Antologías de los 80 en la colección de Miguel Marcos
Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Carlos Alcolea, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Carlos Franco, Ferrán García Sevilla, Xavier Grau, Menchu Lamas, Antón Lamazares, Víctor Mira, Juan Navarro Baldeweg, Antón Patiño, Manolo Quejido, José María Sicilia
30 abril al 15 junio 2014
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ANTOLOGÍAS DE LOS 80 EN LA COLECCIÓN MIGUEL MARCOS La metáfora del champán, aunque a mí me ha gustado más la de la gaseosa por entrañable cercanía, para referirnos a que algo sale con mucha fuerza al abrirse y la va perdiendo de manera ineluctable progresivamente una vez abierta, nos sirve de argumento para el inicio de este escrito sobre la pintura española de los años ochenta en España, el arte surgido entonces en general, apoyándonos en la extraordinaria colección de pintura española reunida de aquella época por el galerista Miguel Marcos. Una colección que nos permite conocer, estudiar y documentarnos de manera excepcional y privilegiada de un importante periodo de la pintura española, donde una profusa y exuberante generación de artistas surgió como consecuencia de las políticas aplicadas por entonces en defensa y promoción no sólo de la cultura española, sino, y con mayor precisión, de la creación de autores españoles en todas sus vertientes, tan yerma hasta ese momento, aunque con visos de adoptar una solución al grave problema de la incultura española en materia de arte, como fue traer el Guernica de Picasso del MOMA de Nueva York al Casón del Buen Retiro del Museo del Prado, el 11 de septiembre de 1981, por Javier Tusell de la UCD, y el de las libertades, que en eso tendría mucho que decir el lenguaje plástico durante esa época. Una dinámica de cultivación de la población española promovida en primera estancia por el alcalde electo por Madrid, en 1979, Enrique Tierno Galván, quien basaba esta iniciativa en su principio de “demos cultura al pueblo para que pueda pensar por sí mismo y de ese modo tendrá capacidad de decidir por él mismo y no tener que asumir la decisión de otros por no saber pensar.” Y ahí comenzó una época de máxima efervescencia y fecundación en todos los órdenes de la cultura. Un testigo que inmediatamente fue recogido por el gobierno
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socialista tras ganar las elecciones en 1982, (adelantado como hemos dicho con unos primeros pasos por la UCD), que decidió renovar por completo la imagen de España en el extranjero, con una política de activación donde lo joven era lo que había, lo que se presentaba, lo que se iba a atender. Y en ese propósito el mundo de la creación iba a tener un episodio de máximo protagonismo. España se reconocía como un país obsoleto, falto de una mentalidad universalista y acomodada en un ostracismo lacerante. Había que llevar a cabo, resultaba fundamental, una renovación radical y absoluta. Lo primero, todo debía ser joven y para el joven, nada de mayores ni de más allá de los treinta años. Todo lo que se propondría sería para más abajo de la barrera de los treinta en lo referente a la cultura, a los artistas. Cada convocatoria, cada concurso, cada exigencia participativa, como condición sine qua non era ser menor de treinta años. Una decisión que permitiría poner en marcha la capacidad energética y avasalladora de los jóvenes y utilizar esa fuerza para lanzar al país a ese nuevo modelo fisonómico que se quería construir y enseñar al mundo con la nueva savia política, también del fallecimiento de grandes autores por haber pasado la barrera de los treinta años, (esto también requiere un estudio profundo). En ese afán jovial y con esa decisión firme se comenzó, a su vez, una campaña de activación inusitada en todo lo relativo a la cultura, al arte, y en especial, al arte contemporáneo desatándose un larguísimo y abundante corolario de tareas programáticas en beneficio de la decisión de animar la creatividad y como consecuencia su introducción, promoción, difusión, expansión, en definitiva, publicitar enloquecidamente esa labor resultante, acompañado de la celebración de una larguísima lista de exposiciones transcendentales
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y extraordinarias por todos los rincones del territorio. Eso ocurrió. Sin embargo todo el esfuerzo realizado fue sin establecer ni cimentar una base sólida y compacta que permitiera que todo ese esfuerzo, (el gasto llegó a ser desmedido e insultante), tuviera sentido y el pretendido logro a largo plazo. Esto es, que hoy toda aquella tarea de formación, educación e instauración cultural se hubiera consolidado efectivamente en la instrucción y alfabetización general y en una comprensión y experiencia del medio incontestable y enorgullecedor. Pero ah, las prisas, nunca son buenas, y ya lo dice el dicho, “vísteme despacio que tengo prisa”. En la aplicación de aquella política enfervorecida, se iniciaron los trámites de un sin fin de proyectos en pro de este ejercicio. Además de la organización de decenas y decenas de exposiciones costosísimas (en muchos casos excedidas sin porqué), decenas y decenas de convocatorias de premios artísticos dotados con abultadas cantidades de dinero, decenas y decenas de aperturas de espacios expositivos, estaba el propósito de inaugurar museos y museos por todas las latitudes de la geografía española, y con la firma de un arquitecto de reconocido prestigio, mejor aún si premio Pritzker, lo óptimo, costase lo costase. Y como consecuencia de aquel enloquecimiento, hoy contamos con un número ingente de museos, de más o menos tonelaje, dispersos por todas latitudes y sin presupuestos para llenar con sentido e interés sus programaciones anuales. Museos y espacios o cerrados o vacíos de público y el poco público que los visita la mayor parte son extranjeros. Lo que quiere decir que aquella desmesurada y sin pies ni cabeza política aplicada para ilustrar a la población española e iniciarle su interés por el arte y la cultura fue como el abrir una botella de champán, de gaseosa dijimos.
