La música y el cerebro

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MÚSICA Y EL CEREBRO Diseño Editorial: María RV


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La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida

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LAMÚSICAY ELCEREBRO Francisco Delahay Sergio de Régules

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abemos que todas las sociedades humanas tienen música y que las habilidades musicales se manifiestan desde las primeras etapas del desarrollo de los niños. Pero desde el punto de vista evolutivo, el origen de la música es un misterio. Los instrumentos musicales más antiguos que se conocen se encontraron en las cuevas de Isturitz, en Francia, y de Geissenklösterle, en Alemania. Se trata de unas flautas hechas de hueso de ave que datan de hace unos 32 000 años. ¿Para qué usaban la música los habitantes de esas cuevas? No hay manera de saberlo porque la música no deja rastros duraderos una vez que se acaba. Pese a todo, podríamos imaginarnos algo así: un grupo de humanos primitivos lleva a cabo sus actividades cotidianas. En las proximidades de la cueva las mujeres recogen frutos, algunas con criaturas en brazos. Los niños juegan cerca de ellas. Los hombres vigilan, arma en mano, antes de irse a cazar. Un bebé llora. Su madre le canta para tranquilizarlo. Se oyen otros sonidos: el viento pasando entre las hojas de los árboles, pájaros, el rugir de algún felino. Detrás de un árbol un hombre toca la flauta para una mujer. Cae la noche. A la luz de la fogata suena el golpeteo rítmico de un instrumento de percusión hecho de corteza de árbol. Un anciano repite monótonamente un cántico que embelesa al grupo. Todos bailan mientras tocan las flautas de hueso. El placer de la actividad coordinada genera un ambiente de camaradería que deja a los participantes extasiados.

UN MISTERIO

ay quien expresa su identidad por medio de su atuendo y usa la ropa como si fuera una tarjeta de presentación. Otras personas se definen por lo que leen: se puede obtener mucha información acerca de ellas examinando el contenido de sus libreros. Pero no todo el mundo les da importancia a la moda o a la lectura, ni confía su imagen personal a su vestuario o a su biblioteca. Una expresión de identidad más común es la música que escuchamos. Si te pareces a nosotros —y estamos casi seguros de que en esto sí—, entre tus pertenencias más personales se encuentra tu colección de música. La música nos gusta por diversas razones, pero sobre todo porque inspira emociones, desde la oleada de placer abstracto que nos pone la carne de gallina sin saber por qué, hasta la nostalgia del recuerdo que nos evoca. Tanto significado emocional le damos a la música que es fácil ponerse sentimental y no apreciar el enigma que entraña. Charles Darwin lo expresó por primera vez en 1871, en su tratado sobre el origen de los humanos: “Puesto que ni la capacidad de disfrutar ni la de producir notas musicales tienen la menor utilidad para el hombre en sus hábitos cotidianos, hay que clasificarlas entre las facultades más misteriosas de las que está dotado”. No es que Darwin desdeñara la música ni las distintas funciones que cumple (ambientación para rituales, bálsamo del alma, herramienta para el cortejo). El padre de la evolución se refiere más bien a que no es de ninguna manera evidente que las facultades musicales nos confieran a los humanos ventajas en el juego de la supervivencia: no nos sirven


para defendernos de las fieras, ni para cazar a nuestras presas; no calientan nuestro hogar, no nos ayudan a obtener agua ni cuidan nuestros cultivos. Desde el punto de vista evolutivo el origen de la música es un misterio.

¿PARA QUÉ SIRVE LA MÚSICA?

a mayoría de los investigadores que buscan el origen de las habilidades musicales se basan en dos hechos observados y una suposición. Los hechos observados son que todas las sociedades humanas conocidas hasta hoy tienen música y que las habilidades musicales se manifiestan desde las primeras etapas del desarrollo de los niños. Un bebé de dos meses ya discrimina entre sonidos considerados agradables y sonidos que para la mayoría son desagradables, además de ser capaz de recordar melodías escuchadas varios días antes. De aquí se puede concluir que la música es innata: nacemos dotados para apreciarla sin que nadie nos enseñe. La suposición que mencionamos es que las habilidades innatas son adaptaciones en el sentido evolucionista del término —capacidades que dan a los organismos que las poseen mayores probabilidades de procrear y que, por lo tanto, van cundiendo en la población al paso de las generaciones hasta que sólo quedan individuos con esas capacidades. Dicho de otro modo, si la evolución nos ha dotado de cerebros musicales, debe ser porque la música confirió a nuestros antepasados alguna ventaja en el entorno en que vivían. Así pues, indagar acerca del origen de las facultades musicales equivale a buscar qué ventajas da la música a un grupo de homínidos en las llanuras primitivas. Hay quien alega que la música servía para mantener unido al grupo, lo cual tiene ventajas más o menos evidentes para unos organismos que tienen que defenderse de fi eras más fuertes y veloces que ellos, y que han de dar les cacería para obtener alimento. Darwin, por su parte, pensaba que la música en los humanos surgió como herramienta para el cortejo, igual que la cola del pavorreal y el canto de muchas aves (opinión hoy minoritaria: si la música fuera de origen sexual, ¿por qué cumple tantas otras funciones y aparece en actividades tan diversas?).

¿PASTEL DE QUESO PARA LOS OÍDOS?

l psicólogo experimental Steven Pinker, del Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, tiene una opinión iconoclasta: que la música no es una adaptación, sino una especie de efecto secundario de otras habilidades y necesidades del organismo humano. Pinker compara la música con el pastel de queso (sin ningún afán peyorativo, hay que añadir). Este manjar contiene azúcares y grasas en grandes cantidades y tiene una textura cremosa que hace agua la boca. El pastel de queso es una tecnología que hemos inventado para estimularnos artificialmente los circuitos cerebrales del placer. Estos circuitos han evolucionado para indicarnos que hemos efectuado una acción que mejora nuestras probabilidades de vivir; por ejemplo, obtener alimentos llenos de energía para sobrellevar las épocas de vacas flacas (o, tomando en cuenta el modo de vida de nuestros antepasados, de mamuts flacos). El pastel de queso con centra estímulos placenteros que en cierta manera engañan al cerebro, haciéndole creer que hemos llevado a cabo una acción que promueve nuestra supervivencia. La música, según Pinker, es igual. Sus sonidos repetitivos, ordenados y predecibles, nos hacen cosquillas en los centros del placer que sirven para indicarnos que hemos encontrado un ambiente ordenado y predecible, un ambiente seguro. Para sustentar su tesis del “pastel de queso auditivo” Pinker señala que la música puede ser innata sin ser adaptativa, como otras tecnologías del placer; por ejemplo, la gastronomía: el organismo sólo exige nutrientes, sin requerir que éstos vengan cocidos, sazonados y servidos con una ramita de cilantro. Además, dice Pinker, la hipótesis de la cohesión social y las otras de ese tenor —que la música tranquiliza, o que fortalece el vínculo entre la madre y la cría— en el fondo no dicen nada acerca del origen de la música. En efecto, habría que explicar entonces por qué la música favorece la cohesión social, tranquiliza o fortalece el vínculo con la madre. LA MÚSICA Y EL CEREBRO - 5


