FOCO
Protocolos difíciles y reacciones lentas favorecen el avance del ébola.
No es
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suficiente
Foto Getty Images
POR Margite Torres Postigo El temido virus del ébola ha encendido las alarmas sanitarias en todo el mundo. El máximo responsable de la lucha contra este virus en Estados Unidos, Thomas Frieden, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, según sus siglas en inglés), ha declarado, con sus treinta años de trayectoria, que si la enfermedad no es controlada, pronto se convertirá “en el nuevo sida”. La fiebre hemorrágica del ébola es una enfermedad severa, causada por un virus descubierto por primera vez en África en 1976. Desde ese año no se vivía un brote tan feroz como este. La mayor parte de las muertes se ha registrado en Guinea, Liberia y Sierra Leona. Desde el inicio de la epidemia la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha registrado 8.900 infectados y 4.500 muertos. Actualmente se estiman unos mil nuevos casos de ébola a la semana, con una tasa de mortalidad del 70%. Anthony Banbury, responsable de la Misión de la ONU para la Respuesta de Emergencia al ébola, concluyó su visita por los tres países africanos más afectados y afirmó que “no se hace lo suficiente para combatir el virus”. El mundo ha reconocido que la crisis del ébola en África Occidental no solo es una amenaza para la gente de esos países, sino para toda la región y más allá. La muerte de un empleado de la ONU en Alemania, así como continuos casos de infectados en otros países, como el de la enfermera española del hospital Carlos III y sus compatriotas sacerdotes provenientes de Sierra Leona, han puesto en alerta a toda Europa. Mientras tanto, en los Estados Unidos ya se lamenta la muerte de un ciudadano liberiano. Otros países como Chile, Brasil y Panamá han activado sus alertas sanitarias por casos sospechosos. Las denuncias por fallas en la aplicación de los protocolos para atender a los infectados aumentan y el pánico ante esta letal enfermedad es inminente. La enfermedad se transmite por el contacto directo (a través de la piel agrietada o abierta, o de las membranas mucosas) con la sangre y los líquidos corporales (orina, heces, saliva, vómitos y semen) de una persona con ébola; o con objetos, como agujas, que hayan sido contaminados. No se transmite a través del aire o del agua, ni a través de los alimentos. Sin embargo, en África se puede propagar al manipular la carne de animales salvajes (que cazan para su alimentación) y por el contacto con animales infectados. Todavía no se ha hallado un tratamiento específico ni vacuna para el mortal virus y por ahora poco se puede hacer para detener sus síntomas: fiebre, debilidad intensa y dolores musculares, de cabeza y garganta, lo cual va seguido de vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática y, en algunos casos, hemorragias internas y externas.