Con sangre en las cuerdas

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Con sangre en las cuerdas Nicolás Santacoloma Ilustraciones de Manuela García Prólogo de Alejandra Bexler


Santacoloma, Nicolás, 1997Con sangre en las cuerdas/ Nicolás Santacoloma ; Antología Ilustraciones Manuela García. Bogotá, 2016 64 p. : il. ; 20 cm. ISBN 978-958-45-0536-1

Contenido El Niño

El reflejo en la burbuja Karma Mortal trascendencia de un ser inexistente

El Joven © 2016 Nicolás Santacoloma A.A. 53550, Bogotá, Colmbia ISBN 978-958-45-0536-1 Primera edición: Septiembre 2016 Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin permiso por escrito de la Editorial. Imrpreso por Editora Géminis Ltda. Impreso en Colombia www.santacolomanicolas.com Ilustraciones: Manuela García. Edición: Mateo Arias Diagramación y Armada: Nicolás Santacoloma Elaboración de cubierta: Manuela García. C.C. 1030675871 EAN 978-958-45-0536-1

Con sangre en las cuerdas Ansiedad Trip

El hombre Cierra los ojos Humo Rojo

Los Otros

Búho Ciego La hija de Abraham Mito élfico del miedo


Ése es el inconveniente de crecer y empiezo a comprenderlo. Las cosas que se desean cuando se es niña no son ni la mitad de hermosas cuando se crece. Lucy Montgomery

Prólogo La vida está llena de altos y bajos, de victorias y derrotas, pero sobretodo de tragedias. Sí, tragedias, porque la comedia es una tragedia que le ocurre a alguien más. Las tragedias nos rodean, crudas, cínicas, y llenan las mentes de pesadumbre y tristeza, y de melancolía, pero ¿qué es la melancolía sino una manera romántica de entregarse a la tristeza? Los cuentos que constan en este libro están llenos de eso; tristeza, pesadumbre, cinismo, melancolía y la cruda y cruel realidad. ¿Realidad? Sí, porque los cuentos que más nos tocan el alma, que más retuercen el corazón, son aquellos que son o pueden ser reales, ¿y qué hay más real que la tragedia? El dolor, tal vez, pero el uno es partícipe del otro ¿no? Así pues, adéntrate en la tristeza, siente la melancolía, aférrate al cinismo y lee estas tragedias. ¿Quién sabe? tal vez, si tu corazón es tan frío como el mío, te podrías divertir un rato.


El Niño

El Niño “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.”

El Reflejo en la Burbuja

Antoine de Saint-Exupéry Llegamos a casa después de estar en el parque jugando con las burbujas y, de nuevo como era de costumbre, el Dr. Fausto estaba en la puerta esperando que nosotros llegáramos para poder pasar. Había algo en ese hombre que no me gustaba, no sé cómo explicarlo, tal vez era la forma en la que miraba a Sofía, no era como la miraban las demás personas, había algo diferente en su actitud con mi hermana. Entramos a casa y mi madre nos llamó desde el cuarto, fuimos a verle, estaba como mi hermana y yo la habíamos dejado, en cama, como últimamente había estado, nos pidió que saliéramos de la habitación y la dejásemos con el Dr. Fausto, odiaba que alguien aparte de ella y el médico 9


estuviesen en la habitación durante las terapias, con las cuales decía sentirse mejor, pero realmente no se veía dicha mejoría en los últimos dos años, nada había cambiado, seguía tan inmóvil, tan dependiente de todos y esa era su realidad, luego de atender a mi madre, el Doctor, subía a la habitación de mi hermana para que ella recibiera sus terapias, al igual que mi madre, pues al parecer, la esquizofrenia es hereditaria, pero yo aún no tenía nada, no mostraba signos de ésta enfermedad, pero al parecer Sofía si, así que era mejor empezar a evitar que ella llegase a maltratarse como nuestra madre, golpeándose en la espalda y destrozándose la columna, dejándose a sí misma solo su garganta, sus ojos y su mente, tratando de evitar el ataque incontenible de fantasmas inexistentes. Durante el tiempo que el doctor estaba en casa y después de las terapias; Sofía no quería jugar conmigo, por lo cual yo me dedicaba a lo único que sabía hacer bien del todo: elevar esferas de jabón por los aires y en esto estaba muchas horas. Amaba ver los colores que reflejaban las burbujas, primero un azul profundo, que demostraba la juventud de la que aún gozaban, luego, amarillo tenue, su tiempo se acaba y, por último no había reflejo, se reventaban en el aire. Pero al estar jugando con las burbujas, pensé ¿Por qué el doctor tarda tanto tiempo en las terapias con Sofía? …y luego… ¿Cómo una familia de cuatro sobrevivía pagando un psiquiatra con el mísero sueldo de un cerrajero? …y… ¿Qué se sentiría ser esquizofrénico? -¿Por qué no lo descubres tú mismo?- Oí un murmullo en la habitación, pero me encontraba solo, mi única compañía eran los astros celestes que flotaban en la habitación. “Ha de ser mi imaginación” pensé, pero de nuevo escuché la voz ¿De dónde provenía? Había algo que me llamó la atención en ese momento, las burbujas se reventaron, excepto una que flotaba sobre mi cabeza, aún reflejando los colores 10

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de su juventud, como un crío asustado e iluso recurrí a lo único que podía hacer en ese momento; hablarle a la burbuja. -¿Eres tú quien me habla?-

en el fuego del averno. ¿Qué se supone que debía hacer en ese momento? ¿Correr? ¿Gritar? En ese mismo instante mi nuevo compañero se dirige a mí: -Supongo que están ocupados- Se burlaba de mí – Salgamos de aquí aún hay algo que debes saber.

-Veo que no será necesario más tiempo para que descubras que soy yo quien necesita decirte algo, escuché que tienes algunas preguntas, yo puedo ayudarte a obtener las respuestas que quieras a cambio de un pequeño favor. -¿Qué clase de favor?- La voz del ente era hipnótica, profunda, podía sentir su mirada, mi corazón se aceleraba y mi espíritu se inquietaba. Era un momento mágico, nunca me había sentido así y eso me obligó a querer saber más. -Algo sencillo, ya te enterarás cuando obtengas respuestas ¿De acuerdo? Pero por ahora, supongo que quieres ir a ver a tu hermana y al Doctor ¿No?-Si-Entonces será mejor que te prepares para verlos, no te asustes, yo te cuidaré, no dejaré que nada te pase pues desde ahora tú y yo somos uno.

Salí del cuarto, sin decir una palabra, tenía miedo, estaba enojado, quería volver y matarlo pero una pared de jabón me detuvo y no me dejó regresar. -Ya tienes las respuestas que necesitabas de ese lugar, no debemos volver a menos que no quieras ayudar tu madre.Aquí fue donde realmente me di cuenta que esta era la respuesta que yo necesitaba, quería saber cómo era ser esquizofrénico para entender a mi madre, ayudarla, más que eso, creía que experimentando de primera mano la enfermedad, podría curarla y entonces todo volvería a ser como antes, el cerdo que estaba arriba abusando de la condición de mi hermana nunca regresaría y eso era solo el principio, volveríamos a ser una familia, entonces, la burbuja me guió a mi habitación, cerré la puerta. -Toma de nuevo ese soplador y haz más burbujas- dijo. -¿Para hacer más como tú? Me niego-

La burbuja se expandió quedando dentro de ella mi ser, en un tamaño tan reducido que era casi imperceptible, con nada más que mi soplador y el pequeño envase verde, exaltado y con una emoción insuperable fui hacia el cuarto de mi hermana, entré, seguro de que lo que decía la burbuja era cierto, nadie me vería y al parecer fue así, Fausto aún estaba allí, desnudo, sobre mi hermana, ella gemía como las almas que se queman

Era cierto, sus colores cambiaban, el color oro se deslizaba lentamente por las paredes de jabón, la burbuja pronto se

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-Nadie más será como yo, nunca, solo hazlo, mi tiempo se acaba-


reventaría y debía moverme rápidamente, tome el soplador, una gran cantidad de jabón y soplé con todas mis fuerzas y como consecuencia muchas burbujas inundaron mi habitación. -¿Y ahora qué?- La impaciencia me consumía y no podía dejar de pensar en lo que pasaba en el cuarto junto al mío, con mi hermana. -Ten un poco de paciencia amigo, observa que estas compañeras mías no son nada parecido a algo que hayas creado antes.-

cuchillo que demostraba mi autoría en lo sucedido. -¿Los maté?- El alma se destrozaba, perdía la cordura, si es que aún había y entonces volvió a dirigirse a mí la siniestra compañera: -Vendré a jugar contigo después, amigo- dijo la voz de la burbuja, dentro de mi cabeza.

