CAMINO DEL RELATO

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CAMINO DEL RELATO MICRO CUENTOS

GRUPO AMANTES DE LAS LETRAS / SOLO PARA LOCOS

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MARCELA ISABEL CAYUELA DAYANA CAROLINA ROSAS


DATOS DE REGISTRO PARA “CAMINO DEL RELATO” © Ediciones AMANTES 2 01 6 1 ° Edición Creative Commons Attribution- ShareAlike 4.0 MARCELA ISABEL CAYUELA

Nro. de Registro: 1 60507 7 451 008 https://www.safecreative.org/

Imagen de Portada: Dionisio López Ramos Diseño y edición de Portada: Marcela Isabel Cayuela Diseño y maquetación: Dayana Rosas Edición Literaria: Dayana Rosas y Marcela Isabel Cayuela Imágenes: Web


Un agradecimiento muy especial al Grupo de Amantes de las Letras / Solo para Locos, por permitir que este pequeño evento se haya llevado a cabo, por participar y dar rienda suelta a sus plumas y su imaginación. No duden, ni por un momento, que este hermoso grupo vive gracias y en ustedes. Les estamos muy agradecidas por dejar que lleguemos a sus corazones. Ha sido un hermoso trabajo el que se ha realizado. Esta pequeña y gran antología es el resultado del esfuerzo de todos. Un gesto hacia ustedes, de sus Administradoras. Gracias, muchas gracias por existir, estar y participar.


GANADORES


PRIMER LUGAR


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ENCUENTRO

aminaba por una calle desierta. Era una noche inusualmente oscura en la ciudad. Supuse que todos permanecían en sus casas, resguardándose del frío y la llovizna que caía de forma continua. Miré a mí alrededor, pensé entonces en la celeridad de la vida, en lo poco que importaban las pequeñas cosas y en todo lo que a veces, por idiotas, nos perdemos. Así iba reflexionando en todo y nada, cuando de repente apareció ante mí la figura de un viejo amigo, quien, desde la otra vereda, me dijo adiós con la mano. No volvimos a vernos y un año después, estaba muerto. Lo supe una tarde cuando, acomodado en mi sillón favorito y dispuesto a ver un partido, un flash informativo interrumpió la transmisión. Hablaban de un curioso caso. Habían encontrado el cuerpo en avanzado estado de descomposición, casi convertido en esqueleto, de un hombre. El hallazgo se realizó en el interior de una humilde y alejada cabaña situada en el bosque. No se encontraron signos de violencia. El cadáver yacía sobre la cama y solo un frasquito, del que aún emanaba suave el olor de almendras, acompañado de una carta, permitían suponer lo acontecido. Dicha carta, escrita con letra pequeña y apretada rezaba: “A quien me encuentre: A nadie ha de responsabilizarse por mi muerte. Si hay un culpable, he sido solo yo. Por no haber sabido encontrarle un rumbo a mi vida. Por no soportar la mediocridad y este espantoso dolor de sentirme solo. Juan Blanco” Sentí que se me erizaban los pelos de la nuca. ¡Se trataba de mi amigo! La fecha de aquella misiva, coincidía con la de la noche en que lo vi por última vez. Recordé entonces su gesto al saludarme. Había en el, algo de fatal resignación. Se estaba despidiendo de todos y de mí. Pensé… Alguien 7


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que como los demás, también lo dejó solo. La pregunta quedaría en mi cabeza por siempre, incluso llegado mi propio final, palpitando como una entidad con vida: “¿Aquella noche, era mi amigo en carne y huesos? ¿O quizá su propio espíritu liberado, caminando a solas como yo, bajo la lluvia?” HANNA POE - ARGENTINA

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BARWOMAN

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on el vaso mezclador en la mano izquierda, la botella de licor en la derecha y haciendo alarde de una gran maestría, terminó el show con una espectacular voltereta de ambos elementos, de espaldas a la barra, mientras vertía a ciegas las bebidas en sendas copas sin derramar una gota. Agradeció con una reverencia exagerada y una sonrisa, los aplausos de los clientes, así homenajeados y se dirigió al lugar donde él esperaba acodado y sorbiendo, como de costumbre, su whiskey, Sinatra select. - Hola chico guapo- le dijo, regalandole un guiño y agregóOye, hace tres meses que vienes, te sientas allí y me observas en silencio. Puedo ver en tus lindos ojos el interés en mi y te confesaré que tú no me eres indiferente. Creo que debo premiar tu halagadora perseverancia... Harás lo siguiente: Me invitaras con una cena en un lugar intimo y romántico. Si logras sorprenderme, te regalaré la noche más hermosa que puedas imaginar, haciendo realidad tus más locas fantasías, ¿que dices, bombón? - preguntó y volvió a sonreír pícaramente. Él la observo sin inmutarse, guardando silencio durante unos segundos y luego le respondió: - Definitivamente debemos hablar. Creo que eres mi madre. MARCELO ADRIÁN SÁNCHEZ - ARGENTINA

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PAULA Y YO

aula y yo somos muy íntimas. Inseparables. Hace cuarenta y seis años vivimos en la misma piel. Cuando ella dice sí, yo siempre siento no. Sin embargo, luego de largas charlas y apasionados intercambios de opiniones, llegamos por fin a un acuerdo. A veces me reclama actitudes conformistas. Siempre me alienta a ir por más. Es un tanto alocada, pero verla divertirse, me divierte de verdad. La vez que me tiré del techo con el paraguas fue simplemente porque sabía que se iba a reír. Me había casi convencido que si creía, podría volar. Aún escucho su risa colándose por mis ojos ante los gritos de mi madre, un tanto enfurecida. Cuando esa noche le conté que me ardían muchos los raspones, Paula me dijo con mucha dulzura que ella estaba ahí solo para aliviarme. Me reconfortó su compañía y el dolor que sentía, lentamente se esfumó. Muchas veces tengo que negarla. Eso me duele bastante, pero no puedo andar explicándole a todo el mundo que cuando la soledad me carcome hasta los huesos, Paula es la única que sabe cómo animarme. Nunca me pide nada a cambio. Me acepta tal cual soy. No intenta manipularme, solo sabe estar ahí. Respeta mis silencios, mis sueños, mis dolores. Es el reflejo de mi espejo y nunca me culpa por mis errores. Paula y yo somos muy íntimas. A veces ella se encapricha y dice si, y yo....simplemente siento no. Sin embargo, ¡me gusta complacerla! ¡Si ella es feliz, siento que también yo puedo ser feliz! MARIA ANGÉLICA BONTHUIS - ARGENTINA 10


SEGUNDO LUGAR


LA PARTITURA

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ace tiempo, cuando aún era feliz, escuchó contar una historia., hablaba de una partitura inacabada.

La leyenda decía que estaba maldita, que todo aquel que intentaba terminarla moría en extrañas circunstancias. Contaba su viejo profesor de música clásica, que el autor de dicha pieza, fue un prometedor concertista de piano, que enamorado de la más bella de las mujeres, empezó a componer la obra para su amada, su musa, y que antes de poder terminarla, ella lo abandonó por un violinista. Él, loco de celos, los mató a los dos y acabó con su propia vida, maldiciendo al tiempo la música que ese amor le había inspirado. Ahora, destrozado, sin fe, renegando de un Dios que le arrebató lo que más quería, recuerda la historia y busca la partitura., faltan los últimos acordes y se dispone a terminarla. Toma asiento en la banqueta del piano, empieza a deslizar los dedos por las teclas, la música suena sublime, le embarga…y sin darse cuenta, la termina. Alguien le sonríe desde las sombras y unas lágrimas se deslizan calladas por sus mejillas. MARIA GALERNA - ESPAÑA

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VISITANTE

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urante tres días había pasado algo muy extraño. Un viejo pordiosero tocaba la puerta de casa para pedir alimentos. El primer y segundo día le dije que no tenía nada para darle. Cuando llegó por tercera vez, lo vio mi hijo y me comentó que podía ser Jesús o Dios mismo, que deberíamos darle de comer. Mi hijo mismo le preparó algo, a lo que el viejo agradeció. Después no apareció más. Años más tarde, tuve que soportar ver a mi hijo ir a la guerra, ser fuerte ante lo peor, recibir la noticia de su muerte. Durante meses, tuve que reponerme de tan trágico golpe. Viudo y sin mi hijo, mi vida había cambiado para siempre, estuve al borde de quedarme loco. Pero una fría noche de invierno, ya estando acostado, sentí que alguien tocaba la puerta. Con el frío que hacía y lo tarde que era, no quise saber nada ni ver quién era. De pronto, me acordé de mi hijo y su acción de jovencito con aquel viejo que podría ser Jesús. Entonces me levanté. Cuando abrí, me di cuenta que era un vagabundo, un pordiosero mal alimentado, con esa enorme barba que se asemejaba a aquel viejo de hace años. Lo senté en la mesa y le 13


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preparé algo de comer, como lo hizo mi hijo. Me acomodé a su lado para verlo comer. Apenas podía sostener la cuchara para alimentarse, lo miré bien esta vez. Algo había en esa mirada, toda esa barba escondía un rostro. Y entonces comencé a mirarlo más y más. Le di más de comer con la intención de que se quedara más tiempo. Todo ese vello en el rostro no me dejaba reconocer ninguna cara. Entonces, me quedó la duda. La preciosa duda de no saber si el que tenía enfrente era Jesús o mi amado hijo. ALEJANDRO FABIÁN AGUIRRE - ARGENTINA

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TERCER LUGAR


EL VERDADERO MUNDO DE ESTHER

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sther vivía como había nacido. Cansada. Sus días crepitaban rutinas y silencios hasta el ocaso y desde la misma alborada. - ¡Quiero estar sola! - gritó en silencio. Tras sus gastadas gafas de plástico barato, solo un fiero destello fue consecuente con la insonoridad de su reclamo. A su alrededor todo se veía viejo, restaurado a fuerza de pintura al aceite y mucha cinta de embalaje. Ella sabía mejor que nadie lo que significaba “vivir de segunda”. Fue una mujer un día hermosa, hoy ya entrada en años, los que por cierto, le sentaban tan mal como los múltiples oficios que le arrugaron el alma remendada. Sentada bajo la luz amarillenta de una desnuda bombilla que colgaba inerte desde un cable color viento y lluvia, adornando de pobreza el ladrillo pelado que rodeaba su pequeño patio, Esther escribía como siempre unas palabras. Quería ser poeta. Necesitaba que alguien la escuchara. - ¡Fuera! - gritó de nuevo, pero esta vez fuerte y claro, a las dos perras de la casa que insistían en rondarla. 16


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Miró entonces por sobre la montura de sus lentes hacia el interior de la casucha que habitaba. Deprimente, pensó. Un silencio abismal vagaba alrededor de dos de los seis que junto a ella la moraban, apiñados cual sardinas en su lata. Pero Esther encegueció sus sentidos, intentando abstraerse de aquella mísera realidad que la rodeaba insobornable. Escuchó un violín lanzando a la noche sus notas desgarradas, hiriendo con el filo del sonido el negro techo de un firmamento tan insomne como su madurez temprana. Hubiese querido llorar. Llorar a gritos reclamando paz y vida para su alma vapuleada. Mas con profunda resignación, fingió ausentarse tras el tardío ostracismo al que, para sentir, se había condenado. - Mamá… - llegó temeroso el susurro desde la juvenil silueta cubierta por las sombras, justo a su costado. Esther reaccionó…. Más de lo que hubiera querido. El sutil temblor de aquella voz tan conocida para ella solo trajo a su memoria el recuerdo de sus propios miedos. Esos que había decidido no enfrentar. Entonces lo supo. Sintió que más que temida o respetada, era incluso despreciada. Aquel, su empeño en existir entre sueños y palabras, había levantado infranqueables murallas que ahora la encerraban, aislándola. - ¿Si? - contestó Esther, con la voz agobiada de respuestas. - Nada… - respondió su hija, bajando la cabeza y fundiéndose con sus pensamientos camino de vuelta hacia la nada. No existen letras que puedan plasmar el dolor de ver quebrarse desgajados los lazos de un amor que se enfrenta a los silencios entre dos seres que perciben la vida desde miradas diferentes. La puerta que daba al patio se cerró suavemente tras la joven, quien se aleja de la distancia que hoy es su madre, dejando a Esther muy sola. Esta vez sí. Completamente sola. Con las manos yertas sobre los retazos de su propia historia. Esa, esa que nunca llegará a ser publicada. 17


Y duele… Apuñala… Vibra un llanto añejo y conocido, forjando el sempiterno nudo en su garganta. Sola. El fracaso que ronda y apuñala. Esther no habla. Ya no tiene con quien y tampoco le quedan ganas. De pronto, impiadosa la lluvia, se descuelga antes que sus lágrimas. Golpeando su rostro, recorriéndole la espalda. Pero Esther no se mueve. No se estremece a su contacto. Tal parece… que no ha sentido nada. Sobre el óxido color ocre de una vieja mesa de taller, frente a la que está sentada, se humedecen, desdibujándose, las palabras. Y las llamas de un sueño…que se apagan. MARCELA ISABEL CAYUELA - ARGENTINA

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SELECCIONADOS


AUTOPISTA

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ebo llegar a la otra orilla. SĂŠ de antemano que no lograrĂŠ hacerlo.

Pero me hipnotiza este mar oscuro, fugaz, excesivamente intermitente y luminoso. Veo cangrejos con cabezas redondas, medusas que me deslumbran hasta casi cegarme. Enormes monstruos marinos de colores que echan humo y cantan como ballenas asustadas, desesperadas. De tanto en tanto, si observo la superficie dura y caliente, veo flotando un zorro, un armadillo, un perro grande y aplastado. Veo mi propio destino. Su sonido me ensordece y su olor es amargo. Pero debo llegar al otro lado. Respiro hondo, aprieto los puĂąos decidido y me sumerjo en el laberinto recto de solo dos direcciones. HANNA POE - ARGENTINA

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T

DON

engo un don. Puedo ponerme en la piel de aquel que me mira a los ojos. Me basta una mirada para colarme por las ventanas de su alma y recorrer, minuciosamente, cada rincón de su ser. Fue un día cualquiera, pero se hizo especial. Fue un lugar preciso, pudo haber sido cualquiera. Caminaba por las calles de una ciudad llena de luces; sin embargo, supe que dormía. Rodeada de mil personas, en compañía de una intensa soledad. Mis ojos no querían ver nada. Comenzaron a llenarse de todo y a marearse entre mil silencios que gritaban desilusiones, envidias, celos, desamparo y ambiciones demasiado profanas. El encuentro fue frente a frente. Paralizó mi paso. Fueron un par de minutos, los sentí verdaderas eternidades. Unos ojos negros brillantes se encontraron con los míos, demasiado hambrientos de respuestas. Las imágenes comenzaron a aparecer como en cámara lenta. Pude ver mucho más de lo que pretendía mirar, les aseguro, por el resto de mis días. Un nido de serpientes se retorcía entre palabras venenosas. Lenguas ponzoñosas lamían heridas, abrían cicatrices. Bandadas de cuervos pretendían esos ojos negros. Un ejército de ángeles negros batían sus alas aplaudiendo desaciertos. Una banda completa tocaban himnos a la desesperanza y muchísimas voces susurraban: ¡Están todos muertos! Setenta y siete maldiciones se reían a carcajadas de lo que, tímidamente, elevaba plegarias a la suerte. Un mar de soledades besaba las playas que, aunque parecían tranquilas, se levantaban celestialmente despiertas. Huellas de sus pies me marcaban un rumbo. Certero, pero lleno de vidrios rotos que se abrían paso entre un angosto sendero, rodeado de rosas blancas. Mi alma se llenó de un perfume a lirios, reconfortando esas visiones tan negras. Mi corazón latió aceleradamente entre dos mundos de fuegos. Se quebrantó ante el jadeo incesante de una manada de lobos sueltos. 21


Sentí su hambre. Me recorrió el miedo. Partido en dos, sangraba lágrimas de creencias desmayando pero al caer en el suelo, formaron una imagen clara y pura de ese cuerpo maltrecho. Vi su rostro. Un Ángel con una misión: besar un puñado de almas perdidas y darles la redención. El solo me hizo una seña pidiéndome... silencio. Tengo un don. Hay instantes en que lo maldigo. Implorando de rodillas, pido quedarme ciega. Una voz me dice: "El sentido de esta vida está muy lejos de los que muchos creen. El vibrar desde el verdadero amor siempre es un eterno consuelo". Todas las almas perdidas tienen el gran privilegio de tener un Ángel. No miremos con desprecio, existen demasiados jueces. Ellos también, cuando no saben nada, casi siempre, despiadadamente, nos mienten. MARIA ANGELICA BONTHUIS - ARGENTINA

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MBÓI JAGUA

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a vida de esta persona, a quien llamaremos Anselmo, transcurría plácidamente entre el atender las necesidades de su numerosa familia (era casado y tenía, con su esposa, once hijos, entre niños y niñas) y las tareas que le demandaba el cuidado de su “chacra”, bastante distanciada de su hogar, allende el monte. Solía permanecer un tiempo en cada lado, digamos, una semana con la familia y otra en la soledad de su chacra, cuidando los cultivos de tabaco o algodón, que alternaba con otros, de acuerdo a las demandas del almacén que tenía en la casa o de los intermediarios que compraban gran parte de la producción, llevándola en enormes camiones a la ciudad. Esa madrugada, mientras tomaba unos mates, preparaba el caballo y algunos enseres que le estaban haciendo falta allá en la chacra. Conversaba con su esposa bajito, para no despertar a los niños. Le contó que ya no quedaba mucho por hacer, pero que como se avecinaba la cosecha, posiblemente, se quedaría unos días más que de costumbre para dejar todo preparado. Se despidió con un beso, palpó su cintura asegurándose de que el revolver estuviera bien calzado, e introduciendo el machete a un lado del apero, montó al fin y emprendió el camino a través de la noche cerrada del monte. Dos horas de galope corto, primera parada en la mitad de camino, allí donde un hilo de agua cristalina, del que nadie sabe el origen ni el destino, refresca generosamente a todo ser vivo que se acerque a su cauce. Saciada la sed y disponiéndose a montar, ve con asombro como el caballo da un respingo asustado. Anselmo trata de calmarlo, hablándole suavemente y sujetando las riendas. Desde el agua se asoma presurosa por escaparse hacia el follaje, una cría de mbói jagua, (anaconda) la que es rápidamente capturada por Anselmo y metida en una alforja. 23


