La Senda
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La Senda MarĂa Canale
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Tilo Estoy debajo del tilo, aunque él todavía no, yo sí, en este banco de madera donde los pies no llegan al suelo. No es un lugar de paso. Tampoco me instalo. Si miro hacia la izquierda, por encima del hombro, veo las últimas pitras, o las primeras. El camino es de ripio, con saponarias y chochos algunos ya florecieron hubo papas la avena creció sin lluvia. Desde el portón de la huerta me asomé al lugar del tilo. Pero el tilo no está. Tampoco el banco. Hay unos pastos altos y unos surcos en la tierra. Estoy donde él no está. Ayer lo trajimos, ahora espera bajo los chinchines. Yo también espero. Mientras, me siento a su sombra y escribo. Le pregunto ¿cómo es vivir siempre en el mismo lugar? No sabe, todavía no vive siempre en el mismo lugar. ¿Y si hubiese un tilo? ¿Y si hubiese un banco de madera? Escribiría ¿Y si el árbol fuese y viniese?
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Hoy no está sólo hay un poco de avena cortada y los topinambur contentos con la lluvia. Por eso no escribo. No es que no escriba porque los topinambur están contentos. No escribo porque el tilo no está. Si mis vecinas tuviesen uno, ¿escribirían? Si entro por la tranquera y voy hasta él ¿el tilo me querrá? ¿o tengo que estar bajo su sombra?
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Aproximación a la foto que quiere mi mamá En el verano cuando fuimos a la playa, que está cerca del pueblo donde vive, dijo que quería la foto de una silla vacía de caña pintada de blanco. Quería replicar el cuadro que había visto en un departamento al que nunca volvió. Faltaba encontrar la silla y que el balneario estuviese desierto. Es invierno y descubro abandonadas dos sillas de caña pintadas de blanco. Las ubico en la arena para sacarles la foto. No puedo saber si mamá quiere que las sillas superen la línea del horizonte que junta arena, agua, cielo. Vuelvo de mi paseo y le muestro las fotos. Pero ella quiere la imagen de una silla -no dos7
vacía de caña pintada de blanco hacia el mar, como la del cuadro que no volvió a ver. Al día siguiente sacamos la foto a la distancia correcta. Yo prefiero mis sillas cerca mirándome.
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El barrio Riego las plantas que fueron puestas a mi gusto lo agradezco. Se fue mi hija los locadores otros miran el partido. El aire de la ventana mueve las hojas de la oxalis. RecordarĂŠ este momento este dĂa de plena soledad. Las mandarinas son buenas y yo tambiĂŠn.
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Maitines Finita como el recorte de esta uña se detuvo la luna el 11 de Agosto sobre Rinconada Nahuelpan. Te mandé un mensaje para que miraras el cielo que pasaba del celeste al rosa. Pero hacía frío y los álamos carolina no te dejaban ver. Los pájaros conversaban, como nosotros en los serbales. ¿Sería también que unos veían la luna y otros no? ¿Cómo miran los pájaros? ¿Cómo le cuenta el zorzal, al que no ve que la luna se va perdiendo en un cielo que se ilumina? En la calle, las luces todavía encendidas. La luna se apaga con esta leve rotación. En un rato se irá con vos hacia el otro hemisferio. ¿Será la misma? ¿Me contarás de ella? Un pájaro cambia su canto ahora que escribo sobre él.
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Vellones Vi un árbol parecía tener flores blancas como capullos de algodón. Creí que era un abedul con pelusas, semillas diente de león llevado por el viento. Más tarde supe hay un álamo que florece así.
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Envidia
Una casa se mata despacio Marina Colasanti
El recuerdo es claro. Cuando egresás te ofrecen de regalo una lapicera o un despertador. Vos, elegís el despertador aunque creés merecer por lo menos las dos cosas. Tu padre tiene dos autos una lancha y una chacra además de la vivienda familiar. La lancha se llama Contradicción es grande y profunda para que el bebé viaje seguro. Los cuatro hermanos usan salvavidas. Viajás en la proa acompañando las panzadas si el río está picado. Y te gusta nadar en él. El agua es marrón como el chocolate. Los domingos temprano hay que preparar los esquíes la tabla de windsurf las sillas la canasta las lonas la conservadora los sándwiches 12
preparados la noche anterior los termos de agua fría y el de café. Tu mamá hace una torta. Pero vos envidiás al vecino de enfrente que se queda lavando el auto.