Tenía razón, esas burbujas eran diferentes, tenían otra forma, parecían personas, hecho que me tenía sorprendido. -Libéralas, abre la puerta.- Así lo hice y todas las burbujas salieron rápidamente hacia diferentes lugares de la casa, entonces oí gritos desde el cuarto de mi madre, fui hasta allí y ahí estaba más inerte que nunca, sus ojos no brillaban y la luz que reflejaban ya no existía, lagrimas corrían por mi cara y el dolor que me causaba ver a mi madre en ese estado se convertía en un dolor físico como si yo quisiera morir con ella. En ese momento me pregunté por mi hermana, entonces escuché otra vez gritos de dolor, fui a su cuarto, Sofía y Fausto estaban en el mismo estado que mi madre, las burbujas no existían ya, solo la que tenía encerrado dentro de mí. -¿Qué se supone que es esto?-Respuestas, pero mi tiempo se acabó, disfruta la sorpresa que te preparé- dijo la burbuja y de inmediato explotó. Dejando mis manos llenas de sangre y empuñando un 13

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El Niño

Karma

Dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. En el caso de Esteban esta creencia no se aplicaba. Esteban no estaba borracho, tenía apenas 8 años pero mentía con la perspicacia del mejor estafador del mundo. Mentía para evitar ser castigado, para obtener algún juguete o simplemente por mentir; en muchas ocasiones, creaba historias en su cabeza y luego se las contaba a sus amigos y familia como si realmente hubiesen sucedido. Tenía una memoria impresionante, se podían contar con los dedos de una sola mano las veces en las que lo habían atrapado en una de sus mentiras. 15

Pero además de mentir y crear historias, Esteban también adoraba quejarse. Se había dado cuenta muy prontamente que entre más se quejaba sus negligentes y permisivos padres más le consentían sus caprichos; de hecho, había descubierto que mentir y quejarse eran las cosas que mejor sabía hacer y que ambas eran herramientas con las cuales podría conseguir prácticamente todo lo que quisiera. Constantemente le decía a su madre que estaba enfermo para faltar a la escuela, o se lo decía a sus maestros para salir temprano; decía cosas como “me duele” “siento que me voy a morir” y todas las exageraciones posibles acompañadas de una apoteósica representación trágica incluyendo lágrimas, gritos, caídas y demás. Esteban podría tener 8 años, pero estoy seguro de que si lo hubiesen llevado a la corte por asesinar a alguien, hubiera logrado no solo salir libre sino que también habría hecho que cada miembro del jurado le diera la mitad de su sueldo cada quincena. Pero, como dicen por ahí, el karma es una perra y cuando menos nos lo esperamos el universo conspira en nuestra contra de la forma más irónica imaginable. El pequeño demonio no iba a hacer la excepción, porque en el dramático y trágico espiral en el que se mueve la vida no se distingue de edades, sexo, nacionalidad y mucho menos religión. Todos al final caemos en él, unos más profundo que otros. Era otro de esos días donde Esteban estaba en cama haciendo una típica pataleta porque no quería ir a estudiar porque, según él, le dolía mucho el pecho; su madre, como siempre insistió en llevarlo al médico. El demonio no era estúpido, sabía que si lo revisaba un doctor lo descubriría en las mejores condiciones, como ya le había pasado antes algunas veces. Las lágrimas no se hicieron esperar y Esteban siempre le 16


decía a su madre que los médicos le asustaban. Sin embargo, esta vez la mentira y el teatro no fue suficiente, su madre lo llevó al doctor de la familia, que ya conocía perfectamente al niño, y descubrió la mentira del niño. El sermón de ese día no solo fue extenso sino que violento, pocas veces su madre o su padre le habían levantado la mano; pero en esta ocasión el cinturón no escatimó en golpes. Al otro día, a gritos y alaridos su madre lo levantó de la cama para llevarlo a la escuela. Esteban no se encontraba del todo bien, tenía una sensación extraña en su cuerpo y se sentía agotado, como si no hubiera dormido nada. Intentó decírselo a su madre, que finalizó lo que ella consideraba otro engaño con una mirada fulminante durante el desayuno. Ni modos, habrá que ir a la escuela, seguro pensó que allí tendría suerte con la enfermera y que podría volver a casa temprano. Pero la suerte no jugó a su favor ese día, la enfermera de la escuela le dio un vaso con un té desabrido y lo envió de nuevo a clases argumentando que el niño tenía buen semblante, que si estuviera tan agotado como él decía se vería pálido, ojeroso y que este no era el caso. El resto del día no fue de lo mejor para el niño, cuando quiso quedarse en su cama toda la tarde su madre lo puso a hacer tareas, quehaceres y demás. Solo fue hasta la noche que el niño tuvo un momento de reposo, y la sensación extraña y el agotamiento en su cuerpo no desaparecían. Las semanas siguientes, la sensación se incrementó y parecía concentrarse en el pecho de Esteban, hasta el punto en el que le dolía bastante. Lloraba, se tiraba al suelo y se revolcaba de dolor; decía cosas como “me duele” y “siento que me voy a morir” pero ni sus padres, ni sus maestros, ni sus compañeros, 17


nadie, absolutamente nadie en el mundo le creyó, ya que se veía como siempre, todos pensaban que mentía y se quejaba como siempre. Habían pasado ya dos semanas y media desde que la espiral del destino consumió la vida de este infante. El bus lo dejó al frente de su casa y mientras caminaba hacia el pórtico el dolor en su pecho se intensificó y a duras penas logró entrar a la casa; con sus padres trabajando, se encontraba completamente solo. Cayó de rodillas y se arrastró por todo el suelo buscando llegar al teléfono de la cocina para llamar a quien fuera que pudiese ayudarle. Mientras se arrastraba por el suelo recordó aquel cuento con ese estúpido pastorcillo que engañaba al pueblo anunciando la falsa alarma de un lobo, hasta que el lobo sí apareció y cuando el pastorcillo dio la alarma nadie le creyó y al final el lobo lo devoró a él o a sus ovejas; no lo recordaba, era un estúpido cuento para niños. Pero, de nuevo, el destino lo puso en la situación irónica de la cual hubiese podido escapar de haber aprendido la lección del cuento. Pocos centímetros le faltaron para llegar a la cocina y tomar el teléfono, cuando entonces su pecho estalló en dolor, en sangre, en vísceras, en toda la porquería que podría llevar dentro un estafador de 8 años. ¿Qué lo mató? ¿A quién le importa? Es un demoníaco infante menos en el mundo.

