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Marcos Ferrer
María Soledad Navarro
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Fotografías
María Soledad Navarro Marisol López Santiago Petrera Sabina Rodríguez Ivana Gambin Adrián Gandino
Summits of my Life Marcos Ferrer Diego Winitsky Pablo Tolmasky El Origen Andrés Calla
Foto de Tapa Juan Barthé
Alfredo Barragán Florencia Pollola Juan P. Sangiácomo Catriel Sarry Jimena Sánchez Juan Martín Laborde
Alfredo Barragán Javier Rasetti Marcelo Tucuna Patricia Pérez Gasquet Adrián Rabasa Juan Martín Laborde
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ilian volvió a sorprender al mundo con una hazaña increíble que lo puso en el centro de todas las miradas: el ascenso a 8848m, dos veces, en menos de 10 días con una disminución de 9 horas. El Everest fue testigo otra vez, de la animalidad del deportista de Cerdanya quien, insatisfecho con su visita a la montaña más alta del planeta, decidió repetirla para cumplir su deseo y, sin proponérselo, silenciar polémicas. Como tiene acostumbrados a sus seguidores, en soledad y sin oxígeno, coronó un proyecto que había comenzado hacía seis años: establecer récords de ascenso en las montañas icónicas. Todo comenzó en la cordillera
del Mont Blanc y desde entonces ha escalado montañas en Europa, en América del Norte y América del Sur. De todas sus metas, sólo el intento al Elbrus quedó pendiente, por malas condiciones climáticas que lo ponían en un riesgo complejo. "Cada uno tiene su locura y la ha de vivir. Se había de probar, tenía ganas, fue interesante para ver cómo recuperaba el cuerpo", declaró a El món a RAC1. El ultranfondista explicó que con su doble ascensión demostró "las posibilidades de hacer montaña como hacemos en los Alpes, ascensos más cortos, y de no estar tanto tiempo en la montaña".
En sus planificaciones, Jornet había decidido salir desde Rongbuk, a 6.500 metros del campo base avanzado, que sería su centro de operaciones. La idea desde allí, era explorar, evaluar las condiciones climáticas, y elegir la ruta
ideal para su objetivo entre las que se encontraban el Corredor Hornbein o el Norton. En abril viajó con su pareja Emelie Forsberg hacia el Himalaya, donde realizaron el ascenso exprés al Cho Oyu de 8.201 metros, sexta montaña más alta del mundo, como parte de la aclimatación para el Everest. Para la sueca,
esquiadora y corredora de montaña, éste fue su primer ochomil, para Kilian la cota había sido alcanzada (pero no terminada por los riesgos de aludes) el verano anterior. Más allá de que haya sido su segunda visita a Oyu, es importante destacar que salió a la una de la madrugada del campo 1 a 6.400 metros, alcanzó la cima a 8.201 metros a las 3 de la tarde, regresó a las 6 de la tarde, volviendo sin casi descanso al campo base. Carlos Suárez, escalador, alpinista, saltador base madrileño, y autor entre otros libros de "Morir por la cima", señaló: "Son casi dos mil metros de desnivel desde el campo 1 hasta la cima para desde ella regresar al campo base que -creo recordar- dista 11 kilómetros del pie de la montaña... es una barbaridad. Es un máquina" Kilian, convencido de su estrategia señaló: " Este tipo de aclimatación exprés parece funcionar y el cuerpo se fatiga menos y por tanto llegamos más fuertes el día del reto". Llegó el pasado día 10 de mayo al Campo Base del Everest, situado a 5.100 m. y escogió la cara Norte de la montaña, que es la menos habitual. Al día siguiente, subió hasta el campo base avanzado (6.400 m) para continuar con su adaptación. El 14 de mayo, descansó antes de su último entrenamiento, donde subió y bajó desde 6.400 m hasta 8.400 m en un poco más de 9h. Su evaluación del terreno, le hizo darse cuenta la imposibilidad del ascenso por los corredores Norton o Holbeirn. El 17 de mayo, terminó el periodo de aclimatación y aguardó una ventana de buen tiempo para poder iniciar.
El 21 de mayo comenzó su travesía y, si bien su planificación no pudo concretarse a la perfección en primera instancia porque no completó el descenso hasta el Campo Base del Everest, su ascenso se trató del más rápido... hasta ese momento. A las 10 de la noche hora local (+5:45 GMT), inició su primer ascenso, desde allí hizo 15,2 km por la morrena del glaciar hasta llegar al Campo Base Avanzado (ABC, 6.400m). Tardó 4h35 en unir los dos puntos y llegó al ABC a las 2:35 de la madrugada. Descansó dos horas, y continuó la ascensión. Salió del ABC, y realizó una subida de 8 horas para cruzar el campo 1 a 7.000m., y de allí
ascendió al campo 2, distribuido entre 7.600 m y 7.800 m. Luego de una breve parada, intentó continuar a su ritmo normal pero un factor imprevisible lo demoró. Decidió entonces detenerse durante 15 minutos en el campo 3 (8.300 m) para descansar."No me encontraba muy bien y avanzaba muy lentamente. A pesar de todo, me encontraba bien en altura y decidí continuar ", señaló. El joven montañista hizo cumbre en el Everest a la medianoche, estableciendo un nuevo Fastest Known Time (FKT): 26 horas desde el Campo Base, en el antiguo monasterio de Rongbuk, por la vertiente Norte siguiendo la ruta tradicional. No fue un alud, falta de oxígeno o un problema climático el que detuvo al animal de montaña, sino un hecho que permite romper el mito de que nada lo detiene.
"Kilian tuvo problemas estomacales. Tenía que parar cada 10 minutos. Pasó 12 horas en la oscuridad sin oxígeno y bajo unas condiciones meteorológicas muy malas. No sabíamos dónde estaba y no lo podía ver desde el campamento base…." señaló su acompañante Sébastien Montaz, revelando la heroicidad de Jornet quien, a pesar de ello, no claudicó. "Hasta 7.700 m me he encontrado muy bien y avanzaba según el planning previsto, pero a partir de ese punto me he empezado a encontrar mal, supongo que por un virus estomacal. Desde allí he avanzado muy lentamente y tenía que ir parando cada poco para irme recuperando. Finalmente, he hecho cumbre a medianoche", dijo Jornet que debió finalizar en el campo base avanzado y no en el Campo Base del Everest. Posteriormente, y disconforme con su
brillante performance, una semana le bastó para r e c u p e ra r s e e i n t e n t a r l o nu eva m e n t e cumpliendo su deseo. La preparación mental y física no alcanzó al principio para cumplir el objetivo del modo elegido, pero eso en lugar de bajar su espíritu aventurero, lo impulsó para redoblar la apuesta de la suer te. Indudablemente, y con más coraje que racionalidad, el montañista decidió volver a intentarlo.
Sólo 6 días más tarde, el 27 de mayo, repetía la ascensión en 17 horas desde el CBA (6.500 m) sumando puntos a su propia leyenda. “Tiene una genética espectacular, técnicamente domina todas las disciplinas. Cuando era niño le daba la cartera a algún compañero e intentaba llegar al instituto antes que el autobús. Esos juegos le han dotado de una gran adaptabilidad al medio. Creo que sentía envidia de las cabras. La montaña le ha elegido a él”, señaló César Canales, médico referente de la élite alpinista y corredor de montaña que realizó un artículo ¿Sistemas energéticos: Cómo consiguió Kilian hacer la Innominata con tan poca comida?. En su análisis, Canales afirmó que la clave era su fuerza mental.'. En ese momento, al igual que ahora, en algunos círculos de montaña se lo acusó de mentir. El doctor se puso en contacto con él, “le dije que si podía hacerle algunas preguntas y disponer de los datos de su Suunto, que recoge información de frecuencia cardíaca, altitud y velocidad”, y , de ese modo, perdió cualquier dejo de duda. En esta ocasión, la Himalayan Database, organización con sede en Katmandú (Nepal) ha certificado oficialmente que Kilian Jornet hizo cima en el Everest. De esta forma se disipan todas las maliciosas habladurías que medios, sponsors y montañistas intentaron instalar.
"¡ Estoy muy emocionado de haber podido hacer cumbre otra vez! Hoy me he encontrado bien aunque hacía mucho viento y me ha costado bastante avanzar. Hacer dos veces cumbre en el Everest en una semana y sin oxígeno creo que establece una nueva línea de posibilidades en alpinismo y estoy muy contento de haberlo podido llevar a cabo ", señalaba Jornet, lejos de las habladurías, sabiendo que desde el campo base avanzado (6.500 metros) hasta la cumbre por la cara norte, logró esta vez
dos horas menos (19h15') a la que consiguió en su primera ascensión.
Bajo el lema: “Rápido y ligero”, el intrépido desafío fue realizado sin equipos pesados ni sherpas, pero con la confianza ciega brindada por una crianza en las montañas. Provisto por Salomon y Arc´teryx, con una lámpara frontal de sólo 300 lumens (seguro elegida por pesar nada
más que 92 grs y su polivalencia en cuanto a baterías), una crema solar, y un reloj Suunto (con el que filmó su ascenso), se olvidó intencionalmente de cuerdas y tiendas, aceptando la compañía en el ascenso de Sébastien Montaz, famoso cámara y director de cine con quien está finalizando el proyecto Summits Of My Life (Cumbres de mi vida), relato audiovisual que comenzó hace 5 años, sobre su conquista del Everest. “En ambos intentos la climatología fue realmente difícil. No esperábamos que hiciese viento pero la previsión falló. Había muchas nubes y un viento de cara de 60 km/h. Por esta razón le llevó a Kilian más tiempo del que habíamos planeado para alcanzar la cumbre”, señaló Montaz. El cineasta acompañó a Jornet por tercera vez en el año y ésta fue la primera ocasión en la que Kilian alcanzó la cima. “Llevé un dron que en teoría no podía volar a más de 5.000 m de altura, ¡pero lo hizo por encima de 7.000!”, señaló Montaz convencido que nada es azaroso. “No lo sigo, nadie sigue a Kilian (risas)”, señaló el cámara cuando le consultaron si podía seguir a Killian a la altura y velocidad del deportista. “Siempre iba por delante suyo. Salía antes y calculaba un lugar donde pensaba que podría ser muy interesante para el reportaje. Intento no molestarle y él nunca se para a esperarme…”. Con esta proeza realizó el último de los retos de Summits of my life, su proyecto personal en el que intentó establecer los récords de ascenso y descenso de algunas de las montañas más emblemáticas, y que culminó con el Everest. El trabajo de recopilación audiovisual va ligado a sus valores y cosmovisión de cómo entender la montaña purista y minimalista. “Nuestra fuerza son nuestros pies, nuestras piernas, nuestro cuerpo y nuestra mente”, reza Jornet como filosofía de vida...Cuál será su próximo desafío?
trapado durante tres días en el fondo del océano Atlántico, en un remolcador que había dado una vuelta de campana, Harrison Odjegba Okene rogaba a Dios por un milagro. Su historia recuerda a aquel 'Relato de un náufrago' de Gabriel García Márquez. El cocinero nigeriano que logró relatar los hechos en primera persona, sobrevivió gracias a una bolsa de aire en la que quedó atrapado. Un video de su rescate, publicado en internet más de seis meses después, muestra la desesperación del sobreviviente. Sumergido en aguas heladas, vestido sólo con pantalones cortos, Okene repetía el último salmo que su esposa le había enviado por mensaje de texto al móvil: "Por tu nombre, Señor, dame vida".
“Los buzos enviados que trabajaban en un yacimiento petrolero a 120 kilómetros de allí, pensaban encontrar cadáveres”, dijo Tony Walker, gerente de la compañía holandesa DCN Diving. De hecho, rescataron cuatro cuerpos hasta que una mano apareció en la pantalla de la cámara de rastreo usada por Walker en el barco de rescate. “El buzo vio la mano y cuando fue a tomarla, ¡esta se aferró a la suya!", comentó Walker. "Fue aterrador para todos", dijo. "Para el tipo atrapado, porque no sabía qué estaba sucediendo. Fue un 'shock' para el rescatista que estaba allá abajo buscando cadáveres y nosotros (en la sala de control) saltamos al ver en la pantalla la mano que lo aferraba". Okene está convencido de que su rescate después de 72 horas bajo el agua y a 30 metros
de profundidad, es una señal de salvación divina. De los otros 11 marineros del 'Jacson', 4 murieron.
En el video hay una exclamación de pavor del buzo, seguida de júbilo al comprender lo que sucedía. Usó agua caliente para hacerlo entrar en calor y luego le puso una máscara de oxígeno. Tras extraerlo del bote
hundido, lo introdujo en una cámara de descompresión y luego lo llevó a la superficie. Okene recuerda que le oyó gritar: "¡Hay un sobreviviente! Está vivo". Walker dijo que Okene no podía haber vivido mucho más tiempo. "Tuvo una suerte increíble al estar en una bolsa de aire, pero le quedaba un tiempo limitado... hasta quedarse sin oxígenos".
on ella pasa algo excepcional, sigue navegando, sigue viva… como cccccccdice en alguna parte del libro “no hay ni hubo un día desde aquel ´84, dddddd.desde la travesía, que no aparezca alguien que no la sitúe en el centro de la mesa”. Hoy lo hace Andar Extremo, mañana es otro. Siempre es tema de conversación, reconocimientos, homenaje, comentario o nota periodística. También está presente en inauguraciones de colegios que llevan el nombre Atlantis o agrupaciones scout. Nos ha pasado que le han puesto así a un Gimnasio o plaza… no lo podemos creer, han pasado más de treinta años y no se duerme.
