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HISTORIA G
E
N
E
R
A
L
DE FORMOSA
DESDE SUS ORÍGENES HASTA LA ETAPA PREFUNDACIONAL
TOMO I
MARCOS RAÚL MOLARES
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A la memoria de Elvio Molares, mi padre ‌
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“No se cuentan historias de desamparos si no hay quien los cobije� El autor
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INTRODUCCIÓN
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¡POR DIOS!, ¿QUÉ HICIMOS?
La voz de una conciencia es la que quisimos expresar, rudimentariamente, en este Primer Tomo de la Historia General de Formosa. No es la palabra de una sola vertiente sino de todas, conjugadas, aunque con matices diferentes, como realmente corresponde cuando se quiere narrar una historia con un pretendido sesgo imparcial; y al referirnos a una totalidad, queremos identificar a la integralidad de los protagonistas de esta Historia formoseña: a los proto-aborígenes del Gran Chaco, a los chaquenses típicos, a los primitivos habitantes naturales de Formosa, a los hispanos, a los criollos, y también a los primeros inmigrantes. Como es una voz continua, persistente, machacante, contemplativa, y sobre todo cronológica hasta el mismo hartazgo, es que procuramos respetar su ritmo acompasado y fluido, como el de un río que derrama sus humedales por todos los vericuetos territoriales, en espacio y tiempo, de la geografía del Gran Chaco, en general; y de Formosa, en especial. Por eso, para no desviar el flujo discursivo, que tiene una direccionalidad marcada desde el inicio de la obra, aspiramos a no atosigar al lector con capítulos, secciones, apartados e ítems, ni adornar el traje del libro con una miríada de títulos y subtítulos; porque interpretamos que, de haberlo hecho así, hubiéramos trastocado la narración incesante, constante, cual si fuera un murmullo de los antepasados de estas tierras de maravillas. No quisimos, en suma, decapitar este cuerpo his7
INTRODUCCIÓN
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tórico antes de que inicie su caminar. Esta técnica narrativa para leer de corrido esta primera parte de una historia de Formosa que aborda matices atrapantes, sacrifica muchas veces los carriles formales, y confesamos que cuando quisimos detenernos en alguno de ellos, para relatarlos, por exigencias de la propia ciencia de investigación, tuvimos que sofrenar los impulsos de obviarlos en pos de la continuidad, la fluidez y la sucesión sincrónica de hechos. Somos de la opinión de que la historia de estos pueblos – porque Formosa es un baluarte que entrecruza pueblos de distintos orígenes– debía ser narrada en forma omnisciente, retratando un murmullo que se escucha pegando oídos a la tierra; un murmullo que parte de tiempos remotos, cuando el recóndito misterio de la vida comenzaba su gira terrenal desde los pulmones de algún continente de ultramar. Nada descansa en estas regiones, ni siquiera la misma y bendita tierra. Todo es incesante, no hay hiatos, pausas, ni siquiera silencios; todo marcha, todo arremete, y la historia de Formosa –como es obvio– tenía que imbuirse de la misma singularidad. Tampoco podía esta historia parar, descansar, sentarse a ver sus propios acontecimientos; debía seguir y seguir, como hasta ahora prosigue el derrotero formoseño: con ritmo cadencioso pero implacable, hasta alcanzar su propia grandeza. Esta personificación de la historia de estos pueblos era necesaria, porque se impuso a sí misma como un corpus sui géneris, con un aliento proteico, quizás gracias al influjo de chamanes que duermen sueños enloquecidos desde el pasado mágico de estas comarcas. No es un rasgo de soberbia, ni mucho menos de petulancia, lo que traslucimos. Nada más alejado de esas posturas están nuestras pretensiones y argumentaciones; pero en rigor, no quisimos narrar una historia que nazca muerta y conser8