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El Niño

Mortal Trascendencia de un Ser Inexistente Una silenciosa noche de Agosto, en un pequeño cuarto, el niño empezó a soñar: Existía en un pequeño universo una pequeña criatura que vivía allí sola. Esta pequeña criatura tenía un gramófono y en él escuchaba música todo el día, pero un día el gramófono dejó de sonar, ya no producía ningún sonido. Sorprendida, la pequeña criatura se acercó al gramófono para ver qué había ocurrido, y luego de examinarlo detenidamente se dio cuenta que este funcionaba a la perfección. Sin embargo no producía ningún sonido. Así que decidió lanzar rocas al piso y saltar, para cerciorarse de que él no fuera el sordo, pero las rocas y el golpe de sus pies en el suelo causaban gran estruendo, 19


lo cual lo consternó terriblemente, puesto que ya no tenía más entretenimiento. Se dio cuenta entonces que la música que tanto le gustaba se había escapado de aquel aparato y se había disipado por el pequeño universo, por lo que sólo podía hacer una cosa, recobrar su música nota por nota, navegando por el pequeño universo hasta encontrarla. Pero no tenía un transporte. Siendo este el caso, se vio en la tarea de desarmar el gramófono para construirse un método de moverse rápidamente y en su nueva maquinaria de movimiento zarpó por el este de su pedacito de universo a ver qué le deparaba su siguiente destino. Las primeras notas las halló dentro de una cueva llena de piedras brillantes, cada una de un color diferente y cada una con un significado diferente, pero todas igual de brillantes y hermosas. Las notas se hallaban en lo más profundo de la cueva donde creaban fuertes ecos y estruendos. Debido a esto no tenía más opción que adentrarse en la cueva que brillaba como el arcoíris en un precioso día de verano pero que portaba un aura melancólica y meditativa. A medida que observaba las piedras estas proyectaban sus recuerdos acerca de su existencia. Recordó que no siempre estuvo solo, antes había alguien, la persona que compuso la melodía que sonaba todo el día en su gramófono. Y a medida que avanzaba, los recuerdos se proyectaban con más vividez. Al punto en que sentía que estaba volviendo a vivirlos, pero no eran sólo los cristales, mientras más se adentraba en la cueva, geiseres y neblinas empezaron a inundar el aire, haciéndole ver cosas y personas y momentos y escaparates de gran belleza, retomando sus recuerdos justo donde los había dejado. Recordó que en un momento no estuvo solo, había estado rodeado de muchos como él en su microuniverso pero ninguna roca le proyectaba el recuerdo de porqué ahora estaba solo. No recordaba lo esencial de su vida, solo lo superficial, no recordaba ya ni su nombre, ni el nombre de la persona que le había regalado esa 20

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melodía, ni por qué se había quedado en soledad. Aún así continuó su camino hasta encontrar las notas que causaban estruendo en la cueva, las tomo y salió de aquella cueva. Ya fuera se dio cuenta que tenía un tercio de la melodía que había perdido así que subió en su improvisado transporte y continuo buscando las notas faltantes. Su siguiente parada fue una cristalina playa con arenas color mármol y pequeños puntos de pimienta, con hermosas y precarias cabañas azotadas por el aire salado y sin nadie en su interior. Las notas se escuchaban a lo lejos dentro de una de las cabañas más deterioradas. La criatura llego allí y las notas se escuchaban dentro de un enorme y viejo baúl. Con mucho esfuerzo subió la tapa del baúl, para sorprenderse con lo engañosamente amplio que lograba ser y lo sobrecargado que estaba su contenido. Entre diferentes artículos, había varios álbumes de fotos, suvenires, artículos de periódicos y sobre todo muchos libros. Por la curiosidad innata de la pequeña criatura, revisó todos y cada uno de esos ítems encontrado ahí, que, al igual que las piedras y la neblina de la cueva, lo fueron transportando de a poco a su pasado. Las otras criaturas que vio en la cueva eran su familia, habían vivido allí en esa playa todos juntos; Pescaban y jugaban en la playa, su padre fue quien compuso la melodía que ahora él buscaba reconstruir. Se vio a sí mismo con una criatura en concreto, al verla se estremecía y un fuerte calor inundaba su pecho, era su amada ¿Cómo había podido olvidarse de ella y de su familia? ¿Cómo olvidó que él había crecido en esa playa rodeado de sus amados? Sin embargo nada le dio una pista acerca de lo que paso con ellos. Salió de allí con otro tercio de la melodía, si todo seguía así solo hacía falta una parada para hallar su melodía y seguramente a sí mismo y su historia. Para encontrar su última estación se vio imposibilitado de usar su fiel transporte improvisado, puesto que este estaba 22

dentro suyo, en lo más profundo de su alma junto al último tercio de su melodía. Decidió caminar por la playa y a lo lejos vio un islote en el mar violáceo de esa playa blanca. El islote se veía llamativo. Algo le decía que allí encontraría lo que buscaba. Así que se sentó en el borde del islote, metiendo sus extremidades en las preciosas lágrimas de Poseidón y estas lavaron su suciedad y lo elevaron a un plano metafísico, un lugar de introspección máxima, donde podía ver y acceder perfectamente a lo más oculto de su alma, pero para llegar allí tendría que pasar desde lo más superficial hasta lo más profundo que tenía dentro de sí. Recorrió toda su vida. Recordó a sus padres, a sus vecinos, a su amada todos juntos en las cabañas de aquella playa. Recordó como perdió todo, como se alejó de absolutamente todo lo que lo hacía feliz, recordó como sus demonios se apoderaron de él, como en aquel pozo que veía desde aquel plano metafísico retumbaban las notas faltantes a la melodía junto a los restos sin vida de sus padres, de sus vecinos y de su amada. Por lo que se tiró en esas aguas, y buceó hasta el fondo para recobrar las notas faltantes, luchando contra las memorias de como los asesinó uno a uno salió de allí con las notas y con ellas, la totalidad de la melodía que compuso su padre, al fin completa. Al ir escapando de nuevo a la superficie, sus demonios y sus pecados habían sido expiados por las bondades del líquido de los Dioses marinos, por lo que al salir le sorprendió lo que vio: Aquella playa blanca que se veía a lo lejos del islote estaba ahora llena de las piedras de colores de la cueva. Proyectaban ahí la vida que tuvo, mostraban como su microuniverso una vez estuvo repleto de otros como el. Para completar aquel momento sublime la criatura decidió poner las notas en el gramófono, pero recordó que lo perdió al convertirlo en su vehículo. Forzado por este imposible, se devolvió a las cabañas y buscó e inspeccionó cada ítem de cada baúl y cada cajón para encontrar piezas y así rehacer 23


su gramófono, pero no encontró nada que le sirviera, solo un viejo violín desafinado. Salió con el violín, lo afinó como pudo gracias a su larga experiencia escuchando música, y allí, en medio de la playa, con las proyecciones de su vida a su alrededor, tocó la melodía que su padre compuso para él, y así, mientras el sol se ponía, el brillo de las gemas en la playa, el sencillo y hermoso cantar de las olas del mar a sus pies, el degradé de colores del atardecer y su música interpretada con todos sus sentimientos y recuerdos le brindaron libertad y felicidad. Tocando las últimas notas de la paternal melodía se sumergió en las cristalinas aguas, donde se ahogó, sabiendo que al emerger volvería a esa misma playa, pero en otros tiempos, en tiempos de familia y vecinos y amores puros, pero esta vez no tendría demonios que lo forzaran a vivir en soledad nunca más. Se dio cuenta en ese momento que era libre y feliz. Pero supo que esa libertad y esa felicidad eran fruto de una misma causa... Él ya había dejado de existir. Despertó el niño entonces, en un mundo donde los zorros y los niños de cabellos dorados escribían historias fantásticas.