PERCEPCIÓN DEL SONIDO

escribir el sonido en términos de sus características físicas medibles es una cosa; entender los detalles de nuestra sensación auditiva, que tiene bastante de subjetivo, es otra muy distinta. La percepción, en general, es una colaboración entre el órgano que capta el estímulo y el cerebro, que lo interpreta. El sonido está lleno de información útil acerca del entorno y acerca del prójimo. Para extraerla e interpretarla el cerebro no actúa como una simple grabadora, que recibe una señal y la registra tal cual, sino que distribuye el estímulo sonoro a diversas regiones del encéfalo, donde se llevan a caso los procesos de reconocimiento e interpretación. El oído es un analizador de ondas sonoras. Cuando se produce un sonido, entra por el canal auditivo, que tiende a amplificar las frecuencias altas (los sonidos agudos). El tímpano vibra y estas vibraciones se comunican a la cóclea, órgano en forma de tubo enrollado donde se alojan las células ciliares. Estas células son como varillas muy delgadas de distintos tamaños. Las más cortas resuenan con las componentes agudas del sonido, las más largas responden a las notas graves, de frecuencias más bajas. La cóclea, con ayuda de las células ciliares y la membrana basilar, separa el sonido en señales distintas para cada intervalo de frecuencias. Estas señales se transmiten a un haz de fibras nerviosas conocido como nervio auditivo, que las lleva al cerebro como si viajaran por cables separados. La primera parada en el cerebro es el tálamo, estructura situada en el centro del órgano y que retransmite la señal a la corteza auditiva primaria. Ésta identifica la frecuencia y la intensidad (la nota y el volumen, digamos) del tono que se escucha. Las cortezas auditivas —primaria, secundaria y terciaria— se localizan a ambos lados del cerebro, en una región llamada surco lateral, o cisura de Silvio. Pero identificar la nota y el volumen de los sonidos que van llegando no basta para reconocerlos como música. Para eso está la corteza secundaria, que analiza información acerca de la armonía (la relación de las notas que suenan al mismo tiempo), la melodía (la relación de las notas en su sucesión temporal) y el ritmo (el patrón de notas acentuadas y notas débiles). Ahora sólo falta integrar toda esa información. De eso se encarga la corteza terciaria, y de allí la señal pasa a otros de partamentos cerebrales, como veremos.

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NOTAS Y NEURONAS

os investigadores de la neurofisiología de la música han empezado a entender estos procesos en los últimos años. Para explorar los vericuetos que sigue la música por el cerebro algunos investigadores llevan a cabo estudios de personas con lesiones cerebrales que afectan alguna de sus capacidades musicales. Localizando la lesión en el cerebro se pueden hacer deducciones acerca de la función que cumple la zona afectada en el reconocimiento de la música. Otros investigadores emplean técnicas para visualizar la actividad cerebral en tiempo real, como la tomografía de emisión de positrones y la resonancia magnética funcional. Estas técnicas permiten observar al cerebro en acción al procesar música. Así se han dado cuenta de que la música no sólo activa la corteza auditiva, sino también otras regiones del cerebro especializadas en tareas muy diversas: las que controlan los músculos (particularmente en las personas que tocan algún instrumento), los centros del placer que se activan durante la alimentación y el sexo, las regiones asociadas con las emociones y las áreas encargadas de interpretar el lenguaje. Según Robert Zatorre, neurocientífico del Instituto Neurológico de Montreal, las actividades musicales —escuchar, tocar, componer— ponen a funcionar casi todas nuestras capacidades cognitivas. Muchos neurocientíficos se interesan en la neurofisiología de la música porque ésta puede revelar muchas cosas acerca del funcionamiento general del cerebro.

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Escuchar, tocar, componer, ponen a funcionar casi todas las capacidades cognitivas

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LA MÚSICA Y EL LENGUAJE l estudio de la percepción del lenguaje ha influenciado y precedido en muchos aspectos al estudio de la percepción mu­ sical, seguramente por ser ambos, música y lenguaje, información transmitida por medio de sonidos. Pero hoy sabemos que el cerebro no procesa igual la música y el lenguaje. Isabelle Peretz, guitarrista y psicóloga de la Universidad de Montreal, y su equipo han realizado estudios del trastorno conocido como amusia, la imposibilidad de reconocer sonidos musicales. Los participantes son incapaces de aprenderse melodías sencillas y de detectar errores en una melodía conocida. Sin embargo, conservan sus habilidades lingüísticas intactas. Por ejemplo, distinguen perfectamente entre la entonación de una afirmación y la de una pregunta. Peretz opina que la amusia se debe a algún trastorno de la corteza auditiva primaria, donde se reconocen las notas y su sonoridad, el primer paso que lleva a cabo el cerebro al analizar la música. Por si eso no bastara para distinguir la música del lenguaje, los investigadores han descubierto que éste se pro-

cesa preferentemente en la corteza auditiva del hemisferio izquierdo del cerebro, más dado al análisis, mientras la música se procesa más bien (aunque no exclusivamente) en la corteza auditiva derecha. En los músicos la corteza izquierda interviene más que en las personas que no lo son, sin duda porque los músicos escuchan la música de manera más analítica. Con todo, las analogías entre música y lenguaje siguen guiando investigaciones. En los años 50 el lingüista Noam Chomsky alegó que el cerebro humano ya viene equipado con una especie de programa de gramática, pero no para un lenguaje específico, sino una gramática universal. Así, todas las lenguas del mundo, por distintas que nos parezcan, tendrían una estructura común a cierto nivel. Algunos compositores, lingüistas y musicólogos han extendido las ideas de Chomsky a la música. El lingüista Ray Jackendoff y el compositor Fred Lerdahl propusieron en 1983 una teoría de la gramática universal de la música, según la cual una composición se construye con un número limitado de notas que se combinan según un conjunto de reglas (la gramática musical). Las reglas dan a las notas una estruc-

