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Marcos Ferrer
María Soledad Navarro
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Juancho Ibañez Marcos Ferrer Juan Martín Laborde Marcio Bortolusso Andrés Calla Fernanda Lupo
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Aleksander Doba Javier Rasetti María Laura Giuliani Kelvyn Medeiros Vanina Darino Griselda Moreno
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gotado pero feliz logró completar su tercer transatlántico en kayak en un lapso de 7 años. Uno se podría preguntar si existe un remero más intrépido en el mundo que elija por tercera vez estar solo durante 110 días surcando las aguas del Océano Atlántico. La lógica es obvia para "Olek" (así lo llaman a Aleksander Doba), no tiene ataduras y sí mucha convicción. A poco de su llegada, el atleta polaco siempre optimista y decidido, que había ignorado todo tipo de sentido común y precaución, terminó su exitoso tercer cruce. Sólo tres remeros lograron este viaje en la historia: Franz Romer en 1928, Hannes Lindemann en 1956 y Peter Bray en 2001. Doba es el cuarto y único que cruzó tres veces el Atlántico. El primer intento fue fallido. El 7 de mayo salió con su kayak de fibra de vidrio reforzado de 23 pies de largo (7 metros) y un metro de ancho, y con un bote insumergible de 750 kilos con carga (450 kg vacío) llamado “Olo”. Los percances comenzaron casi de inmediato: se encalló cerca de la costa de Sandy Hook e inmediatamente fue remolcado lejos de la tierra. En ese proceso, casi vuelcan el kayak. Durante los siguientes cuatro días, Doba avanzó cerca de 100 kilómetros hacia el este por su propia potencia antes de alejarse de la costa. Hizo un parate en tierra, comió bien y buscó equipo nuevo. Finalmente, partió el 16 de mayo.
En los últimos 37 años, el experimentado kayakista ha registrado 100.000 km en el agua, incluidas las circunnavegaciones del lago Baikal (1900 km) y el mar Báltico (4200 km). En su primer viaje transatlántico de 99 días en 2011, atravesó Dakar, Senegal, Acala, soportando semanas de tormentas. Durante su segundo intento de 167 días en el mar, hizo desde Lisboa hasta New Smyrna Beach, Florida, en 2014, y navegó en círculos dentro del Triángulo de las Bermudas. Luego, tuvo que detenerse en una isla para reparar el bote. El kayakista, ingeniero químico retirado que saltó en paracaídas y voló planeadores antes de comenzar a navegar, nunca perdió el entusiasmo por cruzar el Atlántico.
El equipo en esa oportunidad no estuvo de acuerdo. El constructor de yates polaco Andrzej Arminski, quien construyó Olo con una quilla y una superestructura, temía que el kayak se rompiera en mares del norte. Caracterizó el tercer intento transatlántico como "suicida". Consideraba que los difíciles vientos alisios que vuelan hacia el oeste a través del océano no le permitirían a Olek terminar la travesía. Sin embargo, ninguna de esas preocupaciones lo sorprendió. Doba había probado este cruce transatlántico en 2016, he inmediatamente luego de la partida, una tormenta le dejó inutilizado los equipos electrónicos y debió ser rescatado. Su intento en 2017 a través del Atlántico fue
una búsqueda de redención. En este viaje pasó por 4 grandes tormentas y rompió su timón que fue reparado con la ayuda de un barco. En una de las primeras que ocurrió en junio, trató de dormir a pesar de los vientos de 75 km/h y olas de 10 metros. Desafortunadamente su compartimento, hermético y estrecho (apodado "el ataúd"), carecía de la ventilación y lo obligaba a subir cada 15 minutos, abriendo la escotilla para tomar aire. En otro caos climático, el aparejo de ancla de Olo había torcido gravemente algunos de los herrajes claves del timón. Doba manipuló el sistema de dirección para mantenerse cerca del rumbo, aunque hizo un progreso incoherente durante tres largas semanas. El 30 de junio estaba a más de 3200 km de Lisboa. Necesitaba ayuda, pero un rescate era muy costoso. Por suerte, el capitán de un buque de carga con destino a América Central se apiadó de él, lo saco del mar, y su tripulación hizo la reparación. Varias horas después, y con una comida caliente, volvió al Atlántico. La asistencia causó que pierda toda esperanza de establecer un récord mundial Guinness para el viaje más largo sin ayuda en kayak o canoa.
A principios de agosto, también lo castigó el clima, con ráfagas de 100 km/h, y los mares estaban blancos de tantas olas. A pesar de eso, se mantuvo positivo. Él siempre dice que es un 150% optimista y lo días malos un 100%. La comida que utilizaba era iofilizada: estofado con verduras, pollo y pasta con salsa boloñesa. Su kayak estaba armado con
desalinizadores y paneles solares, remaba de 5 a 12 horas al día, cuando hacía mucho calor, lo hacia desnudo. Al acercarse al continente Europeo, fue derivado hacia el noreste. El 3 de septiembre, después de navegar un tramo incierto del Canal de la Mancha, Olo aterrizó en la ciudad portuaria francesa de Le Conquet.
No obtuvo el récord Guinness pero logró su objetivo de ir de continente a continente. Viajó un 25 por ciento más de lo que podría indicar la ruta. Ahora quiere pasar tiempo remando con miembros de su asociación local de kayak polaco, y contarles las historias del viejo lobo de mar a sus tres pequeños nietos, sabiendo que las grandes aventuras del abuelo Olek pueden
continuar aún. "Me quedan 29 años antes de cumplir los 100. Mi cuerpo se ve un poco viejo, pero adentro mi corazón y mi mente son jóvenes”, señala Doba.
engo a cargo tres áreas: patrulla, servicio de pisado con máquinas llllllllllllllllpisapistas y fabricación de nieve con cañones. En total son veintidós llllllllllllllllpatrulleros, siete maquinistas y dos cañoneros.
Ellos manejan los cañones que son alimentados por reservorios de agua. Éstos funcionan a temperatura ambiente y húmeda (bulbo húmedo, bulbo seco). Cuando baja a -2 grados centígrados se puede fabricar nieve, y de ese modo, el Cerro Chapelco la tiene garantizada toda la temporada en la cota desde 1500 mts hacia abajo con la red de cañones.
Sí. Hay cinco máquinas modelo Pistenbully 300, de origen alemán. La función de las mismas es pisar las pistas y dejarlas óptimas para el primer esquiador que suba. El trabajo se hace desde las 17:00 PM hasta las 2:00 AM. Al igual que los cañoneros, trabajan en la misma franja horaria, siempre que las condiciones climáticas lo permitan.
El personal está capacitado y habilitado para trabajar desde el socorrismo hasta la prevención de accidentes, sumado el balizaje tanto en las pistas como fuera de ellas.
Se llama barqueta, es una camilla adaptada para bajar heridos de la montaña. Puede estar apoyada o no, eso depende de la situación del rescate.
Nací acá. Esquío desde los cuatro años. Estuve en el Club Lacar tradicional de San Martín de los Andes. Fui instructor de esquí pero en 1992 opté por ir a la patrulla. Trabajé en Europa y en Andorra. En el 2002 quedé a cargo de los patrulleros en el Cerro Chapelco y en el 2010 ya
era jefe de pistas, pisteros socorristas, maquinistas y cañoneros. Miguel detiene la entrevista para tomar sus binoculares, porque hay un esquiador que se cayó en la pista llamada Del Filo que es de color roja. De inmediato da la orden y envía un grupo de pisteros socorristas al lugar. Ya resuelto el inconveniente, el esquiador fue trasladado a la base del cerro y Miguel da una recomendación imprescindible: Es fundamental que las personas esquíen de acuerdo a su nivel, y que no olviden que están en la montaña y deben adaptarse a esa situación. Hay muchos que subestiman las alturas. Es necesario que pregunten siempre al equipo de patrulla, cómo son las condiciones si van a esquiar fuera de pista. Ésta es la única forma de pasarla bien y disfrutar.
Después de realizar esta nota, me dirigí a la cota 1600mts para encontrarme con Jorge Mena y su perro Neo.
Desde el 2007 soy pistero socorrista en el Cerro Chapelco, aunque crecí en el equipo de patrulleros porque mi padre lo era y aprendí a esquiar con ellos. Trabajo en invierno en Argentina y, en lo que sería el verano acá, me voy a trabajar a los Pirineos, Andorra.
Neo es un Pastor Belga Malinois de 27 meses de edad. Esta raza es oriunda de la Ciudad de Malinas, Bélgica y hoy en día es la elegida por excelencia para uso militar, policial, de búsqueda y rescate. Se destacan por energía, fuerza, olfato y lealtad. Antes tuve un Border Collie que a nivel inteligencia son 11 puntos sobre 10. Neo está formado en el Principado de Andorra y lo titulé en los Alpes franceses a 3600mts de altura, en condiciones muy duras, específicamente para la búsqueda y rescate de víctimas de avalanchas. Puede trabajar en grandes áreas y entre escombros. El entrenamiento consiste en desde muy cachorros, educarlos para que asocien sus juguetes (herramienta de búsqueda) y en forma progresiva, eso lo trasladamos a cuerpos. Le realizamos búsquedas cada vez más lejanas, hasta llegar al punto de poner a la persona debajo de mucha nieve, donde el perro rastree su juguete y lo asocie al olor humano. De esta forma y después de mucho entrenamiento y sacrificio, se logra formarlo. Es importante que las personas que estén fuera de la pista, lleven ARVA (Aparato de rastreo en búsqueda de avalancha), que sirve tanto para emitir o buscar una señal, e indica dirección y metros. Hay que aclarar que en el Cerro Chapelco nunca se
registran avalanchas ni hemos tenido situaciones parecidas porque los pisteros nos encargamos de cortar las placas de nieve para que no suceda. Por eso siempre digo, es mejor tenerlo a Neo y no usarlo, a tener que usarlo y no tenerlo.
Con esta certificación llamada ANENA, que tiene 40 años de experiencia (Asociación
Nacional de Estudio de la nieve y de las Avalancha) y es francesa, son sólo tres perros en Latinoamérica de los cuales uno está en Portillo Chile, el otro está en Penitente Mendoza, y Neo, acá en Chapelco. Hay otros equipos con perros, pero con otra certificación. Teniendo en cuenta lo que señalo, soy un agradecido a mis padres porque desde los 11 años sabía que quería tener un perro de rescate y me apoyaron en eso.
l área de las Altas Cumbre o Sierras lllllllllllllllGrandes se originó de una enorme roca o lllllllllllllllbatolito de Achala, que fue fracturado y elevado hace 10 millones de años como consecuencia de la compresión ejercida desde el Pacífico sobre la placa Sudamericana. Este movimiento fue produciendo de a poco los levantamientos que hoy forman las sierras de Córdoba, dejando pendientes suaves hacia el este y abruptas hacia el oeste, siendo algo que podemos apreciar del paisaje en derredor cuando nos encontramos en la cumbre del cerro
Champaquí. El tipo de material dominante en toda la zona es el granito, conformado por minerales esenciales como el cuarzo, feldespato (potásico y calcosódico) y mica (blanca y negra).