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vada con el formol de los archivos de Indias, en Sevilla, o de los repositorios de alguna provincia del Nordeste argentino. Quisimos una historia viva, por cuyas arterias corran los vivificantes tiempos, uno tras otros, en seguidilla de hechos, acontecimientos, pesares, alegrías, esperanzas y frustraciones, muertes y nacimientos; pero sobre todo nacimientos: siempre un comenzar, siempre un vagido, siempre un vientre expulsando puntos de partida. No juzgamos de otra forma, sistematizar esa voz antigua que se quiso transmitir en estas páginas. Puede que algunos la consideren pálida, con achaques, sin fuerzas; pero lo que nunca notarán es que tome las características de un fósil académico, un resto fúnebre indiferente, tatuado de citas y notas. Nada de textos arqueológicos o paleontológicos, sino gemidos, llantos, gritos, letanías, risas, alegrías o tristezas. En fin, la vida misma, maravillosamente vivida por los ancestros: desde los temibles y gloriosos Incas del Altiplano hasta los feroces Arawacks aplastando tribus que se les cruzaban al paso; desde la mansedumbre de los Mataráes cultivadores hasta la hidalguía pavorosa de los Abipones sobrecogiéndose ante el signo de la Cruz; desde las flechas mochas de los chaquenses cazadores de aves hasta el vómito de pólvora de los arcabuces espantando los pájaros de una selva virgen y celestial; desde el sacrificio de miles y miles de soldados rasos españoles, sin pagas, casi hambrientos, dirigidos por adelantados piratas, cegados por cuentos de minas de oro y plata, y al mismo tiempo azuzados por reyes lejanos que ni siquiera sabían por dónde incursionaban y a los que solamente les importaba la concreción de saqueos y matanzas de naturales para engrosar sus delgadas arcas imperiales con las riquezas vernáculas arrasadas. En las nervaduras de la conciencia todo tiene que ver con todo. No hay signos aritméticos del más o del menos; la totali9
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dad es multiplicación y por ende una síntesis que se alza a revolcones en los patios traseros de las historias regionales para engendrar nuevos ángeles y demonios. Los que convivirán con un solo derrotero –al mismo tiempo infinito porque los aconteceres nunca dejan de sucederse–, que es el de hacer esas historias y, de última, reivindicarse ante los espejos del futuro como si fueron impolutos, aunque estén manchados de pecados propios y ajenos. ¿UN GALLINERO EXPRESIVO?
Ahora bien, ¿quiénes hacen historia? A juzgar por los discursos altisonantes de grandes historiadores nacionales –que suenan en escafandras herméticas en las que sólo escuchan ecos de sus propias voces mientras bucean en las aguas poco profundas de los archivos vetustos de la gran capital–, la historia es propia del quehacer magnánimo de los próceres de estatura nacional; casi de paso y a tris de indulgencia, reconocen que los robustos caudillos provinciales algo habrán tenido que ver con esa historia tan particular, contada desde cómodas y relucientes oficinas porteñas. Pero las acciones decisivas y los hechos bisagra se corresponden, según ellos, con los héroes de la marquesina portuaria, porque si esa historia no es contada desde el centro del país, no es historia integral de la Nación, sino solamente un tímido cacareo de los gallos del interior intenso; o sea, de ese gran y desordenado gallinero expresivo, al cual ellos llaman despectivamente: Historias de provincias. Si ése es el lugar que encomiendan a próceres regionales como el Chacho Peñaloza o Francisco Ramírez en sus pomposas carteleras relucientes de tiraje nacional, ¿qué les pudo tocar a los territorios olvidados, defenestrados, postergados hasta la angustia visceral, arrojados desde las cúspides instituciona10
