El temple en el reino de valencia

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+++++++++++++ El Temple en el Reino de Valencia

+++++++++++++ Federico Leiva i Paredes.

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¡Ay!, Arrabal de mi Ruzafa. En tu suelo se acuarteló El Conquistador. ¡Ay!, Arrabal de mi Ruzafa. Que de la Orden del Temple Fuiste sierva. Grande eres tú mi reina Y el orgullo de las gentes De esta tierra. (A mi barrio de Ruzafa)

Edita: Orden Católica del Templo

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INDICE: Introducci贸n Capitulo I Un atisbo de Conquista (El Cid) Capitulo II Unos a帽os de intransici贸n Capitulo III Jaime I el Rey Templario y autentico libertador de Valencia Capitulo IV Preparando la Conquista Capitulo V Entrada en Valencia de Jaime I y los Templarios Capitulo VI Enclaves Templarios en el Reino de Valencia Capitulo VII An茅cdotas y leyendas Capitulo VIII Calles de Valencia con sabor a Conquista

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INTRODUCCIÓN

La historia del Reino de Valencia a partir de 1238, va ligada irremediable y eternamente a Jaime I El Conquistador y a la Orden de los Caballeros del Temple. El Temple se constituyó como principal baluarte de los Reinos de Aragón, Valencia y Cataluña, siendo el destino de todos los caballeros de la nobleza y receptora de importantes bienes aportados. No todo el contingente bélico que participó en la reconquista del Reino de Valencia eran Templarios, también participó alguna otra orden militar, pero el éxito de la contienda se debe únicamente al contingente de los Caballeros Templarios. Cierto es que no lo formaban un gran número de monjes guerreros, pero si con una logística y profesionalidad que fue suficiente. A pesar de los muchos esfuerzos que la Iglesia y otros poderes emergentes, hicieron para borrar la huella de los Templarios en Valencia, como en otros puntos de la península y Europa, a la vista está que no fue suficiente. La impronta que la Orden del Temple dejó en el Reino de Valencia ha quedado latente durante 703 años en la piedra, la piedra con la que construyeron sus castillos y demás enclaves. Prueba de ello es la cantidad ingente de enclaves Templarios en el Antiguo Reino de Valencia y que a través de las próximas páginas iremos mostrando. Muchos de ellos ya desaparecieron victimas del paso del tiempo o incluso de las manos desaprensivas y del espolio. Y los que aun se mantienen en pie están en su gran mayoría en un estado lamentable, con muros descarnados, cuyas piedras labradas podremos ver en algunas fachadas del pueblo al que pertenezca el castillo u otro enclave. Era una práctica muy normal, al menos aquí en tierras valencianas, y hasta principios del siglo XIX que muchas casas de los pueblos se construyeran con las piedras que les arrancaban a los castillos, una buena prueba de ello es el caso del Castillo de Montesa, descarnado de piedras labradas casi en su

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totalidad y que dándonos una pequeña vuelta por el pueblo comprobaremos donde fueron a parar esas piedras que los maestros labraron. El Temple acumuló numerosas posesiones. Su fuerte, dentro del Reino de Valencia, estaba situado en la que hoy se conoce como Comarca del Maestrazgo, en referencia a los Maestres de la Orden, aunque sus redes se extendían hasta Moncada, Silla o Sueca. La clave de los territorios radicaba en las fronteras. Ellos defendían los límites frente AlAndalus.

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CAPITULO I

Un atisbo de Conquista Antes de entrar en materia directa en este libro dedicado a la Orden del Temple en el Reino de Valencia, demos un pequeño repaso por la historia de esta tierra. Dejando atrás nuestro pasado a la sombra del Imperio Romano, así como nuestro pasado godo, centrémonos más concretamente en la historia en la Edad Media, desde la ocupación morisca.

Entre los años 711 – 715 se produjo la invasión musulmana de gran parte de la península, ya que en el norte de esta su presencia se limitaba a algunos puntos desde donde efectuaban ataques o sus típicas razzias. <<<Muza ibn Ziyad La entrada de los musulmanes en la Península Ibérica, se produjo tras el desembarco en el estrecho de Gibraltar o la Yebel Tárik, como fue llamada por ellos, de Táriq ibn Ziyad lugarteniente del gobernador de Tánger, Muza ibn Nusair. Cuentan las crónicas y la misma historia que el desembarco fue llevado a cabo por 90000 hombres. Al monte Calpe que

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albergó el desembarco se le llamó Alghesirah Alhadra, nombre que como todos sabemos aún se conserva como Algeciras. Abdelaziz hijo de Muza continuó con la conquista de la Andalucía oriental, avanzando hasta la provincia de Murcia, en donde se había refugiado el conde Teodomiro al mando de una valiente y aguerrida compañía. No está muy claro si Abdelaziz se encontró con Teodomiro en Lorca ó en Orihuela, lo cierto es que ambos bandos se enfrentaron en combate. Derrotado Teodomiro se refugió en la plaza con el resto del ejército, para definitivamente presentarse delante de Abdelaziz a modo de embajador. Abdelaziz estuvo encantado del valor y confianza del conde y accedió a las condiciones de la capitulación, otorgándole además el mando de las provincias de Valencia y Murcia, bajo la única condición de un impuesto anual. Tiempo después en el 714, Muza realizó otra expedición camino de Cataluña y habiendo fallecido Teodomiro penetró en la provincia de Valencia, hasta llegar a Catarroja, los godos de la capital intentaron poner resistencia pero fueron arrollados literalmente por los árabes que entraron sobre la

marcha, destruyendo totalmente la memoria que pudiesen haber dejado los godos en esta ciudad. Después de unos cuantos años de guerras intestinas entre los mismos árabes, ataques fallidos de los aragoneses contra los moriscos de Valencia, de sucesiones de unos y otros walis. Se encontraba el cadí de Valencia Abbmed BenDjahhaf al cargo de la defensa de la ciudad, resistiendo los

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ataques Almorávides, mientras su señor Abén-Abed se encontraba bloqueado en Sevilla. Acercándose a la provincia de Valencia se encontraba Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido entonces por el Cid, al mando de una compañía castellana. Este héroe a quien sus hazañas precedían, es si duda uno de los paladines más destacado en nuestras leyendas y romances antiguos. Pero así como el rey Jaime I cuenta con la total simpatía y respeto por parte de valencianos, no es el caso del Cid, ya que cuenta con una gran parte de detractores que no muestran una opinión favorable hacía este personaje. Louis Viardot, escritor e hispanista francés, (1800-1883), miembro de la Academia Española y Comendador de la Orden de Carlos III, hace una descripción del Cid que a algunos les podría parecer demasiado dura, mientras que para otros será la pura y dura realidad. Esto es lo que nos dice Viardot en su libro “Histoire des Arabes et des Maures d'Espagne”. “Por penoso que pueda parecer, despojar a un gran hombre del brillo del que ha sido rodeado por los siglos, la historia no está obligada a sancionar los juicios de los romanceros y de los poetas. Rodrigo ó Ruy Díaz de Vivar no tuvo otras virtudes que la de un soldado. Digno jefe de una banda de mercenarios, fue duro, avaro, vengativo, atrevido en sus palabras como en sus acciones, lleno de orgullo salvaje, poco preciado de justicia y lealtad. Hizo sus primeras armas contra los cristianos de Aragón a sueldo de los musulmanes, que le dieron el nombre de Syd (señor), bajo el cual es conocido. Más tarde prestó su espada a Sancho el Fuerte para ayudarle a despojar de sus estados a sus dos hermanos; luego paseó de alianza en alianza su valor venal, y manchó, por fin su más bello triunfo con un rasgo de perfidia y crueldad”.

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Creo que sinceramente es una descripción muy acertada del Cid, pero cierto es también que, hay qué recordar el siglo en el que vivieron, las costumbres educacionales de esa época, el peculiar carácter puritano y caballeresco que aún hoy no se alcanza a comprender. Y hay que hacer mención de que su historia no se escribió hasta dos siglos después, lo que dio lugar a un sin fin de leyendas y romances que no guardan el rigor de la historia real. Pero volvamos a lo que nos trae aquí. Encontramos al Cid en Morella unido en alianza a Ahmed Abu-Giafar, emir de Zaragoza, preparando su expedición contra Valencia cuando se vio sorprendido por el rey D. Sancho, que le perseguía para vengar la muerte de su padre D. Ramiro al parecer muerto por el Cid. Aquel ataque inesperado que se produjera el 13 de agosto de 1088, no desarboló al Cid que salió al encuentro de D. Sancho y aceptó el combate, quedando vencido el Cid y sufriendo Morella las consecuencias del combate, que fue saqueada y demolida por los aragoneses. Continuó el Cid camino hacía Valencia atravesando las poblaciones que sus habitantes habían dejado en el abandono, sin encontrar resistencia y sin causar una sola baja entre las filas de su mesnada, llegó hasta las murallas de la capital donde estableció su cuartel general. En el primer día de sitio ya se produjo un ataque, los moros no pudieron impedir que los castellanos se hicieran con el control del Barrio llamado la Villanueva, por donde hoy transcurre el de la Corona, y de otro llamado entonces de Alcudia o Tozal (hoy Tosal), haciendo retroceder a los sitiados hasta la puerta llamada de Alcántara o del Puente.

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Al día siguiente el Cid intentó un asalto, pero la resistencia fue tenaz y decidió por el momento conformarse con estrechar el bloqueo, cortando el suministro de víveres y las comunicaciones, degollando a todo al que el hambre o la persecución interior obligaba a salir fuera de las murallas. Se encontraba Valencia ya un tiempo en esta critica situación, cuando se tuvo noticias de que el walí de Denia acudía en ayuda de la capital. Ni que decir tiene el júbilo y la inyección de moral que esto dio a los sitiados de Valencia. Posiblemente el Cid hubiera desmontado el campamento por temor a enfrentarse a un ejército tan aguerrido y numeroso como el que se acercaba a la ciudad, si no hubiese sido por que el ejército almorávide, bloqueado en Alcira por una descomunal lluvia, haciendo los caminos impracticables, hubiese dado la vuelta regreso a Denia abandonando a los moros de Valencia a su suerte. Esta inesperada retirada del auxilio almorávide alentó a los cristianos a aunar sus esfuerzos para apresurar la capitulación.