Este cerro representa, en la mayoría de aquellos que caminan por primera vez su entorno, un primer desafío importante de trekking. Es el punto de inicio de una pasión por las montañas que no se termina, como recorrer de un sendero a una cumbre que conecta con la siguiente, como
un portal de vida que nos conduce a un destino que nos marca para toda la vida. Una característica a tener en cuenta del Champaquí, es que no sólo es el punto más alto de las Sierras Grandes y de la provincia de Córdoba, sino que además, permite distintos recorridos para conocerlo. Existen varias rutas de acceso: desde Villa Alpina en tres días de trekking, desde San Javier o Los Hornillos combinando cabalgata y trekking, y desde Los Linderos con un vehículo para luego hacer una corta caminata. La partida desde la antigua Santa Rosa en el corazón del valle, también es un buen pretexto para recorrer un pueblo serrano cuya historia está asociada con la enorme obra de los jesuitas. Allí, en 1650, se fundó la estancia de Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, y un siglo después, cuando los jesuitas fueron expulsados de América (en 1767), esas tierras se subastaron y fueron pasando por distintas manos hasta sus actuales propietarios. En la alternativa de realizarlo en vehículo desde el cerro Los Linderos, se pasa por Villa Yacanto, lugar que es explotado por el turismo desde hace pocos años y aún conserva intacta la tranquilidad pueblerina y la belleza del paisaje. De allí en adelante, el camino se abre paso entre
bosques de álamos plateados y pinos elliottis, y se hace más angosto con subidas y bajadas. Desde allí al cerro Los Linderos, hay 42 kilómetros. Los primeros 35 en buen estado, aptos para cualquier tipo de vehículo, y los 10 últimos bastante rotos y complicados. Si el trayecto elegido es de Santa Rosa de Calamuchita al puesto Tres Árboles, lo ideal es empezar a la mañana temprano. El itinerario de ida y vuelta puede hacerse en un día ya que en total son 75 km de camino de tierra y ripio en buen
estado, más otros 10 muy difíciles, en los que se recomienda la 4x4 o la caminata.
En esta oportunidad nos decidimos por un recorrido muy atractivo que dio un contacto íntimo con la naturaleza: el trekking al Champaquí desde Villa Alpina que retorna al mismo lugar con una duración de 3 días. Esta opción nos permitiría dejar el vehículo ahí o en la localidad de Villa Gral.
Belgrano, para que luego sea transportado por la empresa Acampartrek (información al final de la nota) hasta el inicio de la marcha a pie. El primer tramo de 45 km, lo realizamos en vehículo. Era un paraje poblado de molles, talas, chañares y cocos, que guardaba el encanto de la naturaleza virgen. Más cerca de las Sierras Grandes el verde de la vegetación fue desapareciendo y las piedras, pircas y hondonadas comenzaron a dominar todo. A esa altura se veían con claridad el espejo del dique Los Molinos, el embalse de Río Tercero y hasta algunos cóndores que merodean cerca de la montaña. Subir el cerro más alto de Córdoba es sin duda un desafío el deseo de hacer cumbre, y para eso se recomienda hacer noche en Villa Gral. Belgrano o en el albergue Villa Alpina para salir bien temprano con guía de la zona, calzado y ropa adecuada a experimentar climas sumamente cambiantes tanto en invierno como en verano. Es preciso llevar una mochila pequeña con una botella de agua, abrigo, alguna golosina, fruta o sándwich que aporte suficientes calorías para la caminata y un protector solar. Una vez en la cumbre, el sol puede estar muy fuerte y entonces también se recomienda llevar sombrero y anteojos de sol.
La primera etapa a pie es de un duro ascenso entre pinares y a partir de ahí el paisaje se convierte en el típico paisaje de sierras cordobesas. Caminar por la Pampa de Achala es una experiencia de íntimo contacto con la naturaleza donde a pesar del nombre “desierto de piedra” con que lo llaman algunos escritores, debido a la aparente desnudez del paisaje de esta planicie de
altura, podremos descubrir varias especies de animales y vegetales donde algunos son endémicos o exclusivos de la región y le otorgan un alto valor para la conservación de la biodiversidad. El tiempo transcurre entre charlas con compañeros de viaje y contemplación del paisaje, pues para llegar a la base del Champaquí son necesarias 7 u 8 horas dependiendo de la marcha del grupo de caminantes, con algunas paradas durante el trayecto para hidratarse y comer algo. En horas de la tarde ya llegamos a destino para luego hacer noche en los albergues que se encuentran en el lugar. Una merienda con pan casero y mate cocido son bienvenidos para sentir que el alma regresa al cuerpo y las horas antes de la cena son ideales para recorrer los alrededores y conocer las costumbres e idiosincrasia de los pobladores de ese lugar.
Debido a la conjugación e interacción de factores como la ubicación, topografía, clima y altitud, los ambientes vecinos han influido con la llegada de especies patagónicas y de la región chaqueña, confiriéndole condiciones ecológicas particulares. Por su lejanía con ambientes similares, el ecosistema funciona como una verdadera “isla biogeográfica”.
Dentro de los animales que podemos observar los primeros que se hacen notar son las aves que nidifican en su mayoría en el suelo entre los pastizales de las pampas de altura o en los roquedales. Podemos encontrar el inambú o perdíz de la sierra, perdiz chica, remolineras, zorzal chiguanco, el gaucho cola blanca,
chingolo, yal plomizo, pico de plata y la loica o pecho colorado grande de color rojo intenso, que se desplazan en pequeñas bandadas bajo la atenta mirada de un “vigilante”que les advierte de un peligro cercano con un fuerte silbido. Están los car pinteros campestres, dormilonas, loros y, durante la noche, los búhos y lechuzas se hacen presentes para cazar roedores y otros pequeños animales. Las rapaces, como el águila mora, águila coronada, aguiluchos y halcones, son las dueñas absolutas del cielo junto con los jotes y cóndores. Dentro de los mamíferos podemos citar al puma, gato montés y gato del pajonal de difícil observación ya que son animales desconfiados y precavidos. Mientras que la liebre europea, cuises, coipos y varias especies de ratones son más visibles a lo largo de una caminata por la región. También es posible observar al zorro colorado de Achala, zorro pampa, zorrinos y hurones en los densos pastizales donde cazan. Las bajas temperaturas que caracterizan esta zona no son propicias para los animales poiquilotermos como los reptiles y anfibios y por ende es escasa su biodiversidad. El lagarto de Achala, la culebra listada, culebra verdinegra, y la falsa yarará resultan inofensivos para los humanos pero la yarará ñata que también está presente es un ofidio que conviene evitar y tomar precauciones al levantar o remover rocas de la zona pues estas son usadas como refugio. Dentro de los anfibios encontramos endemismos como el sapo de Achala, ranita de Achala y el escuercito de Achala productos del aislamiento geográfico de este ambiente.
La vegetación predominante de las sierras son los pajonales altos de Festuca, Poa y Stipa y en menor abundancia encontramos bosques de tabaquillo procedente del norte de los Andes junto al maitén u orco-molle de origen andinopatagónico en el piso superior serrano en las quebradas y laderas pronunciadas. El tabaquillo o Polylepis australis posee una corteza en láminas característica que los hace inconfundibles aún para personas con poca experiencia en árboles. Algunos la asocian con hojas de tabaco y de allí proviene su nombre (Polylepis = muchas escamas, australis = por su distribución austral). Al ser la única especie leñosa importante en esta región fue sometida a una intensa explotación. Su leña no es de buena calidad pero los serranos la utilizan en la cocina. Su humo deja en las ollas y paredes una sustancia negra gomosa que se parece al alquitrán. Las ramas sirven para teñir la lana de color beige, el tronco como bramadero (palo para atar los caballos) y como cabriadas en dormitorios y galerías. La combinación del uso doméstico, ramoneo del ganado e incendios provocados para perseguir al puma ha reducido notoriamente su abundancia y la necesidad de conservar esta especie por los beneficios escénicos y ecológicos que ofrece fue considerada para la conservación de estos ambientes con la creación de un parque nacional y reserva provincial que alberga los bosques más importantes. Otro esfuerzo de conservación es el proyecto de Reforestación de las Sierras Grandes que se propone detener los procesos de erosión hídrica mediante su plantación. Los bosques y pajonales tienen un alto valor
como protectores del recurso hídrico ya que evitan la pérdida por escorrentía, evaporación directa y contribuyen a captar agua de la lluvia y la neblina y los suelos al ser profundos y poco compactos permiten una buena absorción del agua. Volviendo a la senda y a las palabras de nuestro relato, al día siguiente iniciamos el ascenso a la cumbre donde el gusto de la victoria se hizo sentir en lo más alto de Córdoba, con una vista extraordinaria al Valle de Traslasierra. Una vez arriba, la sensación fue tan grandiosa como la vista panorámica que se abría a los pies del cerro. En la cima, el cielo estaba más cerca, las nubes y los pájaros fueron los únicos testigos. También podemos observar una cruz que resiste estoicamente los embates del viento, un
banco alto que hace de mirador donde algunos que intentan vencer el vértigo se animan y una pequeña laguna en el centro de la cumbre. Luego de las fotos que quedarán siempre como recuerdo, emprendemos el descenso hasta el lugar de partida donde nos esperaba un rico asado de despedida.
El regreso a Villa Alpina inicia temprano luego del desayuno y los saludos de agradecimiento a la gente del lugar. El descenso es tan suave que permite una vista más clara del camino recorrido durante el ascenso y la vista es amplia durante todo el trayecto. Cerca del mediodía llegamos a destino y luego de cargar las mochilas en el vehículo emprendemos la vuelta a Villa Gral. Belgrano dejando atrás un paisaje con caminos de tierra y piedra que nos conducirá en una próxima salida a caminar nuevamente un cerro que se hace extrañar y nos invita a ser habitado nuevamente.