Luego de llegar a la chacra y habiendo cumplido con las obligaciones, Anselmo se dedicó a alimentar a la boa familiarizándola con su voz y su contacto. El tiempo transcurrió y también varias cosechas. Yboty, que así fue bautizada la boa, creció sana y fuerte. Respondía inmediatamente al silbido de su amigo y lo recibía siempre atenta en la puerta. Anselmo la premiaba con un huevo, a veces un pollo o, en ocasiones, con alguna deliciosa alimaña que cazaba por el camino para su amiga. Celosa guardiana de la chacra en ausencia de Anselmo, no dejaba que nada ni nadie osase acercarse siquiera al lugar, pero se mostraba mansa e inofensiva con los visitantes en presencia de su amigo. Muchos años después, me contaría María, una de las hijas de Anselmo, a quien tuve el placer de conocer, que en una ocasión su tío Waldo, hermano de su madre, llegó a la chacra sin previo aviso mientras Anselmo se encontraba sembrando no muy lejos de allí. Waldo entró concienzudamente y, en un gesto de amistad, palmeó el lomo de Yboty, quien inmediatamente lo atajó, lo redujo, comenzando a envolverlo en un mortal abrazo entre sus anillos. Los gritos desesperados de su tío alertaron a Anselmo, quien corrió presuroso a la entrada y con un silbido detuvo a su amiga, salvándolo del fatal desenlace. MARCELO ADRIÁN SÁNCHEZ - ARGENTINA

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DESACUERDOS

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n sentimiento, una palabra, una razón, libertad y libertinaje. Los cinco salieron juntos a caminar entablando entre sí una breve, pero intensa discusión. Razón quería imponer un sí,... y también, su criterio por encima de la palabra y libertinaje. Mientras, sentimiento y libertad observaban mudos la situación sin intervenir. En pleno alboroto, palabra alzó aún más su tono de voz de manera ofensiva, apoyada por libertinaje contra razón. - ¡Basta ya! - Espetó sentimiento zanjando la discusión. - Vuestra actitud ofende y no pienso compartir ni un segundo más esta situación. - Inmediatamente, volvió sobre sus pasos y se alejó. Palabra, razón y libertinaje se miraron entre sí. Después, libertinaje preguntó a libertad: - ¿Qué opinas libertad? ¿Lo que ha sucedido es como para que sentimiento se enfade y se marche de esa manera? La respuesta no tardó en llegar 25


- Puede ser porque hay palabras sin razón, que apoyan el libertinaje para herir los sentimientos de la libertad. DIONISIO LOPEZ RAMOS - ESPAÑA

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OSITO DE PELUCHE

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entada al borde de la cama, se coloca unos calcetines gordos de lana para estar en casa; en el suelo, unas zapatillas algo deshilachadas esperan su turno para ser calzadas. Si por Mercedes fuera, ya hubiese comprado otras y éstas estarían en el cubo de la basura, pero faltan tres semanas para su cumpleaños y Laura, su sobrina, ha prometido regalarle unas nuevas para ese día. La jornada ha sido dura, ahora toca ponerse cómoda y relajarse. En pijama y bata, se dirige a la cocina, donde su mascota espera que la saque a dar un paseo como todos los días. Mercedes coge una jaula con cuidado y, antes de "un plisplás", está sentada sobre el sofá de la sala. Una mesa rectangular de cristal y un camino hecho con pipas, trazado y bien alineado, esperan que una ratita blanca se pasee por allí, como si fuese el Circuito del Jarama. Mercedes abre la puerta de la jaula, coge la ratita con mucha suavidad y le da un minúsculo oso de peluche que ha comprado para que juegue con él. Instantes después, observa cómo algunas cáscaras de pipa quedan panza arriba tras saciar su amiga el apetito. Pasado el momento, toca la segunda parte del paseo. Ella introduce suavemente por la manga de la bata de su brazo 27


izquierdo a su mascota, al hacerlo, nota cómo va trepando, poco a poco, por su brazo hasta salir por el cuello; después, al revés; solo que cuando baja por el mismo camino, lo primero que ve asomar Mercedes por la manga son unos pequeños bigotes que anuncian la presencia de dos ojos respingones que la miran fijamente. Hoy, curiosamente se ha quedado parada en la mitad del camino sin moverse. Esto no había pasado nunca, por eso Mercedes desabrocha un par de botones de la bata, para ver qué sucede. Observa a su amiga dormidita a la altura del calor que desprende su axila, coge su cámara de fotos... y dispara. Cualquier día la vemos colgada en el Facebook. DIONISIO LOPEZ RAMOS - ESPAÑA

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HORNO DE BARRO

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os rayos solares jugaban con las sombras de los escasos árboles ese mediodía, la brisa hacía bailotear las ramas y hojas más tiernas, las avecillas gritaban por comida. La naturaleza desprendía un lastimero sonido y Teodoro lo escuchaba como si le fuera dedicado exclusivamente a él. Horno de Barro era un poblado habitado por seres descartados socialmente, poseedores de una rara enfermedad llamada “síndrome D”. Una semana antes explotó una bala en la frente de la esposa por esconderle el dinero de la venta de ese mes. No intentó ocultar el hecho, porque todas las hipótesis conducirían hacia él. El abogado de la familia, supuesto amante de Rosa desde hacía años, con la ayuda de los demás miembros del Círculo de la buena conducta, lo declaró enfermo al solo efecto de sentenciarlo a vivir en Horno de Barro. La fuga surgía como única posibilidad. En sus cuarenta años ni siquiera había estado en las cercanías del temido pueblo, del cual poco se conocía. Prácticamente nadie retornaba para contar las experiencias vividas allí. Era la tierra liberada y Teodoro había escuchado algunos comentarios que le helaron la sangre a pesar de que no les dio, como la mayoría, crédito. Un lunes temprano lo trasladaron en una Ford Ranger blanca. No le pusieron sacos ni lo maniataron, simplemente lo introdujeron con un resuelto empujón. Desde el preciso instante que cruzó la línea entre la vida y la muerte se sintió privado, por primera vez, de su libertad. Los muertos vivos no tardaron en aparecer, curiosos ante la 29


novedad se acercaron y lo palparon con movimientos desordenados. Algunos estaban totalmente desquiciados y una baba gruesa y blanquecina les caía de la boca, otros daban una apariencia de cuerdos; pero no obstante, prefirió hacerse el desequilibrado y evitar la cercanía de ambos. Corrió como un ñandú, hacia todos lados, cortó hierbas con las manos, abrió grande los ojos y se alejó. A partir de entonces todos siguieron la acostumbrada rutina olvidándose de él. Primera meta lograda. La sombra grotesca de la noche comenzó a cubrir todo lo visible y el sonido de voces incoherentes llenó el lugar. Con asombro, vio en ráfagas de luz que a un grupo de aquellos pobres despojos humanos, sometía sexualmente a otros que gritaban y vociferaban. Teodoro comenzó a sentir temor por primera vez en su vida y maldijo, en todos los idiomas conocidos, a Rosa, única responsable de su desdicha. Para pasar la noche se tiró debajo de unos maderos y ubicó el cuerpo en un espacio tan pequeño, que al poco tiempo le hacía doler y acalambrar los miembros. Prefirió permanecer en ese lugar y en esa posición, a ser sorprendido por algún habitante. A la mañana siguiente lo sorprendió el sol de lleno en la cara. Abrió los ojos y un hermoso y colorido paisaje se presentó ante ellos. Los pájaros revoloteaban hacia todas direcciones, para finalmente, posarse sobre las verdes hojas de los árboles campestres. Por un momento, pensó que todo había sido un sueño y que Rosa y Juanita, la hija de ambos, entrarían por la puerta y se tirarían sobre la cama del dormitorio peleándose por el control del DIRECTV. De pronto, escuchó un grito desgarrador y pegó un salto dirigiéndose automáticamente hacia la dirección de dónde provenía. Se acercó lentamente. Un cuadro espectacular tenía lugar a escasos metros de donde se encontraba. Aparentemente en esa mañana, llegó un nuevo huésped y no fue bien recibido, lo demostraban propinándole mordiscos, patadas, pellizcos. Los ojos de Teodoro se encontraron con los del muchacho. Rápidamente ideó la forma de llamar la atención para que lo liberaran. Se dejó ver. Gritó, subió y bajó de los árboles. No le costó mucho porque desde pequeño 30


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había sido un excelente trepador. Los locos lo miraron con la boca abierta y luego intentaron hacer lo mismo, olvidándose por completo de la presa que salió corriendo como un proyectil. Después de que todo volvió a la "normalidad", ambos se confiesan y unen sus habilidades para armar el proyecto. Acuerdan evitar la zona donde puedan ser percibidos. Arman una pirca para permanecer aislados. Teodoro se llevaba bien con los animales y un joven halcón merodeaba la zona. Con maestría descomunal lo adiestró para la cetrería, con el fin de resolver la obtención de alimento. El halcón se presentaba con conejos, liebres, acondicionados para resistir la putrefacción. - A esto lo llamamos charque en mi pueblo - le dijo un día, su ocasional le dijo un día su ocasional compañero. El halcón pasó a formar parte indispensable de los dos. En más de una oportunidad, anunciaba la proximidad de los dementes, lo que permitía que los dos hombres se escabulleran sin ser vistos. Pasado el tiempo no volvieron a saber de ellos. Segundo objetivo resuelto. Los árboles comenzaron a entristecer y las hojas caían al suelo, abrazando todo de amarillo y marrón. El otoño representaba un nuevo desafío para el grupo y lo resolvieron arropándose mutuamente con el cuerpo. La comida escaseó hasta la desesperación y, de vez en cuando, un agotado halcón tiraba un conejo piel y hueso, suficiente para calmar la hambruna de los tres. Teodoro, el más resuelto, había notado el silencio en el lugar y comprendió que los demás habitantes pasarían bajo cuatro paredes todo el invierno. Era la oportunidad que estaba esperando para escabullirse definitivamente del monstruoso lugar y comenzó a idear distintas posibilidades, con sus consecuencias. Una noche, la tormenta, cómplice, azotó la zona con relámpagos, rayos y fuerte viento. La oscuridad reinaba totalmente. Estuvieron horas esperando algún movimiento y la respuesta era la soledad total. - Vamos, muévete - dijo Teodoro al compañero. 31


El halcón movía sus alas en un intento por mantenerse firme en sus hombros. No escuchó respuesta, pero no dio importancia, ya que el fuerte ventanal ahogaba las voces. Cuando saltó el alambrado y su rostro dibujó la sonrisa del triunfo, las potentes luces de la Ranger blanca le volvieron a la cruel realidad; el compañero de tantas noches y días era un soplón que había ganado, a expensas suya, la liberación. ALICIA FARINA - ARGENTINA

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CUANDO PUDE DECIR ¡BASTA! (Los malos ejemplos son peores que los crímenes).

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oco a poco las fuerzas me pueblan de nuevo. Pero en aquellos tiempos en los que amamanté a mis hijos con mis miedos, las fuerzas caían de mis brazos y la risa abandonó mi cara por completo. Morí en vida entonces, dejé que me robaran las ganas. Creí amar, cuando en realidad estaba enredándome en una espiral de canalladas. - Sos mi todo, mi reina - decías. Y tanto tiempo tardé en darme cuenta, que tan solo era la reina de las pavotas. Coreografía de insultos y accesos de rabia, mechados con gritos, adornados de flores, anillos, viajes y helados. El tiempo al transcurrir, mostró que solo eras un traidor. Más no pude verlo hasta muy tarde, cuando los días se hicieron noches y el cuerpo dolorido pedía una tregua gritando frente al espejo que ya no había risas, sino una honda pena. Cuando me pediste que te pasara las copas y, de pronto, me encontré rodando entre las ruedas, comprendí que debía huir de tanta insania. Con vos… me fui traicionando yo. Amortajé mis sueños, avinagré los juegos de mis niños, enterré la esperanza con las palabras que repetías y que yo creía como una verdad suprema. Permití tanto desparpajo. Fue tan chata mi consciencia que se amoldaba con las huellas mnémicas de tantos improperios, abusos y violencia; desdibujándose los bordes, los límites y la 33


decencia...Analfabeta para leer con claridad todas las falacias. Me traicioné y de lejos veo el lienzo destajado de heridas en la pared del alma, heridas que me recuerdan las cicatrices, los gritos y los llantos. Fue entonces que una nueva huella se inscribió en mi linaje con la palabra Basta!!! Hoy, otro aire sopla por mis playas. Sonrío y me muevo porque pude recortarme de los brazos anillos, flores y abrazos encadenados con mentiras insaciables. Restauro la calma, la dignidad, el valor de la vida, el amor de ms hijos. Embandero promesas vestidas de verde esperanza...Porque pude decir ¡Basta!. GRACIANA DUPRAT - ARGENTINA

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RELOJES

onrió. Le causaba gracia su desopilante comparación, aunque reconocía su autenticidad: era como la relojería de don Armando, repleta de relojes de diferentes estilos y modelos, cada cual marcando una hora distinta. Habían unos que adelantaban y otros que atrasaban, ella era consciente tanto de sus precocidades como de sus inmadureces. Relojes empecinados en quedarse estancados en un instante determinado y relojes derrotados, sin manecillas, las que yacían sueltas y tiradas en la parte inferior del aparato. Relojes caprichosos que solo funcionaban correctamente cuando tenían ganas, y relojes inseguros que oscilaban avanzando y retrocediendo un punto. Relojes que funcionaban a pilas, eléctricos y a pulso. Relojes estruendosos como el de campanadas y el cucú que se vanagloriaban mostrando su eficiencia y relojes tan tímidos, que hasta silenciaban su tictac. Existían los superados que daban por supuesto que con ninguna, o a lo sumo cuatro rayitas, era suficiente para comprenderlos, otros exóticos con números romanos y los explícitos digitales con numeración arábiga. Algunos funcionaban correctamente, aunque por algún extraño motivo mostraban un horario que no coincidía con el de ese momento y lugar. Relojes grandes y pequeños, de diferentes materiales y formas, artísticos y cuadrados. La diversidad y sus complejidades exhibidas en un negocio con tan sólo una máquina. Decidió ir allí y conversar con don Armando para comentarle sus reflexiones. Él la escuchó atento, mientras la observaba curioso. Luego buscó en un cajón un estetoscopio y, apoyándolo sobre su pecho, comenzó a oscultar su tic- tac LUNA NIMAC - ARGENTINA

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UNA HISTORIA FANTÁSTICA

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oy puedo contar, sin guardarme nada, una historia fantástica que me he callado por miedo a que me llamasen loco. Pasó hace como tres años atrás. Una noche de vacaciones. Todo es día lo pasamos en la playa, divirtiéndonos, bebiendo, jugando. Fue un día espectacular. Ya entrada la noche, mis amigos decidieron ingresar a la cabaña para ver películas. No estaba de humor para ello, por lo que me quedé sentado en la orilla, respirando libertad, viendo la inmensidad, oliendo la pureza, pensando en ella: Sara. ¿Qué haría cuando la volviese a ver? Mis pensamientos fueron golpeados cuando un destello en el mar se vislumbró. Me encandiló por completo. Luego, nada más. Me quedé quieto, trémulo, esperando. Varios minutos pasaron sin que nada ocurriera. De pronto, un susurro llora, como si fuera el viento. Pero yo ya había hablado tanto tiempo con él que sabía no era. Un llanto, dolor, sufrimiento que me desgarraba. Una voz de ángel, muy a lo lejos, por donde la luz se había visto. Sin perder más tiempo, mi cuerpo tembloroso se 36


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transformó en una flecha. Instintivamente, entré en el agua. Estaba seguro que podía ir y venir sin ningún problema. Mi condición de nadador nato me lo permitía. Me dejé llevar por el sonido, nadé, nadé y nadé. Casi estaba allí, pero me detuve porque vi la cosa más increíble hasta ese momento: el chapoteo de unas aletas, pero no de unas cualquieras, sino las de una sirena. ¡Mis ojos estaban viendo a una sirena! ¡Padre Santo! ¿Estaba loco? Hermosa criatura. Pelo verde, largo, sedoso, húmedo, piel blanca como el mármol, sus preciosos pechos estaban cubiertos por dos conchas. Sin embargo algo no andaba bien, no se movía con soltura. Sus ojos tocaron los míos, suplicantes, preocupados. Cuando logré visualizar en la oscuridad, me percaté de que estaba en una red, atrapada y sin forma de salir ni escapar. Pensé lo más rápido que pude, pero nada se me ocurría. Intentando avanzar hacia ella, una luz deslumbrante me cegó, consiguiendo que no pudiera avanzar hacia mi objetivo. ¡Fue asombroso! Como pude, observé un ángel de cabellos amarrillos descender con sus alas gigantescas. El batir de ellas semejaba el motor de un avión en acción. Las olas que creaba en el mar eran inmensas, aun así y a duras penas, logré atravesarlas. Unas lágrimas azules salían por las dos perlas de sus ojos, una belleza. No eran de tristeza, sino de felicidad al ver al ángel llegar en su rescate. Sin esperar mucho más, éste la tomó entre sus brazos, destruyendo la trampa mortal humana. Ella volvió a mirarme y me sonrió. Supe que era en agradecimiento por lo que quise y no realicé. Mientras, él se la llevaba lejos, a salvo. Vi como se escudaba en su pecho, como yacía tranquila en su regazo. El ángel le dio un casto beso en sus cabellos, mientras ascendía de nuevo hacia los cielos. Fue su manera de decirle que siempre velaría por ella. Estupefacto, volví con los míos sin mencionar palabra. Pero hoy no he podido detenerme, pues el vacío y las ansias de saber de ambos me dejan en paz. Espero un día conocer su historia. No crean que estoy loco, es lo más real que he visto nunca. DAYANA ROSAS - VENEZUELA 37


COBARDE

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n temeroso susurro. Lágrimas. Un grito ahogado. Un portazo. Un salto esperado de sorpresa.