Sin embargo los ataques diarios de la mesnada cristiana fueron inútiles, y el Cid tuvo que limitarse a estrechar más el bloqueo y conformarse con algunas escaramuzas. Este estado crítico no podía durar por más tiempo, el hambre y las enfermedades acabaron por domesticar el

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indómito coraje de Ben-Djahhaf. Fueron los mismos pobladores y algunos cristianos que habían logrado permanecer ocultos en la ciudad clamaban por su rendición. El cadí muy cariacontecido, sin apenas gente con la que defensar la ciudad, escucho el clamor y decidió arreglar la capitulación con el Cid. Este cansado también de soportar tan duro sitio dictó algunas condiciones que el cadí aceptó, y logró por fin pisar las calles de Valencia, cuidad medio destruida y casi desierta, invadida por la más absoluta miseria. Corría el año de 1095. Según la historia del Abad de San Pedro de Cardeñas, el Cid entró en Valencia un jueves a finales del mes de junio de 1095. Una de las primeras tareas que realizó el Cid fue la de purificar siete mezquitas que servirían a la sazón como iglesias. Mientras se encontraba el Cid intentando un arreglo administrativo de la ciudad que terminaba de conquistar, cuando los almorávides ya eran los dueños de la España árabe, solo faltaba Valencia para hacer completa la conquista de Juzef. Ben Abi-Beckr camino de las Islas Baleares tanteo un desembarco en la costa de Valencia. Alarmado el Cid por este desembarco consciente de lo desprotegida que estaba la ciudad, suplicó ayuda al rey D. Pedro I de Aragón que se encontraba por entonces en Huesca, este a pesar de no tener todavía la conquista de esa ciudad asegurada, dejó a tres nobles al cargo de ello y partió raudo hacía Valencia.

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Esta ayuda fue muy oportuna para salvar a las huestes del Cid del compromiso en que se encontraban frente al cercano ejército musulmán, que además de ser notoriamente más numeroso el valor de esos soldados lo hacía más imponente. Este ejército acampó a la vista de la ciudad. Mientras el ejército del rey aragonés en combinación con el del Cid avanzaba hacía Ben Abi-Beckr, confiados a sus aceros y a la pericia de sus bravos guerreros. Los moros ansiosos de recuperar la ciudad que tanto querían aceptaron la batalla y con un número aproximado de cien mil hombres arremetieron contra el bando cristiano. Estos apenas pudieron soportar las primeras embestidas, pero arengados por el rey de Aragón y la presencia del Campeador lucharon hasta el último esfuerzo. El Cid para algunos ya habría fallecido, pero llevado sobre su caballo fue suficiente para alentar a las tropas. El ejército de Ben Abi-Beckr fue derrotado, pero sin embargo la victoria no fue tan rentable como se habría deseado pues la muerte del Cid el 15 de mayo de 1104, ya fuera antes o después de esa victoria, obligaría a los castellanos a abandonar la ciudad de manera precipitada. Una vez que se celebraron los funerales del Cid en la Iglesia de Nuestra Sra. de las Virtudes, hoy de San Estéban, con la pompa que permitía la delicada y critica situación, los cristianos se prepararon para abandonar la ciudad ante la imposibilidad de defenderla de los ejércitos de Juzef victoriosos en todos los pueblos vecinos a la capital. Los cristianos amparados por la noche, salieron por la puerta de Roteros camino de Castilla llevándose el cuerpo del Cid y dejando sumidas en el silencio y la soledad las calles de Valencia.

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Al día siguiente al ver los moros que la ciudad había sido abandonada por los cristianos, no tardaron en ocuparla nuevamente volviendo así el dominio de Juzef. Y así permanecería Valencia hasta que la peor pesadilla del Islam entrara en escena. Así de esta triste manera terminó el “Atisbo de Conquista” del Cid. Por eso no les ha de extrañar si se encuentran con algún valenciano que no empátiza con el Cid Campeador.

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CAPITULO II

Unos años de intransición Antes de que el rey Jaime I se hiciera latente en estas tierras valencianas, hubo unos años en que los dueños de la España musulmana se iban sucediendo unos a otros, enzarzados en luchas internas en la que se enfrentaron varias dinastías. Una vez reconstruida Valencia con los esfuerzos de Juzef, quedó bajo el dominio de Alí, su sucesor. El cual tendría que disputar el control de esta tierra con el aguerrido Alfonso I el Batallador. Por entonces todavía dominaba la taifa almorávide, que iba a enfrentarse con el rey aragonés que se disponía a atacar Zaragoza. La España almorávide, tuvo conocimiento de las gestas de este rey y se dispusieron a defender sus conquistas con las armas. Los de Valencia se apresuraron a apoyar a Amad-Dollah, emir de Zaragoza. Tal tiranía desplegaron los de Valencia que el emir tuvo que abandonarla y pedirle su intervención a Alfonso I. Este más seguro con el refuerzo atacó a los almorávides de Valencia obligándoles a abandonar la plaza, y persiguiéndoles hasta Valencia, donde le hubiese sido muy fácil entrar si hubiera entrado en sus planes de conquista. Pero se conformó un cierto impuesto y regresó a Zaragoza. Alfonso I continuó sus campañas hasta que fue derrotado en las cercanías de Fraga, tras lo cual se encerró en un monasterio y en 1134 acabó sus días, dicen que consumido por la tristeza. A la muerte de este rey, la España musulmana se convirtió en una anarquía. Apareció entonces un personaje llamado Abén-Cosay, predicando las doctrinas

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de Abdallah, consiguiendo reunir en poco tiempo un número considerable de guerreros y apoyado por los detractores de los almorávides dio comienzo a una rebelión que terminaría con el dominio de los almohades.

Con el tiempo lo lamentarían, pues estos burdos guerreros de África eran mucho más salvajes y tiranos que los almorávides venidos del Yemen.

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Tras la conocida batalla de Alarcos, tan penosa para el bando cristiano y donde cayeron muertos la mayoría de la flor y nata de los caballeros españoles el caudillo Yaqub BenYusef, sucesor de Abu-Yaqub firmo una tregua en 1194 de doce años. Que solo sería interrumpida en Valencia por la osada y desafortunada expedición del conde Armengol de Urgel. Esta absurda e inútil expedición y otras acabaron por romper la tregua y llevó a la Gazna (Guerra Santa). El walí de Valencia Abén-Zaed, más conocido como Zeit Abuceit, al frente de un respetable ejército regular se disponía a tomar parte en ella. Alarmados los reyes cristianos por esta Yihad que había movilizado al reino almohade, se apresuraron también a formalizar una coalición. El resultante de dicha coalición fue la famosa batalla de Las Navas de Tolosa en 1212. Según las cartas de Alfonso IX de Castilla, solo hubo veinticinco bajas entre los cristianos, haciendo sufrir al ejército almohade la pérdida de doscientos mil guerreros. Yo personalmente pienso que es un porcentaje altamente desproporcionado y lejos de la realidad, pero así reza en dichas cartas.

Fue un triunfo que el ejército cristiano no supo aprovechar, solo Pedro de Aragón sacaría algún beneficio, pues persiguiendo a los moros que huían llegó hasta el reino de Valencia, apoderándose de Castell Fabib y de Ademuz.

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CAPITULO III

Jaime I El Rey Templario y autentico libertador de Valencia Ciertamente el rey Jaime I nunca perteneció a la Orden de los Caballeros del Temple, sin embargo siempre ha ido ligado a ellos desde su infancia, incluso en su casco lucia una cruz patée. Por todo eso y por su afinidad con la Orden se le ha llamado de esta manera, al igual que por motivos muy similares también a Ricardo Corazón de León se le llamó de igual forma. Ya de joven Jaime I realizó un acuerdo con el walí de Valencia Abdallah, quien había sido expulsado de Valencia por los nuevos dominadores por no haberse adherido al rey Zeyán. En dicho tratado que celebró Abdallah con Jaime I, constaba una cláusula según la cual el príncipe cristiano no podría ostentar el titulo de rey de Valencia ni dictar leyes, mientras el rey Abdallah estuviese vivo. Fuese o no cierta esta cláusula lo cierto es que Abdallah murió diez años después de la conquista de Valencia y la tradición popular lo sitúa enterrado en el claustro de la Iglesia de San Jaime. Convertido al cristianismo Abdallah se casó con Dña. Dominga López, con la que tuvo una hija llamada Dña. Alda. Tras la muerte de Pedro de Aragón se creó una comisión para interpelar al papa se le entregase al infante Jaime, que se encontraba en Carcasona en poder de Simón

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de Monfort. Encabezada por Guimen Cornel, Guillem de Cervera y el Maestre Provincial del Temple y al frente el gigante valeroso e indomable Pedro de Ahones, por si era preciso tener que retar al conde Simón de Monfort. No fue necesario por la intervención del legado papal y el príncipe Jaime fue puesto en sus manos tras unas condiciones que el conde creyó oportunas. Tras lo cual fue conducido a España cuando solo contaba con seis años y cuatro meses. En Lérida fue recibido con todos los honores por nobles y prelados que se habían dado cita para prestar el debido juramento de fidelidad. Durante la ceremonia fue sostenido en brazos por Aspargo, arzobispo de Tarragona, quien una vez finalizada se lo entregó al Maestre Provincial del Temple Frei Guillem de Montrodó, que lo condujo al Castillo Templario de Monzón para su educación y preparación.

Fueron elegidos dos regentes Pedro Ahones y Pedro Fernández de Azagra señor de Albarracín, bajo las observaciones de D. Sancho hasta la mayoría de edad del joven Jaime I. Pero las cosas no funcionaron como se esperaba y la anarquía volvía al reino de Aragón. Cuando el rey todavía muy joven tomó las riendas y el control de sus estados empezó a diluirse este descontrol y comenzó a brillar una nueva luz.

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Jaime I se presenta como el genuino precursor de la civilización, prototipo de la caballerosidad, del pundonor, la audacia y el valor de aquella edad. Colocando una barrera entre la barbarie y el progreso de las generaciones futuras. Antes de que Jaime I empezara sus campañas contra los moros era preciso poner orden en sus estados. Enfrentados entre facciones y donde campaba a sus anchas la más ominosa anarquía. Con unos regentes, orgullosos del poder aprovecharon la etapa de su gobierno para acrecentar sus fortunas. Y que instalados en el poder creyeron perpetuar su dominio en las circunstancias actuales. Uno de los regentes, Pedro de Azagra en unión con Rodrigo de Lizana se atrincheró en Albarracín en el año 1220, decidido a enfrentarse al rey. Pero privados de los recursos necesarios, se vieron obligados a deponer las armas y acogerse a la benevolencia del monarca que les perdonó generosamente. Más talante puso Pedro de Ahones en su rebelión apoyado por su hermano el arzobispo de Zaragoza. Ahones embaucó a varios caballeros y confiado en el pueblo que aunaba a su merced estableció su cuartel general en Cutanda, cuyo castillo estaba a sus órdenes. No pasó mucho tiempo antes de que el rey mismo se personase delante del campamento , y para evitar un combate entre hermanos intentó disuadir de su necio comportamiento al tal caballero, celebrando una reunión con él. Este sin poder contener el lenguaje del rey que le reprochaba su falta de lealtad, osó contestar a su rey, llegando al punto insolente de alzar su espada contra Jaime, quien se lanzó contra Ahones y lo desarmó rápidamente a pesar de la colosal fuerza de este guerrero avezado. Ahones intentó escapar pero Sancho Martín de Luna le dió alcance con una lanza antes de que el rey llegase.