el 21 al 23 de abril, durante 13 horas, 15 minutos y 5 segundos, cerré sistemáticalllllllllllmente los ojos con el anhelo ferviente de abrirlos y haberme reencarnado en un camello. En realidad, cuando me anoté en una carrera por el desierto (el más árido del mundo según la NASA), no lo asocié con arena, arena, más arena y tanta arena! El análisis limitado fue mío, igual agradecí la no reencarnación, porque en este momento sería complicado explicar el par de seductoras ondulaciones en mi espalda. El primer día lo llamaron: "climb vertical". Juro que ya me anoté en un curso acelerado de inglés para que la próxima vez que lea "climb" lo asocie con "trepada" y me remita al primer párrafo en donde decía desierto, o sea arena.......y al menos lo piense dos veces. Tardé casi 4 horas en hacer 33 km en donde casi el 30% de la etapa, la tuve que caminar. En el km 19, en el puesto de hidratación, tuve que parar a llorar un rato para tranquilizarme y visitar el atrás de una piedra, hasta que me di cuenta que no me convenía, porque al perder líquido, corría
riesgo de deshidratación ya que estábamos a casi 4000 metros de altura. Corté el trámite, sequé mis lágrimas, me tomé una pastilla de sales de rehidratación y seguí pedaleando desesperadamente a 7 km/hora, aproximadamente. El segundo día prometía darme revancha, ya que tenía partes más técnicas en donde me defiendo mejor. Subidas, bajadas y obvio, más arena, hasta que sentí que la rueda trasera derrapaba y, con la mayor desazón, vi que había pinchado. Por suerte, me ayudaron en un puesto y me dije: vamos por más, pero a los 500 metros, la rueda nuevamente pedía aire. Absolutamente desesperanzada, me abalancé ante el primer pedaleante que osó pasar por el sendero y e n c a r e c i d a m e n t e l e p e d í u n i n f l a d o r. Amablemente, un ciclista del país hermano, se ofreció a inflar y en ese momento, cual Mc Gyver en su apogeo, me acordé que tenía "La Gotita De Poxipol" en mi mochila!!!! Mientras mi amigo de momento echaba aire por dentro, yo por fuera sellaba con el preciado pegamento que
milagrosamente tapó el agujero de la cubierta. Vamos, le dije a mi salvador y pedaleando con actitud, llegamos a la meta cumpliendo la etapa!!!! Para el segundo día, había intercambiado diálogo con la mitad de los participantes y hasta había recibido una propuesta de matrimonio de un simpático chileno!!!! El tercer día, sí que no tengo de que quejarme, porque fue un deleite para nuestras retinas!!! Pedalear por arena hacia arriba para llegar a una cornisa, en donde veíamos hacia abajo todo lo que habíamos pedaleado el día anterior, no tenía precio. Pasábamos de unas trepadas donde pensábamos que íbamos a tocar el sol, a unos descensos en donde no alcanzaban las pastillas de freno para no morir entre las piedras. Qué adrenalina!, qué placer! Es cierto cuando dicen que la adrenalina inhibe el miedo. Cómo se puede pedalear y charlar al mismo tiempo, no lo sé, pero lo que sí se, es que cuando esto se transforme sólo en una competencia, abandono la bicicleta, ya que lo mejor que uno se lleva de estas competencia es la interacción con los que nos rodean. Las carreras pasan, los podios también, pero lo que para mí siempre va a quedar en el recuerdo, es la gente que me sigo encontrando en las carreras y me dice "hola Mari como estas tanto tiempo”, porque la conocí en Huilo Huilo, en Pucón, en el Trasmontaña, en el Pinto, en Tandil, o en tantas otras carreras a donde fui, disfrute y compartí...porque de eso se trata, de compartir momentos, y disfrutar experiencias. Nunca hay que olvidar, que nuestros mejores logros aparecen cuando vencemos nuestros mayores miedos!!!!
espués de bajar con cuidado una fuerte pendiente de piedras sueltas y caminar varios metros bordeando el río, llegamos hasta el extremo del puente y comprobamos que la impresión que nos había dado a la distancia no estaba errada. Su aspecto no nos inspiraba mucha confianza. Diciéndolo de una manera suave y sutil, teníamos terrible cagaz...susto, de tener que cruzar por aquel esqueleto frágil y oscilante de maderas y alambres. Debíamos hacer varios viajes por el peso y lo angosto del puente pero antes de que podamos discutirlo, Javi tomó la delantera, se cargó dos bolsos en la espalda y empezó a cruzar despacio y con cuidado. Yo lo miraba expectante desde tierra firme. Cuando llegó al medio del puente, éste se inclinó de golpe hacia un costado y a mí se me cortó la respiración. Miré para abajo. El río pasaba con una fuerza aterradora. Volví a Javi que intentaba mantener el equilibrio. Fueron tan sólo un par de segundos que parecieron eternos, hasta que logró acomodarse y continuó
caminando. Finalmente llegó al otro lado, dejó los bolsos y volvió a cruzar, pero esta vez apoyando todo su cuerpo y peso hacia el costado donde el puente estaba más firme, evitando que se incline demasiado. Al llegar, después de darme mil recomendaciones y asegurarse de que lo había escuchado con atención, pude empezar. Lo hice despacio, concentrada y pisando las maderas que aparentaban un mejor estado. Aunque iba preparada, al pasar por el medio del puente, la pérdida del equilibrio sumado a la fuerte sensación de darme vuelta, me agarró de imprevisto y me dejó congelada en un vaivén estremecedor. De a poco intenté calmarme, respiré profundo y caminé lento hasta llegar a la otra orilla, en la que por órdenes inapelables de Javi, tuve que quedarme sin lugar a oposición. Fueron en total 7 viajes, 2 de ellos cruzando las bicicletas paradas sin poder aferrarse de ningún lado y haciendo de equilibrista sobre aquel puente inestable. Cuando por fin terminó y llegó sano y salvo a mi lado, se paró firme, relajó el ceño que mantenía fruncido y exclamó
orgulloso:-"Viste Sol, pude hacerlo". Él había superado mucho más que eso, había logrado vencer su miedo a la altura. Por fin estábamos los dos del otro lado, y lo festejamos con un abrazo rápido, armandos nuevamente el equipo. Eran las 5.30 de la tarde, la noche nos pisaba los talones y una llovizna fuerte había empezado a caer. Teníamos dos posibilidades: tomar una huella de vehículo que iba bordenando el río o internarnos nuevamente en el bosque siguiendo alguno de los senderos. La duda fue breve, decidimos dejar las bicis para caminar más livianos y ágiles por la costa pedregosa e investigar hacia dónde llevaba la pisada. Después de aproximadamente 4 km bajo el agua, el rastro concluyó en el mismo cauce ancho y con cientos de brazos del que habíamos partido a la mañana. Desde ese lugar podíamos distinguir con claridad lo cerca que estábamos técnicamente del puesto chileno, y lo contradictorio de la situación nos permitió entender que algunas veces las distancias no se pueden medir en kilómetros. A partir de ahí, la huella cruzaba varios arroyos y desaparecía en una llanura de pastos verdes y secos. La tarde estaba cayendo. Hacía frío y estábamos completamente empapados. Dimos la vuelta y volvimos hasta donde habíamos dejado las bicis. Buscamos rápidamente un lugar donde armar la carpa, comimos algo caliente y nos fuimos a dormir agotados, con la expectativa y la curiosidad aún latentes, de lo que nos depararía el próximo día.
Después de dejar sonar varias veces el despertador, lo apagué y me quedé boca arriba mirando el techo de la carpa y disfrutando del calor de la bolsa de pluma. Javi al lado mío, hacía lo mismo pero a su manera, tapándose hasta la nariz y remoloneando placenteramente. Los dos sabíamos que eran los últimos minutos de
comodidad y calidez, y teníamos que sacarles provecho. Después de un rato se hicieron la 8.30 de la mañana. Aún estábamos en algún sitio en medio de la Cordillera y no teníamos idea por dónde debíamos continuar. Tal vez por eso una fuerza inconsciente nos levantó de golpe para terminar con el ocio y encarar el segundo día del Paso Mayer. Fue justo en el momento de salir de la bolsa, cuando sentí un dolor fuerte en el brazo. Era agudo e intenso y se ubicaba en una zona pequeña y puntual. Al mirar, noté que me faltaba un pedacito de carne, parecía una picadura porque estaba roja y un poco hinchada, pero su tamaño me generaba algunas dudas. En el momento no le di importancia, pensé que sería alguna de esas arañas que solían picarme. Me bajé la manga de la camiseta y continué normalmente. Desayunamos rápido, armamos el equipo y nos pusimos en camino. No teníamos la certeza de que la huella que habíamos seguido bordeando el río fuera la dirección correcta, ya que lo último que habíamos comprobado es que terminaba en el cauce y desaparecía de golpe. Por eso, antes de decidir, nos propusimos investigar un poco más los senderos en el bosque para analizar las distintas posibilidades. Pero sucedió lo que esperábamos, todos aquellos senderos que deberían ser de animales, nos paseaban por el bosque atravesando Mallines sin llegar a ningún lugar concreto, así que la decisión fue evidente: nos arriesgaríamos a ir donde terminaba la huella. Una vez más nos
quitamos las botas, arremangamos los pantalones impermeables y comenzamos a cruzar arroyos. Un dolor fuerte me recordó que algo no estaba bien y cuando lo miré nuevamente las cosas empezaron a tomar otra dimensión. Tenía el brazo muy hinchado, estaba caliente y colorado, y una línea roja de una claridad estremecedora me subía hacia el hombro. Lo primero que pensé fue en Javi. Si a mí me pasaba algo o si tenía la terrible suerte de que algún bicho venenoso me hubiera picado, el que peor la iba a pasar sin dudas era él. Estábamos en algún lugar en la Cordillera sin saber hacia dónde ir. Yo tal vez me desvanecería, perdería la conciencia, sufriría algún dolor, pero él iba estar desesperado y necesitando ayuda, sin la más remota idea de dónde buscarla. Volví a bajarme la manga de la camiseta y decidí que no podía ser nada grave. Le avise a Javi por las dudas y sin preocuparlo, que una picadura me estaba molestando, pero que seguramente sería a causa de mi alergia. Después de atravesar más arroyos y caminar un rato largo, las opciones volvieron a dividirse: un rastro parecía tomar en dirección al bosque y el otro continuaba orillando. Dejamos las bicis y nos dividimos para averiguar qué había más adelante. Yo continué por el río y Javi por el bosque. Iba concentrada investigando el terreno cuando de repente todo a mi alrededor empezó a girar. Fue tan sólo un segundo en el que la peor posibilidad estaba a punto de suceder. Una tonta picadura, un detalle que no habíamos tenido en cuenta y el mundo que giraba sin detenerse. ¿Me iba a desvanecer? ¿Caería desplomada en aquel suelo de rocas hasta que me encuentre Javi?. Repetí en voz alta "Javi!" y dije "no, esto no va a pasar!!".Respiré tan profundo como me lo permitieron los pulmones, mientras intentaba recuperar el equilibrio. El mareo se detuvo y volví a caminar rápido hacia donde habíamos dejado las bicis, con el miedo latente de que vuelva, de
perder el horizonte y la realidad. Cuando llegué a las bicis Javi no había regresado. Volví a respirar para tranquilizarme. Estudié la situación: ¿cómo estaba?, ¿qué sensaciones tenía?. Me parecía importante estar atenta a otros posibles síntomas que puedan alarmarme. Cuando él volvió contento porque había encontrado el camino que nos llevaría hasta el puesto de gendarmería, yo no tuve nada que decir. Me sentía bien, el mareo no había vuelto y la noticia de tener por fin un rumbo definitivo me dejaba mucho más tranquila. Tras a l g u n o s m e t r o s, e l c a m i n o a p a r e c i ó perfectamente definido. No había dudas que era el correcto. Las emociones hicieron erupción en un grito que no pude contener: "jujuyyyyy!!!", exclamé con los brazos en alto y la felicidad de estar por lograrlo. "Jujuyyyy!!!", repetí con la misma intensidad fabricando una nueva onomatopeya con la que poder escribir nuestra historia. Algunos metros más adelante el camino definido dio paso a un sendero ancho y bien marcado. Volvimos al bosque y al ejercicio de cruzar arroyos, hasta que apareció un campo enorme de pastos bajos rodeado de montañas, y
pudimos pedalear. La ansiedad distorsionaba los kilómetros y la distancia parecía cada vez mayor. El Paso Mayer nos daba la impresión de un punto suspensivo, sin final. Y entonces a lo lejos vimos el brillo de un cartel, atravesamos una tranquera y llegamos. Antes de bajar hacia el puesto nos abrazamos, bailamos frente al cartel y nos volvimos a abrazar, porque era la mejor forma que encontrábamos de inmortalizar el momento. Finalmente llegamos al puesto argentino, donde los gendarmes nos recibieron con la bondad a la que nos tienen acostumbrados, dándonos un lugar donde dormir, mates calientes, guiso de fideos y pastillas para la picadura. El brazo me preocupaba, estaba cada vez más hinchado y rojo y la herida se había agrandado supurando un líquido inquietante. El enfermero del puesto me tranquilizó diciéndome que era la picadura de un alacrán pero que no parecía nada grave. Me recomendó ir a ver un médico y me dio antibióticos por una posible infección. Quedaba una larga distancia hasta tomar la ruta 40, y ellos ofrecieron acercarnos con el camión algunos kilómetros hasta una estancia
donde tenían que ir a buscar carne. Yo quería llegar cuanto antes para que me vean el brazo, porque la simple acción de agarrar el manubrio y apretar el freno se me volvía dolor y dificultad. Al tercer día de Paso Mayer subimos las bicis al camión para bajarlas unos 50 km más adelante, donde el paisaje se volvió estepa y viento. Nos despedimos con el agradecimiento y los abrazos que parecen nunca ser suficientes, y empezamos a pedalear hacia nuestra querida ruta 40. El viento nos sorprendió por la espalda empujándonos con fuerza hasta el asfalto, sin mucho esfuerzo. Miramos hacia la Cordillera Tres años atrás en nuestro primer viaje, habíamos pedaleado por ese lugar. En aquel entonces apenas llegábamos a percibir la oportunidad de un nuevo destino, sonriendo felices e inquietos con la vista perdida en esas mismas montañas que nos acompañaban desde lejos. Transitamos nuevamente ese lugar y los recuerdos se nos atoraron en la garganta. La vida se había vuelto una moraleja perfecta, un cuento de posibilidades ilimitadas. Una vida que, sin lugar a dudas, no era ni más ni menos que la que algún día habíamos decidido vivir.
