II
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
EXCURSIÓN AL PICO SALERAS (O SALSERAS) DESDE VILLAMARCEL 12 de octubre de 1996
Estábamos cortos de iniciativas pero salvamos el día muy meritoriamente gracias a Tomás porque eligió un sitio idóneo. Lo único malo es que repetirá la salida puesto que ya la conoce. Llegamos a Bárzana (capital del concejo de Quirós) y poco después de pasar la casa-cuartel de la Guardia Civil seguimos la carretera que sale hacia Villamarcel, que dista unos 4,5 km y es el punto final del recorrido en coche. Lo dejamos a la misma entrada del pueblo, junto a la fuente, y buscamos la pista que lleva hacia las camperas de la Vega de Duernas. El pueblo tiene los caminos hormigoneados y sin dificultad llegamos a la ancha vía apta para vehículos agrícolas y 4 x 4. Encontramos un nativo y le interrogamos sobre el pueblo: la vida económica y vecinal, y el trasiego que hay hacia las camperas del puerto al que vamos, por si tuviéramos la suerte de subir con uno de ellos; pero llegamos tarde, sería muy fácil estando allí sobre las 8.00, cuando los pastores van a los puertos. Es un paisanón alto y fuerte, de algo más de mediana edad, con un sombrero de alas estrechísimas y ropa con algunos desgarros; en la ventana está la que parece ser su mujer. Él tiene un 4 x 4 y acaba de bajar. Le preguntamos por los picos, ya nevadinos, que asoman hacia donde caería Peña Ubiña y afirma que se trata de la citada peña, algunas dudas nos quedan pero no es prudente discutir. Salimos despedidos por los ladridos de dos canes. 362
EXCURSIÓN AL PICO SALERAS DESDE VILLAMARCEL
La pista es gris y monótona pero el marco por el que discurre resulta excelente. En las primeras camperas que encontramos buscamos algunas setas y Antón las esconde hasta el regreso. Pasan un par de coches tipo todo terreno y aunque hacemos auto-stop ni nos miran. La pista se empina y el paisaje gana puntos. Llegamos a otra área de grandes prados cercados por paredes, sebes y alambradas. De nuevo ojeamos unas cuantas setas que pensamos recoger al regreso. Desde un poco más arriba vemos la curva que traza el camino, abandona la falda, tuerce a la derecha y remonta hacia el puerto. A la izquierda queda el nacimiento del reguero de Romanteiga. Aquí hacemos un alto para identificar el agreste paquete calizo1 de El Panchón, El Ranchón, el Huertos del Diablo, Los Castillines, El Siete, El Tapinón, la Collada Lingleo y Peña Rueda. Al frente queda puerto de Ventana y Trobaniello; al fondo, el Ferreirúa. Creo que lo que el lugareño nos mostraba era El Tapinón. La últimas curvas, muy cerradas, tienen el 20 ó 25 % de pendiente pero descansamos al llegar a la campera. Se trata de una pradería basculada hacia la montaña y que termina en una gran dolina. Aquí pacen numerosos caballos y la estampa es de gran hermosura. Antón se quedó retrasado viendo el paisaje y buscando setas y Tomás ya salía de la campera cuando llegaba el rezagado. Y tras él fue. Seguimos la pista. Al poco trecho desembocamos en un poljé2 en cuyos bordes, las zonas más pendientes, están numerosas cabañas: paredes de piedra, vietchera3 y techumbre de teja. Inolvidable. Estamos en la Vega de Duernas (creo que en el pueblo se conoce como Llano del Corral y también Vega Canchongo). 1. Cuando el período de lluvias es muy prolongado la inmensa masa rocosa llega a empaparse de agua como una esponja y escupe un gran chorro más arriba de Ricabo, ya camino de Lingleo, en el lugar conocido como Los Garrafes. El caudal y la velocidad pueden pasar de 10 m /s e impedir el paso durante algunos días. 2. Esta palabreja es de origen yogoslavo. Se refiere a una depresión de fondo plano localizada en áreas calizas. Se pudo originar por disolución de la caliza, acaso la depresión sea estructural, o ambas causas interactuaron. 3. Construcción de piedra adosada a la cabaña que no pasa de los dos m de altura, sin huecos, la cubierta tiene forma de cúpula aplastada y también de piedra, sostenidas las lajas por otras mucho mayores y en lo que interviene más madera que la puerta de cierre. Es igual que los corros que encontramos en otras majadas de nuestra tierra.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
Trabamos conversación con los moradores de una cabaña que tiene un pequeño recinto cerrado y una vietchera. Sus dueños subieron a ver el ganado, tomaron algo de jamón y chorizo, y regresarán pronto al pueblo. Nos ofrecen un trago de la bota pero lo rehusamos. En lo cerrado crece un mostayo plagado de frutos y con una copa perfecta. Es el mejor adorno de la majada. Desde aquí salen dos senderos bien marcados: uno al NO, a La Siella (1.517 m) y otro al SO, al Saleras (1.781 m). Hoy no podemos ir porque ya es tarde y hace un calor infernal, pero tomamos nota y otra vez será, quedan amenazados ambos picos. De nuevo se escapa Tomás por una esquina y otra vez a Antón a correr tras él. Desembocamos en una repisa que recoge una alberca rodeada de espineras que forma un conjunto de jardín propio del país de Liliput. La bordeamos y quedamos embelesados contemplando la cara O de El Aramo y los pueblos que la colonizaron: Aciera, Tene, Bermiego4, Las Vallinas, La Villa, Muriellos y Llanuces. Regresamos. Vamos a buen paso. Pasamos un espino -que ya ojeamos al subir- y hacemos acopio de prunos para nuestro pacharán casero. Más abajo recogemos varios kg de pardinas y, ya llegando al pueblo, las lepiotas escondidas. Intentamos tomar un vino en el bar, pero cambiamos pronto de idea y salimos camino de Bárzana. Tampoco allí encontramos un bar a nuestro gusto y fuimos directos al refugio de Arrojo, instalado en la antigua escuela del pueblo.
4. Celebra la primera quincena de junio la feria del “Pan de Escanda” y del “Queso de Bota”. Junto a su iglesia está uno de los mejores texos de Asturias.
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EXCURSIÓN AL PICO SALERAS DESDE VILLAMARCEL
EXCURSIÓN DESDE PUERTO VENTANA A LA FOCELLA PASANDO POR EL FERREIRÚA 19 de octubre de 1996
Salimos como siempre, a las 9,00. Hoy no hubo titubeos y sin otras paradas llegamos al puerto de Ventana (1.587 m). Haremos la travesía hasta La Focella pasando por El Ferreirúa. Juan Carlos nos dejó en el puerto y allí mismo tomamos por la derecha un sendero que faldea la línea de cumbres por la falda S de la Cordillera. Caminamos entre monte bajo y sin ganar demasiada altura porque la primera collada está sobre esta línea de cota. Cuando llegamos tenemos una panorámica estupenda del hayedo La Puerca y de todo el valle de Teverga. Seguimos. El camino se va perdiendo pero hay que caminar siempre ganando altura. Por la izquierda queda San Emiliano y Torrebarrio al pie del macizo de Ubiña, del que vemos muy bien la silueta pero mal los detalles porque esta parte está en la umbría. La siguiente collada a la que llegamos es la del Cuervo (1.828 m) y después la de la Corona (1.848 m). A medida que avanzamos vemos mejor la cara leonesa de las montañas somedanas: Los Albos, Torre Orniz, y las que rodean los lagos de Cerveriz, Calabazosa y Cueva (Peñas Congosto, Cualmarce, Redonda, Corros y Riondos); también Morronegro, y Los Bígaros. No alcanzamos a ver Torrestío pero sí la pista que sale a La Farrapona, la que entra hacia Morronegro, y tramos del Camín Real de La Mesa a su paso hacia la braña de La Mesa. 365
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
Desde La Corona ya vemos El Ferreirúa. Sólo otra collada nos separa de él. Apreciamos que su castillete -de unos 25 m de altura- está constituido por bloques de cuarcita. Pasamos ahora por la vertiente N y llegamos a la última collada. Aquí ya iba muy adelantado Tomás, y Pepe se retrasaba para ayudar a Antón porque empezaba a ponerse nervioso, el último tramo la senda era bastante aérea y estaba llegando al límite de su autocontrol. Intentaron seguir los pasos de Tomás pero Antón hubo de abandonar. Regresó a la collada, bordeó el roquedo que quedaba por la falda S y llegó a la base del Ferreirúa, ¡pero sus amigos ya habían coronado!. Los miró con envidia pero no se atrevió. A su base se llega sin problema alguno, pero abrazar el mojón (1.836 m) ya es otra cosa. La vista es de 360º e incluye los Picos de Europa. Para efectuar la bajada desde el pico por la parte asturiana es necesario hincar bien los pies. Saldremos hacia Valle Malo. Caminamos entre grandes bloques de cuarcita y monte bajo de ericas, de vez en cuando encontramos alguna mata de arándanos. El descenso requiere prestar atención al paso porque no se puede asegurar el pie. Al fin llegamos a una pequeña turbera, sólo hay unos diminutos manantiales y un par de abedules, pero aquí encontramos un camino muy marcado que nos llevará a la braña de las Navariegas. Pasamos por otra collada que tiene la campera rodeada de piornos, estamos en Refugio (Refuexo), que deja ver hacia la parte tevergana otra área de La Puerca de gran espesura y belleza, en la misma cara asturiana tiene un rellano con algunos charcos sin salida hacia Asturias y formando una pequeña turbera. Antón tienta a sus amigos para salir por aquí pero no lo consigue. Otra colladina y salimos a Las Navariegas. Se trata de una braña situada al pie del pico La Sierra (1.842 m) compuesta de numerosas cabañas -en buen estado- y varios corros. Se construyó en los materiales de tipo morrénico y origen glaciar o fluvio-glaciar que crearon estas formas redondeadas. Está muy protegida y recoge la mayor insolación posible. Tiene una fuente 366
EXCURSIÓN DESDE PUERTO VENTANA A LA FOCELLA
de la que mana un poderoso chorro de agua muy fría. Al frente se ve todo el cordal de Peña Sobia y hasta el pico Salseras. A ambos lados de la braña corren numerosos hilos de agua que confluyen un poco más abajo y forman el río Páramo. Esta zona del pie de la braña está totalmente colonizada por abedules y serbales, que hoy presentan gran belleza por las hojas amarillas de los abedules y los frutos encarnados de los serbales. También hay una respetable espesura de piornos, que colonizaron lo que hace muchos años sin duda fue pasto para la majada. Salimos por debajo de los piornos y enseguida entramos en un ancho camino carretero. Por la derecha se va encajando el río y nosotros entramos en el hayedo. Se trata de un bosque como en el que vivía sta. Genoveva de Brabante con su hijo Desdichado. Troncos retorcidos de las hayas y algunos manchones de acebos dan un aspecto fantasmagórico; y, sobre todo, el silencio que pesa en el ambiente. Entramos en monte bajo y por la derecha oímos el estrépito de una cascada. También vemos el camino, equivocado, que seguimos la primera vez que nos acercamos al Aguil. El nuestro desemboca en otro más importante y éste, a su vez, en otro. Ya nos acercamos al pueblo. Cuanto más cerca de La Focella1 más barro: hasta el mismísimo Tomás se manchó, y renegó por lo bajo. En el pueblo aguardaba Juan Carlos. Ya estaba un poco aburrido porque nos esperaba antes, pero tras alguna broma y los cariñosos saludos de siempre, nos cambiamos de ropa y emprendemos el regreso hacia San Martín de Teverga para comer.
1. Juntamente con Connio, Peloño y Godella componen un conjunto de equívoca sonoridad.
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ERMITA DE TROBANIELLO
Se accede por la carretera que va de Trubia al puerto de Ventana. Tomando en Caranga la desviación que conduce a Bárzana (Quirós) se llega a Santa Marina. Nada más franquear el puente sobre el río Lindes, sale a la izquierda la que lleva al pueblo del mismo nombre y otra a la derecha que conduce a Ricabo (600 m), ésta última es la que seguiremos. En este pueblo dejamos el coche y comenzamos el paseo. Por una pista bajamos hasta el río hasta el río. Cruzamos y continuamos por la margen izquierda remontando muy suavemente entre prados cercados por paredes de piedra y casi todos con cabaña en muy buen estado. Es una pista ancha que sale al puerto de Ventana. Se continúa sin pérdida posible hasta un punto donde da una curva a la derecha muy cerrada (hacia el N). Por la izquierda (hacia el S) sigue un camino que lleva a la collada Lingleo (1.600 m) en la base de Peña Rueda (2.155 m). Nuestra ruta prosigue por la ancha pista por la que comenzamos. A la izquierda queda un hayedo -monte La Parada- con ejemplares de gran porte y que goza de buena salud. Pronto rebasamos un arroyo -generalmente seco- y, después de dar algunas curvas, se reduce la pista a camino. También el hayedo acaba en monte bajo poblado especialmente por escayos, cotoyas, ericas y algún acebo. A la izquierda queda el Canto del Castro, que se bordea hasta ver frente a nosotros el antiguo camino de Ricabo (Quirós) a Villa de Sub (Páramo, Teverga). 368
ERMITA DE TROBANIELLO
Cambia la vegetación y entramos en un bosque de robles donde el camino se pierde y desde donde se puede ir a Villa de Sub. Hemos de seguir ascendiendo hacia la izquierda. Cuando aparece el piornal ya falta muy poco para llegar y pronto salimos a las praderías que rodean la capilla de Trobaniello (1.450 m). La capilla no conserva resto artístico que le dé especial valor, pero el enclave, la panorámica que ofrece y la devoción con que cuenta en la comarca hacen que la estancia allí resulte grata. Hay una fuente y es un sitio perfecto para descansar un buen rato mientras se comenta el paisaje y se intentan identificar las cumbres más notables. Peña Rueda, pese a estar muy próxima, no se ve porque resulta tapada por Busbudín y el Huerto del Diablo. Hacia el O, frente a nosotros, se ve el gran hayedo de Ventana que se llama monte La Puerca. Se reconoce el pico Ferreirúa al O del puerto; más al O y al fondo Los Bígaros (2.040 m) y el Muñón (2.045 m) que separan este valle de Sampedro del de Saliencia. También se llega a este lugar desde el mismo puerto de Ventana (1.587 m). A la izquierda hay un bar que permanece cerrado gran parte del año y sobre él se ve una pista -casi carretera- que sigue al N. No hay otra y no es posible perderse, ella nos lleva directamente a Trobaniello. Al comienzo dejamos a la izquierda instalaciones de explotaciones mineras -hoy inactivasy a la derecha las huellas de las minas a cielo abierto.
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EXCURSIÓN A PEÑA MICHO DESDE EL PUERTO SAN LORENZO 23 de diciembre de 1995
Seguramente se disfruta de la mejor panorámica del valle de Saliencia, pero por la proximidad y la idea de que se puede hacer en cualquier momento, la fuimos reservando para un día no demasiado ambicioso. Hoy la elegimos. “Días de diciembre, días de amargura; apenas amanece y ya es noche oscura”. Desde el puerto de San Lorenzo, donde se deja el coche, entre Teverga y La Riera (Somiedo), se parte hacia el S por el muy trillado Camín Real de la Mesa. A un centenar de metros se encuentra una construcción donde debió estar la antigua capilla dedicada al santo, entre enormes torres metálicas de distribución de energía eléctrica. Atravesada la campera se inicia la subida, cómoda, que pronto bordea por arriba un bosquete de abedules y hayas; pasado éste se llega a Piedrajueves. En la actual majada de Piedrajueves hubo una venta, de la que se conserva la planta principal del edificio. Seguramente debe su nombre al hallazgo de un ara o estela dedicada a Júpiter (Petra Iovis). Se sitúa este conjunto en una extensa campera rodeada por piornos que se prolonga hacia el S siguiendo el camino. Todas las edificaciones están dedicadas a usos 370
EXCURSIÓN A PEÑA MICHO
ganaderos y bien conservadas. A la derecha (S) se levanta El Micho. Parece de fácil acceso y promete compensar sobradamente el esfuerzo. Cruzamos la pradería y emprendemos la subida por el extremo N, con la intención de ir cresteando hasta llegar al vértice geodésico. Hay pequeñas áreas encharcadas que se cruzan sin dificultad. Pasamos una fuente y se abandona el camino para subir por libre hasta la collada. Soplaba un vendaval helado y costaba trabajo mantener el equilibrio. Sobre la línea de cumbres de la cordillera llegan, y se deshacen al paso, espesísimos nubarrones que amenazan con envolvernos, pero esta situación meteorológica ya la conocemos y sabemos que, como mínimo, faltan varias horas para que el frente pase y descargue. Dedicamos bastante tiempo a contemplar una de las muestras más genuinas del paisaje asturiano. Muy agreste, profundo, oscurecido y brumoso, con luz muy filtrada y desigual, presentaba el aspecto de un grabado romántico. Malamente identificamos el valle de Villar de Vildas y el cuenco de Lago Bueno; mucho mejor el Mocoso, y apenas otras cumbres somedanas porque las nubes las ocultan. Al frente, al otro lado del río Saliencia, el monte Tibleus, masa de roble y haya casi impenetrable por el endemoniado laberinto que hicieron las cuarcitas. Sólo conociendo las veredas se puede atravesar. También se ve el paso, asfaltado, de Veigas a Valle de Lago que corta, inmisericorde, el bosque. En nuestra ladera, hacia abajo, hay algunos teitos. Más abajo se ve un tramo de valle y algunos pradinos. La falda oriental de este espinazo es muy pendiente. Elegimos, pese a que la vista es muy aérea, caminar por la cimera. Por el otro costado, a sotavento cuando sopla del O, hay más resguardo pero es mucho más fatigoso. Cuando alcanzamos el vértice geodésico nos hicimos las fotos. Al N se ve Malleza y San Esteban de Pravia; por el E se identifica perfectamente El Naranco y Oviedo; hacia el S se ve Peñas Negras y los Bígaros y entre ellas un largo trecho de Camín Real. Hacia Piedrajueves se contempla el gran piornal, que guarece a los venados, y la pradería que se estira hasta el Juego 371
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
la Bola. Por aquí un oso mató una vaca en noviembre de 1995, y con tanta fortuna para un viajero granadino que encontró al plantígrado cuando bajaba el puerto hacia Teverga. El regreso lo hicimos por el mismo camino excepto el tramo final, el descenso propiamente dicho, que lo hicimos por la ladera N. Bajamos con cuidado porque había zonas heladas y el resto totalmente embarradas.
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EXCURSIÓN DESDE ARANGAS AL PICO TURBINA
EXCURSIÓN DESDE ARANGAS AL PICO TURBINA 21 de diciembre de 1996
Juan Carlos no nos acompañará en esta salida, pero acude al desayuno y sugiere el Turbina sin vacilar. Nos convenció fácilmente y salimos directos a Cabrales. Sin otra parada llegamos a Arenas. Desde aquí, por una estrecha carretera, llegamos a Arangas, punto de partida que está situado en la falda S de El Cuera. Aparcamos el coche en una plazoleta que hay al lado de la carretera, nos equipamos para emprender la marcha. Pero... ¡faltan las manzanas!. Empezamos a pensar que Tomás se despista con demasiada frecuencia porque se le olvida traer fruta. Pepe quiere que sea Antón quien vaya a buscarla pero éste se rebela aduciendo la presencia de un gigantesco mastín e indica que la persona adecuada es Tomás. Éste accede, se encamina al cercano bar, y regresa con algunas manzanas. Salimos dejando la iglesia a la izquierda santificada por un gigantesco 1 tejo . La vía hasta el camposanto es una pista hormigoneada, después camino carretero. Primero se encuentran algunas huertas, después prados con cabañas y castaños; por último, monte bajo hasta llegar a la majada de Lodovega. Hasta aquí la pendiente es cómoda y se gana altura insensiblemente. Justo 1. Se trata de un ejemplar al que se le calculan unos 700 años. En apariencia está totalmente sano. Chaparrro, como todos los de su especie, gran copa muy abierta y no más de 10 ó 12 m de altura, con el tronco de corteza rojiza que suelta escamas muy alargadas, y de sección lobular.
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antes de las cabañas hay un abrevadero, a la izquierda, poco más allá un arroyuelo y una fuente. Cucho, barro y plásticos destrozan lo que podría ser un lugar atrayente. Un hombre, una joven y su perro, descansan junto al abrevadero y nos indican la ruta. Atravesamos la majada pero se acaba el camino y hay que salir por la izquierda hasta alcanzarlo de nuevo. Una vez en él, no hay más que faldear e ir ascendiendo poco a poco hasta la collada, pero no conviene confiarse demasiado porque si no habrá que remontar un gran desnivel en corto trecho. Encontramos un pastor con perro y ovejas. Es bastante joven pero habla tan poco, tan mal, y es tan desarreglado que, por su aspecto, representaba el doble de años de los que tenía. Los cristales de sus gafas son gordos y apenas nos permiten ver sus ojillos ratoneros. Comentando con él la dureza del camino, recomendé esta práctica montañera para los quintos. Mi sugerencia le dio pie al ovejero para contar que se libró del servicio de armas, pero aclaró que no fue por la mala visión. ¿Por qué sería?. Pepe y Antón van quedando rezagados, un ziz-zag tras otro, de Tomás apenas se distingue la silueta. Pasito a pasito Pepe empieza a sentir plomo en las botas y Antón se queja de sed. Volvemos la vista atrás para observar el maravilloso espectáculo de la nevada sobre los Picos de Europa y alargamos el tiempo de la contemplación para dilatar el descanso. Se acerca un grupito de cuatro personas. Antón decide pedirles agua. Hubo suerte y el hombre que parecía mandar ofrece una cantimplora -de cierto lujo- pero reprocha que hubiéramos subido a secas. Nos dio agua porque su conciencia (“Todo acto de bondad es un acto de poderío”. Miguel de Unamuno) no le permitía dejar sediento al prójimo. Obviamente, habla para que sus acompañantes aprecien la bondad del generoso gesto. Los que van con él son dos jovenzuelos, algo acaramelados, y de un colega de su edad. Equipados con pantalón bávaro, camisa afelpada de cuadros, móvil al cinto; y altímetro electrónico colgado del cuello. Una preciosa estampa para empresas donde haya más que ganar. 374
EXCURSIÓN DESDE ARANGAS AL PICO TURBINA
Seguimos trepando. Más arriba la pista sigue por la derecha. Después de remontar unos cuantos peldaños llanea y llega a una alambrada. La salvamos por la portilla, pasamos a la campera, donde pacen algunas decenas de ovejas. Miramos a la montaña de enfrente: podría ser el pico Turbina. Escrutamos atentamente pero de Tomás ni rastro. Por fin, el responsable del apoyo cartográfico, Antón, reconoce su despiste: se trata del pico Piedra Llacia (1.232 m). Vemos a la derecha, a unos pocos de cientos de metros, una línea de fresnos; y hacia allí nos encaminamos. Se trata de la preciosa majada Piedra del Osu (o de los de Rozagás, porque probablemente pertenece a los de la aldea del mismo nombre, que también nomina cierto tipo de queso similar al de Los Beyos). Sobre una dolina bien tapizada se asienta un conjunto de cabañas de paredes de piedra y cubierta de teja curva. Todo el conjunto de edificaciones está rodeado por un cercado de piedra de casi dos metros de altura. Desde aquí se ven en la cima del Turbina los paneles de energía solar pero no el vértice geodésico que lo preside. Por la derecha hay un largo muro de piedras que protege al ganado del abismo. Desde este punto se consigue una vista preciosa de la zona, del último tramo del Cares, de Peñamellera, y de su afilada Pica. Los Picos de Europa se exhiben al completo, en algunos momentos, y vemos perfectamente los tres macizos. Sobre todo el conjunto polariza nuestra atención el Naranjo de Bulnes por su aislada situación. También identificamos Torre Cerredo y el Neverón de Urriello. El Pico Llacia se puede rodear por cualquiera de las caras para encontrar el sendero que conduce al Turbina, Tomás lo hizo por la derecha (S) y Antón por la izquierda (N), aunque éste último no hizo más que asomarse para verle la cara a El Cuera desde arriba. Para salir de la campera, por la izquierda, sólo hay que seguir una senda que pronto se mete entre la caliza y gana algo de altura. Por la derecha, más abajo, queda una pequeña laguna de fondo impermeabilizado -artificialmente- y protegido el perímetro por una valla. Más adelante se abarca el ancho total de la sierra. Toda ella está salpicada por las bocas de las dolinas, pero aquí no están rellenas de tierra y 375
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cubiertas de hierba sino que aparece la caliza lavada y cortante. Casi al final se divisan unas cabañas completamente enmascaradas y, a su vera, un bosquete de hayas poco desarrolladas. La cara N de la sierra es la más umbría, en la que todavía quedan restos de la última nevada. Coronar el Turbina (o Torbina) entraña dificultad porque, pese a sus 1.321 m de altitud, se parte de cota baja y el desnivel que se salva es de más de 1.000 m; además, este último tramo exige gran prudencia porque la caliza es dura y está afilada. Disfrutamos del paisaje en general, especialmente de Picos de Europa, pero habíamos perdido la pista de Tomás y estábamos algo inquietos. El regreso se hace por la misma senda que trajimos pero hay que tener la precaución de, que cuando encontremos un pedrero que aparece por la derecha, buscar una senda que lo atraviesa hacia la derecha y que baja con muy poco desnivel. El lugar se reconocerá porque se ven entre las piedras numerosas espineras de 1 m de altura y una más grande como de 3 ó 4 m (se llama Los Conchizos). Pasamos por encima de las cabañas de la majada de Lodovega y al final bajamos en línea recta hacia el abrevadero y la fuente que vimos al subir. Aquí tomamos el camino ancho y, sin más dilación, llegamos a Arangas. Cambiamos de ropa y calzado y esperamos a Tomás. No tardará, creímos. El tiempo de espera nos parecía largo. Nos acercamos al bar que se encuentra frente a la iglesia. Llegamos en pleno alboroto porque el perrazo de la casa, un mastín, había mordido a una niña de unos 15 años que se disponía a entrar en el bar. Allí había opiniones para todos los gustos y todos habrían sabido educar mejor al perro e impedir el lance. Llamó mi atención el pantalón de un transportista de ganado porque era de un frac, sin duda alguna, y su era duro en la resolución de situación. Pasos que sugería: valorar las heridas de la niña, dar muerte al perro inmediatamente, y multar al propietario. Y tampoco me pasó desapercibida la gorra de Cancún que portaba 376
EXCURSIÓN DESDE ARANGAS AL PICO TURBINA
con orgullo un hombre de baja estatura y avanzada edad, que se abrigaba con gruesa camisa, jersey de lana y, sobre éste, una gruesa chaqueta de punto. Por fin llegó Tomás pidiendo perdón desde lejos por haberse despegado, y dispuesto cumplir la penitencia que le impusiéramos. No dimos excesivas muestras de alegría pero respiramos tranquilos cuando lo vimos. Estábamos preocupados, aunque es un experto montañero y no había especiales peligros. Un mal paso le/nos pudo dejar inmovilizado en la montaña.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
CABEZA BUBENA (O UBENA) Y PICO TIEDU 8 de febrero de 1992
Yendo por la carretera que desde Cangas de Onís conduce a Arenas de Cabrales, a la altura de Carreña se toma una desviación que sale a la izquierda y tras algo menos de 3 km termina en Asiego (San Miguel, 470 m) donde tomamos el camino que en sentido N lleva a la parte alta del pueblo. En la fuente que encontramos a la izquierda hacemos provisión de agua. Aquí dejamos el coche. El camino se torna pista. Dejamos a la derecha el depósito de agua (a su lado hay una casa con una ventana de una pieza de una piedra horadada) y el terreno hasta aquí calizo pronto pasa a ser cuarcítico. La pista deja ver, a tramos, el anterior enlosado, obra sólida y de gran belleza. A ambos lados hay monte bajo con ericas y árgomas. El tramo mejor conservado se encuentra inmediatamente antes de llegar a Tebrandi, majada con edificios de piedra, gran cantidad de fresnos, y prados cercados con muros. A la izquierda (E) se abre el valle del río Terviña y justamente aquí se ve perfectamente la zona de contacto entre la cuarcita que abandonamos -margen izquierda del río- y la caliza que de nuevo vamos a pisar. Continúa el camino perfectamente marcado hasta la próxima braña de La Mata, que está en estado más ruinoso que la anterior. Desde aquí ya se ve la Cruz del Vierzo, y cuando la alcancemos habremos llegado a Brañes, último conjunto de cabañas que encontramos y tan caídas como las otras. 378
CABEZA BUBENA Y PICO TIEDU
Ya desde Tebrandi veíamos sobre nosotros, al N, la silueta de la Cabeza Bubena, también el Tiedu (vértice geodésico de 1.188 m). La subida se hace mejor por la falda S para después girar al E y entrar por la entalladura que hay entre ambas cumbres. La elección de este pico para esta excursión se debe a su privilegiada situación como mirador de los Picos de Europa. Desde cumbres de las sierras litorales, aunque sean de moderada altitud, se logran vistas totales de los Picos de Europa y de la Cordillera; y, desde éste, también de la costa. Al S y extendiéndose hacia el E tenemos a la vista la larga fosa tectónica originada en el terciario; esta depresión se estrecha a partir de Arriondas entre los Picos de Europa y El Cuera. Aquí se encaja primero el río Casaño y después el Cares discurriendo hacia el E; hacia el O, hasta el Sella, corre el Güeña; hacia la costa está la rasa1 de Llanes, la de mayor complejidad. Posiblemente la mejor época del año para hacer esta excursión es el invierno, si la meteorología no lo impide. Por enero y febrero, con días claros de Sol y fuertes heladas, los Picos conservan las nieves y aparecen centelleantes. Al O disfrutamos de la zona central y occidental de la Cordillera Cantábrica. Así enmarcada Asturias parece realmente difícil romper el aislamiento físico que imponen el mar y la montaña. La bajada se hace por el mismo sitio y si nos desviamos un poco al E, vemos una charca que sirve de abrevadero para el ganado llamada El Salgar. Al fondo del valle y en sentido N.NE en la base de Peña Blanca, hay una grieta en el terreno: es la fuente del Moro. Del lago se dice que fue hecho por los moros porque no les gustaba el agua corriente y sí la embalsada, por lo que una mora llevó el barro del fondo a la Duerna de Bubena. 1. Franja costera que terminó su emersión en el Cuaternario; se extiende desde Burela (Lugo) hasta San Vicente de la Barquera con una anchura entre los 3 y los 5 km y una altitud máxima de 300 m.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
A la izquierda del río Cares y cerca de Poó hubo un pueblo llamado Muniama y que ya a mediados del s. XIX había desaparecido. Sus vecinos iban a misa a una iglesia llamada situada también cerca de Poo llamada la Magdalena de Dibueyes. De regreso a Carreña ya es la hora de comer y sitios no faltan.
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CABEZA BUBENA Y PICO TIEDU
DE ALLES AL PICO LIÑO (1.179 m) 28 de diciembre de 1996
Alles es la capital de Peñamellera Alta. Se llega hasta Panes, y aquí se toma la carretera que, hacia el E, conduce a Cangas de Onís. A unos 9 km del punto de partida se encuentra -señalizado- el desvío para Alles. Una vez allí, dejamos el coche junto a la capilla de san Roque y preguntamos a una señora por el camino hacia el pico Liño. Nos mira con sorpresa y, con cierta sorna, nos advierte que en la cima soplará fuerte el viento y hasta podemos sentir frío. Aunque aquí abajo ya notamos fresco probablemente no será para tanto, pensamos. Por detrás de la capilla sale la pista y empezamos a subir. Es cómoda, de suave pendiente y, de momento, apta para turismos. Pronto se llega a unas cabañas, estamos en la majada de Llandábames. Hay un tractor cargado de cucho, en un prado laborea un muchacho; mientras un hombre le observa desde el camino. Me dirijo a él para cerciorarnos de que seguimos la ruta adecuada: -Por favor. ¿Vamos bien para el pico Liño?. -Claro. -¿Hay camino hasta allí? -Claro.
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La pista sigue. Damos varias curvas en Z; observamos que algunas están hormigoneadas para evitar patinazos y derrapes indeseables. Pasadas las más cerradas se ve en toda su extensión el barranco de Ruillengo. La pista llega hasta las majadas de Los Casares y, la última, Doña Toba. Todas las cabañas son de piedra. Tienen cubierta de teja, los marcos y alféizares de todas son hermosos sillares de caliza. Ante ellas se extiende una campera con algunas paredes medio caídas y los típicos fresnos. Pasamos ante las cabañas. No se ve claro el camino para coronar el Liño y al frente, justo al N, parece que hay una collada por la que se podría pasar, y por ahí se le antoja ir a Lucas. Evidencia nuestro amigo que está poco “picado” y necesita castigarse. Menos mal que Antón lo frena un poco y alcanzamos las camperas que hay frente a las cabañas para hacer una exploración de visu. Por encima de la última cabaña, se ve un corte que parece una senda. Los convence y allá vamos. Una vez allí, vemos que es un camino arriero perfectamente marcado y muy cómodo. Casi llaneando salimos a un pedrero al final del cual hay un gran tilo. Estamos en el lugar llamado Cagigu la Campuca. Desde aquí, el sendero se desdibuja pero “llama ello”1. Tras nosotros vienen dos jóvenes y una quinceañera, que sana y fuerte debe estar para seguir el paso de sus compañeros. El camino, aunque muchas veces se desdibuja, “llama ello” y se encuentra la vereda sin dificultad. Al llegar a la collada alcanzamos a ver la rasa y el Cantábrico. Estamos justamente frente a la desembocadura del río Purón y el mar aparece plomizo y quieto. Sobre él, una techumbre de negras nubes que presagia el temporal que se avecina (y que llegó). Al O se alcanza Llanes y por el E se rebasa Noriega. El pueblo de Purón se esconde entre los eucaliptos, interesa saber que es uno de los puntos de entrada a la Llosa de 1. Hay en Villaviciosa un grupo de montaña de nombre Llamaello porque su presidente y fundador usa esta expresión corrientemente en el monte para indicar el buen camino: -¿No lo ves?. Llama ello, el camín ta bien claro.
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DE ALLES AL PICO LIÑO
Viango, y que es un pueblo sin bar. Al S destacan, como siempre, los Picos de Europa, de los que avistamos los tres macizos. Hace un frío que pela. Interrogamos a los que antes veíamos de lejos: -¿Cuánto falta para el Liño? -1⁄2 h es lo que me llevará a mí. -¡Qué dices!. Al paso que lleva éste -Antón- creo que les llevará cerca de 2!. -Bueno, ¿por dónde se va? -Bordeáis por aquí y procuráis ganar altura poco a poco Lo esclarecemos, pero no sin cierto pesimismo. Giramos a la izquierda y de nuevo buscamos la senda al estilo “llama ello”. Toda la ladera está tejida por mil pasos de ovejas y cabras y es necesario en cada paso ganar un peldaño para no encontrarse descolgado. Al poco trecho dejamos a la derecha una charca de fondo impermebealizado artificialmente y rodeada de una valla protectora2. A partir de este punto encontramos la nieve que nos obliga a pisar con más atención. Caminamos por la cara N de la sierra y el frío arrecia, todos llevamos cerradas las prendas de abrigo y el gorro calado. Por la izquierda dejamos algunas cumbres pero no las pisamos para no perder el objetivo principal: Liño (1.178 m). Salimos a una especie de torcal y ya se ve la cima con el vértice geodésico. Lucas fue poco a poco distanciándose y Tomás también adelantó a Antón. Éste se desanima y decide esperar a sus compañeros allí mismo. Al dejar de caminar pronto empieza sentir frío y como los había perdido de vista empezó vocear sus nombres. En vano. Pasa el tiempo y empieza a sospechar que regresaron por otro camino. Muy a su pesar empieza a pensar en el regreso aunque siente que, de alguna manera, los abandona, pero no 2. Se trata de recoger el agua de lluvia o fusión y almacenarla para abrevadero. Este roquedo es de naturaleza caliza y el agua se infiltraría rápidamente. En otras dimensiones y con peor fortuna se hizo en El Aramo con el embalse de los Alfilorios.
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parece haber alternativa. Mirando atrás cada pocos minutos emprende el regreso por el mismo camino, va buscando en la nieve las huellas de subida para no dar un mal paso. Por fin llega a la collada Vallejo las Fuentes (donde al subir nos alcanzaron los lugareños) y desciende con grandes zancadas. Pasado el tilo que vimos al subir en el Cagigu, en la Campuca avista a Tomás y a Lucas que, siguiendo las instrucciones del pastor, bajaron por donde las cabras. Todos nos alegramos: encontraron en la cima a unos pastores que los orientaron por este otro camino y quedaron en que avisarían a Antón. Juan Carlos nos obsequia con una botella de aguardiente de Potes. Muy contentos emprendemos el regreso. Buscamos para comer un sitio a nuestro estilo. El primer intento resultó fallido por lo avanzado de la hora; tras cortas deliberaciones nos embalamos a Vidiago, a una media hora de coche. Y acertamos.
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EXCURSIÓN DESDE LA ROZA A ABALLE
EXCURSIÓN DESDE LA ROZA A ABALLE 11 de enero de 1997
La meteorología anima poco a caminar porque el cielo está encapotado. No sabemos si son nubes o niebla alta. Pensando que tomamos la mejor opción salimos hacia el E, pero a medida que entramos en la depresión central asturiana, va oscureciendo más. No cunde el desánimo y seguimos. Juan Carlos y Antón consultan la cartografía disponible y por fin deciden: se hará la travesía entre Aballe y Las Rozas. Pasamos Cangas de Onís y en Caño nos desviamos hacia Aballe. Cruzamos el Sella y disfrutamos viendo la enorme cantidad de agua que chorrea de la cordillera. El deshielo producido por la lluvia fue muy rápido y aunque lo más intenso ya pasó, por las orillas quedan los restos del arrastre. Aballe es un pueblo del valle del Sella, a 1 km de Caño, que se recuesta en la falda de la montaña y consigue abrigarse perfectamente. Tiene buenas casa de labranza y bastante bien conservadas. Aparcamos el coche al final de pueblo y tornamos para verlo de cerca. Al paso vemos la tradicional matanza domiciliaria. El marrano sacrificado -de cerca de 200 kg- yace en una artesa de gran tamaño, liado por cuerdas. Con ellas es volteado para quitarle las cerdas. Las mujeres -madres, suegras, esposas e hijas- miran regocijadas desde el marco de la puerta de la casa. Los hombres hacen el trabajo de acopio de carne y las mujeres les 385
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tienen preparado vino y caldo. Hoy comerán las vísceras repartiendo con los vecinos e invitando a parientes y amigos. Mañana lo despiezarán y separarán lo que será para embutido y para salazón. El único rasgo de cierta modernidad son los anoraks y la bombona de butano que sirvió para calentar el agua para afeitar al gorrino. Inequívoco ambiente de fiesta. Hacemos algunas fotos y preguntamos (siempre es necesario) por el camino que aparece en el mapa. Recibidas las explicaciones volvemos al coche porque Juan Carlos tiene la feliz idea de hacer el camino inverso: desde Las Rozas a Aballe. Retrocedemos hasta la villa. Pasado el puente románico de Cangas de Onís ya estamos en territorio parragués. Por la carretera interior que conduce a la capital, Arriondas, salimos. A 3 ó 4 centenares de metros se ha de tomar una carreterita a la izquierda que lleva al deseado punto de partida. Se trata de una aldea que conserva el espacio agrario casi como en el Antiguo Régimen, con las erías en abertal y con un acto voluntarista se reconocen las hojas de rotación de los cultivos: barbecho, cereal de invierno y cereal de verano. La vista es insólita: llousas, campas y prados, se extienden al N hasta el pie de la montaña. Un poblamiento verdaderamente disperso sembrado entre los mil verdes presentes incluso en invierno. La mayoría de las casas mantienen la arquitectura tradicional, algunas conservan los corredores, y todas tienen hórreo o panera; pero también hay una casa de colores de reciente construcción, como la que encontraron “Hansel y Gretel” en el bosque. ¡Bendito sea Dios!. Parece mentira que a 5 minutos de Cangas de Onís permanezca ignoto este hermoso rincón. Seguimos la carrera hasta el final del pueblo, donde encontramos un lugareño. Le hacemos las preguntas obligadas y obtenemos una sustanciosa mejora en la ruta a seguir. Hay que dar marcha atrás y seguir la primera pista que aparece por la derecha. Para Juan Carlos fue visto y no visto y, en menos 386
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tiempo del que se necesita para contarlo, alcanzamos el punto del que habríamos de partir. Dejamos el coche y contemplamos el valle del Sella. De los Picos de Europa ni rastro. La niebla no levantaba pero teníamos tantas ganas de caminar que nos lanzamos a ello. Y allá fuimos. La pista era como todas. A la izquierda repoblación de pinos cautivos en tubo de plástico y por la derecha monte bajo. Cuando llegamos al primer cambio de vertiente, desde una colladina, mejoramos el paisaje que teníamos en Las Rozas. A medida que dominamos mayor altura encontramos algunos indicios de que la niebla podría desvanecerse, pero el optimismo no terminaba de llegar. Paso a paso llegamos a otra collada y seguimos ya hasta el final por la cara E del cordalín. Aquí nos esperaba la foto: los Picos de Europa, los macizos occidental y central aparecieron rutilantes y, abajo, el mar de niebla del que acabamos de salir. Alcanzamos a ver hasta la Peña Beza, el Canto Cabronero y el Valdepino. ¡Fantástico!. Juan Carlos, que vivió en su infancia en Cangas de Onís, recuerda que el colegio le decían que por estas montañas se escondía un temible guerrillero del “maquis”, un “huido”, llamado Juanín. Por cierto, en una cueva cercana a la zona costera entre Ribadesella y Llanes fue muerto (no sé si por la Guardia Civil o a manos de voluntarios civiles) otro famoso “huido” de nombre Bernabé, que tenía un diente de oro por el que frecuentemente era identificado y le costó el sobrenombre de “Dientón”. El Sol ya asoma y hasta calienta, aparece la sed. En un manantial sacamos el desplegable vaso de plástico que porta Antón y atenuamos el secaño, no sin que Pepe se pregunte por la próxima diarrea. -Pepe, escucha: “Agua corriente, no mata gente”. La pista se ve mordida por numerosos argayos y pronto será impracticable para los 4 x 4. 387
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Iniciamos el descenso y de nuevo entramos en la niebla, aunque menos densa. El último tramo es de notable desnivel. Bien hicimos al hacer el recorrido en sentido inverso. Se ve perfectamente la collada que da paso a Vega Sebarga y adonde se llega por una pista análoga a ésta. Planeamos otra excusión por estos mismos parajes pero saliendo a este pueblo pongueto. Ciertamente descubrimos numerosas opciones en esta misma zona. A medida que bajamos, apreciamos mejor los efectos del temporal y las cuantiosas precipitaciones habidas. Algunos árboles caídos y grandes argayos dejaron sus huellas en el monte. A llegar al llano encontramos una piscifactoría que pertenece a la Consejería de Agricultura y Pesca dedicada a la cría y mejora genética de salmónidos destinados a la repoblación. Poco después encontramos al amigo Juan Carlos que se acercaba en nuestra busca. Partimos a averiguar donde comer y llegamos a Ribadesella.
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A LOS PUERTOS DE NAVA
A LOS PUERTOS DE NAVA
A los puertos de Nava se llega partiendo de Arenas de Cabrales. Aquí se deja el coche y se sigue un camino llano que va al N de la carretera y, paralelo a ella, se dirige al E. A 1 km del pueblo -aproximadamente- se cruza un arroyo; ahora se abandona esta vía y se empieza a subir campo a través por prados, que están separados por sebes de avellano; estando atentos se puede descubrir un sendero que lleva a unas cabañas. Tras pasarlas entramos en un pedregal calizo; al comienzo hay varias encinas de gran tamaño, después sólo queda carrasca a la derecha y a la izquierda el roquedo desnudo. Se sigue una amplia senda cincelada en la roca, a tramos, y con grandes piedras de refuerzo a la derecha. Al frente se ve el cantil sobre el cual el camino describe una cerrada curva a la izquierda; a la derecha el desnivel es muy fuerte pero no hay problema alguno para el caminante. Se va faldeando la sierra de Juan Robre; atrás queda Arenas de Cabrales; abajo y al frente profundamente encajado- el río Cares; desde aquí se aprecia perfectamente el color verdoso del agua que da la impresión de gran transparencia. Se gana después una cascada de gran altura que se salva por un pequeño puente de hormigón con barandilla. El camino está perfectamente conservado y es de gran belleza la diagonal que traza en la ladera. Ahora encontramos unos robles a derecha e izquierda y damos sin ningún peligro la curva que vimos desde abajo. Tras otro recodo, éste a la derecha, llegamos a un pequeño poljé, con muchas cabañas, casi todas en 389
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uso, que se recorre cómodamente. Al fondo a la izquierda se ve un pico (900 m) y a la derecha una collada, al alcanzarla, vemos asomar al S las más altas cumbres del macizo Central de los Picos de Europa (Neverón de Urriello, Naranjo de Bulnes, Peña Castil, y hasta la collada de Horcados Rojos); al SE, al otro lado del Cares, al final de un sinuosa carretera, está Oceño; al E se abre un paisaje de grandes cortadas, sumamente agreste. Asentado en una ladera hay un pueblo, Cáraves; y más abajo, siguiendo el curso del Cares, se adivina Trescares. En estos puertos pastan gran cantidad de vacas, caballos, ovejas y cabras, entre el 1 de noviembre y el 1 de mayo. Los vecinos de Arenas tienen derecho a llevar su ganado a pastar -con cualquier número de cabezas- y también los de Cáraves (la administración la llevan los de Arenas). En estas camperas no se aprecian las divisorias pero están amojonadas -los límites se establecen mediante finsos- y cada uno recoge la yerba -para henificar- de su parcela. En noviembre volverá el ganado al pasto común. Este uso del suelo permite que, una vez segada y recogida la yerba, el pasto sea comunitariamente aprovechado. Algo parecido sucedía en Aveno (Vega de Poja, Siero) que se mantuvo hasta 1920; también en la Llosa de Viango funciona el régimen de pasto y siega con un modelo similar. Este aprovechamiento comunal de la tierra constituye un último vestigio de la vieja organización colectiva que permitía la explotación de pastos después de levantar las cosechas y que, bajo formas diversas, se conserva en varios puntos de la geografía provincial. El Cares corre -en su tramo final- por la depresión que recorre el centro y oriente de Asturias, inmediatamente al S de las cadenas litorales. Es una fosa tectónica. Una unidad geológica -significativa- dentro de la Cordillera Cantábrica, que se considera de alto interés geológico.
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PICO PUTRACÓN Y PEÑA SALGADA
PICO PUTRACÓN Y PEÑA SALGADA DESDE SANTA MARÍA DEL PUERTO (SOMIEDO)
Nos dirigimos hoy a la braña de Santa María del Puerto, por la autopista A66 de Oviedo a León, en Piedrafita, cogemos la que conduce al puerto de Somiedo. También podemos ir por Cornellana y Belmonte. Ya en la braña se recomienda aparcar el coche ante el bar que hay en la primera casa a la izquierda (procedente de Pola de Somiedo). El camino que se ha de seguir sale hacia el E por encima de la citada braña. A la derecha quedan grandes prados de forma irregular cercados por paredes de piedra. Encontramos un depósito de agua y seguimos hasta un reguero que llega por la izquierda; por su margen derecha hay campera, a mayor altura crece monte bajo y en la izquierda piornal. Este corto valle es el que seguiremos. Poco a poco vamos separándonos del arroyo y ganando altura hasta llegar a su fondo. Aquí hay restos de construcciones y una de ellas parece un túmulo desventrado, seguramente son las ruinas de una cabaña que se rodeó de tierra para formar un parapeto de defensa (en esta zona hubo importantes enfrentamientos en la última guerra civil 1936-1939). Torcemos a la izquierda y subimos por una ancha canal. Una vez arriba (este pico se llama El Diente) divisamos una estupenda panorámica hasta El Cornón por el O, el valle de La Peral, el pico El Mocoso y la carretera del puerto. Es una vista muy aérea y la caída al N es casi vertical. Desde aquí, cresteando justo por el borde, hacia el E, llegamos al Putracón. El camino se hace salvando pequeñas fortificaciones y trincheras casi aplanadas por el paso del tiempo. Desde el 391
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Putracón se repite la vista anterior y se gana profundidad del valle hacia Pola de Somiedo así como las brañas de Momián, Tchamardal y Valdecuélebre. Se mantiene la verticalidad a la izquierda en el sentido de nuestra marcha. Seguimos avanzando hacia el E y, tras rodear un embudo, subimos a una collada. Ahora vemos la cima de Peña Salgada, la cruz de cumbres y una alambrada. La panorámica es menos espectacular que las anteriores pero más completa. Al E se abre un circo que alimentó un brazo del glaciar que, por la braña de Sousas, llegaba a Lago del Valle; al fondo, en el mismo sentido, Peña Chana, Torre Orniz, y hasta Peña Ubiña. Se ve perfectamente el nacimiento de los pequeños arroyos que forman uno de los ríos que nacen en las cubetas de sobreexcavación originadas en tiempos glaciares y que confluyen en La Cueta, ya en la provincia de León. Algunas de las cumbres que vemos son horns modelados por su pasado glaciar. Es el caso de El Cornón y El Cornín. En la cabecera del río Somiedo se acumularon depósitos glaciares que posteriormente han sido modelados por el agua, como se ven perfectamente en la bajada del puerto, a la derecha, debajo de Peña Salgada. También se distinguen los depósitos fluvioglaciares acumulados al pie de la braña La Peral diseccionados por el río que nace en la collada La Festietcha. En la última glaciación bajó por este valle una lengua de hielo que se unía a la que se formaba en la cara N de las cimas que hoy coronamos y seguía valle abajo hacia Pola de Somiedo. En un incendio que hubo en 1990 cerca de Santa María del Puerto -tierras con aguas vertientes a León y administrativamente asturianas-, en la margen derecha del río del Puerto (afluente del Sil), explosionaron numerosos artefactos a causa del calor, restos de los bombardeos de los tiempos de guerra civil. Aquí, y en aquel enfrentamiento, se sitúa la acción de la novela “La montaña rebelde”, de Juan Antonio Cabezas, de la que se hizo una película con el mismo título. Los caminos interiores en Asturias eran de herradura o senderos, 392
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construidos por sextaferia o por los concejos. Marcillac viaja por Asturias en 1807, por la costa, y del interior dice: “[] si se quiere tener una idea del caos de la naturaleza y disfrutar de todos los horrores, es necesario visitar Asturias []” En 1784 pide Jovellanos a la Junta de Caminos que se informen “[] de las personas más inteligentes y prácticas del país, a fin de acordar la dirección de caminos interiores y traviesos para que sea más proporcionada a la mayor y mas general cantidad de tráfico interior del Principado []” La carretera del “puerto seco” de Somiedo se programa en el Plan General de Carreteras del Estado aprobado en julio de 1877, que en 1891 llegaba a Belmonte, estaba en obras el tramo siguiente hasta La Riera y se abre al tráfico en 1929. Impulsor de gran parte de las obras públicas finiseculares fue Lino J. Palacio, director de Caminos Vecinales. Con esa trama viaria y siendo gran parte de los habitantes de Somiedo vaqueiros trashumantes, es fácil imaginar los desplazamientos junto con sus ganados. A mediados del s. XVIII tenía el concejo 6.283 cabezas de ganado vacuno; 285 el coto de Aguino y Perlunes y 2.086 los de Gúa y Caunedo. A esta cabaña se le ha de sumar la de caballos, ovejas, cabras, cerdos; y con toda esta impedimenta se trashumaba. Por este puerto de Somiedo pasó d. Enrique de Trastámara, guardado por los caballeros asturianos Gonzalo Peláez y Pelayo Flórez para “... guardarle y defender le si hallase en Asturias mal acogimiento...” camino de su fortaleza de Noreña. 393
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Bajando hacia Pola de Somiedo hay un pueblo llamado Gúa. En él quedan los restos de un, modesto, monasterio fundado por las bernardas en la primera mitad del s. XII, reinando Fernando II.
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PEÑA MORA
PEÑA MORA
Peña Mora es una formidable atalaya para contemplar algunos de los más bellos paisajes del Principado de Asturias. El antiguo Macizo Asturiano -resto de una gran cordillera surgida en el plegamiento Herciniano (-300 millones de años) y que se remozó por el Plegamiento Alpino (-50 millones de años)- se extiende entre la cercana Preña Prieta y termina por el O en la sierra de El Caurel. Se extiende paralelo al litoral a lo largo de casi 250 km, que por tierras asturianas se enmarca entre Peña Mora y el Pico Miravalles. Se parte del pueblo leonés de La Uña (1.150 m) al que se llega por la carretera 635 de Oviedo a Riaño a través del puerto de Tarna (1.490 m). Una vez en La Uña se sigue la calle que va hacia el río Riosol (que, tras enriquecer su caudal con otros aportes, forma el Esla). Lo salvamos por un puente de reciente construcción y seguimos el camino que, poco después, sale a la derecha por encima de una casa; por la izquierda sale una pista y un poco más allá desemboca el río Carcedo por la margen izquierda del Riosol. El camino tiene poca pendiente y es de cómoda marcha. Se aleja del río Carcedo, cruza un roquedo, dejando a la derecha un monte con hayas de escasa altura, y sale a unas amplias praderías llamadas de Lario. Aquí confluyen dos vaguadas muy abiertas (por una de ellas llega el camino desde Polvoredo) que desembocan por la derecha y originan un arroyo que termina en el río Carcedo; al frente hay un prado, cercado por una consistente pared 395
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de piedra, con una cabaña. Pasa por la parte inferior del prado, atraviesa un piornal, después desciende hacia el río, pasa una portilla y se adentra en los terrenos comunales dedicados a pasto. Se cruza una estrecha franja de hayas y se desemboca en una gran campera orlada de arbolado; al otro lado del río, en su margen derecha, hay monte bajo. A la izquierda, al fondo, se levanta Peña Ten y entre ésta y nosotros se sitúan los puertos de Fonfría. Al otro lado del río hay una construcción con tejado de uralita para cobijo de las numerosas cabezas de ganado que por aquí pastan. Se sigue ahora el curso del río -venido a menos y convertido en regato- y pronto aparece a la izquierda otra construcción aunque mucho más pequeña que la anterior. Desde aquí, hacia el N.NO, se arriba a los citados puertos de Fonfría. Siguiendo hacia el E por el ancho pasillo tapizado de hierba que el agua ha excavado, y se va dejando a ambos lados monte bajo. A la derecha -falda N- hay muy escasa vegetación y la piedra está desnuda; mientras a la izquierda -falda S- las ericas forman una densa masa y alcanzan considerable altura. Al final llegamos a dar vista a la cabecera del circo glaciar que se formó en la cara N de Peña Mora dando vista al extremo E de los puertos de El Arcenorio. En El Arcenorio había una casa-alberguería, con capilla, vivienda y establo, donde el casero, entre otras obligaciones, tenía la de suministrar eslabón, piedra, yesca y leña a los caminantes. Aquí merece la pena detenerse: al O, Ten, Pileñes y el espinazo del cordal de Collau Zorro; al N el puerto de El Arcenorio en primer plano, después el monte Peloño, el Sen de los Mulos y El Niajo (1.732 m); al NE Oseja y Soto de Sajambre, y el borde del Macizo Occidental de los Picos de Europa. Siguiendo un sendero por la derecha se encuentra una fuente, se bordea un gran peñasco por la derecha y se llega a la collada de Valdemagín (1.715 m). Tenemos a la izquierda Peña Mora y a la derecha Peña Negra 396
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(1.848 m), entre ambas nace río Zalambral, que después sigue por el pueblo de Pío y termina en el Sella. El camino de aquí a la cumbre de Peña Mora es peligroso porque a la izquierda cae la vertical de la pared del circo. Conviene alejarse varios metros. La panorámica es impresionante al cumbrear. No se abarca más que antes pero sí mucho mejor. Es una vista más aérea y con una penetración en el paisaje más profunda. El regreso se hace por el mismo itinerario. La Uña figura en el Madoz con 23 casas, mal clima (dice: nevoso), muy pobre agricultura y únicamente destaca la riqueza ganadera. Actualmente tiene una población envejecida y con pocas posibilidades de renovación demográfica. La mayoría de las parejas jóvenes se fueron a Madrid, Barcelona o Asturias. En el bar que está junto a la iglesia nos atiende un alegre tabernero que fue guarda de caza hasta su jubilación hace 3 años. Nos cuenta, sin pena aparente, el declive del pueblo y lo poco dispuesto que se encuentra a abandonarlo, aunque sea para ir junto a sus hijos. Las vacas que vimos al subir son restos de la rica cabaña ganadera que tuvo. Hace tan sólo unos 15 años contaba con más de 600 cabezas de ganado mayor y unas 300 entre cabras y ovejas; y todavía, había espacio para los grandes rebaños de merinas trashumantes. En toda la zona abunda la caza mayor. Especialmente en la parte asturiana. A lo largo del camino hemos visto numerosas hozadas de jabalí. Otras especies tienen hábitos más crepusculares, o no dejan rastros de su actividad. Nació la carretera que nos trajo desde Oviedo, con el Plan de Carreteras Provincial que propone la Diputación de Oviedo en 1863 para que se construya de Pola de Laviana a León. Fue aprobado en 1877 dentro del Plan General de Carreteras del Estado y se abrió al tráfico rodado en 1935. 397
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En 1840 se formó una sociedad anónima para construir la carretera desde La Uña, por Ventaniella y Tobaos, hasta Cangas de Onís. A punto estuvo el valle del Nalón de tener enlace ferroviario con León porque en 1871 la compañía férrea de La Robla a Valmaseda propuso a Hulleras del Turón la construcción de un ferrocarril por el valle del Nalón y Tarna para llevar carbón a Bilbao en la última guerra civil. El puerto estaba defendido por Manuel Sánchez Noriega (El Coritu), y fue tomado por Muñoz Grandes.
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COLLADA DE OBRANGO
COLLADA DE OBRANGO
Emprendemos la ruta hacia la collada de Obrango. Nos dirigimos a Cangas de Onís y allí tomamos la carretera que va al Pontón hasta el puente Los Grazos, en él la que conduce a San Juan de Beleño. Llegados a Las Mestas dejamos a la derecha el ramal que va a Taranes y en la siguiente bifurcación, que sale a la izquierda, la que va a San Juan de Beleño. Seguimos por la derecha a Sobrefoz, que es estrecha y sinuosa. A la izquierda se ve el hermoso “beyo” sobre el que se asienta el pueblo de Sobrefoz (sobre la foz). Poco antes de llegar nos salpica una hermosa cascada que muchos metros más abajo enriquece el río que baja de Ventaniella; ambos forman el río Ponga, que desemboca por la izquierda en el Sella. Desde Sobrefoz se sigue la pista que va a Ventaniella y, para aprovechar bien el paseo, es mejor dejar el coche al poco de salir del pueblo porque este valle no tiene desperdicio en ninguna época del año: los prados están siempre verdes, el hayedo que sube hasta el inicio de la caliza y las cumbres del Tiatordos y Maciédome, en la margen izquierda del río, constituyen un paisaje privilegiado. En 1840 se constituyó una sociedad anónima para construir carretera desde La Uña por Ventaniella y Tobaos, hasta Cangas de Onís, y hacer navegable el Sella hasta esta villa. Dejamos a la derecha la construcción llamada La Venta -edificio de piedra levantado en 1909, suponemos que para desarrollar las funciones que su nombre indica- y seguimos hasta el primer riachuelo que aparece por la 399
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izquierda. Es el río Tornerín, que ha recibido un poco más arriba el arroyo Arcemil. Hay un ensanchamiento a la izquierda, se cruza el puentecillo que salva el río y se tomamos el camino que sale a la izquierda. El itinerario es difícil de describir y más de recorrer, pues se pierde y algunos tramos se han de hacer monte a través. Siempre se debe seguir el camino principal hasta un punto en que acaba en el río. Discurre por un bosque de hayas -es el monte Montorio o Travesedo- de gran hermosura (así imagino el de Robín Hood, sta. Genoveva de Brabante, Astérix, Merlín, etc.). Al llegar a un punto en el que hay un prado a la izquierda (es el último de este corto valle) se ha de salir del río, saltar una empalizada que da al citado prado, después enfilarlo hacia arriba, salir de él al bosque por el ángulo superior izquierdo y subir desviándose algo a la derecha hasta alcanzar el monte bajo de helechos y algún piorno que desde abajo se veían. Si no se consigue y se remonta el curso del arroyo llega un momento en que se hace impracticable y se ha de pasar al piornal que en este sitio será mucho más espeso y difícil de andar. Una vez aquí sólo hay que seguir alguna de las muchas sendas de ganado e iremos ganando altura suavemente hacia el SE. La collada se ve perfectamente, es imposible perderse, ni tan siquiera desorientarse. Es el momento de volver la vista atrás (antes, los árboles no dejaban ver el bosque). El hayedo que abandonamos ofrece su rica paleta de colores cálidos. Del valle de Ventaniella se ve la armadura de los prados separados por espesas sebes; y El Maciédome cierra la vista con su corona rocosa sobre una repisa. El Cordal de Ponga se prolonga al N a partir del Maciédome por la collada de Pandellanza hasta el Tiatordos. La masa boscosa en la que estamos es parte de Redes (Reserva Regional de Caza de Caso, nº 6, con 298,34 km2), enlaza con Infiesto (Reserva Regional de Caza de Piloña, nº 9, con 104,92 km2) y se prolonga hasta Posada de Valdeón. Esperamos que el PORNA sea un instrumento eficaz para la protección de esta franja de la Cordillera Cantábrica que tiene tan alto valor ecológico. Actualmente es Reserva Regional 400
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de Caza de Ponga, nº 10, con 200,82 km2 (Ley 2/1989, de 6 de junio, del Principado de Asturias), y sus principales bosques son de hayas y de robles. En ellos habitan gran parte de los vertebrados propios del bosque templado atlántico. Éste adquiere especial importancia porque aquí había un pequeño pájaro carpintero (rayado en blanco y negro, rojo en el obispillo y en la coronilla) llamado pico mediano, siendo el único lugar de Asturias en el que aparece de manera constatada. Ahora entramos en la parte alta del bosque y encontramos varias hayas, de gran porte, derrumbadas por el viento (sus raíces tienen un desarrollo superficial, que ocupa varios m2, pero profundizan poco; por ello son arrancadas por los vendavales con cierta facilidad). Apenas hay sotobosque y la campera cubre un suelo que invita a la siesta. Los montones de piedras que encontramos en la collada son restos de las cabañas que antaño coronaban la campera. Se conocía esta majada como La Campera. Estamos en el corazón del monte Peloño. Al E, a nuestros pies, nace el río Ruaguín. La cumbre que en la collada tenemos a la izquierda mide 1.646 m y es conocida como La Peña (o El Cueto, de 1.666 m); en un segundo plano, también a la izquierda y al NE aparece tumbado el pliegue del Sen de los Mulos y el camino que llega de la collada Granceno y lo corta por la base. A la derecha las estribaciones de Peña Pileñes (2.021 m); al E, El Niajo; al fondo Canto Cabronero, Beza, Vegabaño y El Jario. Por último el Macizo Occidental de los Picos de Europa. Sobrefoz es un pueblo pequeño, con una recoleta plaza ante el bar. Si se avisa al subir, se puede comer buen pote y carne asada. En el cercano pueblo de Caranga, casó una señora noble con un vecino plebeyo. Al fallecer éste, y sin sucesión, legó parte de sus bienes a los apellidados Cortina y Traviesa, parientes del difunto marido y que pertenecían a estado llano, con las siguientes condiciones: 401
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“...que los predios legados serían para varones, después de tomar estado y residiendo en la parroquia, y que cada cuatro años se hiciese una nueva división entre Cortinas y Traviesas (apellidos) []” Lo que sigue en vigor y se realiza con la periodicidad que establece el legado. Este tipo de testamentos es bastante frecuente en Asturias. Muy parecido es el que hay en Cordovero (Pravia) con la finca cercana a la iglesia parroquial y llamada “La Llousina”. En San Juan de Beleño, en casa de Varades (o Baraes), se conserva un libro titulado “Becerro de sus muchos y encumbrados linajes”. El concejo de Ponga poseía dos privilegios de Enrique III: uno de 29-IX-1394, dado sobre el Real de Gijón, por su servicio a las huestes del concejo, con gracia de libre pasto para los ganados de Ponga en todo el Reino; y otro de 20 de agosto de 1395, para los hombres buenos, hidalgos y pecheros ponguetos, ampliación del anterior, confirmado por el mismo monarca en Turégano, en 1402 y, sucesivamente, por los reyes Juan I, los Católicos, Carlos I y su madre dña. Juana, los de la Casa de Austria y de Borbón hasta Fernando VII.
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COLLADA DE CUEVARROBLE
COLLADA DE CUEVARROBLE
Se parte de Orlé, adonde se llega desde Campo de Caso, siguiendo el camino a Conforcos. Va a la orilla del río y no tiene pérdida. Es ancho y, con muchos tramos empedrados para evitar la formación de barrizales, casi llano hasta encontrar el primer puente. Después de cruzarlo hay un repecho. Se bordea un prado -del que emergen algunas rocas de caliza- que queda a la misma mano y muy pronto aparece un puente, de traviesas de ferrocarril, a la izquierda; se cruza y ya estamos en el camino que nos lleva a Fresnedal. Los puentes que pasamos son buenos para deleitarse contemplando el curso de los ríos: rápidos, de agua cristalina que rompe formando cascadas que crean pequeños pozos, y dan una visión muy refrescante. Vamos bordeando la Riega Fresnedal, al principio, bajo un túnel de vegetación. Se mantiene el empedrado. Poco a poco nos vamos alejando del río y el camino se hace más pendiente. Llegamos a Fresnedal. Son prados grandes cerrados por sebe y pared. Tienen, la mayoría, una cabaña. Algo más adelante se inicia un descenso (este es un buen lugar para contemplar la densa formación vegetal que tenemos al frente). Al llegar al río se deja a la derecha un camino que se adentra en el hayedo y se sigue por la izquierda. A la misma mano queda un prado bastante extenso. Subimos una pequeña rampa y tras el descenso se llega de nuevo a un arroyo. Aquí se pierde el camino y lo mejor es seguir las sendas hechas por las vacas en la margen izquierda. A medida que ganamos altura, el bosque se hace más ralo hasta desaparecer por la derecha 403
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el arbolado; por la izquierda se mantiene. Este tramo es bastante pendiente y es mejor subir en zig-zag por el hayedo. La llegada a la collada permite la visión completa del monte que atravesamos y también del que hemos dejado a la derecha (monte La Infiesta), en la vertiente SO de la sierra de Buceñao y la S de Peropinto. Llegados a la collada encontramos: un hermoso ejemplar de acebo, hayedo al frente y a izquierda y derecha monte bajo de helechos. Desde aquí se ve (NO) parte del camino que seguimos cuando fuimos a Piedrafita; y hacia el E el Porrón de Valdunes (está a la llegada a Conforcos a la derecha). Sorprende un ancho pasaje que desde la collada sale a la derecha (E.SE). Lo seguimos tentados por el cómodo trazado que tiene e intrigados porque no se ve claro a dónde puede conducir. A los lados hay helecho, después entramos en hayedo de nuevo quedamos prendidos por el pasmoso encanto de esta formación boscosa: limpia, sana, con árboles de gran tamaño, algunos caídos por los fuertes vientos que desde el N y O -son aquí los dominantescastigan la zona. En algunos sitios encontramos robles pero la especie más abundante es el haya. El camino se pierde un poco. Se dobla un cantil y la nueva visión del bosque es de ensueño. Llegamos a un pequeño río que se desploma en escalera y forma pequeñas cascadas de un par de metros de altura con pozos sobre un lecho de pizarra. El conjunto parece diseñado por un califa para el jardín de su favorita. El silencio, la belleza, la expectación ante la aparición de un animal, hechizaron el momento de la llegada. Este camino fue abierto con el fin de sacar madera. Tras talar los árboles en las zonas de difícil acceso se transportaba por aquí, se arrojaba por el precipicio, y caía en un lugar desde el que se podía cargar en vehículos aptos. Tras fijar la imagen en nuestra retina, emprendimos el regreso hasta la collada de Covarroble, de la que habíamos partido. Seguimos de frente para salir al camino que va de Orlé a Piedrafita. Lo encontramos en la misma collada, es ancho y está bien marcado aunque 404
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bastante pendiente. Vamos a través del hayedo. Salimos a las cabañas del Argayo y del Cubilón, y al camino que desde Orlé nos llevó en otro maravilloso día a la majada de Piedrafita. Está empedrado en la mayor parte del recorrido. Cuando llegamos al nivel del río pasamos los tres puentes de nombre sonoro y cargado de sentido: Vallualtu el primero que encontramos al bajar, Vallumediu el segundo, y Vallubaxu el tercero. La llegada a Orlé se hace -los últimos m- por el mismo camino del comienzo.
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MAJADA DE CONFORCOS Y FOCES DE MALORDAÑA 28 de diciembre de 1991
Partimos del pueblo de Orlé (578 m), perteneciente al concejo de Caso, donde confluyen el río Orlé y el riego La Requesada. Tomamos el camino que bordea el río y sigue hacia el E. Ya no hay pérdida hasta llegar al final del recorrido en la majada de Conforcos. Tiene firme y trazado verdaderamente excelentes, piedras colocadas a modo de calzada, y las pendientes a remontar son suaves y escalonadas. 100 m después de haber abandonado el pueblo dejaremos el camino que sale a la izquierda de nuestra marcha y seguimos por la derecha. El espacio agrario está constituido por prados de diente y siega (de regadío los más próximos al río). Aproximadamente a 1 km quedan atrás los prados y cambia la vegetación; por la izquierda, monte bajo principalmente de ericas y cotoyas. A casi 2 km de la salida aparece un buen camino por la izquierda (N.NE) que conduce a Fresnedal (1.100 m); pero ésta no es nuestra ruta. Seguimos por la derecha. El río es de gran belleza, típico de montaña. Produce cascadas que terminan en pequeños pozos; las piedras de sus orillas están cubiertas de musgos y helechos que dan una luz peculiar; la vegetación superior está constituida por: sauces, alisos, robles, hayas, algún serbal y también mostayos. Cruzamos un puente y la pendiente se hace más pronunciada. A nuestra izquierda hay de nuevo monte bajo y al otro lado del río se ve hayedo, peñascos de caliza; y grandes farallones que impiden el desarrollo de 406
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más extensas superficies arboladas. Es el dominio de los rebecos en las empinadas laderas del pico Valdunes (o Requexón). En la majada de Conforcos (sobre los 1.000 m) aparecen matas de acebo. Entre las cabañas destaca la primera a la derecha por su construcción, por el hermoso camino de acceso y la fuente que tiene próxima. Un poco más adelante están las foces de Malordaña, estrecho paso que se puede atravesar cuando no lleva agua. Aunque supone algún esfuerzo bien merece la pena avistar la recoleta majada -de Malordaña- a la que se abre: una serie de cabañas (aunque algunas muy deterioradas), una pradería, y las cumbres que la rodean dándole un recogimiento francamente placentero. El descenso puede hacerse bordeando la peña La Cueva tomando un camino que sale al O. Encontraremos un reguero y por él descenderemos hasta llegar de nuevo a la parte más alta de Conforcos.
