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La Morenita (Wilson Rogelio Enciso
from One stop enero
Wilson Rogelio Enciso
Nacido en Colombia en 1958. Titulado como administrador público y especialista en planeamiento urbano regional. Diplomado en Docencia universitaria y autor de novelas como “La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe” “Con derrotero incierto” “Enfermos del alma” “Amé en silencio, y en silencio muero” “El frío del olvido”. Gestor de la iniciativa “Una novela para cada escuela”
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La Morenita
Cuento esta historia porque me parece bonita y digna de que trascienda. Lo hago con el respeto que todas y cada una de las personas se merecen, tengan o no creencias de estas, aquellas o ninguna. Al final, cada uno sacará sus conclusiones. Me enteré de esta porque el autor, quien me autorizó para que le hiciera retoques y la difundiera sin decir su nombre, la compartió por WhatsApp en la familia, de la cual hago parte de alguna manera. “Resulta, querida familia, que la hermana de mi esposa nos encargó una Morenita bendecida para colocarla en una gruta que hizo especial para ella en la casa que construyó en algún municipio colombiano cerca de la gran ciudad y que inauguraría para los primeros días de noviembre de 2022 con una misa en compañía de su familia. A mediados de octubre, tuvimos las medidas exactas del sitio donde sería colocada la virgencita. Entonces, nos fuimos un sábado hasta su santuario aquí en CDMX, compramos la efigie más bella que encontramos, acorde con la talla indicada, la hicimos bendecir, la
empacamos y llevamos a nuestro apartamento. Primera estación. Era obvio que a nosotros, por temas laborarles, se nos imposibilitaba llevarla para el día de la inauguración de la casa. Tampoco, para la misa de aniversario de fallecidas de las abuelitas de mi esposa y mi cuñada a mediados de noviembre, ni siquiera para comienzos de diciembre cuando tenían programada otra fecha de encuentros familiares. En nuestros planes y deseos estaba llevarla nosotros a mediados de diciembre, para cuando viajáramos a Colombia, como cada año. Por esta razón, decidimos comprarle una maleta donde la guardamos bien envuelta para protegerla y garantizar que llegara intacta a su destino. Por casualidades de la vida o energías limpias que mueven a las personas y encarnan acontecimientos inesperados y bellos, mi hermana, mi cuñado y un sobrino vinieron a pasar unos días de vacaciones en CDMX, con hospedaje en mi apartamento y con tiquetes de regreso para el 2 de noviembre. Ellos practican una religión diferente a la católica, son cristianos devotos. Por lo tanto, nunca pensamos en ellos para encargarles la llevada de la imagen de la Virgen. Evitaríamos incomodarlos, no solo por el peso y volumen adicionales que les implicaría, en particular, sino por los preceptos del credo que profesan en relación con imágenes y ritos católicos. Sin embargo, curvas tienen las carreteras, olas el mar y brisas hay en las alturas..., eso sí, todas por alguna razón están ahí y cumplen un propósito. El 2 de noviembre, cuando estaban con las dos maletas en la puerta de mi apartamento, rumbo al aeropuerto para el regreso, les pregunté: —¿Pesaron las maletas? —¡No! —contestó mi cuñado. —Es mejor que lo hagan —les dije—, porque si llevan más de lo autorizado tienen problemas y les toca pagar el exceso. En efecto, las dos maletas excedían lo autorizado, por los recuerdos y regalos que llevaban de regreso. —Ahora, ¿qué hacemos? —preguntó mi hermana—. Habrá que sacar cosas. —¿Revisaron con la aerolínea si hay alguna opción o algo parecido en cuanto a maletas? —les preguntó mi esposa. —¡No! —contestó mi cuñado—. Compramos los tiquetes con solo dos maletas con peso estándar. No creímos necesario incluir otra maleta..., One Stop 37
