Blanco Porcelana sin censura

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Autora Margarita Ariza Aguilar Texto curaduría Verónica Wiman Apoyo en contenidos Andrea Quintero Angulo Apoyo gráfico Mazal Blanco Labouz Diseño Juan Mojica Arias Página Web www.blancoporcelana.com Carlos Alberto Ariza ISBN 978-958-44-9421-4

Proyecto ganador del Portafolio de Estímulos 2011, en la categoría Creación y Circulación en Artes Plásticas, de la Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo del Distrito de Barranquilla, Colombia 2011.


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Margarita Ariza A. Nuestra historia personal está necesariamente conectada con la sociedad en la que vivimos, la cual es a su vez resultado de decisiones políticas, muchas veces desconocidas para los ciudadanos. Los elementos más sencillos de nuestra vida diaria pueden resultar especialmente relevantes para suscitar procesos de reflexión. Me interesa trasladar escenas o fragmentos de mi historia personal fuera de su contexto natural e intervenir objetos del ámbito familiar, situando lo íntimo en un espacio transitable. Trabajo con elementos de mi cotidianidad, sin aparente importancia y mediante cruces con la historia, la apropiación de imágenes y la intervención de espacios, establezco conexiones con aspectos problemáticos de la realidad social. 3-



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UN CUENTO DE

Ada S

uchos años después, Adita había de recordar aquella tarde remota en la que jugaba en casa de su tía Rosita, con sus primas mayores, al juego: “¿Si pudieras cambiarte algo, qué sería?”. Cuando le tocó su turno se quedó pensando y decidió ir a mirarse la cara en el espejo del baño. Recordó la tradicional foto de su abuela Teresa y a su prima Luz Esperanza, la más querida por la familia, decían, por ser de la raza de su abuela. No tuvo que pensar mucho la respuesta y regresó diciendo con un tono de voz como distraído: “Me cambiaría, sin duda, los labios”. Adita nació casualmente en Buenos Aires, Argentina. Sus padres, Azucena y Armando, vivían en aquel entonces en esa ciudad. Su familia la conoció a distancia por fotografías que sus padres enviaban por correo. Ella fue bautizada por su abuela materna: boca de beso. Su abuela viajaría a conocerla para sus ocho 5-


meses de nacimiento en el año 1971. Sin embargo, para el infortunio familiar, el viaje terminaría antes de lo esperado. La abuela Teresa viajó desde Bogotá hasta Barranquilla, a la casa de los abuelos paternos de Adita –Rafael Ramiro Ariza Pernett y Helena Andrade de Ariza–. Se hospedó allí, rodeada de atenciones, en una bella casona del tradicional Barrio El Prado que había construído la familia y que había estado lista justo el 12 de octubre de 1947.

De allí tomó el Jet que la llevaría a Indiana, donde visitaría a su nieta Thrisa Michelle, y posteriormente a Buenos Aires, a ver a su boca de beso. Sin embargo, nunca llegó a su destino. Unos cuantos días después de su aterrizaje en los Estados Unidos, un derrame cerebral acabó con su vida. La abuela era católica de oraciones y de obras. Su rutina iniciaba todos los días con la misa de 6 de la mañana, vestida con su hábito franciscano. Siempre la acompañaban sus palomas; volaban con ella camino a la iglesia, esperaban que entrara a la ceremonia y emprendían el vuelo de regreso a casa. Ver las palomas arribar a sus palomares era una señal inequívoca de que la abuela se encontraba en oración. De regreso a casa, la abuela siempre encontraba algún necesitado a quien favorecer; los llevaba a su hogar, los sentaba en su mesa a desayunar y, si era necesario, los bañaba y los vestía con prendas nuevas. Cuando iba de viaje, en cada lugar donde se hospedaba invitaba a todas las personas a su alrededor a rezar el rosario, logrando de manera natural

que una gran cantidad de personas terminara uniéndose a ella. Cuando estaba en construcción el Hospital Militar Central, la abuela consiguió un permiso de los arquitectos, ingenieros e interventores para que se

celebrara una misa semanal y los obreros pudieran parar sus actividades y asistir, sin que se les descontara ningún dinero. Los obreros eran muy numerosos. Al principio, pocos asistían; los demás se quedaban descansando en los andenes y antejardines de las casas cercanas por la calle 49, entre las carreras


