Un diario más - Gustavo 'Chalako' Medina (2017)

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UN DIARIO MĂ S GustavoChalakoMedina


Un diario más, 1era. Edición, 2017. Gustavo Medina Facebook: Gustavo Chalako Medina | Instagram: @chalako. Reservados todos los derechos. Edición y corrección: Maily Sequera y Víctor Manuel Pinto para Producciones Lumínica C.A. Fotografía de portada: Lorien Sequera. Fotografía de contraportada: Diana Manero. Diseño y diagramación: Maily Sequera. Edición independiente de Wachicon Group. Email: wachicongroup@gmail.com ISBN 978-980-12-9771-0 | Depósito Legal DC2017001864

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Prólogo

Por Maily Sequera

A veces, quien comienza a escribir lo hace para usar la escritura como un medio de expiación, de exorcismo, de liberación y recreación de fantasías que alivian sus carencias, dificultades y sus propios errores. El objetivo no es hacer un buen texto sino hacerse mejor persona dentro de la circunstancia que le tocó vivir y recobrar el poder que le ha robado el hecho, como evento inevitable ya. Usar la propia experiencia como inspiración o modelo que configura la obra, no significa carencia de imaginación sino una urgente deuda del autor con su propia historia, con su memoria, para redibujar su pasado y obtener una visión periférica y meditada de aquello que no le permite seguir adelante. Terminar con esta tarea es repetir el acontecimiento que le atormenta pero esta vez, en armonía. Pareciera que quien nació en Perú como Gustavo Medina y emigró a Venezuela cuando tenía diez años donde ganó el apodo de «Chalako», ha prestado parte de su vida personal a Martín, personaje central de esta historia. Pero es también posible que sea Martín un personaje autónomo y empoderado que ha tomado los episodios y pensamientos más perturbadores de la vida de su creador para terminar de una vez por todas con ellos. En 2017, una década después de que surgiera el primer borrador de este libro, su autor ha regresado a Perú, desplazado por otra crisis socioeconómica en el país que le daba hogar. Alejado así de su familia y su trabajo creativo como locutor y productor radial, se presentan en su vida un conjunto de cambios que son también repeticiones de su propia historia pero que ahora, apreciados desde la perspectiva sosegada de la adultez y el amor, han detonado el inevitable cierre de este relato, como una despedida que es a su vez un saludo. Un diario más es ahora un trabajo retomado y terminado en su escritura y edición porque Chalako encontró en su desahogo la posibilidad de concretar su

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primer libro mientras se encuentra alejado de sus medios de expresión, manteniendo activa su capacidad creadora, ahora en los espacios de la escritura narrativa. Nos da entonces la posibilidad de conocer profundamente a Martín, desde su candidez infantil hasta su oscura madurez, además de presentarnos a los amigos de su adolescencia que determinan su confuso destino. José Rafael, Alex, Patricia y Alicia, conservan en cada uno de sus perfiles las características que cualquiera podría identificar en sus amigos de la juventud. Ellos construyen alrededor de Martín circunstancias comunes a su edad en las que descubre la amistad, el amor, el sexo, la diversión, el deterioro del nexo familiar, pero que también revelan su inestable personalidad, sus miedos y debilidades, las cuales viran sus circunstancias a escenarios peligrosos en los que la visceralidad y sus inconscientes traumas le dominan y condenan. Un diario más es un relato juvenil, relajado, urbano. Su lectura es amena y me recuerda a la novela corta y autóctonamente venezolana que preferíamos en la adolescencia para encontrar algo que dialogara con nuestro propio momento de vida. En su escritura, el autor se ha divertido con las estructuras formales de la escritura narrativa para organizar la historia. En sus formas, va del narrador omnisciente a la carta, de la carta a la nota hecha en un diario personal, y del diario personal a la estructura dialogada. En su fondo hay un relato de ficción y violencia, pero también un thriller psicológico con espacio para el drama, el existencialismo y un poco de humor. Todo esto se hace admisible ya que durante el libro transcurre la narración de la vida de una persona y en ella se desarrollan diferentes estados de madurez y distintas circunstancias. Quedan, eso sí, eventos en el suspenso, espacios para la teoría de su resolución, un tentador misterio para el desarrollo de una segunda parte de esta historia que nos de algunas explicaciones sobre la mente atormentada de Martín. Quizás sea ese el futuro de Un diario más o tal vez, todo termine aquí. Será entonces como aquellos eventos de nuestra juventud y la de Martín: inexplicables, injustos e irresolubles, que han quedado atrás por el natural avance de la vida pero que no han sido resueltos, marcándonos para siempre a pesar de su fugacidad.

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UN DIARIO MÁS

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A mi hijo, DĂŠmian.

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UN DIARIO MÁS

Una tarde oscura que combina con una ciudad salvaje es el escenario perfecto para iluminar mi camino y ver si así, logro encontrar un poco de comida. Mis pensamientos son vacíos, por mi mente solo pasa poder llenar con algo mi estómago. Difícil no es, ya que con los años se ha encogido bastante y creo que tan solo un maní bastaría para llenarlo. Hace algo de frío esta noche. Camino con mi fiel amigo «Chancho» un perro que me encontré cuando era un cachorro, alguien lo puso en una bolsa y lo lanzó a la carretera esperando que lo aplastaran. Fue un trágico encuentro para una amistad que desde entonces ha llenado mis días entre basura, insultos y desprecios. Tengo hambre y no consigo un pedazo de comida, lo que hay en la basura tiene gusanos. Algunos no saben tan mal, otros, no dejan nada de comida para mí. Tanto esperar en una banca hace que incomode a los clientes de un perrocalentero. Sus miradas las puedo describir como una mezcla de asco con lástima, algo muy cercano a un gran charco de vómito. Es parecido a la verdad asesina y dolorosa de una masa rutinaria que camina día y noche esperando que algo interesante suceda, pero cuando pasa, se alarman, se horrorizan. Muchos periódicos amarillistas viven del loco juego del que la gente dice huir pero nadie confiesa disfrutar. El juego de ver el daño en otro, el deseo de saber qué fue lo que pasó, qué hizo que esa persona terminara con su vida o que llevó a un asesino a matar a toda su familia. Una señora se acerca a mí para preguntarme cómo estoy. Creo que al verme ya había obtenido respuesta pero nunca me consideré alguien maleducado.

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GustavoChalakoMedina — Bien —, le contesto. Me pregunta si tengo hambre. Ya no me queda orgullo o un gesto al cuál recurrir para fingir que estoy bien, así que sin pensarlo mucho le respondo: «Sí». A su lado, está un niño al que calculé unos siete u ocho años de edad, él bebe un refresco el cual tiene más saliva en el pitillo que bebida. Lo tiene solo para jugar, su sed no se parece en nada a la mía. Mientras la señora le ruega al perrocalentero incómodo por mi inesperada cercanía que me prepare dos perros, el niño deja caer su refresco poco a poco, como una pequeña cascada. Él entiende cuánto necesito beber algo. Me mira fijamente mientras grita en tono juguetón—: ¡Bebe del piso, me queda poco refresco! Mientras pienso en si lo hago o no, ya estoy arrodillado. Ante el hambre, la mente pierde fortaleza y la moral se reduce. ¿La señora? Ella voltea, agarra al niño por la mano y le suelta una cachetada diciendo—: Debes aprender a respetar y tener consideración con la gente necesitada—. Creo que esa frase de regaño ha pasado por miles de generaciones y nunca ha tenido un efecto evolutivo. Es posible que pasen mil años más y todo siga igual. Siempre estará ahí el rostro humillante de «No me importa» y siempre estará alguien arrodillado para responder: «A mí tampoco» Les pido que no le den importancia a lo sucedido. En realidad, lo que me importa en este momento es comer algo. Luego de centenares de maldiciones que se podían leer en los labios del perrocalentero, pude disfrutar de la comida. ¡Qué bendición! Chancho, al igual que yo, comió emocionado como si fuese el fin del mundo. Hacemos que tiemble el mundo con el sonido de nuestros dientes al masticar. No podemos creer lo bien que se siente.

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UN DIARIO MÁS

— 1 HORA DESPUÉS — Habían pasado años desde que sostuve por última vez una conversa normal. Mis conversas con Chancho no son muy largas que digamos. Él es muy reservado. El niño casi dormido siente todo como una pérdida de tiempo. Observo a la señora y le digo: «El sol terminó de ocultarse y usted aún está conmigo. Debo agradecerle con una historia. Es lo único valioso que tengo. Esta es una historia que empieza en 1990...»

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— 1990 — Les hablaré de un niño llamado Martín. Nueve años de edad, de piel trigueña, ojos claros, cabello castaño. Martín es robusto, inteligente y responsable. Ve la vida de una forma muy inocente acompañado por sus juguetes. Lo que pide, nunca le falta. Algo caprichoso, si no le dan lo que quiere, chantajea en lugar de llorar como hacen otros niños. Siempre se imagina en un equipo de fútbol, siendo este un deporte muy clásico donde él vive. Cada mañana al despertar, piensa e imagina muchas cosas, cosas que son creadas por el extenso tiempo con el que cuenta para pensar y el breve tiempo en el cual se siente aceptado por los demás.

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UN DIARIO MÁS

— MARTÍN — Ojalá que hoy mis amigos sí me dejen jugar fútbol, antes de ayer se me hizo difícil ver el partido, tengo el balón que me regaló mamá, solo espero se convenzan que sí puedo jugar con ellos. Después, regresaré a comer y me sentaré a esperar la visita de papá Es domingo y él nunca falla ese día. Solo hace cuatro domingos atrás no pudo venir y lo entiendo. Sé que está ocupado.

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— LA PENITENCIA — Penitencia: Modo de castigo para quien ha perdido en un juego infantil. Lo que sucede en una «Penitencia» podría ser considerado fuerte para un niño pero aún así, es la manera más utilizada para hacer pagar a quien ha perdido. Si el jugador queda de último en uno de los juegos, pasará por un «túnel humano», claro está, creado por los ganadores. Ellos apoyan sus manos en una pared, uno al lado de otro, y el perdedor pasa agachado dentro de ese túnel. Mientras, los ganadores deben patear, escupir e insultar al perdedor hasta que éste salga de ahí.

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UN DIARIO MÁS

Hoy como siempre no me aceptaron en su equipo. ¡Tengo este balón para nada! Esta vez no inventaron una excusa. No fue porque estaban completos los jugadores, sino porque yo soy gordo y eso dañaría al equipo. Es verdad, soy lento para correr pero no es mi culpa ser así. ¡Yo solo quiero jugar! Ahora puedo entender porqué siempre soy el elegido para «La Penitencia». Llegar a mi casa y decir que los morados que tengo encima son parte de una caída, o que me cayó un pelotazo en el ojo, es como decir todos los días que me duele el estómago. Resulta tan frecuente como sospechoso. Solo son tonterías. Mi madre no es estúpida y no sé qué piensa luego de reclamarme, solo sé que a ella también le afecta que me golpeen. La he visto llorar a solas en su cuarto. Son muchas cosas para aguantar: la separación de ella y mi padre, su sueño frustrado de una familia normal y la necesidad de dejar de tener un hijo tan idiota.

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₥ No imaginen a Martín sufriendo por su inquietante necesidad de hacer amigos. La verdadera imagen del rechazo es el daño producido en una etapa tan pura. Es como vivir en un mundo de fantasías sin aliados para formar equipos y ser mejores en una batalla o en un partido. Es esconderse pensando que el juego es para divertirse, no para salir herido. A Martín ya no le duelen tanto los golpes. No tanto como le duele ver a su madre llorando por él y por otros.

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UN DIARIO MÁS

Me siento tan seguro en los brazos de mi padre. Seis días sin verlo pasan muy lento, ¡en un solo día es tan difícil contarle todo lo que he hecho! Me gusta una niña pero siento algo de vergüenza al contarlo. Me quedaré callado porque no quiero que se burle de mí. Mejor le cuento cuánto saqué en los exámenes y adónde me ha llevado mi mamá. Prefiero que me felicite por ser un buen estudiante a que se burle porque me gusta una niña tan pronto. Pasan los años y todos los domingos lo veo. Muchas veces lo extraño demasiado. Muy poco pienso lo que haré cuando realmente venga. Mi madre dice que él pronto nos cambiará la vida, que seremos una familia normal y que todo cambiará. No estará ausente nunca más para mí ni para ella. Ahora no sueño con tener un equipo, sino con estar ahí, en nuestro nuevo hogar, con él, con ella.

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El día llegó y él solo puede llevarse a mi madre. Me queda esperar un año para que ellos arreglen sus problemas lejos de aquí y me vengan a buscar. Ojalá se acuerden de mí.

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UN DIARIO MÁS

Hoy regresé a casa muy golpeado. Saliendo de la escuela, dos niños empezaron a gritar frente a todos los demás que mis padres me abandonaron. Yo sabía que no podría contra ellos, pero me dio mucha rabia y los enfrenté. Pensé que todo saldría como en las películas pero me ha quedado claro que no sé pelear. Me gustaría verlos desaparecer…

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— 10 AÑOS — Hoy cumplo 10 años. Nada especial, me iré a dormir temprano. Mi abuela no se acordó de mi cumpleaños y este día, ir a misa con ella fue lo más divertido que hicimos juntos. Mi abuelo me preparó la cena como regalo. Estaba realmente muy rica. Mis padres me llamaron por teléfono pero no pude oírlos bien, se escuchaba horrible y no pudimos hablar. Buenas noches.

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UN DIARIO MÁS

¡Hola otra vez! Hoy grabé por primera vez en un cassette unos chistes de Condorito para mi papá. Es raro escuchar mi propia voz, pero es gracioso. Espero le guste. Buenas noches.

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—Hola, ¿cómo estás? —Bien, ¿y tú? Aquí, esperando a mis padres. —Yo también, ¿jugamos? —¡No!

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UN DIARIO MÁS

Hola. ¿Sabes? Mucha gente en la calle dice que mis padres al parecer olvidaron buscarme. Me preocupo cuando pienso que podría ser cierto eso de que no vienen por mí. Ya ha pasado un año y medio desde que se fueron. Las ganas de verlos son grandes, tanto como la distancia que hay de aquí a allá. ¡Es que es muy complicado no verlos y no saber qué piensan y sienten en este momento! Es muy difícil y quisiera adivinarlo. ¿Fui tan mal hijo? ¿Soy yo el problema y quien causó todo esto? ¡Ahhh, estoy cansado de preguntar!

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₥ Día a día, Martín vive constantes ataques de envidia, de maldad, que solo buscan una manera de acabar con los sueños y la fe que aún existen en él, una fe que se une con su fuerte deseo de tener una familia normal y de ser querido como siempre o más que siempre. Para un niño, ¿qué otro mundo es posible si no es con sus padres? Aún cuando ya somos adultos, las palabras de odio duelen. A veces preferimos que nos disparen con un arma, por el simple hecho de que las palabras con mentiras y rabia duelen más que una maldita bala.

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UN DIARIO MÁS

— ES HORA DE PARTIR — Mis padres están aquí. Ya estoy con mi maleta lista. Llegaron hace poco y nos tenemos que ir rápidamente porque mi papá consiguió un trabajo en el que pidió permiso por unos días para poder venir a buscarme. Me cuesta separarme de mis abuelos. Puede ser que nunca vuelva a verlos y siento sus abrazos y sus besos como los últimos de mi vida. Mi hermosa abuela siempre distraída más no insensible, está sentada en su mueble favorito mientras me dice que le traiga unas sandalias nuevas cuando regrese a casa. Mi abuelo me abraza y me dice al oído —: Hijo, este viaje será lo mejor para sus vidas. Es otra oportunidad para su futuro como familia. No tengas miedo, todo saldrá bien. Entiende algo, siempre voy a estar contigo. Siempre. Subiendo al carro que nos llevará a la frontera con Ecuador, veo a través de una ventanilla muy sucia a mi abuelo llorando mientras me mira. Hace un gesto despidiéndose y de sus labios logro leer que me dice:—: Te quiero, mi nieto. ¡Adiós, Perú!

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Nuevo país, nueva vida, nuevo ambiente. Mis padres están más unidos que nunca. Me levanto y los veo en su cama, abrazados y demostrando su amor. Recuerdo cuánto soñaba con esto y ahora, me siento casi completo. Mi primera impresión es que en Venezuela todo es casi igual a Perú, solo que tienen un acento distinto, palabras diferentes y un clima que no tiene varias estaciones, pero aún conservo ese temor a conocer personas. A pesar de todo, lo intento. Con el pasar del tiempo, voy conociendo distintos tipos de verdades, mentiras y traiciones. No ha pasado una semana y ya estoy solo de nuevo.

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UN DIARIO MÁS

₥ Martín no se ha acostumbrado del todo a ver con ojos de sorpresa un lugar que no es el suyo. Reconoce algunas diferencias culturales y otro himno nacional, pero se repite el mismo trato de siempre. Lo invade un pensamiento de encierro que va creciendo poco a poco, guiado por esa sensación de separación del tumultuoso mundo donde a veces caminamos entre muchos sin mediar palabra alguna.

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Han pasado seis años. Mi acento se borró, al igual los sueños familiares de mis padres. Solo pelean y hablan de quién trae y quién no trae dinero a la casa. Me dicen que ellos buscaron lo mejor para mí, pero para ellos, ¿QUÉ?, ¿NO PUEDEN CON SUS VIDAS Y QUIEREN PARECER UN EJEMPLO PARA MÍ? Siguen jugando a ser felices... Estas personas definitivamente me jodieron la vida. ¿Ahora qué recuerdo de mi pasado? ¡Nada! Vivo en mis sueños. Ahí nada me pasa. Es esa la fantasía que me cobija. ¿Su Final Perfecto? Desaparecer y ser extrañado. ¿Cuál es la realidad de todo esto? La realidad es parte de mi pesadilla. Mi pesadilla es soñar con los ojos abiertos y saber que mis fantasías no son reales. ¿Querer? ¿Amar? Solo son palabras. Aprendes que muchos las usan por usarlas, para cegar y confundir. Cada una es difícil de explicar, de entender. Se hace muy fácil decirlas sin sentirlas o al menos eso creo. La falsedad de su sonido puede ocultar su verdadero concepto entre muchas otras cosas. Esa falta de sentimiento que posee quien la pronuncia, crea un dolor verdadero al ser recibida por quien puede percibir la verdad. Ante muchos es invisible pero, en algún momento, el dolor será muy profundo. Usar una máscara de felicidad nos hace parecer fuertes porque algo nos cubre haciéndonos menos débiles y sensibles ante todo. Así ocultamos lo que realmente sentimos en nuestro ser: tristeza, odio, decepción, rechazo. Si somos fríos, calculadores, ¿seremos también insensibles? Eso parecemos. Solo apariencia, solo visión. Sin permitir el tacto para no mostrar fragilidad,

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UN DIARIO MÁS para no revelar los hechos ni las personas que dejaron huellas indeseables en nosotros, generándonos más vacío y guiándonos al inconfesable deseo de sentirnos queridos, de recibir el verdadero sentimiento del cariño, del amor. Desesperados por dejar de estar solos, por tener a alguien que te escuche, te mire y te entienda, que sus caricias se sientan como más que piel y que sus palabras no solo suenen y reboten en el espacio. Quizá el amor sea la puerta para alejarme de mi realidad y tener un sueño eterno con un final perfecto. Solo esperaré que todo esto que siento, pase algún día y que sea pronto. Pero sobre todo aguardo porque sea cierto todo lo que he escuchado en canciones sobre el amor. Sino, ¿de qué vale escucharlas? ¿Para qué es la música si sus letras no son verdaderas?

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— ENTRE CLASES —

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— ALEX — Entré a un liceo nuevo y conocí a una cuerda de idiotas. El primero es Alex, quien se dedica a joderle la paciencia a los demás. Digamos que por ser considerado por las chicas como uno de los más atractivos del liceo, aprovecha esa atención para humillar a los feos como yo. Bueno, yo también lo haría… Es el típico carajo que se peina de lado y usa frenillos, de los que mucho hablan y poco hacen. Su papi y mami tienen tremenda casa adornada con una piscina gigante, carro deportivo, dos camionetas y tres rottweilers. Su padre es algo antiparabólico. Un rockero de los 60s, medio hippie rescatado. Sigue escuchando Jimi Hendrix, The Doors y Led Zeppelin pero que ya no abraza árboles drogado por lo menos. Su madre tiene pinta de actriz porno profesional, parecida a las españolas que veo en las pornos. Le gusta mucho salir en minifaldas cuando por piernas tiene dos gelatinosas canillas. Igualito cada vez que la veo, siento ganas de hacerle prrr entre las tetas.

