CUANDO EL FIN NO EXISTE
CUANDO EL FIN NO EXISTE
Tipografía González FADU/UBA 2013
Margarita Guglielmini
Tipografía 2 Cátedra González Ciclo lectivo 2013 FADU - Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo UBA - Universidad de Buenos Aires Alumna: Guglielmini Margarita Profesores: Lorena Belviso - Javier Devincenzi Impreso en Argentina
© 2013 MARGARITA GUGLIELMINI Todos los derechos reservados según conveniones internacionales de copyright. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, utilizada o transmitida en manera alguna sin permiso previo del editor.
Buenos Aires: FADU/UBA, 2013 104 p. ; 21 x 26 cm Narrativa Argentina. I. Título CDD 852
A la eternidad....
Í N D I C E
Encuadres Biografía Poemas Viento de esquina Los amigos
Veredas de Buenos Aires
Quizá la más querida
Otros cinco poemas para Cris
Happy New Year After such pleasure Cuentos Casa tomada
Continuidad de los parques
Historias de cronopios y famas
Rayuela Capítulo 1 Capítulo 73
Puntos de vista
Alfredo Barnechea
Robert Arapé
Susana Reinoso
Julio Cortázar
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< Julio Cortรกzar > H O M E N A J E
encuadres Aquel domingo de 1984 acababa de instalarme en mi escri-
torio para escribir un artículo, cuando sonó el teléfono. Hice
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algo que ya entonces no hacía nunca: levantar el auricular. “Julio Cortázar ha muerto —ordenó la voz del periodista— Dícteme su comentario”... Balbuceando, le obedecí. Pero
aquel domingo, en vez de escribir el artículo, me quedé hojeando y releyendo algunos de sus cuentos y páginas de sus novelas que mi memoria conservaba muy vivos. Hacía tiempo que no sabía nada de él. No sospechaba ni su larga enfermedad ni su dolorosa agonía. Pero me alegró saber que Aurora había estado a su lado en esos últimos meses y que, gracias a ella, tuvo un entierro sobrio, sin las previsibles payasadas de los cuervos revolucionarios, que tanto se habían aprovechado de él en los últimos años. Los había conocido a ambos un cuarto de siglo atrás, en casa de un amigo común, en París, y desde entonces, hasta la última vez que los vi juntos, en 1967, en Grecia —donde oficiába-
s
P
R
Ó
L
O
G
O
mos los tres de traductores, en una conferencia internacional
Era difícil determinar quién había leído más y mejor, y cual
sobre algodón— nunca dejó de maravillarme el espectáculo
de los dos decía cosas más agudas e inesperadas sobre libros
que significaba ver y oír conversar a Aurora y Julio. Todos los
y autores. Que Julio escribiera y Aurora sólo tradujera (en su
demás parecíamos sobrar. Todo lo que decían era inteligen-
caso ese sólo quiere decir todo lo contrario de lo que pare-
te, culto, divertido, vital. Muchas veces pensé: “No pueden
ce) es algo que yo siempre supuse provisional, un transitorio
ser siempre así. Esas conversaciones las ensayan, en su casa,
sacrificio de Aurora para que, en la familia, hubiera de mo-
para deslumbrar luego a los interlocutores con las anécdotas
mento nada más que un escritor. Ahora, que vuelvo a verla,
inusitadas, las citas brillantísimas y esas bromas que, en el
después de tantos años, me muerdo la lengua las dos o tres
momento oportuno, descargan el clima intelectual”. No de-
veces que estoy a punto de preguntarle si tiene muchas cosas
jaba de pensarlo.
escritas, si va a decidirse por fin a publicar... Luce los cabellos grises, pero, en lo demás es la misma. Pequeña, menuda, con
Se pasaban los temas el uno al otro como dos consumados
esos grandes ojos azules llenos de inteligencia y la abrumado-
malabaristas y con ellos uno no se aburría nunca. La perfecta
ra vitalidad de antaño. Baja y sube las peñas mallorquinas de
complicidad, la secreta inteligencia que parecía unirlos era
Deyá con una agilidad que a mí me deja todo el tiempo reza-
algo que yo admiraba y envidiaba en la pareja tanto como su
gado y con palpitaciones. También ella, a su modo, luce aque-
simpatía, su compromiso con la literatura -que daba la im-
lla virtud cortazariana por excelencia: ser un Dorian Gray.
presión de ser excluyente y total- y su generosidad para con todo el mundo, y, sobre todo, los aprendices como yo. Mario Vargas Llosa
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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infancia
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comienzos
1914
1918
1937
1944
N A C I M I E N T O
M U D A N Z A
E S T U D I O S
T R A B A J O S
Nace en Bruselas, el 26 de agos-
La familia Cortázar se traslada
Obtiene el título de profesor
Se traslada a Mendoza, donde
to, siendo su padre agregado
a Buenos Aires cuando finaliza
normal en letras. Comienza un
da clases de literatura en la
de la embajada de Argentina en
la misión diplomática del padre.
período en el que trabaja como
Universidad de Cuyo.
Bélgica.
Pasa su infancia en Banfield,
docente en las ciudades de
lugar próximo a Buenos Aires.
Bolívar y Chivilcoy.
madurez 1945
1951
1953
1954
P O L Í T I C A
INTERNACIONAL
M A T R I M O N I O
VIAJE
Por oposición al gobierno,
Viaja a París con una beca. Es
Se casa con Aurora Bernárdez,
Viaja a Montevideo, durante el
renuncia a la universidad
traductor de la Unesco. Se
traductora argentina. Vivían
año en que la UNESCO realiza
intervenida. En Buenos Aires
establece en Francia.
en París con condiciones
allí su conferencia general, en
comienza a trabajar en la Cá-
económicas bajas y le surgió el
calidad de traductor y revisor.
mara del Libro.
ofrecimiento de traducir la obra
Anda por la ciudad, visita el ba-
completa, en prosa, de Edgar
rrio del Cerro, en el que ubicará
Allan Poe para la Universidad
a La Maga. Viaja a Italia, donde
de Puerto Rico.
empieza a traducir los cuentos de Edgar Allan Poe.
Bestiario Casa tomada « Carta a una señorita en Paris « Lejana « Ómnibus « Cefalea « Circe « Las puertas del cielo « Bestiario «
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madurez
18
1956
1959
1960
1961
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
V I A J E S
P O L Í T I C A Realiza su primer visita a Cuba,
En México (Ed. Los Pre-
Publica Las armas secretas
Viaja a Estados Unidos (Was-
sentes) publica el libro de
(Ed, Sudamericana), que
hington y Nueva York) y publica
donde tomará conciencia de “el
cuentos Final del juego,
incluye el cuento largo El
(Ed. Sudamericana) la novela
gran vacío político que había en
en el que aparece el cuento
perseguidor. Este cuento supo-
Los Premios, escrita durante
mí, mi inutilidad política. Desde
Los venenos, al que Cortázar
ne un sesgo en la narrativa de
esa larga travesía en barco “...
ese día traté de documentarne,
considera “autobiográfico”.
Cortázar.
para entretenerme”.
traté de entender, de leer”. Ese
También lo es el que da título
mismo año la editorial Fayard
al volumen.
publica Los Premios, primera traducción de su obra.
Las armas secretas Cartas de mamá «
No se culpe a nadie « El río « Los venenos « La puerta condenada « El ídolo de las Cícladas « Una flor amarilla « Sobremesa « La banda « Los amigos «
1 P A R T E
Las Ménades «
PA R T E
Final del juego Continuidad de los parques «
El móvil « Torito «
2
Relato con un fondo de agua «
PARTE 3
Después del almuerzo « Axolotl « La noche boca arriba « Final del juego «
Los buenos servicios « El perseguidor « Las babas del diablo « Las armas secretas «
madurez 1962
1963
1965
1966
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
T R A D U C C I Ó N
COMPROMISO En Nueva York, Pantheon
Publica Historias de
Publica Rayuela (Ed.
La editorial Pantheon de
cronopios y de famas,
Sudamericana), de la que se
Nueva York publica la
publica la traducción al
en la editorial Minotauro, de
vendieron 5.000 ejemplares
traducción inglesa de Los
inglés de Rayuela. En la
Buenos Aires
en el primer año. “Escribía
Premios y Luchterhand,
revista Unión de La Habana
largos pasajes de Rayuela sin
Berlín, Geschichten der
aparece el artículo Para
tener la menor idea de dónde
Cronopien und Famen.
llegar a Lezama Lima. Decide
se iban a ubicar y a qué res-
asumir públicamente su
pondían en el fondo (...) Fue
compromiso con la lucha de
una especie de inventar en el
liberación latinoamericana.
mismo momento de escribir, sin adelantarme nunca a lo que yo podía ver en ese momento”, dirá. (La fascinación de las palabras).
Todos los fuegos el fuego La autopista del sur « La salud de los enfermos « Reunión « La Señorita Cora « La isla al mediodía « Instruc. para John Howell « Todos los fuegos el fuego « El otro cielo «
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madurez
20
1967
1968
1970
1971
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
V I A J E S
P O E S Í A
Aparece La vuelta al día
Publica en Buenos Aires (Ed.
Viaja a Chile, invitado a la asun-
Publica Pameos y meo-
en ochenta mundos, un
Sudamericana) la novela 62,
ción del gobierno del presidente
pas (Barcelona, Ocnos),
volumen que reúne cuentos,
Modelo para armar. la
Salvador Allende. La editorial
que incluye poemas escritos entre 1944 y 1958.
crónicas, ensayos y poemas,
novela provoca un cierto des-
Sudamericana publica el libro
con una diagramación extre-
concierto en la crítica. Cortázar
Relatos, en el que se incluye
madamente original concebida
había dicho que le gustaría
una selección de cuentos de
en gran parte por Julio Silva.
“llegar a escribir un relato
Bestiario, Final del juego,
El libro, según Cortázar, fue
capaz de mostrar cómo esas
Las armas secretas y Todos
imaginado como un homenaje
figuras costituyen una ruptura
los fuegos el fuego.
a Julio Verne “pero de una
y un desmentido de la realidad
manera muy indirecta”.
individual, muchas veces sin que los personajes tengan la menor conciencia de ello”.
madurez 1972
1973
1974
1975
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
VIAJES
Publica Prosa del obser-
Aparece Libro de Manuel
Aparece el libro de cuentos
Viaja a Estados Unidos
vatorio (Barcelona, Lumen,
(Buenos Aires, Sudamerica-
Octaedro (Sudamerica-
invitado por la Universidad de
con fotografías del propio
na), que obtiene en París el
na). En abril participa en
Oklahoma. Allí dicta un ciclo
Julio Cortázar y la colabora-
Premio Médicis. Cortázar viaja
una reunión del Tribunal
de conferencias sobre literatura
ción de Antonio Gálvez).
a Buenos Aires para presentar
Russell II reunido en Roma
latinoamericana y sobre su
el libro. De paso visita Perú,
para examinar la situación
propia obra. Los trabajos leídos
Ecuador y Chile. La novela
política en América Latina,
en esa ocasión y dos textos suyos
levanta una considerable
en particular las viola-
fueron reunidos en el volumen
polvareda.
ciones de los derechos
The Final Island: The Fiction
humanos.
of Julio Cortázar (1978), una primera valoración crítica de su
Octaedro
obra en lengua inglesa.
