Wasipunko ecolodge

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experiencia hotel


Wasipunko, recinto de estilo y

tradición Viajar es siempre un placer. Esta vez nos tocó disfrutar de Wasipunko, un acogedor ecolodge, ubicado a 12 kilómetros de Nazca, inmerso en la campiña, en donde uno se adentra en sus viñedos, goza de la hospitalidad de sus dueños y de la más auténtica tradición chacarera. La comodidad del hogar con la experiencia del campo. Por Margite Torres. Fotos de Daniela Valera

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asipunko es sinónimo de tradición y familia. Su nombre es una voz quechua que significa la puerta de mi casa. El nombre no puede ser más preciso: es la puerta de acceso a un hogar hospitalario y amoroso. Olivia Watkin, nazqueña de nacimiento, artista, apasionada y amante de la naturaleza, es la dueña y heredera de estas tierras, donde su padre, don Bartolomé, llegó a cultivar, a finales de 1950, diversas clases de uvas. Casi trece variedades de uvas pisqueras, muchas de las cuales ahora ya no existen. Junto a ellas empieza la historia de este recinto de la hospitalidad. Olivia ama tanto este lugar que lo hizo suyo y ahora lo ha convertido, junto con sus hijos, Edmundo y Alan, en un ecolodge para compartirlo con todo aquel que guste de una opción diferente en Nazca. Un lugar campestre, amigable, donde por las tardes se puede ver al sol ocultarse entre las dunas lejanas; y, por las noches, oír el sonido omnipresente de la naturaleza.

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Wasipunko pertenece a la asociación Casa Hotel, un grupo de hoteles independientes, con un estilo propio, conformado por empresarios hoteleros que buscan darle un estándar de calidad especial a sus hoteles, expandidos por todo el Perú. Estos, así como Wasipunko, brindan una experiencia única. Alojarse en ellos implica conocer el Perú de otra manera. Este fascinante ecolodge se encuentra alejado del bullicioso quehacer citadino, ubicado en el Valle de Taruga, a 15 minutos de Nazca, en medio del desierto, adornado por la campiña nazqueña. Aquí es común ver a la familia Watkin acomodar a los huéspedes en sus habitaciones, servirles la comida, llevar sus maletas o simplemente compartir con ellos algunos momentos de conversación.

El fundo, el viñedo. Edmundo, hijo menor de Olivia, nació en Lima, pero creció en Nazca, entre la chacra y las uvas de su abuelo. Ahora, junto con su hermano mayor Alan, se hace cargo de las 7 hectáreas de uvas


La chacra y sus animales, las hamacas en algún rincón del jardín, el aroma a vegetación, aquel toque especial que tienen todas las casas de campo, el huerto, el pozo… Eso es Wasipunko. pisqueras, 100% propiedad de los Watkin. Moscatel y Quebranta son algunas de las cepas que se pueden apreciar en el fundo. Orgulloso, Edmundo nos muestra sus uvas, producto de años de trabajo y mucha dedicación, de las cuales extraen pisco para vender. Junto a ellas, destacan los alambiques de cobre y la gente en plena faena. Bella estampa de un viñedo propio de la desértica costa del peruana. Después del recorrido nos dimos un tiempo para pasear por la campiña cercana y desde el hotel, ubicados en un pequeño mirador, vimos caer el sol sobre el desierto. La jornada se despidió anunciando una noche lluviosa, calurosa, pero con un despertar acogedor y un día cargado de experiencias.

En Wasipunko hay mucho por hacer. Es recomendable que antes se planifiquen las visitas con Edmundo. Es posible pasear por los viñedos del fundo, visitar el huerto de donde se cosechan sabrosos mangos, entre otras frutas. Con ellasse prepara la mermelada que se sirve en el desayuno. También es posible visitar los cultivos de algodón nativo de colores, los cuales Olivia cuida celosamente. Es recomendable conversar con ella para conocer sus proyectos, así como su afán por rescatar las tradiciones de su pueblo.