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El Joven "HarĂ­a cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro Ăştil de la comunidad." Oscar Wilde


El ,Joven

Con Sangre en Las Cuerdas

No importaba hacia donde miraba, siempre veía lo mismo, desesperación, tristeza, pobreza; quizá era porque rara vez se movía de aquel sitio donde esperaba a que el camión que entregaba agua y comida, a veces llegaba otras no. Hace más de un año que la guerra acabó con todo ¿Por qué parecía que todo hubiese ocurrido hace tan solo unas horas? ¿Por qué sigue el miedo, el llanto y el dolor si todo ya ha terminado? Otra vez, el camión nunca llegó, ya van más de seis semanas sin aparecer y la situación se complica, los conflictos, los saqueos, si es que queda lugar con algo para llevarse, todo aumenta y no parece haber esperanza, vuelve a su casa, bueno, dicen que no importa tanto el sitio en el que se duerma si no el calor que emana del amor de quienes se encuentran allí, pero dentro de 26

la pequeña tienda hacia mucho más frío que afuera, no había nadie allí, su madre seguramente habría salido a buscarle y su hermano menor tampoco estaba. Se acostó en el suelo del cambuche y observó un rato el plástico que servía de techo. Extrañó la música; justo cuando la guerra estalló, su padre partió al campo de batalla y lo dejó solo junto a su madre y su hermanito. Tenía unos diez años cuando le entregaron el cuerpo de su padre en la misma puerta de su casa, justo ahí tuvo que dejar de ser un niño indefenso; vendió el violín que lo había acompañado desde que cumplió los seis años. Dejó la escuela, al fin y al cabo el edificio como tal ya había sido destruido por las bombas, y consiguió trabajo en las obras de construcción que se encargaban de reconstruir las casas de los afectados por los ataques. Cada moneda que ganó fue a parar en las manos de su madre que solo podía llorar dándole gracias a su hijo ya que, gracias al él, aún podían comprar algo para comer al menos una vez al día. La situación empezó a complicarse desde que las grandes aves de metal dejaron caer sus explosivos huevos sobre las grandes ciudades y pequeñas aldeas; su pequeño hogar quedó destruido en uno de estos ataques y tuvo que ir con su madre y su hermanito a un campamento de damnificados para tener un sitio donde dormir. Perdió su trabajo, pues ya de nada servía reconstruir, las personas ya no querían vivir allí pues temían por su vida. Tuvo que resignarse a vivir de la caridad de las organizaciones que llevaban comida y agua a los afectados y que cada vez reducían la frecuencia de sus ayudas. Cuando estaba solo en la pequeña tienda, le gustaba recordar aquella pieza que tanto le gustaba tocar con su violín en las cenas familiares. Se sentaba en el suelo y ubicaba los brazos en posición, como si sostuviera el instrumento y el 27


arco en ellos y fingía que tocaba, que su padre, su madre y su hermanito estaban sentados en la mesa llena de comida observándolo con una sonrisa mientras el arco acariciaba las cuerdas. Su madre y su hermano aún no volvían, empezó a preocuparse. Salió del campamento y empezó a caminar por las calles esperando encontrarlos en algún lugar, después de unos cuarenta minutos de caminar los vio al final de una calle, su madre estaba sentada en la esquina con el niño sentado en las piernas mientras ella extendía la mano a cualquier transeúnte pidiendo algo de comer, algo de dinero, algo de agua, algo de lo que sea. Se dirigió hacia ellos cuando entonces el aire se llenó de ruido, pólvora, fuego y polvo; las aves habían vuelto a aparecer. No hubo mucho que pudiera hacer, intentó correr hacia su familia pero los perdió de vista. Cuando despertó en el hospital estaba asustado y le dolía todo el cuerpo, se levantó rápidamente y buscó a su alrededor por su familia sin embargo, no veía más que rostros desconocidos destrozados por las explosiones. Corrió por los pasillos de aquel lugar buscando a su madre y a su hermano. Se topó por casualidad con una enfermera, no dudó un segundo en describirle a las dos personas que buscaba; la enfermera le dio una mirada triste y le pidió que esperara un momento, la mujer se dirigió a una sala y al momento salió acompañada por un hombre en bata blanca. El hombre le pidió que lo acompañara a una sala fría que se encontraba llena de camillas cubiertas por sábanas blancas; levantó una y de nuevo la inocencia se perdió: Ahí estaba su madre, estaba pálida y se notaba que su rostro había sufrido fuertes golpes. De su hermano nunca supo nada más, no había llegado al hospital ni encontraron su cuerpo. El hombre de bata blanca le dio un cepillo de dientes, un tubo pequeño de crema dental, una pequeña barra de jabón y una cuchilla de afeitar antes de irse del lugar. 28

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Le enviaron a otro campamento, al parecer había estado una semana inconsciente en el hospital. La pequeña tienda que le asignaron estaba vacía y le ocasionaba una enorme tristeza saber que nadie nunca llegaría a llenar con calor aquel penoso sitio. Se sentó en el suelo del lugar y volvió a extrañar la música, a su familia, a la vida que llevaba antes de la guerra y las aves que soltaban huevos explosivos. Buscó en sus bolsillos los regalos que le había dado el médico, se cepilló los dientes y se lavó las manos, tomó la cuchilla de afeitar y la rompió hasta quedarse solo con la hoja metálica. Ubicó sus brazos en posición, con su brazo izquierdo sostenía el instrumento y en su mano derecha el arco. Volvió a tocar esa pieza que le encantaba tocar en las cenas familiares; el arco acarició las cuerdas que recorrían su brazo de arriba abajo y mancharon todo el instrumento de barniz rojo. La pieza terminó, se recostó en el suelo del lugar y observó largo tiempo el plástico que servía de techo. Se preguntó si volvería a ver a su familia, si volverían a su casa a cenar en una mesa llena de comida y si volverían a oírle tocar el violín. No pasó mucho tiempo hasta que lo llevaron a acompañar a su madre en aquel cuarto frío de camillas cubiertas por sábanas a esperar a que los quemaran junto a las otras miles de víctimas de las aves metálicas y sus huevos explosivos.

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El ,Joven

Ansiedad

Había pasado 10’254.240 minutos existiendo, de los cuales había pasado 2’568.128 paralizado sin razón, otro 1’033.458 queriendo salir corriendo de todo lugar y otros 18.370 fumando, buscando algo que aliviara el dolor. Duró 35.879 minutos escondido para tener 23.789 de silencio y soledad. Tuvo que pasar 1’482.031 minutos hablando con un psiquiatra para descubrir qué le sucedía. La ansiedad le obligó a 1.459 minutos de pastillas, 2.356 golpeando las paredes hasta romperse las manos, 985.695 sin poder salir de la cama, 31


325.803 mirando por la ventana queriendo saltar por ella mientras lloraba por 260.358 minutos. A pesar de lo que le dijeron, nunca se curó de aquel mal. Pasó 658.453 minutos caminando en la calle a las tres de la madrugada después de 854.820 minutos de no poder dormir; y duró otros 986.475 hablando en el teléfono de alguna parte del mundo buscando a alguien que, al igual que el cigarrillo, aliviara el dolor. Pensó durante 9’237.074 minutos si algún día aquel dolor algún día se aliviaría.