tura dividida en capas de significado musical. Al escuchar la secuencia de notas, el cerebro del oyente reconoce esas capas de la misma manera que en el lenguaje reconoce verbos, sustantivos, adjetivos y todo lo demás. El etnomusicólogo estadounidense Alan Lomax llegó a una conclusión chomskiana, también en los años 50, luego de analizar las canciones de muchas culturas. Según Lomax, igual que por medio del habla se puede construir un número infinito de frases a partir de un número finito de sonidos, un número infinito de canciones se puede generar a partir de sólo 37 elementos rítmicos, armónicos y melódicos. Más recientemente, en los años 90, Jukka Louhivuori y Petri Toiviainen, de la Universidad de Jyväskyklä, en Finlandia, también influenciados por las ideas de Chomsky, han diseñado modelos generadores de melodías y los han convertido en programas de computadora que “componen” frases musicales. Louhivuori y Toiviainen han probado la eficacia de estos programas como imitadores de los compositores humanos haciendo que muchas personas escuchen y evalúen las melodías.

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Sonidos musicales ara producir sonido hay que poner a vibrar algún objeto. Las cualidades del sonido dependen de las propiedades de las ondas que produce el objeto en el aire al vibrar. La sensación de sonoridad (o volumen) depende de la amplitud o tamaño de la vibración. La sensación de nota (do, re, mi, fa, sol…) es función de la frecuencia: cuántas veces vibra por segundo. Hay otra cualidad menos evidente que se conoce como timbre. El timbre es lo que permite distinguir un piano de una campana, un violín de una flauta, una voz de otra, incluso cuando estos instrumentos emiten la misma nota con la misma sonoridad. ¿De qué características físicas depende el timbre? Una gran variedad de objetos —cuerdas, objetos huecos, membranas tensas, columnas de aire confinadas en tubos— producen al vibrar ondas de muchas frecuencias distintas, pero con una organización particular: una frecuencia más baja, que llamamos fundamental y que da la nota que escuchamos, y luego todos los múltiplos de esa frecuencia: el doble, el triple, el cuádruple y todos los demás. Estas frecuencias superiores se conocen como armónicos. Por lo general la frecuencia fundamental es la más intensa y los armónicos son progresivamente más débiles. ¿Qué tanto? Eso depende del objeto que vibra. El patrón de intensidades relativas de la frecuencia fundamental y sus armónicos es como la huella digital que distingue a un objeto que suena de otro.

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EL DESAFÍO PINKERIANO

eptiembre de 2004, Reading, Inglaterra. Reunión de investigadores de la evolución del lenguaje y de la música. En una de las sesiones, el especialista en educación musical Pedro Espi-Sanchis reparte tubos de plástico de distintas longitudes y pone a los investigadores a soplar para producir silbidos, indicándoles que no repitan lo que hacen los demás. Al cabo de unos minutos, los silbidos cacofónicos se convierten espontáneamente en una agradable melodía sin que nadie se lo proponga. Todos bailan mientras tocan las flautas de plástico. El placer de la actividad coordinada genera un ambiente de camaradería que deja a los participantes extasiados. A muchos de esos participantes la experiencia también los dejó más convencidos de que la música no es pastel de queso auditivo, como propuso Steven Pinker en 1997, sino una adaptación que cumple una función evolutiva. El experimento de Espi-Sanchis favorece la hipótesis de que la música servía para organizar las tareas colectivas y reforzar los lazos afectivos de los grupos. El debate del origen evolutivo de la música no está zanjado. Muchos investigadores, sin ser de la opinión de Pinker, han aceptado el desafío que ésta implica y siguen buscando la manera de averiguar si la música cumplió una función adaptativa en nuestros antepasados, o si es, en cambio, un efecto secundario, muy afortunado, eso sí. Además de arrojar luz sobre el funcionamiento del cerebro en general, las investigaciones acerca de la neurofisiología de la música seguramente ayudarán a dar respuesta al enigma evolutivo.

Francisco Delahay y Sergio de Régules han tocado juntos en quién sabe cuántos grupos y compuesto en colaboración varias piezas de humorismo musical. Francisco es compositor y etnomusicólogo y vive en Finlandia. Sergio es físico y divulgador de la ciencia. Trabaja como coordinador científico de ¿Cómo ves? . Revista UNAM.

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Facundo Manes

Autor, neurólogo y neurocientífico

¿QUÉ HACE LA MÚSICA A NUESTRO CEREBRO?

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Somos lo que somos con la música y por la música

os seres humanos convivimos con la música en todo momento. Es un arte que nos hace disfrutar de tiempos placenteros, nos estimula a recordar hechos del pasado, nos hace compartir emociones en canciones grupales, conciertos o tribunas deportivas. Pero eso que resulta por demás natural, se produce a través de complejos y sorprendentes mecanismos neuronales. Es por eso que desde las neurociencias nos hacemos muchas veces esta pregunta: ¿qué le hace la música a nuestro cerebro? La música parece tener un pasado extenso, tanto o más que el lenguaje verbal. Prueba de ello son los hallazgos arqueológicos de flautas construidas con hueso de ave, cuya antigüedad se estima de 6.000 a 8.000 años, o más aun de otros instrumentos que podrían preceder al homo sapiens. Existen diversas teorías sobre esta coexistencia íntima con la música en la evolución. Algunas de estas se dieron porque al estudiar la respuesta del cerebro a la música, las áreas claves que se ven involucradas son las del control y la ejecución de movimientos. Una de las hipótesis postula que esta es la razón por la que se desarrolló la música: para ayudarnos a todos a movernos juntos. Y la razón por la que esto tendría un beneficio evolutivo es que cuando la gente se mueve al unísono tiende a actuar de forma más altruista y estar más unida. Algunos científicos, a su vez, sugieren que la influencia de la música sobre nosotros puede haber surgido de un hecho fortuito, por la