BlancoPorcelana Séptima y Quinta. Al cabo de cierto tiempo, comenzaron a asistir todos los trabajadores, incluso aquellos que antes se burlaban de este acto religioso, y no solo eso, sino que ayudaban a cargar sillas para que otras personas de la comunidad pudieran acompañarlos. Su espíritu de solidaridad trascendía todas las esferas sociales. Fue ella quien se encargó, con su gestión ante la Alcaldía de Bogotá, de que instalaran un grifo o pluma de la cual pudieran recoger agua los más pobres que vivían en la loma, arriba de la carrera Tercera. Consagró su vida al servicio de los demás. Para ella era muy importante tener una vida austera, pensando que los lujos podían ser mejor invertidos en satisfacer las necesidades de los pobres. Tenía una hermosa familia que había conformado al lado de su

esposo, José Ceferino Aguilar Forero, farmaceuta y dueño de las Droguerías Aguilar (que en un principio se llamó Droguería Pasteur, al estilo Francés), donde él mismo preparaba las fórmulas magistrales. Tenían un solo hijo “blanco y varón”, Rafael Francisco del Niño Jesús, el más bello, el centro de atención. Le seguían Teresa de la Concepción, la más juiciosa; Carmen Rosa de los Ángeles, la más graciosa; Cielo, la más bella; Blanca Azucena del Sagrario, la artista, y Ruth Gabriela Emperatriz, la intelectual. Su esposo, el abuelo Pepe –como le decían cariñosamente– tenía también un gusto refinado pero, contrario a la personalidad de la abuela Teresa, menos austero. Quería que su familia siempre tuviera las mejores cosas, le gustaba todo lo moderno que representaba el progreso. Cierto día, después de uno de sus viajes, trajo de regalo a la abuela un elegante abrigo de piel. La abuela, agradecida pero al mismo tiempo contrariada por el sentimiento de no querer usar prendas ostentosas, lo recibió. Sin embargo, antes de usarlo, tomó la decisión de cortar los puños y el largo del abrigo que llegaba

casi hasta los pies, para que no luciera tan llamativo. Años después, otro de estos abrigos terminó en manos de Azucenita, como cobija para un venado que tenía de mascota, en el jardín de su casa. Paradójicamente, la abuela Teresa, que había deseado un entierro sencillo y humilde, vestida con su hábito franciscano y en ataúd de madera cepillada, tuvo otra suerte: Fue vestida con su mejor traje, maquillada para lucir rosadita, al natural. Su cuerpo fue embalsamado y empacado al vacío en un ataúd que para ese momento era uno de los más grandes y lujosos. Al trasladarlo al cementerio en Bogotá, el hueco donde iba a ser enterrado tuvo que ser reacomodado, ya que el ataúd era más grande de lo normal. Tenía la cabeza ligeramente levantada, el rostro 7-


reflejaba su habitual belleza, parecía estar dormida, haciendo la siesta, como cualquier día. La abuela Teresa compartía con

su mamá Angelina (Anastasia Vicenta Angelina) el gusto por la poesía, y todo lo que escribía y decía era en verso. Su familia había llegado de Zapatoca, Santander. Angelina se casó, cuando tenía apenas 14 años, con Gregorio, un hombre mucho mayor que ella, tanto así que le decía Don Gregorio. El era de otra “buena familia”, blanco, de ojos azules, y era gemelo de un hermano que murió. Era severo y austero, pero muy cariñoso con sus hijas: Teresa y Oliva. La abuelita Angelina, además de poeta, era partera, poseía amplios conocimientos de medicina natural y tejía sombreros blancos de la época (sombreros jipijapa). Nunca le gustó vivir en las fincas de su esposo, siempre vivió en el pueblo. En Zapatoca, la mayoría de los habitantes tenía facciones de los inmigrantes alemanes, eran rubios, pelirrojos y de ojos claros. Sin embargo, tanto Angelina como la abuela Teresa y la tía Oliva, siempre estuvieron más orgullosas de su sangre española. La abuela Teresa era considerada la más bonita de la familia, incluso más bella que la tía Oliva. A su vez, ésta admira-

ba tanto la belleza de su hermana que un día, cuando le dijeron a su sobrina Ruth Emperatriz que se parecía mucho a la abuela Teresa, respondió: “Ya quisiera para un día de fiesta”. El famoso inmigrante y colonizador alemán Lengerke, llegó a Zapatoca en 1858. Se afirma que fue una persona inteligente, de trato agradable, emprendedor, y se le atribuye gran parte del desarrollo de la región. Nunca se convirtió al catolicismo, pero siempre respetó y colaboró con las obras de la iglesia. Le gustaba tener cosas lujosas y excéntricas; por ejemplo, trajo de Alemania a su hacienda Monte Bello un cañón que disparaba