No sé si fue en ese instante, pero en los primeros días de Atlantis, quedó conformada. Cuando decidí cruzar el océano en balsa le di el esquema que habitualmente le doy a las expediciones: había un objetivo deportivo, que era nuestra esencia, nuestra base, nuestro ser deportivo, y un objetivo científico, demostrar la factibilidad de migración africana precolombina, una
migración de 1500 años antes de Cristo que explicaría indicios de su influencia en las culturas americanas de ese entonces como la cultura olmeca. También había un objetivo cultural: difundir la experiencia en beneficio del deporte, la ciencia y la cultura, como reza el artículo 1 de nuestro grupo del CADEI. Eso explica que desde el primer día que nos juntamos en Mar del Plata todo lo que pasaba era fotografiado y filmado. Y la gente dice: “-¿y ésto cuándo lo filmaron?”, y contestamos:-“Cuando ocurrió”. No entendían por qué fotografiábamos y filmábamos 4 años antes de la expedición. Por qué? porque iba a haber una película y un libro.
Nunca se me va de la cabeza, vivo con ella continuamente. En algún momento me distraigo con alguna otra cosa...pero el teléfono, la radio o en el mismo timbre de casa, siempre están sonando reclamándome por Atlantis, y me vuelven a la expedición. Primero decidí hacer la película, que era más urgente y más difícil que el libro. Me llevó 4 años y la estrené en el ´88. Fue muy exitosa aquí y en el mundo. Viajé con ella, la apoyé, la trabajé, la promocioné y la terminé en el ´89. En el ´90 tuve la propuesta para el hacer el libro con una importante editorial suiza. Escribí, lo envié por capítulos, lo aprobaron y lo ponderaron. Me sentí un escritor en serio porque era una editorial de primer nivel mundial. Le pusieron fecha de salida al público en cinco idiomas con cientos de miles de ejemplares en el ´93. Era principios del ´90 y llegaron malas noticias: quiebra la editorial que tenía los derechos y quedan atrapados en un juzgado en Suiza. Me recomendaron tomar contacto con el consulado así que lo hice y los derechos permanecieron atrapados allí por 14 años. No habían pagado por ellos, era un arreglo formal
pero había que tener paciencia y así pasaron los años. En el 2005 me devolvieron los derechos y me llegó un paquete con los originales del contrato, las fotos y los croquis de los mapas. En ese año yo estaba organizando el viaje a la Antártida para la “Expedición Finisterra”, que finalmente hicimos en el 2007 y fue la primera tapa de Andar Extremo Revista. Fuimos 6 hombres equipados para realizar buceo, montañismo y kayakismo, y documentar todo en HD. Me demandó mucha elaboración, trabajo e inversión, y cuando volvimos había planes pendientes. En febrero de 2007 volvimos de la Antártida, y en diciembre de ese mismo año, fuimos al Domuyo. En 2009 dimos la vuelta al campo de hielo continental patagónico, en 2010 dimos la vuelta al Aconcagua por los 6000 msnm, entramos por Vacas, subimos y luego bajamos por Horcones, y teníamos sesenta y dos años de promedio. En el 2011 fuimos al paso superior del Fitz Roy, 2012 fuimos al campamento base del Everest con 65 años de promedio. En el 2013 subimos al Mont Blanc...me distraje...yo podía encontrar argumentos para decir por qué no hice el libro antes, pero la realidad es que me distraje, porque si me concentraba lo hacía. Pero bueno, hay clavos que son más difíciles de clavar que otros...el problema es cuando
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estás disperso con varios a la vez. Si yo me concentro en un clavo, lo clavo cualquiera que sea. En agosto de 2015, me arrancaron la venda dos almirantes amigos de la Armada, amigos de toda la vida. Ellos me invitaron a almorzar porque tenían una pregunta para hacerme, que era por qué no estaba hecho el libro de la balsa. La respuesta fue muy fácil, me distraje. A partir de ese momento, no hice otro cosa que el libro. Me retiré de la abogacía, ya no hice desarrollo turístico, y me metí de lleno en septiembre de 2015.
La Feria del Libro comenzó el 27 de abril, y estuve hasta el 14 de mayo en el estand de Instituto de Publicaciones Navales y en el estand de La Nación, a los que les agradecí públicamente. En el estand de Publicaciones Navales teníamos una pantalla Led donde pasábamos la película en alta definición. Es importante decir, que ella también va en el libro, dado que la han digitalizado con técnicas modernas. Es la
película Argentina más vista de la televisión mundial. Estaba expuesto el libro y atrás tenías la película. La presentación se hizo el último día a última hora, 19:30, en el estand de La Nación, y se juntó muchísima gente. Estábamos los 5 tripulantes, la Armada, el resto de la gente del CADEI, familiares, kayakistas, montañistas, amigos, agrupaciones scout, colegios. Fue emotivo... el Almirante Recalde leyó el prólogo... fue muy emotivo. Todo se prolongó y terminó la feria a las diez de la noche. Eran once menos cuarto, había una cola de 70 personas esperando para que firmáramos el libro, y nosotros pedíamos por favor que no apaguen las luces porque había gente de Rosario, Bariloche y Mendoza esperando para llevarse el ejemplar.
El primer asombrado fui yo, porque no sólo me quedé satisfecho. Para hacerlo, armé un equipo impresionante: una diseñadora de lujo, Verónica Álvarez
Pesce, una mapista increíble, Soledad Rodríguez, y ni hablar de Triñanes, una imprenta excepcional. A la imprenta le plantee el desafío, ¡este es el libro que quiero!, les dije. Ahora es fácil decir eso cuando lo tenés en la mano...el asunto en ese momento era describirlo con palabras, no había una imagen que lo demostrase. Quería que la tapa dura tenga la tela de la vela de la Atlantis, que era la misma de la Fragata Libertad, y no tenían suficiente para toda la cantidad de libros que se imprimieron. Había que recrear la imagen, la textura y la sensualidad que ésto tiene... la toco sin mirar y estoy tocando la tela de la balsa. Ese desafío fue para la imprenta, me dijeron: -cómo vamos a hacer eso? y les dije:-cómo no se, pero
estoy con la mejor imprenta del país, resuélvanlo. Tomaron el desafío y lo lograron. También quería que tenga la carta que me escribió Thor Heyerdahl, un noruego que en el año 1947 cruzó el Pacífico en la balsa Kon Tiki, la más famosa y legendaria a nivel mundial, que me inspiró desde chico. Las vueltas de la vida hicieron que un año después de la expedición,
reciba una carta de Thor Heyerdahl que me llenó de orgullo y me hizo llorar como un niño. Se lo señalé a la imprenta, y le dije que quería la carta en el libro tal cual, así que hicieron una copia del sobre, de la carta, y le hice un bosquejo de cómo la quería. Así lo hicieron, impecable.
La carta felicitaba a la Expedición Atlantis por la legitimidad de la travesía que habíamos hecho… el asombro de él era que habíamos arribado sin timón a un puerto predeterminado, y nos felicitaba de una manera descomunal. También nos remarcaba ya en 1985, la importancia de que la balsa tenga su museo.
Este libro lo escribí desde las tripas. Me encerré a contar la balsa, no sé si se la contaba a los demás o me la contaba a mí. Escribí cómo nacía la idea, cómo crecía, cuáles eran los problemas, los sentimientos, qué temores tenía, cómo se iban involucrando los personajes... Lo hice en el ´91, con diarios de viaje como ayuda. El que lea el libro va ir viviendo conmigo cómo nace todo, cuáles son los problemas que aparecen, cómo los encaro y cómo fracaso mil veces y al final lo consigo. Cuando digo todo en primera persona me confundo, porque la mayoría de cosas está hecha en equipo. No hago las cosas solo, no tengo intención de hacer cosas solo... no me interesa una cumbre solo. A veces digo en las conferencias: “pobre el que llega a una cumbre y no tiene con quien abrazarse”. Entonces, la mayoría está en plural, pero inevitablemente como escritor del libro y como Capitán de la Expedición, muchas veces escribí solo... está en primera persona pero siempre desde la intimidad. Lo que me tranquiliza es que di un examen tremendo y aprobé, porque no consulté a mis compañeros para hacerlo. Sí sabían que lo iba a hacer, siempre me dijeron:-”vos le dedicaste la vida a ésto, hacélo vos”. Hace un mes fui a Mar del
Plata, nos juntamos a comer y les dije: acá está el libro… si les contara los comentarios de mis compañeros se darían cuenta por qué estamos tan hermanados. Nos conocemos tanto que de alguna manera, inconscientemente he podido interpretar lo que cada uno piensa y, seguramente, en el libro ha salido un balance de lo que todos piensan. Está en español y en inglés. Seleccionamos 170 fotos de 6500 de cámaras
análogas con diapositivas, por suerte Pedro Bonta, con el mayor cuidado y amor, hizo personalmente el trabajo y cuidó cada detalle. La gente que participó lo hizo en forma muy profesional y se subió a su forma a la balsa porque fue más allá que su responsabilidad. Fue una emoción para ellos haber participado en esta nueva travesía. Está bueno, estoy muy asombrado y contento.
Mi foto preferida es una que se ve una enorme onda de mar y atrás, la punta de la vela y la parte de arriba del mástil (página 264). Si bien no está muy en foco, lo bueno es que para sacarla, me dejaba ir tomado de la cuerda de vida hasta el final (unos 70 metros). Me enroscaba la cuerda en la mano, y tiraba todo el rollo con la otra mano...había que confiar en que cuando volviéramos a la civilización y reveláramos, haya alguna imagen como la gente. Otra que me gusta mucho es la de tierra a la vista en el amanecer del 12 de julio de 1984 (página 278). Uno de los gráficos espectaculares de Soledad, muestra la línea anunciada antes de partir y la línea de navegación. Nunca nos alejamos a más de 35 millas de la ruta elegida y arribamos exactamente al puerto anunciado de la Guaira. El libro termina con una foto en blanco y negro de la tripulación cuando tocamos tierra, y todo lo que queda de allí en más, hasta terminar el libro, lo cuento ahora 2017, montándose hoy con la vieja balsa, mostrando las 28 expediciones de CADEI, entre agradecimientos, y el monumento a la balsa en Mar del Plata.
Está en un galpón en Dolores, cerca de casa. Voy cada dos o tres meses a ver cómo está de salud: veo que no haya problemas de hongos o bacterias o algún bicharraco, y también para constatar que ningún chico malo se haya robado algo. Ir es muy emocionante. Está en un tinglado muy grande, un buen depósito. Cuando llego, abro la puerta y la veo allí, se me viene encima y la toco, la beso...es una “anciana venerable... le doy besos en la frente permanentemente”. No está para navegar, obviamente, pero tiene una belleza que va mucho más allá del físico.
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Para mí, seguir explorando deportivamente este lindo mundo y para la balsa, seguir generando cosas. Está pendiente el museo que tuvo un traspié hace 4 años, cuando un grupo supuestamente ambientalista, se opuso al proyecto. Estaban los fondos, el proyecto aprobado y licitado por la Provincia de Buenos Aires, y sólo había que reemplazar unos árboles que en realidad estaban muy enfermos. No habían razones. Creo que estaban fogoneados políticamente por grupos opositores a ese momento, pero la balsa nunca tuvo que ver con política. Se frustró ese proyecto, los fondos volvieron al Estado, sigue aprobado por Provincia y Nación, y por la Municipalidad de Dolores y se va hacer… en algún momentos se va hacer, porque es un proyecto felicísimo. No es sólo el museo de la balsa, también están las expediciones de CADEI, ella es el elemento fundacional. Se busca crear un ámbito de exploración, la historia universal de las exploraciones, rescatando el espíritu de los
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pioneros, corajudos, los emprendedores, que subieron montañas, cruzaron los mares, descubrieron los polos o fueron al espacio. Esa es la temática, un museo que no existe en el mundo. Existe el museo de la aeronáutica, el museo de la montaña, uno submarino... No existe de la exploración como concepto, esa es la idea, y nos hicimos esa idea para Argentina. No soy de abandonar mis objetivos, necesitamos que se alineen los planetas y el Estado esté en condiciones económicas de abordar el proyecto.
interesar... claro, en la escuela estudian la balsa y entonces como es la nieta, le piden material. Ahora me pidió que vaya a contar la historia a la escuela. Y ni te digo en la presentación de la feria del libro que me veían firmando libros... sentían un orgullo terrible. La más chiquita, Lola, la más desfachatada, se ponía al lado mío y miraba la cámara. No me olvido, le estaba firmando el libro a un amigo kayakista y le digo :- has estado esperando mucho que te firme, no te molesta que además del Capitán te firmen las dos nietas del Capitán?. El tipo se largó a llorar y las dos nenas firmaron el libro con mi amigo abrazándolas.
Tengo dos nietas. La mayor, Anita, mi primer nieta, hasta ahora no había logrado ver toda la película, algo hacía que se levantara y se fuera... no era desinterés, no sé si era miedo o qué. Tengo una excelente relación con ella, la veo más de una vez por día, es extrañarla e ir a buscarla y compartir cosas. Ahora con 10 años, se empezó a
El libro es muy bonito, pero tiene una consecuencia lamentable: es muy caro. Hacerlo fue carísimo y encontramos una forma de abaratarlo: en las librerías tiene un costo de 3000$ (te retienen un 50% del valor), pero si lo compran por la página está a mitad de precio. Acuérdense que viene de regalo con la película en formato full screen, tiene coloración toma por toma, el sonido filtrado y para ésto, le llevé los rollos de 35 mm de cine a Cinecolor. Ellos lo revisaron, estaba sano, se lo lavó, se digitalizó, y únicamente nos faltaba el sonido. Un día me llamó un señor y me dijo:-soy Ángel Guitelman, ingeniero jefe de sonido del Gran Rex, conozco la historia de toda la vida y siempre me quise involucrar con la Atlantis. Me dejás que te haga el sonido? y allí, este señor que le había hecho el sonido hasta a Paul McCarney, me hizo el sonido nuevo. En definitiva, hay un arreglo hecho con mercado pago y en la página www.expedicionatlantis.com, envían el correo y en días les habilitan la compra.
na pequeña senda de barro y raíces sube en medio del bosque. Un mosquito se posa en la frente pero las manos están ocupadas empujando, intentando ayudar al resto del cuerpo que, aunque parezca algo chico y flacucho, siempre saca fuerzas de algún rincón terriblemente testarudo y empecinado que me permite dar otro paso más. Y el mosquito? que pique nomás, ahora estoy ocupada. Arriba me espera Javi que saca fotos y se ríe. “Vamos Sol, dale!!”, me dijo, y seguí empujando
concentrada y contenta porque sé que mientras bajo la mirada, mientras los pies avanzan un poco más y la transpiración me cubre la cara, Javi me sigue mirando sonriente y seguro de que voy a llegar. Se llama Paso Portezuelo de la Divisoria, pero pocos saben su nombre real dado que se lo conoce como el cruce O'Higgins. Une el pueblo del Chaltén en Argentina con el de Villa O'Higgins, en Chile, y para poder realizarlo hay que cruzar dos lagos y hacer un trekking de 8km por el bosque.