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n noviembre de 2016, y del encuentro de los deportistas Ángel Menini y Fernando Mercerat, nace la idea de formar un equipo deportivo de alto rendimiento que sumara a jóvenes al mundo del ciclismo. Si bien de a poco y con firmeza, se iniciaba este proyecto de la mano de Miguel García, Mauro Gervasini, Roberto Oscar Sánchez, entre otros, la llegada del Menini lo
consolidó gracias a su experiencia y organización. La idea fundacional fue transmitir experiencia a las generaciones venideras en cuanto a preparación de competencias, alimentación y apoyo. De ese modo y con espíritu de equipo, lograron acompañar al múltiple campeón argentino Roberto López quien dio sus primeros triunfos de importancia al equipo y a hizo Gastón Larralde, corredor internacional quien también trajo consigo numerosos podios al Team. Gracias al esfuerzo de los auspiciantes y de la mano de Fernando, pudieron recorrer innumerables carreras de alta performance en nuestro país y países vecinos como Chile, con su identitario Trans Andes Challenge, donde se destacaron Leonel Figueroa, Mauro Gervasini, Gabriel Gómez, Fabián Pellegrini y Fernando Mercerat . También fue importante la presencia en el Atacama Challenger, que se corrió en condiciones durísimas en el desierto y con mucha altura, y a pesar de ello se logró un merecidísimo 3° puesto con Marisa Sánchez, que llevó la camiseta del Team. Las recientes incorporaciones de Ricardo Echeverría, Facundo Ríos, Cuni Barreña, Ciego Caraballo, Bárbara Medina, Agustín Medina y Julián Sánchez Viamonte, permitieron no sólo premios sino enriquecimiento grupal. Cabe destacar que en la carrera más dura de la Argentina, el Trasmontaña 2017, se lograron tres podios: Menini con Ricardo Echeverría, Gastón Larralde con Leo Figueroa y el negro López. Por último, es fundamental nombrar a un integrante muy querido por el grupo, Juan Carlos Abdejalec (Rocky), quien empezó con este maravilloso deporte y es un ejemplo de lucha, perseverancia y sacrificio. Ganador de innumerables carreras como la revancha del Río Pinto, se destaca por si resiliencia admirable, porque a pesar de haber perdido a su hijo Diego en un accidente de tránsito, nunca desistió, y sigue dando batalla por él, en el ciclismo.
el 7 al 10 de diciembre se realizará el 19° Encuentro Nacional de Kayakistas de Travesía, organizado por el Centro de Actividades Naúticas de Dolores. Las actividades, organizadas en 3 etapas de 100 kms, inician en Dolores hasta San Clemente del Tuyú, por el Canal 9 y la Bahía de San Borombón. El evento deportivo, no competitivo, incluye una clínica de kayakismo y navegación de 8 hrs diarias.
l 27 de octubre cuatro integrantes de CADEI, Alfredo Barragán (68 años), Federico Barragán (64 años), Juan José Ferrer (52 años) y Alejandro Asensio (62 años), lograron coronar la cima de este cerro que integra la trilogía emblemática del Chalten: Fitz Roy, Torre y Solo. Hace dos años lo intentaron, pero un temporal se los impidió antes del asalto a la cumbre en el glaciar superior.
on un tiempo límite de 55 hrs y 770 km, este año la carrera más larga del mundo, tuvo su quinta edición. Con 800 participantes, y un nivel extremadamente exigente, resalta por el nivel de abandono de sus participantes que, en la categoría individual, de 80 sólo finalizaron 22 personas. Pueden ver en Youtube, el Documental Madrid Lisboa 2016 de Valentí Sanjuan.
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arcio, pionero en el fotoperiodismo de aventura, y Fernanda, alpinista experimentada, viven en el Archipiélago de Ilhabela. Desde allí partieron para realizar su primer desafío, una de las aventuras más intensas de sus vidas: la escalada de la imponente y hasta entonces virgen, cara suroeste del "Pico Sin Nombre", una de las más impresionantes y aisladas montañas de la extensa Serra da Mantiqueira. Con largas laderas rocosas y con más de dos mil metros de altitud, la zona se encuentra sin vías de escalada. A pesar de que su cumbre ya ha sido alcanzada años atrás por otros exploradores, a través de una exigente caminata por su cara menos empinada, esta montaña se mantiene como una de las últimas de Brasil con más de dos mil metros de altitud. Después de un fallido intento de escalar en 2009, cuando fueron obligados a abandonar las pendientes del pico después de 11 días de fuertes lluvias y tormenta de rayos, la pareja esta
vez contó con la valiosa ayuda de los escaladores Diego Moreira y Kelvyn Medeiros, Club de Escalada y Montañismo de Angra dos Reis. A pesar de eso, en la aproximación por la floresta, Fernanda tuvo una dislocación del hombro que la obligó a un descanso forzado pudiendo escalar recién los últimos días. Sólo para llegar a la pared de piedra y transportar los 170 kg de equipo, necesitaron 7 largos días. El camino cerrado por la vegetación fue complejo. En la etapa inicial, debieron abrir camino y luego transportar todos los vivieres a la base del cerro, escalando árboles para una mejor visión en la mata, arrastrándose sobre grietas, trepando por raíces en paredes con precipicio, y equilibrando mochilas en turnos que superaban las 12 horas diarias. Bajo un riesgo constante durante el trabajo vertical, pudieron fijar las protecciones de seguridad tan distantes que posibles caídas resultarían en vuelos de más de 40 metros y, para castigar aún más la motivación del grupo, llovió. El mal tiempo los obligó a bajar los cerca de 300 metros escalados y las varias horas de pista accidentada, para aguardar una nueva oportunidad, momento en que desafortunadamente Diego y Kelvyn necesitaban regresar a casa debido a otros compromisos y abandonaron la expedición. Después de 13 días de descanso en el campamento base, milagrosamente el hombro de Fernanda se recuperó y, un poco desnutridos (llegaron a perder 5 kg cada uno), con cortes y hematomas en el cuerpo, decidieron invertir las ultimas energías en una intensa jornada que se extendió hasta completar 24 horas ininterrumpidas de escalada. Esfuerzo que valió la pena, ya que al atardecer sus ojos registraron la cumbre del majestuoso Pico Sin Nombre.
La escalada del Pico Sin Nombre fue en la región sudeste de Brasil, entre Minas Gerais y Sao Paulo. Ahí está el cordón de la Mantiqueira que tiene muchísimos kilómetros. Como ciudad grande se encuentra Passa Quatro a unos 40 km, y nosotros nos dirigimos hacia la zona rural de Marmelópolis. Allí estuvimos en la casa de un campesino llamado Alfonso que nos dejó armar base, entre gallinas, cabras y chanchos. Preparamos los 200 kg de equipamiento, y empezamos a achicar el equipo. Llevamos menos chapas, menos cuerdas hasta llegar a unos 170 kilogramos.
En 2009, para causar el mínimo impacto, no abrimos un sendero en la selva. Este año, estuvimos los tres primeros días sin llevar equipo, sólo abriendo sendero y buscando aproximarnos a la pared. Esta región es sensible. Como está protegida no se puede hacer varias cosas. Es una lucha hacer la actividad en otros lugares que están rodeados por empresas mineras que rompen todo, entonces esta zona la defienden. Para que la gente haga escaldada tiene que
haber uno que pase primero, así que con mucho cuidado íbamos abriendo la vegetación para hacer un pequeño pasaje. De tanto caminar se fue marcando. Estuvimos una semana para llegar a la base de la pared del Pico Sin Nombre de los cuales: tres fueron en navegación, 2 de porteo de los 170 kg en mochilas y tachos de plástico y luego, dos más volviendo. Hacíamos de 12 a 15 hs de actividad por jornada. El camino era accidentado. No estábamos lejos, a lo sumo 5 km, pero había pendientes verticales con peñascos y vegetación. Esos 10 km de ida y vuelta lo hacíamos en todo el día.
Esta cima la lograron hacer unos exploradores unos años atrás pero por otro camino menos técnico, ingresando por el Pico Dos Marins. La sierra de la Mantiqueira tiene tres picos importantes y el más visitado es éste, que tiene vías de escalada y una senda para caminar a la cumbre. Allí también abrimos vías. Por ese lado, es fácil acceder por un sendero al Pico Sin Nombre. Ahora fuimos por el valle, cruzando ríos, subiendo y bajando para llegar a la base. Fue difícil.
Tiene unos 400 metros de escalada y, a lo último, 200 metros más que vas con la cuerda pero caminás y escalás como en cuatro patas “A la francesa” se lo llama aquí, en Brasil.