BlancoPorcelana cada mañana, y después cantaba el himno alemán con sus peones. También tenía de mascota a un cocodrilo domesticado, y muchos otros lujos. Geo Von Lengerke era un hombre sagaz en los negocios y fue un precursor de las exportaciones internacionales. Entre sus productos de exportación estaban los sombreros de gran blancura, tejidos por las manos de las mujeres del pueblo. Por su reconocida fama de seductor, ninguna de las mujeres del pueblo se atrevía a estar a solas con él. Nunca se casó y, como buen alemán, la historia lo recuerda como un “hombre rubio que procreaba infatigablemente, regando ojos azules y matas de pelo dorado sobre la población, y que con los años se fue sumiendo en la soledad y el alcohol, víctima de amores imposibles”. Hoy su tumba es escogida para citas de los amantes clandestinos. A la abuelita Teresa no le gustaban los pelirrojos y pecosos, porque no tenían la piel blanca, blanca. Cuando ella estuvo embarazada, rezó con gran fervor a la Virgen para que ningún hijo suyo saliera con esa herencia alemana. Cuando llevaba en el vientre a la tía Rosita (trigueña y

la única pecosa) miraba por largo rato la foto de la actriz Shirley Temple para que, en caso de que fuera niña, se pareciera a ella. En 1975 nació Alejandro, el hermano de Adita. Ya en esa época la abuelita Angelina sufría de demencia senil. En una ocasión creyó que su nieta Azucena (la mamá de Adita) era otra persona, y le dijo preocupada: “¿Sí sabes mijita que Azucenita tuvo un niño negrito, negrito, negrito?”. En casa de los abuelos paternos de Adita, siempre les impactó el

hecho de que la abuela Teresa hubiera muerto días después de compartir con ellos. Ramiro, su abuelo paterno, fue el principal odontólogo de la ciudad y contribuyó en gran medida a las investigaciones sobre implantes dentales, con su trabajo de los alvéolos sangrantes. No sólo atendía en su consultorio, sino que tuvo un gran interés por las problemáticas de la ciudad, ocupó diferentes cargos en el gobierno departamental y municipal. Fue Secretario de Salud y siempre hacía énfasis en que su apellido Pernett era con doble t al final: “Pernett con DOBLE TT, ¡apellido francés!”. Al final de su vida escribió el libro “El Hijo del 9-


Navegante”, una memoria de vida de la vieja Barranquilla y los inicios de la navegación por el Río Magdalena, donde su padre Pompilio Sabas Ariza Fontalvo, Ingeniero Mecánico, construyó los vapores Atlántico y Antioquia y fue capitán de buque del río. Ramiro, siendo muy blanco, tenía una hermana muy morena, Sara. Era culta, distinguida, de muy buen gusto, generosa. Cuentan que ella se molestaba si le regalaban polvos para la cara. Algunas personas preguntaban: “¿y es que Sara era muy morena?”, a lo que todos respondían: “Nooooooooo”. A Sara no le

gustaba ser retratada y por esa razón su imagen se disolvió en la historia; no existe una fotografía en la que se pueda apreciar su rostro, sólo queda el recuerdo de la casa que habitó, que aún se conserva en la carrera 52 de Barranquilla. Helena, esposa de Ramiro, fue una bella y valiente madre de 11 hijos: Armando, primer meteorólogo profesional en Colombia. Nancy, de inteligencia

extraordinaria. Álvaro, prestigioso ortodoncista. Carlos, inventor y navegante como su abuelo. Rafael, el empresario. Elizabeth, quien siempre administró el funcionamiento de la casa de sus padres; todos los platos exquisitos compartidos en familia fueron obra suya. Nora, ingeniera industrial, de generoso corazón. Pompilio, abogado con gran gusto por el campo, los caballos y las vacas. Yudi, el soporte emocional de la familia. Luz Marina, reconocida por su belleza, y Eduardo, empresario, aunque músico en realidad. Para que el arte no los matara, todos los primos de Adita debían ser adminis-


BlancoPorcelana tradores de empresas, economistas o ingenieros, así fueran músicos, cantantes o artistas: “¿Matar?, ¿Acaso el arte puede matar? Será de hambre, de abandono, de peligro”. Como Pelu, María Helena, dicen que ¡quién la manda!: “Tiene una maestría de estudios para la paz y tras de eso vive en Sudán, allá, con esos negritos”. El otro día se le metió al cuarto una mamba negra, de esas culebras de dos metros que pueden quedarse paradas hasta un metro de altura. Y ¡ay de que regrese con un negro!… que sea feliz, pero que no venga con un negro. Cuando Pelu era niña, se levantaba una hora antes para que la cubrieran con