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les de sus mullidas poltronas académicas, como lo fue el caso de Formosa? ¿Qué anatema más van a agregar, en el futuro mediato, a los adalides provinciales que lideran sucesos que tarde o temprano tendrán inexorablemente repercusiones históricas de estallido nacional? Hay una respuesta. Los intereses portuarios hace mucho tiempo respondieron –de la mano del primer historiador mercenario del Río de la Plata, Ulrico Schmidl– catalogándonos de pueblos bárbaros, y por lo tanto sin historia; debido a que para ellos la historia es sinónimo de civilización europeizante. No se cuenta la historia de los nativos porque si hay que exterminarlos –como realmente lo pretendieron y lo fueron haciendo, cebados por la ambición y la convicción cobarde de su superioridad armamentista–: ¿de qué vale una historia para los cementerios de tantos aborígenes acribillados por disparos, hambrunas y torturas desquiciantes de las encomiendas? Entonces surge otra voz, que no es un murmullo ni un discurso lento lanzado hacia extramuros; que dice que el Gran Chaco no tuvo historia, ni aún con el establecimiento del Territorio Nacional, ni aún antes con las primeras disposiciones del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que les fijaban jurisdicciones imprecisas a estas regiones. Si no había historia, no hay sonidos. Existen silencios, que no se pueden contar, porque expresan vacíos… ausencias. En fin, no se cuentan historias de desamparos si no hay quien los cobije. Hablan, entonces, de historias jóvenes que hace poco más de una centuria nacieron con el pulso inmigratorio europeo y que, como tales, deberían fortificarse con una maduración lenta, acordes a sus años todavía mozos. Para el caso, historias estacionadas para fermentar en un posible futuro, pero que por ahora no dicen nada al contexto nacional, dado que están en ciernes. 11
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Formosa fue considerada de ese modo; sin pasado milenario, antes de Fontana y su acto fundacional. Un inescrutable rincón boscoso del país, con vacíos poblacionales que ahondaron su misterio por eso de que las vivencias de los que fueron aniquilados y masacrados no son historias sino estertores agonizantes que no conmueven a ciertos oídos dado que ya no son; fueron en tiempos antiguos, acechando desde las costas del Paraguay, el Pilcomayo y el Bermejo; atropellándose en sus parajes escondidos, desplazándose por los afluentes de estos grandes ríos; pero siempre espantados, asesinados o torturados en el nombre de la Corona y del buen Dios. Durante mucho tiempo se ha dicho que no están estos pasajeros indígenas migrantes de todas las latitudes del Gran Chaco. Quienes también merecen ser reconocidos como habitantes formoseños de esa rectangular llanura paradisíaca que protegió seres tan humanos como los españoles o los misioneros, o aún más, dado que no estaban contaminados por los vicios decadentes de la civilización; y que además hicieron historia, guerreando o dedicados a la paz sapiencial de las sementeras, con todos sus mitos y costumbres, escribiéndolos por igual en el agua y en el viento, a modo de tragedias y epifanías de sus elocuentes existencias. Los dueños de las heredades formoseñas y del espacioso Gran Chaco, estaban. Fueron ojos que acechaban el curso invasor de los hispanos en sus embarcaciones y que fueron incubando una rebelión montaraz, que solamente la bravura del Guaycurú formoseño pudo enastar en sus pabellones de la guerra. Esta historia de la resistencia de los indígenas típicamente formoseños, a las huellas invasivas de los opresores castellanos, también deben ser contadas y enaltecidas en el podio de los grandes acontecimientos de la historia de estos pueblos. Aún más cerca en el tiempo siguieron rebelándose, y ahora 12