Eran pasadas las 12 del mediodía cuando salimos de El Chaltén rumbo al Lago del Desierto, y la balsa que nos cruzaba a la punta norte del lago salía a las 16.30hs. Teníamos 38 km de ripio por delante y cuatro horas para llegar. "Hay que pedalear, si pedaleamos llegamos... como vos quieras, Sol". Sabía a qué se refería Javi cuando decía "Hay que pedalear", con los o j o s q u e s a l t a b a n d e l e n t u s i a s m o. Definitivamente, había que intentar lo. "Lleguemos a la balsa", fue la única respuesta que se me ocurrió darle. A partir de ese momento, nos subimos a las bicis y como si con el hecho de decirlo se activaran los mecanismos de nuestros motorcitos internos, nos fuimos alejando mucho más rápido de lo que hubiéramos imaginado. Atrás quedaban 15 días que particularmente me marcaron profundo, en los que tuve la posibilidad de caminar aquellas montañas con mi papá después de un año de tener que nombrar la palabra cáncer más veces de lo que hubiéramos querido. Mientras un aparato de rayos, el cuerpo y el miedo a la pérdida, se transformaban en una de aquellas imágenes que congelaban el tiempo, mi papá se paraba firme y con las manos en los bolsillos por el frío, estiraba el cuello y sonreía como un nene, con una sonrisa eterna de ojos brillantes mirando un glaciar… yo me la guardaba bien adentro por el resto de mi vida. Atrás también quedaba una casa que se iba levantando entre ladrillos, cemento, cal y todo el amor inabarcable de dos padres por su hija, de una pareja construyendo una vida juntos, de una
nena dulce y hermosa soñando con una habitación del color de las jirafas, y de una amistad que me hace decir gracias en voz baja, mientras escribo. Disfrutar de mi papá en uno de sus rincones del mundo favoritos, luego de un año difícil de estar peleando contra el cáncer, fue maravilloso. Poder ser parte y testigo de un momento tan importante en la vida de Evan, mi gran amiga, mientras se hacía su casita en El Chaltén, también se habían convertido en parte de este viaje…de estos Andes en bici que no paran de movilizarnos y regalarnos oportunidades. Eran las 16.15 cuando llegamos al Lago del Desierto muy sonrientes y cansados, justo a tiempo para tomar la balsa. A partir de ahí, el cruce dejó de ser de dos para multiplicarse por 4. Con Jime y Andrés nos conocemos desde el 2014, la relación primero fue virtual pero, de a poco los caminos, elecciones y visión del mundo empezaron a juntarnos, y para cuando nos
dimos cuenta ya estábamos ideando viajes grupales. Ellos tenían su proyecto, nosotros el nuestro, y las rutas no coincidían hasta esa tarde en el Lago del Desierto, frente a la balsa que nos llevaría hacia la otra punta donde tendríamos días de risas y recuerdos juntos. Para llegar a la punta norte, donde se encuentra el puesto de Gendarmería Argentina, se puede optar por dos alternativas: hacerlo en una balsa que demora 40 minutos o, rodear el lago a lo largo de un trekking de 12 km por el bosque. Nuestra primera reacción fue entusiasmarnos con el trekking y descartar la balsa pero apenas nos pusimos a averiguar un poco más, no hubo ninguna persona de las que lo habían recorrido caminando, que nos incentive a ir con las bicis. Según decían, era un sendero exigente con caminos angostos y saltos de agua que lo cruzaban, por lo que las bicis podían llegar a complicar demasiado el avance. Así que después de seguir insistiendo y averiguando un
poco más, nos decidimos finalmente a tomar la balsa. Estábamos al principio de la temporada, aún no teníamos experiencia en bosque y aunque sabíamos que no era algo imposible de hacer, de a poco íbamos aprendiendo que la búsqueda del equilibrio trata también de humildad y de aprender a decir que no cuando las condiciones no nos acompañan. Por eso es tarde, subimos a la balsa pero, para ser totalmente sinceros, mientras tomábamos un chocolate caliente, cómodos y mirando por la ventana, no pudimos evitar ir con la vista clavada en la costa intentando descubrir por dónde iría el sendero, en qué parte subiría o se pondría intransitable. Era normal y no era la primera ni la última vez que nos pasaba, teníamos la eterna melancolía por lo desconocido. Yo cortaba la zanahoria en una tablita chiquita y movediza, haciendo todo lo posible para que no termine en el suelo, pero mi esfuerzo al parecer no era suficiente, así que Jime la iba atajando en el aire y la ponía en el sartén. Cocinábamos a dos fuegos, en medio de lengas y ñires, charlando de a ratos, pero con la mirada ausente y las voces sin palabras durante otros, porque atardecía en la Punta norte del Lago del Desierto y cada uno se despedía del Fitz Roy a contraluz y en silencio. Si hay algo que nos moviliza en esto de andar recorriendo y cruzando la cordillera 43 veces, es todo lo que podemos descubrir y aprender al mismo tiempo. Después de nuestra primera temporada de tres meses en los Andes del norte, sabíamos cómo desenvolvernos en altura, con tormentas eléctricas o aludes. Habíamos perdido el miedo al desierto, la falta de reparo y agua, lo inhóspito de sus distancias. Ahora estábamos en la otra punta del mapa y una vez más nos sentíamos unos novatos frente a una montaña distinta. Salimos esa mañana desde el puesto de Gendarmería hacia Candelario Mancilla, con entusiasmo y curiosidad por lo nuevo.
Improvisamos un bikepacking casero porque teníamos varias horas de trekking por el bosque con subidas angostas y suponíamos que íbamos a tener que cargar la bici en más de una oportunidad. Vaciamos las alforjas traseras, las pusimos adentro del bolso estanco y cargamos las mochilas con el mayor peso, para que la bici quede más liviana y maniobrable. El gendarme nos mostró la dirección y fue hacer algunos pasos para que el camino se vuelva una pequeña senda en subida de tierra y raíces. Alrededor nuestro, el bosque se cerró tapando todo el cielo. El mensaje parecía claro: entrábamos en su reino, un reino que nos
cargaba de un sentimiento ambiguo e intenso. En aquel túnel de verdes y ramas, nos sentíamos protegidos, como si todo ese frondoso y húmedo bosque estuviera ahí para abrigarnos, repararnos del viento y la lluvia, ofrecernos arroyos de agua y, definitivamente, enamorarnos. Cada uno de los elementos que nos rodeaba era tan perfecto, que la ubicación en tiempo y espacio podían desaparecer, dejándonos hipnotizados y sonrientes. Si por alguna razón, la senda se perdía o el camino se dividía y no sabíamos por dónde continuar, aquel mundo que nos cobijaba, nos atraparía convirtiéndose en un laberinto. Tal vez
por eso habíamos coincidido en tomarnos esos kilómetros con calma, no había por qué apurarnos. Nos encontrábamos en medio de todo lo que habíamos deseado y era nuestra responsabilidad ser conscientes y disfrutarlo. Subimos con la transpiración pegada al cuerpo, lento y entre risas, porque alguno se quedaba trabado en las raíces y había que rescatarlo, porque mi frente era una roncha enorme de picaduras y porque los músculos, se cansaban de empujar.. Cruzamos un arroyo con cuidado y paciencia, después cruzamos dos, tres, cuatro arroyos más, y lo que había empezado con una revisión minuciosa de cuál sería la mejor forma de vadearlo, se volvió un desparramo de saltos improvisados.
Cuando éramos chicos, no había absolutamente nada que pueda ser más importante. Me recuerdo con mis hermanos comiendo a las apuradas o esperando con
impaciencia que se pase la hora de la siesta con el único y fundamental objetivo que movía nuestra pequeña existencia: “Jugar”. Si a los 8 años nos hubieran puesto a los cuatro con nuestras bicis en medio de un bosque, estaba claro en qué hubiéramos ocupado el tiempo. Ahora éramos adultos y hacía rato habíamos decidido tomarnos las cosas importantes con responsabilidad. Teníamos tiempo y un bosque increíble…no había dudas sobre qué era lo que teníamos que hacer: “Volver a tener 8 años”.
"huet..huet..huet...huet!!!" Apenas lo escuchamos empezamos a buscar por todas partes hasta que apareció. Dio algunos saltitos, de una rama al barro, del barro a un tronco y se acercó a nosotros. huet..huet...siguió insistiendo. Era chiquito, con los ojos grandes y oscuros y no dejaba de repetir su nombre. Nos quedamos quietos para no asustarlo, porque sabíamos que usualmente permanecen escondidos, pero nuestra presencia parecía no importarle demasiado y hasta nos daba la sensación de que era él quien
nos estaba observando a nosotros. Qué suerte la nuestra, nos habíamos encontrado con el HuetHuet más curioso de la Patagonia y había decidido salir a presentarse: "El Huet-Huet, es un ave de 22cm que habita el bosque andino-patagónico y la selva Valdiviana. Tiene patas bastante largas, adaptadas a la vida en el suelo. Es buen caminador, vuela poco y su coloración mimética lo protege de sus depredadores." Dejó que lo grabemos, le saquemos fotos y cuando creyó que ya había hecho lo suficiente, desapareció. Guardamos el equipo y seguimos avanzando felices, con el oído más atento y la sensación de que no sólo el Huet-huet nos estaba observando escondido desde algún rincón. Pasaron las horas, el hito no aparecía, y el camino seguía jugando a los obstáculos: por acá un árbol caído, por ahí un mallín con mucho
barro. El:-"che no llegamos más!!", de a poco empezó a tomar protagonismo hasta que a lo lejos vimos que el bosque se abría y la luz del sol entraba con fuerza. Llegamos al límite a las 4 de la tarde y a partir de ahí, la posibilidad de subirnos a las bicis. La sensación de volver a deslizarnos con el vientito pegando en la cara fue extraordinaria, aunque no duró mucho tiempo. Un poco más adelante, Andrés nos esperaba a un costado del camino con uno de los pedales en la mano. Nos faltaban 14 km hasta Candelario Mancilla y tener que llegar caminando cuando podíamos pedalear, era la última opción en la que queríamos pensar. Se pusieron a buscar soluciones hasta que después de intentar y descartar todos los arreglos mecánicos posibles, Andrés la miró a Jime y le
dijo -"Vamos a tener que remolcar mi bici con la tuya". Pensamos que era un chiste, pero él no se reía -"Necesitamos una soga o algo con lo que podamos engancharlas", agregó. Cuando nos dimos cuenta, estábamos camino a Candelario Mancilla con Javi y Andrés que habían descubierto en las bajadas y el remolque de bici, un nuevo entretenimiento. En el instante que lo vimos, tuvimos que respirar profundo y contener el aire por unos segundos: el Lago O'Higgins era de uno de los turquesas más grandes e intensos que hayamos visto antes. A partir de entonces, una bajada fuerte y larga nos llevó hasta Candelario Mancilla. Pasamos por el retén de carabineros, hicimos los papeles y preguntamos los horarios y días de la
balsa que nos tenía que cruzar hasta Villa O'Higgins. "Mañana al mediodía tendría que venir la lancha chica, pero si el tiempo sigue así no creo que cruce, hay viento y el lago esta picado", nos respondió el carabinero. José Candelario Mancilla Uribe fue el primer pionero que llegó a poblar la zona en el año 1927 y en su homenaje bautizaron el lugar con su nombre. "Era mi papá", me dijo una anciana bajita, mientras se acercaba para ofrecerme un mate caliente y me señalaba una foto en blanco y negro que colgaba de la pared. La hija y los nietos de Candelario Mancilla son los únicos habitantes de esa zona. Desde que el cruce comenzó a ser transitado, encontraron en el turismo una herramienta más de subsistencia. Aman el lugar donde viven, me lo dijeron con una sonrisa
grandota. Si hay algo que aprendí de la gente que vive en la montaña, es la capacidad que tienen de comunicarse con movimientos, gestos o un simple mate. Al día siguiente la lancha no vino, y eso nos obligó a descansar y disfrutar sin culpas. Javi y Andrés se fueron a pescar mientras nosotras dormimos una larga y reparadora siestita. Eran las 10 de la mañana y había dos opciones para llegar a Villa O'Higgins: cruzar el lago en una lancha pequeña y mucho más económica que salía al mediodía o, esperar hasta las 6 de la tarde a que la balsa grande vuelva de hacer la visita que ofrecían al glaciar O'Higgins y pagar varios chilenos más. Con Javi no teníamos mucho que pensar, queríamos llegar lo antes posible al pueblo para poder salir a pedalear hacia Mayer, próximo cruce que nos tocaba recorrer. Jime y Andrés estaban con muchas ganas de conocer el glaciar así que nos despedimos con la seguridad de que sería el comienzo de muchos viajes juntos. Entramos a la lancha y el capitán gritó en voz alta a modo de advertencia:-"¿alguien se portó mal? Porque el lago está enojado. Va a ser un viaje movidito ", pero nadie le dio mucha importancia, al fin de cuentas era un lago, ni el rio, ni el océano…un simple lago de aguas hermosas y transparentes. ¿Qué podía salir mal? "Quiero llegar...por favor, por favor, por favor...lo único que quiero es pisar tierra firme!" La lancha se levantaba en el aire y caía de punta, golpeando el agua con tanta intensidad que era imposible pensar que esas paredes de fibra pudieran soportarlo mucho más. Nos agarramos de donde podíamos, hicimos chistes ridículos para intentar suavizar el momento, pero la lancha se levantaba y caía una y otra vez provocando un estruendo espantoso. :-“Ni loca voy a cruzar el Atlántico en velero!!!", le grite a Javi
:-"¿Y cuándo ibas a cruzar el Atlántico en velero Sol?" :-"Yo que sé, alguna vez en la vida" Paaaffff!!! La popa de la lancha volvía a golpear con fuerza:-"Ni loca cruzo el Atlántico en velero Javi, ni loca!!". Después de tres infinitas horas, la lancha se acercó al muelle y pudimos bajar. Me saqué el chaleco salvavidas, pisé suelo con firmeza y miré el lago por última vez antes de salir a pedalear los últimos 8 kilómetros que nos separaban del pueblo "Gracias", le dije por lo bajo para que sólo él pueda escucharme. El hermoso O´Higgins me había dado una anécdota más que recordar. Q u é l i n d o e s p e d a l e a r. . . m i s p i e r n a s giraban, subiendo y bajando un entretenido camino de ripio que bordeaba la montaña. Antes de llegar al pueblo cruzamos un puente en el que pudimos leer un cartel: "Rio Mayer". Era el primer contacto con lo que estaba por venir y los dos pasamos despacio. Era ancho, oscuro, y las aguas pasaban con fuerza envolviendo todo el lugar con su sonido. Los poco que sabíamos sobre el Paso Mayer era que la dificultad más grande que se no podía presentar, podían ser los ríos que teníamos que vadear, sumado a que no había camino, ni senda marcada. Seguimos pedaleando hasta Villa
O´Higgins con la imagen y el sonido de aquel río continuamente presente. Una sensación extraña nos presionaba el pecho… no era algo lógico, ni se podía explicar con palabras, pero se sentía claro e intenso en todo el cuerpo. Mayer. Iba a ser una nueva e inolvidable historia...