Faltaban 2 días, no tan cerca, a 100 metros, y se largó a llover mucho como tres jornadas. En 2009 con Fernanda habíamos abierto 150 metros. Ahora, cuando se lesionó, escalamos esa distancia y abrí otros 60 metros. Kelvyn hizo otros 60 metros, y Diego hizo la mitad de un tramo, 30 metros. Allí los chicos se tuvieron que ir y Fernanda se recuperó. Hicimos juntos los 3 tramos que quedaban hasta la cumbre.
Estuvimos 24 horas continuas: escalamos, caminamos, hicimos cumbre, sacamos fotos, pero sin tiempo. No teníamos ni 5 minutos, al final tuvimos que cambiar las chapas oxidadas del 2009 en los últimos 150 metros de rapel. En total estuvimos 15 días en la pared.
Mi trabajo tiene dos frentes. Unos es el bienestar personal, ir más allá, buscar esa gratitud que te da hacer deportes en la naturaleza… cosas para contarle a los nietos, no arrepentirme y recordar hasta los últimos días, esta forma de vida que da sentido a todo. La segunda, poder dejarle algo a la sociedad, como desarrollar actividades en la región: ecoturismo, turismo sustentable. Te doy un ejemplo: una vez ascendimos la mayor ruta en Brasil en Piedra Riscada por 8 días, fue muy cansadora, una vía que a pesar de algunas tentativas aún se mantiene sin repeticiones. La medida entre las chapas de seguridad eran de 26 metros, con 9 de los 22 tramos, sin protecciones y podes llegar a caer vuelos de 60 metros, es como hacer una escalada libre sin cuerdas. Luego, estuvimos 15 días más en la región visitando campesinos, y en conjunto con autoridades y biólogos estuvimos haciendo un inventario de fauna y flora que contribuyo para hacer un “tombamiento” de la piedra como patrimonio natural todo esto un año después. “Tombamiento” es un término que se
utiliza en Brasil, para generar la protección de áreas para la posteridad. Algo inédito para nuestro país y para ese lugar fue muy importante, porque se logró y hoy está protegido, y varios escaladores de todo el mundo van a Piedra Riscada. Entonces, se ven dos objetivos claros: el deportivo y la preservación del entorno para un turismo sustentable. La ciudad que está cerca, ya tiene más hoteles y paradores, donde albergan
nuevos turistas locales y del mundo. En esta oportunidad fue muy importante porque la idea es valorizar esta zona de Pico Dos Marins, que es un objetivo que tengo desde hace más de 20 años. Deseo transformar esa región, en uno de los más importantes polos de escalada tradicional de Brasil junto con zonas importantes como Marumbi, cerca de Curitiba, y Tres Picos cerca de Salinas en Rio de Janeiro.
Fue fantástico hacer esta pared con mi compañera. Si bien vivimos momentos de tensión, cuando ella guiaba había tramos donde podría haber volado 24 metros, con la piedra rompiéndose en sus manos. Realmente estuvo muy bueno que se haya recuperado del hombro porque no podríamos haber terminado la vía.
El peso, transportar todo. Fue mortal. Caminábamos 30 metros y teníamos que sentarnos. Nos cansábamos mucho. Después de los 22 días, cuando llegué a Ilhabela, teníamos como agujas clavadas en el cuello y eso luego se transformaban en cuchillos. No podíamos ni movernos, estuvimos como un mes con dolores. Otra de las cosas duras fue la temperatura, no hace frío como en la Patagonia pero es muy húmedo y te podés agarrar hipotermia. En invierno tenés – 10 y en verano 3 o 4 grados.
Hicimos esta escalada, nos preparamos un mes y luego, 40 días en ríos de Amazonia en kayak. Ese mes intermedio se pasó rápido. Tuvimos que terminar las imágenes, hacer textos, mostrar materiales a los sponsor, conseguir los kayaks rotomoldeados (porque no había en Brasil), preparar los equipos, obtener permisos. Fue una locura. Ahora se viene una expedición de buceo por cavernas que depende
mucho de las condiciones del mar y de las cavidades submarinas. El mar tiene que estar muy tranquilo. Con espeleólogos, vamos a hacer un relevamiento nacional de cavernas. Debajo del agua se ve todo: las entradas a las cuevas, los posibles sitios arqueológicos, se pueden medir las profundidades. Es una expedición que estará muy buena. Pensá que hay entradas a cuevas que tienen sólo medio metro de agua arriba, entonces el mar tiene que estar súper tranquilo, porque es posible pasarla mal. Estamos haciendo más cursos de buceo profesional y luego, cuando comencemos la expedición, hay que hacer como los surfistas de olas grandes: esperara el momento. Y cuando esté terminando ésta, empezamos una expedición de canyoning y barranquismo. Luego, haremos ultramaratón por cientos de kilómetros y terminaremos con una travesía de Stand Paddle en unas islas.
Los últimos 8 años estuvieron muy difíciles en Brasil y conseguir apoyo costó. Estuvimos realizando el proyecto por seis años y estuvimos un año entero en Sao Paulo en reuniones, golpeando puertas. Por suerte tuvimos el apoyo
de importantes marcas, porque se dieron cuenta de la pasión que le ponemos. . Así muchas marcas apoyaron el proyecto como Duracell, LG, Gore-tex, Brasil Kirin, Volvo, Dewalt, Solo, Pé na Trilha, 5.10, Trango, Bonier, Plasmodia, Atlântico Sul y Ben Paddles.
Ahora subimos todo al sitio web y entregamos material a muchos multimedios y para 2018, tenemos pensado hacer un documental tipo serie de tv y un ciclo de conferencias. Todo esto con el fin por supuesto de hacer algo más grande en 2019.
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uando nos despertamos se escuchaba el llllllllllllllllsonido de la lluvia, así que tratando de llllllllllllllllimaginar lo que nos esperaba y después de cargar todo en el auto, comenzamos el viaje. Al llegar a Belgrano, nos encontramos con el Quilmes Way y armamos un cuartel general. Luego de la entrada en calor y la charla técnica, se largó a toda furia. La punta de la carrera se alejó rápidamente y el barro se hizo esperar, pero llego cuando nos sumergimos hasta la cintura en el arroyo.
Al entrar al circuito de XC, cambió el ritmo del running pero el suelo estaba resbaladizo y ya sufría en pensar cómo iba a ser transitarlo en bici. Al cruzar el rio, la carrera fue más cómoda pero el terreno estaba húmedo y pesado, por lo que las piernas se fueron desgastando. Al entrar en las vías, la vegetación se encargó de terminar con lo que quedaba. El cambio de escenario parecía no llegar más. Cerca de los 12 km apareció la ciudad y la tan ansiada transición. Parte del Quilmes Way nos
alentaba y registraba fotográficamente nuestro arribo. Acomodada en la bicicleta, intenté recuperar tiempo hasta que entramos nuevamente al circuito de XC y Cross. El barro cubría la transmisión y dificultaba pasar los cambios. Finalmente y con mucho esfuerzo, salí al camino abierto para tratar de mejorar el ritmo. El recorrido era exigente pero entretenido. Pude superar algunos competidores pero aún no tenía certeza de mi posición en la carrera, aunque estaba conforme con el ritmo que llevaba.
Nuevamente me encontré transitando las vías pero esta vez en dos ruedas y, aunque se ponía difícil, sabía que estaba a poco del arco de llegada. Aceleré al dejar atrás la abundante vegetación, y entré a toda velocidad al parque cerrado donde nuevamente me animaban mis compañeros. Inmediatamente, salí corriendo a
culminar mi primer Max Race en solitario, ya que había participado de otras ediciones pero en modalidad equipo. Una rápida desembarrada, y comenzó la entrega de premios. Gratamente sorprendida, me di cuenta que había quedado en el segundo puesto de la categoría y me vi compartiendo el
12 km Caballeros 1° Lisandro Lojoya 1:05:48 hs 2° Juan Cruz Suárez 1:07:42 hs 3° Daniel Aguilar 1:13:05 hs
21 Km Damas 1° Vanesa Clausen 1:33:53 hs 2° Victoria Marsero 1:41:53 hs 3° Patricia Schmith 1:43:43 hs
12 km Damas 1 Patricia Maldonado 1:20:44 hs 2 M. Soledad Landaburu 1:24:59 hs 3 Julieta Lloret 1:29:14 hs
Dua Caballeros 1° Simón Quinteiro 2:34:21 hs 2° Arcos Ramírez 2:36:14 hs 3° Pablo Gariador 2:44:13 hs
21 km Caballeros 1° Julio Troncoso 1:18:55 hs 2° Román Fuzaro 1:24:46 hs 3° Rodrigo Herrera 1:27:00 hs
Dua Damas 1° Jesica Arce 3:08:26 hs 2° Nadia Heinrich 3:25:10 hs 3° Melisse Castaingts 3:29:49 hs
Dua Posta Masculinos 1° Avaca Claudio y Bergara Dario 2:36:06 hs 2° Gioti Paulo y Uzurieta Ignacio 2:44:18 hs 3° Acuña Daniel y Marruedo Julio 2:48:46 hs Dua Posta Mixtos 1° Villaverde Mariela y Yoma Martin 3:08:20 hs 2° Shafener Hugo y Villa M. Julia 3:08:30 hs 3 Taconi Stefania y Jurado Diego
escalón con mi compañero de aventuras, que también estaba segundo en la suya. Aún faltaba la clasificación general, que terminó siendo idéntica, redondeando un muy buen resultado en tan dura experiencia.
3:19:43 hs Tria Fibra Caballeros 1° Pablo Ghiringhelli 3:09:32 hs 2° Ariel Ferreira 3:11:48 hs 3° Martín Makarevicius 3:14:24 hs Tria Parejas Caballeros 1° Berazadi Daniel y Badenes Pablo 3:55:06, hs 2° Peirano Pablo y Calvo Cristian 5:00:23 hs 3° Girolimetto Nestor y Virgilio Pablo 5:32:59 hs
oy de Bolívar, y en la escuela teníamos llllllllllllllllatletismo. A los 12 años nos empezaron lllllllllllqla hacer el Test de Cooper, y me fascinaba, así que mi papá me acompañaba en el auto, y yo corría en el campo una hora, netamente por placer. Cuando llegué a La Plata para estudiar, ya tenía a mi hija Brenda, y retomé recién en el año 1995. En ese momento practicaba 8 o 10 kilómetros. En el 2007 ingresé al grupo de Santiago Achucarro y allí inicié las competencias. En 2009 hice el Cruce Columbia y distancias de 27 km como Adventure Race. En 2011 empecé
con las ultra, le señalé a mi profe que quería hacer 84 km de Patagonia Run y me dijo: –vos estas re loca, hiciste sólo maratones de calle y querés hacer un ultra en la montaña? Y bueno, me anoté, y gracias a Sebastián Pascuas que me dio mucha confianza, la corrí. Había tenido distenciones en la rodilla, periostitis tibial crónica y empecé con el gimnasio. Cuando llegué a lo de Seba, en 20 días desapareció todo, y me cambió el plan de entrenamiento. El crecimiento fue notable. Ese mismo año corrí los 100 km de Tilcara.
