Contenido Junio · Julio 2016
Nº 146 2
Actividad física
Carta del presidente
Numeromanía
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Hospitales y clínicas en números
Belleza y bienestar
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José Garrido
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Productos para el pelo
24 Una breve historia del ejercicio Gloria Susana Esquivel
Reflujo gastroesofágico Luis Carlos Sabbagh
tras otro son el tenis Luis Fernando Afanador
30 Los ojos también
necesitan entrenamiento Laila Abu Shihab
Alimentación
17 Desperdicio de alimentos:
42 El trabajo de ser
Jorge Patiño
Laura Natalia Cruz
88 Finanzas de pareja
34 Sanar corazones con tapas plásticas Mónica Diago
Alfonso Buitrago Londoño
Gustavo López Ramírez
Carolina Vegas
Medio ambiente
70 Así funciona un banco de leche 76 Cuando el médico es el paciente
Paola Ochoa
Karem Racines Arévalo
Javier Mejía
una mamá que trabaja
22 Niños, a comer bien
64 Operar el cerebro
de un amo responsable
14 Nutrición para una vejez saludable
con la boca abierta
62 Cosas de las que no se habla
68 ¡Es la salud, carnal!
Hogar
40 Mascotas felices: reflejo
10 Mal, bien, mejor
60 La experiencia me dice...
28 Los días que uno
78 Vivir sin ver Mónica Diago
82 Lo que nos dejó la evolución Roberto Palacio
Tiempo libre
84 Duerme
46 Sábado de arte
Diego Fonseca
Andrés Arias
36 Aseo amigable con el planeta
Salud
50 Marta Gómez: una voz dulce y aguda
Laila Abu Shihab
Natalie López Valencia
17 Desperdicio de alimentos Jorge Patiño
34 Tapas para sanar Mónica Diago
El contenido de los artículos es responsabilidad de los autores.
Institucional Carta del presidente
Una clínica pediátrica para Bogotá y Colombia El pasado 8 de junio, mientras esta revista entraba en la imprenta, inaugurábamos la Clínica Pediátrica Colsanitas, una institución de tercer nivel de complejidad que llega a integrar nuestra red de instituciones de salud propias, de la cual hacen parte la Clínica Reina Sofía y la Clínica Universitaria Colombia, en Bogotá; la Clínica Sebastián de Belalcázar, en Cali; la Clínica Iberoamérica, en Barranquilla; así como los 22 Clinisanitas, las 27 Unidades de Atención Primaria de EPS Sanitas y las Unidades de Urgencias de EPS Sanitas en Barranquilla, Cali y Bogotá. Pero, ¿por qué una clínica pediátrica? Lo voy a decir en pocas palabras: si tenemos una niñez sana estamos garantizando nada menos que el futuro. Nuestro futuro, el de nuestras familias, el de este país que busca tener esperanzas. En los niños de hoy está el país de mañana, la sociedad del mañana. Nuestra compañía apuesta por el futuro de Colombia sin dudarlo por un segundo. Por eso abrimos una clínica pediátrica con todos los servicios de una institución prestadora de salud moderna y perfectamente dotada. En efecto, en apoyo diagnóstico la Clínica Pediátrica Colsanitas ofrece servicios de tomografía axial computarizada, resonancia magnética, ecografía de alta complejidad y laboratorio clínico, entre otros, mientras en consulta externa tiene servicios de odontología, endocrinología, infectología, ortopedia, cirugía, neurología, gastroenterología, nefrología, dermatología, neumología y programa de enfermedades respiratorias.
La Clínica cuenta con 14 boxes de urgencias, cuyo objetivo es optimizar los tiempos de resolución de la emergencia de cada paciente, agilizando la realización de exámenes de ayuda diagnóstica como rayos X o laboratorio. Esto le permitirá a la nueva institución atender alrededor 48.000 urgencias al año, cerca de 4.000 por mes. Cuenta además con 30 cubículos de observación para pacientes que requieran atención transitoria en la clínica, Sala de Atención de Enfermedad Respiratoria Aguda (ERA) y Sala de Hidratación Estructural. En hospitalización, pone a disposición de la ciudad 40 nuevas camas y cuatro salas de cirugía ambulatoria, donde se podrán realizar más de 600 procedimientos. En un futuro cercano la Clínica aspira a posicionarse como centro de entrenamiento en pediatría, para beneficio de los profesionales de la salud de nuestro país. Y de los niños, para beneficio último de los niños de Colombia. Los esperamos pues en la nueva Clínica Pediátrica Colsanitas, en la calle 127 al pie de la Clínca Reina Sofía de Bogotá. Nuestra apuesta en firme por el futuro de Colombia. C
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Ignacio Correa Sebastián Presidente Ejecutivo Organización Sanitas Internacional
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BIENESTAR SANITAS 146 Consejo editorial Eduardo Arias Enrique Bernal José María del Castillo Gloria Escobar Camilo Jiménez John Naranjo Diego Quintero Ximena Tapias Director Camilo Jiménez Jefa de redacción María Gabriela Méndez
Diseño Rey Naranjo Cra. 4 Nº 54a-10 +57 (1) 212 2579 www.reynaranjo.net
Dirección administrativa y de distribución Víctor Cárdenas Mendoza PBX (1) 646 60 60 Extensión 57 11153
Fotografía Jorge Andrade Blanco Camilo Rozo Juan Sebastián Sánchez
Servicio al usuario Central de llamadas de Colsanitas Teléfono (1) 487 1920
Ilustración Luisa Martínez Marcela Quiroz
El Mundo de Osi Gisela Bohórquez
Dirección comercial Multimedios Plus - PBX 635 4566 - FAX: 520 5121 Calle 100 Nº 17 – 09 Piso 4 Bogotá – Colombia Directora comercial Nathalia Lozano
nlozano@multimediosplus.com.co
Impresión Quad graphics Fotografía de carátula Camilo Rozo
Asistencia editorial Natalie López Valencia
Visítenos: www.bienestarsanitas.com · Escríbanos: bienestarsanitas@colsanitas.com
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Bienestar Sanitas ISSN 0122 – 011X Resolución Mingobierno 9079 Tarifa postal reducida Nº 1536 Derechos Reservados
Su salud merece una decisión inteligente. Su salud merece estar en las manos de la Clínica Shaio. Cardiología clínica Cardiología no invasiva Cardiología intervencionista y hemodinamia Cirugía cardiovascular Electrofisiología y estimulación cardíaca Imágenes diagnósticas Medicina nuclear Neurocirugía Radioneurocirugía Gamma Knife® Perfexion™ Trasplantes Cirugía ambulatoria Hospitalización Laboratorio clínico Programa de salud preventiva
PBX: (1) 5938210 / Citas: (1) 7423330 / info@shaio.org / www.shaio.org Diagonal 115A # 70C - 75, Bogotá
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Salud Testimonio Numeromanía
1.086 metros de gasa
1.831 jeringas se usan cada día en la Reina Sofía. Al mes suman 54.937; en el año, 695.244.
se usan cada mes en la Clínica Reina Sofía. Eso equivale a cinco veces y media la altura de la Torre Colpatria.
7.197 tabletas de acetaminofén
se consumen al mes en esta clínica: aproximadamente 239 cada día.
Hospitales y clínicas en números Por: Redacción Bienestar Sanitas*
19.563 pacientes estuvieron hospitalizados en 2015 en la Clínica Universitaria Colombia. La mayoría, 66% (12.863), ingresó por urgencias; 29% lo hizo por consulta externa o programada y el resto fueron pacientes remitidos de otras instituciones y nacidos en la CUC.
16.271 intervenciones quirúrgicas se realizaron en 2015 en la Clínica Universitaria Colombia. En promedio, 1.400 cada mes; 47 cada día. La especialidad con más demanda fue ginecología, seguida de cirugía general y ortopedia.
1,5 camas por cada mil habitantes tiene Colombia. Cuba es el país de la región con mayor tasa: 5,3; seguido de Argentina con 4,7. Venezuela es el que tiene la tasa más baja: 0,9. La Organización Mundial de la Salud calcula que debe haber entre ocho y diez camas por cada mil habitantes.
* Fuentes: Clínica Universitaria Colombia, Clínica Reina Sofía, Organización Mundial de la Salud.
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Para los mĂĄs pequeĂąos, llega un lugar grande.
Abrimos la Clínica Pediátrica Colsanitas en Bogotá
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eafirmamos nuestro compromiso con la salud de los colombianos, dando apertura a la Clínica Pediátrica Colsanitas en la ciudad de Bogotá; un nuevo modelo de atención exclusivo para la población infantil que nos permite dar un paso adelante en la prestación de servicios integrales de salud. La Clínica es el primer centro de excelencia pediátrica del país con equipos multidisciplinarios en especialidades como neumología, gastroenterología, infectología, endocrinología y neurología, entre otros. Prestará apoyo diagnóstico y terapéutico con tecnología médica especializada en los niños y servicios únicos, como el chequeo ejecutivo pediátrico.
A partir del 5 de julio de 2016, la Clínica Pediátrica Colsanitas abrirá sus puertas. Para esta misma fecha, se trasladarán hacia esta nueva infraestructura: Todos los servicios que actualmente presta el Clinisanitas Infantil. El Laboratorio Clínico, la Unidad Materno Fetal y los servicios de urgencias, hospitalización y cirugía pediátrica de la Clínica Reina Sofía. El Plan Canguro, vacunación y odontología del Clinisanitas Mujer.
Los invitamos a conocer la nueva Clínica de la Organización Sanitas Internacional: experta en la salud y el bienestar de nuestros niños.
Belleza y bienestar Recomendaciones
José Garrido Por: Adriana Restrepo · Fotografía: Paula Thomas Empezó con el golf a los seis años y además practicó balonmano, fútbol y natación. Estuvo becado como golfista en Estados Unidos. Hoy es psicólogo de deportistas de alto rendimiento. El año pasado firmó por el PGA Tour, la compañía de golf más importante del mundo. A la hora de jugar, le encanta encontrarse con viejos amigos como Camilo Villegas.
Piel No soy obsesivo con nada, pero trato de comer bien y descansar. Siempre uso bloqueador solar y en las noches alguna crema hidratante o reparadora para cuidarla un poco. Pelo Uso cualquier champú que compre mi esposa. Me gusta mucho jugar con el look. A veces estoy rapado, otras veces ando con barba y mechudo. A veces me toca andar muy estructurado porque estoy amarrado a una campaña publicitaria. La vida es cíclica y merece los cambios. Nutrición No hago dietas, pero tampoco tomo gaseosa. Este es mi único consejo: tomar agua en cantidades industriales. Cuerpo Me gusta ir al final del día a hacer ejercicio a Orange Theory Fitness. En Cali usualmente hacía mucha natación pero desde que llegué a Bogotá mi ejercicio favorito es el remo. Perfume Gentlemen only de Givenchy. ¶
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Belleza y bienestar Elementos
Para el pelo Producción: Adriana Restrepo · Fotografía: Rey Naranjo Prevenir la caída, evitar la caspa y tener un cabello sano y a la moda es posible con la ayuda de estos productos.
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1 Shampoo FiberBost L‘Oréal Professionnel
Este champú es para cabello delgado. Es perfecto para darle volumen al pelo, por ejemplo, cuando se quiere un corte con mucha fuerza en la parte superior. 2 Tratamiento capilar intensivo Piloskin
Si está perdiendo pelo, este tratamiento con aceite de argán y biotina, entre otros ingredientes, es excelente. Úselo para peinarse y verá un efecto reparador en pocas semanas. 3 Kerium Anti caspa La Roche Posay
Definitivamente la caspa hay que mantenerla a raya. Esta marca tiene dos champús en crema que combaten la caspa grasa o seca. 4 Baumé Densité Homme Kérastase
Este producto promete más de mil nuevos cabellos y más gruesos en tres meses. Debe usarse a diario para obtener los resultados esperados.
5 Keruim anti caída La Roche Posay
Este tratamiento puede ser usado también por mujeres. Revive el pelo maltratado. Si ha decidido mantenerlo muy corto, use este producto mientras vuelve a fortalecer su melena. 6 Fibralogy Elvive
Esta crema recupera la vitalidad, brillo y cuerpo del pelo. Si quiere un look de medio lado o con volumen, use la crema para peinar que le dará mayor movilidad. 7 Sculpte L‘Oréal Professionnel
Esta cera para peinar le dará un aire mucho más desordenado y relajado a un peinado de medio lado. Puede también usarla en la barba para darle mejor textura. 8 Densifiqué Homme Kérastase
Estas ampolletas se aplican sobre el cuero cabelludo todos los días durante tres meses. Ayuda a tener un pelo con mucho cuerpo y más saludable. ¶ Bienestar Sanitas 9
Alimentación Mal, bien, mejor
MAL, BIEN, MEJOR
Postres Por: Redacción Bienestar Sanitas* · Fotografía: Jorge Andrade Producción: Valentina Ramírez Estrada Cuando pensamos en postres se nos vienen a la cabeza helados, chocolates, tortas y cremas. Pero el final de la comida puede ser rico, nutritivo y sin muchas calorías.
Mal Brownie relleno de arequipe con helado de vainilla, salsa de chocolate y maní (580-630 calorías) √√ El postre no debería representar el equivalente calórico de una comida completa. Debe ser una vez al día, en el almuerzo. √√ La clave de los postres es la porción. Una de 100 gramos o menos contiene un número apropiado de calorías. √√ Evite las donas, los churros y las rosquillas, que son fritos.
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Bien Torta de naranja con semillas de amapola (100 gr.) (180-200 calorías) √√ Es un buen alimento porque tiene huevo, leche, naranja. El glaseado que acompaña esta torta es hecho a base de azúcar, mantequilla o queso crema y aporta aproximadamente 120 calorías adicionales. Si desea un postre más sano, evite el glaseado. √√ El azúcar es adictivo y lo consumimos desde niños. Por eso a veces creemos que el cuerpo “nos pide azúcar”, cuando en realidad el organismo no lo necesita. Los carbohidratos al descomponerse forman azúcares y por eso no tendríamos necesidad de consumirlos. √√ El mercado ofrece opciones para preparar dulces con un aporte menor de grasa y calorías: leche descremada; endulzantes como miel, jarabe de agave, stevia, fructosa; arequipe dietético, entre otros. Usando estos productos puede reducirse el aporte calórico en un 30%.
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Alimentación Mal, bien, mejor
Mejor Brocheta de frutas: mango, banano, melocotón, manzana, fresa cubierta de chocolate amargo. (160 calorías) √√ Este postre tiene el contenido de fibra y el aporte nutricional de las frutas frescas. √√ El chocolate amargo sin leche y preferiblemente sin azúcar, además de lograr un contraste interesante con las frutas, tiene menos calorías y más antioxidantes. √√ El yogurt endulzado con miel y acompañado de frutas y granola es otra opción saludable y baja en calorías.
* Con la colaboración de Iveth Pérez Díaz, nutricionista de la Universidad del Atlántico. Trabaja en la Clínica Reina Sofía.
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Alimentación Recomendaciones
Nutrición para una
vejez saludable Por: Redacción Bienestar Sanitas* Con los años el cuerpo experimenta una serie de cambios, algunos incómodos aunque todos normales pues son producto del paso del tiempo. Una alimentación balanceada es fundamental para garantizar, en parte, la buena calidad de vida durante la llamada tercera edad. Con el envejecimiento, la mayoría de las funciones corporales disminuyen; se pierde masa muscular y aumenta el porcentaje de grasa; se ralentizan el metabolismo, el sistema digestivo y los procesos de absorción de nutrientes; el apetito disminuye; los huesos son más frágiles y en general el sistema inmunológico se debilita. Esto facilita la aparición de enfermedades cardíacas, respiratorias, hepáticas y metabólicas, entre otras. En este último ciclo de la vida la alimentación es esencial. Mediante una ingesta adecuada y suficiente de vitaminas y minerales es posible prevenir enfermedades como la diabetes, dislipidemia y la obesidad, así como retrasar el proceso de envejecimiento de algunos órganos y mejorar la calidad de vida. Estas son las cinco preguntas más comunes que les hacen durante las consultas a dos profesionales de la nutrición:
¿Cuántas calorías debo consumir por día después de los 50 años? La disminución de tejido muscular y de la actividad física hacen que el adulto mayor no necesite consumir las mismas calorías que cuando era joven. Los estudios demuestran que hay una disminución de entre 5% y 10% de necesidades energéticas por cada década a partir de los 50 años. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un aporte calórico de 30 calorías por cada kilo de peso por día para las personas de edad avanzada. Sin embargo, se debe tener en cuenta que esta fórmula se refiere al peso ideal del individuo que, en muchos casos, no corresponde al actual. Es importante que cuando una persona llegue a la tercera edad solicite una asesoría nutricional personalizada en la cual se diseñe un plan alimenticio que esté acorde con sus requerimientos específicos.
* Con la asesoría de Dirdi Nariño, médica con máster en Medicina Biológica y en Nutrición y Metabolismo Clínico, y Lizeth Johanna Álvarez Rojas, nutricionista dietista y especialista en Administración de Salud de la Universidad Nacional de Colombia. Apoyo periodistíco: Catalina Sánchez.
Alimentación Recomendaciones
¿Por qué pierdo peso? Si bien es cierto que los séniors pueden perder el apetito y, por ende, disminuir su consumo de alimentos, un descenso inexplicable de peso puede indicar un problema médico, por lo que es importante verificar que no exista una patología seria. En muchas ocasiones esto corresponde a la sarcopenia, es decir, a la pérdida de masa muscular involuntaria. En estos casos se recomienda elevar el consumo de proteínas (entre uno y dos gramos al día por cada kilo de peso corporal). Las principales fuentes de proteínas son los productos de origen animal (carnes magras, lácteos, huevos) y los de origen vegetal como lentejas, quinua, garbanzos, fríjoles y soya, entre otros. ¿Cuáles alimentos debo eliminar de mi dieta? Ninguno. No hay alimentos “prohibidos”, a no ser que se padezca de alguna enfermedad en la cual el consumo de ciertos productos esté restringido (como es el caso de algunas frutas y productos azucarados para los diabéticos). Si una persona no tiene piezas dentales, por ejemplo, es importante modificar la textura de algunos productos antes de pensar en excluirlos de su dieta. La distribución de macronutrientes, en un adulto mayor, debería ser así:
Mediante una ingesta adecuada y suficiente de vitaminas y minerales es posible prevenir enfermedades como la diabetes, dislipidemia y la obesidad, así como retrasar el proceso de envejecimiento de algunos órganos y mejorar la calidad de vida. ¿Debo tomar ocho vasos de líquido al día? La necesidad de líquidos varía según cada persona, su nivel de actividad física, el tipo de dieta, enfermedades, temperatura y humedad de su entorno, entre otras. No obstante, según el estudio norteamericano The Third National Health and Nutrition Examination Survey, después de analizar a 40 mil adultos mayores se estimó que la ingesta ideal de agua es de ocho vasos para las mujeres y de diez en los hombres. La leche, los jugos y las sopas aportan variedad a la hora de garantizar una ingesta de líquidos adecuada.
LOS 10 MANDAMIENTOS PARA UNA VEJEZ MÁS SALUDABLE
√√ Carbohidratos: el 50% de los alimentos consumidos durante un día deberían ser carbohidratos complejos porque proporcionan energía, se absorben lentamente y tienen alto contenido de fibra. ¿Ejemplos? Avena, arroz y panes integrales, quinua y legumbres.
Para la especialista Dirdi Nariño, el objetivo principal de una alimentación balanceada en cualquier etapa de la vida es mantener un óptimo estado de salud. Pero en el caso de la vejez, hay otro propósito: limitar la aparición de enfermedades propias de la edad. Aquí, las claves para lograrlo.
√√ Proteína: el 30% de las calorías diarias deben provenir de las proteínas, tanto de origen animal como vegetal. Esto ayudará a la buena estimulación de la síntesis proteica y al aumento o mantenimiento de la masa muscular.
1. Comer cinco veces al día, tres comidas principales y dos me-
√√ Grasas: idealmente, tendrían que representar el 20% de un plan alimenticio. No obstante, hay que buscar las fuentes de grasas “buenas” como el aguacate, el maní y las nueces, el salmón, las sardinas y algunas semillas. ¿Me va a dar osteoporosis inevitablemente? La densidad mineral de los huesos se ve disminuida con la edad, y muchos desequilibrios alimentarios pueden afectar la salud ósea. Por ello es importante el consumo de tres a cuatro porciones de lácteos (descremados) al día o de productos fortificados. Además, es importante recibir el sol diariamente por lo menos 15 minutos, pues la luz solar es esencial para sintetizar la vitamina D, encargada de permitir la correcta absorción del calcio. Ninguna persona debería tomar suplementos a menos que haya prescripción médica.