capacidad de esta para secuestrar sistemas cerebrales construidos para otros fines, tales como el lenguaje, la emoción y el movimiento. Escuchamos música desde la cuna o, incluso, en el período de gestación. Los bebés, en los primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a una comunicación verbal de sus padres. Los sonidos musicales suaves los relajan. Se sabe, por ejemplo, que niños prematuros que no pueden dormir son beneficiados por los latidos de la madre o sonidos que los imitan. La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la vida. Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida, el sexo y las drogas. Todos ellos son estímulos que dependen de un circuito cerebral subcortical en el sistema límbico, es decir, aquel sistema formado por estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales; particularmente, el núcleo caudado y el núcleo accumbens y sus conexiones con el área pre-frontal. Los estudios que muestran activación ante los estímulos mencionados revelan un importante solapamiento entre las áreas, lo que sugiere que todos activan un sistema en común. Las áreas claves que se ven involucradas son las del control y la ejecución de movimientos. Una de las hipótesis postula que esta es la razón por la que se desarrolló la música: para ayudarnos a todos a movernos juntos”. LA MÚSICA Y EL CEREBRO - 15


Las personas cantan y bailan juntas en todas las culturas

Uno de los fundadores del laboratorio de investigación Brain, Music and Sound [cerebro, música y sonido], en Canadá, el científico Robert Zatorre describe así los mecanismos neuronales de percepción musical: una vez que los sonidos impactan en el oído, se transmiten al tronco cerebral y de ahí a la corteza auditiva primaria; estos impulsos viajan a redes distribuidas del cerebro importantes para la percepción musical, pero también para el almacenamiento de la música ya escuchada; la respuesta cerebral a los sonidos está condicionada por lo que se ha escuchado anteriormente, dado que el cerebro tiene una base de datos almacenada y proporcionada por todas las melodías conocidas. Estas memorias fueron la base para una original investigación, liderada por Agustín Ibáñez y Lucía Amoruso, que realizó el Instituto de Neurociencias Cognitivas (INECO) sobre mecanismos cerebrales que permiten anticipar acciones. Nuestro cerebro constantemente trata de anticipar qué va a suceder. Para analizar esto, les mostraron a expertos bailarines de tango vídeos en los que, según el nivel de experiencia, pudieran prever 16 - LA MÚSICA Y EL CEREBRO

(o no) cuándo otros bailarines cometerían un error. Mientras ellos observaban, se registró la activación de ciertas regiones del cerebro con electroencefalograma de alta densidad. Esta investigación reveló que solo en los expertos, 400 milisegundos antes de que se iniciara la secuencia, la actividad cerebral ya anticipaba que iba a ocurrir un error. Existen circuitos en la corteza cerebral involucrados en la percepción, codificación, almacenamiento y en la construcción de los esquemas abstractos que representan las regularidades extraídas de nuestras experiencias musicales previas. La construcción de expectativas y su posible violación es clave para una respuesta emocional. Las personas cantan y bailan juntas en todas las culturas. Sabemos que lo hacemos hoy y lo seguiremos haciendo en el futuro. Podemos imaginar que lo hacían también nuestros ancestros, alrededor del fuego, hace miles de años” La relación de la música con el lenguaje también es objeto de estudio. El procesamiento del lenguaje es una función más ligada al lado izquierdo del cerebro que al


lado derecho en personas diestras, aunque las funciones desempeñadas por los dos lados del cerebro en el procesamiento de diferentes aspectos del lenguaje aún no están claros. La música también es procesada por los hemisferios derecho e izquierdo. Evidencia reciente sugiere un procesamiento compartido entre el lenguaje y la música a nivel conceptual. Pero la música parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar del significado tal como lo entiende el signo lingüístico. Investigaciones muestran que lo que sentimos cuando escuchamos una pieza musical es muy similar a lo que el resto de la gente en el mismo lugar está experimentando. Por eso las melodías, en muchos de los casos, pueden trabajar en nuestro beneficio a nivel individual, al modular el estado de ánimo e incluso la fisiología humana, de manera más eficaz que las palabras. La activación simultánea de diversos circuitos cerebrales producida por la música parece generar algunos efectos notables: en lugar de facilitar un diálogo en gran medida semántico, como hace el lenguaje, la melodía parece mediar un diálogo más emocional.

¿QUÉ HAY DE LA SALUD?

l área de la salud se vale de la música con el fin de mejorar, mantener o intentar recuperar el funcionamiento cognitivo, físico, emocional y social, y ayudar a lentificar el avance de distintas condiciones médicas. La musicoterapia, a través de la utilización clínica de la música, busca activar procesos fisiológicos y emocionales que permiten estimular funciones disminuidas o deterioradas y realzar tratamientos convencionales. Se han observado importantes resultados en pacientes con trastornos del movimiento, dificultad en el habla producto de un accidente cerebrovascular, demencias, trastornos neurológicos y en niños con capacidades especiales, entre otros. Los bebés, en los primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a melodías antes que a una comunicación verbal de sus padres” La música puede ser una herramienta poderosa en el tratamiento de trastornos cerebrales y lesiones adquiridas ayudando a los pacientes a recuperar habilidades lingüísticas y motrices, ya que activa a casi todas las regiones del cerebro. Estudios de neuroimagen muestran que tanto al escuchar como al hacer música se estimulan conexiones en una amplia franja de regiones cerebrales normalmente involucradas en la emoción, la recompensa, la cognición, la sensación y el movimiento. Las nuevas terapias basadas en la música pueden favorecer la neuroplasticidad - nuevas conexiones y circuitos - que compensan en parte las deficiencias en las regiones dañadas del cerebro. La música es física y anima a la gente a

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La música parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar del significado tal como lo entiende el signo lingüístico

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moverse con el ritmo. Cuanto más destacado es el ritmo, más radical y contundente el movimiento del cuerpo. El ejercicio físico puede ayudar a mejorar la circulación, a proteger el cerebro y facilitar la función motora. La música induce estados emocionales al facilitar cambios en la distribución de sustancias químicas que puede inducir estados de ánimo positivos y aumento de la excitación, lo que a su vez puede ayudar a la rehabilitación. La música parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar del significado tal como lo entiende el signo lingüístico” Emoción, expresión, habilidades sociales, teoría de la mente, habilidades lingüísticas y matemáticas, habilidades visoespaciales y motoras, atención, memoria, funciones ejecutivas, toma de decisiones, autonomía,

creatividad, flexibilidad emocional y cognitiva, todo confluye en forma simultánea en la experiencia musical compartida. Las personas cantan y bailan juntas en todas las culturas. Sabemos que lo hacemos hoy y lo seguiremos haciendo en el futuro. Podemos imaginar que lo hacían también nuestros ancestros, alrededor del fuego, hace miles de años. Somos lo que somos con la música y por la música, ni más ni menos. Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico (PhD in Sciences, Cambridge University). Es presidente de la World Federation of Neurology Research Group on Aphasia, Dementia and Cognitive Disorders y Profesor de Neurología y Neurociencias Cognitivas en la Universidad Favaloro (Argentina), University of California, San Francisco, University of South Carolina (USA), Macquarie University (Australia).