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CANTU’L OSO 9 de octubre de 1993
Acceder a esta cumbre caminando desde Bezanes se convierte en una salida muy larga y en la que hay que salvar un notable desnivel. Bezanes se encuentra en la carretera C-235 de Pola de Laviana a Riaño. Desde aquí se camina por pista hasta Brañagallones. Es de gran belleza, atraviesa un hayedo y a la derecha se oye la trova del río Monasterio, que discurre profundamente encajado entre Peña Piñueli y la caída al O del Cantu`l Osu. Si la excursión es en otoño producirán grato impacto las pinceladas de amarillo membrillo de los bosquetes de abedules, pues formaciones importantes de esta especie abundan en esta zona. Poco antes de llegar a la majada, el camino aparece flanqueado por grandes ejemplares de acebo dando a los accesos una gran belleza. Brañagallones es una majada que tiene una línea de cabañas recostada en la cara occidental de esta cumbre, mientras otras se esparcen por la pradería. Destaca la masa edificada del antiguo refugio de caza reconvertido en hotel y todavía fuera de servicio, pero rompe la armonía una cabaña que levanta dos plantas. Es un verdadero chirrido. Otras están caídas y algunos techos están hechos con la banda de goma de cinta transportadora. Las que tienen más pretensiones se cubren con pizarra. La genuina construcción pastoril de la montaña casina es una cabaña de planta más o menos rectangular, de poca altura, cubierta por grandes losas, cuya misión fundamental fue acoger las crías de ganado y como secun408
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daria cobijar a los pastores. Brañagallones se asienta en un rellano colmatado por materiales de un torrente que viene de la falda O del Canto`l Osu y que forma un gran cono de deyección. Debe el nombre a la abundancia de urogallos que en tuvo en otro tiempo. Al entrar en la campera queda a la izquierda la alineación de cabañas y por esta misma mano se prolonga la pradería estrechándose al final entre los piornos de izquierda y derecha. Esta es nuestra ruta para subir al Cantu`l Oso. Continúa el camino y entramos en un terreno pedregoso, casi adoquinado por los materiales que arrastró el agua. Poco más arriba encontramos a la izquierda el lugar en el que el arroyo se sume (por esto no encontramos agua desde la vega). No hay pérdida. Seguimos subiendo, llegamos a un abrevadero, y poco después alcanzamos una campera con en la que luce su esplendor un gran espino albar. Desde aquí caminamos sobre hierba y enseguida encontramos en los vestigios de una majada. Ahora se ve a la izquierda la cima de la montaña elegida. El acceso más cómodo es bordeando esta antigua majada por la izquierda, siempre sobre hierba, y enfilando hacia la cumbre dejando a la derecha una zona rocosa de caliza muy modelada por la erosión y de difícil tránsito. En la cima hay una cruz con un buzón de montaña. El pequeño cordal que nace en La Peña`l Viento, se orienta de NO a SE y separa la Vega Pociello de la de Brañagallones. Tiene una peligrosa caída en vertical hacia el E y en la cumbre del Canto`l Osu alcanza su máxima altura. Contemplamos desde aquí toda la cabecera del río Monasterio enmarcada por Peña Piñueli, separada de El Cascayón por la collada La Felguerina; y el camino que lleva hasta el lago Ubalas procedente de La Felguerina. Este lago se aloja en falda NE de El Cascayón y desde aquí se aprecia la cubeta que lo aloja. Al O de El Cascayón se abre la collada de La Bezal y después se levanta la Peña`l Viento (2.012 m), seguida de La Rapaína (2.020 m) y La Rapaona. Al E se abre el valle del río Ablanosa y el Cuito Negro (en otros 409
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tiempos famoso refugio de osos), más allá el río Nalón y la carretera que trepa por la fachada O de la sierra de Cárdenas -cordal que parte del puerto de Tarna con El Abedular y termina en el Tiatordos- en la que se reconocen perfectamente el Maciédome y el hayedo de Pandellanza entre éste y el Tiatordos. Al otro lado se ve el valle de Ventaniella y, al fondo, la inconfundible línea crestada de los Picos de Europa. Cuando coronamos ya era escasa la visibilidad. Al poco tiempo comenzó a nevar un poco y apenas tuvimos tiempo para comer las manzanas con las que siempre nos obsequia Tomás. La subida tiene un gran parecido con la del Tiatordos. Se reproducen casi las mismas formas topográficas hasta coronar la cima. Estos montes de Caso gozan hoy de la figura de Reserva Regional de Caza e incluye casi en su totalidad el antiguo Coto Nacional de Reres. Ocupa casi 30.000 ha entre los 500 y los 2.022 m de altitud del pico Las Mazas. La fauna está constituida por urogallo, pito negro y pico mediano (la presencia de éste no está suficientemente constatada), en las zonas boscosas. En las zonas más altas hay perdiz pardilla, rebeco, y liebre de piornal. También hay marta, armiño, lirón gris y gato montés. Son muy abundantes el jabalí y el corzo. Ocasionalmente se pueden ver lobos y osos. Al regreso paramos en Soto de Caso y degustamos queso casín, jamón y embutido.
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COLLAU ZORRO
COLLAU ZORRO
Desde Cangas de Onís se toma la carretera que va al puerto del Pontón y en el puente Los Grazos la desviación que sale a la derecha y conduce a San Juan de Beleño. Durante varios km vamos dejando a la izquierda el río Ponga que corre presuroso hacia el Sella con cauce y curso propios de río de alta montaña. Dejamos a la derecha el desvío a Taranes. En este mismo cruce está el hotel Las Mestas. En la siguiente bifurcación seguimos hacia San Juan de Beleño, capital del Ayuntamiento de Ponga. Desde aquí se toma la carretera que va a Viego y a los pocos km un ramal, sin asfaltar, que conduce a la collada Les Bedules. Por esta pista podemos entrar -malamente- con el coche hasta la propia collada, unos 2,5 km. Hay una explanada y pocos metros más arriba la fuente Les Bedules y un abrevadero. Si bien hasta aquí el paisaje es hermoso y espectacular, el coche impide apreciarlo en toda su dimensión. Ahora, con la calma que impone el comienzo de la caminata nos felicitamos por poder acceder fácilmente a estos maravillosos rincones. Pero el día no había hecho más que empezar. Seguimos la pista entre grandes prados cercados por sebes. Pronto nos encontramos con la desagradable sorpresa de una construcción de hormigón y forma de cabaña alpina que rompe la armonía del lugar, pero tal despropósito no alcanza a restar encanto y belleza al paraje. 411
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A la izquierda, vemos Viego a vista de pájaro; y Peña Salón (1.237 m), que queda casi a nuestra altura y muestra la secreta canal que permite coronarla con facilidad. Atrás, se levanta El Pierzo (1.515 m), que es el último espolón septentrional del cordal de Collau Zorro; al E, al fondo, el Macizo Occidental de los Picos de Europa muestra su recortada silueta; en un plano anterior, el Pico Valdepino y el Canto Cabronero dejan adivinar el paso que, entre ellos, abre la Senda del Arcediano. Los últimos prados tienen hermosas cabañas de piedra. Es la majada de Caldes. Las más pequeñas se llaman beyales y están destinadas a guardar los terneros. Desde aquí se ve muy bien San Juan de Beleño y su ería. Llegados a la collada damos vista al valle de Ventaniella, al Maciédome, al hayedo de Pandellanza y se deja ver algo del Tiatordos: estamos en la Collada de Caldes (1.397 m). Un poco más abajo de este lugar está la fuente La Terenosa, donde nace el arroyo Vallizón, afluente por la derecha del río Ventaniella. Continuamos. Al poco de dejar la collada entramos en el hayedo -se llama Les Formes- y enseguida dejamos una fuente a la izquierda. El camino sigue siendo cómodo y sin pérdida posible. Seguimos entre hayas y, a medida que vamos avanzando, se deja ver en toda su extensión el Cordal de Ponga. También aparece el pico Collau Zorru mostrando su cara O: es la Pared de las Mulas, (el bosque de su base, por poniente, es el Monte Fana). Visto desde aquí parece difícil conquistarlo por esta cara. Al salir del bosque y llegar a la collada (de Pumerín, 1.518 m) contemplamos la cabecera semicircular del río Mojizo, el famoso monte Peloño, el Sen de los Mulos, El Niajo, Peña Mora y la collada Guaranga, que da paso a los puertos de El Arcenorio. A la derecha, en las estribaciones del Pico Luengu (1.798 m), vimos gran número de rebecos. Cambiamos de ladera y el monte Peloño muestra las grandes calveras que tiene, sobre todo en la falda E del Rasu (1.617 m), en la cuesta La Carba y, en general, en todo el sector asturiano. El bosque es más denso en la fracción leonesa. 412
COLLAU ZORRO
El camino sigue faldeando el pico Luengo, al poco trecho dejamos a la izquierda otra majada abandonada, es la de Bustantigu. Llega un momento en el que el camino trepa a la derecha en un zig-zag y pasa por la Cuenya Miraculos hasta llegar al Valle del Antiguo. Este último tramo se debe recorrer con precaución por la verticalidad que tiene a la izquierda. Llegamos a una pradería alojada en una especie de repisa o nicho, nos detuvimos con la intención de descansar y pronto nos vimos rodeados de rebecos. Estábamos callados procurando imponer el ritmo normal a nuestra respiración, cuando el viento nos trajo el siguiente diálogo: -Tírei, señor conde, tírei. -Oye, ¿no aparecerá otro con mejor trofeo?. -No, señor conde, este lo tengo vigilado para ud., es de los mejores de estas peñas. -Pummmmmmm. -Diói a la primera. ¬¡Que bien tira, señor conde!. -No creas, no es tan fácil como parece. He tenido que dedicar muchas horas, aunque reconozco que no se me da mal. -Pummmmmmmm. -Cagu’n mi mantu, este escapose. Val más dejalo señor conde. Movióse justo cuando i tiró usté. -Seguro, porque mi disparo fue perfecto. Bueno, búscame pronto otro. Nos acercamos sigilosamente al lugar del que parecía venir la conversación. Cuando llegamos sólo había unos cartuchos vacíos, un arrugado paquete de Celtas Cortos y medio puro de Cohiba. Aquí hay un glaciar de piedras y un gran corro. Sobre nosotros está la misma cima de Collau Zorro, y entre éste y el Pico Luengo hay una collada de fácil acceso llamada Les Cabres. Se faldea hacia el S y poco a poco vamos ganando altura. Llegamos a un nuevo rellano en el que hay un abrevadero. Continuamos por monte bajo y enseguida alcanzamos una collada (collado 413
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Paxarín). Desde este punto giramos al O y por campera llegamos a otra desde la que se ve de nuevo el valle de Ventaniella y todo el Cordal de Ponga. De ahora en adelante sólo hay que avanzar hacia el N por la falda O, mirando al valle de Ventaniella, casi cumbrendo. Se llega a la cima en poco tiempo. Tiene una cruz pintada de azul, una placa y el buzón de cumbres. Es un sitio en el que hay que moverse con cuidado porque la “explanada” es pequeña y son grandes los desniveles si hay caída. Hasta ahora se ha procurado no dedicar demasiado espacio a la descripción del paisaje esperando este momento porque ya imaginábamos que la panorámica sería impresionante. Son 360º que incluyen los Picos de Europa; la cordillera hasta perderse hacia el E; por el S Ten (2.143 m) y Pileñes (2.021 m) cierran el campo de visión. El Cordal de Ponga al completo desde El Abedular hasta el Tiatordos y, sobre todo, la rica masa forestal de los hayedos de Pandellanza, Ponga y Peloño. Probablemente las mejores panorámicas de Asturias se contemplan desde las cumbres de los cordales de Ponga y Colláu Zorro tanto por la superficie como por la variedad de paisajes. Cuando llegamos arriba todo lo difuminaba la niebla y apenas había luz para obtener las obligadas fotografías. El camino vecinal al monte Peloño se construyó aproximadamente en 1915 para que SS.AA, d. Carlos y dña. Luisa de Orleáns, practicaran la caza. De esa época podría ser la llamada Casa del Guarda que está, después de la Collada Granceno, en La Palanca, de notables dimensiones y que desde aquí se ve en ruinas. En 1912 se repoblaron estos montes con venados mandados traer de El Pardo por d. Carlos. Este mismo año de 1912 estuvo aquí cazando con su esposa, sus hijos d. Felipe y d. Rainiero, el Marqués de Hoyos, el Duque de Tarancón y el Conde de San Martín. De nuevo nos pareció oír: -Tírei, señor, tírei. Non se preocupe. Búscoilo yo, ya tráigoilo aquí. 414
COLLAU ZORRO
Estamos convencidos de que los cazadores están cerca. O alucinamos por el mal de altura... En 1830 se solicitó del rey, por conducto de d. Antonio Fanjul, representante de los concejos orientales, que una vez terminada la carretera de Castilla por Pajares, los arbitrios para ésta se destinaran a la de Ribadesella a Ventaniella, y así lo concedió Fernando VII el mismo año; pero no se cumplió, gastándose los recursos en la de Avilés, aunque el sr. Fanjul recurrió en queja con insistencia. Quedó sin carretera el Valle de Ventaniella y se pensó poco después en la construcción de la del Pontón, que se aprobó en 1852. Se terminaron las obras del tramo asturiano en 1880, pero hasta el alto del puerto no se gestionó hasta 1883, lo que consiguió el diputado a Cortes d. Enrique García Cañal. Consta que en 1915 el río Ponga tenía truchas y salmones. Se furtiveaba con polvos de gas y con zubón. Bajamos a comer cerca ya de Cangas de Onís. Y allí pusimos al día el cierre perfecto con la mesa. Unos chorizos, picadillo, tortos de maíz, callos, boronchos, quesos de Los Beyos y Cabrales, nos instalaron de nuevo en la plenitud.
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COLLADA DE VALDEBOIS
Desde Cangas del Narcea se ha de tomar la carretera que conduce a La Regla de Perandones, y una vez aquí la que conduce a Monasterio de Coto. Vamos por la margen izquierda del río Coto. Pasamos los pueblos de Vega Perpera, Tremado de Coto, Agüera de Coto, La Viña, y Vega del Hórreo. Después de este último pueblo, a algo menos de 2 km, aparece un pequeño molino en la margen izquierda del río, y poco después otro en la derecha (es el llamado molino de Salce). Unos centenares de metros más adelante hay a la izquierda una explanada amplia y un puente de reciente construcción. Aquí dejaremos hoy el coche y se inicia la caminata. Cruzamos el río y seguimos un ancho camino de firme de cemento que inicialmente presenta bastante pendiente, después se alcanza un rellano, encontramos unas fincas de labor y un pequeño pueblo totalmente escondido llamado Combo (no había señalización en la carretera). La mayoría de las casas son de piedra vista, algunas con antojana cerrada, todas con panera (los pegollos de las paneras tienen forma fusiforme muy achatada) y todas las construcciones con tejado de pizarra. Tiene una ermita dedicada a la devoción de santa Eulalia. Ofrece un bonito conjunto. El camino atraviesa el pueblo y sale por un castañedo con varios ejemplares notables. En los troncos de casi todos se aprecia el engrosamiento producido por el injerto, algunos tienen cerca un pequeño corro para depositar los erizos. Así pueden permanecer largo tiempo consiguiendo que 416
COLLADA DE VALDEBOIS
en el receptáculo se alcance un preciso nivel de descomposición y el fruto se conserve con la humedad necesaria para mantenerse fresco. Los montes que quedan a la derecha son los Tesos del Mosquito y detrás de éstos están los Montes de Monasterio. Los castaños nos acompañan largo trecho. Por la derecha circula el río. Se ven algunos prados pequeños. Llegamos a una bifurcación en la que seguimos por la derecha. A esta misma mano y en el monte vemos un cortín; por la izquierda y siguiendo el curso del arroyo del Teiciel se va a la braña del mismo nombre. En una segunda bifurcación hay otra llamada de Mestas. Las cabañas son de grandes dimensiones (una de ellas está caída) y en la solana hay un colmenar. Aquí también seguimos por la derecha (valle de Cimera). El camino no ha cambiado. Continúan el río y los grandes castaños. El cambio se produce cuando cruzamos un puente y casi inmediatamente una pequeña presa de regadío. Ahora nos alejamos del fondo del valle y empezamos a ganar altura. Dejamos el río a nuestra izquierda, el nuevo camino está tapizado por hierba corta que consigue acolchar muy gratamente nuestros pasos. Ganamos más visión a medida que ascendemos. Se acabaron los castaños y en la falda de la montaña de la izquierda hay algún roble y muchos abedules, en la de la derecha monte bajo de ericas y algún piorno. De nuevo cruzamos el río (todos los puentes están construidos con traviesas de ferrocarril). A la derecha hay un pequeño prado. El camino se hace más pendiente y aparecen algunos acebos. Continuamos. Hacen su presencia varios ejemplares aislados de carballo y abedul. Pronto llegamos a la braña La Cimera. Está situada en la solana y con abundante agua. Las cabañas son grandes, tienen cuadra para el ganado y un piso superior para la hierba. Todas estaban abiertas y algunas tenían pequeñas cruces de madera sobre la puerta. Lo más llamativo resultó ser el tejado. Era de tablas. Tan sólo una tenía grandes losas. Cerca de todas ellas crecen numerosos fresnos, que muestran las huellas de las podas de muchos años. 417
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A partir de aquí el camino se va perdiendo poco a poco. Se ven algunos ejemplares aislados de carballo, son los restos del espeso bosque de caducifolios que antiguamente pobló esta ladera. Ahora seguimos las sendas hechas por el ganado, aproximadamente, por el curso del arroyo. Hay que caminar entre ericas de gran tamaño y resulta costoso. En un punto determinado sale un desvío a la izquierda pero es difícil de encontrar y apenas hay referencia alguna y lo mejor será seguir las veredas que a esta mano aparezcan. De no acertar con la adecuada nos veremos obligados a caminar entre zarzas y ericas hasta la collada. No se aprecia más vida que la vegetal. Por momentos el silencio es un masaje para el alma. -Por favor, póngame dos horas de este silencio. -No puedo. Es de todos. -No me vengas con chorradas. Lo pago y listo. La collada se llama Chao de la Laguna. A nuestros pies se extienden los restos de los famosos bosques de Valdebois y de Seroiro. A la izquierda (S.SE) se sitúa la cabecera del río Aviouga (Biouga, en algunos mapas). Mirando en el mismo sentido se aprecia la muesca que deja la carretera a San Antolín de Ibias en la falda de la montaña y, detrás, el pico La Candanosa (1.680 m): el más alto del monte Muniellos y que constituye su cierre natural al SO. Desde la collada, a la izquierda, hay varias cimas a las que se puede ascender sin otro problema que la incomodidad de la piedra suelta de sus laderas. La loma de La Argasada, por la derecha. A la izquierda quedan La Carcabina y el pico Cazarnoso. Tiene una panorámica de 360º. Al S, cierra Muniellos el pico Candanosa y, por encima, se ve el Cueto Arbás y se distingue la oquedad que acoge su laguna; al N El pico Tonón (al otro lado está San Pedro de las Montañas); al E.NE Peña Manteca; al SO, O y NO la maravillosa sucesión de planos de las sierras peneplanizadas que le dan al occidente astur su aspecto 418
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apalachano, se adivina el valle del Navia y las proximidades de Grandas de Salime. Los bosques de Valdebois y Seroiro están principalmente poblados de carballos y abedules. Este pequeño cordal que se extiende entre el puerto del Pozo de las Mujeres Muertas y el puerto de El Connio se llama Sierra de Cazornoso. El descenso no tiene pérdida. Sale una senda que enfila hacia el N y en poco tiempo nos plantamos en la braña La Cimera. En Asturias empezó la expansión del bosque atlántico hace unos 10.000 años, después de la última glaciación, pero con la mejoría del clima también aumentó la población de humanos y su incidencia negativa sobre las superficies arboladas. El bosque no sólo produce madera, es una compleja integración de seres vivos, muchos de los cuales no pueden vivir fuera de él. Un dato revelador: la reducción de un 10 % de área supone la desaparición de la mitad de las especies que la pueblan. Spinozza (s. XVII) decía: “LA NATURALEZA DETESTA EL VACÍO”. El paso del Paleolítico al Neolítico fue decisivo por la importancia que alcanzan los procesos agrícolas y ganaderos al usarse el suelo para cultivos y pastos; más adelante vendría la minería, aperos, navíos, edificaciones varias, energía (ferrerías, fundiciones, calor). La franja atlántica en la que se sitúa Asturias atacó el bosque con los mismos fines que en cualquier latitud pero con medios diferentes. Aquí se opuso la guadaña al arado para el viñedo o las mieses, el pastoreo de vacuno frente al de ovejas y cabras El clima dominante desde la última glaciación, nuestra complicada orografía y esta acción antrópica han dado el paisaje que actualmente presenta. Asturias cuenta con una superficie de 10.565 km2, de los cuales 515,9 están protegidos. El resto permanece a la espera del desarrollo del PORNA. 419
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
En La Regla de Perandones se nota cierta actividad económica: casas de nueva construcción, varios bares (alguno con pretensiones de confort) y grandes camiones aparcados resultan indicadores de las preferencias de sus conductores. En este pueblo hubo un monasterio de la Regla de San Benito. Los pueblos que encontramos a partir de Regla de Perandones conservan la arquitectura propia de la zona astur-occidental: grandes superficies bajo techo, cubierta de pizarra de poca inclinación y los hórreos con pegollos de forma fusiforme achatada. El pequeño pueblo de Combo tiene cinco vecinos y 7 niños en edad escolar (cinco de E. G. B. y dos de B. U. P.). Los más pequeños han de desplazarse hasta la carretera para ser recogidos por el transporte escolar, a los mayores los va a buscar un Land Rover al mismo pueblo para asistir a sus respectivos centros en Cangas del Narcea. Cada vecino tiene un molino harinero hidráulico, aunque en desuso desde la llegada de la energía la eléctrica. Al regreso, en la braña Las Mestas, una familia, vecinos de Combo, compuesta por matrimonio y dos hijos, preparaba las cabañas para el próximo invierno. Tras el saludo y una breve conversación reanudamos nuestro camino, poco después fuimos adelantados por el menor de la familia -un chaval de unos 13 años- que regresaba al pueblo conduciendo un Pasqualí cargado de leña. Todos los miembros de la familia aportan su trabajo y se incorporan a otros niveles productivos cuando están preparados al margen de las normas al uso en las ciudades. Paramos a comer y nos sorprendió agradablemente el fracaso venatorio de una cuadrilla dedicada a perseguir jabalíes: subieron al monte y no cortaron ningún rastro. -Señorito, ¿cómo subió tan pronto?. Non cazó más que tres xabariles. -Te tengo dicho que no te pases, así no me creerá nadie. Bastante hago que sacrifico los domingos para hacer algo de deporte. 420
TRAVESÍA DEL PUERTO DE EL CONNIO-VALDEBOIS
TRAVESÍA DEL PUERTO DE EL CONNIO-VALDEBOIS 6 de julio de 1996
Ya nos habíamos asomado a este valle por el Chao la Argasada cuando subimos desde el molino de Salce (entre Cangas del Narcea y Monasterio de Coto) a la braña La Cimera. Paramos en el puerto de El Connio (1.316 m) y nos asomamos al valle del río Aviouga: todavía no se había decidido la ruta. Comentamos la belleza del lugar y la posibilidad de que fueran Pepe y Antón por la cimera hasta el puerto de Las Mujeres Muertas y que Juan Carlos los recogiera allí. Vuelta la vista al valle se nos ocurrió que no sería mala idea seguir la pista que conduce a Valdebois y de allí a Seroiro. El bosque de Valdebois fue famoso por extensión, espesura, y calidad de sus árboles, aunque en la actualidad está muy aclarado. Fue integrado en la Reserva Biológica de Muniellos y se está reforestando con especies autóctonas. Juan Carlos estudia sus posibilidades. Da un par de vueltas sobre sí y decide que iremos todos juntos a Seroiro. El cielo está limpio y el Sol todo lo inunda. Parece que será un acierto la elección de esta ruta con sombrajo. Una pista de reciente construcción arranca hacia el N cabalgando sobre la sierra Cazarnoso, y otra tiende a enterrarse en el valle. Al asomarse se ven sus primeros zig-zag hasta que la espesura la engulle. En los mapas están perfectamente señalizadas ambas. Seguimos la que baja al valle del Aviouga y parece que será muy cómoda. 421
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Desde los primeros pasos entramos en un túnel de bóveda verde y todo presagia un día espléndido. La pista traza unas ZZ en rápido descenso. A los lados, protegidos por tutores, crecen plantones de cerezos, serbales, abedules y acebos. Hemos pasado un tramo frecuentado por el movimiento peatonal y entramos en otro menos pisado. Hierbas altas y zarzas crecen en el camino de parte a parte, hasta tal punto que en algunos intervalos cuesta reconocer el trazado original. Hace pocos años hubo un gran incendio del que quedan los esqueletos tostados de los árboles. Como consecuencia creció un denso matorral. Llegamos a una camperina en la que queda un montón de piedras, sin duda resto de una construcción anterior, tal vez una cabaña. Hay que andar atento porque la hierba oculta el camino. Juan Carlos ventea y encuentra el paso rápidamente. La vegetación es envolvente. El calor, la humedad y los millones de moscas que nos asedian desatan nuestro nerviosismo. Aún no vemos el río y necesitamos llegar a su ribera para encontrar mayor frescura. Faltan los jíbaros y la mamba verde para sentirnos en el trópico. ¡Por fin llegamos a la ribera!. Hay prados que requieren vías de servicio y los caminos se ensanchan. Las moscas nos abandonan porque encuentran otros niveles de vuelo; el camino llanea; y el valle se abre. Caminamos con gran comodidad. En la margen derecha del río se mantiene espeso el bosque y sobre un crestón de cuarcita se asienta un cortín como un mascarón de proa. El riachuelo se vuelve accesible y el inefable Juan Carlos se coloca sobre un puente -sin jugarse la vida, ¡eh!- con pretensión de ser fotografiado. Antón, encantado, capta la imagen. Ahora reina la alegría porque sabemos que estamos en el buen camino. Desembocamos a la pista que, va a Valdebois. Llegados a un puente parlamentamos: hay que optar por seguir hasta Seroiro o regresar a la carre422
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tera en busca del coche que dejamos en el puerto. Breve fue el parlamento. Seguiremos hasta Seroiro. A los pocos centenares de metros encontramos unas construcciones sólidas aunque cubiertas de plásticos negros y abiertas a los vientos. Son garajes con cobijo hasta para 10 coches. Estamos muy próximos al pueblo de Valdebois. Cruzamos un torrente y llegamos a las casas. Tienen las paredes de piedra pizarrosa y tejados de pizarra plomiza. Lo que destaca son las antenas parabólicas que brotan de las paredes de las viviendas y en las colondras de los hórreos. Hay una gran panera espléndidamente decorada y, un poco más allá, una casuca. Una señora enlutada que entretiene a unos niños pronto entabla conversación con Juan Carlos y con Pepe, mientras Antón se aleja para recorrer el pueblo y obtener algunas fotografías. Le preguntan por el ganado y los pastos. Dice: -Teníamos cuatro vacas ya dos llevolas el saneamiento. -Pero... ¿cómo fue?. -Vino el saneamiento y dejonos con dos. Dijeron que las otras taban malas. Entendimos. Se trataba de la campaña de saneamiento de la ganadería en la que se encontraron dos reses enfermas. Buscamos conversación y nos cuenta que vive con su hijo menor, los otros se fueron para Cangas del Narcea o para Oviedo. Ahora vienen con la prole los fines de semana. -¿Tiene miel para vender?. -Natural, casera, sin trampa. A mil pts/kg. Incluso ofreció un trocito de rezumante panal. Antón mercó un kg. -¿Cuánto hay hasta Seroiro? 423
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-Según caminéis. A mí me lleva 21⁄2 h cuando voy a misa. El camino no tiene pérdida, y en caso de duda, seguid los postes de la luz. Parece fácil llegar. Nos entendemos con cierta dificultad. ¿Cuál será frecuencia del viaje a misa?. El Sol cae a plomo. Juan Carlos rebasa una enorme culebra y Antón le grita porque no avisó y casi la pisa. La sombra se espacia. Por la izquierda hay algunos prados y en la sebe crecen un par de cerezos cargados de fruto. Juan Carlos y Pepe las ven como la zorra a las uvas. Están inaccesibles. Llegamos al arroyo Abranedo y seguimos llaneando. El camino se ve en desuso. Se acaban los árboles y tememos que el Sol derrita las piedras. Al volver la vista atrás, observamos en la ladera S de la sierra de Cazarnoso un par de cicatrices con el aspecto de ser lo que queda de una cata romana en busca de oro. El espigón que tenemos enfrente son los riscos de Chao Pandela. Apreciamos la panorámica del valle del Aviouga y del bosque de Valdebois. Es notable la mancha de abedules que, desde El Connio, se extiende a Muniellos. Pasamos un cortín arruinado y bajamos hasta el reguero Llamoso. Estamos a un km de Seroiro. El pueblo que se ve a la derecha es Pradias. ¡Llegamos! Las construcciones son de pizarra. Vivienda, cuadra y hórreo están dentro de una portalada; y los caminos están emparrados. Con esta disposición es imposible fisgonear intramuros. La vecindad es simultáneamente cómplice y muy independiente. Nada extraño escapa a la vigilancia de los moradores. Cada vecino es un centinela. Funciona la autocensura porque siempre está en juego la reputación. Cansados y sedientos buscamos un bar. No hay y estamos derrengados. Ante el portalón de una de las casas nos sentamos a esperar el paso de alguien o despertar curiosidad. ¡Lo conseguimos! Sale un rapaz al que imploramos un poco de agua y, efectivamente, nos trae. Nos invita a pasar a 424
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la antojana y al poco tiempo se incorpora su padre (d. Enrique, que cumplió el servicio militar en África) interesándose por qué nuestra presencia y la ruta que seguimos. A nosotros nos interesa saber si las parras producen uvas para vino. -Mucho y excelente. Tengo pa tol año. El año pasao me ofrecieron a 200 pts/l. No hay oferta por nuestra parte. Se abren largos silencios. Por fin se anima y nos ofrece una prueba. Es blanco, joven, aromático afrutado, muy fresco. Nuestro anfitrión sabe de todo un poco pero, desprecia cuanto ignora. Preguntado por el dolmen de Pradias responde asegurando que es una sepultura mora (lo que él vio en África lo avala). Hay otra cerca de este pueblo, en Chao Leda, pero tiene sin duda el mismo origen. Hablando de posibles antiguas explotaciones de oro romanas, que no conoce, sí se interesó por el de Belmonte. Buscamos un teléfono para llamar a un taxi y regresar al coche. Vamos a la centralita pública. Al paso dejamos la casa, blasonada, de Meirazo (con escudo de armas de Uría) y llegamos al locutorio. Juan Carlos queda al pie de la escalera y Pepe en el rellano. Una mujer atlética, morena, con rasgos ligeramente angulosos, de indudable belleza, y muy lejos de las que describió Salazar en el s. XVI, se hace cargo de la situación y efectúa la llamada telefónica al taxi. Consigue contactar con uno de Cecos que nos recogerá. La misma mujer indica el camino y nos acompaña unos metros hasta abocarnos a la carretera. Llega el taxi. Es un viejo Ford Granada viejo y amplio. Vamos un poco tensos y, después de pasar San Antolín, Antón se pone nervioso. Por el retrovisor ve a Juan Carlos medir la frecuencia de sus pulsaciones. Intenta hablar pero la conversación no cuaja. Subiendo el puerto vamos rígidos. A 30 km/h se mueve el viejo trasto. Nos costó tres mil pts. En nuestro coche recobramos la tranquilidad. 425
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DESDE INFIESTO AL PICO FACÉU 22 de enero de 1994
Desde Infiesto se toma la carretera que va a Luzana. Sale muy cerca de la de Espinaredo y es fácil que pase desapercibida. Llegados a Luzana se deja el coche ante la ermita está dedicada a san Vicente y allí mismo empieza la andadura. Salen tres caminos y tomamos el del medio. A los pocos metros dejamos una casa a la derecha, el camino pierde su firme de hormigón pero continúa con el mismo ancho y buen trazado. A la izquierda queda el valle del río Espinaredo. Se ven las montañas de su origen, y la más emblemática: el Torno de Pandemules. Aproximadamente a 1 km se llega a una collada desde la que se avista el valle del río Marea y los pueblos que hay en este tramo de su margen izquierda. De sus nombres llama la atención Beloncio1 -que parece tener resonancias pre-romanas aunque está santificada la parroquia como san Pedro de Beloncio. Poco más arriba el camino se bifurca, y hay una cabaña. Seguimos el de la izquierda con temor a ser engullidos por el barrizal. Llegamos a una campera y después bordeamos por arriba un prado hasta llegar a otra collada desde la que también se pueden ver los dos valles. Más arriba se alcanza 1. Tal vez la capital de los llugones argandenos.
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a una pradería amplia, desde aquí se ve el camino que sigue ascendiendo faldeando la montaña. A partir de este punto se encuentran grandes tramos con el adoquinado perfectamente conservado. Son piedras clavadas en el suelo y rellenos los huecos con otras de menor tamaño. Ocupan el borde exterior grandes piedras más o menos prismáticas que aseguran cierta horizontalidad a la vía. Cada pocos centenares de metros destaca, a la orilla, una gran piedra que parece un mojón, pero no encontramos inscripción alguna. Esta calzada discurre siguiendo la línea de cumbres desde la collada de Arnicio hasta Infiesto. Su trazado le permite salvar los desniveles con pendientes muy llevaderas y mantener una excelente posición defensiva. A los lados todo es monte bajo. Se ven algunos caballos de perfil muy parecido al asturcón (acaso lo sean). Al llegar a la collada, en la que hay un poste con una antena que parece dedicada a comunicaciones telefónicas, están las ruinas de lo que antaño fue la ermita del Sellón. De aquí parte el camino a Omedal y poco más arriba sale a la derecha una pista que lleva a los pueblos de Moro y de La Marea. Sigue el camino adoquinado con algunos recorridos perfecto estado. En otros sitios los argayos lo desfondaron y el paso se estrecha. Lo peor es que cada desplome que se produce no se repara. Aparece la cima del Faceu y al rodear su base queda a la izquierda el pueblo de Tozo y un poco más adelante una gran majada, estamos en La Linar y, desde aquí, ya se ve la collada de Arnicio. Al Faceu se puede subir desde aquí enfilando recto monte arriba. Afloran rocas de caliza y en los rellenos crece vegetación de bajo porte. Parece un diente. Se sube perfectamente por cualquier cara aunque resultan más accesibles la N y la S. De nuevo llegamos a un sitio privilegiado; de fácil acceso, magníficamente situado para contemplar el sector central de la Cordillera Cantábrica, y hasta los Picos de Europa. La nieve nos acompañó desde los 600 m, nos obligó a esfuerzos suplementarios y motivó algunos abandonos. 427
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Así, un grupo coronó el Faceu y otro retrocedió hasta San Vicente para recoger la furgoneta y unirse a sus compañeros en La Marea para comer todos juntos. Los que coronaron bajaron a La Marea campo a través. Llegaron al Tozo y tomaron la carretera hasta La Marea. Llegados al bar de la cita lo encuentran cerrado pero se sienten atados por la palabra empeñada y aguardan. Pasado un tiempo prudencial se refugian en el otro bar (el de arriba). Cabizbajos, auscultaban el aire una y otra vez buscando el ronquido de nuestra querida furgoneta, y nada. La alegría llegó con un lugareño acompañado de 7 pequeñas cabras que se empeñó en dar una lección de Etología demostrando que las cabras, juntamente con algunos perros, son los animales más inteligentes. Recayó en Tomás la comprobación y lo único que nuestro amigo apreció fue que las cabras eran más inteligentes que el cabrero. Un coche se detiene, sale el conductor, y pocos minutos después guarda una cabra en el maletero. El anterior propietario del animal entra en el bar con paso firme, y emplea parte del dinero de la venta en enjugar su pena con una copa de orujo. La vida sigue. La única que apreciar un cambio notable será la pequeña cabrita. Pasado el episodio vuelve el silencio. El que tiene el oído más fino, salta y anuncia la llegada de la furgoneta. Vuelve la alegría y se cruzan supuestos: -Seguro que esos ya comieron. -Qué va!. No tuvieron tiempo. -¿Tú los crees capaces? -Claro. Ja, ja, ja,... Nos explican lo mucho que caminaron y que nuestros temores se debieron a un erróneo cálculo del tiempo empleado. Mala pata. Para comer 428
DESDE INFIESTO AL PICO FACÉU
“solamente” hay pimientos rellenos, cabrito, cordero, picadillo, tartas de almendra y avellana, y arroz con leche. Probamos de todos los platos. El precio final resultó satisfactorio. Ya en el coche, el cronista durmió hasta llegar a Oviedo. -¿Por dónde hemos venido?. ¿Visteis que barrizal llevamos a la popa? No era barro. Estaba la trasera del coche como pintada a pistola, llena de manchitas negras. Bajamos, olemos y palpamos intentando identificar el pringoso líquido que nos había salpicado. -¿Gas-oil?, ¿aceite? Lucas y Antón la llevan a las proximidades de un garaje antes de que pierda el negro mejunje que tanto nos alarmó. ¡Aceite!. Estamos contritos. Tememos que la avería sea grave y costosa.
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PICO HOSPITAL 29 de enero de 1994
Fue una excursión muy deseada. Pasó de proyecto, creció y salió bien. Fue camino de Santiago en uso hasta la fundación de la Pola de Allande, después, se consumió al aire del nuevo asentamiento y de las otras vías de comunicación que éste generó. Desde la capilla de La Mortera de Villarmilde se toma el camino, indicado por la concha de vieira, que sale por la cara N. Encontramos un mojón. Dejamos el camino que sale a la derecha e inmediatamente vemos una casa a la misma mano. Será la última que encontraremos. La senda es ancha, sube faldeando con desnivel muy llevadero dando vista a la gran línea de cumbres de los lejanos Picos de Europa y la cordillera Cantábrica que, nevada y esplendente, cierra la línea del horizonte por el E, S y O. Esta deliciosa imagen no sólo se mantiene sino que se alarga a medida que se va ganando altura y se cierra con 360º de visión en la cima. Se salva una alambrada que corta el camino, se dejan unos pinos a la derecha y aquí, después de una cerrada curva a la izquierda, se abandonan los últimos prados del recorrido. La ruta no tiene pérdida. Cambia de ladera a medida que se asciende. Cuando se faldea por la cara N se ve, muy cerca, el pico Mulleiroso (1.254 m) y en su base asoma la aldea de Besapié, donde nace el río Bárcena. Al fondo, el plomo del mar pinta un rasgo exótico en este paisaje tan poco litoral. 430
PICO HOSPITAL
Se llega a una campera en la que hay algunos montones de piedras restos de cabañas- y unos pocos pinos. El camino sigue siendo muy cómodo. Poco antes de llegar al reguero que está entre Porciles y Lavadoira se inicia una suave pendiente, después un camino a la derecha totalmente a contrapelo; aquí se gira a la derecha y se emprende la ascensión siguiendo unas veces trochas de ganado y otras monte a través. Si se bascula un poco a la derecha se llega a una pequeña campera en la que hay un bosquete de pinos, tras él emerge El Carondio, y al fondo el mar. Desde aquí, siguiendo la cárcoba que delimita los términos municipales de Pola de Allande y Tineo, se conquista la cumbre. -¡Formidable!. No hay otra expresión más definitiva. Desde el pico Miravalles hasta Torre Cerrado, 350 km de la Asturias interior y más de 100 de la marítima convierten esta cima en el ombligo del mundo. Los últimos metros están rodeados de un murete de piedra y en el centro hay una excavación a modo de pequeño cráter similar a la que se encuentra en El Panchón. Parecen restos de una fortificación de la última guerra civil. Ésta cumbre y la de El Panchón cubren y dominan, totalmente, el puerto de El Palo. Logramos reconocer bastantes cumbres: Peña Manteca, El Courío, el pico Torres, El Aramo, las dos Ubiñas, Peña Rueda, El Diente y El Putracón, El Cornín y El Cornón, Peña Canseco, Aguión, y hasta el desgarre de la Fana de Genestaza. Hacia el O la aparente planicie de la línea del horizonte es el aspecto que presenta este relieve, casi apalachano, de cumbres de igual altitud. Se ve El Carondio y adivina el valle del Navia, Grandas de Salime y Los Oscos. Hacemos un rápido descenso hacia los restos del antiguo hospital de Fonfaraón, de vastas propiedades otrora y del que hoy quedan un par de construcciones que difícilmente se pueden llamar cabañas, y un muro que 431
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rodea la finca contigua. Más abajo unas lagunillas heladas desbocan alguna imaginación: -¡Espuma de baño! -¡Sal! -¡Hielo! Mis compañeros son espontáneos como niños. Toda la sierra está pelada, dedicada al pasto para ganado vacuno y caballar. Es casi un milagro encontrar un árbol de más de 4 m de altura. Deambulan por aquí los lobos a su aire y se comen jatos y potros. Las Ordenanzas Municipales de 1774 determinan que durante la primavera salgan dos vecinos por parroquia a capturar crías de lobo. Gracias a la sabia naturaleza, llegaron hasta hoy lobos y los allandeses. Comemos en Campiello. En las Morteras hay una casa-palacio en la que se albergaba la sede del coto de Las Morteras. Es de planta cuadrada y tiene una torre, probablemente, del s. XV. No se puede dejar de citar que se encontró en Berducedo, en El Castello, una arracada de oro primorosamente repujada, de más de 6 gr, que se custodia en el Tabularium Artis Asturiensis.
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BRAÑAVALERA
BRAÑAVALERA 5 de febrero de 1994
Para coronar esta agradecida cumbre partimos de Tiós, pueblo que dista de Campomanes, capital de la parroquia, algo menos de 2 km. Donde termina la carretera sale un camino con firme de cemento que atraviesa el pueblo desde la iglesia, pasando por delante del bar, y continúa por una pista a recientemente abierta. Al poco de salir, hacia el S, hay una buena panorámica del valle del Huerna. También de las cumbres de Pajares y el Negrón. Un poco más arriba quedan a derecha e izquierda prados y arbolado de castaño. No hay pérdida posible y la pendiente no es demasiado pronunciada. Al cambiar de ladera se ven, partiendo del pico Tres Concejos, hacia el N, las sierras de Carroceda y de Ranero. Por el flanco O de éstas trepa la vía ferroviaria de RENFE y se puede contemplar fortuitamente, como si de un scalextric se tratara, el paso de algún convoy. Ya no se cambia de ladera y la visión se abre hacia el N, siguiendo curso del río Pajares. A medida que se gana altura aparecen La Magdalena y El Aramo; entre ambos El Naranco y, en su falda, Oviedo; también Campomanes, Pola de Lena y Navidiello. El camino discurre entre prados con cabañas. Al llegar a una fuente, donde nace un arroyo, empieza el monte bajo a la izquierda, a la derecha alternan monte y prado. Poco más arriba se ve una espesura formada por acebos y espineras. A medida que se avanza, los acebos llegan a flanquear el camino. La pista termina en una collada con campera desde la que se ven: 433
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La Magdalena, la collada de La Cobertoria, El Aramo, y las antenas de El Gamoniteiro, El Naranco y la llanura de la región central. Al SO se ven tres cumbres de casi la misma altura, la del medio es Brañavalera. Se corona avanzando entre matas de acebos y sin gran esfuerzo se conquista el vértice geodésico. Al frente se levanta la piramidal e inconfundible Peña Rueda, a la izquierda (S.SO) de esta montaña se identifica Peña Arpín, la Foz Grande, la Foz Pequeña, el Tapinón, el Fariñentu, Siegalavá, la cima de Peña Ubiña, El Siete y Los Castillines. A la derecha (SO y O) El Panchón, El Ranchón, las cumbres de Ventana y la sierra de La Sobia. Al S y SE el valle del Huerna, Pajares, el Cellón y el Tres Concejos. Una panorámica que resume los caracteres físicos más característicos de la Asturias. Al regreso quedaron descolgados Pepe y Antón y, como no fueron dejando miguitas de pan, se perdieron. El menor decía: -Estamos perdidos. El mayor infundía seguridad: -Éste es el buen camino. Pronto llegaremos. Tan pesado se puso que el mayor, sintiéndose responsable porque fue el que se retrasó, empezó a preocuparse. Tenía que aparentar seguridad en la elección que hizo pero apenas era capaz de convencerse a sí mismo. -No podemos tardar en llegar. Seguro que esto es un atajo. -¡Al fin!. Un pueblo. -¿Será Tiós? -Si no es, estamos perdidos de veras. 434
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Al acercarnos interrogamos a un hombre que trabajaba la tierra. Se sorprendió por la pregunta y hasta pareció creer que le estábamos tomando el pelo. Todo se resolvió satisfactoriamente y encontramos a nuestros amigos en el bar que, sin preocupación alguna, tomaban el sucedáneo de cava preparado por Juan Carlos. Para la comida hubo unanimidad. El lugar elegido estaba en el valle del río Aller. Para reconocer el valle subimos hasta el final de la carretera, en Santibáñez de Murias, y pensamos en una próxima excursión al Pico Tres Concejos pasando por la mina El Escalar. Las más importantes vías de comunicación terrestres -carretera de Pajares, ferrocarril y autopista del Huerna- de Asturias se ven desde aquí, y pasan por el concejo de Lena. Campomanes, capital de la parroquia del mismo nombre, es el segundo núcleo en importancia del concejo y cuenta con unos mil habitantes. Se fundó esta villa hacia el s. X y fue donada en 1168 a san Salvador de Oviedo por Fernando II; y la de Tiós, hijuela de esta parroquia “... en el territorio del Orna...” se instituyó sobre el s. X también. Se instalaban colonos que se aforaban a un señor y a los que se les determinaba el lugar para poblar y el espacio para cultivar “... para casas e para ortos...” De estas villas surgían, posteriormente, los núcleos rurales. En este concejo de Lena desempeñó un papel de la máxima importancia a lo largo de varios siglos la familia Bernaldo de Quirós, del Marque435
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sado de Camposagrado. En 1752, de los 26 oficios de regidores que tenía el concejo, 12 eran controlados por esta casa. Los diezmos de la parroquia de Campomanes y su hijuela, Tiós, se los repartían el párroco de Campomanes y el cura abad de Parana: “... un real de cada potro o potra, lechuza de dos, dos reales y llegando a tres, la quarta parte del valor de un potro o potra y llegando a quatro la tercera parte dicho y si llegase a cinco, medio, y de diez, un potro o potra y por el mismo caso los terneros y terneras de las bacas, pagándose por los cabritos, corderos y mamones, seis maravedís por cabeza y llegando el caso de tener diez cabezas de cada una de ellas habrá de pagar una...”. Con el mismo detalle se recogen las aportaciones que se han de hacer para las frutas y productos de huerta.
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PICO CURULLU
PICO CURULLU
Desde Puente los Fierros tomamos la carretera que, tras cruzar el río Pajares, se dirige a Llanos de Somerón (850 m). Este pueblo se asienta en la falda E, en uno de los pequeños rellanos, que estos cordales (que salen hacia el N) tienen en sus laderas. Al O discurre el río Pajares y la carretera a León. Se puede ver perfectamente desde aquí el pliegue de La Romía, interesante intercalación de calizas en pizarras carboníferas, uno de los PIG1 de nuestra comunidad autónoma. Se puede dejar el coche bajo el tejo que hay junto a la iglesia. En la parte alta del pueblo seguimos un ancho camino, a la derecha (N), de acusada pendiente pero cómodo, empedrado a tramos, con prados a ambas manos, y abundantes fuentes. Cuando se acaban los prados (sobre los 1.100 m) comienza monte bajo y poco después se toma una pronunciada curva a la izquierda; la pendiente se hace más fuerte y pronto llegamos a un bosque de hayas y acebos; a continuación se ven unos prados, es el puerto de El Tronco (1.240 m). A nuestra derecha, hacia el N, vemos una montañita de forma cónica cubierta de ericas y carqueixa, se sube con facilidad, es un vértice geodésico de 2o orden: el Curullu. Al N se abre el valle de Lena, al O peña Rueda y el siempre impresionante macizo de Ubiña; al S, Pajares; al 1. Punto de Interés Geológico.
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E los 2.000 más fáciles de la Cordillera Cantábrica a su paso por Asturias, el Cellón, Tres Concejos, Peña de Cuaña, etc... La cordillera separa la zona húmeda de la Cornisa Cantábrica y la árida de la submeseta Norte, esto provoca frecuentemente estancamientos nubosos al chocar las masas de aire marítimo contra la cordillera, lo que produce la formación de nubes y nieblas y las correspondientes precipitaciones, siempre mucho más abundantes en la vertiente N, además de la pérdida de visibilidad.
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PICO VÍZCARES
PICO VÍZCARES 19 de febrero de 1994
Desde Infiesto nos hemos de desviar por la carretera que va a Espinaredo y a Riofabar. Después de este último pueblo se encuentra el área recreativa de La Pesanca1 , donde debe quedar el coche. Más arriba se dejan a la izquierda unas casas de piedra dentro de un prado vallado, y unos 800 m después se ven unas cabañas al otro lado del río, es la majada de Degoes. Poco más arriba se bifurca la corriente, la de la izquierda es el regato Degoes y el de la derecha el del Infierno. La pista sigue por la margen izquierda de este último brazo, y unos 30 m antes del primer puente que se encuentra, sale a la izquierda un camino que baja hacia el río, este es el que se ha de seguir. Exige cierta atención, porque puede pasar inadvertido. La ribera está limpia, sin plásticos ni otros restos. El curso hace pequeñas cascadas que mueren en pozos de aguas verdosas, adornado por abundante vegetación de ribera. Se cruza el río por un estrecho puente que cuenta con un cable de acero para agarrarse; después el camino es ancho. Llanea mientras va paralelo al río pero pronto se torna pino. Vamos remontando la cuesta y dejamos a la derecha una cabaña; poco después pasamos al lado de otra recientemente arreglada. Desde aquí se ve el valle por el que subimos y la majada de Degoes. 1. Poco antes de llegar, tras pasar el primer puente después de Riofabar, hay una interesante plantación de coníferas, resto de un antiguo vivero del ICONA.
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A partir de ahora ya entramos en el bosque. A la izquierda está la falda de El Vízcares, que tiene en la base vegetación arbórea y monte bajo a más alta cota. Desde este punto ya vemos varias pequeñas manadas de lo ciervos. El camino atenúa mucho su pendiente y después desciende hacia el río. Este tramo es muy umbrío y húmedo, así prosperan musgos, hepáticas y líquenes, que cubren piedras y troncos de árboles tiñéndolo todo de verde en una rica gama imposible de describir. Se funde el cauce con el camino, pues el río conquista terreno según sus necesidades, y en momentos de crecida todo lo rescata. Desde ahora se avanza subiendo pero sin otro problema que el que plantea poner un pie delante del otro. Seguimos entre árboles, aunque de vez en cuando hay algunos claros. Estamos llegando a un punto en el que son dominantes los avellanos, no obstante se ven algunos ejemplares de haya, carballo, acebo y espinera. A llegar a la majada de Cureño hemos de atravesar una formación vegetal mucho más espesa. Esta majada de Cureño tiene una fuente y un abrevadero. Ocupa una campa dentro de un extenso y denso acebal. Las cabañas, pocas, 4 ó 5, se diseminan colocándose al abrigo de alguna de las matas de carrasco. Están en uso, bien conservadas. Destaca una con el tejado de losas y rodeada de una débil empalizada, lo que le da un aire literario. Desde aquí se ve la collada del mismo nombre y el pico Maoño. Tanto en la falda de El Vízcares como en la del Maoño pacen grupos de ciervos. Se alcanza en poco tiempo y quedamos enmarcados por El Vízcares, el Maoño, y, entre ellos, una sucesión de picachos. Ante nosotros se abre un paisaje formidable: La Llambría (o pico Taranes) cae perpendicular sobre el camino que va a Vallemoro. Detrás y a la derecha asoman las cumbres del Campigüeños; al E, El Pierzo y, detrás, el Macizo Occidental de los Picos de Europa. Desde la collada se ve el cantil en el que se asienta Vallemoro y algunos tejados de este pueblo. La Naturaleza retorcida se eleva huyendo de las estrecheces del valle. El bosque que continúa aguas vertientes ya al río deVallemoro, se llama de Traslafuente. El ascenso se emprende desde aquí por 440
PICO VÍZCARES
una senda hecha por el ganado doméstico y los animales de caza. Va sorteando la caliza que aflora y poco a poco gana altura. La senda sigue en sentido N.NE. Vamos dejando a nuestra derecha los referidos picachos y llegamos a una diminuta campera rodeada de tejos y espineras, este lugar se llama a Biesca los Teyos. A la izquierda y más alto se ve otro bosquete, es Biescallonga. Se va conquistando altura y al llegar a los árboles topamos unos tejos, de gran tamaño. Detenerse ante cada uno de ellos constituye un refinado placer. Seguimos caminando hacia la cresta para después ir cumbreando hacia la cima. Cuando la alcanzamos, quedan a la derecha las lomas de La Morena y a la izquierda el cerro Degoes, este último engaña induciendo a error pues parece que ya es El Vízcares, pero entre el Cerro Degoes (o el Cabezu, 1.367 m) y El Vízcares (1.419 m) hay una collada, aunque ya falta muy poco. Se intensifica el frío y arrecia el vendaval. Procuraremos coronar, recoger la carta del buzón de cumbres y regresar rápidamente. La visibilidad es borrosa y de corto alcance. Se ven, muy difuminadas, la siluetas de Peña Mayor y el Trigueiro, El Aramo y Peña Ubiña, el Pico Entrambosllagos, Pandemules, el Maoño, Campigüeños, la Llambría, El Pierzo y Picos de Europa. Las foces que producen los arroyos que bajan de la sierra de Giblaniella son muy atractivas. Se ven grandes escamas de caliza, muy inclinadas, buzando de SO-NE, muy parecidas a las que flanquean el Tiatordos por su falda SO -no en balde estamos en la misma región de pliegues y mantoscortadas por el agua en sajaduras cortas, profundas y estrechas. A partir de Riofabar, la primera que se encuentra es la llamada de Los Maserones, la segunda de los Cubilones, y la última, que no se ve entera por estar tapada por la Xerra Pequeña, es la de Moniacos. El pequeño cordal que parte del Maoño de SE a NO muestra profundos tajos hechos por el agua, son las riegas conocidas como reguero Pingón la que sale del mismo pico, la segunda es la de Pando Cordiu, y a la última -primera al subir- la llaman Regueraoscura. 441
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Según el Madoz, de Espinaredo salía un camino a la capital de concejo, otro a la feligresía del Sellón (ermita hoy desaparecida) y distintos de menor importancia a lugares próximos, todos en mal estado. Cita este mismo diccionario la presencia en sus montes de oso y cabra montesa; y varios molinos harineros, ya en aquella época, en decadencia. Tanto Riofabar como Espinaredo tienen numerosos hórreos en muy buen estado. Se asientan sobre pegollos muy altos que se apoyan directamente en el suelo, aunque lo más frecuente en otros lugares de Asturias es que sean más cortos y se apoyen en un murete de piedra. El espacio bajo el hórreo es de gran importancia en la quintana: se guardan aperos, carros, leña seca (era el lugar para partirla), etc. Estos hórreos no tienen corredor con balaustrada y el alero es soportado por maderos; aquí se suelen colgar carros y rastras, que no son de uso diario y solamente se emplean en determinadas tareas de siembra o recogida. Comimos y Pepe protagonizó, apoyado por Antón, una enérgica protesta porque las normas de esta casa prohíben a su personal servir agua potable de la red de abastecimiento. Sólo se les puede servir agua en botellines.
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PEÑÓN DE LAS TRAVIESAS
PEÑÓN DE LAS TRAVIESAS 7 de marzo de 1987
Tomamos en Infiesto la carretera que conduce a Espinaredo. Después de pasar este pueblo llegamos a Riofabar, y todavía se puede seguir en el coche por un ancho camino asfaltado hasta el área recreativa de La Pesanca. Desde aquí, la pista continúa pero en mal estado y es aconsejable comenzar a caminar. A la salida de Infiesto tiene el ICONA una finca que alberga una piscifactoría dedicada fundamentalmente a producir alevines de trucha y salmón para repoblar nuestros ríos. También se pueden ver algunos asturcones en cautividad. Aproximadamente a 1,5 km de Riofabar cruzaremos un puente -el primero que encontraremos- e inmediatamente después hay un antiguo vivero de coníferas entre cuyas especies destacamos los alerces. A unos 800 m está La Pesanca, área recreativa rodeada por buenos ejemplares de castaños, con mesas de piedra, barbacoas, basureros, y otros servicios. El río es de aguas bastante rápidas y en ocasiones se originan pequeñas cascadas. A la orilla, la vegetación arbórea más abundante son los alisos. A medida que se avanza río arriba las hayas se acercan más al curso de agua. Unos 2,3 km después, la pista se bifurca. Seguimos por la derecha. Se hace más angosta; estamos en el llamado estrecho de La Lanchosa. El río discurre muy encajonado y desde el primer puente que hay al poco de empezar el estrechamiento se ve una ruidosa cascada que continúa en un rápido espumoso. Los árboles 443
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más abundantes son los robles y las hayas, también algunos acebos, serbales y mostayos; entre los arbustos destacan las grandes ericas y cotoyas. Nos encontramos con una portilla. Desde aquí y, tras cruzar otros tres puentes, se presentará una bifurcación en nuestro camino, seguiremos la de la derecha, mucho más empinada, que después de bordear una plantación de pinos emprende su tramo final entre tilos, arces y tejos, que flanquean la entrada del “minidesfiladero” para terminar su recorrido en la propia foz de Moniacos. Tras pasar este corto tajo, se abre una pradería al final de la cual hay un bosque de hayas dolorosamente atravesado por una pista; siguiéndola se llega a la collada (1.450 m) con gran facilidad, una vez allí, admiramos a la izquierda el Torno de Pandemules y a la derecha un alto peñasco llamado el peñón de Las Traviesas; al frente el pico Taranes y entre éste y el Torno Pandemules el nacimiento del río Vallemoro con un peñasco y una pradería en el medio llamada El Collaín; al fondo el Tiatordos y al E los Picos de Europa. Si continuamos caminando un poco hacia abajo llegamos a una majada llamada Piedrafita. Se aprecia perfectamente la intrincada orografía del concejo casín, tanto, que resulta costoso orientarse con los mapas al uso -1:50.000- porque no siempre hay coincidencia en los relieves, topónimos, cursos de agua, etc. A lo largo del recorrido desde la foz hasta la collada, es casi seguro que habremos avistado algún venado, pero ya en lo alto será excepcional que no contemplemos alguna cabrada de rebecos en las peñas de Pandemules. Aquí el roquedo es enteramente calizo y presenta un paisaje muy abrupto. Acusa la roca los efectos del agua, hay escasa vegetación arbórea y es terreno ideal para los rebecos tanto por la alimentación de que disponen como por la facilidad que tienen para recorrer estos vericuetos, y defenderse en ellos. Al regreso se puede comer en Espinaredo. 444
LAGO UBALAS
LAGO UBALAS
Hemos de advertir que se trata de una excusión larga. Por la carretera que lleva de Langreo a Campo de Caso, tomamos en Coballes (cola del embalse), la que conduce a Caleao. Después cogeremos el desvío que lleva a La Felguerina, para dejar el coche en Vallín. Se tardan unas 4 h en llegar al lago. El desnivel a remontar no es la simple resta entre las alturas de los puntos de llegada y partida, pues a lo largo del recorrido se encuentran varias colladas que suman metros para la ida y para el regreso. Pese a este preámbulo que parece desalentador es una “ruta de obligado cumplimiento”. Sólo se ha de seguir la pista que lleva sin pérdida posible a la collada Berezoso, incluso hay algunos letreros indicadores. Al poco de salir del pueblo aparecen cabañas y hayedo, alternándose a derecha e izquierda. Al E cierra el paisaje la recortada silueta del pico Laverde (1.709 m); al S la sierra de Corteguero (al otro lado está el valle de Los Arrudos); y por el O nos flanquea El Retriñón. Tras el primer km de recorrido hay una majada a la izquierda. Por la derecha el hayedo se asienta en terreno rocoso y la pista parece terminar en un camino que se encamina a la collada que tenemos frente a nosotros; pero gira bruscamente a la derecha y atraviesa el ralo hayedo. A la izquierda abandonamos el pico Laverde y al llegar a la collada Berezoso damos vista al nacimiento del arroyo de La Romada, que desemboca en el río Caleao por 445
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Braña Vieja. La majada que figura al E del pico Castiello (margen izquierda del nacimiento del arroyo) está en ruinas. Continuamos la pista y llegamos al primer punto de parada inexcusable: avistamos el nacimiento del río Monasterio entre el Canto del Oso y el Alto de Cabritera; El Cascayón, la Peña del Viento y el Valdevezón que lo cierran por el S. La red fluvial del Alto Nalón en su margen izquierda se parece a un peine porque los ríos van casi paralelos a desembocar de SO a NE, como: Ablanosa, Tremao, Monasterio, Vallina, Caleao y Alba. La majada de Brañagallones es una isla verde en el grandioso hayedo que contemplamos. Otra nota de verdor la aporta Valdebezón. El Canto del Oso se ve, y es, fácilmente accesible desde Brañagallones. Al otro lado (E) está la Vega Pociello. Este lugar tiene gran parecido con el nacimiento del río Vallemoro visto desde Piedrafita, tanto en el inicio como en la disección que hacen a la montaña buscando la salida. Es imponente el corte que hace la pista que conduce a Brañagallones y Valdebezón en la caliza del Canto del Oso. No es tentador este recorrido en coche, más bien disuasor. Cambia nuestro camino y ahora está empedrado. A la derecha hay piorno y, más arriba, roca; a la izquierda bosque y, más lejos, las praderías de la majada de Braña Piñueli. Continuamos por el límite superior del hayedo y una estrecha franja de abedules, mientras a mayor altura hay glaciares de piedras y el roquedo. Estamos en el dominio del rebeco y es casi seguro que veremos algunos. Llegamos pronto a una pequeña campera en la que hay una fuente y una mesa de madera, se llama El Miraorio. Poco después se empieza a subir, doblamos un canto y ya casi damos vista a la repisa que aloja este escondido y hermoso lago. También aquí está señalizada la ruta, pero no conviene seguir el camino más corto. Es más descansado por las praderías de la derecha que, rodeando un poco, nos acercan al lago con menos esfuerzo. 446
LAGO UBALAS
Es de origen glaciar. Se formó al pie del pico Cascayón (también llamado Fornos) en una cubeta. Aquí mismo se aprecian morrenas de nevero, planas y concéntricas; en distintos niveles en los que actualmente se desarrollan turberas. La acción del glaciarismo fue más intensa al N y al NE por ser las zonas que más nieve acumulan. Frente a nosotros, al E, se ve muy bien el circo que acoge a Brañagallones. Al otro lado de la collada que hay al NO del lago, entre el pico Torres (2.104 m) y la sierra de Corteguero, se abren los puertos de Contorgán y el valle de los Arrudos. Al NE se ve el Maciédome, el Tiatordos, el pico Taranes y hasta el Torno Pandemules. Sobre la línea superior del hayedo de Pandellanza se levantan los descarnados Picos de Europa. Este sector de la cordillera goza de una privilegiada situación por las múltiples ofertas que presenta. Con poco esfuerzo se puede salir a San Isidro por la pista de Vamba, a Caleao por los Arrudos, o a Bezanes por Valdebezón.
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BRAÑAGALLONES 27 de septiembre de 1986
Bezanes (654 m) es una aldea que conserva su arquitectura original. Se encuentra en la carretera que une Campo de Caso y el puerto de Tarna; y es el punto de partida para la excursión de hoy a la majada de Brañagallones. Desde la parte alta del pueblo sale una pista que conduce directamente a Brañagallones. Es de moderada pendiente y el esfuerzo que hay que hacer nunca es intenso pero sí continuado, puesto que el recorrido -ida y vuelta- completo son unos 12 km. El primer pico que encontramos a la izquierda se llama La Oración (1.081 m). A la derecha discurre el río Monasterio con sentido S-N. Este afluente del Nalón por la margen izquierda nace en la raya con la provincia de León, recoge aguas de la peña El Viento, La Rapaína, y La Rapaona; y al final de su recorrido discurre muy encajonado. Seguimos caminando hacia el S y la siguiente cumbre se llama La Rebollada (1.190 m), siguiendo la línea de alturas que parte de ésta hacia el S veremos el Canto del Oso (1.800 m). Poco después el nacimiento del reguero La Trapiella y allí hay mismo una fuente. Continuamos ganando altura y ya vemos frente a nosotros un crestón que siguiendo el sentido E-O forma un espolón que se desploma casi vertical sobre el río en el punto en el que éste recibe por su margen izquierda el de La Roza. Se ha de atravesar un túnel y se ve la majada y praderías de nuestro destino. Hay varias cabañas bien conservadas y un antiguo refugio de caza. 448
BRAÑAGALLONES
Si continuamos pista adelante se llega a la majada de Valdevezón, lugar de gran belleza a la que se une el atractivo de la cueva. Habremos conquistado entonces el mismo nacimiento del río Monasterio. La parte baja de las laderas está poblada por robles y, a más altura, por hayas. La mayor riqueza la tiene en su fauna: todos los animales propios de los bosques templados de la vertiente atlántica están aquí representados. En un paseo diurno se ven fácilmente los grandes herbívoros como el venado, el rebeco y, más difícilmente, corzos; entre las aves destacan el pito real, algunos herrerillos, las grandes rapaces y especialmente la reliquia del urogallo. Los mamíferos cazadores están casi todos representados: zorros, armiños, jinetas, martas, garduñas, gato montés, nutrias y lobos; éstos son de hábitos nocturnos o crepusculares y resulta muy difícil verlos a la luz del día. Otro tanto sucede con las rapaces nocturnas entre las que destaca el búho real, sin faltar otras menores como la lechuza, el cárabo o el autillo. A menudo, para hacer censos o recuentos de animales no es necesario verlos directamente y se hace a partir de sus excrementos, egagrópilas, restos de comida, o cantaderos. En estos bosques de Reres se encuentran todo tipo de restos y con gran abundancia.