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A modo de documento citaremos entre otros eventos: las muestras de arte joven, en el año 85; los circuitos de arte joven, ese mismo año; los importantísimos y tan demandados premios L’Oreal, en 1984; y vamos ahora con el largo corolario de la inauguración de museos y centros de arte, el Centro Atlántico de Arte Moderno en Las Palmas de Gran Canaria (CAAM), en el 89; el Instituto Valenciano de Arte Moderno en Valencia (IVAM), en el 89 también; el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid (MNCARS), y el Museo Thyssen Bornemizsa, también en Madrid en el 92; el Palacio de Sástago en Zaragoza; en Santiago de Compostela el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), en el 93; en Badajoz el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) en 1995; en Bilbao, en 1997, el Museo Guggenheim; en Castellón, en 1999, el Espai D’Art ; en Granada el Centro José Guerrero en el 2000; en Alicante el Museo de Bellas Artes Gravina en 2001; y el año de los museos, el 2002, el ARTIUM en Vitoria, el DA2 en Salamanca, el Patio Herreriano en Valladolid, y el MARCO de Vigo. Pero ahí no se detiene la cosa, en 2005 el MUSAC de León; La Universidad Laboral en Gijón en 2007; y en 2011 el MACA en Alicante y el Centro Niemayer en Avilés. Además de los citados, por esas fechas estaban a pleno rendimiento ceremonioso, el Círculo de Bellas Artes y el Conde Duque de Madrid, el Centro de Santa Mónica, Metrónom o la Virreina en Barcelona, sin nombrar en mayúsculas la feria de ARCO, en 1982, (definitivo y fundamental). Me he parado con toda intención en esta dilatada lista diligenciosa en trabajar en beneficio del arte, tanto en su faceta instructiva, difusora, aceptativa, mercantil y coleccionadora, (compradora, con más propiedad), como para ofrecer al mundo, y
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a nosotros mismos, una imagen de sociedad avanzada, resurgida e ilustrada. Un esfuerzo que a la larga se ha demostrado el enorme desajuste causado porque los resultados, a pesar del gasto y el esfuerzo hecho con el fin de alcanzar y provocar un cambio definitivo en nuestra sociedad que originó un enorme desajuste en su aplicación ya que provocó serios y difíciles problemas de resolución, por un lado el económico (hay instituciones que aún arrastran los déficits de aquella gestión) y por el otro, al tratarse de una actuación apresurada e incompresible por su falta de base y sustentación previsora. Todo fue muy excesivo; la manera de abordar el asunto, las ingentes cantidades de dinero distribuidas a estos menesteres, el dispendioso gasto en la elaboración de programas, de proyectos, de actividades artísticas de todo tipo, la obsesiva recuperación y construcción de edificios, la puesta en marcha de abundantes certámenes, concursos, premios, y que como se ha dicho, lo penoso de todo ello es descubrir y reconocer el error del pésimo planteamiento con el que se abordó lo que hoy hubiera sido un motivo de satisfacción al ver consolidada una sociedad preparada, culta, documentada y simpatizante con un lenguaje distinguido y honorable, y equilibrado con el resto de los países progresistas. Hoy seguimos encontrando un país más vulgarizado que nunca, más orgulloso y acomplejado (menuda paradójica contradicción evidente) que cuando no éramos conscientes de nuestro analfabetismo en materia artística y cultural. Son mayoría los programas televisivos donde la vulgaridad, la ordinariez y la patanería son tropa en todas las cadenas. El comportamiento público es irrespetuoso, grosero e insensible, mal educado. El insulto y los malos modales, la zafiedad acampa por la calle y en los establecimientos sin medida.