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Se ha encontrado suficiente evidencia para admitir que al rededor de los 7 meses de vida, los infantes procesan tonos complejos de una manera similar a la de los adultos

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La música

tus oídos

LLEGA NO SÓLO A

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tu mente SINO TAMBIÉN A

Iris Xóchitl Galicia Moyeda

Profesor Asociado “C” de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM iris@servidor.unam.mx LA MÚSICA Y EL CEREBRO - 23


l escuchar música es una actividad cotidiana, que en ocasiones se vuelve un hábito. Por ejemplo al levantarse, casi de inmediato muchas personas prenden el radio o en otros casos encienden el reproductor de discos compactos portátil con las melodías de su agrado y las escuchan en diversos lugares y momentos. Cuando se piensa sobre la música que se escucha, por lo general se asocia este comportamiento con la esfera emotiva; sin embargo se reconoce que los individuos desde muy pequeños son capaces de recordar y distinguir algunas melodías, incluso en ocasiones cuando es necesario que se aprenda alguna información, los adultos alrededor de los pequeños recurren a enseñarla a través de cantos. A pesar de que en nuestra vida cotidiana, una gran parte de estimulación es musical, los intentos por explicar la interacción de los individuos con dicha estimulación desde el campo de la psicología han sido relativamente escasos si se comparan con los trabajos que hay sobre el procesamiento de información verbal. Especialmente en la psicología cognitiva, se tiene un campo comparativamente nuevo, aunque hay algunos

estudios a inicios del siglo XX que dan cuenta de ciertos procesos cognitivos implicados en la experiencia musical, no es hasta la década de los 80’s que se empiezan a realizar abundantes disertaciones en este terreno fértil de investigación. Podría considerarse que en este nuevo siglo empezará a conformarse como un objeto de estudio la cognición musical, pues existen una gran cantidad de temas y problemas que han sido abordados, datos empíricos a ser constatados y principalmente se requiere de la integración y estructuración teórica de todos esos elementos, que hasta el momento no se ha realizado satisfactoriamente. Algunas de las preguntas que han recibido atención por los investigadores y que se abordan en este trabajo son: cómo es que procesamos la información musical, cómo es que podemos realizar distinciones entre melodías similares, o qué procesos psicológicos pueden ser favorecidos al escuchar y/o practicar una actividad musical. Su presentación es breve, con la intención de servir como una introducción a estos temas e interesar al lector a que profundice en ellos.

Es esencial en la comprensión de la música tener nociones de tiempo, velocidad, melodía y del ritmo

PROCESAMIENTO DEL ESTILO MUSICAL

uien asiste frecuentemente a las tiendas de discos se da cuenta que en la última década han incrementado los materiales destinados al público infantil e incluso el visitante puede elegir, entre diversos sellos discográficos, discos con música para bebés. Aunque es común encontrar canciones de cuna y otras composiciones sencillas, también es factible hallar composiciones más complejas de la música comúnmente denominada clásica. Más allá de la promoción de la idea de que el bebé se ve favorecido en las esfera cognitivo y emocional por la presentación de diversos estímulos musicales, es importante dilucidar si un infante es capaz de atender a ese material, o identificar cuáles son las características musicales de los estímulos que los pequeños son capaces de identificar y procesar. Hay diversas maneras de estudiar las reacciones de los bebés a los estímulos auditivos, uno de los métodos preferidos ha sido la audiometría con reforzamiento visual (VRA, por sus siglas en inglés), consistente en presentar un estímulo sonoro y reforzar los movimientos de la cabeza que ocurren durante la presencia de ese sonido por medio de estímulos visuales tales como la iluminación y/o activación de un objeto. Otros métodos surgen de implementar el paradigma de habituación/deshabituación en el que se considera que cuando el bebé esta acostumbrado o habituado a un estímulo no le presta atención y si se le presenta un estímulo novedoso reacciona modificando algunos componentes de su comportamiento. Tomando este planteamiento, se analizan los cambios en la tasa de la respuesta de succión o en la tasa cardiaca cuando se desea saber si el infante es capaz de distinguir entre dos estímulos auditivos. 24 - LA MÚSICA Y EL CEREBRO


LA RESPUESTA DE LOS MÉTODOS or medio de estos métodos se han detectado no sólo los umbrales de los bebés sino también a que tipo de frecuencias responden, además de su capacidad de discriminar los cambios en las frecuencias de estímulos que se repiten en comparación con estímulos “de fondo”. Existen estudios que muestran que los bebés, en los primeros meses de nacidos, son capaces de detectar y discriminar pequeñas diferencias en la frecuencia, la amplitud y el espectro armónico. Hallazgos más específicos indican que los bebés discriminan fácilmente las frecuencias altas, y pueden detectar diferencias sutiles en las frecuencias bajas mejor que los adultos. También se ha indagado la discriminación de tonos y timbres, que son estímulos más complejos, encontrando suficiente evidencia para admitir que alrededor de los 7 meses de vida los infantes procesan tonos complejos de una manera similar a la de los adultos. Asimismo se ha investigado la capacidad de responder a estímulos sonoros organizados en configuraciones con significado, y para dar cuenta de lo