cuestión de costos, tuvimos descuento en los tiquetes por llevar solo dos. —La ropa y las cosas de nuestro hijo decidimos que las acomodaríamos en las nuestras —aclaró mi hermana. —No imaginamos que lo que compramos para llevar pesara tanto y excediera lo permitido —adicionó mi cuñado. —Permítanme los tiquetes y reviso —dijo mi esposa—. Es probable que se pueda hacer algo. En última instancia pagamos desde aquí una tercera maleta. Mi esposa revisó en la página de la aerolínea y... ¡qué sorpresa!, ¡tenían derecho a una tercera maleta y sin costos adicionales! ¿Cómo o por qué? ¡Nunca lo supimos..., al parecer. —Siendo así —les dije—, por aquí tengo otra maleta para que dividan el peso entre las tres. Me refería a la maleta en la cual pensábamos llevar la efigie. Fui con ellos hasta la alcoba, me subí en una butaca, bajé la maleta, saqué el paquete donde estaba la virgencita. Fue cuando mi hermana me preguntó: —¿Qué hay en ese paquete? Le conté que era una virgencita para mi cuñada... y la síntesis de la historia. —Siendo así —me dijo mi hermana—, esta maleta es grande y ahí cabe, no solo el sobrepeso de las dos maletas, sino la virgencita. —¡Claro, cuñado, nosotros se la llevamos! Mi esposa y yo teníamos planeado llevarla a mediados de diciembre, pero, tal vez, Ella tenía otros planes. Se habrá dicho: —«En esta maleta me voy ya para la gruta que me mandaron a construir y donde me van a poner luego de la misa y la bendición del 5 de noviembre. ¡El lugar que merezco y adonde pertenezco! ¡¿Cómo les voy a fallar a esa señora, a su familia y a la casa que me está esperando, donde me necesitan y confían en mí?!». Familia, quizá por eso apareció en la aerolínea el cupo para esa tercera maleta ¡y sin costo adicional! La misma en donde desde octubre aguardaba la bella Morenita. Mi hermana y mi cuñado acomodaron las cosas y la efigie en esa maleta, de tal manera que estuvo en un pueblo cerca de la capital, donde ellos viven, casi tres días antes de la inauguración y bendición
de la casa de mi cuñada. Sin embargo, aquel municipio no solo queda al otro externo de la ciudad capital, sino del municipio donde mi cuñada construyó la casa. Ahora faltaba que mi hermana se la llevara a mi suegro al apartamento en la ciudad capital y él hasta donde su otra hija. Pero él y toda su familia ya estaban en la casa nueva de mi cuñada cuando la Morenita llegó a su conjunto residencial. Por lo que la recibieron los celadores. Esta sería su tercera estación. Enterados mis suegros y mi cuñada, coordinaron para que un mensajero la recogiera allí y la llevara a un apartamento algo cerca donde vive una tía del esposo de mi cuñada. Cuarta estación.
Ella tenía planeado viajar el 5 de noviembre en la mañana para la inauguración de la casa, la misa, la llegada y bendición de la virgencita. Cuando el mensajero llegó con el encargo ella no estaba. La recibió el celador de la tarde, el viernes 4 de noviembre, y la ubicó, no en
el casillero del respectivo apartamento, por el tamaño, sino en una bodega. Cuando esta señora regresó a las 8 de la noche, avisada por celular de su misión de recibir y llevar al otro día el encargo, preguntó en portería que si había llegado una encomienda. El celador que acababa de recibir turno miró en el casillero y le dijo que no había nada. La señora subió a su apartamento y le informó a su sobrino la novedad. La preocupación, tanto en una y otra parte, se hizo presente. A las 10 de la noche el mismo celador subió con la encomienda al apartamento y la entregó. Al siguiente día, sábado 5 de noviembre, la Morenita llegó a su gruta a la 1 p. m., media hora antes del inicio de la misa y bendición de la nueva casa de mi cuñada. Milagro, coincidencias del destino, etéreas energías limpias de aquí o allá..., ¡sea lo que sea! o como cada cual lo asuma, el domingo 6 de noviembre, luego de casi toda una vida de diferencias y casi poca y nada interacción entre ellos, menos, durante los últimos catorce meses tras el fallecimiento de su señora madre, mi suegro se reencontró con sus dos hermanas en aquella casa a donde estas fueron por invitación suya, quien le prometió en su lecho de muerte a su madre que le satisfaría su último deseo, en el sentido de reconciliarse y permanecer unidos... como tal parece que sucederá tras abrazarse frente a la gruta de la bella Morenita que el día anterior llegó de México”.