el protector solar. Y no era cualquiera, era uno especial, importado por sus padres únicamente para ella, ¡porque no podía oscurecerse más! Ella, ante la insistencia de su mamá aplicándole el bloqueador, le decía: “¡Tú lo que quieres es borrarme la piel!”. Pelu esperaba desnuda un tiempo, que en su mente era interminable, el tiempo necesario para que se secara el protector antes de ponerse la ropa e ir al colegio. Pecos, un primo de Adita, está convencido de que Pelu tiene el pelo crespo, porque siempre la querían peinar con una peinilla que se lo jalaba, entonces ella nunca más se dejó peinar, y así se volvió crespa. También piensa que ella es más oscura que los demás porque su nana Lucia –que era muy negra y procedía de Haití– la llevó a la playa desde bebé, por eso su color de piel se volvió oscuro. Y cuando Pelu era niña alguien la felicitó diciéndole: “¡Ay, Pelu, estás más bonita, has blanqueado!”. Pero cuando creció un poco más le dijeron: “¡Ay, Pelu! ¿A ti qué te pasó si tú tenías el pelo liso? ¡Qué pesar!”. Y ocurriría con las generaciones por venir; la vieja Barranquilla y sus calles con

nombres de poesía, había quedado atrás. Ahora sería carta de garantía del éxito en la vida, la capacidad de hacer dinero o de convertirse en un importante empleado y ser, o por lo menos lucir, bellos y lisos, con el blower y las lacas traídas de afuera. Como la abuela Josefa Barros, quien figura en el árbol genealógico ¡y decían que se estiraba el pelo como cabrestante de buque! Los papás de la abuelita Helena fueron muy importantes; vivían en la calle Bolívar entre los callejones Roble y Primavera de la puerta de Oro de Colombia. El abuelo José Manuel Andrade respiraba café. Su empresa “Café Concentración” distribuía café a Barranquilla y a otros municipios cercanos como Galapa, Baranoa, Polonuevo, Soledad, Malambo y Sabanagrande.

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Mamá Mode –Modesta Mendoza Hunter–, descendiente de ingleses, también tenía capitanes de buque en su familia, como su tío Generoso Mendoza. Mamá Mode estaba muy complacida al saber que Armando se había casado con una Blanca Azucena. Ella misma le había preguntado días atrás a su nieto Armando: “¿Pero Azucena es blanca?”, a lo que él respondió: “Imagínate, es blanca hasta de nombre, ¡se llama

Blanca Azucena del Sagrario!”. Dicen que las hijas más bonitas de Mamá Mode –y las más blancas– eran la abuelita Helena y la tía Gume, de quienes se dice que eran unas santas. La tía de Adita, Nancy, escribió en sus memorias que Ceci “era una gran mujer, inteligente, de gran carácter, hacía todos los oficios de la casa, administraba el presupuesto, le daba tiempo para visitar a los enfermos, ir a la adoración perpetua, ir al mercado”. Ella era más morenita, y fue la segunda mamá de Armando. Las tres hermanas eran unas mujeres muy católicas, como su mamá; se levantaban muy temprano para ir a misa de 5 en la Iglesia del Rosario. De la rama de los Andrade provenían reconocidos pianistas, músicos y escritores. José Tomás Andrade, tatarabuelo de Adita, fue profesor de piano; Amira

Andrade, su hija, tocaba la Serenata de los Ángeles. Lilia Andrade, hija de Amira, fue pianista internacional, y Juan José Nieto Gil, tío abuelo de papá José, fue Presidente de la República en 1861. Armando, el papá de Adita, quien ha pasado muchos años estudiando juiciosamente el árbol genealógico, ¡de repente lo encontró! Le contamos a algunos de la familia lo complacidos que estábamos por descubrir que éramos descendientes de un Presidente de la República, y después les dijimos que, además, era el único presidente negro de la historia, a lo cual respondían sobresaltados: “Negro no, a lo mejor era moreno y lo veían negro”. Y sí, parece que a Juan José Nieto Gil la historia ha querido borrarlo; dicen que su tumba siempre ha estado abandonada, que escribió las primeras novelas del Caribe y que, a pesar de haber sido Presidente no figura en los registros, por alguna extraña razón. ¿Cuestión de color? Negro, noooooooo. La historia lo describe como “fornido, de piel cetrina clara (o trigueña oscura), ojos zarcos verdosos, nariz recta y amplia, labios finos, cejas arqueadas y cabello negro medio


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rizado”. Hijo de una zamba y un español, decían que, “a pesar de su ascendencia oscura”, fue buen mozo. Un dato curioso es que, en los pocos registros que existen de Juan José, sale con la piel más clara. Para el día de su posesión, le hicieron un retrato oficial con la banda presidencial; el lienzo fue enviado a Francia para ser retocado al estilo de un mandatario francés. Y así, en las pocas imágenes que existen, figura con cara de blanco. Sin embargo, no figura en muchos libros de registro histórico, ni en murales donde están todos los demás presidentes blancos de la historia de Colombia. En 1851, fue gobernador de la provincia de Bolívar y participó del congreso donde se decidió abolir la esclavitud en Colombia. El 1 de enero de 1852 preparó una ceremonia donde se proclamó la