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l domingo 14 de mayo no fue simplemente otro paso transitado en la historia de Running Trip. Ese día se selló un pacto que comenzó el pasado mes de diciembre en Miramar, donde más de 600 corredores apostaron por una carrera que buscó ser mucho más que un par de kilómetros, una buena remera y una medalla. Este pacto tácito, firmado entre corredores y organizadores, vino a demostrar que se pueden realizar eventos sin descuidar a los participantes, teniendo en cuenta las condiciones de cada uno de ellos. Un claro ejemplo fue el espacio dedicado a los atletas con discapacidad que, más allá de participar en las distancias largas, contaron con 4 kilómetros especialmente diseñados para que pudieran disfrutar de un paisaje que, de otra manera, les hubiera sido inaccesible. Algo similar había sucedido en Miramar, donde tuvieron la chance de correr por el bosque y por la arena, junto al mar. En esta segunda edición en Los Molles, San Luis, los atletas con discapacidad contaron además con el apoyo de los más de 500 corredores que participaron de las pruebas principales, esperaron a que todos
www.runningtrip.com.ar
completaran su recorrido, y los aplaudieron al llegar. La esencia de Running Trip es esa, cuidar a los atletas, a todos los atletas, sin importar si se trata de los corredores más rápidos o los más lentos, sin importar si poseen alguna dificultad para trasladarse o si cuentan con todas las facultades para hacerlo. En este marco, en la ceremonia previa a la competencia y tras entonar el himno nacional argentino, Ramiro Cattani, uno de los protagonistas de la prueba que tiene síndrome de down, junto con los atletas del seleccionado argentino de ultra Trail Franco Oro y Tania Díaz Slater, subieron al escenario representando los valores de esta prueba. Running Trip Mountain Edition marcó el paso de esta carrera itinerante por las sierras puntanas y continuó así la idea de recorrer el país a través de una prueba competitiva y participativa en la que los atletas que ganaron se llevaron $32000 en efectivo. Con competidores de todo el país y de otros países como Colombia, Paraguay y Uruguay, los circuitos trazados para los 25k, 10k y 4k se corrieron por senderos cargados de verde, bosques típicos de la zona y arroyos que bajan de las sierras. En esta oportunidad, fueron el colombiano Jaime Hernández y la cordobesa Tania Díaz Slater quienes se quedaron con el primer puesto en los 25km. "Buscamos que durante todo el recorrido, pudieran disfrutar de todo lo necesario para que, al cruzar la meta, la sonrisa fuera imposible de disimular", contó Diego Winitzky, creador de la innovadora propuesta de carrera ambulante. "Nunca imaginé dejar por un rato mi pasión por la fotografía para volcarme con un grupo de amigos corredores a organizar una carrera. Hace dos años creí que se terminaba todo mi vínculo con la fotografía y el running, por una mal trago con una persona a la que hoy debo agradecerle que me haya cerrado las puertas de sus eventos", añadió.
Diego se permitió soñar y creó este evento que, además de buscar la integración y el vínculo genuino entre corredores, logró generar una energía única entre un staff que intenta tener todo resuelto para quienes se predisponen a disfrutar de un fin de semana distinto. El kit de la carrera, las marcas del recorrido, el trato ante cada consulta por emails o redes sociales, el recibimiento a los competidores que cruzan la meta, el vínculo entre compañeros de trabajo y el respeto por los colaboradores, hacen que Running Trip se diferencie en cada detalle.
Como su nombre lo indica, Running Trip es mucho más que una carrera, es una experiencia donde se vive el Running en todas sus facetas: en el viaje, en la estadía y en la competición misma. Arribamos a Los Molles, hermosa y pequeña localidad de la provincia de San Luis, el sábado por la mañana. Allí nos esperaba Diego junto a todo el staff, para darnos una cálida bienvenida. Como mencioné antes, Running Trip es una carrera que ofrece la posibilidad de contratar un Pack Full que incluye, además de la inscripción, los traslados, el hospedaje, y las comida, coordinado por grandes personas que conocemos del mundo del running. Ésto, genera un clima especial, un ambiente donde el deporte y la camaradería son una constante. Durante el día, los corredores confluían en la acreditación, lugar donde retiraban su Kit, se sacaban la famosa foto pre carrera con su dorsal, y compartían una linda tarde de charlas y mates. Personas con historias inspiradoras nos emocionaron con sus vivencias y experiencias deportivas, seguidos por la charla técnica recién caída la noche. Luego la cena y a descansar. Domingo bien temprano, en una fría mañana, nos dirigimos hacia la largada. Micros y muchos autos con corredores, acompañantes y gente de localidades aledañas llegaban al punto de partida para vivir la tan esperada carrera. Nos encontramos con muchos corredores de todos los niveles. Un Line Up de lujo en la Elite de los 25 Km: los mundialistas Franco Oro y Tania Díaz Slater, Ezequiel Pauluzak, y los ganadores de Pacifik Trail Colombia Jaime Hernando López y María Eugenia Rodríguez. Cuenta regresiva y carrera en marcha. Circuito para todos los gustos, con mucha trepada y desnivel positivo en los primeros kilómetros. Bajadas muy entretenidas, de esas en las que se puede apretar y y soltarse sin
frenar, saltando troncos y piedras. Luego la parte más técnica de la carrera llegaría a la hora de hacer todo el coastering, donde los que sabían correr por las grandes piedras mojadas, sacaban diferencia, y otros intentábamos hacer lo mejor posible, sin matarnos. Una vez superada esta etapa, el circuito invitaba a correr plenamente hasta el final. Grandes gestos se vieron, como cuando Jaime Hernando López, ganador de los 25 cedió el premio para que Ezequiel “Tati” Pauluzak, segundo en los 25 km, compita en la Pacifick Trail Sura. Por el lado de las mujeres, el triunfo fue para la mundialista y corredora, Tania Díaz Slater. Una carrera con todos los condimentos: g r a n d e s p a i s a j e s, ex c e l e n t e c i r c u i t o, organización perfecta, cobertura audiovisual de lujo, corredores de primer nivel y un ambiente de alegría total. Calidez humana, competencia, talento y pasión resumen el espíritu del evento. Ahora, a esperar más ediciones de ésta increíble experiencia llamada Running Trip.
En esta vuelta, volvimos a ratificar nuestra confianza hacia un gran evento que se destaca por el compromiso, el ambiente de integración que unifica todas las capacidades, niveles, regiones del país, y la invitación de corredores de otros países, estamos haciendo referencia al Running Trip. Hasta ahora se llevaron a cabo dos ediciones, primero fue la edición de playa, donde Miramar nos brindó un espacio de sol, arena y mar. Luego llegó la edición de montaña, en Los Molles (San Luis), donde lo primordial fue la belleza e imponencia de las sierras puntanas. En ambas ediciones los alojamientos destinados a ser sedes del evento fueron lugares de ensueño, ubicados en ambientes naturales, y con gran calidez humana. Al estar ubicados en el epicentro de cada evento, pudimos disfrutar en el día previo a la carrera, de una expo running, con música en vivo, puestos de artesanías, algunas exquisiteces, venta de ropa y accesorios para el corredor, además de una agenda de charlas de especialistas, experiencias de vida, y hasta un espacio infantil para que los más chicos también tengan su entretenimiento. El primer Running Trip, la "Beach Edition", fue una experiencia única y apasionante, y en esta oportunidad, la "Mountain Edition", nuevamente estuvo excelente en cada detalle: desde las relaciones públicas, el recorrido de la carrera, los puestos de hidratación y asistencia médica, la dirección de fotografía, los coordinadores, la calidad de la alimentación, la conducción del evento, y la expo running del día previo a la carrera. Una de las cosas en las que se sigue destacando, es la organización. Sin duda, cada una de las partes se involucra al 100%, dejando todo lo que tiene para que no falte nada.
Por último, los más chiquitos también tuvieron su espacio, dado que antes de la premiación, tuvieron la oportunidad de realizar 1km para poder iniciarse en la misma disciplina que su papá y/o mamá, y llevarse su medalla finisher. Todos los recorridos se caracterizaron por senderos cargados de verde, bosques típicos de la zona y asistencia al corredor. Al finalizar la carrera tenías la posibilidad de escuchar bandas en vivo o relajarte asistiendo a una clase de yoga.
Dentro de lo que fueron las charlas de la expo, además de ser orientadas a la capacitación en temas de nutrición y deporte, se brindó un espacio para conocer otras historias de vida. Una de ellas, fue la de Norma Ramos, quien a una semana de haber corrido el Raid del Norte se entusiasmó con la invitación y finalizó los 25km de Los Molles. Quizás para muchos no es algo de gran importancia haber hecho estas dos carreras en una semana, pero si le agregamos el hecho de que es una atleta con discapacidad, es algo impresionante!!! También se destacaron la solidaridad e integración, como uno de los puntos fuertes. Es un evento al que podemos acceder todos, aún si te estás iniciando en las carreras de aventura tenés la posibilidad de correr los 4km participativos, distancia abierta también a personas con capacidades diferentes. Este es un hecho que distingue el evento de cualquier otro: “Que todos tengamos acceso a la diversidad del trail running es un desafío que esta organización emprende y enfrenta en cada evento”. Todos corremos esos primeros 4km, todos nos metemos en la arena y podemos sentir su dificultad, todos nos adentramos en la montaña, en las subidas y las bajadas que ella nos propone, chapoteando por algún que otro arroyo, sintiéndonos parte. Tanto los corredores que se están iniciando como las personas con alguna
capacidad diferente, acompañados por atletas de élite y del propio staff de la organización, tienen la posibilidad de disfrutar de la naturaleza a flor de piel. Otro de los ejes relevantes es el recorrido de la carrera, allí también se vislumbra el compromiso y la ética. En ambas ediciones se priorizó que todos podamos disfrutar de la naturaleza que nos rodeaba, pero sin dejar de darle una complejidad técnica al circuito, un balance que en ambas ediciones pudieron lograr y que confiamos que lo harán nuevamente. Volviendo a la parte técnica, si lo que buscabas era una distancia corta, tenías la posibilidad de correr 10 k, que fueron “picantes”, con altimetría como para que no bajen nunca las pulsaciones, si no, podías elegir pasear y deslumbrarte con el paisaje… esa era tu elección. Si te gustaba exigirte más, estaban los 25k, para corredores un poco más experimentados o que quieran proponerse ir un poco más lejos y aumentar su distancia. En este caso fue un recorrido "corrible", pero con cuestas pronunciadas que si no las regulabas, te dejaban boqueando, y con bajadas pronunciadas que invitaban a volar. Hubo de todo: "coastering", piedras, raíces, cruces de cursos de agua, algo de barro, árboles, zonas descampadas, tupidas, lentas, rápidas, senderos, calles, tranqueras... la verdad, un popurrí de elementos que se conjugaron en una hermosa carrera de aventura.