Silencio. Mucho silencio. Y el llanto desconsolado de un bebé. Hace dos años que vive así. No conoce otra realidad. Ella tiene dieciocho años, él veinticinco. Tienen un niño de diez meses, fruto de las noches de pasión que tuvieron en sus mejores momentos. Pero eso era antes. Antes. Hace ocho meses él cambió. O al menos, comenzó a mostrar hábitos que no dejó entrever en los primeros tiempos, durante el primer año juntos. Cuando nació el bebé, se tornó más agresivo, antipático y posesivo. No la dejaba salir, ni siquiera con el niño. Le exigía tener sexo todo el día y a los gritos, cuando ella sólo quería cuidar al pequeño. Emmanuel, lo habían llamado. Hijo de Dios. Y comenzaron los golpes. Cuando la madre de ella iba a visitarlos, él salía corriendo, argumentando una changa que inesperadamente había conseguido. Ella no hablaba con su madre sobre el tema. No lo creía tan grave. 38


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Emmanuel ya tiene diez meses, y ella ya no aguanta más. Habla con una amiga, pero todavía no se anima a denunciarlo. Aún lo quiere. Cuando hacen el amor es sin cariño, precisamente sin amor. El siempre termina lastimándola, física y mentalmente. Si no le gusta la comida, le pega y la deja en un baño de lágrimas, mientras se va al bar de la esquina y vuelve horas después, totalmente ebrio. Pasan los días y las horas. Una mañana él la despierta y la interroga por un mensaje que llegó al celular de ella mientras dormía. Ella le jura mil veces que no sabe de quién es, cosa que es cierto. Una bofetada. Dos. Tiradas de pelo. Insultos. Emmanuel comienza a llorar en su cuna, despierto por los gritos de sus padres. Un aullido de dolor desgarra el aire del mediodía. Un disparo. El llanto del niño continúa. Otro disparo. Silencio. Un leve gemido. Y un último disparo. Cuando llega la policía, alertada por los vecinos, la encuentran a ella en su dormitorio con una bala en el pecho. En el cuarto del bebé, las sábanas de la cuna están impregnadas en sangre. Emmanuel con un disparo en la cabecita. Y en el piso, con un disparo en la boca y mordiendo el polvo ensangrentado, yacía un imbécil. Un cobarde. JOANNA MEMINGER - URUGUAY

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SIETE ANILLOS

añana se cumpliría el séptimo aniversario desde que se fundara su exitosa empresa. No existían obstáculos que lo detuvieran. A sus escasos veintisiete años, tenía todo y más de lo que otro chico de su edad quisiera. A nivel nacional, no existía otra Compañía que estuviera a la altura de la suya, y según lo indicaban las finanzas, se necesitaría mucho tiempo para que alguien obtuviera aquel status. El sabía que para entonces, su capital habría crecido a niveles exponenciales. Era el génesis del dinero y de la fama. Este panorama era digno de celebración. La fiesta tomó lugar en el anfiteatro sur, como de costumbre. La multitud, las luces, los manteles, las sillas, las comidas. Incluso la ropa de los cocineros era perfectamente coherente con los mosaicos del baño. Todo semejaba una pintura plasmada por algún dios millonario. Nada podría arruinar su evento. Ya se preparaba para dar inicio a su discurso, cuando un encargado de limpieza se acercó para pasarle una llamada catalogada como de “extrema urgencia” por parte de un anónimo. La humillación que este empleado recibió del empresario, era congruente con la magnitud del lugar. No solo estaba molesto porque el encargado no respetaba el “protocolo”, sino también porque el teléfono al que llamaron con costos a su cargo, lucía una de esas luces azules y comandos básicos. Tras minutos de improperios, un guarda de seguridad que acompañaba a dicho empleado, decidió intervenir. Tomando uno de los micrófonos desde la mesa principal dijo en tono desesperado: - “¡Señor, su padre acaba de morir! Usted cambió su número telefónico el día en que se enojó con él hace siete años, y el único contacto que el hospital logró encontrar fue el del mejor amigo del señor César. Por eso era necesario que usted atendiera esa llamada. Siento mucho que se enterara de esta forma, pero no me ha dejado otra opción”. 40


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Anonadado, el joven empresario salió corriendo entre la multitud, subiéndose al Porsche, condujo hasta su casa. Una vez ahí, decidió empaparse en alcohol, y mezclar LSD con un poco de cocaína. Sumergido en su desgracia y vacilando, tomó un espejo. El reflejo le anunciaba que su rostro se transformaba conforme transcurría Queen Quotes Crowley, aunque no entendía muy bien porqué. “Seguramente es por esto que estoy consumiendo”- - pensó. Fortuitamente surgió alguien llamándolo, la voz era similar a la de la pieza que su computador reproducía. Sobrevinieron entonces segundos de inconsistencia (en donde ya no sabía si le faltaba un ojo, o le sobraba una boca, o si por el contrario estaba tan impecable como siempre), acompañados estos por el consecuente aturdimiento y un fuerte dolor de cabeza, que solo podía empeorar ante el sonido de las sirenas policiales que ya rodeaban su casa. Nuevamente oyó su nombre y todo volvió a ordenarse. Excepto por una cosa: Lo que ahora percibía en su mente, eran solo memorias. Recordó cuando debido a la envidia y a través del soborno, hace siete años pagó por “arreglar papeles” con el objeto de convertirse él mismo en dueño de la microempresa que su medianamente viejo y pobre padre había creado. También rememoró los tiempos en que la ira corría por sus venas ante el hecho de tener que esperar una media hora para tomar el autobús que lo llevaría de vuelta a casa. O cuando por pereza a salir, rechazaba siempre los encuentros que su novia proponía. Recordó cuando dejó de hablar con aquellos que fueran sus amigos desde primer grado en la escuela; tan solo porque su cuenta bancaria valía más. Recordó la época en donde tenía un deseo implacable por hacer sentir como insectos a los demás. Recordó que la cocaína que había consumido, provenía de una prostituta con la que estuvo, dos noches previas al evento. Y el último recuerdo… Cuando hace pocas horas, humilló a su propio empleado. De pronto todo se oscureció. Le llegaba el olor a humo de cigarrillo y el dolor de cabeza se intensifico paralelamente con una voz que decía: - “Has visitado los siete anillos del infierno. Ya estás listo”. Nunca se supo lo que realmente le sucedió a Juan Pablo 41


Cáceres. Solo que tuvo un accidente automovilístico a 1 00 metros de la Iglesia Central y que en su cuerpo no se encontraron rastros de alcohol o drogas. Actualmente yace enterrado junto a su padre, en la bóveda familiar de quien fuera su encargado de limpieza. Porque nadie fue a reclamar sus cuerpos. FREOS V. WH - COSTA RICA

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INSTRUCCIONES PARA SUICIDARSE

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odo buen suicida ha de tener por lo menos, un motivo. No tiene que ser muy grande, tal vez una decepción amorosa, la quiebra de su empresa, el olvido de un ser amado. El motivo tampoco ha de ser proporcional al método empleado para quitarse la vida. No elija nada que sea muy sangriento, recuerde siempre que el aseo es una virtud. Segundo, la elección del método y el arma que, como está dicho, tiene que ser algo simple, una cuerda colgando del techo, por ejemplo, suele ser muy efectiva, claro, comprobando primero su resistencia, no es cuestión de echarlo todo a perder por una cuerda en mal estado. Recuerde que solo tiene una oportunidad y no debe desaprovecharla. Luego está la carta de despedida. Evite las frases largas, las motivaciones tortuosas, al fin y al cabo, eso ya no importa, usted estará muerto para cuando la lean, evite echarle la culpa de su infortunio a los demás. Es usted quien toma la decisión, nadie le ha obligado. Siendo así, ya está usted listo, no deje que nada le interrumpa, sobre todo no conteste el teléfono, quien sabe, tal vez una reunión imprevista lo pondría a usted en posición de volver a intentarlo después y nunca se sabe lo que pueda surgir el día de mañana. Empuñe fuertemente el arma (o el frasco de pastillas), con determinación, recuerde que no hay nada peor que un suicida cobarde. Suba a la cornisa con paso firme, ojalá entonando una canción, le aseguro que esto le dará muchos ánimos. Si sigue las instrucciones al pie de la letra, lo más probable es que sus familiares se lo agradezcan (sobre todo si tiene usted un buen saldo en el banco) en caso contrario, lo más probable es que le maldigan por haberles añadido otra deuda 43


más. Salte del abismo con estilo, como si volara, apriete el gatillo con cierta gracia, delicadamente, tómese el frasco de pastillas con suavidad, haga de cuenta que solo son dulces de menta. ya.

Después de hecho esto lo más seguro es que nada importe DANIEL CASTILLO - ANONYMUS - COLOMBIA

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EL SECRETO

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No confesará!. ¡Jamás traicionará la confianza que en ella habían depositado! Guardará el secreto hasta las últimas consecuencias. Era evidente a esta altura que ella era la única que conocía la respuesta y el acceso a aquello tan ansiado... pero nunca obtendrán ninguna ayuda voluntaria de su parte ¡aunque la torturen!. Desde que la encontraron ya perdió la cuenta de todas las puertas y cerrojos por los que pasó; recuerda que la tuvieron colgada mucho tiempo de una soga con los pies en el aire; que innumerables veces le introdujeron medio cuerpo en lugares estrechos que raspaban sus extremidades o en grandes y extrañas cuevas donde se sentía perdida; que le untaron el cuerpo con sustancias viscosas que la asqueaban y le hacían resbalar; incluso la amenazaron con limarle uno por uno todos sus dientes... ¡pero ella se mantuvo firme!, ¡siempre!, jamás colaboró. Ya hace varios días que la tienen encerrada en una caja fría y oscura. No sabe si es por que se cansaron y entendieron que nada doblegaría su lealtad o simplemente es otra forma de ablande... no le importa, nunca accederán a la cerradura de la cual ella es la única llave. LUNA NIMAC - ARGENTINA

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EN LA PRÓXIMA NAVIDAD

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l cachorro desorientado entró por la reja de aquella casa donde vivía un abuelo. Pasado un tiempo y, al ver que nadie lo reclamaba, pensó en un nombre definitivo. Mientras tanto, se le ocurrió llamarlo “Cachilo”. Se habían encariñado mutuamente. Un blando almohadón, al costado de su cama, lo esperaba todas las noches para sus más tiernos sueños. Una mañana, el abuelo se despierta y lo llama. - ¡Cachilo!, ¡Cachilo! El noble perrito, poniendo sus dos patas a la altura de su rostro, comienza a lamerlo dulcemente. ¡Ya no podría vivir sin él! Luego del desayuno, lo llevaba hasta la placita del barrio y ahí veía como Cachilo retozaba contento. Era su fiel compañero en momentos de soledad. Se aproximaba el fin de clases, las vacaciones escolares y, tras ello, las fiestas Navideñas. Abuelo Dante se preparaba para recibir a su nieto Manuel, para quién tenía preparado un cuarto con muchos entretenimientos; aunque para el niño, el mejor recreo era el perrito. Cuando llegó el niño, caminaban hasta la placita y, allí, 46


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el anciano disfrutaba verlos correr y jugar. Allegada la Navidad, los padres de Manuel y el abuelo le preguntaron qué regalo le había pedido a Papá Noel. - ¡Un tren eléctrico!! - Manuel muy decidido, gritó- . ¡Sí, sí! Eso le pedí en mi “cartita”. La festividad se realizaría en la casa del abuelo. La mamá de Manuel, desde muy temprano, había comenzado con los preparativos para la sublime cena. Una adornada mesa y gustosa comida los unió bajo un mismo halo de luz. Al llegar la media noche, la familia brindaba por una muy Feliz Navidad. Entre estruendosos cohetes y algarabía, la mamá invitó a cada integrante de la familia a abrir su regalito. Manuel corrió a recibir el suyo. Papeles multicolor volaron por el aire y, tras cartones rasgados, apareció el regalo tan anhelado por Manuel. ¡Un tren! ¡Sí! ¡Un tren eléctrico! Más felicidad no le cabía. Pidió ayuda a su padre, quién le armó la pista y todos, esa noche, se convirtieron en niños. Cachilo giraba y chumbaba a cada vuelta del tren. A la mañana siguiente, abuelo Dante fue el primero en levantarse, llamando a Cachilo para su acostumbrado paseo. - ¡Cachilo! ¡Cachilo! Pero el perrito no apareció. Manuel, escuchando a su abuelo, saltó de la cama. - Abuelito, quédate tranquilo, yo saldré a buscarlo - le dijo. Se dirigió hasta la placita, sentándose en el banco donde su abuelito acostumbraba a descansar y allí quedó a la espera… Desolación total. Como un espejismo, vio a un niño acercarse con un perrito atado a una soga y pronto reconoció a Cachilo. Manuel le fue al encuentro, el pobre perrito no paraba de tironear y ladrar. En son de amistad, se presentó y le explicó que ese perrito era de su abuelo; pero el niño, quien dijo llamarse Tito, le contó que lo encontró la noche de Navidad y que era su más preciado regalo; pues, Papá Noel, nada le había dejado. 47


Tras una corta charla con Tito, Manuel corrió hasta la casa de su abuelo y volvió a salir con misteriosa urgencia. Al regresar, entró gritando alegremente: ¡Abuelito! ¡Abuelito! Abuelo Dante no lo podía creer, ¡Cachilo saltando a sus brazos nuevamente! Manuel se sentó en las rodillas de su abuelo y le preguntó al oído: - Abuelito, ¿falta mucho para la próxima Navidad? HILDA ALIMONTI - ARGENTINA

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PREMONICIÓN - ¡Hola, hijo! - ¡Buenos días, padre! - ¿Por qué tan triste? - Es que recuerdo a mi niña esta mañana, cuando subió a nuestro cuarto, muy tempranito y se arruncho en mi pecho. Creo que durmió una media hora cerca a mi corazón, su respiración pausada y pura, me enalteció. Luego, con el impulso propio de la juventud, se levantó para irse al colegio. Yo bajé minutos después y la llevé a la ruta donde pasa el microbús. Justo, instantes antes de abordar el auto, tuvimos un altercado por cosas sin sentido. Nos despedimos muy parcamente, pero.... Justo en ese momento, por unos microsegundos nos miramos, pude ver la tristeza en sus ojos, y creo que ella vio algo similar en los mios, sentí.... ¡el peso de la despedida eterna! Después el coche se interpuso entre nosotros. Lo último que vi fue su silueta acomodándose en uno de los puestos. ¿Sabés una cosa, padre?, lo que me repugna e indigna de mi ser, es porqué discutí por nada. Me entristece aún más el no poder hablar con ella, nunca, ¡nunca más! y que me perdone por cómo me porté. - Hijo, tranquilidad es el secreto para aplacar las tristezas y angustias. No te desesperes y no digas "nunca, es nunca". Nada es para siempre, te aseguro que algún día se reencontrarán, será cómo si el tiempo nunca hubiese pasado. - ¿Es que aún no me explicó cómo pudo pasar ese accidente? Si la vida nos sonreía, pero pienso, con lo que te conté, ya esto estaba predestinado a suceder. - Así es. Una parte de el alma ésta en constante contacto con seres espirituales, y es informada de los cambios que le acaecerán, y.... No te apures, los accidentes son lecciones de vida para uno cómo para los otros. - ¡Me angustia no saber de su suerte! - Ja, ja, ja, ja, ¿con qué es eso lo que te afana? Siempre vivirás en su corazón, cómo ella descansa en el tuyo. ¡Es una promesa! ¡Ven hijo!, hay trabajo que realizar. Tengo que instruirte en tus nuevos deberes aquí en el cielo. ¡Esto te distraerá! LUCHO SANCHEZ - ARGENTINA 49