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La ambición, la codicia y la insolidaridad llevan tiempo instaladas en nuestro pueblo. Las consecuencias de todo tienen su origen fundamentalmente en las conductas políticas y económicas aplicadas a lo largo de estos años, después de haber visto la luz escasamente durante los años a los que da pie este escrito. Unos años de euforia y esperanza al comprobar el despegue intelectual y organizativo que experimentamos entonces. Fueron años en los que por fin parecía ser íbamos a dejar el furgón de cola europeo y nos íbamos a instalar con todo merecimiento y empaque en el corazón del avanzado centroeuropeo. Habíamos superado una crisis transitoria difícil de resolver e impuesto con un gran esfuerzo de entendimiento entre todos el ansiado estado democrático. Y convenido por ello en recuperar el retraso acumulado en nuestro país durante tantos años, en todos los órdenes de la vida. Y el principal y prioritario en lo educativo y en lo cultural. Hoy dolorosamente comprobamos que no solo no logramos los objetivos mínimos pretendidos con aquel esfuerzo, sino que son los ámbitos donde más se ha reducido la inversión y la atención política. La consecuencia es que tras lo iniciado entonces además de no tener continuidad se ha frenado el interés general por estos temas. Y el hecho de que insistiera al principio en relatar el mayor número de museos y centros de arte que se inauguraron en España a lo largo de estos últimos años, es debido a refrendar mis juicios sobre los resultados alcanzados y lo que en la actualidad es el comportamiento y la imagen pública de estos lugares, con presupuestos insignificantes e intereses mezquinos de gobierno que han desembocado en programaciones maratonianas y faltas de
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calidad obligadas por ese vacío y desatención a la causa. El arte y la cultura no interesan al político. Y es muy triste y doloroso comprobar cuando ahora visitamos uno de estos museos el vacío sobrecogedor que nos muestra, con excepciones gloriosas, obviamente. Además de la inconcebible desinformación del ciudadano español en materia artística y cultural. Aunque en honor a la verdad, decir, que causado por esa corriente en destapar, atender y luchar por la expresión artística se configuraron colecciones de gran nivel tanto públicas (en mayor medida) como privadas. Aunque, y también en honor a la verdad (realidad), esas excepciones, o esas puntuales demandas mayoritarias expositivas (y colecciones) no han arreglado un problema endémico que ha venido dándose desde los años ochenta hasta ahora, que no es otro que la espantada multitudinaria compradora y coleccionista de arte en España. No hay ventas, no hay movimiento, las galerías tienen difícil subsistir, los artistas apenas sobreviven. El arte español y los artistas españoles sin cobertura internacional, porque apenas la hay, no figura ni figuran en los intereses museísticos ni coleccionistas mundiales. Languidece penosa y funesta nuestra creación artística. Un gravísimo perjuicio en todo lo referido al trabajo y a la profesionalidad de nuestro país en materia artístico-cultural. En ninguna de las listas que cada año se elaboran con los nombres de los cien artistas de mayor caché y prestigiosos del mundo, aparece algún artista español, y si lo hace alguno son los históricos Tápies o Chillida y Miquel Barceló en puestos elevadísimos. La exposición que mostramos en nuestra sala de exposiciones de la Universidad tiene el objetivo de revisar y demostrar la categoría,
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el talento y el talante de una generación extraordinaria dotada con una genialidad comparable a la de los “Nuevos salvajes alemanes” de esa misma época, interesada en recuperar la pintura activa figurativa alemana, frente a los valores impuestos por la abstracción estadounidense, con el propósito de recuperar la identidad cultural de esta nación, tan rica en pintura figurativa durante el siglo XIX y principios del XX., llevado a cabo por artistas como Penk, Polke, Baselitz y Anselm Kiefer, de idéntica manera que nuestros artistas reseñados, de ahí la confluencia. O a la de la conducta practicada por el movimiento, también por esos años, de la “Transvanguardia italiana” de fuerte neoexpresionismo, de los autores Enzo Cuchi, Mimmo Paladino, Sandro Chia, Francesco Cemente o Nicola De María, una identidad de marcada cercanía con los nuestros, por ese aire renovativo y de energía pictórica. O a la de los celebrados y mitificados por el mundo de la mano Charles Saatchi, «Young British Artist», Damian Hirst, Tracey Emin, Sarah Lucas, Gary Hume, Sam Taylor-Wood o Michael Craig-Martin, con el mismo propósito que los nuestros para un período de transición y cambio sociopolíticos radicales. Todos ellos con un elemento común, tanto unos como otros los extranjeros como los españoles, el de la renovación del lenguaje del arte, especialmente el de la pintura (aunque no sea tanto así en el grupo de los jóvenes ingleses), abordado con intenso apasionamiento llevado mediante el uso del gran formato, la obra gigante, monumental, que será por el camino por donde establecerán su protagonismo. Y lo harán además con una imponente intervención de fuerza y reivindicación del trazo, del gesto sensual, de la intensidad cromática y del expresionismo textural, donde la figura, el símbolo y la dicción impetuosa completada con un lirismo profundo