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La muerte de Ahones no acabaría con el desorden y el rey tendría que emplear un tiempo para que los pueblos de Ribagorza y Sobrarbe retornasen al redil. Idéntico fin obtendría la rebelión de Ramón de Moncada, vizconde de Bearne. Librada al fin el estado de dichos desordenes y de vuelta a su normalidad, el rey Jaime I preparó la guerra sin tregua que había declarado a los moros. Dando comienzo sus expediciones en el Reino de Valencia por la toma de Peñiscola. Sin embargo esta. Primera incursión se suspendería por un acuerdo firmado con el walí de Valencia, retornando Jaime I al reino de Aragón para atender a la anulación de su matrimonio con Leonor de Castilla por cuestiones de parentesco. Librado el rey de estos turbios, y desagradables incidentes, retomó otra vez sus expediciones militares. Dirigiéndose en primera instancia a las cortes reunidas en Barcelona para solicitar el apoyo en la conquista de las Islas Baleares, con el objetivo de desalojar de aquellas islas de los numerosos corsarios que desde allí realizaban sus incursiones a Cataluña. No resulto difícil conseguir el consentimiento de las Cortes Catalanas, que además ofrecieron sus caballeros para unirse al rey en aquella expedición, siendo los más notables entre estos caballeros Guillem Ramón de Moncada, Gran Senescal de Cataluña y Guillem de Moncada vizconde de Bearne. En 1228 el rey Jaime I partió de Barcelona con una considerable flota, con las naves Templarías a la cabeza, al mando del conde Roger de Ampurias. Mientras navegaban hacía Mallorca llegó la noticia de la sublevación de Valencia que tiró del poder a Abdallah proclamando a Abu Zayén como gobernante, el cual no tardó en romper el tratado que Abdallah tenía con el rey Jaime I, aprovechando para internarse hasta Tortosa y Amposta, con un vano intento de conquistar Ulldecona que le opuso una férrea resistencia.

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No era muy halagüeña la situación de los moros de Valencia cuando el rey Jaime I conquistó la Islas Baleares, cosa que además se realizó con suma facilidad y sobre todo, por el apoyo de la mesnada Templaría. Una vez estabilizada la nueva conquista, el rey se dirigió de nuevo a Zaragoza para preparar el sitio y la toma de Valencia.

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CAPITULO IV

Preparando la Conquista De siempre se ha tenido como fecha de la reconquista de Valencia el 9 de octubre de 1238, sin embargo si hacemos caso a algunos cronistas valencianos su entrada seria algunos días antes, a finales de septiembre de 1238. Según las crónicas, el 28 de septiembre de 1238 en la torre de AliBufat-Muley, los moros de la ciudad ondearon el pendón del rey Jaime I en señal de rendición. El rey Jaime I y el contingente Templario así como el resto de combatientes, hicieron su entrada triunfal por la puerta de Ib el-Sachar o Bab el-Sachar. En la imagen podemos observar marcado por una flecha la puerta por donde el rey y sus huestes entraron a Valencia, frente a la puerta de Bab el-Sachar la Iglesia del Temple y el palacio del Temple.

Pero empecemos desde el principio, pues la reconquista del Reino moro de Valencia no empezó y no se gestó en dos días.

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Sería en Monzón donde se publicaría la bula de Cruzada que otorgase el papa Gregorio IX. Y donde se dieron cita, nobles, caballeros, hidalgos y numerosos aventureros que acudían de Inglaterra, Francia o Italia para tomar partido en la reconquista. Entre aquel enjambre de guerreros embriagados por el deseo de engrandecerse sonaban nombres de gran calado, que a la sazón serían los que crearían la nobleza valenciana. Nombres tales como, Pedro Fernández de Azagra, Simón de Urrea, Blasco de Alagón, Guillem de Cardona, Rodrigo de Lizana, Ramón Folch, los hermanos Guillem y Berenguer de Entenza, y Guillem de Moncada. Y otros muchos a quienes inmortalizó en sus trovas el Mosén Febrer. Serían estos nobles con sus gentes los que primero entraron en el reino, conquistando las plazas de Jérica, Torres-Torres y las tierras de Murviedro (Sagunto). Sin realizar destrozos, ni saqueos en las poblaciones vencidas. Respetando totalmente a Segorbe por ser residencia de Abdallah. Las filas del ejército real se vieron incrementadas por los refuerzos que los Vice-Maestres del Temple, de los hospitalarios, y los comendadores de Montalbán y Alcañiz llevaron al frente, entonces el rey decidió la conquista de Burriana, lo cual vendría a proporcionarle una buena logística marítima y un punto estratégico para recibir las ayudas venidas de Cataluña. Además de conseguir con la conquista de esta plaza el corte de las comunicaciones con las poblaciones del norte. Efectivamente con su rendición llegaría la de otras poblaciones, que aisladas no pudieron recibir ayudas ni noticias de Valencia. Zeyán buen conocedor de la importancia que tenia para Jaime I la plaza de Burriana se apresuró a enviar un

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contingente formado por mil quinientos hombres de armas. Un grupo de africanos celosos de su autonomía crearon un ejército permanente. Por aquel entonces, ni los musulmanes al igual que cualquier otra potencia, no habían tenido un ejército de modo permanente. Solo durante las escaramuzas o ataques a los cristianos los gobernantes obligaban a todos los musulmanes a luchar. A mediados del mes de mayo de 1235, se montó el asedio, el cual duró dos largos meses de mucha dificultad para el rey. Y por primera vez en la historia los historiadores hacen referencia a dos maquinas de guerra, y que al igual que los arietes servían para realizar brechas. Estas maquinas tenían en la lengua de Oc como nombre, Fenevoll y Manganell. El Fenevoll era un aparato de madera que en un extremo tenia atada una especie de honda de dimensión considerable, y atrancando el otro extremo, se colocaba en la honda una piedra de magnitud. Con unos movimientos la honda se soltaba lanzando la piedra con gran fuerza y velocidad. El contrapeso de dicho aparato era de plomo metido en una caja. Cuando se usaba el plomo cuyo peso era muy grande, se colocaba una especie de manga repleta de guijarros y la maquina cambiaba al nombre de Manganell. Ante estas maquinas de guerra los moros oponían otras para nada despreciables. Como decidíamos, no resultaría fácil la toma de Burriana, los cristianos en una ocasión crearon una torre de madera desde la que les era fácil atacar a los moros que cubrían la muralla, sin embargo en una de las salidas de esta torre los moros lograron incendiarla muriendo en ella los cristianos que la ocupaban. Quedando el ejército reducido a conservar el bloqueo de víveres y demás ayuda. En estas circunstancias, llegaron dos galeras al puerto de Burriana, galeras catalanas propiedad de Bernardo de Santa Eugenia y de Pedro Martel, Jaime I las adquirió por dos mil libras, consiguiendo con ello

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una mejora en la seguridad de la escolta de los buques que salían de Barcelona.

En varias ocasiones tuvo que manchar de sangre sarracena su célebre espada, que según cuenta en sus crónicas el mismo rey, era de un afamado Templario y el mismo la extrajo del sepulcro de este Templario en Monzón. Difícil fue el asedio, y las malas sensaciones de las huestes, que el rey pensaba en un abandono del asedio de una manera digna, llegó a pensar incluso en atacar Burriana para ser herido y así poder dejar el sitio sin que su honra sufriese. Sin embargo Guillem de Entenza al que contó su idea le convenció de que no era buena idea y el rey Jaime I accedió a los consejos de sus servidores, olvidó su idea y estrechó todavía más el cerco. Entenza se acercó al cerco con intención de practicar una mina, pero los moros se percataron y buscaron una salida con doscientos hombres amparados por la oscuridad de la noche. Estando descansando los cristianos se vieron acometidos por los doscientos moros, donde envueltos en las sombras de la noche se batieron confundidos los dos

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bandos. Gracias que el rey al oír retirada se personó con diez caballeros y derrotaron a los moros. Al final en una apremiante situación los moros firmaron la capitulación y fue el 24 de julio cuando los cristianos entraron en Burriana.

Una vez consolidada la toma de Burriana el rey se retiró a Tortosa para hacer evaluación de los daños sufridos en la contienda. Dejando como gobernador a Pedro Cornel y a sus gentes para garantizar la conquista. Este viendo la debilidad

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actual del enemigo y deseoso de más laureles se lanzo a conquistar las poblaciones limítrofes. Conquistó Chivert, Cervera, Castellón, Borriol, Las Cuevas de Abén Romá (Hoy Vinromá), Alcalatén, Villafamés, Onda, Nules, Uxo y por último la formidable fortaleza de Peñiscola, que antes no pudiese conquistar el rey aragonés. Mientras Jaime I conquistaba Almenara, que no ofrecería gran tramite, pero que sin embargo los moros se apresuraron a recuperar rápidamente, aunque no lo consiguieron. Llegó hasta Cullera, pero decidió seguir puesto que no entraba en sus planes, plaza que un año más tarde de la conquista de Valencia tomaría el Maestre Provincial del Temple Astruc de Claramunt. Salió pues de Almenara con el fin de realizar un primer reconocimiento a Murviedro, acompañado por Guillém de Entenza, ya recuperado de una herida sufrida en la toma de Burriana, Blasco de Alagón, los hermanos Guillém y Gimen Pérez de Tarazona, Gimen de Urries, Pedro Cornel, Huguet y Ramón de Milán, así como otros renombrados caballeros. Quienes tuvieron que emplear las armas ante un inesperado ataque musulmán, y que gracias a la bendita ayuda de los cristianos de Almenara se consiguió la victoria. El rey agradecido mandó levantar una cruz en el campo de batalla en acción de gracias por dicha victoria y que tras cuatro siglos aún delimitaba los obispados de Valencia, Segorbe, Tortosa y Mallorca. Hoy día existe otra en su lugar que se denomina la Cruz de los Cuatro Obispados, pero que todavía recuerda un hecho de armas. Tras esta victoria continuó al frente de ciento treinta caballeros y setecientos soldados. Marchaban de noche al abrigo de las sombras por la orilla del mar, el plan era reconocer el país

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hasta el río Júcar y hacerse con el castillo de Cullera si le era factible, con el fin de privar a los moros de Valencia de un castillo muy importante en las incursiones que debía perpetrar en la capital del reino. Pero fueron descubiertos por los musulmanes y se vieron forzados a abandonar la orilla del Mediterráneo y atravesar por las cercanías de Paterna y Manises hasta encontrase en el llano de Cuarte. Retrocediendo entonces el rey hasta Silla y sin apenas descansar ni dar descanso a la tropa, penetró en Museros y Moncada tomando sus dos y muy importantes torres. El rey Zeyán, que hasta entonces se había limitado al envío de varias partidas que cruzando el territorio en varias direcciones impedía la marcha normal de los convoys, sabía de la importancia que tenia conservar la plaza del Puig, pero no pudiéndole prestar la ayuda necesaria, decidió que era mejor destruirla y así no la podrían utilizar los cristianos. Jaime I ajeno total a esta demolición continuó con su libre camino, esperando ondease pronto el estandarte en las almenas del Castillo del Puig. El rey no desistió a la vista de aquella desolación, si no que activó su reconstrucción, el rey logró ponerla rápidamente en pie y lista para la defensa, dejando a Guillém y Bernardo de Entenza y a Guillém de Aguilon al mando de dicha defensa.