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El ,Joven

y que ya me comporto como un anciano amargado. Terminé aceptando ir a la discoteca ese viernes cuando saliéramos de clases. Al llegar al lugar tuve una sensación difícil de describir; la típica ansiedad que me acompañaba en situaciones donde estoy rodeado de muchas personas desconocidas en un ambiente impropio de mí y una extraña combinación entre entusiasmo, desagrado y ganas de volver a casa. Aún así, entré al lugar que estaba lleno de personas bailando, unas cuantas sentadas en pequeñas mesas acomodadas hacia las paredes del lugar y unas más sentadas en la barra que quedaba frente a la pista de baile.

Trip

En el lugar se sentía una atmósfera libertina, en los rincones del sitio habían parejas manoseándose y besándose de manera desagradable, sin duda la mayoría se conocieron en la misma fiesta; también olía a una mezcla de licor, cigarrillo y marihuana, era obvio que la mayoría de las personas que

Nunca fui muy de fiestas, la música alta y las grandes multitudes gritando, bailando y empujándose entre ellos lograban asquearme bastante. Prefería quedarme en casa, escuchar música, a un volumen decente, y beber cualquier cosa; si tenía compañía o no me era totalmente indiferente, nunca tuve problemas para estar solo. Sin embargo, el otro día decidí acompañar a unos cuantos amigos de la universidad a una discoteca. Mis estudios me mantenían en un constante estado de frustración y ansiedad por lo cual yo solo quería enterrarme en mi cama con una botella de vino todo el fin de semana, pero al final el grupo me convenció argumentando que no tengo ni siquiera veinte años 34

estaban en el lugar estaban drogadas, muy seguramente por muchas más cosas que el humo de la yerba. Lo primero que hicimos al llegar al lugar fue buscar un sitio para sentarnos y allí empezamos a pedir bebidas, primero unas cuantas cervezas y luego empezaron a llegar cajas de ron, aguardiente, cocteles y shots. La mayoría de la noche, hasta donde recuerdo, estuve sentado mientras mis amigos iban a bailar, al baño o a manosearse en los rincones de la discoteca; bebía y encendía cigarrillos mientras alguien llegaba a hacer conversación conmigo, así yo no entendiera la mitad debido al volumen de la música y solo riera y asintiera para fingir que respondía. 35


En los momentos que me quedaba solo bebiendo y fumando me dedicaba a mirar a las personas a mi alrededor; desconocidos que fingían estar bailando pero que están tocándose entre sí, imagino que el baño estará ocupado o que el calentón les agarró en plena pista de baile; hay otros cuantos fumando yerba en la esquina, otros cuantos consumiendo ácidos y otros, aún más ocultos, inyectándose e inhalando quién sabe qué cosa. Nunca había probado las drogas, más allá del tabaco y el alcohol, siempre había tenido curiosidad de hacerlo pero la verdad me asustaba bastante quedarme estancado en alguna; soy consciente de que nunca probaría la heroína o la cocaína porque son bastante adictivas, y sé que otras como los ácidos y la marihuana no lo son; sin embargo creo que por mi personalidad introvertida y ansiosa no conseguiría desprenderme fácilmente de ellas. Pero como dice la gente, nunca digas “de esa agua no beberé”. Ese día, para ser sincero, me sentía más impulsado a probar alguna de las sustancias que se me exhibían como si la discoteca entera fuera un mercadillo. Los amigos con los que llegué ya estaban drogados, no estoy seguro qué habrán metido pero no parecían ellos mismos. Yo no me había levantado de la mesa en toda la noche, ya no tenía cigarrillos y la verdad es que me aburría; vuelvo a mirar a aquellas personas en las esquinas del lugar, ¿será que voy? La verdad no me sentaría nada mal, había tenido una semana de mierda en la universidad, de hecho todo mi semestre, hasta el momento, había sido una mierda; no como normalmente los eran, este en específico era realmente una mierda, estaba cansado de estar encerrado en salones pequeños, con más personas de las que estos pueden alojar, escuchando la mediocre clase de un maestro que se cree superior a todos nosotros. Hijos de puta. Me gustaría explicar por qué me sentía así respecto a mis estudios, simplemente porque no quiero que se den malas 36

interpretaciones y me tomen por un vago. En el colegio nunca tuve gran problema, no mentiré diciendo que fui un excelente estudiante, pero tampoco fui de los peores; era consciente de que superar la etapa escolar era necesaria, que requería al menos el cartón de bachiller para poder ser algo en el mundo, supongo que por eso nunca me quejé. Sin embargo, con la universidad me pasaba algo muy complejo y es que no pienso que sea indispensable, quiero decir ¿cuántas de las personas que había en aquel lugar estarían, en aquel entonces, en la universidad? Posiblemente todas, porque si yo acabara de salir un viernes después de trabajar ocho horas, mínimo, lo que menos querría es meterme en un sitio ruidoso a drogarme hasta el límite de la sobredosis; lo que prueba mi punto, estudiar una carrera universitaria no te garantiza absolutamente nada, porque cualquier fin de semana te drogas más de la cuenta y terminas preso por matar a alguien con el carro o en un hospital tratando de sobrevivir la sobredosis. Seguramente solo estoy dando excusas. El caso, quería dejar mis estudios es porque me encontraba totalmente frustrado y deprimido de la universidad y la rutina: Mis “maestros” se dedicaron a matar toda motivación y ganas de trabajar en lo que estudiaba. Había perdido la pasión, la alegría de hacer las cosas. Solo me quedaban ganas de morirme y esperar a que la vida se solucionara sola, pero eso obviamente no sucedería. Decidí que era mejor no pensar más en lo miserable de la vida y que iría directamente a alguno de los grupos de las esquinas, quise comenzar lo más tranquilo posible: El grupo de la yerba. Me acerqué lentamente y los saludé con un gesto, todos se rieron. -Tranquilo, están drogados y ebrios, no se ríen de ti37


me decía a mí mismo para controlar la ansiedad y salir corriendo del lugar. Me invitaron a sentarme con ellos y después de algunos tragos me dijeron si quería fumar, les dije que nunca lo había hecho y que por eso me había acercado a ellos; se burlaron de que yo fuera un interesado y rápidamente un muchacho al otro lado de la mesa saca un porro, lo prende y lo pasa a quien tiene al lado. La verdad me asqueaba tener que fumar del mismo cigarro que una manada de desconocidos, pero no tenía muchas opciones ya. Cuando el porro llegó a mis manos ya había reducido su longitud a un poco menos de la mitad; una chica que tenía a mi izquierda me dijo que tenía que fumarlo como un cigarrillo, solo que con una calada mucho más larga y que sostuviera el humo lo más que pudiera. Tengo que decir dos cosas para este punto: primera, ese día descubrí cuál es mi olor odiado, la marihuana huele horrible y, segundo, el gusto que deja en la boca después de fumar es mucho peor. No estoy seguro de cómo describir lo que me sucedió después, empecé a sentirme extrañamente feliz y a participar mucho de la conversación, me gustaba ese estado. Después de un rato de charlar y reír bastante con el grupo, noté que este se había incrementado, se nos habían unido algunos de los que hace rato estaban metiendo ácidos y estaban intercambiando algunos cartones por yerba. Eventualmente llegó uno a mis manos y, sin dudarlo, me lo puse bajo la lengua y esperé mientras bebía y fumaba más bareta, como le decían los del grupo a la marihuana. Yo sabía cómo funcionaba el LSD o los trips: Sabía que llegaban a simular los efectos de la sinestesia, sabía que contenían una pequeña cantidad de anfetaminas que ocasionaban una explosión de energía inmensa y un estado 38