emancipación de toda la población negra, nacida antes de 1821. Allí pronunció un discurso memorable: “Desde hoy se acabaron los esclavos en la Nueva Granada; y es por eso que os saludo en este día el más solemne, el más bello que ha tenido la República, porque es el día complementario de nuestra regeneración política; el día en que ha desaparecido para siempre de entre nosotros el odioso título de señor y esclavo y en que ninguno de nuestros hermanos lleva colgado al cuello, la ponderosa, la negra cadena de la servidumbre...” Aun cuando nunca lo había pensado, para la familia de Adita, el tema del color de la piel estuvo presente hasta en las cosas más cotidianas de sus vidas. La tía Oliva, hermana de la abuela Teresa, era generosa, apasionada y directa en su expresión. Nunca pudo vivir con el amor de su vida, a quien sobrevivió muchos años, ni siquiera le avisaron cuando murió. Para Oliva, el amor era lo más importante; la habían separado de su esposo por los condicionamientos sociales de aquella época, 13-


las miradas estaban sobre Simón, que ni siquiera había nacido. Había gran expectativa entre ellos, jugaban a imaginarse qué color tendría, ¿sería “trigueño”, como Adita? ¿O acaso saldría de pelo negro, como su abuela Azucena? Lo más curioso de la abuela Azucena por eso cargaba ese dolor, pero al mismo tiempo la emocionaba la idea de que otro se enamorara. Algunas tardes se sentaba con Adita y miraban las cartas que le enviaban sus amigos. Un día comentó al ver una: “Ese es morenito, pero es buena persona”. Adita le contestó: “Tía, ¿acaso el color es lo más importante?”, a lo que ella respondió: “Yo no tengo nada contra el color, ¡pero los negros me dan no sé qué cosa!”. Adita se casó con Jaime Eduardo, un hombre de pelo castaño, piel blanca y ojos marrones. Fue su único amor; lo conoció a los 16 se casó con él a los 24, y a los 26 quedó embarazada. ¡Qué alegría, un nuevo bebé para la familia! Ahora todas

es que siendo ella Blanca –aunque dijeran que no– que nunca como la abuela Teresa, en su época fue considerada la del pelo feo, pelo indio (por ser negro, grueso y muy liso). Fue sometida desde muy niña a permanentes y marrones que le harían lucir unas ondas sutiles y delicadas como debería ser. Solamente hasta la llegada de los años sesenta, cuando el liso se puso en furor, ella pudo disfrutar de su pelo al natural. Adita, en cambio, no tenía el pelo

tan liso. Su pelo tenía un temperamento propio; a veces amanecía ondulado, otras, crespo. Esto le trajo muchos problemas en el colegio, donde le decían miss trapero y ocasionalmente la sacaban de clase con una peinilla para que fuera a peinarse. Era de esas peinillas de dientes finos como las que usaban en el Apartheid para identificar si eras blanco o negro. Si el peine corría fácilmente a través del pelo, eras puro, blanco, de lo contrario eras Un NeGrO. Un poco más grande, Adita, para una reunión familiar, decidió alisarse el pelo. En la reunión los comentarios no se hicieron esperar: “El pelo liso es para las de buen pelo”. “Pero, hermana, ¡ella tiene buen pelo!...”. “Pues si tiene buen pelo… ¡no se le nota!”. Días antes de que naciera Simón, muchos familiares se reunieron en casa de los futuros abuelos Azucena y Armando. Azucena alistó para esa ocasión una foto de bebés de diferentes razas, donde cada cual elegía el que pensaba que se parecería más a Simón. Todos escogieron el más moreno y de pelo negro. Con su vida y con su muerte, la abuela Teresa se constituyó en un ícono de la


BlancoPorcelana belleza y la bondad, de eso que debería ser: una mezcla de belleza, blancura y santidad. Así que, años más tarde, las tías de Adita , Teresa de la Concepción, Carmen Rosa de los Ángeles, Cielo de María Josefa, Blanca Azucena del Sagrario y Ruth Gabriela Emperatriz, por el amor que profesaban a la abuela Teresa, acotarían el término Blanco Porcelana para designar esta condición de la abuela, casi imposible de alcanzar. La blancura de la abuela como una especie de termómetro o escala de grises a la cual había que exponerse o presentar a los recién nacidos, motivando las más negras y acaloradas discusiones. Así que esos nueve meses a la espera de Simón estuvieron rodeados de gran expectativa. La única que aquella tarde había adivinado el color del bebé por nacer fue la prima Sarita, quien pintó un cuadro al óleo de Simón jugando: blanco y de pelo castaño claro, más claro aún que el de su papá, lo cual sería una gran sorpresa para todos. Una vez llegado al mundo y en su blanca cuna, preparada por su abuela, Blanca Azucena exclamó: “¡Ay, hermana, el niño es blanquito!”. A lo que una de sus hermanas respondió: “¡No, hermana, no es tan blanquito! ¡Nunca como el Blanco Porcelana de mi mamá! 15-



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por Verónica Wiman Curadora independiente.