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Una vez que ya estuvo asegurada la comunicación con Aragón y Cataluña, el rey se retiró durante un tiempo para asistir a sus nupcias con la hija de Andrés de Hungría. Y también para asistir a las Cortes que se hallaban reunidas en Monzón.

Animado Jaime I por la conquista de Córdoba a manos del rey Fernando acudió a las Cortes solicitando autorización y colaboración para la decisiva campaña que iba a lanzar sobre Valencia. No solo le dieron la ansiada autorización, si no que además, se permitió que en adelante se acuñase una única moneda para Aragón, eliminando las anteriores y dejando como moneda única la utilizada por el rey Pedro de Aragón llamada Jaquesa, por haberse acuñado en Jaca.

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Entenza tendría que luchar para defender el Puig, avisado por un esclavo que escapó de Valencia supo que un ejército se acercaba a ellos. Este prefirió salirles al paso, en el llano que se extiende delante del Puig y al grito de: “San Jorge, a ellos. Aragón, Aragón” se lanzaron al ataque, harían falta solo dos embestidas del ejército cristiano para que los moros, que al escuchar el rumor de que el rey se acercaba hacía ellos se batieron en retirada, perseguidos por los cristianos quienes pasaron a espada a todos los musulmanes sin tregua hasta el río Seco, según cuenta Jaime I en sus crónicas, y que hoy conocemos como el Barranco del Carraixet. Se estima por los historiadores que al menos dos mil africanos murieron en dicha retirada. Entre las bajas del ejército cristianos se contaba la de Gimen Pérez de Lucian y Guillém de Entenza hijo del célebre caudillo que guardaba la plaza y que no tardaría también en sucumbir ante la muerte, aunque fue de modo natural. Entre las bajas se encontraba un caballero Templario llamado Guillém Sales. Los cristianos perdieron además ochenta y seis caballos, siendo este el balance de la conocida Batalla del Puig. De Teruel arribó Artal de Alagón con ochenta caballeros de armas y Jaime I que había prometido la conquista de Valencia al buen Entenza, decidió que ya no saldría de este país sin haber conquistado la capital Valencia, Una vez dispuesta la marcha sobre Valencia y como prueba de su promesa, mandó traer a su esposa y a la Infanta Isabel al Puig donde residirían hasta la conquista de Valencia. Cuando el ejército cristiano se aproximaba a las márgenes del Turia, el rey moro Zeyán, se dio cuenta del compromiso que podía correr en una ciudad donde no gozaba de gran estima. Cerradas todas las puertas y asesinado por mandato del walí de Jaén, su amigo AbénHud, no le quedó más remedio que afrontar la defensa de la ciudad. Así Jaime I pudo avanzar con absoluta seguridad hasta la playa del Grao de Valencia y así tomar las medidas

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necesarias para comenzar el sitio de Valencia. Su ejército estaba formado por setenta mil infantes y dos mil caballos, entre catalanes aragoneses, provenzales, castellanos y aventureros que habían luchado en Tierra Santa. Y entre esas gentes de extrañas costumbres, de usos y de idiomas se encontraban algunos obispos, abades y religiosos en general, Hugo de Folcaquer Maestre de San Juan y el Maestre de la Orden del Temple dirigían las huestes de las dos órdenes militares junto con Don Ladrón comendador de Calatrava. Rodrigo de Lizana, Guillém de Aguilon y Gimen Pérez de Tarazona guiaban a sus caballeros y el arzobispo de Narbona estaba al frente de trece caballeros y quinientos soldados.

Pero entre tanto caballero de reluciente armadura y célebres hazañas, se encontraban otros de rudos modales y de dudosa catadura moral que bajo el nombre de Almogávares formaban la vanguardia del ejército. Es en Valencia donde se oye por primera vez hablar de esta compañía nómada y salvaje. Fueron estos los que en una arriesgada maniobra y ayudados por el ejército que acudió a socorrerles tomaron el Arrabal de Ruzafa, donde situaría Jaime I su cuartel general. Rutger Von Blume ó

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Roger de Flor sería el más célebre caudillo de los almogávares, que se uniría a estos huyendo de la Orden del Temple que lo perseguía por varios delitos cometidos en Tierra Santa. Aunque si hemos de ser justos, hay que referir que si hubo guerreros que destacaron en la conquista de Valencia, fueron sin duda alguna los Caballeros de la Orden del Temple, no en balde se suele hacer referencia a dichos caballeros diciendo que uno de ellos solo, valía por seis musulmanes. Feroces e infatigables luchadores, para ellos no existió jamás la rendición, peleaban hasta morir por la fe y por su estandarte. Los almogávares serían los que primero penetraron en el Arrabal de Ruzafa como hemos comentado, pero sin embargo tuvieron que ser los Templarios quienes con otros cristianos acudieran en su auxilio y lograran controlar la situación y hacerse con dicho arrabal. Tras un tiempo donde el asedio se limitaba solo a estrechar más el bloqueo, colocando en una delicada situación a los defensores de Valencia, apareció en el Grao las naves del walí de Túnez que acudía en ayuda de los moros de Valencia. Tan grande fue la algarabía de la desilusionada población que prendieron hogueras en las torres y murallas de la ciudad. Jaime I mandó hacer lo propio y encender hogueras por toda la línea y de paso aprovecharon para lanzar algunos proyectiles incendiarios a la ciudad.

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Poco duraría la alegría de los moros de Valencia, pues al amanecer del día siguiente hizo su aparición la flota catalana, poniendo en fuga las naves del walí de Túnez. Con la marcha de los tunecinos también se iría la confianza de los valencianos, que a pesar de que habían perdido la ayuda, medio muertos de hambre y comiendo todo tipo de animales, y con la peste volando en el aire, seguían resistiendo los continuos ataques del ejército de Jaime I. En uno de estos asaltos se consiguió, gracias al denodado apoyo de los Templarios, penetrar por el Arrabal de la Xerea y hacerse con su cuartel, pasando a cuchillo a los moros que allí había.

En otro asalto los franceses comandados por el arzobispo de Narbona cayeron en una emboscada, los moros se batieron en retirada con la finalidad de que los franceses les persiguieran para llevarlos a donde ellos querían, el rey que llegaba al sitio arengo a su caballo gritándoles que se retirasen, pero el encuentro ya era irremediable, Jaime I recibió un saetazo que le atravesó la frente del casco alojándose una astilla de la saeta en su ceja izquierda. A mediados del mes de septiembre, después de muchos y sangrientos asaltos por los dos bandos, llegó al campamento cristiano un mercader musulmán y ligado por

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negocios al caballero Berenguer de Ager, quien pidió hablar con el rey para ponerle al corriente de la situación de Valencia y de lo inminente de su capitulación. Efectivamente, no tardaría en llegar ese momento que le anunciaba el mercader. Tan solo habrían transcurrido unos días cuando el conocido Ali-Albatá se presentó al rey como mensajero de paz, este anunció a Jaime I que su señor Zeyán quería poner fin a aquella guerra y le solicitaba permiso para enviar un embajador con el fin de tratar los términos de la capitulación. Al tercer día salió de la ciudad el embajador Abu alMalet acompañado por doce caballeros moros. Tras una larga y privada conversación el rey mandó llamar a la reina y en presencia de ella dictó las bases de la capitulación. Después de alguna modificación se aceptó por Zeyán los tratados de la rendición, que dieron el consiguiente acuerdo, cuya copia se conserva en el archivo de Barcelona y su traducción ha llegado a nuestros días, es la siguiente: “Nosotros D. Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón y del reino de Mallorca, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Mompeller, prometemos a vos, rey Zaen (Zeyán), nieto del rey Lobo, e hijo de Modofé, que todos los moros así hombres como mujeres, que quisiesen salir de Valencia, vayan sanos y seguros con sus armas y con toda su hacienda mueble que quisieran llevarse consigo, en nuestra fe y en nuestro guiage; con que estén fuera de la ciudad dentro de veinte días, contándolos desde este adelante, sin interpolación alguna. Más adelante queremos y concedemos que todos los moros que quisieran quedarse en el término de Valencia, se queden sanos y seguros en nuestra fe, componiéndose con los señores que tuvieren las heredades. Y también os aseguramos y damos firmes treguas con nosotros y por todos nuestros vasallos, que de aquí siete años no haremos daño, mal ó guerra, ni por mar, ni por tierra,

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ni permitiremos que se haga contra Denia, ni contra Cullera, ni en sus términos: y si alguno por ventura de nuestros vasallos y hombres lo hiciese, haremos que se enmiende por entero, según la cantidad del daño. Y para que se atienda á todo esto con firmeza, y se cumpla y guarde, lo juramos nosotros en propia persona y hacemos que lo juren nuestro tío el Infante de Aragón D. Hernando y nuestro deudo Don Nuño Sanz, D. Pedro Cornel, mayordomo de Aragón, D. Pedro Fernández de Azagra, D. García Romeo, D. Rodrigo de Lizana, D. Artal de Luna, D. Berenguer de Entenza, y D. Guillem de Entenza (Hijo del Entenza muerto en el Puig), D. Acorella, D. Asalido de Gudal, D. Sancho Aznarez, D. Blasco Maza, D. Rogero, conde de Pallás, D. Guillem de Moncada, D. Ramón Berenguer de Arger, D. Guillem de Cervellón, D. Berenguer de Eril, D. Ramón Guillem de Odena, D. Pedro de Queral, y Guillem de San Vicente. Y nosotros D. Pedro, por la gracia de Dios, arzobispo de Narbona, y D. Pedro, arzobispo de Tarragona, y nosotros los obispos de Barcelona, Don Berenguer, de Zaragoza D. Bernardo, de Huesca D. Vidal, de Tarazona D. García, de Segorbe D. Gimeno, deTortosa D. Ponce, y de Vique D. Bernardo, prometemos que haremos que se atienda á todo esto, y atenderemos á ello cuanto fuere en nosotros, y pudiéremos en buena fe. Y yo el rey Zaen sobredicho prometo á vos D. Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón, que os entregaré y os daré dentro de dichos veinte días todos los castillos y villas que hay y tengo de esta parte del Júcar, quitados y reservados los dos castillos de Denia y Cullera. Dada en Ruzafa en el cerco de Valencia en cuatro de las calendas de Octubre de la era mil y doscientas y setenta y seis”. (Fecha musulmana).