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Invierno Ahora que llueve y los árboles están sin hojas los pájaros vienen a comer al jardín. Yo los extrañaba porque aquí no hay follaje y sobra cemento. Desde la ventana se ven entre las piedras, o escondidos en un ligustro que está cerca. De a ratos vuelven al guindo deshojado que tiene el vecino. En el verano colgué bajo el techo un comedero para pájaros, pero nunca vinieron. También dejé un recipiente de agua en la baranda de la escalera, pero nunca vinieron. Yo sabía que la falta de árboles no los invitaba. Entonces ahora que sin comedero ni bebedero, están ahí, tengo la certeza de que algo bueno vendrá.
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Atrapasueños A orillas del río junté sauce construí aros. En mis manos parecían coronas simples, opacas las coronas del reino.
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Después Ayer cuando caminaba apareció la luna llena rodeada por nubes. Detuve a una mujer que venía de frente. Le pregunté ¿viste la luna? Ahí, tuve la certeza de que alguien veía lo mismo que yo.
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Jardín Sentada en la escalera miro las plantas, no sé qué decirles. Me llega el perfume del ligustro y la madreselva. Unos conejitos apuntan al cielo. El tomillo y la salvia en flor. La lavanda y el cotoneaster prometen más. Dos pimpollos de azucena a punto de explotar. La verónica se recupera de un ataque de pulgón. La ruda es ruda. Hay un poco de viento y una languidez ¿Será una pena de amor?
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Sensitiva ¿Cuál es la planta más delicada del mundo? ¿Dónde vive? ¿Qué le hace bien? ¿Quién es su mejor jardinero? Conozco una planta que cuando recibe buenos cuidados regala las flores más hermosas y cuando le dan con un hacha llora tanto que parece que se va a morir. Se protege pero a veces el mazazo es tan fuerte que queda el desgarro. Es curioso, es una planta grande, corpulenta y tierna. A veces sus lágrimas saladas hacen de abono y entonces surgen vigorosos brotes dispuestos a resistir.
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La madre La madre no canta. No quiere no sabe no tiene tiempo. Persigue al loco atormentado encierra a los chicos en el cuarto. Ellos escuchan los disparos y la bandeja de plata se hunde. Es que tu padre no soporta el brillo. La madre no canta. Escucha música la música es de él Mozart, Beethoven, algo de Jazz. A veces suena María Elena Walsh. La madre no canta. No hay canción el silencio se repite y repite.
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Gazania Tuve que entrar la gazania. En la intemperie un par de pimpollos no terminaban de abrir. Los veo desde hace varios días. Ahora que está entre la ventana y el calefactor uno de ellos comienza a mostrar sus pétalos. ¿Serán tan vistosas las flores como en el verano? No sé, pero sin frío se anima.
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A veces A veces cuando prefiero pensar que Dios existe lo imagino mirándome desde arriba. Me ve llegar a mi casa ve que abro el portón y dejo la bici contra la pared. Se ríe cuando pienso si invito o no a ese hombre a tomar un café. Sabe que voy a llamar y él dirá que sí. Observa mientras espero con la campera naranja el colectivo que me lleva hasta el mar. Me ve cuando titubeo sabe que voy a elegir la ventana donde no da el sol. Ahora, que estoy en la playa me mira siguiendo la línea de mi sombra sobre la arena. Yo camino y la sombra camina larga, hacia el sudeste donde no hay nada más que mar. La espuma fría pone un límite que no me atrevo a cruzar me quedo del lado del sol y del viento.
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Quizás (¿lo sabrá Dios?) este hombre se acerque y nuestras sombras paralelas mojadas toquen el infinito. Sé que Dios estará contento cuando yo descubra que sí que soy capaz de amar.
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Ruta Tres mochileros duermen agotados a la sombra de un guardaraill. En el faldeo del Este hay un pequeño manchón de álamos amarillos, el sol los ilumina. Sobre la cordillera avisa que se va. Desde lo alto baja un parapente ¿Será mi primo Manuel? ¿Cómo se verán los mochileros? ¿Y el sol? Es otoño y en el valle los árboles siguen igual, no pierden sus hojas. ¿Los mochileros, a la sombra del guardaraill llegarán a casa? Junto unas flores azules y lilas las pondré en un libro. Si te dijese que es mi modo de embellecer el mundo ¿me creerías?