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contra el avance de las tropas paraguayas, del dictador Gaspar Francia: ¿Alguien –por si acaso– se acordó en el pliego de la historia del combate del 9 de agosto de 1839, en los límites costeros del actual emplazamiento de la ciudad de Formosa, en el cual perecieron los jefes Guaycurús Juancito y Francisco – cuyos originales nombres se diluyeron– ultimados por los efectivos del Fuerte Formoso? Esa sangre que regó las costuras del suelo formoseño, muy cerca del actual Puerto Viejo, debería tener un responso de las actuales generaciones, porque bendijeron la resistencia a la invasión de sus comarcas. En un mediodía de un día invernal, en circunstancias confusas por los entretelones que rodearon a estos hechos, un contingente de Guaycurús atacó al Fuerte con una lluvia de flechas, en tanto aprontaban sus lanzas para el cuerpo a cuerpo; mientras que, desde el interior de la guarnición, los soldados se defendían con disparos de fusiles. En el suelo, en un descampado, con palideces mortecinas contrastando con el púrpura de sus sangres y el azul intenso de un cielo que los espía entre las nubes, los dos cuerpos de los jefes indígenas yacían tirados, exánimes, aventajados momentos antes por el Jefe de la Comandancia y su lancero quienes los habían matado, presuntamente a sangre fría, cuando intentaban parlamentar. Esto también es historia, y de pura cepa formoseña. De modo que hay mucho más hilo por cortar en la etapa indígena precolonial y en la hispana colonial que en las posteriores, ya que proliferan en estas últimas los antecedentes documentológicos en los diversos archivos de la región. Falta profundizar la etapa indígena formoseña y la prefundacional, para desmentir esa voz que dice que no hubo historia antes sino solamente después del inmigrante blanco. Escarbar los archivos de Indias, en Sevilla y en otras regiones de Europa, pero también zambullirse en las bibliotecas de la Universidad de 13
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Texas, en Austin –y muchas otras más del país del Norte–, para seguir buscando las historias de estas comunidades indígenas que la poblaron, es una actividad obligatoria de todo investigador que pretenda llegar al fondo de este manantial efervescente que riega las venas del pasado formoseño. No hay que satisfacerse solamente con leer legajos históricos de la zona. Hay que recitar historias de un desamparo precolombino, encontrando repositorios que los cobijen; para darnos cuenta de que la real y pavorosa inclemencia, y la intemperie maldita que arrastró las existencias de tantas naciones aborígenes comenzaron, en verdad, después del descubrimiento de Cristóbal Colón, y en particular, luego de la incursión de Gaboto en el Gran Chaco. Aun así, porque sostenemos firmemente que en la historia todo se relaciona con todo, no se puede soslayar el relato de las simbiosis que se producen con el cruzamiento de razas y culturas, entre el blanco y el nativo chaquense; tanto en la etapa prehispánica como en las posteriores: las de la colonización española, la emancipación argentina y la estrictamente prefundacional de Formosa. Los unos, vencidos y casi aniquilados, vagando por las comarcas, parajes, llanos y esteros; los otros, cuasi vencedores, adentrándose en lugares inhóspitos donde extrañas epidemias o agudas flechas y lanzas también los irían diezmando, aunque en menor número. Pero son historias que también tienen el rango de epopeyas; historias que al ser contadas rasgan los velos de la uniformidad y de la ideología ramplona de los estereotipos, ya que el blanco también hizo mucho por esta historia especial de la región, dado que fue el motor que activó la represa que a su turno catalizó las energías de tantas razas europeas, nativas y criollas para alimentar ese progreso, primero estancado y obstaculizado por mezquinos intereses nacionales, y luego bullente y expeditivo, hacia una provincia que va creciendo con indiscutible identidad propia.