Liliana llorando « Los pasos en las huellas « Manuscrito hallado en un bolsillo « Verano « Ahí pero dónde, cómo « Lugar llamado Kindberg « Las fases de Severo « Cuello de gatito negro «
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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madurez
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1976
1977
1978
1979
PUBLICACIONES
PUBLICACIONES
TRADUCCIONES
PUBLICACIONES
Realiza una visita clandestina
Aparece el libro de cuentos
La editorial Pantheon publica
Publica Un tal Lucas (Ma-
a la aldea de Solentiname, en
Alguien que anda por ahí
en Nueva York la traducción
drid, Alfaguara). En octubre
Nicaragua. Publica Estric-
(Madrid, Alfaguara), en el que
inglesa de Libro de Manuel.
visita Nicaragua luego del
tamente no profesional.
se recoge el texto “Apocalipsis
Cortázar hace en él una adver-
triunfo de los sandinistas.
Humanario (Buenos Aires, La
en Solentiname”.
tencia al lector norteamericano:
Algunos de sus textos son
Azotea) a partir de fotografías de
“Este libro se completó en 1972.
utilizados en la campaña
Alicia D’Amico y Sara Facio.
La Argentina estaba entonces
de alfabetización del país.
bajo la dicadura del general Ale-
Viaja con Carol Dunlop, su
jandro Lanusse, y ya entonces
tercera esposa, a Panamá.
la intensificación de la violencia
Conoce a Omar Torrijos,
y la violación de los derechos
gobernante panameño.
Alguien que anda por ahí
humanos eran evidentes. Tales abusos han continuado y han
Cambio de luces «
sido incrementados bajo la junta
Vientos Alisios «
militar del general Videla (...) las
Segunda vez «
referencias a Argentina y otros
Usted se tendió a tu lado «
países latinoamericanos son
En nombre de Boby «
hoy tan válidas como lo fueron
Apocalipsis de Solentiname «
cuando se escribió este libro”
La barca o nueva visita a Venecia « Reunión con un círculo rojo « Las caras de las medalla « Alguien que anda por ahí « La noche en mantequilla «
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1983
PUBLICACIONES
NACIONALIDAD
PUBLICACIONES
VIAJES
Publica el libro de cuentos
En uno de sus primeros
Publica un nuevo libro de
Aparece el libro Los auto-
Queremos tanto a Glenda
decretos, el gobierno socia-
cuentos, Deshoras (México,
nautas de la cosmopista,
(México, Nueva Imagen).
lista de François Miterrand
Nueva Imagen). En no-
escrito a cuatro manos con Carol
Realiza una serie de confe-
le otorga la nacionalidad
viembre muere su esposa,
Dunlop, en el que se narra un
rencias en la Universidad de
francesa, el 24 de julio.
Carol Dunlop.
viaje de treinta y tres días entre
Berkeley, California.
París y Marsella a razón de dos párkings por día. Entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre viaja a Buenos Aires, para visitar a su madre después de la caída de la dicta-
Queremos tanto a Glenda
Historia con migalas « Texto en una libreta « Recortes de prensa « Tango de vuelta « Graffiti « Historias que me cuento « Anillo de Moebius «
PA R T E 3
Clone «
PARTE 1 PARTE 2
Orientación de los gatos « Queremos tanto a Glenda «
Deshoras
dura y la asunción del gobierno
Botella al mar «
por el presidente Raúl Alfonsín.
Fin de etapa «
Las autoridades ignoran su
Segundo viaje «
presencia, pero es calurosamen-
Satarsa «
te recibido por la gente, que lo
La escuela de noche «
reconoce en las calles.
Deshoras « Pesadillas « Diario para un cuento «
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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EL 12 DE FEB 1984 JULIO C MUERE DE L Y ES ENTERR EL CEMENTE MONTPARNA TUMBA DON CAROL DUN 24
BRERO DE CORTÁZAR LEUCEMIA RADO EN ERIO DE ASSE, EN LA NDE YACÍA NLOP. < Julio Cortázar > H O M E N A J E
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Julio Cortรกzar
< Julio Cortรกzar > H O M E N A J E
V I E N T O
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D E
E S Q U I N A
29
L
O
S
A
M
I
G
O
S
< Julio Cortรกzar > H O M E N A J E
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De pibes la llamamos la vedera y a ella le gustó que la quisiéramos. En su lomo sufrido dibujamos tantas rayuelas. Después, ya más compadres, taconeando, dimos vueltas manzana con la barra, silbando fuerte para que la rubia del almacén saliera a la ventana. A mi me tocó un día irme muy lejos pero no me olvidé de las vederas. Aquí o allá las siento en los tamangos como la fiel caricia de mi tierra.
Q U I Z Á
L A
M Á S
Q U E R I D A
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< Julio Cortázar > H O M E N A J E
Todo lo que precede es como los primeros momentos de un encuentro después de mucho tiempo: sonrisas, preguntas, lentos reajustes. Es raro, me pareces menos morena que 32
antes. ¿Se mejoró por fin tu tía abuela? No, no me gusta la cerveza. Es verdad, me había olvidado. Y por debajo, montacargas de sombra, asciende despacio otro presente. En tu pelo empiezan a temblar las abejas, tu mano roza la mía y pone en ella un dulce algodón de humo. Hueles de nuevo a sur.
Tienes a ratos la cara del exilio ese que busca voz en tus poemas. Mi exilio es menos duro, le sobran las defensas, pero cuando te llevo de la mano por una callecita de París quisiera tanto que el paseo se acabara en una esquina de Motevideo o en mi calle Corrientes sin que nadie viniera a pedir documentos.
Creo que no te quiero, que solamente quiero la imposibilidad tan obvia de quererte como la mano izquierda enamorada de ese guante
A veces creo que podríamos
que vive en la derecha.
conciliar los contrarios hallar la centritud inmóvil de la rueda salir de lo binario ser el vertiginoso espejo que concentra en un vértice último esta ceremoniosa danza que dedico
Ratoncito, pelusa, medialuna,
a tu presente ausencia.
calidoscopio, barco en la botella, musgo, campana, diáspora,
Recuerdo a Saint-Exupéry: “El amor
palingenesia, helecho,
no es mirar lo que se ama sino mirar los dos en una misma dirección”.
eso y el dulce de zapallo, el bandoneón de Troilo y dos o tres
Pero él no sospechó que tantas veces
zonas de piel en donde
los dos mirábamos fascinados a una misma mujer
hace nido el alción,
y que la espléndida, feliz definición se viene al suelo como un gris pelele.
son las palabras que contienen tu cruel definición inalcanzable, son las cosas que guardan las sustancias de que estás hecha para que alguien beba y posea y arda convencida de conocerte entera, de que sólo eres Cris.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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H A P P Y
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N E W
Y E A R
Esta noche, buscando tu boca en otra boca casi creyéndolo, porque así de ciego es este río que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados, qué tristeza es nadar al fin hacia la orilla del sopor sabiendo que el sopor es ese esclavo innoble que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo. Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas ni esperanza. Solo en mi casa abierta sobre el puerto otra vez empezar a quererte, otra vez encontrarte en el café de la mañana sin que tanta cosa irrenunciable hubiera sucedido. Y no tener que acomodarme de este olvido que sube para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos y no dejarme más que una ventana sin estrellas.
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“Un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal [....] y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia...”
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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ESTIARI
T
O
M
A
D
A
Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
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Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina. Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
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Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene: -Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo. Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados. -¿Estás seguro? Asentí. -Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco. Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza. 42
-No está aquí. Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre. Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol? Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar. (Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios. Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
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Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro. 44
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada. -Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo. -¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente. -No, nada. Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
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INAL DEL JUEG 46
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda
acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que
todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
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Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades. Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de “Alegría de los famas”. Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: “La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad”. Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios. Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan.
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Los famas habían puesto una fábrica de mangueras, y emplearon a numerosos cronopios para el enrollado y depósito. Apenas los cronopios estuvieron en el lugar del hecho, una grandísima alegría. Había mangueras verdes, rojas, azules, amarillas y violetas. Eran transparentes y al ensayarlas se veía correr el agua con todas sus burbujas y a veces un sorprendido insecto. Los cronopios empezaron a lanzar grandes gritos, y querían bailar tregua y bailar catala en vez de trabajar. Los famas se enfurecieron y aplicaron en seguida los artículos 21, 22 y 23 del reglamento interno. A fin de evitar la repetición de tales hechos. 50
Como los famas son muy descuidados, los cronopios esperaron circunstancias favorables y cargaron muchísimas mangueras en un camión. Cuando encontraban una niña, cortaban un pedazo de manguera azul y se la obsequiaban para que pudiese saltar a la manguera. Así en todas las esquinas se vieron nacer bellísimas burbujas azules transparentes, con una niña adentro que parecía una ardilla en su jaula. Los padres de la niña aspiraban a quitarle la manguera para regar el jardín, pero se supo que los astutos cronopios las habían pinchado de modo que el agua se hacía pedazos en ellas y no servía para nada. Al final los padres se cansaban y la niña iba a la esquina y saltaba y saltaba. Con las mangueras amarillas los cronopios adornaron diversos monumentos, y con las mangueras verdes tendieron trampas al modo africano en pleno rosedal, para ver cómo las esperanzas caían una a una. Alrededor de las esperanzas caídas los cronopios bailaban tregua y bailaban catala, y las esperanzas les reprochaban su acción diciendo así: ¡Crueles cronopios cruentos!. ¡Crueles!
Los cronopios, que no deseaban ningún mal a las esperanzas, las ayudaban a levantarse y les regalaban pedazos de manguera roja. Así las esperanzas pudieron ir a sus casas y cumplir el más intenso de sus anhelos: regar los jardines verdes con mangueras rojas. Los famas cerraron la fábrica y dieron un banquete lleno de discursos fúnebres y camareros que servían el pescado en medio de grandes suspiros. Y no invitaron a ningún cronopio, y solamente a las esperanzas que no habían caído en las trampas del rosedal, porque las otras se habían quedado con pedazos de manguera y los famas estaban enojados con esas esperanzas.
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No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae. Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, 52
y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.
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Vea lo que pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo habían nombrado Director General de Radiodifusión, este cronopio llamó a unos traductores de la calle San Martín y les hizo traducir todos los textos, avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular en la Argentina. 53
A las ocho de la mañana los famas empezaron a encender sus receptores, deseosos de escuchar los boletines así como los anuncios del Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo que solamente entendían la marca del producto. Profundamente asombrados, los famas sacudían los receptores pero todo seguía en rumano, hasta el tango Esta noche me emborracho, y el teléfono de la Dirección General de Radiodifusión estaba atendido por una señorita que contestaba en rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se fomentaba una confusión padre. Enterado de esto el Superior Gobierno mandó fusilar al cronopio que así mancillaba las tradiciones de la patria. Por desgracia el pelotón estaba formado por cronopios conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico. Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a un distinguido autor de canciones folklóricas y de un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó que los famas habían perdido la confianza y casi no encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas por naturaleza, habían comprado diccionarios y manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de filatelistas y atentados.