Sí, de lleno, pero siempre lo hice por hobby. Soy una aficionada total. Tengo trabajo, familia grande, y mis hijos son la prioridad. Hago el esfuerzo, busco el momento, pero no me desvío de mi vida. No puedo decir: me voy a entrenar el fin de semana a Tandil, o viajo tantas veces por año a la montaña o a la sierra. Tengo que acompañar a los chicos, que hacen deporte. Siempre estoy al lado de ellos los fines de semana. Entreno a conciencia dentro de mis tiempos y posibilidades. De martes a domingo corro y hago dos días de gimnasio. Mi objetivo no
es ganar porque la cabeza me juega en contra. Me mato entrenando para ir a las carreras, dejar todo, y no sufrir. Me gusta disfrutar.
Increíble. Fui mentalizada e hice mucha logística. Tenía todo pautado: cuándo comer, cuándo tomar, cuándo parar… fui demasiado pendiente del reloj. Eran muchas horas de noche y para mí era algo nuevo. Sabía que mi carrera empezaba a la mitad, a unas 6 horas y pico. La última parte fue un poco más fácil, aunque ya venía medio agotada. Cuando miré el GPS y vi 42 km, le empecé a dar con todo. Lo que nos pasa a los que entrenamos en el llano, es que tenemos la ventaja de correr mucho, y en subida pueden pasarme, pero en bajada el ritmo es buenísimo. Entré tercera en la categoría y cuarta en la general, y en Tilcara el mismo año, llegué primera. En ese evento no sabía cómo iba, eran 200 personas pero terminamos sólo 25. Estábamos a 4000 metros. La gente llegaba descompuesta. Recién en la llegada me enteré de la posición.
63 general Barnes Pablo 13:40:58 351 general Capponcelli Nicolás 17:58:59 707 general Darino Vanina 20:57:10 886 general Tejerina Alberto 22:16:32 906 general Celis Hugo Orlando 22:23:35 945 general Del Cid Roxana 22:36:53 947 general Pascualon Pablo 22:37:03 948 general Figoni Juan Manuel 22:37:03 986 general Dominguez Mariano 22:52:39 1009 general Otero Gastón 23:02:25
En general no como, me cae muy mal. En la mayoría de las carreras que participé, o hace exceso de calor o muchísimo frío y si como me descompongo, tengo que ir al baño todo el tiempo, y me genera deshidratación. En el 2012 fui a ver a Jorge Roi porque al entrenar 6 o 7 veces por semana, necesitaba suplementarme. Empecé a prepararme batidos proteicos con carbohidratos, aminoácidos, etc. Eso suplió la comida. Cuando tengo una carrera, según la altimetría o los kilómetros, preparo bolsitas que van en la mochila y dicen: tramo 1, tramo2, etc. Tienen sales, proteínas, hidratos, aminoácidos y vitaminas. Si no hay mucha amplitud térmica, puedo llegar a comer unas gomitas o un puñado de frutas secas, alimentos livianos. También puedo tomar alguna sopa.
Blanc y la empezamos a ver y sumar puntos. Sabíamos que era dura y mientras sumábamos, nos preparábamos. En el 2012, me faltaron dos puntos porque corrí carreras y no pude terminar ninguna, en una me apune y en la otra me cortaron en un Pc. Llegué con los puntos para 2015, pero un mes antes tuve una bacteria que se llama fiebre reumática y por riesgo cardíaco el médico me dijo:- no podés correr. Seguí sumando puntos, pero como no llegaba este año a los 160 km, hice 100 km.
Te juro que lloré, porque una vez que llegué con los puntos tenía que salir sorteada. Imagináte que de 15000 corredores sólo iban a correr 2500. Únicamente de pensarlo me emociono. Fue muy importante el apoyo familiar. Brenda y Hernán, mis hijos, se anotaron en los 15 km, y el más chico, Matías, se anotó allá.
En 2011 cuando corrí mi primer ultra trail, me dijeron que había una carrera épica en Mont
1057 general Medina Marco 23:19:59 1204 general Rivera Alejandro 24:11:58 1370 general Garat Cesar 25:06:12 1431 general Gekdyszman Alejandro 25:23:23 1433 general Sanchez Pedro 25:23:28 1456 general Borque Andres 25:26:33 1548 general Alvarez Mario Gabriel 25:47:15 1549 general Alvarez Gaston Santiago 25:47:17 1551 general Esersky Damian 25:47:17 1563 general Hörmanstorfer Germán 25:48:52
1575 general Lissandrello Fabricio 25:51:54 1599 general Gonzalez Luis 25:55:41 1621 general Pettorossi Hernan Dario 26:01:10 1645 general Toledo Mariano Cristian 26:04:55 1654 general Arrigoni Jorge Luis 26:06:41 1711 general Di Lullo Martin 26:24:32 1714 general Ramos Liliana 26:26:22
Yo ya había corrido un Trail en Canarias que también auspiciaba North Face, y es increíble. La organización está en todo, no sólo con los corredores sino también con los que acompañan. La gente desde acá te puede seguir y saber el minuto a minuto por las redes sociales. Es impecable. En Mont Blanc trasladaban a los acompañantes para que vean a los corredores. Hay unos micritos que todo el tiempo te van llevando. Este año agregaron videos y después te envían las imágenes de la largada y de los puestos.
Según la distancia. Si corrés 160 km (UTMB) iniciás en Chamonix y llegás a Chamonix, es la vuelta entera. Todas las carreras terminan ahí. Los 101 km (CCC) salís de Courmayeur, los 56 km (OCC) en Orciéres, los 119 km (TDS) también en Courmayeur y los 290 km (PTL) en Chamonix.
Te acomodan según los puntos ITRA que sumaste. Yo estaba en el primer bloque de atrás, con mi familia. Fue muy emocionante. En un momento me dejaron, la música empezó a sonar fuerte, y me movilizó saber lo que luché para ir…me pasaban mil cosas por la cabeza, no paraba de llorar. Me costó mucho estar allí. Una vez que salí del pueblo, a uno dos kilómetros, logré largar el aire y la angustia emotiva, y conecté con la carrera.
Había un puesto al que podías mandar tu equipo a los 55 km. Yo recién me cambié en el kilómetro 70, porque venía muy mojada. Me puse pantalón obligatorio y buzo. Los elementos que había que llevar eran: campera rompeviento de 10000 columnas de agua, otra finita, pantalón impermeable, remera térmica manga larga, un botiquín con teyping y alimento. Yo corro con mochilas Ride Ligth y también llevo dos linterna con doble batería cada una, dos Petzl foto lumínicas. Tardé 21 hrs y al estar oscuro, lloviendo, me consumí las baterías enseguida. En el kilómetro 70 cuando me asistieron, venía
de correr 15 km bajo el agua, congelada y a punto de hipotermia. La señora del puesto dejó pasar a toda mi familia. Los 4 me cambiaban, me daban de tomar en la boca, me hacían comer chocolate y queso, y lo toleré, no me di cuenta que comí. Matías me ponía la linterna… me sentía en boxes. Me enteré de todo por un video. Cuando lo miro, lloro.
En el primer puesto que te podían ver era el km 55, luego en el 70, después en el 84 y en la llegada. Sabía que por la logística de la carrera, iba a llegar al km 55 entre las 19 y las 21 hrs pero
llegué dos horas antes de lo planificado. Como me seguían por la aplicación, sabían cómo venía. En todos los puestos Matías me esperaba 2 km antes, y me acompañaba. Me tiraba posición, kilómetros, altimetría. Fue un asistente de lujo. Una vez que llegaban los demás, me ayudaban. Tomaba una sopa caliente, me acomodaba y salía rápido. Cuanto más rápido te acomodás, más tiempo ganás.
Hasta el km 55 iba bárbara, a los 70 la pasé bien, después me empezó a molestar la espalda. Las piernas siempre bien pero del bastoneo me dolía hasta la piel.
En el km 84 los chicos me lo dijeron, alguien desde Argentina se los había mandado por mensaje. Eso me motivó, pero como iba con lo último intentaba mantenerme. Cuando llegué, lo confirmé. Fue un alegrón total. Éramos 40, y entré tercera: 2 hombres y yo.
Matías me esperó 4 km antes. Venía muy mal, haciendo arcadas, ya no me bancaba los batidos. Él me decía lo que me faltaban porque ya no me funcionaba ni el GPS. Venía caminando mucho. Cuando empezamos a entrar en el pueblo, me emocioné y arranqué a correr el último kilómetro. Aunque era de madrugada, había un montón de gente saludando a los corredores. La llegada fue terrible. Estaban mis hijos, mi esposo…no me salía ni llorar por el agotamiento. Fueron secuencias en mi cabeza. Después, en el hotel, me relajé y lloré como loca. Los mensajes, la gente acompañando, mi familia desde acá… todo muy emotivo.
Después de esta carrera empecé a bajar distancias. Me quiero sentir más relajada, no buscar ni puntos ni sorteo, acompañar a mis amigos o a mis hijos. Era mi máxima aspiración esta carrera. En mi casa empecé a correr, y ahora la mayoría del núcleo familiar corre, nunca lo voy a dejar de hacer. Te da bienestar, conexión, liberación, felicidad.
Compito con Salomon Slab Sense, entreno con Adidas Response Trail, en calle las Adidas Maraton 10 y las Asics Noosa.
A mi familia que me banca, mis profes que me dan la seguridad: Santiago Achucarro y Sebastián Pascuas, a Jorge Roi por guiarme en la alimentación, a mis amigos de acá, a los de Bolívar, Bariloche, España y Francia, que están pendientes y son mi orgullo.