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Por este motivo, porque consideramos la urgencia en adoptar una visión total, consciente, imitando la voz interior de nuestras más íntimas convicciones, deseamos con esta obra ir más allá en el concepto de la historia formoseña y regional, para invitar a recabar en un futuro próximo –con investigaciones más profundas que las que humildemente traemos a la lectura– el paso existencial y sociocultural no sólo de todos aquellos que algunos vez fueron anónimos –porque se sabían que existían pero se ignoraban sus nombres y sus trances–, sino también de los invisibles, los que no fueron vistos, o porque se los consideró intrascendentes para tejer el manto de la historia o porque no fueron descubiertos y aún faltan por ser atrapados en las paginas de una nueva historia integral, donde no sólo tengamos sus actos relatados al son de otras crónicas enriquecedoras del acervo formoseño, sino también sus nombres: dado que si persistimos en no concurrir al salvataje de los reales nombres, tanto de los antecesores anónimos como de los invisibles, jamás tendremos una identidad real como terruño, y lo que mostremos como tal será una burda mascarada. Todo nombre lleva implícita una vida. Una vida es un mundo rico en matices y fecundo en alumbramientos de vivencias que siempre merecen ser contadas. Hay ausencia de nombres en la historia de Formosa, e incluso hay amputaciones de designaciones, o reemplazos inexpresivos. El jefe Guaycurú don Martín y su esposa Francisca, no son tales. Los jesuitas los volvieron anónimos. Transmutaron sus designaciones para volverlos otros; y así les fue. Ellos mismos se prestaron a esa farsa de identidades, pero no por mucho tiempo. Finalmente se escaparían a sus feudos arbóreos, para seguir con sus vidas primigenias. Esto sucedió en la posible primera reducción de indígenas en Formosa, llamada Santa María de los Reyes. Martín es uno de los primeros próceres indígenas 15
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que rescatan las Cartas Anuas de los Jesuitas, pero es una materia pendiente el ahondamiento de su historia y la de su pueblo en aquellos años, a partir de 1609. Valga este ejemplo para mostrar que a un cacique formoseño se lo transformó en un individuo anónimo, sin pasado y sin nombre original. Ni qué decir de su pueblo originario, que para los jesuitas era invisible y solamente tomaba cuerpo y existencia cuando se incorporaba a sus reducciones para ser amansado y despersonalizado bajo el azote de una cruz y de una disciplina cristiana tergiversadas. El autor
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ÍNDICE
TOMO I INTRODUCCIÓN DIOS MÍO, ¿QUÉ HICIMOS? ¿UN GALLINERO EXPRESIVO?
pag. 7 pag. 10
CAPÍTULO I
EL PRINCIPIO 1. LA TRANSICIÓN DE LAS ERAS GEOLÓGICAS
pag. 19
El Gran Chaco y sus límites (19) - Distintas denominaciones de la región (20) - Significado de la voz Chaco (21) - El Chaco Central como relieve
oceánico (22) - La región: hacia un lecho marítimo (24) - El Mar Para-
naense (24) - Origen de la Fauna y Flora (25) - Formación de los suelos
(27) - Nacimiento de redes hidrográficas (27) -
2. LA PREHISTORIA: GÉNESIS Y DESARROLLO
pag. 33
Irrupción del hombre (33) - Corrientes migratorias en América (33) - Evolu-
ción climática en el Gran Chaco (35) - La llanura formoseña consolidada
(35) - Comunidades primitivas en América (36) - Asentamientos indígenas en
el NEA (38) - Culturas de Mesoamérica y los Andes (39) -
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CAPÍTULO II
ETAPA INDÍGENA 1. LAS MIGRACIONES INDÍGENAS EN EL GRAN CHACO
pag. 47