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¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado
Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo,
asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al
sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el me-
Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota
tro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando
sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta
en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en
delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando
el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos
de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro,
quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el
inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle,
parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos
subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura
fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre
y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convenci-
destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos
da como yo de que un encuentro casual era lo menos casual
mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas en-
en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es
contrado en una plaza debía morir dignamente en un parque,
la misma que necesita papel rayado para escribirse o que
no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del
aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo
Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de trans-
llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre
lúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Ma-
el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fon-
rais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas
do de la barranca de césped mojado mientras vos proferías
fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de
un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de
Sébastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga
walkyria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco
no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque
que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la
conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos
mer qui est plus félonesse en été qu’en hiver, a la ola pérfida,
habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta pos-
Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, ena-
tal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst
morados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a
contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así
árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película
no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encon-
húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un
trarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club
insecto pisoteado. Y no se movía, ninguno de sus resortes se
o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio lati-
estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no es-
no. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos
tábamos contentos.
para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos
¿Qué venía yo a hacer al Pont des Arts? Me parece que ese
se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa
jueves de diciembre tenía pensado cruzar a la orilla derecha y
y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como
beber vino en el cafecito de la rue des Lombards donde mada-
un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas,
me Léonie me mira la palma de la mano y me anuncia viajes
Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrifi-
y sorpresas. Nunca te llevé a que madame Léonie te mirara
camos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer he-
la palma de la mano, a lo mejor tuve miedo de que leyera en
lado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la
tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un
espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones, y lo
Sé que salías de un café de la rue du Cherche-Midi y que nos
que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante
hablamos. Esa tarde todo anduvo mal, porque mis costum-
de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos
bres argentinas me prohibían cruzar continuamente de una
velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una
vereda a otra para mirar las cosas más insignificantes en las
lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro. De
vitrinas apenas iluminadas de unas calles que ya no recuerdo.
manera que nunca te llevé a que madame Léonie, Maga; y sé,
Entonces te seguía de mala gana, encontrándote petulante y
porque me lo dijiste, que a vos no te gustaba que yo te viese
malcriada, hasta que te cansaste de no estar cansada y nos
entrar en la pequeña librería de la rue de Verneuil, donde un
metimos en un café del Boul’Mich’ y de golpe, entre dos me-
anciano agobiado hace miles de fichas y sabe todo lo que pue-
dialunas, me contaste un gran pedazo de tu vida Cómo podía
de saberse sobre historiografía. Ibas allí a jugar con un gato,
yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verda-
y el viejo te dejaba entrar y no te hacía preguntas, contento
dero, un Figari con violetas de anochecer, con caras lívidas,
de que á veces le alcanzaras algún libro de los estantes más
con hambre y golpes en los rincones. Más tarde te creí, más
altos. Y te calentabas en su estufa de gran caño negro y no
tarde hubo razones, hubo madame Léonie que mirándome
te gustaba que yo supiera que ibas a ponerte al lado de esa
la mano que había dormido con tus senos me repitió casi tus
estufa. Pero todo esto había que decirlo en su momento, sólo
mismas palabras. «Ella sufre en alguna parte. Siempre ha su-
que era difícil precisar el momento de una cosa, y aún ahora,
frido. Es muy alegre, adora el amarillo, su pájaro es el mirlo,
acodado en el puente, viendo pasar una pinaza color borra-
su hora la noche, su puente el Pont des Arts.» (Una pinaza
vino, hermosísima como una gran cucaracha reluciente de
color borravino, Maga, y por qué no nos habremos ido en ella
limpieza, con una mujer de delantal blanco que colgaba ropa
cuando todavía era tiempo.)
en un alambre de la proa, mirando sus ventanillas pintadas
Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo ne-
de verde con cortinas Hansel y Gretel, aún ahora, Maga, me
cesario para desencontrarnos minuciosamente. Como no
preguntaba si este rodeo tenía sentido, ya que para llegar a la
sabías disimular me di cuenta en seguida de que para verte
rue des Lombards me hubiera convenido más cruzar el Pont
como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos, y
Saint-Michel y el Pont au Change. Pero si hubieras estado ahí
entonces primero cosas como estrellas amarillas (moviéndo-
esa noche, como tantas otras veces, yo habría sabido que el
se en una jalea de terciopelo), luego saltos rojos del humor y
rodeo tenía un sentido, y ahora en cambio envilecía mi fra-
de las horas, ingreso paulatino en un mundo-Maga que era
caso llamándolo rodeo. Era cuestión, después de subirme el
la torpeza y la confusión pero también helechos con la firma
cuello de la canadiense, de seguir por los muelles hasta entrar
de la araña Klee, el circo Miró, los espejos de ceniza Vieira
en esa zona de grandes tiendas que se acaba en el Chátelet,
da Silva, un mundo donde te movías como un caballo de aje-
pasar bajo la sombra violeta de la Tour Saint-Jacques y subir
drez que se moviera como una torre que se moviera como
por mi calle pensando en que no te había encontrado y en
un alfil. Y entonces en esos días íbamos a los cineclubs a ver
madame Léonie. Sé que un día llegué a París, sé que estuve
películas mudas, porque yo con mi cultura, no es cierto, y vos
un tiempo viviendo de prestado, haciendo lo que otros hacen
pobrecita no entendías absolutamente nada de esa estriden-
y viendo lo que otros ven.
cia amarilla convulsa previa a tu nacimiento, esa emulsión
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estriada donde corrían los muertos; pero de repente pasaba
chara-ratonera donde las lauchitas negras se quemaban vivas
por ahí Harold Lloyd y entonces te sacudías el agua del sueño
en la taza de agua lanzando burbujas chirriantes. Convencido
y al final te convencías de que todo había estado muy bien,
de que el recuerdo lo guarda todo y no solamente a las Alber-
y que Pabst y que Fritz Lang. Me hartabas un poco con tu
tinas y a las grandes efemérides del corazón y los riñones, me
manía de perfección, con tus zapatos rotos, con tu negativa
obstinaba en reconstruir el contenido de mi mesa de trabajo
a aceptar lo aceptable. Comíamos hamburgers en el Carre-
en Floresta, la cara de una muchacha irrecordable llamada
four de l’Odéon, y nos íbamos en bicicleta a Montparnasse,
Gekrepten, la cantidad de plumas cucharita que había en mi
a cualquier hotel, a cualquier almohada. Pero otras veces se-
caja de útiles de quinto grado, y acababa temblando de tal
guíamos hasta la Porte d’Orléans, conocíamos cada vez mejor
manera y desesperándome (porque nunca he podido acor-
la zona de terrenos baldíos que hay más allá del Boulevard
darme de esas plumas cucharita, sé que estaban en la caja
Jourdan, donde a veces a medianoche se reunían los del Club
de útiles, en un compartimento especial, pero no me acuer-
de la Serpiente para hablar con un vidente ciego, paradoja
do de cuántas eran ni puedo precisar el momento justo en
estimulante. Dejábamos las bicicletas en la calle y nos inter-
que debieron ser dos o seis), hasta que la Maga, besándome
nábamos de a poco, parándonos a mirar el cielo porque ésa
y echándome en la cara el humo del cigarrillo y su aliento ca-
es una de las pocas zonas de París donde el cielo vale más
liente, me recobraba y nos reíamos, empezábamos a andar de
que la tierra. Sentados en un montón de basuras fumábamos
nuevo entre los montones de basura en busca de los del Club.
un rato, y la Maga me acariciaba el pelo o canturreaba melo-
Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era mi
días ni siquiera inventadas, melopeas absurdas cortadas por
signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo,
suspiros o recuerdos. Yo aprovechaba para pensar en cosas
razón de los matadores de brújulas. Con la Maga hablábamos
inútiles, método que había empezado a practicar años atrás
de patafísica hasta cansarnos, porque a ella también le ocu-
en un hospital y que cada vez me parecía más fecundo y nece-
rría (y nuestro encuentro era eso, y tantas cosas oscuras como
sario. Con un enorme esfuerzo, reuniendo imágenes auxilia-
el fósforo) caer de continuo en las excepciones, verse metida
res, pensando en olores y caras, conseguía extraer de la nada
en casillas que no eran las de la gente, y esto sin despreciar a
un par de zapatos marrones que había usado en Olavarría en
nadie, sin creernos Maldorores en liquidación ni Melmoths
1940. Tenían tacos de goma, suelas muy finas, y cuando llo-
privilegiadamente errantes. No me parece que la luciérnaga
vía me entraba el agua hasta el alma. Con ese par de zapatos
extraiga mayor suficiencia del hecho incontrovertible de que
en la mano del recuerdo, el resto venía solo: la cara de doña
es una de las maravillas más fenomenales de este circo, y sin
Manuela, por ejemplo, o el poeta Ernesto Morroni. Pero los
embargo basta suponerle una conciencia para comprender
rechazaba porque el juego consistía en recobrar tan sólo lo
que cada vez que se le encandila la barriguita el bicho de luz
insignificante, lo inostentoso, lo perecido. Temblando de no
debe sentir como una cosquilla de privilegio. De la misma
ser capaz de acordarme, atacado por la polilla que propone la
manera a la Maga le encantaban los líos inverosímiles en que
prórroga, imbécil a fuerza de besar el tiempo, terminaba por
andaba metida siempre por causa del fracaso de las leyes en
ver al lado de los zapatos una latita de Té Sol que mi madre
su vida. Era de las que rompen los puentes con sólo cruzarlos,
me había dado en Buenos Aires. Y la cucharita para el té, cu-
o se acuerdan llorando a gritos de haber visto en una vitrina
el décimo de lotería que acaba de ganar cinco millones. Por
al suelo tengo que levantarlo, sea lo que sea, porque si no lo
mi parte ya me había acostumbrado a que me pasaran cosas
hago va a ocurrir una desgracia, no a mí sino a alguien a quien
modestamente excepcionales, y no encontraba demasiado
amo y cuyo nombre empieza con la inicial del objeto caído. Lo
horrible que al entrar en un cuarto a oscuras para recoger
peor es que nada puede contenerme cuando algo se me cae al
un álbum de discos, sintiera bullir en la palma de la mano
suelo, ni tampoco vale que lo levante otro porque el maleficio
el cuerpo vivo de un ciempiés gigante que había elegido dor-
obraría igual. He pasado muchas veces por loco a causa de
mir en el lomo del álbum. Eso, y encontrar grandes pelusas
esto y la verdad es que estoy loco cuando lo hago, cuando me
grises o verdes dentro de un paquete de cigarrillos, u oír el
precipito a juntar un lápiz o un trocito de papel que se me
silbato de una locomotora exactamente en el momento y el
han ido de la mano, como la noche del terrón de azúcar en el
tono necesarios para incorporarse ex officio a un pasaje de
restaurante de la rue Scribe, un restaurante bacán con mon-
una sinfonía de Ludwig van, o entrar a una pissotière de la
tones de gerentes, putas de zorros plateados y matrimonios
rue de Médicis y ver a un hombre que orinaba aplicadamente
bien organizados. Estábamos con Ronald y Etienne, y a mí
hasta el momento en que, apartándose de su compartimento,
se me cayó un terrón de azúcar que fue a parar abajo de una
giraba hacia mí y me mostraba, sosteniéndolo en la palma
mesa bastante lejos de la nuestra. Lo primero que me llamó
de la mano como un objeto litúrgico y precioso, un miembro
la atención fue la forma en que el terrón se había alejado,
de dimensiones y colores increíbles, y en el mismo instante
porque en general los terrones de azúcar se plantan apenas
darme cuenta de que ese hombre era exactamente igual a otro
tocan el suelo por razones paralelepípedas evidentes. Pero
(aunque no era el otro) que veinticuatro horas antes, en la
éste se conducía como si fuera una bola de naftalina, lo cual
Salle de Géographie, había disertado sobre tótems y tabúes,
aumentó mi aprensión, y llegué a creer que realmente me lo
y había mostrado al público, sosteniéndolos preciosamente
habían arrancado de la mano. Ronald, que me conoce, miró
en la palma de la mano, bastoncillos de marfil, plumas de pá-
hacia donde había ido a parar el terrón y se empezó a reír.
jaro lira, monedas rituales, fósiles mágicos, estrellas de mar,
Eso me dio todavía más miedo, mezclado con rabia. Un mozo
pescados secos, fotografías de concubinas reales, ofrendas de
se acercó pensando que se me había caído algo precioso, una
cazadores, enormes escarabajos embalsamados que hacían
Párker o una dentadura postiza, y en realidad lo único que
temblar de asustada delicia a las infaltables señoras.
