Soy... 2º E.S.O. B
Curso 2013/2014
Beatriz Rodríguez Vacas, 2ºB Cristina Vázquez Puerto,2º B
El cerdito del
portal de Belén Hoy es un día normal de Navidad, el único momento del año en el que puedo ver la luz. Cuando empiezan las vacaciones de Navidad, la gente pone el portal de Belén, y cuando las vacaciones acaban, la gente lo quita, y yo, que soy un cerdito del portal de Belén, pues casi que nazco en Navidad y muero al acabarse estas fechas tan especiales para todo el mundo. En Navidad las personas están felices por poder estar toda la familia unida, pero también entristecen al recordar a quienes no están con ellas, por eso Navidad puede ser un tiempo de felicidad pero también de tristezas. Bueno, yo que soy un cerdito, en el portal me colocan con el resto de los cerdos, y a
contradición de los años pasados, este año, en la familia que me acoge en su portal, hay un nuevo miembro no humano... Yo estaba tranquilamente en lugar del portal cuando, de repente, todo el serrín sale volando por los aires por culpa de una corriente muy fuerte, como un tornado, la luz de la lámpara se ve opacada por una figura que desciende, con sus majestuosas alas verdes, su cola coloreada por varios colores y un pico parecido a un gancho. Era un pájaro, ¡un pájaro gigante!. Al pájaro gigante le entraron ganas de venir hacia donde me situaba, y yo, muerto de miedo, nada más que sabía encogerme, sabiendo que, a diferencia de él, no me podía moverme de donde me situaba. El pájaro gigante se acercaba cada vez más hacia mí, hasta que me cogió, entonces solo pude conocer el dolor, un dolor causado por el ganchudo pico de ese infernal pájaro que me elevaba por los aires y me tiraba al mismo tiempo, y yo, carente de músculos y articulaciones, sólo dotado de inteligencia pero sin manera de defenderme,
sólo podía sufrir. Ese dolor lo conocí hasta que la Navidad paso, pero a sabiendas de que la Navidad que viene pasaría por lo mismo, ya no tenía ganas de que llegarán las Navidades siguientes, pues para pasar dolor, prefiero la muerte.
UNA NAVIDAD MUY ESPECIAL Cristina Vázquez Puerto,2º B Era un bonito 20 de diciembre y como todos los años sobre esas fechas, se acababa el colegio para los más pequeños y el ambiente rebosaba de alegría . Como en años anteriores me habían puesto unas bonitas luces de colores que adornaban mis hojas, pero este año fue diferente , pues al día siguiente, al amanecer vi que unos hombres con sierras, cadenas y picos estaban cortando mi tronco y yo no podía hacer nada para evitarlo. Cortaron y serraron durante horas y al final mi duro tronco que había estado allí durante tantos años cedió y se
rompió. Cuando caí me recogieron con unas gruesas cadenas, me llevaron a la plaza mayor de el pueblo, me pusieron de pie y me quitaron mis antiguas luces sustituyéndolas por unas nuevas mucho más brillantes. También añadieron grandes bolas de colores; en lo más alto de mi copa pusieron una gran estrella dorada y bajo mi tronco para tapar esos cables que me mantenían en pie pusieron muchos regalos con grandes lazos, allí todo era precioso. Al acabarse las navidades, mis hojas empezaban a marchitarse, ya había pasado mucho tiempo lejos de mi antiguo hogar, me sentía mal pues necesitaba agua, tierra…y mi tronco solo sentía un suelo duro y frio a mi alrededor. Creía que ese año iba a ser el último, pensaba que al menos mi último año había sido el más bonito que un árbol como yo hubiese podido imaginar pues había visto como los niños jugaban con sus regalos, cantaban villancicos, se
encontraban con sus familias…Cuando venían a recogerme para llevarme al vertedero, vi que una niña de cuatro o cinco años a la que había visto jugar varias veces a mis pies, se interponía entre varias personas que ya querían quitarme de la plaza. A la niña se unieron más y más personas que al parecer me habían cogido mucho cariño y no querían que me fuese de aquel pueblo, al cabo de unos días vinieron unos hombres que quitaron las cadenas que sujetaban mi tronco pero esa vez no me metieron en un camión para que me llevara a el vertedero, en vez de eso vinieron varias excavadoras que empezaron a cavar y cavar en el suelo donde me habían situado esas navidades, y al momento me di cuenta no me iban a mover, lo que estaban haciendo era preparar el suelo para que pudiera quedarme allí para siempre y todo gracias a aquella niña pequeña, era fantástico.
Así pasé otras muchas navidades, viendo crecer a la niña y a otros muchos niños que jugaron durante muchos años en aquella plaza …