anterior, los trabajos realizados se basan en los principios de similaridad y proximidad de la Gestalt y analizan las respuestas de los bebés a cambios en la estructura de diversos contornos melódicos, concluyendo que en el periodo comprendido entre los 2 y los 5 meses de edad los infantes emplean dichos principios. Esta distinción de contornos se va tornando más compleja y alrededor de los cuatro a seis meses de nacidos, los bebés son sensibles a las estructuras en la música como son las frases de las obras musicales. Entre los parámetros a los que reaccionan los bebés se encuentran los incrementos en la duración al final de las frases e intervalos de octavas simultáneas, los cuales son empleados para realizar una segmentación perceptual de la música como lo hacen con los elementos prosódicos del lenguaje. Esta última evidencia se enlaza con las surgidas en una línea de investigación que incorpora estudios en los que se trata de indagar sobre la relación entre la música y el lenguaje que será abordada posteriormente. La discriminación de contornos y elementos armónicos en niños pequeños ha llevado a explicar de manera amplia e integrada el procesamiento de la información musical. Es esencial en la comprensión de la música tener las nociones de tiempo y velocidad, de la melodía, el ritmo, para dar cuenta de la naturaleza del pensamiento musical. Existen varias teorías que tratan este aspecto, las que destacan en el campo de la educación musical son las de corte cognitivo con orientación piagetiana. Serafine desarrolla una serie de tesis e investigaciones de las cuales, sólo a manera de ejemplo, se describirá la denominada como conservación musical. Esta se refiere a la comprensión de que, en las composiciones musicales, algunos elementos permanecen invariables mientras que otros cambian. Por ejemplo la melodía puede ser la misma pero tener otro ritmo, tono y/ o timbre. En otras palabras la conservación de la música es la respuesta a dos formas de estímulos que son a la vez las mismas y diferentes en ciertos elementos. El estudio de la conservación musical posibilita conocer la comprensión que tienen los individuos de las relaciones entre esos elementos en un fragmento continuo de música.

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EL PROCESO DE LAS INVESTIGACIONES

as investigaciones iniciales reportaron resultados previsibles: los niños mayores, que presumiblemente descentraban en las tareas piagetianas, eran capaces de apreciar como la misma, dos versiones de una melodía que diferían ligeramente en la medida y en los modelos tonales o rítmicos. Esto fue considerado como una habilidad para reconocer los aspectos constantes de la melodía cuando una de sus propiedades era modificada. Sin embargo se presentaron algunos problemas en esta línea de investigación. El estudio de la conservación en otros campos no-musicales no presenta los mismos condicionantes ni dificultades que en el campo musical. En las tareas originales piagetanas, el niño ve alguna transformación del material y es preguntado por sus efectos, la transformación entonces es invertida para retornar a su estado inicial y sobre esas acciones realizadas por el experimentador, y en ocasiones por los niños, se realizan las preguntas. Con los estímulos musicales no es factible observar las transformaciones, tampoco se pueden tener a la vista , o más bien al oído, los dos estímulos musicales simultáneamente por que los hechos musicales se desarrollan y están ordenados en el tiempo. Por ello, el analizar dos versiones de una melodía, al no atenderse simultáneamente, implica una dificultad para juzgar si la segunda versión escuchada es una derivación de la primera. Técnicamente hablando podría a realizarse una distinción de identidades, nunca de equivalencias como se pretende en las tareas piagetianas.

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Estrictamente tampoco se puede dar la reversibilidad, pues el niño no puede observar la transformación inversa de la melodía a su estado original. Esto ha llevado a los investigadores a cuestionarse si la conservación musical es un constructo válido que ayude a comprender la cognición musical. No obstante las diferentes críticas a la metodología fueron perfeccionando las tareas e incluyeron variaciones en la misma que ya no podrían ser consideradas realmente como una derivación de la metodología piagetiana. Entre los resultados que sobresalen en esta línea de investigación se puede mencionar el hecho de que a alrededor de los 7 años los niños pueden percibir la identidad de una melodía si el ritmo u otros factores son cambiados, aunque parece haber un estancamiento a los 10 años, recuperándose a los 12 años. La conservación del tono aparece más temprano que la de modelos rítmicos, en tanto que las modificaciones en el timbre, instrumentación y armonía aparecen después. Se ha visto reciprocidad en las tareas musicales y no-musicales, es decir, la consecución de la conservación en número cantidad y espacio están asociadas con la conservación de la melodía o la medida musical; lo cual incitó a considerar que el logro de la conservación no-musical podría ser un predictor de la conservación musical. Estas evidencias permitieron postular que la obtención de la comprensión musical no es específica de la música, sino que se puede relacionar con otros logros cognitivos más generales.


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EL EMPLEO DE DIVERSAS TEORÍAS o sólo la teoría piagetiana ha sido empleada para dar cuenta de la cognición musical, los trabajos de Furnó (1999) intentan trazar paralelismos entre la formación de conceptos desde una perspectiva vygotskyana y el estudio de estrategias o heurísticos que se utilizan durante la solución de un problema de clasificación y la formación de conceptos sobre el sonido musical. Ella diseño el Test de Atributos del Sonido (TAS), en el que transfiere la metodología del Método de la Doble Estimulación (MDE) al campo de la música para explorar la formación de conceptos en esta área, conservando del MDE la distribución espacial y el desafío de resolver un problema de clasificación de sonidos, y difiere en que se realiza en un espacio virtual. El TAS, demanda atender a las similitudes y diferencias de atributos para clasificar 22 sonidos (que varían en función del timbre, duración, altura y sonoridad) en cuatro categorías designadas por trigramas (mur, lag, cev y bik) y describir los criterios utilizados por los individuos. Los últimos datos reportan que el 60% de los sujetos de 13 años de edad alcanzó la formación de un nuevo concepto referido al sonido musical, en tanto que el 40% restante no lo logró. Estos resultados, le permitieron a la autora considerar que existe una dificultad para operar con los sonidos e incluso sugerir que los sonidos musicales remiten a un tipo de entidad de distinta naturaleza de la analizada en las tareas vygotskianas. Con relación a los atributos del sonido se advirtió que la sonoridad y la altura fueron atendidas equilibradamente por sujetos músicos y no músicos. El timbre puede considerarse como una percepción compleja e indisoluble de naturaleza sincrética que obstaculiza la abstracción diferencial de atributos componentes. La duración fue considerada inicialmente sólo por el 10% de la muestra que en su mayoría eran músicos, lo que sugiere que la duración es un rasgo “secundario” que sólo emerge ante una acción de cálculo o medición deliberada. El fenómeno de enmascaramiento, que refleja la dificultad de medir y comparar la duración de los sonidos, se vio reflejado en sujetos que concedieron mayor duración a sonidos fuertes y menor duración a los débiles, sin advertir la interacción de ambas propiedades. WActualmente hay una amplia discusión desde diferentes posturas cognitivas sobre estas y otras propuestas, discusión que es ampliamente interesante y compleja cuyo abordaje rebasa el propósito de este trabajo, pero se puede tener una semblanza consultando a Gómez-Ariza, Bajo, Puerta-Melguizo y Macizo e Imberty.