hacía era molestarme, entonces sin pedir permiso me tiré al
En fin, no es fácil hablar de la Maga que a esta hora anda se-
suelo y empecé a buscar el terrón entre los zapatos de la gente
guramente por Belleville o Pantin, mirando aplicadamente el
que estaba llena de curiosidad creyendo (y con razón) que
suelo hasta encontrar un pedazo de género rojo. Si no lo en-
se trataba de algo importante. En la mesa había una gorda
cuentra seguirá así toda la noche, revolverá en los tachos de
pelirroja, otra menos gorda pero igualmente putona, y dos
basura, los ojos vidriosos, convencida de que algo horrible le
gerentes o algo así. Lo primero que hice fue darme cuenta de
va a ocurrir si no encuentra esa prenda de rescate, la señal del
que el terrón no estaba a la vista y eso que lo había visto saltar
perdón o del aplazamiento. Sé lo que es eso porque también
hasta los zapatos (que se movían inquietos como gallinas).
obedezco a esas señales, también hay veces en que me toca
Para peor el piso tenía alfombra, y aunque estaba asquerosa
encontrar trapo rojo. Desde la infancia apenas se me cae algo
de usada el terrón se había escondido entre los pelos y no
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podía encontrarlo. El mozo se tiró del otro lado de la mesa, y ya éramos dos cuadrúpedos moviéndonos entre los zapatos gallina que allá arriba empezaban a cacarear como locas. El mozo seguía convencido de la Párker o el luis de oro, y cuando estábamos bien metidos debajo de la mesa, en una especie de gran intimidad y penumbra y él me preguntó y yo le dije, puso una cara que era como para pulverizarla con un fijador, pero yo no tenía ganas de reír, el miedo me hacía una doble llave en la boca del estómago y al final me dio una verdadera desesperación (el mozo se había levantado furioso) y empecé a agarrar los zapatos de las mujeres y a mirar si debajo del arco de la suela no estaría agazapado el azúcar, y las gallinas cacareaban, los gallos gerentes me picoteaban el lomo, oía 60
las carcajadas de Ronald y de Etienne mientras me movía de una mesa a otra hasta encontrar el azúcar escondido detrás de una pata Segundo Imperio. Y todo el mundo enfurecido, hasta yo con el azúcar apretado en la palma de la mano y sintiendo cómo se mezclaba con el sudor de la piel, cómo asquerosamente se deshacía en una especie de venganza pegajosa, esa clase de episodios todos los días.
EI mundo conflictivo, fragmentario, entropico de Rayuela, el mundo revuelto y revoltoso del Libro de Manuel s610 pueden figurarse a traves de una mixtura contrastante de textualidades divergentes, por medio del collage y de su recurso complementario: el montaje cinernatico, esa combinatoria del recorte y de la yuxtaposici6n contrapuntistica.
Conferencia de Saúl Yurkievich “Julio Cortázar: sus mundos y sus modos”.
“...Acumulando fragmentos, Rayuela cobra
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apariencia de mosaico, de crucigrama...” Art. “Las búsquedas de Julio Cortázar” de Andrés Amorós
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â&#x20AC;&#x153;Toco tu boca con un dedo todo el borde de
mi mano, como si por primera vez tu boca se
deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cad
elige y te dibuja en la cara, una boca elegida e
mĂ para dibujarla con mi mano en tu cara, y
tu boca, voy dibujรกndola como si saliera de
e entreabriera, y me basta cerrar los ojos para
da vez la boca que deseo, la boca que mi mano
entre todas, con soberana libertad elegida por
y que por un azar que no busco comprender
Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, de los parvos zaguanes, del fuego sin imagen que lame las piedras y acecha en los vanos de las puertas, cómo haremos para lavarnos de su quemadura dulce que prosigue, que se aposenta para durar aliada al tiempo y al recuerdo, a las sustancias pegajosas que nos retienen de este lado, y que nos arderá dulcemente hasta calcinarnos. Entonces es mejor pactar como los gatos y los musgos, trabar amistad inmediata con las porteras de roncas voces, con las criaturas pálidas y sufrientes que acechan en las ventanas jugando con una rama seca. Ardiendo así sin tregua, soportando la quemadura central que avanza como la madurez paulatina en el fruto, ser el pulso de una hoguera en esta maraña de piedra 64
interminable, caminar por las noches de nuestra vida con la obediencia de la sangre en su circuito ciego. Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba
y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso. Morelli pensaba que el tornillo debía ser otra cosa, un dios o algo así. Solución demasiado fácil. Quizá el error estuviera en aceptar que ese objeto era un tornillo por el hecho de que tenía la forma de un tornillo. Picasso toma un auto de juguete y lo convierte en el mentón de un cinocéfalo. A lo mejor el napolitano era un idiota pero también pudo ser el inventor de un mundo. Del tornillo a un ojo, de un ojo a una estrella... ¿Por qué entregarse a la Gran Costumbre? Se puede elegir la tura, la invención, es decir el tornillo o el auto de juguete. Así es cómo París nos destruye despacio, deliciosamente, triturándonos entre flores viejas y manteles de papel con manchas de vino, con su fuego sin color que corre al anochecer saliendo de los portales carcomidos. Nos arde un fuego inventado, una incandescente tura, un artilugio de la raza, una ciudad que es el Gran Tornillo, la horrible aguja con su ojo nocturno por donde corre el hilo del Sena, máquina de torturas como puntillas, agonía en una jaula atestada de golondrinas enfurecidas. Ardemos en nuestra obra, fabuloso honor mortal, alto desafío del fénix. Nadie nos curará del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette. Incurables, perfectamente incurables, elegimos por tura el Gran Tornillo, nos inclinamos sobre él, entramos en él, volvemos a inventarlo cada día, a cada mancha de vino en el mantel, a cada beso del moho en las madrugadas de la Cour de Rohan, inventamos nuestro incendio, ardemos de dentro afuera, quizá eso sea la elección, quizá las palabras envuelvan esto como la servilleta el pan y dentro esté la fragancia, la harina esponjándose, el sí sin el no, o el no sin el sí, el día sin Manes, sin Ormuz o Arimán, de una vez por todas y en paz y basta.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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Aunque los lectores han hecho de ‘Cien años de soledad’ su novela preferida, es probable que si los escritores votaran sobre la novela latinoamericana más influyente de este siglo,
E N T R E V I S T A por Alfredo Barnechea
escogerían a ‘Rayuela’. Esa novela, y los cuentos de su autor, les abrieron a muchos de ellos las puertas de una lengua libre, de un castellano nuevo, extremadamente creativo e inteligente.
Lima, 1971
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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E N T R E V I S TA A J U L I O C O RTÁ Z A R P O R A L F R E D O BA R N E C H E A
Julio Cortázar subió a un barco en 1951 y abandonó Argentina para siempre. En París, donde residió desde entonces, trabajó al principio básicamente como traductor, mientras hilvanaba una de las grandes obras literarias de este siglo; uno de los frutos felices de ese oficio fue la maravillosa traducción de Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar. En los sesenta, París volvió a ser una fiesta, esta vez para los escritores de lengua española que convergieron allí. Nacido en 1914 (el mismo año que Octavio Paz y que Camus), Cor68
tázar era una especie de adelanto del ‘boom’. En ese grupo de escritores intensamente políticos, Cortázar fue al comienzo acaso uno de los más apolíticos, y más apegados al puro placer de la literatura. Qué cambió en su vida privada no lo sabemos con certeza, pero lo cierto es que este gran escritor se transformó con el tiempo en un progresista activo, casi ingenuo. Ya envuelto en esa posición, vino al Perú en 1972, en medio de lo que parecía entonces, para muchos intelectuales latinoamericanos, una atractiva revolución militar. De todas las entrevistas reunidas en este libro, ésta es la más antigua. Yo tenía veinte años, y hacía mis pinitos en el oficio periodístico, como quizá se note leyéndola. Pero este escritor altísimo, con cara de niño que se comía los años, tuvo la generosidad de darme la entrevista. “Búsqueme en el hotel”, me había dicho. “Pregunte por Monsieur Karvelis” –ya que se alojaba bajo el nombre de su compañera de entonces,
Del libro Peregrinos de la lengua (Alfaguara, 1998)
Ugné Karvelis. “Pero después nos lleva al box”. He olvidado
no podrían aportar muchos de los que andan reprochando a
la pelea, y quienes iban con nosotros. Pero todavía hoy, vein-
diestra y siniestra el famoso exilio. Buenos Aires me asfixió y
ticinco años después, recuerdo la emoción que tenía cuando
fue París precisamente lo que permitió que yo redescubrie-
subí las escaleras del viejo Hotel Bolívar para conversar con
ra una visión distinta de mi país y de Latinoamérica. París
el Cronopio.
–Europa mejor— me abrió un horizonte total, planetario, que yo no tenía desde Buenos Aires. No estoy dando una receta,
Julio Cortázar: Soy un latinoamericano que lo quiso leer todo,
hablo sólo por mí, pero sé que sin París no hubiera escrito
saber todo, que ha devorado muchas páginas, pero que tam-
lo que he escrito. Si me hubiera quedado allá, en el pago, mi
bién ha cambiado, porque mi vida ya no es la misma de antes.
madurez de escritor se hubiera manifestado de otra manera,
Ahora no puedo leer y escribir exclusivamente todo el día,
seguramente más satisfactoria para los historiadores de la li-
porque estoy en reuniones, haciendo contactos coordinando
teratura, menos provocadora, agresiva para quienes leen mis
otras cosas, no literarias. Me interesa bastante más que antes
libros por razones vitales. Y claro, yo estoy con ellos. No sólo
la política de nuestros países, y eso quita tiempo, viejo.
no me quedé, sino que no he vuelto, y sigo creyendo que París es el sitio perfecto para alguien como yo, para mis gustos,
Ha nacido en Bélgica, casi accidentalmente, el 14. El año 23,
para lo que escriba todavía.
en Banfield, prendido de las solapas de su tío, ha escuchado la pelea entre Dempsey y Firpo, el toro salvaje. Ha estado en
La geografía, ilusoria; los mapas, un abusivo invento de las
Buenos Aires, ha sido maestro de escuela de provincias, el 32
enciclopedias. Allá, Cortázar resolvió que no valía la pena
pretendió irse a Europa, de pavo en barco, pero no lo logró,
haberse quedado. Pero, de todos modos, hay que estar loco
se quedó veinte años más en Argentina y cuando se fue de
perdido, rechiflado en su tristeza, para decir de una ciudad
verdad, el 51, ya era demasiado tarde para librarse de Bue-
lo que este tipo ha dicho de Buenos Aires:
nos Aires, de Gardel, de la nostalgia de los días primeros. En 1963 publicó Rayuela, una cima de la novela latinoamerica-
JC: Se puede, entonces, seguir andando y desandando, anu-
na. Después de tantos años ¿Cómo percibe Cortázar su país?
lando el prejuicio de las leyes físicas, entendiendo y entendiéndose desde una visión y un lenguaje que nada tienen
JC: Lo percibo como uno de los países latinoamericanos. La
que ver con la historia y la circunstancia. Como si todo fuera
respuesta puede parecer obvia, pero mirándola bien no lo es.
alcanzado por un progresivo retorno, miro ahora mi ciudad
He estado alejado físicamente, sí, pero no en lo que de ve-
con la mirada del que viaja en la plataforma de un tranvía,
ras cuenta; pienso que diez libros son una prueba que acaso
retrocediendo mientras avanza, y de tanto perfume nocturno,
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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E N T R E V I S TA A J U L I O C O RTÁ Z A R P O R A L F R E D O BA R N E C H E A
de incontables encuentros con gatos y bibliotecas y Cinzano
AB: Minucioso, insólito, lúdico, bromista, con una
y Razón Sexta y cine continuado, me vuelven sobre todo los
cultura multilateral, casi ecléctica, laberíntico. Mu-
tiempos de estudiante, los bares automáticos de Constitu-
chos creen que éste es el verdadero Julio Cortázar.
ción, la calle Corrientes de las primeras escapadas temerosas
¿Está de acuerdo con esa imagen?
de los años treinta. Corrientes inconcebibles hoy, con sus or-
70
questas de señoritas, sin cines largos y estrechos y una panta-
JC: Oye sí, te acepto los epítetos, y agrego otros que no son
lla neblinosa donde personajes de barba y levita corrían por
contradictorios sino complementarios: soy profundamente
salones lujosos a pobres chicas con sombreritos y tirabuzones
serio, exigente hasta la náusea conmigo mismo, inconsciente
y a eso llamaban películas realistas. Son las rabonas de Pla-
(los temas me vienen de regiones incontroladas por mi in-
za Italia con un sol caliente de libertad y pocas monedas, de
teligencia, apenas mediocre), paradójico (para luchar contra
penumbra alucinatoria del Pasaje Güemes, el aprendizaje del
los monobloques ideológicos y culturales), enamorado del ru-
billar y la hombría de los cafés del Once, las vueltas por San
mor del mundo, ciego a los elogios, perdido en una vigilante
Telmo entre la noche y el alba, un tiempo de cigarrillos rubios
abstracción de cronopio incurable.
y tranvía 86, Villa Urquizo y la Plaza Irlanda, donde un breve otoño fui feliz con alguien que murió temprano.