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de euforia inusual, pero sabía que también había que tener cuidado, había leído en internet que un mal trip era de lo peor. A pesar de saber todo esto, la sensación después de una hora que el cartón se deshizo en mi boca fue increíble: las luces de la discoteca cobraron vida, era como si de las lámparas salieran dragones multicolor que se arremolinaban en el techo, las paredes se movían y las caras de las personas me parecían muy divertidas. Recuerdo de aquel momento que me levanté a bailar, pues sentía inmensas ganas de moverme, sin ser yo nunca de moverme más de lo necesario y mientras bailaba me decía a mí mismo que nunca había estado mejor en mi vida y una voz dentro de mí me pidió con ansias que nunca me bajara de aquel viaje; después de la pista de baile, todo fue de color negro muy oscuro.

escuchar a un maldito profesor durante al menos tres malditas horas, a salir a comer cualquier maldito almuerzo de cualquier maldito cuchitril y a volver a entrar a otra maldita clase. Después de esa noche me deprimí muchísimo más. Sin embargo, me gusta pensar que no he tocado fondo, que el agujero es más grande y la caída es más larga. Y espero que justo antes de caer de cabeza en el fondo, extendienda mis brazos y tome una corriente de aire que me haga flotar y salir de la tierra y que vuelva a vivir ese maravilloso viaje de dragones multicolor y bareteras de buenas tetas. En resumen, sigo esperando a que la vida se solucione sola.

Lo siguiente que recuerdo, es que estaba en algún baño besándome y manoseando a la chica que hace un rato me enseñó a fumar bareta, no soy muy consciente de cómo llegamos allí pero sí recuerdo que tenía buenas tetas y que no tiraba nada mal. Salimos del baño y volvieron a pasar por mi boca botellas, vasos, cigarrillos, porros, cartones y al cabo de una hora, negro otra vez. Del resto de esa noche no recuerdo prácticamente nada, al otro día desperté en mi cama (Dios sabe cómo habré llegado allí) cuando la alarma sonó el lunes en la madrugada, al parecer dormí desde que llegué a casa, posiblemente sábado en la mañana, durante todo el fin de semana. Me levanté y salí de mi cuarto, no había nadie como raro; me bañé y desayuné todo lo que no había comido en dos días; me vestí y peiné un poco y salí a la calle, a volver a tomar aquel maldito bus lleno hasta el techo de malditas personas, para que me llevara a aquel maldito lugar, también lleno de malditas personas, a 40

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El Hombre

El Hombre “Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan.” Antoine de Saint-Exupéry

Cierra los Ojos

Regresa cansado, enojado y algo triste; desnúdate y que con cada prenda se vaya la frustración, la ira, la tristeza, la desesperación; apaga la luz, permite que la luna irrumpa en la habitación y la llene; pon la cabeza en la almohada y cuenta "3,2,1"; cierra los ojos y déjate ir. ¿Quién es esa pequeña criatura que corre jugueteando con un perro? Sus cabellos se han rendido al poder del viento y ahora vuelan libremente, sus ojos aún no se han maravillado lo suficiente, su piel aún no está marchita. ¿Dónde estás tú? No encuentras tu cuerpo, no lo reconoces en ningún lugar. La criatura se gira, con el sol a sus espaldas, y te mira; no logras ver claramente su rostro pero se parece mucho a otra criatura 43


que tu madre te enseñaba en viejos álbumes de fotografías amarillentas. No sabes dónde están tus ojos pero sabes que la criatura te mira directamente a ellos mientras susurra: Cierra los ojos. Despierta, levántate, dúchate y vístete con tu mejor traje. No hay tiempo de pensar. Desayuna. No hay tiempo que perder. Organiza alfabéticamente los libros de tu biblioteca. No hay tiempo. Sirve un trago y bébelo muy despacio. No hay tiempo. Abre la gaveta, toma el revolver en tus manos. No queda tiempo. Gentilmente, posa el cañón sobre la sien. No queda tiempo. Cierra los ojos. Dispara.

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El Hombre

Humo

Llegué al cuarto que tenía alquilado en aquella residencia del centro. Otra vez no había luz, definitivamente el lugar no valía lo que pagaba por él, pero me gustaba estar en medio de las sombras creadas por luces pasajeras de los autos, el incómodo catre y las manchas de humedad en el techo. Allí sentía una extraña sensación de tranquilidad y calor propia de un hogar. Dejé el paquete justo al lado del catre, me tumbé en él y me quité los zapatos. Había sido un día largo, me dolían los pies y las rodillas. Odiaba los fines de semana porque esos días tenía que caminar más que de costumbre, al menos entre semana tenía varias horas de estar sentado y al final solo terminaba 46

con un poco de malestar en la espalda y en las nalgas. Saqué un cigarrillo y lo encendí, las luces de los autos que pasaban por mi ventana, las manchas del techo y el humo crearon el ambiente perfecto para que la danza de la nube se hiciera hipnótica. La vi a ella de nuevo usando su inmortal cola de caballo y el vestido blanco que caía hasta sus rodillas creando maravillosas olas en las que yo solía naufragar por horas. Danzaba por el techo saltando con gracia las manchas de humedad sujetando su vestido con las manos, giraba por las paredes mohosas haciendo crecer las olas, bailaba sobre los libros que estaban amontonados en el suelo de todo el lugar. Me vi a mí mismo junto a ella, saltando las manchas del techo, girando por las paredes mohosas y bailando sobre los libros del suelo. Luego nos disolvimos a medida que el cigarrillo se terminaba. Desde que ella me dejó, hace seis meses, la empecé a seguir a todas partes sin que ella lo supiera. Despertaba temprano los días de trabajo para esperarla en la entrada de su edificio, caminaba tras ella por toda la Carrera Séptima hasta la Plazoleta del Rosario, aprovechaba el trayecto para vender algunos de mis libros para poder comprar cigarrillos y a veces otros libros. Una vez en la plazoleta, esperaba a que ella entrara al café donde trabajaba y yo me sentaba al otro lado de la pequeña plaza, justo detrás de la estatua. Esperaba fumando a que terminara su turno en el café y la seguía camino a su apartamento, que quedaba más allá del Planetario. Luego me iba para la residencia. A los tres meses de haberme dejado, empezó a salir con un tipo de más o menos su misma edad, lo había conocido en el café. Había entrado allí solo, ella lo atendió y cuando fue a dejarle la cuenta intercambiaron algunas palabras; ella sacó 47


un bolígrafo y escribió algo en su factura, imagino habrá sido su teléfono. Después de eso, él iba al café los lunes, los martes, los viernes y los sábados a la hora del almuerzo a comer con ella. Los domingos, él llegaba a su apartamento alrededor de las diez de la mañana y no salían sino hasta pasado el medio día. La mayoría de las veces caminaban hasta el Planetario y se quedaban en el pastizal aledaño hasta las tres, luego iban a almorzar en algún restaurante cercano o regresaban al apartamento. Él salía hasta después de las nueve de la noche y se iba. Ese día habían salido temprano, visitaron varios museos y galerías; mientras ellos almorzaban, aproveché para ir a recoger el encargo por lo cual me había mantenido una semana a punta del tinto que me daba mi vecina todas las mañanas y vendiendo más libros de lo normal. Cuando me encontré con el vendedor en el punto acordado me entregó el objeto listo para usar, me lo guardé en el cinturón, lo cubrí con la camisa y me fui al restaurante después de haber pagado por el artefacto. Mi plan era sencillo, ese día esperaría a que él saliera del apartamento y lo seguiría hasta algún sitio donde pudiera cumplir mi propósito. No planeaba preguntar su nombre o si tenía familia, entre menos información tuviera sería más fácil para mí. Volvieron a eso de las siete al apartamento y yo me quedé allí hasta que él salió, esta vez ella bajó con él y se despidieron en el portón del edificio, no pude hacerlo. Guardé el artefacto en la bolsa que usaba para cargar los libros y me fui a la residencia. Encendí otro cigarrillo, esperando que las luces y el humo me dieran otra danza junto a ella, la volví a ver con su cola de caballo y el vestido blanco que caía hasta sus rodillas. Volvía a danzar por el techo saltando las manchas de humedad, giraba por las paredes mohosas y volvía a bailar sobre los libros. 48