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RÍO CASAÑO 20 de junio de 1992
Se accede por la C-6312 de Cangas de Onís a Panes. Después de pasar Ortiguero, se toma desviación a la derecha que lleva a Canales y La Molina. En este último pueblo termina la carretera de manera rotunda, en una pequeña plazuela en la que se indica la prohibición de aparcar porque este espacio se reserva para maniobrar los vehículos. El aparcamiento se ha de hacer en la misma orilla de la carretera. Atravesamos el pueblo y tomamos el camino hacia el río, está empedrado, es ancho y discurre entre densa vegetación. Pronto nos llega el rumor del agua y después de dejar a la derecha una pared rocosa, se llega a una bifurcación: a la derecha, el valle que vamos a recorrer y a la izquierda, la riega de La Voluga. El agua cae casi en cascada produciendo un fragor refrescante por el fondo de un tajo hecho en la caliza a través de miles de años con la paciencia que sólo tiene la Naturaleza. La senda sigue la pendiente marcada el río, que corre por la derecha con algunos pozos de transparente verde azulado. Al fondo hay una importante masa boscosa. El paseo es una delicia. Llaman la atención grandes castaños -centenarios- flanqueando el camino, algunos con pequeño corro para recoger el fruto. Cruzamos un puente y vemos unas construcciones grandes y sólidas. Parecen demasiado buenas para ser cabañas y probablemente están habitadas de manera permanente. Algunas tienen un pequeño espacio 450
RÍO CASAÑO
cerrado por pared a modo de chiquero, en los alrededores se ven grandes castaños y también nogales. En la margen derecha están las ruinas de lo que fue una central hidroeléctrica y en la ladera del monte queda la huella del tubo de caída del agua a la turbina. Poco después cambiamos de margen por otro puente y la ruta se aleja del río; desde aquí ya seguiremos por la margen derecha. Aparecen robles de gran tamaño. Estamos en terrenos cuarcíticos; a lo largo del recorrido hemos atravesado otros calizos -son los predominantes- y encontrado soberbios ejemplares de hayas. Llegados de nuevo a nivel del río encontramos una empalizada que salvamos a través de una portilla y nos adentramos en una espesura de avellanos, algún acebo, durillo y espineras. La vía se pierde a tramos. El río queda muy hondo y deben continuar únicamente los expertos; más tarde el camino se pierde del todo y el regreso podría presentar dificultades. Este valle es de belleza armónica. Nada en él resulta agresivo. Su grandeza está en la paz que transmite. Limpio, casi pulquérrimo, se combina perfectamente la acción del hombre con el medio. Al regreso, ya con el coche, se busca donde restaurar fuerzas. Por ejemplo en cualquiera de los bares que hay en el próximo pueblo de Ortiguero. Para completar el día con ingrediente cultural se puede visitar en Soto de Cangas, en el barrio de Caovilla, los restos de la torre conocida como la torre del Heredero, de orígenes romanos o musulmanes, donde la tradición sitúa el juramento de Pelayo. Está sobre un alto con un emplazamiento netamente defensivo, y al lado mismo de la carretera, desde la que se ve perfectamente. Su estado es ruinoso y mal cuidado su entorno. Tras la batalla de Covadonga, parece que los árabes huyeron siguiendo el camino hacia los lagos, aunque no llegaron. Los dejaron a la derecha, atravesaron la vega Comeya, cruzaron este río Casaño casi en su nacimiento y, por los puertos de Onís y Ostón, llegaron al Cares, y subieron a Amuesa. Después, por Bulnes, Sotres, y los puertos de Áliva salieron a Espinama y Cosgaya. 451
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PICO MOFRECHO
Tomamos la carretera de Cangas de Onís a Panes y en Corao seguimos por la que indica a Labra y Nueva de Llanes. Es estrecha y pendiente aunque sin otro peligro. Después de pasar el pueblo de Igena, a unos dos km, se inicia el descenso. Estamos en la collada llamada de Igena, también de Zarza o Trellende. Aquí mismo queda el coche e iniciamos la andadura. Seguimos un camino que sale a la izquierda en la misma collada y que deja, también a la izquierda, una cabaña junto un prado grande. Va encajado entre sebes hasta que describe una curva a la izquierda; poco después encontramos unos cuantos abedules, una cabaña a la diestra; y a la izquierda dos cabañas y prados grandes. Al poco cambia, se faldea dejando a ambos lados vegetación propia de monte bajo. Es ancho, pedregoso, y de roquedo cuarcítico. Pasamos un abrevadero que origina un pequeño barrizal y prosigue sin desviación alguna. Llegamos a otro, éste de piedra, y cambiamos de vertiente, estamos en la collada Felguerina (Jüelgüerina, por aquí se dice). A la derecha y, hacia abajo, quedan algunas praderías y el pueblo de Riensena. Tras doblar un cantil llegamos a una majada con algunos fresnos. Una de las cabañas tiene al lado un cobertizo con techo de uralita, es la majada de Hueces, Güeses o Hueses. Abajo, se ve la de Tresjuncalar. Nos desviamos ahora por camino que sale a la derecha y pronto vemos al frente otra majada rodeada de árboles. Aparece hermosa, es la de Vega Lafuente o Vega del Llago, por la fuente que allí nace y la charca que sirve como reserva de agua. 452
PICO MOFRECHO
Las cabañas son de piedra, de sólida construcción, perfectamente conservadas gracias al uso que se hace de ellas. Hay cuatro prados rodeados por altas paredes de piedra, cada uno con su cabaña y numerosos fresnos. El primero que encontramos aprovecha el embudo de una pequeña dolina, enseguida llegamos a una collada que da vista a una gran pradería. Tenemos el pico Mofrecho -con su vértice geodésico- al frente. Dejamos la pradería y una pequeña laguna a nuestra derecha. También hay una cabaña y un prado cercado. Nos encaminamos un poco al O para comenzar la ascensión final de O a E. Al poco de iniciarla vemos un pequeño valle ciego con un charco. No hay problema alguno y con tan sólo seguir las veredas del ganado llegamos a la cumbre. En la cima hay un vértice geodésico. Es un sitio privilegiado por la panorámica que ofrece: al frente el tramo final del río Sella, su desembocadura en Ribadesella y la inmensidad del mar Cantábrico; al S una magnífica y seductora visión de los Picos de Europa. El río Sella es uno de los notables de Asturias por su longitud, caudal y riqueza piscícola. Nace en Sajambre (León) y sus afluentes más importantes son Dobra, Ponga, Güeña y Piloña. En tiempos de Roma fue límite entre cántabros y astures trasmontanos. Y, milagrosamente, no se represó para hacer embalses. A lo largo del camino hemos visto algunos grupos de 8 ó 10 caballos, también de ovejas y cabras. En la falda N de la sierra crece un tipo de vegetación arbórea hasta los 700 m que en la falda S no pasa de los 450 m debido a que las precipitaciones son mayores y más frecuentes en la cara N. La vida vegetal determina la vida animal. Así es mucho más rica la que se desarrolla en los bosquetes de la vertiente más húmeda y umbría que la de la solana y seca. Esta sierra de La Escapa forma parte del conjunto de cadenas litorales asturianos. El día se puede terminar brillantemente visitando las cuevas con pinturas rupestres que hay en Ribadesella, llamadas de “Tito Bustillo”. Se 453
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trata de dibujos de hace unos 15.000 años que representan caballos, renos, bisontes y bulbas. La pintura se obtuvo a base de hierro, manganeso, carbón vegetal y grasa animal. Están en una cueva descubierta por el grupo de espeleología “Torreblanca” en 1967, y dada a conocer por M. Mayo, M. Pérez y F. Jordá, también por Magín Berenguer y A. Beltrán. El nombre se debe a que éste formaba parte del grupo descubridor y falleció pocos días después en un accidente de montaña. En los tiempos en los que estuvo habitada la cueva, las nieves perpetuas en los Picos de Europa estarían sobre los 1.400 m (hoy a unos 2.800 m para los mismos lugares) y las lenguas glaciares descendieron en algunos puntos hasta los 650 m como es el caso del glaciar del Dobra que llegaba al valle de Angón; los bosques que hoy alcanzan los 1.500 m, entonces ocuparían hasta los 400 m. La cueva se originó por la disolución practicada por el agua del río San Miguel, que en la actualidad discurre a nivel más bajo. Debió formarse con posteridad a la elevación de la rasa, porque de lo contrario no podría desaguar. La caverna es de proporciones notables, tiene una altura media de unos 10 m y una longitud de 3 km. En sus paredes quedan los rastros de los niveles que alcanzó el agua en diversas épocas y cuenta el guía que todavía hoy se dan crecidas que llegan a anegar el pasillo que se utiliza para la visita. En toda ella proliferan las formaciones de estalactitas, estalagmitas, cascadas, etc.
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PARADA LA VIEJA-BRAÑA JUNQUERAS
PARADA LA VIEJA-BRAÑA JUNQUERAS
Esta salida tiene un largo recorrido de coche y el tiempo que se necesita es demasiado en relación con los km recorridos, pues la distancia es corta pero la carretera no es buena. Pese a esta introducción algo desalentadora, resulta un viaje muy interesante y absolutamente gratificador. Siguiendo la carretera de Oviedo a Cangas del Narcea se toma en Portiella la que sale a la izquierda y conduce a Onón. Es una aldea grande, los barrios que hay al lado del río parecen en semiabandonado pero nos sorprenden las antenas parabólicas que vimos. Inmediatamente después del bar sale a la derecha una estrecha carretera asfaltada que, adaptándose a la topografía que modela el agua en los múltiples regueros, se estira en un trazado de innumerables curvas. Para llegar a Castiello, el pueblo siguiente, hay que salvar una fuerte pendiente. Seguimos subiendo hasta Tainás. De aquí en adelante la carretera casi llanea pero es estrecha, tiene muchas curvas y carece de vallas de protección. Pasamos Robledo de Tainás, Cerezaliz (aquí oímos pronunciar Zreizaliz) y por fin llegamos a Parada la Vieja. Al final del pueblo se deja el coche y comienza aquí la ancha pista que no abandonaremos hasta el final. Oímos decir que esta pista se hizo cuando la guerra civil (1936- 1939) y más tarde se pensó continuarla como carretera hasta Aguasmestas pasando por La Rebollada, pero no prosperó el proyecto. 455
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A nuestra derecha, en la margen izquierda del río Junqueras, hay un espeso bosque de hayas. El río va tan rápido y encajado que no permite la formación de prados en sus riberas. Se descuelga en rabiones y pequeñas cascadas formando cintas de burbujeo. En cambio, la ladera por la que discurre nuestro camino ofrece el desolador aspecto de haber sido talada hace muchos, muchísimos años y, desde entonces, padecer las quemas año tras año; está cubierta de gamón (pita o gamueto, según las zonas), con manchas de erica y algún piorno o escoba. A la salida del pueblo vamos entre prados cercados, por sebes arboladas, que tienen numerosas acequias paralelas para distribuir el agua por toda la finca. Se ve a nuestra derecha la redondeada cumbre de Rabo de Asno (1.894 m). Tras remontar una fuerte, aunque corta, pendiente, encontramos a la izquierda una construcción tipo chalé prefabricado con el tejado en ángulo muy agudo, que rompe totalmente la comunión de los diversos elementos que forma este paisaje. Entre Somiedo y Cangas del Narcea hay algunas parejas de osos y los vecinos los ven con alguna frecuencia, por lo que resulta fácil encontrar huellas u otros rastros. Esta población osera es de gran importancia ecológica porque es la que puede permitir la comunicación entre las de Cangas y Somiedo a través de Leitariegos. El bosque de la derecha no nos abandona. A mayor altitud hay robles y algunas manchas de abedules; y al otro lado aparecen algunas hayas, más abedules, y abundantes ejemplares de acebos y tejos. Están representadas muchas de las especies arbóreas asturianas: carballos, hayas, abedules, acebos, tejos, arces, serbales y mostayos. Discurre el río casi a nuestro nivel y el paseo alcanza gran placidez por el escaso esfuerzo físico que ahora necesita y lo sugerente del paisaje. Encontramos una alambrada, con una portilla (cerrada en los meses en los que el ganado está pastando aquí). El paisaje no cambia casi nada hasta llegar a la braña de la Vega de la Peña -tiene un sola cabaña en buen estado- que se 456
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sitúa en la parte baja de un anfiteatro, cerrado por bosque al E, O y S. Desde aquí parte un camino que se dirige a La Rebollada (se encuentra en el valle del río Pigüeña). Continuando, encontramos antes de abandonar la campera, una fuente, después entramos de nuevo en el hayedo. Tras una fuerte pendiente llegamos al escalón superior del anfiteatro que acoge la Braña de Junqueras. Ocupa unas praderías rodeadas por importantes alturas y con la forma de un circo. Sin duda tuvo muchas cabañas a juzgar por las ruinas, aunque quedan muy pocas en pie. El monte es propiedad, únicamente, de los vecinos de Parada la Vieja, hasta la portilla que encontramos. Con los beneficios de talar una parte se hizo la antigua pista; de ahí en adelante pertenece al resto de los vecinos de la parroquia a la que pertenece (Tainás). Parecen no llevarse bien ambas partes porque al hablar unos de otros se adivina cierta prevención. Con demasiada rapidez explican al forastero, gran autoridad y hasta en tono desafiante, los límites de sus propiedades. El nombre de Parada la Vieja podría responder a un antiguo puesto de remonta de caballos aunque no pudimos confirmar entre los vecinos su existencia. El ejército español dispuso de sementales, distribuidos estratégicamente, que cubrían las caballerías de la zona de manera gratuita, así se mejoraba la cabaña de caballos y mulas, lo que era de gran importancia por el buen precio de esta energía y lo fácil que era su aplicación. La carretera de acceso fue inaugurada en la primera mitad de 1993, anteriormente contaban con la pista que ellos mismos habían pagado. Hemos visto que hay otras obras en los alrededores. Parece que en poco tiempo tendrán aceptables comunicaciones. Una amplia zona del concejo de Cangas del Narcea permaneció aislada hasta tiempos recientes; sus habitantes, con buen número de españoles, sólo tenían en común la obligación del servicio militar y la aportación al erario público. En Parada la Vieja hay ocho vecinos y hasta hace poco contaba con dos bares. Hoy queda sólo uno. El que cerró estaba atendido por una mu457
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chacha coja y su hermano, y era el elegido por los mozos del lugar. El pueblo parece pobre y está sucio. Hay algunas casas grandes, sólidas, con varias dependencias anejas y con un amplio espacio para amontonar el cucho, bolsas de basura, plásticos, pañales, hierros y restos de aperos, completan un pueblo de higiene medieval. Hay cuatro niños en edad escolar obligatoria (8 a 14 años) que permanecen en la Escuela-Hogar de Cangas del Narcea de lunes a viernes. Parece que será difícil la continuidad generacional. En el bar nos comentaban que el pueblo mayor de los alrededores es Robledo de Tainás, que tiene 18 vecinos. Las montañas de los alrededores tienen casi la misma altura, son muy redondeadas, sin arbolado. En lo alto, donde hay mejor suelo y una topografía más horizontal, se sitúan los pueblos y las tierras de labradío; otras zonas más altas -o más bajas y pendientes- están las dedicadas a pasto y cereales. El poblamiento se presenta agrupado, y cada pueblo separado de otro por 3 ó 4 km. No se da la dispersión de la zona central asturiana. En Onón, el bar que hay al lado de la carretera tiene gran surtido de casi todo lo que, de ordinario, se necesita en un hogar casa. Limpio, con los artículos colocados en cajas de cartón, conservan la meticulosidad y el orden del fundador del establecimiento. Ofrece un aspecto encantador, sobre todo al recordar algunos impersonales establecimientos hosteleros. Haciendo referencia a la braña de Xunqueras se canta esta canción Vaqueirina de Xunquera si acabaste la farina, vende las vaques y el gochu y báxate a La Marina.
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COLLADA JERMOSA
COLLADA JERMOSA 19 de diciembre de 1992
Presentamos una salida de la que una parte del recorrido se realiza por terrenos de Cantabria. Buscamos panorámicas asturianas poco frecuentes para lo cual es necesario “mirar desde afuera”. En Arenas de Cabrales tomamos la carretera que va a Poncebos (AS264), de aquí la que lleva a Sotres (1.050 m), y seguimos por la pista recientemente asfaltada que termina en Tresviso. Al alcanzar los 1.200 m de altitud dejamos a la izquierda los invernales de La Caballar. La pendiente se hace mucho más suave y a los lados hay monte bajo. En el Jito de Escarandi sale a la derecha una pista que nos llevará a las minas de blenda de Andara, en la actualidad están abandonadas. La explotación tuvo su apogeo en la segunda mitad del s. XIX y en los primeros años del XX. Vecinos de Sotres afirman que hay “científicos” trabajando aunque no explican con claridad con qué fines. En el arranque de la pista se ve movimiento de tierras, se trata del aprovechamiento que se hizo de los materiales morrénicos como áridos para esta nueva carretera. Ahora se llanea y pronto -en la collada Pirué- se inicia un suave descenso, a la derecha queda el valle de Sobra (nacimiento del río Urdón). Siempre se ve moteado de blanco por cientos de ovejas, y engalanado permanentemente por sus cabañas entre la campera y la roca. Aquí podemos dejar el coche, aunque es difícil precisar exactamente dónde, para subir al collado Piedra. Hay que fijarse atentamente en la ladera de la izquierda para 459
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descubrir una senda que parte a unos 2 km de la última curva pronunciada a la derecha que se ha pasado. Se emprende el camino y sin problema alguno se llega al citado collado Piedra; aquí, una alambrada nos separa de territorio asturiano, damos vista al nacimiento el río Tajadura y a la majada del mismo nombre. Ahora se faldea por la derecha (hacia el N) sin ganar altura hasta llegar a un pequeño torrente, desde aquí ya se ve la collada y se gana con poco esfuerzo; hacia el S, y muy cercano, hay un pico (1.445 m) de fácil acceso; desde él se ofrece por fin la panorámica buscada, de 360º, ¡insólita visión con San Vicente de la Barquera al E y el Naranjo de Bulnes al O!. La sierra de El Cuera y sus más notables cumbres se ofrecen casi a vista de pájaro. Hacia el S se ve la pista que, desde Beges, sube a Andara y por la que se sacaba el mineral; al E se recorta la silueta de Peña Sagra y, mucho más cerca, destacan las más importantes cumbres del Macizo Oriental de los Picos de Europa, sobre todo la piramidal silueta del Macondiú, que quedaba aislado entre la lenguas de hielo que se deslizaban hacia Valdiezmo y a la Riega del Torno. Se distingue perfectamente la morrena lateral depositada por el glaciar que bajaba al valle de Sobra, que acumuló sus materiales y rellenó la collada entre la caliza del alto Pirué y la peña del mismo nombre. Peña Castil, el Naranjo de Bulnes, Torre Cerredo y el Neverón de Urriello son las más llamativas cimas del Macizo Central que se nos ofrecen. Las cotas que se alcanzan en los Picos de Europa no deben su dureza ni su impresionante aspecto a su altura sino a las dificultades que ofrece su conquista. Es un relieve sumamente intrincado, con un cortante roquedo calizo duro de caminar, laberíntico por el carst; ahuecado por cuevas, simas y jous; donde es muy fácil extraviarse y despeñarse. Además, la singular meteorología hace que la niebla, la lluvia o la nieve se presenten casi repentinamente y añadan serias dificultades a la práctica del deporte. Pero lo dicho multiplica su atractivo y sublima su contemplación. En las construcciones de Sotres se distinguen claramente dos etapas: las de antes de que despertara interés turístico y las que se hicieron para 460
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explotar este interés. En general hay cierto desorden aunque el aspecto urbanístico no está totalmente descuidado. No se ven terrenos de labradío y la actividad económica es ganadera o turística. Se pueden alquilar fácilmente vehículos todo terreno y hay una buena oferta hostelera. Al regreso se puede -¡y debe!- de comer aquí. Obligado es degustar el queso de Cabrales. Si al subir se encarga empanada a la vuelta nos felicitaremos. En un mismo día posar la mirada en tan maravillosos lugares y saborear una mesa con platos de tanto sabor constituye un broche de oro y brillantes. Un dicho popular de la zona dice: “vaca de Poo y caballo de Sotres, nunca lo compres” En dos horas se hace cómodamente el recorrido.
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EXCURSIÓN POR LAS ESTRIBACIONES ORIENTALES DEL PARQUE DE LOS PICOS DE EUROPA 11 de mayo de 1996
En esta ocasión, Antón, no acompaña. Es una ruta para 4 x 4. Hacemos la excursión Nando, Pepe, José Luis, Tomás y Juan Carlos. Después de varias semanas por el occidente asturiano hora es de, aprovechando el vehículo de Nando, de viajar por el oriente. Hacemos la primera parte del recorrido, que llamaremos de aproximación, Oviedo-Panes, charlando y sin prisa, por la costa. Tras un café en Panes vamos a Puente Lles. Aquí empezamos la travesía. Vamos a Robrigueros (100 m). Cruzamos un arroyo y, entre avellanos, tomamos a la izquierda por una pista hormigoneada con sentido S. Enseguida estamos sobre el pueblo y al pie de las señalizaciones para Tremaño. Es la collada por la que debemos cruzar a la vertiente de Cuñaba. La pista gana altura rápidamente, no es muy ancha y está en regular su estado a causa de la lluvia caída. Las vistas, sobre el Cares y el Deva, son cada vez más impresionantes. Se ve perfectamente la Pica Peñamellera, que José Luis ya subió hace algunos meses. Aprovecha para contamos las desventuras que pasaron algunos de sus compañeros, motivadas en algunos casos por el vértigo y en otras por el miedo. Aquel miedo era el de otros y el de hoy es el propio. Notable diferencia. Las curvas son de de 350º pero no producen más que jocosos comentarios. Todos ponen voluntad en ayudar al conductor, aunque éste no los necesita. Va sobrado.
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Aquellas primeras y peligrosísimas curvas, no merecerían tal calificación minutos después. Sabemos que todo lo que es susceptible de empeorar, empeorará. Tras un canto dejamos la ladera norte. Por el oeste seguimos subiendo hacia las minas abandonadas que hay que superar para llegar a la collada, ya en el Sur, del mogote mole que estamos bordeando, conocida por Peña Robriguero, y cuya cota más alta es el pico Perujal (873 m). Ahora la vista se extiende solamente hacia al Cares, pero el paisaje sigue siendo impresionante. Encima de nosotros una línea de alta tensión nos indica cuál ha de ser nuestro camino. Llegamos a la mina abandonada de Ardallón1 (600 m). Aquí se difumina la pista. Ahora hemos de explorar si hay continuidad para el coche. Algunas dudas en todos pero Nando dice - ¡Sí! Unas veces en primera, otras marcha atrás, sube ante la atenta y perpleja mirada de los viajeros que disfrutan de la pericia del conductor. Un último largo y nos situamos en la collada de Tremaño (722 m). Adivinamos el fondo del valle, donde debería estar Cuñaba. Tampoco vemos camino que pueda unir el lugar donde estamos con una lejana pista, por la que en aquel momento un ganadero sube sus reses a los prados cerrados con muro de piedra y todos con su cabaña, que forman la majada que se extiende a nuestros pies. Nueva exploración. Si antes había sido cuesta arriba, ahora es cuesta abajo.
1. Se explotaron desde 1870 hasta bien entrado el siglo XX. Se obtenían diversos minerales en los que aparecían asociados zinc, plomo y barita.
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Tomás dice: - Yo creo que es por aquí. Pero al momento rectifica. No hay salida. Más a la derecha parece que se abre una vía. Hay que comprobar el terreno más abajo para ver si se puede seguir, pues si se bajaran estos primeros metros, lo empinado del terreno y su mal estado (aunque no estuviera mojado), no permitirían rectificación. El análisis de la situación nos hace nuevamente dudar a todos. Nando decide: -¡Adelante! La decisión es respetada unánimemente. Estamos expectantes y nerviosos, menos el conductor que se lo toma con una tranquilidad envidiable Los primeros cincuenta metros los recorre lentamente, pero bien. Aunque no hay prácticamente camino y la pendiente, en principio, no es muy grande, hay que ir muy despacio para no patinar. Tras otro tramo de igual longitud pero en peor estado, hay a una curva a la derecha, que el coche salva enfilando el fondo del valle. Sólo queda dentro el conductor. Pese a que no habíamos caminado mucho, todos sudábamos. Hay que parar para volver a estudiar el territorio. El coche apuntaba -paralelo al abismo- a donde por su izquierda, según los mapas, discurre el río Deva. Y empieza el espectáculo. Una rueda sube, la otra baja, las de atrás patinan. El vehículo se ladea, bota y rebota. Son segundos larguísimos. No sabíamos que quedaba otro tramo peor. Nando se apea a estudiar el escenario y, escudriñado éste, vuelve a su puesto de conductor. Toma los mandos y arranca. El coche comienza a moverse aunque apenas avanza. Ahora las ruedas delanteras y las de atrás están descoordina464
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das. Las primeras suben, las otras bajan; al tiempo que cada una, a su antojo, gira, vuela o se desliza (recuerdo de la historia que nos contó Aurelio cuando volvíamos de Vallemoro y no descarto que el final pueda ser el mismo, ya que no cabe más salida que por Cuñaba). En este trance, todos parecemos muy serenos. La procesión va por dentro. Nando decide enganchar un cable a la defensa trasera de la máquina y, salvo José Luis que sigue inspeccionando el terreno unos metros más abajo en busca del camino de enlace, todos nos situamos unos metros por encima para tirar de la maroma. Las ruedas traseras siguen patinando, y el coche, aunque ladeado, avanza. Parece que se mantiene. Sigue avanzando. Tomás suelta (él sabrá porqué), Pepe y Juan Carlos se escurren sobre el barro cogidos al cable. Ya no tiran del coche sino él de ellos. Hemos superado lo más difícil. El vehículo está encarrilado y no faltan más de setenta metros para llegar al camino enfangado que nos situará en la pista que divisábamos desde la collada. Es estrecha -problema menor-, y Nando, con cara de satisfacción la recorre lentamente. Nuevas curvas obligan a circular marcha atrás durante unos metros. La maniobra es espectacular, como lo es el precipicio que termina en el río Deva y ya vemos. La pista, de piedra suelta, desciende con notable pendiente hasta Cuñaba. Algunos hace dos horas que viajamos pie a tierra. Nando comprende y, cuando la pista se “normaliza”, nos espera. Tomás decide tirarse por un atajo hasta el pueblo. A pesar de todo, pudimos admirar los altos murallones de piedra y, en el medio, Cuñaba (350 m). Es un pueblo precioso y bien conservado. En el bar hacemos un alto para reconfortar el ánimo, reponer fuerzas y comprar queso. Acabamos comprando cuatro unidades cada uno. Los vecinos nos reprochan que hayamos venido por Tremaño: - No es recomendable ni en verano. 465
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Alguno se ríe de nuestras embarradas prendas. Creemos que los lugareños llevan toda la razón. Son las dos. Buena hora para continuar. Vamos a San Esteban por la carretera, que está en muy buen estado y parece nueva. Tomás, que conoce el pueblo, nos cuenta maravillas de él. Pasamos una collada (450 m) y Nando frena. ¡Qué paisaje!. Inmediatamente bajo nosotros las curvas de la carretera y a continuación el río. Precioso. Y todo rodeado por los farallones. Seguimos hasta San Esteban (250 m). Paramos y visitamos el Mirador del Príncipe, que no nos impresiona mucho, pues era mejor la vista que se alcanzaba desde la carretera. Lo comparamos con Cuñaba porque el enclave lo merece, aparentemente. Tomás nos explica que el premio2 no es por la belleza del lugar, sino por la buena disposición de los vecinos que se organizaron para explotar y comercializar sus productos (como la miel). Aquí termina la primera parte de la excursión. En sí, tiene entidad más que suficiente. No se puede desperdiciar el tiempo. Decidimos ir a Beges para cruzar hasta Sotres y Tresviso por el Jito de Escarandi. Tomamos la carretera de Beges en La Hermida. Recordamos nuestra anterior visita, entre paredes de nieve, que conseguimos consumar por la perseverancia de José Cano (†) -tuvimos un recuerdo para él- en convencer a Antón de la ausencia de peligro. Es una hermosa subida, muy estrecha, entre rocas, agua y pedreros, que finaliza al abrirse en las praderías que separan los dos barrios de Beges: La Quintana y la Aldea. Cruzamos el barrio de La Aldea (526 m). Preguntamos por la pista e inmediatamente estamos situados sobre el pueblo. La primera curva, con ancho suficiente para aparcar el coche, nos sirve de ventilado y espacioso comedor (725 m). 2. Fue “Pueblo Ejemplar de Asturias”.
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Tomás ejercerá de maître. El menú está compuesto: de chorizos de Astorga y de Arévalo, lomo, jamón y una tabla de quesos (ahumado de Pría, de Peñamellera, de Afuega’l Pito, de Cabrales, de La Peral y de Porrúa). Damos cuenta de todo y de uno de los quesos que habíamos comprado en Cuña, con buenos vinos de Bourdeaux y de Rioja. El lugar es conocido como Torno de Sotarraña. Empieza a enfriar y aparecen nubes por las zonas altas. No hay sobremesa, seguimos. La pista es muy ancha y permite que se puedan cruzar dos vehículos perfectamente. El paisaje no desmerece en absoluto respecto al de la mañana. Al llegar a la collada de La Hoja (878 m) nos desviamos por la derecha para observar mejor Tresviso, y el camino que -por el balcón de Pilatos- desciende a la carretera del desfiladero de La Hermida. Nos separa el profundo Cañón de Urdón. Bellísima panorámica. Seguimos subiendo y dejamos Beges. La pista se interna en la vertiente derecha del valle del Sobra en la que se puede ver la majada de La Llama. Está despejada y, con otra perspectiva, seguimos disfrutando de Tresviso y del Cañón de Urdón. A continuación, nada más pasar el arroyo de Los Lobos (1.150 m), dejamos una pista a la izquierda, que conduce las antiguas minas de Andara tras rodear la base del Macondíu, y nos internamos en el bosque de hayas de La Llama. Ahora casi llaneamos. Los desniveles son más suaves y el medio menos hostil. Al fondo volvemos a ver, ahora muy próxima, la majada de La Llama, a la que se accede por la pista que dejamos a nuestra derecha. Alcanzamos el fondo de este pequeño valle y giramos a la derecha para quedar apuntando con los faros del vehículo un poco a la izquierda de Tresviso, aunque no lo vemos, continuamos. El camino poco a poco se va estrechando y obliga a circular por precaución, puesto que las rocas de la izquierda cada vez están más cerca y ya arañan la carrocería. La estrechez no nos preocupa, pues Nando ha demostrado sobradamente que es capaz de conducir por lugares más estrechos, si los hubiera, y los hubo. 467
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Tras una curva a la izquierda (1.150 m) que nos sitúa en sentido SO, no está claro si estamos camino del Jito de Escarandi, o haciendo la ruta de El Cares en un 4 x 4. No era posible salir del coche, las puertas de la izquierda no se podían abrir porque tropezaban con la roca y las de la derecha, aunque se abrieran, no se podían bajar los viajeros porque no había donde asentar el pie hasta 300 ó 400 m más abajo, por donde el arroyo de Valdiezmo (700 m) se dirige al Sobra. ¡Que horror!. En la primera ocasión Nando se detiene y Juan Carlos se apea. Esperan unos 500 m con numerosos pasos de evidente riesgo. En la cuesta de Cuerres la pista se empina, se torna mucho más pedregosa y tras unos minutos de saltos y bandazos nos sitúa en el Jito de Escarandi (1.251 m). Seguimos hasta Benia y a Juan Carlos le parece que vamos bien de tiempo y decide desviarse hasta Gamonedo. Allí un lugareño, nos enseña la pista que llega a Belbín. La dejamos para otro día. Mestas de Con, Intriago y Teleña. En Teleña preguntamos: -¿Se puede pasar a Abamia? -Sí. Hay que seguir la pista hormigoneada y, cuando deja de estarlo, se toma en el cruce el camino a la derecha. En pocos minutos, por un camino y a través de un entorno genuinamente propios de la cornisa cantábrica, llegamos. Disfrutamos durante unos minutos de la iglesia y, sin más dilación, regresamos a Oviedo, ya son las 20,30 horas.
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ENTIEGÜÉ
ENTIEGÜÉ 29 de diciembre de 1992
Se parte de Taranes, a donde se llega desde Cangas de Onís por la carretera C-237. En el puente Los Grazos se ha de tomar la que nos llevará a San Juan de Beleño (AS-261) y en el balneario de Caldas de Mestas el desvío que conduce a Taranes (PO-4). Esta carretera es estrecha y se debe extremar la precaución. Ya dando vista al pueblo, a unos 200 m de la primera casa e inmediatamente antes de cruzar el puente que salva el río, sale el camino a la izquierda. Es el que conduce a la Foz de la Escalada y el lugar adecuado para dejar el coche. Desde el primer momento se muestra empinado y gana altura rápidamente. Enseguida recibe por la derecha el que viene del pueblo. Hay un molino, también lavadero y fuente al otro lado del río. Remontados los 100 primeros metros se entra en la foz. Es el río es de agua transparente y baja formando cascadas. Las foces se encajan entre los murallones verticales de caliza del pico Suancín (1.717 m) y el Canalón (1.677 m). Son angostas pero permiten el paso sin peligro alguno. Al encontrar un pequeño rellano, el camino casi va al nivel del agua. Tras cruzar un puente se presenta la primera de las buenas vistas que se ofrecen: el agua cae en saltos encadenados deshaciéndose entre las rocas, formando pequeños y límpidos pozos que invitan al baño. Ahora se hace más empinado y está protegido del talud por una malla metálica. Está empedrado, 469
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es peligroso si está mojado e intransitable con hielo o nieve; debe recorrerse con precaución pues resbalar está, cuando menos, desaconsejado. A la izquierda, en la falda del pico Suancín, que es estribación del Tiatordos, hay un bosquete muy aclarado de hayas. A la derecha se ve una foz muy profunda y estrecha que invita a la exploración, pero no paséis de un intento porque a los pocos m de iniciada la aventura se cierra el paso. Este es un buen momento para volver la vista atrás y contemplar el Macizo Occidental de los Picos de Europa, la sierra de Beza y el pico El Pierzo. Se identifica perfectamente Peña Santa de Castilla y Peña Santa de Enol en el primer conjunto montañoso; Canto Cabronero, Valdepino y la Peña Beza en el segundo. Se continúa la ascensión. A la izquierda se ve una surgencia, de la ladera de la montaña sale un chorro de agua que resulta llamativo al caer al vacío. Ahora, toda la ladera de la izquierda -del pico de La Magrera (1.779 m)- es un hayedo bastante denso. El camino llanea un poco y se llega a un cruce (casi no se nota la bifurcación). Seguimos por la izquierda hasta el cauce, casi siempre seco, de un arroyo. A partir de aquí nos internamos en el hayedo y la ruta se resuelve en continuo zig-zag penetrando en el corazón del bosque. Algunos ejemplares de haya son verdaderamente notables. Hay árboles caídos y se ve claramente el desarrollo superficial de sus raíces porque al caer se levanta todo el entramado y deja una herida en el suelo de varios m2. El bosque se hace más ralo y la senda se pega a un gran crestón de caliza. La vista sobrevuela el área y Taranes aparece encajado al final de la foz. Tras los Picos, al N, asoma la sierra de El Cuera. Se pasa una alambrada y entramos en una pradería salpicada por acebos, hayas y piornos. Frente a nosotros se levanta el solemne Tiatordos (1.951 m). Se bordea la campa por la derecha hasta remontar una pequeña collada y se abre una cabecera de valle casi circular, poblada por un denso piornal con ribete de hayas. Seguimos por la senda de la derecha dejando los piornos a la izquierda y monte bajo a la derecha hasta alcanzar nuestra 470
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meta para hoy: la majada de Entiegüé. Son 10 ó 12 cabañas dispuestas casi en círculo, recostadas en la falda del monte, con muy buena orientación para recibir la mayor insolación posible y protegerse de los vientos del N y O. Algunas están ruinosas y cuatro en buen estado, con puerta. Una con techo de material plástico y el resto se cubre con grandes losas. Muy dura debió ser la vida de los ponguetos para colonizar estos lugares. De las cabañas abandonadas se ignora si indican que ha cambiado la situación y mejorado la economía de sus propietarios, si es un problema meramente demográfico o si la desidia. El abandono y la incuria dominan sus actuaciones. Este es el sitio perfecto para gozar del Tiatordos, del pico Cabritera, en un lugar poco conocido y menos frecuentado. Lejos de los circuitos corrientes de los montañeros y donde los animales que vimos entienden que perturbamos su orden, se alejan pero no huyen despavoridos. Nos miran con curiosidad y guardan las distancias. La parroquia de Taranes comprende los pueblos de Vallemoro y Tanda, la capital. Tiene muy buen emplazamiento, cálido y protegido del N y O. Es un pueblo que tiene pocos hórreos; 6 hemos contado. Las fincas que hay alrededor del caserío están separadas por sebes y tienen un muro de contención que les da aspecto de bancales. No se ve una ería sensu stricto y las tierras dedicadas a labradío deben ser pocas. Está bien conservado arquitectónicamente y las casas de nueva construcción encajan en el paisaje. La iglesia es un edificio ambicioso, de amplias proporciones y sólida factura. José Manuel González localizó un castro en sus inmediaciones llamado El Castiello, y Julivert cita una cueva de grandes dimensiones. El pueblo anterior, Tanda, está en la umbría, es mucho más frío. En 3 h se sube a Entiegüé.
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PICO TARANES 2 de enero de 1993
Esta salida también parte de Taranes. Coincide con la de Entiegüé hasta la encrucijada en la que, tomando el camino de la izquierda, se cruza el cauce del torrente para penetrar en el hayedo. Hoy tomaremos el de la derecha. Muy pronto encontramos una cabaña en ruinas con techo de teja curva. A nuestra izquierda, al otro lado del torrente queda un bosque de hayas. En nuestra ladera abundan las espineras. Es terreno rocoso. A la derecha se escalonan los escarpes calizos de la loma de La Escalada, cuyas cumbres dominantes son el pico Taranes (1.749 m) y El Canalón (1.677 m). Poco después, se alcanza la majada Daón. El contorno presenta unos acúmulos de materiales blandos que proceden de las cumbres circundantes. No tienen una morfología claramente glaciar aunque algunas rocas presentan estrías producidas por el hielo. Esta zona está profundamente diseccionada por el agua que dejó unos rellanos de campera y una loma alargada que parece una silla de caballo. El bosque de la izquierda se aclara. En las zonas más altas, en las empinadas laderas del Campigüeños (1.838 m), se reduce a manchas; al NE sale una senda que lleva a la majada de Piegüé. Alrededor de Daón hay camperas primero y después helechos; al NO, casi en la cumbre, se ve un bosquete de hayas. El camino cambia de ladera. Ya falta muy poco para alcanzar la collada que da vista al nacimiento del río Vallemoro, que recoge las aguas de una 472
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cabecera semicircular y taja en dos puntos la alineación rocosa que uniría el pico Taranes con el Torno Pandemules marcando unas cortas aunque profundas foces, entre ambos cortes queda una pequeña majada (Collaín de la Trapa) con cabañas y prado que, en la distancia, parecen de juguete. El buen camino que traemos se mantiene. Girando a la derecha se llega sin esfuerzo alguno al pico Taranes. Es un mirador excepcional con 360º de campo de visión. (SE HA DE TENER MÁXIMA PRECAUCIÓN PORQUE AL N HAY UNA CAÍDA VERTICAL DE CASI 400 m, aunque cuenta con una valla metálica para protección del ganado, todo cuidado es necesario). Aquí se han instalado placas solares, y se han colocado también un vértice geodésico y un buzón de cumbres. Es uno de esos sitios en los que es posible describir la panorámica pero no se puede comunicar la emoción que produce. Estamos en el mismo corazón del triángulo Caso- Ponga- Infiesto. La integridad de Vallemoro es impresionante. Este bosque encierra la mayoría de la fauna presente en los bosques asturianos. Campera, bosque y agua; una trilogía que define nuestra belleza y riqueza. Al NE el Torno Pandemules (1.551 m), el pico Maoño (1.418 m) y El Vízcares (1.420 m). En la margen izquierda del río, al abrigo de un crestón, y casi en un barranco, se cobija el abandonado pueblo de Vallemoro. Desde aquí podemos contemplar el valle en toda su extensión: la carretera que, por la collada Moandi, va de Sellaño a Villamayor, y una nueva vista de la Mota Cetín; al SE el Tiatordos (1.951 m), que también ofrece una cara poco conocida; al E, la siempre mágica silueta del Macizo Occidental de los Picos de Europa nos hace una invitación permanente, y la sierra de Buceñao que nos separa de las tierras casinas. Las aguas vertientes al otro lado ya van al río Nalón; al S del Torno Pandemules se ven varias colladas, algunas con cabañas de piedra -cuesta trabajo distinguir en la distancia- que pertenecen a los vecinos de Nieves, Bueres, Orlé y Pendones Se distingue el peñón de Las Traviesas (1.463 m), que es una formación cónica de caliza erguida como un colmillo 473
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al O del Torno Pandemules; está en la divisoria de aguas de Caso e Infiesto aunque no se corresponde ésta con la condición administrativa. Al regreso es interesante dar una vuelta por Taranes. Es un conjunto rural bien conservado y las nuevas construcciones respetan, aceptablemente, la arquitectura tradicional. Desde la iglesia, mirando la carretera que da acceso al pueblo en su zona más estrecha, se ve una especie de cuerno rocoso y a la derecha una pequeña collada. El bar del pueblo se aloja en un edificio de aspecto antiguo. Tiene una pequeña antojana cerrada por una pared recientemente levantada que parece una conquista del camino público (la antojana es propiedad de la casería pero generalmente permanece como espacio abierto). Ha sido arreglado recientemente con materiales modernos, de colores demasiado llamativos, pero resulta acogedor. Tomamos vino, chorizo, turrón y café. Una forastera esperaba a sus compañeros que también habían ido de excursión montañera y nos miraba con envidia. La mesonera nos hizo saber que tenía dos cuñadas en Oviedo. En 3 1⁄2 h se sube a la collada del Fito Moniello, y otros 40 minutos para acercarse al pico Taranes.
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Se deja el coche en Orlé, que está a unos tres km de Campo de Caso, en la carretera que va a Infiesto por la collada de Arnicio (AS-254). Desde este pueblo se parte por el camino que bordea el río de Enmedio. Los primeros 400 m son comunes al que va a Conforcos, después se toma el de la izquierda. Es camino carretero, ancho. Al principio, mientras discurre entre prados puede tener barro; cuando se acerca a la orilla del río está empedrado de cuarcitas y areniscas y así se mantiene hasta que se aleja del río. De buena andadura y sin pérdida posible. El río, de montaña, se descuelga en pequeñas cascadas. Forma pocitos y remansos limpios de poca profundidad. A los lados hay monte bajo de erica y crestones de cuarcitas; en los puntos húmedos se forman tapices de musgos de variadísimos verdes. En estos sitios es fácil encontrar droseras. Al comienzo vamos por la margen derecha. El primer puente que cruzamos se llama Vallubaxu, Vallumedio el segundo, y Vallualtu el tercero y último. Desde aquí seguimos el curso del río siempre por la margen izquierda; en la derecha hay prados con cabañas y algún fresno. A partir de un recodo en el que el camino se hizo cortando la roca aparece hayedo a la derecha, por la izquierda sigue salpicada la ladera de prados con cabañas y por encima monte bajo. Cuando el camino abandona el río tenemos frente a nosotros una gran majada con espaciosas cabañas de piedra de tonos ocres. Tienen cubierta de teja. Son sólidas, grandes, de 475
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muy buena fábrica y en perfecto estado de conservación; algunas tienen un cuerpo central y otro a cada lado, parecen un crucero. Se nota que están en uso; alrededor de cada una hay varios fresnos, son ejemplares espléndidos, bien podados para obtener buena copa, no cabe duda de que alguna utilidad han de tener para una vida de pastoreo de montaña. Los prados son grandes y están bien cercados por sebes o paredes, en algunos puntos por empalizadas. Es el reflejo vivo de un enclave pastoril, en el cual la Naturaleza parece aportar todo lo necesario para ser feliz. Al frente hay un crestón de caliza cotado por el agua que forma una pequeña pero profunda foz. El camino sigue hasta las cabañas que están ya al pie de la roca y nosotros seguimos por una pequeña horcadina que hay a la derecha de la foz. Ahora es monte bajo de helechos. Ya se adivina la collada. En la misma campera unas cabañas con cubierta de losas utilizan de manera magistral las oquedades (algo parecido al uso que hicieron los artistas parietales al aprovechar los relieves de las cueva y abrigos). A nuestra derecha, el pico Taranes muestra sus dos caras: la fácil desde la collada Fito Moniello; y la dura, cayendo hacia el N en un escarpe casi vertical de 400 m; también asoma el Campigüeños. Al pie del pico Taranes se extiende con sentido NO la alargada collada que alcanza su punto más bajo en Llués (1.098 m) y por la que discurre la pista que desde Taranes lleva al vacío pueblo de Vallemoro. El río Vallemoro nace a nuestros pies, recoge las aguas de esta semicircular cabecera y corta en dos puntos la alineación rocosa que se prolonga desde el Torno Pandemules al pico Taranes. Este nacimiento está decorado por un espeso bosque de hayas barbadas por líquenes de varias especies. El tajo que sufrió la roca dejó entre ambas foces una miniatura (desde aquí) de collada con una cabaña que se conoce con el nombre de Collaín de la Trapa. La foz de la derecha es la de Saolla y la de la izquierda la del Llagu, las dos forman una W, y por ella aparece enmarcado el Macizo Occidental de los 476
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Picos de Europa; ¡difícil será buscarles un marco mejor!. Agudos, nevados, helados e inhóspitos, conservan y muestran la huella apenas atenuada por el paso del tiempo de su atormentado pasado geológico. A nuestro alrededor, la mano del hombre todo lo suavizó con mimo aprovechando los frutos que de forma natural se le ofrecen: cabañas, camperas, pastos, maderas y leñas. Con tino, sin arrasar; durante siglos supo que su supervivencia dependía del cuidado con el que se integrara en su ecosistema hasta ser un elemento equilibrado en él. Al NO, en el fondo del valle Vallemoro, se ve el pueblo de Cazo y sobre él la Mota Cetín, casi con forma de queso de Afuega’l Pito, también la sierra de El Cuera, la carretera que va de Sellaño a Villamayor, y el piramidal y pelado pico El Pierzo. Al NO, a nuestra izquierda, el Torno Pandemules (1.551 m) impide ver la margen izquierda del río Vallemoro. Desde la collada en que nos encontramos vemos a la izquierda una afilada y aislada roca, es el peñón de Las Traviesas. Accedemos a la collada que lo separa del Torno de Pandemules llamada La Boquerina y damos vista a la foz de Moniacos, al pico Vízcares, y hasta la blanca peña Careses y el pico Fario, que están cercanos a Pola Siero; al O, en el último plano del horizonte se reconoce la silueta de Peña Ubiña y su macizo; al SO, en las montañas del puerto de San Isidro, destaca el pico Torres. La mirada se pierde hasta los humos de Avilés y Gijón. Esta zona de los términos municipales de Caso-Ponga-Infiesto fue acotada por particulares para caza mayor y en algunos sitios hay espléndidas “cabañas” para refugio y solaz de los cazadores. Es muy rica en venados y rebecos. Orlé está a 650 m y es un pueblo grande. El río que pasa a sus pies lleva el mismo nombre y se forma con las aguas del Capiella (viene de Conforcos), recibe por la derecha el del Monte (nace en Fresnedal) y el de Enmedio (es el que hemos seguido buena parte de nuestra excursión a Piedrafita); por la izquierda un arroyo llamado Vallina Menor (nace en la falda N del pico 477
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
Valdunes) y recoge por la derecha algún otro arroyo. Desemboca en el Nalón en la zona embalsada de Tanes. En Asturias hay dos especies de fresno muy parecidas. De sus hojas y ramas tiernas se alimenta el ganado en tiempos de escasez. Algunos pueblos del N de África usan sus frutos en infusión como afrodisíaco. Se creía que el roble y el fresno atraían con cierta facilidad el rayo y por esto intervenía en muchas ceremonias para provocar la lluvia. También se dice que repele las culebras. Se puede hacer descansadamente la subida en 3 h.
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PUERTO DEL TRAYECTO
PUERTO DEL TRAYECTO 9 de enero de 1993
A Degaña se llega desde Cangas del Narcea por la AS-15 o desde la autopista A-66 tomando la salida a Villablino, y después por el puerto de Cerredo (1.359 m). Desde Degaña se toma la que conduce a Ibias. Rebollar es el primer pueblo que encontramos y en él se deja el coche. Desde el pueblo se ve la peña de El Trayecto (1.471 m). Nuestra meta queda en la collada que hay inmediatamente al E. Tomamos una pista que sale de la parte alta del pueblo hacia el S, que fue recientemente mejorada con motivo de las obras hechas en la traída de aguas. Vamos entre robles dejando el río a la izquierda. Después de cruzar el pequeño reguero cambiamos de margen y llegamos a la braña Los Cardos. En el último tramo está empedrada para evitar barrizal. Al alejarse del río se hace notablemente más pendiente. En la base de esta cumbre hay una serie de lagunas ocupando pequeñas cubetas, apreciándose por encima de cada una el pequeño nevero que las formó y alimentó. Toda la cuenca del Alto Ibias, y especialmente en Degaña, ofrece un amplio abanico de posibilidades de ocio. La forma que presenta en la actualidad se debe a la acción de los hielos. Un glaciar excavó el valle del nacimiento del río y, posteriormente, fue rellenado por sedimentos originados en una glaciación anterior. El agua diseccionó estos materiales y dejó terrazas que se observan perfectamente, y sobre todo en la margen izquierda. Este tramo de 479
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
río pudo haber sido afluente del río Narcea en un pasado mucho más remoto y, más tarde, capturado por el río Navia. El bosque que hemos atravesado pertenece a la Reserva Nacional de Degaña. Es un valioso espacio natural con importantes masas de robles. En estos bosques del SO astur también hay una significativa población de osos amenazada tanto por la reducción del hábitat como por las dificultades que tienen para cruzarse con los de Somiedo, forzando una endogamia de consecuencias funestas. El pueblo de Rebollar (850 m) tiene gran número de casas de reciente construcción. Hasta tiempos relativamente recientes sus viviendas tenían cubierta vegetal -también las de Degaña y Cerredo-. Algunas conservan las viejas paredes y únicamente es nuevo el tejado. Parece que el refuerzo económico que permitió renovar los edificios vino de las rentas del trabajo que ofrece la empresa hullera Minas de Coto Cortés que explota los cercanos yacimientos de Cerredo, parte de los cuales son a cielo abierto. Han desventrado la montaña y eliminado el escaso bosque que quedaba. A los naturales de estos pueblos se les conoce con el nombre de “cesteros”. Una canción dice: Cesteiros n’el Rebollar madreñeiros en Tablao zapateiros en Sistierna y para sastres El Bao. En los pueblos de Tablao, Sistierna y El Bao hubo importante actividad artesanal de madera1. Cuando se confeccionó el catastro del Marqués de La Ensenada: se censaron en los cotos de Cerredo y Degaña 186 personas 1. En estos pueblos los hombres que se dedicaban a trabajar la madera se llamaban conqueiros. Salían a vender los productos en el verano, se trataba principalmente de menaje de cocina: cuencos, tazas, jarras, etc. Llegaban a Mallecina para vender en la feria de San Pedro (28 de junio). Para no ser entendidos en cuestiones del negocio hablaban en una jerga conocida como tixileiro.
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que se declaraban conqueiros. Hablaban una jerga de difícil comprensión: el “tixileiro”, que buscaba que sólo entre ellos se entendiesen cuando hablaban de sus mercaderías. El puerto del Trayecto parece que fue usado por los romanos para sacar el oro de los yacimientos de Corralín y de Los Muriacales. Unas canciones populares recogen: Corralín, cuenco de oro tiras una piedra y aparece un tesoro. Adiós pueblo de Tablado, ¿Cuándo te volveré a ver?. Cuando las hierbas del campo vuelvan reverdecer. Adiós, pueblo de Tablado, de espaldas te estoy mirando; la salida será pronto, la vuelta sabe Dios cuando. Hasta tiempos recientes fue lugar de paso habitual del comercio de vino, sal, cereales, etc., con los pueblos de Peranzanes y Fabero. Según las ordenanzas de Villablino del s. XVIII, los asturianos de este valle no pagaban portazgos: “...por cuanto dan madera para las casas y puentes de Laciana y otras cosas para aumento y conservación de todo...” Visitas de interés son: en Degaña la Casa Armera del Capellán, y en Cerredo la de Florencio: 481
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“[] con las estancias dispuestas en semicircunferencia con la correspondiente adaptación para el ganado menor y vacuno, y en el centro del patio el hórreo techado de paja []” También una capilla en el patio con retablo barroco con una imagen del s. XIV. En Tablao hay un Cristo de marfil del s. XVI de 63 cm de alto y 66 de envergadura que algunos atribuyen a Juan de Juní. A 1 km de Degaña, camino de Cerredo, en el paraje denominado Los Castros, hay restos de fortificaciones y vestigios de una conducción de agua. Estas tierras de Degaña y Cerredo fueron señorío de los Quiñones. El roble y el rebollo son los árboles dominantes de estos bosques. El roble crece a menor altitud que el haya porque necesita más calor en el verano y suelo siempre húmedo; el rebollo se da en las zonas secas de las montañas. La mayoría de los árboles que encontramos hasta coronar el puerto del Trayecto son rebollos. Estas especies hibridan fácilmente entre sí. El carballo florece pasados varios años y puede durar más de mil.
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EXCURSIÓN A LA CONIA
EXCURSIÓN A LA CONIA DESDE SOTO DE SAJAMBRE 21 de mayo de 1994
La ruta por carretera hasta Soto de Sajambre –nuestro punto de partida- es la misma que para Vegabaño, Peña Beza, Jario, y también coincide con el inicio de la Senda del Arcediano, tomando la salida en Cangas de Onís. Cerca de Soto de Sajambre tuvo Antón un roce -verbal- con un lugareño por no seguir sus indicaciones de apartarse en cierto lugar y dejarle el camino expedito. Conducía un vehículo agrícola del tipo Pasqualí, la carretera era estrecha, por lo que hizo alguna seña, que no interpretamos bien, lo que motivó que nuestro coche y su pequeño tractor se cruzaran con estrechez. Al estar a la misma altura, el conductor del vehículo agrícola nos increpó, e incluso intentó cruzar el tractor para impedir el paso. Pasamos por los pelos o “por suerte salimos airosos de la situación”. Faltos estuvimos de reflejos porque con Pablo a bordo, y de nuestra parte, le hubiéramos hecho un nudo con su estirado y bravucón cuerpecito, o una parte cualquiera del mismo. Iniciamos el camino junto al bar que hay en la parte alta del pueblo. Tomamos un desvío para pasar por el O de la Peña Beza al puerto de Barcinera. Atravesamos una mancha de hayas y alcanzamos una campera donde recogimos algunas setas de primavera. Una vez alcanzada la collada y al volver la vista atrás un chorro de belleza nos golpea: el hayedo de Vagabaño, El Jario, Peña Mora, las cimas más altas del Mampodre, y todo el bosque que enmarca Sajambre. Con esta vista ya se puede dar el día por bien empleado. 483
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Faldeamos por la derecha y alcanzamos el Ventaniello de Beza en poco tiempo. Aquí hay que desviarse a la izquierda (mejor siguiendo la línea que marca la pared de piedra). El pico La Conia aparece ante nosotros perfectamente alcanzable. El roquedo es calcáreo y presenta la morfología que corresponde a su naturaleza. La caliza (principalmente carbonatos de Ca y Mg) se disuelve en agua de lluvia y aprovecha toda clase de huecos (diaclasas, fracturas y discontinuidades estratigráficas) originando esta superficie cárstica con los grandes sumideros que vemos y el lapiaz: canalillos, alvéolos y oquedades, de algunos decímetros de altura y separados por tabiques afilados. Ya se ve el murallón que limita el Macizo Occidental de los Picos de Europa. Por el O “cae” al valle de Angón, el pico Cotalba y el Armada. A nuestros pies queda la recoleta majada de Toneyo, a su izquierda el Valdepino y a la derecha el Canto Cabronero. Al O se ven Ten y Pileñes, Colláu Zorro, el Maciédome, y el monte Peloño1. Aquí se ofrece la segunda panorámica que justificaría plenamente la excursión. Antón va perdiendo seguridad a medida que avanza y el grupo le va procurando apoyos y ayudas para seguir. A la cima se llega sin tener el alma preparada para una estampa tan impactante. El desfiladero de Los Beyos se inicia con verticalidad total a nuestros mismos pies. En el fondo se ve el Sella y el punto de partida para Viboli a través de la foz de Los Andamios (cuenta con carretera desde los años 60 y el teléfono le llegó en 1987). En Casielles, hay en la actualidad un sólo un vecino, tiene carretera desde el comienzo de los 90. La Caviella se descuelga sobre Los Beyos con gran verticalidad, actualmente está deshabitado. Biamón (en 1989 tenía un vecino).
1. En el s. XX pasó de coto de caza, de los Infantes de la Casa Real, a otras manos y de éstas últimas a la Consejería de Agricultura.
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Imaginado un triángulo rectángulo escaleno, más de 1.300 m tendría el cateto mayor que nos separa del río y unas pocas decenas de m el menor, que haría de base. Este descomunal tajo lo fue practicando el Sella a medida que se fue organizando la red hidrográfica desde finales del Terciario. Hubo de cortar de S a N la joven Cordillera Cantábrica para encauzar el agua y encontrar la salida al Cantábrico. Antón consiguió asomarse y atisbar la grandeza que encierra. Sus compañeros se emborrachan con la belleza, y no es para menos. Pocos puntos de nuestra geografía resultan tan estratégicos por ofrecer tan variados y espectaculares paisajes. Regresamos por la Senda del Arcediano y comemos las manzanas en la collada desde la que se ve La Conia, Beza, Peña Santa de Castilla (ésta última tan inaccesible como la Luna). También El Jario, Peña Mora y todo el cordal de Colláu Zorro. Desde aquí regresamos al pueblo por un atajo. Ya en el bar tomamos bebidas refrescantes y nos disponemos a comer.
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A AMIEVA POR LA SENDA DEL ARCEDIANO 16 de enero de 93
Se sigue la carretera de Cangas de Onís al puerto del Pontón y, poco después de entrar en la provincia de León, se toma el desvío para Soto de Sajambre, donde se deja el coche. Se ha de salir por la parte alta del pueblo, junto a la fuente, cruzando el arroyo que baja del puerto de Barcinera. Salvado este pequeño curso de agua por un puente de hormigón con barandilla, se sigue el ancho camino que allí se inicia. Ganamos altura y van quedando atrás casas y, a los lados, prados de siega y diente separados por sebes o paredes; también algunos robles. Seguimos el camino principal. El paisaje próximo apenas cambia: monte bajo con piornos a un lado, y al otro una sucesión de bellezas: Peña Beza, Peña Santa de Enol, Peña Santa de Castilla y los Moledizos, el hayedo de Vegabaño, el pico Jario, y Ten y Pileñes. Seguimos ascendiendo y cruzamos un arroyo desde el que se puede optar por el atajo monte a través o seguir el camino viejo de la Senda del Arcediano que pasa a la izquierda de la masa rocosa que hay al S de la Peña Beza y se llama Jurcatu (o Jarcueto). El paso antiguo debió ser entre ambas formaciones rocosas por la toponimia encontrada: aparece en varios lugares Pousadorio. Seguimos faldeando hacia la izquierda por el camino más corto. Enseguida vemos una collada con campera a la derecha y piornal a la izquierda. Este es un espléndido mirador para repetir la panorámica citada más arriba. Seguimos a la derecha, al E del Jurcatu. La senda inicia un as486
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censo para poco después bajar. Sigue discurriendo entre lapiaz muy relleno de arcilla. Queda a la izquierda la caída de La Conia. Se estrecha y se abre a unas camperas con fuente y abrevadero para el ganado. A nuestra diestra se levanta la Peña Beza. Giramos a la izquierda y se ve el Ventaniello de Beza (también llamado del Tarabicu). Es una portilla de hierro que antaño fue de madera -entonces tenía tarabico1 y se abría para cruzar-. Divide las tierras asturianas y leonesas. Llaneamos un poco y contemplamos La Conia a la izquierda, al frente aparece el Valdepino como la quilla de un barco que se hunde por popa y, a la derecha, la falda de Beza. En dicha falda hay una hay una cascada que fácilmente pasa desapercibida si no se busca intencionadamente. Descendemos por una campera sembrada de piedras que parecen materiales glaciares o fluvioglaciares. A medida que vamos avanzando se abre una explanada semicircular cerrada por el Valdepino, La Conia y Beza; es una preciosa majada llamada Sabugo que alberga algunas cabañas recostadas contra la roca, al abrigo de todos los vientos y especialmente de los aquilones. Por estas camperas la senda llanea. Entre La Conia y el Valdepino hay materiales que, por su disposición y topografía, parecen de una pequeña morrena. Un poco más abajo hay una charca y, a su lado, el nacimiento del río Toneyo. El Canto Carbonero, y entre éste y el Valdepino, el valle. La falda del Canto Cabronero y toda la caliza que nos rodea está ahuecada por la acción disolvente del agua que produjo un desarrollado carst. Prosigue la senda perfectamente empedrada y acentúa el descenso en unas curvas. El río Toneyo (afluente del Dobra) ya corre con cierto caudal, más allá está el hayedo que cubre la base de la falda del Canto Cabronero.
1. Taco de madera que al girar impide que se abra una puerta, o ventana.
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Sin cambiar las características de la ruta llegamos a la majada Toneyo, la más importante por su oferta: contaba con capilla y venta. Se habían de tocar las campanas en días de niebla y ventisca para orientar a los caminantes. Hoy cuenta con algunas cabañas y las ruinas de la capilla apenas se reconocen entre un montón de ordenadas piedras. El encajamiento del río Toneyo a su paso por aquí y el infranqueable muro de los Picos de Europa cortándose en el Dobra, combinado con el hayedo, dan una grandeza de difícil descripción. Desde ahora tendremos los Picos primero enfrente y al girar nuestro camino al O quedarán a la derecha hasta llegar al collado de Angón. Con alguna dificultad se puede localizar el Mirador de Ordiales, balcón del valle de Angón y sepulcro del Marqués de Pidal. El camino continúa y ofrece múltiples tentaciones para impregnarse un poco más. Después de atravesar una franja de hayas y subir un pequeño repecho hay un saliente rocoso a la derecha que es un buen sitio para detenerse. Un poco después aparece el Dobra y varias majadas. También se ve el ancho camino que lleva al pequeño embalse de La Jocica, del que si bien no se atisban sus sombrías aguas sí la plataforma de cemento que hay sobre él. A partir de aquí se oye el sordo ruido de la central hidroeléctrica de Restaño. Sigue la senda bien empedrada, ahora paralela al Dobra, hasta el collado de Angón. Aquí merece la pena asomarse un poco a la derecha hasta dar vista al valle y contemplar las praderías y sus cabañas, divididas las propiedades por sebes en un perfecto paisaje de bocage. Seguimos (por la izquierda) hasta Amieva. Esta ruta fue abierta por d. Pedro Díaz de Oseja, Arcediano de Villaviciosa, para comunicar el puerto de Ribadesella con Castilla. Se mantuvo con bastante tráfico hasta que medios mecánicos sustituyeron a la tracción animal y las mercancías circularon por Pajares. La muerte definitiva llegó a esta vía con la apertura del Pontón a principios del s. XX. Aún hay sajambriegos vivos que hicieron estos viajes de trabajo. El carro típico iba cubierto 488
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con toldo que lo hacía semicilíndrico, pesebre para el pienso de las caballerías, y pocas comodidades más. La senda es peor desde Soto de Sajambre a Amieva, acaso por aquí el tráfico se reduciría a caballerías quedando reservado el de carros de Oseja a Castilla. Resulta difícil trasladar a unos folios la sensación que se experimenta al atravesar estos caminos antaño concurridos por aquellos esforzados de la ruta. Este trayecto se hace como travesía y al final es necesario disponer de un vehículo de retorno al punto de partida. Nuestro caso no fue exactamente así. Uno de nosotros concertó el servicio con otros excursionistas que se brindaron a ayudarnos. Esperamos en Amieva hasta casi la noche y, como no aparecían, bajamos a la carretera general (4 km) para buscar un taxi que nos llevara a Soto de Sajambre. No encontramos taxi y tampoco tuvimos éxito en el auto-stop; hubimos de recurrir a un lugareño que, por tener un labio leporino, no articulaba bien y perecía estar borracho. Él llevó a Juan Carlos a buscar el coche. En cada pueblo que encontraba paraba en el bar e invitaba a los presentes con cargo a la cuenta de nuestro amigo. Los que esperábamos empezábamos a preocuparnos por la demora. Nos entretuvimos mirando las estrellas: Ay!, que noche tan serena que no tiene movimiento, Ay, quien pudiera tener tan sereno el pensamiento. Cuando Juan Carlos regresó era completamente de noche y fue recibido con gran alegría. El día terminó felizmente. 489
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DE PANDERRUEDAS A ENTRAMBOS CAMINOS EL CAMINO VIEJO DE VALDEÓN 13 de julio de 1996
No está decidida la ruta para este día pero, inicialmente, optamos por ir al E. Así pues, hacia Cangas de Onís partimos. Allí nos decidimos por Oseja de Sajambre. Aquí paramos a charlar con un sajambreño. Sale un tema que se presta a la polémica: Sajambre ¿debe pertenecer a León o Asturias?. Reconoce que tiene mejores servicios Cangas de Onís que Riaño pero aun así no encuentra grandes diferencias porque cruzar el puerto del Pontón le parece fácil y Riaño está cerca. Claramente prefiere ser leonés. Entramos en un bar, y la casa que hay frente a él tiene pinta de haber sido algo más que vivienda a juzgar por el volumen, el espacio que la rodea y la torre (que tiene saeteras, según el hombre del bar, hechas para poder disparar moviendo en abanico el fusil). El hórreo caído parece que fue objeto de disputa local cuando se abrió la carretera, porque según el trazado habría que eliminarlo; o bien a un enorme nogal que estaba junto a la iglesia. Se optó por mover el hórreo y salvar el nogal. Damos una vuelta alrededor de la iglesia y la panorámica del valle del Alto Sella es grandiosa. Seguimos hasta Panderruedas y en el puerto dejamos el coche. Acordamos recorrer el tramo de camino entre el puerto de Panderruedas y Oseja de Sajambre. El día está radiante y el Sol promete castigar, pero buena parte del recorrido discurre a la sombra y nos las prometemos muy felices. 490
DE PANDERRUEDAS A ENTRAMBOS CAMINOS
No podemos partir sin asomarnos al valle de Valdeón y admirar el Macizo Central de los Picos de Europa. Colosal. Del mismo puerto sale el camino, a la izquierda de un panel que señala la Senda del Arcediano. A la derecha queda la pista, muy marcada, que va hasta el Mirador de Piedrashitas. Entramos entre los piornos pero a los pocos metros ya nos envuelve el hayedo. Se trata del ancho camino carretero que unía Oseja con Valdeón. El hayedo apenas tiene sotobosque porque no deja pasar luz suficiente y así disfrutamos de este frescor que hará el recorrido placentero. El descenso es bastante acusado hasta dar un par de curvas en Z, después se reduce al desnivel justo para dejarse llevar. A continuación cae (por la derecha) un canchal y de nuevo aparece la genista hasta tupir un poco el camino, pero éste pronto se recupera y desemboca en una campera llamada El Prendao. Vemos (a la derecha está) el paredón de Las Lletas (prolongación O del pico Las Rochas, 1.712 m) y seguimos. Se cruza una torrentera y el camino se vuelve carretero. Se superan un pedrero y un pequeño robledal. En los claros, volviendo la vista atrás, se ve Panderruedas, a nuestros pies la riega El Joyo y, justo al frente, El Niajo (Pozalón). El camino sigue por otro pedrero y de nuevo aparece la genista incomodando el paso. A la izquierda destaca un roble de gran tamaño entre el hayedo y al poco trecho se cruza otra torrentera, ahora vemos el arco entre Panderruedas y El Niajo con el fantástico hayedo del Pontón. Van sucediéndose los túneles de bosque y cielo abierto entre genista y escayos hasta dar vista a la peña Los Mazos y, por encima, el tentador Jario. Poco a poco vamos girando a la derecha -insensiblemente- y damos vista al valle del río Los Pontigos. Salimos de un tramo muy frondoso y entramos en un pastizal salpicado por enormes bloques de piedra. Estamos en la antigua majada Las Porqueras. Hacemos un alto. 491
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Es un sitio de ensueño. Silencio, agua y bosque. Todo embrujo. La ruta no ofrece posibilidad alguna de pérdida y mantiene la belleza de la cabecera del Alto Sella desde el Pontón, La Pica Ten y hasta El Niajo. A medida que nos acercamos a Oseja de Sajambre se encuentran prados, cercados, dedicados diente y corta1. Ya estamos en una pista. Se acaba la sombra y el Sol casca como si de un castigo bíblico se tratara. Casi justo frente a la Pica Ten hay un cruce -la señalización induce a la confusión- para bajar a la carretera general. Seguimos de frente, hacia Oseja. Antón se va quedando atrás engullido por la perfección que le rodea; cuando ve un tilo florido frena en seco. Saca unas fotos de una rama- Tomás le ayuda a la pequeña trampa sujetándola- y sigue. Este tramo de camino se hizo tajando la roca y aprovechando los materiales para nivelar el escarpe, consiguiendo así la horizontalidad de la trinchera. Por la derecha sigue el camino hasta unirse a la Senda del Arcediano en Soto de Sajambre. Ya casi estamos en el pueblo. Entramos por la parte de arriba. Llama la atención un horno elevado, adosado a una casa y que consigue el equilibrio colgándose del techo con una fuerte vara. Hay en el pueblo tres fuentes antiguas, una de las cuales tiene la siguiente inscripción: Se hizo a costa de D.D. Juan Díaz Caneja Cura D Castil Fale naz D esta villa D OSEXA =ANO D 1816 1. Estas praderas naturales, de gramíneas en su mayoría, aportan la yerba para el cuidado del ganado en el invierno. Dicho así no parece complicado pero la siega y curación tiene su truco: han de ser segados justo cuando la semilla esté lo bastante madura para que se desprenda con la manipulación y pueda germinar al caño próximo. Este sistema garantiza la continuidad natural del cultivo sin otra aportación que el abonado natural cuando pasta el ganado. la caja. Por la derecha sigue el camino a unirse a la verdadera Senda del Arcediano en Soto de Sajambre.
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DE PANDERRUEDAS A ENTRAMBOS CAMINOS
Cuando llegamos a la carretera general tomamos un refresco y decidimos bajar a comer a los restaurantes de El Tornín. Pero antes hacemos un alto a la orilla del Sella y tomamos como aperitivo pasta de queso de Cabrales, chorizo, y una botella de vino leonés del año. Formidable.
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PEÑA MANTECA (1.525 M)
Se sale de Belmonte por la carretera que va a Pola de Somiedo y, a 4 km aproximadamente, se toma la desviación que conduce a Vigaña, Castañera, Cigüedres, Quintanal, Villar de Zuepos y San Esteban. Hasta este último lugar hemos de llegar, y aquí dejar el coche. Es un pueblo-calle en el que el camino -está empedrado- actúa como eje de simetría. A la izquierda queda el reguero Abedul y en sus márgenes, en el fondo del valle, un espeso bosque de castaños, carballos, sauces y fresnos. El afirmado del camino está construido por grandes piedras hincadas y tiene rellenos los huecos entre ellas con otras más pequeñas que lo convierten en perfecto para caminantes, caballerías y carros. Evita la formación de barro y consigue un firme en el que no se resbala. A los lados, prados cercados por paredes; algo más lejos, en peores suelos, el monte bajo reconquistó su espacio. Al llegar a la cabecera del Abedul se bifurca y seguimos por el más viejo, el de la derecha, porque el de la izquierda nos devolvería al inicio del camino emprendido, pero esta vez a San Esteban. Ha perdido el pavimento en algunos tramos. Vemos a un lado monte bajo y al otro estupendas cabañas con grandes prados. Son casi llanos y están cercados por gruesas paredes de piedra. Al lado de las construcciones o en las lindes hay fresnos que proporcionan madera para algunos aperos, y en épocas de escasez pueden alimentar el ganado con hojas y ramas tiernas. 494
PEÑA MANTECA
Se suaviza la pendiente y vemos a la derecha una cabaña, un abrevadero y una obra que parece un pequeño dolmen con agua en la cámara: es una “otchera”, se trata de un recurso para conservar la leche fresca metiendo la vasija que la contiene en el agua y cubriendo con hierba la entrada de la cámara. Hay una curva a la izquierda y prende nuestra atención la roca. Es caliza rojiza con gran cantidad de fósiles. Al acabar el camino en monte abierto seguimos recto hacia arriba. Hay helechos, algún piorno y después ericas. No conviene desviarse a los lados aunque resulte tentador, hay que remontar las redondeadas lomas que tenemos enfrente y pronto se ve la cumbre de Peña Manteca, y las otras próximas que le dan el característico aspecto de dientes de sierra. Hay un rellano con algo de campera en el que se han formado pequeñas turberas, y desde aquí se emprende el asalto final. Este último trecho es de incómodo caminar. Grandes ericas crecen entre los bloques de cuarcita que poco se van desgajando por la gelifracción. Esta montaña es cuarcítica, descarnada, con grandes canchales. Las montañas del O de Asturias son viejas, de cumbres igualadas, sin -o con escasa- vegetación arbórea. Fueron talados los árboles para la construcción de navíos, después energía para ferrerías y fundiciones, ahora es quemado el matorral sustitutivo para mejorar pastos. Consecuentemente, cada día se pierde más suelo vegetal. Los valles están colonizados y las caserías tienen buen suelo en las “llousas”. Del bosque primigenio no queda nada. Desde la cima, los 360o de amplitud enmarcan la panorámica circular. Del Mulleiroso a Picos de Europa, Torres, Sueve, Cuera y, se ve especialmente bien, el sector de Somiedo de la cordillera Cantábrica; al N, a nuestros pies, Boinás, Quintanar y Alcedo, el rotundo tajo del Narcea, la penillanura de La Espina, Tineo, Aguión y Malleza; al E, el Cordal de La Mesa; al O, la pista que sale de Tuña1. 1. Serpentea faldeando y llega a Llamas del Mouro, donde hay un palacio de grandes dimensiones, bien conservado, y con un torreón medieval llamado torre de Colón.. Se ha oído decir que éste era el solar de Cristóbal Colón.