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alimos de Caleta Tortel hacia Cochrane, llllllllllllllllla primera ciudad de este viaje de sur a lllllllllllllllnorte por la Carretera Austral. Nos vamos con la sensación de estar dejando algo atrás: la ruta sigue serpenteando bosques, lagunas y arroyos; sin embargo en el paisaje se empieza a notar una transición sutil pero evidente: ya no se ven tantas cascadas, los ventisqueros se encogieron, el verde se convierte en ocre estepario. Eso: estepa. Si bien el bosque sigue siendo parte de la escena, ya no es el actor principal. Los campos empiezan a estar delimitados por tranqueras y alambrados. Las casas de madera, los corrales, las camionetas
4x4 y los hombres de campo van apareciendo como extras dentro de esta película austral. Lo que estamos dejando atrás es la naturaleza poco intervenida de los primeros kilómetros. Freno en la banquina mientras Andrés entra a una casa-almacén para comprar algo de pan. El viento es frío. Pienso en el té caliente que me voy a tomar en la próxima curva y en el sanguchito de queso, tomate y zanahoria que me hace crujir la panza. Mi compañero vuelve con una bolsa, una botellita de plástico color bordó y ganas de contarme algo. “¿Ves esta mermelada?”, me dice señalando la botella, “la dueña del almacén se las pide a su hija que vive en Coyhaique porque sabe
que el ciclista no quiere cargar tanto peso y que prefiere el plástico antes que el vidrio. Nos invita a tomar un té, ¿entramos?”. En el frente de la casa hay flores amarillas y violetas, un invernadero y un perro con nombre de actor. Nos abre la puerta y con el calorcito de su cocina económica nos invita a pasar. Su voz es suave y serena, su piel es oscura igual que sus ojos y con sus manos nos acaricia la cara cuando la saludamos. Nos cuesta horrores deducir su nombre (a veces los chilenos hablan tan bajito y tan rápido que no les entendemos nada), pero después de cuatro intentos lo logramos: Luzmira Muñoz. Elige sus mejores tazas. Apoya en la mesa los platos, las cucharas, la panera con el pancito recién sacado del horno y la última mermelada casera de grosellas y guindas que le quedó sin vender. Agarra la azucarera, el agua caliente y dos saquitos del “té bueno”. Nos cuenta que trabajó durante muchos años en un comercio, pero que su sueño siempre fue servir. Le encanta recibir viajeros, darles algo calentito y que se sientan como en casa por un rato. A su marido mucho no le convencía esta idea, pero ella decidió hacerlo igual porque quiere ser feliz. Nos cuenta sobre los ciclistas que conoció, sobre sus hijos que están lejos y sobre su precario inglés con el que no puede comunicarse como le gustaría. En eso entran dos japoneses a comprarle pan y mermelada, y nosotros nos convertimos en un puente para conectar dos idiomas que se escuchan como jeroglíficos. Cuando se van le anotamos en un papel las frases que más le pueden servir y a cambio nos despedimos con una de las suyas: “traigan muchos ciclistas pa' estos pagos”.
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Lo primero que vemos cuando llegamos a Cochrane es un Cochrane blanco y gigante, a lo Hollywood, y una esquina sobre la calle principal con unas letras pintadas en rojo que dicen: Internet y Wifi. También deberían decir “acá se venden las tortas caseras más ricas de la Patagonia chilena”, pero quedaría demasiado largo. Nos cambiamos la ropa, pedimos dos tazas de café con leche y una porción de hojaldrada con manjar (o como ellos llaman al dulce de leche), salsa de frutos rojos, chocolate y crema pastelera. Llegar a un lugar así después de tres días de ruta, es la mismísima gloria. A la mañana siguiente tomamos el desayuno con el sol en la ventana y destinamos el día a escribir y editar fotos. A veces en pleno viaje nos pasa que deseamos esos “días de oficina” como nosotros los llamamos: jornadas sedentarias de blog, mails, Lightroom, mates y diario de viaje en mano. Salimos con ganas de conocer el Parque Nacional Patagonia, pero las intenciones quedan varadas en una curva con bajada pronunciada. La bici agarró velocidad, no vimos el desvío y el acceso al Parque quedó unos cuantos kilómetros arriba. Andrés, de mal humor por el descuido, quiso cortar el alambrado que estaba al costado de la ruta para acampar cerca del río Chacabuco al grito de: “¡¿Qué hace un alambrado acá?!”, pero el alambre era demasiado grueso y mi voz de “¡Te Calmás!” lo ayudó a bajar los humos. Encontramos un huequito para pasar entre el poste y el alambrado, cruzamos las alforjas y las bicis, y armamos campamento. Al otro día, nos despertamos con el sol pegando de lleno en la carpa. Hacía tanto calor que nos vestimos con badanas y remeras de manga corta, nada más. Los primeros dos kilómetros son en subida y se hacen eternos, el ripio está seco y los autos levantan un polvo descomunal. Mientras pedaleo escucho al Pity Álvarez cantar “Fuego”, me cae una gota de transpiración por la frente y tengo que cambiar de canción. Después de pedalear unas horas
frenamos en un refugio de colectivos para almorzar y caminamos hacia la confluencia de los ríos Baker y Neff. El sendero está rodeado de arbustos y árboles. El agua se escucha cada vez con más intensidad y las piedras funcionan como postas para nuestros pies. No llegamos a pestañear cuando de repente el frente boscoso se convierte en correntada. El río Baker (el más caudaloso de Chile) avanza con una fuerza sobrenatural. En su cauce hay rocas tan grandes y pesadas que quedaron imantadas en la única caída que hace al agua saltar. Su color es turquesa y brilla con el sol, se arremolina con la corriente y cae con forma de espuma. ¡Plaff! El ruido no le deja lugar a ningún otro sonido ambiente. El río Neff corre a la izquierda sin mayores pretensiones que contrastar al Baker con sus colores grises mientras los dos se rozan… y el ciclo vuelve a empezar una y mil veces más. Llegamos al próximo pueblo. Puer to Bertrand está apoyado sobre la ladera de un cerro que mira a un lago, tiene una costanera que se recorre en menos de un minuto y dos “campings”: uno en la entrada y otro a tres cuadras. Frenamos en el primero. Un hombre de unos 60 y pico de años, de pelo y tez oscura con un cartón de vino en la mano nos mira pasar mientras conversa con unos viajeros. Se ríen, bajan la cabeza y nos vuelven a mirar. Andrés se acerca y le pregunta en voz baja cuánto cuesta acampar. Yo no llego a oír el precio, pero mientras tanto veo que a mi derecha hay un baño químico. :-“Sale 10 mil pesos chilenos por persona”. :- “¿Qué?”, le respondo. Me acerco a una chica chilena que estaba acampando y le pregunto cuánto está pagando. No me dice el valor exacto, pero me da a entender que ese hombre se está aprovechando de nosotros por ser “turistas”. Estoy a punto de darme vuelta para decirle algo y sacarme la bronca que tengo adentro, pero me frena para no pelear. Pasa que no puedo no encabronarme con situaciones así. “Aprovecharse”, ¿de qué?, si nuestro presupuesto de viaje es más que mínimo.
Llegamos en bicicleta y estamos buscando no un alojamiento 5 estrellas sino un lugar donde armar la carpa y dormir. Y no me vengan con el cuentito de “tienen pinta de yankees” como nos dijeron alguna vez, porque esa excusa no debería existir en el discurso de nadie. Es la bajeza, y la avivada humana es su máxima expresión. Y tampoco acepto la segunda excusa de “pobre… estaba borracho”, eso es justificar lo injustificable. Al rato nos enteramos que ese camping en realidad es municipal y que no deberían cobrarle a nadie y le digo a Andrés que me quiero ir de Bertrand. Pedaleamos hasta la última casa del pueblo donde vemos un jardín y varias carpas armadas. Le pregunto a un señor canoso que está sentado al lado de la puerta cuánto cuesta acampar y me dice:- 4 mil pesos chilenos. Ok, eso sí es un precio razonable. Cuando entro en la casa, seis señoras de entre 50 y 70 años me miran mientras ven la telenovela de la tarde sentadas en un sofá. Las saludo y les pregunto si alguna es la dueña. “¡Mirella, te llaman!”. Mirella es la cuñada de todas esas mujeres que están pasando tres semanas de vacaciones en su casa. Me da gracia jugar a detectar cuáles son sus perfiles: la
callada, la tímida, la risueña, la que siempre contesta, la que dice todo que sí y la de los chistes fáciles. Su hermano, el marido de Mirella (el que estaba sentado al lado de la puerta), entra en la categoría de tímido hasta que le empezás a hablar. Rompemos el hielo y nos terminamos quedando cuatro días en Bertrand. Al tercer día nos llega una invitación: remar el lago Bertrand en kayak. Llueve. Las nubes bajas cubren las montañas verdes hasta perderse en un horizonte blanco. Entramos con la sensación de querer perdernos por un rato: en esta parte del sur dan ganas de cruzar arroyos, ríos y lagos para llegar a esos lugares poco explorados. Las gotas caen como hilos que iluminan el bosque como si fuesen luces intermitentes. Oímos a nuestros remos chapotear, oímos la lluvia rebotar en el bote, vemos casas deshabitadas y rocas que se sumergen y se asoman sobre la superficie. Sentimos nostalgia de día gris. Bostezamos. Calma. Los sentidos como sensores sensibles. La lluvia que no se cansa de mojar el suelo y el suelo que no se cansa de brotar ñires, lengas, helechos, hierbas. Este es el bosque siempre
verde. Hay dos cascadas. Esas cascadas que miramos, y que hoy describo y que hoy leés, en este momento siguen peinando el cerro. Giramos en U hasta que el viento nos tambalea las caderas. Llegamos hasta el límite del lago y cruzamos la línea que lo separa del lago Plomo. Turqueza de un lado, verde esmeralda del otro. Uno tibio, el otro más frío. Uno liviano, el otro espeso. Frenamos en una playa de piedras blancas mientras el bosque adulto nos abriga con sus ramas. La lluvia para, las nubes se abren, es otro día dentro del mismo día. A la mañana siguiente partimos hacia Bahía Catalina, conocido por los pobladores como “La Península”. Ahí conocemos a Miriam y a Patricio, dos ambientalistas que promueven el turismo autosustentable y su desarrollo en Aysén, una de las regiones que cruza la Carretera Austral. En las hectáreas tienen sólo dos cabañas y un área de camping para tres carpas. No quieren sobreexplotar el lugar como destino turístico, quieren que todo esté en armonía con la naturaleza y ser lo más autónomos posibles en su quehacer cotidiano. Levantan la bandera del empoderamiento personal y colectivo en pos de un futuro que involucra a todos. Esa es su forma de ver y ayudar al mundo. La próxima parada es Puerto Río Tranquilo, pero frenamos cada tanto para mirar el lago General Carrera, el más grande de Chile y el segundo de Sudamérica después del Titicaca. Si los otros lagos eran turquesas, este se gana la medalla de oro por turquesa intenso. Su forma es alargada y como todos los de la región es de origen glaciar lo que significa que tiene más de 14 mil años. La entrada a Río Tranquilo tiene piedras del tamaño de un adoquín y pozos profundos. Temblamos, reímos y puteamos, todo al mismo tiempo. Llegamos al pueblo y el lago de tranquilo no tiene nada: las olas salpican la costanera como si fuese un mar que golpea un muelle. El centro me hace acordar a esas villas turísticas de sky. Digo que se parece a Villa Cerro Catedral y Andrés me retruca que para él se parece a El Chaltén. Hay puestos de empresas que ofrecen excursiones, hay cervecerías, mercado de frutas, comercios, restaurantes y montañas
altas. Los carteles de las empresas son muchísimos, pero las excursiones más geniales se resumen en tres: kayak por las Capillas de Mármol, ice trek por el glaciar Exploradores y navegación por la laguna San Rafael para llegar al glaciar del mismo nombre. Queremos hacer las tres excursiones para vivirlas y contarlas y los planetas se alinean para que durante los tres días no paremos ni un segundo. Ripio de mierda. Eso es lo único que me sale decir. El sol me quema el cráneo y las piedras la paciencia. No sirvo para pedalear sobre estos cascotes. En las subidas pierdo el equilibrio y elijo bajarme y caminar, aunque los gemelos después me duelan todo el día. En las bajadas me tiemblan hasta las muñecas y el patín de los frenos larga humo. En situaciones como estas me acuerdo de una lectora que me dijo que cuando vio un video nuestro en YouTube creyó que yo era la “wonder woman del ciclismo”. No señores, no me idolatren porque soy tan humana como ustedes: tengo miedos, poco equilibrio y por más kilómetros y vida de viaje que tenga encima hay momentos donde la aventurera quiere convertirse en
citadina. Un ejemplo: se me sale la cadena y no me acuerdo cómo ponerla en su lugar. Andrés pedalea mucho más adelante. Le grito y no me escucha. Le hago señas y no me ve. Lo pierdo de vista. Freno a una camioneta, bajan la ventanilla y dos rubias francesas me miran con cara de “mi-no-entender-nada” y les digo en inglés que le avisen a mi novio que está más adelante que frene y que me espere. Y espero que lo encuentren porque si agarra velocidad en la próxima bajada no lo voy a ver hasta dentro de seis kilómetros. Camino bajo el sol mientras siento el casco mojado por la transpiración. Doblo en una curva y lo veo sentado en el guardarrail con cara de “qué le pasa a esta mina”. Bien, mi paloma mensajera llegó antes de la bajada. Me explica cómo poner la cadena y me siento una boluda total. No hay ni un auto que no levante polvo. Nos pasan tan rápido que me pongo a pensar en la tasa de accidentes por exceso de velocidad que habrá en este tramo de la ruta, hasta que vemos una camioneta volcada en la banquina. Agarro la caramañola para tomar agua y sólo me queda
un sorbito. Sol, calor, ripio y la caramañola vacía es la combinación perfecta para que mi humor se ponga en rojo. Lo único que quiero es llegar a Villa Cerro Castillo, tomar un litro de lo que sea y cambiarme esta ropa húmeda. Mientras tanto Andrés filma esta situación bizarra y me lo quiero comer crudo. Propongo que en los próximos días no hagamos nada más que escribir, dormir y comer. Qué lindo, pensar en eso me cambia el humor. Cuando llegamos a la villa, el ripio se termina y el asfalto se ilumina con una luz celestial que me hace sentir que estoy volando con ET en un canastito y todo es maravilloso, y ya no hace calor, y veo un almacén, y pienso en agua, y el asfalto es silencioso y llanito y perfecto. Los dos días siguientes, llueve. No vemos ni los cerros, ni el castillo, ni el cielo. Dormimos sobre un colchón, pasamos horas calentitos adentro de la habitación y planificamos los próximos kilómetros de esta ruta austral.