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marcarían la imagen de una época de transición a un nuevo orden de ideas y de mundos. Un nuevo destino social e individual de energía y voluptuosidad, sin signos de los contraculturales y abstrusos de los setenta. El arte como la bandera y blasón de los compromisos temáticos asociativos más complicados y peliagudos de lucha y advenimiento. En eso se erigió el arte durante ese período de vigor y excitación. Esa fue la pintura, el discurso, que elaboró esta generación de artistas, extranjeros y españoles de los años ochenta. Y lo que hoy ofrecemos desde la Universidad Miguel Hernández, es un fragmento antológico de una parte de esta generación magistral, rescatada de los extraordinarios fondos artísticos del galerista y coleccionista Miguel Marcos, que hoy nos permite mostrar. Y que si no fuera por personas como éstas, entusiastas, pertinaces e involucradas hasta la médula en defensa, recuperación y conservación de estos tesoros hoy no tendríamos la enorme fortuna de poder contemplar, disfrutar, saborear, comprobar el tamaño creativo y aportativo de estos autores en la dialéctica del arte. Verdaderas notarías para conocer y participar de una época histórica fundamental y transcendental en nuestro país y en nuestros ciudadanos. A Miguel Marcos le llega su apasionamiento por sus propias raíces congénitas de pintor, y tras reconocerse carente del talento necesario para serlo, se vuelca en la gestión y organización artística, primero organizando, en 1976, un profuso programa de exposiciones en el Centre de Lectura de Reus, para, un año después, en 1977, fundar la galería Xiris en Tarragona. Para trasladarse ese mismo año a su tierra natal Zaragoza abriendo la galería Atenas, donde ya comenzó con artistas representados en esta exposición. En el año 1981 abre
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con el nombre de Pepe Rebollo, S.A. Galería de Arte, en una línea clara de fuerte expresionismo. En esa línea cambia el nombre de la galería, en 1982, por el de Galería Z, hasta 1983 por el definitivo Miguel Marcos (Zaragoza, Madrid, Barcelona) con ese nutrido grupo de artistas de extraordinaria calidad de la prodigiosa década de los ochenta aunque iniciada a finales de los setenta. Un gran número de esos artistas representados y defendidos por el mundo de feria en feria, Basilea, FIAC, Chicago, Río de Janeiro, ARCO, Berlín, son mostrados en esta pequeña antología excepcional que la Universidad Miguel Hernández ofrece a todos sus estudiantes y al público ilicitano y alicantino en general. Con esta exposición estamos no sólo ante un galerista referencial y ejemplar, sino ante un hombre de arte, un hombre con justificado conocimiento del medio, un luchador, un histórico por el que se nos permite revisar, estudiar y analizar, con su colección, un período del arte español (también internacional) capital para entender y vislumbrar los convulsos y metamórficos años transicionales en España, a través de los ejercicios representativos a modo de metáforas que este coleccionista reúne. Un auténtico privilegio poder ofrecer esta corta pero selectiva muestra de un grupo de artistas que guardan en sí y enseñan un pedazo de nuestra reciente historia político-social, y nos hacen ver la realidad de un hecho lamentable, el vacío y el desinterés que hoy vive España por el arte, la cultura y la educación. Pero ahora nos toca participar de esos secretos guardados en las entrañas de esas pinturas ejemplares y majestuosas, monumentales de Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Carlos Alcolea, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Carlos Franco, Ferrán García