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riendas. 2. Evitar el exceso de grasas saturadas (mantequilla, fritos,
carnes grasas, embutidos, pasteles, lácteos enteros) porque, entre otras cosas, impiden la absorción de calcio. 3. Limitar el consumo de alimentos azucarados como golosinas, chocolatinas, azúcar de mesa, miel y panela. 4. Asimismo, moderar el consumo de sal y sodio. Limitar o eliminar el consumo de alcohol ya que disminuye la absorción de vitaminas del complejo B. 5. Controlar el peso, ya que la obesidad predispone a posibles fracturas. 6. Realizar actividad física regularmente. Por lo menos, una caminata de 30 minutos todos los días. 7. Tomar el sol durante al menos 15 o 20 minutos diarios. 8. Mantener la higiene y salud oral, para poder masticar bien y evitar la posterior restricción de alimentos de la dieta. 9. Evite fumar. 10. Utilizar suplementos nutricionales únicamente en caso de haber sido prescritos por un especialista. ¶
Alimentación Crónica
Desperdicio de alimentos:
Con la boca abierta Por: Jorge Patiño* · Fotografía: Cortesía Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia (Abaco) Casi diez millones de toneladas de comida se desperdician en Colombia cada año. Es decir que lo que botamos en Bogotá, Medellín y otras ciudades podría alimentar varias veces a todos los niños de La Guajira —y hasta del resto del país—. Un problema complejo en el que todos podemos ayudar.
* Periodista. Colabora en Donjuán, Esquire y otros medios nacionales. Bienestar Sanitas 17
Alimentación Crónica
A finales de marzo, el Departamento Nacional de Planeación publicó un estudio sobre pérdida y desperdicio de alimentos en Colombia. En un momento en que el país debatía intensamente por la situación de hambre en La Guajira, resultó aterrador saber que cada año los colombianos desperdiciamos el 34% de nuestra comida. En toneladas, la cifra es más drástica: 9,76 millones. Este es un problema en el que no hay inocentes; todos, desde el alto gobierno hasta el último de los consumidores, hemos sido responsables de perpetuar la situación. Por fortuna, la solución también está en manos de todos, y cada quien, desde su posición, puede evitar que la comida se quede por fuera de las mesas. No es lo mismo perder que desperdiciar Bien sea por pérdida o por desperdicio, hay mucha comida que no termina en la boca de la gente. Tal vez los dos conceptos sean parecidos, pero son diferentes. Según la definición de la agencia de las Naciones Unidas para la alimentación, FAO, la pérdida es la disminución de alimentos disponibles para el consumo humano en las fases de producción, postcosecha, almacenamiento y transporte. Es decir, todo lo que sucede antes de que la comida llegue a los mercados. El desperdicio se refiere a lo que ocurre después, es decir, al alimento que no se consume debido al comportamiento de vendedores (mayoristas y minoristas), los servicios de venta de comida —como restaurantes— y los consumidores. Tal vez parezca un tecnicismo irrelevante, pero esa pequeña distinción puede marcar una diferencia enorme en la vida de millones de personas, si se tiene en cuenta que con solo eliminar las pérdidas, Colombia podría cumplir la mitad del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, es decir, erradicar la pobreza extrema y el hambre. También le daría un buen empujón al objetivo número cuatro: reducir la mortalidad en niños menores de cinco años. Una cadena rota En la etapa de producción agropecuaria, parte de la comida se pierde por prácticas inadecuadas y plagas prevenibles. Según Rafael Mejía, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, otra parte de los alimentos se pierde por problemas de infraestructura y transporte, que deberían facilitar la salida de productos desde el campo. Si no hay carreteras o las existentes están en mal estado o quedan interrumpidas durante mucho tiempo (por ejemplo, por un derrumbe), parte de la comida ni siquiera puede salir de su región de origen. Si los camiones no cuentan con refrigeración o con buenas prácticas de carga (por ejemplo, si apilan en exceso las cajas o bultos), parte de su contenido puede llegar en mal estado a su destino. Lo mismo se aplica a los lugares de almacenamiento, como silos y bodegas. Mejía confirmó que de la comida que queda en buen estado, una parte es rechazada por los supermercados, principalmente por los que atienden a estratos altos, porque no cumple con es-
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tándares de tamaño o apariencia, a pesar de que se trate de comida en perfectas condiciones para su consumo. Lo mismo sucede con los alimentos que se exportan. Los consumidores y los distribuidores —principalmente de países desarrollados— tienen unos estándares que no admiten frutas deformes, o muy chicas. Una parte de esos alimentos “feos” tienen salida en el mercado nacional, principalmente en supermercados de estratos medios y bajos. Sin embargo, parte de ellos ni siquiera alcanza a salir de las plazas mayoristas, como Corabastos. El último eslabón del desperdicio está en los consumidores, bien sea en restaurantes o en las mesas familiares. Allí, la responsabilidad se debe principalmente a “tener los ojos más grandes que la barriga”. Comprar comida en exceso que no estará fresca cuando llegue el momento de consumirla y no almacenarla adecuadamente son algunas de las causas por las cuales se desperdicia comida en casa. Ordenar en un restaurante sin conocer el tamaño de las porciones también contribuye a que los alimentos se desperdicien.
Los que van un paso más allá Freegans al rescate En ese punto entran los freegans, una palabra que resulta de combinar free y vegan: gratis y vegano en inglés. Nicolás Duarte formó parte de un grupo de freegans que organizaban viajes a Corabastos para abastecerse de los alimentos que los supermercados no querían. “Nunca hubo rechazo. La gente de la plaza es muy tranquila. Con esa comida organizábamos una cena solidaria con comida freegan”, dice Duarte. Actualmente está alejado del movimiento, y tiene su propio negocio de comida vegetariana a domicilio llamado Velosos. Aunque la fuente de su comida ya no proviene de los descartes de Corabastos, la experiencia le enseñó mucho a apreciar los alimentos. Aquello que no alcanza a vender lo reparte entre los indigentes y otras personas necesitadas. El pan del desayuno Una panadería artesanal del norte de Bogotá entrega a diario una canasta con el pan que no se vendió a dos amigas que se turnan para recogerla. El pan es llevado a una iglesia y a un convento donde sirven desayunos para ancianos, o a fundaciones que lo necesiten. La repartición depende del horario y de la disponibilidad de un carro. Ninguna de las partes quiso ser identificada para este artículo.
A lo grande Si bien los supermercados tienen parte de la culpa del desperdicio debido a sus estándares estéticos, ellos y las empresas procesadoras son activos colaboradores de los bancos de alimentos. El Grupo Éxito, Alpina, Alquería, Kellog’s, Cencosud, Ara, La Gran Vía y alimentos Polar, entre otras empresas, se aseguran de aportar a Abaco, la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia. Los bancos de alimentos reciben productos con fallas en su presentación, con fecha de vencimiento cercana, de baja rotación o en estado de maduración que exige pronto consumo. A pesar de que las grandes empresas son sus principales aportantes, los bancos de alimentos también rescatan comida en los demás puntos de la cadena, desde el agricultor hasta el consumidor. El Grupo Éxito apoya desde hace trece años a Abaco. En 2015 le entregó cerca de 2.300 toneladas de alimentos. También apoya directamente a 19 fundaciones, y cofinancia el programa Reagro de la Fundación Saciar, que recupera excedentes agrícolas en el lugar de la cosecha y en las etapas de transporte y distribución.
Lo que no comemos en Colombia Producto
Toneladas anuales que se pierden y desperdician
Frutas y verduras
6,1 millones
Raíces y tubérculos
2,4 millones
Cereales
772.000
Cárnicos
269.000
Granos
148.000
Pescado
50.000
Lácteos
29.000
Bienestar Sanitas 19
¿Qué hacer como consumidor? Es mucho lo que los consumidores pueden hacer desde casa o en su visita a un restaurante. Al fin y al cabo, en las mesas y cocinas es donde se produce el 15,6% del total del desperdicio. Las grandes soluciones de infraestructura solo se pueden lograr con el músculo financiero y la voluntad política del gobierno. La promoción de mejores prácticas agrícolas también es asunto del gobierno y de los gremios. Los estándares estéticos dependen de los supermercados y los países que importan productos colombianos. Pero todos, desde el presidente para abajo, somos consumidores de alimentos. Así que no hay excusa.
Haga una lista de compra antes de ir al mercado y ajústese a ella tanto como pueda. Así evitará comprar cosas que no necesita.
Guarde la comida en un lugar visible y de fácil acceso. Es muy posible que lo que guarde en un contenedor opaco al fondo de la nevera o la alacena se quede allí.
Sepa qué hacer con lo que ofrece el supermercado. La fruta en promoción suele estar muy madura, lo cual implica que hay que consumirla pronto de manera directa, en jugos o postres. Estos últimos también son buenos para emplear la fruta magullada pero buena que está en casa.
No compre grandes cantidades de alimentos perecederos. Es mejor hacer un par de viajes semanales al mercado para obtener productos frescos, que uno semanal o quincenal. Así no le sobrará la comida.
Aproveche los ingredientes. Las cáscaras, hojas y tallos de muchos alimentos son comestibles. Utilice las sobras. La carne de hoy puede llenar el sándwich de mañana. Congele lo que sobra o lo que no piensa utilizar en el corto plazo. Si está en un restaurante y no conoce las porciones, no dude en preguntarle a un mesero de qué tamaño son.
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Si ve frutas o verduras que no pasarían por un concurso de belleza vegetal pero que están en perfecto estado, inclúyalas sin temor en su compra. Es posible que nadie más lo haga. Si no pudo terminar de comer todo, no le de vergüenza pedir que le empaquen la comida para llevar. Cocine. Así apreciará más los alimentos y ganará experiencia sobre la cantidad de ingredientes y las porciones. Ésta no la enseñan los domicilios ni los restaurantes.
¿En dónde se pierde y se desperdicia la comida?
40,5% producción
agropecuaria
19,8%
poscosecha y almacenamiento
20,6% distribución y
venta
3,5%
procesamiento industrial
15,6% consumo Datos sueltos Con los alimentos que se pierden y desperdician al año sería posible alimentar durante el mismo periodo a toda la población de Bogotá, es decir, a unos ocho millones de personas. Solamente lo que se pierde durante la fase de producción agropecuaria en Colombia supera ocho veces la meta de aumento de producción de la canasta de seguridad alimentaria nacional del Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018. La pérdida y el desperdicio de alimentos de cada colombiano es de 32 kilos anuales.
Colombia no aprovecha bien su campo ni su comida. Según la SAC, Colombia solo emplea 24% de sus 22 millones de hectáreas aptas para el desarrollo agrícola y agroindustrial. Con la comida que el país pierde y desperdicia, más la que deja de producir, Colombia podría ser una potencia agrícola. Para almacenar lo que los colombianos no comemos al año se requerirían 336.551 contenedores de 40 pies. El costo mundial del desecho de alimentos según precios al productor en 2009, fue de 750.000 millones de dólares. Eso alcanzaría para pagar casi toda la deuda externa com-
binada de Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. Anualmente, el mundo utiliza cerca de 1.400 millones de hectáreas para producir alimentos que no se consumen. Esa área es superior a la de India y Canadá juntas. Solamente con el desperdicio anual en puntos de venta de todo el mundo se podría alimentar a 36 millones de personas, un poco más que la población de Perú. De los 1.300 millones de toneladas de alimentos que se desperdician cada año en el mundo, América Latina aporta 127 millones. ¶ Bienestar Sanitas 21
Alimentación Abecé
Niños, a comer bien Por: Redacción Bienestar Sanitas Una alimentación adecuada durante los primeros años de vida es determinante para adquirir y conservar una buena salud. Y para garantizar un desarrollo pleno de todas las capacidades físicas y cognitivas. Si echamos un vistazo a las estadísticas de Colombia nos damos cuenta de una realidad que habla de malnutrición y desnutrición: 75% de los menores de 18 años no consumen hortalizas o verduras diariamente; uno de cada seis niños y adolescentes presenta sobrepeso u obesidad; la prevalencia de esta condición ha aumentado 25,9% en los últimos cinco años; 8% de los niños de 5 a 12 años y 7,6% de las mujeres en edad fértil presentan anemia. Son datos de la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional de 2010, así que podemos suponer que la situación hoy por hoy es más dramática. Las frutas y las verduras son la base de una dieta saludable, y es por ello que la Organización Mundial de la Salud y la FAO recomiendan un consumo diario mínimo de 400 gramos de unas y otras. Una manzana pesa aproximadamente 180 gramos, un banano 150: saque cuentas. ¿Ya comió su dosis de hoy? ¿Y sus hijos? Adriana Cadena, nutricionista con especialidad en pediatría, asegura que tanto niños como adultos deben comer a diario tres porciones de fruta (entera, no en jugo) y dos de verdura. Pero ¿por qué es tan importante incluir vegetales en nuestra dieta? Sencillo: la ingesta de estos alimentos contribuye a prevenir enfermedades cardiovasculares, algunos cánceres, la diabetes y la obesidad. Se calcula que cada año podrían salvarse 1,7 millones de vidas si se aumentara lo suficiente el consumo de frutas y verduras. Y eso no es todo: un niño mal alimentado no puede pensar, porque si tiene deficiencia de hierro en la sangre (anemia) su cerebro no tiene una buena oxigenación e irrigación; es muy probable que le falle la memoria, pierda coeficiente intelectual, tenga sueño permanente y por las bajas defensas se enferme mucho, esté débil y cansado. Hábitos adecuados e inadecuados Es posible detener el avance de las enfermedades crónicas asociadas a una dieta poco saludable. El primer paso es tomar conciencia de lo que damos de comer a nuestros hijos.
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Tenga en cuenta: √√ La cantidad de calorías que requiere un niño varía de acuerdo a la edad y a las actividades que realiza. Hasta los tres años el crecimiento acelerado demanda una cantidad de nutrientes distinta a la que requiere un niño de ocho años, cuando el crecimiento es más lento. √√ La comida procesada, en paquetes, está llena de conservantes, colorantes, aromatizantes, estabilizantes, edulcorantes y una larga lista de químicos imposibles de pronunciar. Incorpore la costumbre de leer las etiquetas, no se conforme con lo que dicen los productos en el frente del empaque. √√ La comida debe ser placentera. Usarla para premiar o castigar puede ser un método eficaz a corto plazo pero contraproducente. No sirve de nada forzarlos a comer brócoli y zanahoria y luego premiarlos con dulces y golosinas, porque estamos enviando dos mensajes distintos. √√ Ser ingeniosos en la preparación es fundamental. Una zanahoria cocinada en exceso, blanda y sin gracia no le provoca ni al más radical de los vegetarianos. La clave está en combinarlos y presentarlos de forma atractiva. √√ Cocinar rico y saludable no es costoso y no requiere horas en la cocina. Si no es hábil en esta materia, consulte la enorme oferta que hay en páginas especializadas de internet. También los libros de cocina son una guía de consulta con miles de recetas fáciles y sanas. √√ Los hábitos alimenticios se aprenden en casa. Si los adultos no comen frutas y verduras no pueden aspirar a que los niños sí lo hagan. El ejemplo empieza por los padres. Y los niños son grandes imitadores. √√ Si no le gusta una verdura pruebe con otra o prepárela de otra manera. Obligarlos solo genera rechazo. √√ Es buena idea mantener a la vista en la casa una bandeja de frutas de donde puedan tomar a su antojo. √√ Interesarse por lo que comen fuera de casa es fundamental. No es buena idea dejar en manos de ellos su alimentación, para que coman solo lo que les provoca. ¶
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Actividad física Abecé
UNA BREVE HISTORIA DEL
E JERCICIO Por: Gloria Susana Esquivel* · Ilustración: Rey Naranjo ¿Qué podrían tener en común Platón y Arnold Schwarzenegger? ¿De qué manera el feminismo ayudó a la expansión de los gimnasios en la década de los 70? A continuación una mirada a la historia del ejercicio físico. Una manera de entender que ese interés del hombre por mantener un cuerpo sano y bello no es exclusivo de nuestro tiempo.
El cuerpo bello “La música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo”. Esta máxima de Platón resume el lugar de altísima importancia que tenía el ejercicio físico para los griegos. Para esta civilización, la concepción del ejercicio físico iba más allá de una herramienta necesaria para la guerra como lo pensaban los espartanos y, siglos antes, los persas, quienes entrenaban físicamente a los niños desde los seis años para convertirlos en soldados infalibles. Tampoco se relacionaba con ideas de la China antigua, donde el ejercicio físico copiaba los movimientos de caza y defensa de las sociedades primitivas. Para los griegos, el ejercicio físico buscaba el desarrollo de un cuerpo hermoso que pudiera alojar una mente hermosa. El gimnasio era un lugar que buscaba instruir física y espiritualmente a los jóvenes, quienes se entrenaban para competir —desnudos— en diferentes pruebas atléticas como lanzamiento de jabalina, lanzamiento de disco, carreras y lucha. Esta última se llevaba a cabo en la palestra: un lugar diseñado específicamente para practicar este deporte y que contaba con la más pulida arquitectura griega. Rodeada por cuartos que funcionaban como camerinos, a medida que la civilización griega se fue desarrollando, la palestra también fue hogar de conferencias filosóficas sin abandonar nunca su función de escenario deportivo.
Tratados sobre el deporte En la Europa feudal el ejercicio fue reservado únicamente para los nobles, quienes se esmeraban en preparar sus cuerpos para la batalla. No fue sino hasta que llegó el Renacimiento que el ejercicio físico volvió a ser de interés para intelectuales, científicos y médicos. La idea heredada de los griegos de que el ejercicio era necesario para lograr la educación integral de los jóvenes dio paso a la creación de las cátedras de educación física. Esto fue impulsado principalmente por el médico e intelectual italiano Mercurialis en su libro De arte gymnastica, donde revisa las ideas griegas y romanas sobre higiene, educación y ejercicio. En 1553 el español Cristóbal Méndez publicó El libro del exercicio corporal y sus provechos: el primer tratado que recopiló diferentes deportes, ejercicios y juegos desde un punto de vista terapéutico. Basta dar un vistazo a uno de sus apartados para ver la manera en la que Méndez alaba las bondades de la actividad física: Solo el ejercicio es el facil: y el mas provechoso y el comprehendente a todos: y suple por todos. Es bueno para los hombres mal regidos: y mejor para los bien ordenados… sino podeys comer exercitaos: y gastarse a lo que los causa. Si comeis mucho y no bueno: hazed ejercicio y ayudareys a digerillo: y gasta y consume o malo que del se engendra.
* Escritora, periodista y editora. Desde hace seis años avanza en un diario que puede seguirse en http://juradopormadonna.tumblr.com/
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Actividad física Abecé
Las primeras máquinas El creciente nacionalismo que surgió en el siglo XVIII en Europa fue definitivo para el desarrollo del ejercicio físico. Para este momento, la gimnasia se había convertido en una herramienta indispensable para formar ciudadanos fuertes que pudieran proteger sus naciones de invasiones extranjeras. Tanto en Alemania como en Francia y Suecia se desarrollaron múltiples institutos que buscaban investigar cuáles ejercicios físicos eran más efectivos para fortalecer los cuerpos de los ciudadanos y para tratar a aquellos que tenían dolencias o malformaciones de nacimiento. En 1796 el médico inglés Francis Lowndes inventó el Gymnasticon, la primera máquina para hacer ejercicio. Imagine estar sentado en una cabina de madera de donde salen dos palancas que permiten el movimiento de dos ruedas gigantescas que se suspenden perpendiculares a la cabina, como si se tratara de las ruedas de un automóvil vistas verticalmente y que necesitan la fuerza de los brazos para poder girar. Este tatarabuelo de la bicicleta estática fue mejorado por el sueco Gustav Zander, quien diseñó diferentes máquinas de ejercicio y las llevó a la Exposición Internacional de Filadelfia en 1876. Allí mostró una especie de caballo mecánico, que prometía al usuario ejercitarse sin hacer mucho esfuerzo. Como si se tratara de una atracción infantil, solo bastaba sentarse en una silla de montar y mecerse al vaivén del aparato. Zander, quien también habló sobre los males de la vida sedentaria, logró vender varias de sus curiosas máquinas a spas frecuentados por la élite norteamericana. Entre el inventario de rarezas se encontraba una máquina de abdominales que literalmente golpeaba con guantes de boxeo la zona media del usuario y una serie de poleas que se amarraban del cuello y el abdomen del usuario para moverse y masajear la zona, como si fueran una versión antigua de los cinturones vibradores que venden en Televentas y que prome-
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ten reducir medidas. Tener acceso a las máquinas de Zander era sinónimo de lujo y estatus, aunque sus resultados fueran más dolorosos que efectivos. Yuppies y feministas Con la llegada de las dos Guerras Mundiales los aparatos de Zander perdieron relevancia, y la idea de ejercitar el cuerpo se relegó exclusivamente a fisicoculturistas como Charles Altas o el Mr. Universo de 1969, Arnold Schwarzenegger. No fue sino hasta finales de los setenta que el ejercicio físico volvió a cobrar fuerza gracias a la moda de los aeróbicos, impuesta por Jane Fonda y sus videos de ejercicios que las personas podían hacer en la comodidad de sus casas. La generación de yuppies y babyboomers encontraron en los gimnasios un oasis de vanidad que prometía un estilo de vida acompañado de eterna juventud, belleza y socialización, como alguna vez lo hubieran concebido los griegos. Para la psicóloga Annie Gottlieb, la revolución feminista también tuvo mucho que ver con este auge. Los gimnasios ofrecían la posibilidad de empoderamiento femenino: esculpir un cuerpo igualmente fuerte al del hombre. Sin embargo, para la década de los 90 el cuerpo que las mujeres buscaban esculpir en el gimnasio se encontraba en la orilla opuesta, más parecido a un estándar de belleza sexualizado y siliconizado impuesto por Pamela Anderson y sus compañeras de Guardianes de la bahía. Si en 1978 había 3.000 gimnasios en todo Estados Unidos, para 2002 la cifra era de 20.000. Un crecimiento exponencial que se replicó por todo el mundo y que reafirmó a la industria del fitness como una de las tajadas más jugosas para los inversionistas. Hoy por hoy la oferta es infinita: clases de zumba, yoga aéreo, máquinas con electrodos que se conectan directamente a los músculos o decenas de variedades de Pilates hacen parte del menú de quienes quieren ejercitarse.¶
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Actividad física Testimonio
Los días que uno tras otro
son el tenis Por: Luis Fernando Afanador* El autor juega tenis todos los días desde hace más de 20 años. Hoy comparte con los lectores de Bienestar Sanitas esta pasión incombustible.
