franquismo, como Valle-Inclán, Lorca, Alberti, Max Aub, o por rescatar piezas de los años 60 y 70 prohibidas por la censura. En los años de la transición política la dramaturgia española está integrada por tres bloques de autores: por un lado, los que hemos estudiado bajo el epígrafe de grupo realista. Por otro lado, los que hemos estudiado bajo el epígrafe nuevo teatro. Y un tercer bloque, que surge en plena transición política, poco condicionados, por tanto, por la censura, aunque socialmente comprometidos. AUTORES Y TENDENCIAS PREDOMINANTES EN LA DRAMATURGIA DE LA DÉCADA DE LOS OCHENTA Entre ellos podemos distinguir dos grupos: uno de ellos ha permanecido fiel a los procedimientos vanguardistas e innovadores del denominado Nuevo Teatro Español, con la exploración de mundos oníricos, el empleo de símbolos y alegorías, y el uso de las técnicas cinematográficas y del teatro del absurdo, aunque ocasionalmente se sirven de técnicas novedosas, han revitalizado la farsa, el sainete, el esperpento, la comedia de costumbres y han creado un realismo poético y fantástico en ocasiones. El teatro de los ochenta presenta una serie de rasgos característicos: 1. Estos autores se formaron en el teatro independiente y pertenece a esa generación del desencanto que ha perdido la fe en las transformaciones del mundo y no tienen una visión optimista del futuro. Se han distanciado de la estética realista de los 60 y al descubierto las innovaciones del teatro internacional. Esto no significa que renuncien a un compromiso con la actualidad social y política del país, sino que analizarán los sucesos con distanciamiento, sin el carácter didáctico o moralizante de épocas pasadas. 2. Desde finales de los años 70 se desarrolla un teatro de lo cotidiano, lo privado y lo subjetivo. No se atiende a los grandes problemas sociales, sino que los autores prefieren tratar los pequeños conflictos existenciales o cotidianos de protagonistas con los que el espectador puede identificarse. En un ámbito generalmente urbano se muestra el mundo de los jóvenes, la droga, la violencia, las difíciles relaciones entre los individuos, la búsqueda de la identidad. 3. El derrumbamiento de los grandes sistemas religiosos ideológicos y el hundimiento de las utopías son algunas de las causas que han contribuido al desarrollo de un teatro que se refugia en el ámbito de lo privado alude a sus propios problemas estéticos. 4. El desencanto político e ideológico no condujo a estos dramaturgos a la frustración sino a la revalorización de la comicidad, a desdramatizar acontecimientos a través del humor. Esta comicidad, que se diste ironía y humor negro con frecuencia, no pretende sólo entre, sino descargar las tensiones y contrariedades de la vida. 5. Para un grupo de dramaturgos de esta década, el texto no es lo fundamental. Llevar a cabo espectáculos de mucho aparato escenográfico y poca palabra, concebidos para los grandes festivales. 6. El drama histórico, género que tradicionalmente ha estado en auge España, ha despertado en los últimos años un enorme interés tradicionalmente en la historia ha sido calificada como fenomenológico, coherente inteligible, pero hoy se entiende como un artefacto construido
por el hombre con posterioridad a los sucesos. El autor no emite juicios ni valoran los comportamientos de los personajes los exponen para que el espectador tenga elementos de juicio para llegar a sus propias conclusiones. 7. Los autores de los 80 buscan el contacto directo por los espectadores y quieren acercarse a sus intereses, a sus conflictos y deseos. No se rechazan, por tanto, las estrategias del drama comercial. El que a todos de José Sanchis Sinisterra o la permanente reflexión sobre la esencia del teatro José Sanchis Sinisterra es, junto a José Luis Alonso de Santos y Fermín Cabal, uno de los gramáticos que más atención prestada al carácter ideológico y estético del texto. Los tres comparten las mismas influencias y una postura subversiva y transgresora del modelo de la comedia burguesa Sinisterra manifiesta una continua voluntad de investigación en un rigor teórico poco frecuentes. En 1977 del grupo Teatro fronterizo con el propósito de buscar los mecanismos que activen la recepción de la obra por espectador. Defiende una dramaturgia austera, sin excesos escenográficos. El estreno en 1980 de Ñaque o de piojos y actores, que será un gran éxito, no sólo nacional, va a definir una de las tendencias más características de los 80: el metateatro, la reflexión sobre el propio artefacto teatral, sus reglas y condiciones. Aunque Sanchis Sinisterra