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LIBORIA

abían pasado de las seis de la tarde, cuando una sensación de temor me invadió en forma repentina. Caminar por el Centro se hacía dificultoso, faltaba el aire, mis manos traspiradas buscaban de donde sujetarse y me detuve frente a la entrada del edificio. Recobrando el aliento, introduje la llave, abrí y tomé el ascensor que, lentamente, me llevó hasta el 7 º piso. Al llegar al departamento me sentí recuperado y comencé a organizar las tareas mentalmente, mientras me servía un whisky sin hielo. Ya en “mi micro mundo controlado”, retomé la lectura interrumpida la noche anterior, sin recordar con exactitud la página abandonada. La oscuridad avanzaba, sus sombras iban reemplazando la luz por tinieblas y la pacífica lectura, por ansiedad en concluirla. Cerré el libro. Escenas del día se entremezclaban con imágenes de la lectura y el diálogo con Liboria. - ¡Pequeño ilusionista enamorado, llegaste tarde al lugar indicado! - Liboria, me hablas en rima! - ¡Te noto un poco tenso para estar en la colina! Liboria se dirigió al dormitorio, fue desnudándose lenta y sensualmente, reclinándose sobre la cama e iluminando la habitación con una sonrisa cómplice. Presuroso, entré en el cuarto, pero al llegar, ella estaba dormida. La alcoba olía a vainilla. En mi lectura, Liboria, una mujer atractiva de unos cuarenta años, temperamento reservado, acostumbrada a la buena vida y algo promiscua, jamás hablaría en rima y mucho menos se quedaría dormida. Es más, nunca durmió en toda la novela. Bueno, estaría cansada por eso. No estoy seguro si el hecho era un juego imaginario o un 50


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primerizo y tímido contacto con lo incorpóreo. Ávido de comprender el suceso, recurrí al libro, suponiendo encontrar algún indicio, pero infructuosas fueron las relecturas. De hecho, Liboria había interferido en “mi micro mundo controlado”, su sensualidad alterado mis deseos y la imposibilidad de poseerla, una angustiosa frustración. Busqué en la biblioteca un texto sobre apariciones, rituales y formas de invocación, que revisé mientras cenaba unos sándwiches. Poco a poco, el esoterismo fue filtrándose en mis pensamientos, hasta invadirlos por completo. Solo traspasando la puerta hacia lo intangible llegaría a ella. Comencé preparando la ambientación: sahumerios de vainilla, velas rojas, música de Vangelis. Todo perfecto. Solo faltaba Liboria, pero estaba seguro de su aparición. Tocaron a la puerta. Al abrir,. . . era ella. Sin decir palabra, se abalanzó sobre la mesa, donde quedaban algunos sándwiches de miga que devoró mientras trataba de justificarse. - Hace mucho que no me materializo, tengo el hambre que provoca la eternidad. - Lo importante es que llegaste hasta mí, estamos juntos. - Eres el único que me invocó. Ya te dije que hace mucho que no me materializo y en la novela solo ingiero té verde - replicó Liboria. - ¿Qué eres Liboria? ¿Una fantasía producto de mi imaginación, un fantasma, un demonio, un ángel? - pregunté con la novela en mis manos. - Nada de eso, solo soy un personaje cansado de esperar que alguien tome un libro olvidado en la estantería, para poder sentir. Liboria, luego de agradecerme con una sonrisa, salió del departamento. Me asomé por la ventana y la vi perderse entre la gente de la ciudad. Al releer la novela, noté que ella ya no estaba, pero había un nuevo personaje que sufría ataques de pánico. ROBERTO AUGUSTO GENTILE - ARGENTINA 51


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PIEDAD

l amor se demuestra con hechos, me dijiste, intentando reprimir una lágrima. Miré por la ventana, afuera era aun de día pero ya se presentía la inminente llegada de las lluvias de octubre. Tenías razón, era hora de ser valientes. Llegaba el final de nuestra historia, un final que jamás esperamos, pero que debíamos afrontar. Actuar con amor, en eso debía pensar siempre. Acaricié tu cabello, lentamente, evitando mirarte a la cara. "Ya es hora", me dijiste entonces, "no lo aplaces más". Dos nuevos ríos sin cauces volvieron a cruzar tu rostro pálido, cada vez más sombrío. Te besé la frente y te dije al oído: "Amor, gracias por todo. Te veré pronto." Cerraste los ojos y volviste tu rostro hacia la pared. Luego, poco a poco, tu respiración se fue suavizando. Entonces, con un movimiento enérgico y repentino, me levanté de la cama, desconecté tu respirador artificial, apagué la luz de la habitación y salí de aquel hospital casi corriendo. DANIEL CASTILLO - ANONYMUS - COLOMBIA

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PUEBLO DE VIENTOS

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as viejas del pueblo cuentan que los que allí llegan nunca se van, que el viento enloquece a la gente. Las viejas cuentan cosas increíbles...

Dicen que aquel verano fue el más tórrido; que la tierra ardía bajo la suela de los zapatos y hasta se podía cocer un huevo sobre las chapas. Filberio estaba justo ahí, reparando el techo, mientras Rosa sazonaba el guisado en la cocina. El sudor resbalaba por su frente, metiéndosele a los ojos. El aire caliente, la sed insaciable... Debía reforzar cada unión con alambre doble además de los clavos (se había jurado que le ganaría la próxima batalla al viento). Con la última tormenta, algunas chapas fueron a parar al zanjón y otras se perdieron. Estaba harto de techar lo destechado, de clavar lo desclavado, de haberse quedado en aquel lugar maldito - Rosa siempre quiso irse a cualquier parte- pero él sabía que no podrían escapar. En eso estaba pensando mientras retorcía con fuerza el alambre. Entonces sintió la brisa y la quietud se hizo presente. Sus músculos tensos, su piel enardecida, los ojos fijos en el horizonte tratando ver lo inalcanzable… Y una ráfaga que ruge amenazante. Terminó de ajustar la última chapa y bajó sin quejarse, ni siquiera suspirar. Fue hacia la cocina, donde Rosa probaba con el dedo la salsa roja, el aroma del orégano flotando en el vapor y ella que olía a pan fresco. Filberio rodeo su cintura y la beso en el cuello sin decir palabra. En algún lugar la fiera despertaba y él había sentido su aliento. Los guisados de Rosa tenían el poder de seducir al paladar más exquisito. Ella era feliz salpimentado la vida y también en ese instante; mientras las papas se ablandaban y Filberio descorchaba una botella de tinto. - Qué estamos festejando- Dijo Rosa 53


- Lo de siempre, lo insignificante, este minuto – Contestó Filberio, sirviendo dos copas y mirándole los ojos y la boca. A lo lejos, un rumor de caballos al galope levantando polvareda, estremeciendo los árboles, sacudiendo hasta las piedras; acercándose cual ejército feroz que no da tregua… El viento implacable. Sobre la mesa puesta ella apoyó las caderas para sostenerse bajo el peso de su hombre. Sus pechos agitados escaparon de la blusa al encuentro de una boca húmeda de vino. Sus muslos amortiguaron el ímpetu del deseo desatado y ni él ni ella repararon en los platos rotos, ni el vino derramado, ni las ventanas soportando la afrenta. Afuera el viento chiflaba y aullaba tratando de meterse por las rendijas, soplando y resoplando, sacudiendo. Danzaban alucinados en un vaivén sudoroso los cuerpos sobre la madera crujiente, gimiendo, suspirando, temblando y el pulso acelerado taladrando el pecho, subiendo y bajando. Arremetiendo sin piedad su bocanada el viento. Suspiros entrecortados. Silencio... Cuentan que nada quedo en pie con aquel tornado, que desapareció cuanto había clavado sobre el suelo. Y que ellos fueron presa de esa furia. Dicen que desde entonces Rosa gime junto al viento norte mientras Filberio ruge con el viento sur. Y que en días como este, se encuentran y hacen el amor. Desatando la tormenta. Las viejas cuentan cosas increíbles... SARA SHUPMANN - PARAGUAY

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SIGISMUNDO

odos se acuerdan de Sigismundo ¿no? Por supuesto que sí, "El Sigismundo" si, aquel que terminó la escuela a los 1 5, el que se sentaba allá en el fondo con "El Maico" y esos. Te acordás...túnica siempre sucia, gomera, gorrita con visera y le faltaba un diente. Era aquel si, el que nos quitaba la merienda y era un crack jugando a la bolita. Sucedió en un diciembre allá por el '7 4. La maestra se atrincheraba tras un montón de libros y cuadernos, equipada con gruesas gafas y portando una regla de madera soportaba con dificultad la salva de papeles y tizas que se estrellaba cada tanto en su escritorio. Rodrigo, Juana y otros dos o tres leían y comentaban un libro de Julio Verne, José el del gallego negociaba con el vasco por unas "masitas" y otras golosinas. El gringo Smith tenía a dos chiquilinas grandes como embobadas y aprovechaba para dibujarles corazones y letras debajo de sus polleritas tableadas. Isaurí con la boca abierta se tragaba una mosca cada cierto tiempo mientras su mente vagaba por otros insondables mundos. Pedro cantaba una Zamba mientras otros dos cada tanto gritaban: ¡Adentrooooooo! y ¡Sevalesengundaaaaaa!. "EL Sigi", con "el Maico" y otros dos morenitos bombardeaban con nutrido fuego de tiza y papelitos a todos los que les dejaban la retaguardia o el flanco al descubierto. Al promediar el horario alguien tocó a la puerta. La maestra después del segundo toque cayó en la cuenta de que aquel sonido no provenía desde adentro de aquel valle de lágrimas y se levantó casi chirriando las rodillas mientras exclamaba un sordo quejido y un resoplo. Abrió la puerta al tiempo que decía con una voz atiplada y fingidamente amable: - Siiiiibuenosdias Un hombretón de pelo corto, rostro cuadrangular, tupidísimas cejas que ocupaban casi la totalidad del supuesto espacio donde debería estar la frente le contestó: - …diavinepoelsigi. 55


- ¡Ah! Usted es el papá - Cosa por demás evidente - Puesiseñora - - contestó el obtuso sujeto con rostro inexpresivo. - - ¡Ay mire señor! Yo lo mandé llamar debido a algunos episodios de inconducta del Sigismuuundo... - - ¡NO me diga más! Este ya anduvo haciendo macanas de seguro—Respondió el hombre - - Bueno mire...como decirleeeee...por dónde empezaaaar....Fíjese que sin ir más lejos el otro día pregunté a la clase si alguien sabía quién descubrió América y...—Comenzó a relatar la maestra. - - ¡Ahhh no me diga más!- - Dijo el hombre con expresión airada y rascándose con fuerza la nariz. - - ¡No me di ga más y PE- GUE- LÉ, pero PE- GUELÉEEEE nomás señorita, que le aseguro que fue ese bandido nomás! ARIEL ZAPATER FERREIRA - URUGUAY

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BENEFICIOS DEL SISTEMA

ientras observaba con deleite la suave y desnuda geografía de... ¿Karina?, ¿Carolina? (una de las dos opciones, creo…) asomando entre las sábanas en la penumbra del cuarto no pude menos que sonreír con ternura. Su respiración sonaba en sintonía con la melodía romántica que salía del reproductor de MP5 (o MP6, o Mp7 . No estoy seguro). En estos días ya casi nadie recuerda a Frank Pourcel, pero mi viejo me había dicho que su música era infalible, así que no me detuve hasta conseguirlo. No fue fácil, pero valió la pena, ya lo creo. Mucha gente habla pestes del “Sistema”; claro, sin salir de la comodidad que éste le proporciona, ja, ja. Me causan gracia. En cambio, yo lo acepto, lo estimulo, lo alimento y me alimento de él sin ningún remordimiento. Después de todo: ¿Qué cornos es el “Sistema”? ¿Nuestra forma de vida? ¿Otras diferentes? ¿Acaso no hubo siempre alguna forma de vivir? ¿Eran otros “Sistemas”? ¿Mejores? ¿Peores? ¿Más o menos? ¿Cómo compararlos si apenas tenemos vagas ideas de esas formas que derivaron en ésta? ¿Acaso podemos siquiera imaginar la repugnante mugre y pestilencia en la que nacían, se reproducían y morían nuestros ancestros hasta hace poco más de un siglo? ¿Podemos imaginar su insoportable aburrimiento? ¿Podemos tener aunque más no sea una ligera noción de un mundo sin anestesia y promedios de vida que no llegaban a cuarenta años? Preguntas parecidas podrían ocupar varios y extensos tomos. Me dirán que el “Sistema” no alcanza con sus protectores brazos a una importante fracción de la sociedad, lo cual es totalmente cierto (¿Cómo negarlo? No necesitamos a Einstein para llegar a esa conclusión), pero creo que las razones deberíamos buscarlas mirando el corrupto accionar de gobernantes y afines, poseedores de cuentas bancarias engordadas hasta el absurdo, a quienes poco y nada les importa ese sector abandonado a su suerte. El “Sistema”, bla, bla. bla. bla. Siempre tenemos algo, una razón para despotricar, como quien se mira en el espejo y dice: “¡Qué horrible nariz!”, pero sigue sirviéndose de ella para continuar respirando. ¡Pamplinas! (término en desuso del que 57


me valgo para evitar la vulgaridad que quisiera pronunciar). Algunos dicen que me escudo en mi soltería y mis treinta años para pensar así, que soy un necio, cínico, superficial, egoísta, y muchos otros adjetivos con los que ensalzan mis “virtudes”. Ja, ja. Vuelvo a reírme de su palabrerío hueco cargado de una hipocresía tan grande como un elefante enfermo de elefantiasis (es una pena que no exista la balleniasis, se ajustaría mejor). Grande, sí, pero a la que prefieren no ver, como aquel rey que no veía su ridícula desnudez, de la que todos se burlaban a escondidas (creo que era algo así la historia). Imagino un abdomen del tamaño de un dirigible arrastrándose por el piso del castillo, encerándolo con su grasa superficial, ja, ja, ja. Bueno, bueno, basta, estoy saliendo del tema, aunque no del todo. Yo tengo mis propias teorías, pero tampoco me desvelan. Además, el “Sistema” se vale de muchos otros “sistemas” (con minúscula, para poder diferenciarlos). Y ahí está el punto: un “Sistema” que es un gran engranaje compuesto por “sistemas”. La cuestión es que el “Sistema”, su engranaje y sus fallas (supongo que nadie con el cerebro un poquito más grande que un paramecio creerá que es perfecto…) suelen proporcionarnos muchas satisfacciones. La dulce compañía de Karina (o Carolina) es un claro ejemplo de lo que digo. La había conocido esa mañana cerca del mediodía. La oficina de atención al público de la empresa de servicios en la que ella trabajaba, y a la que yo había concurrido por un trámite, mostraba una imagen desacostumbrada sin el bullicio y las voces subidas de tono del gentío habitual. “¿Señor?”. Su sonrisa y algunos gestos eran una invitación a la invitación. Amor contenido a primera vista: algo así fue lo que disparó la sensación de ser alcanzado por una repentina ola de calor que desmentía el aire acondicionado. Siguió diciendo algunas cosas que no entendí (absorbido como estaba por otros pensamientos), hasta que pronunció el conjuro compuesto por cuatro palabras que abrió las puertas del cielo. Luego de eso siguió el almuerzo, un paseo por el parque, el roce de las manos, y…y…y… Y allí estaba, recorriendo sueños desconocidos en la placidez de mi cama, llenando de vitalidad y belleza la 58


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habitación, ligándose a mi existencia (más allá de la brevedad que nos envolvió, pues hasta eso es relativo: un día puede ser una eternidad) desde el momento en que consiguió permiso para retirarse del trabajo por una razón totalmente atendible y que se explicaba con las cuatro palabras del conjuro: “Se cayó el sistema”. ¡Gracias “Sistema”! Regalas alegría hasta con tus caídas. Espero que Karina (o Carolina) vuelva a comunicarse conmigo. Tiene mis datos: teléfono fijo, celular, D.N.I., mail, Chat, Facebook, Twitter, WhatsApp, nicks, grupo sanguíneo, signo del zodíaco, etc. etc. Si no lo hace, uno de estos días voy a volver a su oficina. Con un poco de suerte el “Sistema”, a través del “sistema”, volverá a caerse oportunamente. ¡Ahhhhh! El “Sistema”… ¡Qué gran invento! ROLANDO CORREA - ARGENTINA

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TE COMPRO TU DOLOR

E

l hombre iba comprando los dolores y las penas de la gente de aquel pueblo lejano. Poseía un pequeño instrumento que medía la magnitud del dolor que cada quien llevaba consigo y al que todos llamaban “su cruz”. Creo que de allí proviene el dicho popular que reza “cada quien sabe el peso de su cruz”. Todos lo esperaban, porque además se desplazaba por los pueblos circunvecinos. Cierto día comenzaron a ver que el hombre se iba encogiendo y en su espalda aparecía una joroba, que cada vez se hacía más y más grande. En su pecho había un letrero que decía: “TE COMPRO TU DOLOR.” Nadie preguntaba de donde sacaba tanto dinero, eran morocotas de oro que pagaba según la magnitud de la pena o el dolor. Y otra cosa, no se le podía mentir, porque su mirada era inquisidora y al tocarte sabía si decías la verdad o no…Su don no era de este mundo, pero eso se descubriría mucho después. Cuentan que un día el hombre enfermó. Cuando recibió la visita del médico del pueblo, éste lo examinó completamente sin encontrar nada que pudiera especificar con certeza, más allá de su aspecto notablemente cadavérico, debido a lo cual le recomendó reposo. Ante tal indicación el viejo argumentó: - Yo no puedo guardar reposo, debo seguir comprando dolores, porque es mi trabajo y antes de irme al encuentro de Dios, he de culminar mi labor en la tierra, pues me fue encomendada hace tres mil años. Aún no he llegado al final de mi lista, me faltan más de quinientas penas y dolores. El galeno lo observó de arriba abajo y contestó de mal modo: - Pues creo que no le queda mucho tiempo, a lo sumo un mes . El anciano lo miró de soslayo y le dijo. 60