El tenis, durante mucho tiempo, fue para mí un amor platónico. Y el primer flechazo no surgió al verlo sino al oírlo: a través de la radio. Colombia acababa de ganarle a Estados Unidos en la Copa Davis. Algo que, según los locutores, constituía una gesta heroica del deporte nacional. Iván Molina y Jairo Velásquez habían derrotado, nada menos, a Estados Unidos, una potencia tenística. David contra Goliat: una fábula bastante seductora, aún más para un muchacho de 16 años. El amor platónico creció cuando, poco después, pude ver en la televisión nacional la transmisión de un partido de exhibición entre Iván Molina y un tenista sudafricano que lo movía de lado a lado y luego lo humillaba con sus golpes cortos. Recuerdo que el público colombiano aplaudía al sudafricano y el comentarista nos explicaba a los legos, como yo, que en el tenis era así: también se aplaudían las buenas jugadas del rival, “porque es
un deporte de caballeros”. Decidí que me gustaría practicar ese deporte. Casi de inmediato entendí el abismo entre la realidad y el deseo: no éramos socios del único club de Ibagué donde había cancha de tenis, y una caída de un árbol a los seis años —mal tratada por un médico— me había dejado el brazo derecho anquilosado. Creía que eso me hacía imposible el movimiento para el servicio. Así me pareció, sin ninguna razón lógica: en aquella época jugaba basketball en el equipo del colegio, objetivamente algo más difícil para la limitación que tenía. En fin, me olvidé del tenis y me quedé, muy complacido, con el basket y los partidos de banquitas del barrio. Me vine a Bogotá a estudiar y seguí con el basket y el futbolito. Cerca de la residencia estudiantil había una universidad donde se podía jugar baloncesto entre semana y un parque donde los sábados y los domingos se formaban unos campeonatos
*Escritor. Crítico de libros de la revista Semana.
de banquitas memorables. Pero el tiempo pasó y el combo se abrió: hubo que buscar otros deportes menos colectivos. Yo encontré, gracias a mi suegro, la bendita natación, que iba a ser el deporte que practicaría el resto de mi vida cuando un día, por casualidad, en el club en el que era socio, me dio por acercarme a la cancha de tenis y preguntar si podía tomar clases. De eso hace exactamente 23 años, y hoy me queda difícil imaginar la vida sin el tenis. Desde entonces he jugado tenis casi todos los días. Digo casi todos porque los lunes no hay servicio en el club y existen los jueves y los viernes santos, el 25 de diciembre y el primero de enero. Cuando viajo, de trabajo o de vacaciones, llevo la raqueta: ahora en casi todas partes se puede jugar. ¿Cuál es la atracción? ¿De dónde sale esa adrenalina que con trasnocho o sin trasnocho, con guayabo o sin guayabo, lo despierta a uno antes de las seis de la mañana con ganas de jugar? ¿Qué tiene el tenis que no tenga la natación, el deporte más completo? Me lo he preguntado muchas veces y creo haber encontrado la respuesta. Es tan bonita la cancha de tenis en las mañanas, el color del polvo de ladrillo. Hay tanta sensualidad y tanto desahogo al golpear la bola con la raqueta. Y un olvido tan profundo de lo que somos al pensar única y exclusivamente en una bola durante hora y media. Poner la mente en blanco y olvidarse de lo que pasó y de lo que viene, del recuerdo y del anhelo. Estar solo en el presente, en el ser, como nos lo han pedido la poesía y el budismo zen. La mente en blanco y el cuerpo en movimiento. Después de jugar tenis, después de aislarse del tiempo, las ideas fluyen y la inspiración llega. Pero no todo es mística. El tenis es terrenal y competitivo y por lo tanto abono para las mejores y las peores pasiones humanas: la nobleza, la compasión, la solidaridad, el egoísmo, la vanidad, la mentira, el odio y la sevicia. El tenis tiene diez golpes —diez mandamientos— que los jugadores aficionados y tardíos nunca llegaremos a dominar. Sin embargo, el aliciente de acercarse cada día a esos arquetipos sorteando el ridículo llega a ser un objetivo plausible. Con nuestro golpe menos malo y mucha inteligencia se puede sobrevivir decorosamente en la tercera categoría. Ganar y perder. Dicen por ahí que “el fútbol te da revancha”. En el tenis, por sus reglas, ganar y perder es más frecuente y por lo tanto, la alegría y la tristeza se alternan de manera constante. No escasean el triunfo ni la oportunidad de revancha. Remontar un set que se perdía 1-5 es casi épico. Perder otro por una bola que vaciló en la malla y resolvió caer de nuestro lado. Pero mañana será otro día. Todo eso forja un carácter. Y ayuda a entender la vida y su cambiante rueda de la fortuna. El tenis es un mundo cruel en el que el grande no solo se come al chico sino que lo desprecia: todos quieren jugar con alguien mejor y sacarle el cuerpo a alguien peor. Aunque en la práctica, a veces eso no es tan cierto. Podemos perder con cualquiera o ganarle a cualquiera. Porque el rival más peligroso es uno mismo. Solo queda esperar que, como decía Adolfo Bioy Casares, excelente escritor y devoto del tenis, en el cielo —si existe— tengamos la oportunidad de jugar un último partidito. ¶ Bienestar Sanitas 29
Actividad física Actualidad
Los ojos también necesitan entrenamiento Por: Laila Abu Shihab* · Fotografía: Cortesía Eyebix Deportistas, pilotos y personal de seguridad usan el entrenamiento visual para mejorar la percepción de profundidades espaciales, formas y tamaños, la memoria visual, entre otras, y así desarrollar todo el potencial del sistema visual. En julio del 2014, pocos días después de que Alemania alzó la Copa Mundial de Fútbol que muchos pronosticaban sería para Brasil, se supo que los jugadores de la arrolladora selección campeona tenían una serie de ejercicios visuales incluidos en su programa de entrenamiento. ¿Acaso eran miopes? ¿Estrábicos o bizcos? ¿Sufrían de astigmatismo? No, tal vez alguno tenga un problema que se resuelva con lentes de contacto, pero no más que eso. Simplemente, las directivas del equipo quisieron que siguieran un entrenamiento visual para que fueran más competitivos.
“Las habilidades basadas en la percepción visual son imprescindibles en la elaboración de las respuestas motrices, para optimizar el rendimiento de atletas y deportistas. Algunos deportistas dicen que al mejorar la concentración visual, el balón se percibe al doble de su tamaño, se mueve a la mitad de su velocidad y el campo visual parece ser más grande de lo usual, lo que mejora su confianza en el campo de juego”. Esa es la explicación de los expertos de Eyebix, un centro de entrenamiento de habilidades visuales que hace poco abrió sus puertas en Bogotá.
* Periodista colombiana, colabora en diferentes medios.
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Señales de alerta
Marcela Camacho, directora científica de Eyebix y optómetra con más de 15 años de experiencia en el tema, dice que el entrenamiento visual se compone de una “serie de ejercicios y técnicas distintos a los de la terapia visual (requerida por aquellos con problemas que deban ser corregidos), dirigidos a personas con ojos sanos que buscan ser más hábiles en sus labores diarias y desarrollar actividades más cómoda y eficientemente, con el menor esfuerzo posible”. Se trata, por ejemplo, de leer mucho sin que eso genere cansancio visual, de conducir con el máximo de atención y concentración y evitar accidentes, de que un policía reaccione más rápido cuando está de servicio o una tenista aficionada mejore sus golpes.
Hay varios síntomas que indican que algo no funciona bien en nuestro sistema visual. Algunos de ellos son: visión borrosa, calcular mal las distancias y los relieves, malestar y cansancio visual después de pasar un tiempo frente al computador o viendo televisión, escribir muy cerca del papel, parpadear mucho, hipersensibilidad a la luz, añadir, saltarse e invertir palabras al leer, dolor de cabeza y dificultad para concentrarse o para caminar (movimientos torpes).
En promedio, después de diez sesiones se empiezan a ver los resultados: la velocidad de reacción y la coordinación ojo-mano mejora un 20%, por ejemplo. Los ejercicios se enfocan en mejorar la percepción de profundidades espaciales, la memoria visual y la velocidad de respuesta y de movimientos oculares, la agudeza visual y la percepción de formas y tamaños, entre otros aspectos. Por ahora, en Colombia el entrenamiento visual está dirigido a cuatro públicos específicos: deportistas aficionados y de alto rendimiento, conductores de automóviles y pilotos, personal de seguridad y miembros de fuerzas militares y niños con problemas de aprendizaje. Sí, los pilotos necesitan entrenamiento ocular. “Contar con una visión 20/20 no significa tener una visión periférica perfecta ni una velocidad de reacción adecuada. Por ejemplo, el entrenamiento les permite cambiar de foco —de cerca a lejos y viceversa— mucho más rápido y sin ver borroso. En Colombia hasta ahora estamos descubriendo el enorme potencial de esta técnica, pero en países como Estados Unidos, Inglaterra, Australia y Corea del Sur ya es algo masivo”, dice la optómetra. En promedio, después de diez sesiones se empiezan a ver los resultados: la velocidad de reacción y la coordinación ojo-mano mejora un 20%, por ejemplo. Esta y otras mejoras son cuantificables a través de un moderno software que incluso permite hacer algunos ejercicios en casa, con una intensidad mínima de dos veces por semana. ¶ Bienestar Sanitas 33
Medio ambiente Actualidad
Sanar corazones con tapas plásticas Por: Mónica Diago* · Fotografía: Juan Sebastián Sánchez ¿Sabe para qué se utilizan las tapas de plástico que se recogen en diferentes lugares del país? ¿En qué se convierten? ¿Por qué es fácil y gratificante recogerlas? Aquí le explicamos.
Ayudar, en ocasiones, puede parecer una tarea difícil. Entregar tiempo de nuestra ajetreada rutina, preocuparnos por los problemas de otro, buscar soluciones para los demás, movilizar, transportar, aportar, en fin, solidarizarse con los que están en condiciones desfavorables puede ser difícil. No sabemos cómo hacerlo, en qué momentos, qué se necesita, adónde ir. Por eso existen iniciativas como Tapas para Sanar de la fundación Sanar, que trabaja con niños con cáncer. Programas de este tipo resuelven el problema para aquellos que quieren ayudar pero no saben cómo o piensan que es difícil. Gracias a Sanar podemos ayudar con una opción sencilla y fácil de implementar en nuestra cotidianidad. Seguro hemos visto en diferentes lugares las tapas de colores reunidas en un solo recipiente, porque la efectividad de esta campaña ha logrado que muchos la reconozcan sin haber estado conectados directamente con ella.
La Fundación Sanar lleva ocho años recolectando todo tipo de tapas plásticas para financiar los procesos de apoyo psicológico, social y médico de los niños con cáncer. La idea surgió gracias a la entrega desinteresada que hizo una mujer de Ciudad Bolívar a la fundación. Las recolectaba para costear el tratamiento de una amiga. A partir de ese momento la fundación encontró alianzas con diferentes entidades, entre las que se cuenta el servicio de envíos 4-72 (que recoge las tapas), la Policía Nacional y más de 8.000 donantes, entre empresas y personas naturales, que aportan 40 toneladas de tapas al mes, contando todo el país. Sanar recoge las tapas (cualquiera sirve, hay 11 tipos de tapas que funcionan) y las vende a diferentes clientes que se encargan de convertir estos elementos en materia prima para producir utensilios: baldes, tinas de baño, recogedores, ganchos de ropa, coladores, comederos para animales, materas, entre otros.
* Periodista colombiana, frecuente colaboradora de Bienestar Sanitas. 34 Bienestar Sanitas
El proceso por el que pasan las tapas (que pueden ser de cualquier tamaño o color pero elaboradas en plástico) empieza agrupándolas por color de manera manual. Después pasan a un molino, luego se lavan con jabón, detergente y soda cáustica, siguen al tanque de descontaminación en el que el polipropileno flota (que es la materia que se recicla) y las impurezas y el resto de materiales que pueden estar presentes se asientan en el fondo. La materia que sirve pasa a una máquina centrífuga que le saca el agua y finalmente a la secadora. La materia prima, separada por color, pasa a una máquina de inyección que tiene diferentes moldes para cada producto, y ahí finaliza este proceso. Las tapas se convierten en utensilios para el hogar que se distribuyen en cacharrerías de barrio, supermercados pequeños y expendedores minoristas. Para elaborar un balde de 180 gramos se utilizan aproximadamente 642 tapas. El lunar de esta valiosa iniciativa radica en la desconfianza que tienen los consumidores (especialmente los de estratos más altos) con los productos que vienen de materia reciclada. A pesar de que el proceso se hace con los estándares de limpieza necesarios para garantizar un producto apto para el uso que tiene cada utensilio, las marcas reconocidas y los supermercados de cadena más importantes no dan aún cabida a estos productos. 35 Bienestar Sanitas
Sanar recoge las tapas y las vende a diferentes clientes que se encargan de convertirlas en materia prima de baldes, tinas de baño, recogedores, ganchos de ropa, coladores y materas, entre otros. Países como Argentina validan completamente estos productos y ofrecen, por ejemplo, kits de aseo con material reciclado que llevan el sello del hospital Garrahan, donde también se recogen tapas. La gente compra los productos para apoyar la iniciativa y tener en casa un utensilio que no requiere materia prima nueva para su desarrollo, lo que ademas lo hace amigable con el medio ambiente. Recoger tapas es tan sencillo y efectivo que la Fundación Sanar ya ha batido dos récords Guinness. El primero fue en 2013, año en el que recogieron 156 toneladas en 8 horas, y el segundo en 2014, cuando se unieron con el hospital Garrahan y alcanzaron 477 toneladas en el continente, lo que demuestra que recoger tapas es una causa solidaria con mucha acogida. Usted puede contribuir con esta causa dejando tapas de todo tipo (solo debe cerciorarse de que sean de plástico) en cualquier punto 4-72 del país o escribir a 4-72@sanarcancer.org si tiene una cantidad que no puede trasladar. ¶ Bienestar Sanitas 35
Medio ambiente Abecé
Aseo amigable con el planeta Por: Laila Abu Shihab* ¿Qué es un producto de aseo ecológico? ¿Es lo mismo “ecológico” que “biodegradable”? ¿Por qué nunca los vemos en los supermercados, o los vemos tan poco? Movida por estas y otras inquietudes, la autora se lanzó a conocer más acerca de los líquidos y polvos con que limpiamos nuestras casas y nuestra ropa. Muchos vivimos preocupados por comer sano, reciclar, no abusar de las bolsas plásticas y los pitillos, dejar el carro y empezar a caminar o a andar en bicicleta... en fin: intentamos vivir un poco más conscientes del cuidado del planeta y respetar nuestro cuerpo. Pero poco nos preocupamos por la forma en que los productos que utilizamos en nuestro hogar impactan en nuestra salud y el medio ambiente. Sin tener idea de qué se necesita para que un producto de aseo sea ecológico ni de las empresas que los fabrican, o cómo reconocerlos, me fui primero al supermercado, a buscarlos. Entré a grandes almacenes y a tiendas más pequeñas, de barrio. Iba detrás de productos para la limpieza del hogar y la higiene personal que tuvieran un sello verde o algún rasgo que los diferenciara como eco-amigables. Detergentes en polvo y líquidos, limpiavidrios, lavavajillas, limpiadores multiusos, suavizantes de ropa, blanqueadores, jabones para alfombras, limpiahornos, champús, desodorantes, jabones, cremas de dientes. El primer descubrimiento fue que en ese universo con varias decenas de marcas, solo dos o tres ofrecen productos ecológicos o, al menos, biodegradables. Porque no es lo mismo, pero ese aprendizaje llegó luego. Hallé suavizantes, lavaplatos, limpiadores multiusos, detergentes y desmanchadores de una marca tradicional (Top) que en sus fórmulas prometen no tener componentes tóxicos o corrosivos (ácido muriático, por ejemplo); vi unos guantes sometidos a “estrictos procesos para eliminar las sustancias que pueden producir alergias” (la empresa que los hace se llama Eterna); supe de otra compañía (Ecohome) que además de productos ecológicos para el hogar, comercializa repelentes y jabones para manos fabricados con aceites esenciales, extractos naturales, humectantes y agua, y encontré trape-
*Periodista, colabora con diferentes medios impresos y digitales. 36 Bienestar Sanitas
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Medio ambiente Abecé
ros que se venden como verdes por no tener hilazas de algodón sino microfibras. No están tan visibles en las estanterías y casi siempre sus precios son más altos que los de productos de aseo tradicionales. El trapero verde, por ejemplo, cuesta $42.000 mientras los demás tienen precios entre los $10.000 y los $24.000. Segunda conclusión: algunos productos de aseo ecológicos —no todos— son más caros que los convencionales, pero la diferencia se recupera pronto y con creces con lo que se gana cuidando el medio ambiente y la salud de las personas que los utilizan o pueden entrar en contacto con ellos, como los niños. En Colombia ya hay varias empresas dedicadas a producirlos. Además de Ecohome, presente en grandes superficies y un par de cooperativas, están Ecomar, Earth Friendly Productos, Cory y Biogar, por solo tomar unos ejemplos. Consultándolas fue como llegué a nuevas conclusiones. Los productos de aseo tradicionales contienen elementos químicos nocivos como la naftalina (o alquitrán blanco, una sustancia sólida que se volatiza con facilidad y, tras exposiciones prolongadas, puede obstruir las vías respiratorias y causar vómito, mareo y diarrea), los formaldehídos (entre los preservantes más utilizados en el mundo y de los más peligrosos, por el gas tóxico que emanan al evaporarse), la lejía (por la cantidad de cloro que tiene se recomienda usarla sola y no mezclada con otras sustancias, además de que se haga en pequeñas cantidades), el etanol y el amoniaco en altas concentraciones, los fosfatos (que estimulan el crecimiento exagerado de algas, por lo que dejan sin oxígeno a los peces y amenazan las fuentes de recursos hídricos), los colorantes sintéticos (aumentan nuestra huella de carbono y son innecesarios; ¿por qué no aceptar que no todo debe ser azul o rosado y entender que el color natural, por pálido que sea, no tiene nada de malo?), derivados del petróleo (combustibles fósiles no renovables), abrillantadores ópticos (compuestos que absorben la luz y la reflejan temporalmente dando la ilusión de blancura, además de que atraen metales muy pesados de biodegradar), los aceites de palma (favoritos de la mayoría de jabones y cosméticos, salen de la destrucción de bosques primarios y selvas tropicales para abrirles paso a los megacultivos), el silicato de sodio (de muy bajo costo, rentable para fabricar detergentes en polvo), las fragancias con parabenos, el triclosán (antibacteriano y fungicida, muy utilizado en jabones, altamente tóxico para ambientes acuáticos) y agentes corrosivos como la soda cáustica. Estos agentes y otros más usados comúnmente por la industria de los productos para el aseo son nocivos para el planeta porque terminan en ríos y mares y alteran los ecosistemas debido a que no se degradan en decenas, cientos o miles de años. También son nocivos para quienes los manipulan porque dejan residuos en la ropa que, al ser inhalados o absorbidos por la piel, pueden producir alergias, infecciones, irritaciones en las mucosas o los ojos y dermatitis, entre otras enfermedades y molestias. Para considerarse ecológicos, los productos de aseo deben estar libres de esos componentes y reemplazarlos por unos que
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se biodegraden rápida y fácilmente, derivados de plantas, vegetales o minerales livianos, como limón, glicerina, vinagre, bicarbonato de sodio y cloruro de sodio, entre otros. Por eso es tan importante leer siempre las etiquetas de lo que compramos. Hay que creerse el cuento de que como consumidores, podemos tener el control y tomar decisiones sensatas. Pero no basta con usar elementos biodegradables y no tóxicos. En Colombia, el Invima estampa el sello de biodegradable en un producto cuando el 60% de sus componentes se biodegradan en un plazo máximo de 28 días. Un estándar muy poco exigente para los activistas verdes. Por eso, también podemos poner de nuestra parte si escogemos el limpiahornos o el detergente que se biodegradan en un 90% o 99% en ese mismo lapso de tiempo. Y si se trata de subir el escalón y pasar de biodegradable a 100% ecológico, un producto de aseo para el hogar o de higiene personal debe ser verde en toda la cadena: la elección de las materias primas y su utilización en porcentajes de concentración que no tengan toxicidad, la producción, el empacado en recipientes de plástico reciclado, la forma en que llega a los clientes para emitir la menor cantidad de dióxido de carbono y, finalmente, lo que sucede con el envase cuando se desecha.