F

ue en Cali, Colombia, durante un debate en un seminario sobre arquitectura modernista en el país, donde se reconoció cómo la arquitectura contemporánea sigue generando discriminación en el espacio doméstico. Un pequeño cuarto sin ventanas detrás de la cocina se asigna a la “Negrita” o servicio doméstico para habitar. Me acordé de mi primera visita a Cali, en donde la empleada que había preparado la deliciosa cena que íbamos a tener, no se sentaría con nosotros para comer y pasar un buen rato, se sentaría sola en el área trasera. Siendo nueva en esta cultura y extranjera, siendo yo, me era difícil disfrutar y permanecer en silencio. ¿Cómo podemos enfrentar y justificar el hecho de que la gran mayoría de las personas que limpian nuestros

suelos y lavan nuestra ropa sean mujeres negras? Algunas mujeres colombianas educadas que estaban a mi alrededor, me explicaban: “Ellas son parte de nosotros y de nuestras familias, vivimos juntos de manera natural”. Para algunas personas estas mujeres son irreemplazables en la vida cotidiana, y para muchos hombres una forma placentera de seguirlas con la mirada mientras pasan. En su introducción a “Enseñando a transgredir: La educación como práctica de la libertad”, Bell Hooks escribe sobre los modelos de los roles de las mujeres negras. En lugar de las agendas o estrategias pedagógicas, las profesoras negras con las que creció fueron su más fuerte guía a través de la vida. “No toques mis tomates… –cantaba Calypso Mama en la década de 1940– todo lo que haces es apretarlos, tocarlos, apretarlos, tocarlos…”. Audre Lorde, poeta negra americana, que se hace llamar guerrera, lo expone de otra manera. Para Lorde, su propio cuerpo era el texto. Su experiencia corporal, como lesbiana, como madre, en una lucha hasta el final contra el cáncer de mama, fue la

fuente de su escritura. Comprometida con el cambio y la diferencia, identificaba su poder y denunciaba. Lorde expresa la forma como el poder femenino se pierde y, si una mujer no lo usa, cómo puede ser utilizado en su contra: “Este lago de poesía del que hablo, no nos empoderará si todo lo que hacemos es nadar en él. Debemos tomarlo, llamarlo alimento, llamarlo líquido, llamarlo lo que sea que encontremos allí, y avanzar en nuestras vidas”. ¿Cómo podemos cambiar estructuras y realidades raciales y opresivas, que parecen estar tan arraigadas y perpetuadas en la sociedad? El arte puede. Como escritor de nuevas historias y creador de nuevas realidades, el arte es un motor poderoso y renovador. Alrededor del mundo los artistas están contando estas historias alternativas que no pueden ser contadas o vistas en ningún otro lugar. A menudo, las intervenciones penetran, atraviesan, visualizan y crean este espacio intermedio en el que las mentes y los cuerpos puedan explorar desde sus propios sentidos. El arte es fuerte y tiene la capacidad de generar cambios, usando 19-


imágenes y espacios emergentes para romper tabúes. Donde la sociedad está atascada, los artistas señalan o sugieren posibilidades. Cuando era niña y vivía en las Antillas Caribeñas, era indudablemente una persona blanca. La comunidad local de la isla, acariciaba con curiosidad mi pelo rubio y apretaba mi piel blanca, lo cual en ese momento era más divertido que inquietante. Me sentía diferente, pero entonces nunca pensé que dos tercios de la población del mundo son de color y están oprimidos por un tercio de la población mundial que se llama a sí misma blanca. Esto lo aprendería algunos años después, y más tarde en la vida trataría de comprender y ver cuáles herramientas podía crear, para ser arte y parte. Mucho de esto veo en el trabajo de Margarita Ariza, Blanco Porcelana, un proyecto que se realiza en un lugar y un momento en el que el tema tiene un relevante significado. La importancia actual de este documento o monumento es fundamental, para romper el silencio y sugerir otros caminos para el futuro.