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EL EFECTO MOZART

n la sección infantil de los comercios de discos también se incluye una amplia variedad de discos que pretenden promover las capacidades intelectuales de los niños desde edades muy tempranas. Ese movimiento comercializador ocurrió poco después de que Rauscher, Shaw y Ky, publicaron un trabajo con estudiantes de bachillerato en el cual se aplicó una prueba de razonamiento espacial de la escala de Inteligencia de Stanford Binet 15 minutos después de haber terminado de escuchar el primer movimiento de la Sonata para dos pianos en Re Mayor (K. 448) de Mozart y reportaron una ganancia en dicha prueba, a diferencia de quienes escucharon música para relajación. La noticia dada a conocer por los medios masivos de comunicación se fue deformando, extendiendo el efecto a situaciones cotidianas, a edades tempranas y a las distintas esferas del desarrollo cognitivo sin hacer distinción de las obras musicales de Mozart, llegando inclusive a extenderlo a otros compositores. Se vuelve entonces necesario recurrir al campo de la investigación y buscar evidencias que permitirían sostener que el escuchar música posibilita el desarrollo intelectual del individuo. Los argumentos iniciales de Rauscher y colaboradores para es-

tablecer algún tipo de relación entre la audición de la música y su efecto en las habilidades espaciales consistían en la evidencia de que éstas y el procesamiento de la información de los estímulos musicales se presentan en el hemisferio derecho; además tomaron como referencia el modelo de Leng y Shaw (1991), quienes sostienen que los patrones que se producen en la corteza cerebral cuando se realizan tareas espacio temporales son semejantes a las que ocurren durante la cognición musical, y sugirieron que la exposición a la música podría excitar o estimular un gran grupo de neuronas en la corteza implicadas en el razonamiento espacial. En relación a estos argumentos, es que Rauscher y cols. (1993) realizaron su estudio inicial, el cual ha originado una línea de investigación con diversos trabajos que proveen evidencia inconsistente, aunque se han realizado réplicas parciales exitosas (Ivanov y Geake, 2003) también se han presentado problemas para reproducir los hallazgos iniciales (McCutcheon, 2000 y Steele, Brown y Stoecker, 1999) derivados, en parte, de dificultades metodológicas en el estudio original así como en aquellos estudios que repiten sus hallazgos. Una de las principales objeciones a estos estudios se refiere al manejo inadecuado del

aspecto temporal. Se ha considerado que el tiempo de exposición a la música ha sido muy corto y pudiera ser insuficiente para lograr un cambio importante en las habilidades espaciales. El tiempo transcurrido entre las evaluaciones del razonamiento espacial antes y después de la exposición al estímulo musical ha sido relativamente breve y el posible efecto del estímulo musical pudiera verse enmascarado por que el instrumento de evaluación no sea sensible a reaplicaciones en periodos breves de tiempo. Tampoco se han encontrado resultados semejantes al estudio original empleando otros instrumentos de evaluación como por ejemplo el Test de Matrices Progresivas de Raven o el Test de Minnesota (McKelvie y Low, 2002), a lo que Rauscher y Shaw (1998) responden argumentando que el efecto del mejoramiento de razonamiento espacial a través de la audición de la obra citada de Mozart se restringe a tareas espacio temporales que incluyen la habilidad para transformar imágenes mentales en la ausencia de un modelo físico.No obstante se esperaría que hubiese transferencia a otras tareas espaciales y en otras situaciones (Jackson y Tlauka, 2004), en caso contrario quedarían restringidos y cuestionados los resultados del denominado “Efecto Mozart”.

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FACTORES Y VARIANTES

tros factores involucrados han sido explorarlos con más detalle. La edad como variable que pudiera afectar las consecuencias de escuchar música sobre las actividades espaciales fue explorada por McKelvie y Low, quienes suponían que en los niños podrían encontrarse resultados superiores debido a su mayor plasticidad cerebral. Sin embargo encontraron que niños de 11 a 13 años de edad no modificaron significativamente su razonamiento espacial tras haber escuchado la citada sonata. No obstante, Ivanov y Geake reportaron el “Efecto Mozart” en niños de 10 a 12 años, introduciendo la música no sólo antes de ejecutar la prueba de razonamiento espacial sino también durante la realización de la misma. 30 - LA MÚSICA Y EL CEREBRO

Tales variaciones en la metodología y en los resultados invitan a continuar investigando al respecto. También se ha estudiado el estímulo musical al que son expuestos los sujetos participantes; se tienen algunas investigaciones, por ejemplo, que valoran el efecto del Adagio en sol menor de Albinoni, Acroyali de Yanni, la Toccata en sol mayor de Bach, BWV 916, el Claro de Luna de Debussy y la obra de Gershwin, Rhapsody in Blue; y aunque se hayan encontrado efectos similares con algunas obras musicales, además de la obra citada de Mozart, no se ha llegado a un consenso en el empleo de parámetros que posibiliten encontrar las equivalencias entre los diversos estímulos musicales y llegar a una conclusión segura en este sentido. También se ha indagado el papel

de la inclinación de los individuos al tipo de música que escuchan en el nivel de influencia en las actividades espaciales; sugiriéndose que la música considerada como agradable para los individuos tiene cierto nivel de excitabilidad que puede facilitar los efectos deseados en las tareas espaciales; sin embargo, también existe evidencia de que la excitabilidad no puede ser el único factor responsable pues hay estudios que revelan que estando en condiciones de relajación se tienen puntuaciones ligeramente mayores que cuando se escucha música. Ante tantas inconsistencias hay quienes no ponen atención al influjo pasivo del estímulo musical y prefieren analizar los efectos de las actividades musicales en diferentes esferas del desarrollo del individuo.