Para considerarse ecológicos, los productos de aseo deben estar compuestos de elementos biodegradables rápida y fácilmente, derivados de plantas, vegetales o minerales livianos, como limón, glicerina, vinagre, bicarbonato de sodio y cloruro de sodio, entre otros. ¿Se pueden hacer en casa? Por supuesto. Pero como dice María del Mar Pizarro, gerente de Biogar, “muchos creen que lo natural significa artesanal, y no se dan cuenta de que se requiere de una planta de producción altamente tecnificada para elaborar productos de verdad ecológicos, en los que se ahorra el máximo de agua y energía y se reduce la huella de carbono. Debemos dejar de demonizar las tecnologías, y convertirlas en aliadas del cuidado del medio ambiente”. Además, entre más productos ecológicos demandemos, mayor y mejor oferta tendremos. Más empresas se preocuparán por comenzar a hacerlos. Una duda que persiste en muchos hogares es si los productos de aseo ecológicos limpian y rinden igual que los convencionales. La respuesta es que son igual o más eficientes, pues utilizan el doble de agentes de limpieza, pero sin ser tóxicos ni corrosivos. El que sí podría ser un problema, aunque depende de las gafas con que se mire, es que en Colombia todavía no es posible conseguir productos de aseo realmente ecológicos en grandes superficies. Sólo están en tiendas especializadas y se pueden comprar a través de las páginas web de las empresas que los fabrican. ¶
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Hogar AbecĂŠ
Mascotas felices: reflejo de un amo responsable Por: Laura Natalia Cruz*
* Periodista, colabora en diversos medios.
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Adoptar una mascota va más allá de escoger si se quiere un animal negro o con manchas. Hay que pensar en la responsabilidad que implica estar a cargo de un ser que siente y merece atención.
Las mascotas no son juguetes. El propietario debe saber que tiene la responsabilidad de velar por su mascota y brindarle todos los cuidados que necesite. Los animales domésticos requieren atención, lo cual implica tener tiempo para jugar con ellos y pasearlos, llevarlos regularmente a controles médicos, darles la comida adecuada y educarlos. Esto también supone una inversión económica que debe tenerse en cuenta, en la que no se suele pensar porque algunos dueños ven a su mascota como un ser independiente que se puede cuidar solo. Antes de comprar o adoptar un animalito para la casa, es importante analizar si se cuenta con el tiempo, espacio, dinero y voluntad para darle un estilo de vida digno. Perros vs. gatos Según Vladimir Galindo, veterinario de la Clínica de Pequeños Animales de la Universidad Nacional, un gato no necesita tanta atención y espacio como un perro; así que los felinos son una buena opción para aquellos que están todo el día fuera de casa y viven en espacios pequeños. Sin embargo, no quiere decir que estos animales no necesiten cuidado: hay que jugar con ellos, comprarles juguetes para que puedan rascar y afilar las uñas. Nadie quiere que su mascota supla esa necesidad de rascar dañando los muebles o las puertas de la casa. Por otro lado, los gatos deben tener un lugar específico para ir al baño. De acuerdo con Galindo, un felino necesita dos areneras para hacer sus necesidades: si una está sucia puede usar la otra. Entre más gatos haya en casa, más areneras debe haber porque son muy sensibles a los olores y si su baño está sucio se irán a otro lugar. Por eso, la caja de arena tiene que limpiarse al menos dos veces al día. “Se tiene la creencia de que los gatos son traicioneros porque son solitarios, pero ellos en realidad se encariñan mucho con sus dueños”, dice Galindo. Y añade: “los gatos, especialmente si son de pelo largo, son más tranquilos y pueden ser una excelente mascota para un adulto mayor”. Los perros, por otra parte, necesitan atención: deben aprender a hacer sus necesidades, tener horarios para comer y dormir, pasear, correr, etcétera. Esto implica que el propietario tiene que sacarlo a la calle por lo menos dos veces al día y darle dos raciones de comida diaria, además de jugar con él y darle cariño. Hay otra consideración importante con respecto a los caninos y es la raza: el dálmata, border collie, beagle o schnauzer son perros muy activos e inquietos, así que un apartamento no es el mejor lugar para ellos. “La gente escoge un perro porque le parece tierno o porque es chiquito, pero algunos tienen un temperamento muy fuerte y no les gustan los niños”, dice Galindo. Algunos de los perros más tranquilos son el golden retriever, la-
brador, chitzu, maltés, pincher y chihuahua, pero mejor es consultar con un especialista y escoger el perro que mejor se adapte al estilo de vida del propietario. Otro tema importante que hay que tener en cuenta a la hora de adoptar es si la mascota es de pelo largo o corto; un perro de pelo largo necesita cepillado periódico, sea perro o gato, y es muy probable que ambos suelten pelo que puede pegarse a los sofás, a las camas y a la ropa. Por eso, también hay que pensar que la tenencia de este tipo de animales implica ser más riguroso con la limpieza. Mascota sana, propietario sano Un animal que está al día con su esquema de vacunación y se desparasita mínimo dos veces al año tendrá una expectativa de vida más alta, y la probabilidad de que tenga una enfermedad grave será menor. “Las mascotas se vacunan y desparasitan por dos razones: para proteger al animal y para proteger a las personas que viven con él”, dice Carlos Arturo Álvarez, infectólogo de Colsanitas. La buena salud de una mascota incide en la salud del propietario. El ejemplo más conocido es el de la rabia, una enfermedad que pueden tener tanto animales como personas y que es potencialmente mortal. En Colombia es obligatorio aplicar la vacuna contra este virus una vez al año a perros y gatos para evitar contagios. Existen otras zoonosis (enfermedades que se contagian de animal a hombre) como la leptospirosis, que es más común entre granjeros y veterinarios que tienen contacto frecuente con animales. En el caso de las enfermedades producidas por parásitos, tal vez la que más miedo produce en las personas es la toxoplasmosis, que afecta a los gatos y que puede poner en riesgo especialmente a las mujeres embarazadas. Sin embargo, médicos y veterinarios coinciden en que culpar solo a los felinos es exagerado. “Un gato solo puede tener el toxoplasma si come animales muertos, pero si come únicamente alimento concentrado el riesgo es mínimo”, dice Vladimir Galindo, veterinario de la Universidad Nacional. Para el infectólogo Carlos Arturo Álvarez, hay otras formas más comunes de contraer este virus. “El toxoplasma también se encuentra en las carnes crudas, y por eso es mejor consumirlas bien cocinadas y limpiar los implementos de cocina que tuvieron contacto con sangre animal”. Ambos especialistas recomiendan a las embarazadas evitar el contacto con heces de gato. Solo hace falta consultar a un experto, escoger la mejor opción y seguir las indicaciones del veterinario para tener un animal sano y feliz. Su mascota le devolverá ese favor en forma de afecto, compañía y fidelidad durante muchos años. ¶
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Hogar Opinión
El trabajo de ser una mamá
que trabaja Por: Carolina Vegas* · Ilustración: Luisa Martínez Una mamá que trabaja completa hasta tres jornadas laborales en un mismo día. Además, las presiones para que todo en su vida funcione perfecto vienen de muchas partes. ¿A qué horas tienen vacaciones las mamás? ¿Quién les paga las horas extras?
Lloré dos semanas seguidas cuando decidí que volvería a trabajar en una oficina, con un horario. “Voy a abandonar a mi bebé”, repetí de día y de noche cada vez que alguien me preguntaba, o que yo decidía contar mis planes. Lloré con angustia frente a amigos, conocidos y extraños. Recibí más de una mirada de
“¡Estoy agotada! Además mi hijo decidió que ya no quiere dormir en su cuna, entonces paso las noches tronchada, con él pegado a la teta y en las posiciones más inverosímiles.” lástima. Pero no me malinterpreten: yo quería regresar al mundo laboral, nadie me estaba obligando, era una decisión que tomé a conciencia y con ilusión. He sido una grandísima afortunada, una privilegiada, lo tengo claro. Mi hijo
Luca y yo compartimos todos los días de su vida durante ocho meses y medio. En ese tiempo estuve volcada por completo a su cuidado, con pequeñísimas excepciones: una consultoría de mes y medio que hice desde mi casa en 2015, y las dos horas diarias que le dediqué a la escritura de un nuevo libro durante mes y medio. En Colombia la licencia de maternidad sólo dura 14 semanas, es decir que casi todas las madres trabajadoras (que son la mayoría de las mamás) deben dejar a sus retoñitos de apenas tres meses al cuidado de alguien más. Es muy pronto, los bebés están muy pequeños y en muchos casos la lactancia, difícil ya de por sí, se vuelve imposible por la falta de apoyo, tiempo y espacio en las oficinas y otros puestos de trabajo. Reitero: soy una privilegiada. Además de poder cuidar yo misma del hijo que con tanta ilusión buscamos, planeamos y engendramos mi esposo y yo, logré conseguir un trabajo cerca de la casa,
*Periodista y escritora. 42 Bienestar Sanitas
que me da flexibilidad y me permite entrar y salir de la oficina según mi necesidad. Además encontré a una mujer maravillosa que cuida de Luca mientras no estoy, que juega con él, le canta, le lee, lo lleva al parque, le da la comida. Él la recibe todos los días con los brazos abiertos y una sonrisa, y oír sus carcajadas mientras termino de arreglarme para salir me reitera que está en unas manos maravillosas. Aún así no he podido evitar sentir, por momentos, que fracaso en varios frentes. Y ustedes se preguntarán: ¿por qué, si todo parece estar funcionando a las mil maravillas? Y sí, no quiero parecer desagradecida. Pero la realidad es que ser mamá y trabajar es durísimo. Terminamos teniendo dos y tres jornadas en un mismo día: la nocturna cuando el niño no pasa derecho y uno debe dar de comer, consentir y lograr que se duerma de nuevo (ni hablar de cuando se enferman), cosa que implica meses (¿años?) de no poder dormir de corrido. La matutina que incluye el baño y arreglo del pequeño, más el desayuno. La diurna que es en el lugar de trabajo y que hoy por cuenta de la tecnología nunca empieza ni termina a una hora específica. Y luego la vespertina, que une los juegos y atenciones de la tarde más la preparación para ir a dormir y el proceso para que el pequeño concilie el sueño. Cuando uno comenta esto la gente juzga como si uno se quejara por nada. Se espera que hagamos de todo, 24 horas y siete días a la semana, y se supone que debe ser lo normal. ¿En qué momento ser solamente mamá se convirtió en tan poco? ¿Por qué se supone que debemos asumir tantas responsabilidades y además ser excelentes en todas ellas? ¡Yo estoy agotada! Además mi hijo decidió que ya no quiere dormir en su cuna, entonces paso las noches tronchada, con él pegado a la teta y en las posiciones más inverosímiles. Para completar, aprendió a aplaudir, a indicar con la cabeza “sí” y “no”, a decir adiós con la mano, y a señalar cuando quiere algo, y nada de eso se lo enseñé yo. Por si fuera poco, no he logrado avanzar en la escritura del libro y ya quedé mal con esta revista porque no pude entregar un artículo a tiempo (¡lo siento! Este sí, prometido). Eso sin contar que un amigo me pidió presentar su libro, y pasaron dos meses y no pude ni siquiera terminar de leerlo. Sobra decir que me llegó la invitación a su conversatorio, con el nombre de un presentador que me es ajeno en la tarjeta. Encima, vivo agobiada con el pensamiento constante de que mis jefes se van a dar cuenta de que no soy la persona idónea para el cargo que desempeño y que todo lo estoy haciendo espantosamente mal. ¿En qué momento empieza y termina mi turno? ¿Las vacaciones del trabajo de ser mamá son pagas? ¿A qué horas se supone que debo además depilarme y cortarme las uñas de los pies? ¿Dormir? ¿Comer? Y sobre todo: ¿cuándo volveré a tener tiempo para leer un libro? ¶
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Sábado de arte
Por: Andrés Arias* · Fotografía: Cortesía Museo Nacional de Colombia Aquí va un recorrido para disfrutar de los museos y las galerías bogotanas en una mañana de sábado.
No hay que madrugar. Los sábados abren el Museo Nacional (Carrera 7 No. 28-66) a las diez de la mañana (y la entrada es gratuita), así que hay buen tiempo para desayunar en familia y cargar energías antes de entrar en lo que fuera una cárcel de piedra desde 1874 hasta 1946. Sugiero comenzar por aquí el recorrido. El Museo bien se puede recorrer en una jornada; pero si se quiere visitar otros lugares, y la idea es no atafagar a los niños con demasiada información histórica y visual, basta con ver las exposiciones que más nos llamen la atención. A veces olvidamos que no es necesario pasar por todas las salas de un museo y observarlo todo: que es mejor disfrutar de la emoción que se siente ante, qué sé yo, un inmenso paisaje nublado de Ariza o un Botero anterior al 63 (de los dos hay en el Museo Nacional: ahí les dejo la recomendación), y ya, en lugar de soportar el cansancio de cientos o miles de cuadros que al final terminan pareciéndonos todos iguales. ¿Qué recomiendo? Del Museo Nacional se pueden hacer muchas lecturas. Para un plan de familia, propongo dos (y una ñapa). Subiendo las escaleras, y tras asomarse apenas, los ojos se encuentran con una inmensa pared marrón, y sobre ella, una, dos, tres… más de 30 obras; y en el suelo y por todas partes, más piezas. La sala Memoria y Nación tiene la gran ventaja de que se puede entender como un resumen de todo lo que hay en el museo, una síntesis no sólo de las obras sino de los criterios de selección de las piezas de todo el lugar. Así que con darle una buena mirada quizás sea suficiente (si se quiere seguir disfrutando de las otras
salas, buenísimo; lo importante es no olvidar que no es ninguna obligación, que los museos deben ser un disfrute, no una tarea). La sala Memoria y Nación es imponente. La luz es la indicada, y resulta imposible no perderse en las obras, cuyos temas pasan por la oralidad, lo sagrado, la modernidad, el erotismo, la inclusión… Están mezcladas, dialogando una con la otra, sin mayores discursos introductorios. Es una sala para deleitarse, y punto. Tres obras que recomiendo sin dudarlo: la mulata de Enrique Grau, el autorretrato de Sergio Trujillo Magnenat y el San Sebastián de Ignacio Gómez Jaramillo. No tienen pierde: no son sólo bellas, sino también interesantísimas. La segunda sala que recomiendo es (el solo nombre es una delicia) el Gabinete de Miniaturas del Museo. Allí se exhibe hasta diciembre de 2016 una colección de relicarios, daguerrotipos y pinturas de pequeñísimo formato. No hay quién no quede fascinado con esos retratos detalladísimos que durante siglos llevaron los hombres en los bolsillos, o las mujeres en camafeos, broches y collares para recordar a quienes amaban, o a los santos de su devoción. No eran tiempos de selfies ni de teléfonos inteligentes: las personas posaban durante días para hábiles retratistas que terminaban haciendo esos cuadros diminutos que se convertían, para quienes dejaban a los suyos, en la única compañía en campos de batalla o en solitarios conventos. Uno mira cada una de estas increíbles piezas y no puede dejar de preguntarse: ¿cuántas veces, por ejemplo, en medio de la soledad de un día del siglo XVIII, un hombre habrá mirado el retrato de esta mujer y habrá suspirado de amor? ¿Cuál será la historia detrás de esta pequeña pintura?
* Periodista y escritor. Por estos días está presentando su tercera novela, Lorenza y nada más (Laguna Libros). Bienestar Sanitas 47
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Ojo al relicario con cabellos de Simón Bolívar que perteneció a la esposa de James Towers English, un general de la Legión Británica, y al diminuto óleo de Araceli Fernández de la Hoz, que lleva un camafeo al cuello con la imagen de su esposo, Agustín Codazzi. ¿Prometí una ñapa? Aquí va. En una de las pequeñas bóvedas del último piso aún se pueden ver en las paredes los dibujos y las inscripciones que los reclusos del Panóptico Nacional hacían en los ratos de ocio (no olvidar que el Museo fue una cárcel). Es más, todos los muros de esta zona están llenos de dibujos de la época hechos por los reos; sin embargo, no es posible verlos porque están cubiertos por el drywall sobre el que se exhiben las obras, así que los que se alcanzan a observar son una joya que ningún miembro de la familia se debería perder. En medio de las transparencias Antes de almorzar hay tiempo para más. Detrás del Museo, y subiendo apenas unas cuadras (empinadas, eso sí), está el barrio de La Macarena. Algunas de las más importantes galerías de la ciudad tienen allí su sede. Entre otras, están Valenzuela Klenner, Alonso Garcés, NC-Arte, La Balsa Arte, El Vitrinazo y El Dorado. En esta última galería hay dos exposiciones bien interesantes durante estos meses de vacaciones. La primera titulada En medio es una colectiva de arte joven en el más clásico de los so-
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Uno mira cada una de estas increíbles piezas y no puede dejar de preguntarse: ¿cuántas veces, por ejemplo, en medio de la soledad de un día del siglo XVIII, un hombre habrá mirado el retrato de esta mujer y habrá suspirado de amor? ¿Cuál será la historia detrás de esta pequeña pintura?
portes: la pintura. El día de la inauguración alguien comentaba, acaso con cierta razón, que es la muestra ideal para quienes quieren empezar a acercarse al arte contemporáneo pero siguen sintiendo pasión por la pintura. Hay obras de Alejandro Salcedo, Camilo Leyva, Mateo Cohen, Nicolás Gómez y otro puñado de artistas. De no perderse: el espectacular trabajo de capas y capas de pintura de Bernardo Montoya. La otra exposición es Transparencias, de Gustavo Niño. Increíble cómo usando sólo cuatro colores, y pintando nada más que triángulos y rectángulos, el artista consiguió un montaje tan bello y para nada repetitivo ni aburrido. Todo lo contrario. Veo esto: un niño entra y, tras lanzar un grito de alegría, empieza a dar vueltas con la cabeza generándose quizás un efecto de arte cinético. Sus padres lo dejan jugar. Un rato después lo llaman: la mañana de sábado terminó y ya es hora de almorzar. Además, las otras galerías de la zona están esperando. ¶
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Marta Gómez
Una voz dulce y aguda Por: Natalie López Valencia* · Fotografía: Camilo Rozo Esta cantante y compositora colombiana ha hecho su carrera lejos de las disqueras y los grandes medios, lo que le ha permitido conservar la libertad que requiere para ser ella misma. Antes de hablar, Marta Gómez trató de cantar. Amó la música desde la cuna, y sus padres tuvieron la sensibilidad necesaria para percibir en la pequeña esa semillita que necesitaba un terreno fértil para crecer. Por ello la inscribieron en un colegio musical. A sus cuatro años ya cantaba los solos en el coro y enamoraba a los adultos con su voz dulce y aguda. Llegó a molestarle que todo el tiempo le pidieran que cantara, pero luego comprendió que cantar no era solo su oficio, sino su identidad: “Yo soy una cantora, incluso cuando no canto, pienso en canto”. En el coro recibió la formación de la maestra Florencia Rengifo, a quien recuerda con agradecimiento. Al terminar el bachillerato, esta caleña de nacimiento viajó a Bogotá a estudiar música en la Universidad Javeriana. Buscando conocer más profundamente la música popular, se fue para el Berklee College of Music de Boston, cuyo programa de jazz le llamó la atención. Lo logró gracias a una beca que ganó. Tenía en ese entonces 19 años. Antes de graduarse Magna Cum Laude en 2002, Marta recibió el premio de composición Alex Ulanowsky por su bambuco “Confesión”, la primera canción que compuso cuando llegó a Boston. En
2005 recibió una nominación a los premios Billboard de la música latina en la categoría Jazz Latino junto a Paco de Lucía, Gonzalo Rubalcaba y Néstor Torres. Su quinta producción, Musiquita, estuvo entre los diez mejores discos del género world music de los European World Music Charts por varias semanas, y en 2014 ganó el Latin Grammy en la categoría a Mejor Álbum Tradicional Infantil con su producción discográfica Marta Gómez & Friends. Después de diez años en Estados Unidos Marta se mudó a Barcelona, huyendo de los ritmos de vida agitados que no se acoplaban a su compás. Hoy dice que está perdidamente enamorada de la ciudad catalana. ¿Cómo ha sido vivir en el extranjero? Ha sido bonito en mi caso porque soy una privilegiada, no es el caso de la mayoría de colombianos que se van del país. He tenido la suerte de que no me fui perseguida u obligada por la situación, eso me diferencia de mucha gente. Vivir fuera te vuelve muy tolerante. Cuando vuelvo a Colombia a veces me choco con cosas como el clasismo, el racismo y la homofobia. Vivir fuera te abre a ser amigo del pobre, del rico, del negro, del blanco, del israelí, del árabe.