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Oficio Volví a unos poemas que antes no había entendido. Los leí en voz alta esquivé el escalofrío no me gusta hablar de la soledad. Después como quien practica una danza o acordes de guitarra escribí.
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Divergencia “Alma doliente, vagando a solas” (Convergencia) I. Un borracho vuelve a su casa el camino es largo inclina el cuerpo hacia adelante da un paso tras otro con una pesadez que aún no es caída. La cantidad de alcohol es igual al volumen del dolor. Lo paso avanzo con el pecho al frente la cabeza erguida. II. Después de escribir sobre el borracho no volví a la senda. Ese andar erguido mío era falso.
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Parecía querer resistir la caída y sigo así un paso tras otro con ganas de caer hasta que todo pase.
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Deuda Compré un cuaderno con espiral dos de hojas lisas papel afiche blanco. Quedé debiendo una poesía al vendedor. Cuando volví con algunos versos sus compañeras dijeron ¡escriba sobre nosotros! ¿Cómo podría? Si ni siquiera sé sus nombres. ¡Escriba sobre nosotros! Como si pidiesen ¡Sálvenos! Diga quiénes somos. Diga que aquí estamos. Entonces entre estanterías de juguetes a escondidas del patrón confiesan. Yo intrusa me llevo en una libreta sus nombres los de sus hijos los de sus padres me llevo sus sueños sus deseos y no puedo decir nada.
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Amparo A travĂŠs de una ventana antigua el dĂa se vislumbra. Son dos hojas altas cuatro cristales cada una, la banderola de vidrio esmerilado y flores pintadas. Del otro lado sobre un edificio gris el sol. Si miro por los cristales de abajo aparece el movimiento de las hojas de un fresno y por arriba se ve apenas un pedazo de cielo azul.
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Primordial I Hubo un momento en que sentí que vendría la escritura como un orgasmo intensa reveladora de lo que no se muestra. Después no podía encontrar el punto me faltaba tacto para volver a esa energía brillante que pugnaba por salir. Aunque no tuviese claro cómo se trataba de un impulso irrefrenable de hacerlo hasta que no existiese el tiempo. La escritura sola era un gran deseo que contuve quizás por miedo de perder la cabeza.
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II Saqué las tapas del cuaderno con espiral entonces quedó infinito listo para la premura. Abierto como cuando estoy en mí en vos acá urgente. Escribo y no sé si podría acabar con esto.
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Reclusa El secreto fue como una cรกrcel adentro no dejรณ ver el horizonte. No bailaste en un campo de amapolas no te vestiste con colores por ejemplo telas floreadas movidas con el viento.
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Barrilete Busqué. Llegué al arroyo negro salieron los perros di la vuelta y me senté a la sombra de un abedul. Mientras escribía por atrás del cuaderno sobre el pasto vi una bolsa de plástico verde. Era un barrilete sin tanza dispuesto a volar luminoso por el sol.
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Reparación Cuando quedé embarazada mi abuelo Marcos ignoró la panza porque no me había casado. Llegaba del consultorio se sentaba en el comedor la mesa estaba lista y le servían el almuerzo. Él no sabía dónde se guardaban los platos, las cacerolas ni siquiera los vasos. Mi abuela, por las noches estudiaba de memoria recetas de comidas para dar instrucciones a la cocinera. Una tarde que Antonia salió de franco senté a mi abuelo en una banqueta para cuidarlo, tenía noventa años. Yo amasaba pizzas en la mesa de mármol añadía harina al bollo estiraba la masa. Con un repasador movía las pizzeras en el horno. Hacía calor se oía el ruido oxidado de la puerta y él, que nunca estuvo en la cocina, repetía, sin lisonjas: ¡pero qué maravilla! ¡pero vos sos fantástica! 33
La senda Esta vez había más flores, más pájaros más nubes que nunca había amapolas las de verdad rojas y otras anaranjadas. Alguien había dañado los troncos que hasta hacía poco solo eran tallos. El corte, una cuña agresiva, que el árbol portaba, de la que no se podía defender. Otros florecían rosas apenas tres o cuatro que caían en racimos. Unos hombres cortaban el pasto parejo. Yo veía que las flores algunas briznas de distintas hierbas, todas con diferentes alturas, pronto iban a desaparecer. Pero había un lugar donde las piedras hacían de sostén. En su quietud acompañaban y decían florezcan, florezcan. 34
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El Bolsón, Río Negro Octubre 2016 36