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El río Couxa, aquí también llamado de Las Dorniellas, nace al SE de Peña Manteca, muy encajado. Se dirige rectamente al N pero en Valbona da un giro de 90º al O y desemboca en el Narcea. Estudiando un mapa topográfico da la impresión de que anteriormente iba al Pigüeña y fue capturado. El perfecto estado del camino seguido desde Villar de Zuepos podría ser la salida del Camín Real de La Mesa en Cueiro, pasando por Montovo y Boinás, para ir a Tuña y Tineo; o salir en la venta La Corredoria y por San Martín de Ondes seguir la misma Ruta hacia Tineo. Tiene tan buen trazado y afirmado que bien parece merecedor de otros fines que los de llegar a los prados altos de la base de Peña Manteca. Además es sólido y está bien conservado. La carretera desde Vigaña a Villar Zuepos es estrecha y sinuosa, y exige la natural precaución. Los pueblos se conservan bien y guardan la útil arquitectura rural. Aunque se ven pocas tierras de labradío hay numerosos hórreos y paneras. De Vigaña procede esta nana: ¡Ea ea! mió nenu pequeñu, que nació en Pumarín, bautizose en Bigaña, non conoz su padrín .
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LAGUNAS DE GENESTOSO
LAGUNAS DE GENESTOSO
En Cangas del Narcea tomamos la carretera que va a Cibea. Intimida a medida que se acerca a Genestoso: tortuosa, de curvas cerradas sin visibilidad, y con el río cada vez más encajado y profundo. Antón realizó el viaje en postura fetal y en las mismas condiciones que si fuera en avión. Sus amigos procuraron relajarlo pero con escaso éxito. Genestoso apenas ha cambiado desde la última vez que estuvimos aquí; y los cambios que observamos no son para bien. Hay una nueva construcción de estilo finlandés junto a la carretera, de madera barnizada; y un edificio prismático -en obras- de gran volumetría, en el extremo S del pueblo. Dejamos el coche donde la carretera se acaba, junto a un molino. De aquí sale, entre las paredes que cercan los prados, un ancho camino que pronto se bifurca: por la derecha se va a la Gobia Cacabietcho (o Catabietcho) y por la izquierda a la collada Tres Lagunas, nosotros tomaremos éste último. Pronto aparecen los piornos y se ve el río flanqueado por algunos prados. A más altura empieza el monte poblado, principalmente, por ericas. El terreno es cuarcítico y se ven grandes canchales. Se abandonan los prados y se entra entre piornos hasta llegar a una campera por la que corren -muy lentamente- varios hilos de agua que dan pie a pequeñas turberas. Más arriba se encuentra otra campera en la que 497
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
quedan restos, apenas reconocibles, de algunas cabañas. El camino la bordea por arriba y desde aquí se ve, al frente, hacia el E, una canal que alcanza la collada. Es el camino que se ha de seguir. Al llegar arriba hay tres pequeñas lagunillas de pocos m2 y comunicadas entre sí. Al S se abre el prometedor valle del río Orallo. Juan Carlos se orienta con rapidez y con certera precisión nos dirige a La Treisa. Se ve el pico El Cogollo al E; a su izquierda (N) La Treisa; a su derecha (S) El Cabril. Hay un camino marcado que nos lleva sin problema a la collada entre La Treisa y El Cogollo. Llegamos arriba con el aliento contenido por las expectativas -muy optimistas- de ver un oso. No aparece el plantígrado pero sí se conquista una espectacular panorámica del valle del río Pigüeña -incluida La Pornacalemocionante. A nuestros pies quedan las ruinas de la braña El Ferbillín, que casi no tiene cabañas en pie; El Mocoso y la corta llanura que recoge las lagunas de Páramo; las peñas que se yerguen sobre Valle de Lago; y al fondo, Peña Ubiña. Todos escrutamos los contrastes de color esperando ver algún oso y Antón creyó reconocer dos ejemplares en movimiento. Cuando Lucas le dio los prismáticos sólo consiguió enfocar un par de ciervos. “Probablemente hay mucha caza por estos contornos”, pensó con el alma dándole brincos de alegría. Tomás a punto estuvo de perder su flema, Juan Carlos metía prisa al buen ojeador, y sólo Lucas y Pepe supieron esperar. Nos encaminamos al Cogollo donde esperamos contemplar con plenitud el famoso Lago Bueno. Al alcanzar esta segunda collada la emoción nos enmudece, estamos en la cabecera del pequeño circo glaciar que formó el lago. En esta ladera hay mucha nieve y el lago está helado. La nieve se acumula en el borde E de la collada. Forma una especie de alero de varios m de vuelo y muchos más de espesor. Resulta tentador situarse en el mismo borde y Tomás coquetea con el riesgo inquietándonos con su temeridad. Lucas corretea buscando nuevas perspectivas. Pepe permanece -indignantemente498
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impasible (es muy resistente a las emociones). Juan Carlos y Antón quedan ensimismados. El bosque que hay más abajo es el llamado de Las Sendas y está considerado como zona de uso restringido especial porque cobija algunas parejas de oso pardo. Esta línea de cumbres de la margen izquierda del Pigüeña es el límite del parque por este lado (O). A la vuelta, Lucas interpretó un signo erróneamente y siguió distinto camino. Llegó al valle antes que nosotros pero nos inquietaba su tardanza y nos congratulamos cuando lo vimos. En Genestoso hay un sorprendente número de molinos hidráulicos, con un canal de madera inclinado para la caída del agua. Probablemente correspondía uno a cada vecino, como sucedía en otros lugares de Cangas del Narcea. Así, el único problema era compaginar el uso del caudal del río para el riego de los prados con la molienda (que otros sitios originaba frecuentes conflictos entre los molineros y el resto del vecindario). En el valle del Aranguín, durante el estiaje, se regaba únicamente los fines de semana y turnándose los propietarios de los prados, aunque había la picaresca de desviar el agua de un prado y encauzarla hacia el propio. Regresamos por Cibea (cuenta con una modesta iglesia románica pero es difícil visitarla por las dificultades que ponen los vecinos para ceder la llave) y Carballo para salir a Mestas, en la base del puerto de Leitariegos. Allí dimos con una venta y su ventero que reunían: buen lugar, buenas viandas, buenos caldos, y espléndido dominio de su oficio. De todo dimos cuenta. Los nombres de Genestoso -y Genestaza, en Tineo, ambos en la sierra de La Serrantina- probablemente deben su origen a la abundancia de xiniesta. De Genestoso era el famoso cazador de osos Manolón de Rita, que mató 50 osos, y fue herido por una osa en el monte Llameda al arrebatarle los oseznos. 499
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PICO DEL SAGRADO CORAZÓN
Esta excursión se desarrolla en territorio de la contigua Cantabria, pero la hemos incluido aquí por tener, para nosotros, la mejor vía de acceso partiendo de Sotres, que pertenece a Asturias. Se llega a Arenas de Cabrales y desde aquí tomamos la carretera que conduce a Sotres. Es estrecha y tiene vallas de protección en la mayoría de los sitios peligrosos, pero aun así, se deben extremar las precauciones. Pasamos el pueblo y -aproximadamente- a 1,5 km vemos los invernales de La Caballar: aquí se puede hacer una parada para contemplar el Macizo Central. Tras otros 1.500 m llegamos al Jito de Escarandi, primera collada que encontramos y que resulta perfectamente reconocible por las grandes excavaciones que presenta (se trata de una morrena lateral que se formó en la cabecera del valle de Valdiezno cuyos depósitos se aprovecharon para gravar esta carretera, de muy reciente construcción, que llega hasta Tresviso). Dejamos el coche en este punto. Tomamos una pista hacia el S que nos lleva sin pérdida posible a un lugar denominado El Casetón, que es un galpón con el techo de uralita resto de la actividad minera que por aquí se desarrolló. Las explotaciones mineras comenzaron en la segunda mitad del s. XIX y terminaron en 1929 ante la competencia que supusieron los nuevos yacimientos de zinc canadienses. Toda la zona presenta abundantes cicatrices en forma de pistas, escombreras y catas, pero lo absolutamente irrecuperable -ni siquiera es cuestión de tiempo- es el antiguo lago de Andara. Se hizo una 500
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galería -y se dinamitó el último tramo- para llegar al fondo, captar agua y lavar mineral. Quedó un charco. Desde aquí (El Casetón, 1.550 m), vemos al E la cima del Macondiú (1.999 m). Un poco al SO y 200 m más arriba está la cubeta donde se alojaba el lago. Para llegar a las vegas de Andara podemos ir por una pista que rodea al citado Macondiú y tiene el inconveniente de que baja unos 150 m, que se han de recuperar después para alcanzar las praderías. Nosotros seguimos el áspero y ancho camino hasta llegar a unas charcas que sirven de abrevadero; aquí seguimos por la izquierda hasta llegar a la primera collada que origina el Macondiú al S. Llegamos a la citada collada y ya vemos las vegas de Andara. Iniciamos un corto descenso y llegamos a las praderías. Siguiendo el camino que las bordea por la izquierda llegamos a una fuente con una inscripción dedicada a J. A. Odriozola. A nuestra izquierda tenemos El Samelar, (2.217 m) que desciende en suave pendiente hacia el S hasta una collada que perfectamente se aprecia. Continuando en el mismo sentido vuelve a elevarse el terreno hasta el Sagrado Corazón -llamado también San Carlos- (2.212 m). Una pista conduce a la collada y ya se ve el pico San Carlos al S. Asomándose al E el valle de Liébana aparece a vista de pájaro. Seguimos una senda señalizada con hitos que lo bordea por su cara NE hasta ver aparecer a nuestra izquierda la silueta del vértice geodésico y a su lado la imagen del Sagrado Corazón, de hierro, allí depositada. Ahora ya tenemos los 360º buscados. El valle de Liébana aparece como la única franja habitable entre los Picos y la cordillera. Nos sorprendemos por la sabiduría de nuestros antepasados para asentar los pueblos en los mejores emplazamientos según que interese cultivar la tierra, cuidar el ganado, comerciar, vigilar y/o controlar pasos estratégicos. Este Macizo Oriental también ha sido modelado por los hielos. Conserva algunas formas perfectamente reconocibles (el valle glaciar de Valdiez501
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no, que se puede observar desde la primera majada que encontramos a la izquierda al subir desde el Jito de Escarandi), como cubetas, circos y rocas pulidas. Los jous (hondonadas de superficie variable y de origen cárstico-glaciar) son menos numerosos que en los Macizos Central y Occidental, siendo éste de Andara uno de los mayores. A la acción del hielo se sumó posteriormente la propia del agua en sustratos calizos, haciendo aparecer las típicas formas del carst. A lo largo del recorrido, y sobre todo en las escombreras de las minas que fueron explotadas, se pueden encontrar pequeños cristales de blenda acaramelada. Pero lo que destaca es la presencia de flores -si es la época adecuada- de montaña y alta montaña. Ya de regreso a Sotres, hay abundante oferta hostelera donde degustar el famoso queso de Cabrales. Encontramos, además, una cordial acogida y documentada conversación sobre la historia de la extracción del mineral, el transporte, y numerosas anécdotas de los personajes que por allí pasaron. Dada la dura climatología de estas montañas no se podía trabajar en las minas gran parte del año, pero los habitantes de Sotres, Tresviso, Begés, y otros pueblos, encontraron una importante fuente de ingresos con la que complementar su economía.
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DE LA BARRACA A LENDEPEÑA
DE LA BARRACA A LENDEPEÑA
Siguiendo la carretera comarcal 630 de Pravia a Salas, se toma en el km 14 la desviación que conduce a La Barraca (220 m). Desde aquí se puede continuar en coche por un ancho camino asfaltado, que transcurrido un km queda en pista de piedra transitable. Así continúa hasta un punto en el que se inicia un descenso hacia el río, donde encontraremos una casa inmediatamente a la derecha y un ramal que sale describiendo una curva muy cerrada. Éste es el que seguiremos, el otro va por la margen izquierda del río Aranguín hasta La Veiga1. La pista de tierra y piedra nos lleva a la braña de Gallinero, perteneciente a la parroquia de Malleza. Las construcciones de cada unidad familiar en la parte baja del pueblo constan de vivienda y las propias de ganadería y agricultura; por la parte alta del pueblo faltan los hórreos y paneras porque la tierra se presta más a la ganadería que al laboreo. En la última casa se bifurca el camino, seguimos el de la izquierda. A la derecha, y en lo alto de la sierra, quedan unos crestones de cuarcitas. Al frente se ve la collada donde se asienta el pueblo de Zreizal (700 m). Los pobladores de estas brañas practicaron la trashumancia hasta principios del s. XX. 1. Probablemente la mejor braña de la parroquia tanto por su buena orientación, escasa altitud, y por la calidad de su suelo.
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De los vaqueiros nativos de Brañaivente, se decía: “Brañaivente, mala braña y peor xente” Algunos aparecen fotografiados en “Los vaqueiros de alzada” de d. Juan Uría Ríu1. Poco antes de llegar hay grandes prados a los lados cercados por compactas paredes. Aguas vertientes al N son terrenos de la parroquia de Arcallana, y continuando el camino en sentido NE tenemos Lendepeña a menos de 1 km... Hay un arroyo que aquí mismo nace y se dirige al N, es conocido como reguero de Vega Oscura, y desemboca en el río Llantero que, después de recibir al Panizal, forma el Esqueiro y llega al mar en la playa de San Pedro de la Ribera. Hacia el SO se ven las antenas del radar meteorológico y de comunicaciones instalado en el inmediato pico Aguión. Al SE la cabecera del río Aranguín y, más al fondo, Malleza, capital de la parroquia de su nombre. En el campo de la collada se erigió en 1928 una ermita y se construyó una mesa de piedra, financiadas ambas por un indiano apellidado Parrondo. Aquí se celebraban fiestas (bajo la advocación de san Juan) a las que acudían de los pueblos y brañas de Malleza y Arcallana. Estas romerías acababan frecuentemente en peleas de bastante dureza y con lastimados de diversa consideración, aunque pocos necesitaban asistencia médica. Siempre resultaba muy difícil descubrir a los agresores porque se encubrían entre sí y eran “incapaces” de identificar a los provocadores. Actualmente la braña de Zreizal está deshabitada. Se cuenta que poco después de la guerra civil 1936-39 uno de los vecinos que era buscado por la Guardia Civil, permaneció disfrazado de mu1. Biblioteca Popular Asturiana. Oviedo, 1976.
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jer varios años y cuando se encontraba a “la pareja” y le preguntaban por el fugitivo respondía con toda naturalidad: “Fai tiempo que nun vien por aquí” Esta historia la han dado por cierta los habitantes de lugares limítrofes.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
PICO EL CUETO DESDE LA CASTAÑAL
Por la carretera comarcal 630 de Pravia a Salas, poco después del km 10, sale a la derecha un ramal que va a Cordovero y termina en de La Castañal. Rebasada la última casa de este pueblo, llegamos a una pequeña explanada aprovechada como cargadero de madera. De aquí sale una pista por la izquierda -sentido N- que conduce, faldeando al NO, al pico Andolinas. A la izquierda, queda una preciosa vista general del valle del Aranguín con Aguión en la cabecera. En la gran curva que describe el río y cambia la orientación SO-NE por NO-SE, se levanta el pueblo de La Granja1. El más cercano a nosotros por la margen izquierda del río es Villarín, próximo está Acevedo y sobre él Lindemurias. Pronto llegamos a la collada de La Bordinga, que da vista al valle del río Uncín hasta su desembocadura en la Concha de Artedo. A nuestros pies dejamos la abandonada braña de La Bordinga, muy cerca la también abandonada de Los Galluelos (más propio sería Valluelos) y Llendipín; al frente se dibujan las de Busfrío y Brañaseca.
1. Esta pequeña aldea fue desde el s. XVI hasta mediados de los 60 (del s. XX), solar de la Casa Malleza y de algunos de sus descendientes. El último morador de su linaje fue el conde de Belalcázar. En la década de los 50 del s. XX, era administrador del conde de Belalcázar un alemán del que se decía que había luchado el guerra civil española y después con Rommel en el África Korps y de nombre Federico Senft von Pilsach. Estas brañas de La Sinjania y Los Baos fueron utilizadas como lugares de pastoreo de ovejas y caballos del conde. Por la redención de los foros se produjo un fuerte enfrentamiento entre el citado conde y los vecinos, que terminó con su desalojo de estas brañas por la fuerza a mediados del siglo XX. Actualmente todo está cubierto por matorral. También destaca un palacete -hoy residencia de ancianos- construido por el indiano Fernando Rodríguez Rubio, quien hizo en Cuba su capital.
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PICO EL CUETO DESDE LA CASTAÑAL
El camino que seguimos cambia de ladera, mantenemos rumbo NO pero ahora por la cara N de la sierra de Los Vientos. Cuando rebasamos el nacimiento del río Uncín se toma hacia el N y ya tenemos el pico El Cueto cercano y a la vista. Desde este vértice geodésico hay una espléndida panorámica del sector de la costa centro occidental asturiana y de algunas de las brañas de las parroquias de Malleza, Arcallana y San Martín de Luiña. A este pico también se puede llegar desde San Martín de Luiña por la carretera que conduce a Brañaseca. Poco antes de llegar a la hoy abandonada escuela de esta braña -edificio inconfundible por la arquitectura típica de la época del ministro Villar Palasí- hay a la izquierda de la carretera cuatro túmulos excavados aunque todavía reconocibles. Continúa una pista carretera hasta Busfrío y desde aquí por el camino de Malleza encontramos, a la derecha, El Cueto. Desde su cima queda la braña de Los Baos al O y La Sinjania al N; en ambas se aprecia perfectamente el ruinoso estado de casas y fincas. Al O de Los Baos se ve La Arquillina, también braña de Arcallana.
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MAJADA DE ESPINERES
Por la carretera de Oviedo a Santander, poco después de pasar Villamayor, sale por la izquierda la que va a Borines, alto de La Llama, Libardón, y lleva a Colunga. En la collada del alto La Llama, desde la que se avista la villa de Colunga, se puede dejar el coche y tomar una pista que -con algunas pendientes fuertes- llega casi hasta nuestro destino. La entrada en este macizo montañoso se hace por prados de corto herbaje entre afloramientos de roca. Es un paraje calcáreo con todos los elementos típicos. Las débiles praderías se encuentran en laderas, dolinas y valles ciegos donde la escasa pendiente ha podido formar y retener una fina lámina de suelo. El agua se acumula en algunos sitios y forma pequeñas charcas que son usadas como abrevadero. La majada de Espineres tiene varias cabañas bien conservadas, con fresnos en los alrededores, fuentes y un lugar preparado para atrapar los caballos. Continuando por la falda S de la sierra y dejando las cabañas a la izquierda se llega a la pradería llamada Requexu, más adelante a El Potril, y a otra con charcas formando naturales aguaderos. Desde aquí se ve perfectamente El Pienzu y la cruz que tan bien lo identifica. Se puede llegar a su cumbre haciendo un esfuerzo suplementario ganando la visibilidad que ofrece la falda N pero el campo de visión para el S no mejora apenas. 508
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Se contemplan los Picos de Europa y los sectores central y centro oriental de la Cordillera Cantábrica. También la depresión sobre la que discurre el río Piloña y un tramo del Sella. Más hacia el E lo hace el río Cares, encajado en una profunda garganta que, pasando por Arenas de Cabrales, se une al río Deva en Panes. En esta majada se celebra la fiesta del marcaje de los asturcones. Estos caballos se hicieron famosos en el ejército de Roma por su resistencia y escasas necesidades. Los “retratos” más antiguos se encuentran en pinturas prehistóricas. Otras razas de caballos no domesticados desparecieron a lo largo de la historia. Parece que en el Occidente de Asturias también hay una importante población de asturcones aunque no bien estudiada. La fauna más vistosa está representada por los gamos, especie introducida sobre los años 50 del s. XX con ejemplares procedentes de Riofrío (Segovia) para fines cinegéticos y que alcanzó una perfecta adaptación.
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MOTA CETÍN 5 de abril de 1992
Por la carretera de Oviedo a Cangas de Onís, después de pasar el punto km 65 e inmediatamente después del indicador de Ozanes, tomamos el desvío que sale a Llerandi. Después de Tospe y una vez iniciado el descenso hacia Llerandi, seguimos a la izquierda por una pista con sentido E y, en la primera bifurcación, por la derecha; a esta misma mano dejamos el valle del río Beleño, después el interfluvio de la sierra de La Frecha y tras él el río Tendi y la carretera que, desde Sevares por la collada Moandi, lleva a Ponga. A un lado dejamos monte bajo -en lapiaz relleno de arcillas- en el que pastan numerosos caballos. A la diestra, se nos ofrecen prados -algunos con cabañascercados por sebes y paredes, también una arqueta de la traída de aguas que rebosa. Pronto sale de la pista un ancho camino a la izquierda, si lo seguimos -un corto añadido a la montañera excursión- lleva a una excavación que dejó una mina de cobre -hoy abandonada- en la que se encuentra malaquita, azurita y calcopirita. Siguiendo la ruta, y teniendo como objetivo la Mota Cetín (1.134 m), volvemos a la pista. Seguimos hasta encontrar una plantación de cipreses y alerces1. La remontamos y salimos a otra que llega desde el pueblo de El Pico. Antes de internarnos de nuevo entre los cipreses es conveniente estu1. Tanto los cipreses como los alerces son árboles foráneos en la franja cantábrica.
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diar el rumbo a seguir aprovechando que tenemos a la vista la meta. Entre las coníferas se camina cómodamente. Después se hace cansado al adaptarse a los múltiples regueros en una sucesión de ondulaciones. Así, hasta llegar a una pradería con fresnos al lado de un prado cercado por sebe y con una cabaña. Hemos de tomar la senda de la derecha que aquí mismo empieza a subir y estar atentos porque, en ocasiones, se pierde. Sin mayores dificultades llegamos a las praderías que se sitúan en la cara N, que es la vía que seguiremos. En este último tramo atravesamos un bosque que es un jardín botánico: hayas, avellanos, acebos, sauces, espineras, y una inesperada agrupación de tejos que hay al final; también numerosas flores como prímulas, violetas, jacinto estrellado, ranúnculos, narcisos, y otras menores que pueden pasar inadvertidas fácilmente. Una vez en las praderías, se llega con comodidad a la -aparentemente- plana superficie de la cumbre. Es un laberinto de cortadas y dolinas con profundos surcos y cortantes aristas. Esta parte resulta cansada y requiere cierta precaución. Arriba todo se compensa con los 360º de panorámica: el Piloña y el Sella, Arriondas y El Sueve al N; por el E el macizo Occidental de los Picos de Europa con los tajos de los ríos Pomperi y Junjumia y, sobre todo, la pared vertical que limita por el E con el valle de Angón, las Peñas Santas, y Canto Cabronero; al S, frente a nosotros están El Pierzo, el Tiatordos, el Peropino y, a la falda de éste, el amplio camino que lleva a Vallemoro, al Pandemules y al Maoño. Al regreso, desviándonos en Fresnediello a la derecha, llegamos a Llames de Priaes, cuya plazuela ofrece un bonito conjunto. Y visitamos la cercana iglesia románica de san Martín de Escoto, que tiene en la portada la Cruz de los Ángeles; en el interior, en las ménsulas de los nervios de la bóveda del ábside, dos rostros femeninos al E; un toro y un árbol al S; y un capitel vegetal al N. 511
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El ciprés común es originario del Mediterráneo oriental. Esta especie puede vivir hasta 2.000 años. Hay uno en Montpellier de más de 800 y, en Roma, viven los que plantó Miguel Ángel. Cuenta la Biblia que su madera se usó en la construcción del Arca de Noé. El alerce es una conífera de hoja caduca que puede medir más de 50 m de altura. Habita de forma natural en gran parte de Europa y principalmente en Los Alpes. En nuestro país es de repoblación y ornamental. Cuenta Plinio que se usó para vigas en el anfiteatro de Roma que mandó construir Nerón. De este árbol se obtiene una resina blanco-amarillenta empleada en esparadrapos, emplastos, y medicina veterinaria. Volviendo al comienzo de nuestra excursión y en el punto en el que dejamos el coche, si tomamos el ramal a la izquierda, vamos bordeando el pico Llerandi (861 m) hacia el E primero, después, comenzamos a girar hacia el S. A unos 500 m de la salida dejamos a la izquierda una casa con un prado, cercado por pared, formado por dos pequeñas dolinas que se reconocen perfectamente. Seguimos caminando, remontando una suave pendiente. Pronto iniciamos el descenso. Desde una curva, muy pronunciada, a la izquierda vemos en toda su longitud el río Mampodre -hacia el N marca un tajo en la caliza- y si siguiéramos por este ancho camino llegaríamos a su nacimiento; es un paseo hermoso pero tiene el inconveniente de que empieza bajando 250 m y subirlos al regreso resulta más costoso que si fuese a la inversa: primero la subida, y bajar al regreso. Pese a todo, y aunque no se llegue al río, merece la pena asomarse. Hay otros accesos más cómodos y cortos para coronar esta cumbre. El descrito hasta ahora es el más rico porque en su recorrido se pueden alcanzar otros puntos de interés con un pequeño esfuerzo añadido. A El Pico se llega tomando en Sevares la carretera que pasa por Caldevilla; desde aquí se puede continuar por una pista de buen firme y aceptable trazado hasta el ya citado bosque de cipreses; después el camino es el descrito. También en Sevares se puede tomar la carretera a Sellaño y en la collada Moandi se deja 512
MOTA CETÍN
el coche. Se sube por la izquierda (E), entre monte bajo -frecuentemente quemado para pastos-, en poco tiempo cumbreamos y vemos la pista que viene desde El Pico; a partir de aquí el camino es común a los citados.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
DESDE LA MATOSA AL ARGUMOSU POR LAS ORILLAS DEL RÍO COLOR Marzo de 2001
Descubrimos esta posibilidad de excursión cuando fuimos desde La Piñera -a orillas del río Color- hasta bajo La Matosa. Aquel día exploramos los recursos de este valle. Y aquí estamos para cerciorarnos. Se llega desde la carretera que sale de Sevares y va a Sellaño. La desviación a La Matosa está señalizada. Se toma la pista que cruza la cabalgadura donde se asienta el pueblo, y se inicia el descenso hacia el río. Al poco abandonamos el coche. Al otro lado del río se ve un grupo de 4 ó 5 montañeros que parece que quieren pasar al valle de Espinaredo. Seguimos pista adelante. El río se encaja y queda tan hondo que sólo se ve una estrecha tirilla de agua. Al otro lado una pared vertical de caliza ofrece el milagroso nacimiento de algunas hayas y varios tejos. Está claro que estos arbolillos huyen de la humedad. Cuando se acaba la caliza se acaba el cañón. Se abre el valle, cambia el roquedo y la vegetación. Aparecen prados de diente y corta, robles y castaños flanquean ahora nuestro andar. Los prados son de buen tamaño, están cercados por pared de piedra, muchos tienen una cabaña y, en alguno, hay gente trabajando. Al paso, obedeciendo a la alternancia del roquedo, se sucede la vegetación propia de suelos ácidos y básicos o, más bien, de los amantes de la 514
DESDE LA MATOSA AL ARGUMOSU
humedad y de los que necesitan buena escorrentía: castaños y carballos entre los primeros; tilos, hayas y tejos entre los segundos. El camino sigue manteniendo sus espléndidas condiciones hasta un lugar llamado El Argumosu. Aquí acaba bruscamente y de la pista derivan un par de senderos, uno a cada lado del arroyo. En la pequeña explanada que se forma luce en todo su esplendor una espectacular musguera que refleja todos los verdes y en todos sus tonos. Magnífico. Desde el fondo del valle en el que estamos se ve el pico Vízcares pero con una silueta poco habitual. Esta excursión parece algo raquítica, falso, ya que sólo se trata de la primera parte. Ésta es la segunda. Regresamos al punto de partida y vamos a un pueblo llamado La Canal, cerca de La Matosa. Interrogamos a un hombre sobre el camino a seguir, lo indica y añade que tiene, precisamente ahora, uno de sus hijos arriba, con el ganado. Estupendo. Sabemos que de allí parte una pista que crestea el cordal que cierra al E el valle del río Color, y damos con ella. Está hormigoneada los primeros metros y, también, en todas las curvas. Caminamos por terreno netamente calizo cuyo roquedo ofrece gran variedad de fósiles. Abundan los avellanos. Por la izquierda, al subir en este primer tramo, queda la carretera que va a Sellaño bordeando el río Tendi, sube por la collada Moandi dejando al E la Mota Cetín. Más arriba hay algunos prados y después varias curvas que dan paso a la otra fachada, la O, la del río Color. Así llegamos a una colladina que pasa la pista de una a otra vertiente. Al fondo, se ve el río Color y algo de la primera parte ya descrita. A la derecha queda la cabaña del paisano con el que hablamos en el pueblo. La pista se adentra cordal arriba, hacia el sur. Y por allí andan una legión perros que aterran a Antón y, como siempre, Tomás le ofrece protección. Es tal el miedo que tiene que hasta piensa en abandonar. Bueno, en 515
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realidad, se trata de un solo ejemplar que trota tras su amo a varios cientos de metros delante de nosotros. Las laderas son muy pendientes y el roquedo netamente ácido. Las areniscas y las cuarcitas con impurezas ferruginosas imprimen a los hilillos de agua un tinte pardo-rojizo característico. En los minúsculos rellanos o donde el agua remansa formando pequeñas turberas los irisados colores de los hidrocarburos la pintan de arco iris. No hay más vegetación que la herbácea. Si hubo, no queda ni rastro de árboles ni de arbustos. Cuando de nuevo avistamos el río Color estamos bastante altos. Ya Tomás se había desmarcado. Juan Carlos y Antón lanzaron unas cuantas voces pero Tomás hizo oídos sordos. Desde este punto se ven los restos de lo que sin duda fue un hermoso bosque y, pista arriba, prados y algunas cabañas. Empezamos a caminar con la intención de situamos sobre Vallemoro pero seguramente no será fácil porque la distancia es larga y la orografía no es la esperada. Los rezagados nos sentamos a contemplar el espectacular paisaje: El Vízcares es el dominante, también Pandemules, Niaño y la Peña Taranes. Paisaje torcido y retorcido el que se avista desde aquí. Una piel rugosa y complicada porque en tan reducidas dimensiones se dan, a pequeña escala, numerosos fenómenos geológicos. Es un área de gran riqueza en bosques y fauna. Sin duda, unas de las más interesantes de Asturias. Tomás regresa e iniciamos el descenso. Efectivamente, no alcanzó a ver Vallemoro. Siguiendo adelante se llegaría a La Camperona, nombre que Tomás relaciona con el maquis, por aquí llamados fugaos. En la actualidad, La Camperona, es término en litigio de pastos porque la reclaman como propia vecinos de varios pueblos. Comimos en La Marea y colorín colorado, este cuento se ha acabado. 516
CARREIRIEGA DE LOS GALLEGOS Y PICO CARONDIO
CARREIRIEGA DE LOS GALLEGOS Y PICO CARONDIO
Yendo por la carretera que desde Pola de Allande conduce a Grandas de Salime, antes de culminar el puerto de El Palo, encontramos otra que sale a la derecha, y por Bustantigo va a Villayón. Es estrecha, sinuosa, y está asfaltada. Debe ser transitada con la precaución propia de una carretera de montaña. En el cruce de Muriellos seguimos también a la derecha. Dejamos la braña de El Campel a la izquierda y, después de pasar El Rebollo, llegamos a la collada que da paso a Bustantigo. Está en el p. k. 4, en la collada Las Cruces, desde la que se inicia el descenso a Bustantigo. De aquí, a la izquierda, parte una pista apta vehículos todo terreno que discurre casi siempre sobre el antiguo camino -la Carreiriega de los Gallegos- usado por los vaqueiros en sus traslados de la montaña a los valles y viceversa. Fue recorrido por Aurelio de Llano Roza Ampudia en la década de los 20 del pasado siglo, procedente de Pola de Allande y camino de Pesoz. Esta antigua vía está flanqueada por túmulos desventrados aunque reconocibles. De algunos quedan las piedras (ortostatos) que sustentaban la losa de cobertera y de otros únicamente la especie de embudo que originó la expoliación. En la primera bifurcación se tomará el ramal de la izquierda, hacia el SO. Los túmulos están todos a pocos m del camino y resulta casi imposible no verlos salvo que no se reconozca su forma típica por el pequeño cráter 517
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de fondo plano que queda. A nuestra derecha queda la valla de la finca y el profundo valle del río Carbonell. En la base del Carondio hay una laguna y el paraje se llama Veiga dos Abades. A la izquierda del camino hay un túmulo totalmente destrozado por una pala excavadora que se lo llevó por delante al hacer un cortafuegos. Subimos al pico, sin senda alguna, entre ericas y cuarcitas. Desde la cima se aprecia la topografía de este viejo relieve, primero aplanado y después fracturado por la orogenia alpina, con todas las cumbres a una misma altura y ríos profundamente encajados; las formas más notables quedan enhiestas por la erosión diferencial. Hacia el N se ve en la cabecera del valle los pueblos de Aguamaroza, Castañedo y Barandón; al S, en la carretera que de El Palo va a Grandas, está Montefurado y Berducedo, mucho más al fondo (en el S.SE) las cumbres de los puertos Leitariegos y Cerredo. Iniciamos el descenso (casi 300 m de desnivel que después costará desandar) por la falda O y retomamos el camino. Al NO se ve la collada de Entrerríos (Entrevías), un prado cercado y a la orilla misma del camino el dolmen, los restos más completos que hay en todo el recorrido. Es conocido como la “Llastra de Filadoira” (Piedra de la Hilandera). Parece que ha sido bastante respetado con el paso de los milenios y únicamente resaltan hirientes las letras que -en su interior- anuncian que estamos en un coto de caza. Todas estas sierras sufren periódicos incendios intencionados. Al regreso se ven perfectamente los canales que los romanos hacían en las laderas y muchos de ellos se convirtieron con el paso del tiempo en caminos. En el puerto de El Palo hubo importantes yacimientos. Aquí nacen el río del Oro, y muy cerca, el arroyo del Oro. En Montefurado hay restos muy abundantes de la explotación, y en la ladera O de la sierra estaba la mina conocida como Fana la Freita. 1. Cercano a unas charcas y al túmulo llamado El Castillín, dónde fue encontrada la estela expuesta en el Museo Arqueológico Provincial.
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Los únicos árboles que se encuentran en el recorrido son los restos de un antiguo vivero1 de pinos para su repoblación; los que hay en la plantación de la base del Carondio; y los de la collada de Entrevías (Entrerríos); en la misma cabecera del río Carbonell hay un bosquecillo que llega hasta el valle y un pinar en las cercanías del dolmen. Aunque los desniveles a salvar son mínimos, se tardan casi 5 horas en hacer el recorrido.
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PICO PANCHÓN 9 de mayo de 1992
Comenzamos el camino en el puerto de El Palo y allí mismo se deja el coche, junto a la charca que hoy hace de abrevadero para el ganado y que en la dominación romana se usó como depósito de agua para el laboreo en busca de oro. Está bien marcado, es ancho y no muy pendiente. A nuestra derecha pronto vemos Montefurado y algunos caminos en la ladera asentados sobre antiguas. Toda la sierra se ve esquelética, con enormes canchales, castigada secularmente por los incendios. Únicamente las ericas sobreviven. El fondo de valle tiene algunos bosquetes de abedules y presenta un aspecto más acogedor. Al llegar a los 1.280 m abandonamos el camino y giramos a la izquierda para alcanzar la collada que da paso al valle del río Fresnedo -se une en Pola de Allande al Nisón- y cambiando el rumbo hacia el N seguimos monte a través, se trata de alcanzar la cumbre por su cara SO, la más accesible y cómoda. El camino está ahora marcado por el paso del ganado. A medida que vamos ganando altura los canchales son más extensos y en la parte final únicamente piedra suelta nos rodea. Ya en la cumbre del pico El Panchón, el campo de visión es de 360º. Las siluetas más conocidas de la montaña asturiana aparecen recortadas. Hacia el E los Picos de Europa forman el último plano, antes que ellos El Aramo y su prolongación hacia el N, La Mostayal; Peña Manteca y la sierra de Begega cierran el paisaje lejano en este sentido; al SE Peña Rueda se ofrece con su característica pirámide, también las Ubiñas, montes de Somiedo, y 520
PICO PANCHÓN
el Cueto Arbás; hacia el N el Mulleiroso y sierra de Carondio; por el O se extiende el característico paisaje de una superficie peneplanizada hendida por los ríos, lo que da a este relieve un aspecto particular con cumbres a la misma altura; más cerca de nosotros, en la caída hacia el E de esta sierra de El Panchón, se ven praderas en las cumbres; en la más cercana a nosotros se aprecian unos círculos más oscuros que no se pueden identificar bien y que dan al conjunto un aspecto similar a un castro; más al SE, en el tercer “cordalín” se asienta el castro San Chuis; al S, frente a nosotros y muy próximo, tenemos una cumbre llamada El Mosqueiro (1.397 m) que en su falda O recoge una pequeña laguna. También se puede seguir el marcado camino que tomamos al principio y sin desviación alguna llegar al Orúa (1.336 m), sin otra dificultad que los 10 km de recorrido que hay que añadir. La ruta es áspera, sin agua ni vegetación que dé sombra, pero la mirada al Valle del Oro desde el Orúa acaricia el paisaje de una Asturias poco conocida, que guarda los rasgos arquitectónicos y de paisaje con pureza. Este patrimonio se ha mantenido por el aislamiento en el que ha permanecido a lo largo de los años. La conservación se presenta problemática porque la zona se desertiza y, si no se mantienen las formas de vida que dieron lugar a esta cultura, será imposible. Toda la comarca de El Palo fue intensamente explotada -sobre todo por los romanos- por su riqueza aurífera. Montefurado debe su nombre al trabajo que hicieron para un trasvase del río del Oro al Pumarín, bien con el objeto de aprovechar el agua captada para lavar arenas de este último o para dejar semiseco el cauce del primero y poder así trabajarlo con mayor comodidad. Aquí cerca se encuentra la mina -también de oro y de la misma época- conocida con el nombre de cueva de Xuan Rata. Para completar el día se puede visitar el pueblo de San Emiliano, al que se llega siguiendo la carretera hacia Grandas de Salime y desviándose a la derecha unos 10 km después de Berducedo. Es un conjunto de arquitectura rural bien conservado y limpio. Cuenta con la llamada Casa de la Torre, de521
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corada en su fachada O con cuatro escudos. De la iglesia parroquial -ejemplo de arquitectura religiosa del occidente asturiano- destaca el pórtico. También los hórreos y paneras merecen una detenida mirada y especialmente sus tallas. Se puede continuar la excursión retornando a Berducedo y por la antigua carretera a Grandas de Salime conocer San Martín de Valledor y su hermosa torre blasonada. Desde la iglesia -preside su pequeña plaza un soberbio tejo- se ve el pico Orúa, y algunos pueblos cuyo nombre -Valledor, Cova, La Furada- también hace alusión al oro o alguna actividad minera con él relacionada.
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PICO MULLEIROSO
PICO MULLEIROSO 1 de febrero de 1992
Tomando la carretera que, desde Pola de Allande, conduce a Grandas de Salime por el puerto de El Palo, antes de llegar al cambio de la vertiente de aguas, se encuentra una carretera estrecha, asfaltada, en buen estado, que sale a la derecha y conduce a Bustantigo. Siguiéndola, tras pasar la cota de los 1.000 m, se inicia un descenso hasta los 960. Es la primera collada que encontramos y se llama Santiellos. Aquí aparcaremos el coche. Ya se ve al NE nuestro objetivo para este día: alcanzar la cumbre del pico Mulleiroso y hacer una foto junto al mojón del vértice geodésico. Se sigue la pista que parte a nuestra derecha y que, casi en línea recta, adaptándose a la topografía y descendiendo un poco, llega a un collado en el que hay un pequeño campo. Seguimos por la izquierda, porque el desvío de la derecha que conduce al pueblo de Besapié. Continuamos sin camino marcado cumbreando por las pequeñas crestas que se presentan. Llegamos sin problema alguno a la base del Mulleiroso. El aún pequeño río Navelgas nos acompaña, desde lejos, en el recorrido. Para subir a la cumbre se elige libremente el camino que se desee porque no hay ninguno marcado. Antes de iniciar el ascenso vemos al E, a los pies, Besapié. Con sólidas casas de piedra y prados cercados por paredes. En la margen izquierda del río Navelgas queda una masa de robles y hayas que ocupa el fondo del 523
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estrecho valle. A los lados de nuestro camino el monte está cubierto de ericas, árgomas y alguna carqueixa. Troncos blancos, restos de pinos que murieron en el último incendio, ponen una nota de tristeza en el paisaje y revelan la ineficacia de la lucha contra los pirómanos en el occidente astur. Estos viejos terrenos cuarcíticos de la parte occidental de Asturias producen barrancos que son un paraíso de la vida por lo inaccesibles que resultan, y dan un paisaje espectacular; pero originan a los asentamientos humanos serias dificultades para las comunicaciones. Todos los pueblos se encuentran en la parte baja de las laderas y la mayoría con una buena orientación para recibir la mayor insolación posible; pero estas estrecheces también resultan un abrigo en el duro invierno que caracteriza esta zona. A medida que vamos avanzando aparecen en el campo visual El Aramo primero, después Peña Manteca, detrás de ésta Peña Rueda, las Ubiñas, y todo el sector O de la cordillera Cantábrica. La cumbre es un canchal. Cerca de la columna y placa que señalan el vértice geodésico hay restos de paredes pero resulta imposible identificar su origen (podrían ser de la última guerra civil 1936-39). Aquí ya se completa una panorámica circular y se ven los Picos de Europa, El Sueve y, también, se reconoce el pico Aguión. Hacia el SE, en el pico Picón, muy próximo a nosotros, se aprecia un “hueco” que parece el dejado en un flan por una cucharita. Creemos que es un antiguo resto de laboreo de oro. Toda esta zona del puerto de El Palo fue explotada por Roma en la extracción de oro. Hay abundantes restos de canales -algunos hoy convertidos en caminos- y balsas. También se aprecian con claridad los movimientos de tierras que se efectuaron por las cicatrices que dejaron en el paisaje. Aquí los yacimientos daban el mineral en filones aunque la mayoría se encontraba disgregado en muy pequeñas partículas. 524
PICO MULLEIROSO
Ya de regreso, en la misma collada de Santiellos, a la derecha, por la carretera que continúa a Villayón, se ve una cerca que rodea al monte y por este ángulo tiene otra alambrada que la hace terminar en embudo: se trata de una construcción para sacar los caballos que se “cuelan” al monte para pastar porque estropean y comen los plantones de hayas y abedules con los que está repoblado. Terminado el día deportivo, por esta misma carretera que conduce a Villayón, se llega en pocos km a la braña de El Campel. Es un conjunto de cabañas de piedra en prados cercados con sólidas paredes que forman una estampa de gran belleza -todo el paisaje transmite cierto sosiego- y poco frecuente por su excelente conservación.
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EXCURSIÓN AL PICO ORÚA DESDE POMAR DE LAS MONTAÑAS 31 de agosto de 1996
Esta excursión la daba yo por perdida pero la receptiva actitud de Nando y algo de suerte me permitieron hacerla en el último fin de semana que dispusimos del coche todo terreno. Y así salimos para la sierra de Los Lagos. El cordal de la sierra de Los Lagos, cuya cima culminante es el Orúa, albergó hace 2.000 años numerosas explotaciones auríferas de las que hoy queda la toponimia (Orúa, Ouroso, Uría, arroyo del Oro, río del Oro, Montefurado, etc.) y las aireadas intenciones de la Gold Mines Narcea de continuar destripando las montañas. En Linares (en la carretera de Cangas del Narcea a Pola de Allande) se toma la que va a Otero, Lomes, Arganzinas, Noceda, y sigue hasta Besullo. Aquí damos una pequeña vuelta por el pueblo. El bar está en un altillo. Al pie de la escalera unos hombres charlan y nos miran curiosos cuando pasamos a su lado. Compramos algo de pan de trigo y centeno y nos interesamos por los protestantes que quedan en el pueblo: sólo dos hermanos, el resto de la familia vive en Gijón y una de las ramas cuenta con una farmacéutica. Por allí andaban algunos cazadores y la tabernera estaba muy contenta porque habían abatido un gran ejemplar hacía pocos días, al que culpaba de grandes destrozos habidos en sus maizales. Partimos hacia Pomar de las Montañas (se puede llegar desde Cangas del Narcea) por la carreterita que sale a la izquierda, más arriba de La Casona1. Va bastante alta sobre el río Arganza por un bonito paraje de caducifolios. 526
EXCURSIÓN AL PICO ORÚA
Pasamos por encima de Pontones. El río baja encajado, tumultuoso y blanco. Al otro lado, el monte bajo constituye la vegetación dominante, se ve algún árbol aislado y varios cortines estratégicamente distribuidos. Llegamos a unos prados y, a los pocos centenares de metros, están las tres o cuatro casas que forman el pueblo. Destaca una muy arreglada como segunda vivienda, y otra de grandes dimensiones. Pertenece Pomar de las Montañas a la parroquia de San Pedro de las Montañas. Dice Madoz que en estos pueblos se abundan los osos, corzos, lobos y jabalíes, y se pescan truchas muy sabrosas. Se acaba la carretera, ahora seguimos una pista que enseguida se bifurca. En el cruce encontramos a dos paisanos, apoyados en un tractor, charlando de esa especial manera que hace que los trabajos de campo en los pueblos tengan duración indeterminada. Seguimos por la derecha. El camino gana altura rápidamente. Al pasar encima del pueblo queda a la derecha, abajo, el lugar llamado El Castro. Vemos que coincide con un cortín que vimos a la derecha antes de llegar a Pomar, cuando veníamos. Subimos entre los arbustos propios del monte bajo. Damos una curva muy cerrada a la izquierda y ahora llaneamos. A la izquierda (S), al otro lado del río está el gran pinar (unas 200 ha) que el Principado de Asturias compró para ayudar al mantenimiento de lo oso en paraje protegido. Faldeamos la cara S de la sierra de Cazarnosa (de O a E: el pico Cazarnosa con 1.385 m, el Peñón de Pomar 1.071 m, y el Carcabón2 1.071 m). Ya entramos en plantación de pino. Paramos para disfrutar de la espesura y asomarnos al valle. Por debajo y a la izquierda queda la braña de Somer. La pista pasa más alta hacia Brañatchonga. Al llegar al río tenemos el paso cortado porque las últimas lluvias (creo que fueron el 25 de julio, Santiago Apóstol, Patrón de España) 1. Casa natal del dramaturgo Alejandro Rodríguez conocido como Alejandro Casona, maestro con el antigua titulación de la Escuela Superior del Magisterio, que aún hoy se mantiene en la vecina Francia. Vivió exiliado y regresó a finales de los 50. Murió sobre 1964. 2. El Carcabón queda encima de Faidiel, donde quedan restos de minería de oro romana, y la que este topónimo hace referencia. Toda esta zona de San Pedro de las Montañas fue laboreada en busca de oro de lo que quedan abundantes restos.
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arrastraron el puente de troncos que salvaba el reguero. En este mismo lugar hay un área recreativa que resistió el empujón y mantiene las mesas y los bancos, pero el suelo está cubierto de arena y el reguero se encajó casi un metro respecto del anterior nivel. El agua limpia y clara, ya agotada, dejó un cono de deyección en el que se ve una sartén desmangada, acaso usada como batea para aprovechar este último aporte de los nuevos materiales de aluvión. Nando estudia la situación y rápidamente decide: hará retroceder el vehículo dando marcha atrás y tomará un ramal que salía a la derecha. Antón, temeroso, intenta desanimar a Nando porque la maniobra es arriesgada, pero éste ni le responde. El Orúa está muy cerca y no piensa perder el viaje. Tomamos la pista, abandonamos los pinos y entramos en monte bajo. A la derecha queda el pico Cazarnosa del que más tarde veremos el vértice geodésico. La pista sesea pero pronto se aplana y avanzamos hacia el O casi por llano hasta entroncar con la sierra de Los Lagos en el collado de Los Lagos. Estamos a una altura común a todo el sistema de cumbres de la zona en este relieve. Todo es monte bajo dedicado a pasto y se ven algunas manadas de caballos. Ahora es un ancho cortafuegos (unos 50 m de ancho) con grandes tramos de piedra suelta, muy abrasiva. Se trata de cuarcitas. En él se ven rodadas entrecruzadas de otros vehículos. Enfilamos casi recto al S, la mano experta de Nando controla los saltos del coche y timonea hasta casi el mismo mojón del vértice geodésico, de 1.366 m. Un viejo Land Rover también llegó con dos parejas desiguales porque unos parecen forasteros mientras los otros lugareños mostrando las bellezas de la zona. Miran el mapa y nos acercamos para prevenirles de que el paso está cortado en Brañatchonga, apenas nos escuchan y nos retiramos algo mohínos por el medio desplante recibido. Emprendemos el regreso por el puerto de El Palo. Doce largos y aburridos km nos faltan. La pista está descarnada, mordiente, y el coche bota continuamente. Vamos cumbreando por la falda O de la sierra. Antón 528
EXCURSIÓN AL PICO ORÚA
se distrae con el paisaje de la derecha y no hay problemas hasta un ciento de metros antes del puerto. Una piedra consumó lo que ya era una amenaza desde hacía rato: de un tajo cortó el neumático. Forrar, izar y cambiar la rueda le llevó a Nando cinco minutos.
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PICO COURÍO Y RUTA DEL ORO 16 de mayo de 1992
Yendo por la carretera del Puente San Martín, antes de llegar a Belmonte, se toma en Selviella la que sale a la derecha, que pasando Bello, Pontigo, y Santa Marina, nos llevará a Boinás y Tuña. Después de unos 4 km, llegamos a la divisoria de aguas, a unos 800 m de altitud. Echamos pie a tierra y tomamos el camino que sale a la derecha (nos llama la atención la naturaleza del roquedo) que es el que tomamos. Pronto llegamos a un prado cercado por pared y atravesado por un reguero. Seguimos hacia el N y, a nuestra derecha, aparece un pequeño llano por el que corre un arroyo, otro prado con cabaña y unas rocas graníticas redondeadas; éstas constituyen un estupendo observatorio para la primera parada. Se ve perfectamente que la carretera que nos trajo corona mucho más bajo de lo topográficamente natural, porque aprovecha una gran excavación que se aprecia tanto por la margen izquierda como por la derecha. Se trata de una mina de oro trabajada en tiempos de la dominación romana. A nuestra altura, por la derecha, se ven dos rellanos en la ladera. Son viejas balsas de agua. Desde aquí estudiamos el pequeño llano aludido que está rodeado por una elevación -que es un muro redondeado por la vegetación que durante milenios lo envolvió- y que se originó al colmatarse el embalse que se hizo para acumular agua, también para la mina. Con esta fuerza hidráulica se producían derrumbes o se lavaban arenas. Afirman algunos lugareños que para el embalse se traía el agua del río Cauxa faldeando por la sierra de Begega. 530
PICO COURÍO Y RUTA DEL ORO
Continuando la ascensión hacia el N llegamos en poco tiempo al vértice geodésico (1.017 m). Es una cima con muy poca vegetación y mucha piedra suelta. Desde aquí la panorámica es circular. Al N el pico Aguión; con precisión se identifican la villa de Salas, las sierras de El Viso y El Llano (o Muxagre), los pueblos de Mallecina, La Arquera, Malleza, y el Pico Andolinas; hacia el O destacan las planas superficies sobre las que se asientan los pueblos y la perpendicularidad de las paredes del corte que producen los ríos, lo que se aprecia perfectamente en el Narcea; al S, la carretera que va de Belmonte a la venta de Las Cruces y gran parte del “Camín Real de la Mesa” –Porcabeza, y a sus pies, San Martín de Ondes descansando en una hermosa repisa, el pico La Berza, detrás el campo de Cueiro, al fondo peña Micho, Los Bígaros, Ubiña y Peña Rueda; al E, El Aramo, La Mostayal, y El Naranco, en otro plano posterior Peñamayor, Trigueiro y, por último, los Picos de Europa. Moviéndonos al O nos asomamos -aunque sin alcanzar a ver el ríoal valle del Narcea y emprendemos el descenso hacia los prados en los que empezamos. Terminamos justamente en la mina que describimos al principio, desde aquí se ve que la excavación seguía también por otro lado y, sobre todo, a la derecha de la carretera en el sentido de nuestra llegada. De nuevo en coche, continuamos el camino en busca de otros restos. Nada más pasar el cruce de Antoñana hay otra excavación, y otra más a un km aproximadamente, en Villaverde. La más interesante posiblemente está en El Valle. Se ve desde la carretera poco antes de llegar al pueblo y bien merece la pena desviarse para visitar la bocamina, que data de entonces, y una escombrera de la misma época con escorias de fundición; a ésta se llega tomando el primer camino a la derecha que hay por la carretera hacia Boinás. Poco después aparecen a la izquierda unos prados bastante extensos y casi llanos: son el fondo del depósito que acumulaba agua para el gran yacimiento que observaremos mejor después de dar la próxima -y muy cerrada- curva a 531
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la izquierda. Boinás está a tan sólo 1 km y a la salida del pueblo, al cruzar un pequeño reguero, se ve la cicatriz que hizo el movimiento de tierras. En Boinás tenemos asegurada una buena comida a base de tapeo de chorizo, jamón y queso.
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COLLADA PREPINDE DESDE PENDILLA
COLLADA PROPINDE DESDE PENDILLA 3 de diciembre 1991
El pueblo de Pendilla está situado en un valle con la geomorfología, arquitectura y distribución del espacio típicos del sector central de la montaña leonesa en la falda S de la cordillera Cantábrica. Montañas muy redondeadas, algunos restos periglaciares y valles muy abiertos, prados cercados o praderías abiertas; casas de piedra -con dependencias para ganado y sin construcciones destinadas a guardar la cosecha- que forman pequeños núcleos de población, casi deshabitados en la actualidad. Procedente de Oviedo por la carretera N 630, después de pasar Arbas y Busdongo, se toma la desviación que sale a la izquierda hacia Camplongo. Rebasado éste dejamos a la derecha la carretera de Tonín y a tres km está el final del recorrido para nuestro vehículo. Al entrar en Pendilla (1.300 m) tomamos el camino de la izquierda y cruzamos el puente sobre el río Camplongo: aquí empezamos a caminar. Seguimos una pista por la margen derecha del río de muy cómodo tránsito. A 1 km cruzamos un puentecillo sobre el arroyo Fornillos que nace en la vertiente NE del Cellón (2.035 m). Proseguimos unos 2 km casi por llano, dejando a la derecha prados y a la izquierda monte bajo, hasta los 1.450 m aproximadamente. Aquí traza la vía una curva a la izquierda abandonando los prados y la vista sobre el valle, encara la falda de la montaña y se hace un poco más pendiente hasta culminar en la collada Propinde, a unos 4 km. 533
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Toda la ladera izquierda a partir del pueblo aparece desprovista de vegetación arbórea. Únicamente en la ribera abundan los sauces y después aparecen algunos abedules salpicando el monte; el resto se compone de brezos, carqueixa, cotoyas y muy escasas matitas de arándanos. No se encuentran fuentes con agua potable. La vertiente opuesta está orientada al NO, totalmente a la umbría, y guarda mucho más tiempo la nieve. Tiene un bosquecillo de hayas con algunos robles, conservado por su climatología particular, claramente más fría; que produce menos pastos y peores. Desde la collada se divisan: el macizo de Ubiña, Peña Rueda, Brañavalera y El Aramo a la izquierda (O); de frente (NO), en las primeras tierras asturianas, el monte de Mudrielos y el de Cuaña, algunas bocas de túnel y la estación de Navidiello; a la derecha (NE), siguiendo la línea de cumbres en la que estamos, continúan los picos Tres Concejos (2.020 m), Pisones (2.050 m), Llana del Puerto (1.958), y Cueto los Barriales (2.110 m). Éstos son los que cierran la cabecera del río Camplongo y entre ellos aparecen profundos cortes -casi barrancos- producidos por el agua a falta de suelo protector. Son los rendimientos decrecientes debido al sistema de quemas periódicas para la obtención de pastos. Una vez rebasada la collada y ya en aguas vertientes al Cantábrico, continúa la pista -convertida casi en carretera- por la falda NO del pico Tres Concejos, el Fuertes, y el cerro Navidiello; aquí comienza el descenso por los hermosos mallaos de El Rasón y Las Llanas para terminar en Santibáñez de Murias (a 10,5 km de Moreda). Ya en territorio asturiano, hasta Santibáñez de Murias hay unos 12 km. En su mayoría discurren por la calzada romana de La Carisa, convertida en pista para sacar carbón para la central térmica de La Robla. J. M. González la dio a conocer en una conferencia en 1976. Esta vía, conocida como “camín real”, fue posteriormente investigada por Carmen Fernández Ochoa. Parte de León, sigue por Camplongo, Pendilla, altos de La Carisa, “mallaos” de Fierros y Navidiello hasta la Cruz de Fuentes; aquí se bifurca y un ramal 534
COLLADA PREPINDE DESDE PENDILLA
sale hacia el concejo de Aller y otro sigue hasta Carabanzo (en el Castiello de Bustiello se encontró una moneda romana de la época de Tiberio) y Ujo. Era esta calzada de un camino de herradura de unos 2 ó 3 m de ancho del que no se conocen tramos enlosados. Al igual que el de La Mesa, discurría por la línea de alturas que dominaban las laderas, lo que permitía gran seguridad a la hora de transitarla. La comida se puede hacer en el puerto de Pajares a base de cecina, jamón y queso; y también en Villamanín.
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COLLADA LA BEZAL 18 septiembre de 1986
Procedente de Oviedo, después de cruzar el puerto de San Isidro hacia León, a los 2 km hay una pista a la izquierda que, remontando el valle de Vamba, nos lleva en pocos km a la collada elegida. El recorrido no tiene pérdida. Caminar por pista puede ser aburrido y el paisaje que nos rodea no es demasiado sugerente aunque el cordón montañoso que tenemos al frente permite suponer que al otro lado se abrirá un amplio y atractivo paisaje. A medida que vamos ascendiendo se dibujan con mayor claridad las cumbres: Torres, Valmartín y Cascayón (1.949 m) al E; al NE la peña el Viento (2.000 m), La Rapaína (2.022 m) y La Rapaona (1.957 m). Entramos en las praderías y llaman la atención los profundos surcos que el agua excavó pese a lo lento de su discurrir. Son casi horizontales; y esto produjo pequeños meandros. Entre pico y pico quedan colladas de fácil acceso. Resulta particularmente interesante la que se abre al E del Pico Valmartín que es el inicio de una travesía que termina en Caleao, por los puertos de Contorgán y Los Arrudos termina en Caleao. Al final, ya en la collada La Bezal, se nos presenta un paisaje que completo: la falda N de la Peña del Viento, Valdevezón, Brañagallones, el Canto del Oso (1.800 m), al fondo el Tiatordos y en último plano los Picos de Europa; a la izquierda (E) los ya citados de Torres. 536
COLLADA LA BEZAL
Bordeando El Cascayรณn por su cara E y girando hacia el N pronto nos situamos sobre el lago Ubalas. El lago se encaja en una cubeta que se alimenta de las aguas y nieves que la cierran por el S, tiene una longitud de 150 m, un ancho de 75 y una profundidad de 4 m (las medidas que se dan son aproximadas y en condiciones de รณptima alimentaciรณn).
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PUERTOS DE AGÜERIA 24 de mayo de 1986
En la carretera de Bárzana de Quirós hacia Santa Marina tomaremos la desviación de la izquierda que conduce a los pueblos de Cortes y Lindes. En el primero de ellos nació san Melchor García Sampedro, dominico que murió en Indochina (Conchinchina, Nom-Dinh, 1858). El pueblo merece una visita. Dejamos el coche en Lindes, punto de partida (900 m). Se inicia por el camino llamado El Carrilón, amplio pero de pronunciada pendiente. Continúa por Manín Fondero y Manín Cimero hasta la collada del monte Cobarbas (1.263 m), después desciende por un hermoso bosque de hayas -en el que hay algunos ejemplares notables- hasta llegar al río. Se cruza por unos troncos o se vadea, a ojo, por donde menos agua parezca tener. La llegada a los puertos compensa sobradamente todos los esfuerzos que se hicieron. Entre grandes matas de acebos hay pequeñas cabañas, perfectamente disimuladas en el paisaje, que cubren la gran collada de Lingleo, que separa Peña Rueda (2.155 m) de la imponente pared, de más de 2.000 m de altitud, con que el macizo de Ubiña se prolonga hasta puerto de Ventana. Estos acebos proporcionan refugio, defensa y alimentación a numerosas especies animales, sobre todo en el largo invierno (especialmente aves). La diferencia de temperatura del interior al exterior de un acebal es de varios oC. Fue una zona moldeada por la glaciación cuaternaria. La nieve se acumulaba en la pared oriental de la cresta de El Siete. Resultado de esta 538
PUERTOS DE AGÜERIA
alimentación nival fue el desarrollo del aparato glaciar más importante del macizo -unos 5,5 km en la fase de mayor avance-, que era en realidad la confluencia de tres lenguas de hielo que procedían de los glaciares de Cueva Palacios, El Llongo y el de Colines. Se reunían y formaban el de la Foz Grande que, al no disponer de paso, terminaba en Penarpín con un frente de acusada pendiente, del que se desprenderían bloques de hielo. Restos de formas y niveles glaciares vigentes durante la glaciación se pueden encontrar sobre todo paredes de circo y de artesa, cubetas de sobreexcavación, rocas pulidas por el hielo, y diferentes, materiales de origen morrénico. Hay que tener presente que los procesos morfogenéticos actuales y la vida vegetal contribuyeron a ocultar estos restos. El concejo de Quirós perteneció a la Mitra de Oviedo. En 1579 el Papa Gregorio XIII donó las tierras quirosanas a Felipe II, y éste vende la libertad a sus pobladores en 12.000 maravedíes por cada uno de los 394 habitantes del concejo. La casa Consistorial de Bárzana conserva la escritura original de esta venta
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PUERTOS DE ANDRÚAS Y ERMITA LA MERCED
Bermiego (800 m) es una aldea muy bien orientada. Se sitúa en la falda SO de El Aramo. Se llega desde la carretera de Trubia al puerto de Ventana. En Caranga se sigue por la que va a Bárzana y poco antes de Arrojo se ha de tomar una desviación a la izquierda que termina en el pueblo, está señalizado el desvío; es típico de montaña y está bien conservado De la parte alta del pueblo sale un camino hacia el N que conduce directamente a los prados que buscamos. Son grandes. Casi todos tienen una sólida cabaña y están bien arreglados, separados por paredes bastante anchas y con varios fresnos cada uno. Siguiendo el camino se llega a la ermita de La Merced y, si todavía decidiéramos seguir, a las vegas centrales de El Aramo, a los pies de Gamonal. Vemos al O La Sobia, que es un peñón de caliza que separa los valles de Quirós y Teverga; al SE destaca la mole de peña Rueda; al NE la sierra de El Aramo cierra nuestro campo de visión. Al regreso merece la pena dar un paseo por el pueblo dado su excelente estado de conservación. Algunos de los hórreos tienen tallas y a lo largo del recorrido se pueden ver bajo los mismos aperos de labranza bastante antiguos. La visita a la iglesia no puede faltar, tanto por la aérea mirada que podemos echar al valle de Quirós desde allí, como por la presencia de uno de los mayores tejos de Asturias. Este árbol es, para los asturianos, emblemático. Se encuentra 540
PUERTOS DE ANDRÚAS Y ERMITA LA MERCED
frecuentemente al lado de las iglesias y parece ser que en la antigüedad fue objeto de algún tipo de culto pagano. Interpretando la presencia de estos árboles al lado de los templos cristianos se han dado varias hipótesis. Una de ellas afirma que fueron inmediatamente posteriores a las iglesias y simbolizan la eternidad por su larguísima vida y lento crecimiento, (en Inglaterra hay ejemplares que tienen más de 2.000 años); otra que se construyeron las iglesias allí donde había tejos con el fin de erradicar restos de cultos no cristianos que alrededor de este árbol se practicaban. Es venenoso en todas sus partes. Cántabros y astures usaban su jugo para emponzoñar las flechas en su lucha contra los romanos. Se calcula que un caballo puede morir con 2 gr de hojas por kg de peso. Su madera es muy apreciada. En Bermiego se celebra anualmente un festival de queso de bota y pan de escanda. Al regreso se puede visitar la iglesia románica de Arrojo en el pueblo del mismo nombre, al lado mismo de la carretera. Destaca la portada, y dentro de ésta los capiteles de la izquierda. También los canecillos. En el interior hay pinturas del s. XV ó del XVI.
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COLLADA EL TRAVE 28 de noviembre de 1986
Se sale en Campomanes por el valle del Huerna. Se suceden las aldeas. En Tuiza de Abajo se deja el coche y empieza la caminata. Se toma la ronda asfaltada que sale a la derecha se llega a Tuiza de Arriba. Aquí hay que abandonarla y seguir un ancho camino empedrado, al principio, que sale hacia el E. A la izquierda queda Siegalavá (2.217 m) y el Tapinón (2.115 m), a los lados dejamos prados (algunos con cabaña) cercados por paredes de piedra y sebes; después abandonamos el camino y llegamos a unas camperas. A los dos km del pueblo -aproximadamente- alcanzamos una collada (El Viso): entre Peña Castiello (1.652 m) al S y al N Peña Foxón (1.783 m). Giramos un poco al N y, faldeando Peña Foxón, llegamos a unas camperas en las que hay una majada llamada Foxón. Frente a nosotros y un poco al NE está la redondeada elevación de La Carba de Fusneo (1.592 m). Queda atrás la pradera y seguimos faldeando por terreno pedregoso -está bien marcada la senda- casi sin salir de la cota de los 1.500 m. Cuando nos situamos en la misma cabecera del río de Jomezana abandonamos Peña Foxón y entramos en la ladera del Tapinón (2.115 m). Su cara N va cayendo hasta formar una collada -El Trave- con el pico Cruces de Fondos (1.770 m). Desde aquí se abre una panorámica sobresaliente: los puertos de Agüeria y Peña Rueda. Estos puertos están constituidos por una gran campera con numerosos bosquetes de acebos, también mostayos y espineras. 542
COLLADA EL TRAVE
Bajo nosotros está el Llagu; al NO Peña Arpín (1.550 m); y, al pie de la cumbre, una pequeña majada llamada Busdongo, cuyas cabañas están perfectamente integradas en el paisaje. Se aprecia nítidamente el modelado glaciar de los puertos y especialmente en la Foz Pequeña. Al retroceder los hielos y abandonar los materiales morrénicos se produjeron cierres, de los que destaca por su perfección el del Llagu, situado en su parte anterior. Este pequeño lago mantiene agua todo el año aunque en el verano baja mucho su nivel. Tiene abundante vegetación palustre en su parte central y está en fase de colmatación. Al O hay unas pequeñas cabañas de piedra con techo cónico, de tapinos, con puerta pequeña y baja, usadas tanto por pastores como para guarda de crías de vacuno o caballar. Es una zona frecuentada por lobos. Hay frecuentes disputas por los deslindes entre los vecinos de los concejos de Lena y Quirós a causa de los pastos.