* Periodista. Hace parte del equipo de Bienestar Sanitas. Bienestar Sanitas 51
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Es difícil porque uno extraña, uno no se siente de ningún lugar. Sin embargo yo me siento muy latinoamericana. Cuando uno sale de su país pasa a pertenecer al grupo de los inmigrantes, y los latinoamericanos nos terminamos uniendo siempre. Uno empieza a crear una identidad con todos esos rasgos: yo me siento muy andina, soy de la montaña, amo el clima frío, los ríos y el verde, amo el café caliente y el pan recién horneado, soy alegre, pero nostálgica. En su música la tristeza comulga con la dulzura... Eso lo hacemos mucho los colombianos y es especialmente una cualidad femenina. Nuestras mamás, abuelas y bisabuelas sufrieron y sufren mucho, hay una injusticia permanente sobre la mujer. Nosotras ahora votamos y trabajamos, yo puedo darme el lujo de estar aquí mientras mi esposo está con mi hijo, pero antes estas mujeres parían muchas veces incluso sin quererlo, y a pesar de todo uno no las veía llorando. Estas mujeres estaban cocinando, cantando, hay fortaleza en la tristeza y dulzura en el dolor. Supongo que ha podido trabajar esos temas y esos registros de su música porque ha estado alejada de los circuitos comerciales… ¿Cómo es vivir como músico independiente? Se vive de ser músico independiente, pero es una decisión que tiene que ver con tu vida. Es decir, si yo tuviera ambiciones económicas grandes no podría. Vivo con poco, me gusta tomarme un café al día, nunca tenemos vacaciones porque no necesita-
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mos escapar de ninguna realidad, no tengo carro, mi hijo va al colegio y al hospital público… Si tienes claro que eso es lo que quieres, es maravilloso porque tienes muchas libertades. Una disquera no te va dejar escoger cuántos discos sacar al año, y es una delicia vestir y comer lo que uno quiera. Eso sí, toca trabajar mucho, afortunadamente en Berklee te preparan para vivir de la música, te enseñan a monetizar tus canciones. Más allá de su vida profesional, ¿cómo vive la música en sus espacios cotidianos? Canto todo el día. Cuando mi hijo era bebé y lloraba yo lo calmaba con mi canto. Era una salvación. Y pensaba: “¿Cómo hace la gente que no le canta a su bebé?”. Hay que cantar así no cantes bien, seas afinada o no, porque las noches en las que un niño no se duerme son eternas. Las canciones de cuna son también para uno, son un bálsamo, son la forma como las mamás o quien sea que arrullen al niño, se conectan con él. Es una meditación. Durante muchos años los médicos desaconsejaron el contacto entre la mamá y el bebé, decían: “el niño tiene que independizarse, dormir solo”, y se estaba perdiendo la canción de cuna. Es maravilloso que con la nueva crianza estemos amamantando, abrazando y cantándole a nuestros bebés. ¿Cuál es la diferencia entre cantarle a un niño y a un adulto? ¿Existe esa diferencia? Yo pienso que no debería haber diferencia y esa es mi propuesta. Por ejemplo, en una canción para adultos cantaría sobre un in-
Hay que cantar así no cantes bien, seas afinada o no, porque las noches en las que un niño no se duerme son eternas. Las canciones de cuna son también para uno, son un bálsamo, son la forma como las mamás, o quien sea que arrulle al niño, se conectan con él. Es una meditación. migrante, y en una canción para niños hablaría de un caracol; las palabras son diferentes, pero en esencia es lo mismo: es un ser que sale de su tierra con la casa a cuestas, que se siente solo en el camino. Pienso que un niño está preparado para escuchar de todo; yo trato de que sean canciones alegres, pero también les hablo de lo difícil que es ser papá, de lo largas que son las noches cuando no se duermen, de lo duro que es separarse de la pareja, porque cuando nace un bebé se rompe un poco la relación porque las prioridades cambian. Trato de que los niños entiendan y valoren eso. ¿Qué ha significado para usted ser mamá? Ser mamá te cambia la vida absolutamente, siempre te lo dicen pero nunca lo sabes a ciencia cierta hasta que lo eres. Yo no había vivido el dolor antes, y con un bebé desde que estás embarazada sientes dolor: parir duele, amamantar duele, entonces todo esto me ha conectado con una parte femenina que no conocía y a la que le cantaba: a las madres, al dolor, al miedo, al sufrimiento y a la alegría por supuesto; ser madre me ha hecho más humana. Sin mi esposo no podría haberlo hecho. ¿Y la lactancia? Dar leche es lo más increíble que me ha pasado como ser humano. En el hospital donde di a luz me pusieron al bebé en el vientre y él solito, como un canguro, subió hasta la teta, el proceso se demoró aproximadamente una hora, fue algo increíble. A Alejandro lo amamanté durante tres años, y los primeros nueve meses lo alimenté solamente con leche materna. Saber que un niño está vivo solo con teta te da poder como mujer. Yo no juzgo a las mamás que no lo hacen, pero en mi caso fue una experiencia tan bonita, una conexión tan increíble, que hasta ahora mi hijo que tiene cuatro años y medio se duerme cada noche acurrucado en mi pecho, sé que él se siente en calma y yo siento una conexión hacia lo más animalito de él. Ahora que menciona a su hijo, a su esposo… ¿cómo es su rutina? ¿Cómo vive una cantante colombiana independiente en España? Tengo dos vidas. En Barcelona me dedico a ser mamá y ama de casa. Me encanta cocinar, hago yoga en las mañanas y voy al gimnasio. Tengo una pasión secreta que se llama zumba, mis amigos se ríen de mí por eso, me dicen: “toda una cantautora, folclórica, y después bailando reggaeton...”. Pero nunca he sido de entrenar en una máquina, me gusta estar con las señoras y ver cómo nos movemos muertas de la risa. La bicicleta era mi medio de transporte hasta que descubrí la patineta, la mía tiene una plataforma
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para mi hijo y vamos los dos con nuestro casco por toda la ciudad. Siempre estoy leyendo, viendo películas; me gusta mucho la danza, el arte, la pintura. Es la forma de nutrirme. Cuando estoy de gira hay un cambio total: soy una mujer de negocios. Me levanto, caliento la voz, atiendo prensa, hago pruebas de sonido o ensayos, en fin. Son dos mundos paralelos. Uno de mis ritualitos cuando viajo es escribirle diarios a mi hijo, ya llevo tres. En ellos le cuento todo lo cotidiano que pasa y que después uno olvida, las palabras que me dice, las cosas que hace por primera vez, lo que opino de una película o de un libro que leí. La oigo decir “ritualitos”... En su música usa muchas palabras en diminutivo. ¿Por qué? Yo hablo todo en diminutivo. Dicen que cuando uno usa un diminutivo le está restando importancia a la palabra, pero para mí es todo lo contrario. En el campo a un doctor los campesinos le dicen doctorcito, es respetuoso y al tiempo genera cercanía. Tengo una amiga cubana, Gema Corredera, una gran cantante, que siempre me decía que usaba muchos diminutivos. Y un día me preguntó “¿cómo le vas a poner al disco? ¿Musiquita?”. Y le respondí: “Bueno, sí”, y así le puse a uno de mis discos. Hay otra palabra que me causa mucha curiosidad en una de sus canciones: torcacita, que es un ave. ¿Por qué la utilizó? ¿Se identifica? La utilicé por mi abuelo: el sueño de todo niño es poder tocar un pájaro, pero nunca se dejan, y uno de los recuerdos más fuertes que tengo de mi abuelo es que podía coger las torcacitas en la mano, no sé cómo. Además, las palomas y las torcazas son el símbolo del canto. Violeta Parra dibujaba y le cantaba mucho a las palomas. La canción dedicada a su abuelo, “Almita mía”, otro diminutivo... Mi abuelo era un hombre guapo, de ojos azules, pelo rubio, alto, muy gracioso y muy coqueto. Tenía muchos dichos, siempre nos decía “con mañita”. Era la palabra que lo identificaba, y cuando compuse la canción estaba pensando en él, en mí, en la ausencia, en los desamores, y pensé: “bueno, con mañita”. Tiene un trabajo llamado El corazón y el sombrero, inspirado en la obra de Federico García Lorca. ¿Qué le llamó la atención de él? Su sencillez. Es un folclorista, es como un cantautor del campo, un Atahualpa Yupanqui. Nunca me hubiera esperado a Lorca así, complejo dentro de una sencillez, tan fácil de leer. De hecho, la sencillez es una huella característica de su música, y no por ello quiero decir que sea simple... Sí, mi música es sencilla y me siento muy orgullosa de ello. No hay nada más difícil y a la vez más bonito que ser simple. Yo no hablo ni compongo con palabras raras, no uso ritmos complejos, no me gusta la gente que toca virtuosamente sin tener nada que decir. En el silencio es donde más se escucha, en una nota
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bien cantada, en una palabra bien dicha. Por ejemplo, no hay nada más sencillo que la música de Violeta Parra, y ha traspasado fronteras. Una canción suya, “Para la guerra nada”, también ha traspasado fronteras. ¿Existe alguna razón específica que la haya llevado a componerla? Detesto que los gobiernos busquen justificaciones sociales o religiosas cuando lo que buscan con las guerras es dinero y poder. Por los días en que compuse la canción estaba delicada la situación entre Israel y Palestina, me dolía ver las imágenes de Palestina destruida y no poder entender ni detener nada. Me dediqué a investigar y encontré que el ejército israelí se enorgullecía de los inventos para la guerra, entre ellos una cúpula de hierro capaz de detectar misiles en el aire y destruirlos antes de que lleguen a tierra. Pensé en cuántos cerebros trabajarían y cuánto tiempo dedicarían a inventar algo así. Tiempo después vi una obra del Cirque du Soleil que iniciaba con un niño elevando una cometa, y pensé lo mismo: cuántas horas habrán estudiado el viento, la física, los materiales para crear una cometa, que no tiene un fin aparente más que hacer feliz a un niño. De ahí surgió la canción, se la canté a mi compañero Julio Serna y él me sugirió enviarla a amigos músicos para que la completaran. Nunca imaginamos que sería la voz de tantos que pensamos lo mismo y que estamos hartos de la guerra. ¿Qué es para usted el bienestar? Como mujer, a menudo me sorprendo juzgándome por no tener el peso que nos han inculcado como ideal, que es otra forma de violencia contra la mujer. El bienestar es poder vivir dentro de un cuerpo que le permita a uno hacer lo que quiera y por ello le estoy agradecida, lo cuido lo más que puedo y lo alimento sanamente. Pero de nada sirve eso si no me siento feliz y amada, y todo eso empieza por uno. Bienestar es sentirse enamorado de lo que uno es, amarse honestamente. Yo amo mi voz, me gusta escucharme al cantar y cómo la gente lo disfruta. Amo mi cuerpo con sus infinitas imperfecciones porque cada marca de celulitis me recuerda los deliciosos croissants de chocolate que me he comido; amo mis pechos caídos y disparejos porque con ellos alimenté a mi hijo. Entonces, como dice una de sus canciones, ¿solo es vivir y ya está? Sí, sólo es vivir y ya está. ¡Con todo lo que esto implica! ¶
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Mi música es sencilla y me siento muy orgullosa de ello. No hay nada más difícil y a la vez más bonito que ser simple, yo no hablo ni compongo con palabras raras, no uso ritmos complejos, no me gusta la gente que toca virtuosamente sin tener nada que decir.
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Evita el contacto con el mosquito y sigue las siguientes recomendaciones: Duerme bajo toldillos o mosquiteros siempre que reposes. Usa ropa que cubra las extremidades. Usa uno de los repelentes de mosquitos autorizados por el Ministerio de Salud: DEET IR3535 o icaridina para aplicar a la parte expuesta de la piel o en la ropa. Usa anjeos en puertas y ventanas.
Elevación de la temperatura corporal, que puede ser no muy alta. Ojos rojos sin secreción ni picazón. Erupción en la piel con puntos blancos o rojos. Dolores esporádicos en las articulaciones, musculares, de cabeza y de espalda. Debes acudir a tu centro médico más cercano. ¡No te automediques!
A las mujeres en edad reproductiva se les recomienda abstenerse del embarazo, considerando la fase de epidemia en la que actualmente se encuentra el virus del Zika en Colombia. Las embarazadas que viajen a zonas de clima caliente deben mencionarlo durante sus controles prenatales.
Nuestro compromiso es contigo.
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Salud Divulgación
LA EXPERIENCIA ME DICE...
Reflujo gastroesofágico Luis Carlos Sabbagh, jefe de Gastroenterología de Clínica Colsanitas El reflujo es el regreso del contenido del estómago al esófago. Ese contenido varía entre pequeñas cantidades de ácido, fragmentos de comida y, en ocasiones, bilis proveniente del duodeno. Además del malestar continuo, el problema del reflujo es que el contenido gástrico que se devuelve va quemando el esófago. Los daños en la pared del esófago pueden ser leves, moderados o severos, dependiendo del tamaño y forma de las lesiones y del grado de cicatrización. Al comer, el alimento baja hacia el estómago por gravedad y con ayuda de las contracciones del esófago. Al llegar al estómago, este va produciendo el ácido necesario para destruir y procesar la comida. Entre el esófago y el estómago tenemos un esfínter que se abre para que pase la comida y se cierra para que no se devuelva. Cuando esta válvula se daña y el cierre no es hermético, puede haber una hernia hiatal o un esfínter bajo en tonicidad. Los síntomas más fáciles de identificar son agrieras, sabor ácido en boca y garganta y regurgitación de comida. Mucha gente siente ardor en el esófago, como si se estuvieran quemando, y otros sienten presión en el tórax que puede ser leve, como de algo atascado debajo de la garganta, o muy fuerte, con un dolor se-
vero que se puede confundir con dolores cardíacos. Cuando el reflujo no es tratado a tiempo, los efectos se pueden extender a la laringe y producir afonía, sibilancias, ronquera, cambios en la voz y sinusitis. El reflujo también puede causar insomnio ya que, al estar acostado, los síntomas se hacen más intensos. Los daños en la pared del esófago pueden ser leves, cuando son aislados y de poco tamaño; moderados, cuando son de mayor tamaño pero sin úlceras; y severos, cuando las heridas tienen úlceras o las cicatrizaciones de las quemaduras llegan a ser tan grandes que impiden comer. Cuando el reflujo es severo y no se trata debidamente, el esófago se defiende cambiando la mucosa que lo recubre por una similar a la del intestino, que aguanta mejor el ácido gástrico. Este fenómeno se conoce como esófago de Barrett. La mucosa del esófago con el cambio resiste el reflujo y sus quemaduras y los síntomas pueden aliviarse y casi desaparecer, pero esta condición favorece la aparición de cáncer de esófago. Las otras causas del reflujo, además de la hernia hiatal, son la obesidad, que aumenta la presión en el estómago, el consumo excesivo de harinas y grasas y de alimentos que reducen la firmeza del
Entrevista: Katherine Ríos 60 Bienestar Sanitas
esfínter como té, chocolate y café. Por último, ciertas enfermedades que reducen la velocidad con la que se vacía el estómago también pueden causar reflujo. Hay tratamientos que reducen los síntomas, y que generalmente mezclan alginatos, que son jarabes que protegen al esófago, y los medicamentos conocidos como inhibidores de bomba de protones (omeprazol, esomeprazol, rabeprazol, pantoprazol, etc.). La cirugía es una opción para los pacientes que responden bien a dietas y medicamentos y no quieren depender de las drogas para sentirse bien. Funciona en el 85% de los pacientes, pero sólo está indicada en un porcentaje bajo de personas afectadas. Para la mayoría de las personas lo mejor es combinar medicamentos y buenos hábitos alimenticios. Es fundamental bajar de peso y seguir una dieta con pocas harinas y grasas. También es recomendable comer temprano y dejar pasar unas dos horas antes de acostarse. Lo bueno es que la dieta que sirve para el reflujo mejora el estado físico, ayuda a adelgazar y a estar sano, de modo que el que se cuida del reflujo cuida toda su salud. Aunque los síntomas son comunes y pueden ser leves, no se medique, consulte con su médico para que oriente adecuadamente el diagnóstico y tratamiento. ¶
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Cosas de las que no se habla Por: Redacción Bienestar Sanitas Gases, pedos, eructos, pesadez estomacal… Nuestro sistema digestivo se hace notar, y en ocasiones eso está bien porque nos indica que está haciendo su labor. Se les dice pedos, nada qué hacer. O peos, en Colombia y muchos países de América Latina. Si les decimos “gases” quizás confundamos a nuestro interlocutor, quien podría pensar que estamos hablando de eructos, que son los que salen por arriba, por la boca. Los otros, los pedos —o peos—, ya sabemos por dónde salen. Pero casi nunca se habla de los eructos ni de los pedos. Sólo en la niñez y adolescencia, para reírnos, para burlarnos. Luego ambos asuntos pasan a la categoría de temas de los cuales es mejor no hablar, o que se tratan con discreción: esos temas con los que bajamos el volumen de la voz o que sólo tocamos con nuestros más íntimos como la mamá, los hermanos y hermanas, el médico, el amigo o la confidente de infancia. Hasta ahí, y a veces ni siquiera. Sin embargo, un ser humano promedio expulsa entre 10 y 15 pedos cada 24 horas. Incluso 20 todavía se considera normal. Los que contenemos se devuelven al intestino y salen después: no hay manera de escapar de ellos. Por eso algunos dicen por ahí que los pedos no se transforman ni se destruyen, sólo se guardan para más adelante. Es un proceso fisiológico normal: el aparato digestivo guarda el aire que tragamos al comer o masticar chicle, al fumar, al hablar aceleradamente, al correr. Pero además, en los intestinos tenemos bacterias que nos ayudan a digerir algunos alimentos. Y para hacerlo, estas bacterias liberan gases. Ese es el origen de nuestros pedos, el aire que tragamos y los gases que producen ciertas bacterias que nos ayudan a digerir algunas comidas. A medida que crecemos vamos conociendo esas comidas que nos ponen el estómago hinchado, que nos llenan de gases, de los que salen por arriba y de los que salen por abajo. Los fríjoles y las lentejas, el repollo, las coles de Bruselas, el brócoli y la coliflor. A
algunas personas las afectan las pasas y la cebolla y a otras muchas los lácteos —queso, kumis, crema de leche—: el organismo de estas personas no digiere bien los azúcares y proteínas de la leche y por eso sienten el estómago hinchado, pesado, y expulsan repetidamente aire por la boca y por el ano. A la pesadez estomacal, la incómoda sensación de llenura y esa apariencia tensa del abdomen se le llama distensión abdominal. Las personas intolerantes a la lactosa conocen bien este estado. Pero la intolerancia a los productos lácteos no es la única causa, la distensión abdominal también se ocasiona cuando comemos en exceso, tenemos estreñimiento, tragamos aire o cuando tenemos síndrome de intestino irritable o reflujo gastroesofágico, condiciones clínicas que deben ser diagnosticadas por un profesional. ¿Cuándo consultar al médico? Porque tampoco se trata de ir los lunes cada 15 días, después de la frijolada en casa de la suegra. Repetimos, gases y eructos son producto de un proceso físico normal, y no es de preocuparse ni de consultar un día que sentimos el estómago templado y debemos retirarnos más de la cuenta a un lugar apartado para soltar uno que otro vientecillo. Consulte a su médico cuando note cambios en la composición o frecuencia de sus deposiciones, cuando presente dolor abdominal o rectal durante varios días, o sufra estreñimiento o pérdida de peso. Usted puede introducir cambios sencillos en sus rutinas para evitar la pesadez y exceso de gases: si sigue fumando, es hora de dejarlo. Ahora cuenta con muchas ayudas clínicas y terapéuticas para conseguir vivir sin nicotina. Bájele al chicle, al azúcar y a los alimentos empacados. Prefiera siempre una buena sopa a una pizza o una hamburguesa. No es sólo por el bien de su aparato digestivo: es por el bien de todo su cuerpo. ¶
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Operar el cerebro Por: Karem Racines Arévalo * · Fotografía: Jorge Andrade Blanco La neurocirugía permite solucionar lesiones cerebrales a veces sin siquiera hacer una incisión cerca de la cabeza. Dos especialistas de gran trayectoria nos actualizan sobre los avances de esta disciplina.