Lleno de detalles. Wasipunko está lleno de detalles, cuenta con particulares habitaciones hechas de adobe tradicional, con cubrecamas de patchwork hechas a mano, sommelier

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muy coloridas. Igualmente se encuentra un comedor rústico, pequeño, donde todo la comida se prepara al momento, con verduras y frutas del huerto. Adornan el espacio encantadores detalles como botellas empotradas en las paredes, jarritas de miles de tamaños y colores (colgadas en el techo de uno de los ambientes del comedor) y recuerdos de todo tipo, en cada rincón del lugar. Infaltables son las acuarelas de Olivia. Ella las pintas desde hace 40 años y ahora adornan su comedor. Durante este tiempo se ha encargado de promover su arte para rescatar, a través de este, miles de flores en peligro de extinción y registrarlas para el futuro. Las flores de Olivia son parte de Wasipunko. Ella puede mostrar parte de su colección si el visitante está interesado en conocer más. Por todos lados encontrará algo que llamará su atención y lo hará querer venir nuevamente. La chacra y sus animales, las hamacas en algún rincón del jardín, el aroma a vegetación, aquel toque especial que tienen todas las casas de campo, el huerto, el pozo… Eso es Wasipunko.

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Caminata y turismo rural comunitario.

Por la mañana caminamos entre los cultivos de tuna, rumbo a la casa Dina Chate, una pobladora local que, junto con su familia, ofrece la experiencia de compartir un desayuno en su hogar: cobra entre 15 y 20 soles. La caminata dura 45 minutos y el paisaje es abrumador: desierto y tunas configuran el paisaje,. Hay casi 400 hectáreas de este cultivo, del cual se extrae la cochinilla. Es recomendable partir temprano para no sufrir los estragos del calor del desierto y disfrutar así algunas horas con la familia Chate. Lo mejor de viajar está también en compartir momentos como este. Tenga siempre en cuenta esto. Después de una caminata como esta uno llegará hambriento. Sin embargo, valdrá la pena esperar unas horas para probar la especialidad de la casa: la pachamanca, preparada con productos de su huerto. Habas, papas, queso, choclo, tamales, camote, acompañados de huancaína, rocoto, salsa de cebollas, y el tradicional pago a la tierra. Pídala con anticipación y disfrútela en el mejor ambiente. Wasipunko nos espera en un lugar apacible y apartado. Si realmente gusta de probar algo diferente, pero a la vez conocido, por el calor de hogar que se experimenta acá, aventúrese.


Datos para el viajero ¿Cómo llegar? A Wasipunko se llega por carretera. Tome la Panamericana Sur, rumbo a Nazca y deténgase en un desvío hacia la derecha, a la altura del kilometro 462, donde hallará un letrero con el nombre del hotel que lo orientará. El viaje lo puede hacer entre 6 y 7 horas. Wasipunko está a 12 kilómetros de la ciudad de Nazca. Servicios: Habitaciones dobles, matrimoniales, triples y cuádruples. A su disposición están el uso de velas y lamparines durante las noches en las habitaciones. Agua caliente 24 horas. Recojo del terrapuerto, si viaja en bus (costo adicional). ¿Qué visitar? Si quiere algo de arqueología, de rigor debe ir a las Líneas de Nazca. Otra opción es la ciudadela de Cahuachi, centro ceremonial de los antiguos nazcas. Si busca entrar en contacto con la naturaleza, entre Nazca y Marcona, se encuentra la Bahía de San Fernando, recientemente declarada Zona Reservada por el Estado, por ser refugio de vida de una importante cantidad de especies marinas. Destinos que completarán su estadía en Wasipunko. Si desea que le organicen algún tour pregunte con anticipación, ya que no está incluido en el hospedaje. Contacto: (056) 52-3212 / 9567-90111 o 9877-39091 wasipunko@hotmail.com www.nazcawasipunko.com Preguntar por: Olivia Watkin / Edmundo o Alan Watkin.

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