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VEGA DE ORANDI
A 1 km de Cangas de Onís siguiendo la carretera que va a Covadonga topamos a la derecha la desviación que conduce a Següenco, que es el punto de partida para la salida de hoy. Se atraviesa el pueblo por un ancho camino encementado. Poco después de pasar la última casa hay un pequeño ensanchamiento que permite maniobrar con el coche y aparcar. Vamos hacia el S. A unos 100 m se gira a la izquierda y se toma otro. Tiene buen firme, está empedrado, y nos soportará durante la primera parte de la ruta. Pronto aparecen los primeros prados rodeados de paredes de piedra; cubren la construcción las más grandes y planas. En las primeras cabañas que encontramos a la izquierda hay los consabidos fresnos y tilos. Encontramos una portilla de madera destinada a controlar el paso del ganado. Prados y cabañas se suceden con las mismas características, tras pasar unos cercados por alambradas damos vista al valle del Dobra. Ahora vamos girando lentamente hasta tomar sentido E. De nuevo una portilla nos cierra el paso -ésta de hierro- pero la salvamos sin dificultad alguna. El camino que traemos tiene pocos altibajos y en general se puede decir que llanea, por lo tanto hemos de apartarnos de otros que se presentan pero que son claramente ascendentes o descendentes. Cuando encontramos a la izquierda unas cabañas rodeadas de árboles que las hacen pasar casi desapercibidas 544
VEGA DE ORANDI
vemos nuestra derecha un letrero que anuncia que entramos en el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. Hay una pendiente y cambia súbitamente el horizonte de fondo con la aparición de la recortada silueta del Macizo Central de los Picos de Europa. Aquí el camino inicia un descenso que se recibe con agrado, pero tanto como bajemos tanto hemos de subir. Una vez recuperado el desnivel perdido llegamos a una pradería con algunas espineras, cerca prados cercados, y varias dolinas bastante grandes. En este punto resulta fácil extraviarse. A la izquierda hay una senda que desaparece a tramos y pasa entre dos palos de unos 2 m de altura, bastante delgados, que fácilmente pasan desapercibidos pero que resultan imprescindibles para llegar a buen fin. Ellos nos encauzarán. Tras franquearlos la senda ahora está empedrada para evitar lodos. Entramos en un degradado bosque de hayas, con algunos buenos ejemplares; también tiene acebos y espineras. Remontamos la collada que tenemos al frente y ya damos vista a la parte alta del río Mestas. A la derecha hay un denso bosque de hayas. Vamos faldeando por la izquierda y pronto vemos ya las casas de Las Mestas. Seguimos el descenso hacia una cabaña edificada en la parte alta de un prado, después aparecen otras más abajo. Casi inmediatamente llegamos a la orilla del río. Caminaremos con sentido N desde ahora, siguiendo el curso de agua. Hay un puente de hormigón pero no lo cruzamos. Seguimos río abajo por la margen izquierda. Entre el camino y el río dejamos un soberbio ejemplar de haya de impresionante tronco; el cauce es de caliza y tiene marcadas las formas caprichosas que el agua le ha dado a lo largo de miles de años de disolver la roca. El río meandriza a medida que nos acercamos al llano. A su orilla aparecen los alisos, hermosos prados y al fondo un denso -aunque pequeño- hayedo. Pronto llegamos al punto en el que el río penetra la montaña precipitándose en la cueva que tiene su salida en Covadonga. 545
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A nuestra derecha, parte un camino empedrado que tras una pequeña subida inicia brusco descenso hacia Covadonga, atravesando un hermoso bosque de hayas. Seguiremos la conducción de agua a través de la tubería, visible a tramos y siempre sonora por sus muchas fugas. Es un descenso fuerte, en zig-zag, que se ha de hacer con gran precaución si está mojado el suelo. La belleza del lugar reside en el propio medio. La panorámica no es espectacular ni el recorrido grandioso, pero sí es un paisaje relajante porque la vida vegetal y animal no llegan a resultar agobiantes ni la masa rocosa de la caliza dominante. Si se quiere continuar caminando, en la cabecera del río Mestas hay un camino que con sentido SE pasa por las majadas de La Quintana y Severín, llega al nacimiento del río Pelabarda (en la fuentona de Fana), a las majada de Fana, de Teón, e incluso salimos a la carretera que va a los lagos, a la altura del km 9, viendo perfectamente la Porra de Enol (1.248 m) y adivinando la cubeta que aloja el lago del mismo nombre. Entre las muchas canciones que hacen referencia a este lugar de Covadonga reseñamos: Pastores de Covadonga los que baxais a La Riera si queréis tomar buen vino cortexai la tabernera. La Virgen de Covadonga tiene una fuente muy clara la moza que en ella bebe dentro del año se casa. La Virgen de Covadonga tiene corredor y sala, también tiene retiro 546
VEGA DE ORANDI
donde se pela la pava. La Virgen de Covadonga tiene escaleras de piedra, tambiĂŠn las podrĂa tener de plata si las quisiera.
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ALREDEDORES DE LOS LAGOS ENOL Y ERCINA Marzo de 1992
Al margen de las clásicas rutas de Vega de Ario, refugio de Vegarredonda y mirador de Ordiales, además de las subidas a Cabezo Llorosos, Jultayu, las Peñas Santas, el Naranjo de Bulnes, Torrecerredo, o cualquier otra que requiera especial preparación, los alrededores de los lagos de Covadonga ofrecen un sinfín de paseos entre apacibles majadas, algunas extensiones de monte bajo formado principalmente por ericas y cotoyas, y pequeñas masas de árboles. Hay multitud de senderos. Se puede tomar cualquiera de ellos y seguro que llegamos a un lugar francamente hermoso. No hay posibilidad de perderse siempre que se tome una buena referencia y no se cometan imprudencias. La mayor de las cuales es no temer a la NIEBLA; si ésta se presenta, será necesario detenerse en el sitio en que nos encontremos y esperar mejor momento para salir, aunque sea al día siguiente. Del lago Enol sale hacia el SO un amplio camino que a los 1.300 m se bifurca. Por la derecha, hacia el O, se llega hasta el Mirador del Rey, espléndido lugar para contemplar el bosque de Pome, el nacimiento del río Pelabarda y casi su confluencia con el río Pomperi. En el cruce citado, siguiendo por la izquierda se llega al Pozo del Alemán (en el río Pomperi y, más allá, la majada llamada braña de La Piedra). Desde aquí se inicia una suave subida hasta la vega de La Piedra -por la enorme roca casi esférica que hay entre las cabañas548
ALREDEDORES DE LOS LAGOS ENOL Y ERCINA
y el camino continúa hasta el refugio de Vegarredonda y el mirador de Ordiales, que no se deben seguir si no se cuenta con el necesario conocimiento del terreno. En el lago Ercina comienza la ruta para la vega de Ario pasando al S del pico Llucia (aunque está bien señalizada merece una descripción más amplia que aquí no podemos dar, y también requiere conocimiento como las de Vegarredonda y Ordiales). La que se puede hacer con facilidad es la que parte del Ercina, bordea por el N el Llucia y se encuentra con una pista que llega a la majada Belbín, hermosa unidad de pastoreo que se encuentra en buen estado de conservación, y sobre todo las cabañas que se sitúan en la base de la roca. Está limitada al E por una cresta morrénica que arrastraba la lengua de hielo que avanzaba hacia el N. Asomándose al borde de la morrena y bajando hasta el arroyo La Güelga -más tarde río Casaño-se puede continuar hasta la majada La Güelga y regresar dando un pequeño rodeo por las majadas de Parres y Bañarredonda, cruzar de nuevo el río y, también por Belbín, regresar al lago. Esencial resulta tomar buenas referencias porque el extravío está asegurado para los noveles y distraídos. Por la carretera de llegada, poco antes de llegar al lago Ercina, a un centenar de metros del aparcamiento llama nuestra atención el carst en pináculos que parecen termiteros. Es una superficie que se modeló a finales del Terciario por la acción del agua de lluvia con dióxido de carbono bajo un clima cálido y húmedo que disolvió la roca. Posteriormente se cubrió con materiales morrénicos durante las glaciaciones cuaternarias y actualmente está quedando al descubierto. Al pasar para la majada Belbín, tras la primera collada, se ve de nuevo el mismo modelado. Este punto de observación aparece citado en el volumen I Puntos de Interés Geológico (PIG), del servicio de publicaciones del Ministerio de Industria. A la vega de Comeya se puede llegar por la pista que parte del desagüe del lago Enol. Desde la vaguada El Escaleru ya se ve la gran vega a 549
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través de un corte en la roca (hay una columna para sujetar los canjilones que transportaban mineral). Desde aquí se atraviesa el túnel -que comunica con una cueva natural- y ya se inicia el descenso por un sendero amplio que nos deposita en las amplias praderías de Comeya. Esta vega es un poljé que mide algo menos de 2 km de largo y casi uno de ancho, la surca un río que desaparece en el sumidero La Meona. También se llega desde la majada Belbín, rodeando el pico El Mazo (1.167 m) primero hacia el N y girando después hacia el O llegamos a una vega, Las Mantegas, con grandes piedras en su pradería, se deja a la derecha (E) el Cantón de Texeu y proseguimos al NE; aproximadamente a un km pasamos el collado Salguereu y ya se “cae” a Comeya. Aguas procedentes de la explotación minera de Buferrera eran recogidas en grandes balsas de decantación que todavía hoy se conservan -además de otros restos- aunque en los planes del parque está la completa limpieza de este entorno. En el extremo NO de esta vega hay una turbera de buen tamaño y gran interés botánico. Después se enlaza con un ancho camino que lleva a la carretera por la que subimos a estos lagos. Hay aquí una numerosa población de buitre leonado. En el corto y pequeño río endorreico que la cruza hemos vistos truchas y cangrejos de buen tamaño. Pero será ocioso recordar, suponemos, que estamos en pleno Parque Nacional de los Picos de Europa. Al lado E del Enol están los restos de la citada explotación -que primero estuvo en manos inglesas y nacionales posteriormente- de Buferrera, que obtenía energía hidroeléctrica de las aguas de los próximos lagos. La actividad minera se mantuvo por diversas empresas hasta 1979, año que se dejó tras no pocos conflictos por su evidente choque con el Parque Nacional. En esta zona se está construyendo actualmente un área recreativa y un gran aparcamiento al objeto de dotar los alrededores del lago Ercina de una infraestructura que permita acoger gran número de visitantes sin perjudicar el entorno. 550
ALREDEDORES DE LOS LAGOS ENOL Y ERCINA
Se debe llamar la atención sobre una planta que a partir de los 1.000 m es muy abundante y MUY VENENOSA, probablemente la más peligrosa de la Península. Se trata del matalobos azul también llamado acónito o napelo. Su principio activo es la aconitina y resulta mortal en dosis mínimas. Es alta, mide hasta 1,5 m, flores de color azul oscuro y agrupadas en una espiga muy alargada. De forma y tamaño muy parecido se puede encontrar -aunque abunda menos-otro acónito igualmente venenoso de flores amarillas.
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DE SAN LORENZO A LA BRAÑA DE LA MAGDALENA 7 de junio de 1986
Todas las salidas al Camín Real de La Mesa tienen como particular encanto la historia de tan famosa vía y, especialmente, que a lo largo de su recorrido se conservaron formas de vida que en el resto de nuestra piel regional ya han desaparecido. Al puerto de San Lorenzo (1.360 m) se llega por la carretera de San Martín de Teverga a La Riera (ésta ya en el término municipal de Somiedo). En la misma divisoria de aguas entre ambos municipios (alto del puerto de San Lorenzo), a la izquierda, sale un ancho camino que atraviesa el campo de la antigua venta de San Lorenzo, de la que quedan construcciones dedicadas a usos ganaderos. A medida que se asciende describe una amplia curva hacia el SO y pronto entra en una zona boscosa en la que se encuentran a la derecha abedules, acebos, hayas, serbales y algún mostayo. A la izquierda domina un tupido monte bajo con varias especies de ericas y gran cantidad de matas de arándanos; a mayor altura hay hayas y, por último, piornal. Al alcanzar el llano llegamos a la venta de Piedra Jueves -alude su nombre al ara dedicada a Júpiter (Petra Jovis)- y las hermosas praderías que la circundan. Aquí hubo venta y ermita, pero las construcciones que quedan ya no tienen aquellos usos. Conspicuos mojones jalonan el camino e indican en qué punto nos hallamos. Son de desproporcionado tamaño y estilos diferentes. 552
DE SAN LORENZO A LA BRAÑA DE LA MAGDALENA
Continuamos por las praderías faldeando por la cara N de Peña Micho y casi por llano -dejamos a la izquierda el nacimiento de dos arroyos: primero El Buyo y poco después Vallina Armada. Se llega en menos de 30 minutos al Juego la Bola, lugar que constituye un privilegiado observatorio del valle de Saliencia. Al fondo se ven (SE) el alto La Calabazosa (2.113 m), la peña Cualmarce (2.048 m), Peña Orniz (2.182 m) y los Albos (1.985 m) forman un arco que envuelve los lagos de Saliencia y el del Valle. Por la margen izquierda del río hay un bosque de hayas y robles que en su parte final se llama Gurugú; aguas arriba recibe los nombres de Tibleus, Montegrande y, al final, Las Bustariegas. Es uno de los considerados de uso restringido especial porque allí viven algunas parejas de oso pardo. Un poco más a la derecha de nuestro mirador, en la base de El Micho, hay una fuente -La Marquesa- que puede mejorar notablemente el refresco y descanso que supone esta parada. Esta ladera cae sobre el valle con gran perpendicularidad y resultan muy llamativas las brañas que se asientan en los rellanos. Se continúa el camino dejando a la izquierda el pico El Cuerno y pronto se llega a la braña La Corra; que se encuentra en estado casi ruinoso. Estas laderas, tanto las somedanas como las teverganas, están densamente pobladas por venados y es fácil verlos. Casi justo al pasar bajo Peña Negra el camino conserva un enlosado con cunetas también de piedra. Después se abre una vega -La Sedernia- y se presenta un espeso piornal de muy incómodo caminar. Resulta aconsejable tomar altura por la izquierda hasta llegar al puerto de La Magdalena (1.450 m). Por aquí se conserva el camino que unía el pueblo de Saliencia con el de Barrio. Por algunas disputas de los de Saliencia con sus vecinos de la parte tevergana a causa de los pastos de este puerto, hubo un juicio cuya sentencia, 553
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en 1907, condenaba a los de la “oreya larga” - teverganos- a cuidar su ganado con pastor, perro, palo y bocina. La excursión se acaba. Si se regresa por San Martín se puede visitar la iglesia románica de Villanueva; en la que son especialmente interesantes los capiteles y las columnas del arco de triunfo, aunque la pieza más valiosa es la pila bautismal, también románica y de gran belleza.
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BRAÑA LA MAGDALENA DESDE BARRIO
BRAÑA LA MAGDALENA DESDE BARRIO 9 enero de 1988
Por la carretera de Trubia al puerto de Ventana, después de pasar la capital del concejo de Teverga, San Martín, aparece el hermoso pueblo de San Salvador. Aquí se toma una desviación a la derecha que conduce a Barrio (750 m). Dejamos el coche a la entrada del pueblo, al lado del río. Se inicia la ascensión a la braña de Fonfría (1.420 m) primero y a la de La Magdalena después. No tiene pérdida. A la misma salida de Barrio se toma el camino que sigue la margen izquierda del río, quedando unos prados entre él y nosotros. Tras 1 km, aproximadamente, casi por llano, se cruza un arroyo que llega por la derecha, y empieza la pendiente. Nos alejamos de los prados y penetramos en una zona de arbolado, robles la mayoría, manteniéndose el buen trazado y firme de la vía. Más adelante aparecen prados a la izquierda y a la derecha monte bajo cubierto principalmente por cotoyas y ericas. La ruta se va haciendo más áspera y pendiente. Entramos en monte bajo a ambos lados cuando estamos frente a Peña Negra de Torce. Tras pasar un pequeño bosquecillo -en él aparecen hayas- llegamos a la braña de Fonfría. Está en uso, sus cabañas están bien cuidadas y casi todas con techumbre vegetal, hay una fuente de agua fresquísima, y grandes matas de acebo disimulan o protegen las construcciones. Parecen engalanadas. El río queda muy bajo, a la izquierda, lejos, encajonado. En ambas orillas hay frondoso bosque de robles que alcanza casi esta misma braña y, en 555
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la otra ladera, cubren la Peña Negra de Torce. En esta zona hay la certeza de que habitan de manera estable varias parejas de osos y, en las proximidades, se abatieron algunos de los últimos legalmente cazados en Asturias. En el monte bajo que se atraviesa inmediatamente antes de llegar, es frecuente ver venados. Desde esta braña se toma un camino, más o menos marcado, en sentido SE que nos deja en La Magdalena. Desde aquí la panorámica que se brinda es difícilmente mejorable. Se abre el valle de Saliencia con un fuerte desnivel. Hay varias brañas en esta ladera aunque la mayoría presentan un lastimoso estado. La otra ladera del valle de Saliencia tiene uno de los bosques más importantes de la cordillera Cantábrica, por su extensión, por su pureza y, también, porque cobija algunas parejas de oso pardo. Hemos llegado a un punto en el que cortamos transversalmente el Camín Real, la calzada romana que desde Astorga llegaba a Pravia y Santianes de Pravia. Esta obra impresiona por la perfección de un trazado que a lo largo de 100 km mantiene su excelente posición defensiva. Como vía de comunicación ha permanecido activa hasta el s. XVIII; después, poco a poco, fue perdiendo importancia a medida que la tomaban otros pasos, y especialmente Pajares. A lo largo de su recorrido había las necesarias ventas que prestaron los servicios de hostelería a viajeros y ganaderos durante cientos de años.
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LAGO DEL VALLE
LAGO DEL VALLE
En Pola de Somiedo se toma la carretera que lleva a Valle de Lago (1.250 m), sta. María Magdalena. Es sinuosa y pendiente. A la derecha dejamos el ramal que conduce al Coto de la Buena Madre y más adelante, a la izquierda queda Urria. Valle de Lago es un pueblo situado entre La Requijada (1.529 m) al N.NE y Peña Furada (1.429 m) al S.SE. A la entrada hay un pequeño embalse que retiene agua del río Valle y la que –por un canal- le llega del Sousas. Poco después, a la izquierda, sale un camino asfaltado que atraviesa el monte Tibleus y termina entre Veigas y Villarín. Este camino hoy no se puede usar con fines turísticos porque Tibleus es uno de los espacios de uso restringido especial por servir de refugio a algunas de parejas de oso pardo. A la izquierda se levanta una mole de caliza, parte de la cual se derrumbó sobre el pueblo en algún momento del pasado con trágicos resultados a juzgar por el nombre: Cueto de los Difuntos. Es un pueblo alargado y con varios barrios. Se llega en coche al final (barrio El Auteiro) y en un bar que hay a la izquierda se encuentra aparcamiento. Allí mismo se inicia el camino hacia el Lago del Valle (1.577 m). Hay una fuente a la salida en la que se debe hacer provisión de agua. Es una vía de suave pendiente, ancha y cómoda. A la salida del pueblo, a la derecha, hay grandes prados cercados por compactas paredes de piedra. Al final del camino hay una portilla y se entra en una pradería abierta, con algunas cabañas de 557
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clásica techumbre somedana -teito- que dan un impresión. A estas praderías se mandaban a pastar cerdos y gallinas, práctica que se mantuvo hasta la década de los 50. La pista se mantiene hasta el lago, si bien hay caminos alternativos o campo a través. Al final espera una pendiente mucho más pronunciada porque hay que remontar una morrena, y por fin el lago. Es el de mayor superficie de Asturias -23,7 ha- y se encuentra represado para su aprovechamiento hidroeléctrico. Tiene una islita en el medio a la que en aguas bajas se accede por paseras, también usadas por las vacas para moscar en la isla. En su parte más profunda tiene unos 12 m y la superficie es, aproximadamente, de 2,37 km2, sus orillas son de barro arcilloso así como el fondo de la cubeta que lo aloja. Este valle también se ha retocado bajo la acción de los hielos y a ellos debe parte de su modelado actual. Los Picos Albos y Peña Orniz formaron un circo del que se alimentaban varios glaciares. El que nos ocupa saltaba al valle salvando un gran escalón y sobreexcavaba una gran cubeta en la que hoy se aloja el lago objeto de nuestra excursión. El glaciar de Valle del Lago recibía por la izquierda los de Murias Llongas, Corralón y Fuxaradinas, terminaba unos 500 m abajo de Valle de Lago, tras 9 km de recorrido se rompía y desmoronaba al encontrar una brusca rotura de pendiente. A lo largo de su recorrido se formó un artesa perfecta que guarda el típico valle ajustado por una lengua glaciar. Este conjunto de glaciares fue el más extenso de los que funcionaron en nuestra zona en el Cuaternario. Al lado del aparcamiento donde dejamos el coche hay un bar en el que se puede comer al regreso.
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PICO MOCOSO Y LAGUNAS DE PÁRAMO
PICO MOCOSO Y LAGUNAS DE PÁRAMO 6 marzo de 1992
Se toma la carretera que desde Pola de Somiedo conduce al puerto de Somiedo. Después de pasar el último pueblo -Caunedo- la primera que se presenta a la derecha y lleva a la braña La Peral (1.380 m). Sugestiva por su emplazamiento, y por las viviendas que conserva con cubierta de teito, habitada antes únicamente en verano y ahora son asentamiento permanente. Cerca de aquí, al (NE) se encuentra el mirador del Príncipe, desde donde se contempla una buena panorámica del valle de Somiedo. Partimos de la braña siguiendo el camino que toma sentido NO. Sale por la izquierda y nos conducirá a la collada La Festiecha (1.585 m) por la falda del pico Mocoso (1.994 m). Es cómodo, al comienzo va casi llano entre prados cercados por paredes; después se hace más pendiente y entra en el monte bajo. La vegetación es escasa y acusa los incendios que periódicamente soporta bajo la falsa creencia de que mejorarán los pastos cuando en realidad es un paso más hacia la desertización. Ya en la collada, una fuente (Borrones) permitirá hacer acopio de agua para el resto del viaje. Desde aquí, a la izquierda (SO), se ve el camino que desde Santa María del Puerto conduce a La Pornacal y Villar de Vildas; también el nacimiento del río Somiedo entre Peñueta y Peña Canseco; y el del Pigüeña al pie de El Cornón. Proseguimos por el camino de la derecha entre un piornal que casi no deja ver donde ponemos las botas -el de la izquierda conduce al nacimiento del río Pigüeña- hasta otra fuente (Rozo). 559
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Desde aquí ya se ve el pico a la derecha. Después el piornal clarea hasta desaparecer; y ya, en zig-zag, emprendemos la última etapa. Desde la cima el paisaje es circular: las laderas E, N y O -hemos subido por la S- del pico son muy empinadas. Situados en el vértice geodésico vemos al E una falda muy pendiente en la que se asienta la braña de Fuexu; al frente (N) se prolonga en otro pico más bajo (1.871 m) llamado La Granda; al O una cabecera semicircular muy cerrada que acoge una laguna y un río que meandriza buscando mayor pendiente; más abajo un espléndido bosque -de uso restringido especial- y al final se adivina -por las tierras de labor- el pueblo de Perlunes. Al fondo y al E se ve El Sueve, los Picos de Europa, y todo el sector central de la cordillera; al O está más cerrado por la proximidad de La Treisa, El Cogollo, El Cabril y El Cornón. El descenso se hace hacia las lagunas. Encontramos una alambrada que salvamos y en muy poco tiempo descendemos a un rellano con una topografía singular que permite la retención de las aguas. Es una repisa con muy fuertes pendientes a los lados. Desde el borde se ve el valle del Alto Pigüeña, algunas construcciones de La Pornacal; la cubeta que acoge al lago Bueno, bajo El Cabril y El Cogollo; y el bosque de la margen izquierda del valle -Las Sendas- que es de uso restringido especial por ser guarida de osos. Siguiendo el curso del río hasta su mismo nacimiento, vemos la braña de Los Cuartos -bajo el Fontarente- y el valle de Cerezales. El regreso ya se hace casi llaneando hasta la primera fuente que encontramos y, después en suave descenso, volvemos al punto de partida. Es probable que se vean rebecos; también abundan venados y jabalíes, pero son mucho más huidizos; y ya el oso, que sólo está reservado para algunos elegidos, resulta mucho más difícil.
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PEÑA CHANA
PEÑA CHANA 4 de junio de 1994
De nuevo se eleva el listón y cada día supera al anterior. Colosal es la panorámica que esta peña ofrece del sector occidental de la cordillera Cantábrica y del sinclinal de Saliencia en particular. Desde Pidrafita de Babia se sigue la carretera al puerto de Somiedo, pero mucho antes de llegar al puerto, en Vega de Viejos, se toma la desviación para La Cueta (1.400 m), punto de partida de la excursión. Es un poblado pequeño y ruinoso, habitado estacionalmente por los pastores que cuidan su ganado en estos pastos de altura. De muchas casas quedan algunos lienzos de pared y un sembrado de la pizarra rota que tuvieron por tejado alfombra los caminos. Otras se reconstruyeron con bloques de prefabricados de hormigón, se cubrieron de uralita y cerraron sus puertas y ventanas con planchas de hierro. Hoy tenía un sólo habitante que pasaba el día con un par de niños de corta edad. Los prados que rodean el pueblo tienen acceso por anchos caminos -parecen cordeles de La Mesta- que permitieron el paso de rabadanes, perros y rebaños de churras y merinas que en el estío venían huyendo de la España reseca: ¡Ay!, dehesas de Extremadura, rebaños de lana fina, mastines que están de guardia, 561
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
buitres de sagaz pupila que siempre van al acecho de la oveja mal herida, y órdenes del rabadán dominando la vigilia de la noche y la majada que en el cerro se cobija. Las ordenanzas de 1730 de algunos de estos pueblos recogen la conveniencia de los vecinos más pudientes mantengan perros mastines: “... para la guarda de ganados, previa selección hecha por hombres desapasionados, mandando la vez se eliminasen los que fuesen cuscos o de mala raza” Aquí se juntan dos brazos de agua: uno baja de la falda S de Peña Orniz y otro de Peña Chana. El curso que se origina a partir de aquí se llama Sil. Dejamos el coche junto a la iglesia y emprendemos la marcha por el ancho camino que bordea el arroyo que llega por la margen izquierda (O). El que llega por la derecha (E) lleva a la base de Torre Orniz. Al principio hay prados, pero pronto éstos se reducen a las márgenes del río y el resto queda en abertal. En el primer cruce que se encuentra se ha de seguir el camino de la derecha. Algunos tramos están invadidos por piornos. Se llega a un chozo construido totalmente por piedras (incluso la cubierta); es un modelo de origen remoto y del que apenas quedan ejemplares en nuestra tierra. Servía de refugio al pastor y algunas crías de ganado que por inclemencias meteorológicas, debilidad o enfermedad necesitaban especiales atenciones. Desde aquí se ve en toda su extensión la enorme crestería de Peña Chana alineándose de SE a NO. Parece fácil la conquista. Poco después se bifurca el arroyo y queda reducido a un par de regueros. Se sigue por la dere562
PEÑA CHANA
cha. Al llegar a una cubeta de evidente origen glaciar, y pocos centenares de metros antes de llegar a la collada que da vista a la braña de Murias Llongas, se gira a la izquierda y empieza la ascensión en zig-zag, pero siempre por la falda SO. A medida que se va ganando altura aparecen las montañas de La Paredina y por encima Peña Orniz. Se camina con facilidad, sin peligro, a buen ritmo. A partir de los 1.900 m se ven la braña de Murias Llongas, una pequeña parte del valle del Lago y la morrena que lo cierra por el NE. El espectáculo empieza y la vista es incapaz de fijar puntos de observación: Peña Orniz, los Albos, el Montihuero, el Muxavén, El Cornón, peña Canseco, Rabo de Asno, el Diente, el Putracón y el alto de El Mojón son algunos de los puntos culminantes que se ofrecen. Fantástico exceso de oferta. Se camina, casi cresteando, por la cara SO. Las Duernas (o Morteras) se ven perfectamente y se reconocen los “cráteres” que salpican toda su extensión y a la que deben su nombre. Antón se va retrasando pero camina relajado y feliz, como un niño en un parque de atracciones. No le da tiempo a atender todas las llamadas de la Naturaleza: flores, piedras, fósiles, montañas, y la huella de los hielos sobre ellas. Quedan algunas trincheras de la última contienda civil. Cuando por fin alcanzamos el vértice geodésico y el buzón de cumbres, estallamos en gritos de júbilo. La visión es de 360º: desde el Catoute a -probablemente- Peña Trevinca, el Muxavén, El Cornón, Rabo de Asno, el Mocoso, Tineo, Aguión, Peña Mayor, El Aramo, Peña Ubiña, Peña Orniz, los Albos, los Bígaros, El Micho, Peñas Negras, y un sinfín de hermosísimas montañas. Más cerca, Santa María del Puerto, El Diente y el Putracón, Pola de Somiedo, ¡EL LAGO DEL VALLE REBOSANTE DE AGUA!. Juan Carlos señala con detalle el corte que se ve en la ladera hecho por el Camín Real de La Mesa. 563
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Estas montañas somedanas están desnudas pero no dan una impresión de desolación como las de Cangas del Narcea. Aquí, a estas alturas, nunca hubo bosques, mientras que en las otras los árboles fueron casi exterminados y del expolio queda abundante documentación, más la presencia en el paisaje de la característica vegetación de ericas, piornos, gamones que sustituyen a los bosques talados, quemados y degradados. Tomás nos abandona y se acerca al borde NE, levanta los brazos al cielo y nos llama a contemplar el paisaje que se abre a sus pies. Aquí se han de extremar las precauciones porque limado por el hielo el fondo del valle de Lago dejó en la parte de arriba paredes verticales. Las camperas del valle lucen un verde oscuro luminoso. Emprendemos el regreso en medio del buen humor general. Buscamos un sitio para comer las manzanas. Meroy y La Cueta son los últimos (o los primeros) pueblos de La Babia Alta. La Cueta es el pueblo más alto de toda La Babia y lo forman tres barrios: Cacabillo, Quejo y La Cueta. Una vez en La Cueta decidimos buscar un sitio para ver el final de etapa del Giro. En Piedrafita nos dijeron que en ninguno de los pueblos de los alrededores se captaba la señal de Tele5. Ante estas limitaciones, nos dirigimos a Santa María del Puerto para comer algo. Regresamos por el puerto de Somiedo, que ya tenía muchas vacas en sus pastos. Las vacas son panteístas y soñadoras. Las vacas en la órbita difunden de su apacible mirada vaguedades y ternuras y remotas añoranzas porque en la mansa pupila de las vacas brilla un alma buena y maternal 564
EXCURSIÓN A PEÑA ORNIZ
EXCURSIÓN A PEÑA ORNIZ, TECHO DE SOMIEDO Y CUMBRE EMBLEMÁTICA DE LA CORDILLERA 28 de mayo de 1994
Era carencia vital lo que sentíamos por coronar Peña Orniz. Sobre el mapa parecía que no tenía más problema que poner un pie delante del otro unos cuantos miles de veces. Y animados por tan escasa dificultad emprendimos el viaje. Acude a despedirnos Tomás, trajeado, sin corbata, elegante. No puede acompañarnos porque se ha muerto un amigo -cosa seria- e irá al entierro. Es una pena que no venga porque esta cumbre es de las pocas que tiene pendientes y le resulta muy atractiva. Yendo por la autopista A-66 se toma la salida de Villablino. Una vez pasado Huergas, salimos en el p. k. 43 por el desvío a Torre de Babia. Es una carretera con una pendiente muy suave. Después de 1,5 km -aproximadamente- empieza el descenso hacia el valle del arroyo Torre. Desde el punto en el que se inicia la bajada y durante casi 1 km aparece a la izquierda una morrena lateral que parece una hombrera en el perfil transversal del valle, otra a la derecha y al otro lado del río. Se sigue hasta el final y se deja el coche junto a un molino. Es un camino ancho. A la derecha, hasta el río, hay extensos prados. A la izquierda campera abierta y monte bajo. Más adelante los hay a las dos manos. Se camina muy cómodo, casi llaneando. A 1 km -aproximadamentese cruza el arroyo Torre, poco después la pista gira bruscamente a la derecha. Aquí la abandonamos para seguir por un sendero hasta alcanzar un pequeño 565
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rellano donde, sin duda, en otro tiempo hubo una laguna. La cabecera del arroyo Torre presenta una morfología glaciar. Tiene enormes acúmulos de materiales que por su disposición parecen arcos morrénicos. Desde aquí se ha de subir por una canal que al principio parece infranqueable pero que no tiene otra dificultad que su acusada pendiente. Al ir ganando altura, se ven muy bien los arcos morrénicos y aparece la laguna de Las Verdes de Babia y el circo de Torre de Babia. Al alcanzar la collada se da vista al valle del riachuelo Cebolledo, que es el nacimiento del río Sil. Se ve al NE, perfectamente, Peña Orniz y parece accesible. Se desciende hasta el río y se remonta por su margen izquierda hasta la collada que se abre entre Peña Orniz y Peña Congosto (1.283 m). Grandes manchones de nieve se conservan donde la ventisca los amontonó. Aquí el cauce del río está seco, y al mismo tiempo que lo cruzamos no llegó una pequeña corriente de agua. Recuerdo que nos pareció que estaban instalando el río para nuestro divertimiento. Este fenómeno tan llamativo se debió a que el deshielo empezó a producir agua en cantidad suficiente como para permitir la escorrentía. Alcanzada la collada empezamos a subir por la cara S.SE. Es un gran canchal hasta el castillete de caliza que constituye la cima. Ya se ve El Cornón y la panorámica amenaza con ser impresionante. Lucas se va retrasando y Antón tiene el presagio de que en el tramo final le darán miedo los últimos pasos. La presencia de Lucas y la posibilidad de ver la costa cantábrica le da valor, pero pensar en el descenso le pone los pelos de punta. La llegada es espectacular. Casi no cabemos en la cima los cinco. La enorme plataforma llamada Las Duernas (en algunos mapas aparece como Las Morteras), el Valle de Lago (con toda nitidez se aprecia el modelado en U y las paredes escarpadas en los bordes que delatan su origen glaciar), el sector O de la Cordillera Cantábrica con el inconfundible Cornón, los Picos Albos, y otros muchos parajes que no pude contemplar porque me puse 566
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nervioso. Aquí, 1 cm al N o al S puede cambiar el destino de una gota agua dependiendo de que vaya al Narcea o al Sil; así de sencillo es decidir su futuro. El temido -para Antón- descenso resultó muchos menos terrible de lo esperado gracias a la ayuda de Pepe. Esta plataforma de Las Duernas es una planicie plagada de cráteres (originados por disolución de la caliza y la excavación del hielo que durante la última glaciación cubrió esta superficie) que le confieren una topografía lunar. En todo el arco de cumbres que se extiende entre el Alto del Colladín (1.852 m) y Peña Chana (2.073 m) se acumuló la nieve que alimentó los glaciares de Valle de Lago y Camayor al N (y una difluencia que alcanzaba al de Saliencia); y el de La Forcada, Morronegro, La Majúa y Cebolledo al S. El hielo saltaba desde Las Duernas al Valle del Lago y originó la gran cubeta que hoy recoge al Lago del Valle. Esta zona que recorremos constituye la misma médula del Sinclinal de Saliencia. Con este nombre conocen los geólogos al gran relieve cóncavo colgado entre los valles de Teverga y Somiedo. Es la mayor de las estructuras plegadas que constituyen la unidad de Belmonte. Está organizado topográficamente en tres niveles: los relieves montañosos marginales de unos 1.900 m de altitud media (Cordal de La Mesa, Sierra de Cuetalbo-Peña Redonda, alineación Llagüezos- Peña de Gúa); una plataforma a unos 1.750 m (Las Duernas y Camayor); y los valles (Valle de Lago y de Saliencia), de perfil tendido pese a corresponder a tramos de cabecera. Torre de Babia conserva los restos de una torre de unos 8 m de diámetro con un muro de cerca 1,5 m. Tiene varias troneras y una ventana cuadrada sobre la puerta. Cerca del pueblo, en el monte llamado Las Verdes, se han encontrado dos hoces de bronce que están en el Museo Arqueológico de León. Al S del pueblo se localiza el montículo conocido como El Castro, en el que se observan tres líneas concéntricas de fortificación. En Babia abundaron las torres defensivas y la toponimia da buena cuenta de ello: Torrestío, 567
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Torre de Babia, Torrebarrio, Solatorre (Peña de Solatorre). En Villargusán existió la llamada “cuesta de la Torre” y en San Emiliano “el Castillo del Griego”. Algunas canciones aluden al movimiento de pastores y rebaños, cuya llegada y partida convulsionaba los pueblos: Ya se van los pastores cañada arriba, ya ponen las babianas la ropa fina. Ya se van los pastores cañada abajo, ya ponen las babianas los zarandajos. Ya se van los pastores a la Extremadura, ya queda la montaña triste y oscura.
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PICO EL CORNÓN
PICO EL CORNÓN 18 de julio de 1992
Se inicia esta salida en la braña de Santa María del Puerto (1.486 m) a la que se puede llegar desde Pola de Somiedo o por la autopista de A-66 tomando la salida a Villablino. Ya en la braña podemos entrar con el coche junto a la iglesia. El camino sale hacia el O entre grandes prados cercados por paredes de piedra. No se ven terrenos de labradío y las construcciones son únicamente para usos ganaderos de acuerdo con la economía de los últimos trashumantes de nuestra tierra: los vaqueiros de alzada. Todas las casas están orientadas hacia el SE, sin huecos al N ni al O. Tienen una antojana cerrada, y a la vivienda se accede por una escalera maciza de piedra. Muchas tienen la cuadra en la planta baja (fuente de calor nada desdeñable por estos pagos) y la vivienda en el primer piso; se cierra el edificio con una especie de desván-altillo pajar para guardar la hierba. Aproximadamente a unos 800 m hay una desviación a la derecha que conduce a la collada La Festiecha y a la braña La Pornacal, seguiremos por la izquierda. Es una senda que se pierde entre piornos y que conduce a la confluencia de dos regueros que más tarde forman el arroyo del puerto. Llegados a este punto, de nuevo seguiremos por la izquierda, y mejor por la orilla del pequeño cauce de agua, hasta su mismo nacimiento en un terreno encharcado (siempre en el sentido de nuestra marcha). 569
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Empezamos el ascenso por una senda, queda una diminuta cascada a la izquierda y después llegamos a un piornal. Desde aquí hay una buena vista del nacimiento del río -con los meandros propios de la escasa pendiente que tiene- y de este sector de la cordillera. Salimos de nuevo a un terreno encharcado –propicio para formación de turberas- y remontamos a nuestra izquierda por una canal muy bien marcada y de cómodo caminar: cambia el roquedo y entramos en lo calcáreo. En los abrigos más umbríos de las rocas podemos encontrar siempreviva de monte, calderones, y diversas gencianas. Al remontar la collada damos vista al valle de La Mozarra (o Almozarra). Ahora no conviene perder altura y es mejor rodear la cabecera del río. Se ve perfectamente nuestra meta y parece cercana; lo que falta es camino fácil pero largo. Tras rodear este valle de La Mozarra entramos en un terreno con numerosas lagunas, muy encharcado, donde se forman pequeñas turberas. Inmediatamente antes de El Cornón hay unos peñascos, Los Pollos, que hacen una collada al E. No es necesario llegar a ella. Rodeamos por la derecha (cara N) y por un gran canchal llegamos a otra collada en la misma base de El Cornón, ahora ya no hay pérdida posible, sólo se trata de seguir la senda marcada y podremos coronar la cumbre más emblemática de Somiedo y de la comarca leonesa de Laciana que, con sus 2.194 m, ofrece una buena completa panorámica del occidente asturiano. Es imposible sustraerse al embrujado encanto que encierra todo lo somedano. La dura climatología glaciar a la que estuvieron sometidas estas cumbres (última glaciación hace unos 15.000 años) ha dejado huellas en el modelado de los valles y en la plataforma plagada de lagunas que rodea esta cumbre. Sus laderas se delatan los efectos de los ciclos hielo-deshielo a que están sometidas y que producen un suelo geométrico fruto de la geliturbación; la vegetación no forma una lámina continua, son pequeños arcos entre los 570
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cuales sólo hay rocas que cada vez se van fragmentando más y desplazando al arco vegetal que las rodea. El diario La Nueva España del 21 de julio 1992 entrevista a algunos de los vaqueiros que pasan el verano en esta braña del puerto. De este reportaje destacamos lo que cuenta Vicente Lorences Alonso, de 72 años, que hoy pasa los inviernos en Vega de Viejos y hasta hace pocos años invernaba en El Pevidal (Salas): el viaje, a pie, duraba tres días con ganado porcino y dos si solamente llevaban vacuno. A principios de los 60 se comenzaron a emplear camiones para el transporte del ganado. Recuerda que en algunos bailes las mozas los rechazaban por ser vaqueiros -lo que él “nunca tuvo a bajeza”- y que eran muy frecuente las peleas, de manera que estimaban que si un baile no terminaba con una buena batalla campal la diversión no era completa. Vicente fue vecindeiro (encargado de velar en el invierno por el mantenimiento del pueblo y ayudar al caminante) entre 1965 y 1977.
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PEÑA MAYOR DESDE MELENDREROS 8 de marzo de 1986
Partiendo de Nava tomamos la carretera que conduce a Pola de Laviana, pasando por Martimporra, hasta Rozadas. Donde se toma la desviación que conduce a Melendreros, después únicamente es apta para vehículos agrícolas. La pista continúa hacia el S y a nuestra izquierda va quedando la propia Peñamayor. Gira después y se debe continuar hasta pasar un refugio para montañeros que se encuentra en unas praderías en la base de nuestra montaña, después se orienta a la izquierda. Va faldeando y cruza la conducción que desde los Arrudos lleva agua a Gijón. Acaba la pista en unas majadas de la falda N. Llegamos a una collada al NE de la Peña y desde aquí se sube con algunos desniveles fuertes hasta coronar sus 1.144 m. En la cima se contempla una estupenda panorámica del sector central de la cordillera, de los Picos de Europa y de la depresión de la cuenca Oviedo-Cangas de Onís. Al N, frente a nosotros, está el cordal de Peón con el pico Fario; al NO, el Cabo de Peñas, el mar, área de Gijón y la costa N asturiana; al NE, El Sueve y, a continuación, El Cuera. El cordal de Peñamayor tiene su cota más elevada en el pico Trigueiro (1.291 m) y se prolonga hacia el SE entre los ríos Nalón y Marea hasta terminar en los montes de Tanes, cerrado por el río Orlé. Las cumbres enlazan aquí hacia el NE por la sierra de Giblaniella que se articula a través del Cordal de Ponga con el sector centro-este de la Cordillera Cantábrica. 572
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Es calizo y presenta en la cumbre el modelado típico de esta roca: lapiaz, pequeñas dolinas, etc. La vegetación es escasa. La arbórea está representada por espineras y algún tejo, también arbustos de porte muy variado; el resto es herbácea, algo más abundante alrededor de las charcas que almacenan agua para abrevar el ganado. Pese a la modesta altura que se alcanza ofrece una panorámica fenomenal. Goza de merecida fama por su hermosura y el fácil acceso que tiene.
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PICO TRIGUEIRO 12 de diciembre de 1987
Este vértice geodésico de 1.291 m se encuentra al S de la sierra de Peñamayor y es el más alto de esta unidad orográfica. Continúa hacia el SE con el monte de Tanes y al final se une por el E con la sierra de Giblaniella, que ya entronca directamente con la cordillera a través del Cordal de Ponga. En la carretera de Oviedo a Pola de Laviana hay que desviarse en Barredos a la izquierda hasta Ordaliegos. A partir de aquí se continúa unos 3 km hasta una collada a unos 700 m de altitud donde se deja el coche, y se toma un ancho camino que se dirige al S. A la izquierda queda la caliza. Al fondo y a la misma mano está nuestra meta. A ambos lados van quedando grandes prados, cada uno con su cabaña y los habituales fresnos en las cercanías de la casa o en las sebes de la finca. Parece que muy cerca está el pozo Funeres, pero al preguntar por él nos dan respuestas deliberadamente confusas, o evasivas. El camino discurre en sus últimos tramos por praderías de pobre herbaje por el escaso grosor del suelo. La senda se desdibuja y sobre los 1.200 m se abre una collada -también a la izquierda- poco “marcada” y de nombre Collado Llargo. Ya se ve cerca la meta y en línea recta lo está, pero es un paraje cárstico y el camino se hace incómodo. Desde la cima se ve el valle del Nalón al SO; al N, en una panorámica que va de NO a NE, el cabo Peñas, área de Gijón, cordal de Peón, El Sueve y El Cuera; al SE las cumbres que más llamativas resultan son las que cierran el 574
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nacimiento del río Nalón por el puerto de Tarna y del río Aller con el puerto de San Isidro, que componen lo más interesante de este sector centro-este de la cordillera Cantábrica; más al E los inconfundibles Picos de Europa dibujan su siempre agreste silueta. La vegetación arbórea es muy escasa y está formada predominantemente por hayas, también espineras y algunos tejos. Otra vía de acceso parte de El Condado a través de la carretera que, desde este pueblo, sale a la izquierda, hacia Ferrera. A partir de aquí se sigue un ancho camino que va al N y siempre viendo el pico Trigueiro. Tras dejarlo a nuestra derecha llegamos a una collada, punto desde el que se sigue el mismo camino que habiendo llegado por Ordaliego
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AL COLLADO DE ARNIZ (NAVA) 19 de julio de 2003
Estamos contentos, el Imperio está seguro. Enviamos soldadinos -de a peseta, que se decía cuando hice la mili- a Iraq. Estamos en buenas manos. ¡Mantenemos Perejil!. El general español al mando, adornado de chapinas, gorro y ropaje de colores, arengó a las tropas y atronó el acuartelamiento con un ¡Vivaaaaa Essspaña! Sabiéndonos protegidos de los enemigos exteriores partimos a “tomar” la base de Peñamayor desde Infiesto por Puente Miera. Y llegamos, pero nos pasamos. En el cruce de la carretera a Tozo, Tomás se inquieta, sospecha que estamos algo despistados. Razón tenía. Desandamos lo andado y preguntamos a un paisano. Rápidamente nos sitúa y desde Puente Miera tomamos la carreterita, cruzamos el puente sobre el río Marea y bordeamos el río Muriosa, que nace en la cara E del cordal de Peñamayor. Tiene todo este recorrido un hermoso bosquete de ribera con gran predomino de alisos y avellanos. Llegamos a un descampado en el que hay algunas cabañas a la izquierda y a la derecha unas cuantas matas de avellanos. Construyen una hermosa postal. A unos 4 km de Puente Miera se acaba el asfaltado y echamos pie a tierra. Por la izquierda sale una pista que pasa desapercibida. Seguimos la principal, la que parece dirigimos a Peña Mayor cuya caliza se atisba. De576
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jamos a la izquierda una cabaña muy bien conservada, con porche, banco adosado, y con un fresno de buen tamaño ante ella. En el primer cruce dudamos un poco y optamos por la izquierda. Otra cabaña queda, a la derecha esta vez, a unos 50 m del camino. Se ve medio abandonada. Y más adelante, también a la derecha, hay otra construcción destartalada en una pequeña campera. El camino es ancho y debió ser una vía de importancia a juzgar por lo holgado y el empedrado que conserva en algunos tramos. Quizá fuera vía de comunicación entre el valle del Nalón y éste del río Marea, aunque, a juzgar por el estrechamiento que se ve a medida que se avanza, no tuviera más fin que el de sacar la madera o la yerba. La ruta promete. Atravesamos masas de hayas y algunas de robles. El perspicaz Tomás observa un roble de hoja algo rara, se trata de un roble americano. El río se va escalonando y la música acuática nos envuelve. Los árboles no nos dejan ver el bosque, ni Peñamayor ni, sobre todo, el Sol. En algunos puntos se ha de cruzar el arroyuelo y hasta hay alguna ocasión para despistarse. No hay problema siempre que no nos alejemos del agua. Caminamos y caminamos. Se acabaron los robles, y hayas jóvenes se alternan con otras venerables y retorcidas. Algunas resultan esculturales. El Arte ha de imitar a la Naturaleza. El haya difícilmente rebasa los 150 años. Es un árbol característico de los Pirineos, cordillera Cantábrica, la sierra de Cameros, y llega, por el sur, hasta el sistema Central donde se encuentra el hayedo de Montejo. Esta ruta es de muy fácil descripción porque sólo hay que seguir el curso del agua. Más difícil, mucho más, es trasladar la magia de la Naturaleza que no presenta huellas de la acción humana en este tramo final. Una vaca es el rastro único que encontramos del hombre domador. A final del hayedo salimos a un claro del que, por la derecha, asoman un par de inhiestos crestones de cuarcita. En este punto decidimos regresar, 577
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pero la collada de Arniz no dista más de 30 ó 40 minutos. Está flanqueada por el pico Pandestébano al O y el cueto Diego Pando al E. Y según el mapa topográfico 1:50.000 el pico situado al E se llama Rosellón o Diegopando. Pandesteban es el nombre que recibe el bosque a esta altura. Esta collada da vista al valle del Nalón a la altura de El Condado. A la derecha (O), queda el pico Trigueiro, vértice geodésico situado en el extremo sur del cordal de Peñamayor. Regresamos embelesados por la belleza e integridad del lugar. Llegamos a Puente Miera esperando encontrar un bar. No hay. Lo encontramos unos 1 km más abajo y allí nos refrescamos con un par de cervezas. El pueblo se llama Vegarrionda, y acoge un precioso local bar-tienda con anaqueles de antes de la guerra civil y una columna de hierro con marca y probablemente fecha que le da un toque modernista. Seguro que tuvo un pasado brillante. Todavía se sirven bebidas, productos de alimentación, de droguería, coloniales y ultramarinos.
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FOCES DEL RÍO PENDÓN
FOCES DEL RÍO PENDÓN
Esta excursión difícilmente llega a la categoría de montañera si nos atenemos únicamente a la dificultad de su recorrido o al tiempo empleado. Sin embargo aparece citada en gran parte de los libros de excursiones de montaña por la hermosura del trayecto. Se toma la carretera de Oviedo a Santander hasta Nava. Poco después de pasar la villa de la sidra tomamos a la derecha la salida para Fuensanta hasta la planta embotelladora de esta marca de agua. Aquí mismo dejamos el coche. El río está limpio y tiene truchas. Con las orillas tupidas por espeso bosque de ribera parece dar cobijo a numerosas especies y de conservar buena salud. Inmediatamente después de cruzar el puente encontramos a la derecha el ancho camino que conduce al palacio de La Ferrería. El que hemos de seguir es el que queda a su izquierda. Al poco tiempo -menos de 100 m- sale también a la izquierda otro igualmente ancho. Éste es el que seguimos y nos lleva -ya sin pérdida- a una campera en la que aflora el roquedo calizo y desde donde damos vista a las foces que hemos venido a conocer. Seguimos a la derecha bajando un poco hasta alcanzar el nivel de un ancho corte hecho para encauzar la traída de agua desde el nacimiento del río. Nos extraviamos y la aproximación no fue la más corta posible. Ello nos llevó a desorientarnos un poco y, deseando aclarar nuestra ruta, decidimos preguntar en la primera casa con apariencia de habitada que encontra579
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mos. En la casa vamos a preguntar si vamos bien para las foces, porque ya llevamos demasiado tiempo caminando con esta orientación y deberíamos de haber llegado. -Lucas, ten cuidado. Hay dos perros que ladran a 70 cm del suelo. -¡Fíjate Antón!, ¡fijaos! Avanzó hacia ellos con paso tranquilo. Los perros le ladraban con furia y tiraban de la cadena con tanta fuerza que temíamos que se soltaran, y tener que ayudar a este “suicida presuntuoso”. Cuando ya estaba la cadena muy tensa y el animal trazando el arco de su máximo radio de acción, Lucas sacó las manos con gran rapidez y dando un potente grito las levantó hacia el cielo como un profeta enfurecido. -¡Ehheheheheheheeeeeeeeeee! En un primer momento, el perro retrocedió un par de pasos y miró con asombro a este extraño ejemplar de humano. Cuando se disponían a atacar de nuevo y ladraban con más furia recibieron el segundo susto, también proporcionado por Lucas. Ahora se rindieron y recularon hasta un hueco que hacía la escalera para subir a la panera. Todos quedamos asombrados. Quizá el perro entendió que el amo definitivo es el hombre, o este extraño comportamiento lo deje sorprendido. Lucas salió de la antojana con un desplante de tal elegancia que difícilmente podría superar un torero. Antón se quedó mirando a Lucas, lo veía como un ser superior, tal como lo debieron sentir los perros. Dicen que si este mismo gesto se hace abriendo y cerrando bruscamente una gabardina el resultado es idéntico. A medida que vamos avanzando encontramos más árboles: primero una espesa masa de avellanos y, poco después, hayas. Bastantes metros más 580
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abajo se desploma el río en espuma cantarina. ¡Lástima que las fotografías no capten sonidos!. Cuando llegamos al final del recorrido encontramos una caseta que parece para romper la presión del agua encauzada, y el río represado forma pequeños pozos que al rebosar se derraman en diminutas cataratas llenas risa; aquí se bifurca. Siguiendo por el arroyo de la derecha, atravesando el hayedo aún sin camino claro, llegamos a una de las majadas que adornan la falda E de Peña Mayor. Por el arroyo de la izquierda, y con sentido S, al final del cordal de Peñamayor, al E del Trigueiro. El río Pendón también se llama río Peña, nace en las estribaciones E de Peñamayor, entre los picos Varallonga, Bomalu, La Mua, Casielles y Les Verdes. Algunos de estos nombres se repiten en otros lugares de la geografía astur: Bomalo, en Grado; Casielles, en Los Beyos; Las Verdes en Campo de Caso. El camino que encontramos al comienzo del viaje indicando La Ferrería, conduce a una de las de las casas fortificadas más hermosa de Asturias, lleva el nombre de Ferrería porque hubo una importante actividad de la industria del hierro. Se trata de una torre del s. XIV que perteneció a la familia de los Álvarez de las Asturias, y, que de una manera o de otra, siempre fue parte activa de la historia de Nava. Aquí vivió doña Jimena, esposa del Rodrigo Díaz de Vivar.
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PUERTOS DE RETUERTO 25 de julio de 1992
Tomamos en Campomanes la carretera que sale a la derecha y lleva a Tuiza; tras pasar Tuiza de Abajo (1.050 m) y sin entrar en Tuiza de Arriba (1.300 m) continuamos hasta el puerto de La Cubilla (también llamado de Pinos). Se acaba la carretera ante una portilla que separa las tierras de Asturias y León. Se abre fácilmente porque su finalidad es impedir el paso al ganado que se alimenta en estas praderías. Una vez en tierras leonesas, proseguimos por una pista que nos lleva a la llamada Casa Mieres. A la derecha hay monte bajo de piornal, manchas de prado, canchales y, a la izquierda, extensas praderías. En la Casa Mieres tomamos un ancho camino que sale a la derecha; es pendiente y está empedrado, sigue rumbo N y muy pronto se llega a una represa que acumula agua para beber y refrescar el ganado. Bordeando esta pequeña y artificial laguna, se continúa el camino remontando una suave pendiente hasta llegar a la vega de Candioches, aquí se gira a la izquierda (O-NO) y tras salvar unos resaltes rocosos, llegamos a los puertos de Retuerto. Estas grandes praderías son cuencas endorreicas en las que pequeños arroyos meandrizan por su fondo. Está presidido todo el conjunto por Peña Ubiña (2.417 m). Dando vista a la peña, cualquier camino es bueno para llegar a su base. Las pendientes no son elevadas y sin dificultad se alcanzan los 1.900 m. 582
PUERTOS DE RETUERTO
A lo largo del recorrido y sobre todo en los bordes de la vega de Candioches y puerto de Riotuerto, si se realiza la excursión en primavera o verano, será frecuente encontrar unas plantas de hasta más de 1 m de altura, verde toda ella y también sus flores, de hojas ovaladas envainando al tallo; se trata del vedegambre o hierba ballestera, muy venenosa y que se usó para envenenar flechas. Es parecida a la genciana amarilla: en el vedegambre las hojas se disponen en verticilos de tres y son vellosas por el envés; en la genciana se presentan opuestas y tienen el envés lampiño. En verano abunda el acónito, la más venenosa de nuestro país -se puede ver nada más llegar a la orilla del arroyo que pasa junto a la Casa Mieres- cuyo principio activo, la aconitina, es mortal incluso en dosis muy pequeñas. Es alta, mide hasta 1,5 m, de flores azules agrupadas en una larga espiga, con hojas muy divididas. Ante nosotros tenemos el gran canchal que prepara la ascensión de Peña Ubiña, pero no está recomendada para todo “pisapraos” y la dejamos para más expertos montañeros. A la derecha de nuestra marcha (N) se abre la collada Terreros. El macizo de Ubiña presenta un modelado que, en parte, es fruto del glaciarismo al que estuvo sometido, combinada esta acción con la propia estructura geológica del lugar y su topografía. Uno de los glaciares se instaló en Cerreos, un pequeño casquete del que salían varias lenguas. También en la cabecera del valle de Tuiza se acumuló nieve de manera que permitió la formación de otro menor que el anterior porque las laderas tenían demasiada pendiente y no permitían el acúmulo de nieve; aun así se formaron dos lenguas que se movían hacia el E y se reunían en la vega del Meicín; aquí se sumaba el de Cerreos. En Retuerto se formó un nevé alimentado por los aludes que provenían de la cara SE de Peña Ubiña, que a su vez alimentaba el glaciar de Cerreos y al de Terreros; al O, la lengua que rebasaba la collada El Ronzón y caía hacia el SO, a León. Esta collada, situada entre Peña Ubiña y Peña Ubiña Pequeña proporciona una visión de Torrebarrio sensacional. 583
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
La acción de modelado se caracterizó, posteriormente, por el predominio de procesos nivales y periglaciares. Algunas acciones desarrolladas en estas circunstancias favorecieron la conservación de los relieves glaciares y otras tienden a ocultarlas como la erosión por torrentes, solifluxión y los depósitos de aludes. Una observación atenta desde la collada de Terreros (1.933 m, entre peña Cerreos y Peña Ubiña) y desde los puertos de Cerreos (1.980 m, pequeña collada al E de peña Cerreos) permiten reconocer sobre el terreno las huellas más importantes de este pasado helado. Estas praderías aun perteneciendo administrativamente a León, son propiedad de ganaderos de Mieres y Lena. Han sido frecuentemente objeto de litigio entre éstos y los de otros pueblos de las proximidades. A veces se lee en los periódicos que algunas reses han sido prindadas y sus propietarios habrán de abonar cierta cantidad de dinero para recuperarlas. En este macizo los mamíferos superiores no resultan abundantes ni son especies muy llamativas para el excursionista. La vida vegetal, en cambio, tiene aquí un refugio de algunas especies que ya desaparecieron de otros lugares cuando lo hicieron los hielos. Si a la subida nos desviamos un poco para llegar a Tuiza de Arriba, podemos encargar la comida y al regreso nos felicitaremos por nuestra previsión. También se puede comer en la Casa Mieres, al principio de la caminata.
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LOS CADAVALLES
LOS CADAVALES 23 de enero de 1988
En la carretera de Cornellana a Cangas del Narcea, se toma en Puente Tuña1 la desviación que conduce a Tuña -a 2,5 km- y de aquí seguimos a Puentecastro. Desde este último pueblo continúa asfaltada un km más, hasta el puente que cruza el río Genestaza. En adelante empieza una pista estrecha, de piedra suelta, que tras unos 4 km nos deja en Genestaza (750 m). Se puede dejar el coche en el pequeño espacio que hay ante la abandonada iglesia. En este punto comienza el camino -pasa al lado de la iglesia- que nos conducirá sin posibilidad de pérdida a la collada Los Cadavales (1.348 m) tras 4 km, aproximadamente, de marcha. A unos 100 m del comienzo cruzamos un curso de agua y después de otros 100 m tenemos una perfecta panorámica del pequeño -y casi desiertopueblo; con iglesia sin culto, casa rectoral totalmente ruinosa. El diminuto valle que nos separa está relleno con materiales que el agua arrastró y forma un cono de deyección. Al E, la montaña presenta un profundo corte hecho por el agua que se conoce con el nombre de Fana de Genestaza que, según Schultz, se inició en el s. XVIII. 1. A la entrada dejamos a la derecha una hermosa plantación de castaños enmarcada entre campos cercados por sebes y paredes de piedra. En éstos se nota el engrosamiento producido por el injerto que se les practicó en su día para mejorar el fruto. Sin duda, muchos de ellos fueron plantados ejercitando el derecho de poznera por el que, en monte comunal, los vecinos de un lugar podían plantar árboles frutales siendo dueños de los mismos y sus frutos pero no del suelo que ocupan, según las ordenanzas de 1659 de la Junta General del Principado de Asturias.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
El camino continúa y baja hasta el río, que se cruza por un pequeño y hermoso puente -con arco- y, tras una pequeña subida, pronto dejamos La Azorera a la derecha. Abandonamos la pista y tomamos otro camino ancho, empedrado, carretero, que baja de nuevo al río y prosigue sin desviación hasta nuestra meta. Por el fondo del estrecho valle hay pequeños prados separados por sebes de avellanos y fresnos. A mayor altura la ladera está poblada por monte bajo con ericas, cotoyas y carqueixa, también se ven grupitos de hayas y, ya al final del recorrido, en los confines del término municipal de Tineo, algunas matas de acebo. Nace un pequeño arroyo que vierte aguas al O, es un afluente del río Onón; hay una campa con restos de cabañas desde donde se ven, hacia el O, las erosionadas montañas del occidente astur y al N los llanos de La Espina. Los pequeños hayedos que vemos son reliquias del antiguo bosque comunal que en Asturias ocupó grandes extensiones. Las Ordenanzas de 1594 reglamentaban el aprovechamiento en todo el sector N a 4 leguas de la costa. Los vecinos de cada aldea habían de pedir permiso para cortar cualquier clase de árboles y reponer los talados con el plantón de otros. En 1659 se extendió la obligación a todos los concejos del Principado excepto los que: “... por estar muy dentro de la montaña aya sobra de montes...” y “...nadie se atreba acortar por el pie de dos arboles arriba ni para leña sin pedir licencia a la Just. proponiendo causa...” En el s. XVIII se aumentan las restricciones al convertir en “dehesas reales” los mejores montes propiedad de la Corona para abastecer las construcciones navales de El Ferrol. También desde mediados del s. XVIII 586
LOS CADAVALLES
se prohibió descortezar los árboles para obtener sustancias curtientes y únicamente se podían conseguir de los troncos cortados. Desde la pradería a la que llegamos, nos desviamos a la izquierda hacia la collada que se advierte y la panorámica que se presenta es profundamente gratificadora: el valle del Pigüeña a nuestros pies; al E.SE Peña Micho; y hacia N el puerto de San Lorenzo, detrás la Sobia y Porcabeza. Todo cortado por la línea del Camín Real de La Mesa. Tuña, al regreso, merece una detenida visita. Casonas blasonadas pregonan un pasado más brillante. La casa natal del general don Rafael del Riego pone una nota especial.
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PICOS CALDOVEIRO Y MOSTAYAL 12 de febrero de 1987
Tomamos en Trubia la carretera que va al puerto de Ventana y nos desviamos en Caranga hacia Teverga. Poco antes, en Entrago tomamos la que sale a nuestra derecha que conduce a Taja y, casi inmediatamente, a unos 100 m, otra también a la derecha que lleva a Hedrada; cuando llegamos a un punto en el que inicia un suave descenso antes de llegar a Hedrada, sale a la derecha una amplia pista asfaltada, que se nota que es una obra reciente. Por ella se continúa hasta la capilla de santa Ana, situada en una pradería desde la que se contempla una panorámica del valle: a la izquierda, la blanca mole de Peña Gradura (1.160 m); frente a ella La Sobia, cuyos dos puntos culminantes son La Siella (1.517 m) y el pico Saleras (1.781 m), éste ya en el término municipal de Quirós. Seguimos hasta encontrar una charca a la derecha al lado de unas cabañas, desde este punto se observa perfectamente el Fondón de Maravio, cuenca endorreica que alberga pequeñas charcas que sirven de abrevadero a los caballos. Aquí se deja el coche y se inicia la subida por los prados bordeando la caliza. Ahora se ven mejor las praderías y se da vista al conjunto de los puertos de Maravio, son grandes prados con cabañas de piedra y los consabidos fresnos en los alrededores. En las praderías no cercadas y en el monte bajo abundan los caballos. En período de lluvias se forman charcas que, si 588
PICOS CALDOVEIRO Y MOSTAYAL
cuentan con la presencia de los citados animales, dan al paisaje una singular belleza. Pronto llegamos a la braña de Fuego (al E, al otro lado de la montaña, se encuentra Bandujo). Desde aquí se inicia la subida y pronto vemos dos cumbres: El Caldoveiro por la izquierda y La Mostayal por la derecha. Ambas de fácil acceso pero de incómodo andar por la superficie de lapiaz propia de su naturaleza caliza. Desde ambas se divisa una amplia panorámica de los valles de los ríos Cubia (O) y Trubia (E). La vegetación en la zona de roca es muy escasa y casi únicamente herbácea y arbustiva. Los escasos árboles que podemos encontrar son espineras, acebos y algunos tejos. Para terminar el día añadiendo un elemento artístico, se puede visitar la Colegiata de San Pedro de Teverga, en San Martín, al lado mismo de la carretera que conduce al puerto de San Lorenzo. Construida entre 1069 y 1076. Fue declarada Monumento Nacional en 1921 y articula el paso del Prerrománico al Románico en nuestra tierra. Al mismo edificio, y sin desmerecer ni afear la construcción, está adosada la casa abacial, del s. XVII
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PICO CRUZ DE LA SIERRA 7 de febrero de 1987
Tolinas está en el valle del río Cubia, cerca de su nacimiento entre los picos La Berza (1.440 m) y Corona (1.430 m). Se llega desde Grado por la carretera que conduce a Tameza, de la que hay que desviarse poco después de pasar San Miguel, a la derecha. A la entrada del pueblo de Tolinas, hay una casa blasonada que aparece citada en Liño (revista editada por el Dpto. de Arte de la Universidad de Oviedo). Por aquí pasaba uno de los ramales que salía del Camín Real de La Mesa y desembocaba en este valle del Cubia. Se inicia la andadura por un ancho camino empedrado que sale con sentido SO. Transcurre entre monte bajo en el que es frecuente ver caballos pastando entre cotoyas, escayos, ericas y algún abedul. Los prados están cercados por paredes de piedra y muchos de ellos tienen cabaña y fresnos. El recorrido es bastante pendiente. Hasta llegar a la fuente El Ermitán (950 m), se salva un notable desnivel. Si desde aquí nos desviamos por el camino de la derecha, llegamos a la venta de Porcabeza (1.050 m), asentada en la base del pico del mismo nombre y objeto de un paseo ya descrito. El de la izquierda, más llano, nos lleva a la braña de Cuadras. Desde allí, se abre el valle del Pigüeña con Peña Manteca al fondo; caminando un poco más hacia el S y siguiendo con la mirada el curso del arroyo que nace aquí, asoma el pueblo de El Llamoso; al E el, todavía pequeño, río Cubia deja en sus orillas frondosos bosques de castaño. 590
PICO CRUZ DE LA SIERRA
A poco menos de 1 km está la Cruz de la Sierra (1.161 m), objetivo de nuestro viaje; desde aquí se ve bien El Llamoso y aguas arriba del mismo valle tenemos Montovo. Si ampliamos en unos tres km el recorrido previsto, dejamos a la izquierda el pico La Berza y un km después alcanzamos el campo de Cueiro (1.350 m). Hacia el O reconocemos fácilmente Peña Manteca por su característica silueta dentada vista de costado.
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UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
PORNACAL-LOS CUARTOS-VALLE CEREZALES 15 de febrero de 1992
Se parte del puente de Cornellana tomando la carretera que va a Pola de Somiedo; y, en Aguasmestas la que conduce a Santullano, Pigüeña y Villar de Vildas. En este último pueblo termina la carretera, queda el coche y se comienza a caminar. Tomaremos una pista apta para vehículos agrícolas que se dirige hacia el S siguiendo la margen derecha del río Pigüeña. A los dos km, aproximadamente, describe el río una amplia curva y se orienta hacia el SE. La ruta está perfectamente señalizada y con toda claridad indica que, salvo los vecinos dedicados a la agricultura y ganadería, únicamente caminando se puede continuar. A la derecha (O) otros letreros indican la prohibición de paso para los excursionistas al bosque de Las Sendas, que está catalogado como área de uso restringido especial por vivir en sus profundidades algunas parejas de oso pardo, urogallos, y otras especies. Pronto llegamos a la braña La Pornacal (1.150 m) que es un magnífico conjunto etnográfico. Son más de 30 construcciones con techo de cubierta vegetal (teito) hecha con retamas y brezos, en buen estado de conservación las que están en uso. Estas edificaciones responden a un modelo de economía basado en el pastoreo en la ocupación estacional de las praderías que las hizo necesarias. Y gracias a que perduró llegaron a nosotros. Es de temer que poco 592
tiempo más seguirán prestando los servicios para los que fueron construidas. Guardan gran similitud con construcciones celtas del NO de la Península Ibérica, de Bretaña y de las Islas Británicas. Algunas de las cabanas tienen tallas de piedra -resulta especialmente hermosa una con dos caras- y todas con muy sólidas paredes, muchas con un pequeño recinto adosado que sirve para el ganado o el cucho. Casi exactamente al O de La Pornacal, ladeando la mirada un poco al O se ve una alta montaña, es el pico El Cogollo de Cebolledo que juntamente con Peña Treisa (1.923 m) y Las Camposas (1.841 m) forman un pequeño circo en la parte asturiana en el que se aloja el lago Bueno -6 m de profundidad máxima- cuyos excedentes forman un segundo lago más pequeño. Continuamos nuestro camino por el fondo del valle, con el mismo rumbo SE y vemos una cascada que se puede considerar el nacimiento del río Pigüeña. Remontando un desnivel nos alejamos del cauce y queda a la izquierda el camino que lleva a la collada La Festiecha. Seguimos por la derecha hasta un rellano en el que nace la cascada. Aquí se asienta la braña Los Cuartos: las construcciones son más pequeñas que las de La Pornacal, algunas con el techo cónico y casi todas en triste estado. Están increíblemente enmascaradas entre los grandes bloques de piedra que se desprendieron de Peña Canseco. Pasada la braña, a la izquierda según subimos, está la fuente El Piojo; más adelante encontramos la de La Paradona y al final la de Los Cerezales. A los 1.650 m llegamos a unas ruinas en las que se reconoce una antigua braña por la forma de las paredes que quedan. Desde este punto, volviendo la vista atrás se ve perfectamente el camino que sube a La Festiecha, también el pico El Mocoso (1.988 m) al E; al S continúa el camino que, por el puerto de Los Cerezales, da paso a las tierras leonesas. Dentro de las muchas canciones de ritmo vaqueiro que por estas montañas se cantan, algunas de ellas aluden al desprecio que el vaqueiro siente por los xaldos: 593
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
Lo que venga del marnueto ya lo que venga del xaldu pa la braña del vaqueiru la mía parte doula al diañu Aunque al par del monte entre los riscos metida nin marnueta nin xaldinus me verán cara de risa Vale más una vaqueira con una saya d’estopa, que una xalda o una maruya vestida de buena moza. Otras presentan orgullo de raza: Soy vaqueiru soy vaqueiru vivo entre la vaqueirada, soy fichu de Xuan del Rancio ya menéome pa la braña. O la condición de vaqueiro, que no se puede comprar: Los señores tienen don ya heredáronlo na calle, a mi me llaman vaqueiro ya heredeilo de mió padre.