AB: Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es, digamos, un afrancesado, un hombre entre dos mun-
AB: Veinte años en que Julio Cortázar ha vivido en
dos, en busca de un centro. Los datos parecen co-
Francia, escribiendo en una lengua y hablando otra.
rresponderse con Julio Cortázar. En cierta manera,
¿Cómo ha salvado ese problema?
Rayuela terminaría en un fracaso, si nos atenemos al itinerario del personaje. Julio Cortázar...
JC: Bueno, tuve suerte, pues luego de ganarme la vida pintorescamente en París aprobé un examen en la UNESCO como
JC: Piano, piano. Ese fracaso de Oliveira, antes que nada,
traductor free-lance. La traducción exige no perder de vista la
me parece mucho más fecundo que muchos triunfos de esta
lengua madre, y si a eso se suma mi propia tarea de escritor
civilización occidental. Y, después, no es el fracaso de Julio
(y de lector omnívoro), los años pasaron sin que mi lengua
Cortázar, si a eso vamos. Es, en todo caso, el problema, no
sufriera. A veces me autopesco un galicismo, pero eso ocurre
su resolución. Ya he hablado de mi reencuentro con América
tanto en la Argentina como en Francia y, bueno, después de
Latina, sobre todo a partir de la revolución cubana, de ese no
todo, eso nunca ha sido tan terrible.
estar aquí y a la vez estar definitivamente.
Del libro Peregrinos de la lengua (Alfaguara, 1998)
AB: Hemos oído que escribió Rayuela de un tirón...
sorprendí por eso cuando, un día en La Habana, Gianni Toti me dijo que de todo lo que había escrito lo que más
JB: Más que de corrido, Rayuela fue escrita a saltos, pues em-
le gustaba eran mis poemas. Cuando escribí Los reyes ya
pezó en lo que luego fue la segunda parte, y ésta quedó en
era dueño de una técnica, que era hija del rigor. Siguieron
suspenso hasta que terminé la primera; paralelamente se fue-
los cuentos de Betiario, sobre los que ya no tuve ninguna
ron agregando los capítulos “teóricos”, los recortes de prensa.
duda. Pero el noviciado había sido largo y duro. Había que tenerse mucha fe, y a la vez había que apoyarse en
AB: ¿Le sucedió lo mismo con sus otros escritos? ¿La
una permanente desconfianza en sí mismo. En el terreno
preparación es muy larga? ¿Cómo surge en usted la
práctico, esto debía traducirse en no publicar prematu-
necesidad de escribir?
ramente.
JC: Me cuesta mucho empezar a escribir. Mucho, porque la
AB: ¿Eso sería lo que le diría a un joven escritor que
preparación de un cuento o de una novela corre subterránea
le pide consejos? ¿O la situación sería diferente?
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dentro y a su manera; pero cuando arranco de veras me parezco a Fangio, viejo, y no paro hasta que el texto mismo me
JC: Sí, si el consejo es de ese tipo. Si, más bien, quiere saber
para la bandera.
cómo se escribe, haría lo que del maestro zen: le rompería una silla en la cabeza. Pero la otra recomendación, sí. Fue
AB: Usted tenía treinta y cinco cuando publicó Los
lo que me pasó a mí. Tiré miles de páginas antes de publicar
reyes. Era una llegada algo tardía, pues sólo un poe-
por primera vez, porque si bien respondían a mis impulsos
mario (publicado con seudónimo) lo secundaba.
más hondos, algo en mí era capaz de juzgarlas y saber que no
¿Pero desde cuándo escribe?
merecían imprenta. Jamás me alegraré lo bastante de haber sido tan duro para conmigo mismo.
JC: Escribo desde los quince años, pero sólo a los treinta me animé a publicar un libro de poemas, firmado con
AB: Para muchos, escribir es un acto de exorcis-
seudónimo. He escrito siempre poemas. Adolescente,
mo. En su caso, ¿algún cuento o novela ha cumpli-
creí, como tantos, que mi sensación de extrañamiento
do esa función?
anunciaba al poeta, y escribí, los poemas que se escribían entonces y que siempre son más fáciles de escribir que la
JC: Una buena parte de mis cuentos han nacido de esta-
prosa, a esa altura de la vida. Pero no había para más. Me
dos neuróticos, obsesiones, fobias, pesadillas. Nunca se me
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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ocurrió ir al psicoanalista; mis tormentas personales las fui
flictos. Desde muy pequeño asumí con los dientes apretados
resolviendo a mi manera, es decir, con mi maquina de escri-
esa condición que me separaba de mis amigos, y que a la vez
bir y ese sentido del humor que me reprochan las personas
los atraía hacia el raro, el diferente, el que metía el dedo en
serias. Entonces, más que un cuento o una novela, es el es-
el ventilador. No estaba privado de felicidad. La única condi-
cribir mismo mi acto de exorcismo.
ción era coincidir de a ratos (el camarada, el tío excéntrico, la vieja loca) con otro que tampoco calzara de lleno en su ma-
Y claro debía preguntarle lo de siempre, que por qué,
trícula, y desde luego no era fácil; pero pronto descubrí los
para qué escribe, pero ya ha dicho en otra parte que:
gatos en los que podía imaginar mi propia condición, y los libros, donde la encontraba de llano. Pienso en Jarry, en un
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JC: Siempre seré un niño para tantas cosas, pero uno de esos
lento comercio a base de humor, de ironía, que termina por
niños que llevan consigo al adulto, de manera que cuando el
inclinar la balanza del lado de las excepciones, por anular la
monstruito llega verdaderamente a adulto ocurre que a su vez
diferencia escandalosa entre lo sólito y lo insólito, y permite
éste lleva consigo al niño, y en el mezzo del camino se da una
el paso cotidiano a un plano que a falta de mejores nombres
coexistencia pocas veces pacífica de por lo menos dos aper-
seguiremos llamando realidad pero sin que sea ya un flatus
turas al mundo. Mucho de lo que he escrito se ordena bajo
vocis o un peor es nada.
el signo de la excentricidad, puesto que entre vivir y escribir nunca admití una diferencia; si viviendo alcanzo a disimular
AB: Al cabo de tanto tiempo, supongo que tendrá se-
una participación parcial en mis circunstancia, en cambio no
ñaladas sus preferencias. ¿Con qué cronopio se iden-
puedo negarla en lo que escribo puesto que precisamente es-
tifica más? ¿A quiénes relee con más constancia?
cribo por no estar o por estar a medias. Escribo por falencia o descolocación; y como escribo desde un intersticio, estoy
JC: Casi nunca releo la gran literatura, aunque confieso la
siempre invitando a que otros busquen los suyos y miren por
relectura periódica de Los tres mosqueteros y de mis Julio
ellos el jardín donde los árboles tienen frutos que son, por
Verne preferidos. También el Pickwick de Dickens.
supuesto, piedras preciosas. El monstruito sigue firme... Y me gusta, y soy terriblemente feliz en mi infierno, y escribo.
En general, me inclino hacia los alienados, hacia los margi-
Vivo y escribo amenazado por esa lateralidad, por este paraje
nales de la literatura. Un Jarry, un Roussel. De una novela
verdadero, por ese estar siempre un poco más a la izquier-
quiero que me enriquezca y me transforme, por la vía del
da o más al fondo del lugar donde se debería estar para que
sentimiento o del intelecto, pero jamás le pido que me ense-
todo cuajara satisfactoriamente un día más de vida sin con-
ñe algo. Las novelas didácticas o las destinadas a vehicular
Del libro Peregrinos de la lengua (Alfaguara, 1998)
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< Julio Cortรกzar > H O M E N A J E
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mensajes me recuerdan aquello de dorar la píldora. Además
fui por primera vez a Cuba y conocí de lleno la experiencia
no son nunca entretenidas (véase el realismo socialista) y
socialista, con la que me solidaricé. Hasta entonces yo veía
transmiten penosamente lo que ya se ha dicho en el ensayo.
personas, individuos encerrados en sus viviendas privadas.
Actualmente leo pocas novelas. Vuelo, sí, a la poesía, porque
El perseguidor, en efecto fue una primera tentativa por
puede leerse en todas partes, en los cafés y los trenes.
aprehender al hombre como historia y destino, como buscador de sí mismo en su punto más alto y exigente.
AB: Una vez abandonada la maquina de escribir,
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¿necesita librarse de la materia que desarrolla, o
AB: Esa tentativa prosigue ahora ¿El libro de Manuel
más bien continúa dándole vueltas en la cabeza?
es un divorcio con sus cuentos anteriores?
JC: Bueno, yo paso días y aún semanas sin escribir, cuando
JB: No, El libro de Manuel es una tentativa de recuperar dos
estoy trabajando en un libro. Ahora no me doy vacaciones.
niveles hasta ahora paralelos en mí, una búsqueda de conver-
Vivo como habitado por lo imaginario, que se superpone a lo
gencia entre mi yo-novelístico y mi yo-histórico, digamos. O
que me rodea, lo modifica y lo desplaza. Es un sentimiento
sea, incluir todo lo que yo he estado diciendo, políticamente
a la vez maravilloso e inquietante, un periodo en el que se
si se quiere, pero en un texto que sea literatura, y que lo sea
acumulan las coincidencias, y los encuentros, como si el libro
no al modo de la literatura programada, sino de una litera-
y la realidad exterior se invadieran mutuamente hasta el día
tura sin concesiones fáciles, demagógicas. Será un libro en
–siempre triste para mí— del punto final.
cierta medida plural, al que podrá accederse por más de un nivel. Hay mucho de documental, de cosas que yo leía dia-
AB: Si bien lo fantástico es una constante de su obra,
riamente mientras escribía. Un grupo de latinoamericanos
El perseguidor podría ser el punto de apertura en
viven en París y deciden hacer una serie de acciones, y bueno,
otras direcciones. Ese cambio, si usted acepta la de-
hay secuestros y cosas por el estilo. Ahora, el libro no quiere
marcación, ¿a qué experiencias corre paralelo?
ser un texto dividido en esos dos niveles, sino acceder a un plano superior que los integre, que los haga converger.