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Sevilla, Xavier Grau, Menchu Lamas, Antón Lamazares, Víctor Mira, Juan Navarro Baldeweg, Antón Patiño, Manolo Quejido y José María Sicilia. Un selecto grupo de artistas donde la sensualidad y la exuberancia de la pintura con trazos largos y sueltos de inusitada libertad, se patentizan en un amplísimo formulario de taller, oficio, compromiso y placer revelador. Una causa por la pintura para la pintura y desde la pintura con la tarea de abrirse a una narrativa formal subjetiva y repleta de valores y maestrías cromáticas, evidentes por la capacidad entusiasta e indagadora de esta generación renacida en un tiempo de cambio y novedades intelectuales sin la rémora y la dificultad de hacer y ser en la censura. Que si no fue demasiado castradora en el ámbito del arte, ahí están los ejemplos de los movimientos informalistas sucedidos en los cincuenta y sesenta con defendida representación en los más importantes certámenes del mundo, ganando incluso importantes y renombrados premios otorgados, como los de Sao Paulo y Venecia, entre otros, si lo fue para disponer, sin límite alguno, de la libertad expresiva sin miedo. Se había marchado de nuestro lado el policía que todos llevábamos dentro pocos años antes, como decía Juan Goytisolo, o el acusador kafkiano de El proceso, donde sin más somos culpables, sin explicación, porque sí, por el hecho mismo de subsistir. Más o menos así nos sentíamos en España unos pocos años antes de que se diera esta generación del cambio. Donde la pintura definió su vehículo de manifestación con enorme vitalidad. Era el medio por antonomasia, imperioso, resultante para abrir un nuevo hacia la sensibilidad del alma y la intelectualidad recién concebida descubría el itinerario de la traducción formal de las ideas y el pensamiento; imágenes en vez de palabras, colores en vez de
voces para establecer las relaciones y la convivencia y compartir toda reflexión, toda duda, todo esfuerzo para alcanzar los sueños. Todo esto encontraremos en el fondo de estas pinturas exuberantes, soberbias, determinantes. Un período sublime y transcendental de un pasado reciente que recuperamos del silencio de hoy.
José Manuel Álvarez Enjuto Director del Área de Proyección Cultural y Artística de la Universidad Miguel Hernández
Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Carlos Alcolea, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Carlos Franco, Ferrán García Sevilla, Xavier Grau, Menchu Lamas, Antón Lamazares, Víctor Mira, Juan Navarro Baldeweg, Antón Patiño, Manolo Quejido, José María Sicilia
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Juan Antonio Aguirre Cabezas 1967-68 Óleo sobre lienzo 55 x 92 cm. (díptico)
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Alfonso Albacete Santa Águeda dirección norte 1986 Óleo sobre lienzo 150 x 100 cm.
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Carlos Alcolea ¡AH! 1991 Acrílico sobre cartulina 100 x 70 cm.
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JosĂŠ Manuel Broto El ovillo 1985 Ă“leo sobre lienzo 270 x 195 cm.
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Miguel Ángel Campano RB/ST 1992 Óleo sobre lienzo 195 x 266 cm.
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Carlos Franco Autorretrato 1973 AcrĂlico sobre lienzo 80 x 120 cm.
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Ferrán García Sevilla CIMA 2 1984 Mixta sobre lienzo 195 x 195 cm.
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Xavier Grau Tericand 1984 Mixta sobre lienzo 195 x 250 cm.
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Menchu Lamas Peixe roxo 1981 AcrĂlico sobre lienzo 260 x 195 cm.
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Ant贸n Lamazares Los cuatro de Palmou 1981 Mixta sobre cart贸n 148 x 161 cm.
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Víctor Mira Interior español con exterior holandés 1985-1986 Óleo sobre lienzo 250 x 400 cm. (díptico)
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Juan Navarro Baldeweg Humo amarillo y verde 1983 AcrĂlico sobre lienzo 162 x 130 cm.
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Antón Patiño A Mexona e Palmira 1984 Acrílico sobre lienzo 240 x 180 cm.
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Manolo Quejido Telefonazo 1976 AcrĂlico sobre cartulina 100 x 72 cm.
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Manolo Quejido Máquina en Plata 1978 Acrílico sobre cartulina 100 x 72 cm.
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José María Sicilia Flores y TV 1984 Acrílico sobre lienzo 112 x 102 cm.
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Antologías de los 80 en la colección de Miguel Marcos Sala de Exposiciones de la Universidad Miguel Hernández Edificio de Rectorado 30 abril al 15 junio 2014 Organiza: Vicerrectorado de Cultura y Extensión Universitaria Esther Sitges Dirección Área de Proyección Cultural y Artística José Manuel Álvarez Enjuto Dirección Área de Programación y Gestión Cultural Susana Guerrero Comisario: José Manuel Álvarez Enjuto Coordinación UMH: Matilde Baño Unidad de Apoyo: María del Carmen Segura Dácil Hernández Isabel Egido Diseño Gráfico: Unidad de Diseño del Vicerrectorado de Cultura y Extensión Universitaria Imma Mengual Marco Francés Alba Aparici Texto Catálogo: José Manuel Álvarez Enjuto Prensa: Oficina de Comunicación de la Universidad Miguel Hernández I.S.B.N.