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COTORRA DEL ESCOBAÑO
COTORRA DEL ESCOBAÑO
Algunos horizontes de Asturias sólo se consiguen desde puntos estratégicos de provincias limítrofes, y éste es uno de ellos. Partimos de Cangas de Onís por la carretera del Pontón y tomamos la desviación que conduce a Soto de Sajambre. Es una carretera estrecha pero bien protegida en sus tramos peligrosos. Al principio va faldeando y se encuentra a la izquierda un ensanchamiento desde el que se tiene una espléndida vista del desfiladero de Los Beyos (para Paul Labrouche es uno de los más espectaculares de Europa). Se atraviesa el corto túnel excavado en la peña El Picarancón y pronto se llega a un estrecho valle. El río que queda a la derecha es el Agüera, que un poco más arriba está represado y forma un diminuto embalse. A partir de aquí se ensancha el valle y aparecen grandes prados a ambas orillas. Asoma el pueblo de Soto de Sajambre enmarcado por una primera orla de prados, una segunda de bosque y, en los últimos planos, las más altas cumbres del macizo occidental de los Picos de Europa. A la izquierda (N) se levanta la Peña Beza (1.964 m). Llegando con el coche hasta el final de pueblo hay un sitio para aparcar junto a las fuentes, macizas obras con varios caños que manan abundantemente. Aquí empezamos a caminar. Es necesario llegar a Vegabaño para subir a la Cotorra del Escobaño (1.518 m). Desde Soto de Sajambre se puede ir por la pista (7 km) pero 595
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el recorrido es más largo y no más interesante que por el llamado “camino viejo”. Comienza la andadura con un firme empedrado dejando a los lados prados de los que emergen rocas de caliza y que están separados por sebes o paredes. Frente a nosotros están el bosque y, en último plano, los Picos de Europa. Cruzamos un río de escaso caudal y seguimos por la derecha; a partir de aquí se presentan otros cruces pero no hay grandes diferencias entre elegir uno u otro siempre que se tenga bien claro el destino final para evitar rodeos. El bosque tiene algunos robles y mostayos al principio, pero la inmensa mayoría de sus árboles son hayas. Tras una hora de paseo se alcanza la pista que abandonamos al principio. Muy pronto hay una cadena que permite el paso únicamente a los andarines. Ahora ya falta muy poco para Vegabaño (1.340 m). La llegada es hermosa. Praderías ribeteadas por piornos y ligeramente inclinadas al NE con varias fuentes que nacen en los alrededores, algunas cabañas -en malas condiciones la mayoría- y un gran arco forestal de hayas que enmarca la cabecera del río Dobra, son los bosques de Escobaño, Las Quemadas, La Lomba y Tremellosa. A la derecha se ve el pico Jario y al frente los Picos de Europa, uno y otro forman un conjunto de extraordinaria belleza. Hay clara sensación de llegar a un sitio importante. Tomamos un camino que sale a la izquierda entre piornos y algunos acebos. Muy pronto lo abandonamos para seguir rectamente a través del bosque. Se parece al de Astérix, en cualquier momento puede aparecer Panoramix. De los árboles penden melenas de líquenes. No hay sotobosque -los árboles dejan ver el bosque- y la mirada se pierde con largueza. Tiene el suelo mullido por gran espesor de hojas que permite un cómodo caminar. Al final se acaban los árboles y se marcha por caliza. El paraje alcanza la máxima grandiosidad y permite un visión de 360º. El bosque que cierra la cabecera del río Dobra se presenta en toda su magnitud y por él serpentean diversos cauces que se unen para salvar un gran desnivel y, por los puertos de Carombo, correr hacia el Sella. Resulta soberbia la verticalidad de la pared en la que 596
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termina el macizo occidental de los Picos de Europa sobre el valle de Angón, la grandiosa Peña Santa de Castilla (2.596 m): “Altos son los picos Orriellos altos son que maravilla más alta es la Peña Santa que se ve toda Castilla” parece al alcance de la mano y el pico Jario cierra -con más suavidad- esta majada. Al O Colláu Zorro, Ten y Pileñes, El Niajo, Sen de los Mulos, Peña Loto y Peña Mora (inicio del sector asturiano de la Cordillera Cantábrica). Algunos opinan que el monte Carombo, o alguno de los más próximos, era el Mons Vindius de las crónicas romanas. Desde aquí se ve estupendamente el paso que seguía la Senda del Arcediano al O de Pica Beza. Esta ruta fue la más transitada, en este sector de la provincia, hasta que se abrió la nueva del Pontón, y se hizo en el s. XVII a instancias de d. Pedro Díaz de Oseja, Arcediano de Villaviciosa. Avanza hacia el N por el puerto de Beza (1.500 m) y por la Portilla del Tarabico para caer a las majadas de Toneyo y Sabugo. Por la cumbre de la Cotorra del Escobaño pasa la línea divisoria entre Asturias y León, línea que se prolonga por Beza y continúa hasta Los Beyos en el puente Angoyo. El hayedo es una formación que da sotobosque ralo y con pocas especies. El desarrollo de sus hojas es casi paralelo al suelo y deja pasar poca la luz (puede ser hasta el 5 % de la que hay en un espacio abierto), con lo que la vida vegetal apenas se desarrolla. En estos bosques se pueden encontrar algunos serbales, mostayos, acebos y tejos, pero únicamente individuos aislados. Su suelo es rico en materia vegetal y de sus frutos se alimentan una gran cantidad de animales. Necesitan mucha agua por su intensa transpiración. 597
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El proyecto de la carretera del puerto del Pontón -de Sahagún a Arriondas- lo hizo d. Pedro Severo Robles en 1846 y se aprobó en 1852. Los tramos de Asturias se terminan en 1880, totalmente abierta quedó a principios del s. XX. Hasta la apertura de esta carretera los sajambriegos salían por el S a vender instrumentos de madera: arados, yugos, madreñas, manales, carros, narrias, etc.; y regresaban de Castilla con grano y vino.
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PICO BRAÑAVALERA
PICO BRAÑAVALERA
Salimos de Tiós, pueblo que dista de Campomanes (Lena), capital de la parroquia, algo menos de 2 km. Donde termina la carretera sale un camino con firme de cemento, que atraviesa el pueblo desde la iglesia, pasa por delante del bar y continúa por una pista recientemente abierta. Al poco de salir, hacia el S, hay una buena panorámica del valle del Huerna. También de las cumbres de Pajares y el Negrón; un poco más arriba quedan a derecha e izquierda prados y arbolado de castaño. No hay pérdida posible y la pendiente no es demasiado pronunciada. Al cambiar de ladera se ven las sierras de Carroceda y del Ranero. Por el flanco O de éstas trepa la vía ferroviaria de RENFE y se puede contemplar, como si de una maqueta se tratara, el paso de algún tren. Ya no se cambia de ladera y la visión se abre hacia el N, siguiendo el curso del río Pajares. A medida que se gana altura aparece La Magdalena, El Aramo, entre ambos El Naranco y en su falda Oviedo; también Campomanes, Pola de Lena y Navidiello. El camino discurre entre prados con cabañas. Al llegar a una fuente, donde nace un arroyo, empieza el monte bajo con algunas praderías intercaladas. Poco más arriba se ve una espesura formada por acebos y espineras. A medida que se avanza los acebos llegan a flanquear el camino. La pista termina en una collada con campera desde la que se ven completos La Magdalena, la collada de La Cobertoria, El Aramo y las an599
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tenas de El Gamoniteiro, El Naranco y la pequeña llanura de la región central. Al SO se presentan tres cumbres de casi la misma altura, la del medio es Brañavalera. Se corona avanzando entre matas de acebos y, sin gran esfuerzo, se conquista el vértice geodésico. Al frente se levanta la piramidal e inconfundible Peña Rueda. A la izquierda (S.SO) se identifica Peña Arpín, la Foz Grande, la Foz Pequeña, el Tapinón, el Fariñentu, Siegalavá, la cima de Peña Ubiña, El Siete y Los Castillines; a la derecha (SO y O), El Panchón, El Ranchón, las cumbres de Ventana y la sierra de La Sobia; al S y SE, el valle del Huerna, Pajares, el Cellón y el Tres Concejos. Una panorámica que resume los caracteres físicos más característicos de la Asturias montañosa. Al regreso quedaron descolgados Pepe y Antón y, como no fueron dejando miguitas de pan, se perdieron. El menor decía: -Estamos perdidos. El mayor infundía seguridad: -Éste es el buen camino. Pronto llegaremos. Tan pesado se puso “el niño” que, “el mayor”, sintiéndose responsable porque él fue el quién se retrasó, empezó a preocuparse. Tenía que aparentar seguridad en la elección que hizo del camino pero apenas era capaz de convencerse a sí mismo. -No podemos tardar en llegar. Seguro que esto es un atajo. - ¡Al fin!. Un pueblo. -¿Será Tiós? -Si no es estamos perdidos de veras. 600
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Al acercarnos interrogamos a un hombre que trabajaba la tierra. Se sorprendió por la pregunta y hasta pareció creer, por un momento, que le estábamos tomando el pelo. Todo se resolvió satisfactoriamente y encontramos a nuestros amigos en el bar que, sin preocupación alguna, tomaban el “cava” que prepara Juan Carlos. Para la comida hubo unanimidad: confiamos en Tomás. Nos llevó a través del valle del río Aller hasta Moreda y, desde allí, por el valle del río Negro hasta Murias. Acierto pleno y excelente la calidad de las viandas. Después, dimos un corto paseo y visitamos la iglesia -con tejo- que guarda un valioso retablo del s. XVI. Parece ser que la rapiña de la propia administración eclesiástica quiso llevarlo para Oviedo pero el pueblo, como Fuenteovejuna, lo impidió. Para conocer el valle subimos hasta el final de la carretera, en Santibáñez de Murias, y pensamos en una próxima excursión al pico Tres Concejos pasando por la mina El Escalar. Las más importantes comunicaciones terrestres -carretera de Pajares, ferrocarril y autopista del Huerna- de Asturias se ven desde aquí, y pasan por el concejo de Pola de Lena. Campomanes, capital de la parroquia del mismo nombre, es el segundo núcleo en importancia del concejo y cuenta con unos mil habitantes. Se fundó esta villa hacia el s. X y fue donada en 1168 a San Salvador de Oviedo por Fernando II; y la de Tiós, hijuela de esta parroquia “... en el territorio del Orna (Huerna)...” También es del s. X. Se instalaban colonos que se aforaban a un señor y a los que se les indicaba exactamente el lugar para poblar y el espacio para cultivar 601
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“... para casas e para ortos...” De estas villas surgirán, posteriormente, los núcleos rurales. En este concejo de Lena desempeñó un papel de la máxima importancia a lo largo de varios siglos la familia de Bernaldo de Quirós, Marqués de Camposagrado. En 1752, de los 26 oficios de regidores que tenía el concejo, 12 eran dominados por esta casa. Hacia mediados del s. XVIII se produjo un movimiento hacia la ciudad de Oviedo de gran parte de esta nobleza rural. Los diezmos de la parroquia de Campomanes y su hijuela, Tiós, los repartían el párroco de Campomanes y el cura abad de Parana: “[] un real de cada potro o potra, lechuza de dos, dos reales y llegando a tres, la quarta parte del valor de un potro o potra y llegando a quatro la tercera parte dicho y si llegase a cinco, medio, y de diez, un potro o potra y por el mismo caso los terneros y terneras de las bacas, pagándose por los cabritos, corderos y mamones, seis maravedís por cabeza y llegando el caso de tener diez cabezas de cada una de ellas habrá de pagar una[]”. Con el mismo detalle se recogen las aportaciones que se han de hacer para las frutas y productos de huerta.
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EXCURSIÓN DESDE MURIELLOS A LA ERMITA DEL ALBA
EXCURSIÓN DESDE MURIELLOS A LA ERMITA DEL ALBA 6 de octubre de 1996
El día está espléndido y esperamos una panorámica perfecta de Peña Rueda y del cordal de La Siella. Llegamos por la carretera de Trubia a Bárzana de Quirós. Partimos de Muriellos Cimero, al que se llega tomando la carreterita que sale a la izquierda (en el sentido de nuestra marcha) unos 800 m más arriba de Bárzana. Se trata de un pueblo semiabandonado pero con la mayoría de las casas en aceptable estado o fácilmente recuperables. A la salida del pueblo encontramos en el camino una escena muy apacible: un hombre que charla con una mujer, ella apoyada en la balaustrada del pequeño patio de su casa, un par de metros por encima del nivel de la rúa. Pegamos con ellos la hebra fácilmente. Se trata de la casa en la que él nació y sus nuevos propietarios restauraron con bastante buen gusto y por no más de 3 millones de pesetas. El emplazamiento es verdaderamente envidiable: parte de las Ubiñas y la mejor vista de Peña Rueda, ¡casi nada!. Para llegar al Alba sólo hay que seguir la pista en la que estamos, desviarse a la izquierda en el primer cruce y después siempre a la derecha. En estos últimos tramos no tiene importancia un pequeño error porque se camina a la vista de la capillita y sobre la marcha se corrigen. Estamos en la falda S.SO de El Aramo y la peña que tenemos enfrente se llama Peña Podre, nombre salido del vecindario por la facilidad con que se deshace y desmorona sobre los montes y prados vecinos. 603
UN MILLÓN DE PASOS POR ASTURIAS Y ALGO MÁS
Siguiendo el desvío de la izquierda se pasa por encima del pueblo y se gana altura fácilmente hasta llegar a ver la ermita. Aquí giramos a la derecha y, casi por llano, llegaremos a unos grandes prados cercados por sebes y paredes, sobre la línea de los 1.050 m (aproximadamente). Desde aquí vemos de nuevo el santuario y sólo hay que seguir la pista recientemente abierta para llegar a él; aunque es pendiente se camina con comodidad. La vista mejoró notablemente con La Siella al completo, mayor profundidad de Peña Rueda, las Ubiñas y la sorprendente proximidad de El Gamoniteiro y la emblemática antena de TV. Poniendo una bota delante de la otra varios miles de veces llegamos a una gran campera en abertal en la que se ve maquinaria de deshacer matorral y monte bajo para su recuperación como pastos, y algunas áreas recientemente desbrozadas. Los arroyucos que bajan de El Aramo serpentean pero no encuentran salida y se sumen. En la caída hacia el valle del río Quirós, hay muchas cabañas de piedra en estupendo estado, como pudimos comprobar al pasar. Seguimos ahora hacia la izquierda de estos pastos buscando el camino que pasa entre las cabañas, en una de ellas, hay trabajando unos cuantos hombres en la reparación del tejado, emplean vigas de madera y la cubierta se ve que será de teja curva. Pedimos algo de agua pero se muestran remolones. Sólo logramos indicaciones para dar con una fuente. -¡Dad de beber al sediento! Al fin se acercan unas mujeres y vierten un poco de agua en un vaso que acumula las huellas dactilares en estratos. El camino continúa y enseguida se llega a unos prados rodeados de pared, cada uno con su cabaña, de muros de piedra y cubierta de teja curva, integrada en el recinto. Ahora se ve la capilla en lo alto, entre el roquedo calizo. Salimos del camino hacia la derecha hasta llegar de nuevo a terreno abertal y buscamos entrada para subir. Damos con la vía rápidamente y ga604
EXCURSIÓN DESDE MURIELLOS A LA ERMITA DEL ALBA
namos la meta. Está en una camperina al final de la cual hay tres cruces sobre el mirador que da al valle de Quirós. Impresionante. Río, pueblos y fincas presentan un “collage” marcado por el verde y algunas pinceladas otoñales verdaderamente imborrable. Todo iba estupendamente hasta que llegó un grupito, desgajado de otro mayor, que alteró un poco la borrachera de silencio y paz. Un hombre y dos mujeres lo componían. Para llegar a este lugar existen otras vías de acceso y de recorrido más corto pero el que trajimos es, sin duda, el más cómodo aunque también el más largo. Es clásica la salida de Salcedo.
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PICO MONTSACRO
Esta es una excursión a la medida de paseantes que completan el esfuerzo físico con algún añadido cultural y gastronómico. Por la carretera de Oviedo a Mieres se ha de tomar la desviación que sale a la derecha y conduce a Riosa. Al pasar La Foz de Morcín una nueva desviación lleva a Llanos. Aquí se deja el coche y comienza la andadura. Es una ruta de variados sabores. Una actividad minera a punto de extinción dejó unas huellas casi imposibles de borrar y las enormes columnas metálicas de tendido eléctrico son indiscutibles borrones en esta lámina, porque fueron, y son, manifiestamente mejorables. Una vez que hemos coronado se ofrece una estupenda panorámica de la zona central de Asturias, generalmente cubierta por una capa de color parduzco compuesta por gases y partículas de polvo que llega hasta los primeros 400 ó 500 m de la atmósfera. Hay una majada con algunas cabañas en buen estado, una pradería con una charca para abrevar el ganado y, lo más destacable, sus dos iglesias románicas. La primera la encontramos está bajando hacia la majada a la izquierda, camuflada en el paisaje. Es un raro ejemplar por su planta octogonal. En esta construcción algunos autores ven relación con el Temple y en las proximidades se repiten algunos nombres como los que se encuentran en Ponferrada (un pueblo se llama Teleno y, también, uno de los picos). La otra capilla se asoma al N y está dedicada a Santiago, también restaurada, resulta 606
PICO MONTSACRO
menos llamativa ante la singular planta de la primera y el halo del Temple que la envuelve. Al SO la panorámica es muy buena por la cercanía de El Aramo y los últimos planos de la Cordillera Cantábrica. Al O y muy cerca de nosotros, al otro lado del río Morcín, se levanta La Mostayal, espolón final de la sierra de El Aramo en su penetración hacia el N. La tradición cuenta que en la capilla de planta octogonal, la de La Magdalena, estuvieron escondidas las reliquias de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo cuando la ciudad se vio en peligro a causa de los ataques de Almanzor. De ahí le vendría el nombre de Montsacro. D. Pascual Madoz cita en su Diccionario Geográfico -Histórico -Estadístico de 1850 la presencia de lince ibérico (lobos cervales) en terrenos de Morcín. El punto más alto es el pico La Fayona con 1.054 m cuyo nombre parece hacer referencia a un haya de gran tamaño. Dice una canción que por aquí se cantaba: “ La cuesta La Llorera la tengo determinada, el subirla de soltera y bajarla de casada. Si vas a La Magdalena echa regatón al palo, para que pueda subir la del refajo encarnado. La bendita Magadalena tien la ermita muy arriba, no puedo subir a verla, la Virgen me los reciba. Vengo de La Magdalena, 607
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de tocar las oraciones, con el rosario en la mano, sabe Dios mis intenciones!. Vengo de La Magdalena, de cumplir una promesa y ahora que vengo santo, dame la mano, Teresa. La bendita Magdalena dicen que no duerme en cama, duerme a la orilla del río a la sombra de una rama.
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PICO LA MOSTAYAL
PICO LA MOSTAYAL
Por la carretera de Oviedo para Mieres y se toma a la derecha la desviación que lleva a Santa Eulalia de Morcín. Atravesamos el pueblo hacia el S e inmediatamente después de cruzar el río Morcín se toma la desviación que, de nuevo a la derecha, va a Peñerudes. Desde aquí se llega al casi abandonado pueblo de La Vara, y a la entrada del mismo dejamos el coche. Se toma una pista que sale por encima del pueblo y termina en unas praderías en las que hay un abrevadero para el ganado. Al O se ve una collada -llamada Pan de la Forca- a la que se ha de llegar. Al otro lado, al frente, se ve el valle del río Trubia. Hemos de girar al N y cumbrear dejando a la izquierda un pronunciado escarpe. El terreno es un lapiaz que obliga a caminar fijándose dónde se ponen las botas para evitar una torcedura o un tropezón, pero que no ofrece mayores dificultades. Así llegamos a tener la misma cúspide de La Mostayal (1.304 m) frente a nosotros. Estos últimos metros son más incómodos y se deben extremar las precauciones porque es fácil caer; también se ha de tener cuidado no avanzar a la izquierda demasiado pues podríamos llegar a zonas de incierto peligro. La panorámica que se nos ofrece es muy similar a la de El Montsacro (La Magdalena), aquí ganamos el valle del Trubia y perdemos el de El Caudal que desde aquel veíamos. Esta zona central de Asturias, siempre ofrece la capa de color parduzco que la cubre en los primeros centenares de metros de la atmósfera. 609
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Tanto esta excursión como la de La Magdalena no se pueden considerar de envergadura ni por la dureza del recorrido ni por la oferta paisajística que presenta, pero parecen “obligatorias” para los que viven en esta zona central. Al regreso merece la pena visitar Pedroveya y dar un paseo por el pueblo y sus alrededores hasta llegar a la iglesia, aunque sólo sea por el tejo que tiene al lado. Posiblemente deba su nombre de Mostayal a la abundancia de mostayos en otros tiempos, árbol otrora muy frecuente.
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PICO VIZCONDILLO
PICO VIZCONDILLO Verano de 1997
Largo tiempo llevaba Juan Carlos preparando esta salida y al fin llegó su momento. León-La Bañeza-Truchas-Truchillas y desde aquí, por una estupenda carretera recientemente abierta, nos plantamos en un periquete por el puerto que da paso a las tierras sanabresas. La carretera, rebasado Truchillas, bordea el río. Las laderas están cubiertas del matorral propio del monte bajo. Hay puntos en los que se aprecian cicatrices de alguna actividad extractiva -probablemente romana- que no podemos determinar. Desde el cambio de aguas vertientes se alcanza una gran penillanura de la que destaca el espejo de los embalses de Sanabria1. Tenemos un día de sol radiante. El Vizcondillo (2.121 m) se presenta fácil y asequible en poco tiempo. Charlamos un poco, acordando con Juan Carlos la hora y el punto de reencuentro. Y partimos. No hay más que seguir la línea de cumbres con sentido E.SE. La vegetación aprovecha el poco suelo disponible; alcanza escaso porte, es rala y rastrera. Los pedruscos son mayores a medida que vamos ganando altura y hemos de rodear algún castillete de peña como el alto de Las Chanas. El Vizcondillo se cierra con un acúmulo de bloques de cuarcita poliédricos y se afina al terminar con el vértice geodésico. Descansamos y dis1. Recuerdo que uno de estos embalses, el de Ribadelago, rompió aguas a mediados de la década de los 50 provocando elevado número de víctimas.
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frutamos largo rato de la inmensa y vieja tierra que nos rodea; no en balde estamos en una de las primeras tierras emergidas del planeta. Con energías renovadas emprendemos el regreso y decidimos ver el lago de Truchillas. El mapa avisa de un gran desnivel sobre el lago. Para evitarlo caminamos hacia el E rodeando la cabecera del río, que hace de aliviadero del lago. Bajaremos por su margen derecha y, de paso, esperamos encontrar la fuente de La Fermosina. Gentiana lutea subsp. aurantica y matas de Erica sp. componen la vegetación por estas alturas. ¡Efectivamente!, encontramos la cabecera del río y bajamos por su margen derecha, pero no vimos la fuente. ¡Y, buena falta nos hacía!. El calor aprieta sin compasión y nuestro balance hídrico se desequilibra. Bajamos a buen paso buscando los huecos que dejan las matas. Avistamos el lago y el camino nos lleva a él. Se trata de una cubeta de origen glaciar, o periglaciar, que recoge el agua del circo formado por varios picos de más de 2.000 m que lo cierran por el O, S, y E. Es de aceptables dimensiones y el topónimo no deja lugar a la duda, muchas truchas debió dar en sus buenos tiempos. Hoy encontramos un grupo de jóvenes (con problemas psíquicos y físicos) que con sus monitores chapotean dando fuertes brazadas con aparatosidad y el consiguiente estrépito. Uno de ellos, que aparentaba 30 años, con cara afilada y pálida, dientes sobresalientes, se acerca y con mucho desparpajo pregunta por otras lagunillas. Lo ponemos al tanto: -Sólo hay otra y resulta inaccesible. Por el aliviadero del lago cambiamos a la margen izquierda del riachuelo. Ya tenemos ganas de llegar al punto de reunión porque el calor se hace insoportable y los pies amenazan con licuarse. El sendero se va ensanchando a medida que desciende, pero los alrededores están limpios de vegetación y no nos resguarda una sombra ni como 612
PICO VIZCONDILLO
la superficie de un sello de correos. Cuando llegamos a un punto en el que se ha de cruzar el río aprovechamos para hacer unas abluciones y reponer fuerzas. Ahora entramos en una pista y albergamos la esperanza de que acaso Juan Carlos se decida y se acerque a recogernos. Nada. Sol y moscas. ¡Por fin vemos la carretera!. Arreciamos el paso y menos mal que Juan Carlos llegaba en aquel momento porque no le perdonaríamos el menor retraso. Entramos a toda leche y enfilamos hacia el pueblo en busca de comida. Algo anda mal hoy porque “donde éramos pocos parió la abuela”: una vuelta ciclista local obstaculiza el paso y hemos de dar mil vueltas para entrar en la aldea. Menos mal que nuestro Juan Carlos se maneja bien y logrando burlar el cerco nos deja en un bar. Tuvimos una gran alegría pero el tal bar no es gran cosa. Se trata de un establecimiento nuevo, muy limpio, con todo el mobiliario de formica y buen plástico, atendido por una moza de COU, o algo así, que no tiene ganas de trabajar y ni siquiera de lucir el palmito que Dios le dio. Hubimos de conformarnos con queso “empatatado”, cecina y jamón acartonados, y un poco de chorizo; ideales para el viaje en carabela, pero tememos que las tripas protesten y nuestra ingesta es mínima para engaño del estómago. Acabamos rápido y Juan Carlos, que tiene este día bien planeado de antemano, nos lleva a la base de ultraligeros de Chozas. El pequeño aeropuerto ocupa una explanada en las cercanías del pueblo. Está rodeado de arbolillos recién plantados, de un par de metros de altura; cuenta con un hangar y un bar del club. Iniciamos el recorrido pero antes tomamos un refrigerio porque el calor parece castigo bíblico. Los avioncillos que vemos en tierra constan de una estructura metálica cubierta de tela, plástico y/o algunas planchas finísimas de madera. 613
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El motor, parece el una motocicleta. Probablemente son seguros pero dan sensación de “moscas” y poca solidez. Y del aeropuerto a las bodegas. A la entrada del pueblo topamos con un tío político de Juan Carlos con el que pacta la visita a su bodega. Creí que nuestra intención era visitar la de otro pariente pero éste se cruzó antes en el camino y el destino no se discute. La bodega consta de una cueva cuya entrada se cubrió y quedó un espacio libre de 20 ó 30 m2 donde se instaló la cocina y la mesa, es el comedor. En las profundidades de la cueva sólo se guarda el vino. Estas bodegas se usan para almacenar el vino y pocas veces para la elaboración. Sus propietarios suelen comprarlo en barril o embotellado. Pero todas las tardes se reúnen en ella amigos y vecinos para tomar unos vinitos y charlar un rato. A la tertulia lleva cada uno su bocadillo y la necesaria navaja. El vino lo pone el anfitrión. Se turnan diaria o semanalmente. Toda una institución para la convivencia. Fue un día completo. Resulta difícil hacer más cosas y más variadas en una misma jornada
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PICO NAVIELLAS
PICO NAVIELLAS Noviembre de 1997
Esperamos en vano a Lucas. De Juan Carlos ya sabíamos que, si a las 9.00 h no estaba, no podría acompañarnos. ¡Qué le vamos a hacer!. Últimamente, por unas u otras razones, no vamos al completo y acusamos la amputación de cualquiera de los miembros del conjunto. El día amaneció espléndido pero este viento del S ya lo conocemos y en cuanto role al N se derrumbarán los cielos sobre nosotros. Iremos hacia Somiedo. A la collada que está entre el Pico Naviellas (1.127 m) y el Bustiecho (1.152 m). Se accede desde Aguasmestas (Somiedo) a Cuevas (Belmonte) y si hay un poco de suerte incluso podríamos llegar con el coche al pueblo siguiente, Noceda. A medida que nos acercamos al Puente San Martín comprobamos que la línea de la cordillera está muy negra y probablemente allí diluvia. Llegamos a Cuevas. No llueve y parece que aguantará las tres o cuatro horas que necesitamos. Cuevas es un pueblecito de casas de piedra vista, tan próximas que apenas dejan paso para un coche, y con los techados de teja curva. Tiene muchos hórreos y paneras, todos edificados sobre pegollos de madera. Al final del pueblo comprobamos que el paso se hace difícil para el coche y no podremos llegar a Noceda. Damos la vuelta y aparcamos al lado de la fuentelavadero. 615
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Mientras nos calzamos las botas, una mujer de gran tamaño, saluda efusivamente desde el balcón y busca conversación con Pepe; éste, tan educado como de costumbre, sigue el palique. Mientras, en el camino, un vecino se ofrece a informarnos mientras su mujer oferta castañas a 55 pts/ kg. Regateamos hasta llegar a las 50 pts/kg y dejamos encargados 10 kg que recogeremos al regreso. Empezamos a caminar por la pista, que está encementada en esta primera curva. Caminar por una carretera casi siempre es aburrido pero en este caso resulta excepcionalmente grato porque gran parte se hace teniendo el río por compañero. ¡Fenomenal!. Antón se va entreteniendo y, consecuentemente, distanciando de sus compañeros. Al poco tiempo ya los ha perdido de vista pero lo peor es que pierde fuelle. Desfallece. Los pasos se ralentizan y distancian. ¡Bien teme sufrir un desmayo!. Busca castañas entre la hojarasca y va royéndolas poco a poco. Cuando se acerca al pueblo, Noceda, incorpora manzanas y siente que de nuevo tiene fuerza. Noceda se sitúa en una ladera muy pendiente y orientada al S.SO. Es un pueblo totalmente desvencijado. Tiene todas las casas con cubierta de teja y muy diseminadas. Son de piedra vista, con aspecto verdaderamente rústico. Están tan deteriorados los hórreos y paneras como el resto de las construcciones. Algunas caserías cercan una pequeña corralada. Los alrededores están igualmente sucios de cucho y/o plásticos. Las deshabitadas, no pocas, se sitúan en la parte alta del pueblo, todas con la techumbre hundida y el aire a un andar. Son construcciones antiguas a juzgar por su estructura: la cuadra en la planta baja, después la vivienda y sobre ella, en un tercer nivel el pajar o tenada. Para construir de esta manera hace falta recostar la casa en una fuerte pendiente para dotar a la tenada de acceso por la parte alta. Desde el pueblo se sigue el camino de la izquierda y se gana altura muy rápidamente porque es de pendiente muy fuerte. Ya fuera, el camino se mantiene ancho, carretero. 616
PICO NAVIELLAS
A los lados grandes prados, muy pendientes, cercados por paredes de piedra, dedicados a corta y diente. Adaptándose al relieve, el camino se bifurca. Seguimos el de la derecha (E) y, pasando por debajo de la braña Giberes, llegamos a otra mucho menor. Ésta consta de unas cuentas cabañas de piedra y teja. Por la izquierda se llegaría al pico La Cabra (1.426 m). Al N.NE de este pico y por terreno fácilmente transitable se alcanzaría el pico La Fana, origen de la Fana de Genestaza. Por la ruta que tomamos se acaban los prados. Ya vemos la collada a la que nos dirigimos. Al O, cerca, se ven las cabañas de la braña Giberes1. La collada a la que nos dirigimos da paso a la cabecera del río La Murria que, más abajo, se une al que pasa entre San Esteban y Villar de Zuepos para desembocar, ya juntos, en el Pigueña. A la espalda queda el angosto valle en el que asentaron los pueblos de Noceda y Cuevas. Muy dura debió ser la vida antaño para colonizar estas pindias tierras. Del valle de Villar de Vildas nos separa un cordal que se desprende de la sierra La Cabra con orientación E.SE, al otro lado del cual está el primer pueblo somedano del valle, Santullano. No vemos ninguna de las cimas de la cordillera a su paso por Somiedo. Todas están segadas a la misma altura por una espesa, densa y negra masa nubosa. Sabemos que, mientras azote el viento del S, el desplome de agua se producirá en aquella cara de la cordillera pero cuando role al N el diluvio nos caerá encima. Tenemos bien calculado el tiempo de que disponemos para bajar sin que nos alcance el agua, pero esta vez creo que habrá error. El aire nos menea con ráfagas muy fuertes y algunas gotas nos avisan. Enfilamos cuesta abajo por algunos atajos pero mucho antes de Noceda ya llueve como Dios manda. A Cuevas llegamos sin que calaran nues1. Si fuéramos a Giberes y siguiéramos al O llegaríamos a la Fana de Genestaza, fenómeno geológico activo que con una fuerte erosión remontante disecciona la Sierra de la Serrantina.
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tras prendas para lluvia pero escurrimos agua por mil canalillos. Junto al coche, en el lavadero público, un hombre se guarda del chaparrón. Procede del vecino pueblo de Santullano y vino en una Vespa -matriculada en Palma de Mallorca, creo- a los montes de Cuevas a recoger castañas. Lleva aquí un par de horas y no ve el momento de marchar. Recogemos, pagamos las castañas y partimos en busca de un buen sitio para comer.
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TARNA-SOBREFOZ
TARNA-SOBREFOZ
Hoy partiremos limitados aunque ya estamos advertidos: Juan Carlos no caminará y no dejó lugar a la persuasión; como castigo descartamos la opción leonesa de La Babia y lo llevamos al puerto de Tarna (1.490 m). Ya en el puerto observamos complacidos que el día está totalmente despejado. Hay un viento del NE que cala hasta los huesos y Antón llegó sin jersey. Sus amigos salvan la situación prestándole prendas de abrigo. Buscamos información en el llamado Parador. Es un bar inhóspito, de grandes dimensiones, situado en la raya dentro de la parte asturiana. Ladran unos perrucos y nos atiende una señora, ya entrada en años, envuelta en varios jerseys y un echarpe. Casi me arrepiento de hacerla salir con este frío. Nos indica la ruta y empezamos a andar. Parte el camino hacia el E junto a unos letreros, ya en tierras leonesas, faldeando el pico La Forcada, que es el espolón S de El Abedular (1.813 m). Está bien marcado y termina desembocando en una pista que se dirige al valle de Ruxiello, pista que seguimos hasta que aparece el primer ramal a la izquierda que lleva a una collada -Las Líneas- que da vista de nuevo al puerto de Tarna. Encontramos hermosísimos narcisos1, anémonas y prímulas y Antón disfruta de lo lindo. Aquí nos damos el primer baño de paisaje: al S el Macizo de Mampodre se presenta asequible y hacemos planes para coronar alguna de sus cimas; al O el Pico Lago y el Remelende; al N el Campigüeños (o Becerrera de San Pedro), el Tiatordos, y el Maciédome; a nuestra espalda 619
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El Abedular; al E una explosión de belleza montañera con Ten, Pileñes y los Picos de Europa, pero todo esto será mejorado desde la cumbre de El Abedular. Hasta aquí seguimos la orientación recibida pero ahora faldearemos el pico por la cara S hasta la collada que se abre al valle de Ventaniella aunque Tomás propone trepar por esta arista por ser éste el camino más corto, opción que desechamos y le hacemos la correspondiente contraoferta: -Sube por donde nosotros y llénate los bolsillos de piedras, consumirás la misma energía. Tomás no sabe qué hacer con sus enormes facultades y está acostumbrado a seguir la línea recta creyendo que siempre es la distancia más corta entre dos puntos. Caminamos entre monte bajo y la senda queda, a veces, cubierta por ericas. En el recoveco de una matita vemos una víbora que huye rápido, pero se deja ver lo suficiente para regocijo de Pepe. Llegados a la collada La Cerra hacemos otra parada, estamos a 1.760 m y ya vemos Ventaniella. De nuevo Tomás, que ahora no se detiene, demarra recto hacia la cima y, cuando nos damos cuenta, ya nos saca más de 100 m. Seguimos al serpa pero no lo alcanzamos y hasta Pepe deja a Antón descolgado. Por fin nos juntamos en la cumbre al pie de la cruz y nos disponemos a emborracharnos de paisaje. Aquí empieza el Cordal de Ponga que, a través del Montovio, Maciédome, Tiatordos, Campigüeños y la Peña Taranes, se extiende hacia el N y termina en la cabecera del río Vallemoro, que desemboca al río Ponga en Sellaño. Ahora si que el idioma se queda corto ante 1. Antiguamente se creyó que la flor del narciso adormecía a los humanos en el último sueño, marcando el paso de las almas al Tártaro; algunos consideraban de mal agüero soñar con narcisos. En Grecia clásica los narcisos servían para coronar la cabeza de los muertos y las imágenes de Furias, Parcas y Hades. Hades utilizó los narcisos para dejar sin sentido a Perséfone antes de llevarla consigo al Tártaro. Narciso era hijo del dios Céfiro y de la ninfa Liríope, era un hermoso joven insensible al amor de las ninfas y que incluso rechazó a la hermosísima Eco. Cupido lo castigó rápidamente y cuando estaba bebiendo en aguas clarísimas vio su imagen reflejada y se enamoró de ella. Pero parecía burlarse de él: lo imitaba en todo y cuando quería tocarla se rompía. Así permanecía a la orilla del agua. Cuanto más se contemplaba más se amaba y, obsesionado, ya no fue capaz de alejarse, enloqueció y allí murió. En el lugar donde las ninfas encontraron su cuerpo crece una pálida flor: el narciso.
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esta panorámica circular que se estira hasta el mar (aunque no alcanzamos la brumosa Thule, reino de Sigrid, la eterna novia del Capitán Trueno). Al O queda la carretera que nos trajo, el pueblo de Tarna, Pico Lago, Remelende, Canto del Oso, La Rapaína y La Rapaona y creemos identificar el Torres y El Cascayón; al S todo lo cubre el Macizo de Mampodre; al E, creemos que es el palentino Espigüete, y Pepe afirma que es el Curavacas (Juan Carlos dirá). Ten y Pileñes parecen a un paso y entre ambas, por encima de la collada Las Arriondas, asoma el Macizo Central de los Picos de Europa colocado por la mano del cíclope que las esculpió; por la izquierda de Pileñes se ve el Occidental; en el primer macizo se identifica perfectamente Peña Santa (ya pisada por Tomás) y en el segundo dudamos ante un enorme pitorro o cipotón que parece el Naranjo aunque podría ser la cresta de Torre Cerredo; más al N se prolonga el cordal por Colláu Zorro. Los árboles todavía duermen pero las flores empiezan a despertar y pintan manchitas de todos los colores. El paisaje anuncia el final del invierno y las yemas de los árboles tiñen los bosques de marrón rosado. Una calandria sube hasta perderse en una espiral muy cerrada llamando al macho con agudo canto mientras Pepe se sorprende de que cante mientras vuela porque él es incapaz de conseguirlo y hasta de hablar mientras camina. ¡Pepe, Pepe!. Un dolor: la cumbre está rodeada de un foso abierto durante la última guerra civil. ¡Quién sabe cuantas veces apareció la muerte por aquí!. Tomás recordaba esta misma imagen pero desde el otro punto simétrico y se empeñaba en que Pepe o Antón le ayudaran a situarse. -Pero hombre, estuvimos en un sitio por ahí que veíamos este mismo valle pero desde enfrente. ¿No lo recordáis?. -Está bien. Eres como un niño cuando llora y ni dios sabe que le pasa, sólo él, y, como no habla, hay que adivinárselo todo. Tomás, eres peor que yo, parece imposible.
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Bajamos hasta la collada, desde allí seguimos por el camino que sale hacia el NO y desciende por la parte más suave. Abandonamos el proyecto de llegar al Montovio. Vamos entre ericas y la vegetación rastrera propia de estas alturas. Atravesamos un diminuto nevero que guarda algo de nieve. Después de pasar un canchal llegamos a la collada La Forcada (1.675 m), donde enlazamos con el camino que nos indicaron en el puerto y que viene por territorio asturiano rodeando El Abedular por la cara NO. Hacia el E también hay numerosos caminos que llevan al valle leonés o la collada que, desde Ventaniella, da paso a La Uña. No vimos ni un ejemplar de rebeco aunque estamos en uno de los corazones cinegéticos de la cordillera. De aquí en adelante empezamos a encontrar camperas2 y las maravillosas gencianas de puro añil que tanto nos gustan, también grandes manchones de piorno. Es la tierra de los ciervos. La cara N de la cordillera presenta en algunos puntos rocosos escarpaduras fruto, sin duda, de la acción de los hielos durante la última glaciación (-15.000 años). Esta superficie presenta profundas cortaduras hechas por el agua aprovechando la deleznabilidad del roquedo. Se distinguen perfectamente tres modelados según su origen geomorfológico: el escarpe de la cordillera en la zona rocosa, el acúmulo de los materiales arrastrados surcados de numerosos hilos de agua, y el valle principal que seguirá el río. Salimos por la parte izquierda y vamos perdiendo altura poco a poco hasta que llegamos al río cuando todavía es un arroyín. Lo seguimos durante un rato, después se encaja. Lo abandonamos siguiendo por la izquierda hasta la majada de La Salguerosa. El camino sigue perfectamente definido y no hay problema alguno. Tomás avista un ciervo por la izquierda a unos 100 m, en una zona de grandes ericas, algún piorno y ya cerca del hayedo, que se clava
2. Encontramos anémonas de dos especies, nemorosa y pavoniana, que son muy parecidas. Estas flores viven en bosques y setos aunque también se encuentran en las camperas siempre muy cerca de árboles o arbustos, y han de florecer y fructificar antes de que salgan las hojas de los árboles porque si no carecerían de la necesaria luz. Los chinos llaman a esta planta la flor de la muerte y en algunos países europeos es considerada de mal agüero por los campesinos.
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en una roca y queda inmóvil. Voceamos e hicimos todo el ruido que pudimos pero inútilmente, ni se movió. A la derecha, E, está Peña Llobil (1.608 m) y el valle que se origina a sus pies por la parte leonesa se llama de Los Lobos, es aquí sobradamente explícita la toponimia. Siguiendo hacia el E, después de esta peña, está el puerto de Ventaniella que da paso a las tierras leonesas por La Uña; después, Ten y Pileñes. La antigua majada se asienta en un rellano, a pocos metros del río. De las cabañas quedan montones de piedras más menos alineadas siguiendo el hilo de la pared primigenia. La pradería se ve muy reducida por el avance del piornal ante el abandono del pastoreo. Los tapinos están levantados por el jabalí y esto dificulta la identificación del camino, pero Pepe se desmarca por la izquierda y fija el rumbo con toda precisión. Empezamos a bajar y a los pocos centenares de metros entramos en el hayedo3. Se trata de árboles jóvenes y sanos. Entre ellos aparecen jacintos, violetas y acetosellas. Pocos metros más abajo, por la derecha, se descuelga el joven río que algunos km después formará el Ponga. Llegamos hasta el cauce y llaneamos siguiendo el curso mientras describe pequeños meandros. Parece un río manso pero sospechamos que pronto nos dejará ver algunas muestras de su bravura. Canta el agua y el aire se satura con las notas nupciales de todos los pájaros. Continuamos la marcha saltando de un lado al otro, frecuentemente, y sorteando algunos enormes pedruscos que duermen esperando nuevos empujones. Perdimos el camino, que seguramente se interna en el bosque sin perder altura, y seguimos otro menor y más fácil, aunque pronto se encaja el río y marca tajos difícilmente salvables. Entonces pasamos al monte y cami-
3. El bosque La Salguerosa, incluido en el Parque Nacional de Redes se extiende por Caso, Sobrescobio y Ponga sobre 547 km2. Redes adquirió la protección legal de Parque Natural el 27 de diciembre de 1996.
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namos por el hayedo hasta que, ya cerca de Ventaniella, vemos al otro lado una pista. Bajamos, salvamos el agua y sin esfuerzo llegamos al caserío. A medida que vamos bajando vemos el Montovio y el Pico Cueto (1.561 m), justo encima de Ventaniella, y más abajo una campera donde pacían numerosos rebecos en nuestra anterior visita a este lugar en el coche de Nando. Está Ventaniella a 1.200 m de altitud. Hay en este lugar venta, fuente y una capilla. Son construcciones de piedra y cubierta de teja curva. La capilla está cercana al río, es de planta cuadrada y tiene espadaña también de piedra. La venta consta de dos cuerpos adosados, el más alto es de tres aguas, y la pared que da al O es cerrada, mientras los huecos de las otras caras son pequeños. La puerta principal se abre al E. Las praderías y las construcciones pertenecen al pueblo de Sobrefoz. Los pastos son de estío y el servicio de ventero es sacado a concurso entre los vecinos cada 4 años para atender las necesidades del pastoreo. Antaño, el adjudicatario tenía la obligación de proporcionar leña, lumbre y sal a los caminantes, y de tocar las campanas en caso de tormenta y ventisca. Este paso fue explorado por Jovellanos buscando el mejor acceso a la meseta y una salida para Castilla por un puerto asturiano, Ribadesella en este caso. Jovellanos terminó encarcelado y perdimos la apuesta. Ganó la opción a favor de Santander y, acaso, por las mismas ineptitudes, maridajes y contubernios que hoy se dan. El personal femenino que vemos a la puerta de la venta presenta una imagen como si de Maritornes se tratara. Desanimados, tomamos un buche de agua en la fuente y atacamos la pista hacia Sobrefoz. Creemos que pronto encontraremos a nuestro amigo Juan Carlos. Por la derecha quedan los faldones de Ten y Les Pandes (montes de Miédome y Los Mazos) y por la izquierda, después de El Cueto, los de la Cerra de Alto Paso (1.590 m) y la peña Los Castillares (1.520 m), todos pertenecientes a la sierra Calabazosa. El camino es una ancha pista de tierra 624
TARNA-SOBREFOZ
con El Pierzo al fondo. A la izquierda, el río se deshace en cascaditas. Más allá enseguida empieza el bosque, y también lo hay a nuestra derecha. En una curva se nota que forzaron un desvío del cauce natural para evitar que en las crecidas golpeara el talud de la carretera. Es un arroyo pero tiene amplio lecho máximo conquistado por las grandes avenidas y está sembrado de enormes bloques de piedra arrancados cuando está sobrealimentado. Parece imposible que este “bebé” pueda crecer en horas y llevar por delante rocas de semejante tamaño. Caminamos a buen ritmo porque se ha de estar temprano en Oviedo y esperamos encontrar pronto a Juan Carlos y su coche, no llega. Ya caminamos varios km y no encontramos explicación a su retraso porque es muy puntual cuando nos va a recoger. El río no deja por aquí espacio para prados y más abajo se hunde en un profundo cañón al que se asoman algunos tejos insensibles a la altura. Los prados de diente y siega aparecen a media ladera separados por sebes y algunos tienen cabaña, pero apenas llegan al río por discurrir éste muy hondo. La primera majada que aparece por la izquierda es la de Ambenes, después Armilleta, y por la derecha Cotiones; en el mismo orden y simetría siguen Vega la Cuadra y el Sedo de Lin. Estamos preocupados por la demora de Juan Carlos. Hacemos dilatadas pausas en la conversación y el paso más largo y rápido. Se acaba el firme de tierra, empieza el asfalto, y a los pocos minutos oímos el trino del coche. Tranquilizados, y alegres por su vuelta, buscamos un sitio para comer rápido, Juan Carlos propone en que sea de “tapeo”. ¡Perfecto!.
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PICO ENTRAMBOSLLAGOS DESDE RIOFABAR 12 de abril de 1997
Pepe y yo nos vimos a las 9.00 h, como todos los sábados, Tomás y Juan Carlos fueron, aunque no hoy no nos acompañan, a saludarnos y a tomar café. Van a santo Domingo de Silos para oír el gregoriano cantado por los monjes en el monasterio. Se agradece el detalle de acompañarnos al café. Parecía que hoy caminaría únicamente el esqueleto del grupo pero Lucas llamó por teléfono a la cafetería para saber si habría excursión y ante la respuesta afirmativa del encargado avisó que llegaría pronto y así fue. enseguida. Charlamos un poco y salimos hacia Infiesto. Juan Carlos y Tomás harían un poco de tiempo antes de salir para Silos. Partimos para Infiesto, seguimos a Espinaredo y pasamos de Riofabar. Aparcamos en el área recreativa de La Pesanca y una ardilla salta para nosotros. ¡Sorpresa!: Antón viene sin botas!. Suelta algún taco en tono menor porque la ruta se puede hacer, la mayor parte, con playeros. Lucas y Pepe se ríen moderadamente porque no es la primera vez que aparece con algo menos de lo necesario, y tampoco será última. Hasta aquí encontramos algún coche pero a ninguna persona por la pista. No atosigará la compañía. Lucas ofrece higos pasos (¿de Corinto, acaso?) y partimos. Este primer tramo del camino nos resulta muy conocido y vamos hablando distraídamente. Al poco encontramos a ambos lados el 626
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montón de piedras arrastradas por el pequeño alud que todos los años, con cada nevada, corta el paso varias semanas. Por la derecha hay bosque y por la izquierda algún prado bien cercado por paredes de piedra (uno de ellos cuenta con dos o tres construcciones para vivienda ocasional). Al otro lado del río hay varios con cabañas, y alguna en obras de reconstrucción, estamos en la majada de Degoes. Poco a poco nos internamos en el bosque. El río se bifurca: el de la izquierda es el reguero Estaquera y el de la derecha el que hemos de seguir: el de El Infierno. El puente (queda a la izquierda) que da paso al camino para subir al Vízcares está muy arreglado y encementados sus accesos. Poco más arriba el río se encajona y desde el primer puente ofrece una vista deslumbrante con los mil verdes y la pequeña cascada que espumea al principio del tajo. En pocos centenares de metros se cruzan varios puentes y en todos nos detenemos buscando alguna trucha. Este tramo de camino es hermoso y reúne el color y el sonido estimados como más relajantes: verde y agua. Después del cuarto puente sigue una pista por la izquierda que se inicia con una suave pendiente, es la que va a la collada Pandemules. Proseguimos por la de la derecha, que ahora se hace se hace más pronunciada. A los 300 ó 400 m cruzamos un puente que salva un caudaloso torrente, es el de Los Cubilones, que poco antes cortó una gran escama de caliza y marcó una foz que lleva el mismo nombre. Estamos ya en pleno hayedo. Las formaciones vegetales de hayas permiten penetrarlas con la mirada porque no hay sotobosque, el desarrollo de sus hojas paralelo al suelo hace que llegue muy poca luz e impide su crecimiento. Los troncos se estiran hacia el cielo y en las ramas crecen las primeras hojas, todavía de color verde claro. En el suelo se mantienen, en vías de putrefacción, las del anterior otoño. En la pista descubre Pepe una viborita que pretende huir pero Lucas se lo impide para jugar un poco con 627
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ella, después permite que se esconda entre la hojarasca. ¡Tan pequeña y tan mortífera!. Vemos los restos de un coche que se despeñó por el barranco, creo que se trata del que cayó hace unos meses en el que perecieron sus ocupantes, una pareja de recién casados de Gijón que estrenaban coche. Dadas un par de curvas, encontramos a mano derecha una plantación de abetos y alerces, y después de cruzar un puente llegamos a la Foz de Moniacos. El río acusa la sequía y la poca agua que queda se sume. Las foces tienen cierta profundidad y escasa longitud. Lo más llamativo es el espectacular número de tejos que crecen en sus bordes en condiciones inverosímiles. Saltamos una pared que cierra la entrada a la camperina y paramos un ratito a contemplar los árboles. Antón quiere abandonar y esperar aquí a sus amigos porque los playeros le parecen poca protección contra posibles serpientes. Se suceden persuasión, abochornamiento y orden de salida sin disculpa posible. No le dejan opción y, haciendo acopio de dignidad, los sigue con entereza. Sin el ánimo de sus amigos hubiera abandonado. Como siempre, Pepe se queda para caminar a su paso y darle la tan necesaria seguridad. En este punto es importante detenerse para fijar la ruta. Seguimos un camino que sale por la derecha nada más entrar en la campera, antes de cruzar el arroyo. Fijándose bien se encuentra con facilidad. Aunque, a veces, parece perderse, sigue una hilera de árboles. Según subimos, queda a la derecha una peña (la misma que constituye el marco O de la Foz de Moniacos), a la izquierda monte bajo de helecho y más allá el hayedo. Seguimos subiendo, avistamos algunos tejos, acebos, arces, fresnos y un cercado de madera. En el recinto hay dos edificaciones: una muy sólida, de piedra arenisca (¿arenisca cuándo todos los alrededores son de caliza?), contraventanas de madera pintadas de verde y clausuradas por cadena y candado, con tejado metálico; la otra también de piedra y techo de pizarra. Nos sentimos atraídos. Lucas abre la portilla y pasamos. La primera construcción 628
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tiene un espléndido porche, a modo de corredor en ángulo recto a lo largo de dos caras de la casa, cubierto por un alero protector de cualquier meteorología adversa. Bajo él se guarda el carbón y todavía queda mucho sitio libre. Este cuerpo parece el dedicado a dormitorios. La inspección ocular revela la existencia de una caseta de madera en un cantil de la peña y a la que el agua llega a través de una manguera de goma negra; cerca hay un depósito cúbico, de hierro, con cuatro sólidas argollas que sin duda sirvieron para su traslado, pues de otro modo no parece posible hacerlo, aunque también pudieron soldarlo aquí mismo (¿para qué entonces las argollas de cada esquina?). El conjunto está muy limpio y cuidado. El otro cuerpo deja ver la salida de la chimenea y parece albergar parrilla, chimenea, comedor y sala de juegos. Todo el conjunto está vallado. La elección de estos lugares como sitio de caza y descanso ya era conocida por nuestros reyes de la dinastía de los Austrias. Fue continuada y mejorada por los Borbones, que eligieron los mejores sitios de las cercanías de Madrid para retirarse a descansar, y no se puede pasar por alto que algunas reinas copiaron de sus maridos y se hicieron construir un pabelloncito en algún rincón de los jardines de palacio para recogerse de la ajetreada vida de la corte y tener algún lugar para su intimidad. Este lugar se llama La Felguerina y cuenta una cabaña fechada, como consta en el dintel de la puerta, hecha o reconstruida sobre 1920. Lucas recrea con enorme claridad y limpia acidez algunas escenas que seguramente fueron habituales: - Isacín, ya sabes, el solomillo vuelta y vuelta. - Isacín, ¡coño, corre!. Se va escapar. Recoge el cabrón rebeco que le di en el brazuelo y todavía corre. - Isacín, ¿recuerdas el macho aquel del año pasado, de 13 puntas, que tuve que dejar para que Angelón, el Madrí, pudiera colgar un trofeo?. Díselo a éstos que no me creen. 629
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Chico, lo que me cuesta a veces conseguir algo del ministerio. ¡Cómo cambiaron los tiempos!. -Isacín, cuando venga tu hija baja tú con el burro para subir el vino para mañana y mientras ella me hace la cena. Isacín, Isacín, Isacín,... No soy capaz de transcribir el aire de Lucas pero los que escuchábamos imaginábamos sin esfuerzo a Isacín “aguantando mecha” para conseguir que sus hijos también pudieran “aguantar mecha”. Y aun diría d. X: -Este Isacín no vale para nada pero lleva tantos años con nosotros que no me atrevo a echarlo. Ya estaban con nosotros su padre y el padre de su padre. Son buena gente pero no saben hacer otra cosa. ¡Y menos mal que no lo mando a trabajar el campo!. -¿Qué campo, d. X, qué campo?. Probablemente la anterior parodia se pudo asemejar con algunas escenas de la vida cotidiana mientras duraba la caza. Seguro que hubo de todo. Desde aquí ya se ve en toda su grandeza el nacimiento de la riega de Moniacos, y la panorámica completa: al E El Vízcares y, moviendo la vista en sentido contrario a las agujas de un reloj, el Maoño, Pandemules, los Collados de Boqueriza, el peñón de Las Traviesas (1.509 m), Entrepeñas (1.456 m), El Mayau (1.486 m), el Colláu Entrepeñas (1.428 m), La Frayada (1.486 m) y La Senda‘l Gatu (1.335 m), y entre ésta última y nosotros el gran hayedo que cubre el anfiteatro. En algunos tramos se ve la trinchera de una pista. Desde la collada nos asomamos al valle de El Duerno donde está la Foz del Molín que vemos desde arriba, y la majadina llamada Fresnedal (o Fasgueal). Al fondo está el cordal del Facéu, más al S el pico Entrambosllagos y la majada de Ovia, a la que nos dirigimos. Vamos por un camino ancho que conserva algunos tramos empedrados y rodeamos el nacimiento del río 630
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Cubilones. Vamos directamente a la fuente y con el artilugio de plástico (vaso plegable) de Antón bebemos con deleite. La majada cuenta con cinco cabañas de piedra, de unos 25 ó 30 m2, cuatro caídas y con la techumbre desplomada y otra en vías de reconstrucción. No habíamos reparado, pero bajo un gran arce hay un pastor. No hay perro y nos acercamos tranquilamente. Se trata de un joven tumbado a la larga y apoyado en el codo izquierdo. Se cubre con una funda azul. Corta y come -con gran parsimonia- chorizo (no nos ofrece); por el suelo ya rodaron ya las cáscaras de huevo cocido y una lata vacía. Iniciada la aproximación surge la charla y ofrece un trago de vino de bota. Aceptamos gustosos, Lucas sonsaca... Se trata de Gabriel de Luisa (el nombre no es suficiente y omite el apellido porque la identificación la da su madre, Luisa). Busca Lucas una cabaña y se interesa por éstas. ¡A ver si hay suerte y la disfrutamos todos!. Confirma que la cabaña de lujo se emplea como albergue de caza. Llegan los cazadores desde Infiesto pero no siguen el camino que trajimos, transitan por otro que él llama “el camín de los Argüelles”, que nos indica y aconseja seguir para el regreso. Desde aquí se ve en su primer tramo. Pepe está preocupado (teme no tener comida en Espinaredo) y emprendemos el regreso. Seguiremos el camino aconsejado. Es el mismo hasta poco antes de La Felguerina, entonces se ha de tomar un ramal que sale a la izquierda. Lleva hasta una pequeña campera, muy abandonada. Llegados a este punto la bordeamos hasta encontrar la vereda, que sale por su parte izquierda (E). ¡Maravilla!. Recuerda un poco al de Bandujo. Es un camino hecho a pico y pala que en cuatro zetas llega a la pista. Este recorrido compensa por sí solo el viaje ya que es una penetración en profundidad del bosque y permite contemplarlo en toda su grandiosidad hasta los sitios más recónditos. Bello sitio. Ya en la pista, a medida que nos acercamos al área de descanso encontramos más paseantes hasta llegar a sentirnos algo incómodos. Destaca 631
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el atuendo a base de chándal y no puedo evitar fijarme en un grupo en el que una señora con una pantorrillla vendada deja ver el muslo cosido a pinchazos. Alcanzado el coche salimos como rayos para ganarnos la comida. Y, ciertamente, comimos una peculiar menestra y huevos fritos con patatas. El vino sobró, por malo. La comida no hizo más, ni menos, que cerrar otro día fantástico. Acaso convenga recordar las acepciones que la Enciclopedia francesa, de la mano de Diderot, dio a la amistad: “[] Amigo es aquel a quien hayamos cultivado por lo grato de su trato. Amigo es el hombre de buen consejo con el que se mantiene reciprocidad y mutualidad, deuda y crédito []” Durante el camino nos acompañó el cántico de los pájaros que ponían toda su fuerza en la llamada a la hembra.
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ITINERARIO ALTERNATIVO
Partimos hoy de Oviedo hacia Campo de Caso, llegados al embalse de Tanes, tomamos la que sale a la izquierda y que lleva a la que comunica Infiesto con Campo de Caso. Tras pocos km estamos en Bueres. Aquí podemos poner pie a tierra y caminar, pero queremos continuar a Nieves -un km- visitaremos otro hermoso pueblo de la montaña casina. En la parte alta del pueblo se sigue un camino ancho, carretero y bastante pendiente. La subida se hace entre prados cercados por sebes de castaño joven. Después entramos en un terreno de monte bajo poblado por cotoyas y ericas. Pasado un collado avistamos nuestra meta: Entrambosllagos. El camino hasta llegar es de similares características al último tramo recorrido de monte bajo. De nuevo resultamos sorprendidos por el paisaje, aquí se abre la izquierda un valle de prados divididos por sebes de fresno y avellano y cada prado cuenta con una cabaña perfectamente conservada. A la derecha está Pandemules. Es una zona de complicada orografía y en la que es fácil perderse. De nuevo resulta la mejor orientación la proporcionada por los vecinos del lugar. Es interesante observar que las sebes están formadas por especies diferentes de acuerdo no con su manera espontánea de presentarse en la naturaleza y sí con el uso que de ellas se hacía. En el caso de los castaños 633
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se trataba de sacar bringas para la construcción de cestas, paxos y sistemas de arrastre de forraje o estiércol. En otro caso tener comida para el ganado con las tiernas hojas y brotes de los fresnos. De los avellanos, sus frutos para consumo casero o para el mercado; también se aprovechaban las varas para construcción de medios de arrastre. Es frecuente ver en estos pueblos algunos de estos artilugios en los corredores de los hórreos o en dependencias de la quintana. El triángulo formado por Caso-Infiesto- Ponga es de gran riqueza cinegética. Aquí se encuentran los cotos de caza mayor más afamados del Principado, algunos gestionados por los propios pueblos de manera que constituyen una importante fuente de ingresos. Bueres, así como Nieves y Orlé, están bien conservados y resulta grato un paseo contemplando la arquitectura y su perfecta adaptación a las necesidades de la economía familiar. Parece que de Campo de Caso era Siseada (o Hermesilda), hermosa esclava que conquistó el corazón de Alfonso I y del que tuvo un hijo que llegaría a reinar con el nombre de Mauregato a finales del S. IX. La tradición sitúa su nacimiento en el solar de una antigua torre en Campo de Caso y que fue derribada en 1916.
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VEGABAÑO - RESTAÑO
VEGABAÑO - RESTAÑO (VALLE DEL RÍO DOBRA) 19 de abril de 1997
Con el grupo casi al completo, nos las prometíamos muy felices pese a que el pronóstico meteorológico no era especialmente halagüeño. La borrasca se centraba en la esquina del NO peninsular y, por lo tanto, iríamos al E, sabíamos que no nos castigaría el Sol pero que tampoco nos golpearía la lluvia. Y en la primera propuesta ya no dejó opción a reflexionar ni un poco: -De Vegabaño a Restaño ya no hubo opción ni a reflexionar un poco. Tomás y Juan Carlos decidieron por todos. Y allá fuimos. Nada reseñable hasta Soto de Sajambre. Calzamos las botas y Juan Carlos, una vez acordada la hora del encuentro, salió con rumbo desconocido. Tenía decidido no caminar pero nos animó mucho por la supuesta facilidad y belleza de la ruta. Tomamos el ancho camino que lleva hasta Vegabaño. Cuando estamos llegando, poco antes de la cadena que cierra el paso a los coches no autorizados, preguntamos a los ocupantes de un 4 x 4 de la Fundación Oso, del Principado de Asturias, algunos detalles del camino a seguir y nos lo aclaran rápidamente. Llegados a Vegabaño y antes de entrar en la pradera se debe tomar la senda que, por detrás de una cabaña, sale a la izquierda. Ésta lleva a 635
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una pista que seguimos (este tramo es común al de la Cotorra del Escobaño 1.514 m). Es apta para vehículos todo terreno y llanea por la cara O de la citada Cotorra. Encontramos a un pastor sajambreño que subía con algunas reses y Tomás le pregunta por sus preferencias administrativas: - ¿Asturias o León?. No duda: - Asturias. Y se explica mejor: - Tengo novia en Llanes y, además, nos queda mucho más cerca Cangas de Onís. Según Pepe sobraba el argumento último. - Cualquier día se descubre dónde tenemos el chip y todo lo hablado sobre el Hombre de Atapuerca, el eslabón perdido y el Hombre de Olduwai no pintan nada. Fortunas y reinos cayeron por la misma razón y éste parece haber sido el motor de la Humanidad. A la espalda (E) queda el Pico Jario (1.958 m) que no parece ofrecer dificultad y un día cualquiera que no tengamos nada mejor que hacer lo pondremos bajo las botas. Este bosque se llama Las Llambriegas y al paso deja ver algunos acebos de tronco llamativamente grueso y porte arbóreo. Descendemos suavemente hasta llegar a los puertos de Barcinera, aquí hay un gran mojón de hormigón (1.331 m) que establece el límite entre el Principado de Asturias y la provincia de León. El mojón queda a la izquierda, en la 636
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campera, a unos 30 ó 40 m de la pista y puede pasar desapercibido no yendo pendiente de su localización. Abandonamos la pista. El bosque que atravesamos ahora se llama Las Devasas y está coronado por una pequeña elevación. Desde ella se ve, al SE, La Cotorra. El camino apenas traza curvas y baja enfilado hacia el Dobra. Los árboles no dejan ver el bosque pero no se echa de menos porque el entorno embelesa. El bosque está limpio y aquí la mirada cala hasta lo más profundo. Hacemos algún alto para empaparnos, dejar aquí los residuos urbanos y volver a la esclavitud de nuestra pequeña ciudad. Se deja un gran pozo -La Infiesta-, con forma de embudo a la manera de un morterazo, a la izquierda; parece de origen artificial, tal vez para nievey se llega a un claro. Piorno, matorral y el cadáver de gran árbol; en él nos sentamos y escuchamos con deleite los cantos pajariles. Al frente ya se ve la muralla caliza del borde occidental de los Picos de Europa pero cubierta por una gran boina de borrina que iguala las cumbres y atenúa todas las formas. El camino dibuja un par de zetas y damos vista a Carombo1. Se sitúa esta majada en un cono de deyección formado por materiales provenientes de los Picos que, con el paso del tiempo, fueron colonizados por la vegetación. Las camperas están tomadas por espineras y acebos; y apenas queda sitio libre para la hierba que constituye la pación del ganado. Sólo vimos 2 ó 3 construcciones (probablemente las otras están caídas o cubiertas por la maleza). Unos cuantos caballos nos siguen -¿buscando sal?- y de alguna manera humanizan este paisaje. Cruzamos el cauce -seco- del arroyo La Rebollada y nos detenemos en otra camperina donde grandes espineras y acebos, totalmente vestidas con crecidos líquenes toman un aspecto fantasmagórico (así debió ser el bosque de Robin Hood). Al estar desmelenados por la ligera brisa, prenden nuestra atención unos momentos pero nos sustraemos de 1. Aquí sitúan algunos historiadores Monte Vindio, donde se dio la postrera batalla de romanos contra astures y fueron aniquilados los bravos indígenas
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su embrujo y ávidos de Dobra seguimos. Cruzamos el mágico río mediante puente de hormigón y salimos a Carombo. El río Dobra, afluente del Sella, tiene gran importancia desde el punto de vista geográfico porque limita el Macizo Occidental de los Picos de Europa por el O, y señala este límite rotundamente. Desde aquí se aprecia perfectamente la diferencia litológica, topográfica y geomorfológica entre los Picos y la continuación de la línea montañosa hacia el O. El río baja bastante agua pese a nacer sólo un par de km más arriba, entre Peña Blanca (1.802 m) y Peña Dobres (1.796 m), en el puerto de Dobres2. Tiene el fondo marrón y forma numerosos pocitos que llaman al baño. Por donde transitamos hay grandes bloques de piedra que acaso nacieron en Peña Santa y el devenir de su los llevó hasta allí. La majada es tal como la veíamos desde arriba. El camino se pierde entre otros muchos del ganado y damos unas cuantas vueltas antes de encontrar el que parece aconsejable. Pasa al lado de una cabaña muy bien restaurada y totalmente enmascarada. Lo seguimos. Está bien marcado pero llega un momento en que vemos otro más usado que baja hasta el río, y seguimos este último. Caminamos un rato a la orilla del río pero pronto nos dimos cuenta de que se encajonaba más de lo que podríamos saltar y regresamos al anterior. Al poco rato encontramos un hito. Al cruzar una torrentera, inmediata, desaparece la vereda. Consultado el mapa, parece que discurre 70 u 80 m por encima del nivel del río. Dividimos el grupo y al final lo alcanzamos. Va pegado a la peña. ¡Aviso a navegantes!: a la salida de Carombo se debe buscar el camino que gana más altura, el que vaya más alto. No fue nada importante pero cansamos un poco dando estas vueltas. Luisma empezaba a dar síntomas de hastío y se le empezaba a desdibujar toda la belleza de los anteriores paisajes, pero mantenía el tipo y sólo se permitía tibias quejas. Sin 2. Paramos en esta collada, de roquedo pizarroso, cuando hicimos la travesía desde Panderrueda a Vegabaño.