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CAPITULO V

Entrada en Valencia de Jaime I y los Templarios

No se hizo esperar, al día siguiente bajo un apacible amanecer, que vertía su dulce claridad en el mes de septiembre, el pendón del rey comenzó a ondear en la torre de Ali-Bufat-Muley. El rey sin poder contener más la emoción que le embargaba, se arrodilló frente a la entrada de Valencia y besando la tierra dio gracias a Dios por tan importante conquista. Durante tres días continuó ondeando el pendón real, y en ese tercer día comenzaron a salir musulmanes de la ciudad en un número aproximado de cincuenta mil, en busca de nuevas tierras. Una cantidad considerable de musulmanes continuó por los alrededores de la capital dedicándose a la agricultura, quienes hicieron célebre la huerta valenciana.

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A la conquista de Valencia siguieron otras realizadas por los jefes cristianos que divididos en tres grupos y sin apenas derramamiento de sangre se hicieron con el control del resto de poblaciones. El primer grupo logro el control de Murviedro, Onda, Náquera, Begís, Artana y demás pueblos que continuaban en manos moras en la ribera del Mijares. La segunda compañía se adueñó de Liria, Alpuente, Andilla, Chelva y Chulilla. Y la tercera conquistó Ribarroja, Villamarchante, Pedralva, Gestalgar y Benaguacil. Y con esto terminaría la conquista de la provincia valenciana. Más tarde seguiría la parte de Alicante.

El rey Jaime I cumplió como fiel caballero las condiciones de la capitulación, ordenó escoltar al rey Zeyán y a sus gentes hasta el puerto de Cullera, donde se efectuaría el embarque. Tras una entrada triunfal Jaime I, en cumplimiento de los fueros de Cataluña, entregó a su caballerizo real que era Juan de Pertusa, procedente del Rosellón, el freno o bocado, la espuela y el escudo. Estos objetos se depositaron en la capilla de San Dionisio que pertenecia a la familia Pertusa. El 11 de de julio del año 1310, el cabildo de Valencia colocó con el consentimiento de Mosén Francesc de Pertusa, dichos objetos y otras donadas por el rey, en una columna de altar mayor de la Catedral, justo al lado de los evangelios.

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Aquí queremos reproducir una trova del Mosén Febrer, que en sus Trovas refiere este hecho. El texto está reproducido del libro de 1845, Historia de la Ciudad y Reino de Valencia, de Vicente Boix, y está escrito en el valenciano de la Edad Media. Lo Escut cuartejat ab trinchet y pera En los Camps daurats es de Joan Pertusa Que de Roselló vingué á la frontera Contra els sarrahins ab una bandera De soldats experts, ab que no se escusa Lo rey vostrou pare per moltes rahons Donarli lo offici de cavallerix. Cuant entrá en Valencia, lo Escut y espolons Lo fre del cavall, que son provisions Del que te lo offici, li dona feliz Deixantho en la Séu, cubert de un terlix.

La memoria de Jaime I de Aragón y de la Orden del Temple dejaron tan grande y profundo recuerdo en el corazón de todos los valencianos, fueron tantos los hechos históricos que en Valencia quedaron, debido a la gracia de su arrojo y el buen acero de sus espadas, que todavía hoy después de tantos siglos siguen estando en la memoria de los valencianos.

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CAPITULO VI

Enclaves Templarios en el Reino de Valencia Como ya hemos dicho anteriormente la presencia Templaría en el Reino de Valencia esta latente en multitud de enclaves de la Orden, en este libro hemos intentado localizar el mayor número de ellos de los que os daremos cuenta en las siguientes páginas. Lamentablemente en algunas de las localizaciones apenas quedan vestigios de esa presencia, y en otros son solo las ruinas de unas formidables fortalezas las que no reciben. Unas veces por el simple paso del tiempo, otras por la espoliación y las que más y peores, por la mano del hombre. Además de que las instituciones quisieran borrar todo lo que pudieron del paso de la Orden del Temple, debemos decir que a mediados del siglo XIX en Valencia se derrumbaron todo tipo de enclaves, murallas y otros monumentos por la mera decisión de los políticos de la época. Sin ir muy lejos tenemos el claro ejemplo del que fuera gobernador Cirilo Amorós, que como más adelante se comenta resolvió quitar varias obras de arquitectura, así como parte de las murallas. A continuación hemos enumerado dichos enclaves de la siguiente manera: EN ALICANTE: En esta provincia no hubo gran presencia de los Caballeros del Temple, o al menos no queda testimonio escrito sobre ello, por lo que únicamente hemos localizado dos enclaves. L'Orxa, el castillo de Perputxent, pertenece a la antigua villa de L’Orxa, o de La Orcha, es un enclave que todavía se mantiene en óptimas condiciones de conservación. Denia, aquí los Caballeros del Temple recibieron en pago a sus servicios la mitad de un antiguo puerto musulmán.

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EN CASTELLÓN: La provincia de Castellón es la que más enclaves acumuló. Algunos escritores se arriesgan a decir que tantos enclaves en la zona del Alto Maestrazgo, se debía a que en ellos los Templarios dieron cobijo a los Cataros que huían del Languedoc. Otros se inclinan por la teoría de que los monjes-guerreros escogieron esta zona por las fuerzas telúricas de gran fuerza en el Alto Maestrazgo de Castellón. O tal vez solo lo hicieran sin más.

Albocácer, dependía de la encomienda de Cuevas de Vinromá a partir de 1.294. Solo restan de ella un torreón que formaba parte de la muralla, y la Iglesia de San Juan. Ares del Maestre, en la cima de la impresionante Mola d’Ares, a 1300 mts. de altitud a duras penas se mantienen en pie las ruinas del Castillo Templario. Adzaneta, fortaleza dependiente de la encomienda de Culla, se conserva la Ermita de San Juan y un puente. Benasal, en árabe llamada Avinançal, fue por corto tiempo del Temple. Burriana, a las afueras del pueblo y entre restos prehistóricos e iberos encontramos La Masia de la Chirivilla o Torre Mora. Chivert, era una impresionante plaza militar recibida de Jaime I, en el pueblo hay una iglesia dedicada a la Magdalena y otra a San Juan. Cuevas de Vinromá, Templaría desde 1.294, situada en pleno Maestrazgo histórico, se conserva l’Església Vella. Culla, de corta pero intensa vida, data de 1.303, en el castillo, se dice que aquí los magos del Temple estudiaron la Piedra Filosofal.

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Peñiscola, Templaría desde 1.233 hasta 1.319 al pasar a la Orden de Santa María de Montesa, fue residencia del Papa Luna, Benedictus XIII. Santa Magdalena de Pulpís, se conservan las ruinas del castillo. Y según cuentas sus gentes más mayores, la iglesia también pertenecía a la época del asentamiento Templario. EN VALENCIA: En la provincia valenciana también regentaron los Templarios bastantes edificios, hay que decir que en su mayoría tan solo eran algunas casas, a excepción de Moncada y de la propia capital, donde dirigieron varios edificios emblemáticos, los cuales conoceremos más hacía delante en próximas páginas. Arrabal de Ruzafa, barrio de Valencia capital que fue entregado al Temple por el rey Jaime I. Moncada, aquí se estableció una encomienda del Temple, hoy apenas nos quedan unos escasos restos de una torre. Montesa, cierto es que no hay prueba documental de que fuera Templaría, sin embargo si existen múltiples indicios de que es muy posible que lo fuese. Valencia Capital, aquí la Orden del Temple obtuvo además del ya citado Arrabal de Ruzafa, el Barrio que hoy conocemos como el del Temple, la puerta de Bab el-Sachar, el palacio contiguo y la Torre de Ali-Bufat-Muley.

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Castillo de Perputxent (L’Orxa – Alicante)

Estas eran tierras pertenecientes al Reino Musulmán de Al- Azraq, perdidas a manos de las huestes del Rey Jaime I junto al ejército Templario en 1260 por romper en varias ocasiones el pacto de Pouet que le convertía en vasallo de Jaime I, y que desgraciadamente para él tendría que pagar las consecuencias de esta ruptura del pacto.

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Encaramado en lo alto de un cerro, dominando como un soberano el valle del río Alcoy, se alzan las ruinas del castillo de origen musulmán de Perputxent y propiedad del citado caudillo Al-Azraq.

Este sería donado en un principio a D. Gil Garcés de Azagra por el rey Jaime I. Posteriormente y tras unos años este lo traspasaría a D. Arnau de Romaní, para terminar perteneciendo a la Orden del Temple desde 1289, hasta su extinción, al igual que la Villa de L’Orxa. La zona que se encuentra en el corazón de la Comarca de la Safor cuenta en sus alrededores con bastantes cuevas con pinturas rupestres y otros testimonios del Neolítico.

Denia (Alicante) La ciudad de Denia así como su castillo fueron conquistados por Jaime I y su ejercito en el año 1244. Otorgando a los Caballeros Templarios en pago al decisivo apoyo prestado la mitad del puerto de Denia, con la condición que debían defender ese punto de cualquier incursión hostil que llegase por el mar.

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Poco a poco los Templarios hicieron grandes mejoras en el puerto, creando nuevos amarres y habilitando zona para la carga y descarga. Entre tanto las luchas con los piratas berberiscos eran incesables por el Mediterráneo entero, atacando las villas, saqueando, asesinando y arrasando todo cuanto encontraban a su paso.

Tal fue el desarrollo que desempeñaron en el puerto de Denia la Orden del Temple, que además de permitirles usar el puerto por entero, el 4 de noviembre del año 1272, Jaime I les otorga el privilegio de libre comercio por el mar. Existe en Denia un lugar que se llama La Posada del Mar, se trata de un pequeño pero acogedor hotel cercano al puerto, y aunque solo sea como una anédocta curiosa, sirva decir que se tiene como el lugar donde los Caballeros de la Orden del Temple tuvieron su encomienda.

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Si dejamos volar solo un poco nuestra imaginación tampoco sería descabellado pensar que esto es cierto, pues en algún sitio tuvieron que residir, y cualquier punto cercano al puerto sería perfecto.

Albocácer – Alto Maestrazgo – Castellón

Torre de La Fondeta

Torre de La Falsa

Albocácer o Albocásser en valenciano, es una antigua heredad musulmana fortificada llamada en árabe Abul Alcasir, fue conquistada por Jaime I en 1233, quien la donó a su lugarteniente Blasco de Alagón. Este fundaría Albocácer en el año 1239, otorgando Carta Puebla a Juan de Brusca y alrededor de una treintena de personas más, debiendo regirse por los fueros establecidos aragoneses. Pasando en 1242 a la Orden del Temple entre 1275 y 1293. Con Artal de Alagón, le fue otorgado el titulo de Villa que ya se encontraba cercada por murallas en torno al castillo. Los restos del Castillo Templario se encuentran en el centro de la población. El Castillo adquirió su imagen más característica a partir de la reconstrucción y ampliación ordenada en 1289 por Artal de Alagón, incluyendo dos torres de defensa en las esquinas de su fachada principal. Actualmente quedan muy pocos restos: algunos lienzos de murallas incorporadas a viviendas.