JB: Sí, El perseguidor fue una primera toma de conciencia de una realidad inmediata, histórica, que hasta entonces
AB: La ruptura de la solemnidad, el humor, lo in-
había estado relegada al telón de fondo para los sucesos
sólito, la búsqueda de una sobrerrealidad, han sido
fantásticos de mis cuentos. No es por azar que poco tiem-
improntas del surrealismo. ¿Qué relación tuvo usted
po después –y ésas podrían ser las experiencias paralelas—
con él y cómo lo juzga ahora?
Del libro Peregrinos de la lengua (Alfaguara, 1998)
JC: El surrealismo fue mi camino de Damasco, me arrancó
AB: A menudo usted ha hablado del zen.
de la sensiblería post-romántica de la Argentina de los años
¿Qué admira allí?
treinta, me enseñó a atacar la palabra, a batallar amorosa y críticamente con ella, a fiarme de lo absurdo y a rechazar la
JC: Para no citar más que una de sus múltiples facetas, ad-
sensatez sistemática, a creer en una esquizofrenia creadora
miro en el zen la ruptura de los esquemas lógicos y la prueba
(no son los términos que se usaban entonces, pero los lectores
de que no son imprescindibles para acceder a determinados
de hoy comprenderán). Después vi anquilosarse poco a poco
niveles de conocimiento. Excelente lección para nosotros, de-
el surrealismo, convertirse en escuela, casi en Iglesia con An-
votos, obstinados esclavos de Aristóteles y Tomás de Aquino.
dré Breton como Papa. Yo, por muchas razones, no calzo con las iglesias. Pero el verdadero surrealismo es indestructible,
AB: En su carta a Fernández Retamar, había una fra-
es una actitud, un modo de conocer que se da diariamente de
se más o menos así: “Incapaz de acción política, no
mil maneras que, por suerte, no son forzosamente literarias.
renuncio a mi solitaria vocación de cultura...”. En
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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E N T R E V I S TA A J U L I O C O RTÁ Z A R P O R A L F R E D O BA R N E C H E A
mayo del 68, en París, usted participó sin embargo
JC: Con una perspectiva de veinte años, una ideología defini-
en tomas de locales, y ahora, como nos dijo al co-
da, con una autocrítica despiadada. En su momento, en efec-
mienzo, dedica cada vez más atención a la política
to, fui incapaz de distinguir entre Perón y el peronismo, entre
latinoamericana. La frase citada ¿sigue siendo váli-
el gobernante ambiguo y la formidable toma de conciencia
da? En otras palabras, ¿cómo afronta ahora su com-
que había desatado sin ser capaz de llevarla a sus últimas
promiso político?
consecuencias, o sea, a la revolución. Me alegraré el día en que el termino “peronismo” pueda ser sustituido por otro que
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JC: Me sigo creyendo incapaz (o si se quiere, poco capaz) de
exprese mejor, con más verdad, esa larga marcha del pueblo
acción política, que para ser realmente una acción debería
argentino hacia su destino socialista; pero, por el momento,
absorber todo mi tiempo, incluido el literario. Soy y seré un
puesto que indica suficientemente el camino, lo comprendo
escritor que cree en la vía socialista para América Latina, y
y lo respeto.
que en el plano político emplea los instrumentos que le son propios para apoyar y defender esa vía. Cuando lo creo ne-
AB: Para terminar: ¿Cuáles han sido los grandes mo-
cesario intervengo en un plano, digamos, directo de acción
mentos del siglo XX que ha vivido?
política, pero me sigo creyendo más eficaz en el de la palabra escrita. Sigo siendo un cronopio, o sea, un sujeto para el que
JC: Si no supiera a qué apunta su pregunta, temería que
la vida y el escribir son inseparables, y que escribe porque eso
esa solemnidad se viera menoscabada con mi respuesta.
lo colma, en última instancia, porque eso le gusta.
Los grandes momentos del siglo XX son de dominio público: la revolución rusa, la derrota del nazismo, la victoria
AB: Usted va para su país ahora, en un momento
de Vietnam o la revolución cubana. Ahora, los que me han
bastante crítico de su vida política, y quisiera pre-
marcado a mí, los que cuentan para mí: la primera radio a
guntarle algo relacionado con ella. En su momento,
galena de mi infancia, el vuelo de Lindbergh, la pelea Fir-
como hicieron tantos intelectuales argentinos, us-
po-Depsey, la lectura de La condición humana, la foto de
ted rechazó al peronismo. Ahora hay una revalua-
Mussolini colgado por los pies y, ya que estamos en lo luc-
ción del peronismo por esa misma intelectualidad.
tuoso, la tardía pero reconfortante muerte de Harry Tru-
¿Cómo lo juzga hoy?
man y de Lyndon Johnson.
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Robert Arapé Sí, en la larga historia de la literatura, ese argentino terminó protagonizando un capítulo inusualmente original. Inmortalizado como Julio Cortázar, publicó en 1963 la obra maestra Rayuela, la crónica de un latinoamericano bohemio en París, descubriendo la magia de la noche a través de las palabras, pudiendo leerse cronológicamente o saltando de un capítulo a otro como un juego de cuadros trazados en el piso, según un tablero diseñado por su autor, quien pensó titularla Mandala en un primer momento, y poniéndose al frente del “boom” de las letras hispanoamericanas con esa sola obra.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
Desde que publicara La otra orilla, una compilación de cuen-
que él”, como decía Borges en la redacción de la revista Sur,
tos que literalmente inauguró su lenguaje coloquial y fantás-
porque Julio (conocido así por todo el mundo) medía más de
tico, en 1945, los críticos presentaban al escritor, con todo
dos metros, y aún crecería unos centímetros más, debido a un
respeto, por nombre y apellido: “Conozcan a Julio Cortázar,
desarrollo anormal de sus huesos.
autor del cuento La casa tomada”. Así mismo, sus lectores
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más apasionados aún suelen preguntarse entre sí: “¿Has leí-
No estaba muy interesado en la política hasta que, ganando
do el libro Historia de Cronopios y de famas, de Cortázar?”,
Juan Domingo Perón las elecciones presidenciales de 1946,
refiriéndose al creador por su apellido a secas.
decide renunciar a su cargo de docente, considerando al
Y, como este es un relato de su vida personal, debido a cele-
peronismo inapropiado para el progreso del país, y, ya que
brarse mañana 29 años de su fallecimiento, bien puede de-
tantas veces lo había soñado, entonces se embarca rumbo a
cirse que Julito, como era llamado cariñosamente por toda
Francia, en un trayecto de varios días por mar, olvidando al
la familia, nació el 26 de agosto de 1914, en la población de
propio Julio Denis, el seudónimo que muchas veces adoptó
Ixelles, Bélgica, donde sus padres Julio José Cortázar y María
para publicar poemas y relatos.
Herminia Descotte desempeñaban funciones administrativas en la embajada argentina. De regreso a su país, a la ciudad
A su llegada a París era más pobre que antes y estaría más
andina de Mendoza, políglota a los cuatro años, fue un niño
solo también, pero desde entonces escribió con mayor imagi-
enfermizo y por esa razón se entretenía leyendo todos los li-
nación una pila interminable de cuentos, hasta destilar todas
bros de la biblioteca.
las memorias de su vida en Argentina, cada minucioso detalle mostrándoles sus hondos misterios urbanos.
Destacándose en la escuela en las clases de español, comenzó a escribir a los ocho años, culminando pronto una novela que
Cuando no estaba soñando en su pequeño departamento
su madre impidió que destruyera y que mantuvo escondida
del Barrio Latino, escuchaba al jazzista Duke Ellintonguna
hasta que su hijo tuviese la suficiente madurez para publi-
y otra vez al ritmo secreto de una historia inusual como esa
carla tal y como estaba o, si solo entonces lo consideraba co-
que fue titulada magníficamente Continuidad de los parques,
rrecto, reescribirla; no obstante, la guardó de un modo que,
ese cuento que narra, en apenas una cuartilla, el momento en
incluso después de muerta, ni el mismo novelista la encontró.
que un hombre, sentado en un sillón verde, lee una novela protagonizada por un par de amantes, dispuesto a asesinar al
Cuando pudo ganarse la vida por sus propios medios, tras li-
esposo de la chica, y cuyo crimen cometen cuando el esposo
cenciarse en letras en la Universidad de Buenos Aires, a su
está solo en la casa, leyendo una novela sentado en un sillón
vez impartió clases en diversas escuelas. Era un joven mo-
verde. Un cuento que metafóricamente asesina la habitual
desto, vivía en habitaciones alquiladas escuchando jazz, to-
comodidad del lector.
mando mate con su grupo de amigos, mientras comentaban a los autores que revolucionaron la escritura del siglo XX
Mientras escribía, solo regresaba a realidad cuando el minino
como James Joyce, sin olvidar, entre cigarrillo y cigarrillo,
Osiris golpeaba a la ventana, ese gato negro callejero que fue
al admirado Jorge Luis Borges, el enigmático ciego que re-
haciéndose amigo del autor tras visitarlo de tarde en tarde,
gentaba la biblioteca nacional, y quien quedaría sorprendido
maullar un poco en el silencio de esa habitación colmada de
por el talento de “ese muchacho, cuya obra es más grande
libros, comer una galleta y marcharse un momento antes de
la llegada de un amigo o de algunas de aquellas hermosas pa-
camadour, hijo de la Maga en la novela Rayuela, es homena-
risinas, haciendo posible la existencia de ese hombre autoexi-
jeado por Gabriel García Márquez en los últimos capítulos de
liado en medio del silencio nocturno de esa enorme ciudad,
“Cien Años de Soledad”. Era el famoso narrador cuya con-
donde sentía que no era nadie, ni un tal Julio Cortázar, ni
ciencia política despertó a los conflictos más perdurables de
un tal escritor argentino, solo un hombre paseándose como
su tiempo, apoyando a la revolución sandinista en Nicaragua,
una sombra por el Pont des Arts, encendiendo un cigarrillo
sintiendo el orgullo de ser argentino al escuchar las ovaciones
ya de madrugada, descubriendo misterios al contemplar las
que Cuba dedicaba a la memoria de su compatriota Ernesto
aguas del Sena, y escribiendo en un pequeño bloc: “Cada vez
“Che” Guevara.
iré sintiendo menos y recordando más”, frase puesta en boca de su alter ego Oliveira.
Era una verdadera leyenda, cuando grabó parte de sus creaciones en discos de vinil como el cuento Conducta en los ve-
Escribía libro tras libro: nueve compilaciones de cuentos (Fi-
lorios, bautizado por acción del azar en un pionero de los au-
nal del juego, Las armas secretas, Queremos tanto a Glenda,
diolibros, titulados Cortázar lee a Cortázar, popularizando su
entre otros títulos); más siete novelas (62 modelo para armas
pronunciación de la letra r, afrancesadamente enredada y gu-
y El libro de Manuel, entre otras acompañando a la inolvi-
turalmente bonaerense, en medio de su narración melancó-
dable Rayuela, tan revolucionaria en su lenguaje como las
lica. Era el prestigioso traductor de Memorias de Adriano, de
revoluciones políticas que sacudieron a los años 60). Y ya pu-
la escritora belga Marguerita Yourcenar. Firmaba autógrafos
blicadas sus obras en ediciones rústicas, no necesitaba de su
y todo el mundo le preguntaba por todo; incluso, “¿Qué pien-
nombre para que alguna mujer lo mirase a los ojos y quedara
sa de Mafalda?”, le decían, al pararlo por la calle, y, después
enamorada como la argentina Aurora Bernárdez, haciéndole
de dar una calada a su cigarrillo, respondía: “Lo importante
mate en Europa; la lituana Ugné Karvelis, compartiendo una
es qué piensa Mafalda de mí”.
segunda patria; o la canadiense Carol Dunlop, para el resto de la vida hasta morir.