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duda deseaba reñir pero no sabía a quién ni por qué. Pepe dio la primera gran sentencia del día: -La historia la escriben siempre los vencedores, Antón, no te preocupes. Tomás, sereno y callado otea buscando el mejor paso. Antón mantiene la felicidad. Ojos que no ven corazón que no siente. Caminamos por debajo de la Torre de la Cabra Blanca (2.320 m) y al frente hay un hayedo. Tomás, verdadero Ojo de Lince, avista los primeros rebecos. Los más lejanos se colocaron en un cantil que da miedo casi mirarlos, y otra cabrada más próxima nos obsequia con algunos saltos de trapecio. Se paran mirándonos en silencio y, sin que sepamos por qué, uno corre hacia abajo -casi frente a nosotros- y el resto lo siguen. Corren como diablos por el pedrero que tenemos delante. Llegan al río, lo saltan de manera misteriosa y, además, suben por la empinada ladera de enfrente a toda leche y sin acusar fatiga alguna. ¿Qué los empujó a correr en ese sentido cuando donde estaban ofrecía toda la seguridad del mundo y era mucho más inaccesible para cualquier humano?, ¿por qué todos siguieron al primero que saltó?, ¿cómo se comunicaron?. ¿Qué código de Lenguaje no verbal emplearon?. Seguramente siguieron al más fuerte. Como siempre. Entramos en el hayedo, también ofrece un espléndido aspecto, que logra desarrollarse de manera misteriosa entre las grietas de las enormes piedras y rocas; es una vida dura las de estos árboles. El camino es de buen andar, avanzamos ágilmente y a buen paso el primer km. Después, en un recodo hay una lápida dedicada al joven que por aquí se despeño en 1948 cuando contaba 18 años, y Antón ve lo que le espera: se trata de una senda tallada en la roca que deja a la izquierda un salto de casi 100 m en caída libre. Al pobre hombre lo empapan el sudor y algunos otros jugos de su cuerpo. Disimula cuanto puede pero no logra guardar la compostura. Propone a Pepe: 639
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-Daré vuelta y me recogéis en Vegabaño, ¿vale?. Respuesta: -Claro, so cabrón, y nos jodes la excursión. Caminarás como puedas pero llegarás por aquí y cuando nosotros. Antón vencía sus temores y avanzaba lentamente pero cada vez se agarrotaba más y temía dar un mal paso. Hubo de confiar a sus amigos su inseparable cámara y la pesadísima mochila, que parecía mercurio y se bamboleaba como tal. Caída, fracturas, destripamiento, helicóptero, etc. Todo pasó por su mente Recordó: “Si has de besar al perro en el culo no le mires a las orejas” No es gran solución pero a grandes males grandes remedios, así que se puso a cuatro patas y gateó. Bajó el centro de gravedad y sólo veía el suelo, como un asno. Pero tal postura no sólo resulta impúdica, sino incómoda y más para subir que en las escasas bajadas. Pepe, no estaba dispuesto a acompañar sus pedazos en el helicóptero (de rescate) y ponía buena voluntad interponiéndose entre su persona y el abismo. Peor. Más nervioso se ponía porque temía que ellos también cayeran; pero tampoco quería que se alejaran porque le aterraba verse solo. Un mar de contradicciones!. Tomás, discreto y eficaz, vigilaba de lejos y en el punto más peligroso del camino se paró, como sin querer, disimulando, esperó el paso de Antón paso y le saludó cuando éste adelantó. ¡Dios mío, qué calvario! 640
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Con tanto miedo Antón no se acordaba ni de sus manos ni de sus pies pero, a estas alturas del infierno que estaba sufriendo, ya le dolían, y sobre todo las rodillas. Muchos años ha que no sufría el escolar castigo y claro: “El que no está acostumbrado a bragas, las costuras le hacen llagas” Luisma siempre cariñoso y comprensivo y Pepe, impecable y cínico, le acompañó todo el rato rallándole y buscando la necesaria ira para obligarle a hacerse cargo de sí mismo. El tramo peor es el final porque la vista del embalse de la Jocica no hace más que aumentar la sensación de vacío. ¡Por fin llegamos!. La “colosal gesta” no pasará a la historia del montañismo pero las siguientes travesías serán estudiadas profundamente. Este tramo de Carombo a La Jocica es peligroso. Quién no tenga miedo no sufrirá pero debe saber que un despiste o una bota desobediente pueden producir una desgracia. El talud es siempre de varias decenas de metros. Tiene el suficiente desnivel como para producir importantes lesiones. Es una ruta recomendable sólo a los que dominan su cuerpo y saben que los pies obedecen sus órdenes. Especialmente comprometido será con lluvia, y creo que con nieve o hielo absolutamente impracticable. De aquí en adelante fue un paseo triunfal. Se trata de la ancha pista que partiendo de Amieva permitió transportar los materiales necesarios para la construcción del embalse de La Jocica. Ya empezamos a encontrar gente que come tranquilamente. Se trata de grupos familiares que vienen a pasar el día. Más abajo, a la orilla del río encontramos otro grupo, esta vez de jóvenes que retozaban junto a un hermoso pozo de aguas muy limpias. En Ozonia esperaba Juan Carlos que mató el tiempo yendo hasta Guardo y no sé que otros pueblos palentinos. De allí trajo anchoas, queso de 641
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oveja -puro y duro-, cecina, lomo, bonito en aceite, pan, vino, y hasta unos vasitos de plástico. ¡Fenomenal!. Buscamos un sitio a la orilla del río y nos instalamos. El vino lo tenía sumergido en el agua, refrescando. Hicimos un par de fotos, reemprendimos la marcha y en menos de 30 minutos llegamos al embalse y al coche. Dimos un paseo y salimos con la intención de tomar un buen postre: unas infusiones y requesón con miel para el valiente Antón. Otro día formidable.
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VALLE DE ANGÓN DESDE AMIEVA
VALLE DE ANGÓN DESDE AMIEVA 6 de junio de 87
Por la carretera de Cangas de Onís al puerto del Pontón se toma el desvío que conduce a Amieva (575 m). Llegamos al pueblo después de 4 km de sinuoso trazado. Destacamos algunos de los rasgos físicos de este término municipal de 117 km2 referidos a la altitud sobre el nivel del mar y a la inclinación y de su superficie: % de altitud: de 200 m 5,20 de 200 a 400: 17,19 de 400 a 800: 33,68 de 800 a 1200: 26,92 de 1200 a 1600: 9,52 más de 1600: 7,49 % de pendientes: menos del 3 %: 0.69 3 a 10 %: 0,54 10 a 20%: 2,13 20 a 30%: 7,49 30 a 50%: 38,77 más de 50%: 50,38 643
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Presenta una orografía desalentadora. Pese a ello el valle de Angón aparece como una auténtica sorpresa por su fácil topografía y el -relativamente- benigno clima del que disfruta. Se debe dejar el coche en Amieva porque la pista que lleva a la collada de Angón (800 m) está en malas condiciones. Aquí resulta obligado parar a contemplar el paisaje. El contraste entre el murallón de caliza que, con orientación SE-NO, se desploma vertical sobre el río Dobra y el verdor del valle, resalta la belleza de ambos entornos. Se inicia en la misma collada un descenso entre praderías y cabañas hasta llegar al puente Restaño (700 m) donde está la central que produce energía eléctrica aprovechando la caída del agua embalsada en La Jocica. Desde Restaño el ancho camino es de cómodo andar. La Naturaleza llama con la maravillosa colonización que es capaz de hacer aprovechando el mínimo rellano o grieta en la roca para alojar tejos, hayas o vegetales menores. Helechos y musgos de múltiples verdores, arces, tilos, espineras, acebos, etc. A la orilla del río están sauces, álamos y alisos. Después, la senda se va alejando y se hace algo más pendiente hasta llegar al embalse de La Jocica que se presenta como un lago de aguas negras. Nuestro recorrido termina en un pequeño rellano a unos 150 m sobre el nivel de las aguas y ante una pronunciada pendiente. Se ha de tener cuidado con los derrumbes de piedras que pueden producir las cabras, pues al encaramarse en los lugares más inaccesibles producen pequeños aludes. Si se quiere continuar el camino siguiendo el curso del río Dobra hacia las majadas de Carombo se hará con cuidado, pues la vereda se pierde en algunas ocasiones y toda es propicia para resbalar. Desde la collada de Angón (llamada también collada de Cueto), continúa otro camino -subiendo a la derecha- que sale a Oseja de Sajambre y es conocido por Senda del Arcediano. En otros tiempos fue vía de capital importancia para el tráfico entre las tierras de León y el Principado. Hoy es deliciosa reliquia para el paseante. 644
EXCURSIÓN AL PARQUE NATURAL DE MONTESINHO
EXCURSIÓN AL PARQUE NATURAL DE MONTESINHO Y VISITA A BRAGANÇA 16 de mayo de 1998
La excursión se planteó hace ya bastante tiempo, pero los sábados se van rellenando con más oferta de la que podemos absorber y hasta hoy no encontramos el momento oportuno. El territorio del Parque se sitúa en la estrecha franja portuguesa que hay entre Bragança y la línea fronteriza con España Tiene una superficie de 75.000 ha, entre los 438 y 1.481 m de altitud, y 92 aldeas incrustadas. Es una unidad paisajística y climática con rasgos intermedios entre el clima atlántico y el mediterráneo. Fue declarado Parque Natural en 1979 (antes que nuestro Somiedo). Viajaremos en el coche de Juan Carlos. Tenemos claro que algunos viajes sólo podemos hacerlos con este coche y con él de conductor (bueno, Pepe tú sabes que también contamos contigo). Paramos a repostar gasolina en Pola de Lena y directos hacia allá. Juan Carlos sacó de Internet información de la zona. Ni abundante ni buena pero es lo mejor que tenemos y nos ajustaremos a ella. Mucho antes de llegar a tierras leonesas ya sabemos que el Sol nos machacará y en la Meseta empezó a apretar. Tras la entrada en la ronda de Benavente, la salida hacia Puebla de Sanabria se consigue después de dar algunos rodeos. Pésima señalización y peor trazado. Al pasar por Sta. Marta de Tera recuerdo al cura párroco. Cuando estuvimos Juan Carlos y yo visitando el románico de esta zona za645
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morana, nos preguntó el párroco si habíamos leído algún libro al respecto. Más tarde supimos que Cayetano Enríquez de Salamanca, en su libro “El Románico de la provincia de Zamora”, lo cita en términos neutros y hasta no halagüeños. Pasamos Rionegro del Puente y llegamos a Puebla de Sanabria. Pueblo hermoso desde lejos también desde dentro. Tomamos café y ya embocamos la carretera a Portugal. Al E, camino de Villardeciervos y Alcañices queda tendida la sierra de La Culebra, uno de los últimos refugios del lobo ibérico. Portugal es un país múltiple. Las diferencias de latitud y el acontecer histórico impusieron la variedad. El Portugal de Vasco de Gama, del Imperio, el de Fátima, el del cinabrio para los alemanes, el del contrabando de café, cubiertos de mesa y ropa de cama, el de la dictadura de Salazar, el de los emigrantes, el de la Revolución de los Claveles, el que llega al euro cuando nosotros, y otros muchos “portugales”: Muñoz Molina, Tabucci, Saramago, la Expo 98. Temo que conozco más este país por lo que dicen que por lo que veo. Pero me cae bien y hasta muy bien. De Puebla de Sanabria a Calabor el paisaje es de bella monotonía. Montañas muy desgastadas que dan un relieve muy envejecido. Masas pizarrosas de las que sólo destacan algunos crestones de cuarcita que vemos a lo lejos. Las tierras sobre las que rodamos son de las más viejas del planeta. Bajamos hacia Calabor. La carretera se pega a la montaña adaptándose a las curvas de nivel y besa todos los regueros. La conducción es monótona y cruje la paciencia de Juan Carlos. A cambio de la incomodidad de la conducción, ningún otro vehículo entorpece nuestra marcha. Bueno, olvidaba citar un portugués que nos echa el alto. Tiene el pecho descubierto, el coche parado, el capó abierto, y pide una navaja. Juan Carlos entrega la albaceteña de cachas de hueso. El extranjero hurga -tumba646
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do- bajo el 4L y llega un intenso olor a gasolina. Cuando se acerca a devolverla quiere entregarla como la recibió pero no acierta a cerrarla. -E bona para matar o porco. ¿Eh? Reímos. Las laderas, muy suaves, ofrecen una variada paleta que pasa de un color a otro de manera casi imperceptible, con mucha suavidad. Resulta difícil delimitar la línea de separación entre una y otra mancha de monte bajo. Dominan los colores color amarillo o púrpura-violeta. El agua tajó surcos profundos por los que discurren las débiles corrientes de agua superficial. Donde hay humedad suficiente nacen los abedules, que aportan manchitas de verde claro. Rebasamos Calabor. Tal vez tuviera más vida con la frontera en activo pero hoy se ve un pueblo muerto. Espacio no organizado y construcciones descuidadas, a medio caer, revelan poca población y menos actividad económica. No queda casi nada del conjunto administrativo de la frontera. Sólo un edificio abandonado en la parte española y el correspondiente en la portuguesa. De la señal que avisaba: “ESPAÑA”, sólo queda el poste metálico que la sustentaba. A los pocos km del paso fronterizo encontramos la desviación a Matosinhos. Se toma una carreterita que sale por la izquierda entre pinos. Se sube un poco y llegamos a una encrucijada. ¡De frente a Matosinhos!. Pronto llegamos al pueblo. La guía manual dice que tiene insculturas rupestres. Podrían ser grabados rupestres. Pregunta Antón en el bar del pueblo -el único- pero no saben lo que quiere decir. Un chaval cree que se puede referir a la arquitectura del lugar. El pueblo se está remozando. Las casas son de granito y tienen cubierta de teja curva, están bastante separadas entre sí de manera que entre ellas quedan algunos huertos. El espacio está organizado. En muchas están 647
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reponiendo la madera de los armazones de puertas, ventanas y balaustradas. Los caminos están adoquinados. Son abombados y tienen una acanaladura a los lados para encauzar las aguas. Tomás se adelanta y encuentra la Casa del Parque, aunque cerrada. Ante ella hay una gran fuente-abrevadero. Seguimos el camino y damos con un arroyo que corre a gran velocidad. De regreso a la plazuela donde quedó el coche topamos con unos huertos trabajados -separada cada propiedad por pizarras de canto (chantadas) como las que se encuentran en Galicia y, cada uno, con su caminito de acceso- pero algunos tan pequeños como nuestro coche. Claro que, mirando alrededor, la tierra cultivable es muy escasa. Juan Carlos encuentra una señora a la que saluda con espontánea naturalidad: -Bon día. Siempre es buena idea saludar. La señora se siente obrigada -acaso- y nos lleva a su casa donde nos proporciona una tarjeta con su oferta de turismo rural. Nos acompaña su marido -a varios metros se percibe su olor a tintorro- mientras busca y acompaña de un mapa del Parque. En la parte alta del pueblo, junto a la igreja, hay unos cuantos castaños. Tienen arada y abonada la tierra que los rodea. También se ve esta forma tipo de cultivo en El Bierzo. Salimos de nuevo a la carretera general y nos encaminamos a Bragança. Una hermosa ciudad. Vamos directamente a la parte vieja y damos un paseo por la muralla. Se ven muchas obras con tejados nuevos de teja plana, y llama la atención la proporcionalidad entre los edificios: ninguno discordante ni desproporcionado. Salimos hacia Donai aunque para lograrlo hubimos de dar una par de vueltas por la ronda de circunvalación. Llegamos a Donai y, siguiendo 648
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las guías, buscamos mamoa (dolmen), y arquitectura tradicional. De la arquitectura pronto nos dimos cuenta de que lo indicado se refiere a los muros de piedra de las casas. Son de una planta, tienen la cuadra contigua y bajo el mismo techo. Sobre mamoa preguntó Antón a un chaval y por las indicaciones pareció referirse a campos tumulares. Nos indica una dirección para tomar un desvío a la salida. Mientras, sentada en el último peldaño de tres, una señora de avanzada edad, de negro de pies a cabeza incluido el pañuelo, lava en un balde de plástico azul. Antón le tira una foto con disimulo aunque los portugueses lo “cazan”. Pasamos por Espinosela y seguimos a Terroso para ir a Soutelo. Según el mapa saldremos frente a la carretera que sigue a Cova de Lua. ¡Error!. La desviación a Cova de Lua queda a casi un km ya de camino a Soutelo. En Soutelo1 encontraremos arquitectura tradicional y un povoado romano-medieval según la información de que disponemos. Falso. Empezamos a tomarle la medida a nuestras fuentes. Salimos. Retrocedemos para encaminarnos a Mofreita, lugar que cuenta con vestigios arqueológicos. Pasamos Vilarinho, el río Baceiro, Paramio, Fontes de Trasbaceiro, Zeive, y entramos en Mofreita en busca de los tales vestigios arqueológicos. En efecto, sólo vestigios. Juan Carlos recorre todas la caleyas -adoquinadas, eso sí- en busca de indicios. Al final encontramos una fuente de bloques de hormigón que evacua el agua excedente a través de una piedra agujereada que recuerda un poco a una ventana prerrománica. Esto es todo. Por aquí encontramos una abubilla. Se acabaron las concesiones a la información disponible. Iremos directamente a Vinhais, donde comeremos. 1. Hay 37 núcleos con este nombre en Galicia y uno en San Martín de Oscos.
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El paisaje desde Bragança a Vinhais, por el camino que seguimos, es suave. Las laderas están cubiertas de monte bajo (erica, carqueixa, piorno) en los suelos pizarrosos; y en las zonas más bajas y con suelos más potentes hay extensos matorrales de jara pringosa. Los bosques más abundantes son de árboles de porte mediano. Destacan sobre todos los cultivos los dedicados a castaños. Se encuentran plantaciones jóvenes y también algunos ejemplares varias veces centenarios espectaculares. Impone estar ante un ser vivo de que aguantó más de 500 años sin cambiar de sitio. En algunas fincas, generalmente pequeñas, se cuidan vides, y en las proximidades de las casas se emparran. Las parcelas son pequeñas, propias del minifundio. Apenas se ven tierras cultivadas; sólo cereal (maíz, trigo, cebada, etc.) y siempre en pequeñas extensiones. En este paisaje agrario predominan claramente los espacios dedicados a prados de siega y diente. Llama la atención la escasa mecanización que encontramos. Llegamos a Vinhais con un calor sofocante. Todo parece indicar que una tormenta no tardará en descargar. Hay una cuestecilla y, a la mitad, una gasolinera. Juan Carlos nos da una vuelta por el pueblo buscando un buen sitio para comer. Se trata de una villa desparramada, con viviendas de una o dos plantas, separadas por huertos o espacios no cultivados. Los edificios de reciente construcción tienen todos cubierta de teja plana. Parece limpio y con numerosos lugares arbolados. Vemos un snack que tiene la carta expuesta; a Juan Carlos no le pasa desapercibido. Para probar, tomamos un vino en un restaurante que hay saliendo hacia Chaves. Viejo, sucio, mal iluminado ... lo desechamos. Vamos a la gasolinera a repostar y también en busca de información. Satisfechas ambas necesidades y siguiendo la orientación del empleado que nos atendió. Nos envía a un restaurante que tiene toldillos amarillos de lona sobre la puerta de entrada. Está nuevo y limpio, con techo muy alto y bien iluminado. Hay ocho mesas disponibles de las que están ocupadas dos, cuyos 650
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comensales pronto las abandonarán. Y el camarero (parece el jefe) nos atiende rápidamente. Es de mediana edad y corta estatura, moreno y de bigote Yánez, (el amigo de Sandokán). Ofrece la carta a toda velocidad pero Juan Carlos lo frena y pide que le hable despacio para poder entenderlo. Cuando entendimos la oferta pedimos pulpo y churrasco. El pulpo parece a la gallega pero tiene pimienta en vez de pimentón y nos resulta un poco extraño. La carne viene acompañada de patatas asadas con su piel, y hacen una mezcla estupenda con la carne. El vino, recomendado por la casa, también nos gustó. Cuando salimos, la tormenta puntea algunas gotas sobre Vinhais. Enfilamos la carretera hacia Espanha para salir por la antigua frontera de Calvalhas y entrar de nuevo en la provincia de Zamora. Apenas hay cambios en el paisaje. Río de Fornos, Vilar de Osos, Salgueiros, Landedo y Carvalhas. La lluvia acompaña en goterones y entramos en Espanha. Monzalvos, el primer pueblo, bien podía ser portugués. Sus casas son de similar arquitectura y estructura, acaso en mayor número que en las aldeas portuguesas. Nos espera una sorpresa en Hermosende: hermoso puente medieval con un par de miliarios -uno a cada lado y encajados en el pretil- en el centro del ojo central. Parada y éxtasis. Puente, prados y río conforman una preciosa postal.
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TRAVESÍA DESDE EL PUERTO DE PANDERRUEDA A SOTO DE SAJAMBRE 13 de enero de 1996
Esta excursión se inició con los mejores auspicios y prometía salir redonda. Estaba despejado el cielo en Oviedo y se presentaba ideal para ganar altura y tomar buenas panorámicas, así pues Juan Carlos decide ir al pico Lago desde el puerto de Las Señales: dicho y hecho. Tomamos los coches y allá vamos por el puerto de San Isidro. Al subir el puerto vemos nubes negras sobre la línea de cumbres de la cordillera, pero no bajó el ánimo porque incluso podríamos tener mar de nubes y ni nos planteamos cambiar de objetivo. Llegamos al puerto de Las Señales. El aspecto meteorológico ya era malo y cuando salimos de los coches todos tiritábamos. Menos mal que Juan Carlos le prestó un forro polar y pudo hacer frente al día que se avecinaba. Hacemos un breve parlamento -entretanto, Nando se mete entre pecho y espalda un enorme bocadillo de lo que parece ser salchichón- y acordamos tomar un café en Tarna, a cobijo, y buscar nuevas opciones. Se barajan Caleao y Los Arrudos, travesía a Ventaniella, por el Cares hasta Caín, comida en Potes, etc. Y sale algo que no estaba previsto: de Panderrueda a Soto de Sajambre. Y allá partimos aunque sin mucho entusiasmo porque era bastante tiempo de coche y temíamos que no mejorara el tiempo.
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TRAVESÍA DESDE EL PUERTO DE PANDERRUEDA
Desde la explanada del puerto de Panderrueda (1.450 m) se ve la panorámica siempre espectacular del Macizo Central de los Picos de Europa. Dimos uno paseos y nos decidimos por la travesía hasta Soto de Sajambre. De aquí, sale un ancho camino a la izquierda que lleva hasta las grandes camperas -Verunde de Sajambre- que se encuentran bajando el puerto del Pontón. Se trata de un ramal de la Senda del Arcediano. Tomamos el camino hasta el mirador de Piedrashitas por la collada del Posadorio. Queda a la izquierda una pista que lleva a una antena de TV y al poco llegamos al mirador. Se trata de una construcción de hormigón más o menos cubista con un espléndido grabado en bronce que siluetea y nomina las cumbres de los Picos de Europa y de la Cordillera Cantábrica. Faldeando el pico La Rocha (1.712 m), seguimos una buena senda por el borde superior del hayedo. Los que van delante ven algunos rebecos en las cumbres de la izquierda y atisban la culera blanca de los venados en la espesura del bosque de la derecha. Poco después de pasar un gran roble que se encuentra a la derecha se cruza un arroyo y se llega a una campera. Constituye este sitio un gran mirador de Los Moledizos, del conjunto Peña Santa y, sobre todo, de la falda SE de Peña Samaya (1.860 m); también se ve el camino que va desde Vegabaño a Caldevilla (pueblecito muy próximo a Posada de Valdeón). Por el S, cierra el horizonte la línea de cumbres de la Cordillera Cantábrica entre las que destacan el Cebolleda y el Gildar. Aquí damos marcha atrás unos m, repasamos el pequeño curso de agua. Caminamos entre matitas de ericas. Al otro lado del arroyo hay denso piornal y bosquetes. Remontamos por su margen derecha y ya casi en el mismo nacimiento se bifurca el camino: a la izquierda se ve una collada que se asoma a la carretera del Pontón. Seguimos por la de la derecha al llamado Collado Viejo. Ahora se da vista a todo el valle del río Porqueras (afluente del Sella) con las majadas de La Baúa, Pedroa, Las Candanedas y Verunde 653
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de Oseja. También la Pica Ten, el curso del Alto Sella, Ten, Pileñes, Tiatordos, Peña Taranes, Niajo y Pozalón. Una camperina, algunos árboles y ericas componen los adornos de este collado. Tenemos al frente -N- la Cerra Centenal (1.768 m) y siguiendo la senda llegamos a un punto que casi apetece coronar trepando por una diminuta canal pero es más seguro seguir por el camino que sigue por la izquierda y tomarla por detrás. La Cerra Centenal -o cumbre de Collado Viejo- es un enorme pegote de cantos rodados empastados. Esta ladera está cubierta por ericas y tiene algunos calveros de canchal. Al N se recortan El Jario (1.908 m) y Peña Samaya (1.860 m) unidos al Cuetos Negros (1.760 m) por la collada de Dobres. Desde nuestra posición se ve Dobres y el camino que nos conducirá allí. Hemos de descender un poco entre las ericas hasta la parte alta de un bosquete (a la izquierda, bajo nosotros, quedan los bosques de Camborisco y Las Arguedas, y el río Porqueras con las majadinas ya citadas) y seguir el camino (aquí se pierde un poco de vista pero el trazo que se ve a lo lejos sirve de referencia y pronto lo encontramos). Esta parte del recorrido es de gran belleza, requiere escaso esfuerzo y es tal la riqueza del medio que cuesta seguir la conversación porque estamos absorbidos por el paisaje. Dice un ripio de la zona: De Samaya a Panderrueda es la linde divisoria. ............................ Es terreno muy quebrado todo con montes y peñas. ............................. Hay millares de rebecos que residen en las peñas, grandes manadas de lobos 654
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que allá en los bosques se albergan, y se comen el ganado sin ninguna resistencia. Llegamos a Dobres. ¡Es fantástico!. La euforia nos invade. Amontonamos las palabras y nos interrumpimos para comunicarnos las impresiones. Nos sentamos y nos felicitamos. Hacia Vegabaño hay campera, piornal y hayedo. Conviene desviarse un poco a la derecha hacia el camino que va a Posada de Valdeón para después seguirlo hasta Vegabaño. El hayedo subyuga. En la ladera N de El Jario se situaron dos circos glaciares, uno al NE, de pequeñas dimensiones, y otro al N, de configuración bilobulada y que descendía hacia Carombo. En su margen izquierda se originó un lago por obstrucción de los materiales del glaciar que conformó Vegabaño tal y como ahora lo conocemos. Bien puede encajar aquí el adagio chino: Si quieres ser feliz una hora, emborráchate. Si quieres ser feliz tres días, cásate. Si quieres ser feliz un mes, mata un cerdo y cómelo. Si quieres ser feliz toda una vida, hazte jardinero. El camino nos lleva sin pérdida hasta Vegabaño. Allí damos con el refugio y nos regalamos una tapina de algo caliente. La chimenea no “tira” bien y recula el humo. Sale un jovenzuelo que de mano dice que no tiene nada que vender. Tras no pocos esfuerzos le sacan mis compañeros unas 655
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aceitunas, cerveza y vino. Terminamos el suculento plato y se descubre que tiene atún en aceite vegetal. -¡Venga, hombre!. Tráenos una lata y más pan. -Tenemos hambre a rabiar. Llegan unos chavales de Gijón con la intención de subir al Jario -casi son las 4 de la tarde y oscurece sobre las 6- y se dejan tomar un poco el pelo por Pepe y Lucas. El mozo encargado del refugio llama la atención porque cada cosa que se le pide sale a buscarla y todo se demora. Intenta ser agradable pero sus esfuerzos incomodan. Explica que no tiene chorizos porque espera poca gente en el invierno y los que él elabora todavía no están curados. Deseosos de profundizar en el tema le sacamos que los que compra, de cierta marca, nunca enmohecen, no endurecen ni rancean y, además, a 375 pts/k. Definitiva la explicación. Los que tomaron vino, ya tienen ardor de estómago. Los de la cerveza estamos perfectamente. Juan Carlos está esperando en Soto de Sajambre y todavía hay que subir a recoger el coche a Panderrueda. Nando se percata antes que nadie de la demora que esto supone y se brinda para adelantarse y hacer el viaje con Juan Carlos. Tememos que no se oriente debidamente pero tras una leve vacilación se lanza. A partir de aquí el camino ya es conocido y se describió en anteriores páginas. Llegamos a Soto. Se nota que el pueblo tiene actividad económica porque hay casas restauradas y otras en obras. A mediados del s. XIX tenía 32 viviendas, iglesia parroquial bajo la advocación de la Virgen de las Nieves y escuela de primeras de letras. Sus moradores se dedicaban a la corta de madera y construcción de aperos de labranza, que llevaban a vender a Tierra de Campos. Al retorno traían harina, vino y otros artículos de consumo. No es de extrañar que la comarca 656
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sajambriega se adjudicase a León, pues el paso por el Sella antes de abrirse la carretera era imposible. No estaban nuestros amigos y seguimos, los encontraremos llegando a Oseja de Sajambre. Ya era tarde para ir a comer pero no estábamos demasiado preocupados porque siempre fuimos bien recibidos. Y esta vez no fue una excepción: El dueño, nos espeta nada más vernos: -¿Qué tal d. Tomás?, bueno, y compañía. Tenemos sopa de cocido, de hígado, fabada, boronchos, cordero, jabalí, tortos... Nando tiró por libre y sin más pidió sopa y cordero. Nosotros lo de siempre: ensalada, cecina, boronchos, cordero y jabalí. Compartimos y repartimos con Nando. ¡Y decía Joseph Townsed que la cocina asturiana era pobre y poco sana!. Cerca, en Caldas de Tornín, hay un yacimiento de aguas termales bicarbonatadas cálcicas. Nace el manantial en caliza de montaña con un caudal de algo más de 1 l/min y a una temperatura de 200 ºC. Una vez más hicimos, porque lo hicimos, un día maravilloso a base de esta hermosa tierra y la fantástica buena voluntad de nuestro grupo. Gracias, amigos.
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ATÍPICA EXCURSIÓN MONTAÑERA ENTRE EL PEDRERO DE ARRAS Y EL RÍO GUADAMÍA (O AGUAMÍA)
Esta excursión se planteó ante las sonadas amenazas de mal tiempo que daban los pronósticos meteorológicos. Partimos y tuvimos un augurio de lo bueno que sería el día por la inesperada -y añorada- compañía de Luisma. Pensamos en pasar de Puente Miera (carretera de Infiesto a Campo de Caso) a la majada La Carballal, situada en la falda de Peñamayor. Ya en el coche no pareció la meta idónea para este día. Antón tenía una vaga idea de una excursión por el acantilado de Ribadesella y fue aceptada, de manera que, sobre la marcha, cambiamos los planes. Salimos de Ribadesella por la carretera que va a Nueva de Llanes. Al final de la pequeña cuesta que hay al salir de la villa, en una curva hacia la izquierda, vemos un panel indicador de la excursión: del pedrero de Arras a la playa de Guadamía. Nos metemos por la primera carretera a la izquierda y seguimos por un camino hasta terminar en una pequeña área recreativa al lado de una solitaria casa conocida como de La Repolla. Vamos rectos hacia el acantilado. Allí nos paramos encandilados, habíamos olvidado el encanto de la mar. Al O, El Sueve ofrece una cara poco conocida; por el E llanea la rasa; y el S lo cierra la sierra de La Escapa. El mar se mueve como si fuera aceite azul, ondulante y viscoso. Seguimos el sendero que parte al E casi al borde del acantilado. Se encuentran arbustos espinosos, en tramos pedregosos. La rasa se presenta 658
ATÍPICA EXCURSIÓN MONTAÑERA
aquí casi llana y en algunos tramos algo inclinada hacia el S impidiendo una escorrentía natural hacia el mar. Las rasas son superficies llanas, escalonadas y ligeramente inclinadas hacia el N, modeladas por la abrasión marina y rematadas definitivamente a principios del Cuaternario. Tienen una anchura entre 3 y 5 km y una altitud máxima de 300 m. La que hoy recorremos es de roquedo calizo y presenta los fenómenos de modelado que le son propios: lapiaz, dolinas, valles secos, cuetos y mogotes. La mayoría de las dolinas y valles secos están rellenos y colonizados por la campera en el fondo. A lo largo del camino nos asomamos al mar con alguna frecuencia y sobre todo cuando hay algún peñasco o islote1 con aves. Vemos gaviotas, cormoranes, y otras que no podemos identificar. La senda se acerca -a veces, peligrosamente- al borde y es conveniente dar un rodeo; esto no presenta problema porque hay un tejido de veredas. Llaman la atención los bufones. Bajo la rasa circulan innumerables pasadizos que desaguan en el mar, drenan el agua subterránea procedente de la sierra de La Escapa. Al final llegamos al río Guadamía (límite con el término municipal de Llanes), que forma en su desembocadura una diminuta playa. Al O de la desembocadura del río está el castro de Las Arenas. Nos detenemos boquiabiertos por la belleza del lugar. Seguimos el camino natural hacia la playa. Llegamos a un eucaliptal que intentamos atravesar pero nos pareció complicada la bajada a la playa y salimos de nuevo al camino. Llegamos a otra playita tan recogida como la principal en la que desemboca el río, que salvamos en un par de saltos. La remontamos por un prado con amplias zonas encharcadas y ya en la entrada topamos con un lugareño -anillado en el corazón de la derecha por un enor-
1. Los mayores son los de Palo Verde y Palo Pequeño.
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me sello de oro con iniciales que no pude leer- que venía de activar un pastor eléctrico. Se trata, suponemos, de oro mejicano. Queremos regresar a la casa La Repolla por el antiguo Camino de Santiago que aquí todavía llaman “camín real” y le pedimos orientación al buen hombre. Amable y claro nos lo explicó. Una vez en el pueblo tomamos por la carretera (en obras) hacia la derecha y en el primer camino que salía por esta misma mano. A los pocos centenares de metros nos vocean: -¡Pero...!¿Ondee váaais?. ¡Susto!. Era el mismo sujeto lastrado con oro, muy asombrado por nuestra presencia, que no entendía cómo pudimos extraviarnos. ¡Torpes seremos!. Nos lo explicó de nuevo y esta vez como a niños: -¿El primer camino de la derecha?. ¡Nooo!. ¿El segundo camino de la derecha?. ¡Síiii!. Éste baja hacia el río y es el que habéis de tomar. ¿Eeeeeh?. Bueeeno, buen viaje y hasta la vista. Parecía quitarse un peso de encima. Al poco trecho llegamos de nuevo al río y encontramos en la ribera una agradable división en prados. Cruzamos por un puente nuevo, de cemento (a la derecha y casi tocándolo queda, intacto, el antiguo, de medio punto, parecía medieval y nos recuerda que estamos en el Camino de Santiago). Ahora ya no hay más que seguir el camino asfaltado. Subimos una cuestina y dejamos a la derecha unas naves grandes que parecen de uso ganadero. Poco después caemos a un cruce de caminos. Vimos gente haciendo obras en el interior de una casa medio ruinosa y de nuevo preguntamos pero la respuesta fue tan confusa que no nos sirvió de nada. Salió a explicarlo el hijo de uno de ellos pero añadió mayor confu660
ATÍPICA EXCURSIÓN MONTAÑERA
sión. Hubimos de decirle a todo que sí y marchar a nuestro aire. Imposible el entendimiento. Las casas que encontramos son de labranza y de peor aspecto que las de Cuerres. Algunas tienen desconchados, el montón de cucho al lado, con distintos aperos al aire libre, plásticos y otros restos esparcidos por la antojana. Los lugareños no tienen mejor aspecto. Llegados al coche nos cambiamos rápidamente y nos encaminamos a Ribadesella para comer. Tomás nos guía a una sidrería de tapeo donde quedamos satisfechos y a muy buen precio. Después de comer, paseando un poco por el muro, vimos que la población se conserva bien. No hay construcciones irreparables. La demografía de la pequeña ciudad no ha sufrido grandes alteraciones en los últimos 100 años: 6.982 habitantes en 1.860 7.354 habitantes en 1.900 8.033 habitantes en 1.958 6.874 habitantes en 1.980 Y así el poblamiento mantuvo en la margen derecha del Sella las primigenias características. La villa se compone de dos conjuntos urbanos separados por el Sella y comunicados por un puente. En la margen derecha se sitúa la ciudad vieja. Es de planta irregular, con calles en escalera, y pequeños jardines o huertos; al SO las casas señoriales y algunos chalés; y al pie de La Guía una hilera de casas que fueron, la mayoría, de pescadores. En la base de la colina un sistema de tres calles paralelas a la ría, construidas en el s. XIX en terreno ganado a una playa. Tiene en la del medio la arteria principal y la Plaza Mayor. Al O de la ría se construyó el área residencial ocupada -principalmente- los fines de semana y durante el verano en la franja arenosa que acumuló el río. Se trata de chalés y algunas moles prismáticas. Aquí están la mayoría de los hoteles con los que cuenta esta población. 661
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Los momentos de mayor esplendor los vivió siempre al amparo de la mar. La ballena era un bien propio del Ayuntamiento al que se le había de entregar 1/3 de las capturas. Se cazaba con vascos y llaniscos y su grasa se derretía en las Casas de Ballenas (también llamadas cabañas). También el salmón jugó un papel de gran importancia en la economía local. La costera duraba en el s. XVIII desde el 17 de enero hasta el 24 de junio con “[] redes barrederas de 200 varas de largo que componen 100 brazos, y de alto en el medio, 12 varas y a los lados de 8 a 10 []” A finales del XVIII el salmón monopoliza el horizonte pesquero pero en la segunda mitad de la centuria empieza a declinar esta actividad pesquera. La libertad de comercio con América decretada para los puertos españoles en 1778 reanima la vida comercial. Este impulso lo convierte en importante puerto ultramarino. De aquí salieron durante la segunda mitad del s. XIX gran parte de los buques que iban a América. Corbetas, bergantines y goletas partían para Cuba en un viaje que, si se daban muy mal las cosas, los podía devolver a orillas del Sella a las 2 ó 3 semanas. De aquí salían avellanas, castañas, carbón vegetal, madera, nueces, manzanas y sidra, habas, etc.; y por aquí entraban: aceite, acero, aguardiente, arroz, azúcar, bacalao, cacao, café, canela, cueros, chocolate, harina, hierro, jabón, maíz, papel, productos químicos, queso, quincalla, tejidos de algodón, hilo, lana y seda, vidrios, vino, etc. Tuvo tanta actividad comercial que se pensó que podría competir con Santander gracias a la salida hacia Castilla que se ganó con la Senda del Arcediano. Desde mediados del s. XIX aumenta la emigración aunque el pasaje era caro (en 1790 costaba de Ribadesella a La Habana 2.000 reales, en 1833 ya se iba por 1.400. Empujados por la miseria de su tierra: aumento de la población, malas cosechas y la fatal epidemia de cólera de 1855. Barco velero 662
ATÍPICA EXCURSIÓN MONTAÑERA
de pasaje -solía llevar 152 pasajeros- famoso fue el bergantín “Habana” que hizo su primer viaje en 1862 y el último hacia 1874. Quedó en la memoria: Somos los marineros del bergantín Habana, que salimos mañana para Ultramar... Para completar el día fuimos a ver la iglesia románica de santa María de Junco, construida a principios del s. XIII. No pudimos entrar porque no estaba la guardesa y su interior sigue invisible (además, al cura, no le gusta ni que la muestre y mucho menos que preste la llave). Lo mejor de lo visible es la ventana saetera en el ábside con pájaros enfrentados en los capiteles. Vista la ría desde aquí ofrece buen aspecto. Algunos barrios de cuerpos geométricos macizos a la entrada de la villa, el polideportivo y, también, el acceso a las cuevas de Tito Bustillo, ponen volúmenes indebidos; pero aún así se ve el espacio proporcionado. Regresamos por una carretera que se une a la de El Fito y sale a Arriondas. Luisma estaba muy preocupado porque no se veían mimosas con flores alcanzables, quería llevar a casa un detalle amoroso. Por fin encontramos una. Juan Carlos y él la asaltaron y hasta Tomás salió al final. Pelaron el árbol y se alzaron con todas las que estaban asequibles. En el coche repartieron. Incluso los que no salieron (Antón y Pepe) pudieron regalar en casa las olorosas ramas floridas de acacia. Resuelto el problema de Luisma. Éste, ya con el espíritu en calma, justificó la relación entre la Universidad de Oviedo y la de Cienfuegos (Cuba) y el intercambio de profesores que realizan entre ambas. Terminó elogiando la literatura cubana. Nos explicó cómo es la vida en la isla y en las comunidades de emigrantes asturianos. En mala situación está la Perla de las Antillas. 663
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PICO ESPINA 10 de febrero de 1996
Nos sentimos tentados a rodar por el tramo, recientemente inaugurado, de la nueva carretera de la costa que llega hasta Cadavedo y Juan Carlos buscó el leit motiv: subiríamos al pico Espina. Antón llevó su coche aprovechando la carga ligera (sólo tres ocupantes) y el fácil recorrido. 275.000 km tiene el auto y se teme que deje la vida activa en cualquier momento. Pensábamos salir de Paredes y así habríamos de remontar casi 900 m, pero en Brieves preguntamos y nos sugirieron desandar lo andado y alcanzar Villagermonde desde Pontigón. Para ello habremos de seguir la pista que nace entre la capilla y la casa, ambas situadas frente al puesto de venta de objetos turísticos y souvenirs. Hay que fijarse porque resulta tentador cruzar el río por la de más arriba; pero ¡ojo!, van a sitios distintos y no se intercomunican. Se salva el río por un puente antiguo con arco de medio punto y se sigue la estrecha pista -originalmente pavimentada – desempedrada. Está en muy mal estado, pero a unos 100 m se encuentra el asfalto aunque mantiene la estrechez hasta el final. Hay curvas y algunas son verdaderas Z. Por los márgenes se ven árboles variados pero sin que predomine una especie; y algún pinar recién talado. A la izquierda queda el reguero Riocamín. Cuando salimos del monte llegamos a tierras de labor y enseguida a una collada, donde dejamos el coche. A la derecha queda el pueblo, Villager664
PICO ESPINA
monde (407 m). Se ve muy bien conservado; con todas las construcciones agrupadas en una pequeña loma de manera que casi parece un castro. Resaltan los tejados de pizarra y los numerosos hórreos. Más allá, fuera del núcleo, están las escuelas. Parecen de la década de los 20, de la Segunda República o donación de un indiano. Aparcamos el coche y cuando nos estábamos calzando las botas pasó un coche fúnebre con algunas coronas. ¡Mal agüero! Empezamos a caminar. Seguimos la carretera y con frecuencia volvemos la vista atrás. Encontramos una señora a la que preguntamos por el muerto. Se trataba de un vecino de Pena. Aprovechando, también le preguntamos por los pueblos que se veían hacia el NO, al otro lado del río. Con gran soltura y cierto gracejo despachaba explicaciones a chorro. Antón interviene -casi timorato- identificando la carretera que se veía como la que va de Brieves a San Martín de Luiña y la señora exclama con vehemencia -Habló usté como un home. Se sonrojó el interviniente. Nunca se sabe cuando la intrusión es oportuna y aceptada como elemento enriquecedor de la conversación. Además, sabemos que algunas personas son especialmente hábiles para cercenar buenas entradas con los lugareños. ¡Bueno, lo que faltaba!. Parece que tan buena empatía despertó envidias y recelos entre mis compañeros. ¡Que se aguanten, hombre!. Miramos hacia atrás. La panorámica que se ofrece al E es muy atractiva: el pico Palancas, la collada de La Mortera y, después, siguiendo hacia el S, el espinazo que culmina con el pico Aguión (923 m). Caminamos por la falda O de la sierra de Adrado viendo San Pedro de Paredes y el río Canero, que se encaja tan estrecho y profundo que apenas se deja ver, sí lo hacen los álamos y alisos de las riberas. El monte que queda a la derecha es conocido como Germana del Oso y el diminuto arroyo es el 665
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de El Águila. En nuestra ladera todo es monte bajo de ericas y tojos, en la otra hay robles hasta cierta altura y a partir de ahí plantaciones de pino radiata. Encontramos a la izquierda una pista que parece de reciente construcción y por ahí entramos. Damos una curva a la derecha y caminamos entre tojos de gran tamaño. Después se encuentra a la derecha una casa -cerca mantiene un perro atado con una cadena tan larga que llega hasta el camino- donde una señorina nos tranquiliza diciendo que el can no muerde. Poco más arriba se ve otro de mayor alzada que baja trotando por el prado. Antón quiere tomar caminos alternativos pero no le dejan y tiene que aguantar el tipo. Se trataba de un pastor alemán de nombre Toni que acompañaba a su joven ama. Venía del próximo pueblo de Pena (tiene 19 vecinos y sólo 2 niños, ella y su hermano) que acuden al colegio de Trevías. Suelta y desenfadada, muy sociable. Bajaba hacia Villagermonde y parecía tan alegre como Caperucita. Pasamos otra casa, situada en la parte más alta del pueblo; está encalada y muy remozada. Ya estamos al pie del pico. Dejamos atrás los grandes prados cerrados por murias y entramos en monte comunal, de vegetación casi rastrera. Tiene grandes calveras dejando a la vista la roca madre. Cortamos una pista y enfilamos a la cumbre en línea recta. Hay una construcción y una antena de la red de Retevisión. Sopla fuerte el aire y chispea un poco de nieve pero la panorámica es insólita: el mar, Cadavedo encajado en el sitio más favorable, San Pedro de Paredes, Calleras. Sobre todo llama la atención la cuenca del Esva-Canero. El río se hunde, traza varias curvas entre Ese de Calleras y Agüera. En este último pueblo vira 180º y -forma una insignificante península sobre la que se asienta Bustiello de Paredes- que le da al curso una línea extravagante. Similar dibujo repite entre Agüera y San Pedro de Paredes. En este tramo se forman las Hoces del Esva y funcionó una central hidroeléctrica. Es una panorámica redonda. Está considerado el valle del Esva-Canero por 666
PICO ESPINA
la CEE como de alto valor etnográfico y paisajístico por estar escasamente adulterado y conservar formas de vida tradicionales. Aguas arriba, el río se bifurca en Ese de Calleras: un ramal sube por Navelgas hasta su nacimiento en la cara O del Pico Mulleiroso; y el otro sigue por Bárcena del Monasterio hasta Besapié, entre la cara E del Mulleiroso y el puerto de El Palo. Descendemos por el O del pico Espina. Se notan trabajos de desbroce para mejorar los pastos y evitar los incendios. El emplazamiento parece el adecuado para túmulos pero no se ve ni rastro. Nos dejamos caer un poco y salimos a un pueblo llamado Relloso. Parece deshabitado. Las construcciones son de inconfundible estilo vaqueiro: piedra, pocos huecos y pequeños, cuadra en la planta baja y escalera exterior maciza. Piedra vista, paredes macizas, sin huecos (sólo fresqueras) al O y N, puerta partida en dos hojas superpuestas. Anejo está el cobertizo para leña y aperos. La construcción, de un cuerpo, se sitúa en el borde de una finca cerrada por pared de mampostería. No se ven hórreos ni paneras, no hay suelo agrícola que produzca cosechas para guardar. Se nota que la ganadería es la actividad dominante. Casi todas las casas tienen un depósito cubierto para recoger las aguas pluviales y también una manguera que sin duda capta agua en algún manantial próximo. No se ve habitante alguno y sin embargo está muy bien conservado. Alcanzada la pista, empedrada, la seguimos hacia Pena deteniéndonos frecuentemente. Pasado Relloso, en Adrado, encontramos una vivienda pobre, una casucha diminuta, con una antojana muy sucia, cerrada por pared y, sobre ésta, un tendal del que destacan unos calzoncillos de colores superpuestos por mil malas coladas y que hoy parecen marrón-azul-verde. La casa cuenta con una bombilla colgada del marco de la puerta, pero no tiene chimenea. El suelo parece de tierra. Por la puerta entreabierta se ve un camastro y, como no tiene chimenea, colegimos que tiene llar. En el quicio hay 667
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una señora, de avanzada edad, enlutada, que tiene la cabeza envuelta por un pañuelo negro, a la manera antigua. Resulta tierna la imagen. Sale y dándose cuenta de que escudriñamos su morada. Tiene indefinible edad, pelusa y alguna barba, huele mal. Antón observa con estupor que tiene buena dentadura y parece la propia. Entablamos conversación y nos cuenta que nació aquí y aquí vive con un hijo, el cual se dedica al cuidado del rebaño de ovejas ayudándose por dos perros (una es hembra y está asegurada en Trevías por si muere de mala manera). Cuando Juan Carlos le pregunta si vive con el marido contesta con rapidez -y casi se ofende- que es soltera (y nótese que no dijo ESTOY sino SOY). Pese a estar la puerta cerrada salió una ráfaga olorosa a humo, mugre y humedad. Juan Carlos, buscando conversación: -¿Quién murió? -Un rapaz de Pena. Vivía sólo y era nuevo. -¿No era de aquí? -Murió solo cuando iba a la cuadra a llevar una paca de hierba. Nuevo es el que hace poco tiempo que está en el mundo. Es joven en él, recién llegado. Nos despide con un: -¡Que no haiga novedad! Sabiduría popular que resume las peticiones -a quien proceda- de buena suerte y se conforma con mantenerse como en el estado actual. Si estamos como ahora y aquí es porque no estamos mal.
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PICO ESPINA
Continuamos. Más adelante vemos un depósito de cemento del que salen varios caños que conectan con mangueras; esto explica que las que vimos anteriormente se corresponden con el número de caños. Salimos del poblado y enseguida llegamos a Pena. La lluvia, muy fría, nos acompaña de nuevo. Cambiamos botas por zapatos y salimos a buscar donde comer. Elegimos. Con unas tapas quedamos conformes y regresamos a Oviedo.
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PASEO DE TINAMAYOR A PIMIANGO 24 de febrero de 1996
La semana que hoy termina tuvo nevadas en la costa tal como anunció el pronóstico meteorológico. Empezó a nevar el martes, tuvo la máxima intensidad el miércoles y remitió el jueves. El sábado nos encontramos con un día espléndido pero con nieve blanda hasta cotas muy bajas y en pleno deshielo. Así las cosas repetimos viaje a la costa. Fuimos a Bustio, último pueblo de Asturias en la margen izquierda del Cares-Deva antes de entregarse al mar. Enfrente veíamos Pimiango. Y buscando un acceso desde aquí dimos con el pequeño muelle pesquero. Allí estaban algunos pescadores -y un mirón que sujetaba un pastor alemán, embridado, de pelo largo- reparando aparejos de pesca. Gran parte del humedal de la desembocadura está desecado con zanjas de drenaje y la tierra que salió la apilaron al lado formando como una caldera que recuerda los “porreos” de la ría de Villaviciosa. La vegetación de estos prados ha de vivir con agua bastante salada, es halófita. Retrocedimos en el coche por una carreterita interior hasta Colombres, y de ahí al cruce con Pimiango. La carretera es bastante estrecha. Una vez en el pueblo, lo cruzamos y pasamos hasta más allá del núcleo, llegamos frente a una casa solitaria, buscando situarnos en la perpendicular por encima del monasterio (en el mapa aparece un cuadradito rojo y el topónimo Tina). Allí había una señora que nos indicó cómo bajar hasta el monasterio. Seguimos un poco más y dejamos el coche en el primer cruce. 670
PASEO DE TINAMAYOR A PIMIANGO
Por el camino que sale casi recto hacia el N, el de la izquierda, caeríamos sobre el monasterio. Con el fin de alargar un poco el paseo vamos por el que sale hacia el E. Atraviesa los prados y termina en uno de ellos. Juan Carlos y Antón confrontan sus relojes y ayudados por la brújula fijan el rumbo. Vamos bien. Desde aquí la vista es verdaderamente magnífica: los Picos de Europa, rutilantes, en la última línea del horizonte sobre las camperas y aldeas; por el E la costa cántabra; y al O El Sueve; al pie, la estrecha franja costera calcárea que soporta un hermoso bosque de encinas y madroños. También hay algún acebuche. Seguimos hasta el monte, vemos una pista que tira al O y la seguimos. Parece que se abrió para sacar la madera cuando se taló el monte y ahora, abandonada, crecen en ella algunos eucaliptos. Cuando se acaba se ve, unos 20 ó 30 m más abajo, otra. Cruzamos monte través entre restos de la tala. Al final hay una pequeña turbera (seguramente que en verano la vegetación es mucho más alta y resultaría muy incómodo). La seguimos siempre procurando acercarnos al monasterio, y llegamos a otra pista que parece estar activa. A la entrada de ésta hay a la izquierda el tronco seco, medio calcinado, de lo que fue un gran castaño. La imagen no deja de ser llamativa porque está rodeado de eucaliptos. En este cruce, aunque sabemos que el monasterio queda a la izquierda, seguimos por la derecha a ver si llegamos a la desembocadura del Cares-Deva. Vamos entre eucaliptos. El entorno próximo es un monocultivo y no merece más comentario. Llegados al final topamos con una vereda que seguramente sale al puerto de Bustio, pero parece demasiado estrecha y Juan Carlos y Antón renuncian. Probablemente no habría problema y se podría hacer un circuito, pero será conveniente cerciorarse en el pueblo. Damos vuelta y seguimos otro camino que sale por la derecha hasta situarse justo en la desembocadura del río. Aquí nos sentamos para la contemplación. El mar recibe al Cares con indiferencia, en nada se nota el aporte continuo de agua 671
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dulce. Una barca “pesca” ocle y algunas aves bucean en busca de comida. Algún pescado acaba ahora su vida en el planeta. Disfrutamos de la marina. Regresamos por la misma pista. Ahora veremos el monasterio de Tina. Encontramos una construcción que tiene al lado un par de naranjos, pero se trata de una casa abandonada. Más adelante vemos un muro que nos hace pensar en la antigua cerca, pero tampoco es. Entramos a buscarlo en todos los ramales que salen por la derecha pero no damos con él. En uno de ellos topamos con un enorme agujero que comunica con el mar y hasta se ve el agua. Todo el camino discurre en la zona de contacto entre la caliza y el mar, donde conviven encinas con madroños, y los terrenos cuarcíticos que forman la sierra de Pimiango. A veces casi da la sensación de caminar por debajo del nivel del mar y que éste está separado y contenido por el enorme murallón que se levanta a la derecha. Así seguimos y en uno de estos desvíos damos con una campera -se trata de una pequeña cubeta que tiene un sumidero en el borde N por el que desagua al mar- de la que sale hacia el E un camino. Antón se empeña y lo sigue en busca de las viejas piedras adentrándose en la espesura del bosque. Regresa contrito. ¡No lo encontró!. Repasamos la pradera y a la izquierda Juan Carlos choca con las ruinas. ¡Por fin!. Se trata del monasterio de Santa María de Tina, de la orden del Císter, que ya aparece citado en el 932. Totalmente en ruinas, ofrece un aspecto deplorable. A duras penas se reconocen los ábsides de la cabecera y queda algunos arcos, esqueléticos, que parecen de románico tardío. A la entrada se reconoce un horno y la tapa de un sarcófago; dentro tienen montones de piedras, un ara con el relicario mil veces profanado, y el resto del sarcófago. ¡Qué pena! Emprendemos el regreso muy contentos de haberlo hallado y por el itinerario más corto. El camino sale hacia el O y enseguida se llega al enorme corte que da la riega de El Piélago. El camino carretero se encaja en senda que, tras varias vueltas y revueltas llega al pequeño, pero ruidoso, curso de agua. El contorno del tajo está poblado por enormes encinas 672
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torcidas y postradas que, enderezándose al final, dan un aire un poco fantasmagórico al lugar. Y por la cabecera cae una cascadita de varios metros de altura. Se trata de un rincón hermoso. La bajada hasta el arroyo es bastante pendiente -aunque corta- y la subida por la otra cara casi simétrica. Llegamos a una ancha pista que lleva a la ermita de San Emeterio y a un bar, pequeño, limpio y muy acogedor, pero que sólo está abierto en verano. De aquí parte el camino que tras pocos centenares de metros llega a la cueva de El Pindal. Frente al bar hay un puesto de chucherías y algunos productos de artesanía. Al pasar nos ladran sus perros. Seguimos la carretera y tras un par de km llegamos al llano donde encontramos un mirador de hormigón que ofrece una panorámica completa de El Sueve, los Picos de Europa y la costa de este sector. Vamos hacia el coche por un camino ancho, y embarrado, que pasa entre algunas cuadras y termina en grandes camperas que atravesamos en línea recta. Tras cruzar una ciénaga, algunas sebes y saltar hilos de pastores eléctricos, llegamos a nuestro querido coche. Nos cambiamos y vamos a Pimiango buscando bar. No lo encontramos al paso por lo que seguimos hacia Colombres. Al salir vemos la estatua de d. Emilio Villegas y Bueno, y también el palacio de El Pedroso. Camino de Colombres, desde la carretera, se ve la sierra de Pimiango como una estructura casi plana con el pueblo colocado en el borde S. Estas sierras están cubiertas por un manto de turba cuyo espesor puede llegar a un m. Las riegas que drenan sus laderas someten a las vertientes a una ablación continua pero lenta porque es escaso el caudal de agua disponible. Estos materiales se acumulan al final de las riegas, sobre la caliza, sin poder ser evacuados completamente. Los vimos perfectamente en la riega de El Piélago. Colombres está en un sinclinal formado por materiales secundarios y terciarios. El conjunto urbano es de lujo. Edificios de gran calidad y muy bien conservados. Destacan el Ayuntamiento, la plaza y, sobre todos, la Quinta Guadalupe. 673
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PICO MACIÉDOME 17 de noviembre de 1995
El Cordal de Ponga está constituido por la alineación montañosa enmarcada entre los ríos Nalón y Ponga. Es una línea de cumbres que se orienta hacia el N a partir de la cabecera de ambos ríos entre los puertos de Ventaniella y Tarna. Las cumbres notables de S a N son: Abedular (1.813 m), Llamardal (1.751 m), Montovio (1.700 m), Maciédome (1.899 m), Tiatordos (1.951 m), y Vízcares (1.419 m). Gran parte de esta zona está afectada por el PORNA y hasta ahora no cuenta con otra protección legal que la que le da la figura de Reserva Nacional de Caza. Tres reservas alberga el cordal: la nº 6, Caso, de 29.834 ha; la nº 9, Piloña, de 10.492 ha; y la nº 10, Ponga, de 20.082 ha. Las de mayor valor ecológico se encuentran el cordal. Esta excursión penetra en una mancha forestal de hayas que se conserva en casi toda su integridad. Permite la contemplación de los árboles, del bosque, y de algunos de sus más hermosos habitantes. No requiere gran esfuerzo y no tiene peligro. Es apta para cualquier caminante. Por la carretera AS-17 que conduce de Langreo al puerto de Tarna, después de pasar Campo de Caso, Veneros, Soto de Caso, Bezanes y La Foz (aquí se rodó la parte de la película “Adiós, Cordera” inspirada en un cuento de Clarín), a 13 km de la capital del concejo, encontramos a la izquierda un ramal que lleva a Pendones (782 m). E, en este pueblo se deja el coche y empieza la marcha. 674
PICO MACIÉDOME
Se sale por un ancho camino, casi llano, que bordeando el río sigue dirección NE. El río baja encajado entre prados, rápido, en “escalera”, formando pequeñas cascadas cada pocos metros. Se cruzan dos arroyos que llegan por la izquierda. El primero inunda el camino y se salva mediante una gran losa que cubre el canal de desagüe y el otro, ya es un pequeño río, por un puente. Después de cruzar éste último sale a la izquierda un ancho camino que va a la Foz del Palombar y al Tiatordos, seguimos por la derecha. Algunas de las divisorias entre los prados son de sebes mientras en otras se construyó una estacada de troncos finos o varas entretejidas. Estas empalizadas dan al paisaje agrario un especial encanto artesanal. No se ven terrenos de labradío. Cruzamos un segundo puente. Se cambia de rumbo -ahora SE- y se empieza a subir. A la izquierda se ve un profundo tajo entre dos peñascos, es la foz de Forniello. El camino está ahora enlosado con grandes piedras hincadas de manera que forman una especie de adoquinado para evitar los barrizales. A la derecha queda el hayedo y a la izquierda algunos prados que llegan justo hasta la entrada a una foz de singular belleza, la del Congostín. Impresionante en verano si hay agua en el torrente. Verticalidad de caliza, el cauce de un torrente, una riquísima paleta de musgos y algunas hayas nos hacen presentir al mago Merlín. Al final hay una portilla. Momentáneamente se rompe el encanto y de nuevo se ve la mano del hombre que roturó el bosque y convirtió el espacio forestal en prado. A estas alturas de la excursión ya hemos visto corzos, ciervos, rebecos y un urogallo hembra. Más tarde repetiremos de todas las especies y hasta un urogallo macho. El camino se pierde en el hayedo pero no hay error posible. Pronto aparecen unas camperas a la derecha. Aquí se puede optar por seguir la orilla del torrente -internándose en el hayedo y coronar hasta dar vista al valle del río que viene de Ventaniella- o seguir por la campera. En el primer caso la ruta es más incómoda pero se palpa el bosque. No tiene pérdida y se puede 675
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ir por libre. En los últimos tramos hay algunos peñascos de caliza y arriba un paraíso: San Juan de Beleño, Collau Zorru y los Picos de Europa al frente, y las inconfundibles Ten y Pileñes al S.SE; en nuestra línea de cumbres está al N el Tiatordos y al S el Maciédome. La panorámica es grandiosa, nos sentimos cautivados por la vida que nos rodea. Si elegimos las camperas, enmarcadas por un crestón de caliza a la izquierda y el bosque de hayas a la derecha, el camino está claramente marcado. En el primer rellano hay una cabaña grande en muy buen estado -es un refugio de caza- y algunos chozos con cubierta de losas o tapinos; el lugar se llama Recuencu. Este rellano tiene la forma de un diminuto circo glaciar y presenta un pequeño cúmulo -recuerda un lomo de ballena- de materiales que parecen morrénicos. Continuando el camino hasta las camperas que tenemos en frente llegamos a la base del Maciédome. Por la derecha se ve Tarna y a nuestros pies Vega d’Enriba y Vega de d`Enbaxu. Por la izquierda nos asomamos al valle de Ventaniella con la misma panorámica, ya descrita, que a través del bosque. El hayedo es un bosque caracterizado por su homogeneidad arbórea ya que la especie dominante, casi única, es el haya y apenas existe estrato arbustivo ni herbáceo. Es un árbol de gran porte que puede alcanzar los 30 m de altura. Necesita humedad permanente por su intensa transpiración por lo que se da en laderas que tengan orientación y pendiente tales que la mantengan todo el año. Al tener ramaje y follaje denso y de desarrollo casi paralelo al suelo apenas se permite el paso de la luz y resulta difícil florecer y fructificar a otros vegetales, por lo que la mayoría tienen reproducción vegetativa a base rizomas o bulbos, o florecen antes de que salgan las hojas como es el caso de la anémona. El urogallo es la especie animal más interesante que vive en estos montes y la mayor de las aves que los habita. Pobló nuestros bosques fríos hasta la última glaciación y al retirarse los hielos quedó aislado en estas ma676
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sas forestales altas. Se alimenta principalmente de hojas, flores y frutos de acebos, hayas y arándanos, también de larvas de insectos y gusanos. Su población en Asturias se estima en torno a los 300 machos adultos y reproductores, algo mayor es el número de hembras. No está bien determinado el de ejemplares inmaduros de ambos sexos, en total se puede aproximar a los 1.000 individuos. Si antes de iniciar la excursión se encarga la comida, al regreso nos congratularemos por la previsión. Pendones cuenta con unos 50 edificios destinados a viviendas. El aspecto que ofrece no es el que se espera de un pueblo de montaña, las casas aparecen demasiado alineadas, la trama viaria sospechosamente rectilínea y faltan las edificaciones complementarias propias de una economía agrícola y ganadera. Tal trazado se debe a la reconstrucción que se hizo tras ser bombardeado en 1936 por las tropas de Franco con cañones situados en la vega de Riosol (Tarna). Pervive la institución de solidaridad campesina llamada sextaferia. Se trata de una antiquísima carga vecinal para arreglar puentes, fuentes, limpiar y empedrar caminos, evitar argalladas y mantener en buen uso las infraestructuras de la comunidad. Este día de la fecha estaban los vecinos trabajando y la respuesta debió ser masiva a juzgar por la actividad que encontramos a nuestra llegada y el buen aspecto que ofrecía el lugar. Se puede hacer la subida muy descansadamente en 3 h.
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EXCURSIÓN -AL BIES- AL ALTO DE BUCIERO 17 de noviembre de 1995
Fuimos de monte a Cantabria y casi tomamos el fuerte de San Martín. Ni los más optimistas esperaban milagros con un día tan lluvioso. Estábamos dubitativos. Antón tenía el gusanillo de caminar y pretendía ir a Caleao para subir a Cabeza de Arco, pero el ánimo colectivo no estaba para aventuras. Se decidió enfilar al E y decidir sobre la marcha. En Llanes hablaremos, pensamos. La charla en el habitáculo metálico fue tan interesante como siempre y pasamos Llanes sin desconectar, sólo Tomás recordó en la playa de San Antolín de Bedón que aquí mismo decidió dejar de fumar (ya hace 10 años, ¡enhorabuena!). En algún momento apuntó Juan Carlos la idea de comer en Solares y rápidamente cuajó, pero también propuso un paseo por el monte Buciero1 rodeando la peninsulita -es un hemitómbolo- cuyo punto más alto está a 376 m (Alto Buciero, también llamado Ganzo), que cierra el estuario del río Asón. Entramos en Santoña por la carretera de Argoños, atravesamos las marismas dejando el penal de El Dueso a la izquierda y, a lo largo de unas centenas de metros, seguimos hasta el Faro del Pescador. De aquí sale hacia 1. Antigua isla hoy unida a Santoña por una gran barra de Arena y así convertida en península. Peñón calizo plagado de cuevas algunas de las cuales estuvieron habitadas en la prehistoria como la del Perro.
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EXCURSIÓN AL ALTO DE BUCIERO
el E una senda que bordea un escarpado acantilado y pronto se adentra en una formación boscosa de encina y madroño, con salpicaduras de mostayos, avellanos y agracejos. Al principio tiene algunas bajadas y subidas y resulta algo “rompepiernas”. El terreno es pedregoso, de caliza empastada que resulta muy resbaladiza. Pasada una gran curva se vuelve pendiente. Zigzaguea un poco y amenaza con perderse, pero después se ensancha. Al empalmar con el que llevaba al antiguo fuerte (lo dejamos a la derecha) está adoquinado, llanea y es de gran comodidad hasta el final. Es una ruta ideal para el verano por la espesura de la vegetación, se camina “bajo palio” casi todo. Episódicamente nos alejamos un poco de la línea de costa pero en numerosos tramos vemos el mar. La subida es muy suave. Llegamos a un punto en el que nuestro camino es cortado perpendicularmente por otro, y queda así: el de la derecha lleva al fuerte de San Martín; el de la izquierda al Faro del Caballo; y el nuestro continúa casi en línea recta. Esta es la parte más cómoda del paseo, verdaderamente llano y ya con visibilidad sobre la línea de costa. En algunos puntos pasa tan cerca del mar que se hizo necesaria la construcción de un pretil. Se ven a vuelo de pájaro pequeñísimas calas -absolutamente inaccesibles- guardadas por los desnudos y perpendiculares murallones del acantilado. A lo largo de todo el recorrido se encuentran frutos de madroño en el suelo. El madroño es un arbusto o arbolillo que puede alcanzar los 8 m de altura, de flores bisexuales, blanquecinas, con forma de olla, que -curiosamente- aparecen cuando madura el fruto. Éste es una baya globulosa roja y con apariencia de erizo esférico, de cortas púas rojas, carne blanca, y con pequeño contenido alcohólico cuando está maduro. Los beréberes del N de África usan las ramas con frutos para alejar los demonios. En otros países islámicos se ven madroños retorcidos y repletos de trozos de trapo. Tienen fama de cargar con las enfermedades y maleficios de la gente que los invoca pronunciando un voto y atando un trozo de vestido a una rama. Son árboles santos. Para los romanos estaba dedicado a la ninfa Cardea, o Carna, amante 679
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de Jano Bifronte. En el occidente asturiano se da en terrenos secos pero también se encuentra en la playa de El Espartal (Salinas) y en los valles de Teverga y Somiedo en cotas inferiores a 600 m. Las encinas son árboles que pueden alcanzar hasta 20 m de altura. El fruto es la bellota. En Asturias son frecuente en las zonas central y oriental de la región tanto en la costa como en algunos valles interiores, siempre por debajo de los 800 m. En los valles interiores donde el clima se endurece se da otra; las bellotas de esta última son más dulces y fueron seleccionadas como alimento en la Península Ibérica y N de África desde la Prehistoria. En España gozan de particular fama las de Los Pedroches (Córdoba), por su tamaño y dulzor. Al bajar se ve la costa E -la escasa visibilidad y negrura hacen a Pepe evocar Noruega, porque la montaña sale del agua y los entrantes del mar parecen fiordos- y la alargada sombra de Laredo, que se extiende entre El Canto (por el E) y terminan sus edificios en El Puntal, especie de cuerno edificado a lo largo de línea de costa de la playa. Cuando llegamos a la carretera nos espera Juan Carlos y sin pausa ni tregua nos lleva a comer. Ya conocíamos el local y no nos decepcionó. Plato habitual, siempre recomendado por Pepe y que nunca falla: pochas y costillas, pimientos con anchoas opcional, y postre a elegir. Sobresaliente. Santoña es una villa marinera en la orilla izquierda de la desembocadura del Asón con pasado romano (¿antigua Portus Victoriae?). En la Alta Edad Media (s. IX) contó con el monasterio de Santa María del Puerto. En el s. XIII pasa a pertenecer a la Casa de Haro y a partir del s. XVI se incorpora a la Merindad de Trasmiera. Por estas fechas nació aquí Juan de la Cosa. Fue saqueada por el arzobispo de Burdeos en 1635 por lo que se construyó el castillo de San Carlos y con Felipe II el de San Martín2; y a principios del XIX 2. Única fortificación que queda en mundo del sistema Carnot. Los Carnot fueron ingenieros militares franceses, en los últimos años del s. XVIII y principios del XIX. En la misma familia hubo importantes políticos y físicos
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el de Napoleón. De la arquitectura de la villa destaca la iglesia de Sta. Ma del Puerto, la casona de los Marqueses de Chiloeches, el palacio de Manzanedo, el monumento a Juan de la Cosa, y el del almirante Carrero Blanco. Las marismas de Santoña -más de 30 km2- constituyen el humedal más importante del N de la península. Se forman en la confluencia de las rías de Escalante, Argoños, Limpias y Rada. Son un complejo ecosistema de vegetación acuática diseminada entre fangos, lodos intermareales y dunas. El Consejo de Europa desaconsejó la construcción de la carretera que actualmente las crucifica, pero aquí la tenemos. Domina el componente fluvial y está más atenuada la acción mareal. Es parada necesaria para miles aves que viajan a pasar el invierno a África desde el norte de Europa. Algunas se quedan y hasta nidifican. Sin este descanso muchas no podrían completar el viaje. Lo mejor para conocer las marismas es seguir la carretera que va de Santoña a Montehano (hay un convento) y regresar a Santoña. En este último tramo están los mejores puntos de observación. Abundan las espátulas, el pato azulón, el pato cuchara, los ánades friso y rabudo, el zarapito trinador, las agujas, los chorlitejos, las avocetas, garza real y otras muchas especies. El penal de El Dueso se instaló cerca de la playa de Berria, en lo que hoy es un sitio saneado pero antaño eran marismas. Esta playa, de casi 2 km, se extiende entre la punta del Brusco y la del Águila. A la formación de esta playa no es ajeno el río Asón, porque al chocar los materiales que arrastra con los que aporta la corriente de deriva de la playa y las mareas se originaron las marismas. Más tarde se formó la gran barra que terminó separándolas del mar3. Santoña cuenta con otra playa, la de San Martín, que también es muy larga (1,5 km). Los estuarios son ambientes de transición, donde se mezclan las aguas dulces con las saladas con lenta circulación. 3. Germán Flor, profesor titular de la Facultad de Geología de la Universidad de Oviedo, estudió los campos de dunas del litoral cántabro en 1980.
