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RONDA
laprensahoy.es Especial Ulises
Fotografía: Felipe Espilez
RONDA
Dirección: Felipe Espilez Diseño gráfico: María Ángeles Espilez
REDACCIÓN: Felipe Espilez María Ángeles Espilez
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Fundada en Febrero 2010 Número 16 Año II ISSN 1989-9963
en
La llegada Subimos la carretera que conduce hacia Ronda con el plus de alegría que conlleva un luminoso día de primavera. A través de las curvas que tuvimos que sortear nos pareció ver todavía a Pasos Largos, el último bandolero de Ronda, cruzar la serranía con la urgencia que da la libertad comprometida. Después de un tiempo, que se hizo más largo por deseado, llegamos por fin a Ronda con la honda impresión de estar ya muy cerca del cielo.
El paisaje. Sin más dilación nos pusimos a recorrer sus calles disfrutando de la generosa amabilidad de su ciudad. Pero llegado al tajo por el que se desliza imperioso el, tan humilde como bello, río Guadalevín se nos rompió súbitamente el corazón en dos pedazos sin remedio. Desde una altura, difícilmente definible sin pasión, pudimos mirar como miran las aves. Una mirada larga, muy larga y alta, muy alta, mientras la respiración se nos acompasaba a un ritmo desconocido para nosotros. que en
Y es que en Ronda se respira aire de águilas. A partir de entonces, rondeños ya por bautizo del tajo, consideramos quedarnos en Ronda para siempre. Pero como eso no podía ser resolvimos, sin ninguna duda que violentase nuestro estado de ánimo, hacer un reportaje de imágenes sin demasiadas palabras a esa ciudad que nos hizo suyos sin permiso para agradecerle las generosas emociones que nos llevamos, también sin permiso.
Los toros: El majestuoso toro que nos recibe en la entrada de la plaza de Ronda parece anunciar, sin decirlo, que estamos ante una de las cunas casi sagradas de la tauromaquia. Entre sus cuernos disparados hacia el cielo, entre sol y sombra, porta solemne miles de aplausos ya vividos que ĂŠl conserva negros en su piel de noche. Ajeno al menoscabo de picas, banderillas y espadas, nos da la bienvenida, con su casta intacta, a uno de los cosos mĂĄs refinados del mundo: Estamos en Ronda, donde dar la vuelta al ruedo es dar la vuelta al cielo.
Cuando vemos una ventana o un balcón, a menudo nos preguntamos por el mundo interior que habita detrás de los cristales. Sin embargo, en esta ocasión, la pregunta es totalmente ociosa porque nuestra mirada se choca contra el muro. Violentamente, diría yo. Aunque sea una violencia que no trascienda de nuestra retina. Nos interrogamos de inmediato: ¿quiénes son los seres que pueden habitar ese balcón desnaturalizado? Parece el balcón de un fantasma. Radiantemente blanco, herido por el tiempo y sin salida. Como un fantasma
La partida. Nos vamos de Ronda con la mirada diferente y distintos los ojos. En la rápida bajada de pasos largos que nos aleja de la ciudad se nos difuminan las imágenes del entorno, quizás porque llevamos todavía impresas en nuestras retinas la silenciosa y tranquila elegancia de sus calles, plazas y palacios. Un verde muy concreto perfumado con un amarillo casi imaginario nos despiden de Ronda, mientras el cielo pierde su querencia por el altivo azul que hasta ahora nos había acompañado. Es en ese momento sutil en que se quiebra la tarde cuando nos llevamos a Ronda a pasear por el mundo. Todavía no nos hemos ido y ya queremos volver. Hasta pronto Ronda.
Felipe Espilez
Paseando por Ronda al atardecer, los cipreses, los palacios, todo el aire no lejano de las Cortes de Cádiz; y un cielo de color inexpresable, ni gris perla, ni plata; una sospecha de levísimo celeste que cierta fuerza blanca de la luz borraba y compensaba con su irradiación.
Luis Cernuda