LAS ACTIVIDADES MUSICALES Y SU INFLUENCIA EN TAREAS ACADÉMICAS l dominio del razonamiento spacial es relativamente tardío en la infancia, no obstante es importante en diversas materias, especialmente en conceptos centrales de las matemáticas como las proporciones y las fracciones. De ahí el interés de diversos investigadores, entre ellos Rauscher, de examinar la influencia de la realización de la instrucción musical y las actividades musicales en tareas académicas. En un meta-análisis realizado por Hetland se sugiere que la instrucción musical produce mejores resultados en tareas espacio-temporales (reconocimiento espacial, memoria espacial rotación mental y visualización espacial) en niños, con edades comprendidas entre los 3 y 12 años, en comparación con niños que no

han tenido dicha instrucción. Practicar en instrumentos de teclado ha resultado ser eficaz en promover las capacidades espacio temporales en niños de 3 a 9 años de edad, aunque también se han encontrado efectos similares con actividades corales y rítmicas, siendo estas últimas las que mejores resultados producen principalmente en situaciones naturales donde los niños tiene que realizar actividades físicas empleando el espacio. No obstante, los datos de Hanson dejaron ver que las habilidades espaciales de niños que realizaron actividades del método Kodaly no fueron mejoradas tras practicar hasta 7 meses. Estas investigaciones revelan que los resultados son mejores si las actividades musicales se realizan en edades no mayores de 5 años y si se

tiene como mínimo dos años de estar practicándolas. También el desempeño matemático de los niños se ha mejorado con la práctica musical. Rauscher reporta haber encontrado con niños que llevaban realizando actividades musicales durante dos años, en comparación con niños que no practicaban música, una ventaja significativa en la realización de tareas aritméticas de seriación y de proporcionalidad, así como en un examen matemático estandarizado. Aunque hay algunos trabajos más que tienen evidencias de efectos similares, éstos son insuficientes y se sugiere investigar más a fondo debido a que también hay pruebas de que el desempeño matemático no guarda relación con las habilidades musicales ni con la práctica de actividades musicales.

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INFLUENCIA DE LAS Actividades musicales

Las investigaciones han encontrando que cantar incrementa la fluidez de movimientos así como la producción vocal en niños de 1 y 2 años

a influencia de las actividades musicales en las habilidades verbales, también ha sido investigada, por ejemplo se ha encontrado una correlación significativa entre la percepción del ritmo y las habilidades en el lenguaje expresivo; el vocabulario es un aspecto que se ve constantemente favorecido con la realización de actividades musicales y particularmente con el canto de canciones infantiles. Este último elemento de las actividades musicales se ha estudiado de manera amplia, pues aprender a cantar es la realización vocal más desarrollada de las capacidades musicales de los niños más pequeños. Cantar en un fenómeno complejo que ofrece la oportunidad para el estudio de procesos integrados fundamentales como el reconocimiento de patrones, la formación de conceptos, la memoria auditiva y la imitación vocal. Las investigaciones han encontrando que cantar, por ejemplo, incrementa la fluidez de movimientos así como la producción vocal en niños de 1 y 2 años. Por otra parte, el canto de canciones se ha tomado como un elemento didáctico para ayudar a que los niños mejoren su redacción y sus conocimientos sobre los temas que se abordan en las canciones. Quizás ello se deba a que la melodía y la letra de la canción no se procesan de manera independiente según algunos investigadores, aunque también existen algunas evidencia de que tal procesamiento es independiente. La práctica de las actividades musicales, además del canto de canciones, ha sido muy socorrida en los escenarios educativos pues se tiene evidencia de su influencia positiva en la memoria verbal y las habilidades de procesamiento temporal, fonológicas y ortográficas Overy. Con relación a la lectura, se ha logrado un desempeño rápido y adecuado en la misma, así como una

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mejoría en las habilidades de lectura en niños que realizan actividades musicales. Según un meta-análisis se encuentra una fuerte asociación entre la instrucción musical y los resultados en diversas pruebas de lectura. Dado que las magnitudes de los efectos variaban mucho entre los diversos estudios analizados, se sugiere tener cautela con las conclusiones derivadas de las investigaciones. No obstante, los trabajos de Anvari, Trainor, Woodside y Levy revelan que existe una correlación positiva y significativa entre la conciencia fonológica, las habilidades musicales y la lectura en niños de 5 años; inclusive se sostiene que el nivel de percepción de los elementos musicales. como el ritmo y el tono, pueden ser un buen predictor del desempeño en actividades lectoras tales como las propuestas en la prueba de lectura del test estandarizado Wide Range Achievement Test-3 (WRAT-3).


INVESTIGACIONES DEL APRENDIZAJE

tras investigaciones interesadas en el aprendizaje de una segunda lengua, también han encontrado efectos positivos en los individuos que practican alguna actividad musical. Además, la incorporación de actividades musicales para la enseñanza de un segundo idioma ha demostrado ser efectiva para la adquisición del mismo. La enseñanza de vocablos en un segundo idioma con niños pequeños se ha acompañado con canciones y con actividades de discriminación rítmica observándose la incorporación de un mayor número de palabras en su vocabulario receptivo y activo. La relación encontrada entre las habilidades lingüísticas y la realización de actividades musicales no tie-

ne una explicación todavía certera, se ha propuesto que las habilidades musicales están asociadas a una buena memoria auditiva y en especial con la verbal Chan, Ho y Cheung. También se ha considerado que son compartidos los mismos mecanismos auditivos para la percepción de algunos elementos constitutivos del lenguaje, tales mecanismos implicarían la segmentación de sonidos y el reconocimiento de categorías y/o unidades sonoras independientemente de cambios en el timbre, duración, intensidad y tono. Otros estudios han mostrado que existe una relación entre la con-

ciencia fonológica y las habilidades de percepción musical tales como la discriminación rítmica, melódica y armónica, así como la producción rítmica; y que correlacionan con el vocabulario e incluso con las habilidades tempranas de lectura. De manera similar los trabajos de Don, Schellenberg, Glenn, Rourke, y Byron han revelado que existe una correlación entre habilidades musicales y lingüísticas en niños, específicamente entre la discriminación de pares de fragmentos rítmicos y melódicos y el vocabulario receptivo. Los resultados obtenidos en las investigaciones y programas referidos posibilitan que se creen programas educativos con actividades musicales destinadas a promover el desarrollo lingüístico de los infantes, siempre y cuando en los cuales se incluyan ejercicios de discriminación musical (rítmica, melódica y armónica) y de memoria auditiva.

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