La primera idea que surge tras un diagnóstico de lesión cerebral es que sin importar cuál sea el problema, implicará someterse a un procedimiento médico complejo y delicado. Pero la neurocirugía ha evolucionado tanto que hay más de un método quirúrgico para solucionar problemas estructurales del cerebro. Y lo mejor: mientras la intervención sea programada —y no producto de una urgencia— la posibilidad de salir con vida del quirófano está por encima del 98%. A la cirugía se podrá recurrir para extirpar tumores, drenar sangre o líquido, eliminar tejido cerebral anormal, intervenir malformaciones de venas o arterias, quitar abscesos y tratar enfermedades del sistema nervioso central, como epilepsia y enfermedad de Párkinson. Los especialistas tratan cada caso como único y particular, así que identifican la técnica más idó-
nea teniendo en cuenta el tipo de lesión y las condiciones del paciente: edad, sexo, contextura física y antecedentes clínicos y hereditarios. Para el abordaje quirúrgico los neurocirujanos tienen la opción de realizar una tradicional craneotomía, en la cual se abre una pequeña cavidad en el cráneo para llegar al lugar de la lesión con microscopio e instrumentos de manipulación altamente precisos. Otra opción es acceder al área a través de las arterias principales del organismo en un procedimiento llamado terapia endovascular. Y la tercera alternativa es hacer la extirpación de tumores o lesiones con ayuda del endoscopio, realizando pequeños orificios en el cráneo o aprovechando orificios naturales, como las fosas nasales, para situarse en el interior del cráneo.
* Periodista y profesora universitaria.
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Hugo Bastos Pardo Neurocirujano
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El reconocido neurocirujano Remberto Burgos de la Espriella, adscrito a Colsanitas, dice que el método es sólo una herramienta. Lo más importante es identificar quién tiene la madurez, la experiencia y la formación para recomendar qué hacer una vez que se tiene el diagnóstico, y a eso hay que sumarle la química que surge o no entre el paciente y el médico. De ahí la importancia de los equipos de especialistas que trabajan de forma integrada en clínicas y hospitales. —La información y las decisiones que salen de una junta médica son insustituibles. La honestidad con que el profesional en neurocirugía hace su diagnóstico se enriquece con la opinión de otros colegas que tienen formación y experiencias en ésa y otras áreas de la medicina. Hacer de forma consensuada el análisis de un caso redunda en mejores decisiones, y esto genera seguridad en el médico responsable de la intervención, en el paciente y en el propio sistema de salud —indica Burgos. Mínima invasión Está documentado que los chibchas practicaban trepanaciones al menos 350 años antes de Cristo. También han podido confirmar los paleontólogos que estas civilizaciones sabían cómo agujerear el cráneo y hacían sustituciones de pedazos de hueso con laminillas metálicas. Sin embargo, en Colombia los registros de las primeras neurocirugías formales remiten a finales del siglo XIX, y la primera cátedra de Neurología y Neurocirugía se fundó en 1950 en la Universidad de Antioquia, en Medellín. Los progresos de la especialidad en aquellos tiempos parecen haber sido lentos, pero a partir de la década de los ochenta del siglo pasado los cambios en los métodos han caminado de la mano de los avances en la tecnología que se exporta desde Estados Unidos y Europa a todo el mundo a una velocidad impresionante. Y estos desarrollos tecnológicos han sido imprescindibles en el perfeccionamiento de técnicas de altísima precisión para solucionar problemas complejos con la mayor posibilidad de éxito. —El concepto moderno de neurocirugía mínimamente invasiva no significa hacer una herida pequeña, sino más bien se refiere al aprovechamiento de las rutas naturales que el organismo ofrece para llegar a sitios profundos de la cabeza que antes se consideraban inexplorables. Para ello es indispensable el uso de equipos de imagenología, rayos X, instrumentos e insumos cada vez más exactos —explica el doctor Burgos. La cirugía clásica o craneotomía está más vigente que nunca, sólo que ahora aprovecha los equipos de última generación que facilitan la iluminación, la ampliación de imágenes, la programación de las rutas de acceso, la manipulación y el drenaje. —Con un radar determinamos el camino más corto y seguro para poder llegar a la lesión. No se necesita hacer una craneotomía grande sino agujeros pequeños de trepanación que nos permiten intervenir la zona afectada. Esto reduce el tiempo de la cirugía, disminuye la estancia hospitalaria, minimiza los riesgos de infección y reduce el dolor posquirúrgico. Y con
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El concepto moderno de neurocirugía mínimamente invasiva no significa hacer una herida pequeña, sino más bien se refiere al aprovechamiento de las rutas naturales que el organismo ofrece para llegar a sitios profundos de la cabeza que antes se consideraban inexplorables.
respecto a otras técnicas, tiene la ventaja de ser menos costosa con resultados igualmente efectivos —remata Burgos de la Espriella. Por dentro o por fuera Hugo Bastos Pardo, neurocirujano de la Clínica del Country y docente de la Universidad Nacional de Colombia, es un reconocido profesor que realiza tanto cirugías convencionales como terapia endovascular. Y también se suma al criterio de Burgos en el sentido de que decidir cuál método es idóneo para intervenir a un paciente es cuestión de experiencia, intuición y ética. Bastos dice que varias enfermedades se pueden tratar con cirugía convencional o con terapia endovascular. La más común son los aneurismas cerebrales. Entonces, en algunos pacientes es mejor abrir el cráneo y efectuar microcirugía convencional, mientras que en otros casos lo más recomendable es el abordaje endovascular. El especialista de la Universidad Nacional dice que en las arterias que están en el cerebro se pueden formar bolsas (sacos anormales) llamados aneurismas, que suelen no causar síntomas hasta el día en que se rompen, ya que sus paredes son muy frágiles. El 30% de las personas que padece la ruptura de un aneurisma cerebral muere en el acto por el derrame de sangre; del 70% restante, si es tratado de manera oportuna, solo la mitad sobrevive sin ninguna secuela, y de la otra mitad algunos mueren semanas después de la hemorragia o queda con limitaciones neurológicas en mayor o menor intensidad que afectan su funcionalidad. Entre estas alteraciones se cuentan alteraciones motoras, en el lenguaje e intelectuales. Aunque no es necesario tratar todos los aneurismas, lo ideal es hacerlo antes de que se rompan. —La cirugía convencional consiste en realizar una incisión en el cuero cabelludo, retirar una pequeña ventana de hueso y después, utilizando un microscopio que genera gran iluminación y magnificación, colocar un pequeño gancho que ocluye el aneurisma de tal manera que ya no le ingresa sangre, conservando el flujo sanguíneo en la arteria que le dio origen. La gran ventaja de la cirugía es que una vez cerrado el aneurisma no volverá a formarse; la desventaja es que es más invasiva —explica Bastos.
La cirugía puede tardar entre dos y seis horas, dependiendo del sitio donde esté el aneurisma, su tamaño, la dificultad para acceder a él y si se ha roto o no. Aunque es invasiva no es dolorosa, porque el cráneo no duele y el cerebro tampoco, lo que duele es el cuero cabelludo. Implica riesgos de infección y genera hinchazón en la cara. Si el aneurisma no se ha roto, el paciente se va a casa entre 4 y 6 días después de la intervención. Para tratar la misma deformación arterial con terapia endovascular se hace una incisión de una gran arteria a la atura de la ingle, y se sube con un catéter (llamado microguía) hasta el aneurisma. Una vez que se está ahí, por dentro del catéter viaja una sonda aún más delicada que será la encargada de liberar, a través de una descarga eléctrica, unos espirales que rellenarán la bolsa del aneurisma para aislarla. Todo ese recorrido se logra en siete minutos y la cantidad de espirales que se coloca depende del tamaño de la bolsa anormal. De tal manera que es un procedimiento relativamente rápido, poco invasivo, no produce hinchazón y el paciente está de alta al tercer día. La gran ventaja de la terapia endovascular es que es mucho más rápida (en promedio 45 minutos para tratar un aneurisma cerebral), no hay que hacer incisiones en la piel, no hay que retirar hueso, luego no hay hinchazón. La desventaja es que en algunos casos específicos el aneurisma puede volver a aparecer. Los dos métodos de intervención también se diferencian por los costos de los insumos que se utilizan: en terapia endovascular, cada espiral puede costar unos 2,5 millones de pesos. Hay sacos anormales que se pueden rellenar con dos o tres espirales, y hay otros más grandes que pueden necesitar entre 6 y 10 espirales para llenarse. La microguía y el microcatéter pueden valer unos 2 millones de pesos más cada uno. En algunos casos hay que utilizar dispositivos que se llaman stent, cuyo precio oscila entre los 7 y los 30 millones de pesos. En cambio, la misma lesión atendida a través de una craneotomía convencional requiere de un gancho de aneurisma, que cuesta poco menos de un millón de pesos, la placa de metal para fijar el colgajo óseo puede costar 600 mil más, y otros insumos menores sumarán otro millón. Habría que señalar que lo importante no es lo que cuesta, sino cuál método es mejor para el paciente. Finalmente, otra forma de cirugía mínimamente invasiva es la asistida por endoscopia, muy eficaz para la resección de tumores. A través de este método, el endoscopio y los instrumentos quirúrgicos se introducen por la nariz para acceder a la base del cráneo o la hipófisis sin necesidad de hacer ninguna incisión. Es una especie de GPS quirúrgico para guiar al médico hasta el lugar afectado. El interés supremo de la ciencia por solucionar los asuntos del sistema nervioso central está en poder resolver las anomalías que se presentan en el conjunto de elementos contenidos en el cráneo, afectando lo mínimo posible las funciones orgánicas, los sentimientos y las sensaciones que se controlan desde el cerebro. ¶
Salud Actualidad
¡Es la salud, carnal! Por: Javier Mejía* Colsanitas se está preparando para ofrecer su exitoso modelo de salud en México, una apuesta a lo grande. Para que los lectores de Bienestar Sanitas conozcan un poco más acerca de la complejidad de este proyecto, le pedimos a un colombiano residente en México que nos contara cómo funciona la salud en ese país.
* Director de cine y televisión, periodista. Este año publicará su libro Opera prima: quince directores hablan sobre su primera película.
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Hace un par de meses, en la Ciudad de México se realizó una ceremonia en la que se anunció la creación de una nueva red hospitalaria para la ciudad. Durante el evento, a muchos sorprendieron las palabras del gastroenterólogo Misael Uribe Esquivel, que fue tajante frente a la prensa: “La medicina gratis no existe y la que es buena, cuesta”, y luego añadió: “El problema del sistema de salud en México es que con frecuencia la atención pública y privada es cara y mala, y en algunos servicios particulares se cobra sin que las personas estén enfermas”. El sistema de salud de México se compone, al igual que en Colombia, de dos sectores: público y privado. En el sector público están agrupadas instituciones de seguridad social como el Instituto Mexicano del Seguro social, IMSS; el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, ISSSTE; Petróleos Mexicanos, Pemex; Secretaría de la Defensa Nacional, Sedena, y Secretaría de Marina, Semar, entre otros, que se encargan de prestar servicios a los trabajadores del sector formal de la economía. El financiamiento de estas instituciones proviene de tres fuentes: contribuciones gubernamentales, contribuciones del empleador y contribuciones de los empleados. Asimismo, existen instituciones que protegen o prestan servicios a la población sin capacidad de pago que no tienen seguridad social, dentro de las que se incluye el Seguro Popular de Salud (SPS), la Secretaría de Salud (SSA), los Servicios Estatales de Salud (Sesa) y el programa IMSS-Oportunidades (IMSS-O). El Seguro Popular de Salud se encarga de cumplir con el mandato constitucional, que establece en su artículo 4º “el derecho a la universalidad del acceso a los servicios de atención a la salud”. En tan solo diez años la cobertura se ha extendido a más de 50 millones de personas, pero a pesar de los esfuerzos la cobertura del sistema de salud pública sigue siendo insuficiente y desigual. Del otro lado están las instituciones del sector privado, que prestan servicios a la llamada población con capacidad de pago y que se financia en el momento de recibir la atención y con las primas de los seguros médicos. Habría que anotar que, según varios estudios, existe una marcada tendencia en los mexicanos a mezclar los servicios médicos privados y públicos. Durante mucho tiempo se sostuvo que la medicina privada prestaba servicios a un grupo muy pequeño de la población, algo así como al 5%, pero desde hace años el sector privado ha aumentado su presencia, y su colaboración con el sector público es sumamente frecuente. Según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, “el 90% de la población mexicana necesita recurrir al sector público para la atención de la salud. Sin embargo, el gasto privado en salud supera al público, el 3,3% del PIB se destina a centros privados y sólo el 3% al servicio público”. Hoy en día, México es un país con 120 millones de habitantes y muchos piden con urgencia una reforma al sistema de salud para que esté basado en datos, se implementen beneficios más equitativos, se reduzca la burocracia y se fortalezca la atención preventiva y la primaria.
Durante mucho tiempo se sostuvo que la medicina privada prestaba servicios a un grupo muy pequeño de la población, pero desde hace años el sector privado ha aumentado su colaboración con el sector público. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Reporte de Salud Mundial realizado en el año 2010, el sistema de salud de México ocupa la posición 61 de un total de 191, debido a un significativo déficit de cobertura, pues el sistema deja sin atención hasta a un tercio de la población (37 millones aproximadamente), y sólo atiende el 40% de la demanda total de servicios de salud. Y con un agravante: las altas tasas de obesidad y diabetes en el país. Según la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), “Entre 2000 y 2012 las tasas de sobrepeso y de obesidad en la población adulta se incrementaron de 62,3% a 71,3%; uno de tres niños también tiene sobrepeso u obesidad y más de 15,9% de los adultos tienen diabetes”. Frente a la epidemia de obesidad en México se han hecho grandes esfuerzos, como cobrar impuestos a las bebidas saborizadas con azúcar y a los alimentos con alta densidad calórica, y brindar mayor información nutricional en los envases de alimentos y bebidas. Pero los retos siguen siendo enormes para el sistema de salud mexicano: en este momento el país cuenta con 2,2 doctores por cada 1.000 habitantes, por debajo del promedio OCDE que es 3,3. Además, los pagos directos por servicios de salud, los que salen del bolsillo de los pacientes, siguen siendo muy altos en relación con el promedio que establece la OCDE, y la relación calidad/precio aún no es la ideal. El sistema está lejos de eso y deberá propender por alcanzar una cobertura efectiva y un servicio más igualitario para todos los mexicanos. Sin duda, aunque hay mucho por hacer, los avances de los últimos diez años son importantes y significativos. Por ejemplo, las cifras hablan de un aumento en la inversión pública en el sistema de salud de 2,4% del PIB a 3,2%; el esquema de seguridad pública financiado por el Seguro Popular cubre actualmente alrededor de 50 millones de mexicanos y la evidencia muestra que el gasto empobrecedor en salud ha disminuido de 3,3% a 0,8%. Asimismo es importante recordar que las tasas de mortalidad infantil y materna han disminuido, y la esperanza de vida es ahora de poco menos de 75 años. Por todo esto, hoy en día muchas de las innovaciones de las políticas públicas de México son estudiadas, replicadas y emuladas en muchas partes del mundo, especialmente en el campo de la prevención. En conclusión, podríamos decir que aunque el panorama de la salud en México no es el ideal y que sin duda necesita reformas de fondo, también es cierto que se han hecho grandes esfuerzos que buscan mejorar sustancialmente los servicios. Con la inversión y voluntad política necesarias, en un futuro se podría avizorar un sistema de salud equitativo, eficiente y sostenible. ¶
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Salud Crónica
Así funciona un banco de leche Por: Alfonso Buitrago Londoño* La leche materna es el mejor alimento para los recién nacidos. Con el ánimo de fomentar su consumo, el gobierno nacional está comprometido con una política de creación de bancos de leche. Visitamos uno y conversamos con enfermeras y donantes.
*Periodista colombiano. Colabora en Universo Centro y otros medios. Su último libro se titula El 9. Un fotógrafo en guerra (Tragaluz)
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Da tanto como recibes y te sentirás muy feliz. Proverbio maorí tomado de Ensayo sobre el don, Marcel Mauss
La loba alimentando a Rómulo y Remo es quizás la imagen más universal de la solidaridad entre especies y del poder que tiene una madre para salvar la vida de un ser humano desvalido. Algunos dicen que en realidad no fue una loba la que rescató a Rómulo y Remo, sino Aca Larentia, conocida como “loba” por su mala conducta. Un antiguo antecedente de niños amamantados por una nodriza, como mucho después se acostumbró. Los bancos de leche humana (BLH) son la loba que alimenta hoy a decenas de Rómulos y Remos recién nacidos; unas naves nodrizas para bebés prematuros, enfermos, que no pueden mamar de sus propias madres o para hijos de madres que no pueden amamantarlos, bien sea porque no producen leche o porque sus condiciones médicas o psicosociales no se lo permiten. A partir de la firma de la Carta de Brasilia en 2005, Colombia, en cooperación con el Ministerio de Salud de Brasil, se propuso crear bancos de leche humana para contribuir en la disminución de la mortalidad infantil y promover la lactancia materna. Las acciones implementadas se inscriben en la política de Primera Infancia y en el Plan Decenal de Lactancia Materna (2010-2020). Los primeros BLH del país se inauguraron en noviembre de 2011, en los hospitales Federico Lleras Acosta de Ibagué y San Rafael de Fusagasugá. En mayo de 2014 abrieron bancos de leche materna el Hospital Universitario Departamental de Nariño, el Rosario Pumarejo de López de Valledupar, el General de Medellín, Maternidad Rafael Calvo de Cartagena y el Hospital San Rafael de Facatativá. La labor desarrollada por los bancos durante el año pasado benefició a 1.592 recién nacidos, que recibieron 1.666 litros de leche humana donada por 978 mujeres. En la actualidad, nueve instituciones más trabajan para implementar nuevos bancos. En 2016, el Ministerio de Salud y Protección Social espera constituir la Red Colombiana de Bancos de Leche Humana, conformada por 18 instituciones.
El Banco de Leche Humana del Hospital General de Medellín (HGM) cumplió dos años de funcionamiento en mayo de 2016. Nelly Castillejo, nutricionista y coordinadora del banco, explica su doble misión: —Proteger la lactancia materna del propio hijo en el caso de las donantes exclusivas y garantizar leche materna a niños que no tengan la de su propia madre.
Además del laboratorio de pasteurización de leche humana, el banco cuenta con una sala de lactancia a la que acuden las madres de neonatos hospitalizados y que no pueden estar todo el tiempo con ellos.
Además del laboratorio de pasteurización de leche humana, el banco cuenta con una sala de lactancia a la que acuden las madres de neonatos hospitalizados y que no pueden estar todo el tiempo con ellos (llamadas donantes exclusivas, pues la leche que se extraen se usa sólo con sus propios hijos). Johana Granada, de 20 años, estudiante de Licenciatura en Educación Preescolar, dio a luz a su primer hijo después de una gestación de 28 semanas y dos días, 12 semanas menos que un parto a término. Akemy, como se llama su bebita, pesó 1.040 gramos, menos de la mitad del promedio, y por eso se encuentra hospitalizada en una incubadora en la UCI neonatal. Allí permanecerá hasta que cumpla las 40 semanas correspondientes a un embarazo normal y haya alcanzado al menos 2.500 gramos de peso. Dos veces al día, al final de la mañana y a mitad de la tarde, Johana va a la sala de lactancia del HGM para extraerse la leche que su hija necesita para sobrevivir. En la sala cuenta con el acompañamiento de una enfermera, que le brinda asesoría y
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garantiza que la extracción se realice en condiciones higiénicas. —El personal del banco les ayuda a quitar el miedo, les muestra cómo baja la leche, y las mamás salen felices y agradecidas porque a veces piensan que no van a ser capaces —dice Nelly—. El banco garantiza la cadena de frío de la leche para írsela proporcionando al recién nacido de acuerdo con las indicaciones médicas. El grupo de nutricionistas, con el grupo de pediatras, define cuánta leche necesita el niño, y si no hay de la mamá se utiliza del banco. Así protegemos la lactancia hasta que empieza a mejorar y se puede pegar a su madre. Johana se lava las manos, se pone una bata, un gorro y un tapabocas y se sienta en una esquina de la sala a masajearse los senos y a ponerse el extractor. En unos 30 minutos se extrae entre 4,5 y 5 onzas de leche. A la sala van llegando otras mujeres, las hay muy jóvenes y más maduras, primerizas y quienes ya han parido dos y tres veces. Flacas y robustas, morenas y blancas. Al mediodía hay una conmovedora reunión humanitaria de siete madres que tienen en su pecho la supervivencia de la especie. Todas coinciden en que el servicio es de gran ayuda, y ya son conscientes de los beneficios de la lactancia.