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– Le compro su dolor doctor. El científico, volvió a posar sus ojos en el hombre: - ¿Sabes que tengo dolores y penas? Todo el mundo las tiene y un médico no tiene por qué ser la excepción. El hombre de ciencia, que había hecho juramento hipocrático, sobó su barba y preguntó: - ¿Y cuánto ofrece? - Le daré 3000 mil morocotas - Respondió el anciano. El médico, que atravesaba por entonces una mala situación económica comenzó a alegrarse, pero el anciano continuó: - Son muchas tus penas, también tus dolores, pero las mantuviste ocultas durante años y eso es lo que te ha provocado esa úlcera que dentro de treinta días reventará Entonces el clínico sonrió y alegó socarronamente: - ¿Además de todo eres brujo?–Pues no, pero casi – Contestó el comprador de dolores soltando una carcajada que retumbó como el sonido de mil trompetas. Aquel profesional sintió como un escalofrío le recorría la espina dorsal y se preparó para irse, pero el viejo lo detuvo con una fría y arrugada mano. - Espera, abre ese baúl y saca la bolsa color añil, allí hay 3000 morocotas de oro. Por favor tómalas y vete. Y por sobre todas las cosas… Nunca cuentes lo que viste – Advirtió el anciano. Así se despidieron. Más, seducido por el pecado capital de la avaricia, el médico quiso más y contrató unos ladrones para que robaran el baúl del viejo. Durante la siguiente noche, éstos intentaron entrar a la casa, pero no lo consiguieron. Cuando ya se iban, la puerta se abrió 61


sigilosamente y por ella apareció el anciano con el baúl en las manos. Los llamo y les dijo: - - ¿Venían por esto? Llévenlo. Yo moriré el día de hoy y ya no lo necesito. Los ladrones se apresuraron a tomarlo y se marcharon. Luego esperaron un poco y cuando la oscuridad se hizo más intensa, se dirigieron presurosos a casa del médico. - - Listo, aquí está todo y esperamos que nos pague hoy mismo. El avaricioso pagó con diez morocotas a cada uno. Ellos se miraron uno a otro y le reclamaron a los gritos: - - ¡¿Solo diez morocotas?! ¡Ese baúl pesa demasiado! Al cabo se desató una trifulca y repentinamente el codiciado baúl se abrió, dejando a la vista el contenido; eran solo piedras de diferentes tamaños. Todos se miraron por instantes con llamaradas de odio saliendo de las cuencas. Pero fue muy tarde pues se habían convertido en calaveras. Aquella misma noche, el hombre anciano falleció, la gente del pueblo lo sepultó en su propio jardín debajo de un manzano. Cuando entraron a la casa del misterioso personaje, notaron que cada habitación lucía un nombre en la puerta: Tristeza, Soledad, Angustia, Amargura, Desolación, etc. “No abrir porque se liberarán los males” rezaba más abajo Desde ese día nadie pasa por el lugar…Pero el manzano se ve cargado de hermosas frutas, que caen sobre la tierra, pero nadie osa tomar. Pasaron los años y la casa fue demolida. Allí construyeron un edificio de muchos pisos, donde nunca nadie fue feliz. Cada uno de sus pisos contenía un mal, una pena, un dolor. Sus habitantes jamás supieron que con solo tomar una fruta de aquel manzano todo podría ser diferente para aquel que se atreviera, ya que este era nada menos que el “Árbol de la 62


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Felicidad”. Y así murieron todos; porque como nosotros mismos a veces, solo se dejaron llevar por lo que “veían” o “conocían”…sin atreverse a experimentar. MARITZA ALVAREZ - VENEZUELA

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I

INOLVIDABLE

gnacio es un hombre borrachín, descuidado de su familia, y amante de bares y lugares poco recomendables. Siempre despilfarrando lo poco que gana en su trabajo. En aquella oportunidad, Ignacio sale por la madrugada de un lugar de estos, y se encamina hacia su residencia sin ningún afán; trastabillando de acera a acera y con la mirada adormilada. Cuando llega a un potrero que está cerca de su casa, justo allí, a mitad del terreno, divisa a un hombre que camina de un lado a otro, como buscando algo. Ignacio, con todos sus defectos, es también poseedor de un corazón bondadoso, por lo que sin más, decide ingresar al lugar y llama al extraño: - ¡Hola, amigo! El hombre lo ignora y continúa en su labor. Ante lo cual Ignacio, decide interponerse en su camino e insiste: - ¡Amigo! ¿Se encuentra bien? ¿Ha extraviado algo? - ¡Sí!- Fue contundente la respuesta del sujeto. - ¿Le puedo ayudar? - ¡Si quiere y tiene tiempo! - ¿Y qué está buscando? – Vuelve a interrogar Ignacio - Es algo que perdí hace mucho tiempo… - Comenzó e explicar el desconocido - - Y cuando sucedió, escuché que alguien decía: "Pobre hombre, intentaron robarle y se resistió… A cambio, perdió la vida"…. Desde entonces estoy aquí. – Dijo mirando a Ignacio - - Si tú la encuentras, me la regresaras, ¿verdad? Ignacio, primero sintió que las piernas se le hacían agua. Luego su vista, recobró nitidez y tensó el cuerpo, hasta conseguir la agilidad de una pantera. De un salto salió del lugar y en un instante llegó a su casa. Golpeó la puerta con desesperación. Cuando finalmente su esposa abre, él se precipita derechito al cuarto y se mete entre las cobijas. 64


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Mientras tanto, su señora se queda en la puerta hablando con alguien que permanece oculto bajo la penumbra de la calle: - Gracias por tu servicio – Dice la mujer. - Toma el pago que acordamos. El extraño misterioso, recibe el fajo de billetes y exclama: - ¡Mire señora se lo aseguro, su marido nunca más volverá a malgastar tiempo ni dinero por las noches! - ¡Eso espero! – Contesta ella satisfecha - Feliz amanecer, amigo. - Mi trabajo es 1 00% garantizado. ¡Tenga también usted un muy buen amanecer señora! LUCHO SANCHEZ - COLOMBIA

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M

CELEBRACIÓN

e encontraba en Santiago de Chile, parado en la esquina de San Pablo y Matucana, cuando un viejo furgón volskwagen, ese que tiene 2 1 ventanitas, lleno de turistas, frenó de golpe arañando el cordón de la vereda. - ¿Hey, amigo? ¿La casa de Neruda? ¿Dónde queda? - me preguntó alguien con marcado acento inglés. - Bueno, Pablo Neruda tenía tres casas: Una casa aquí en Santiago, a la que llamaba "La Chascona"; otra en Valparaiso, llamada "La Sebastiana" y la de Isla Negra, que no es una isla, sino un lugar a la orilla del mar cerca de un pueblito llamado "El Quisco". - ¡La de Isla Negra! ¡A la de Isla Negra, a esa vamos! ¿La conoce? - Sí. Para ir a Isla Negra deben tomar la autopista de la costa, sigan derecho y... - ¿Amigo?, ¿usted escribe? - Bueno,escribo en Facebook, cosas sin importancia. - ¡Suba, por favor! Así nos orienta en el camino - me pidió una dulce voz de mujer. Por esa voz, subí al furgón. Adentro, de inmediato me hicieron lugar. - ¿Sabe?, usted es muy parecido a Ernest Hemingway - mirando a mi ocasional compañero de asiento le dije. - ¡Es Ernest Hemingway! - me dijo el pasajero del asiento de adelante y se presentó. - Hola, soy Mario Benedetti; tal vez haya leído algo escrito por mí. - ¡Sí, claro! ¡He leído todo de usted, Don Mario! ¡Y es un gran honor conocerlo! Mientras tomábamos la autopista de la costa, el pasajero del asiento de atrás me tocó el hombro y me dijo. - Mucho gusto, soy Julio Cortazar. ¿Fuma usted? - Me ofreció un cigarrillo. Yo no fumo, pero cómo rechazarle un pucho a Julio Cortazar. Ahí comencé a notar, con asombro, que todos los pasajeros del furgón eran grandes escritores. Todos, excepto yo, por supuesto. Al lado del chofer iba Raymond Chandler, quien por alguna 66


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razón había pegado en la radio y a todo volumen "Jambalaya", cantado por Emmylou Harris. En la fila siguiente, Jane Austen y Mario Benedetti. Más atrás, Hemingway y mi modesta persona. Al fondo, Julio Cortazar, acompañado de tres señoritas. - ¿Disculpe, Don Mario? ¿Las damas que van con Cortazar no son las hermanas Brontë? - Ellas son amigo. Charlotte, Anne y Emily. Pero no las mire fijamente a los ojos, a menos que usted sea un semental en la cama. - ¡Eso, eso! ¡Very good! ¡Muy buen semental! - dijo Hemingway muerto de risa, mientras se despachaba otro daiquiri. - ¿Y el que va manejando? ¿No es Borges? - Es Borges, buen amigo. No tenga dudas de eso. - Pero tengo entendido que Borges no ve muy bien. - La verdad, Borges está casi ciego y, además, no sabe manejar. Pero de todos nosotros, es el único que puede pasar un control de alcoholemia - me contestó Jane Austen, con flemática sensatez. Eran las últimas horas de aquel 30 de febrero, cuando llegamos a Isla Negra. Sobre las frías aguas del Pacífico, el sol ya era una delgada línea de fuego. A esas horas de la noche, la casa de Neruda era una fiesta. JON KOKURA - CHILE

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MARIPOSAS

M

arlene, que poco sabía de las mañas del amor, pero mucho de las mañas de la vida, estaba enamorada. Sí, a los cuarenta y pico volvió a sentir las nunca bien ponderadas "mariposas en el estómago", síntoma indiscutible de que su corazón (y nadie sabe cuál es la conexión con la panza, pero así es) estaba poseído. No lo supo de inmediato, es mas, creyó que se trataba de un pre- infarto y acudió al cardiólogo; pero nada, su corazón estaba fuerte y sano y con mucha "cuerda" pa` seguir. Las mariposas son insectos, no son aves, son hermosos bichos de colores que alegran los ojos del que las mira, vuelan y alborotan al viento y las panzas bulímicas de las muchachas de 1 4 y pico, no las de 40 y algo de equipaje, escribió en su diario. Le gustaba escribir sobre las cosas de la vida: los miedos, las alegrías, incluso los asuntos de la muerte. Ahora deletreaba otro alfabeto. Marlene no era virgen, ¡ni dios lo quiera! Pero nunca se había fijado en los detalles del amor. Así que novios, ¡Dios le guarde! Ella quería librarse de todo mal y se libró, por un buen tiempo. Se conocieron en séptimo grado, juraron amarse en una versión libre de Romeo y Julieta que representaron a fin de año. Al año entrante, se cambiaron de turno y luego de escuela y ya no volvieron a verse. Marlene lo tuvo en cuenta y nunca olvidó, ¡Dios no lo quiso! Las promesas son como un beso, se dan, se roban y duran tanto como el recuerdo de su sabor. Por eso, justamente, pudo reconocer esos ojos cuando se cruzaron en la calle, entre todos los miles de ojos en el tráfico de un viernes por la tarde, 30 años después. Sus ojos se miraron, ventanilla con ventanilla, del otro lado de la franja blanca del asfalto. Fue en ese momento que sintió 68


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esa cosa en la boca del estomago, que la dejó primero sin aire y, luego, con esa sensación tan rara, como de casi muerte. Marlene estaba enamorada y su Romeo había pasado de largo aquella tarde, como uno más en el montón. SARA SHUPMANN - PARAGUAY

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EL CAMINO DE KATYA

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n mes entero recorrimos el bosque por completo: árboles, lagos, lagunas, por las zonas más oscuras e inverosímiles de ese lugar; pero no encontramos absolutamente nada. ¿Qué buscábamos? No lo sabíamos, de lo que sí estábamos seguras era que no lo habíamos hallado todavía. Cansadas ya del recorrido de ese día, nos dispusimos a buscar un lugar cómodo cerca de la laguna que teníamos enfrente, por la que ya habíamos pasado unas trece veces. Tanteando, buscando en la oscuridad el mismo sitio en el que descansáramos tiempo atrás, vi como Katya seguía un camino diferente, sin esperarme o detenerse. - Kata, ¿Dónde vas? - la llamé. Pero no me contestó. Traté de seguirle el paso y alcanzarla, pero me costó. Fijé bien la mirada en la maleza y el suelo, observando cada obstáculo que me alejaba de ella. Los atravesé como pude, colocándome al lado de mi incondicional amiga. Cuando la detuve, miré a sus ojos. Quedé estupefacta, estaban blancos como las nubes. Noté que estaba en un estado de trance, muy profundo e intenso. Muchas veces la había visto en trance, pero jamás de esa manera. 70


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De ipso facto, la dejé libre. Siguió su camino directo al agua. Con este frío, meterse allí solo significaba pasar una muy mala noche. Fui tras de ella al lago. De pronto, observó algo en la profundidad, se sumergió en el agua, dejándome completamente preocupada. Entonces comenzó a salir una luz blanca desde el fondo de aquel lago. Grité una y otra vez el nombre de mi amiga, pero no aparecía. Cuando tomé la decisión de bajar también e ir en su búsqueda, Katya fue apareciendo poco a poco, como en cámara lenta. Primero sus cabellos dorados, más intensos, más largos, estaban brillando. Luego su rostro, demarcado por un hermosa tiara, la que no tuviera antes. Su piel más tersa, blanca. Literalmente toda ella brillaba, como la estrella más bella de la noche. Cuando todo su cuerpo estuvo fuera, me percaté de la espada que traía consigo. Sentí una gran fuerza y poder dentro de ella. Lucía atemorizante, con ese vestido mojado, amoldado a su cuerpo perfecto, esos ojos que prometían darlo todo por su objetivo y esa tiara resplandeciente que la asemejaba a una diosa. - Has hallado la espada que tiene tu poder y tu coraje, Katya - Se escuchaba de algún rincón del lago. - Debes darle un nombre y hacerla parte de ti, para que luche a tu lado y por el bien de todos. Si la aceptas con amor, ella hará lo mismo contigo. Nunca lo olvides- continuó la voz Con cada palabra, la esencia de mi amiga se hacía más y más fuerte, más y más radiante. Sin poder creer lo que veían mis ojos, esperé en silencio que el rito se sellara. - Te acepto con amor, con gratitud, como una bendición. Te serviré como tú a mí, con idéntica devoción. - Cada sonido articulado parecía una canción que solo yo entendía, transformando la mitad del rostro de Katya en un contrato viviente. Marcas que dejaban huellas del pacto que se hacían- . Tu nombre será Sgòthan. El trato estaba cerrado, el contrato yacía escrito en su faz, mientras que la espada le daba la bienvenida con su poder. Katya sonrió, la empuñó, moviéndola de un lado a otro, hasta que sus esencias se hicieron una. Mi amiga cayó nuevamente al agua y la espada desapareció en el acto. La ayudé a salir, tomándola por el brazo. Una ráfaga 71


de calor nos golpeó de tal manera que nos sentimos protegidas, nuestras ropas se secaron de inmediato. Sí, esa noche por fin descansaríamos. Ese día encontramos la iniciación de Katya como guerrera. Lo habíamos logrado. Ahora era yo quien necesitaba encontrar mi camino, mi virtud, mi ascensión. Seguramente estaba a mitad de camino. Lo conseguiría. No cabía duda. DAYANA ROSAS - VENEZUELA

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SOLTAR

Y

te solté, después de tantos días, meses, años. Tuve que pasar por un infierno de aromas, lugares, besos, mañanas, noches. Fue largo el transitar para dejarte ir. Olvidarte no, porque me hice más hombre. Una mañana me desperté y ya no estabas más. Comencé finalmente a caminar... GASTON VÍCTOR - ARGENTINA

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¿

HOLA

Te has preguntado cómo sería tu vida si vivieras en una duda diaria? Pues yo sí, mi vida siempre fue diferente a las demás. Amaba ayudar, pero no lo conseguía pues me encontraba en plena lucha conmigo misma. Mi nombre es Loreto. Pasé gran parte de mi existencia batallando contra la ira que me provocaba el hecho de que el cáncer arrebatara el hálito de mi amiga. Si, el cáncer, esa enfermedad tan cruel. La conocí en un hospital cuando tenía dieciocho años y ella cuarenta. Era perfectamente consciente de que moriría, sin embargo no dejó de pelear…hasta el final. A veces pienso que si hoy estuviera aquí junto a mí, diría: - - “Sigue adelante con tus sueños”. El hecho es que yo jamás conseguí soñar. Quizá soy fría, pero ella indudablemente no. Era puro amor. Nunca llegaré a saber si cumplí con sus expectativas sobre mí. Pero de lo que si estoy completamente segura es que conservo la férrea esperanza de que en donde quiera que ella esté, sepa que fue y aun es una gran amiga. Y que nuestra despedida, fue única e inolvidable para mí. VALERIA MUÑOZ GALLEGUILLOS - CHILE

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UN LLAMADO AZUL

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n reflejo de luna plateada iluminó los carromatos del circo....Esa noche no hubo función porque la atracción animal del circo, estaba agonizando.....El cómico chimpancé Carmelo, ese que se vestía y desvestía haciendo malabares en lo alto del trapecio, casi no tenía aliento; descansaba sobre un mullido colchón en el interior de uno de los carromatos. Se encontraba rodeado de sus compañeros humanos, el payaso Colores, la ecuyere Nadia, los malabaristas, incluso el dueño, el único de los hermanos Saldívar que dirigía el circo. Más sus compañeros animales, esos que compartían con Carmelo las caricias y aplausos de los niños, esperaban en secreto y desde sus jaulas anhelaban el milagro. Aquella tarde enviaron de común acuerdo, a uno de los galgos, ese, el más ligero, el que enloquecía a los pequeños adivinando números y colores de los naipes; con un encargo singular. Nadie más sabía excepto ellos, que en su loca carrera el veloz perro iba en busca del gnomo azul. ¿Quién era este gnomo azul? Nada más y nada menos, que un pequeño hechicero que sabía cómo devolver la vida a los animales buenos. Vivía oculto junto a las lechuzas, allí en el campanario. Aquella noche solo se esperaba y se rezaba para que Carmelo tuviera fuerzas. Cuando el reloj de la iglesia, dio las doce campanadas, el más plateado rayo de luna iluminó aquel carromato y la figura de un rechoncho veterinario, se asomó dentro del circo. Este auscultó a Carmelo y revisando su corazón dijo: - Tienen artista para raaaaato, solo es una simple indigestión . Colores lo acompañó entusiasta hacia la salida. Sin embargo, detrás de los barrotes de las jaulas, cien ojos 75


fosforescentes adivinaban entre la penumbra de la noche, el gorro azul del duende bienhechor, sobre la cabeza del doctor. Para el alma de ni単o de todos los del grupo. Esa, que siempre llevamos dentro. IRMA HAYDEE PEREIRA - ARGENTINA