Sabía que me tenía que cuidar ya que a la semana siguiente corría los 50 de Indomit. Debía guardar energías, pero a esta fiesta del Trail no podía faltar, y es por eso que decidí correr desde otro lugar. La velocidad y la posición iban a quedar relegadas por el paseo y el disfrute de las subidas, y la adrenalina en las bajadas. Esperando en el arco de largada, los nervios y la incertidumbre eran los protagonistas… ya estaba ese dolorcito en la panza que siempre me alerta de que empieza la carrera en breve… 3,2 1!! Despedida y a largar. Para mi gusto, empecé muy rápido en una bajada que invitaba a meterle pata. Luego, llegó el sendero y arranqué la subida, subí, subí, subí…Muy lindo el paisaje, el terreno, el sendero.... Un increíble lugar me rodeaba y me envolvía desde la vista, con los diferentes tonos de verde y marrón, y desde el olfato, con las diversas plantas que me rozaban a cada paso. En un instante, apareció mi ventaja en carrera, lo que ansío y disfruto siempre al máximo: la bajada... Ahí sí, ya no me pude contener, quería relajarme y bajar, sentir el aire en la cara, en el cuerpo. Las piernas iban rápido, la cabeza no paraba un segundo de pensar dónde poner un pie y el otro... Bajaba, tenía que bajar a mi ritmo... Así sucedió la carrera, vislumbrando el paisaje, hablando y saludando corredores que venían de frente, entre ellos a Juan con quien nos dimos un beso relámpago. Seguí corriendo por caminos rurales, senderos más amplios, más angostos, más cerrados, más abiertos, pasto, ripio, hasta una larga bajada en la que me solté y llegué a un puesto de control donde marcaban el dorsal, km 15 aproximadamente... Allí, al verme frenar a cero me dijeron: - ¿qué estás haciendo? :- Mmm esperando a unos amigos :- Negra vas novena…podés correr!!! :-pero me quiero cuidar para la semana próxima
:-podés correr! Y bueno, a partir de ahí fue otra carrera. Quedaban alrededor de 10km sólo tenía que mantener un ritmo estable y no frenarme más, por lo menos eso fue lo que negocie conmigo misma. Faltando unos kilómetros, y viendo el arco de llegada esta vez en subida, la adrenalina quiso que acelere, y aceleré. Mi sonrisa de oreja a oreja me decía una vez más: pasaste un arco triunfal, quedando tercera en categoría, una sorpresa que realmente no esperaba... Maravillada con esta experiencia, volví a confirmar que en el próximo, estaré presente para disfrutar de esta verdadera fiesta del Trail running!!!! Mi carrera comenzó meses antes, cuando decidimos con Rosario (nuestra entrenadora), correrla tranqui, ya que venían los 50k de INDOMIT con diferencia de una semana, y no quería llegar cansado, ni con molestias. Así fue que pensé en una carrera moderando el ritmo, corriendo por sensaciones y sin exigir. Arco de largada, emoción a full, cuenta regresiva y largamos en bajada, algo que realmente me gusta, así que le metí con ganas, a un buen ritmo, intentando despegarme un poco de la masa de corredores, como para encarar el Trail con algo más de lugar... unos 400 metros y chau calle. Doblamos a la derecha, y el sendero, un circuito minuciosamente marcado y macheteado, como para que nadie se pierda ni se tenga que pelear mucho con ramas y arbustos... No sé si llegué a pasar 1km y arrancó la subida... Dura, y como no es mi fuerte, la caminé y me dediqué a contemplar los paisajes que ya empezaban a verse en los claros. Luego
de subir por un rato, una bajada que invitaba a dejar todo...la mejor parte de la carrera para mí!! Por suerte estaba en una zona con pocos corredores, entonces queda lugar para bajar y bajar, sin tener que preocuparse por pasar a alguien. Salimos al "coastering", donde si le pifiaba un paso, podía lastimarme feo. Sobre ese río me crucé con muchísima gente: fotógrafos, acompañantes, banderilleros, asistentes, todos con una palabra de aliento... Se fue abriendo el camino, se hacía menos técnico y más abierto a correr. Me junté con un chico de Tandil que me dijo que venía medio cansado, así que fuimos tirando juntos... Íbamos pasando los kilómetros, puestos de hidratación, PCs, fotógrafos… y seguimos tirando con el tandilense, contándonos historias de Trail hasta pasar un PC: saludo, marca en el dorsal, alguna risa al paso y a seguir dándole gas!!! Venía medio cruzado, porque no podía hacer una de las cosas que me gusta hacer en carrera, que es filmar con la GoPro, porque la batería estaba muerta, así que un poco me sacó del disfrute y la buena onda de la carrera... qué mejor para sacarme la mufa que cruzarme a Sabi cerca del arroyo. Ella iba y yo volvía del retome, me dijo que le iba a meter un poco más porque venía 9°, así que un beso y a seguirle dando... Una de las cosas lindas que tiene este mundo del Trail es cuando te venís cruzando con corredores que vienen por detrás, pero por el mismo sendero, en contramano... e s m u y gratificante el aliento que te dejan al paso. Por más que no estés
25 km Damas 1° Tania Díaz Slater 2:21:20 hs 2° María Rodríguez 2:26:58 hs 3° Bettina Linares 2:34:22 hs
10 km Damas 1° Gisela Hernandez 1:10:48 hs 2° Dasha Fedchenko 1:13:26 hs 3° Mari Sanchez 1:13:31 hs
25 km Caballeros 1° López Jaime 1:54:18 hs 2° Ezequiel Pauluzak 1:57:12 hs 3° Mauro Laureano 2:00:23 hs
10 km Caballeros 1° Brian Palacios 1:01:32 hs 2° Juan Maldonado 1:02:26 hs 3° Matías Rodriguez 1:06:05 hs
realmente en la competencia, es algo que motiva siempre. Llegamos al último puesto de hidratación, recargué y salí al trote. Mi compañero de carrera encontró nuevamente su ritmo y se despegó un poco, así que solo nuevamente fui pasando por una zona no tan rápida como la anterior, virtualmente llana, con muchos senderos, árboles, arbustos, algunas molestas espinas, pero lindo para correr. Faltando algunos kilómetros, salté un alambrado que me dejaba casi en los últimos 2 kilómetros de carrera... pasé un arroyo con poca agua, y al salir escuché:-"Te faltan 500 metros, ya estás, ánimo!!!", me dijo. Con esas palabras entré al asfalto y a subir. Mucha gente caminando por el costado de la ruta alentaba a mi paso, aplaudían como si fuera el primero!!! tomé una curva y vi el arco, majestuoso, imponente, esperando inmóvil que yo vaya hacia él. Es mi objetivo... ahí voy!!! Banda de llegada sostenida por dos asistentes, la "corté", y ahí estaba Diego, esperando a cada uno de los corredores con una sonrisa y un abrazo... Todos tuvimos nuestro lugar en el evento y lo disfrutamos de una manera activa, sintiéndonos parte!!! Gracias Running Trip!!!
l prestigioso escalador Alex Honnold logró el 3 de junio, quedar en la historia de la escalada en roca ascendiendo en solo integral un muro de granito de 914 metros: El Capitán, en Yosemite. Sin cuerdas ni equipos de seguridad, el escalador estadounidense de 31 años, convirtió la mayor hazaña en 3 horas y 56 minutos. Honnold, quien documentó el hecho junto al director Jimmy Chin para un largometraje de National Geographic Documentary Films, logró su objetivo, luego de un año de entrenamiento en Estados Unidos, China, Europa y Marruecos. Después de completar la hazaña, Honnold twitteó: "Estoy muy emocionado por haber realizado hoy, el sueño de vida”.
l 7 de junio, Antonio de la Rosa, comenzó su Vuelta a la Península Ibérica en stand paddle con la intención de recorrer 3500 kilómetro de costas de España y Portugal en 88 etapas. El objetivo inicial del aventurero, es finalizar el desafío en Portbou, frontera de Cataluña con Francia, en tres meses. El proyecto iniciado en Fuenterrabía (Guipúzcoa), se realiza con un tabla de SUP hinchable convencional de la marca SPS: la Stand Up Paddle Explorer Delarosa Design. “Estaré en las costas de la península durante todo el verano. Me encantaría que el reto sirviera para animar a iniciarse en esta completa disciplina y me acompañaran en trayectos del recorrido”, señaló el español.
“C
l cierre de este número de Andar Extremo, el montañista Mariano Galván junto a su reconocido colega Alberto Zerain, están intentando cumplir el sueño de 8 ochomiles en el Nanga Parbat (8.125 msnm). El 11 de junio partieron hacia Pakistán, con la intención de escalar la novena montaña más alta del mundo por la arista Mazeno, que es una de las rutas más duras para el ascenso hasta su cumbre. “El Nanga Parbat es una montaña que hay que respetar y ver que se puede hacer en ella de acuerdo a las condiciones que presente. Lo mejor es estudiarla por todos los flancos y ver cuál es la mejor estrategia para subir. Por lo que las opciones van desde la ruta normal, hasta la Arista Mazeno, pasando por otras cosas en el medio”, señaló Galván antes del desafío que emprendió lamentablemente sin apoyo económico ni gubernamental.
l antropólogo y andinista salteño Christian Vitry, fue reconocido con el Genziana d'Oro Miglior Film di Alpinismo”, Premio del Club Alpino Italiano y ganador del premio del público "Premio Zeppelin” por ser uno de los protagonista de un documental de alpinismo en 65° . “Dhaulagiri, ascenso a la montaña blanca”, narra la historia real de cuatro montañistas: Guillermo (realizador audiovisual), Christian (antropólogo) Sebastián (empresario) y Darío (jefe de la expedición y socio de Guillermo), que en el intento de hacer cumbre en el Himalaya, pierden a uno de ellos. La trama transcurre en la necesidad de Christian, de respuestas sobre la desaparición de su compañero. "Entre las películas que compiten en esta categoría, se ha decidido recompensar la humildad, la sobriedad y la ética con las que los directores y los protagonistas han reconstruido la dramática expedición de estilo alpino”, señaló el jurado del certamen.
l Origen es una carrera que llamó nuestra aaaaaaatención por sus recorridos y paisajes y pppppppor el desafío que implicaba correrla. En su sexta edición, mi primera carrera de montaña, fue montada en tres etapas en el sur Argentino, un terreno totalmente ajeno para mí. Según comentarios de colegas y amigos, fue el año más duro, con todos sus condimentos: mucho frío, sol, trepadas infinitas y descensos sinuosos, cruces de arroyos, filos, valles, coastering y pasajes increíbles de cadenas montañosas y volcanes. Varios meses transité junto a mis alumnos y amigos de Quilmes Way entrenando duro, semana tras semana, preparando y ultimando los detalles para esta experiencia, hasta que llegó el día y más de 30 Ways nos subíamos al avión con destino a Bariloche. Luego del viaje y de acomodarnos en nuestro hostel, llegó la esperada charla técnica, en la cual nos enteramos lo que ya temíamos que iba a pasar: íbamos a largar bajo la lluvia, y así fue... El jueves 2 de marzo nos encontramos todos en el Mercado de Villa La Angostura, bajo una lluvia al principio un poco tímida que con el paso del tiempo iba acelerando su ritmo hasta dejarnos totalmente mojados. En los últimos minutos se podía ver en las caras de todos, esa cuota de ansiedad e incertidumbre que se genera siempre antes que empiece la cuenta regresiva. Tantos kilos en la mochila se hacían pesados y se sumaban a la cinta en los pies, la doble media, los bastones, suplementos, comida e indumentaria obligatoria, que no sabía bien si iba a utilizar. Me esperaban algo parecido a treinta y
pico de kilómetros. Calculando tiempos, cargando el Garmin y especulando a qué ritmo salir, llegó el momento, y largamos todos en una cuesta eterna que me ahogó un poco hasta encontrar el punto justo. A diferencia de años anteriores, donde los participantes recorrían los tres días diferentes lugares de Villa la Angostura, en esta oportunidad los diferentes senderos y caminos nos llevaron el primer día hasta Villa Traful, pasando por el arroyo Colorado hasta la cumbre del Cerro Bayo, con vistas del Lago Nahuel Huapi, la Península de Quetrihue y el Tronador.
Bajo un cielo un poco nublado, empezamos a trepar, trotar, correr, en un paisaje soñado que te tentaba a darte vuelta y contemplarlo. Siguiendo las cintas naranjas y en menos de los esperado, me encontré en el puesto de hidratación que me dio fuerza para continuar el recorrido, sabiendo que ya había transitado la parte más dificultosa. Me fui motivando, conectando a algunos corredores de adelante… todo venía perfecto. Con los pies helados, cruzando arroyos y ríos, me entusiasmé entre los senderos y descensos que bajé a paso firme. Faltando poco para terminar, comenzaron los calambres y, con ellos, la
preocupación. Todavía me faltaban 2 días! Llegando al imponente lago Traful, por su playa de arena, me abalancé sobre el arco preguntándome inmediatamente de dónde iba a sacar la fuerza necesaria para correr los dos días siguientes. Fue un shot de energía y una grata sorpresa saber que estaba entre los tres mejores de mi categoría. El resto de la jornada transcurrió entre mates y anécdotas, esperando al resto de nuestros amigos y compañeros que llegaban cansados
pero con una sonrisa impagable en la cara. El clima no era el esperado, y junto al cansancio acumulado en las piernas, no era una buena combinación. Más allá de eso, estábamos listos para acomodarnos en el refugio de Villa Traful y prepararnos para conocer qué nos esperaba el día dos. Al día siguiente se sentía el cansancio en las piernas y el dolor casi me inmovilizaba. Sabía que nos esperaban 15km. La distancia sonaba accesible aunque la altimetría era la más dura de
los tres días. Amanecimos con un día a pleno sol y una temperatura muy agradable. Nuevamente junto a mis compañeros comenzamos a hacer el ritual de preparación. Todo el mundo estaba concentrado para no olvidar nada, contando el tiempo para desayunar y emprender camino hacia el camping donde nos esperaba la largada del segundo día. Nos habían advertido que esa sería una jornada puramente de montaña donde se sentiría la esencia real de la carrera y, sin duda, así fue.