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— PATRICIA — La otra persona que conocí se llama Patricia Zevallos. Es algo feíta de cara, creo que por las espinillas. Su olor es muy extraño, al acercarte se puede apreciar mucho más. Huele a repelente… Anda en una etapa de niña-mujer en la que aún no se acostumbra a comprar toallas sanitarias sin que le de vergüenza. Dice que su canción favorita es Step by Step de New Kids on the Block. Tiene todos sus cuadernos y su cuarto completamente forrados con imágenes de ellos. Está enamorada de Alex, ¡claro está! El muy idiota no se da cuenta aunque, de verdad, yo entendería si es que se está haciendo el loco. Es fea pero eso sí, muy pana. Dicen que a veces cuando eres muy pana la gente no te ve tan feo. Y bueno, eso pasa con Patricia. Nunca he visto a su padre pero a su madre, sí. Siempre la va a buscar al liceo. Se nota que se quieren mucho y que son buenas amigas.

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— JOSÉ RAFAEL — Por último, José Rafael. El pajero MÁS GRANDE que he conocido. Ve Power Rangers con un rollo de papel higiénico al lado. ¿Su sueño? Tener sexo con la Pink Ranger, su mayor temor es volverse viejo y que no se le pueda parar nunca más. Su madre lo encontró una vez frotándose el pene con su crema para los pies. No puedo hablar mucho. La mía hace poco me encontró haciéndomela a nombre de una conocida, conocida, muy conocida, es decir, una de sus compañeras de trabajo. Qué momento tan incómodo. Es difícil encontrar un lugar dónde hacerlo. En el baño siempre te están tocando la puerta porque piensan que te ahogaste en la ducha. En el cuarto te molestan para que salgas a comprar algo. En la cocina, NO. En la sala, NO, al menos que estés a solas. En el cuarto de tus padres, MENOS. La masturbación para nosotros es necesaria. No podemos andar caminando como vaqueros porque cargamos tremenda cojonera. Es penoso dar explicaciones sobre porqué caminamos así. A veces, Alex, José Rafael y yo, alquilamos películas porno. Siempre escogemos por la portada a las que tienen más pinta de perras. Rubias o morenas, albinas, si es posible. Al final, no somos racistas. Ponemos la película en la TV de Alex pero a bajo volumen para no despertar sospechas, untamos un poco de crema de la madre de José Rafael, y empieza la acción: una competencia de quién acaba primero. Siempre acabo de segundo. José Rafael es el primero siempre. No ha pasado ni un minuto y el muy pajero ya acabó. No creo que una competencia de pajas forme una amistad, pero sí he aprendido a conocerlos. Además, no todo es pajas, también robamos la ropa interior de mi vecina. Todos los sábados, espe-

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GustavoChalakoMedina ramos que ella lave su ropa como acostumbra. Gracias a la naturaleza y el tiempo, la pared de mi casa que hace contacto con la suya se ha ido rompiendo y podemos observarla a travĂŠs de un hueco. Sabemos dĂłnde pone la ropa sucia, conocemos cada uno de sus movimientos, sobre todo cĂłmo se agacha cuando va a recoger algo. Se me pone dura con tan solo pensarlo.

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UN DIARIO MÁS

— NOSOTROS — Estas son las únicas personas que me dicen «¡hola!» cada mañana y lo que nos une es simple:

— ESTAMOS HARTOS DE LOS DEMÁS —

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Alex, a pesar de todo, dice sentirse solo. Su padre se la pasa ocupado en sus negocios y su madre sale con otros hombres que él mismo ha visto entrar y salir de su hogar como perros por su casa. Él no dice nada simplemente para no separar el matrimonio de sus padres pero cuenta que por las noches su madre grita más que una gata en celo. Ya decía yo lo de la pinta de actriz porno profesional española. Alex es mayor que yo por un año y le gusta Sofía Gutiérrez, una chica del salón 2B. Es linda, blanca, con un cabello liso que parece mezclar distintos colores y de ojos castaños. Sofía es menor que Alex y tiene un acento caraqueño que lo vuelve loco. Al parecer se mudó por estos lados y, aunque no sabemos nada de su familia, sabemos que Sofía sale con chicos mayores que ella, por lo que se pronostica que a Alex no le pararía bolas. Por mi parte, por fin conocí a una chica. Lo que realmente quiero decir es que tengo seis meses viéndola. Es decir, observándola. Generalmente, a lo lejos. Desde el cafetín, desde el baño, desde donde yo estoy casualmente ella siempre está ahí, en todo el medio de mi camino. Su nombre es Alicia Hernández y es hermosamente alta. Podría oler su cabello negro ondulado todo el día —incluyendo cuando vaya al baño—. Alicia tiene ojos grandes como su belleza y negros como los moretones que me hago cuando me estrello contra todo por andar viéndola. Lo mejor es que nunca ha tenido novio. Que cómo sé todo eso. Pues… ME GUSTA. Es muy extraño pero ella no me produce ganas de masturbarme. Eso sí me parece raro. La veo pocas veces pero esas veces son suficientes para saber que quiero tener quince hijos con ella y morir viejo y tieso a su lado. Pero eso, de que no me provoca masturbarme pensando en ella, me resulta preocupante. ¿Será que me estoy volviendo gay? ¿Me estaré juntando demasiado con Alex y José Rafael? Recordarla es una de mis cosas favoritas en estos tiempos. Cambié mis pornos por pensar en ella todo el rato que sea necesario y hasta se me han ido varios días escribiendo algunas cosas.

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₥ Martín ha escuchado que el amor es un arma de doble filo y está muy claro en que no tiene idea de cómo manejarlo. No sabía que aquí empezaría su verdadero sufrir y su verdadera adicción.

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— PRIMERA CARTA — El encuentro con tu mirada produce un sentimiento de calma, de seguridad entre mis tantas inquietudes y dudas, llevando cada temor existente y hospedado en mi valentía, a querer entrar y conocer cada rincón de ti. Tu olor, tu piel, tu sonrisa que mata cada minuto el silencio, alejan y cortan mis pensamientos, dejando así mi ser inerte e idiotizado. Tu belleza, es más que física, es más que interna, eres toda tú volando a mí alrededor. No te das cuenta pero vas por ahí soltando aires de sensualidad ante mi desesperado deseo de besarte, ese deseo de poder decirte lo que fluye en mí cuando estoy observándote. Demostrándolo con mi cuerpo temblante, sudando el frío de lo que fui en un pasado, algo que me hace no reconocer lo que soy ahora. Tú cambias mi vida. Conviertes mi odio al amor y convences a mi cobardía de por fin intentarlo. El amor a la vida dicen que se conoce cuando tenemos a nuestro lado a quien amamos. Yo solo puedo decir que eres todo lo que no pensé conocer, que eres tú todo lo que necesito.

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UN DIARIO MÁS

— 3 A.M. — Apenas terminé de escribir, mi teléfono comenzó a sonar. ¿Quién puede estar llamando a esta hora?, pensé. Atiendo y nadie habla, solo escucho a alguien respirando muy lento. Quince segundos después, dejaron de respirar en el teléfono. Colgaron la llamada. Seguro es José Rafael jodiéndome la paciencia. A esta hora él acostumbra estar despierto viendo canales extraños. Mejor me voy a dormir. ¡Hasta mañana!

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— EL BOSQUE — Amanece un hermoso día como para salir a hacer algo productivo con los muchachos. Preparo el desayuno y mientras veo televisión, mi vista se torna borrosa. Al mismo tiempo, siento un profundo cansancio. Mis párpados pesan tanto que me siento obligado a cerrar los ojos y no saber más de mí en ese instante. Cuando los abro, me doy cuenta de que estoy en un lugar muy diferente a la sala de mi casa. Para ser más exacto, estoy en un bosque, en el medio de un grupo de árboles a los cuales logro escuchar desde el suelo, como cuando un indio americano salía en la televisión con su oreja pegada al piso, explicando que su gente hacia aquello para saber si venía una estampida de búfalos. No sé qué demonios tenía mi desayuno pero sé que antes de esto yo estaba en la sala de mi casa. Podría jurarlo mil veces: ¡YO ESTABA EN LA SALA DE MI CASA! Lo más extraño es que a pesar de mi inesperada localización, siento una paz inmensa, como si estuviese en el vientre de mi madre. Aunque no entendamos cómo lo recordamos, esa sensación nunca la olvidaremos. Siempre vamos a saber cómo era estar ahí dentro. Las palabras que suenan por medio del piso son intensas, penetrantes, y me atrevo a decir que puedo entender a estos árboles. Ellos dicen cosas que ya sé. Uno de ellos piensa que me conoce y en frases, me dice: «Te crees Dios pero eres un simple mortal». «No tienes fe ni fuerzas para luchar. Sabes que eres un completo idiota». Por los susurros del resto de los árboles presentes, no logro escucharlo claramente pero siento su intención de querer decirme algo más. Apenas uno de ellos me insulta, los demás también quieren agregar su dosis de odio. Muy parecido a un ataque de viejas chismosas en un barrio.

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UN DIARIO MÁS Me ahorro las respuestas. Uno de los árboles, muy molesto, le responde al resto: «¿CREEN QUE LE ESTÁN HACIENDO MAL? Él se alimenta del odio. No lo están hiriendo. Lo están alimentando». Mientras, varios espíritus que caminan por el bosque se acercan a mí y me observan. Sus miradas reflejan tristeza pero están llenas de curiosidad. Parece que quieren saber quién soy. Yo no puedo despegar mi oreja del suelo. Grandes hormigas me pican y desprenden pequeñas partes de mi rostro. El dolor es terrible y me deja claro que yo sigo siendo tan real como cuando estaba en la sala de mi casa. La neblina crece tanto que no me deja ver. El árbol al que todos le hacen caso dice con un tono muy alto: «El destino es como tú quieres que sea pero a veces, no es tan fácil como lo deseas. Entrégate a lo que siempre has necesitado.»

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— TIEMBLA | TIEMBLA — Quedando todo así, en un profundo silencio, puedo sentir la respiración de mi cuerpo dormido y los latidos acelerados de mi corazón. Mis inmensas ganas de despertar hacen que me mueva de un lado a otro, logrando hacerme caer del mueble junto al plato con cereal que se riega por todo el piso. El volumen del televisor aturde y no puedo apagarlo porque la perilla no gira. Presto atención y está sonando la maldita canción de un comercial: «No cambiarás el color de tu vida aunque tú estás sumergido en gelatina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina.» Automáticamente al terminar el comercial, el televisor se apaga y no funciona más.

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UN DIARIO Mร S

Mejor salgo un rato. Me da miedo quedarme dormido otra vez. Me encuentro con Alex en una plaza y entre una conversaciรณn y otra, me cuenta que Patricia estรก saliendo con Guillermo Rivas.

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— GUILLERMO — Guillermo Rivas es un carajo que a ninguno de nosotros nos cae bien. Tiene un carro lujoso y todas las tardes, a eso de las seis p.m., pasa buscando a Patricia por su casa. Ella, desde que sale con él, no se reúne mucho con nosotros. Es más, tiene tiempo sin llamarnos y, pues sí, estamos celosos. Lo aceptamos. Y más celos nos da que ella esté dejando de salir con nosotros por irse con ese carajo. Entiendo que esté enamorada y bla, bla, bla, pero más valemos sus amigos que él, ¿no? La madre de Patricia lo acepta en la casa y a nosotros ni siquiera nos ve a los ojos cuando la visitamos. Será porque no tenemos carro ni dinero y solo portamos la cara de Pepe Cortisona. En el liceo, hay un rumor de que Guillermo hace unos meses abusó de una chica de segundo año. Cuentan que los padres de la muchacha hicieron un escándalo en pleno salón y también dicen que la madre gritaba que lo demandaría por haber violado a su hija. El papá de Guillermo se encargó de arreglar todo ese problema porque es capaz de cualquier cosa con tal de complacer el capricho de su hijo. Muchos comentan que es un hombre con bastante poder. Nosotros estamos claros. Ese tal Guillermo solo quiere a Patricia para cogerla. Eso es todo. Ya pensaré en algo para que ella vuelva con nosotros. Por nuestro lado, José Rafael no se enamora. Es el único que sigue encerrado en su cuarto entregado a la masturbación. Todos pensamos que lo de él ya es una enfermedad. Su mamá se queja y está a punto de pagarle a alguien para que lo saqué de su casa, al menos para agarrar sol. Pobre señora, ella tenía una perrita que por alguna extraña razón desapareció. Nadie sabe qué fue del animalito y nosotros solo supimos que la lloró bastante. Ahora, la desaparición de Traviesa, la perrita, despertó nuestras dudas pues, la verdad, no nos extrañaría que José Rafael se haya convertido

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UN DIARIO MÁS en un maldito zoofílico. No le falta mucho para eso. Si ya hasta alquila películas de ese género el muy bastardo. Ahora, en serio, algo que llamó mi atención es que la madre de José Rafael dice que a cada rato ve a su hijo escribiendo en la computadora. Me imagino lo que escribe: La historia de un pajero decepcionado, un libro sobre lo que hace que un pajero deje de masturbarse. Seguro hay una parte en el libro en la que escribe de la crema de pies de su mamá, como un gran tributo a la suavidad que produce en su pene. La locura de José Rafael es algo que no puede controlar. ¡Qué alguien lo salve! Se está quedando sin esperma y la mano derecha la tiene más formada que la izquierda. Alex y yo creemos que él será famoso cuando su foto aparezca en la portada de algún periódico amarillista, acompañada del titular: «PERVERTIDO SEXUAL VIOLA OCTOGENARIA». Ya es muy jodido que se aparte de esa maña eterna de masturbarse y si en su libro llega a decir que dejó de hacerlo, será una gran mentira. Aunque, ¿quién dice la verdad absoluta en un libro? ¡Nadie!

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— EL TRUEQUE — Regreso a casa y encuentro a Patricia sentada en el muro de la entrada. Presiento que tendría algún rato esperándome. La hago pasar y nos sentamos a conversar un poco. Como sospeché, el motivo de su visita es su ahora novio, Guillermo. PATRICIA: —Sé que he estado ausente. Ya no los visito como antes pero es que no sé porqué siento la necesidad de estar siempre con Guillermo. Él es tan bello. Me lleva a pasear, vamos al cine, a comer helados, a bailar. Nunca pensé que el amor era así, tan perfecto.

¿Perfecto? Perfecto, sí, ¿perfecto cuando yo sé que él tiene dos novias más por ahí? ¿Se lo digo? Mejor no… ¿O sí? ¡Maldita sea! PATRICIA: —Quiero confesarte algo, Martín. Él y yo hicimos el amor… Fuimos a un motel y lo hicimos. Fue demasiado perfecto todo. Me sentí en las nubes. Es todo un caballero, Martín. No te imaginas. No me sentí presionada a nada. Fui, fui feliz, Martín. ¡JAAA, ahora sí, PERFECTO! ¿Qué sigue? ¿Me dirá que va a tener un hijo al que llamará Guillermito y que quiere que sea el padrino de su boda obligada porque la embarazaron? PATRICIA: —Quiero que me ayudes…

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UN DIARIO MÁS ¿Que la ayude en qué? ¿A terminar porque ella no puede con tanto amor? ¿A inventar una excusa para terminarlo porque ella no quiere sentirse así de idiota? ¿A dejarlo porque tiene el pene pequeño? PATRICIA: —…a escribirle una carta de amor. ¡¿Qué?! Definitivamente Patricia está comiendo mierda. ¡Ya va! En este punto tuve que preguntar. —¿Y por qué tengo que hacer esa carta yo? PATRICIA: —Porque Alicia me enseñó la carta que le hiciste. Recuerda que yo la conozco. ¡MIERDA! Yo nunca envié esa car… Corro a mi cuarto, abro el cajón de la mesa de noche y la carta, no está ahí. ¿Quién la envió? Yo no fui. Regreso a la sala para interrogar a Patricia. —¿Quién le dio esa carta a Alicia? PATRICIA: —Ella me dijo que encontró la carta encima de su cama y también me dijo que le pareció tierna. —¿Encima de su cama? ¿Tierna? Mmm, ¿qué más dijo? Sígueme contando, por favor. PATRICIA:—Me dijo que eres un imbécil porque cada vez que la ves no dices nada, que ella siempre te observa por ahí, callado, y que pareces un loco de mierda obsesivo porque siempre que voltea, tú la estás mirando. —¡Mierda! PATRICIA: —Pero, tranquilo, como mujer puedo decirte que le gustas. Aunque ella no me lo diga, sé que es así porque sino ya hubiese pedido una orden de alejamiento, como mínimo, ja ja ja.

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GustavoChalakoMedina —Ja… Ja… ¡Idiota! Pero es cierto. Cuando ella está por ahí, es como si algo me dijese: «¡voltea!» y casualmente cuando la estoy mirando, ella me ve. ¿Es el amor?, ¿la casualidad? ¿Soy un loco de mierda obsesivo y pervertido? PATRICIA: —A todas esas preguntas, la respuesta es ¡SÍ! —dijo riendo antes de volver al tema de su interés, alejando mi atención de Alicia—. Entonces, ¿me ayudarás con la carta para Guillermo? —No. Y no lo tomes a mal, pero Guillermo no está entre mis gustos. Por lo menos debería sentir simpatía por él para que salga algo con sentimiento. PATRICIA:—Esta bien, señor de gustos exquisitos, ¿y si hacemos un trueque? —¿Trueque? PATRICIA: —Sí. Yo te hago la segunda con Alicia y tú escribes esa carta. —¡Por favor! Tampoco es que me gusta tanto Alicia.

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UN DIARIO MÁS

Hola, Guillermo. Quizá te sorprenda la razón de esta carta, aunque no es nada del otro mundo, pero puedo decirte que hoy tuve la inmensa necesidad de expresar en letras lo que siento por ti. Como sabes, no soy muy dada con el amor porque soy una idiota que se hace pupú encima y se come los mocos con yogurt. … —Mentira, ahora si voy en serio. ¡Qué deprimente esta vaina! PATRICIA: —No es deprimente. Es divertido. ¿Notaste ese gesto raro que haces con tu boca al escribir? —Si dices algo más, no hago la maldita carta. Dale play y sube el volumen a esa canción, por favor.

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GustavoChalakoMedina

Hola, Guillermo Quizá te sorprenda la razón de esta carta, aunque no es nada del otro mundo, pero puedo decirte que hoy tuve la necesidad de expresar en letras lo que siento por ti. Como sabes, no soy muy dada con el amor porque no lo había conocido antes. Al menos, no de esta manera. Aún así quiero confesarte que desde que llegaste a mi vida todo ha sido diferente. No miento cuando te digo que no dejo de ver el teléfono porque siento que puedo llamarte hasta con el pensamiento. Tampoco miento al decirte que para mí cada canción eres tú y que nacen suspiros al recordar los momentos contigo. Sobre todo, esos momentos en los que nuestros labios chocan como dos planetas deseando ser uno solo y nuestros cuerpos se conocen cada vez más y más. Si te das cuenta, todo mi mundo gira en torno a ti. Ya ni sé de mis amigos, olvidé el libro que estaba leyendo y no recuerdo cuál serie de televisión estaba viendo porque ya no me importa eso, porque solo cuando estoy a tu lado mi mundo tiene color. ¿Y sabes qué? Tengo miedo. Por favor, no me bajes de esta nube donde estoy. Me encanta como se ve nuestro mundo desde aquí. En serio. Te amo y me encanta amarte. Quien no quiere caer…, Patricia.

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UN DIARIO MÁS

—Listo, ¡toma tu carta y vete! PATRICIA: —¡Awww! Amigo, quedó hermosa. De verdad, hasta creo que tienes una mujer por dentro… ¿No serás gay? —¡LÁRGATE! PATRICIA: —¿Quieres que vayamos de compras juntas? —¡CHAO!