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Pronto la visión de ensueño se transformó en pesadilla, vi las paredes del cuarto cerrarse mientras yo me hundía en el inmundo catre y me pesaba el pecho al respirar; la impotencia y la desesperación me consumieron, quise gritar y sentí como si no tuviera garganta, quise levantarme y sentí como si mi cuerpo fuera un tronco inerte. Entonces el humo lo dibujó a él junto a ella, sus miradas se cruzaron, la agarró por la cintura y empezaron a danzar. Mi cuerpo inmóvil no podía hacer nada para acabar con la terrible escena, saltaron las manchas del techo, giraron por las paredes mohosas y bailaron sobre los libros del suelo. Me miraron fijamente, se burlaron de mí y se besaron apasionadamente. Logré moverme, deslicé mi mano por el catre y la metí en el paquete que había dejado al lado, saqué el revólver, le quité el seguro, me puse el cañón en la sien y halé el gatillo.

El Hombre

Rojo

Entonces me disolví a medida que el cigarrillo se apagaba.

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Desde que escuché aquella leyenda sobre el hilo rojo irrompible que nos conecta con todas aquellas personas con las que alguna vez tendremos relación en nuestras vidas; siempre creí en ella. Me gustaba sentarme en parques, cafeterías, centros comerciales o en la misma calle e imaginar un mundo blanco y negro atravesado por numerosos y largos cables rojos que iban de aquí a allá, surcando los cielos y rodeando edificios y montañas. Me gustaba caminar en medio de ese montón de cables y tratar de atraparlas, hacerme parte de la historia que algún día habría de ocurrir entre los extremos que sujetaban la línea. 51


En una ocasión, mientras caminaba en aquel mundo en blanco y negro, me encontré con quien supe desde un principio sería quien llegaría a enredar totalmente el cableado simétrico que yo había montado en mi mundo. No pude evitar no mirarla cada que caminaba, sentir que a cada paso que daba, el cable daba otra vuelta a mi alrededor y me dejaba secuestrado en sus piernas. A veces, cuando la veía pasar con otros hombres, cada vez uno distinto, el hilo parecía apretar cada vez más fuerte en mi garganta y sin duda muchas veces era cortante y filoso. Pero ciertamente no importaba demasiado, porque otro día la veía caminando sola y las ráfagas de aire que dejaban escapar sus cabellos liberaban la presión del hilo en mi cuello y volvía a respirar. No pasó mucho tiempo hasta que la perdí de vista para siempre, nunca más la volví a ver caminar y aunque caminé muchos kilómetros siguiendo el hilo, que aún me tiene rehén de sus piernas, nunca logré dar con ella nunca más. Imagino que se encontrará en la cama de alguno de sus acompañantes, o en algún cafetín rodeada de libros y humo de cigarrillo. Yo, sin embargo, sigo asfixiandome debido a la tensión que impone el hilo sobre mi garganta; esa misma tensión que tienen los hilos de verdad cuando están a punto de reventarse y separarse para siempre.

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Los Otros

Los Otros "Nadie es inútil en el mundo, mientras pueda aliviar un poco el peso de sus semejantes." Charles Dickens

Búho Ciego

En lo profundo de un bosque en medio de una noche sin estrellas una madre observaba impaciente cómo los huevos que había estado cuidando por un largo tiempo empezaban a eclosionar. Las tres crías rompían con dificultad el cascaron para lentamente abrir los ojos y observar el nocturno firmamento cuya oscuridad no podría ser puesta en simples palabras. Solo en los ojos de uno de los pequeños búhos se reflejaron las estrellas que aquel cielo negro no poseía. La madre extendió sus enormes alas para dar cobijo a las 55


dos criaturas que lograron ver la intención de su movimiento. El de los ojos estrellados, muerto de frio, empezó a moverse por el nido que parecía inmenso para aquellas patas tan cortas y débiles que sostenían aquellos inservibles ojos; caminó por aquel lugar mientras su madre daba abrigo a sus hermanos y le miraba con ojos de depredador. El pequeño dio aquel último paso que lo dejó a merced del abismo, no pasó mucho tiempo antes de que su cuerpo volviese a tener contacto con terreno firme, pero cuando eso sucedió su espíritu ya no habitaba aquel inerte cuerpo. Sólo quedaron de él sus enormes ojos estrellados que reflejaban el cielo de una noche sin estrellas.

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Los Otros

La Hija de Abraham

El nombre de mi padre es Abraham, tengo un hermano pequeño, Isaac, y según sé tengo un medio hermano menor, mayor que Isaac, pero mi madre, Sara, le expulsó, junto a su madre, para que mi padre no tuviese la tentación de estar con la esclava de nuevo, cosa que había pasado más de una vez; mis padres no volvieron a hablar de ello nunca y tampoco se nos permitía preguntar por Ismael, como se llamaba el niño. Vivíamos en un gran campamento rodeado de unas cuantas colinas, en cada una había animales y plantas diferentes, como la hija mayor, mi responsabilidad era llevar carne a nuestra casa pues del cultivo de frutas y vegetales se encargaba mi padre. Desde niña había cazado para mi familia, no me 58

agradaban nada las sensaciones que me producían la sangre de los animales así que optaba por las trampas para cazar, casi siempre animales pequeños, muy pocas veces usaba el arco y la flecha y mucho menos el cuchillo, del despellejar y destripar a los animales que llevaba a casa se encargaba mi madre. Para ese entonces, yo tenía 16 años e Isaac 10, él era demasiado pequeño en comparación a los demás niños del campamento, era demasiado débil y torpe, no representaba nada para mí y en realidad su existencia me era inútil porque cuando yo tenía su edad, y desde antes, fui arrojada por mi padre a los bosques de las colinas a conseguir comida, sin ningún tipo de entrenamiento o idea de cómo cazar; mientras él, casi se desmaya cuando supo que comía carne de perros salvajes, es insufrible. Un día lo llevé conmigo a las colinas para enseñarle a cazar, con cinco minutos de haber llegado allí, tropezó, se lastimó la cabeza con una roca y no pude cazar ese día, mi padre jamás me había golpeado tan fuerte antes, no solo no traje carne para la cena si no que también permití que su adorado ángel, como él lo llamaba, se lastimara. Ese día decidí que odiaba a mi hermano. Una vez a la semana, mi padre nos llevaba a mi madre, a Isaac y a mí a la colina más alta, donde yo prefería cazar, a adorar a un “Dios”, mi padre aseguraba que escuchaba su voz muy frecuentemente y que algún día Isaac también lo haría, al parecer yo no lo haría jamás, ese mismo Dios fue el que anunció a mi madre que Isaac iba a nacer y que mi padre se convertiría en el padre de todos los pueblos y de todas las personas que los conformarían excepto yo, el hecho de que el primer hijo que mi madre le dio fuera mujer le afectó bastante y le hizo rechazarme siempre, por eso yo pasaba el tiempo en las colinas más que en otro sitio, esos eran mis dominios, si mi padre y mi hermano serían los padres de todos los pueblos yo sería la madre de los bosques. 59


Cuando mis padres envejecieron lo suficiente como para que el cultivo se les hiciera una tarea imposible mis responsabilidades crecieron enormemente pues Isaac era también incapaz de cuidar los huertos, así que yo debía no solo cazar para llevar carne a las bocas de mis padres y hermano también debía reunir los suficiente como para hacer un trueque con algún cultivador para conseguir las frutas y los vegetales, el hecho de que mis horas en las colinas se incrementaran no me molestaba pero que tuviese que recurrir a métodos más sangrientos para obtener presas más grandes de forma más rápida y abundante me era insoportable, todo gracias a Isaac, aunque me convertí en una gran arquera.