Aún ahora es un ídolo latinoamericano, cuyo miles de lectores alrededor del mundo emprenden la peregrinación a su
Tenía un aspecto un poco desaliñado y barbudo, los dientes
tumba de mármol blanco en el cementerio de Montparnasse,
roídos y manchados por las colillas de los cigarrillos Gau-
en pleno corazón de París, donde fue enterrado al fallecer, a
loises y la mirada concentrada en el recuerdo de una calle
los 69 años, el 12 de febrero de 1984, después de morir tras
argentina, cuando fue descubierto por millones de lectores,
la agonía de una leucemia, complicada por otras afecciones.
conquistando a la crítica al haber convertido las menudencias
Esa lápida es un altar donde los visitantes lloran y leen sus
e insignificancias de todos los días en lecciones universales,
historias, mientras otros colocan boletos del metro, cáscaras
ya traducidas a todas la lenguas, comprados sus derechos por
de nueces, colillas de cigarrillos, y, donde alguien, una vez
las editoriales más prestigiosas, convirtiéndose en un clásico
escribió “Te extrañamos tanto, Cortázar”, al lado del dibujo
contemporáneo, cuya obra inauguraba cátedras en universi-
de una pequeña rayuela.
dades de toda Latinoamérica. Con todas sus letras en mayúsculas, ese era JULIO CORTÁZAR, el gran cuentista y novelista, cuyo personaje Bebé Ro< Julio Cortázar > H O M E N A J E
79
EL
Ú LTIM O
LEGADO
DE
JULIO
CORTÁZAR
Sólo un escritor generoso como Julio Cortázar puede volver desde una dimensión fantás80
tica a regalar una joya póstuma a sus lectores en todo el mundo. “Papeles inesperados”, el libro recientemente publicado por Alfaguara que reúne relatos inéditos, escritos dispersos, auto-entrevistas, poemas, artículos políticos, crónicas y textos para sus amigos, entre otros papeles escritos por el autor de “Rayuela”, es uno de esos libros preciosos que se guardan en un sitio privilegiado de la biblioteca. Para tener las palabras como amuleto, siempre al alcance de la mano. El acto de presentación del libro -dividido en tres partes: Prosas, Entrevistas ante el espejo y Poemas- en la 35 Feria del Libro fue conmovedor. Ante una concurrencia que superó las 1200 personas, inocultables cronopios que no quisieron estar ausentes, el coeditor catalán Carles Alvarez Garriga, que compiló el volumen bajo la atenta mirada de Aurora Bernárdez, heredera y albacea de Cortázar, rescató la publicación del volumen como un hecho festivo.
Susana Reinoso
A su lado, el escritor argentino Martín Kohan puso
Nació un 28 de junio. Abogada
de relieve las razones por las cuales Cortázar sigue vivo
y periodista cultural. Redacto-
a 25 años de su muerte. En agosto se conmemorará el
ra y columnista del diario La
95 aniversario de su nacimiento. “Papeles inesperados” reúne los textos que el propio Cortázar descartó de “Historias de Cronopios y de Fa-
Nación (PK). Profesora Titular de Periodismo de Espectáculos de la Universidad de Palermo. Algunas de sus actualizaciones formativas
mas”, de “Libro de Manuel” y de “Un tal Lucas”. El es-
fueron los talleres de Ética
critor radicado en París y fallecido en febrero de 1984,
Periodística y de Periodismo
los guardó durante años. El volumen contiene además
Cultural en la Fundación Nuevo
once relatos y 13 poemas inéditos, y 10 escritos incla-
Periodismo Iberoamericano,
sificables.
fundada por Gabriel García Márquez, y los posgrados Semiótica de los Medios de Comunicación,
En diálogo con LA NACION, Alvarez Garriga brindó sus
y Democracia y Comunicación,
impresiones sobre el legado inesperado de Cortázar.
ambos de la UNLP. También participó del VII Seminario Internacional Comunicación y Sociedad en Guadalajara (México). Fue distinguida con el Premio Julio Cortázar de la Cámara Argentina del Libro a la Mejor Labor en Periodismo Cultural 2004 y por su Labor Periodística en la Difusión de la Lengua Española por la Academia Argentina de Letras en 2008.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
81
-¿Cuál es la imagen de Julio Cortázar que nos revela este libro? -Un Cortázar total. Están todos los que conocemos cronológicamente. Incluso, el primerísimo y más joven, que es el que escribió el relato que abre el libro. Suponemos con Aurora que tenía 20 años cuando lo hizo. El libro es como un álbum de fotos: están los primeros retratos en sepia, luego llegan las fotos en blanco y negro, de éstas pasamos a retratos en color y, 82
finalmente, casi a las digitales. Todo eso es Cortázar. -¿Qué tomaron en cuenta con Aurora Bernárdez, para componer el libro, respetando la última voluntad del escritor? -Los textos que Cortázar no quiso publicar los quemó a todos. Por ejemplo, su primera novela infantil “Las nubes y el arquero”, y otra novela juvenil que era un soliloquio de 500 páginas. Otros papeles se destruyeron con los años. Por voluntad de Cortázar, Aurora puede disponer y publicar todo lo que él dejó al morir. Ella no es una lectora cualquier, además de ser la gran compañera de Cortázar.
-¿Había entre esos papeles algún material de Carol Dunlop? -En este legado no había papeles de Carol Dunlop. Aurora Bernárdez le entregó al hijo que vive en Canadá, todo lo que pertenecía a Carol, incluidas sus cámaras fotográficas. -¿Queda material inédito para otro libro? -No queda material para otro libro. Quedan algunos textos que no eran necesarios, porque se trataba de versiones alternativas de escritos que ya teníamos. Por lo demás, quedan sus cuadernos de notas, que la propia Aurora depositó en la Universidad de Princeton, porque de publicarse debería haberse hecho una edición crítica. -¿”Papeles inesperados” es para los fans de Cortázar o puede atraer nuevos lectores? -En este libro no hay que explicar nada. El editor no juega un papel activo, salvo indicar si se publica o no. Mi papel concreto fue inventariar el fondo documental que Aurora conservaba. En ese material había textos publicados en volúmenes póstumos. Luego, también había cartas y otros documentos las personales. Clasifiqué todo el fondo con la indicación de si eran inéditos o si lo eran por lo menos en un mismo volumen.
< Julio Cortázar > H O M E N A J E
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-¿Qué es lo genuinamente inesperado de esta obra? -Hay que distinguir al coleccionista y al lector usual que, como diría Borges, es aquel que no fatiga bibliotecas. El lector que ha fatigado muchas bibliotecas, conoce como máximo la mitad de lo publicado. Y para el lector que conoce a Cortázar por los libros en librerías, prácticamente todo será una sorpresa inesperada. Cortázar como escritor aún hoy es un misterio. Cuan84
do uno lee “Bestiario” o “Las armas secretas” tiene la impresión de que es esa clase de autor que escribe en la misma mesa que uno está sentado. No son demasiados, en la historia de la literatura contemporánea, los escritores como Cortázar. -¿Ha palpitado ya la reacción de en la calle? -Todavía no. Sólo sé que cuando me paseo con el libro bajo el brazo, la gente en los cafés me mira y se sonríe. -¿Será éste el último mensaje de Cortázar? -No será el último, porque su mensaje siempre es renovado. Ojalá que no sean sus últimas palabras. Pero ya no esperaría muchas sorpresas. De todos modos, si éstas fueran las últimas, yo diría como Goethe: “¡Luz, más luz!”. .
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Conferencia de Julio Cortรกzar, Madrid (1981)
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< Julio Cortรกzar > H O M E N A J E
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Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden lle-
el simple derecho de alguien que ve en el habla el punto más
gar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman
alto que haya escalado el hombre buscando saciar su sed de
los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser
conocimiento y de comunicación, es decir, de avanzar positi-
repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por ago-
vamente en la historia como ente social, y de ahondar como
tarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar
individuo en el contacto con sus semejantes. Sin la palabra
de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez,
no habría historia y tampoco habría amor; seriamos, como
flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la
el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une
sensibilidad, las vemos o las oímos caer corno piedras opacas,
como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos
empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir sola-
porque somos, pero somos porque hablamos. Y es enton-
mente una faceta de su contenido, a sentirlas corno monedas
ces que en las encrucijadas críticas, en los enfrentamientos
gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a ser-
de la luz contra la tiniebla, de la razón contra la brutalidad,
virnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usa-
de la democracia contra el fascismo, el habla asume un valor
dos. Los que asistimos a reuniones como ésta sabemos que
supremo del que no siempre nos damos plena cuenta. Ese
hay palabras-clave, palabras-cumbre que condensan nues-
valor, que deberia ser nuestra fuerza diurna frente a las aco-
tras ideas, nuestras esperanzas y nuestras decisiones, y que
metidas de la fuerza nocturna, ese valor que nos mostraría
deberían brillar como estrellas mentales cada vez que se las
con una máxima claridad el camino frente a los laberintos
pronuncia. Sabemos muy bien cuales son esas palabras en las
y las trampas que nos tiende el enemigo, ese valor del habla
que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad,
lo manejamos a veces como quien pone en marcha su auto-
dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, demo-
móvil o sube la escalera de su casa, mecánicamente, casi sin
cracia, entre muchas otras. Y ahí están otra vez esta noche,
pensar, dándolo por sentado y por valido, descontando que
aquí las estamos diciendo porque debemos decirlas, porque
la libertad es la libertad y la justicia es la justicia, así tal cual
ellas aglutinan una inmensa carga positiva sin la cual nuestra
y sin más, como el cigarrillo que ofrecemos o que nos ofre-
vida tal como la entendemos no tendría el menor sentido, ni
cen. Hoy, en que tanto en España como en muchos países del
como individuos ni como pueblos. Aquí están otra vez esas
mundo se juega una vez más el destino de los pueblos frente
palabras, las estamos diciendo, las estamos escuchando Pero
al resurgimiento de las pulsiones más negativas de la espe-
en algunos de nosotros, acaso porque tenemos un contacto
cie, yo siento que no siempre hacemos el esfuerzo necesario
más obligado con el idioma que es nuestra herramienta esté-
para definirnos inequívocamente en el plano de la comuni-
tica de trabajo, se abre paso un sentimiento de inquietud, un
cación verbal, para sentirnos seguros de las bases profundas
temor que sería más fácil callar en el entusiasmo y la fe del
de nuestras convicciones y de nuestras conductas sociales y
momento, pero que no debe ser callado cuando se lo siente
políticas. Y eso puede llevarnos en muchos casos sin conocer
con fuerza y con la angustia con que a mí me ocurre sentirlo.
a fondo el terreno donde se libra la batalla y donde debemos
Una vez más, como en tantas reuniones, coloquios, mesas re-
ganarla. Seguimos dejando que esas palabras que transmiten
dondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros pala-
nuestras consignas, nuestras opciones y nuestras conduc-
bras cuya necesaria repetición es prueba de su importancia;
tas, se desgasten y se fatiguen a fuerza de repetirse dentro
pero a l a vez se diría que esa reiteración las está como liman-
de moldes avejentados, de retóricas que inflaman la pasión
do, desgastando, apagando. Digo: “libertad” digo: “democra-
y la buena voluntad pero que no incitan a la reflexión crea-
cia”, y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haber-
dora, al avance en profundidad de la inteligencia, a las tomas
me planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje
de posición que signifiquen un verdadero paso adelante eni
más agudo, y siento también que muchos de los que las es-
la búsqueda de nuestro futuro. Todo esto sería acaso menos
cuchan las están recibiendo a su vez como algo que amenaza
grave si frente a nosotros no estuvieran aquellos que, tanto en
convertirse en un estereotipo, en un clisé sobre el cual todo
el plano del idioma como en el de los hechos, intentan todo lo
el mundo está de acuerdo porque ésa es la naturaleza misma
posible para imponernos una concepción de vida, del estado,
del clisé y del estereotipo: anteponer un lugar común a una
de la sociedad y del individuo basado en el desprecio elitista,
vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a
en la discriminación por razones raciales y económicas, en la
un pájaro vivo. ¿Con qué derecho digo aquí estas cosas? Con
conquista de un poder omnímodo por todos los medios a su
alcance, desde la destrucción física de pueblos enteros hasta
de la historia vivida. Y a pesar de las contrarrevoluciones, de
el sojuzgamiento de aquellos grupos humanos que ellos des-
las traiciones profundas que habrían de encarnarse en figu-
tinan a la explotación económica y a la alienación individual.