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—Evita la mastitis y mi hijo recibe el alimento que requiere —dice Johana. Además, disminuye las hemorragias posparto y la incidencia de cáncer de mama y ovarios, ayuda a espaciar el tiempo entre un embarazo y otro y a prevenir la osteoporosis y la obesidad. —El principal objetivo de la sala es favorecer y proteger la lactancia del “binomio madre-hijo” —dice Nelly—. Adicionalmente, algunas de estas madres se convierten en donantes externas después de que sus hijos son dados de alta. Una práctica tan ancestral como la que salvó a Rómulo y Remo, y que hoy se puede hacer bajo las mejores condiciones técnicas y de higiene. En la UCI neonatal del HGM, además de Akemy, hay otros siete niños hospitalizados, todos sin excepción alimentados con leche materna, exclusiva de sus madres o del banco. —La leche del banco es considerada aquí un tratamiento farmacológico —dice el pediatra encargado—. En la cama 37 hay un bebé de horas de nacido, hijo de una madre de 16 años con retardo mental, nacido pretérmino, de 36 semanas y 2.250 gramos de peso. Su madre no puede amamantarlo y por eso el niño recibe
Los lactantes pueden consumir aproximadamente el 70% de lo que la madre produce. Así la especie garantiza un principio de solidaridad instintiva: leche sobrante para los individuos más desvalidos. 20 mililitros de leche del banco cada tres horas, dosis que irá aumentando de acuerdo con su tolerancia. Por su parte, Nelly afirma: —La principal ganancia en el primer mes es ayudarles a madurar el tracto digestivo, además de mejorarles el sistema inmune y el coeficiente intelectual, protegerlos de alergias e infecciones respiratorias, prevenir diarreas y otras enfermedades. —El banco cuenta ya con un indicador de beneficio medido científicamente. Antes de su existencia la incidencia de enterocolitis (gastroenteritis) en neonatos en el Hospital General era del 3,3%; con el banco funcionando esta infección ha bajado drásticamente a 0,22%, es casi inexistente. Una de las donantes externas del HGM es Diana Carolina Graciano, de 26 años, habitante del barrio Campo Valdez. Las donantes externas no tienen que desplazarse hasta el hospital para entregar su leche, se las recogen en la casa cuando ellas quieran. Una vez a la semana, Gloria recibe la visita de un encargado del HGM que recoge los tres litros de leche que en promedio ella es capaz de donar. Sin saberlo, como ocurre en muchos lugares del país en los que la solidaridad entre madres permite alimentar a niños necesitados de leche materna, Diana Carolina se convirtió en donante de leche humana después de tener su primer hijo a los 19 años. Era 2009 y no existían los BLH en el país. Con pocas horas de nacido, al hijo de Diana le diagnosticaron neumonía y lo dejaron hospitalizado. —Iba todos los días a visitarlo por las mañanas y en la clínica me extraía la leche y se la dejaba para que tomara el resto del día —dice Diana—. Pero llegaba a la casa y me seguía saliendo. Me daba mucho pesar ver a los bebés en cuidados intensivos sin mamás que los pudieran alimentar y yo con leche de sobra. Por esos días nació el hijo de su prima Jasmín Muñoz, quien desde los primeros días tuvo problemas para amamantar. Apenas le alcanzaba para darle una vez al día a su bebé. Por la acumulación de leche, a Diana le dio mastitis. Se le inflamaron los senos y le dolía amamantar. En una cita de control, una doctora le dijo que se aplicara paños de agua con sal y le explicó cómo extraerse en casa la leche que le sobraba. Empezó a usar un extractor manual, pero luego no sabía qué hacer con los más de 200 mililitros de leche que llegaba a acumular durante el día. Tenía que botarla. Entonces se le ocurrió empacarla en bolsas pequeñas que guardaba en el congelador y regalársela a su prima.
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Salud Crónica
—Cada dos o tres días venía a mi casa por las bolsitas de leche y yo le daba unas cinco o seis. A Jasmín le di alimento unos nueve meses y a mi hijo lo alimenté hasta los dos años y medio —dice con un niño regordete y fortachón de cuatro meses de edad sentado en sus piernas: su segundo hijo. En octubre de 2015 Diana dio a luz a Nicolás. Nuevamente producía más leche de la que su hijo consumía. Esta vez, mucho más experimentada, no sufrió mastitis. Se sacaba a tiempo la leche que le sobraba y la guardaba en bolsas en el congelador, pero ahora no tenía a quién regalársela. Buscando en internet se enteró de la existencia del banco del HGM. Metió en un bolso la leche que había recogido en las dos primeras semanas de lactancia y salió para el hospital. Norela Herrera, auxiliar de enfermería, la recibió e inició el proceso de admisión, que demanda el cumplimiento de varios requisitos: ser una mujer saludable, estar amamantando a su hijo, no ser fumadora, no consumir licor, presentar exámenes de laboratorio para descartar infecciones. —Todo lo que se haga en la vida privada pasa por la leche materna, todo lo bueno y todo lo malo —dice Nelly, y por eso agrega que la donación solidaria sin intervención de un banco de leche, aunque salve vidas, no es recomendable. En los años 80, por recomendación de la OMS, se cerraron los bancos existentes porque se descubrió que el VIH se podía transmitir vía leche materna; hoy en día está demostrado que el proceso de pasteurización mata el ciento por ciento de los virus. Se pierde también hasta un 20% de inmunoglobulina A, una de las proteínas más importantes de la leche, pero sigue siendo de muchísima mejor calidad que cualquier leche modificada o artificial. La leche materna es el alimento de mejor digestión y absorción para los lactantes, la fuente natural de nutrientes más eficiente, pues aporta mecanismos de defensa que evitan infecciones e inflamaciones, y factores de crecimiento, enzimas y hormonas, que reducen el riesgo de enfermedades intestinales, intolerancias, problemas respiratorios, retardo de crecimiento y afecciones cognitivas. Diana cumplía con todos los requisitos, por lo que se convirtió en una de las 206 donantes que ha tenido el HGM en sus dos años de funcionamiento, que han beneficiado a 505 recién nacidos. Actualmente, el banco tiene capacidad para almacenar 21 litros semanales, con un promedio de donación de 300 a 600 ml/día por cada donante. Se necesitan entre cinco y diez madres para producir un litro de leche materna pasteurizada, que puede alimentar entre ocho y diez recién nacidos. —Ser donante tiene mucha responsabilidad —dice Diana—. Soy joven y en una salida me ofrecen una cervecita, un guarito, pero pienso en los bebés y me abstengo. Dicen que la producción de leche es psicológica, entonces uno viendo la donación se activa para producir más. Una madre donante entre más se extrae, más produce, como una granja autosuficiente. Hay quienes afirman que una madre
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produce exclusivamente lo que su hijo necesita, pero los lactantes pueden consumir aproximadamente el 70% de lo que la madre produce. Así la especie garantiza un principio de solidaridad instintiva: leche sobrante para los individuos más desvalidos. —Al principio es difícil, los pezones se ponen duros, se agrietan, duelen mientras el bebé aprende a mamar. Por eso muchas madres no lo hacen, por el dolor o por fastidio. Pero es hermoso ver que un niño se alimenta de uno —dice Diana mientras amamanta a Nicolás. La responsabilidad y los sacrificios, sin embargo, vienen acompañados de una enorme satisfacción, aparte de numerosos beneficios. —El papá de mis hijos me dice “usted tan vaca”, y yo le respondo: “bendiga esa leche porque si no tendría un hueco en el bolsillo”. Yo he donado sangre un par de veces, pero donar leche es más satisfactorio, porque es como una vacuna para los niños.
La leche materna es el alimento de mejor digestión y absorción para los lactantes, la fuente natural de nutrientes más eficiente, pues aporta mecanismos de defensa que evitan infecciones e inflamaciones, y factores de crecimiento, enzimas y hormonas, que reducen el riesgo de enfermedades. Procesamiento y pasteurización de la leche Los recolectores llevan la leche de las donantes externas al banco de leche en frascos congelados. El personal encargado del banco del HGM —que cuenta con dos auxiliares de enfermería, dos enfermeras, un médico y una nutricionista y coordinadora— los desinfecta y los clasifica por fecha y hora de recepción. Luego se prepara el lote de pasteurización en frascos de 300 ml. El banco tiene una capacidad de procesamiento de 3 litros/día (equivalente a diez frascos). La leche se pasa por un baño frío y luego se descongela al baño maría. Posteriormente se hace un análisis físico para detectar suciedades y empieza el primer descarte. Sigue la prueba química de acidez para detectar bacterias. Se hace un segundo descarte y se repone la leche necesaria para completar los diez frascos. Luego se introducen los frascos en el pasteurizador durante 45 minutos a 62,5 grados centígrados. A la leche pasteurizada se le hace un control de calidad con una siembra en un caldo de cultivo durante 48 horas. La leche que pasa el control de calidad se clasifica de acuerdo con el período de lactancia, acidez y contenido de calorías: leche pre término, calostro, leche de transición y leche madura. Finalmente, se refrigera y está lista para el consumo de los neonatos hospitalizados, a quienes se les suministra de acuerdo con la prescripción del médico o la nutricionista, teniendo en cuenta diagnóstico, edad gestacional, días de nacido y necesidad de calorías. ¶
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Salud Carta abierta
Cuando el médico es el paciente Por: Gustavo López Ramírez* Incluso los mejores médicos tienden a ser malos pacientes. ¿Qué tan consciente es un médico cuando está en el papel de paciente? El autor de esta reflexión es médico y escritor, y hace poco se vio en una situación que lo llevó a pensar en este asunto.
*Médico anestesiólogo y escritor residente en Manizales. En los próximos meses publica su novela Los dormidos y los muertos (Rey Naranjo Editores).
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El doctor Robert Klitzman, un reconocido psiquiatra de Nueva York, pasó por la tragedia de enterrar a una de sus hermanas, víctima del atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Días después, Klitzman comenzó a sentirse decaído, dormía mal, padeció una gripa persistente, no salía de la cama, dejó de leer, dejó de oír música. Los síntomas no mejoraban con el pasar de los días, hasta que algunos amigos le dijeron que lo que tenía era una depresión profunda. “No —les dijo—, yo solo estoy indispuesto”. Como bien lo reconoció después, la idea de estar enfermo de una de las dolencias que él trataba a diario le parecía insostenible. Él no era, como sus pacientes, un enfermo psiquiátrico. Después escribiría respecto de aquella experiencia lo siguiente: “Por primera vez sentía en toda su intensidad por lo que mis pacientes tenían que pasar y cuán difícil es poner la experiencia de la depresión en palabras”. El doctor Klitzman tuvo que ser hospitalizado y atravesó esa línea de hielo y silencio que separa a los médicos de sus pacientes. Después se dedicó a entrevistar a médicos de diversas especialidades que hubieran estado enfermos, y con sus testimonios escribió When Doctors Become Patients, un libro lleno de historias privadas que van de lo desopilante a lo absurdo. Un pediatra hospitalizado se quejaba del horario inconveniente de la ronda quirúrgica. En su caso, el cirujano que lo atendía y su séquito llegaban de madrugada estando aún medio dormido, le enfocaba con la linterna y le decía “y qué tal, cómo le va”. Antes de que pudiera decir algo, el cirujano ya había desaparecido. Una médica hospitalizada se quejó porque le habían ordenado unos enemas que aplicaban justo a la medianoche y no podía dormir, por lo cual pidió cambio de horario. Nadie le hizo caso. La doctora se declaró en huelga y fue la única manera de ser escuchada. Otros apreciaron cosas que antes pasaban por alto pero que para sus pacientes podían ser importantes, como una ventana del cuarto rota o un televisor dañado. Lo que el doctor Klitzman y los médicos que entrevistó aprendieron dolorosamente es que la experiencia de enfermar y ser vulnerable y vulnerado por la enfermedad la padece el paciente (al que deberíamos llamar padeciente), mientras que el médico, que podría ser su acompañante excepcional, se hace a un lado y se ocupa en tratar la enfermedad, no a la persona. Escrito lo anterior me gustaría contar mi experiencia como médico-paciente. Sucede que un día sentí dolor en la parte baja del abdomen, acompañado de diarrea y malestar general, por lo que fui con un médico amigo. El especialista me atendió, oyó mis quejas, y conociendo que en mi familia hay una larga historia de cáncer de colon me ordenó, sin atenuantes, que debía practicarme una colonoscopia. Oír la palabra cáncer seguida de colonoscopia despertó en mí un temor ancestral, y me llevó a una condición que la mayoría de los médicos, a pesar de que tratamos pacientes todos los días y todas las noches, rara vez reconocemos como propia. Quiero decir que los médicos vivimos como si nunca fuéramos a enfermar, es decir, como si ser pacientes no fuera una
experiencia a la cual, tarde o temprano, debamos enfrentar en el curso de nuestras vidas. Desde el momento en que comencé a experimentar aquellos síntomas pasaron por mi mente decenas de situaciones, cuál de todas peor, asociadas con el más terrible de los diagnósticos o el más dramático de los desenlaces posibles. Trabajaba de día, sí, pero con una sensación indefinible de malestar, y tendía a identificar las señales en mis pacientes con las mías propias o las que me esperaban. Sí, es cierto, no es esta necesariamente la manera en que la mayoría de los pacientes lidian con sus propias dolencias. Conozco enfermos de una serenidad admirable, otros que se sobreponen a sus propios temores y asumen un virtuoso estoicismo que les permite sobrellevar las dolencias más devastadoras sin perder la serenidad y las esperanzas. Pero ocurre que los médicos en general, como es fama, tendemos a ser malos pacientes. Bien porque no siempre llevamos el estilo de vida que en general prescribimos como el mejor, o tendemos a subestimar los síntomas con que nuestro cuerpo nos advierte de una posible patología de curso impredecible y les damos trámite con analgésicos y una justificación que deja para un improbable después la consulta definitiva; o bien, porque ante la perspectiva de la enfermedad naufragamos presas del temor y del pesimismo. Para mi ulterior fortuna el día del examen llegó pronto, la colonoscopia fue completamente normal, los síntomas se fueron con medicación y pude volver a dormir tranquilo. Sin embargo, el desasosiego que experimenté aquellos días y la certidumbre de que mis pacientes en uno u otro momento de su dolencia se van a sentir desamparados y van a agradecer más una frase de consuelo que un diagnóstico resonante, me ha llevado a replantear la manera en que abordo esos asuntos con mis pacientes. Entonces compartí estas reflexiones con un médico amigo, quien estuvo severamente enfermo hace un par de años. Después de seis meses de padecer una tos seca e inespecífica; de una taquicardia sin una explicación aparente; de sudar a mares en las noches; de hacerse mil y un exámenes, incluida una tomografía con emisión de positrones, se pudo llegar a un diagnóstico de mesotelioma peritoneal maligno, una de las formas más raras y agresivas de cáncer. Uno de los primeros médicos en ver el resultado le dijo sin preámbulos que no había nada que hacer y se fue sin despedirse. Sin embargo, otros colegas lo rodearon y decidieron hacer hasta lo imposible por tratar su condición. La cirugía duró 20 horas y mi amigo y colega permaneció 17 días en la clínica; fue sangrado para exámenes de laboratorio tres veces al día; lo despertaban a las 4 de la mañana para medir gases arteriales; padeció la sensación psicótica de que esa persona que estaba allí era otro y no él; llegó a pensar que no iba a salir nunca de allí y sintió mucho pesar por sus propios pacientes, por las indescriptibles experiencias por las que tenían que pasar. Entendió así que la misión más importante de un médico es, como dice aquel viejo aforismo, “Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre”. ¶
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Salud Crรณnica
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Vivir sin ver Por: Mónica Diago* Fotografía: Juan Sebastián Sánchez Cada día, las personas con discapacidad visual en Bogotá deben enfrentarse a una ciudad que no está concebida para ellos. Acompañamos a una para documentar su experiencia.
Torpeza. Esa es la palabra que podría definirme durante el recorrido que hice al lado de Carlos Castro, un comunicador social con discapacidad visual que trabaja como asesor en el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTIC). Nunca nadie me enseñó cómo relacionarme con personas con limitaciones físicas, y al acompañarlo en la mayor parte del recorrido desde su casa hasta su oficina, compruebo que no soy la única. Somos tres en el recorrido entre la casa de Carlos en la vereda La Balsa, en Chía, y su oficina en el centro de Bogotá. Juan Sebastián, el fotógrafo que va con nosotros, a veces está unos pasos adelante, otras unos metros más atrás según las fotografías que necesita y va tomando, mientras Carlos y yo caminamos. Pensar en que debo darle oportunidad de hacer algunas fotos donde no me vea, donde el protagonista sea Carlos, me inhabilita un poco. No puedo dejar solo a Carlos, no puedo soltarlo de mi brazo, al que se amarró con fuerza desde el momento en que nos encontramos en el Portal del Norte de Transmilenio. Bueno, fui yo la que lo encontró y tomé su mano para que se percatara
*Periodista, frecuente colaboradora de Bienestar Sanitas.
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Salud Crónica
de mi presencia, y luego me presenté. No puedo soltarlo porque además de la periodista hoy seré su guía, pues su bastón se averió ayer. Lo estaba desarmando, doblando cada pieza, cuando el caucho que las une saltó bruscamente y se reventó. Quizás no pueda arreglarlo pronto, pues cualquier desplazamiento por la ciudad implica una logística que debe planear con detalle. La primera interacción que tuvimos fue minutos después de que se bajó del bus intermunicipal que lo trajo desde el terminal de Chía, adonde llegó en un carro particular que tomó saliendo de su casa. En todos los trayectos ha tenido a una persona a su lado para ayudarlo en su travesía. La primera, y la más importante, fue su mamá. Ella fue quien le enseñó a reconocer su ropa mediante las características de las prendas que más usa. Hoy, por ejemplo, sabe que el saco que trae es rojo, y lo reconoce por el botón de madera que tiene en la mitad del pecho. Su mamá, con paciencia, le ha enseñado las marcas que deben orientar su camino. Le ha explicado una y otra vez, desde los 14 años, edad en que el glaucoma afectó su visión, lo que hay en las esquinas de su casa, lo que debe reconocer en el camino que lo lleva a su trabajo y los cuidados que debe tener en el día y en la noche. La segunda persona que estuvo con Carlos esta mañana fue el acompañante del bus intermunicipal, que siempre le da prioridad para ingresar, coger puesto y además le ayuda a bajarse del bus en el Portal de Transmilenio. Allí también le ayuda a pasar por la registradora, que le advierte si su tarjeta aún tiene saldo. —La recargo cada 15 días, no me doy cuenta de cuánto dinero me queda hasta que la máquina me la devuelve. Ahí me regreso a la taquilla y la recargo nuevamente. —¿Y te sale al mismo precio el pasaje? Tengo entendido que las personas con discapacidad tienen derecho a un descuento especial… —le pregunto. —No te imaginas la cantidad de vueltas que hay que hacer para que me den esa tarifa, y el papeleo, y todos los buses que tengo que coger… Claro, en realidad no me imagino. Nadie se imagina cómo es la vida cotidiana de una persona que no puede ver en una ciudad como Bogotá. Después de una fila larga logramos entrar al bus J70, la ruta que lleva a Carlos hasta el Museo del Oro. Pero mi sentido común averiado nos puso en la puerta de atrás, en la que no hay sillas azules, las que dispone el transporte público para los discapacitados. No será problema, cualquiera le puede ceder el puesto cuando se dé cuenta de su condición. Pero no. Nadie parece notar que Carlos es ciego. —Una silla para el señor, por favor —grito en medio del gentío del bus. —Los puestos azules están adelante —me increpa una adolescente con unas gafas enormes. Entre el tiempo que me tomo pensando si responderle con un discurso de responsabilidad social, lanzarle una mirada agresiva o hacerle un guiño compasivo para que se ponga en el lugar de Carlos, él ya ha conseguido una silla dos filas adelante
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En todos los trayectos ha tenido a una persona a su lado para ayudarlo en su travesía. La primera, y la más importante, fue su mamá. Ella fue quien le enseñó a reconocer su ropa mediante las características de las prendas que más usa. y ya empezó a contar las estaciones donde para el bus. Sabe que cuando haya frenado ocho veces deberá bajarse. Siempre cuenta las estaciones porque no todos los buses articulados cuentan con ayudas para personas con discapacidad visual. Llegamos a Museo del Oro y Carlos ya sabe que debe salir de la estación, esperar a que el semáforo peatonal esté en verde y girar hacia la izquierda para caminar 20 minutos hasta la oficina por el sendero peatonal de la carrera Séptima. Hoy serán 10 minutos, porque vamos juntos. No le gusta caminar sobre las marcas que tienen los andenes para discapacitados en Bogotá, unas baldosas pegadas en hilera donde sobresalen círculos en alto relieve. No confía en ellas. En general Carlos es bastante desconfiado, la experiencia le ha enseñado que debe ser muy prudente para moverse por esta ciudad que no está pensada para personas como él.