Se detuvieron en la cima de la colina, entonces se escucharon las primeras palabras que se habían dirigido durante todo el viaje:

Ya había pasado un año completo desde que debí hacerme cargo de la manutención y como era costumbre yo estaba en mi lugar predilecto para cazar, la colina más alta con el bosque más espeso que quedaba a unas dos horas de viaje a pie desde el campamento, me ocultaba en un arbusto, tenía la mira puesta en un conejo con el arco listo para disparar pero algo lo asustó, dos personas subían la colina, abriéndose camino por la frondosa vegetación, eran Isaac y mi padre que subían la colina, en ese momento me vi confundida, no sabía quién de los dos era el que realmente tenia más de 100 años porque pareciera que ambos estuviesen al borde de la asfixia, daban pasos torpes, pesados, respiraban con dificultad y tosían estrepitosamente. Cuando me hice a la idea de mi padre y de Isaac en el bosque cargados de maderos y antorcha en mano me pareció totalmente sospechoso ¿Qué hacían ahí? ¿A dónde iban? Sin levantarme de mi escondite les seguí con la mirada, cuando hubo suficiente distancia entre nosotros los empecé a seguir, como buena cazadora, mis pasos eran mucho más suaves, mi respiración más calmada y además la tarea de seguirlos sin ser detectada era demasiado sencilla.

-Dios se encargará de que haya un cordero en la cima para el sacrificio- Mintió, en esta colina no había corderos - Ya lo verás hijito Llegaron al claro que había en la cima de la colina, yo continuaba escondida a unos metros de ellos, hacían un altar con rocas, seguía sin haber cordero, entonces mi padre tomó la fuerza que podía y la convirtió en roca, la levantó a espaldas de Isaac y lo golpeó en la cabeza. El miedo que me produjo el rostro de mi padre cuando dejo caer la roca sobre la cabeza de Isaac y verlo a él tan frágil y torpe desplomarse inconsciente me impidió moverme o articular siquiera un grito, solo me quede inmóvil, en mi escondite esperando que lo que estuviera mirando fuera solo un espejismo. Pero no lo era.

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-¡Padre! – Isaac se veía desconcertado, como si él tampoco entendiese que hacían allí. -¿Qué quieres hijo? – Le respondió mi padre con dificultad para respirar. -Mira, tenemos la leña y el fuego pero ¿dónde está el cordero para el sacrificio? – Mi padre lo mira enternecido.

Mi padre levantó a Isaac del suelo, sacó de su bolsa una cuerda y le ató de pies y manos por la espalda dejándole totalmente inmóvil, claro si despierta, lo amordaza pero le deja los ojos descubiertos como si esperase que viese algo, yo aún no me muevo de mi escondite a escasos metros de donde


mi padre pudo haber cometido un asesinato; mi padre carga a Isaac, ahora bastante soltura y fuerza, y lo deja en el altar de piedra que habían levantado vuelve a su bolsa y saca un cuchillo, el pánico, el miedo y la ira se materializan en mi cuando ví que con manos huesudas y temblorosas levantaba el cuchillo, con los ojos llenos de lágrimas observando cómo los ojos de Isaac se abrían saliendo de su sueño empieza a dejar caer en cuchillo, entonces salté de mi escondite y grité: - ¡Alto! – Mi padre detuvo el cuchillo justo a tiempo y volteó a mirarme, Isaac hace el intento pero el golpe lo dejó atontado, además la posición en la que fue atado no parecía muy cómoda. -¿Quién se atreve a interrumpir el sacrificio?- Una voz lejana, suave pero que exigía imperiosamente una respuesta, seguida de un brillo cegador al otro lado del altar. Una mujer joven emerge del brillo, cabello rubio, ojos oscuros, piel clara y perfecta, vestido blanco hasta los tobillos, si mi padre no pudo explicarme una vez como era un ángel, esta mujer dio con la respuesta, seguramente porque ella era uno. – He hecho una pregunta ¿Quién eres niña? - Se le ve impaciente. -Yo… - busco la fuerza en algún lugar para responderle – Soy su hermana – señalo a Isaac que continúa inconsciente. – -¿Y tú nombre? – Su impaciencia cambia a

irritación.

-Yo…no, no tengo – -¿Cómo es posible que no tengas nombre? – El tono 62

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burlesco con el que hace la pregunta me exaspera, me intimida y reacciono agresivamente. -Mi padre nunca me dio uno – Quiero huir, quiero salir de aquí pero no puedo dejar a Isaac a merced de estos dos. Entonces tomo una flecha, la pongo en el arco y apunto a mi padre. Entonces su expresión de miedo e indecisión se transforma en ira. -¿Cómo te atreves a desafiarme a mí, a tu padre? – -Déjalo ir – -Dios requiere un sacrificio ¿Acaso no lo entiendes? – -Entonces tómame a mi - ¿Por qué hago esto? Isaac muere, una boca menos que alimentar y de todas formas no es muy útil, entonces encuentro la respuesta, es porque es mi hermano.

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Los Otros

Mito Élfico del Miedo

Cuando Eridius, gran jefe del clan de los elfos del bosque, invadió las cuevas subterráneas nunca esperó compadecerse por un pequeño elfo oscuro cuyos padres habían muerto en la guerra. Eridius adoptó al pequeño y lo educó como un guerrero de su ejército, con el propósito de que el joven guerrero se convirtiera en un símbolo de paz. Galadiel, esposa de Eridius, llegó a odiar al niño y lo nombró Nefarious como un recuerdo de sus orígenes viles y crueles. Nefarious creció y se convirtió en un bravo guerrero del ejército de elfos del bosque. 65


Nefarious tenía ya veinte años cuando el renovado ejército de las cuevas subterráneas volvió por su venganza. Nefarious luchó con valentía a pesar de la ira de los elfos oscuros al ver que uno de los suyos luchaba del lado del enemigo. El joven elfo tenía una técnica de batalla implacable: Se metía en la mente de sus rivales y les influía temor e inseguridad al momento de enfrentarlo en combate. El miedo invadía a sus enemigos y estos se movían torpemente lo que permitía que Nefarious danzara fácilmente entre sus enemigos con su espada. Galadiel se sintió iracunda al ver la destreza de Nefarious e ideó un plan para deshacerse de él de una vez por todas usando la misma táctica de batalla del joven elfo: Se metió en su mente y lo convenció que el ataque había sido propiciado por sus hermanos guerreros para que él muriera en el campo de batalla. Cegado por la ira ocasionada por el engaño, Nefarious se volcó contra sus aliados y empezó a masacrarlos sin piedad. Cuando Eridius se dio cuenta del masivo asesinato y traición entró en cólera y decidió castigar a Nefarious. Lo condenó a vivir en las mentes de otros seres vivos para influirles temor e inseguridad; nunca podría aportarle nada bueno a nadie y viviría así durante toda la eternidad. Desde entonces, Nefarious vive en las mentes de todos nosotros, nos provoca miedo y temor al punto que llega a controlar a voluntad la vida de su anfitrión y al débil le quita incluso sus ganas de vivir.

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