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VIAJAR CONSTITUYE LA MANERA MÁS AGRADABLE, MENOS PRÁCTICA Y MÁS CARA DE INSTRUIRSE; DE AHÍ QUE LOS INGLESES HAYAN HECHO DE ELLO UNA ESPECIALIDAD. (Paul Morand)
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PICO GARGALOIS
PICO GARGALOIS 9 de septiembre de 1995
Se puede iniciar la excursión en Valdedo, llegar en coche hasta Castanedo e incluso se puede acercar más, hasta Barandón, porque el acceso rodado a este último pueblo se mejoró en agosto de 1995. En nuestro caso solemos ir por el interior porque nos gusta más el paisaje, y esta vez también fuimos por Allande. Procedentes de Oviedo, poco antes de Cornellana, en La Rodriga, tomamos la carretera de Cangas del Narcea. En el Puente del Infierno seguimos por la que conduce a Pola de Allande. Aquí nos pusimos un poco nerviosos porque la carretera estaba en obras y amenazaba con impedir el paso y en Pola de Allande tomamos un café endulzado con tarta de manzana por Lucas. Estudiamos un poco las posibilidades y se decidió hacer parte de la Carreiriega de los Gallegos con subida opcional a los picos Carondio y Gargalois. Al paso por Pola de Allande siempre evocamos alguna canción. Algo tiene el occidente astur que nos posee y al que ya nos entregamos hace tiempo; a lo que no es ajeno el carácter prudente y astuto de sus moradores, del que la historia está plagada de ejemplos. Las segundas Ordenanzas Municipales de Allande prohibían que personas ignorantes, incapaces de determinar la sazón de la uva, vendimiasen. ¡Sabiduría!.
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¡Y que no falte alegría!. Allandesa soyla, soyla, y aunque lo soy no me pesa, que de la Pola de Allande sale toda la firmeza. Arriba allandesa salada, arriba y no te caiga la saya. La saya no me cae, no, que la tengo bien atada, y si me cae, que me caiga, a nadie le importa nada. Arriba la allandesa salada, arriba y no te caigas al agua. Ya sin vacilaciones emprendemos la subida al Palo y seguimos por la desviación a Bustantigo. Paramos -antes de llegar al cruce para Penouta- para ver la preciosa braña de El Campel y el lugar de El Rebollo (aquí se mantuvo activo hasta tiempo reciente un telar familiar). Enseguida llegamos donde se deja el coche (cuando se inicia la bajada a Bustantigo). Hacemos una fotografía y empezamos a caminar. Seguimos la pista que sale a la izquierda, tiene al principio una subida suave y después es plana, casi horizontal. Al poco trecho nos desviamos a la derecha siguiendo el letrero que indica Pojos. Enseguida hemos de salvar una alambrada y muy pronto otra -que tiene algunos elementos que indican que puede estar, o está, electrificada- que cierra una enorme finca. Saltamos sin problema y entramos en la pradería, a lo lejos, por la derecha se ven algunas vacas y un Land Rover. Se trata de subir al Pico Agudo (1.146 m). Es un picacho cónico, de cuarcita, que se levanta a algo menos de 100 m de la colladina en que estamos. Ofrece buena vista del valle de Barandón1. Suben Lucas, Tomás y Pablo; Juan Carlos y Antón se quedan al cuidado de varios 684
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millones de moscas. Cuando regresan traen “carta” del grupo de montaña Peñafurada, de Navia. Caminamos hacia el O.SO y entramos de nuevo en la “carreiriega”. Encontramos los túmulos desventrados -ya descritos y comentados en la hoja de la excursión al Carondio- y hacemos una breve parada en el diminuto pinar, resto de un vivero forestal. Frente al vivero, al N, se levanta una cresta cuarcítica conocida como Peneo del Touro. Cerca de los pinos hay unas charcas que sirven de abrevadero al ganado. Toda la sierra aparece pelada salvo estos escuálidos pinucos. El próximo túmulo se conoce como la Tumba del Castillín2 El siguiente, llamado de Veigasabades (para d. Antonio García Linares, la citada Piedra Dolménica procede de este último túmulo), se identifica con cierta dificultad porque en la construcción de bancales para repoblación (sobre 1972) la pala excavadora lo removió y dejó el monumento tumular muy deformado. Aquí se abandona la pista. Ésta desciende por la sierra de Muriellos y continúa hasta Herías. Poco después se bordea el estiramiento rocoso que hace el Carondio al E y se encuentran tres túmulos que conservan varios ortostatos de la cámara. Desde aquí se enfila rectamente a la cima siguiendo las entrecruzadas veredas del ganado. Ganada la cumbre, se contempla una amplia panorámica del occidente asturiano que alcanza hasta Galicia. Bajando por la cara O se llega a la collada de Entrerríos (940 m), donde se emplaza el dolmen de la Hilandera también conocido como Lastra da Filadoira (descrito por d. Aurelio de Llano Roza Ampudia -“Bellezas de Asturias de Oriente a Occidente”- que pasó por aquí en “los felices 20”). Tiene planta poligonal y un estrecho y corto corredor formado por dos piedras a la entrada. Las dos lajas que lo cubren son de pizarra. Una de ellas 1. Cuenta con una ermita bajo la advocación de san Juan. 2. De aquí procede la “Piedra Dolménica de Allande”, que tiene grabados -por percusión- unos semicírculos. Está expuesta en el Museo Arqueológico Provincial, de Oviedo.
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tiene una especie de verrugas esparcidas en las que hay cuatro pequeños pocillos, similares a los que se encuentran en los dólmenes franceses de Bretaña, supuestamente para depositar ofrendas. Desde aquí, siguiendo al O un pequeño trecho por la pista se llega a unos chozos de piedra construidos junto a unas afloraciones de agua. Ahora se gira a la derecha y, por unos caminejos de paso de los animales, se gana sin problema la cima del Gargalois (1.167 m). De nuevo hoy cubrimos la vasta región del occidente de Asturias. Al O destacan algunas áreas del embalse de Doiras (en el río Navia) y muchos pueblos de Boal e Illano; y al N, en días claros como hoy, hasta el mar Cantábrico se alcanza. El descenso se hace cresteando hacia el N. Al cabo de 1 km, aproximadamente, sale a la derecha un camino que bordea las caras S y O del Pico Agudo permite bajar a Aguamaroza y llegar a Castanedo. Desde aquí seguimos un camino real, más tarde transformado en pista, que desemboca en el pueblo y entronca con la carretera ante la antigua escuela (de inequívoca construcción Villar Palasí). La pista sigue, ahora por la derecha, y acaba junto a una ermita dedicada a San Juan -junto a una fuente- y a partir de aquí sigue un camino que atraviesa la parte alta del pueblo. A la salida se cruza algún bosquete de robles salpicado de acebos aunque la mayoría recorre manchones de monte bajo. El camino da algunas vueltas y al final se ramifica tanto que conviene no perder de vista la collada para no rodear demasiado. El itinerario que sigue para subir al Gargalois ya ha sido descrito; y para coronar el Carondio no hay más que girar por la izquierda, hacia el E, siguiendo primero el camino y después monte a través. Se gana con facilidad. Juan Carlos y Antón retrocedieron desde la base del Carondio a buscar el coche para recoger a sus compañeros en Castanedo. Bajando hacia Bustantigo se ve a la derecha la huella de las explotaciones auríferas romanas llamadas de Freitarbón y Gargalellas (aquí nace el 686
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arroyo del Oro). Esta parroquia está bajo la advocación de San José. Antaño llegó a contar con 20 vecinos -unas 200 almas- que recibían el correo desde Cangas de Tineo (actualmente, del Narcea). Cultivaban maíz, centeno, legumbres. Se componía la cabaña de vacas, cabras y alguna oveja; se cazaban liebres y conejos, corzos, volatería, lobos y raposos. Hogaño es un paisaje desértico y desolado, mientras en las fechas a las que se referían los datos anteriores, mediados del s. XIX, estaba rodeado de robles y hayas, algunos sotos de castaños y todo salpicado por numerosos tejos. Pasamos y no paramos porque habíamos de llegar a tiempo para la recogida de los montañeros, pero siempre surge la tentación. La próxima vez no se nos escapa. Poco después de Bustantigo se baja hasta un pequeño arroyo. Salvado éste comienza una sinuosa subida hasta Llendequintana. De aquí se sigue hasta salir a la carretera que va a Boal y a menos de 1 km, en Valdedo, se ha de abandonar para entrar al valle de Barandón; que se ve encabezado por el Carondio y el Gargalois. Es amplio, con las caserías cuidadas y de muy buena construcción, edificios grandes, pintados de blanco, de muchos m2 bajo cubierta y con techo de pizarra. Se ven pueblos ricos, con buenas tierras de labor, prados de siega a la orilla del río, de diente y siega en las laderas y muy cercanos los pastos de montaña. Apreciamos un pésimo trazado de estas carreteras. Pasamos Pojos, El Couz y antes de llegar a Castanedo vemos a la izquierda, al otro lado del río, Aguamaroza (a mediados del s. XIX tenía 5 vecinos y 23 habitantes), con peor pinta que los anteriores. El último lugar habitado del valle y donde nos quedamos a esperar a los montañeros es Barandón, con sólo dos vecinos, que se ve con peor suelo y orientación que los otros, más pobre. Es accesible al tráfico rodado desde hace poco tiempo. Nuestros amigos llegaron polvorientos y algo desorientados. Perdieron el buen camino y hubieron de cruzar algunos tramos monte a través. Ya todos reunidos emprendimos el regreso hacia Valdedo pensando en comer bien, pero no hubo suerte, en este pueblo únicamente pudimos 687
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tomar una cerveza porque no hay casa de comidas. Nos encaminaron a Ponticiella (que a Antón le sonaba mucho porque conoció a varios oriundos y lo creía con buena infraestructura turística). Es un pueblo guapo, limpio y de cuidado aspecto, pero tampoco nos mató la gusa. Un muchacho nos guió en bici a una casa particular que daba comidas y lo seguimos con moderado optimismo. ¡Bien hicimos en moderar las expectativas gastronómicas!. Precede a la casa un enorme montón de cucho que cría y alimenta una legión de moscas, juguetes de plástico destrozados, sillitas de bebé y otros restos imposibles de identificar enmarcan el camino de acceso. La mesa ofertaba huevos fritos, jamón, chorizo y queso. De todo probamos. El chorizo sobró. Se comieron los huevos y corrió algo el jamón El vino también sobró. Todo ello 5.000 pts. La gente que merodeaba por el comedor no era muy comunicativa y no fuimos capaces de ligar una conversación fluida aunque intentamos varias vías. Lo único que sacamos en claro fue que era tierra pródiga en clérigos, no en balde tenía a mediados del s. XIX 20 ermitas privadas. El regreso se hizo por Boal. Repasamos el castro de Las Viñas (muy cerca de Boal), el de Pendia, más abajo, y el de Coaña al final. La carretera desde Navia está en muy buenas condiciones por las recientes obras de ensanche, mejora de trazado y firme. La vuelta a Oviedo fue rápida, cómoda, y de tan grata conversación como siempre.
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VALLE DE TOSANDE
VALLE DE TOSANDE CON APROVECHAMIENTO DE ALGÚN ROMÁNICO MENOR DEL N DE PALENCIA 6 de junio de 1998
Al principio dudamos un poco pero pronto optamos por el valle de Tosande. Alberga en su cabecera una tejeda de gran valor tanto por su extensión como por el tamaño y edad de sus ejemplares. Salimos de Oviedo hacia el S por la autopista A-66. Las más altas cimas en torno a Peña Ubiña están cubiertas por una tenue manta nieve. Pasamos León y paramos en Sahagún a buscar la revista que nos sugirió este viaje. Hay mercado y aprovechamos para dar una vuelta. La revista no la encontramos (dos kioscos hay oficiando de librerías para todo el pueblo) pero el mercado es, dentro de lo que hay en estos tiempos, de puro estilo castellano. Hay puestos de ropas de primera y segunda mano, verduras, hortalizas, quesos, embutidos, jamones, y esa especie de pincho o banderilla de pepinillo y cebolla que huele en todo el foro y le da un aire sureño. También alfombras, relojes y bisutería en manos de forasteros. Y muchos paseantes. La mayoría son hombres, cubiertos con gorra de estrecha visera, que se juntan en pequeños corros. Las mujeres atienden los puestos y realizan la compra mientras ellos charlan. Seguimos. Estamos en plena Tierra de Campos (antigua Campi Gothicorum). Recuerdo mis primeros estudios cuando, en la geografía de España, estudiábamos las regiones, provincias, y las comarcas de cada una. A mí, me parecía raro que en Asturias no tuviéramos más comarcas que La Marina, y me daban envidia otras provincias. 689
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Es un terreno plano, con apenas ondulaciones, tajado por las corrientes de agua. Esta llanura, dedicada mayormente al cultivo cerealístico, de Tierra de Campos es famosa en Europa por conservar una importante población de avutardas. Hoy domina el verde pero el monocultivo la hace monocroma. Falta la variedad de Asturias porque no tiene su rico tapiz vegetal. Paramos después en Saldaña. Los topónimos que encontramos a lo largo del camino son significativos y sonoros. Todos dicen algo perfectamente identificable con una realidad material: Bercianos del Real Camino, Calzada del Coto, Terradillos de Templarios, Villarrodrigo, etc. En Saldaña encontramos un pueblo parado en el tiempo. Podría ser el sábado, 16 de mayo de 1998, como el de 1988, 78, 76, 67 ó 56. Todo se mueve muy lentamente. Las casonas lucen sobre la puerta principal un escudo de gran tamaño que pregona un apellido linajudo. Estos blasones recubren compras de hidalguías en el s. XVIII (principalmente) donde los pequeños burgueses ennoblecen su sangre con cargo a algunos ducados. La plaza es rectangular y las viviendas que la forman apoyan su espalda sobre columnas de madera, rematadas por capiteles de clara inspiración romana (alguno podría ser original). Llama la atención una casa situada a la entrada que está hundida, literalmente, bajo el peso de un gigantesco escudo nobiliario. Vamos al museo local. Se aloja en las dependencias de la iglesia y sus fondos son, principalmente, romanos. No es gran cosa pero merece una visita. Está atendido por una chica pálida, amable y risueña. Nos dio unos cuantos papeles-guía. Se lo agradecí muy sinceramente porque estos mapas resultan, aunque esquemáticos, muy claros (mientras visitábamos el museo llegó un estrafalario personaje -leptosomático puro- a obsequiarla con un par de rosas de vivos y extraños colores). 690
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En esta parte de la provincia de Palencia hay abundantes restos de la romanización. Numerosas villas con columnas y mosaicos en muy buen estado de conservación. Son notables las de Olmedo, en Pedrosa de la Vega, y Quintanilla de la Cueza. Desde Saldaña vamos a buscar la capilla románica que se encuentra en el recinto de una granja de la Diputación Provincial de Palencia, la Granja de Tablares. Por la izquierda se ve desde la carretera una gran extensión vallada. Entramos por una pista de tierra flanqueada por viejísimos álamos, muy podados, con los troncos agrietados, y cercada en todo su recorrido. Ya muy cerca de los edificios nos saludan varios perros de gran tamaño que nos siguen. Desde la puerta principal vemos la capilla. Románico tardío y casi transición al gótico. Antón, con la puerta del coche abierta y apoyado en él, tira una foto miedosa. Seguimos hacia Roscales buscando otra iglesia románica. Juan Carlos la enfiló con tanta precisión como un misil. Dimos con ella a la primera, es más, Juan Carlos la vio desde la carretera. Hay que atravesar el pueblo hacia los huertos y se llega a su vera. Se trata de una construcción ya ruinosa. Tiene adosado el cementerio, lo que contribuye a su apariencia grandona y desvencijada. Nada notable, pero como acto pétreo de fe en un momento de la Historia merece ser visitada. A medida que avanzamos hacia el N desaparece la monótona horizontalidad y se presentan terrenos más quebrados. A la izquierda queda la sierra de El Brezo. Poco antes de Lomilla, en unos llamativos peñascos calizos, el agua modeló Las Tuerces. Es un paisaje cárstico plagado de lapiaces, cuevas y simas, similar al Torcal de Antequera, que figura en las guías como atractivo turístico. La caliza, difuminada por la niebla y con una extraña iluminación, parece cubierta por la nieve. La Iglesia de Lomilla, además de su belleza arquitectónica y espléndida conservación, goza de un emplazamiento privilegiado, en una “lomilla” 691
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frente a la sierra y en lo más alto del pueblo. Al acercarnos se levanta al paso un perrazo negro. Hubo suerte y ni se acercó. La definición del sagrado recinto -mediante muro y puerta de forjaañade gran belleza a toda la construcción. Se trata de una iglesia románica. Seguimos hacia Cervera de Pisuerga. Poco a poco el paisaje va cambiando. Ya se ven algunos relieves en cuesta (típicos del N de Burgos, Valle del Mena, algunas zonas del SE de Cantabria, etc.). Llegados a Barrio de San Pedro buscamos su iglesia. Es románica, de gran belleza y sólido porte, pero en estado ruinoso. Rodeada por una cuadra -cucho al pie-, un galpón y una vivienda que orea la colada justo frente a la más hermosa de sus ventanas. Patético. Desde aquí, ya vamos al Valle de Tosande en busca de la famosa tejeda. Es poco probable que lo recorramos pero seguro que lo localizamos. Unos cuatro km después de desembocar nuestra carretera -en Gatoral- a la que viene de Guardo, se presenta un cruce: por la derecha a Dehesa de Montejo y Herrera de Pisuerga y por la izquierda a Cervera de Pisuerga. Vamos hacia Cervera de Pisuerga y muy atentos. Tenemos mala cartografía y pronto saldrá, a la izquierda, el camino-pista que inicia la ruta de Tosande. Bajamos una cuestecilla y debemos encontrar un riachuelo. Pero no es tal. Sólo una zona húmeda como de un reguero. Por la izquierda se levanta una montaña, caliza en la cresta, que andará por los 1.800 m. Las laderas están cubiertas por manchones de hayas y roble quejigo. Tras una curva a la derecha vemos la pista que sale a la izquierda totalmente a contrapelo. Juan Carlos se siente tentado a cruzar la raya continua pero la prudencia de Antón consigue que cambie de sentido en un sitio legal, así lo hace. Dada la vuelta entramos en la pista. No parece en mal estado. Llegaremos hasta donde podamos. Hay una pequeña pendiente y, tras un breve llano, llegamos al arroyo, aquí acaba la pista. Tres o cuatro centenares de metros más arriba se ve una mina de carbón pero hasta ella no llega el coche. 692
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No hay más que un sendero. Y, fijándose un poco más, nos percatamos de que la margen derecha es toda una escombrera. El camino sigue río arriba. Al paso se encuentran encinas y roble melojo. Cuando el valle se ensancha aparecen las praderas. En las zonas umbrías y ganando altura se desarrollaron rodales de hayas. Al final se toma un camino que sale por la izquierda. Aquí empieza una subida de acusada pendiente, pero muy pronto entramos en la tejeda. Se trata de un bosquete de grandes dimensiones -considerando que se trata de tejos- en el que hay ejemplares de gran tamaño y, posiblemente, algunos milenarios. También crecen sabinas y enebros. La tejeda del valle de Tosande quedará dentro del futuro Parque Nacional de la Montaña Palentina y está propuesto por Castilla-León para la Red Natura 2000 de la Unión Europea. Es un paisaje de contacto entre el atlántico de la falda S de la C. Cantábrica y el mediterráneo-continental de la Meseta. Creemos haberlo localizado pero hay que estudiar más y mejorar la cartografía. La presencia de una mina ha tener mejor acceso que éste y es probable que haya carretera desde otro punto. La mañana avanza. Entramos en Cervera de Pisuerga. Es un pueblo grande y tal día como hoy, sábado, con bastante vida. Se ve gente foránea, sin duda atraídos por el rico patrimonio de esta zona palentina. Vamos a la Oficina de Turismo. Antón compra un libro y carga algunas cosas inútiles que más tarde olvidará en el coche. Partimos para Mave porque queremos ver el monasterio de Santa María. Entramos en el recinto atravesando un jardín en el que hay grandes árboles. Llegamos ante el hotel (citado en hoteles con encanto de España) y dejamos el coche en el aparcamiento, donde unos cuantos proyectos de árbol darán buena sombra dentro de unos años. Tiene la fachada cubierta de hiedra de hoja caduca que en el otoño tiñe de rojo teja y cobre dando una gran belleza a la pared. 693
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En un prado limítrofe huyen unos cervatillos a refugiarse en una cercana arboleda. Una estampa inesperada que pone una nota de alegre infantilismo en el entorno. Entramos en el hotel, damos directamente con el claustro y con las antiguas dependencias transformadas en viviendas. Este monasterio fue fundado por los benedictinos en 1208 y con la desamortización se privatizó todo menos el templo. Es una construcción de techo muy alto, de piedra roja oscura, y estilo románico con algunos apuntes hacia el gótico. Consta de tres naves con tres ábsides semicirculares. Las antiguas edificaciones del convento y las añadidas en el s. XVIII le dan un aire desvencijado. El acceso principal está dentro de una portalada de manera que no es visible desde el exterior. El hotel se instaló en una de las viviendas adyacentes al claustro. Ocupamos mesa Juan Carlos y yo -¡ya tenemos apetito!- y muy pronto somos atendidos. Vino de Ribera, pisto castellano y caldereta de cabrito (asado previo encargo). En el pequeño jardín crecen grandes matas de peonías.
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EXCURSIÓN A TIERRA DE CAMPOS
EXCURSIÓN A TIERRA DE CAMPOS
Llovía y el pronóstico meteorológico anunciaba nieve por encima de los 500 m en la Cornisa Cantábrica. Con estas expectativas nos dirigimos a la meseta sabedores de que, en general, el tiempo es mejor allí cuando aquí es malo. Fuimos directamente a Tierra de Campos a la que entramos desde Mayorga. Aunque por este pueblo ya pasamos en numerosas ocasiones y de esta comarca conocemos los mejores ejemplares del románico (excepto Juan Carlos que los conoce todos) hoy íbamos en busca de aquellos de menor nota. En Mayorga vimos una torre y hacia allí enfilamos. Era una iglesia con hermosa reja de hierro protegiendo el pórtico. Estaba abierta y entramos. ¡Susto!. El suelo estaba lleno de colillas, un tinglado a modo de barra de bar, altavoces, y una señora procedía a limpiar -escoba en mano- los restos de la fiesta de la noche del sábado. Nos causó una sorpresa mayúscula. Esta misma señora nos informó de que aquello era un pub llamado “La Catedral de Canterbury”. No hay duda de que se trata de una iglesia aunque hoy esté dedicada una actividad profana (no sabemos si se trata de arriendo o venta). Seguimos preguntando y encontramos la parroquial, dedicada a Sta. Ma de Arbas, estaba cerrada y de factura parecida a la primera. Salimos para Villalón y llegamos cuando aún no se había deshecho el mercado, pobre en productos y marchantes. En la plaza destaca el espléndido rollo -gótico- pero la iglesia estaba cerrada. El pueblo se conserva 695
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bastante bien y los nuevos edificios guardan dimensiones y estilo acorde con los viejos. Pensábamos ir directamente a Paredes de Nava, pero un despiste nos llevó a Fuentes de Nava.Tiene dos iglesias pero no pudimos entrar en ninguna. La que vimos es grande -no sabemos a qué santo/a está dedicada pero creo que es la de sta. María- y tiene la portada de estilo renacentista. La de san Pedro tiene una torre llamada La Estrella de Campos, y la otra iglesia, la de sta. María, guarda un interesante artesonado mudéjar. El pueblo no merece otro comentario. Paredes de Nava está a orillas del río Retortillo y junto a la desecada laguna de Nava1. Cuando llegamos nos dirigimos rápidamente a la iglesia de sta. Eulalia -construcción del s. XVI de dimensiones catedralicias- con la buena fortuna de encontrarla abierta, al organista ensayando y el cura preparando la boda que iba a celebrar pocos minutos después. El órgano es majestuoso y con el mueble muy bien conservado, dijo el cura que era del s. XVI y el mueble barroco. El retablo tiene algunas tablas de interés. Aquí nacieron Jorge Manrique, Pedro Berruguete y el hijo de éste, Alonso. En la plaza que hay al lado de la iglesia se celebraba un mercado de absoluta mediocridad: inmigrantes con los típicos cachivaches y algunos tenderetes de ropas, destacaban las mesas con ajos porque tenían pocos ejemplares y pequeños. De Paredes de Nava vamos a Becerril de Campos y en un barbecho de la izquierda vemos una bandada de avutardas2. Antón se pone nervioso, sale del coche casi en marcha consigue tomar alguna fotografía, pero pronto huyeron. La avutarda es la especie de mayor peso de las aves peninsulares, está en regresión por el cambio de cultivos y usos de la tierra. 1. Fue convertida en campo de cultivo por el Instituto Nacional de Colonización. 2. Quedan unas 7.500 en Castilla-León, 5.000 de las cuales en Tierra de Campos. El mayor peligro es la transformación de estepa cerealista en regadío. En julio de 1993 la Comisión Europea acordó financiar el 75 % del programa “Estepas cerealista de Castilla y León”. Los agricultores que adopten medios de producción agraria compatible con la conservación de la fauna de las estepas durante un plazo mínimo de 5 años recibirán 15.000 pts/ha/año.
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En Becerril de Campos encontramos la iglesia abandonada, caído el techo y algunas paredes, con un coche ruinoso ante la puerta principal -de precioso románico- y ante él un tendal, todo rodeado de un pestilente olor. Los escasos transeúntes nos miran con sorpresa por la atención que prestamos a aquellas cuatro piedras. Se conservan restos de murallas en la plaza mayor. Camino de Grijota cruzamos el Canal de Castilla3 en un punto que tiene una preciosa esclusa y donde merece la pena detenerse. En Grijota encontramos un espléndido recibimiento y si nos descuidamos se cuela medio pueblo en el coche para mostrarnos el camino y la iglesia (resultó curioso el comportamiento de una señora que nos indicaba el camino, dentro de casa estaba el marido y cuando éste quiso intervenir ella lo acalló con energía: se envalentonó el hombre, tomó el mando de la explicación y en dos palabras nos orientó correctamente). La iglesia de este pueblo está a un lado del casco, en una explanada con pretensiones de parque y con algunos arbolillos recientemente plantados. Románica y con bastantes elementos originales, muy bien restaurada (d. Cayetano Enríquez de Salamanca alaba la labor y el gusto del párroco). Cuando llegamos a Husillos no había un alma por la calle pero tuvimos suerte, salían de la iglesia un hombre y una mujer de desmontar el Nacimiento y nos dejaron efectuar la visita, además, sin prisa. Es una iglesia enorme, también muy adecuadamente restaurada, tiene algunos sarcófagos, lápidas -en las paredes- con textos, y elementos románicos que indican que fue una obra ambiciosa. Lo más interesante es la sacristía y las dos capillas. En las paredes hay pocas imágenes -las han retirado y están en la sacristía- y algunos retablos sencillos. 3. El canal de Castilla fue concebido en el s. XVI, empezado en el XVIII y terminado en el XIX, es decir, cuando llegaba al final de su teórica vida útil, la falta de recursos y las guerras continuas impidieron la obra. Empezó con Fernando VI a propuesta del Marqués de la Ensenada. En 1751 terminó los trabajos preliminares el ingeniero francés Carlos Lemaur, empiezan las obras del Canal del Norte en 1759 y enlazan con las del Canal de Campos en 1792. Se trataba de dotar a Castilla de una vía de transporte competitiva para facilitar la salida a Santander. Tiene 207 km de recorrido. Por él circulaban barcazas tiradas por mulas por los llamados caminos de sirga, y a sus orillas se instalaron fábricas de harina, batanes de paños de lana, pieles y curtidos.
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En Monzón fuimos directamente al castillo que data del s. XIV (hoy hotel). Tiene un emplazamiento privilegiado en un cerro desde el que se alcanzan a ver -y reconocer el Coriscao, el Espigüete y Mampodre. Soplaba un aire fino: El aire de Castilla es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil. Para lo que se recomienda: Enero leña vieja rancio vino fresco tocino y nueva pelleja. En este pueblo hay una fábrica (fundada hacia 1910) en la que se trata la remolacha azucarera. En sus inmediaciones encontramos colas de camiones y grandes tractores cargados de esta raíz. Ya se acerca la hora de comer y marchamos hacia Villalcázar de Sirga o Carrión pasando por Amusco. Entramos en este último pueblo a ver la iglesia de san Pedro -también románica- y con un gran órgano. Las arcadas de la portada tienen alguna talla muy bien conservada. Por allí andaba el cura, también éste desmontando el Nacimiento, empujando la carretilla. Le preguntaron Tomás y Juan Carlos por un buen sitio para comer: -Aquí, en La Sinagoga, vais a comer, ¡y bien! 698
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Fue tan contundente -de esto saben mucho los curas- que nos encaminamos al bar rápidamente. En un sotanillo en lo que fue una gran bodega del s. XVI, de arcos apuntados, hay un restaurante muy acogedor (para darle dimensiones adecuadas al nuevo uso se rellenaron de tierra los 2,5 primeros m). Decoración y cocina castellana con aire medieval donde encontramos lo mejor de la matanza y sus partes más nobles: chorizo, morcilla, lomo, jamón, cecina, y también unos tacos de queso. El vino era un clarete oscuro procedente de la tierra y de fácil beber. Terminamos con lechazo asado, tarta hojaldrada con helado y chocolate caliente4. El chaval que nos atendió se movía con soltura y manejaba tan bien la oferta gastronómica como la historia del lugar (parece que cada casa de esta plaza cuenta con una bodega de este estilo y que en épocas duras para los judíos aquí se refugiaron y convirtieron las bodegas en sinagoga). Después de comer y con la intención de vencer el sopor post prandial visitamos otra iglesia en las afueras del pueblo, en una especie de plataforma que le da una airosa figura, la de Nuestra Señora de Fuentes, también románica y con algunos elementos restaurados como ventanas y capiteles de gran calidad artística. Como era vista desde muy lejos la llamaban El Pajarón de Campos. Fuimos desde aquí a las Amayuelas (de Arriba y de Abajo), pueblos sucios y destartalados ambos. En la iglesia del primero nos encontramos, como en gran parte de las últimas, con que dicen que la llave la tiene el cura de San Cebrián, pero con cierto retintín que hace pensar que está en alguna casa del pueblo y tienen instrucciones de no permitir el acceso a nadie. Terminamos el recorrido en Manquillos. Después nos encaminamos a Carrión de los Condes para conocer la hospedería de San Zoilo y el museo del monasterio de Las Clarisas. Es un muestrario de los bienes que esta insti4. España fue el primer país de Europa que conoció el chocolate. Lo encontraron los conquistadores españoles en 1520 en Méjico (calahuatl o chocolatl). Las primeras obras sobre este alimento las escribieron el Licenciado Antonio Colmenero Ledesma (1631) y el capitán Castro de Torres (1640). Siempre tuvo gran prestigio en nuestro país y que alcanzó el cénit cuando los papas Pablo V y Gregorio XIII dijeron que no rompía el ayuno. Se llegó a decir que “lo único malo del chocolate es que no es pecado mortal”. Durante el s. XIX su consumo casi llegó a la adicción.
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tución ha ido guardando: tablas, tallas, casullas, muebles y algunas pedrerías. Personaje pintoresco es el guarda, anciano jubilado, que explicaba las piezas más notables con el orgullo de quien muestra lo propio. Hizo mención de cierta abadesa que fue consejera de Felipe V, y de una de las monjas (presentes en la actual clausura) que, con más de 80 años, aún pinta con notable arte. Entonaba toda su palabrería con un monótono sonsonete. Nos informó de que hay en la provincia de Palencia 311 monjas; y 3 aspirantes que están en este monasterio. Le compramos unas pastas (amarguillos) hechas por las reverendas y nos hizo saber su condición de jubilado, por lo que le dimos una propina. El suelo de esta desesperante llanura de Tierra de Campos, tal vez la mayor superficie plana de la Península, está dedicado principalmente al cultivo cerealista. La forma más tradicional es la de año y vez (una cosecha cada dos años), que en la mayor parte de la región se practica con el terrazgo cerealístico dividido en hojas, de manera que el barbecho y la siembra están contiguos. También se dan cultivos de regadío de los que el más significativo es la remolacha, gracias al impulso de la industria azucarera iniciada a finales del s. XIX. De la llanura sobresalen, sobre todo en las proximidades de los pueblos pero situados en el campo, los preciosos palomares. Son construcciones de planta circular -la mayoría- o cuadrada, de paredes de adobe y techo de teja plana, con remoto parecido a las pagodas. Cobijan centenares de palomas que se alimentan en los sembrados cercanos y son fuente barata de proteínas. El carácter extensivo de la explotación agraria y el escaso desarrollo industrial hicieron una comarca poco poblada. La población rural vive agrupada en núcleos alrededor de las iglesias, con escasos servicios (algunas tiendas y bares) que no incluyen ferretería, ropa, ni, mucho menos, librería. El emplazamiento de los pueblos se eligió más por una posición cómoda, para trabajar el agro y próximos al agua, que defensiva. En esta tierra de ba700
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rro y arcilla, las paredes eran de estos materiales -adobe- cocidos los ladrillos al sol, construidas sobre una base de cantos rodados. Son casas de reducidas dimensiones, de una altura y el sobrado; las de los campesinos acomodados tenían dos pisos, balcones con rejas de hierro y las paredes recubiertas de falso ladrillo, muchas con bodega subterránea. La parte de atrás era tan ancha como la manzana -son casas muy profundas- y comunicaba con la calle por un portalón, donde están las dependencias agrícolas. Las construcciones, en cuanto se alejan del primitivo núcleo, se colocan con desorden en un espacio sin organizar. También, según la distancia, aparecen basureros, plásticos, neveras, lavadoras, coches abandonados, y toda la gama de los restos imputrescibles que trajeron los nuevos -y baratos- materiales. Este paisaje de la llanura corresponde al fondo de la gigantesca laguna que anegó la sub-meseta norte. La distinta consistencia de los materiales originó una actuación diferencial en la erosión, de manera que se desmantelaron algunos fácilmente y se modelaron estas llanuras onduladas que se llaman campiñas. Otras veces, cuando la erosión encontró materiales más duros, dejó páramos. Algunos de éstos quedaron reducidos al simple testimonio de cerros, en los que se encuentran cristales de yeso en macla de punta lanza (el que conserva todas las capas y se llama cerro testigo) como en el caso del Cristo del Otero, en Palencia, que vimos cuando salíamos de Grijota, y el cerro de Almenara, en Medina de Rioseco. La región de los páramos se encuentra al sur de nuestra posición. Es el campo ondulado, y los caminos ya ocultan los viajeros que cabalgan en pardos borriquillos, ya al fondo de la tarde arrebolada elevan las plebeyas figurillas. ... ¡Oh tierra ingrata y fuerte, tierra mía! 701
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¡Castilla, tus decrépitas ciudades! ¡La agria melancolía que puebla tus sombrías soledades! ¡Castilla varonil, adusta tierra, Castilla del desdén contra la suerte, Castilla del dolor y de la guerra, tierra inmortal, Castilla de la muerte! (d. Antonio Machado) QUIÉN ANHELE PENSAR CON GRANDEZA DEBE VAGAR POR GRANDES ESPACIOS (Martín Heidegger)
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EXCURSIÓN A OCEAÑO
EXCURSIÓN A OCEÑO 19 de noviembre de 2001
Juan Carlos sorprendió cuando anunció que iríamos a Oceño. No estaba en nuestros planes porque se superan 500 m de diferencia de cota en 3,5 km y 10 curvas de 340°, pero tampoco parecía razonable plantarse y menos todavía discutir. Se trataba, dijo, de recorrer unos cuantos km de pistas abiertas recientemente para prestar servicio a la concentración parcelaria. Veremos. Estudio el mapa de escala 1:50.000 en busca de itinerarios sin desnivel pero no encuentro, los que hay no son muy acusados pero de llano no hay. Quedamos, como siempre, a las 9.00 en el bar de costumbre y salimos poco después. Paramos en Cangas de Onís en una cafetería, recomendada por Tomás y nueva para nosotros, a tomar café y un pincho. La tortilla era un mal empastado de secano y el revoltijo que ingirió Antón le resultó tan sospechoso que ni le gusta que le pregunten por el misterioso picadillo. A Oceño se llega por la carretera PA-2 que arranca de Mildón, en la AS-l14, que va de Cangas de Onís a Panes. La imagen que dan los mapas de esta carretera es mucho peor que la realidad. Se trata de una carreterita modesta, estrecha, con barras de quitamiedos en todo su recorrido y que no ofrece peligro alguno. Llegados a destino, Juan Carlos echa pie a tierra el primero, se informa de un lugareño y casi a empujones nos mete de nuevo en el coche: 703
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-Sigue, Pepe, se puede ir mucho más arriba. -Bueno, bueno. Iremos, pero... es mi coche. ¿No? El camino que sigue está hormigoneado y en las curvas tiene un rayado para evitar patinazos. La bondad del firme es desigual. Dejamos el coche y empezamos a caminar. Juan Carlos se pone en marcha y Tomás le sigue rápidamente. Pepe y Antón van más lentos. Inician conversación y se van quedando rezagados. Pepe está en buena forma y Antón pronto le resulta un lastre. -¡Ánimo Antón!. -Ya, si no camino más rápido es por no cortar esta estupenda charla. Se oye un motor. Se trata de un Land Rover amarillo yema de huevo. A bordo van dos chavales, uno queda al pie de una cabaña, y al conductor le hago señas para que me recoja. Pepe ya me adelantó hace tiempo y me saca más 200 m. Al pasar a su lado el conductor le invita a subir y se detiene a su lado. -Déjelos, que éstos quieren hacer ejercicio como Dios manda. -¡Será cabrón este tío! Pepe ríe pícaramente y nos deja partir. Poco después rebasamos a Tomás y a Juan Carlos. Al poco trecho el conductor va a su cabaña y queda Antón esperando a sus amigos. La panorámica es más curiosa que espectacular. Girones de niebla quedaron pegados a las montañas. Así como el topónimo Beleño parece que tiene relación con el dios prerromano Belenus, Oceño, con igual sufijo, también suena a muy antiguo. En el sur hay muchos nombres que son inteligibles, X del Camino, X de la 704
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Calzada, X de Campos, X la Encina, X de El Páramo, X de los Caballeros, X de los Guzmanes, Villa X, X de la Frontera, X de la Orden, etc. En Asturias es frecuente que algunos sean crípticos, como Malleza. Se ven paredes rocosas y entre ellas se localizan los valles. Al E destaca la silueta de la Mota Cetín y otras cumbres más difíciles de determinar. Lo que se ve claro es el Macizo Occidental de los Picos de Europa, que permite reconocer al Cuvicente, al Jultayo, la entrada del valle del Cares hacia León y adivinar el emplazamiento de los lagos de Covadonga. Del Macizo Central de los Picos de Europa se reconoce el Naranjo, Torre Cerredo y Los Cabrones, pero hay mucha nieve en las cumbres y las nubes no permiten contornear bien las cimas. En los primeros planos está el enorme murallón que cierra las praderías de Tielve. El río Cares tiene un curso paralelo a la línea de costa, al E, también El Piloña; mientras el Nora lo hace al O. Al norte cierra El Cuera; de esta sierra localizamos Peña Blanca y el pico Turbina. Desde aquí, recto hacia el sur, llegaríamos a la carretera que va de Sotres a Tielve, y a Peña Tajadura, adonde nos trajo Tino ya hace unos cuantos años. Llega Juan Carlos el primero y muy pronto Pepe y Tomás. Seguimos por la pista. Queda a la izquierda un camino que parece rodear el pico Trespando y que dejamos atrás. Seguimos hasta la collada Corrales de Trespando. Se abre una amplia pradería que da vista al cañón por el que se descuelga el río Rubó. No hay dudas y de nuevo tomamos la pista hasta su final, al lado de una cabaña. El ganado que se ve es mayoritariamente vacuno aunque también hay algo de ovino. Llama poderosamente nuestra atención la intensa actividad que se despliega. Son numerosos los vehículos, de toda marca y condición, que llegan a las cabañas para ver el estado de los animales y sus necesidades. Se ve bien Oceño desde aquí. Es este pueblo de tan reducidas dimensiones que da la impresión de que no hubo abandono, de que todos quedaron al cuidado de sus explotaciones. Es un conjunto de casas repegadas 705
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contra un abrigo rocoso y orientadas al suroeste. No se ve agricultura, lo que no resulta extraño porque este territorio es claramente área de pre-Picos de Europa y tiene una meteorología mucho más dura de lo que, por su altitud, le correspondería. Alrededor se encuentran fincas de diente, algunas sin divisiones visibles y otras cerradas por postes con alambrada de espino. A medida que se gana altura aparecen los grandes prados cerrados por muros de piedra, de desiguales dimensiones y la mayoría con cabaña. En algunos casos parece que se trata de apropiaciones del común porque se ven a modo de islas, entre los pastos comunales mientras que en otros, la mayoría, se aprecia que la privatización se consolidó en tiempos antiguos. Dice d. Pascual Madoz en su diccionario: “San Juan de Oceño, Partido judicial de Llanes, Ayuntamiento e Peñamellera. Terreno escabroso pero bien ventilado. Clima sano. 30 casas, algunas cabañas de pastores denominadas Caraspión, Nario y Tajadura. Iglesia servida por un cura de ingreso y patronato real. Produce maíz, trigo, escanda, habas, patatas, leñas y excelentes pastos. Ganado vacuno y lanar. Caza mayor y menor y alguna pesca. Elabora quesos. 30 vecinos y 450 almas” En la Enciclopedia Asturiana figura con 153 habitantes. Y el dominical DICCIONARIO DE LNE le da 50 habitantes. Celebra esta pequeña localidad su fiesta patronal el 24 de junio. Como otros núcleos rurales acusa irreparable descenso demográfico. Abandonada la pista se avanza por un camino mitad abierto en la piedra y mitad empedrado. De nuevo quedan rezagados Pepe y Antón aunque éste último ha recobrado la forma. Caminamos entre algunas hayas de gran porte.
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Ya domina el invierno. Más arriba topamos con una haya tocada por un rayo y desmochada en la guía, hay otras tumbadas por el dedo de Júpiter. Juan Carlos y Tomás ya alcanzaron el punto de llegada y allí esperan mientras observan -y son observados- algunos buitres que, fijos en un cantil, no les pierden de vista. Al frente hay una collada pero con mucha nieve y no nos atrevemos. Otro día seguiremos hasta Tamandón, donde nace el río Rubó, y Corrales de Cocón, origen del río Cocón, que más abajo pasa por San Esteban de Cuñaba. Iniciamos el descenso. Cuidamos los pasos porque la nieve ablandó mucho, no aguanta la pisada y podemos dar un mal paso. Al llegar la collada de Trespando sigue Antón solo hacia el coche mientras Pepe, Juan Carlos y Tomás continúan por la pista que rodea al picacho en busca de una buena panorámica del valle del río Cares. En esta zona se encuentran la mayoría de los grandes prados citados. Camino ya de la carretera general hacemos un alto en el mirador: magnífica vista. En el mapa figura una central eléctrica, la de Mildón, que estuvo activa hasta principios del s. XX. A la salida del pueblo recogemos unas cuantas lepiotas que habíamos localizado al entrar. Echamos pie a tierra y se las entregamos a Pepe. El regreso lo hacemos por Llanes para contemplar los, ya famosos, cubos de Ibarrola. Buscamos anchoas en conserva de cierta marca que nos recomendaron pero no encontramos. Tomás nos lleva a Posada de Llanes a una tienda estupenda aunque tampoco hay suerte, pero no nos vamos con las manos vacías: compramos, garbanzos, galletas, y algunas otras cosas. Un encanto la tienda y el tendero. Se acabó el día. 707
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CONTRA CORRIENTE A ORILLAS DEL RÍO COLOR 3 de marzo de 2001
Perseveramos. Con alguna frecuencia se justifica el día con la comida y se complementa con algo de arte. Lo que no está mal, pero una caminata es insustituible. Y aquí estamos. Un par de centenares de metros antes de entrar en Sevares, procedentes de Oviedo, nos desviamos hacia La Piñera. Es un pueblo pequeño, de bien conservada arquitectura, y con la trama viaria que le es propia como aldea. Se asienta en la base de la sierra de Pesquerín, a unos 100 m de altitud. Viajamos en el coche de Pepe y atravesamos el pueblo como saetas, con lo que apenas tuvimos tiempo para reparar en la belleza del lugar y menos todavía para charlar algo con los lugareños. Así perdimos la capilla dedicada a san Esteban y cuya fiesta se celebra el segundo domingo de agosto. Una vez travesado el río, y el pueblo, seguimos en el coche por un camino con buen firme y mejor trazado. Tomás y Juan Carlos habían oído hablar de esta excursión, y Antón recordaba vagamente haber estado pescando por allí. Empezamos la jornada después de aparcar el coche en el punto que nos pareció idóneo. 708
CONTRA CORRIENTE A ORILLAS DEL RÍO COLOR
Prados de diente y corta a ambos lados rodeados de paredes de piedra. Al poco dejamos a la derecha una casa dedicada a vivienda secundaria y, enseguida, entramos en un bosquete. Vemos castaños y algunos robles. El camino mantiene su cómodo andar y lo único lamentable es que avanzamos muy rápido. Apenas hay tiempo para el disfrute. Menos mal que Pepe aminora el ritmo de cuando en vez para oír el canto de los pájaros. -Sabemos por qué cantáis. Golfos. Les grita en tono cómplice. Se llega a un punto en el que el camino hace como una plazuela idónea para aparcamiento. Aquí Juan Carlos se lanza a cruzar el río por un puente estrecho y unipersonal. Antón, que va el último, sigue los gritos y para en seco. Pretenden que los siga... Sin dudar dice que no a la primera y retrocede hasta pisar tierra firme y segura. Juan Carlos repasa el río y Tomás se ofrece para ser lazarillo. Antón cierra los ojos y con las manos en sus hombros le sigue los pasos. Y todavía ha de aguantar a Tomás diciendo que esto del miedo es sicológico!. Merecen maltrato. Juan Carlos camina como con fuego a popa. Cuando ya tiene mucha ventaja se detiene, mira atrás, saca el mapa y nos hace alguna aclaración. No se sabe si tiene miedo a perderse o a perdemos. Los musgos tapizan el suelo del bosque y los líquenes adornan las ramas dándoles una belleza neogótica. Es el reino de Astérix y Merlín. ¡Bendito el tiempo que lo fue criando!. Llegados a un prado encontramos en él una senda puramente peatonal que lo cruza para salvar el camino embarrado, optamos optamos por eludir el barrizal. Saltamos al prado, dejando siempre el río a nuestra derecha. Más adelante se desdobla: una vereda sigue la ribera del río y otra se separa 709
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por la izquierda. Seguimos la más próxima al agua. Un poco más arriba, al otro lado, hay un molino en buen estado, o lo parece. Se ve una conducción de agua y sobre ella un árbol de grandes dimensiones caído. Quizá sea un vado en el estiaje pero ahora resulta imposible. Lo abandonamos. Salimos al camino principal que de nuevo nos lleva al río. Juan Carlos se pone nervioso. Vocea llamando a Tomás (se había adelantado hasta perderlo de vista) y toca a concejo. Volvemos atrás. Bien hicimos porque pronto llueve y muy tupido. Apretamos el paso y ganamos el coche al borde de la plena mojadura, pero tan temprano es que estamos algo desorientados sobre lo podemos hacer hasta la hora de comer. Decidimos, sobre la marcha, comer en Ceceda y, entretanto, dar unas vueltas por los alrededores. Salimos por Caldevilla y Juan Carlos se empeña en llevamos a El Pico. Juan Carlos clava el dedo en el mapa y se empeña en que estamos cerca. Llegamos a El Pico y mejora la vía y el paisaje: Sierra de Pandemules, Vízcares, hasta El Sueve y el tajo que marca la desembocadura del Sella. Un lugareño nos orienta y anima a seguir un poco más. Hace rato que no llueve pero el camino encauza a duras penas una tremenda arrollada y para el coche ya es algo arriesgado. Volvemos al valle del Piloña. La carretera es mucho mejor. Pronto llegamos a Priaes, y muy felices por estar sanos y salvos. Dejamos a la derecha la iglesia de Llames, románica, y nos encaminamos a Ceceda para comer.
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SUBIDA, ESCALONADA AL PICO REQUEXINES
SUBIDA, ESCALONADA, AL PICO REQUEXINES 3 de mayo de 2003
Pepe, Juan Carlos, Tomás y Antón, protagonizaron la salida de este fin de semana. Pese a la venida del Papa, perdió el Real Madrid. Tomamos café y nos ponemos en marcha, aunque no sabemos hacia donde encaminarnos. En el semáforo, en el coche de Pepe, decidimos salir hacia el valle del Aller. Tomás improvisará y nos llevará a un lugar digno. Juan Carlos colabora y propone el lago Ausente.Al pasar por Felechosa, previsor como es, Tomás reserva mesa. Puerto arriba nos embelesamos con la Vida que despierta en prados y, especialmente, bosques. Un magnífico hayedo faldea la margen izquierda del río. Trazamos planes para que Tomás nos lleve a El Gumial, atravesando el bosque y chapoteando en las cascadas que hay. El hayedo de la margen izquierda del río San Isidro se extiende desde el monte La Llana hasta la peña El Alba. Y al pie del monte La Llana también hay algún bosquete de roble albar y abedul. El puerto de San Isidro (1.520 m) establece la divisoria administrativa y de aguas. Entramos en la cuenca del Duero y llegamos a la urbanización San Isidro. Se trata de un área de gran extensión. Hormigoneada, asfaltada y preparada para recibir unos cuantos centenares de coches en época de esquí. A los lados, grandes prismas huecos y adaptados para viviendas temporales. Algo más lejos, algunas casitas de diverso pelaje en las camperas antaño dedicadas a pasto. Bueno, hoy también son pasto pero de los urbanitas. 711
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A Antón le domina la aversión que siente por toda usurpación de terrenos comunales y se embala: -Deberían dinamitar estas construcciones. Se puede venir a esquiar desde Oviedo o León sin problema alguno. -Si, como parece, estas construcciones se asientan sobre el común, los que no tenemos cabañita somos verdaderos bobitos. En este sector centro oriental de la cordillera se encuentran cumbres en la línea divisoria que superan los 1.800 m. Son los más altos: Torres (2.100 m), Toneo (2.091 m), y Nogales (2.073 m). Desde el aparcamiento de la estación de esquí emprendemos la marcha. El día luce espléndido aunque la brisa es francamente fría. Antón pronostica pronto empeoramiento de la situación meteorológica a juzgar por la estela que dejan los aviones. Todos aparentan creerlo y él, metido a meteorólogo, teme errar. Mira al cielo de continuo pero las nubes que hacia el sur se ven, no avanzan. Malo, habrá cachondeo. Tiempo al tiempo. Llovió, granizó, hasta nevó en la cordillera, y Antón esquivó la murga que le rondaba. Llevamos el coche hasta donde se toman los remontes y entramos en la pista que sale hacia el este. Tras llanear algo más de 2.500 m se llega a un punto del que parte, a la derecha, un sendero y que Tomás indica como el camino para el lago. Inexplicablemente seguimos, tal vez despistados por el grupo que va delante, y llegamos al final de la pista. Un sendero sale por la derecha y un par de metros más allá blanquea un nevero. Pepe y Tomás emprenden la marcha sin esfuerzo y Juan Carlos y Antón, con algo más de esfuerzo y un mucho de prevención, también. Pocos pasos después abandonan los rezagados, retoman la pista y abordan la subida por la senda que antes dejaron. Excelente idea. Cómodos y animados, llegamos a la orilla del lago. 712
SUBIDA, ESCALONADA AL PICO REQUEXINES
Orlado por algunos neveros, el lago estaba deslumbrante. De aguas verde-azuladas, muy limpias, transparentes y profundas, rielaba bajo el Sol, y entornando los párpados rutilaba como un lecho de diamantes. Ya habían llegado Pepe y Tomás que, bordeándolo de norte a oeste, trepaban hacia la cima del Requexines. Calmados, Juan Carlos y Antón siguieron sus pasos y alcanzaron la primera repisa, pero pronto descubrieron que a esta altura sólo había más brisa y regresaron. Vieron mucho más que los que tomaron Requexines: por el E, el macizo de Mampodre se recorta con toda nitidez y parece a un tiro de piedra; el Rución (1.782 m) y el San Justo (1.956 m), más próximos, cubren la carretera al puerto de Las Señales; al N del San Justo está El Abedular y tras él Peña Ten, casi en último plano, porque el último lo dibujan los Picos de Europa. La pista de Vamba repta hasta la collada La Bezal, al E la Peña del Viento, La Rapaína y La Rapaona, ambas de muy mala fama por inasequibles; al N.NO se recorta el afilado colmillo del Torres. Con Tino hicimos tres de las salidas montañeras que se columbran desde esta pista: • Al Torres, que él casi coronó y quedamos a media falda, por encima de la collada que lo separa de su siamés, nosotros. • A la Ventana del Cantábrico, arco pétreo al este del Torres • A la collada la Bezal, en la que recolectamos varios champiñones de gran tamaño. Fue la primera vez en la que nos acompañó Pepe. ¡Qué suerte tuvimos!. Ganamos excelente amigo y compañero. Muchos años, muchos km y muchos lances nos unen... Y por muchos años. El relieve y la geomorfología de esta zona, por encima de 1.500 m, fueron retocados por el glaciarismo cuaternario al que deben su actual forma. El lago se asienta sobre una cubeta excavada por la lengua de hielo que salía del pequeño circo formado por el arco montañoso formado por el Requexines y el Pico Ausente. 713
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Juan Carlos y Antón, al regreso, a paso lento, observaron los materiales glaciares y fluvio-glaciares depositados y la abombada forma que tomaron, así como alguna charca ya colmatada. Juan Carlos, en sus tiempos de colegial interno, subió al Toneo y cresteó toda la cimera hacia el oeste hasta descolgarse por la cara norte del lago. Con neveros y pantalón corto realizó la travesía y, para rematar, se bañó en el lago. Lo recuerda, incrédulo, ante las dificultades que a la vista están. Está muy invernado todavía y apenas algunas flores asoman, salpicando en las praderas que dentro un par de semanas serán vergeles. Algunos dientes de perro, narcisos, prímulas; la más bella entre las bellas: la genciana que luce el azul más puro y uniforme que se puede encontrar y, por si fuera poco, con el estambre y los pistilos de un blanco coqueto en el centro de la corola. No hay en la zona estaciones meteorológicas y los criterios para determinar el clima se toman de la vegetación (fitoindicadores). Así, el piso bioclimático montano alcanza los 1.600/1.700 m y a partir de esta altura entra el subalpino: es decir nuestro recorrido se hizo principalmente dentro de este último ámbito. Las plantitas encontradas son rastreras y están pegadas al suelo, claramente se amparan de los vientos fríos y fuertes que soplan durante gran parte del año. Llegados al coche, Juan Carlos construye una flecha con piedras que debe leerse: -Seguimos hasta que nos alcancéis. Los que se perdieron en el cañón del río Lobo bien lo entendieron y nos encontraron en los remontes. Tomamos cerveza, un breve descanso y salimos hacia Felechosa Llegamos a Oviedo poco más que a media tarde. Estupendo. Todavía queda mucho tiempo libre. 714
SALIDA POR LA SIERRA DE PENOUTA
SALIDA POR LA SIERRA DE PENOUTA (BOAL)
No tiene esta salida gran interés montañero, y menos todavía si éste se ciñe a poner un pie delante del otro y cuanto más deprisa mejor. Este mirador del valle del río Navia contiene una imponente lección de Geografía. En Pendia, poco antes de Boal hay un castro y su correspondiente letrero para el acceso. Y otro en Viñas, ya casi en Boal. Llegamos al pueblo -casi siempre lo encontramos desierto- y parece que hay una manifestación: contamos más de 15 personas por las calles. Desde Boal se toma la carretera que va a Vega de Ouría. Al pasar por el ramal que conduce a la ermita de San Isidro recordamos las minas de wolframio que por estos andurriales se explotaron y permitieron alcanzar en poco tiempo hasta un capitalito. En la collada echamos pie a tierra y tomamos la pista que sale a la izquierda -tiene el firme de aeropuerto bombardeado- y llegamos hasta las antenas de Peña Caimada. Seguimos hacia el oestesuroeste, casi cresteando hasta llegar al vértice geodésico. ¡Alto!. Este es el sitio adecuado para identificar los puntos más sobresalientes e interpretar el paisaje. Estamos a 955 m s. n. m., en Carrugueiro. Al frente (S) está el valle del río Urubio y el precioso parcelario de Cedemonio. Se reconoce perfectamente la pista por la que accedimos a Cova do Demo, el castañedo que la rodea y los crestones de cuarcita que la esconden. Al SO se ve La Bobia (1.197 m) En este cordal se hincan docenas de 715
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postes de energía eólica que dejan la sierra como desdentada. A unos tres km al SO está El Pato. Valle arriba del río Urubio se ven La Bajada y Brañavara rodeados por masas arboladas de caducifolios, también hay algunas parcelas de pinos, muy pocas. Parecen abandonados o poco trabajado el terrazgo. La escasa tierra de labor está más baja que el poblado, quizá para aprovechar las aguas y sustancias nitrogenadas que se originan en las viviendas. Más altas están las fincas de diente y corta. Algunos prados próximos son de grandes dimensiones y están parcelados. Son tan regulares las divisiones que parecen roturados en tiempos recientes. Se ve poco terreno agrícola. Villar de Sampedro desde aquí se ve, cercano (está a 2 km), parece un enclave defensivo. En el mismo valle del Urubio y en la misma ladera están La Ronda y Brañadesella. Desde nuestro mirador, formado por pizarras con buzamientos muy desordenados de casi 900, alcanzamos a ver la sierra de Panondres, el pico Mulleiroso, la sierra de Carondio, el pico Agudo, el pico Hospital, el emplazamiento del dolmen de Frías (Piedra de la Hilandera), la pista que llega a San Emiliano; Peña Ubiña y los Picos de Europa al E; y también el pico Miravalles por el O. El recorrido desde las antenas a los cantiles del Carrugueiro se hace entre Erica sp., también hay algunas zonas musgosas y otras herbosas. El suelo es mullido, de tierra turbosa, como corresponde a una mala escorrentía sobre sustrato ácido. Sopla viento frío del noreste. Llegamos al coche y volvemos al cruce de Penouta. Juan Carlos enfila hacia otras antenas, en este caso se trata del Centro Emisor de Boal. Se accede por una pista del mismo tipo que la anterior, y también son similares las pizarras. Este lugar es perfecto para contemplar la rasa. No está diáfano el aire pero se ven las pilastras del puente de Ribadeo, y todos los pueblos de la costa. 716
SALIDA POR LA SIERRA DE PENOUTA
Entre este punto y Boal, a pocos centenares de m, en la ladera este, aflora el granito. Se trata de una de las áreas más antiguas de Asturias, algo más de 500 millones de años: el plutón de Boal. En la sierra de Penouta se puede contemplar el berrocal característico de las regiones graníticas de climas templados húmedos. A comer iremos a Puerto Vega.
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BUFONES DE PRÍA El río Guadamía es límite entre los concejos de Ribadesella y Llanes. En su desembocadura está Llames, a donde se llega desde Ribadesella y también desde la autopista A-8, tomando la salida en Las Cabañas. Por encima de la playa se toma hacia el E una pista reservada a vehículos agrarios que conduce a El Bramadoriu, un campo de bufones incluido en la Red de Espacios Naturales Protegidos con la categoría de Monumento Natural. Si la mar está en calma, los golpes del oleaje empujan por los numerosos “respiraderos” el aire de las galerías. Con fuerte marejada, El Bramadoriu se transforma en un espectáculo porque parecen los chorros de vapor de numerosas ballenas: “Cuando sientas sonar el Pozu Pría, coge leña pa’l otru día” En estación adecuada se pueden encontrar diversas Orquidáceas de gran belleza, aunque de pequeño tamaño. Desde el Bramadoriu se sigue una senda que conduce a playa de Villanueva, primero, y a la de Cuevas después. A ésta última se accede por una escalera que discurre a través de un pequeño bosque de encinas. La mayor parte del recorrido se desarrolla por terreno quebrado y se han de extremar las precauciones para evitar torceduras. 718
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HOYA DE SAN VICENTE La ruta comienza junto a un bar situado en la carretera, poco después de pasar Tornín e inmediatamente antes de cruzar el río Dobra. El camino es único y no hay extravío posible. Remontamos la pendiente del río y contemplamos parajes virginales: no hay prados y por allí sólo se puede ir de paseo. Precaución en algunos puntos porque la proximidad al agua es grande y una caída resultará un importante contratiempo. Se trata del pozo que originó el agua de una cascada del río y que tiene una limpidez y transparencia poco frecuentes. Más adelante nos adentramos en el Parque Nacional de Covadonga. Llegados a un vado empedrado para cruzar el río, ya procede el regreso. Se debe extremar la precaución en todo el recorrido. RUTA DE LOS MOLINOS DEL PROFUNDO (VILLAVIVICIOSA) Después de pasar el pueblo de Amandi1 por la carretera que lleva a Viñón y a Infiesto, en Valbúcar se ve la señal indicadora de la ruta a la dcha. Aunque se pierde el primer tramo, y quizá el menos interesante, resulta más cómoda y corta esta alternativa comenzando el recorrido tras pasar la iglesia de Amandi. Se debe tomar la segunda carretera que sale por la dcha. (¡Ojo!, no incluir una pista que, aunque muere pronto, obliga a retomar) y sale al pueblo de Villaverde (no hay otro letrero indicador que el de una casa rural del mismo nombre). Allí se deja el coche y no hay más que seguir el río aguas arriba. Crecen en la ribera kiwis asilvestrados pero los frutos resultan inalcanzables por estar en sitios inaccesibles.
1. Se debe visitar la iglesia parroquial porque es una de las mejores del románico asturiano
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CUETO ARBÁS 1992 Partiendo del puerto de Leitariegos se sigue la pista hasta la laguna. Allí, se continúa por el sendero de la izquierda hasta alcanzar la collada que hay al este del pico. Durante la ascensión a partir de la laguna se ven numerosas lagunillas de origen glaciar, secas muchas de ellas. Se pasa a la vertiente sur y se avanza faldeando hacia el oeste. Bien se ve el espinoso colectivo de antenas que rodean al vértice geodésico. No debe acercarse demasiado a la cara norte por la verticalidad del farallón. Peligro. CASCADA SAMEIRA Llegados a Santa Eulalia de Oscos se toma la carretera AS-33 hasta Pumares. Aquí se deja el coche. Se sigue la orilla del río Agüeira. Se pasa por Arcadeira, pueblo deshabitado que ni aun en sus mejores tiempos resultó cómodo. Encontramos una cascada de fino porte y abundante caudal. Sabemos que no siempre está así y esta riqueza se debe a las lluvias de los últimos tiempos. Atravesamos bosque de robles y castaños, alisos en la ribera. SAN ESTEBAN 07 de abril de 2007 De la barra del puerto de San Esteban de Pravia sale al O una senda peatonal que se inicia con una escalera por la que se llega a la capilla del Espíritu Santo. Aquí hay un espléndido mirador. La senda continúa hasta la playa de Aguilar, con un recorrido total de 3 km, si bien hay que tener presente que la escalera inicial salva un desnivel de casi 100 m.
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VALLE DE LA MOZARRA 12 de mayo de 2007 Es una excursión que no tiene pérdida. Desde Villaseca de Laciana se va a Lumajo, donde se deja el coche. De aquí en adelante se marcha hacia el N siguiendo el camino que bordea el río. Se llega a la collada, tras la que se abren las tierras somedanas. Al O se ve El Cornón. Este pico resulta accesible pero es un esfuerzo notable el que se ha de hacer. Desde la parte alta del valle están las laderas cubiertas de ericas, que las tiñen de rosa-púrpura intenso. En las camperas crecen especies diversas de Dactylorhiza, Ophrys, Orchis, y en los regueros algunos megaforbios. TAPIA-PORCÍA Saliendo de Tapia con sentido E el espectáculo está garantizado. La costa, aunque el mar esté calmado, ofrece aspecto bravo. Apenas hay ensenadas ni playas. Desde el acantilado se aprecia una amplia gama de grises entre las aguas plomizas de la lejanía y las gris-azul-verde de las pequeñas ensenadas. El camino no tiene pérdida salvo en las zonas de pinares, donde un despiste es posible. Lo más interesante de la ruta son los restos de las explotaciones de oro en tiempos de los romanos que (están señalizados) y constituyen una zona de lagunas rodeadas de vegetación inextricable. Llegados a la playa de Porcía subimos hasta el pueblo al lado del río del mismo nombre en un grato y corto paseo. VILLABLINO-SOUSAS-CORNÓN 14 de julio de 2007 Desde Villaseca de Laciana a Rioscuro hay 2.5 km, aquí se toma la carretera que llega a Sosas de Laciana. En este último pueblo se deja el coche y se sigue un camino ancho y cómodo que lleva a la base de El Cornón y que se puede coronar sin excesivas dificultades, aunque no sin ellas. La vegetación es similar a la que se encuentra en el valle de Lumajo. 721
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ARNAO-TAPIA 25 de noviembre de 2007 Está la playa de Arnao, de la que se parte al E, al N de Figueras, a donde se llega por la N-634. Se toma la senda costera que está bien señalizada y pronto se llega a un aeródromo de ultraligeros, de exiguas dimensiones, y del que sólo se aprecia el hangar y algunas rodadas en el prado contiguo. Poco después llegamos a un área recreativa que, antes de ser tal, alojó un campo de prisioneros entre 1937 y 1943. Se bordeas las playas de Penarronda, Santa Gadea y Serantes1. En Villamil se encuentran interesantes muestras de arquitectural rural (como Casa Pablo). Cuatro km después llegamos a Tapia. DESDE LA RODRIGA A PRAVIA 26 de enero de 2008 Se trata de una ruta recientemente abierta. Discurre a orillas de río Narcea desde La Rodriga (pueblo lineal próximo a Cornellana) hasta Pravia. No tiene peligro alguno y alcanza momentos de gran belleza por el río y el bosque que se bordean. Al paso por Quinzanas se puede intentar ver la iglesia parroquial pues cuenta con algunas pinturas de interés. ARENAL DE MORÍS A COLUNGA 9 de febrero de 2008 Esta ruta consta, en la mayor parte de su recorrido, de un sendero que bordea el litoral. El punto de inicio, el arenal, es una playa fugaz. En pleamar apenas deja espacio para unas decenas de bañistas, y en bajamar descubre un pedrero de grandes dimensiones, donde los lugareños capturan -entre otras piezas- erizos de mar. Dicen por aquí que hay miembros del SE1. Tiene unas minúsculas dunas en las que crece alguna interesante especie botánica.
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PRONA que son buenas personas, los más tolerantes; y muy malos, los que aplican la ley y no permiten excesos en el peso de las capturas. ¡Paradojas!. Los buenos son los “malos” y éstos los “buenos”. La ruta se extiende desde este punto al oeste bordeando el acantilado, aunque tiene algunos tramos anchos como en la playa de La Isla y la parte que se hace por carretera para llegar a Colunga. No tiene peligro pero impone el escarpe. VÍA VERDE SAN TIRSO DE ABRES-PONTENOVA 1 de marzo de 2008 En San Tirso de Abres hay una senda peatonal en la margen derecha del río Eo que puede inducir a error porque no es esa, sino otra que hay antes de cruzar el puente, procedentes de Vegadeo. Se presenta un cómodo y hermoso recorrido de unos 12 km, la reproducción de un vagón del ferrocarril da la bienvenida y las indicaciones para la partida, en la margen izquierda, junto a la antigua estación. Se trata de la vía por la que circulaba el tren entre Pontenova y Ribadeo, transportando mineral de hierro y pasajeros. Encontraremos seis túneles que se iluminan al paso peatonal con tubos fluorescentes alimentados por paneles solares. Hallamos las ruinas de una central hidroeléctrica construida por d. Pedro García para suministrar energía a una fábrica de cristales ópticos que proyectaba instalar en San Tirso de Abres. Poco más arriba se cruza el río por un puente de traviesas de vía férrea. Más adelante, en un cómodo desvío, se puede disfrutar en una escala para que los salmones puedan remontar el río. El camino está expedito, limpio, y siempre discurre cercano al río. El roquedo es constantemente pizarroso y la vegetación arbórea está constituida mayoritariamente por eucaliptos, también hay cortos y lineales tramos de bosque de ribera y, a la vera de la senda, son frecuentes los arbolillos de laurel. Tres horas a buen paso serán suficientes para el recorrido. 723
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Se puede comer en Pontenova y visitar algunos elementos de su entorno que son interesantes: altos hornos, herrerías, casonas. PUENTE SAN MARTÍN-BELMONTE 8 de marzo de 2008 Esta senda es de reciente construcción. Discurre en su totalidad de N a S por el concejo de Belmonte de Miranda y por la margen derecha del río Pigüeña. La iniciamos en el Puente San Martín donde está el letrero indicador. Es amplia y se transita con gran comodidad. Tras pasar ante una piscifactoría circula por parajes de gran belleza. El sustrato es ácido, y castaños de grandes dimensiones -aunque ralos- jalonan el camino. Se pasa junto a la central eléctrica -subterránea- de Selviella y se debe hacer una parada ante el letrero explicativo de su historia y funcionamiento. Más arriba encontramos sucesivamente un área recreativa; a su altura una escala para que los peces puedan remontar el desnivel que impone una presa para tomar agua, un puente para cruzar a Selviella1, y una antigua central hidroeléctrica -en desuso- construida a principios del s. XX. Hasta este lugar resaltamos la comodidad del camino. Poco más adelante se torna de caminar más incómodo, ondulante, que requiere atención al dar los pasos, pero sin peligro. Cuando éste aparece está debidamente señalizado advirtiéndolo, se trata del tramo llamado El Escobio. En su tramo final y casi en Belmonte pasamos junto al solar que ocupó el convento2, y a su vera un interesante panel explicativo. Ya en Belmonte nos informan que está recomendado hacerla en sentido inverso, es decir, de S a N, comenzando en Belmonte y finalizando en el Puente Sanmartín. A lo largo del recorrido hay otras ilustraciones de la flora y la fauna más comunes. Necesita este recorrido unas cuatro horas.
1. Se ubica la sede de la Escuela Asturiana de Pesca en las que fueron escuelas públicas, en un edificio de la época de Villar Palasí. 2. El monasterio de Santa Ma de Lapedo, fue fundado en el s. XI por los condes Pelagius Froilaz e Ildoncia Ordóñez. Tras la desamortización de Mendizábal se desintegró. El último altar mayor que tuvo está en la iglesia parroquial de Calleras (Tineo).
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