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La Torre de La Fondeta se halla en la calle del mismo nombre, dentro del núcleo urbano de Albocácer. Debió ser una torre de defensa aislada, habituales en las tierras altas del Maestrazgo. Su planta es cuadrada, construida en mampostería y pequeños sillares en sus esquinas. Tiene pequeñas ventanas en su parte superior y su altura equivale a planta baja y dos pisos. Está finalizada por cubierta inclinada y almenada parcialmente. La torre denominada de La Falsa se alza en las proximidades de la población. Se trata de una masía fortificada mediante la incorporación de una torre de defensa adosada a uno de sus lados. Es de planta rectangular con fábrica de mampostería y pequeños sillares en las esquinas. Su altura equivale a planta baja y dos pisos y tiene ventanas en el centro de sus muros. Su cubierta se divide en dos mitades, una plana y otra más elevada rematada en corona almenada.

Ares del Maestre – Alto Maestrazgo - Castellón

Aquí el Alto Maestrazgo se hace más alto. En la cima de la majestuosa Mola d’Ares se sitúa el Castillo Templario, que fue encomienda dependiente de Peñiscola.

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La historia de Ares comienza ya en la prehistoria, como lo atestiguan las excepcionales pinturas rupestres pertenecientes al Arte Rupestre Levantino que encontramos en la Cueva Remigia. El castillo con restos ibéricos, va a ser a lo largo de toda la historia elemento activo en las vicisitudes de la población. La ciudad, edificada y fortificada por los romanos, fue luego destruida, fortificada y engrandecida por los musulmanes, quienes la destruyeron y la edificaron de nuevo a su estilo, cercándola de murallas y en la parte superior del

cerro emplazando un castillo para la defensa de la plaza. Conquistada en 1170 por Alfonso II, es Pedro II de Aragón, quien da la primera Carta Puebla. Jaume I la reconquista definitivamente en 1232. En 1234 pasa a manos de la Orden del Temple con la que obtuvo su mayor esplendor. Lo más probable es que debería haber tenido al menos tres recintos murados. Hay restos de murallas que se encuentran en la parte sur y que fueron construidas con mampostería. En la parte superior se observan huecos de aspilleras y troneras. Enfrente de uno de los restos de muralla existe una apertura que da a una cueva que atraviesa todo la muela por la base y que debió de usarse como corral para guardar animales. Conforme se sube al castillo aparecen nuevos restos de murallas que debieron formar parte de otro anillo murado.

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Para acceder a la parte superior hay que pasar por unas rampas acodadas construidas en piedra seca y que son claramente recientes para habilitar la entrada al castillo de los visitantes. Encontramos restos de una torre trapezoidal que debía servir para la defensa de las zonas. Cerca es posible observar los restos de una estructura rectangular hecha también de mampostería. Una vez conseguido el acceso a la parte superior es posible ver una estructura de planta también trapezoidal y de fábrica de mampostería en la que se observa un orificio en forma de cuadrado en uno de sus muros que se conoce como "la piqueta de los moros". Hacia el noroeste aparecen restos de otra torre cuadrangular, bastante deteriorada que debió de ser torre de vigía. A su lado aparece el aljibe. La planta del castillo es bastante irregular y su estado actual es de verdadera ruinosidad,

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Adzaneta – Alto Maestrazgo – Castellón

Todas estas tierras fueron muy codiciadas por los berberiscos. En una de sus incursiones una tribu de bereberes se instalaron en Adzaneta, su jefe era Zanet que se convirtió en el dueño de todos estos terrenos. Su tribu llamada Az-Zanata, dio origen al nombre de la población. Es un castillo citado en el documento de la venta de Culla a la Orden del Temple, en 1303. Este castillo tenía la función de vigilar y la de defender las tierras de Culla por la margen derecha del río Montlleó.

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Ya en el siglo XII se conocen correrías del Cid y de Pedro II el Católico. Reconquistada por Jaime I, fue donada el 11 de de mayo de 1235 a Guillém de Aragón, que incluía en heredad a su hija y al marido de esta Guillém de Anglesola, un hijo de estos del mismo nombre dio Carta Puebla a favor de Guillém de Columba y Raimundo de Canet, el 11 de enero de 1272. Más tarde pasaría a manos de la Orden del Temple, a quienes Jaime I la donó por los servicios prestados en la conquista de Valencia. Entre ellos se encontraban los hermanos Bertranes venidos de Perpiñan. Con la Orden de los Caballeros Templarios Adzaneta alcanzaría su mayor esplendor. Actualmente el castillo de Adzaneta se conoce como el Ermitorio del Castell. Presenta una poderosa torre de planta cuadrada de varios pisos. A su lado hay edificada una ermita. Constituía una defensa junto al Castillo de Torrecelles de la entrada natural a la población de Adzaneta a través del collado de dicho nombre. Además es una pieza que protegía la parte Sur del Clot de Adzaneta. Actualmente sólo se conserva la torre de homenaje muy bien restaurada e integrada en el Santuario de Sant Joan.

Benasal – Alto Maestrazgo – Castellón Benasal es una villa de origen árabe, conocida en tiempos de la reconquista con el nombre era Avinançal, aunque podría provenir del árabe Abén Inzál. Es reconquistada en 1234, cuando don Blasco de Alagón toma el Castillo de Culla con todas sus pertenencias, entre ellas Benassal, quien otorgó la

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primera carta puebla el 3 de enero de 1239, pasando entonces a manos de su hija Constanza y del marido de ésta, Guillem d'Anglesola. El hijo de ambos, en 1303, vendió todo el término a la Orden del Temple.

Hay que dejarse llevar por los carrerons o callejones para conocer el entramado urbano medieval. En la actualidad se conservan tres torres, la de la Presó, que localizamos en la parte noroeste del recinto, es de bastante alturas, pues tiene varias plantas, es de base cuadrada y acabada con un almenado con canes. La Torre d’en Garcés, esta se encuentra en el lado suroeste del mismo recinto, también esta torre es de planta cuadrada e igualmente acabada en almenas, así como al igual que la anterior tiene varias plantas. Y la Torre Rodona, ó El Torrelló, i como su nombre indica es de planta semicircular, situada en el punto sur del recinto amurallado y se encuentra adosada a la muralla por la parte exterior.

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En Benasal podemos encontrar también algún fragmento de la muralla, así como bastantes improntas medievales.

Burriana – Plana Baja – Castellón

Burriana fue sobre el siglo IX la Medina Alhandra, o Ciudad Verde de loa árabes. Toda una fortaleza rodeada por una muralla circular, con 40 torres y 2 baluartes.

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Jaime I donó el 25 de julio de 1233 a la Orden del Temple varias casas y seis torres de la recién conquistada fortaleza de Burriana que pronto se convertiría en encomienda. En el año 1244 el Maestre Guillem de Cardona obtuvo autorización del rey para levantar casa propias sobre las murallas. En aquellas donaciones se incluye la Alquería de Seca, donde la Orden daría carta puebla a sus habitantes, asegurándose derechos y rentas sobre los molinos, los hornos y la quinta parte de lo recogido en las cosechas. Hoy de los Caballeros Templarios solo quedan las murallas y el Foso del Recuerdo.

Alcalá de Xivert – Alto Maestrazgo – Castellón Los vestigios medievales más antiguos son los de la fortaleza y la medina árabe de Chivert, con lienzos de muralla de los siglos X-XII. Con la conquista cristiana del territorio, la Orden del Temple, organiza la bailía de Chivert con la concesión de la carta puebla a su población musulmana de Chivert en 1234, a los nuevos asentamientos cristianos de Alcalá (1251); Alcossebre (1261); Almedijar y Castellnovo (1261).

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A las afueras de la población se encuentra el Castillo Templario de Xivert. En lo alto de un cerro que domina la Sierra de Irta, el Llano del Bajo Maestrazgo, y el mar. Conserva dos partes muy diferentes, la musulmana y la cristiana. En el interior del recinto podemos encontrar un aljibe, abovedado, varias torres circulares y restos de escaleras.

El primer documento de donación de la villa de Xivert a los Templarios data del año 1169. En él, el rey don Alfonso II de Aragón hace donación a la Orden del Temple, en manos del comendador fratis Martín de Luna, de los pueblos y castillos de Echivert y Orpesa (Xivert y Oropesa). Esta carta está fechada en Jaca, el día 4 de noviembre del año del Señor de 1169 y se encuentra en el archivo de la Corona de Aragón (1).

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Pero sería Jaime I quien se la donaría en 1233, como recompensa por su apoyo logístico en la toma de Burriana, lo que quedó sellado tras la firma de la capitulación musulmana el 28 de abril de 1234. Entre uno y otro litigio la Orden no pudo ocupar la fortaleza hasta 1245. Esta magnífica fortaleza fue conquistada por el Maestre Templario Frei Ramón de Patot, al mando de las huestes de los monjes del Temple. A partir de ese momento se organizó la encomienda de Xivert, que en 1296 queda suprimida y se pone bajo el gobierno de la encomienda de Peñiscola. Con la conquista cristiana del territorio, la Orden del Temple, organiza la bailía de Xivert con la concesión de la carta puebla a su población musulmana de Xivert en 1234, a los nuevos asentamientos cristianos de Alcalá (1251); Alcossebre (1261); Almedijar y Castellnovo (1261). (1) Archivo de la Corona de Aragón. Privilegios Reales. Libro, 12; Pág. 197.

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Cuevas de Vinromá – Bajo Maestrazgo – Castelló Los primeros documentos en que se habla del Castillo de Les Coves es en la crónica de Jaime I en 1233, antes de emprender la conquista de Valencia: "d’aquí (Borriana) feien cavalcades i guanyaren Castelló de Borriana i Borriol i les Coves d’AVinromà". Blasco de Alagón fue su primer señor, el cual recibía el 11 de mayo de 1235 la villa, castillo y posesiones. A la muerte de Blasco de Alagón, Jaime I concedió el Castillo de les Coves a la orden de Calatrava y por una permuta de tierras pasó a Artal de Alagón quien dio a poblar esta villa a Mateo Huguet y otros, según consta en la Carta Puebla, nombrando Alcalde a Juan Pérez de Casanova. En 1293 Jaime II lo embargó y lo cedió a los Templarios en 1294. Hoy a excepción los arcos cegados de la Esglesia Vella, no quedan rastros de los monjes del Temple. Desde aquí se controlaban las villas de Vilanova d’Alcolea, Sarratella y Tirig.

Culla – Alto Maestrazgo – Castellón Situada en la Sierra d’Ensegures, Culla remonta sus

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orígenes a épocas prehistóricas. Buena prueba de ello son los hallazgos arqueológicos encontrados alrededor de la Font de la Carrasca y en la Roca del Corb, así como las pinturas rupestres del Barranc de Santa María y Covarxa, restos de pobladores iberos en el Castellar y restos posiblemente romanos. Culla recibió la Carta Puebla en 1244, de manos de Guillem d'Anglesola y su mujer Constanza de Alagón.