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PINOCHA

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n un lugar apartado de Maderalandia vivía Pinocha. SÍ, como escuchas, la versión femenina de pinocho, el de Collodi y el de Rodari juntos. Esta mujer era más astuta que los dos juntos, poseía el almacén de madera del pueblo. Todo lo que se encontraba se había construido con su nariz. Pues su capacidad de mentir era inusitada, inventaba mentiras como una máquina sumadora. Ser cenicienta, pero con la caperuza de Caperucita, la belleza de Blanca Nieves y decía que había asustado a la reina de Alicia en el país de las maravillas, que podía convertirse en Pulgarcita y la Sirenita; además, que era hermana de Gepetto. pero que este la había desheredado por parecerse a su hijo. ¡Vaya locura! Cierto día se encontró con Dulcinea y le preguntó por Alonso Quijano, el bueno, y por Sancho Panza. Se sabía la historia completa. Esta Pinocha era muy culta, pero muy envidiosa. Vio que Dulcinea era más bella de lo que el Quijote decía y quiso preguntarle cosas que la Dulcinea ignoraba, porque ella solo fue un invento de don Quijote. Allí se dio cuenta que ella sola no tenía la capacidad de inventar, eso la entristeció. Comenzó a caminar y caminar, llegó al pueblo de Cien Años de Soledad, Macondo, el lugar de lo posible y de lo imposible. Allí vio a Remedios, la bella, ascender al cielo en una sábana y a Mauricio Babilonia, rodeado de mariposas amarillas, y a un tal Melquíades vendiendo el hielo. Entendió que la ilusión y la fantasía existen …¿entonces para que mentir? Siguió caminando y vio a Macario, el de Rulfo, esperando a que salieran las ranas de la alcantarilla; más allá a Guachirongo , el de Don Julio Garmendia, cantándole a las nubes coloradas. Más adelante, se encontró la tumba de Juan Peña, el granuja del diente roto, quien la vio y le dijo: - He oído hablar de ti, la versión femenina del Pinocho. A 77


estas alturas, con tantos encuentros importantes, debes haberte dado cuenta que los molinos de viento eran eso, no gigantes como creía el Quijote, y que la fantasía existe, "pero se debe diferenciar entre la realidad y la fantasía". En ese instante, a Pinocha le dieron ganas de estornudar y ya no tenía nariz. Ese paseo le había quitado su penosa nariz grande, producto de las mentiras que había construido para llegar a ser la dueña del pueblo. Quiso regresar, pero no encontró el camino. La envolvió una nube de polvo y se hundió en el laberinto de la verdad. Nadie supo nunca más de Pinocha, la versión femenina de Rodari y de Collodi. A veces, alguien la recuerda y sonríe; pero solo es eso, un recuerdo, un punto en el infinito. MARITZA ALVAREZ - VENEZUELA

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PLEYADIANO

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entía su poder, no entre las piernas como lo hacen los hombres mundanos, sino el que viene desde las entrañas, el que tienen los superhéroes. Ese poder que logra establecer orden en dimensiones más allá de la esfera terrestre, más allá de los cielos. Eso le sucedía a un hombre común, a uno de esos que camina por la calle, toma el subte, bebe una cerveza. En su imaginación y en su corazón, creía que venía a liberar a los humanos de las cadenas del infierno. La ansiedad lo agobiaba, no lograba encontrar el atuendo perfecto. Volar no podía, tenía exceso de equipaje. En la gran ciudad no se encontraban cuevas con murciélagos. Y de Robín no quería, él era heterosexual. Mientras en la ciudad de la furia pasaba de todo, con su atuendo azul, bastón de policarbonato. Mucho no podía lograr, el superhéroe quedaba atrapado en la intención. Quiere ayudar a la humanidad, a veces la humanidad no quiere que la ayuden. Al estilo Bruce Banner, no por lo científico, sino por lo solitario. Así anda por la vida, buscando 79


la fórmula que lo logre conectar con lo que su corazón siente. Dicen que el cosmos tiene todo planificado, aunque a veces pensemos que son puras habladurías. Así lo hizo. Se cruzó con una hechicera siglo XXl, esas te miran y saben lo que buscas. En una galería perdida por el gran con urbano, libros exotéricos, piedras, en un rincón criptonita, a él no le paso nada cuando la tocó. Esta mujer sabia le recomendó un libro, de cuatrocientas hojas. Le dijo que en él iba a encontrar respuestas a sus preguntas existenciales. No tardó en leerlo. Las primeras sesenta hojas fueron densas, bostezos, palabras que se cruzaban. Se ponía interesante hoja tras hojas, como si el libro te adujera de a poco. Lo que decía pasaba a tener relevancia, mientras él no podía creer lo que leía. Al tercer día, ingresó al final del libro, faltaban ciento cuarenta hojas. Eran las dieciséis horas de un domingo. Clima perfecto para culminar la lectura. A medida que transcurrían las páginas, más inmerso estaba en ese mundo etéreo de seres de luz, de donde él sentía que venía. Explicaban que el libro era su forma de comunicarse, para ayudar a la humanidad, en su despertar. Al que le llegaba el libro, era signo de que pertenecía a esa familia de luz, los pleyadianos como se hacen llamar. Son un sistema planetario en la constelación de tauro. No es sencillo llegar, viven a trecientos ochenta años luz. La meditación o el libro es la única forma de comunicación, no les gusta el whatsapp. En las últimas veinte hojas, antes de cruzar el disco, sentía en el corazón que ellos le hablaban como si estuvieran leyendo juntos el libro. Su alteración fue creciendo, su cerebro empezó a estar partido en dos, el calor en el cuerpo era insostenible, y ni hablar de la antorcha humana. En ese momento, él descubrió quien era realmente y cuál era el propósito acá en la tierra. Estos seres se habían comunicado con él, lo que sentía y presentía pasó a tener relevancia. 80


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No estaba errado en sus intuiciones. Todo había dado un giro multidimensional, había mucho por trabajar. Principalmente en su interior. Al igual que los grandes súper héroes, él tiene un secreto, atrás de su traje. ALMA ZEN - ARGENTINA

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E

ARC EN CIEL

n un valle diferente a los demás, llamado Embaumer, vivía una niña como todas las demás: imprudente, secreta y, sobre todo, bonita. Estaba prometida por sus padres a un anciano y frío noble, de las tierras altas de los Alpes. Un día como cualquier otro, Sofi tuvo que salir a buscar agua para su pequeño caballo, llamado Arc en ciel. Llegando al manantial, la niña vio una figura muy pálida y hermosa. No se asustó, a medida que se acercaba, se tornaba más pálida y más hermosa. Pasó a través de ella y sintió en su cuerpo un cosquilleo húmedo, que bajaba desde su entrepierna y llegaba hasta fundirse en la vertiente del manantial. Nadie la ha vuelto a ver, pero es bien sabido que cada vez que llueve en ese lugar, la gente se enamora. JOSE LUIS MACHADO - URUGUAY

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LOS CONTROLADORES

¿

Realidad o fantasía?: cada uno usa sus conocimientos o se deja engañar.

Cuándo todo se dé a la luz, dejaremos de pensar que nos envolvió la “ignorancia”. Conocer la verdad es aterradora, la sociedad tal vez no está preparada para afrontar la llegada de otros seres. Los organismos oficiales como CIA, NSA, MI6, NASA, lo mantienen en secreto con demasiados controles, para que no hayan fugas. Creen poseer un control férreo de algo que es incontrolable, y que aparece a sus anchas, saliendo del perímetro limitado de las bases secretas para hacer sus diabluras. Aquellos que pudieron, circunstancialmente, o fueron elegidos, comprenderán los motivos. Nadie está a salvo de su control, ni los controladores saben que están siendo manipulados. Cuando no conoces sus planes reales, ni su poder, ni las hazañas de tu oponente y les ofreces puentes de plata para hacer su entrada, poco a poco, como caballos de Troya, van siendo un enjambre difícil de controlar. Ya no se puede parar. Entes enfermizos, sin sentimientos, obsesionados con la genética, el aura humana, el alma y los sueños, haciendo desastre sin razón a cobayas humanas y animales, ¿realidad o fantasía? Tus sueños son alterados para mantenerte en trance y a su alcance. No es fácil despertar de su dominio, si no conoces los fallos de su método, sus intentos de posesión y control de un cuerpo, que aun no está siendo un éxito. 83


Que nadie explore lo más valioso de tu ser, tus pensamientos. Tú sabrás esconder, desde el alma hasta las entrañas. Tu voz no calla, espera ser escuchada, divaga en razones. No son tan inteligentes aún, siguen cometiendo errores. ¿Realidad o fantasía? Solo el tiempo dará la respuesta, aunque algunos ya la sepan. IRENE BEATRIZ OSES - ARGENTINA

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E

INOCENCIA ROBADA

ra apenas una niña cuando todo comenzó, eran juegos decían y ella tan inocente creyó. Pasó el tiempo y el juego - como ellos llamaban- no había cesado, eran cómplices de ese abuso. Los padres vivían sus vidas, ajenos a todo lo que acontecía en esa casa. Cada uno velaba por sí mismo, los hijos a la deriva se encontraban. La niña crecía y supo que a eso que ellos llamaban juego, se le denominaba incesto y era pecado. Empezó a rebelarse, y con eso las agresiones físicas y verbales. Eso ya no era abuso, muy tarde comprendió, sino algo mucho peor. Así transcurrió su vida, encerrada en sí misma, temiendo los momentos en que quedaban solos. Se refugiaba en la nada para ocultar su dolor,l loraba sin lágrimas. Se hizo señorita y se rebeló aún mas, empeorando la situación, el único camino que le quedaba era escapar. Así lo hizo, huyó lejos. Aunque no fue su mejor elección, prefería los golpes de aquel hombre a que la siguieran ultrajando sus propios hermanos. NORMA BEATRIZ VILLAFAÑE - ARGENTINA

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HOLA, MAMI

¡

Hola, mami! Sí, tú, la que te miras la panza y la acaricias con ternura. Yo te veo desde aquí, en mi rinconcito. Veo tu cara de muñeca. ¡Mami, eres hermosa! Aquí arriba tengo siempre un concierto de tambores, porque tu corazón late permanentemente con notas de amor. Me pregunto muchas veces por qué tuve tanta suerte de tenerte. Sé que seré feliz contigo y con toda esa gente que te rodea con tanto cariño. Dime, mami, ¿me leerás antes de dormir ese cuento de un niño rubio que habla con las rosas? Ese que cada tanto tú escribes, algo de lo invisible y de los ojos, ¿me enseñarás esa frase? ¿Me harás escuchar esa canción en ese idioma extraño?, pero que me gusta mucho, esa de ese señor de pelo largo con lentes, que me eriza los poquitos pelitos que tengo. ¿Me cantarás al oído que me duerma tranquilo, como ese señor que le cantaba a su hijo, del Norte al Sur? ¿Me llevarás a la playa a recoger caracoles, estrellas de mar y cáscaras de mejillones? ¿Tendré una varita mágica con la que pueda llamarte y que acudas en mi ayuda? ¿Me llenarás las manitos de pintura y podré pintar a mi gusto las paredes del comedor? ¿Lo harás, mami? Sí, yo sé que lo harás. Y con todo el gusto del mundo, porque los dos somos libres. 86


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Sé que me cuidarás en lo que creas necesario, harás que mis alas crezcan hasta cuando pueda volar y encontrar mi rumbo. Sé que dedicarás días y noches a ayudarme a construir mi camino, que irás delante de mí hasta cuando lo consideres necesario y, a partir de ahí, serás un apoyo a mi lado, en mis pasos independientes. Sé que me protegerás de todo riesgo, pero lo que veas que yo puedo enfrentar me dejarás enfrentarlo, porque sólo tú y yo conocemos mis fuerzas y debilidades. Sé también que si me paso de la raya me lo harás saber, los sermones son tan necesarios como el amor, pero sin exagerar en la dosis. En cambio, el amor cuanto más mejor, más se perfecciona el acto de dar. Quiero libros, muchos libros y películas. Quiero escuchar a esos cuatro hermanos que cantan tan lindo, canciones rápidas y también tristes. Déjalo ser… Panzadas de milanesas y empanadas. Chocolate hasta en la sopa. Prometo no ser como Mafalda y tomar hasta la última gota de sopa. También, prometo cuestionarme todo lo que vea, preguntar, hasta cansarme de saber. Quiero saber, así como tú buscas preguntas a todo, aunque no haya respuestas, pero buscas saber. Seré una esponja, ávida de conocimiento, de sabiduría, amor y libertad. Quiero ser como tú, mami. Debes saber que desde ya te amo, mucho, mucho, lo suficiente y lo imposible. Eres la mujer de mi vida, hasta mi último día de mi existencia. JOANNA MEMINGER - URUGUAY

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VELOCIDAD

L

legó su alma al cielo y preguntó San Pedro.

- ¿Cómo llegaste hasta aquí, hijo mío? - Fallecí en un accidente de tránsito. - Cuéntame, ¿cómo sucedió? - Conducía una moto. - ¿A qué velocidad ibas? - Para qué interesa eso, si ya estoy muerto. - Es que debo asentarlo en una ficha de entrada. - Bueno, la velocidad era de. . . 1 2 0 km por hora.

San Pedro escribió: Velocidad 1 08.1 2 0 km por hora. A el alma le pareció no correspondía lo asentado en la ficha y preguntó. - Perdón, Sr. Ud ha cometido un error. Le dije 1 2 0 km. - ¿Tú vienes de la tierra, verdad? - Si Sr. De allá vengo. - Pues debes saber que la velocidad que desplaza tu planeta en su orbita solar es de 1 08.000 km por hora, osea 30 km. por segundo. Siendo tú un habitante terrestre, junto con el planeta, desarrollas su misma velocidad y tú le agregaste 1 2 0 km más. - Pero. . . - Nada hijo, puedes pasar, pero la próxima vez, ten más cuidado. ¡LA PRÓXIMA VEZ! Sonrió, socarronamente, San Pedro. NICOLÁS FERREIRA LAMAÍTA - URUGUAY

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EL VIAJE

E

l día de visitas había llegado, desde muy temprano el movimiento de sus compañeros de cuarto demostraban lo especial de la jornada. Con gran dedicación hizo la cama cuidando que la colcha no presentara ninguna arruga, luego ordenó el cajón de la mesa de luz acomodando con sumo esmero la foto de su difunta esposa mientras una lágrima asomaba por sus enrojecidos ojos. Separó el paquete de caramelos de eucalipto y colocándolo en el bolsillo de la camisa se dirigió al comedor para desayunar. Prolijamente vestido, llamaba la atención el brillo de sus zapatos y el comentario del resto de los internos no se hizo esperar: - ¡Siempre le hacen lo mismo, pobre Don Federico, se pasa todo el día esperando!. - La culpa es suya, les dio todo lo que tenía y así es como le pagan . En ese momento interrumpió Don Federico: 89


- Hoy viene mi nieto, seguro que vamos a pasear por el Puerto. - Claro, a ver los barcos. ¿Es lo único que te interesa?- . Dijo una anciana con notorio mal humor. - Ya van a entender. Todos tenemos un pasaje reservado más yo quiero elegir el barco y cuando viajar. Mi nieto me lo prometió y yo se lo debo a Lucía – Contestó él. Las horas fueron pasando, los visitantes llegaban, algunos paseaban por el jardín, otros retiraban del instituto a unos ansiosos veteranos quienes cual si fueran niños, no lograban ocultar su alegría por salir… ni su tristeza al regresar. Federico ocupó un sillón de mimbre en la galería. El sol de la tarde le acarició la piel curtida hasta llevarlo al sueño. Durante el letargo regresaron a su memoria los días de plenitud juvenil. Su trabajo como conductor de subte, donde pasaba largas horas añorando la luz solar. Su regreso al hogar repleto de caricias, con aroma a cocina y la sonrisa de su esposa Lucía, siempre dispuesta para el amor. Inmerso en aquel pensamiento se mantuvo durante unos momentos, intentando sostenerlo como al tesoro más preciado y esforzándose por reconstruir la imagen de su mujer sin conseguirlo. Sus remembranzas se vieron interrumpidas por la llegada de un joven. - ¡Abuelo, te traje una sorpresa!, ¿Creías que ya no venía?- . Y luego de abrazarlo le entregó un sobre conteniendo el pasaje prometido. - ¡Gracias! ¡Hemos esperado tanto tiempo! Pero al fin podremos viajar –.Exclamó entusiasta Federico. - Es un hermoso barco. Sale el viernes del Puerto de Buenos Aires a las ocho de la mañana. ¡Cuídate! - No te hagas problema, ya soy bastante grande - . Dijo Don Federico. - Sí lo sé, pero toma nota lo que debes llevar, no te olvides de nada . - Lo importante es que finalmente podré cumplir, podré llevarla conmigo… 90