Comenzamos a trepar por el bosque y de inmediato me di cuenta que iba a ser un día de mucha cabeza, porque físico no había nada. Por senderos angostos que nos llevaban en fila india, paso a paso, estuvimos subiendo 4,5 kilómetros hasta que los árboles empezaron a desaparecer y las rocas dominaron el recorrido. Llegando a la cumbre del Cerro Negro con la ayuda de una soga en los últimos metros, la vista era indescriptible y aunque no detuve el paso, miraba de reojo los volcanes Lanín, Osorno y Puyehue, que majestuosos e imponentes se grababan en mi retina mientras avanzaba. Con mucho dolor en los cuádriceps llegó el peor momento de mi carrera. Comencé el descenso por un acarreo muy empinado y extenso, enterrando los talones una y otra vez hasta llegar al esperado puesto de hidratación. Luego de unos kilómetros más, llegué a la Plaza de Villa Traful. Fue una etapa corta en la que no me sentí para nada cómodo y que me dejó preocupado pensando en lo que me esperaba el día siguiente. Por suerte pude mantener mi puesto en la categoría, aunque perdí varios en la general. Con la ayuda de mis compañeros y las piernas entumecidas, bajamos a la playa para poder relajarnos en el lago y esperar que eso ayude para calmar el dolor y poder correr la última etapa. Tirados al sol, disfrutando del almuerzo y descansando un poco, fueron llegando los últimos, con los ojos al borde del llanto algunos, más enteros otros. Todos preparados, caminamos acalambrados, chuecos, riéndonos unos de otros, hasta
100 km Caballeros 1° Fabricio Stocchetti 10:46:31 2° Di Lorenzo Ignacio 11:10:55 3° Campos Rafael 11:31:06 100 km Damas 1° Cabrera Claudia 14:05:42 2° Serino Maria Clara 14:27:48 3° Games Aldana 16:12:24 50 km Caballeros 1° Mauricio Garces 7:49:59
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llegar a la escuela donde se realizaba la cena. En la charla técnica revivimos el día mirando fotos y videos que nos emocionaron y nos dieron más ganas de largar y cumplir las metas que nos propusimos desde el momento en que nos anotamos. Fuimos a dormir con el equipo listo y el bolso armado, ya que el día 3 nos encontraría yendo nuevamente a Villa La Angostura. Nos esperaban 38 km nuevamente subiendo al filo de la montaña, con el cuerpo fundido pero con todas las ganas. Largamos del Hotel Alto Traful, con otra hermosa jornada de sol. No tuvimos tiempo ni de entrar en calor. Nos acomodamos bajo el arco, preparados para los primeros 8 kilómetros que teníamos que recorrer antes de comenzar la trepada. Fue mi mejor performance, me sentí mejor, ganando terreno a pesar de los dolores que me impedían ir a un ritmo mayor. Sabía que era a todo o nada… el último esfuerzo. Entre una zancada y otra, velozmente, completé la primera parte y empecé a ascender y correr sintiéndome cada vez más confiado. Sabía que era mi momento para poder recuperar tiempo y por lograr alcanzar al que estaba posicionado adelante mío. Nuevamente, transité 12 o 13 cruces de arroyos por la huella andina hasta llegar al filo, a la esperada cumbre del Cerro Buol a unos 1804 metros de altura. Subí con muchas ganas, trotando por los filos, esquivando las piedras, con una imponente vista al lago Correntoso, el Nahuel Huapi y todos los picos hacia Chile. Así,
2° Lazarte Nicolas 7:57:38 3° Alvarado Carlos 8:20:51 50 km Damas 1° Espindola Julia 11:10:36 2° Blanco Giselle 11:57:50 3° Lingua Graciela Lorena 13:01:13 100 km Equipos Masculino 1° Iglesia y Rodriguez 12:12:49 2° Dirgam y Amarante 15:43:20 3° Beutel y Acosta 17:14:52
fuimos bajando kilómetro a kilómetro por el Cajón Negro hacia la cascada del Inacayal. Un descenso muy pronunciado me generaba dolor por todas partes. Sin mirar el reloj, continuaba pensando lo poco que faltaba. Luego, el mirador Belvedere, lugar que simbolizaba la última hidratación con picada incluida. Ahí, ni me detuve porque estaba a pocos kilómetros de la llegada. Bajada hacia la ruta, coastering infinito por el Nahuel Huapi y finalmente, la meta. Se escuchaba la música a 500 metros en una última trepada, y al fin pude ver el arco… la carrera había terminado. Fue sin dudar mi mejor día y aunque pude descontarle mucho tiempo al segundo de mi categoría, finalmente no alcanzó y finalicé tercero, muy contento y tranquilo siempre de haber dejado todo. En lo personal, aunque sufrí en muchos momentos, qué sería de los logros si no costaran tanto? No tendrían ese sabor especial que tienen y que te motivan siempre a más. En lo grupal, más que feliz, todos mis alumnos lograron terminar la carrera con excelentes tiempos y con ganas de repetirla! Es una carrera 100% recomendable por la naturaleza, la organización que es 11 puntos en todos los sentidos pero, sobre todo, por la contención que brindan… en cada puesto y cada llegada te alentaban y te hacían sentir cuidado… El año que viene volveremos a estar ahí, esta vez seguramente seremos muchos más.
100 km Equipos Mixtos 1° Sangiacomo y Rodriguez 14:39:53 2° Benassi y Alonso 15:28:41 3° Velazquez y Acha 15:52:36 100 km Equipos Damas 1° Maier y Carceller 15:00:09 2° Bondino y Porras 17:17:31 3° Bianchi y Pluda 21:55:37 50 km Equipos Mixtos 1° Llambialberto y Mascarello 10:51:37
2° Pombo y Guimarles 16:47:26 3° Godoy y Aragona 17:09:39 50 km Equipos Damas 1° Bertolini y Silva 13:08:30 2° Strangio y Zaborowski 14:39:20 3° Minoy Ricca 17:41:19 50 km Equipos Caballeros 1° Ligato y Amuchastegui 14:32:14 2° Cardenas y Cardenas 14:59:03
uando sonó el despertador a las 06:30 hs yyyyyyyya estaba despierta, eso es típico en un dddddddía de carrera pero lo que no es típico es hacer por vigésima vez el recuento mental de las cosas para llevar. Mirando el auto cargado, repasé nuevamente todo: Kayak, remo, chaleco, carro, Bici, casco, zapatos, guantes, geles, agua, mochila de hidratación, dorsal, etc. Intenté tomar un café…costó. “El Pela”, compañero incondicional, me regaló un abrazo con un “cuidáte y pasála lindo”, seguido por” apuráte que son 07:30 hs”. Programé el Gps y salí para encontrarme con ella, la Max, esa que sentiste nombrar, la que si tenés el gusto de conocer, te enamora. Un amigo me endulzó con sólo contarla y, el 23 de octubre de 2016, tuve una
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experiencia intransferible en lo físico y emocional. Esta vez la pasión y la locura hicieron que sucumba y vuelva por más…por más y a lo MAX! Un mes después de la primera carrera, compré Bici, y nos fuimos amigando, porque el objetivo estaba marcado y los años de Spinning tenían que dar sus frutos. El Kayak fue el segundo reto. Domesticar la relación con el agua llevó varios días, pero se logró. Así me encontré, el 23 de Abril, con varios meses de entrenamiento, de golpes y raspaduras, de madrugar y perseverar, que iban a ponerse a prueba. La paciencia de Pablo Vivas, mi profe y amigo, fue el pilar. Él no iba a estar en la Reserva pero sí estarían Pablo y Mariano, compañeros que iban por el Tría en
parejas, y eso ayudó espiritualmente. En la ruta se veían kayaks, bicis, remeras celestes y negras…la Max esperaba. Llegando a la reserva la adrenalina subió. Estacioné el auto, desaté el kayak, y pedí ayuda para bajarlo. Con mi carro lo llevé a la zona del parque cerrado y lo entregué acar iciándolo como buscando complicidad. Regresé por mi Bici, la que me enamoró a primera vista y formó parte de esta trilogía. Todo ordenado, todo listo, sólo quedaba esperar la largada. Leonel y Marcos dieron la charla técnica…la euforia quemaba. Por fin el conteo, y largamos…esos segundos fueron mágicos, éramos un montón de locos en la Max. Los senderos, nos quedaban chicos, estábamos
con hambre, cada uno con su dorsal 12 km, 21 km, Dúa, Tría… los miraba y me emocionaba, si todos se animaran una vez en su vida a vivir esto, nunca más serían los mismos. Mis piernas estaban fuertes, mis brazos acompañaban levantando las ramas, y mis ojos estaban atentos a todo. Ésto es la Max, el cuerpo con todos sus sentidos. Llegó el agua, el barro, y la risa se hizo eco. Bordeando un arroyito comenzaron los senderos angostos con obstáculos a la orden del día pero la camaradería nunca faltó y los gritos señalando: “Tronco” y “Espinas”, alertaban lo que se venía. Superado ese tramo, llegó el pantano, obligando a hacerse amigo de las cortaderas para poder sacar las piernas hundidas en el fango. Con suerte sacabas pies con zapatillas y más de uno le pidió al barro que se las devuelva. Otros hicimos la locura de pasar entre las cortaderas para ganar ventaja. Fue duro, las rodillas lo reclamaban. La zona costera nos regaló la primera impresión de lo que se venía. Llegó el pasto, los cardos y más espinas. Seguimos cruzando otro arroyo, no tan profundo, pero alto para trepar. Nuevamente pasto y senderos angostos que se asemejan a
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los primeros, y no daban tregua. Las piernas se sentían, el barro seco en las zapatillas pesaba. Se escuchaba música a lo lejos, algunos acompañantes en los caminos esperando a los suyos, y se hizo el claro: "a la izquierda 21, Dúa y Tría".Siiiiii! llegó el momento de pasar la posta, cambiar zapatos, cargar mochila y casco, subir a la bici y rodar. Duró sólo unos minutos la gloria. Cruzando el puentecito de madera a la voz de "dejá la bici a tu derecha, cuál es tu kayak?", se venía la peor parte. Ahí, en la orillas, expectantes para salir, estaban el remo y mi chaleco. Tomé la rienda delantera y entré al río. Los gemelos se agarrotaron de tal forma que no tuve registro de si el agua estaba fría. Era lacerante el dolor del lado derecho y no podía hacer nada de todo lo técnico practicado. La fuerza, únicamente, sería de mis brazos…dependía “todo” de ellos. Remar para adelantar, para estabilizar, para guiar, era una epopeya. Tenía que ir por la primera pulsera azul. Pasaba el tiempo y costaba cada vez más. Ir por la segunda pulsera era la clave de seguir o...nada. Definitivamente, la elección fue seguir, con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando del
rio enojado y del calambre. Restaba llegar y rodar, la mejor y última parte. Dejé el kayak, intenté rodar y un badén me dijo:- hasta acá. No había playa, el agua alta, la costa trabada por juncos y maleza. Sin opción, caminé con la Bici a cuestas. Una vez terminada la zona costera llegó la fiesta. Calle de tierra, pasto, alambrado, más pasto, otro alambrado, terrible tranquera y nuevamente calle, tierra seca, arcilla floja y serruchos, fueron los condimentos al final. No había mucho para pensar, cuello en boca para evitar la tierra de los autos que pasaban, y rodar hasta la próxima pulsera. Algunos volvían luciendo orgullosos su conquista. Después de un giro a la izquierda en el campo, el terreno cambió por huella de autos. Lado derecho para quienes íbamos e izquierdo para quienes volvían. Para poder pasar no había opción: pasto alto. Con pulsera verde en mano derecha y dos celestes en la izquierda, regresaba. Quedaba la cuarta parte para terminar y coronar todos los meses de entrenamiento. Tirando cambios, esquivando un perro testarudo, autos que ahogaban con la tierra que levantaban…vi la arboleda. Las palpitaciones se elevaron y mi andar también. La tranquera con la
12 Km Caballeros 1° Ojeda Néstor 1:12:36 hs 2° Ludueña Nicolás 1:12:46 hs 3° Torrilla Facundo 1:13:13 hs
21 Km Damas 1° Riego Natalia 2:21:39 hs 2° Ambrosini Luciana 2:22:30 hs 3° Bogado Sandra 2:25:11 hs
Dua Equipos Caballeros 1° Gadiador y Montesinos 3:04:02 hs 2° Vega y Castelli 3:32:35 hs 3° Merino y Saja 4:19:44 hs
12 Km Damas 1° Fava Constanza 1:24:30 hs 2° Sarti Ana Clara 1:28:58 Hs 3° Paulos Jorgelina 1:31:35 hs
Dua Caballeros 1° Sarry Catriel 2:59:30 hs 2° Pozzi Pablo 2:59:31 hs 3° Tunessi Claudio 3:00:58 hs
Dua Equipos Mixtos 1° Heinrich y Marotta 3:30:13 hs 2° Giambardella y Bertoncello 3:33:03 hs 3° Eyroa y Pozzi 3:51:12 hs
21 Km Caballeros 1° Fermani Julian 1:43:21 Hs 2° Ramallo Ezequiel 01:45:09 hs 3° Cespedes Juan 1:52:11 hs
Dua Damas 1 Ardiz Silvia 3:48:10 hs 2° Amitrano Agostina 3:55:45 hs 3° Polizi Constanza 4:06:27 hs
Tria Caballeros 1° Novelleto Sergio 3:42:24 Hs 2° Makarevicius Martín 3:56:06 Hs 3° Ligorria Hugo 4:00:49 Hs
Tria Damas 1° Gambin Ivana 5:03:19 Hs 2° Raffo Gabriela 5:50:55 Hs Tria Equipos Caballeros 1° Rossi Y Tolosa 4:06:20 Hs 2° Colicchio Y Artuzamunoa 4:15:14 Hs 3° Mortilla Y Ruberto 4:16:26 Hs Tria Equipos Mixtos 1° Badenes Y Clausen 4:04:28 Hs 2° Tombari Y Moral 4:35:44 Hs 3° Castainets Y Clua 4:41:33
cinta naranja daba la bienvenida y al cruzarla, sabía que quedaba nada. Sólo recuerdo muchas cintas naranjas y hojas secas. Las lágrimas me nublaron los ojos, sin darme cuenta llegue otra vez al claro, otra vez la gente, otra vez el parque cerrado. Paré en seco y una corredora me dijo que corra al arco. Estaba dormida, extasiada. Escuché alientos. No podía tragar del nudo en la garganta. El arco rojo me decía que todo ese esfuerzo tenía su fruto y, cuando lo crucé, sentí mezcla de alivio y felicidad que con un abrazo, termine de cerrar. Fui por mi medalla ganada en 5 horas de pasión y entrega, donde transformé la fuerza interior que me dieron los años con crudeza, en una fuerza totalmente reciclada de aventura y coraje para disfrutar. La premiación ya había comenzado con los 12 km, 21, Dúa, y llegó el Tría. Mis compañeros, esos que me adoptaron hace poco más de mes y medio, ganaron el primer lugar en su categoría.Ya no quedaba mucho, y llegó la categoría dama. Cuando escuché mi nombre, no cabía en mi cabeza, pero el corazón estaba repleto. Intenté bajar y no
me dejaron…había ganado la general de Tría Individual Damas! Cargué todo mi equipaje y emprendí un regreso orgulloso. Ni bien tuve señal, llamé a casa y con altavoz, Marty, Cata y Agos, festejaron que mamá había cumplido su reto y volvía con un primer lugar. Otra Max Race quedaba atrás… Qué será lo que una mujer común, de 43 años, esposa, madre, trabajadora y amante de la naturaleza, ve en esta carrera, que sólo pasada hora y media ya pensaba en la próxima? Será que además de mujer, madre, esposa y todo lo demás, “Soy una feliz corredora de La Max“.