El Castillo de Culla jugaba en aquella época un importante papel estratégico por su situación y por lo amplio de su territorio. En el siglo XIII fue castellano del mismo, Arnau de Monsonis. En 1303, Guillem d'Anglesola, nieto de Blasco de Alagón, (quien a la sazón sería un importante marino Templario), vende Culla y todos sus dominios a la Orden del Temple por la cantidad de 500.000 sueldos. De esta majestuosa fortaleza Templaría, primeramente reconstruida y posteriormente destruida por las guerras carlistas del siglo XIX, solo restan unos paneles de la muralla, unos torreones y la Torre del Frare Pere. De los elementos que todavía se conservan en pie podemos destacar, en el primer recinto la Torre del Homenaje que es de planta rectangular y presentaba varias plantas. Hoy solo quedan los cimientos de la base. Es

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conocida también como la anteriormente nombrada Torre del Pare Pere. La Torre de Migdía (Mediodía), se encontraba junto al acantilado. Hoy solo hay grandes bloques en su base que nos indican su ubicación. El Aljibe que se encuentra en la actualidad insertado en el aljibe de la población. De la Iglesia del Castillo Templario no queda absolutamente nada, aunque la documentación que existe sobre ella es realmente abundante.

En el tercer recinto encontramos el Portal del castillo que era de sillería con arco de medio punto. Todavía podemos ver en una de las jambras el escudo de armas de la Orden de Montesa (heredera del Temple en Valencia), y el escudo personal del Maestre de la Orden Pedro de Thous.

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Peñíscola – Bajo Maestrazgo – Castellón

Peñíscola es sin duda alguna la “Joya de la Corona del Reino de Valencia”. La fortaleza ocupa la parte alta del peñón donde se distribuye la antigua población hoy convertidas sus calles en un mercado persa.

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En tiempos ya de los cristianos los Caballeros Templarios se asentaron en el tómbolo, donde ya existía una fortaleza árabe no tardando en comprender las excepcionales características que reunía para ser convertida en fortaleza inexpugnable.

Entre los años 1294 y 1307 fue construido el castillo Templario sobre la antigua alcazaba musulmana, curiosamente finalizó la obra el mismo año de la caída del Temple. Los promotores serían Frei Berenguer de Cardona, Maestre Provincial de Aragón y de Frei Arnaldo de Bañuls, Comendador de Peñiscola. Los escudos de ambos se conservan esculpidos arriba de la puerta de acceso al castillo y sobre la misma puerta.

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Una parte muy importante de sus 703 años de supervivencia es sin duda la época en la que sirvió de residencia pontificia a Pedro Martínez de Luna, el Papa Benedictus XIII, más conocido como ”El Papa Luna”. Y comparte con el Vaticano y el Palacio de los Papas de Aviñón, el privilegio de haber sido una de las tres sedes Pontificias que ha habido en la historia. La excepcional robustez de sus muros y sus bóvedas de arco ligeramente apuntado, así como la totalidad de su construcción con una magnifica fábrica de sillería. Su desnudez y su austeridad en elementos ornamentales constituyen la impronta de una arquitectura militar maciza y sobria que, transcurre entre el románico tardío y un gótico incipiente.

La perta principal en arco de medio punto se encuentra franqueada por dos torres cuadradas y salientes que la protegen, sobre ella corre una franja de sillares con emblemas heráldicos esculpidos de los primeros comendadores del Temple. Traspasada la puerta, a la derecha, se hallan las primeras dependencias del castillo, una de ellas un antiguo aljibe, a la izquierda un gran salón rectangular, antiguo establo de bóveda ligeramente apuntada, con otras habitaciones al fondo, una de ellas fue volada en el siglo XIX porque contenía un polvorín.

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La plaza interior ó Patio de Armas de la fortaleza es una superficie de considerables dimensiones, a su derecha se alza el Palacio Residencial de Pedro Núñez de Luna, Papa Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, en una parte más elevada se encuentra el antiguo estudio de este papa. En el lado opuesto al patio de armas se encuentra la iglesia del castillo, capilla de planta rectangular de una sola nave, bóveda de medio cañón y ábside circular, antiguamente dedicada a la devoción de la Virgen María y a los Reyes Magos.

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Entre la iglesia y el palacio pontificio se extiende un amplio salón gótico abovedado y muros de sillería labrada, en la puerta de medio punto hay blasones del Maestre Cardona, le iluminan tres ventanales y otros dos germinados recayentes a patios interiores, en el testero hay una puerta que comunica con el palacio. Desde el patio de armas y junto a la puerta de la capilla, por una escalera angosta y muy empinada se desciende a un amplio salón iluminado por una claraboya y unas reducidas aspilleras, en un costado se abre el acceso a las primigenias mazmorras de la fortaleza. Fuera del recinto del castillo quedan vestigios de una tortuosa escalera labrada en la roca viva, que desciende hasta un embarcadero natural al mismo borde del mar. Peñíscola ha sido encrucijada de todas las civilizaciones mediterráneas, que desde el alba de la historia vienen navegando por este mar de bonanza y cultura. Fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos o árabes, todos supieron ver la ventajosa situación como fortaleza irreductible.

Santa Magdalena de Pulpis – Bajo Maestrazgo – Castellón

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En las estribaciones de la Sierra de Irta encontramos la villa de Santa Magdalena de Pulpis, y sobre lo alto de una cima, de no mucha altura pero tortuoso camino, tan solo a 325 mts. de altitud, está situado el Castillo Templario de Pulpis. Esta plaza al igual que la de Xivert fue donada al Temple por el rey Alfonso II de Aragón, y como el otro todavía en manos musulmanas. Esta donación figura en el mismo documento que se citó en la página 16.

En 1233 es conquistado por Jaime I y la hueste Templaría y donada a esta por el rey. En febrero de 1287 se le concede Carta Puebla a fuero de Valencia. Cuando extinguida la Orden del Temple pasó a manos de su sucesora la Orden de Montesa, Pulpís contaba con una treintena de casas. La fortaleza de Pulpís se halla bien defendida excepto en la parte noroeste, en la que se encuentra el amurallamiento más intenso. Tiene 2800 m2 de superficie aproximada. La fábrica predominante es el sillarejo, con unas dimensiones regulares combinado con tapial en algunos lienzos.

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La Torre del Homenaje que se encuentra protegiendo los flancos de la puerta de entrada, presenta ventanas de medio punto. Es de planta rectangular de ocho metros por cuatro metros y de doce metros de altura. En su tiempo debiera tener la puerta a nivel del patio. Su fábrica es de sillarejo en hiladas. Una vez que se traspasa la puerta se accede al interior, que más bien parece un albacar por su extensión. El acceso es de tipo de codo y se entra por una barbacana que tiene un antemural realizado en mampostería. Los muros están culminados en almenas, reforzadas como medida de defensa con aspilleras. Hay señales de otra entrada al castillo, aunque se encuentra en muy malas condiciones, está en el noroeste y obliga a la persona a rodear todo el antemural. Este acceso es más largo pero también en forma de codo.

En el ala suroeste se encuentran los restos de lo que debió de ser una torre con una base de mampostería. En la parte oeste también podemos observar los restos de una alta torre que debió tener al menos dos o tres plantas, en la parte alta se ve una ventana.

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En la parte interior del castillo encontramos también una aljibe de buenas dimensiones que sigue conteniendo agua de lluvia, no parece ser un aljibe subterráneo. El recinto en general se encuentra en muy mal estado. Las mejores zonas del castillo son la de la entrada y la de la parte del este, donde aún podemos admirar los lienzos más grandiosos. Los muros de esta zona están reforzados debido a su gran altura. Su estado actual es de un lamentable y total abandono por parte de la Diputación de Castellón a quien pertenece en la actualidad.

Arrabal de Ruzafa – Valencia

El Arrabal o Barrio de Ruzafa como ya hemos comentado fue la primera posesión de la Orden del Temple en la ciudad de Valencia, incluso antes de la reconquista, este sería el principio de la toma de la ciudad por entero.

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El Temple tuvo que tener algunas casas en el arrabal, de las que por supuesto no queda ningún vestigio. Pues buena parte del barrio es de construcción reciente incluida la de más tiempo. Se puede decir que lo más antiguo que queda en el bien podría ser la Iglesia de San Valero. Era la antigua iglesia parroquial del pueblo de Ruzafa, independiente hasta 1877 (siglo XIX) en que fue anexionado a la ciudad de Valencia. Es un templo barroco construido en ladrillo en el siglo XVII, que se alza sobre otro anterior mandado construir por Jaime I el Conquistador en el siglo XIII. Este templo fue destruido por un incendio ocurrido en el año 1415 (siglo XV). La construcción del nuevo templo barroco se atribuye a Tomás Leonardo Esteve, mientras que la decoración barroca del interior hoy desaparecida era de Juan Bautista Pérez Castiel y su hijo Juan Pérez Casti

Conocida popularmente como la Catedral de Ruzafa, es un templo de planta de cruz latina, con una sola nave y seis capillas laterales entre los contrafuertes. Bóveda de

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medio cañón con lunetos, y cúpula sobre el crucero. Esta se cubre con teja cerámica vidriada azul y blanca. A modo de comentario diré que es lamentable lo de este barrio tan emblemático y céntrico, curiosamente fue el primer lugar que perdieron los musulmanes y el primero que han vuelto a ocupar. Hoy el barrio de Ruzafa o gran parte de él, sobre todo la parte más antigua, está invadido por los musulmanes quienes campan a sus anchas vendiendo todo tipo de sustancias en las esquinas.

Moncada – Valencia El rey Jaume I, cambia Moncada y Carpesa a la Orden del Temple por Ruzafa y por otras propiedades. Con el dominio del Temple se llegó a una consolidación definitiva del repoblamiento por carta de población el 29 de mayo de 1248. El Comendador de la alquería envió a Moncada a Domenech de Siscar y otros hombres a repoblarla, y a explotar sus tierras. Del paso del Temple en Moncada tan solo quedan unos ínfimos restos de una torre frente a la ermita de Santa Bárbara.

Montesa – Valencia Tal y como comentábamos en el resumen de los enclaves Templarios, no existe documentación de que Montesa fuese del Temple, pero si muchos indicios de que si lo fuera. Primeramente la Orden de Montesa fue creada entre otras cosas para albergar a los exTemplarios que lo deseasen.

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El primer Maestre fue Guillermo de Eril monje avezado en las luchas de Tierra Santa, era del Monasterio de Santes Creus en una zona totalmente Templaría. En un estudio realizado en el interior del castillo se encontró una pieza de un capitel en cuya basa había una marca de cantero, la marca de la Pata de Oca, esta marca era usada por los Patucos gremio de constructores protegidos del Temple. Y para finalizar está, la que para mi personalmente, es la prueba más concluyente, se trata de un fragmento de la exaltación que de la Orden de Montesa hace el Prior de San George, Frey Hipólito De Samper, en su obra “Montesa Ilustrada” del año 1669 y que editó no hace mucho la Diputación de Valencia, y que reproducimos conforme al texto original: “No luzca el Farol Templario, pues en fu lugar fe fuftituye una de las mayores Antorchas de la Iglefia, Diamantino Efcudo de Feé, y afombro de las Sarracenas Lunas”. Ahora que cada cual opine lo que le parezca más correcto.