Corrientes migratorias neolíticas (47) - Desplazamientos de Matacos y Zamucos (48) - Avance Incaico en la región (48) - Tipos étnicos-racia-
les en el Gran Chaco (51) - Los chaquenses típicos (52) - Pueblos y cul-
turas prehistóricas de la Argentina (52) -
2. LOS ABORÍGENES DEL GRAN CHACO
pag. 55
Pueblos primitivos e influencias sobre el chaquense (55) - Clasificación
étnica-lingüística de los chaquenses típicos (56) - Naciones indígenas
del Gran Chaco (56) - Costumbres de la etnia chaquense (56) -
3. CARACTERÍSTICAS DEL CHAQUENSE EN SUS REDUCTOS
pag. 63
Los Guaycurúes (63) - Los Abipones (65) - Los Mocovíes (67) - Los Pi-
lagás (68) - Los Tobas (69) - Los Mabayás (70) - Los Caduveos (71) - Los
Payaguás (71) - Los Agaces (72) - Los Mataco-Mataguayos (72) - Los
Matacos (74) - Los Mataguayos (76) - Los Vejoces (76) - Los Noctenes
(76) - Los Chorotís (76) - Los Guisnayes (78) - Los Malbalás (78) - Los
Mataráes (78) - Los Chulupís (79) - Los Tonocotés (79) - Los Lule-Vilela
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(80) - Los Vilelas (81) - Los Lules (82) - Los Chunupís (82) - Los Chiri-
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guanos (82) - Los Salabines y Sanavirones (85) - Los Calchaquís (85) - Los Calchines (85) - Los Zamucos (86) - Los Maskoy (86) - Los Cocolot y los Aguilot (88) - Los Lenguas, los Enimagás y los Guentuses (88) - Los Me-
penes (89) - Los Ojomas (89) - Los Colastinés (90) - Los Caracarás, los Mbe-
guás y los Timbús (90) - Los Guacarás y los Mogosnas (90) - Datos
demográficos del siglo XVII (90) - Nombres de comarcas del Chaco (90) -
4. EL INDÍGENA EN SU HÁBITAT FORMOSEÑO
pag. 97
La región de Guelgoritá (97) - Grupos Mataco-Mataguayo y Guaycurú (98) - Localización de naciones indígenas (98) - Movimientos
migratorios internos (100) - La belicosidad del Guaycurú (101) - Otras tribus del Pilcomayo y del Bermejo (102) - Densidad poblacional in-
dígena en el siglo XVII (102) -
CAPÍTULO III
ETAPA HISPANA 1. EL DESCUBRIMIENTO Y LAS EXPEDICIONES DE LA CONQUISTA
pag. 107
Cristóbal Colón en América (108) - Expedición de Juan Díaz de Solís
(109) - Viaje de Hernando de Magallanes (110) - Alejo García y su odi-
sea (111) - Sebastián Caboto descubre al Gran Chaco (112) - La suerte
trágica de Pedro de Mendoza (117) - Exploraciones de Juan de Ayolas
(119) - Fundación de Asunción (120) - El Adelantazgo de Álvar Núñez
477
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Cabeza de Vaca (122) - La revuelta de los comuneros en Asunción (124)
- Viajes de Domingo Martínez de Irala (128) - Fundaciones de Nufrio de
Chavez (132) - La tragedia de Andrés Manso (133) - El éxodo asunceno (133) - La Gran Entrada de Francisco de Mendoza (136) - Francisco de
Aguirre en el Chaco (137) - Creación de la gobernación de Tucumán (138) - Aguirre en la Gobernación del Tucumán (139) - Fundación de Talavera de Esteco (140) - Incursión de Juan Gregorio Bazán (140) - Fun-
dación de Santa Fe (140) - Gestión de Jerónimo de Cabrera (141) - Intrigas contra Ortiz de Zárate (142) - Nueva fundación de Buenos Aires (142) - Rebelión de mancebos paraguayos (143) - Últimos afanes de Juan
de Garay (144) - Erección de Concepción del Bermejo (146) - El camino formoseño de la yerba mate (150) - El trato hacia los indígenas (151) -
Las ordenanzas de Alfaro (151) - Ataques indígenas sobre Concepción
(152) - Fundación de Corrientes (153) - La jurisdicción de Concepción
del Bermejo (154) - Reducción de San Francisco en el Chaco (155) - Declinación y extinción de Concepción (155) - Decaen las colonias hispa-
nas (156) - Fundación de Salta (157) - Los bandeirantes invaden la
región del Guayrá (158) -
2. LA ACCIÓN DEFENSIVA DE LA CONQUISTA