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— 3 A.M. — Me despierto porque el teléfono suena sin parar. Cuando ya estoy cerca para atender la llamada, el sonido se detiene. ¡Colgaron! Regreso a la cama, me arropo, y a lo lejos se oyen unos perros que no paran de ladrar. A los pocos segundos, vuelve a sonar el teléfono. Esta vez salto de la cama y voy corriendo para atender. ¡Lo logré! ¡Otra vez! ¡Otra vez, oigo esa respiración en el teléfono! A diferencia de que esta vez, la persona que respira al otro lado de la línea, con una voz calmada pero rara, al fin me habla: —Escribe una carta para mí. —¡¿Quién es?! —Quedó hermosa, de verdad. Hasta creo que tienes una mujer por dentro, ¿No serás gay? —¿Patricia, eres tú? No podía ser ella, era la voz de un hombre, pero son exactamente las mismas palabras que Patricia me dijo hace un rato. —Martín, ¿sabes por qué quiero que escribas una carta para mí? —¡No!, ¿por qué? —Necesito confesar porqué ya no estoy vivo.

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UN DIARIO MÁS —¿No estás vivo?, ¿qué significa eso? —Quisiera contarte más, pero en este momento debo irme. ¡CORTA LA MALDITA LLAMADA! —¿Quién más está ahí?—pregunto. —¡QUE CORTES LA LLAMADA! ¡AHHH, MARTÍN, RESPONDE!—. Proseguía en gritos mientras quien hablaba al frente permanecía calmado—: ¿Puedes escribir una carta para mí? —Pero... ni siquiera te conozco. ¿Cómo voy a hacerlo? —Yo te guiaré. Colgó la llamada. Con el corazón acelerado y mi cara de idiota, en la más completa oscuridad, pienso en esa voz extraña y en su absurda petición. Había escuchado claramente a alguien más con él. Este otro parecía molesto, agresivo, como si odiara a la persona que me pidió el favor de escribir la carta. De la impresión, he perdido el sueño. Necesito hablar con alguien sobre lo que acababa de suceder. Decido llamar a Alex. Su teléfono suena ocupado. ¿Ocupado a las tres a.m.? En serio que la gente está loca… Mejor me voy a dormir.

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— 8 A.M. — Pensé que estaba dormido por lo que vi al abrir los ojos. Pero, ¿en serio? ¿Está pasando? —¿Alicia?

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UN DIARIO MÁS

— LA DUCHA — ALICIA.—Buen día, Martín. —¿Qué haces aquí?, ¿cómo entraste? ALICIA.—Al parecer no acostumbran a entrar muchas mujeres a tu cuarto, ¿no? ¿Siempre les preguntas tantas cosas? Así espantas a cualquiera. —Bueno, tienes razón. La única mujer que ha entrado a este cuarto ha sido mi mamá. ¿Ella cuenta? ALICIA.—No lo creo. Por cierto, tu mamá me cayó muy bien. Iba saliendo cuando llegué y me dijo que te podía esperar en la sala. —Y entonces, así es como al sentarte en el mueble, apareciste mágicamente en mi cuarto. ALICIA.—¿Te molesta? Puedo esperar afuera. —¡NO!, ¡NO! Quédate… No hay problema. Dame un minuto para cepillarme, por favor, y... atenderte, ayudarte, no sé qué quieres o por qué estás aquí, pero dame un minuto, ¿sí? ALICIA: —Está bien, no me moveré de aquí. No existe algo más incómodo que estar con invitados en casa o, como era el caso, en mi cuarto, e ir de la cama al baño intentando que no se note mi erección. ¿Qué hacer?, ¿caminar de espalda? ¿Rodar por el piso como perro atropellado? O ir señalando al techo y decir: «¡¿ES ESO UNA ARAÑA?!, ¡MIRA!». ¡Al diablo! Entro al baño corriendo y mis nervios no son normales. Tanto me superaban que se me hacia imposible agarrar el cepillo de dientes. Parecía que alguien con Parkinson me estaba cepillando.

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GustavoChalakoMedina Ahora, en serio ¿Qué hace aquí? ¿Pasó algo con la carta que le hice? ¿No le gustó? Esta visita no me la creerá nadie. Mientras repaso mis tantas dudas, ella entra al baño. Está frente a mí, completamente desnuda. Cierra la puerta con el seguro y de manera muy calmada se mete en mi ducha. Yo aún con el cepillo de dientes en la boca, estoy paralizado en el tiempo y el espacio. No puedo moverme. Ni siquiera sé si estoy respirando y creo haber experimentado mi primer infarto al escuchar su voz preguntando—: ¿Me acompañas? No ha terminado de pedirlo y ya me encuentro ahí, mojado de pies a cabeza, muy pero muy cerca de su cuerpo. Definitivamente es hermosa. Ni en sueños hubiese podido imaginar un color de piel tan provocativo ¡Por Dios! Sus senos son perfectos. No hay Playboy, Maxim, Avon, o TupperWare donde yo haya visto unos senos como los de Alicia. ¿De verdad está pasando? —¿Te ayudo? —, consulta señalando mi bermudas. Y sí, no me he dado cuenta de que estoy duchándome con la ropa. No tengo que quitarme nada. Ella poco a poco me desviste mientras hace que sus labios rocen mi abdomen, convirtiéndome en testigo de cómo ella tiene el poder de hacer temblar mis piernas como si estuviese en medio de un terremoto. Debo confesar que es la primera vez que experimento esto y no imaginé que fuese tan, tan... indescriptible. Esta corriente que eriza todo mi cuerpo no la cambiaría por nada ¡Me siento vivo! Su lengua juega cruelmente con cada parte de mí. Su aliento calienta cada zona que ella recorre y su mirada muestra lo segura que está de que nadie ha logrado tenerme así, tan frágil, tan nervioso y tan perdido. Las gotas tienen un papel importante en nuestra escena. Ellas nos acarician mientras las manos danzan sobre nuestros cuerpos. Sus labios y los míos tienen un ritmo increíble, sorprendente. Es como si se conocieran desde hace mucho tiempo. Me atrevo a decir que se conocieron en vidas pasadas. Sin secarnos, vamos chocando con cada cosa que se atraviesa desde el baño hasta mi cama y al estar allí, comienza a pasar lo que tiene que pasar. Ella, sin duda alguna, es mi dulce maestra.

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UN DIARIO MÁS Hoy, Alicia se ha vuelto inmortal para mí.

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— Verla dormida a mi lado me hace pensar que somos tan complicados a veces, creyendo estar seguros de cómo sucederán las cosas sin aceptar que somos pesimistas y creemos muy poco en nosotros. Muchas veces temí que ella me ignorara. Muchos fueron los momentos que perdí, por vergüenza, la oportunidad de saludarla, sin imaginar que solo una carta bastaría para mostrarle todo lo que hay en mí. Estamos viviendo la continuación de esa primera carta, viajando de la fantasía a la realidad. Este momento será ese libro favorito que no me cansaré de leer cada noche antes de irme a dormir.

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UN DIARIO MÁS

— Me quedé dormido y ella desapareció. Me sucedió como en las películas pero esta vez fue al revés. Ella vino, hizo conmigo lo que quiso y luego se fue. ¡Qué sexy es!

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— ¿En qué piensa la gente luego de tener sexo? ¿En qué tal estuvo en la cama? ¿En matemáticas, en comer, ver televisión, escuchar música o en volver a tener sexo? ¿En qué piensa un hombre luego de salir de un burdel? ¿Una mujer después de ser infiel a su esposo? ¿Qué piensa alguien luego de su primera vez?, ¿luego de masturbarse? Alguna vez leí por ahí que una de las mejores opciones para no ser infiel, es masturbarse pensando en esa persona que deseas pero que, por tu bien, no debes tener en tu cama, así que lo mejor es cogerla en tu mente. Solo ahí, en tu mente. Ahora, cuando una pareja tiene sexo, ¿en la mente de cada uno también está teniendo sexo con esa persona que tiene en su cama? Dicen que el amor se basa en la sinceridad. ¿Serán tan sinceros como para decir que piensan en otra persona mientras cogen como locos? Hoy solo pensé en ella. ¿Siempre será así?

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UN DIARIO MÁS

— DÍAS DESPUÉS... — Lo peor que le puede suceder a un diario es que su dueño tenga una vida tan rutinaria que lo lleve a no escribir porque simplemente no hay algo para contar.

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— ME DESCUBRIÓ — Tocan la puerta de mi casa y al abrir recibo un fuerte golpe en el estómago. Al caer al piso, veo a cuatro hombres que me agarran y me sientan en el mueble de mi sala. Al levantar la vista puedo ver que uno de ellos es Guillermo. GUILLERMO.—Hola, Martín. Disculpa que venga de esta manera pero es que necesito preguntarte algo. TÚ HICISTE ESTA CARTA, ¿VERDAD? —¿Cuál carta? —pude apenas responder. GUILLERMO.—No te hagas el loco conmigo. Sé que eres un pendejo que se la da de escritor y sé que ella te pidió el favor de que la ayudaras a escribirme esta porquería—, desechó entonces la hoja de papel en el piso de mi casa—. Quiero que entiendas algo… Yo solo quiero cogerla, nada serio. No lo tomes a mal, ¿está bien? Ni siquiera me gusta, por Dios. —Eres un maldito. GUILLERMO—Golpéenlo un poco más, por favor. Otra vez en el piso, entre los cuatro me golpean por todos lados, y mientras él pisa mi cuello, me dice: GUILLERMO.—Solo por curiosidad, Martín, ¿eres maricón? Porque para escribirle a un hombre una carta así, tienes que ser bien maricón. Salgamos de aquí muchachos. Nos vemos, Martín, cuídate. Y por favor, no le digas a Patricia que te visité. ¿Me escuchaste?—, insistió cínicamente.

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UN DIARIO MÁS —Sí, te escuché.

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GustavoChalakoMedina

—10 A.M.— Suena el teléfono. Tardo un poco en atender. Me duelen las costillas, la espalda, el pecho. Me duele todo. Atiendo y es José Rafael invitándome a una fiesta que harán unas amigas de él. ¡Pues sí! Me entero que José Rafael tiene amigas. Debe ser una fiesta por internet en una sala de chat de CANTV. Da igual. Le sigo la corriente y le digo que iré, que nos vemos más tarde.

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UN DIARIO MÁS

— 10:32 A.M. — Es Alex quien llama ahora. Me dice que me invita a una fiesta que hará esta noche en su casa. Yo le comento que José Rafael hace un rato me llamó para invitarme a otra fiesta de unas amigas de él, a lo que Alex me cuenta que él acaba de hablar con José Rafael para invitarlo a su casa, que es su fiesta, no de las amigas de José. Nos pareció extraño pero bueno, cosas de José Rafael. Alex pasará por mí. ¿No es todo un caballero?.— ¡Que bello, vale!—, le digo bromeando antes de colgar la llamada. Apenas termino de conversar, noto que mis padres están en la sala discutiendo no sé sobre cuál asunto. Al escuchar que mi padre se ha ido muy molesto de la casa, subiéndose a su carro y saliendo de aquí, decido bajar a ver si todo está bien y encuentro a mi madre llorando. Le pregunto qué sucede pero no recibo respuesta. Ella solo continúa el llanto. Mi padre trabaja en un banco. Tiene unos cuantos años ahí. A veces llega tarde a casa. Muy poco lo veo y eso que ahora vivimos en la misma ciudad, en la misma casa. Parece irónico que hayamos venido a otro país para unir a nuestra familia y que, estando aquí, nos separáramos aún más. Decido salir un rato de esa casa tan deprimente y pienso que todo este tiempo he sido invisible en ese lugar. Tanto él como mi madre se han perdido momentos importantes. Tengo años sin saber qué es un regalo de cumpleaños, un almuerzo en familia, sin celebrar un Día del Padre o de la Madre, una Navidad. No hay nada que celebrar en nuestra casa. Últimamente, mi madre se ha alejado de mí. Antes conversábamos, era mi mejor amiga. No sé qué sucedió para que todo sea ahora de esta manera. Trato de disimularlo pero no puedo. Me afecta tener una relación tan vacía con ellos. Cada día que pasa se hacen más viejos y los siento más lejos. Cerca de mi casa hay un parque. Un grupo de niños decide qué jugar. Uno de ellos pide jugar fútbol, otro quiere jugar baseball y una niña muy pequeña, de quizás siete años, se molesta con ambos y se acerca a la banca donde me he sentado NIÑA.—¿Qué haces?

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GustavoChalakoMedina —Nada. NIÑA.—¿Qué harás? —¿Para qué quieres saber que haré? NIÑA.—Veo que aquí también pierdo mi tiempo. —¡No te vayas, no te molestes! NIÑA.—No estoy molesta. Moléstate tú contigo mismo porque no estás haciendo algo con tu vida. ¡¿Una niña de siete años acaba de decirme eso?! ¿Qué comen ahora?, ¿ya no ven a Topo Gigio? Ese lindo topo que te mandaba a dormir todos los días y cuyo problema más intenso era que no conseguía su pijama. ¿Qué ven estos niños en la televisión ahora? Ojalá a esa edad yo hubiese tenido ese carácter. Aún cargo con el recuerdo de esa maldita noche donde sentí las manos de un tipo de unos veintiséis años tocándome desesperadamente, obligándome a quitarme la ropa y ofreciendo como premio una pequeña colección de muñecos G.I. Joe. Yo no quería estar ahí. Fui porque él me dijo que tenía algo para regalarme. Pensé que me daría los muñecos y me iría pero no. Él me hizo pasar a su apartamento diciéndome que tenía que buscar una caja grande para colocarlos todos. Mis amigos no estaban afuera, ya se habían ido. En muchas partes de su apartamento había ropa interior sucia de mujeres y hombres, algunas con pequeñas manchas. El olor en ese ambiente era rancio y salobre. El hombre sacó una caja llena de muñecos y me preguntó si los quería todos, a lo que con mucha emoción le respondí que sí. Él colocó la caja sobre una mesa y se acercó a mí. Empezó a tocarme. Sentí su aliento en mi cuello, en mi mejilla, y ese jadeo que no paraba y oía tan cerca mientras mordía mi oreja. Me agarró fuertemente por los brazos y me lanzó contra un mueble. Empezó a alzar el tono de voz mientras repetía con voz sádica «¡Esto te va a gustar!». Esos segundos en los que él fue a su

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UN DIARIO MÁS cuarto a buscar algo, me sirvieron para lanzarme por una ventana que estaba abierta y caer sobre los materiales de una construcción. Afortunadamente, el apartamento estaba en un primer piso. El golpe fue duro, pero era preferible eso a que pasara lo que él quería. Yo estaba muy asustado, no entendía qué sucedía, pero mi instinto me hizo huir de ese lugar.

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— Nunca conté nada a mis padres porque no sabía cómo contar algo así. Hoy puedo escribirlo por acá. Con tal, ¿quién va a leer esto? Regreso a casa para bañarme. Alex ya debe venir a buscarme para ir a la fiesta.

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UN DIARIO MÁS

— LA FIESTA — La música se escucha a una cuadra de distancia de la casa de Alex. A su alrededor, hay como quince carros estacionados y mucha gente esperando al frente. Bromeando le digo que para ser tan perdedor como nosotros, tiene muchos amigos. Él solo sonríe. «El dinero te da muchos amigos, Martín», afirma convencido. Yo no presento ninguna objeción a su tesis. Es así. Alex me presenta a varias chicas, entre lindas, hermosas y diosas, algunas pasaban los veinte años. Aquello parecía un fiesta de Victoria’s Secret. Eso sí, muchas eran sifrinas, de las que prefieren cócteles con colores súper cuchis, bebidas que tienen su trampita y que al rato las dejan hablando de la forma más ordinaria, con las piernas abiertas y fumando como cualquier prostituta de esquina. Busco a José Rafael hasta que lo encuentro. Mientras hablamos, caminamos por la piscina donde están todas las mujeres de la fiesta, unas con los senos al descubierto y otras ya sin nada de ropa. Esa piscina inmensa es el paraíso para nosotros. Notamos que hay dos parejas teniendo sexo dentro de ella. Disimulan pero igual se ve claramente lo que están haciendo. Al parecer, para Alex, todo esto es normal. Está acostumbrado a organizar estas fiestas. Según me contó una vez, su padre y él hicieron una fiesta cuando su madre salió de viaje por quince días. En medio de la rumba, ellos se intercambiaban las mujeres como si fuese un intercambio de regalos en Navidad. A mí lo único que me regalaron en un intercambio fue un portaminas. ¡Maldición! Estas simulaciones de un harem solo podían pasar aquí, el sueño de todo pervertido como yo, pero sobre todo como José Rafael. Él solo mira atento. Hasta a los tipos. Me extraña y me hace pensar que es de esos carajos que admiran el pene del actor en una película porno, que ve cuando entra y sale, deseando ser el dueño de ese pene o tal vez, deseando ser la mujer penetrada. Si él es feliz así, ni modo. Es mi amigo. Vi entonces llegar a Patricia con su príncipe azul, Guillermito, quien saluda a Alex como si lo

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GustavoChalakoMedina conociera de años. Ella se acerca y me abraza , besándome fuertemente en la mejilla. No respondo de la misma forma pues estoy muy molesto con ella. Tanta sacadera de culo todos estos días me parece que debe castigarse. Mi reacción la lleva a preguntarme qué me ocurre y solo le dije que luego hablaríamos. Guillermo intenta darme la mano para saludarme pero se la dejo extendida. No tengo ánimos de ser hipócrita. Guillermo entonces se aproxima y me dice casi al oído:— Sigue así, mariquito. Patricia no logra entender qué pasa. Me mira con sus ojos como dos cuchillos y solo le puedo responder con un gesto en mi rostro, con la única cara que tengo en ese momento: mi cara de culo. Me agarra por un brazo para alejarme de la gente con la excusa de que tenemos que hablar pero está claramente muy molesta. Me pregunta entonces porqué trato así a Guillermo si él no me ha hecho nada. Yo prefiero quedarme callado porque no quiero explicar que solo me cae mal y que no me parece para ella. Además, no quiero escucharla decir que no soy quién para decidir sobre eso. Creo que sería doloroso para mí y suelo huirle a la verdad algunas veces. Alex se acerca a nosotros para decirnos que no es momento para pelear sino para disfrutar, así que ella detiene la discusión y solo me voltea los ojos antes de seguir a Guillermo hasta el bar de la casa. Alex, al ver el asunto resuelto, se va a dar la bienvenida a quienes llegan para unirse a la fiesta. Solo quedamos José Rafael y yo, tomando cerveza, comiendo parrilla y viendo mujeres semidesnudas jugar en la piscina. Todo era lindo. Pasado un momento, veo a José Rafael regresar otra vez de buscar cervezas pero en esta ocasión viene corriendo hacia mí. Me dice que vio algo que me interesará ver. Me lleva a un pasillo donde hay cuatro habitaciones y al abrir un poco la puerta de una, veo a Patricia desnuda y encima de Guillermo. La verdad, no me puedo despegar de la puerta. Siento algo de rabia por dentro. Quizás, decepción. Sabía que lo hacían pero nunca imaginé que lo tendría que ver. En la cara de ella se puede notar que lo disfruta bastante. Se toca los senos mientras se mueve sobre él y puedo escuchar sus gemidos donde estoy parado. Decido que no quiero ver ni escuchar nada más y cierro la puerta. Creo que pueden haber escuchado pero me sabe a mierda si fue así. José Rafael está molesto porque quiere seguir mirando. Yo ignoro todas sus palabras. «¿Viste como se movía?» «Qué diabla es Patricia, vale, ¿ah? Quien la ve tan tranquilita, cómo culea». Si sigue

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UN DIARIO MÁS hablando, soy capaz de partirle la boca. Cuando agarro por el brazo a José Rafael para irnos de allí, abren la puerta del cuarto. GUILLERMO.—¡¿Ves?! Son los imbéciles de tus amigos. PATRICIA.—Déjalos, Guillermo. Cierra la puerta, por favor. GUILLERMO.—¿Hasta cuándo me tendré que aguantar a estos idiotas, Patricia? ¡Al maricón de Martín y el otro coño de su madre! Lanza la puerta frente a nosotros y al cerrarla, lo escuchamos pasar el seguro. PATRICIA.—Cálmate, Guillermo. No te pongas... Vamos a ha... GUILLERMO.—¡Cállate! ¡Cállate! Ya me tienes cansado. PATRICIA.— ¡No me pegues!

Guille, ¡NO!

