By Majo Ayala
By Majo Ayala
Sebastián empezaba su día, con sus botas vaqueras y chaleco de mezclilla. Perfectamente sabía que cada día era diferente, pero hoy era especial; el sol asomaba solo un pequeño ojo a través de la cortina de nubes. Sin dudar, salió de su casa con el pan entre sus dientes y con las ganas de descubrir que aventuras tenía el día para él. Apenas con 6 años, el joven e intrépido Sebastián, había desarrollado una imaginación sin igual que le dotaba de una valentía y sed de aventuras; sus amigos, igual de intrépidos, seguían sin vacilar al pequeño líder.
Como siempre, caminó rumbo al río, donde sus compañeros de aventuras lo aguardaban puntuales, y al echar un breve parpadeo, con el que contaba a todos, descubrió que Allegra faltaba y nadie sabía dónde se encontraba. Jugaron un rato, pero la hora de la merienda había llegado y decidieron regresar. No habían puesto píe en pueblo, cuando escucharon un voz de lejos que les decía - ¡Vengan! – Era Allegra, que les hablaba desde el pórtico de su casa. Todos los pequeños corrieron hacia ella, y al llegar a aquel patio, que los acogía cuando de tomar refrescos se trataba, decidieron armar aquel fuerte que defendían en sus aventuras. Un fuerte viento sopló y los llevo a aquel increíble mundo...
-Soy Drácula- expresaba Sebastián. -No hay nadie como Frankenstein gritaba su fiel amigo. Y así los niños expresaban como en su mundo desarrollaban la mejor aventura. Allegra observaba sin decidir quién ser, sabía que no podía ser como sus amigos, pero eso no importaba tratándose de aventuras; la valentía de la joven Allegra podría convertirla en el mayor personaje que ella se planteara.
- Están en mi castillo - gritó con fuerza la pequeña. - Pero este es el castillo de Drácula y no tuyo - fijó el audaz Sebastián. Y así los niños entraron en disputa sobre quien debía ser el dueño del majestuoso castillo. Poco a poco la disputa consumió su inocencia y Sebastián termino arrojando del fuerte a la pequeña Allegra... Todo lo que iniciaron como niños, fue consumido por sus personajes. - Lo siento - replicó Sebastián. -Yo no quería...- enmarcó el pequeño. Pero era tarde, la joven Allegra corrió y no salió más.
Al siguiente día el joven Sebastián sentía que las aventuras no eran nada sin su querida amiga... Y como todo aventurero, emprendió aquella última hazaña, dirigiéndose al hogar de la pequeña Allegra. Al tocar, la pequeña, brillante como el sol, abrió la puerta, y al ver a Sebastián con dos paletas en sus manos, sin decir nada, caminó de la mano junto al niño que guiaba sus aventuras.
Sebastián empezaba su día, con sus botas vaqueras y chaleco de mezclilla. A sus 6 años, el joven intrépido, había desarrollado una imaginación sin igual que le dotaba de una valentía y sed de aventuras sin fín. Pero de pronto, un día que figura como “único” se torna de sombras y disputa. Es en ese momento cuando lastima los sentimientos de una persona importante. Atenezado entre la culpa y el orgullo, Sebastian tendrá que encontrar un solución para no perder a su amiga.
MajoCampos