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Ambos se mantuvieron en silencio durante unos minutos y luego se despidieron con un efusivo abrazo. El viernes, con gran emoción, Don Federico saludó a cada uno de sus compañeros de cuarto prometiendo disfrutar el viaje al máximo y se dirigió al Puerto en un auto de alquiler. Su entusiasmo era enorme, conversaba con todos sobre cualquier tema, desarrollando expectativas y planificando actividades. Al momento de abordar buscó entre sus pertenencias advirtiendo que había olvidado la foto de su mujer y no restaba tiempo para reparar aquel descuido. Durante ese preciso instante, su actitud cambió por completo, transformándose repentinamente en el más callado y solitario de los pasajeros. Sentado en un banco de cubierta trató en vano de recordar el rostro de Lucía mientras hacía infructuosos garabatos sobre una servilleta. El sol y el viento lo acariciaron hasta llevarlo al más profundo de los sueños. De pronto, una mano se posó suavemente sobre el hombro de Federico. - Te esperé mucho tiempo… – Susurró una voz aterciopelada. Federico y Lucía emprendieron el viaje prometido. ROBERTO AUGUSTO GENTILE - ARGENTINA

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EL ESPEJO

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esde que entre en la habitación no pude apartar los ojos del aquel espejo. Cual como si me atrapara de modo ineludible. El primer día que lo vi, note sobre el cristal el dibujo de una mancha y aunque trate de ignorarla, siguió allí, acrecentándose. Hoy siento que me absorbe… yo empequeñezco y ella continua creciendo lentamente Hay días en que permanece igual y aun cuando trato de restarle importancia, percibo que mis fuerzas decaen mientras ella se fortalece. Tengo miedo a desaparecer, a que me succione por competo. Entonces huyo de la habitación. Más no consigo alejarme demasiado, es como si me llamara y de nuevo, indefectiblemente, me encuentro allí, sentada en el sillón con la vista fija en su contorno. Pasó un mes desde que todo comenzó. Perdí el aliento, permanezco en cama el día entero solo observándola crecer. Noto que me voy, mis ojos se cierran paulatinamente y pierdo la conciencia. Dejé de sentir los latidos de mi propio corazón. De pronto inmersa en esa inconsciencia, puedo oír que me reclama susurrando sugestivamente. Me levanto y camino hacia el espejo, apoyo sobre él mis manos, y como si nuestras esencias se fundieran desaparezco en su interior. 92


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Y ahora estoy allí, cautiva en su reflejo, transmutada en mancha. Presta a cobrar una nueva víctima. NORMA BEATRIZ VILLAFAÑE - ARGENTINA

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SIN ETIQUETAS

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o quería sacar la voz, y lo hago escribiendo sátiras de humor negro. Cuando la gente sepa reírse de sí misma, las leerán, antes no; pues creo que nadie es realmente capaz de reírse de sí mismo o de otros. Mientras espero que se puedan mostrar esos trabajos, los he guardado bajo siete llaves. Yo, por el momento, saco la voz con mis relatos. VALERIA MUÑOZ GALLEGUILLOS - CHILE

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LA CACERÍA

Y

a se sacaban los granos en sus vainas y las plantaciones comenzaban a adquirir un tono amarronado. Una noche en el boliche escuché hablar de una manada de jabalíes que salían del monte y arrasaban con la soja. Nunca cacé. Alguna que otra vez algún pobre capincho, que me llenó más de lástima que de orgullo; pero chancho, no. Todos saben lo peligroso que puede ser uno macho, con sus colmillos inferiores apuntando hacia arriba: dos puñales de doce cm que abren lo que venga. Decidí ir a por los cerdos, solo, sin perros, pero con mi FAL cal. 7 .62 , con reductor para 2 2 , magnum. Esa noche usé la munición original, salí de tardecita, dejé la camioneta a un costado del camino y me fui derechito a donde sabía que ellos abrevaban y se revolcaban. No tenía dogos ni ningún otro perro bueno, solo dos perras viejas y mansas, así que me dije: "tenés que probarle a todos esos charlatanes del boliche que vos podés, solo". A la cintura llevaba un puñal hecho por mí, cincuenta cm de hoja de elástico de vw, estoque de doble filo y aguzada punta. Llegué al abrevadero inmediatamente, hice lo que haría un chancho, me sumergí en el agua fangosa hasta quedar cubierto de barro hasta el último cm cuadrado. Luego, sin más demora, salí caminando entre la plantación que me llegaba al pecho. La noche estaba tibia, así que no sentía mucho frío. Caminé unos kilómetros, hasta llegar a donde terminaba la plantación y comenzaba el monte. Al llegar, escogí un apostadero, calculando que por allí podrían salir los porcinos. Me acomodé y esperé. Extraje de entre mis ropas un frasco con el orín de una chancha en celo y lo vertí encima. ¡Ya vería ese famoso padrillo, que tantos perros llevaba muertos con quien se toparía esa noche! 95


Después de unas cuatro horas de espera, me sacó del limbo duerme- vela el escándalo producido por perros, venían del lado del monte y traían por delante a una manada de chanchas. Atiné a levantar el fusil con foco incorporado y a dispararle a la que iba más cerca. Fallé, pero vi clarito que la bala picó en las patas del bicho, así que corregí un poquito y el segundo tiro la hizo tambalearse. Ya herida fue cayendo para el costado del boquete de salida. Observé que tras la chancha, varios lechoncitos venían chillando y detrás de ellos venia él: un padrillo negro con una pinta blanca en la frente. El animal, calculé, debía pesar unos doscientos cincuenta kilos, el hocico más largo jamás visto . Cuando quise afirmar la vista en él, lo vi levantando a un perro blanco por el aire, largándolo como a cinco metros totalmente despanzurrado. Enseguida, el padrillo se vio rodeado de cinco o seis canes más grandes que el anterior y allí comenzó la pelea. Seguía alumbrando, pero me era imposible tirar, era tal la agitación del combate. Saqué la linterna de su encaje y, manoteando el estoque, me acerqué al lugar de la pelea. El chancho, cuando me vio, desatendió inmediatamente a los perros y, sin solución de continuidad, se vino encima, con un arranque increíblemente veloz. A mi alrededor, todos los perros yacían destrozados por los colmillos asesinos. Cuando se acercó, calculé la distancia y corrí tres pasos hacia él; en la milésima de segundo justa salté, logrando que el animal cruzara, tirándome un navajazo lateral con la cabeza, como es costumbre en estos bichos. Ese el momento decisivo. Con la mayor velocidad que pude, me di vuelta y corrí hacia el colmilludo, afirmando el puño cerrado de la zurda con la linterna en la tierra, para poder retomar la posición vertical. Al llegar a su lomo, este casi se daba vuelta para reanudar el ataque, justo a tiempo, me así de su cola, soltando la linterna y quedando solo con cuatro sentidos disponibles, porque ya no podía ver más nada. De mis sentidos, el que podía usar en el caso, era el tacto y un poco el oído, pero teniendo al animal sujeto, era pareja la lucha. Digo pareja, porque no me fue fácil apuñalarlo, ya que el forzudo me arrastraba por encima de unas matas de paja, haciéndome caer en varias oportunidades, siempre intentando herirme, tanto que sentí como el acero chocaba con sus dientes repetidas veces. 96


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Al cabo de un tiempo, que me pareció larguísimo, pude hacer pie y me la jugué en una estocada violenta, con el riesgo de errar y quedar pagando a merced de los puñales del enemigo. Acerté. Ligué, como dicen los paisanos, sentí con alivio como mi mano llegaba a toparse con las cerdas del porcino, lo que indicaba que la hoja no estaba más en el aire sino en la carne. De ahí en más, los corcovos fueron disminuyendo, sintiéndome libre de ser muerto. Cuando al fin lo solté, justo venían llegando los dueños de los perros, quienes no entendían nada. Imagino que cuadro vieron al llegar: sangre a granel, varios animales muertos o heridos y un hombre cubierto de barro y sangre, tirado en el piso con vida. Los cazadores atendieron a sus perros y me ayudaron a cargar el pesado animal, tirándolo con caballo hasta mi camioneta. Uno de ellos, cazador famoso en la región, me propuso cambiar el padrillo por los seis lechones de la chancha que maté. Los avalué. Los habían capturado vivos, estaban gorditos y eran lindos, rayados y de pelo brillozo. Llegamos a un acuerdo: yo solo quería la cabeza del padrillo, así que les cambié el animal, menos la cabeza y el cuero, por los seis lechones. Me ayudaron a cargar la chancha, por lo que les di un cuarto y una paleta. Esa noche en el camino a casa, me bajé de la camioneta para observar a los lechones. Me conmovió ver cómo intentaban mamar en su madre muerta. Hasta el corazón más duro se conmovería. Pero... el domingo con la familia y vino tinto... ese chillido sobre las brazas... a eso no hay quien se resista. ARIEL ZAPATER FERREIRA - URUGUAY

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LA ISLA

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iajaban casi todos los fines de semana hacia la isla. Al llegar amarraban fuertemente la lancha y comenzaban a bajar sus pertenencias. Allí concretaban sus más ambiciosos sueños. Aquel bello lugar, colmado de una tupida vegetación, cuyo silencio profundo solo era perturbado por el trinar de diversos pájaros y alguna vieja embarcación que de vez en cuando hacía sonar la sirena, les recordaba que “ese”, era su otro mundo. El mundo de los amantes… “Edu” y Anahí, hacía mucho tiempo que llevaban una doble vida y por cierto, no les resultaba nada fácil encontrarse cuando así lo deseaban. No obstante era tan intensa la pasión que sentían el uno por el otro, que una vida generosa, se rendía a sus pies…- “Cuando se quiere se puede” – Solían decir. Así una y mil veces, dejaban sus respectivos hogares con excusas “creíbles”. 98


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Una inmensa luna, iluminaba la cabaña aquella noche y en su interior, una pequeña mesa era suficiente para la gran cena de los amantes. Dos copas de vino, ojos acaramelados y el chillido del ventilador que no permitía oír ningún otro sonido desde el exterior, los preparaba para el ritual más sagrado. Con desmesurada y tierna locura, hacían de la habitación un templo sublime. El templo de su amor. Nada se prohibían, nada dejaban para después, nada se ocultaban y nada les parecía locura, pues, la vida para ellos era todo eso y ya! Luego, inmersos en un profundo relax, sus almas simplemente…se evaporaban. Ella, solía levantarse temprano y en penumbras muy silenciosamente, intentando no despertarlo. Tomaba una ducha y luego preparaba el desayuno mientras retiraba levemente la cortina para disfrutar del majestuoso paisaje. Sin embargo esa mañana, el temor se apoderó de su cuerpo. Observando el muelle, notó que la lancha ya no estaba. Cientos de camalotes cubiertos de bellísimas flores, se habían detenido justo frente a la cabaña. El espectáculo era maravilloso y en tal la cantidad, que parecía un espejismo. Pero… ¿Y la lancha? Anahí, corrió entonces hacia la habitación llamándolo para… Ella continuó yendo a la isla… Las dos copas de vino sobre la mesa aun la acompañan. Y cada mañana, como siempre, prepara el desayuno, descorre la cortina… los camalotes todavía yacen inertes y sus flores petrificadas le anuncian la llegada de un nuevo día. HILDA ALIMONTI - ARGENTINA

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ESCULTOR

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uería esculpir su cuerpo en madera....

Entre sueños y realidad, solo talló la silueta de una mujer, una que deseaba inmensamente fuera suya. Cuando termino de tallarla se dio cuenta que esa mujer, era alguien que permanecía muy cerca suyo, entonces se asustó. Pues además de ser casada, era la mujer de un conocido. Volvió así a tallarla una y otra vez, durante varias lunas, sin pensarlo; hasta que no pudo más e intentó verla. Cuando lo consiguió, descubrió sorprendido que ella también lo buscaba. Ella era escritora y lo tallaba a él, pero con letras… GASTÓN VÍCTOR - ARGENTINA 100


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AUSENCIA

A

l entrar a esa habitación, miro sus paredes, sus esquinas, el piso y todo lo que hay en ella.

Agarro las cortinas de la ventana con mis dedos y percibo tu perfume, es que tal vez quiero sentir tu aroma. Realmente anhelo encontrar tu ser impregnado en ese lugar que fue tuyo. Tus pensamientos, tus alegrías, tus sueños de pequeña. En aquel instante observo el techo, como buscando tu mirada, más solo consigo ver el frío blanco del cielorraso. Como me mata tu ausencia, como te busco donde no hay posibilidad alguna. Siento un cruel desgarro y cierro los ojos. Entonces me doy cuenta que una lágrima nace y la verdad me quema mientras se desliza. Pero al cerrarlos pude verte, en todas tus formas y acciones. Jugando, gritando, protestando. Entonces, respiro aliviado. Me puteo irremediablemente por ser tan débil y nostálgico… es que no me resulta fácil. Salgo de allí sin dejar de sentir la horrible sensación de que no estás. 101


Es mediodía y ya es la hora, mi corazón se acelera. Suena el teléfono y te escucho mientras seco aquella lágrima. Me habla la sangre de mi sangre, desde lejos, ya mujer, ya universitaria, en busca de sus propios sueños... ALEJANDRO FABIAN AGUIRRE - ARGENTINA

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EL Él se encontraba absorto en la pantalla, su rostro enmarcaba un envejecimiento prematuro. Llevaba tres días con sus noches sin dormir, la computadora le mostraba algo que le parecía la verdad más absoluta que hasta el momento hubiese tenido ante sí, en su corta vida. La aleatoriedad de las imágenes se intercambiaban con tal rapidez, que le parecía presenciar un círculo coloidal erigiéndose en un triángulo; la verdad, era un poco más compleja que un círculo o un triángulo, correspondían a cientos de archivos con fotografías de él, de ella y del otro que parecía ser él, pero no era. Él había sido suplantado 1 2 años atrás. Lo interesante del caso era que el suplantador ni siquiera se imaginaba tal cuestión, ella se había encargado perfectamente de ocultar cualquier destello de su pasado, incluso hasta se prometió olvidarlo y sacarlo de su vida para siempre. Así lo hizo. Pero había algo que se le escaparía de las manos, su subconsciente la traicionaría de la manera más sutil. De todos los hombres en el mundo, tenía que fijarse en ése, que no era más que la copia barata de él: los mismos gustos, ropa, música, inclusive y por si fuera poco, hasta tenía el mismo nombre. Fue entonces en un buen día y sin querer, alguien le advirtió de un hallazgo en las redes sociales. La usurpación quedó al descubierto y él enloqueció. Pasaron meses en los que él recabaría información, todas esas fotografías que almacenaría en su archivo. Pero llegada esa tarde, se dio cuenta de que el círculo que años atrás pensó haber cerrado, se había transformado en un triángulo, gracias a ése que no era él, pero que ahora ocupaba su lugar. Desde ese día, se perdió en un abismo coloidal del que jamás saldría. LUIS MANUEL SOTO - MÉXICO 103


BELISARIO

B

elisario había nacido en el pueblo el Tinglado. Era más astuto por lobo que por hombre. Envejecer no tenÍa secretos para él. Concurría a funerales y daba la bienvenida a los siempre nuevos pobladores. Rubicundo y de espaldas anchas para el trabajo, a menudo era llamado para distintos quehaceres. Hábil y educado, con el paso del tiempo había aprendido a dominar sus instintos y a esconder sus grandes patas, en zapatos un par de números más grandes. Su apetito de lobo recrudecía cada cuatro o cinco meses. La bestia y el hombre vivían en constante puja. Una tarde de primavera, Don Felipe lo mandó a llamar para arreglar la vieja chimenea. Después siguió el granero, el establo e infinidad de trabajos. Pasó la primavera, comenzó el verano y la navidad estaba próxima. Don Felipe y doña Justa andaban felices por la noticia de que Luciana, la hija menor de cuatro hermanas, vendría a vivir con ellos, tras un desgraciado accidente que la dejara ciega. A don Felipe le pesaban los años y se había encariñado con ese joven forzudo y trabajador. - Mañana es noche buena - le dijo- , y me gustaría que compartieras la mesa con mi familia. La invitación le cayó de sorpresa. Era común que lo llamasen para trabajar ,pero en tantos años, nadie nunca lo había invitado a cenar. Contento, regresó a su casa, lustró sus zapatos y puso bajo el colchón la camisa blanca de lino, hurtada a algún difunto. Al día siguiente se dio un buen baño, se rasuró y limpió las unas. El hombre daba acabadas muestras de superación, mientras la bestia permanecía agazapada. Compró un ramo de flores para doña Justa, bombones para la hija y una botella de buen vino para don Felipe. Alrededor de las siete y media subió al sulqui y salió rumbo a su primera cena en compañía. El anciano lo recibió con una 104