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₥ José Rafael fue a buscar a Alex para que abriera la puerta y Martín, nunca antes en su vida había sentido esto. Los gritos de Patricia dejan de escucharse y en ese momento atraviesa la puerta como un fantasma. No puede sentir su cuerpo. Lo único que experimenta es la rabia. Una fuerza extraña le hace sentir que se ha convertido en aire porque no sabe por dónde ha entrado al cuarto y tampoco le importa saberlo. Allí está ella, desnuda y ensangrentada en la cama, con Guillermo llorando mientras la ahorca. El tiempo se ha detenido pero Martín puede sentir la arrechera como un aire espeso recorriendo poco a poco todo su cuerpo. Una sensación que de manera extraña le hace sentir poderoso, como sí no fuese él. Cuando toma a Guillermo, éste lo mira sorprendido porque no se había dado cuenta de que él se encontraba allí. Como mágicamente, Martín toma en su mano un candelabro. Ni siquiera se molesta en decir algo que detenga a Guillermo antes de golpearlo en la cara para que suelte a Patricia. Mientras Guillermo se revuelca de dolor en el piso, viene a su mente todo lo que odia. Están presentes cada una de las personas que lo insultaron. Quienes se burlaron, lo engañaron, y todos aquellos que le hicieron la vida imposible. Pero sobre todo, ver a Patricia golpeada y sin poder abrir los ojos, sabiendo que nunca esperó recibir algo así de la persona que ama, convierte a Martín en un maldito volcán que se llevará por el medio a toda la mierda que ha detestado y que está allí, frente a él. Golpea entonces a Guillermo una y otra vez. ¡ÉL SE LO MERECE! Tanto lo golpea que el candelabro comienza a doblarse. ¡ÉL SE LO MERECE! —¡HIJO DE PUTAAA!

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UN DIARIO MĂ S Se pueden ver sus dientes salir despedidos de su boca mientras se desfigura su rostro y se escucha el sonido de su propia sangre en su garganta, ahogĂĄndolo, haciendo incomprensibles sus desesperantes ruegos. Hay restos de cabello y piel en el piso, desprendidos con cada impacto del candelabro. Y su sangre, su sangre ya es parte del decorado.

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Alex y José Rafael lograron entrar al cuarto. ALEX.—¡Patty! JOSÉ RAFAEL.—Patty, despierta. ALEX.—Tenemos que llevarla a una clínica ya mismo. JOSÉ RAFAEL.—Martín, Martín, tenemos que irnos. ALEX.—¡MARTÍN!, ¡DESPIERTA, COÑO! José, ayúdame a cargarla. JOSÉ RAFAEL—Sí. ALEX.—Todo va a estar bien, Patty. JOSÉ RAFAEL.—Martín, ¡ya deja a Guillermo! ¡Está muerto! Vamos.

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UN DIARIO MÁS

— RUIDO — MARTÍN.—Este ruido... ALEX.—¿En serio tenía que pasar todo esto en mi casa?, ¿en mi fiesta? ¡Increíble! JOSÉ RAFAEL.—¿Le avisamos a los papás de Patricia? —¿Qué pasó con Patricia? ALEX.—Aún no, esperemos saber qué nos dirán en la clínica. JOSÉ RAFAEL.—¿Martín? ¡Martín! —¿Esto es sangre? ALEX.—Martín, coño de tu madre, ¡RESPONDE! JOSÉ RAFAEL.—Suéltalo, Alex. Suél… —¡Por favor, díganme qué está pasando! ALEX.—Estamos metidos en tremendo peo por tu breve personificación de Súperman. ¡EL HÉROE Y TAL! Lo volviste mierda, güevón. Límpiate la cara al menos. —No, yo… Es imposible. Yo estaba afuera y... ALEX.—Martín, ¿cómo hiciste para romper la puerta de ese cuarto? JOSÉ RAFAEL.—Olvídalo, Martín está ido. No habla. Ni siquiera parpadea. ¿Por qué pediste ayuda para Guillermo? ALEX.—¡¿Cómo?! ¿Qué iba a hacer?, ¿dejarlo morir en mi casa? ¡Estás loco!

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GustavoChalakoMedina JOSÉ RAFAEL.—Pensé que estaba muerto. ALEX.—¿Quién coño te dijo que el pulso se toma quitándole los zapatos a la gente? JOSÉ RAFAEL.—¡No seas pendejo! Hice lo que pude. ALEX.—Quédense en el carro mientras me encargo de todo. Ya la cagaron suficiente. Alex nos deja dentro del auto para acompañar a los enfermeros que se llevan a Guillermo y a Patricia. JOSÉ RAFAEL.—Martín, amigo, mírame. ¿Estás ahí? —¿Qué es todo esto? JOSÉ RAFAEL.—¿No sabes qué ocurrió? —No recuerdo mucho. JOSÉ RAFAEL.—Guillermo reventó a coñazos a Patricia. Yo fui a buscar ayuda con Alex y cuando regresamos, tú ya estabas adentro con ellos. —¿Y cómo entré? JOSÉ RAFAEL.—Rompiste la puerta. —¡Es imposible! Esa puerta es inmensa. JOSÉ RAFAEL.—¡Mierda!, ahora lo entiendo todo. ¿Tendrás súper poderes? JA JA JA, MARIIICO, ¡ERES HULK!

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UN DIARIO MÁS

— PRONÓSTICO RESERVADO — DOCTORA.—¿Alexander Luchetti? ALEX.—Soy yo. DOCTORA.—¿Usted es familiar de…?— consulta los informes. ALEX.—Sí, yo traje a Patricia Zevallos y a Guillermo Rivas DOCTORA.—Muy bien, la situación de ambos es delicada. La señorita Zevallos tiene fractura en dos costillas y en su ojo izquierdo sufrió una contusión cerrada que afortunadamente, no afectó las membranas que protegen dicho ojo. Aún no ha despertado pero creemos que tardará un poco en hacerlo porque también sufrió una conmoción cerebral, la cual impide que su cuerpo reaccione como normalmente lo haría. Todo es cuestión de esperar—. Y agrega —: Ahora, en cuanto a Guillermo Rivas, se encuentra en terapia intensiva en estado crítico y su pronóstico es reservado. Por favor, quédese por acá para mantenerlo informado. Alex se dirige al carro donde se encuentran Martín y José Rafael. ALEX.—José, necesito hablar contigo. JOSÉ RAFAEL.—Habla, ¿cómo están ellos? ALEX.—Mal, ambos están muy delicados. Necesito que hagas lo siguiente. JOSÉ RAFAEL.—¡Dime! ALEX.—Lleva a Martín a su casa en mi carro y luego, ve a la tuya. Guarda mi carro allá, por favor. JOSÉ RAFAEL.—¿Y tú?

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GustavoChalakoMedina ALEX.—Yo me quedaré aquí pendiente de cualquier novedad. JOSÉ RAFAEL—Está bien, nos vamos entonces. ALEX.—Hey, Martín, ¡tenemos que hablar! Descansa mientras yo me ocupo de todo pero mañana hablaremos tú y yo.

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UN DIARIO MÁS

— Estoy muy avergonzado por lo que pasó. Por más que trato de recordar, hay cosas que no encuentro en mi memoria. Solo me queda armar la historia con los fragmentos que me cuenta José Rafael mientras vamos camino a mi casa. Para él lo de esta noche fue como una película de Rambo. Para mí, una pesadilla.

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GustavoChalakoMedina

Ya en casa. Tengo la ropa manchada con sangre. Debo entrar sin que me vean y apenas abro la puerta, encuentro a mi papá dormido en el mueble porque al parecer discutió con mi mamá. ¡Vaya, qué extraño ellos en eso! Al entrar a mi cuarto, el llanto se adueña de mí. Estoy asustado. Me siento débil, frágil. No quiero que le pase algo malo a Patricia. Acostado en el piso, solo pienso en lo sensible que es ella. Patricia no merecía nada de esto. Yo… yo la adoro. ¡¿POR QUÉ COÑO LE TIENE QUE PASAR ESTA VAINA?! Quizá si no se juntara con nosotros, nada de esto le habría pasado. Mientras me quito toda la sangre que tengo encima, escucho un ruido en mi cuarto. No le hago caso porque puede ser en mi mente o quizás en la casa de al lado. La verdad aún puedo escuchar las súplicas de Guillermo así que mejor ignoro mis sensaciones. Solo por si acaso, me asomo por la ventana de mi baño. Puedo ver que en la casa vecina no hay nadie, y no veo a ningún animal o algo que haga algún sonido parecido al que escuché. Justo al cerrar la ventana, logra entrar una fría y fuerte brisa a mi cuarto. Al cerrarla por completo, mi televisor se enciende y está ese maldito comercial a todo volumen: «No cambiarás el color de tu vida aunque tú estás sumergido en gelatina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina.» Siento mi piel palidecer y comienzo a erizarme por completo, sobre todo porque el televisor cambia canales al azar y, al mismo tiempo, la alarma de mi despertador está sonando. ¡No lo puedo creer!

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UN DIARIO MÁS

— 3 A.M.— En este instante, todo queda en absoluto silencio. Mi corazón late muy rápido y el frío en mi cuarto hace que deje de sentir mi cuerpo ―¿o es acaso al revés?― Suena el teléfono. Definitivamente, mi día no había terminado. ―¿Aló? ―Un día difícil, ¿no es así, Martín? ―¿Qué quieres de mí? Te voy a decir algo. Hoy no tengo fuerzas para nada, ni siquiera me interesa pensar en quién coño puedas ser. Así que... ―Tranquilo, no lo sabrás simplemente porque no me conoces. En cambio, yo sí he escuchado mucho de ti y, ¿sabes algo?, Guillermo se merecía todo lo que le hiciste y hasta podría decir que más. ¡No te sientas mal por él! Por otro lado, Patricia, sí deseo que mejore. Al igual que tú, estoy muy pendiente de ella. ―¡¿QUIÉN ERES?! ―Mi nombre es Josías. ―No conozco ningún Josías. JOSÍAS.―¿Eres sordo? Te dije que no me conoces. El asunto, Martín, es que yo voy a morir muy pronto y necesito algo de ti. ―¿Qué necesitas? JOSÍAS.―Una carta a mi familia.

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GustavoChalakoMedina ―Aparte de no saber quién diablos eres, ¿también quieres que te escriba una carta? Estoy harto de que me pidan escribir para otros. JOSÍAS.―Martín, entiende algo. No todos podemos expresar lo que sentimos como tú lo haces. Tienes un don increíble y aún no te das cuenta. ―El único don que tengo es el de cagar todo a cada rato, así que no me vengas a hablar tú de dones. JOSÍAS.―¿Puedes ayudarme? ―¿Para quién es la carta? JOSÍAS.―Para mis seres queridos. ―¿Algún tema en especial? JOSÍAS―El perdón. ―¿Perdón? JOSÍAS―Sí. Que me perdonen por irme así. ―Estoy anotando todo lo que quieres decir... JOSÍAS.―Quise entregar una mejor versión de mí, pero, siento que... ―¿Sientes que no hay nada más en ti para dar? JOSÍAS.―Siento que lo que di no se valoró y la verdad, ya no me interesa que eso suceda. ―¿Quisiste a tu familia? JOSÍAS.―Mucho, pero en algún momento me di cuenta que todos querían deshacerse de mí como si fuese un objeto que ya nadie necesita―, tomó una pausa―. Mendigué amor todo este tiempo. Grité a todo pulmón mi urgencia de un abrazo, suplicando las migajas de una muestra de afecto que me hiciera sentir querido pero, nada de eso pasó. Ya no quedan ni rastros de lo que fui.

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UN DIARIO MÁS Martín, ¿Sabes cómo era yo?― preguntó cuando ya comenzaba a imaginarlo. ―¿Cómo? JOSÍAS.―Era alguien que amaba la vida, que al despertar daba las gracias a Dios por dejarme abrir los ojos y disfrutar un día más. Me encantaba sentirme útil para los demás. Me gustaba que me llamaran para preguntarme cualquier estupidez. Ahora, nada de eso pasa. Maldigo cada vez que abro los ojos y veo que estoy vivo. ―Dame tiempo para hacer tu carta. Estoy muy cansado… JOSÍAS.―¿En serio crees que puedo esperar por ti, Martín? ―¿En serio tú crees que hacer una carta de suicidio es fácil? ¡DIME TÚ QUÉ TAN FÁCIL ES! Josías colgó la llamada.

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GustavoChalakoMedina

— ¡¿DÓNDE ESTÁ EL MALDITO MALANDRO?! — Sale el sol y yo no he podido cerrar los ojos. Traté de hacer todo lo necesario para dormir. Ver películas aburridas, jugar solitario en la computadora, masturbarme. Siempre escuché que ese era el mejor somnífero. Pero nada sirvió. Llamo entonces por teléfono a José Rafael para ir a la clínica a ver cómo está Patricia y me atiende su mamá. Me responde que no sabe nada de él, que no llegó a casa. ¡¿Dónde coño está?! Me comunico con Alicia para ver si me quiere acompañar a la clínica y me dice que sí. Una hora después, me pasa buscando en su carro. ALICIA.―¿A dónde desea que lo lleve, señor? ―Hola, a la clínica. ALICIA.―Vaya, vaya, qué serio estás. ¿Sucede algo? ―No, todo está bien. ALICIA.―¿Seguro? Ya me contaron lo que pasó en la casa de Alex. Si no quieres hablar de eso, no importa. Igual, sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? ―¿Qué te contaron? ALICIA.―Que te volviste loco. ―¿Qué? ¡No me volví loco! ALICIA.―¿Entonces, cómo se le llama a alguien que rompe la puerta de un cuarto para golpear a otro hasta dejarlo casi muerto?

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UN DIARIO MÁS ―Déjame por aquí, por favor. ALICIA.―¡Martín! Solo te estoy jodiendo. No estás loco... ―Hazme un favor. ALICIA.―Dime. ―Nunca más me llames así. ALICIA.―Uy, definitivamente no estás de humor. Llegamos a la clínica y en la habitación de Patricia estaba Alex, dormido en una silla a su lado. ―¿Cómo está ella? ―, le desperté. ALEX.―Aún no reacciona. ALICIA.―¿Y Guillermo? ALEX.―Bueno, Guillermo sigue en estado crítico y sus padres aparecieron hace un rato. Su papá me pidió que me alejara de él y dijo que no aceptará ninguna ayuda de mi parte―. Luego de dirigirse a Alicia, comienza a hablarme a mí que no le he puesto atención―: Y Martín, sinceramente, no veo bien a Guillermo y en la situación que él está, se puede... ALICIA.―¡¿Se puede qué?! ¿Acaso olvidas qué hizo Guillermo? Aquí quien golpeó a una mujer fue él. ¡Eso lo tiene que pagar! Así que no podemos dejar que hagan algo en contra de Martín porque simplemente, Guillermo se lo merecía. ¡Alex, Guillermo es un maldito cobarde! ¿En serio van a tener cara como para hacerle algo? ALEX.―No lo sé. De verdad, no lo sé. La puerta de la habitación se abre y entra la señora Marcia, la madre de Patricia. Desesperada, se sienta a su lado llorando mientras agarra la mano de su hija. Patricia está tan callada. Su rostro y su cuello tienen grandes moretones y le cuesta mucho respirar.

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GustavoChalakoMedina Alex me pide hablar afuera de la habitación y le dice a Alicia que las acompañe un momento. ALEX.―¿Sabes algo de José Rafael? ―Llamé a su casa y su mamá me dijo que no durmió allá. ALEX.―Qué extraño, luego de dejarte en tu casa, él me llamó para avisarme que ya estaba en la suya. ―No sé qué está pasando pero sí es muy raro. ALEX.―Ven, entra. Ahí viene el papá de Guillermo― y tirando de mí hacia la habitación otra vez, de un empujón me esconde en el baño. PADRE DE GUILLERMO.―¡¿Dónde está el maldito malandro?! ALEX.―¿De qué habla usted, señor? PADRE DE GUILLERMO.―Vi al muchacho que golpeó a mi hijo. ¿Dónde está? SEÑORA MARCIA.―¿Quién es usted para entrar en la habitación de mi hija gritando? ALEX.―El señor es el padre de Guillermo, el novio de su hija. SEÑORA MARCIA.―¿Así que usted es el padre de ese cobarde? PADRE DE GUILLERMO.―¿Cobarde?, ¿de qué carajos está hablando usted, señora? SEÑORA MARCIA.―De que su hijo golpeó a mi hija porque es un enfermo mental. ¡Está loco! PADRE DE GUILLERMO.―La única loca aquí es usted. Mi hijo no sería capaz de hacerle algo así a una mujer y si lo hizo, simplemente es porque de seguro se lo merecía. Quiero salir a reventarle la cara a ese hijo de pu… PADRE DE GUILLERMO.―No me venga ahora con que su hija es una santa. Al contrario, estoy muy seguro de que su hija es una...

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UN DIARIO MÁS ALICIA.―¡Cállate! Viejo hijo de pu... ALEX.―¡Alicia, no! SEÑORA MARCIA.―¡Niña, no hagas eso! Me asomo por la puerta del baño y puedo ver a Alicia encima del padre de Guillermo, golpeándolo en la cara, el pecho, el estómago, propinando golpes por todos lados. ¿Cómo una mujer tan linda puede golpear tan duro? Sus puños van directo a la boca del malnacido, una y otra vez. ¡Increíble! Alex intenta separarlos pero, por la sonrisa en su rostro, parece estarlo disfrutando tanto como yo. No hace demasiados esfuerzos por detenerla. PADRE DE GUILLERMO.―¡Quítenme esta puta delincuente! ¡QUÍTENMELA! ALICIA.―¡Sé hombre, maricón! Alex por fin los separa. Ella sigue lanzando golpes al aire mientras el padre de Guillermo se limpia la sangre de la boca. Alicia hizo que se tragara todo ese veneno que estaba soltando sobre Patricia. ¡Ufff!, siento que estoy enamorado.

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GustavoChalakoMedina

— SR. FAVOR — SEÑORA MARCIA.―¡Váyase de aquí! ALEX.―Señor, por favor, salga de la habitación. PADRE DE GUILLERMO.―¡Me las van a pagar todas! Les juro que esto no se queda así ALICIA.―Anda a hacerte una manicura, viejo imbécil. PADRE DE GUILLERMO.―No te imaginas lo que les viene, malandrita. ALICIA.―¡Uy, qué malote, Cruello de Vil y tal! ¡LÁRGATE! El padre de Guillermo sale de la habitación lanzando la puerta con fuerza. La madre de Patricia vuelve a soltar su frágil llanto mientras se acerca a Patty. SEÑORA MARCIA.―Hijita, aquí estoy, contigo. Por favor, dame una señal para saber que me escuchas. Necesito que despiertes, Eres mi hijita, mi mejor amiga. Vuelve conmigo, por favor. Eres mi todo. Cuando escucho sus palabras, salgo del baño para retirarme de la habitación y veo que Alex me está esperando en la puerta para ayudarme a salir de allí sin que me vean. SEÑORA MARCIA.―Martín. ―Sí, señora ― le respondo avergonzado. SEÑORA MARCIA.―Gracias por salvar a mi hija―. Se aproxima a mí para inmediatamente ahogarme en un fuerte abrazo. ―No tiene que agradecerlo. Somos amigos ¿no?

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UN DIARIO MÁS SEÑORA MARCIA.―Hijo, tienes una novia con mucha fuerza. ALICIA.―Espere a que nos casemos. ALEX.―Oh, sí, pobre de él. ¿Nos vamos, señor de Hernández? ―Jódete, Alex. ALEX.―Qué sensible... Me despido de Patty con un beso en la frente y, antes de salir de la habitación, le susurro al oído que volveré pronto.