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l margen oeste del lago es la más aaaaaaagreste. El coihue, la lenga, el ñire y el aaaaaaarrayán son los verdaderos dueños de estas tierras. Todavía se pueden ver las casas de aquellos pobladores que viven desde mucho antes de la creación del Parque Nacional. Son hogares humildes, con techos y paredes de madera nativa, gallinas en corrales y algún que otro molino de viento que quedó relegado del tiempo. Chequeamos el pronóstico y es poco alentador: en tres días se cae el cielo y se vuela todo. Pero ese mal clima no va a durar un día o
dos, sino seis. Ergo: debemos llegar a Bahía López en tres días porque en la cuenta de comida, el saldo es negativo. El Blest es el brazo del Nahuel Huapi que más promete. Es un lugar turístico visitado por miles de personas al año que lo navegan en catamaranes y barcos, y que conecta Argentina con Chile. Para nosotros es una garganta de 15 km de largo. Las condiciones ideales para remarlo de ida son dos: sin viento (tranquilidad absoluta, avanzaríamos a nuestro ritmo) o viento leve del este (un empujón de atrás, avanzaríamos un poquito más rápido)
A medida que nos vamos acercando a su boca todo se complica. Hacemos una parada en la isla Centinela para un segundo desayuno. En este islote de 250 metros de largo y 100 de ancho, descansan los restos de Pascasio Moreno, el explorador, geógrafo y político más importante de la década del 80 en Argentina. Mientras preparo avena con nueces, Andrés sale a fotografiar la isla. Llega hasta el extremo opuesto desde donde puede ver al profundo Blest y vuelve con un pronóstico extendido: -Podés creer que está entrando viento del oeste... -¿Cómo la ves? -Y... está picado... -No quiero pasar otra vez por lo de Dina Huapi. Si lo ves bien, vamos y si no, cruzamos a la playa de enfrente y nos quedamos. -No, dale, comamos y sigamos. Dos días atrás, remando con lago planchado, Andrés me confiesa que estaba algo aburrido, que él había ido a buscar aventura y que los días, hasta ahora, habían sido muy tranquilos. Poco viento en contra, poco viento a favor. -Tené cuidado que la última vez que dijiste algo parecido te diste un palo con la bicicleta en San Luis. Y agregó con tono mitad chiste, mitad en serio: -Guarda con lo que decís porque acá no estás solo. Yo no vine a buscar más aventura que ésta, así que tené cuidado con las palabras que usás porque lo que pidas lo vamos a vivir los dos. Al salir del reparo de la isla Centinela casi se nos vuela el alma. Estábamos en el lugar más complejo del lago, donde no debía soplar viento y donde las olas eran sinónimo de quilombo. Pero en lugar de desesperarme como aquella vez en Dina Huapi, me dije: vos podés, ¿vos querías
aventura? ¡Acá la tenés! Empezamos a remar con fuerza y constancia para no perder el ritmo, pero yo me quedé muy atrás. Andrés me saca mucha ventaja y el viento se pone peor… acá no la puedo cagar. Lee mi mente a distancia, y frena, saca su remolcador para ir juntos y cerca, otra vez. Vamos avanzando a paso de babosa, frenando en pequeñas bahías para aflojar los músculos y la tensión, que sabe a agua dulce de glaciar. La realidad es que no sabemos con qué nos vamos a encontrar a medida que vamos avanzando. ¿Habrá un paredón? ¿Habrá una playa? ¿Habrá piedras? ¿Podremos parar? ¿Cómo pegarán las olas? Lo que venía después no estaba en los
planes: 2 km eternos de paredones de piedra y el catamarán que navega el brazo Blest, del lado de enfrente. Ahora no sólo tenemos olas de frente sino también del lado del paredón y del lado del catamarán. 3-O-l-a-s. De diferente altura y dirección. Veo cómo la proa del kayak de Andrés sube dos metros y rebota en el agua, y él a veces no alcanza a verme, también por las olas. Debo estar atenta al cabo del remolque porque si se engancha con algo, corremos el riesgo de caernos al agua. Y Andrés me pregunta cómo estoy, y no sé qué responderle. Tengo miedo. El paredón no termina más. Y la playa no llega más.
Y todo pasa lento. Y se me viene un recuerdo absurdo a la cabeza: la primera vez que hice kayak en México con mi papá. El mar estaba tranquilo y los dos remábamos en un kayak doble de plástico. Entrábamos al mar cortando la ola y lo estábamos haciendo bien, pero cuando quisimos doblar, vino una ola y nos dimos vuelta. De repente me encontré abajo del agua, con los ojos abiertos hacia la playa y el kayak como sombrero. Empecé a preocuparme: ¿dónde está papá? ¿dónde está papá? Y cuando salí a la superficie, lo vi y respiré profundo y... ¿¡Qué carajo hago pensando eso!? Vuelvo al Nahuel, y Andrés me pega otro grito: -¿Cómo estás?
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-Bien, ¡¡Pero quiero costa!! -¡Yo támbien! Y aparece una playa a la derecha, pero si entramos con esta ola seguro nos tumba. Entonces seguimos remando para que esa ola nos empuje de atrás. Y llegamos. Y me tiembla todo el esqueleto. Y a Andrés, después de tanto remolcarme, le duele el hombro derecho. Bingo. Nos quedamos en la costa a descansar, esperando que el caos se calme de una vez. Hace frío y hay muy poco sol, mala combinación. Andrés me confiesa que su decisión de salir de la isla Centinela no fue buena. Que nos deberíamos haber quedado, que nos arriesgamos sin sentido. Y le respondo: vos querías aventura. Casualidad o palabras que crean realidad. Dos horas después, el lago se plancha. Maldito lago, maldito Eolo. Me acuerdo de Nahuelito, esa supuesta criatura acuática desconocida que, según la creencia popular, habita en esta inmensidad de origen glaciar. Al único ser al que hay que temerle en la Patagonia es al dios del viento que se encabrona y ralentiza a los seres humanos que buscan romper cadenas y sumergirse en lo desconocido. Salimos. Y el sol nos calma el pulso. Y aparece Prefectura arriba de un gomón. Y nos pregunta si estamos bien. Y llegamos a la cascada del arroyo Blanco. Y sentimos que todo el esfuerzo valió la pena. Al otro día nos levantamos bien temprano. Son las 6 de la mañana y el sol aún no salió. Las botas de neoprene, las calzas, las remeras, están húmedas. Nos duelen los huesos cuando nos metemos en el agua y empezamos a remar. Hasta nos ponemos guantes, pero las manos tardan en entrar en calor y los pies... ni pensemos en los pies: son dos icebergs. Llegamos a puerto Blest, un pequeño embarcadero anclado en una bahía de arena volcánica con los cerros Esperanza y Tres
Hermanas, escoltándola. Es un paraíso en el corazón de la Cordillera de los Andes que esconde a la selva Valdiviana, uno de los lugares más lluviosos de Argentina (3 mil mm de precipitación anual). Cohiues y alerces gigantes, arbustos bajos y verdes, lianas y enredaderas son los tesoros que encuentran los aventureros que se animan a explorarla. Puerto Blest sirvió de puerta de entrada al lago Nahuel Huapi desde Chile. Desde 1620 los militares usaron este paso en búsqueda de indígenas esclavos. Lo cruzaron misioneros, viajeros y colonos y fue un punto estratégico dentro de la Campaña del Desierto. Las huellas de la historia no sólo están en la tierra, también se ven en el agua. No nos queremos demorar mucho más en salir. Vemos una ráfaga bien al fondo, entrando en
el este y al rato, otra vez, viento en contra. Estamos cansados, el cuerpo está cansado. Ni bien salimos del brazo Blest, la cosa cambia. El lago nos guiña el ojo y se aquieta...se vuelve mudo. Con su mano derecha entramos en el último brazo de esta larga aventura. El brazo Tristeza tiene cascadas, pero no vemos ni una. Abril no es un mes de agua y las pocas lluvias de verano no hicieron brotar ni siquiera un chorrillo. Quizás por eso se llama Tristeza…sus lágrimas tienen caída libre. Son 14 km tallados por la naturaleza. Es angosto, prístino, salvaje, y está enmarcado por los cerros López y Capilla. Ahí vamos nosotros, entre paladas de pensamientos. No queremos bajarnos del kayak ni que la travesía se termine pero el reloj anuncia que en 24 horas llegaremos al km 0 de esta larga aventura.
A la mañana siguiente ordenamos por última vez el equipo, tomamos el último mate sobre la costa, apoyamos por última vez las manos sobre el agua, y remamos por última vez las aguas del Nahuel. Nadie dijo que la salida iba a ser fácil. Faltaba una prueba más. La entrada y salida del brazo en días de viento es complicada: se juntan los vientos de tres grandes regiones del lago y se suma la pared del cerro López donde esos mismos vientos rebotan. Las olas, también. Viniendo del sudoeste, los últimos mil metros pueden volverse tu peor enemigo, Sólo hay paredes de roca y nada más. Ahí estamos nosotros con viento a favor, el que tanto pedía Andrés, pero en el peor lugar del
lago. Encima de todo, con ola de atrás, esa que no te da tiempo a enderezar el kayak porque te mueve de un lado a otro, esa que en días rabiosos te puede desestabilizar y plaf!, al agua, esa que existe para una cosa: molestar. No hay palabras para describir cómo se mueve el kayak. Dina Huapi no fue nada, menos lo fue Blest. Las olas son enormes, están más altas que nunca. El rebote en el paredón es abismal, no me da ni la velocidad de los brazos ni los movimientos del pie sobre los pedales del timón para lograr que al menos un segundo el kayak quede derecho. Andrés está cerca mío intentando seguir adelante pero creo que ninguno de los dos se esperaba ésto. La despedida del Nahuel es como él: violenta,
desordenada y al límite. Hay que llegar a esa punta, doblar y entrar en bahía López. Pero otra vez, como tantas veces, esa punta no llega. El paredón se hace eterno. El pulso cardíaco se acelera por demás por la ansiedad de llegar. Pero llegamos. Y gritamos de la alegría. Porque lo hicimos.Y lo hicimos bien. Y los ojos empiezan a brillar. Y las lágrimas se entremezclan con el agua. Y es en ese instante donde lo natural y lo humano, se hermanan. Huapi, en idioma mapuche, significa isla, tierra aislada por ríos o quebradas. Nahuel quiere decir tigre, pero algunos dicen que en realidad significa "hombre transformado en tigre". La raíz "na" remite a saber y "Nahual" al conocimiento de las cosas secretas de la naturaleza. En el lago Nahuel Huapi fuimos testigos, aprendimos a observar la naturaleza y a oír sus mensajes ocultos. A veces, nos sentimos una pieza más de la Madre Tierra…y es que lo somos, pero casi siempre lo olvidamos. Nos sentimos como esos antiguos exploradores que leían el agua y las nubes para zarpar o arribar. Nos sentimos solos, como nunca antes. Nos sentimos héroes y humanos al mismo tiempo. Nos sentimos tan frágiles como el cristal. Tuvimos miedo. Reímos y lloramos de adrenalina. Peleamos con el agua y con nosotros mismos. Después de 16 días, conquistamos nuestros límites. El sabor es dulce y frío como las aguas inmensas y cristalinas del cuarto lago más grande de Argentina. Nahuel Huapi, ya sos parte de nuestra historia.
reo que la montaña es uno de los últimos territorios donde todo está comenzando o concluyendo y, en mi caso, cada salida es un inicio en el que el destino llama con fuerza. El Aconcagua (6962 msnm) estaba a unos días de viaje cuando empecé esta experiencia y al poco tiempo, ya me encontraba caminando sus territorios de tierra, piedra, nieve y hielo. El cerro tiene en su propio nombre, un poder de seducción irresistible y en muchos casos representa uno de los lugares a donde queremos ir mientras el cuerpo responda. Es común que forme parte de una lista de aquellas cosas a realizar por los intrépidos, aventureros y amantes del ego. Se escucha mucho decir haber corrido una maratón de 42 kilómetros, saltar en paracaídas, hacer parapente y ahora, le sigue el Aconcagua. Creo que los eventos te ponen a prueba durante unos minutos u horas, pero una montaña como ésta tiene varios días para derrotarte o seducirte. Entendiendo que los obstáculos a vencer están en nosotros y no en el cerro.