Verónica Wiman, 1975, Suecia. Curadora independiente, escritora y profesora, trabajó en Cali Colombia en dos proyectos con comunidades, La Vida es un Teatro y Terra Escola. Curadora del EAC espacio de arte contemporáneo del Museo la Tertulia de Cali, donde realizó la curaduría de Allora & Calzadilla, Negrita/ Liliana Angulo y Coco Fusco, Yang Fudong, NORAMTIVO con Carlos Motta y LTTR, en 2011 entre otros. Entre sus proyectos curatoriales en Colombia se encuentran Oreja Roja, Bogota y United Fruit Fallen Fruit, Lugar a Dudas. Cali en 2009. Curadora invitada Yerba Buena Center for the Arts (san Francisco), Los Angeles Contemporary Exhibitions (Los Angeles) Galería de arte Johannesburgo y Bildmuseet, curadora en residencia en ISCP en New York y en NIFCA en Helsinki y en el Centro de Arte Banff . Trabajó también en la Bienal de Estambul en 2001. Fue miembro del equipo curatorial de Radiodays y De Appel Amsterdam. Fue profesora adjunta de la Universidad de San Francisco. Su campo de investigación gira alrededor de la interdisciplinariedad y la práctica social en artes, explorando la política y las expresiones relacionales en el espacio público.


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Blanco Porcelana propone una reflexión en torno al racismo a partir de frases cotidianas y prácticas de belleza en las cuales la discriminación se asoma de manera velada. Un racismo heredado y casi imperceptible. Una construcción cultural incuestionada, que ha sido transmitida de generación en generación. Blanco Porcelana recurre a diferentes medios, entre ellos una cartilla que contiene “un cuento de hadas”, una historia familiar con sus frases acostumbradas, que subraya un modelo colonial aún vigente. A partir de dibujos intervenidos, establece una relación entre los sistemas de clasificación racial de la época de la colonia, imágenes de la historia del arte occidental y la gran variedad de productos de belleza usados hoy en día, cuestionando la concepción del arquetipo de belleza heredado y reproducido mediáticamente,

directamente relacionado con la discriminación racial. La instalación alude a una escena familiar, un cuarto de bebé, que invita al espectador a preguntarse por este ideal bajo el cual hemos nacido. La reflexión que plantea este trabajo es necesaria dentro del contexto latinoamericano, colombiano y local, ya que aborda el tema del racismo hoy, no desde el punto de vista tradicional de las grandes manifestaciones racistas, sino centrándose en el aspecto velado de esta problemática, más peligroso porque perpetúa estas creencias, usos y prácticas a través de las generaciones. El tema es abordado desde la perspectiva de una familia mestiza, como un ejemplo de muchas familias de Latinoamérica y otras regiones del mundo que se formaron bajo la influencia de las colonias europeas. Cuestiona el contenido transmitido a través de simples frases familiares y prácticas de belleza que se van tejiendo en la costumbre, siendo éstas más difíciles de contrarrestar que aquellos asuntos que serían susceptibles de ser legislados.

Frases y creencias que aún circulan en muchas familias sin ningún cuestionamiento, expresiones cotidianas como: “Éste nació blanquito, ¡limpiecito!” o “¡Ella fue la única que sacó los ojos claros de mi mamá! Esperemos, de pronto en la tercera generación…”, entre muchas otras. Dentro de la oferta de productos de belleza es frecuente encontrar desde productos de supermercado hasta tratamientos especializados que prometen alisar el pelo, aclarar el tono de la piel, el pelo o las axilas, cosméticos para lucir más blancos, alisados permanentes, blanqueamiento de zonas íntimas, entre otros. Bajo este tipo consumo, subyace el modelo de belleza, que una gran parte de la población se esfuerza en alcanzar y que ha contribuido a moldear nuestras costumbres y usos de lo que se considera adecuado, bello y con clase. Los nombres de estos productos hacen visible, esa pretendida superioridad de lo blanco: White Perfect, White Secret, Blankísima, Fair and White, entre otros. Fabricados por multinacionales que se lucran de estos modelos, vendien21-


do en cada país lo que supuestamente te proporcionará la apariencia adecuada. Uno de estos fabricantes se llama Rubia Industries y, al igual que nos vende aquí su crema aclaradora, la vende también en Oriente para que los asiáticos puedan ser menos amarillos y más blancos. Un negocio multinacional que se alimenta y se beneficia de esta diferenciación. Muchas de nuestras prácticas y expresiones populares no obedecen a una ideología conscientemente racista, sino a un modelo heredado y desconocido para muchos, del cual es difícil sustraerse. ¿No se preguntan por qué es mejor el cabello liso liss perfecto, que el pelo cucú? Es la Colonia vigente hoy, alojada en nuestras casas, presente en nuestras palabras, trenzada en nuestra cabeza, pero imperceptible en nuestra memoria. Partiendo de una experiencia personal, a manera de ejemplo, Blanco Porcelana conecta profundamente con la realidad social de nuestro país y con la herencia colonial que aún perdura y se refleja en nuestras acciones más cotidianas.

Así pues, la misión de la práctica artística en este caso es la de levantar este velo y ofrecer un “espejo” para reconocerse y repensarse.