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Alicia, Alex y yo entramos rápido en un ascensor porque el pasillo está lleno de los guardaespaldas del papá de Guillermo. Un hombre tan importante no puede salir sólo por allí. Más que importante, faramallero. El papá de Guillermo es apodado por la gente del mundo político como «Sr. Favor». Dicen que es la persona que necesitas cuando deseas desaparecer a tus competidores sin que alguien lo note ni los extrañen. Con todos los años que lleva trabajando para hombres de poder, ya se ha perdido la cuenta de las personas que ha eliminado. Increíblemente, mucha gente sabe esto pero nada le sucede. Típica situación en lugares donde la gente teme a quien tiene el poder. Poder que, irónicamente, ellos mismos le dan. ALEX.―Martín, no creo que sea conveniente que yo me vaya con ustedes. Si se da cuenta de que ya no estamos ahí, ese hombre puede hacerles cualquier cosa a la señora Marcia y a Patricia. ―Quédate con ellas. Igual Alicia y yo sabemos cómo salir de aquí. ALEX.―¡Cuídense! ―Está bien. ALEX.― ¿Martín? Dame un abrazo. Te quiero, hermano. ―Me harás mucha falta... hermano. Creo que es el primer abrazo que nos damos. Lástima que sea en este momento. Las puertas del ascensor se cierran y Alicia y yo abandonamos el cuarto piso. En el segundo, el ascensor se detiene y al abrir las puertas, suben dos hombres con radios muy parecidos a los que usa la policía. Reciben instrucciones de estar muy atentos con quienes

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UN DIARIO MÁS suban al cuarto piso y que estén alerta afuera de la clínica porque vieron a dos personas abandonar la habitación de «la chica».

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GustavoChalakoMedina

— SOY RAMBO — Alicia y yo estamos inmóviles, como detenidos en el tiempo, rogando que por nada del mundo estos hombres se volteen porque inmediatamente se darán cuenta de que encontraron a las personas que buscan. ALICIA.―¿Has notado lo desesperante que es la música en un ascensor?― susurra a mi oído. ―Sí, y es más desesperante cuando te están buscando para quién sabe qué ― respondo bajando la voz. ALICIA.―¿Tienes miedo? ―Para nada, soy Rambo. ALICIA.―¿Quién es Rambo? ―¿No sabes quién es Rambo?― le pregunto incrédulo. ALICIA.―¿Acaso tengo que saberlo? Y casi despectivamente, con mucha indignación, le suelto―: ¿Cómo no vas a saber esa mierda? Se rompe entonces nuestra cadena de susurros porque la entonación alterada de Alicia provoca que ambos sujetos viren a mirarnos. ALICIA.― ¡¿Y A MI QUÉ COÑO ME IMPORTA QUIÉN ES RAMBO?! ¡No joda! Suena esa horrible canción de ascensor musicalizando el suspenso y allí estamos, Alicia y yo, mirándonos mutuamente a la cara con ese clásico gesto de «la cagamos». Uno de los hombres del Sr. Favor se acerca mientras nos pregunta adónde vamos, cuando las puertas del ascensor se separan y entra alguien estrellándose contra todos nosotros.

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UN DIARIO MÁS ―¡José Rafael! Dos enfermeras vienen tras él y como las puertas aún no se cierran, parece que se unirán al grupo. ENFERMERA 1.―Por favor, no dejen que suba al ascensor. ENFERMERA 2.―Muchacho, no puedes entrar a la clínica. Ven con... JOSÉ RAFAEL.―¡Los estaba busfewgo! ALICIA.―¿Nos estabas qué? HOMBRE 1.―¡Chamo, no puedes entrar! Acompáñame, por favor ―hace un gesto amable para darle paso y bajarse junto a él. JOSÉ RAFAEL.―Ah, bueno, este se enamorufhdfo. ENFERMERA 2.―El muchacho está borracho. No puedo dejarlo subir así. ¡Sáquenlo! ―nos enfrenta mientras mantiene en alto el ascensor. HOMBRE 2.―Ustedes dos no se muevan. Se quedan aquí conmigo. El otro tipo ha tomado por el hombro a José Rafael y pretende llevarlo con él aún cuando José se resiste a acompañarlo. HOMBRE 1.―¡Acompáñame a la salida te dije! JOSÉ RAFAEL.―Que no te voy a acompañar te dije, mamsjdfsga. Como podía esperarse, en el pequeño ascensor de una clínica, ambientado con la música más ridícula del mundo, comenzamos a repartir golpes a todos lados para intentar escapar.

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GustavoChalakoMedina

— VAN DAMRGEG — Las enfermeras llaman a grito desesperado a la seguridad del sitio mientras en el ascensor no se sabe quién es quién. Alicia hunde sus pulgares en los ojos de uno de los hombres del Sr. Favor y lo derrumba gracias a esas uñas salvajes que afortunadamente hasta ahora solo he sentido en mi espalda. Los gritos de ese pobre hombre opacan los alaridos de las enfermeras José Rafael no puede ni con su alma por lo borracho que está pero su inesperado contraataque vomitando todo el piso, hace que nuestro contrincante se resbale al intentar seguirnos y golpee su cabeza con el borde metálico de las puertas del ascensor. A pesar lo asqueroso, ese gran charco de vómito nos ayuda a salir de ahí. ―¡Vamos Alicia! Ayúdame con José Rafael. JOSÉ RAFAEL.―¡¿Viste como lo jodí?! Soy Van Damrgeg, mareco. ―¡¿A dónde vamos?! JOSÉ RAFAEL.―Ay, ya cállate, mariquito. Dejsaasg el escándalo. ―José, ¿viniste en el carro de Alex? JOSÉ RAFAEL.―Sí, en el carrdfg. ―¿Dónde está? JOSÉ RAFAEL.―Ahí, ahí está ―responde, señalando al estacionamiento de la clínica. ALICIA.―Martín, José no puede manejar así como está. ―Pero si llegó vivo aquí, quiere decir que borracho no maneja tan mal, Alicia.

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UN DIARIO MÁS ALICIA.―¡¿Estás loco?! ¡YA VA! ¿Tú no sabes manejar? ―¡No! JOSÉ RAFAEL.―VEEEEE... No sabe manejar. ¡JA JA JA! ALICIA.―¡Increíble! Un hombre que no sabe manejar. ―Tú no sabes cocinar y no te estoy juzgando. JOSÉ RAFAEL.―¡UH, Eso dolió! ¡OK! Yo manejo, suban. Quizás siento más miedo que Alicia de subirme a ese carro pero Van Damme es nuestra única opción y comenzaba a recuperar la lucidez. De seguro, los hombres de Sr. Favor nos están buscando. JOSÉ RAFAEL.―¡Suban! ALICIA.―Tú ve adelante, Martín. Ni loca voy ahí. ―Da igual. ¡Vámonos! ALICIA.―¿Y esta quién es? ―pregunta apenas aborda el asiento trasero. ―¿Quién? ALICIA.―¡ESTA TIPA! Veo la silueta de alguien adormecido contra la puerta contraria y pienso que José Rafael no ha tenido la oportunidad de presentarnos a su... ¿amiga?, ¿novia? ―José, ¿ella quién es? JOSÉ RAFAEL.―¡¿QUIÉN?! ―¡ELLA! JOSÉ RAFAEL.―Mierda, todavía está aquí, ja ja ja. Ella se llama Kathy, Katheryn, o algo así.

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GustavoChalakoMedina ―¿No sabes su nombre? José Rafael: Es una puta, Martín. ¡¿Para qué coño quiero su nombre?! ―¡Para saber quién te pegó un VPH, por lo menos, no sé! JOSÉ RAFAEL.―No vale, está sana. En este momento su única enfermedad es la pea que tiene. ALICIA.―¿Cómo sabes que está sana? JOSÉ RAFAEL.―Ella me lo dijo. ALICIA.―Ah, claro. Al salir de ahí, el silencio invade el espacio. Creo que es un buen momento para ordenar nuestras ideas ya que no hemos tenido oportunidad de pensar antes de actuar. Revisando un poco lo que hay en la guantera del carro, encuentro una buena cantidad de dinero en efectivo y al lado, una pantaleta que envuelve muy bien algo que pesa bastante. ―José, ¿y esto? JOSÉ RAFAEL.―Una pantaleta. ALICIA.―¡Qué asco! ―Sí, lo sé, pero... JOSÉ RAFAEL.―Es de la puta. ―Sí, pero yo pregunto por esto. JOSÉ RAFAEL.―Una pistola. ―¿Y de quién es? JOSÉ RAFAEL.―De Alex, la tenía en este carro junto a ese y otro dinero más. ―¿Otro dinero?

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UN DIARIO MÁS JOSÉ RAFAEL.―El dinero con el que pagué los tragos y el servicio de Kathy. ALICIA.―Martín, ¿puedes soltar eso? No sé si lo notas, pero la pantaleta tiene manchas. JOSÉ RAFAEL.―Bueno tenía que limpiarme con algo, ¿no? Aparte borré todas mis huellas de la pistola porque uno nunca sabe. ALICIA.―Claro, porque te pareció mejor dejar tu semen en la pantaleta con la que cubriste la pistola, ¡¿verdad, GENIO?! ―Qué idiota eres, José. Encontramos un hotel de carretera y no dudamos en detenernos porque ahora tenemos algo de dinero para pagar una noche. El hotel parece sacado de una película de terror barata. No lo digo tanto por su ambiente sino por el aspecto de quien atiende la recepción.

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GustavoChalakoMedina

— EVELYN — ―Dime ―. Me recibe informalmente una andrógina recepcionista. ―Buenas noches… (?) EVELYN.―Evelyn, mi nombre es Evelyn. Evelyn no luce como la persona más dulce del planeta y es la primera mujer que yo veo con más barba que yo. ¡Impresionante esa vaina! ―Buenas noches, Evelyn. Tenemos rato viajando, estamos cansados y queremos... EVELYN.―¿Me vas a contar tu vida o pagarán la habitación? ―Bueno, sí. ¿Tienes habitaciones disponibles? EVELYN.―¡Todas! En realidad no hay nadie en el hotel. ALICIA.―¡DEME TODAS LAS HABITACIONES, SEÑOR! EVELYN.―¿Señor? ―No le haga caso, señora. EVELYN.―No estoy casada. ―Disculpe, señorita. EVELYN.―Felizmente viuda desde que se murió ese maldito. JOSÉ RAFAEL.―Vaya que lo debe de extrañar.

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UN DIARIO MÁS ―Por favor, deme dos habitaciones matrimoniales. EVELYN.―Agarra ahí: trescientos setenta y trescientos setenta y dos―. Nos lanza las llaves y señala un cartel que nos informaba el precio a pagar. Alicia sube a nuestra habitación para echarse un baño mientras José Rafael y yo pagamos. Luego, salimos hasta el carro para buscar a Kathy. JOSÉ RAFAEL.―Martín, ¿y si mejor la dejamos en el carro? ―¿Cómo la vamos a dejar aquí? No podemos hacer eso, José. JOSÉ RAFAEL.―¿Pero qué tanto, Martín? Esas putas son más guerreras que Forrest Gump. ―No, ella dormirá contigo. JOSÉ RAFAEL.―Marico, qué aburrido eres. Entramos a la habitación donde acostamos a Kathy para que pasara la noche junto a José Rafael. Salí a buscar agua para ambas habitaciones pero al volver, José Rafael ya se había dormido. Sigo a mi habitación parar encontrarme con esa hermosa mujer que siendo tan atípica, me trae loco. Alicia se ha convertido ya en una parte importante de mí y aún sin saber adónde voy con esto o con ella, todo se hace más llevadero acompañado de este sentimiento. ¿Qué iba a hacer? Se me olvidó. Me detengo un rato a admirarla. Totalmente desnuda, dormida, luce completamente indefensa. No dejo de observarla porque parece muy frágil. Cómo se equivoca uno ante la apariencia. Sin duda alguna, ella es la más fuerte de nosotros.

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GustavoChalakoMedina Ya es tarde y me doy un buen baño. Tener sangre y vómito de otros encima no es nada agradable. Ya limpio, me acuesto en la cama, y antes de cerrar los ojos solo pienso en poder dormir tranquilo, sin llamadas y sin sueños. Lo bueno de que este hotel sea tan horrible es que no hay huéspedes jodiendo con su bulla a medianoche.

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UN DIARIO MÁS

— 3 A.M. — Estoy desorientado pero suena un teléfono. ―¿Aló? ―respondo al encontrar la bocina. ―¿Puedes bajar un momento? Soy Evelyn. Evelyn colgó la llamada.

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GustavoChalakoMedina

Ciertamente, estoy condenado a no poder descansar. ―¡Qué coño!―, murmullo mientras salgo de nuestra habitación. Antes de bajar a solas, lo pienso mejor y toco la puerta de José Rafael. Espero muy poco antes de que Kathy abra y me pida que pase. Al entrar, veo que José Rafael sigue profundamente dormido. Le explico a ella que necesito que alguien me acompañe porque, no sé, pero tengo un muy mal presentimiento sobre esa llamada. Mi historia también la ha atemorizado y, entre los dos, logramos despertar a José. Mientras él se viste, regreso a mi habitación para despertar a Alicia. Al contarle lo que sucede, me dice que irá con nosotros, que no piensa quedarse sola. En un momento, estamos todos reunidos. Al bajar por las escaleras notamos que el silencio es el huésped de cada pasillo. No pude evitar sentirme nervioso ante la incertidumbre. El frío además está para cagarse. Una locura. Pensé que era una broma lo del hotel completamente vacío pero al parecer, sí somos nosotros las únicas personas aquí. Intento disminuir la tensión y pregunto a los demás para qué creen que la recepcionista me ha llamado. José piensa en positivo y cree que Evelyn quiere invitarnos unas cervezas porque está aburrida. Todos reímos un poco. No ha terminado de pasar la borrachera y sigue pensando en beber. Llegamos al piso donde se encuentra la recepción y al notar todo vacío, nos aproximamos a la única puerta que allí encontramos. ―¿Evelyn? JOSÉ RAFAEL.―Martín, ¿te digo algo? ―¿Qué? JOSÉ RAFAEL.―Estoy cagado.

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UN DIARIO MÁS ALICIA.―¿Notaron que la puerta está abierta? Todo está oscuro, apenas tenuemente iluminado por la claridad que dejaba escapar la puerta de este cuarto que parece mantener la luz encendida. Es muy difícil ver algo. JOSÉ RAFAEL.―No, señor, yo no voy a entrar. ALICIA.― José, ¿qué pasa? ¡Vamos a entrar! KATHY.―¡Yo sí voy a entrar! ―exclamó y eso hizo. Entró primero y todos la seguimos Nos unimos a ella y al acercarnos a la puerta, esta terminó de abrirse con el viento que provenía del pasillo. Descubrimos así una mecedora ruidosa y en ella, a Evelyn. Su cabeza casi permanece pegada a su cuello y aunque hay sangre por todos lados, sus manos y pies aún parecen moverse. ¡Yo hablé con ella! ¡Esto acaba de suceder! Como una película clásica de terror con protagonistas adolescentes, todos empezamos a gritar y corrimos afuera. ALICIA.―¡TENEMOS QUE IRNOS! JOSÉ RAFAEL.―Encenderé el carro. KATHY.―Chicos, los que hicieron esto seguro están por...― no ha terminado de hablar cuando tres hombres armados se presentan frente a nosotros. ―¡Mierda!, escóndanse. Gracias a la luz del cuarto de Evelyn y a la puerta por la que entraron estos hombres, teníamos un poco de claridad. Aún así, nadie puede ver con precisión sus opciones. Alicia y yo estamos más cerca de la entrada que José Rafael y Kathy, así que no nos queda de otra. Recuerdo haber leído en algún momento que el valiente no existe, que solo es alguien muy cobarde que no logró escapar a tiempo y tuvo que improvisar. Exactamente eso hacíamos noso-

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GustavoChalakoMedina tros, improvisábamos para poder sobrevivir. Nos entendemos con la mirada y saltamos sobre ellos. Yo caigo encima de dos de los hombres y Alicia sobre el otro. El momento pasa en cámara lenta. Juro que no siento ningún tipo de dolor aunque escucho el sonido de cada golpe que recibo. Intentan golpearme muy duro. Indiscutiblemente estos hombres viven para golpear gente. Kathy corre hasta Alicia, a quién el otro tipo patea como si fuese un perro. Hay algo en mí que me lleva a responder cada coñazo, una maldita adrenalina mezclada con el miedo a terminar como Evelyn en unos pocos minutos. No bastan los golpes que recibo en la cara y el cuerpo para detenerme. ¡NO! ¡YO QUERÍA MÁS!

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UN DIARIO MÁS

— SUERTUDO — Mis manos buscan agarrarse a algo desesperadamente y logro hacerlo. Aprieto la tráquea de uno de ellos y la rompo. Nunca olvidaré su mirada desesperada y el fuerte sonido del último respiro de ese bastardo. Mientras otro tipo me golpea por la espalda y el cuello con la cacha de su pistola repetidamente, José aparece como ese clásico compañero de lucha libre, metiéndose en nuestra pelea con un estilo inesperado. José Rafael se había armado con un cuchillo de cocina inmenso y apuñala en el cuello a mi atacante. No se conforma con herirlo una vez, sino que se emociona y clava el cuchillo sobre el cuerpo de este carajo como si pensara convertirlo en un colador. Me encuentro en el piso más impresionado que herido, viendo todo lo que pasa a mi alrededor. En ese momento, entiendo que ha nacido una asquerosa versión de nosotros, una que se había estado gestando desde hacia mucho tiempo sin darnos cuenta. Recupero mis sentidos. Trato de levantarme del piso resbaloso para ayudar a Alicia, cuando suena un disparo. Kathy le ha disparado al tercer hombre con la pistola de Guillermo pero el maldito es un suertudo y el disparo lo recibió en la espalda. Todos corremos a levantar a Alicia para irnos de ahí pero José Rafael nos hace una pregunta a la que debemos encontrar respuesta. JOSÉ RAFAEL.―¡¿QUIÉNES SON ESTOS COÑOS DE SU MADRE?! ¡ESTA GENTE NOS QUIERE JODER, MARTÍN! Tenemos que saber quiénes son. No nos podemos ir así. ―Está bien, está bien―, acepto el sentido lógico de su observación―. Kathy, ayuda a José a acostar a Alicia en ese mueble. JOSÉ RAFAEL.―¿Tú qué harás?

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GustavoChalakoMedina Mientras saco el cuchillo que dejó clavado José en uno de los hombres, le respondo: ―Vamos a averiguar qué quieren.

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UN DIARIO MÁS

Nunca habría podido imaginar que estaría en esta situación y tampoco pensé que extrañaría tanto estar en casa. Sé que mis padres la mayoría de las veces no están ahí pero al menos, tuve la certeza de su compañía. Aunque yo mismo respondiera todas mis dudas, ellos estuvieron allí y, en cierta forma, me sentía protegido como un niño. JOSÉ RAFAEL.―Martín, ya amarré al tipo, ¿Qué hacemos? Mientras otros niños veían Tom y Jerry en sus momentos libres, yo siempre preferí la lectura. Todo lo que pude leer, relacionado con la Inquisición y torturas en la Edad Media, me hizo darme cuenta tempranamente de que los humanos no estamos bien de la cabeza, y menos cuando necesitamos sobrevivir. KATHY.― José, ¿estás seguro de que lo amarraste bien? JOSÉ RAFAEL.―Kathy, aunque seas una puta, te contaré algo muy personal. Fui Boy Scout. Sé hacer más de treinta nudos. ―Que bueno, José, ojalá te vieran en este momento. Estarían muy orgullosos de tus lindos nuditos. JOSÉ RAFAEL.―Gracias, gracias, querido público ―ofrece reverencias ante nosotros y nuestro rehén. Me siento en una silla frente al sujeto. ―A ver… ¿quiénes son ustedes? SUERTUDO.―Saben que están muertos, ¿verdad? ―¡RESPONDE Y NO TE HAGAS EL PENDEJO! SUERTUDO.―Si no me matan ustedes, igual me van a matar ellos, así que hagan lo que les de

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GustavoChalakoMedina la puta gana. ―José, colócale el trapo en la boca. Toma ―ordeno, pasándole a José una pequeña toalla―. De verdad nunca he hecho esto y discúlpame, pero necesito saber qué quieren de nosotros. Habíamos preparado una manguera conectándola al grifo de la habitación de Evelyn. Abro la llave todo lo que se puede y coloco la salida del agua en su nariz. Aplicando un poco de fuerza, logro que el agua no se desperdicie. Luego de unos cuantos segundos, alejo la manguera y le quito el trapo de la boca. SUERTUDO.―¡JA JA JA JA JA JA JA! ―¿De qué te ríes? ―lo enfrento tratando de disimular mi asombro. SUERTUDO.―Tu método de tortura es el de un niño. ¡IMBÉCIL! ¿Dónde encontraste esta técnica?, ¿en algún sitio de internet? ―José, colócale el trapo otra vez. JOSÉ RAFAEL.―Listo. Agarro todos los cuchillos que encontramos en la cocina de la habitación y empiezo a clavarlos, uno a uno, en su cuerpo, comenzando por su mano derecha. SUERTUDO.―¡AH! ¡MALDITO! ¡AHHH! ¡YA! ―¡Esta tortura no la conseguí en internet pero me imagino que duele mucho!, ¿no? Clavo un cuchillo de pan en su mano izquierda. Extraña sensación la de sentir y escuchar el choque de cada diente del cuchillo al perforar el hueso mientras se abre camino entre la carne. SUERTUDO.―¡YA, POR FAVOR! ¡AH, NO SIGAS! ―grita aumentando sus súplicas. Esta vez, un cuchillo penetra su pie izquierdo, tanto que puedo sentir la punta del arma rozar contra el piso. Mientras, Alicia empieza a despertar justo cuando el hombre parece desfallecer. Yo no podía desconcentrarme. SUERTUDO.―Uhg, ya, ya. ¡YA!

