SOY... ¿Navidad o derroche? María Márquez 2º B
Sinceramente, odio la navidad. Que si villancicos por un lado, polvorones por el otro. ¿Qué se supone que tienen de especial estas fechas? Hace frío, hay comilonas excesivas sin una razón coherente, me colocan en lo alto del pino de navidad sin pensar en el miedo que me dan las alturas… ¡Ah, sí! Se me olvidó mencionar que soy Destello, esa estrella tan brillante que colocas en tu arbolito. Continuemos. ¿Por dónde iba?… Ya sé. La gente dice que es la mejor época del año, pero si te paras a pensar con un poco de paciencia ¿de verdad alguien cambia su carácter en Navidad? O ¿de verdad que todo el mundo es más amable en estos días
del año? Ya os lo digo yo: No. Puede que os preguntéis cuál es mi problema con la Navidad, ya que ¿a quién no le gusta? Todo se remonta a un 22 de Diciembre, hace trece años. Yo era aquella estrella grande y dorada que, como cualquiera de mis amigas, soñaba con estar en uno de esos árboles en el centro de la ciudad, llenos de luces de colores y espumillones a doquier. Sin embargo, no todos esos deseos llenos de esperanza llegan a cumplirse. Aquel día 22 una familia me eligió para colgarme en su pequeño y sofisticado abeto. Como tal estrella de Navidad que soy, estaba eufórica. Por fin
iba a tener un lugar en el que brillar y destacar. Y así fue. Aquellas navidades se convirtieron en las mejores de mi vida, mas las siguientes fueron todo un desastre. Por fin había pasado un año y volvería a salir de esa caja llena de polvo en la que me metieron el 7 de enero, tras desmontar los adornos de la casa. Recuerdo cada uno de los sentimientos por los que pasé en ese día: Unos brazos elevaron el recipiente de cartón y mi alegría subió hasta las nubes. Pero de repente todo empezó a dar vueltas; las bolitas de colores pasaban por encima de mí mientras que el espumillón giraba por el borde de la caja intentando escurrirse de ella. Cuando ésta se abrió; todo lo que había dentro, incluida yo, cayó
a lo que parecía un pozo oscuro y sin salida. El frío de la mañana me envolvió hasta caer encima de una lata. Miré a mi alrededor y todo lo que vi fue basura y más basura. Estaba en un contenedor. Se habían deshecho de mí como si de un bolígrafo gastado se tratase. La felicidad que tan solo hacía cinco minutos inundaba mi ser, ahora era un sentimiento de traición y tristeza que desgarraba cada una de las partes de mi pequeño corazoncito de metal. Pasó una semana hasta que el camión de la basura recogió ese contenedor. Lo llevó al basurero y allí me depositaron en una caja enorme con letras que decían “segunda mano”. Entonces pensé que quizá tendría
una oportunidad más de vivir como me merezco. Sin embargo no fue así. Llevo doce penosas navidades en el escaparate de una tienda situada en frente de cubos de basura. Me paso esta época del año viendo como a otras estrellas de Navidad les sucede lo mismo que a mí. Viendo como la gente derrocha el dinero y malgasta objetos en perfecto estado. Pienso en los sueños rotos de todos esos adornos y, sinceramente, se me rompe el alma. Doce años en una tienda de segunda mano con un nombre sin sentido, aunque llena de cosas en perfectas condiciones y deseando volver a vivir, para que la gente siga comprando objetos nuevos y tirándolos en
media hora. ¿Entienden ahora por qué no me gusta esta época del año? Nadie cambia. Tan solo compran y derrochan sin sentido común. ¡Oh! Un cliente. Será mejor que aproveche la oportunidad para hacerme notar. ¡Feliz año nuevo!