No le gusta caminar sobre las marcas que tienen los andenes para discapacitados en Bogotá, unas baldosas pegadas en hilera donde sobresalen círculos en alto relieve. No confía en ellas. En la caminata me va explicando las pistas sonoras que le marcan el camino cuando está solo. Sabe que la voz del locutor que dicta los números del bingo, en el casino del costado izquierdo de la Séptima, le indica la mitad del trayecto. Nota que una vez encuentre a la señora que ofrece lotería va a estar justo en frente de la entrada de su oficina, e identifica el olor del perfume de su cuarto guía del día, el vigilante de turno que lo ayuda a subir los 12 escalones entre la acera y la puerta del edificio. Antes de que el celador lo alcance a coger del brazo, yo lo he impulsado suavemente junto al letrero de su oficina para que Juan Sebastián haga una foto. Al darle la espalda veo que el fotógrafo no dispara su flash sino que me lanza un grito: “¡Ten cuidado!”. Me volteo y Carlos está tropezando con las dos escalas que lo separan del vigilante. Mi ignorancia con el tema se ha hecho evidente —una vez más—. Por más que he tratado de ser cuidadosa, olvido que debo hablar e informarle a Carlos cada paso que doy, cada acción que quiero que hagamos: los oídos reemplazan sus ojos, y cuando no hemos experimentado esta carencia todo nos parece obvio y natural. Tener una discapacidad significa desarrollar otro tipo de capacidades de las que otros carecen. Finalmente llega a su puesto de trabajo, donde tiene un computador con un software especializado que va leyendo a gran velocidad los correos que le han llegado y las tareas que debe hacer. Lee también su calendario, los íconos del escritorio de la pantalla, las letras del teclado cuando responde correos. Está sentado en su cubículo y yo puedo respirar con calma. Como si estuviera leyendo mi mente, sintiendo la tranquilidad que por fin me acoge, Carlos me habla del trato que él añora: —La gente que me rodea está aprendiendo a relacionarse con personas con discapacidad. No es fácil para ellos, es un mundo desconocido, no saben cómo dirigirse a mí. Me gustaría que lo hicieran de la manera más natural posible —dice. Aprovecho este momento de calma para preguntarle sobre sus gustos, sobre lo que hace los fines de semana, sobre su vida. Me enumera un montón de cosas que imagino dificilísimas para una persona que no puede ver. Es DJ de fiestas, está haciendo una maestría en periodismo y comunicación en la Universidad de la Sabana, acude al estadio con frecuencia, lidera el programa Cine para Todos, que proyecta películas en salas de cine para personas con discapacidad visual y auditiva... y el listado sigue y sigue. Compruebo entonces que Carlos está lejos de verse limitado por su discapacidad. De hecho, su condición lo impulsa a buscar sus anhelos con más carácter. Entiende que la sociedad, con el tiempo, deberá transformarse y abrirles más espacios de inclusión y entretenimiento a los que no pueden ver, oír, hablar, caminar; todos habitantes de una sola ciudad. ¶
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Salud Divulgación
Lo que nos dejó la evolución Por: Roberto Palacio* En los millones de años que lleva el ser humano en la Tierra su cuerpo ha cambiado para adaptarse a las condiciones y buscar la supervivencia de la especie. Pero en ese camino nos han quedado vestigios, apéndices, señales de nuestros parientes prehistóricos.
Hubo un tiempo en que la gente podía mover las orejas. Como los perros y los caballos, el hombre describía deliciosas circunvoluciones con los cartílagos auriculares y en las conversaciones en las que se conglomeraban muchos, mientras miraba a un interlocutor podía dirigir una oreja a otros a manera de una gran cortesía. Los músculos extrínsecos del pabellón auricular, fibras estiradas entre los meandros de las orejas, que servían para la tarea mencionada, son vestigio de que alguna vez tuvimos este don de los elfos. Ahora, escondidas debajo de la piel, inexistentes en gran parte de la población, esas fibras solo parecen cumplir la labor de recordarnos —a los que somos darwinistas, claro— que la evolución olvidó quitarnos una cantidad de cosas que si bien no nos mataban, ya no servían a propósito alguno. Olvidó recortar por ejemplo el nervio laríngeo, que da una vuelta absurda pues parte del cerebro, baja por el cuello, pasa debajo de una de las venas de tórax cerca al corazón sólo para volver a subir hasta la garganta, que a decir verdad, como lo prueba la gente que habla de más, queda nada más a unos centímetros del encéfalo. Todo porque evolucionamos de un pez cuyo corazón en extraña disposición se situaba por encima del sufrido seso y la garganta, que se contactaban en línea recta. Al bajar el corazón hasta el pecho, el nervio simplemente se estiró.
El ojo, una de las creaciones más maravillosas de la evolución, nunca hubiera salido limpio de una mesa de diseño para venderse en Inkanta: la arteria retinal central y el cableado de nervios salen del ojo justo por la parte posterior en donde se proyectan las imágenes, como si el cargador del celular se hubiese instalado bloqueando la cámara. La evolución no se devolvió a corregirlo bajo la promesa de una garantía cósmica, porque para efectos de esa cosa que llamamos vivir, bien nos podemos arreglar con ese ojo aunque no nos permita ver la más distante de las estrellas y nos haga preguntarnos si ese puntito que quedaba en las pantallas de los televisores de tubos al apagarse lo estábamos viendo o imaginando. En el interior de las ballenas quedan piernas diminutas, y en la planta del pie del humano se encuentra el músculo plantar, que solía servir para cerrar el pie como una mano. Ahora sólo parece estar en su lugar para ser objeto de calambres; en cualquier caso, lo usamos nada más en los escasos momentos en los que nos da pereza agacharnos y terminamos recogiendo la ropa interior con los dedos de los pies. Estos, de por sí camarones horrorosos que terminan triangulándose o tomando un aspecto de Picapiedra, bien pudieran haber sido reemplazados por una elegante falange útil en el equilibrio, para dicha de las reinas de belleza que parecen coin-
* Escritor y profesor universitario. Colabora con Soho, Credencial y otras revistas nacionales. 82 Bienestar Sanitas
cidir en que lo único que cambiarían de sus cuerpos son los meñiques. Es un poco triste pensar en esas manos que perdimos cuando evolucionaron los pies. La idea del multitasking tendría todo un sabor distinto si dispusiéramos de dos manos adicionales; los conceptos de belleza y confort se tendrían que haber transformado de maneras radicales e insospechadas… ¿bolsillos para las cuatro manos? ¿Y qué de los saludos privados, de caminar cogidos de la mano, del uso mucho más eficiente del desordenado teclado de nuestros computadores? O por el contrario, al tenernos que desplazar en las cuatro patas como los chimpancés hubiéramos desarrollado toda la civilización en torno al pie… y las madres azuzarían a sus infantes a que se lavaran los pies antes de sentarse a cenar y las banderas de los comunistas enarbolarían en lo alto una hoz sostenida por un pie, al tiempo que le daríamos tiernas caricias a nuestros infantes ungidas por el paso reconfortante y lento de un pie por sus caras. Otro de los vestigios que la evolución no aniquiló es el coxis, ese remate de la columna… cola eclipsada entre la impúdica raya del derriere. Imagine por un momento un mundo en el que no hubiésemos perdido la cola: modelos en pasarela que al alejarse pavonean, pero no mucho, su probóscide de columna. Imagine la sarta de prácticas sexuales que se pudieran hacer en anverso y reverso; los productos para el cuidado de la cola; los cursos de superación personal insistiendo en que mantener la cola en alto por una extraña magia concita la alegría. O gentes exhaustas llegando a casa al final del día con la cola literalmente entre las patas. Y cómo ello hubiera puesto en evidencia el amor: delatarse con una cola enhiesta cuando se saluda a la primate de los sueños; los intentos por ocultar el bamboleo de la misma cuando al fin nos acepta la invitación. Imagine, estimado lector, las cirugías estéticas de la cola, la gente del jet set con colas pomposas y prensiles, mejores que las nuestras, ondeantes al viento asomadas por las ventanas de sus autos. Esa cola de alguna manera allí está, en su mínima expresión, en el coxis; interna, golpeada y fracturada, estampada contra el suelo en el paseo, enderezada con alambres y un poco escoliótica… como buscando por dónde salir de nuevo al mundo. De hecho, estamos llenos de vestigios: se nos eriza la piel y se nos ponen los pelos de punta en franca recordación de cuando debíamos parecer grandes o poderosos en las peleas; conservamos un resto de intestino de conejo, el apéndice, que no sólo no sirve sino que a menudo nos manda para Urgencias; y nuestro último juego de muelas debe ser removido con dolor. Acaso no hacen falta más pruebas: no venimos al mundo en ediciones corregidas como los iPhones, sino en un formato acumulador al que poco le gusta borrar las versiones anteriores. Vale la pena entonces recordar de vez en cuando que debajo de nuestra piel está escrita la historia de nuestro pasado. ¶
vestigios evolutivos Músculo erector del pelo Son pequeños músculos conectados a los folículos pilosos encargados de tensar el pelo en situaciones de riesgo o frío extremo. Es un vestigio de nuestro pasado peludo.
Músculo palmar Une la muñeca con el codo, proporcionando una inestimable fuerza extra si andásemos colgados por las ramas, como hacían nuestros antepasados.
Músculos del pabellón auricular Hace mucho el ser humano dejó de ser presa y por eso la movilidad de las orejas se volvió tan limitada e inútil que estos músculos se consideran hoy un remanente de la evolución.
Apéndice Se cree que la utilidad de este órgano era solo almacenar y procesar la celulosa proveniente de los alimentos de origen vegetal. Si es un órgano vestigial o no, aún es objeto de debate.
Coxis Se considera que es un vestigio del rabo que una vez tuvieron los antecesores del ser humano, útil para mantener el equilibrio. Los homínidos perdieron la cola al empezar a caminar erguidos.
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Salud Carta abierta
Duerme Por: Diego Fonseca* · Ilustración: Marcela Quiroz Facebook, Twitter, Netflix, CNN, la vida entera está pasando allá afuera, y aquí adentro, en la madrugada, mirando al techo de una habitación oscura y silenciosa, el autor de estas líneas quiere dormir.
Postulo: dormir es revolucionario. Hace no mucho, después de una semanas de un insomnio pertinaz, desperté en casa con la embriaguez opiácea de quien regresa de un desmayo. Los músculos dolían con exquisitez, liberados de sostener un cuerpo colapsado de agotamiento. Respiraba hondo y pausado y tenía los párpados gordos que dejan las palizas. Supuse que había dormido medio día pero era una ilusión. Apenas fueron cinco horas continuas, una resurrección amable para un organismo nervioso y maquinal. Duermo poco, duermo mal: quiero dormir. Tengo una relación intelectual inagotable con mi insomnio: a mí se me ocurren las ideas que nos mantienen despiertos de día; a él, las de la noche. Viajo la mitad del mes, cruzo husos horarios, cambio ciudades, hoteles. Duermo cuando y como puedo. En el sofá del estudio, en el asiento del taxi —¿podría bajar un poco la música, por favor?—, entre reuniones, leyendo Cressida Cowell a mi hijo. Tomo siestas breves si el avión está vacío y brevísimas son mis modorras en la sala del odontólogo. Alcanzar ocho horas de sueño consistente es un maratón imposible. Tengo amigos de mi edad que descansan como bebés alimentados a teta y dicen ser capaces de perseguir gorilas apenas despiertan. En mi parroquia insomne, en cambio, nos miramos las bananas moradas bajo los ojos con compasión y nos palmeamos en cámara lenta como sobrevivientes de una hambruna. Mi mejor sueño es una paradoja que remeda la muerte: quiero dormir toda la vida.
* Escritor y editor argentino. Autor, entre otros libros, del reportaje Hámsters y de la novela La vigilia. 84 Bienestar Sanitas
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Salud Carta abierta
Dormir, hoy, es el nuevo bienestar. Dormir es sexy. Dormir es punk. En el pasado remoto, los humanos retozábamos más. El mundo de la Ilustración moría al anochecer pues no había luz eléctrica, pero la bombilla de Alessandro Volta nos hizo seres de la oscuridad y pudimos estirar las cenas, el jolgorio, la vida. Durante la revolución industrial inventamos que era preciso dormir ocho horas seguidas para reponer energías y, vano Marx, volver a la fábrica, pero ahora todo nos aleja de la cama. Las series de TV están disponibles 24/7, Twitter y Facebook se renuevan cada segundo. La oferta de entretenimiento conspira contra el descanso, otro modo de decir que pensamos con menos pausa. Dormir nos mantiene vivos y sanos. Hemingway decía que prefería dormir porque despierto su vida tenía el mal gusto de querer desmoronarse. El Viejo sabía lo que Homero: hay un tiempo para las palabras y uno para el descanso. Hay que saber retirarse. Los doctores enarbolan la fe médica para asegurarnos que una buena noche de sueño protege al corazón, eleva el humor, fortalece la memoria. Yo tengo esta heterodoxia: cuando descanso, sueño; cuando cierro los ojos intranquilo, me arrasan las pesadillas. Es el sueño vacío el que nos mantiene despiertos, sugería Pessoa, no aquel donde soñamos, porque allí uno es capaz de conseguir el mundo. Para el insomne, dormir manso es un sueño recurrente. Sylvia Plath prefería saltarse una hora de reposo para no enfrentar la idea de otro día perdido, así viviera ese día incoherente e irritable, porque la ansiedad lleva a suponer que nos perdemos algo por ir a la cama demasiado temprano. El buen dormidor, en cambio, pasea por la vida, paciente y optimista. Ríe con toda la boca. Los descansados pastorean con paz bovina o son liebres jocosas y siempre miran con chispas. Propagandizan que dormir bien es como una deliciosa comida, como el sexo o una ducha al final de una tarde pegajosa. Tal vez sean felices, pero estoy seguro de que el día no lo gastan sino que lo saborean. Y es posible que esta gente no tenga un centavo pero igual les vale porque tienen almohadas. Hoy no duerme quien quiere sino quien puede y, sobre todo, quien tiene. Los zombies pobretones deben estar al pie del cañón productivo para conseguir la moneda del día, mientras, enfrente y arriba, la multimillonaria industria del sueño repara la jornada de quien la lleva mejor. Spas de relajamiento a 1.000 dólares la noche. Colchones, ropa de cama, máscaras para dormir de 300 dólares que monitorean tus ondas cerebrales: duerma, que Mastercard paga. Arianna Huffington, que descansa ocho tiernas horas porque doce asistentes le abren hasta la Mac, postula que las salas de power naps en las empresas serán pronto tan ubicuas como los salones de juntas. La siesta es un reaseguro para reproducir un capital que nunca duerme. Mientras, yo admiro al dormilón. Gente que rumia paciencia mientras nosotros nos desbarrancamos hasta en el trabajo.
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Tengo una relación intelectual inagotable con mi insomnio: a mí se me ocurren las ideas que nos mantienen despiertos de día; a él las de la noche.
Ellos se retiran del sistema: crean su universo. Permanecen en la más limpia de las contemplaciones porque al apuro lo cubrieron con la cobija. El dormidor dice en esta sábana, que es un mundo, mando yo. Descansar es para ellos un ejercicio de independencia, la última atalaya por defender. Toda celebración y desgarro, la proeza del héroe, la rutina y el arte, el amor de los cuerpos, todo —toda la vida— piden cama reparadora. La tienen los bellos durmientes, no yo. Hijos de puta de mi amor. Hace unos días pedí en Facebook que me contasen cómo es dormir bien. Una buena amiga me puso frente al espejo con el magnífico Adriano de Marguerite Yourcenar. Dormir, dice Yourcenar, iguala al poderoso y al indefenso; equivale a renunciar al poder. “Si pensamos tan poco en un fenómeno que absorbe por lo menos un tercio de toda la vida, se debe a que falta cierta modestia para apreciar sus bondades”, escribe. “¿Qué es el insomnio sino la obstinación maníaca de nuestra inteligencia en fabricar pensamientos, razonamientos, silogismos y definiciones que le pertenezcan plenamente, qué sino su negativa en abdicar en favor de la divina estupidez de los ojos cerrados o de la sabia locura de los ensueños?”. Los hombres, creo yo, aún estamos en guerra, de modo que esa estúpida sabiduría que es entregarse al sueño sólo me resulta vivible en el niño, el anciano y la mujer que amas. Yo me quedo largos minutos de vigilia contemplando el cuerpo desarticulado de mi hijo, confiado sin debate a la miel del sueño profundo de una vida que todavía debe navegar. El responso del anciano traza la otra frontera: no hay sueño más parecido a la muerte que los años finales de nuestra existencia. En medio, queda la mujer —o el descanso del amor maduro. Una mujer hermosa me dijo una vez que el símbolo del buen sueño es acabar encharcado en babas, porque has derrumbado las paredes inconscientes con que te proteges de tus miedos y te entregas como un loco dopado en el manicomio, melifluo y líquido, sin atesorar ningún control. Esa frase me recordó a Kundera en La insoportable levedad del ser: el deseo del sexo se extiende a un número infinito de mujeres, pero el amor reside en la elección de dormir junto a alguien, y eso está limitado a una sola mujer. Puedo también resignar mi sueño para custodiar ese trance cuya calma me sosiega a mí y cuya dueña acaba del mejor modo, desperezándose como un gato feroz listo para cazar. Defiendo: dormir es revolucionario. Busco aliados para esa guerra. ¶
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Hogar Opinión
Finanzas de pareja Cinco ideas para un matrimonio feliz.
Por: Paola Ochoa* · Ilustración: Luisa Martínez
Cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana. Nada más cierto, aunque suene desalmado, molesto y maquiavélico. Según las estadísticas mundiales, el 60% de los divorcios en todo el planeta ocurren por temas de dinero. De ahí la importancia del buen manejo en pareja del tema financiero. ¿Cuánto gana cada uno? ¿Quién aporta más? ¿Cuánto gastan entre ambos? ¿Quién paga qué? ¿Cuentas separadas o conjuntas? Aquí cinco mandamientos para morirse de amor y no de resentimientos. 1. Cuentas independientes Lo dicen los expertos en terapias de pareja: juntos, pero no revueltos. Tener cuentas bancarias separadas es la base de la felicidad en el hogar. Es el punto de partida de la independencia económica de cada uno: administrar su propio dinero según su criterio particular. Si los dos trabajan, el asunto seguramente es más fácil de abordar. Pero si uno de los dos se queda en casa, es fundamental que se le asigne una mesada mensual. Todos necesitamos dinero para nuestros gastos personales y todos odiamos tener que rendir cuentas por cada centavo movido. Hay que negociar en pareja cuánto le toca a cada uno según lo que necesite
y quiera. Además, es fundamental conservar el historial crediticio individual. 2. Gastos compartidos El siguiente paso es hacer la cuenta de los gastos que implica la vida juntos: arriendo, comida, transporte, servicios, colegios, salud, televisión por cable. Establezcan la forma en que se reparten los gastos: quién aporta qué, quién lleva las cuentas generales, qué cantidad se gasta en cada cosa. Anoten lo que para cada uno es más importante, así sabrán cuáles son las prioridades a la hora de apretarse el cinturón o bajarle al tren de gastos. Aquí no hay fórmula mágica: lo importante es ser sinceros y tener un diálogo honesto y abierto. 3. Sueños en pareja Hagan una lista de los sueños y planes que tengan por delante: un viaje, un paseo, el cambio de los muebles, la compra de un apartamento. Los deseos deben ser concretos, medibles, realistas y con una fecha límite para obtenerlos. Una vez se tengan claras las metas, entonces procedan a sacar juntos la tijera: recorten algunos gastos para que puedan empezar a ahorrar para los sueños. No se desesperen. Llegar a acuerdos a veces toma tiempo.
4. Adiós a los secretos Las hay por montón: parejas donde la mujer no sabe cuánto gana el marido y éste a su vez no sabe de la cuenta bancaria de su mujer. El uno por miedo a que le pidan más plata, la otra por susto a que le den menos dinero si saben de sus ahorros secretos. Es la clásica receta para el desastre conyugal y la crisis financiera marital. Pocas cosas destruyen tanto un matrimonio como los secretos financieros. Si se casaron es porque decidieron confiar el uno en el otro y ser transparentes en temas económicos. 5. Ahorrar los centavos Es la máxima de todos los grandes millonarios: “hay que cuidar los centavos, porque los pesos se cuidan solos”. Lo mismo aplica para la vida en pareja. Hay cosas tan sencillas como ir al supermercado con lista en mano, sin hambre y sin niños para comprar lo justo y necesario. O tener un solo carro para compartir los viajes al trabajo y ahorrar dinero en gasolina y parqueaderos. O meterse a bañar al mismo tiempo, que además de romántico puede servir para consumir algunos mililitros de agua menos. En la imaginación está el mejor cheque para una buena relación. ¶
* Periodista económica, fue directora de la revista Dinero. Columnista de El Tiempo.
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