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UN DIARIO MÁS JOSÉ RAFAEL.―¡Ay, ya, por favor, me duele! ¡Ay, mariquito!, ¿ahora sí lloras? ¿Cuando entraste armado hace rato no eras todo un arrecho? Este hombre sufre tanto que se babea encima. Su rostro lo cubre una combinación de lágrimas, mocos y saliva. ―Ahora, dime, ¿quién eres y por qué nos buscas? SUERTUDO.―No los buscamos, te buscamos. A nuestro jefe no le interesa atrapar a tus amigos. Solo te quiere a ti. ―¿Y por qué a mí? ―Porque jodiste a su hijo. JOSÉ RAFAEL.―¡Guillermo! ALICIA.―Martín, por favor, tenemos que irnos ―habla haciendo un esfuerzo para recuperarse. ―Entonces, trabajas para el Sr. Favor. SUERTUDO.―¡Sí! Y en este momento deben venir en camino porque ninguno de nosotros se ha reportado.

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GustavoChalakoMedina

— TU MAMÁ ES UNA COME MIERDA — ―¿Qué hacemos con él? ALICIA.―Déjalo amarrado. SUERTUDO.―¡Por favor, mátenme de una vez! ―José, mete todas las armas en ese bolso que está allí. Y Kathy, ¿tienes alguna idea de qué hacer con este hombre? KATHY.―Estoy pensando. No me presiones. JOSÉ RAFAEL.―Yo creo que lo mejor que podemos hacer es perdonarlo, porque mi mamá una vez me dijo: «Es muy importante que perdones a quienes te ofenden». Aunque pensándolo bien, esa vaina me suena a una parte del Padre Nuestro, ¿verdad? ―terminó de guardar las armas de todos los hombres del Sr. Favor. KATHY.―Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino...

¡BANG! Kathy le dispara al hombre en toda la frente. KATHY.―¡Ya cállate, José! Que ridículo eso que dices. JOSÉ RAFAEL.―¡¿QUÉ CARAJOS TE PASA, KATHY?! ¡Me chillan los oídos! KATHY.―José, ¿te digo algo?

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UN DIARIO MÁS JOSÉ RAFAEL.―¡¿QUÉ?! KATHY.―Tu mamá es una come mierda. JOSÉ RAFAEL.―¡¿Qué?! KATHY.―Que tu mamá es una COME MIERDA. JOSÉ RAFAEL.―Bueno, sí, eso sí. ―¿Cuántos hombres creen que acompañen al Sr. Favor en la clínica? ALICIA.―¿Once?, ¿doce? ―Menos tres. JOSÉ RAFAEL.―¿Para qué quieres saber cuántos hombres hay allí? ¡Epa, epa! No, señor, yo no... ―Sí, regresaremos a la clínica. Tenemos que sacar a Patricia de ahí. JOSÉ RAFAEL.―Estás loco, Martín, de pana tú estás como mi mamá, comiendo mierda. Alicia, habla con él, por favor. ¡Dile que esa es una pésima idea! ALICIA.―Lo siento, José, pienso igual. Debemos buscar a Patricia. KATHY.―Yo voy a donde ellos vayan ― le deja claro a José. JOSÉ RAFAEL.―Una puta nunca me había dado tantos dolores de cabeza. ¡Ahhh, qué arrechera! No todo es sexo en la vida, Kathy. Pensé que me apoyarías. De entre tantas cosas que dejan abandonadas en un hotel, en la habitación de Evelyn conseguimos algo de ropa. No nos queda a la medida pero al menos, podemos usarla. También encontramos perfumes, pasaportes, toallas y condones. Nadie confía en los condones que ofrecen los hoteles así como tampoco confían en sus toallas rasposas mal lavadas. Estoy muy claro en que esta decisión de volver por Patricia es una locura pero el Sr. Favor está decidido a eliminarnos del mapa. Cómo podríamos ir contra todos sus hombres cuando ni siquiera sé cómo seguimos vivos.

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GustavoChalakoMedina Estos días han sido un total caos y solo deseo que esto acabe pronto para que podamos descansar. Mi cuerpo ya no puede con tanto agotamiento. Mientras los muchachos terminan de arreglar todo lo que nos llevaremos, escribo lo que probablemente será mi última carta y extrañamente, mi expresión, parece muy cercana a lo que me pedía Josías para la suya.

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UN DIARIO MÁS

— PERO AHORA, TODO ES DIFERENTE — Hay cosas en la vida que nos sorprenden a tal nivel que nos llevan a amar cada momento. Esa vez que por fin pudimos amarrarnos las trenzas de los zapatos o que logramos alzar el primer vuelo de un papagayo. La colorida tarjeta a San Nicolás, hecha con nuestra propia letra, casi ininteligible, pero llenos de fe en que él adivinaría nuestro deseo porque es un señor barrigón lleno de magia. Nunca podremos olvidar los borradores de tutti-frutti, su apetitoso olor que nos invitaba a comerlo. Lo confieso, más de una vez di un mordisco a los míos y su olor era diferente a su plástico sabor. El aroma percibido a kilómetros de nuestra comida favorita preparada por mamá, ir corriendo a la cocina para pellizcar un poco, sin miedo a que nos regañara. Nuestra memoria del primer amor. El poder de su inocencia, unido a ese fuerte sentimiento que te hacia decirle a todo el mundo o mínimo a tu amigo imaginario que esa niña te traía loco desde que la viste bailar en un acto del salón. Ante el amor, no importó si lo que bailó fue Sandy y Papo, y El baile del perrito de Wilfrido Vargas. Los cumpleaños, el Día de la Madre o Día del Padre, las visitas a los abuelos, un intercambio de regalos en el que te dieron lo esperado, tu dulce favorito, los globos, Mickey Mouse, tu Atari, la llegada del Súper Nintendo, ver El Chavo del Ocho con un pote de helado en las manos, decir alguna mentira y no poder dormir en las noches por el temor a que te descubrieran. Estoy agradecido por cada uno de los momentos que he vivido junto a todos los que me han querido. Han sido páginas importantes de mi historia. Pero ahora, todo es diferente. Mickey Mouse dejó de ser divertido para mí y no puedo creer en San Nicolás cuando ni siquiera confío en quienes hace años decían quererme.

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GustavoChalakoMedina La verdad es que cada día al abrir los ojos, despierto convencido de que nada me sorprenderá ni mejorará el sabor de lo que me trago. Lo que hago, lo hago por inercia. Ya ni sé qué estoy viviendo. Olvido episodios del día porque mi mente no estuvo allí mientras aquello sucedía. Solo deseo alcanzar el silencio y descansar. Quiero cerrar los ojos para que mi mundo se detenga por un instante y poder sentir que, por fin, logro escuchar mi voz interior, esperar porque me responda qué demonios pasa conmigo. No la puedo oír… No la puedo sentir… Por favor, no me culpen por esto. He intentado mil veces y mil veces más la vida pero me he dado cuenta de que estoy muerto.

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UN DIARIO MÁS

— TAN CERCA — ALICIA.―Martín, ¿estás listo? ―Estoy listo. Alicia cierra la puerta con seguro mientras yo continúo pensando que tal vez quiere decirme algo sobre los muchachos pues, más allá de nuestra conversa, cuando nos separamos, tuvimos una despedida algo incómoda. No sabemos qué pasará con nosotros al dejar este hotel. ¿Un momento irónico? Ella entonces se sienta sobre de mí enseñándome lo divino de estar vivo, justo cuando yo estoy terminando de escribir una carta de muerte. Dejando el bolso con las armas en el piso, logra atraparme en sus piernas y ambos quedamos frente a frente. Empieza a besar mi cuello, entre susurros, pronunciando lo necesario que es para nosotros estar así. Tan cerca… Tan llenos de paz. Con ganas de hacerlo sin importar que todo el mundo nos vea. Empieza a moverse lentamente de atrás hacia adelante mientras mis manos agarran sus caderas para disfrutar ese baile que ―no quiero exagerar pero― quemaría un país completo si le diera la gana. Deseamos más tiempo para poder disfrutarnos. Ambos queremos estar lejos de todos y comernos vivos sin limitaciones. Nuestros pantalones queman demasiado y es obligatorio quitarlos del medio. Hacemos caso a todo lo que sentíamos y, de verdad, no hay nada para mí en este maldito mundo que se pueda igualar a estar dentro de ella. Solo deseo que los segundos se vuelvan horas porque, si esto es una despedida, quiero que nuestra despedida sea eterna. No nos importa que los demás nos escuchen ni nos interesa que a nuestro lado esté Evelyn degollada, el grupo de hombres muertos o un bolso lleno armas que

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GustavoChalakoMedina acabábamos de usar y robar. Me atrevo a decir que eso lo hace más excitante. Mis manos agarran fuertemente sus hombros para que no se aleje de mí y ella se mueve más y más rápido. Nuestra respiración nos hace tartamudear mientras el sudor corre por todos lados. La silla parece a punto de partirse en cualquier momento pero eso, también, nos da igual. A la mierda todo, no podemos detenernos. Lo único que nos detiene es un maravilloso orgasmo logrado al mismo tiempo. Como planeado, nuestros cuerpos se sincronizaron en ese microsegundo donde nos desvanecemos en una pequeña muerte que nos hunde en las sensaciones más profundas, hondas como este deseo que me revela sensible y soñador ante ella. Mientras nos miramos respirando agitadamente, sueño con la idea de que si salimos de esta, seremos una pareja normal.

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UN DIARIO MÁS

— GRACIAS, EVELYN — Decidimos llevarnos el carro en el que llegaron los hombres de Sr. Favor porque es más seguro que busquen el carro en el que saben que andamos nosotros. Tomamos lo que queda en la nevera de Evelyn y nos vamos. Doy un mordico a uno de un grupo de ponquecitos y percibo que está demasiado rico. ¿Los haría ella? Siento lástima al verla muerta en esa silla. «Gracias, Evelyn», pienso dando el último bocado. Salimos del hotel y, antes de partir, revisamos el carro. Encontramos cigarros, restos de comida y, en la guantera, pequeñas bolsas con lo que presumimos, es droga. En el camino, boto todo por la ventana. Manipulando armas y drogas, medito sobre qué carajo ha pasado con nosotros en los últimos días. Siento que estamos en un videojuego y no hemos pasado de nivel porque somos muy idiotas para lograrlo. Solo quiero que esto termine.

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GustavoChalakoMedina

— KATHY — KATHY.―Chicos, creo que es necesario que ustedes aprendan a defenderse. JOSÉ RAFAEL.―¿Qué propones, amor mío? KATHY.―Ah, bueno, ahora sí. Se enamoró el marico este ―se mofa―. Hablo en serio. JOSÉ RAFAEL.―¿Cómo no hacerlo si eres la mujer perfecta para mí? Eres linda. Te gusta dispararle a la gente. Culeas demasiado rico y no eres celosa ―enumera convencido―. ¿Qué más puedo pedir? KATHY.―La única historia en la que he visto que una puta se enamora es en la película Mujer Bonita y tú no estas ricote como ese actor. ALICIA.―Si no te gusta José, entonces, ¿por qué nos acompañas en esto? KATHY.―Porque siempre estuve metida en problemas y tenía tiempo sin estar en uno. Creo que cuando el problema no es conmigo, es más emocionante para mí. ALICIA.―Bueno, eso creo que tiene sentido. No lo puedo negar. KATHY.―Desde muy pequeña supe que sería así. Mi papá estaba enfermo, le encantaba apostar. Apostó y perdió su carro. Apostó también nuestro perro y nuestra casa. Vivíamos huyendo de donde estábamos porque él no quería pagar sus deudas, pero una vez bastó para que yo no huyera más. Jugó con gente que no se dejaría ganar y me apostó. ―¿Tú eras el premio? KATHY.―Si, y él perdió. ALICIA.―¿Quién era esa gente?

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UN DIARIO MÁS KATHY.―Tres hermanos colombianos, residenciados en Venezuela, a quienes muchos temen. Tienen importantes contactos en gran parte de Latinoamérica porque se manejan en el tráfico de menores. ALICIA.― ¿Y ellos llegaron a hacerte algo? JOSÉ RAFAEL.―Coño Alicia, no te pases. ALICIA.―¡¿Qué?! Tengo curiosidad. KATHY.―Tranquilos, esto ya lo superé. Cuando día a día solo sientes dolor, el dolor se vuelve adictivo y parte de tu ser. La felicidad es un consuelo que no tiene mucho espacio allí ―confiesa antes de responderle a Alicia―. Sí, viví de todo con ellos. Me violaban entre los tres cuando les provocaba. Generalmente me acompañaban para que no escapara. Conozco cada rincón de este país porque me alquilaban a sus amigos. Hasta me grabaron teniendo sexo con unos políticos, en Caracas. Todos usaban máscaras y solo se podían ver sus barrigas peludas, los anillos de oro en sus manos y sus penes flácidos con las bolas colgando. Una amiga, Lucy, que ya no está conmigo, me enseñó que el mundo de las putas no es solo para las que les gusta tirar sino para las que no sienten asco. JOSÉ RAFAEL.―¿Qué edad tenías cuando tu papá te apostó? KATHY.―Nueve años. Desde entonces no lo vi más y, la verdad, falta no me hizo. Aprendí a defenderme sola. ―Cuándo dices que debemos aprender a defendernos, ¿a qué te refieres, Kathy? KATHY.―Tenemos varias armas con nosotros. ¿Alguien, aparte de mí, sabe usarlas? ALICIA.―No. JOSÉ RAFAEL.―Yo tampoco. ―Entonces, ninguno. KATHY.―Está bien, yo les enseñaré.

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GustavoChalakoMedina Nos salimos de la carretera para desviarnos por un camino que parece la entrada a una finca. Los portones estĂĄn abiertos, nada hay que nos evite la entrada. Estacionamos y dejamos las luces encendidas. Al bajar del auto, sacamos las armas del bolso y cada uno de nosotros toma una pistola al azar. Empieza asĂ­ nuestra clase con la profe Kathy.

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UN DIARIO MÁS

— BANG, BANG — Nunca sentí simpatía por las armas. Recuerdo cuánto, siendo niño, le huí a todo lo que pudiese herir a alguien. Creo que muchas veces esto decepcionó a mi abuelo. Él trataba de que me gustara jugar a la cacería con pájaros, lagartijas o cualquier animal, pero yo nunca pude hacerlo. ¿Qué pasa ahora que se me hace tan fácil herir a la gente? JOSÉ RAFAEL.―¿Qué pasó, marico?, ¿no vas a practicar? ―Prefiero ver primero. JOSÉ RAFAEL.―¿Estás cagado? KATHY.―Ven, José. Vamos a ver que tan bueno eres disparando.

¡BANG! ¡BANG! Mientras observo todo desde el asiento trasero del carro, sigo preguntándome qué va a suceder.

¡BANG! ¡BANG! No quiero más muertes.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Quiero estar en casa. ALICIA.―Martín...

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GustavoChalakoMedina

¡BANG! ¡BANG! ¡Deseo despertar de toda esta locura! ALICIA.―¡MARTÍN!, ¿qué haces? ―¡¿QUÉ?! ALICIA.―¿Qué haces con ese vidrio en tu mano? ―¿Vidrio? No... no lo sé. Ella toma mi mano lentamente y me quita el pedazo de vidrio. Ni cuenta me había dado de que toda la ventana de ese lado del auto está destruida.

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UN DIARIO MÁS

— NO SÉ DÓNDE LA PUSE — ALICIA.―Todo va a salir bien. Estamos juntos en esto, ¿no? ―Sí. Alicia me abraza, casi con un gesto maternal en su rostro. ALICIA.―¿Te puedo preguntar algo? ―Sí, dime. ALICIA.―¿Qué escribías en el hotel? ―Una carta. ALICIA.―¿Para quién? ―Para alguien que no conozco. ALICIA.―¿Te molestaría enseñarme esa carta? ―No, la tengo aquí... en algún... ―busco metiendo ambas manos en cada uno de mis bolsillos y girándome a mirar en el asiento. ALICIA.―¿Qué sucede? ―No sé dónde la puse. ALICIA.―Luego de escribirla, recuerda, ¿dónde la guardaste? ―¡Maldita sea!, no la guardé. Dejé la carta en el hotel. ¡Debo regresar! No puedo perder esa carta.

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GustavoChalakoMedina ALICIA.―No podemos volver. Es posible que más hombres del Sr. Favor ya estén allá buscando a los suyos y a nosotros ―intenta convencerme e insiste―: ¿Por qué es tan importante esa carta? ―Ni yo lo sé. Solo sé que para Josías sí lo es. ALICIA.―¿Quién es Josías? ―Te contaré ―respondo no muy seguro de lo que estoy a punto de hacer pero continúo hablando―. Para mí, Josías es alguien que me conoce muy bien. Lo siento así porque cada vez que lo escucho, siento que lo he escuchado antes y no solo eso, también puedo decir que sabe cada paso que doy. Creo que esa cercanía es lo que me lleva a querer ayudarlo en su petición de que le escriba una carta de despedida porque, a pesar de ser un favor a un suicida, siento que no es una mala persona. Simplemente, tiene mala suerte ―, y guardo silencio antes de decir, como hablando conmigo mismo―. Lo que no entiendo es porqué siempre llama a las tres a.m. ALICIA.―Martín, ¿Josías no será un muerto? ―No seas tonta; no creo. ALICIA.―Mi abuela me contaba que a las tres de la madrugada es cuando el portal de los muertos se abre para que pasen a nuestro mundo y puedan cargarse de energía. Según ella, nuestra energía es lo que mantiene «vivos» a algunos espíritus. ―Bueno, no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que cada vez que Josías me llama, pasan cosas muy extrañas. Por ejemplo, en el televisor siempre suena una canción insoportable. ALICIA.―¿Cuál canción? ― Una que dice «No cambiarás el color de tu vida, aunque tú estás sumergido en gelatina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina» ―canto―. ¿Sabes?, la del comercial. ALICIA.―Nunca la he escuchado. ―Yo sí la había escuchado antes pero no recuerdo dónde. Y siempre que Josías llama, esa canción suena, antes o después de la llamada.

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UN DIARIO MÁS ALICIA.―Comienzo a pensar que me dices esto para joderme pero cuando te miro a los ojos, me confundo aún más. No sé qué sucede, Martín, pero igual estoy contigo. ―Si algo nos llegara a pasar, quiero decirte que... ALICIA.―Martín, ya te lo dije. Nada nos va a pasar. KATHY.―Martín, ven. Es tu turno y debes practicar ―acercándose a nosotros, interrumpe mi intento de despedida.

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GustavoChalakoMedina

Termino así con una pistola en la mano. No sé su modelo, nada de sus características de fabricación ni su diferencia del resto. ¿A quién culpo por no poder apuntar bien? ¿Qué estaba pensando? Estoy seguro que mis amigos serán decepcionados si dejan sus vidas en mis manos. Soy muy malo con esta mierda. ALICIA.―Te diré algo, Martín. Solo debes usar tu ojo dominante. ―¿Ojo dominante?, ¿cómo es eso? KATHY.―A ver, forma un circulo con tus dedos índice y pulgar. ― ¿Ajá?, listo. KATHY.―OK. Ahora, estira el brazo y mira a través del circulo el objeto al que quieres apuntar. ―Ya. KATHY.―Ahora acerca el circulo a tu rostro, sin cerrar los ojos y sin perder de vista el objeto. JOSÉ RAFAEL.―Ja ja ja, parece que estuvieras pidiendo culo. KATHY.―Cállate, José. Ahora, Martín, ¿te diste cuenta de que tu mano se movió automáticamente hacia tu ojo dominante? ―Vaya, sí. Eres una buena profesora, Kathy. KATHY.―Sí, durante un tiempo fui maestra de niños especiales ―responde con sorna a su peor alumno―. ¡DISPARA! ―, me grita.