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sonrisa y, entre palmadas y palmadas en el hombro, lo guió al comedor. El corazón de Belisario se estremeció al ver tan distinguida mesa adornada con delicado y fino mantel bordado, candelabros lustrosos y ángeles de cerámica. Desbordante de belleza, Luciana permanecía sentada en un taburete frente al viejo piano. Sus manos como mariposas se deslizaban sobre aquellas teclas, liberando la melodía más hermosa que jamás hubiese escuchado. El corazón le danzaba de felicidad. Aquello era una familia y él estaba allí. - Ven - dijo el anciano- . Voy a presentarte a mi hija. De manera cortés, el joven se inclinó a modo de saludo y extendió su mano, don Felipe acercó la de su hija, que de manera gentil agradeció su visita. Belisario sintió un revuelo en el estómago y la sangre arder en sus venas. Aquella muchacha poseía en sí, el encanto y la belleza de todas las mujeres que había conocido durante su larga existencia. El Hombre ganaba la batalla y afianzaba sus raíces. Pasadas las festividades, Belisario continuó trabajando en la casa y, a veces por las tardes, se sentaba a escuchar la música que Luciana ejecutaba al piano, salían a caminar o a pasear en sulqui. Habían pasado doce lunas llenas sin salir de cacería. Por fin, se sintió libre, el amor lo había curado de maldiciones y hechizos; entonces, pidió la mano de Luciana. La casa se llenó de flores y presentes. Todo el pueblo se alegraba de que, al fin, el bueno de Belisario sentara cabeza. Entre tanto preparativo, la fecha de la boda llegó para coronar tanta dicha. Belisario sintió que le había ganado la pulseada al mismo diablo y valoraba cada instante de su nueva vida. Cuando Luciana le dijo que pronto sería padre, trabajó como un loco, como un bruto para terminar la casa nueva. Estaba feliz. Su mujer iba y venía por la casa como una gacela, perfumaba las tardes con el aroma dulce de tartas de manzanas y las sábanas con perfume de lilas. Una de las tantas tardes en que Luciana iba a visitar a sus padres, mientras reían e imaginaban al niño correr por el 105


parque, se desató una tormenta. El cielo se oscureció. De pronto, fuertes vientos comenzaron a sacudir álamos y eucaliptos. Los truenos no cesaban y la tierra parecía sucumbir desde sus mismas entrañas. El susto aceleró el momento del parto y Belisario llegó justo para acarrear agua caliente a la habitación donde estaba su esposa. Allí permaneció junto a ella, tomándole las manos, besando su frente, hasta que llegó la partera maldiciendo la torrencial lluvia. En plena labor de parto, Luciana perdió el sentido, mientras que la criatura asomaba a la vida. El horror se dibujó en el rostro de la madraza, que del susto dejó caer al recién nacido. Con los ojos desorbitados, Belisario intentaba calmarse. Envolvió a su primogénito, un lobezno, en una manta. La tormenta cesó de golpe y, en su última aparición, la luna llena asomó tras la arboleda. El hombre gritó, acudió la bestia agazapada. Sin noción de sus actos, descabezó de un manotazo a la mujer tendida en el suelo y corrió sobre sus cuatro patas, escaleras abajo. Los padres de Luciana flameaban como banderas en las fauces de aquella bestia. Esa noche el diablo paseó orondo por todo el pueblo consagrando su victoria. Cuando Luciana volvió en sí, le inventó una historia de inundación y rayos telúricos que cobraron la vida de muchos pobladores, entre ellos sus padres. Desde entonces, cada luna llena se las ingenia para permanecer con su hijo a oscuras en la sala, mientras ella duerme plácidamente, sin enterarse de que las únicas personas que ama, son los monstruos que aniquilan al pueblo. BETTY SANTELLA - ARGENTINA

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LA ESTANCIA LA SOLEDAD

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uana, lindo nombre. Se lo pusieron por su madrina. Ella es una joven muy bonita, se crió en el campo, junto a su familia. Su padre es el capataz. A esta chica le gustan las flores, sentarse junto al arroyo, soñar como toda joven. Los muchachos del pueblo le arrastran el ala, pero ella quiere soñar alto. Coquetea, al caminar mueve sus caderas con cadencia. Es una alborotada, como diría su padre. Su madre, más modosita, dice que la niña esta en edad de merecer. La Ruana, como le dicen, se levanta temprano, ayuda en las tareas. Pero su padre casi no quiere que vaya al pueblo, por si se distrae con alguien; a lo que la joven responde con altanería. - Que miren nomás. Esos pobretones no son para mí. Ruana no es un muchacha común, le gusta la ciudad y sueña poder irse pronto. Cierto día, se entera por su madre que el joven patrón viene de paseo a la hacienda. Eso la tiene alterada. Recuerda que jugaban a ser novios en la niñez. ¡Hace tanto que no viene a la estancia! Se prueba peinados y vestidos, lo espera ansiosa. Al fin, lo ve venir en su auto. Dispara fuerte y levanta polvareda. Los criados lo esperan a la entrada, para darle la bienvenida, tendiéndole la mano. Él solo mira y sigue de largo. - Más tarde conversaremos - es lo único que dice. Ruana solo lo mira a él, quien le devuelve la atención. - Eres tú - dice sorprendido- . Debo admitir que eres bella. 107


Ella retoza de felicidad. Siempre estuvo loca de amor por él. - ¡Niña deja de soñar! - su madre preocupada le dice- . Él no es para ti. De seguro tendrá una novia de la alta sociedad. Él es un Ingeniero Civil y tú, una niña campesina. Cuidado, niña. No te alejes con ese hombre, solo quiere jugar contigo. Eres virgen y debes casarte con un hombre de tu condición. Ella echaba los hombros para arriba, en realidad no le importaba. Un día él la invitó a un baile en el pueblo. Su madre no se pudo negar y dijo que la cuidaría. La Ruana se puso feliz, su vestido nuevo radiante. Muy bonita estaba. Él muy coqueto y jovial. Ambos se fueron. Al bailar el patrón le decía palabras de amor. Inevitablemente, se besaron. Sus caricias se hicieron más intensas, ambos locos de excitación. Ella se entregó con toda su pureza, él lo sabía y lo disfrutó, sin ver el mal que le causaba, simplemente no le importaba. Luego se fueron al rancho. El patrón seguía muy meloso. Antes de entrar a la casa le susurró algo. - No digas nada de esto. Es un secreto entre los dos. Ella accedía feliz. Al levantarse por la mañana, Ruana lo mira, le sonríe, le sirve el café, lo besa en la mejilla y él la retira. - ¿Qué pasa contigo?, ¿en qué quedamos? Te dije que nadie tenía que saber. Hoy viene mi novia para el rancho, espero la atiendas bien. Ruana siente que se muere. Sus lágrimas corren por sus mejillas como un caudal. Su pobre madre la ve mal, algo supuso y la hace hablar. Entre llanto se lo cuenta todo. - Hija, te lo advertí. Él no es hombre para ti.Y a no son niños, como antes. Ahora es un hombre de otro mundo. Tú perteneces aquí. - Es que lo amo, madre. 108


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- Pero él no a ti. Además, "pájaro que comió voló". Espero no traiga consecuencias. La novia del joven vino de visitas, muy altanera ella. Trataba a la gente como si fuera de otro planeta. Su patrón la abrazó, con lo que Ruana creyó morir. En aquel momento, solo se arrepentía de haber sido tan mala con el joven que siempre decía amarla. Le dolía que se hubieran burlado de ella. Se sintió sucia en cuerpo y alma. No sabe de donde tomó valentía y lo increpó. Le dijo que era una mala persona, sabía cómo era ella y no le importó, que le iba a decir a la novia qué clase de bicho era. La novia escuchó voces, se asomó y lo oyó todo. Pero lo que más le dolió fue que hubiera sido con una campesina. - Es que esta campesina creyó estar enamorada de este mal bicho - Ruana dijo- . Guardaba recuerdos de la niñez, pero el tiempo pasa y la vida, las personas cambian, para bien o mal. Prefiero ser una campesina y ser buena persona y no un vividor, reírse de las buenas mujeres. A usted, joven, tampoco la ama. Me acabo de enterar que el señor está en bancarrota y usted es su salvación. Lo siento, de verdad, no quise lastimarla. Él trató de calmarla diciéndole “te amo”, pero ella subió a su auto, mientras le gritaba: “nunca más te me acerques. Ve, busca a otra idiota” y se largó. Ruana rió feliz ante aquel cuadro. Moraleja: quien mal anda, mal acaba. MAYDEE PAIS - ARGENTINA

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VENDEDOR DE ILUSIONES - “Todo llega y todo cansa”- Decía el vendedor de ilusiones que un día llego a mi pequeño pueblo. - “Disfruta antes de lograr tus sueños, pues cuando los alcances, habrás de pagar con la pérdida del deseo que les dio origen”- Predicaba el personaje a quienes solo querían disfrutar de anhelos intrascendentes. En su juventud, había sido vendedor de ajos y comprador de chatarra y lenta pero inexorablemente fue juntando moneda tras moneda para concretar su propio sueño de hombre solo. Alcanzar la realidad de una mujer y varios hijos. Conformó así una familia perdiendo de vista su torturante soledad. Pero llegó el día en que fue convocado por aquel que lo hizo posible, y con un boleto de ida debió partir. Lo aquejaba una enfermedad incurable. Aun así, antes de marcharse de este mundo y cuando los doctores se descuidaban, él se lanzaba hacia el poblado pretendiendo burlar a la muerte y ante la pregunta de: - ¿Cómo anda don Carmelo? El respondía tan fuerte como podía: - ¡Estoy hecho un toro pibe! Aquella respuesta vendría a mi memoria pocos días después, cuando un cortejo fúnebre le mostraba al pueblo el paso de un gigante dormido. Don Carmelo, filósofo de las simples cosas, era nada más ni nada menos que un coloso que no le tenía miedo a la muerte. Pero si terror a que le tuvieran lastima... EMILIO PASSIMO - ARGENTINA 110


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LOS ALONSO

O

currió en diciembre de 1 980. Yolanda entró eufórica, casi corriendo, a la casa de su madre, se escuchaba el taconeo de sus zapatos, siempre elegante, buena ropa, altanera, se la veía feliz y, no era para menos, había quedado embarazada. Siempre dijo que le gustaría tener un hijo. A sus 45 años, ya había tenido tres fracasos amorosos. Un año atrás había conocido a Francisco Alonso, quien venía de una ruptura matrimonial, tenía dos hijos. Él se enamoró de ella locamente, aunque no sé si ella sentía lo mismo, pero le agradaba las posición de Francisco: médico químico, buena solvencia económica. Al tiempo, contrajeron matrimonio y se fueron a vivir a un hermoso departamento en un barrio residencial. Pero su reloj biológico corría de prisa; por lo que, mediante un largo tratamiento, pudo fecundar en su útero un hijo. Su embarazo fue todo un drama para ella. Tuvo que guardar reposo durante toda la gestación. Eso la ponía de mal humor, pues le gustaba salir, hacer cenas con las amistades<, en una palabra, le gustaba sobresalir. 111


Llegó la esperada fecha del nacimiento, una cesárea programada. Nace un hermoso niño, a quien le dieron el nombre de su padre: Francisco junior. Fue bautizado como católico, así decían sus padres. Una fiesta muy acorde a la posición de sus progenitores se realizó. Los años fueron pasando y el pequeño creciendo. A los cuatro años de edad, en el jardín lo observaban y vieron que el desviaba la mirada, tildándose. Lo que puso mal a los padres. Los médicos dijeron que el niño era Autista. Yolanda se sintió mal, tenía un hijo discapacitado. Se avergonzaba y siempre lo comparaba al resto de los niños. Lo trataba mal, lo vestía de punta en blanco y si se ensuciaba lo ponía en penitencia dentro del placar. Es de entenderse que eso no ayudaba al niño, le temía a su madre. Durante un tiempo, el niño concurrió a colegios especiales de doble escolaridad, ya que su madre se ponía nerviosa al tenerlo tanto tiempo en casa, y a su esposo le daba pena que ella se sintiera mal. Recuerdo que la llevó de viaje a Europa, mientras que el niño se quedaba con la abuela. A su regreso, Yolanda comenzó a sentirse mal. Va al médico y se hizo estudios. Le diagnostican cáncer linfático. Tengo que reconocer que peleó con su enfermedad hasta vencerla. Eso sí, controlándose siempre, era muy prudente en su cura. Pasado un tiempo, su esposo, que le llevaba unos diez años mas, comenzó a sentirse mal: sus manos comenzaban a temblar y no lo podía controlar. El hombre estaba afligido, por su mujer, sus hijos. Dejo de concurrir al laboratorio y lo vendió. Se refugió en su hogar. Allí se dio cuenta que la mujer a la que amaba tanto no sentía lo mismo hacia él. Le molestaba todo lo que hacía y se lo señalaba. Cuando se le caía de la mano la comida, por los movimientos sin control, era muy mala, lo criticaba y se marchaba. Lo vi llorar tantas veces. Tiempo después. falleció Francisco, quedando Yolanda sola con su hijo que sigue asistiendo al colegio especial, del estado, uno muy bueno. Ella no tuvo control sobre sus gastos, por lo que al poco tiempo se queda sin dinero. Vendió su departamento y se fue a uno más chico; no conforme a eso, siguió vendiendo cosas de valor. Se empobreció de tal manera, que tenían que comer en los hogares comunitarios. Se alejó de 112


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todos o, mejor dicho, la alejaron. Sé que fue penoso, no por ella sino por su hijo, persona inteligente y de buen corazón. Se parecía a su padre. Siempre se peleaban madre e hijo, pero se amaban a su manera, se acompañaban, estaban solos. A los 35 años, Francisco se sintió enfermar. Aquel día ella lo dejó. - Me voy hacer unas compras y, a mi regreso, merendamos - le dijo- . Duerme una siesta. Le da su remedio y se va. A su regreso, fue en busca de su hijo al cuarto y lo encuentra en el piso. Yacía muerto. Cuentan que creyó enloquecer. Vinieron la policía, la ambulancia y se lo llevaron. La autopsia dio aneurisma cardíaco. Yolanda se quedó sola, sin marido ni hijo. Anduvo por las calles de vagabunda, deambulaba sin saber a dónde. Se le escuchaba decir: - Para qué vivir, si lo que quise siempre se ha ido; no lo supe cuidar. Los días pasan. Nada le importaba, su casa sucia, una indigente más en la vida. Un viernes por la tarde, salió despidiéndose de la portera. Cuando regresa en la noche, nadie lo nota. Pasan las horas y la portera, extrañada, golpea la puerta. No la siente. Tiene un número de teléfono de un familiar que de vez en cuando la visitaba, lo llamó. Este acudió y, al ver que no escuchan a nadie, avisaron a la policía. Cuando estos llegaron, abrieron la puerta, encontrándola muerta en su cama. La autopsia dio derrame cerebral. La vida es un misterio que no se puede descifrar, es como una muralla que no se deja atravesar. Me da frío cruzar el laberinto de los Alonso. MAYDEE PAIZ - ARGENTINA

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ÍNDICE PRIMER LUGAR

Encuentro – Hanna Poe …......................................................... 7 Barwoman – Marcelo Adrián Sánchez.................................... 9 Paula y Yo – María Angélica Bonthuis …............................. 1 0 SEGUNDO LUGAR

La Partitura – María Galerna................................................... 1 2 Visitante – Alejandro Fabián Aguirre.................................. 1 3 TERCER LUGAR

El Verdadero Mundo de Esther – Marcela Isabel Cayuela............................................................................................1 6 SELECCIONADOS

Autopista – Hanna Poe........................................................... 2 0 Don – María Angélica Bonthuis............................................ 2 1 Mbói Jagua – Marcelo Adrián Sánchez................................ 2 3 Desacuerdos – Dionisio López Ramos................................. 2 5 Osito de Peluche – Dionisio López Ramos......................... 2 7 Horno de Barro – Alicia Farina............................................. 2 9 Cuando pude decir ¡BASTA! – Graciana Duprat................ 33 Relojes – Luna Nimac............................................................. 35 Una Historia Fantástica – Dayana Rosas............................... 36 Cobarde – Joanna Meminger................................................. 38 Siete Anillos – Freos V. Wh................................................. 40 Instrucciones para Suicidarse – Daniel Castillo.................. 43 El Secreto – Luna Nimac........................................................ 45 En la Próxima Navidad – Hilda Alimonti............................ 46 Premonición – Lucho Sánchez.............................................. 49 Liboria – Roberto Augusto Gentile....................................... 50 Piedad – Daniel Castillo.......................................................... 52 Pueblo De Vientos – Sara Shupmann................................... 53 Sigismundo – Ariel Zapater Ferreira................................... 55 Beneficios del Sistema – Rolando Correa............................ 57 Te Compro Tu Dolor – Maritza Alvarez............................ 60 Inolvidable – Lucho Sánchez................................................. 64 Celebración – Jon Kokura...................................................... 66 Mariposas – Sara Shupmann.................................................. 68 El Camino de Katya – Dayana Rosas..................................... 7 0 Soltar – Gastón Víctor............................................................. 7 3 114


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Hola, Mami, – Valeria Muños Galleguillos........................ 7 4 Un Llamado Azul – Irma Haydee Pereira............................ 7 5 Pinocha – Maritza Alvarez...................................................... 7 7 Pleyadiano – Alma Zen........................................................... 7 9 Arc En Ciel – José Luis Machado......................................... 82 Los Controladores – Irene Beatriz Oses............................... 83 Inocencia Robada – Norma Beatriz Villafañe...................... 85 Hola Mami – Joanna Meminger............................................ 86 Velocidad – Nicolás Ferreira Lamaíta.................................. 88 El Viaje – Roberto Augusto Gentile..................................... 89 El Espejo – Norma Beatriz Villafañe.................................... 92 Sin Etiquetas – Valeria Muñoz Galleguillos........................ 94 La Cacería – Ariel Zapater Ferreira...................................... 95 La Isla – Hilda Alimonti.......................................................... 98 Escultor – Gastón Víctor...................................................... 1 00 Ausencia – Alejandro Fabián Aguirre.............................. 1 01 El – Luis Manuel Soto.......................................................... 1 03 Belisario – Betty Santella...................................................... 1 04 La Estancia La Soledad – Maydee Paiz............................... 1 07 Vendedor de Ilusiones – Emilio Passimo......................... 1 1 0 Los Alonso – Maydee Paiz................................................... 1 1 1

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