por Griselda Moreno texto y fotos
a ciudad de Huaráz, asentada en un lugar estratégico donde las montañas son protagonistas, alberga desde hace 7 años un festival multiaventura que se ha convertido en el evento más importante de la región. Cinco días a pura adrenalina, es la propuesta y apuesta de la Asociación Civil Save the Rajus (Salvemos los Nevados) junto a otras instituciones que buscan fomentar el turismo y la integración de Ancash: “mejorar la calidad de vida de los pobladores de la zona a través del turismo deportivo, es el objetivo del festival”, resume Benjamín Morales, director general del evento. Con fecha a fines de junio, principios de julio, se lleva a cabo en plena temporada donde los días de cielo azul y horizontes prístinos develan
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escenarios increíbles. Entre las actividades que se destacan por ser innovadoras se encuentra el “Aerothón”, triatlón extremo que combina trail, parapente y bicicleta de montaña. Es una disciplina que nació en el año 2013 en el pueblo mágico de Malinalco, México. La pasión por el parapente de Renato Garibay lo llevó a crear esta dinámica carrera para atraer y acercar a más personas, al mundo que se experimenta desde el aire. Kilometro vertical es otro de los desafíos propuestos. El reto: 6km y 1.200 metros de desnivel positivo partiendo de Wilcahuain con punto final en la Laguna de Ahuac. Esta práctica de alta intensidad caracterizada por lo explosiva, lleva al límite físico a los participantes exigiéndoles todo. Los lugares como la Cordillera Blanca y Negra que rodean a Huaraz, presentan
el terreno ideal, y han potenciado el boom de esta modalidad. Indudablemente el trail running crece a lo largo, ancho y alto del planeta. Este año, la Federación Internacional de Skyrunning, anunció el circuito mundial de Kilómetro Vertical compuesto por 17 pruebas. El Ultra Trail de la Cordillera Blanca (UTCB) coorganizada por NP Productora es quizás, la actividad por excelencia de este festival, con recorridos pedestres de 10, 21 y 50 kilómetros. “UTCB es una carrera exigente, sobre todo porque se corre en altura, teniendo en cuenta que el arco de largado está a los 3100 msnm”, puntualizó Morales. Indudablemente, el circuito de 50 kilómetros es duro, las trepadas a las dos lagunas: Churup y Llaca, por las cuales se pasa, llegan a los 4.500 msnm y si bien la recompensa visual al encontrarse con ellas no tiene precio, la exigencia física y mental para lidiar con la falta de
aire, requieren de preparación. Según el anhelo de la organización, la carrera apunta en los años siguientes no solamente a llegar a la distancia de 160 kilómetros dando la vuelta a la Cordillera Blanca, sino también a colocarse a la altura de los principales Ultra Trails del mundo. El down hill urbano también toma protagonismo en Shancayán, y es un prueba muy anhelada por los jóvenes que se animan a destrezas riesgosas con las bicicletas, así como también hay una carrera de sillas de ruedas, tornando el festival en un evento inclusivo para todos y todas. Esta celebración, ya un clásico del callejón de Huaylas, no es únicamente una prueba física esperada por todas las personas que disfrutan de los deportes extremos, también es una aventura social, cultural y gastronómica. A lo largo de las jornadas hay presentaciones de l i b r o s, fe r i a s g a s t r o n ó m i c a s, c h a r l a s
medioambientales en el Parque Nacional Huascarán y en el Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña y, por las noches, se exhiben películas alusivas y se proponen conciertos de rock. El cine de montaña lo trae el tour Inkafest Mountanin Film Festival con una selección de algunos de las films premiados en sus 12 ediciones. Cuando las actividades deportivas finalizan, se baja la pantalla en el salón Alpamayo de la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Huaraz, y comienzan las funciones con antesalas de charlas de atletas de trayectoria internacional. Huaráz está localizada a 400 kilómetros de Lima, un viaje que de todas las maneras te llena de energía y te inunda la mirada de paisajes alucinantes. El Festival del Andinismo Cordillera Blanca es sinónimo de naturaleza, deporte, aventura e integración.
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e uso múltiple, podría entrar en la categoría urbana/outdoor, porque la estructura y el estilo son urbanos pero la tecnología, la disposición y accesorios, la hacen también una mochila para el aire libre, siendo ideal para para transportar elementos eléctricos y cámaras.
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espués de alcanzar el Monte Abantos y La Bola del Mundo, la atleta paralimpica Gema Hassen-Bey se encuentra realizando un verdadero hito: convertirse en la primera persona en silla de ruedas en alcanzar la cima del Pico Teide (3.718 m), la montaña más alta de España. La subida al tercer volcán con mayor elevación del mundo, llevará a Gema entre 10 y 15 días sin descanso durante los cuales, junto a su equipo, tendrá que superar pendientes de un 60%, 200 escalones de 20 cm de alto, altitud, falta de oxígeno mezclada con azufre y la inclinación lateral del terreno volcánico. La atleta utiliza en su desafío, su handbike y un prototipo de escalada especialmente diseñado para la ocasión, que aplicará en la fase dos del ascenso. “Voy a ser la primera persona en alcanzar la cima del Teide pero no la última. Esto es una labor de equipo muy grande en la que nos juntamos para alcanzar un objetivo que va a dejar un legado importante para mejorar el mundo”, señaló la deportista. s el festival de cine de montaña más importante del mundo, hizo su arribo por 17ª vez en nuestro país. Declarado de interés por el Ministerio de Turismo de la Nación, los días 26, 27 y 28 de septiembre, llegó a Buenos Aires y contó con la prestigiosa presencia del capitán Alfredo Barragán que realizó la presentación de su libro de La Balsa Atlantis. Entre otros films, se presentó el corto sobre la vida del artista fotográfico Eliseo Miciu y su pasión por la flora y fauna patagónica, y una fusión de diversas historias de snowboard, de surf y de skate tablas, llamado “Nutram”. Es importante también destacar, la proyección del cortometraje “1247: La Carretera Austral”, documental de Jimena Sánchez y Andrés Calla que relata sus travesías en bicicleta a lo largo del viaje y el corto de Juan Pablo Sarjanovich sobre su cumbre en Manaslu.
l domingo 27 de octubre a las 12 horas, Buenos Aires recibió a Pablo García, cicloturista que recorrió 167500 km y un total de 105 países. Familiares, prensa y espectadores le dieron la bienvenida en el obelisco, al joven que comenzó su travesía en 2001 y transitó África, Europa, Asia, Oceanía, para finalizar su aventura en las rutas de América. Durante el transcurso de más de una década, logró financiar su proyecto vendiendo fotos, con un libro de su autoría, y un documental. www.pedaleandoelglobo.com
espués de 141 días de iniciar su aventura en Fuenterrabia, Antonio de la Rosa llegó a Portbou. Distribuidos entre 120 días de agua y 21 en tierra por mal tiempo o trabajo, realizó casi 3.500 kilómetros de costa de la Península Ibérica remando en su tabla de paddle-surf hinchable convencional: la Stand Up Paddle Explorer “Delarosa Design”, con las mismas características que la que utilizó en su expedición “Madrid-Lisboa en paddle-surf” en 2015. “Estos proyectos en solitario se hacen para uno, y la recompensa no es un trofeo, ni dinero, ni nada que se pueda valorar con una báscula, es sencillamente la satisfacción de haber sido capaz de completar un sueño”, señaló al llegar... Su objetivo este año, es formar su propio grupo de ciclismo.
l 5 de octubre de 1990, Lito Sánchez junto lllllllllllllllllla Manuel González llegaron a la cima del llllllllllllllllllDhaulagiri de 8.163 metros, convirtiéndose en los primeros argentinos en hacer cumbre en el Himalaya. De ese modo, con la séptima montaña más alta del mundo, se abrió un camino para los andinistas que aman la aventura extrema y no le temen a la altura. Heber Orona, Daniel Alesio, Mauricio Fernández y el recordado, Mariano Galván, han sido algunos de los cientos de argentinos que continuaron el legado de los iniciadores.
n equipo de ingenieros holandeses amantes de los deportes de aventura hicieron llllllllllllllllrealidad un sueño que tenían en la mente desde hace mucho tiempo: Excalibur. Situado llllllllllllllllen Groningen, los Países Bajos, se ha convertido en el muro de escalada más alto del mundo jamás construido por el hombre. Erigiéndose hacia el cielo con una altura de 37 metros y una elegante forma curvada de 11 metros desde su base, se ha convertido en todo un reto para escaladores que buscan desafíos diferentes. La estructura forma parte del Centro de Escalada Bjoeks, un complejo que cuenta con una gran diversidad de medios prácticos orientados a la enseñanza de técnicas de escalada y, a la vez, proporciona un punto donde los profesionales pueden practicar cerca de la gran ciudad.