¡BANG, BANG, BANG! KATHY.―¡Muy bien! Podríamos decir que lo lograste.

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UN DIARIO MÁS Todos aplauden celebrando que de mis tres disparos, acerté uno. KATHY.―Practiquemos un poco más y luego, les enseñaré otras cosas que deben saber. No nos queda mucho tiempo.

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GustavoChalakoMedina

Luego de practicar por un par de horas más, seguimos nuestro camino a la clínica para buscar a Patricia. El trayecto transcurre en completo silencio, con cada quien pensando en cómo los afecta este asunto pero de alguna manera, todos pensando en lo mismo. Tenemos mucho miedo y éste se nota en nuestras caras, así que prefiero mirar afuera. Mientras el viento entra por las ventanas del carro, la música a todo volumen se encarga de opacar nuestros gritos internos. Vuelvo la vista y me encuentro con la mirada de Alicia. Ella agarra mi mano y se acerca a mi oído. ALICIA.―Te amo. ¿Por qué ahora? De las tantas cosas que imaginé, nunca pasó por mi mente que la persona que adoro me diría «te amo» justo cuando no sabemos que va a suceder con nuestras vidas. Cuánta crueldad, ¡coño! Parece que nada puede ser perfecto. ―Te amo, y espero tener un mañana para amarte más. ALICIA.―Mañana me lo dirás otra vez, ¿sí? JOSÉ RAFAEL.―¿Martín? ―Dime. JOSÉ RAFAEL.―Yo también te amo. ―Yo también, José.

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UN DIARIO MÁS JOSÉ RAFAEL.―A ti también, Alicia. ALICIA.―Qué tierno eres. Yo también te amo, José. KATHY.―Disculpen que les corte la nota del amor pero ya llegamos. Agáchense. Como no sabemos la cantidad ni la ubicación de los hombres que tiene el Sr. Favor, preferimos entrar al estacionamiento de la clínica sin que nos vean. Kathy es quien maneja y a ella no la reconocerían porque se mantuvo dentro del carro cuando José Rafael apareció borracho. Lo mejor de todo es que este carro es similar los que usan los escoltas del Sr. Favor y si nadie presta demasiada atención, podríamos pasar desapercibidos. Es probable que estos hombres no me reconozcan a simple vista. Yo ahora visto un traje que seguramente había olvidado algún político putañero en el hotel y, según Alicia, parezco James Bond pero pelabolas. Me bajo del carro y me dirijo al baúl para sacar el bolso con las armas. Kathy me acompaña mientras Alicia y José Rafael se mantienen en la parte trasera del carro. KATHY.―Martín, toma estas dos pistolas. Están cargadas. Y aquí tienes más balas por si son necesarias. Igual, hay más cosas en este baúl que puedes tomar. Tomo las dos pistolas y las siento como un par de objetos inútiles. Carezco de habilidad pero quizás me ayuden a sobrevivir. Cuando miro mejor para evaluar mis opciones, aparte de nuestro bolso de armas, veo que también hay cuchillos y granadas. Si no sé manejar una pistola, mucho menos voy a saber usar una granada. Para no acobardarme, agarro además dos cuchillos. Se me hacen más familiares. Luego de que Kathy y yo escondemos las armas en nuestra ropa, Alicia y José se bajan del carro para agarrar las suyas. Kathy y yo nos metemos al carro a esperar que terminen pero mientras ellos avanzan agachados, de repente, vemos acercarse a un hombre con un radio. HOMBRE.―Revisaré a unos sujetos que están en uno de nuestros carros. Cambio. Este hombre ya viene a nosotros apuntándonos con su pistola.

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GustavoChalakoMedina HOMBRE.―Bájense del carro, lentamente. KATHY.―Calma, hombre. Vamos a salir, calma. ―No tengo nada en las manos. Voy a abrir la puerta, ¿está bien? Salimos del carro y nos paramos frente a este hombre quien claramente pertenece al grupo del Sr. Favor. Su uniforme es inconfundible porque es la cuarta oportunidad en la que lo veo hoy. HOMBRE.―¿Qué hacen con nuestro carro?, ¿dónde lo encontraron? KATHY.―¿Es suyo? Mil disculpas, señor, de verdad. Pensábamos que era mi carro. Se parece muchísimo y está estacionado aquí también ―. Mira mi cara que evita su mirada pero continúa empeorando su actuación―: ¿Viste, sobrino? Te dije que este carro no parecía mío. Disculpe, lo abrimos así porque al mío lo dejé sin seguro. Iba rápido a buscar unas cosas adentro. HOMBRE.―¡Cállate! ―le grita visiblemente impaciente antes de señalarme―. Tú, dime, ¿dónde encontraron este carro? Este hombre no se ha dado cuenta que el baúl está abierto y de que Alicia y José Rafael tuvieron oportunidad de recoger las armas. ―Disculpe, señor, mi tía es muy despistada. Solo fue eso, nos confundimos de... Y justo en ese momento, atrás de este confundido hombre, aparecieron ambos. José se cuelga de él para taparle fuertemente la boca con ambas manos mientras Alicia lo apuñala en el pecho. Varias puñaladas aciertan a su corazón y la cantidad de sangre que sale de él llega a sorprendernos. Kathy y yo nos movimos a un lado, evitando manchar la ropa que nos obsequió Evelyn. En segundos, el hombre cayó tendido en el piso y Alicia quedó parada frente a él, completamente ensangrentada. Entre los cuatro cargamos al muerto y lo metemos en el baúl. Mientras Alicia se cambia su jean y camisa, por un short roto y una franelilla corta, le quitamos al hombre su radio transmisor. Nos servirá muchísimo a nosotros para saber en cuáles pisos se mantienen los guardaespaldas

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UN DIARIO MÁS del Sr. Favor. Ya listos para salir de ahí. Alicia y Kathy me dan una extraña imagen. La ropa que vestían hacia lucir a Kathy como una ama de casa y a Alicia como la propia puta de barrio. Kathy, antes de cerrar el baúl, llena el bolso con todas las armas y lo lleva con ella. Caminamos juntos mientras yo bajo el volumen del radio transmisor para que no nos escuchen cuando estemos más cerca de ellos. Un mínimo ruido podría joder lo planeado. Al entrar a la clínica, observo que todo está tranquilo en la sala de espera. Las enfermeras de turno que tenemos a la vista, no son las mismas que formaron el escándalo en el ascensor. JOSÉ RAFAEL.―Acá no parece haber hombres del Sr. Favor. Vamos a aprovechar y subimos por las escaleras. ―Hagamos algo. Si según lo que calculamos, quedan aproximadamente ocho o nueve hombres en esta clínica, solo por si acaso, vamos dos de nosotros en el ascensor y otros dos por las escaleras, hasta el cuarto piso. Si se encuentran con alguno, traten de no hacer ruido. Sino, los demás los encontrarán. JOSÉ RAFAEL.―Está bien. KATHY.―Nos vemos arriba. Alicia y yo nos subimos al ascensor y llegando al segundo piso se abren las puertas. Siento cómo pasa por dentro de mí la corriente de los nervios y mis manos empiezan a temblar sin parar. Al abrirse las puertas, vemos a una pareja de ancianos con caras amables. ¡Qué alivio! ANCIANO.―Buenas, jóvenes. ALICIA.―Buenas, señor. ANCIANO.―Mira, mi vida, una parejita muy linda, ¿verdad? ANCIANA.―Sí, se ven muy lindos juntos. ¿Son novios? ―Sí, señora, tenemos poco tiempo de novios.

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GustavoChalakoMedina ANCIANA.―Bueno, les deseo una larga vida llena de amor. Así como mi Rodolfo y yo que ya tenemos sesenta y cinco años juntos. ALICIA.―¡Uy!, bastante, señora. Una pregunta… ANCIANA.―Dime, mi niña. ALICIA.―¿Y al Sr. Rodolfo aún se le...?, ¿funciona? ―¡Alicia! ANCIANA.―Ja ja ja, tranquilo, hijito, es normal que sientan curiosidad por esas cosas. A mi Rodolfo ya no le funciona al natural pero con pastillita una que otra vez, sí. Igualito ya yo ni me emociono. ANCIANO.―¿Pastillita de qué, mi vida? ANCIANA.―Dios bendiga su sordera, ja ja ja. ―y lo reprende:― Nada, chico, no seas chismoso. En ese instante, suena el radio transmisor: «Dos personas van subiendo por las escaleras del segundo al tercer piso. Asegúrense de ver quiénes son. Uno de ellos lleva un bolso color azul. Cambio.» Alguna voz, responde: «Recibido. Cambio.» ANCIANA.―¡Esta inseguridad que vivimos hoy en día…! Cuídense mucho, niños. Dios los bendiga. ―Amén, señora. Llegamos al cuarto piso y Alicia yo agarramos de los brazos a los ancianos para ayudarlos a salir del ascensor y evitar despertar sospechas. Para nuestra buena suerte, ellos se dirigen a una habitación cercana a la habitación de Patricia. «Necesito apoyo en el tercer piso. Estoy con los sospechosos y se oponen a dejarse revisar. Cambio.»

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UN DIARIO MÁS ANCIANO.―Hasta luego, chicos. Cuídense. Alicia toca la puerta de la habitación de Patricia insistentemente. Sigue tocando hasta que por fin nos abren. Es Alex. ALEX.―¡COÑO! ¡ESTÁN VIVOS! ALICIA.―Métele seguro a la puerta ―, le pide apenas nos introducimos a la habitación. ALEX.―Claro pero díganme, ¿dónde estaban ustedes? ―nos interroga mientras examina nuestros extraños atuendos. PATRICIA.―¡Martín!, ¡Alicia! ―¡PATTY, DESPERTASTE! ALICIA.―¡AMIGA, QUÉ BUENO VERTE ASÍ! Nuestra emoción es inmensa. No esperábamos verla recuperada tan rápido. ALICIA.―Hemos venido a buscarlos. ALEX.―No podemos salir de aquí. El papá de Guillermo no nos deja salir del hospital. Dice que debemos mantenernos aquí hasta que su hijo se recupere. PATRICIA.―Alex me contó todo lo que pasó en la fiesta. Me siento al lado de su cama y agarro su mano para poder disfrutar su compañía, así sea por unos segundos. PATRICIA.―Martín, gracias por ayudarme. ―Yo te quiero mucho, Patty, ¿cómo no iba a hacerlo? En ese instante sentí que te perdía. Algo tenía que hacer. PATRICIA.―Mientras no estabas solo pensaba en dónde podían estar, con quién. Tenía miedo de que les sucediera algo. Hay cosas que nunca te conté y temía no volver a verte y quedarme con eso.

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GustavoChalakoMedina ―¿Qué no me has contado? PATRICIA.―Días antes de la fiesta de Alex, Guillermo descubrió que la carta de amor que yo le di, la hiciste tú. Ese día él se molestó tanto que me golpeó. ―¡¿Por qué no me lo contaste?! PATRICIA.―Estaba cegada, Martín. A veces el amor es así... ―Para mí el amor es diferente, Patricia. PATRICIA.―Lo sé. ¿Sabes? Algunas veces me reuní con tu mamá y ella siempre que habla de ti, lo hace con un brillo hermosísimo en sus ojos. Yo he sido su caja de secretos todo este tiempo. Ella no tiene amigas, Martín. Supe que entre ella y tu papá, ya nada estaba bien. Me confesó que tú te alejaste de ella aún cuando viven en la misma casa. ―Muchas cosas cambiaron entre nosotros porque nuestro hogar solo me producía un sentimiento de vacío. Estar allí no me inspiraba otra cosa que el deseo de aislarme. PATRICIA.―¿Recuerdas algo de tu niñez? ―Sí, por supuesto. PATRICIA.―¿Recuerdas tus visitas a la psicóloga? ―¿Psicóloga? No, yo nunca fui a una psicóloga. PATRICIA.―Sí fuiste, varias veces, durante un buen tiempo. ―¡Es imposible! Si yo hubiese estado en un psicólogo, claramente lo recordaría, Patricia. PATRICIA.―Hay cosas que viviste y no recuerdas. Tu mamá me contó que una vez estuviste en el medio de una pelea entre tu papá y ella donde él la golpeó. Tú te metiste para ayudarla y él también te golpeó. ―No recuerdo eso. PATRICIA.―Tú despertaste, minutos después, en los brazos de ella mientras te cantaba una

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UN DIARIO MÁS canción para calmarte. Era una canción que inventó y te encantaba, a pesar de que su letra no tenía ningún sentido. Se ríe aún al pensar que nunca entendió porqué te gustaba tanto. ―Mi papá nunca me golpeó. PATRICIA.―Eras casi un bebé, Martín. Muchas cosas te pasaron siendo apenas un niño y a pesar de todos los problemas, me ha dicho que siempre fuiste un buen hijo. ―Siempre pensé que mi papá era un ejemplo a seguir. PATRICIA.―Al menos, no será el ejemplo que tú seguirás. Abrazándome fuertemente, ella empezó a cantar entre susurros esa canción en mi oído. PATRICIA.― «No cambiarás el color de tu vida aunque tú estás sumergido en gelatina. Tiembla, tiembla, como tu voz en la neblina. Tiembla, tiembla como tu voz en la neblina.» ―Esa es la canción que... PATRICIA.―…cantaba tu mamá cada vez que corrías a sus brazos en busca de ayuda. ¿Eso significaba que todo este tiempo, en cada ocasión que escuché esa canción en la televisión, fue una alucinación?, ¿que mi admiración por mi padre solo era una mentira para poder aceptarlo?. ¿Cuál otra experiencia de mi vida no había sido real? PATRICIA.―Martín, preferiste ver el mundo con mejores ojos a pesar de que tenías muchas razones para odiarlo.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Disparos suenan. Nuestro radio nos alerta sobre lo que ocurre: «Un hombre y una mujer abrieron fuego. Llevan encima un bolso azul con armas. Hirieron a uno de los nuestros. Cambio.»

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GustavoChalakoMedina «¿Necesitan ayuda? Cambio.» «Sí, se han separado y se esconden. Vamos por la mujer. Cuidado con el hombre del bolso. Atentos arriba. Cambio.» «Recibido. Cambio.» Los gritos comienzan a escucharse. Enfermeras, pacientes, doctores, todos gritan por los pasillos. ―Alex, tenemos que salir de aquí. El Sr. Favor es muy peligroso y los disparos que escuchas afuera son sus hombres buscándonos. PATRICIA.―Pero, mi mamá... ―¿Dónde está ella? PATRICIA.―Salió a comprar algo cerca de aquí. ―Tranquila, tranquila. Nos encontraremos con ella abajo y saldremos juntos, sanos y salvos, ¿está bien? ALEX.―Martín, dime qué está pasando. Mientras Alicia ayuda a Patricia a levantarse de la cama, intento explicarle rápidamente a Alex que el padre de Guillermo quiere asesinarme y que es perfectamente capaz de eliminarnos a todos. ―José Rafael y una amiga se encuentran en el piso de abajo. Tenemos que salir de esta clínica antes de que lleguen más hombres del Sr. Favor.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! JOSÉ RAFAEL.―Martín, si me escuchas, salgan de allí rápido. Esto se salió de control. ―suena desde el radio. ALEX.―¡Ese es José!

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UN DIARIO MÁS ―Sí, y la acaba de cagar. Ya Sr. Favor se enteró que... SR. FAVOR.―Así que Martín es quien inició todo esto. Me imagino dónde está ―, responde desde otra línea. JOSÉ RAFAEL.―¿Quién habla ahí? SR. FAVOR.―Tú sabes quién habla. ―No queremos problemas con usted. Solo vinimos a buscar a nuestra amiga. SR. FAVOR.―¡No me digas! ―exclama con sarcasmo. «Señor, tenemos atrapada en un baño a la mujer, ¿qué hacemos con ella?» SR. FAVOR.―Mátenla. JOSÉ RAFAEL.―¡NO!, ¡NO LO HAGAN! KATHY.―Chicos, ¿están allí? ¿Me escuchan? ―¡Kathy, ellos están afuera del baño esperándote! KATHY.―¡Chicos, escuchen! Muchas gracias por todo. Junto a ustedes me sentí de nuevo tan… tan llena de vida… JOSÉ RAFAEL.―Kathy, voy por ti. No salgas de ahí, voy por... KATHY.―Esto les va a encantar… «Está abriendo la puerta. ¡Disparen!, ¡disparen!»

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

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GustavoChalakoMedina

¡BOOOOOOOOM! ¡BOOOOOOOOOOOM! El sonido de las balas fue una tontería comparado con el estruendo de las fuertes explosiones que hicieron temblar todo el edificio. Sin duda, Kathy activó un par de granadas que llevaba con ella. JOSÉ RAFAEL.―¡NO, NO, NO! ―se escucha gritar al otro lado, en negación ante la muerte de Kathy. ―¡José!, ¡José! JOSÉ RAFAEL.―¡MALDITO, TE VOY A MATAR! Alex ayudaba a Patricia a caminar mientras Alicia y yo sacamos nuestras armas para ir al frente. Abrimos la puerta de la habitación y avanzamos entre la gente que corre desesperada. El lugar se ha convertido en un infierno. Algunas personas están heridas, llorando y gritando de dolor. Las explosiones y las balas perdidas habían hecho de las suyas. Desde las escaleras, se puede ver el gran hueco que dejó la explosión. No podemos movernos rápido porque la gente choca entre sí. Se empujan y se pasan por encima en su intento desesperado por abandonar la clínica. Podemos escuchar las sirenas de la policía. Entre tanta gente, a unos cuantos metros de nosotros, el Sr. Favor aparece con dos de sus hombres que nos disparan a quemarropa. Alex logra llegar a las escaleras con Patricia y escabullirse entre otras personas que buscan escapar. Es un alivio verlos irse. Las personas que se encuentran en el medio de su camino, empiezan a caer como sacos. Al Sr. Favor no le importa nada.

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UN DIARIO MÁS Alicia y yo nos separamos pero la veo entrar a una habitación mientras, al otro extremo, yo me resguardo en una que está vacía. SR. FAVOR.―Martín, ¡venga!, vamos a acabar con esto. ¡Sal de una vez y enfréntame! ¡Mira todo lo que causaste! ALICIA.―¡Sinvergüenza, mal nacido, tú comenzaste todo! ―comienza a gritar desde su lugar

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Alicia dispara y no logra darle a ninguno. Desde la habitación en la que estoy, la veo escondida entre unas camillas. Debo cruzar el pasillo para reunirme con ella pero no dejan de dispararnos. Alicia me hace señas pidiéndome que me quede donde estoy. Entiendo que ella vendrá hacia mí. Yo con señas le respondo que se quede en ese lugar, que moverse sería una locura. En ese instante, escuchamos el sonido del radio transmisor: JOSÉ RAFAEL.―Creo que deberías venir a ver a Guillermo. La cara del Sr. Favor es un poema. ¿Qué tiene pensado hacer José Rafael? Él espera que José siga hablando pero como no lo hace, engancha el radio transmisor en su correa y se aleja haciendo señas a sus hombres para que sigan enfrentándonos. Al revisar mis bolsillos, me doy cuenta de que no me quedan muchas balas.

¡BANG! ¡BANG! Disparo y, por suerte, logro darle a uno de ellos en el hombro. Su compañero se ha quedado sin balas y rápidamente, mete su mano izquierda en el bolsillo. Justo cuando iba a cargar, logré darle en el cuello. Corro hacía ellos porque no nos conviene dejarlos vivos. Mientras el hombre al que herí en el cuello cae muerto al piso, saco uno de los cuchillos que tomé del baúl. Agarro por el cabello a quien permanece vivo y le clavo el cuchillo en la nuca. Presiono hacia arriba, intentando cortar un poco por dentro para asegurarle una muerte rápida.