Intervenciones espués de realizar una intervención en el sistema de transporte integrado Transmetro de Barranquilla, Blanco Porcelana, se exhibe en la Galería Habitat 80, del 29 de octubre al 12 de noviembre de 2011. La primera se llevó a cabo en las estaciones Joe arroyo, Parque cultural y Catedral,desde el 12 de octubre, día de la raza, (aún conserva este nombre en Colombia), por espacio de una semana. Incluyó la intervención sobre el audio del sistema en el cual se repetían de manera contínua las frases familiares, mientras que los pasajeros esperaban su bus y la

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video instalación de la cuna, era visitada a la entrada de la estación. Se instalaron espejos a lo largo del corredor de la estación con diferentes aspectos de cabello. En las tres estaciones se adhirieron frases familiares en paneles y vidrios. La segunda instalación se lleva a cabo en un lugar de consumo, siendo el entorno del almacén Fedco un espacio representativo en la venta de productos de belleza, que ha ubicado en medio de la peluquería y el spa, una galería destinada a exposiciones de artistas del caribe. Durante esta intervención, además de la video instalación, se entrega una postal que muestra un conjunto de imágenes de productos de belleza intervenidos con las castas coloniales que contiene nombres de productos y frases extractadas de su publicidad y empaques. Otros elementos que hacen parte de esta intervención son la cartilla y una polvera, en donde el espejo impreso con la imagen de la abuela Teresa, (ideal de belleza), impide que el espectador, aprecie completamente su reflejo.


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c uc ú c uc ú jo de l a b de ! a gua

ría Te nd r r e que a e los glarms la bio

Este utilísimo instrumento que puedes tener en casa, te permitirá identificar y clasificar apropiadamente a cada miembro de la familia.

en re alidad no es ta n bl anquito

A zuce nita tuvo un niño ne gr ito ne gr ito ne gr ito

Pe lu, pe ro a ti que te pasó?

para evitar el fr izz ut iliza SIE MPR E cr ema de pe inar

Los marrones puede hacerse en casa para obtener un look suave y gracioso, enrolla en papel cada gajo de tu pelo y asegú- ralo, al día siguiente re tira el papel y obtendrás este bello efecto, lucirás sutil y delicada.

si vas a ofic ina la lo me jor luc ir un se rá liso pe r f e c t o!

al hac er la prueba te darás cue nta que algunas pie zas no enc aja n até ve te a recomponerlos!


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¿A ti que te pasó si tú tenías

el pelo liso?

La negra y la más negra.

¿Pero tu esposa

es blanca?

Azucenita tuvo un niño

negrito negrito negrito. No hermana el niño si es blanquito,

Ella si fue la

única

que sacó los ojos de mi mamá, esperar de pronto en la tercera generación…

blanco porcelana,

como mi mamá. 31-


Miss trapero. Usted no se peinó , salga de clase y vaya a peinarse. pásese la peinilla.

aplícate el protector, porque

no puedes oscurecerte más! Y tú mamá tenía una rata?

al menos era BLANCA Pero si ella tiene buen pelo,

no se le nota.

¿Y ese peinado? Hoy no se peinó

yo tenía el pelo liso cepillo a un amigo y quede así.

y un día le preste el


¿Tú que te operarías?

Por supuesto los labios.

BlancoPorcelana

Pero tu tienes cuerpo de negra.

¿La tía Sara era muy morena? “Nooooo.”

Pelo Indio.

Aquí no aceptamos negras.

No se puede comparar con el

blanco porcelana de mi mamá.

Los únicos que se parecen son los hijos de Flor.

Pero tu mamá es blanca. ¿Por qué carga a la hija de la empleada? No es la niña de la casa. 33-


¿Tiene las axilas

manchadas?

Es maluquito, morenito,

A mi me toca a la sombra porque en un momentito me pongo negra

negro

en la familia?

Nadie.

Yo no voy al paseo.

Sol no.

Antes el gobierno departamental Y municipal, en las corporaciones Públicas la gente era conocida, Distinguida, de bien. Y ahora son Puros negritos Se ha degenerado!

¿Pero quién es

no tiene porte.

El si salió bello, rosado blanco. Yo soy blanca y tu eres negra,

negra color de coche, ojitos de mapalé, en el pecho tiene un broche, que le sirve de alfiler.

Como tenía el pelo apretado,

Se estiraba el pelo como cabrestante de buque.


BlancoPorcelana

¿Tiene una línea divisoria

Es una negra pero fina,

tiene facciones de blanca.

Alísate el pelo,

en las manos?

Nosotras salimos de

Pelo maluco

para que te veas bien bonita.

CENSURADO adoraba a la tia CENSURADO La abuela angelina flor , es que ella si saco la herencia

de la pura raza blanca rubia y ojiclara.

Solo ella y su hijo jairo orlando.

Este Nació blanco, limpiecito. 35-



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