Los hechos de esta historia iniciaron luego del permiso de ascenso y la compra de víveres en la ciudad de Mendoza. Pasé la noche en Penitentes (2580 msnm) y al día siguiente, el ingreso lo realicé por “Punta de Vacas” (2350 msnm) por donde se recorre la Quebrada del Río Vacas, pues era mi intención hacer un itinerario distinto y salir por la Quebrada del Río Horcones para conocer de esta manera otra vía de ascenso. Desde el comienzo de la marcha, el clima reinante de lluvia no me sonrió pero como en todas las dificultades que aparecen, siempre existe un enigma de cuánto hay de real y cuánto de imaginado. Lo que es conocido y seguro, es que los problemas se llevan mejor con el ánimo positivo. Después del ingreso y 4 horas más tarde, llegué al campamento “Refugio Pampa de Leñas” (2950 msnm) y al día siguiente , luego de 7 horas de marcha lo hice a “Casa de Piedra” (3250). Durante el trayecto de ida y llegando al
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campamento, miré hacia la izquierda en la “Quebrada de los Relinchos” y por algunos minutos se abrió una ventana entre las nubes donde era posible observar el cerro Aconcagua. Esta quebrada escarpada y estrecha, era la que me conduciría al día siguiente hacia “Plaza Argentina” (4200 msnm) a donde llegué al tercer día, después de 6 horas de marcha. La desventaja manifiesta de esta ruta era el costo mayor del porteo en comparación con la ruta normal (“Horcones-Plaza de Mulas”), pero entre sus ventajas, poseía un paisaje más llamativo en vegetación y fauna. Además, los senderos eran menos transitados y el porteo de mulas se detenía a pasar la noche en los mismos campamentos de la marcha, por ende al final del día y de ser necesario, uno podía disponer del equipo que iba en los animales. La lluvia que por momentos se detenía no era obstáculo para apreciar el paisaje. Mirar el entorno es algo simple y la vista siempre encuentra un camino, al contrario de lo que ocurre cuando la mirada es hacia dentro de uno mismo, donde no todos los laberintos tienen
salida. Esto me llevó a los motivos de este viaje. Decidí realizar este ascenso en solitario aún con el miedo a lo desconocido como un hueco negro, fascinante, que produce ese cambio químico que transforma nuestro cuerpo en intensidad y genera el deseo de narrar luego la historia. El hecho de ir solo fue porque creo que nos equivocamos al pensar que la dicha proviene únicamente o en su mayor parte, de las relaciones humanas. Pienso que la encontramos en todas y cada una de las cosas que podemos experimentar y que esperan que las tomemos o al menos que hagamos el gesto para alcanzarlas. En este intento de cumbre se resume en gran parte la necesidad de mi espíritu, en ese momento.
El campamento Plaza Argentina es un ambiente con menos visitantes, menos turístico, y el número de carpas es más reducido. No se encuentra esa ansiedad por la cumbre manifiesta en otros campamentos base.
En la mañana, la lluvia quedó atrás y mientras el clima me ofrecía una tregua me dispuse a realizar los controles médicos que eran solicitados antes de iniciar los porteos de comida y combustible a los campamentos de altura 1 (4900 msnm) y 2 o “Guanacos” (5850 msnm) y continuar con la aclimatación necesaria para el ascenso. Luego de un día de descanso y el control del equipo que vino con las mulas, comencé el porteo a los campamentos más altos. La idea era llevar comida a ambos lugares en una jornada y por consiguiente decidí iniciar temprano con esa tarea. En las primeras horas del día, en el campamento reinaba una quietud de piedra y lentamente me fui alejando. Hacía frío y luego de andar unos pasos apareció el silencio que golpeaba como una ola cargada que te baña,
dejando impreso un tatuaje efímero. La montaña no sólo te cansa, también te trae pensamientos de gozo, delirio, tristeza o reflexión y en lo personal, el hecho de cómo dejaste las cosas de tu vida familiar, sentimental o laboral antes de empezar un ascenso, define los pensamientos y sensaciones que vendrán después. En definitiva, la montaña no es un lugar de redención. Horas después de haber pateado piedras, el sol comenzó su recorrido visible y me encontró subiendo una ladera de suelo flojo que cansaba las piernas. El sol hacía todo más placentero en un cerro y hasta esa sensación de soledad se esfumaba por momentos. La luz daba de pleno en las laderas del cerro Ameghino y yo iba cruzando algunos arroyos de deshielo mientras miraba a los lejos algunos penitentes en fila como si fueran los únicos espectadores de mi marcha. La pendiente aumentó considerable-
mente y a medida que subía, se aceleraba mi respiración como consecuencia de la altura y el esfuerzo de llevar la pesada mochila. Pienso que en toda montaña hay un rasgo que acompaña su belleza, dificultad y desafío, y es la altitud que la define.
Llegué al Campo 1 cuando se hizo evidente que la pendiente disminuía. Observé diferentes sectores aptos para la instalación de una carpa como también algún curso de agua que permitiera la rehidratación y facilitara las tareas de cocina. Elegí un lugar donde pasaría la noche a mi retorno, y dejé parte de la carga que protegí con algunas piedras. Luego de descansar un rato inicié la marcha hacia el siguiente campamento que comenzaba con largas diagonales sobre los faldeos del cerro Ameghino hasta llegar al portezuelo (5200 msnm) que conectaba dicho cerro con el Aconcagua. El recorrido se hizo menos esforzado en relación a la pendiente y la vista se abrió hacia el oeste. Tiempo después llegué al “Campamento Guanacos” donde también encontré un curso de agua de deshielo y una amplia terraza para acampar. Descansé un largo rato antes de dejar el resto de la carga y emprendí el regreso a “Plaza Argentina”. En la noche, después de la cena, preparé el equipo para el día siguiente considerando que empezaba un viaje de ida sin retorno. Miré las botas Ama Dablam nacionales que iba a llevar arriba y a la que les tenía una fe ciega y, por si acaso, un par de cubre botas que ayudarían con la nieve en la altura. Con el sol en alto, preparé unos mates como desayuno mientras desarmaba la carpa que acomodé en la mochila, y me puse a caminar. Saludé a lo lejos a nuevos conocidos y les dije con señas de manos que nos veíamos arriba, mientras recorría el laberinto de senderos que llevaban hacia la salida del campamento.
El “Campamento 1” (4900msnm) estaba casi vacío de carpas y la noche se hizo larga al punto que me fue difícil conciliar el sueño, quizás por la altura, incertidumbres del clima o algunas ráfagas de viento pasajero que mantenían mi vigilia mientras le daban vida a mi pequeño refugio moviendo su estructura como un juguete de tela. En los siguientes días de acampe los comentarios eran que el clima no iba a mejorar sino por el contrario y en consecuencia tenía que evitar demoras innecesarias considerando que si la aclimatación estaba funcionando, debía utilizar ese lapso de clima aceptable para intentar la cumbre. Durante el ascenso pasé una noche en el Campamento 2 o “Guanacos” (5850 msnm) y al otro día seguí hasta “Plaza Cólera” (5970 msnm).
Observé que había estado nevando los días pasados, y supe que el día de cumbre sería definitivamente una jornada muy larga y de gran esfuerzo.
Inicié la marcha a las cuatro de la mañana con un manto de medio metro de nieve blanda que dificultaba la trepada. Por suerte había gente más arriba que iba abriendo huella. La preocupación recaía en el calzado que llevaba puesto y me dije que si pasaba frío en los pies, me volvía. Los efectos de la altitud se volvían definitivamente notables aún con buena aclimatación. Un ascenso en zigzag me llevó hasta “Refugio Independencia” (6380 msnm) donde descansé unos minutos antes de continuar camino. Volví a hidratarme y al beber continuamente,
sentí correr el líquido por todo el cuerpo como si fuera barro seco. Las fuerzas retornaban poco a poco y las ambiciones también. Minutos después pasé por el “Portezuelo del Viento” y comencé una travesía de extenso recorrido y poco desnivel donde el viento del oeste se hacía sentir. Luego siguió una trepada empinada hacia “La Cueva” (6650 msnm) y la base de “La Canaleta” donde tenía otro descanso antes de continuar. El Aconcagua puede ser muchas cosas pero para cualquiera es un magnífico mirador, donde la mirada es libre hasta sus propios límites, donde nada se interpone entre los ojos y el infinito. Los pasos eran cada vez más lentos hasta llegar al “Filo del Guanaco” a 6800 msnm y desde ese lugar en adelante me detuve varias veces a tomar un descanso, relajar las piernas y recuperar el aliento. Las horas se iban y el reloj tenía su ritmo pero en mi cuerpo había otro distinto a cada momento.
Llegué a la cumbre tras 9 horas de ascenso. Allí estaba la cruz y todo el lugar cubierto de nieve. Empezó a nevar. Adentro, la emoción llegó con lágrimas y hubiese deseado saber que lo que dije palabras atrás, lo que parecía tan fuerte, vino y se fue, porque luego de varios días ya extrañaba las relaciones humanas en especial mi hija y mi pareja.
El descenso fue lento al igual que el regreso al día siguiente por “Plaza de Mulas” (4300 msnm) hasta “Horcones (2950 msnm), donde terminaban mis pasos. No considero a las montañas como depositarias de sueños aunque creo que se trata de establecer una conexión con algo más grande,
eterno y que forma parte de nosotros cuando caminamos ese territorio. También debo considerar que toda esta narración es subjetiva, donde cada ascenso es una historia, una revelación personal, donde las contradicciones nunca nos abandonan pues al mismo tiempo subir montañas es algo complicado y sencillo, casi infantil, como los sueños.
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n un trekking de tres horas (aproximadamente unos 15 kilómetros), testeamos este producto con resultados más que buenos. La primera sensación es comodidad, es un calzado muy suave y cálido. Al caminarla, se nota rápidamente la conservación de la temperatura que logra, generado por la calidad de sus materiales que mantienen el pie
caliente en condiciones de bajas temperaturas. Esta condición es primordial para realizar una actividad placentera. Otro eje importante es su flexibilidad. Por lo general las botas de trekking y hiking son bastante rígidas, pero este modelo sin perder las condiciones de protección del pie, mantiene una muy buena elasticidad. A que nos referimos con ésto? caminando en senderos, por zonas de piedras o bien, por lugares donde hay espinas o ramas, protege 100 x 100 y mantiene una ductilidad considerable gracias a la capellada sintética de nobuk. Probada en condiciones de fricción, no sufre roturas, ya que está más reforzada en puntera y talón. También se destaca la suela de caucho, que ofrece un agarre seguro en distintas superficies, sea en piedras, barro, troncos,
etc, y, en situaciones de piso seco o mojado, por sus tacos laterales anti derrape. La suela hi tec MDT es óptima para senderos en la sierra, campos tupidos y caminos montañosos, una tecnología multidireccional apta para la práctica de hiking. Otra de las principales y muy importante cualidades de este calzado es que es wáter resist por su sistema dri tec , es un calzado resistente al agua, el transcurso del testeo, hemos metido el pie casi por completo en el agua unas 20 veces
entre 5 segundos y tres minutos esas inmersiones, cuando llegamos de la prueba al sacarnos las botas nos dimos cuenta primero que las medias no estaban mojadas, y segundo que el calzado en general estaba seco en el interior, demostrando así que además de no permitir que entre el agua posee una excelente transpirabilidad. Otra de las características es que la lengüeta viene sellada hasta arriba de la bota permitiendo sumergir el pie más profundo sin temor a que entre el agua.
La media caña por otro lado tiene una excelente terminación en la parte superior que evita que entren piedra ramitas o pasto. Si bien los cordones no son tubulares y tienen las cualidades estéticas de un cordón para este tipo de bota, no generan complicación y tienen una buena sujeción, en ningún momento las botas se desataron y eso que estaban atadas con nudos comunes. Lo bueno del cordón es que es entrelazado y todas las sujeciones son de acero inoxidable
Por último es un calzado con muy buen grip y y una amortiguación acorde como para meterle horas y horas de caminata, copia bien todos los suelos y nunca se nota incomodidad si pisamos una piedra, es más ni nos damos cuenta. En resumen es un calzado excelente para treeking de un día, confiable y resistente al agua, un calzado para que podemos garantizar que nos va a mantener el pie protegido y cálido en toda nuestra salida
Nuestra campera Titanium OutDry es como una armadura absolutamente impermeable y respirable con evaporación acelerada de la humedad interior, confeccionada con costuras totalmente selladas y capucha ajustable. También cuenta con ventilación bajo las mangas, faldón trasero, puños y dobladillo ajustables y cierres Light Rail en los bolsillos laterales.
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egún la Asociación de Estadísticas de Carreras, Harriette ttttttttttttThompson luego de 3 horas, 54 minutos, 16 segundos en los 21 kkkkkkkkilómetros del Rock'n Roll de San Diego, se convirtió en la mujer de más edad en correr media maratón. “Este año realmente no pude entrenar demasiado porque me operé la pierna hace unos meses”, señaló. La corredora de 94 años, sobrevivió a un carcinoma de células escamosas y cáncer oral. “Mi entrenamiento comenzó cuando pude empezar a caminar de nuevo. Hice un par de carreras de 5K y una de 8K. Mi hijo Brenny y yo probamos 12 kilómetros antes de la carrera, tenía miedo de no llegar a los 21, pero lo logramos”.
as zapas son pesadas y los huaraches no", señaló María, una de las mmmmmejores corredoras de larga distancia en la comunidad indígena rrrrrrrrrrrarámuri en México, luego de quedar primera en la carrera UltraTrail Cerro Rojo. Junto a 500 atletas de 12 países, Lorena atrajo a los medios por la vestimenta típica de su cultura que incluía sandalias (realizadas por ella) en lugar de zapatillas. Los 50 kilómetros de montaña, los completó en siete horas, sin geles, bastones ni lentes, sólo con una botella de agua, una gorra y un pañuelo en el cuello. La joven entrena de acuerdo a las rutinas rarámuri, con caminatas largas y escaladas por el monte. Con esa preparación, ha corrido más de 15 ultramaratones desde que empezó a competir, a los 17 años. En el Ultramaratón Caballo Blanco de 2016, logró el tercer lugar en los 80 km. En el Ultramaratón de los Cañones de 2015 en Guachochi, quedó en cuarto lugar en la categoría de 100 km. Ahora, viajará por primera vez al exterior para competir en ultraTrail de 97 km en Tenerife.