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GustavoChalakoMedina Los que corren a mi alrededor, se aterrorizan más al ver lo que estoy haciendo. No es nada placentero para mí. Solo quiero sobrevivir.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Al ver que los dos hombres del Sr. Favor caen, Alicia corre desde la habitación hacia mí pero antes de encontrarnos, varios disparos alcanzan su espalda. Uno de los hombres que nos faltaba por eliminar, había apuntado desde las escaleras, gastando todas sus balas en ella. Corro hacía él con el cuchillo ensangrentado en alto. Con mi mano izquierda, saco el que tenía guardado en mi espalda. Antes de que pueda reaccionar a mi atrevimiento, me lanzo sobre él y lo apuñalo sin detenerme. Es tanta la rabia y el dolor que me duelen las manos de apretar tan fuerte ambos cuchillos. Me ciega su sangre y la maldita rabia que siento. En ese momento, solo quiero ver morir a todos. Ya nada me importa. Estas basuras tienen que dejar de existir hoy. Agotado, encima del cuerpo de ese malnacido, me levanto y camino a donde está Alicia. Todos se han ido. No queda nadie en ese piso además de mí. Se adueña de mi cuerpo otra vez el frío que produce el miedo, miedo a sentirme a punto de perder algo importante. La levanto con mucho cuidado y acuesto su cabeza en mis piernas. ALICIA.―Martín, sácame de aquí. ―Sí, amor, nos vamos de este lugar. ALICIA.―Te amo, no qui... ―Shhh, tranquila. Tranquila, amor. ALICIA.―No quiero alejarme de ti. ―Siempre estaremos juntos, mi amor. ALICIA.―¿Mañana me lo dirás otra vez?

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UN DIARIO MÁS ―Mañana y siempre te diré que te amo, Alicia. A pesar del dolor que sufre, una gran sonrisa se marca en su rostro y así, acostada en mis piernas, deja de respirar. Veo el brillo de sus ojos apagarse y dejar de mirarme. Sé que no me queda nada, que estoy vacío sin ella. JOSÉ RAFAEL.―Apúrate, que tu hijo se está aburriendo de tanto esperar. Me da igual si me matan, si me atrapan. Me da igual todo y por eso, no huiré. Me levanto porque debo ir a la habitación de Guillermo donde, me imagino, me encontraré con José Rafael.

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GustavoChalakoMedina

— ADELANTE, ¡SORPRÉNDEME! — Cuando estoy llegando a la habitación, veo al Sr. Favor entrando en ella con una pistola en mano. En silencio, me acerco. La puerta ha quedado semiabierta y puedo ver a José Rafael apuntando su pistola a la cabeza vendada de Guillermo. Conectado a una máquina de respiración, no manifiesta vida alguna. JOSÉ RAFAEL.―Ya me estaba cansando de esperarte. SR. FAVOR.―¿Más o menos, qué crees que estar haciendo, imbécil? JOSÉ RAFAEL.―Ni siquiera sé lo que haré. Lo que quiero es que sufras. Tú mataste a Kathy. SR. FAVOR.―¿Quién es Kathy? JOSÉ RAFAEL.―La mujer que mataron en el baño. SR. FAVOR.―Ah, ya. Supe que era una puta. ¡Por favor!, ¿quién llora a una puta? Las putas no se lloran, niño. Las putas se cogen y ya. JOSÉ RAFAEL.―Ahora vas a llorar tú, maldito gordo. SR. FAVOR.―¿Sí? ¡¿CÓMO?! JOSÉ RAFAEL.―Mataré a tu hijo frente a ti. SR. FAVOR.―¡NO! ―desespera inmediatamente―. ¡No hagas eso! ¿Qué quieres? ¿Dinero?, ¿drogas? Te daré lo que me pidas. JOSÉ RAFAEL.― Ya lo dije. Lo que quiero es verte sufrir. SR. FAVOR.―¡Ja ja ja! Adelante, ¡sorpréndeme!

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UN DIARIO MÁS JOSÉ RAFAEL.―Te crees muy poderoso, mamagüevo. SR. FAVOR.―No me creo poderoso, lo soy. Solo para que tengas idea. ¿Sabes por qué la policía no ha entrado a la clínica aún? Simple, porque yo no lo he autorizado. ¿Quién tiene el poder aquí? JOSÉ RAFAEL.―Lo mataré. Sr. Favor afloja su corbata, levanta la mano en la que aguanta el arma mirando fijamente a José Rafael y apunta a Guillermo en la cabeza… JOSÉ RAFAEL.―Pero… es tu… ―tartamudea atropelladamente lo que ambos pensamos No creo que lo haga. No será capaz. SR. FAVOR.―¿Mi hijo? No puede ser…

¡BANG! ¡BANG! Sin piedad alguna, el Sr. Favor mató a su propio hijo. SR. FAVOR.―¡MI HIJO YA ESTABA MUERTO! ¡USTEDES LO MATARON! Martín junto a cada uno de ustedes le jodieron la vida y por eso, yo joderé la de ustedes, la de tu familia, la familia de Martín y las de esas putas. ¡TODOS ME PAGARAN LO QUE LE HICIERON A MI HIJO! Cuando el Sr. Favor se disponía a dispararle a José Rafael, entro a la habitación golpeándolo directamente en la cara.

¡BANG! Se le escapa un disparo al Sr. Favor apenas logro derribarlo. Aprovecho para golpearlo varias veces en el rostro. Puedo escuchar como su nariz se parte con cada puñetazo aunque no resulta sencillo, solo con mis golpes, causar graves efectos a alguien que pesa más de cien kilos.

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GustavoChalakoMedina SR. FAVOR.―JA JA JA, golpeas como niña, Martín. Como puede, logra colocar sus manos en mi garganta y empieza a ahorcarme. Pierdo el aliento. Pienso que ese coño de su madre tiene mucha fuerza y que no podré contra él. ―José, ayuda... ayúdame. Mis manos no pueden agarrar ni la mitad de su cuello. Es una bestia. SR. FAVOR.―¿Vas a pedir ayuda? Tú solo pudiste con mi hijo, ¿no? ¡¿Qué pasa?! Al faltarme el aire, casi no podía gritar. Volteo a ver a José y lo encuentro en el piso, con una mano presionando su garganta. Arrastrándose sobre un pozo de sangre, trata de alcanzar su pistola. Entiendo que el disparo del Sr. Favor, le dio en el cuello. SR. FAVOR.―Te dije que me las iban a pagar ―repite cuando me ve a punto de desvanecerme. Al creerme dominado, me alzó y me echó a volar por toda la habitación. Aterrizo al otro extremo, muy cerca del bolso con armamento que llevaba José Rafael. El Sr. Favor ha hecho lo que nunca debió hacer. A una velocidad alcanzable solo ante la inminencia de la muerte, tomo dos de esas pistolas y vacío todas las balas en sus piernas.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! ¡BANG! Lo veo como un toro caído en cualquier corrida, esperando sumiso la estocada final. Tiré las pistolas al piso y agarré una de las sillas de la habitación para golpearlo varias veces en la cabeza. UNA, DOS, TRES, CUATRO, CINCO, SEIS, SIETE, ¡OCHO VECES!

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UN DIARIO MÁS Caigo mareado en el piso y, casi sin conciencia alguna, arrastro hasta mí el bolso para tomar los cuchillos. Colocando mis rodillas en sus hombros para que no pueda levantarse, apuñalo sus asquerosos ojos lo más profundo posible. Por primera vez, siento placer al matar a alguien. Tanto es mi deleite que giro los cuchillos lentamente para escucharlo gritar más fuerte. Su cuerpo parece un terremoto. Su dolor parece tan insoportable que aprieta sus dientes hasta partir algunos. Sé que esto durará pocos segundos. No he terminado de disfrutarlo cuando el Sr. Favor no aguanta más y muere.

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GustavoChalakoMedina

JOSÉ RAFAEL.―Lo lograste, Martín. ―Larguémonos JOSÉ RAFAEL.―Déjame. ―¡¿Qué?! JOSÉ RAFAEL.―No puedo moverme. Estoy… débil. No iré a ningún lado ―se justifica con dificultad. ―La policía está afuera. Si nos quedamos iremos a la cárcel, José. JOSÉ RAFAEL.―Desde hace tiempo la vida ha sido mi cárcel. ―José, no sé a qué carajos te refieres con eso, pero te vas conmigo, quieras o no. José Rafael, resiste el dolor y a duras penas logra alcanzar su pistola. Levanta su brazo, apuntando a mi cara, mientras mete su otra mano en el bolsillo. JOSÉ RAFAEL.―No iré, a ningún lado ―repite molesto. ―¿Me vas a disparar? ¡¿ESTÁS LOCO, COÑÍSIMO DE TU MADRE?! Por las ventanas de la clínica empiezan a arrojar bombas lacrimógenas y suena un aviso por altavoz: «A todos los que se encuentran adentro, soy el comisario general, Rafael Zapata, de la policía del estado». El funcionario hace una pausa y prosigue: «Tenemos la clínica rodeada con unidades. Procederemos a entrar y queremos a todos contra el piso y con los brazos extendidos». «¡REPITO!»

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UN DIARIO MÁS «CONTRA EL PISO Y CON LAS BRAZOS EXTENDIDOS.» «NO EMPEOREN LA SITUACIÓN.» JOSÉ RAFAEL.―¡Vete, Martín! ―No me iré sin ti. Mientras lo miro fijamente a los ojos, asombrado por lo que sucede, levanto mi mano y me aproximo poco a poco a él para quitarle el arma. ―José… José, dame el arma, por favor, y saca la otra mano de tu bolsillo. Mi mano está a pocos centímetros del arma de José. Sus ojos están mirándome sin pestañear. Nunca lo había visto así.

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GustavoChalakoMedina

¡BANG! José apretó el gatillo y me disparó en la mano. ―¡AAAHHH! ¡MALDITA SEA! ¡HIJO DE PU...! JOSÉ RAFAEL.―Te quiero, amigo. Discúlpame.

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UN DIARIO MÁS

Velozmente metió la punta de la pistola en su boca y…

¡BANG!

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GustavoChalakoMedina

Del momento en el que José Rafael decidió suicidarse frente a mí, no recuerdo mucho. En mi memoria solo está el dolor asfixiante de verlo morir que aún no me deja pensar con claridad. Y más, luego de ver que en su otra mano sostenía lo que él estaba buscando en su bolsillo antes de dispararse: la carta que yo le había escrito a Josías estando en el hotel de Evelyn. Al reconocer mi letra, comencé a hacerme demasiadas preguntas a las que difícilmente podré responder alguna vez. ¿Era José, Josías? ¿Escribí la carta de suicidio de mi amigo? ¿Por qué nunca habló conmigo como José? ¿Cómo no pude reconocer su voz? Allí, no solo perdí mi mente. Junto a mi mano destrozada, perdí también por completo el control de mí cuerpo, de tal manera que no recuerdo lo que sucedió conmigo luego de ese día. Acompañado solo por los recuerdos, me encuentro caminando por las orillas de esta carretera en un lugar que no reconozco, con la piel quemada por el sol, la ropa sucia, mis pies rotos y ensangrentados. No sé desde cuándo mi cabello y mi barba están largos, apestosos y descuidados; cuándo comencé a buscar entre la basura algo parar comer, un cartón donde dormir, a escapar de esta historia que no deja de acompañarme. Lo bueno de esto, mi señora, es que hoy pude compartir una parte de mis demonios y que usted, alivió mi vacío con un poco de comida y compañía. No se imagina cuánto se lo agradezco. Que tenga buenas noches…

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UN DIARIO MĂ S

Vamos, Chancho...

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Pág. 1 hora después

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11

1990

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12

Martín

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13

La Penitencia

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14

10 años

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20

Es hora de partir

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25

Entre clases

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30

Alex

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31

Patricia

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32

José Rafael

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33

Nosotros

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35

Estamos hartos de los demás

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35

Primera carta

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38

3 A.M.

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39

El bosque

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Tiembla | Tiembla

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42

Guillermo

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44

El trueque

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46

3 A.M.

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52

8 A.M.

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54

La ducha

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55

Días después

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Me descubrió

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10 A.M.

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64

10:32 A.M.

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65

La fiesta

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69

Ruido

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Pronostico reservado

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3 A.M.

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¿Dónde está el maldito malandro?

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Sr. Favor

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Soy Rambo

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Van Damrgeg

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Evelyn

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3 A.M.

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Suertudo

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Tu mamá es una come mierda

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Pero ahora, todo es diferente

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Tan cerca

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Gracias, Evelyn

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Kathy

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Bang, bang

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No sé dónde la puse

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Adelante, ¡sorpréndeme!

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Índice

Glosario

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Agradecimientos

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Glosario A Antiparabólico: m. y f. adj. Indiferente hacia determinada circunstancia. Persona con actitud despreocupada. Arrechera: f. Estado de molestia luego de una mala experiencia. Arrecho: m. y f. vulg. Molesto, iracundo, furioso. Estaba arrecho porque no le pagaron su semana de trabajo. 2. adj. vulg. Dicho de algo o alguien que posee características que le hacen resaltar entre sus iguales. 3. adj. vulg. Dicho de quien con su obrar desea abusar de terceros y perjudicarlos. ¡Como él es arrecho, quería colarse en la fila! 4. adj. vulg. Arduo, difícil. El examen de matemáticas estuvo muy arrecho.

B

C Cagado: adj. malson. coloq. Dicho de una persona cobarde, asustadiza, con miedo ante alguna circunstancia. CANTV: Siglas para Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela, un servicio de telecomunicaciones venezolano que oferta servicios de telefonía fija, móvil e internet. A principio de los 90s, durante la introducción del servicio de internet al país, su portal web mantenía populares salas de chat. «Cara de culo»: loc. adj. coloq. Gesto facial que revela incomodidad, molestia y desagrado hacia alguna persona o circunstancia. Apl. a pers. Carajo: m. y f. despect. malson. Persona a la que en una conversación no se quiere mencionar para desvalorizarla. Caraqueño: m. y f. adj. Natural de Caracas, capital de Venezuela. U.t.c.s. 2. Perteneciente o relativo a Caracas o a los caraqueños.

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Chamo: m. y f. coloq. Joven, adolescente. Coger: intr. vulg. Realizar el acto sexual. Cojonera: f. colq. vulg. Congestión pélvica caracterizada por la presencia de dolor en los testículos y ocasionada por una erección prolongada sin eyaculación. «Come mierda»: m. y f. loc. adj. vulg. Dicho de una persona cuya actitud revela hipocresía, doble moral, complejo de superioridad o locura, insania mental. Condorito: Personaje de ficción, protagonista de los historieta humorística del mismo nombre. Originalmente chilena y publicada en formato de revista, fue muy popular en Venezuela hasta principio de los 90s. Coñazo: m. coloq. Golpe físico violento. 2. adj. Rapidez sorpresiva. El carro aceleró y desapareció de coñazo. Coño: interj. malson. Usado para diversos estados de ánimo como enfado, impaciencia, asombro o sorpresa. ¡Coño, escóndanse! «Coño de su madre»: m. y f. loc. adj. Persona que posee malicia o actúa con maldad. 2. Loc. interj. Expresión de molestia o resignación ante eventos que se han desarrollado de forma desafortunada.

D Diabla: f. coloq. De actitud lasciva. 2. m. coloq. Personaje sin suerte, carente de habilidades y sometido a la autoridad.

E «El baile del perrito»: Canción del género merengue interpretada por el dominicano Wilfrido Vargas, originalmente titulada El baile del perro. En parte de los países del Caribe, gozó de gran popularidad durante los años 80s por su particular coreografía.

F 157


Faramallero: m. y f. adj. coloq. Presuntuoso, exagerado en sus formas con el fin de obtener atención y simular importancia sobre su persona. U.t.c.s.

G Guerrero: m. y f. adj. colq. Que tiene la fortaleza física y disposición mental para afrontar circunstancias ambientales difíciles. Apl. a pers. Güevon: m. y f. adj. vulg. 1. U. informalmente para llamarse entre amigos o jóvenes del género masculino. 2. Tonto o falto de inteligencia. Califica a quien no obtiene ninguno beneficio personal de circunstancias provechosas y a quien se libra de circunstancias difíciles manteniendo un bajo perfil en sus actitudes. Apl. a pers. u. t. c. s.

H «Hacer la segunda»: loc. verb. U. al conceder un favor. 2. U. entre adolescentes al prestar ayudar para concretar una pareja. Hacer de celestino.

I

J Joder: tr. U.t.c.intr. Ocasionar daño material o moral. El hombre estaba armado y quería jodernos. 2. Bromear de forma pesada. 3. Divertirse. El fin de semana fuimos a la playa a joder un rato.

K L

M Malandro: m. y f. adj. coloq. Delincuente, especialmente el joven.

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Mamagüevo: m. adj. vulg. coloq. U. para nombrarse entre amigos, generalmente jóvenes entre los que existe gran grado de confianza. 2. m. y f. vulg. despect. U. como ofensa para calificar a alguien retador que irrespeta las formas sociales. U.t.c.s. Marico: m. adj. coloq. U. informalmente para llamarse entre amigos, generalmente jóvenes entre los que existe gran grado de confianza durante un llamado de atención. 2. exp. «¡No seas marico!» U. como negativa a actuar con locura o cobardía. Mariquito: m. despect. Cobarde, falto de valor. U.t.c.s.

N-Ñ ¡No joda!: loc. interj. U. para defenderse o rebelarse ante una circunstancia abusiva.

O

P Pajero: m. y f. adj. malson. Dicho de una persona que masturba o se masturba. U.t.c.s. Pana: m. y f. Amigo. Pantaleta: f. Prenda de ropa interior femenina. Braga. U.t. en pl. con el mismo significado que en sing. Papagayo: m. Cometa. «Parar bola»: loc. verb. coloq. Prestarle atención. Nunca le parará bolas porque a ella le gustan los chicos mayores. Pea: f. colq. Embriaguez, borrachera. Pelabolas: m. y f. adj. coloq. despect. Persona que carece de dinero, sin fondos económicos. Peo: m. vulg. Problema, dificultad.

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Pepe Cortisona: Personaje principal en la historieta «Condorito» que interviene como la figura del galán. Perrocalentero: m. Vendedor de perros calientes. Perro caliente: m. Alimento que consiste básicamente en un pan con salchicha, popularmente conocido como hot dog. Pitillo: m. Pajilla, caña para sorber líquidos.

Q

R Refresco: m. Nombre popular para cualquier bebida gaseosa con sabor artificial.

S «Sacar el culo»: Exp. coloq. U. para expresar que una persona ha dejado de frecuentar a otra o evade su trato. 2. «Saca culo» m. y f. adj. despect. Ahora que andas con Guillermo, estás demasiado saca culo. Sandy y Papo: Ex dúo musical del género merengue house y hip-hop, oriundos de República Dominicana, populares durante los años 90s en parte de Latinoamérica y conocidos por los temas: El alacrán, Huelepega, La hora de bailar. San Nicolás: Nombre que recibe popularmente el personaje de Santa Claus o Papá Noél en Venezuela y otros países de Latinoamérica. Sifrino: m. y f. adj. Persona que pertenece a la clase socioeconómica alta o media alta. Así mismo, puede referirse a cualquiera que mantenga actitudes burguesas, simulando distinción.

T Tipo: m. y f. despect. Persona. ¡¿Quién es esta tipa?!

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U «Una cuerda de...»: expr. despect. U. para agrupar a un conjunto personas según alguna característica que los define de forma ofensiva. Ustedes son una cuerda de imbéciles.

V Vaina: f. Cosa no bien conocida o recordada. «Volver mierda»: exp. locución verb. Lastimar, arruinar o destruir material o moralmente.

W X Y Z

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Agradecimientos

UN DIARIO MÁS nació en plena batalla de conflictos internos, escrito desde mi odio por el mun-

do mismo.

Agradezco a mis padres por estar pendientes de mis pasos, a mis abuelos por enseñarme que el amor es eterno, a mis compadres, Onfe y Edwin, a Joel Díaz, y a mis amigos de Punta de Mata, Venezuela, quienes hicieron que muchas cosas de las que vivimos merecieran estar escritas en esta historia. Gracias a quien siempre me ha dejado ser como soy, mi hermosa esposa, Diana. Y quien le dio muchas respuestas a mi vida y detuvo mi guerra con el mundo, mi hijo, Démian. Para ti este libro. Eres mi más grande orgullo. Eres mi paz. A ti, que estás leyendo esto, mil gracias. Hasta una próxima vida. G.C.M.

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