pag. 165
El chaquense, soberano del Gran Chaco (165) - El poderío indígena en For-
mosa (167) - Reducción de Santa María de los Reyes (169) - Asedio en el Tu-
cumán, Santa Fe y el Paraguay (174) - Expedición de Ángel de Peredo (175)
- La acción religiosa de los misioneros (176) - Los Borbones y el despotismo
ilustrado (178) - Excursión de Esteban de Urizar (180) - Exploración de Ga-
478
briel Patiño (181) - Recrudecen los ataques indígenas (182) - Tratado de paz
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con los Qom (183) - Expediciones contra los chaquenses (183) - Joaquín Es-
pinoza y la Senda de los Macomitas (185) - La travesía de Miguel Arrascaeta (187) - Excursión al Chaco abortada (187) - Instalación de misiones en el Gran Chaco (188) - Reducción de San Fernando del Río Negro (191) - Reducción de Nuestra Señora del Rosario y San Carlos del Timbó (192) - Re-
ducción de San Francisco Solano (196) - Reducción de Naranjay (197) Redoblan esfuerzos de pacificación (198) - Corruptela en las administra-
ciones del Tucumán (200) - Expedición de Gerónimo Matorras (201) - In-
cursión de Francisco Gavino Arias (202) - Viaje al Bermejo de Francisco Morillo (204) - Fernández Cornejo explora el Bermejo (205) - Perspectiva reduccional en el Gran Chaco (206) - Radicación de fortines y poblados paraguayos (207) - Espínola y Peña, y la travesía de Formosa (208) - Reper-
cusiones de la rebelión de Túpac Amaru (209) - Choque de culturas hispano indígenas (210) - Sucesos libertarios en el mundo (211) - El virrei-
nato del Río de La Plata (211) - Administraciones virreinales (213) -
CAPÍTULO IV
ETAPA CRIOLLA 1. PROLEGÓMENOS Y COMIENZOS DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA. EL GRAN CHACO DURANTE LA EMANCIPACIÓN pag. 225 El imperio napoleónico (225) - Las invasiones inglesas (226) - La Revolu-
ción de Mayo (228) - Declinación de fuerzas en el Gran Chaco (229) - Alis-
tamiento de chaquenses en ejércitos patrios (230) - Levantamiento
indígena en Santa Fe (231) - Triunfo de chaquenses sobre tropas (232) - Línea
479
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defensiva de Juan José Viamonte (232) - Declaración de la Independencia
(233) - Malones en el Chaco Austral (235) - Corrientes pacta la paz con los chaquenses (238) - El cruce del Chaco de José Manuel Salas (239) - Defen-
sas en Santiago del Estero (239) - Güemes incorpora chaquenses a sus tro-
pas (240) - Pablo Soria y la expedición al Bermejo (242) - Exploraciones del
Pilcomayo (242) - Fuertes en Formosa (243) - Estadía de Mariano Alonso
(248) - Combate de Formoso (249) - El Paraguay enfrenta a Rosas (250) Excursión de José María Aguiar (251) - Campaña de Manuel Antonio
Ramos (254) - Estrategia ocupacional del Paraguay (255) -
2. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL PAÍS. EL GRAN CHACO CONQUISTADO
pag. 263
Sanción de la Constitución Nacional (263) - Avance militar en el Gran Chaco (265) - Fortificaciones salteñas en el Chaco Occidental (268) - Fun-
dación de Colonia Rivadavia (268) - Explotación indígena en Salta y su
conflictividad (269) - Las misiones franciscanas desde Salta (271) - Mártires franciscanos (273) - Nuevas exploraciones del Bermejo y del Pilco-
mayo (275) - Antiguos asentamientos en Formosa (276) - Desencuentros limítrofes con Paraguay (277) - El camino al Litoral (278) - La Ley Na-
cional Nº 28 (279) - Proyecto del camino a Santiago del Estero (281) -
Reducción de San Buenaventura de Monte Alto (283) - Inicio de la Gue-
rra de la Triple Alianza (283) - Los franciscanos en Santa Fe (284) - Par-
ticipación del chaquense en la guerra (284) - La faz oculta de los