ras como la de Napoleón Bonaparte y de las de tantos otros, esas palabras conservaron su sabor más humano, su mensaje
Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas
más acuciante que despertó a otros pueblos, que acompañó el
de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del
nacimiento de las democracias y la liberación de tantos paí-
lenguaje, su manejo de servirse de los mismo conceptos que
ses oprimidos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del
estamos utilizando aquí esta noche para alterar y viciar su
nuestro. Esas palabras no estaban ni enfermas ni cansadas,
sentido más profundo y proponerlos como consignas de su
a pesar de que poco a poco los intereses de una burguesía
ideología. Palabras como patria, libertad y civilización saltan
egoísta y despiadada empezaba a recuperarlas para sus pro-
como conejos en todos sus discursos, en todos sus artículos
pios fines, que eran y son el engaño, el lavado de cerebros
periodísticos. Pero para ellos la patria es una plaza fuerte
ingenuos o ignorantes, el espejismo de las falsas democracias
destinada por definición a menospreciar y a amenazar a cual-
como lo estamos viendo en la mayoría de los países indus-
quier otra patria que no esté dispuesta a marchar de su lado
trializados que continúan decididos a imponer su ley y sus
en el desfile de los pasos de ganso. Para ellos la libertad es
métodos a la totalidad del planeta. Poco a poco esas palabras
su libertad, la de una minoría entronizada y todopoderosa,
se viciaron, se enfermaron a fuerza de ser viciadas por las
sostenida ciegamente por masas altamente masificadas. Para
peores demagogias del lenguaje dominante. Y nosotros, que
ellos la civilización es el estancamiento en un conformismo
las amamos porque en ellas alienta nuestra verdad, nuestra
permanente, en una obediencia incondicional. Y es entonces
esperanza y nuestra lucha, seguimos diciéndolas porque las
que nuestra excesiva confianza en el valor positivo que para
necesitamos, porque son las que deben expresar y transmitir
nosotros tienen esos términos puede colocarnos en desventa-
nuestros valores positivos, nuestras normas de vida y nues-
ja frente a ese uso diabólico del lenguaje. Por la muy simple
tras consignas de combate. Las decimos, si, y es necesario y
razón de que nuestros enemigos han mostrado sus capacidad
hermoso que así sea; pero ¿hemos sido capaces de mirarlas
de insinuar, de introducir paso a paso un vocabulario que se
de frente, de ahondar en su significado, de despojarlas de la
presta como ninguno al engaño, y si por nuestra parte no da-
adherencias, de falsedad, de distorsión y de superficialidad
mos al habla su sentido más auténtico y verdadero, puede lle-
con que nos han llegado después de un itinerario histórico
gar el momento en que ya no se vea con la suficiente claridad
que muchas veces las ha entregado y las entrega a los peores
la diferencia esencial entre nuestros valores políticos y socia-
usos de la propaganda y la mentira? Un ejemplo entre mu-
les y los de aquellos que presentan sus doctrinas vestidas con
chos puede mostrar la cínica deformación del lenguaje por
prendas parecidas; puede llegar el día en que el uso reiterado
parte de los opresores de los pueblos. A lo largo de la segunda
de las mismas palabras por unos y por otros no deje ver ya la
guerra mundial, yo escuchaba desde mi país, la Argentina, las
diferencia esencial de sentido que hay en términos tales como
transmisiones radiales por ondas cortas de los aliados y de los
individuo, como justicia social, corno derechos humanos, se-
nazis. Recuerdo, con asco que el tiempo no ha hecho más que
gún que sean dichos por nosotros o por cualquier demagogo
multiplicar, que las noticias difundidas por la radio de Hitler
del imperialismo o del fascismo. Hubo un tiempo, sin embar-
comenzaban cada vez con esta frase: Aquí Alemania, defen-
go, en que las cosas no fueron así. Basta mirar hacia atrás en
sora de la cultura». Si, ustedes me han oído bien, sobre todo
la historia para asistir al nacimiento de esas palabras en su
ustedes los mas jóvenes para quienes esa época es ya ape-
forma más pura, para asentir su temblor matinal en los labios
nas una página en el manual de historia. Cada noche la voz
de tantos visionarios, de tantos filósofos, de tantos poetas. Y
repetía la misma frase: .Alemania, defensora de la cultura».
eso, que era expresión de utopía o de ideal en sus bocas y en
La repetía mientras millones de judíos eran exterminados en
sus escritos, habría de llenarse de ardiente vida cuando una
los campos de concentración, la repetía mientras los teóricos
primera y fabulosa convulsión popular las volvió realidad en
hitleristas proclamaban sus teorías sobre la primacía de los
el estallido de la Revolución Francesa. Hablar de libertad, de
arios puros y su desprecio por todo el resto de la humanidad
igualdad y de fraternidad dejó entonces de ser una abstrac-
considerada como inferior.
ción del deseo para entrar de lleno en la dialéctica cotidiana < Julio Cortázar > H O M E N A J E
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La palabra cultura, que concentra en su infinito contenido la
cia de este enfoque verbal totalmente falseado tiene por’ab-
definición más alta del ser humano, era presentada como un
jeto convencer a la población norteamedcara de que frente
valor que el hitlerismo pretendía defender con sus divisiones
a toda situación polítieaxprisideráda como inestable en los
blindadas, quemando libros en imnensas piras, condenando
países vecinos, el debél~de los Estados Unidos es defender
las formas más audaces y hermosas del arte moderno, masi-
la democracia dentro y fuera de sus frcinteras, con lo cual ya
ficando el pensamiento y la sensibilidad de enormes multitu-
tenemos bien instalada la palabra «democta en un contexto
des. Eso sucedía en los años cuarenta, pero la distorsión del
con el que naturalmente no tiene nada.que ver. Y así podía-
lenguaje es todavía peor en nuestros tilas, cuando la sofistica-
mos seguir pasando revista al doble juego de escamoteos y de
ción de los medios de comunicacióxi::Ja vuelve aún más efi-
tergiversaciones verbales que.como se puede comprobar cien
caz y peligrosa puesto que aho:tánquea los últimos umbrales
veces, golpea a las puertas de nuestro propio discurso político
de la vida individual, y de§eié los canales de la televisión o las
con las armas de la televisión, de la prensa y del cine, para ir
ondas radiales puede invadir y fascinar a quienes no siempre
generando una confusión mental progresiva, un desgaste de
son capaces de reconocer sus verdaderas intenciones. Mi pro-
valores, una lenta enfermedad del habla, una fatiga contra la
pio país, la Argentina, proporciona hoy otro ejemplo de esta
que no siempre luchamos como deberíamos hacerlo. ¿Pero
colonización de la inteligencia por deformación de las pala-
en qué consiste ese deber? Detrás de cada palabra está pre-
bras. En momentos en que diversas comisiones internacio-
sente el hombre como historia y como conciencia, y es en la
nales investigaban las denuncias sobre los::miles y miles de
naturaleza del hombre donde se hace necesario ahondar a la
desaparecidos en el país, y daban a.. conocer informes aplas-
hora de asumir, de exponer y de defender nuestra concepción
tantes donde todas las formas de vióláción de derechos hu-
de la democracia y de la justicia social. Ese hombre que pro-
manas aparecían probadas y.documentadas; la junta militar
nuncia tales palabras, ¿está bien seguro de que cuando ha-
organizó una propaganda basada en el siguiente slogan: «Los
bla de democracia abarca el conjunto de sus semejantes sin
argentinos somos derechos y humanos». Así, esos dos térmi-
la menor restricción de tipo étnico, religioso o idiomático?
nos indisolublemente ligados desde la Revolución Francesa
Ese hombre que habla de libertad, ¿está seguro de que en su
y en nuestros días por la Declaración de las Naciones Uni-
vida privada, en el terreno del matrimonio, de la sexualidad,
das, fueron insidiosamente separados, y la noción de derecho
de la paternidad o la maternidad, está dispuesto a vivir sin
pasó a tomar un sentido totalmente disociado de su signifi-
privilegios atávicos, sin autoridad despótica, sin machismo
cación ética, jurídica y política para convertirse en el elogio
y sin feminismo entendidos como recíproca sumisión de los
demagógico de una supuesta manera de ser de los argentinos.
sexos? Ese hombre que habla de derechos humanos, ¿está
Véase como el mecanismo de ese sofisma se vales de las mis-
seguro de que sus derechos no benefician cómodamente de
mas palabras: como somos derechos y humanos, nadie puede
una cierta situación social o económica frente a otros hombre
pretender que hemos violado los derechos humanos. Y todo
que carecen de los medios o la educación necesarios para te-
el mundo puede irse a la cama en paz. Pero acaso no haya en
ner conciencia de ellos y hacerlos valer? Es tiempo de decirlo:
estos momentos una utilización mas insidiosa del habla que
las hermosas palabras de nuestra lucha ideológica y política
la utilizada por el imperialismo norteamericano para conven-
no se enferman y se fatigan por sí mismas, sinoo por el mal
cer a su propio pueblo y a los de sus aliados europeos de que
uso que les dan nuestros enemigos y que en muchas circuns-
es necesario sofocar de cualquier manera la lucha revolucio-
tancias les damos nosotros. Una crítica profunda de nuestra
naria en El Salvador. Para empezar se escamotea el termino
naturaleza, de nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir,
«revolución«, a fin de negar el sentido esencial de la larga y
es la única posibilidad que tenemos de devolverle al habla su
dura lucha del pueblo salvadoreño por su libertad -otro tér-
sentido más alto, limpiar esas palabras que tanto usamos sin
mino que es cuidadosamente eliminado-; todo se reduce así
acaso vivirlas desde adentro, sin practicarlas auténticamente
a lo que se califica de enfrentamientos entre grupos de ul-
desde adentro, sin ser responsables de cada una de ellas des-
traderecha y de ultraizquierda (estos últimos denominados
de lo más hondo de nuestro ser. Sólo así esos términos alcan-
siempre como «marxistas«), en medio de los cuales la junta
zarán la fuerza que exigimos en ellos, sólo así serán nuestros
de gobierno aparece como agente de moderación y de estabi-
y solamente nuestros. La tecnología le ha dado al hombre
lidad que es necesario proteger a toda costa. La consecuen-
máquinas que lavan las ropas y la vajilla, que le devuelven
el brillo y la pureza para su mejor uso. Es hora de pensar que cada uno de nosotros tiene una máquina mental de lavar, y que esa máquina es su inteligencia y su conciencia; con ella podemos y debemos lavar nuestro lenguaje político de tantas adherencias que lo debilitan. Sólo así lograremos que el futuro responda a nuestra esperanza y a nuestra acción, porque la historia es el hombre y se hace a su imagen y a su palabra.
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< Julio Cortázar > H O M E N A J E
Este libro se terminĂł de imprimir en el mes de septiembre de 2013 en Melmac Imprenta S.A. PeĂąa 1295 Buenos Aires, Argentina.
ISBN 978-987-553- 2