va a continuar con posterioridad la reflexión metateatral, sus obras van a encaminarse, sin ningún género de dudas, hacia el análisis de la realidad política y social. Esto se refleja claramente en ¡Ay Carmela!, la obra más conocida del autor. Estrenada en 1987 con un éxito rotundo, sus protagonistas - Carmela y Paulino - son una pareja de artistas insignificantes que representan variedades a lo fino en los teatros populares más humildes. Paulino y Carmela representan, respectivamente, la humillación y la rebeldía; él pierde su dignidad por sobrevivir y ella prefiere morir antes de sufrir más humillación. En 1992 se publica su Trilogía americana compuesta por El retablo de El dorado, Lope de Aguirre, traidor y Naufragios de Álvar Núñez, tres piezas sobre el descubrimiento de América. Una primera generación de dramaturgas Han sido pocas tradicionalmente las mujeres que se han dedicado al teatro y menos aún las que estrenaron durante el franquismo. A la eterna discusión de si ha denunciado específicamente femenino, contesta la mayoría diciendo que la única peculiaridad que reconocen como decisiva es el criterio de calidad. Paloma Pedrero y su visión de la realidad Paloma Pedrero provienen del teatro independiente donde trabajó como actriz y sigue representando papeles con su compañía Cachivache. Su trayectoria teatral está inserta en ese nuevo realismo de los años 80 que indaga en los graves conflictos de la existencia privada del individuo. Sus obras se centran en la búsqueda de las verdades y las libertades personales. Cuentan historias actuales y las mujeres son - en muchas de sus piezas - las protagonistas. Pedrero estrena regularmente desde La llamada de Lauren (1985), obra que, por lo inusual del tema en aquellos momentos, provocó opiniones encontradas entre los críticos. Esta obra se centra en la noche del carnaval que da pie a los personajes a que, escondidos tras las máscaras y los disfraces, dejen aflorar su verdadera identidad. Sus piezas, siempre breves, son escritas para pocos personajes. Algunas presentan las relacionessexuales, sentimentales, familiares-de parejas generalmente en conflicto, desde la perspectiva de un protagonista femenina, sin agresividades reivindicativas, pero con propuestas claras, que permiten la fácil aceptación del público. En 1996 se arriesga en empresas de coproducir y dirige su comedia Locas de amar, abandona sus
registros anteriores de carácter dramático más grave, para aportar la comedia de humor. En esta obra, Eulalia, la protagonista, que parece el abandono de su marido, invierte su actitud de dependencia y sometimiento para iniciar un camino propio EL TEATRO ESPAÑOL DE LOS NOVENTA. LA DIVERSIDAD DE UNA GENERACIÓN En la última década se han dado a conocer muchos dramaturgos que la crítica ha agrupado bajo etiquetas como Nueva dramaturgia, Jóvenes autores o Generación Bradomín. Por primera vez tenemos una generación de autores dramáticos con una formación profesional no autodidacta, porque decide esta formación en el Institut del teatre de Barcelona, en la Real escuela superior de arte dramático en Madrid. Estos creadores comparten una banda de edad y unas influencias culturales, políticas y sociales semejantes que, sin embargo, no les aglutinan ni les acercan del porque las características temáticas y formales de sus obras son dispares: muchos de estos jóvenes actores afirman que la escritura dramática no es literatura,, sino un híbrido a medio camino entre la dieta montaje escénico. Quizá esta concepción se deba a que muchos vienen de otros campos del teatro; han sido directores de escena, actores, alternan las funciones de autor y director de sus propios textos o compaginan la escritura con un trabajo en los medios audiovisuales con lo que implica de contaminación de lenguajes. Para ellos, el autor no es un demiurgo que maneja todos los hilos de la historia y, en lugar de imponer una única lectura, apelan al espectador para que les ayude a encontrar la razón de la creación. Manifiestan que han crecido con el videoclip, con su rapidez vertiginosa, su lenguaje directo, sintético, que condensa una historia que pocos segundos y, por tanto, su escritura prefiere las escenas cortas, los diálogos rápidos, el uso de la elipsis. Hay una corriente - de corte realista - continuadora de la década anterior, que exploran los problemas de la sociedad al filo del siglo XXI, como la violencia, los conflictos de la pareja, la incomunicación y el aislamiento del individuo, el terrorismo y los secuestros, los marginados de la sociedad de consumo, los intereses económicos.