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Valencia

En Valencia ademรกs del Arrabal de Ruzafa, una vez conquistada la ciudad en 1238, el rey Jaime I donรณ a los Caballeros de la Orden del Temple la puerta por la que hicieron la entrada, llamada de Bab el-Sachar, como ya hemos comentado, ademรกs todo el barrio que hoy conocemos como el del Temple.

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También les donó el rey como recompensa la Iglesia y el Palacio que todavía hoy se conoce como del Temple, todo ello en la Plaza del mismo nombre. Así como la torre llamada de Ali-Bufat-Muley. En la Iglesia del Temple se custodiaba la reliquia Templaría de la Santa Espina. Hoy de la torre y de la puerta no quedan rastros, gracias al derribo que fue decretado a pesar de la oposición del estamento militar en el año 1865 por orden del gobernador civil interino don Cirilo Amorós, alegando como pretexto la necesidad de dar trabajo a los numerosos obreros en paro afectados por la crisis de la seda y también por la necesidad de abrir la ciudad a un nuevo ensanche que se volvia necesario y mejorar la salubridad de la ciudad que encerrada en un cerco amurallado asfixiaba a la población peligrosamente. Pero si hay algo que nos recuerda a los valencianos y a todo el que lo ve el paso de tan grandes y bravos guerreros por esta ciudad, es una placa conmemorativa en la pared lateral de la Iglesia del Temple, en el lugar donde estaba la Puerta de Bab el-Sachar, que la Orden de Santa María de Montesa tuvo el buen gusto de colocar en homenaje a los Caballeros Templarios y que reza así… "Sitio de la torre y puerta de Bab-el-Shadchar, llamada después del Temple, donde tremoló el pendón real de la conquista en 9 de octubre de 1238. Concedida por el invicto rey don Jaime a los Templarios, conservada por la Orden Militar de Montesa y demolida para el ensanche de la ciudad en 1865. Los caballeros de Montesa para memoria.

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CAPITULO VII

Anécdotas y Leyendas Como anédocta diremos que el 13 de octubre del año 2007 y con motivo del 700 aniversario de la caída de la Orden del Temple, la Asociación Cultural “Encomienda Templaría 13 de Octubre” de Valencia, celebró en la Iglesia del Temple un acto en homenaje a los Templarios caídos durante el proceso, donde se leyeron unas palabras conmemorativas y se depositó una corona de laureles en la Capilla del Sagrado Corazón de Jesús de dicha iglesia.

En la foto podemos ver a cinco de sus miembros ataviados con los mantos blancos y cruces paté rojas. Este fue el primer acto que una asociación Templaría realizaba en Valencia 700 años después de la suspensión de la Orden. Antes de este acto y en otra Iglesia emblemática de la ciudad de Valencia, la Iglesia del Patriarca, se celebraría

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una Misa “In Memoriam”, por los dos últimos dignatarios de la Orden del Temple injustamente quemados en la hoguera, el Maestre Jacques Bernard de Molay y el Preceptor de Normandía, Geofrey de Charnay. Misa que fue oferida en latín y cantada en gregoriano por el Coro del Colegio del Patriarca de Valencia. ----------En el documento de donación al Temple, otorgado por Jaime I el día 15 de noviembre de 1238, se puede leer: “os damos para huerto en el campo de la Xarea (Hoy Xerea), lo que hay desde la puerta que se llama de Bazbazachar, hasta aquellas dos higueras contiguas al muro o valladar, y desde aquí hasta aquella pared incompleta viniendo del huerto de la Xarea hasta el río Guadalaviar, hasta la predicha puerta de Bazbazachar”. “Illas duas ficus continuas vallo….”, realmente un texto interesante, “Aquellas dos higueras contiguas al valladar…”, pues nos lleva a la fuente de dos leyendas Templarías en Valencia.

Hay dos antiguas leyendas valencianas relacionadas con el Temple y con las nombradas higueras. Cuentan que la puerta llamada de Bab el-Sachar que en árabe significa, “Puerta del Hechicero” o “del Hijo del Hechicero”, porque en

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la contigua torre vivía un hechicero árabe y gran nombre de Dios, con su hijo. Magnifico botánico y erudito herborista, que a todos beneficiaba sin pedir nada a cambio. Cierto día apareció un pobre viajero suplicando ayuda, al que socorrió como era su costumbre, sin cobrarle nada y dándole además parte de su comida. El viajero mendigo resultó ser un enviado de Alá, un “djín o efrit” benévolo, que en pago de su bondad le dijo que eligiera él el premio que desease. El herborista rechaza algún favor en su beneficio, pero si le pide que revitalice una antigua higuera para poder paliar el hambre de los pobres que hasta él llegan. El djín además le concede que la higuera de frutos medicinales durante todo el año y con el fin de protegerla contra los ladrones le otorga una condición, que aquel que subiese a la higuera ajeno a la casa, no pudiese bajar de ella mientras el dueño no lo autorizase, lanzándolo a las ramas de nuevo cada vez que intentase poner los pies en el suelo. Pasaron algunos años, bastantes, y el lugar fue entregado a los de la Orden del Temple, que permitieron que el anciano herborista continuase viviendo allí con su hijo, a favor por su santidad. Los Templarios a cambio le propusieron que les construyese un puente que salvase el río, el viejo aceptó, pero debido a su edad delegó el trabajo en su hijo. Este joven, díscolo e irresponsable decide invocar al diablo para que le realice el encargo, el diablo listo por naturaleza acepta la faena a cambio de un extraño sueldo, le pide un suspiro del joven que este acepta. El diablo le dice que en siete días una vez finalizada la obra vendrá a cobrar la deuda. El joven desazonado por el apremio de fin de la obra le confiesa a su padre lo ocurrido, y este le aconseja como salvar el trance. Con lo que, concluida la obra satisfactoriamente, el diablo se presenta al séptimo día a cobrar la deuda del incauto aprendiz, el último suspiro del joven y su alma. El muchacho a indicación de su padre le pide al diablo una última concesión, coger algunos higos de la higuera de su padre, a lo cual el diablo accede, pero desconfiado se ofrece a acompañarlo y de paso coger él algunos higos para el camino. Una vez estuvieron en las ramas, salió el padre diciendo: ¡Hijo baja de la higuera!, a lo

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que el joven bajó de un salto, el diablo intentó bajar, pero cada vez que lo intentaba volvía de nuevo a las ramas, y contrariado tuvo que acceder al trato que le ofrecían, debía anular la deuda con el joven y comprometerse a no tocar ni una sola piedra de los construido a los Templarios La segunda leyenda con relación la higuera, habla de unos avaros prestamistas judíos que le embargaron a un brujo, y entre las cosas embargadas se hallaba un libro antiguo de magia, que según se decía, siguiendo cierto ritual podía llegarse a una caverna secreta en el huerto de los Templarios. El libro decía así: “En noche de luna llena, se rodea la vieja higuera del huerto del Temple con un cirio elaborado para el caso, encendida y recitando un conjuro. A la séptima vuelta aseguraba que se abría un paso al pie del árbol con una escalera. Había que bajar una bandeja de higos para calmar al feroz dragón que custodiaba el tesoro. Era preciso no consumir toda la vela en el conjuro de entrada, pues de lo contrario si se consumía una vez dentro la puerta se cerraría quedando encerrado el que allí anduviera. Dispuestos a hacerse con el tesoro los judíos burlaron la vigilancia de los Templarios y se introdujeron en el huerto, tras el ritual circular se abrió la puerta y bajaron, calmaron el hambre del dragón con los higos, cogieron algunas joyas y salieron más ricos que antes. Cada cierto tiempo repetían la misión, pero algunos fueron marcados por la ambición y malos consejos y intentaron extraer todo el tesoro de una sola vez. La vela mágica se apagó y quedaron encerrados en la cueva a merced del dragón, que una vez finalizó su festín de higos los mató con su aliento. Desde entonces sus almas errantes vagan por el huerto del Temple. Enterados los Templarios de esto y para preservar el tesoro colocaron un ensalmo en forma de escudo de mármol negro en la fachada de la Torre de Ali Bufat-Muley, representando un dragón que todos los valencianos pudieron ver durante siglos.

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CAPITULO VIII

Calles con sabor a Conquista Son muchas las calles de la ciudad de Valencia que de una u otra manera hacen referencia a la Conquista de la ciudad, tales como, por ejemplo: la ya citada Plaza del Temple, Calle de la Escuela del Temple, Calle Conquista, Calle de Aben al Abar, Calle Aben Amir, que fue capitán de los moriscos, Calle del Cronista Muntaner, quien escribiera multitud de crónicas de la Edad Media y de la compañía de los Almogávares y Roger de Flor, Calle del marino Guillem de Anglesola, Llano de la Zaidia, donde se encontraba el palacio de esta dama mora, según parece ser era hermana del rey Zeyan, Roger de Lauria, Playa del Maestrat, Calle del Maestrazgo, Calle de los Maestres, Calle del 9 de Octubre, Puerta de Aben al Abar, Puerta de al Russafí, Avda. Reino de Valencia, Plaza Rey Jaime I, Calle Ruzafa y algunas más que seguro me dejo. Pero creo que no deja lugar a duda el arraigo que en Valencia tuvo y tiene la reconquista.

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Bibliografía: Archivo del Antiguo Reino de Valencia. Archivo de Cataluña. Historia de la Ciudad y Reino de Valencia (D. Vicente Boix – Valencia 1845). Llibre dels Fets (Crónica de Jaume I). Archivo de la Corona de Aragón.

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Federico Leiva i Paredes nació en Valencia el día 30 de julio de 1958. Denodado medievalista, ha dedicado más de veinte años al estudio e investigación de la Orden de los Pobre Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, más conocidos como Orden del Temple. El interés hacía esta Orden comenzó desde muy joven, catorce años apenas cuando por vez primera escucho el nombre Templarios y ya desde entonces le seguiría siempre. Esta breve historia de la Orden del Temple en el Reino de Valencia es fruto de una de las etapas de investigación que el autor ha llevado a cabo. Centrándose totalmente en lo que el llama “Su Tierra”. Muchos viajes y muchas noches a la luz de la luna medio durmiendo en los enclaves que en este libro se citan, largas horas de estudio en el Archivo del Antiguo Reino de Valencia, han servido para plasmar en este libro la gloriosa presencia de la Orden del Temple en el Reino de Valencia. Es un libro que no debería faltar en las bibliotecas de los amantes del tema, pues a través de él conocerá una historia bastante inédita para la mayoría. Con un repaso textual y fotográfico de todos los enclaves Templarios de la Comunidad Valenciana.

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