misioneros (285) -
480
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CAPÍTULO V
ETAPA PREFUNDACIONAL 1. INSTALACIÓN DE LA GOBERNACIÓN DEL CHACO
pag. 293
La Paz Armada (293) - Fin de la presidencia de Bartolomé Mitre (295) Asume Domingo Faustino Sarmiento (296) - Formosa: teatro de opera-
ciones militares (296) - Evacuación de Humaitá (298) - Batalla de Cerro
Corá (301) - Colonia Nueva Burdeos (302) - Creación de Villa Occidental (305) - Ocupación argentina de Villa Occidental (305) - Mariano Varela: “La victoria no da derechos” (307) - La gobernación del Chaco
(309) - Julio de Vedia, primer Gobernador (311) - Mitre versus Tejedor:
posturas (315) - Iniciativas pastorales y educacionales (315) - Interinato
de Federico Mitre (316) - Reasunción del Gobernador Vedia (318) - Em-
prendimientos comunales (319) - Los límites del municipio (319) - Vi-
cisitudes en la Villa (319) - Presidencia de Nicolás Avellaneda (320) -
Interinato de Agustín Ceppi (321) -
2. EL DESARROLLO DE VILLA OCCIDENTAL
pag. 329
Interinato de Sinforiano Alcorta (330) - Sufragio municipal (331) -La
crisis nacional (332) - Corrupción e Indisciplina en los cuarteles (333) -
Napoleón Uriburu asume la gobernación (334) - La comuna intervenida (336) - Uriburu explora el Pilcomayo (337) - Creación de la Jefatura
del Chaco (338) - Comisión Exploradora del Chaco (338) - Trazado de
la Colonia Resistencia (339) - Gestión del gobierno de Uriburu (344)
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- Plan de colonización sobre costas formoseñas (347) - Aparición del
periódico “El Chaco” (349) - Proyectan nuevos pueblos en costas formoseñas (350) - Al rescate del vapor Río de las Piedras (350) - Coali-
ción indígena para atacar a San Fernando (353) - Combate de las
Tolderías (356) - Asedio sobre San Fernando (357) - El ocaso del cacique Leoncito (357) - Guarismos poblacionales en el Gran Chaco (359) - Tran-
sición gubernamental en el Chaco (360) - Ley de Inmigración y Coloni-
zación (361) - Villa Occidental sometida a arbitraje (363) - Evacuación
brasileña de la Isla del Cerrito (366) - La gobernación del Chaco se instala en la Isla (367) - Interinato de Fontana (368) - Gobernación de Pan-
taleón Gómez (369) - Creación de las Compañías de Gendarmes (370) Situación de la Villa y la región (371) - Arribo de colonos a Resistencia
(373) - Regulación de la explotación de bosques (375) - La educación en la Villa (378) - Problemática de la tierra (378) - Un proyecto de colonización del paraje “Formoso” (379) - Las comunicaciones en la Villa (381)
- Pantaleón Gómez y el conflicto de Corrientes (382) - Destitución de
Pantaleón Gómez (384) - Burocracia, discursos y ruegos (385) -
3) LA DECLINACIÓN DE VILLA OCCIDENTAL. ACTOS PREFUNDACIONALES
pag. 391
Lucio Mansilla, nuevo Gobernador (391) - Fallo arbitral del Presidente
Hayes (392) - Desempeño de Manuel Obligado en el Chaco Austral
(394) - Interinato de Fontana en la gobernación (396) - Mansilla asume
la gobernación del Chaco (397) - Exploración de Luis Bernet (397) - In-
forme de Fontana sobre la gobernación (398) - Avellaneda y su pro-
482
yecto de capital (400) - Mansilla aconseja fundar el poblado en Formosa
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(400) - Fontana comisionado para la exploración (403) - Viaje de exploración de Fontana (405) - Informe del 24 de marzo (406) - Formosa: lugar elegido (414) -
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
pag. 423
REVISTAS CONSULTADAS
pag. 453
ARCHIVOS CONSULTADOS
pag. 457
BIBLIOTECAS CONSULTADAS
pag. 458
REFERENCIAS DE ILUSTRACIONES
pag. 459
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